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¿Cuál es la importancia de la Cena del Señor /

Comunión Cristiana?

RESPUESTA

Un estudio de la Cena del Señor es una experiencia que estremece el alma


por el profundo significado que representa. Fue durante la antigua
celebración de la Pascua, en la tarde de Su muerte, que Jesús instituyó una
nueva y significativa cena que celebramos hasta el día de hoy. Es una parte
integral de la adoración cristiana. Nos hace recordar la muerte y resurrección
del Señor, mirando hacia el futuro, esperando Su regreso en gloria.

La Pascua era la festividad anual más sagrada de la religión judía.


Conmemoraba la última plaga en Egipto, cuando los primogénitos de los
egipcios murieron y los israelitas fueron perdonados por la sangre del
cordero que fue rociada en los postes de sus puertas. Las familias asaron el
cordero y se lo comieron con pan sin levadura. El mandato de Dios era que
esta festividad fuera celebrada a través de todas las generaciones futuras. La
historia se registra en Éxodo 12.

Durante la celebración de la pascua, Jesús tomó un pedazo de pan y dio


gracias a Dios. Mientras partía el pan y se los daba, Él dijo, “Tomad, comed;
esto es Mi cuerpo que por vosotros es partido”. Asimismo, tomó también la
copa, después de haber cenado. Les dio la copa, y bebiendo ellos de ella, Él
dijo; “Esta copa es el Nuevo Pacto en Mi sangre; haced esto todas las veces
que la bebiereis en memoria de Mí”. Después Él concluyó la fiesta cantando
un himno (Mateo 26:30) y todos salieron esa noche al Monte de los Olivos.
Fue ahí donde Jesús fue traicionado por Judas, como se predijo. El día
siguiente Él fue crucificado.

Los relatos de la Cena del Señor se encuentran en los Evangelios de Mateo


26:26-29, Marcos 14:17-25, Lucas 22:7-22, y Juan 13:21-30. El apóstol Pablo
escribió sobre la Cena del Señor en 1 Corintios 11:23-29. Pablo incluye una
declaración que no se encuentra en los Evangelios: “De manera que
cualquiera que comiere de este pan o bebiere de esta copa del Señor
indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor. Por tanto,
pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa. Porque
el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio
come y bebe para sí” (1 Corintios 11:27-29). Podríamos preguntar qué
significa el participar del partimiento del pan y de la copa “de manera
indigna”. Puede significar el tomar con indiferencia el verdadero significado
del pan y de la copa, olvidando el tremendo precio que nuestro Salvador
pagó por nuestra salvación. O puede significar el permitir que la ceremonia
se vuelva un ritual muerto y rutinario, o venir a la mesa con un pecado sin
confesar. Para guardar la instrucción de Pablo, cada uno debe examinarse a sí
mismo antes de comer del pan y beber de la copa.

Otra declaración que hace Pablo, y que no está incluida en los Evangelios es,
“Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la
muerte del Señor anunciáis hasta que Él venga” (1 Corintios 11:26). Esto
establece un tiempo límite para la ceremonia – hasta que Él venga. De estas
breves declaraciones, aprendemos cómo utilizó Jesús dos de los elementos
más frágiles como símbolos de Su cuerpo y sangre, y los instituyó como un
monumento a Su muerte. No fue un monumento de mármol tallado o figuras
de bronce, sino de pan y jugo de uva.

Él declaró que el pan simbolizaba Su cuerpo, el cual sería partido – ningún


hueso Suyo fue quebrado, pero Su cuerpo fue tan terriblemente flagelado
que apenas era reconocible (Salmo 22:12-17; Isaías 53:4-7). El jugo de uva
hablaba de Su sangre, indicando la terrible muerte que en breve Él
experimentaría. Él, el perfecto Hijo de Dios, se convirtió en el cumplimiento
de incontables profecías del Antiguo Testamento concernientes al Redentor
(Génesis 3:15; Salmo 22; Isaías 53, etc.). Cuando Él dijo: “Haced esto en
memoria de Mí”, Jesús indicó que esta era una ceremonia que debía ser
practicada en el futuro. También indicaba que la Pascua, que requería la
muerte de un cordero y señalaba al futuro la venida del Cordero de Dios que
quitaría el pecado del mundo, se cumplía en la Cena del Señor. El Nuevo
Pacto tomó su lugar cuando Cristo, el Cordero de Pascua, fue sacrificado (1
Corintios 5:7; Hebreos 8:8-13). Este sistema sacrificial ya no era necesario
(Hebreos 9:25-28). La Cena del Señor o Comunión Cristiana, es un recuerdo
de lo que Cristo hizo por nosotros y una celebración de lo que recibimos
como resultado de Su sacrificio.
https://www.gotquestions.org/Espanol/comunion-Cristiana.html

¿Qué es la Cena del Señor?

