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Walter Mignolo discute la idea de "hemisferio occidental" y cómo su emergencia tuvo un

profundo impacto en el imaginario y las estructuras de poder del mundo


moderno/colonial. Mignolo emplea el concepto de "imaginario" según lo propuesto por
Edouard Glissant, refiriéndose a la construcción simbólica mediante la cual una comunidad
se define a sí misma. En este caso, se concentra en la formación del imaginario dentro del
sistema-mundo moderno/colonial.

Mignolo argumenta que la emergencia de la idea del "hemisferio occidental" cambió tanto
la percepción interna como la externalidad del imaginario occidental. Destaca que esta
transformación del imaginario tuvo importantes implicaciones para las relaciones entre el
sur y el norte en las Américas, así como para la configuración de identidades como la
"Latinidad" en los Estados Unidos y la diversidad afro-americana en diferentes regiones.

El autor utiliza el término "mundo moderno/colonial" para describir la conjunción entre el


sistema-mundo propuesto por Wallerstein y la noción de colonialidad del poder
desarrollada por Quijano. Enfatiza que su interés no es cuántos años tiene el sistema-
mundo, sino que se centra en la importancia de la emergencia del circuito comercial del
Atlántico en el siglo XVI como un momento crucial en la formación del mundo
moderno/colonial.

Mignolo resalta que la metáfora del sistema-mundo moderno deja en la oscuridad la


"colonialidad del poder" y la "diferencia colonial", lo que lleva a una comprensión limitada
de la modernidad y el capitalismo. Argumenta que esta limitación es debido a que la
perspectiva predominante concibe el sistema-mundo moderno desde su propio imaginario
y no desde el imaginario conflictivo que surge con y desde la diferencia colonial.

El autor menciona las rebeliones indígenas, la producción intelectual amerindia y la


Revolución Haitiana como momentos constitutivos del imaginario del mundo
moderno/colonial, destacando su importancia en contraposición a una historia contada
desde el discurso hispánico o europeo.

En última instancia, Mignolo destaca el papel fundamental que tuvo la idea de "hemisferio
occidental" en la configuración del mundo moderno/colonial, subrayando que las
Américas no fueron simplemente incorporadas a una economía capitalista-mundo ya
existente, sino que su creación como entidad geo-social fue el acto constitutivo del
sistema-mundo moderno.

En este fragmento, el autor enfoca el cambio en la economía capitalista impulsado por la


aparición del circuito comercial del Atlántico y la transformación de la noción aristotélica
de esclavitud. El autor sugiere que este cambio tuvo consecuencias fundamentales en las
relaciones de raza y trabajo. A partir de la consolidación del circuito comercial del
Atlántico, se argumenta que es imposible concebir la modernidad sin tener en cuenta la
colonialidad, que es el aspecto silenciado por la imagen reflexiva que la modernidad ha
construido de sí misma.
El autor también señala que la postmodernidad, en su enfoque unilateral de la historia del
mundo moderno, sigue ocultando la colonialidad y mantiene una perspectiva eurocéntrica
y monolítica desde Europa (o el Atlántico Norte) hacia afuera. Aunque la diferencia
colonial a menudo se imagina en términos de lo pagano, lo bárbaro y lo subdesarrollado,
el autor subraya que esto no significa que sea pasiva en la modernidad y el capitalismo.

El texto también resalta que la visibilidad de la diferencia colonial comenzó a surgir con los
movimientos de descolonización e independencia desde finales del siglo XVIII hasta la
segunda mitad del siglo XX. La "emergencia de la idea del hemisferio occidental" se
presenta como un momento importante en esta evolución.

Además, el autor menciona la particularidad del circuito comercial del Atlántico en


términos de conectar circuitos comerciales preexistentes en Asia, África y Europa. Destaca
que Europa solía ser un lugar marginal en comparación con el centro de atracción que era
China, y el circuito comercial del Atlántico estableció nuevas conexiones con regiones
como centrados en Tenochtitlán Anáhuac y Tawantinsuyu que habían estado
desconectadas hasta entonces debido a las barreras geográficas.
Esto marcó un cambio significativo en el imaginario del mundo moderno/colonial,
resaltando la influencia de las historias forjadas por la colonialidad del poder en diferentes
regiones como América, Asia y África.

