Está en la página 1de 30

PRÓLOGO

La venganza es dulce, y la de él empezaría aquí. Jacob McCauley, una vez alfa de una
manada, ahora un lobo solitario, miraba alrededor de la habitación con disgusto. Era una
pequeña habitación de mierda, en un motel de mierda en las afueras de la ciudad, pero
serviría. Un suspiro se le escapó cuando se dejó caer desparramado en la cama, haciendo
crujir los viejos resortes.

Las sábanas usadas estaban limpias, apenas, pero otros aromas sobresalían del limpiador
con aroma a limón, fácilmente discernible para cualquiera con un sentido del olfato
sensible. Había sangre en la esquina junto a la ventana con un hedor a vómito por la puerta
del baño. Otros, débiles olores flotaban desde la alfombra alrededor de la cama, decía que
el motel era el lugar predilecto frecuentado por prostitutas y sus clientes.

Los desechó con un resoplido. No importaba. Nada del lugar importaba aparte del hecho
que era desde donde lanzaría su ataque a la corte Lycan. La ubicación donde empezaría su
campaña para retomar su lugar por derecho liderándolo.

Como Amo de la Ciudad.

Refunfuñando, enlazó sus manos detrás de la cabeza. Él debería ser el Amo de la Ciudad,
no ese colado arribista de mierda, Veyr. Por amor a la luna, el hombre ni siquiera era un
lobo pura sangre. Era un mestizo, el mocoso nacido después de una mordida de lobo. Veyr
era un don nadie... no como Jacob que podía trazar sus ancestros Lycan desde muchas
generaciones atrás.

Y estuvo equivocado en tratar de emparejar a su hermana con Veyr. Él podía ver eso
ahora. Tan pura sangre como él, la pequeña perra era débil de voluntad. Ella permitió que
ese mestizo, Jace Trenton, volteara su cabeza, confabulándose con él para que Jace
pudiera tomar el lugar de Jacob como el alfa de la manada McCauley... pero no importaba.
Ella lo pagaría. Lo mismo que Jace cuando Jacob tomase el lugar de Veyr como Amo de la
Ciudad.

Jacob se merecía ser el Amo. El simplemente lo sabía. Era su derecho... Su destino.

Golpeteos y gritos ahogados de la otra habitación hicieron que alzara la cabeza de la


almohada. Después de un segundo, se relajó. En vez de su irritación usual al ser
interrumpido por alguien follando, una pequeña sonrisa curvo sus labios.

Los ruidos no durarían mucho, esos gemidos de éxtasis pronto terminarían en gritos de
agonía mientras su última recluta tomaba su placer. Él había reclutado a muchos para su
gloriosa labor, y entre ellos había lobos descontentos de nacimiento molestos por el
estado actual de los asuntos en la ciudad, hombres hienas mercenarios, e incluso gárgolas.
De todos ellos, Mía era la joya brillante de la corona de sus esfuerzos-la que lidiaría con el
golpe final a Veyr y le daría a Jacob su triunfo.

A quien le importa si perdía unos pocos mercenarios para alimentar su lujuria? El fin
justifica los medios. Sonrió mientras se volvía a acomodar en la almohada y cerraba los
ojos.

Solamente unas cuantas horas y la ciudad seria suya...


CAPÍTULO 1

Era el lobo más afortunado del mundo.

Veyr sonrió al ver a Cyan hablando animadamente en medio del grupo de damas de la
corte. Más bajita que las mujeres altas y voluntariosas que se amontonaban a su alrededor,
era una bomba curvilínea entre ellas, una orquídea exótica en una zarza de rosas. No sólo
se destacaba por su apariencia, sino también por sus modales. Había pasado de ser una
forastera, una nacida loba que no podía cambiar, a la reina de la corte, amada por todos. Y
nada de eso era porque ella le pertenecía, la pareja del Amo de la Ciudad.

Ella lo había logrado por ella misma. Desde el momento en que se fue porque creyó que
había escogido a otra mujer, una cambiante completa, sobre ella y se había declarado
abandonada, se había convertido en una leyenda. Repudiata Stipandis. El término era
arcaico, pero todavía legal, una ceremonia que le permite a un lobo a declararse él mismo a
ya no ser parte de su manada... ya no más un lobo.

Lobos abandonados eran raros. Los lobos eran animales de manadas, así que necesitaban
la compañía de sus compañeros alrededor de él, y los hombres lobos no eran diferentes.
Cyan se había sentido tan fuertemente mal que se declaró abandonada... había
desaparecido tan completamente que le tomó semanas rastrearla para que él pudiera
rebajarse y rogarle que le diera otra oportunidad.

Eso sólo había elevado a Cyan a un estatus casi divino entre las mujeres de la corte. Que
ella lo trajo, al Amo de la Ciudad, a sus pies y ahora lo tenía bailando atendiendo cada
capricho como su devota pareja... incluso a él, un mestizo marcado por batallas en los
pozos de lucha en las entrañas de la ciudad, podía ver el romance en ello.

-Ella es la perfecta Dama de la Ciudad,- dijo una voz profunda y familiar a la par de él. -Eres
un hombre afortunado.-

Veyr vio de reojo a su viejo amigo, Jace, adaptado e inicializado para la tarde. Estaba
vestido, no como Capitán de la Guardia, sino como alfa de la manada que era después de
ganar la posición en un reto.

Veyr sonrió mientras alzaba su vaso de whisky a sus labios. -Si, suerte que no haya
pateado mi culo hasta el nuevo siglo por haber cagado las cosas.-

Jace se rió, diversión plegable las esquinas de sus ojos. -Debes admitir; si la cagaste. En una
escala épica.-

-Yo?- Veyr resopló a medio beber, quemando la parte de atrás de su garganta y nariz
mientras el whisky trataba de irse por el camino equivocado. Se recuperó con un trago y
miró a su amigo. -Cómo lo recuerdo, toda la situación fue causada por la necesidad de
rescatar a tu dama.-

De alguna manera las facciones duras de Jace se suavizaron un poco mientras descansaban
en la delgada mujer junto a Cyan-su pareja, Vanessa. El año pasado, gracias a las turbias
maquinaciones de su hermano, ella y Veyr por poco terminan casados. Mientras Jace casi
perdía al amor de su vida, Veyr por poco perdía a Cyan y, sin saberlo a su hija no nata.

Afortunadamente, el y Jace se dieron cuenta de lo que McCauley se traía entre manos y


concretaron un plan por su cuenta; una ceremonia de emparejamiento a la que Veyr no
tenía intenciones de llevar a cabo con la interrupción de un reto que solucionó todo el
problema.

-Si... lo fue. Pero,- la mirada de Jace se estrelló con la de él, -no fue mi idea lo de no contarle
a tu mujer del pequeño secreto, o si? Para el Amo de la Ciudad, seguro que estuviste un
poco lento en ese aspecto, o no?-

-Si, si...- Veyr movió su mano de forma despreocupada mientras Jace se reía, sabiendo que
había ganado ese argumento. Otra vez. -Habla con la mano...-

El silencio cayó entre los dos hombres mientras miraban al pequeño grupo de mujeres
otra vez, cada uno teniendo ojos solamente para las mujeres en el grupo que les
pertenecían. Veyr suspiró. -Bueno, afortunadamente, al final todo resultó bien. Quien
hubiera pensado, este momento hace un año, que yo estaría emparejado, con una
magnífica mujer y una hermosa hija?-

-Ella es hermosa,- acordó Jace fácilmente, su voz llena de calidez por su pequeña ahijada. -
Quien está con ella ésta noche?-

-Margarite,- dijo Veyr, nombrando a una de las damas más jóvenes de su esposa. -Lily la
adora.-

-Margarite? No es ella por la que Bryce siente algo?-

Ambos levantaron la mirada a través de la habitación. El tercero del grupo que había
subido a través de los rangos sociales de la ciudad cuando Veyr se convirtió en Amo, Bryce
había reemplazado a Jace como Capitán de la Guardia, los hombres a cargo de protegerlos
a todos.

Permaneció junto a la puerta abierta entre los dos principales salones de baile, su forma
grande y musculosa, calzada con ropa de noche. Aunque le quedaba, todavía parecía como
si lo hubiera robado. Un diamante en bruto era un eufemismo. Veyr había notado que
muchas de las damas mayores de la corte lo miraban con sospecha, como si estuviera
escondiendo los cubiertos de plata bajo la chaqueta.

-Si...- Veyr no dijo nada más, incapaz de envolver su cabeza con la idea de un gran lobo con
una cosa tan delicada como Margarite. Poniendo eso a un lado, se tomó el resto de su trago
de un solo. -Sin embargo, ahora, la única dama en mi mente está justo allá. Discúlpame.-

Depositando el vaso en una bandeja de un mesero que iba pasando, se dirigió hacia las
mujeres.

