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Mención en Psicología de
la Salud
Terapias Psicodinámicas
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Índice
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GLOSARIO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 81
ENLACES DE INTERÉS. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 91
BIBLIOGRAFÍA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 95
LEYENDA
Glosario
Términos cuya definición correspondiente está en el apartado “Glosario”.
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Tema 1
El origen de la psicoterapia
1.1. Introducción
La psicoterapia no es sino la aplicación metódica de técnicas psicológicas en el tratamiento de
los trastornos mentales (Tizón, 1982; Poch, 2005). Al igual que la psicología moderna, la psicoterapia
es un invento relativamente reciente, que apenas cuenta con un siglo de existencia. Sin embargo, al
igual que aquélla, tiene numerosos antecedentes y precursores, y en cierta medida podría considerarse
como el resultado de una serie de conocimientos y prácticas curativas que posiblemente sean tan
antiguas como la propia humanidad.
Desde el principio de los tiempos, en todas las poblaciones del mundo se han identificado individuos
raros, con formas de comportamiento anómalo que siempre han resultado muy llamativas. La forma
de reaccionar ante estos casos y ante estos individuos ha sido diferente según el tiempo y el lugar,
aunque básicamente ha pasado por una de estas tres alternativas: repudiarlos o tratarlos de una
forma francamente cruel e inhumana; prestarles algún tipo de atención particular, pero distinta
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Con todo, la definición y tratamiento científico de los trastornos mentales ha sido una conquista tardía
y relativamente reciente en la historia de la humanidad. El nacimiento de la psicoterapia moderna
ha sido el fruto un proceso gradual en el que ha sido necesario luchar contra la ignorancia,
la superstición, la charlatanería, el oscurantismo y a veces también contra la opresión. En este
proceso han sido necesarios dos importantes logros históricos: superar el rechazo social hacia los
enfermos mentales; y perfeccionar los procedimientos terapéuticos y métodos de curación
primitiva, sustituyendo el pensamiento mágico y las creencias irracionales por el razonamiento
basado en la perspectiva empírica y la construcción racional que la justifica.
Durante siglos, muchas personas que hoy consideramos como enfermos mentales, han sido víctimas
de prejuicios y actitudes sociales que estarían en franca oposición con nuestros actuales principios
terapéuticos. Como ejemplo podríamos mencionar a los niños oligofrénicos, con o sin malformaciones
físicas, a los que antiguamente se les sacrificaba sin contemplaciones poco después de nacer, o se les
abandonaba a su suerte en algún lugar desierto, con lo que su final venía a ser el mismo. Algo similar
ocurría con muchas personas que presentaban síntomas psicóticos, que o bien eran rechazados y
condenados a vivir de la caridad o en lugares desiertos como si fueran salvajes o vagabundos, o bien
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eran encarcelados de forma permanente en lúgubres habitáculos como cuevas, celdas de monasterios,
prisiones u otros reductos; los psicóticos agitados y agresivos podían hasta ser atados, encadenados,
o incluso apaleados sin piedad hasta la extenuación.
Otro ejemplo lo encontramos en la caza de brujas de los siglos XVI y XVII. En estos años se extendió
la creencia de que las brujas cometían crímenes, aliadas con el diablo y que habían urdido una
conspiración universal para destruir a la humanidad. Con el fin de acabar de raíz con este supuesto
peligro se recurrió a formas extremas de persecución y juicio sumarísimo. El Malleus Maleficarum servía
de guía a los inquisidores instruyendo el proceso de brujería, pero casi un tercio del mismo venía a ser
una especie de manual de la técnica del lavado de cerebro. Tras caer en manos de los inquisidores, miles
de mujeres de toda edad y condición social confesaron los crímenes más horrendos e inverosímiles,
pero realmente, aunque algunas de ellas pudieran padecer una neurosis o una psicosis, en su mayor
parte se trataba de personas normales que se acusaron a sí mismas como consecuencia de las torturas
físicas y psíquicas a que eran sometidas.
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hombres medicina, chamanes, o hechiceros en los pueblos primitivos, y más tarde por los sacerdotes
de los templos paganos y cristianos, quienes durante siglos fueron antagonistas de los médicos.
Los etnólogos distinguen varias teorías irracionales de la enfermedad, cada una de las cuales va ligada
a un procedimiento terapéutico específico, deducido por un simple razonamiento lógico o inferencia
causal. Algunos ejemplos ilustrativos serían, entre otros, los siguientes: la pérdida del alma y su
recuperación por el chamán; la intrusión de un pretendido objeto-enfermedad o esencia maligna en
el cuerpo del paciente, y su extracción, generalmente por aspiración bucal; la intrusión de un espíritu
causante del mal y su expulsión, básicamente a través del exorcismo; el incumplimiento de un tabú y
la propiciación o confesión; el efecto patógeno de un hechizo de magia negra, brujería o hechicería, y
la eventual curación mediante la contra-magia, etcétera.
Hoy en día los diferentes métodos de curación primitiva tienen interés desde el punto de vista
antropológico, pero también desde el punto de vista histórico, en la medida en que podría establecerse
una línea continua de evolución que enlazaría estas prácticas curativas con la psicoterapia moderna.
Debemos pensar que, bajo la influencia de las creencias religiosas, muchos problemas psicológicos
eran conocidos y tratados por los sacerdotes, con métodos tales como las amonestaciones o las
exhortaciones con fines persuasivos, el consuelo para recuperar la paz de espíritu, la confesión del
secreto patógeno (cura de almas), o el exorcismo para alejar el mal, y que esto ha seguido ocurriendo
hasta tiempos relativamente recientes. Durante siglos, por ejemplo, la Iglesia consideraba el fenómeno
de la posesión como un hecho evidente, y los médicos y la gente en general compartían esta creencia.
Al tratarse de una creencia extendida, muchas neurosis y psicosis adoptaron la forma de posesión
y fueron tratadas con exorcismo. Ya fuera por remisión espontánea o como efecto de la sugestión,
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algunas personas se curaban, lo que era interpretado como una victoria de la Iglesia sobre el mal y el
poder de las tinieblas.
La enfermedad mental se empieza a identificar así como una enfermedad del cerebro, su cuadro
clínico como la enajenación o pérdida de la razón, y su tratamiento como medidas dirigidas a proteger
a la sociedad. En la medida en que el racionalismo se oponía a toda forma de superstición, la creencia
en los demonios y en la magia fue declinando, y la demonomanía dejó de ser considerada como
una aflicción sobrenatural para pasar a entenderse como la idea delirante de un enfermo que se cree
poseído.
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El magnetismo fue formulado en 1775 como una explicación racional de la enfermedad, que ofrecía
una alternativa natural a las viejas explicaciones irracionales basadas en instancias sobrenaturales.
En cierto modo pasó a ser la versión racional de las viejas prácticas exorcistas de la antigüedad, que
aún continuaban realizándose a finales del siglo XVIII. A partir de 1843 sería bautizado y estudiado
como hipnotismo, y sólo a partir de 1891 podríamos hablar con propiedad de psicoterapia.
Franz Anton Mesmer era un doctor que ejercía la Medicina en Viena empleando métodos innovadores:
utilizaba imanes para movilizar una supuesta energía magnética. Tanto en su clínica privada como
en distintos lugares del sur de Alemania, había tratado con éxito a enfermos aquejados de distintas
dolencias, consiguiendo curaciones sorprendentes. Ello le había servido para rodearse de un halo de
misterio y de una reputación de mago dotado de poderes sobrenaturales.
Sin embargo Mesmer actuaba en nombre de la ciencia y en calidad de científico. Como tal buscaba
explicaciones naturales y había elaborado una teoría al respecto: consideraba que existía una fuerza
o fluido misterioso que emanaba de los cuerpos, actuando como un medio de unión e influencia de
unos a otros. El fluido, al que llamó magnetismo animal, tendía a propagarse al igual que la electricidad,
y podía acumularse y transmitirse de unos cuerpos a otros, pudiendo utilizarse para la curación de
enfermedades.
Para Mesmer la doctrina del Magnetismo animal se resumía con una frase: sólo hay una enfermedad
y una curación: el magnetismo. La enfermedad se debía a la insuficiencia o estancamiento del
fluido magnético, cuyo flujo debía restablecerse para obtener la curación. Por ello utilizaba
imanes como herramientas auxiliares para facilitar la propagación de este fluido, y daba
pases magnéticos con sus manos sobre los órganos enfermos, produciendo ataques o crisis
magnéticas en el enfermo. Según él estas crisis rompían el bloqueo o estancamiento del fluido
y restablecían la corriente magnética en el cuerpo del paciente devolviéndole la salud. A fuerza de
repetirlas, se iba reduciendo la frecuencia e intensidad de los síntomas, hasta que eventualmente
tendían a remitir. Con este procedimiento Mesmer logró curaciones prodigiosas de las más variadas
enfermedades.
En 1778 introdujo sus métodos de curación en París, ideando la variante de una terapia de grupo con
ayuda de una especie de cubeta para acumular fluido magnético, le baquet, alrededor de la cual se
instalaban los enfermos atados a ella. Mesmer logró una gran notoriedad en la alta sociedad parisina,
llegando a contar con una nutrida y selecta clientela. Sin embargo, también se granjeó muchos
enemigos y no logró el reconocimiento científico que anhelaba. Creó una especie de sociedad secreta
para preservar el magnetismo y controlar los tratamientos, pero cayó en desgracia y acabó por
abandonar París en 1785, retirándose poco después de la vida pública.
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sueño magnético o crisis perfecta. Para el marqués, la doctrina del magnetismo animal se resumía
con la frase: creer y poder. En consonancia con esta filosofía lo interpretó como un poder que existe
dentro de uno y puede ejercerse a voluntad, influyendo en la voluntad de los demás y ayudándoles a
sanar. De este modo estaba sustituyendo el fluido natural por un mecanismo psicológico como
agente de la curación.
El marqués de Puységur también simplificó la técnica, que resumía en tres palabras: aislamiento,
concentración y motilidad magnética. Estos tres fenómenos debían aparecer en respuesta a los
pensamientos del magnetizador, quien debía concentrarse en dormir al paciente. También utilizó
una variante de grupo colocando a sus enfermos alrededor de un olmo magnetizado y atados a él
con cuerdas, y también logró gran notoriedad con curaciones prodigiosas de muchas enfermedades.
Igualmente fundó una sociedad para la formación de magnetizadores y la creación de centros de
tratamiento magnético que en 1789, el año de la revolución, llegó a contar con más de 200 miembros.
Tras la revolución francesa y durante la primera mitad del siglo XIX la suerte del magnetismo fue
diversa: en Francia se abordó su estudio racional y su investigación científica, aunque también
hubo quien lo usó como atracción de feria; en Alemania se le dio más una interpretación filosófica
y espiritual; en los Estados Unidos convivió y se confundió con el espiritismo; en Inglaterra,
en 1843 el médico británico James Braid lo reinterpretó y lo redefinió como neurohipnotismo
primero e hipnotismo después, simplificó el método y le dio una explicación en términos
neurofisiológicos.
El hipnotismo, al igual que otros sistemas pseudocientíficos de la época, como la frenología, se basaba
en una mezcla de especulación y observación, por lo que se desarrolló inicialmente al margen de
la medicina oficial. Sin embargo, condujo a descubrimientos útiles, contribuyendo decisivamente al
desarrollo de la psicoterapia.
Figura 3. Sesión grupal de relajación e hipnosis dirigida por el Dr. Castillo en 1986.
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A finales del siglo es cuando se produjo el encuentro con la medicina oficial. Entre 1880 y 1900
el hipnotismo y la sugestión fueron objeto de estudios sistemáticos y utilizados a gran escala.
Buena parte del mérito se debe al trabajo de influyentes médicos y profesores franceses como
Auguste Ambroise Liébeault (1823-1904) e Hippolyte Bernheim (1840-1919) en Nancy, y de
Jean Martin Charcot (1825-1893) en París. Estas dos ciudades se convirtieron en la sede de dos
importantes escuelas de psiquiatría con puntos de vista enfrentados sobre la hipnosis. Son conocidas
respectivamente como Escuela de Nancy y Escuela de París o Escuela parisina de la Salpêtrière.
Tanto Charcot como Bernheim, dieron aprobación oficial al hipnotismo, confiriéndole un viso
de respetabilidad, a pesar de que sus concepciones teóricas y la utilización terapéutica que
hacían de este fenómeno divergían considerablemente.
La Escuela de Nancy interpretó este fenómeno como algo normal, como una especie de sueño
artificial por efecto de la sugestión. Según ellos dependía de la sugestionabilidad del sujeto,
que era una característica que todos poseemos en diversos grados. Por lo demás se basaba en
el principio del ideodinamismo. Este principio consideraba que existía en los individuos la capacidad
para transformar una idea en un acto; en este caso la capacidad de transformar la idea de sueño en el
acto de dormir es la que operaba en la inducción del trance hipnótico.
La Escuela de París tuvo su sede en el Hospital parisino de la Salpêtrière, razón por la cual también
se conoce con este otro nombre. En general, interpretó la hipnosis como un estado patológico
y por lo tanto algo anormal. Según ellos se trataba de un rasgo que sólo se encuentra en los
histéricos, una especie de histeria artificial que se desarrollaba en personas constitucionalmente
predispuestas. Según Charcot, su principal representante, la hipnosis se producía en una secuencia
de estados, cada uno de ellos caracterizado por una peculiar condición fisiológica: catalepsia, letargia
y sonambulismo. Captando la atención del enfermo se producía inicialmente una suspensión de
sensaciones y movimientos, que luego daba paso a un adormecimiento, y derivaba finalmente en un
estado artificial en el que el sujeto era altamente receptivo a las sugestiones del hipnotizador.
A pesar de que Charcot es considerado como uno de los mayores neurólogos de todos los
tiempos, sus interpretaciones de la hipnosis se consideraron erróneas. De este modo fueron
las tesis de Nancy las que prosperaron y acabaron por imponerse. Hoy en día existen muchas
teorías al respecto, aunque este tipo de interpretación es la que sigue prevaleciendo.