Se enfatiza que el imaginario del mundo moderno/colonial difiere según si se ve desde la


perspectiva de la historia de las ideas en Europa o desde la diferencia colonial
experimentada en otras partes del mundo. La configuración de la modernidad en Europa y
la colonialidad en el resto del mundo se estableció en la base de la colonialidad del poder,
y el autor argumenta que esta relación no es derivativa sino constitutiva. Las Américas,
especialmente en sus primeras experiencias en el Caribe, Mesoamérica y los Andes,
influyeron en la formación del imaginario del circuito del Atlántico.

Se mencionan ejemplos de transformaciones y adaptaciones del modelo de colonización y


principios religiosos y epistémicos impuestos desde el siglo XVI en las Américas. El autor
destaca la coexistencia en el presente de articulaciones pasadas y cómo tanto el
imaginario hegemónico en constante transformación como las formas de resistencia y
oposición continúan influyendo en la configuración de la modernidad/colonialidad. El
autor también menciona la controversia en torno a la celebración de los 500 años del
"descubrimiento" y cómo escritores e intelectuales indígenas reescriben la historia y
protestan dichas celebraciones.

Este marco temporal resalta la duración de la opresión y la resistencia desde diversas


perspectivas, y cómo estas luchas han sido moldeadas por la colonialidad del poder.
El autor destaca que el imaginario del mundo moderno/colonial no se reduce a la
confrontación entre españoles y amerindios, sino que abarca una variedad de
dimensiones, incluyendo a los criollos (blancos, negros y mestizos) surgidos tanto de la
importación de esclavos africanos como de la población blanca europea transplantada a
las Américas por sus propios intereses. La etno-racialidad se convierte en un punto crucial
de articulación del imaginario construido en torno al circuito comercial del Atlántico.

El autor menciona que la construcción de este imaginario incluye aspectos de clases,


género sexual y sexualidad, pero destaca que la etno-racialidad se convirtió en el
engranaje central de la diferencia colonial. La colonialidad del poder influyó en la
definición de la esclavitud y cómo esta se asoció con la negritud.

El autor diferencia entre colonialismo y colonialidad, explicando que el panorama descrito


no es una descripción del colonialismo en sí, sino de la construcción del mundo moderno
en el ejercicio de la colonialidad del poder. También se mencionan las respuestas desde la
diferencia colonial a la coerción programada por esta colonialidad del poder.

La sección se centra en la idea de "doble conciencia", introducida por W.E.B. Du Bois, que
capta el dilema de las subjetividades formadas en la diferencia colonial. La conciencia
vivida desde la diferencia colonial es doble debido a la subalternidad colonial, y esta doble
conciencia genera diversas perspectivas y experiencias, como las de Rigoberta Menchú y
Gloria Anzaldúa.

El autor sostiene que el principio de doble conciencia es característico del imaginario del
mundo moderno/colonial desde las regiones marginales de los imperios, como las
Américas, África, Asia y el Sureste Asiático. También menciona cómo la doble conciencia se
manifiesta en la actualidad en migraciones masivas a Europa y Estados Unidos.

La sección concluye mencionando la importancia del "hemisferio occidental" como una


idea que marcó la consolidación de la doble conciencia criolla y la inserción de los
descendientes de europeos en las Américas en el mundo moderno/colonial. Esta inserción
fue forjada en el proceso de colonización y marcó un momento de transformación en el
imaginario surgido con el circuito comercial del Atlántico.

En esta sección, el autor explora la idea de "hemisferio occidental" y cómo esta noción es
interpretada y utilizada de manera ambigua. La idea de hemisferio occidental representa
tanto diferencia como similitud. Aunque la expresión se originó en el inglés de las
Américas, su significado varió según el contexto y la perspectiva de los actores
involucrados.