-Discúlpenme, damas.- Avanzando entre las mujeres que charlaban, sonriendo en


reconocimiento mientras varias jadeaban, sumergiendo sus rodillas en media reverencia.

Era un hábito al que había intentado arduamente romper en la corte, la servidumbre


doblegándose, especialmente por las mujeres. En lo que a él respecta, ninguna mujer
tendría que postrarse ante un hombre. Nunca. Sólo una de las tradiciones arcaicas que
estaba tratando de eliminar... La ciudad estaba muy por detrás de otros en ese sentido. Por
ejemplo, su vecino más cercano tenía una Ama en lugar de un Amo.

-Mi señora,- dirigiéndose a su compañera directamente mientras la banda tocaba un vals. -


Me haría el honor de bailar ésta pieza conmigo?-

Cyan sonrió, sus labios llenos curvándose hacia arriba en una bienvenida mientras
deslizaba su mano al brazo oferente. -Pensé que nunca lo pedirías, sin embargo... debemos
ser cuidadosos.-

-Oh?- Preguntó mientras la dirigía a la pista de baile. El sonido de su falda de seda se


igualaba al movimiento de su cabello oscuro mientras caía como cascada de rizos sobre su
espalda. El la volteó suavemente antes de llevarla a sus brazos. Ella encajaba
perfectamente. -Por qué?-

-Bueeeeno,- ella le dio una mirada burlona desde bajo sus pestañas. -Los rumores dicen
que el Amo de la Ciudad anda por aquí ésta noche, pero todavía no lo he visto...-

El contuvo una sonrisa. Como siempre, él había mutado su apariencia, colocando una
manta de humanidad sobre sus facciones y escondiendo con él el poder de su lobo. La
atrajo más cerca para susurrarle al oído. -He escuchado eso también, pero ya que él no está
aquí y yo sí, me imagino que eso te vuelve mía. No te parece?-

Su respiración atrapada, el pequeño medio enganche y el ablandamiento de su cuerpo


contra él le decía que estaba de acuerdo. Se movieron juntos en perfecta armonía. Para un
espectador, su baile habría aparecido respetable. Sin embargo, sabían que la tensión se
arremolinaba entre ellos.

La conciencia se arqueó y se tensó, construyéndose a cada vuelta y giro mientras él la


mantenía contra él un poco más apretada de lo que necesitaba. Su mirada atrapó la suya, la
esquina de sus labios se curvó cuando vio el rubor en sus mejillas cuando apartó la vista.
Sus dedos se curvaron alrededor de su brazo, su espalda se arqueó un poco más mientras
se apretaba contra él.

La segunda mirada de debajo de sus pestañas rompió la correa en su control. Oscuro y


lleno de promesa, que provocó un gruñido de su garganta no solicitado. De repente,
cambió de dirección, provocando un pequeño chirrido de su tentadora pequeña pareja
como ella esperaba que él siguiera el flujo de la danza y se fuera hacia otro lado.
Fácilmente la levantó mientras tropezaba un poco en los escalones y la empujaba hacia el
balcón.

-Adentro,- medio gruñó, medio ordenó al guardia que estaba de pie afuera. -Asegúrese de
que nadie salga.-

-SiSeñor,- murmuró el hombre, desapareciendo en un abrir y cerrar de ojos, la puerta


cerrándose tras él.

-Veyr! ¿Qué estás tramando?- jadeó con deleite, su cuerpo suave y dócil mientras
caminaba hacia atrás hasta que sus caderas estaban contra el muro de piedra que rodeaba
a éste, el más pequeño y más privado de los dos balcones del salón de baile principal.

-Sabes exactamente lo que estoy tramando,- respiró, levantando la barbilla para poder
pasar los labios por la sensible piel de su garganta. Ella gimió, inclinando la cabeza hacia
atrás para darle un mejor acceso. Ella era tan sensible, tan en sintonía con él que ella sabía
exactamente lo que él quería, lo que necesitaba, antes que él.

Casi como si hubiera leído su mente, ella lo acercó más, los dedos de una mano
atravesando el cabello corto en su nuca para mantenerlo cerca de ella. Él gimió, los dientes
rastrillando la piel suave mientras besaba su camino hacia abajo a la curva de su hombro.

***

Cyan sostuvo su aliento, el calor cayendo a fuego lento en sus venas estallando en una
flamante llama mientras los labios de Veyr cubrían la pequeña cicatriz en su hombro. Su
cicatriz de apareamiento, la marca que proclamaba a todo el mundo que ella era suya y él
era suyo. Por siempre. No existía el divorcio en el mundo Lycan.

Él se apretó contra ella, el cálido peso de su duro cuerpo impulsando su excitación un poco
más alto. Una mano dura en la curva de su cintura, deslizó la otra por su cadera,
levantando sus faldas. El tejido se amontonaba, cada vez más alto hasta que pudo deslizar
la mano por debajo de él. Ella gimoteó mientras se sumergía para agarrar su trasero,
dedos fuertes masajeaban el globo lleno y redondeado con desesperación lujuriosa.

Ella sabía cómo se sentía, dejando caer su cabeza hacia atrás mientras sus labios recorrían
la pendiente de su pecho hacia su escote. Con un nuevo bebé, sus noches y cualquier acto
de amor a menudo se interrumpían. Si es que llegaban ahí en primer lugar. El cansancio
clamaba seguido o bien a uno o a ambos tan pronto como ponían sus cabezas en la
almohada.

-Dios, te he extrañado,- le susurró, el sonido más un gruñido, y jaló las cintas que sostenían
su vestido por enfrente con sus dientes.

Ella abrió la boca para estar de acuerdo, pero en ese momento se acercó más allá, alzando
su pierna hacia arriba y sobre su cadera. Sus dedos encontraron el fino trozo de satén que
cubría su coño y lo hizo a un lado para acariciar entre sus labios inferiores. Ella jadeó, su
respuesta se perdió cuando él encontró su clítoris, la amplia y delicada punta de los dedos
burlándose y acariciando el pequeño botoncito de nervios.

Arqueando su espalda, ella lo instó en silencio. Su gemido profundo y masculino llenó el


aire nocturno cuando la cinta cedió, su corpiño se separó para permitirle el acceso a sus
pechos. El aire fresco se arremolinaba sobre su piel, los montículos gemelos se apretaban a
picos duros como para atraerlo. Su gemido se unió al suyo mientras se inclinaba para
hacer girar su lengua alrededor de un pezón, luego al siguiente, prestándoles igual
atención a ambos con besos suaves y lametones cálidos.

Pero su atención no se mantuvo suave durante mucho tiempo. Un pequeño chasquido hizo
que ella se sacudiera antes de que tirara su pezón en la cálida caverna de su boca. Ella
lloriqueó cuando el placer la atravesó, dibujando una línea de fuego entre su pezón y su
clítoris. Sus caderas se mecían contra su mano, una súplica subconsciente por más, para
calmar el fuego que rodaba por su cuerpo.

No lo hizo. En cambio, lo empeoró.

La yema de sus dedos se burlaba de su clítoris. Lo circundaba, lo presionaba y lo tocaba,


pero nunca lo acariciaba como ella necesitaba... como anhelaba. Luego, cuando su boca se
movió hacia el otro pecho para cerrarse sobre el pezón, deslizó un dedo profundamente en
su coño necesitado.

-Oh Dios,- ella jadeó, aferrándose a sus grandes hombros mientras él bombeaba
lentamente dentro y fuera. -Por favor, Veyr ...-

Él lamió su pezón en respuesta y añadió otro dedo. Ella gimió, balanceando sus caderas
mientras él la follaba con sus dedos. Cada caricia era larga y profunda, y él torció su mano
para presionar contra su punto G a la salida. Pronto ella estuvo jadeando y gimiendo, lista
para suplicarle... Haría cualquier cosa si él dejaba de jugar y la follaba como necesitaba.

Añadió el pulgar, presionando contra su clítoris, y se perdió. Presión y tensión construida


en su cuerpo con cada empuje y deslizamiento de sus dedos hasta que, finalmente, estalló.
Enterró su cara contra su cuello para ahogar sus gritos, ella se vino largo y duro. Los
murmullos profundos de él en su oído diciéndole todas las cosas sucias que él quería hacer
con ella alargaron su liberación hasta que se quedó laxa en sus brazos, agotada.

No le dio tiempo para recuperarse. Sacando los dedos del resbaloso agarre de su coño, se
recostó para hacer contacto visual y los lamió a propósito donde brillaban con su
liberación. Ella se estremeció ante la mirada oscura de sus ojos.

