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APORTACIONES E INNOVACIONES METODOLÓGICAS EN CIENCIAS SOCIALES
INTRODUCCIÓN
Han pasado treinta años desde que Robert Keohane describió la disci-
plina de las Relaciones Internacionales como un duelo dialéctico entre dos
enfoques principales: el racionalismo y el reflectivismo (Keohane 1988).
Este enfrentamiento se debía principalmente al surgimiento de los enfoques
sociológicos que empezaron, a partir de los años ochenta, a plantear un
modelo de estudio de las instituciones internacionales basado en la pro-
blematización de los intereses de los estados. Sin embargo, la conclusión
de Keohane fue que los enfoques reflectivistas no podían todavía aspirar al
rango de teorías porque se centraban excesivamente en la crítica al raciona-
lismo dejando de lado la tarea de producir un claro programa de investiga-
ción, basado en un conjunto de proposiciones falsificables. Desde aquellos
años, los principales representantes teóricos de la disciplina han producido
un infinito número de publicaciones para aclarar las características de cada
enfoque y para evidenciar sus debilidades y fortalezas. Sin embargo, lejos
de resolver los debates sobre epistemología y método, las divisiones siguen
de manifiesto. Uno de los factores que hay detrás de esta incomunicabi-
lidad parece derivar de las dificultades que todavía padecen los autores
reflectivistas a la hora de ser reconocidos como teóricos de la materia. Esta
dificultad está relacionada con la epistemología y la metodología interpre-
tativa empleada por estos autores. Si, por un lado, varios autores y revistas
no tienen problema en considerar esta epistemología como plenamente
científica, por el otro, muchos autores del campo positivista la critican por
su supuesta incapacidad para reproducir el rigor del método científico.
Este capítulo, lejos de poder resolver tales divisiones, se enfoca en el
campo reflectivista, con el objetivo de analizar los dilemas sobre las virtu-
des y defectos de la epistemología y metodología interpretativa. En primer
lugar, analizará brevemente los orígenes del debate sobre positivismo y
enfoques interpretativos en las Relaciones Internacionales, caracterizado,
con algunas pocas excepciones como la Escuela Inglesa, por un sustancial
dominio del primero hasta, por lo menos, los años ochenta. A continuación,
se analizará el surgimiento del constructivismo social como el intento más
exitoso de cuestionar la hegemonía racionalista en la disciplina, enfocán-
dose, en particular, en las diferentes posiciones epistemológicas que carac-
terizan este enfoque. Si, por un lado, varios constructivistas reconocen las
virtudes de una epistemología y metodología interpretativa, no todos sus
integrantes han abogado por ella y han preferido integrar sus proyectos
de investigación en un modelo positivista basado en la comprobación de
hipótesis y en la búsqueda de explicaciones causales. Esto ha favorecido un
retorno del debate sobre el lugar de la interpretación en la disciplina frente
a modelos metodológicos más tradicionales. Tal debate se ha reflejado, en
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2. EL GIRO CONSTRUCTIVISTA
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son tan diferentes de los que caracterizan la teoría neorrealista. Los esta-
dos siguen siendo calculadores racionales que persiguen intereses dados
por la estructura (Finnemore, 1996; Keck y Sikkink, 1998). Los intereses
siguen siendo la causa principal del surgimiento, modificación y persis-
tencia de las instituciones («regímenes»). Como ha observado Arthur Stein,
«los regímenes se mantienen hasta que los patrones de interés que los han
producido siguen en pie» (Stein, 1982, p. 321). Desde este punto de vista,
el único impacto autónomo de las instituciones sería que pueden ayudar
a los estados a perseguir sus intereses de manera más eficaz, en el sentido
de que «proporcionan información y reducen los costes de transacción…
facilitando los acuerdos entre estados» (Keohane, 1984, p. 246). Los mismos
autores neoliberales tuvieron que reconocer la cercanía entre neorrealismo
y neoliberalismo al definir el segundo como una forma de «realismo estruc-
tural modificado» que se desprende de asuntos parecidos (Krasner, 1982).