El autor presenta cómo Simón Bolívar y Thomas Jefferson, figuras claves en la


independencia de América Latina y Estados Unidos respectivamente, entendieron y
utilizaron la idea de hemisferio occidental de manera diferente. Bolívar, en su "Carta de
Jamaica", veía a España como el enemigo y especulaba sobre la organización política de
América (América hispana) bajo la influencia de escritores franceses. Por otro lado,
Jefferson se enfocaba en la independencia de América del Sur y expresaba entusiasmo por
el futuro político de esos países. Ambos líderes tenían visiones distintas para América, y
sus referencias cruzadas reflejaban esas diferencias.

Jefferson imaginaba una América "para sí misma", donde los países americanos se
desvincularían de la dependencia europea y establecerían gobiernos propios. Bolívar, por
su parte, buscaba la formación de una gran nación americana, aunque no creía que el
Nuevo Mundo estuviera listo para una gran república en ese momento.

El autor también señala las diferencias geográficas entre las Américas ibérica y sajona,
refiriéndose a cómo la América ibérica se extendía hacia el oeste hasta California y
Colorado, mientras que la América sajona se limitaba a lugares como Pensilvania,
Washington y Atlanta.

En resumen, el autor explora las interpretaciones divergentes de la idea de hemisferio


occidental por parte de Bolívar y Jefferson, destacando cómo esta noción se relacionaba
con sus visiones políticas y los contextos geográficos específicos de América Latina y
Estados Unidos.

En esta sección, el autor destaca la convergencia y divergencia en las perspectivas de


Simón Bolívar y Thomas Jefferson sobre la noción de "hemisferio occidental". Ambos
líderes comparten la idea de separación geopolítica de sus respectivas metrópolis (España
e Inglaterra), pero sus enfoques y prioridades difieren. Bolívar se enfoca en la lucha contra
España y subraya las atrocidades cometidas por los españoles durante la conquista,
mientras que Jefferson critica a Inglaterra por su historia de exterminio de los nativos y
opresión en otras partes del mundo.

El autor también resalta que la conciencia criolla negra en Haití tenía características
distintas debido a la herencia africana y la situación de dominación colonial francesa en el
Caribe. A diferencia de la conciencia criolla blanca, que se centraba en la separación de
Europa y la autodeterminación de América, la conciencia criolla negra se formó en contra
de la esclavitud y la opresión colonial francesa.

El autor argumenta que la conciencia criolla blanca se definió principalmente en términos


geopolíticos en relación con Europa y que su transformación en una conciencia criolla
postcolonial y nacional estableció las bases para el colonialismo interno, que afectó a las
poblaciones amerindia y afroamericana. Mientras tanto, la conciencia criolla negra, al igual
que las perspectivas amerindia y afroamericana, no encontró un lugar de pertenencia en el
imaginario geo-político occidental y luchó contra la opresión y la esclavitud.

En resumen, esta sección explora cómo las ideas de "hemisferio occidental" y "nuestra
América" eran figuras fundamentales en el imaginario de la conciencia criolla blanca post-
independencia, pero no eran comunes en el imaginario amerindio o afroamericano. Se
resalta la doble conciencia criolla blanca en relación con Europa y cómo esta se convirtió
en la base de la formación de la conciencia nacional, mientras que las perspectivas criolla
negra, amerindia y afroamericana enfrentaron desafíos y opresiones únicas en el contexto
del mundo moderno/colonial.

En esta sección, el autor explora el papel y la evolución de la idea del "hemisferio


occidental" en el contexto de la descolonización en las Américas. Se señala que la
descolonización en América durante finales del siglo XVIII y principios del XIX fue liderada
por los "criollos" en lugar de los "nativos", como sucedió posteriormente en África y Asia
en el siglo XX. Además, se destaca otro elemento importante: la consolidación de la idea
del "hemisferio occidental" en el siglo XX, especialmente durante la presidencia de
Theodore Roosevelt y después de la Guerra Hispanoamericana de 1898.

