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La Cena del Señor: una celebración

que honra a Dios


LOS cristianos han recibido el mandato de celebrar la
Conmemoración de la muerte de Cristo, la cual se llama también “la
cena del Señor” (1 Corintios 11:20). ¿Por qué es tan importante este
acto? ¿Cuándo y cómo debe realizarse?

Jesucristo estableció esta celebración la noche de la Pascua judía del


año 33 de nuestra era. La Pascua era una fiesta que tenía lugar solo
una vez al año, el día 14 de nisán (mes del calendario judío). Por lo
visto, los judíos calculaban la fecha a partir del equinoccio de
primavera, es decir, del día en que hay aproximadamente doce horas
de luz y doce de oscuridad. El mes de nisán comenzaba cuando
podía verse por primera vez la luna nueva más cercana al equinoccio
de primavera. El día de la Pascua empezaba catorce días después,
tras la puesta del Sol.

Aquella noche, Jesús celebró la Pascua con sus apóstoles, despidió a


Judas Iscariote y luego estableció la Cena del Señor. Esta comida
sustituyó a la Pascua judía y, por esa razón, debe celebrarse una sola
vez al año.

El Evangelio de Mateo explica lo que pasó: “Jesús tomó un pan


y, después de decir una bendición, lo partió y, dándolo a los
discípulos, dijo: ‘Tomen, coman. Esto significa mi cuerpo’. También,
tomó una copa y, habiendo dado gracias, la dio a ellos, diciendo:
‘Beban de ella, todos ustedes; porque esto significa mi “sangre del
pacto”, que ha de ser derramada a favor de muchos para perdón de
pecados’” (Mateo 26:26-28).

Hay quienes creen que Jesús convirtió realmente el pan en su carne,


y el vino en su sangre. Sin embargo, el cuerpo de Jesús seguía
entero cuando él ofreció el pan. ¿Puede decirse entonces que
comieron de verdad los apóstoles la carne de Jesús y bebieron su
sangre? No, pues eso habría sido un acto de canibalismo y una
violación de la ley de Dios (Génesis 9:3, 4; Levítico 17:10).
Según Lucas 22:20, Jesús dijo: “Esta copa significa el nuevo pacto en
virtud de mi sangre, que ha de ser derramada a favor de ustedes”.
¿Se convirtió de verdad la copa en “el nuevo pacto”? Eso es
imposible, pues un pacto es un acuerdo; no se trata de un objeto
material.

Por lo tanto, el pan y el vino son solo símbolos. El pan representa el


cuerpo perfecto de Cristo. Jesús utilizó un pan que sobró de la cena
de la Pascua, hecho sin levadura o fermento de ningún tipo (Éxodo
12:8). A menudo, la Biblia emplea la levadura como símbolo del
pecado o la corrupción. Así pues, el pan representa el cuerpo
perfecto que Jesús sacrificó, un cuerpo libre de pecado (Mateo
16:11, 12;1 Corintios 5:6, 7; 1 Pedro 2:22; 1 Juan 2:1, 2).

El vino tinto representa la sangre de Jesús, la cual da validez al nuevo


pacto. Jesús indicó que derramaría su sangre “para perdón de
pecados”. Gracias a ella, algunos seres humanos son considerados
puros a los ojos de Jehová y entran en el nuevo pacto con él
(Hebreos 9:14; 10:16, 17).

¿Quiénes tienen derecho a comer el pan y beber el vino que se usan


como emblemas en la Conmemoración? De acuerdo con lo que
hemos visto, solo deben hacerlo quienes forman parte del nuevo
pacto, es decir, quienes tienen la esperanza de ir al cielo. El espíritu
santo de Dios les da la convicción de que han sido elegidos para ser
reyes en el cielo (Romanos 8:16). Estas personas también forman
parte del pacto para el Reino con Jesús (Lucas 22:29).

Ahora bien, ¿qué hacen quienes esperan vivir eternamente en una


Tierra convertida en un paraíso? Tal como Jesús mandó, asisten a la
Cena del Señor y muestran su respeto al estar presentes, aunque
no participan de los emblemas. Los testigos de Jehová celebran la
Cena del Señor una vez al año, después de la puesta del Sol con la
que comienza el día 14 de nisán. Aunque en el mundo entero solo
hay unos pocos miles de personas que afirman tener la esperanza
celestial, esta celebración es importantísima para todos los cristianos.
Es una ocasión que les permite meditar sobre el inmenso amor de
Jehová Dios y Jesucristo (Juan 3:16).

https://www.gotquestions.org/Espanol/comunion-Cristiana.html

¿Cuál es la importancia de la Cena del


Señor / Comunión Cristiana?
Pregunta: "¿Cuál es la importancia de la Cena del Señor / Comunión
Cristiana?"

Respuesta: Un estudio de la Cena del Señor es una experiencia que estremece el


alma por el profundo significado que representa. Fue durante la antigua
celebración de la Pascua, en la tarde de Su muerte, que Jesús instituyó una
nueva y significativa cena que celebramos hasta el día de hoy. Es una parte
integral de la adoración cristiana. Nos hace recordar la muerte y resurrección del
Señor, mirando hacia el futuro, esperando Su regreso en gloria.

La Pascua era la festividad anual más sagrada de la religión judía. Conmemoraba


la última plaga en Egipto, cuando los primogénitos de los egipcios murieron y los
israelitas fueron perdonados por la sangre del cordero que fue rociada en los
postes de sus puertas. Las familias asaron el cordero y se lo comieron con pan sin
levadura. El mandato de Dios era que esta festividad fuera celebrada a través de
todas las generaciones futuras. La historia se registra en Éxodo 12.

Durante la celebración de la pascua, Jesús tomó un pedazo de pan y dio gracias a


Dios. Mientras partía el pan y se los daba, Él dijo, “Tomad, comed; esto es Mi
cuerpo que por vosotros es partido”. Asimismo, tomó también la copa, después
de haber cenado. Les dio la copa, y bebiendo ellos de ella, Él dijo; “Esta copa es
el Nuevo Pacto en Mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis en
memoria de Mí”. Después Él concluyó la fiesta cantando un himno (Mateo 26:30)
y todos salieron esa noche al Monte de los Olivos. Fue ahí donde Jesús fue
traicionado por Judas, como se predijo. El día siguiente Él fue crucificado.

Los relatos de la Cena del Señor se encuentran en los Evangelios de Mateo 26:26-
29, Marcos 14:17-25, Lucas 22:7-22, y Juan 13:21-30. El apóstol Pablo escribió
sobre la Cena del Señor en 1 Corintios 11:23-29. Pablo incluye una declaración
que no se encuentra en los Evangelios: “De manera que cualquiera que comiere
de este pan o bebiere de esta copa del Señor indignamente, será culpado del
cuerpo y de la sangre del Señor. Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y
coma así del pan, y beba de la copa. Porque el que come y bebe indignamente,
sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí” (1 Corintios 11:27-
29). Podríamos preguntar qué significa el participar del partimiento del pan y de
la copa “de manera indigna”. Puede significar el tomar con indiferencia el
verdadero significado del pan y de la copa, olvidando el tremendo precio que
nuestro Salvador pagó por nuestra salvación. O puede significar el permitir que la
ceremonia se vuelva un ritual muerto y rutinario, o venir a la mesa con un
pecado sin confesar. Para guardar la instrucción de Pablo, cada uno debe
examinarse a sí mismo antes de comer del pan y beber de la copa.

Otra declaración que hace Pablo, y que no está incluida en los Evangelios es,
“Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la
muerte del Señor anunciáis hasta que Él venga” (1 Corintios 11:26). Esto
establece un tiempo límite para la ceremonia – hasta que Él venga. De estas
breves declaraciones, aprendemos cómo utilizó Jesús dos de los elementos más
frágiles como símbolos de Su cuerpo y sangre, y los instituyó como un
monumento a Su muerte. No fue un monumento de mármol tallado o figuras de
bronce, sino de pan y jugo de uva.

Él declaró que el pan simbolizaba Su cuerpo, el cual sería partido – ningún hueso
Suyo fue quebrado, pero Su cuerpo fue tan terriblemente flagelado que apenas
era reconocible (Salmo 22:12-17; Isaías 53:4-7). El jugo de uva hablaba de Su
sangre, indicando la terrible muerte que en breve Él experimentaría. Él, el
perfecto Hijo de Dios, se convirtió en el cumplimiento de incontables profecías
del Antiguo Testamento concernientes al Redentor (Génesis 3:15; Salmo
22; Isaías 53, etc.). Cuando Él dijo: “Haced esto en memoria de Mí”, Jesús indicó
que esta era una ceremonia que debía ser practicada en el futuro. También
indicaba que la Pascua, que requería la muerte de un cordero y señalaba al
futuro la venida del Cordero de Dios que quitaría el pecado del mundo, se
cumplía en la Cena del Señor. El Nuevo Pacto tomó su lugar cuando Cristo, el
Cordero de Pascua, fue sacrificado (1 Corintios 5:7; Hebreos 8:8-13). Este
sistema sacrificial ya no era necesario (Hebreos 9:25-28). La Cena del Señor o
Comunión Cristiana, es un recuerdo de lo que Cristo hizo por nosotros y una
celebración de lo que recibimos como resultado de Su sacrificio.
https://www.escuelabiblica.com/estudios-biblicos-1.php?id=88

Estudio bíblico: La institución de la


Cena del Señor - Marcos 14:12-25
Serie: El Evangelio de Marcos
Autor: Luis de Miguel

Email: estudios@escuelabiblica.com

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Institución de la Cena del Señor - Marcos


14:12-25
(Mr 14:12-25) "El primer día de la fiesta de los panes sin
levadura, cuando sacrificaban el cordero de la pascua, sus
discípulos le dijeron: ¿Dónde quieres que vayamos a preparar
para que comas la pascua? Y envió dos de sus discípulos, y les
dijo: Id a la ciudad, y os saldrá al encuentro un hombre que
lleva un cántaro de agua; seguidle, y donde entrare, decid al
señor de la casa: El Maestro dice: ¿Dónde está el aposento
donde he de comer la pascua con mis discípulos? Y él os
mostrará un gran aposento alto ya dispuesto; preparad para
nosotros allí. Fueron sus discípulos y entraron en la ciudad, y
hallaron como les había dicho; y prepararon la pascua. Y cuando
llegó la noche, vino él con los doce. Y cuando se sentaron a la
mesa, mientras comían, dijo Jesús: De cierto os digo que uno de
vosotros, que come conmigo, me va a entregar. Entonces ellos
comenzaron a entristecerse, y a decirle uno por uno: ¿Seré yo?
Y el otro: ¿Seré yo? El, respondiendo, le dijo: Es uno de los
doce, el que moja conmigo en el plato. A la verdad el Hijo del
Hombre va, según está escrito de él, mas ¡ay de aquel hombre
por quien el Hijo del Hombre es entregado! Bueno le fuera a ese
hombre no haber nacido. Y mientras comían, Jesús tomó pan y
bendijo, y lo partió y les dio, diciendo: Tomad, esto es mi
cuerpo. Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio; y
bebieron de ella todos. Y les dijo: Esto es mi sangre del nuevo
pacto, que por muchos es derramada. De cierto os digo que no
beberé más del fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba
nuevo en el reino de Dios."

Introducción
En los relatos anteriores hemos considerado la venida oficial del
rey a Jerusalén, la historia de su rechazo y el anuncio de su
muerte. Sin embargo, ese no sería el fin, por eso también nos
ha hablado de su resurrección y de su regreso en gloria. Marcos
nos lleva ahora a la noche en la que Jesús celebró la última
pascua con sus discípulos. El momento se reviste de mucha
importancia, porque fue entonces cuando Jesús se despidió de
sus discípulos. Después de cenar irían al huerto de Getsemaní,
donde el Señor sería arrestado y los discípulos dispersados, así
que no volverían a verle hasta después de su resurrección.
Marcos apenas dedica espacio en su evangelio para explicar
todo lo que Jesús dijo e hizo durante esta última cena, por eso
recomendamos la lectura de los capítulos 13 al 17 del evangelio
de Juan donde encontramos abundante información
complementaria.
Por otro lado, Marcos da mucho relieve a aquella cena porque
en ella se celebraba la pascua y se comía el cordero que había
sido sacrificado unas horas antes. No debemos olvidar que
tanto la pascua como el cordero, eran símbolos que iban a
cumplirse en Cristo (1 Co 5:7).

