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1- Valores musicales
2-Vuelta a beethoven
7. Música y género
Conclusión
Miquel Pinazo Mic 1
Prólogo:
Este apartado comienza con la idea de que las barreras que en otro tiempo
mantenían firmemente separados los diferentes estilos y tradiciones musicales
están desmoronándose en todas partes. Resulta evidente que el mundo actual está
repleto de diferentes tipos de música pero las modernas comunicaciones y la
tecnología de la reproducción han hecho del pluralismo musical parte de la vida
cotidiana. Cada tipo de música llega con su propio modo de pensar en ella, como si
fuera el único modo hacerlo.
A continuación, Cook nos explica que este libro no es un ABC, ya que cada una de
las músicas tiene su propio alfabeto. Cada música es diferente pero al fin y al cabo
toda música es música. Esta, por otro lado, se encuentra profundamente arraigada
en la cultura humana ya que somos nosotros quienes la hacemos y es lo que a
nosotros nos parece. Por eso este libro aborda en igual medida la música y la
reflexión sobre ella. También aborda las estructuras sociales e institucionales que
condicionan la reflexión sobre la música.
La música no constituye algo aparte, sino que se halla en el centro de uno mismo,
de las cosas y es un modo de ser nosotros mismos.
La autenticidad en la música
Miquel Pinazo Mic 1
Palabras y música
El lenguaje construye la realidad en vez de simplemente reflejarla. Esto quiere decir
que los lenguajes de la música y sus historias, ayudan a determinar lo que es la
música. Por supuesto, el modo en que pensamos en la música también afecta al
modo en que hacemos música.
El principal mensaje de este libro es que hemos heredado del pasado un modo de
pensar en la música que puede hacer justicia a la diversidad de prácticas y
experiencias en el mundo actual.
Por otro lado, antes de la Primera Guerra Mundial, se veía la cultura musical como
un proceso de creación, distribución y consumo de lo que pasó a conocerse hacia
comienzos del siglo XIX como “obras” de música. El término crea un vínculo directo
con el mundo de la economía y le otorgó a la música una forma permanente, la obra
como tal perdura es decir, la música se puede almacenar o acumular.
Es la naturaleza de las cosas la que hace las actividades de componer, interpretar y
evaluar represente una secuencia cronológica. Esto, de algún modo, pasa a formar
parte de una jerarquía de valores. Las personas clave de la cultura musical son los
compositores que generan lo que podría denominarse el producto esencial, los
intérpretes son nada más que intermediarios. Por último, los oyentes son los
consumidores que desempeñan un papel esencialmente pasivo en el proceso
cultural que, en términos económicos, ellos sustentan.
Finalmente, este capítulo acaba con una reflexión sobre la naturalidad de la música.
Por ejemplo, aunque el blues parece natural, así como la economía de mercado o el
modo en el que cocinamos, esto no es así.
Todas ellas son construcciones humanas, productos de la cultura y, en
consecuencia, varían de una época a otra y de un lugar a otro. La expresión de que
la música es “un lenguaje universal” es, con toda seguridad, una mera ilusión.
En las primeras décadas del siglo XIX, en las capitales musicales del norte y el
centro de Europa, el modelo de producción, distribución y consumo quedó
plenamente arraigado. La innovación más importante de este periodo, fue la
construcción de la subjetividad burguesa, es decir, que exploraron y celebraron los
sentimientos y emociones, la música pasó a ocuparse de la expresión personal y
ocupó un lugar privilegiado dentro del Romanticismo. De hecho, era percibida como
si hablara directamente a cada oyente como individuo en un mundo privado y
diferente.
