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Cornelius Augustin Erasmo de Rotterdam Vida Y Obra
Cornelius Augustin Erasmo de Rotterdam Vida Y Obra
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Amsterdam, nos ofrece, en cambio, elnitia< -
retrato de un hombre que, en el corazón
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por integra r el método humanista en la
teología y por renovar la Iglesia y la sociedad
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una Europa en la que circulen libremente /
ideas y los libros. Como ha escrito el gran
Marccl Baiaillon, - elpensamiento de Era ■
influyo mas ampliamente que el
de Entero o el de Calvino en la
evolución intelectual, social y
religiosa de Lis sociedades
occidentales modernas».
CORNELIS AUGUSTIJN
ERASMO DE ROTTERDAM
Vida y obra
Traducción castellana de
OCTAVI PELLISSA
Revisión de
CARLOS GILLY
ED ITO R IA L C R ÍTICA
BARCELONA
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Titulo original:
ERASMUS VON ROTTERDAM. LEBEN - WERK - WIRKUNG
C . AUGUSTIJN
Amsterdam, octubre de 1990
1. INTRODUCCIÓN
es cierto que las flores procedían del jardín de los Alien, el ramo,
en cambio, lo hizo Huizinga con sus propias manos. Con toda jus
ticia, el libro de Huizinga se ha convertido en un clásico. Dentro
de una grandiosa concepción unitaria, califica a Erasmo de genio,
de gran personalidad. Su actitud ante Erasmo no es, en modo algu
no, acrítica, a pesar de toda la admiración que le profesa: su po
quedad a veces le irrita tanto como le fascina su grandeza. Percibe
intensamente lo inaprensible en Erasmo, a quien califica de «maes
tro de la cautela», una cautela que no achaca a mera circunspección
o miedo, sino que la considera un atributo que estaba en la base
misma de su esencia.
A pesar de que la obra de Huizinga fue traducida al alemán
por Werner Kaegi y de que fue muy elogiada, no ha ejercido ningu
na influencia en el ámbito lingüístico alemán. El juicio sobre Eras
mo había sido pronunciado mucho tiempo atrás y la imagen surgi
da entonces no ha sufrido ninguna modificación. De hecho, cabe
hablar de una doble imagen, en cierto modo superpuesta: la imagen
de Erasmo la determina Lutero; Erasmo viene a representar la con
trafigura. Muchos ven en Lutero, ante todo, al «Hércules alemán»,
tal como aparece representado en la obra de un artista de Basilea
(tal vez a partir de un boceto de Holbein): un luchador solitario
que se rebela en Alemania contra la tiranía de Roma. En esta figu
ración, Lutero es quien denuncia los abusos de la Iglesia, el único
que se atreve a levantarse contra ellos. ¿Y Erasmo? Él reconoció
los errores con una agudeza que no iba a la zaga de la de Lutero
e, incluso, lo hizo con anterioridad a éste; asimismo, alzó su voz
contra ellos, fustigó los abusos y escarneció a la Iglesia. Pero no
es un hombre de acción. Es timorato y cobarde, por sus venas no
fluye sangre de mártir y reniega contra sus propias convicciones
de las verdades que él mismo ha descubierto. Lutero es el héroe
de la fe, Erasmo el traidor.
Para otros, por el contrario, Lutero es, sobre todo, el hombre
que ha rebatido a los maestros de la Iglesia de su tiempo, que ha
descubierto que el hombre sólo se justifica a través de la fe y que
atacó a la Iglesia porque oscurecía esta verdad, en la medida que
exigía obras en lugar de fe. Para estos, Erasmo es el hombre del
«cristianismo del sermón de la montaña» para el que la vida prácti
ca, según las normas de la moral estricta, era la suprema exigencia
y que no entendió nada de los verdaderos propósitos de Lutero.
INTRODUCCIÓN 11
excesivo, pero téngase en cuenta que estas líneas están escritas por
un amigo. En 1512 escribe Erasmo sobre sí mismo: «Erasmo casi
se ha vuelto totalmente inglés, se me acoge con una extraordinaria
benevolencia en muchas partes, particularmente mi inolvidable me
cenas el arzobispo de Canterbury»; y sigue un elogio a William
Warham (A 252, 15-31). Aquí aparece claramente una segunda ra
zón que explica su amor a Inglaterra. Fue agasajado, pero también
encontró a los protectores que necesitaba para obtener una posición
independiente. Evidentemente, ello no sucedió de un día para otro,
ocurrió, de hecho, al final de su estancia en Inglaterra, cuando Eras
mo ya estaba a mitad de la cuarentena.
Le harás ver que con mis escritos puedo procurar más gloria
a la dignísima dama que los demás teólogos a los que ella ayuda.
Puesto que ellos sermonean sobre trivialidades y yo escribo cosas
imperecederas. Un charlatán necio se puede oír en cualquier iglesia;
mis libros los leen latinistas, helenistas, los leen en todos los pueblos
del mundo. Teólogos necios de esta especie los hay en todas partes
a montones, alguien como yo apenas ha habido otro igual desde
hace muchos siglos (A 139, 34-39).
42 ERASMO DE ROTTERDAM
«Si alguna vez hubo una Edad de Oro, entonces hay buenas
esperanzas de que la nuestra alcance a serlo», dice Erasmo en una
carta al papa León X, fechada en abril de 1517 (A 566, 34-35),
en la que también fundamenta su elevada esperanza: la piedad cris
tiana se renovará, la literatura caída en el olvido y en plena deca
dencia volverá a recuperar el espacio que le corresponde; la armo
nía de la cristiandad, la cuna de la piedad y la cultura, ahora están
aseguradas para siempre. Entre 1514 y 1518 expresa esta esperanza
reiteradamente. Esos también fueron para él años dorados, abiertos
a la seducción del porvenir. Se le dispensa de los votos, se le conce
de un empleo como consejero de Carlos V y la promesa de un
sueldo anual —sobre el que posteriormente advertirá con amargura
que sólo se hizo efectivo en muy escasas ocasiones (ASD IX, 1,
284, 33-35)—, de modo que su situación financiera mejora notable
mente; en Alemania es una celebridad y su epistolario, signo exte
rior de su gloria, aumenta en una medida impresionante; los gran
des de su tiempo le reconocen como a uno de los suyos; mantiene
correspondencia con cardenales y dedica la edición del Nuevo Tes
tamento al papa —se olvida de su viejo mecenas el arzobispo de
Canterbury, William Warham, a quien de primera intención había
pensado ofrecer la dedicatoria—, en una palabra, se abre paso has
ta el mismo corazón del mundo intelectual.