Pero una vez más, el evangelista va a mostrarnos grandes


verdades por medio de fuertes contrastes. Todos sabemos que
en el judaísmo la pascua era una fiesta anual en la que se
celebraba la liberación que Dios había hecho de los israelitas
cuando estaban esclavos en Egipto. Además era un tiempo de
comunión y solidaridad entre el pueblo que se expresaba con
una comida fraternal. Pero Cristo vivió aquella pascua de una
forma muy diferente. Por un lado, Marcos coloca la celebración
entre dos anuncios, uno de traición (Mr 14:18), y otro de
abandono (Mr 14:26-27) de dos de sus discípulos, lo que
resalta la soledad de Cristo, acrecentada aun más por su
relato en el huerto de Getsemaní donde Jesús quedó sólo en
oración. Y por otro lado, después de esto, vino su arresto (Mr
14:32-50), con lo que nos muestra que para Jesús aquella no
fue una fiesta de liberación. Y viendo todo esto, aun nos
parecen más elocuentes y significativas las palabras que Jesús
pronunció al sentarse a la mesa: "¡Cuánto he deseado comer
con vosotros esta pascua antes que padezca!" (Lc 22:14).

Bueno, pues teniendo todo esto en mente, vamos a considerar


el pasaje que tenemos delante y que el evangelista ha dividido
claramente en tres partes:
Los preparativos para la cena pascual (Mr 14:12-16).
El anuncio de la traición de Judas (Mr 14:17-21).
La institución de la Cena del Señor (Mr 14:22-25).

"El primer día de la fiesta de los panes sin


levadura"
La fiesta de la pascua iba unida a la fiesta de los panes sin
levadura. La primera sólo duraba un día, y era el momento en
que se sacrificaba el cordero pascual, mientras que la segunda
duraba siete días.

(Lv 23:5-6) "En el mes primero, a los catorce del mes, entre
las dos tardes, pascua es de Jehová. Y a los quince días de
este mes es la fiesta solemne de los panes sin levadura a
Jehová; siete días comeréis panes sin levadura."

Ambas fiestas se celebraban juntas y por esta razón podemos


encontrarnos que los evangelistas se refieren indistintamente
a esta semana como la fiesta de la pascua o de los panes sin
levadura.

Marcos nos aclara que la noche en que Jesús cenó con sus
discípulos fue la misma en la que se sacrificaba el cordero de
la pascua, lo que nos coloca en el primer día de la fiesta. Esto
ha creado un problema a algunos, porque el evangelista Juan
dice que cuando Jesús fue crucificado posteriormente era la
"preparación de la pascua" (Jn 19:31), lo que les lleva a
pensar que la cena a la que Marcos se refiere no pudo haber
sido en el primer día de la pascua, sino antes. Seguramente,
la cuestión se aclara en gran medida si pensamos que Juan se
refiere a la pascua como a la semana entera de la fiesta, en la
que además cada día había que sacrificar diferentes corderos.

En cualquier caso, no debemos dejar de notar la importancia


del hecho de que ese era el día "cuando se sacrificaba el
cordero de la pascua". A lo largo del pasaje veremos que
intencionadamente, el evangelista relaciona el cordero
sacrificado en la pascua, con el sacrificio que Jesús, el
verdadero Cordero de Dios, iba a realizar unas horas después.
Notemos esta relación:
En ambos casos, fue por medio de la sangre de un cordero, que
aquellos que pusieron su confianza en ella, fueron librados de la
ira de Dios. En Egipto, los israelitas que pusieron la sangre en el
dintel y los postes de las puertas no fueron heridos por el ángel
exterminador (Ex 12:22-23). De la misma manera, aquellos que
confían en el sacrificio de Cristo y son lavados por su sangre,
también serán librados de la ira venidera.
Además, en ambos casos, el sacrificio del cordero pascual,
marcaba el fin de la esclavitud y el comienzo de un nuevo
pueblo libre. En el caso de los israelitas, significó el fin de su
esclavitud en Egipto y el comienzo de su vida nacional (Ex 12:1-
3) (Dt 16:1). Y por otro lado, el sacrificio de Cristo supuso el fin
de la esclavitud del pecado y el comienzo de un nuevo pueblo,
la Iglesia.

Preparando un lugar para comer la pascua


Los discípulos preguntaron a Jesús dónde quería que fueran a
preparar para que comiera la pascua. Sin duda su
preocupación era razonable, sobre todo si tenemos en cuenta
que miles de judíos habían llegado en esos días a Jerusalén
con el mismo propósito, lo que hacía que la ciudad estuviera
abarrotada de peregrinos que ocupaban todos los
alojamientos.
Pero Cristo no había dejado nada a la improvisación, así que
envió a dos de sus discípulos, Pedro y Juan (Lc 22:8), con
instrucciones precisas para encontrar el lugar donde debían
preparar la pascua. Notamos, sin embargo, que no les indicó
una dirección concreta, sino que les dio indicaciones que les
llevarían a ella. La razón para esto la tenemos que encontrar
en el hecho de que en aquellos días Jerusalén era un lugar
hostil para Cristo, y que muchos allí estaban buscando la
ocasión para prenderle de forma clandestina. Así que, salvo
estos dos discípulos, nadie más sabía el lugar exacto donde se
iban a reunir, y por supuesto, tampoco Judas, que no habría
tardado en utilizar esta valiosa información para cumplir con el
trato que había hecho con los principales sacerdotes para
entregarles a Jesús. Todo esto era muy triste; estaba en
Jerusalén, la propia ciudad del Rey, pero las autoridades
habían puesto precio a su cabeza y la ciudad se había
convertido en el cuartel general aquí en la tierra de la rebelión
contra el Rey.

Por otro lado, esta circunstancia nos sirve también para


aprender que el Señor no siempre guía a sus siervos
indicándoles directamente el lugar concreto a donde los va a
llevar, sino que en muchas ocasiones utiliza circunstancias y
personas para conducirlos hasta allí (1 S 10:1-6). Por eso se
hace imprescindible tener una voluntad rendida a su Palabra.

En cuanto al aposento, no sabemos quién era la persona que


lo puso a disposición del Maestro y sus discípulos, pero
debemos suponer que era un lugar espacioso y bien
preparado. Se nos dice que era un "aposento alto", lo que
quiere decir que era un piso superior que las casas judías
grandes tenían, y al que se accedía por una escalera exterior,
lo que le confería bastante independencia.
También se nos dice que el aposento ya estaba dispuesto, así
que se hallaría provisto de mesa y divanes, además de los
vasos y otros enseres necesarios. Siguiendo las indicaciones
de la ley, el dueño de la casa habría limpiado anteriormente el
lugar de cualquier partícula de pan leudado que pudiera haber
en ella. Pero aun así, los discípulos todavía tendrían que
realizar diferentes preparativos, en especial todo lo
relacionado con el cordero que habrían de comer. Ellos
tendrían que conseguir un animal que habrían de llevar al
templo donde lo matarían. Luego el sacerdote recogería la
sangre del cordero y la rociaría sobre el altar. Después lo
despellejaría y le extraería las entrañas y la grosura, que
también serían quemadas sobre el altar. Luego los discípulos
llevarían el cordero a la casa para asarlo. A todo esto hay que
añadir también algunas compras que tendrían que realizar,
como el pan sin levadura, las hierbas amargas, el vino...

Cuando todo estuvo listo, ya en la noche, Jesús llegó allí junto


con los doce para comer la pascua en recuerdo de la salida de
la esclavitud de Egipto y como signo de amistad entre ellos.

Una vez en el aposento alto, todos se sentaron a la mesa, y


como parece que sólo estaban ellos, sin que les atendiera
ningún sirviente, ninguno de los discípulos se prestó a lavar
los pies de los presentes tal como era la costumbre, por eso
Juan nos dice que fue el Señor Jesucristo quien se ciñó una
toalla y poniendo agua en un lebrillo comenzó a lavar los pies
de los discípulos (Jn 13:4-5). Después de esto, él también se
sentó a la mesa. Bueno, realmente habría que decir que se
"reclinó" a la mesa, puesto que ellos comían casi tumbados,
apoyados sobre un brazo. Este detalle es importante para
comprender algunas escenas de lo que ocurrió más adelante
en esa noche. Es una pena que hasta artistas como Leonardo
da Vinci, en su obra de la "Última Cena", ha pintado a Jesús y
los discípulos sentados a la mesa en lugar de reclinados.
"Uno de vosotros, que come conmigo, me va a
entregar"
En esa noche el Señor iba a anunciar el establecimiento de su
reino, y fue entonces cuando sacó a la luz que Satanás había
logrado infiltrar en aquel aposento alto a un traidor que
estudiaba cada uno de sus movimientos con el fin entregarlo a
los principales sacerdotes para que lo mataran. Sin embargo,
aunque pareciera que esta sorprendente contrariedad podía
echar a perder todos los planes de Cristo, en realidad, iba a
servir para cumplirlos.

Nada de lo que allí estaba ocurriendo quedaba fuera de los


planes de Dios, y aun el hecho de que fuera uno de los
discípulos íntimos del Señor, esto también había sido
anunciado antes por las Escrituras:

(Sal 41:9) "Aun el hombre de mi paz, en quien yo confiaba, el


que de mi pan comía, alzó contra mí el calcañar."

Es interesante recordar el contexto de este salmo. En él, el rey


David se estaba refiriendo muy probablemente a Ahitofel, uno
de sus consejeros íntimos que le traicionó uniéndose a Absalón
cuando éste dio un golpe de estado contra él para hacerse con
el reino. Es interesante la forma en que Ahitofel fue un tipo de
Judas: Ambos comían de la mesa del rey de Israel; Ahitofel de
la de David y Judas de la de Cristo; ambos traicionaron a sus
respectivos soberanos; y ambos se suicidaron al fracasar sus
malvados planes.
Otro detalle importante es que cuando Jesús se refiere a la
persona que le iba a entregar, dijo de él que era alguien "que
come conmigo", y el salmo aclara: "el que de mi pan comía".
Judas nunca se había negado a comer del pan de Cristo, de
hecho, durante esa última cena, Jesús le dio un bocado de pan
mojado en la salsa y él no lo rechazó (Jn 13:26). En el Oriente
Medio, ser invitado a comer a la misma mesa era señal de
confianza y amistad íntima (Rt 2:14). Y por supuesto, si
después de aceptar la hospitalidad de alguien, luego lo
injuriaba o traicionaba, eso sería considerado algo
especialmente grave. Pero si tratar así a cualquier persona
sería algo vergonzoso, hacerlo al mismo Hijo de Dios era el
colmo de la maldad.

Sin embargo, estaremos equivocados si creemos que la


actitud de Judas ha sido un episodio aislado de traición contra
el Hijo de Dios. ¡Cuántas personas hay que aceptan los dones
que Dios les ofrece, pero que después no tienen ningún tipo
de amor hacia él, y tampoco dudan en rechazarle! No
debemos olvidar que este mundo ha sido creado por Dios y le
pertenece a él, y por lo tanto, todo cuanto podemos disfrutar
aquí, se lo debemos a él. Sin embargo, millones de personas
no dan ninguna muestra de agradecimiento, ni de amor, ni
lealtad hacia Dios. De hecho, lo ignoran completamente y no
están dispuestos a dedicarle ningún tiempo de sus vidas. Son
como Judas, que no puso ningún tipo de reparo para aceptar
los altos privilegios que Jesús le había dado, pero que todo lo
que fue capaz de hacer fue fingir amor y amistad hacia él.
Si lo pensamos bien, la actitud de Judas es un pecado muy
antiguo. Ya en el huerto del Edén, Satanás tentó a Adán y Eva
haciéndoles creer que podían disfrutar de la vida,
independientemente de Dios, sin tenerle en cuanta a él, ni a
su Palabra. Les mostró el árbol del conocimiento del bien y del
mal y les hizo creer que si comían de él ya no necesitarían a
Dios y podrían seguir disfrutando de todas las demás cosas a
un nivel superior. De hecho, lo que les estaba planteando, era
que el verdadero obstáculo para disfrutar plenamente de la
vida, era Dios y sus "absurdas" prohibiciones. Adán y Eva
creyeron esta mentira, e intentaron disfrutar de los regalos de
Dios al margen de una relación íntima de amistad con él. A
partir de ahí, las cosas se convirtieron en un fin en sí mismas,
y Dios era un obstáculo para disfrutarlas plenamente. Y
básicamente, esta era la actitud de Judas: recibía los regalos
de Cristo, pero no quería tener amistad con él, de hecho, llegó
a pensar que Jesús era el obstáculo para el pleno desarrollo de
sus planes personales, y por esto no dudó en venderle por
unas monedas de plata.

Este es el pecado más característico del mundo. Pero Dios


quiere crear un pueblo santo, con una actitud completamente
diferente. El nos da muchas cosas bellas y quiere que las
disfrutemos abundantemente, pero dentro de una relación de
amistad con él (1 Ti 6:17). En esto consiste la verdadera
santidad.