Y hablando de lo que se consideraban locas y malas interpretaciones, Cook nos
pone un valioso ejemplo. Si la Novena Sinfonía y la sonata “Hammerklavier” no las
hubiera compuesto Beethoven , el público se habría espantado. Pero cuando
Beethoven compuso estas obras, el público se entregó muchísimo emocionalmente
a su música, El resultado fue un aluvión de comentarios críticos que persiguieron
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La idea de música como capital estético es esencial. De hecho, Beethoven fue uno
de los primeros compositores de quien sabemos específicamente que pensó en el
papel que su música podría continuar desempeñando tras su propia muerte. Pero
fue en los años posteriores a la muerte de Beethoven cuando surgió una nueva y
poderosa metáfora que puede verse como un elemento que apuntala la idea de
música como capital estético. Se trata de la metáfora del museo musical.
Esta metáfora se trata de un conjunto de colecciones que perseguían reunir las
obras más hermosas de todas las épocas. El hecho de que este museo no exista
realmente, no le resta un ápice de su importancia. Lo que los músicos clásicos
llaman el “repertorio” es, en realidad, la música que se seleccionó para ser incluida
en el museo musical. Según fue naciendo este museo, dejaron de envejecer las
obras musicales y el tiempo musical comenzó a detenerse y el término “música
clásica” pasó a ser habitual.
Las ideas del reino del espíritu hablando a través del genio del compositor parecen
lo más alejadas posible de la cultura musical en lo comienzos del siglo XXI. Pero los
modos de pensar en la música que acompañaron la recepción de la música de
Beethoven estaban todos cortados por el mismo patrón y constituyen el origen de
las características de la cultura musical contemporánea descrita en el capítulo 1: el
énfasis en al autenticidad y la expresión personal que subyace en una buena parte
de las críticas dirigidas a la música popular.
De hecho, si la idea de la música pura del siglo XIX significaba entenderla en sus
propios términos, entonces la tecnología de reproducción sonora del siglo XX ha
dado un espaldazo decisivo a este tipo de reflexión.
Aunque la disponibilidad de música en la sociedad actual representa en cierto
aspectos la culminación del pensamiento del siglo XIX, en otros difícilmente podrían
existir más diferencias. En la época de Beethoven, la única música que podía
escucharse era la música en vivo. En cambio, actualmente es como si el museo
imaginario de la música estuviera rodeándonos poco a poco. La música se convierte
en un elemento en la definición del estilo de vida personal.
Es una paradoja: Pro un lado, la tecnología moderna le ha dado a la música la
autonomía que los músicos y los teóricos de la estética reclamaban para ella. Por
otro lado, ha puesto patas arriba muchos de los supuestos básicos de la cultura
musical del siglo XIX.
La disponibilidad inmediata de la música de todas partes del mundo significa que ha
pasado a ser tan fácil y sencillo hablar de diferentes “músicas” como de “cocinas”.
De lo que se trata aquí es de la diferencia entre un modo de pensar europeo del
siglo XIX o del comienzos del XX.
Pero quizás el contraste más revelador entre el mundo musical actual y los modos
de pensar en él que hemos heredado del siglo XIX tiene que ver con el gran arte y el
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arte menor. Los propios términos parecen sospechosos hoy en día y, aunque
quisiéramos utilizarlos sería difícil estar seguro del significado de cada término.
Quienes han escrito sobre música en la tradición clásica, sin embargo, han carecido
habitualmente de ese tipo de escrúpulos. Esta distinción tajante entre gran arte y
arte menor persiste aún en el formato habitual de los libros de texto de historia de la
música o de apreciación musical. La música popular se ve segregada de la tradición
“culta”, de aparecer estas tradiciones, lo hacen por regla general justo al comienzo.
Y lo mismo ocurre con la música no occidental, en donde esta ocupa los comienzos
y la occidental, el progreso.