Al mismo tiempo, durante estos años, publica textos en los que
se reflejan los ideales que lo alientan y le infunden esas altas cotas
de optimismo. En su carta al papa León X, enumera los ámbitos
de donde proceden esos ideales: de la piedad, de la literatura y
de la unidad de la cristiandad. En este capítulo, en primer lugar,
presento, uno tras otro, cada uno de los textos. En todos ellos alienta
FILOSOFÍA CRISTIANA 81
es que de ser así realmente las cosas, sería mejor considerar que
este mundo es la patria común de todos —si patria quiere designar
que todos procedemos de unos mismos ascendientes—, en el caso
que el parentesco de la sangre genere amistad; que la Iglesia es
una familia, en cuyo seno caben todos de la misma manera» (ASD
IV, 2, 91, 701-92, 273). En esta sucesión se va consumiendo la ten
sión interna del pensamiento de Erasmo. Se alude a la condición
de cristiano recurriendo a conceptos como armonía y concordancia.
La verdad es que los cañones son un invento de los cristianos. Se
les bautiza incluso con los nombres de los apóstoles; probablemen
te, en esta ocasión Erasmo estaba pensando en las doce piezas de
artillería que Enrique VIII hizo fundir para su campaña contra Fran
cia en 1513 y a las cuales puso el nombre de los doce apóstoles.
Si queremos convertir a los turcos al cristianismo, lo primero que
deberíamos hacer es alcanzar nosotros mismos la condición de cris
tianos. En ningún lugar se combate con tanta crueldad como se
combate entre cristianos y eso es precisamente lo que Cristo más
aborrece (ASD IV, 2, 96, 833-842). «Y lo que es más absurdo es
que en ambos campos de batalla, sobre las filas de cada uno de
los bandos contendientes, resplandece la cruz y en ambos campos
se celebran oficios religiosos. ¡Cuánta insensatez!: ¡la cruz lucha
contra la cruz, Cristo hace la guerra a Cristo!» (ASD IV, 2, 84,
536-538). La aversión que le producen estas prácticas explica el ace
rado pasaje que figura en el comienzo del librito, donde la paz
personificada dice: «Cuando oigo la palabra “ ser humano” corro
a toda prisa en dirección a un ser vivo especialmente nacido para
mí, plenamente convencido de que al llegar podré encontrar sosie
go. Si lo que oigo es el término “ cristianos” acudo todavía más
aprisa con la esperanza de que entre estas personas podré efectiva
mente ejercer mi dominación» (ASD IV, 2, 65, 119-121). La reali
dad es esta: entre los cristianos impera mucho más la lucha que
entre los gentiles.
El orden jerárquico se quiebra con la refundición en 1515 del
adagio Dulce bellum inexpertis, la guerra es «divertida para los inex
pertos», según reza una traducción alemana. Se trata de un largo
ensayo, a menudo editado como volumen suelto, una pauta que
también siguen las traducciones. Finalmente, Erasmo también diri
ge su atención a la guerra contra los turcos (LB II 966 D-968 C),
un pasatiempo muy en boga en aquella época, hecho de palabras
94 ERASMO DE ROTTERDAM
cado de «actor». Ved, dice, qué bien encaja: los hipócritas quieren
que les vea la gente.
La importancia de las Anotaciones radica también en el hecho
de que Erasmo, al contrarío de lo que sucedía en la Edad Media, pue
de recurrir al texto griego para justificar su traducción y en que
deja que los propíos Padres de la Iglesia tomen la palabra sin nece
sidad de desviar el análisis del texto hacia una exégesis espiritual
más profunda. A la vez, Erasmo pone esta obra al servicio de la
difusión de sus ideas preferidas. De modo que, a partir de la segun
da edición, aparecen en las Anotaciones sus propias ideas sobre
la teología, la Iglesia y la sociedad. En ocasiones, se trata sólo de
una observación breve y mordaz en medio de un contexto puramen
te filológico; en otras, estas anotaciones se expanden hasta adoptar
la forma de pequeños ensayos, como había sucedido cuatro años
antes con los Adagios. Un típico ejemplo de ello es la anotación
a Mateo 11,30: «... mi yugo es suave y mi carga liviana». En la
primera edición, el comentario se reduce a dos líneas; en la segun
da, en cambio, alcanza una extensión de casi cien, habiéndose con
vertido en un ensayo sobre la bondad y el amor de Cristo en con
traste con el rigor y la severidad de todas las instituciones humanas
que en la actualidad imperan en la Iglesia. En la Epístola a los
Romanos 5,12, a partir de lo que a primera vista parece un simple
tecnicismo de traducción, surge toda una disquisición acerca del
pecado original. En la Epístola a los Corintios 1,7, hallamos un
exhaustivo ensayo sobre el matrimonio y el divorcio, una cuestión
muy áspera en una época en la que la Iglesia no reconocía ni un
solo motivo de disolución del matrimonio. Al propio tiempo, en
este contexto, alude en términos muy generales a la cuestión de
los preceptos de la Iglesia que divergen de aquellos que estuvieron
vigentes en la época de la Iglesia primitiva. En una anotación a
Corintios 1,15, plantea la cuestión de la resurrección de los creyen
tes y, en la Epístola a Timoteo 1,1, el problema de la doctrina
acerca de Dios, Jesucristo y el poder de los papas, en torno a la
cual polemizaban los teólogos. Algunos de estos ensayos se publica
ron traducidos en volúmenes separados; se reimprimieron a menu
do, de forma que llegaron a alcanzar una amplia difusión.
No me propongo tratar por separado los escritos introductorios.
En el capítulo anterior han sido profusamente citados, lo mismo
sucederá en otro lugar de este capítulo. Aquí mencionaré un aspee-
LA BIBLIA Y LOS PADRES DE LA IGLESIA 111
san Pedro las llaves del cielo: «pues en conveniente que aquel que
sea el más preclaro en el gobierno, sea el más preclaro en su adhe
sión a la fe y al amor». Asi quería Erasmo interpretar el escrito:
despreocupadamente, sin sentirse penosamente embutido en un cor
sé hecho de sentencias doctrinales y tradiciones.