Bernheim fue quien mejor defendió la idea de que hipnosis y sugestión no eran sintomáticas de
condiciones patológicas, y ni siquiera estaban asociadas a ellas. Frente a ello definió la hipnosis
como un sueño artificial, interpretándola como un estado de sugestionabilidad incrementada.
Según el autor, aunque fuera cierto que los histéricos se sugestionaran antes que las personas
normales, esto no implicaría necesariamente una conexión, y menos aún que la sugestionabilidad y la
susceptibilidad a la hipnosis sean un síntoma histérico.
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Tema 2
La noción de psicología dinámica se fue elaborando gradualmente a lo largo del siglo XIX. En líneas
generales, se entendía por psicología dinámica aquélla que estaba centrada en la exploración
y utilización terapéutica de algún tipo de energía mental o fuerzas psicológicas de carácter
inconsciente. Sin duda, con el surgimiento del psicoanálisis el término psicología dinámica se vio
profundamente vinculado a él.
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2.1. Antecedentes
A finales del siglo XIX, con el trabajo de Freud La interpretación de los sueños (1899), se
empezaron a levantar los cimientos de una de las psicoterapias más importantes de la época
moderna: el psicoanálisis. Para el psiquiatra afincado en Viena, la interpretación de los sueños
llegó a convertirse en la vía regia al inconsciente, un elemento técnico fundamental que iría
condicionando la evolución del corpus teórico de su visión del acontecer psíquico. El desarrollo de
esta obra adquirió tal importancia para Freud que, en una carta dirigida a su amigo Fliess y fechada el
12 de Junio de 1900, es decir, unos seis meses después de la aparición de Die Traumdeutung, confesaba
que a su imaginación había acudido la siguiente inscripción, bajo el aspecto de una hermosa placa de
mármol en la fachada del Château Bellevue:
Aquí se reveló, el 24 de Junio de 1895, al doctor Sigmund Freud el misterio de los sueños.
Los deseos del padre del psicoanálisis le llevaron a suponer que su obra rescataba el mundo onírico
de las garras de la adivinación y del oráculo, dotando al trabajo interpretativo de unas bases
verdaderamente científicas.
A lo largo de este capítulo, veremos, sin embargo, que la interpretación psicoanalítica del mundo
onírico, pese a que su importancia histórica esté fuera de toda duda, resulta, a nuestro modo de ver,
excesivamente limitada, tanto por lo que toca al papel que el psicoanálisis post-freudiano le ha ido
concediendo, como en lo relativo a los presupuestos interpretativos a los que se remite, y más en
concreto a su sujeción a la teoría de las pulsiones. Sirva este comentario para apuntar que nuestra
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perspectiva sobre la interpretación freudiana de los sueños pretende ser, en primer lugar, informativa
y objetiva, pero sin renunciar a arrojar sobre ella una luz crítica.
Los años en los que Freud era estudiante de medicina en Viena fueron tiempos de transición, en los
que se pasó de una fe eclesiástica, imperante en todos los ámbitos de la ciencia, al nuevo credo en una
imagen del mundo determinista, mecanicista y materialista.
El siglo XIX, dominado por la revolución científico-técnica, negaba la existencia de todo lo que
no se pudiera demostrar mediante métodos físico-químicos, y en los modelos explicativos y
clasificatorios de las enfermedades mentales se recurría con toda naturalidad al esquema
somatogenético, en donde el mapa de lo genético adquiría un protagonismo especial. Las afecciones
psíquicas se consideraban casi exclusivamente enfermedades del encéfalo; la psiquiatría era en lo
esencial una neurología. Estas concepciones monocausales se vieron reforzadas por los progresos
realizados en medicina general: Louis Pasteur introdujo la teoría de los gérmenes como agentes
patógenos; Robert Koch descubrió el bacilo de la tuberculosis; y ya a comienzos del siglo XX, se
determinó que una supuesta enfermedad mental, la parálisis general, era consecuencia de la sífilis.
Existían teorías fisiológicas acerca de la función de los sueños, como indica el propio Freud,
por ejemplo las publicadas por el médico alemán Carl Binz 20 años antes de la aparición de La
interpretación de los sueños. Según este autor, el estado de estupor al que nos somete el sueño va
tocando a su fin en las primeras horas de la mañana, y las toxinas que la fatiga acumula en la albúmina
cerebral disminuyen paulatinamente, destruidas o arrastradas por la corriente sanguínea. Algunos
grupos de células, despiertos ya, comienzan a funcionar en medio del general letargo, y ante nuestra
turbia conciencia surge esta actividad aislada sin el control de las partes del cerebro que rigen la
asociación. En consecuencia, emerge un conjunto de imágenes sin orden ni concierto, alimentadas
por la actividad de este grupo de células. Dos décadas antes, el estudioso de la función onírica Luis
Maury había desarrollado más ampliamente esta teoría, explicando que en la vigilia o en el reposo
aparecen estados desplazables por regiones anatómicas, aunque de todos modos se muestren
siempre enlazados a una determinada región anatómica y a una determinada función psíquica.
Pero junto a esas concepciones físico-deterministas de la actividad onírica, durante esos mismos
años fueron apareciendo una serie de conceptos filosóficos que influirían de forma notable en el
surgimiento de la nueva ciencia de los sueños. Pensadores como Sören Kierkegaard (1813-1855) y
Friedrich Nietzsche (1844-1900), aun partiendo de posiciones filosóficas distintas, compartían
la idea de la importancia de determinados sentimientos inconscientes. También en los escritos
de Artur Shopenhauer (1788-1860) se registran experiencias psicológicas de la vida cotidiana
y observaciones inconscientes, e incluso en su obra se hace mención de sueños y de términos
como hipnosis, compulsión de la repetición, deseo de muerte, represión o racionalización, que
remiten de forma directa a la obra freudiana. Incluso autores como Johann W. Goethe (1749-
1832) y Friedrich Schiller (1759-1805) describieron el influjo de factores sociales y psíquicos en
la génesis de los conflictos y las enfermedades mentales.
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También hay que volver a mencionar a Franz. A. Mesmer (1734-1815), médico vienés precursor de la
hipnosis, cuya metodología sirvió después para el tratamiento de determinados síntomas histéricos
por parte de los maestros de Freud: Joseph Breuer (1842-1925), Jean Martin Charcot (1825-1893),
Pierre Janet (1859-1947), August M. Lièbault (1823-1904) y Hippolyte Berheim (1837-1919).
Como último apunte, cabe señalar que a pesar de las múltiples incursiones que Freud realizó en el
mundo de la literatura, el arte, la filosofía y la antropología, su intento de dar al psicoanálisis el rango
de ciencia siempre se suscribió al paradigma de la medicina mecanicista-somática y de la ciencia
natural. A lo largo de su obra encontramos estos intentos reflejados en algunos de sus trabajos, como
el fallido Proyecto de una Psicología para Neurólogos (1895), y hasta su muerte alimentó la esperanza
de que finalmente su teoría pudiera hacer cuerpo con descubrimientos fisiológicos y bioquímicos.
No olvidemos que el desarrollo de la obra de Freud parte de un postulado realista: es posible traducir
de forma objetiva la realidad de la psique. Con la inclusión del sistema de lo inconsciente ampliamos
una visión del sujeto que a menudo ha sido parcial (sólo ha tenido en cuenta las manifestaciones de
la conciencia), pero que puede ser coherente con un modelo de ciencia donde la fisiología iría a la par
con la energética de los afectos.
• La teoría del trauma y el método catártico. En sus primeros trabajos (con Breuer, 1882-
1895), Freud utilizó la hipnosis como método sugestivo que permitía calmar la sintomatología
neurótica apreciada en muchos de sus pacientes. Breuer, en su tratamiento de Ana O.,
comprobó que en estado hipnótico la paciente recordaba determinados contenidos que
parecían estar en el origen de su enfermedad. Parecía coherente buscar la causa de los síntomas
en un trauma temprano. La hipótesis central fue que la causa genuina del efecto
terapéutico se situaba en el recuerdo y la capacidad de revivir de experiencias
traumáticas.
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sobre ello (regla básica del psicoanálisis). Este desarrollo técnico, junto con la aparición
del trabajo La interpretación de los sueños (1900), donde Freud empezó a diseñar su
modelo tópico (la diferenciación del aparato psíquico en sistemas parciales, consciente,
preconsciente e inconsciente) configura lo que serían los comienzos del psicoanálisis.
• La teoría de la libido. Antes de 1900, Freud hablaba de una energía psíquica procedente de
fuentes fisiológicas, a la que caracterizaba como “cantidad de excitación”. Poco a poco, el vienés
puso de relieve el origen sexual (entendiendo como tal un ámbito que desborda el de lo
puramente genital) de esta energía de excitación, a la que dio el nombre de “libido”. En este
contexto, Freud trazó una distinción entre neurosis actuales y psiconeurosis de
defensa: las primeras se producían por la acumulación de excitación sexual (intoxicación
por los productos del metabolismo de sustancias sexuales), mientras que las segundas
eran la expresión simbólica de conflictos de la temprana infancia que estaban en
conexión con el desarrollo libidinal.
• Fases del desarrollo psicosexual. En su trabajo Tres ensayos para una teoría sexual
(1905), Freud propone una teoría elaborada del desarrollo psicosexual. La sexualidad
abarca la organización total de la libido, y el modelo de fases postula la entrada en
escena de diferentes órganos corporales, en una secuencia ordenada. Primero nos
encontramos con la fase oral, que se extiende más o menos al primer año de vida; su zona
erógena es la boca y la satisfacción se liga a la toma de alimento y al chupeteo del pecho
materno; se distingue una fase oral temprana (mamar) y una fase oral-sádica (morder). Del
segundo al tercer año comienza la fase anal; en este período es fundamental la función de la
excreta, y toda la lucha que aparece en relación con esta función. El juego con los excrementos,
el placer en la retención, al mismo tiempo que la imposición por parte de los padres de las
normas de limpieza, va generando una suerte de satisfacciones y al mismo tiempo de
agresividad hacia los progenitores que exigen control al niño, dando pie a la aparición de
pulsiones sádicas. Del cuarto al sexto año de vida aparece la fase fálica, donde el genital
masculino desempeña un papel fundamental, siempre en relación con la fantasía de perderlo
(caso de los hombres) o de tenerlo (caso de las mujeres). Luego viene una fase de latencia, y
con la pubertad vuelve a activarse plenamente la vida sexual, denominando fase genital a
esta postrera etapa.
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• La segunda tópica. Antes de la aparición de su libro El Yo y el Ello (1924), Freud había ido
virando hacia la consideración estructural del aparato psíquico. Ahora, el vienés distingue tres
instancias, la denominada segunda tópica: el ello, que recibe toda su energía de los
órganos interiores y puede considerarse como el receptáculo del mundo pulsional; el yo,
que es la instancia que regula el marco pulsional con la realidad externa, procurando un
cumplimiento acorde con la realidad a las necesidades básicas emocionales y a los
impulsos pulsionales pero, al mismo tiempo, teniendo en cuenta las restricciones
provenientes de la tercera instancia, el superyó, que haría referencia a la interiorización
de normas y valores procedentes del mundo exterior.
• Libido del yo versus libido objetal. En Introducción al narcisismo, texto escrito por Freud en
1914, se plantea una oposición entre la libido del yo y la libido objetal. Cuanto mayor es la
primera, tanto más pobre es la segunda, y sólo la carga de objetos haría posible distinguir
una energía sexual, la libido, de una energía de los instintos del yo. En un principio, el
autor utilizó el término autoerotismo para referirse a la fase inicial de desarrollo en que la
libido está dirigida sobre el propio cuerpo y encuentra satisfacción en la misma zona erógena
sin necesitar de un objeto exterior; el narcisismo, por el contrario, es una libido yoica, en la que
el yo sé inviste de libido. En trabajos posteriores, Freud introduce un cambio: la diferencia
entre autoerotismo y narcisismo pasa a ser la diferencia entre narcisismo primario y
narcisismo secundario. El primero indica un estadio de desarrollo que es anterior a la
formación del yo, y cuyo modelo sería la vida intrauterina; el segundo se refiere a la
libido retirada de la investidura de objeto.
• Eros y Tánato. En 1920 Freud escribe un importante texto para el desarrollo posterior del
psicoanálisis, Más Allá del Principio del Placer. Durante mucho tiempo, la teoría psicoanalítica
supuso que el curso de los procesos anímicos estaba regulado automáticamente por el
principio del placer. El psicoanálisis postulaba que el origen del conflicto en el sujeto
procedía de la problemática suscitada entre las pulsiones vinculadas al placer y lo que
denominó el principio de realidad. Freud llamó Eros (pulsión de vida) a ese elemento
pulsional en el que el placer se corporeizaba. Algunos aspectos del trabajo clínico del
fundador del psicoanálisis (como el desarrollo del concepto de la compulsión a la
repetición) le hicieron dudar de la regulación automática del principio del placer e
introdujo otra pulsión, Tánato (pulsión de muerte). Ésta aspira a la resolución total de las
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tensiones, es decir, a retrotraer al ser vivo al estado inorgánico, y por ello se convierte en
una pulsión autodestructiva. Cuando esta energía se dirige hacia fuera, se exterioriza
como agresión y destrucción. La meta de Eros es producir y conservar unidades cada vez
más grandes por medio de ligazones; la de Tánato es disolver conexiones y de este modo
destruir las cosas. Ambas pulsiones básicas se conjugan en distintas combinaciones bajo la
forma de pulsiones subordinadas, dando lugar a la variedad de fenómenos de la vida.
Freud, 1905, en su artículo Sobre psicoterapia (1905), nos describe dos tipos de intervenciones
terapéuticas; per via di porre y per via di levare (oposición que utilizó Leonardo de Vinci para
diferenciar la pintura de la escultura). La primera vía sería la de la sugestión y no se preocuparía
del origen, la fuerza y el sentido de los síntomas, sino que pretendería taparlos; la segunda, por
el contrario, sería analítica, no querría agregar ni introducir nada nuevo sino quitar y extraer
algo, para lo cual se interesaría por la génesis de los síntomas patológicos y de las conexiones
de las ideas patógenas que se propone hacer desaparecer. El desarrollo del psicoanálisis iría
íntimamente ligado a esta segunda vía, la vía analítica.
Habría diversas perspectivas del desarrollo psicoanalítico por las que podríamos empezar a hablar
de sus presupuestos técnicos; quizá una de ellas podría ser tomar la segunda tópica como hilo
conductor. En algunos de los pacientes que Freud trata, como podría ser el caso descrito en El
análisis fragmentario de una histeria, el caso Dora (1905), vemos en la técnica una predominancia
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de la escucha e intervención sobre el ello. El hábil psicoanalista escucha a su paciente viendo cómo
los entresijos de su deseo se articulan entre diversos recuerdos encubridores (defensas) y la realidad
(transferencias), cuya interpretación permite ir recuperando una cierta verdad oculta para la paciente.
Y si bien es cierto que el sistema defensivo de la paciente es tenido en cuenta, no es analizado de
forma sistemática.
Posteriormente, Freud iría avalando las modificaciones técnicas de algunos de sus colaboradores
más directos, como su hija Anna, que pondrían sobre el tapete la importancia del análisis de los
mecanismos de defensa (parte integrante del yo) como elemento anterior a la elaboración de la
dinámica pulsional (posición claramente avalada por la toma de partido de Freud a favor de su hija
en la polémica con Melanie Klein). En los primeros tiempos del psicoanálisis se consideraba que sólo
eran analizables los pacientes neuróticos, pues sólo ellos poseían una parte intacta de su yo, que les
permitía establecer lo que se ha llamado posteriormente la “alianza terapéutica”.
Entre el material clínico destacado que aportaban los analizados de Freud se encontraban los
relatos oníricos. El médico vienés pronto comenzó a pensar que los sueños eran cumplimientos
disfrazados de deseos conflictivos (Freud, 1900). A partir de su autoanálisis –donde su amigo
Wilhelm Fliess cumplió las funciones de su analista aún en la distancia– y su trabajo con pacientes
aquejados de trastornos neuróticos creyó confirmar esta idea.
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Como ocurría en el trance hipnótico, las defensas en el sueño se encontraban debilitadas permitiendo
que los deseos prohibidos emergieran. Pero en los sueños estos deseos no podrían estar representados
de forma directa pues impulsarían al sujeto a despertar. Es así como aparece el concepto de contenidos
camuflados o disfrazados que permiten la emergencia de lo reprimido sin que el sujeto vea alterado
su descanso. Los pensamientos oníricos latentes sufren un elaborado proceso de distorsión –
siendo fundamental los mecanismos de condensación, desplazamiento y simbolización–
que tienen como resultado el sueño tal como se le experimenta de forma ordinaria.
La técnica para interpretar los sueños consistía en aislar los diferentes elementos que
configuraban el relato onírico pidiendo al analizado que hiciera asociaciones libres con
respecto a este material. Este hecho debía conducir en la dirección de facilitar la emergencia de
los pensamientos, recuerdos y sentimientos que estaban en la base de la arquitectura del sueño. En
definitiva, un proceso que partiendo del disfraz de la imagen pasa a la desnudez de los contenidos
reprimidos que están en su base.
La forma que Freud dio a su teoría sobre la función de los sueños se convirtió en la estructura
central que explicaba los síntomas neuróticos: se establece un compromiso entre un
pensamiento o sentimiento inaceptable y su defensa contra él. Por lo que lo reprimido sólo
puede aparecer en la consciencia de forma distorsionada.
La asociación libre se convertía para la técnica psicoanalítica en un elemento crucial del proceso
terapéutico. Esta herramienta llevaba al analizado hacia los contenidos latentes de su inconsciente,
permitiendo que lo que aparecía en forma de síntomas adquiriera significado y perdiera su presencia
patológica.
La dirección del proceso analítico debe llevar, mediante la asociación libre, a que el analizado se
acerque a los derivados de su inconsciente. Es a partir de este acercamiento como el analista puede
interpretar: hacer consciente lo inconsciente.
Aunque en el marco analítico son varias las intervenciones verbales que buscan preparar al analizado
para acceder a ciertos materiales inconscientes –pregunta, información, confrontación, señalamiento
y esclarecimiento– la interpretación se convierte en la herramienta fundamental del proceso
psicoanalítico, pues es a través de ella por lo que se logra el insight.
La interpretación hace referencia a algo que pertenece al paciente, y sin embargo él no tiene
consciencia de ello. Y al poder hacerse luz sobre este material se produce una nueva conexión
de significado, lo que es, en otras palabras, la posibilidad de organizar una nueva forma de
pensamiento.
El pedagogo y analista adleriano Siegfried Bernfeld (1892-1953) describió tres clases de interpretación
que nos puede permitir ordenar diferentes perspectivas acerca de este complejo instrumento: la
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Aunque en un sentido general podemos decir que la interpretación esencial para el psicoanálisis
es la interpretación causal. Esta herramienta nos permitiría establecer una conexión entre ciertos
pensamientos, sentimientos y conductas y una parte de la historia del sujeto que ha sido velada,
siendo para la teoría freudiana un pasado siempre relacionado con el mundo de las pulsiones, en el
que la sexualidad y la agresividad desempeñan un papel determinante.
La posición del analista freudiano es de total neutralidad y nula implicación afectiva con el paciente.
Su función se limita a interpretar, de la forma más clara y objetiva, ciertos aspectos que configuran la
realidad psíquica de su analizado. La interpretación permite que se resignifiquen algunas experiencias
de la trayectoria vital del sujeto, creándose nuevas conexiones y ampliando la consciencia del
analizado.
La transferencia es un fenómeno que podríamos definir como la unión del pasado y el presente
mediante un falso enlace. Este hecho se convierte en un fenómeno general, pero que adquiere
un formato específico en la relación analítica, muy relacionado con el mecanismo de la
proyección, por la que el sujeto transfiere a la figura del analista parte de su mundo interno y así
se vincula a necesidades, deseos, defensas y formas de relación objetal pasadas. Se puede decir
que en este proceso se produce una superposición del pasado y el presente. El análisis de este hecho
nos permitiría aclarar lo que se repite del pasado en la relación con el analista, con lo que podríamos
rescatar la fantasía de pretendidos hechos reales.
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El espacio analítico facilita, por su configuración asimétrica (sólo se habla de los conflictos,
expectativas y deseos del analizando) y especial intimidad, que se proyecten elementos que se
refieren al mundo pulsional del sujeto. Por lo tanto, en las transferencias de impulsos y fantasías
el analista representa a otros personajes pretéritos.
Los primeros ejemplos del padre del psicoanálisis versaban sobre la transferencia erótica, pero
muy pronto también fueron apareciendo contenidos que se relacionaban con la transferencia
de la pulsión agresiva. Esto, en un principio, hizo que se hablara de transferencia positiva cuando se
desplazaban sentimientos amorosos y de negativa cuando predominaba la hostilidad. Más tarde, para
algunos autores, el término positivo o negativo se refirió al hecho de que la transferencia se tornara
en material que el sujeto se prestaba a elaborar, o por el contrario una resistencia que en muchos
casos podía llevar a interrumpir el análisis.
Siguiendo las ideas anteriores, podemos argumentar que la transferencia puede ser un
obstáculo y un agente de la cura al mismo tiempo (Freud): si la transferencia no puede ser evitada
es porque el paciente la utiliza como un recurso a fin de que el material inconsciente permanezca
inaccesible; pero, de igual forma, su análisis nos puede permitir reconstruir ciertas experiencias
antiguas del analizado, así como hacerle consciente de las pulsiones que están implicadas en estas.
El análisis cada vez más minucioso del material que emergía en la transferencia ubicaba su
origen en la infancia y su contenido se refería a los temas fundamentales que conforman el
discurso psicoanalítico: el desarrollo de la sexualidad infantil y el complejo de Edipo.
Figura 6. Dibujo de un paciente que presenta muchas dificultades para contener su agresividad.
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El concepto nuclear alrededor del cual gira la teoría de la psicología individual es el concepto
de inferioridad. Venimos al mundo con una inferioridad de origen biológico que determina
ciertos límites en nuestra configuración como seres humanos. A este hecho, para la psicología
individual se le suma una inferioridad de origen psicosocial relacionada con el valor que le damos
a nuestra vida y que podemos concretar en conceptos como autoestima o autovaloración.
Cuando nos sentimos inseguros y limitados por unas condiciones desfavorables de vida, enfermedades
o una autoestima baja aparece un profundo malestar que manifiesta nuestro sentimiento de
inferioridad. Esta sensación la intentamos compensar generando estrategias para aumentar nuestra
autoestima y conseguir tener una sensación de control, seguridad y valía. Podemos decir que
dirigimos nuestro esfuerzo a encontrar una cierta perfección.
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Esta nueva orientación psicológica creó otro concepto fundamental en el desarrollo de sus postulados,
el de estilo de vida. Para el padre de la psicología individual el estilo de vida es un movimiento
continuo dirigido a un fin –perspectiva teleológica- tendencia que organiza su personalidad
como una entidad global y unitaria orientada hacia una meta. Difiere de las concepciones
psicoanalíticas clásicas en las que el carácter o personalidad es valorado desde una perspectiva
estrictamente causal, sin que aparezca una tendencia unificadora en la dirección de la psique.
Para Adler en la solución de los problemas neuróticos –vinculados al binomio inferioridad poder–es
fundamental fortalecer los vínculos comunitarios, generar un cierto sentimiento de pertenencia
colectiva a una sociedad donde aparece la posibilidad de colaborar y convivir con el prójimo.
La terapéutica adleriana se relaciona más con un abordaje cognitivo y educativo que analítico.
Para ello el sujeto necesita conocer su estilo de vida en el aquí y ahora –mediante la investigación y
registro de las experiencias actuales junto con los recuerdos y fantasías infantiles en el seno familiar––,
dándose cuenta de los errores que está cometiendo (compensaciones inadecuadas) y pudiendo
empezar a abordar y a corregir éstos, junto con la necesidad de fortalecer el sentimiento comunitario.
La escuela adleriana, basada en su discípulo Rudolf Dreikurs (1897-1972) y desplegada sobre todo
en Estados Unidos, ha desarrollado una pedagogía específica para adiestrar a padres y maestros en
la prevención de sentimientos de inferioridad patológicos en niños, así como fomentar un estilo de
vidaguiado por un alto grado de interés social (Ruiz, Obersty Quesada2006).
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El término complejo fue introducido por Jung dentro del corpus doctrinal psicoanalítico,
gestándose esta inclusión a partir de las investigaciones del padre de la psicología analítica
con el test de asociación de palabras. Esta prueba evidenciaba que ante el estímulo que implicaba
la presencia de palabras inocuas, como podían ser “casa” o “coche”, se podían producir perturbaciones
que condicionaban los tiempos de reacción a la hora de establecer asociaciones. Analizando estos
patrones de respuesta se encontró que las palabras que producían la alteración se podían agrupar
temáticamente. Estos grupos apuntaban a un contenido común que despertaba asociaciones
dolorosas que habían sido sepultadas bajo la consciencia. Pero aun cuando fueran inconscientes
podían seguir generando abundantes perturbaciones pues serían como una suerte de satélites
que podrían influir sobre un planeta central, el yo. A estos contenidos inconscientes Jung les llamó
complejos.
Figura 8. C. G. Jung.
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Podemos considerar los complejos como entidades psíquicas que se encuentran fuera de la
consciencia, adquiriendo una importante autonomía, pero cuya activación produce múltiples
trastornos en nuestra psique, trastornos que se pueden expresar con la pérdida de control sobre
las emociones y la propia conducta. Es importante diferenciarlos de las perturbaciones generadas
por el ambiente externo, aunque exista una relación dialéctica entre éstas y los complejos; traumas,
interacciones familiares y patrones culturales serían sus condicionantes.
Existiría una relación muy estrecha entre todos los complejos, pudiendo darse diferentes combinaciones.
Así podemos pensar en cómo los complejos sexuales se pueden relacionar con el complejo materno o
los complejos de culpabilidad y poder al paterno. El propio yo podría ser definido como un complejo,
aunque sea un complejo de vital importancia pues es el que “soporta” la consciencia.
Estas subpersonalidades serían los cimientos sobre los que se construye la psique; en sí mismos
no son negativos, salvo que invadan y condicionen o anulen la consciencia.
Existiría una relación dialéctica entre los complejos (inconsciente personal) y los arquetipos
(inconsciente colectivo) Desde el punto de vista junguiano todos los complejos tienen una base
arquetípica, aunque sus características vienen determinadas por la historia personal del sujeto.
Así, podemos hablar de que un sujeto está poseído por un complejo materno cuando su falta de
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iniciativa y pasividad ante la vida son notables. Este hecho puede estar determinado por una relación
con la figura materna que haya estado presidida por la sobreprotección y la falta de experiencias
frustrantes. Pero también encontramos una base arquetípica en este hecho representada por la
relación con la figura de la Diosa Madre, figura que alimenta y protege a sus hijos, dándoles seguridad,
pero que al mismo tiempo les reclama a su regazo a la hora de la muerte. Sin embargo, el héroe tiene
que vencer al dragón que invita a la regresión, en cuanto existe el peligro de que éste acabe paciendo
en las fauces de la fiera, volviendo a una especie de realidad intrauterina.
De una forma u otra, podemos decir que la psicología analítica junguiana ha influido de forma
fundamental en el desarrollo del psicoanálisis post-freudiano—autores como Samuels (1985)
consideran a Jung el principal precursor de los cambios en la teoría y práctica psicoanalítica desde los
años 30,aunque muy pocas veces sea algo reconocido––. Estas influencias las podemos ver en:
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La vertiente analítica que desarrolla Jung está relacionada con el concepto de inconsciente
colectivo y su núcleo central, el arquetipo.
Los orígenes del concepto arquetipo lo podemos encontrar en la obra de pensadores como Pitágoras
(570-500 a. C), Platón (428-348 a. C.) Plotino (205-270 d. C.), Porfirio (232-304), Jámblico (270-330)
y Proclo (410-485). En todos estos antecedentes filosóficos podemos vislumbrar la noción de una
estructura profunda que está en la base de la aparente realidad externa.
