Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
INTRODUCCIÓN AL PENSAMIENTO
PSICOLÓGICO MODERNO
VOLUMEN!:
NACIMIENTO DE
LA PSICOLOGÍA CIENTÍFICA
PROYECfO EDITORIAL
SÍNTESIS PSICOLOGÍA
Director:
Juan Mayor
Áreas de publicación:
PSICOLOGÍA BÁSICA
Coordinador: Juan Mayor
PSICOBIOLOGÍA
Coordinador: Carlos Fernández Frías
PSICOLOGÍA SOCIAL
Coordinador: José M. a Peiró
VOLUMEN!:
NACIMIENTO DE
LA PSICOLOGÍA CIENTÍFICA
EDITORIAL
SINTESIS
M. 44.462-2009
ISBN: 978-84-995847-7-5
ÍNDICE
PRÓLOGO............................................................................................................... 11
INTRODUCCIÓN .................................................................................................. 13
PARTE I
ORÍGENES Y ANTECEDENTES
PARTEII:
SURGIMIENTO Y EXPANSIÓN
DE LA PSICOLOGÍA CIENTÍFICA
BIBLIOGRAFÍA.................................................................................................... 409
testigos presenciales, para ver lo difícil que resulta una reconstrucción objetiva e
imparcial del mismo. Son tantos y tan variados los puntos de vista desde los que
puede ser enfocado que, en la práctica, es imposible una coincidencia total en los
relatos de los testigos.
Dando un paso más, supongamos que el suceso pertenece al pasado y que sus pro-
tagonistas desaparecieron hace muchos años. Entonces la reconstrucción es más
problemática, porque el pasado es irrepetible y no puede ser revivido P• ' mucho
que uno se empeñe en ello. Lo único que nos deja son unas huellas fragn¡'-·ntarias e
incompletas, dispersas en documentos escritos, tradiciones orales, instituciones,
materiales de trabajo, restos arqueológicos, etc. Ahora bien, ¿cómo utilizar esos
indicios para reproducir con unas mínimas garantías de veracidad dicho aconteci-
miento? Y en el caso de que ello fuera posible, todavía quedaría el problema de
seleccionar los más representativos de entre los muchos que ocurren en cada
momento en las distintas partes del planeta. ¿Conforme a qué criterios debería
hacerse esta selección? Como ha señalado Michael Wertheimer: "la historia no es
independiente del historiador. No está en el lugar en el que uno está. Qué hechos
acentuar, cuáles incluir o excluir, cómo interpretar lo que se selecciona -todo esto
depende del prejuicio del historiador-" (Wertheimer, 1987: 2).
Según las concepciones más recientes de la historia, ésta es una reconstrucción
intelectual del pasado con vistas a encontrar su sentido más profundo. La explica-
ción histórica puede hacerse desde muchas perspectivas diferentes, pero éstas han
oscilado en torno a dos que podrían considerarse paradigmáticas. La primera es la
teoría de "los Grandes Hombres", con su énfasis en las personas que cambiaron el
curso de la historia; la segunda es la del Zeitgeist, o "Espíritu del Tiempo", más
atenta a las fuerzas culturales que contribuyeron a configurar la mentalidad de las
personas.
La teoría de los "grandes hombres" fue popularizada por los historiadores
románticos del siglo pasado, que atribuyeron los cambios históricos al empuje de
unas personas dotadas de extraordinarias dotes de liderazgo sobre sus contemporá-
neos. Así, por ejemplo, Alejandro Magno, Julio César o Napoleón cambiaron el
curso de la historia con su iniciativa y genio creador.
Los historiadores de esta corriente cultivan el método biográfico en la creen-
cia de que las vidas de los grandes líderes arrojan luz sobre la trama de los acon-
tecimientos históricos. Aunque su enfoque se aproxima mucho al del sentido
común en su tendencia a personalizar la historia, sin embargo, deja sin resolver la
cuestión de si los "grandes hombres" realizaron las proezas que se les atribuyen
debido a su carisma personal o, por el contrario, fueron "grandes" porque se en-
contraron en unas circunstancias especiales que les elevaron sobre el común de
los mortales.
La noción de Zeitgeist fue utilizada por J. W. Goethe (1749-1832) para designar
el clima de opinión imperante en una cultura, el cual configuraba el pensamiento de
las personas que viven en ella. Posteriormente, el filósofo idealista G. W. F. Hegel
(1770-1831) lo elevó a la categoría de una especie de alma colectiva que se expresa-
ba en las instituciones, leyes o artes de una colectividad. La historia era impulsada
por fuerzas que transcendían al individuo y reflejaban el espíritu de un pueblo.
Introducción 15
ción y un método que gozaran de una aceptación universal. Mientras que unos pen-
saban que era una ciencia pre-paradigmática (Staats, 1981), otros se inclinaron a
considerarla como multiparadigmática (Caparrós, 1978, 1979; Koch, 1981). Pero, en
general, la teoría de Kuhn ejerció una influencia benéfica al llamar la atención
sobre los aspectos históricos, personales y sociales de la ciencia, terminando con la
vieja noción de un conocimiento aséptico y atemporal, libre de las contingencias de
la historia humana.
Con el paso del tiempo, la teoría de Kuhn fue perdiendo influencia entre los
historiadores de la psicología. A este respecto es ilustrativa la posición de T. H.
Leahey, autor de uno de los textos más conocidos en nuestro país. En el prólogo a
la segunda edición, Leahey (1992/1994) rectificó el énfasis kuhniana de la versión
anterior porque estaba convencido de que esas explicaciones generales no hacían
justicia a la complejidad de los hechos. En su opinión, la historia debería ser menos
conceptual y más narrativa, prestando una mayor atención a los detalles. Y en el
prefacio a la cuarta edición norteamericana de 1996, indicó que el libro "continúa
su evolución (... ) hacia un mayor impulso narrativo, una sensibilidad más crítica y
un mayor entrelazamiento de los desarrollos en Psicología y sociedad" (Leahey,
1996: XXI).
Los factores políticos, económicos, culturales y sociales de la ciencia también
fueron objeto de una especial consideración por parte de los sociólogos, entre los
que destaca, Robert K. Merton (1910- ), cuya teoría de la construcción social del
conocimiento (Merton, 1973/1985) cuenta con numerosos partidarios en los Estados
Unidos, como lo demuestran los libros Construyendo el Sujeto: Orígenes Históricos
de la Investigación Psicológica (Danzinger, 1990a) y Psicología de la Gestalt en la
Cultura Alemana 1890-1967 (Ash, 1995). Para los defensores de este enfoque, las
teorías y prácticas psicológicas son construcciones intelectuales en las que se ven
reflejados los valores y exigencias del sistema social que las produce. Los hechos y
las teorías científicas llegan a ser reconocidos después de un largo proceso de nego-
ciaciones en el que los investigadores se comportan como operarios unidos por inte-
reses comunes que se esfuerzan por lanzar al mercado sus productos.
Esta teoría del origen social del conocimiento ha impulsado una historiografía
crítica de la psicología, que intenta expurgarla de los numerosos "mitos" que circu-
lan por sus narrativas y pone el acento en los aspectos prácticos de la ciencia (Dan-
zinger, 1984). Sin embargo, no es la única representante de la moderna historiogra-
fía crítica, ya que ésta incluye a autores de procedencias muy distintas (Woodward,
1980).
Consideraciones Generales
cas, económicas, sociales o culturales. En particular, debe prestar una atención espe-
cial a las comunidades científicas, consideradas como grupos unidos por intereses
intelectuales, con vistas a establecer sus relaciones con la sociedad y la política en
general. Esta empresa, que en teoría puede parecer fácil, en la práctica exige unos
conocimientos multidisciplinares que escapan a la capacidad del común de los mor-
tales y, por consiguiente, es difícil de ser llevada a la práctica en las obras generales,
al menos mientras no existan más estudios monográficos sobre cuestiones puntuales.
Por otra parte, la actividad del historiador exige un equilibro intelectual sutil
para no caer en adhesiones simplistas a esquemas rígidos y dogmáticos. Las concep-
ciones personalistas tienen ventajas a la hora de organizar el material y, además,
despiertan el interés del lector al hacer que las ideas abstractas tomen cuerpo y se
encarnen en unos personajes concretos. Pero, llevadas hasta el extremo, son ina-
ceptables porque pasan por alto algo tan obvio como el papel de la cultura en la
elaboración y transmisión del conocimiento.
La historia de la ciencia está llena de descubrimientos independientes, realizados
casi al mismo tiempo en lugares diferentes. Por ejemplo, el cálculo infinitesimal fue
formulado simultáneamente por G. W. Leibniz (1646-1716) e I. Newton (1642-1725);
lo mismo podría decirse de los nervios sensoriales y motóricos, descubiertos a
principios del siglo XIX por el escocés C. Bell (1774-1842) y el francés F. Magendie
(1783-1855). En psicología, la teoría dinámica de las neurosis fue formulada indepen-
dientemente por el francés P. Janet (1859-1947) y el austriaco S. Freud (1856-1939) en
el margen estrecho de unos pocos años. La noción del inconsciente flotaba en el
ambiente de la época y habría sido descubierta por otro científico en caso de no haber
vivido Freud o Janet, aunque el ejemplo no es del todo exacto porque ambos se inspi-
raron en las investigaciones de J. M. Charcot (1825-1893) sobre la histeria e hipnosis.
Las teorías científicas requieren además un clima propicio para su consolida-
ción y asentamiento. Por ejemplo, J. B. Watson comunicó su intención de hacer una
psicología de la conducta en una fecha tan temprana como 1904, pero, al no encon-
trar ningún eco en sus compañeros de profesión, tuvo que esperar a que la concien-
cia entrara en crisis en la psicología norteamericana para lanzar su Manifiesto con-
ductista (Watson, 1913). Y de hecho, su conductismo no caló hondo en la sociedad
hasta la década de 1930.
Otro ejemplo más reciente es el de John García (1917- ), quien en 1979 fue
honrado por la Sociedad Norteamericana de Psicología con el premio a las contri-
buciones científicas distinguidas. Formado en la Universidad de California en el
entorno de E. C. Tolman (1886-1959), García descubrió el efecto que lleva su nom-
bre en el año 1955, en unos experimentos en los que envió radiaciones gamma a
unas ratas mientras bebían una solución de agua con sacarina. En lo sucesivo, los
animales se negaron a beber dicha substancia debido a que asociaron su sabor con
la enfermedad producida por las radiaciones (García, Kimmeldorf, Koelling, 1955).
En la década de los sesenta, García y sus colaboradores cuestionaron las teorías
neoconductistas del aprendizaje, demostrando que las aversiones eran selectivas y
podían establecerse dentro de unos márgenes temporales más amplios que los de la
ley de la contigüidad. En el discurso que pronunció al recibir el premio que le otorgó
la Sociedad Norteamericana de Psicología, publicado con el título de "Luchando con-
Introducción 19
tra los Molinos de Papel de la Academia", García (1981) refirió cómo los directores
de las principales revistas psicológicas se negaron a publicar sus experimentos in-
vocando pretextos futiles, tales como los defectos de forma o pequeños fallos meto-
dológicos. El rechazo se intensificó cuando García cuestionó los parámetros del con-
dicionamiento clásico e insistió en que los sistemas orgánicos internos obedecían a
leyes diferentes a las del aprendizaje por contigüidad (Lubek, Apfelbaum, 1987).
Los editores de las revistas se comportaron como guardianes del orden establecido,
más que como científicos, y la obra de García no llegó a ser ampliamente difundida
hasta después de la crisis del conductismo.
Las teorías sociológicas tienen la ventaja de contextualizar las teorías, algo que
es fundamental en historia, ya que los acontecimientos no ocurren nunca en el
vacío. Pero, llevadas hasta el extremo, pueden ser un obstáculo para la investiga-
ción histórica independiente. Reducir la historia de la psicología a la sucesión de
tres paradigmas, el introspeccionista, el conductista y el cognitivista, parece una
generalización interesada que no hace justicia a la multitud de teorías que han exis-
tido en el curso de la historia, y además cierra los ojos a las complejidades de una
realidad que generalmente no se nos presenta como blanca ni como negra, sino
como una mezcla de ambos colores, es decir, gris.
Además, ciertos análisis sociológicos extremos de las teorías y prácticas cientí-
ficas corren el riesgo de confundir cosas tan distintas como las producciones inte-
lectuales y las materiales. La construcción de una teoría científica parece un proce-
so bastante más complicado que la fabricación de hamburguesas, por citar un ejem-
plo gráfico que pueda ser comprendido por todos. Aunque las relaciones de poder
y las influencias políticas pueden influir en el momento de su lanzamiento inicial, la
experiencia demuestra que su pervivencia y consolidación depende de otros facto-
res que guardan relación con la lógica de la ciencia y la investigación científica. Vol-
viendo al ejemplo de Freud y J anet, parece evidente que éste último no contó con
el apoyo de una escuela tan poderosa como la psicoanalítica, dedicada a la propa-
gación de sus ideas. Pero también parece cierto que la teoría de J anet no resiste
una comparación con la de Freud, tanto en lo que respecta a contenidos como a
forma. Juzgadas conforme a los criterios que suelen utilizarse para evaluar las teo-
rías, que, aunque distan mucho de la pretendida objetividad, no son totalmente
arbitrarios o subjetivos, la obra teórica de Freud supera con creces a la de Janet.
Por último, las posiciones extemalistas extremas corren el riesgo de minimizar
los aspectos individuales de la creación científica. Si bien es cierto que la mayoría
de las ideas psicológicas surgieron en el seno una organización social como la uni-
versitaria, sin embargo, todas ellas, salvo raras excepciones, llevaron el nombre y
apellido de una sola persona. Las principales unidades de análisis suelen ser escri-
tos o trabajos de individuos particulares que tuvieron que vencer muchos obstácu-
los hasta hacerse oír por sus contemporáneos. En el mundo de la ciencia, lo mismo
que en las demás esferas de la sociedad, hay una resistencia inicial a las ideas nue-
vas, como lo refleja el caso de García y otros muchos que podrían mencionarse.
Pero ello no significa que las teorías no acaben imponiéndose por la fuerza de los
hechos, como lo demuestra la experiencia de Copémico (1473-1543), Galileo (1564-
1642) o C. Darwin (1809-1882), por no citar más que algunos ejemplos.
20 Introducción
Plan de la Obra
Los esquemas son artificiales y arbitrarios, sobre todo en una disciplina tan mul-
tivaria como la psicología, pero al mismo tiempo son necesarios. A la hora de orga-
nizar el material, hemos tenido en cuenta los aspectos didácticos, de manera que el
estudiante pueda tener una clara visión del curso seguido por la psicología durante
su primer siglo de existencia. Además hemos tenido que adaptarnos a los planes de
estudios de nuestra universidad, los cuales establecen una clara diferenciación entre
la historia, por un lado, y las teorías y sistemas psicológicos, por otro. Esta división
no es totalmente arbitraria, ya que en nuestra disciplina pueden distinguirse dos
etapas históricas más o menos claras y definidas. La primera corresponde a la eclo-
sión inicial de los laboratorios y a los primeros intentos de aplicar los principios psi-
cológicos a los problemas prácticos de la sociedad. La segunda etapa representa un
estadio caracterizado por una mayor reflexión teórica sobre la naturaleza de la
nueva ciencia y la expansión de la tecnología aplicada. Conocida con el nombre de
22 Introducción
"Era de las Escuelas", esta segunda etapa se inició en los Estados Unidos a comien-
zos del siglo xx y se prolongó hasta finales de los años cincuenta.
En el primer volumen estudiaremos los primeros momentos de la psicología
científica. Comenzaremos por sus orígenes intelectuales, a los que dedicaremos los tres
capítulos de la primera parte. En el Capítulo 1 trataremos de la filosofía racionalista,
comenzando con la obra de René Descartes (1596-1650), el iniciador de la filosofía
moderna, y continuando con la filosofía alemana de los siglos siguientes. En el Capí-
tulo 2 analizaremos la tradición empirista británica, la cual constituye la otra gran
alternativa al racionalismo. La psicología experimental nació de la confluencia entre
la filosofía mental y la fisiología experimental, una disciplina que en el siglo xrx
alcanzó un desarrollo excepcional. Ella constituirá el terna del Capítulo 3, el cual con-
cluirá con la psicofísica de G. Th. Fechner (1801-1887), una disciplina fronteriza que
inició la medida de la mente con el método experimental.
En la segunda parte analizaremos el nacimiento de la psicología desde una pers-
pectiva histórica. En el Capítulo 4 estudiaremos la obra de Wundt, fundador en 1879
del primer laboratorio del mundo en la Universidad de Leipzig y en el Capítulo 5
seguiremos las vicisitudes de la primera psicología alemana, marcada por la expan-
sión de los laboratorios y las discusiones sobre la definición y el método.
La nueva psicología no fue una ciencia monolítica y muy pronto se vio enriqueci-
da con las aportaciones de otros países, los cuales contribuyeron a configurar unas
tradiciones psicológicas un tanto diferentes, al menos en los primeros momentos. Por
esta razón, estudiaremos la psicología del Reino Unido (Capítulo 6), Francia (Capítu-
lo 7) y Rusia (Capítulo 8), para concluir con los Estados Unidos (Capítulo 9). De esta
manera podremos ver con claridad las conexiones de la ciencia psicológica con la
sociedad.
En el segundo volumen estudiaremos más sistemáticamente la "Era de las
Escuelas Psicológicas", aunque sin renunciar totalmente a la perspectiva histórica.
Tras una breve introducción, analizaremos los funcionalisrnos norteamericanos
(Capítulo 1), para desembocar en el conductisrno de Watson, su descendiente más
ilustre (Capítulo 2). Tras analizar las escuelas psicoanalíticas (Capítulo 3) y gestal-
tista (Capítulo 4), concluiremos nuestro estudio histórico con los sistemas neo-
conductistas (Capítulo 5), representantes de la época dorada de las teorías. Por últi-
mo, y a modo de apéndice, intentaremos hacer una crónica de la crisis del conduc-
tisrno, las psicologías humanistas de la década de los sesenta y el advenimiento del
cognitivisrno.
Por razones de espacio hemos omitido las recomendaciones bibliográficas al
final de los capítulos. Sin embargo, a lo largo del texto citarnos las obras que consi-
derarnos más importantes, las cuales encontrará el lector en las referencias bibio-
gráficas de las últimas páginas de cada volumen. A ellas le remitirnos si desea estu-
diar con más detenimiento algún terna particular.
PARTE!
ORÍGENES Y ANTECEDENTES
CAPÍTULO 1
LA FILOSOFÍA RACIONALISTA
René Descartes (1596-1650) vivió en una Europa asolada por las guerras entre
católicos y protestantes. El ambiente intelectual estaba dominado por la filosofía
escolástica y por la revolución científica del siglo xvn. Los escolásticos sostenían
que el alma era el principio de todas las operaciones mentales y formaba una uni-
dad substancial con el cuerpo, de acuerdo con la teoría hilemórfica de Aristóteles.
En tiempo de Descartes la revolución científica estaba en pleno desarrollo. N.
Copérnico (1473-1543) y J. Kepler (1571-1630) habían transformado la Astrono-
mía con sus leyes sobre el movimiento de los planetas, y el descubrimiento de la
circulación de la sangre por W. Harvey (1578-1657) había revolucionado la me-
dicina. Por otra parte, Galileo (1564-1642) publicó en 1623 Il Saggiatore, un escri-
to en el que refutó a los adversarios de la teoría copernicana, y en 1633 se hizo
pública su condena por la Inquisición. La ciencia transformó la visión del univer-
so, concibiéndolo como un mecanismo -algo así como reloj gigantesco- que fun-
cionaba de acuerdo con unas leyes matemáticas que podían ser conocidas por la
mente humana.
Nacido el 31 de marzo de 1596 en La Raye, región de Turena, en una familia
acomodada, Descartes perdió a su madre y fue educado por su abuela en el campo.
A los 8 años ingresó en el Colegio de la Fleche, un centro dirigido por los jesuitas y
conocido por su apertura a las nuevas disciplinas científicas. Debido a su frágil salud,
obtuvo permiso para levantarse más tarde por las mañanas, pero a pesar de ello des-
tacó por su extraordinaria inteligencia. Al concluir el internado, pasó un año con su
familia en Rennes y después cursó jurisprudencia en París (1613-1617), donde tuvo
la oportunidad de disfrutar de la vida mundana de la ciudad.
Hacia el año 1616, Descartes se vio sumido en una profunda crisis personal al
comprobar que los conocimientos que había adquirido con tanto esfuerzo eran
inciertos y quebradizos. La filosofía se hallaba dividida en multitud de opiniones y
no podía superar las críticas de los escépticos; las matemáticas le resultaban atracti-
vas por la certeza de sus demostraciones, pero estaban muy alejadas de los proble-
Capítulo 1: La filosofía racionalista 27
Reglas para Pensar. El método geométrico partía de unas verdades muy simples
y claras, -los axiomas o principios fundamentales- y de ellas iban derivando otras
más complejas con la ayuda de la lógica deductiva. Tomándolo como guía del pensa-
miento, Descartes propuso cuatro reglas para resolver las cuestiones intelectuales:
El primer criterio, el de la Idea Clara y Distinta, era racionalista por cuanto que
daba prioridad a la evidencia inteligible. El único conocimiento cierto era aquél
que era evidente para la razón individual. Descartes no rechazó de plano los expe-
rimentos de Galileo, pero creía que el método inductivo era poco fiable porque
tomaba como punto de partida unas experiencias complejas que no habían sido
suficientemente analizadas. Precisamente una de las fuentes de error más común
eran las ideas claras no sometidas a un análisis racional. Por ejemplo, cuando vemos
la imagen torcida de un bastón en el agua pensamos que está quebrado; pero si
analizamos este pensamiento encontraremos que es una ilusión óptica debida a la
refracción de la luz. El método deductivo, por el contrario, partía de unas verdades
muy simples y llevaba a verdades universales y necesarias.
1.1.3. Innatismo
«Así, puesto que los sentidos nos engañan a veces, quise suponer que no hay nada
que sea tal como nos lo hacen imaginar; y puesto que hay hombres que se equivocan
al razonar, incluso acerca de las más simples razones de la geometría, y cometen en
ellas paralogismos, pensé que yo estaba tan expuesto al error como cualquier otro, y
Capítulo 1: La filosofía racionalista 29
rechacé como falsas todas las razones que había tenido antes por demostrativas; y, en
fin, considerando que todos los pensamientos que tenemos cuando estamos despiertos
pueden venirnos también cuando dormimos, sin que haya entonces en ellos nada ver-
dadero, resolví fingir que todas las cosas que hasta entonces habían entrado en mi
espíritu no eran más verdaderas que las ilusiones de mis sueños. Pero inmediatamente
advertí que, mientras quería pensar así que todo era falso, era preciso, necesariamente,
que yo, que lo pensaba, fuese alguna cosa, y, observando que esta verdad, "yo pienso,
(luego) yo existo", era tan firme y segura que las suposiciones más extravagantes de
los escépticos no eran capaces de hacerla tambalearse, pensé que podía admitirla
sin escrúpulo como el primer principio de la filosofía que buscaba» (Descartes,
163711989: 86).
La certeza de existir era tan evidente que no podía ser negada por nada ni por
nadie. Incluso en el caso de ser engañado por un espíritu maligno, era indudable
que estaba pensando. Ese yo que pensaba era una Res Cogitans, una mente o subs-
tancia pensante. Dicho con palabras de Descartes, una substancia:
La idea de una mente independiente y totalmente distinta del cuerpo era la pri-
mera verdad de la que no podía existir duda alguna.
Descartes encontró en la mente multitud de ideas que no podían ser represen-
tadas con experiencias sensoriales concretas, tales como las de perfección, infinitud,
los axiomas matemáticos, etc. Dichas nociones tenían que ser Innatas, algo así
como unos gérmenes de verdad o potencialidades de conocimiento derivados de la
naturaleza misma de la mente. Ellas constituían el fundamento de las demás ideas.
La idea innata de perfección justificaba la existencia de Dios. Descartes razonó
que esta idea no podía proceder del hombre ni de ninguna causa finita porque la
causa no podía ser inferior al efecto. Por consiguiente, la idea de un ser infinita-
mente perfecto sólo podía proceder de un ser infinito, es decir, Dios. La idea inna-
ta de Dios entrañaba la necesidad de su existencia. Asegurada la existencia de
Dios y del alma consciente, el conocimiento de los sentidos quedaba garantizado,
no porque fuera intrínsecamente cierto, sino por la perfección de Dios.
Como dijimos al comienzo del capítulo, Descartes estableció una rígida separa-
ción entre la mente y el cuerpo, dos substancias que obedecían a leyes distintas y
30 Parte !: Orígenes y antecedentes
psicología del estímulo y la respuesta. Los movimientos del cuerpo eran reacciones
mecánicas a la acción de los estímulos externos.
1.1.5. Interaccionismo
noza y dio paso a un pluralismo en el que las unidades últimas del universo eran de
naturaleza psíquica.
G. W. Leibniz (1646-1716) fue un hombre del siglo xvm a pesar de que la mayor
parte de su vida transcurrió en el xvn. Matemático insigne -inventor del cálculo
diferencial-, ingeniero, diplomático, historiador, bibliotecario, teórico del derecho,
teólogo, fue ante todo un filósofo preocupado por descubrir los últimos principios
de lo que estudiaba. Contemporáneo de Spinoza, defendió un sistema pluralista e
individualista frente a su monismo metafísico. Por otra parte, cuando John Locke
(1632-1704) cuestionó la doctrina de las ideas innatas, salió en defensa del innatis-
mo. La mente no era un mero receptor pasivo de impresiones sensoriales, sino que
las organizaba de acuerdo con sus propios principios.
Leibniz imaginó al universo compuesto por infinitas Mónadas, unas substancias
simples, inmateriales y, lo que es más interesante para la psicología, capaces de perci-
bir y apetecer. El término, que en griego significaba "unidad", había sido utilizado por
Giordano Bruno (1548-1600) para referirse a los elementos últimos de las cosas, que
eran de naturaleza material y espiritual. Leibniz les quitó la extensión y las convirtió
en unidades de energía psíquica.
Gottfried Wilhelm Leibniz fue uno de los genios más universales que han existi-
do. Nacido en Leipzig, el1 de julio de 1646, a los seis años perdió a su padre, profe-
sor de filosofía moral. En la escuela sorprendió por su precocidad. A los 12 años
leía a los clásicos y a los padres de la Iglesia, y a los 15 fue admitido en la Universi-
dad de Leipzig para estudiar filosofía y leyes. Dos años después escribió un trabajo
sobre el Principio de Individuación. Este individualismo sería una de las notas dis-
tintivas de su filosofía.
Tras estudiar matemáticas en Jena, a los 19 años concluyó una tesis doctoral
sobre lógica combinatoria que no fue aceptada en Leipzig debido a la juventud de
su autor. Un año después, en 1666, la Universidad de Altdorf le otorgó el doctora-
do en Leyes y le ofreció una cátedra, pero él prefirió dedicarse a la política y entró
al servicio del Príncipe Elector de Maguncia, asesorándole en la reforma del código
de derecho civil. Además planeó una Enciclopedia Universal que aglutinaría a
todos los conocimientos en un único sistema. En la primavera de 1672 viajó a París
con la misión de exponer a Luis XIV su plan para la conquista de Egipto y así dis-
traerle de sus intereses en el norte de Europa. En la capital francesa frecuentó los
círculos intelectuales y quedó impresionado con la obra de Descartes, pero su cen-
tro de interés fueron las matemáticas. Leibniz inventó el cálculo infinitesimal casi al
mismo tiempo que el inglés I. Newton (1642-1725), con quien mantendría una agria
disputa sobre la prioridad del descubrimiento.
34 Parte !: Orígenes y antecedentes
1.2.2. Monadología
carecía de sentido apelar a fuerzas ocultas que les dieran unidad. Por consiguiente,
concluyó Leibniz, la unidad última de la materia tenía que ser la energía.
Las Mónadas eran unidades de energía, en contraposición con el átomo, que era
el último elemento de la materia inerte. Podíamos concebirlas como el punto ma-
temático, que no es una línea diminuta ni una fracción de línea, sino el límite ideal
cuando la extensión se aproxima al cero. Si a la cantidad le quitamos la extensión,
llegamos a un límite que constituye una cualidad del ser, no una cantidad o magni-
tud. La extensión era algo secundario y derivativo, perteneciente al mundo de los
fenómenos o apariencias. Era por así decirlo, la manera de presentarse la mónada
en las substancias compuestas. Cuando varias mónadas se juntaban, daban la impre-
sión de extensión, pero ésta no pertenecía a la realidad última de las cosas.
Por último, las Mónadas eran fuerzas de naturaleza psíquica o mental. Como
dijimos anteriormente, Leibniz las asimiló al alma humana y les concedió la capaci-
dad de percibir y apetecer. Todas reflejaban de algún modo la realidad, -esto es lo
que significa para Leibniz percibir- y tendían a su perfección de acuerdo con las
leyes que les había impuesto el creador. En este sentido, la actividad de las Móna-
das era espontánea y no podía verse afectada por las demás mónadas. La percep-
ción no era una respuesta mecánica a la estimulación externa, sino el estado interno
de la mónada que representaba a las cosas externas. O, dicho con palabras de Leib-
niz, era la representación de lo compuesto en lo simple. Como es natural, no todas
las Mónadas representaban al mundo con la misma perfección. Unas lo hacían de
un modo más claro, distinto y comprehensivo que otras.
nas para comunicarse con el exterior. Pero, a pesar de ello, todas las mónadas mar-
chaban en una armonía perfecta de acuerdo con los planes de la mente divina. Leib-
niz puso el ejemplo de dos relojes para explicar su teoría de la armonía preestableci-
da. No es necesario suponer una conexión entre sus maquinarias, basta simplemente
con que funcionen perfectamente para que se mantengan en perfecta sincronía hasta
la eternidad. Imaginemos al mundo como una orquesta en la que todos los músicos
tocan una misma sinfonía. Aunque puedan dar la impresión de influirse mutuamente,
en realidad cada uno sigue su propia partitura sin tener en cuenta lo que hacen los
demás. La interacción es una impresión derivada del orden perfecto reinante en el
grupo.
alma, dada su naturaleza espiritual. Por consiguiente, al dicho empirista "no hay
nada en el entendimiento que antes no haya estado en los sentidos" Leibniz añadió
"excepto el entendimiento mismo". Sin una mente capaz de tener experiencias, y sin
las nociones de ser, substancia, unidad, identidad, causa, etc., en ella contenidas, era
imposible el conocimiento de las verdades necesarias.
La psicología de Leibniz era activa y dinámica, lo mismo que su visión del uni-
verso. El alma humana era una mónada espiritual capaz de reflejar el universo con
máxima claridad y distinción. Leibniz la concibió como la forma o entelequia del
cuerpo y en cuanto tal no podía existir separada de él.
El cuerpo era un organismo vivo, una totalidad formada por infinitos cuerpos
orgánicos que eran capaces de reflejar de algún modo la unidad del conjunto.
Éstos, a su vez, contenían dentro de sí a otros cuerpos orgánicos y así hasta el infi-
nito. Como escribió Leibniz: "Cada porción de la materia puede ser concebida
como un jardín lleno de plantas; y como un estanque lleno de peces. Pero cada
ramo de la planta, cada miembro del animal, cada gota de sus humores es, a su vez,
un jardín o un estanque semejante" (Leibniz, 1714/1983: 43). Cada uno de estos
componentes orgánicos contenía toda la información necesaria para generar al
individuo, lo que en la actualidad llamaríamos códigos genéticos. En este punto, su
visión del cuerpo era parecida a la de la moderna biología.
Entre el alma y el cuerpo era imposible la interacción, dado que las mónadas
eran independientes. En lugar de influirse, como pretendía Descartes, ambos con-
vivían en una relación de coexistencia derivada de la armonía reinante en el uni-
verso. Tal y como había señalado Spinoza, se daba un paralelismo perfecto entre
las acciones del cuerpo y el alma, pero en lugar de ser manifestaciones de una
misma substancia, eran substancias independientes que operaban de acuerdo con
sus propias leyes. Eran como dos relojes que marchan al unísono o dos resonado-
res que suenan en paralelo porque han sido construidos para funcionar de esa
manera.
Aunque no negó la causalidad mecánica, Leibniz creía en las causas finales, las
cuales se expresaban en los deseos y propósitos conscientes del alma y en la moti-
vación inconsciente de las mónadas inferiores. El alma se movía por intenciones o
metas, los cuales eran expresión de los fines a los que el cuerpo tendía de un modo
inconsciente.
Como dijimos anteriormente, todas las mónadas poseían algún grado de con-
ciencia, unas máximo y otras mínimo. Ahora bien, como el ser humano era un com-
puesto formado por el alma racional y una serie infinita de mónadas inferiores, era
lógico que tuviera distintos estados de conciencia, desde los más ínfimos e incons-
cientes hasta los más claros y distintos. Leibniz llamó Pequeñas Percepciones a las
percepciones inconscientes y Apercepciones a las más claras y distintas. Entre
ambas estaban las Percepciones, unos estados de conciencia cuyos contenidos eran
borrosos e indiferenciados.
38 Parte /: Orígenes y antecedentes
1732). Pero la concibió como una disciplina secundaria que debía subordinarse a la
Psicología Racional (Wolff, 1734), una ciencia dedicada al estudio metafísico del
alma.
Christian Von Wolff (1679-1754) fue profesor de matemáticas y después de filo-
sofía en la Universidad de Halle. Retirado de la Cátedra por el rey Guillermo I de
Prusia, acusado de defender un determinismo incompatible con la doctrina del libre
albedrío, en 1740 fue repuesto en el cargo por Federico II el Grande.
Wolff tomó las intuiciones de Leibniz, un tanto dispersas y fragmentarias, y las
transformó en un sistema dogmático. En lo que parece ser un intento de conciliar
el racionalismo y el empirismo, afirmó que las ciencias tenían dos partes, una
empírica y otra racional. La parte empírica estudiaba los fenómenos naturales
para extraer unas leyes provisionales que después debían ser justificadas racional-
mente. Por ejemplo, las proposiciones resultantes de los experimentos físicos tenían
que deducirse de los principios de la ontología y cosmología para ser auténtico co-
nocimiento.
La Psicología Empírica estudiaba los procesos más elementales del compuesto
alma-cuerpo mediante la introspección u observación de las manifestaciones del yo
empírico. La Psicología Racional, por el contrario, era la ciencia que analizaba de
las propiedades del alma y se basaba en el método deductivo. En cuanto rama de la
metafísica, era la única que llevaba a un conocimiento claro y distinto, pero debía
tomar como punto de partida los datos ofrecidos por la psicología empírica.
Wolff fue partidario de la teoría de las facultades, postulando en el alma unos
poderes o disposiciones encargados de las funciones de atender, recordar, percibir,
pensar, etc. El alma era unitaria, tal y como había sostenido Leibniz. Pero su estu-
dio se veía facilitado si se consideraban por separado sus distintas funciones, lo
mismo que en fisiología los procesos de la circulación, digestión, respiración, etc.,
eran estudiados independientemente sin hacer violencia a la unidad del organismo.
Las facultades mentales se dividían en cognitivas y afectivas. Por una parte
estaba la Percepción, de la que dependían los procesos intelectuales, y por otra
la Apetición, la cual determinaba los sentimientos y los impulsos. Ambas podían
dividirse en superiores e inferiores, según que sus operaciones fueran voluntarias
o involuntarias.
A pesar de ser el autor del primer tratado de Psicología Empírica, Wolff la
subordinó a la metafísica y por esta razón no fue el fundador de la psicología expe-
rimental. Todavía tendría que pasar más de un siglo hasta que la idea de una psico-
logía independiente se abriera paso en las universidades alemanas. Este retraso fue
debido en buena parte a Kant, quien rechazó la posibilidad de una ciencia experi-
mental de la mente humana.
le llevó a construir una epistemología crítica que le colocó a la cabeza de los pensa-
dores de su país.
Nacido en Konigsberg, una ciudad de la Prusia Oriental, en una época de
expansión del militarismo prusiano, pasó en ella casi toda su vida, primero como
alumno y después como profesor de la Universidad. En 1781 publicó su obra princi-
pal, la Crítica de la Razón Pura (178111993), en la que analizó los conceptos filosófi-
cos más importantes, y después la completó con una Crítica de la Razón Práctica
(1788/1994), donde puso los fundamentos de una moral autónoma basada en el
imperativo categórico.
Las críticas de Hume a la noción de causa, utilizando el argumento de que no
teníamos una experiencia directa de la causación, ponían en entredicho a la ciencia
natural. Esto era especialmente válido para la Física de Newton, que había suscita-
do la admiración del joven Kant y que, como se recordará, se apoyaba en la causali-
dad mecánica. En su intento de justificar las nociones filosóficas, Kant recurrió a la
naturaleza de la mente. Aun cuando en la experiencia real no había nada que
correspondiera a eso que llamamos causa, sin embargo, nuestra mente contenía los
ingredientes necesarios para pensar en una relación causal, y esto ocurría de un
modo Apriórico o, lo que es lo mismo, independiente de la experiencia.
Kant no creía que la psicología pudiera ser una verdadera ciencia. En la Crítica de
la Razón pura substituyó la noción de alma por la de un Yo Trascendental que repre-
42 Parte 1: Orígenes y antecedentes
1.4.3. Antropología
Kant designó con este término a una disciplina de rango inferior parecida a la
Psicología y de la cual trató en su Antropología en el Sentido Pragmático
(1798/1991 ). Se trataba de una especie de historia natural de la mente, basada en la
descripción y clasificación de los fenómenos psíquicos, y orientada al conocimiento
de la capacidad humana y al desarrollo pleno de su potencial. Entre sus métodos,
además de la introspección, figuraban la observación de las conductas propias y aje-
nas, el estudio de la historia, las biografías, la literatura, etc. Todos ellos servían de
complemento a la introspección, un método que, como indicó en los Principios
Metafísicos de la Ciencia de la Naturaleza (1786/1989), era poco fiable porque altera-
ba las experiencias que eran objeto de observación.
Kant aceptó la división de J. N. Tetens (1736-1807) y distinguió tres facultades
mentales: la cognitiva, afectiva y conativa o impulsiva. Además, siguiendo la tradi-
ción de Leibniz, concibió a la conciencia como un campo en el que no todas las ideas
tenían la misma claridad y distinción, siendo muy pocas las que eran apercibidas con
plena conciencia.
El libro estaba lleno de consejos y observaciones ingeniosas sobre la conducta
humana, pero desde una perspectiva descriptiva y con un rango inferior al de la
filosofía o la ciencia natural.
parecía más probable si se tiene en cuenta su visión mecánica del universo. La carac-
terística principal de los Reales era la inmutabilióad o, lo que es lo mismo, la imposi-
bilidad de cambiar en su ser más íntimo. Los cambios no pertenecían a la esfera de
la realidad sino a la de los fenómenos o apariencias. Eran debidos a las reacciones
de los reales frente a las perturbaciones externas.
Los Reales tenían una tendencia básica al reposo, pero cuando éste se veía ame-
nazado por otros reales, entonces reaccionaban defensivamente con vistas a resta-
blecer el equilibrio, y sus reacciones estaban reguladas por el principio de inercia y
demás leyes de la mecánica newtoniana. Pero en su ser más íntimo, los reales
seguían siendo lo mismo que antes y sus cambios pertenecían al mundo de los fenó-
menos o apariencias.
El Alma era una cosa real simple e indivisible, por lo que no podía dividirse en
facultades mentales. En cuanto real era incognoscible, al menos directamente, y su
estudio pertenecía a la Metafísica. De ahí que la psicología debiera fundarse en esta
disciplina.
Al igual que los demás reales, el alma reaccionaba defensivamente cuando su
reposo se veía perturbado por otros reales. Estas reacciones autopreservativas eran
las Representaciones o ideas, las cuales pertenecían al mundo fenoménico y podían
ser observadas en la experiencia. En cuanto ciencia de las ideas, la psicología era
una disciplina empírica o, lo que es lo mismo, basada en la observación de los fenó-
menos de la conciencia. En esto Herbart coincidía con los empiristas.
Por último, la psicología era una ciencia matemática porque las ideas eran fuer-
zas o reacciones. En cuanto estática de las representaciones, intentaba determinar
sus estados terminales mediante una serie de ecuaciones y fórmulas matemáticas.
Al estar sometidas a un proceso de interacción en el que podían inhibirse o po-
tenciarse mutuamente, la fuerza de las ideas era variable y debía ser medida con
ecuaciones matemáticas.
Para Herbart la Conciencia era el conjunto de ideas poseídas por una persona en
un momento dado. Era algo así como la confluencia de todas las ideas que iban y
venían por la mente. Al tener contenidos diferentes, las Ideas eran cualitativamente
distintas y además admitían diferentes grados de claridad. Por otra parte, estaban
sometidas a la misma dinámica de cargas y contracargas que las demás fuerzas del
mundo físico, y en esta dinámica los contenidos jugaban un papel importante.
Las ideas con contenidos compatibles se unían entre sí y esto daba origen a la
asociación de ideas. Lo que se asociaba no eran contenidos estáticos sino fuerzas
dinámicas, un fenómeno parecido a la alianza de dos ejércitos para luchar contra un
enemigo común.
Herbart distinguió dos asociaciones: las Fusiones y las Complicaciones. Las Fusio-
nes eran uniones entre ideas de contenidos idénticos en las que los componentes indi-
viduales desaparecían en la totalidad. Por ejemplo, las fusiones tonales, en las que la
unión es tan íntima que no es posible reconocer a primera vista los tonos individuales.
Capítulo 1: La filosofía racionalista 45
Las Complicaciones eran uniones menos fuertes entre ideas cuyos contenidos
eran compatibles aunque distintos. Por ejemplo, la idea de pan era una "complica-
ción" formada por ideas de la visión, tacto, gusto, olfato, etc.
Si los contenidos eran incompatibles, entonces las ideas luchaban entre sí. Las
vencedoras, es decir, las más fuertes, ascendían a la cúspide de la conciencia y allí
eran percibidas con suma claridad y distinción. Dicho con otras palabras, eran
Apercibidas. Las ideas derrotadas eran arrojadas a la periferia de la conciencia,
donde permanecían en estado de latencia o inconsciencia. Pero ello no significaba
que fueran aniquiladas. Por el contrario, si contaban con el auxilio de otras ideas
afines, podían retornar a la conciencia y hacerse con el poder. Herbart fue el prime-
ro en hablar de la Represión de las ideas y del Umbral de la Conciencia, al que defi-
nió como el límite que debían traspasar las ideas para ser percibidas por la mente.
1.5.4. Conclusión
cionales del estudiante, sin descuidar sus deberes sociales y religiosos. En el aula, el
profesor debía repasar los temas vistos anteriormente y ofrecer una visión panorá-
mica de la lección que iba a explicar con vistas a facilitar el proceso de asimilación.
Y una vez presentado el material, debía relacionarlo con lo aprendido anteriormen-
te a fin de que los estudiantes lo integraran en su masa aperceptiva. Esta pedago-
gía, basada en la participación activa del estudiante, ejerció más influencia que la
metafísica de los Reales, la cual apenas si tuvo relevancia.
En lo relativo a la psicología, Herbart fue contrario al experimento mental y, al
no disponer de una base empírica, sus fórmulas matemáticas se quedaron vacías de
contenido. Pero su noción de umbral preparó el terreno a la psicofísica de Fechner y,
por otra parte, su teoría de las ideas, con las nociones de inconsciente, represión
y conflicto, anticipó las teorías dinámicas del inconsciente. A este respecto no es
ninguna casualidad que S. Freud (1856-1939), el fundador del psicoanálisis, estudia-
ra durante el bachillerato un texto de psicología escrito por un herbartiano.
Finalmente, la popularidad de algunos conceptos herbartianos, tales como los
de fusión, complicación, atención voluntaria y apercepción, entre los primeros psi-
cólogos alemanes es un índice de su importancia histórica. Pero la psicología de
Herbart dependía de la metafísica y era contraria al experimento mental. La prohi-
bición kantiana todavía pesaba mucho en el ambiente y, por esta razón, los discípu-
los de Herbart fueron contrarios a la psicología experimental cuando ésta dio sus
primeros pasos en Alemania.
CAPÍTUL02
EMPIRISMO Y ASOCIACIONISMO
Coincidiendo con la Revolución Científica del siglo xvn, se consolidó en las Islas
Británicas una filosofía contraria al racionalismo. Para John Locke (1632-1704),
autor del Ensayo Sobre el Entendimiento Humano (1690) que dio origen al empiris-
mo, la única fuente de conocimientos era la observación de los fenómenos naturales
tal y como se presentaban a los sentidos.
Los empiristas se opusieron a la teoría de las ideas innatas y desconfiaron del
método deductivo porque podía llevar al dogmatismo, especialmente cuando no
tenía en cuenta a la experiencia. No hay más que recordar la condena de Galileo
por defender la teoría copernicana para ver que la razón por si sola es fuente de
engaños e ilusiones.
El Asociacionismo es una teoría psicológica que explica la unidad de la concien-
cia con el principio de la asociación de ideas. Aunque procede del empirismo, sin
embargo, no todos los filósofos empiristas fueron asociacionistas, dado que no
todos le concedieron a la asociación de ideas un papel relevante en su explicación
de la mente.
La idea de que los contenidos de la experiencia se asociaban en la mente se
remontaba a la Grecia Clásica. Así, Aristóteles, en su tratado Sobre el Recuerdo
(1973), habló de unas series de pensamientos que reproducían objetos o aconteci-
mientos que habían ocurrido juntos en la vida real. Por ejemplo, cuando visitamos
la casa de nuestra infancia nos vemos asaltados por multitud de recuerdos de perso-
nas, cosas y experiencias que tuvimos en ese lugar. Pero Aristóteles hablaba de la
rememoración y no del pensamiento, y cuando estudió este proceso lo consideró en
48 Parte 1: Orígenes y antecedentes
función de la actividad del entendimiento, una potencia del alma que no tenía nada
que ver con la asociación.
Los empiristas también reconocieron el hecho de la asociación de ideas. Preci-
samente fue John Locke (1632-1704) quien inventó el término en la cuarta edición
del Ensayo (170011980), en el que añadió un capítulo con ese título para explicar
ciertos errores del pensamiento; otro empirista, George Berkeley (1685-1753), ana-
lizó la percepción del espacio en función de la asociación de dos ideas: una proce-
dente de la visión y otra del tacto. Pero estos filósofos no fueron asociacionistas
porque explicaron la unidad de la conciencia con la noción del alma y dieron poca
importancia a la asociación.
El asociacionismo propiamente dicho nació con el Tratado sobre la Naturaleza
Humana (Hume, 1739/1984) del filósofo escocés David Hume (1711-1776). Llevan-
do hasta el extremo la tesis empiristas del origen de las ideas, Hume cuestionó la
noción de alma sustancial por ser inaccesible a los sentidos y explicó la unidad de
la conciencia con sólo la asociación de ideas, concebida como una fuerza similar a la
gravedad que unía a las impresiones sensoriales en las cadenas del pensamiento.
La palabra "asociación" procedía de la teoría del contrato social y se utilizó en
la primera mitad del siglo XVIII para designar a las sociedades comerciales (Danzin-
ger, 1990b ). Su utilización en psicología implicaba una visión de la sociedad como
unión artificial de individuos, típica del liberalismo inglés. Las impresiones senso-
riales se asociaban en la mente de la misma manera que lo hacían los socios de las
empresas industriales, o como los átomos físicos se unían en los cuerpos, tal y como
suponía la física de Newton. Al extender esta cosmovisión a la mente humana,
Hume inició una nueva etapa en la filosofía mental británica.
El primer sistema psicológico plenamente asociacionista fue el de David
Hartley (1705-1757), quien estableció las bases fisiológicas del principio de la aso-
ciación y lo extendió a la explicación de todos los procesos mentales. La psicología
asociacionista alcanzó su máxima expresión en el siglo XIX, gracias a John Stuart
Mill (1806-1873) y Alexander Bain (1818-1903), que corrigieron el intelectualismo
de sus antecesores y avanzaron la idea de una psicología científica, centrada en el
análisis de la mente en sus elementos más simples y en la formulación de las leyes
que regulaban su funcionamiento.
2.1. Precursores
Las bases del empirismo británico fueron puestas por Francis Bacon (1561-1626),
uno de los principales exponentes de la ciencia del Renacimiento, y por Thomas
Hobbes (1588-1679), un filósofo social cuya visión mecanicista del ser humano antici-
pó las teorías materialistas de los siglos siguientes.
Sir Francis Bacon (1561-1626), Barón de Verulam y Lord Canciller del Reino,
trató del conocimiento científico en sus dos libros más conocidos, el Avance del
Capítulo 2: Empirismo y Asociacionismo 49
El científico debía evitar esos errores a fin de que la observación de los hechos
naturales fuera lo ma" objetiva e imparcial posible.
dio mucha importancia al aprendizaje, sobre todo en las primeras fases de la infan-
cia. Locke falleció en el año 1704 a la edad de 72 años cuando estaba preparando la
quinta edición del Ensayo.
2.2.1. Influencias
La meta del Ensayo sobre la Naturaleza del Entendimiento era filosófica: deter-
minar cuáles eran las verdades que podíamos conocer con certeza. Dicho con sus
propias palabras, su intención era "investigar los orígenes, alcance y certidumbre
del entendimiento humano, junto con los fundamentos y grados de creencias, opi-
niones y asentimientos" (Locke, 1700/1980: 73-74). Pero esta tarea exigía como
requisito previo conocer cómo se formaban las ideas en la mente, y aquí entraba la
psicología.
Locke definió a las ideas en un sentido general, entendiendo por tales a todos
los contenidos que pasan por la mente cuando una persona está pensando, inclui-
Capítulo 2: Empirismo y Asociacionismo 53
«Supongamos, pues, que la mente sea, como se dice, un papel en blanco, limpio
de toda instrucción, sin ninguna idea. ¿Cómo llega entonces a tenerla? ¿De dónde se
hace la mente con esa prodigiosa cantidad que la imaginación limitada y activa del
hombre se ha grabado en ella, con una variedad casi infinita? ¿De dónde extrae todo
ese material de la razón y del conocimiento? A estas preguntas contesto con una sola
palabra: de la experiencia; he aquí el fundamento de todo nuestro saber, y de donde
en última instancia se deriva: "las observaciones que hacemos sobre los objetos sen-
sibles externos, o sobre las operaciones internas de nuestra mente, las cuales percibi-
mos, y sobre las que reflexionamos nosotros mismos, son lo que proveen a nuestro
entendimiento de todos los materiales del pensar". Estas son las dos fuentes de
conocimiento de donde parten todas las ideas que tenemos o que podamos tener de
manera natural» (Locke, 1700/1980: 164).
Las Ideas de Sensación eran las primeras en llegar a la mente a través de los
sentidos externos. Su característica principal era la de ser recibidas pasivamente
por el entendimiento: entraban sin que éste pudiera hacer nada por impedirlo, lo
mismo que la luz penetraba en el espejo. Además eran simples o, lo que es lo
mismo, no divisibles en partes. A esta categoría pertenecían las ideas de los colores,
olores, sabores y demás cualidades sensibles. Unas procedían de un solo sentido,
por ejemplo, la idea de un tono musical, mientras que otras como las de extensión,
figura, reposo o movimiento procedían conjuntamente de la visión y el tacto.
Las Ideas de Sensación eran la materia prima del conocimiento, el material a
partir del cual la mente elaboraba las ideas complejas de los modos, substancias y
relaciones utilizadas en filosofía. Pero no eran las únicas ideas simples, ya que ade-
más estaban las Ideas de Reflexión. La reflexión era la operación de la mente, en
cuanto contrapuesta a la operación de las sensaciones sobre la mente. Podíamos
considerarla como una especie de sentido interno que informaba a la mente de sus
distintas operaciones, tales como percibir, pensar, dudar, creer, razonar, conocer y
querer. Reflexionando sobre las sensaciones, el niño podía llegar a ideas muy sim-
ples sobre lo que significa "percibir", "pensar", "dudar", "creer", "razonar", etc.
La percepción representaba el nivel más elemental de reflexión y, por consi-
guiente, el comienzo del conocimiento. Si uno reflexiona sobre lo que oye o ve,
podrá llegar a conocer lo que esto significa. Después venía la memoria, o facultad
de conservar durante cierto tiempo las ideas simples recibidas a través de la sensa-
ción o reflexión. Aunque procedían de una especie de sentido interno, las Ideas de
Reflexión no eran innatas, ya que antes eran precisas las Ideas de Sensación y éstas
procedían de la experiencia externa.
Las actividad conjunta de la sensación y reflexión daba origen a las ideas com-
plejas del pensamiento.
«Hasta aquí hemos considerado aquellas ideas para cuya recepción la mente se
muestra solamente pasiva, que son aquellas ideas simples recibidas a partir de la sen-
sación y de la reflexión antes mencionadas, de manera que la mente no puede pro-
Capítulo 2: Empirismo y Asociacionismo 55
ducir por sí sola, ni tener ninguna idea que no dependa totalmente de ellas (... ) Al
igual que se observa que las ideas simples están unidas en diversas combinaciones, de
la misma manera la mente tiene el poder de considerar diversas ideas unidas como
una sola idea, y de esta manera no solamente cuando están unidas en los objetos
externos, sino cuando ella misma las ha unido. Así a las ideas formadas de varias
ideas simples unidas, las denomino ideas complejas, por ejemplo, a las ideas de belleza,
de gratitud, de hombre, un ejército o del universo. Y aunque éstas están formadas de
varias ideas simples, o de ideas complejas formadas por otras simples, sin embargo,
cuando la mente así lo desea, puede considerar a cada una por sí sola como una cosa
entera y significada por un nombre» (Locke, 1700/1980: 248-250).
«( ... )ideas que en sí mismo no tienen ningún parentesco llegan a quedar vincula-
das de tal manera en la mente de los hombres que resulta muy difícil separarlas: siem-
pre van juntas, y tan pronto como una de ellas entra en el entendimiento, aparece su
56 Parte!: Orígenes y antecedentes
asociada, y si por esta circunstancia son más de una las que se encuentran allí unidas,
todas las demás, que le son inseparables, se le juntan» (Locke, 1700/1980: 581 ).
Los miedos a la obscuridad tan comunes en los niños eran debidos a conexiones
asociativas de esta clase. Aunque la idea de un fantasma o demonio no tiene ningu-
na relación especial con la obscuridad, "es suficiente que una descuidada nodriza
inculque con frecuencia esas ideas en la mente de un niño, y las cultive allí, para
que el niño no pueda ya separarlas mientras viva: en adelante, la obscuridad siem-
pre traerá consigo aquellas ideas espantosas, y no podrá soportar más la una que la
otra" (Locke, 1700/1980: 584).
Entre los numerosos ejemplos presentados por Locke en favor de su teoría
figuran procesos que después serían estudiados por la psicología del aprendizaje.
Veamos, por ejemplo, el condicionamiento emocional:
Antes de pasar al estudio de las ideas complejas, Locke se ocupó de las causas que
producen las ideas simples, es decir, de los poderes que tienen los cuerpos para generar
ideas en la mente. Por ejemplo, una bola de nieve puede dar origen a las ideas de blan-
co, frío, redondo, etc. Influido por su amigo el físico R. Boyle (1627-1691), que proba-
blemente fue quien le dio a conocer esta doctrina común entre los científicos, Locke
llamó "cualidades" a esos poderes y las dividió en dos clases: primarias y secundarias.
Capítulo 2: Empirismo y Asociacionismo 57
Las Cualidades Primarias eran objetivas, es decir, propias de los cuerpos e inse-
parables de ellos, manteniéndose constantes. Las principales eran la solidez, figura,
extensión y movimiento.
Las Cualidades Secundarias no estaban en los cuerpos, al menos en cuanto tales,
y eran separables de ellos. Sólo existían en forma de poderes capaces de generar sen-
saciones a través de las cualidades primarias. Los colores, sonidos, olores, etc., depen-
dían de nuestra percepción, de modo que dejaban de existir cuando ésta no era posi-
ble. Así, por ejemplo, los colores no se ven en la obscuridad, los olores no existen
para una persona acatarrada, etc. Para demostrar que el rojo de una rosa no está en
la flor, sino en nosotros, Locke utilizó una experiencia de la vida cotidiana. Suponga-
mos que metemos la mano derecha en una palangana con agua caliente y la izquierda
en otra con agua fría. Supongamos que, a continuación, introducimos ambas manos
en agua templada. Una misma temperatura, la del agua tibia, producirá dos sensacio-
nes diferentes: sentiremos frío en la mano derecha y calor en la izquierda.
Ahora bien, las cualidades secundarias no eran totalmente subjetivas porque,
en último término, dependían de las primarias. Si los cuerpos carecieran de tales
poderes no serían posibles las sensaciones. De esta manera Locke pudo salvar la
correspondencia entre el conocimiento y la realidad. Las ideas de las cualidades
secundarias no tenían ningún parecido con los objetos reales pero eran producidas
por ellos; las ideas de las cualidades primarias, por su parte, guardaban una cierta
correspondencia con ellos.
esclarecimiento del origen y naturaleza de las ideas era condición previa para resol-
ver el problema filosófico de la validez y extensión del conocimiento.
Por último, su explicación de las ideas complejas en función de las ideas simples
de la sensación y reflexión contenía los gérmenes del atomismo de la escuela aso-
ciacionista. Tal y como ocurría en las ciencias físicas o químicas, la explicación psi-
cológica debía comenzar por los procesos más elementales de la sensación para
después abordar las experiencias más complejas. La psicología tenía ante sí la tarea
de descomponer a la experiencia en sus átomos o partículas elementales. En este
sentido, su Ensayo sobre el Conocimiento Humano (Locke, 1690), inauguró un
enfoque analítico que, llevado hasta sus últimas consecuencias por Hume, desem-
bocaría en el asociacionismo de Hartley, los Mill y Alexander Bain. Aunque no fue
asociacionista, Locke puso las bases de la asociación de ideas.
2.3.1. Inmaterialismo
Entre las cualidades de los cuerpos figuraba el espacio absoluto, que, como se
recordará, jugaba un papel fundamental en la física de Newton. En su Ensayo de
una Nueva Teoría de la Visión (1709/1980), Berkeley demostró que era imposible
una percepción directa del mismo porque la retina era bidimensional y no estaba
preparada para captar la tercera dimensión. La imagen retiniana de una farola de la
calle es prácticamente la misma que la de la luna situada a miles de kilómetros. Por
consiguiente, arguyó Berkeley, el espacio no podía ser una substancia real como
pretendía la ciencia materialista, dado que no podía ser percibido directamente.
Dejando a un lado esta cuestión filosófica, su explicación de cómo percibimos
la tercera dimensión tendría hondas repercusiones en la historia de la psicología.
Para Berkeley, la percepción del espacio dependía del aprendizaje y de la práctica.
La experiencia nos enseñaba a unir ciertas "ideas visibles" procedentes de la visión
con las "ideas tangibles" del tacto, y esta conexión era tan íntima que pasamos
directamente a las segundas sin caer en la cuenta de las primeras.
60 Parte 1: Orígenes y antecedentes
sos simbólicos del pensamiento. A diferencia de las impresiones, eran mucho más
débiles y borrosas.
Al igual que Locke, Hume distinguió entre Impresiones de Sensación e Impre-
siones de Reflexión, pero concibió a éstas últimas en términos diferentes. Las Im-
presiones de Reflexión no procedían del sentido interno, sino que eran evocadas por
otras ideas, las cuales, a su vez, remitían a las impresiones de sensación. Se trataba
de unas emociones o pasiones generadas por el retorno a la mente de las ideas
archivadas en la memoria. Veamos cómo explica Hume su naturaleza:
Como habrá podido observarse, su empirismo era más radical que el de Locke.
Hume prescindió de la reflexión y concibió a las impresiones de reflexión en fun-
ción de las impresiones de sensación, afirmando con ello el primado de los sentidos
externos. Es imposible conocer que el fuego quema o el agua humedece los cuerpos
si antes no lo hemos experimentado con nuestros sentidos. De ahí que, en opinión
de algunos (Hothersall, 1995), Hume substituyó el "dudo, luego existo" cartesiano
por el "siento, luego existo". Las impresiones sensoriales brindadas por los sentidos
externos eran el dato primario del conocimiento.
La Ley de Contigüidad establece que las impresiones que ocurren juntas en el espa-
cio o en el tiempo tienden a unirse en el pensamiento. Dicho con palabras de Hume:
«Es igualmente evidente que como los sentidos, al cambiar de objeto, están obli-
gados a hacerlo de un modo regular, tomando a los objetos tal como se hallan conti-
guos unos con otros, la imaginación debe adquirir, gracias a una larga costumbre, el
mismo método de pensamiento, recorriendo las distintas partes del espacio y el tiem-
po al concebir sus objetos» (Hume, 1739/1984: 99).
Por ejemplo, la mención del Río Sena o la Iglesia de St. Denis evoca la idea de
París.
Según la Ley de Causa y Efecto, cuando pensamos en el efecto tendemos a pen-
sar en la causa que lo produjo y, a la inversa, el pensamiento de la causa nos lleva al
del efecto. Por ejemplo, cuando vemos a la madre pensamos en el hijo y la idea del
hijo nos lleva a pensar en la madre.
Crítica de las Causas. Hume rechazó la relación causa-efecto porque, según él,
no podíamos tener una experiencia directa de ella. Cuando vemos que una bola de
billar golpea a otra y la pone en movimiento, decimos que es causa de ese movi-
miento. Pero en realidad no percibimos ninguna relación necesaria entre ambas. Lo
único que vemos es la conjunción de dos hechos, a saber, que el movimiento de la
primera bola va seguido por el de la segunda. Si observamos muchas conjunciones
y éstas son lo suficientemente regulares, entonces hablamos de "causas" porque la
repetición da origen a la "costumbre", y ésta, a su vez, a la "creencia" universal en
la causación; pero en realidad es una inferencia probable basada en la regularidad
de la experiencia y en el sentimiento de necesidad que experimentamos.
La asociación causa-efecto podía reducirse en último término a la semejanza y a
la contigüidad. Por ejemplo, cuando vemos una humareda negra en un edificio grita-
mos "fuego" aun cuando no veamos las llamas. Ello es debido a que el humo nos
lleva a pensar en otro humo semejante, acompañado de muchas llamas de fuego, que
experimentamos cuando presenciamos un incendio forestal. La visión del humo
evoca por semejanza el recuerdo de ese otro humo y éste suscita la idea del fuego
porque ambos se dieron juntos en el espacio y tiempo (contigüidad). En consecuen-
cia, la asociación causa-efecto era una combinación de semejanza y contigüidad.
Hume rechazó la noción de alma substancial por razones parecidas, dado que no
podía ser percibida directamente con los sentidos. Y la substituyó por un Yo Empíri-
co, constituido por todas las impresiones sensoriales e ideas experimentadas en el
curso de la experiencia y unidas entre sí gracias a la asociación.
Este escepticismo metafísico, junto con su énfasis en la experiencia sensible y
el mecanicismo del que hizo gala, convirtieron a Hume en el principal precursor de
la psicología conductista. Mientras que Locke, más conservador, no prescindió de la
mente, Hume puso las bases de una ciencia objetiva de la conducta sin conciencia
ni introspección. Y, de hecho, los psicólogos conductistas se consideraron herederos
de su obra.
Capítulo 2: Empirismo y Asociacionismo 65
oigo el nombre de una persona recuerdo su forma, figura, color, etc. Como ejemplos
de asociación sucesiva podíamos mencionar los recuerdos de sucesos tal y como se
desarrollaron en el tiempo, por ejemplo, el relato del testigo de un accidente.
La ley fundamental era en ambos casos la Contigüidad de las vibraciones ner-
viosas. Según dicha ley, las sensaciones que ocurren juntas en el tiempo o en el
espacio tienden a unirse en la mente. Dicho con términos de Hartley: "Cualquiera
de las sensaciones A,B, C, etc., cuando se asocian un número suficiente de veces,
adquiere tal poder sobre las ideas correspondientes a,b,c, etc., que cualquiera de las
sensaciones A, cuando es impresa sola, será capaz de excitar en la mente, b, e, etc, las
ideas del resto" (Hartley, 1749/1854: 41).
