Está en la página 1de 13

Estructura de la Lectio Divina

Exposición del Santísimo y oración inicial

Lectura del texto bíblico

Meditación del texto sagrado

Oración final y reserva

2
Exposición del Santísimo
Oración inicial
Canto para la exposición

Ministro:

Espíritu Santo, tú que nos haces conocer a Jesús, permítenos descubrirlo en su


presencia eucarística. Bajo el velo de la hostia, muéstranos el Cristo de los
Evangelios, al Dios con nosotros, real y amoroso. Haznos ver al Buen Pastor que
conoce a cada uno de nosotros, que nos ve y nos llama por nuestro nombre:
Haznos escuchar al incomparable Maestro que nos presenta su doctrina y desea
iluminarnos sobre todas las cosas; Haznos tocar al Salvador, cuyo contacto sana,
transforma los cuerpos y las almas; Haznos discernir al amigo, feliz de vivir con
nosotros y de compartir nuestra existencia humana; Haznos reconocer al Dios
que se entregó por nosotros, que no guarda nada de sí mismo para darnos el
perdón y la comunión con Él. Danos una profunda adhesión a Jesús en la
Eucaristía, que a su deseo ardiente de permanecer entre nosotros responda
nuestra solicitud de acogerlo. Santísima Virgen, tú que has sabido mirar a Jesús y
penetrar hasta la profundidad más íntima de su persona: enséñanos a mirarlo, a
contemplarlo larga y quietamente en el Tabernáculo en que está presente.
Enséñanos a escuchar en silencio las palabras que él nos dirige y a iniciar con él
un diálogo amoroso. Haznos vislumbrar las maravillas que Él desea obrar en el
secreto de nuestras almas. Concédenos apreciar cuánto él está
imperceptiblemente próximo y cuán grande es la amistad que nos demuestra.
Ayúdanos a responder a su amor con el ímpetu de todo nuestro ser, a perdernos
enteramente, como tú, en una mirada de amor fija en Él.

3
Exposición del Santísimo
Oración inicial

¡ESCUCHEMOS LA VOZ DEL SEÑOR Y ENTREMOS EN SU DESCANSO!


Todos los días en la liturgia de las horas rezamos un salmo que nos invita a abrir el
corazón, a no endurecerlo cuando el salmista exclama: “¡ojalá escuchéis hoy la voz del
Señor, no endurezcáis vuestro corazón!, como el día de Masá en el desierto, cuando
vuestros padres me pusieron a prueba y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras”.
Este salmo es una invitación y a la vez un lamento de Dios que nos pide no dudar de Él,
porque su obra, su proyecto de salvación que es iniciativa suya requiere de nuestra
confianza y de nuestro abandono filial. Hemos entrado a una nueva etapa de
preparación de nuestro Sínodo Diocesano y sabemos los grandes retos que tenemos
como Iglesia particular en un tiempo de constantes cambios y grandes desafíos para el
futuro. Pero a nosotros los creyentes, se nos pide precisamente llevar la luz a un mundo
de sombras, a anunciar la esperanza desde la experiencia del Dios vivo con el que nos
hemos encontrado y con el que nos queremos seguir encontrando para adentrarnos en
su amor infinito. Sabemos que estamos llamados a ser la levadura en la masa del
mundo y Dios ha puesto su esperanza en este “resto” que somos nosotros que aunque
indignos, hemos sido llamados, escogidos gratuitamente para la construcción del Reino
de Dios. Es el mismo Espíritu el que motiva nuestros corazones y el que nos impulsa a
seguir remando mar adentro para encontrar horizontes nuevos que fortalecen nuestra
esperanza.

Frente a un mundo preocupado por el ahora, desgastado por el activismo y la ansiedad


por el futuro, el profeta Isaías nos invita a ser esa levadura cuando dice: “los muchachos
se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen; mas los que esperan en el Señor
tendrán nuevas fuerzas, les saldrán alas como de águila, correrán y no se cansarán,
caminarán y no se fatigarán” (Is, 40, 31)

4
Oración inicial
Exposición del Santísimo

Así, desde la fuerza que la Palabra de Dios suscita en nosotros, seguimos en el siguiente
paso de nuestro Sínodo Diocesano siendo conscientes además de que lo que estamos
viviendo ya, es un tiempo de “gracia” en donde queremos vivir la experiencia del Espíritu
para que se manifieste con más fuerza y claridad en nuestras comunidades. Es por ello,
que este tiempo quiere ser también un tiempo de oración, de escucha, de encuentro, de
audacia, para ir más allá de nuestros horizontes, para abrirnos al plan de Dios, abiertos
para descubrir su voluntad.

