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DE

BILBAO
POR EL ARQUITECTO

M. ALBERTO DE PALACIO

1893

ímp. Artística üáüLLBB Y ZaVALETA, Gran Vía 24


HIGIENIZARON
DE

BILBAO

POR EL. ARQUITECTO

M . ALBERTO DE PALACIO

1893

Irap. Artística MÜLLER Y ZAVALETA, Gran Vía 24


DEDICADO

AL

EXCMO. AYUNTAMIENTO
DE LA

M. N. É I. VILLA DE BILBAO

Y DIRIGIDO A LA

JUNTA PROVINCIAL DE SANIDAD

DE VIZCAYA.
VOTO DE CALIDAD.
A d v e r t e n c i a de ú l t i m a h o r a .

Este folleto, que estaba escrito hace ya muchos meses y conocido por un
gran número de médicos y otras personas de esta localidad, empezó á publi­
carse en El Noticiero Bilbaíno el 18 de Octubre de 1893, núm. 5.981, y cesó
la publicación después del capítulo IV en 24 del mismo mes, á causa, según
parece, de los sucesos de Melilla.
En mi deseo de que no se relegara al olvido un asunto que tanto interesa
á Bilbao, en el terreno higiénico y comercial, pedí la formación de un con­
greso higiénico y comercial, que se reuniera en el hospital civil, con el objeto
de exponer á su consideración mi manera de comprender la higienización de
nuestra villa, corregir los errores de que adolecieran mis estudios y publicar
el folleto con el asentimiento y el apoyo del cuerpo médico de Bilbao. Hablé
con este motivo á los doctores Carrasco, Obieta, Gorostiza, Echevarría (don
Mariano), Areilza, etc., etc., pero circunstancias del momento imposibilitaron
la reunión del proyectado congreso, que se redujo á la reunión de varios mé­
dicos, con los cuales discutimos particularmente el asunto, no habiéndome
hecho objeción alguna acerca de los principios que sustento en el curso de mi
trabajo.
El dia 12 de Noviembre último salí para San Sebastian con el objeto de
visitar al Dr. D. Cesáreo Chicote, director del laboratorio químico municipal
de dicha localidad, quien me exhibió las muestras de las alcantarillas que él
mismo había cogido durante las experiencias electrolíticas hechas, en su presen­
cia en Le Havre. Habiendo fallado por otra parte la cita que me dio en Bur­
deos un ingeniero de los que asistieron á los ensayos de este nuevo procedi­
miento de higienzación hechos en Le Havre, regresé á Bilbao, en donde me
encontré con la visita de un distinguido ingeniero, amigo del inventor del
nuevo procedimiento electrolítico, Mr. Herinite, quien me aseguró, por último,
acerca de la posibilidad práctica y económica de implantar en Bilbao este
sistema ideal de higienización.
Casi terminada ya la impresión de este folleto, leo con satisfacción in-
mensa en El Noticiero Bilbaíno del 16 de Diciembre de 1893, que en la se-
sión del Ayuntamiento del dia anterior se dio cuenta de una carta del señor
D. Evaristo de Churruca, presidente del tribunal calificador del concurso «Sa-
neamiento del rio Nervión, pidiendo á la Excma. Corporación municipal que
se fije, estudie y se asesore acerca de las grandes ventajas del nuevo procedi-
miento de higienizad ón por medio de la electricidad.
Reciba el Sr. Churruca mi más entusiasta felicitación, unida al agradeci-
miento del pueblo bilbaino, por haber sabido posponer toda clase de conside-
raciones ante la salud y el bienestar de nuestro querido pueblo.
A esto debo de añadir que el Sr. Hermite está á la disposición de nues-
tro municipio para hacer estos ensayos, no en Bilbao, en donde no pueden
hacerse en buenas condiciones, sino en Portugalete ó Las Arenas. Añadiré
aún más, y es que, iniciada por el Sr. Churruca la campaña de la salvación
higiénica de Bilbao, encargue de una vez el Ayuntamiento el estudio de la
higienización de nuestra villa al cuerpo médico de la localidad, que cuenta
con miembros distinguidísimos, y que es á quien corresponde de derecho el
estudio de tan importante cuestión, sin que acierte nunca á comprender el
por qué se le tiene relegado al más punible olvido en este asunto.
¡Gracias sean dadas al Señor; no porque el autor de este trabajo presu-
ma que el Sr. Churruca haya sido inspirado en él, sino porque la verdad y la
razón ilumina al fin y al cabo, desde la elevada mente del sapientísimo á la
humilde ignorante, como lo prueba este voto de caridad!
M. ALBERTO DE PALACIO
16 de Diciembre 1893.
PRELIMINAR

El malestar que siente nuestra Invicta Villa, en el sentido higié-


nico de la palabra, la falta de comodidades y de salud pública que
obligan á desertar de nuestra población á toda la gente acomodada,
con gran perjuicio de determinados é importantísimos ramos de nues-
tro comercio y de nuestra industria, hacen que la Excelentísima Cor-
poración Municipal, como eco del clamor público, se haya propuesto
acometer la higieinzación de Bilbao. Por nuestra parte, como conoce-
dores de la localidad, en vista del torcido sendero que se ha empren-
dido al resolver este problema, y movidos por sentimientos altamente
patrióticos y humanitarios, nos proponemos determinar los verda-
deors procedimientos de higienización de Bilbao, dadas las especialí-
simas circuntancias locales que concurren en nuestra Villa.
Nuestro mayor deseo es que, al par que nosotros, emitan desinte-
resadamente su opinión, elementos respetabilísimos por su saber y
por su conocimiento de la localidad, á fin de que de la discusión re-
sulten beneficios positivos para Bilbao, á quien consagramos gusto-
sos nuestra actividad y nuestras energías.
Nadie desconoce la imperiosa necesidad que siente Bilbao, en su
transición de pueblo á ciudad, de higienizarse y de hacer la vida en
él, posible y cómoda, á fin de lograr su mayor y mas rápido desarrollo.
Desgraciadamente, la falta de higienización ha venido manifes-
tándose, estos últimos años en progresión creciente, con los fatales
síntomas de la mayor mortalidad en proporción al número de habi-
tantes, la proporción muchísimo mayor todavía de casos de enferme-
dades contagiosas y, finalmente,de la emigración de la clase acomo-
dada, cuyo prurito es el hacer frecuentes viages por la Península y por
el extranjero, en busca de comodidades que aquí no encuentran, aca-
bando por emigrar é instalarse en otra población. De esta manera
van quedando exclusivamente en Bilbao, la gente que lucha por la
existencia, la gente industrial de distintas procedencias, sin afee-
ciones en esta localidad, en la que sólo viven por ganarse una fortuna
y llevársela á su país natal. Además, esto hace imposible la formación
del comercio de lujo y de todas aquellas industrias que sostiene siem
pre la clase acomodada. Bilbao presenta en ese sentido un notable
contraste entre la importancia de su fortuna pública, aquí domicilia-
da, y la falta casi absoluta de elementos de lujo y de vida social.
Esta situación es relativamente fácil de salvar, sin hacer esos
enormes sacrificios de dinero que se ha he'.'ho suponer de público,
sustituyendo, en cambio, una gran parte de esos supuestos sacrificios
materiales necesarios, por otros que son pura y exclusivamente de la
inteligencia y del buen deseo.
Bilbao tiene hoy el triste privilegio de ser una de las poblaciones
más incómodas, y más mortíferas de toda España, siendo así que por
su clima esencialmente dulce y suave, por su orientación, su terreno
y otras mil circunstancias locales, pudiera fácilmente convertirse en
una délas poblaciones más cómodas é higiénicas déla nación española.
Bilbao puede tener parque de invierno en el Ensanche, parque de
verano en la incomparable Vega de Deusto, paseos bellísimos en uno
y ol ro parque, cuajados de construcciones de lujo y en condicones
esencialmente higiénicas; Bilbao puede tener leyes municipales espe-
ciales para estos nuevos barrios de lujo, en los qne brillaría en primer
término el espíritu higiénico y artístico.
Bilbao puede tener aguas potables de Oiz, con toda la abundan-
cia pedida, aún por los más exigentes, y agua tan cristalina y pura
que constituiría un ideal aún para las mejores poblaciones del orbe;
Bilbao puede llegar á destruir, desde su origen, todo producto de la
industria humana é higienizarse de la manera más absoluta é ideal,
destruyendo, desde un principio, cuantas sustancias orgánicas vayan
á las alcantarillas y á los depósitos de inmundicias.
En una palabra, Bilbao tiene elementos para higienizar de una
manera completa su población, modificando y completando además
sus leyes municipales, lo cual depende, pura y exclusivamente, de la
voluntad y energía de su corporación municipal.
Bilbao puede y debe constituir una población industrial, que es
la que actualmente existe, y una población higiénica y de lujo, que no
tiene. En este caso, y si Bilbao llegara á realizar estos ideales tan
fáciles de llevar á la práctica, se notaría un considerable aumento
de riqueza y el fenómeno contrario al d« la actual emigración, es
decir, que todos los hijos del país, en primer lugar, y aún los extraños
vendrían á habitar la Invicta Villa, en donde encontrarían ocasión
de tener una vida cómoda, higiénica y agradable, vendrían nue
vamente las grandes fortunas á dar impulso y próspera vida al co-
mercio de la población, conocería la vida social, que hoy no existe,
y sería Bilbao una población modelo, cuyo vertiginoso desarrollo ha-
bría de poblar en pocos años todo el espacio que nos separa del mar.
Es pues nuestro propósito el coadyuvar con todas nuestras fuer-
zas á modificar las circunstancias locales y aún las climatéricas
dando á nuestra Villa un aspecto alegre y sonriente, convirtiéndola
en un oasis delicioso, comparado con las demás ciudades españolas
y digna del noble pueblo Vizcaíno.
Para lograr nuestro deseo apelamos al concurso y al patriotismo
de 1* Excma. Corporación Municipal, á quien dedicamos este escrito
y a los de la Junta Provincial de Sanidad á quien le dirijimos y á
cuya consideración la sometemos como primera autoridad en el ramo.
fíilboo Diciembre de 1893.
M . ALBERTO DE PALACIO.
CONSIDERACIONES GENERALES

HIGIENIZACIÓN DE BILBAO

i.
Es conveniente consignar cuál es la verdadera índole del asunto
que vamos á tratar, Higiene pública de Bilbao, sobre la que haremos
solo algunas consideraciones de carácter general, que creemos opor­
tunas.
«El hacer la felicidad de un pueblo equivale á higienizarlo.»
Los antiguos dieron grandísima importancia á la higiene, y, care­
ciendo de medios directos de investigación (como hoy ocurre con las
ciencias modernas), lo averiguaban por un medio ingeniosísimo. Exa­
minaban las visceras de los animales, en los cuales estudiaban los
efectos de las aguas, alimentos, etcétera; y aquí en Bilbao, lejos de
llevar tan lejos las finezas de la investigación, á pesar de tantos ele­
mentos modernos, sólo nos ocupamos seriamente de higiene pública
en tiempo de epidemia, y se nota un predominio muy lamentable del
interés industrial sobre el higiénico, que causa á la larga desastrosos
efectos.
La vida de la población es como la del hombre; es decir, un efec­
to complejo de la organización social, excitada por los medios exte­
riores. Sin armonía de las partes del ser vivo (organización indivi­
dual) no hay vida individual; si falta organización social, no puede
haber vida especifica de la población.
Languidece ó adquiere lozanía el cuerpo humano, según que las
condiciones de los medios en donde viva le sean adversos ó favora­
bles; la población se acrecienta y robustece, ó disminuye y se exte­
núa, á proporción que los medios vitales de que puede disponer le
sean propicios ó contrarios.
No se resuelve el problema de higienizar nuestra Invicta Villa
con hacer tal ó cual obra solamente, según lo vemos estampado
constantemente en la prensa local; muy lejos de ello, desgraciada­
mente.
La higiene pública de Bilbao, como la de toda población, com­
prende varias partes, que voy á dividir en tres grupos, para la mejor
comprensión de mis lectores, enunciando únicamente sus partes más
esenciales.
I.° El que trata de la acción de los medios cósmicos sóbrela
población, y de las medidas sanitarias que deben adoptarse; y com­
prende: la atmósfera, los terrenos, los climas, la localidad, la esta­
ción, la población, las aguas, los fluidos aeriformes, los subsistencias
y la limpieza pública.
o
2 El que trata de las condiciones fisiológicas especiales de
nuestra población, y comprende: la raza, el estado social,régimen ad­
ministrativo y estado religioso.
3.° Dado el carácter industrial de nuestra población, el que tra­
ta exclusivamente de la higiene del trabajo.
El estudio completo de la higiene pública en Bilbao, bajo estos
tres puntos de vista, es tarea muy larga que no está al alcance de las
fuerzas de un sólo individuo, y mucho menos sin la ayuda y coopera­
ción decididas de las autoridades locales, que faciliten una multitud
de elementos y autorizaciones de que no puede disponer un particu­
lar; por consigutente, mi objeto, por ahora, se concretará á hablar de
la higiene pública de Bilbao, en tesis general, haciendo solamente
algunas indicaciones concretas acerca de aquellos defectos más im­
portantes, ó aún mejor, de aquellos que, en mi concepto, convendría
r
eparar con toda urgencia, por ser origen de muchos males que afli­
gen á nuestro querido pueblo.
Porque, si es cierto que merece loa y es causa de legítimo orgullo
é íntima satisfacción el atender, en cumplimiento de una misión ele­
vada, á todo lo que se relaciona con la seguridad y comodidad de los
ciudadanos, con su cultura moral y social, con las necesidades peren­
torias de la vida, con el recreo y esparcimiento del espíritu y con el
libre ejercicio de la actividad, también es indudable que van directa­
mente á alcanzar la gratitud y la estimación de un pueblo los que se
ocupan de su salud, investigando las causas que la alteran y los me­
dios de hacerlas desaparecer, ya que lo principal y lo más importante
para el hombre es la vida, sin la que todos los demás bienes son inú­
tiles.
Un pueblo no es feliz porque sea rico, numeroso y potente; es pre­
ciso que sea sano, y á conseguir esto, por todos los medios que el
progreso y la ciencia proporcionan, deben dirigirse los esfuerzos y las
aptitudes de los ciudadanos mismos, de los hombres de ciencia, de
los gobiernos y autoridades, y muy especialmente de los municipios,
como genuinos representantes de los pueblos, de ellos salidos, con
ellos identificados y en su bien y prosperidad interesados, puesto que
de ellos forman parte.
Si sólo el intento de realizar esta aspiración es meritorio, ¿qué
no será el de arrancar todos los años á la muerte á centenares de se-
mejantes nuestros, el de mejorar las condiciones de su vida, mejoran-
do los medios de su existencia, el de formar ciudadanos sanos y ro-
bustos, familias felices y un pueblo fuerte, laborioso y rico? Merece-
rán los que tal hagan el título, hermoso y envidiable, de bienhechores
de la humanidad, bienhechores de su patria, bienhechores de su pue-
blo, y no han de faltarles las bendiciones de aquellos cuyas existen-
cias habrán hecho más felices y halagadoras.
Por el contrario, dignos de execración y odio serían los que, pu-
diendo, no proporcionasen tan grandes bienes á los que á ello tienen
derecho; reos de lesa humanidad los que, siendo su deber, no ataja-
sen el mal en su origen, evitando cuantos duelos y catástrofes se pro-
ducen por un abandono punible ó un desden altamente censurable.
Hace algunos años, cuando la higiene pública y privada no era
muy conocida, cuando la conveniencia de su necesidad estaba poco
extendida, cuando no habían venido á completarla y perfeccionarla
otras ciencias auxiliares, mediante las cuales conocemos hoy las cau-
sas de la excesiva mortalidad, el origen de muchas enfermedades
infecciosas y los medios de prevenirlas ó extirparlas, cabía el resig-
narse á sufrir impasibles tan terrible azote.
El creyente, que atribuía todos sus males á la voluntad de Dios,
podía conformarse con una desgracia, que se consideraba impotente
para evitar, que asaso la creía merecida, teniendo por una rebelión
contra los decretos divinos el pretender evadirse á ella.
E! hombre de ciencia, armado de sus conocimientos y de la expe-
riencia, cree interpretar mejor los designios del Creador combatien-
do los males que afligen á sus hermanos y previniéndoles contra
ellos, que aconsejándoles la sumisión ciega, la indiferencia irracional,
la inercia desesperada.
Desconociéndose, casi completamente,hasta hace muy pocos años,
las causas de enfermedad y muerte por infección; y, aunque venía
constantemente observándose el hecho de que la mortalidad entre los
habitantes del campo era proporcionalmente mucho menor que la de
las grandes poblaciones, no se explicaba á satisfacción este fenóme-
no, que algunos, con un criterio más bucólico que científico, atribuían
á la morigeración en las costumbres, á la calidad de los alimentos, á
las condiciones del trabajo y á otras causas, más bien morales que
fisiológicas.
La medicina, acudiendo en ayuda de la higiene, y la microbiolo-
gía y la bacteriología, completándola, nos permiten hoy darnos cuen-
ta de aquellas observaciones, determinando de una manera clara y
evidente las causas de la mortalidad por infección, que la higiene
tiene por oficio combatir, y, preparados contra tan poderoso enemigo
podemos atacarle con éxito seguro, debiendo ser siempre nuestra la
victoria en favor de la salud y de la vida; pero para eso se necesita
el concurso y la cooperación de todos y de cada uno de los indivi-
duos, poniendo de su parte cuanto la ciencia ordena, sujetándose á
las prescripciones de los hombres científiccs, que inspiran los manda-
tos de las autoridades, y las corporaciones, los ayuntamientos, adop-
tando las medidas oportunas y convenientes, facilitando los medios y
recursos, premiando y estimulando á los que á tan humanitario fin se
asocien, y sobre todo, mostrando un saludable rigor y gran energía
para exigir el cumplimiento y observancia de los preceptos que á to-
dos obligan, porque á todos convienen.
*

En esta lucha entre la salud y las enfermedades, entre la vida y


la muerte, la victoria es sólo de la voluntad; el que lucha con todos
sus esfuerzos, vence; la voluntad de un municipio puede hacer de un
pueblo inficcionado un pueblo sano; y un municipio negligente puede
hacer de un pueblo sano un pueblo infeccioso
¡Qué responsabilidad tan grande! No hay exageración en lo que
va manifestado.
Hoy podemos considerar como evidente, porque está demostrado
con hechos experimentales, que la causa primordial en todas las en-
fermedades infecciosas es siempre una sustancia específica, propia-
mente idéntica, que es la única capaz de producir el estado morboso
que la es peculiar, de tal modo que, cuando llega á obrar, lo hace de
una manera más ó menos característica; porque los desórdenes físi-
cos, los cambios de presión del aire, el de la temperatura, y la
electricidad, de ningún modo bastarían por sí solos á formar seme-
jante conjunto patológico. Ateniéndose á la diversidad que se ha ob-
servado en su respectiva acción, ha podido deducirse, y se ha deduci-
do necesariamente, que las causas de las distintas enfermedades tie-
nen que ser consideradas en sí mismas, muy diferentes; así se enume-
ran y distinguen por sus efectos la materia variolosa, la escarlatino-
sa, la sarampionosa, la tífica, la colerígena, etc., etc.
De todas estas sustancias mortíferas, se sabe positivamente que
no se inoculan si no se encuentran erosiones epidemiales ó epitelia-
les, lo mismo que sucede con todo el grupo de las afecciones sépticas,
y con las de rabia y otras; de manera que la integridad de estos
órganos proporciona la inmunidad contra tales enfermedades.
Conocidas, pues, las causas de la excesiva mortalidad, y conoci-
dos también los medios de conjurarlas con facilidad relativa, las exi-
gencias del público, por grandes que sean, han de parecer legítimas,
tratándose, como se trata, de la defensa de la salud y de la vida.
Si una epidemia tifoidea, originada por las malas condiciones de
las aguas potables de Bilbao, nos sorprendiera mañana con espanto
so desarrollo, ¿á quién clamarían, alzando los brazos en actitud in-
crepadora, los huérfanos, las viudas, los padres que verían desapare-
cer sus esperanzas, las madres que sentirían desgarrarse sus corazo-
nes con la pérdida de los hijos de sus entrañas? Al municipio, y el
municipio tendría la responsabilidad de que la despoblación fuese la
consecuencia inmediata; y el alejamiento de nuevos elementos, la des-
aparición de las industrias, del comercio, de todo género de actividad,
del progreso, del bienestar, males todos inmensos que llegarán, unos
en pos de otros, en continua sucesión, si no nos apresuramos á com-
batirlos en su origen, ahora que es tiempo y conocemos con evidencia
los sitios en que más arraiga el mal.
En Bilbao, como en España, como en Europa, como en el mundo
entero, las epidemias de toda clase empiezan siempre por los barrios
de los obreros, en los que hallan terrenos bien abonados y materia
favorable á su desarrollo y propagación, por el abandono en que vi-
ven y han vivido hasta ahora en Bilbao, habitando, en número con-
siderable, miserables zahúrdas, faltas de espacio, de luz, de venti-
lación, de servicios, aun los más indispensables, agrupados por fami-
lias, á causa de la sórdida avaricia de los propietarios, que no vaci-
lan en sacrificar algunas existencias á trueque de hacer más produc-
tivas sus fincas, sin pensar en que la caridad recomienda y ordena
lo contrario, ni que en último resultado acabarán ellos mismos por
ser víctimas del mal que con su codicia fomentan, ó por culpa de la
desidia y abandono de las autoridades y corporaciones populares,
que dan al olvido, con punible indiferencia, las leyes, reglamentos,
ordenanzas y disposiciones de policía sanitaria que, de acuerdo con
los principios científicos, tienen por objeto evitar estos males,- que á
todos alcanzan, desde los más pobres á los más ricos, desde el que
busca su subsistencia, implorando un mendrugo de pan, hasta el q»ie
ostenta su riqueza, paseándola en su suntuosa carretela, pagando to-
das sus faltas con castigo terrible y seguro; pues cuando el mal arre-
— la-
cia y se extiende por todas partes, tod os son victimas de su furia,
hasta las clases elevadas, que pagan muy caro su imperdonable
egoísmo ó su incredulidad acerca de la íntima relación que une á to-
das las clases de un pueblo; y cuando se ven atacados en ellos ó en
miembros de sus familias, se sorprenden y extrañan, sin comprender
que ellos han tenido la culpa.
En lo fisiológico, lo mismo que en lo moral y en lo social, las
perturbaciones de las clases inferiores ascienden del fondo á la su-
perficie, llegando á invadir las esferas más altas, no sólo en los casos
de epidemia, sino también en los de simple transmisión infecciosa,
pues no conviene olvidar que las clases pudientes y acomodadas
tienen que acudir á las clases proletarias para proveerse de todo lo
necesario á la subsistencia, desde el pan, la carne, 'las legumbres,
frutas y otros manjares que forman su regalo y el ornato de su mesa
sin contar los vinos y licores, hasta el vestido y el calzado que usan
y el combustible con que sazonan los alimentos y templan sus habi-
taciones y sus miembros sensibles á la temperatura exterior, y estos
alimentos y vestidos, y estos combustibles son elaborados ó manipu-
lados por los pobres, acaso han sido depositados en lugares infectos,
llegando á ser los medios más apropósito, los vehículos más directos
para las trasmisión de los gérmenes morbosos ó infecciosos, origen
de sinnúmero de enfermedades y causa, muchas veces, de la muerte.
Sí, pues, todo lo que el rico consume ó emplea en su persona y
para satisfacer sus necesidades materiales, pasa por las manos del
pobre, es lógico pensar que, si este enferma, ó su salud no se halla
en buenas condiciones, al extremo de ponerle á punto de perecer, de
rechazo, y por cansas y conductos naturales, sus afecciones infeccio-
sas han dn reflejarse ó repercutir en el rico que de él se sirve, el
cual adquirirá, por contagio, los gérmenes morbosos y mortífe-
ros incubados en la ca<a del pobre; porque no es sólo el aire el
que puede estar envenenado, sino también los cuerpos sólidos ó li*
quidos, sean ingeridos ó aplicados, de que los ricos no pueden pres-
cindir, y de cuya perniciosa influencia no serán bastante á preser-
varles la observancia de los preceptos de la higiene privada más ex-
tricta y rigurosa, ni de los recursos de la ciencia médica, impotente
cuando el mal es inveterado y latente.
La solución de este conflicto no es más que ésta: evitar los focos
origen de las enfermedades contagiosas, sin los que éstas no existi-
rían, y esto se consigue concediendo atención, aunque no sea más que
por instinto de conservación, á la existencia y modo de vivir de las
clases menos favorecidas por la fortuna, de los proletarios, de los
pobres.
El Bilbao, actual, que tan tristemente célebre vá haciéndose por
su insalubridad y sus poco envidiables condiciones de permanencia,
es, sin duda, el mismo Bilbao de hace cincuenta y más años; su clima,
dulce y agradable, es el mismo, igual su emplazamiento, su orienta-
ción idéntica; en nada esencial es diferente del Bilbao en que nues-
tros abuelos disfrutaron una larga y dichosa existencia, nunca tur-
bada por el temor de las complicaciones y perturbaciones que la
amenazaran. Todo es lo mismo; solo han variado los elementos y
agentes artificiales que se le han agregado, debidos, en su mayor
parte, al aumento considerable de su población, á la creación de
nuevas formas de existencia; que han originado de una manera dis-
tinta de ser y ocasionado la infección por el aire, por las aguas, por
el suelo y por él subsuelo, por los edificios y por la vía pública, por
el seno del hogar y por las relaciones sociales cotidianas. Pues si
nosotros, los que en número considerable poblamos á Bilbao, somos
la causa ocasional de estas distintas condiciones, á nosotros nos toca
y corresponde, y á los que en el Municipio llevan nuestra represen-
tación, el corregirlas, el convertir esta antesala de la muerte y asien-
to de todas las calamidades, en un pueblo sano y de excelentes con-
diciones de salubridad, lo cual es posible, con la observancia de los
preceptos de la higiene, con el exacto cumplimiento de las leyes y
reglas que á ella se refieren y con el uso de los poderosos medios
que la ciencia y las industrias, que las deben su extraordinario impul-
so, ponen á nuestra disposición.
La vida no tiene precio; nunca se harán bastantes sacrificios para
conservarla ó para defenderla y garantizarla contra las mil causas
de destrucción que la amenazan. Para el pobre, la salud es un capi-
tal precioso, que constituye toda su fortuna, y que, una vez perdido,
lo recobra muy difícilmente ó no lo recobra jamás; para el rico es un
don, no menos estimable, que le permite gozar de la ventaja que la
fortuna le ha concedido; en el interés de unos y otros está, pues, de
no perder tan rico tesoro; y estando como están todos íntimamente
relacionados y expuestos de la misma manera á idénticos peligros»
ninguno puede eximirse del cumplimiento de los preceptos generales
déla salubridad pública, sea la que quiera su posición, sus facultades
y sus medios, ya que es un axioma higiénico social, umversalmente
admitido, que: «Todos están directa é inmediatamente interesados
«en el mejoramiento de la salud y en la disminución de la mortalidad
«general.»
Nada hay más elocuente que las cifras que arrojan las estadís-
ticas, que prueban el inmenso bien que con los trabajos de saneamien-
to se ha hecho á los pueblos y á la humanidad. Porque hay que tener
en cuenta que cada caso defallecimiento supone siempre diez, veinte
y aún treinta enfermedades graves, por lo que todos los esfuerzos
deben tenderá disminuir el número de estos, para aminorar el de los
de muerte. Y entonces, ¡cuántos males evitados! ¡cuánto dinero eco-
nomizado! ¡cuánto tiempo ganado para el trabajo! ¡cuántas ventajas
realizadas!
II.