Muerte y transfiguración
A menudo se dice que la tradición de la música clásica occidental se encuentra en
una situación crítica. Pero la frase es demasiado dramática. Si, es cierto que existe
una crisis, al menos si crisis ha de definirse en términos de las estadísticas de
audiencia. Por poner un ejemplo, el método serial, que Schoenberg y sus
seguidores emplearon desde la década de 1920, pasó a quedar recluido en un
gueto, ya que se produjo un divorcio cada vez mayor entre sus oyentes y aquellos
otros que escuchaban el repertorio clásico convencional. Pero pensaron que ésta
era simplemente una fase transitoria, aunque inevitable: la historia de la música,
decían, enseñaba que el público siempre se resistía a lo desconocido, pero con el
tiempo se acostumbraban a ello y aprendían a apreciarlo. Si Schoenberg hubiera
creído realmente lo que decía, entonces representaría uno de los momentos más
dolorosos de la historia de la música. Porque el serialismo no consiguió nunca ser
popular
Hay un sentido, sin embrago, en el que este panorama un tanto sombrío de la
música moderna resulta engañoso. Lo he presentado como un panorama de
fracasos como si el criterio del éxito fuera que la música de Schoenberg, Birtwistle y
el resto debiera ocupar el mismo papel en nuestras salas de concierto, tiendas de
discos y salones de nuestras casa. Pero no hay ninguna razón para suponer que
deberían ocupar el mismo espacio. La música moderna, florece principalmente al
margen de las subvenciones estatales y del mundo académico, y en ocasiones
también de la industria de entretenimiento, pero lo cierto es que en esos ámbitos sí
florece.
En cualquier caso, a pesar de que el ala contemporánea de la tradición clásica haya
de hacer frente a un desafío en relación, por así decirlo, con su clientela básica, no
existe ninguna razón para decir que la música clásica en su conjunto atraviesa una
situación crítica aunque si es cierto que ha pasado a ser estática.
Pero lo que la ha mantenido viva es una transformación radical de su papel social y
cultural, una transformación encarnada por Classic FM, cuya práctica de seleccionar
movimientos individuales tomados de sinfonías clásicas indignó a los críticos
eruditos. El problema es que esta transformación apenas se ha visto reconocida en
los escritos académicos sobre música, una gran parte de los cuales siguen
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Valoración personal
Este libro te hace abrir los ojos a un mundo en donde, pese a que los estilos están
“definidos”, todo vale. Todo vale porque la música es música, y porque este término
no se puede definir de forma que todos quedemos contentos. Porque ¿Quién tiene
tal nivel de autoridad como para decir lo que es la música? Quizás para mi, es un
sentimiento, quizás una continuación de notas, incluso el cantar de los pájaros
podría, a mi juicio, ser música.
Además nos hace replantearnos cuál es la música correcta. La música clásica,
considerada para un público más sobrio y mayor, no tiene por qué ser así, solo hace
falta mirar a través de las puertas de cualquier conservatorio y ver la pasión e ilusión
con la que miles de niños, adolescentes y jóvenes disfrutan de la música. Y,
hablando de esto, la música también son momentos, los himnos nos representan,
así como también representan cada época historica, ideología...
Por otro lado, me parece triste que utilicen la música para controlar la publicidad y
que, de forma de que ni nos enteremos, nos estén vendiendo un producto, cultura o
movimiento, y con esto paso al siguiente punto, el cual voy a ilustrar con un ejemplo
al que el autor recurre mucho: “ el rock significa juventud” . Al igual que todas las
personas somos diferentes, el “tipo” de fans del rock también, con una cosa en
común, su gusto por ese estilo, al igual que, en todos los estilos musicales, hay
seguidores de todas las edades, ideologías y género. ¿Por qué encasillar cada
género con una cultura, grupo...?
Quizás esta valoración es poco específica o no se entiende, lo cual comprendería
perfectamente, pero espero, en esta muy breve valoración sobre los tres primeros
capítulos de De Madonna al Canto Gregoriano, haber conseguido que la mente del
lector entienda mi punto de vista y que, algún día pueda llegar a entender, que no
compartir, mi estilo de ver este gran libro.
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Tanto Mozart como Beethoven resaltan cómo pueden “ver” o “contemplar” la música
con sólo echar un vistazo, y la comparan con una imagen. Y ambos insisten en que
el verdadero trabajo de composición se realiza en la mente. La notación, tal y como
ellos la describen, no es algo en absoluto esencial para el proceso creativo. Y es
que Beethoven llevaba consigo pedacitos de papel, y más tarde cuadernos de
bolsillo, anotando inmediatamente sus ideas musicales; en casa tenía en su mesa
de trabajo cuadernos más grandes en los que podía copiar los resultados o
introducir nuevas ideas, dando forma y reelaborando la música, desarrollándola
poco a poco, corrigiéndola o introduciendo añadidos, tachándola y empezando de
nuevo.