Que importante también ser conscientes que la experiencia del Espíritu al igual que en
Pentecostés se da sobre todo en la Comunidad reunida, que ora, que espera, que anhela
esta efusión que viene a renovarnos. Desde la experiencia del diálogo, de la escucha, de
la oración, es como vamos viviendo el misterio de ser un solo Cuerpo, miembros de
Cristo, haciendo realidad lo que un día recibimos en nuestro bautismo. En ese día el
Espíritu Santo hizo su morada en nosotros para introducirnos en el misterio de Dios, de
su amor, de su vida plena.

Es al Espíritu a quien queremos pedir que guíe nuestra oración, que ilumine y fortalezca
nuestro Sínodo, es al Espíritu al que queremos invocar para que despierte en nosotros el
anhelo de Dios, una conversión al Evangelio y una identidad como hijos de Dios.

Necesitamos seguir descubriendo a la Iglesia como un cuerpo conformado por muchos


miembros, pero finalmente como un solo cuerpo en donde todos tenemos una función y
en la que nadie es superior al otro porque precisamente todos tenemos el mismo
Espíritu que es el don de Dios más grande dado a la humanidad. Este don que se
derramó en la Pascua en la Iglesia primitiva se sigue derramando cuando los corazones
están dispuestos, abiertos, libres de prejuicios para dejar actuar a Dios libremente y
poder hacer de nosotros los odres nuevos de una iglesia renovada.

5
Lectura del texto bíblico
Jn 16, 22-25

Pidamos al Señor que nos enseñe a mirar al mundo y a la humanidad con esa
ternura que suscita la esperanza, siendo capaces de creer para ir más allá de
nuestros propios horizontes ya que un peligro que nos impide caminar con el
Espíritu es el vernos demasiado hacia adentro, encerrados en nuestros esquemas
y prejuicios buscando una perfección que nos puede llevar a un fariseísmo
alejándonos de la fuerza del Evangelio. Una Iglesia en salida está más motivada
por la fuerza dinámica del Espíritu y lo que Éste es capaz de crear, que por lo que
Ella es en la actualidad. Es precisamente a través de la salida de nuestra zona de
confort, de nuestras propias comodidades, como iremos creando caminos
nuevos en la medida que los vamos recorriendo. El Espíritu Santo precisamente
se manifiesta en la misión de la Iglesia cuando está en su acción evangelizadora y
no tanto en la planeación de la misma. Por ello si algo deseamos en este tiempo
que nos prepara a nuestro Sínodo diocesano es abrir nuestros horizontes para la
novedad del Evangelio y lanzarnos sin miedo al mundo para anunciar al Cristo
vivo con el que nos hemos encontrado.

CANTO AL ESPIRITU SANTO

6
Lectura del texto bíblico
Jn 16, 22-25
Pero Yo los volveré a ver y su corazón se llenará de alegría, y nadie les podrá
arrebatar ese gozo. Cuando llegue ese día ya no tendrán que preguntarme nada.
En verdad les digo que todo lo que le pidan al Padre en mi Nombre, se lo
concederá. Hasta ahora no han pedido nada en Mi nombre. Pidan y recibirán, así
conocerán el gozo completo. Hasta ahora los he instruido por medio de
comparaciones. Pero está llegando la hora en que ya nos los instruiré en
comparaciones, sino que les hablaré claramente del Padre.

Dejémonos interpelar y confrontar por esta lectura, como una espada de doble
filo que penetra el corazón. Jesús nos quiere llevar a la alegría plena y también
nos dice que hasta ahora no hemos pedido nada en su nombre. Pedir en su
nombre en parte es pedir como Él como hijos que se saben amados y que
confían en el poder de Dios en que para Él nada hay imposible. La oración de
Jesús es también una oración desde el Espíritu, llena de confianza y queremos
pedir según el Espíritu, desde el clamor que hay en nuestros corazones con
gemidos inefables.