-Más tarde,- gruñó, extendiendo la mano para frotar la punta de sus dedos contra sus
labios. Ella gimió, sus párpados se cerraron mientras se probaba en sus dedos. -Voy a
comer tu coño hasta que todo lo que puedas hacer es gritar mi nombre.-

Su excitación subió otra muesca mientras rodeaba su cintura y la empujaba hacia arriba
para sentarla en el muro bajo de piedra que rodeaba el balcón. La corte era vieja, el edificio
se añadía y se extendía a lo largo de los años, así que en ésta esquina, el balcón daba a una
pared dándole algo para apoyarse contra él mientras levantaba sus faldas, acuñando sus
caderas entre sus muslos extendidos.

-Tú...- susurró, inclinándose para capturar sus labios en rápidos besos mientras hablaba. -
Eres la mujer más hermosa, más sexy que he conocido. Tan pronto como te vi, te desee.
Sabía que tenía que hacerte mía. Sabía que iba a follarte. Tenía que follarte.-

-Cómo ahora mismo?- jadeó ella, retorciéndose contra él mientras él se acercaba entre
ellos para desabrocharse los pantalones. En un segundo estaba allí, la cabeza gruesa y
ancha de su polla apretando justo donde ella lo necesitaba contra los labios de su coño. -Oh
sí, ahora ... Por favor ... Sólo follame.-

-Oh si, te voy a follar,- respiró, el gruñido profundo de su voz justo por su oído cuando él
empujó dentro de ella, enterrándose hasta las bolas profundamente en un empuje duro. -
Voy a follarte duro y rápido hasta que todo lo que puedas pensar es en mí. De lo que te
hago. De mi polla enterrada en tu coño.-

Ya había hecho eso. Con las caderas entre las piernas y la polla palpitando profundamente
dentro de ella, todo lo que podía pensar era en él. Retrocedió, el resbaloso deslizamiento
sobre las terminaciones nerviosas ocultas que cantaban sólo para él y casi al instante se
empujó de regreso dentro de ella.

Cada empuje le hacía contener el aliento, sus hombros apretados contra el frío ladrillo,
pero a ella no le importaba. Ella amaba cada segundo. Gimiendo de placer, ella envolvió
sus brazos alrededor de sus hombros, tirando de sus labios para reclamarlos con los de
ella. Él la dejó y luego en un latido del corazón, lo volteó y se convirtió en el agresor.

Con un duro barrido de su lengua exigió acceso, deslizándose hacia lo profundo cuando
ella lo concedió. Su lengua se deslizó y acarició la suya en un beso caliente y tórrido para
emparejar su cuerpo moviéndose con el suyo. Reclamándola. Tomándola. Poseyéndola.

Ella gimió y se aferró a él, los puntos duros de sus uñas alargadas y fortalecidas por la
fuerza de su deseo y el lobo que acechaba dentro de su piel. Él gruñó en aprobación...
Aprecio... Pura lujuria ... Ella no sabía, no le importaba. Todo lo que sabía era que
necesitaba que siguiera haciendo lo que estaba haciendo.

-Más duro,- se separó para exigir, un jadeo de sorpresa se escapó de ella cuando él hizo
precisamente eso, golpeando una mano en los ladrillos por su cabeza lo bastante duro
como para romper un par de ladrillos. Él aumentó el paso, conduciéndose dentro de ella
duro y rápido. Deliciosas caricias tenía sus ojos rodando hacia atrás en su cabeza. La
tensión subió, su cuerpo se puso tan tenso que se sentía como una cuerda de proa a punto
de romperse. Ella sólo necesitaba aguantar un poco más de tiempo...

Luego jugó sucio, haciendo una pausa al final de cada golpe y rodaba sus caderas cuando
se enterraba profundamente hasta las bolas dentro de ella. La presión atrapó su clítoris,
atrapando y presionando el nudo de la sensación. El placer corría, irradiando hacia fuera a
través de su cuerpo como un estremecimiento con cada empuje y se mecía hasta que ella
no sabía dónde era arriba y dónde abajo. Todo lo que ella sabía era que su polla estaba
enterrada profundamente dentro de ella y nunca quería que se detuviera.

Luego, abruptamente, todo fue demasiado. El placer arqueó su espalda y todo su cuerpo
cantó mientras esperaba por ese último impulso para enviarla por el borde.

-Dios, Veyr ...- Ella no necesitó decir nada más. Sus ojos oscuros atraparon los suyos por un
segundo antes de que bajara la cabeza. Con otro empuje, se enterró en ella,
mordisqueando y sosteniendo la sensible cicatriz en su cuello mientras se balanceaba
contra su clítoris.

Ella gritó su nombre mientras se rompía, viniéndose fuerte sobre su polla. Gruñendo, se
sujetó a su hombro mientras sus movimientos se aceleraban. Su coño agarraba y ordeñaba
su eje, el ritmo constante de sus empujes hicieron que se derrumbara. Se volvieron más
duros, más rápidos, más descoordinados hasta que, finalmente, se estrelló contra ella una
última vez. Lanzando la cabeza hacia atrás, aulló su liberación al cielo nocturno y bañó sus
paredes interiores con su blanca semilla.

Ella sonrió para sí misma, acurrucada contra su duro y musculoso cuerpo mientras ambos
se recuperaban. No había manera de que sus invitados no los hubieran oído. Aunque si
alguno de ellos tendría las pelotas de decir algo, era algo completamente diferente ...
CAPÍTULO 3

Cyan no tenía ninguna posibilidad contra el grupo de pesados hombres de Jacob y ella lo
sabía. Así que cuando la agarraron, siguió silenciosamente, si no totalmente voluntaria. Se
movieron por la corte con rapidez y confianza, usando pasillos traseros y pasajes secretos
en silencio, lo que le dijo que habían estado planeando esto desde hace un tiempo. Se dio
cuenta que en ningún momento cualquiera de ellos se miraba perdido o confundido.

En vez de eso, se movían como un grupo apretado, deteniéndose cada tanto para escuchar
o antes de doblar en alguna esquina. Un aura de preparación y peligrosidad los rodeaba,
sus expresiones sombrías pero neutras decían que esto era sólo un día normal para ellos.
Ninguno hablaba, se comunicaban el uno con el otro usando miradas y gestos rápidos de la
mano. Si tuviera que adivinar, tenían entrenamiento militar... Todo lo que faltaba eran
armas en sus manos... Y eran cambiaformas de algún tipo. Ella apostaría su vida en ello.
Nada se movía como un cambiaforma. Tenían una gracia que era inconfundible.

Todos menos la mujer.

Al igual que Jacob, se mantuvo aparte del grupo de hombres que rodeaban a Cyan, y si era
una cambiante, Cyan apostaría su vida. Ella tampoco era humana, eso era seguro, pero era
algo más. Algo que hizo que todos los pelos de la nuca de Cyan se elevaran, su lobo gruñía
en la parte posterior de su mente. El sonido era bajo y ominoso, llenando cada célula de
energía mientras miraba a la mujer desde el rabillo del ojo. De todos ellos, ella era la más
peligrosa. Cyan apostaría su vida en ello.

Delante del grupo, Jacob hablaba solo.

-Él nunca me ha visto venir,- cantó, su tono presumido y triunfante. -Mi victoria está
asegurada. Quiero decir, cómo podría un mestizo enfrentarse a mí? Un lobo de sangre
pura? Yo nací para gobernar esta ciudad. Lo hubiera logrado antes, si él no hubiera
desafiado a Rigor. Estaba tan cerca de desafiar al viejo bastardo yo mismo, y lo habría
vencido... Me hubiera convertido en Amo... Si ese imbécil del mestizo no se hubiera
adelantado.-

Cyan luchó con el impulso de rodar los ojos. Ella no respondió. No había necesidad ya que
Jacob continuaba con su monólogo. Principalmente el tema parecía ser lo cansado que
estaba, y cómo el mundo había conspirado contra él y le habían robado lo que él
consideraba que era legítimamente suyo.

En cuestión de minutos, los pasillos y pasadizos de la corte dieron paso a escaleras


húmedas y túneles oscuros mientras descendían a la tierra de abajo.

Cyan no pudo evitar mirar a su alrededor con los ojos muy abiertos. Las catacumbas. Sabía
que estaban aquí abajo, pero se había negado a poner los pies allí, especialmente cuando
Veyr había revelado que habían estado enterrando a la gente aquí hasta hace un par de
décadas.

Mientras que los cementerios, por regla general, no la molestaban, era un espacio abierto...
Estando aquí encerrada en la oscuridad con todos esos cadáveres era otra cosa. Ella se
estremeció y se acercó al chico que estaba junto a ella. Él le lanzó una mirada pero no
comentó, tal vez sintiendo un poco del mismo escalofrío que ella sentía.

-Sí ... Esto funcionará bien,- anunció Jacob mientras el pasillo se abría a una cámara
abovedada y de techo bajo. Ella entrecerró los ojos, tratando de ver el fondo de la
habitación en la oscuridad, pero falló. Como un lobo, su vista era buena, pero no tan buena.
Ella necesitaba algo, un poco de luz de luna u otra fuente de luz para hacer cosas.