ATMÓSFERA.

Las corrientes aéreas son factores muy principales para caracte-


rizar el clima, por las modificaciones que pueden imprimir por su
fuerza, velocidad y duración.
Hemos hecho un extenso estudio sobre este particular, para el
cual ha servido principalmente de base la copia de cuantas observa-
ciones existen anotadas en los registros del piloto mayor de Portu-
galete, nuestro distinguido amigo D. Antonio Oriosolo, y las de los
registros de los observatorios de Bayona y Burdeos. Pero es tal la
extensión del trabajo, que seria imposible el trascribir aquí sus in-
mensos cuadros sinópticos y la interminable lista de observaciones,
sin hacer monótono y por demás pesado este ligerísimo trabajo, al
que sólo deseamos imprimir un carácter muy general.
Aparte del estudio detallado del medio más importante para la
vida animal y vejetal, el aire atmosférico es el generador y á la vez
el trasmisor del germen que mata ó emponzoña, ó que, por el contra-
rio, reanima y fortifica la existencia más debilitada; ningún ser orgá-
nico puede sustraerse á su influencia; su acción, su influjo, es tan im-
prescindible, que en la naturaleza humana es más necesario que la
alimentación, de la que constituye dos terceras partes.
El estudio del aire atmosférico es el más complicado de cuantos
se refieren al hombre; modifica las condiciones vitales del individuo y
de las colectividades del campo y de la ciudad, y ejerce, en una pala-
bra, una influencia tan decisiva, que debe hacer muy exacta la frase
de que el aire que se respira es el que da la vida, lo mismo que trae la
m uerte.
Por este motivo, y por las causas de corrupción del aire de nues-
tra villa, que veremos más adelante, daremos un consejo á los bilbai-
nos, de la más alta importancia higiénica, cual es el de que, siempre
que puedan, dirijan sus paseos y sus momentos de expansión y recreo
á las orillas del mar, en donde encontrarán una atmósfera más seca,
más tónica, más pura, más reconstituyente y que será en muchísimos
casos un medio profiláctico contra muchas enfermedades, fácil, cómo-
do y agradable.
Hoy, en que la rapidez, facilidad y economía del transporte por
medio de las diferentes líneas, ferrocarriles ó tranvías paralelos al
rio Nervión, que se dirigen á la costa, permiten modificar temporal-
mente la influencia del clima, trasladándose á los puntos de la costa,
más próximos de los que, cada uno, según su conveniencia, pueda
elegir el que más le convenga, no es de olvidar, ni mucho menos de
desdeñar, este poderoso agente, uno de los más eficaces de la higie-
ne pública. En efecto, los habitantes de nuestra villa tienen la ven-
taja de poder cambiar ó variar de clima, siempre que les plazca, con
sólo trasladarse, por los medios que dejamos indicados, á cualquiera
de los pueblos situados en la desembocadura del Nervión, Santurce,
Portugalete, Algorfa, Las Arenas, los cuales constituyen otros tantos
tipos distintos de climas, por su orientación, emplazamiento, natura-
leza del terreno y altura sobre el nivel del mar; en ellos se come y
se duerme más que en Bilbao, la sangre se purifica y regenera, y las
funciones de la piel se restablecen, merced á una permanencia pro-
longada; el sistema nervioso se fortalece, y toda la economía entra
en una via de reconstitución que compensa pródigamente los desper-
fectos en ella ocasionados por la vida de población. Está demostrado
que la influencia de la vida en estos puntos es, sobre todo, calmante,
fortificante y esencialmente tónica, pudiendo aconsejarse á los habi-
tantes de esta villa en un gran número de estados patológicos, como
son: la hidroemia, la anemia y las enfermedades de éstas derivadas:
la amenorrea, menostasia, predisposición á los enfriamientos por la
impresionabilidad de la piel y de las mucosas, los reumatism os, afec-
ciones catarrales, desórdenes de la nutrición, afecciones escrofulosas,
irritabilidad del sistema nervioso, insomnios, debilidad producida por
enfermedades prolongadas, estenuación, ciertos abusos ó influencias
depresivas, y otras análogas. La estancia en ellos favorece el desa-
rrollo de los niños raquíticos ó propensos á enfermedades escrofulo-
sas. Una residencia en condiciones de buena higiene de varios meses
al año, en estos puntos, bastaría para destruir completamente todos
los gérmenes de la escrófula, y muchos de la tisis, estando contrain-
dicada para que los que padecen de asma y de histérico, así como pa-
ra ciertas enfermedades cutáneas, como el eczema, que se exacerba-
ría, y las herpes.
El aire es un medio necesario para el paso de las oscilaciones de
los rayos de la luz, su diaterminación y diafaneidad son indispensa- •
bles para la existencia de todo ser sobre la tierra; por la diatermi­
nación llega el calor solar, produciendo las múltiples actividades mo­
leculares que son las manifestaciones de la vida.
La diafaneidad aérea abre, por decirlo así, la ventana de la tie­
rra, para que la vista del hombre abarque el espacio que le rodea y
aprecie los admirables efectos de la luz, de los colores, de brillos y
de sombras que engalanan la superficie de nuestros campos y de nues­
tros montes.
El aire no sólo detiene una parte considerable del calor solar, an­
tes de que llegue á la tierra, sino que también sirve para detenerlo
en esta. El aire atmosférico es el primero y único agente de la r e s ­
piración y es á la vez el primer vínculo de las sociedades.
Bajo el punto de vista higiénico, la atmósfera comprende dos par­
tes: el ambiente exterior y el aire confinado.
El ambiente exterior, en nuestra villa, tiene dos agentes princi­
pales de viciación: el primero es el excesivo estado higrométrico,
efecto de la inmensa superficie de evaporación de agua que presenta
la cuenca del Nervión, debido á su forma topográfica, á la naturaleza
de su terreno y á su exhuberante vejetación, aparte, desde luego, de
la causa principal que constituye la base fundamental de su clima,
tal es el predominio de los vientos reinantes, el N. O. y S. E. y al
choque de las corrientes aéreas con la cordillera que nos rodea y que
facilita la mayor condensación de vapor acuoso.
Hay medios fáciles, desde luego, para contrarrestar en parte el
efecto nocivo y deprimente de este agente, causa directa, en este
país, de las afecciones catarrales, reumatismos, linfatismo, etcétera,
é indirecta de todas las enfermedades infecciosas, á causa de su ac­
ción deprimente; estos medios los enunciaremos al tratar del clima
local más adelante.
El segundo medio de viciación del ambiente exterior es todo ese
cúmulo de emanaciones mefíticas, procedentes de las combustiones
incompletas de las fábricas, emanaciones de sus productos, gases
deletéreos procedentes de todas las alcantarillas de la población, de
la ría, escombreras y las procedentes también de la población pro­
piamente dicha.
Es inconcebible el número de millones de metros cúbicos á que
asciende el volumen de humos, evaporación de líquidos, gases des_
prendidos d3 millares de sustancias en descomposición y de las alcan­
tarillas, cuya superficie es mucho mayor que la de la ría.
Sólo así se comprende que llegue á alterar profundamente la n a -
turaleza higiénica del ambiente exterior, á pesar de moverse con
completa libertad en el espacio y de disponer en él de un volumen
indefinidamente grande. Desde luego que hay muchos gases menos
densos que el aire exterior, sea por su naturaleza, sea por su tempe­
ratura, que suben hacia el espacio; pero esa ascensión, esa huida de
estos gases es sólo aparente, en una gran parte de ella, porque pron­
to equilibra su temperatura con la del ambiente exterior, viniendo
á mezclarse ó á disolverse en él, para constituir nuestra atmósfera-
El aire tiene un gran poder disolvente para retener entre sus mo­
léculas á otros fluidos elásticos, propiedad que, subiendo de punto
por la acción del calórico y de la electricidad, nos explica la influen­
cia que las variaciones termométricas y barométricas ejercen en la
viciación de la atmósfera.
Como todos estos gases son transparentes á la vista, nada nos
choca, nada de particular notamos; pero no ocurre lo mismo con el
sentido del olfato, que nos acusa desde luego la existencia de una
atmósfera viciada, al pasar por las calles estrechas, y sobre todo por
aquellas habitadas por gente obrera, pobre y poco aseada.
Desgraciadamente para la humanidad, todos los gases tóxicos no
son perceptibles al olfato, y los agentes micro-orgánicos pasan para
nosotros absolutamente inadvertidos, siendo precisamente los que
mayores estragos causan.
Los gases que pueden encontrarse en el aire, sin que en su des­
prendimiento haya intervenido el arte, y teniendo en cuenta sus efec­
tos, son irrespirables, irritantes y tóxicos. En el primer grupo están
comprendidos el ázoe, el hidrógeno y el ácido carbónico. En el se­
gundo, el amoniaco, el ácido sulfúrico y clorhídrico, y en el tercero,
el hidrógeno sulfurado y el hidrógeno arsenicado.
No tenemos que reprochar á Bilbao de tener establecidas e
seno de su población industrias de donde emanen gases deletéreos
ni aun de existir focos de descomposición, más que algunos, muy po­
cos, en el casco Viejo, y algunos más numerosos, tales como esterco­
leros, cuadras mal cuidadas y pocilgas, en el barrio de San Francisco
y en los barrios extremos.
Por lo que respecta á las emanaciones de las alcantarillas que
van á parar dilectamente al ambiente exterior, diremos algo refe­
rente á su composición, sobre lo cual llamamos la atención, porque
hemos oido repetidas veces crasos errores que respecto á este parti­
cular han emitido personas muy ilustradas é inflyentes en la opinión
pública de nuestra villa, y consideramos muy esencial el tener un
claro concepto sobre este particular, para normalizar un poco las
ideas que sobre el saneamiento de Bilbao corren entre el público.
El aire de las alcantarillas no difiere sensiblemente del aire ex-
terior normal por su composición química. Contiene un poco menos
de oxígeno y de ázoe, y nn poco más de ácido carbónico; pero está
impregnado de gases deletéreos, que se desprenden de las aguas
que arrastran las alcantarillas y sobre todo de los depósitos que
ellos dejan.
Es muy pobre en microbios, porque el agua y la humedad los r e -
tienen con una gran fuerza y no los sueltau al aire. Evaporándose
hasta secarse un agua de alcantarilla completamente corrompida,
ni un solo He sus microorganismos puede pasar al aire, arrastrado
por el vapor. Una corriente de aire que se haga pasar al través de
una tierra húmeda, mezclada con materias en descomposición, no
arrastra ni un solo microorganismo. El aire de las alcantarillas est á
siempre saturado de humedad y no contiene más que un pequeño
número de microorganismos en suspensión, que proceden de otros
orígenes que de las emanaciones y descomposición de las aguas su-
cias de las alcantarillas.
De manera (pie el aire desprendido de las alcantarillas no es te-
mible por sus efectos patógenos; lo es únicamente por la acción tóxi-
ca de sus gases deletéreos, los cuales actúan en pequeñísima é im-
perceptible proporción en el ambiente exterior, y muy directa y enér-
gicamente en la atmósfera confinada de las habitaciones por sus
efectos tóxicos y deprimentes.
Y si esto ocurre con una alcantarilla, ¿qué diremos de la ria de
Bilbao?
¿Es posible que las emanaciones propias de la ria causen efectos
patógenos de ninguna especie?
¡No, señor!
III.

TERRENO.

La población de Bilbao se halla emplazada en el fondo de una


herradura de cordilleras de montañas de forma parabólica, por decir-
lo así, alargada, cou su abertura orientada al N. O. y O., de donde
vienen sus vientos reinantes.
Dada la forma irregular de esta herradura, toda la margen iz-
quierda se halla peor orientada y macho más desabrigada que la
margen derecha. Esta última se halla guarecida en toda su extensión
de los vientos N. y respectivamente por las colinas de Ondiz, monte
de Axpe, monte de Cabras y la cordillera de Archanda, lo cual de-
termina en la cuenca del Nervión dos terrenos, dos climas, dos loca-
lidades diferentes y de diferentes condiciones higiénicas: el uno es la
margen derecha de la ría, y el otro la izquierda.
La influencia de un terreno sobre sus habitantes es directa y
capital; por mucho que se trate de modificar las instituciones socia-
les, jamás la civilización que se desarrolla en un terreno granítico
será igual á la que ofrece un pais calcáreo ó carbonífero; y no es
difícil demostrar que las costumbres y el lenguage se modifican á pro-
porción de la configuración del territorio.
Los habitantes de los países montuosos tienen dialectos ásperos
y hábitos varoniles, al paso que los habitantes de los valles y de las
hondonadas ofrecen costumbres más afeminadas y un lenguaje eufó-
nico; también existe entre las artes arquitectónicas y la naturaleza
geológica del país la mas íntima conexión.
Considerándolo bajo el punto de vista geológico, el territorio viz-
caíno no ha debido variar de un modo muy sensible desde el último
movimiento orogénico pirenaico que tuvo lugar entre el oligoceno y ei
mioceno y produjo los pliegues y demás accidentes extratigráficos;
la distribución de mar y tierra firme no ha debido tampoco variar de
manera muy sensible, y desde el período mioceno comenzaría la de-
nudación de las tierras emergidas, y por ende la apertura de los
valles y la formación de los terrenos de acarreo.
Estos fenómenos no debieron adquirir su mayor intensidad sino
en la época cuaternaria, á la cual debe atribuirse la formación del
territorio vizcaíno.
El Nervión llega á la planicie de Orduña, que ha cubierto con
sus aluviones, con los cuales se encuentran los derrubios de las mar-
gas senonenses, de que está principalmente constituida la sierra.
En las cercanías de Bilbao se distinguen claramente los aluvio-
nes recientes de los antiguos. Estos cubren principalmente la vega de
Abando, donde está edificado el Ensanche; constan en su parte supe-
rior de una capa arcillosa de espesor variable, á la que sucede otra
de cantos rodados. Los aluviones recientes ocupan una región más
baja,formando el suelo déla mayor parte de la villa, el Campo de
Volantin y la fértil y bien cultivada vega de Deusto.
En Zorroza hay una lengüeta de origen aluvial, y la feraz vega
de Baracaldo está constituida por aluviones modernos fluvionarios,
cubiertos de tierra vegetal. En la desembocadura del Nervión hay
dos playas de arena, de las cuales la mayor es la de Las Arenas,
que da origen á dunas bastantes extensas, hoy en su mayor parte
cubiertas de pinares.
Considerando ahora el terreno bajo el punto de vista de la in-
fección que es capaz de producir, diremos que en el suelo de las po-
blaciones abundan las materias orgánicas, las cuales haciéndose
asiento de la descomposición pútrida, se convierten en focos de mefi-
tismo y de insalubridad.
Restos de animales muertos, detritus de animales procedentes de
ambos reinos, escrementos humanos, cuyas emanaciones se despren-
den de las alcantarillas, cloacas y letrinas: [tales son las materias
sobre que tienen lugar los fenómenos químicos que causan la infec-
ción, debiendo agregar á ellos la influencia de la piedra calcárea
porosa que, en determinadas condiciones, se trasforma en nitrato de
magnesia, de potasa ó de cal, y la de yeso ó sulfato calizo, que en
en otros casos proporciona elementos para el mefitismo sulfídrico.
Así es que todo cuanto contribuya, por medio de una combustión
lenta, á producir la oxidación de ciertas materias orgánicas ejercerá
un influjo favorable en la pública salubridad. De ahí la necesidad de
calles y plazas espaciosas para que sea más extensa la superficie de
acción del lumínico y del aire sobre los restos orgánicos; de ahí la
conveniencia de las plantaciones urbanas, que constituyen un medio
muy esencial de higienización, del que, afortunadamente, no tenemos
que quejarnos en Bilbao.
El citmbio de moléculas, entre el reino animal y vejetal, es "^nece-
sario y absolutamente preciso en unos y otros para que puedan cum-
plir debidamente con los fines impuestos por la naturaleza á los
seres que la forman. Esa reprocidad constante por medio de la que
la molécula emanada del uno va al otro, y vice-versa, demuestra la
inmensa fraternidad de todo lo creado en la naturaleza.
De esta manera el aire viciado por falta parcial de oxigeno es
reemplazado por el que las plantas verdes difunden, compensando
los efectos de la respiración animal que produce el ácido carbónico,
el más nocivo para la vida humana. Las plantas purifican el aire
viciado por la respiración del hombre y de los animales, y el oxígeno
trasformado por estos en ácido carbónico es absorvido por aquellas
en su respiración diurna, fijando el carbono en la profundidad de
sus tejidos y suministrando á la atmósfera un oxígeno reparador.
El hombre exhala 20 litros ó 41 gramos de ácido carbónico por
hora, 480 litros por un dia, ó sea cerca de un kilogramo, y absorbe
diariamente unos diez metros cúbicos de aire atmosférico; viciado
asi en sus proporciones, origina el contenido en una habitación la
asfixia lenta, y lo mismo el que á la atmósfera de las calles va á pa-
rar, cuando no lo renuevan las plantas verdes ó lo difunden los
vientos, alteraciones en el glóbulo rojo, depositario encargado de
llevarlo hasta la trama de los tejidos, ó experimentar el fenómeno
químico de la oxidación.
En tales condiciones, y sabiendo el papel que éste gas desempe-
ña en la economía animal, se comprenderá la influencia importantí-
sima que en la salud ejerce y la necesidad que á la vez tenemos de
respirar buen ambiente, si queremos conservar la vida dilatados años.
Si bien nuestra población es muy rica en vegetación, obteniendo
por este concepto su salutífero efecto, en cambio tiene un terreno
sumamente húmedo, debido á la topografía de su terreno, á la mucha
superficie de líquidos en evaporación y en gran parte á su mucha
vejetación.
El exceso de vejetación, que bajo el punto de vista anteriormente
citado es muy ventajoso, tiene ahora bajo este nuevo punto de vista
grandes inconvenientes, manteniendo una atmósfera demasiado sa-
turada de humedad. No obstante, hay un medio poderoso para com-
batir estos efectos en la parte urbana de las poblaciones, y este
medio constituye una de las principales victorias de la higiene mo-
derna, el drenage.
¡Cuánto ganaría Bilbao en condiciones higiénicas si drenara sus
terrenos húmedos! La parte más aristocrática de Bilbao, el Campo
de Volantín, asiento de los mejores hoteles de nuestra población, y
en donde habitan las clases más acomodadas, resulta malsana solo
por este defecto. Abrigado de los vientos N. y N. O por la configura­
ción del terreno, rodeado de frondosa y espléndida vegetación, con
numerosos y lujosos jardines en todos los hoteles, seria el lugar pre­
dilecto de Bilbao, si no tuviese ese gran defecto. Todas las construc­
ciones se hallan cimentadas sobre antiguo limo y aluvión cubierto
de tierra vegetal arcillosa.
Recuerdo haber hecho un reconocimiento de once metros de pro
fuiididad en fango limoso cuando dirigí la construcción de los dos ho­
teles pertenecientes á la familia del Sr. García, en la Salve.
He visto toda esa planicie completamente urbanizada y presenta
el mismo aspecto fangoso. Las vertientes del monte envían á este
punto sus aguas pluviales por la superficie y por la capa subterránea,
convirtiéndolo en un terreno húmedo y malsano. Sería, pues, necesa­
rio sanearlo estableciendo una red de drenage, con algunos pozos
de saneamiento, derivando el agua al rio y desecando el terreno.
Como complemento de este procedimiento de saneamiento seria
necesario cubrir toda la superficie de terrenos posibles con pavi­
mentos impermeables, á fia de aislarse de la humedad, que en ese
punto es el elemento anti-higiénico por excelencia.
No recorreremos todos los puntos de Bilbao que se hallan en cir­
cunstancias análogas, para no hacer interminables estos artícu­
los; pero observaremos en tesis general que todos los terrenos de
Bilbao son demasiado húmedos, que en principio deben de proscri­
birse los sótanos y recomendar el drenage, que no se ha empleado
aún, y el uso de paramentos impermeables que cubran la mayor su­
perficie de terreno posible, tanto en la casa como en la vía pública.
El hacer impermeable la superficie de los terrenos es de la más
alta importancia en nuestra villa, porque evita la infección progre-
gresiva de estos y su propagación infecciosa por la humedad y su
acción capilar, no solo en sótanos que debían ser absolutamente
prohibidos, sino en las plantas bajas ó lonjas.
Estas están siempre húmedas; y no sería esto la peor, si solo se
tratara de la humedad producida por una agua limpia y pura; pero
precisamente la humedad de estos lugares tiene que estar comple­
tamente contaminada. En efecto, caen las "lluvias, se barren y
limpian los tejados, y los patios hediondos, (de los que hay mu­
chísimos en nuestra villa) en donde hay toda clase de materias
en descomposición, en sus negras paredes y ruinosas cornisas y en
el fondo de su superficie siempre reducida y muy irregular, á donde
van á parar mil residuos orgánicos de las habitaciones. Nunca faltan
como complemento cañerías de bajadas de escusados rotas, y otros
elementos de infección análogos.
Estas aguas pluviales, recogiendo todos los elementos de la fer-
mentación que estos agentes producen en la superficie, penetran en
el terreno, se esparcen por absorción capilar, pasando á los suelos
de las plantas bajas y se elevan por los muros hasta 3 y 4 metros
sobre el suelo, siendo una seria causa de insalubridad,
Una lonja bien cuidada debería de tener un suelo impermeable, y
otro encima desmontable, dejando un espacio de aire libre de unos
diez centímetros con algunos taladros de ventilación hacia el patio
ó hacia la calle, igualmente sus paredes deberían de tener paramen-
tos impermeables y un tabique doble que dejara también unos diez
centímetros de capa de aire interpuesta, á fin de que nunca hubiera
contacto directo con las eflorescencias blancas de sus húmedas
paredes.
Por iguales motivos deben de proscribirse de una manera absolu-
ta los pozos de aguas potables de nuestra villa.
Un medio enérgico de evitar humedades en las plantas bajas de
las casas de una zona importante de nuestra villa seria el establecer
el drenage á la profundidad de los cimientos de los edificios, para
evitar la absorción por capilaridad. Tal es la situación de toda la
población que, partiendo del Cristo, calles de la Esperanza, Ascao,
Iturribide, etc., pasa por el Hospital y sigue hasta los Caños. ¡Cuán-
tas enfermades hallarían su origen en esta causa!
IV.