Cristo ordenó a todos los cristianos comer pan y beber de la copa en memoria
de Él y de Su muerte. La Cena del Señor es una celebración de la presencia de
Dios en medio nuestro; nos reúne en comunión con Dios y unos con otros;
alimentando y nutriendo nuestras almas. También anticipa el día en que
comeremos y beberemos con Cristo en el Reino de Su Padre.

1 Corintios 11:23-26: “Yo recibí del Señor lo mismo que les transmití a
ustedes: Que el Señor Jesús, la noche en que fue traicionado, tomó pan, y,
después de dar gracias, lo partió y dijo: ‘Este pan es Mi cuerpo, que por
ustedes entrego; hagan esto en memoria de Mí’. De la misma manera,
después de cenar, tomó la copa y dijo: ‘Esta copa es el nuevo pacto en Mi
sangre; hagan esto, cada vez que beban de ella, en memoria de Mí’. Porque
cada vez que comen este pan y beben de esta copa, proclaman la muerte del
Señor hasta que Él venga”.
La Cena del Señor es una señal y un sello del pacto. Eso significa que
representa y confirma la preciosa promesa de que Dios, a través de
Jesucristo, será nuestro Dios y nosotros seremos Su pueblo. En la Cena del
Señor recordamos y celebramos la presencia de Dios, y experimentamos
comunión. También tenemos algo que nos nutre y, en la Cena del Señor,
anticipamos la gloria venidera.

En la mesa del Señor, Él mismo nos invita a regresar a Su presencia. Cuando


Jesús dijo a Sus discípulos: ‘Tomen y coman’, revirtió las palabras de la
serpiente en el jardín
Primero, la Cena del Señor es un recordatorio. En la Cena del Señor, Jesús les
dijo a Sus discípulos que proclamarían Su muerte hasta que Él regresara. El
pan y el vino, el cuerpo y la sangre de Cristo en la Cena del Señor, son una
representación del sacrificio del pacto. Ambas partes indican que la muerte
de Jesús fue un acto deliberado de Su parte. Él se entregó a Sí mismo como
un sacrificio en nuestro lugar para el perdón de nuestros pecados. Así que
cada vez que celebremos la Cena del Señor debemos recordar el significado y
la importancia de la muerte de Jesucristo a favor nuestro. Debemos
recordarlo a Él. “Hagan esto en memoria de Mí” (Lc 22:19). Celebramos la
gloriosa obra de expiación que Jesucristo completó por nosotros.

En segundo lugar, la Cena del Señor también es una celebración de la


presencia de Dios. ¿No es maravilloso que seamos invitados a la mesa de
Dios? Esto es especialmente maravilloso a la luz de nuestra rebelión. En
Génesis 3, Satanás le dijo a Eva y a Adán: “Tomen y coman del fruto”. Ellos
comieron del fruto en contra de la orden de Dios. ¿Cuál fue el resultado?
¿Resultó en su satisfacción y plenitud? No. Resultó en su expulsión de la
presencia de Dios. Pero en la mesa del Señor, el Señor mismo nos invita a
regresar a Su presencia. Cuando Jesús dijo a Sus discípulos: “Tomen y
coman”, revirtió las palabras de la serpiente en el jardín. Derek Kidner
escribió esta hermosa línea: “Dios probaría la pobreza y la muerte antes de
que ‘tomen y coman’ se convirtieran en verbos de salvación”.
Experimentamos esto cada vez que venimos a la mesa del Señor, cada vez
que escuchamos al ministro decir: “Tomen y coman”. Es una celebración de
nuestra reunión con Dios, de Su presencia con nosotros y de la comunión
íntima que disfrutamos con Él.

