Está en la página 1de 3

Comentario sobre: “VADEMECUM PARA LOS CONFESORES SOBRE ALGUNOS TEMAS DE MORAL

CONYUGAL”

El presente documento busca guiar al sacerdote confesor sobre diferentes aspectos en lo que se
refiere a la moral matrimonial. Uno de los preámbulos bases que este documento ofrece es la
vivencia de la castidad conyugal (ya que desde siempre ha sido parte de la doctrina matrimonial de
la Iglesia). Defiende que “la virtud de la castidad conyugal entraña la integridad de la persona y la
integralidad del don y en ella la sexualidad se hace personal y verdaderamente humana cuando
está integrada en la relación de persona a persona en el don mutuo total y temporalmente
ilimitado del hombre y de la mujer” (CIC #2337)

Algo importante que hay que recordar al vivir la castidad conyugal cuando se trata de las
relaciones íntimas, de acuerdo con este documento, es “que se mantenga íntegro el sentido de la
donación mutua y de la procreación humana en el contexto del amor.” Sin estás debidas
consideraciones es imposible vivir el matrimonio como sacramento. Es imposible también
realizarse y ser felices en él.

A continuación el documento ofrece (en tres partes) algunos lineamientos (o directrices para
los confesores) que van desde la vocación universal de la santidad hasta especificaciones
detalladas del debido proceder en materias como la intimidad, paternidad responsable,
anticonceptivos y abortivos.

Uno de los numerales claves de la primera parte es, en mi humilde opinión y en coherencia con
una verdad enseñada por el Magisterio, el #3 porque indica que “no es posible para el hombre con
sus propias fuerzas realizar la perfecta entrega de sí mismo. Pero se vuelve capaz de ello en virtud
de la gracia del Espíritu Santo”. El problema de no tener en cuenta esto (y ponerlo en acto) es que
se puede perder mucho tiempo invirtiendo en todo tipo de cosas y esfuerzos humanos que al final
resultarán insuficientes para renovar la gracia del amor conyugal de manera constante, divina y
novedosa cada vez.

Claramente estipulado en el numeral 4 que lo anterior (#3) se hace a la par del cultivo y
vivencia de las virtudes cristianas, incluyendo, necesariamente, la castidad conyugal. Así pues
concluye el numeral 5 que los esposos “actúan la plena donación de sí mismos en la vida
matrimonial y en unión conyugal que para los cristianos es vivificada por la gracia del sacramento.
La específica unión de los esposos y la transmisión de la vida son obligaciones propias de su
santidad matrimonial.”

La segunda parte trata de la procreación responsable y el primer numeral (de esta sección)
aporta una idea central (muchas veces olvidada): los esposos han de ser ayudados. Esto se nos
olvida a todos. No es posible emprender el matrimonio y vivirlo verdaderamente
sacramentalmente si no hay ayuda constante de Dios en y a través de quienes les rodean desde sus
diferentes roles; el sacerdote como guía espiritual, el grupo de matrimonio como guía humana, los
familiares como consejeros, los hijos como motivación, etc.

La paternidad responsable se pude definir (de acuerdo al numeral 3 de la segunda parte) como
una “actitud consciente y generosa de los esposos en su misión de transmitir la vida, que tiene en sí
un valor de eternidad, y para evocar una vez más su papel de educadores.” De aquí que sea
oportuno que el siguiente numeral (4) señale que la contracepción es intrínsecamente mala ya
que procurar que el acto conyugal sea intencionalmente infecundo debe ser (de acuerdo con el
texto) doctrina definitiva e irreformable.

La explicación de esto se debe a que “la contracepción se opone gravemente a la castidad


matrimonial, es contraria al bien de la trasmisión de la vida (aspecto procreativo del matrimonio) y
a la donación recíproca de los cónyuges (aspecto unitivo del matrimonio), lesiona el verdadero
amor y niega el papel soberano de Dios en la trasmisión de la vida humana. El numeral 5 (de la 2da
parte) declara (junto con los numerales 14 al 19 de la tercera y última parte) que una malicia moral
más grave se encuentra en el empleo de medios abortivos.

Mientras que las 2 primeras partes sientan las bases y principios del proceder en esta delicada
materia, los siguientes 19 numerales constituyen la tercera parte, que es lo correspondiente al
correcto proceder del confesor. El primer numeral subraya la actitud esperada del confesor en
cuanto a que debe ser humana, misericordiosa y con prudente cautela.

El numeral 7 dice (al respecto de este tipo de pecados) que “normalmente no es necesario que
el confesor indague sobre los pecados cometidos a causa de una ignorancia invencible de su
malicia o de un error de juicio no culpable.” Es decir, “aunque estos pecados no sean imputables,
sin embargo, no dejan de ser un mal y un desorden. Esto vale también para la malicia objetiva de
la contracepción, que incluye en la vida conyugal de los esposos, un hábito desordenado.”

Con respecto a esto, continúa el numeral 7, “es necesario esforzarse, en el modo más oportuno,
por liberar la conciencia moral de aquellos errores que están en contradicción con la naturaleza de
La donación total de la vida conyugal.” Ahora bien, para lograr tal liberación de la conciencia moral
(de dichos errores), cabe la pregunta: ¿Cómo hacemos esto? ¿Cómo se logra la formación conyugal
(en toda su integralidad)?

Como ya se había mencionado, los numerales 14 al 19 van a proveer al confesor con ciertas
directrices con respecto al aborto y se le recuerda que se “deberá evaluar cuidadosamente la
cooperación al mal cuando se recurre al uso de medios que puedan tener efectos abortivos.”

Los numerales 18 y 19 van a subrayar respectivamente: 1) la importancia de la institución de


consultorios y centros de ayuda sobre los que el sacerdote se apoyará para mandar a quienes
necesiten determinado tipo de ayuda adicional y 2) la importancia de la continuidad en la
Evangelización catequista de los cónyuges.

Por último, en lo que atañe a la remisión del pecado del aborto, es necesario recordar siempre
lo que respecta en las normas canónicas. Sin embargo, es conveniente recordar que todo confesor
puede perdonar el pecado de aborto a tenor del canon 1357, “sugiriendo la adecuada penitencia e
indicando la necesidad de recurrir ante quien goza de tal facultad, ofreciéndose eventualmente
para tramitarla.”

Alumno: Juan Manuel López López / 4to de Teología.

También podría gustarte