Kant (1724-1804) fue otra de las influencias fundamentales en la gestación del concepto arquetipo. Su
planteamiento de unos esquemas adquiridos a priori por la que todos los datos sensoriales pueden
organizarse en categorías innatas se vincula directamente con lo que este concepto quiere significar.
Pero quizás, fue Schopenhauer (1778-1860), con su idea de los prototipos como formas originales
de todas las cosas, quien más influyo en la germinación de la noción de arquetipo en su concepción
junguiana.
De forma más reciente nos podemos referir al etnógrafo y antropólogo Adolf Bastian (1826-1905), el
cual desarrolló el concepto de ideas elementales de la humanidad (Elementargedanke) para describir
importantes puntos de uniformidad ideacional en contextos que se manifestaban como culturalmente
diferentes, en contraposición a lo que llamó ideas étnicas, referidas a la forma que adquieren las ideas
elementales al adaptarse a los contextos socioculturales particulares.
Hay que señalar que la búsqueda de estas estructuras básicas colectivas también se dio en Freud, pero
de forma diferente. Freud buscaba un único mito, un complejo central que justificara todo conflicto
psíquico y parece que lo encontró en la historia de la horda primitiva y el asesinato del padre.
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más profundo, el inconsciente colectivo Entre estas imágenes y los mitos de individuos y
grupos humanos, de periodos históricos distintos y lugares no relacionados entre sí, existen
importantes paralelismos, lo que confirma su carácter universal y permanente.
Figura 9. Pintura realizada por un hombre en tratamiento psicoanalítico. Tituló el dibujo “El eremita y la serpiente”.
La hipótesis del inconsciente colectivo no viene a sustituir la idea de un inconsciente personal, sino
que se presenta únicamente para complementarlo (Raymond Hostie, 1955).
Un buen ejemplo de este concepto lo encontramos en lo que relató Jung, alrededor de 1906, cuando
uno de sus pacientes diagnosticado como esquizofrénico-paranoico miraba al sol con los ojos
entrecerrados y movía de su cabeza de un lado para otro. El paciente le relató a Jung que el sol tiene
un pene que es el origen del viento, girando su cabeza de lado a lado podía hacer que se moviese ese
pene. Tiempo después el psicoanalista suizo descubrió un relato griego de un antiguo ritual mitraico
que hablaba de un tubo que, bajando desde la superficie del sol, era el origen del viento.
A lo largo de las décadas siguientes Jung reunió abundante material sobre textos gnósticos,
neoplatónicos, alquímicos y obras clásicas de la India y China. Viajó a África del norte, Nuevo México
e India para estudiar sueños, mitos y leyendas desde su fuente. Una y otra vez pudo comprobar que
todo este material era similar aunque se tratara de culturas y periodos históricos muy distintos. Por
este hecho, la historia de la religión en un sentido amplio, incluyendo el folklore, la mitología y la
psicología primitiva, se convierte en una importante fuente de información arquetípica por la que el
psicoterapeuta puede extraer una información valiosísima en el proceso de análisis de lo inconsciente.
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Las imágenes del héroe, el viaje subterráneo, el bautismo, la serpiente, el mándala, la fémina
eterna y el dinamismo de los contrarios, entre otros temas, aparecían una y otra vez con
una misma forma esencial, aunque revestida de su cultura particular –son como huellas que
disponen a experimentar ciertas experiencias vitales con trazos ya grabados en la psique-. La
conclusión de Jung no pudo ser otra: lo inconsciente tiene un nivel colectivo.
Una parte de lo inconsciente está compuesto de material que nunca ha sido reprimido,
existiendo de un modo oculto o plegado, no siendo accesible normalmente a la atención común.
Por tanto, la naturaleza personal de la mente contiene un nivel impersonal objetivo y en este
nivel, como planteó el físico Wolfgang E. Pauli (1900-1958), ya no se aplicaría la división entre
mente y materia. En este sentido, el dominio del orden creador y la inteligencia objetiva tendrían su
fundamento (Peat, 1987).
La idea de arquetipo, desde la concepción junguiana, sería similar al sistema axial de los cristales,
donde existe una preformación determinada, pero sin ninguna existencia propia. Podríamos pensar,
como lo hace el analista junguiano James A. Hall (1986), que los arquetipos forman un campo
magnético que atrae y ordena diferenciadamente las experiencias. Por lo que, desde esta óptica,
cabría señalar que lo fundamental de lo arquetípico es su configuración como principio: el de
ordenador, siendo un esquema básico que contiene y da forma a la experiencia.
Por tanto, podemos hablar de imágenes y representaciones que pueden aparecer en nuestra
psique sin que previamente hayan sido procesadas, y que son patrimonio de la humanidad
(inconsciente colectivo). Puede decirse que el bebé estructura sus experiencias de acuerdo con
esquemas psicológicos innatos, del mismo modo como sabe respirar o excretar.
Durante el período en que Jung experimentó con su propia psique, poniendo los cimientos de lo
que luego se ha denominado técnica de la imaginación activa, asentó su idea de que alguno de
los dramas que se desarrollaban en su interior correspondían a motivos universales, presentes en la
mitología de un buen número de culturas.
En una de sus experiencias con la imaginación vio una mujer, que dijo llamarse Salomé y un viejo
llamado Elías; se preguntó por el motivo de la aparición de estos personajes bíblicos, pero muy pronto
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se dio cuenta de que la pareja formada por un anciano al que acompaña una joven pertenecía al
mundo de la mitología, como sucede en los casos de Simón el Mago y Elena, Klingsor y Kundry, o
Laotsé y la bailarina. Las diversas manifestaciones de lo arquetípico se encuentran entrelazadas con
esos motivos universales que son los mitos (Elías-Sí-mismo, Salomé-anima), siendo su expresión
material lo simbólico y manifestándose por medio de un lenguaje analógico y metafórico, como
sucede con el hombre primitivo y con el material onírico. Podríamos decir que los dioses de nuestros
ancestros siguen presentes en el pretendido hombre racional del siglo XXI, manejando, mediante
hilos ocultos, buena parte de nuestras actitudes vitales.
A partir de estas experiencias, Jung elaboró un mapa que puede servirnos como marco de referencia
para orientarnos en el oscuro y complejo mundo de la realidad de lo inconsciente. Los autores de este
libro somos conscientes de que este mapa no deja de ser una construcción y como tal relativa. Esto
no nos impide señalar el importante valor de estos constructos, como forma de entender la psique y
posibilitar un actuar sobre ella.
Partiendo de la realidad de las figuras arquetípicas, el autor suizo estableció la existencia de los
siguientes factores estructurales de la personalidad:
• La Persona. El término latino persona remite a la máscara que llevaban los actores en los
rituales del teatro clásico en el mundo antiguo. Jung emplea el término para referirse a
las expresiones de energía arquetípica encaminadas a una adaptación de la realidad
externa y a la colectividad. Nuestras personas representan los papeles que desempeñamos
en el teatro del mundo; son las máscaras que llevamos cuando nos relacionamos con nuestros
semejantes. La persona también podría considerarse como el arquetipo de la adaptación
social. En los sueños, puede manifestarse bajo el aspecto de ropas, uniformes, máscaras y
cualquiera de los emblemas externos que una sociedad determinada considera como propios.
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con gente del mismo sexo cuando una persona bascula entre su propia sombra y la de los
demás. Si vemos la sombra en una persona del sexo opuesto, generalmente nos sentimos
menos molestos. De ahí que, en los sueños y en los mitos, la sombra aparezca como un
individuo del mismo sexo que el soñante.
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muestra cuatro etapas de desarrollo (von Franz, 1980). En la primera aparece como la mera
personificación del poder físico, representada en la figura del atleta. En la segunda, posee
iniciativa y capacidad para planear la acción. En la tercera, se transforma en la palabra,
apareciendo con frecuencia como profesor o sacerdote. Finalmente, en su cuarta manifestación,
el ánimus es la encarnación del significado.
A diferencia de la metodología que utilizaba Freud en sus primeros abordajes clínicos, en los que
la hipnosis era la herramienta fundamental, el Reich de la época psicoanalítica desarrolla su praxis
clínica dentro de la complejidad del discurso analítico.
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Su técnica del análisis del carácter se convierte en el primer intento de hacer un análisis
sistemático de las defensas del analizado estructuradas en sus formas y rasgos caracteriales.
Este análisis de las capas más superficiales de la personalidad es lo que nos permitirá contactar
con los núcleos inconscientes más profundos y recordar “con emoción”. Esta arquitectura
defensiva será denominada por Reich con el término coraza caracterial.
Pero no sólo se defiende el sujeto, de las agresiones externas y de las pulsiones internas, con la coraza
caracterial sino que esta arquitectura defensiva necesita de la colaboración del cuerpo con la
estructuración de la denominada coraza muscular.
La metodología clínica del psiquiatra vienés fue derivando hacia la inclusión directa del trabajo
con el cuerpo, mediante los denominados actings neuromusculares (movimientos expresivos), por
los que el terapeuta busca facilitar al paciente la flexibilidad de la coraza muscular. Reich denominó
a este abordaje clínico vegetoterapia caractero- analítica.
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Aunque, para nosotros, el análisis psicocorporal difícilmente es incluible como una corriente dentro
de la psicología profunda en la actualidad, no es menos cierto que las aportaciones de su iniciador
han influido en ciertas áreas de su desarrollo. Estas influencias las podemos encontrar:
• En la especial relevancia que ciertas visiones analíticas dan a los procesos defensivos de
racionalización e intelectualización, por lo que se realza el riesgo de que la interpretación, si
no beneficia al contacto emocional, favorezca la iatrogenia.
En párrafos anteriores hemos empezado a describir lo que sería el análisis de las defensas en el proceso
analítico, técnica fundamental en los psicoanalistas del y o para poder acceder al material clínico de
forma ordenada, yendo de lo más superficial a lo más profundo, de la toma de consciencia de las
defensas inconscientes del yoa las pulsiones del ello.
Aunque el trabajo de W. Reich fue derivando hacia un trabajo experiencial que rompía con los
objetivos y herramientas del psicoanálisis–introduciendo una práctica directa con el cuerpo– no es
menos cierto que fue el primer psicoanalista que sistematizó el análisis de las defensas y dio cuenta
de cómo se manifestaban en ciertos rasgos de carácter.
Para el padre del análisis psicocorporal se producía un riesgo muy importante en el trabajo terapéutico:
el que no pasara de ser un juego de intelectualizaciones y racionalizaciones que dieran cuenta de la
realidad psíquica del sujeto pero no le afectara de ninguna forma, manifestándose una escisión entre
el entender y el sentir. Para poder acceder a la vivencia real de los contenidos inconscientes
era tan importante que el sujeto pudiera dejar de defenderse de ellos como aprehender su
contenido. Eso le sugirió un proceso técnico en el cual se realizaba un análisis sistemático de los
rasgos de carácter que configuraban su base defensiva, pudiendo así generar una flexibilidad,
lo suficientemente importante, para que el sujeto se pudiera permitir vivir sus contenidos
conflictivos.
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Podemos decir que, a diferencia de muchos psicoanalistas clásicos, pero también de muchos del yo la
técnica reichiana es muy activa e interactiva, sin que esto excluya la necesidad de respetar el ritmo
que cada analizado necesita en su proceso de elaboración según sus características y singularidad.
La continua confrontación con el rasgo de carácter que el sujeto utiliza dentro de su proceso de
resistencias permitirá su modificación y acceso a un material más profundo de su psiquismo.
Reich señala que esto no se realiza desde una vertiente pedagógica, en la que el sujeto iría aprendiendo
nuevas formas de carácter más adecuadas para el desarrollo del psicoanálisis sino desde lo puramente
analítico. Se interpreta la función defensiva que cumple el rasgo caracterial, así como su historia y
cómo se refleja en el marco de la relación terapéutica.
Reich, en su trabajo sobre el análisis del carácter, describe los siguientes caracteres:
• Obsesivo. En este formato caracterial encontramos una preocupación pedante por el orden
y una necesidad de que exista siempre un programa preconcebido; todo cambio en el
programa se experimenta como displacer. Pensamiento caviloso e incapacidad de
concentrarse son muy característicos en esta forma de expresión. Avaricia, tendencia al
coleccionismo, indecisión, duda y desconfianza son estados muy presentes en el obsesivo
junto con un acentuado freno y control. Reacciones tibias y en casos extremos un completo
bloqueo emocional se da en estos sujetos También nos encontramos con una importante
agresividad contenida con abundantes sentimientos de culpa.
• Masoquista. Podemos establecer esta forma de carácter como una variante del compulsivo.
El masoquista intenta mitigar la tensión interna y la amenaza externa exigiendo cariño
mediante la provocación quejosa y el desprecio. Su posición oral-pasiva contribuye a
aumentar su carácter insaciable de demandas que cuando se culminan se convierten en
autodestructivas. En esta tipología encontramos importantes elementos sádicos encubiertos.
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• Oral. Es una forma caracterial que aparece mezclada, de forma muy frecuente, con todos los
caracteres anteriormente descritos. Débil sentido de independencia, tendencia a estar
apegado a los demás y sentimiento interior de estar necesitado de sostén son sus
características básicas. Cierta tendencia al vacío depresivo.
Lejos de convertir esta caracterología en una suerte de diagnóstico que nos da pautas específicas en
la actuación, la utilidad, desde mi punto de vista, es la de ayudar a la personificación de diferentes
aspectos del yo del sujeto. Esto nos permite una forma de objetivación, como ocurre cuando
describimos complejos o partes de nuestro inconsciente. La consciencia de estos aspectos
permite un conocimiento de nuestra psique que facilita una cierta resignificación de diferentes
experiencias vitales, así como una corrección en el actuar que ha ido presidido por la posesión
del carácter. Al mismo tiempo, el análisis del carácter nos abre la posibilidad de que vaya emergiendo
un material más profundo.