Cuando nos abrimos a la acción de Dios, nos preparamos para acoger la


novedad, estamos más dispuestos a la escucha, a la sorpresa de su Voluntad, a
encender nuestros corazones por la acción del Espíritu.

7
Lectura del texto bíblico
Jn 16, 22-25
La preparación de nuestro Sínodo Diocesano y su celebración es una gran
oportunidad para esta acción transformadora, para redescubrir la belleza de
nuestra propia vocación como sacerdotes, como vida consagrada y como laicos
comprometidos que seguimos a Jesús. Queremos que como los discípulos de
Emaús Jesús camine junto a nosotros, nos salga al encuentro y a través de la
escucha y la explicación de las escrituras que haga arder nuestros corazones
mientras nos habla por el camino y poder reconocerlo en la fracción del pan, en
la celebración de la Eucaristía.

Es sólo a partir del encuentro con Jesús, con su presencia viva como podemos
renovar nuestras fuerzas y abrirnos más a la acción de su Espíritu. Dejemos que
Él nos hable, sintamos su presencia viva a través de su Corazón Eucarístico, que
permanece siempre con nosotros.

Preguntémonos también: ¿en dónde ponemos nuestra confianza, el éxito de


nuestros proyectos, en nuestra capacidad, en nuestros dones y fuerzas, o en el
poder de Dios que nos invita a un encuentro amoroso, a su amistad filial, a
caminar con esperanza. Esta etapa de preparación del Sínodo por ello es un
tiempo privilegiado para la oración, para la escucha, para el encuentro.

8
Lectura del texto bíblico
ORACIÓN
Señor Jesús, gracias por tu presencia amorosa entre nosotros….

Gracias por cada uno de nosotros que somos miembros de tu cuerpo, por ser nuestro
Buen Pastor a través de nuestro OBISPO que nos guía con amor y mansedumbre.

Gracias por el don inefable de tu amor, por cada SACERDOTE unido a ti que nos muestra
tu amor profundo por la humanidad, que te representa en cada Eucaristía y en cada
sacramento.

Gracias por cada RELIGIOSO Y RELIGIOSA que hace presente nuestro bautismo, que nos
recuerda que somos hijos tuyos, que nos hace miembros de una sola familia.

Gracias por cada LAICO comprometido que es el rostro de tu Iglesia en el mundo, de ese
pequeño resto que espera y confía en ti, en el cumplimiento de tus promesas. Por cada
LAICO que te adora en tu presencia eucarística y que es el signo también del llamado a la
SANTIDAD que quieres para todos tus hijos.

Gracias por animarnos a pedir como tu, en tu nombre…

Gracias por este Sínodo que estamos por vivir, como un tiempo de gracia…

Señor hasta ahora nada hemos pedido en tu nombre, nos falta una mayor conciencia
para reconocer que el Padre nos ama y que nos invita a ser como Tú, hijos amados, hijos
predilectos.

Como hijos podemos pedirlo todo, esperarlo todo, desearlo todo…

Señor anímanos con tu fuerza, danos tu Espíritu, danos un corazón nuevo.


9
MEDITACIÓN DEL TEXTO SAGRADO

Jn 16, 22-25

Dejémonos iluminar por pasajes de la Escritura que nos ayuden a tomar


mayor conciencia de nuestro ser hijos de Dios:

El amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó primero (1
Jn 4,10).

Cuando Israel era niño, yo lo amé… Enseñé a andar a Efraín, y lo llevé en mis brazos… Con
cuerdas de ternura, con lazos de amor, los atraía; fui para ellos como quien alza un niño hasta
sus mejillas y se inclina hasta él para darle de comer (Os 11, 1-4).

Efraín es para mí un hijo querido, un niño predilecto, pues cada vez que lo amenazo vuelvo a
pensar en él; mis entrañas se conmueven, y me lleno de ternura hacia él (Jr 31, 20).