En las Asociaciones Sucesivas, las ideas seguían el mismo orden en el que se
habían producido los acontecimientos en la vida real. Tal y como escribió Hartley:
<<( ... ) hay que observar que el poder de suscitar ideas se ejerce únicamente con-
forme al orden en que se establece la asociación. Así, si las impresiones A, B, C
siguen siempre un orden alfabético, la sola impresión B no suscitará 'a', sino 'e'. Por
esto resulta fácil repetir frases familiares en el mismo orden en que ocurren siempre
y es imposible hacerlo prestamente en orden inverso>> (Hartley 1749/1854: 42).
<<Es evidente que la vibración A (... ) al intentar difundirse por aquellas partes de
la substancia medular que son afectadas primariamente por la vibración B, en alguna
medida modificará y cambiará a B, de modo que ésta se hará algo diferente a lo que
hubiera sido en el caso de ser impresa en solitario. Por las mismas razones la vibra-
ción A será un poco afectada, incluso en su sede primaria, por la tendencia de B a
difundirse por toda la substancia medular» (Hartley, 1749/1854: 43).
«Los dedos de los niños pequeños se doblan ante casi toda impresión en la palma
de la mano, ejecutando automáticamente el acto de coger. Después de ser repetidas
un número suficiente de veces, las vibraciones motoras que concurren en esta acción,
se generan las vibracioncillas y se asocian fuertemente con otras ( ... ) siendo las más
comunes las excitadas por la visión de un juguete favorito en su campo visual. Por lo
tanto y según la doctrina de la asociación, debería ejecutar y repetir la acción de
coger cuando el juguete aparezca ante su visión( ... ) Siguiendo el mismo razonamien-
to podemos ver cómo, después de una repetición suficiente de las asociaciones más
adecuadas, el sonido de las palabras coge, agarra fuerte, etc., la visión de la mano de
la niñera en estado de contracción, la idea de una mano y en particular la de la mano
del niño, en ese estado y en otras innumerables circunstancias (... )llevarán al niño a
coger, hasta que finalmente esa idea o estado mental que podemos llamar voluntad
de coger es generado y asociado suficientemente con la acción para producirla al ins-
tante. En consecuencia, en este caso es perfectamente voluntario; y, gracias a sus
innumerables repeticiones, este estado perfectamente voluntario llega a tener una
conexión con tantas sensaciones, ideas y movimientos diminutos que los seguirá de
la misma manera que originariamente los actos automáticos siguieron a las sensacio-
nes correspondientes» (Hartley, 1749/1854: 66).
notable en su tiempo. Hartley fue el primero en establecer una clara relación entre
la psicología y la neurofisiología. Entre otras aportaciones importantes figura la de
diferenciar a la asociación simultánea de la sucesiva, extender el principio de la aso-
ciación a los movimientos del cuerpo, y afirmar que las ideas tendían una tendencia
natural a transformarse en actos, una noción que sería utilizada para explicar los
fenómenos hipnóticos. Por todas estas razones, muchos autores le consideran como
el fundador de la escuela asociacionista británica.
cen directamente la realidad externa. Siendo así que es imposible que la humanidad
se equivoque en algo tan trascendental, la realidad del mundo externo era una ver-
dad evidente, intuitiva, que no necesitaba de ninguna prueba o demostración natu-
ral. Obedecía a los poderes innatos de la mente que, según Reid, estaba construida
de tal manera que era capaz de conocer los signos naturales de los objetos del
mundo externo. Por ejemplo, cuando veo una casa blanca, estoy seguro de que exis-
te fuera de mi porque mi sensación del color blanco tiene que tener una causa en
virtud del principio de causalidad, un principio innato presente en mi mente.
Por tanto, una cosa era la impresión sensorial y otra distinta la percepción del
objeto. Cuando huelo una rosa, experimento una impresión sensorial, un olor dis-
tinto al de un clavel; pero además afirmo que fuera ele mi mente hay un objeto, la
rosa, que es la causante de ese olor. Mientras que el olor es una sensación subjeti-
va, la idea del objeto rosa es una percepción objetiva. La sensación olfativa de la
rosa, considerada en sí misma, no presupone ningún objeto. En cambio, la per-
cepción de la rosa afirma que fuera ele nosotros hay algo que responde a ese
nombre. La percepción se refiere a los objetos reales, no a las imágenes o repre-
sentaciones mentales ele Locke y demás empiristas, y brinda un conocimiento ver-
dadero ele ese objeto. En suma, aunque las sensaciones son la materia prima del
conocimiento, ellas contienen unos signos que nos llevan al conocimiento directo
de los objetos.
Las Facultades Mentales coincidían con los poderes innatos, aunque eran más
complejas y funcionaban conjuntamente, de modo que el ejercicio de una afectaba
a las demás. Así, por ejemplo, el estado emocional podía influir en el pensamiento
o viceversa, por lo que la división era un tanto artificial. En el Cuadro 2.1 ofrece-
mos una lista de las facultades basada en la estimación de Brooks (1976), aunque
Reíd no fue tan claro en sus exposiciones.
La doctrina de las facultades fue criticada por confundir la descripción con la
explicación, convirtiendo en causa a lo que no era más que un término descriptivo.
Decir que una persona es agresiva es lo mismo que afirmar que comete muchos
actos agresivos a lo largo del día. La inferencia de una facultad debería ser demos-
trada con pruebas independientes, pues de lo contrario se cometería un círculo
vicioso del tipo "hay una facultad de agresión porque abundan las conductas agresi-
vas y las conductas agresivas abundan porque hay una facultad de agresión". Esta
segunda afirmación no añade nada nuevo a nuestra comprensión de las conductas
agresivas.
A pesar de estas críticas, la teoría tuvo mucho éxito en los Estados Unidos, con-
virtiéndose en la psicología oficial de las Universidades de ese país durante la
mayor parte del siglo xrx. Probablemente su valor principal residía en su énfasis en
Capítulo 2: Empirismo y Asociacionismo 71
INTELECTUALES ACTIVAS
abstracción actividad
aprehensión, simple afección
combinación amistad
conciencia amor entre sexos
generalización atención
gusto, buen bien general para nosotros
gusto, sentido del conocimiento,deseo de
juicio deliberación
invención descanso
memoria emulación
oído espíritu comunitario
oído musical
estima, deseo de
olfato
estima del bien y sabiduría
percepción
gratitud
razonamiento
hambre
reflexión
sentimiento imitación, facultad de
sugestión moralidad, facultad moral
visión piedad y compasión
placer sexual
poder, deseo de
resentimiento animal
resentimiento racional
resolución
sed
la dinámica mental. Las facultades eran principios activos que operaban desde den-
tro de el organismo y le llevaban hacia sus propias metas, independientemente de
los estímulos externos.
Esta psicología fue popularizada por Dugald Stewart (1753-1828), discípulo de
Reid y profesor de la Universidad de Edimburgo. Sus libros Elementos de Filosofía
de la Mente Humana (Stewart, 1792-1827) y Filosofía de los Poderes Morales y Acti-
vos del Hombre (Stewart, 1828) aportaron pocas ideas originales pero ejercieron
una gran influencia y fueron fuente de inspiración para la frenología, una disciplina
que pretendía localizar las funciones mentales en las distintas zonas del cerebro.
Como veremos el capítulo siguiente, los frenólogos adoptaron la psicología de las
facultades en su intento de hacer una ciencia objetiva de la mente humana.
Th. Brown y las Leyes de Asociación. Thomas Brown (1778-1820) intentó tender
un puente entre la Escuela Escocesa y la Filosofía asociacionista. Médico de carrera,
72 Parte !: Orígenes y antecedentes
1) Duración. Los objetos permanentes se evocan más fácilmente que los transi-
torios. Por ejemplo, es más fácil pensar en el perro al que vemos todos los
días en casa que en otro con el que tropezamos en la calle una sola vez.
2) Viveza o Intensidad. Las experiencias que suscitan emociones fuertes de ale-
gría o tristeza permanecen imborrables en la mente, mientras que las anodi-
nas se desvanecen enseguida. Así, por ejemplo, difícilmente olvidaremos un
accidente en el que estuvimos a punto de perder la vida.
3) Frecuencia. Las asociaciones repetidas muchas veces se recuerdan mejor que
las poco ejercitadas.
4) Recencia. Las experiencias recientes se recuerdan mejor que las distantes en el
tiempo. Repetimos fácilmente la frase que acabamos de leer y, sin embargo, no
podemos hacerlo al cabo de varios minutos. Brown reconoció una excepción a
esta ley: los recuerdos de la infancia se mantenían vivos con el paso de los años,
incluso en la vejez.
Capítulo 2: Empirismo y Asociacionismo 73
5) Singularidad. Las experiencias que solo ocurren una vez en la vida quedan
grabadas con más fuerza que las repetidas varias veces. Por ejemplo, un estu-
diante que haya tenido un solo suspenso en toda la carrera jamás olvidará el
nombre de la asignatura. Por esta razón, los estados mentales sucesivos se
asocian más firmemente cuando uno de ellos rompe la monotonía debido a
su singularidad.
6) Constitución Mental y Temperamento Corpóreo. Las asociaciones dependían
también de las diferencias individuales. Las personas con talento musical
recuerdan mejor las canciones; las que tienen un temperamento alegre aso-
cian de modo distinto a como lo hacen las irascibles, etc.
7) Congruencia Emocional. Los sentimientos transitorios también jugaban un
papel en la evocación de las asociaciones. Así, por ejemplo, una persona opti-
mista puede tener momentos de desánimo y recordar cosas tristes cuando se
halla bajo su influencia pasajera.
8) Estado de Salud. La marcha de las cadenas asociativas podía depender tam-
bién de los estados corpóreos. Así, el alcohol genera estados de confusión
mental, la fiebre estados delirantes, pensamos de modo muy distinto cuando
estamos sanos o cuando nos encontramos enfermos, etc.
9) Tendencias Implantadas por el Hábito. Las disposiciones generadas por los
hábitos de trabajo imprimían una dirección especial al pensamiento. Por
ejemplo, un mismo puente suscita ideas distintas en un ingeniero y en un eco-
nomista. Mientras que el primero pensará en sus características estructurales,
el segundo se fijará en sus beneficios para el comercio.
James Mili (1773-1836) fue de los líderes del utilitarismo, un movimiento políti-
co y social fundado por Jeremy Bentham (1748-1832). Para los utilitaristas el móvil
principal ele las personas era obtener el máximo placer y evitar el dolor, y las insti-
74 Parte 1: Orígenes y antecedentes
tuciones políticas debían tener en cuenta esta realidad, tratando de buscar el mayor
bienestar para el mayor número de individuos.
James Mill estudió en la Universidad de Edimburgo y en 1802 se trasladó a
Londres, donde trabajó en varias revistas y conoció Bentham, con quien colaboró
estrechamente. Mill escribió una Historia de la India (Mill, 1817) que le brindó
fama y consiguió un cargo importante en la Compañía de las Indias Orientales a
pesar de sus críticas a los abusos de la administración colonial. Después publicó
los Elementos de Economía Política (1826) y el Análisis de los Fenómenos de la
Mente Humana (Mill, 1829/1967), libro este último en el que ofreció una versión
del asociacionismo que ha recibido el nombre de "mecánica mental". Mill imaginó
a la mente como un mecanismo perfecto, cuyos engranajes eran las sensaciones e
ideas simples, que seguía un curso invariable regulado por las leyes de la asocia-
ción.
La única ley fundamental era la contigüidad, dado que la semejanza era un caso
especial de ella. Las cosas nos parecen semejantes no porque tengan un parecido
externo, sino porque las hemos visto juntas en la experiencia. Las ideas complejas
se formaban por simple suma o yuxtaposición de las impresiones que habían llega-
do juntas a la mente por vía de los sentidos. La idea de casa, por ejemplo, era la
suma de las ideas de ladrillos, vigas, puertas, ventanas, cemento, etc., tal y como
aparecían unidos en el mundo físico.
Mill explicó los cambios de fuerza de las asociaciones con las leyes de la fre-
cuencia y la viveza. Cuando más veces se presenten juntas dos sensaciones, y lo
hagan con más intensidad, tanto más fuerte será el vínculo de unión entre ellas. Por
ejemplo, si las primeras rosas vistas por un niño tienen un olor muy fuerte, enton-
ces se fortalecerá la asociación entre el olor y la visión. Por el contrario, si el olor es
débil, la asociación será menos fuerte.
James Mili participó activamente en la política, defendiendo el gobierno repre-
sentativo, el sufragio universal, y otras medidas que en su tiempo fueron considera-
das como radicales. Convencido del poder de la educación para formar ciudadanos
conscientes de sus obligaciones y capaces de ejercer responsablemente su derecho
al voto, defendió la reforma educativa. Esto era importante para al sufragio univer-
sal, sobre todo después de los excesos de la Revolución Francesa, los cuales sirvie-
ron de pretexto a los defensores de las posiciones conservadoras. Con vistas a
demostrar la importancia del aprendizaje, James Mili tomó a su cargo la educación
de su hijo, la cual fue diseñada por el mismo Bentham.
John S. Mill (1806-1873) fue una de las personas más inteligentes de las que se
tiene constancia en la historia del pensamiento. Según refiere en su autobiografía
(Mill,1873/1986), a los tres años sabía leer y a los ocho entendía a los clásicos en su
lengua original, incluidos Herodoto y algunos diálogos de Platón. Cuando tenía
once años ayudó a su padre en la redacción de su Historia de la India y después,
con solo dieciséis años, fue el principal crítico de su Análisis de los Fenómenos de la
Capítulo 2: Empirismo y Asociacionismo 75
Mill se abrió a una visión del ser humano más próxima a la de los románticos:
«Por primera vez di su lugar apropiado. como una de las primeras necesidades
del bienestar humano, al cultivo interno del individuo. Cesé ele dar importancia casi
exclusiva a la ordenación de las circunstancias externas y a la preparación del ser
humano para la especulación y la acción>> (Mil!, 1873/1986: 149).
Esta combinación ele los ideales utilitaristas con la idea romántica de la natura-
leza humana como sede de la autonomía y el crecimiento personal, sería una de las
características distintivas ele su pensamiento ético.
En 1843, J. S. Mill publicó su primer libro importante, el Sistema de Lógica
(1843/1913), en el que examinó los fundamentos lógicos de la ciencia y propuso los
principales los métodos para establecer leyes o inferencias válidas sobre los fenó-
menos naturales.
más las patas, madera, etc. Era algo nuevo creado por la mente a partir de esas ideas
simples.
La tarea de la Psicología consistía en la predicción y el control de los procesos
mentales, para lo cual había que predecir las propiedades de las ideas complejas.
Esto era difícil, dada la existencia de síntesis creadoras, y exigía muchas investiga-
ciones experimentales con un control riguroso de las variables.
Aprendizaje por Ensayo y Error. Bain explicó los actos voluntarios con una teo-
ría del aprendizaje que se anticipó a la de Thorndike (1898). Como dijimos ante-
riormente, los actos voluntarios eran los que estaban bajo el control de una sensa-
ción o idea. Por ejemplo, los movimientos de masticación cuando tenemos el pan
en la boca eran elicitados, según Bain, por sensaciones gustativas. La unión entre
ambos no era innata sino aprendida. Era resultado de un proceso selectivo gober-
nado por el placer y consolidado por la repetición.
De acuerdo con los utilitaristas, Bain creía que la conducta estaba gobernada
por la tendencia a buscar el placer y evitar el dolor. Toda situación desagradable,
por ejemplo, un pinchazo de alfiler, provoca en el niño una serie de movimientos
aleatorios para acabar con ese estado. Los sentimientos de dolor inician actos ten-
dentes a eliminarlos y los placenteros actos tendentes a mantenerlos. Si uno de esos
actos tiene éxito, y la experiencia se repite varias veces, entonces será ejecutado por
el niño cuando tenga esos sentimientos. Supongamos que siente frío y comienza a
llorar sin conseguir nada. El dolor activará los centros espontáneos y realizará
movimientos de manos, pies, etc. Si uno de ellos le pone en contacto con la niñera
que está situada detrás de él, entonces sentirá calor y esta sensación de placer se
convertirá en el estímulo que mantenga ese movimiento. El niño lo preferirá a los
demás y su conducta será controlada por ese sentimiento. Siempre que tenga frío,
recordará el calor que le brindó la niñera y ese recuerdo elicitará los movimientos
Capítulo 2: Empirismo y Asociacionismo 79
Sin embargo, la teoría de Bain se vio muy pronto desbordada por el evolucionis-
mo de Darwin, cuyo Origen de las Especies apareció al mismo tiempo que las Emo-
ciones y la Voluntad (1859). A pesar de sus esfuerzos por adaptarse a los nuevos
tiempos, Bain fue visto como el representante de la vieja filosofía mental. Por otra
parte, los primeros psicólogos experimentales británicos le vieron con malos ojos
debido a sus prejuicios anti-asociacionistas y a la influencia del idealismo alemán.
Muy distinta fue la reacción de los norteamericanos, y en particular la de William
James (1842-1910), el padre de la psicología norteamericana, quien alabó su énfasis
la unidad y actividad del organismo. Bain fue uno de los primeros en señalar las
conexiones entre el pensamiento y la acción, una idea que inspiraría su teoría de la
acción ideomotora y, más en general, la filosofía pragmatista norteamericana, como
tendremos ocasión de comprobar en el último capítulo de este volumen.
CAPÍTUL03
DE LA FISIOLOGÍA EXPERIMENTAL
A LA PSICOFÍSICA
Sin temor a exagerar, podría decirse que el siglo XIX fue el siglo de la fisiología
experimental. Establecida como disciplina independiente en el año 1833 por Johan-
nes Müller (1801-1858), fundador del primer laboratorio en la Universidad deBer-
lín, la fisiología realizó grandes progresos en el conocimiento del sistema nervioso,
pasando en muy poco tiempo de la doctrina galénica de los espíritus animales a la
teoría sináptica de las neuronas.
A comienzos de siglo, el escocés Sir Charles Bell (1774-1842) y el francés F.
Magendie (1783-1855) descubrieron los nervios sensoriales y motóricos, poniendo
fin a la idea de que las vías nerviosas eran los transmisores indiferenciados de la sen-
sación y del movimiento. Con ello prepararon el camino a la noción del arco reflejo
que sería delineada pocos años después por el escocés Marshall Hall (1790-1857).
En 1841, el italiano C. Matteuci (1811-1868) descubrió que los músculos de los
animales eran portadores de corrientes eléctricas y, poco después, el alemán E. Du
Bois-Reymond (1818-1896) realizó las investigaciones sobre la polarización de los
tejidos nerviosos que pusieron las bases de la moderna teoría bioeléctrica de la con-
ducción nerviosa.
La ciencia del cerebro también experimentó una rápida transformación. Los
fisiólogos delinearon con exactitud el mapa de los hemisferios tal y como lo conoce-
mos hoy, y además, descubrieron los centros cerebrales del lenguaje y de las princi-
pales funciones sensoriales, confirmando la vieja idea de que el cerebro era el órga-
no de la mente.
Sin embargo, los progresos que más afectaron a la psicología fueron los realiza-
dos en el campo de la fisiología sensorial. Los estudios de H. von Helmholtz (1821-
1894) sobre el ojo y el oído, así como los de E. Weber (1795-1878) sobre el sentido
82 Parte l: Orígenes y antecedentes
del tacto, arrojaron nueva luz sobre los procesos de la sensación y percepción, los
cuales constituían la vía por la que entraban las ideas en la mente, tal y como supo-
nían los empiristas.
El auge de la fisiología experimental aceleró la crisis de los sistemas idealistas.
La ciencia parecía más útil que la metafísica a la hora de explicar los mecanismos y
procesos de la mente humana. Tras la revolución del año 1848 y coincidiendo con el
nacimiento de la moderna sociedad industrial, surgió en Alemania un materialismo
popular que se apoyó en la fisiología para negar la espiritualidad del alma y reducir
la actividad mental a simples procesos del cerebro. Médicos como J. Moleschott
(1822-1893), L. Büchner (1824-1899) o Karl Vogt (1817-1895) afirmaron que la
mente era una ola en el océano del movimiento eterno de la materia, y el pensa-
miento un eslabón más de la cadena de procesos vitales.
Estas ideas, atacadas por los médicos partidarios del alma, dieron origen en
Alemania a una polémica que alcanzó su punto álgido tras la publicación de los
libros La Circulación de la Vida (Moleschott, 1852/1881) y Fuerza y Materia (Büch-
ner, 1855/1878), en los que sus autores llegaron a decir que el pensamiento era una
secreción del cerebro similar a la del estómago u otros órganos corpóreos. Aunque
este materialismo un tanto simplista no fue bien visto en los círculos médicos, sin
embargo, la opinión general fue contraria al idealismo y favorable a la ciencia
mecanicista.
Las facultades de medicina alemanas se convirtieron en centros de investiga-
ción a los que acudían muchos jóvenes con la esperanza de que la ciencia les ayuda-
ría a resolver los problemas últimos de la vida que tanto les inquietaban. Esto hizo
que los fundadores de la psicología fueran médicos y la nueva disciplina fuera lla-
mada "fisiológica" por utilizar el método experimental de J:, fisiología. Pero una
cosa era la psicología y otra muy distinta la fisiología, qn.: sólo se ocupaba de los
procesos corpóreos. El análisis de la mente pertenecía a la filosofía, que en aquellos
momentos atravesaba una profunda crisis tras la caída de los sistemas idealistas ale-
manes y el auge del positivismo científico.
Serían dos médicos, Gustav Fechner (1801-1887) y Wilhelm Wundt (1832-1920),
quienes intentarían tender un puente entre la ciencia natural y la filosofía. Ambos
reunían la doble condición de científico y filósofo: Fechner era un físico convencido
de la naturaleza espiritual del universo y Wundt un fisiólogo que consiguió una
cátedra de filosofía después de una dilatada carrera en el campo de la fisiología
sensorial. Fechner ideó una nueva ciencia, la ?sicofísica, dedicada al estudio de las
relaciones entre la mente y el cuerpo con el método experimental. Ella sería el pre-
cedente más inmediato de la psicología experimental. En este capítulo repasaremos
los principales avances de la fisiología experimental y concluiremos con la psicofísica
de Fechner, dejando el análisis de la obra de Wundt para el siguiente capítulo.
Hasta bien entrado el siglo XVIII prevaleció la idea de que los nervios eran
unos tubos huecos por los que circulaban los poderes de la sensación y el moví-
Capitulo 3: De la fisiología experimental a la psicofísica 83
tir de ese momento, su estrella comenzó a declinar, siendo muy pocos los que recor-
daban su nombre cuando falleció en el año 1828.
3) Craneometría. Gall creía que el perfil del cráneo reflejaba fielmente los abul-
tamientos y hundimientos del cerebro y por esta razón afirmó que la Craneoscopia,
o medida de las dimensiones de la cabeza, era la mejor vía para el estudio objetivo
de las facultades mentales. Una frente abultada era signo de gran inteligencia,
mientras que un bulto en el cogote revelaba una gran tendencia a enamorarse. Los
ladrones tenían abultada el área del órgano de la posesión, situado en el centro de
la cabeza, mientras que los dilapidadores de fortunas la tenían hundida.
prácticas. Por otra parte, los consultorios frenológicos fueron un anticipo de los
modernos gabinetes psicométricos.
Centros del Lenguaje. Paul Broca (1824-1880) era un joven cirujano del Hospi-
tal Bicetre de París que se interesó por la antropología después de comprobar las
enormes diferencias entre los esqueletos y cráneos de las distintas personas.
En la reunión de la Sociedad Antropológica de París celebrada el 4 de abril de
1861, el Dr. Aubertin (1825-1893) apoyó las tesis de Gall de que la memoria verbal
estaba situada en el lóbulo frontal del hemisferio izquierdo. Aubertin presentó la
historia de un soldado con una herida de bala en la frente que era incapaz de hablar
cuando se ejercía presión sobre la parte lesionada del cráneo. Una semana después,
90 Parte 1: Orígenes y antecedentes
le fue remitido a Broca un paciente con una infección gangrenosa en una pierna
que hablaba con suma dificultad, a pesar de tener intactos los órganos externos de
la garganta, laringe y lengua. En condiciones ordinarias sólo podía decir la palabra
"Tan" por lo que era conocido con ese apodo en el Hospital, en el que llevaba
ingresado muchos años. El Sr. "Tan" murió pocos días después de la operación y en
la autopsia se encontró un tumor del tamaño de una nuez en el lóbulo frontal del
hemisferio izquierdo, en una zona muy próxima a la memoria verbal de Gall. Al
parecer, esa lesión era la causa de sus dificultades para hablar.
Tras estudiar otros casos similares, Broca llegó a la conclusión de que esa per-
turbación, a la que denominó afasia, era debida a trastornos en el tercio posterior
de la tercera circunvolución frontal del hemisferio izquierdo. Los centros del len-
guaje tenían una localización precisa en las proximidades del córtex motor respon-
sable de los movimientos de la lengua.
Posteriormente, en 1874, Carl Wernicke (1848-1905) distinguió dos clases de
afasia, la motora y la sensorial. La primera ocurría en pacientes como los de Broca
con lesiones en los centros motóricos del lenguaje. La segunda, la afasia sensorial,
se presentaba en personas que eran incapaces de comprender el lenguaje hablado
debido a una perturbación de la memoria auditiva a consecuencia de una lesión en
el lóbulo temporal. Esta área, conocida con el nombre de área de Wernicke, vino a
sumarse al área de Broca.
A comienzos del siglo xvn se suscitó el interés por el sentido de la visión a raíz
de la publicación de la Óptica (1704/1947) de Isaac Newton (1642-1727), pero toda-
Capítulo 3: De la fisiología experimental a la psicofísica 91
vía pasaría algún tiempo hasta que fueron conocidos los mecanismos del sistema
visual. Coincidiendo casi con el nacimiento del siglo XIX, el inglés Thomas Young
(1773-1829) propuso una teoría de la visión del color en función de tres receptores
para los colores básicos del rojo, verde y azul-violeta. Poco después, el fisiólogo
checo J. Purkinje (1787 -1869) describió el fenómeno que lleva su nombre y que
todo el mundo puede observar al atardecer con el declinar de la luz solar. Los tonos
amarillos y rojos se ven más oscuros y menos brillantes que los azules o violetas, los
cuales permanecen más tiempo en la visión debido al cambio operado en el sistema
visual cuando dejan de funcionar los receptores de la visión diurna y se activan los
de la visión nocturna (Purkinje, 1819, 1825).
Johannes Müller puso las bases de la moderna teoría de la percepción con su
doctrina de las energías específicas de los nervios. Influido por Kant, insistió en que
la percepción no es una copia exacta de los objetos del mundo externo, ya que los
sentidos solo nos brindan información de las propiedades de nuestros nervios. Apo-
yándose en estas ideas, Helmholtz propuso una teoría psicológica de la percepción
en su 6ptica Fisiológica (Helmholtz, 1856-1866) y después en la Teoría de la Sensa-
ción del Tono (Helmholtz, 1863). La percepción era un proceso complejo de cons-
trucción de la realidad en el que jugaba un papel importante el aprendizaje y la
experiencia.
El sentido del tacto era el menos conocido de todos los sistemas sensoriales.
Investigado por E. Heinrich (1795-1878), profesor de fisiología de la Universidad
de Leipzig, tuvo en Ernst H. Weber (1795-1878) a su más insigne tratadista. Weber
diferenció los sentidos de la presión, temperatura y localización y midió los
umbrales con técnicas experimentales que prepararon el camino a la psicofísica de
Fechner.
Tras una corta estancia en Bonn, en 1858 fue llamado a Heidelberg, donde
fundó un Instituto de Fisiología en el que tuvo como ayudante a Wilhelm Wundt, el
fundador de la Psicología. En 1863 presentó los resultados de sus investigaciones
sobre el oído en el libro Sensaciones del Tono (Helmholtz, 1863). Además estudió
las post-imágenes visuales, la ceguera al color, los movimientos del ojo, etc., y reali-
zó otras contribuciones importantes en los campos de la hidrodinámica y electrodi-
námica.
En 1871 vio cumplida la ilusión de su vida al acceder a la cátedra de física de
Berlín. Allí fundó el Instituto Técnico de Charlottemburg y ayudó a su discípulo
Heinrich Hertz (1857-1894) a descubrir las ondas electromagnéticas que llevan su
nombre. Además publicó unos trabajos sobre los axiomas geométricos en los que
demostró que éstos podían ser derivados de la experiencia sin recurrir a ideas o
principios innatos (Helmholtz, 1876,1878). En 1893 asistió a la Exposición Uni-
versal de Chicago en calidad de delegado del gobierno de su país. Durante el
viaje de regreso a Alemania sufrió una caída en el barco que afectó seriamente a
su salud, falleciendo en septiembre de 1894 a consecuencia de una hemorragia
cerebral.
Velocidad del Impulso Nervioso. Müller creía que la velocidad de los mensajes
nerviosos se aproximaba al infinito debido a su íntima relación con la fuerza vital.
Helmholtz demostró que esto era imposible en unos experimentos en los que midió
los tiempos de reacción a la estimulación de distintas partes del cuerpo (Helmholtz,
1850a, 1850b). Primero aisló la fibra nerviosa que iba al músculo de la pata de una
rana y, a continuación, la estimuló eléctricamente en distintos puntos para ver los
cambios en el tiempo de respuesta. Los tiempos variaban en función de la distancia
que debía atravesar el impulso nervioso, siendo más largos cuanto más lejos fuera
aplicado el estímulo. Conociendo el tiempo y la distancia recorrida por el impulso
Capítulo 3: De la fisiología experimental a la psicofísica 93
nervioso era fácil calcular su velocidad, la cual osciló entre unos márgenes de 25 y 43
metros por segundo.
Empleando un método parecido al anterior llegó a la conclusión que en los
humanos la velocidad de transmisión era más alta y variable, oscilando entre 50 y
100 metros por segundo. Los sujetos tenían que pulsar un botón con la mano des-
pués de sentir la estimulación aplicada en distintos puntos de la pierna. Como es
natural, las reacciones eran más lentas cuando era estimulado el pie que cuando
el estímulo incidía en la ingle, debido a la mayor distancia que debía atravesar el
impulso. Los resultados fueron muy variables y por esta razón Helmholtz inte-
rrumpió los experimentos y concentró sus esfuerzos en el estudio de la visión y el
oído. Pero el método de los tiempos de reacción sería utilizado después por el
holandés Donders (1818-1889) para calcular la velocidad de los procesos menta-
les y en este sentido sus estudios constituyeron un precedente de la cronometría
mental.
Para calcular el tiempo de un proceso parcial no había más que restar los tiem-
pos de las distintas reacciones. Así la sustracción "Reacción C- Reacción A" (tiem-
po de elección simple menos tiempo de reacción simple) brindaba el tiempo reque-
rido para discriminar. Si al tiempo de elección múltiple se le quita el tiempo de
elección simple (Reacción B - Reacción C) se obtiene el tiempo preciso para tomar
una decisión, etc. Este procedimiento sería utilizado por Wundt para medir la velo-
cidad de los procesos aperceptivos y de los actos impulsivos más simples, como ten-
dremos ocasión de comprobar en el capítulo siguiente.
La psicofísica era una disciplina científica que estudiaba las relaciones cuantita-
tivas entre los procesos mentales y los corpóreos. Definida por Gustav T. Fechner
(1801-1887) en el libro Elementos de Psicofísica (1860), constituye la antesala de la
psicología experimental. Fechner propuso una ecuación matemática, -la fórmula
psicofísica fundamental-, que establecía la relación entre la sensación y el estímulo
físico que la producía. En la elaboración de la misma tomó como punto de partida
Capítulo 3: De la fisiología experimental a la psicofísica 97
los hechos observados por el fisiólogo Ernst H.Weber (1795-1878) en sus investiga-
ciones sobre los umbrales sensoriales del sentido del tacto.
Umbrales del Sentido del Tacto. En sus estudios sobre la localización táctil,
Weber utilizó el "test del compás" con vistas a establecer las diferencias mínimas
que podían ser percibidas en las distintas regiones de la piel. El test consistía en
pinchar la piel con un compás, variando la distancia entre las puntas. Si ésta era
muy pequeña solo se percibía un pinchazo y si era muy grande dos. El umbral dife-
rencial era la distancia mínima requerida para sentir dos puntos o, mejor, el límite
entre la sensación de un pinchazo y la de dos.
Weber descubrió que la sensibilidad variaba en las distintas partes del cuerpo,
siendo máxima en la boca y yemas de los dedos, y mínima en la espalda. Por ejem-
plo, la sensibilidad de los dedos era treinta veces superior a la del brazo. Las dife-
rencias eran debidas a la distinta concentración de fibras nerviosas, de modo que
cuanto mayor fuera su número por unidad de superficie, habría más probabilidad
producir dos sensaciones en lugar de una, al estimular dos fibras distintas. Esta
explicación, conocida con el nombre de "círculos sensoriales", tuvo poco éxito,
pero los experimentos de Weber abrieron el camino al estudio experimental de un
proceso psicológico tan importante como la discriminación de diferencias entre
sensaciOnes.
Los sujetos debían comparar dos pesos e indicar cuál era mayor en dos condiciones
experimentales:
La tensión generada por esta escisión fue probablemente la causa de una grave
enfermedad que le convirtió en un inválido cuando apenas contaba cuarenta años
de edad. Fechner intentó solucionar su conflicto con una nueva disciplina científica,
la psicofísica, que expresaba con una ecuación matemática la íntima unión entre el
mundo psíquico y el mundo físico. De esta manera dio satisfacción a su espíritu sin
traicionar a la ciencia.
Contexto Intelectual. El mundo alemán de comienzos del siglo XIX estuvo domi-
nado por la "filosofía de la naturaleza", un movimiento idealista que capitalizó la
reacción contra las interpretaciones materialistas de la historia y de la vida social.
Su fundador, el filósofo F. G. Schelling (1775-1854), concibió a la naturaleza como
un organismo gigantesco en continua evolución, cuyos miembros participaban de la
perfección del espíritu absoluto universal. Todos los seres, desde la hormiga más
pequeña hasta el ángel más sublime, estaban animados por un alma universal que
en la vida del espíritu se manifestaba como un yo consciente. Las conciencias indi-
viduales eran emanaciones de una conciencia cósmica y volvían a ella al término de
su vida terrena.
Estas construcciones fantásticas pretendían llenar el vacío dejado por la ciencia
materialista, incapaz de dar una respuesta satisfactoria a los interrogantes últimos
de la existencia.
Pero su misticismo chocaba con el objetivismo científico, que no reconocía más
argumentos que la observación y el experimento. Este contraste daría origen a unas
discusiones sobre la naturaleza de la mente que alcanzaron su punto álgido a
mediados de siglo.
En su libro sobre La Circulación de la Vida (1852/1881), Moleschott relacionó a
la vida mental con la calidad de los alimentos. Los pensamientos eran más elevados
y las acciones más nobles cuanto mejores fueran los materiales que llegaban al
cerebro después de la asimilación. Esto suscitó una serie de réplicas por parte de
los fisiólogos partidarios de la espiritualidad del alma, como veremos en el capítulo
siguiente.
Fechner señaló el contraste entre ambas cosmovisiones, que llamó Visión de la
Noche y Visión del Día (Fechner, 1879). Para la ciencia materialista, el mundo era
un mecanismo inerte gobernado por leyes inmutables y la conciencia un producto
secundario de la actividad cerebral. Para la filosofía de la naturaleza, heredera de
Leibniz y de una interpretación romántica de Kant, la conciencia era la propiedad
fundamental de un universo vivo en el que se manifestaba el alma del mundo.
Como es natural, las preferencias de Fechner se decantaban por esta visión espiri-
tual del universo.
Teoría del Doble Aspecto. Fechner creía en la identidad entre el mundo material
y el espiritual. Aunque algunos (Woodward, 1972) opinan que se mantuvo en un
plano estrictamente científico sin entrar en la metafísica, sus escritos revelan una
clara simpatía por la visión idealista del mundo. El alma y el cuerpo eran dos aspec-
100 Parte 1: Orígenes y antecedentes
tos de una realidad que, vista desde fuera, se mostraba como material, y vista desde
dentro aparecía como mental. Fechner tomó este principio de B. Spinoza (1632-
1677), para quien el cuerpo y la mente eran dos aspectos de una misma substancia
que se presentaba como mente bajo el atributo de pensamiento y como cuerpo bajo
el atributo de extensión.
En la introducción a Elementos de Psicofísica (Fechner, 1860) indicó que la
relación mente -cuerpo era difícil de estudiar porque psicológicamente resultaba
imposible adoptar dos perspectivas diferentes a un mismo tiempo. Supongamos,
por ejemplo, un círculo. Si nos metemos en él, lo veremos como una superficie
cóncava; pero si salimos fuera lo veremos como convexo. Ambas visiones son
incompatibles porque la una oculta a la otra. Lo mismo ocurre con el ser humano,
que se presenta como mental al sentido interno y como corpóreo a los sentidos
externos.
En los primeros momentos, Fechner no se atrevió a defender abiertamente la
tesis de la identidad entre el mundo físico y el espiritual, probablemente por temor
a las críticas, y por eso lo hizo con el pseudónimo de Dr. Mises.
No están claras las intenciones de Fechner al escribir estas obras. Para unos
autores representaban una velada crítica a las especulaciones de los idealistas,
mientras que para otros eran un intento de ver las posibilidades reales de los argu-
mentos utilizados por los filósofos. Woodward (1972), por ejemplo, ha señalado la
importancia del razonamiento de analogía en su psicofísica, cuya ecuación funda-
mental establece que la relación mente-cuerpo es análoga a la del logaritmo con el
número. Pero sea lo que fuere, parece evidente que los escritos del Dr. Mises die-
ron expresión a sus inquietudes filosóficas, estéticas y poéticas, las cuales represen-
taban a los aspectos más subjetivos y profundos de su personalidad.
Viendo que la medicina no le gustaba, Fechner orientó sus pasos hacia la física,
disciplina que estudió por su cuenta. En 1824 comenzó su docencia en la Universi-
dad de Leipzig y unos años después publicó un libro sobre Medidas Cuantitativas
de las Corrientes Galvánicas (Fechner, 1831) que le ganó una merecida fama en el
campo de la electricidad. Cuando en 1834 accedió a la Cátedra de Física todo
parecía sonreírle en la vida. Tenía una importante obra a sus espaldas y gozaba de
la amistad de científicos tan prestigiosos como A. Ampere (1775-1836) o L. The-
nard (1777-1857), a quienes conoció durante sus viajes a París. Sin embargo, su
salud comenzó a deteriorarse con unas depresiones acompañadas de insomnio,
falta de apetito y fugas de ideas. Su condición se agravó en 1839, cuando las largas
horas de exposición a la luz del sol con ocasión de unos experimentos sobre la
visión del color le produjeron una fuerte fotofobia. Fechner vivió recluido en su
habitación y no podía salir a la calle si no era con los ojos vendados. En 1840 pre-
sentó la renuncia a la cátedra por motivos de salud y en 1844 le fue concedida una
pensión de invalidez. Pero para entonces ya había comenzado a recuperarse, sobre
todo después de que una conocida suya le preparó unos alimentos que había visto
en sueños.
sola bombilla; la adición de otra bombilla casi duplica la sensación, mientras que
ese incremento pasaría inadvertido si tuviéramos cien bombillas encendidas. En
este último caso habrían sido precisas miles de luces para doblar la sensación. En
consecuencia, el incremento relativo del estímulo podía servir para medir la intensi-
dad de la sensación.
La intuición de Fechner coincidía con las observaciones de los matemáticos
sobre el valor subjetivo del dinero. La fortuna psicológica no era una magnitud
absoluta, sino que dependía del total poseído por una persona. La pérdida de
1.000 ptas. no significaba nada para un multimillonario, pero era una desgracia
para un mendigo. Lo mismo ocurría con la sensación: sus incrementos o decre-
mentos eran magnitudes relativas que dependían de la estimulación total.
Después de esta intuición, Fechner renunció al pseudónimo de Dr. Mises y
escribió un libro titulado Zend-Avesta o sobre las Cosas del Cielo y del Más Allá
(Fechner, 1851), en el que ofreció una visión panteísta del universo como un siste-
ma de almas que se manifestaban en forma de cuerpos. En uno de sus capítulos,
dedicado a la relación mente-cuerpo, formuló lo que denominó "nuevo principio de
Psicología matemática", en el que prácticamente estaba contenido lo fundamental
de su fórmula psicofísica.
Fechner todavía no conocía la obra de Weber, pero cuando se puso en contacto
con ella vio que los umbrales diferenciales, o diferencias apenas perceptibles conte-
nían la clave de la medida de la sensación. Acto seguido, verificó empíricamente las
constantes de Weber y publicó los Elementos de ?sicofísica (1860), el libro en el
que definió la psicofísica, sistematizó sus métodos y propuso la ecuación fundamen-
tal de la nueva ciencia.
A continuación inventó la estética experimental, una disciplina que se basaba
en la estadística y no en la especulación filosófica. Pero después de publicar su Tra-
tado de Estética (Fechner, 1876), sus intereses volvieron a centrarse en la psicofísi-
ca, probablemente halagado por la atención de la que fue objeto por parte de
Wundt. Fechner revisó los puntos principales de su psicofísica (Fechner, 1882) y
falleció en Leipzig a la edad de 86 años.
porque era donde resultaba más fácil medir la intensidad de los estímulos físicos.
En otros procesos como la motivación o la emoción, las relaciones eran mucho más
oscuras.
La psicofísica se dividía en interna y externa. La Psicofísica Interna trataba de
las relaciones directas o inmediatas entre la sensación y el sistema nervioso. La Psi-
cofísica Externa prescindía del cerebro y se limitaba a las relaciones cuantitativas
entre la sensación y los estímulos físicos.
Fechner comenzó por la psicofísica externa porque la medición de los estímulos
físicos era más fácil que la de los procesos nerviosos, pero reconoció que la psicofí-
sica interna era la base y fundamento de la externa. Las relaciones entre la sensa-
ción y el estímulo no podían comprenderse plenamente sin un conocimiento de la
actividad nerviosa, la condición más próxima e inmediata de las actividades psicofí-
sicas. Dada la incapacidad de la neurosifiología de la época, no tuvo más remedio
que comenzar por las relaciones entre la sensación y los estímulos físicos del mundo
externo.
Escala de Sensación. Fechner dio por supuesto que era imposible medir directa-
mente la sensación. No podíamos decir si una sensación visual era la mitad, el doble
o el triple que otra. En consecuencia, la medida de la sensación debía ser indirecta,
a través de la sensibilidad o capacidad de respuesta a los estímulos. Porque sí es
posible decir si se ve o no se ve un objeto, o si éste es más fuerte que otro. Ahora
bien, la sensibilidad era inversamente proporcional al valor de los umbrales senso-
riales; dicho de otro modo, una sensibilidad alta supone umbrales bajos y una sensi-
bilidad baja unos umbrales altos. Así, una persona es emocionalmente muy sensible
si reacciona frente a la más leve ofensa, mientras que una poco sensible no se inmu-
ta ante ningún estímulo por fuerte que sea. Por consiguiente, la medida indirecta de
la sensación consiste en medir los umbrales sensoriales.
Una vez establecido este principio, Fechner procedió a construir una escala
cuantitativa, para lo cual dio los siguientes pasos:
Esto supuesto, para calcular el valor de una sensación había que contar el
número de umbrales diferenciales (d.a.p.) que había entre el valor del estímulo cau-
sante de la sensación y el valor del umbral absoluto. Por ejemplo, si deseamos
conocer la magnitud de la sensación táctil producida por dos kilogramos tendremos
que hacer multitud de comparaciones de pesos con vistas a calcular las d.a.p. que
hay entre ese peso y el umbral absoluto. Esta engorrosa operación podía evitarse
con el auxilio de las matemáticas.
S= kLogR
La Ley de Weber-Fechner
Los pasos seguidos en la deducción de la ley fueron los siguientes:
1) Ley de Weber. Weber había observado que para detectar un cambio de sensación, había
que aumentar el estímulo en una proporción constante del estímulo patrón. Fechner
expresó este hecho empírico con la ecuación (1), conocida como Ley de Weber:
t:.RIR =k (1)
Donde 11R es la diferencia entre los estímulos, considerada como incremento esti-
mular; R, el estímulo patrón y k la constante de Weber.
2) Fórmula Fundamental. Dando un paso más, Fechner consideró a las diferencias apenas
perceptibles (d.a.p) como incrementos mínimos de sensación y dijo que si la ley de
Weber valía para las d.a.p., también tenía que valer para esos incrementos. De ahí la
Fórmula Fundamental (2):
11S= ex t:.RIR (2)
Donde I1S representa al incremento de sensación (d.a.p.) obtenido al aumentar el
estímulo R en 11R. e es una constante de proporcionalidad que depende de las unidades
empleadas en la medida de los estímulos.
La Fórmula Fundamental, llamada así por ser la base de las demás, establecía la
relación entre una magnitud psíquica, la d.a.p., y los estímulos físicos. Fechner la dedujo
de la ley de Weber y de un principio matemático auxiliar según el cual los incrementos
mínimos de sensación eran proporcionales a los incrementos del estímulo. De acuerdo
con la ley de Weber, 11S no cambia cuando permanece constante el cociente t:.RIR, inde-
pendientemente de los valores de I1R y R. Por otra parte, si doblamos o triplicamos el
valor de 11R sin cambiar R, doblaremos o triplicaremos a 11S, por lo que también se cum-
ple el principio matemático.
3) Fórmula de Medida. Fechner transformó la fórmula fundamental en una ecuación dife-
rencial con la ayuda de otro principio matemático auxiliar, según el cual lo que es válido
para incrementos finitos de estímulo I1R y de sensación 11S, también lo será para los
incrementos infinitesimales oR y OS. Así obtuvo la ecuación diferencial (3):
OS= e X oR/R (3)
Integrando esta ecuación tenemos que:
S= klognR+C (4)
Donde Ces una constante de integración, y logn R es el logaritmo neperiano del estí-
mulo. Ces desconocida y por esta razón Fechner la relacionó con magnitudes conocidas.
Supongamos que R tiene el valor del umbral absoluto, al que llamaremos r. Entonces la
sensación será cero. Aplicando estos valores a la fórmula (4) tendremos que:
0= e lognr+C; de donde se sigue que C= -e logn
Substituyendo este valor de C en la fórmula (4), se obtiene que
S= e lognR- e lognr= e (lognR -lognr)= e logn R/r
Para transformar logaritmos neperianos en logaritmos comunes hay que cambiar la
constante e por k. Así se obtiene la Fórmula de Medida:
S=k log R/r (5)
A continuación, Fechner convirtió aren la unidad de los valores estimulares. Enton-
ces r desaparece, dado que es igual a 1, y se obtiene la Ley de Weber-Fechner:
S=klog R
106 Parte 1: Orígenes y antecedentes
S= CxRK
Métodos Psicofísicos
3) Método del Error Medio. Este método fue utilizado por los astrónomos y
recibió el nombre de "método de ajuste" porque requería ajustar la magnitud de
un estímulo variable a la del estímulo patrón de manera que ambas coincidieran.
Una vez hecho esto, se mide la diferencia entre dichas magnitudes, la real y la esti-
mada, y el promedio de las mismas da una indicación de los errores de observa-
ción.
El método se basa en el supuesto de que la medida psicológica es aproximativa
porque los órganos sensoriales y los instrumentos utilizados en las observaciones
están sometidos a múltiples variaciones. Siendo así que los errores de medida se
distribuyen de acuerdo con la curva normal, su promedio es la mejor aproximación
al valor verdadero.
Influencia de la ?sicofísica
S=KLogR
108 Parte l: Orígenes y antecedentes
Estímulo
r = umbral absoluto
Sensación
-5 -4 -3 -2 -1 o +1 +2 +3 +4 +5
1
Sensaciones Negativas Sensaciones Positivas
sin embargo, las ideas de G. Th. Fechner, pensador al que debo interesantísimas
sugestiones" (Freud, 1925/1948: 945).
Los métodos psicofísicos fueron ampliamente utilizados en los primeros labora-
torios psicológicos para medir los umbrales sensoriales. A pesar de las críticas sus-
citadas por la ley de Weber-Fechner, Fechner demostró que la sensibilidad podía
ser medida con métodos experimentales. Sus Elementos de Psicofísica (Fechner,
1860) jugaron un papel importante en la decisión de Wundt de establecer una cien-
cia psicológica independiente e inspiraron las primeras investigaciones experimen-
tales sobre la memoria, realizadas en Alemania por Ebbinghaus (1885). No deja de
ser una ironía el hecho de que la medida cuantitativa entró en la Psicología de la
mano del romanticismo, dado su empeño por anular la individualidad, pero lo cier-
to es que Fechner inició el estudio matemático y experimental de la mente.
PARTEII
SURGIMIENTO Y EXPANSIÓN
DE LA PSICOLOGÍA CIENTÍFICA
CAPÍTUL04
LA PSICOLOGÍA,
CIENCIA DE LA EXPERIENCIA INMEDIATA
acciones y reacciones del alma era casi tan especulativa como la filosofía de la natu-
raleza debido a su rechazo del método experimental.
Los principales progresos en el campo de la psicología vinieron de la mano de
la fisiología experimental. Como vimos en el capítulo anterior, Helmholtz puso las
bases de la moderna psicología de la percepción, Donders calculó la velocidad de
los procesos mentales y Fechner inició un programa de medida psicofísica basado
en el método experimental. Pero ninguno de ellos fue psicólogo en el sentido pleno
del término, dado que no renunciaron a su condición de fisiólogo ni definieron los
dominios de una disciplina independiente. Aun cuando sus investigaciones versa-
ban sobre procesos psicológicos, caían dentro del campo de la fisiología o de la psi-
cofísica, como ocurría en el caso de Fechner.
Wundt dio una interpretación psicológica a las investigaciones de la fisiología sen-
sorial y fue el primero en delimitar el campo de la psicología experimental en su libro
Principios de Psicología Fisiológica (Wundt, 1873-1874). Además fundó el primer la-
boratorio del mundo en la Universidad de Leipzig y fue el maestro de la primera
generación de psicólogos, unos profesionales especializados en el estudio de la mente
con los métodos de la ciencia natural.
neración, estuvo atento a todos los avances operados en las distintas ramas del sa-
ber relacionadas con el ser humano e intentó unificarlas en una compleja construc-
ción sistemática. Por otra parte, su enorme erudición le llevó a introducir numero-
sos cambios en sus escritos, que comprenden un total de 491 títulos y más de 53.000
páginas impresas, a medida que iban apareciendo nuevos datos de investigación. A
este respecto son significativas las dificultades de Titchener cuando decidió traducir
al inglés la tercera edición de los Principios de Psicología Fisiológica del año 1887.
Apenas había concluido el primer volumen, cuando Wundt ya tenía preparada la
cuarta edición con cambios substanciales. Titchener realizó un segundo intento que
concluyó de la misma manera porque el maestro se le adelantó con una nueva revi-
sión. Finalmente tradujo el primer tomo de la quinta edición (Wundt, 1902/1904),
pero la tarea resultó superior a sus fuerzas y dejó sin traducir los dos restantes volú-
menes.
Para comprender la obra de Wundt conviene tener en cuenta las múltiples in-
fluencias a las que se vio expuesta en el contexto alemán del siglo XIX y comienzos
del XX.
Se trataba de una noción empírica que en cierto modo asumía las críticas de
Hume y Kant a la noción de alma substancial. La psicología wundtiana era una psi-
cología sin alma, en el sentido de que dejaba a un lado a la metafísica y se limitaba
a los fenómenos de la experiencia. Las preguntas sobre el alma pertenecían a otro
campo del saber, y en consecuencia, caían fuera de los dominios de la psicología ex-
perimental.
3) Herbart, Leibniz y Kant. Este empirismo no fue obstáculo para que Wundt
militara dentro de las filas de la tradición racionalista alemana. Así, en la primera
página de su primera obra psicológica importante, las Contribuciones a una Teoría
de la Percepción Sensorial (Wundt, 1862), podía leerse la respuesta de Leibniz a los
empiristas: "no hay nada en el entendimiento que no haya estado antes en los senti-
dos -excepto el entendimiento mismo-". Y en 1874, en el prólogo a la primera edi-
ción de los Principios de Psicología, Wundt se reconoció deudor de las Filosofías de
Kant y Herbart (Wundt, 1874/1996: 66).
Wundt explicó los compuestos psíquicos más elementales con la teoría de la
asociación, pero su fuente de inspiración más directa no fue la Escuela Británica, si-
no Herbart. Lo que la asociación unía no eran contenidos estáticos como pretendía
Hume, sino fuerzas o procesos dinámicos. Por otra parte, las asociaciones más pri-
mitivas no eran las sucesivas, como pretendían los ingleses, sino las fusiones y com-
plicaciones herbartianas, las cuales afectaban a los procesos que operaban en la
conciencia en un momento dado y no a las experiencias del pasado.
Sin embargo, Wundt se apartó de Herbart en una cuestión fundamental. Con-
vencido de que la asociación no podía explicar las producciones superiores de la
Capítulo 4: La psicología, ciencia de la experiencia inmediata 117
5) Evolucionismo. Wundt fue uno de los primeros científicos alemanes que supo
valorar la teoría de Darwin (Richards, 1980), cuyo Origen de las Especies (Darwin
1859/1980) fue publicado tres años antes que las Contribuciones a una Teoría de la Per-
cepción (Wundt, 1862). Ese entusiasmo inicial se mitigó con el paso de los años debi-
do al mecanicismo de las interpretaciones neodarwinistas de la selección natural,
pero a pesar de ello el punto de vista evolucionista estuvo muy presente en su psico-
118 Parte JI: Surgimiento y expansión de la psicología científica
logía. Prueba de ello son su teoría sobre los orígenes del lenguaje a partir de los ges-
tos emocionales o su historia evolutiva de la humanidad. Wundt suscribió la ley bio-
genética fundamental según la cual el desarrollo individual recapitula el desarrollo
de la especie, tal y como sostenía la biología evolucionista surgida a raíz de las obras
de J. B. Lamarck (1744-1829) y Charles Darwin (1809-1882), y en su sistema psicoló-
gico general había un hueco para la psicología del desarrollo infantil y para la psico-
logía animal.
bre todo, porque durante el curso 1879-1880 se realizó la primera tesis experimen-
tal, la cual versó sobre los "Tiempos de Apercepción Simple y Compleja" (Frie-
drich, 1883), Wundt consideró a 1879 como año fundacional del laboratorio y en
consecuencia, de la Psicología experimental.
En 1883, el laboratorio obtuvo el reconocimiento de la Universidad y figuró en
sus catálogos con el nombre de Instituto de Psicología Experimental. En él se for-
maron los primeros psicólogos, unos profesionales dedicados al estudio de la mente
con los métodos objetivos de la ciencia.
Última Época. Wundt desplegó una gran actividad en el Instituto, dando cursos
de psicología y dirigiendo las investigaciones de sus discípulos. Durante el período
1875-1919 supervisó 186 tesis doctorales (Tinker, 1932/1980) y sus aulas fueron fre-
cuentadas por un total de 24.000 alumnos provenientes de casi todos los países del
mundo. Con vistas a dar a conocer los experimentos del laboratorio, en 1881 fundó
la revista Philosophische Studien (Estudios Filosóficos), cuyo primer volumen apa-
reció en 1883 y el último en 1902.
Durante la década de los ochenta Wundt concentró sus esfuerzos en la filoso-
fía, publicando sus tratados de Lógica (1880-1883), Ética (1886/1912), y Metafísica
o Sistema de Filosofía Científica (1889/1916). Además, ocupó el cargo de Rector
de la Universidad de Leipzig durante el curso 1889-1890. Concluida su obra filo-
sófica, retornó a la psicología para investigar los sentimientos en el laboratorio,
llegando a la conclusión de que éstos eran más complejos de lo que se suponía. La
nueva teoría del sentimiento, conocida con el nombre de Tridimensional, por su-
poner tres dimensiones en la vida afectiva, fue publicada en el Compendio de Psi-
cología escrito por Wundt (1896/1898) para sus estudiantes. En él presentó un sis-
tema psicológico puro, sin capítulos neurofisiológicos, y dio mucho relieve a la
voluntad y a la causalidad psíquica, insistiendo en sus diferencias con la causali-
dad física.
En 1900 inició la última gran empresa de su vida, los diez volúmenes de su Psi-
cología de los Pueblos (Wundt, 1900-1920), en los que trató del lenguaje, los mitos
y las costumbres de las colectividades. Concluida esta obra y terminada su auto-
biografía con el título de Vivido y Conocido (Wundt, 1920), Wundt falleció de una
rápida enfermedad el día 31 de agosto de 1920 cuando acababa de cumplir 88
años.
En la evolución sistemática de Wundt hay que distinguir dos períodos que coinci-
den, poco más o menos, con su estancia en las Universidades de Heidelberg y Leipzig
(Van Hoorn y Verhave, 1980). Inicialmente consideró a la psicología como una ciencia
122 Parte ll: Surgimiento y expansión de la psicología científica
experimental estricta, pero después la dividió en dos ramas: una Individual, basada en
el experimento, y otra Colectiva, basada en los métodos de las ciencias sociales.
Diferencias con la Ciencia Natural. Los autores solían establecer las diferencias
entre la psicología y la ciencia natural valiéndose de la antinomia "experiencia
interna-experiencia interna". La psicología era la ciencia de la experiencia brindada
por el sentido interno y la física estudiaba la experiencia procedente de los sentidos
externos. Wundt rechazó esta diferenciación, entre otras razones, porque las ideas
también entraban dentro del campo de la psicología y, sin embargo, muchas veces
procedían de los sentidos externos. La idea de una casa, por ejemplo, se derivaba
de las sensaciones visuales, auditivas, táctiles, etc.
Lo que diferenciaba a la psicología de la física era el punto de vista particular
adoptado por el observador. Mientras que la física prescindía del sujeto y adoptaba
la perspectiva del objeto, la psicología consideraba a la experiencia desde el punto
de vista del sujeto. Tal y como escribió Wundt:
La experiencia inmediata era algo privado que sólo podía ser conocido por el
sujeto. En consecuencia, la única vía para llegar a ella era la observación de los pro-
pios estados mentales o, lo que es lo mismo, la introspección. Éste había sido el mé-
todo tradicional empleado por los filósofos en el estudio de la mente.
Wundt se opuso a las introspecciones de los filósofos, a las que llamó Percep-
ciones Internas, porque eran subjetivas y estaban contaminadas por los prejuicios
del observador. En su lugar propugnó lo que llamó Auto-Observación Experimen-
tal, una variedad más simple y objetiva, realizada en los laboratorios en condicio-
nes de control experimental. Las auto-observaciones se limitaban a procesos ele-
mentales, tales como el reconocimiento de colores, números o letras, los senti-
mientos simples de dolor o placer, los actos impulsivos más primitivos, etc. Los
procesos del pensamiento y la voluntad quedaban fuera del laboratorio debido a
su complejidad.
Los informes introspectivos de los experimentos de Wundt eran simples y breves,
por ejemplo, decir si se había detectado un color, olor, etc., o indicar el sentimiento
producido por la ingestión de una substancia ácida o amarga. Esta simplicidad con-
trastaba con los largos informes retrospectivos de sus discípulos. Como veremos en
el capítulo siguiente, cuando éstos complicaron el método y pidieron a los sujetos
una relación detallada de todos los estados mentales ocurridos durante el experi-
mento, Wundt protestó diciendo que esto significaba volver a la vieja introspección
de los filósofos.
Capítulo 4: La psicología, ciencia de la experiencia inmediata 131
Los estímulos productores de las experiencias que debían ser observadas eran
administrados con aparatos de precisión, tales como metrónomos, taquistoscopios,
timbres eléctricos, etc., con vistas a que las observaciones pudieran repetirse en
otros laboratorios en condiciones idénticas o lo más parecidas. Y, siempre que ello
fuera posible, los informes del sujeto debían ser controlados con otras medidas ob-
jetivas, tales como los registros de las conductas externas o de la actividad fisiológi-
ca provocada por los procesos mentales. Wundt (1911) propuso cuatro normas de
procedimiento experimental:
Esta práctica era muy distinta de la actual, en la que los sujetos desconocen el
propósito de la investigación y no se intercambian los roles de sujeto y experimen-
tador. Como ha señalado Danzinger (1985), la concepción wundtiana del experi-
mento reflejaba la estructura de la universidad alemana de finales del siglo XIX, en
cuyos institutos superiores los profesores y los estudiantes colaboraban conjunta-
mente en la investigación. Por otra parte, la teoría wundtiana daba una gran impor-
tancia a la voluntad y por esta razón el primer requisito metodológico era conocer
las metas de la investigación para participar en ella de un modo voluntario y creati-
vo. La noción de un sujeto ingenuo era ajena a esta concepción y entró en psicolo-
gía a través de los experimentos realizados en el campo de la hipnosis (Danzinger,
1990a).
Los principales temas investigados en el laboratorio de Leipzig versaron sobre
la sensación y percepción, los tiempos de reacción, atención, sentimientos y asocia-
ciones de ideas.
cadas a ambos lados de la pared cuando las oscilaciones llegaban al máximo. La ta-
rea consistía en determinar la posición exacta del péndulo sobre una regla gradua-
da, situada debajo de él, en el momento en que sonaba la campana. Wundt observó
un error de aproximadamente 118 de segundo y lo atribuyó al tiempo requerido pa-
ra cambiar el foco de la atención desde el oído a la visión. Este experimento, llama-
do "experimento de complicación", fue anterior a los de Donders.
Una vez establecido en Leipzig, sus discípulos midieron la velocidad de los pro-
cesos mentales más simples con el método substractivo de Donders. Max Friedrich
realizó durante el primer semestre del curso 1879-1880 la primera tesis doctoral ex-
perimental sobre los "Tiempos de Apercepción para Estímulos Visuales Simples y
Complejos" (Friedrich, 1883). Como puede apreciarse en el Cuadro 4.1, los tiempos
de discriminación del color se alargaban a medida que aumentaba el número de co-
lores que podían ser presentados en la pantalla de exposición. Reconocer un color
cuando sólo se alternaban dos requería menos tiempo que cuando se alternaban
cuatro. Ello era debido a que en el primer caso la discriminación requería dos fija-
ciones de atención y en el segundo cuatro, lo cual requería más tiempo. Por otra
parte, los tiempos de reconocimiento de números se alargaban a medida que au-
mentaban las cifras, tal y como podía esperarse a priori. Al parecer, concluyó Frie-
drich, las imágenes mentales se veían afectadas por las condiciones circundantes y
no podían ser aisladas del resto de la conciencia.
Otro experimento interesante fue el de Ludwig Lange (1863-1936) sobre los
efectos de la atención voluntaria en los tiempos de reacción simples (Lange, 1888).
Lange estableció dos grupos en el experimento del tiempo de reacción, el de las Re-
acciones Sensoriales y el de las Reacciones Motoras. Los sujetos del primer grupo
recibieron la instrucción de fijar su atención en el estímulo al cual debían respon-
der; los del segundo grupo, es decir, el de las reacciones motoras, tenían que con-
centrar su atención en los músculos de la respuesta. El experimento representaba
una situación similar a la de una competición de atletismo en la que un pistoletazo
señala el inicio de la carrera. ¿Qué será más eficaz: fijar la atención en los músculos
o en el sonido de la pistola?
Lange encontró que los sujetos del grupo sensorial tuvieron un retraso aproxi-
mado de 1110 de segundo con respecto a los del grupo motor, por lo que concluyó
que la reacción sensorial era más rápida que la motora. Esa décima de segundo era
el tiempo requerido para discriminar el estímulo, una tarea que no debían ejecutar
los sujetos instruidos para atender a los movimientos. Con ello se demostraba la in-
fluencia de la voluntad en una reacción tan simple como era la respuesta automáti-
ca a un estímulo.
El procedimiento substractivo fue blanco de muchos ataques y por esta razón
Wundt abandonó los estudios de cronometría mental. O. Külpe (1862-1915) señaló
que las instrucciones modificaban substancialmente los procesos que intervenían en
las reacciones sensoriales y motoras (Külpe, 1893). El norteamericano James
McKeen Cattell (1860-1944), que fue el primer ayudante de laboratorio de Wundt,
señaló que en la reacción motora sólo intervenían reflejos subcorticales, mientras
que en la sensorial participaba la totalidad del córtex. Por consiguiente, se trataba
de procesos diferentes que no podían ser comparados. En lugar de introducir un es-
134 Parte II: Surgimiento y expansión de la psicología científica
RESULTADOS
En la tabla presentarnos los promedios de los tiempos de reconocimiento (apercep-
ción), estimados en milésimas de segundo.