Entre ISIS y 1S33, Erasmo comentó once salmos (ASD V, 2;
3 ASD V, 2). En cierto modo, estos comentarios encierran muy
pocas sorpresas: damos con la misma crítica, con los mismos idea
les que hemos encontrado en obras más conocidas. Dos de ellos
abordan directamente cuestiones de actualidad: la interpretación del
salmo 28 (29), fechada en 1530, alude a la candente cuestión de
la guerra contra los turcos; la del salmo 83 (84), fechada en 1533,
suscita la cuestión de si es todavía posible evitar la escisión de la
cristiandad en varias iglesias. Estos dos comentarios han sido fre
cuentemente reimpresos. Al respecto, llama la atención el hecho
de que Erasmo se base en el cuádruple sentido de la escritura y
que, siguiendo el ejemplo de Orígenes, dirija sus esfuerzos concien
zudamente a trabajar especialmente el sentido alegórico y el sentido
tropológico. En las Paráfrasis también se sirve de este método, aun
que en este caso se comporta de un modo más moderado y preca
vido.
¿Qué se propone Erasmo con las Paráfrasis y los comentarios
de los salmos? Su propósito no deja lugar a dudas, si se recuerda
todo cuanto dijo en contra de muchos de los predicadores que escu
chaba, esto es, que no eran alimento del alma, sino mera exhibición
de pseudoerudición. Erasmo, con su interpretación de la Biblia, quie
re contribuir a renovar la predicación y la literatura devota. Consi
deremos a modo de ejemplo el salmo 2. En breves palabras, Eras
mo explica el contenido esencial de este salmo, el cual no sería
únicamente una parte de la historia de los Evangelios sino el relato
cabal de la redención del género humano gracias a que Cristo se
hizo hombre, se sobrepuso a los gentiles y a los filósofos, etc. (ASD
V, 2, 104, 247-267). Todo ello luego lo incorpora in extenso en
el salmo. Sería razonable afirmar que una interpretación de este
tipo no es una introducción al salmo, sino, más bien, un producto
de la fantasía. Erasmo se propone instruir al predicador de su tiem
po, mostrándole, en el campo de la exégesis popular, la forma de
sacar provecho de un fragmento del Antiguo Testamento. Lo mis
mo cabría decir respecto al Nuevo Testamento, pero en ese caso
LA BIBLIA Y LOS PADRES DE LA IGLESIA US
peste; tenía cincuenta años y se sentía viejo. Es una edad que muy
pocos alcanzan (A 867, 270-271), «la vejez llama a la puerta e im
pone su inoportuna presencia» (A 5%, 2-3).
Los años de Basilea fueron los más felices de su vida. Retros
pectivamente, opinaba de ellos: «Es difícil expresar con palabras
cuánto me cautiva ese ambiente de Basilea y la gente que aquí habi
ta... nada hay más amistoso, nada más leal» (A 412, 17-19). En
este momento, está pensando sobre todo en el obispo Christoph
von Utenheim, un hombre instruido y piadoso que había hecho
una concienzuda lectura del Enquiridion (A 412, 10-26). Poco des
pués de su llegada a Basilea, Erasmo se refiere a las personas que
acababa de conocer (A 305, 181-210). Al primero que menciona
es a Beatus Rhenanus de Schlettstadt, quien llevaba algunos años
viviendo en Basilea y llegaría a convertirse en su amigo más íntimo,
en su «alter ego» (A 1206, 69-70), en su segundo yo, un hombre
que alivió a Erasmo de numerosas cargas fastidiosas y que, final
mente, inmediatamente después de la muerte de Erasmo, escribió
su reseña biográfica en la edición de las obras de Orígenes, reseña
que apareció también en 1540 en las obras completas de Erasmo,
esta vez mucho más detallada. Luego siguen Gerard Listrius, un
compatriota de Erasmo, quien posteriormente redactaría las anota
ciones al Elogio de ¡a locura; Bruno Amerbach, hijo del famoso
impresor basilense Johannes Amerbach, quien era, a su vez, un
filólogo eminente; Johannes Froben, quien tras la muerte de Amer
bach, prosiguió la tradición que éste había iniciado; el suegro de
Froben, Wolfgang Lachner, quien en su condición de editor y de
librero se había asociado con su yerno. Unos días después de su
llegada, la Universidad te ofreció un solemne ágape para darle la
bienvenida. Erasmo menciona el nombre del rector, Ludwig Bar,
y le dedica grandes alabanzas. Éste había leído y criticado, durante
la década de los veinte, algunas publicaciones teológicas de Eras
mo, tales como De esu carnium, acerca de la prohibición de comer
carne durante la cuaresma, y E l libre arbitrio, antes de que su autor
las publicara. Entre 1514 y 1516 y desde 1521 hasta 1529, Erasmo
vivió entre el círculo de humanistas basilenses y en seguida se con
virtió en su centro de atracción. A este círculo pertenecían, además
de los ya mencionados, Heinrich Loriti Glareanus, poeta laureado,
musicólogo e historiador; Wolfgang Fabritius Kopfel (Capitón) y
Gaspar Hedion, teólogos ambos, quienes años más tarde llegaron
122 ERASMO DE ROTTERDAM
El mundo vuelve la vista hacia Vos, pues sois el único que puede
restituir el sosiego a la humanidad. Si Su Santidad lo ordena, gusto
samente ofreceré, en una carta privada, mi consejo —de cuya saga
cidad no respondo, pero sí de su sinceridad— acerca de cómo se
puede acabar con este mal y cómo hacer para que no le sea fácil
volver a levantar la cabeza. Pues de poco sirve que se le reprima
con una violencia que haga posible poco después un nuevo estallido
mucho más peligroso, como suele suceder con las llagas mal curadas
(A 1329, 10-16).
