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Si los hombres piensan que eres tonta, aprovéchate de ello. Este mensaje es una de las
fortalezas de la narrativa de la película Barbie, dirigida por Greta Gerwig y protagonizada por
Margot Robbie, cuando subyugadas al patriarcado de los Ken, usan la simpleza que se les
presupone a ellas para distraerles, trazar un plan y arrebatarles el poder. La campaña de
marketing ha hecho algo parecido al usar la frivolidad como excusa para engatusar a miles de
hombres —sí, por qué no decirlo— para que vayan al cine movidos por el hype y, una vez están
ahí, explicarles cómo funciona el patriarcado y por qué la masculinidad hegemónica es una
cosa muy desagradable. Querido, tú creías que acompañabas a tu novia a una simple fiesta de
pijamas y acabaste en una asamblea feminista.
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En este sentido, Hoskin señala: “Claro que es poco realista, como lo es Mi
Pequeño Pony, Superman o Las Tortugas Ninja. Existe un doble rasero hacia los
cuerpos de los juguetes infantiles cuando se comparan los asociados con lo femenino y
los asociados con lo masculino. Por ejemplo, Superman (tanto en el cine como en forma
de figura de acción) se ha vuelto cada vez más hipertrófico e hipermusculado. Sin
embargo, Superman no recibe tanta hostilidad por perpetuar unos estándares
corporales poco realistas. Quizá porque el valor de los niños y de los hombres no se
reduce a la capacidad de sus cuerpos para cumplir unos ideales de belleza”.
Así, mientras hay quienes consideran que refleja el estándar de “mujer florero”,
dócil, guapa y tonta, para otros es la hipersexualización porque tiene pechos, es rubia, se
maquilla y lleva tops y minifaldas. “Fracasa en esa contradicción imposible de la
dicotomía virgen/puta”. Es decir, la feminidad no deviene del patriarcado, sino que el
patriarcado la tiene secuestrada. Por eso, para Hoskin, los pechos prominentes de la
muñeca ya encierran en sí toda una paradoja: “Representan un estereotipo de mujer y de
hipersexualidad, pero a la vez eso se ve como algo pornográfico y obsceno. Es la idea
de que los pechos son, al mismo tiempo, ‘para alimentar a los niños’, pero no son
apropiados para ellos”.
“Me acuerdo de una amiga que siempre enviaba su currículum en rosa y nunca
la llamaban. Le dije que probase a enviarlo en blanco, sin adornos… y vaya, consiguió
trabajo en seguida. Es curioso: quieren que las mujeres seamos femeninas pero no
mucho; que me tape las ojeras pero que no me haga un eyeliner de tres metros, que
me ponga un poco de tacón pero que no lleve plataformas de drag”. No vaya a ser que
seas más alta que ellos. “Y cuando te hiperfeminizas te dicen que lo haces para gustar a
los hombres, cuando la realidad es que a la mayoría de los hombres no les gusta mi
estética”, añade Costantini.
A pesar de que la primera parte de la película Barbie bien podría leerse como
una reivindicación de la feminidad, la escena final podría interpretarse de otra manera.
Una vez la protagonista [Margot Robbie] decide transicionar a humana, aparece con un
maquillaje ‘vanilla girl’ y un traje de pantalón y chaqueta color marrón. No es,
desde luego, la imagen hiperfemenina de Barbie, a pesar de que en ningún momento ella
parecía estar cuestionando su expresión de género, sino la perfección a la que está
sometida.
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Así lo explica la científica e investigadora Rhea Ashley Hoskin: “Literalmente,
en su paso de ‘objeto’ [muñeca] a ‘humana’, se vuelve menos femenina. Pero las
investigaciones muestran que la hiperfeminidad está deshumanizada. A diferencia de
los rostros sin maquillaje, los rostros muy maquillados se consideran menos humanos,
con menos capacidad de acción, menos cálidos y menos morales. Así que, para mí, el
final perpetuó la deshumanización de la hiperfeminidad. ¿Por qué tuvo que ‘atenuar’ su
feminidad a medida que se volvía más existencial y, en última instancia, humana?”.
“La moraleja es que no hace falta estar perfecta siempre, no te hace perder tu
identidad. El gran conflicto de Barbie es lo que nos han hecho creer: que si no estamos
perfectas, no servimos o somos unas impostoras”, explica la diseñadora de moda
Samantha Costantini.