La explicación de la sorprendente disparidad entre lo que Beethoven decía y lo que
hacía es en realidad deprimentemente sencilla. La carta atribuida a Mozart fue una
invención de Friedrich Rochlitz. Y en el relato de Schlösser de su conversación con
Beethoven, lo copió casi con certeza, de la carta de Rochlitz. Los contemporáneos
creyeron que estos relatos porque representaban lo que, a los ojos del siglo XIX, los
compositores deberían haber dicho. Aún así, la mayoría de los compositores
clásicos no componían de este modo: probaban las cosas, las moldeaban frente a
una resistencia empírica. Pero se trataba de un procedimiento que no dejaba
huellas visibles como los apuntes de Beethoven. Este procedimiento era el piano.
La idea de que hay algo malo en componer al teclado es simplemente otro ejemplo
del mito decimonónico de que la música es algo puro e incorpóreo, que surge
espontáneamente del mundo del espíritu. Los compositores saben que la música no
es algo que simplemente ocurra, es algo que hay que hacer.
La paradoja de la música
El compositor vanguardista György Ligeti compuso una pieza orquestal titulada
Polifonía de San Francisco. El compositor utilizó una metáfora diferente para
explicar cómo había intentado preservar el modela nota-tras-nota de la música de la
siguiente manera: “Podemos imaginar diversos objetos en un estado de total
confusión en un cajón. El cajón tiene también una forma concreta. Dentro reina el
caos, pero él mismo se encuentra claramente definido”
Habitualmente no pensamos en la música dándole forma, por lo que estas
metáforas sobresalen como representaciones imaginarias que, en el mejor de los
casos, pueden ampliar o fortalecer nuestra experiencia de la música. Pero todas las
descripciones de la música recurren a la metáfora, sólo que la metáfora no es
siempre tan obvia. Es como, por ejemplo, decir que una nota es más aguda que la
otra, pero eso no quiere decir que las notas agudas provengan literalmente del cielo
y las grandes, de las profundidades subterráneas de la tierra. ¿Qué pretendemos
decir cuando nos referimos a una “pieza” de música?
La metáfora es algo que forma parte de nuestro lenguaje, y esta pertenencia es tan
profunda que normalmente ni siquiera nos damos cuenta de que está allí. Todas
estas metáforas tan arraigadas ilustran la que podría llamarse la metáfora básica o
subyacente de la cultura musical occidental: que la música es algún tipo de objeto.
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rectora dio paso a una carrera especializada. Adquirió un estatus ejecutivo muy
diferente del de otros miembros con una remuneración salarial acorde. Al expresarlo
de este modo, Cook intenta trazar un paralelismo entre la orquesta y otros grupos
socioeconómicos. Y si estuviera pensando en la música como representación,
podría decir que la orquesta clásica y su evolución reproducen las estructuras
organizativas de la sociedad contemporánea.
Afirmar esto supone que la música queda fuera de la sociedad. ¿No es la orquesta
tan importante como una empresa de construcción? ¿No pueden los desarrollos de
la práctica orquestal contribuir a desarrollos sociales más amplios? La aparición en
las dos últimas décadas de más orquestas y otros conjuntos ad ho,sin director...
¿No han anticipado los estilos menos jerárquicos de gestión de empresas y el
desarrollo de alternativas a las estructuras institucionales tradicionales en muchos
campos? Lo cierto es que es parte de la sociedad y, como tal, con las mismas
probabilidades que cualquier otra parte de la sociedad de estar en la vanguardia o
de quedarse rezagada. Y pisamos un terreno mucho más firme cuando intentamos
entender las transacciones sociales que están teniendo lugar dentro de la práctica
de la música que cuando construimos hipótesis indemostrables sobre lo que podría
estar siendo representado.