INFLUENCIA DEL CLIMA Y DE LA LOCALIDAD EN LA

POBLACIÓN-ESTACIÓN.

Para apreciar la influencia del clima vizcaíno sobre sus habitan­


tes, consideraremos sucesivamente la influencia del calor y la hume­
dad atmosféricas, y la influencia de la luz y del sol, que nos calienta
y nos alumbra.
El calor atmosférico, ejerce una influencia poderosa sobre el
organismo y domina por su importancia los demás elementos clima­
téricos. El aire se calienta por la radiación directa del sol, por la
reflexión de la tierra, por el contacto con esta y por las corrientes.
La radiación directa del calor solar, tiene muy poca importancia
en nuestra villa, porque el aire que de suyo se deja penetrar por
ios rayos del sol retiene muy poco calor, el cual solo es conservado y
regulado de una manera muy sensible per el vapor acuoso, que en
grandes cantidades satura nuestra atmósfera. Los rayos del sol no
pueden ser dirigidos por el viento. La reflexión del calor solar en
nuestra tierra, tiene un poderoso regulador; la accidentación del ter­
reno, la multiplicidad de superficies húmedas, expuestas al aire, la
frondosa vegetación, etc., son otros tantos elementos que retienen
gradualmente el calor y lo devuelven en la misma forma lenta y
gradual.
El calórico absorvido por nuestra atmósfera, merced al contacto
con la tierra, está también perfectamente graduado por la proximi­
dad al mar, siempre más caliente que la tierra y de temperatura
casi uniforme, á causa de su naturaleza fluida y movible que regula
de una manera admirable la temperatura de la zona más próxima al
continente.
Los cambios bruscos de temperatura por la influencia de las cor­
rientes aereas, son también sumamente reducidos en este privilegia-
do p tU, á causa de esas verdaderas murallas de defensa contra este
enemigo formadas por las colinas de nuestras montañas, abrigándo-
nos de los vientos en todas direcciones. De manera que resulta nues-
tro pais, bajo este punto de vista, un país privilegiado, y constituye
un tipo de clima especial, higiénico.
En efecto, si comparamos los efectos de la temperatura domi-
nante en Bilbao, de 12° á 22° C. con los de temperatura más bajas,
veremos que para una temperatura media como la del principio y fin
del verano en Bilbao y como la del invierno en los países cálidos, la
pérdida de calórico es menor que en invierno. En las personas sanas
los cambios nutritivos, la absorción, las funciones de respiración, de
digestión, de circulación y de secreción urinaria, disminuyen y se
debilita el sistema nervioso y los movimientos musculares, mientras
que la actividad cutánea aumenta.
Por el contrario, en las personas delicadas, se observa general-
mente más vigor en todas sus funciones, mejor apetito y más facili-
dad en el juego de sus músculos, este hecho depende sin duda de
que el organismo tiene menos exigencias qne satisfacer en razón de
la pérdida menor de calórico y de mayor actividad cutánea.
Por este motivo Bilbao que goza de un calor climatérico templado
puede convenir á las personas enfermizas ó temporalmente debilitadas.
Bajo el punto de vista de la humedad atmosférica, nuestro clima
es menos afortunado, porque es sumamente húmedo y muy abundante
en lluvias. Bilbao como pais lluvioso, presenta dos aspectos muy
diferentes: uno cuando llueve mucho y otro cuando llueve con mu-
cha frecuencia. Si la lluvia no es frecuente ó continua, hasta el pun-
to de impedir á una persona delicada la permanencia al aire libre,
resulta sumamente higiénico; porque tiene la ventaja de purificar el
aire de mezclas orgánicas é inorgánicas, y de verifiarlo por la forma-
ción del ozono y el aminoramiento de la humedad re lativa; muchas
personas se sienten más frescas y más dispuestas durante y después
de la lluvia. Rara vez es perjudicial el hacer ejercicio durante una
lluvia moderada, cuando se tiene cuidado de tomar algunas precau-
ciones, y en ciertos casos es preferible andar exponiéndose á la lluvia
que á los rayos directos del sol. Es tan notable en Bilbao, la diferen-
cia higiénica de los años en que la lluvia es muy frecuente á aque-
llos en que no lo es, aunque sea esta más abundante y aún torren-
cial, que la mortalidad disminuye de una manera asombrosa en las
épocas en que las lluvias no son frecuentes; cuando llueve poco,
Bilbao es un clima ideal.
No existe más que un procedimiento racional de contrarrestar la
humedad y de evitar las molestias y los estragos de las lluvias, con
relación a l a población, este medio es el de hacer plazas, aceras y
paseos cubiertos y bien orientados.
Si la Excma. Corporación Municipal de Bilbao, llegara á pene­
trarse del sin número de enfermedades que pueden evitarse por este
procedimiento, no existiría una sola calle que no tuviera sus aceras
cubiertas, se prodigarían las plazas y pasajes cubiertos, y se haría
de Bilbao una población cómoda y confortable, que visitarían con
gusto todos los forasteros, cuya larga permanencia aumentarla de
una manera notable, la riqueza de multitud de comercios é industrias
establecidos en nuestra villa. Cuando consideramos á Bilbao bajo
este punto de vista, nos hace el efecto de una población abandonada
á si misma, que nadie se ocupa de ella, puesto que ni siquier-an hacen
cosas que tanto y tanto bien producirían tj que nada cuestan sino el exi­
girlas. Un complemento de este procedimiento, es el de cubrir toda
la superficie del suelo, con una capa impermeable, para lo cual debe
recomendarse muy especialmente asfalto puro. Asi como cada pais
imprime á sus poblaciones y á sus construcciones, formas típicas
siempre racionales que dan estilo y carácter á cada localidad, tales
como las cubiertas apuntadas en el Norte, terrados en el Mediodía,
etc. Bilbao, debiera de ser una población impermable asfaltada, to­
talmente cubierta la superficie de su terreno, y cruzada por todas
partes de ricas y artísticas galerías, pasos y paseos cubiertos que le
dieran un aspecto típico y característico, de lo agradable, de lo lim­
pio y de lo higiénico.
Siempre que se trata de higienizar á Bilbao, se habla de mu­
chos millones; considerando el dinero como factor exclusivo, cuan­
do yo creo que lo que hace falta es menos millones y mayor buen
deseo, y asi se higienizaría más la población y se derrocharía menos
dinero.
Consideremos ahora la influencia que sobre nosotros ejercen la
luz difusa y el sol.
La influencia que la luz difusa y el sol ejercen en el hombre, asi
como en las plantas y en las bacterias, es muy notable.
Se ha reconocido que los granos de clorofila, se forman por la
influencia de la luz, que las hojas evaporan oxígeno, principalmente
durante el dia, lo cual tiende á la formación de sustancias orgánicas
que contienen menos oxígeno y más ácido carbónico, de ázoe y de
hidrógeno.
Hasta cierto punto puede decirse que la formación de las flores
y de los frutos, es tanto más fecunda cuanto más intensa es la luz
natural. Todas las hojas se vuelven del lado de donde procede la luz,
si esta no viene más que en una dirección.
Los médicos que habitan en comarcas donde el sol está oscure-
cido durante varios meses, por espesas nieblas y donde jamás luce
sino á través de un velo, tienen á menudo ocasión de comprobar en
los recien llegados una especie de mal del pais acompañado de tris-
teza, de faltarle energía y de apetito, desórdenes digestivos. Según
el tiempo y las ocupaciones del enfermo, esos desórdenes llegan á
ser algunas veces intermitentes, y duran años; ciertas personas no
llegan jamás á aclimatarse. Suele decirse que donde no entra el sol,
entra el médico. En este sentido es muy acertada la disposición de
los miradores en las casas de Bilbao, para tomar el sol, en los cuales
solo tenemos que reprochar su malísima construcción que no obedece
más que á la rutina. Son tantas las ventajas que hallamos en los
miradores para nuestra clima, que aconsejaremos que se hagan los
mayores y más numerosos posibles en las construcciones, aún reme-
tiéndose de la linea de fachadas.
Se ha notado la presencia de fiebre intermitente en los criados
de casas grandes que habitan subsuelos con ventanas, en donde ni
penetra jamás el sol y muy escasamente la luz. En otros casos se ha
notado la formación de un infarto en el bazo durante la fiebre, que
en manera alguna era debida á la malaria ordinaria y desaparecer
estas molestias en cuanto se abrieron ventanas y penetró la luz
abundante. El efecto nocivo de las habitaciones lóbregas se ha com-
probado en muchos hospitales.
La luz es además nociva al desarrollo de las bacterias y de los
esporos microscópicos, que se producen en el momento de putrefa-
ción; se ha observado que la luz directa del sol, es más potente que
la luz ordinaria del dia; que gérmenes ya formados pueden ser des-
truidos por la luz del sol, y que los rayos que parecen tener una
influencia más poderosa son los actínicos del espectro.
Cuando la luz falta, ya sea al aire libre, ya dentro de las habi-
taciones sombrías, la oxidación no puede ser tan completa como
la influencia de los rayos luminosos potentes; de igual modo los es-
poros y los organismos inferiores deben desarrollarse más fácilmente
en los lugares privados de luz; quizá tampoco se hagan las oxida-
ciones con la misma energía en los organismos de los animales supe-
riores; la nutrición y los cambios nutritivos se encuentran también
alterados, en tanto que una luz más intensa provoca sin duda alguna
aumento en ellos.
No nos extenderemos más sobre este particular, porque nos con-
duciría á hacer una reseña médico topográfica de nuestra villa, que
no entra en nuestra mente el hacerlo por este momento y lo dejare-
mos para ocasión más oportuna.
Haciendo, no obstante, algunas consideraciones de carácter gene-
ral diremos que, si bien son ostensibles en el organismo humano las
impresiones debidas á los climas y á las localidades, son aún mucho
más profundase indelebles las modificaciones que estas condiciones
cósmicas inducen en las masas. Puede, en efecto, algún concurso de
ciidistancias encontradas borrar en el individuo la huella de ciertas
influencias climatológicas incipientes ó superficiales, pero jamás se
notará que se extinga el sello que de estas reciban las colectividades,
y por lo mismo justo es decir que el ^lima reacciona de una manera
más positiva y más permanente en la población que en cada uno de
los organismos que la componen.
Dada la indiferencia con que se han mirada hasta ahora en nues-
tra Villa las cuestiones de higiene pública, nadie se ha ocupado en
contrarrestar los efectos desastrosos de la humedad, que es nuestro
único enemigo climatérico, con paseos bien orientados y por lugares
cubiertos.
Un inmenso recurso contra la inclemencia de nuestro clima, bajo
este punto de vista, sería el tener lugares y galerías cubiertas, de
que ya hemos hablado, y paseos para que el público pudiera distraer-
se en épocas de lluvias.
¡Qué ideal fuera para Bilbao tener un grandioso parque, en la v e -
ga de. Deusto, abrigado de los Nortes por el monte de Cabras, con
paseos de carruages, rodeado de hoteles particulares y de jardines,
de juegos de aguas y de los mil atractivos con que las grandes po-
blaciones suelen dotar á estos lugares!
La orientación de la vega de Deusto hace de este lugar el punto
más abrigado, mejor soleado y más higiénico de todo Bilbao. Allí y
solo allí se producen la naranja, el limón, la uva, etc., como en los
climas meridionales; es el Baquio de nuestra villa.
¡Qué lugar más apropósito para instalar exposiciones industriales
locales y regionales que sirvieran de estímulo para el trabajo!
En Deusto hay terrenos á todos los niveles deseados; en los bajos
pudieran establecerse grandes estanques y hermosos arbolados á muy
poca costa, y en los altos, los paseos, las construcciones y los jardines.
Deusto constituye el mejor de nuestros climas locales.
Claro está que no existe un clima perfecto: unos tienen inconve-
nientes de cierta clase, otros de otra; además, la mayor parte de los
climas son muy diferentes, según las estaciones.
En nuestra Villa el mejor clima es el otoño; la primavera resulta
muy lluviosa, así como el invierno, produciéndose gran número de
catarros de las vías respiratorias, y el verano resulta expuesto, por
la excesiva traspiración, causa de enfriamientos, los cuales, unidos
á la humedad excesiva de la noche, causan gran número de reuma
tismos, catarros intestinales, afecciones catarrales de las vías respi
v

ratorias, etc., etc.


Por lo demás, existen todas las enfermedades comunes, sin predo
minio especial de ninguna, causadas por agentes climatéricos.
V.

POBLACIÓN.
El mejor de los climas no producá ninguna utilidad, si no se agrega
á él una vivienda sana y confortable.
Al hacer consideraciones sobre este particular, dirigimos las más
duras censuras al pueblo bilbaíno. El dominio absoluto del interés
industrial sobre el higiénico, la inercia de mis compañeros los arqui-
tectos de la localidad en todo cuanto á la higiene se relaciona, y, so-
bre todo la incredulidad, en muchos casos, la ignorancia en otros y
siempre el qué me importa á mí, el egoismo de todos los propieta-
rios, hace que ni por casualidad se observen los preceptos más ele
mentales de la higiene, en la construcción de las casas particulares.
¿Ocuparse de la orientación del edificio? Eso es una tontería. Ha-
cerlo impermeable á la humedad, á la temperatura, aislarlo del suelo,
sanear el terreno en que se asienta la construcción, etc. etc., estas
son preocupaciones de los higienistas.
Nadie se muere hasta que Dios quiere.
Lo que se quiere es que la habitación tenga muchos cuartos, que
se haga pronto y que la construcción resulte barata, sin preocuparse
siquiera de la duración del edificio, y luego pintorrojearla de vivos
colores é inundarla de papeles y de adornitos en todas partes, sin
ton ni son, sin estilo arquitectónico, desde luego, y de un gusto de-
testable.
Así resultan casas que parecen de cartón, por sus muros excesi-
vamente delgados, los tramos horizontales ó suelos reducidos á su
última expresión, trasmitiéndose los sonidos, las emanaciones y todo
cuanto cabe trasmitirse de unas habitaciones á otras. Se puede decir
que todos los vecinos viven en mancomún, comunicándose todas sus
impresiones, que coinciden con las variaciones atmosféricas, que las
sienten necesariamente, como si estuvieran acampados á cielo raso.
Pero todo esto se refiere á las edificaciones de lujo del Ensanche
y ¿qué diremos de las habitaciones baratas de la clase media, y sobre
todo de la clase obrera?
Estas son, desde luego, un despropósito, un crimen higiénico, pues
además de los efectos anteriormente citados, tienen todos los que le
faltan para constituir el prototipo de la antítesis higiénica.
Esto no obstante, ven que aquí se muere más gente que en nin-
guna otra población, vén que hay enfermos en todas las casas, como
si Bilbao fuese un hospital muy grande, no tienen aún inconveniente
los propetarios en habitar estas sus casas, creyendo que con poner
ricas alfombras, ricos muebles y dorados papeles en las paredes,
han corregido todos los errores higiénicos de la construcción, y en
cuanto á las enfermedades que asuelan la población y á la muerte>
con achacárselas á las emanaciones de la ría de Bilbao, han con-
cluido.
Grande es vuestro egoísmo y vuestra culpa, pero más grande es
aún vuestro castigo.
El Ensanche de Bilbao, es la parte más nueva y más lujosa de
pa población y es precisamente la menos sana de nuestra Villa; es
un ejemplo notable de lo que estamos diciendo.
Aquí en Bilbao no se tiene idea del confort de las habitaciones
se confunde eYconfort con el lujo, cuando, justamente, está en muchos
casos en la más abierta con tradición. El confort supone agrado,
bienestar, en el sentido higiénico de la palabra, y el lujo sólo busca
la ostentación de una riqueza real ó aparente. Un simple caserío
puede tener mucho confort y lo tienen generalmente más que nues-
tras lujosas habitaciones. Como higienista, es muy posible que borra-
ra, ó poco menos, de la lista en la construcción, el ramo de la tapi-
cería y es justamente el más caro de todos ellos.
La habitación tiene por objeto el evitar la influencia de las varia-
ciones de temperatura y las influencias atmosféricas en general.
La civilización higiénica influye notablemente en la disminución
del número é intensidad de las epidemias y de las enfermedades en
general
La civilización no ha concluido con las guerras, pero sí con la
frecuencia y duración de las epidemias.
A mediados del siglo pasado podía calcularse que en cada período
de once años había dos epidemias mortíferas; en el dia, gracias al
adelantamiento moral y material de las naciones, han desaparecido
las epidemias asoladoras de peste negra, púrpura hemorrágica y gan-
grena espontánea, que despoblaban las naciones más ricas. A este
mejoramiento de la pública salubridad, es necesario convenir que
han contribuido, por un lado, la alimentación de la patata, que ha
venido á ser un provechoso sucedáneo de los cereales, ahorrando
muchas carestías; por otro la inoculación variólica y luego la vacu-
nación, que han reducido casi á la nulidad las grandes epidemias de
viruelas, y por otro, en fin, los trabajos para el saneamiento de las
poblaciones, por los medios de higienización y del cultivo de vegetales
que purifican la atmósfera.
Diríase que la civilización higiénica y las epidemias son tan anti-
téticas como la luz y la sombra; los pueblos que se han rezagado en
su desarrollo intelectual, son, en igualdad de circunstancias, los
más rigurosamente azotados por las enfermedades.
Dígalo, sino, el Egipto, antes cuna de la civilización, y hoy dia
sumido en la barbarie, que es la nación que paga un contingente
más exhorbitante á las epidemias; dígalo Irlanda, regida todavía
por instituciones de la Edad Media y azotada por el tifus europeo, y
díganlo, en fin, los incultos campos de Roma, agobiados por la ende-
micidad f.e las fiebres perniciosas. De aquí que hayamos iniciado
nuestra campaña de Higienización de Bilbao, diciendo que hacer la
felicidad de los pueblos equivale á Higienizarlos.
Vamos á hacer ahora algunas consideraciones generales acerca
de las condiciones higiénicas de la habitación higiénica, para hacer
comprender á muchos propietarios de nuestra villa, las inmensas
ventajas de una habitación bien entendida y bien acondicionada.
La construcción de la casa está directamente relacionada con la
manera de ser de los que la habitan y de todas sus relaciones so-
ciales.
Pero, si esta instalación tiene una relación tan directa sobre la
cultura intelectual y moral de sus habitantes, su influencia es muchí-
simo mayor todavía sobre su propia salud.
Por este motivo, la habitación tiene por objeto el proteger al
hombre contra el calor y el frío, contra el viento y la lluvia, y de
modificar para él todas las condiciones atmosféricas que le sean
inconvenientes, creándose un medio artificial, un clima nuevo y una
nueva atmósfera, cuyo estudio es fundamental para la higiene, porque
en ese medio vive el hombre la mayor parte de su existencia.
El ideal sería poder sustraerse á la acción de las propiedades
físicas de la atmósfera, en la proporción conveniente, pudiendo dis.
frutar en toda su integridad de las propiedades químicas y biológicas
del aire.
Esto exige una amalgama, una fusión completa entre el arquitecto
y el higienista.
El higienista halla desde luego causas que modifican profunda-
mente la salud, en las alteraciones que se hacen sufrir al aire con-
finado de las habitaciones, efecto de la vida fisiológica y de la vida
social, y á consecuencia de la humedad del terreno y de su alteración
por los detritus producidos dentro ó fuera de ellas.
De aquí la necesidad de preparar el terreno, antes de la construc-
ción, y de disponer la casa de manera que esté aislada de la humedad
del suelo y de sus emanaciones y de alejar lo antes posible de ella to-
do el producto de sus inmundicias y aún de obtener un medio de ven-
tilación artificial.
La luz artificial es una causa de viciación del aire confinado.
Muchas enfermedades se agravan y aún tienen su origen en las ma-
las condiciones de la habitación, tales son la escrófula, la tisis, la
difteria, el reumatismo agudo y sobre todo la fiebre tifoidea. En re-
sumen, la insalubridad de la habitación es una de las causas más prin-
cipales de las enfermedades que diezman las poblaciones.
El saneamiento de la habitación privada es de los puntos más im.
portantes,bajo el punto de vista de la higiene, de la economía social y
de la moral. Lo primero, porque de él depende, en la mayor parte de
los casos, la conservación de la salud, don precioso que debemos pre-
ferir antes que á cualquier otro bien material, y su olvido es causa de
las alteraciones que la ponen en peligro. Lo segundo, porque de s u