Caracteres
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El psicoanálisis post-freudiano
No sólo los disidentes del modelo freudiano introdujeron importantes variantes y ampliaciones en el
marco de la psicología profunda, sino que también los que siguieron fieles a la tradición psicoanalítica
también lo hicieron. Algunos de estos innovadores fueron:
Anna Freud (1895-1982), Wilhem Reich (en su periodo psicoanalítico) y el presidente de la New York
Psychoanalytical Society (NYPS) entre los años 1952 y 1954 Heinz Hartmann (1894-1970) fueron los
iniciadores de un psicoanálisis enfocado en las funciones yoicas, el psicoanálisis del yo. Aunque
fue este último el considerado como el verdadero padre de este innovador modelo analítico, con
la introducción de conceptos como el de áreas no conflictivas del yo, los dos primeros habían
desarrollado un interés especial por la complejidad de las operaciones yoicas, en especial por la
organización de las defensas.
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Durante mucho tiempo, para la mayoría del colectivo psicoanalítico, el objetivo fundamental del
trabajo clínico era lidiar con un conflicto psíquico que había sido definido a partir de la dialéctica entre
impulsos inconscientes y defensas conscientes. Como hemos señalado, el proceso psicoterapéutico
trataría de hacer consciente lo inconsciente.
Otro de los psicoanalistas que había atribuido una creciente complejidad a las operaciones del yo fue
W. Reich. Así como Anna Freud fue la pionera en realizar un trabajo sistemático y organizado acerca
de los mecanismos defensivos del yo y su participación directa en el conflicto psíquico, no es menos
cierto que quien desarrolló esta concepción hasta configurar unos criterios técnicos analíticos
novedosos fue el psicoanalista alemán Wilhem Reich (1897-1957).
El psicoanálisis del yo fue adquiriendo cada vez más protagonismo gracias a autores como
Heinz Hartmann (1894-1970), considerado como uno de sus padres, que hizo hincapié en la
capacidad de adaptación del sujeto humano durante el desarrollo – posición muy vinculada a
las ideas darwinistas–. Este clínico amplió algunas de las características del viejo yo, al teorizar
acerca de un área libre de conflicto en esta instancia. Otro de los conceptos fundamentales de
este autor es el de neutralización, concepto que, a diferencia de la sublimación, consistiría en la
posibilidad que los instintos cambiaran su naturaleza, en forma semejante a como una planta
hidroeléctrica puede transformar el movimiento que proviene de un rio sucio y torrentoso en
energía limpia y utilizable (Mitchell1995).
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Figura 12. Ana Freud. Fuente: Archivos Nacionales de los Países Bajos.
Algunos de los autores, que fueron derivando sus intereses hacia la perspectiva analítica de
cómo era afectado el yo por los conflictos intrapsíquicos, acabaron prestándole una atención
especial a las condiciones ambientales que habían determinado la crianza de los sujetos
afectados con problemas emocionales –a diferencia de la perspectiva clásica freudiana que da
más relevancia a la fantasía que a las condiciones de deficiencia durante el proceso de maduración–.
Este es el caso de un grupo de psicoanalistas que podemos considerar teóricos de la psicología del
desarrollo del yo.
Entre estos autores cabe destacar a René Spitz (1887–1974). Este autor, para algunos el primer teórico
de las relaciones objetales, estudió a niños abandonados desde su nacimiento en orfanatos. Aunque
las condiciones de estos establecimientos no eran malas no existía la posibilidad que los niños
tuvieran una relación afectiva continua con un adulto. Una mayoría de niños se volvieron temerosos,
depresivos y muy enfermizos. Si la madre regresaba durante los tres primeros meses el proceso de
deterioro se detenía, incluso revertía. Si la privación se mantenía la problemática psíquica tendía a
cronificarse.
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Estos estudios fueron continuados por psicoanalistas como Margaret Mahler (1897–1985)
y Edith Jacobson (1897–1978). Estos clínicos e investigadores buscaron conciliar la teoría
pulsional freudiana con una visión en la que las experiencias tempranas del infante con sus
objetos primarios iban a ser fundamentales en la posibilidad de un desarrollo saludable. La
evolución desde una simbiosis inicial con la madre hasta adquirir un grado importante de autonomía
necesitaría de una situación afectiva con la suficiente calidad para no potenciar una pulsión agresiva
que puede distorsionar e impedir el proceso de avance hacia la maduración.
El psiquiatra estadounidense Harry Stack Sullivan (1892-1949) junto con Clara Thompson (1893-
1958), Erich Fromm (1900-1980) y Frieda Fromm-Reichmann (1889-1957)), en su trabajo con pacientes
esquizofrénicos fue desarrollando un enfoque interpersonal de los procesos psicológicos,
el psicoanálisis interpersonal. Esto llevó a Sullivan a prestar una atención fundamental a las
interacciones reales que sus pacientes habían tenido en la infancia. Introdujo dos conceptos
esenciales para entender las repercusiones psíquicas que estos encuentros primarios habían
tenido en sus analizados: nexo empático, por el que una madre puede contagiar de ansiedad a
su bebé; y operaciones de seguridad por las que el sujeto se defiende de sus puntos de ansiedad.
Podemos encontrar antecedentes de la obra de Sullivan en las ideas de Sandor Ferenczi (1873-
1933).
También podríamos definir las operaciones de seguridad como las maniobras de reducción de
ansiedad emprendidas por el sistema del sí mismo para intentar no sentirse amenazado. Cuando
aparece alguna sensación de fragilidad las operaciones de seguridad tienden a intensificarse. El origen
de esta sensación de peligro la podemos encontrar en situaciones interpersonales previas.
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Con Melanie Klein (1882-1960), cuyo trabajo clínico se inició con el psicoanálisis de niños, comienza
una de las corrientes que más influencia ha tenido en el psicoanálisis contemporáneo. Iniciadora del
psicoanálisis de las relaciones objetales, pues veía los objetos incorporados en la experiencia
del impulso como tal. Desarrolló dos nociones fundamentales para entender la organización psíquica
temprana: la posición esquizoparanoide, por la que el infante percibe un amado pecho bueno
y un odiado pecho malo; y la posición depresiva, por la que el pecho bueno y el pecho malo
comienzan a entenderse no como experiencias separadas, sino como características diferentes
de una misma madre. Al producirse ese movimiento hacia la integración la ansiedad paranoide
disminuiría y se posibilitaría la relación con los otros como objetos completos.
El pediatra inglés Donald W. Winnicott (1896-1971) se configuró como uno de los máximos
exponentes de la escuela británica de las relaciones objetales. Su concepto de falso self
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(mantenemos la expresión inglesa, siendo la castellana falso sí mismo, pues como tal se ha generalizado
en medios psicoanalíticos para referirse a la aportación específica de Winnicot, así como, por la misma
causa, utilizaremos el término objeto-self de Kohunt) define la patología psíquica en la que misma
subjetividad sufre un trastorno. A diferencia de la perspectiva freudiana en la que la conflictividad
del infante se vincula al núcleo edípico, para Winnicott los trastornos del falso self se originan
en la interacción madre-infante desde el mismo comienzo de la vida. Su concepto de madre
suficientemente buena es fundamental para entender la importancia que Winnicott brinda al
ambiente inicial como un espacio de contención dentro del cual el infante se siente protegido y
por el que puede desarrollar su omnipotencia subjetiva. Otro de los conceptos fundamentales
de la obra de este innovador psicoanalista es el de objeto transicional por el que se describe
la extensión del sí mismo del bebé sobre ciertos objetos –que son investidos de funciones
maternales–, como puede ser un oso de peluche, con la funcionalidad de poder vivir una
experiencia intermedia entre la omnipotencia subjetiva y la realidad objetiva. Este momento
de transición entre dos formas de organizar la experiencia se configura para Winnicott como
esencial para el desenvolvimiento del self creativo.
Uno de los discípulos y analizados de M. Klein, Wilfred R. Bion (1897-1979) elaborará un discurso
novedoso acerca de ciertos aspectos del pensamiento psicótico. Para este psicoanalista inglés
la esquizofrenia puede ser considerada como un trastorno autoinmune por el que el sujeto
afectado dirige ataques contra su propio psiquismo. Ataques a la conexión, modalidad en la
que describió se destruye todos los nexos entre las cosas, los sentimientos, las percepciones y
las personas. En la teoría y clínica de este innovador analista se configuró como fundamental
el concepto de Identificación proyectiva, concepto kleiniano en sus orígenes pero que en
el pensamiento de Bion se convierte en un pasaje a lo “interaccional”, por cuanto no sólo el
analizado proyecta partes de su sí mismo en el analista, sino que éste se puede sorprender
sintiendo, con intensidad, estados afectivos y emocionales producidos por las proyecciones de
su analizado.
La psicoanalista M. Klein amplió el discurso psicoanalítico dando una especial relevancia a los
conceptos de introyección y proyección de las relaciones objetales primarias. A diferencia del
concepto freudiano de narcisismo primario, etapa donde el niño y la madre formarían una
unidad indiferenciada, en el planteamiento de Klein desde el mismo nacimiento existe una
relación objetal, aunque ésta es parcial.
Siguiendo con el discurso kleiniano, el problema nuclear de la vida se relaciona con la intensidad,
manejo y contención de la agresión, relacionado con lo que Freud denominó pulsión de muerte. En
sus primeros meses y años de existencia el niño tiende a separar las experiencias gratificantes de las
frustrantes asignándolas a la intervención de dos objetos diferentes. Es lo que Klein llama posición
esquizo-paranoide, en la que existe un pecho que gratifica, el pecho bueno, y otro que frustra,
el pecho malo. Podemos decir que se convierte en una forma de organizar la experiencia. La
internalización de estos objetos modula la vida psíquica del infante. Esto hace que se ame al pecho
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bueno, al que se está profundamente agradecido, y se odie al malo, por el cual el infante se puede
sentir perseguido, pues la sensación de vacío en su panza puede ser interpretada como un ataque
desde lo interior. Es como si el infante necesitara protegerse del ataque del pecho malo en el cual
proyecta su pulsión destructiva, vigilando su escisión del bueno. Para Klein es en este periodo en
donde se desarrolla la angustia persecutoria, basada en esa profunda división entre lo bueno y lo
malo.
Siguiendo a esta importante psicoanalista, en el desarrollo de la psique del niño hay una
tendencia a la integración, que fomenta en el infante un sentimiento de objeto íntegro. Esto es
posible si se da la coincidencia de un entorno lo suficientemente bueno y unas pulsiones con
una intensidad no desproporcionada. Éste sería el inicio de la denominada posición depresiva,
en el que los dos objetos parciales, pecho bueno y pecho malo, se irán reuniendo en un único
objeto, la madre. Los objetos parciales empiezan a entenderse no como experiencias separadas e
incompatibles, sino como características diferentes de la madre. El objeto ya no es del todo bueno
o malo, aunque a veces pueda ser bueno y otras malo. La agresividad dirigida contra el pecho malo
ahora es dirigida contra el objeto total, la madre y esto produce angustia ante la posible destrucción
del objeto del que se depende. La culpa y las fantasías de reparación del daño producido al objeto
amoroso son elementos necesarios en la restitución del objeto. Aparece lo que podríamos
identificar como un profundo remordimiento.
Sin duda la posición depresiva es un paso importante en la evolución del niño pues le permite digerir
de forma mucho menos angustiosa la eterna lucha entre la pulsión libidinal y la agresiva, como es
planteada por el discurso kleiniano. Esta nueva posición permite al infante una mayor capacidad para
tolerar la ambivalencia sin que por ello se tenga que producir una disociación, favoreciendo que sus
sentimientos amorosos puedan restituir el objeto que en la fantasía ha sido destruido.
Jaques Lacan (1901-1981), fundador de la École freudienne de Paris, ha sido uno de los psicoanalistas
que más influencia ha tenido en Europa y parte de Sudamérica. Su forma de entender el psicoanálisis,
muy influenciado por las ideas estructuralistas, llegó a configurarse como un discurso muy
novedoso llegando a tener una repercusión importante en el mundo académico. Su concepto
de deseo insaciable por el que el sujeto anhela una reunificación imaginaria con la figura
materna y la importancia de la castración simbólica –el niño no puede ser el falo de la madre–
como forma de acceder al mundo de lo simbólico y al reconocimiento del Otro se configuran
como piedras angulares de su re-lectura de la concepción freudiana del complejo de Edipo.
Para Lacan es fundamental entender que el inconsciente se estructura como un lenguaje. Este
planteamiento conlleva a dar una importancia vital a la asociación libre, por la que el analizado puede
desplazar su discurso anegado de subjetividad ordinaria y preocupaciones imaginarias hasta un
punto por el que el Otro pueda hablar por boca del analizado. Podemos entrever un objetivo de la
práctica del psicoanálisis lacaniano: la configuración de un yo menos sustancial y menos foco
autoconsciente de preocupación.
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El psiquiatra de origen austriaco afincado en los Estados Unidos Heinz Kohunt (1923-1981) fue el
iniciador de la corriente denominada psicología psicoanalítica del self. Uno de los conceptos
fundamentales de su obra es el de self-objeto por el que describe las relaciones narcisistas
tempranas del sujeto con los objetos de su entorno –siendo éstos vividos como extensiones
de su sí mismo–, relaciones que posteriormente se internalizan formando el self nuclear del
infante. A partir del trabajo con pacientes narcisistas describe tres tipos de transferencia: la
transferencia especular que describe la necesidad del analizado de ser reflejado por su analista,
buscando un ambiente de reconocimiento y contención; la transferencia idealizadora por la
que el analizado considera al analista como maravilloso y lleno de una inusitada sabiduría,
sintiéndose a su vez importante por participar de una relación con un ser perfecto que se
convierte en objeto de su identificación; y por último la transferencia gemelar, en la que el
analizado anhela ser semejante a su analista en cuanto a la función que cumple.
Kohunt plantea la importancia de lo que denomina transferencia objeto-self, por las que el
paciente vive al analista como una extensión de sí mismo. Este vínculo relacional desempeña
un papel importante en el desarrollo ya que el infante necesita poder vivir esta experiencia
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para poder desplegar un sí mismo consistente y cohesionado, así como los progenitores han
de ser capaces de poder mantenerla y contenerla –esto corresponde con la posición que define
Winnicott como la de madre suficientemente buena– .