Los tiempos de discriminación de un color son más largos cuando se alternan dos colo-
res que cuando se alternan cuatro. Ello es debido a que la representación de cuatro colores
en la conciencia exige más cambios de atención que la representación de dos.
Friedrich no extrajo ninguna conclusión del experimento con números, limitándose a
señalar que en los tres primeros el incremento era insignificante, y se hacía más pronun-
ciado al pasar al cuarto, tendencia que aumentaba al pasar al quinto y luego al sexto.
La conclusión general fue que las imágenes se veían afectadas por las condiciones
psicológicas circundantes, las cuales influían en los tiempos de apercepción.
Fuente: Behrens, 1980.
Capítulo 4: La psicología, ciencia de la experiencia inmediata 135
(Osgood, Suci, 1957), o Schlosberg (1954). Sin embargo, la teoría tuvo poco éxi-
to en vida de Wundt y fue rechazada por la mayoría de sus discípulos.
5) Asociación de Ideas. Los primeros estudios sobre este proceso fueron realiza-
dos por el británico Francis Galton (1822-1911) con el método de la libre asociación
(Galton, 1883). Wundt modificó la técnica de Galton pidiendo a los sujetos una aso-
ciación, en lugar de dos, y registró los tiempos de reacción. Entre las investigacio-
nes realizadas con este método destaca la de su discípulo E. Kraepelin (1856-1926),
el padre de la moderna psiquiatría alemana. Kraepelin descubrió que las asociacio-
nes de los psicóticos no respondían a los significados lógicos de las palabras, sino
que se basaban en factores fortuitos como la contigüidad o la fonética. Algunas
como "curva-accidente", "madre-odio", etc., remitían a episodios de la vida del
sujeto. Estas asociaciones, que también se daban en las personas sometidas a fatiga
experimental, hambre o intoxicación alcohólica, contrastaban con las emitidas por
los sujetos normales, las cuales se basaban en unas conexiones intrínsecas dictadas
por la lógica de las palabras (Kraepelin, 1895).
Partiendo de que la psicología era una ciencia teórica que, no contenta con la
simple descripción, aspiraba a encontrar las verdaderas causas del funcionamiento
de la mente, Wundt se propuso una triple tarea:
Antes de proceder al estudio de la primera parte del programa de Wundt, nos de-
tendremos un momento en la estructura y funcionamiento de la conciencia, un tema
que en realidad pertenecía a la síntesis. Como se recordará, Wundt definió empírica-
mente a la conciencia como el conjunto de experiencias vividas por una persona. No
era el escenario por el que iban y venían las ideas, como pretendían los asociacionis-
tas, sino la interconexión de los procesos mentales de una persona en un momento
dado, los cuales, a su vez, estaban vinculados a otros ocurridos en el pasado.
La conciencia admitía distintos grados de claridad. Wundt la comparó con los
campos visuales que, como se recordará, tenían un punto donde la visión era muy
clara -la fóvea- y un campo o área circundante de visión borrosa y difuminada. La
conciencia tenía un Punto de Fijación donde los contenidos eran claros y distintos,
y un Campo Periférico cuyos contenidos eran obscuros e indiferenciados. El campo
estaba delimitado por una cerca, el Umbral de la Conciencia, más allá de la cual los
contenidos eran inconscientes.
Los contenidos cuya fuerza era superior al umbral admitían varios grados de
claridad. Los más claros y distintos eran los situados en Punto de Fijación mientras
138 Parte II: Surgimiento y expansión de la psicología científica
que los del Campo o periferia eran borrosos y obscuros. El punto de fijación coinci-
día con el Foco de la Atención, que tenía una capacidad máxima de 6 unidades, tal y
como lo demostró Cattell.
Representaciones
Las representaciones eran combinaciones de sensaciones unidas por una forma muy
simple de asociación. Podían ser de dos clases, intensivas y extensivas. En las represen-
taciones Intensivas los elementos sensoriales no seguían necesariamente un orden fijo.
Por ejemplo, el acorde re, fa, la podía descomponerse en las combinaciones re fa, re la,
fa re, fa la, la re, la fa, etc., las cuales tenían el mismo valor a pesar de no seguir el mismo
orden. Lo mismo podría decirse de las asociaciones de sensaciones olfativas y gustativas
que daban origen a los sabores, o de los ruidos compuestos de varias sensaciones auditi-
vas, etc. En todos estos casos el orden de la unión era irrelevante.
En cambio, las Representaciones Extensivas eran combinaciones cuyo orden es-
taba rígidamente predeterminado. Las principales eran las Representaciones del Es-
pacio y del Tiempo. Las primeras eran formaciones tridimensionales en las que los
elementos táctiles y visuales se combinaban en un orden fijo. Las segundas, las re-
presentaciones del tiempo, seguían siempre el mismo orden de pasado, presente y
futuro. Ellas constituían el punto de transición a los sentimientos, dado que, según
Wundt, en su formación estos procesos jugaban un papel importante.
Movimientos Anímicos
Wundt designó con este nombre a las combinaciones de sentimientos porque
todas ellas tendían a expresarse en movimientos o gestos expresivos. Podían ser de
dos clases, de acuerdo con su grado de fuerza y complejidad. Las más simples y
débiles eran los Sentimientos Compuestos, después venían los Afectos o emociones,
y, por último, las Voliciones o Actos Voluntarios.
Voliciones. Al igual que los afectos, los actos voluntarios eran combinaciones de
sentimientos, pero en lugar de desvanecerse con los gestos expresivos tenían un
final mucho más brusco que, según Wundt, consistía en "un cambio repentino del
contenido representativo y sentimental que inmediatamente pone fin al afecto"
(Wundt, 1896/1898: 216). Por ejemplo, si la cara de una persona se pone roja de ira
y agita los brazos y manos, decimos que está encolerizada. Pero si además insulta y
da una bofetada a otra persona, entonces no hablamos de emoción de cólera sino
de un acto voluntario de agresión. En el primer caso el sentimiento quedaba dentro
del sujeto y se diluía con los gestos expresivos. En el segundo comportaba cambios
mucho más drásticos, tanto ideatívos como afectivos.
Los actos voluntarios se orientaban hacia metas específicas y además obedecían
a motivos concretos. Las representaciones o ideas les brindaban la Razón Determi-
142 Parte 1/: Surgimiento y expansión de la psicología científica
nante y los sentimientos la Fuerza Impulsiva. Por ejemplo, el verlo dentro del cam-
po visual es la razón determinante de que el gato persiga al ratón, mientras que la
fuerza impulsiva sería el sentimiento de hambre o el instinto de crueldad. Cuando
alguien comete un crimen, la razón determinante puede ser apropiarse de los bienes
de otra persona o eliminar a un rival, mientras que la fuerza impulsiva la suminis-
tran los sentimientos de odio, venganza, indigencia, etc. Aunque los actos volunta-
rios de los adultos parecen guiarse más por las ideas que por los sentimientos, esto
era un espejismo porque el impulso a la acción siempre procede del sentimiento.
Como escribió Wundt, "una mente que contempla las cosas con total indiferencia
como una 'inteligencia pura', posiblemente no podría ser activada a la volición ni a
la acción. El sentimiento, por tanto, presupone la voluntad y la voluntad el senti-
miento" (Wundt, 1892/1894: 224).
Los actos voluntarios podían ser externos e internos según que los cambios por
ellos producidos fueran observables o no observables desde el exterior. Los Actos
Voluntarios Externos comportaban movimientos que generalmente llevaban a sen-
timientos contrarios a los del estado emocional que los provocaba. Por ejemplo, los
actos de agresión terminaban con la cólera. En los Actos Internos los cambios afec-
taban únicamente a los contenidos representantivos o sentimentales. Por ejemplo,
la decisión de estudiar la carrera de ingeniero pone fin a un período de incertidum-
bre y, sin embargo, no tiene consecuencias motoras inmediatas, ya que todavía falta
mucho tiempo hasta poderse matricular en la universidad. Estos actos internos eran
típicos de los adultos.
de Elección, según fuera la correlación de fuerzas entre los motivos. En los actos
voluntarios había un motivo claramente dominante, lo cual hacía innecesaria la de-
liberación. Por ejemplo, ante la disyuntiva de pasar el fin de semana en la playa o
trabajando en casa, nadie dudará: la primera alternativa es claramente superior a la
segunda.
Los Actos de Elección requerían deliberación porque todos los motivos tenían
más o menos la misma fuerza. Al no haber uno preponderante, había que sopesar
cuidadosamente todas las distintas alternativas antes de inclinarse por una de ellas.
Los actos resultantes, es decir, los Actos de Elección, iban acompañados de unos
sentimientos resolución bastante más fuertes que los que caracterizaban a los esta-
dios finales de las emociones.
La afirmación de que los complejos actos voluntarios del adulto procedían
de los Actos Impulsivos del recién nacido tenía importantes implicaciones psico-
lógicas. Entre otras cosas indicaba que lo fundamental para Wundt no eran las
representaciones intelectuales sino los sentimientos e impulsos. El componen-
te intelectual del acto voluntario era producto secundario del desarrollo psico-
lógico.
A pesar de que en las elecciones voluntarias del adulto los afectos quedaban
en un segundo plano, ellos brindaban el impulso al acto voluntario. Por esta ra-
zón, escribió Wundt, "un acto voluntario determinado por motivos puramente
intelectuales y totalmente desprovisto de emoción es un concepto psicológica-
mente imposible'' (Wundt, 1896/1898: 226).
guiente texto del Wilhelm M eister de Goethe: "La primavera había llegado en todo
su esplendor. Una tormenta que había estado amenazando durante todo el día pasó
encolerizada por las colinas. Las nubes de agua barrieron la tierra, el sol volvió a sa-
lir majestuoso y el arco iris brilló sobre un fondo gris" (Wundt, 1911/1973: 124-125).
¿Qué tiene este párrafo que no tenga la frase sin sentido? La respuesta es bien sim-
ple: una estructura que unifica y da sentido a todas las partes. Las combinaciones
asociativas son como montones de piedras con las que podría construirse un edifi-
cio si se dispusiera de un plano. Pero les falta ese esquema que les da coherencia y
las convierte en una totalidad significativa. En el texto de Goethe, las ideas de pri-
mavera, tormenta, colinas, lluvia, sol y arco iris son eslabones de una cadena asocia-
tiva; pero, continúa Wundt, "están ordenados de tal manera que forman una imagen
unificada. La impresión de esta imagen nos pone inmediatamente en la situación y
estado de ánimo que el autor desea despertar en el lector. Ninguno de los compo-
nentes principales del cuadro está de sobra; todos guardan una íntima conexión con
la totalidad, la cual, en cuanto idea total, engloba a todos los elementos asociados"
(Wundt, 1911/1973: 127).
Estas totalidades no eran la simple suma o adición de palabras unidas arbitra-
riamente por asociación de ideas. Eran producciones nuevas, creaciones del espíri-
tu, generadas por la actividad aperceptiva de una mente que unía los contenidos
mentales en una síntesis nueva y creadora.
poco a poco, iba descomponiéndose en imágenes cada vez más concretas y localiza-
das en el espacio y en el tiempo. En su modalidad más activa, la del pensamiento
artístico, la división era presidida por una idea o propósito básico. Por ejemplo, Go-
ethe deseaba expresar la impresión que le produjo llegada de la primavera, presen-
te en su conciencia de un modo indiferenciado y acompañada de unos sentimientos
relativamente vagos. Cuando comenzó a ponerla por escrito, tuvo que fijar su aten-
ción en las distintas imágenes verbales que venían a su mente para aceptarlas o re-
chazarlas según se adecuaran o no con la imagen que deseaba transmitir al lector.
Probablemente tuvo que dar muchas vueltas hasta encontrar la palabra adecuada,
pero finalmente, al concluir el párrafo, tuvo un sentimiento total relacionado con la
vivencia inicial.
Continuando con el ejemplo, el lector del texto debía realizar la operación in-
versa de síntesis. Las palabras eran el trampolín para llegar a la representación ge-
neral de Goethe. Inicialmente tenía la expectativa de una totalidad, manifestada en
los sentimientos de tensión, y esta expectativa dirigía su atención hacia las distintas
partes del texto hasta encontrar la imagen unitaria que le daba sentido.
El Análisis Intelectual era más sistemático, dado que aplicaba más estrictamente
las funciones de la relación y comparación. En lugar de fijarse en las imágenes, ve-
rifica las relaciones lógicas encontradas en la comparación y divide a la representa-
ción total en ideas que dan origen a las categorías de sujeto y predicado, y a las cla-
ses gramaticales de nombre y atributo, verbo y objeto, verbo y adverbio. Así llega
al juicio lógico, formado por conceptos generales, válidos para muchos casos parti-
culares, y lo expresa mediante sentencias o frases. En los casos más simples, por
ejemplo, la sentencia "la casa es roja", la idea general es dividida en nombre (casa)
y atributo (roja) después de haber visto y comparado muchas casas de distintos co-
lores. El establecimiento de las concordancias y diferencias entre los casos particu-
lares permite abstraer el atributo rojo y referirlo al objeto casa. Pero en los casos
más complejos, en que la representación originaria es muy general e indiferenciada,
el análisis requiere una gran cantidad de juicios.
Wundt dio prioridad a la síntesis sobre el análisis porque creía que el pensa-
miento comenzaba con la Idea Total. Además concedió un papel relevante a los
sentimientos, que generalmente acompañaban a las ideas totales desde la periferia
de la conciencia. Ellos eran imprescindibles para el reconocimiento de las formas
perceptivas y para la actividad de la atención selectiva. El curso del pensamiento
desde el momento mismo en que eran recibidas las impresiones sensoriales hasta la
elaboración de las ideas generales y su expresión en formas lógicas o artísticas era
dictado por los sentimientos.
Dicho con otras palabras, el pensamiento dependía de dos factores: el orden y
regularidad del universo, el cual explicaba el curso ordenado de las cadenas asocia-
tivas, y la voluntad, la cual dirigía del trabajo selectivo de la atención. Como escri-
bió Wundt:
trola la asociación de ideas. Por esta razón, al igual que el ser humano, el pensamien-
to es producto de la naturaleza y al mismo tiempo creación de su vida mental que en
la voluntad encuentra esa unidad que vincula en una totalidad a la multiplicidad de
contenidos mentales independientes» (Wundt, 191111973: 145-146).
Wundt instó a los educadores a prestar más atención a la voluntad del niño.
Porque si ésta era débil y no podía contrarrestar las interferencias de las asociacio-
nes, entonces le sería muy difícil ejercer la función del pensamiento sin distraccio-
nes.
1) Ley de Resultantes. Según esta ley, también llamada ley de Síntesis Creadora,
las construcciones mentales producen cualidades, formas o valores nuevos
que no estaban en los componentes de la mezcla. Las combinaciones menta-
les, lo mismo que las químicas, eran creadoras, aunque con una diferencia
fundamental. Mientras que las síntesis químicas están gobernadas por el prin-
cipio de la conservación de la energía, las combinaciones mentales escapan a
sus dominios y generan constantemente nuevos contenidos. Una melodía no
es la suma que las ondas sónicas que la componen. Un cuadro de pintura no es
una simple yuxtaposición de colores y formas. Son creaciones originales del
espíritu humano.
2) Ley de Relaciones. Mientras que la síntesis creadora se refiere a la relación
entre las partes y la totalidad resultante, la ley de relaciones se aplica al análi-
sis. La importancia y significado de todo hecho mental depende de su contex-
to, es decir, de las relaciones mutuas entre los componentes del compuesto.
Por ejemplo, la palabra loco significa una cosa cuando está en una relación
de predicado -"Estoy loco de alegría"- y otra muy distinta cuando la rela-
ción es de sujeto -"los locos están en el hospital". Esta ley introducía en la
esfera psíquica las observaciones de Weber sobre los umbrales diferenciales
Capítulo 4: La psicología, ciencia de la experiencia inmediata 149
que, como se recordará, eran magnitudes relativas que venían dadas por un
cociente o razón.
3) Ley de Contrastes. Se trataba de un caso de la ley de relaciones, por cuanto
que el contraste es una clase especial de relación. Cuando se combinan dos
elementos contrarios, lo más probable es que sus diferencias sean más paten-
tes debido a la acción del contraste. Por ejemplo, un caramelo tiene un sabor
mucho más dulce cuando lo comemos inmediatamente después de haber be-
bido un zumo de limón sin azúcar.
Las leyes del desarrollo psíquico se referían a los procesos más complejos del
desarrollo individual, ético y social. Al tiempo que expresaban la progresiva inte-
gración de las experiencias individuales con el paso del tiempo, intentaban explicar
la génesis y evolución de los motivos y metas superiores de la humanidad. Las prin-
cipales eran las siguientes:
1) Crecimiento Espiritual. El desarrollo individual era un proceso de continuo cre-
cimiento, tal y como podía esperarse de la ley de la síntesis creadora. El desarro-
llo de los conceptos era una buena muestra de ello. Los conceptos numéricos de
los adultos hundían sus raíces en los primitivos conceptos del niño cuando
aprendía a contar de uno a diez. Después se perfeccionaban gradualmente a me-
dida que desarrollaba las operaciones de sumar, restar, multiplicar, dividir, etc.
2) Heterogénesis de los Fines. Según esta ley del desarrollo ético, los actos vo-
luntarios tenían efectos colaterales que escapaban a la intención de sus auto-
res. Por ejemplo, cuando W. Roengten (1845-1923) realizó sus estudios sobre
los rayos catódicos no pudo prever el futuro desarrollo de la industria de los
rayos X, ni tampoco A. Einstein (1879-1955) pudo imaginar que su teoría de
la relatividad llevaría a la construcción de la bomba atómica. Las conductas
morales tienen metas que escapan a la intención de sus autores.
3) Desarrollo por Contrarios. Se trataba de una aplicación de la ley de contras-
tes al desarrollo humano, tanto individual como colectivo. En el desarrollo
psicológico, sentimientos e impulsos que inicialmente son muy débiles se ha-
cen muy fuertes debido al predominio de sentimientos contrarios durante al-
gún tiempo. Esto podía verse en el desarrollo individual, que según Wundt
era un proceso dialéctico. El temperamento excitable del niño daba paso al
menos impetuoso y más tranquilo del joven. Después venía la adultez, carac-
terizada por la toma de decisiones enérgicas y rápidas y, por último, la vejez,
con su tendencia a la contemplación tranquila y reposada.
4.6. Conclusión
Wundt se limitó a enunciar las leyes de la causalidad psíquica, sin dar más
explicaciones sobre su contenido, pero ellas nos dan una idea de la magnitud y ex-
150 Parte JI: Surgimiento y expansión de la psicología científica
la postulación de una clara línea divisoria entre la ciencia pura y la aplicada, con-
tribuyeron al declinar de su obra inmediatamente después de su muerte. Influidos
por el positivismo, sus discípulos mantuvieron una visión más experimentalista de
la Ciencia e insistieron en las conexiones de la psicología con la ciencia natural.
Además, el desarrollo tecnológico del siglo xx les llevó por unos derroteros aplica-
dos que Wundt no supo valorar en su justa medida al dejar a la psicología aplicada
fuera de los laboratorios y reservarla para unos institutos tecnológicos de segunda
categoría.
Por otra parte, factores extra-científicos como sus ataques a los aliados durante
la Primera Guerra Mundial, le granjearon muchas enemistades. Wundt, que nunca
simpatizó con la mentalidad pragmática norteamericana, escribió un libro sobre la
Evolución de la Filosofía de los Pueblos (Wundt, 1915/1929), en el que calificó al es-
píritu inglés de egoísta, orgulloso y mercantilista, en contraposición con el idealis-
mo y altruismo de los alemanes. Como es natural, esto provocó una reacción adver-
sa en los psicólogos anglo-sajones, que tampoco habían simpatizado con el raciona-
lismo de Wundt.
Buena parte de la mala prensa que tuvo Wundt en los Estados Unidos fue debi-
da a sus discípulos. Por ejemplo, G. S. Hall (1844-1924), uno de los padres fundado-
res, indicó que en la época en que asistió a sus clases "era considerado como un po-
co usurpador, no totalmente científico, y había rumores de que había sido reempla-
zado como ayudante de Helmholtz por un hombre de métodos más rigurosos y
exactos y con mayores conocimientos matemáticos" (Hall, 1923: 206). James Mc-
Keen Cattell, por su parte, dijo que Wundt le prohibió hacer una tesis doctoral so-
bre las diferencias individuales en los tiempos de reacción (Cattell, 1928) cosa que
no parece cierta, dado que fue él quien eligió libremente el tema de su disertación
doctoral (Sokal, 1981).
Estos testimonios contrastan con los de la mayoría de los discípulos, quienes re-
saltaron sus grandes cualidades humanas. Por no citar más que un ejemplo, José
Miguel Barandiarán (1889-1991 ), el gran especialista de la cultura vasca, reconoció
en él al maestro que le orientó hacia los estudios etnográficos en un momento im-
portante de su vida (Gondra, 1991).
Tras la muerte de Wundt en el año 1920, la dirección del Instituto pasó a ma-
nos de Felix Krueger (1874-1948), quien se había doctorado en Munich con Th.
Lipps (1851-1914) y H. Cornelius (1863-1947), unos psicólogos próximos las posi-
ciones de la Psicología comprensiva de W. Dilthey (1833-1911). Con la colabora-
ción de W. Wirth (1876-1952), quien también había sido alumno de Lipps, y con los
discípulos de Wundt O. Klemm (1884-1939) y F. Sander (1889-1971), Krueger for-
mó la "segunda escuela de Leipzig" o "psicología de la totalidad" (Ganzheitspsy-
chologie), llamada así por su énfasis en la personalidad y en su carácter global y
unitario.
La Escuela de Leipzig criticó a la Psicología de la Gestalt cuando ésta se organi-
zó en Berlín después de la Primera Guerra Mundial, echándole en cara su olvido de
las emociones y de los factores sociales y culturales. Pero tras el advenimiento del
régimen nacional socialista y la colaboración de Krueger con los nazis, su influencia
dejó de sentirse en el mundo occidental.
152 Parte 11: Surgimiento y expansión de la psicología científica
Tras la Segunda Guerra Mundial, la obra de Wundt fue reconsiderada por Blu-
menthal (1975) y otros cognitivistas que denunciaron las deformaciones a las que se
vio expuesta en los libros de texto e insistieron en la importancia de sus trabajos so-
bre la atención, cronometría mental, psicolingüística, etc. Ellos fueron fuente de
inspiración para muchos (Sperling, 1960; Sternberg, 1969) y Wundt volvió a brillar
como una persona comprometida con su tiempo que tuvo el acierto de definir el
campo de una nueva disciplina científica, y la habilidad y el coraje necesarios para
convertirla en una profesión.
CAPÍTULOS
5.1.2. Controversias
efecto, al tratar de las diferencias entre los fenómenos psíquicos y físicos indicó que
la cualidad que mejor definía a lo psíquico era la Intencionalidad, entendida en el
sentido intelectual de contener representaciones mentales y no en el sentido moti-
vacional de albergar propósitos o intenciones de hacer algo. Según escribió: "Todo
fenómeno psíquico se caracteriza por lo que los escolásticos de la Edad Media Ila-
maron in-existencia intencional (o mental) del objeto y que nosotros Uamaríamos,
aunque con expresiones no totalmente inequívocas, dirección hacia un objeto (aun-
que no ha de ser interpretado como algo real) u objetividad inmanente. Todo fenó-
meno psíquico contiene dentro de sí algo a modo de objeto, aunque no todos lo
hagan de la misma manera" (Brentano, 1874/1996: 76).
El término "in-existencia intencional" hacía referencia a los procesos mentales
que mediaban en el conocimiento. Aristóteles había afirmado que éste consistía en
una serie de operaciones mediante las cuales el entendimiento iba actualizando las
formas universales que existían potencialmente en la mente. Los escolásticos Barna-
ron intentio a esas imágenes formadas durante el proceso del conocimiento e "in-
existencia intencional" a su existencia en una mente capaz de contener intenciones
o, lo que es lo mismo, de abstraer las formas inteligibles que representab~n a las
cosas. Pero Brentano dio más relieve a los aspectos relacionales y, en respuesta a
sus críticos, indicó que lo esencial era el Referirse o Hacer Referencia a Objetos,
tanto reales como imaginarios como, por ejemplo, un centauro. Ahora bien, como
esto podía dar a entender que los objetos del pensamiento tenían una existencia
real fuera de la mente tal y como suponían los idealistas, indicó que intencional era
sinónimo de "representación mental de algo". Lo fundamental era la relación exis-
tente entre el sujeto que piensa y el objeto que de algún modo está en su mente. No
se trata de una relación entre dos cosas reales, ya que únicamente es preciso el
conocedor; pero implica dos términos, uno que conoce y otro que es conocido, y en
este sentido puede hablarse de relación. Los fenómenos psíquicos hacen referencia
a algo distinto de eiios y esto los diferencia de los fenómenos físicos, los cuales se
haiian encerrados en sí mismos y no pueden abrirse a otros objetos. Dicho con
otras palabras, los procesos mentales son importantes no tanto por lo que son en sí,
sino por lo que significan. Según escribió: "En la idea hay algo ideado o representa-
do; en el juicio existe algo afirmado o rechazado; en el amor, amado; en el odio,
odiado; en el apetito, apetecido, etc." (Brentano, 1874/1996: 76). Con ello quería
señalar que la persona amada siempre está en la mente del enamorado por grande
que sea la distancia que les separa; lo mismo podría decirse del enemigo, o del dine-
ro, etc. La esencia de lo mental consistía en ese conjunto de relaciones intenciona-
les establecidas con los objetos circundantes.
Al ser los únicos percibidos por la percepción interna, los fenómenos psíquicos
son los únicos aprehendidos con una evidencia inmediata y en consecuencia los úni-
cos percibidos en el sentido estricto del término. De ahí que fueran más reales que
los fenómenos físicos: "El conocimiento, la alegría, el apetito, existen realmente; en
cambio el color, sonido, calor, sólo existen de un modo fenoménico e intencional"
(Brentano, 1874/1996: 79). En sintonía con Kant, Brentano creía que el conoci-
miento del mundo físico era fenoménico, consistiendo en una serie de apariencias
que no podían existir sin la mente que los conocía. La verdad fenoménica de los
procesos físicos requería la verdad real de los procesos mentales y en este sentido
éstos eran más reales. Pero ello no suponía una negación del mundo físico, tal y
como afirmaban los idealistas. Se trataba de una perspectiva existencial: los pro-
cesos psicológicos parecen más reales a la persona que los vivencia. Era un argu-
mento parecido al "cogito ergo sum" cartesiano. Cuando pensamos en algo pode-
mos cuestionar la realidad del objeto pero no el acto de pensar.
Este abismo entre el mundo físico y el psicológico justificaba la existencia de
una psicología pura, no contaminada por la fisiología ni por otras ciencias natura-
les, dedicada al estudio de las operaciones mentales y de las leyes que regulan su
funcionamiento.
Brentano fue muy crítico con los análisis de los contenidos mentales. La divi-
sión wundtiana de los procesos elementales en sensaciones y sentimientos no era
una verdadera clasificación porque se limitaba a considerar a un único proceso
desde perspectivas diferentes. Como se recordará, las sensaciones representaban al
punto de vista del objeto y los sentimientos al punto de vista del sujeto. En su opi-
nión, la psicología no debía limitarse a señalar las combinaciones de esos elementos
en los posibles compuestos; además debía aspirar a una verdadera clasificación de
las funciones mentales agrupándolas en categorías afines.
Aristóteles había distinguido dos funciones básicas: el pensamiento y la voluntad.
La filosofía posterior adoptó una clasificación tripartita: ideas o representaciones,
sentimientos y voluntad. Brentano adoptó este esquema pero con una importante
modificación: por una parte, desdobló los procesos intelectuales -presentaciones y
juicios-, y por otra englobó en una sola función a los sentimientos y a la voluntad.
Según esto, y teniendo en cuenta las distintas clases de intencionalidad, los proce-
sos mentales eran los siguientes:
2) Procesos del Juicio. Los juicios implicaban la aceptación o rechazo del objeto
mental en función de su veracidad o falsedad. En el momento mismo en que
el objeto de una presentación era sometido a un juicio afirmativo o negativo,
entonces podía decirse que entraba en una nueva relación con la conciencia y
constituía un proceso distinto.
3) Sentimientos de Amor u Odio. Bajo este epígrafe se incluían a todos los pro-
cesos volitivos y afectivos. Los sentimientos y la voluntad pertenecían a la
misma categoría porque implicaban la misma valoración del objeto, el cual
era aceptado o rechazado de acuerdo con su bondad o maldad. Los senti-
mientos de placer hacían referencia a un objeto bueno, y los de dolor, a un
objeto malo. Lo mismo podía decirse de la voluntad, que aprueba o desa-
prueba algo en función de su bondad o maldad. De esta manera el bien y el
mal moral entraban dentro de las actividades de la mente.
eran de lo mejor que conocía. Al igual que los funcionalistas, Brentano puso gran-
des esperanzas en la psicología aplicada y llegó a decir que era la ciencia del futuro
por la influencia que podía ejercer en la vida de las personas. Esto resulta significa-
tivo, sobre todo si se tiene en cuenta las reticencias de Wundt hacia el trabajo de los
psicólogos en el campo aplicado.
Pero la influencia principal de Brentano fue a través del contacto con sus dis-
cípulos. Su magnetismo personal, junto con su coherencia y rigor lógico, dejó
huella en Sigmund Freud (1856-1939), quien siguió con interés sus cursos de
"lógica" y "filosofía de Aristóteles" y en una carta a un amigo de juventud lo des-
cribió como "persona muy inteligente, casi diría genial, y en muchos aspectos
ideal" (Freud, 1875/1995: 110). Como ha señalado algún autor (Fancher, 1977), en
sus primeros escritos metapsicológicos se advierten huellas del pensamiento de
Bren tan o.
Brentano trató extensamente del inconsciente en su Psicología y, aunque rechazó
los argumentos esgrimidos para demostrar su existencia, admitió la posibilidad de
una disociación patológica de la personalidad. Por otra parte, la teoría de las relacio-
nes objetales de la libido freudiana contienen ecos de la intencionalidad de Brentano,
con su énfasis en la presencia del objeto amado en la mente del amante, y la noción
de la múltiple causación de las neurosis guarda parecido con la doctrina aristotélica de
las causas que Freud aprendió en sus cursos con Brentano.
Los discípulos de Brentano llevaron sus ideas a los laboratorios psicológicos.
A. Meinong (1853-1920) y C. Von Ehrenfels (1859-1932) formaron b Escuela Aus-
triaca de la Psicología del Acto, conocida por sus estudios sobre la percepción, y
C. Stumpf convirtió al Instituto Psicológico de Berlín en el principal centro de
irradiación de la psicología del acto.
el Instituto de Berlín un archivo para guardar los registros fonográficos de las can-
ciones y dialectos que iban llegando de las distintas partes del el mundo.
En 1903 intervino en el caso del sabio Hans, un caballo cuya capacidad de reali-
zar operaciones aritméticas y dar la respuesta mediante golpes de pata en el suelo
suscitó la admiración de sus contemporáneos. Un psicólogo del Instituto de Berlín,
O. Pfungst (187 4-1932), descubrió que el animal percibía las claves de las respues-
tas que le eran sugeridas por su cuidador mediante unos movimientos de cabeza
involuntarios e inconscientes.
La influencia de Stumpf comenzó a declinar al término de la Primera Guerra
Mundial, especialmente después de su jubilación en 1921. Pero su obra fue continuada
por la Escuela Austriaca de la Psicología del Acto y, sobre todo, por la Psicología de la
Gestalt, una escuela de pensamiento que se gestó en el Instituto de Berlín. Su funda-
dor, Max Wertheimer (1879-1943) pasó dos años con Stumpf perfeccionando sus técni-
cas experimentales y sus dos compañeros más cualificados, Kurt Koffka (1886-1941) y
Wolfgang Kohler (1887-1967), realizaron sus tesis doctorales bajo su dirección.
O. Külpe (1862-1915) fue uno de los discípulos más brillantes de Wundt. Nacido
en Letonia, en un pueblo de la provincia de Curlandia llamado Candau, pertenecía
a una familia alemana y su padre era notario. En 1881 ingresó en la Leipzig con la
intención de estudiar historia, pero el contacto con el recién inaugurado laboratorio
de Wundt despertó su interés por la psicología. Tras un semestre en la Universidad
de Berlín dedicado a la historia, en 1883 se trasladó a Gotinga para estudiar psico-
logía con G. E. Müller, con quien inició su tesis doctoral sobre los sentimientos. En
1886 concluyó la tesis en Leipzig bajo la dirección de Wundt y substituyó al nortea-
mericano James McKeen Cattell (1860-1944) como ayudante de investigación del
laboratorio.
Influido por el experimentalismo de Müller, Külpe fue muy crítico con la teoría
wundtiana de la atención voluntaria y cuestionó el procedimiento substractivo
166 Parte Il: Surgimiento y expansión de la psicología científica
cia humana a proyectar los estados anímicos sobre las cosas externas. Los juicios
sobre la experiencia debían ser expurgados de esas adherencias a fin de llegar a la
única concepción correcta del universo.
Avenarius insistió en que la conciencia dependía del organismo corpóreo y más
en concreto, del sistema nervioso central. El organismo tenía una tendencia básica
al equilibrio; cuando éste se veía amenazado por los estímulos del mundo físico,
reaccionaba con unas series vitales orientadas a restaurarlo. Las series vitales po-
dían ser de dos clases, físicas y psicológicas, según que fueran independientes o
dependientes de las series físicas del sistema nervioso. Siendo así que las afirmacio-
nes o juicios sobre la experiencia dependían de las series físicas del sistema nervio-
so, el análisis psicológico debía ir orientado a establecer las relaciones de depen-
dencia de las series psicológicas con los procesos nerviosos.
«El gran abismo entre la investigación física y psíquica solo se conserva por la
manera estereotipada de pensar. Un color es un objeto físico en cuanto lo pensamos
como dependiente de la fuente luminosa (otros colores, calores, espacios, etc.). Si lo
consideramos como dependiente de la retina ... es un objeto psicológico, una sensa-
ción. Lo diferente en ambos casos no es la materia sino la dirección de nuestras
observaciones» (Mach, 1866/1987: 16).
La Definición de Külpe
«Está claro que la dependencia en la que pensamos es una dependencia del indi-
viduo corpóreo. Nadie ha discutido su existencia, excepto los metafísicos de cierta
escuela: pero el rango de su validez sólo se ha hecho patente cuando la fisiología y la
psicología han avanzado. Ahora sabemos que los procesos corpóreos que se hallan
en una relación funcional directa con nuestros hechos de experiencia ocurren exclu-
sivamente en el cerebro, -probablemente en el córtex-. Asumimos que esta depen-
dencia está siempre presente, aunque en muchos casos su existencia es meramente
hipotética» (Külpe, 1893/1973: 4).
La Réplica de Wundt
En 1896 Hermano Ebbinghaus escribió un artículo muy duro contra las ideas
psicológicas de W. Dilthey, un filósofo influyente que desde 1882 ocupaba la cáte-
dra de historia de filosofía de Berlín. Aunque probablemente obedecía a motivos
personales, dado que dos años antes Dilthey se había opuesto a su candidatura y
favorecido la de Stumpf para la cátedra de Berlín, el trabajo reflejaba una situa-
ción preocupante para los psicólogos. Los filósofos encabezados por Dilthey
habían iniciado una campaña contra la deshumanización de la psicología de los
laboratorios.
Capítulo 5: Los primeros pasos de la psicología en Alemania 171
Wilhelm Dilthey (1833-1911) se había doctorado en Berlín con una tesis sobre
la ética del teólogo F. Schleiermacher (1768-1834). Profesor de las Universidades de
Basilea (1866), Kiel (1868) y Breslau (1871), en 1882 obtuvo la cátedra de Historia
de la Filosofía de Berlín que anteriormente había sido detentada por G. W. F.
Hegel (1770-1831 ). Influido por el historicismo alemán, se propuso dar una sólida
base a los estudios históricos intentando una crítica de la razón histórica similar a la
de la razón pura de Kant. Este interés por la historia le llevó a la psicología, porque
para comprender los acontecimientos históricos -el paso del Rubicón por Julio
César, por ejemplo-, había que desentrañar la compleja trama de motivos, impulsos
y sentimientos que influían en la conducta de sus protagonistas, los cuales guarda-
ban una íntima relación con su contexto cultural.
En el primer volumen de la Introducción a las Ciencias del Espíritu (Dilthey,
188311956), estableció una clara diferenciación entre las ciencias sociales y las cien-
cias naturales. Mientras que los hechos del mundo externo eran dados a los senti-
dos de un modo fragmentario y debían ser explicados con un complicado andamia-
je conceptual, los hechos mentales eran dados directamente en la experiencia y
podían ser aprehendidos como totalidades significativas. Por esta razón, es decir,
por basarse en la experiencia directa, las ciencias del espíritu eran más empíricas
que las ciencias naturales.
Dilthey intentó una psicología descriptiva, analítica y estructural, orientada a la
comprensión de la persona como entidad histórica y no como substancia inmutable.
172 Parte JI: Surgimiento y expansión de la psicología científica
La Polémica
«el deseo secreto de encontrar la verdad objetiva ... también puede tener un lu-
gar en el complicado mecanismo de estas posibles influencias» (Ebbinghaus, 1885:
29-30).
Su empeño por encontrar la verdad era tan fuerte que, en su opinión, excedía con
mucho a todos los demás prejuicios que pudiera albergar en su mente.
Ebbinghaus realizó los experimentos en dos fases. La primera le tuvo ocupado
todo el curso 1879-1880 y le valió el puesto de docente en la Universidad de Berlín.
Posteriormente volvió a repetir las pruebas durante el curso 1883-1884 con vistas a
verificar sus resultados.
Método
las que tenían algún significado conocido. Ebbinghaus reconoció que las 2.300
sílabas empleadas en el experimento no eran totalmente homogéneas y admitían
distintos grados de dificultad. Lo verdaderamente homogéneo era su combina-
ción aleatoria en las listas, por lo que, propiamente hablando, eran éstas y no las
sílabas las que carecían de sentido y estaban libres de factores extra-asociativos.
Las listas de sílabas sin sentido tenían la ventaja de permitir muchas más combi-
naciones que los números, lo cual era importante a la vista de la ingente cantidad
de experimentos exigidos por la investigación.
En el aprendizaje de las listas, Ebbinghaus empleó el siguiente procedimiento.
Primeramente leía en voz alta las sílabas a una velocidad de 0.4 segundos, siguiendo
el compás de un metrónomo o los tic-tacs de un reloj, evitando las rimas y otros
artilugios mnemotécnicos. Tras una pausa de 15 segundos, intentaba recitar la lista
con vistas a comprobar si la había aprendido. En caso de fallar, volvía a leerla hasta lo-
grar reproducirla en su totalidad sin errores ni vacilaciones. Mientras que en la pri-
mera fase el criterio del aprendizaje fue dos repeticiones sin fallos, en la segunda
Ebbinghaus lo rebajó a una sola repetición sin errores.
La medida del aprendizaje venía dada por el número de lecturas o el tiempo
empleado en las mismas.
Para medir la rememoración, Ebbinghaus ideó el método de los Ahorros. Se
trataba de una medida indirecta, resultante de comparar el trabajo empleado en el
aprendizaje de la lista original con el requerido para reaprenderla al cabo de un
cierto tiempo. Por ejemplo, si el dominio de una lista requería seis lecturas y des-
pués sólo eran precisas cuatro, el ahorro era de dos repeticiones. Este método fue
para algunos autores el aspecto más original de sus experimentos, dado que era una
medida mucho más precisa que las utilizadas hasta entonces, las cuales se basaban
en la repetición perfecta de todo el material. Supongamos que memorizamos un
poema y al cabo de un mes intentamos recordarlo. Lo más probable es que no
podamos repetirlo en su totalidad, pero ello no significa que lo hayamos olvidado
totalmente. Entre el todo o el nada hay muchos grados de retención que requieren
una medida mucho más delicada y precisa.
Resultados
Como podrá apreciarse, las listas más largas exigen un esfuerzo proporcional-
mente mucho mayor. Mientras que la lista de 7 sílabas sólo necesitaba una repeti-
ción, la de doce -que no llegaba a doblar su tamaño- requería un trabajo 16 veces
superior. En el caso de haberla dividido en dos partes, sólo habrían sido precisos
dos ensayos, en lugar de los 16.6.
Ebbinghaus memorizó un verso del Don Juan de Byron con vistas a comparar
estos resultados con el aprendizaje de frases significativas. Dado que la lista era
mucho más larga -80 sílabas en total- y sólo requirió nueve repeticiones, el apren-
dizaje de material significativo era diez veces más fácil que el de listas de sílabas sin
sentido.
Repeticiones 8 16 24 32 42 53 64
Ahorro (24 h.) 8% 15% 23% 32% 42% 53% 64%
Como podrá apreciarse, las ventajas del sobreaprendizaje eran claras. Cada
repetición extra suponía una economía de un 1%, por lo que cabía esperar que 100
lecturas producirían un ahorro del 100%, lo cual equivalía a la una retención
perfecta de todo el material. Pero Ebbinghaus descartó esta posibilidad debido a la
fatiga y a las limitaciones de la atención.
3) Olvido con el Tiempo. El experimento más conocido fue aquél cuyo objetivo
era establecer la relación entre el olvido del material retenido y el tiempo transcu-
Capítulo 5: Los primeros pasos de la psicología en Alemania 177
gaban las series. Por ejemplo, con la lista de 12 sílabas, 38 lecturas distribuidas en
tres días producían el mismo efecto que 68 lecturas en un mismo día, dado que
ambos procedimientos requerían 7 repeticiones para reaprender la lista al cabo de
24 horas. En consecuencia, parecía aconsejable dividir el trabajo, y proceder paso a
paso, aprendiendo el material durante varios días sucesivos.
Conclusión
5.5.1. La Abstracción
En 1900, Külpe inició unos experimentos sobre la abstracción en los que demostró
la existencia de experiencias irreductibles a la sensación. Realizados con la ayuda del
norteamericano W. L. Bryan (1860-1955) durante el período 1900-1902, los dio a cono-
cer en un trabajo titulado "Investigaciones sobre la Abstracción" (Külpe, 1904). La
abstracción era fundamental para la formación de conceptos generales y consistía en
la singularización de ciertos aspectos de la realidad pasando por alto a los restantes.
Sin embargo, algunos filósofos habían negado la existencia de tales conceptos. Por
ejemplo, Berkeley los había reducido a imágenes singulares en su lucha contra las teo-
rías realistas del conocimiento. Así, cuando pienso en un triángulo me imagino un
triángulo concreto y esta imagen visual equivale al concepto general.
El material del experimento fueron cuatro sílabas sin sentido escritas con letras
de distinta forma, número y color, presentadas taquistoscópicamente durante 125
milisegundos. Los sujetos recibían la instrucción de fijar su atención en uno de los
siguientes atributos: contenido, número de letras, color de las letras, y forma u orde-
namiento espacial de las mismas. Una vez concluida la exposición, respondieron
correctamente a las preguntas sobre el aspecto de la experiencia al que habían pres-
tando atención. Pero no supieron qué responder cuando, a continuación, se les pre-
guntó por los restantes atributos. El instruido para atender al número de letras era
incapaz de recordar su contenido, color o forma; otro se quedó perplejo cuando le
dijeron que había colores, ya que, al parecer, no había caído en la cuenta de ellos. En
una palabra, la abstracción era un proceso real del que no cabía duda alguna. Pero
cuando los sujetos fueron interrogados sobre los procesos que habían pasado por su
mente durante la experiencia fueron incapaces de señalar contenidos conscientes. La
abstracción era algo impalpable e irreductible a las sensaciones y sentimientos cono-
cidos hasta entonces. Külpe la atribuyó a unos procesos muy activos, carentes de con-
tenidos sensoriales y, por consiguiente, irreductibles al análisis. Al parecer, dependían
de los datos objetivos y de las disposiciones subjetivas del observador.
Intrigado por estos resultados, Külpe ordenó a sus colaboradores -en su mayor
parte estudiantes de doctorado- que siguieran la pista a esos procesos que escapaban
a las categorías hasta entonces conocidas y trataran de analizarlos en el laboratorio.
Dado lo huidizo de los procesos del pensamiento y la dificultad de observarlos en
el momento de su ocurrencia, los psicólogos de Wurzburgo utilizaron un método más
sofisticado, conocido con el nombre de Introspección Sistemática, que se basaba en
las retrospecciones de los sujetos. Sus principales características eran las siguientes:
1) Las tareas eran más complejas. Los sujetos tenían que dar asociaciones libres
o forzadas, emitir juicios, responder a preguntas difíciles, etc., violando la
norma de limitarse a los procesos más simples de la sensación, sentimiento y
actos impulsivos más primitivos.
184 Parte JI: Surgimiento y expansión de la psicología científica
2) Los sujetos desconocían de antemano la tarea concreta que les iba a ser pro-
puesta por el experimentador.
3) Al final del experimento debían dar cuenta de todas las experiencias, tanto
de las ordinarias como de las extraordinarias, lo cual suponía unos largos
informes retrospectivos.
4) Estos informes se realizaban de acuerdo con un procedimiento sistemático
consistente en descomponer en etapas el proceso con vistas a facilitar la aten-
ción a los detalles más mínimos.
5) Los análisis eran dirigidos por el experimentador, quien realizaba muchas
preguntas al sujeto sobre la naturaleza de la experiencia observada.
Los lógicos pensaban que la unidad básica del pensamiento eran los juicios,
consistentes en la operación de afirmar o negar algo de algo o de alguien. Con vis-
tas a estudiarlos desde una perspectiva psicológica, Marbe propuso unos juicios
muy simples consistentes en comparar pesos o círculos, imaginar figuras geométri-
cas, decir qué gris era el más claro de tres, hacer sumas sencillas, etc. Para evitar la
interferencia del lenguaje pidió a los sujetos que respondieran con gestos, por ejem-
plo, moviendo la mano donde estaba el peso más grande, o indicando la longitud de
un metro con ambas manos, etc. Pero además incluyó tareas más complejas como
responder a la pregunta "cuánto es doce más tres" o traducir al alemán la frase lati-
na correspondiente al "hombre piensa".
Los sujetos señalaron en sus informes retrospectivos que muchos de los juicios
eran automáticos y no tenían correlatos conscientes. A lo sumo comportaban unos es-
tados peculiares de duda, vacilación, búsqueda, sorpresa, reconocimiento que se
parecían a las Disposiciones de la Conciencia de Mayer y Orth, y no comportaban
imágenes. Marbe les llamó Pensamiento sin Imágenes -término acuñado por el
inglés G. F. Stout (1860-1944) en su manual de Psicología Analítica (Stout, 1896)- y
concluyó postulando una facultad especial, la facultad del conocimiento, encargada
de los juicios y de la asignación de los atributos de "verdadero" o "falso". Los pro-
cesos del juicio resultaban inanalizables y, al no ir acompañados de contenidos
conscientes, parecían escapar a los dominios de la lógica, lo cual no dejaba de ser
sorprendente.
dificultad insalvable, dado que conocían de antemano la clase de tareas que debían
ejecutar. Ocurría lo mismo que en los experimentos sobre la lectura realizados por
Wundt, donde los sujetos tampoco conocían el texto que iban a leer. Además, los
protocolos no indicaban ninguna perturbación de la conciencia, por lo que cabía
sospechar que Wundt había procedido precipitadamente dejándose llevar de pre-
juicios teóricos y sin preocuparse de verificar los resultados en su laboratorio.
En lo relativo la replicabilidad, la investigación del pensamiento exigía presen-
tar situaciones nuevas al sujeto y, por consiguiente, éstas eran irrepetibles. Pero los
experimentos podían repetirse con otros sujetos y estos arrojaban siempre los mis-
mos resultados. Por otra parte, la presentación de problemas de índole muy diver-
sa, tales como los propuestos por Bühler a los sujetos, pretendía cumplir la norma
de variar sistemáticamente las condiciones experimentales.
En lo tocante a las retrospecciones, Bühler le recordó a Wundt que sus experi-
mentos sobre la asociación también las utilizaban. En su opinión, eran necesarias
para evitar que la explicación se basara únicamente en las opiniones del experimen-
tador, las cuales sí que podían ser incontroladas como lo demostraban las interpre-
taciones wundtianas de los experimentos del tiempo de reacción que Bühler no
vaciló en criticar.
La controversia dividió a los laboratorios psicológicos. Algunos como el francés
Binet (1903b) o el norteamericano R. S. Woodworth (1906, 1915) tomaron partido
a favor de las tesis de Wurzburgo. Otros como Titchener (1909) pretendieron zan-
jar la discusión atribuyendo las disposiciones de la conciencia a combinaciones de
obscuras sensaciones musculares. En su opinión, los procesos del pensamiento sin
imágenes eran los componentes cinestésicos de los movimientos musculares que
acompañaban al pensamiento, los cuales podían ser observados claramente en
aquellas ocasiones en que nos enfrentamos con un problema difícil y realizamos
grandes esfuerzos musculares para adaptarnos a esa situación. Por consiguiente, no
era preciso postular ningún elemento nuevo además de las sensaciones orgánicas
producidas por el movimiento.
Vistas las cosas retrospectivamente, las diferencias no fueron tan grandes como
a primera vista pudiera parecer, dado que en el fondo todos apuntaban a los mis-
mos hechos. Porque, como se recordará, Wundt consideró a los procesos del pensa-
miento dentro de las actividades voluntarias e insistió en sus conexiones con los
sentimientos, los cuales aleteaban por el campo de la conciencia sin que el sujeto
tuviera una clara conciencia de ellos e imprimían una dirección a la atención. Como
ha señalado R. Watson, "es evidente que la distinción entre las ideas rivales de la
escuela de Wurzburgo y Wundt no es tan nítida como quisieran creer los entusias-
tas ... Desde la perspectiva actual, puede decirse que las opiniones de Wurzburgo y
Wundt no eran incompatibles" (Watson, 1978: 311). Lo que tanto los unos como los
otros pretendían era señalar las conexiones del pensamiento con la motivación.
Wundt habló del papel de la voluntad en la dirección de la atención selectiva, mien-
tras que Külpe y sus discípulos dieron más relieve a las disposiciones motivaciona-
les o tendencias determinantes.
Donde probablemente las discrepancias eran más acusadas fue en la cuestión
del método. Influidos por la fenomenología, Külpe y sus discípulos intentaron
Capítulo 5: Los primeros pasos de la psicología en Alemania 191
5.6. Conclusión
LA PSICOLOGÍA BRITÁNICA
una Segunda Guerra Mundial ofrecieron finalmente unas circunstancias más favo-
rables" (Hearnshaw, 1964: 120).
Los primeros laboratorios ingleses -los de Cambridge y Londres- aparecieron
en una fecha tan tardía como 1897 y las Cátedras de Psicología se demoraron toda-
vía más. La primera, la de la Universidad de Londres, no fue establecida hasta el
año 1928 y la Universidad de Oxford no hizo lo propio hasta 1946, una vez termina-
da la Segunda Guerra Mundial.
Como vimos en el capítulo segundo, los filósofos asociacionistas del XIX abona-
ron el terreno para la psicología científica. John Stuart Mili (1806-1873) estableció
las bases metodológicas de la ciencia de la naturaleza humana en su Sistema de Ló-
gica (1843/1913) y A. Bain (1818-1903) fundó en 1876 la revista Mind, la primera
revista psicológica del mundo. Sin embargo, la psicología asociacionista sufrió un
fuerte retroceso a raíz de la controversia del evolucionismo.
Darwin puso en tela de juicio la doctrina bíblica de la creación de la primera
pareja humana y esto movilizó a los círculos tradicionales, sobre todo después del
enfrentamiento de su discípulo T. Huxley (1825-1895) con un obispo de la Iglesia de
Inglaterra. De ahí el resurgir de la filosofía idealista que, como se recordará, había
capitalizado en Alemania la reacción contra el materialismo científico.
Influidos por el idealismo, los primeros psicólogos británicos vieron con malos
ojos al asociacionismo. James Ward (1843-1925), el fundador del laboratorio de
Cambridge, fue alumno de Rudolph Lotze (1817-1881) y defendió una teoría de la
mente parecida a la de Leibniz y Brentano. James Sully (1843-1923), fundador del
laboratorio de Londres, también se formó en Alemania con Lotze, Helmholtz
(1821-1894) y Du Bois-Reymond (1818-1896). Aunque fue menos radical en su
oposición al asociacionismo y estuvo más abierto a la psicofisiología, sin embargo,
excluyó a las funciones mentales superiores del ámbito de la asociación de ideas.
Las principales contribuciones británicas no vinieron de los laboratorios sino de
la biología y, más en particular, de la teoría de la evolución de Charles Darwin
(1809-1882). Tras la publicación del Origen de las Especies (Darwin, 1859/1980) sur-
gieron dos nuevas disciplinas, la psicología comparada y la psicología diferencial,
orientadas al estudio de la mente animal y de las diferencias individuales, respecti-
vamente.
La psicología animal nació con el libro de Darwin Expresión de las Emociones
en los Animales y en el Hombre (Darwin, 1872/1984), una obra dedicada a estable-
cer las semejanzas entre los gestos emocionales de los animales y del ser humano.
Su amigo y discípulo G. J. Romanes (1848-1894) escribió el primer texto de psicolo-
gía comparada, titulado Inteligencia Animal (Romanes, 1882/1886), y después
Conwy Lloyd Morgan (1852-1936) desarrolló la nueva disciplina en su Introducción
a la Psicología Comparada (Morgan,1894).
La psicología diferencial fue obra de Francis Galton (1822-1911), un repre-
sentante típico de la burguesía inglesa de la época victoriana. Influido por su primo
Darwin, aplicó la estadística al estudio de las diferencias individuales, siendo el in-
ventor de los tests mentales y fundador del primer gabinete psicométrico del mun-
do. Además, ideó una nueva ciencia, la Eugenesia, orientada a mejorar la raza hu-
mana mediante un control inteligente de la reproducción.
Capítulo 6: La psicología británica 195
6.1. El Evolucionismo
de otras pruebas más substantivas en favor del transformismo, las tesis catastrofis-
tas terminaron por imponerse en Francia, y Lamarck acabó sus días poco menos
que sumido en la indigencia.
En 1855, el mismo año en que A. Bain publicó Los Sentidos y el Intelecto, Spen-
cer mandó a la prensa sus Principios de Psicología, el libro en el que formuló la tesis
básica de la psicología evolutiva, según la cual la mente no podía ser comprendida
plenamente sin un conocimiento de sus orígenes y desarrollo histórico. Pero el libro
pasó inadvertido porque la teoría de la evolución no había calado en el ambiente
intelectual.
Tras la aparición del Origen de las Especies (Darwin, 1859/1980), Spencer pre-
paró una segunda edición en dos volúmenes (Spencer, 1870-1872). En ella ofreció
un sistema psicológico basado en la ley de la asociación y en el principio de la evo-
lución, entendida como un progreso hacia una mayor diferenciación e integración.
El desarrollo era un crecimiento desde un estadio primitivo de homogeneidad, indi-
ferenciación e incoherencia, hasta una fase final de heterogeneidad, diferenciación
y coherencia. Por ejemplo, los protozoos inferiores, unas totalidades amorfas e in-
diferenciadas, dieron origen a los animales y estos a los seres humanos, dotados de
multitud de órganos claramente diferenciados e integrados en una organización
unitaria gracias a la acción del sistema nervioso.
El principio del desarrollo operaba a escala universal. Explicaba la formación
de la tierra a partir de la nebulosa primitiva; la evolución de las especies; el desarro-
llo humano desde embrión hasta el organismo adulto; el crecimiento de la inteli-
Capítulo 6: La psicología británica 197
Darvinismo Social
eran muy pequeñas y en su mayor parte debidas al azar, pero además admitió
otros factores como la influencia del medio ambiente -por ejemplo, un cam-
bio climático- o el uso y desuso. Estos agentes producían unos cambios infi-
nitesimales en los organismos que iban acumulándose a lo largo de los siglos
hasta que finalmente daban origen a una especie nueva.
2) La Selección Natural de las variaciones con más probabilidades de sobrevivir
en la lucha por la supervivencia. La naturaleza ejercía una constante selec-
ción de las modificaciones más favorables. Mientras que los individuos peor
preparados sucumbían a los rigores del clima, falta de alimentos, enferme-
dad, guerras, etc., los más aptos se reproducían más fácilmente. Apoyándose
en la gran variedad de animales domésticos producidos artificialmente, Dar-
win pensó que en el curso de la evolución surgían muchas variaciones útiles
para la batalla por la vida y que los individuos que las poseían tenían mayo-
res probabilidades de supervivencia que los que carecían de ellas.
3) La Herencia o transmisión hereditaria de las modificaciones adaptativas a los
miembros de las siguientes generaciones. Como todavía no eran conocidos
los mecanismos de la herencia, Darwin se limitó a indicar que las variaciones
se heredaban de padres a hijos.
La Mente Humana
Las Emociones
Un año después, Darwin trató de los gestos con que expresamos las emociones en el
libro Expresión de las Emociones en los Animales y en el Hombre (Darwin, 1872/1984).
Consciente de la dificultad del estudio de las emociones, debido su carácter huidizo y a
la tendencia humana a proyectar en los demás los propios estados emocionales, decidió
utilizar el método de la observación objetiva, consistente en tomar registros de las con-
ductas y gestos emocionales y hacer que los evaluaran jueces independientes.
Las poblaciones estudiadas fueron las siguientes:
a) Niños y Animales. Los sujetos más interesantes eran los niños y los anima-
les. Los niños, porque expresaban las emociones en estado puro, no conta-
minado por la educación. Los animales, porque nos permitían conocer sus
orígenes evolutivos. La observación de los animales, escribió Darwin, era
importante "para poseer las bases más seguras para la generalización de
las causas o el origen de los variados movimientos de la expresión. Obser-
vando animales no somos tan propensos a vemos arrastrados por nuestra
imaginación y además podemos estar seguros de que sus expresiones no
son convencionales" (Darwin, 1872/1984: 50).
b) Enfermos Mentales. Las personas con trastornos mentales tenían emocio-
nes más fuertes que las normales. Por esta razón, Darwin reunió una gran
cantidad de fotografías de pacientes con perturbaciones afectivas y pidió a
los psiquiatras que las evaluaran objetivamente. Estas evaluaciones se ex-
tendieron también a las fotografías de un paciente a quien le habían admi-
202 Parte JI: Surgimiento y expansión de la psicología científica
Una vez estudiados todos los materiales, Darwin formuló tres principios gene-
rales sobre los gestos emocionales:
bitos de la raza, transmitidos en forma de instintos, eran innatos en los individuos de las
siguientes generaciones. Dicho con otras palabras, "lo que Darwin considera como ver-
daderas expresiones son precisamente los reflejos y los instintos, que suponen no sólo la
capacidad innata para reaccionar de una determinada forma, sino también el reconoci-
miento innato de esa misma expresión en los demás" (Femández Rodríguez, 1984: 16).
Influencia de Darwin
La Expresión de las Emociones en los Animales y el Hombre tuvo consecuen-
cias importantes en la historia de la psicología. Además de dar origen a la psicolo-
gía comparada, una disciplina orientada al estudio comparativo de la mente animal
y humana, despertó el interés por las emociones. Como vimos en el Capítulo 4,
Wundt explicó los orígenes del lenguaje humano en función de los gestos emocio-
nales, los cuales constituían la forma más primitiva de comunicación social.
Por otra parte, el énfasis darviniano en los métodos observacionales contribuyó a
ensanchar los horizontes de la psicología. Darwin brindó a los psicólogos un modelo
de ciencia distinto al de la fisiología experimental, inspirado en la física de Newton. La
teoría de la evolución se fundaba en la observación más que en el experimento y, sin
embargo, nadie podía negar su naturaleza científica. Esto llevó a pensar en la posibili-
dad de una psicología parecida a la biología, basada en el método de la observación de
las conductas y centrada en los procesos de adaptación al medio ambiente externo.
Darwin transformó la imagen del ser humano, que dejó de ser el centro de la crea-
ción para convertirse en un organismo empeñado en la lucha por la supervivencia y
dotado de unos instintos que le recordaban su pasado animal. Esta visión de la natu-
raleza humana estaría latente en las psicologías funcionalistas norteamericanas o en
la teoría de los instintos del inglés William McDougall (1871-1938). Lo mismo podría
decirse de la teoría psicoanalítica de Freud, con su dinámica de los instintos, o de la
moderna Etología, que ha considerado a Darwin como su precursor más importante.
Todas ellas hundían sus raíces en la biología evolucionista. Por último, la teoría de la
evolución inspiró la psicología diferencial de Galton, una disciplina dedicada al es-
tudio de las diferencias psicológicas entre las personas y grupos humanos.
doctrina del monismo psicofísico. La conciencia era una cualidad emergente, en el sen-
tido de ser algo nuevo dentro del desarrollo evolutivo, pero no implicaba una interven-
ción sobrenatural ni la existencia de una entelequia o alma espiritual. Era un fenóme-
no similar a la vida, que también era una cualidad emergente, imposible de predecir a
partir de la materia orgánica que, sin embargo, obedecía a causas totalmente naturales.
con la ayuda de la madre. Los picoteas de los recién nacidos fueron menos perfec-
tos de lo que pretendía Spalding y de hecho mejoraron con la práctica. Por ejem-
plo, un pollito de dieciocho horas necesitó cinco ensayos para coger un objeto
pequeño con el pico, dos para un segundo objeto y uno para otro tercero. Si eran
retenidos en el cajón de la incubadora durante algún tiempo, su conducta ganaba
en precisión pero no llegaba nunca a la perfección. Así, un pollito de cinco días
necesitó siete intentos para atrapar y tragar un pequeño insecto.
En opinión de Morgan, el instinto brindaba el esquema general de la conducta
y la experiencia ponía los detalles. Los animales venían al mundo con unas disposi-
ciones generales a ejecutar acciones relacionadas con la conservación de la vida, pe-
ro esas disposiciones no suponían un conocimiento innato de los objetos de la natu-
raleza. Los pájaros no tenían un miedo instintivo al grito de los halcones como afir-
maba Spalding. Sus reacciones de sobresalto eran elicitadas por todos los ruidos
súbitos e imprevistos, tanto los procedentes de un rollo grande de papel, como los
estornudos, aplausos e incluso los acordes de un violín. Por otra parte, los pollitos
criados en incubadora eran indiferentes al cloquear de la gallina madre y no reco-
nocían instintivamente el agua.
Lo único que heredaban los animales era la disposición innata a responder a ciertas
clases de estímulos. Si la respuesta era la adecuada, entonces podía ser considerada
como instintiva. Pero si requería del concurso del ejercicio y la práctica, entonces se
trataba de una de las primeras manifestaciones de la inteligencia. El aprendizaje aso-
ciativo podía ser de dos clases, según su grado de complejidad.
La primera clase de aprendizaje, la más simple, consistía en asociar dos impre-
siones sensoriales del campo perceptivo. Por ejemplo, los pollos recién nacidos pi-
cotean todo, incluso los excrementos. Pero inmediatamente los expulsan de la boca
y después los evitan, debido a que han establecido una conexión asociativa entre la
impresión visual del excremento y la sensación desagradable que produce en los
sentidos del gusto y olfato.
