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DISCIPULADO EN LA SAGRADA ESCRITURA

¿Es que también ustedes quieren


hacerse discípulos suyos?" (Jn 9, 27). La
pregunta se la dirige el ciego de
nacimiento a los fariseos y, despojada de
la ironía y la intención polémica que le
da su contexto, puede convertirse en un
interrogante
para cada uno de nosotros.

¿Estamos dispuestos a adentrarnos en


el largo proceso de convertirnos en
discípulos de Jesús?
Discípulo, aprendiz

Aprender mediante la
experiencia

Maestro
DISCIPULADO EN LA SAGRADA ESCRITURA

Mathetés aparece con frecuencia en


todos los Evangelios:
45 veces en Marcos;
71 en Mateo;
38 en Lucas
y 78 en Juan.

En los Hechos se usa 28 veces, entre


ellas una en femenino: «discípula» (Hch
9, 36).

Curiosamente, después el término


desaparece por completo de los escritos
del NT.
DISCIPULADO EN LA SAGRADA ESCRITURA

En aquel tiempo, tomando Jesús la


palabra, dijo: «Yo te bendigo, Padre,
Señor del cielo y de la tierra, porque has
ocultado estas cosas a sabios e
inteligentes, y se las has revelado a
pequeños.
Sí, Padre, pues tal ha sido tu
beneplácito.
Todo me ha sido entregado por mi
Padre, y nadie conoce al Hijo sino el
Padre, ni al Padre le conoce nadie sino el
Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera
revelar.

Mt 11, 25-27
DISCIPULADO EN LA SAGRADA ESCRITURA

En el AT no hay un vocablo para discípulo.


Esto parece deberse a la antigua conciencia
de Israel de que solo el Señor Dios es el
maestro del pueblo, cuya palabra hay que
seguir (cf. Dt 4, 10; 5, 1).

Por eso los seguidores de los profetas se


designan como «servidores», y no como
«discípulos» suyos, Ejemplos: Josué de
Moisés (Ex 24, 13; Nm 11, 25), Eliseo de
Elías (1 Re 19,29), Guejazí de Elíseo (2 Re
4,12) y Baruc de Jeremías (Jr 32,12).
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En los Evangelios «discípulo» es quien


sigue la enseñanza de un maestro. Así
los doce apóstoles son llamados
discípulos (Mt 10, 1), al igual que otro
grupo más numeroso de partidarios
de Jesús (Jn 6, 66; cf. Lc 10, 1-12).

También se habla de los discípulos de


Juan Bautista (Mt 9, 14); de los fariseos
(Mt 22, 16); y de Moisés (Jn 9,28), que
se diferencian de los discípulos de
Jesús.
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En los Evangelios los


discípulos por excelencia
son los doce apóstoles
(Mt 10,1)

En la primera comunidad
«discípulo» equivale a
«cristiano» (cf. Hch 6, 1; 11,
26; 26, 28); por eso se aplica
a todos los creyentes lo que
en los Evangelios se dice de
los discípulos.
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La decisión nunca partirá de nosotros:


"Nadie puede venir a mí si el Padre que
me envió no lo atrae" (Jn 6,44). Los
relatos bíblicos nos recuerdan siempre
que ser llamado por el Señor no es
nunca fruto de una conquista o término
de una búsqueda: es un encuentro
sorpresivo, inesperado e inmerecido.
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En contraste con el judaísmo de la época, el


discípulo cristiano no escoge la escuela o el
maestro, sino que es elegido por Jesús.

Jesús destaca por tomar la iniciativa, solo él


llama autoritativamente a los que quiere y
ellos obedecen incondicionalmente, del
mismo modo que Dios llamaba a los profetas
del AT, y les fija las condiciones para su
seguimiento (Mc 1, 17; Lc 9, 57-62).
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Los discípulos acompañan a Jesús, según la
costumbre de la época
(Mc 1, 16-17; 3, 13-15; Jn 1, 37-51),
conviven con él
(Mt 5, 18; 9, 38; Lc 9:59),
le siguen
(Mc 6, 1; Mt 8, 23; Lc 22, 39),
le sirven
(Mc 6,35-44; 11, 1-7; 14, 12-16; 15,40-41; Lc
8,1-3; 9, 52),
reciben una enseñanza especial
(Mc 7,17; 9,28.33; 10, 10; Mt 17, 25),
le hacen preguntas
(Mt 13,10.36; 17,19; 18, 1. 21; 24, 3),
discuten algunos puntos
(Mc 8, 27; 10, 52).
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Los discípulos comparten su vida con el Maestro y participan de su


misión, al servicio del Reino de Dios (Mc 3,14-15; Lc 9, 59-60).

El discípulo recibe autoridad para proclamar la palabra, curar las


enfermedades y actuar sobre los demonios (Lc 10, 1-17).
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Después de la muerte y resurrección de


Jesús, la participación en la vida y misión
del Maestro se traduce en una manera
cristiana de vivir conforme al ejemplo y
enseñanzas de Jesús, a veces en medio de
dificultades (Mt 8, 18-27; 14, 22-23), lo que
supone llevar su yugo y aprender de él.
(Mt 11, 29).

El discípulo verdadero permanece en la


palabra de Jesús (Jn 8, 31) y la comunica a
otros, continuando así la acción salvífica de
su Señor (Jn 17, 18 -20).
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Mientras que en las escuelas rabínicas el discípulo buscaba en el


maestro una doctrina y una metodología para convertirse a su vez en
maestro, en los Evangelios los discípulos siguen a Jesús como el único
Maestro, de modo que no pueden llamarse a su vez Rabbí.

El discípulo cristiano no es, ni nunca puede llegar a ser, mayor que su


Maestro (Mt 10, 24; Jn 13, 16; 15, 20); por eso no puede aceptar el título
de maestro, ya que uno solo es el Maestro común y eterno de todos, el
Cristo, «y vosotros sois hermanos» (Mt 23, 8).
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También, a diferencia del


helenismo y del rabinismo, la
adhesión del discípulo no es a
un sistema o escuela doctrinal o
jurídica, sino a una persona cuyo
valor es absoluto, de modo que
en el contexto cristiano
«discípulo» es un concepto
esencialmente religioso, no
académico ni escolar. Por eso
Jesús no es solamente un
maestro, sino el Señor

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