buena aplicación resulta la salvación de muchas existencias, robadas


á la muerte cada año; y, bajo el punto de vista de la moral, porque
la insalubridad de las habitaciones aleja á las gentes del hogar en el
que sólo se respira un aire impuro, impregnado de miasmas deletéreos
y mefíticos, y de ahí el abandono de la casa, la vida errante y aven-
turera, lo que trae necesariamente consigo la corrupción de las cos-
tumbres y la relajación completa de todos los lazos de la familia
Además, la salud no tarda en alterarse en ese medio deletéreo; los
niños que no mueren en la cuna, se crían flacos, descoloridos, raquíti-
cos y escrofulosos; y los adultos, aún los mejor constituidos, se miran
invadidos de toda clase de enfermedades, algunas de las cuales se
trasmiten de padres á liijos, siendo una de las principales causas de
la degeneración de los pueblos y de las razas.
La iniciativa privada puede hacer algo, y más que algo, para me-
jorar las condiciones de la casa del obrero, haciendo en ella la vida
posible y agradable; pero es impotente por sí sola para resolver las
dificultades que el problema ofrece, en su planteamiento y en su eje-
cución. Corresponde esta empresa á la Corporación municipal, que
deo-í acometerla, empleando todos los medios que la ciencia y las l e -
yes ponen á su disposición, haciendo uso de las atribuciones que su
elevada representación le confiere, y empleando, en bien de la salud
de sus administrados, los recursos con que para esto cuenta; porque
de muy poco serviría que se gastasen sumas considerables en s a -
near el río Nervión, en construir magníficas alcantarillas y en dotar
á la villa de puras y abundantes aguas, de amplísimas calles y de
espléndidos paseos, sí, por otra parte, se veia amenazada por infini-
tos focos de infección, producida por las malas condiciones de su nu-
merosa población obrera. Como que casi opinamos que la obra del sa-
neamiento de la población debiera empezarse por el de las casas que
los obreros habitan, no vacilando hasta en destruir, si era necesario^
todo edificio que, por sus malas condiciones higiénicas, constituyera
un peligro para la salud pública, sin que fuera un obstáculo ni valie-
ra invocar el derecho de propiedad, que es sagrado, pero que, en
aras de la salvación de los demás, debe ser sacrificado, como sucede
en los casos de calamidad pública, ó cuando se trata del estableci-
miento de ciertas industrias, peligrosas ó mal sanas, en que se limita
el derecho de los propietarios ó industriales, en beneficio de todos los
demás ciudadanos.
Por otra parte, nuestro Ensanche está emplazado sobre antiguos
terrenos vegetales, inficcionados por los abonos, y rellenados sus ba-
jos ó desniveles, por escombros de viejas construcciones. ¿Cabe ma-
yor despropósito higiénico que el de traer escombros inmundos, que
sirvan de base á nuestras modernas construcciones?
Parece que el propietario que tal hace busca su propio suicidio.
En efecto, viene á constituir para base y asiento de su casa un ester-
colero que continúa su ya avanzada fermentación. Cuando llueve pe-
netra el agua por los terrenos exteriores no cubiertos, tales como la
vía pública, los patios, etc., y como el terreno cubierto no se moja ni
se cubre, resulta que el aire del terreno, expulsado desde fuera por el
agua pluvial, encuentra fácil y cómoda salida hacia el interior de las
habitaciones siendo una seria causa de insalubridad.
Además, sube el agua por capilaridad por los muros, llevándose
consigo cuantos microorganismos encuentra en el terreno, los cuales
reaparecen, formando colonias, en las eflorescencias blancas que apa-
m
recen en el interior de los muros, á 2, 3 y hasta 4 de altura sobre el
suelo. Estos microorganismos, con el roce de los objetos, se aventan
en forma de polvo y penetran en nuestro organismo, causando los
efectos de la infección. Claro está que, mientras puede tolerarlos el
individuo, dada su energía vital ó su receptibilidad morbosa, la cosa
no tiene consecuencias, pero á la larga, si no se contagia un día, se
contagia otro, hasta que sucumbe por fin víctima de su imprevisión y
de la atmósfera viciada en que vive; esta es la explicación de cómo
resulta Bilbao una población tan mortífera.
Generalmente son víctimas de estas enfermedades los niños, los
ancianos y los débiles.
Podemos decir que una de las principales causas de insalubridad
de la casa es la naturaleza del suelo en que está asentada; es, pues,
necesario que los arquitectos locales indiquen á los propietarios
1.° que no toleren el que se rellenen las últimas capas de sus terre-
nos con escombros de viejas construcciones, y que á poder ser estén
formados de arenas lavadas. 2.° Que en todo caso se aislen por com-
pleto del terreno por medio de una capa de hormigón hidráulico ó de
asfalto comprimido puro, y si la casa fuese muy barata, por medio de
una capa de tierra arcillosa pura. 3.° Que todos los muros del edifi-
cio tengan entre dos hiladas, á flor de tierra, una chapa de plomo
que evite á su parte superior de la absorción de la humedad por
capilaridad, y, si la casa fuese muy económica, pónganse dos hiladas
de ladrillo con mortero hidráulico.
Esto digo con relación á los terrenos altos del Ensanche; en
cuanto á los b*jos de la antigua población, tales como los del Campo
de Volantin y calles colindantes al monte, además de todo esto, ha
bria que formar la instalación de una red de drenage, para dar salida
á sus aguas subterráneas.
Hay que tener siempre en cuenta una cosa, y es, que establecien-
do el valor económico de la vida, todo gasto hecho en nombre de la hi-
giene residta una economía.
Para que se comprenda cuan importante es el evitar la introduc-
ción del aire subterráneo en las habitaciones, aun prescindiendo del
efecto patógeno que pudieran producir, veamos su composición, con
relación á la del aire puro del ambiente:
Oxígeno 10,35 Oxígeno 20,96
Aire impu- Ázoe 79,91 Ázoe 79,00
ro del te- Aire puro. <
rreno . . . Acido carbónico 9,74 Acido carbónico 0,04
100,00 100,00
Como se vé, el aire del suelo contiene gran cantidad de ácido
carbónico y además suele contener mucho amoniaco, hidrógeno car-
bonado, y muy amenudo hidrógeno sulfurado. Los escapes de gas del
alumbrado atraviesan el terreno y ñor otra parte pueden llevar una
grave causa de insalubridad á grandes distancias en las habitaciones,
y hasta han llegado á causar la muerte.
Estas consideraciones se refieren principalmente á las construc-
ciones nuevas y de lujo del ensanche y de la población en general:
pero ahora debemos decir algo acerca de las casas de vecindad ba-
ratas en nuestra villa. Estas tienen, además de todos los defectos
citados, otro muy grave, que es causa de muchísimos accidentes,
causa que por fortuna no se puede imputar á las primeras.
Esta es el del aire confinado á causa del hacinamiento y falta del
aseo en las habitaciones.
Es realmente increíble lo que pasa con la clase proletaria en Bil-
bao. No sé si Bilbao ha llegado á ocupar un primer lugar como in-
dustrial, pero si aseguro que ha llegado al colmo en el abandono en
que se tiene á la clase obrera; desgraciadamente aquí como en todas
partes es la carne de cañón.
No se puede creer sin verlo, como viven cientos y hasta miles de
desgraciados, que cruelmente oprimidos por la usura, se ven hacina-
dos en cuartos, en salas en donde duermen 6, 8 y 10 personas ó más
de ambos sexos reunidos en horrible confusión moral é higiénica.
No quiero hacer mención detallada de algunos de estos focos de
infección, porque haría ilegible el artículo, y si pediré en nombre de
la moral y de la caridad cristiana á nuestro Ayuntamiento, clemencia
y misericordia hacia esta gente y que piense algún día en hacer ó
en proyectar siquiera un barrio obrero que evite el hacinamiento de
la población en el de San Francisco, foco y origen de la mayor parte
de las enfermedades contagiosas ya endémicas en Bilbao que asuelan
nuestra villa, en la inteligencia que de no realizar la Corporación
municipal la benéfica bra no faltarían propietarios en Bilbao que lle-
varan á cabo tan caritativa empresa, asociándose para su más fácil
administración.
Ahora bien, al municipio y no al particular, corresponden la ini-
ciativa y las facilidades para llevar á cabo una obra como esta, que
es de la más alta importancia para la higienización de Bilbao.
VI.

AGUAS.
Las consideraciones hechas en artículos anteriores demuestran
hasta qué punto es peligroso y perjudicial el empleo del agua subte-
rránea para la bebida y para los usos culinarios.T odo el mundo com-
prende hoy esta verdad, y todas las poblaciones se imponen los ma-
yores sacrificios para traer aguas potables, abundantes y puras, des-
de largas distancias.
Cuanto mayor sea la población, más debe prodigarse el agua; este
es el primer elemento de salubridad de toda aglomeración urbana.
El agua se emplea en tres formas diferentes en las poblaciones.
Para el servicio doméstico, para el servicio público y para el servicio
industrial.
El primero comprende la administración y el aseo; el segundo el
lavado de alcantarillas, riegos é incendios, y el tercero la fuerza mo-
triz de las pequeñas industrias, sus lavados, etcétera, y aplicaciones
industriales en general.
CANTIDAD NECESARIA.—No puede calcularse el agua necesaria
para una población, teniendo simplemente en cuenta el número de
sus habitantes; entra también como factor su importancia comercial
industrial, costumbres y condiciones locales.
Cuando París era pequeño tenía 13 litros de agua potable por
habitante y nadie se quejaba, y hoy tiene más de 200 litros, y han
puesto el grito en el cielo, hasta el punto de que han obligado al
gobierno á aceptar el proyecto de una nueva traida de aguas, cuyo
presupuesto es fabuloso.
Lo mismo ocurre en Bilbao, que crece rápidamente, no tanto por
el número de sus habitantes como por sus costumbres industriales-
Hace pocos años había agua suficiente, mientras que hoy clama todo
el mundo, y con razón, por tener nuevas aportaciones. Ocurre con el
agua lo que con toda cosa buena y útil: cuanto más se tiene, más se
quiere.
¿Por qué no había de tener Bilbao fuentes monumentales, en las
que se erigieran estatuas á nuestros escritores, á nuestros músicos, á
nuestros héroes, á nuestros grandes hombres, utilizando después esos
grandes caudales de agua, que sirvieran para embellecer las páginas
brillantes de nuestra historia, para higienizar la población, barriendo
y limpiando las alcantarillas y regando y fertilizando frondosa é hi-
giénica vegetación?
No se ve en nuestra villa, aparte de nuestra arquitectura religio-
sa, ninguna composición arquitectónico-ornamental de carácter mo-
numental que hable al espiritu, que conmueva el alma, que revele que
estamos en una importante población, y que recuerde la parte gran-
diosa de nuestra historia. Bilbao aparece en esa parte como una
buena aldea, en donde no se conoce aún la vida intelectual, que per-
mite brillar á los artistas y á los hombres de genio.
Para no trascribir aquí cuadros estadísticos de 80 á 100 pobla-
ciones con sus dotaciones de aguas, y las que conceptúan como nece-
sarias las grandes eminencias en higiene pública, diremos solamente
que estos señores han determinado que toda población que pase de
100.000 habitantes debe tener un mínimun de 200 litros de agua por
día y por habitante.
Según parece, en Bilbao tenemos aproximadamente 1.500.000 li-
tros de agua potable y por día, y otro tanto de la del rio (que supo-
nemos por el momento que es aceptable) suman tres millones de
litros, que hacen 45 litros por habitante, ó sea en números redondos
50 litros por día y por habitante.
De manera que nos faltan aún casi tres veces más de agua de la
que tenemos, aunque no hemos llegado aún á 100 000 habitantes, cu-
ya cifra no tardaremos mucho en alcanzar, teniendo en cuenta no
sólo el aumento de la población, sino el causado por las anexiones
probables á nuestra villa.
¿Hay medios relativamnnte fáciles y económicos de traer las
grandes cantidades de agua que necesitamos para nuestra villa?
Desde luego que sí, y ya toda la población está enterada de ello
por la prensa local, por lo que no me extenderé en consideraciones,
por todos conocidas, sobre este particular. Mi distinguido amigo y
compañero D. Casto Zabala, ha hecho un detenido é importantísimo
estudio sobre la traída de aguas de Oiz á Bilbao, y á juzgar por sus
trabajos, es la única solución que tiene nuestra villa.
No debe titubear un momento nuestro municipio en hacer de
una vez el sacrificio de la traída de aguas de Oiz, porque este es el
elemento principal de higienización de nuestra villa, y sin él es com-
pletamente inútil que planteemos ningún otro problema de la higiene
pública de Bilbao.
Es más: si la fatalidad hiciera que dificultades del orden legal y
administrativo, de las que ya se han apuntado algunas, imposibilita-
ran á nuestro municipio el importar toda la cantidad de aguas que
necesitamos de Oiz, habría aún una solución complementaria del pro-
blema.
Esta es la perforación de un pozo artesiano.
Dada la naturaleza geológica de nuestro suelo, existen en la par-
te sud de la cuenca del Nervión, al S. de nuestra villa, varios puntos
en donde se hallaran fácilmente aguas artesianas á profundidades
menores de 200 metros.
Esta profundidad, dados los medios de perforación que hoy exis-
ten, podría lograrse probablemente por un presupuesto que no exce-
diera de cien mil pesetas, cantidad verdaderamente insignificante
con relación al resultado que se puede obtener.
Todo cuanto va expuesto se refiere á aguas potables puras y de
excelente calidad. Pero ¿es de buena calidad el agua que se bebe en
Bilbao? No señor.
En Bilbao se beben dos clases de aguas: 1.*, el agua de alcantari-
a
llas: 2. , las aguas de manantial, casi siempre sucias. A las primeras
se les dá el nombre de aguas de rio, y á las segundas el de aguas
potables. Las primeras, ó sean las de rio, se entregan al consumo
después de haber recibido las inmundicias de muchos miles de habi-
tantes, mal filtradas ó sin filtrarlas; contienen gran número de mi-
croorganismos patógenos, principalmente de la tifoidea. Todo Bilbao
tiene las dos aguas á domicilio, y la clase pobi e sólo la de rio. Esto
es un verdadero crimen higiénico, de gravedad y de consecuencias
inapreciables, y luego nos ocupamos de los peligros imaginarios, de
las emanaciones del rio Nervión. De manera que nuestro municipio, ó
no piensa, ó piensa muy mal sobre este asunto. Es necesario cerrar
para siempre el paso de las aguas de rio á nuestra villa. Pero, ade-
más, el agua cogida en los manantiales es buena, pero el agua pota-
ble recogida á domicilio es mala.
Por razones que el lector comprenderá no puedo meterme á in-
vestigar las causas que originan este cambio en las condiciones de
potabilidad <'el agua desde que parte de los manantiales hasta que
llega á nuestras habitaciones; pero como la población bilbaiua ne-
cesita saber la verdad, diremos que el agua potable que se bebe es
mala, y para cerciorarnos, mandamos hace dos años aguas y partes
de filtros, recogidos por nosotros mismos, al Sr. Mendoza, de cuyo
análisis vino á resultar que contenían gran número de microorganis­
mos patógenos, principalmente el bacilus de la tifoidea, que diezma
nuestra villa, debidos principalmente á descomposiciones orgánicas
de ambos reinos.
Nadie ignora que la receptibilidad morbosa del individuo hace
que pueda llegar á tolerar cierto número de microorganismos pató­
genos sin que se produzcan los efectos de la infusión, pero no es me­
nos cierto que siempre los débiles y á veces los robustos en determi­
nados estados llegan á contagiarse, siendo, por consiguiente, una
amenaza constante para el vecindario la infección de nuestras aguas
potables.
E s indispensable cubrir las canalizaciones de las aguas desde su
origen mismo hasta la villa, sino quiere el Ayuntamiento exponerse
á dar al consumo un agua oficialmente buena y extraoficialmente muy
mala.
VIL

FLUIDOS AERIFORMl ÍS-SUBSISTENCIAS.


El estudio de la influencia de los fluidos aeriformes en la pobla-
ción, comprende primeramente la ventilación y calefacción de los
edificios públicos y después lo relativo á los incendios y al alumbrado
de la población.
Los edificios públicos de Bilbao de que podemos hablar con per-
fecto conocimiento de causa, son los templos, el hospital, los cafés y
los teatros. No repetiremos las importantes consideraciones que he
mos dicho al hablar de la «atmósfera» acerca del efecto depresivo
que ejerce el aire impuro sobre nuestro organismo. Solo nos ocupa-
remos ahora de la manera de renovar el aire viciado. ¿Qué inconve-
niente habría en dotar á nuestros templos de elementos de ventila-
ción artificial?
No pretendo emplear complicados y costosos aparatos de ventila-
ción, desde luego innecesarios en esos amplios recintos que dieran al
templo el aspecto de un centro industrial, sino el colocar algunas tu-
berías ocultas, algunas bocas de ventilación que pasarían inadverti-
das y producir ya sea la absorción del aire viciado ó la inyección del
aire puro ó simplemente esto último en el momento de las grandes
solemnidades.
En cuanto al Hospital de Bilbao, no sé por donde empezar; quizás
por el final, por aconsejar que se dedique á todo, menos á Hospital.
No hablaré de su emplazamiento, distribución, etc., etc., puesto
que solo me ocupo ahora de ventilación; no obstante, después de con-
signar que es muy anticuado, pequeño é incompleto, recordaré que ha-
ce pocos años cuando me hallaba á la sazón haciendo algunos traba-
jos de investigación en él, se hizo en el edificio cierta reparación y al
picar los muros interiores de las salas del segundo piso, se despren-
día tan mal olor y tal cantidad de gases mefíticos que era imposible
la estancia en el edificio.
Todos sus muros están tan saturados de microorganismos alojados
en los poros de sus revoques, que aún cuando no hubiera ni un solo
enfermo, se viciaría la atmósfera confinada, por solo las emanaciones
de las paredes del edificio, convertidas en un vasto y perpetuo campo
de cultivo. Hice un proyecto de Hospital provincial á la moderna,
cuya planta publicó El Porvenir Vascongado, pero naufragó la idea
por razones que no eran ni del orden técnico, ni aún del económico.
Posteriormente se ha construido un nuevo pabellón en Solacoe
che y tanto en el antiguo como en el nuevo edificio no se emplea más
que la ventilación natural, que es siempre incompleta y deficiente.
Comprendo que en un país templado como este, no se empleen
más que medios elementales de calefacción y aún ninguno en la ma-
yor parte del año, pero entiendo que es indispensable su buena venti-
lación sobre todo en el viejo Hospital pudiendo emplearse ventajosa-
mente para ello el vapor para la inyección del aire puro y extracción
del aire viciado.
De los cafés diré que carecen todos de ventilación y es lás-
tima que nadie se preocupe de ello cuando á muy poca costa se
podrían convertir estos lugares, en invierno sobre todo, en salones có-
modos y agradables, en lo cual deberían tener gran interés sus propios
dueños. Existe un procedimiento de ventilación de cafés bien ingenio-
so y económico por cierto. Se coloca una tubería de absorción hecha
de zinc en el bocelón de la cornisa superior del salón y en ella se in-
troduce un pequeño tubo di? plomo del agua de la villa con un pulve-
rizador en el extremo, que funciona en la forma de un inyector giffar,
produciendo ventilación abundante.
No hay teatro que tenga un sistema aceptable de ventilación lo
cual origina así como en los cafés una excesiva elevación de tempe-
ratura que se traduce al cabo del año por miles de catarros, reumatis-
mos y algunas pulmonías seguidas de defunción.
La calefacción tiene en nuestro país muy poca importancia tratan
dose de los edificios públicos por lo templado de nuestro clima.
La cuestión de incendio debe conl arse entre las calamidades pú-
blicas que constituyen una circunstancia excepcional en el goce de los
derechos individuales, teniendo las autoridades en semejantes casos
un poder discrecional, para adoptar las medidas que estimen conve-
nientes á fin de extinguir ó cortar los estragos del fuego.
En el alumbrado público han desaparecido ya el aceite y el pe-
tróleo no quedando más que el gas y la electricidad. La luz intensa y
abundante es la mejor ayuda de la policía urbana. El gas es un agen-
te importante en la higiene pública de una población.
Aparte de las influencias morbosas á que se hallan sometidos los
operarios empleados en las fábricas de gas, que son las propias de
las industrias termotécnicas, y entre las cuales figura una especial
predisposición á las súbitas congestiones del cerebro y á la asfixia,
tiene el alumbrado por el gas serios inconvenientes, que es necesa-
rio conocer para evitarlos. Estos dependen casi todos de los escapes.
Hay escape de gas siempre que se abre accidentalmente una solu-
ción de continuidad en los conductos que lo contienen ó queda abier-
ta la llave de los mismos, sin que el fluido sea inflamado á proporción
que sale. En este caso pueden suceder tres cosas: ó bien el escape
tiene lugar en un punto en que la cañería está cubierta por la tierra,
y entonces el gas se infiltra en el suelo y puede matar el arbolado
urbano, inficionar las aguas subterránas ó bien desprenderse en la
vía pública ó en la estancia, causando el mal olor en la primera ó
accidentes y explosiones en la última.
Otro de los inconvenientes del gas es su impureza, viciando el ai-
re de las habitaciones por su combustión incompleta.
En cambio el alumbrado por la electricidad llega á la perfección
bajo el punto de vista de la higiene pública; ni vicia el aire, ni da
emanaciones, ni altera la temperatura; en una palabra, no tiene in-
convenientes de ninguna clase.
SUBSISTENCIAS.—Dado el carácter industrial de nuestra villa y
su gran contingente de población obrera, este es un punto importan-
tísimo de la higiene pública de Bilbao.
La palabra subsistencia comprende los alimentos, bebidas y con-
dimentos. Al municipio corresponde vigilar, por medio de una policía
bromatológica bien entendida, sobre la expendición de los géneros
alimenticios, á fin de evitar los fraudes, alteraciones y sofisticaciones
que suelen hacerse en los mercados.
No hay causa que influya más poderosamente en el censo de una
población como el precio de los cereales. Cuando aumenta el del tri
go aumenta también la mortalidad y disminuyen los nacimientos. En
los años de abundancia hay cifra menor de defunciones y aumenta la
de nacimientos. No es difícil la esplicacion de este fenómeno. El pan
es el alimento necesario; los demás comestibles, que son complementa-
rios del pan, aumentan de precio cuando éste está caro. Desde que
esto sucede, el jornal del obrero es insuficiente para procurarse una
alimentación proporcionada á las fuerzas que consume.
Se ve obligado á trabajar más para ganar más. Esto le hace en-
fermar. Si aumenta el valor de la mano de obra, el capital retrocede
ante este mayor coste y se cierran las fuentes del trabajo. Entonces
el obrero carece de pan y de esperanza de alcanzarlo. Son por esto
muy comunes los sacudimientos políticos intestinos. La miseria y el
hambre se presentan como un hecho fatal. Se atestan los hospitales;
faltan recursos para amparar á los desvalidos y á los enfermos. Au
menta la mortalidad.
Desde que se difundió en Europa el cultivo de la patata, el trigo
tiene un poderoso sucedáneo, que ha contribuido en gran manera, á
disminuir la influencia de los cereales en el censo de la "población.
La patata es de suyo alimento sano; pero asociada en proporción
conveniente con la harina de trigo, puede además formar pan de ca-
lidad bastante higiénica.
A cada aclimación de una plauta feculenta, responde necesaria-
mente un descenso en la mortandad, por causa de la carestía. La
abundancia de las subsistencias reacciona sobre la población, produ-
ciendo como uno de sus efectos más ostensibles, un aumento en la
actividad prolííica.
El hambre es comunmente coautora de la mortandad en las epidemias
La maligna especificidad de la causa morbosa se acrecienta á pro-
porción que la población sufre con más vigor los inconvenientes de
la carestía. El tifus es casi constantemente la secuela del hambre.
Además el hambre es causa de menor robustez ó defecto de resis-
tencia para el trabajo y acrecienta las predisposiciones individuales
para contraer enfermedades de fondo asténico. Toda contribución que
grava sobre el consumo de los artículos bromatológicos, es atentatoria á la
salud pública.
Las contribuciones son sin duda una necesidad social, pero el
punto más delicado para un municipio es el referente á la contribu-
ción denominada «Consumos»
¿Qué impuesto puede ser más irracional, ni mas nocivo quea quel
que quitándole al trabajador los medios para restaurar sus fuerzas,
disminuye la potencia productora del pais, aumenta las cargas de la
sociedad y aumenta también las probabidades de enfermar de las
clases numerosas?
El dia en que se encuentre un medio decoroso para prescindir
del impuesto de Consumos tan generalmente odiado y tan expuesto á
enconar las pasiones políticas, procurando gravar sobre lo superfluo
y de mero lujo, en vez de cobrar de lo imprescindiblemente necesa-
rio para la vida del proletario, entonces la Higiene publica tendría
que felicitarse, y la Administración pública habrá dado un gran paso
por la senda de la moral cristiana.
La clase pobre de nuestra población obrera está muy mal alimen-
tada; la vemos todos los dias vagando por esos mundos de Dios de­
crepita, descolorida y enfermiza sirviendo de terreno de cultivo para
las enfermedades infecciosas que luego repercuten en la clase aco­
modada.
Esta última debe velar con el mayor interés,'por caridad y hasta
por egoismo, por la buena alimentación de la clase baja, lo cual pu­
diera lograrse fácilmente con la creación de tiendas-asilos á cuya idea
respondería pródigamente la inagotable caridad de este gran pueblo
bilbaino.
VIII.