La Cena del Señor es un medio de gracia que Dios ha designado para


edificarnos, nutrirnos, confirmar nuestra fe, y fortalecernos para crecer

En tercer lugar, la Cena del Señor es comunión. Es comunión con Dios y con
Su pueblo. No solo tenemos comunión con el Dios vivo por gracia, por lo que
Jesús hizo por nosotros en la cruz, sino que tenemos comunión unos con
otros. Cuando estamos unidos al Señor Jesucristo, estamos unidos a todos los
que están unidos al Señor Jesucristo. Por eso Pablo dijo a los corintios que
tenían que discernir el cuerpo (1Co 11:29). No les está diciendo que
necesitan comprender algo místico sobre los elementos de la Cena del Señor.
¿Cuál es el cuerpo al que hace referencia? El cuerpo de Cristo, la iglesia, la
comunión con los creyentes.

Finalmente, la Cena del Señor nos nutre espiritualmente. Es un medio de


gracia. Es uno de los métodos que Dios ha designado para edificarnos,
nutrirnos, confirmar nuestra fe y fortalecernos para crecer. Y la Cena del
Señor es un anticipo de la gloria venidera. Jesús lavó los pies de Sus discípulos
la noche en que fue traicionado y les sirvió los elementos de la Cena del
Señor. Interesantemente, cuando Jesús habla del banquete de las bodas del
Cordero (Lc 12:37), en la gloria, cuando llegue el gran final y todos
reconozcan que Él es el Rey, Él dice que en ese día nos pedirá a todos que nos
reclinemos, tal como lo hicieron los discípulos la noche de la Cena del Señor,
y nos servirá.

Sí, en la Cena del Señor anticipamos el banquete de las bodas del Cordero, en
el que todos estaremos sentados juntos en gloria, y nuestro Salvador nos
servirá nuevamente todo lo que necesitemos. Qué gran gozo es venir a la
mesa del Señor.

Oración: Pan de vida, participamos de la Cena del Señor en obediencia


reverente. No queremos recibirla indignamente, así que venimos en
arrepentimiento y fe. Ayúdanos a perdonar los pecados de aquellos que nos
han ofendido, especialmente de los creyentes con quienes compartimos el
pan y la copa. Permite que nuestra participación en esta cena proclame Tu
muerte salvadora y nuestra urgente necesidad de ella. Amén.

https://www.coalicionporelevangelio.org/articulo/que-es-la-cena-del-senor/

La simbología de las copas en la Última Cena

“Todo está cumplido”


Hoy hablaremos de la Cena del Señor desde otra perspectiva. Es un recorrido
apasionante y vamos a redimensionar su valor, le vamos a encontrar perlas
preciosas y adentrarnos en los misterios y las profundidades de Dios.

Hay un dicho que dice: “la mentira tiene patas cortas”, es tan así que con el
tiempo la mentira se desbarata. El Señor está antes de los tiempos, y su
Palabra se sostiene de tal manera que lo que pasó hace miles de años se
viene confirmando, y confirmando y confirmando. Y su Palabra, fue, es y será
por los siglos de los siglos.

El Señor no deja ningún detalle al azar.


Entendemos que la salvación, como dice San Pablo, no se consuma tan solo
con la muerte de Jesús, sino con su resurrección (Rom 4, 25). Cierto es que la
resurrección es la muestra del poder de Dios y de Su victoria sobre la muerte,
sobre el pecado. La Pasión de Jesús es la otra cara de esa misma preciosa
moneda: el Amor. El Amor infinito del Padre y del Hijo. Si bien entendemos
que todo se perfecciona con la resurrección, la muerte del Señor es la
máxima expresión de su amor, así como la resurrección de su poder.

Es impensable que la muerte haya puesto fin al amor de Aquel que no se


extinguió con la muerte.

La Cena y la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo son dos actos consecutivos e


inmediatos, y si bien creemos poder diferenciarlos con un título y partirlos,
así como por la mitad, hoy vamos a darnos cuenta que eso está un poco
borroso, un poco borroso pretender entender dónde empieza la Cena y
dónde empieza y termina la Pasión. Vamos a descubrir que la Pasión
comienza en la Cena y a su vez la Cena termina en la Cruz.