Si tocamos el oboe, sabremos que las partes para oboe de Mozart tienen sentido
para el intérprete. En una partitura de Beethoven, a veces nos enfrentamos a partes
individualmente carentes de significado. No se obtiene el mismo placer tocando las
partes para oboe de Beethoven que el que se obtiene tocando las de Mozart. Un
modo de expresar esto es que las sinfonías de Mozart siguen perteneciendo a una
tradición camerística, en la que la música se escribe tanto por el placer de tocar
como por el de escuchar. Por contraste, las sinfonías de Beethoven están escritas
pensando en el efecto que producirán a los oyentes.
Visto de este modo, el contenido real de la música también contribuye a la
naturaleza de la sociedad, al modo en que las personas se relacionan entre sí. Pero
un ejemplo especialmente revelador es “Nkosi Sikelel iAfrica”, el himno nacional de
la nueva Sudáfrica.
Aquí nos hallamos en parte ante una sencilla asociación: “Nkosi Sikelel iAfrica” nos
hace pensar en Sudáfrica per también en un significado que surge del acto de
interpretarlo. Por medio de su construcción armónica, semejante a una sucesión de
bloques, y su fraseo regular, crea una sensación de estabilidad y dependencia
mutua, sin que ninguna parte vocal domine sobre el resto. Estamos de nuevo en el
punto de contacto entre las tradiciones europeas de la armonía “convencional” y las
tradiciones africanas de canto comunitario, lo que le otorga un carácter global que
resulta absolutamente adecuado para las aspiraciones de la nueva Sudáfrica. De
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el proceso histórico. Vista de este modo, la historia del arte es realmente una
historia de los modos cambiantes en los que las personas han visto las cosas.
Todo esto es fácilmente traducido a la música; diríamos que Beethoven, Mahler,
Steve Reich... n nos dieron tanto nuevas cosas para oír como nuevos modos de oír
cosas. Los intérpretes y los oyentes están todos implicados en el mismo proceso: la
interpretación de la música. Si la continuidad de la historia radica en el relato de
cómo las personas han percibido las cosas, entonces cabe suponer razonablemente
que la interpretación se sitúa en el centro de la historia de la música y no en sus
márgenes.
Lo que necesitamos es equilibrio; necesitamos ambas aproximaciones a la música,
la basada en la composición y la basada en la recepción, ya que las dos trabajan en
una especie de contrapunto. Y, una vez más, una de las razones por las que
necesitamos un enfoque basado en la recepción es porque es global. El enfoque
basado en la recepción dice que como mejor podemos entender la música es
estando en medio de ella. Dice que el punto de partida debe ser cómo utilizamos,
interiorizamos o nos ocupamos sea como sea de la música. Estudiar música es
estudiar nuestra propia participación en ella, estudiarnos a nosotros mismos. Y
entonces se pondrá de manifiesto, que este punto de vista ha sido una fuerza motriz
en los cambios espectaculares que han tenido lugar durante los últimos años en las
reflexiones académicas sobre la música.
Valoración personal
Desde mi punto de vista, la música es mucho más que una partitura. La música es
un intérprete, un compositor, un sonido... La música lo es todo y no es nada a la vez.
Es, quizás, demasiado subjetivo como para definirlo de una forma clara. Para mi,
cualquier tipo de música es música, todo es aceptable y respetable incluso, pasando
por el (para algunos) repudiado reggaetón. Cada estilo, tiene su momento y
contexto cultural y social. Y, hablando de esto, estamos también comentiendo un
grave error. No se debe definir a la música desde la perspectiva de los estilos
musicales, si no desde un ya nombrado contexto cultural, social, político y
económico. Porque, al fin y al cabo, la música representa de algún modo como
vivimos y como nos sentimos. Por ejemplo, para que un novelista escriba sobre el
amor, debe de haberlo vivido ysentido o, por el contrario, gozar de una gran
imaginación. Y, respecto a “como se debe componer” y “como deberíamos
componer” también tengo mis propias ideas. No hay una manera correcta (si así
puede expresarse) de componer. Tal vez el destello de una idea surja en el parque,
en clase o en una reunión, pero finalmente y aunque no queramos, la idea se
desarrolla por medio de la notación, un instrumento muy importante sin el que hoy
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nosotros, los músicos, no seríamos nada. ¿Qué haríamos sin las enseñanzas de
Beethoven? ¿Qué haría el sin las enseñanzas de sus antepasados?