LIMPIEZA PÚBLICA.

Mantener la limpieza en las poblaciones es sustraer los habitantes


al influjo de un gran número de causas morbosas, que constituyen la
más próxima predisposición á las epidemias. Esto forma la parte más
importante de la policía sanitaria-urbana, cuyo cometido es el sanea-
miento de las poblaciones.
La limpieza de la población de Bilbao comprende: 1.°, la limpieza
de la vía pública; 2.°, los baños públicos; 3.°, los lavaderos públicos;
4,°, las alcantarillas; 5.°, el saneamiento del rio Nervión.
LIMPIEZA DE LA VÍA PÚBLICA.—Las atenciones que exige la lim-
pieza de la vía pública tienden á evitar el acumulo de materias que
la ensucian y á barrerla y á regarla con frecuencia.
Bilbao puede reputarse como una población perfectamente asea-
da en el casco viejo de la población, aunque deja bastante que desear
en los barrios extremos.
Un procedimiento para facilitar la limpieza de la vía pública es
el de prodigar las letrinas y las columnas mingitorias en la pobla-
ción. Es necesario que haya en algunos puntos letrinas para el uso
público. El inconveniente que en general se encuentra á este género
de instalaciones es el volumen y el estorbo que siempre causan en la
vía pública, lo cual se evita perfectamente haciéndolas subterráneas.
Igual inconveniente presentan las columnas miugitorias, que en
todas partes rivalizan en sencillez y poco aparato, mientras que, por
el contrario, en Bilbao hay algunas de ellas, de carácter monumental,
que parecen rivalizar por su complicación con nuestros más ricos mo-
numentos nacionales.
BAÑOS PÚBLICOS.—Hágase ó no se haga el saneamiento del rio
Nervión, es necesario prohibir siempre y en absoluto el bañarse en
él, porque sus aguas estarán siempre más ó menos inficcionadas. Por
el contrario, sería de la mayor conveniencia el dar facilidades para
la instalación de balnearios públicos, en donde se pudiera ejercer la
natación, en grandes estanques de agua potable. Es de lamentar que
en nuestros tiempos no despierte más vivo estímulo para provocar el
renacimiento de los balnearios, que tan bien se amoldan á las condi-
ciones fisiológicas de nuestra tierra.
En nombre, pues, de la Higiene, debe pedirse que el uso de los
baños sea asequible en Bilbao á todas las fortunas y en todas las es-
taciones. Durante el verano no se necesita más que agua y durante el
invierno agua caliente.
LAVADEROS PÚBLICOS.—Los lavaderos públicos están destinados
á satisfacer una de las necesidades más imperiosas en las poblaciones
modernas, pues proporcionando á las clases proletarias medios para
mantener la limpieza de sus vestidos, por un corto estipendio, con-
tribuyen poderosamente a l a conservación de la salud de los indigentes.
Debemos recomendar dos condiciones esenciales para los lavaderos
municipales: primera, que haya agua abundante; y segunda, que los
paramentos del lavadero sean de superficie no porosa, sino barniza-
da; la primera condición se cumple en Bilbao hasta cierto punto, y la
segunda queda relegada al olvido. No obstante, tenemos noticia de
que se ha introducido una notable mejora, cual es la de las estufas de
desinfección. Para completar estas instalaciones no falta ya más que
una cosa, y es la del establecimiento de secaderos por aire caliente.
Hemos tenido ocasión de comprobar muchísimas veces las grandes
ventajas de estas instalaciones en los hospitales de París, en todos
los manicomios del Sena y especialmente en el inmenso manicomio de
Rouen (1.300 enfermos) en donde podían secarse 500 á 600 piezas
cada cinco minutos. También tuve ocasión de presenciar la construc-
ción del que hoy posee el Hospital del niño Jesús, en la época en que
hacía en él estudios de higiene hospitalaria; está muy bien instalado
y es muy fácil que pueda verlo funcionar cualquiera. El uso de estos
secaderos en Bilbao, durante la época del invierno, de poco sol y mu-
cha humedad (por lo que el secado de la ropa es incompleto) sería
un gran estímulo para facilitar la frecuencia del aseo en las clases
menesterosas.
LAS ALCANTARILLAS DE BILBAO.—El sistema antiguo de alcanta-
rillas de Bilbao, si no es malo, por la disposición de su red y sus pen-
dientes, lo es en cuanto á su estructura.
L a alcantarilla antigua de Bilbao es de forma rectangular, cuya
in
anchura común es de 0, 60 y su altura variable, según su importan-
m m
cia, de 0, 7Q á 0, 80, estando formada por una losa que sirve de le-
cho, otra que constituye la bóveda, y de dos muretes de manipostería
m
hidráulica de 0, 40 de espesor.
Una variante de este tipo era el llamado Cubo, que existía en to-
do el barrio llamado de Las siete Calles, y no era otra cosa que un
conjunto de canales al descubierto que pasaban por debajo de las ca-
sas, cuyos patios atravesaba al aire libre, recibiendo diariamente to-
das las inmundicias de las habitaciones.
Solían limpiarse dos ó tres veces por semana, echando en ellas
grandes cantidades de agua en un momento dado.
En 1878 empezaron á cubrirse los cubos con bovedillas, y en 1887
empezó el saneamiento de Bilbao por la calle de Artecalle, siguien-
do sucesivamente por las demás.
Hoy, al construirse las casas nuevas en el barrio de las siete ca-
lles, el muro de la fachada zaguera forma directamente parte del cu-
bo, siendo muy sensible el que no interpongan chapas de plomo entre
las hiladas de sillería para evitar la absorción por capilaridad.
El nuevo tipo de alcantarillas de Bilbao es muy bueno, pero siem-
m
pre que lo construyan bien; es de forma oval de 0, 80 de altura y
empezó á emplearse en 1888 en las calles de Artecalle, Tendería,
Belosticalle, Carnicería Vieja y Barrencalle. Este es el tipo, de altu-
ra variable según su importancia, el que se emplea en el saneamiento
de la población. La pendiente más común de las alcantarillas de Bil-
m
bao es la de 0, 075 por metro, y en el Ensanche es variable, pero
siempre mayor que esta. Hablaremos más adelante de su limpieza.
E L SANEAMIENTO DEL RIO NERVIÓN.—Asunto es este que no tiene
tanta importancia como otros muchos que hemos citado ya, y al que
no obstante, por un error, cuyo origen no llegamos á comprender, se
le ha dado una importancia suprema.
Seguramente con el afán de plagiar lo que en las grandes pobla-
ciones se ha hecho, se ha plagiado aquí inconscientemente sin com-
prender que en aquellas poblaciones había circunstancias especiales
y la resolución previa de otros problemas que determinaban la ejecu-
ción de esta clase de obras de saneamiento, por su orden correlativo
de importancia.
Porque, ¿Qué importa lo accesorio cuando falta lo principal? ¿Qué
importa del saneamiento del río Nervión al que se muere contagiado
de la viruela, ó asfixiado por uua atmósfera confinada, ó de tifoideas
trasmitidas por las aguas de la villa? Las emanaciones del río no pue-
den matar á nadie y en cambio matan las enfermedades contagiosas
qne el municipio puede y debe hacer desaparecer.
Cuando se publicó el programa del «Saneamiento del río Nervión»
confieso que me quedó atónito al ver que se pensaba en ello, en un
pueblo en donde no hay aún nada hecho de importante y trascenden-
tal en materia de higiene pública y en donde se beben aún aguas de
alcantarillas, que son las llamadas de rio.
¿Qué es el río Nervión, más que una gran alcantarilla que va re-
cogiendo los detritus de las poblaciones que baña, á medida que
avanza en su curso hacia el mar?
Y si es una alcantarilla y por consiguiente agua altamente infic-
cionada, ¿puede nadie creer que se depuran sus aguas en los filtros
del depósito de Miraflores? Si luego esas aguas, llegan á domicilio en
alto grado de impureza, ¿hay alguien que no comprenda que son el
medio más directo de contagio é insalubridad de la población?
Y finalmente si este es un medio directo, inmediato y constante y
continuo de contagio, ¿es posible comprender el porqué nuestro muni-
cipio pretende gastar sumas cuantiosísimas en limpiar el río Nervión
sin resolver previamente el importante y trascendental problema de
las aguas potables de Bilbao?
Las cuestiones de salubridad pública se parecen algo á las reli-
giosas. El caciquismo y la fuerza bruta imponen al pronto el sistema,
la idea, el hecho, pero subsiste siempre el fuego latente de la reac"
ción, hasta lograr el triunfo de la razón y de la verdad.
Un concurso de saneamiento del río Nervión; un notable ingenie-
ro á quien muy justamente se le adjudica el premio, por haberlo re-
suelto de una manera magistral, con arreglo al programa impuesto pe-
ro ¿y qué tenemos con todo esto? ¿Se higieniza la población de Bil-
bao? ¿responde á algo útil el programa impuesto?
Higienizar cuatro kilómetros de río, de los doscientos ó trescien-
tos que mide con sus afluyentes; retirar las aguas sucias de 65.000
mil habitantes cuando hay 200 y tantos mil que infestan el río, se me
representa á un individuo que vertiendo un vaso de agua pretendie-
ra hacer desbordar al Océano.
Es ridículo, que el Ayuntamiento tenga la pretensión de evitar
la infección del río con ese sistema de alcantarillado directo al mar;
quiero suponer que «el Saneamiento del río Nervión» esté hecho, ter-
minado y en explotación.
Viene un buque cualquiera infestado ¿como se evita la infección
de la ria? Que existen focos infecciosos aguas arriba del Nervión ó en
cualquiera de sus afluyentes ¿cómo evita la infección del río? ¿Hay
posibilidad de evitarlo? No señor.
Pues si con el saneamiento.del río Nervión aprobado, nó se evita la
infección del agua del río, ni en tiempos normales ni en los epidémi-
cos, ni en ningún caso ¿de qué sirve el tal saneamiento? Pura y sim
plemente de limpieza de la ría, nó para su desinfección. Para este so-
lo objeto basta retirar de las alcantarillas, la parte sólida de sus
productos impidiendo que vayan al río, toda otra cosa que los líqui-
dos, en cuyo caso no hacen falta para lograrlo, ni muchos millones de
pesetas, ni un solo millón de pesetas, ni siquiera medio millón.
El proyecto de saneamiento del río Nervión aprobado consiste en
su parte esencial en conducir desde Bilbao directamente al mar en
un recorrido de 19 á 20 kilómetros, por tubos de sección circular de
m m
0, 50 y 0, 80 de diámetro respectivamente, todos los productos líqui-
dos y sólidos de la población, impulsados parte por su pendiente natu-
ral y parte por dos relevos de bombas. El primer relevo situado en
m
los confines de Zorroza, elevan los productos á 4 , 50 de altura y el
segundo situado en la Avanzada de Algorta vuelve á elevar estos pro-
m
ductos á 4, 60 de altura, para ir á desembocar al N. E. de la Galea.
En cambio el sistema de eliminar sencillamente los productos só-
lidos de las alcantarillas, puede consistir en poner en los lindes de la
población con el río en ambas márgenes y á lo largo de los muelles
una alcantarilla ó colector que pasando por el frente de todas las bo-
cas de las alcantarillas actuales, las tape recojiendo sus productos,
de manera que resulten únicamente dos bocas de salida al rio, una
en la margen derecha y otra en la izquierda.
En el extremo de la salida al río de cada colector se adapta un
tubo metálico móbil, abierta la boca de entrada, con doble rejilla en
la de salida, deja pasar los líquidos reteniendo en su seno los sólidos.
Cuando está suficientemente cargado el tubo se le tapan las bocas se
le pone á flote por medio de una pequeña bomba y así herméticamente
cerrado y sin remover su masa se le conduce á remolque al mar á
gran distancia en donde vierte su contenido se le lava con una manga
y vuelve á su origen á sustituir al otro tubo cargado, y así sucesiva-
mente. ¿Cabe mayor sencillez y economía? Este es un procedimiento
muy viejo y sancionado por la práctica, que basta enunciarlo para com-
prenderlo. El gasto del sistema es tan sumamente barato que basta
con un simple remolcador que cueste de ocho á diez mil duros para la
explotación de este medio de limpieza. Pero existe aún otro sistema
que es ideal para Bilbao, que resuelve el problema de una manera
completa y al cual no puede anteponerse ningún otro medio de higie-
nización hasta hoy conocido de las alcantarillas y del río Nervión
del que vamos á ocuparnos en el capítulo siguiente.
< IX.

LIMPIEZA PÚBLICA.
S a n e a m i e n t o de l a s a l c a n t a r i l l a s , por el a g u a d e m a r .
A g u a de m a r e l e c t r o l i z a d a .