Veamos otro ejemplo, un experimento en el que unos pollos muy jóvenes
aprendieron a discriminar entre gusanos y orugas. Según lo refiere Morgan:
«La tarde de su tercer día de vida activa, coloqué dos objetos nuevos para ellos,
un gusano pequeño y una oruga amarilla y negra ... tan común en el verano sobre la
hierba cana. Los pájaros los miraron con timidez y suspicacia. En la medida en que
me es dado conocer, no eran más suspicaces de uno que del otro; probablemente
eran suspicaces de ambos, porque eran bastante más grandes que aquellos objetos a
los que tenían la costumbre de picotear, y además se movían. Los picotearon tímida-
mente una o dos veces; como se hacía tarde y los pollitos estaban adormilados me
creí en el deber ... de llevarlos a la cama. A la mañana siguiente repetí el experimento
cuando los animales estaban frescos y vigorosos. Nuevamente picotearon tímida-
mente ambos objetos, el gusano y la oruga, y eventualmente los levantaron con el
pico ... Pero la oruga que, como se sabe, es desagradable para la mayoría de los pája-
ros, fue dejada caer inmediatamente; en cambio, el gusano fue tragado después de
algunos esfuerzos cómicos. En lo sucesivo, la oruga fue picoteada ocasionalmente y
más frecuentemente simplemente contemplada. Por otra parte, los gusanitos frescos
Capítulo 6: La psicología británica 209
«el pollo, esc:·ibió Morgan, encontró que una cierta acción, ejecutada inicialmente
parece que sin ninguna idea de un resultado particular, produjo ciertos efectos; estos
efectos fueron placenteros; se estableció una asociación entre la idea de picotear en la
esquina y la de salir a la habitación. Después la acción de romper el periódico fue
repetida por la misma razón por la que la acción de picotear el gusano fue repetida -a
saber, porque por la experiencia se había asociado con consecuencias placenteras»
(Morgan, 1894/1906: 216).
origen a los suburbios de las poblaciones industriales, donde las personas vivían
hacinadas luchando por la supervivencia en condiciones infrahumanas, tal y como
había indicado Malthus. Por otra parte, el comercio con las provincias del Imperio
y la incipiente actividad industrial crearon una burguesía adinerada de la que Gal-
ton fue un exponente típico. Hijo de un próspero banquero que vivía en una loca-
lidad próxima a Birmingham, pensaba que las grandes ciudades eran un peligro
para la raza inglesa porque disminuían la fertilidad de las mujeres y destruían el
vigor y energía de los jóvenes. En consecuencia, había que tomar medidas para
impedir este declive.
Como miembro de la burguesía ilustrada, Galton pensaba que la aristocracia
era una reliquia histórica del pasado. La posición social de una persona no venía
dada por su nobleza de sangre, sino por su inteligencia y capacidad intelectual. Sin
embargo, el hecho de vivir en una sociedad capitalista marcada por las grandes di-
ferencias de clases dejó huella en su pensamiento. Las diferencias sociales eran de-
bidas a la naturaleza, que había repartido desigualmente sus dones, haciendo a
unos más inteligentes que a otros, y estas diferencias eran hereditarias, transmitién-
dose de padres a hijos. En consecuencia, el principio de igualdad de oportunidades
solo era válido para las personas dotadas de una cierta capacidad. Las demás, es de-
cir, las mal dotadas por la naturaleza, debían resignarse con su condición sin aspirar
a una educación que era superior a sus fuerzas.
En 1850 organizó una expedición a África del Sur y exploró el país de Namibia,
elaborando el primer mapa de esa región. Además publicó un libro sobre el Arte de
Viajar (Galton, 1855) e inventó los "mapas del tiempo", los cuales contenían infor-
maciones procedentes de todos los observatorios expresadas con símbolos gráficos
muy fáciles de leer (Álvarez, 1985).
El Origen de las Especies (Darwin, 1859/1980) despertó su interés por las varia-
ciones individuales y su transmisión hereditaria. Galton estaba convencido de la de-
sigualdad humana, tanto en lo que se refiere a las características físicas como psico-
lógicas. Este convencimiento procedía de su experiencia en el Trinity College de
Cambridge, donde quedó impresionado por la enorme dispersión de las calificacio-
nes de los exámenes. Después, en sus viajes por África y el Oriente Medio, tuvo la
oportunidad de comprobar la enorme variedad de razas y grupos étnicos, todos
ellos con unas características físicas y psicológicas muy diferentes.
Galton atribuyó estas diferencias a la naturaleza. En 1865, en un artículo sobre
"Talento y Carácter Hereditario" defendió la herencia de la inteligencia y poco
después aportó las primeras pruebas en el libro el Genio Hereditario (1869/1978).
El estudio de las familias de los genios revelaba muchos consanguíneos de esa mis-
ma condición. Al parecer, la inteligencia tendía a concentrarse en unas pocas fami-
lias debido a la herencia.
Durante los años 1869-1871 intentó verificar la teoría de Darwin sobre la heren-
cia de las características físicas. Según Darwin, los cambios en los órganos de un in-
dividuo quedaban registrados en las gémulas, una especie de vestigios de esos órga-
nos que viajaban por la sangre a las glándulas sexuales y allí formaban parte de las
células reproductoras. Galton tomó unos conejos negros de piel negra, les extrajo
sangre y la inyectó en otros de piel blanca, con vistas a comprobar los efectos de la
transfusión en su descendencia. Ante lo negativo de los resultados, dejó a un lado a
las características físicas y se concentró en las facultades mentales.
En 1874, en el libro Científicos Ingleses, dio a conocer los resultados de una en-
cuesta sobre la influencia de la herencia y el ambiente, realizada con los miembros
más eminentes de la Royal Society. Posteriormente, en 1883 publicó sus principales
investigaciones antropológicas y psicológicas en un libro titulado Indagaciones so-
bre la Facultad Humana (Galton, 1883), en el que insistió en las diferencias indivi-
duales y en la posibilidad de perfeccionar la raza humana mediante la eugenesia.
En 1884 estableció un Laboratorio Antropométrico en la Exposición Interna-
cional de la Salud de Londres y aplicó los tests de inteligencia a más de 9.000 visi-
tantes. Galton analizó los datos en el libro Herencia Natural (Galton, 1889), en el
que dio expresión definitiva a sus ideas sobre la herencia de la inteligencia. Poste-
riormente, en 1901 fundó la revista Biometrika y tres años después ofreció a la Uni-
versidad de Londres 1.500 libras anuales para un laboratorio eugenésico. La propaga-
ción de las ideas eugenésicas constituyó su principal preocupación durante los
últimos años de vida. En 1907 fundó en Londres la Asociación para la Educación
Eugénica, sociedad a la que pertenecieron McDougall y Spearman entre otros psi-
cólogos británicos, y en 1908 publicó las Memorias de mi Vida (Galton, 1908), libro
en el que defendió la segregación de los débiles mentales a fin de impedir que tu-
vieran descendencia.
214 Parte Il: Surgimiento y expansión de la psicología científica
Pruebas Sensoriales. Galton ideó unos aparatos que se hicieron populares en los
primeros laboratorios psicológicos y los aplicó a la medida de los umbrales senso-
riales. Entre ellos destacan los siguientes:
Pruebas Motóricas. Los principales tests motóricos eran los de los Tiempos de
Reacción, Rapidez de Movimientos y Fuerza Muscular.
Como habrá podido apreciarse, estas pruebas eran demasiado simples como
para tener alguna relación con la inteligencia y, de hecho, no dieron ninguna corre-
lación significativa con el rendimiento escolar. Por esta razón, enseguida fueron
desbancadas por la Escala de la Inteligencia de Binet, centrada en la medida del
juicio y del razonamiento. Pero ello no fue obstáculo para que se le reconociera a
Galton el mérito de ser el primero en medir la inteligencia con los Tests Mentales,
un término propuesto por su discípulo James McKeen Cattell (1860-1944), como
tendremos ocasión de comprobar cuando estudiemos la psicología funcionalista
norteamericana.
El laboratorio antropométrico de Londres constituye el precedente más inme-
diato de los modernos gabinetes psicométricos. Abierto en el año 1884 con motivo
de la Exposición Mundial de la Salud celebrada en Londres, obtuvo registros de
9.337 personas. Mediante el pago de una tarifa de tres o cuatro peniques, los visi-
tantes iban pasando por una larga mesa donde estaban colocados los aparatos y
después de realizar las distintas pruebas recibían una tarjeta con los resultados. En
ella figuraban otras medidas físicas como el peso y la estatura, la longitud de pier-
nas y de brazos, tamaño de la cabeza, color de los ojos, sentido del color, etc. Una
segunda copia era archivada en el laboratorio con vistas a un análisis estadístico
de los resultados. En 1888 Galton estableció un laboratorio similar en la Galería de
Capítulo 6: La psicología británica 219
Ciencias del Museo de South Kensington, donde permaneció abierto hasta el año
1891. En total obtuvo más de 17.000 protocolos, de los que 7.500 se han conservado
hasta nuestros días (Johnson, McClearn et al., 1985).
«anotar las variadas facultades hereditarias de los diferentes hombres y las gran-
des diferencias en las distintas familias y razas, aprender hasta dónde ha mostrado la
historia que es posible en la práctica suplantar el linaje humano ineficaz por otras ce-
pas mejores y considerar si no sería obligación nuestra actuar... para promover las
metas de la evolución más rápidamente y con menos tensión que si dejáramos que los
acontecimientos siguieran su propio curso» (Galton, 1883: 1-2).
Imágenes Mentales. Galton se interesó por las imágenes cuando conoció los
informes de personas con una memoria visual tan grande que podían ver los obje-
tos del pensamiento como si los tuvieran presentes. Ellas podían arrojar luz sobre
las diferencias en las operaciones mentales y también sobre los orígenes de las alu-
cinaciones de los visionarios, que era otra de las cuestiones que le preocupaban por
su conexión con la religión. Primero realizó un sondeo preliminar con personas de
su entorno y después elaboró un cuestionario que remitió a una muestra más
amplia de la población, obteniendo cien respuestas. Para hacernos una idea de las
preguntas, veamos las relativas a la iluminación, definición y color de las imágenes
mentales:
les resultaba difícil. Lo interesante era que las imágenes no parecían necesarias pa-
ra el pensamiento, algo que sería confirmado unos años después por Külpe y la Es-
cuela de Wurzburgo.
Asociación de Ideas. Aun reconociendo que era difícil distinguir entre lo innato
y lo aprendido, dado que ambos factores marchan juntos en la vida real, Galton
incluyó a la asociación de ideas dentro de las adquisiciones conseguidas por el
aprendizaje. Ella brindaba el material básico del pensamiento, consistente en cade-
nas asociativas de recuerdos de experiencias archivadas en la memoria.
Con vistas a estudiar algo tan obscuro y difícil de registrar como el pensamien-
to, Galton utilizó el método de la libre asociación. Dejó vagar libremente su mente
hasta encontrar una o dos ideas y, a continuación, sometió el proceso a un detallado
análisis introspectivo. Aunque el procedimiento era aburrido y requería un esfuer-
zo casi sobrehumano, sin embargo, sus resultados fueron reconfortantes, ya que le
proporcionaron una nueva visión de las operaciones de la mente.
Galton realizó primeramente unos experimentos informales que denominó
"psicométricos". Para ello tomó nota de los pensamientos sugeridos por los objetos
que iban apareciendo ante sus ojos mientras paseaba por la calle de Pall Mall. Para
su sorpresa encontró que trescientos objetos evocaron una o dos asociaciones libres
en su mente, una cifra relativamente alta teniendo en cuenta que la distancia era
aproximadamente de medio kilómetro. Al parecer el cerebro era más activo de lo
que se pensaba. Sin embargo, esta impresión se desvaneció cuando repitió la expe-
riencia unos días después y comprobó que muchas asociaciones volvían a repetirse.
El pensamiento era como una procesión de actores que entran y salen del escena-
rio, dando la impresión de ser más numerosos de lo que en realidad son. La activi-
dad de la mente no era tan grande como se pensaba.
Con vistas a comprobar esta tendencia a la repetición ideó un experimento que
se anticipó a los realizados en Leipzig y otros laboratorios psicológicos sobre la
asociación de palabras. Primeramente seleccionó 75 vocablos y los escribió en ho-
jas de papel distintas. Tras unos días de descanso para olvidar su contenido, co-
menzó el experimento propiamente dicho, consistente en encontrar dos asociacio-
nes libres para cada una de las palabras, y registrar el tiempo transcurrido desde la
presentación del estímulo hasta la segunda respuesta. Galton recorrió la lista en
cuatro ocasiones diferentes, separadas por intervalos temporales de aproximada-
mente un mes.
Los resultados confirmaron las impresiones del experimento preliminar. Casi la
tercera parte de las asociaciones -un 33% para ser más exactos-, se repitieron en
todos los ensayos; el 21% apareció en tres de los cuatro y el 23% en dos. Por otra
parte, la mayoría de las asociaciones procedían de la infancia. De las 124 ideas cuyo
origen histórico pudo localizar, el 39% se remontaba a esta primera época del desa-
rrollo, mientras que solo el 15% pertenecía al presente más inmediato. Juntando
los períodos de la infancia y estudio en la universidad, la cifra ascendía al 50%, de
donde concluyó que la educación jugaba un papel importante en la fijación de las
asociaciones. Esta conclusión sería confirmada después por los estudios de psicolo-
222 Parte Il: Surgimiento y expansión de la psicología científica
gía infantil, los cuales pusieron de relieve la importancia psicológica de los primeros
años de vida.
Pero el hallazgo más interesante para Galton guardaba relación con el incons-
ciente y su influencia en la asociación de ideas. Como escribió Galton: "Quizá la
más fuerte de las impresiones dejada por estos experimentos tenga que ver con la
diversidad del trabajo realizado por la mente en un estado de semi-consciencia, y
con la razón válida que brindan para creer en la existencia de estratos de operacio-
nes mentales todavía más profundos, hundidos completamente bajo el nivel de la
conciencia, que pueden explicar fenómenos mentales que de otra forma no podrían
ser explicados" (Galton, 1883: 202-203). Galton comparó a la mente con una sala
de audiencias -la conciencia- con una antecámara donde esperaban las ideas in-
conscientes: "Diríase que en mi mente hay como una cámara de audiencias donde
la conciencia tiene la corte, y donde dos o tres ideas están en audiencia, y una ante-
cámara llena de ideas más o menos aliadas, situada justo después de la conciencia
plena. Las ideas más próximamente aliadas con las de la cámara de audiencias pa-
recen ser llamadas de un modo mecánicamente lógico para ser recibidas en audien-
cia" (Galton, 1883: 203-204).
El pensamiento dependía de tres factores: la cantidad de ideas guardadas en el
inconsciente, la relación de esas ideas con el tema en consideración, y la precisión o
exactitud del mecanismo lógico que las llevaba automáticamente a la conciencia.
Como la creatividad era resultado de la interacción entre las ideas inconscientes y
las ideas registradas en la conciencia, Galton recomendó el siguiente procedimiento
para tener ideas nuevas: primero pensar en el mayor número de cosas relacionadas
con el tema en cuestión, a fin de llenar la antecámara de ideas afines. A continua-
ción dejar que dichas ideas se unan en el inconsciente, sin ningún esfuerzo cons-
ciente. Una vez hecho esto, iniciar nuevamente el proceso hasta encontrar una lí-
nea de pensamiento que una a todos los temas. Por último, dejar que el mecanismo
automático lleve las conexiones a la conciencia, donde son alargadas o acortadas a
voluntad.
6.2.6. Conclusión
El clima de las universidades inglesas de finales del siglo XIX era muy distinto
del imperante en las universidades alemanas. Los dos centros más prestigiosos, las
Universidades de Oxford y Cambridge, estaban divorciados de la investigación y
sus profesores se hallaban bajo la influencia de una Filosofía idealista de corte neo-
224 Parte Il: Surgimiento y expansión de La psicología científica
Los pioneros de la psicología británica fueron los filósofos James Ward (1843-1925)
y James Sully (1842-1923). Ward fue el autor del artículo de la Enciclopedia Britá-
nica que en 1886 introdujo la nueva disciplina a los británicos, y el fundador del pri-
mer laboratorio, establecido en la Universidad de Cambridge en el año 1897. James
Sully, profesor de filosofía mental de la Universidad de Londres, estableció ese mis-
mo año el laboratorio de Londres y escribió los primeros libros de texto de la nue-
va disciplina.
James Ward (1843-1925) recibió una educación tradicional orientada al ministe-
rio pastoral en la Iglesia Congregacional. Pero en 1870 marchó a Alemania para es-
tudiar con Lotze en Gotinga, y después de abandonar el ministerio, en 1875, entró
en Cambridge como profesor de filosofía moral, siendo ascendido a lector de ciencias
morales en 1881 y a catedrático en 1897. Preocupado por las relaciones entre la
ciencia y la religión, en sus libros Naturalismo y Agnosticismo (1899) y Pluralismo y
Teísmo (1911) combatió el naturalismo científico y defendió un monismo parecido
al de los idealistas alemanes. A pesar de su apoyo a los laboratorios, no realizó nin-
gún experimento y propuso una Psicología parecida a la de Brentano, centrada en
las funciones mentales y en las actividades del Yo. En los Principios de Psicología
(Ward, 1918), la exposición más completa de su posición teórica, definió a la psico-
logía como ciencia de la experiencia individual, entendiendo por tal a la experien-
cia procedente de un yo unitario que no podía descomponerse en facultades, sen-
saciones o átomos elementales. Esta entidad explicaba la unidad y coherencia de
la vida mental sin necesidad de recurrir a la asociación de ideas o a otras nociones
mecanicistas.
George F. Stout (1860-1944) popularizó la psicología funcionalista de Ward, con
quien estudió en la Universidad de Cambridge. Profesor de filosofía mental en Ox-
ford (1898-1903), y luego de lógica y metafísica en Aberdeen (1903-1936), publicó
un Manual de Psicología (Stout, 1898) que fue utilizado en las universidades britá-
nicas durante más de medio siglo. Además escribió una Psicología Analítica (Stout,
1896), en la que expuso su teoría de la actividad de la mente en unos términos me-
nos metafísicos y más próximos al lenguaje común que los de Ward.
El impulsor del laboratorio de Londres, James Sully (1843-1923), fue contempo-
ráneo de Ward y compartió con él muchas características comunes. Primero intentó
ser ministro protestante y después estudió en Alemania con Lotze (1867-1868) y
con Helmholtz (1871-1872). Sin embargo, estuvo más abierto a la influencia de los
asociacionistas, y en particular de los Mili, Spencer y Bain, cuya lectura despertó su
interés por la psicología. Nombrado catedrático de lógica de la Universidad de
Londres en 1892, gracias a sus gestiones inició su andadura el laboratorio de psico-
logía en octubre de 1897 con los aparatos comprados a la Universidad de Friburgo
tras la marcha a los Estados Unidos de su director Rugo Münsterberg (1863-1916).
Capítulo 6: La psicología británica 225
sujeto con sus actitudes y esquemas cognitivos. Lo mismo podía decirse de las habi-
lidades motrit:~s, que eran acciones orientadas a solucionar los problemas prácticos
de la acción. En este punto, Bartlett se alineó con los enemigos del atomismo psico-
lógico e insistió en la importancia de los factores centrales.
tos. En este punto coincidía con los psicoanalistas, con los que mantuvo algunos con-
tactos, especialmente con Jung, con quien llegó a psicoanalizarse durante un breve pe-
ríodo de tiempo en el año 1919. Pero después criticó la ambigüedad de las definiciones
psicoanalíticas y lamentó su excesiva polarización en el sexo (McDougall, 1936).
En 1920 emigró a los Estados Unidos para ocupar la Cátedra de Psicología de
Harvard, dejada vacante por el alemán Hugo Münsterberg (1863-1916). Ese mismo
año fue presidente de la Sociedad de Investigación Psíquica, una institución dedica-
da al estudio científico del espiritismo y demás fenómenos paranormales. Este he-
cho, junto cori la defensa de causas impopulares como ellamarckismo y su oposi-
ción al conductismo, le ganó muchos enemigos.
En vista de los ataques recibidos, en 1927 renunció a la cátedra de Harvard y se
refugió en la Universidad Duke de Durham, Carolina del Norte, donde continuó
trabajando con el mismo ardor. En 1929, en el Noveno Congreso Internacional de
Psicología celebrado en New Haven, presentó un informe sobre sus experimentos
de la herencia del aprendizaje (McDougall, 1930c) que le valió las críticas aceradas
del Presidente del Congreso, J. M. Cattell, quien llegó a cuestionar su credibilidad
científica (Alvarado, Zingrone, 1989).
En 1932, en el libro Las Energías de los Hombres (McDougall, 1932), habló de
"propensiones" en lugar de "instintos". Con ello quería indicar que lo importante no
eran las conductas instintivas, sino la energía o fuerza subyaciente a las mismas. Pero
el cambio llegaba demasiado tarde, porque la suerte de su teoría había quedado ine-
xorablemente unida al declinar de los instintos tras los ataques de los conductistas.
Director del Departamento de Psicología de Duke, McDougall fundó un labo-
ratorio de parasicología y apoyó a J. B. Rhine (1895-1980) -pionero en el estudio
experimental de la percepción extrasensorial y demás fenómenos paranormales-
falleciendo el28 de noviembre de 1938.
cual ocurría cuando la energía era desviada hacia otras áreas del sistema nervioso.
Lo mismo podía decirse de la atención que, debido a esta limitación energética, só-
lo podía fijarse en una cosa en un momento dado. El curso de la energía dependía
de la resistencia ofrecida por las sinapsis, y ésta podía ser influida por agentes ex-
ternos como las drogas o la fatiga. Las diferencias de resistencia sináptica eran la
causa principal de las diferencias de temperamento.
Aunque la noción de neurina fue descartada por los fisiólogos, la hipótesis del
drenaje dio origen a muchas investigaciones experimentales y era similar a otras ex-
plicaciones homeostáticas del organismo como la del ruso l. P. Pavlov (1849-1936) o
la teoría de la libido freudiana.
"cada año existe un acuerdo más general y es más patente que la tarea de la psico-
logía es lograr una comprensión de la actividad humana que haga posible una orienta-
ción y un control más eficaz de las energías de los hombres" (McDougall, 1932: 9).
Las conductas propositivas eran instigadas por los instintos, unas fuerzas perte-
necientes a la dotación innata del organismo que dirigían su conducta hacia metas
específicas. A diferencia de Spencer, que consideró a los instintos como cadenas de
reflejos simples, McDougall insistió en su naturaleza psicológica. Los Instintos eran
disposiciones innatas a pensar, sentir y actuar en una determinada dirección. Lo
cual significaba que determinaban las percepciones y cogniciones de las personas,
iban acompañados de unas emociones específicas, y además eran los instigadores
232 Parte Il: Surgimiento y expansión de la psicología científica
Las siete emociones primarias más importantes -el miedo, disgusto, admira-
ción, cólera, sujeción, exaltación y ternura- acompañaban a otros tantos instintos
primarios: huida del peligro, repulsión, curiosidad, lucha, humillación o autoabati-
miento, exhibición e instinto paterno o materno. Los instintos secundarios no iban
acompañados de esas emociones tan nítidas, pero ello no significa que carecieran
de importancia. Instintos secundarios como los de reproducción, hambre, gregaris-
mo, adquisición, y construcción, jugaban un papel fundamental en la vida social.
En sus últimos escritos, McDougall dejó el término de "instinto" y lo substituyó
por el de "propensión", con vistas a dar más relieve a las diferencias entre la con-
ducta humana y la animal, y salir al paso de sus numerosos críticos. Mientras que
los animales seguían las pautas estereotipadas del instinto, las conductas humanas
mostraban tal variedad y diversidad que era difícil adscribirlas a un instinto concre-
to. De ahí que reservara el término "instinto" para los animales y llamara "propen-
sión" a las disposiciones innatas de la naturaleza humana.
Las Propensiones eran disposiciones latentes que daban origen a tendencias ha-
cia determinadas formas de pensamiento y acción. McDougalllas explicó con el sí-
mil de una imprenta con una máquina de imprimir, otra de cortar y otra de encua-
dernar. Las máquinas requieren una fuente de energía, ya sea propia, ya de una
central eléctrica, la cual representa a las propensiones; la energía procedente de esa
fuente equivale a las tendencias que movilizan las habilidades de caminar, mirar,
atender, etc. Pero el símil no era perfecto porque la energía no era una energía indi-
ferente, sino una energía dirigida hacia una meta o, lo que es lo mismo, energía
hórmica. Cada especie animal está constituida de tal manera que busca ciertas me-
tas naturales que den satisfacción a sus necesidades básicas. El ser humano hereda
las propensiones naturales de su especie y ellas constituyen la fuente principal de
sus esfuerzos intencionales.
En el Cuadro 6.1, presentamos una de las últimas listas de propensiones pro-
puesta por McDougall. Sin embargo, estas clasificaciones tenían un valor relativo
porque, en último término, las propensiones eran diferenciaciones de la voluntad
de vivir que anima a todo organismo. Lo importante era el impulso vital que se ex-
presaba en las tendencias a las distintas conductas y pensamientos específicos.
Frente al intelectualismo de los asociacionistas, McDougall defendió la prioridad
de los impulsos y emociones, y señaló que la actividad mental estaba al servicio de
la adaptación. En esto coincidía con William James y los funcionalistas británicos.
La Personalidad era la organización de todas las características y funciones del
organismo. En ella ocupaba un lugar destacado el Carácter, constituido por los senti-
mientos aprendidos por el sujeto en el curso de su experiencia. Las emociones ins-
tintivas sólo se daban en el recién nacido y después iban organizándose en torno a la
idea de un objeto particular gracias al aprendizaje. Estas organizaciones de emocio-
nes aprendidas eran los sentimientos. Por ejemplo, el sentimiento social era una
mezcla de amor, ternura, autoafirmación y posesión, adquirida en el curso de nues-
tras relaciones con los demás. Los sentimientos eran más estables que las emociones,
dando a la conducta esa consistencia, orden y continuidad que constituye el carácter.
Los sentimientos estaban organizados jerárquicamente. En la cúspide se halla-
ba la Autoestima o consideración positiva de sí mismo, un sentimiento en el que se
234 Parte /l: Surgimiento y expansión de la psicología científica
mezclaban el orgullo, ambición, respeto de uno mismo, junto con la vanidad y hu-
mildad, el egoísmo y altruismo, la agresividad y mansedumbre. La autoestima juga-
ba un papel importante en el control de la conducta, por cuanto que era la fuente
principal de satisfacciones y sufrimientos. La persona ambiciosa lo sacrifica todo,
incluso la familia, para estar por encima de los demás. No tiene más placer que el
que le brindan las alabanzas de los aduladores, ni más dolor que el fracaso o el des-
precio. El sentimiento de auotestima ejercía una función parecida a la que tenía el
Yo en otras teorías psicológicas.
Otros factores de la personalidad eran las disposiciones, el genio, el tempera-
mento y el estado de ánimo. Las Disposiciones eran la totalidad de las propensio-
nes innatas de una persona, una vez modificadas por el ejercicio y el aprendizaje. El
Genio o índole natural dependía de la urgencia y persistencia de las propensiones.
El temperamento era el conjunto de cualidades determinadas por los cambios meta-
bólicos del cuerpo y tenía dos dimensiones básicas: la extraversión y la intraversión;
éstas dependían, a su vez, de la secreción interna de una substancia desconocida, la
cual determinaba la mayor o menor expresividad de las emociones. Los sujetos ex-
trovertidos eran muy expresivos, mientras que los introvertidos lo eran en grado
mínimo. El Estado de Ánimo era la suma o conjunto de emociones persistentes. To-
dos ellos, junto con el carácter y la inteligencia, configuraban la personalidad indi-
vidual.
Conclusión
Los Factores "G" y "e". Siendo todavía estudiante en Alemania, Spearman cri-
ticó a la psicología introspeccionista y defendió una psicología objetiva, basada en
el análisis estadístico de los tests de inteligencia. En un artículo titulado "La Prueba
y Medida de la Asociación entre dos Cosas" (1904), Spearman observó que las
correlaciones entre los tests de inteligencia parecían más bajas de lo que en reali-
dad eran, debido a los errores de medida y a la poca fiabilidad de las pruebas utili-
zadas, por lo que propuso una fórmula matemática para corregir o atenuar dichos
errores.
236 Parte J/: Surgimiento y expansión de la psicología científica
LA PSICOLOGÍA FRANCESA
La filosofía francesa del siglo XVIII se caracterizó por un empirismo radical muy
próximo al materialismo. Pero a comienzos del siglo XIX hubo una reacción contra-
ria, favorable a una Psicología de las facultades parecida a la de la Escuela Escoce-
sa, aunque no idéntica. El subjetivismo de F. Maine de Biran (1766-1824 ), inspira-
dor de esa corriente espiritualista, contrastaba con el objetivismo de A. Comte
(1798-1857), heredero del naturalismo del Siglo de las Luces y uno de los artífices de
la moderna mentalidad científica.
Capítulo 7: La psicología francesa 241
Los filósofos franceses del siglo de xvn defendieron la libertad del pensamiento
y la autonomía de la razón frente a la revelación sobrenatural. En un primer mo-
mento postularon una teoría del conocimiento parecida a la de Locke, pero des-
pués derivaron hacia posiciones materialistas en parte como reacción frente al ab-
solutismo de los reinados de Luis XIV y Luis XV Algunos como La Mettrie (1709-
1751) redujeron la mente a unas conexiones nerviosas establecidas en el cerebro.
Otros como Condillac (1715-1780) y Helvétius (1715-1771) defendieron una psico-
logía que ha sido llamada "sensualista" -o "sensacionista"- porque rechazaba las
ideas de reflexión lockeanas y se quedaba únicamente con las de sensación. Caba-
nis (1757-1808) transformó el "sensualismo" en una ciencia de las ideas -la "ideolo-
gía"- dedicada a demostrar que las ideas procedían de la sensibilidad física del or-
ganismo.
Esta psicología sería popularizada por la Enciclopedia de D. Diderot (1713-1784),
una recopilación de los conocimientos obtenidos por la razón humana en los distin-
tos campos del saber, publicada en el año 1750.
Materialismo de La Mettrie
Julián Offroy de la Mettrie (1709-1751) fue un médico militar que antes había
sido seminarista. En la guerra entre Francia y Austria contrajo unas fiebres muy
altas que le produvron muchos estados anormales de conciencia. Esta experiencia,
junto con los efectos p~tológicos de las drogas y la fatiga, le convenció de que la
mente dependía totalmente del cuerpo. Tal y como indicó en su libro Historia Natu-
ral del Alma (La Mettrie, 1745), los pensamientos no eran otra cosa que movimien-
tos de las partículas del cerebro.
Estas ideas materialistas le obligaron a dejar el ejército y refugiarse en Holan-
da, donde escribió otro libro, el Hombre Máquina (La Mettrie, 1748/1970), en el
que llevó hasta el extremo la doctrina cartesiana de los movimientos corpóreos. Al
igual que los animales, los seres humanos eran autómatas que respondían mecáni-
camente a las excitaciones nerviosas generadas por los estímulos externos. Lo único
que les distinguía de los brutos era el tamaño del cerebro y la educación, los cuales
eran cuantitativamente más grandes.
Pero en lo restante eran iguales, dado que los animales también podían utilizar
inteligentemente los símbolos del pensamiento y eran capaces de tener sentimien-
tos morales.
Partidario de una ética hedonista basada en el placer, La Mettrie tenía una con-
cepción realista del ser humano. Las innumerables guerras, asesinatos y crímenes in-
dicaban que su comportamiento no era superior al de los animales. Aunque no fue
todo lo radical que a primera vista pudiera parecer, dado que admitió una cierta es-
pontaneidad de movimientos derivada de la sensibilidad de los seres vivos, La Met-
trie tuvo que abandonar Holanda y refugiarse en Alemania, donde fue recibido con
242 Parte ll: Surgimiento y expansión de la psicología científica
Sensualismo de Condillac
Helvétius y la Educación
Cabanis y la "Ideología"
Como su mismo nombre lo indica, la "ideología" era la ciencia o análisis del ori-
gen y naturaleza de las ideas. El término fue acuñado por A. L. C. Destutt de Tracy
(1754-1836), un militar que estudió las obras de Locke y Condillac mientras se halla-
ba en la cárcel en tiempos de la Revolución y después frecuentó los salones de
Auteuil. Pero el verdadero artífice de la "ideología" fue Pierre Jean Georges Caba-
nis (1757-1808), un médico amigo de la Viuda de Helvétius que ejerció una gran
influencia durante el Directorio (1795-1799) que siguió a la Revolución, siendo el
autor principal de la reorganización de las facultades de medicina francesas. Tras el
triunfo de Napoleón se retiró a Auteuil, donde falleció a la edad de 51 años después
de sufrir un ataque de apoplejía.
En el libro Consideraciones Generales sobre el Estudio del Hombre, Cabanis
(1796-1798) estableció las bases de una antropología o ciencia integral del hombre
fundada en el sensacionismo de Condillac y en la neurofisiología cerebral. Todos
los contenidos mentales se derivaban de los sentidos y, por consiguiente, eran de
naturaleza material. Pero junto a las sensaciones externas, había otras proceden-
tes de la sensibilidad orgánica, una propiedad de los seres vivos que era irreducti-
ble a las fuerzas físico-químicas y daba una cierta espontaneidad a la conducta.
244 Parte Il: Surgimiento y expansión de la psicología científica
Al igual que en otros países europeos, la filosofía francesa del siglo XIX se divi-
dió en dos corrientes, la idealista y la naturalista. Coincidiendo con la Restauración
Monárquica de 1814 surgió una filosofía espiritualista que, iniciada por Francisco
Maine de Biran (1766-1824) y continuada por Víctor Cousin (1792-1867), insistió
en la actividad de la mente frente a las concepciones mecánicas del conocimiento.
Por otra parte, el espíritu de la Ilustración se mantuvo vivo en el positivismo de
Augusto Comte (1798-1857), una filosofía basada en la ciencia y contraria a la me-
tafísica.
Escuela Espiritualista
energía o fuerza de voluntad capaz de vencer las limitaciones orgánicas y los obstácu-
los que se oponían a su desarrollo.
Natural de Bergerac, donde su padre ejercía la medicina, Maine de Biran entró
en la Guardia de Corps de Luis XVI en el año 1785, después de haber estudiado en
Périgueux. Herido en Versalles durante los sucesos del 5 y 6 de octubre de 1789 que
concluyeron con la prisión del Rey, se retiró al campo, a una finca que su familia te-
nía en Grateloup, donde vivió dedicado al estudio y a la meditación. Con el adveni-
miento del Directorio en 1795 aceptó la administración del Departamento de Dor-
doña y ocupó varios cargos políticos. Una vez restaurada la Monarquía tras la caída
de Napoleón, volvió a la Guardia de Corps y al Parlamento, siendo nombrado Con-
sejero de Estado en el año 1816.
En uno de sus primeros escritos, la memoria sobre la Influencia del Hábito en la
Facultad de Pensar, Maine de Biran (1803/1922) se mostró partidario de la psicolo-
gía fisiológica de Cabanis. Pero después, en la Descomposición del Pensamiento
(1805/1955), reconoció que la unidad de la conciencia no podía ser explicada por la
asociación de ideas y requería una mente espiritual. Premiado por el Instituto Na-
cional de Francia, este escrito le dio a conocer en los círculos intelectuales.
En otro trabajo sobre la Apercepción Inmediata, Maine de Biran (1807/1963)
insistió en que la conciencia era un dato inmediato de experiencia que tampoco po-
día ser explicado por las concepciones abstractas de los idealistas. Era algo dado di-
rectamente a la introspección. Para captar el yo más íntimo no había que recurrir al
intelecto, sino al sentimiento y a la voluntad, es decir, a la vivencia subjetiva de uno
mismo. La experiencia del esfuerzo voluntario que se abre paso en medio de las li-
mitaciones orgánicas remitía a una mente libre, capaz de elegir y emitir juicios so-
bre las sensaciones. La conciencia era la apercepción del esfuerzo, la experiencia de
la lucha contra las resistencias ofrecidas por el cuerpo. Cuando nos esforzamos vo-
luntariamente no sólo experimentamos nuestro cuerpo crispado y dolorido, sino
que además encontramos una mente que sigue adelante a pesar de todos los pesa-
res; en una palabra, somos nosotros mismos, nuestro yo más íntimo, y éste es el da-
to primario de nuestra experiencia. El esfuerzo voluntario crea la conciencia y la
eleva por encima de las sensaciones hasta las operaciones mentales superiores. Por
debajo queda la vida animal, el mundo de los hábitos, emociones e instintos ele-
mentales, los cuales permanecen inconscientes y únicamente se manifiestan en el
sueño y en la hipnosis.
En el Ensayo sobre los Fundamentos de la Psicología, Maine de Biran (1812/1942)
definió a la psicología como ciencia de los datos inmediatos de la conciencia. Su ob-
jeto era el yo espiritual que se manifestaba al sentido interno, y su método la intros-
pección o vivencia subjetiva de las propias experiencias.
Al final de su vida Maine de Biran se volvió hacia la religión y prestó una ma-
yor atención a las experiencias místicas. Además de la actividad voluntaria, había
una vida espiritual que elevaba al ser humano por encima de las demás criaturas y
!o hacía partícipe de la vida divina. La Gracia, y no el esfuerzo voluntario, era la
' ql.le nos llevaba a superar las imperfecciones de nuestra naturaleza humana.
Maine de Biran no escribió ningún tratado sistemático y la mayoría de sus escri-
tos permanecieron inéditos hasta después de su muerte. Pero su voluntarismo tuvo
246 Parte II: Surgimiento y expansión de la psicología científica
mucho eco entre los psicólogos, hasta el punto que Williarn James, el fundador de
la psicología norteamericana, le consideró corno uno de los principales psicólogos
del siglo XIX. Su énfasis en el esfuerzo voluntario anticipó la noción de energía psí-
quica, popularizada por Janet y las teorías dinámicas del inconsciente. Además, su
espiritualismo puso las bases del sistema ecléctico de Cousin.
El Positivismo de Comte
la que las funciones del clero y la nobleza eran asumidas por los científicos y empre-
sarios. En su monumental Curso de Filosofía Positiva (Comte, 1830-1842) expuso las
bases de su pensamiento positivista y después, en el Sistema de Política Positiva
(Comte, 185111969), describió la nueva sociedad a la que se llegaría si se aplicaran los
principios de la ciencia objetiva. Su organización recordaba a la de la Iglesia Católica,
sólo que poniendo a la humanidad en lugar de Dios. La función sacerdotal quedaba
reservada para los filósofos y científicos presididos por Comte en calidad de sumo
sacerdote, mientras que los trabajadores y las mujeres constituían el pueblo fiel. La
nueva religión de la humanidad unía a las clases sociales en una empresa común: los
filósofos y científicos establecían los principios y métodos de investigación, los traba-
jadores los llevaban a la práctica y las mujeres aportaban la resolución moral y el
altruismo que poseían en grado superior al hombre.
Cientismo. Los avances científicos de los siglos xvn y xvm hicieron concebir
grandes esperanzas en las posibilidades de la ciencia a la hora de organizar la socie-
dad. De ahí el Cientismo, una filosofía que otorgaba a la ciencia una posición promi-
nente y que tuvo en Comte a uno de sus principales valedores. Partiendo de la noción
empirista del origen de las ideas, Comte creía que el conocimiento científico era el
único merecedor de tal nombre, porque se fundaba en observaciones públicas que
podían ser verificadas en otros lugares por otras personas.
La ciencia debía estar al servicio de la reforma social. Su meta era eminentemen-
te práctica: encontrar las leyes de semejanza y sucesión de los fenómenos físicos con
vistas a predecirlos y controlarlos. Saber equivalía a predecir y predecir era lo mis-
mo que controlar. Esta visión práctica, que podía resumirse en la frase "saber para
prever, prever para poder", sería compartida por J. S. Mili (1773-1836), E. Mach
(1838-1916) y otros positivistas que pusieron las bases de lo que después sería la psi-
cología de la predicción y el control de la conducta.
Ley de los Tres Estadios. Comte pensaba que el conocimiento era histórico y
cambiaba a medida que evolucionaban los grupos sociales. En esta evolución podí-
an distinguirse tres fases, caracterizadas cada una por una explicación diferente de
los hechos naturales.
En el estadio Teológico los fenómenos naturales eran explicados en función de
causas externas, tales como la voluntad caprichosa de los dioses. En el estadio Metafísi-
co, la razón prevalecía sobre la fantasía y las causas eran puestas en el mundo, aunque
en unas esencias o principios metafísicos totalmente inverificables. Finalmente, en el
estadio Positivo las explicaciones se ceñían a la experiencia y se basaban en las relacio-
nes constantes de semejanza y sucesión ente los hechos naturales. La ciencia positiva
triunfaba sobre la metafísica y los científicos formulaban las leyes invariables que des-
cribían las relaciones entre los fenómenos después de haberlos observado y clasificado.
Era la época de la sociología, una ciencia objetiva que analiza los fenómenos sociales
con vistas a descubrir las leyes que los regulan y promover el progreso de la sociedad.
248 Parte JI: Surgimiento y expansión de la psicología científica
raíces, Víctor caminaba a cuatro patas y gruñía como un animal. Pinel diagnosticó
que era un idiota incurable, pero uno de sus ayudantes, Jean Marc Itard (1775-1838),
pensó que los síntomas eran debidos al aislamiento social e intentó enseñarle a
hablar. Sin embargo, sus esfuerzos no dieron el resultado apetecido y tuvo que dejar-
lo por imposible, escribiendo una conocida Memoria e Informe sobre Víctor de
l'Aveyron (Itard, 180111990). A pesar de ello, sus métodos pedagógicos merecieron la
alabanza de la Academia Francesa de Ciencias que en un informe oficial reconoció
que el niño había hecho algunos progresos. Sin saberlo, Itard había puesto las bases
de los modernos métodos de reeducación de las personas discapacitadas, orientados a
la potenciación y desarrollo de sus capacidades sensoriales, motrices, intelectuales y
afectivas.
La Terapia Mesmérica
Mesmer había nacido en Iznang, pueblecito del lago Constanza, en el año 1734.
Hijo del guardabosques del arzobispo de Constanza, estudió con los jesuitas en
Dillingen, Baviera, con la intención de hacerse sacerdote. Pero, viendo que su ver-
dadera vocación era la ciencia, en 1759 se doctoró en filosofía en la Universidad de
Ingolstadt y decidió continuar sus estudios en Viena. Tras cursar un año de dere-
cho, probó la carrera de medicina, en la que obtuvo un segundo doctorado en 1766
con una tesis sobre la Influencia de los Planetas en el Cuerpo Humano, que fue muy
apreciada en los círculos médicos. Partiendo de la teoría de Newton sobre la
influencia del sol y la luna sobre las mareas del mar, postuló una fuerza misteriosa,
la Gravitas o atracción universal, un medio que lo penetra todo y transmite al cuer-
po los movimientos de los planetas. Los humores corpóreos estaban sometidos a los
mismos flujos y reflujos que las corrientes marinas, como lo indicaban las fluctua-
ciones observadas en las enfermedades con ocasión de los cambios de luna.
Un año después, en 1767, Mesmer contrajo matrimonio con María Anna von
Bosch, una viuda muy rica, diez años mayor que él, y con ello se le abrieron las
puertas de la aristocracia. Aficionado a la música -era un virtuoso de la armónica
de cristal- cultivó la amistad de compositores como Gluck o Haydn, y Mozart es-
trenó en su palacio la ópera Bastian y Bastienne.
astronomía en Viena, a quien conoció hacia 1773 (Laurence, Perry, 1988). Poniendo
dos imanes en las piernas y estómago de una joven histérica de 27 años, la Srta.
Oesterlin, produjo una "marea artificial" que destruyó los obstáculos que se oponían
al libre tránsito del fluido magnético por esos órganos, logrando con ello la cura-
ción. Pero poco después descubrió que ésta no era producida por el magnetismo físi-
co sino por el Magnetismo Animal, una fuerza o fluido que emanaba de su persona
y tendía a propagarse a los demás cuerpos lo mismo que la electricidad. Los imanes
no eran esenciales para el tratamiento y sólo servían para facilitar la propagación de
ese fluido.
Su fama se extendió inmediatamente por todo el país y a finales de 1775 partici-
pó en la comisión que investigó a un modesto cura de pueblo, el P. Johann Joseph
Gassner (1727-1779), que se había hecho célebre por sus curaciones prodigiosas. Su
método consistía en expulsar al demonio con el ritual del exorcismo después de
provocar unas fuertes crisis convulsivas en las pacientes, las cuales eran debidas al
disgusto del demonio al verse forzado a dejar su presa. Mesmer puso en evidencia a
Gassner cuando provocó las mismas crisis tocando las partes enfermas con sus de-
dos o moviendo manos y brazos en dirección a ellas, una técnica que después sería
conocida con el nombre de "pases magnéticos". La curación era un proceso natural
que no tenía nada que ver con la religión y dependía de la restauración del tránsito
del fluido magnético por los humores del cuerpo gracias al magnetismo personal del
terapeuta.
A pesar de su victoria sobre Gassner, los médicos vieron con recelos una tera-
pia que no utilizaba más medicinas que el agua magnetizada, los "pases magnéti-
cos" y los masajes de las partes enfermas. En 1777 aprovecharon el caso de María
Teresa Paradis para iniciar una campaña contra el mesmerismo. María Teresa era
una joven pianista ciega desde los cuatro años, que había sido declarada incurable
por causa de una parálisis del nervio óptico. Mesmer le diagnosticó una conmo-
ción general del sistema nervioso y la trasladó a su palacio para un tratamiento in-
tensivo. La enferma recuperó la visión, pero sólo cuando se hallaba en presencia
de Mesmer y de un modo parcial. Tras una serie de discusiones con los médicos y
con el padre de la joven, ésta perdió definitivamente la visión. Al parecer, era más
fácil triunfar como pianista siendo invidente y, por esta razón, la curación no era
rentable.
El incidente sumió a Mesmer en una profunda depresión. Decepcionado y dis-
tanciado de su mujer, un tanto celosa por sus atenciones hacia la joven, se retiró al
campo. Mesmer se sentía en posesión de una fuerza especial que emanaba de su
persona, pero no sabía cómo explicarla a sus contemporáneos. Tras unos meses de
reflexión, en febrero de 1778 irrumpió en París con la intención de dar a conocer su
sensacional descubrimiento.
1) El Universo está penetrado de un fluido sutilísimo que une a todos los cuer-
pos, tanto celestes corno terrestres, y es el medio por el que se trasmite la in-
fluencia de unos a otros. Se trata de una energía física, parecida a la gravita-
ción universal, que obedece a unas leyes mecánicas que hasta el momento
son desconocidas.
2) El fluido universal está en continuo movimiento, lo mismo que la electrici-
dad, pudiéndose transmitir de unos cuerpos a otros. Transita desde las regio-
nes de baja concentración a las de alta concentración y, al igual que la electri-
cidad, puede acumularse en el magnetizador o en objetos corno botellas,
agua, árboles, imanes, etc.
3) Los órganos del cuerpo enferman cuando el fluido magnético deja de circular
por ellos debido a un obstáculo que se lo impide.
4) Los pases magnéticos del terapeuta restablecen la circulación del fluido mag-
nético y con ello se obtiene la curación. Las convulsiones se producen a con-
Capítulo 7: La psicología francesa 253
Toda la doctrina de Mesmer podía resumirse en la frase "sólo hay una enfer-
medad y una curación: el magnetismo". Su procedimiento era parecido al de los
exorcistas, dado que recurría a las crisis convulsivas para provocar la catarsis o de-
sahogo emocional, pero la explicación era más coherente con la cosmovisión de la
Ilustración. El magnetismo era una noción científica, mientras que la posesión
diabólica era herencia de las concepciones místicas del pasado.
«El magnetizador generalmente hace que las rodillas de la paciente estén junto a
las suyas y, en consecuencia, las rodillas y las partes inferiores del cuerpo están en
contacto íntimo. El magnetizador toca con su mano la región hipocondríaca, y a ve-
ces la del ovario, por lo que el tocamiento afecta a una de las partes más sensibles
del cuerpo. Después de aplicar la mano izquierda de esta manera, el magnetizador
extiende la derecha por detrás del cuerpo de la mujer y ambos se inclinan el uno so-
bre el otro alentando el contacto mutuo. Esto genera la proximidad más íntima; sus
caras casi se tocan, su respiración se mezcla, las impresiones físicas son sentidas mu-
tuamente y, por consiguiente, tiene que excitarse mucho la atracción entre los sexos»
(Hoffeld, 1980: 284).
rativo más importante era la voluntad de dormir al paciente, junto con la concen-
tración de la atención en la idea del sueño. Todo el método se resumía en tres pa-
labras: Aislamiento -para sólo escuchar al magnetizador-, Concentración en uno
mismo, y Motilidad Magnética en respuesta a los pensamientos del magnetizador.
Con ello anticipaba las concepciones posteriores de la hipnosis, basadas en la in-
fluencia sugestiva del hipnotizador.
En abril de 1818, el Marqués volvió a ver a Víctor Race, quien se hallaba grave-
mente enfermo y en su enfermedad hablaba continuamente de él. Cuando le puso
en estado de trance, Víctor recordó todas las experiencias de hacía veinticinco años
y mejoró ostensiblemente, para morir poco después. Siete años más tarde, el Mar-
qués contrajo un resfriado mientras asistía a la coronación del Rey Carlos X en
Reims, a consecuencia del cual falleció.
Tras su desaparición, el mesmerismo quedó en manos de los magnetizadores
que iban por los pueblos haciendo demostraciones de sus poderes paranormales de
clarividencia, telepatía o insensibilidad a los estímulos. La Sociedad Magnética de
París dejó de existir en 1820, y, a pesar de los esfuerzos de algunos como J. P. De-
leuze (1753-1833), autor de una interesante Historia Crítica del Magnetismo Animal
(Deleuze, 1813), la terapia mesmérica se convirtió en un fenómeno marginal.
El estudio científico del magnetismo se vio facilitado a mediados del siglo xrx
cuando Braid le dio el nombre de Hipnosis o Neurohipnosis (sueño nervioso). Ja-
mes Braid (1795-1860) era un médico escocés afincado en Manchester que en 1841
presenció una demostración del magnetizador francés C. Lafontaine (1803-1892).
Hondamente impresionado, intentó repetir la experiencia con otras personas y, tras
una serie de tentativas, descubrió un nuevo método para dormir a los pacientes que
dio a conocer en su libro Neurohipnología (Braid, 1843/1976).
El método de Braid consistía en mirar fijamente a un objeto brillante situado
cerca del sujeto y un poco por encima de sus ojos. La fijación de la visión hacía que
estos se cerraran debido a la fatiga de los músculos de los párpados, lo cual facilita-
ba el sueño. Braid rechazó la noción de fluido magnético o cualquier otra fuerza
emanante del hipnotizador y propuso una explicación neurofisiológica. El sueño
era debido a "una condición peculiar del sistema nervioso, inducida por una aten-
ción fija y abstracta del ojo mental y visual a un objeto que no era de naturaleza ex-
citante" (Braid, 1843/1976: 12).
En escritos posteriores Braid se aproximó a los magnetizadores franceses al
proponer una explicación más psicológica. El sueño hipnótico era debido a la ten-
dencia que tenían las ideas a transformarse en actos cuando quedaban fijas en la
mente. Si el paciente se concentraba en la idea de dormir y el hipnotizador le suge-
ría esa idea con autoridad, entonces era puesta en práctica y se producía el sueño
hipnótico.
Uno de los primeros médicos franceses que prestó atención a la hipnosis fue
Charles Richet (1850-1935), un conocido fisiólogo y Premio Nobel de medicina. En
Capítulo 7: La psicología francesa 257
Jean Martin Charcot (1825-1893) se interesó por la hipnosis al final de una bri-
llante carrera en el campo de la neurología. Hijo de un constructor de carrozas de
París, durante sus estudios de medicina en el Hospital de la Salpetriere quedó
impresionado con la gran cantidad de enfermedades nerviosas de origen desconoci-
do. En 1862, a la edad de 36 años, accedió a la jefatura de una de las secciones del
Hospital y sus investigaciones sobre la esclerosis lateral, ataxia locomotora, afasia,
epilepsia, etc., le convirtieron en el neurólogo más famoso de Francia.
En 1872 Charcot ganó la cátedra de anatomía patológica y tuvo que ocuparse
de una sala de la Salpetriere donde se hallaban las mujeres aquejadas de toda clase de
ataques convulsivos, incluidos los histéricos. Entonces estudió la histeria con el mé-
todo que había utilizado en las enfermedades neurológicas, consistente en observar
detenidamente los síntomas hasta encontrar uno que representara más plenamente
a la enfermedad.
co. Entre ellos figuraba el Arco de Círculo, llamado así porque el cuerpo
adoptaba la forma de un arco, con la cabeza y los pies sobre el suelo, acom-
pañado de movimientos de brazos encaminados a defenderse de un asaltante
invisible.
3) Actitudes Pasionales o Poses Plásticas. Las pacientes reproducían los gestos
expresivos de las emociones suscitadas por el trauma que había desencadena-
do la enfermedad. En ocasiones las emociones eran de naturaleza sexual, por
ejemplo, de terror frente a una escena de violación o de gozo ante una expe-
riencia sexual gratificante.
4) Fase Delirante. El ataque concluía con una fase de alucinaciones y delirios
después de la cual las pacientes despertaban sin recordar nada de lo ocurrido
durante la crisis.
Este tipo ideal se daba pocas veces, siendo más frecuentes los casos en los que
una fase dominaba sobre las demás. Por ejemplo, en el "ataque demoníaco"
predominaban los movimientos desordenados, los cuales eran llamados así por su
parecido a los de los pacientes poseídos por el diablo. La histeria comportaba otros
síntomas crónicos como las anestesias o hiperestesias de ciertas zonas de la piel
próximas a las mucosas o a los genitales, y una personalidad histérica caracterizada
por el deseo de llamar la atención, la tendencia a mentir, exagerar o simular, una
gran irritabilidad y en ocasiones la pérdida del sentido moral.
En 1882 la Facultad de Medicina creó para Charcot una cátedra especial de en-
fermedades nerviosas. El estudio de las parálisis traumáticas causadas por acciden-
tes físicos le llevó a dar más importancia a los factores psicológicos. Al parecer, las
parálisis eran provocadas por los recuerdos del trauma, los cuales se habían disocia-
do de la conciencia debido a la fragilidad de las conexiones nerviosas del cerebro.
Los pacientes revivían los acontecimientos traumáticos sin integrarlos en la memo-
ria asociativa y estos recuerdos inconscientes daban origen a las parálisis.
Hipnosis. No están del todo claras las razones del interés de Charcot por la
hipnosis, aunque probablemente tendrían que ver con su parecido con la histeria,
dado que también comportaba parálisis, anestesias, alucinaciones, y otros fenóme-
nos anormales. El hecho es que en 1878 comenzó a estudiar la hipnosis y cuatro
años después, en el Discurso a la Academia de Medicina Francesa, la rehabilitó
ante la clase médica, señalando sus ventajas para el diagnóstico y tratamiento de la
histeria.
En su condición más pura, la hipnosis era un estado patológico próximo a la
histeria y alimentado por la misma predisposición hereditaria. Era una histeria arti-
ficial que únicamente se daba en personas con una debilidad congénita del sistema
nervioso. Por ello, sólo los enfermos histéricos podían ser hipnotizados, al menos
en los niveles más profundos.
La forma más perfecta, la Gran Hipnosis, presentaba tres estados, cada uno de
ellos caracterizado por una condición fisiológica especial:
Capítulo 7: La psicología francesa 259
Charcot se valió de la hipnosis para curar las parálisis traumáticas, las cuales
atribuyó a unas autosugestiones del tipo "no puedo mover las piernas o los brazos".
La sugestión contraria de que en adelante no tendrían ninguna dificultad en mover-
los, o simplemente un leve golpecito en el miembro paralizado, contrarrestaba sus
efectos patógenos, y el paciente recuperaba la libertad de movimientos.
Las demostraciones públicas de Charcot en la Salpetriere contribuyeron a po-
pularizar su teoría. La sala estaba repleta de público bastante antes de comenzar
la sesión. Charcot entraba puntualmente a las 10 de la mañana acompañado de
sus ayudantes y algún visitante importante. Primero hablaba en voz baja y luego
iba subiendo el tono a medida que avanzaba la lección. Artista consumado en la
imitación de los síntomas, hacía que las pacientes los mostraran al auditorio con
gran espectacularidad. Por ejemplo, en la lección de los temblores corporales lle-
vaban unos sombreros con largas plumas que se movían ostentosamente cuando
comenzaban a temblar. A continuación les hipnotizaba y, una vez dormidas, les
260 Parte ll: Surgimiento y expansión de la psicología científica
La Escuela de Nancy
por ejemplo, una atención excesiva a ciertas partes del sistema nervioso daba como
resultado los ataques epilépticos, las cefaleas, dolores de estómago, etc.
En la hipnosis la atención se retiraba de los órganos sensoriales y quedaba fija
en la idea de dormir. Además la idea del hipnotizador penetraba en la mente,
adueñándose de los sentidos y atención del paciente. Una vez establecido este
Rapport o relación especial, las ideas sugeridas por el hipnotizador encauzaban la
fuerza de la atención hacia la eliminación de los síntomas. De esta manera, ope-
rando sobre los centros superiores de la atención, las sugestiones hipnóticas des-
truían los síntomas.
La Controversia
La polémica estalló en julio de 1884 con ocasión de unos artículos de Paul Janet
sobre el método de Charcot (Gauld, 1992). El filósofo Paul Janet (1823-1899), que
262 Parte Il: Surgimiento y expansión de la psicología científica
no debería ser confundido con su sobrino el psicólogo Pierre Janet, afirmó que la
teoría de Liébeault carecía de base empírica y sus curaciones eran debidas a la ima-
ginación. Además criticó las historias clínicas de Bernheim porque no tenían en
cuenta las características físicas de los pacientes, dando a entender que casi todos
los casos eran histerias encubiertas.
Bernheim le respondió que los mejores sujetos hipnóticos no eran los histéri-
cos, como pretendía Charcot, sino los que estaban acostumbrados a obedecer, tales
como soldados, ancianos, trabajadores por cuenta ajena, etc. Después, en el libro
Sobre la Sugestión y sus Aplicaciones a la Terapia (Bernheim, 1886), señaló que so-
lo había encontrado una persona con los tres estados de Charcot y ésta había esta-
do antes en la Salpétriere. Por consiguiente, había buenas razones para pensar que
dichos estados no eran naturales, sino consecuencia de las sugestiones del hipnoti-
zador.
Los discípulos de Charcot, con Binet a la cabeza, rechazaron esta acusación
apoyándose en unos experimentos sobre la percepción (Binet 1884a, 1884b) en los
que presentaban al sujeto un estímulo, por ejemplo, una tarjeta blanca, y le hacían
ver una imagen alucinatoria de un retrato. Cuando después le presentaron la tarjeta
junto a otras similares en un orden aleatorio, el sujeto seguía viendo la imagen, por
lo que ésta tenía que haberse asociado con algún elemento de la tarjeta. A conti-
nuación produjeron distorsiones ópticas en las tarjetas, ampliándolas, invirtiéndolas
o doblándolas, y estas manipulaciones se reflejaron en la imagen alucinatoria del
sujeto. Siendo así que éste desconocía esas deformaciones, había que concluir que
era un fenómeno auténtico en el que no era posible la simulación.
Binet adujo otros experimentos sobre el transfer producido por los cambios en
la polarización de los imanes, realizados en colaboración con un joven médico de la
Salpétriere, Charles Féré (1852-1907). La inversión de los polos de un imán situado
detrás de las pacientes hipnotizadas hacía que síntomas somáticos como la parálisis de
un brazo se transfirieran del lado derecho del cuerpo al lado izquierdo (Binet y Féré,
1885a, 1885b, 1877). El transfer afectaba además a las sensaciones visuales, auditi-
vas o táctiles y también a las emociones. Así, la tristeza se trocaba en alegría o el
miedo suscitado por una serpiente se transformaba en un deseo de acercarse a ella;
una cruz roja sobre un papel blanco se convertía en una cruz verde, etc. Binet y Féré
atribuyeron estos fenómenos al campo magnético del imán y creyeron haber encon-
trado un método para identificar las emociones complementarias similar al de los
pares de colores complementarios.
Bernheim (1885) replicó con otros experimentos en los que le resultó imposible
transferir las contracciones musculares, catalepsias, parálisis y demás fenómenos
hipnóticos. En su opinión, el transfer era debido a las sugestiones del hipnoti-
zador, porque los sujetos hipnóticos eran más sensibles de lo que se pensaba y po-
dían adivinar fácilmente sus intenciones sin que éste se las comunicara delibera-
damente.
Estas sugestiones involuntarias fueron demostradas por el belga J. Delboeuf
(1831-1896), un psicólogo de la Universidad de Lieja que se interesó por la contro-
versia. Delboeuf visitó la Salpétriere y observó que Binet y Féré no habían toma-
do ninguna precaución con la sujeto de sus experimentos, una joven hermosa y
Capítulo 7: La psicología francesa 263
Laboratorios
unos estudios sobre la hipnosis que llamaron la atención, director del laboratorio
psicológico de la Salpetriere y sucesor de Ribot en la Sorbona, tenía méritos más
que sobrantes para ocupar dicha plaza. Pero Janet no respondió a esas expectati-
vas iniciales y su estrella se eclipsó con el paso del tiempo. El primero en proponer
una teoría del inconsciente anterior a la de S. Freud (1856-1939), influyó mucho en
la psicología de su época, pero fue un desconocido para las siguientes generacio-
nes. Ello fue debido, entre otras razones, a una independencia personal que le
mantuvo al margen de las (:Scuelas de pensamiento, y a los ataques de los psicoa-
nalistas, que le acusaron injustamente de haber copiado a Freud (Ellenberger,
1970/1981).
Pi erre J anet pertenecía a una familia de alta clase media. Sobrino del filósofo
Paul J anet, cuya filosofía espiritualista influyó en su pensamiento, nació en París
el30 de mayo de 1859. Janet cursó el bachillerato en el Colegio de Santa Bárbara
de París y desde joven se interesó por la ciencia natural y, en particular, por la bo-
tánica. Según confiesa en su autobiografía, "esta pasión determinó mi gusto por
la disección, observación precisa y clasificación, el cual debería haberme conver-
tido en un naturalista o en un fisiólogo" (Janet, 1930c: 123). Pero al mismo tiem-
po estaba poseído por unos fuertes sentimientos religiosos, y éstos eran difíciles
de conciliar con la ciencia materialista. Este conflicto le provocó una profunda
crisis personal a resultas de la cual decidió estudiar filosofía. Como continuaba en
su autobiografía: "era una cuestión de conciliar los gustos científicos y los senti-
mientos religiosos, lo cual no era una tarea fácil. La conciliación podría haberse
efectuado por medio de una Filosofía perfecta que diera satisfacción a la razón y
a la fe. Yo no he encontrado este milagro, pero he sido un filósofo" (Janet, 1930c:
123).
Janet estudió en la Escuela Normal Superior, donde coincidió con alumnos tan
destacados como el filósofo H. Bergson (1859-1941), el sociólogo E. Durkheim
(1858-1917), el lógico E. Goblot (1858-1939) y el político J. Jaures (1859-1914). En
febrero de 1883 ganó la agregaduría de filosofía del liceo de El Havre y se dirigió
al hospital de esa ciudad para encontrar pacientes con vistas a una tesis doctoral
sobre las alucinaciones. Uno de los médicos, el Dr. Gibert, le indicó que estudiase
la hipnosis y le recomendó una enferma muy sugestionable, Leonia, en la que po-
dían verse muchos fenómenos paranormales como la clarividencia y la hipnosis a
distancia. J anet logró hipnotizada a medio kilómetro de distancia, simplemente
concentrándose en la idea de dormirla durante varios minutos. Envió una comuni-
cación (Janet, 1885) a la Sociedad de Psicología Fisiológica de París que fue leída
por su tío Paul J anet y le ganó mucha fama entre los médicos. Sin embargo, él se
mostró cauto con los resultados porque no estaba seguro de haber controlado el
factor sugestión.
En 1889 defendió su tesis doctoral sobre el Automatismo Psicológico (1889), rea-
lizada en El Havre, y a continuación se trasladó a París para estudiar medicina. Ese
mismo año, Charcot le puso al frente del laboratorio psicológico de la Salpetriere,
donde sobre El Estado Mental de los Histéricos (Janet, 1893), en la que propuso
una explicación bastante parecida a la de los Estudios sobre la Histeria de Breuer y
Freud (1895).
268 Parte II: Surgimiento y expansión de la psicología científica
(Janet, 1889), podían ser totales o parciales, según que afectaran a toda la persona-
lidad o a una parte de ella.
Entre los automatismos totales estaba la Catalepsia, un estado parecido al des-
pertar de un desmayo en el que no tenemos una clara conciencia de nosotros mis-
mos y percibimos las cosas de un modo difuso. Después venía el Sonambulismo Ar-
tificial o sueño hipnótico, caracterizado por una amnesia total de lo ocurrido en él.
