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Hay una mujer... En vacaciones no hay casa... Si quedara un hombre...

Poema publicado el 14 de Octubre de Poema publicado el 27 de Julio de Poema publicado el 24 de Abril de


2001 2006 2003

En vacaciones no hay casa Si quedara un hombre


Hay una mujer un sólo hombre para después
destinada a la sombra y la eternidad
una mujer que como yo los apartamentos prestados
repite sus rostros huelen a calcomanía corregido en su mínima condición
en las grietas desechado
de una calle ambas resistimos aún tres semanas después
reclaman un cierto orden si quedara para más nunca
aspiran contener la sustancia de los postergado al tropiezo
la triza infinita
a la mentira desvaríos
de hacernos las buenas si existiera y nos viéramos
las del árbol solo sin nombre a nadie importa la alfombra remendada y me explicara el secreto que lo
el sucio abandonado mantiene solo
colgamos el miedo y las ganas alumbrado y solo
y cuando nadie pregunta el apartamento fue asunto de playa pleno de encierros
cuando por fin hornilla de rápidos almuerzos
nos dejan sostener si existiera
raíces en los ojos y pudiera irme lejos
si acaso nicho no desear
iniciamos el regreso catástrofe mínima arrimarme única
comodidad de ajenos resguardos sola sin palabras
permitimos a extraños
adivinar lo que nos detiene
De: Víspera
De: Insolaciones en Miami Beach
De: A fuerza de ciudad

A uno le gusta echarse...


Poema publicado el 01 de Septiembre Ante la paciencia de ajenos... Me he vuelto ceremoniosa...
de 2008 Poema publicado el 07 de Marzo de Poema publicado el 23 de Marzo de
2004 2002
a uno le gusta echarse
sobre cualquier intento
ante la paciencia de ajenos me he vuelto ceremoniosa
saberse lo mejor heredarás mi soledad han dejado de interesarme los ruidos
universo particular el silencio de los demás
cielo de infelices
te otorgaré
prefiero una copa dando vueltas por mi
un destino sin pudor casa
llegan entonces
desayunar sin asuntos pendientes
los elegidos
en la escuela regodearme en eso de ser
aprenderás a conquistas mapas absolutamente solitaria
ofrecen llaves de aire absolutamente vieja después de todo
a multiplicar esperas

damos una cita aunque no tenga andares suficientes


pero sobre todo
ni siquiera uñas cuarteadas
aprenderás a rendirte
huimos hacia dentro
quizás en otro lado
el ánimo se recupere
De: Máscaras de familia
De: Trastienda por lo pronto
no aspiro a más rutina
que mi cama deshecha y vuelta a armar
una cierta efusividad que conduzca a
ventanales cerrados
al bocado de sal que me hostiga
a mis dientes suplicando cepillo
al cabo de muchos días
muchos encierros
demasiadas ceremonias
Pertenezco
a una raza de mujeres
Todo termina... YEHUDA BUBIS que se destruyen
Poema publicado el 26 de Junio de La gente era muy salvaje, a medianoche
2005 tenía hambre. insinúan perfiles
Andábamos por los campos, voces rasgadas
Todo termina bajo nieve, son ellas
por ser prescindible buscando una papa podrida. las que poseen
Cuando mi papá veía un pájaro, el triste prestigio
la violenta fuga decía «vamos a atraparlo para hacer de abandonarse
de unas gotas en el baño sopa». a la caída
la traducción de mis plegarias Lo poco que mi madre tenía lo daba a ellas
los niños. las que saben de tiempos
el dormitar sereno Y murió. que no necesitan
en la habitación de cualquier hotel Murió de hambre. nombrarse
agotarse
prescindible De Nosotros, los salvados (2015) olvidarse
y torpe

a la larga De A fuerza de ciudad (1989)


«Tiempo no tengo,
cuando el oyente ánimo no tengo,
concluye su viaje paciencia no tengo.
y dice ligereza
en vez de hastío
Son días invertebrados».
cuando las mudanzas nos cruzan
por casualidad El libro de lo salvado (2020),
en el roce bestial Jacqueline Goldberg.
de no pocas ganas

De: Víspera
)

POÉTICA Fiebre

El hijo empeora durante la siesta.


la nieve que sortearon mis ancestros
es reliquia que no me estremece Sus párpados resbalan sobre venenos tibios.

En el desfallecimiento exige agua, abandono.


no hay paisaje entreabierto ni Llora sin que arda
nostalgia la lengua púrpura de su precoz vejez.
que cumplan la tiniebla de alegar un
sitio
en mi vestimenta De su garganta supuran raíces.
mi desorden
mi fetidez Han sido siete noches
de fatigas al pie del desamparo.
nada de cumbres penínsulas
pantanos arenales traicioneros El hijo nada sabe de muecas esdrújulas.
ni siquiera un pájaro en el estupor
El padre quiere dormir, volver a los umbrales.
La madre es una claridad anterior.
no hay espina ni montículo que No soportan
acorralen
las horas hervidas del encierro.
Fieras desencontradas, se arquean a mansalva
me relato —si es que punta y vértigo con gritos más antiguos que su desamor.
son verdad—
en el glosario escarpado de una El pequeño, ya infectado de simulacro, se niega a
distancia tragar.

Vendrán disgustos.
El hambre cumplirá sin retraso su misión de
costra.
Pasará incluso el perdón.
Todo termina...
El verdor del aniquilamiento
A Alexis Romero

Cuando un árbol se desploma frente a uno


es porque en algún remoto lugar
hay una casa sobornada por el frío.

Los follajes recientes no claudican,


dejan para luego la prudencia de la savia.

Tampoco aguaceros repentinos


acaban con el dramático porvenir de las copas.

Pero un árbol
–digamos un abeto, una acacia, un samán–
no revierte el orden de los designios,
no se estremece en la gravedad de la niebla,
no pretende la infinita duermevela de los desiertos.

Un árbol se desmorona sin gracia,


jamás teme torturarse por error.

Si contemplamos su fatiga,
si alcanzamos a presenciar su crujir postrero,
es por un hábito de transcurrir en otra identidad.

Nunca comprendimos la maldición de persistir


en el verdor del aniquilamiento.
Pasamos de largo,
sostenidos por los desmanes de una tarde última,
ajenos a la frondosidad.
Cuando un árbol ha perecido a nuestro lado,
cuando poco faltó para que nos fustigara,
se olvida la soledad de esa pequeña catástrofe,
el impúdico gemido que en adelante sólo incumbe
a las aves, las ardillas
y a quien recogerá aquel inútil desastre de hojas

muchos encierros
demasiadas ceremonias

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