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La prensa peruana tiene una larga tradición de recurrir a un tipo de comunicación básica,
sencilla y emocional para comunicar las noticias al lector peruano. En su libro La prensa
sensacionalista en el Perú (2000), J. Gargurevich recopilaba la tendencia que desde los inicios
de la recién independiente República ya mostraban los primeros periódicos peruanos en
presentar el lado sensacionalista de los hechos sociales, tendencia que se ha prolongado hasta
el día de hoy, y cuya versión extrema estaría representada por la denominada prensa amarilla
o chicha (Gargurevich, 2000). En esa búsqueda del lado sensacionalista de la cotidianidad, “el
escándalo”, “el hecho escandaloso”, “la noticia escandalosa” ocupa una posición preminente
en la cobertura periodística peruana frente a otros hechos sin esa fuerza emocional y atractiva
que arrastra el escándalo. A fin de cuentas, usando una frase común (y cínica) en el mundo de
la prensa y en el imaginario popular: “el escándalo vende”.
En ese sentido común de la mass media peruana, el escándalo de corrupción “pública” surge
como un filón inagotable de hechos y personajes para la construcción de relatos
sensacionalistas por parte de los medios de prensa nacionales. Es un tipo de escándalo con su
propio trasfondo y sensibilidad, diferente a un escándalo de faldas, de farándula, de acoso
sexual, de crímenes familiares, e incluso distinto a un escándalo de corrupción entre privados.
El escándalo de corrupción pública en el Perú toca algunas fibras sensibles de la ciudadanía; el
impacto en la opinión pública es diferente que con otros escándalos porque toca y cuestiona a
la misma sociedad peruana, y provoca un discurso social crítico incluso contra sí misma.
Siguiendo estos pequeños ejemplos del policía y el funcionario municipal, vemos que
involucran funcionarios de un rango menor en el aparato estatal, en el escalafón del Estado
peruano. Aún en ese rango menor, la denuncia de los medios genera un cierto grado de
escándalo social. La opinión pública reacciona ante la conducta inmoral e ilegal de un agente
ejecutivo (el policía) y de un burócrata (el funcionario municipal); el cargo público que ocupan
los acusados es determinante en la reacción crítica de esta opinión pública. Pero hasta este
punto estamos hablando, con estos ejemplos, de funcionarios no políticos del Estado. El
escándalo social en el Perú adquiere siempre un simbolismo mayor para la opinión pública
cuando el caso de corrupción denunciado aparece protagonizado por funcionarios políticos o
de la administración de justicia; pasamos entonces a hablar de un caso de corrupción política o
judicial.
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Estos tipos de casos de corrupción política o judicial en el Perú son inmediatamente recogidos
por todos los medios de comunicación en las distintas plataformas: prensa escrita, radio,
televisión y las recientes plataformas digitales. Un caso de corrupción que involucra políticos
(del Gobierno o del Congreso) y administradores de justicia (jueces y fiscales) impacta mucho
en la opinión pública peruana, causa conmoción, remueve sentimientos y puede llevar a tomas
de posiciones muy similares o muy antagónicas. La corrupción de políticos y administradores
de justicia peruanos, cuando es expuesta, suele elevar el sentimiento de escándalo entre la
opinión pública a niveles muy altos debido precisamente al tratamiento mediático. En la
mayoría de los relatos periodísticos sobre corrupción política que hacen los medios de
comunicación masiva en el mundo, el término escándalo funciona usualmente como una
suerte de etiqueta de presentación del relato y no es diferente en los medios de comunicación
nacionales. Se puede decir que la corrupción política tiene que ser visible mediáticamente para
dar lugar y generar lo que ya vendría a ser el escándalo político. Para distinguir ambos
conceptos podríamos quedarnos con la siguiente definición de escándalo político: “Una
reacción de indignación del público contra un agente político al que se adscribe una conducta
que es percibida como un abuso de poder o como una deslealtad hacia las reglas que regulan
el cargo que ejerce” (Malem, 1997). En el mundo moderno, esta sería precisamente una
reacción mediática desde el momento en que los medios de prensa la recogen y usan para
seguir construyendo su relato.
La prensa escrita peruana parece seguir ese patrón, ya que sin un proceso de acciones y
reacciones en los medios de comunicación masiva sobre el comportamiento de las
instituciones o actores implicados en los casos de corrupción denunciados, “no se desarrolla el
escándalo” (Amadeo, 1999; Canel y Sanders, 2005).
A partir de la revisión de todos estos conceptos expuestos, en nuestro trabajo vamos a trabajar
con la noción/concepto del “escándalo de corrupción político-judicial”, entendiéndolo como la
reacción pública y mediática o reacción pública “mediatizada” ante actos de corrupción que
dejan entrever un interés por el control (poder) del sistema de justicia a través del empleo de
las ramificaciones políticas.