Judas participaba de la cena junto a Cristo simulando amistad,


de hecho, ya llevaba mucho tiempo haciéndolo, pero esto
había desembocado en una actitud de amargura y
resentimiento, que finalmente le llevaron a traicionarle. ¡Y
cuidado! Porque si nosotros fingimos espiritualidad sin haber
nacido de nuevo, tarde o temprano terminaremos por
manifestar lo que somos en realidad.
Pero, por supuesto, Cristo sabía lo que estaba ocurriendo en la
mente y el corazón de Judas, y anunció su traición antes de
que ésta ocurriera para que los demás discípulos supieran que
no había sido engañado por él. Una vez más vemos que Jesús
tenía el control absoluto de la situación y que nada le cogía
por sorpresa.

"Comenzaron a entristecerse, y a decirle uno


por uno: ¿Seré yo?"
El Señor no declaró en ese mismo momento cuál de los doce
discípulos era el que le iba a entregar, lo que dio la
oportunidad para que cada uno de ellos se examinase a sí
mismo.

Pero, ¿por qué preguntaron esto? Tal vez porque sabían que
sus propios corazones estaban inclinados hacia el mal y por lo
tanto desconfiaban de sí mismos. Por supuesto, esta actitud
habría sido muy saludable, pero más probablemente, lo que
querían decir era algo así como, "¡Seguro que no soy yo!". Y la
razón por la que "comenzaron a entristecerse", tenía que ver
con la idea de que Jesús pudiera pensar así de ellos, por lo
que estarían esperando que él confirmara que no eran ellos.

Notamos también que ninguno de ellos pensó que Judas


pudiera ser el traidor, y, como era de esperar, él también
preguntó lo mismo que los demás: "¿Soy yo, Maestro?" (Mt
26:25). Pero estaba claro que aunque con su hipocresía había
conseguido engañar a sus compañeros, no había podido
ocultar sus verdaderas intenciones a Cristo.
No obstante, aquí tenemos una lección importante para
nosotros. En unos momentos Jesús iba a instituir la Cena del
Señor, y la pregunta que hizo a los discípulos les obligaba a
examinarse a sí mismos antes de participar de ella. Cuando el
apóstol Pablo enseñó sobre este tema incidió en lo mismo:

(1 Co 11:28) "Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y


coma así del pan, y beba de la copa."

Una observancia adecuada de la Cena del Señor debe estar


precedida por el autoexamen. El que participa de una manera
descuidada o indigna, acarrea sobre sí mismo el juicio del
Señor:

(1 Co 11:31-32) "Si, pues, nos examinásemos a nosotros


mismos, no seríamos juzgados; mas siendo juzgados, somos
castigados por el Señor, para que no seamos condenados con
el mundo."

Es importante tener en cuenta que cuando el creyente toma el


pan y el vino lo hace en comunión con sus hermanos, por eso
será necesario examinar también nuestra relación con ellos.

(Mt 5:23-24) "Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te


acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu
ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu
hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda."

"¡Ay de aquel hombre por quien es entregado el


Hijo del Hombre!"
Todo cuanto le estaba sucediendo al Hijo del Hombre era lo
que estaba escrito acerca de él, pero sin embargo, esto no
anulaba la culpa del hombre que le entregaba o de aquellos
que le crucificaron.
Esto es así porque Dios en su soberanía nos ha dado
voluntades que son libres, con el fin de que lleguemos a
conocerle y entablemos con él una relación de amistad y de
amor. El no nos ha hecho como robots que están
determinados por una programación establecida de antemano.
Es por esta misma razón que somos responsables de todas
aquellas elecciones morales que tomamos. Aunque, por
supuesto, Dios no deja de invitarnos por su amor, y también
de advertirnos con su Palabra.

Por lo tanto, no debemos pensar en Judas como en un robot


destinado a cumplir la profecía (Sal 41:9), sino como un
hombre que con su pecado desperdició todas las
oportunidades que Dios le dio. Judas podía haber evitado
hacer lo que hizo, y por esta razón Jesús le advirtió
discretamente cuando todos estaban sentados a la mesa y le
ofreció el bocado de pan especial al final de la cena como una
muestra de su amor, en un último intento de persuadirle para
que cambiara (Jn 13:26-27). Pero Judas rechazó las
advertencias y también el amor de Jesús y esto abrió la puerta
para que finalmente Satanás entrara en él.

Judas no fue determinado por la Escritura ni empujado por el


Señor a hacer lo que hizo, y por esa causa, Jesús añadió sobre
él unas de las palabras más solemnes y terribles que jamás
pronunció: "bueno le fuera a aquel hombre no haber nacido".
Y como sabemos, la actitud de Judas no tardó en traerle
mucha miseria, remordimiento, y por fin el suicidio (Mt 27:3-
5).
De otra manera, ¿qué sentido tenía hacer advertencias a
alguien que de antemano estaba predestinado por Dios a
entregar a su propio Hijo? ¿No pondría esto en duda la
sinceridad con la que Jesús le estaba ofreciendo su amor a
Judas, si al mismo tiempo no le daba ninguna posibilidad de
cambiar?

Por el contrario, lo que vemos es que Dios respetó la voluntad


de Judas, aunque ésta estuviera en contra de su propia
voluntad divina. Y del mismo modo se comporta también con
nosotros. Por esta razón, al final somos los únicos
responsables de nuestros propios actos y pecados.

Pero debemos decir también que nunca la voluntad humana


puede impedir que los planes de Dios se cumplan. Los mismos
discípulos tendrían que reflexionar después de que Jesús
muriera en la cruz, que aquella muerte no significó el triunfo
de sus enemigos, sino la realización del soberano plan de la
gracia de Dios y su plena victoria (Hch 2:22-24).

La institución de la cena del Señor


Concluyendo la cena pascual, Jesús tomó el pan y el vino y les
dio nuevos significados, instituyendo lo que conocemos como
la Cena del Señor.

Lo primero que notamos es la sencillez tanto de la narración,


como de lo que Jesús hizo. ¡Que bueno hubiera sido que los
hombres no se hubieran desviado de esta sencillez al celebrar
la Cena que Jesús instituyó!
Por otro lado, si prestamos la debida atención, nos daremos
cuenta de que con unas pocas palabras, Jesús hizo referencia
a tres textos cruciales del Antiguo Testamento: El antiguo
pacto del Sinaí (Ex 24:3-8), el nuevo pacto anunciado por el
profeta Jeremías (Jer 31:31-34), y finalmente, la promesa del
siervo de Dios que carga con el pecado de muchos y así
obtiene la salvación para ellos y que encontramos en Isaías (Is
53:12). Iremos viendo todo esto en detalle más adelante.

1. "Dio gracias"

El Señor comenzó dando gracias (en griego "Eucaristía"). Es


importante subrayar este hecho, porque muchos han
interpretado, sin base bíblica, que lo que Jesús hizo fue
"consagrar" el pan y el vino, cuando en realidad lo único que
hizo fue "dar gracias".

Pero, en esas circunstancias tan adversas y dramáticas por las


que Jesús pasaba, ¿cuál era la razón por la que podía dar
gracias? Sin duda, su actitud nos sorprende, porque nosotros
normalmente no actuamos así. Pero Jesús era diferente, y a
pesar del profundo dolor que inundaba su alma, y viendo con
claridad que la obra de la cruz que se disponía a realizar iba a
implicar la separación temporal con su Padre (Mt 27:46), sin
embargo, también podía ver de forma anticipada, que el
cumplimiento de esa obra encomendada serviría para glorificar
a su Padre, y el poder hacerlo le llenaba de gratitud, a pesar
del hondo sufrimiento (Jn 17:4). Además, Jesús sabía que el
Padre no le abandonaría a la muerte (Sal 16:10) (Hch 2:25-
28), y por eso podía dar gracias anticipadamente pensando en
su resurrección.

Y de la misma manera, sea cual sea nuestra situación al


participar de la Cena del Señor, en Cristo y en su obra a
nuestro favor, siempre podemos encontrar motivos para la
gratitud.
2. "Esto es mi cuerpo", "esto es mi sangre"

Ha habido diferentes interpretaciones sobre lo que Jesús quiso


decir con estas palabras. ¿Debemos entenderlas como que el
pan y el vino eran símbolos de su cuerpo y sangre, o tal vez
que de alguna manera se transformaban en su cuerpo y
sangre? ¿En qué sentido está presente Cristo en la Santa
Cena? La respuesta a estas preguntas ha creado profundas
divisiones entre las diferentes confesiones llamadas cristianas.
Para entender el asunto es necesario hacer un poco de
historia.

A lo largo de la Edad Media, se fue acentuando la creencia de


que el cuerpo y la sangre literales de Cristo están presentes en
el pan y el vino, y por lo tanto, pueden transferir la gracia del
Señor y santificar a aquellos que participaban de ellos.

En el Concilio de Trento, la Iglesia Católica reafirmó estas


doctrinas de la Edad Media, y han perdurado hasta nuestros
días. Ellos sostienen que en el momento en que el sacerdote
"consagra" los elementos, son realmente transformados en el
cuerpo y la sangre literales de Cristo, juntamente con su alma
y su divinidad (transubstanciación). Por esta razón, las hostias
o partículas consagradas que se reservan o sobran después de
la comunión, pertenecen al cuerpo del Señor, y debe ser
adorado. También ha de ser paseado solemnemente en
procesiones. Por otro lado, sobre la base de la presencia real
de Cristo en el pan y el vino, durante la misa católica, Cristo
es ofrecido en sacrificio expiatorio para perdón de pecados.
Según la Iglesia Católica, este nuevo sacrificio es incruento, y
sirve para actualizar el sacrificio cruento de Cristo, reportando
los mismos beneficios que el primero. Por supuesto, esto sólo
lo puede hacer un sacerdote debidamente ordenado.
Evidentemente, cualquier persona que lea únicamente la
Biblia, sin estar influenciado por posiciones teológicas previas,
nunca llegará a deducir de las palabras de Cristo un sistema
doctrinal tan complejo. Han sido necesarios muchos siglos
para que la sencillez de la Cena que Jesús instituyó, y que los
primeros discípulos practicaron, llegara a convertirse en lo que
hoy día se practica en la Iglesia Católica.

En este punto es importante que consideremos varias cosas:


Si realmente se produce la transformación del pan y del vino en
el cuerpo y la sangre de Cristo, éste sería el único milagro de
todos los que hizo el Señor que no puede ser comprobado. Por
ejemplo, cuando Jesús convirtió el agua en vino durante las
bodas en Caná de Galilea, el maestresala después de probarlo
dijo que era un vino excelente (Jn 2:9-10).
Cuando leemos las palabras de Jesús, lo más razonable es
pensar que se estaba refiriendo al pan y al vino como símbolos
de su cuerpo y de su sangre. Esto es así por varias razones.
Primeramente, el Señor empleo un lenguaje similar en otras
muchas ocasiones ("yo soy la puerta", "yo soy el camino", "yo
soy la luz", "si alguno tiene sed venga a mí"...), y en todas ellas
nos damos cuenta que estaba usando un lenguaje metafórico,
¿por qué en esta ocasión tenía que ser diferente?. En segundo
lugar, no debemos olvidar tampoco, que en aquel momento
estaban celebrando la fiesta de la pascua, y que todo lo que allí
había eran símbolos que servían para recordar o conmemorar la
pascua que sus antepasados habían celebrado antes de salir de
Egipto. Además, la sola idea de comer literalmente el cuerpo y
la sangre de Jesús habría resultado absurda para la razón y
repugnante para la experiencia, sin olvidar tampoco, que un
judío tenía prohibido beber sangre (Lv 3:17). Y por último, en
aquella noche, Cristo estaba presente entre ellos, por lo que
necesariamente entendieron que al referirse al pan y el vino
como su cuerpo y su sangre tuvieron que interpretarlo con un
símbolo de él.
Tampoco debemos olvidar que la salvación y todos los
beneficios de la gracia de Dios nos son dados por la fe en Cristo
y en su obra en la cruz, y no por comer pan o beber vino.
Cuando en otra ocasión Jesús dijo: "El que come mi carne y
bebe mi sangre, tiene vida eterna" (Jn 6:54), algunos se
escandalizaron de estas palabras porque las interpretaron
literalmente, y él tuvo que aclarar: "las palabras que yo os he
hablado son espíritu y son vida" (Jn 6:63). Ellos debían
entender en esta forma de hablar una ilustración de lo que
significaba la fe en Cristo. No obstante, comprendemos que a la
Iglesia Católica le interese mantener esta doctrina, porque de
esta manera mantiene bajo su dominio y control la
administración de la "Persona de Cristo", dándosela únicamente
a aquellos que participan en su culto.
En cuanto a la afirmación de la Iglesia Católica de que la Cena
del Señor es la "actualización" del sacrificio de Cristo, basta
recordar las afirmaciones que encontramos en la carta a los
Hebreos en las que con toda claridad se nos dice que su
sacrificio fue único e irrepetible (He 10:12,14). Asimismo,
cualquier idea de un sacerdote que oficia el "renovado" sacrificio
de Cristo es totalmente ajeno a la enseñanza del Nuevo
Testamento.
Por último, cuando el apóstol Pablo dio diferentes explicaciones
acerca de cómo los cristianos deberían celebrar la Santa Cena,
citó las palabras de Jesús en las que por dos veces dijo: "Haced
esto en memoria de mí" (1 Co 11:24-25), lo que confirma el
carácter simbólico del pan y del vino, que nos sirven para
recordar o hacer memoria de los beneficios obtenidos por Cristo
mediante su muerte en la cruz. Además, dijo que al hacer esto
estaríamos anunciando la muerte del Señor "hasta que él
venga" (1 Co 11:26). Por lo tanto, al tomar del pan y del vino
reconocemos que Cristo no está presente de forma literal entre
nosotros, sino que esperamos su venida.