Finalmente, las Existencias Sucesivas eran estados de personalidad múltiple en los
que la mente se escindía en sistemas paralelos de ideas inconscientes. Por ejemplo,
Leonia, una mujer aburrida de mediana edad, en la hipnosis se transformaba en una
persona más viva y menos sugestionable que, sin embargo, desaparecía al despertar.
Además tenía una tercera personalidad que le habían inducido los magnetizadores
cuando la hipnotizaron de niña. Las tres personalidades respondían a nombres dis-
tintos -Leonia, Leontina y Nichette- y no se reconocían entre sí, lo cual indicaba
tres corrientes de pensamiento de las que solo una accedía a la conciencia.
Los automatismos parciales admitían diversas gradaciones, desde las Distraccio-
nes hasta los síntomas de las enfermedades mentales. Las Distracciones eran estados
de ausencia mental durante los cuales las pacientes respondían al terapeuta mientras
su atención se fijaba en otra cosa. Así, cuando estaban enfrascadas en una conversa-
ción interesante, J anet se les acercaba por detrás y les ordenaba sigilosamente que
levantasen la mano o respondieran a sus preguntas, lo cual hacían sin darse cuenta.
Estas acciones denotaban una inteligencia rudimentaria que se había separado de la
conciencia oficial. Lo mismo podía decirse de la Escritura Automática, un fenómeno
popularizado por los espiritistas a partir de 1850 que Janet utilizó para descubrir los
sistemas de ideas inconscientes de sus pacientes. Después de hipnotizarles, les ponía
una estilográfica en la mano y les ordenaba ejecutar operaciones aritméticas o escri-
bir su nombre, edad, residencia, etc. El paciente respondía sin tener conciencia de lo
que estaba escribiendo al tiempo que hablaba de otras cosas.
Entre los síntomas estudiados por J anet estaban los impulsos obsesivos, las
ideas fijas y las alucinaciones. Pero además prestó una atención especial a lo que
llamó Posesiones, unas actitudes, sentimientos y acciones que eran controladas por
las ideas fijas subconscientes. Veamos, por ejemplo, el caso de Lucía, una joven de
17 años que sufría fuertes crisis de angustia. J anet descubrió que durante los ata-
ques la enferma recordaba un trauma que padeció a los siete años, cuando fue asus-
tada por dos hombres escondidos detrás de una cortina. Pero esos recuerdos eran
totalmente subconscientes y sólo afloraban en la hipnosis.
Janet dio mucha importancia a los traumas y a los recuerdos derivados de ellos,
los cuales daban origen a los síntomas. Dichos recuerdos formaban grupos de "ideas
fijas subconscientes", llamadas así porque eran difíciles de erradicar y operaban al
margen de la conciencia. Pero al mismo tiempo reconoció que la disociación era de-
bida a una debilidad congénita del sistema nervioso, situándose a mitad de camino
entre las concepciones psicológicas y organicistas de la enfermedad mental.
la historia clínica de los pacientes, después hacía una clasificación minuciosa de los
síntomas, y a continuación intentaba reconstruir su historia valiéndose de la hip-
nosis o de la escritura automática. Tras descubrir los traumas iniciales y provocar
la catarsis emocional, luchaba activamente contra las ideas fijas porque la toma
de conciencia no era suficiente para erradicarlas, y trataba de potenciar las fun-
ciones de síntesis para combatir la disgregación de la personalidad. Con vistas a
esto último solía proponer a los pacientes trabajos intelectuales que debían reali-
zar en casa con la ayuda de sus familiares.
Veamos, por ejemplo, el caso de Justina, una mujer de 40 años con ataques
histéricos y obsesionada por el miedo a contraer el cólera. Su enfermedad se re-
montaba a la infancia, a una ocasión en que ayudaba a su madre, que era enferme-
ra, y vio los cadáveres de dos hombres que habían muerto víctimas del cólera. Da-
do que Justina no respondía a sus preguntas cuando estaba en estado de crisis, Ja-
net decidió intervenir activamente y siempre que ella decía "voy a coger el cólera"
le respondía con un "sí, ya te ha cogido la pierna derecha". La paciente retiró la
pierna y él le preguntó dónde tenía el cólera. "Aquí", fue su respuesta. Mediante
esos trucos logró hipnotizada y entonces Justina confesó que en las crisis veía dos
cadáveres, uno de los cuales era el de un viejo feo y putrefacto. Para quitarle fuerza
a la idea del cólera y transformarla en otra más inocua, Janet identificó el cadáver
con un grotesco general chino que había visitado París con motivo de la Exposición
Universal y había llamado la atención de Justina. Entonces el ataque histérico que-
dó reducido a unos pocos gritos seguidos de risas. Pero como la palabra "cólera"
todavía le molestaba, Janet le sugirió que el general chino se llamaba "Có-le-ra" y,
a continuación, fue asociando cada una de las sílabas con algún contenido inocuo
hasta que desapareció la perturbación.
Histeria y Psicastenia. Janet dividió a las neurosis en dos grandes grupos: la his-
teria y la psicastenia. La histeria fue el tema principal del Estado Mental de los Histé-
ricos (1893) y del libro Neurosis e Ideas Fijas (1898), en el que insistió en la noción
de Disgregación Psíquica. El estudio de las obsesiones le llevó a delinear una nueva
neurosis, la Psicastenia, de la que trató en el libro Obsesiones y Psicastenia (1903), y
después resumió la teoría en el libro titulado Las Neurosis (1909).
J anet distinguió dos clases de síntomas, los básicos o Estigmas y los accidenta-
les. Los primeros eran permanentes y guardaban relación con alguna debilidad or-
gánica, mientras que los segundos eran transitorios y dependían de las ideas fijas,
que en la histeria eran inconscientes y en la psicastenia conscientes.
La Histeria se caracterizaba por el estrechamiento del campo de la conciencia,
junto con la disociación y emancipación de sistemas autónomos de ideas fijas sub-
conscientes. El Estrechamiento del Campo de la Conciencia era el síntoma funda-
mental; como su mismo nombre lo indica, consistía en la reducción del número de
objetos que podían entrar en la conciencia en un momento dado. Así, por ejemplo,
las histéricas solo percibían al terapeuta y pasaban por alto a las demás personas.
Esta limitación era debida a un trastorno en la distribución de la energía mental
que en último término remitía a una perturbación orgánica.
Cnpít11lo 7: La psicología francesa 271
Los recuerdos de los histéricos también eran selectivos y sólo unos pocos entra-
ban en la conciencia. Los demás quedaban fuera y constituían un núcleo al que se
le agregaba otros recuerdos similares hasta formar los sistemas de ideas fijas que
ocasionalmente irrumpían en la conciencia y daban origen a los síntomas accidenta-
les. Estos se manifestaban especialmente en los episodios de sonambulismo y en el
ataque histérico, en los que las pacientes representaban simbólicamente los aconte-
cimientos traumáticos que dieron origen a la enfermedad.
La Psicastenia se caracterizaba por las ideas obsesivas y las conductas compulsi-
vas. Entre las primeras figuraban los escrúpulos morales, la vergüenza o la hipocon-
dría, mientras que las segundas comportaban acciones explosivas de angustia o
pautas complejas de conductas incoercibles tales como los rituales, manías, accio-
nes expiatorias, etc., orientados a protegerse de algún peligro potencial.
El síntoma fundamental de la psicastenia era la Perturbación de la Función de
Realidad o incapacidad para vivir el momento presente. La función de realidad re-
quería el concurso de la acción voluntaria para transformar el mundo y la actividad
de la atención para percibir la realidad y representarla correctamente en la mente.
Ambas operaciones convergían en una actividad sintética que nos permitía disfru-
tar del momento presente, y constituía la cúspide de la jerarquía de las funciones
mentales superiores.
La perturbación de la acción voluntaria convertía a los psicasténicos en seres in-
dolentes, indecisos, llenos de dudas y vacilaciones, a merced de las imágenes y au-
tomatismos más primitivos, mientras que la incapacidad de atender al presente les
llevaba a refugiarse en el pasado o huir hacia el futuro. La inadaptación a la reali-
dad daba origen a unos Sentimientos de Imperfección característicos, que se mani-
festaban en forma de vergüenza, inferioridad, inquietud, sentimientos de ser domi-
nado por otro, etc.
J anet atribuyó las neurosis a trastornos en la distribución de la energía psíquica.
Inicialmente habló de debilidad o falta de fuerza, pero después, en las Obsesiones y
la Psicastenia (1903), introdujo la noción de tensión, relacionada con el uso de la
energía en las actividades superiores.
con la capacidad de síntesis y su medida venía dada por el trabajo intelectual. Hay
personas que resuelven muchos problemas muy complejos en muy poco tiempo,
mientras que otras se limitan a lo rutinario y a lo vulgar. Son incapaces de realizar
acciones complejas.
Las caídas de tensión se reflejaban en las crisis y estados de agitación nerviosa,
mientras que la debilidad o falta de fuerza se manifestaba en los estados de ago-
tamiento y depresión. Por otra parte, la ruptura del equilibrio entre la fuerza y la
tensión explicaba las oscilaciones de los maniacos-depresivos, los cuales pasaban
fácilmente de los estados de ánimo de gran exaltación a los de profunda depre-
sión.
De acuerdo con estos dos parámetros de la energía, J anet distinguió dos sín-
dromes neuróticos: el Asténico o falto de fuerza psicológica y el Hipotónico o de
baja tensión. El síntoma principal del Síndrome Asténico era el cansancio y agota-
miento frente a todo tipo de trabajo. En sus formas más leves se manifestaba en la
insatisfacción, ansiedad, depresión, miedo al esfuerzo, evitación del trato con los
demás y sentimientos de vacío y aislamiento. En su forma más grave aparecía en la
esquizofrenia, una enfermedad en la que el paciente rompía el contacto con la rea-
lidad.
El Síndrome Hipotónico se manifestaba en el sentimiento de imperfección o
inadecuación derivado del hecho de verse incapaz de ejecutar acciones complejas.
Además presentaba los mismos síntomas secundarios que la psicastenia: agitación
motora, tics, gestos, obsesiones, ansiedad, palpitaciones, migraña, asma, etc. Curio-
samente, estos síntomas aumentaban con el descanso, mientras que disminuían con
la actividad y el trabajo.
La terapia de los asténicos requería tres cosas, a saber, incrementar el capital,
evitar los gastos inútiles, y liquidar las deudas. Para lo primero, es decir, para au-
mentar la fuerza, había que fortalecer el sistema nervioso mediante el sueño, rela-
jación, buena alimentación, fisioterapia, etc. La reducción de gastos incluía la pre-
vención de enfermedades físicas y la evitación de trabajos superfluos, en particu-
lar los derivados del trato con los demás. De ahí la conveniencia de evitar la
compañía de personas autoritarias y celosas, capaces de agotar incluso a sus mejo-
res am1gos.
Finalmente, una vez repuesto el capital, había que liquidar las deudas mediante
la psicoterapia y el análisis de la historia pasada. La hipnosis y la escritura automáti-
ca eran la vía mejor para descubrir las ideas fijas subconscientes, pero no eran sufi-
cientes porque éstas eran muy fuertes y tenían que ser destruidas con los procedi-
mientos activos indicados anteriormente.
El tratamiento de los hipotónicos exigía eliminar los síntomas secundarios y po-
tenciar la actividad sintética. Lo primero se lograba con sedantes o con actividades
que canalizaran la energía al exterior, tales como el juego, el trabajo o el deporte.
Para incrementar la tensión estaban indicados estimulantes como el alcohol o el ca-
fé, los cuales potenciaban la fuerza de los estímulos, o experiencias que brindaban
emociones fuertes, como los viajes o aventuras de todo tipo, incluidas las amorosas.
Sin embargo, todavía era más eficaz el trabajo intelectual orientado a desarrollar la
capacidad de síntesis. En la vida psíquica ocurría como en las finanzas, donde una
Capítulo 7: La psicología francesa 273
buena inversión genera muchas ganancias mientras que una mala es fuente de gran-
des pérdidas. Los trabajos bien acabados aumentan la tensión y los dejados sin ter-
minar la disminuyen. Por esta razón, las terapias ocupacionales, los ejercicios de
completamiento de frases o de adquisición de habilidades de síntesis, eran más efi-
caces que las terapias sintomáticas. La terapia debía orientarse a la reeducación de
las funciones intelectuales.
Como habrá podido observarse, J anet anticipó muchas técnicas cognitivas que
después serían utilizadas por las terapias cognitivo-conductuales.
En todos sus escritos, desde la tesis sobre los movimientos automáticos hasta
sus últimos libros teóricos, Janet insistió en que el dato fundamental de la psicolo-
gía eran los actos externos del sujeto. Al fin y al cabo, el pensamiento no era otra
cosa que la reproducción interna de los actos realizados con los objetos, y los senti-
mientos se orientaban al control y regulación de la conducta. De ahí que su punto
de partida no fuera la sensación, sino los reflejos y acciones automáticas más primi-
tivas. Pero Janet no fue conductista porque dio un relieve especial a la actividad
unificadora de la mente y no eliminó totalmente a la conciencia. Además reconoció
la existencia de unas tendencias superiores que apuntaban hacia los estratos espiri-
tuales de la naturaleza humana, tal y como habían señalado Maine de Biran y los fi-
lósofos espiritualistas franceses.
Su sistema psicológico, incompleto y provisional, partía de una clasificación de
las tendencias instintivas parecida a la del norteamericano James M. Baldwin
(1861-1934) y a la del filósofo idealista norteamericano J. Royce (1855-1916).
Adoptando la perspectiva evolucionista introducida por Ribot en la psicología
francesa, Janet distinguió tres estadios o niveles evolutivos: las tendencias inferio-
res previas al lenguaje, las tendencias cognitivas intermedias y las tendencias mora-
les superiores.
personas ausentes. Como escribió Janet: "La memoria es ... la orden a los au-
sentes, antes de ser la orden de los ausentes" (1926/1991: 192).
tas que invocaban un yo superior -el alma-, que daba unidad a todos los co-
nocimientos del ser humano.
Vida y Obra. Alfred Binet (1857-1911) nació en Niza en una familia de alta
clase media, hijo de un médico y de una mujer con aficiones artísticas que se ocupó
de su educación. Tras la separación de sus padres, a los quince años el joven Binet
se trasladó con su madre a París para concluir el bachiller en el Liceo Louis-le-
Blanc. En 1878 se licenció en derecho y a continuación inició los estudios de medi-
cina, pero los tuvo que dejar debido a una grave crisis de "surmenage" o agota-
278 Parte /l: Surgimiento y expansión de la psicología científica
miento. Una vez recuperado de la enfermedad, Binet leyó las obras de los principa-
les psicólogos en la Biblioteca Nacional de París, y en 1882 comenzó a trabajar con
Charcot en la Salpetriere.
Influido por John S. Mili, en su primer libro sobre la Psicología del Razona-
miento (Binet, 1886/1902) se mostró partidario del asociacionismo. Pero posterior-
mente, en los libros sobre el Magnetismo Animal (Binet, Féré, 1887) y la Doble
Conciencia (Binet, 1889), defendió una teoría de la disgregación parecida a la de
Charcot. Su desafortunada intervención en la controversia de la hipnosis le llevó a
abandonar el Hospital de la Salpetriere tras saborear la amargura de la derrota.
Entonces estudió la percepción y el pensamiento de sus hijas con el método experi-
mental (Binet, 1890/1996, 1890a, 1890b ). Un año más tarde, en 1891, se ofreció a
Beaunis como ayudante del laboratorio de la Sorbona y después, en 1894, le suce-
dió en la dirección del mismo. Ese año publicó dos libros, Introducción a la Psico-
logía Experimental (Binet, Philippe, 1894/1906) y Comportamiento de los Grandes
Calculadores y Jugadores de Ajedrez (Binet, Henneguy, 1894), y estudió la memo-
ria visual de los niños (Binet, Henri, 1894), en compañía de su colaborador Victor
Henri (1872-1940). Además fundó la revista l'Année Psychologique, cuyo primer
número apareció al año siguiente, y defendió su tesis doctoral sobre el "Sistema
Nervioso Sub-intestinal de los Insectos" (Binet, 1894), realizada en el laboratorio
de su suegro E. G. Balbiani (1825-1899), que era profesor de Embriología en el
Colegio de Francia.
En 1896 publicó en compañía con Henri un artículo sobre "La Psicología Indi-
vidual" en el que criticó los tests de inteligencia propuestos por Galton y propuso
un programa para medir los procesos más complejos de la memoria, imágenes men-
tales, atención, comprensión y juicio.
Al iniciarse el siglo xx publicó un libro sobre La Sugestionabilidad (Binet, 1900),
en el que incluyó unos trabajos sobre las deformaciones de los recuerdos infantiles y
los relacionó con las distorsiones involuntarias de los testigos de un suceso particu-
lar. Con ello se anticipó a los primeros estudios psicológicos sobre el testimonio legal
realizados en Alemania y en los Estados Unidos.
En 1902, Binet perdió la oposición a la Cátedra de Psicología del Colegio de
Francia en competencia con Janet. Entonces aspiró a la plaza de la Sorbona, pero
ésta le fue concedida a George Dumas (1866-1946), un discípulo de Ribot que reu-
nía la doble condición de filósofo y médico. Sintiéndose injustamente preterido por
los psicólogos, intensificó las relaciones con los pedagogos, con los que colaboraba
desde 1899 en la Sociedad Libre para el Estudio Psicológico del Niño.
En 1903 publicó el Estudio Experimental de la Inteligencia (Binet, 1903), un li-
bro en el que trató de las diferencias de personalidad de sus hijas, ya entradas en la
adolescencia. En 1904 formó parte del Comité para la Educación de Subnormales
encargado de asesorar al Ministerio de Instrucción Pública sobre unas escuelas es-
peciales para los retrasados. Esta circunstancia fue el catalizador de la Escala Métri-
ca de la Inteligencia que construyó con la ayuda de Simon. Théodore Simon (1873-
1961) era un médico que trabajaba como interno en una institución de subnormales
y colaboraba con Binet desde el año 1899, en que le pidió que le supervisara la tesis
doctoral.
Capítulo 7: La psicología francesa 279
Desarrollo Infantil
En 1890, Binet publicó los resultados de unos trabajos realizados con sus hijas
Alicia y Magdalena -de dos años y medio, y cuatro años de edad respectivamente-
en los que combinó el método clínico con el método experimental. El primero
trató de los "Movimientos de Algunos Niños Pequeños" (Binet, 1890a) y puso
ante sus ojos las grandes diferencias existentes entre sus hijas, no sólo en el modo
de andar y moverse, sino también en su personalidad. Mientras que la mayor era
lenta, pausada, seria, reflexiva y observadora, la pequeña se mostraba impulsiva,
atolondrada alegre y ruidosa.
Percepción del Número. Otro experimento interesante fue el relativo a los con-
ceptos numéricos de las niñas que todavía no sabían contar. Tras criticar los traba-
jos realizados hasta la fecha por ser demasiado especulativos, Binet presentó los
resultados de dos experimentos realizados con sus hijas. En el primero les presentó
Capítulo 7: La psicología francesa 281
dos grupos de fichas de idéntico tamaño y distinto número -15 y 18 unidades res-
pectivamente- y les pidió que le dijeran cuál era más numeroso. Las niñas respon-
dieron correctamente hasta la relación 21/22, en la que dieron cuatro aciertos y cua-
tro errores.
Binet pensó que la niña "posee una percepción de conjunto, una percepción
en masa y si juzga que un grupo es más numeroso que el otro ello es debido a que
ocupa más espacio en el papel" (1890/1996: 77). Con vistas a comprobar esta hipó-
tesis realizó una segunda serie de experimentos en los que cambió el tamaño de
las fichas. En un grupo puso 18 fichas verdes de 2,5 cm de diámetro y en el otro 16
blancas de 4 cm. Las niñas dijeron invariablemente que había más fichas en el
montón de las blancas, incluso cuando su número descendió hasta 10. Solo res-
pondieron correctamente cuando los montones fueron reducidos a 3 y 2 unidades,
respectivamente. Al parecer no sabían compensar la extensión ocupada por el
conjunto con los vacíos existentes entre las fichas y por esta razón creían que ha-
bía más fichas en los montones que ocupaban más espacio. Este sencillo trabajo,
que anticipaba los experimentos de la conservación de J. Piaget (1896-1980), es
una muestra de la ingeniosidad de Binet y de su dominio del método experimen-
tal.
En 1896 Binet y Henri propusieron un ambicioso programa para estudiar las di-
ferencias de inteligencia en la población escolar. En su artículo sobre "Psicología
Individual" (Binet, Henri, 1896) insistieron en la medida de las funciones complejas
de la memoria, imaginación, atención, y comprensión; además pensaban incluir
pruebas de sugestionabilidad, sentimientos estéticos, sentimientos morales, fuerza
muscular, fuerza de voluntad, etc.
La Memoria guardaba relación con la comprensión, ya que suponía una inter-
pretación de los materiales. Para medirla propusieron tests de memoria de dibujos,
palabras, frases, melodías musicales y colores. Las pruebas de Imaginación incluían
282 Parte ll: Surgimiento y expansión de la psicología científica
tests de manchas de tinta, relatos sobre algún tema concreto y pensamientos sugeri-
dos por términos abstractos como virtud, justicia, etc. El estudio de la Atención com-
portaba tareas como calcular series de estímulos táctiles o ritmos de un metrónomo.
Finalmente, para medir la Comprensión propusieron definiciones de palabras abs-
tractas, tests de semejanzas y diferencias, y detección de los errores presentes en una
frase.
En 1902, tras sus frustados intentos de conseguir una cátedra de psicología, Bi-
net dio un nuevo impulso a los tests de rendimiento escolar y a las medidas antro-
pométricas de la población infantil. Además continuó sus reflexiones sobre la natu-
raleza de la inteligencia e insistió en sus relaciones con la personalidad. Frente al
atomismo asociacionista, consideró al pensamiento como un proceso o fuerza acti-
va que unía a las sensaciones en síntesis unitarias y dirigía la conducta hacia metas
adaptativas.
La Escala de Inteligencia
Los franceses estaban preocupados por la gran cantidad de niños sin escolari-
zar por causa de su déficit intelectual y eran muchas las voces las que pedían
escuelas especiales para los retrasados, similares a las que se habían fundado en
otros países de Europa. En otoño de 1904 el Ministerio de Instrucción Pública
nombró un Comité para la Educación de Niños Subnormales, encargado de esta-
blecer los criterios de selección para los que iban a beneficiarse de ellas. En su
calidad de miembro del comité, Binet propuso medir directamente la inteligencia
natural con los tests psicológicos. Para entonces disponía de muchas pruebas de
memoria, atención, comprensión, razonamiento y juicio. En un primer momento
pensó en aplicarlos a la población infantil y seleccionar a los que mejor discrimi-
naran a los normales de los subnormales. Pero ¿cómo integrarlos en una escala
unitaria?
Una primera respuesta se la brindó otro miembro de la sociedad, quien encon-
tró una relación inequívoca entre la memoria y el curso escolar, de modo que la
de los repetidores era prácticamente la misma que la de sus compañeros más jóve-
nes. Siendo así que la memoria estaba relacionada con la inteligencia, cabía esperar
que el retraso escolar sería un índice del déficit intelectual. Esta observación le lle-
vó a Binet a dividir a los niños en grupos cronológicos para observar su comporta-
miento en las distintas pruebas. Pero todavía le quedaba el problema de la diversi-
dad de las pruebas. Los tests medían cosas tan distintas como la atención, memoria,
imaginación, juicio y razonamiento. Ahora bien, ¿cómo obtener una estimación
global de la inteligencia?
La solución final se la dio una tesis doctoral sobre el Diagnóstico de los Débiles
Mentales (Damaye, 1903), en la que se presentaba un cuestionario con preguntas
heterogéneas sobre anatomía, movimientos, nociones de objetos, sensaciones inter-
nas, lectura, escritura, cálculo, etc. En opinión de su autor, la suma total de aciertos
permitía evaluar el nivel mental del niño. Aunque la escala tenía muy poco que ver
con la inteligencia, el hecho de unir todas las puntuaciones en un único índice nu-
Capítulo 7: La psicología francesa 283
La Primera Versión. Con la ayuda de Simon, Binet aplicó las pruebas que
había elaborado hasta la fecha a grupos de niños de tres, cinco, siete, nueve y
once-doce años, respectivamente, y seleccionó las que eran acertadas por el 80-
90% del grupo y falladas por todos los del nivel precedente. De esta manera se
quedó con los 30 tests de la primera versión de la Escala, la cual presentó en el
artículo "Métodos Nuevos para la Medida de la Inteligencia" (Binet, Simon,
1905/1996). Todos los tests eran simples, precisos y fáciles de aplicar, y estaban
ordenados conforme a su grado dificultad, sin que se hablara para nada de crite-
rios cronológicos. Binet y Simon señalaron tres métodos posibles para el diagnósti-
co de la subnormalidad:
Aunque los tests iban acompañados de normas claras para su aplicación y co-
rrección, la escala no era un instrumento de precisión que debiera aplicarse mecáni-
camente. Más importante que el resultado numérico era el comportamiento del ni-
ño en las pruebas y en particular los absurdos y errores que denotaban una falta de
inteligencia. Por eso había un test de sugestionabilidad que, aunque no tenía una
relación directa con la inteligencia, podía indicar la fuerza de juicio y la resistencia
de carácter.
La Escala de Binet y Simon era un test de falta de inteligencia, más que de inte-
ligencia, dado que 27 de las 30 pruebas iban destinadas a los subnormales que iban
a beneficiarse de la educación especial. Dicha población fue dividida en tres gru-
284 Parte Il: Surgimiento y expansión de la psicología científica
pos, de acuerdo con las teorías de la época: Idiotas o deficientes prafundos, Imbéci-
les o deficientes medios, y Morones o moderados. Para los normales sólo había tres
pruebas.
!)Idiotez (Pruebas 1-6). Este nivel equivalía a los dos primeros años de edad y
era diagnosticado con pruebas muy fáciles como seguir una cerilla con la vi-
sión, obedecer a órdenes sencillas, distinguir objetos como un trozo de cho-
colate negro o un cubo de madera blanco, etc.
2) Imbecilidad (Pruebas 7-15). Representaba aproximadamente a una inteligen-
cia entre los tres y seis años. La escala tenía tres pruebas fronterizas, consis-
tentes en ejecutar órdenes simples, designar objetos reales y señalar objetos
pintados en un cuadro, las cuales eran imposibles para los idiotas. A conti-
nuación venían los tests de nombrar objetos, comparar líneas o pesos, y me-
moria de números, que requerían un dominio del lenguaje y eran muy fáciles
para los normales.
3) Morones (Pruebas 16-27). Representaban a una inteligencia entre los siete y
nueve años. La frontera con la imbecilidad la marcaba el test 16, una prueba
de diferencias entre objetos. Por ejemplo, "¿cuál es la diferencia entre una
mariposa y una mosca?", "¿entre un trozo de madera y un trozo de cristal?"
Si el niño respondía correctamente, su inteligencia alcanzaba el nivel de siete
años. El límite superior lo brindaba la prueba 27, consistente en resolver pro-
blemas prácticos, tales como "¿Qué debe hacerse cuando se tiene necesidad
de un buen consejo?". Los tests intermedios eran pruebas de memoria, orde-
namiento de pesos, rimas y otras orientadas a evaluar el juicio y el razona-
miento, tales como las de semejanzas, el test de completamiento de frases de
Ebbinghaus y otros de construir frases con tres palabras.
4) Normales (Pruebas 28-30). Las tres últimas pruebas pretendían medir el ra-
zonamiento. El test 28 consistía en invertir las agujas del reloj, el29 en imagi-
nar la figura resultante de cortar un triángulo en un papel doblado en cuatro
partes y el 30 era un test de diferencias entre conceptos abstractos, como la
estima y la amistad. Los niños que las superaban entraban dentro de la nor-
malidad.
Tres años. 1: Señalar nariz, boca y ojo. 2: Repetir frases de seis sílabas. 3: Repetir
cifras de dos números. 4: Enumerar objetos vistos en un cuadro. 5: Decir
su apellido.
Cuatro años: 1: Responder a la pregunta de si es niño o niña. 2: Nombrar objetos
conocidos: llave, navaja cerrada y moneda. 3: Repetir números de tres
cifras. 4: Comparar dos rectas de 5 y 6 cm.
Cinco años: 1: Comparar dos pesos. 2: Copiar un cuadrado. 3: Recomponer rectángu-
lo cortado por la diagonal, juntando los triángulos. 4: Contar cuatro
monedas de 5 céntimos. 5: Repetir frases de diez sílabas (sólo en el resu-
men que aparecía al final).
Seis años: 1: Mostrar mano derecha y oreja izquierda. 2: Repetir frase de dieciséis
palabras. 3: Decir qué cara de mujer es más guapa (tres pares). 4: Definir
objetos conocidos: tenedor, mesa, silla, caballo, mamá (definición por el
uso). 5: Ejecutar tres órdenes: poner llave en una silla, cerrar puerta y
traer botella. 6: Decir edad. 7. Distinguir entre mañana y tarde.
Siete años: 1: Indicar lo que falta en 4 dibujos. 2: Decir cuántos dedos hay en la
mano derecha, en la izquierda, y en ambas manos. 3: Copiar la frase "El
pequeño Pablo". 4: Copiar un rombo y un triángulo. 5: Memoria de
cinco cifras. 6: Describir cuadros. 7: Contar 13 monedas de 5 céntimos. 7:
Nombrar monedas de 0.05- 0.10- 0.50 y 5 francos.
Ocho años: 1: Recordar dos hechos de un texto leído. 2: Contar nueve perras chicas,
tres simples y tres dobles. 3: Nombrar colores: rojo, verde, amarillo, azul.
4: Contar desde 20 hasta O. 5: Escribir al dictado la frase "Las niñas gua-
pas". 6: Diferencias entre mariposa y mosca, cartón y papel.
Nueve años: 1: Decir fecha. 2: Recitar los días de la semana. 3: Devolver el dinero
sobrante. 4: Definición de objetos superior al uso. 5: Seis recuerdos de la
lectura. 6: Ordenar cinco pesos.
Diez años: 1: Recitar los meses del año. 2: Nombrar 9 monedas. 3: Construir frase
con las palabras París, Fortuna, Río. 4: Comprensión: ¿Qué debe hacerse
cuando uno pierde el tren? ¿Cuándo me pega un compañero? ¿Cuándo
rompo algo que no es mío? 5: Comprensión (segunda serie): ¿Qué debe
hacerse cuando se hace tarde para llegar a la escuela? ...
Once años: 1: Criticar frases como "Un ciclista se ha roto la cabeza y ha muerto del
golpe; en el hospital se teme que no podrá recuperarse". "Tengo tres her-
manos: Pablo, Ernesto y Yo"; "Se ha encontrado el cuerpo de una joven
cortado en 18 pedazos. Se teme que se haya suicidado". 2: Construir frase
con tres palabras. 3: Decir 60 palabras en tres minutos. 4: Definiciones
abstractas de caridad, justicia, bondad. 5: Test de Ebbinghaus.
Doce años: 1: Memoria de siete cifras. 2: Rimas: palabras que riman con obediencia.
3: Repetir frase de 26 sílabas. 4: Resolver problemas prácticos. 5: Inter-
pretar cuadros (sólo en el resumen).
Trece años: 1: Si se corta un triángulo en el borde de un papel con cuatro dobles,
¿qué figura resultará al extenderlo. 2: Completar una tarjeta partida por
la diagonal. 3: Diferencias entre placer y bondad, evolución y revolución,
pobreza y miseria.
286 Parte ll: Surgimiento y expansión de la psicología científica
Baremada con una muestra de 300 niños, los cinco primeros tests fueron elimi-
nados y se incluyeron 33 totalmente nuevos. Algunos como los de cuadros se repe-
tían tres veces, ya que había tres niveles de respuestas: enumerar objetos (3 años),
describirlos (7 años) e interpretar el cuadro (12 años). Por otra parte, la frontera
entre los imbéciles y los morones fue puesta en los 7 años, frente a los 6 de la ver-
sión anterior. A la hora de separar a este último grupo de los normales, Binet y Si-
mon insistieron en los tests de absurdos y de comprensión, aunque reconocieron
que la línea divisoria era difícil de trazar y podía variar en función del ambiente so-
cial del niño.
La adaptación social parecía un componente importante de la normalidad. Co-
mo escribieron Binet y Simon: "Un individuo es normal cuando es capaz conducir-
se en la vida sin necesidad de ser tutelado y puede realizar un trabajo lo suficiente-
mente remunerado como para satisfacer sus necesidades personales y, finalmente,
su inteligencia no le ha desclasado del medio social de sus padres. De donde se si-
gue que será débil el hijo de un abogado reducido a la condición de simple emplea-
do por causa de su inteligencia; asimismo, un aldeano normal en su medio habitual
podría ser un débil en su ciudad" (Binet, Simon, 1908: 88).
El número de pruebas de cada nivel era irregular, oscilando entre las tres de
los trece años y las ocho de los siete años, lo cual hacía difícil la cuantificación de los
resultados. Los autores recomendaban comenzar por el nivel en el que se acerta-
ban todas las pruebas menos una, añadiéndole un año por cada cinco pruebas de
los niveles superiores que eran resueltas satisfactoriamente. Si el niño no superaba
las pruebas de su edad, había que descender a los niveles inferiores y estimar su
retraso en años. Pero como este procedimiento era arbitrario, Binet y Simon deja-
ron al psicólogo en libertad para adoptarlo o utilizar otro criterio.
La revisión del año 1911 trató de resolver esta dificultad poniendo el mismo nú-
mero de pruebas (cinco) en todos los niveles. Primero había que establecer como
edad basal aquella en la que eran acertadas todas las pruebas. A continuación se
pasaba a los niveles superiores y cada acierto era computado como un quinto de
año que venía a añadirse a la edad basal. De esta manera la puntuación era más
precisa que en la versión anterior, aunque Binet siguió insistiendo en su provisiona-
lidad. Publicada en 1911, el año de su fallecimiento, la escala fue baremada con una
muestra de 120 niños que representaban a las edades de 6, 7, 8, 9, 10 y 12 años.
Además se incluyeron dos nuevos niveles, el de 15 años y el del adulto.
1916). La noción tuvo tal éxito que se convirtió en una magnitud absoluta -un "coe-
ficiente", como popularmente se le conoce- que daba una medida exacta de la inte-
ligencia. Pero esto iba contra el espíritu de Binet, quien pensaba que la inteligencia
era una función compleja que no podía ser expresada con un simple índice numéri-
co. Como escribió en una ocasión: "la palabra medida no ha de ser tomada en senti-
do matemático; no indica el número de veces que una cantidad de encuentra conte-
nida en otra. Para nosotros la idea de medida se aproxima a la de clasificación
jerárquica; de dos niños, es más inteligente aquél que tiene mayor éxito en un cier-
to orden de pruebas" (Binet, 1909/1910: 128).
Binet evitó hablar de "edad mental" y utilizó el término más genérico de "ni-
vel" porque veía que el desarrollo mental no era tan armónico y lineal como el físi-
co. La experiencia le enseñó que los niños respondían correctamente a pruebas de
las edades superiores y fallaban en otras de las inferiores. Mientras no se conocie-
ran mejor los procesos cognitivos de cada edad parecía imprudente utilizar este tér-
mino en relación con la inteligencia. Por todas estas razones, Simon consideró que
el Cociente Intelectual era una traición a los objetivos de la escala y, de haber vivi-
do, Binet habría dicho lo mismo (Wolf, 1973).
Naturaleza de la Inteligencia
Binet no escribió ningún tratado sobre la inteligencia, pero a pesar de ello tenía
una idea bastante clara de lo que el término significaba. Más que una facultad espe-
cial, era la unidad de todas las facultades intelectuales de una persona. Como indicó
en el libro Ideas Modernas sobre los Niños: "Todos somos un haz de tendencias y la
resultante de todas ellas es lo que se expresa en nuestros actos, haciendo que nues-
tra existencia resulte ser lo que es. Por consiguiente, esta totalidad es la que hay
que saber apreciar" (Binet,1909/1910: 111). A pesar de ello, Binet distinguió cuatro
funciones básicas, las cuales denominó con los términos de comprensión, invención,
dirección y crítica.
Conclusión
La Escala de Binet se impuso muy pronto a los tests sensoriales de Galton y Cat-
tell debido a su mayor fiabilidad y validez. Se trataba de un instrumento de aplica-
ción individual cuyos resultados tenían una elevada correlación con el rendimiento
escolar, a pesar de lo reducido de las muestras normativas utilizadas en su barema-
ción. Llevada a los Estados Unidos por H. H. Goddard (1866-1957), quien tradujo al
inglés la versión de 1908, fue ampliamente divulgada por L. Terman (1877-1956) a
partir del año 1916.
De haber vivido más tiempo, Binet habría protestado contra el uso que se le dio a
su escala, especialmente en los Estados Unidos, donde Goddard y sus colaboradores la
pusieron al servicio de la eugenesia. El diagnóstico de la subnormalidad carecía de in-
terés si no iba acompañado del conocimiento de sus causas, incluidas las sociales, con
vistas a ponerles remedio. Contrario al hereditarismo de Galton, Binet insistió en la
educación y propuso una "ortopedia mental" para perfeccionar las habilidades de ob-
servación, atención, escucha, retención y juicio de los subnormales. En su opinión, la
inteligencia era perfeccionable, siempre y cuando se contara con métodos adecuados.
Binet se opuso también a la pretensión de Spearman de medir el factor "G" con
su Escala Métrica de la Inteligencia, porque creía que un único factor, por muy ge-
neral que fuera, no podía dar cuenta de todas las funciones que intervenían en las
conductas inteligentes. La inteligencia no era una facultad, sino la unidad de una
pluralidad de funciones.
Además de señalar el camino por donde marcharía el moderno estudio de la
inteligencia, Binet fue uno de los grandes artífices de la psicología aplicada. Con-
vencido de que la investigación tenía que salir de los laboratorios y aproximarse a
la vida, estudió la grafología, el comportamiento de los niños, adultos, retrasados,
criminales, jugadores de ajedrez, testigos del juicio, etc., con los ojos puestos en el
Capítulo 7: La psicología francesa 289
Durante la segunda mitad del siglo xrx fueron numerosos los estudiantes rusos
que viajaron a Europa para ampliar sus estudios, lo cual les dio un conocimiento de
primera mano de las últimas novedades surgidas en el mundo científico. Los parti-
darios de la psicología introspeccionista se organizaron en torno a la Sociedad Psi-
cológica de Moscú, fundada en 1885 bajo el liderazgo de Nikolai Grot (1852- 1889),
un profesor de filosofía que introdujo los estudios de Psicología en la Universidad
de Odessa y después en la de Moscú. Grot fundó en 1889 la revista Problemas de
Filosofía y Psicología, la primera revista rusa de psicología experimental, en la que
colaboraron los médicos y filósofos interesados por la nueva disciplina surgida en
Alemania.
El primer laboratorio importante fue el de la Universidad de Kazan, estableci-
do en 1886 por V Bechterev (1857-1927), un neuropsiquiatra que conoció el labora-
torio de Leipzig en uno de sus viajes a Europa y después fue el principal represen-
tante de la reflexología. Otros laboratorios relevantes fueron los de Kiev y Odessa,
establecidos en la década siguiente por G. Chelpanov (1862-1936) y Nikolai Lange
(1858-1921), respectivamente.
Bechterev, que también trabajó en Francia con Charcot, dio un gran impulso a
la psicología clínica y aplicada. En 1896 fundó la Sociedad Rusa de Psicología Nor-
mal y Anormal y la revista Psiquiatría, Neuropatología y Psicología Experimental,
Capítulo 8: La tradición psicológica rusa 293
8.2. La Reflexología
Sin embargo, no pudo convertirse en realidad hasta la primera década del siglo xx
en que V. Bechterev (1857-1927) descubrió el método del condicionamiento motor
poco después de que l. P. Pavlov (1849-1936) hiciera públicos sus experimentos so-
bre los reflejos condicionales.
Fuentes Intelectuales
Sechenov se interesó por la psicología en sus años de estudiante cuando leyó las
obras de F. E. Beneke (1798-1854), un filósofo alemán contrario al idealismo y partida-
rio de una psicología científica basada en la observación y el experimento. Posterior-
mente fue influido por el evolucionismo de H. Spencer (1820-1903), como lo refleja su
escrito sobre los Elementos del Pensamiento (Sechenov, 1878/1973), en el que explicó el
desarrollo de la mente humana a partir de los primeros reflejos infantiles. En su opi-
nión, la organización innata desempeñaba un papel importante en la conducta y podía
ser explicada con la tesis spenceriana de que los instintos eran los hábitos de la raza.
Sin embargo, las dos fuentes principales de su pensamiento fueron los Demócra-
tas Revolucionarios y la Escuela Fisiológica de Berlín. Los Demócratas Revolucio-
narios eran unos intelectuales comprometidos con un socialismo utópico que lide-
raron la oposición al régimen zarista y fueron populares en la Universidad cuando
Sechenov era estudiante. Su psicología se inspiraba en el asociacionismo británico y
en la filosofía de L. A. Feuerbach (1804-1872), un pensador de la izquierda hegelia-
na que puso los fundamentos del ateísmo moderno. Uno de los demócratas revolu-
cionarios más conocidos, N. G. Chernichevski (1828-1889), afirmó que el pensa-
miento se reducía en último término a las sensaciones generadas por los estímulos
físicos en los receptores. Este empirismo, contrario a las especulaciones de la Filo-
sofía de la Naturaleza alemana, junto con su ambientalismo, estaría presente en el
pensamiento psicológico de Sechenov.
La Escuela Fisiológica de Berlín le brindó la idea del sistema nervioso como má-
quina especializada en la transformación de la energía. Se trataba de un sistema ener-
gético parecido a un circuito eléctrico, constituido por fuerzas físico-químicas que obe-
decían a las leyes del mundo material. Frente a la doctrina vitalista de los movimientos
espontáneos de los seres vivos, Sechenov afirmó que todas las reacciones eran respues-
tas mecánicas a la estimulación del nervio sensorial. Sin embargo, la relación entre el
estímulo y la respuesta era más compleja de lo que a primera vista pudiera parecer. Un
estímulo débil podía originar una respuesta fuerte y, a la inversa, un estímulo fuerte po-
día producir una respuesta débil debido a la acción de unos centros cerebrales que se
habían especializado en la excitación o en la inhibición. Una estimulación inesperada,
por ejemplo, un golpecito en la espalda, generaba una sacudida general de todo el
cuerpo porque movilizaba la energía de los centros excitatorios, lo mismo que una ce-
rilla hacía explotar un barril de pólvora. La fuerza de la respuesta no dependía tanto
de la acción mecánica del estímulo cuanto de la energía nerviosa movilizada por éste.
Y, a la inversa, estímulos tan poderosos como una prolongada tortura física podían no
ir acompañados de la más leve expresión de dolor debido a la inhibición cortical.
296 Parte Il: Surgimiento y expansión de la psicología científica
Los procesos mentales eran reflejos de esta segunda clase. Los actos voluntarios
habían sido atribuidos a las ideas porque no se les encontraba ningún estímulo an-
tecedente, pero ello no significa que no lo tuvieran. Porque podían ser activados
por sensaciones muy pequeñas que en el curso de la experiencia habían quedado
asociadas a ellos. Lo mismo ocurría con los pensamientos. Sechenov indicó que
acostumbraba a pensar en el emperador de China cuando se acostaba en la cama
por las noches. Pues bien, este pensamiento le vino a la mente un día en que se to-
mó una pequeña siesta, al parecer evocado por las sensaciones cinestésicas del con-
tacto del cuerpo con el colchón de la cama. La asociación de ideas complicaba la ta-
rea de encontrar los estímulos de los procesos mentales, pero ello no significa que
dichos procesos no obedecieran a mecanismos reflejos.
Los procesos sensoriales eran reflejos cuyo segmento motor había sido paraliza-
do por la inhibición, de modo que las sensaciones equivalían a la excitación de la
porción central del arco reflejo, situada en el área sensorial del córtex, a consecuen-
cia de la inervación del tracto aferente.
Las Ideas Simples eran copias de las sensaciones guardadas en la memoria, por
lo que eran de la misma naturaleza refleja. Las Ideas Complejas eran combinacio-
nes de ideas simples unidas por asociación. Por ejemplo, la idea de la casa en la que
el niño vive es el resultado de la unión de las sensaciones visuales, olfativas y tácti-
les despertadas por ese objeto. El desarrollo traía consigo el análisis de las ideas
complejas en sus elementos más simples y la combinación de los mismos en otras
ideas, los cuales eran adquiridos gracias al aprendizaje y la repetición. Además el
niño aprendía a separar las sensaciones subjetivas de las objetivas y de esta forma
adquiría la noción del Yo. Por último venían los conceptos generales, por ejemplo,
la idea abstracta de casa, válidos para multitud de objetos concretos.
El Pensamiento estaba constituido por cadenas de imágenes verbales proceden-
tes de la internalización del lenguaje. Imaginemos, por ejemplo, el pensamiento "la
campanilla de mi mesa es dura y fría al tacto, y suena cuando se la agita". Sus oríge-
nes se remontan a la infancia, a las primeras experiencias que tuvimos con la cam-
panilla, cuando movíamos el cuerpo para cogerla y sentíamos placer al agitarla.
Tras la adquisición del lenguaje, esos movimientos iban acompañados de palabras
como "din-dong" que, con el paso del tiempo, se hicieron dominantes. El niño inhi-
be los movimientos corpóreos y se limita a decir palabras hasta que, finalmente, in-
hibe los movimientos de boca y se queda con las imágenes verbales, las cuales son
copias de las sensaciones auditivas generadas por el habla. Ellas eran el material
del pensamiento.
Las Emociones eran reflejos psíquicos cuya porción motora había sido intensifi-
cada por los mecanismos cerebrales. Las emociones más primitivas eran las sensa-
ciones placenteras evocadas por estímulos específicos, -un color rojo brillante, por
ejemplo,- las cuales iban seguidas de movimientos explosivos. Pero después, en la
fase del pensamiento concreto, los colores perdían su encanto, y su lugar era ocupa-
298 Parte ll: Surgimiento y expansión de la psicología científica
do por las imágenes y las formas, las cuales eran poderosas debido a su asociación
con los placeres más primitivos.
Los Deseos eran reflejos emocionales incompletos, en el sentido de no llegar
hasta el final porque el objeto gratificante quedaba fuera de nuestro alcance. Por
ejemplo, un niño ve una vela y tiene un sentimiento de placer provocado por la luz.
Intenta cogerla, pero no lo consigue porque está muy alta y se pone a llorar. Cuan-
do esto ocurre, el niño "desea" la vela.
Los Actos Voluntarios de los adultos eran movimientos dirigidos por la idea de
una meta. En ellos intervenía el aprendizaje y la repetición, un factor externo que do-
minaba sobre la emoción e incluso podía anular los primitivos reflejos instintivos.
La libertad era un espejismo, ya que respondemos siempre de la misma manera
refleja a las condiciones del medio ambiente mientras éstas no sean modificadas.
Este determinismo resultaba sospechoso en la Rusia zarista y por eso el Comité
Censor de S. Petersburgo puso objeciones a una edición de los Reflejos Cerebrales
dirigida al público general. Pero finalmente salió a la prensa en 1866 y despertó el
interés de los círculos intelectuales rusos.
Psicología Objetiva
Reflexología Humana
los reflejos motores artificiales que había estudiado en su laboratorio desde co-
mienzos de siglo. En consecuencia logró un extraño compromiso: terminológica-
mente toda su obra de los años veinte era reflexológica, pero en lo fundamental
era tan ecléctica como siempre, combinando observaciones sistemáticas, métodos
clínicos, cuestionarios y estudios reflexológicos en el sentido estricto" (Kozulin,
1984: 57).
Bechterev hizo gala de un materialismo más radical después de la Revolución
de Octubre de 1917. Los procesos mentales eran movimientos del sistema nervioso
en respuesta a los estímulos y estaban gobernados por las leyes del mundo material.
Eran una manifestación de la energía que lo invadía todo y hacía innecesaria la no-
ción de materia. Sin embargo, en otros escritos reconoció que la reflexología y la
psicología no eran totalmente incompatibles, dado que consideraban a los mismos
hechos desde perspectivas distintas. Estas afirmaciones dualistas, junto con la difi-
cultad de conciliar su materialismo con la teoría de la conciencia propuesta por Le-
nin, pusieron en guardia a las autoridades. En 1928, al poco de su fallecimiento, se
creó una comisión para acomodar la reflexología al materialismo dialéctico y al año
siguiente, en la Segunda Conferencia de Institutos Marxistas de Investigación, fue
rechazada por contradictoria y antimarxista.
Como quedó patente en su controversia con Bechterev, Pavlov era mucho más
riguroso y preciso en la investigación. Fisiólogo de laboratorio, sus trabajos sobre
las glándulas digestivas le merecieron en 1904 el Premio Nobel de medicina. Pero
para esa fecha ya había dejado la fisiología y comenzaba a investigar unos reflejos
salivales frente a objetos distantes que al parecer eran de una naturaleza "psíqui-
ca". Educado en la tradición de la ciencia objetiva, los llamó "reflejos condiciona-
les" y los estudió con el método experimental.
En su obra sobre los reflejos condicionales pueden distinguirse tres niveles dis-
tintos: el metodológico, el fisiológico y el psicológico. En primer lugar, Pavlov in-
ventó el método del condicionamiento, un procedimiento que permitía estudiar los
procesos más elementales del aprendizaje. En segundo lugar propuso una teoría fi-
siológica, basada en la excitación y la inhibición, para explicar los hechos observa-
dos en el laboratorio. En tercer lugar, aplicó la teoría a las neurosis, tipos de siste-
mas nerviosos y otros fenómenos que pertenecían al campo de la psicopatología y
personalidad.
ra alimentar a su prole. Fue un niño movido que a los nueve años sufrió una grave
caída mientras jugaba por una pared. Compadecido de su condición, se encargó de
su educación un tío suyo que era abad de un monasterio próximo.
En 1860 ingresó en la escuela del Seminario de Ryazan y después en el semina-
rio, donde estudió lenguas clásicas, lógica, retórica y filosofía en un clima liberal
que le permitió entrar en contacto con la ciencia natural. Pavlov se interesó por la
teoría de Darwin a raíz de la lectura de un artículo de Pissarev (1841-1868), un es-
critor y crítico literario que fue perseguido por el gobierno y ejerció mucha influen-
cia en la juventud.
En 1870, el mismo año en que Sechenov abandonaba S. Petersburgo, Pavlov
ingresó en la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de esa Universidad con la
intención de especializarse en fisiología animal y en química. El profesor que más
le impactó fue Ilya Cyon (1843-1912), un cirujano de fama internacional que susti-
tuyó a Sechenov en la cátedra de fisiología. En 1875 fue ayudante de Cyon, pero
éste se vio forzado a dejar la Universidad por razones políticas, en medio de las
protestas de los estudiantes contra su proverbial dureza en los exámenes, y Pavlov
renunció al puesto. Tras continuar en el Instituto de Veterinaria en unas condicio-
nes económicas bastante precarias, en 1878 pasó a la Academia Médico-Quirúrgi-
ca Militar, a la cátedra de medicina clínica del prestigioso fisiólogo S. Botkin
(1832-1889), quien le encargó de la dirección del laboratorio animal que había
montado en una cabaña del jardín. Allí realizaría muchas de sus investigaciones
con perros. En 1881 contrajo matrimonio con Serafina Karcheskaya, una estudian-
te de pedagogía a la que había conocido un año antes y, tras descubrir en 1882 los
nervios secretores del páncreas, en 1883 se doctoró en medicina con una tesis so-
bre los nervios del corazón.
Pavlov completó sus estudios en Alemania durante los cursos 1884-1886. Tra-
bajó con C. Ludwig y perfeccionó sus técnicas quirúrgicas con S. Heidenhain
(1834-1897) en Breslau. Su habilidad como cirujano le permitió estudiar "in vivo"
los mecanismos de inervación y control de las glándulas digestivas mucho antes
de que pudieran hacerlo otros investigadores. De vuelta a Rusia, continuó en el
laboratorio de Botkin hasta el año 1890, en que obtuvo la cátedra de farmacolo-
gía de la Academia Médico-Quirúrgica Militar. Un año después asumió la direc-
ción del Instituto de Medicina Experimental, donde realizaría los trabajos sobre
los nervios secretores de las glándulas digestivas que le valieron el Nobel de me-
dicina y que publicó en el libro Lecciones sobre el Trabajo de las Principales
Glándulas Digestivas (Pavlov, 1897/1902). Finalmente, en 1895 accedió a la cáte-
dra de Fisiología de la Academia Militar, la cual detentaría hasta su jubilación en
el año 1924.
"Reflejos Psíquicos". En sus trabajos sobre la digestión observó que los perros
salivaban al oír los pasos del cuidador o al ver la bandeja de la comida, unos estí-
mulos que no eran los instigadores naturales del reflejo salival. En un principio
pensó que se trataba de unos "reflejos psíquicos" debidos a la asociación de ideas.
Pero como estas interpretaciones subjetivas llevaban a discusiones interminables
304 Parte Il: Surgimiento y expansión de la psicología científica
Mientras no llegara ese día, Pavlov se limitó a estudiar la actividad de los he-
misferios cerebrales desde la perspectiva de la fisiología. Pero esa actividad equiva-
lía a la asociación de ideas y por esta razón su obra tenía una clara relación con la
psicología.
306 Parte JI: Surgimiento y expansión de la psicología científica
Estos reflejos eran positivos porque comportaban una actividad, ya sea de acer-
camiento, ya de alejamiento del objeto. Además, había otros reflejos negativos que
suponían el cese o paralización de la actividad, tales, por ejemplo, como el sueño.
Aunque eran menos conocidos que los positivos, Pavlov los hizo objeto de un estu-
dio detallado como fenómenos de la inhibición.
La función biológica de los reflejos incondicionales era la conservación indivi-
dual y de la especie, entendida en términos de equilibrio entre el organismo y el
medio ambiente: "Si el animal no estuviese exactamente adaptado al mundo exte-
rior -escribió Pavlov- acabaría, más tarde o más temprano, por dejar de existir. Si
en lugar de dirigirse hacia el alimento se alejase de él, si en lugar de huir del fuego
se arrojase a él acabaría por ser destruido" (Pavlov, 1926/1968: 101). Ahora bien,
estos reflejos no eran capaces de garantizar la superviviencia en los ambientes com-
plejos y cambiantes en los que discurre la vida de un animal. Los perros descerebra-
dos eran incapaces de susistir por si solos, a pesar de mantener intactos los reflejos
innatos. Como escribió Pavlov:
<<El equilibrio asegurado por estos reflejos (innatos) sólo sería perfecto si el
medio exterior permaneciese constante. Pero como éste, además de su extremada
diversidad, se halla en estado de continua variación, los reflejos incondicionales
-conexiones permanentes- no son suficientes para asegurar este equilibrio y deben
complementarse con reflejos condicionales -conexiones temporales-. Por ejemplo,
no basta con que el animal sea capaz de coger el alimento que está cerca de él, sino
que para no morir de inanición tendrá que buscar su comida y descubrirla por dis-
tintos indicios, accidentales y temporales, que son estímulos condicionados que
excitan los movimientos del animal hacia el alimento y su prensión, es decir, seña-
les que en su conjunto provocan un reflejo alimenticio condicional» (Pavlov,
1934/1968: 27).
facilidad de comunicación (el abonado con quien queremos hablar está comuni-
cando con otro), se gana en la enorme extensión de la red" (Pavlov, 1909/1968:
133).
Pavlov asumió que las conexiones se establecían en los hemisferios cerebrales,
apoyándose en que los perros descerebrados perdían los reflejos condicionales y
eran incapaces de adquirir otros nuevos. De ahí que su estudio entrara dentro de la
fisiología de los hemisferios cerebrales.
Resultados Empíricos
ejemplo, después de implantado un reflejo salival al tono de 975 ciclos por segundo,
los animales salivaban a los tonos de 925, 950, 1000, 1025, etc., con una fuerza
decreciente a medida que se apartaban del tono de 975 ciclos. Como la intensidad
de la respuesta no era la misma en todos los casos, cabía pensar que los animales
discriminaban de algún modo las diferencias entre los estímulos.
Pavlov perfeccionó esas Diferenciaciones mediante un procedimiento de re-
fuerzo diferencial, consistente en presentar alternativamente dos estímulos, uno
reforzado -el tono de 975- y otro sin refuerzo, -el tono de 1000-. De esta manera
obtuvo discriminaciones finísimas, muy superiores a las del oído, las cuales atribu-
yó a la actividad analizadora de los hemisferios cerebrales. Este procedimiento da-
ba origen a una Inhibición Diferencial, en la que el estímulo no reforzado adquiría
propiedades inhibidoras que paralizaban los centros próximos al del estímulo re-
forzado.
La máxima aspiración de Pavlov era construir una teoría coherente del fun-
cionamiento del sistema nervioso central que diera cumplida cuenta de los fenó-
menos del condicionamiento. Como escribió en su respuesta a las críticas de los
norteamericanos E. Guthrie (1886-1949) y K. Lashley (1890-1958), "por su conti-
nua exigencia de determinación, por su análisis y síntesis incesantes de los fenó-
menos incidentes, la teoría de los reflejos ofrece posibilidades ilimitadas de expe-
rimentación en el encéfalo y en su segmento superior. Es lo que he sentido y visto
constantemente durante los últimos treinta años de mi actividad, cada vez con
Capítulo 8: La tradición psicológica rusa 311
Presupuestos Básicos
Pavlov sostuvo una epistemología positivista según la cual la ciencia era la vía
más adecuada para llegar al conocimiento de la realidad. En sintonía con el positi-
vismo científico de la época dio prioridad a los datos empíricos y desconfió de las
teorías deductivas. "Para el científico natural -escribió- todo consiste en el método,
en la posibilidad de alcanzar una verdad firme y duradera" (Pavlov, 1903/1996: 271).
La tarea de la ciencia consistía en analizar la experiencia en sus elementos últimos
para reconstruir después la totalidad a partir de esas unidades. La teoría quedaba
reducida a unas leyes inductivas muy simples que expresaban las relaciones funcio-
nales entre esos elementos.
La explicación teórica de Pavlov reflejaba la influencia de la escuela fisiológica
mecanicista de Berlín. Frente a las tesis vitalistas de la acción espontánea de los or-
ganismos, concibió a los procesos orgánicos como resultado del juego de las fuerzas
físico-químicas del mundo material. En consecuencia, se apoyó en los principios del
determinismo, monismo, energeticismo y equilibro dinámico defendidos por los
discípulos de Müller.
primero perdía fuerza porque, según Pavlov, "el ejercicio del segundo reflejo
lleva hacia su propio centro una cierta cantidad de energía a expensas de la
energía del primer centro reflejo; en consecuencia, se queda con menos ener-
gía y su manifestación es más débil, o, si la diversión de energía es considera-
ble, totalmente ausente" (Pavlov, 191111928: 185).
4) Equilibrio. Al igual que los demás sistemas materiales, el organismo tenía
una tendencia básica al equilibrio. Como escribió Pavlov: "La condición pri-
mera de existencia de un sistema material bajo la forma de un conjunto pro-
pio reside en que sus fuerzas internas (atracción, cohesión, etc.) estén en
equilibrio con las influencias externas que lo rodean. Ello es verdad tanto pa-
ra un simple guijarro como para la substancia química más compleja; y lo
mismo puede decirse acerca del organismo. No puede existir como una enti-
dad determinada si no está en constante estado de equilibrio con las circuns-
tancias ambientales. Tan pronto como se rompe este equilibrio, el organismo
deja de existir como sistema" (Pavlov, 1926/1968: 101).
Esta ley fundamental presidía la relación entre los puntos de excitación e
inhibición del córtex: "Como estos puntos están en una relación funcional
mutua específica, -escribió Pavlov-los hemisferios cerebrales son, al mismo
tiempo y en cada momento particular, un sistema en estado de equilibrio
dinámico, al que podemos denominar estereotipo, en el cual se producen
fluctuaciones dentro de los límites adecuados para este sistema" (Pavlov,
1930/1963: 18).
Como han señalado algunos autores (Wolman, 1960/1981), este postulado
equivalía ala homeostasis de Cannon (1871-1945) o al principio de la cons-
tancia con el que Freud explicó las neurosis. Cuando las fluctuaciones del sis-
tema energético desbordaban los márgenes de seguridad impuestos por el
constructor, aparecían los síntomas patológicos como un intento por restau-
rar el equilibrio alterado. Como tendremos ocasión de comprobar, la explica-
ción pavloviana de las neurosis tenía muchos puntos comunes con la freudia-
na, salvando, como es natural las diferencias de lenguaje. Mientras que Freud
utilizó el lenguaje psicológico, Pavlov se atuvo estrictamente al fisiológico.
Pero ambos se inspiraron en la fisiología mecanicista de la Escuela de Berlín.
que, como se recordará, asigna funciones motrices a ciertas áreas corticales. Para Pav-
lov las áreas motoras del córtex eran centros encargados de recibir las sensaciones
cinestésicas procedentes de los músculos y, por consiguiente, también eran sensoriales.
La función del córtex era analizar y sintetizar la estimulación entrante. En
cuanto receptor, era la porción terminal de los Analizadores, unos aparatos forma-
dos por el órgano sensorial, las vías aferentes y sus proyecciones corticales. Así, el
analizador visual estaba constituido por el ojo, el nervio óptico y su proyección en
el lóbulo occipital. Pero Pavlov fue poco partidario de una localización estricta de
las funciones mentales y admitió que podían ser ejecutadas por otras áreas, aunque
de un modo más imperfecto. En cuanto aparato de síntesis, los hemisferios eran la
centralilla telefónica donde se establecían las nuevas conexiones temporales entre
los estímulos sometidos al análisis.
Los Centros Subcorticales estaban formados por células más primitivas y me-
nos sensibles que las del córtex, y tenían como función la regulación y control de
los reflejos incondicionales. Todos tenían conexiones con el córtex por las que le
enviaban impulsos nerviosos, manteniéndolo constantemente en actividad durante
el día.
Pavlov reconoció que conocíamos muy pocas cosas sobre los ganglios basales y
demás centros de los reflejos innatos:
«No sabemos con exactitud cuál es el mecanismo que une a esos centros con los
hemisferios. Tomemos el reflejo alimentario habitual: se compone de un movimiento
hacia un objeto externo que sirve para alimentar al animal, la introducción del mis-
mo en la apertura del aparato digestivo, y su humedecimiento por medio de los jugos
gástricos. No sabemos con exactitud cuál es el estímulo que inicia el reflejo. Sabemos
que los animales descerebrados, horas después de ser alimentados, salen de su mo-
dorra, comienzan a moverse y a dar vueltas hasta recibir el alimento. Estas reaccio-
nes ha sido provocadas por una excitación interna, y no por algún objeto específico
del mundo externo» (Pavlov, 1930/1963: 9).
Los centros subcorticales poseían distinta fuerza. El más poderoso era el del re-
flejo alimentario que prevalecía sobre el del reflejo defensivo en caso de conflicto.
Por eso los perros hambrientos arrostraban la muerte en su lucha por el alimento y
eran insensibles a las heridas. Pero esta correlación de fuerzas podía verse alterada
por los estímulos externos. Por ejemplo, un ruido súbito e intenso hacía que el ani-
mal dejara de comer y orientara sus órganos sensoriales hacia el lugar de donde
procedía el sonido.
La Actividad Nerviosa Superior realizada en los hemisferios cerebrales consistía
fundamentalmente en la Señalización de los agentes básicos para la supervivencia
mediante las dos funciones indicadas anteriormente: el Análisis de los estímulos y
la Síntesis o establecimiento de conexiones temporales entre ellos y las respuestas
del organismo. Apoyándose en los resultados del método del refuerzo diferencial
anteriormente mencionado, Pavlov afirmó que los análisis de los hemisferios cere-
brales eran más finos que los realizados en los receptores sensoriales.
314 Parte II: Surgimiento y expansión de la psicología científica
Excitación e Inhibición
De acuerdo con esta hipótesis, los estímulos condicionales muy fuertes tenían
que provocar rápidamente la inhibición protectora del agotamiento y de hecho así
ocurría, como tendremos ocasión de comprobar. Pero esta inhibición "transmargi-
nal" no parecía operar con los estímulos incondicionales, dado que mantenían acti-
vo al animal durante mucho tiempo. Por esta razón, Pavlov albergó serias dudas so-
bre esta hipótesis, pero la mantuvo porque no encontró otra mejor.