Vamos a arrancar por decir que la Última Cena no fue un invento de Jesús.
No se fundó con Él. Él reconfiguró todo lo que es la liturgia del pesaj —la
Pascua judía—, que ya existía mucho antes de que Él se encarnará, y es de las
festividades más importantes del pueblo de Israel. Conmemoran con esta
Pascua la liberación que ellos tuvieron de la esclavitud, saliendo de Egipto,
atravesando el Mar Rojo rumbo a la libertad y a la tierra prometida.
Con la última de las diez plagas, la muerte de los primogénitos, Dios da
específicas indicaciones de cómo se tenía que celebrar este momento. En el
capítulo 12 del libro de Éxodo están todas las regulaciones de un Dios que es
bien ordenado acerca de lo que se tenía que hacer esa noche cuando
finalmente el faraón iba a permitir que el pueblo saliera a pesar de que
después iba a perseguirlos. Como si esto fuera poco, en el versículo 2 de este
mismo capítulo les dice que a partir de ese mismo momento, de esa
celebración, ese iba a ser el primero de los meses de su calendario. Esto
quiere decir que la Pascua hebrea, el pesaj, es un nuevo comienzo, absoluto y
completo para el pueblo de Israel, así como nuestra Pascua, la de Jesucristo
vivo y Redentor, es y debe ser un nuevo comienzo para nuestras vidas.

Hoy en día el pueblo judío sigue celebrando este ritual y se llama “seder”, y
todo lo constituye en torno a 4 copas. Aquí haré un paréntesis, porque
debemos entender la relevancia con la que Dios hace las cosas, la relevancia
que implica que nada está dejado al azar. Aquí hay 4 copas y nosotros vamos
a empezar a recorrer juntos el resignificado que el Señor les dio, porque estas
copas estuvieron en la Cena.

El rito de la noche de pesaj se transforma, entonces, en un símbolo de


neutralización absoluta de todas las influencias que oprimen y alejan al
pueblo de su Creador; es la Cena del Señor, su muerte representada en ella,
lo que neutraliza por siempre y para siempre todo aquello que te aleja del
Padre Bueno que está deseando lo mejor para vos. Eso se redime por el
Señor en este símbolo —la Cena—, todas las cosas que te alejaban de Él se
ven redimidas y por eso Jesucristo decide reconfigurar todo esto.

Éxodo 6:6-7
6
Por tanto, dirás a los hijos de Israel: Yo soy JEHOVÁ; y yo os sacaré de debajo
de las tareas pesadas de Egipto, y os libraré de su servidumbre, y os redimiré
con brazo extendido, y con juicios grandes;
7
y os tomaré por mi pueblo y seré vuestro Dios; y vosotros sabréis que yo soy
Jehová vuestro Dios, que os sacó de debajo de las tareas pesadas de Egipto.

Si bien nosotros traducimos todos estos verbos en futuro, los sacaré, los
libraré, estos verbos fueron puestos en el hebreo original en pasado, porque
Él es el dueño de todos los tiempos y si hoy hay algo que te está oprimiendo,
que te está esclavizando, el Señor habla de eso en pasado en tu vida, ya está
todo cumplido y el Señor ha hecho y dispuesto todo para acercarte con lazos
de amor a Su regazo.
La noche de pesaj tenía entonces 4 copas que simbolizaban cada una de
estas promesas. Cada una de estas copas tiene dos nombres, excepto la
cuarta que todos la interpretan con un solo nombre, y cada una de estas
copas representa una de estas promesas que Dios concede:
1. “Os sacaré” — Copa de la Santificación / de la Salvación
2. “Os libraré” — Copa del juicio / de la liberación
3. “Os redimiré” — Copa de la bendición / de la redención
4. “Los tomaré como Pueblo” — Copa de la alabanza

Es importante porque “librar” y “sacar” pareciera que fuera lo mismo, pero


no lo es. Fíjense que cuando el pueblo de Israel salió de Egipto, Dios cumplió
con su primera promesa y los sacó de allí. ¿Pero qué pasó? Los egipcios
salieron corriendo atrás de ellos; entonces el Señor cumplió con la segunda
promesa, recién cuando el Mar Rojo se cerró, los liberó porque dejó
enterrado bajo las aguas a todos sus esclavizadores.

Aquí viene algo muy importante: que te saque Dios y que te libere Dios, son
cosas distintas y en el medio hay un proceso, y a veces hay que entenderlo,
cuando parece que todo está listo, todavía quizás no. Hay que perseverar,
cuando parece que Dios ya hizo el milagro nos relajamos y volvemos a
nuestra vida común y corriente, antes de encontrarnos con el poder de Dios,
es allí donde falta la belleza de la segunda copa.