3. "Tomó pan y les dio", "Les dio la copa y bebieron de ella


todos"

Como ya hemos dicho, el tomar del pan y del vino simboliza


nuestra comunión con Cristo, pero también implica la
comunión que los creyentes tenemos al estar unidos por la
misma fe:

(1 Co 10:16-17) "La copa de bendición que bendecimos, ¿no


es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos,
¿no es la comunión del cuerpo de Cristo? Siendo uno solo el
pan, nosotros, con ser muchos, somos un cuerpo, pues todos
participamos de aquel mismo pan."

4. "Que por muchos es derramada"


Ahora bien, ¿quiénes son los "muchos" por los que Cristo
derramó su sangre?

Algunos han interpretado que se refiere únicamente a aquellos


que creen en Cristo, con lo que quedarían excluidos los que no
aceptan su sacrificio. No obstante, la Palabra nos presenta a
Jesús como el Salvador del mundo, y su sacrificio a disposición
de todas las personas.

(Jn 3:16-17) "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que


ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él
cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió
Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para
que el mundo sea salvo por él."

Podemos decir, que en aquella hora Jesús estaba tomando


sobre sí el pecado de todos los pecadores de todos los
tiempos.

Además, aunque en esa última cena sólo había judíos, el


Señor también estaba pensando e incluyendo a los gentiles.

(Jn 11:51-52) "... Jesús había de morir por la nación (judía); y


no solamente por la nación, sino también para congregar en
uno a los hijos de Dios que estaban dispersos"

Por lo tanto, su sangre derramada sellaba un pacto, no sólo


con el pueblo de Israel, sino que la humanidad entera.

"El antiguo y el nuevo pacto"


1. ¿Qué significa el término "pacto"?

Era un tratado que establecía la relación entre un soberano y


sus súbditos.
Por ejemplo, en el mundo antiguo, los emperadores
establecían tratados o pactos con los reyes vasallos a quienes
habían sometido, recordándoles de esta manera quién era el
soberano, qué beneficios les había concedido, qué
comportamiento esperaba de ellos, qué bendiciones
conseguirían si obedecían, y qué castigos recibirían si se
rebelaban contra él.

2. El antiguo pacto

Una vez que Dios hubo sacado al pueblo de Israel de la


esclavitud en Egipto, los llevó por el desierto hasta el monte
Sinaí, y allí les dio la ley con diez mandamientos principales
que luego fueron desarrollados en otros muchos. Esta ley
detallaba al pueblo el comportamiento que Dios requería de
ellos, así como las maldiciones que vendrían sobre ellos si
quebrantaban este pacto (Dt 27:11-26) (Dt 28:15-68), al
igual que las bendiciones que recibirían si los guardaban (Dt
28:1-14). El momento en que el pueblo aceptó este pacto lo
encontramos en Exodo:
(Ex 24:3-8) "Y Moisés vino y contó al pueblo todas las
palabras de Jehová, y todas las leyes; y todo el pueblo
respondió a una voz, y dijo: Haremos todas las palabras que
Jehová ha dicho. Y Moisés escribió todas las palabras de
Jehová, y levantándose de mañana edificó un altar al pie del
monte, y doce columnas, según las doce tribus de Israel. Y
envió jóvenes de los hijos de Israel, los cuales ofrecieron
holocaustos y becerros como sacrificios de paz a Jehová. Y
Moisés tomó la mitad de la sangre, y la puso en tazones, y
esparció la otra mitad de la sangre sobre el altar. Y tomó el
libro del pacto y lo leyó a oídos del pueblo, el cual dijo:
Haremos todas las cosas que Jehová ha dicho y
obedeceremos. Entonces Moisés tomó la sangre y roció sobre
el pueblo, y dijo: He aquí la sangre del pacto que Jehová ha
hecho con vosotros sobre todas estas cosas."

Aquí está descrito el antiguo pacto que Dios hizo con Moisés y
el pueblo de Israel. No hemos de dejar de notar dos elementos
fundamentales en el establecimiento del pacto: la ley y la
sangre. Primeramente Moisés leyó al pueblo todas las palabras
de la ley de Dios, y ellos se comprometieron a cumplirlas:
"Haremos todas las palabras que Jehová ha dicho". Después
se hicieron varios sacrificios, y Moisés dividió la sangre de los
animales en dos partes iguales, y roció la mitad de ella sobre
el altar, como un símbolo de Dios, y la otra mitad sobre el
pueblo, quedando así sellado el pacto: "He aquí la sangre del
pacto que Jehová ha hecho con vosotros". Sin lugar a dudas,
las palabras que Jesús pronunció en el aposento alto ("Esto es
mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada"),
tuvieron que sonar a los discípulos como un eco de estas otras
que leemos aquí.
Si analizamos este pacto antiguo, tenemos que decir que se
trataba de un pacto bilateral, en el que las dos partes (Dios y
el pueblo) tenían condiciones que cumplir. Así pues, si los
israelitas rompían su parte del pacto desobedeciendo la ley,
Dios traería sobre ellos la maldición por su desobediencia. Por
el contrario, si el pueblo obedecía, Dios cumpliría su parte del
pacto bendiciéndoles.

¿Qué ocurrió después? ¿Cuál fue el resultado de este pacto? A


pesar de que los israelitas recibieron con mucho entusiasmo el
pacto y prometieron rápidamente cumplir su parte, la triste
realidad es que inmediatamente después de que Moisés
terminara de dar la ley al pueblo, ellos se hicieron un becerro
de oro y le adoraron, diciendo: "Israel, estos son tus dioses
que te sacaron de la tierra de Egipto" (Ex 32:4). Dejaron claro
que no estaban dispuestos a sujetarse a la ley que Dios les
había dado: "Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra
de Egipto, de casa de servidumbre. No tendrás dioses ajenos
delante de mí. No te harás imagen..." (Ex 20:2-4). Y aunque
habían afirmado que harían todo lo que Jehová había
mandado, su historia recoge las continuas violaciones de la ley
de Dios.

El pacto quedó roto, y como consecuencia Dios envió al pueblo


al exilio y su templo fue destruido. El autor a los Hebreos lo
resume de esta manera: (He 8:9) "Ellos no permanecieron en
mi pacto, y yo me desentendí de ellos, dice el Señor".
Está claro que este pacto antiguo no sirve para establecer una
relación auténtica y satisfactoria con Dios. Aun así, hay
muchas personas que todavía piensan que sí es posible, y se
esfuerzan por cumplir todos los mandamientos de la ley y por
medio de sus obras alcanzar la salvación eterna. Pero se
engañan a sí mismos, no queriendo ver sus propios fracasos e
ignorando que Dios exige una obediencia absoluta y completa.
Finalmente Dios no tendrá más remedio que rechazarlos de la
misma manera que lo hizo con Israel.

3. El nuevo pacto

Así que una vez que Dios mismo había desechado el antiguo
pacto, anunció uno nuevo por medio del profeta Jeremías.

(Jer 31:31-34) "Pero este es el pacto que haré con la casa de


Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en
su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por
Dios, y ellos me serán por pueblo. Y no enseñará más ninguno
a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a
Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño
de ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque perdonaré
la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado."

Aquí encontramos los términos del nuevo pacto al que Jesús


hizo referencia al final de la última cena: "Esto es mi sangre
del nuevo pacto".

Evidentemente, el hecho de tener que establecer un nuevo


pacto, ponía en evidencia que algo había fallado en el primero,
y por lo tanto, este nuevo pacto tendría que ser establecido
bajo unas premisas diferentes. ¿Qué fallaba en el antiguo
pacto y qué tendría que tener el nuevo?
Lo que había fallado en el primer pacto no fue la ley, sino los
israelitas. Como reflexiona Pablo, "la ley a la verdad es santa,
y el mandamiento santo, justo y bueno" (Ro 7:12), pero los
israelitas, como todos los hombres, eran malos e incapaces de
cumplirla. Aquí radicaba el problema fundamental del primer
pacto: había dos partes implicadas (Dios y el hombre) y como
hemos visto, una de ellas no era capaz de cumplir sus
obligaciones, con lo que el pacto se iba a pique.

Y éste es precisamente el punto donde el nuevo pacto tenía


que ser radicalmente diferente. Ahora sólo hay una parte
implicada. Podemos verlo en los términos del pacto tal como
se enumeran en (Jer 31:34) o (He 8:10-12). Allí
comprobamos que todo lo que se dice tiene que ver con lo que
Dios hará. ¡Él lo hace todo! Y por supuesto, Dios cumplirá todo
lo que ha prometido, por lo que el pacto nunca será
quebrantado, ni el pueblo será rechazado o abandonado.

4. ¿Cuándo comienza el nuevo pacto?

Cuando durante la última cena Jesús tomó la copa y dijo "esto


es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada",
no sólo estaba inaugurando una nueva ceremonia, sino que
estaba dando comienzo a la era del nuevo testamento, la
llegada del cumplimiento de la promesa hecha por Dios por
medio de los profetas, según la cual Dios establecía un nuevo
pacto sellado por la sangre de Jesús.

Esta es una de las razones por las que el autor de Hebreos


afirma que Jesús es mediador y fiador del nuevo pacto (He
7:22) (He 8:6) (He 9:15) (He 12:24).

Los términos del nuevo pacto


Desgraciadamente, hay muchos cristianos que semana tras
semana celebran la Cena del Señor pero que no serían
capaces de recordar los términos del nuevo pacto. A
continuación los enumeramos comentándolos brevemente:

1. La ley de Dios escrita en el corazón

(He 8:10) "Pondré mis leyes en la mente de ellos, y sobre su


corazón las escribiré."

Todos sabemos que los diez mandamientos del antiguo pacto


fueron escritos sobre piedra. Éstos le decían a la gente lo que
debía hacer, pero no suplían el poder para hacerlo. Además,
en muchas ocasiones, las normas de la ley de Dios iban en
contra de sus deseos y pasiones interiores, por lo que con
frecuencia llegaba a ser odiosa. Así que, el hombre
comprobaba una y otra vez su incapacidad, e incluso su falta
de deseo por cumplir la ley. Y en tal caso, si llegaba a
obedecerla, sería por temor al castigo, pero nunca lo haría con
gozo y por amor.

La diferencia en el nuevo pacto, no es que Dios haya cambiado


su ley, puesto que el carácter moral de Dios sigue siendo el
mismo, y sus exigencias para con el hombre tampoco han sido
rebajadas. La diferencia está en que en el nuevo pacto, Dios
da un nuevo corazón al hombre que desea agradar y sujetarse
a los principios de Dios, le provee de una nueva naturaleza, de
hecho le da la verdadera naturaleza de Dios, y también le
provee un nuevo poder para cumplir la ley por medio de su
Espíritu Santo. El apóstol Juan denomina al proceso por el que
esto ocurre "nuevo nacimiento" (Jn 3:3-6).
Por supuesto, se trata de algo mucho más profundo que
simplemente "escribir sus leyes en la mente" para que las
podamos recordar. El Espíritu Santo obra a nivel de la mente y
de la voluntad del creyente. Ilumina nuestra mente,
"alumbrando los ojos de nuestro entendimiento" (Ef 1:18),
pero también produce en nosotros "así el querer como el
hacer" (Fil 2:13). Crea en nosotros una nueva disposición, una
nueva voluntad, nuevos deseos, nuevos pensamientos, nuevas
ambiciones y nuevos propósitos, al mismo tiempo que nos
imparte el poder para llevarlos a cabo. Esto es lo que
garantiza que esta parte del pacto se cumpla.

2. Nos adopta como pueblo suyo

(He 8:10) "...Y seré a ellos por Dios, y ellos me serán a mí por
pueblo"

Nos concede el increíble privilegio de llegar a formar parte de


su pueblo, de su familia. Todo esto nos introduce en una
relación de amistad, confianza y amor.

3. Un conocimiento personal de Dios

(He 8:11) "Y ninguno enseñará a su prójimo, ni ninguno a su


hermano, diciendo: Conoce al Señor; porque todos me
conocerán, desde el menor hasta el mayor de ellos."