-Para qué?-

Su voz cortó la oscuridad, la pregunta se soltó antes de que pudiera detenerla. Margarite
habría llegado a Veyr ahora, lo que significaba que ya la estarían buscando. Y Veyr no era
un idiota. Él no vendría aquí abajo, siguiendo su camino, por su cuenta.

-Veyr te va a arrancar la garganta, sabes?- le ofreció, conversando, tratando de deslizarse


de lado en la oscuridad. Si ella no podía ver, tampoco ellos.

Ella dio menos de tres pasos antes de que hubiese un extraño susurro detrás de ella.
Deteniéndose de un sólo, su corazón golpeó en su garganta. Eso era un sonido malo. Un
sonido muy malo. Sin girar, ella sabía que alguien estaba detrás de ella.

-Vas a algún lugar?- Una voz femenina preguntó.

Cian mordió su grito y saltó más cerca de la seguridad dudosa de los otros cambiantes
mientras se volvía. Uno de los hombres de Jacob encendió una antorcha, la brillante luz la
cegó por un momento. Pero cuando pudo ver, la mujer extraña estaba detrás de ella, con
una sonrisa jugueteando sobre su rostro. Ella se inclinó, los labios se separaron cuando la
punta de su lengua se asomó. La punta de su lengua bifurcada.

-Mia!- Jacob ladró. -Paciencia... Tendrás todo el tiempo que quieras para jugar más tar--
Todos hicieron una pausa mientras los sonidos de la persecución sonaban detrás de ellos. -
Todos listos. Tenemos un Amo a quien dar la bienvenida.-

Dos cambiantes agarraron los brazos de Cyan y la arrastraron fuera del camino. Mia
asintió y con una suave exhalación, cambió. Al principio, Cyan contuvo el aliento, pensando
que se había equivocado y que Mia era una especie de shifter después de todo. Había
tantos tipos que sería imposible conocerlos a todos, y algunos eran tan raros que ni
siquiera tienen nombres oficiales como los licantropos y ursantropos-osos cambiantes-lo
hacían.

Pero Mia no se movía como una -'tropa.- No hubo agrietamiento de huesos y pelos
surgiendo sobre su piel. En cambio, la oscuridad se enrolló detrás de ella, sobresaliendo en
una nube negra detrás de ella, de modo que parecía fusionarse con las sombras que la
rodeaban.

Algo desenrollado en la oscuridad, el sonido rasposo que enviaba escalofríos sobre su piel.
Movimiento fue captado por el borde de visión de Cyan, pero su mirada se clavaba en la
cara de Mia mientras cambiaba, las facciones se aplanaban y se hacían más extrañas. No
extrañas... basiliscas.

Tan pronto como el pensamiento se arraigó en la mente de Cyan, Mia se movió. Sus
piernas se fusionaron bajo la falda corta, tan en desacuerdo con la ropa que llevaba el
resto del grupo, una columna fuerte cubierta de escamas que la sostenía mientras se
deslizaba hacia delante. Unas atroces uñas surgieron de sus dedos y ella siseó, algo en la
oscuridad detrás de ella cascabeleó.

Cyan jadeó mientras la criatura se lanzaba hacia atrás en la oscuridad, desapareciendo con
un sonajero en su larga cola escalada. Volviéndose, Cyan miró a Jacob, dándose cuenta de
cómo iba a vencer a Veyr.

-Ni siquiera vas a luchar contra él, verdad?-preguntó, despreciándolo y agudizando su voz
al darse cuenta de lo lejos que había caído el antiguo alfa. -Vas a usar eso... dónde coños
encontraste una lamia de todos modos?-

Lamias no eran cambiaformas, no realmente. Claro, tenían una forma humana, pero sus
cambios no estaban sujetos a la atracción de la luna, ni tenían dos lados de su naturaleza-
humanos y bestias-como lo hacían los 'tropos. En cambio, su forma humana no era más
que una máscara para ocultar al monstruo detrás de ello. No había nada ni remotamente
humano en ellos... Confiaba incluso en un wyvern, los bulldogs inestables del mundo de los
dragones, que en una lamia o en cualquiera de su calaña.

Jacob se encogió de hombros. -Puedes encontrar cualquier cosa... Si estás dispuesto a


pagar el precio.-

Había algo en la forma en que dijo precio, una nota extraña y algo acerca de la expresión
en sus ojos, y de repente ella estaba segura de que el precio no era monetario, y que Jacob
no lo había pagado él. Ella se preguntó cuántos hombres había comprendido su grupo
originalmente. Algunas de las historias más conocidas, las contadas por las carreras
nocturnas en lugar de las versiones humanas limpias, tenían a los lamia con parentesco a
los súcubos... Y cazaban machos de cualquier especie en su mejor momento.

Ella tragó, tratando de aliviar el nudo de miedo que se había asentado en su garganta.
Lamias eran asesinos peligrosos, capaces de acabar con cualquier cosa, y eran más que una
pelea incluso para un hombre lobo de gran poder, especialmente cuando se peleaba en un
ambiente adecuado a su fisiología como las catacumbas.

-Me das asco.-

Ella escupió en el suelo a sus pies, luchando contra las lágrimas de ira y frustración. Si los
dos guardias a ambos lados de ella no tuviera un apretón de hierro en sus brazos, ella se
habría tirado a Jacob y le habría arrancado la garganta.

Cualquier cosa para detener la trampa a la que el amor de su vida estaba a punto de entrar.

***

El mundo de Veyr había cambiado en un instante. Tan pronto como Margarite irrumpió en
la habitación, un escalofrío rodó por su espina dorsal y una terrible sensación de mal
presentimiento llenó su alma. Los segundos mientras ella estuvo allí, mirándolos con
lágrimas rodando por sus mejillas, se habían convertido en una eternidad. Una vida de
tortura mientras leía la verdad en sus ojos.

-Enemigo en la corte... Tienen a la Señora Cyan. Dios mío, se llevaron a la Señora. Lo siento
mucho!-

Veyr atravesó los pasillos de la corte, Jace y una horda de guardias lo seguían sobre sus
talones mientras seguía el olor de su compañera. Nadie hablaba, el silencio alrededor del
grupo de hombres lobo era cada vez más grueso a cada paso.

Cyan estaba aterrorizada, el afilado hedor entorpecía su olor. El lobo de Veyr gruñía, el
sonido se trasladaba a su forma humana y goteaba desde las comisuras de sus labios en un
ruido bajo y peligroso. Alguien se había atrevido a poner los pies aquí, había osado
infiltrarse en su casa y amenazado lo que más quería.

La rabia se elevó, caliente y gruesa en su garganta, su lobo casi se derramaba a través de su


piel. Pero él era un alfa, y los días de perder el control de esa manera habían desaparecido
hace tiempo. En su lugar, canalizó la rabia de su bestia de nuevo a su ser, usando ambos
para afilar sus sentidos y sacar las garras al final de sus dedos, listo para rasgar y
desgarrar.

Cuando encuentre a los imbéciles que habían tomado a su hembra, él hará que lamenten el
día que nacieron. No, haría que sus malditos abuelos se arrepintieran del día en que
pusieron los ojos el uno al otro. Si ellos la llegaran a lastimar... Él desgarraría el tiempo y
erradicaría su línea entera de sangre hasta el principio del tiempo. Él cazaría y destruiría
cada miembro de su familia como advertencia al mundo que nadie toma lo que le
pertenece a él y vive para contarlo.

El olor de Cyan se extendía como un carrete de hilo delante de él. Chica lista, había perdido
uno de sus zapatos en algún lugar a lo largo del camino, su piel desnuda contra el suelo de
piedra fortalecía su olor mientras descendía a los sótanos y túneles bajo el complejo. En
lugar de un, gran palacio, la corte del Amo estaba compuesto de muchos edificios, todos
interconectados y corriendo hacia dentro y hacia fuera con los demás. Los niveles
subterráneos eran los mismos, a pesar de que en su mayoría estaban ahora en desuso.

Lo que los hacia perfectos para secuestrar y ...


Él volvió a gruñir, cortando ese pensamiento antes de que pudiera formarse. En su lugar,
se centró en los olores de Cyan. Ellos eran cambiantes, al menos un alfa, y un olor que no
reconocía, algo que hizo que su lobo estornudara y gruñera. A su alrededor, otros lobos
hicieron lo mismo, y un gruñido bajo resonó desde la parte de atrás del grupo.

-Qué coños es eso?-

-Nunca antes había olido eso.-

Veyr levantó la mano, cortando el sonido y el movimiento mientras escuchaba. No había


estado aquí abajo desde hace un buen tiempo, pero de memoria los corredores se abrían
justo hacia delante en una galería más grande. Los aromas iban en esa dirección. Un
pequeño sonido más delante fue captado por sus oídos. Sonó como un grito ahogado.