Capítulo 8: La tradición psicológica rusa 315
La estimulación del centro débil debía anteceder unos segundos a la del fuerte,
ya que de lo contrario, si éste se activaba primero, la excitación generada en él se
irradiaba y bloqueaba a los centros sensoriales, de modo que la luz pasaba inadver-
tida para el animal. De hecho, Pavlov no consiguió ningún reflejo salival con este
procedimiento, aunque la investigación posterior demostró que si era posible elici-
tarlos presentando antes el El.
Pavlov creía que los reflejos condicionales se establecían en el córtex, y obede-
cían a unas conexiones nerviosas entre los analizadores sensoriales y las proyeccio-
nes corticales de los centros de los reflejos innatos, los cuales estaban localizados en
el hipotálamo y médula oblongada. Pero no dio más detalles sobre esta conexión.
Por otra parte, suponer que los centros más fuertes atraían la excitación de los más
débiles implicaba una acción a distancia incompatible con la concepción actual del
sistema nervioso. Mientras que para Pavlov el córtex era un medio homogéneo por
316 Parte JI: Surgimiento y expansión de la psicología científica
temporales muy pequeños, exactamente medio segundo después del estímulo nega-
tivo, como puede observarse en el cuadro anteriormente mencionado. Pasado ese
tiempo era imposible de conseguir, por lo que Pavlov dedujo que ocurría antes de
que la inhibición comenzara a irradiarse por el córtex, cuando todavía estaba en el
punto de partida.
Gotas de Tiempo de
Tiempo EC deJO"
saliva en 30" latencia
4h. 20' Pata delantera 8 3"
36' Ídem 7112 3"
45' Pata trasera o -
45'30" Pata delantera 12 2"
58' Ídem 5 8"
5h. 10' Ídem 6112 5"
«Los datos reunidos hasta ahora permiten afirmar que en un proceso de excita-
ción débil tiene lugar la irradiación; si el proceso es de intensidad media, se produce
concentración; si es muy intenso, resurge la irradiación. Sucede exactamente lo mis-
mo con el proceso de inhibición» (Pavlov, 1934/1968: 33).
Neurosis Experimentales
Poco tiempo después, en 1914, las neurosis volvieron a presentarse en unos ex-
perimentos sobre discriminación visual realizados por la Dra. N. R. Shenger Kres-
tovnikova, una médica oftalmóloga que también hacía su tesis doctoral con Pavlov.
Con vistas a determinar los límites del análisis de las formas visuales de los obje-
tos, Shenger Krestovnikova estableció en el perro un reflejo salival a un círculo lu-
minoso proyectado sobre una pantalla. A continuación utilizó un procedimiento
de refuerzo diferencial para enseñarle a diferenciarlo de una elipse con una rela-
ción de semiejes de 2 a l. Una vez lograda la diferenciación, complicó la tarea ha-
ciendo que la elipse se aproximara cada vez más al círculo. Cuando llegó a la pro-
porción 9 a 8, el perro dio algunas respuestas correctas, pero la diferenciación no
era completa y al cabo de tres semanas perdió el control de la situación.
«La conducta del animal, escribió Pavlov, sufrió un cambio muy intenso. El ani-
mal, que hasta entonces era tranquilo, gruñía y se revolvía, arrancándose los instru-
mentos prendidos a él, y mordía los tubos de goma que iban desde él al operador... Al
introducirlo en la sala de experimentación, ladraba violentamente, contra su costum-
bre, y poco después presentaba todos los síntomas de un estado de neurosis aguda»
(Pavlov, 1926/1929: 301).
«En perros con sistema nerviosos muy resistente predominan los fenómenos de
excitación, mientras que en los perros del tipo opuesto predominan los fenómenos
de inhibición. Yo considero que ... estas dos variaciones de las perturbaciones patoló-
gicas de la actividad cortical de los animales son comparables a las dos formas de
neurosis en el hombre que correspondían en la antigua terminología a los términos
Capítulo 8: La tradición psicológica rusa 323
Los efectos producidos por esas situaciones eran similares a los síntomas de las
neurosis.
«Se trata del mismo agotamiento, -escribió Pavlov,- de los mismos choques entre
los procesos de excitación e inhibición que observamos en nuestra vida. Suponga-
mos, por ejemplo, que alguien me ha ofendido profundamente y que por una u otra
razón me ha sido imposible contestar a esa ofensa con otra parecida o con una agre-
sión física, y me he visto obligado a vencerme a mí mismo, a superar este conflicto
entre mis procesos de excitación e inhibición; supongamos también que esto se repi-
ta varias veces. Tomemos otro ejemplo sacado de la literatura sobre las neurosis.
Una hija asiste a los últimos momentos de su padre, al que amaba apasionadamente;
debe fingir que todo va muy bien y que se curará enseguid:1 mientras la pena la de-
vora. He aquí dos situaciones que conducen a la neurosis» (Pavlov 1934b/1967: 277).
da. Pavlov refirió unos experimentos en los que el EC fue el sonido de una
carraca, un ruido molesto para el oído humano. Los animales fuertes respon-
dieron con más gotas de saliva, mientras que los débiles mostraron diferencias
importantes: unos salivaron menos debido a la fatiga, otros fueron incapaces
de adquirir el reflejo condicional debido a su mayor debilidad y un tercer
grupo desarrolló una neurosis experimental.
2) Aumentando la excitabilidad de los centros alimentarios mediante un ayuno
más o menos prolongado. Los animales hambrientos dotados de un sistema
nervioso fuerte producían más saliva frente a los estímulos normales, mien-
tras que los débiles reaccionaban con menos fuerza por las razones apunta-
das en el apartado anterior.
3) Aumentando la excitablidad de las células nerviosas con drogas, tales como
la cafeína. Tal y como escribió Pavlov: "determinada dosis de cafeína aumen-
ta el proceso de excitación en el tipo fuerte y disminuye el efecto del mismo
proceso, en los tipos débiles, al hacer salir a la célula de los límites de su ca-
pacidad funcional" (Pavlov, 1935/1967: 261).
La dimensión "excitación-inhibición" podía ser evaluada comparando la capacidad
de adquirir reflejos condicionales positivos y negativos. Mientras que un perro necesitó
27 ensayos para establecer un reflejo condicional positivo y 70 para aprender una dife-
renciación, otro necesitó 147 repeticiones para el reflejo salival y sólo 7 para la diferen-
ciación. Mientras que el primero era excitable, en el segundo predominaba la inhibición.
Pavlov no propuso ningún procedimiento para medir la tercera dimensión, la
movilidad de los procesos de la excitación e inhibición. En 1935 habló de unos ex-
perimentos con dos perros fuertes y equilibrados, uno vivo e inquieto y el otro tran-
quilo e indiferente, pero al parecer no arrojaron resultados significativos debido a
la falta de control experimental.
Los métodos de Pavlov serían desarrollados por su discípulo B. Teplov (1896-
1965), quien insistió en que los tipos pavlovianos no eran categorías discretas sino
dimensiones continuas que diferenciaban a las personas, y por V. D. Nebylitsyn y
demás psicólogos de la escuela rusa (Labrador, 1984). La teoría pavloviana influyó
también en el psicólogo inglés de origen alemán H. J. Eysenck (1916- ), autor de
una teoría de la personalidad centrada en la dimensión "intraversión-extraversión",
la cual tenía puntos comunes con la inhibición y excitación pavlovianas.
Psicopatología Humana
«Dado que nuestro cerebro es infinitamente más complicado que el de los anima-
les, deben existir, además de las neurosis consideradas, otras exclusivamente huma-
326 Parte ll: Surgimiento y expansión de la psicología científica
nas entre las que yo considero la psicastenia y la histeria. Ninguna de las dos pueden
ser producidas en los animales, porque ambas son manifestación de la presencia en
el cerebro del hombre de una región superior exclusivamente humana, en relación
con la palabra» (Pavlov, 1934b/1967: 277).
Tipos y Neurosis Humanas. En los seres humanos había que añadir otros dos
nuevos tipos a los cuatro ya conocidos: el Artista, con un predominio de las imágenes
sobre las ideas abstractas y el Pensador, caracterizado por el predominio del lengua-
je sobre las imágenes.
«La Vida -escribió Pavlov- demuestra con toda evidencia que existen dos clases
de personas: los artistas y los pensadores. Una gran diferencia existe entre ellos.
Unos, los artistas de todas clases: escritores, músicos, pintores, etcétera, abrazan la
realidad integral tal como es, en bloque, la realidad viva, sin fraccionamiento y sin
Capítulo 8: La tradición psicológica rusa 327
disociación. Los otros, los pensadores, la disecan y la matan, por así decirlo; hacen
provisionalmente un esqueleto y lo montan de nuevo, trozo a trozo, esforzándose
por reanimarlo, cosa que nunca consigue por completo» (Pavlov, 1932a/1967: 213-
214).
Las relaciones entre ambos sistemas de señales determinaban las neurosis hu-
manas. La Histeria se daba en los artistas, es decir, en las personas en las que domi-
naba el primer sistema de señales, a juzgar por la viva imaginación de los histéricos.
La Psicastenia implicaba un desequilibrio favorable al segundo sistema de señales,
tal y como lo indicaban los pensamientos obsesivos y los escrúpulos.
Antes de analizarlas con más detalle será preciso examinar la teoría pavloviana
de la hipnosis, un proceso que desde los tiempos de Charcot estaba íntimamente re-
lacionado con la histeria.
anteriormente surgía el ruido persistía y persiste todavía hoy, año y medio después
de suprimir ese estímulo" (Pavlov, 1934a/1967: 240). Su conducta era análoga a las
estereotipias y compulsiones de los obsesivos.
La inercia patológica podía afectar también a las sensaciones, sentimientos e
ideas, en cuyo caso teníamos las obsesiones e ideas fijas.
La Esquizofrenia era un estado crónico de inhibición de los hemisferios cerebra-
les debido a la debilidad de las células corticales. Era una reacción defensiva frente al
agotamiento, que se había convertido en una condición crónica. Por esta razón, la cu-
ra principal consistía en aislar al paciente de los estímulos perturbadores y procurarle
el máximo reposo. Para potenciar la inhibición, Pavlov recomendó el uso de bromuro
y otras drogas empleadas en el tratamiento de las neurosis experimentales.
Pavlov se ocupó también de otros síntomas psicóticos como los delirios de los
paranoicos, que atribuyó a focos de inercia patológica más potentes que los de los
obsesivos, o los sentimientos de ser perseguidos y dominados por otros. En la fase
ultraparadójica de la inhibición, la representación mental de ser dueño de sí mismo
y estar solo podía convertirse en la representación contraria de verse esclavo y per-
seguido por los demás.
Conclusión
Como habrá podido comprobarse, Pavlov intentó dar cuenta de los síntomas
observados en la clínica con una teoría muy simple que pasaba por alto toda su
complejidad y enorme variedad. Por esta razón, sus explicaciones tuvieron poco eco
fuera de Rusia y fueron muy criticadas por Bechterev. Más importante fue su tipo-
logía de los sistemas nerviosos, la cual inició un enfoque experimental en el estudio
de la personalidad que sería continuado por sus colaboradores, como indicamos
anteriormente.
El método del reflejo condicional brindó a los psicólogos un instrumento para estu-
diar los procesos más simples del aprendizaje. Dado a conocer en Norteamérica por R.
M. Yerkes (1876-1956) en un artículo titulado "El método de Pavlov en Psicología Ani-
mal" (Yerkes, Morgulis, 1909), fue recomendado por Watson, el fundador del conduc-
tismo, en su Discurso Presidencial a la Sociedad Norteamericana de Psicología (Wat-
son, 1916). Posteriormente Watson lo convirtió en el método por excelencia y llegó a
definir al conductismo como una psicología basada en el reflejo condicional (Watson,
1926). Este reconocimiento le hizo pensar a Pavlov que su teoría sería aceptada por los
conductistas, pero los hechos se encargaron de convencerle de lo contrario. Las críticas
de un antiguo colaborador de Watson -K. S. Lashley (1890-1958)-, al atomismo de su
teoría fisiológica (Lashley, 1930), junto con la interpretación del condicionamiento pro-
puesta ese mismo año por otro conductista (Guthrie, 1930/1996), le llevaron a escribir
un artículo titulado "Respuesta de un Fisiólogo a los Psicólogos" (Pavlov, 1932/1968),
en el que se distanció del conductismo. Pavlov criticó las interpretaciones generales de
la conducta de los norteamericanos e insistió en el punto de vista molecular de la fisio-
logía. Como había dicho Sechenov muchos años antes, la clave de la psicología no esta-
ba en la zoopsicología, sino en la fisiología del sistema nervioso.
330 Parte Il: Surgimiento y expansión de la psicología científica
La obra de Pavlov dejó huella en la psicología soviética. Con el apoyo del régi-
men comunista, que utilizó su prestigio internacional como aval de su política cien-
tífica, su laboratorio se convirtió en uno de los más importantes del país. Después
de la Segunda Guerra Mundial, la Conferencia Conjunta de las Academias de
Ciencias y Ciencias Médicas de la URSS declaró en 1950 que su teoría fisiológica
era el fundamento de las ciencias fisiológicas, médicas y psicológicas de la Unión
Soviética. Con ello los fisiólogos pavlovianos dominaron el escenario psicológico
ruso durante los últimos años del estalinismo.
crítica los principios de una psicología burguesa que mantenía los privilegios de las
clases dominantes. Ello significó la prohibición de los escritos de Vygotski, cuyas
conexiones con los paidólogos eran notorias.
A partir de ese momento, se impulso la Psicología Dialéctica de S. L. Rubins-
tein (1889-1960), quien intentó formular un marco teórico marxista que diera uni-
dad a los principios formulados por sus antecesores. Rubinstein fue el primero en
proponer unas categorías psicológicas tomadas directamente de los escritos de
Marx y Lenin.
Vygotski (1896-1934) fue una de las mentes más creativas de la psicología soviéti-
ca. Dotado de una poderosa personalidad e inteligencia, y con una amplia formación
humanista, literaria, y filosófica, defendió a la conciencia en una época en la que había
sido borrada del mapa por el conductismo. Y lo hizo desde una perspectiva marxista:
332 Parte II: Surgimiento y expansión de la psicología científica
la mente era un producto de la evolución histórica y, más en concreto, de los actos ex-
ternos realizados con los instrumentos brindados por la cultura.
Nacido en el año 1896 en una familia judía de clase media, Lev Semenovich
Vygotski pasó su infancia y juventud en Gomel, una ciudad de 40.000 habitantes
situada a unos 600 kilómetros al suroeste de Moscú. Tras realizar sus primeros estu-
dios con profesores particulares, en 1913 concluyó el bachiller en el instituto judío
de Gomel con unas calificaciones muy brillantes. Ese año ingresó en la Facultad de
Medicina de la Universidad de Moscú por deseo de sus padres, pero enseguida
pasó a la de Derecho, donde concluyó sus estudios en 1917. Además estudió filoso-
fía, historia y humanidades en la Universidad Popular de Shanyavsky, una institu-
ción fundada en 1911 por profesores que habían abandonado la Universidad de
Moscú debido a razones políticas.
Vygotski participó en los movimientos vanguardistas y escribió numerosos en-
sayos de crítica artística y literaria, entre los que destaca uno sobre Hamlet que,
concluido en 1916, no sería publicado hasta después de su muerte. En dichos escri-
tos se refleja la influencia de la escuela formalista rusa, un movimiento literario que
insistía en los aspectos formales de la poesía y era equiparable a lo que el cubismo
representaba en la pintura. Los formalistas analizaron objetivamente las obras lite-
rarias para ver cómo eran utilizadas en ellas las formas lingüísticas. Aunque Vy-
gotski no fue formalista, este enfoque le ofreció "una amplia indagación teórica cu-
yo objetivo era el estudio del lenguaje como instrumento de actividades humanas
tan diversas como la redacción de una novela o el intercambio de interjecciones en-
tre dos borrachos" (Kozulin, 1991/1994: 47).
Concluidos sus estudios en Moscú en vísperas de la Revolución de 1917, Vygots-
ki marchó a Gomel, donde dio clases de psicología en la Normal de Magisterio y or-
ganizó un laboratorio para ayudar a los niños abandonados a consecuencia de la
Guerra Civil. Además enseñó estética e historia del arte en el conservatorio de esa
ciudad provinciana. Tras unos años de retiro, lectura y reflexión, Vygotski se dio a
conocer en el segundo Congreso Psiconeurológico Ruso, celebrado a comienzos de
1924, con una intervención en defensa de la conciencia. Toda teoría psicológica que
se preciara de tal debía incluir a las funciones mentales superiores y a los métodos
de investigación psicológicos. Impresionado por sus críticas a la reflexología, Komi-
lov le llamó a colaborar en el Instituto de Psicología de Moscú, donde al año siguien-
te se doctoró en psicología con una tesis sobre Psicología del Arte que tampoco vería
publicada en vida (Vygotski, 1968/1972).
En el Instituto de Moscú puso las bases de su teoría del desarrollo histórico-cul-
tural. Para ello contó con la ayuda de dos jóvenes, A. R. Luria (1902-1977) y A.
Leontiev (1903-1983), con los que formó la conocida "Troika". Luria estudió el im-
pacto de los cambios socio-culturales en el desarrollo intelectual de los habitantes
de Uzbekistán (Luria, 1976/1980), y Leontiev desarrolló su teoría de la acción ins-
trumental (Leontiev, 1978).
Capítulo 8: La tradición psicológica rusa 333
Vygotski organizó en Moscú un laboratorio para el estudio de los niños con dis-
capacidades que fue el embrión del Instituto de Defectología Experimental del Co-
misariado para la Educación, fundado en el año 1929 bajo su dirección. A pesar de
su mala salud, quebrantada por la tuberculosis, desplegó una gran actividad por to-
do el país, dirigiendo los trabajos de sus discípulos en la ciudad ukraniana de Jar-
kov, dando clases en el Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad de
Moscú y en la Academia de Educación Comunista, y visitando regularmente el Ins-
tituto de Pedagogía de Leningrado. Tras sufrir un ataque de tuberculosis con fuer-
tes hemorragias, falleció elll de junio de 1934 a la edad de 38 años, dejando tras de
sí una gran cantidad de trabajos que no llegó a publicar en vida. Vygotski no tuvo
tiempo para escribir un tratado sistemático y su libro más conocido, Pensamiento y
Lenguaje (Vygotski, 1934/1973), fue publicado después de su muerte.
desarrolló esta idea desde una perspectiva psicológica parecida a la del norteameri-
cano G. H. Mead (1863-1931), quien había considerado al Yo como el reflejo de las
evaluaciones de los demás. La autoconciencia, o conciencia de uno mismo, surgía en
el momento en que el niño adoptaba la perspectiva de los adultos y se miraba a sí
mismo tal y como ellos le consideraban, es decir, como una persona autónoma.
El desarrollo psicológico comenzaba a partir de los primeros contactos con los
adultos. La acción, y más en concreto, el proceso de intercambio social, daba origen
a las funciones mentales superiores. De ahí la ley fundamental del desarrollo: la
mente procede de la actividad externa con las personas socialmente significativas.
Veamos, por ejemplo, cómo explicó Vygotski el origen del gesto indicativo. En un
principio fue una conducta individual, un intento infructuoso de alcanzar un objeto.
El niño agita brazos y piernas para coger un juguete, pero sin éxito. La madre inter-
preta el significado de esas conductas e inmediatamente acude en su ayuda, dándo-
le el juguete. En lo sucesivo, el niño repetirá esos movimientos en presencia de la
madre. Lo que en un principio fue un "gesto para uno mismo", coger un objeto, se
había convertido en un "gesto para otro" o, lo que es lo mismo, en movimientos
orientados hacia el otro.
Aunque Vygotski no dio más detalles sobre la mente, parece que la concibió
como una estructura impuesta al ser humano por su participación en la vida social.
Era una organización de funciones superiores, tanto intelectivas como afectivas, or-
ganizadas jerárquicamente en un sistema de relaciones que iban complicándose a
medida que avanzaba el desarrollo. Por ejemplo, el niño pequeño tenía una percep-
ción inmediata del mundo externo, la cual se enriquecía después con la memoria; el
lenguaje suponía una nueva forma de percibir las cosas y, finalmente, el pensamien-
to introducía una nueva complicación. El conjunto de interrelaciones entre los pro-
cesos mentales era la conciencia humana.
Lenguaje y Pensamiento
Habla Egocéntrica y Habla Interna. Vygotski quedó impresionado con los expe-
rimentos del gestaltista W. Kohler (1887-1967) sobre los antropoides superiores, en
los que demostró que sus conductas eran inteligentes (Kohler, 1917/1989). Los
monos eran capaces de utilizar instrumentos para conseguir ciertas metas, lo cual
revelaba una capacidad de captar las relaciones medios-fines. Pero se trataba de una
inteligencia práctica que no servía para representar la realidad. Además poseían un
lenguaje de gestos expresivos gracias al cual descargaban sus emociones y se comu-
nicaban con los demás. Pero este lenguaje primitivo no parecía estar al servicio del
pensamiento.
Lo mismo podía decirse de los niños pequeños, los cuales eran capaces de eje-
cutar acciones orientadas hacia metas antes de la adquisición del lenguaje, tal y como
lo indicaban los trabajos de J. Piaget (1896-1980) sobre la inteligencia sensorio-
motora. Asimismo, Carlota Bühler (1893-1974) había demostrado que los niños
menores de un año se servían de la actividad vocal como medio de contacto social
(Bühler, 1930). Al parecer, poseían un lenguaje comunicativo pre-intelectual inde-
pendiente del pensamiento.
El niño de dos años entraba en la fase del habla egocéntrica, una etapa en la
que se unían el pensamiento y el lenguaje. El niño dice en voz alta lo que piensa y
resuelve problemas valiéndose del lenguaje. Se trataba de una etapa de transición
en la que el lenguaje comenzaba a ejercer un control sobre la conducta y el pensa-
miento. Piaget creía que el habla egocéntrica significaba el tránsito del autismo in-
fantil al lenguaje socializado. Vygotski por el contrario, pensaba que primero se da-
ba el habla social y luego el habla interna individual.
Para demostrar que el habla egocéntrica servía para el contacto social, Vygotski
realizó unos experimentos con niños en situaciones de falta de comunicación. Por
ejemplo, cuando se hallaban en compañía de niños sordomudos o desconocedores
de su idioma, el lenguaje egocéntrico disminuía considerablemente, lo mismo que
cuando había muchos ruidos en la habitación. Por otra parte, el habla egocéntrica
facilitaba la resolución de problemas como lo demostraba el aumento del coeficien-
te de lenguaje egocéntrico cuando la actividad del niño era bloqueada u obstaculi-
zada. Por último, el habla egocéntrica pervivía durante algún tiempo, de modo que
a los 6 y 7 años los niños todavía se decían a sí mismos lo que debían hacer cuando
tropezaban con situaciones difíciles.
El habla egocéntrica daba origen al habla interna, un lenguaje al servicio del
pensamiento abstracto y conceptual, con una estructura y unas funciones muy dis-
tintas a las del habla externa. Se trataba de un monólogo, o habla para uno mismo,
orientado al control del pensamiento y la conducta. Mientras que en el habla ex-
terna el pensamiento se materializa y objetiva en la palabra, en el habla interna la
palabra se esfuma en el pensamiento, aunque no desaparece del todo. Consiste
Capítulo 8: La tradición psicológica rusa 337
Desarrollo de Conceptos. Los conceptos del niño eran muy distintos a los del
adulto. Lejos de adquirirse de una vez para siempre, evolucionaban con el tiempo y
no llegaban a su madurez hasta la adolescencia. El niño utiliza los mismos nombres
que el adulto para designar las clases de objetos y esto le permite relacionarse con
él, pero su pensamiento obedece a procesos distintos. Por ejemplo, está mucho más
vinculado al contexto inmediato, tal y como lo demostraron los experimentos de
Sajarov, un discípulo-~~ Vygotski fallecido en 1928.
Sajarov (1930) empkó el método de la estimulación doble, llamado así porque
presentaba dos estímulos: unos bloques de madera y unas palabras escritas en la
parte inferior. Los bloques, en total 22, eran de distinta forma, altura, tamaño y co-
lor y las palabras establecían cuatro clases distintas: lag designaba a los bloques
grandes y altos, bik a los grandes y planos, mur a los pequeños y altos y, por último,
sev a los pequeños y planos. El experimentador mostraba un bloque y le indicaba al
niño su nombre. A continuación le mandaba separar en una esquina a todos los que
llevaran escrita esa palabra. Una vez concluida la tarea, el experimentador cogía
uno de los bloques mal seleccionados, volvía a decirle su nombre y le animaba a in-
tentarlo de nuevo, de modo que fuera descubriendo gradualmente las característi-
cas a las que se referían las sílabas. Con este método, Sajarov encontró tres fases o
estadios en el desarrollo preconceptual:
comparó con el apellido que sirve para designar a las personas que viven
juntas en una familia y tienen vínculos comunes de carne y sangre. El niño
organiza a los objetos en familias unidas por vínculos físicos y es incapaz de
salirse de la situación inmediata. Su pensamiento todavía no es lógico ni ra-
cional.
Esta etapa concluye con los Pseudoconceptos, unos complejos que exter-
namente se parecen a los conceptos del adulto, por cuanto que utilizan los
mismos nombres, pero que internamente obedecen a procesos muy distintos.
Al igual que los complejos se basan en semejanzas físicas. Por ejemplo, un ni-
ño pone juntos a los triángulos porque físicamente se parecen. Es un pensa-
miento típico del período escolar, cuando el niño aprende los nombres esta-
blecidos por los adultos. Aunque piensa en los mismos objetos, los interpreta
como complejos de cosas unidas únicamente por vínculos externos.
3) Conceptos Potenciales. En los pseudoconceptos interviene un proceso de sín-
tesis o establecimiento de relaciones entre los diversos aspectos de la expe-
riencia. Pero la formación de conceptos requiere además la abstracción o
captación de un elemento común a varios objetos. Este proceso se inicia en la
etapa de los complejos, cuando el niño fija su atención en las características
del objeto que tienen más parecido con las del modelo. Al ponerlas en el cen-
tro de la atención, en cierto modo las aísla de las demás y puede decirse que
las abstrae. Pero se trata una abstracción indiferenciada, algo así como una
impresión confusa de comunalidad.
Los Conceptos Potenciales suponen además una abstracción generalizan-
te, o, lo que es lo mismo, la descomposición de la experiencia en grupos que
comparten una misma característica común. Aunque sxternamente parecen
pseudoconceptos, en realidad comportan la singularización de una caracterís-
tica especial que se da en muchos individuos. Pueden observarse, por ejem-
plo, en las definiciones funcionales del período escolar, en las que los objetos
son definidos en función del uso que puede hacerse con ellos.
El pensamiento conceptual aparece en la adolescencia cuando esas ca-
racterísticas abstractas se unen en una combinación nueva, y ésta se con-
vierte en la forma básica del pensamiento. La palabra juega un papel decisi-
vo en el proceso de abstracción, dirigiendo la atención voluntaria hacia las
características esenciales, y dando una expresión simbólica al concepto re-
sultante. En cierto sentido, el lenguaje representa la encarnación del pensa-
miento.
Conclusión
En 1934 Sergei L. Rubinstein (1889-1960) inició una carrera fulgurante con un ar-
tículo titulado "Problemas Psicológicos en la Obra de Marx", en el que analizó los
conceptos marxistas de conciencia, naturaleza humana y práctica social, y afirmó que
eran indispensables en psicología. Posteriormente propuso las bases generales de una
psicología marxista en sus libros Principios de Psicología General (1946/1967) y Ser y
Conciencia (1957/1973).
Rubinstein había estudiado filosofía en Alemania y se había doctorado en la Uni-
versidad de Marburgo con el neokantiano Paul Natorp (1845-1924), siendo profesor de
psicología en el Instituto de Pedagogía de Leningrado. En 1942 fue llamado a la Uni-
versidad de Moscú y poco después entró a formar parte de la Academia de Ciencias de
la Unión Soviética, siendo el primer psicólogo honrado con semejante distinción.
Capítulo 8: La tradición psicológica rusa 341
LA PSICOLOGÍA NORTEAMERICANA
mericana; y J ohns Hopkins estableció ocho años después el segundo laboratorio -el
primero dedicado a la investigación, dado que el de Harvard era para clases prácti-
cas-, bajo la dirección de Granville Stanley Hall (1844-1924).
Al no contar con una tradición filosófica tan fuerte como la alemana, las univer-
sidades norteamericanas fueron más pródigas en la dotación de cátedras de psicolo-
gía independientes. Pero además hubo otros factores que contribuyeron a la rápida
expansión de los laboratorios.
En primer lugar, el empeño de William James y G. S. Hall por restablecer el diá-
logo entre la ciencia y la filosofía, que había quedado roto a raíz de la controversia
del evolucionismo. Este divorcio preocupaba mucho a los rectores de las universi-
dades porque sus proyectos de reforma dependían de fuentes de financiación vincu-
ladas con la filosofía tradicional. De ahí que brindaran su apoyo a la nueva psicolo-
gía cuando vieron que ésta podía transformar a la vieja filosofía en una disciplina
útil (O'Donnell, 1985).
En segundo lugar, los psicólogos norteamericanos supieron responder al desafío
de la revolución industrial. Avalados por el prestigio que les daban los laboratorios,
irrumpieron en la educación, industria e higiene mental con el deseo de aplicar al
nuevo orden social los criterios de racionalidad y eficacia brindados por la ciencia.
De ahí que promovieran una psicología práctica, en íntimo contacto con la vida, y
orientada al perfeccionamiento individual y social de sus contemporáneos.
Expansión y Crecimiento
Mientras que James fue el líder intelectual, Hall fue el principal responsable de
la organización institucional de la psicología. Consciente de la importancia de las
revistas, en 1887 fundó el American Journal of Psychology, y en 1891la Pedagogical
Seminary, destinada a influir entre los maestros y educadores. Pero su negativa a
publicar trabajos no experimentales le ganó muchas enemistades e hizo que Cattell
y Baldwin establecieran en 1894 la Psychological Review, la cual se convirtió en el
principal órgano de expresión de la nueva disciplina.
En 1892, Hall tomó una nueva iniciativa y fundó la Sociedad Norteamericana
de Psicología, una organización encargada de velar por los intereses científicos y
profesionales de los psicólogos. Ese mismo año se produjo un relevo generacional
en los principales laboratorios; James dejó el de Harvard en manos del alemán
Hugo Münsterberg (1863-1916); Hall puso a su discípulo E. Sanford (1859-1924) al
346 Parte ll: Surgimiento y expansión de la psicología científica
9.1.2. El Pragmatismo
cos sólo eran probables y, sin embargo, eran seguidos como si fueran totalmente
ciertos. Peirce tomó estas creencias pragmáticas de Kant y prescindió de las ideas
absolutas de la razón pura.
El pragmatismo comportaba un método para determinar el significado de las
proposiciones -pragmatismo lógico- y una teoría de la verdad. Fue propuesto por
primera vez por Peirce en su artículo sobre "Cómo Hacer que las Ideas Sean Cla-
ras" (Peirce, 1878/1966), en el que presentó lo que después se conocería como la
"norma pragmática". Pero pasó inadvertido hasta el año 1898, en que William Ja-
mes lo dio a conocer en una conferencia en la Universidad de California sobre
"Concepciones Psicológicas y Resultados Prácticos" (James, 1898/1978). En ella
propuso una teoría de la verdad más existencial que la de Peirce, la cual populariza-
ría en sus libros sobre el Pragmatismo (James, 1907/1975) y el Significado de la Ver-
dad (James, 1909/1957).
y ajenos a los tanteos ciegos del ensayo y error. Su norma pragmática se refería a la
lógica de la ciencia y no a los sentimientos de placer o dolor derivados de la acep-
tación o rechazo de una proposición, como diría después James. Una cosa era la
noción de radiación de un químico y otra muy distinta la del hombre de la calle que
teme morir envenenado. Mientras que ésta última se basa en la emoción del miedo,
la del científico apela a la verdad objetiva, resultante de la ocurrencia de las expe-
riencias anunciadas y verificable por otros investigadores. Fue William James quien
llevó el pragmatismo al campo de las creencias personales.
«las ideas (las cuales no son sino partes de nuestra experiencia) se hacen verdade-
ras en la medida en que nos ayudan a entrar en una relación satisfactoria con otras
partes de nuestra experiencia, a resumirlas y andar entre ellas por cortocircuitos con-
ceptuales en lugar de seguir las interminables situaciones de los fenómenos particu-
lares. Toda idea sobre la que podamos cabalgar, por así decirlo; toda idea que nos
lleve prósperamente de una parte a otra de nuestra experiencia, uniendo cosas satis-
factoriamente, trabajando seguramente, simplificando, ahorrando trabajo; es ver-
dad ... instrumentalmente» (James, 1907/1978: 34).
Capítulo 9: La psicología norteamericana 351
voluntad, apela a una fuerza mental superior. Partidario del paralelismo en el pro-
blema mente-cuerpo, parece sostener el interaccionismo cuando habla del papel de
la mente en la regulación y control de la conducta.
Estas incongruencias, que no eran incompatibles con su teoría pragmatista de la
verdad, reflejan una de las características más salientes del pensamiento de James,
a saber, su Pluralismo. Al no existir un punto de vista absoluto que fuera capaz de
agotar toda la riqueza y variedad de la experiencia psicológica, ésta admitía múlti-
ples perspectivas igualmente válidas, por muy distintas o contradictorias que pudie-
ran parecer. Por ejemplo, el determinismo era una hipótesis atractiva para el inte-
lecto, pero la razón no era la única vía a través de la cual podíamos relacionarnos
con la experiencia. Además estaban los sentimientos, para los que la libertad era
una conquista irrenunciable. Como escribió Allport:
«para James la verdad es pluralista. Lo que vale en un contexto no tiene por qué
valer en otro contexto. A un amigo le escribió que ya sabía que el Compendio era
'asistemático y vago'. Pero prefería que fuera así porque 'un terrible aroma de hipo-
cresía' marca la obra de todo psicólogo que pretenda una perfecta consistencia y
exactitud en todas sus afirmaciones. La vida mental es demasiado variada y exuberan-
te como para poderla encasillar en compartimentos estancos» (Allport, 1961: XV).
James fue un pensador profundo que se hizo muchas preguntas sobre la naturale-
za humana y no se contentó con las respuestas triviales de sus contemporáneos. Su
dedicación a la psicología experimental no fue más que el comienzo de su peripecia
intelectual, un intento de poner las bases empíricas necesarias para abordar con éxito
el problema metafísico de la relación mente-cuerpo que tanto le preocupaba.
Educado por su padre en el misticismo de E. Swedenborg (1688-1772) y en el
transcendentalismo de Ralph Waldo Emerson (1803-1882), tenía el convencimiento
de que la mente consciente y racional no agotaba la totalidad de la vida psíquica.
De ahí su interés por el subconsciente y otros temas prohibidos para la ciencia ofi-
cial como la hipnosis, el espiritismo, la telepatía y las experiencias religiosas. Su de-
seo de investigarlos le llevó a distanciarse de la psicología experimental hasta el
punto de enfadarse cuando en 1903 le identificaron como psicólogo con ocasión de
un doctorado honorario en Harvard. Sus horizontes intelectuales fueron mucho
más amplios que los de los psicólogos de la siguiente generación.
Los contactos con el Club Metafísico de Cambridge, iniciados probablemente
en 1869, mitigaron las tendencias místicas de James y le introdujeron al empirismo
y a la teoría de la evolución. Además de admirar la lógica científica de J. S. Mili y
aborrecer las especulaciones de los filósofos idealistas, James adoptó el punto de
vista evolucionista. La conciencia era un órgano al servicio de la adaptación indi-
vidual y la psicología debía estudiarla desde una perspectiva estrictamente cientí-
fica.
Sin embargo, fue muy crítico con la concepción empirista de las ideas como en-
tidades inmutables que entraban y salían de la conciencia, y afirmó que eran proce-
sos fluidos que no podían romperse en unidades o elementos discretos. En esto
coincidía con Wundt, lo mismo que en su voluntarismo. Influido por Maine de Bi-
Capítulo 9: La psicología norteamericana 353
William James nació en el hotel más lujoso del Nueva York el día 11 de enero de
1842. El mayor de cinco hermanos, era hijo de Henry James Sr. (1811-1882), un multi-
millonario utópico que dedicó buena parte de su vida a propagar las ideas de E. Swe-
denborg (1688-1772), un científico y místico sueco cuyos escritos contribuyeron a cu-
rarle de una grave crisis emocional que parecía irreductible a los tratamientos médicos.
Henry James educó a sus hijos en los mejores colegios de Europa porque las escue-
las de su país le parecían demasiado provincianas. Pero su afición a los viajes le llevó a
peregrinar por Francia, Inglaterra, Alemania e Italia, cambiando muchas veces de do-
micilio. El joven William estudió en un total de nueve colegios diferentes y de mayor
lamentó esta formación un tanto anárquica, aunque no puede decirse que los resulta-
dos fueran totalmente negativos, ya que él fue uno de los intelectuales más conocidos
de su país y su hermano Henry James Jr. (1843-1916) uno de sus mejores novelistas.
Concluido el bachillerato en 1860, James entró en el estudio de un conocido
pintor de Newport con vistas a aprender ese arte, pero a los seis meses cambió de
opinión y decidió estudiar química. Los verdaderos motivos de esta decisión no es-
tán del todo claros. Algunos aducen la Guerra Civil; otros dicen que fue motivada
por el convencimiento de que no tenía aptitudes artísticas; otros indican que su pa-
dre le chantajeó amenazándole con quitarse la vida si continuaba con esas veleida-
des (Feinstein, 1984/1987). Sea lo que fuere, James intentó matar al artista que lle-
vaba dentro y ello le costó una enfermedad psicosomática que le afligió durante
más de diez años.
Crisis y Recuperación
En 1875, el año en que Wundt inició su docencia en Leipzig, William James dictó
su primer curso sobre las Relaciones entre la Fisiología y la Psicología y dispuso de un
modesto local en la Escuela Científica Lawrence para guardar los aparatos de las
prácticas, el cual fue el primer laboratorio de los Estados Unidos (Harper, 1950).
Pero el laboratorio llevó una vida precaria hasta el año 1890, en que James se vio
espoleado por la competencia que le hacía el recién fundado laboratorio de la vecina
Universidad Clark. Molesto con la actitud de G. S. Hall, quien llegaría a jactarse de
ser el fundador de la psicología experimental norteamericana, consiguió una dotación
de varios miles de dólares para renovar sus instalaciones y, al año siguiente, el labora-
torio abrió sus puertas en unos locales situados en Dane Hall. Un año después, en
1892, se ocupó de su dirección el alemán Hugo Münsterberg (1863-1916), cuya teoría
de la conciencia era contraria a la de Wundt y parecida a la de William James.
La redacción de los Principios de Psicología (1890/1989), el texto fundamental
de la primera psicología norteamericana, le costó a James doce años de intenso tra-
bajo. El libro destaca por su brillante estilo literario y por una organización atípica
que llamó la atención de sus contemporáneos. El primer volumen no comenzaba
por la sensación, como era habitual, sino por el sistema nervioso y las teorías filosó-
ficas del alma. A continuación presentaba el plano o bosquejo general de la obra en
unos capítulos en los que trató de la definición y métodos, el conocimiento, la co-
rriente del pensamiento y la conciencia de sí mismo, para concluir con un estudio
más detallado de los procesos de la atención, concepción, discriminación y compa-
ración, asociación de ideas, percepción del tiempo y memoria.
Capítulo 9: La psicología norteamericana 355
El segundo volumen tenía una organización más convencional, dado que, poco
más o menos, seguía el esquema del arco reflejo. Comenzaba estudiando la sensa-
ción, imaginación y percepción; a continuación se ocupaba de los procesos centrales
del razonamiento, y después pasaba a los movimientos, concluyendo con un capítu-
lo sobre la estructura de la mente y la génesis de los procesos psíquicos.
El libro resultó demasiado largo para los estudiantes, por lo que en 1892 publi-
có un resumen, el Compendio de Psicología, en el que dio más relieve a las sensa-
ciones para satisfacer las demandas de los editores. James concluyó con unas pala-
bras que reflejaban un cierto pesimismo sobre la psicología de la época:
Estas palabras, junto con unas conferencias dictadas a los maestros de Boston
durante mismo año de 1892, pusieron punto final a su obra psicológica. Las confe-
rencias fueron publicadas con el título de Psicología Pedagógica para Maestros. So-
bre algunos Ideales de la Vida (James, 1899/1922).
éxito extraordinario y fue considerado como uno de los grandes clásicos de la psico-
logía religiosa.
Las Variedades de la Experiencia Religiosa eran una prolongación de los Princi-
pios de Psicología por cuanto que continuaban el estudio de la mente emocional e
inconsciente en ellos iniciado. Como lo indicaba el subtítulo del libro, eran un estu-
dio de la parte más opaca de la naturaleza humana, aquella que permanecía oculta a
la conciencia oficial y se manifestaba en los síntomas de la enfermedad mental y en
las experiencias religiosas más profundas. James pretendía analizar los sentimientos
e impulsos de las personas que habían destacado por su espiritualidad y por esta ra-
zón utilizó como material principal las autobiografías, confesiones y diarios de los
santos y líderes espirituales. Las instituciones religiosas y los rituales quedaron fue-
ra, porque en su opinión eran menos importantes que la experiencia directa de la
Divinidad.
James juzgó a la religión con el criterio pragmático que había formulado en la
conferencia anteriormente mencionada sobre "Concepciones Psicológicas y Resul-
tados Prácticos" (James, 1898/1978). Frente al materialismo médico que minimiza-
ba el valor de la religión atribuyéndola a la histeria o a otras causas orgánicas, afir-
mó que había que juzgarla por sus efectos prácticos en la vida de las personas. Y, en
su opinión, el veredicto era favorable, ya que la religión ayudaba a afrontar las si-
tuaciones críticas de la vida, aquéllas en las que nos veíamos presa de la melancolía
y desesperanza más profundas y aterradoras.
James distinguió dos tipos de experiencia religiosa, la de la "mentalidad sana" y
la del "alma enferma". La primera se caracterizaba por un optimismo existencial
que cerraba los ojos al dolor y a la miseria humana. Hay personas religiosas para
las que Dios es la fuente suprema de amor y libertad, y todas las demás cosas son
bienes recibidos de su mano. Dichas personas excluyen deliberadamente al mal de
su visión del mundo, hasta el punto de considerarlo como una gran mentira.
El "alma enferma", por el contrario, considera al mal como un vicio radical de
nuestra naturaleza que no podía ser vencido sin el auxilio de una fuerza sobre-
natural. Las personas de esta clase eran conscientes del vacío de una vida abocada a la
muerte, y este pesimismo existencial les sumía en la más profunda depresión y an-
gustia. Para ellas el mal no era un concepto intelectual, sino un sentimiento aterra-
dor que arruinaba su existencia. De ahí la necesidad de salvación, de renacer a una
nueva vida en lo que constituía un segundo nacimiento.
Las simpatías de James se decantaron claramente por esta segunda alternativa,
entre otras razones porque la "mente sana" era incapaz de afrontar las numerosas
crisis que asolaban a las personas. El método de no pensar en el mal era válido
mientras las cosas marchaban bien, pero la experiencia decía que no valía para nada
cuando nos veíamos presa de la melancolía. Por otra parte, el mal formaba parte de
la realidad y, en opinión de James, era el único capaz de abrirnos los ojos a los nive-
les más profundos de verdad. La vida tiene muchos momentos de fracaso en los que
parece imperar el mal. Ahora bien, como esos momentos malos son tan reales como
los buenos, James razonó que debían tener un sentido que era preciso explicitar. De
ahí que, filosóficamente hablando, la mentalidad del alma sana era inferior a la del
alma enferma.
358 Parte II: Surgimiento y expansión de la psicología científica
El conflicto y crisis se saldaba con el nacimiento a una vida nueva, en la que de-
saparecían las divisiones y el yo resplandecía en toda su unidad. La base psicológica
de la mente enferma era una constitución dividida en dos campos: el espíritu lucha
contra la carne, los deseos son incompatibles de modo que los impulsos incontrola-
dos echan a perder los propósitos racionales.
La evolución ordinaria caminaba hacia la integración de todos los impulsos en
un sistema estable de funciones, la cual brindaba una felicidad de orden superior.
Ahora bien, si el proceso de unificación era súbito y repentino, entonces se produ-
cía la conversión religiosa. El yo dividido, inferior y desgraciado, se transformaba
en un yo unificado, superior e inmensamente feliz.
La conversión requería un proceso previo de incubación subconsciente, durante
el cual iban desarrollándose unos sistemas de pensamientos, recuerdos y sentimien-
tos que permanecían al margen de la conciencia. Una pequeña alteración, por ejem-
plo, una percepción, un choque emocional repentino o un cambio orgánico, basta-
ban para movilizar esos sistemas y hacerlos salir al exterior en forma de impulsos,
ideas obsesivas, convulsiones, visiones maravillosas, etc. El proceso era similar al de
la enfermedad mental y, por consiguiente, podía ser explicado en términos puramen-
te naturales. Aunque eran inexplicables para la mente ordinaria, los cambios dramá-
ticos operados en la conversión eran debidos a la irrupción de las ideas y metas reli-
giosas, las cuales pasaban a ocupar el centro energético de la persona.
La conversión llevaba a un nuevo nivel de vida emocional que comportaba la
aparición de nuevas energías psíquicas y que solía ser designado con el nombre de
santidad. A pesar de los peligros de fanatismo e intransigencia que ésta comporta-
ba, James creía que los verdaderos santos constituían una fuerza social creativa
que contrarrestaba las tendencias al barbarismo y brutalidad de la naturaleza hu-
mana. Al fomentar la caridad y el amor, la religión jugaba un papel en la evolución
social y, por esta razón, James creía que tenía un lugar importante en la historia
humana.
James se ocupó también de las experiencias místicas, una de las manifestaciones
más extraordinarias de la vida religiosa. Como su mismo nombre lo indica, los "éx-
tasis" o raptos místicos eran un salir de uno mismo para entrar en contacto con la
Divinidad, una realidad superior que permanece oculta a los sentidos y contiene el
sentido último del universo. Ellos suponían un desafío para los defensores de la su-
premacía de la mente consciente y echaban por tierra su pretensión de que el cono-
cimiento racional era el único posible.
Las Variedades de la Experiencia Religiosa no sólo eran un estudio psicológico de
los estados mentales excepcionales, sino que además comportaban una teoría sobre
la religión. En este sentido, eran una obra de transición que reflejaba el creciente in-
terés de William James por la filosofía y por el lugar del ser humano en el universo.
Empirismo Radical
James dedicó los últimos de su vida a reflexionar sobre la naturaleza del conoci-
miento y la realidad última de las cosas. Como dijimos anteriormente, sus libros
Capítulo 9: La psicología norteamericana 359
«Durante el pasado año, he leído un número de artículos cuyos autores parecían es-
tar a punto de abandonar la noción de conciencia y substituida por la de una experien-
cia absoluta no causada por dos factores. Pero no fueron lo suficientemente radicales, ni
lo suficientemente atrevidos en sus negaciones. Durante los últimos veinte años he des-
confiado de la "conciencia" como entidad; durante los últimos siete u ocho años he su-
gerido a mis estudiantes su no existencia y he intentado darles su equivalente pragmáti-
co en realidades de experiencia. Me parece que el tiempo está maduro para descartarla
abierta y universalmente» (James, 1904/1976: 4).
«aunque al comienzo del artículo hablé por razones de fluidez de una estofa de
experiencia pura, ahora debo decir que no hay ninguna estofa general de la que esté
hecha la experiencia. Hay tantas estofas como "naturalezas" en las cosas experien-
ciadas. Si preguntas de qué está hecho un trozo de experiencia pura, la respuesta es
siempre la misma: "está hecha de eso, de lo que justamente aparece, de espacio, de
intensidad, de extensión, color, pesadez o de lo que no"( ... ) La experiencia es única-
mente un nombre para todas esas naturalezas sensibles, y con excepción del tiempo
y espacio (y si se quiere el "ser") no aparece ningún elemento universal del que sean
hechas todas las cosas» (James, 1904a/1976: 14-15).
Como podrá observarse, la posición de James no era demasiado clara. Por una
parte admitía el monismo, en el sentido de que el único existente era la experiencia
pura, pero por otra era pluralista en su concepción de esa experiencia, dado que le
concedía una naturaleza infinitamente variada. Dejando a un lado esta contradic-
ción, derivada de su aversión al idealismo filosófico, desde una perspectiva psicoló-
gica la experiencia pura eran los sentimientos de una persona en el aquí y ahora, sin
intercalar categorías intelectuales abstractas. James la asimiló con el fluir de la vida,
tal y como lo sentíamos cuando nos hallábamos bajo la influencia de la somnolen-
cia, las drogas o la enfermedad. Tales personas, escribió:
«pueden tener una experiencia pura en el sentido literal de un eso que todavía no
es ningún qué específico, aunque puede ser toda suerte de qués; lleno de unicidad y
Capítulo 9: La psicología norteamericana 361
La experiencia pura era un fluir continuo, sin grietas ni separaciones, por lo que
era imposible la duplicidad sujeto-objeto. La división la ponemos nosotros retros-
pectivamente cuando separamos las partes más salientes y las consideramos en el
contexto de sus distintas relaciones.
James creía que la unidad del conocimiento no precisaba de ningún vínculo
trans-empírico, como pretendían los idealistas, ni de las conexiones extrínsecas de
los asociacionistas, sino que venía dada por las relaciones conjuntivas dadas direc-
tamente en la experiencia pura, lo mismo que las demás relaciones. El conocimien-
to era una clase particular de relación en la que una de las partes de la experiencia
pura era vista como sujeto o portador de conocimiento y la otra aparecía como ob-
jeto conocido.
James insistió en que una misma cosa podía tener relaciones diferentes en los
distintos contextos. Por ejemplo, la pintura servía a la función de objeto vendible
cuando estaba en una tienda, mientras que tenía una función espiritual en el lienzo
de un cuadro. De la misma manera, una parte de la experiencia tomada en un con-
texto particular de asociados desempeñaba la función de conocedor mientras que
en otro contexto jugaba el papel de contenido objetivo. Dichas relaciones eran ex-
ternas a esa experiencia singular, pero internas al fluir de la experiencia en su totali-
dad. Por consiguiente, se trataba de un dualismo externo de relaciones experiencia-
das y no un dualismo interno de substancias.
Había dos clases de conocimiento, el perceptivo y el conceptual. Mientras que
el primero comportaba una relación de identidad, el segundo suponía una relación
de continuidad entre dos partes de la experiencia. Conocer Perceptivamente era lo
mismo que experienciar de un modo directo e inmediato el objeto, sin ningún inter-
mediario. Se trataba de un "conocimiento por familiaridad", como lo llamó James.
El Conocimiento Conceptual era una relación de continuidad entre dos trozos
de experiencia de un mismo sujeto. Era algo así como el tránsito de una experiencia
a otra hasta que finalmente se llegaba a un percepto. El conocedor y lo conocido
eran, según James "dos piezas de experiencia real pertenecientes al mismo sujeto,
con tractos definidos de experiencia transicional conjuntiva entre ellos" (James,
1904b/1976: 27). Dicho con otras palabras, decimos que una experiencia conoce a
otra cuando entre ellas hay una continuidad, de modo que vamos de una a otra me-
diante una serie de transacciones, y cuando llegamos a la última, ésta corrobora a la
pnmera.
Veamos un ejemplo del mismo James, el pensamiento de un edificio de Harvard,
el Memorial Hall, situado a diez minutos de su casa. Cuando piensa en ese objeto
tiene una imagen del edificio, pero lo que brinda a la imagen su función de conoce-
362 Parte ll: Surgimiento y expansión de la psicología científica
de la realidad de mente y del mundo externo. Con ello reducía su campo de acción a
una porción reducida de la experiencia y sus resultados no podrían ser comprendidos
plenamente hasta que su sentido último no fuera esclarecido por la filosofía. Al igual
que Wundt, James pensaba que psicología no tenía el monopolio del conocimiento y
debía ser complementada por la filosofía, aunque era independiente de ella.
Naturaleza de la Psicología
las ideas. James reconoció que ésta era una hipótesis difícil de demostrar con argu-
mentos científicos, pero los efectos psicológicos de las drogas, enfermedades, gol-
pes, accidentes, etc., eran algo que todos podían comprobar:
«Una ligera obstrucción del conducto biliar, -escribió- un sorbo de purgante, una
taza de café cargado en el momento adecuado, volcarán momentáneamente las ideas
que un hombre tenga sobre la vida. Nuestros estados de ánimo y resoluciones están
más determinados por la condición de nuestra circulación que por nuestras razones
lógicas. El que un hombre sea un héroe o un cobarde es una cuestión de sus "ner-
vios" del momento» (James, 1892/1984: 13).
Esto era una constatación fáctica que no implicaba una posición materialista en
el problema mente-cuerpo. La relación entre la mente y la actividad cerebral perte-
necía al reino de lo inexplicable y, por esta razón, el reduccionismo fisiológico era
inadmisible. La psicología y la fisiología tenían un sitio en el campo de las ciencias y
ninguna de ellas podía arrogarse el monopolio de la verdad.
«Los hechos mentales no pueden ser adecuadamente estudiados aparte del medio
físico del que traban conocimiento. El gran fallo de la antigua psicología racional fue
erigir al alma como un ser espiritual absoluto( ... ) Nuestras facultades internas están
adaptadas de antemano a las características del mundo en el que moramos; adapta-
das, quiero decir, de modo que garanticen nuestra seguridad y prosperidad en medio
de él» (James, 1892/1984: 11).
La esencia de la vida mental era "el ajuste de las relaciones internas a las exter-
nas", tal y como había afirmado Spencer. Esta fórmula, escribió en los Principios:
«es la vaguedad encarnada; pero como toma en cuenta el hecho de que las men-
tes habitan medios que actúan sobre ellas y sobre los cuales ellas actúan a su vez;
porque, en suma, se ocupa de la mente en medio de todas sus relaciones concretas,
es inmensamente más fértil que la anticuada 'psicología racional', que trataba del
alma como una entidad aparte» (James, 1890/1989: 8).
Con ello dejaba bien claro que la psicología caía dentro de la biología evolucio-
nista.
La vida mental era teleológica o, lo que es lo mismo, buscadora de metas. Esta-
ba al servicio de la conservación individual y elegía las vías más idóneas para llegar
a ese objetivo. De ahí que "sólo las acciones que se hacen por un fin, y que muestran
una elección de medios, pueden ser llamadas indubitablemente expresiones de la
mente" (James, 1890/1989: 12).
Capítulo 9: La psicología norteamericana 365
Métodos de la Psicología
Fiel a su pluralismo, James aceptó todos los métodos, aunque reconociendo sus fallos
y limitaciones. Por esta razón encabezó el capítulo de Los Principios con el título signifi-
cativo de "Métodos y Trampas de la Psicología". El método principal era la introspec-
ción, luego venía el experimento y, por último, los métodos de la psicología comparada.
saciones de relación procedentes del tacto, cinestesia, visión y audición, que nos da-
ban directamente la espacialidad.
A pesar de estos riesgos, la introspección era un método válido para conocer los
estados mentales. James criticó a Comte y a quienes creían imposible que el pensa-
dor pudiera dividirse en dos partes, una que piensa y otra que observa cómo piensa,
y suscribió los argumentos de J. S. Mili en defensa de la introspección. Pero insistió
en que debía ir acompañada de observaciones empíricas, a poder ser organizadas en
una teoría. "La única salvaguardia -escribió- está en el consenso final de nuestro
conocimiento más remoto sobre la cosa en cuestión, opiniones posteriores que corri-
gen a las anteriores, hasta que por fin se alcanza la armonía de un sistema congruente.
Este sistema, alcanzado gradualmente, es la mejor garantía que el psicólogo puede
ofrecer de la solidez de cualquier observación psicológica particular que pueda co-
municar" (James, 1890/1989: 157).
Estas frases que, dicho sea de paso, molestaron a Wundt y dieron origen a ma-
lentendidos entre alemanes y norteamericanos, revelan su poca afición al experi-
mento. Sin embargo, los hechos eran los hechos; y, a pesar de lo poco conseguido
hasta la fecha, la psicología experimental llegaría a convertirse en un sistema cientí-
fico, tal y como había ocurrido en otras disciplinas.
James trató del objeto de la psicología en el capítulo sobre la Corriente del Pen-
samiento, famoso por sus metáforas y sus continuas críticas al atomismo psicológico.
En él utilizó indistintamente los términos de conciencia y pensamiento para referirse
a la vida mental e indicó que el dato primario de la experiencia no eran las sensacio-
nes de Locke, Hume, y demás asociacionistas, sino una corriente que fluía como el
agua por el cauce de un río. Dicha corriente tenía las siguientes características:
«De un año a otro vemos las cosas bajo luces nuevas. Lo que fue irreal se ha
vuelto real y lo que fue emocionante hoy es insípido. Los amigos cuyo mundo nos
era tan querido se han hundido en las sombras; las mujeres, otrora tan divinas, las
estrellas, los bosques y las aguas, ¡cuán sosos y vulgares son ahora!, las jovencitas
que estaban rodeadas de un aura de infinitud, hoy llevan existencias punto menos
que ordinarias; los cuadros son tan vacíos» (James, 1890/1989: 188).
«Las cosas son diversas y discontinuas ( ... ) con frecuencia hacen apariciones
explosivas y se hienden en dos partes. Pero sus idas y venidas y sus contrastes no
rompen el curso del pensamiento que las piensa como tampoco rompen el tiempo y
el espacio en el cual se desenvuelven. El silencio puede ser roto por un trueno y
podemos quedar tan aturdidos y confusos por un momento por la sacudida que, por
un instante no nos damos cuenta de lo que ha ocurrido. Pero esa misma confusión es
un estado mental y un estado que nos hace pasar directamente del silencio al ruido.
La transición entre el pensamiento de un objeto y el pensamiento de otro, no es un
rompimiento en el pensamiento, como no lo es en el bambú la juntura entre varios
espacios. Es una parte de la conciencia tanto como la juntura es una parte del
bambú» (James, 1890/1989: 193).
Al fin y al cabo, el trueno no era un sonido sin más, sino uno que rompe un si-
lencio y contrasta con él.
Capítulo 9: La psicología norteamericana 369
ella por vías distintas: unos siguen el camino directo, otros utilizan procedimientos
indirectos; unos darán muchos pasos falsos, otros no, etc.
El Self o Sí Mismo
Constitutivos del Self Empírico. El Self Empírico era todo aquello a lo que
podíamos llamar Mí. Dicho con palabras de James: "En su acepción más amplia, sin
Capítulo 9: La psicología norteamericana 371
1) Self Material. Estaba constituido por el cuerpo, ropa, familia, casa, y propie-
dades. El cuerpo era la parte más íntima; después venían los vestidos, luego
los seres queridos, cuya pérdida sentíamos como si nos hubieran quitado algo
de nosotros; a continuación venía la casa, especialmente la de la infancia, la
cual despierta los sentimientos más tiernos, y por último las propiedades ma-
teriales, en particular las fabricadas por nosotros, cuya pérdida tanto lamen-
tábamos.
2) Self Social. James lo definió como la imagen o reconocimiento de las perso-
nas que nos rodean. Además de ser animales gregarios, necesitamos la estima
de los demás y sufrimos cuando pasamos inadvertidos ante ellos. Tene-
mos muchos 'sí mismos' sociales, dado que son numerosas las personas que
nos conocen y tienen una imagen de nosotros. Pero podemos organizarlos de
acuerdo con los grupos cuya opinión más nos interesa: padres, hijos, colegas,
amigos, compañeros, etc. A cada uno de ellos le revelamos un aspecto distin-
to de nosotros mismos, tal y como lo reflejan las frases del tipo "me veo obli-
gado a castigarte como superior, aunque como persona lo siento en el alma".
El Sí Mismo Social más importante era el de la persona amada, pero además
estaban el honor o deshonor, la buena o mala fama, la opinión del grupo, etc.
Todos ellos jugaban un papel relevante en la conducta.
3) Self Espiritual. El Sí Mismo Espiritual es la idea que tenemos de nuestras facul-
tades tomadas en su conjunto. El más importante es el relativo a nuestra capa-
cidad intelectual y a las decisiones de la voluntad. Valoramos más la inteligen-
cia, el altruismo, la moralidad, etc., que la agudeza visual o la rapidez de movi-
mientos.
El término "espiritual" era engañoso, ya que su núcleo principal eran
unos estados de conciencia muy dinámicos que estaban relacionados con los
sentimientos de actividad experimentados en la cabeza y cuello. Cuando nos
concentramos en un pensamiento o atendemos a un estímulo difícil de captar,
sentimos el esfuerzo de los músculos cefálicos y esta sensación constituye el
fundamento corpóreo del "sí mismo espiritual".
Sentimientos y Búsqueda del Self Una vez delimitados los constitutivos del Self,
James señaló los sentimientos y conductas relacionados con ellos, los cuales resu-
mió en el Cuadro 9.1.
Los sentimientos con respecto a uno mismo podían ser positivos y negativos. Los
primeros eran los de autocomplacencia, tales como el orgullo, vanidad, autoestima,
arrogancia o vanagloria. Los negativos eran la modestia, humildad, confusión, descon-
fianza, vergüenza, etc. Todos eran irreductibles a los sentimientos de placer y dolor in-
372 Parte ll: Surgimiento y expansión de la psicología científica
vocados por los utilitaristas, porque una persona satisfecha consigo misma no piensa
para nada en recompensas y, por otra parte, la expectativa de un premio no implica
necesariamente autocomplacencia. Además pertenecían a la dotación hereditaria y, en
cuanto tales, aparecían sin una causa que los justificara y experimentaban muchas os-
cilaciones durante el día.
Las conductas vinculadas al Self eran instintivas y guardaban relación con la au-
toconservación. El Sí Mismo Corpóreo daba origen a los reflejos de alimentación,
sueño, defensa, cólera, etc. Los instintos del amor, deseo de agradar, emulación, ce-
los, dominio, etc., guardaban relación con el Sí Mismo Social. Las tendencias al cre-
cimiento intelectual, moral o espiritual pertenecían al espiritual.
para un intelectual. Pero además había que tener en cuenta a las aspiraciones per-
sonales, las cuales podían ser altas o bajas. En consecuencia, el sentimiento de au-
toestima venía dado por el cociente: Autoestima=Logros/Aspiraciones.
Para potenciar la autestima eran posibles dos estrategias igualmente aceptables:
potenciar los éxitos o rebajar las aspiraciones. Siguiendo la tradición estoica, James
señaló que muchas personas vivirían más felices si renunciaran a ser eternamente
jóvenes, esbeltas, delgadas o esclavas de la moda. La autoestima estaba en nuestras
manos; bastaba con que rebajáramos las aspiraciones y no nos exigiéramos tanto a
nosotros mismos.
James también se ocupó del "Sí mismo real" y del "Sí mismo potencial" es de-
cir, de lo que somos y de lo que nos gustaría ser. Con respecto a éste último, el más
interesante era el social, por sus conexiones con la religión y la ética. Cuando uno
arrostra la condena de su grupo social por motivos de conciencia y cambia de reli-
gión o se hace agnóstico, generalmente invoca a un árbitro o juez superior, ya sea
Dios, la Mente Absoluta o el Gran Compañero, que sólo puede existir en un mun-
do ideal. Busca el reconocimiento y aprobación de ese tribunal superior con vistas a
potenciar su Self Social. Asimismo, movidas por la tendencia a personificar el bien,
las personas se refugian en esa entidad superior cuando les fallan los otros "sí mis-
mos" sociales.
Al final del capítulo, James dedicó unas líneas al Yo Conocedor o Ego Puro, in-
vocado por los filósofos para explicar la unidad del conocimiento. En su opinión,
esa entidad no era necesaria en psicología porque la introspección no revelaba nin-
gún centro inalterable de nuestra existencia y, por otra parte, el sentimiento de
identidad personal podía ser explicado en función de la unidad y continuidad de la
corriente del pensamiento.