Esta carta se cruzó con la respuesta del papa a una carta ante
rior, menos explícita, de Erasmo. La carta del papa era realmente
muy respetuosa para Erasmo, pero a la vez muy clara. El papa
consideraba que Erasmo podía cumplir dos tipos de tareas. La más
importante de ellas era escribir contra Lutero, pues asi podría él
mismo limpiarse de sospechas, contribuir al apaciguamiento de la
cristiandad y convertir a los herejes. «¿Os negaréis a utilizar la agu
deza de vuestra pluma contra el frenesí de esta gente, a la que,
a todas luces, Dios ha arrojado fuera de su vista? ... Despertad,
pues, prestad vuestro apoyo a la causa del SeAor y aprovechad el
espléndido don de vuestro talento para honrarle tal como habéis
hecho hasta el día de hoy» (A 1324, 87-94). La segunda tarea con
sistía en que viajara a Roma. Poco tiempo después, Erasmo tam
bién recibió la respuesta a la segunda carta (A 1338): se le permitía
dar consejo y debía emprender viaje a Roma. Pero lo último no
entraba, en modo alguno, en los planes de Erasmo, puesto que
allí se le hubiera despojado de su libertad de actuación. Su consejo
lo dio en una carta, que no publicó hasta 1529 y, además, sólo
lo hizo parcialmente (A 1352). Esa era su recomendación: una am
nistía general, restricción de la libertad de imprenta y auténticas
reformas. Suena bien, pero lo que tal vez en 1519 o 1520 hubiera
podido tener expectativas de éxito, en 1523 no pasaba de ser una
quimera. La amnistía hubiera significado dejar sin efecto la bula
papal y los edictos imperiales, era prácticamente imposible restrin
gir la labor tipográfica y, en cuanto al tercer punto, resulta que
la carta publicada por Erasmo se interrumpe precisamente en el
EL CASO LUTERO 143
tan enraizada en el espíritu del ser humano que incluso los paganos
llegan a las mismas conclusiones: Dios es sumamente justo y bueno.
Si es justo no castiga eternamente a quienes no han pecado por pro
pia culpa sino por apremiante necesidad, y no impone castigo algu
no al mal que él mismo realiza en los seres humanos. En su bondad
no abandona a nadie que no se abandone a sí mismo (LB X 1423 BQ.
«Por lo que veo, mi destino es ser lapidado por las dos partes
en disputa, mientras yo pongo todo mi empeño en aconsejar a am
bas partes» (A 1576, 9-10). Estas palabras de 1525 son un reflejo
de la posición de Erasmo en la década de los veinte. Todavía no
se ha producido la división de la Iglesia, pero ambos bandos se
hallan enfrentados y unos y otros dirigen su dedo acusador contra
Erasmo. «En Italia y en los Países Bajos me tienen por un lutera
no, mientras que en toda Alemania ... me consideran tan antilute
rano que no hay mortal más virulentamente agredido que yo por
los ardorosos partidarios de Lutero», prosigue la carta. En este ca
pítulo abordaremos la década de los veinte desde la perspectiva de
los peligros que de ambos lados se ciernen sobre Erasmo, según
su propia valoración de la situación. Una vía intermedia entre Jesu
cristo y Belial sólo puede ser calificada de impía. «Pero seguir una
vía intermedia entre Escila y Caribdis en mi opinión sería un signo
de prudencia» (A 1578, 22-25). A un lado estaban, sobre todo, Pa
rís y España, donde Erasmo era considerado luterano: Erasmo ha
puesto el huevo y Lutero lo ha empollado (A 1528, 11). Al otro
lado, no se encontraban propiamente los adeptos incondicionales de
Lutero. Se diría que a estos Erasmo los ignoró completamente a par
tir de 1525. Más dificultades le crearon los miembros del partido
reformador de Suiza. A estos hombres, Erasmo a menudo los cali
fica de luteranos, a pesar de que a partir de 1524 era muy clara la
diferencia de estos con Lutero. En Hyperaspistes I habla burlona
mente de Lutero y se refiere a «vuestra desunida unificación y a
vuestra por doquier dividida división» (LB X 1268 E). Quienes le
crearon mayores dificultades fueron las cabezas dirigentes de Suiza
y de la zona altoalemana: Ulrico Zuinglio en Zurich, Oecolampadio
164 ERASMO DE ROTTERDAM
tos de la Iglesia sea una cuestión aislada. Para él, lo que importa
es el carácter de la comunidad eclesial, a lo que se subordina la
cuestión concreta de las prescripciones eclesiásticas.
El escrito constituye un llamamiento a ambas partes. Erasmo
exhorta a los obispos a que se tomen en serio la cosa y a que con
sagacidad y prudencia orienten el movimiento de protesta por los
cauces eclesiásticos. Si los obispos se comportan realmente como
pastores de sus rebaños, su autoridad no sufrirá el menor menosca
bo, antes bien se afianzarán en la esencia de la fe. Erasmo también
se dirige al movimiento reformador de Suiza, al que aconseja que
no pierda la calma. Con este movimiento asegura que comparte
el ideal de una Iglesia purificada. En este momento crítico, aboga
por la permanencia de la actual Iglesia jerarquizada. Así que tam
bién reacciona horrorizado cuando Zuinglio en su Apologeticus Ar-
cheteles, en ocasión de acontecimientos similares en Zurich, ajusta
las cuentas al obispo: «Te ruego encarecidamente, por el honor de
los Evangelios,...: si en lo sucesivo publicas algo, mejor que una
cosa seria, la tomes en serio» (A 1315, 2-4). Más tarde, Erasmo
escribió que su De esu carnium desató por primera vez la ira de
los luteranos en contra de él (A 1620, 48; 1679, 46-49); es más
que probable que al respecto pensara muy especialmente en Zuin
glio y en sus correligionarios de Basilea. Como veremos más ade
lante, la situación es la misma en las filas de los irreconciliables
adversarios de la Reforma. Sobre todo los teólogos de Lovaina y
de París lanzan sus dardos contra este escrito. Todavía en 1531
era uno de los textos más polémicos de Erasmo junto al Elogio
de la locura y los Coloquios (A 2566, 83-84).
La situación se agravó en los años 1525 y 1526. Mientras tanto,
en Basilea habían ocurrido muchas cosas, de suerte que Erasmo
ya hacía tiempo que no se sentía como en casa en la ciudad del
Rin. Oecolampadio atacó de distintas maneras al De libero arbitrio,
hubo religiosos que abandonaron las órdenes, se cerraron monaste
rios, Guillaume Farel estuvo en la ciudad en 1523-1524 y llenó de
tantos insultos a Erasmo que este instó al Concejo a que le retirara
el permiso de residencia en la ciudad, cosa que consiguió. Las gran
des dificultades surgieron en 1525, cuando Oecolampadio, en sus
prédicas, abordó la cuestión de la Eucaristía. El año anterior había
estado en Basilea Andreas Karlstadt, uno de los más veteranos com
pañeros de lucha de Lutero en Wittenberg, quien tras la ruptura
ENTRE ESCILA Y CARIBDIS 167
de que la crítica de ambos tenía una base común. Estos dos textos
poseían un carácter semioficial. Además, surgieron otros enemigos,
de forma que resulta perfectamente plausible hablar de una campa
ña contra Erasmo dirigida desde París.