Otro aspecto del pacto es que el creyente disfruta de un


conocimiento íntimo de Dios en su experiencia personal. Esta
era otra de las grandes diferencias con el pacto antiguo, donde
la transmisión del conocimiento de Dios se hacía de padres a
hijos, y en muy pocas ocasiones surgía de una relación
personal con Dios. Se podría decir que la vasta mayoría de los
israelitas no pasaban de ser meros espectadores espirituales.
Trágicamente, gran parte del cristianismo moderno es una
variedad de esto que ocurría en Israel en el pasado. Hoy día,
naciones enteras, así como comunidades y familias, se
adhieren a un "cristianismo" nominal sólo por cuestiones
sociales, tradiciones y costumbres. Por esta razón, cuando el
individuo es separado de sus raíces culturales y eclesiásticas y
colocado en una ciudad diferente, o en una universidad atea,
sus ideales morales no tardan mucho en evaporarse, y en
abandonar sus prácticas religiosas.

Pero en el nuevo pacto, Dios quiere que le conozcamos de una


forma personal, directa e íntima (Gn 4:1). En este proceso,
otras personas nos pueden ayudar a comprender cosas de
Dios, pero la experiencia de la salvación y de la comunión con
Dios tiene que ser necesariamente personal. Sólo este tipo de
conocimiento de Dios garantiza la salvación.

4. El perdón de todos los pecados

(He 8:12) "Porque seré propicio a sus injusticias y nunca más


me acordaré de sus pecados y de sus iniquidades."

A pesar de que Dios ha escrito su ley en nuestros corazones,


aun así, a veces caemos en el pecado. Por esta razón, esta
última cláusula del pacto nos trae un profundo alivio.

No obstante, algunos han interpretado que esta gracia


ilimitada de Dios hacia los creyentes parece abrirles la puerta
para pecar y hacer lo que les venga en gana. Pero quienes
razonan así, rápidamente han olvidado lo que dice la primera
parte del pacto, que establecía que Dios también escribía su
ley en el corazón del creyente. Por esta razón, un verdadero
creyente, lejos de buscar el pecado, deseará cada vez más
vivir en santidad en la presencia de Cristo.
"No beberé más del fruto de la vid, hasta aquel
día en que lo beba nuevo en el reino de Dios"
Al entregar a sus discípulos la copa del nuevo pacto en su
sangre, Cristo estaba inaugurando su reino, al que serían
admitidos todos los que aceptasen la redención por su sangre.
El establecimiento de esta fase espiritual de su reino no
necesitaría esperar hasta su segunda venida, sino que
comenzaría inmediatamente en los corazones de aquellos que
aceptaran este nuevo pacto.

Así que, en cierto sentido, cuando volvemos a celebrar la Cena


del Señor, estamos mirando hacia atrás, al momento en que él
estableció su reino en el corazón de los creyentes por medio
de su muerte en la cruz. Pero al mismo tiempo, el Señor
también nos exhorta a mirar hacia adelante, al momento en
que él volverá en gloria para establecer su reino de forma
visible y plena. Asé que, aunque su despedida era triste y
dolorosa, por otro lado estaba llena de esperanza.

(1 Co 11:26) "Así, pues, todas las veces que comiereis este


pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis
hasta que él venga."

Entonces, podemos interpretar el "día en que lo beba nuevo


en el reino de Dios", al momento cuando el Señor resucitó
venciendo la muerte y completando la obra de la salvación, o
a su segunda venida cuando establezca de forma visible su
reino.
Jesús mandó a sus discípulos que celebraran la Cena del Señor
"en memoria de él" (Lc 22:19) (1 Co 11:23-26). Y tenemos
constancia en el Nuevo Testamento de que las primeras
comunidades cristianas se reunían fraternalmente para
celebrar la Cena del Señor. Y esto sigue siendo un
mandamiento y una necesidad para los cristianos de hoy día.
Sería trágico olvidar la base sobre la que el Señor ha
establecido este nuevo pacto y los términos que los regula.
Igualmente, debemos tener presente constantemente que el
Señor va ha regresar pronto para terminar de establecer su
reino en plenitud.

Preguntas
1. ¿Qué relación había entre el sacrificio del cordero pascual, y
el sacrificio de Cristo? Explique y justifique con sus propias
palabras los diferentes paralelismos.

2. Razone sobre el hecho de que en aquella solemne cena se


había infiltrado un traidor. ¿Cómo afectaba esto al
establecimiento del reino de Cristo? ¿Decía la Escritura algo en
relación a esto? ¿Por qué describió Jesús al traidor como
alguien que "comía a la mesa con él"? ¿Cree que Judas estaba
determinado por Dios a hacer lo que hizo y que por lo tanto no
pudo evitarlo?

3. En relación con la institución de la Cena del Señor, ¿qué le


parece la doctrina católica de la transubstanciación que afirma
que por medio de la consagración que realiza un sacerdote
ordenado, el pan y el vino se convierten literalmente en el
cuerpo y la sangre de Cristo, que vuelven a ser nuevamente
sacrificados de forma incruenta, y que las personas que toman
del pan y del vino reciben por ese acto los beneficios de la
gracia de Dios? Razone su respuesta prestando atención a
cada uno de los puntos de esta doctrina.
4. ¿Cuándo se estableció el antiguo pacto? ¿En qué consistía?
Explique también las causas por las que no funcionó.

5. Explique con sus propias palabras cada uno de los términos


del nuevo pacto

http://www.bpnews.net/25762/estudio-doctrinal-el-significado-de-la-cena-del-seor

ESTUDIO DOCTRINAL: El
significado de la Cena del Señor
Por Daniel Cerda, posted Friday, June 01, 2007 (11 years ago)
Email To Friend

BIRMINGHAM, Ala. (BP)--A través de la historia, el concepto bíblico de la Cena


del Señor ha sufrido controversias. La diversidad de opiniones ha confundido a
muchos, ya sea por ignorancia o por error, y la solución está en apegarnos a lo
que la Biblia enseña al respecto.

LA PASCUA Y LA CENA DEL SEÑOR

Existe un trasfondo histórico para la Cena del Señor, en la Pascua judía


implementada con la liberación de la esclavitud egipcia. En dicho evento se
debía matar a un cordero perfecto, y su sangre debía colocarse en los postes y
el dintel de las casas (Éxodo 12:3–7); además debían comer pan sin levadura
(v. 8). La servidumbre de los judíos marcaba una esclavitud (1:13–14), de la
que serían librados por el acto de obediencia al colocar la sangre del cordero
visiblemente (12:12–13). La simbología de este evento se cumple en Cristo,
pues Él es nuestra Pascua (1 Corintios 5:7).

La Pascua tenía que celebrarse por mandamiento en Israel (Deuteronomio


16:1), y tenemos ejemplos de esta celebración (Números 9:1–5; Josué 5:10; 2
Crónicas 30:1–5, 13; 2 Reyes 23:21–23; Esdras 6:18–22). Jesucristo
acompañó a sus padres a la Pascua (Lucas 2:40–42), y en su ministerio
participó de tres Pascuas (Juan 2:13–23; 6:4; 13:1–5). En la última Él es
ofrecido como el Cordero de Dios (véase 1 Pedro 1:19).

La Cena del Señor es un acto del que deben participar los creyentes. Al
hacerlo, primero, mostramos obediencia al mandato divino: "Tomad, comed …
haced esto ... coma así del pan, y beba de la copa" (1 Corintios 11:24–25, 28).
En segundo lugar, recordamos y anunciamos los padecimientos de Cristo: " ‘en
memoria de mí’… la muerte del Señor anunciáis" (vv. 24–26). En tercer lugar,
anunciamos la segunda venida de Cristo: "hasta que él venga" (v. 26).
Finalmente, participamos en un acto de comunión: "la comunión de la sangre
de Cristo … la comunión del cuerpo de Cristo" (10:16–17).

TEORÍAS Y LA PALABRA DE DIOS

Por lo expuesto anteriormente, no es posible creer que en el momento de la


ceremonia de la Cena del Señor el pan se convierte literalmente en el cuerpo
de Cristo y el jugo de la vid se convierte en la sangre de Cristo (esto es
transubstanciación). Tampoco podemos creer que el cuerpo y la sangre de
Cristo están presentes en el pan y en el jugo de la vid en el momento de la
ceremonia (esto es consubstanciación). Mucho menos podemos creer que en
el momento de la celebración, Dios está proporcionando alguna gracia santa
por medio de una fuerza espiritual que es introducida en el participante (esto es
sacramentalismo). Estas tres teorías están equivocadas, porque las Escrituras
afirman que Cristo murió una sola vez (Hebreos 9:26–28; 10:10–12, 14; 1
Pedro 3:18); que la Cena del Señor es una ceremonia conmemorativa (Lucas
22:19; 1 Corintios 11:24–25); y que es una proclamación de la muerte y la
segunda venida de Cristo (1 Corintios 11:26).

CUANDO PARTICIPAMOS …

Cuando participamos de la Cena del Señor, afectamos a los no creyentes,


dándoles testimonio de que el sacrificio de Jesucristo fue completo (Juan
19:30); que es el único sacrificio que quita el pecado (Hebreos 9:26); y que es
el único medio que nos hace perfectos (Hebreos 10:14). Pero debe afectarnos
como creyentes también, mientras cada uno se examina personalmente (véase
1 Corintios 11:28, 31) para agradarle a Dios con nuestra conducta.

PARA REFLEXIÓN

-- ¿Cuándo fue la última vez que participó usted de la Cena del Señor?

-- Cuando participa, ¿ofrece acciones de gracias a Dios con adoración por


haberle amado tanto?

-- ¿Qué resultados destacaría en su crecimiento espiritual por participar de este


mandato?

No olvide, celebre a Cristo, pues Él es nuestra Pascua.


https://www.monografias.com/trabajos96/cena-del-senor-iglesia-cristiana-discipulos-cristo/cena-
del-senor-iglesia-cristiana-discipulos-cristo.shtml

La cena del Señor en la Iglesia Cristiana (discípulos de


Cristo)
Enviado por Jorge Alberto Vilches Sanchez

1. Introducción
2. Consideraciones bíblicas
3. El pensamiento de Alejandro Campbell
4. La Cena del Señor en la tradición Discípulos de Cristo
5. Conclusión

Definición: En las distintas denominaciones la Cena del Señor es guardada bajo distintos
nombres: Eucaristía, Cena del Señor, Santa Cena y Misa. Algunos lo toman solamente como un
símbolo, pero otros como un Sacramento más que apreciado. Hay pocas referencias a la Cena
del Señor que están en forma explícita, y es primordial recuperar su significado.
Otro término, es la palabra "Comunión". Esta palabra viene del griego "Koinonia".
La traducción habitual suele ser fraternidad, compartir, comunión y participación. "Es aquello
que dos o más tienen en común", y según el Nuevo Testamento: "La vida compartida en
Cristo".
El Nuevo Testamento nos muestra evidencias de que la Cena del Señor era el pilar de casi todo
el culto entre los primeros cristianos y era guardada como una comida íntegra

Introducción
La Cena del Señor es el evento central de la adoración comunitaria en la Iglesia Cristiana
(Discípulos de Cristo.) En este ensayo exploraré el tema de la Cena del Señor desde tres
perspectivas. Primero, presentaré algunas consideraciones bíblicas. Segundo, estudiaré
el concepto de la Cena del Señor en el pensamiento de Alejandro Campbell, uno de los
principales fundadores de nuestra denominación. Tercero, exploraré el pensamiento teológico
contemporáneo de los Discípulos de Cristo sobre el tema. En general, afirmaré que la Cena del
Señor es un memorial efectivo por medio del cual el creyente se solidariza con el Señor, con
la comunidad de fe y con toda la humanidad.