En este camino sinodal, que importante vivir la experiencia del amor de Dios.
Aquí está precisamente lo grande de la fe creer en su amor por nosotros,
sentir su presencia en el camino y con esta certeza crecer en la esperanza. La
esperanza es también abrirnos a lo que el Espíritu crea en nosotros por su
gracia, por su amor, no por nuestros méritos. Aprendamos a orar más desde
la confianza, mirando más a Dios que a nosotros mismos. Tengamos la
certeza de que Dios nos ha amado tanto que entregó a su Hijo único por
nosotros y que nada podrá separarnos de este amor:

Pero Dios, que nos ama, hará que salgamos victoriosos de todas estas pruebas. Y estoy
seguro de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni fuerzas sobrenaturales, ni lo presente, ni
lo futuro, ni poderes de cualquier clase, ni lo de arriba, ni lo de abajo, ni cualquier otra
criatura podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro
(Rm 8, 37-39)

10
MEDITACIÓN DEL TEXTO SAGRADO

ORACIÓN
Señor Jesús:
Nos presentamos ante ti sabiendo que nos llamas y que nos amas tal
como somos. Tu presencia en la Eucaristía continúa como comunión y
donación de todo lo que eres. Aumenta nuestra fe. Contigo queremos
penetrar en el aparente "silencio" y "ausencia" de Dios, para escuchar la
voz del Padre que nos dice: "Este es mi Hijo amado, en quien tengo mi
complacencia: Escúchenlo". Con esta fe, hecha de escucha
contemplativa, sabremos iluminar nuestras situaciones personales, y la
vida del mundo que nos rodea. Tú eres nuestra esperanza, nuestra paz,
nuestro corazón se llena de gozo y de esperanza al saber que vives
"siempre intercediendo por nosotros". Nuestra esperanza se traduce en
confianza, gozo de Pascua y camino apresurado contigo hacia el Padre.
Nuestra vida no tiene sentido sin ti. Queremos aprender a "estar con
quien sabemos nos ama", porque "con tan buen amigo presente todo
se puede sufrir". Aprendiendo este más allá de la ADORACIÓN,
estaremos en tu intimidad. Gracias a ti, nuestra capacidad de silencio y
de adoración se convertirá en capacidad de amar y de servir. Nos has
dado a tu Madre como nuestra para que nos enseñe a meditar y adorar
con el corazón. Ella, recibiendo la Palabra y poniéndola en práctica, se
hizo la más perfecta Madre. Ayúdanos a ser tu Iglesia misionera, que
sabe meditar adorando y amando tu Palabra, para transformarla en
vida y comunicarla a todos los hermanos. Amén.
S. Juan Pablo II (extractos)

11
S. Juan Pablo II
Extractos

Descubramos como la fuerza de la gracia, de este amor que nos ha amado


primero es lo más importante en nuestra vida. Tomar conciencia de lo que Dios
quiere ser para nosotros, el que nos ama siempre, incondicionalmente, que
nada puede alejarnos de su amor gratuito. Es mirar hacia la gracia, hacia la
fuerza del Espíritu que hace nuevas todas las cosas. Que en este camino hacia el
Sínodo podamos experimentar la paz que Jesús nos da, la alegría de saber que
caminamos con Él, la Esperanza de lo que el Espíritu puede suscitar en nuestro
corazón.

Terminemos con esta oración compuesta por santo Tomás de Aquino

Te adoro con devoción, Dios escondido, oculto verdaderamente bajo estas


apariencias. A Ti se somete mi corazón por completo, y se rinde totalmente al
contemplarte. Al juzgar de Ti, se equivocan la vista, el tacto, el gusto; pero basta
el oído para creer con firmeza; creo todo lo que ha dicho el Hijo de Dios: nada es
más verdadero que esta palabra de verdad. En la Cruz se escondía sólo la
Divinidad, pero aquí se esconde también la Humanidad; creo y confieso ambas
cosas, y pido lo que pidió aquel ladrón arrepentido. No veo las llagas como las
vio Tomás pero confieso que eres mi Dios: haz que yo crea más y más en Ti, que
en Ti espere y que te ame. ¡Oh memorial de la muerte del Señor! Pan vivo que
das vida al hombre: concede a mi alma que de Ti viva y que siempre saboree tu
dulzura. Señor Jesús, bondadoso Pelícano, límpiame a mí, inmundo, con tu
Sangre, de la que una sola gota puede liberar de todos los crímenes al mundo
entero. Jesús, a quien ahora veo oculto, te ruego que se cumpla lo que tanto
ansío: que al mirar tu rostro cara a cara, sea yo feliz viendo tu gloria.

Amén.

12

También podría gustarte