Así pues, no es de extrañar que este, en junio de 1526, se diri
giera a la facultad, a la más alta instancia jurídica, el Parlamento
de París, e incluso al mismo rey: «Si con la publicación de libros,
vosotros os permitís con harta frecuencia difundir calumnias sobre
nosotros, sin que nos sea posible rechazar las calumnias, ¿no es
lícito, entonces, decir que las famosas universidades se están con
viniendo en guaridas de ladrones?» (A 1722, 46-48). De este modo
se intentaba conducirle al campo enemigo (A 1722, 68-70). En ello
ve una confabulación: la trama empezó a urdirse simultáneamente
en España, Italia, Inglaterra, Brabante, Francia, Hungría y Polonia
(A 1753, 35-37). En este tipo de observaciones se perciben los sig
nos de una manía persecutoria que se ha ido apoderando de Eras
mo y que en el curso de la década de los treinta tomaría formas
patológicas: entonces le parece que por todas partes acechan los
enemigos y que detrás de cada ataque se esconde, en última instan
cia, Girolamo Aleandro (A 3127, 37-46).
Ahora bien, ¿hacia dónde apuntaban estos ataques? Resulta sor
prendente que el De esu carnium desempeñe un gran papel. Es sin
tomático: París se escandalizaba de todas las críticas que pudieran
afectar a la estructura eclesiástica en sentido amplio, puesto que
este tipo de criticas socavaban la estabilidad de la Iglesia como ins
titución. Véanse algunas acusaciones puntuales: Erasmo pone en
duda la doctrina de la Iglesia referente a los sacramentos y a las
ceremonias eclesiásticas, plantea la cuestión de si la confesión fue
realmente instituida por Jesucristo, ridiculiza el ayuno y la absti
nencia, difama a la Virgen María, desaconseja la vida monástica,
condena los votos monacales. Todo ello se expone como una fati
gosa relación de afirmaciones hechas por Erasmo en sus escritos,
a veces sacadas de su contexto. Erasmo respondió siempre con in
cesantes nuevas apologías, con tanto detalle y tanta poquedad a veces
como sus propios agresores. En ocasiones, Erasmo se desahoga con
feroces ataques, como, por ejemplo, en un escrito en contra de Beda:
■2. — ERASMO
13. LOS «COLOQUIOS»
las postrimerías del siglo, Erasmo era un estudiante que vivía po
bremente en París. Para ganarse el sustento enseñaba a jóvenes de
familias acomodadas y esta actividad le obligaba a reflexionar so
bre qué método era el mejor para inculcar a sus alumnos los indis
pensables conocimientos de latín. Se da cuenta de que no ha de
hacerlo mediante interminables estudios gramaticales, sino median
te un método vivo a base de diálogos entre profesor y alumnos.
El método no es ninguna novedad, pero Erasmo le confiere un to
que muy personal. Veinte años más tarde, en 1518, Froben de Basi-
lea publica un libro bajo el nombre de Erasmo, sin que este tuviera
conocimiento de ello, con prácticas lingüisticas en forma de diálo
gos, tal como las había dictado en el pasado. Erasmo no se siente
satisfecho de esta edición. Indudablemente, la obra es suya, pero
contiene numerosos errores. Tras constatar que el libro goza de
una buena acogida, él mismo trabaja en una nueva edición mejora
da que se publica en Lovaina. También esta edición se hace en
seguida muy popular, y ello se explica porque contiene, por ejem
plo, numerosas variantes de posibles fórmulas de saludo, la forma
educada de interesarse por la salud de los demás, la denominación
latina de diferentes relaciones familiares, ejemplos de latín correcto
e incorrecto; en una palabra, se trata de un pequeño manual muy
práctico, un manual que por aquellas fechas tuvo su importancia.
Los jóvenes cultos no sólo habían de poseer conocimientos pasivos
de latín, sino que también habían de ser capaces de utilizarlo acti
vamente. Erasmo partía del hecho que los niños entre siete y ocho
años podían empezar a aprender latín y de que el maestro desde
el primer momento había de esforzarse en enseñar buen latín ha
ciendo aprender de memoria expresiones de uso frecuente. Erasmo
sabe que los niños aprenden fácilmente, sobre todo por imitación.
Su método se distingue porque, a diferencia de otros muchos, in
tenta inculcar al alumno el sentimiento de la diferencia entre buen
latín y latín «de cocineros». Erasmo, siguiendo los pasos de Lo
renzo Valla, habla de «elegancia de marmitonas» (ASD I, 3, 78,
60-61).
Los mencionados juicios negativos no se refieren a ese librillo
de escasas pretensiones. Como es habitual en Erasmo, este va des
cubriendo paulatinamente las posibilidades que encierra una deter
minada forma. En marzo de 1522 aparece una edición totalmente
reelaborada, mucho más detallada, en la que las indicaciones más
180 ERASMO DE ROTTERDAM
Ahora bien, la haces para los gramáticos. De modo que los gra
máticos han de sentarse en el trono en su condición de jueces de
todas las disciplinas ... Acecha el peligro de que quienes desean apren
der no quieran doblegarse ante sus cetros ... Los gramáticos creen
que conocen todas las disciplinas porque entienden las palabrillas
y la estructura de la lengua. De modo que las universidades no son
necesarias. Basta y sobra con la escuela de Zwolle o la de Deventer
(dos pequeñas ciudades al norte de los Países Bajos] (A 347, 155-163).
ritual para poder ser el vehículo del espíritu, tanto del divino como
del humano.
