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1.

Ordena el siguiente texto y al lado de párrafo escribe el número correcto:


El Zar y la camisa
Párrafo ( )
Los emisarios fueron a ver al hombre feliz y quisieron quitarle la camisa; pero ese hombre
feliz era tan pobre que ni siquiera tenía camisa.

Párrafo ( )
El zar mandó que buscaran a un hombre feliz por todo su reino, pero por mucho que sus
emisarios cabalgaron por todos sus territorios, no pudieron encontrarlo. No había ni uno
que estuviese satisfecho de todo. Uno era rico, pero estaba enfermo; otro gozaba de buena
salud, pero era pobre; otro era rico y gozaba de buena salud, pero su mujer era malvada, o
bien sus hijos; todos tenían algún motivo de queja.

Párrafo ( )
Un zar estaba enfermo y dijo: - Daré la mitad de mi reino a quien me cure. Entonces, se
reunieron todos los sabios y empezaron a discutir cómo curar al zar. Nadie sabía qué hacer.
Sólo un sabio afirmó que se podía curar al zar. - Si se encuentra a un hombre feliz -dijo-, se
le quita la camisa y se le pone al zar, éste se curará.

Párrafo ( )
Un día, a última hora de la tarde, el hijo del zar pasaba junto a una pequeña isba y oyó a
alguien que decía: - Gracias a Dios he trabajado bastante, he comido cuanto necesitaba y
ahora me voy a la cama. ¿Qué más puedo pedir? El hijo del zar se alegró, ordeno que le
quitasen la camisa a ese hombre, que le diesen una cantidad de dinero a modo de
compensación, todo el que quisiera, y que llevaran la camisa al zar.

Este cuento pertenece a Libros rusos de lectura que publicó León Tolstói en 1872

Tío tigre y Tío conejo

En una mañana cálida, Tío Conejo recolectaba zanahorias para preparar su comida
preferida, cuando escuchó por cerca de él un gran rugido que lo asustó. Era Tío Tigre, que
estaba buscando algo para cazar. Tío Tigre era un felino grande y fuerte, que atemorizaba a
los animales pequeñitos del monte, pero no al astuto Tío Conejo, conocido en todas partes
por su ingenio.

Al ver a Tío Conejo, Tío Tigre exclamó:

—¡Te encontré, Tío Conejo! No podrás escapar de mí esta vez, y serás mi almuerzo del día.

Pero Tío Conejo no estaba dispuesto a dejarse comer, así que comenzó a pensar en una
solución. Miró alrededor y divisó en la cima de una colina unas grandes rocas, y tuvo una
idea. Entonces, le dijo a Tío Tigre:
—Yo soy una presa pequeña y con poca carne. ¿Para qué conformarte conmigo cuando
puedes obtener un banquete mayor y más suculento, siendo tú tan grande y fuerte? Verás,
en la colina hay un rebaño de vacas. Puedo subir hasta allá rápidamente y lanzarte una
novilla para ti.

Tío Tigre alzó la mirada y, como la luz del sol le daba directo en los ojos, solo pudo divisar
la sombra de unos bultos a lo lejos. Confiado en las palabras de Tío Conejo, a quien tomaba
por débil y cobarde, aceptó la oferta.

Ni corto ni perezoso, Tío Conejo subió a la colina y arrastró una de las pesadas rocas hasta
el borde del precipicio, y desde allí gritó a Tío Tigre:

—¡Tío Tigre, abre los brazos para que agarres a la novilla!

Entonces el gran y feroz Tío Tigre abrió sus brazos, y la roca le cayó encima, dejándole un
enorme chichón en su cabezota que le impidió cazar por varios días. Y una vez mñas, a Tío
Conejo lo salvó su astucia y no la fuerza bruta.

2. ¿Cuál es la moraleja de este texto?

3. ¿Qué tipo de textos son ambas lecturas?

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