En la perspectiva tradicional este tipo de transferencia podría ser definida como una resistencia
narcisista o como la expresión de una regresión defensiva. Esto podría llevar a su interpretación
pudiendo generar en el sujeto una situación traumática por la que pudiera volver a sentirse no
entendido, cuestionado y excluido.
Entre las transferencias del tipo objeto-self podemos destacar, por su importancia para la dimensión
relacional, a la transferencia especular. Esta la podemos describir de la siguiente forma: Algunos
pacientes establecen una relación de apego intenso con su analista, buscando ser captados,
entendidos y reflejados en sus experiencias, percepciones y sentimientos. El analista se
convierte para el paciente en una forma de madre nutricia que le permite sentirse más visto,
reconocido y entendido –esto sería muy similar a lo que Winnicott define como entorno de
contención–.
Es muy importante para el analista tomar consciencia y diferenciar este tipo de interacción. El poder
verla y mantenerla –situándose en el lugar del continente que diría Bion– sería la base que permitiera
al paciente descongelar aspectos de su desarrollo emocional que se han visto interrumpidos por
encontrarse con un contexto carencial que no propicia apoyo, contención y estructura.
Figura 15. El psicoanálisis contemporáneo da mucha importancia al soporte afectivo del niño como elemento fundamental para
su buen desarrollo. Fuente: Steve Evans.
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A partir de las primeras teorizaciones psicoanalíticas acerca de las relaciones de objeto, un buen
número de clínicos e investigadores fueron prestando una especial atención a la necesidad
primaria del infante humano de establecer un marco relacional de dependencia con el otro,
lo que significaba crear un contexto que facilitara soporte, apoyo y contención. Esta conexión
sería necesaria para el desarrollo de un sí mismo cohesionado. La deficiencia en esta interacción
vital causaría un buen número de patologías graves, como son los trastornos psicóticos y
borderlines.
Uno de los pioneros de esta visión fue Sandor Ferenczi. Este psicoanalista húngaro enfatizó el
hecho de que el analista debía ser capaz de transmitir un afecto profundo y genuino para que
el paciente superara su situación traumática –que adscribía, muy frecuentemente, a deficiencias
relacionales producidas por abusos sexuales reales–. El analista, desde esta visión, tenía que ir más allá
de ser un observador imparcial y distante como planteaba Freud.
En esta línea de trabajo encontramos al psiquiatra estadounidense Harry Stack Sullivan. Con su
trabajo en el campo de la esquizofrenia evidenció la importancia de un entorno, que genera un
conjunto de interacciones fundamentales, en el surgimiento de la patología.
Así cómo Freud buscaba deseos y fantasías reprimidas, Sullivan buscó interacciones de las que no
se tenía consciencia. Para el iniciador del análisis interpersonal, las personalidades están hechas
para insertarse en redes interpersonales y no son comprensibles sin contemplar este proceso
interactivo. Sullivan estaba interesado en observar las interacciones del pasado y como cautivaban
el presente del sujeto.
Uno de los conceptos fundamentales que desarrolló este psiquiatra norteamericano fue el de
contagio de los estados anímicos. Sullivan consideró que el niño recoge la ansiedad de la persona que
lo tiene a su cuidado y, a diferencia del miedo que puede convertirse en una tendencia integradora, le
lleva a vivenciar un malestar sin forma y causa aparente. Esto configura una distinción entre un estado
bueno, producido por una madre que cuida con amor y tranquilidad y un estado malo, provocado por
una madre ansiosa –lo que equivaldría a la relación con un objeto bueno o con uno malo–.
Poco a poco esta relación empieza a ser vivida como una interacción por la que los momentos ansiosos
de la madre el niño los relaciona con gestos y actividades propias, llegando éste a la convicción de
su responsabilidad en la creación de dichos estados. Así, las actividades que generan aprobación se
organizan alrededor de lo que se sentiría como un yo bueno. A la inversa, las que generan ansiedad
alrededor de un yo malo.
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Otro de los grandes inspiradores del psicoanálisis relacional, quizás quien más claramente
definió el pasaje de la teoría de las pulsiones a la teoría de las relaciones objetales, fue Ronald
Dodds Fairbairn. Este psicoanalista escocés planteó, de forma directa, que la libido no busca
el placer sino que busca un objeto. La motivación fundamental de la experiencia humana no es
la gratificación y la utilización de los otros para este fin, sino la conexión con los otros como fin en
sí mismo. Las formas de apego que vive el niño con sus progenitores se convierten en patrones que
modulan la conexión con los otros objetos a lo largo de la vida. Este hecho conlleva a la construcción
de una vida emocional relacionada con el tipo de interacción específica.
Fairbairn interpretó los objetos internos, como eran descritos por Klein, como resultado de un
desempeño parental poco adecuado. Estos objetos internos imaginarios mantendrían conexiones
imaginarias como compensación de la interacción dañina.
Desde esta óptica, el centro de lo reprimido pasa a ser la relación, los lazos establecidos con
unos padres que no pueden ser integrados mediante otras configuraciones relacionales. Los
recuerdos e impulsos se reprimen pero porque representan para el sujeto peligrosas relaciones
objetales.
En sintonía con la visión anterior, el pediatra inglés Donald W. Winnicott afirmó que los trastornos
fundamentales de la identidad se originan antes de la fase edípica y acuñó un término para
definir las perturbaciones de la experiencia subjetiva provocados en esta fase inicial del
desarrollo: trastorno del falso self. Una forma de patología en la que la misma subjetividad
sufría un disturbio.
El recién nacido vive un conjunto de necesidades y deseos no integrados que precisan de una madre
que sepa reconocerlos y responder a ellos, una madre lo suficientemente buena. La no atención a
estos reclamos primarios conduce a dañar lo que se ha de convertir en un centro creador de la propia
experiencia, el sí mismo (self ).
La consecución de un entorno de contención –un espacio físico y psíquico dentro del cual el
infante está protegido– se convierte en un elemento fundamental para conseguir el contexto
adecuado para el desarrollo del niño. La madre es vital en este entorno, llegando a suspender
su propia subjetividad para transformarse en un medio necesario en este proceso. La experiencia
de omnipotencia que vive el infante es primordial para desarrollar su cohesividad y creatividad. Un
mundo al que el niño tenga que adaptarse de forma prematura impide el desarrollo y consolidación
de su propia subjetividad.
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Este hecho crea las condiciones para que a la experiencia de omnipotencia subjetiva del bebé se
vaya agregando el reconocimiento de la realidad objetiva. Una persona que vive fijado en la
omnipotencia subjetiva, sin puentes hacia la realidad objetiva, se convierte en un autista.
Una persona que vive sólo en la realidad objetiva, sin raíces en la omnipotencia subjetiva, se
convierte en una persona superficial sin pasión ni creatividad.
Siguiendo con los clínicos que han posibilitado una dimensión relacional de la práctica
psicoanalítica nos encontramos con Heinz Kohut y el surgimiento de la psicología psicoanalítica
del self. Para este psicoanalista de origen austriaco lo fundamental en la conflictividad del hombre
actual no son los sentimientos de culpa –producto de la batalla entre los instintos animales y las
necesidades culturales– sino el caminar carente de sentido. Un sentimiento de vacío y pesimismo
que aboca al hombre a la desesperación. El hombre de Freud era apropiadamente culpable; el
hombre de Kohut decididamente trágico (Mitchell, 1995).
El pensamiento de Kohunt parte de la idea que los seres humanos necesitan un entorno que
facilite experiencias que permitan que un niño crezca sintiéndose como tal. Este hecho permitirá
al infante ser y sentirse un miembro activo de su comunidad.
A diferencia de la visión psicoanalítica clásica que considera la expresión del narcisismo primario en el
marco analítico como una imposibilidad para el progreso del proceso, pues la no separación sujeto-
objeto impide que se desarrolle la transferencia, la clínica de la psicología psicoanalítica del self
plantea que la vivencia que tiene el paciente del analista como una extensión de su sí mismo
–experiencia con objetos-self– es necesaria para una evolución saludable del sí mismo hacia la
seguridad, resistencia, entusiasmo y vitalidad. A partir de ese planteamiento se entiende cómo
en determinados momentos del proceso analítico es más importante soportar y empatizar con
la transferencia que interpretarla.
Junto con el planteamiento anterior, podemos decir que una herramienta como el análisis del carácter
planteada en psicoterapia con sujetos narcisistas puede convertirse en un instrumento que, en vez de
favorecer la elaboración, vuelva a traumatizar al paciente, pues la confrontación con el rasgo narcisista
puede dañar el self.
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Clara Thompson (1893-1958) y Edgar Levenson (1972) como representantes del análisis
interpersonal contemporáneo, W. Bion como pensador kleiniano ,Harry Guntrip dentro del
planteamiento de las relaciones objetales y Erik Erikson (1902-1994) con su psicología de la
identidad, serán algunos de los clínicos que, sumados a los ya descritos, irán aportando un
importante material a la dimensión relacional de la praxis psicoanalítica.
Vamos a desarrollar lo que consideramos los aspectos fundamentales de la dimensión relacional. Para
ello hemos concretado una serie de puntos que nos pueden dar una visión de lo rica, amplia, compleja,
creativa y práctica que puede ser esta vertiente del acontecer clínico. Para ello hemos utilizado como
referencias fundamentales a Mitchell y Black (1995), Coderch, (2006), y Nemirovsky, (2007).
• La piedra angular no son las pulsiones sino las relaciones con los otros.
• Los problemas carenciales, que podemos relacionar con la supervivencia del infante,
adquieren más importancia que el Complejo de Edipo en la práctica psicoterapéutica.
• Es de vital importancia percibir los esquemas que se han desarrollado en las interacciones
primarias de los pacientes.
• Existe una relación entre lo que la neurociencia define como memoria de procedimiento
y el inconsciente relacional.
• El elemento central de la práctica clínica es concebir que es a través del diálogo como
podemos ayudar a que los analizados se desliguen de lo que les mantiene cautivos.
• Puede ser importante ofrecer más de una interpretación en la práctica clínica, invitando
así a que nuestros pacientes contribuyan de forma activa en la construcción de
significados.
• Desde esta visión, no se concibe que los hechos hablen por sí mismos, sino que dependen
del dispositivo observacional que se dispone –podemos hablar de un psicoanálisis
hermenéutico–.
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• En determinados momentos del proceso analítico puede ser de vital importancia que el
paciente se sienta reflejado, sostenido y comprendido por el analista. Primar las
intervenciones afirmativas que supongan un soporte para el analizado.
• Es fundamental que exista una cierta disponibilidad afectiva por parte del analista para
poder crear situaciones emocionales óptimas.
• Se puede pensar buena parte del material clínico como una edición, en vez de una
reedición. Podemos hablar de una vía de creare. Esta perspectiva relaciona la práctica
psicoanalítica con los planteamientos post-modernos.
• La salud se relaciona con un sí mismo cohesivo, vital, armónico y creativo. Esto permite
tener una experiencia subjetiva de integración y realidad y la sensación de poder actuar
frente a la vida.
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En estas últimas décadas se ha ido dando un cambio en la consideración del papel que desempeña
la contratransferencia en la práctica clínica. El pasaje de un modelo freudiano en el que primaba
un marco unipersonal al bi-personal del planteamiento relacional ha sido fundamental para
ello. La contratransferencia en vez de ser un obstáculo –provocado por las proyecciones del
analista– pasa a ser un vehículo que nos permite avanzar en el proceso analítico.
Lo descrito en los párrafos anteriores no quiere decir que la contratransferencia tenga un carácter
oracular (Racker, 1968) y que no sea factible hablar de la proyección de los conflictos y preocupaciones
del analista, de ahí que continúe siendo básico señalar la importancia del análisis didáctico en la
formación del terapeuta. Pero es cierto que al desarrollar la dimensión relacional se empieza a
concebir la contratransferencia como una forma de experimentar y empatizar con los puntos
clave de la realidad psíquica del analizado y la construcción de su mundo interpersonal.
Una importante esperanza de muchos pacientes al entrar en análisis es encontrar a alguien que les
pueda hablar con franqueza de lo que son y cómo afectan a los otros (Fromm, 1947). La revelación del
clima terapéutico, reflejado en la experiencia del analista, en vez de ser un obstáculo para el trabajo se
convierte en un importante vehículo.
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Desde este ángulo el analista no ocuparía un lugar neutral sino que se colocaría en el lugar del objeto
bueno. Posición que nos hace valorar mucho más el contexto relacional que las interpretaciones que
se dan en dicho contexto. Esto nos dirige hacia las intervenciones que facilitan soporte y contención,
más que las que buscan elaboración.
Lo descrito en el párrafo anterior no excluye, que en muchos casos, el espacio analítico sea vivido
por el analizado de forma espontánea como un contexto nutriente, que brinda, apoyo, comprensión
y ayuda. Pero, a su vez, esto no justifica que no valoremos de forma especial la dimensión relacional
cuando el paciente haya sufrido deficiencias importantes en un desarrollo que ha sido marcado por
una relación objetal primaria traumatizante.
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Freud
S. Freud M. Klein
J: Lacan H. Kohut
A. Adier W. Reich
C: G Jung F. Navarro
AM. Lessen
M.L. von Franz M Fordham J. Hillman
T. Abt J. Zabala
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Tema 5
El desarrollo de la psicología analítica ha sido mucho menor que el psicoanálisis; al ser una disciplina
más joven y además -como ocurre con la mayoría de movimientos que se crean a partir de una
ruptura- haber necesitado reafirmar los contenidos propios en contra del de los otros (psicoanálisis)
no ha facilitado su divulgación. A estos aspectos le sumaría dos más que, a mi entender, se presentan
como fundamentales para comprender la escasa repercusión que ha tenido la psicología analítica en
el ámbito académico y clínico: El gran desconocimiento de las aportaciones junguianas que existe
dentro de la tradición psicoanalítica, cerrada al estudio y comprensión de quien ha sido considerado un
hereje; y la amalgama de esotéricos que han asumido como propia la psicología analítica, vinculando
la obra de Jung a las prácticas tarotistas, astrológicas y místicas en general, pretendiendo que lo que
es el estudio y comprensión del símbolo se convierta en una vuelta a la consciencia mágica (Castillo
2006).