Con este esbozo de la contribución de Erasmo a la vida espiri
tual de su tiempo, hemos respondido implícitamente a la cuestión
planteada tan a menudo de si Erasmo era un teólogo. ¿Era acaso
sólo un profesor de idiomas? El propio Erasmo aceptaba, como
un título honroso, el calificativo de «grammatistés», maestro de
escuela, que se le atribuía (A 4S6, 128-143). En su alegato contra
Lefévre d’Étaples dice que, a pesar de haber obtenido el título de
doctor siguiendo los consejos de sus amigos, ni siquiera entre sus
amistades más íntimas jamás se jactó de su condición de teólogo
(LB IX 66 B). Sus contemporáneos no consideraron que su obra
fuera la de un teólogo. No recurrió al método escolástico. Tampo
co fue un teólogo en el sentido de que hubiera elaborado claramen
te una concepción teológica reveladora de todo su ideario. Ello no
obstante, me atrevo a llamarle teólogo. Al fin y al cabo, conoció
la teología de su tiempo y la de la Edad Media y supo hacer uso
de ellas. Además, sus extraordinarios conocimientos de la obra de
los Padres de la Iglesia fecundaron sus escritos. Lo más importante
es la integración de! método filológico a la teología: justamente,
por su condición de grammatistés, de hombre que poseía la avidez
de las palabras, fue un teólogo extremadamente original. La fusión
de las bonae litterae con las sacrae litterae, que fue el propósito
que persiguió a lo largo de toda su vida, sacó a la teología de su aisla
miento y volvió a conectarla con la cultura de la época. Finalmente,
en sus escritos encontramos dos temas confluyentes: la obra de Je
sucristo y el camino de salvación de la persona. Estas dos ideas
están relacionadas y en su opinión constituyen el punto neurálgico
de la Biblia. De ese modo salvaba el abismo que mediaba entre
la teología y la praxis pastoral. En sus escritos, Erasmo asociaba
directamente la Biblia con la vida personal. Con ello apuntaba a
la posibilidad de una teología que no fuera ajena a la vida y a
las cuestiones cotidianas de la fe, a una teología que concerniera
a un amplio grupo de interesados. Es de destacar al respecto el
carácter ejemplar de las Paráfrasis de los libros del Nuevo Testa
mento.
Los tres aspectos que acabamos de señalar, la aplicación conse
cuente del método filológico al análisis científico de la Biblia, la
repercusión de este procedimiento en el surgimiento de un nuevo
LA INFLUENCIA DE ERASMO 213
dad es que nunca aspiró a tener ninguna de las dos cosas. Hasta
la misma relación personal era menos importante que el libro.
No es una casualidad que fuera muy reducido el lapso de tiem
po en el que Erasmo imperó en el ánimo de sus contemporáneos.
Empezó en torno a 1515 y duró más o menos hasta 1525. A partir
de mediados de la década de los veinte, su influencia en Alemania
cede terreno a Lutero, una personalidad mucho más vigorosa que
la suya. El periodo erasmiano tuvo una duración más larga en los
Países Bajos, en Inglaterra, en Francia y en Suiza. Ello guarda rela
ción con el hecho de que tanto el movimiento zuingliano como el
catolicismo reformista, más abierto y en cierto modo indefinido,
habían recibido de él su impulso. En el momento que se abre paso
un poderoso y decisivo movimiento que con un cierto exclusivismo
se adueña de los espíritus, tal como sucedió con el luteranismo,
el calvinismo o la contrarreforma, no queda para un Erasmo la
más mínima oportunidad.
Como Erasmo no creó ningún institución, la respuesta a la pre
gunta sobre su influencia sólo se puede dar en relación a cada uno
de los diferentes movimientos. A comienzos de la década de los
veinte, circulaba un popular impreso, titulado «El molino divino».
Jesucristo echa el grano —los cuatro evangelistas y san Pablo—
en el molino. Del molino sale la harina: energía, fe, esperanza y
amor; con todo lo que ha salido Erasmo llena un saco. De ello
Lutero hace pan, esto es, libros (Holeczek 13). De manera que se
considera a Erasmo mediador en la tarea de transformación de las
Sagradas Escrituras en literatura de la Reforma. En los primeros
años del movimiento reformador, se suele compartir la convicción
de que Erasmo y la Reforma vienen a ser lo mismo.
Poco tiempo después, sin embargo, se puso de manifiesto que
Erasmo no podía ejercer ninguna influencia decisiva en el movi
miento luterano, a pesar de las muchas cosas en común que tenía
con Lutero. Uno y otro no pueden ser comprendidos si no se tienen
en cuenta ciertas características del mundo en torno a 1500, tales
como la necesidad de sosiego, de seguridad, de inmediatez del con
tacto con Dios (véanse pp. 60-63). Uno y otro se oponen al intento
de volver a alcanzar esta comunidad con Dios a través de la intensi
ficación de los elementos objetivos: Iglesia y sacramentos. Uno y
otro están plenamente convencidos de que a través de sus institucio
nes demasiado humanas la Iglesia empaña lo esencial. Había que
LA INFLUENCIA DE ERASMO 217
esta ley, Zuinglio dice expresamente que la ley divina es norma para
la persona én estado de gracia, una norma a la que debe atenerse
y que con sus altos y bajos puede también cumplir. Para Erasmo,
eso era una cuestión que no ofrecía la menor duda, era algo que
sostuvo apasionadamente frente a Lutero. De forma que no es de
extrañar que siguiera gozando de un gran prestigio dentro del pro
testantismo reformador, al margen de la ulterior influencia de Cal-
vino, el cual, en el aspecto teológico, está más próximo de Lutero
que de Zuinglio y, sin el menor género de dudas, radicalmente ale
jado de Erasmo.
En el interior del catolicismo, Erasmo suscitó las más diversas
reacciones. En 1SS9 todas sus obras estaban en el índice —digamos
de pasada que el que se publicó cinco años más tarde era menos
severo—, y, sin embargo, ejerció una gran influencia dentro del
catolicismo. Estas diferencias de criterio no son nada sorprenden
tes. Erasmo hizo substanciales manifestaciones a favor y en contra
de la vida devota de finales de la Edad Media. Unos entendieron
la oposición al enajenamiento de la religión como una liberación,
otros como una concesión al espíritu de la época. La circunstancia
de que unos años después de que Lutero hubiera a dado a conocer
su programa en amplios círculos, éste atrajera la atención de todo
el mundo, fue decisiva para la suerte de Erasmo en la vieja Iglesia.
Consecuencia de ello fue que, también en los medios católicos, se
le comparara con Lutero. Un claro ejemplo de ello es la oposición
que suscitó Erasmo en París. Diversas ideas genuinamente erasmia-
nas fueron calificadas de «luteranismo», cuando no sólo no tenían
nada que ver con Lutero, sino que a menudo fueron rechazadas
por este.
