Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
La Psicología, como toda ciencia, es una disciplina que busca establecer amplias
generalizaciones o leyes que apliquen a una gran cantidad de individuos. En consecuencia, la
investigación psicológica a menudo se caracteriza por estudios que implican grandes números
de sujetos y buscan determinar el “promedio” o desempeño típico de un grupo cuya conducta
se observa luego de la aplicación de un tratamiento experimental o más. La decisión acerca
de la efectividad de una variable independiente se toma cuando otras variables relevantes
potenciales han sido controladas, entre o dentro de los grupos de sujetos.
A lo largo de la cursada hemos enfatizado la metodología de grupo. Una premisa de este tipo
de metodología es que las puntuaciones del grupo evaluado pueden resumirse mediante
medidas de tendencia central (por ej. la media), que informan sobre el rendimiento
“promedio” o “típico” del grupo, y de variabilidad (por ej. desviaciones estándar), que
reflejan el nivel de dispersión o distribución de las puntuaciones de ese grupo. Una
consecuencia de este proceder es que el rendimiento promedio o típico puede no representar
el valor obtenido por un sujeto cualquiera dentro de ese grupo. Es decir, el hecho de que un
grupo haya obtenido, por ejemplo, una puntuación media de 17 en una prueba de memoria
consistente en recordar una serie de palabras de una lista, no implica necesariamente que
todos los sujetos del grupo (ni siquiera una mayoría) hayan obtenido esa puntuación
específica. Más bien, el investigador espera ser capaz de predecir cómo las personas
recuerdan “en general”.
En este nuevo tema de la cursada se introduce una metodología alternativa: los “diseños de
sujeto único”, cuya característica distintiva es el énfasis en el estudio del cambio conductual
de un único sujeto o, a lo sumo, de unos pocos.
Los diseños de sujeto único han sido derivados de procedimientos generados desde el
análisis experimental de la conducta de B. F. Skinner. Las técnicas derivadas de estudios de
laboratorio demostraron ser útiles para manejar muchas conductas en numerosas situaciones
aplicadas como, por ejemplo, la escuela, el hogar, hospitales, etc., y esta aplicación dio lugar
al “análisis aplicado de la conducta”, el cual se vale de una serie de diseños experimentales
de investigación.
Así como los resultados de un experimento grupal pueden llevar a recomendaciones de cómo
deberían aplicarse los tratamientos en general para modificar una conducta, desde un punto
de vista clínico, es más importante evaluar cuál es el efecto específico que produce un
tratamiento en una conducta de importancia social para un sujeto en particular.
Por otro lado, los diseños de un solo sujeto o N pequeño presentan una ventaja adicional con
respecto a los diseños grupales: la reducción de la confusión que generan las diferencias
individuales de los sujetos, que normalmente deben ser controladas mediante técnicas de
control metodológico y/o estadístico. En los diseños de sujeto único, la fluctuación de la
conducta de cada sujeto es evaluada y monitoreada de manera continua.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que en los diseños de sujeto único al hacerse la
investigación con un solo sujeto o con un número reducido de ellos, la capacidad de
generalización de los resultados se ve sumamente limitada por lo cual no pueden derivar
afirmaciones generales, en comparación con los diseños con grupos de sujetos que sí pueden
hacerlo, en función de su mayor capacidad de generalización.
El diseño de sujeto único permite hacer estudios intensivos y controlados sobre un sujeto y
determinar con detalle cómo responde ese individuo en particular a las intervenciones
implementadas, pero presenta problemas de generalización respecto a los sujetos. En
principio podría generalizarse el resultado a individuos con idénticas características si se
repitiera la investigación con varios sujetos similares. Sin embargo, no se podrían extender
dichos resultados a otros sujetos con características diferentes, salvo que se replicaran dichas
intervenciones en una cantidad grande de sujetos con diferentes características, en cuyo caso
sí podrían generalizarse los resultados más allá de las características específicas de un sujeto.
En este último caso, sin embargo, las replicaciones que se hicieran tendrían que ser similares
en cuanto al tratamiento implementado (VI), con lo cual terminaríamos aproximándonos a la
lógica de los diseños de grupos. Y al tener que ser estas replicaciones más estructuradas se
podría llegar a perder una de las principales ventajas de los diseños de sujeto único que es
justamente el trabajo intensivo sobre un sujeto en particular, adaptando las intervenciones que
se hacen a las características del mismo.