La palabra vino en hebreo se dice “yayín” y tiene el mismo valor numérico


que la palabra “secreto” en hebreo, y esto implica que, así como dentro de la
uva se esconde en secreto el vino, dentro de estas copas con vino se
esconden misterios y profundidades de Dios que solo Jesucristo iba a revelar
y a perfeccionar.

Entonces en primer lugar la cena, el pesaj, empezaba con un canto de


bendición que se denomina “kiddush”. El lenguaje hebreo, que es el lenguaje
con el que se dictó la Torah, tiene como unas tildes arriba de cada letra y esas
tildes son en realidad entonaciones; entonces podríamos decir, que cuando
Dios te habla, Dios te está cantando.
Y cuando estas mal, el Señor te arrulla para darte paz, el Señor te está
cantando y la sinfonía más grande de amor que Dios te compuso se llama
Jesucristo, esa es la sinfonía más bella y más grande de Amor que Él te dio.

Entonces el kiddush lo hacía la persona más vieja dentro de la familia,


mientras que todo el resto de este ritual lo hacía el padre de familia. En este
caso el ritual de la Última Cena lo dirige Jesús, porque Él mismo está en el
Padre, en Él está todo, pero sigue siempre las instrucciones del Mayor,
porque no hace nada que no haya visto hacer al Padre. Luego se come un
plato de hierbas amargas que recuerda la amargura del cautiverio y
terminado esto se toma la primera copa de vino. Vrs 8
A partir de ese momento se recita el Éxodo, desde el capítulo 12, momento
donde los más pequeños de la mesa comienzan a hacer preguntas al padre
que está dirigiendo todo este ritual; se hace hincapié en el efecto salvador
de la sangre del cordero que se pintó en los dinteles y en los marcos de las
puertas, que salvará de la plaga de la muerte de los primogénitos.

Esa misma sangre que salvó a los hijos primogénitos de Israel, esta vez iba a
ser de un costo aún mayor, invirtiendo las polaridades, porque la sangre de
Su Hijo Primogénito iba a rescatar a todos, a toda su creación alejada.
Entonces la primera gran intervención divina había sido: la salida del Pueblo
de Israel de Egipto; por eso es que se dice que no hubo otro profeta como
Moisés, fue a él que se le reveló la Torah. Aquí estamos frente a la
intervención aún más grande de toda la historia: la Pascua viva.

Si a Moisés se le reveló la Torah, aquí se nos estaba revelando el Verbo hecho


carne. Es el evangelio de Juan el único evangelio en el cual se comienza
interpretando a Jesucristo como la Palabra de Dios encarnada:
Juan 1:14 Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su
gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.
Esto es, entre muchas otras cosas, porque fue Juan el único que estuvo en el
transcurso de toda la Cena, porque como mencioné, la Cena comienza acá,
pero no termina acá. En el proceso el resto de los apóstoles se iban a disipar,
pero uno de ellos iba a continuar pegadito al Cordero Pascual. Ese fue el
único que pudo interpretar: “Este es la Torah realmente revelada”, “Este es
el Cordero de Dios”, “Este es el Señor”, “Este es la Pascua Viva”. Por eso, el
Padre agarra la segunda copa y empieza a mojar sus dedos y pregunta: ¿el
Señor nos libró con las plagas de las ranas? Los más pequeños responden: sí,
pero fuimos liberados por la sangre del Cordero. Moja con sus dedos el pan y
hace la segunda pregunta: ¿el Señor nos liberó con la plaga de las langostas?
Sí, pero Él nos rescató con la sangre del Cordero. Vuelve a mojar el pan, son
10 plagas, y son 10 dedos que el moja y pregunta, y en cada pregunta está la
afirmación contundente, que la salvación viene por la Sangre del Cordero.

En ese momento de la cena, el padre toma una toalla, lava sus manos con
agua y con la toalla las seca. Jesús redobló la apuesta, Jesús redobló la toalla,
agarró el agua, pero lo que hizo no fue lavarse a sí mismo, sino lavar a los
demás, y lo que hizo fue limpiar los pies de sus apóstoles, mostrando en su
reclinación que continuaba el acto de humillación más grande de todos los
tiempos, que era el Dios Eterno hecho nada, hecho carne, hecho uno más de
su mismísima creación.