1. Ediciones
I. Escritos filológicos
II. Adagios
III. 1 y 2. Cartas
IV. Escritos sobre moral
V. Escritos sobre religión y teología
VI. Nuevo Testamento con anotaciones
VII. Paráfrasis del Nuevo Testamento
VIII. Traducciones de Padres de la Iglesia griegos
IX y X. Apologías
nueva edición. Ésta mantiene la misma clasiñcación que las dos ediciones
precedentes, con la sola diferencia que ha aumentado el número de volú
menes por sección. En cada volumen aparecen aquellos escritos de una
misma sección, cuya redacción ha sido concluida. Dentro de las secciones
no se sigue, por tanto, un orden cronológico. Pero se ha procurado que
en los distintos volúmenes, aun de la misma sección, exista una clara cohe
rencia entre los escritos allí publicados. La participación de especialistas
en la edición refleja el carácter internacional de la investigación erasmiana.
Una secretaria coordina las actividades. Hasta ahora, han aparecido 16
volúmenes de la edición de Amsterdam: I, 1-5; II, 4-6; IV, 1-3; V, 1-3;
IX, 1, 2. Se encuentra en fase de preparación el volumen I, 6 con De
copia verborum.
De modo que para el estudio de los escritos de Erasmo se ha de utilizar
fundamentalmente la edición de Amsterdam y en cuanto a los escritos to
davía no publicados en esta —que son la mayoría— la edición de Leiden.
Se ha de tener en cuenta la diferencia entre ambas ediciones en lo que
respecta a los textos de base. La edición de Leiden ofrece, por la vía indi
recta de la edición de Basilea, las últimas obras publicadas en vida de Eras
mo, pero sin aparato critico. La edición de Amsterdam tiene en lineas
generales como texto base la primera edición autorizada por Erasmo, mien
tras que las variantes introducidas en las demás ediciones autorizadas se
señalan en el aparato critico del texto. Esta regla deja de observarse cuan
do Erasmo, en el curso de los años, ha reelaborado y/o ampliado un escri
to tan significativamente que se ha de buscar una solución distinta. Lo
que acabamos de decir se ha de tener muy en cuenta sobre todo al utilizar
la edición de Leiden. Asi, por ejemplo, en muchas obras se atribuyen a
Erasmo afirmaciones que se supone que hizo en la primera edición de las
anotaciones al Nuevo Testamento en 1516, cuando en realidad proceden
de 1527, el año de la cuarta edición.
2. Traducciones
5. Bibliografía: revistas
6. Bibliografía: biografías
15. — « A S M O
226 ERASMO DE ROTTERDAM
Huizinga, Johan, Erasmus, Haarlem, 1924 (hay trad. cast: Erasmo, Barce
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7. Bibliografía: aspectos
9. Material iconográfico
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fía del traductor (Veróffentlichungen zur Humanismusforschung, 1),
Boppard am Rhein, 1976.
El «Enquiridion»
El «Elogio de la locura»
Filosofía cristiana
El caso Lulero
McSorley, Harry J., Luthers Lehre vom unfreien Wttten nach seiner Haupt-
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Los «Coloquios»
La influencia de Erasmo
Boyle, Marjorie O’Rourke, v. p. 226.
Chomarat, Jacques, v. p. 227.
Denifle, Heinrich, y Albert María Weiss, Luther und Luthertum in der
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FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA 243
Jesucristo, 9, 22, 31, 40, 50, 51, 53-57, Manrique, Alonso, 172
61, 63, 65, 71, 72. 74-78, 80-99, 107, Manuzio, Aldo, 39, 46
110-119, 127, 128, 137, 141, 147, María Tudor, 42
155-158, 163. 165, 167, 168, 171, 173, Masson, Jacques (Jacobus Latomus),
175, 185, 186, 188, 192-194, 202, 209, 103, 130, 131, 169
212, 216, 217 Mateo, san, 106, 109, 110, 113, 119, 194,
Jonge, Henk Jan de, 102, 104 214
Juan, san, 53, 105, 107, 108 McConica, James K., 169
Juan Bautista, san, 87, 96 Melanchlhon, Philipp, 148, 150, 151, 162,
Juan Crisóstomo, san, 97, 107, 112, 119, 197, 199, 207, 214
151 Mestwerdt, Paul, 32
Julio II, papa. 17, 38, 40, 71, 97, 98 Miller, Clarence H ., 65
Julio César, 98 Moisés, 45, 59, 60, 143, 158
Junghans, Helmar, 123 Mombaer, Jan, 32, 33, 61
Moro, Tomás, 37, 38, 64, 81, 132, 158,
159, 183, 190
Kaegi, Werner, 10 Mountjoy, lord, 37,40
Karlstadt, Andreas, ISO, 166, 167 Myconius, Oswald, 202
Kempis, Tomás de, 20
Kohls, Ernst-Wilhclm, 50, 51
Kopfel, Wolfgang Fabritius, véase Ca Oberman, Heiko A ., SO
pitón, Wolfgang Fabritius Occam, Guillermo de, 116
Oecolampadio, Johannes, 102, 122, 143,
163, 164, 166, 167, 168, 175, 195, 214
Lachner, Wolfgang, 121 Orígenes, 112, 114, 119, 121, 151
Lee, Edward, 107, 131, 203
Lcfévre d’Étaples, Jacques, 106, 126-131,
209, 212 Pablo, san, 38, 44, 53-56, 60, 71-72,
León X, papa, 17, 39, 80, 100, 124, 141 74-75, 77. 92. 96, 98, 101. 105-106.