El autor enfatiza que la idea del "hemisferio occidental" ganó fuerza como un concepto
geopolítico y geo-cultural en ese período. Se menciona el bloqueo naval a Venezuela por
parte de Alemania e Inglaterra debido a problemas de deuda externa. Este evento
proporcionó una oportunidad para revivir el reclamo de autonomía del hemisferio
occidental, ya que el bloqueo afectó directamente a un país latinoamericano. Esto condujo
a la rearticulación y reinterpretación de la Doctrina Monroe desde una perspectiva
multilateral, involucrando a todos los Estados de las Américas.

Se hace referencia a la propuesta del diplomático argentino Luis María Drago, quien sugirió
que la Doctrina Monroe podría aplicarse desde cualquier parte del hemisferio occidental y
no solo desde Estados Unidos. Sin embargo, esta perspectiva no fue bien recibida en
Washington, ya que se consideraba la Doctrina Monroe como una doctrina de política
nacional y unilateral.

El autor menciona que el "corolario Roosevelt" a la Doctrina Monroe propuesto por


Theodore Roosevelt en 1904 marcó un cambio significativo en la reconfiguración del
sistema-mundo moderno/colonial. Aunque compartía similitudes con la propuesta de
Drago, el "corolario Roosevelt" enfatizaba la intervención unilateral y el monopolio de
Estados Unidos en la administración de la autonomía del hemisferio occidental. Esto
resultó en una mejor comprensión entre Washington y Europa occidental, pero también
amplió la brecha entre Angloamérica y América Latina.

En resumen, esta sección explora cómo la idea del "hemisferio occidental" experimentó
una evolución en su interpretación y aplicación a lo largo del tiempo, desde los esfuerzos
de descolonización liderados por los criollos hasta la consolidación de una perspectiva más
unilateral durante el siglo XX, lo que influyó en la configuración del sistema-mundo
moderno/colonial y en la dinámica entre las Américas y Europa occidental.

En esta parte, el autor hace una crítica al concepto de "geo-cultura" propuesto por
Immanuel Wallerstein y su limitación para comprender plenamente la dinámica del mundo
moderno/colonial, especialmente en relación con la contribución de las diferencias
coloniales y la emergencia del hemisferio occidental en el imaginario de la modernidad.
Se menciona que Wallerstein introdujo el concepto de "geo-cultura" como la imagen
ideológica hegemónica sustentada por la clase dominante desde la Revolución Francesa
hasta la crisis de 1968 en Francia. Sin embargo, el autor critica que este enfoque deja de
lado las contribuciones de la diferencia colonial y la diferencia imperial en la configuración
del mundo moderno/colonial. Aunque Wallerstein describió la geo-cultura como el
imaginario hegemónico de la segunda fase de la modernidad centrado en Francia,
Inglaterra y Alemania, no consideró adecuadamente las contribuciones desde la diferencia
colonial y la perspectiva de las Américas.

Se resalta que la independencia de Estados Unidos y los primeros movimientos de


descolonización en las Américas no fueron reconocidos adecuadamente por Wallerstein en
su concepto de geo-cultura. El autor argumenta que estos movimientos surgieron desde la
diferencia colonial y representaron una resistencia temprana al sistema-mundo
moderno/colonial. Además, se destaca que Wallerstein no reconoció la importancia de la
Revolución Haitiana en su concepto de geo-cultura y en la reconfiguración del imaginario
del mundo moderno/colonial.

El autor también critica la limitación de Wallerstein para reconocer la constitución del


imaginario del mundo moderno sin la participación plena de países como España y
Portugal, debido a su enfoque centrado en la geo-cultura de Francia, Inglaterra y
Alemania. Se argumenta que el concepto de "hemisferio occidental" desafía los límites de
la geo-cultura al rearticular la diferencia colonial y absorber conceptos como la "misión
civilizadora", que también influyen en la configuración del mundo moderno/colonial.