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Estereotípica, sino de ser la barbie que tú quieras ser”, apunta la actriz, que aparece
en la recién estrenada serie Zorras.
“Creo que una de las grandes fortalezas de Barbie es su público. Casi es más
asombroso ver cómo el universo se expande, con las salas llenas de rosa, materializando una
de las ideas principales de la peli, que es que todo el mundo puede ser una Barbie o un Ken,
que no hay una única manera correcta de ser quien quieras ser”, apunta en conversación con
Newtral.es la actriz y directora Abril Zamora.
Dice la script Gemma Lastra que la película Barbie “bien podría resumirse bajo
las ideas de autodeterminación y búsqueda de la identidad”: “No solo hay un
subtexto trans, sino que también habla de cómo los hombres no pueden basar su
identidad en la jerarquía, ni tampoco en oposición a la feminidad. Todos tenemos un
lugar en el mundo y no necesariamente es el que nos han asignado”, añade.
“Si Barbie era un lienzo en blanco para muchas niñas como yo, para muchos
niños mariquitas también… ¿por qué no pensarlo todo desde esa perspectiva? A mí
Barbie me permitía imaginar aventuras, romances y miedos. Del mismo modo, si la
Barbie no es solo eso que nos habían dicho que es, un estereotipo, cada una de nosotras,
nosotros y nosotres tampoco tenemos por qué serlo”, afirma la directora Abril Zamora.
Soltar la mano de la creadora, sea quien sea; emanciparnos hasta de nosotras mismas en
un momento determinado.
¿Y ellos? En el universo Barbie protagonizado por Margot Robbie, los Ken son
un complemento, un accesorio de la muñeca de Mattel. Un espejo que refuerza la
identidad de ellas. Sin embargo, cuando Ken Estereotípico (Ryan Gosling) se adentra en
el mundo real, se da de bruces con un universo muy diferente, uno en el que las mujeres
son el accesorio de la masculinidad. El poder que la sociedad humana le otorga por ser
leído como hombre le lleva a trasladar el patriarcado a Barbieland, convirtiendo el
mundo de fantasía en Kenland.
“Creo que hasta ese momento se había retratado una masculinidad tierna, que no
acapara, que acompaña. Al subvertirlo queda muy claro cuán diferente es de la
masculinidad normativa, poniendo de manifiesto lo fácil que es para los hombres
dejarse llevar por esa masculinidad expansiva y dominante”, explica a Newtral.es Darío
Gael Blanco, traductor en Vanity Fair y periodista especializado en cultura y moda.
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Blanco considera que funciona, además, como una analogía de la realidad
trans, no solo porque Barbie y Ken tienen género antes que genitales, sino por la
construcción de la masculinidad: “Refleja, aunque de forma muy simplificada, lo que
se puede llegar a sentir como hombre trans una vez se sale a la calle con passing,
disfrutando de la camaradería de muchos hombres, con esa borrachera de validación”.
Para la socióloga Rhea Ashley Hoskin, que Ken se revuelva contra la tiranía de
Barbieland emite un mensaje confuso: “Mi línea de investigación muestra que
revalorizar la feminidad y desafiar la femmefobia reduciría la masculinidad tóxica,
no sería la base sobre la que florecería la masculinidad tóxica, como ocurre con Ken en
la película Barbie”. Así, las estructuras asociadas a la feminidad, que no necesariamente
a las mujeres, se caracterizan por “promover la comunicación y la colaboración, dejando
espacio para la vulnerabilidad”.
Sin embargo, esta jerarquía invertida de Barbieland que retrata Gerwig serviría
“para hacer una crítica a cierta corriente de pensamiento que asume que un mundo
dirigido por mujeres sería perfecto, donde se ha impuesto la narrativa de que el
feminismo no es para todo el mundo y solo debe atender a lo que afecta a las
mujeres”, apunta la script Gemma Lastra.
En una metalectura, la propia película Barbie no es solo lo que nos han dicho
que es ni el juego que nos propone es uno solo. Como con las muñecas, con el cine
podemos hacer casi cualquier cosa: abrir melones loquísimos, imaginar otros mundos —
por ejemplo, una peli de las barbies descartadas que se infiltran en el mundo real para
vengarse de los señores de Mattel— o aprovechar para hacer como Elle Woods en Una
rubia muy legal y llevar el rosa hasta los lugares más recónditos. Como le dice Barbie a
Ruth Handler, nosotras también podemos ser creadoras, no solo observar la creación.
Come on, Barbie, let’s go party.