Vanguardias europeas, hispanoamericanas y españolas
El año de 1905 se convierte en un icono de toda una generación con el impulso de los primeros ismos del siglo XX. En la exposición del Salón de Otoño de París se presencian por primera vez los cuadros de la cage des fauves, la jaula de las fieras, de donde nacerá el Fauvismo. Henri Matisse, Georges Rouault y Georges Braque, reaccionando contra los impresionistas, reniegan de la banalidad de la realidad y aspiran a la existencia bella, con un cierto halo de esteticismo y misticismo. Se inspiran en el primitivismo de Paul Gauguin y Van Gogh. Esta tendencia al indigenismo se advertirá también en la poesía modernista de Rubén Darío, y netamente en Campos de Castilla de Antonio Machado. Hacia 1906, Pablo Picasso abandonará su etapa impresionista para iniciar una trayectoria hacia la simplificación de las formas, que culminará en su obra de 1907, Las señoritas de Avignon. El Cubismo se convertirá en la gran alternativa revolucionaria en la que cristaliza la ruptura radical con la tradición renacentista y sus estribaciones naturalistas y académicas. Del Cubismo nacerán dos corrientes literarias: el perspectivismo simultáneo y la deformación expresionista estilizada y deformada. La acentuación de los rasgos geométricos esenciales eliminará la anécdota para fijarse en lo sustancial. Tales características las podemos advertir en algunas novelas de Baroja y en las de la segunda etapa de Azorín. La guerra de 1914 realizó muchas de las fantasías modernas del Futurismo, pero, a la vez, cumplió las agoreras premoniciones del expresionismo germánico. A unos y a otros les ofreció el triunfo de las máquinas metálicas, la apoteosis del vuelo, la imagen de anónimas muchedumbres desplazadas o la visión siniestra del hormiguero humano de las trincheras y de los grandes cementerios militares. La exaltación de la juventud combatiente, a la idolatría de las naciones en armas y al culto por la camaradería o por la memoria a los caídos. Hubo una sensación general de alivio al final del caos. El diagnóstico más famoso sobre esta nueva tendencia fue el de Ortega, con La deshumanización del arte e Ideas sobre la novela (1925). En su artículo “Musicalia” (1916) auguró que se habían acabado los días del arte romántico, democrático, esclavo de los gustos y las emociones de las gentes. El arte moderno está en su derecho de llegar hasta donde pretende, y es una forma de aristocracismo, risueño y nada trascendentalista, que ha logrado dividir a las gentes entre los que entienden y los que no. Las vanguardias de entreguerras Dadaísmo Derivado de la onomatopeya infantil dadá, este movimiento surge en 1916 como forma de reaccionar contra la guerra, fracaso de toda una cultura basada en los principios de la razón y del progreso. No queda mucho ni escrito ni plástico del movimiento, sino sobre todo su gesto de rebeldía y provocación. Como vanguardia negativa, negaba la validez de todo el arte anterior, predicando un absoluto nihilismo. Sin embargo, sus aportaciones alcanzaron un relieve inusitado, que propiciaría la extensión del arte al declarar artísticos los materiales no considerados como tales. Surrealismo Movimiento ligado a André Breton, el surrealismo se caracteriza por la transcripción fiel de todo cuanto ocurra en la mente del escritor, en una especie de automatismo psíquico que enlazará con la técnica novelesca del monólogo interior. Se fomenta la asociación libre de ideas, por lo que los temas más destacados son el mundo onírico, el universo de la represión erótica y la creación fantástica. De la literatura, el surrealismo pasaría a la pintura, la escultura y el cine. El primer Manifiesto del Surrealismo data de 1924, y es lanzado por Bretón con la adhesión de un distinguido elenco de escritores y poetas. Este nuevo movimiento pretende desligarse de la actitud realista inspirada por el positivismo, “desde Santo Tomás a Anatole France”, cuya deriva natural es el naturalismo hegemónico. Se desprecia la imitación artística y se exalta un modelo puramente interior por el que pintores y escritores se lanzarán a la caza de imágenes visuales, alterando sus convenciones realistas. Muchos de los escritores que conforman la Generación del 27 tuvieron una etapa surrealista; por ejemplo, Lorca publicó Poeta en Nueva York; Luis Cernuda, Los placeres prohibidos y V. Aleixandre, La destrucción o el amor. Vanguardias española e hispanoamericana La guerra de Europa facilitó la presencia en nuestro país de artistas que huyeron del suyo: los pintores polacos del entorno ultraísta Pankiewicz y Peiper, los cubistas franceses Robert y Sonia Delaunay, y aquellos hispanoamericanos que no quisieron quedarse en París, como el uruguayo Rafael Barradas y el mexicano Diego Rivera. También el poeta chileno Vicente Huidobro que, estableciéndose en Madrid, lograría el despegue del creacionismo en España. La familia de Jorge Luis Borges se instaló en Mallorca, donde el joven escritor ensayó la poética expresionista y participó activamente en la última y más fecunda etapa de la aventura ultraísta. No podemos olvidar la influencia de Gómez de la Serna con el cultivo de la greguería, donde se perciben tintes surrealistas. Ultraísmo Cansinos Assens aseguró que en España la guerra no parecía haber significado nada, y que era preciso que los jóvenes iniciaran una “poesía ultrarromántica”, un ultraísmo en el que cabrían todas las tendencias, sin distinción, con tal de que expresasen un anhelo nuevo. De todos los manifiestos y publicaciones que se hicieron sobre este movimiento, el más seguro y lúcido fue tardío y lo firmaron en la revista Vltra los mallorquines Jacobo Sureda, Fortunio Bonanova y Juan Alomar junto con Jorge Luis Borges. Frente a la “estética pasiva de los espejos”, pedían la “estética activa de los prismas”, un modo de ver las cosas “como si ante sus ojos fuese surgiendo auroralmente el mundo”. El maestro de toda aquella algarada, Rafael Cansinos Assens, venía también de las fiebres modernistas y el mismo año de 1918 daba a conocer una significativa salmodia novelesca, El divino fracaso, que fue la despedida elegíaca del mundo modernista.