Consideraciones bíblicas
En el Nuevo Testamento encontramos cuatro vocablos relacionados al concepto de la Cena del
Señor. Estos son; a saber, amor fraternal (en griego, "agápe"), la mesa del Señor (en griego,
"trápeza kuríou"), la pascua (en griego, "páscha") y la Cena del Señor (en griego, "kuriakón
déipnon".)
El concepto "agápe" o "amor fraternal" se convirtió en un término técnico para referirse a la
fiesta de cristiana que se desarrolló basada en la costumbre de compartir una cena común
semanalmente. Poco a poco el evento de la mesa comunitaria fue adquiriendo un sentido
social. En griego, el amorfraternal implica respeto y simpatía entre personas que se consideran
iguales. De este modo, la fiesta del amor fraternal cristiano se deriva de la idea que todos somos
igualmente indignos de la misericordia de Dios. En segundo lugar, encontramos una alusión a
la "trápeza kuríou" o "mesa del Señor" en I Corintios 10:21b. Aquí encontramos que el concepto
no se refiere sólo a la comunidad de la mesa sino que, en una forma más profunda, se refiere al
compañerismo en el servicio y la adoración.
En tercer lugar, encontramos el concepto de que Cristo es nuestra "pascua" en I Corintios 5:7,
idea que se repite en I Pedro 1:19 y Juan 1:29-36. La repetición de esta idea en los escritos de
Pablo, Pedro y Juan sugiere que esta era común en los tiempos del Nuevo Testamento. Esto
indica que el concepto de la muerte de Jesús como un sacrificio por los pecados puede
remontarse al mismo Jesús puesto que las palabras "carne y sangre" son términos sacrificiales.
En este sentido, es posible que Jesús se hubiera comparado a sí mismo con el cordero pascual.
Finalmente, encontramos que la palabra "déipnon" o "cena "adquiere sentido teológico cuando
es usada en I Corintios 11.20 como "la Cena del Señor" (en griego, "kuriakón déipnon"). La
Iglesia primitiva entendía que el compartir la mesa era un mandato divino y que este era
profanado por aquellos que querían tomar su propia "cena" sin tomar en cuenta al resto de los
creyentes (I Co. 11.21.) De acuerdo al testimonio del Apóstol Pablo, la celebración fue instituida
por Jesús en "la noche que fue traicionado" (I Co. 11.23b) "después de haber cenado" (I Co.
11.25a) lo que hoy llamamos "La Última Cena".
Como hemos visto, la iglesia primitiva entendía que la Cena del Señor era un evento
comunitario, lleno de significado teológico. Por medio de la cena, los y las creyentes
testificaban su amor fraternal, su adoración comunitaria y su comunión con el Cristo
Resucitado. Además, veían el acto como una reinterpretación de las tradiciones judías a
la luz de un nuevo sacrificio: la muerte de Jesús de Nazaret en beneficio de toda la humanidad.

El pensamiento de Alejandro Campbell


Para estudiar el desarrollo del concepto de la Cena del Señor en la teología de nuestra Iglesia,
es necesario explorar el pensamiento de Alejandro Campbell. Este no sólo fue uno de los
fundadores de nuestra denominación, sino también su principal teólogo. Entendemos que tres
elementos influyeron sobre su concepto de la Cena del Señor: la situación histórica en la cual
vivieron Tomás y Alejandro Campbell; las presuposiciones filosóficas de Alejandro; y su
manera de interpretar las escrituras.
Como ha pasado a través de los siglos, los cambios en las situaciones históricas llevan a
reinterpretar aquellos conceptos teológicos que dejan de tener urgencia para el pueblo. Con
el tiempo, se necesitan criterios nuevos para comprender las nuevas realidades. Este fue el caso
de Tomás y su hijo, Alejandro Campbell. En Escocia, los Campbell pertenecían a una
denominación llamada La Iglesia Presbiteriana Escocesa de Secesión, de la Sección "Anti-
Burgher", del Grupo de la "Antigua Luz". Este grupo ofrecía la Cena del Señor sólo dos veces al
año. Esto preocupó mucho a Tomás, al punto de presentar varias reformas que fueron tratadas
con indiferencia y después fueron rechazadas por el Presbiterio y por el Sínodo de su iglesia.
Más tarde, Tomás Campbell se trasladó a los Estados Unidos donde se enfrentó con el dilema
de compartir o no la Cena del Señor con creyentes no-presbiterianos en una comunidad donde
su iglesia ofrecía la única oportunidad de participar en un servicio religioso. Entonces, decidió
practicar la "comunión abierta"—decisión que violaba la estricta práctica de su grupo—por lo
cual fue reprendido severamente por las autoridades de su iglesia. Este hecho, entre otros,
provocó la separación definitiva de los Campbell de la Iglesia Presbiteriana Escocesa de
Secesión, llevándoles a organizar un movimientopara restaurar la esencia de la iglesia del
Nuevo Testamento. En este nuevo movimiento, la práctica de la Cena del Señor sería el
elemento central de la adoración.
Por otro lado, el pensamiento filosófico del joven Alejandro también influyó en su formulación
teológica del concepto de la Cena del Señor. El joven teólogo había sido influenciado por
la filosofía empirista de su época. Este movimiento recalcaba que –aunque todo hecho debía
ser atestiguado por los sentidos para poder creerse—también era necesario tomar en cuenta los
sentimientos, las emociones y las relaciones humanas a la hora de interpretar un evento. Por lo
tanto, Alejandro creía que los eventos humanos tenían significados más profundos que lo
meramente visible. En nuestro caso, la Cena del Señor y el bautismo también tenían
significados más profundos que debían ser explorados a cabalidad.
Estas presuposiciones filosóficas influyeron en la manera como Alejandro Campbell
interpretaba las Escrituras, particularmente en lo que a la Cena del Señor y el bautismo se
refiere. El teólogo entendía que estos actos debían mantenerse porque provenían de los
tiempos bíblicos. En lugar de "sacramentos" los llamaba "ordenanzas" (por ser mandatos de
nuestro Señor Jesucristo.) La centralidad de las "ordenanzas" en el pensamiento de Alejandro
Campbell responde a que su razonamiento filosófico le lleva a buscar la base histórica de los
eventos, desarrollando su teología desde dicha base.
A pesar de esto, no podemos olvidar de que el joven Alejandro era un buen intérprete de las
Escrituras y que sus investigaciones le llevaron a concluir que la Cena del Señor es la
celebración de la resurrección de Cristo, lo que la convierte en el evento "cristiano" por
excelencia. Como escribió el mismo Alejandro:
... en la Cena del Señor Dios está en comunión con sus hijos e hijas, y estos con él. Esto es para
el creyente un banquete de amor.
De hecho, esta idea de la centralidad de la Cena del Señor en la fe cristiana le lleva a señalar
que el memorial no tiene relación alguna con la pascua; que es un evento nuevo y
completamente diferente.
En resumen, vemos que tanto las condiciones históricas como su pensamiento filosófico
llevaron a los Campbell a recalcar la importancia de la Cena del Señor como la celebración
básica de la comunidad cristiana.

La Cena del Señor en la tradición Discípulos de Cristo


Para estudiar el concepto de la Cena del Señor en la Iglesia Cristiana (Discípulos de Cristo) me
parece útil identificar dos dilemas que presenta el análisis de este concepto. El primero es si la
Cena es una "ordenanza" o un "sacramento". El segundo es si el evento es un "memorial" donde
recordamos a la obra de Jesucristo o si su presencia se hace "real" cuando celebramos la Cena.
A. ¿Sacramento u ordenanza?
Tradicionalmente nuestra Iglesia celebra la Cena del Señor cada domingo como el evento
central de la adoración congregacional. Al hacer esto, los Discípulos se unen a las Iglesias más
tradicionales—tales como la Anglicana o Episcopal, la Luterana, la Católica-Romana y las
Iglesias Ortodoxas—proclamando así nuestra unidad en Cristo. No obstante, nuestra
denominación se distancia de estas mismas Iglesias al señalar que la Cena no es un
sacramento, sino una ordenanza, una celebración que se lleva a cabo porque Jesús ordenó que
así se hiciera (véase Mc.14:22-25 y sus textos paralelos). Los fundadores de nuestra Iglesia
tomaron como base las enseñanzas de I Corintios 11:23-26 y la tradición de la Iglesia primitiva
(particularmente Hch. 2:42, 46; 20:7) para afirmar que la Biblia nos ordena celebrar la Cena
semanalmente en memoria de Jesús.
Por su parte, la palabra "sacramento" proviene de una palabra que significa "misterio" en Latín.
La tradición Católica entiende que un "sacramento" es un acto por medio del cual el creyente es
bendecido por Dios, recibiendo gracia divina. La tradición Católica entiende que hay siete
sacramentos que sirven como medios de gracia: el bautismo, la confirmación, el matrimonio, la
penitencia (o reconciliación), la ordenación (o imposición de manos), la unción de los
enfermos, y la eucaristía (nombre dado a la Cena del Señor basado en la palabra griega
"eucharistía" que quiere decir "acción de gracias"). El racionalismo que caracterizaba a los
fundadores de nuestra iglesia les impedía aceptar la idea de que un evento humano fuera un
"medio de gracia". Por esta razón, prefirieron usar el concepto "ordenanza", entendiendo que el
mismo era mucho más bíblico que el término "sacramento.
Ahora bien, debemos notar que en algunos manuales de teología producidos recientemente por
teólogos de nuestra denominación se ha comenzado a usar otra vez el concepto "sacramento".
En parte, esto se ha hecho para facilitar el diálogo teológico y el trabajo en conjunto con la gran
cantidad de iglesias y denominaciones cristianas que prefieren la palabra "sacramento" para
referirse a la Cena del Señor y al bautismo. Estos teólogos definen un "sacramento" como un
acto donde se predica el evangelio por medio de una acción. Esa acción define el carácter de la
comunidad. En nuestro caso, afirmamos que la Iglesia es una comunidad que existe porque ha
entrado en una relación de pacto con Dios. Por lo tanto, los "sacramentos" son aquellos actos
que manifiestan ese pacto que existe entre Dios y la comunidad cristiana.
En primer lugar, podemos afirmar que el "sacramento" básico de la Iglesia es Cristo, quien es el
símbolo y sello por excelencia de los actos salvíficos de Dios. En segundo lugar, hay tres actos
que podrían ser llamados "sacramentos", ya que manifiestan el pacto que une a la Iglesia con
Dios. Estos tres actos son: la confesión de fe en un Jesucristo, el Señor; el bautismo; y la Cena
del Señor. Por lo tanto, la Cena del Señor es un acto que tiene valor"sacramental" porque
ejemplifica el pacto que el creyente hace con Dios y con la Iglesia de Cristo. La Cena es, pues,
un acto intensamente comunitario a la vez que es intensamente personal.
Otro elemento a considerar es que la Cena se lleva a cabo en la "mesa del Señor" (véase I Co.
10:21b). Nuestra Iglesia entiende que—como dice laEscritura—la Cena es un acto que le
pertenece al Señor Jesucristo. Es Cristo quien nos convoca y quien preside la mesa. La mesa es
"del Señor", no es nuestra. Por esta razón, nuestra Iglesia enseña que el liderazgo de la
congregación no debe impedir el acceso a la mesa. En la Iglesia Cristiana (Discípulos de Cristo)
cada persona debe examinarse a sí misma—en oración a Dios—en preparación al acto. Dado
que Cristo es quien en realidad preside la mesa, la validez del acto no depende de la persona
que oficie el evento. Por esta razón, nuestra Iglesia afirma que la Cena del Señor puede ser
oficiada tanto por ministros ordenados, pastores o pastoras laicas, o las personas que sirven
como ancianas de la congregación. En esto, la práctica de nuestra denominación difiere de
otras tradiciones cristianas donde sólo personas ordenadas al ministerio pueden oficiar la
eucaristía.
B. ¿Memorial o Presencia Real?
El otro dilema que caracteriza nuestra teología sobre la Cena del Señor es la tensión entre los
conceptos "memorial" y "presencia real". Aunque nuestra iglesia entiende que celebramos este
acto "en memoria de" Jesús (I Co. 11:24), la Cena del Señor implica mucho más que un mero
"recordar". La Cena del Señor es un acto por medio del cual la Iglesia proclama los poderosos
actos de Dios en Cristo y conmemora los eventos históricos por medio de los cuales Dios
reconcilió al mundo consigo mismo. En este sentido, la Cena del Señor nos trae a la
memoria que Dios se ha revelado al mundo en la persona de Jesucristo.
Es precisamente este énfasis en la Cena del Señor como acto memorial lo que le ha restado
importancia al debate en torno a la forma como la presencia de Jesucristo se manifiesta cuando
se lleva a cabo este acto. Los Discípulos de Cristo nunca han debatido cómo Cristo está presente
en los elementos o en el acto de la Cena. Nuestra Iglesia se ha limitado a testificar que cuando
celebramos la Cena del Señor nos sentimos en comunión íntima con Dios y con los demás. En
otras palabras, es más importante saber que Cristo está presente que saber cómo está presente.
A pesar de esto, tanto la teología como la práctica de la Iglesia se han inclinado a las
interpretaciones más "espirituales" o "simbólicas" de la Cena del Señor, recordando siempre
que se deben evitar los extremos. Nuestra Iglesia no piensa que el pan se transforma en la
carne de Jesucristo ni que el vino se convierte en su sangre literalmente. Sencillamente,
afirmamos que sentimos la presencia del Cristo Resucitado cuando tomamos la Cena del Señor.
En resumen, encontramos que en la Iglesia Cristiana (Discípulos de Cristo) el concepto de la
Cena del Señor se caracteriza por la tensión entre los conceptos "ordenanza" y "sacramento"—
donde se entiende la Cena como una ordenanza con significado sacramental—y la tensión
"memorial" y "presencia real"—donde se recalca la importancia de la Cena como proclamación
de la obra de Dios en Cristo.