De todas maneras, los diseños de sujeto único requieren del diseño de una situación
sumamente estructurada, con controles rigurosos, para poder establecer y analizar la
influencia que ejercen los programas e intervenciones sobre la conducta en situaciones
aplicadas. Para ello, se contrastan condiciones aplicadas a un individuo o a unos pocos, cuya
conducta es continuamente monitoreada mientras la VI es manipulada de manera sistemática.
Una vez que la conducta muestra que es relativamente estable, o sea, que exhibe poca
fluctuación entre los intervalos de registro, se introduce una intervención (tratamiento/valor
de la VI: presencia).
De este modo, el analista conductual o investigador que usa este diseño observa si:
a) la conducta-meta (la conducta que quiere modificarse) cambia inmediatamente luego de la
introducción de una variable de tratamiento (primera B),
b) si la conducta se revierte cuando el tratamiento es retirado (segunda A), y
c) si la conducta vuelve a mejorar cuando se reintroduce el tratamiento (segunda B).
Cuando las variaciones en la conducta siguen a la introducción y retiro del tratamiento de esta
manera, existiría evidencia de que es el tratamiento el que causó el cambio en la conducta,
demostrándose entre el tratamiento y el cambio en la conducta-meta una relación funcional.
Otra ventaja es que, como el diseño implica fases alternantes de tratamiento y no tratamiento,
tiene una importante función dentro de las terapias ayudando al paciente a transitar de
programas continuos de tratamiento a programas intermitentes, llegando así al retiro
definitivo de la intervención y que la conducta permanezca modificada. Esto es una meta
muy importante, ya que es deseable que los pacientes no tengan que depender por tiempo
indefinido del apuntalamiento otorgado por las terapias de modificación de la conducta.
En este caso, se puede observar cómo la conducta de balanceo, una vez modificada durante el
primer período B, no retorna a sus niveles de línea de base durante la segunda fase A
(reversión/sondeo). De esta manera, se hace difícil la adjudicación del cambio conductual al
tratamiento, por dos cuestiones:
1. El cambio producido en la transición AB puede haber coincidido con otra variable que
actúa como variable contaminadora. Por ejemplo, el aumento de atención recibida por el
sujeto por la sola razón de que su conducta está siendo intervenida.
2. La conducta-meta pudo haber tenido características que hacen que no pueda generarse una
reversión como, por ejemplo, cuando se trata de un aprendizaje que, una vez producido, no
puede deshacerse. En este caso, el cambio conductual es irreversible por más que se retire el
tratamiento. Y como dijimos anteriormente, los diseños de reversión no se pueden aplicar a
conductas que una vez conseguida la modificación de las mismas, sean irreversibles.
Cuando se tienen casos como las dos situaciones recién mencionadas, el diseño de reversión
no sería el más apropiado, y deberían buscarse alternativas de otros diseños de sujeto único.
Otra desventaja de los diseños de reversión es que hay casos en los cuales no se pueden
aplicar porque no se puede hacer la reversión (aunque la conducta sea reversible) por los
siguientes motivos:
1. Problemas éticos: en ocasiones, no se considera ético retirar un tratamiento que se está
mostrando exitoso, sólo con fines de control experimental. Esto tiene mucho que ver con las
características de la conducta-meta. Si la misma involucrase una acción que es perjudicial
para el sujeto o para quienes le rodean, no sería viable optar por un diseño de reversión, ya
que implicaría volver a desmejorar una conducta peligrosa o que le hace daño psíquico al
paciente, sólo para constatar si había sido la intervención la causante de la mejoría.
2. Problemas prácticos: muchas veces, a pesar de que se expliquen los objetivos terapéuticos
a los padres o a los manejadores de contingencias (quienes tienen que hacer el registro de las
conductas y la aplicación de las intervenciones contingentemente), una vez observada una
mejoría en la conducta, se niegan a aplicar la reversión. Por estas razones, si bien los diseños
de reversión son sumamente eficaces a la hora de explicar la relación funcional entre el
tratamiento y la conducta, poseyendo una alta validez interna, no siempre son la primera
opción de los investigadores clínicos, quienes prefieren usar otros diseños de sujeto único,
pero con características diferentes.