Tenemos hablado en el articulo anterior del «Saneamiento del


rio Nervión» aprobado por el Ayuntamiento y de una solución rápida
y económica con la cual] se logra el mismo resultado y que nosotros
indicamos á la respetable Corporación Municipal. Ahora añadiremos
que ni una ni otra solución resuelven por si solas la totalidad del
problema higiénico. En efecto «El saneamiento de la ría» no se ocu-
pa del saneamiento de las alcantarillas, siendo este precisamente el
punto delicado é importante de la cuestión. Cuando las materias fe-
cales se hallan ya en la ría, diluidas en grandes masas de agua ó
cuando en bajamar se hallan al descubierto produciendo fuertes y
desagradables olores, nos deben de preocupar muy poco, higiénica-
mente hablando porque no son de temer ni la axflsia, ni la intoxica-
ción, ni los efectos patógenos. En cambio estos tres efectos, pueden
producirse en la atmósfera confinada de nuestras habitaciones, en
donde pasamos precisamente la mayor parte de nuestra existencia. No
hay una sola casa que no se vea molestada, y algunas de ellas muy
seriamente por los olores de escusado que salen por las letrinas, por las
rendijas, por las uniones de los tubos, filtrando las paredes, por los
tubos de desagüe ds las cocinas y por todas partes. Las alcantarillas
tienen pendientes para que los liquidos inmundos vayan por su pro-
pio peso de arriba abajo y los gases que por su poca densidad mar-
chan en sentido inverso, de abajo arriba, estas mismas pendientes los
conducen fatalmente á nuestras habitaciones. Si estos gases íueran
de perfumes agradables, no hallaríamos disposición más acertada
para inyectarlos en nuestras casas.
La superficie que representa el desarrollo de todos los escusados,
bajadas y alcantarillas de la población es enorme, es mucho mayor
mayor que la de la ria, con la particularidad de que en esa inmensa
superficie, se hallan depositadas ó adheridas grandes cantidades de
deyecciones y residuos orgánicos en descomposición, millares de
ratas, sapos é insectos de varias especies que viven en ese medio y
se alimentan de él, remueven esas materias inmundas facilitando el
desprendimiento de gases mefíticos. Cuerpos de ratones é insectos
muertos en sus madrigueras y en descoomposición que el agua no ha
podido arrastrar, constituyen un serio foco de infección.
Además el agua de rio, caliente intermitente y en corta cantidad
facilita la descomposición de estas sustancias, tanto más cuanto que
viene saturada de microorganismos que encuentran ahí vasto campo
en donde regenerarse y reproducirse.
En este campo de cultivo se regeneran y reproducen los microor-
ganismos específicos de la difteria, de la viruela, del tifus y del có-
lera. Además resulta muy imperfecto el sistema de sifones para evi-
tar la retropulsión de gases, á causa d é l a s juntas déla tubería y
sobre todo cuando falta el agua. Pero es inútil tratar de demostrar
aquí, lo peligroso de los escusados y sus derivados, cuando están
mal construidos, mal entretenidos ó sin agua. Es necesario por con-
guiente conjurar este peligro á toda costa, higienizando este vastí-
simo medio de contagios, por el cnal pueden trasmitirse y se trasmiten
constantemente enfermedades epidémicas y contagiosas, cuando dese-
cándose en los vasos y tuberías algunas parcelas ó partes extremas
de estas sustancias peligrosas, se reducen á polvo, este se aventa y
es arrastrado por una corriente de gas ó de aire que penetra en
nuestras habitaciones y en nuestra economía directamente ó por
medio de los alimentos y de las aguas. Así se explica lo común del
fenómeno de que enfermen del cólera sucesivamente todos los veci-
nos de una misma calle ó todos los de una misma acera; lo cual solo
se explica por sus relaciones subterráneas.
Para evitar esto es necesario: Primero, no admitir el agua del río
ni siquiera para los escusados, porque teniendo ya estas aguas largo
tiempo en suspensión materias inmundas y sustancias orgánicas en
descomposición, producto de las poblaciones que ha bañado anterior-
mente, vienen ya saturadas de microorganismos que se regeneran y
reproducen accelerando la descomposición de una manera vertiginosa
en estos nuevos campos abonados. Segundo: introduciendo grandes
cantidades de agua limpia que corra sin cesar y que limpie por su
acción mecánica, los escusados, las bajadas y las alcantarillas. Ter-
cero: introduciéndose en estas canalizaciones grandes cantidades de
líquidos antisépticos que destruyan todas las especies animales y mi-
a
croorgánicasque existen en ellas.Para satisfacer á la 1. de estas con-
diciones ó sea para no admitir agua del río es necesario tener agua
potable suficiente (y Bilbao no debiera de haber tenido más que una
a
clase de aguas para todos los usos). La 2. condición es decir, la de
tener abundante agua limpia, exigiría la traída de todas las aguas de
a
Oiz á Bilbao y es á lo que debe aspirar nuestro Ayuntamiento. La 3.
condición tiene dos soluciones; los desinfectantes en general y espe-
cialmente por lo barato el empleo de grandes cantidades de lechada
de cal recién apagada al 20 por 100 cuyo efecto cáustico destruye en
su mayor parte los microorganismos contenidos en el agua y en los
paramentos de las alcantarillas, ó bien grandes cantidades de agua
de mar.
La primera de estas soluciones es decir el verter desinfectantes ó
cal viva en grandes cantidades en los escusados y en las alcantari-
llas resulta muy molesto, muy caro y poco práctico y solo puede em-
plearse á falta de otra eosa mejor en momentos dados ó en tiempos
epidémicos.
La segunda solución es la clásica, cómoda, barata y esencial-
mente práctica: el agua de mar. ¿Qué es el agua de mar? El agua de
mar es un desinfectante natural.
¡Sólo de cloruro sódico contiene 35 gramos 905 por ciento; de sul-
fato de magnesia 5, gramos 775 por ciento, etc.
Hé aquí su composición:
Cloruro de sodio 35 gramos 905 por litro.
Id. de magnesio. . . . 3,785 > »
Id. de calcio 0,325 » »
Ioduro y bromuro indeterminado.
Sulfato de magnesia. . . . 5,775 » »
Id. de cal 0,225 » »
Id. de sosa 0,485 » »
Carbonato de cal 0,364 > »
Id. de magnesia . . indeterminado.
Silicato de alumina y óxido
de hierro id.
Materia orgánica animal. . 0,052 » »
Légamo indeterminado.
Total. . . . 43 grms. 905 todos antisépticos,
El agua de mar es eminentemente conservadora é impide la fer-
mentación pútrida de las sustancias orgánicas. Tiene además la in-
mensa ventaja que evitaría la producción de esas enormes cantidades
de gases mefíticos y de tantos miles de ratones, sapos é insectos de
las alcantarillas que viven de nuestros residuos orgánicos, introdu-
ciéndose luego con su repugnante aspecto en todos los rincones de
nuestras habitaciones, depositando en ellos gérmenes infecciosos. El
agua de mar, por su composición antiséptica, impediría tombién la
regeneración patógena. El agua de mar contiene un gran número de
microorganismos y bacterias acuáticas inofensivos que viven en ese
medio, y que se volverían en él al mar después de haber servido para
la limpieza de la población.
En una palabra, el agua de mar es de todo punto irreprochable
como antiséptico natural y abundante, para limpiar y depurar la par-
te más importante y menos accesible; la parte subterránea.
Pero aún vamos más allá; existe un procedimiento que ha dado
admirables resultados en la práctica, por virtud del cual se convierte
este antiséptico natural, el agua de mar, en un antiséptico sumamen-
te enérgico que destruye toda sustancia orgánica, evitando por con-
siguiente su descomposición.
Este procedimiento es el de la electroliza ción del agua de mar, sis-
tema E. Hermite, por el cual se obtiene un medio de saneamiento
que es el más enérgico, el más completo y el más seguro de cuantos
se han conocido hasta el dia.
A nuestros distinguidos amigos el Dr. D. César Chicote, jefe del
laboratorio químico municipal de San Sebastian y el Dr. D. Mariano
de Echevarría, médico de la casa de socorro del ensanche en Bilbao,
debemos los datos que respectivamente nos han proporcionado del re-
sultado de la aplicación práctica de este notable sistema en Le Ha-
vre y de los estudios sobre el agua de mar y de las opiniones alta-,
mente favorables que sobre este particular han emitido las primeras
eminencias en materia de higiene pública. El Dr. Chicote nos ha en-
señado las muestras que él mismo ha extraído de las alcantarillas del
Havre, en donde se ha empleado ya el agua de mar electrolizada, y
ciertamente que el resultado obtenido por este procedimiento es tan
completo, que más que real parece imaginario. El Dr. Echevarría por
su parte ha hecho estensos estudios sobre el agua de mar en sus re-
laciones con la higiene pública, y mucho celebraríamos ver publica-
dos sus importantísimos trabajos. Veamos ahora en qué consiste este
nuevo medio de saneamiento.
El medio de saneamiento en cuestión, está basado en el empleo
de un líquido desinfectante muy enérgico, más que el Sublimado corro-
sivo según trabajos de bacteriólogos de autoridad indiscutible, obte-
nido por electrólisis del agua de mar.
En efecto, cuando se hace pasar una corriente eléctrica por un«
disolución de sales, cloruro sódico y magnésico, ó por el agua de mar,
el cloruro magnésico y otros se descomponen al mismo tiempo que el
agua sirviendo el cloruro sódico de conductor. Esta descomposición
da origen en el polo positivo á un compuesto oxigenado de cloro do­
tado de gran poder de oxidación y por tanto de desinfección, mien­
tras que en el polo negativo se forma un óxido que tiene la propiedad
de precipitar ciertas materias orgánicas.
El resultado de la electrólisis del agua de mar, es un líquido con
ligero olor á cloro, que no deja ningún residuo cuando se emplea pa­
ra los lavados ó riegos, inofensivo y que goza de las siguientes pro­
piedades.
Destruye por completo las materias orgánicas resultantes de la
putrefacción, así como los gases hidrógeno sulfurado, sulfhidrato amó­
nico, carburos de hidrógeno y los microbios. Precipita ciertas mate­
rias como las albuminoideas y los cuerpos insolubles y por consecuen­
cia clarifica las aguas.
En una palabra, es un aséptico, y un antiséptico de primera cate­
goría, es decir, que destruye los gérmenes é impide la putrefacción.
Cuando este líquido desinfectante se mezcla con la materia fecal,
esta es destruida instantáneamente, no quedando más que una agua
turbia sin mal olor alguno á escremento, con un ligero olor á cloro,
infermeutescible y que no contiene más que los fosfatos, sales amo­
niacales y las sales propias del desinfectante.
Puede afirmarse que el servicio de saneamiento por el agua de
mar electrolizada, con una instalación bien entendida, es el único me­
dio de desinfección capaz de mantener los puertos de mar al abrigo
de malos olores y en un estado de salubridad perfecta.
Una población situada al borde del mar consume, al igual que las
del interior, cierta cantidad, la mitad ó más de la que se dispone, de
agua potable en el riego y lavado de calles, retretes, alcantarillas,
urinarios públicos y otros servicios análogos; todas estas aguas arras­
tran las inmundicias á los depósitos y alcantarillado, de los que se
desprenden emanaciones desagradables y peligrosas para la salud, y
después van al subsuelo ó desembocan en el puerto ya infectando.
Pues bien, en lugar de esto, con el sistema de saneamiento por el
agua de mar se economizan las grandes masas de agua potable que
tanto escasean y que se habían de gastar en los servicios citados y
se reemplazan con el agua dasinfectante que, por el solo paso por los
electrolizadores, va cargada de un principio aséptico y antiséptico
tan excelente. Dejando correr el agua por los arroyos de la calle, uti­
lizándola en la limpieza de alcantarillas, en los retretes y urinarios
de todas clases por toda la ciudad, las aguas van al alcantarillado ó
depósitos siempre con considerable exceso de desinfectante, contri
buyen á la total desinfección de los mismos y libremente y sin peli-
gro alguno se puede tolerar su salida á donde se quiera puesto que
van absoluta y totalmente saneadas.
Para llegar á este resultado, es suficiente disponer de una esta-
ción ó fábrica productora de este líquido desinfectante en donde exis-
tan máquinas de fuerza motriz, bombas y una batería de electroliza-
dores. No hay más gasto. Mientras que las bombas funcionen, la villa
permanecerá alimentada de líquido desinfectante sin más gastos que
el de la fuerza motriz.
En estas condiciones, no hay inconveniente alguno en emplear el
sistema de tout á Vegout, ni de verter todos los productos inmundos al
Nervión puesto que la materia fecal y aguas sucias van desinfectadas,
y al llegar al alcantarillado no se pone en circulación más que un lí-
quido desinfectante; deduciéndose de todo lo dicho que por el sistema
de que nos ocupamos se obtiene un saneamiento completo, continuo
y racional de la población y una economía enorme en el consumo del
agua potable.
Al salir de la estación de saneamiento, el líquido desinfectante
va impelido por una canalización colocada en las calles como si fue-
ra agua ó gas. Bocas de lavado y riego establecidas al borde de las
aceras permiten lavar con el desinfectante todos los arroyos, donde
se acumula la basura de las calles, y el alcantarillado. Cañerías lle-
van la desinfección á las casas alimentando los retretes y urinarios:
debido al desinfectante que por los diversos sistemas de inodoros se
vierte cuando de ellos se hace uso, la materia fecal es inmediata y to-
talmente destruida, así como los microbios que pueda contener, y el líqui-
do compuesto por el agua de mar electrolizada y la materia fecal
destruida ó aguas sucias desinfectadas, va directamente al alcantari-
llado y contribuye á su desinfección de manera poderosa, por el com-
puesto oxigenado de cloro que lleva en exceso.
Así, pues, el importantísimo problema del saneamiento del alcan-
tarillado por ese sistema queda completamente resuelto, puesto que
los habitantes contribuyen á él en vez de infectarle, como ahora sucede,
tanto, que las aguas salientes del mismo pueden, sin el menor incon-
veniente, ser vertidas donde se quiera, al rio Nervión por ejemplo.
Bien fácil es, pues, de comprender que por este sistema se evita
la propagación de las enfermedades epidémicas, puesto que los mi-
crobios patógenos se destruyen siempre á la misma salida de la h<
bitación y en el alcantarillado ó en los depósitos.
Para la aplicación del procedimiento existen unos aparatos apro-
piados y extremadamente prácticos, llamados electrolizadores. El
electrolizador consiste en una cuba de hierro galvanizado que tiene
en la parte inferior un tubo perforado por determinado número de
agujeros y provisto de una llave de zinc. Por este tubo entra el agua
de mar y en la parte superior de la cuba se encuentra un reborde en
forma de canal por el que desbordándoso el líquido se evacúa por
otro tubo, consiguiéndose así una circulación continua.
Los electrodos negativos del aparato están formados por una se
rie de discos de zinc montados sobre dos ejes que giran lentamente
En cada par de discos de zinc se colocan los electrodos positivos, en
los que la superficie activa está constituida por tela de platino man­
tenida rígida por medio de marcos de ebonita. La parte superior de
las telas de platino está soldada á una pieza de plomo y perfectamen­
te aislada. Cada electrodo positivo comunica con las piezas de plomo
á una barra de cobre que cruza el electrolizador y el contacto se ha­
ce por medio de una tuerca, pudiendo elevarse cada electrodo sin im­
pedir el buen funcionamiento del aparato.
La barra de cobre, á la cual se fijan los electrodos positivos, está
en comunicación con el polo positivo de la dimano.
La corriente se distribuye en todos los electrodos de platino de
donde pasa, atravesando el líquido, á los discos de zinc, formando
los electrodos negativos, y comunicando por la cuba de hierro con el
polo negativo de la dimano.
A fin de mantener los electrodos negativos, bien limpios, cuchi­
llos flexibles de ebonita, están colocados sobre las placas positivas:
estos cuchillos, al girar lentamente los discos de zinc, separan todo
el depósito que pueda formarse.
Empleándose varios electrolizadores se les dispone en tensión, es
decir, se hace comunicar el polo positivo del primero con el polo ne­
gativo del segundo y así sucesivamente. Por los electrolizadores ge­
neralmente se hace pasar una corriente de 1,000 á 1200 amperes, é
instrumentos de medida, fuertes y sencillos, colocados en el circuito
permiten en cada instante darse cuenta de la buena marcha y de la
fuerza absorbida.
Los conductores que llevan la corriente de la dimano son barras
de cobre puro del comercio y su sección varía según la distancia de
la dinamo con los electrolizadores, que se debe procurar sea la me­
nos posible.
En la parte superior de la caja de hierro se encuentra una puerta
que se puede abrir para la limpieza, permitiendo una llave vaciar el
aparato cuando es necesario. Los electrolizadores no exigen ningún
entretenimiento especial: próximamente todos los meses se abre la
puerta del fondo y se lava el aparato con agua, por medio de un tu-
bo de cauchú, sin desmontarle. El desgaste de los electrodos es casi
nulo.
En los aparatos completos de desinfección sobre el mismo basti­
dor se encuentra la dinamo, el electrolizador y la bomba. Es suficien­
te sumergir el tubo de aspiración de la bomba en el agua de mar, y
accionar la dinamo por una fuerza cualquiera para poner todo el
aparato en marcha y obtener el desinfectante.
La Sociedad Francesa de esplotación del procedimiento Hermite,
aprovechando la Exposición Internacional de Higiene de Le Havre,
ha hecho una demostración completa en gran escala de su sistema
racional de saneamiento, destinado sin duda alguna á solucionar la
cuestión de la salubridad en los puertos de mar.
La Municipalidad de le Havre no vaciló en auxiliar las experien­
cias oficiales votando una participación de 4.000 francos para los tra­
bajos de canalización indispensables á los ensayos que en el barrio
de S. Francois habían de hacerse.
He aquí el programa de las experiencias:
Saneamiento del barrio de S. Francois compuesto de 10.000 ha­
bitantes.
En éste, una canalización en plomo, de más de tres kilómetros,
distribuye el agua de mar electrolizada por todas las calles y los
arroyos de las mismas, á donde se acumula la basura, y son lavados
y desinfectados así como las alcantarillas por bocas que, colocadas
en el borde las aceras, distribuyen el desinfectante.
Dos casas de este barrio han sido, como ejemplo, completamente
saneadas: en una las materias fecales y las aguas sucias después
de desinfectadas se vierten directamente á la calle sin el menor in­
conveniente para demostrar que el sistema puede emplearse en las
ciudades que carecen de alcantarillado 6 depósitos.
Todas las materias fecales y aguas sucias que salen de la segun­
da casa van directamente á la alcantarilla no solamente desinfecta­
das sino conteniendo aún un exceso de desinfectante para demostrar
la aplicación del sistema á las ciudades que poseen una red de al"
cantarillas más 6 menos completa y perfecta.
En los dos casos, el servicio de las alcantarillas ó de tinetes que­
da completamente suprimido y la destrucción de la materia fecal tie­
ne siempre lugar antes de su salida de las casas.
E n la Exposición tiene la sociedad otra instalación en donde pue­
de estudiarse la producción del líquido desinfectante y su aplicación
á la destrucción inmediata de la materia fecal en los retretes de la
casa Ayuntamiento.
Con estos antecedentes vamos á cuenta de lo que respecto al sa-
— C7 —
neaniiento por el agua de mar electrolizada se ha observado en Le
Havre.
La instalación que Mr. Hermite presentada en el recinto de la
Exposición del Havre tenía una pequeña máquina electrolítica accio-
nada por una locomóvil de tres caballos de fuerza. Como quiera que
la Exposición está algo lejos del mar, el agua se lleva todos los días
por medio de cubas y se transforma por la máquina en desinfectante.
Este desinfectante es enviado á un depósito superior y distribui-
do en la Exposición por una canalización de plomo colocada bajo
tierra. Los depósitos de siete retretes de la casa Ayuntamiento están
alimentados por el agua de mar electrolizada y todas las materias
fecales que salen de estos retretes mezcladas con el desinfectante se
recogen en una cuba al aire libre con el fin de que cada uno pueda
juzgar del resultado obtenido: el contenido de la cuba resulta ser
simplemente un liquido turbio con un ligero olor á cloro.
Además de los retretes citados, en el recinto de la Exposición
existe un urinario público alimentado con el desinfectante que asi-
mismo se emplea de otras varias maneras, como por ejemplo en el
modelo de casa salubre.
La sociedad tiene expuestos en su instalación ejemplares de ma-
terias fecales desinfectadas y conservadas largos meses sin indicios
de fermentación ni olor ni gérmenes, como lo demuestran varios cul-
tivos en gelatina y caldo.
En el muelle Lamblardie, cerca del puente de Angouleme, se en-
cuentra la estación de saneamiente del barrio de San Francois.
Esta estación se compone: de dos máquinas de vapor tipo 35 ca-
ballos de Weyher y Eichmond, cedidas por la dirección de obras y
dispuestas de manera que pueda apreciarse la fuerza motriz absorbi-
da en cualquier momento. Estos motores accionan dos electrolizado-
res semejantes al de la Exposición, aunque mayores, alimentados por
medio de una bomba rotativa que toma el agua en el dique del Co-
mercio. Otras bombas rotativas envían el agua de mar electrolizada
á un depósito superior colocado V¿ metros de altura y la distribuyen
en la canalización de plomo de más de tres kilómetros, como ya he-
mos dicho colocada en todas las calles del barrio de S. Francois, y
dos aparatos sistema Carré (depósitos elevados) permiten obtener
una presión más considerable.
Imagínese el lector un barrio, todo lo malo y antihigiénico que su
imaginación le permita.
Las calles de un par de metros de anchura, casas pobres, maltra-
das y viejas de seis pisos de elevación, viviendas inverosímiles por
lo pequeñas, mal aireadas y sucias, y escaleras de las casas más in-
verosímiles aún.
En las calles del barrio saneado, bocas de riego ordinarias distri-
buyen el desinfectante por los arroyos, y desde ellos va á las alcan-
tarillas que existen muy incompletas ciertamente.
Después que el agua de mar electrolizada circula por los arroyos
y alcantarillas, todo olor desaparece en las calles y las arenas de
os primeros otras veces negras é infectas aparecen amarillas y
puras.
A fin de hacer la demostración del saneamiento de habitaciones,
la Sociedad de explotación ha instalado su sistema en dos casas es-
cogidas entre las más malas y elevadas por Mr. David Arquitecto
jefe de la ciudad.
Una de estas casas está situada en el núm. 24 de la calle de La
Fontaine. Un depósito colocado en la buhardilla recibe el desinfec-
tante de la fábrica por una cañería que parte de la canalización de
la calle: este depósito es de una capacidad suficiente para .el uso de
la casa durante un día.
Los retretes inodoros, del modelo más barato, con sus corres-
pondientes depósitos, están instalados en lugar de las tinettes y un si
fon recoge todo el líquido que corre: los fregaderos y canalones, po-
donde se vierten las aguas sucias, están lavados con el desinfectan-
1
te por medio de un recipiente automático pasando toe as las aguas
por el mismo sifón que recibe los productos de los retretes.
La totalidad de aguas desinfectadas que salen del sifón, van di-
rectamente al arroyo de la calle de La Fontaine y recorren cierta
distancia antes de caer en la alcantarilla.
Es suficiente examinar los líquidos que salen de esta casa para
darse cuenta de los maravillosos resultados obtenidos.
En la otra casa núm. 35 de la calle d'Edreville el servicio está
instalado de la misma manera, solamente el líquido que sale del si-
fón va directamente á la alcantarilla con un exceso de desinfectan-
te. El sifón está colocado de tal manera que las personas que gusten
pueden fácilmente comprobar su marcha y tomar muestras.
El lavadero municipal del muelle Lamblardie, está igualmente
alimentado por el líquido desinfectante. Una llave colocada sobre una
gran cuba deja correr el agua de mar libremente y el trop-plein de
esta cuba alimenta dos bocas de lavado de la calle vecina. Los la-
vaderos pueden servir de desinfectante y para blanquear los tegidos-
En el barrio de S. Francois, son dignas de mención las calles de
Petit-Croisant, Gran-Croisant, d'Edreville, Fontaine, Percanville y
otras, saneadas por el agua de mar y como puede uno darse cuenta
exacta de la bondad del procedimiento es comparando los líquidos
que salen del alcantarillado del barrio éste, con los que salen del a l ­
cantarillado del de Notre-Dame no sometido á la experiencia.
Para terminar, debemos hacer constar los siguientes extremos.
Que él procedimiento de saneamiento -por el agua de mar electroliza­
da es superior á cuantos se conocen resolviendo en absolido el trascenden­
tal problema del alcantarillado, puesto que la materia fecal es completa­
mente destruida así como los gases de la descomposición pútrida y los
microbios, haciendo por lo tanto imposible la propagación de toda enfer­
medad infecciosa; no olvidando también, que con el uso de este líquido
el vecindario lejos de infectar el alcantarillado contribuye á su sanea­
miento, de manera permanente.
Es el único sistema, que para su implantación no necesita reformas
de alcantarillado, pussto que el tratamiento délas materias fecales puede
sin inconveniente ninguno tener libre salida á la calle.
En los puertos de mar, es el más económico teniendo multitud de
aplicaciones eentr las que recordamos; la desinfección total y perma­
nente de retretes y alcantarillado, urinarios y retretes públicos, des­
infección de calles y paseos por riego y lavado, saneamiento de loca­
les y mercados, no olvidando su uso en los lavaderos públicos para
la desinfección y blanqueo de las telas y ropas.
Como ya hemos dicho, es el más económico pues sólo tiene el gas­
to de entretenimiento de la fuerza motriz ahorrando el enorme gasto
de grandes obras y reformas, desinfectantes y personal que actual
mente se hace con mejor deseo que éxito para no tener más que un
servicio á todas luces deficiente y un resultado completamente
dudoso.
Como procedimiento complementario de éste indicaremos el de la
destrucción de las inmnudicias por el fuego, con lo cual habremos lo­
grado el saneamiento completo y radical de la Invicta Vüla de Bilbao.
Este es un procedimiento conocido y empleado en París, Berlín
y Londres con admirables resultados, pues todos sabemos que el mejor
y más seguro de todos los desiníectantes conocidos es el fuego. En
este procedimiento suelen recojerse las inm undicias en grandescu
bas de hierro galvanizado, se les rocía con un desinfectante que en
Bilbao podría ser el agua de mar electrolizada y los carros munici­
pales los llevan á los hornos que las destruyen.
El residuo de la incineración es una materia muy dura, como la
escoria salida de nuestros altos hornos de fundición de hierro y se
sirven como estas para afirmados de carreteras y pavimento de a c e ­
ras y plazas. Muchos grandes hospitales tienen hornos de esta clase.
El coste de estos hornos suele oscilar según su importancia entre
dos y seis mil duros, y cada uno consume una peseta veinticinco
céntimos por tonelada de inmundicia. Este gasto queda sobradamen­
te compensado teniendo en cuenta que la temperatura de los hornos
Horsfall asciende á mil y cien grados, lo cual produce muchos cente­
nares de caballos de vapor de fuerza y ésta es precisamente la fuerza
que destinaríamos en Bilbao á elevar el agua de mar y a' electroli­
zarla.
Aunque la incineración de estas materias inmundas constituya
cierta pérdida para la agricultura, y para los ingresos que por este
concepto recauda nuestro municipio, mayor es la de los muchos seres
que perecen en nuestra Villa por carencia absoluta de higiene. Pero
además, todo el que conozca á Bilbao y sus cercanías sabe que no
hay terrenos, bastante secos porosos y de gran espesor, como hacen
falta para poder dedicarlos á la agricultura, tomando por base de sus
abonos, los productos inmundos de nuestra población.
Insistiendo nosotros aún más en nuestro estudio acerca de tan
grave y transcendental cuestión para Bilbao y sobre todo deseando
combatir una inconsciente y mal comprendida rutina que seguimos en
nuestra Villa de plagiar lo que hasta hace poco se ha venido hacien­
do en París, Londres, Berlín etc., en donde no tenían ciertos inconve­
nientes inherentes á nuestra población hemos pedido al eminente
bactereólogo Mr. Pasteur su opinión sobre este asunto.
Este hombre ilustre nos ha manifestado sus temores acerca de la
infección progresiva de que son susceptibles los campos dedicados á
la agricultura, abonados con estas sustancias inmundas, tanto más
cuanto que pueden destinarse al cultivo de hortalizas, que, al ingre­
sar diariamente en nuestra población, para el consumo, podrían im­
portar consigo los gérmenes infecciosos, acumulándolos más y más
en sus habitantes- Las raíces de otras plantas, inmergidas en un te­
rreno no ventilado en su masa interna, por estar siempre saturado
de agua, mantendrían los gérmenes morbosos, en perfecto estado de
conservación é irían á parar de nuevo al mercado, á nuestras casas,
á la economía individual, siendo un vehículo constante de gérmenes
infecciosos.
Con estos nuevos procedimientos resulta de todo punto innecesa­
rio el construir, los grandes colectores que vayan al mar con todos
sus accesorios; no hay necesidad de modificar el antiguo alcantari­
llado, y resultan inútiles el gran número de obras de arreglo y de re­
forma, cuyos presupuestos agoviari al erario municipal.
Veamos ahora la disposición y coste de este nuevo medio de hi-
gienización de Bilbao, por medio del agua de mar electrolizada.
Supongamos establecida en la playa de Las Arenas una galería
filtrante subterránea para absorver de ella agua de mar pura, depu-
rada por la filtración. De esta galería partiría una tubería de hierro
m
fundido de 0, 4 0 de diámetro hasta el pié dé la estribación de los
montes de Ondiz frente al hipódromo de Lamíaco. Desde el pié del
monte se elevaría el agua por medio de bombas hasta un depósito si-
m
tuado en la cota 8 1 máxima en este punto. Bajaría la conducción
directamente hasta la margen derecha del río y siguiendo el curso de
este por la cuneta de la carretera casi horizontal en toda su exten-
sión llegaría á la Isla de San Cristóbal y de allí continuaría hasta el
depósito de Miraflores, en donde vendría á alimentar á todas las tu-
berías de aguas de río hoy establecidas.
Con la carga de agua obtenida por la altura del depósito de par-
tida, y teniendo en cuenta la diferencia de altura con la del depósito
de llegada, diámetro del tubo, rozamientos, etc., podrían llegar dia-
riamente 4.579.270 litros de agua de mar á Miraflores.
Siendo el presupuesto el siguiente:
Tubería general de fundición y accesorios . . 1.200.000 pesetas.
Galería filtrante de absorción 25.000 >
Depósito regulador 60.000 »
Instalación y maquinaria 150.000 >
Modificaciones é imprevistos . . . . • . . 115.000 »
Expropiaciones (indeterminado) » »
Total . . . 1.550.000 pesetas
De manera que por la cantidad aproximada de 1.550.000 pesetas
tendría Bilbao la enorme cantidad de 4.579.200 litros de agua de
mar pura con los cuales desinfectaría todos sus escusados, alcantari-
llas y lugares inmundos de la población, evitando la mayor infección
del río Nervión.
Los gastos de instalación de los aparatos eléctricos y máquina-
de vapor para la electrolización del agua de mar, no alcanzarían en
ningún caso á 250.000 pesetas de manera que por un presupuesto
máximo de 1.750.000 pesetas estaría dotada nuestra Invicta Villa de
un sistema completo de higienb. ación, el más completo que se conoce,
de fácil y muy rápida instalación.
Ál pedir nosotros la aplicación inmediata de estos procedimientos
racionales y radicales de desinfección y de higienización de la Villa de
Bilbao, se nos ha objetado ya y se nos objetará que se tropieza para
la adopción de estos nuevos procedimientos con un grave inconve-
niente cual es, el de que la Exorna. Corporación Municipal tiene apro-
bado un sistema determinado de saneamiento titulado com mucho
acierto «Saneamiento del río Nervión y á cuyo título nosotros añadi-
remos el calificativo de parcial resultando "Saneamiento parcial del
río Nervión,,. Se dirá también que este proyecto fué concienzudamen-
te estudiado hace años por un eminente ingeniero, el cual ha sido co-
rregido y aumentado por otro no menos distinguido premiado en el
concurso de Saneamiento del río Nervión propuesto y aprobado últi-
mamente por nuestro Ayuntamiento.
A todo esto contestaremos repitiendo lo que en otro lugar dijimos,
que este proyecto aprobado é impuesto á Bilbao es votable como
proyecto de ingeniería pero que no es ni bueno ni malo, (porque nada
resuelve), como problema higiénico.
De manera que opte el Ayuntamiento de Bilbao, por una de las
dos soluciones ó por llevar adelante una cuestión de amor propio, ó
por resolver el problema higiénico de nuestra Villa salvando de las
enfermedades y de la muerte á muchos miles de individuos.
X.

RAZA. ESTADO SOCIAL. RÉGIMEN ADMINISTRATIVO


ESTADO RELIGIOSO.

