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La Resurrección y El Orden Temporal-Emanuel Martelli
La Resurrección y El Orden Temporal-Emanuel Martelli
"Siendo tantos y tan grandes los pueblos diseminados por todo el orbe de la tierra... no forman
más que dos géneros de sociedad humana, que podemos llamar, conformándonos con nuestras
Escrituras, dos ciudades. Una es la de los hombres que quieren vivir según la carne, y otra la
de los que quieren vivir según el espíritu".
(San Agustín, La Ciudad de Dios, libro XIV, cap. I. BAC, 1958, pág. 921).
Dos amores fundaron dos ciudades, afirma San Agustin en su De Civitate Dei,
La ciudad de Dios, es aquella sociedad de los hombres que se recusan a vivir por sí
mismos, según la carne, es decir según los intereses temporales y mundanos como
valores absolutos.
El 13 de septiembre del año 335 fue consagrada la basílica que conserva el testigo
silencioso de la resurrección: testigo silencioso que durante dos mil años ha estado
gritando al mundo: ¡Él no esta aquí! El santo sepulcro de Jerusalén, meta de miles
de peregrinos durante XXI siglos es el testigo silencioso que grita: ¡Cristo ha
resucitado!
Basta la evidencia histórica para que uno no pueda negar la existencia de Colón;
pero no basta la evidencia histórica para forzarnos a creer en la Resurrección:
basta para que yo pueda creer, pero no basta a forzarme a creer, como en el otro
caso. Falta un acto de mi voluntad, hay que dar un salto, de la evidencia a la
creencia; o un pequeño vuelo. Los que no quieren dar ese salto dan muchas veces
un salto contrario, hacia abajo de la razón, hacia el absurdo” 1.
1
L. Castellani, Domingueras Predicas 2, Ediciones Juja, (Mendoza)113- 118.
Según el testimonio de los Hechos de los Apóstoles, confirmado por las cartas
de san Pablo, la Iglesia ha predicado la resurrección de Jesús desde sus inicios,
como es claro por la predicación de Pedro en Pentecostés (Hch 2, 24-36).
Podemos preguntarnos¿cómo habrían podido los apóstoles predicar la resurrección
de Jesús de entre los muertos si los habitantes de Jerusalén podían en cualquier
momento mostrar la presencia del cadáver de su maestro? Los apóstoles se dejaron
matar afirmando la verdad de la Resurrección.
“Hay tres Increíbles: increíble es que un hombre haya resucitado de entre los
muertos. Increíble es que todo el mundo haya creído ese Increíble. Increíble es
que doce hombres rudos, ignorantes, desarmados y plebeyos hayan persuadido a
todo el mundo, y en él también a los sabios y filósofos (de los cuales San Agustín
era uno), de aquél primer Increíble. ¿El primer Increíble no lo queréis creer? El
segundo no tenéis más remedio que ver, y no lo podéis negar. De donde por fuerza
tenéis que admitir el tercero, es decir que los doce Apóstoles han convencido al
mundo; y éste es un milagro tan grande como la resurrección de un muerto”.
“Estos Tres Increíbles de San Agustín son lo que el Concilio Vaticano I llamó “el
Milagro Moral de la Iglesia”; que solo él basta a probar la verdad de la Iglesia; y
de la Resurrección que ella predica”, dice Castellani.
San Pablo dijo: “Sí Cristo no resucitó, somos los más desdichados de los
hombres: nuestra fe es vana, vana nuestra esperanza” (1 Cor. 15, 14) Por ello
nosotros verdaderamente podemos decir que: “Si Cristo resucitó, somos los más
felices de los hombres”. ¡Celebremos el sepulcro vacío! ¡Celebremos que Cristo ha
vencido a la muerte, al demonio, al pecado, y nos promete parte en su victoria! ¡La
Batalla ha sido ya ganada! ¡No perdamos la esperanza, pues el Señor venció y
nosotros con Él!