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Aquellos casos que los medios han transformado en mediáticos por la calidad de los
personajes involucrados o por la conmoción que el hecho en sí mismo pueda causar en la
población, pasan a convertirse en un tema relevante para ser tratado a nivel judicial por el
trato especial dado por los medios, involucrando de esta manera al Derecho, al tener
relevancia jurídica.
Finalmente, la ira se manifiesta como el revelado negativo de la verdad. Ocurre con los demás
y con la misma persona, impaciencia con los procedimientos judiciales y corrobora con el
deseo de venganza.
Zaffaroni (2011), “los individuos cotidianamente circulan las calles y hacen uso de servicios
públicos y a su vez adquieren información de los medios de comunicación; esto les crea una
visión de la cuestión criminal (se nutren de la llamada “criminología mediática”). Ahora bien,
¿por qué aceptan o están indefensas ante esta construcción de la realidad? Debido a que de
este modo generan nivel de angustia en la sociedad” Se sabe que los escritores, periodistas,
opinologos, entre otros. En ocasiones no miden sus palabras o sus opiniones ya que ellos se
centran en generar escándalo o en la venta de sus ejemplares.
Pese a que los periodistas cuentan con un Código de Ética Periodística del Colegio de
Periodistas del Perú, en donde claramente dice que ellos están en busca de la verdad, debido
al derecho del pueblo a conocerla, sean cuales fueren las consecuencias para sí mismo. Sin
embargo, a su vez claramente indica que no debe utilizar métodos desleales para obtener
informaciones o documentos.
Dicha responsabilidad recae sobre los jueces, debido a que serán ellos quienes se encarguen
de dictaminar las sentencias para cada acontecimiento en los agrietamientos de la justicia; es
el caso que con más frecuencia encontramos, que son los casos penales los más sonados o los
escogidos por el cuarto poder para sublevar a la población y exigir justicia ya sea equitativa o
exagerada.
Ninguna sociedad deja a sus jueces campando completamente a sus anchas. Sucede, sin
embargo, que hay grandes diferencias entre los límites o condicionantes externos impuestos
en diferentes sistemas judiciales y podemos suponer que el comportamiento judicial variará,
por consiguiente, según los diferentes sistemas judiciales, como también lo hará dentro de un
sistema que impone diferentes tipos de restricciones en diferentes tipos de jueces.
Resulta imprescindible poder reconocer cuán intrusivos pueden ser los medios de
comunicación, generando una vulneración a la racionalidad de la pena, y afectando la
autonomía del juez y los derechos del justiciable. Los medios, al desempeñar su rol, no solo
vulneran o afectan institutos relacionados al sistema judicial sino que es grande el perjuicio
que causan a la sociedad al emitir información tendenciosa, sensacionalista y que en muchos
casos responden a intereses concretos de grupos de poder.
Por todo ello, se debe hacer un análisis del verdadero rol de los medios (a la luz del marco que
le brinda nuestra constitución), para poder delimitarlo y para que así el ejercicio de los
derechos fundamentales a la libertad de expresión y libertad de información no colisionen con
otros derechos, ni mucho menos afecten el debido proceso repercutiendo en la decisión
autónoma del juez.
La constante aparición del fenómeno criminal en los medios, así como la insistencia en sus
manifestaciones más violentas, favorecen igualmente la consolidación de esta cuestión en la
agenda pública, así como la formación o el refuerzo de una conciencia social y personal de
preocupación en torno al delito. Sin embargo, la evolución real de la criminalidad revela que
no hay motivo suficiente para semejante atención mediática, ni para que haya un incremento
de la preocupación social e individual.
Además, la constante atención otorgada al delito nos distrae de otros problemas sociales cuyo
debate queda relegado a un segundo plano.
Los medios de comunicación no son plurales en lo relativo a la definición del conflicto social y
a la presentación de propuestas de intervención: reproducen las imperfecciones del mercado
y, así, dan preferencia a las perspectivas de la criminalidad y de la política criminal de los
actores que disponen de mayor poder socio-económico e institucional. De este modo los más
media sustraen otras visiones de la realidad criminal del debate público. Las soluciones finales
adoptadas presentan por ello un déficit de legitimidad democrática.