Era Cian.

Conocería el sonido de su voz en cualquier parte.

El aullido salió de su garganta antes de que pudiera detenerlo, su lobo dando voz a la
amenaza de su alma. Otras voces se le unieron y en un latido del corazón, derribaron el
corredor hacia su presa. Lobos corriendo, algunos en forma humana, algunos en cuatro
patas llenaron el pequeño espacio hasta que se derramaron en la galería para enfrentar la
amenaza que se había infiltrado en su territorio.
CAPÍTULO 4

Una pequeña escena estaba en medio de la galería. Cyan estaba de rodillas, con la ropa
sucia y desgarrada, las manos detrás de la espalda y una tira de su falda en la boca para
amordazarla mientras lo miraba con lágrimas en los ojos. Detrás de ella, la mano dura en
la parte posterior de su cuello, se encontraba una figura familiar. Los labios de Veyr se
curvaron hacia atrás de sus dientes en un bajo, gruñido de advertencia.

-Jacob McCauley. Qué coño estás haciendo aquí?-

El alfa desgraciado sonrió, pero la expresión no alcanzó sus ojos. En cambio, eran duros y
planos, brillantes de triunfo.

Alrededor de Veyr los lobos gruñían con la parte posterior de sus gargantas. Algunos eran
de la manada de McCauley y habían sufrido en las manos de su antiguo alfa, mientras que
el resto sabía que era un bastardo cruel.

-Hay cambiaformas con él- dijo Bryce en voz baja. De todos ellos, su sentido del olfato era
el más exacto. -Tengo cuatro o cinco. No hay lobos, pero sí caninos, quizá hienas.-

Veyr asintió ligeramente. Eso tenía sentido. Ningún lobo apoyaría a un idiota sádico como
Jacob, no en la ciudad de Veyr de todos modos, pero la hiena no tenía honor; Sólo cuidaban
de sí mismos.

-He venido a recuperar lo que me robaron.- Incluso ahora, incluso después de una pelea de
desafío que había perdido y que casi lo había matado, la manera de Jacob estaba llena de
grandeza y derecho mientras paseaba un brazo a su alrededor. Como si él fuera el señor de
la mansión y el resto de ellos simplemente sus siervos. -Recuperar lo que merezco.-

-Un agujero húmedo en el suelo?- Veyr bufó, burlándose en su tono. -Bueno, al menos eres
realista.-

Jacob lo fijó con una mirada resplandeciente, ojos llenos de odio. Los músculos de su
antebrazo desnudo se tensaron y delante de él, la expresión de Cyan se tensó con dolor.

Veyr dio un paso adelante, con un gruñido en los labios. -Lastímala y te joderé de tantas
maneras que me pedirás que te mate.-

-De verdad? Un simple mestizo como tú? Crees que puedes ser mejor que yo, un nacido
lobo? Chucho, ni siquiera estás en la misma liga.- Jacob se rió, el sonido bajo y divertido. -
Ya te he superado, y ni siquiera te das cuenta. Oh no, amigo mío, voy a salir de aquí como el
Amo de la Ciudad y no hay nada que tú y tu manada de chuchos puedan hacer al respecto.-

-En serio?- Los labios de Veyr se dividieron en una amplia sonrisa mientras avanzaba, con
los brazos abiertos. -Bueno, ya sabes lo que tienes que hacer entonces. Quieres ser Amo?
Tienes que vencerme.-
Veyr permaneció allí, observando y esperando la reacción de Jacob, los fuegos gemelos de
la rabia humana y la Lycan ardiendo dentro él cuidadosamente controlada. Cualquier
ilusión en el que el antiguo alfa se encontrara, Jacob no tenía una oportunidad contra Veyr.
No sólo era el Amo de la Ciudad, pero había salido de las entrañas de la ciudad, el no se
detenía ante nada, sin reglas de lucha sólo los verdaderamente desesperados o sádicos
entraban, antes de convertirse en rey del ring, fue el primero en retirarse en lugar de ser
asesinado.

Jacob era superado, aventajado y desarmado. De todos modos, estaba jodido, y no de una
buena manera, tan pronto como entrara en un -ring- con Veyr.

-Vamos Jacob,- le urgió Veyr con pequeños movimientos «ven aquí» de sus dedos, su lobo
ya justo debajo de su piel, tan cerca que sentía el brote de piel debajo de sus poros. Estaba
listo... éste gilipollas lloraría dentro de unos segundos y pisotearía sus entrañas. -Ven a ver
si tienes al lobo para golpearme.-

Jacob rió, con la cara envuelta en alegría. -Sí, claro... Como si me rebajara a tu nivel. No,
chucho, no necesito probarte nada. Soy un pura sangre, mi línea retrocede intacta al
primer lobo que tomo forma humana. Sé mi valor y de lo que soy digno... lo que merezco...
No, que nací para ser el Amo de la Ciudad. No necesito pelear contigo.-

-Idiota de mierda.-

-Delirante.-

Veyr escuchó los murmullos detrás de él, pero los ignoró a favor de ver a Jacob.

-Así que, si no vas a pelear conmigo, cómo vas a convertirte en el Amo de la Ciudad?
Esperas que yo solo entregue el título?- Él se rió. -Sabes que eso no va a suceder.-

-Oh no, tienes que morir.- Cyan hizo un pequeño sonido de pánico ante las palabras, sus
ojos fijos en Veyr. Una vez que él la miró, ella miró deliberadamente en la oscuridad hacia
la izquierda. Le estaba advirtiendo?

-Pero estoy lo suficientemente seguro de mi valor que no necesito ser el que te mate a ti y
a tus compañeros de manada aquí. Mia, querida, puedes salir ahora.-

Una sensación de aprensión llenó a Veyr en los segundos que siguieron. Un sonido seco y
rasposo llenó el aire, el olor extraño que había notado antes era más fuerte. La oscuridad a
la izquierda cambió, y la figura de una mujer emergió. Sus ojos se medió cerraron, un ruido
bajo de advertencia goteaba a través de la mente de su lobo. No, ella no era una mujer...
Ella parecía eso, con las masas de pelo ligero, pero sus rasgos eran incorrectos. Ella parecía
más a-

-Lamia!- gritó Cyan, arrancando la mordaza de su boca. -Corre, Veyr... Sálvate!-

La mujer -la lamia- golpeó con la cola escalada enrollada debajo de ella en lugar de las
piernas para propulsarse hacia delante. Uñas brillantes como pequeñas espadas
rastrillaron el aire donde había estado un momento antes y tuvo una rápida visión de una
boca llena de puntas de aguja como dientes.

-Aseguren la galería!- Gritó, los lobos diseminándose para hacer lo que quería mientras
giraba para mantener a la criatura a la vista. Lamia eran raras pero terriblemente
peligrosas. Si ésta lo mataba, no quería que se soltara en la corte. Sería un baño de sangre.
Mejor mantenerla encerrada aquí, aunque todos murieran... Si Cyan muriera. Pero sería
mejor que la lamia subiendo... A donde Lily estaba.

El pensamiento de tal criatura en cualquier parte cerca de su hija hizo que su corazón se
estremeciera dolorosamente, el golpe coincidió con otro ataque rápido del monstruo
delante de él. Saltó a un lado, rebotando desde un pilar para aterrizar un golpe fuerte entre
sus omóplatos. Deliberadamente, apartó todos sus pensamientos y emociones humanas
lejos. No podía permitirse la distracción. No ahora. No cuando la vida de su compañera
estaba en peligro.

Él haría cualquier cosa para salvarla, se dio cuenta de que su lobo hacía eco de la absoluta
certeza. Algunos lobos se apareaban pero se podía ver que el vínculo no estaba completo.
Si algo les pasaba a sus compañeros, estarían trastornados pero seguirían.

Él no. No podría.

Si algo le pasara a Cyan, se las arreglaría por el bien de Lily, pero sería una existencia
pobre sin la otra mitad de su alma.

-Crees que encerrarte aquí te ayudará, verdad?- Jacob se burló, su risa cruel resonó en la
oscuridad. -No lo creo. Vas a morir, Veyr, ejecutado como el chucho que eres, y tu perra
junto contigo. Entonces tomaré mi legítimo lugar como el Amo de la Ciudad.-

-Eres un maldito lunático,- Veyr escupió, bloqueando otra ráfaga de garras cortantes y
golpes de la mujer serpiente. Ella luchaba como lo hacía él, con absoluta concentración y
enfocado, sus extraños ojos parpadeaban en la oscuridad. Al menos ella no podía
convertirlo en piedra...