El Compendio de Psicología era más sistemático que los Principios y estaba or-
ganizado conforme al modelo del arco reflejo. Como se recordará, éste tenía tres
partes: las fibras aferentes que transmiten las corrientes entrantes, los órganos cen-
trales, y las vías eferentes que llevan los impulsos a los músculos y glándulas. Esta
triple división permitía diferenciar tres grandes funciones mentales: la sensación y
percepción, los procesos cognitivos, y las conductas resultantes. La sensación co-
rrespondía a la actividad del tracto aferente; el pensamiento, a la del sistema ner-
vioso central, y la acción, a la de los órganos eferentes.
Sin embargo, esta división era un tanto artificial porque el sistema nervioso era
una organización unitaria, tal y como suponía la fisiología de la época. Como vimos
cuando estudiamos a Bain, el cerebro era un órgano de conexión de vías aferentes y
eferentes, por lo que no podía ser separado de ellas. Por consiguiente, el pensa-
miento estaba vinculado a la acción, de modo que las ideas tendían a producir sus
efectos motóricos, siempre y cuando no fueran inhibidas por otras contrarias.
Esta teoría motora de la conciencia comportaba una visión del sistema nervioso
algo distinta de la de Wundt. Mientras que éste defendió el centralismo y consideró
374 Parte JI: Surgimiento y expansión de la psicología científica
El Conocimiento
James confesó en los Principios que la explicación última del conocimiento per-
tenecía a la metafísica y el psicólogo se limitaba a consignar que era uno de los
muchos modos de relacionarnos con las cosas. Dando por supuesta la existencia del
mundo y de la mente, los consideraba como entidades relacionadas entre sí: las
cosas se presentan ante la mente y ésta construye un duplicado de ellas.
El conocimiento procedía de la experiencia. Un conocimiento sensorial-la "fami-
liaridad"- nos ponía en contacto con los objetos y hechos del medio ambiente. Este
conocimiento era insubstituible, de modo que un ciego de nacimiento no sabría nun-
ca lo que es ver la luz, a pesar de conocer muchas cosas sobre ella. Pero la familiari-
dad no nos decía nada sobre la naturaleza de las cosas: las sensaciones gustativas que
tenemos al comer una manzana no nos permiten conocer su composición. Para cono-
cer su naturaleza es preciso un conocimiento intelectual-o "conocimiento de"- basa-
do en conceptos generales que designan alguna característica importante. Por ejem-
plo, el concepto "perro" hace referencia a los animales que pertenecen a la especie
canina. James habló de Concepción, más que de concepto, para enfatizar el proceso o
la función, y los definió en los siguientes términos: "La función por medio de la cual
identificamos a un sujeto del discurso, numéricamente distinto y permanente, se llama
CONCEPCIÓN; y a los pensamientos que son sus vehículos se les llama conceptos"
(James, 1890/1989: 368).
Los conceptos eran la columna vertebral del pensamiento por cuanto que eran
fijos e inmutables, lo mismo que las formas platónicas. Mientras que los estados
mentales de una persona cambian continuamente, los conceptos lógicos permanecen
inalterables. El papel que hace un momento era blanco ahora lo vemos negro y cha-
Capítulo 9: La psicología norteamericana 375
Análisis
Atención. Según James, uno de los hechos más notables de la vida mental era
que las personas sólo caen en la cuenta de una porción muy reducida de las impre-
siones sensoriales que reciben sus sentidos. El resto queda fuera, en la franja de la
conciencia, debido a que la actividad de los hemisferios cerebrales tiende a formar
estructuras unitarias y deja fuera a los procesos que no entran en ellas.
376 Parte Il: Surgimiento y expansión de la psicología científica
«Ante mis sentidos hay millones de porciones del orden externo que nunca
entran propiamente hablando en mi experiencia. ¿Por qué? Porque no me intere-
san. Mi experiencia es aquello a lo que acepto prestar atención. Sólo aquellas cosas a
las que presto atención dan forma a mi mente: sin interés selectivo, la experiencia
es un inmenso caos. El interés es lo único que da realce y énfasis, luz y sombra,
trasfondo y primer término, en una palabra, perspectiva inteligente» (James,
1890/1989: 320).
Los intereses más importantes eran los intereses prácticos, relacionados con los
instintos biológicos más básicos, y después los estéticos. A la pregunta de qué es lo
que determina nuestra atención, James respondió con las siguientes palabras:
Este énfasis en los intereses estéticos no deja de ser interesante, dada su rela-
ción con la primera vocación artística de James.
William James definió a la atención como un estado de concentración mental
opuesto al de distracción. Tal y como escribió:
«( ... ) cuando vemos el distante reloj y esperamos que dé la hora, nuestra mente
está tan llena con su imagen que a cada instante creemos oír el sonido tan esperado
o tan temido( ... ) En la calle, cada sombrero de mujer es tomado momentáneamente
por el amante como la envoltura de la cabeza de su ídolo. La imagen en la mente es
la atención; la prepercepción (... )es la mitad de la percepción de la cosa ansiosamen-
te esperada" (James, 1890/1989: 354).
Sólo atendemos a las cosas que pre-percibimos, las cuales, a su vez, son aquéllas
que hemos aprendido a discernir. Como veremos enseguida, estas imágenes previas
eran importantes para la discriminación.
La atención tenía un valor de supervivencia, dado que la vida de las especies y de
los individuos era resultado de la selección impuesta por ella a los materiales de la ex-
periencia. Pero además era imprescindible para la discriminación, por cuanto que da-
ba una mayor claridad y distinción a nuestras percepciones.
378 Parte JI: Surgimiento y expansión de la psicología científica
«la facultad por medio de la cual percibimos las semejanza (... ) Es una cualidad
mental tan última e inexplicable como aquélla por medio de la cual percibimos las
diferencias (... ) Hay un destello de similitud cuando pasamos de una a otra que ini-
cialmente apenas diferenciamos numéricamente, pero que en el momento de dedi-
carle nuestra atención, percibimos que es similar a la primera; de un modo parecido,
hay una sacudida de diferencia cuando pasamos entre dos disímiles. La amplitud
objetiva de la similitud, así como la de la diferencia, determina la magnitud del des-
tello» (James, 1890/1989: 423).
380 Parte Il: Surgimiento y expansión de la psicología científica
Asociación de Ideas
Razonamiento Abstracto
James vio que era difícil establecer una clara línea divisoria entre el pensamiento
solucionador de problemas y el razonamiento, porque ambos llevaban a conclusiones
racionales. El razonamiento se caracterizaba por ser un pensamiento abstracto y con-
ceptual, cuyos eslabones intermedios eran cualidades generales que no se daban nunca
en la experiencia. Además, era creativo, por cuanto que llevaba a conocimientos nue-
vos, imposibles de obtener mediante la asociación de hechos concretos. Esta diferen-
ciación parecía olvidar lo dicho hace un momento sobre la asociación por semejanza,
donde el eslabón intermedio era una cualidad abstracta, pero James no tenía miedo a
la contradicción. Mientras que en el pensamiento asociativo los miembros intermedios
eran imágenes concretas, en el razonamiento eran conceptos abstractos.
El razonamiento comportaba dos operaciones: la abstracción de una caracterís-
tica esencial de un hecho o dato empírico, y la aplicación de una de sus propiedades
que no era visible en él. Supongamos el caso más simple, el silogismo "Todos los se-
res humanos son mortales -Pedro es un ser humano-luego Pedro es mortal". Tene-
mos un dato o hecho de experiencia, una persona llamada "Pedro", con numerosos
atributos, tales como bípedo, blanco o negro, alto o bajo, listo o tonto, etc. De entre
todos ellos seleccionamos uno, "ser humano", que contiene la propiedad de "mor-
tal", la cual no era visible en Pedro, dado que no le hemos visto morir. Aplicamos a
Pedro esa propiedad y concluimos que es mortal.
Como habrá podido verse, primero tenemos que descomponer el dato empírico
en sus atributos principales; a continuación, seleccionamos aquel que constituye su
esencia y contiene una serie de propiedades entre las que destaca una. Una vez abs-
traída la esencia, la ponemos en lugar del dato concreto y le aplicamos la propiedad
elegida. Lo que vale para uno, vale para el otro. El razonamiento es la substitución
del todo por la propiedad de una de sus partes.
Capítulo 9: La psicología norteamericana 385
Sólo cuando consideramos por separado ese aspecto esencial podemos hacer
avanzar el conocimiento y extraer consecuencias prácticas.
familiaridad con ellos. Así, por una experiencia de calor teníamos cien experiencias
de movimiento. En segundo lugar, al poseer menos propiedades que los hechos de
la experiencia era más fácil seleccionar la propiedad esencial.
«Un proceso establecido en cualquier región de los centros reverbera en todas par-
tes, y de un modo u otro afecta a la totalidad del organismo, aumentando o disminu-
yendo sus actividades. Es como si la masa central nerviosa fuera un buen conductor
cargado de electricidad, cuya tensión no pudiera ser cambiada sin que el cambio
afecte a todas sus partes» (James 1892/1984: 322).
Los movimientos podían ser de dos clases: innatos y aprendidos. Entre los pri-
meros figuraban los instintos y las emociones. Al segundo grupo pertenecían los ac-
tos voluntarios, los cuales comportaban una previsión y búsqueda consciente de
metas. Pero además había otros movimientos automáticos aprendidos, los hábitos,
que James consideró al comienzo de los Principios cuando trató de las propiedades
del sistema nervioso y nosotros intercalaremos entre las conductas innatas y los ac-
tos voluntarios.
1) Instintos
dían ser inhibidos por otros instintos, sobre todo en los animales superiores en los que
muchos de ellos eran antagónicos. Por esta razón los instintos seguían un curso
errático e imprevisible en función de las circunstancias del momento.
Influido por G. Romanes (1848-1894) y D. Spalding (1840-1877), James explicó
esa falta de uniformidad de los instintos con dos principios: el hábito y la "ley de
transitoriedad".
Instintos Humanos. James creía que el ser humano tenía más instintos de lo que
se pensaba, sobrepasando con mucho a los mamíferos superiores. Basándose en la
lista ofrecida por Preyer en su libro sobre El Alma del Niño (1882/1908), James indi-
có que los primeros instintos eran los Movimientos Impulsivos del cuerpo y cuerdas
vocales, ejecutados totalmente al azar. Luego venían los Reflejos de gritar, estornu-
dar, toser, mirar, vomitar, morder, coger objetos, sobresaltarse y chupar. La madura-
390 Parte II: Surgimiento y expansión de la psicología científica
ción de los centros nerviosos correspondientes daba origen a los Movimientos Com-
plejos de sentarse, ponerse en pie, gatear y andar, los cuales eran instintivos. La
impresión de que los niños tenían que aprender a andar era debida a que los adultos
intentaban enseñarles esa conducta antes de tiempo. Pero si esperaban a que se pro-
dujera la maduración nerviosa, entonces comprobarían que era instintiva.
Con el Instinto de Imitación venía el de Emitir Sonidos Vocales, y después los de
Emulación y Rivalidad, Lucha, Cólera y Resentimiento, Miedos Específicos, Simpa-
tía, Timidez, Sociabilidad, Juego, Curiosidad, Posesión, etc. Finalmente, a los 15 ó
16 años, surgían los instintos de Caza, Modestia, Amor, y Paternidad o Maternidad,
los cuales ponían punto final al desarrollo.
La noción de instinto fue objeto de muchos ataques tras el triunfo de las tesis am-
bientalistas del conductismo, como tuvimos ocasión de ver cuando estudiamos a Mc-
Dougall. Pero tras la Segunda Guerra Mundial fue rescatada por los etólogos, quienes
insistieron en el papel de los estímulos medio-ambientales durante el período crítico de
maduración del instinto, tal y como había afirmado muchos años antes William James.
2) Emociones
James reconoció que era imposible separar a los instintos de las emociones por-
que ambos iban juntos en la vida real. Sin embargo, los diferenció en función de sus
relaciones con el objeto desencadenante, tal y como hicieron Wundt y otros autores
de la época. Mientras que los instintos comportaban un trato con el objeto, las
emociones quedaban dentro del sujeto. Eran tendencias a sentir, más que a realizar
algo. Pero se expresaban en movimientos musculares muy potentes, como podía
observarse en el miedo, la cólera, el amor o la tristeza.
Para James el estudio de las emociones era una de las partes más aburridas de la
psicología porque se había limitado a descripciones irrelevantes, dejando a un lado a
sus causas más generales, las cuales eran de naturaleza fisiológica. Con vistas a reme-
diar esta situación e ir al fondo de la cuestión, James propuso su teoría motora de la
emoción en el artículo "Qué es una Emoción" (James, 1884/1985), el cual se adelantó
en un año a otro trabajo del fisiólogo danés C. G. Lange (1834-1900), quien dio un
énfasis mayor a los cambios vasomotores de la emoción (Lange, 1885/1887). Según
esta teoría, que ha recibido el nombre de James-Lange, las emociones no eran otra
cosa que la reverberación orgánica de los movimientos corpóreos.
James distinguió dos clases de emociones: las Gruesas y las Finas. Las primeras
iban acompañadas de fuertes movimientos corpóreos, y se reducían a cuatro: cóle-
ra, miedo, amor y tristeza. Las emociones Finas iban acompañadas de movimientos
más débiles, tal y como podía observarse en los sentimientos morales, intelectuales
y estéticos. Pero en todas ellas era esencial el movimiento corpóreo, dado que eran
las sensaciones generadas por él. Como escribió James: "los cambios corporales si-
guen directamente de la percepción del hecho excitante, y (... ) nuestra sensación de
los mismos cambios conforme ocurren ES la emoción" (James, 1890/1989: 915).
Darwin y el mismo Wundt habían insistido en los movimientos externos que daban
expresión a los estados emocionales. Primero se daba la percepción del objeto, luego
Capítulo 9: La psicología norteamericana 391
un estado interno conocido como emoción o afecto, y, por último, los movimientos cor-
porales. Así, por ejemplo, vemos un oso, sentimos miedo y nos ponemos a temblar. Pe-
ro, según James, un estado mental-la percepción- no podía producir otro estado men-
tal-la emoción-, sin la mediación de un movimiento, porque la unidad del arco senso-
rio-motor requería que todo estado mental fuera seguido de un movimiento. Por esta
razón, la secuencia lógica era "veo el oso, tiemblo y, a continuación, siento miedo". La
emoción del miedo era la reverberación de los movimientos de temblor.
Dicho con otras palabras, las emociones eran resultado de los cambios fisiológi-
cos producidos en el sistema nervioso periférico por el estímulo emocional. Como
escribió James:
«Un objeto da en un órgano sensorial, afecta a una porción cortical, y es percibi-
do ( ... ) Rápidas como el relámpago, las corrientes reflejas marchan por sus canales
preordenados, alteran la condición del músculo, de la porción de la piel y de la vísce-
ra; y estas alteraciones, percibidas, como el objeto original, en un número igual de
porciones de la corteza, se combinan con ella en la conciencia y la transforman con-
virtiéndola de un objeto aprehendido-simplemente en un objeto-sentido-emocional-
mente» (James, 1890/1989: 935).
3) Hábitos
James trató del hábito al comienzo de los Principios, después de los capítulos
sobre la actividad cerebral, para destacar su importancia. La mayor parte de las
conductas humanas eran aprendidas, y la asociación, percepción, memoria, razona-
miento y demás procesos superiores se basaban en el hábito.
Los hábitos eran consecuencia de una de las propiedades fundamentales de la
materia, a saber, su plasticidad o maleabilidad. Lo único que requerían era una es-
392 Parte II: Surgimiento y expansión de la psicología científica
«Poca gente, escribió James, puede decir que calcetín, zapato o pierna del panta-
lón se pone primero. Para ello deben repasar mentalmente el acto, y aun esto puede
no ser suficiente: el acto debe ser ejecutado. Así, pues, a las preguntas ¿qué hoja de
mi puerta doble se abre primero?, ¿hacia dónde abre mi puerta?, etc., no puedo con-
testar, pero mi mano jamás se equivoca. Nadie puede describir el orden que sigue pa-
ra cepillarse el pelo o los dientes; sin embargo, es casi seguro que todos nosotros nos
apegamos a un orden bastante fijo» (James, 1890/1989: 95).
Este fenómeno era debido a que los actos dejaban de ser controlados por la
conciencia y quedaban a merced de las sensaciones vinculadas a los movimientos.
En la Figura 9.1 reproducimos el dibujo propuesto por James en los Principios.
Las letras A, B, C, D, E, F y G representan a las contracciones musculares de los
movimientos correspondientes, mientras que a, b, e, d, e, y /representan a las sensa-
Capítulo 9: La psicología norteamericana 393
V G'
Al comienzo del aprendizaje, los movimientos estaban bajo el control de los cen-
tros ideativos del córtex. El sujeto elige conscientemente un movimiento y rechaza los
demás, atiende a las sensaciones procedentes de él y verifica si la ejecución es correcta.
Pero después, con la repetición, las sensaciones a, b, e, d, etc., se conectan a los movi-
mientos que siguientes B, C, D, E, F, etc., y la acción es controlada por ellas. La con-
ciencia solo interviene al comienzo y al final de la serie. Como puede apreciarse en el
dibujo, la secuencia se inicia con V, el impulso cortical que contiene la orden de co-
menzar; puede ser la representación mental del primer movimiento o la percepción de
un estímulo como, por ejemplo, un papel próximo a la mano. Una vez ejecutado el
movimiento A, la sensación a por él generada desencadena el siguiente movimiento B;
b elicita a C, y así sucesivamente, hasta que se produce la última respuesta y ésta es re-
conocida por la mente. En el diagrama, la idea G' a la que da origen el movimiento G
es dibujada por encima de la serie de sensaciones para indicar su naturaleza cortical.
Este esquema sería invocado por J. Dewey (1859-1952) para criticar el atomis-
mo psicológico e insistir en la unidad de la conducta. Asimismo, el fundador del
conductismo, J. B. Watson (1878-1958), lo utilizó en su explicación de los procesos
superiores del pensamiento (Gondra, 1990). Parecía razonable suponer que, cuan-
do piensan en esas secuencias, las personas las ejecutan internamente sin que sea
precisa otra actividad cerebral especial.
4) Actos Voluntarios
ciente y la elección de una entre varias alternativas posibles. James coincidía en es-
to con Wundt, pero su teoría comportaba dos diferencias importantes.
En primer lugar, James rechazó los sentimientos centrales de inervación postula-
dos por Wundt para explicar los actos voluntarios. Según esta teoría, el conocimiento
de la fuerza requerida para ejecutar un movimiento voluntario procedía de unas sensa-
ciones especiales, de naturaleza cortical, que nos informaban de las corrientes de ener-
gía que iban hacia los músculos. Estas sensaciones eran innecesarias, porque, según Ja-
mes: "todas nuestras ideas de movimiento, incluso las del esfuerzo que requiere, así co-
mo las de su dirección, extensión, fuerza y velocidad, son imágenes de sensaciones
periféricas, sea 'remotas', o residentes en las partes móviles, o en otras partes que obran
simpáticamente con ellas a consecuencia de la 'ola difusora"'. (James, 1890/1989: 950).
Frente al centralismo de Wundt, James dio mucho más relieve a los procesos
periféricos del sistema nervioso.
En segundo lugar, la voluntad no influía directamente en el movimiento, tal y
como suponía la psicología tradicional, ya que el movimiento era consecuencia di-
recta de las corrientes nerviosas que iban a los músculos. La voluntad operaba en la
esfera psicológica y se limitaba a prestar atención a unas ideas y desatender a otras.
Tal y como decía la teoría de la Acción Ideomotora, las ideas iban seguidas por el
movimiento si es que no tropezaban con otras representaciones contrarias. Al po-
nerlas en el centro de la atención e impedir la entrada de las ideas contrarias, la vo-
luntad controlaba la fuerza dinámica de las representaciones y de esta manera ejer-
cía una influencia indirecta sobre la conducta.
Imágenes del Movimiento. Los movimientos voluntarios del adulto hundían sus raí-
ces en las primitivas reacciones instintivas y emocionales del niño frente a los objetos del
medio ambiente. Esta afirmación constituía para James el punto de partida de la psico-
logía de la voluntad, porque era imposible ejecutar un acto voluntario si no se disponía
de una imagen del mismo, para lo cual era preciso haberlo ejecutado anteriormente.
Las imágenes del movimiento podían ser de dos clases, Residentes y Remotas. Las
Residentes eran de naturaleza cinestésica o, lo que es lo mismo, producidas por las
contracciones musculares del movimiento, y eran predominantes en la infancia. Los
reflejos involuntarios del niño, por ejemplo, las reacciones de pánico frente a un estí-
mulo peligroso, iban acompañados de unas sensaciones que nos informaban de la po-
sición de los músculos, las cuales quedaban registradas en la memoria en forma de
imágenes que James llamó Residentes por estar dentro del movimiento. Ellas eran el
primer requisito para los actos voluntarios, porque en caso contrario no se dispondría
de una imagen cinestésica a la que prestar atención. Sin el recuerdo de los actos eje-
cutados previamente de un modo involuntario eran imposibles los actos voluntarios.
Las Imágenes Remotas guardaban relación con las impresiones sensoriales ex-
ternas generadas a consecuencia del movimiento. Por ejemplo, cuando tocamos el
piano oímos las notas o cuando entramos en el comedor olemos a comida y vemos
los alimentos. Estas sensaciones, registradas en la memoria, daban origen a las Ideas
de Meta. Constituidas por sensaciones externas, tales como las visuales, auditivas,
olfativas, táctiles etc., las Ideas de Meta controlaban la mayoría de los actos volun-
Capítulo 9: La psicología norteamericana 395
tarios del adulto. En los más simples y primitivos, es decir, en los hábitos, iniciaban
la actividad del centro nervioso del primer movimiento y con ello ponían en funcio-
namiento la organización serial. Por ejemplo, nos decimos internamente "voy a
cambiarme de ropa" y, casi sin darnos cuenta, comenzamos a soltar los botones de
la camisa, debido a que esa idea ha puesto en movimiento a la secuencia de conduc-
tas. Con este y otros ejemplos, James creía haber "dejado bien claro que 'la idea de
un movimiento' es lo que debe precederlo para que pueda ser llamado voluntario.
No es el pensamiento de la inervación que requiere el movimiento, es la anticipa-
ción de los efectos sensoriales del movimiento, residentes o remotos, por decir lo
menos, lo que serán nuestros movimientos" (James, 1890/1989: 971).
Acción Ideomotora. James llamó Actos Ideo-motores a los actos voluntarios más
simples porque eran movimientos generados directamente por las ideas y los definió
como sigue: "siempre que el movimiento sigue inmediatamente y sin vacilación a la
noción que de él se tiene en la mente, estamos en presencia de la acción ideomotora"
(James, 1890/1989: 972).
La teoría de la acción ideomotora había sido propuesta por los hipnotizadores
franceses para explicar el poder de la sugestión sobre la conducta de los sujetos. Una
vez implantadas sus ideas en la mente de estos, tendían a convertirse en actos por su
propia dinámica. Por ejemplo, la idea de robar podía llevar a cometer un hurto si no
tropezaba con otras ideas contrarias. James tomó esta teoría de W. B. Carpenter
(1813-1885), un fisiólogo inglés amigo de Bain y autor de unos Principios de Fisiolo-
gía Mental (1875) que fueron muy populares entre los psicólogos. Pero mientras que
Carpenter pensaba que eran muy raros -sólo ocurrían en la hipnosis y en ciertos ca-
sos patológicos de ideas fijas- para James los actos ideomotores eran la manifesta-
ción más primigenia de la voluntad. Y lo demostró con los siguientes ejemplos de la
vida diaria:
tros protesta contra este atropello. Muchas personas habrá que en tales
mañanas hayan vacilado más de una hora antes de resolver levantarse. Pen-
saremos que vamos a llegar tarde, que tenemos muchas cosas que hacer; nos
decimos "debo levantarme, ¡qué ignominia!", etc. Pero la tibieza de la cama
sigue siendo tan deliciosa y tan cruel el frío fuera de ella que la resolución se
desvanece y se pospone una y otra vez a pesar de haber estado a punto de
romper la resistencia y llegar al acto decisivo. Ahora bien, en tales circuns-
tancias ¿cómo es que acabamos levantándonos? Si se me permite generalizar
con base en mi propia experiencia, lo más común es que no medie ninguna
lucha o decisión. De pronto ya nos hemos levantado. Ha ocurrido un afortu-
nado lapso en la conciencia; olvidamos la tibieza y el frío; de pronto se nos
viene a la cabeza algo relacionado .con la vida de ese día, y una idea relampa-
guea en nosotros, "¡Vamos, debo levantarme ya!" -una idea que en ese ven-
turoso instante no despierta sugestiones contradictorias o paralizantes, y
que, consiguientemente, produce enseguida sus efectos motores apropiados.
Fue nuestra conciencia aguda de la tibieza y del frío, durante el período de
lucha, lo que paralizó nuestra actividad y lo que mantuvo nuestra la idea de
levantarnos en la condición de desear y no de querer. En el preciso momento
en que cesaron estas ideas inhibidoras, la idea original ejerció sus efectos»
(James, 1890/1989: 973-974).
En suma, concluyó James, "podemos dar por sentado que toda representación
de un movimiento despierta en cierto grado la ejecución del movimiento real que es su
objeto; y que lo despierta en un grado máximo en todos los casos en que en la mente
no se encuentra presente al mismo tiempo alguna representación antagónica" (Ja-
mes, 1890/1989: 975). La ejecución del acto voluntario no precisaba una resolución
expresa de la voluntad, dado que las ideas tendían a producir sus efectos motrices
en virtud de la ya mencionada ley de la difusión de la energía nerviosa.
En opinión de James, la noción de "fuerza de voluntad" procedía de las situa-
ciones en que las corrientes nerviosas quedaban bloqueadas a consecuencia de la
oposición reinante entre las ideas. Pero esto era poco frecuente y la mayoría de las
veces, escribió James, "el movimiento es el efecto inmediato natural de la sensación,
independientemente de cuál pueda ser la calidad de la sensación. Esto es así en las
Capítulo 9: La psicología norteamericana 397
acciones reflejas, esto es así en la expresión emocional, esto es así en la vida volunta-
ria. De esto se deduce que la acción ideomotora no es ninguna paradoja que debe
ser suavizada o explicada. Obedece al tipo de toda acción consciente" (James,
1890/1989: 975-976).
Granville Stanley Hall (1844-1924) pasó la infancia en un ambiente rural muy dis-
tinto al del cosmopolita William James. Natural de Ashfield, un pueblecito de Massa-
chusetts, era hijo de una maestra que tenía la costumbre de anotar en una libreta los
progresos de sus hijos, y de un labrador culto que fue miembro del parlamento de
Massachusetts. Su infancia transcurrió en el campo, en un ambiente austero que le in-
culcó los valores de la laboriosidad y espíritu de sacrificio típicos de los puritanos.
La Universidad de Clark. En 1888, Hall dejó Johns Hopkins para hacerse cargo
de la dirección de una nueva Universidad fundada en Worcester por Jonas Gilman
Clark (1815-1990), un multimillonario de esa localidad. Tras visitar los principales
centros europeos, decidió organizarla conforme al modelo alemán para que los pro-
fesores y alumnos pudieran dedicarse plenamente a la investigación.
La Universidad de Clark inició su singladura en 1889 con cinco departamentos
-psicología, biología, química, física y matemáticas- siendo el de psicología el más
importante. Hall se llevó consigo a sus principales colaboradores de Johns Hop-
kins, E. C. Sanford (1859-1924) y H. H. Donaldson (1857-1938), y contrató a Franz
Boas (1858-1942) para ocuparse de la antropología física. La Universidad contó
inicialmente con 18 profesores y 34 estudiantes, todos ellos ilusionados con el ideal
de la investigación. Pero enseguida surgieron los problemas, derivados del autori-
tarismo de Hall y de la falta de recursos económicos de la institución. En 1892, los
profesores se le rebelaron y el 70% marchó a la recién fundada Universidad de
Chicago.
En medio de esas dificultades, Hall decidió crear la Sociedad Norteamericana
de Psicología. En la primavera de 1892 cursó invitaciones a todos los psicólogos
conocidos, cuyo número no pasaba de 26, para participar en una reunión prelimi-
nar el 8 de julio en Worcester. Acudieron la mitad de los convocados, los cuales
acordaron tener la primera reunión formal en la Universidad de Pensilvania. En
dicha reunión, celebrada el 27 de diciembre, Hall fue elegido Presidente de la nue-
va Sociedad.
La Sociedad Norteamericana de Psicología jugó un papel importante en la de-
fensa de los intereses profesionales y científicos de los psicólogos. Una medida de
su éxito nos la ofrece el rápido incremento del número de socios, que pasó de los 31
fundadores del año 1892 a los 127 de 1900, y en 1929 se aproximaba al millar (Cat-
tell, 1929/1947).
En la década de los noventa, Hall impulsó la psicología evolutiva. En 1891 or-
ganizó el Movimiento para el Estudio del Niño con la fundación de la revista Peda-
gogical Seminary y la institución de un curso de verano para maestros. En la Expo-
sición Universal de 1893, celebrada en Chicago con motivo del cuarto centenario
del descubrimiento de América, dirigió un congreso sobre "Psicología Experimen-
tal y Educación", y al año siguiente comenzó a enviar cuestionarios a todos los
maestros del país con vistas a determinar los estadios del desarrollo infantil. Entre
los años 1894 y 1915 distribuyó un total de 194 cuestionarios y recibió cientos de
miles de respuestas. Aunque el método fue criticado por su falta de rigor, contri-
Capítulo 9: La psicología norteamericana 403
buyó a que la sociedad tomara conciencia de ·la importancia del estudio científico
del niño.
En 1904, Hall publicó los dos volúmenes del libro Adolescencia, una obra de
síntesis iniciada diez años antes. En ella se entremezclaban datos de disciplinas
muy diversas, tal y como lo indicaba su título: Adolescencia: su Psicología y sus Re-
laciones con la Fisiología, Antropología, Sociología, Sexo, Crimen, Religión y Edu-
cación.
Los estudios sobre el juego eran importantes porque el ejercicio físico era fun-
damental para la salud y el movimiento muscular era el modelo o paradigma de las
funciones mentales. Hall propuso una explicación del juego distinta de la de Karl
Groos (1861-1946), un psicólogo alemán que era la máxima autoridad en la mate-
ria. Mientras que para este autor el juego representaba una preparación para las fu-
turas actividades del adulto, Hall creía que era una vía de escape para los impulsos
más primitivos. Los verdaderos juegos, es decir, los no contaminados por la imita-
ción, no repetían nunca lo que filogenéticamente era una novedad, sino las funcio-
nes más atávicas que desaparecían al entrar en la madurez. Tal y como escribió, los
juegos eran "los hábitos motóricos y el espíritu del pasado de la raza, persistentes
en el presente, en cuanto funciones rudimentarias casi siempre de órganos rudi-
mientarios y siempre afines a ellos" (Hall, 1904: 202). Los juegos eran necesarios
para desarrollar las capacidades e impulsos más primitivos de la naturaleza huma-
na, ya que repetían, paso a paso, las actividades de nuestros antepasados. Esta era
la razón por la que los niños se encontraban tan a gusto en ellos: era como si hubie-
ran recuperado el paraíso perdido. Antes de adquirir la conductas civilizadas del
adulto era preciso dar rienda suelta en el juego a los impulsos más salvajes.
Los trabajos psicológicos más importantes versaron sobre la mentira y las emo-
ciones infantiles. El artículo sobre las "Mentiras de los Niños" (Hall, 1890) fue pro-
bablemente el primero que trató sistemáticamente de este tema tan importante. La
mayoría de las mentiras infantiles eran producto de la imaginación -de la facultad
mitopoética, como la llamó Hall- y formaban parte del juego. Por esta razón, no
debían ser castigadas de un modo indiscriminado, salvo en el caso de que le sirvie-
ran de pretexto al niño para atraer la atención de los adultos. Más que eliminarlas,
había que controlarlas.
Los estudios sobre los miedos (Hall, 1897) y cólera infantiles(Hall, 1899) tam-
bién fueron importantes. Con respecto a los primeros, Hall insistió en que eran
muy numerosos y tenían una base hereditaria. Los miedos versaban sobre la pérdi-
da de apoyo físico, el agua, los animales, la obscuridad, enfermedad, etc., y era po-
sible dominarlos con la ayuda de los adultos. La cólera, por su parte, obedecía a
causas naturales y su expresión era necesaria para un desarrollo normal de la per-
sonalidad.
Todos esos trabajos tendían a destacar las diferencias entre el niño y el adulto,
sobre todo en lo que respecta a imaginación e impulsos. Tal y como escribió su bió-
grafa Ross, Hall creía que el niño "vivía en un mundo apartado de la sociedad adul-
ta civilizada y llenaba su experiencia con reconstrucciones imaginativas de su mundo
interno y externo. Incluso cuando estaba hambriento de hechos y parecía tomar el
mundo en su valor nominal, sus actitudes e intereses brotaban de las necesidades
más exóticas. Sus impulsos y fantasías frecuentemente despertaban la sospecha y
hostilidad del mundo adulto; pero representaban la auténtica línea de desarrollo"
(Ross, 1972: 307).
nadas por las conductas hereditarias y los automatismos. Los niños tenían que ejecu-
tar muchos movimientos de locomoción, prensión, ataque, defensa, etc., que en las
especies prehumanas eran capitales para la supervivencia. Por esta razón, los educa-
dores no debían impedir esos movimientos ni coartar los instintos de juego, caza o
lucha, porque la expresión de los mismos era necesaria para que se produjera una
catarsis emocional. De ahí la conveniencia de fomentar y canalizar debidamente esos
impulsos, especialmente en las ciudades modernas donde, en opinión de Hall, los
niños tendían a madurar antes de tiempo. El contacto con los bosques, el mar, las flo-
res y los animales era la vía más idónea para librarles de esa maduración precoz. Y si
ello no era posible, había que intentar satisfacer esos impulsos mediante cuentos y
relatos de héroes en los que pudieran ver dramatizadas las virtudes de la humanidad
más primitiva.
La edad de 6 ó 7 años representaba la culminación de un estadio de la vida, el
legado de una antigua raza que alcanzó la madurez al margen de la ayuda pater-
na, que iniciaba un período de calma que duraba hasta los 12 años. El tamaño del
cerebro se aproximaba al del adulto, la salud era buena, la actividad más variada
que nunca y el niño tenía mucha resistencia a la fatiga. Además desarrollaba una
vida propia, fuera del círculo familiar, y sus intereses naturales estaban más libres
de la influencia de los adultos. Sus capacidades sensoriales eran altas, parecía in-
mune al peligro y también a la tentación, pero todavía no había desarrollado la
razón, ni la moralidad, religión, simpatía, amor y demás cualidades superiores del
adulto.
La escolarización debería comenzar a los 8 años y no antes, cuando se cerraba
el capítulo de la naturaleza y comenzaba el de la educación. Hall recomendó disci-
plina y aprendizaje memorístico, instrucción intensiva sin apelar a los intereses del
niño, pero al mismo tiempo dijo que la educación debía ser complementada con el
juego libre y otras actividades que desarrollaran la imaginación y los instintos tri-
bales.
La adolescencia representaba el nacimiento a una nueva vida, a las adquisiciones
más recientes de la raza humana. Con la pubertad se iniciaba un proceso de rápidas
transformaciones somáticas, acompañado de fuertes cargas energéticas, que rompía
el equilibro de la etapa anterior. De ahí que fuera una época de "tormenta y estrés",
caracterizada por la lucha entre impulsos y sentimientos contrarios. El adolescente
era presa de una gran inseguridad y al mismo tiempo tenía momentos de confianza
excesiva en sus propias fuerzas; estaba dividido entre el egoísmo y el altruismo, entre
períodos de actividad desbordante y otros de inercia e inactividad. Su tarea principal
era pasar del egoísmo al altruismo, del amor a uno mismo al interés por la raza. Se
hallaba ante el dilema de elegir entre su yo individual o el servicio a los demás. En es-
ta elección jugaba un papel importante la religión, dado que para Hall la adolescen-
cia era el momento de la conversión religiosa, una experiencia emocional intensa que
llevaba a renunciar al propio yo para entregarse al ideal del amor a todo el género
humano.
La adolescencia daba paso a la madurez, una etapa de la vida en la que los im-
pulsos, creencias y voliciones, tanto individuales como sociales, se unificaban en
una personalidad armónica.
Capítulo 9: La psicología norteamericana 407
9.4. Conclusión
sonas se preocupan muy poco o nada de las razones filosóficas últimas de los fenó-
menos mentales, pero en cambio están interesadísimas por mejorar las ideas, dispo-
siciones y conductas de los individuos particulares que tienen a su cargo» (James,
1892: 148).
Bechterev, V. M. (1912). Was ist Psycho-reflexologie? Deutsch. Med. Wochesch., 38, 1481-1487.
Bechterev, V. M. (1918/1932). General Principies of Human Reflexology. New York: lnternat. Univ.
Pub.
Behrens, P. J. (1980). The First Dissertation in Experimental Psychology: Max Friedrich's Study of
Apperception. En W. G. Bringmann, R. D. Tweney (Eds.). Wundt Studies (193-212). Toronto:
Hogrefe.
Bell, C. (1811). Idea of a New Anatomy of the Brain: Submitted for the Observation of his Friends. Lon-
don: Strahan and Preston.
Ben David, J., Collins, R. (1966). Social Factors in the Origins of a New Science: the Case of Psycho-
logy. Amer. Soc. Rev., 31, 451-465.
Berkeley, G. (1709/1980). Ensayo de una Nueva Teoría de la Visión. Buenos Aires: Aguilar.
Berkeley, G. (1710/1992). Tratado sobre los Principios del Conocimiento Humano. Madrid: Alianza.
Berkeley, G. (1713/1963). Tres Diálogos entre Hilas y Filonus en Oposición a Escépticos y Ateos.
Madrid: Aguilar.
Bernheim, H. (1884). De la Suggestion dans l'État Hypnotique et dans l'État de Veille. Paris: Doin.
Bernheim, H. (1885). L'Hypnotisme chez les Hystériques. Rev. Phil., 19,311-316.
Bernheim, H. (1886). De la Sugestión y sus Aplicaciones a la Terapéutica. Oviedo: Imprenta de Vicente
Braida.
Bernheim, H. (1891). Hypnotisme, Suggestion, Psychothérapie: Études Nouvelles. Paris: Doin.
Binet, A. (1880). De la Fusion des Sensations Semblables. Rev. Phil., 10, 284-294.
Binet, A. (1883). Du Raisonnement dans les Perceptions. Rev. Phil., 15, 406-432.
Binet, A. (1884a). L'Hallucination: Recherches Théoriques. Rev. Phil., 17, 377-412.
Binet, A. (1884b). L'Hallucination: Recherches Expérimentales. Rev. Phil., 17, 473-502.
Binet, A. (1884c). Visual Hallucination in Hypnotism. Mind, 9, 413-415.
Binet, A. (1886/1902). La Psicología del Razonamiento. Madrid: Fernando Fe.
Binet, A. (1887/1904). El Fetichismo en el Amor. Madrid: D. Jorro.
Binet, A. (1889). On Double Consciousness. Chicago, III.: Open Court.
Binet, A. (1890a). Recherches sur les Mouvements chez Quelques Jeunes Enfants. Rev. Phil., 29,
297-309.
Binet, A. (1890b). Perceptions d'Enfants. Rev. Phil., 30, 582-611.
Binet, A. (1890/1996). La Percepción de Longitudes y Números en Algunos Niños. En J. M. Gondra
(Ed.). La Psicología Moderna (159-171). Bilbao: Desclée.
Binet, A. (1892). Les Alterations du Personnalité. Paris: Alean.
Binet, A. (1894). Contributions a L'Étude du Systeme Nerveux Sous-intestinal des Insectes. J. Anat.
Physiol., 30, 449-580.
Binet, A. (1900). La Sugestibilité. Paris: Schleicher.
Binet, A. (1903). Étude Experimentale de L'Intelligence. Paris: Schleicher.
Binet, A. (1903b). La Pensée sans Images. Rev. Phil., 55, 138-152.
Binet, A. (1906/1965). Grafología y Ciencia: el Control Científico de las Revelaciones de la Escritura.
Buenos Aires: Paidós.
Binet, A. (1909/1910). Ideas Modernas sobre los Niños. Madrid: José Ruiz.
Binet, A. (1911). Nouvelles Recherches sur la Mesure du Niveau Intellectuel chez les Enfants. Année
Psychol., 17, 145-201.
Binet, A., Féré, C. (1885a). L'Hypnotisme chez les Hysteriques: le Transfert. Rev. Phil., 19, 1-25.
Binet, A., Féré, C. (1885b). La Polarisation Psychique. Rev. Phil., 19, 369-402.
Binet, A., Féré, C. (1887). Le Magnetisme Animal. Paris: Alean.
Binet, A., Henneguy, L. (1894). La Psychologie des grands Calculateurs et Jouers D'échecs. Paris:
Hachette.
Binet, A., Henri, V. (1894). Recherches sur le Développement de la Mémoire Visuelle des Enfant. Rev.
Phil., 37, 348-350.
Binet, A., Henri, V. (1895a). La Mémoire de Mots. Année Psychol., 1, 1-23.
Binet, A., Henri, V. (1895b). La Mémoire des Phrases. Année Psychol., 1, 24-59.
Binet, A., Henri, V. (1896). La Psychologie Individuelle. Année Psychol., 2, 411-465.
Binet, A., Lorde, A. (1909). Thélitre d'Épouvante. Paris: Lib. Théiitrale.
Bibliografía 413
Buss, A. R. (1976). Galton and the Birth of Differential Psychology and Eugenics. J. Hist. Be h. Sci., 11,
47-58.
Buss, A. R. (Ed.). (1979). Psychology in Social Context. New York: Irvington.
Cabanis, P. J. G. (1796-98). Considerations Générales sur l'Étude de l'Homme et sur les Rapports de son
Organization Physique avec ses Facultés Intellectuelles et Morales. París: Turot.
Calkins, M. W. (1896). Association: an Essay Analytic and Experimental. Psychol. Monogr., 1, n. 0 2.
Calkins, M. W. (1900). Psychology as Science of Selves. Phil. Rev., 9, 490-501.
Calkins, M. W. (1901). An Introduction to Psychology. New York: Macmillan.
Calkins, M. W. (1910). A First Book in Psychology. New York: Macmillan.
Candolle, A. (1873). Histoire des Ciences et des Savants depuis Deux Siecles. Geneva: Georg.
Cannon, W. B. (1927). The James-Lange Theory of Emotions: a Critica! Examination. Amer. J. Psy-
chol., 39, 106-124.
Caparrós, A. (1978). La Psicología, Ciencia Multiparadigmática. Anuario de Psicología, 19, 79-109.
Caparrós, A. (1979). Introducción Histórica a la Psicología Contemporánea. Barcelona: Rol.
Caparrós, A. (1980). El Proyecto Psicológico de Wundt en Heidelberg. Anuario de Psicología, 23, 3-15.
Caparrós, A. (1986). H. Ebbinghaus, un Funcionalista Investigador Tipo Dominio. Barcelona: Univ.
Barcelona.
Carpenter, W. B. (1875). Principies of Mental Physiology. New York: Appleton.
Carpintero, H. (1972). Positivismo e Introspección. Rev. Psicol. Gral. Apl., 28, 675-688.
Carpintero, H. (1996). Historia de las Ideas Psicológicas. Madrid: Pirámide.
Cattell, J. M. (1885). Uber die Zeit der Erkennung und Benennung von Schriftzeichen Bildern und
Farben. Phil. Stud., 2, 635-650.
Cattell, J. M. (1886). The Time it Takes to See and N ame Objects. Mind, 11, 63-65.
Cattell, J. M. (1916/1947). Our Psychological Association. En A. T. Poffenberger (Ed.). James McKeen
Cattell, Man of Science (Vol. 2, 334-345). New York: Science Press.
Cattell, J. M. (1928). Early Psychological Laboratories. Science, 67, 543-548.
Cattell, J. M. (1929/1947). Psychology in America. En A. T. Poffenberger (Ed.). James McKeen Cattell,
Man of Science (Vol. 2, 441-484). New York: Science Press.
Coleman,S. R.,Cola, P., Webster, S. (1993). Empirical Assessment of Methodology in the History -of-
Psychology Literature. Amer. J. Psychol., 106, 253-272.
Colodrón, A. (1968). Prólogo, en l. Pavlov. Fisiología y Psicología (7-16). Madrid: Alianza.
Comte, A. (1830-42). Course de Philosophie Positive. Paris: Baillere.
Comte, A. (1851/1969). Systeme de Politique Positive ou Traité de Sociologie, Instituant la Religion de
L'humanité (4 vols.). Brussels: Culture et Civilisation.
Condillac, E. B. (1746/1922). Ensayo sobre el Origen de los Conocimientos Humanos. Madrid: Reus.
Condillac, E. B. (1754/1964). Lógica y Extracto Razonado del Tratado de las Sensaciones. Buenos
Aires: AguiJar.
Coon, D. J. (1992). Testing the Limits of Sense and Science. American Experimental Psychologists
Combat Spiritualism, 1880-1920. Amer. Psychol.,47, 143-151.
Costall, A. (1993). How Lloyd Morgan's Canon Backfired. J. Hist. Beh. Sci., 27, 113-122.
Cousin, V. (1853/1878). Du Vrai, du Beau et du Bien. 20 ed. París: Didier.
Charcot, J. M. (1893). The Faith-cure. The New Review, 8, 18-31.
Charcot, J. M. (1897). La Foi qui Guérit. París: Alean.
Chastenet de Puységur, A. M. J. (1784-85). Mémoires pour Servir a l'Histoire et a l'Etablissement du
Magnétisme Animal (2 vals.) Paris: Cellot.
Chastenet de Puységur, A. M. J. (1811). Recherches, Expériences, et Observations Physiologiques sur
l'Homme dans l'État du Somnambulisme Naturel, et dans le Somnambulisme Provoqué par l'Acte
Magnétique. París: Dentu.
Chelpanov, G. (1896-1904). El Problema de la Percepción del Espacio y su Relación con las Doctrinas
del Innatismo y Apriorismo (en ruso). Kiev.
Damaye, H. (1903). Essai de Diagnostic entre les États de Débilités Mentales. París: Steinheil.
Danzinger, K. (1979). The Positivist Repudiation of Wundt. J. Hist. Beh. Sci., 15, 205-230.
Danzinger, K. (1980a). Wundt and the two Traditions of Psychology. En W. Rieber (Ed.). Wundt and
the Making of a Scientific Psychology (73-87). New York: Plenum.
Bibliografía 415
Danzinger, K. (1980b ). On the Treshold of the New Psychology: Situating Wundt and James. En. W. G.
Bringmann, R. D. Tweney (Eds.). Wundt Studies: a Centennial Collection (363-379). Toronto:
Hogrefe.
Danzinger, K. (1983). Origins and Basic Principies of Wundt's Wolkerpsychologie. British J. Social
Science, 22, 303-313.
Danzinger, K. (1984). Toward a Critica! Historiography of Psychology. Rev. Hist. Psicol., 5, 99-108.
Danzinger, K. (1985). The Origins of the Psychological Experiment as a Social Institution. Amer. Psy-
chol., 40, 133-140.
Danzinger, K. (1990a). Constructing the Subject, Historical Origins of Psychological Research. New
York: Cambridge Univ.
Danzinger, K. (1990b ). Generative Metaphor and the History of Psychological Discourse. En D. E.
Leary (Ed.). Metaphors in the History of Psychology (331-356). Cambridge: Cambridge University.
Darwin, Ch. (1859/1980). El Origen de las Especies. Barcelona: Bruguera.
Darwin, Ch. (1871/1974). El Origen del Hombre y la Selección Sexual. Barcelona: EDAF.
Darwin, Ch. (1872/1984). La Expresión de las Emociones en los Animales y en el Hombre. Madrid:
Alianza.
Darwin, E. (1794). Zoonomy. London: J. Johnson.
Deleuze, J. P. F (1813). Histoire Critique du Magnétisme Animal. París: Mame.
Descartes, R. (162911984). Reglas para la Dirección de la Mente. Madrid: AguiJar.
Descartes, R. (1637/1981). Discurso del Método; Dióptrica; Meteoros y Geometría. Madrid: Alfaguara.
Descartes, R. (1637/1989). Discurso del Método. Barcelona: Ediciones B.
Descartes, R. (164111977). Meditaciones Metafísicas. Madrid: Alfaguara.
Descartes, R. (1650/1981). Las Pasiones del Alma. Madrid: AguiJar.
Descartes, R. (1662/1990). El Tratado del Hombre. Madrid: Alianza.
Descartes, R. (1662/1991). El Mundo o el Tratado de la Luz. Madrid: Alianza.
Dewey, J. (1887). Psychology. New York: Harper.
Diamond, S. (1980). Wundt Befare Leipzig. En R. W. Rieber (Ed.). Wilhelm Wundt and the Making of
Scientific Psychology (3-70). New York: Plenum.
Dilthey, W. (1883/1956). Introducción a las Ciencias del Espíritu. Madrid: Revista de Occidente.
Dilthey, W. (1894). Ideen über eine berschereibende und zergliedernde Psychologie. Sitzungsberichte
Akad. Wiss. Berlin, 2, 1.309-1.407.
Donders, F. C. D. (1863). Die Schnelligheit psychischer Processe. Arch. Anal. Physiol., 657-681.
Donnelly, M. E. (Ed.) (1992). Reinterpreting the Legacy ofWilliam James. Washington, DC: APA.
Ebbinghaus, H. (1873). Uber die Hartmannsche Philosophie des Unbewussten. Düsseldorf: F. Dietz.
Ebbinghaus, H. (1885). Uber das Gedachtnis: Untersuchungen zur experimentellen Psychologie. Leipzig:
Duncker und Humboldt. •
Ebbinghaus, H. (1896). Uber erklarende und beschreibende Psychologie. Zeitschr. Psychol., 9, 161-205.
Ebbinghaus, H. (1897). Uber eine neue Methode zur Prüfung geistiger Fahigkeiten and ihre Anwen-
dung bei Schulkindern. Zeitschr. Psychol., 13, 401-459.
Ebbinghaus, H. (1897-1902). Grundzüge der Psychologie (2 vals.). Lepizig: Veit.
Ebbinghaus, H. (1905). Grundzüge der Psychologie, l. 2." ed. Leipzig: Veit.
Ebbinghaus, H. (1908). Abbriss der Psychologie. Leipzig: Veit.
Ebbinghaus, H. (1908/1973). Psychology: An Elementary Text-Book. New York: Arno.
Ellenberger, H. F. (1970/1981). El Descubrimiento del Inconsciente. Madrid: Gredas.
Este!, V. (1885). Neue Versuche über den Zeitsinn. Phil. Studien, 2, 37-65.
Fancher, R. E. (1977). Brentano's Psychology from an Empírica! Standpoint and Freud's Early
Metaphyschology. J. Hist. Beh. Sci., 13, 207-227.
Fancher, R. E. (1985). The Intelligence Men: Makers ofthe IQ Controversy. New York: Norton.
Fancher, R. E. (1990). Pioneers of Psychology. 2." ed. New York: Norton.
Fechner, G. T. (1821). Beweiss, der Mond ausJodine bestehe. Leipzig: Voss.
Fechner, G. T. (1822). Panegyrikus der jetzigen Medicin und Naturgeschichte. Leipzig: Hartman.
Fechner, G. T. (1825). Vergleichende Anatomie der Engel. Leipzig: Baumgartner.
Fechner, G. T. (1831 ). Massbestimmungen über die galvanische Kette. Leipzig: Brockhaus.
Fechner, G. T. (1836). Das Büchlein van Leben nach dem Tode. Dresden: Grimmer.
416 Bibliografía
Gondra, J. M. (1991). José Miguel Barandiarán y Wilhelm Wundt. Bol. Soc. Esp. Hist. Psicol., 8, 8-10.
Gray, J. A. (1980). /van Pavlov. New York: Viking.
Gruber, H. E. (1983). History and Creative Work: from the Most Ordinary to the Most Exalted. J. Hist.
Behav. Sci., 19, 4-14.
Guthrie, E. R. (1930/1996). El Condicionamiento como Principio del Aprendizaje. En J. M. Gondra
(Ed.). La Psicología Moderna (534-546). Bilbao: Desclée.
Hall, G. S. (1878). The Muscular Perception of Space. Mind, 3, 433-450.
Hall, G. S. (1883/1996). Los Contenidos de las Mentes Infantiles. En J. M. Gondra (Ed.). La Psicología
Moderna. (88-106). Bilbao: Desclée.
Hall, G. S. (1890). Children's Lies. Amer. J. Psychol., 3, 59-70.
Hall, G. S. (1897). A Study of Fears. Amer. J. Psychology, 8, 147-249.
Hall, G. S. (1899). A Study of Anger. Amer. J. Psychology, 10, 516-591.
Hall, G. S. (1904). Adolescence. New York: Appleton.
Hall, G. S. (1911). Educational Problems. New York: Appleton.
Hall, G. S. (1912). Founders of Modern Psychology. New York: Appleton.
Hall, G. S. (1922). Senescence. New York: Appleton.
Hall, G. S. (1923). Life and Confessions of a Psychologist. New York: Appleton.
Hall, G. S., Donaldson, H. H. (1885). Motor Sensations on the Skin. Mind, 10, 557-572.
Hall, G. S., Hartwell, E. M. (1884). Bilateral Asymmetry and Function. Mind, 9, 93-109.
Hall, G. S., Jastrow, J. (1886). Studies of Rythm. Mind, 11, 55-62.
Hall, G. S., Motora, J. (1887). Dermal Sensitiveness to Gradual Pressure Changes. Amer. J. Psychol., 1,
72-98.
Hall, M. (1832). On a Particular Function of the Nervous System. Proc. Zool. S oc., 2, 190-192.
Hall, M. (1833). On the Reflex Function of the Medulla Oblongata and the Medulla Spinalis. Phil.
Trans., 123, 635-665.
Hamilton, W. (1859-60). Lectures on Metaphysics and Logic. Edinburgh: W. Blackwood.
Harper, R. S. (1950). The First Psychological Laboratory. lsis, 41, 158-161.
Hartley, D. (1749/1834). Observations on Man, his Frame, his Duty and his Expectations. London: T.
Tegg.
Hearnshaw, L. S. (1964). A Short History of British Psychology, 1840-1940. New York: Barnes and
Noble.
Hearnshaw, L. S. (1979). Cyril Burt: Psychologist. Ithaca, New York: Cornell Univ.
Hebb, D. O. (1949/1985). Organización de la Conducta. Madrid: Debate.
Helmholtz, H. L. F. (1847). Ober die Erhaltung der Kraft. Berlin: Reimer.
Helmholtz, H. L. F. von (1850a). Über die Fortpflanzungsgeschwindigkeit der Nerven Reizung. Ber.
Konig-Preuss. Akad. Wiss. Berlin, 14-15.
Helmholtz, H. L. F. von (1850b). Mesungen über den zeitlichen Verlauf der Zuckung animalischer
Muskeln und die Fortpflanzungsgeschwindigkeit der Reizung in der Nerven. Archiv. Anat. Phy-
siol. wiss. Med., 276-364.
Helmholtz, H. L. F. von (1856-1866). Handbuch der physiologischen Optik (3 vols.). Leipzjg: Voss.
Helmholtz, H. L. F. von (1863). Die Lehre von den Tonenempfindungen als physiologische Grundlage
für die Theorie der Musik. Braunschweig: Vieweg.
Helmholtz, H. L. F. von (1876). The Origin and Meaning of Geometrical Axioms l. Mind, 1, 301-321.
Helmholtz, H. L. F. von (1878). The Origin and Meaning of Geometrical Axioms 11. Mind, 3, 212-225.
Helvétius, C. A. (1758/1983). Del Espíritu. Madrid: Editora Nacional.
Helvétius, C. A. (1772-1773). De l'Homme, de ses Facultés lntellectuelles et de son Éducation. London:
Société Typographique.
Herbart, J. F. (1824/1968). Psychologie als Wissenschaft, neu gegründet aur Erfiihrung, Metaphysik und
Mathematic (2 vols.). Amsterdam: Bonset.
Herbart, J. F. (1828-1829). Allgemeine Metaphysic (2 vols.). Konigsberg: W. Unzer.
Hergenhahn, B. R. (1992). An Introduction to the History of Psychology, 2.• ed. Belmont, Ca.: Wads-
worth.
Hering, E. (1878). Zur Lehre vom Lichtsinne. Vienna: Gerold.
Hilgard, E. R. (1987). Psychology in America. A Historial Survey. New York: Harcourt Brace.
418 Bibliografía
Hilgard, E. R., Leary, D. E., McGuire, G. R. (1991). The History of Psychology: A Survey and Critica)
Assessment. Annu. Rev. Psychol., 42, 79-107.
Hobbes, Th. (1651/1989). Leviatán, la Materia, Forma y Poder de un Estado Eclesiástico y Civil.
Madrid: Alianza.
Hoffeld, D. R. (1980). Mesmer's Failure: Sex Politics and the Zeitgeist. J. Hist. Behav. Sci., 16, 377-386.
Hose, C., McDougall, W. (1912/1993). The Pagan Tribes of Borneo. Singapore: Oxford Univ.
Hothersall, D. (1995). History of Psychology. 3." ed. New York: McGraw-Hill.
Hume, D. (173911984). Tratado de la Naturaleza Humana. Barcelona: Orbis.
Hume, D. (1748/1902). Enquiries Concerning the Human Understanding and the Principies of Moral.
Oxford: Clarendon.
Hume, D. (1751/1993). Investigación sobre los Principios de la Moral. Madrid: Alianza.
Hume, D. (1754-62). The History of England (6 vols.). London: A. Millar.
Hume, D. (1758/1991). Investigación sobre el Conocimiento Humano. Madrid: Alianza.
Huxley, T. H. (1863). Evidence asto Man's Place in Nature. London: Williams & Norgate.
Huxley, T. H. (1866). Lessons in Elementary Physiology. London: Macmillan.
Itard, J. M. G. (1801/1990). Memoria e Informe sobre Victor de l'Aveyron. Madrid: Alianza.
James, W. (1884). On sorne Omissions of Instrospective Psychology. Mind, 9, 1-26.
James, W. (188411985). ¿Qué es una Emoción? Estudios de Psicología, 21,57-73.
James, W. (1890). The Principies of Psychology (2 vols.). New York: Holt.
James, W. (1890/1989). Principios de Psicología. México: FCE.
James, W. (1892). A Plea for Psychology as a 'Natural Science'. Phil. Rev., 1, 146-153.
James, W. (1892/1984). Psychology: Briefer Course. Cambridge, Ma.: Harvard Univ.
James, W. (1895/1978). The Knowing of Things Together. En F. J. Burkhardt (Ed.). The Works of
William James: Essays in Philosophy (71-89). Cambridge, Ma.: Harvard Univ.
James, W. (1897/1922). La Voluntad de Creer y otros Ensayos de Psicología Popular. Madrid: D. Jorro.
James, W. (1898/1978). The Pragmatic Method. En F. J. Burkhardt (Ed.). The Works ofWilliam James:
Essays in Philosophy (123-139). Cambridge, Ma.: Harvard University.
James, W. (189911924). Psicología Pedagógica para Maestros. Sobre Algunos Ideales de la Vida.
Madrid: D. Jorro.
James, W. (190211980). Las Variedades de la Experiencia Religiosa. Madrid: Península.
James, W. (1904a/1976). Does 'Consciousness' exist? En F. J. Burkhardt (Ed.). The Works of William
James: Essays in Radical Empiricism (3-19). Cambridge, Ma.: Harvard Univ.
James, W. (1904b/1976). A World of Pure Experience. En F. J. Burkhardt (Ed.). The Works ofWilliam
James: Essays in Radical Empiricism (21-44). Cambridge, Ma.: Harvard Univ.
James, W. (1905/1976). The Thing and its Relations. En F. J. Burkhardt (Ed.). The Works of William
James: Essays in Radical Empiricism. (45-59). Cambridge, Ma: Harvard Univ.
James, W. (1907/1978). Pragmatism: a New N ame for sorne old Ways of Thinking. En F. J. Burkhardt
(Ed.). The Works of William James: Pragmatism and the Meaning of Truth (1-166). Cambridge,
Ma.: Harvard University.
James, W. (1907/1975). El Pragmatismo. Buenos Aires: AguiJar.
James, W. (1909). Report on Mrs. Piper's Hodgson-Control. Proc. Amer. Soc. Psychical Research, 3,
470-589.
James, W. (1909/1957). El Significado de la Verdad. Madrid: AguiJar.
James, W. (191211976). Essays in Radical Empiricism. En F. J. Burkhard (Ed.). The Works of William
James: Essays in Radical Empiricism. Cambridge, Ma.: Harvard Univ.
Janet, P. (1885). Note sur Quelques Phénomenes de Somnambulisme. Bulletin de la Soc. de Psychol.
Physiologique, 1, 24-32.
Janet, P. (1886). Les Actes Inconscients et la Dédoublement de la PersonnaEté pendant le Sonnambu-
Iisme Provoqué. Rev. Phil., 22, 577-592.
Janet, P. (1889). L'Automatisme Psychologique: Essai de Psychologie Expérimentale sur les Formes
lnférieures de l'Activité. Paris: Alean.
Janet, P. (1893). Contribution a l'Étude des Accidents Mentaux chez les Hysteriques. Paris: Rueff.
Janet, P. (1898). Névroses et ldées Fixes. Paris: Alean.
Janet, P. (1903). Les Obsessions et la Psychasthénie. Paris: Alean.
Bibliografía 419
Lamarck, J. B. (1815-1822). Histoire Naturelle des Animaux sans Vertebres (7 vols.). Paris: Verdiere.
Lange, C. G. (1885/1887). Ober Gemüthsbewegungen. Leipzig: Thomas.
Lange, L. (1888). Neue Experimente über den Vorgang der einfachen Reaktion auf Sinneseindrück.
Phi!. Stud., 4, 479-510.
Lashley, K. S. (1930). Basic Neural Mechanisms in Behavior. Psychol. Rev., 37, 1-24.
Laudan, L. (1977). Progress and its Problems. Berkeley, Cal.: Univ. of California.
Laurence, J. R., Perry, C. (1988). Hypnosis, Will, and Memory: A Psycho-Legal History. New York:
Guilford.
Leahey, T. H. (1992/1994). Historia de la Psicología. Madrid: Debate.
Leahey, T. H. (1996). A History of Psychology: Main Currents in Psychological Thought. 4." ed. Upper
Saddle River, N. J.: Prentice Hall.
Leary, D. E. (1992). William James and the Art of Human Understanding. Amer. Psychol., 47, 152-160.
Leibniz, G. W. (1686/1942). Discurso de Metafísica. Madrid: Revista de Occidente.
Leibniz, G. W. (1710/1928). Teodicea o Tratado sobre la Libertad del Hombre y el Origen del Mal.
Madrid: AguiJar.
Leibniz, G. W. (1714/1983). Monadología. Barcelona: Ediciones Orbis.
Leibniz, G. W. (1765/1992). Nuevos Ensayos sobre el Entendimiento Humano. Madrid: Alianza.
Leontiev, A. N (1978). Activity, Consciousness and Personality. Englewood Cliffs, NJ: Prentice-Hall.
Lewes, G. H. (1859-1860). The Physiology ofCommon Lije (2 vols.). Edinburgh: Blackwood.
Liébeault, A. A. (1866). Du Sommeil et des États Analogues, Considérés au Point de Vue de l'Action
Mora/e sur le Physique. Paris: Masson.
Liégeois, J. (1889). De la Suggestion et du Somnambulisme dans leurs Rapports avec la Jurisprudence et
la Médecine Légale. Paris: Doin.
Lindenfeld, O. (1978). O. Külpe and the Würzburg School. J. Hist. Beh. Sci., 14, 132-141.
Locke, J. (168911988). Two Treatises on Government. Cambridge: Cambridge Univ.
Locke, J. (1690). An Essay Concerning Human Understanding. London: Thomas Basset.
Locke, J. (1693/1963). Sorne Thoughts Concerning Education. En The Works of J. Locke (vol. 9, 1-210).
Aalen: Scientia Verlag.
Locke, J. (1700/1980). Ensayo sobre el Entendimiento Humano. Madrid: Editora Nacional.