Luego se canta lo que se denomina “el pequeño hillel”, entonces comienza la


tercera etapa: comen el pan y el cordero. Sobre la mesa hay tres panes sin
levadura; cada uno de estos panes se llama “matzoh”, estos panes apilados
simbolizan a Abraham, a Isaac y a Jacob. Pero de los tres panes, en el ritual
solo se toma el del medio, que simboliza a Isaac, porque Isaac es un tipo de
Cristo, y este es el pan que tomó, lo partió, lo agarro entre sus manos
diciendo:

Lucas 22:19 Y tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo: Esto es
mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí.

Estas son las instrucciones para cuando coman esta comida:

Éxodo 12:11 Y lo comeréis así: ceñidos vuestros lomos, vuestro calzado en


vuestros pies, y vuestro bordón en vuestra mano; y lo comeréis
apresuradamente; es la Pascua de Jehová.

Y en ese momento, cuando el Señor partió el pan, después de darlo, le dijo a


Judas: “Satanás entró en tu corazón; lo que vas a hacer, hazlo pronto” (Jn
13,27). Hay que hacer cosas, en este caso no era algo objetivamente bueno lo
que iba a hacer Judas, pero sí va a terminar siendo un engranaje
indispensable en el plan salvífico de Dios; pero todo lo que nosotros tenemos
que hacer, que es mandado por el Señor, debemos hacerlo rápido, porque Él
vuelve, y vuelve pronto.
Luego toman la tercera copa, que es la copa de la bendición, esta es la copa
que consagra el Señor, es la que levanta diciendo:
Esta es mi Sangre, Sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada
por vosotros y por muchos para el perdón de los pecados. Haced esto en
conmemoración mía. MT 26:26-29; MC 14:22-25; LC 22:19-20; I COR 11:23-
26

Es la segunda vez en la Biblia que se utiliza la palabra “alianza”; la belleza de


la nueva alianza era que volvíamos a ser adoptados y reconciliados con el
Padre para que ninguna de las cosas que nos estaban separando del Creador
sigan teniendo vigencia ni surtiendo efectos.

El apóstol Pablo mismo dice:


La copa de bendición que bendecimos, ¿no es acaso comunión con la
Sangre de Cristo? Y el pan que partimos ¿no es comunión con el Cuerpo de
Cristo?1 COR 10, 16
Esto deja ver que es la tercera copa la que toma Jesús para consagrar. Así
como Israel es el Pueblo Escogido de Dios, pero el Dueño tuvo que volver a
comprarlo a través de estas promesas, tuvo que comprarnos así también
Jesús a través del precio de su Sangre. A continuación, cantaban de nuevo,
otro cántico que se llamaba “el gran hillel”: los salmos 114, 115, 116, 117 y
118.

Y cantados los himnos, salieron hacia el monte de los Olivos.MT 26,30

Interrumpir la liturgia de la Cena de la Pascua en este momento habría sido


impactante para todos porque esto era un ritual santo, sagrado, no había
explicación alguna que justificase que no se terminase.

El Señor interrumpe allí el ritual como todos conocían, pero no iba a ser allí
interrumpida la Pascua, porque después de cantar esto se iba a ir a
Getsemaní, al Monte de los Olivos, en donde arrodillado iba a pedir:
Padre mío, si es posible, aparta de Mí esta copa, pero no sea como Yo
quiero, sino como quieres Tú.MT 26, 36-45
Se refería a la copa que quedaba, a la copa restante, la celebración de la
Pascua aún no había terminado, estaba pendiente la cuarta copa. La Pasión
comienza en la Cena, pero no termina en la Cena; sin embargo, la Pascua es
completa y perfecta, porque nosotros gozamos por la Sangre del Cordero la
salvación.

En Getsemaní, cuando la Escritura dice que sudó gotas de sangre, estaba


bebiendo la copa de la liberación/redención.

Luego de su oración en el Huerto de los Olivos, llega un grupo de gente


encabezado por Judas para llevarse consigo al Señor. Pedro desenvainó su
espada y Jesús le dirigió la palabra diciendo:
¿Es que no voy a beber la copa que me ha dado el Padre? JN 18, 11

¿De qué habla Jesús, cuál es esa copa? ¿No había sido ya suficiente? Luego
de Getsemaní, los soldados mofándose de Él le ofrecerán vinagre con hiel. La
hiel era algo amargo, mezclado con mirra; es gratificante al olor, pero cuando
lo tomas es amargo, sirve de sedante, pero Jesús no quiso probarlo. Si Él
bebía el vinagre no iba a cumplir con Su propósito.