Conclusión
La Cena del Señor en la Iglesia Cristiana (Discípulos de Cristo) es un acto memorial por medio
del cual el creyente se reafirma en el pacto que contrajo con Dios el día de su bautismo. Este
pacto le une con Jesús, con la comunidad de fe a través del tiempo y el espacio, y con toda la
humanidad por la cual Cristo murió. En la celebración de la Cena del Señor expresamos la
plenitud de nuestra fe:
 Dramatizamos el evento decisivo de nuestra fe.
 Afirmamos la presencia del Señor en medio de su Iglesia.
 Nos unimos como miembros de la familia de Dios alrededor de la mesa comunitaria
 Tenemos un momento de comunión personal con el Señor.
 Afirmamos nuestra unidad con el cuerpo de Cristo.
 Proclamamos la victoria final de Jesucristo como Señor de lo creado y vencedor sobre la
muerte.
 Renovamos nuestro pacto con Jesucristo (Mc. 14:24-25.)
¿Conviene permitir que participen de la Cena las personas que no son miembros de la iglesia?
Desde luego, no es correcto que participen. De haber visitas siempre o casi siempre, conviene
traer a menudo orientaciones al respecto, con mucho tacto, humildad y amor por las almas
perdidas. No obstante, si participa una persona que no pertenece a la iglesia, ni el que oficia ni
los que le ayudan cometerán pecado alguno. Con raras excepciones, las personas mundanas
que acuden a nuestros cultos entienden, aun sin que se les instruya, que no tienen derecho a
comer la Cena. Más bien, la problemática suele presentarse cuando nos visitan miembros de las
sectas cristianas. De considerarse el sectario digno de participar de la Comunión, ¿por qué
negárselo públicamente, ofendiendo sus sensibilidades y alejándole de la iglesia?
Permaneciendo, quizás llegue al entendimiento del evangelio puro, corrigiendo sus errores y
asegurando su salvación. Al participar de la Cena sin tener derecho de hacerlo, sencillamente,
añade otro error a los que ya ponen en peligro su alma.
Para que no coma la Cena algún inconverso, sectario o miembro infiel, ¿deben los que reparten
los elementos retener siempre los recipientes en sus propias manos, no permitiendo que nadie
los toque o que los congregados los pasen del uno al otro?
Este asunto es muy delicado. De proceder así, los que reparten los elementos de la Cena se
hacen jueces de las almas congregadas, asumiendo, definitivamente, un papel que no les
corresponde. "A mi juicio, esta hermana no anda en santidad. No le voy a servir la Cena.
Aquel hermano, yo lo encontré en una mentira la semana pasada. No es digno de participar y
no le voy a servir." Y, ¿conoce usted íntimamente al alma de aquel hermano? Quizás se haya
arrepentido sinceramente de su error. Quizás Dios le haya perdonado. ¿Quién es usted pare
enjuiciarle? La instrucción divina dice: "Pruébese cada uno a sí mismo" y no que ejecuten
juicios los que sirven la Cena. Reiteramos: si extiende su mano y participa cualquier persona
indigna, la culpa es suya y no del hermano que anda repartiendo la Cena. Referente a
disciplinar al miembro que anda desordenadamente, incluso, advirtiéndole el pecado de tomar
la Cena hasta no rectificar él su andar, dicha responsabilidad atañe a los administradores de la
congregación y no a los que reparten la Cena.
¿Es sabio advertirle muy a menudo a los seguidores de Cristo el peligro de comer y tomar
condenación para sí, machacando constantemente sobre el punto?
Es sabio hacerlo de vez en cuando, pues el mismo Espíritu Santo lo hizo, diciendo, en el caso de
la congregación en Corinto (1 Corintios11:29-30), "juicio come y bebe para sí", añadiendo: "Por
lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros, y muchos duermen." Sin embargo,
a nuestro parecer, hacerlo muy a menudo no conviene. ¿Por qué? Porque las fuertes
advertencias, las duras reprensiones y las amenazas de "juicio y condenación", repetidas a
menudo, crean un ambiente cargado de temor, negativismo y depresión espiritual. ¿Cómo es
posible que la Santa Cena sea una hermosa experiencia bien positiva, inspiradora, elevadora y
edificante si el adorador se ve obligado a escuchar, casi constantemente expresiones negativas y
fuertes? Desde luego, si la mayoría de la congregación está bien descarriada y rebelde, se
justifican las advertencias y amenazas frecuentes. Pero, hay cristianos que, al parecer, se
deleitan en señalar lo negativo, haciéndolo su tema predilecto. Tal extremismo es perjudicial y
contraproducente. El sabioadministrador de la mesa del Señor procura el balance en sus
comentarios y señalamientos, inclinándose más por el lado positivo que por el negativo, a
menos que las circunstancias ameriten lo contrario.
¿Es necesario orar antes de partir el pan? Sí, hacemos bien al seguir el ejemplo de Cristo. Y,
¿antes de tomar la copa? Pues, desde luego. ¿No lo hizo Cristo?
a. ¿Es aceptable pronunciar una sola oración por los dos elementos, dando gracias por el pan y
la copa mediante una sola oración? Ya que Cristo no lo hizo, ¿con qué razón o lógica lo
haríamos nosotros? ¿Acaso para acelerar la celebración de nuestra fiesta espiritual que es la
Cena del Señor? Ciertamente, tal es la impresión que se transmite. "Basta con una sola oración
por los dos elementos. No hace falta ninguna redundancia. ¡Mal pensado! ¡Mal hecho! Cada
elemento de la Cena es muy especial, con un significado muy particular. Cada uno merece que
le demos la importancia que le corresponde. Lo logramos, en parte, bendiciendo el pan y
bendiciendo, por separado, la copa (1 Corintios 10:16).
b. ¿Es aceptable orar por el pan, luego, enseguida, orar por la copa antes de repartir el pan,
para entonces repartir ambos elementos a la vez? Ya que Cristo no lo hizo así, ¿con qué razón o
lógica hacerlo nosotros? Más bíblico es seguir el ejemplo del Señor. ¿Pecamos de no hacerlo,
introduciendo cambios insignificantes que no alteren el significado de la Cena? Quizás no, pero
¿por qué arriesgarlo? ¡Tan fácil es seguir el ejemplo de Cristo! A propósito, los "cambios
insignificantes" suelen encerrar factores significantes que, sí, afectan la calidad y la
aceptabilidad de nuestro culto a Dios.
c. ¿Es aceptable que una hermana ore por el pan o la copa? Desde luego que no. Al orar ella en
voz alta frente a la congregación, estaría ejerciendodominio sobre los varones presentes.
d. ¿Quiénes cualifican para dirigir las oraciones por el pan y la copa? Sólo los varones fieles y
santos.
e. En las oraciones por el pan y la copa, ¿qué se enfatiza? Todo lo concerniente al sacrificio del
Señor y al significado de la Cena, ¡pero no todo en una sola oración demasiado larga!
f. ¿Es preciso excluir ciertos temas de las oraciones por el pan y la copa? Lógicamente, estas
oraciones se limitan al acto de la Cena. Aprovechar la ocasión para orar por los enfermos, la
obra evangelística, algún problema que aqueja a la iglesia, etcétera, no conviene; no es
apropiado. Tampoco es el momento indicado para enseñar, corregir y redargüir a la
congregación mediante extensas plegarias.

Autor:
Jorge Alberto Vilches Sanchez

https://comuniondegracia.org/el-triple-significado-de-la-cena-del-senor/

El triple significado de la cena del Señor


El pan y el vino son recordatorios de la muerte de Jesús
en la cruz
En la tarde cuando fue traicionado, mientras Jesús estaba comiendo con sus discípulos,
tomó un poco de pan y dijo, «Éste es mi cuerpo dado para ustedes; hagan esto en memoria
de mí» (Lucas 22:19). Ellos comieron un pedazo del pan. Cuando nosotros participamos en
la Cena del Señor, cada uno come un pedazo de pan en memoria de Jesús.
«De la misma manera, después de haber cenado, tomó la copa, diciendo: “Esta copa es el
nuevo pacto en mi sangre el cual es derramada por ustedes” (v. 20). Cuando nosotros
bebemos una cantidad pequeña de vino en la Cena del Señor, recordamos la sangre de Jesús
que se derrama por nosotros, y que su sangre significó el nuevo convenio. Así como el
antiguo pacto se selló con la rociadura de sangre, el nuevo pacto se estableció por medio de
la sangre de Jesús (Hebreos. 9:18-28).
Pablo dijo: «Porque cada vez que comen este pan y beben de esta copa, proclaman la
muerte del Señor hasta que él venga» (1ª Cor. 11:26). La Cena del Señor es una mirada
retrospectiva de la muerte de Jesucristo en la cruz.
[pullquote]La Cena del Señor es una mirada retrospectiva de la muerte de Jesucristo en la
cruz.[/pullquote]
¿La muerte de Jesús es una cosa buena, o una cosa mala? Hay ciertamente algunos aspectos
de mucha aflicción respecto a su muerte, pero la gran apreciación de este suceso es que su
muerte es la mejor noticia posible. Muestra cuánto Dios nos ama. Tanto fue ese amor que
envió a su Hijo para que muriera por nosotros, para que nuestros pecados puedan
perdonarse y podamos vivir por siempre con él.
La muerte de Jesús es un tremendo regalo para nosotros. Es precioso. Cuando recibimos un
regalo de gran valor, un regalo que involucró un sacrificio personal, ¿cómo debemos
recibirlo? ¿Con lamento y pena? No, eso no es los que el dador quiere. Más bien, debemos
recibirlo con gran gratitud, como una expresión de gran amor. Si por ello derramamos
lágrimas, deben ser lágrimas de alegría.
Así que la Cena del Señor, aunque es un recordatorio de una muerte, no es un funeral, como
si Jesús todavía estuviera muerto. Es realmente lo contrario, nosotros observamos esto
sabiendo que la muerte de Jesús sólo duró tres días.
Sabiendo que la muerte no nos sujetará para siempre, nos regocijamos que Jesús ha
conquistado la muerte, y ha librado a todos los que fueron esclavizados por miedo a la
muerte (Heb. 2:14-15).
¡Podemos recordar la muerte de Jesús con el conocimiento feliz que él ha triunfado por
encima del pecado y la muerte! Jesús dijo que nuestro llanto se convertirá en la alegría
(Juan 16:20). Venir a la mesa del Señor y participar en la comunión, debe ser una
celebración, no un funeral.
Los Israelitas del antiguo pacto miraban a los eventos de la Pascua como un momento
definido en su historia, el tiempo cuando su identidad como nación empezó. Era cuando
ellos escaparon de la muerte y la esclavitud a través de la mano poderosa de Dios y fueron
librados para servir al Señor. En la iglesia cristiana, miramos los eventos que rodean a la
crucifixión y la resurrección de Jesús como el momento definitorio en nuestra historia. Es
de cómo escapamos de la muerte y la esclavitud del pecado, y cómo nos libramos sirviendo
al Señor. La Cena del Señor es una conmemoración de ese momento que define nuestra
historia.
La Cena del Señor figura nuestra relación presente con
Jesucristo
La crucifixión de Jesús tiene una importancia continua en todos quienes han tomado una
cruz para seguirlo. Continuamos participando en su muerte y en el nuevo pacto porque
participamos en su vida.
Pablo escribió: «Esa copa de bendición por la cual damos gracias, ¿no significa que
entramos en comunión con la sangre de Cristo? Ese pan que partimos, ¿no significa que
entramos en comunión con el cuerpo de Cristo?» (1ª Cor. 10:16). Por medio de la Cena del
Señor, mostramos que compartimos en Jesucristo, comulgamos con él, estamos unidos a él.
El Nuevo Testamento habla de nuestro compartir con Jesús en varias formas. Compartimos
en su crucifixión (Gal. 2:20; Col. 2:20), su muerte (Rom. 6:4), su resurrección (Efesios 2:6;
Col. 2:13; 3:1) y su vida (Gal. 2:20). Nuestras vidas están en él y él está en nosotros. La
Cena del Señor simboliza esta realidad espiritual.
Juan 6 da un cuadro similar. Después de que Jesús proclamó ser el «pan de vida», dijo:
«Quienquiera que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré el
último día» (v. 54).
Es esencial que encontremos nuestra comida espiritual en Jesucristo. La Cena del Señor
figura esta verdad continua. “El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y
yo en él” (v. 56), significa que nosotros vivimos en Cristo, y él vive en nosotros.
[pullquote]La Cena del Señor nos ayuda a mirar hacia arriba, a Cristo, y ser conscientes que
la verdadera vida sólo puede estar en él y con él.[/pullquote]
Así que la Cena del Señor nos ayuda a mirar hacia arriba, a Cristo, y ser conscientes que la
verdadera vida sólo puede estar en él y con él.
Pero cuando somos conscientes de que Jesús vive en nosotros, también hacemos una pausa
para pensar qué tipo de hogar le estamos dando a él. Antes que él entrara en nuestras vidas,
éramos habitaciones de pecado. Y Jesús lo sabía antes de tocar a la puerta de nuestras vidas.
Él quiere entrar para hacer la limpieza. Pero cuando Jesús toca, muchas personas intentan
hacer un rápido orden antes de abrir la puerta. Sin embargo, nosotros somos humanamente
incapaces de limpiar nuestros pecados. Lo más que podemos hacer es esconderlos en el
armario.
Así que escondemos nuestros pecados en el armario, e invitamos a Jesús a pasar a nuestra
sala. En un futuro le permitimos entrar a la cocina, y luego al vestíbulo, y posteriormente a
una alcoba. Es un proceso gradual. En el futuro Jesús consigue que el armario dónde
nuestros peores pecados están ocultos, sea limpiado por él. Año tras año, cuando crecemos
en la madurez espiritual, rendimos más de nuestras vidas a nuestro Salvador.
Es un proceso y la Cena del Señor juega un papel importante en este proceso. Pablo
escribió: «Así que cada uno debe examinarse a sí mismo antes de comer el pan y beber de
la copa» (1ª Cor. 11:28). Cada vez que participamos, debemos examinarnos, concientes del
gran significado que involucra esta ceremonia.
Cuando nos examinamos, encontramos a menudo que tenemos pecado. Esto es normal. No
hay ninguna razón para evitar en participar en la Cena del Señor. Simplemente es un
recordatorio en el que necesitamos a Jesús en nuestras vidas. Sólo él puede librarnos de
nuestros pecados.
Pablo criticó a los cristianos de Corinto por su manera de observar la Cena del Señor. Los
miembros adinerados venían primero, y comían una gran cena e incluso se emborrachaban.
Los miembros pobres venían en último lugar, aún hambrientos. El adinerado no estaba
compartiendo con el pobre (vv. 20-22). Ellos realmente no estaban compartiendo la vida de
Cristo, porque no estaban haciendo lo que él haría, no eran comprensivos de lo que quiere
decir el ser miembro del cuerpo de Cristo, y que los miembros tienen las responsabilidades
entre si unos con otros.
Al examinarnos, necesitamos echar una mirada alrededor para ver si estamos tratándonos
de la misma manera que Jesús ordenó. Si usted está unido con Cristo y yo me uno a Cristo,
entonces nosotros realmente nos unimos entre si también. Así que la Cena del Señor, es una
figura de nuestra participación en Cristo, también figura nuestra hermandad.
Pablo escribió en 1ª Cor. 10:17: «Hay un solo pan del cual todos participamos; por eso,
aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo» Participando juntos en la Cena del
Señor, nos imaginamos el hecho que nosotros somos un cuerpo en Cristo, uno entre sí, con
responsabilidades entre si.
La costumbre de lavado de pies también figura nuestra relación unos con otros. Aquellos
que son grandes en el reino de Dios, aquellos quienes realmente están viviendo la vida del
reino de él, están sirviendo unos a otros. Jesús mostró esto a sus discípulos lavándoles sus
pies (Juan 13:1-15). Nosotros lo mostramos lavando los pies de una persona, y permitiendo
que nos laven los pies. La vida cristiana involucra servir y ser servido. Esto debe ser así a lo
largo de nuestras vidas, no sólo como simbolismo.
El simbolismo de este ritual puede mostrarse también con una verdadera actitud de servicio,
de preocupación por el bienestar de la otra persona.