La constante transmisión de una realidad criminal distorsionada (según los intereses de los
medios y de los grupos que consiguen acceder a ellos), como la conversión en noticia de la
preocupación individual y social al respecto, influyen en la política legislativa; son factores de
presión sobre los agentes políticos, que se ven obligados a reaccionar de forma inmediata y
contundente con una ley penal. Y así manifiestan su intención de no hacer concesiones, su
capacidad de actuación, su celeridad a la hora de enfrentarse a los problemas. Todas ellas son
virtudes que tienen un alto valor electoral. Ahora bien, se debe tener en cuenta, por un lado, el
carácter populista y simbólico de esta legislación.
Por otro lado, las instituciones políticas intervienen en esa comunicación distorsionada del
fenómeno criminal: crean una imagen que evita discusiones sobre problemas estructurales de
difícil solución, crean una imagen que se puede esgrimir en los medios contra el contendiente
político.
Con todo, el medio debe llevar a cabo esa selección conforme a algún criterio. Este suele ser el
interés periodístico y particular. Así, por ejemplo, en el primer nivel de selección se excluirían
los acontecimientos que no tienen interés periodístico (según un criterio de cuotas de
audiencia), o cuya comunicación no beneficia (o incluso perjudica) a los intereses
socioeconómicos que representa ese medio.
En consecuencia, se puede afirmar que «la Información no es inocente». Primero, porque los
medios de comunicación están al servicio de sus propios intereses económicos de cuotas de
pantalla: reducción de costes, aumento de cuotas, financiación a través de la publicidad. Estos
objetivos no sólo se consiguen a través de los procesos de selección en los tres niveles
indicados. También se obtienen mediante la reducción de la calidad de las noticias (no se
contrastan las fuentes de información, hay análisis superficial de los asuntos, una terminología
errónea, etc.), el mantenimiento de agendas uniformes, el flujo de información constante
(creación de noticias y deformación de acontecimientos), un modo de comunicación orientado
a producir emociones, etc.
Estos actores insisten en identificar felicidad con consumo: crean nuevas necesidades e
indican la importancia social que tiene mostrar que se mantiene un ritmo constante de gasto
(moda, marcas). Se presentan como ideales modelos de comportamiento que conducen al
éxito entendido como status social y poder económico (individualismo, competitividad, dinero
fácil, belleza, la eterna juventud, fama. Excluyen manifestaciones marginales.
Este proceso se potencia mediante su repetición por cada medio, cadena, grupo. El diseño y
modo de comunicación de la noticia: discurso dramático y emotivo (que aunque se apoye en
datos reales, también se permite algunas licencias: se incluyen datos modificados, exagerados
o descontextualizados -incluso se pueden crear noticias a partir de acontecimientos ficticios o
inventados-; se omiten otros) o una narración fría y tranquilizadora; textos breves que no
entran en el análisis profundo del problema; recurso a frases hechas, a clichés y estereotipos;
diseño de titulares con inclusión de juicios de valor; acompañamiento por música, fotografías e
imágenes seleccionadas (preparación de la imagen mediante la situación de las cámaras o el
recorte y descontextualización de las fotografías); presentación de gráficos y cuadros
estadísticos, etc . Al servicio de esta distorsión informativa se encuentran las estadísticas: las
encuestas a veces son preparadas y realizadas sin fiabilidad objetiva, en otras ocasiones
simplemente son interpretadas por los más media de forma que favorezca la impresión de
veracidad de sus mensajes.
Entonces se puede afirmar que los medios de comunicación están y estarán siempre del lado
de sus propios intereses sociales, políticos y económicos, en consecuencia, los periodistas no
respetan el código de ética al momento de usar sus fuentes y manejarlas de manera ausente o
repetitiva según sus intereses para con pueblo en relación a sus objetivos, lo cual distorsiona
muchos escenarios de la realidad en la que vivimos, influyendo en el derecho en diversos
campos, como el judicial, penal, influyen en agenda pública y obstruyen la veracidad y la
justicia impartida en algunas instancias.