Lotze, R. H. (1852). Medizinische Psychologie oder Physiologie der Seele. Leipzig: Weidmann.
Lubek, J., Apfelbaum, E. (1987). Neo-Behaviorism and the García Effect: A Social Psychology of
Science Approach to the History of a Paradigm Clash. En G. M. Ash, W. R. Woodward (Eds.).
Psychology in Twentieth Century Thought and Society (59-91). New York: Cambridge University.
Luria, A. R. (1976/1980). Los Procesos Cognitivos, Análisis Socio-histórico. Barcelona: Fontanella.
Mach, E. (1875). Grundlinien der Lehre von den Bewegungsempfindungen. Leipzig: Brockhaus.
Mach, E. (1883). Die Mechanik in ihrer Entwicklung historisch-kritisch dargestellt. Leipzig: Brockhaus.
Mach, E. (1886/1987). El Análisis de las Sensaciones. Barcelona: Altafulla.
Mach, E. (1905/1948). Conocimiento y Error. Buenos Aires: Espasa Calpe.
Maine de Biran, M. F. P. G. (1803/1922). Influence de I'habitude sur la Faculté de Penser. En P. Tisse-
rand (Ed.). Oeuvres de Maine de Biran, Tome 2. París: Alean.
Maine de Biran, M. F. P. G. (1805/1988). Mémoire sur la Décomposition de la Pensée. En P. Tisserand
(Ed.). Oeuvres de Maine de Biran, Tome 3. Paris: J. Vrin.
Maine de Biran, M. F. P. G. (1807/1995). De L'Apperception Inmédiate. En P. Tisserand (Ed.). Oeuv-
res de Maine de Biran, Tome 4. Paris: J. Vrin.
Maine de Biran, M. F. P. G. (1812/1942). Essai sur les Fondements de la Psychologie. En H. Gouhier
(Ed.). Oeuvres Choisies de Maine de Biran (67-153). Paris: Aubier.
Maine de Biran, M. F. P. G. (1965). Autobiografía y Otros Escritos. Madrid: AguiJar.
Malthus, T. R. (1798/1846). Ensayo sobre el Principio de la Población. Madrid: D. Lucas González.
Maller, J. B. (1934). Forty Years of Psychology. A Statistical Analysis of American and European
Publications 1894-1933. Psychol. Bull., 31, 533-559.
Marañón, G. (1924). Contribution a I'Étude de I'Action Émotive de I'Adrénaline. Revue Francaise
d'Endocrinologie, 2, 301-325.
Marbe, K. (1901). Experimentell-psychologische Untersuchungen über das Urteil, eine Einleitung in die
Logik. Leipzig: Engelman.
Bibliografía 421
Mayer, A., Orth, J. (1901). Zur qualitativen Untersuchung der Associationen. Zeitschr. Psychol., 26, 1-13.
McCosh, J. (1886). Psychology, the Cognitive Powers. New Y ark: Scribner's.
McCosh, J. (1887). Psychology, the Emotive Powers. New York: Scribner's.
McDougali, W. (1901). Sorne New Observations in Suppart of Thomas Young's Theory of Ligth- and
Colour-Vision. Mind, JO (N. S.), 52-97,210-245. 374-382.
McDougall, W. (1905). Physiological Psychology. London: Dent.
McDougall, W. (1908/1928). An lntroduction to Social Psychology. 21.' ed. London: Methuen.
McDougall, W. (1911). Body and Mind. London: Methuen.
McDougali, W. (1912). Psychology, the Study of Behaviour. New York: Holt.
McDougali, W. (1923). Outline of Psychology. New York: Scribner's.
McDougall, W. (1926). Outline of Abnormal Psychology. New York: Scribner's.
McDougall, W. (1930a). The Hormic Psychology. En C. Murchison (Ed.). Psychologies of 1930 (3-36).
Worcester, Ma.: Clark Univ.
McDougali, W. (1930b). William McDougall. En C. Murchison (Ed.). A History of Psychology in Auto-
biography. (vol. 1, págs. 191-223). Worcester, Ma.: Clark Univ.
McDougall, W. (1930c). Second Repart on a Lamarckian Experiment. En Ninth International Congress
of Psychology: Proceedings and Papers (302-303). Princeton, N. J.: Psychol. Review.
McDougall, W. (1932). The Energies of Men. London: Methuen.
McDougali, W. (1936). Psycho-Analysis and Social Psychology. London: Methuen.
Merton, R. K. (1973/1985). Sociología de la Ciencia. Madrid: Alianza
Mesmer, F. A. (1779). Mémoire sur la Découverte du Magnétisme Animal. Paris: Didot.
Mesmer, F. A. (1799). Mémoire de F. A. Mesmer, Docteur en Médecine sur ses Découvertes. Paris: Fuchs.
Mili, J. (1817). The History of British India. London: Baldwin, Cradock and Joy.
Mili, J. (1826). Elements of Political Economy. London: Bohn.
Mili, J. (1829/1967). Analysis ofthe Phenomena ofthe Human Mind. New York: Keliey.
Mili, J. S. (1843/1913). Sistema de Lógica Inductiva y Deductiva. Madrid: D. Jorro.
Mili, J. S. (184811985). Principios de Economía Política. México: FCE.
Mili, J. S. (1869). The Subjection ofWomen. London: Longmans, Green.
Mili, J. S. (187311986). Autobiografía. Madrid: Alianza.
Milier, G. A. (1956). The Magical Number Seven, Plus or Minus Two. Psychol. Rev., 63, 81-97.
Moleschott, J. (1852/1881 ). La Circulación de la Vida: Cartas sobre la Fisiología en Contestación a las
Cartas sobre la Química. Madrid.
Morgan, C. L. (1890). Animal Life and Intelligence. London: E. Arnold.
Morgan, C. L. (1894). An Introduction to Comparative Psychology. London: Walter Scott.
Morgan, C. L. (1894/1906). An Introduction to Comparative Psychology. 2.' ed. New York: Scribner's.
Morgan, C. L. (1896). Habit and lnstinct. London: E. Arnold.
Morgan, C. L. (1923). Emergent Evolution. New York: Holt.
Margan, C. L. (1926). Life, Mind and Spirit. New York: Holt.
Margan, C. L. (1933). The Emergence of Novelty. London: Wiliiams.
Müller, G. E. (1873). Zur Theorie der sinnlichen Aufmerksamkeit. Leipzig: Edelmann.
Mülier, G. E. (1896). Zur Psychophysik der Gesichtsempfindungen. Zeitschr. Psychol., JO, 1-84.
Müller, G. E., Schumann, F. (1893). Experimentelie Beitrage zur Untersuchung des Gedachtnisses.
Zeitschr. Psychol., 6, 81-190; 257-338.
Mülier, J. P. (1834-1840). Handbuch der Physiologie des Menschen. Coblenz: J. Holscher.
Münsterberg, H. (1912/1914). Psicología de la Actividad Industrial. Madrid: D. Jorro.
Murphy,G. (1929). Historicalintroduction to Modern Psychology. London: Kegan Paul.
Murphy, G. (1949/1964). Introducción Histórica a la Psicología Contemporánea. Buenos Aires: Paidós.
Myers, C. S. (1909). An Introduction to Experimental Psychology. Cambridge: Cambridge Univ.
Myers, G. E. (1986). William James: his Life and Thought. New Haven: Yale Univ.
Newton, l. (1687/1987). Principios Matemáticos de la Filosofía Natural. Madrid: Alianza.
Newton, l. (170411947). Optica. Buenos Aires: Emecé.
Norton, B. (1979). Charles E. Spearman and the General Factor in Inteliigence: Genesis and Interpre-
tation in the Light of Socio-Personal Considerations. J. Hist. Beh. Sci., 15, 142-154.
Osgood, C. E., Suci, G. (1957). The Measurement of Meaning. Urbana, Ill.: Univ. of Illinois.
422 Bibliografía
O'Donnell, J. M. (1985). The Origins of Behaviorism, American Psychology 1870-1920. New York:
New York Univ.
Park, S., Kosslyn, S. M. (1990). lmagination. En M. G. Johnson, T. B. Henley (Eds.). Reflections on the
Principies of Psychology: William James after a Century (183-196). Hillsdale, N. J.: L. Erlbaum.
Pavlov, l. P. (189711902). Lectures on the Work ofthe Digestive Glands. London: C. Griffin.
Pavlov, l. P. (1903/1996). Psicología y Psicopatología Experimental en los Animales. En J. M. Gondra
(Ed.). La Psicología Moderna (257-271). Bilbao: Desclée.
Pavlov, l. P. (1909/1968). Las Ciencia Naturales y el Cerebro. En l. P. Pavlov. Fisiología y Psicología.
(128-142). Madrid: Alianza.
Pavlov, l. P. (1910/1972). El Sistema Nervioso Central de los Animales Superiores. En l. P. Pavlov.
Reflejos Condicionados e Inhibiciones (77-95). Barcelona: Península.
Pavlov, l. P. (1911/1928). Sorne Principies of the Activity of the Central Nervous System as shown from
the Study of Conditioned Reflexes; Interaction of Centres. En l. P. Pavlov. Lectures on Conditio-
ned Reflexes (182-192). New York: International Publishers.
Pavlov, l. P. (1919/1973). La Psiquiatría, Auxiliar de la Fisiología de los Hemisferios Cerebrales. En l.
P. Pavlov. Actividad Nerviosa Superior (363-369). Barcelona: Fontanella.
Pavlov, l. P. (1923/1928). Changes in the Excitability of Various Points of the Cerebral Cortex as one of
its Functional Characteristics. En l. P. Pavlov. Lectures on Conditionded Reflexes (319-325). New
York: Interna! Pub.
Pavlov, l. P. (192511967). Tipología de la Inhibición en el Sistema Nervioso de los Perros. En l. P. Pav-
lov. Psicopatología y Psiquiatría (83-88). Madrid: Morata.
Pavlov, l. P. (192611929). Los Reflejos Condicionados: Lecciones sobre la Función de los Grandes
Hemisferios. Madrid: Morata.
Pavlov, l. P. (1926/1968). Lecciones sobre el Trabajo de los Hemisferios Cerebrales. En l. P. Pavlov.
Fisiología y Psicología (91-127). Madrid: Alianza.
Pavlov, l. P. (1928). Lectures on Conditioned Reflexes, Twenty-five Years of Objective Study of the Hig-
her Nervous Activity. New York: International Publishers.
Pavlov, l. P. (1930/1963). Un Breve Bosquejo de la Actividad Nerviosa Superior. En l. P. Pavlov, A. L.
Schniermann, y K. N. Kornilov (Eds.). Psicología Reflexológica (7-32). Buenos Aires: Paidós.
Pavlov, l. P. (1932/1968). Respuesta de un Fisiólogo a los Psicólogos. En l. P. Pavlov. Fisiología y Psi-
cología (149-188). Madrid: Alianza.
Pavlov, l. P. (1932a/1967). Ensayo de Interpretación Fisiológica de la Sintomatología de la Histeria. En
l. P. Pavlov. Psicopatología y Psiquiatría (201-217). Madrid: Morata.
Pavlov, l. P. (1932b/1967). Fisiología de la Actividad Nerviosa Superior. En l. P. Pavlov. Psicopatología
y Psiquiatría (219-229). Madrid: Morata.
Pavlov, I. P. (1934/1968). El Reflejo Condicional. En l. P. Pavlov. Fisiología y Psicología (21-50).
Madrid: Alianza.
Pavlov, I. P. (1934a/1967). Ensayo de Explicación Fisiológica de la Neurosis Obsesiva y de la Paranoia.
En l. P. Pavlov. Psicopatología y Psiquiatría (239-249). Madrid: Morata.
Pavlov, l. P. (1934b/1967). Patología Experimental de la Actividad Nerviosa Superior. En l. P. Pavlov.
Psicopatología y Psiquiatría (271-283). Madrid: Morata.
Pavlov, l. P. (1935/1967). Tipos Generales de Actividad Nerviosa Superior de los Animales y del Hom-
bre. En I. P. Pavlov. Psicopatología y Psiquiatría (251-269). Madrid: Morata.
Pavlov, J. P. (195111967). Psicopatología y Psiquiatría: Psicofisiología Experimental, Reflexología y
Tipología, Problemas y Aplicaciones. Madrid: Morata.
Pavlov, l. P. (1955/1973). Actividad Nerviosa Superior. Barcelona: Fontanella.
Payne, T. R. (1968). S. L. Rubinstein and the Philosophical Foundations of Soviet Psychology. New
York: Humanities Press.
Peirce, C. S. (187711966). The Fixation of Belief. En P. P. Wiener (Ed.). Charles S. Peirce, Selected Wri-
tings (91-112). New York: Dover.
Peirce, C. S. (1878/1966). How to Make our Ideas Clear. En P. P. Wiener (Ed.). Charles S. Peirce,
Selected Writings. (113-136). New York: Dover.
Peirce, C. S. (1905/1966). What Pragmatism is. En P. P. Wiener (Ed.). Charles S. Peirce, Selected Wri-
tings. (180-202). New York: Dover.
Bibliografía 423
Peirce, C. S., Jastrow, J. (1884). On Small Differences on Sensation. Mem. Nat. Acad. Sci., 3, 73-83.
Penfield, W., Roberts, L. (1959). Speech and Brain-Mechanisms. Princeton: Princeton Univ.
Perry, R. B. (1948/1964). El Pensamiento y la Personalidad de William James. Buenos Aires: Paidós.
Pflüger, E. F. W. (1853). Die sensorischen Funktionen des Rückenmarks der Wirbelthiere nebst einer
neuen Lehre über die Leitungsgesetze der Reflexionen. Berlin: Hirschwald.
Pillsbury, W. (1929). The History of Psychology. New York: Norton.
Pinel, P. (1801). Traité Médico-Philosophique sur l'Aliénation Menta/e, ou la Manie. París: Richard,
Caille et Ravier.
Preyer, W. (1882/1908). El Alma del Niño. Madrid: D. Jorro.
Purkinje, J. E. (1819). Beobachtungen und Versuche zur Physiologie der Sinne. I: Beitrage zur Kenntnis
des Sehens in subjetiver Hinsicht. Praga: Calve.
Purkinje, J. E. (1825). Beobachtungen und Versuche zur Physiologie der Sinne. Il: neue Beitrage zur
Kenntnis des Sehens in subjetiver Hinsicht. Prague: Calve.
Quetelet, L. A. J. (1835). Sur l'Homme et le Dévelopment des ses Facultés, ou Essai de Physique Sociale.
Paris: Bachelier.
Reid, T. (1764/1970). An Inquiry into Human Mind. Chicago, 11.: Univ. of Chicago.
Reíd, T. (1785/1969). Essays on the Intellectual Powers of Man. Cambridge, Ma.: MIT.
Reid, T. (1788/1969). Essays on the Active Powers of Man. Cambridge, Ma.: MIT.
Ribot, Th. (1870/1877). La Psicología Inglesa Contemporánea (Escuela Experimental). Salamanca:
Sebastián Cerezo.
Ribot, Th. (1873/1928). La Herencia Psicológica. Madrid: D. Jorro.
Ribot, Th. (1879). La Psicología Alemana Contemporánea. Sevilla: Librería Científico Literaria.
Ribot, Th. (1881/1908). Las Enfermedades de la Memoria. Madrid: D. Jorro.
Ribot, Th. (1883/1906). Las Enfermedades de la Voluntad. Madrid: D. Jorro.
Ribot, Th. (1885/1912). Las Enfermedades de la Personalidad. Madrid: D. Jorro.
Ribot, Th. (1888/1910). La Psicología de la Atención. Madrid: D. Jorro.
Ribot, Th. (1896/1900). La Psicología de los Sentimientos. Madrid: D. Jorro.
Ribot, Th. (1897). La Evolución de las Ideas generales. Madrid: Victoriano Suárez.
Ribot, Th. (1900/1901 ). Ensayo Acerca de la Imaginación Creadora. Madrid: Victoriano Suárez.
Ribot, Th. (1905). La Lógica de los Sentimientos. Madrid: D. Jorro.
Ribot, Th. (1906). Essai sur les Passions. Paris: Alean.
Ribot, Th. (1909). Problemes de Psychologie Affective. París: Alean.
Ribot, Th. (1914). La Vie Inconsciente et les Mouvements. París: Alean.
Richards, R. J. (1980). Wundt's Early Theories of Unconscious Inference and Cognitive Evolution in
their Relation to Darwinian Psychology. En W. G. Bringmann & R. D. Tweney (Eds.). Wundt Stu-
dies. (42-70). Toronto: Hogrefe.
Richards, R. J. (1987). Darwin and the Emergence of Evolutionary Theories of Mind and Behavior. Chi-
cago, Ill.: Univ. of Chicago.
Richet, C. (1875). Du Somnambulisme Provoqué. J. Anatomie et Physiologie, 11, 348-378.
Rieber, R. W. (Ed.) (1980). Wilhelm Wundt and the Making of a Scientific Psychology. New York: Plenum.
Rivers, W. H. R. (1906). The Todas. London: Macmillan.
Rivers, W. H. R. (1908). The Influence of Alcohol and other Drugs on Fatigue. London: Arnold.
Rivers, W. H. R. (1914a). Kinship and Social Organization. London: Constable.
Rivers, W. H. R. (1914b ). The History of Melanesian Society. Cambridge: Cambridge Univ.
Rivers, W. H. R., Head, H. (1908). A Human Experiment in Nerve Division. Brain, 31, 323-450.
Romanes, G. J. (1882/1886). La Inteligencia Animal. Madrid: Imp. de Fortanet.
Romanes, G. J. (1884). Mental Evolution in Animals. New York: Appleton.
Romanes, G. J. (188511893). Jelly-Fish, Star-Fish, and Sea-Urchins: Being a Research on Primitive Ner-
vous Systems. New York: Appleton.
Romanes, G. J. (1889/1906). La Evolución Mental del Hombre. Madrid: D. Jorro.
Rosa, A. (1995). Emoción y Afecto en la Obra Temprana de Bartlett. Revista de Historia de la Psicolo-
gía, 16, 79-89.
Rosa, A., Huertas, J. A., Blanco, F. (1996). Metodología para la Historia de la Psicología. Madrid:
Alianza.
424 Bibliografía
Rosa, A., Quintana, J., Lafuente, E. (Eds.) (1989). Historia y Psicología: Contribuciones a la Investiga-
ción en Historia de la Psicología. Madrid: Universidad Autónoma.
Ross, D. (1969). The Zeitgeist and the American Psychology. J. Hist. Beh. Sci., 5, 256-272.
Ross, D. (1972). G. Stanley Hall: the Psychologist as Prophet. Chicago, Ill.: Univ. of Chicago.
Rubinstein, S. L. (1946/1967). Principios de Psicología General. Barcelona: Grijalbo.
Rubinstein, S. L. (1957/1973). Ser y Conciencia. México: Grijalbo.
Ruiz, G., Sánchez, N. (1990). El Equilibrio de los Procesos Nerviosos en los Hemisferios Cerebrales
según Pavlov. El Caso del Estereotipo Dinámico. Rev. Hist. Psicol., 11, 347-355.
Sahakian, W. S. (1975/1982). Historia y Sistemas de Psicología. Madrid: Tecnos.
Sáiz, M., Sáiz, D., Mülberger, A. (1990). La Psicología Alemana a través de los Philosophische Studien.
Rev. Hist. Psicol., JI, 411-421.
Sajarov, L. (1930). Sobre los Métodos de Estudio de los Conceptos (en ruso). Psijologiya, 3, n. 0 1.
Sánchez-Barranco, A. (1994). Historia de la Psicología. Sistemas, Movimientos y Escuelas. Madrid:
Eudema.
Scott, W. D. (1903). The Theory and Practice of Advertising: A Simple Exposition of the Principies of
Psychology in their Relation to Successful Advertising. Boston: Small, Maynard.
Schlosberg, H. S. (1954). Three Dimensions of Emotion. Psychol. Rev., 61, 8-88.
Schultz, D. P., Schultz, S. E. (1992). A History of Modern Psychology, 5 ed. New York: Harcourt Brace
Jovanovich.
Sechenov, J. M. (186311978). Los Reflejos Cerebrales. Barcelona: Fontanella.
Sechenov, J. M. (1863/1996). Los Reflejos del Cerebro. En J. M. Gondra (Ed.). La Psicología Moderna
(29-42). Bilbao: Desclée.
Sechenov, l. M. (1873/1973). Who must Investigate the Problems of Psychology and How. En l. M.
Sechenov. Biographical Sketch and Essays (337-391). New York: Arno.
Sechenov, J. M. (1878/1973). The Elements of Thought. En J. M. Sechenov. Biographical Sketch and
Selected Essays (403-489). New York: Arno.
Sechenov, l. M. (1973). Biographical Sketch and Essays. New York: Arno.
Smith, E. M., Bartlett, F. C. (1919). On Listening to Sounds of Weak Intensity. Brit. J. Psychol., JO,
101-139. 133-168.
Sokal, M. M. (1981). An Education in Psychology: James McKenn Cattell's Journal and Letters from
Germany and England, 1880-1888. Cambridge, Ma.: The MIT Press.
Spalding, D. A. (1873). Instinct: with Original Observations on Young Animals. Macmillan's Magazi-
ne., 27, 282-293.
Spearman, C. (1904). The Proof and Measurement of Association Between Two Things. Amer. J. Psy-
chol., 15,72-101.
Spearman, C. (1904/1996). "Inteligencia General", Objetivamente Determinada y Medida. En J. M.
Gondra (Ed.). La Psicología Moderna (274-299). Bilbao: Desclée de Brouwer.
Spearman, C. (1923). The Nature of "Intelligence" and the Principies of Cognition. London: Macmillan.
Spearman, C. (1927/1956). Las Habilidades del Hombre. Buenos Aires: Paidós.
Spearman, C. (1930). C. Spearman. En C. Murchison (Ed.). A History of Psychology in Autobiography
(vol. 1, págs. 299-333). Worcester: Clark Univ.
Spencer, H. (1855). The Principies of Psychology. London: Williams & Norgate.
Spencer, H. (1870-1872). The Principies of Psychology, 2." ed. London: Williams & Norgate.
Spencer, H. (1876-1896). The Principies of Sociology. London: Williams & Norgate.
Spencer, H. (1892). Social Statistics. London: Williams & Norgate.
Sperling, G. (1960). The Information Available in Brief Visual Presentations. Psychol. Mono gr., 74, n.o 11.
Spranger, E. (1913/1966). Formas de Vida. Madrid: Rev. de Occidente.
Staats, A. W. (1981). Paradigmatic Behaviorism, Unified Theory, Unified Theory Construction Met-
hods, and the Zeitgeist of Separatism. Amer. Psychol., 36, 239-256.
Stern, W. (1903). Angewandte Psychologie. Beit. Psychol. Aussage, 1, 4-45.
Stern, W. (1914). The Psychological Methods of Testing Intelligence. Educational Psychological Mono-
graphs, 13.
Sternberg, S. (1969). The Discovery of Processing Stages: Extensions of Donders' Method. Acta Psy-
chologica, 30, 276-215.
Bibliografíc. 425
Stewart, D. (1792-1827). Elements of the Philosophy of the Human Mind. London: A. Straham, T.
Cadell.
Stewart, D. (1828). The Philosophy ofthe Active and Moral Powers of Man. Edinburgh: Adam Black.
Stout, G. F. (1896). Analitic Psychology. New York: Macmillan.
Stout, G. F. (1898). A Manual of Psychology. London: University Tutoría! Press.
Stumpf, C. (1873). Über die psychologischen Ursprung der Raumvorstellung. Leipzig: Hirzel.
Stumpf, C. (1883-1890). Tonenpsychologie (2 vols.). Lepizig: Hirzel.
Sully, J. (1884). Outlines of Psychology, with Special References to the Theory of Education. London:
Longmans, Green.
Sully, J. (1892). The Human Mind, a Textbook of Psychology. London: Longmans Green.
Sully, J. (1895). Studies ofChildhood. New York: Appleton.
Sully, J. (1918). Psicología Pedagógica. New York: Appleton.
Taine, H. (1870/1944). La Inteligencia. Buenos Aires: Albatros.
Taylor, E. (1982). William James on Exceptional Mental States. The 1896 Lowell Lectures. New York:
Scribner's.
Taylor, E. (1990). New Light on the Origin of James's Experimental Psychology. En M. G. Johnson, T. B.
Henley (Eds.). Reflections on the Principies of Psychology: William James after a Century. (33-61).
Hillsdale, N. J.: L. Erlbaum.
Terman, L. M. (1916). The Measurement of the lntelligence. Boston: Houghton Mifflin.
Thieman, T. J., Brewer, W. F. (1978). Alfred Binet on Memory for Ideas. Genetic Psychol. Monogr., 97,
243-264.
Thorndike, E. L. (1898). Animal Intelligence, an Experimental Study of the Associative Processes in
Animals. Psychol. Monogr., n.0 8.
Thorndike, E. L. (1943). James' Influence on the Psycholoy of Perception and Thought. Psychol. Rev.,
50,87-94.
Thorndike, E. L., Woodworth, R. S. (1901). The Influence of Improvement in One Mental Function
u pon the Efficiency of Other Functions. Psychol. Rev., 8, 247-261; 384-395; 553-564.
Tinker, M. A. (1932/1980). Wundt's Doctorate Students and their Theses 1875-1920. En W. G. Bring-
mann & R. D. Tewney (Eds.). WundtStudies. (269-279). Toronto: Hogrefe.
Titchener, E. B. (1909). Lectures on the Experimental Psychology ofthe Thought-Processes. New York:
Macmillan.
Titchener, E. B. (1921/1980). Wilhelm Wundt. En W. G. Bringmann & R. D. Tweney (Eds.). Wundt
Studies. (309-325). Toronto: Hogrefe.
Tortosa, F., Mayor, L., Carpintero, H. (Eds.) (1990). La Psicología Contemporánea desde la Historio-
grafía. Barcelona: PPU.
Toulmin, S. (1972/1977). La Comprensión Humana. Madrid: Alianza.
Van der Veer, R. (1994). Pierre Janet's Relevance for a Socio-Cultural Approach. En A. Rosa, J. Valsiner
(Eds.). Historical and Theoretical Discourse (205-209). Madrid: Fundación Infancia y Aprendizaje.
Van Hoorn, W., Verhave, T. (1980). Wundt's Changing Conceptions of a General and Theoretical Psy-
chology. En W. Bringmann & R. D. Tweney (Eds.). Wundt Studies (71-112). Toronto: Hogrefe.
Vygotski, L. S. (1925/1991). La Conciencia como Problema de la Psicología del Comportamiento. En
Obras Escogidas de L. S. Vygotski (vol. 1, págs. 39-60). Madrid: Visor.
Vygotski, L. S. (1926/1991). Los Métodos de la Investigación Reflexológicos y Psicológicos. En Obras
Escogidas de L. S Vygotski (vol. 1, págs. 3-22). Madrid: Visor.
Vygotski, L. S. (192711991). El Significado Histórico de la Crisis de la Psicología. En Obras Escogidas
de L. S. Vygotski. (Vol. 1, págs. 257-407). Madrid: Visor.
Vygotski, L. S. (1929). The Problem of the Cultural Development of the Child. Jo urna/ of Genetic Psy-
chology, 35, 414-434.
Vygotski, L. S. (1931/1981). The Genesis of Higher Mental Functions. En J. Wertsch (Ed.). The Con-
cept of Activity in Soviet Psychology. New York: Sharpe.
Vygotski, L. S. (1934/1973). Pensamiento y Lenguaje. Buenos Aires: Pléyade.
Vygotski, L. S. (196811972). La Psicología del Arte. Barcelona: Barra!.
Vygotski, L. S. (1987). The Collected Works of L. S. Vygotsky. I· Problems of General Psychology. New
York: Plenum.
426 Bibliografía
Wundt, W. (1892/1894). Lectures on Human and Animal Psychology. New York: Macmillan.
Wundt, W. (1893). Grundzüge der physiologischen Psychologie. 4." ed. Leipzig: Engelmann.
Wundt, W. (1894). Uber Psychische KausalitiH und das Princip des psycho-physischen Parallelismus.
Phi!. Stud., JO, 1-124.
Wundt, W. (1895)_. Uber die Definition der Psychologie. Phi/. Stud., 12, 1-66.
Wundt, W. (1896). Grundriss der Psychologie. Leipzig: Engelmann.
Wundt, W. (1896/1898). Compendio de Psicología. Madrid: La España Moderna.
Wundt, W. (1897). Über naiven und kritischen Realismus. II. Phi!. Stud., 13, 1-105.
Wundt, W. (1898/1996). Objeto, Divisiones y Método de la Psicología. En J. M. Gondra (Ed.). La Psi-
cología Moderna (181-196). Bilbao: Desclée.
Wundt, W. (1900-20). Volkerpsychologie (10vols.). Leipzig: Engelmann.
Wundt, W. (1902/1904). Principies of Physiological Psychology, l. New York: Macmillan.
Wundt, W. (1907). Uber Ausfrageexperimente und über die Methoden zur Psychologie des Denkens.
Psychol. Studien, 3, 301-360.
Wundt, W. (1911). Kleine Schriften. Leipzig: Engelmann.
Wundt, W. (1911/1973). An lntroduction to Psychology. New York: Amo.
Wundt, W. (1912/1990). Elementos de la Psicología de Pueblos. Barcelona: Alta Fulla.
Wundt, W. (1913). Psychologie im Kampfums Dasein. Leipzig: Engelmann.
Wundt, W. (1915/1929). Evolución de las Filosofías de los Pueblos. Madrid: Nueva Bibl. Filosófica.
Wundt, W. (1920). Erlebtes und Erkanntes. Stuttgart: A Kroner.
Yerkes, R. M., Morgulis, S. (1909). The Method of Pavlov in Animal Psychology. Psychol. Bull., 6,
257-273.
ÍNDICE DE NOMBRES
Ach, N., 186-187. Bernheim, H., 257, 260, 261, 262, 279.
Adler, A., 276. Bertillon, A., 216.
Agassiz, L., 353. Bessell, F., 95, 132.
Alejandro II, Zar de Rusia, 294. Binet, Alfred, 155, 179, 187, 190, 218, 236,
Alvarado, C. S., 229. 239, 240, 262, 265, 266, 268, 277-289, 291,
Álvarez, R., 213. 407.
Allport, G. W., 39, 173, 352, 398. Binet, Alicia, 280.
Amper e, A., 101. Binet, M., 280.
Apfelbaum, E., 19. Blanco, F., 13.
Aristóteles, 25, 47, 122, 156, 157, 160, 161, Bleuler, E., 276.
180, 189, 400. Blonski, P., 293, 330.
Arnold, F., 119. Blumenthal, A. L., 114, 132, 135, 152.
Ash, M. G., 17. Boakes, R., 206.
Aubertin, E., 89. Boas, F., 402.
Avenarius, R. S., 155, 166-167, 169, 170. Bolles, R., 21.
Aveyron, Víctor de, 249-250. Boring, E. G., 15, 114, 132, 156, 344.
Bacon, F., 48-49. Bosch, M. A. von, 250.
Bailly, J. S., 253. Botkin, S., 303,311.
Bain, A., 48, 58, 73, 77-80, 194, 197, 209, 224, Bourdon, B., 266.
227,263,298,348,373 ,381,387,395. Bowditch, H. P., 400.
Balbiani, E. G., 278. Boyle, R., 52, 56.
Baldwin, J. M., 272, 345, 402. Braid, J., 256, 257.
Barandiarán, J. M., 151. Brennan, J. F., 21.
Bartlett, F. C., 226-227. Brentano, F., 39, 150, 153, 154, 155, 156-163,
Bayle, P., 60. 164,181,194,224,363 ,365,368,400.
Beaunis, H., 239, 261, 264, 265, 278. Breuer, J., 267, 403.
Bechterev, V. M., 291, 292, 294, 299-302, 304, Brewer, W., 281.
329. Bringmann, W. G., 114.
Belitski, J., 301. Broadbent, D., 399.
Bell, C., 18, 81, 83. Broca, P., 89-90.
Ben David, J., 113, 120. Brooks, G.P., 70.
Beneke, F. E., 43, 295. Brown, T., 68, 73-74,379.
Bentham, J., 73, 74. Brown, W., 238.
Bergasse, N., 253. Brozek, J., 20.
Bergson, H., 267. Brücke, E., 85, 91.
Berkeley, G., 48, 58-60, 94, 156, 183, 347, 369. Bruno, G., 33.
Bernard, C., 266, 294, 296. Brunswick-Lüneburg, J. F., 34.
432 Índice de nombres
Bryan, W. L., 183, 345, 346. Dewey, J., 344, 345, 351, 393, 398,401.
Büchner, L., 82. Diamond, S., 132.
Bühler, Carl, 187-190. Diderot, D., 241.
Bühler, Carlota, 336. Dilthey, W., 123,151,155,163,165,170-173.
Bunsen, R. W., 115. Dollinger, J. I., 157.
Burt, C., 227. Donaldson, H. H., 344,401,402.
Buss, A., 215, 223. Donders, F. C., 93, 95-96, 114, 133, 134, 135.
Byron, Lord, 176. Donnelly, M. E., 397.
Cabanis, P. J. G., 241, 244, 245. Du Bois-Reymond, E., 81, 85, 91, 194,294,400.
Calkins, M. W., 398. Dumas, G., 278.
Candolle, A. de, 215. Durkheim, E., 267.
Cannon, W., 312, 391. D'Eslon, Conde, 253.
Caparrós, A., 17,119,173,181. Ebbinghaus, H., 109, 153, 154, 155, 165, 170-
Carlos I de Inglaterra, 50, 51. 171, 172-173, 173-182, 192, 226, 284, 285,
Carlos X, Rey de Francia, 256. 287,291.
Carpenter, W. B., 395. Edwards, J., 347.
Carpintero, H., 13, 21,248. Ehrenfels, C., 163.
Cattell, J. M., 133, 135, 138, 151, 165, 218, 229, Einstein, A., 150.
288,344,345,346,401,402. Eliot, C. W., 343.
Clark, J. G., 402. Ellenberger, H. F., 267.
Cola, P., 21. Emerson, R. W., 352.
Coleman, S. R., 21. Engels, F., 293, 330.
Colodrón, A., 305. Enrique, Príncipe de Prusia, 254.
Collins, R., 113, 120. Erofeeva, M. N., 321, 322.
Combe, G., 88, 348. Esquirol, 1., 248.
Comte, A., 76, 240, 244, 246-248, 366, 400. Este!, V., 132.
Condillac, E. B., 242, 244, 247. Eucken, R. C., 187, 188.
Coon, D. J., 356. Evans, R. B., 21, 347.
Copérnico, N., 19, 26. Eysenk, H. J., 235, 325.
Cornelius, H., 151. Fancher, R. E., 21, 163, 223.
Costal!, A., 206. Fechner, G. T., 22, 39, 82, 96-109, 113, 114,
Cousin, V., 240, 244, 245-256, 264. 119, 154, 159, 164, 167, 171, 173, 180, 217,
Cristina, Reina de Suecia, 32. 366.
Cuvier, G., 195. Federico II de Prusia, 242, 254.
Cyon, I., 303. Feinstein, H. M., 353.
Charcot, J. M., 18, 239, 249, 257-260, 262-263, Ferenczi, S., 403.
267,278,299,327,356. Féré, C., 262, 278.
Chelpanov, G. I., 291, 292, 293,331. Fernández Dols, J. E., 391.
Chernichevski, N. G., 295. Fernández Rodríguez, T., 203.
Damaye, H., 282. Ferrier, D., 90.
Danzinger, K., 17, 48, 116, 118, 124, 132,407. Feuerbach, L. A., 295.
Darwin, C., 19, 80, 117, 118, 124, 159, 166, Fichte, J. F., 43.
180, 193, 194, 197, 198-203, 204, 205, 211, Fisher, C., 400.
212, 213, 219, 303, 344, 348, 353, 367, 368, Flechsig, P., 299.
387, 390. Flourens, P., 89.
Darwin, E., 198, 212. Fontes, S., 106.
Dastre, A., 266. Foster, M., 225.
Déjerine, J., 268. Foursikov, D. S., 309, 317-318, 320.
Delboeuf, J., 262. Fowler, L., 88, 348.
Deleuze, J. P., 256. Fowler, 0., 88, 348.
Delezenne, C., 106. Franklin, B., 79, 253.
Descartes, R., 26-33, 37, 51, 52, 59, 83, 86, 244, Freud, S., 18, 19, 46, 85, 108-109, 142, 163,
305. 187, 222, 263, 267, 268, 276, 312, 356, 362,
Destutt de Tracy, A. L. C., 243. 399,403.
Índice de nombres 433
Newton, l., 18, 33, 43, 48, 52, 59, 61, 65, 90, Rogers, C. R., 39.
203,250. Romanes, G. J., 194, 203, 204-206,207,389.
Nicolás I, Zar de Rusia, 294. Rosa, A, 13, 226.
Norton, B., 238. Ross, D., 15, 400, 405.
Nunn, P., 227. Royce, J., 273, 359.
Oesterlin, Srta. 251. Royer-Collard, P. P., 245.
Ogden, R. M., 182. Rubin, E. G., 154.
Oken, L., 100. Rubinstein, S. L., 292, 331, 340, 341.
Orange, Guillermo de, 51. Ruiz, G., 321.
Ortega, J. M., 391. Rutherford, E., 403.
Orth, J., 184, 185. Sahakian, W. S., 346.
Osgood, C. E., 135-136. Saint-Simon, C. E., 246.
O'Donnell, J. M., 88, 344. Sáiz, D., 132.
Paradis, M. T., 251, 254. Sáiz, M., 132.
Park, S., 397. Sajarov, L. S., 337-338.
Pavlov, l. P., 86, 230, 276, 291, 294, 299, 300, Sánchez, N., 321.
301, 302-330. Sánchez-Barranco, A., 21.
Payne, T. R., 299. Sander, F., 151.
Pearson, K., 216, 238. Sanford, E. C., 344,345,401,402.
Peirce, C. S., 348, 349-350, 351. Scott, W. D., 346.
Penfield, W., 90. Scripture, E. W., 346.
Perry, C., 251. Schelling, F. G., 99.
Perry, R. B., 354, 362. Schleiermacher, F., 171.
Pestalozzi, J. H., 401. Schlick, M., 167.
Petrova, M. K., 322. Schlosberg, H. S., 136.
Pflüger, E., 84. Schopenhauer, A, 117,150.
Pfungst, 0., 165. Schultz, D., 21.
Philippe, J., 278. Schumann, F., 154.
Piaget, J., 281, 336,339, 340. Sechenov, l. M., 291, 293, 294-299, 301, 303,
Piéron, H., 239,265-266. 304, 330, 336.
Pillsbury, W. B., 15, 182. Selz, 0., 191.
Pinel, P., 248. Shaftesbury, Conde de, 51.
Pissarev, D. I., 303. Shenger Krestovnikova, N. R., 322.
Platón, 25, 74, 188. Sherrington, C. S., 185, 228.
Preyer, W. T., 154, 389. Shif, J., 339.
Priestley, J., 67. Sidgwick, H., 355.
Prince, M., 356. Simon, T., 155, 240, 277, 278-279, 283-287.
Purkinje, J., 91, 132. Smith, A, 68.
Puységur, Marqués de, 249, 255-256. Smith, E. M., 226.
Quetelet, L. A J., 214. Snarsky, A, 304.
Quintana, J., 13. Sócrates, 188.
Race, V., 256. Sokal, M., 151.
Raymond, F., 263, 267, 268. Spalding, D., 205, 206, 208, 388, 389.
Reid, T., 68-71,87,347. Spearman, C., 195, 213, 227, 235-238, 288,
Renouvier, C., 354. 291.
Rhine, J. B., 229. Spencer, H., 79, 157, 196-198, 209, 210, 224,
Ribot, T., 239, 240, 248, 263-266, 267, 268, 231,263,265,295,299,306,364,400.
273. Sperling, G., 152.
Richards, R. J., 117, 199. Spinoza, B., 25, 32, 34, 37, 100, 180.
Richet, C., 256, 257. Spranger, E., 173.
Rieber, R. W., 114. Spurzheim, C., 86-89, 348.
Rivers, W. H., 225-226, 227, 228. Staats, A W., 17.
Robertson, C., 227. Stalin, J., 300, 330, 340,341.
Roengten, W., 150. Stein, G., 356.
436 Índice de nombres
Automatismo psicológico, 268-269. Conductismo, 57, 64, 114, 206, 211, 227, 230,
Baqueta, 251-252. 231,234, 235, 273, 292, 299, 330, 331, 340,
Barra de Galton, 218. 351,362,393,398,408.
Biología, relación con la psicología, 180, 203, Conexiones nerviosas, establecimiento, 313,
362, 364. Véase también evolucionismo. 315-316.
Biometrika, 213. Conferencias de Clark, 403.
British Journal of Psychology, 225, 226. Conflicto entre ideas, 44-45, 395-396.
Cálculo infinitesimal, 33-34. Conocimiento: teoría del, 52-55; James sobre
Canon de Margan, 207-208. el, 358-362.
Carácter, 45, 76, 233, 324. Conocimiento conceptual, 361, 374.
Catalepsia, 259,269. Conocimiento perceptivo, 361,374.
Catastrofismo, 195-196. Conservación, experimento de la, 281.
Causalidad psíquica, leyes de, 137, 148-150. Constancias perceptivas, 368.
Causas, crítica de Hume, 64; teoría de Mach, Constantes de Weber, 98, 102.
168. Continuidad de las especies, 200-203.
Cerebralismo, 363-364. Contradicciones de James, 351-352.
Cerebro, ciencia del 86-90; como mecanismo Contrastes, ley de, 149.
reflejo, 296; como órgano de la mente, 32, Contrato Social, 50, 51.
86; localizaciones cerebrales, 87, 89-90; te- Controversias: definición y método de la psi-
oría de Pavlov, 310-320. Véase también cología, 165-173; evolucionismo, 194; he-
frenología. rencia de la inteligencia, 215-216, 223; hip-
Ciencia: Francis Bacon sobre, 48-49; división nosis, 261-263; localización de los reflejos
racionalista de la, 123, visión machiana de condicionales, 301; "pensamiento sin imá-
la, 168-169, 172. genes", 153, 189-191.
Ciencias del espíritu, 123, 171. Coordenadas cartesianas, 27.
Cientismo, 247. Correlación estadística, 216-217.
Círculo de Viena, 167. Costumbres colectivas, 126.
Club metafísico de Cambridge, 348, 352. Craneometría, 88.
Cociente intelectual, 286-287. Crecimiento espiritual, ley de, 149.
Comparación, 55, 147, 379-380. Creencias asertivas y reflexivas, 275-276.
Complejo emocional, 276. Creencias pragmáticas, 348-349.
Completamiento de frases, test de, 179. Cronometría mental, 93, 95-96; críticas a, 133,
Complicación asociativa, 45, 145; experimen- 135; método substractivo, 96; tiempo de
to de, 132-133. elección múltiple, 96; tiempo de elección
Comprensión, tests de, 282, 287. simple, 96; tiempo de reacción simple, 96;
Comunicación emocional, 124. tiempos de apercepción simples y comple-
Concentración de la actividad nerviosa, 317. jos, 133, 134, 401.
Conceptos generales, 148, 183, 374-375, 384- Cualidades primarias, 57, 58.
386; desarrollo de los, 338-339; espontá- Cualidades secundarias, 57.
neos y científicos, 339-340. Cuestionarios sobre la mente del niño, 404-
Conciencia: cambios en la, 367-368; campo y 405.
punto de fijación, 137-138; como instrumen- Curación por la fe, 263.
to de ajuste, 198, 351, 352; continuidad de Darvinismo social, 198,211.
la, 368-370; crítica de James a la noción de, Definición de psicología: en Brentano, 157-
359-360; definición de Wundt, 115-116, 137; 159; en Ebbinghaus, 180-181; en Külpe,
elementos de la, 138, 139-140; en Descartes, 169; en Maine de Biran, 245; en
30; en Herbart, 44; en Sechenov, 298; selec- McDougall, 230; en Sechenov, 298; en
tividad de la, 370; teoría de Lenin, 302, 331; Ward, 224; en William James, 362-364; en
teoría de Vygotski, 292, 334-336; teoría de Wundt, 121-130.
Rubinstein, 341; teoría motora de la, 78, Delirios paranoicos, 329.
298, 363, 374, 387. Demócratas revolucionarios, 296.
Condicionamiento: motor, 294, 300-301; sali- Desarrollo de la humanidad, 126-127.
val, 306, 308-309. Desarrollo histórico-cultural, teoría del, 292,
Conducta propositiva, 79, 230-231. 331, 332-341.
Índice analítico 441
Desarrollo individual: estadios del, 197, 204; Estímulo, 84; condicional, 308, 309, 310, 314,
teoría de Hall, 404, 405-406,. 315; incondicional, 308, 309,310,315.
Deseos, 298. Estrechamiento del campo de la conciencia,
Determinismo, 67, 74, 198, 241, 298, 311, 348, 270-71.
352. Ética: hedonista, 241, 243; utilitarista, 73-74;
Diagnóstico de la discapacidad intelectual, Wundt sobre, 126.
283. Etología, 203; según J. S. Mili, 76.
Diferenciación: como fenómeno del condicio- Eugenesia, 194,211-212,219,223.
namiento, 309; la evolución como, 196-197. Evolución: teoría de Darwin, 194, 198-203,
Véase también discriminación. 348; teoría de Lamarck, 195-196; teoría de
Diferencia apenas perceptible, véase umbra- Spencer, 196-198.
les diferenciales. Evolucionismo, 195-203; influencia en psico-
Diferencias individuales, 194, 199-200, 281-282. logía, 117-118, 203, 264-265, 295, 303, 344,
Discapacidad o retraso mental, 250. 352,400.
Discriminación, 378. Excitación nerviosa, 314-315.
Disociación psíquica, 258, 268-269, 278. Exorcismos, 251.
Disposiciones de la conciencia, 184, 185, 190. Experiencia externa e interna, 53.
Distracciones, 269. Experiencia pura, 168, 360-362.
Drenaje, hipótesis del, 229. Experimento psicológico, según Wundt, 130-
Eclecticismo, 246. 131; críticas de James, 366.
Ecuación personal, 95, 132. Extensión: en Berkeley, 59; en Descartes, 30;
Electricidad animal, 83. en Leibniz, 34-35.
Emociones: en Darwin, 201-203; en Descartes, Extinción experimental, 309, 314.
31; en Herbart, 45; en McDougall, 232-233; Facultades Mentales: en Bain, 77; en
en Sechenov, 297; en Wundt, 140-142; teo- Descartes, 30; en Gall y Spurzheim, 87; en
ría de James-Lange, 390-391. Véase tam- Kant, 42; en Reid, 68-71; en Witherspoon,
bién sentimientos. 347; en Wolff, 40; localización cerebral de,
Empirismo radical de James, 358-362. 85, 87-88, 89-90.
Enciclopedia Francesa, 241. Falacia del psicólogo, 365.
Energía: nerviosa, 78, 83, 84-86, 92-93, 229- Fantasía: análisis de la, 146; cuadros de la,
230, 238, 241, 243, 257, 295-296, 311-312, 145.
387; psíquica, 238, 246, 271-272,358. Fatiga escolar, 179.
Enfermedad, 252-253. Fenomenismo, 62, 64; 167-169.
Entendimiento, 30, 51, 67. Fenómeno de la punta de la lengua, 369.
Equilibrio, principio del, 312. Fenómeno de Purkinje, 91, 132.
Escala de Inteligencia (Binet-Simon), 179, Fenomenología: en Husserl, 154; en Stumpf,
218,236,277,278-279,282-287,407. 164.
Escepticismo, 26, 51, 64, 69, 347. Fenómenos psíquicos, Brentano y, 159-162.
Escritura automática, 269, 356. Fetichismo, 277.
Escuela de Leipzig (Psicología de la Tota- Filosofía de la Naturaleza, 99, 115, 295.
lidad), 151. Filosofía positiva, 246-248, 400. Véase tam-
Escuela de Wurzburgo, 182-191,337. bién positivismo.
Escuela Escocesa, 68-73,347,348. Filosofía sintética, 196.
Escuela Espiritualista Francesa, 240, 244-246. Fisiología experimental, 84-90; relación con la
Escuela Fisiológica de Berlín, 85-86, 295, 311. psicología, 129, 167, 169-170, 305-306, 363-
Escuela Formalista Rusa, 332. 364.
Esencia, 385. Fisiología sensorial, 91-95, 298.
Espiritismo, 269, 355-356. Fluido universal, 252-253.
Espíritu del pueblo, 117, 124. Formaciones psíquicas, 140-143; conexiones
Espíritus animales, 30, 83. de, 144-149.
Esquema del hábito, 392-393, 398. Fórmula psicofísica, 104; críticas a, 104, 106.
Esquizofrenia, 276, 329. Fraccionamiento, método de, 185.
Estereotipo dinámico, 321. Frenología, 86-89, 223, 248, 348.
Estética experimental, 102. Frenológicos: bustos, 88; consultorios, 88.
442 Índice analítico
Función de realidad, 271, 329. 368; innatas, 28-29; relación con la acción,
Funciones mentales, clasificación, 161-162. 78, 80; Wundt sobre las, 140.
Funcionalismo, 162, 173, 180, 198, 203, 344, Ideología, 241, 243-244.
345, 351, 398. Ilustración francesa, 277; filosofía de la, 240-
Fusiones asociativas, 44, 144-145. 244.
Gemelos idénticos e inteligencia, 215, 227. Imagen mental, 139, 220-221, 370, 377, 380-
Generalización, 309, 316. 382.
Genético: punto de vista, 196, 264, 334, 400; Imágenes del movimiento, 394-395.
método, 333-334. Imaginación, 67, 242, 383, 397; tests de, 281.
Geometría analítica, 27. Véase también fantasía.
Gestalt, psicología de la, 39, 154, 162, 165, Imitación, 209-210.
182, 340, 398. Imperfección, sentimientos de, 271, 329.
Gestos expresivos, 124, 141-142, 159, 201-203, Impresiones de reflexión, 62.
390-391. Impronta, 205,389.
Glándula Pineal, 31. Impulsos, 45.
Grados de inteligencia, 214. Inconsciente, 32, 34, 39, 45, 108, 137, 187, 222,
Grados del Ser, 35. 258, 267, 268-269, 270-271, 272, 276, 277,
Grafología, 277. 352,355,357,358,367.
"Grandes Hombres", 14,18-19. Individualismo, Spencer y el, 198.
Hábito: en Locke, 55-56; en Darwin, 202; en Inducción, 49-50, 75.
William James, 380, 382, 392-393; como ac- Inducción recíproca, 317-320.
ción ideomotora, 395; relación con el ins- Inductivos, métodos, 49-50.
tinto, 207-208, 389. Infancia, 405-406.
Habla egocéntrica, 336-337. Inferencia inconsciente, 94, 119,366.
Habla interna, 336-337. Inhibición: experimental, 310; nerviosa, 229,
Hemisferios cerebrales, teoría de Pavlov, 310- 294, 296, 314; transmarginal, 315, 325.
320. Inmaterialismo, Berkeley y el, 58.
Hereditarismo, 214-216. Instituto Británico de Psicología Industrial,
Herencia lamarckiana, 195, 197, 199, 200, 226.
201, 205, 206, 210; Darwin y, 213; experi- Instituto de Defectología Experimental, 333.
mento de McDougall, 234; Margan sobre, Instituto de Psicología Aplicada de Berlín,
210. 155.
Heterogénesis de los fines, ley de, 149. Instituto Psicológico de Berlín, 163-164.
Hipnosis, 250, 256-257, 258, 327-328, 395; a Instituto Psicológico de Moscú, 291, 293, 305,
distancia, 267; sugestiones involuntarias, 331, 332.
262-263; teoría de Charcot, 258-260; teoría Instituto Psicológico de París, 266.
de Nancy, 260-261; teoría de Pavlov, 327; Instituto Psico-Neurológico de S. Petersburgo,
transfer magnético en, 262. 291,299.
Hipotónico, 271-272. Inteligencia, 79, 179, 197, 201, 210, 214, 222,
Histeria, 257-258, 270-271, 322-323, 326, 327. 274, 280, 282; factores de la, 235-237, 287-
Histérico, ataque, 257-258, 328. 288, 334, 386-387. Véase también tests de
Historia de la Psicología, 20. inteligencia.
Historia Social de la Ciencia, 16-19. Intencionalidad, 159-160.
Homeostasis, 311. Intereses biológicos y procesos cognitivos,
Idealismo, 82, 99-100, 101, 194, 246, 348, 352, 370, 376-377, 381-387.
359. Introspección: críticas de Comte, 247-248; en
Ideas: claras y distintas, 28; como copias de Brentano, 158-159; en Külpe y Escuela de
las sensaciones, 61, 65; como objeto delco- Wurzburgo, 183-184; en J. S. Mili, 76; en
nocimiento, 53, 57, 59; como presentacio- William James, 365-366; en Wundt, 130-
nes, 161; como reacciones del alma, 44; co- 131.
mo vibracioncillas, 65; de meta, 395; de Instintos, 195, 197,202,205-206,208,210,227,
sensación y de reflexión, 54; empíricas, 36- 231-232,244,306,388-390.
37, 52-53, 62; fijas, 268-269, 376; simples y Instintos humanos, listas de, 232, 390.
complejas, 52; 54-55, 63, 74, 75-76, 297, Instrucción, teoría de Vygotski, 339-340.
Índice analítico 443
Pedagogical Seminary, 345, 399, 402-403. Psicología clínica, 239, 240, 346.
Pensamiento, 373-374; asociativo, 380-384; co- Psicología cognitiva, 39, 43, 114, 152, 226, 341,
mo elemento psíquico, 187; corriente del, 399.
367-370; creativo, 384-387; errores del, 55- Psicología comparada, 194, 203-211, 298.
56; orientado hacia metas, 288, 383-384; re- Psicología comprensiva, 123, 171-173.
glas para pensar, 28; relación con lenguaje, Psicología del acto, 156-165.
275, 297, 336-337; relación con intereses Psicología dialéctica, 292,331,341-342.
biológicos, 370, 383, 385, 386; relación con Psicología diferencial, 211-223.
sentimientos, 138, 145, 369; relación con vo- Psicología dinámica, 266-277.
luntad, 145-146, 148, 181, 186-187, 190,337, Psicología Empírica (Wolf), 40.
374, 383-384; 376, 381-383, 385, 386; teoría Psicología evolutiva, 155, 196, 280-281, 333-
representativa del, 52; William James sobre 336,345,399,404-407.
el, 373-387; Wundt sobre el, 145-147. Psicología humanista, 39, 173, 398.
Pensamiento sin imágenes, 155, 185; experi- Psicología Matemática (Herbart), 43.
mentos de Wurzburgo, 183-188; críticas de Psicología Racional (Wolf), 40.
Wundt, 189; respuesta de Bühler, 189-190. Psicología de los pueblos, 121, 124-127,150.
Percepción, 40, 61, 69, 274, 279, 280-281; del Psicología hórmica, 227-235.
espacio, 58-60, 94-95, 156, 164, 366; peque- Psicología industrial, 346.
ña, 38, 108; simple y compleja, 62-63. Psicología objetiva, 248, 266, 298-299, 300-
Periferalista frente a centralista, 373-374, 391, 301.
393-394, 398. Psicología social, 117, 123, 124-127, 130, 228,
Personalidad, 233-234; estudio experimental, 232.
325-326. Psicología soviética, 330-342.
Pesas de Galton, 217. Psicopatología, 248, 249, 304, 321-323, 328-
Philosophische Studien, 121, 132. 329,356.
Pluralismo, 352. Psicoterapia, 249, 250-263, 269-270, 272-273.
Poderes mentales, 69-70. Psiquiatría, 248-250, 257-263, 304, 326-329.
Positivismo, 76; Mach y Avenarius sobre, 166- Psychological Clinic, 346.
169; Wundt sobre, 169-170. Psychological Review, 345, 402.
Pragmático, método, 349-350. Predicción y control, 76,231, 247, 407-408.
Pragmatismo, 348-351. Propensiones, 229, 232, 233.
Pre-percepción, 377. Puritanos, 346, 347.
Preguntas, método de las, 187-188. Racionalista: filosofía, 25; método, 25-27.
Principio de antítesis, 202. Rapport, 255, 261.
Principio de Bain-Spencer, 79, 197,209. Razonamiento, 275, 280, 282, 284, 384-386.
Principio de Conservación de la Energía, 92. Reacción sensorial y motora, 133.
Principio de la unidad entre conciencia y ac- Reactología, 292, 331-332.
ción, 341. Real, lo, 44.
Principios de Psicología (James), 345,351,354- Realidad, conocimiento de: en Helmholtz, 93-
355,359,362,363,365,373,398,402. 95; en Herbart, 43-44; en J. Müller, 85; en
Principios de Psicología Fisiológica (Wundt), Kant, 41; en Locke, 52, 57; en Reid, 68-69.
113,114,115,120,400. Realismo, 68, 347.
Problemas de Filosofía y Psicología, 292. Recapitulación, ver teoría de.
Progreso y evolución, 196-197. Receptos, 205.
Psicastenia, 271, 326, 327. Recuperación espontánea, 309.
Psicoanálisis, 46, 85, 108, 163, 187, 203, 222, Reduccionismo fisiológico, 85-86, 99, 127,
228-229,267,268,277,312,399,403. 311, 364.
Psicofísica, 96-109; contexto intelectual, 99- Reflejo: en Descartes, 30-31; en Marshall
100; Fechner y el Dr. Mises, 99-102; in- Hall, 84; en Whytt, 83-84. Ver también ar-
fluencia, 107; métodos, 106-107; nociones co reflejo.
fundamentales, 102-106. Reflejos: asociativos, 300; cerebrales, 294,
Psicología animal, 123-124, 211. 296-297; condicionales, 302, 304, 306-310,
Psicología aplicada, 151, 154-155, 163, 179, 314-315; incondicionales, 306-307, 313.
240,288-289,293,299,344,346. Reflexología, 291, 292, 293-302.
Índice analítico 445
Reglas, conciencia de, 188. fección, 271, 272, 276, 329, 357; de inerva-
Regresión, rectas de, 216. ción, 394; de relación, 369; de tendencia,
Reintegración, 381. 369; diferencia con las voliciones, 141.
Relación: conciencia de, 188, 237-238; ideas Véase también emociones.
de, 55; sentimientos de, 197, 359, 361, 369. Señalización y hemisferios cerebrales, 313-
Relación mente-cuerpo: dualismo interaccio- 314, 326-327.
nista, 29-31, 228, 352; emergentismo, 207; Sí mismo, 351, 370-373; conflicto entre, 372-
epifenomenalismo, 200; materialismo, 32, 373; constitutivos del, 371; sentimientos y
99, 299, 302, 311, 331, 357; materialismo conductas que inspira, 372.
dialéctico, 305, 331; monismo idealista, 32, Significación, conciencia de, 188.
100, 224; paralelismo, 37, 65, 77, 100, 129, Signos locales, 156-157.
352; teoría del doble aspecto, 99-100, 180. Sílabas sin sentido, listas de, 174-175.
Relaciones conjuntivas, 359, 361. Silbo de Galton, 217.
Religión, psicología de la, 356-358. Síntesis, función mental de: en Binet, 287-288;
Representación total, 145. en Ebbinghaus, 179; en Janet, 268, 270,
Represión, 45. 272-273; en J. S. Mili, 75; en William
"Res cogitans", el alma como, 29, 30. James, 380-387; en Wundt, 137, 146-147.
"Res extensa", el cuerpo como, 30,31-32. Sistema psicológico de Janet, 273-277.
Respuesta, 84. Sociedad, orígenes según Wundt, 124.
Resultantes, ley de, 148. Sociedad Alemana de Psicología Experimental,
Retrospecciones, 158, 183, 184, 185. 154.
Revista de Historia de la Psicología, 14. Sociedad Británica de Psicología, 225.
Revista de Psicología de los Pueblos y Ciencia Sociedad Británica de Investigación Psíquica,
del Lenguaje, 119. 229,355.
Revista de Psicología y Fisiología de los Órga- Sociedad de la Armonía Universal, 253, 255.
nos Sensoriales, 154, 173. Sociedad de la Armonía de los Amigos Reuni-
Revista de Psicología Aplicada, 155. dos, 255.
Revista de Psiquiatría, Neuropatología y Psico- Sociedad Francesa de Psicología, 266.
logía Experimental, 292. Sociedad Libre para el Estudio Psicológico
Revolución de 1848, 118, 246, 294. del Niño, 278.
Revolución Francesa, 242, 243. Sociedad Norteamericana de Psicología
Revolución Rusa, 292, 302, 304, 330, 333. (APA), 345,356,399,402.
Revue Philosophique, 264. Sociedad de Psicología Fisiológica, 266,267.
Romanticismo, 117, 277. Sociedad para la Psicología del Niño, 154,
"Sabio Hans", 165. 164.
Sagacidad, 386. Sociedad Psicológica de Moscú, 292.
Selección natural, 199, 200, 205, 344, 370. Sociedad Rusa de Psicología Normal y Anor-
Selección sexual, 199, 201. mal, 292.
Semejanzas, percepción de, 379, 386-387. Sociología, 198, 248.
Sensaciones, 31, 61, 62; como elementos de la Solución de problemas, 383-384.
conciencia, 139; como porción central del Sonambulismo, 254-256, 259, 269.
reflejo, 297; como vibraciones, 65; diferen- Sueño hipnótico, 260, 327-328.
cia con percepciones, 68-69; 93, 94, 375; re- Sugestión, como asociación, 72.
lación con estímulos, 104; sensaciones ne- Sugestiones posthipnóticas, 255.
gativas, 108. Sugestionabilidad, 261, 328-329
Sensibilidad orgánica, 241, 243. Supervivencia, lucha por la, 199, 344, 346.
Sensualismo, 241-242. Sustantivo, estado de conciencia, 369.
Sentidos externos: audición, 93; tacto, 91, 97- Temperamento, 73, 234, 244, 324.
98; visión, 91, 93-96. Tendencias determinantes, 186-187, 190.
Sentido interno, 54, 62, 102, 128, 181, 245. Tendencias instintivas, 273-276.
Sentimientos, 45, 50, 73, 78, 117, 135-136, 139- Teoría de Young-Helmholtz, 91, 93.
140, 141, 162, 197, 242; 233-234, 358, 374, Teoría del autómata, 200, 206, 351.
383; de actividad o esfuerzo, 135, 138, 143- Teoría de la franja, 369-370, 374.
144, 145, 190, 242, 245, 264, 397; de imper- Teoría de la recapitulación, 118, 404, 407.
446 Índice analítico
Teoría de los círculos sensoriales, 97. Utilitarismo, 73-74, 78, 151, 243, 348, 372.
Teoría tridimensional del sentimiento, 121, Variaciones, 199-200.
135-136. Velocidad del impulso nervioso, 92-93.
Terapia de la conducta, 300. Verdad pragmática, 350-351.
Testimonio legal, psicología del, 278. Vibraciones y "Vibracioncillas" nerviosas, 65.
Tests de inteligencia, 194,216-219,235,236,237, Vitalismo, 85, 295, 311.
278,340. Véase también Escala de Binet. Voliciones, 30, 141-143, 145, 393-397. Véase
Tipos de sistemas nerviosos, 304, 323-324, también movimientos voluntarios.
327. Voluntad, 30, 45, 296; "fíat de", 397; fuerza
Totalidades compuestas, 145-146. de, 396; relación con el movimiento, 394;
Transitivo, estado de conciencia, 369. Véase también voliciones.
Trinity College, 312, 313. Voluntarismo: en Maine de Biran, 244-245;
Umbral de la Conciencia, 44, 137. en Schopenhauer, 117; en William James,
Umbral sensorial: absoluto, 103; diferencial, 351, 352-353; en Wundt, 117, 150.
97-98, 102, 103, 106. Véase también cons- Yo: conocedor, 42, 118, 144, 359, 370, 373;
tantes de Weber. empírico, 42, 64, 274, 297; en cuanto totali-
Unidad de las ciencias, 33, 168. dad de la conciencia, 145, 162, 275; unifica-
Universidad: alemana, 113, 132; británica, ción del, 358. Véase también sí mismo.
193-194, 223-224; francesa, 240; norteame- Zeitgeist, 14-17.
ricana, 343-344. Zona de desarrollo próximo, 340.