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1
A., Núñez Delgado, El discipulado en la historia del cristianismo hasta el documento de aparecida, Trujillo –
Perú, 2017, 19.
2
Ibid
3
Ibid
4
Ibidem, 23
En Mateo, Jesús no se remite simplemente a las obras que Él hizo, sino también a las que
continúan realizando sus discípulos, porque son su continuidad y forman una unidad con las suyas.
Los seguidores de Jesús continúan con las obras de misericordia y de liberación (Mt 8, 17) que
expresan la llegada del Reino de los Cielos (Mt 4, 17; 10, 7).
Mateo, dice que el discípulo de Jesús se determina por dos rasgos fundamentales31:
a) El discípulo tiene que guardar todas las enseñanzas de Jesús, sabiendo que estas enseñanzas
también van dirigidas a todo el pueblo.
b) El discípulo de Jesús se determina por confiar en el Señor resucitado, presente en medio de su
sociedad.5
El discipulado en el evangelio de San Lucas.
Según Lucas, Jesús designó a los Doce y sólo a ellos dio el nombre de apóstoles (Lc 6, 13).
Porque ellos, han de ser testigos de toda la obra de Cristo, a partir del bautismo de Juan hasta su
exaltación (Hch 1, 15-26).
Para Lucas los apóstoles son el ministerio fundante, fundado por Jesús, del que emanan los
demás ministerios que existen en la Iglesia; es por ello que muestra a los apóstoles designando a
los siete evangelistas (Lc 6, 1-6) y armoniza el ministerio de Felipe con el de Juan y Pedro (Cf. 8,
4-40)6.
Debemos destacar en Lucas la alegría. Dice que hay alegría en quienes ayudan en el
apostolado, instruyendo (Lc 10, 17. 20). Evangelizar implica la idea de proporcionar una alegre
noticia. Lucas recalca el aspecto del gozo como respuesta a la misión (Hch 8, 4. 8. 25. 35. 39): es
la revelación terrena del gozo que hay en el cielo cuando el hombre admite la salvación y vuelve
al Padre34 (Lc 15, 5. 6. 7. 9. 10. 32)7.
El discipulado en las cartas de San Pedro.
Pasando a las Cartas de Pedro, impacta el importante tema del sufrimiento del discípulo,
desarrollado ampliamente en la Primera Carta; éste (el discipulado) hace de hilo conductor en los
cinco capítulos y está mezclado con la cristología. Precisamente el punto de partida del tema, en
el segundo capítulo, muestra con claridad este vínculo8.
Porque bella cosa es tolerar penas, por consideración a Dios, cuando se sufre injustamente. ¿Pues
qué gloria hay en soportar los golpes cundo habéis faltado? Pero si obrando el bien soportáis el
sufrimiento, esto es cosa bella ante Dios. Pues para esto habéis sido llamados, ya que Cristo también
sufrió por vosotros, dejándoos ejemplo para que sigáis sus huellas (2,19-21).
El tema de la vida cristiana modelada por la de Cristo, es un tema que se encuentra muchas veces,
con la particular referencia a la cruz, que trae a la mente con fuerza las palabras del Evangelio
5
Ibidem, 25
6
Ibidem, 12
7
Ibidem, 13
8
Anónimo, El discipulado en el Nuevo Testamento, proporcionado por el profesor.
sobre el “tomar la propia cruz”, ya entonces relacionadas, naturalmente, con la cruz de Cristo (Mc
8,34-38 par.; Mt 10,38-39 par.; cfr. Jn 12,23-26). Pedro lo convierte en un tema transversal a toda
la Carta, retomándolo también en 3,13-18, donde une la invitación a sufrir por la justicia a la de
estar siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza9.
El vínculo entre alegría y sufrimiento puede parecer un poco extremo, pero sólo porque
con mucha facilidad se olvidan pasajes importantes del Evangelio, como Mt 5,11: “Dichosos
vosotros cuando os insulten... por causa mía”. No se trata, pues, de nada nuevo, sino de un reclamo
concreto para el discípulo a vivir en la propia existencia (probablemente bajo la persecución para
los lectores de 1 Pedro) la enseñanza y la praxis de Cristo. Sabiendo, al mismo tiempo, tener la
mirada fija en el retorno del Señor y modelando la propia vida en esta espera, como reclama con
fuerza la última palabra del epistolario petrino:
Puesto que todas estas cosas han de disolverse así, ¿cómo con- viene que seáis en vuestra santa
conducta y en la piedad, esperando y acelerándola venida del Día de Dios, en el que los cielos, en
llamas, se disolverán, y los elementos, abrasados, se fundirán? Pero esperamos, según nos lo tiene
prometido, nuevos cielos y nueva tierra, en los que habite la justicia. Por lo tanto, queridos, en
espera de estos acontecimientos, esforzaos por ser hallados en paz ante él, sin mancilla y sin tacha.
La paciencia de nuestro Se- ñor juzgadla como salvación, como os lo escribió también Pablo,
nuestro querido hermano, según la sabiduría que le fue otorgada. Lo escribe también en todas las
cartas cuando habla de ellas de esto. Aunque hay en ellas cosas difíciles de entender, que los
ignorantes y los débiles interpretan torcidamente —como también las demás Escrituras— para su
propia perdición. Vosotros, pues, queridos, estando ya advertidos, vivid alerta, no sea que, arrastra-
dos por el error de esos disolutos, os veáis derribados de vuestra firme postura. Creced, pues, en la
gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador, Jesucristo. A él la gloria ahora y hasta el día
de la eternidad. Amén (2P 3,11-18).
9
Ibidem.
Bibliografía de consulta
- Núñez Delgado, A., El discipulado en la historia del cristianismo hasta el documento
de aparecida, Trujillo – Perú, 2017.
- Anónimo, El discipulado en el Nuevo Testamento, proporcionado por el profesor.