El estudio del hombre vascongado, bajo el punto de vista antropo-


lógico es sumamente importante.
Sentimos el no poder hacer extensas consideraciones sobre asun-
to de tanto interés, porque nos desviaría del fin práctico que nos pro-
ponemos realizar con este ligerísimo apunte sobre la higienización de
Bilbao.
El individuo puede ser estudiado en sus condiciones orgánicas,
estáticas ó dinámicas, ó bien como género y especie, en que están
comprendidas varías razas y existen diferentes agrupaciones sociales.
Nosotros nos concretaremos á hacer algunas consideraciones referen-
tes al primero de estos puntos de vista.
La estadística es la base de estos estudios, pero la estadística
oficial es tan sumamente incompleta y deficiente, que renunciamos
por completo á hacernos eco de ella.
Tomando la palabra raza bajo el punto de vista concreto y local,
diremos que Bilbao, como toda población eminentemente industrial,
contiene gran variedad de razas. En mayor ó menor proporción, están
representadas en Bilbao todas las naciones europeas y todas las
provincias españolas. De poco nos serviría cantar aqui las excelencias
del tipo de raza pura vascongada, con sus notables energías y su ex-
cepcional inteligencia, si á duras penas hallaríamos en nuestra villa
algunos ejemplares de esta raza. La raza dominante en Bilbao es
completamente heterogénea; no acuden aquí los individuos notables
por sucomplexión robusta, cuyo aspecto noble y gentil denota una
constitución fisiológica perfecta. La mayor parte de los emigran
tes, es gente que viene á luchar por la existencia, cuya vida ha sido
y es más ó menos dura y penosa, y cuyo estado de salud deja ge-
neralmente bastante que desear.
El número de bilbaínos, vascongadas de complexión robusta de
pura raza, y el de gente acomodada que puede llevar una vida com-
pletamente higiénica, es sumamente reducido y, en cambio, es muy
grande el de aqnellos que en situación precaria y miserable, vienen á
pasar todo género de trabajos y privaciones en nuestras minas y en
nuestras industrias. Además, la resistencia orgánica media de los ha-
bitantes de Bilbao, en la actualidad, es muy inferior á la que tuvieron
las generaciones anteriores.
Hoy día abundan extraordinariamente los temperamentos linfáti-
co-escrofulosos y las consecuencias de las enfermedades de degene-
ración. De manera que hoy, aun para obtener la misma proporción
en la mortalidad que hace cincuenta años, sería necesario aquilatar
mucho más que entonces los medios de higienización de nuestra villa,
y como, además, la higiene pública de un pueblo está en razón inver-
sa del número de sus habitantes y estos han triplicado desde enton-
ces, de aquí que haya otro nuevo motivo, otra causa poderosa que
exija hoy muchísimo más esmero en el empleo de los medios de hi-
gienización.
Por otra parte, los individuos sanos y bien constituidos que vienen
de todo el interior de España, á nuestra villa, que tienen un clima
mucho más húmedo, sufren, para aclimatarse, unas veces afecciones
de índole catarral, que tienen su asiento en la mucosa aérea ó diges-
tiva, frecuentemente acompañadas de fenómenos febriles y nervio-
sos, que constituyen la fiebre mucosa análoga ó las calenturas tifoi-
deas; en otros casos, la modificación de la constitución se opera len-
tamente; disminuye la actividad de los nervios sensitivos, se relajan
las carnes, se decolora el tegumento y aumentan la grasa y las se-
creciones mucosas; en este caso se nota en los individuos la acción
deprimente de nuestro clima, aún cuando no adquieran una enferme-
dad propiamente dicha. Para preservarse del efecto relajante de
nuestro país, es muy conveniente emplear alimentos animales, bebi-
das aromáticas y excitantes, asi como vestidos calientes, á fin de res
tablecer la secreción cutánea, y licores alcohólicos, en dosis modera-
das, para avivar la actividad digestiva, teniendo al propio tiempo
gran cuidado de que la habitación reúna las mejores condiciones pa-
ra sustraerse al influjo del ambiente exterior.
Pero, desgraciadamente, estos preceptos higiénicos no sólo no son
seguidos, sino que, cediendo á las imperiosas necesidades de la vida
industrial, renuncian la mayor parte á todo consejo higiénico, en aras
del negocio.
De manera que, si en nuestra villa no se estreman las medidas de
higiene pública, para contrarrestar los efectos climatéricos y los que
fatalmente han de producir el curso natural de las cosas en esta lo-
calidad, como país industrial, vendremos á parar á una cifra espanto-
sa de mortalidad y á constituir una raza completamente degenerada.
Bilbao, bajo el punto de vista de su estado social, tiene algunos
defectos que corregir, cuyo remedio constituiría un gran paso en favor
del agrado de la vida y aún de la higiene pública.
Bilbao es una población cosmopolita, que une á la indiferencia re-
cíproca que caracteriza á este género de poblaciones con cierta ru-
deza de costumbres, que hemos heredado y que por rutina seguimos,
de cuando Bilbao era aún pueblo pequeño. Es muy conveniente faci-
litar todo lo que se relacione con el trato social y la vida intelectual,
favoreciendo el desarrollo de las Sociedades, teatros, exposiciones re-
gionales, museos, centros de instrucción y recreo, etc., todo lo cual,
además de modificar ventajosamente las costumbres, distraer é ilustrar
á los individuos, evita el desorden en las costumbres públicas é influ-
ye indirectamente en la higiene general de la población.
Además, una población bien organizada es siempre un grande
atractivo para el forastero, cuya larga permanencia en la localidad
es causa de fomento y desarrollo en el comercio; á esta causa se de-
ben exclusivamente las numerosísimas é inmensas fortunas formadas
en muchas poblaciones de la nación vecina, que la mayor parte de l o s

bilbaínos han tenido ocasión de conocer.


Al hablar del régimen administrativo, no nos ocuparemos de la
legislación político-administrativa, nos ocuparemos exclusivamente
del ramo de administración sanitaria en la legislación municipal y
provincial, pues la limpieza pública, desde el punto de vista de la
competencia de las antoridades en la legislación y ejecución de las
disposiciones sanitarias, se divide en Municipal, Provincial, Nacional
é Internacional. No es indiferente, para garantir los efectos de la
legislación sanitaria, la división de las atribuciones entre los dife-
rentes cuerpos ó categorías de la Administración pública; al contra-
rio, es tan esencial este punto, que del modo como esté concebida
esta organización depende sean fructíferas ó estériles, las disposi-
ciones á este ramo concernientes.
Cualquiera que sea, sin embargo, el origen de las medidas sanita-
rias, requiérese que en ellas intervengan cuatro elementos que son:
la deliberación, la resolución, la ejecución y la inspección.
Estos cuatro elementos están representados, respectivamente, en
la Administración Sanitaria, en la municipal, en la provincial y en la
superior ó central.
La inspección Sanitaria deja bastante que desear; debería ha-
ber un personal permanente, encargado de estos asuntos y no, como
generalmente se hace, delegar en una 6 más personas el desempe-
ño de una comisión determinada y sólo en determinadas circuns-
tancias.
Únicamente la práctica y un constante estudio pueden dar la so-
lidez de conocimientos que se necesita para desempeñar con acierto
funciones tan delicadas como importantes.
En Administración Sanitaria es indispensable la recíproca subor-
dinación de poderes y una estricta limitación de atribuciones. La
marcha provechosa y ordenada de este organismo administrativo só-
lo se obtiene descentralizando las actividades gubernativas, pero sin
dar lugar al desorden. La administración Sanitaria en Bilbao no de-
ja nada que desear, siendo un ejemplo notable deello la administra-
ción de todos y cada uno de los establecimientos benéficos de nues-
tra villa.
En resumen, diremos que, si Bilbao quiere llegar á obtener resul-
tados positivos en materia de higenización de la población, es nece-
sario é indispensable que se constituya una comisión de higiene, de
carácter permanente, poco numerosa, tomando por base á la clase
médica, y, sobre todo, que los miembros que la constituyan sean de
conocimientos y actividad ya probados. Esta comisión, conveniente-
mente asesorada, según las cuestiones que se traten de resolver, de-
bería ser el centro consultivo de todas nuestras entidades adminis-
trativas. De otra manera, se expone la población á gastar sumas
cuantiosísimas en la higienización de nuestra vi'.la, sin otro resulta-
do que el efecto moral de que se debe hacer mucho bueno, porque se
gasta mucho dinero
Vamos á hacer ahora algunas consideraciones acerca de las re-
laciones que existen entre la religión y la higiene.
La higiene debe considerar á la religión como un poderoso mo-
dificador del organismo humano y de la población en general. No
hay rito que no imponga sus preceptos; que no obligue á ciertas
prácticas, que no armonice ciertas acciones y que no contribuya
mucho á la noción de lo bueno y de lo justo, apenas existe religión
alguna que, unas veces con objeto puramente higiénico, otras con
un fin esencialmente ascético, no haya establecido sus reglas dietéti-
cas, y como pocos modificadores alcanzan un radio de acción tan
estenso como este, es indisputable que las colectividades humanas
han de llevar impreso el sello de esta influencia en su modo de fun-
cionar.
De ahi resulta que el estudio de la religión tiene su lado higié-
nico.
El evangelio ha hecho compatible la religión con la libertad;
cuando Jesucristo anunció que su reino no era de este mundo, des-
pojó á los cetros del poder que se dice emanado de origen so-
brehumano, y estableció la más cabal distinción entre las prescrip-
ciones del dogma y las instituciones políticas. En todo estado cató-
lico, la potestad religiosa está perfectamente deslindada del poder
civil. Puede esto perjudicar más ó menos á la fuerza del gobierno,
pero es altamente favorable á la libertad del ciudadano y cuadra
perfectamente á la dignidad de la conciencia. E l pueblo queda asi
arbitro de sus creencias y de sus destinos políticos; ni las armas le
imponen el dogma, ni el gobierno le es impuesto por el sacerdote.
Al examinar la influencia que las religiones ejercen en las con-
diciones físicas y morales de los pueblos, salta á la vista el fenóme-
no social de que el Oriente, que fué la cuna de la humanidad, y de la
civilización, se haya detenido en su desarrollo, para ser grandemeute
aventajado por las naciones occidentales. Este hecho antropológico,
nó se explica sino por el influjo de la religión.
Los pueblos orientales han conservado en sus costumbres la po-
ligamia, mientras que la religión de las naciones de Occidente pres-
cribe la monogamia, modo de vivir que, al paso que afianza los lazos
de la familia, regulariza en sus límites hígidos el ejercicio de las
funciones de reproducción, en beneficio de los actos plásticos del or-
ganismo.
La acción podrá ser individual, pero, multiplicada por cada uno
de los habitantes de la nación, ha de revelarse por un hecho social.
El cristianismo es la religión que más ha contribuido al progreso
moral de los pueblos y tiene varios ritos y prescripciones que son
dignos de ser estudiados como asunto de la Higiene.
La Iglesia prescribe ayunos y abstinencias. Al efecto, establece vi-
gilias y abstinencias de carne, abstinencias de promiscuar, témporas,
que corresponden al principio de cada una de las estaciones del año,
y el ayuno cuadragesimal. Estos mandamientos tienen dos objetos, la
penitencia y la Higiene. El ayuno cuadragesimal coincide con la épo-
ca del año en que hay más vigor interno, mayor preponderancia san-
guínea y, por lo mismo, más predisposición á las enfermedades flogís-
ticas. La templanza es, pues, una indicación profiláctica. El régimen
vegetal y la abstinencia de alimentos fuertemente azoados, tienden
á rebajar la crasis sanguínea y los medros de la nutrición. La dieta
píscea, que sustituye á la alimentación, por medio de las carnes de
mamíferos v de aves, es más fosforada y por lo mismo, más afrodi-
síaca.
No cabe duda que el ejercicio regular de todas las funciones, im-
puesto por la religión, es favorable á la salud y á la longevidad.
Hasta en las épocas de incredulidad, la religión sigue siendo la
fuerza moral más enérgica; no sólo domina las circunstancias de ma-
yor importancia de la vida, sino que, por la observancia de sus pre-
ceptos, se encuentran subordinados á ella todos los detalles de la vi-
da de cada uno de los hombres. En las regiones que mejor observan
los preceptos religiosos se nota mayor longevidad, menor número de
crímenes y un número mucho menor todavía de suicidios.
En una palabra, la religión cristiana ejerce una influencia profun-
da y continua sobre el régimen de cada individuo y sobre sus cos-
tumbres domésticas, conserva su salud y preserva del excepticismo á
su espíritu.
Es muy pequeño el número de individuos que habitan en Bilbao
que no sean católicos, pero, en cambio, hay un buen número de los
llamados católicos que no tienen religión alguna, que pertenecen á la
especie de los desalmados, es decir, que ni creen en nadie, ni se ocu-
pan de esas cosas.
A esta clase de individuos pertenecen precisamente la mayor par-
te de las defunciones en edad temprana, las enfermedades de dege-
neración, los crímenes y los suicidios.
Por fortuna, hasta la fecha, la inmensa mayoría de crímenes y sui-
cidios de esta localidad pertenecen á gente extraña á nuestras pro-
vincias, en donde se conserva muy arraigada la idea de la religión
cristiana, gracias á un clero muy respetado y querido por toda la po-
blación Bilbaína.
XI.

HIGIENE D E L TRABAJO.

Es tan estenso y tan importante el tema que comprende este ca­


pitulo, que vamos (á fin de abreviar y precisar mejor los conceptos)
á reproducir á continuación algunas ideas de higienistas notables, y
la Carta Pastoral Colectiva de los prelados de Bélgica, acerca de la
cuestión Social, que es un resumen sumarísimo de la Carta Encíclica
del Papa León XIII.
Este notable documento, que constituye una joya de valor inapre­
ciable, es á su vez un resumen de las opiniones de la Iglesia acerca
de la cuestión Social.
Ante todo, debemos distinguir la diterencia que existe entre el
ejercicio propiamente dicho y el trabajo.
El hombre trabaja, cuando aplica voluntariamente su actividad
fisiológica á un objeto útil á sí mismo ó á sus semejantes, con el fin
de obtener de estos, como recompensa, consideración, estima y medios
para atender á su propio sustento y al de su familia y acrecentar su
fortuna. Por medio del ejercicio, satisfacemos una necesidad de nues­
tra economía, damos espansión á la fuerza acumulada en nuestros ór­
ganos, abrimos, en una palabra, una válvula de seguridad á las poten­
cias dinámicas concentradas en nuestro cuerpo.
El ejercicio es una necesidad higiénica; el trabajo una necesidad,
y al propio tiempo una virtud social.
Los efectos del trabajo sobre la salud pública son tan evidentes,
que pudiera decirse que el movimiento de la población está en gran
parte determinado por la naturaleza y grado de sus fuerzas produc­
tivas.
El trabajo ha establecido la propiedad; ésta ha ocasionado la
guerra; de las guerras se originaron las antiguas categorías sociales
de amos y esclavos, de productores y consumidores. En nuestros días,
no existe la esclavitud sostenida por la fuerza, pero aún hay presión
de arriba, que pugna fuertemente con una presión de abajo; es la lucha
entre el capital y el trabajo; no ha habido más que un cambio de di-
nastías metálicas; el oro ha reemplazado al hierro. No hay cadenas
para el trabajador, pero, en cambio, vive á merced del capital acumu-
lado. L a idea social se infiltra en las masas productoras, y el ejerci-
cio del derecho de asociación no cesa de multiplicar las fuerzas del
derecho del trabajo.
Este amenaza sojuzgar al capital. Un cataclismo es inminent .
Se ha dicho que las tejas ocuparán el lugar de los adoquines y que
estos subirán á la altura en que hoy están las tejas. Percíbese próxi-
mamente el fragor de un torrente, pronto á desbordarse y á sepultar
las instituciones sociales en lo desconocido.
Es necesario abrir la válvula á ese vapor, que está demasiado
comprimido; de otra suerte, mañana habrá estallado, en perjuicio de
todos, porque la Internacional es arma de dos filos: homicida y suici-
da. No se puede desconocer que ya es hora de dar á los hijos del tra-
bajo la participación quo les corresponde en el festín social.
El cuarto estado pide justicia; ¿no sería mejor no esperar á que,
con mano airada, él mismo se la haga?
Sólo la religión y la Higiene pueden poner el fiel en la balanza,en
ese litigio entre el capital y el trabajo. Es preciso que la ciencia de-
termine lo que el hombre puede y lo que el hombre necesita; que la
Fisiología diga dónde comienza el abuso de la naturaleza humana;
que ella inspire las reglas para metodizar el ejercicio mecánico y la
proporción entre éste y el consumo trofológico, y, por consiguiente, la
relación entre el trabajo y el jornal; que demuestre, en fin, que los
brazos de la industria no están reñidos con el capital, sino que, antes
al contrario, son naturales aliados; que no deben, pues, ahogarse uno
á otro, sino vivir en armónica inteligencia, p a r a l a recíproca pros-
peridad. Nada se logrará reprimiendo, sólo higienizando y moralizando
se obtendrán efectos tan favorables como inesperados.
Veamos ahora lo que, respecto á la cuestión social, dice la «Carta
Pastoral Colectiva» de los prelados de Bélgica:
«Un pavoroso conflicto social se ha suscitado en todos los países-
Débese, ante todo, á la debilitación de la fé y de las costumbres cris
tianas, y. en segundo término, á las modificaciones que, por los des-
arrollos incesantes de la industria, se han introducido en las relacio-
nes entre patronos y obreros, en la repartición de la riqueza, en los
sentimientos y las disposiciones de la clase trabajadora. La iglesia no
puede permanecer indiferente ante semejante situación, tanto más,
cuanto va en ello comprometida la salvación de las almas. Interesa-
do vivamente en la suerte de los obreros, lia creido de su deber ha-
blar de ello el Vicario de Jesucristo.
Estamos persuadidos, dice, y en esto convienen todos, de que es
preciso dar pronto y oportuno auxilio á los hombres de las clases in-
feriores, puesto que, sin merecerlo, se hallan la mayor parte de ellos
en una condición calamitosa y desgraciada.
El último siglo ha destruido los antiguos gremios, corporaciones
que protegían al obrero, sin sustituirlas por otras: se han borrado de
las leyes y de las instituciones públicas los principios y los senti-
mientos religiosos, y por tales medios, poco á poco se han visto solos
é indefensos los trabajadores, entregados con el tiempo á la arbitra-
riedad de sus inhumanitarios patronos y á la desenfrenada codicia
de sus competidores. Vino á aumentar el mal la voz usura. Condena-
da más de una vez por sentencia de la Iglesia, no ha dejado por ello
de ponerse en práctica constantemente, bajo una ú otra forma, por
hombres ávidos de ganancia y de codicia insaciable. Añádese á todo
esto el monopolio del trabajo y del comercio, que ha venido á conver-
tirse en patrimonio de un corto número de hombres opulentos y riquí-
simos que han puesto sobre los hombros de la innumerable multitud
de proletarios un yugo que difiere poco del de los esclavos.
¿Dónde buscar remedio? No lo hallaremos en el Socialismo, del
que tanto se habla en nuestros dias. He aqui el proyecto que acari-
cia este sistema: desposeer á todo el mundo de lo que posea, con-
vertir al Estado en propietario universal de todos los bienes, encar-
gándole de distribuir á cada uno, con perfecta igualdad é idéntica
medida los necesarios recursos. Pero ved cuan perjudicial es para el
obrero este sistema, y cuan injusto y contraproducente fuera para la
sociedad.
Vosotros, honrados trabajadores, sois dueños de vuestros sala-
rios, y podéis hacer de ellos el uso que os convenga.
Si queréis comprar un trozo de tierra, ó algún mueble, estáis en
vuestro derecho: todo el mundo os lo reconoce, y la ley lo protege.
Pero si se estableciera el socialismo entre nosotros se os denegaría tal
derecho, pretendiendo prestaros un servicio, bajo el pretexto de que
el bien general de la colectividad exige que sólo el Estado sea el
único propietario. ¿No es esto poner trabas y obstáculos para que el
obrero hábil y laborioso pueda mejorar de situación? Si con el sudor
de su frente puede adquirir algún bien, ¿no es palmaria injusticia que
se le impida adquirirlo, que se le prive de guardarlo en propiedad y
de transmitirlo á sus hijos por herencia? ¿No es esto la violación del
derecho natural que tiene todo hombre, derecho que le distingue de
los irracionales, y que es consecuencia de la obligación que tiene de
atender á su subsistencia y á su porvenir y al porvenir y á la subsis-
tencia de su familia? ¿Quién no ve, desde luego, el peligro y las fa-
tales consecuencias del Socialismo? Pretende éste, como hemos di-
cho, investir al Estado del derecho de poseerlo todo y del cargo de
atender á las necesidades individuales, con el fin de que no existan
en adelante ricos ni pobres, y de que reine entre todos la igualdad:
con esto, no sólo se atribuye al Estado un derecho que no le pertene-
nece y se le asignan obligaciones que no tiene, con ignorancia abso-
luta de la voz de la naturaleza, confirmada por unánimes y seculares
tradiciones, y sobre todo por la legislación divina que prohibe hasta
el simple deseo de poseer el bien que otro legítimamente tiene, sino
que se introduce la confusión en todas las esferas sociales; se impone
al mundo la esclavitud; se amaga á la sociedad con odios, envidias y
rencores, con discordias perpetua y umversalmente suscitadas. El
talento y las aptitudes particulares permanecerían de este modo
ocultos y desconocidos; la riqueza misma quedaría muerta en sus pro-
pias fuentes; vendría el reinado de la igualdad, pero la igualdad ba-
sada en la indigencia, en la vergüenza y en la miseria.
En la Religión está el remedio verdadero, dice el Papa, y esto es lo
que le ha determinado á elevar su voz. Sin el auxilio de la Iglesia,
jamás podrían los gobiernos resolver el grave y difícil problema so-
cial, porque sólo la Iglesia tiene doctrinas capaces de poner fin ó de
mitigar tal conflicto, así como sólo ella puede imponer á las concien-
cias, en nombre de Dios, soberano Señor y supremo Juez, los deberes
cuya observancia sea necesaria para la pacificación. Su acción es
tanto más persuasiva y eficaz, cuanto que, por medio de mil institu-
ciones caritativas, se interesa por la suerte de las clases menestero-
sas; usa de su autoridad para exhortar á todas las gentes con el fin
de que concurran á la solución de la cuestión social, y enseña y opina
que las leyes y la autoridad pública deben, en cierta medida y con
prudencia, aportar también para esta solución su concurso.
Hé aquí la doctrina católica acerca de los puntos relativos á la
cuestión social:
Ante todo, debe conocer la humanidad su verdadera condición
real: es imposible la perfecta igualdad.
Examinaos vosotros mismos. ¿Tienen todos los hombres el mismo
espíritu, el mismo talento, la misma salud, la misma energía y el
mismo valor? ¿Cómo han de ser, pues, todos iguales? Más todavía:
se les ve elegir carreras y ocupaciones distintas por completo, y esto
precisamente es lo que asegura el bien de cada uno y la armonía ge-
neral. Por. otra parte, para poner coto á las ilusiones socialistas, no
olvidemos la verdadera noción del trabajo. El trabajo es ley de Dios
que, si fué agradable en el estado de inocencia, se convirtió en peno-
sa después del pecado.
Engañan al pueblo y le preparan crueles decepciones los que le
prometen una existencia libre de todo cuidado y ajena á los sufri-
mientos.
Consiste el error capital, dentro del asunto que nos ocupa, en ad-
mitir como ley natural la guerra entre las clases, y en representar á
ricos y pobres como irreconciliables enemigos. Nada más falso: el po-
bre tiene necesidad del rico, así como el rico necesita del pobre, ó,
como en nuestros dias se dice, el trabajo tiene necesidad del capital,
como éste necesita de aquél. La solución consiste en una cordial in-
teligencia y en el generoso cumplimiento de recíprocos deberes.
El obrero está obligado á cumplir perfecta y fielmente los com- /
promisos á que se obligó: no puede atacar á la persona ni á los bie-
nes de su dueño, ni recurrir á la sedición ó á la violencia para hacer
valer sus reivindicaciones. Guárdese, ante todo, de hacer causa co-
mún con esos perversos agitadores, cuyos discursos insinuantes y
pomposas promesas conducen directamente á la ruina y á la deso-
lación
El rico debe, por su parte, tratar al obrero, no como esclavo, sino
como hombre y cristiano; no es el trabajador una máquina ni un ins-
trumento en manos de la codicia, y no se le pueden imponer fatigas
superiores á sus fuerzas, á su edad y á su sexo. Un amo celoso de
sus deberes velará, ante todo, por los intereses espirituales de los que
le sirven, preservándoles de la seducción, favoreciendo entre ellos
las prácticas religiosas, el espiritu de familia y los hábitos y costum-
bres de sabia economía.
Por último, considerarán los patronos como la primera de sus
obligaciones la de pagar á sus obreros el salario que hubieren con-
venido. Este salario debe ser equitativo; para fijarlo hay que atender
á diversas consideraciones.
En general, podemos decir que las leyes divinas y humanas pro-
hiben explotar al pobre y especular con su indigencia. Defraudar al
obrero en su salario es un crimen que clama venganza al Cielo; jamás
debe el rico apelar á medios violentos ni á fraudulentas maniobras
que puedan disminuir el ahorro ó la ganancia del pobre.
Tal es, por consiguiente, el programa de la Iglesia: la paz por la
justicia y la unión por la caridad. Elevemos entretanto nuestras mi-
radas sobre la tierra; no se puede comprender la condición humana
aquí abajo, sino á la luz del día divino de la eternidad. La vida verda-
dera comienza cuando ésta acaba. Que seáis ricos, que seáis pobres
poco importa: Dios no considera más que el buen uso de los bienes de
este mundo y la paciencia cristiana en el seno de las pruebas. Vaya-
mos más lejos y recordemos que Jesucristo nos muestra, por su ejem-
plo, que el camino de la eterna felicidad es el camino de la cruz y de
las aflicciones, en tanto que las delicias de la riqueza son engañado-
ras y están llenas de peligros para la salud.
Dios en su día pedirá á los ricos rigurosa cuenta del uso que hi-
cieran de su fortuna. Si la posesión de los bienes de este mundo es
justa y legítima, la Iglesia enseña que no puede ser egoísta; la rique-
za debe derramar sus beneficios entre sus miembros necesitados de
la sociedad. Pero ¿podrá alguien olvidar sus propias necesidades ó
las de su familia, y prescindir de las exigencias de su condición, pa-
ra aliviar al prójimo? No, nadie debe vivir de un modo contrario ó las
conveniencias de su condición; pero una vez satisfechos conveniente-
mente todos los deberes de estado, la caridad nos obliga á socorrer
á los pobres con lo superfluo. Sin duda que tal ley escapa á la san-
ción de la justicia humana; pero es preciso escuchar aquí la voz más
autorizada de los juicios de Dios: «Lo que vosotros hagáis por el me-
nor de los míos, dice Jesucristo, lo hacéis por mí mismo.» El Señor
tendrá, por consiguiente, por hecha ó rehusada á él mismo la limosna
que se haya hecho ó rehusado á los pobres. Y esta comunicación de
los bienes por la caridad, debe entenderse así de los bienes del alma,
como de los bienes del cuerpo.
En cuanto á los desheredados de la fortuna, la Iglesia les dice
no se avergüencen de su pobreza, puesto que el Salvador mismo qui-
so compartirla. El verdadero tesoro aquí abajo, el patrimonio común
de los ricos y de los pobres, la mejor esperanza de todos, es la virtud.
Hay más: los santos libros nos enseñan que el corazón de Dios se in-
clina con preferencia hacia los pobres: celeste compensación que hu-
milla la fiereza de los grandes, al mismo tiempo que anima y consue-
la á los humildes.
El rico y el pobre deben ser más que amigos, porque son herma-
nos. Hijos de un mismo Dios, destinados á recoger la misma herencia,
rescatados por la sangre del mismo Salvador, encuentran las mismas
gracias para conseguir su salvación. Tal es la igualdad santa predi-
cada por la Iglesia: á ella corresponde la gloria de haber esparcido
estas grandes verdades en el mundo por el ministerio de sus obispos
y de sus sacerdotes, y de haberlas hecho penetrar en el corazón de
los hombres. Recordad también el dichoso cambio operado en otro
tiempo en las naciones que llegaron á ser cristianas: todas ellas fue-
ron tranformadas por las esperanzas y por el espíritu del Evangelio;
si la sociedad actual debe curarse, no conseguirá jamás tal beneficio
no por medio de la fé y de las instituciones cristianas.
Cuidadosa, ante todo, del bien de las almas, no olvida la Iglesia,
sin embargo, los intereses de la vida presente. ¿Cuánto no lia hecho
ya por el bienestar material de los obreros, regulando sus costum-
bres, combatiendo en su corazón la codicia y sed de placeres? Pero
es preciso ver su caridad en acción, en aquellas creaciones benéficas
que han producido la admiración de sus mismos enemigos. En los pri-
meros días de la Iglesia no había indigentes entre los fieles, gracias á
la generosidad de los ricos. Desde los tiempos apostólicos habíase
constituido un patrimonio en favor de los desgraciados, y marchando
siempre delante de todas las miserias humanos, se vio nacer, á im-
pulso del más admirable celo y desinterés, mil admirables institu-
ciones.
En vano intenta la beneficencia puramente natural, pública ó
privada, suplantar el servicio de la caridad evangélica: le faltará
siempre aquel verdadero amor al prójimo, cuya fuente no se encuen-
tra más que en el corazón del Divino Maestro.
La Iglesia sabe y enseña que en la obra de la pacificación social
es preciso recurrir también á los medios humanos. Ahora bien, la
Providencia ha colocado al lado de ella al Estado, cuya misión es
precisamente la de procurar que de la propia organización y del go-
bierno de la sociedad derive espontáneamente y sin esfuerzo la pros-
peridad, tanto pública como privada. Si, por consiguiente, cuando los
intereses generales ó el interés de una clase en particular se encuen-
tran lesionados ó simplemente amenazados, y se considera imposible
remediar tal conflicto por otro procedimiento, será preciso y forzoso
recurrir á la autoridad pública, pero sólo en la indispensable medida
para reprimir los abusos ó evitar desastrosas consecuencias.
El Soberano Pontífice cita varios casos en los que esta interven-
ción puede ser necesaria; los principales son:—las excitaciones y los
atentados contra la propiedad privada;—las alteraciones de la tran-
quilidad pública con motivo de las huelgas, tan fatales no sólo á los
obreros y á los patronos, sino á la industria, al comercio y aún á los
intereses superiores de la sociedad. Observamos, sin embargo, que si
los desórdenes deben ser reprimidos, es mucho más eficaz y saluda-
ble que la autoridad de las leyes los prevenga, atacando con pruden-
cia las causas que puedan promover conflictos entre patronos y obre-
ros. Por lo que respecta al trabajador, el Estado le debe una pro-
tección tanto más solícita, cuanto que la clase obrera es la más débil
y numerosa. Además, si esta clase no ocupa el primer lugar en la je-
rarquía civil, presta, sin embargo, los más eminentes servicios á la
sociedad; ¿no es, evidentemente, su trabajo la fuente de la riqueza
nacional? ¿Habrá nada más justo que el Estado vele para que se le
asegure una parte del bienestar debido á la riqueza pública, y pueda
vivir con menos privaciones y penas?
Pero lo que ante todo debe protegerse, es el alma del obrero, ese
alma hecha á imagen de Dios, creada para conocer la verdad y amar
el bien, y cuya soberanía se demuestra en el dominio de la naturale-
za inferior. Por su alma, igual á la del rico, merece respeto del mis-
mo Dios; preciso es, por tanto, dejarle la libertad y el tiempo nece-
sario para pensar en los deberes religiosos, debiendo asegurar á los
trabajadores el reposo del domingo y dias festivos. En cuanto al tra-
bajo corporal, deber es de la pública autoridad adoptar prudentes
medidas y velar particularmente por el de las mujeres y los niños.
Preciso es, para entrar en la fábrica y en el taller, que las fuer-
zas físicas de los niños estén suficientemente desarrolladas, y que
una educación sabia haya formado el espíritu y el corazón. No todos
los trabajos convienen á la mujer. La delicadeza de su complexión y
el respeto debido á su sexo, la retendrán preferentemente en el hogar
doméstico, donde, por otra parte el cuidado de los hijos y el bienes-
tar de la casa reclaman imperiosamente su presencia.
En lo tocante al salario, es preferible que la solución quede re-
servada á los sindicatos, ó que se recurra á cualquier otro medio para
asegurar los intereses de los obreros, y hasta que se recurran al Es-
tado, si las circunstancias lo exigieran; pero sería peligroso que en
este punto y otros análogos, como son los concernientes á la jornada
del trabajo y la salud de los obreros, se entrometiese el Estado ex-
clusiva y directamente, pues sus decisiones no serían convenientes
en la mayor parte de los casos, atendida la variedad de las circuns-
tancias de lugar y tiempo. La fijación del justo salario es cuestión [tan
importante como delicada; trátala el Santo Padre con particular cui-
dado, y el resumen de su doctrina dice que, para llenar la obligación
de justicia, no basta siempre pagar íntegramente un salario cual-
quiera convenido, siendo su razón la existencia de una ley de justicia
natural que precede y domina toda convención, á saber: que para
ser justo el salario, no puede ser insuficiente para la subsistencia
sobria y honrada del obrero. No olviden los patronos en sus conven-
ciones el anterior principio. Si, constreñido por la necesidad, 6 impul-
sado por el temor de un mal mayor, el obrero obligado á ofrecer su
trabajo aceptara condiciones onerosas que después no pudiera rehu^
sar, no podrá menos de verse en el fondo de aquella convención una
violencia, contra la cual protesta la justicia.
Importa también que las leyes favorezcan el espíritu de propiedad,
le despierten y desarrollen cuanto sea posible en las masas popula-
res, de suerte que si un obrero llegara por su economía y sus alio-
rros á procurarse un pequeTio sobrante, aspire, como la naturaleza y
la economía misma lo aconsejan, á adquirir con el tiempo un modesto
patrimonio. Multiplicando asi los propietarios, se despertará en el
pueblo el respeto á la propiedad; preséntase tal medio como excelente
para conseguir la aproximación de las dos clases, aquella que la po-
see todo y todo lo absorbe, y aquella que busca en el desorden el re-
medio á sus desdichas. Nada más eficaz también para activar la
producción del suelo, y hacer inútil la emigración, suponiendo siem-
pre que no pesen sobre la propiedad exorbitantes impuestos.
Acabamos de describir el papel que desempeñan la Iglesia y el
Estado en la cuestión social. No olvidemos que los patronos y los
obreros pueden por sí mismos contribuir á la solución, ayudándose
mutuamente para la creación de obras eminentemente útiles, como las
sociedades de socorros mutuos, los patronatos de niños y de adultos,
etc. Entre todas instituciones, corresponde sin duda alguna el primer
lugar á las corporaciones obreras, que resumen, por decirlo así, en
su seno todas las obras. Han sido fecundas en resultados en otros
tiempos, y han prestado grandes servicios á la clase trabajadora. No
ignoramos la necesidad de adaptar estas corporaciones á las ideas y
á las condiciones de la época actual. Saludamos con alegría su resu-
rrección en el mundo del trabajo. ¡Ojalá puedan, su número y saluda-
ble influencia, crecer y multiplicarse de dia en día!
La existencia de estas sociedades particulares es perfectamente
legítima; descansa sobre el derecho de la naturaleza misma. En la
esfera de los intereses privados, necesita el hombre frecuentemente
suplir su debilidad personal por el auxilio de sus semejantes; en la
asociación encuentra el necesario punto de apoyo. El poder civil, le-
jos de contrariar este derecho, debe reconocerle y protegerle, á me-
nos que esta sociedad sea opuesta á la justicia y la moral, ó perjudi-
cial para la pública seguridad.
Recordemos aquí los eminentes servicios que en todo tiempo pres-
taron á la Iglesia las cofradías, las órdenes monásticas y otras insti-
tuciones del mismo género. Estas corporaciones son honradas y legí-
timas por su naturaleza. Tienen además un carácter sagrado, en vir-
tud del cual salen de la Iglesia y participan de sus derechos. Ponien-
do mano sobre ellas, apoderándose de la propiedad ó de la adminis-
tración de sus bienes, los Gobiernos han cometido, por consiguiente,
una escandalosa y sacrilega iniquidai, han olvidado el deber que te-
nían de protegerlas, y han violado á la vez los derechos de la Iglesia
los derechos de las mismas asociaciones y de sus miembros, los dere-
chos de los fundadores y de las personas á quienes aquellos habían
querido favorecer.
Pero volvamos á las sociedades obreras. Muchas son las que se
han creado manifiestamente hostiles á la Religión y enemigas de la
sociedad civil: gobernadas por jefes desconocidos, deben ser coloca-
das en el número de las sociedades secretas, cuyos peligros de toda
suerte repetidas veces ha señalado la Iglesia; no contentas con atraer
á los obreros con engañadores discursos y falaces promesas, les arras-
tran muchas veces á viva fuerza, bajo pena de hacerles caer en la
miseria. No les queda más recurso á los obreros religiosos y ordena-
dos, sino unirse á su vez y organizarse. Es digno, por lo tanto, de
encomio el celo de gran número de católicos que se dedican á la or-
ganización de sociedades obreras cristianas, que responden á las ne-
cesidades de los actuales tiempos; se constituyen, por ende, en pro-
tectores de las personas sujetas al trabajo, y estudiando los medios
para regular con equidad las relaciones entre patronos y obreros y
para fortalecer en unos y en otros el recuerdo de sus deberes y la
observancia de los preceptos divinos, contribuyen, sin duda alguna ?