Vayamos directos a la crucifixión, en el peor momento de su vida,


el momento de mayor sufrimiento, momento en que las tinieblas se habían
apropiado del día, momento en el cual iba a morir, allí mismo.
Jesús clamó: ¡Elí, Elí! ¿lemá sabactaní? esto es: ¡Dios mío, Dios mío!, ¿por
qué me has desamparado?MT 27, 46

Sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, con apenas un soplo de aliento
dijo:
Tengo sed. JN 19,28

Este pedido del Señor cumple con las escrituras: Sal 22, 15ss; Sal 69, 21ss.
Jesús en la cruz tiene sed de almas, de redención. Le consume un gran deseo:
que muchos puedan llamar Padre a su Padre celestial. Toda su vida, todos sus
actos estuvieron dirigidos a este fin, que ahora se cumple.
Todo señala a Cristo, todo se ilumina en Él. El Calvario, donde se consuma la
redención, es la pieza clave que da sentido al mosaico del Antiguo
Testamento.

El evangelista Juan lo dice expresamente: “He ahí el Cordero de Dios que


quita el pecado del mundo” (Jn 1, 29). Allí en la Cruz estaba el Cordero,
conducido hacia el altar de la Cruz, muriendo como el Primogénito y como un
Cordero sin mancha. El Cordero tiene sed, pide de beber, un soldado sujeta
una rama de hisopo a una esponja empapada de vinagre, y el Señor luego de
tomar el vinagre dijo:
Todo está cumplido e inclinando la cabeza, entregó el espíritu. JN 19, 30

Esta es la hora donde el Pueblo de Dios es sacado de la esclavitud, donde es


liberado, donde es redimido y donde la obra de Cristo es consumada en
nuestras vidas. El sacrificio de Cristo no comenzó en la cruz, comenzó en la
Última Cena. Ahí es donde comenzó el sacrificio. Y me permito “robarle”
estas palabras a Scott Hahn: “la Cena de la Pascua por la que Jesús inició la
nueva alianza sellada con su propia Sangre no termina en el aposento alto,
pero sí en el Calvario. Se trata de una sola pieza”.
El objetivo final es restaurar la comunión con Dios. Y esto es lo que
significaba comer el cordero. ¿Quién comparte una comida en común? La
familia. ¿Y qué es este signo? El pacto. Y ¿qué es un pacto? Un vínculo de la
Sagrada Familia. En el pesaj se comía un cordero, el cual no debía tener
ningún hueso roto, debía estar en perfecto estado para ser ofrendado a Dios.
San Pablo lo ha dicho perfectamente: “Cristo, nuestro Cordero pascual, ha
sido sacrificado y ahora vamos a celebrar la fiesta” (1 Co 5, 7-8). Jesús es el
Cordero al cual celebramos en cada cena.

El que fue presentado en Juan como “El cordero de Dios que quita los
pecados del mundo”, en tiempo de Pascua nos dice: “Yo soy el pan vivo,
bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo
le voy a dar es mi carne, para vida del mundo” (Jn 6, 51).

En el Apocalipsis lo vemos nombrado como el Cordero pascual, y cada vez


que vemos al Hijo recordamos la Pascua, y recordamos la última copa; todo
por Él consumado fue. Todo está clavado en la Cruz, tal es su demostración
de amor y tal es su demostración de poder.
Cristo se sigue entregando, porque Cristo nos sigue amando. El nuevo pacto
de la Pascua es la cena, que es el mismo sacrificio de Cristo en el Calvario.
Esa es la belleza de la cena. Es un sacrificio, porque el sacrificio es la esencia
del amor. Él murió, y ahora su muerte y resurrección están representadas
para siempre en el Cielo en el Cordero que lleva a todos a la adoración, y aquí
abajo en el Cordero que nos lleva a todos a la adoración del Padre, como
buenos hijos fieles de su familia. Somos lo que comemos.
Comemos la vida: ¿A quién jamás se le puede haber ocurrido tan gran
prodigio, que la vida pueda ser comida? Él es vida por naturaleza, quien le
come, come la vida. ¡Oh, banquete de delicias de los hijos de Dios!
Eso es la cena, eso es el Cordero inmolado: es Vida. Sería de gran anhelo
que nos baste Su gracia y podamos decir como San Pablo: “Y ya no vivo yo,
sino que es Cristo quien vive en mi” (Gal 2, 20).

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