Él se separó, volviéndose para correr hacia otro de los pilares. Su aliento estaba caliente en
la parte posterior de su cuello, pero seguía moviéndose, plantando un pie en medio de la
piedra para lanzarse alrededor. Al dar el salto estiró el pie golpeando a su oponente en el
lado de la mandíbula. Ella cayó hacia atrás y él la siguió hacia abajo, su lobo estallando a
través de su piel. En un latido del corazón, él había cambiado de forma. No humano, no
lobo, pero algo en medio. Parado en dos piernas, él cerró sus masivos puños y martillo
golpes en la lamia. Ella gritaba, siseándole mientras que ella regresaba los golpes. Duro.

Su puño y uñas lo golpearon en las costillas, pero él lo absorbió con un gruñido, luchando
con ella mientras trataba de llevar al resto de ella hasta el suelo. Un fuego le cortó el
hombro cuando ella lo alcanzó con sus garras, pero él le pagó con un rápido gancho hacia
arriba que partió sus mandíbulas juntas.

Volvieron y giraron, intercambiando golpes hasta que su entorno se cayó, hasta que fueron
sólo ellos y el daño que pudieran sacar y tomar.

Su corazón latía con fuerza en su pecho mientras la adrenalina se elevaba a través de su


sistema. Dejando que la oscuridad saliera, luchó con todo lo que tenía, tomando y dando
golpes que habrían derribado a criaturas menores mientras ambos buscaban una apertura
para terminar la pelea. Necesitaban un área más grande de la que tenían adentro para
pelear, se movían alejándose de los otros.

Moviéndose hacia un lado, él bloqueó un pestillo de su pesada cola con un brazo levantado
y dio un gancho en su caja torácica desprotegido. Ella gritó, sacudiéndose un poco a un
lado mientras el dolor retorcía sus extraños rasgos. Deslizándose hacia atrás, ella tragó
aire tanto como él lo hacía, la tensión se mostraba en pequeñas líneas alrededor de su
boca. Una extraña expresión cruzó su rostro mientras lo miraba.

-Nadie jamásssss ha durado tanto tiempo contra mi,- dijo ella, manteniéndose fuera de su
alcance. -McCauley dijo que no eras nada, menos que nada, un cobarde y un mestizo que
habías ganado tu posición por medio de trucos.- Giró su cabeza para estudiarlo
curiosamente. -Pero creo que no es así. Luchas demasiado duro para ser un cobarde y
demasiado bien para ser un truculento. El título significa tanto para ti?-

-No.- Él había alterado la mandíbula lo suficiente como para hablar, pero el lobo seguía
pesado en los tonos ásperos. -El título ... Ser Amo... Eso no es nada. Ella, sin embargo, es
todo. Mi amor, mi vida, mi todo. Y me condenaría si permito que tú o ese gilipollas le hagan
daño incluso a un pelo en su cabeza.-

Su mirada se deslizó más allá de él hasta donde Jacob estaba de pie sobre Cyan, y algo
parpadeó en la parte de atrás de sus ojos. Necesidad... O ansia quizás. -Por essssto es que
peleas tan duro? Todo essssto, por una mujer? La quieres tanto?

Él sólo la miró. -Siempre.-

La lamia asintió y luego se estremeció por todas partes. Mientras lo hacía, las escamas
retrocedían de su piel, la oscuridad y las sombras envolvían su cuerpo inferior por un
momento hasta que ella dio un paso hacia adelante, habían piernas donde la cola había
estado un momento antes. Moretones en su rostro y sosteniéndose con una mano las
costillas donde él había sentido fisurarse bajo su puño, ella asintió con la cabeza. -No eres
lo que me dijeron. Mi trato con McCauley es nulo y vacío... No hago trato con mentirosos.-

Se volvió para irse, casi desapareciendo en la oscuridad de la galería antes de detenerse


por un segundo para mirar por encima de su hombro. -Tú eres un hombre raro, Veyr de la
fosa. Le contaré a missss hermanas de ti. Los de mi clase no molestaran tu ciudad otra vez.-

-Gracias.- Él asintió con la cabeza, ofreciendo una sonrisa mientras retrocedía su lobo
hacia dentro. -Sin embargo, si alguna vez necesitas ayuda, eres bienvenida.-

Sus ojos se agrandaron un poco por su oferta. Pocos serían lo suficientemente locos como
para ayudar a una lamia, pero ella había demostrado que tenía honor. Inclinando la cabeza
en agradecimiento, se volvió y desapareció en la oscuridad de las catacumbas.

-Espera... qué... Qué estás haciendo?- El rostro de Jacob era el cuadro de incredulidad
mientras miraba hacia la oscuridad. -Mia! Regresa tu culo y termina el trabajo para el que
se te pagó!

Veyr sonrió y se movió hacia adelante, su mirada fija en el antiguo alfa. Su cuerpo debería
dolerle por los numerosos moretones y heridas que la mujer serpiente le había infligido,
pero no sentía ninguno de ellos. En su lugar, se concentró en la mano que Jacob tenía en la
nuca de Cyan, y todo lo que él sentía era rabia.

Jacob había planeado y tramado tomar su título-tomar el poder y la posición de Amo de la


Ciudad. Por eso, podría perdonar al tipo. No era como si el rol tuviera un plan de retiro. La
mayoría eran asesinados cuando llegaban a ser demasiado viejos y lentos como para
mantenerse en el poder. Pero Jacob había ido un paso demasiado lejos. Había amenazado a
la mujer de Veyr, le había puesto sus manos sucias encima. Amenazó su vida.

Ahora él pagaría con la suya. Era la única manera en la que Cyan y Lily estuvieran seguras.

-Eres un lobo muerto caminando, Jacob,- gruñó. -Colócate la piel y enfréntate a mí como el
alfa que pretendes ser.-

Jacob gruñó, sus labios abiertos detrás de los dientes. Su agarre se apretó en la parte
posterior del cuello de Cyan, haciendo que chillara de dolor de nuevo. El olor de su sangre
floreció en el aire, enviando la furia de Veyr incluso más alto. A su alrededor, los gruñidos
bajos de sus lobos se unieron. De las hienas ya no había señales. Veyr no necesitaba
buscarlos. El olor de su sangre en el aire le dijo que sus lobos se habían encargado de ellos.

Ahora él se encargaría de Jacob. Permanentemente.

-Da un paso más,- gruñó Jacob, sacudiendo a Cyan como una muñeca de trapo. -Y ella
muere.-

Veyr se detuvo brevemente, observando a su enemigo con cautela. Se apartó un poco, los
dedos alrededor de la garganta de Cyan se inclinaron con garras mortales. Le llevaría
menos de un segundo arrancarle la garganta, una herida con la que no podría cambiar lo
suficientemente rápido para sanar. El corazón de Veyr le latía con fuerza en la garganta, el
miedo rodaba a través de él. Estaba más asustado ahora de lo que había estado cuando se
enfrentó a la mortal lamía.

-Así está mejor. Ya era tiempo que aprendieras a escuchar la voz de tu amo.- La voz de
Jacob se hinchó con su lobo cuando se inclinó hacia abajo, Cyan se encogió cuando su boca,
sus labios se empujaron hacia adelante y se estiraron alrededor de los colmillos Lycan que
perforaron adelante de su mandíbula humana y se acercó a su garganta. El miedo rodó a
través de Veyr. Él tenía que alejarla de Jacob, pero cómo?

Sin embargo, al final, su compañera lo hizo todo por sí misma.

-Amo? Hazme un favor.- Cyan siseó, con fuego en sus ojos mientras ella miraba hacia
arriba. Atrapando la mirada de Veyr, ella guiñó un ojo y luego se levantó a sus pies,
lanzando su cabeza hacia atrás. Duro. La parte posterior de su cráneo golpeó la nariz de
Jacob, haciéndole retroceder. Mientras estaba distraído, Cyan se soltó de su agarre para
arrojarse a sí misma al suelo.

Todo el movimiento tardó menos de un segundo, pero eso fue todo el tiempo que Veyr
necesitó. Un aullido de rabia y de retribución se rasgó de su garganta, saltó, cubriendo la
distancia entre él y su enemigo en dos brincos. En algún momento entre el primero y el
segundo, su lobo surgió de él, explotando de su forma humana como una versión de
pesadilla de un gato en la caja con pieles y dientes.

Las grandes patas golpearon a Jacob en el medio del pecho, llevando al hombre más
pequeño a la tierra. Él gritó, torciéndose para poner sus manos alrededor de la garganta de
Veyr, tratando de mantener los dientes de Veyr lejos de su garganta y estrangularlo. El aire
se engrosó alrededor de ellos, el cambio mágico tiritaba sobre la piel de Jacob mientras él
llamaba a su lobo.