Por otro lado, el intérprete es el más importante de los sujetos que forman el mundo
musical. Cierto es que sin el compositor, el intérprete no tendría nada que tocar,
pero verdaderamente todos podemos sentarnos delante de nuestro instrumento y
desarrollar nuestra capacidad creativa. A algunos les irá mejor, otros lo acabarán
dejando, pero de una cosa estoy segura: el intérprete fue antes que el compositor.
Además, sin los intérpretes, los compositores no habrían sido nada. Nadia hubiese
dado a conocer sus obras. Si llenásemos una habitación de partituras
(representando, en este caso, a los compositores), en esta no habría música. Los
papeles no son música. La notación tampoco es música. Sin embargo, si
metiésemos a un sujeto tocando un instrumento, tarareando o cantando sin
partitura, en esta habitación habría música. En conclusión, a pesar de que se
complementan, el intérprete siempre ocupará el puesto relevante aunque, eso sí,
siguiendo al pie de la letra las anotaciones del compositor y dejando a su libre
albedrío las otras.
Quizás esta valoración es poco específica o no se entiende, lo cual comprendería
perfectamente, pero espero, en esta muy breve valoración sobre los capítulos cuatro
y cinco de De Madonna al Canto Gregoriano, haber conseguido que la mente del
lector bucee en mi cerebro y que, algún día pueda llegar al menos a entender, mi
estilo de ver este gran libro.
6. La música y la academia
- Cómo entrar...
mejor la música, sino para justificar que la música en cuestión que era analizada era
digna de conservarse, de formar parte del canon.
La visión de Kerman era bastante personal, caricaturesca. Los musicólogos
devoraron su libro en parte por curiosidad sobre lo que decía de ellos y en parte
porque existía la percepción que la relación entre musicología y música no era todo
lo que debía ser.
- Y cómo salir...
Kerman dice en su obra que la respuesta para una mejor relación entre la academia
y la música puede venir de la mano de la interpretación histórica, o como dice él
históricamente informada. La música del pasado debería intentar tocarse como se
tocó en el pasado. El problema puede venir al intentar encontrar la interpretación
“auténtica”, caeríamos en el mismo error que estamos intentando evitar, esto ocurre
porque también es muy difícil averiguar como se interpretó la música en el pasado,
debido al cambio de instrumentos (que evolucionaron), de técnicas interpretativas y
de grupos musicales.
La premisa es interpretar la obra siguiendo los deseos originales del autor. El
problema, en la mayoría de los casos los desconocemos. En ese caso se opta por
buscar la mejor interpretación que sería posible en la época.
La etnomusicología, que es vista por musicólogos y teóricos como el estudio de la
música que ellos no estudian, se muestra como el estudio de toda la música en
términos de su contexto social y cultural, abarcando la producción, recepción y
significación. Suele ser una disciplina más receptiva a tendencias de fuera de la
especialidad, al estar más ligada al campo humanístico.
7. Música y género
- El sexo invisible.
Desde 1930 se ha desarrollado una “teoría crítica” que intenta percibir la influencia
del poder y cómo se canaliza. En el ámbito musicológico, se ha estimulado la
investigación acerca del “canon” y el papel de diversas instituciones en su creación,
mantenimiento y naturalización. Se “educa el oído”de los alumnos en las primeras
fases de su aprendizaje musical, se les orienta cara una escucha, la música pasa de
ser algo que se hace a ser algo que se conoce.