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trabajada sin duda es la presentada por Andrew Samuels (1985) que describe básicamente tres
escuelas post-junguianas: la Clásica; la Evolutiva; y la Arquetipal.
En el desarrollo de este apartado hemos utilizado la clasificación de Samuels como línea directriz,
aunque dándole un matiz y visión particular que conlleva cierta ampliación de su modelo.
La escuela arquetipal fue fundada por el psicólogo norteamericano James Hillman y el de origen
cubano López Pedraza (afincado en Venezuela). El enfoque arquetipal es más fenomenológico
que analítico. La importancia que el enfoque clásico da a la interpretación finalista de los sueños, por
el que se resalta cómo lo inconsciente compensa la unilateralidad de la consciencia, es sustituido por
un planteamiento en el que el sueño se limitaría a describirnos dónde estamos, no hacia donde nos
podemos dirigir. La importancia de la imagen en el proceso de hacer alma (soul-making) con su
trasfondo mitológico dan cuerpo a una psicología politeísta, donde el complejo del yo pasa a
ser un complejo más entre otros. Ser capaces de escuchar a los dioses ocultos tras la psicopatología
y que sus imágenes nutran nuestra alma configura el objeto fundamental de esta psicología imaginal.
La plasmación clínica de este enfoque post-junguiano ha sido muy pobre, pudiendo afirmar que
sus aportaciones al proceso analítico son pocas. Sin embargo, la visión arquetipal ha contribuido a
favorecer la reflexión dentro de la psicología analítica y a relativizar algunos de sus planteamientos
ortodoxos. La denuncia del protagonismo de un yo que tiende a la literalidad y la importancia de la
imaginación en la forja del alma se constituyen en piedras angulares de esta visión psicológica.
La escuela evolutiva o del desarrollo fue Iniciada por el amigo de Jung y editor de sus
obras completas al inglés Michael Fordham (1905-1995). Su investigaciones y trabajos acerca
del análisis de niños le hizo volver su mirada hacia las experiencias tempranas de la infancia y su
influencia en la patología adulta. Este autor subraya la necesidad de completar los presupuestos
que configuran la psicología analítica con las aportaciones de psicoanalistas contemporáneos
como Klein, Bion y Winnicott, entre otros. Recalca la importancia del análisis de la transferencia
y contratransferencia en el proceso analítico.
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Figura 19. Visita del Dr. Castillo a la torre de Bollingen en 2014. Construida por C. G. Jung.
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Tema 6
• Lo inconsciente puede ser la causa de un buen número de síntomas, que se reflejan tanto
en el plano emocional como somático.
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• La consciencia por parte del analista de los sentimientos que le surgen durante el análisis
–contratransferencia– se torna en básico para el buen desarrollo del proceso
psicoterapéutico. Fundamentalmente podemos ver esta importancia en dos aspectos:
como forma de prevenir las posibles proyecciones del analista que pueden modular y
manipular el material del analizado; como forma de empatizar con los procesos psíquicos
inconscientes que se movilizan en nuestro interlocutor dentro de la experiencia analítica.
6.2. Discrepancias
Al mismo tiempo, encontramos dentro de la psicología profunda modelos que son profundamente
divergentes en sus metapsicologías, así como en la plasmación de su práctica clínica. Algunas de estas
diferencias son:
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• Las perspectivas relacionistas valoran de forma muy importante los vínculos de apoyo y
sostén, considerando, en ciertos casos, la interpretación como un recurso secundario e
incluso contraindicado.
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• Hay una diferencia entre los postulados psicoanalíticos que valoran de forma
fundamental la transferencia como proyección –más ligados al psicoanálisis clásico u
ortodoxo– y los que la valoran como forma de organización del espacio analítico –más
ligado a perspectivas relacionales, interaccionistas o intersubjetivas–
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Tema 7
Los psicoanalistas de la época post-freudiana dan mucha menos importancia al trabajo con la
interpretación de los sueños que el otorgado en los principios del psicoanálisis (Castillo, 2005).
Es verdad que, como herramienta de trabajo, siempre ha estado presente en la sesión de análisis, pero
quizá ha gozado de menor protagonismo que el que le concedía Freud. Como apunta el psiquiatra
y psicoanalista Jorge Schneider, el análisis más profundo de la situación transferencial ha
contribuido a disminuir la importancia del análisis de los sueños, salvo que éstos entronquen
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directamente con el material que va surgiendo en la relación terapéutica. Interpretar los sueños,
en este sentido, equivaldría a determinar el lugar que ocupa el sueño en la relación terapéutica,
cuyo sentido sería siempre relacional. El simbolismo sería secundario, porque la actividad onírica
preexistiría a toda simbolización.
Pese a lo descrito en el párrafo anterior, ciertos psicoanalistas clásicos seguirían trabajando con la
idea que el sueño es una forma encubierta de satisfacer ciertos deseos reprimidos, lo que estaría
en sintonía con la teoría de las pulsiones freudiana y su idea fundamental de la represión. Este hecho
no excluye que, desde el mismo seno de la ortodoxia psicoanalítica, se hayan producido aportaciones
novedosas al análisis del sueño que amplían de forma considerable el sentido del material onírico –
podemos destacar la de A. Garma que concibe el relato onírico como una expresión del conflicto
psíquico y un intento ficticio de solución–.
Para la interpretación de los sueños, los psicoanalistas se apoyan en las asociaciones que hace el
analizado. El sueño se divide en sus diversos componentes y se invita al sujeto a que comunique sus
pensamientos en relación con éstos.
• Se deja que el analizado exprese las asociaciones que despiertan en él los elementos
oníricos respetando el orden narrativo del sueño.
• La asociación comienza por el fragmento que elige el analizado, sea por su claridad, por
su intensidad o por la sospecha de su importancia.
• Se describen en primer lugar las experiencias del día anterior que el analizado asocia
con los materiales del sueño.
El marco asociativo permite que el paciente vaya penetrando en los contenidos latentes
que yacen en la base de sus imágenes oníricas. Ese proceso implica flexibilizar la resistencia de
la represión, cuyo objetivo es impedir que la tarea de la interpretación logre abrir una brecha en la
censura.
Sin embargo, desde una posición que se distancie de esta forma de ver el acontecer psíquico,
cabe argumentar que el psicoanálisis subordina la interpretación del material emergente en
los sueños a la teoría sexual freudiana. La teoría del “enmascaramiento de los deseos” y la
adscripción del material onírico al proceso primario –que se manifiesta mediante los mecanismos
de condensación, desplazamiento y simbolización– facilitan a la teoría psicoanalítica la
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justificación para detectar contenidos sexuales incluso en materiales oníricos en los que no
parece razonable establecer dicha relación.
El modo de observación finalista propondría una forma distinta de trabajar con los materiales, a partir
de la asociación con las imágenes oníricas. A diferencia de la pregunta del psicoanalista (“¿por qué
este sueño?”), el analista se plantea: “¿para qué sirve?”, o “¿qué trata de conseguir?”. Perspectiva
finalista que, aclaremos, no excluye la causal, sino que más bien la integra, posibilitando que en
la interpretación pueda haber diversos planos.
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Algunos de los criterios técnicos del análisis de los sueños desde la perspectiva junguiana
serían los siguientes:
• El analista debe tener en cuenta la situación consciente del soñante y las asociaciones
que realiza de las diferentes imágenes oníricas.
• Debe relacionar los personajes con los complejos personales y con las matrices
arquetípicas.
• Debe preguntarse qué está compensando el sueño y qué otras funciones cumple.
• Debe utilizar la amplificación mitológica en la medida en que las diferentes partes del
sueño lo requieran, a menudo inducido por la falta de asociaciones personales o por la
claridad del motivo mitológico.
Estoy en unos lavabos públicos y me doy cuenta de que mi wáter no tiene puertas. Oigo como
entra gente y siento vergüenza ante la posibilidad de que me vean desnuda y orinando.
Este sueño podemos analizarlo desde diferentes perspectivas. Las más importantes son estas:
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En este caso, la interpretación que más se acercaba a la realidad psíquica de la paciente era la primera,
pues la soñante tenía plena consciencia de como su vida estaba mediatizada por la identificación
con una máscara (para aparentar frente a los otros) que le impedía ser más auténtica y creativa.
La interpretación supuso en esta joven mujer el surgimiento de muchas asociaciones, así como la
convicción de la necesidad de ser mucho más consciente de esa falsa identidad.
7.4. Individuación
Marie-Louise Von Franz (1985) afirmaba que los sueños emanan de la naturaleza. ¿Por qué no
pensar que así como la naturaleza nos dota de unos instintos vinculados al cuerpo, disponemos
de unos mecanismos psíquicos de autorregulación que orientan al yo consciente a la adopción
de una actitud madura hacia la vida? A eso es a lo que se refiere el término individuación. Los
sueños no nos protegen de los acontecimientos dolorosos de la existencia, pero quizás nos ayuden
a relacionarnos con ellos y nos inviten a penetrar en un ámbito de significado en el que realizar el
potencial de vida que hay en nosotros resulte más sencillo.
El concepto de individuación ha sido relacionado con dos supuestos que, aunque relacionados
entre sí, son independientes. Estos son: Identidad personal e identidad transpersonal.
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Figura 21.M. L. von Franz con los psiquiatras Dieter Baumann y José Zavala. Fuente: BEPJoseZavala.
• Ser capaz de separarse de los otros sujetos y experimentar las necesidades, sentimientos,
fantasías, sueños y destinos como algo propio.
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Mención en Psicología de la Salud
• De este diálogo se podrían extraer ciertas conclusiones que nos servirían para dar
sentido y guía a nuestra vida, especialmente en momentos de cambio y transición a
nuevas etapas vitales—los ritos de paso de las comunidades tribales—. Por lo tanto,
estamos hablando de dialogar con un Otro, la psique objetiva.
Cuando planteamos, al hablar de individuación, la necesidad de tener presentes los aspectos descritos
en los párrafos anteriores lo hacemos pensando en dos cuestiones: lo inconsciente se puede
convertir en un guía que ayude de forma muy importante en el proceso de maduración personal
—subordinación de nuestro yo al Sí mismo—, pero al mismo tiempo es necesaria la existencia
de un yo mínimamente estructurado que permita que la capacidad de autorregulación psíquica
pueda ser llevada a cabo —en algunas estructuras limítrofes y en las psicóticas esta capacidad
está dañada—.
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Tema 8
El interés de este texto se relaciona con la pretensión de ordenar de forma novedosa las
diferentes formas de interpretar la realidad analítica. Para ello vamos a presentar una estructura
que nos dé cuenta de la complejidad que opera en este proceso.
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Mención en Psicología de la Salud
Figura 22. Logotipo de la Sociedad Internacional para el desarrollo del Psicoanálisis Junguiano.
Los síntomas que el paciente sufriente trae a la consulta, su estilo de relación, las imágenes que
pueblan su psique, los dramas oníricos que cuenta, sus asociaciones biográficas, y la amplificación
que realiza el analista como forma de remitir estos contenidos a sus fuentes colectivas originales, se
convierten en materiales con los que construir sentido (con la colaboración y elaboración conjunta
paciente-terapeuta), orientando al aquejado ante su crisis vital e impulsando su creatividad. Esta vía
de análisis e interpretación define este proceso hermenéutico.
En el material que he ido describiendo conjugo dos tipos de hermenéutica (Ricoeur, 1963):
una arqueológica, donde las claves de la interpretación se sustentan en el pasado biográfico
y sociológico; y otra escatológica donde nos remitimos a un orden esencial, a unas matrices
arquetípicas.
En la primera de dichas hermenéuticas –que también podemos denominar reductiva (Durand, 1964)–
nos encontramos con imágenes que son máscaras que disfrazan nuestras pulsiones (psicoanálisis
clásico), o formas arcaicas que manifiestan nuestras primeras interacciones (psicoanálisis relacional);
la segunda tiene que ver con el descubrimiento de pautas de organización que instauran la realidad
(análisis junguiano), un cierto esquematismo trascendental que obra por la imaginación (Cassier,
1958).
A lo largo de este texto se ha planteado que no podemos contentarnos con una hermenéutica
restringida a una sola dimensión y por ello hemos desarrollado diferentes perspectivas
interpretativas que se apoyan en los distintos vértices que configuran la experiencia psíquica
del sujeto.
Lejos de presentar un modelo con compartimentos estancos, nuestra pretensión ha sido desarrollar
un cierto orden que nos oriente ante la complejidad de la psique.
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No podemos obviar que en las intervenciones analíticas se pueden solapar diferentes áreas de
intervención, sin que por ello se impida dar preferencia a un estilo de relación analítica u otro. Podemos
estar priorizando la dimensión topográfica, analizando cierto material que nos remita a uno u otro
complejo activado en la psique del sujeto, y esto ser vivido por éste como una forma de ser escuchado
y comprendido, con lo que vemos emerger la dimensión relacional (con lo que está sensación no
debiera ser interpretada como un deseo oral o una resistencia).
La relación analítica puede pasar por diferentes fases a lo largo del proceso terapéutico y ello
conlleva que cambie la prioridad de la vertiente analítica que se trabaja. Podemos encontrarnos
con un sujeto al que el contacto con cualquier sintomatología depresiva produce un importante
estupor y por ello se defiende atrincherándose con ciertos rasgos de carácter narcisistas. La vertiente
dinámica concretada en la interpretación de la resistencia narcisista puede ir dando paso al análisis de
la dimensión arquetípica de la depresión.
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Glosario
Técnica desarrollada por Reich que incide en el análisis ordenado de las diferentes resistencias,
ancladas en el carácter del analizado, que emergen durante el proceso psicoterapéutico.
Ánima
Ánimus
Término acuñado por Hartmann. Ciertas capacidades del yo, no contaminadas por la neurosis, que
permiten una alianza con el terapeuta. Estas capacidades incluyen el lenguaje, la comprensión de los
objetos y el pensamiento.