á la prosperidad de las clases que se han reunido en congreso para


concentrar entre sí los medios de acción y fundar centros fabriles
que procuren trabajo á los obreros. Celebran y animan los Obispos
estas empresas, y exhortan á los eclesiásticos y religiosos para que
atiendan á sus necesidades espirituales, y á los ricos para que las
sostengan con su liberalidad.
Tan generosos esfuerzos han producido ya resultados felicísimos,
y dan consoladoras esperanzas para lo porvenir. A las mismas socie-
dades obreras les toca organizarse. El Estado debe protegerlas sin
entrometerse en su régimen interior y sin violentar su libertad de ac-
ción. Difícil es entrar en el detalle de sus reglamentos, porque éstos
dependen del medio en que se desarrollan y de las circunstancias.
Pero es evidente que hay que proponerse, ante todo, el perfecciona-
miento moral y religioso de los miembros que formen la sociedad, se-
gún aquel pensamiento del Evangelio: ¿De qué le sirve al hombre ga-
nar el Universo, si pierde su alma? Al frente de sus estatutos deberán,
por consiguiente, estar inscritas la instrucción y las prácticas reli-
giosas, la santificación del domingo y de las fiestas, el respeto y el
amor á la Iglesia y la frecuentación de los Sacramentos. Poniendo á
la Religión como base de estas sociedades, se asegurará eL buen
acuerdo y la prosperidad de la obra. Después, se repartirán los diver-
ses cargos en provecho de los intereses comunes, y con equidad res-
pecto á los asociados: hay que poner sumo cuidado no sólo en que es-
tén perfectamente definidas las funciones de cada cargo, sino tam
bien en que se administre útilmente el fondo social y se conciben
perfectamente los derechos mutuos de obreros y patronos. Para resol-
ver las cuestiones que pueden surgir, se establecerá un consejo de
arbitros elegidos en la misma sociedad. Y por fin, se tomarán medi-
das para prevenir una suspensión de trabajo y para asegurar á las
víctimas del mismo, á los viejos y á los enfermos, los indispensables
socorros que su estado reclama.
Para apreciar la beneficiosa influencia que puede ejercer en la so-
ciedad entera la fundación de estas obras, hay que evocar recuerdos
del pasado.
Despreciados se vieron los primeros cristianos, porque eran po-
bres y no tenían crédito; pero se les vio diligentes, pacíficos y labo-
riosos, modelos de justicia, y, sobre todo, de caridad, y ante el espec-
táculo de la vida tan perfecta y de tan puras costumbres, se desva-
necieron todos los prejuicios.
Siguiendo el mismo ejemplo, nuestros obreros cristianos, unidos
estrechamente, sabia y prudentemente dirigidos, facilitarán la prós-
pera solución de las dificultades de la época actual. Adquirirán el
respeto, la estimación y el cariño de sus amos, y sabrán asimismo
atraer á sus malaventurados hermanos, que caminan á perderse en
cuerpo y alma en esas asociaciones odiosas y turbulentas del Socia-
lismo y del libre pensamiento.
Tales son, queridísimos hermanos, las paternales enseñanzas del
grande y santo Pontífice que preside hoy los destinos de la Iglesia.
Al terminar, reclama, en interés mismo del bien general, plena liber-
tad para la Eeligión, y hace un firme llamamiento al celo y adhesión
del episcopado y del clero. Ya sabéis con qué afecto y cariño nos
hemos adelantado á sus deseos: nuestras diócesis contaban ya con
numerosas asociaciones obreras de todo género cuando recibimos es-
tos consejos y tan noble estímulo. ¡Qué luz y qué precioso apoyo pa-
ra nuestro ministerio, y qué recompensa para vosotros, hombres ricos
y generosos, espléndidos y fieles que amáis al pueblo y fraternalmen-
te descendéis hasta él! Y vosotros, honrados y valientes obreros, ¡ved
cómo os ama la Iglesia, cómo se interesa en vuestro estado y en
vuestros trabajos, en vuestras necesidades y dolores! Se la calumnia
cuando os la representan como enemiga; todo su deseo estriba en
procuraros la felicidad, aún en esta vida.
¡Oh queridísimos hermanos nuestros, bendigamos todos á esta
tierna Madre, cuya sabiduría y cuya solicitud, inspiradas por Dios,
de tal modo atienden á las necesidades, tanto temporales como e s -
pirituales, de los individuos, de las familias, de los Estados y de la
sociedad entera!
Seamos dóciles á sus advertencias, á sus preceptos y ú toda su
doctrina.
En estos tiempos, sobre todo, tratemos de penetrarnos de su es-
píritu, que es el espíritu mismo de Nuestro Señor Jesucristo, ó sea el
espíritu de caridad, virtud reina y señora de todas las otras, porque
es, al decir de San Pablo, la plenitud de la ley (Rom., XIII, 10), virtud,
en fin, de la que debe principalmente proceder la restauración social,
tan ardientemente deseada por todo el género humano.
3 0 de Enero de 1892.—f PIERRE LAMBERT CARDENAL, GOOSSENS,
Arzobispo de Malinas.—f JEAN-JOSEPH, Obispo de Bruges.—f VÍCTOR
JOSEP, Obispo de Lieja.—-j- ISIDORE-JOSEP, Obispo de Tournai.—
f EDUARD-JOSEP, Obispo de Namur.—f ANTOINE, Obispo de Gante
En Bilbao como en toda población industrial presenta la cuestión
social un problema de muy difícil solución. El obrero cuya vida es
cada día menos ordenada y más viciosa pide indefinidamente la dis-
minución de horas de trabajo y el aumento del jornal en términos que
imposibilitan el desarrollo de la industria por la competencia de otros
países. El industrial á su vez con una avaricia verdaderamente cri-
minal esclaviza al obrero por las exigencias del capital. El mejor ne-
gocio es siempre la esplotación del obrero; la casa de alquiler que
más produce es la casa obrera. Se obliga á los obreros á vivir en mi-
serables zahúrdas, á prostituirse, á enfermar y á morir y estos cedien-
do á impulsos de la natural reacción se vuelven violentos contra el
elemento que tanto les oprime y les veja, causando á todas horas
grandes trastornos sociales, llegando hasta perpetrar el crimen. He-
mos tenido ya varias veces en Bilbao ocasión de presenciar hechos
de esta naturaleza y á pesar de eso, esta es la hora en que la Corpo-
ración Municipal no se ha ocupado todavía de la formación de nuevos
barrios obreros, higiénicos, baratos y en donde la moralidad y el bie-
nestar sean posibles. El agua de río que para todo el mundo es mala
é infecciosa es la única que alimenta las fuentes de los actuales ba-
rrios obreros, para que la afrenta sea completa. Pero si vemos la co-
sa bajo otro punto de vista ¿Cual es el beneficio que han reportado á
la clase obrera las minas de Bilbao? Triste es decirlo. Cada vez que
se paralizan los trabajos por unos cuantos días, es necesario acudir
en su auxilio porque se ven agoviados por la miseria. La mayor par-
te del producto de estas minas sirve para fomentar la riqueza de opu-
lentos industriales extranjeros y el resto para un reducido número de
españoles y bilbaínos. En cuanto á los obreros vedlos ahí horrible-
mente mutilados por la dinamita y los accidentes de un trabajo exa-
geradamente económico y faltos de dirección y de precauciones que
garanticen sus vidas en aras del negocio, descoloridos y enfermizos
implorando la candad pública. Aún aquellos que conservan la inte-
gridad de sus miembros y toda ó parte de su salud, los veis hechos
unos desgraciados, llenos de vicios y con una dosis de excepticismo y
de inmoralidad que nunca hubieran conocido de no haber existido en
Bilbao el tal elemento de riqueza. Puesto que tan cara paga la clase obre-
ra su triste condición de la que tanto partido saca la clase acomodada,
justo es que esta se tome, siquiera, alguna ligera molestia en favor
de estos desgraciados estableciendo reglas y comprometiéndose á ha-
cerlas cumplir, sobre el uso de los esplosivos y de tantas operaciones
peligrosas como tienen nuestras industrias; estableciendo barrios
obreros higiénicos, tiendas, asilos, puntos de socorros, inspecciones
que limiten y retribuyan suficientemente el trabajo del niño y de la
mujer y en fin todas aquellas cosas que hagan posible la vida del
obrero, porque en caso contrario día llegará, y al paso que vamos en
plazo no muy lejano, en que la clase obrera se tome la justicia por su
mano cansando graves trastornos sociales. Ejemplo notable del aban-
dono y de la falta de higiene en que se encuentra la clase obrera de
Bilbao, y la indiferencia con que la miran la clase acomodada, y la
Corporación Municipal es el hecho de que durante esta última, y aún
latente epidemia colérica, se cuentan apenas entre las víctimas algu-
na que otra persona de la clase rica ó medianamente acomodada,
todas, ó casi todas, han pertenecido á la clase obrera.
En esta ocasión habrá podido apreciar también el comercio bil-
baíno los inmensos perjuicios materiales que ocasiona la falta de hi-
giene en la población obrera.
Tengo la triste convicción que ni los bilbaínos se han convencido
todavía de esta verdad ni será esta la última lección de esta clase
que reciban, pues aún es muy común la opinión en Bilbao de que
echando unos gramos de cloruro calcico por los escusados y constru-
yendo algunas alcantarillas ó colectores de mayor ó menor longitud
queda conjurado el peligro. Créese también que las cuestiones de hi-
giene pública son cuestiones ocasionales y de carácter dudoso.
Afortunadamente ya hoy podemos asegurar que las cuestiones de
higiene pública, son hechos de origen y desarrollo conocidos, son he-
chos matemáticos.
Nuestra práctica en la vida hospitalaria y especialmente en las
Secciones de cirujía aparte del estudio de las ciencias naturales, nos
han dado el conocimiento necesario, y producido la convicción plena
de que las causas de enfermedad y muerte por las enfermedades in-
fecciosas, están hoy perfectamente definidas y que se determinan y
prueban por hechos experimentales, que no pueden dar lugar á nin-
gún genero de dudas.
De manera que son hechos reales y no teorías de carácter dudoso
las que constituyen la base fundamental de la Higiene pública.
Antes de terminar estas ligeras indicaciones acerca de la «Higie-
nización de Bilbao-v indicaremos á continuación el programa de las
cuestiones que en nuestro concepto y por el orden en que van indica-
das deben de merecer la preferente atención de la Excma. Corpora-
ción Municipal de Bilbao.
l.° Constitución de una Comisión especial permanente para la
Higienización de Bilbao, tomando por base el cuerpo médico local.
2.° Aportación de las aguas potables de Oiz.
3.° Prohibición absoluta del agua del río, tanto para la bebida
como para los demás usos, tales como el lavado de ropas, riegos,
limpiezas, baños etc.; prohibición de la pesca en toda la ria de
Bilbao.
4.° Desinfección general permanente de escusados letrinas y
alcantarillas de toda la población con agua ele mar pura y con agua
de mar pura y electrolizada.
5.° Incineración de todas las basuras de la población.
6.° Establecimiento de Tiendas Asilos.
7.° Formación de barrios obreros nuevos diseminados con fáciles
vías de comunicación á la población, é inspección sanitaria minuciosa
y eficaz de los actuales.
8.° Dragado general de la ría, para su limpieza.
9.° Empleos de pavimentos asfaltados—Drenages.
10.° Construcción de galerías y plazas cubiertas, parque de in-
vierno en Deusto, de verano en el Ensanche, paseos, arbolados, Ex-
posición permanente industrial, conservatorio y museo de artes y
oficios.
Lugares de expansión y recreo, cubiertos y descubiertos.
M. ALBERTO DE PALACIO.
Bilbao 18 Octubre, 893.
ÍNDICE
PAGINAS.

I.—PRELIMINAR 5
II.—ATMÓSFERA. 17
III.—TERRENO 23
IV.—INFLUENCIA DEL CLIMA Y DE LA LOCALIDAD EN LA PO­
BLACIÓN.—ESTACIÓN 29
V.—POBLACIÓN 35
VI.—AGUAS 43
V I I . — F L U I D O S AERIFORMES.—SUBSISTENCIAS 47
V I I I . — L I M P I E Z A PÚBLICA 53
IX.—LIMPIEZA PÚBLICA.—SANEAMIENTO DE LAS ALCANTA­
RILLAS 59
X.—RAZA.—ESTADO SOCIAL.—RÉGIMEN ADMINISTRATIVO.
—ESTADO RELIGIOSO 73
X I . — H I G I E N E DEL TRABAJO 79
113900 L-614 PALhig

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