-No.-

La única palabra de la garganta parcialmente alterada de Veyr contenía todo el poder del
Amo, el alfa de todos los alfas de la ciudad, el alfa al que todos los lobos se inclinaban. Con
una palabra, obligó al lobo de Jacob a retroceder dentro de su jaula humana. Los ojos de
Jacob se abrieron, temor se marcaba en sus profundidades.

-Nononono...- gimió, frunciendo el ceño. El aire hormigueaba mientras trataba de llamar al


cambio otra vez. Pero no era bueno. No importaba cuántas veces llamara, su lobo estaba
atado por Veyr, su cambio ya no era el suyo.

Su piel palideció y luego se ruborizó de rojo y púrpura de rabia. -No me puedes hacer esto
a mí. Soy de sangre pura! Deberías estar inclinándote a mis pies, rogándome que te deje
vivir,- escupió, el odio brillaba en sus ojos mientras se enfurecía con Veyr. -Juro, que
mientras viva, tus chuchos nunca estarán seguros. Siempre estaré ahí afuera, y un día
regresaré. Voy a cortar tu garganta mientras duermes. Voy a cortar a esa perra hij- -

Veyr gruñó y golpeó, mandíbulas macizas se clavaron alrededor de la garganta de Jacob.


Sus colmillos se hundieron profundamente en la carne suave y la sangre caliente chorreó
para rociar su piel. Sacudiendo su cabeza, arrancó la garganta de Jacob, escupiendo el
trozo caliente de carne en el piso al lado del hombre moribundo.

De pie, retrajo su lobo hacia dentro para mirar a Jacob, su mirada desapasionada mientras
el lobo buscaba su garganta arruinada. Sintió que Jacob pedía el cambio una última vez, y
una vez más, le negó el cambio que le salvaría vida.

-Amenázame a mí, amenaza a mi pareja,- dijo mientras las luchas de Jacob se debilitaban. -
Pero nadie amenaza a mi hija. No mientras yo sea el amo.-

Volviendo la espalda al lobo agonizante, levantó su brazo cuando Cyan lo alcanzó,


acercándola a su costado. A salvo. Segura. Amada.

-Mi amor,- murmuró él, rozando su nariz con la de ella. -Qué te parece si dejamos a Jace
que saque la basura y vamos a rescatar a Margarite de esa hija nuestra?

Con eso, Veyr dejó a su enemigo en la tierra y salió de las catacumbas con su señora en su
brazo.

Amo de la Ciudad.

Siempre.

EPÍLOGO

-Ya se durmió?-
Cyan se apartó del espejo mientras oía a Veyr en la puerta. Se frotaba el pelo, todavía
húmedo de la ducha, con una pequeña toalla, se tomó su tiempo para apreciar a su
compañero.

No era el más alto de los lobos de la corte, ni el más ancho, pero era bastante alto para ella
y los músculos esculpidos de su magro físico hacían que todo lo femenino dentro de ella se
sentara y se diera cuenta.

-Duerme como un bebé... literalmente.-

Se quedó en la puerta, con los brazos cruzados, y sus ojos se encendieron con el ámbar de
su lobo. La mirada la congeló en sus movimientos, sus manos se paralizaron en su cabello
mientras ella marcaba el calor en su mirada. Un escalofrío le recorrió la espalda, la bata
ligera que usaba después de su ducha se sentía repentinamente demasiada pesada,
demasiada apretada y rasposa. Todo lo que quería hacer... Todo lo que su lobo quería
hacer... era quitarse la maldita cosa y arquear la espalda, mostrándose a sí misma para el
varón viril que la miraba.

-Desnúdate.-

La palabra era una orden, como si hubiera leído su mente, y respaldado con el poder de su
lobo a pesar de que no lo necesitaba. No con ella. Nunca con ella. Ella era de él. Su
compañera. La mujer del Amo. La señora del Amo.

Dejó caer la toalla al suelo, sus manos ya en el cinturón de raso alrededor de su cintura.
Temblaban mientras lo deshacía, desabrochando lentamente la delgada cinta y
deslizándola entre sus manos para burlarse de él. Un pequeño gruñido salía de sus labios,
llenando el silencio en la habitación, pero ella lo ignoró. Ignoró la advertencia en favor de
burlarse más.

Deslizó el cinturón, lo dejó caer sobre la alfombra sin prestar atención. Ella mantuvo los
ojos fijos en él mientras deslizaba sus manos a lo largo de los bordes de la bata de raso.
Caminó hacia delante un paso y se detuvo. Su mirada vagó sobre él, fijándose en los
rápidamente desvanecidos moretones y heridas de su batalla con la lamia.

Al igual que todos los lobos, sanaba rápidamente. Cualquier rastro de su batalla por la
posición del Amo se habría ido por la mañana. Sólo las heridas de su alma permanecerían,
y éstas eran suyas para tratar. Con lo que quisiera, lo que fuera necesario, ella estaría aquí.

Como ahora mismo.

La lujuria y la excitación llenaron el aire mientras daba otro paso adelante. La mirada en
sus ojos no era la de un hombre civilizado. Era la mirada de la parte más primitiva de su
psique. Una mirada con la que se proclamaba dueño de ella, que la codiciaba y pretendía
tenerla.

Ella enganchó un dedo en el satén y lo separó. El aire fresco bañó su revelada piel mientras
deslizaba su mano por su cuerpo. Su mirada ámbar la siguió, construyendo calor con cada
pedazo de piel expuesta. Mordiéndose el labio, ella luchó contra el escalofrío Y se encogió
de hombros para dejar caer el satén. La tela susurró sobre su piel, atrapando los pezones
rígidos antes de deslizarse hacia el suelo.

Orgullosamente ella se paró frente a él, desnuda como el día que ella nació, y su cabeza
levantada en desafío. Ella no era un simple miembro de la manada para ofrecerle la
sumisión. Si él la quería, él tendría que tomarla.

Sus labios se curvaron hacia atrás de sus dientes, el gruñido se intensificó, y entonces él
estaba allí. Tres pasos lo trajeron justo delante de ella, tan cerca que el calor de su cuerpo
golpeó contra el suyo, un infierno de necesidad, lujuria y deseo. Dos más, y la habría
apoyado contra el tocador.

Su boca se estrelló contra la suya sin preámbulo. Un beso duro y dominante, le quemó el
alma cuando él separó sus labios y con un duro empuje de su lengua reclamó su boca. El
gemido se separó de ella antes de que pudiera detenerla, aferrándose a él en necesidad
mientras le devolvía el beso.

-Por los dientes de la luna, Cyan,-se separó para jadear, los labios apenas rozando los
suyos. -Nunca he estado más asustado en mi vida.-

-Shhh,- ella lo calmó, suavizando la mano sobre sus amplios hombros y luego por sus
lados. -Todo ha terminado ahora.-

-Lo sé.- Él se apartó para mirarla, y sus ojos brillaron del color ámbar. -Pero estaba tan
asustado de solo pensar que iba a perderte. No puedo perderte. Eres mi todo. Mi sol, mi
luna y mis estrellas... Eres todo para mí, Cyan. Te amo. Nunca dudes de eso.-

-No lo haré,- susurró ella, separando los muslos para que él pudiera acomodarse entre
ellos. -Y nunca lo haré.-

Él retumbó en la parte posterior de su garganta, cogiendo sus labios en un beso tórrido de


nuevo. Ella gimió, sus caderas se mecían contra las de él. Ya estaba duro, la barra gruesa de
su polla presionaba contra los labios de su coño, justo donde ella lo necesitaba.

El calor inundó su sistema, surgiendo a través de sus venas, estableciéndose en su núcleo


en un nudo fuerte y apretado de deseo. Ella quería esto, lo deseaba, de la manera más
primitiva posible entre un hombre y una mujer.

-Mierda,-se separó para maldecir, la mano deslizándose entre ellos mientras peleaba con
su cinturón. -Te necesito. Necesito saber que estás a salvo, ilesa... Mía. Necesito tu coño
envuelto alrededor de mi polla. Necesito que grites mi nombre con placer mientras te
follo.-

Ella gimió, el sonido escapándose antes de que pudiera detenerlo. -Oh sí. Oh dios sí, por
favor.-

La tela se rasgó y su polla se golpeó contra ella. Caliente y dura, dejó una mancha de pre-
semen contra su vientre suave. Él alcanzó entre ellos, deslizando dedos fuertes entre sus
labios del coño sólo para encontrarlos ya resbaladizos con excitación.