Arquetipo
Esquema básico de la psique dl hombre que se configura como motivo universal y se expresa con la
presencia de imágenes que han sido recogidas por tradiciones mitológicas y religiosas o en el folklore
y la leyenda.
Asociación libre
Técnica básica del proceso psicoanalítico por el que se invita al analizado a que diga todo lo que se
le ocurre a partir de un elemento dado, sea una imagen de un sueño, una palabra o cualquier otra
representación.
Castración simbólica
Aceptación por parte del niño de la ruptura de la unión imaginaria con la madre. Lectura lacaniana de
la resolución del Edipo.
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Complejo
Complejo de Edipo
Complejo central en la teoría psicoanalítica clásica, cuya resolución implica que el sujeto sale de la
posición narcisista de unión imaginaria con la madre, siendo capaz de aceptar la castración simbólica
de su salida. Se produce el acceso al mundo de lo simbólico.
Condensación
Concepto desarrollado por el psicoanálisis que define un modo de funcionamiento del inconsciente,
en virtud del cual en una sola representación pueden aparecer varias reunidas, de las que pueden salir
diferentes cadenas asociativas.
Contratransferencia
Conjunto de las reacciones inconscientes del analista frente a la persona del analizado y, especialmente,
frente a la transferencia de éste.
Coraza caractero-muscular
Concepto que define el armazón defensivo del sujeto y que podemos concretar como la suma de las
diferentes actitudes del carácter y los espasmos, contracturas y tensiones crónicas que configuran la
expresión corporal.
Desarrollo psicosexual
Para Freud la sexualidad abarca la organización total de la libido, y postula un modelo de fases por el
que entran en escena diferentes órganos corporales, en una secuencia ordenada. Las fases sexuales
son: oral, anal, fálica, de latencia y genital.
Desplazamiento
Mecanismo de defensa por el que el interés y la intensidad de una representación se trasladan a otra
originariamente poco intensa, aunque unida por una cadena asociativa a la primera.
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Dimensión
Diversos niveles de la realidad psíquica. Podemos presentar las siguientes dimensiones: topográfica;
psicodinámica; abreactiva; relacional; y arquetípica.
Escuela Arquetipal
La escuela jarquetipal Junguiana fue fundada por James Hillman y López Pedraza . El enfoque arquetipal
es más fenomenológico que analítico y resalta la base arquetipal de la denominada psicopatología.
Escuela Clásica
La escuela clásica junguiana representa la continuación del pensamiento junguiano como fue
desarrollado por su iniciador y sus discípulos más allegados, cabe destacar la figura de M. L. von Franz.
Su fundamentación teórica se construye sobre el principio de la función finalista de lo inconsciente.
Escuela Evolutiva
La escuela evolutiva junguiana o del desarrollo fue Iniciada por Michael Fordham. Recalca la
importancia del análisis de la transferencia y contratransferencia en el proceso analítico.
Estilo de vida
Concepto adleriano que describe la tendencia del sujeto a organizar su personalidad como una
entidad global y unitaria orientada hacia una meta.
Eros
Categoría freudina que representa la pulsión de vida, integrando las pulsiones sexuales y de
autoconservación. En la última teoría de Freud se contrapone la pulsión de vida a la de muerte.
Falso self
Hermenéutica
Hipnosis (hipnotismo)
Designa un estado modificado de consciencia provocado por la influencia de una persona sobre otra.
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Identificación proyectiva
Término introducido por Malanie Klein para designar un mecanismo que se traduce por fantasías en
las que el sujeto introduce su propia persona, en su totalidad o en parte, en el interior dl objeto para
dañarlo, poseerlo o controlarlo.
Imaginación activa
Método desarrollado por Jung para mantener un diálogo activo con lo inconsciente en estado de
vigilia.
Inconsciente colectivo
Parte de la psique que tiene una matriz impersonal y nos liga como especie humana.
Individuación
Inferioridad
Interpretación
En la visión clásica freudiana el sueño satisface el deseo de forma encubierta. En la visión junguiana se
convierte en un compensador de la unidireccionalidad de la consciencia.
Introyección
Proceso en virtud del cual el sujeto hace pasar aspectos y cualidades de objetos externos a la
interioridad de su psique.
Libido
Energía psíquica. Concepto que en su origen utiliza Freud para referirse a la energía sexual, y que será
ampliado por Jung al utilizarlo como referente de la energía psíquica general.
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Función materna que facilita un ambiente inicial como un espacio de contención dentro del cual el
infante se siente protegido y por el que puede desarrollar su omnipotencia subjetiva.
Narcisismo primario
Designa un estado precoz en el que el niño catectiza toda su libido sobre sí mismo. Periodo de
indiferenciación objetal.
Neurosis actuales
Término referido a las neurosis de angustia y a la neurastenia. En ambas afecciones habría un desorden
de la actividad sexual actual.
Nexo empático
Contaminación ansiosa del niño debida a la ansiedad de la madre según el análisis interpersonal
Objeto transicional
Término introducido por Winnicott para designar un objeto material que posee un valor simbólico-
afectivo para el bebé pues se configura como un elemento que favorece la transición de la relación
oral con la madre a la verdadera relación de objeto.
Operaciones de seguridad
Hace referencia al conjunto de estrategias que el ser humano lleva a cabo para evitar la ansiedad y
volver a sentirse en un terreno seguro y firme.
Persona
Perspectivas integrativas
En el texto presente, este término está relacionado con posiciones junguianas que integran en su
trabajo otros instrumentos de la psicología profunda, sin perder la esencia de la perspectiva finalista
junguiana.
Perspectiva fenomenológica
Enfoque terapéutico que prima el análisis de la posición existencial del sujeto frente a la vida.
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Perspectiva reductiva
Relacionada con la interpretación freudiana clásica en la que el síntoma o la imagen onírica se remite
a la teoría de la represión de las pulsiones.
Describe que los procesos psicológicos tienden hacia un fin. Esta perspectiva se mantiene en la
psicología individual y en la analítica.
Posición depresiva
Según M. Klein, tipo de relaciones de objeto consecutivo a la posición paranoide, comienza alrededor
del cuarto mes de existencia del bebé. Este periodo se caracteriza porque el niño es capaz de
aprehender a la madre como objeto total, integrando sus vivencias buenas y malas.
Posición esquizoparanoide
Según M. Klein corresponde a ciertos aspectos de la vida mental del ser humano, durante los tres o
cuatro primeros meses de vida, donde predominan relaciones objetales parciales con un sadismo
intenso y una ansiedad predominantemente persecutoria, paranoide y confusional.
Proyección
Mecanismo por el cual el sujeto saca o expulsa de sí y sitúa en el otro (persona o cosa) cualidades,
sentimientos o deseos. Las cualidades proyectadas hacen referencia tanto a material personal como
arquetípico.
Psicoanálisis
Corriente psicológica fundada por S. Freud y que tiene como base de su formulación la existencia
de un inconsciente personal provocado por la represión. Se funda en la denominada teoría sexual
freudiana.
Fundado por M. Klein y cuyo argumento central es que el niño mantiene relaciones objetales desde el
mismo nacimiento, aunque éstas sean parciales.
Psicoanálisis junguiano
Corriente psicoanalítica que integra de forma nuclear en sus planteamientos la visión teleológica y
creativa de lo inconsciente.
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Mención en Psicología de la Salud
Psicoanálisis lacaniano
Escuela psicoanalítica fundada por J. Lacan para el que es fundamental entender que el inconsciente
se estructura como un lenguaje.
Psicoanálisis interpersonal
Fundado por Sullivan recalca el papel de las interacciones reales que el sujeto tiene en la infancia
como causa de su patología.
Psicoanálisis relacional
El elemento teórico central de esta variada corriente psicoanalítica es, como plantea Fairbairn, que la
libido no busca la gratificación sino objetos que proporcionan el soporte necesario para un desarrollo
adecuado del niño.
Psicología analítica
Práctica terapéutica que inicio C.G. Jung y que se articula alrededor de la noción de lo inconsciente
colectivo, cuya matriz fundamental es el arquetipo. El inconsciente personal está ligado a su concepción
del complejo.
Psicología dinámica
Psicología humanista
Es una escuela que pone de relieve la experiencia no verbal y la importancia del trabajo directo con
las emociones. Entre sus técnicas puede utilizar ciertos ejercicios psicocorporales, como los utilizados
por la bioenergética.
Psicología individual
Práctica terapéutica iniciada por A. Adler y cuya formulación gira en torno al término inferioridad.
Fundada por Kohut, describe como las relaciones narcisistas tempranas del sujeto con los objetos de
su entorno –siendo éstos vividos como extensiones de su sí mismo–, son fundamentales para formar
el self nuclear del infante.
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Psicoterapia
Todo método de tratamiento de los desórdenes psíquicos que utilice medios psicológicos y, de
manera más precisa, la relación del terapeuta con el paciente.
Psicoanálisis del yo
Fundado por Hartmann, es un psicoanálisis que prima la atención sobre las funciones yoicas.
Psiconeurosis de defensa
Término utilizado por Freud para describir ciertas afecciones neuróticas en las que es evidente que se
desarrolla un conflicto defensivo cuyo origen se da en la infancia.
Resistencia
Mecanismo defensivo yoico, descrito por el psicoanálisis, que tiene como objetivo evitar el contacto
con las manifestaciones del inconsciente.
Self-objeto
En la teoría de Kohut son las personas a las que el niño ve como extensión de sí mismo.
Segunda tópica
Mapa del aparato psíquico descrito por Freud y que se configura con tres instancias: el ello (pulsiones),
el yo (mecanismo regulador de lo exterior y lo interior, con su sistema de defensas) y el superyó
(conciencia moral e ideales del yo).
Sí Mismo
Arquetipo de la totalidad para la psicología analítica, vivenciado como fuerza que dota de sentido
a la vida. Puede aparecer en sueños y visiones como el Cristo, el Buda, ciertas diosas femeninas o
determinadas figuras geométricas, como el círculo.
Sombra
Término empleado por Jung para describir los rasgos y actitudes que el yo no acepta como propios y
habitualmente proyecta en otros sujetos.
Tánato
Categoría que utiliza el psicoanálisis como contraposición a la denominada pulsión de vida, y que
tiene como objetivo la reducción completa de las pulsiones, es decir, devolver al sujeto al mundo
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inorgánico. Desde esta óptica se justificaría una pulsión autodestructiva que podemos ligar al
denominado masoquismo primario.
Transferencia
Concepto desarrollado por el psicoanálisis y que define un tipo de proyección que surge en el
encuentro terapéutico, por la que el paciente inviste al terapeuta de cualidades referidas a los
progenitores del sujeto analizado. La psicología analítica, a diferencia del psicoanálisis, enfatiza el
hecho de la activación del material arquetípico en el espacio analítico, por lo que junto a la realidad
individual aparece la transpersonal.
Transferencia especular
Transferencia gemelar
En la que el analizado anhela ser semejante a su analista en cuanto a la función que cumple.
Transferencia idealizadora
Por la que el analizado considera al analista como un ser lleno de sabiduría y buenas intenciones.
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Enlaces de interés
Los enlaces que vamos a citar a continuación están relacionados con institutos e instituciones
psicoanalíticas que siguen una tradición psicoanalítica freudiana, aunque con ello no queremos
indicar que existe una homogeneidad total entre dichos grupos, sino todo lo contrario, entre ellos
encontramos sensibilidades muy distintas. Hay información sobre formación y publicaciones:
www.psicoterapeuta.org/
www.aepp.org/
http://www.aip.org.uk/
www.ampp.info/
http://psicoterapiasur.com/
www.efpp.org/
GRADIVA ( Associaciód’EstudisPsicoanalítics).
www.gradivabarcelona.org/
http://www.gpab.org/
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http://www.quipu-instituto.com/
www.ippcv.org/
www.ipa.org.uk/Public/
El siguiente enlace se refiere a la internacional analítica que intengra las perspectivas relacionales
en psicoanálisis. Podemos encontrar en ella información sobre formación y publicaciones de interés
International Association for relational Psychoanalysis and Psychoterapy (IARPP).
http://www.iarpp.org/html/index.cfm
Los siguientes enlaces están relacionados con planteamientos integrativos en el interior del modelo
psicoanalítico. En ellas hay abundante información sobre formación, publicaciones y enlaces de
interés acerca de las diferentes perspectivas psicoanalíticas.
http://www.aip.org.uk/
http://www.psicocatedra.es/
www.psicoterapiapsicoanalitica.com/
http://naap.org/website/
www.psicointegrativa.com/
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www.litura.org/fundacion
http://institutokleiniano.blogspot.com/
Los siguientes enlaces están relacionados con institutos e instituciones junguianas. En ellos podemos
encontrar publicaciones y enlaces con sitios de interés.
http://www.isapzurich.com/
www.iaap.org/
www.centre-dp.org/
www.marie-louisevonfranz.com/
http://sidpaj.es/
www.viu.es
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El siguiente enlace se refiere a la internacional analítica que intengra las perspectivas relacionales
en psicoanálisis. Podemos encontrar en ella información sobre formación y publicaciones de interés
International Association for relational Psychoanalysis and Psychoterapy (IARPP).
http://www.iarpp.org/html/index.cfm
Asociación Internacional de la Psicología Psicoanalítica del Self. Perspectiva psicoanalítica fundada por
Heinz Kohunt. En esta página encontraremos información acerca de psicoterapeutas y asociaciones
que están en esta línea de trabajo. También hay información acerca de foros, publicaciones y congresos
https://www.iapsp.org/
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95
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Bibliografía
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS
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Madrid: Biblioteca Nueva.
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Editorial Manuscritos.
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Freud, S. (1972) Duelo y Melancolía. Obras Completas vol. VI. Madrid: Biblioteca Nueva.
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Agradecimientos
Consultor Departamento de
Dr. D. Javier Castillo Colomer Metodología e Innovación
Coordinadora
Dª Mercedes Romero Rodrigo
Diseñadores
Dª Carmina Gabarda López
D. Jorge García Meneu
Dª Cristina Ruiz Jiménez
Dª Sara Segovia Martínez