Linacre, Thomas, 37 111, 127. 129, 146. 157-158, 165. 176,
Lindcboom, Johannes, 123, 213 185, 199. 216
Lira, Nicolás de, 75, 76, 108, 109, 210 Pace, Richard, 140
Listrius, Gerard, 78, 121 Padres de la Iglesia, 22, 23, 28, 85, 108,
Lohse, Bernhard, 161 110, 112, 113, 115, 118, 122, 151, 154,
Lombardo, Pedro, 116 209-212, 214
López de Zúñiga, Diego, 103, 204 Pahz, Johannes von, 62
Lortz, Joseph, 205 Pedro, san, 56, 97, 114, 185
Lucas, san, 107 Pelargus, Ambrosius, 178, 181
Luciano, 43, 65 Petras Mosellanus, 130-131
Luis 11 de Hungría, 138 Pfefferkorn, Johannes, 123, 125
Lulero, Martfn, 9, 10, 12, 17, 25, 50, Pfeiffer, Rudolf, 112
52, 62, 78, 99, 109, 111, 116, 132, Pflug, Julius, 200
133-149, 150-163. 166, 168. 170, 172. Phillips, Margarei Mann, 81
174. 178, 181,187. 191, 194. 197.201, Pieter, hermano de Erasmo, 26
204-207. 213-218 Pirckheimer, Willibald, 23, 168
Platón, 43, 60. 64, 73, 82, 85, 95
Plinio, 64
ÍNDICES 247
Renaudet, Augustin, 11, 61, 83, 200, 201, Valla, Lorenzo, 28, 43. 101, 151, 179, 209
205 Van Clichtove, Josse (Jodocus Clichto-
Reuchlin, Johannes, 48, 123, 124, 123, veus), 170
126, 129, 132, 135, 137, 144, 186, 187 Van Dorp, Maarten, 78. 102, 107, 206,
Riario, Raffaele, 39 208, 211
Roger, Servatius, 28, 29 Van Hoogstraten, Jacob, 125, 126, 135,
Roper, Margare!, 183 144
Rovere, Paul de, 52, 57 Van Santbergen, Reñí, 32
Ruysbroek, Johannes, 30 Van Zichem, Eustachius, 51, 52, 57
Virgen María, 19, 22, 56, 77, 107, 171
Virgilio. 28, 64, 185
Salomón, rey, 75 Viterbo, Egidio de, 39
Sara y Abraham, 60 Vitrier, Jean, 49
Sauvage, Jean, 82 «Vulgarius», 107, 109
Schets, Erasmo, 69
Schweinhuber. 34 Warham, William, 41. 46, 80
Screech, Michel A ., 65 Wimpfeling, Jakob, 48
Seebohm, Frederic. 38 Wolf, Eitel, 48
Séneca, 95
Servet, Miguel, 175, 196
Yetró. 45
Sócrates. 83. 94. 95, 185, 186, 189, 193
Spalatin, Georg, 143, 146
Standonck de Mecheín, Jan, 31-32, 33 Zasius, Ulrich, 81
Stromer, Heinrich, t i l Zuinglio, Ulrico, 62, 99, 105, 122. 133,
Stupperich, R oben, 38, 111 147, 163» 164, 166, 167, 197, 201.214.
Sturm, Jakob, 48 215, 217, 218
ÍNDICE ANALÍTICO
Adagio, 35, 43, 44, 46, 78, 81-82, 83-84, Ciceronianus, 192
85-86, 93-94, 110, 203 circulo de humanistas de Basilea, 120-122,
Adagios, véase Adagio 133, 184
Annotationes Novum Testamentum, 101, clero, 26-31, 47, 61, 71, 76-77
102, 108-110, 146, 173-174, 204, 210, Coloquios, véase Colloquia
211 collado, 152
Antibarbari, 30-31, 45 «collegiuin trilingüe» de Lovaina, 129-130
Apología, 101, 104 Colloquia, 18, 30, 136, 147, 166, 169,
Apología adversus monachos Hispanos, 178-189, 203, 209
173-175, 194-195 comentarios de los salmos, véase Ena-
Apología ad Fabrum Stapulensem , rrationes in psalmos
128-129 «comma Johanneum», 105, 139
arrianismo, 105, 173-174 conocimiento racional, 42, 59
assertio (aserciones), 152, 204 consensúe ecclesiae, 168-169
Augsburgo (1530), Dieta de, 196-198 Contrarreforma, 216, 219
avide2 por el estudio, 30 cosmopolitismo, 201
ayuno, abstinencia, 54, 164, 170, 188, credo apostólico, 147, 187
198-199 Cristo
como centro, 89-90, 212, 215
deidad de, 173-174
Basilea, disputa de, 169, 196 herederos de, 88-89
Biblia, estudio de la, 21-22, 38, 44, 47, humillación de, 85-87, 128
60, 76, 82, 100-119, 126-129, 148-149,
151, 154-156, 209-211, 214-215
Biblia Poliglota complutense, 102 chovinismo, 67
buenas obras, 52, 55, 145-148, 156-157
dialéctica, dialécticos, 12, 27, 77, 98, 211 formación y piedad, 30-31, 44, 46,
diatriba, 152-153, 204 117-119, 185, 186-187
división de la fe, cisma, 190-191 franciscanos, 94, 172
doctrina de los dos caminos, 52
dominicos, 94, 123-126, 172, 178, 181
Dulce bellum inexpertis, 93-94 Glossa ordinaria, 108, 210, 214
gramática, 45, 77, 117,179, 208, 211,212
«Magníficat», 103
Querela pacis o Querella de la paz, 78,
manifestaciones paradójicas de Lutero,
82, 91-92
147
martirio, 140
matrimonio y divorcio, 110, 130
racionalismo, 59
mercaderes, 69
Ratio verae theologiae, 82, 88-89,91,95,
Methodus, 101, 104
97-98. 104. 111, 116, 119, 131, 152
«modernismo», 11, 205
relativismo, 203-204
moralidad, 50
resurrección, 110
mujer, 182-184
retórica, 27, 77, 211
Reuchlin, disputa de, 123-126
1. Introducción...................................................................... 9
2. El mundo en torno a 1500 .......................................... 14
3. Juventud y años de estudios.................................................. 26
4. Erasmo en el mundo de los humanistas . . . . 36
5. El E n quiridion....................................................................... 49
6. El Elogio de la lo c u ra ......................................................... 64
7. Filosofía c r i s t i a n a ................................................................ 80
8. La Biblia y los Padres de la Iglesia...................................100
9. En el círculo de los humanistas de la Biblia . . 120
10. El caso L u te ro ...................................................................... 133
11. La polémica sobre el libre albedrío...................................150
12. Entre Escita y C aribdis........................................................163
13. Los C oloquios....................................................................... 178
14. Acerca de la unidad de la sociedad...................................190
15. La influencia de E r a s m o .................................................203
16. Fuentes y b ib lio g ra fía ........................................................221
índice o n o m á s t ic o ......................................................................244
índice a n a lític o .............................................................................248