-Mierda... Ya estás caliente y húmeda para mí.-

-Qué esperabas? Todos estos músculos en exhibición para mí... Todo duro y fuerte y sexy.
Quieres que no me encienda?- Ella rió. -Estaba pensando en saltarte encima tan pronto
como llegaste aquí de todos modos.-

Sus labios se curvaron, la diversión en sus ojos. -En estos momentos? Saltándome?
Necesito recordarte quién está a cargo aquí?-

Ella rió, tenia una réplica en la punta de su lengua, pero él metió dos dedos en su coño. Ella
jadeó de placer en su lugar. -Oh Dios.-

-Así está mejor,- murmuró y besó a lo largo del costado de su cuello, bombeando
perezosamente con los dedos. -Aunque 'Amo' está bien.-

Ella no pudo responder, solo gemir mientras él retorcía los dedos y frotaba contra su
punto g. Sus miembros eran débiles, el calor líquido inundaba todo su cuerpo. Levantó la
apuesta y presionó su pulgar contra su clítoris, frotando los dos puntos sensibles al
unisono.

-Eso es...- exhortó. -Sólo déjate ir. Quiero sentir que te vienes en mis dedos. Quiero ver tu
cara mientras lo haces.-

El estremecimiento empezó en sus dedos de los pies y fue abriéndose camino hasta su
cuerpo entero, besando cada pulgada de piel en el camino. Se centró en su lomo, su coño
apretando y apretando ávidamente alrededor de sus dedos. Necesitando más. Deseando
más. Confiando en que él le diese más.

Y lo hizo. Sus movimientos se aceleraron y luego reclamó su boca de nuevo. Su lengua se


empujó contra la suya, imitando los movimientos de sus dedos, y ella no pudo resistir la
llamada de sirena de su orgasmo por más tiempo. Con un grito sordo perdido en su boca,
se dejó ir y permitió que las olas se estrellaran sobre ella.

Golpeó fuerte y rápido, un grito saliendo de ella mientras el éxtasis se desplomaba a través
de su sistema, rompiéndose contra el interior de sus venas y rompiéndose en miles de
pedazos. Cada uno se tambaleaba y se rompía hasta sentir que todo su cuerpo era una
masa de placer.

Se apartó de ella mientras ella jadeaba y separaba más sus muslos. Inclinándose hacia
atrás, arqueaba su espalda y dejó caer su cabeza hacia atrás mientras se presentaba a él.
Su gruñido puramente masculino le hizo temblar, una necesidad se construyó dentro de
ella, aunque se acababa de venir.

-Joder, eres preciosa.-

Su cálido aliento que bañaba su pezón le dio una advertencia de medio segundo antes de
que su lengua se raspara contra ella. Inclinándose sobre sus codos, ella se mordió el labio
para contener los gritos de placer mientras mordisqueaba y chupaba el pico turgente. Su
coño vibró, ansioso por ser llenado mientras la necesidad se construía de nuevo. Esto era
lo que era con Veyr, como siempre era. Ella nunca podía tener suficiente de él, y ahora
ansiaba ser llenada por su polla.

-Por favor... Ahora.- Ella medio lloriqueaba y medio suplicaba. Él rió, pero no dejó su
tormento en sus pezones. Chupando un pezón, rodó el otro entre sus dedos y luego lo
pellizcó ligeramente. Su jadeo llenó el silencio de la habitación, apenas desapareciendo
antes de que su polla en su entrada resbaladiza rasgara otro gemido de sus labios.

Todo en ella se quedó inmóvil ante la sensación de que la cabeza ancha presionaba contra
los delicados tejidos. Molestamente con lentitud, lentamente, él se apretó hacia delante,
observando sus ojos mientras su coño se extendía alrededor de su polla gruesa.

Se mordió el labio inferior entre los dientes, luchando contra el impulso de cruzar los ojos
con placer mientras la ancha cabeza de su polla la separaba cada vez más. Era enorme,
algunos dirían que estaba bien dotado en el departamento de pollas.

Por más grande que fuera, nunca había luchado por tomarlo, no cuando estaba tan
resbaladiza como ahora. Empujó más y ella gruñó, -me estás follando o me haces
cosquillas? Sigue adelante, Amo.-

Algo oscuro y peligroso ardió en sus ojos, pero el capricho de sus labios le advirtió un
segundo antes de que se moviera hacia adelante, la llenó hasta la empuñadura con un
fuerte y rápido empuje. Ella lloriqueó, los ojos cruzándose esta vez, mientras su coño se
apretaba firmemente alrededor de su polla.

Él juró, su control escrito en líneas duras en todo su gran cuerpo.

-Pequeña descarada,- jadeó él cuando él la miró. Luego se apartó y empujó en ella otra
vez.

La conversación terminó, su diálogo ya no en palabras, sino en movimientos y acciones. El


deslizamiento de piel sobre piel, el bombeo húmedo de su polla en su coño, la bofetada de
sus bolas contra su culo mientras él tiraba de sus rodillas para engancharlos en sus codos.

Él se condujo dentro de ella repetidas veces, el tocador golpeando en la pared


ruidosamente que cualquier guardia en el pasillo tenía que saber qué es lo que estaban
haciendo.

A ella no le importaba. Que escuchen. Que sepan que el Amo estaba follando a su dama.
Duro. Justo como a ella le gustaba.

Olas oscuras de placer se alzaron otra vez, y ella gimió, ciñéndose a él. Ella se aferró a él
mientras su ritmo aceleraba. Él gruñó, con una mano agarrada rastrillando la mesa de
vestir por su cadera, la otra dura alrededor de la parte posterior de su cintura mientras él
tiraba de ella en cada empuje.

Ella volvió su rostro, enterrándolo contra el lado de su cuello, y saboreó cada larga y
resbaladiza entrada de su polla tan grande que se presionaba contra cada terminación
nerviosa que tenía y luego a algunos más. Ella nunca se cansaría de esto, siendo tomada
por él.

Entonces, de alguna manera, imposible, estaba de nuevo en el precipicio. Un abismo de


placer se abría bajo sus pies, y ella caminaba de puntillas hasta el borde. Sólo un empujón
más y ella caería en un torbellino de felicidad. Ya las olas se elevaban, alcanzando avidez
por ella, y ella tuvo que alejarse, para contenerlos mientras esperaba a Veyr.

-Oh dios, Veyr, por favor... me voy a venir,- le advirtió, su voz suave y sin aliento.

-Vente, entonces,- gruñó, su voz pesada con su lobo. -Vente ahora mientras te follo. Quiero
sentir tu caliente liberación en toda mi polla. Sentirla resbaladiza y húmeda mientras
martilleo dentro de ti. Follándote más duro de lo que alguna vez te hayan follado.-

Las palabras sucias y crudas del hombre a quien ella amaba la llevaron por encima del
borde. Ella se dejó caer en un océano de éxtasis. Su gruñido alcanzó a través de las olas que
se estrellaban mientras la tragaban.

Sus movimientos se volvieron más duros, más rápidos... luego se volvieron más
desordenados. Espasmódico. Tres empujes pesados dentro y él estaba dado, golpeó en ella
una última vez antes de que su polla se sacudiera y pulsara profundamente dentro de ella.
Marcando sus paredes interiores con su semilla mientras él se venía.

Con un gemido, la envolvió en sus brazos y la abrazó con fuerza. Tan firmemente como ella
lo sostuvo, sus brazos alrededor de sus hombros y las puntas de sus dedos rozando la
parte posterior de su cuello mientras ambos descendían lentamente del borde.

-Eso fue...- murmuró ella suavemente, besando su cuello detrás de la oreja. -Increíble. Te
quiero, Veyr. Siempre lo he hecho, siempre lo haré.-

-Bien, porque yo también te quiero. No estaba bromeando cuando dije que eres todo para
mí. Tú y Lily...- Él se apartó para mirarla, sus manos serpenteando entre ellos para tocar su
estómago suavemente. Y quienquiera que venga.-

Ella parpadeó, sin molestarse en ocultar su sorpresa, y luego sonrió. -Yo no pensé que
quisieras otra, no tan pronto después de Lily...-

Él sonrió, con tanto amor y emoción en su expresión que hizo que su corazón
tartamudeara. -Siempre. Tantos como quieras darme.-

Ella abrió la boca para responder, pero un fuerte gemido en la habitación de al lado la
cortó. Empujando sus hombros, ella sofocó la punzada afilada de la decepción cuando él se
liberó de ella. -Bueno, querido, si quieres trabajar en más cachorros... Será mejor que vayas
a tratar con nuestra hija mientras voy y me meto en algo más... digamos, cómodo?-

Veyr sonrió, con la expresión perversa que la hizo temblar de nuevo. -Estáte en la cama,
con ese culo en el aire, esperando por mí cuando vuelva.-

-Sí, Amo,- murmuró ella, observando cómo el más poderoso hombre lobo de la ciudad salía
de la habitación al llamado de su pequeña hija. Sonriendo a sí misma, se deslizó del
tocador y se acomodó en la cama.

Extendiéndose, ella arqueó su espalda perezosamente y se acomodó según las


instrucciones, esperando a que su amo, su compañero, y su amor, volviese...

El fin

También podría gustarte