En este sentido, el aspecto más problemático de los enfoques racionalistas
consistía en su tendencia a asumir los intereses como exógenos y no como
el resultado de una interacción entre los estados y los contextos normativos
y culturales en los que actúan. En consecuencia, no resulta sorprendente
que hasta los años ochenta, el análisis del impacto de los factores no mate-
riales en la política internacional estuviese confinado en los trabajos de la
Escuela Inglesa (Bull y Watson, 1984; Bull, 2002).
Las cosas empezaron a cambiar con el surgimiento de enfoques que
sistematizaron las críticas al racionalismo contribuyendo a un significativo
enriquecimiento de la disciplina. Los primeros fueron los representantes de
la llamada Teoría Crítica, que rechazaron la idea de estados como «egoís-
tas atomizados, cuyos intereses preceden la interacción social» (Reus-Smit,
2005, p. 193). Estudiosos como Robert Cox clasificaron las teorías de las
Relaciones Internacionales en dos grupos, por un lado las teorías problem-
solving y, por el otro, las teorías críticas (Cox, 1981). Las primeras son teo-
rías que, según el autor, se caracterizan por una metodología positivista y
tienden a «legitimar las estructuras sociales y políticas existentes» (Devetak,
2005, p. 141). Como señaló Smith, el positivismo actúa como una especie
de gold standard de lo que es ciencia social y lo que no (Smith et al., 1996).
El defecto principal del positivismo residiría en la incapacidad de reconocer
cómo cualquier teoría está situada en un contexto social específico, mol-
deada por intereses culturales e ideológicos. Por lo tanto, hay que someterla
a un análisis crítico capaz de desenmascarar su falsa neutralidad científica.
Más impactante aún fue la aportación del institucionalismo sociológico
que surgió en el contexto del debate sobre los regímenes internacionales.
En su introducción al número especial de International Organization sobre
regímenes, Krasner elogió el enfoque «grociano» al estudio de los regíme-
nes (Krasner, 1982, p. 201). Estudiosos como Donald Puchala, Raymond
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por Wendt, que se enfoca «en las interacciones entre los actores estatales
unitarios» ignorando lo que ocurre a nivel doméstico (Reus-Smit, 2013, p.
228). Podría definirse como un constructivismo de la «tercera imagen», en el
cual las fuentes domesticas de la identidad de los estados pasan a un segun-
do plano, concentrándose en como «los contextos estructurales, los proce-
sos sistémicos y las practicas estratégicas producen y reproducen diferentes
tipos de identidad estatal» (Reus-Smit, 2005, p. 1999). El contexto interno
de los estados no forma parte del análisis porque son las interacciones con
el sistema las que dan forma a los intereses estatales. La segunda escuela
se suele definir como constructivismo de la «unidad de análisis» porque,
al contrario de la sistémica, se enfoca en la explicación de «las relaciones
sociales domésticas, las normas legales, las identidades y los intereses de
los Estados» (Katzenstein, 1996). Esta escuela asigna más importancia a los
contextos domésticos y nacionales como factores que determinan las va-
riaciones de identidad e interés de los estados. En fin, hay una escuela
holística que ha intentado solventar las limitaciones de las dos precedentes
produciendo análisis que puedan incluir tanto los factores sistémicos como
los factores internos a los estados, ampliando considerablemente la gama
de variables a utilizar.
Las diferencias entre las tres escuelas tienen que ver, sobre todo, con
la epistemología y la metodología. Por un lado, las escuelas holísticas y de
la unidad se han aferrado más a una epistemología post-positivista basada
en la interpretación histórica de los procesos sociales. Kratochwil, Ruggie
y Reus-Smit pueden ser considerados los autores más relevantes de esta
escuela. Por ejemplo, en su obra The Moral Purpose of the State, Reus-Smit
elaboró una comparación entre varias épocas históricas con el objetivo
de estudiar los fundamentos éticos de las instituciones internacionales, es
decir esas prácticas fundamentales sin las cuales los regímenes no podrían
existir. Por esto, se ha enfocado en el estudio de los «meta-valores» y de las
«estructuras constitucionales» que están a la base de las instituciones inter-
nacionales en varias épocas históricas, analizando en particular las variacio-
nes en las maneras de entender (inter-subjective understanding) lo que en
cada época se consideraba como legítimo ejercicio de la acción estatal. Para
conseguir este objetivo el autor ha utilizado una metodología interpretativa
basada en el método de la historia comparada (Reus-Smit, 1999).