La Cena del Señor también nos recuerda el futuro, el


retorno de Jesús.
[pullquote]El pan y el vino son prototipos de lo que será la más grande celebración de
victoria en toda la historia.[/pullquote]
Tres escritores del Evangelio nos señalan que Jesús dijo: “Les digo que no beberé de este
fruto de la vid desde ahora en adelante, hasta el día en que beba con ustedes el vino nuevo
en el reino de mi Padre” (Mateo 26:29; Lucas 22:18; Marcos14:25). Siempre que
participemos, recordamos la promesa de Jesús. Habrá un gran banquete “mesiánico”, un
«Banquete de boda”, de celebración. El pan y el vino son prototipos de lo que será la más
grande celebración de victoria en toda la historia. Pablo escribió que «Siempre que se coma
este pan y beba esta copa, se proclama la muerte del Señor hasta que él venga» (1ª Cor.
11:26).
Nosotros siempre miramos hacia adelante, así como hacia atrás, hacia arriba, hacia el centro
y hacia alrededor. La Cena del Señor es rica en significado. Por eso ha sido una parte
prominente de la tradición cristiana a lo largo de los siglos. A veces se convirtió en un ritual
inanimado, lleno más de hábito que de significado. Cuando se convierte en un simple ritual,
pierde significado, algunas personas exageran deteniendo el ritual completamente. La mejor
respuesta es restaurar el significado. Por eso es útil para nosotros repasar lo que simboliza
este acontecimiento.

https://estudiarlabiblia.blogspot.com/2011/04/111-la-cena-del-senor.html

11.1 LA CENA DEL SEÑOR


abril 24, 2011

11.1 LA CENA DEL SEÑOR

INTRODUCCIÓN.

La Cena del Señor no es solamente una ceremonia simbólica. En ella se da un encuentro con Jesús,
bajo las condiciones en que ese encuentro es posible desde su ascensión hasta su segunda venida,
es decir, por su Santo Espíritu.

Esa comunión es una necesidad permanente de la vida cristiana. Es la razón de por qué el
bautismo, ceremonia del nuevo nacimiento, se celebra una sola vez, mientras la Santa Cena,
ceremonia de la santificación, se celebra según el ejemplo de los primeros cristianos (Hch. 2:42),
con frecuencia.

1. Institución de la Santa Cena.

1. ¿Por quién fue instituida?


1 Corintios 11:23 – 25.

"Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue
entregado, tomó pan; y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo
que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí. Asimismo tomó también la copa,
después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas
las veces que la bebiereis, en memoria de mí."

2. ¿Cuándo? 1 Corintios 11:23.

"Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue
entregado, tomó pan."

2. Celebración.

1. ¿Qué sucedió antes de la celebración? Juan 13:1 – 5. "Antes de la fiesta de la pascua, sabiendo
Jesús que su hora había llegado para que pasase de este mundo al Padre, como había amado a los
suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin. Y cuando cenaban, como el diablo ya había
puesto en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, que le entregase, sabiendo Jesús que el
Padre le había dado todas las cosas en las manos, y que había salido de Dios, y a Dios iba, se
levantó de la cena, y se quitó su manto, y tomando una toalla, se la ciñó. Luego puso agua en un
lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a enjugarlos con la toalla con que estaba
ceñido."

Nota: Algunas iglesias celebran el lavamiento de pies mutuo entre los participantes, demostrando
humildad al igual que Jesús lo hizo antes de la cena de Pascua.

2. ¿Qué orden da Jesús acerca del lavamiento de pies? Juan 13:14, 15.

"Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los
pies los unos a los otros. Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros
también hagáis."

3. ¿Qué sucederá si le obedecemos?


Juan 13:17.

"Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis."


4. ¿Cuál es el primer elemento con que se celebra? Mateo 26:26.

"Y mientras comían, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad,
comed; esto es mi cuerpo."

Nota: El pan, tal cual se hizo en ese momento, y simbolizando el quebrantamiento del cuerpo de
Jesús al ser crucificado, debe ser partido. No se cumple así en algunas celebraciones donde se
reparten obleas que no spon partidas.

5. ¿Cuál es el segundo? Mateo 26:27, 28.

"Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos; porque esto
es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados."

Nota: El vino que estaba usándose en el momento de la cena del Señor, era sin fermentar. En los
siguientes textos veremos por qué.

6. En la celebración de la Pascua simbólica ¿era usado algún fermento?


Éxodo 12:19.

"Por siete días no se hallará levadura en vuestras casas; porque cualquiera que comiere leudado,
así extranjero como natural del país, será cortado de la congregación de Israel."

Nota: La palabra original y traducida como leudado es "fermentado". El fermento o levadura es


símbolo de pecado, y estaba prohibido tomar cualquier tipo de alimento fermentado o leudado
durante la semana previa y el día de Pascua.

7. ¿Cómo llama el apóstol Pablo a Cristo? 1 Corintios 5: 6 – 8.

"No es buena vuestra jactancia. ¿No sabéis que un poco de levadura leuda toda la masa? Limpiaos,
pues, de la vieja levadura, para que seáis nueva masa, sin levadura como sois; porque nuestra
pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros. Así que celebremos la fiesta, no con la vieja
levadura, ni con la levadura de malicia y de maldad, sino con panes sin levadura, de sinceridad y de
verdad."

Nota: Pablo, además de mencionar nuevamente el significado simbólico de lo fermentado, llama a


Jesús "nuestra Pascua", es decir, el Cordero enviado por Dios para celebrar la Pascua o sacrificio en
sustitución del hombre.

8. ¿Cómo es llamado el vino usado en la Cena del Señor? Mateo 26:29.

"Y os digo que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba
nuevo con vosotros en el reino de mi Padre."

Nota: Jesús comentó que beberá en su regreso "vino nuevo", forma que se utilizaba para hablar
del mosto, o vino sin fermentar.

3. Significado Espiritual.

1. ¿Qué simboliza el lavamiento de pies? Juan 13:8-10.

"Pedro le dijo: No me lavarás los pies jamás. Jesús le respondió: Si no te lavare, no tendrás parte
conmigo. Le dijo Simón Pedro: Señor, no sólo mis pies, sino también las manos y la cabeza. Jesús le
dijo: El que está lavado, no necesita sino lavarse los pies, pues está todo limpio; y vosotros limpios
estáis, aunque no todos."

Nota: Pedro, al igual que el resto de discípulos, habían sido bautizados por Juan el Bautista. En
cualquier caso, el lavamiento de pies es un recordativo del bautismo, una puesta a cero de
nuestros pecados, pequeños nuevos comienzos y una renovación del pacto bautismal con Dios.

2. ¿Qué persona es recordada en la Santa Cena? Lucas 22:19


"Y tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es
dado; haced esto en memoria de mí."

1 Corintios 11:25.

"Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto
en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí."

Nota: Recordar el pacto hecho con Dios, implica aceptar, o recordar que se aceptó, el sacrificio
sustitutivo de Jesús por cada uno de nosotros.

3. ¿Qué se anuncia y proclama?

1 Corintios 11:26.

"Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor
anunciáis hasta que él venga."

4. ¿Cómo es simbolizado el pacto de la salvación por gracia por medio de la fe?

Mateo 26:28.

"Porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los
pecados."

5. ¿Cómo nos coloca la Santa Cena en comunión con Cristo? 1 Corintios 10:16.

"La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que
partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo?"

Nota: Participando de los emblemas, renovamos los votos bautismales y, por lo tanto, nuestra
comunión con el Salvador.

6. ¿Cómo constituye la Santa Cena un vínculo de amor fraternal entre los creyentes?

1 Corintios 10:17
"Siendo uno solo el pan, nosotros, con ser muchos, somos un cuerpo; pues todos participamos de
aquel mismo pan."

Nota: El rito del lavamiento de pies mutuo, demuestra que nadie es más importante que otro, y el
hecho de participar del mismo pan partido, demuestra también la igualdad ante la comunión con
un mismo Señor y Salvador.

7. ¿A qué glorioso día son transportados nuestros pensamientos cuando celebramos la Santa
Cena?
1 Corintios 11:26.

"Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor
anunciáis hasta que él venga."

Nota: La Santa Cena, Cena del Señor o Comunión, no sólo rememora el sacrificion de Cristo en la
cruz, también nos recuerda la promesa del regreso de Jesús, en la que volveremos a participar con
Él de esta cena.

8. ¿Cuándo celebraremos la santa cena con Jesús?


Mateo 26:29 "Y os digo que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día en
que lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre."

9. ¿Qué otra cena se anticipa? Apocalipsis 19:9. "Y el ángel me dijo: Escribe: Bienaventurados los
que son llamados a la cena de las bodas del Cordero. Y me dijo: Estas son palabras verdaderas de
Dios."

Nota: Por eso puede también llamarse “Eucaristía”, es decir, “acción de gracias” a Dios por
salvarnos y hacernos partícipes de aquella gran cena que aún está por venir.
10. ¿Con qué disposiciones espirituales debemos acercarnos a la Cena del Señor?
1 Corintios 11:27 – 29.

"De manera que cualquiera que comiere este pan o bebiere esta copa del Señor indignamente,
será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor. Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y coma
así del pan, y beba de la copa. Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo
del Señor, juicio come y bebe para sí."

Nota: Muchos no quieren participar por esta advertencia. Lo que realmente resalta este texto, es
la importancia y seriedad de entender el significado del rito y los símbolos. Cualquiera que
realmente haya comprendido la importancia de la ceremonia y el significado de la misma y sus
símbolos, es bienvenido a participar.

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