Se dice que la historia de la música es la de la ausencia de las mujeres. Esto tiene
bastante que ver con cómo se cuenta la historia (como la de héroes y obras
maestras) puesto que para cualquier mujer de clase media-alta era imprescindible
una mínima formación musical (como instrumentistas domésticas). Solían tocar el
piano, para así acompañar al hombre que sería el solista (y marcaría la pauta, era lo
que se esperaba en la sociedad del momento). Pero las mujeres no componían, por
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Conclusión
Cook mantiene un optimismo cauteloso con respecto a la música. La vivimos como
si fuese un fenómeno natural, pero a la vez no lo es, es una construcción humana.
La música es parte del sistema cultural y como tal hay que verla así, porque
podemos caer en la tentación de entender y valorar la música de otras culturas
desde nuestro canon. Hay que aprender no solo a escuchar la música sino a leerla
dentro de su contexto cultural
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Opinión personal
En primer lugar, respecto al capítulo seis, estoy en desacuerdo con la idea de
Beethoven de crear una única edición autorizada. Por ejemplo, de Chopin se decía
que nunca tocaba una obra dos veces igual. En mi opinión debes de tocarla como la
sientas en ese momento porque al fin y al cabo, la música hay que sentirla y lo que,
a mi parecer, Beethoven pretendía, era crear máquinas que reprodujeran sus obras.
Esto no quita, por supuesto, que el intérprete no sea un mero reproductor de una
obra musical, pero siempre dando un pequeño toque personal. Dos intérpretes, por
ejemplo, no tocan igual una misma obra, es más, es imposible. Al igual que no
existen dos personas iguales, tampoco dos interpretaciones.
En cuanto a la solución que Kerman da , la interpretación historicista, me parece un
tema con bastante debate. Por ejemplo, cuando un alumno de piano debe tocar una
fuga de Bach, algunos profesores le dirán que no debe poner pedal, ya que en la
época del compositor no lo había, En cambio hay otros (el grupo más numeroso con
el que me he encontrado) que afirman que sí, que debe aplicarse ese recurso
porque ahora disponemos de él, gracias a la evolución del instrumento y que, por lo
tanto, debemos aprovecharla. Personalmente, estoy un poco dividida en este debate
porque aunque por una parte debemos de ser fieles a lo que el compositor escribió,
¿Por qué no adaptarnos a los avances de hoy en día?
Y, pasando al comienzo del último capítulo, Cook nos habla de que la música pasa
de ser algo que se hace a algo que se conoce. Y esto me lleva inevitablemente a
comentar el papel que la música ocupa en la educación. Durante los primeros años
de esta, los niños cantan y se divierten con la música, lo que me parece un buen
modo de iniciarse. El problema empieza en la enseñanza primaria, cuando la forma
de enseñar hace que los alumnos empiecen a ver las notas y figuras como cosas, y
no como un modo de hacer música. En la ESO, los alumnos ya van de mala gana a
clase de música, algunos suspenden y , la mayoría, están deseando que deje de ser
obligatorio. Y esta es la eterna lucha de la pequeña (muy, muy pequeña) parte de
estos alumnos que vamos al conservatorio, intentando hacerles entender que la
música es más que eso, que es amistad, melodías, ilusión, pasión, interés... Pero
todos estos esfuerzos se van por la borda cuando, de nuevo, el profesor comienza a
explicarles las diferencias entre una tercera mayor y una tercera menor, cuando ni
siquiera saben para qué
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sirve, qué diferencia sonora hay entre los intervalos y modos mayores y menores... y
un largo etcétera. Esto es realmente triste y se debería hacer algo para que todos
comencemos a apreciar el valor de la música
Pero no solo nos habla de esto, si no también del “género” de la música, como bien
nos dice el título. Se dice que la historia de la música es la de la ausencia de
mujeres. En mi opinión, no es que las mujeres faltasen en ella, si no que el error
está en cómo se cuenta. Esras estaban prácticamente obligadas a tocar el piano (si
pertenecían a clase media o alta) pero se dedicaban a entretener a familiares,
amigos y visitas además, de acompañar al hombre, que ocupaba el instrumento
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