En resumen, el autor critica la limitación del concepto de "geo-cultura" de Wallerstein para


comprender la complejidad de la modernidad/colonialidad, especialmente en relación con
las diferencias coloniales y la emergencia del hemisferio occidental en el imaginario de la
modernidad. Se argumenta que los movimientos de descolonización temprana en las
Américas y la Revolución Haitiana desempeñaron un papel significativo en la
reconfiguración de este imaginario.

En esta sección, el autor analiza la clasificación de Samuel Huntington de las civilizaciones


y cómo América Latina es abordada en este contexto. Huntington clasificó nueve
civilizaciones, entre ellas Occidente, América Latina, África, el Islam, China, Hindú,
Ortodoxa, Budista y Japonesa. El autor resalta que América Latina es tratada como una
civilización separada y distinta de Occidente en la categorización de Huntington, lo que
implica que América Latina tiene características y una identidad propia que la diferencia de
las otras civilizaciones.

El autor critica algunos aspectos de la clasificación de Huntington. Por ejemplo, menciona


que Huntington no reconoce adecuadamente la naturaleza autoritaria de fascismos y
nazismo, ni el autoritarismo ejercido por Estados Unidos en su proyección como una forma
de colonialismo sin territorialidad. Además, cuestiona el enfoque de Huntington al
considerar que la religión católica es exclusiva de América Latina y que esta región carece
de la influencia de la Reforma Protestante y del desarrollo de la Razón.

El autor también destaca cómo Huntington menciona la importancia de las culturas


indígenas en América Latina y cómo estas no tuvieron un equivalente en Europa o en
América del Norte, lo que agrega otra dimensión a la diferencia colonial y cultural en la
región.

El autor concluye que la clasificación de Huntington tiene implicaciones en las relaciones


internacionales y en la reorganización del orden mundial, así como en los movimientos
migratorios y las políticas públicas de los países que reciben inmigrantes de diferentes
civilizaciones. Se señala que mantener una unidad como América Latina en esta
categorización tiene relevancia en las alianzas internacionales y en la distribución del
poder económico. Además, la creciente inmigración latinoamericana hacia Estados Unidos
también se ve afectada por esta clasificación.

En esta sección, el autor reflexiona sobre el cambio en las teorías geopolíticas y


económicas tras el fin de la Guerra Fría y la caída del mundo socialista. Immanuel
Wallerstein y Samuel Huntington son mencionados como teóricos que abordaron estas
transformaciones.

Wallerstein, por un lado, pronosticó un nuevo orden económico entre 1990 y 2025/2050, y
sugirió la posibilidad de alianzas entre Estados Unidos y Japón, así como entre Rusia y la
Unión Europea. Estos escenarios plantearían reconfiguraciones significativas en el orden
mundial.

Por otro lado, Huntington, con su clasificación de las civilizaciones, planteó que las guerras
futuras serían más entre civilizaciones que entre ideologías o intereses económicos. El
autor enfatiza cómo estas teorías tienen implicaciones en las relaciones internacionales y
en los movimientos migratorios.

El autor también discute cómo el término "hemisferio occidental" cede lugar al término
"Atlántico Norte" en el nuevo imaginario geopolítico. Esto refleja un cambio en la
percepción de las relaciones internacionales y resalta la relación entre los Estados Unidos y
Europa, al mismo tiempo que margina a América Latina. Se señala cómo la cuestión de ser
parte de la civilización occidental varía en su significado según la perspectiva de diferentes
grupos, especialmente las poblaciones indígenas y afrodescendientes.

Finalmente, el autor destaca cómo los movimientos sociales, como el zapatismo, y las
migraciones están generando la emergencia de discursos y fuerzas que desafían la noción
tradicional del hemisferio occidental y el Atlántico norte. La idea de "más allá del
hemisferio occidental y del Atlántico Norte" sugiere la posibilidad de superar las divisiones
y los paradigmas coloniales que han estructurado el mundo moderno/colonial.

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