Como veremos en la próxima sección, por un lado, este tipo de aná-
lisis ha favorecido una colaboración entre los autores que se reconocen
en el constructivismo holístico y la Escuela Inglesa. Por el otro, el uso
de estas metodologías ha sido fuente de varios debates epistemológicos
con la vertiente sistémica del constructivismo, representado por autores
como Wendt, Audie Klotz y Martha Finnemore. El debate, en este caso,
tiene que ver con la relación que el constructivismo debería tener con el
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CONCLUSIÓN
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recomendar los autores que se han ocupado de la cuestión es que las expli-
caciones causales sean capaces de ser coherentes, a través de una definición
clara de sus conceptos fundamentales. De la misma manera, la fiabilidad
de una interpretación histórica suele depender de la capacidad del autor de
incluir y contrastar el más amplio número posible de fuentes (Klotz y Lynch,
2007, p. 106-8). Por esto, es necesario encontrar un consenso sobre el nivel
de detalle requerido para alcanzar niveles aceptables de fiabilidad y validez.
Aunque esto pueda parecer utópico, una vía posible para llegar a un
entendimiento en la disciplina de las Relaciones Internacionales puede ser
el de la complementariedad entre métodos de análisis. Los interpretativos
podrían verse muy beneficiados de una colaboración con expertos de mé-
todos cuantitativos, sobre todo para analizar fenómenos de difusión de
normas e ideas a larga escala y no solo en un número limitado de casos. Al
mismo tiempo, la sensibilidad histórica y contextual de los enfoques inter-
pretativos podría resultar beneficiosa para enfoques que utilizan modelos
más abstractos y basados en un menor número de variables. Varios autores
se han mostrado conscientes de los obstáculos a la colaboración que con-
lleva la estructura del mercado laboral universitario, la cual a veces obliga a
la rivalidad entre paradigmas, según la lógica de que sería más beneficioso
«argumentar el uno contra el otro que aprender el uno del otro» (Klotz y
Lynch, 2007, p. 109). Sin embargo, esta realidad no representa una buena
razón para dejar de declararse a favor de una mayor colaboración entre
metodologías.
Por lo tanto, lo que no parece acertado es la exclusividad de los enfo-
ques, es decir, la tendencia a concebir el enfoque y los métodos en los que
cada uno está entrenado como los únicos plausibles desde un punto de
vista científico. En este sentido, el constructivismo social parece bien posi-
cionado para moverse en una disciplina todavía tan plural, a veces incluso
heterogénea. A pesar de sus diferencias internas, la mayoría de los construc-
tivistas suelen auto-representarse como «racionalistas moderados», es decir,
como exponentes de un enfoque intermedio entre racionalismo y reflecti-
vismo. Como se ha mencionado anteriormente, el constructivismo se coloca
en un punto intermedio en todos los principales debates de la disciplina.
Por ejemplo, es capaz de asignar la misma importancia tanto a los factores
materiales como a los ideales. Además, se coloca a medio camino entre
agente y estructura, puesto que para el constructivismo hay una interacción
mutua y constante entre las dos dimensiones que vienen a ser «mutual-
mente constitutivas». Asimismo, tiene capacidad para utilizar tanto metodo-
logías interpretativas, como las genealogías, como metodologías causales,
por ejemplo el process-tracing y el estudio de caso. Al comienzo, para sus
críticos, estas ambigüedades constituían el mayor límite del constructivismo,
pero con los años el enfoque ha mostrado una dosis de eclecticismo que
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