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La decisión de practicar Yoga pone a los adolescentes en contacto con una disciplina que les puede
facilitar el manejo de los conflictos e inseguridades propios de su edad.
Entre la presión escolar, las transformaciones constantes o incluso los problemas familiares de
considerable carga, los factores de estrés en la adolescencia están a la orden del día. En
consecuencia, se acelera el ritmo de vida, dejando poco tiempo a estos futuros adultos para
comprender y adaptarse a estos grandes cambios. Sin embargo, el yoga es, ante todo, una pausa,
un momento durante el cual el adolescente se encuentra consigo mismo. Con el yoga, aprende a
comprender progresivamente el funcionamiento de las diferentes partes de su cuerpo; de ahí la
sensación de bienestar y serenidad, al tiempo que mantiene la forma física y gana flexibilidad.
Las investigaciones indican que cuando hacemos yoga aprendemos más rápido, aumentamos la
capacidad de procesar información, las partes del cerebro se integran mejor y por tanto
funciona todo el conjunto mejor. Mejora también nuestra regulación emocional, somos menos
impetuosos y menos afectados por nuestras emociones fuertes. En la Universidad del Leeds del
Reino Unido, además de muchas otras universidades del mundo, se ha seguido el impacto del
yoga en los adolescentes entre 11 años y 16 años, y se ha descubierto lo siguiente: