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HISTORIA

DE
EL VALLE DEL YAQUI

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CLAUDIO DABDOUB

HISTORIA
DE

EL VALLE DEL
YAQUI
(FACSIMILAR)

EDICION E INTRODUCCION

LIC. JOSE ROMULO FELIX GASTELUM

GOBIERNO DEL ESTADO DE SONORA


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Primera Edición. Manuel Porrúa ..México, D..F. 1964.

Segunda Edición (facsimilar), Hermosillo, Sonora, agosto de 1995.


Editor: Lic. José Rómulo Félix Gastélum.

Portada: Proyecto de mural de El Valle del Yaqui, 1995.


Marco Antonio Félix Bemal.

Copyright: Claudio Dabdoub Sicre


Durango No. 220 Norte
Teléfono 14-16-32
Ciudad Obregón, Sonora, México.

ISBN 968-6665-01-3 GOBIERNO DEL ESu\DO DE SONORA.


IMPRESO EN MEXICO.

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PRESENTACION

Para los sonorenses, El Valle del Yaqui es sinónimo de trabajo y


progreso; asiento de los Yaquis, etnia de una bien perfilada idiosincrasia
de lucha y firme resistencia, librada durante siglos, defendiendo su Nación
y su cultura. Su férreo temple ha arraigado en nuestra sangre y nos
identifica su inquebrantable fe en sus tradiciones, delineando nuestro
carácter y destino común.

La historia registra a este pueblo desde hace más de setecientos


años, originalmente como cazadores-recolectores y, tiempo después,
cultivando las riberas del río Yaqui. Su cultura bien pudiera ser herencia
de la importante civilización tolteca que, a la caída de Tola, sobrevivió
como grupo étnico con fisonomía propia y rasgos muy particulares. Los
Yaquis, a pesar de las victorias que siempre lograron sobre las fuerzas
virreinales, solicitaron la paz en 1610y pidieron que les enviaran misioneros
jesuitas; de esa manera, Andrés Pérez de Ribas y Tomás Basilio, arribaron
a Hornos en mayo de 1617.

Esa incansable lucha por sus tierras y su río nos trae a la memoria
a Anabailutei, Conibomeai, Muni, Bemabé, Juan Ignacio Jusacamea,
Cajeme, Tetabiate y Pluma Blanca, así como muchos otros que desde 1533
hasta 1937, las abonaron con su sangre.

La modernización del capitalismo agrícola llegó al Valle a fines


del siglo pasado, cuando Carlos Conant Maldonado adquirió relieve
histórico como pionero. Años después, la Compañía Constructora Ri-
chardson, S. A. continuó su obra, incorporando laboriosos colonos
extranjeros. A mediados de los años veinte, Alvaro Obregón inspiró y
Plutarco Elías Calles, desde la Presidencia de la República, realizó la
mexicanización de dicha empresa.

En 1927, nace el municipio de Cajeme, cuya cabecera tomaría


después el nombre de Ciudad Obregón, centro neurálgico de desarrollo;
ciudad abierta que recibe a todo aquél que llegue a sumarse con su trabajo
a la búsqueda del progreso, en un Estado noble y emprendedor.
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El gobernador Rodolfo Elías Calles -cajemense por vocación-
estableció en 1932, la Estación Agrícola Experimental del Valle del Yaqui,
antecedente directo del prestigiado CIANO, el que con los años sería sede
de la Revolución Verde, obra del Dr. Norman Borlaug, Premio Nobel de la
Paz en 1970.

Lázaro Cárdenas, atendiendo las justas demandas de tierra de las


agrupaciones obrero-campesinas del Valle, ejecuta el reparto agrario en
octubre de 1937. Poco más de una década después, el agricultor del Yaqui
gozaría de fama internacional, por su alto nivel de productividad y
tecnología, apoyando así el desarrollo nacional.

Claudio Dabdoub, vecino de Ciudad Obregón, desde hace más de


medio siglo, publicó en 1964, su magna obra: "Historia de El Valle del
Yaqui". Historiador empírico, aunque no menos serio y acucioso
investigador, esgrimió con habilidad la pluma, dibujándolo con toda su
vitalidad y experiencia. Desde un principio se convirtió en un libro clásico,
no sólo para la historia regional, sino para la del noroeste del país. Hoy, es
referencia obligada para quienes se adentran en el estudio de estas tierras.
La primera edición estuvo agotada por más de veinte años.

El Gobierno del Estado de Sonora, patrocina con beneplácito esta


segunda edición, rindiendo un justo reconocimiento al trabajo y sacrificio
de todos aquéllos, que en las diferentes épocas de nuestra historia, han
respondido a los retos que la vida les enfrenta, con fe y esperanza en un
horizonte más promisorio. Sólo de esa manera, han podido darle forma y
ser a esta entrañable región sonorense.

Lic. Manlio Fabio Beltrones R.


Gobernador Constitucional del Estado de Sonora

Hermosillo, Sonora, 1 de agosto de 1995.

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CLAUDIO DABDOUB, EN EL ESPACIO MAS LARGO DE SU CAMINO

"Años vendrán, en que se sepa que la primera Historia del


Valle del Yaqui debi6 recibirse con palmas de júbilo y r.gn coraz6n ilu-
minado. En que nadie se explique como pudo concebirse que un
esfuerzo tan grande como el tuyo, haya podido pasar casi inadvertido.
Te admiro, Claudio, porque has dado al Valle del Yaqui su primera
Historia, porque has sido capaz de emprender, realizar y terminar UM
tarea ímproba y angustiosa. Tu "Historia de El Valle del Yaqui" ha
sido una revelación magn{jica, que cala hondo no sólo por su impor-
tancia intrínseca, por el estilo ameno y la palabra fácil, o por el dllto
histórico manejado con escrúpulos de Historiador ... ".

Bartolomé Delgado de León. Carta periodística a Qaudio Dabdoub, Heraldo del


Yaqui, 17 de mayo de 1964, Ciudad Obregón, Sonora.

l. Historia.

Claudio Dabdoub Sicre

Nace en Ures, Sonora, antigua capital del estado, hoy llamada


La Olvidada Atenas, un 5 de agosto de 1914. Su educación básica la recibe
en Navojoa, Ures y Hermosillo. Ingresa a la Escuela Normal del Estado y,
sin concluir sus estudios, se cambia a la prestigiada Escuela Comercial
del Maestro Heriberto Aja, en donde se gradúa en 1931.

En ese entonces, era gobernador Rodolfo Elías Calles y la


crisis económica, consecuencia de la depresión mundial de 1929, continuaba
golpeando a los sonorenses. Al no encontrar empleo en Hermosillo, se traslada
a la naciente población de Cajeme en el Valle del Yaqui que estrenaba
el nombre de Ciudad Obregón.

Con la seria responsabilidad de velar por su madre y sus hermanos,


al segundo día de su llegada a esa plaza se coloca como secretario y ayudante
de contador de la firma Guillermo Revilla, quien financiaba a los agriculto-
res y adquiría sus cosechas de trigo y arroz. Un año después ingresa como
cajero y ayudante de contador a la empresa algodonera Anderson Clayton y
Co., que recientemente había instalado su planta despepitadora.

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Para 1933, se incorpora al Banco Agrícola Sonorense, S. A., fundado
con capital del gobierno federal, estatal y de los propios agricultores del valle,
colaborando bajo la guía del recordado Don Luis Cam bustón. Por tres
años trabaja en la institución bancaria. Se aventuró después a actividades
comerciales, confiando con ello ganarle espacios más largos a su camino en la
vida, o lo que es lo mismo, progresar por su cuenta. Posteriormente, funge
como comisionista y después pasa al ramo industrial.

Su cualidad temprana consistió en la lectura, desde los doce año~


era suscriptor del diario nacional Excelsior. Se dedica por afición a escribir
artículos periodísticos, ejercicio en el que encuentra su vocación de escritor.
Ha publicado las siguientes obras: Historia de El Valle del Yaqui (1964); México.
Estudio Socioeconómico (1977); Reforma Agraria, conjura contra México (1980);
El Valle del Yaqui, breve historia (1982) y Apología del Valle del Yaqui, de sus
pioneros y de su creador (1993).

Hombre comprometido con su comunidad, su actuación siempre fue fun-


damental en el desarrollo de la Cámara Nacional de Comercio, Patronato del
Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Ciudad Obregón, Centro Empresarial del
Valle del Yaqui y de la Cámara Nacional de la Industria de Transformación.

Militante respetado del Partido Acción Nacional, es electo Diputado por


mayoría al Congreso del Estado para el período 1979-1982 y Regidor del H.
Ayuntamiento de Cajeme para 1988-1991.

Desde 1993es miembro del Patronato del Instituto Tecnológicode Sonora,


ITSON, con sede en Ciudad Obregón, Sonora.

La naciente investigación histórica sobre Sonora.

El estudio de la historia regional en las primeras décadas del presente


siglo, se hacía apegada a la tradición oral de cada comunidad y en el ámbito
nacional no se iba más allá de los primeros textos de relevancia republicana y
liberal.

Aquí ya existían obras sobre la historia de Sonora de Ignacio Zúñiga


(1835),José Agustín Escudero (1849), José Francisco Velasco (1850), Ramón Co -
rral (1900), entre otros. De igual manera, Pedro N. Ulloa, El Estado de So nora y

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su situación económica (1910), Francisco T. Dávila, Sonoro histórico y descriptivo
(1894) y Federico García y Alva, México y sus progresos. Album Directorio del
Estado de Sonora (1905-1907). Obras fundamentales en aquella época.

Revisten especial importancia entre otras: Directorio Comercial del Es-


tado de Sonoro, original de José S. Healy y Carlos Genda (1921), el muy reconoci-
do, Sonora: breves notas históricas (1926), de Joaquín Morales Acuña y el A/bum
del Mayo y del Yaqui. Directorio Comercial (1933), así como los directorios
de otras partes del estado. En ellas, además de los apuntes que en años de
experiencia docente atesoraban los esforzados maestros, nuestros antepasados
abrevaron en la porción de historia regional que les correspondió conocer.

Una obra de gran importancia fue Compendio de historia del Estado


de Sonora, del Profr. Eduardo W. Villa, considerada la más popular, influyen-
te y consultada desde 1938.

Con el correr de los años, a fines de los cuarenta y entrados los


cincuenta, en Sonora ya existía una generación de historiadores de relevancia:
Eduardo W. Villa, Fernando Pesqueira, Laureano Calvo Berber, Antonio G.
Rivera, Manuel Sandomingo, Antonio Nakayama, Francisco R. Almada,
Alberto Francisco Pradeau, Roberto Acosta, Horado Sobarzo, Ernesto López
Yescas, Alberto Calzadíaz Barrera, Cruz Acuña Gálvez, José Abraham
Mendívil y otros.

Merece traer a estas páginas a Ruben Salido Orcillo, quien desde


1940 hasta 1970, fue un fiel difusor de la historia sonorense en el diario
metropolitano Excelsior; dejó tres libros sin editar. Igualmente, fue
importante en la época la revista directorio Sonora, editada por Manuel
Humberto Ramírez, en Navojoa, abarcando los cuarenta y cincuenta.

Esa generación hacía historia regional y ninguno de ellos era


profesional de la materia. Conformaban, más bien, una valiosa, inolvidable
y entrañable generación de maestros normalistas, profesionistas, particulares
o, por qué no decirlo, "simples aficionados memoriosos", que con pertinaz
dedicación y amor por el terruño, reconstruían la memoria de nuestro pasado
regional, robándole horas a su descanso cotidiano

Gerard Decorme, Ernest J. Burrus y Félix Zubillaga, realizaron los


mejores esfuerzos para entrega'rnos sus excelentes obras sobre las misiones
jesuitas en el noroeste. No podíamos dejar de mencionar a Francisco del
Paso y Troncoso, Dr. Fortunato Hernández, Don Atanasio G. Saravia,

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Dr. Femando Ocaranza., Alíonso Trueba, Francisco Javier Zambrano, Alfonso
Fabila y otros más que, con sus no menos importantes trabajos, abrieron los
surcos por donde hollar sus pisadas, nuestros queridos y laboriosos
historiadores locales.

Es menester mencionar que los muy pocos adentrados en el estudio


del período colonial, consultaban principalmente la magnífica obra, Historia
de los triunfos de nuestra Santa Fe entre las gentes las más bárbaras y fieras
del nuevo orbe, del primer cronista de los misioneros en el noroeste, el padre
jesuita español Andrés Pérez de Ribas, pionero en evangelizar a los Yaquis a
partir de 1617. Publicada originalmente en Madrid en 1645 y reeditada en
nuestro país en 1944. Así como los trabajos de Baltazar de Obregón sobre
Francisco de !barra: Historia de los descubrimientos antiguos y modernos de
la Nueva Espalla, y Naufragios de Alvar Núñez Cabeza de Vaca, editados en
1924 y 1944, respec!ivamente.

Alrededor de los años 1948-1950,Claudio Dabdoub entró en contacto


con Pérez de Ribas en una librería de Nogales, Sonora. Al preguntar por
obras sobre historia regional, el dueño le dijo que se llevara los tres tomos del
cronista jesuita, por el precio de uno, pues consideraba que nunca iba a poder
venderlos, ya que tenían varios años en la estantería.

Cabe mencionar en Estados Unidos a los estudiosos del noroeste


de México: Hubert H. Bancroft, Herbert E. Bolton, Herbert Ingram Priest-
ley, Carl O. Sauer, John Francis Bannon, Peter Masten Dunne, Theodore E.
Treutlein.

Además de George B. Eckhart, David Weber,Donald Brand, William


Y{. Wasley, Ralph Beals, William Holden Kelly, Paul Kirchoff, Kieran Ro-
bert McCarty, Bernard L. Fontana, Julian Hayden, James S. Griffith, James
E. Officer, Paul M. Roca, Arthur Woodward, Charles W. Polzer, Edward
H. Spicer y muchos otros autores no menos importantes.

De la misma manera, en España, Mario. Hernández Sánchez-Barba


con La última expansión espallola enAmérica (Madrid 1957) y Luis Navarro
García con Don José de Gálvez y la Comandancia General de las Provin-
cias Internas del norte de la Nueva España (Sevilla 1964) y dem·ás trabajos
de estos historiadores, dibujaban el noroeste novohispano y, sobre todo,
a Sonora en el horizonte cultural europeo.

Dos obras son de destacar sobre la región: La evolución del noroeste


de México de Miguel Othón de Mendizábal (1930) y una serie de investiga-
ciones poco conocidas en esos años deAngel Bassols Batalla, que culminarían
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en su libro El noroeste de México (UNAM 1973).Ambas son muy importantes,
porque enfocando a la región desde la sociología y la geografía recurren al
análisis multidisciplinario.

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A pesar de todo el material historiográfico producido por los au-
tores mencionados, éste no era fácilmente accesible. Eran tiempos en los que
la investigación histórica estaba hermanada al carácter acerado y a toda
prueba del misionero jesuita y dotada de la paciencia del fraile franciscano.

Ese era el estado de cosas en Sonora de principios de siglo hasta los


años sesenta, en que emerge la presente obra. Su primera y única edición
data de 1964, bajo los auspicios de la afamada editora Librería de Manuel
Porrúa, S. A. de la ciudad de México. Con esta obra se inició la historiografía
de las regiones en México.

La Historia de El Valle del Yaqui.

Claudio Dabdoub, en entrevista con Ramón Iñiguez en Ciudad


Obregón, en 1994, habló de las circunstancias que lo encaminaron a lo que
sería después la Historia de El Valle del Yaqui. La idea original fue el interés
del Consejo Directivo de la Cámara de Comercio de la localidad, en el año
de 1941, de contar con un calendario de fechas importantes de la ciudad y del
valle que justificara la celebración de eventos como ferias y exposiciones.
Al buscar la información descubrió que -muy pocos sabían las fechas o
momentos importantes del Yaqui, asimismo, al estudiar los textos de historia
de Sonora, de Eduardo W. Villa y de Laureano Calvo Berber, encontró que
no le decían lo suficiente.

El hallazgo que le permitió consolidar su interés fue la obra Las


guerras con las tribus Yaqui y Mayo del Estado de Sonora (1905), de Francisco
del Paso y Troncoso, donde conoció al personaje olvidado Carlos Conant
Maldonado quien había obtenido en 1890, la concesión del Gobierno Federal
para el aprovechamiento de las tierras y aguas de los ríos Yaqui, Mayo y
Fuerte. Aunque Conant sólo accionó en el Yaqui, avanzó poco y quebró a
principios de siglo, fue un factor decisivo para el auge que tendría el valle en
el futuro.

El autor investigaba en sus ratos libres, en la noche y en casa por lo


gen.eral. Para 1962 contaba con mil cuartillas que ponía a discusión de sus
amigos, entre otros el Ing. Julio Schwarzbeck y Don Carlos Serrano Tellechea
para cotéjar opiniones.

XIII
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A mediados de los años sesenta, un grupo de historiadores locales,
empíricamente, trabajaba la corriente que más tarde sería llamada Mi-
crohistoria, cuyo representante más calificado es el michoacano Luis Gonzá-
lez y González, quien ya por esos tiempos preparaba su obra pionera: Pueblo
en vilo. Microhistoria de San José de Gracia (1968). Cuando su autor la
consolidó en México, ya habían pasado cuatro años de la publicación de la
obra de Dabdoub.

Se constituía, entonces, el Valle del Yaqui en escenario para integrar


a partir de 1964, fecha en que se editó la presente obra, el archivo de historia
regional de México. "La microhistoria", revela Luis González y González,
"Es ciencia en la etapa recolectora, depuradora y comprensiva de las acciones
del pasado humano y es arte en la etapa de construcción o resurrección de un
trozo de la humanidad que fue". Definición que expresa con nitidez la
labor recopilatoria y testimonial en el Valle del Yaqui de Claudio Dabdoub.

A su vez, el estudio vernáculo o popular de Don Claudio crea


la imprescindible necesidad de investigar a protagonistas y temas que nos
pertenecen, para formar el compendio social del origen de nuestras
costumbres. Y así sucede, pues reproduce con fidelidad el pasado regional,
síntesis documental realizada con criterio sonorense ante la historia nacional,
sobre cualidades de vida que han rebasado el tiempo y que, fusionando etnia
y civilización occidental, gestaron el mestizaje del que somos parte.

Precusora de los estudios regionales, históricos o de especialidad


territorial, esta obra enriquece la alternativa de volver al pasado y
reproducirlo en su natura vital, ante el caótico crecimiento urbano. Su espíritu
recopilador precisó que el autor indagara en géneros de vida que han
subsistido al anonimato del crecimiento urbano. He ahí el imperativo de
recopilación del autor que informa sobre el pasado que nos pertenece
por genealogía y el arraigo a valles y ciudades. Este es el mérito más valioso
y la aportación normativa a la cultura regional mexicana del historiador
son orense.

Vivificar el proceso de asentamiento de los Yaquis en tierras del río


y aledañas, además del indómito arraigo a sus planicies, constituye uno de
los propósitos logrados y fundamentales de esta obra. No desmerecen capítulos
como la conquista española y su consecuente evangelización, la guerra del
Yaqui, la Revolución de 1910, el nacimiento del Valle del Yaqui y su ola de
inmigración junto a su desarrollo agrícola y tecnológico. Por lo anterior,
podemos considerar esta obra como la primera enciclopedia regional de
México, pues aborda, además, cuatro siglos (1533-1961) de historia, economía,
sociedad, política y cultura en nuestro valle.

XIV
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En este compendio en que se construye la identidad sonorense,
sobresalen los valores de colectividad que dan sentido a la vida institucional,
fortaleciendo, a su vez, los símbolos de pertenencia al terruño que hemos
creado en comunidad a través de una herencia recibida desde los primeros
pobladores y sus acónteceres.

En los contenidos fundamentales de la Historia de El Valle del Yaqui,


los sonorenses son actores de una historia cercana en la que el autor reivindica
su tesón convivencial y progresista.

Transmisor generacional del pasado vivido por los abuelos Yaqui,


Mayo y el inmigrante, el libro informa con objetividad la hazaña de poblar
regiones; el rescate y conservación de la memoria fundadora de valles y
ciudades, que más tarde irían a incorporarse a la geografía humana del país,
prevaleciendo su cultura de lugar, de región, de provincia. Enseña a formar
parte de la vida nacional con una genealogía, que nadie vino a construir.
Hombres preocupados por nuestros orígenes, como Claudio Dabdoub, han
legado a los sonorenses un conjunto de significados primigenios, necesarios
para la conformación de su acervo cultural. El aportó la sustancia histórica
del Valle del Yaqui, sumándola al universo de mexicanidad del que formamos
parte, con toda su magnitud inimitable y llena de enseñanzas y fortaleza.

En esta obra de maravillosa ejemplaridad, el autor es capaz de


construir la realidad y aclararla en una noción de conjunto de los tiempos de
nuestros antecesores, para comprenderla y vivirla de nuevo como patrimonio
que da origen a nuestra condición de norteños que hemos sabido compartir
con México entero.

Cuando trató de editar su obra acudió en busca de consejo a Don


Rodolfo Elías Calles, quien en un día y una noche leyó el manuscrito, el cual
le pareció digno de publicarse. Impulsó a Dabdoub a que lo editara, para lo
que le consiguió un crédito de $40,000.00 en el Banco de Comercio,
S. A., sirviendo de aval tanto Don Rodolfo como Don Eduardo Vargas.

Ya en la ciudad de México, en la Librería Porrúa Hermanos, S. A. le


dijeron que no les convenía editarla dado que se trataba de la historia de una
región del país y que no sería de interés general. Acudió, posteriormente,
a la Librería de Manuel Porrúa, S. A. quiert la editó, por cuenta del autor y la
distribuyó a nivel nacional. De este modo, logró pagar el crédito que le habían
ayudado a obtener aquellos generosos y visionarios agricultores del Valle
del Yaqui.

XV
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Todo lo sonorense que somos, lo aprendimos por la tradición oral
conservada en libros como el que ahora reeditamos con el patrocinio del
Gobernador del Estado de Sonora, Lic. Manlio Fabio Beltrones R., digno
hijo de este Valle, como la obra de Claudio Dabdoub, abuelo patriarca de la
memoria provinciana de México.

11.Actualización

Es de destacar el mérito de la obra en cuestión, al tratar al Valle del


Yaqui, como un gran espacio en el que coexisten la sociedad Yaqui y
una paulatina ocupación del suelo por españoles y castas en el período colo-
nial y, más tarde, en la época independiente por gente de todas partes, tanto
de México como del extranjero.

Otro acierto de Dabdoub es el señalamos, en el recorrido cronológico,


que la historia como disciplina no se reduce a la contemplación, el placer o la
crítica, sino que también es maestra de la vida y sirve como punto de referen-
cia para la acción presente y futura. Nos ayuda con su visión recorriendo to-
do el período desde el encuentro con el europeo hasta nuestros días.

El autor nos señala que desde la época prehispánica, la mayor parte


de los pobladores de la actual Sonora han tenido un enfoque incompleto; si
bien los méritos de sus habitantes son grandes al dominar estas tierras, el
circunscribirlo a una antropolog(a del desierto es limitativo, por lo que este
enfoque debe modificarse. No se puede equiparar a Sonora con Arizona, por-
que Sonora no es todo desértico como lo han querido hacer ver, con el fin de
parecernos a los norteamericanos.

Ya desde 1964, nos indicaba cómo el Valle del Yaqui se había


transformado a tal grado que sus pobladores se distribuían en tres ejes o
modos de vida: la comunidad Yaqui, el Valle del Yaqui con ejidatarios, co-
lonos y pequeños propietarios y la vida citadina asentada en la cabecera del
municipio de Cajeme (Ciudad Obregón). Esta división marca profunda-
mente la vida material y espiritual de sus habitantes.

XVI
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La investigación histórica a partir de la obra de Claudio Dabdoub

Don Fernando Pesqueira, militar obregonista, diplomático, personaje


pintoresco y erudito, vuelve a su tierra a mediados de los años cuarenta co-
mo funcionario de gobierno y con el tiempo llega a ser director del Museo y
Biblioteca del Estado, hoy de la Universidad de Sonora. Concreta a fines de
los años cincuenta, la creación del Instituto Sonorense de Antropología e
Historia, a través de un convenio de la Universidad de Sonora con el Institu-
to Nacional de Antropología e Historia. Don Fernando continuó con su tra-
bajo de toda la vida, la creación de las colecc,iones Documentos para la Histo-
ria de Sonora y Leyes y Decretos del Estado de Sonora, que en más de 50
volúmenes mecanografiados se encuentran en la Sala del Noroeste de la mis-
ma Biblioteca y que en nuestro concepto, es uno de los más valiosos acervos
que posee la Universidad de Sonora.

Hay que reconocer que Don· Fernando Pesqueira dio relevancia


nacional a nuestro estado con su importante labor en pro de la historiografía
sonorense. Don Claudio, acudió a él y recibió apoyo y consejo generoso de un
hombre a quien la historia de Sonora le apasionaba. Recuerda la gran
seguridad de erudito con que abordaba cualquier tema.

Desde el sábado 10 al martes 20 de diciembre de 1949, Hermosillo


fue sede del Congreso Mexicano de Historia, A. C. en su Novena Sesión,
desarrolló su Cuarta Asamblea de mesas redondas de Historia Regional sobre
el Noroccidente de México y Pleno Unico de Negocios, bajo el auspicio de
25 Instituciones educativas y culturales. Fue anfitrión la Universidad de
Sonora, con su Rector, Profr. Manuel Quiroz Martínez y la participación
de Dr. Eusebio Dávalos Hurtado, Dr. Carlos O. Sauer, Lic. J. Ignacio Dávila
Garibi, Profr. Wigberto Jiménez Moreno, Dr. Pablo Martínez del Río, Dr.
Herbert E. Bolton, Ing. Manuel Bonilla, Profr. Antonio Nakayama, Lic.
Héctor R. Olea, Lic. Manuel Carrera Stampa, Don Atanasio G. Saravia
-Presidente de la Academia Mexicana de Historia-, Dr. Silvio Zabala, Ing.
Vito Alessio Robles, Profr. Antonio Pompa y Pompa, Lic. Manuel González
Ramírez, Profr. Jesús Romero Flores, Lic. Agustín Cué Cánovas, Profr.
Arturo Arnáiz y Freg, entre otros, además de los historiadores locales.

Tendría que pasar un cuarto de siglo para que los afanes y desvelos
de todos ellos cristalizaran en instituciones sólidas y de trascendencia. Sin
embargo, a partir de la irrupción de la obra de Dabdoub, puede decirse que

XVII
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mejores tiempos llegaron, dado que entre otros singulares eventos, podemos
mencionar los siguientes: en 1975, se funda la Sociedad Sonorense de Historia,
A. C., que se nutre del grupo arizonense-sonorense que interactuaba desde
los años sesenta, denominado El Co"al de los Westerners, quienes además
de divertirse de lo lindo, hacían cosas muy serias en materia histórica. Pieza
fundamental en la creación de la Sociedad lo fue el Lic. Juan ¡\ntonio Ruibal
Corella, quien junto con Gilberto Escobosa, Armando Quijada H., Amadeo
Hernández, Ramón Angel Amante, Julieta de Amante, Felipe Ceceña Seld-
ner, Javier del Valle, Gilberto Suárez Arvizu, Héctor Alfredo Pesqueira,
Claudio Dabdoub Sicre, José Abraham Mendívil, Gustavo Rivera R., Gastón
Cano Avila, Eliseo Ramírez Alvarez, Flavio Molina Molina, Cynthia Rad-
ding de Murrieta, Arturo Oliveros, Beatriz Brannif, Ernesto Y. López y
otros, le dieron vida el 25 de noviembre de dicho año. La Sociedad cubre
todo el estado, edita un Boletín Trimestral desde 1982 y organiza un
Simposio anual a partir de 1988.

El Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad de Sonora,


dirigido originalmente por el Lic. Juan Antonio Ruibal Corella, nació en 1975.
Tanto la Sociedad como el Instituto f (!eron el núcleo organizador del Sim po-
sio de Historia y Antropología de Sonora, que surgió a instancias de una pro-
puesta presentada en la Comisión Sonora-Arizona en junio de ese mismo año,
en Flagstaff, para celebrar un evento de este género, un año en Arizona y
otro en Sonora. Esta decisión contó con la simpatía del Gobernador Carlos
Armando Biebrich y con el patrocinio del Rector de la Universidad de Sono-
ra, Lic. Alfonso Castellanos ldiáquez.

En febrero del presente año el Simposio cumplió su vigésima edición.


Su primer evento celebrado el 30 de octubre de 1975 -bajo negras nubes
de tormenta política por la forzada renuncia días antes, del Gobernador
Biebrich- tuvo como sede el aula magna de la Escuela de Derecho de la
Universidad de Sonora, institución que lo patrocina desde entonces; es
considerado uno de los más importantes eventos culturales en su género a
nivel nacional. El Instituto publica, además de las Memorias del Simpo-
sio, desde 1990, "El Teja bán", un cuaderno en donde dan a conocer sus
trabajos investigadores interesados en la historia regional. Desde el mismo
Instituto partió la idea de establecer la Licenciatura en Historia en la
Universidad de Sonora, la cual cuenta actualmente con tres generaciones de
egresados.

En 1973, fue creado el Centro Regional del Noroeste del Instituto


Nacional de Antropología e Historia, sede del Museo de Sonora, en la antigua
Penitenciaría del Estado. En 1982, nace El Colegio de Sonora, ambas institu-

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XVIII
ciones son piedra angular en todo acontecer científico y cultural y fuente
de donde irradian importantes publicaciones, producto de su calificado
cuerpo de investigadores.

Todo un parteaguas en lo que va del siglo, fue la publicación en 1985,


de la Historia General de Sonora, en cinco tomos. El Ingenier0t Armando
Hopkins Durazo, como Presidente de la Sociedad Sonorense de Historia,
A. C., coordinó a las cinco instituciones participantes: Instituto de
Antropología e Historia (Tomos I y IV), Universidad Nacional Autónoma de
México, por conducto de su Instituto de Investigaciones Históricas
(Tomo 11, reeditado), Universidad de Sonora (Tomo 111)y El Colegio de So-
nora (Tomo V, reeditado). La obra compendia los sucesos en Sonora desde la
época prehispánica hasta los años ochenta del presente siglo. Este acierto se
debe al impulso del Dr. Samuel Ocaña García, Gobernador del. Estado de
Sonora (1979-1985), publicando más de 50 obras históricas y constituye un
esfuerzo editorial muy importante.

Merece especial mención la publicación de Sonora: textos de su


Historia, en tres tomos y Sonora, una Historia compartida, en un volumen, en
donde el Gobierno del Estado de Sonora, con el Ingeniero Rodolfo Félix Valdés
al frente (1985-1991), unió esfuerzos con el Instituto de Investigaciones Dr.
José María Luis Mora. Como compilador de los tres primeros tomos fungió
Mario Cuevas Arámburo de la Universidad de Sonora y en el cuarto
trabajaron los propios autores, Cynthia Radding de Murrieta y Juan José
Gracida Romo del Centro Regional Sonora-INAH.

Atlas de Sonora de Julio Montané Martí y Pablo Abril, con el


patrocinio del Gobierno del Estado de Sonora (1991-1997), encabezado por
el Lic. Manlio Fabio Beltrones R., editado en 1993, a través del Instituto
Sonorense de Cultura, es el único en su género, a la fecha, en la historiografía
son orense.

Es así, como hemos hecho un recorrido en donde asentamos los


diversos momentos que consideramos sustantivos en el desarrollo y
consolidación del estudio de la historia regional y que de un modo u otro,
fueron producto de la edición de la obra de Claudio Dabdoub en 1964.

XIX
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111. Panorama de la obra.

Claudio Dabdoub trata la descripción geográfica de la página


5 a la 7; ésta gira en torno a la situación primitiva de la región. Dice: "El
Valle del Yaqui es la gran extensión de terreno que, formando parte de la
cuenca del río del mismo nombre, se encuentra en la parte baja de éste, en el
sur de Sonora. Las últimas estribaciones de la Sierra Madre Occidental lo
circundan por el oriente y, casi en su totalidad por el norte. Por el sureste,
el Valle se extiende hasta confundirse con el del río Mayo y, por el oeste
y suroeste, lo limitan las calcinadas playas del Golfo de California 11 •

En el libro poco a poco se va reflejando la ocupación humana y,


en especial, la construcción de las tres presas del período poscardenista: La
Angostura o Lázaro Cárdenas (1941)., El Oviáchic o Alvaro Obregón (1952)
y El Novillo o Plutarco Elías Calles (1964).

Una segunda descripción del valle geográfico nos la da en su obra


Apología de/Valle delYaqui, de sus pioneros y de su creador, editada en Ciudad
Obregón en 1993. En su página 3, dice: 11 ••• es una enorme extensión de terreno
estimada en algo más de 400,000 hectáreas que forman parte de la cuenca
del río del mismo nombre ... El río entra al Valle con dirección norte-sur,
desviándose de inmediato hacia el poniente en una gran curva que al
aproximarse a las playas del mar de Cortés toma rumbo noroeste hasta su
desemboque. Esta curva, como ya se hizo ver, parte al Valle en dos grandes
sectores: el de su margen derecha que comprende las tierras de la Tribu Yaqui
y cuya área de riego forma el Distrito de Riego No. 18 con una superficie
de cultivo de alrededor de 23,500 hectáreas; y el sector de su margen izquier-
da con un área de cultivo de 218,000 de un total de 233,000 que comprende
el Distrito No. 41. .. 11 •

En la página 1 de la misma obra dice: " ...es muy frecuente que al


hablar del VALLE DEL YAQUI se piense en el Municipio de Cajeme como
una misma cosa, siendo que el Valle comprende partes de los municipios
de Cajeme, Bácum, Guaymas, Navojoa y Etchojoa 11 •

En su Historia de El Valle del Yaqui, afirma en las páginas 7-11,


que poco se sabe de los Yaquis antes de la llegada de los españoles y uti-
liza como fuente principal la obra del misionero jesuita Andrés Pérez de Ribas.
Los describe, así como parte de sus costumbres. Trata la conquista y
colonización española (pp. 11-107) hasta la expulsión de los misioneros

XX
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jesuitas en 1767; sobresale la llegada a Pótlm, en 1769, del sacerdote Fran-
cisco Joaquín Valdez, quien realiza una extraordinaria labor industrial
durante 23 años.

Las fuentes del autor son, además de Pérez de Ribas, Baltazar de


Obregón, Roberto Acosta, Laureano Calvo Berber, Eduardo W. Villa, Gerard
Decorme, Miguel Venegas, Francisco del Paso y Troncoso, Francisco
R. Almada y Fortunato Hernández

Menciona (pp. 108-111) la precaria situación de los Yaquis en los


inicios del México Independiente; situación que provocó que Juan Igna-
cio Jusacamea, llamado por su gente Juan Banderas por el estandarte de la
Virgen de Guadalupe, en 1825-6 y 1832, se lanzara a la lucha, confederado
con los Mayos y algunos jefes Opatas, buscando la autonomía.

Los Yaquis y Mayos han tenido siempre el " ... PRIVILEGIO DE


SEGUIR VIVIENDO CON SUJECION A LEYES PROPIAS ... " (pp. 110).
Lo anterior nos recuerda su postura tradicional. Las fuentes consultadas
fueron Francisco del Paso y Troncoso y Fortunato Hernández.

En las páginas 111-115 habla de los Yaquis como árbitros de los


conflictos entre los políticos sonorenses Manuel María Gándara (centralista)
y José Urrea (federalista) a partir de 1838. De igual manera, liberales y
republicanos contra conservadores e imperialistas se disputan su apoyo.Aquí
se basa en Laureano Calvo Berber y Francisco del Paso y Troncoso.

La época de los caudillos guerreros José María Leyva Cajeme y


Juan Maldonado Tetabiate, el principio y el fin de la hegemonía del cau-
dillo liberal General Ignacio Pesqueira, así como el porfiriato en su auge
y decadencia, los trata en las páginas 115-158, apoyándose en Francisco del
Paso y Troncoso, Fortunato Hernández, Laureano Calvo Berber, Eduardo
W. Villa y Federico García y Alva.

Los Yaquis en la Revolución Mexicana actuaron basados en la


proclamación de su derecho a las tierras de sus mayores. Se destacan los
nombres de varios jefes Yaquis, así como los de más de 3,000 individuos
de tropa del ejército constitucionalista. Lo anterior es tratado en las páginas
158-218 de su trabajo, apoyándose en Alvaro Obregón, Juan Barragán
Rodríguez, el Archivo Casasola, Matías Méndez (entrevista), General Marcelo
Zavala, Jesús lbarra (inédito), breves pasajes de Martín Luis Guzmán,
Gregorio López Fuentes y Mariano Azuela.

XXI
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De 1920, del Plan de Agua Prieta hasta el cardenismo, lo aborda en
las páginas 218-222, mencionando que el período de 1920-1929 ha sido el más
próspero de los Yaquis desde la época de los jesuitas. Se a poya en el Gene-
ral Marcelo Zavala y Santiago García (entrevista).

El autor trata el período cardenista (pp. 222-235) y le abona al go-


bierno federal su nueva actitud ante el problema del Yaqui, ya que a partir
de enero de 1930 inicia una labor de acercamiento con la tribu, induciéndo-
los a bajar del nacatete y regresar a sus pueblos. Reconoce que, aunque no
comparte la ideología del Presidente Lázaro Cárdenas, con toda honestidad
le da crédito a su política humanitaria. Por sentencia de 1937, el gobierno
federal les reconoce la propiedad de 400,000 hectáreas y para la irrigación de
todas las tierras laborables se acuerda darles agua de la nueva presa La An-
gostura. Para este período se basa, principalmente, en la obra Las Tribus
Yaquis de Sonora: su cultura y anhelada autodetenninación (1940) de Al-
fonso Fabila.

Nos habla (pp. 236-250), de la Tribu Yaqui en 1961. Cabe referir


aquí la anécdota de que en 1939, vino el Presidente Cárdenas y en una
- asamblea en Vícam con los ocho gobernador~s, el más viejo, que hablaba por
todos los demás, usaba la expresión: 11 Cuando el gobierno fue derrotado" a
lo que Cárdenas dijo varias veces que el gobierno no había sido derrotado.
El gobernador le respondió: "Mira, Presidente, cuando el gobierno fue
derrotado nos vinieron a pedir la paz ... ". El General respondió: "Bueno, el
gobierno fue derrotado ... sigue pues". Para esta parte el autor se apoyó en
Alfonso Fabila.

Se refiere al nacimiento de El Valle del Yaqui, de la página 250 a la


293, como emporio agrícola y a su creador Carlos Conant Maldonado, quien
obtuvo concesión federal, en 1890, para aprovechar las aguas del río Yaqui.
Avanza 39 kilómetros de canales y quebró en 1902; continuó con su obra y,
finalmente, muere en 1907. Dabdoub dedica su obra a dicho personaje. En
este capítulo se apoya, principalmente, en Francisco del Paso y Troncoso,
Fortunato Hernández, Eduardo W. Villa, Francisco R. Almada, entre otros.

De la página 293 a la 334 el autor nos habla de la economía en Sonora


en 1907; la formación y desempeño de la Compañía Constructora Richardson,
S. A. a partir de 1909, sus grandes proyectos y su mexicanización en 1926, lo
que abrió oportunidades a los colonos mexicanos. Se adelanta en juzgar con
ecuanimidad al porfiriato. Nos presenta al colono alemán Germán Federi-
co Bruss, iniciador de la moderna industrialización en el Valle; las obras del

XXII
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Gobernador Rodolfo Elías Calles y el reparto agrario de 1937. Para esta parte
se apoyó en Federico García y Alva, conversaciones con Gustavo Dingfelder
y descendientes de colonos; diario El Imparcial de Guaymas y otros periódicos
nacionales y extranjeros.

Aborda el autor la Epoca Moderna (1961), páginas 334-353, el


nacimiento de Ciudad Obregón a partir de 1907. Nos dice que el 30 de
noviembre de 1927, se le declara municipio y seis meses después, se le da el
nombre de Ciudad Obregón, por haber sido, precisamente, Alvaro Obregón
quien influyó en la mexicanización del Valle, impulsó la agricultura e indus-
tria y radicó ahí hasta su muerte.

Nos presenta la creación de la Diócesis de Ciudad Obregón, páginas


353-365 y su consumación el 25 de febrero de 1960. Recuerda la fundación
de la primera escuela secundaria en Ciudad Obregón el año de 1936, a
instancias del Club Rotario. El nacimiento del actual Instituto Tecnológico
de Sonora, ITSON, como una iniciativa del Club de Leones. Menciona que en
1926 ó 1927 se publicó en Esperanza el primer periódico del Valle con el
nombre de El Eco del Yaqui. Nos dice también el autor que, según el Cen-
so de 1960, Ciudad Obregón contaba con 62,460 habitantes y describe, ade-
más, la ciudad.

En las páginas 366-390, da una versión de El Valle del Yaqui en 1961.


Asegura que el Distrito de Riego del Valle del Yaqui es reconocido como el
mejor organizado y eficiente del país. Comenta la producción agrícola
y el que los principales cultivos son el trigü y algodón. Habla del Centro de
Investigaciones Agrícolas del Noroeste (CIANO), y de los resultados espe-
rados para elevar los rendimientos de los cultivos.

Afirma que el Valle no ha agotado su máxima posibilidad de desa-


rrollo y que debe pasar a la etapa industrial, ya que existe la infraestructura
necesaria y vislumbra un importante futuro. Destaca el carácter de sus
habitantes, que se ha forjado de aportaciones de diferentes latitudes; gente
de trabajo y ambición, aparentemente envanecida por el éxito, pero capaz de
las más nobles actitudes de generosidad y comprensión humanas.

Es interesante mencionar aquí el hecho de la investigadora francesa


Cécile Gouy-Gilbert, que escribió Una resistencia indígena: Los Yaquis,
1~1-CEMCA, México, 1985. Cuando estuvo en el Yaqui, a principios de los
anos ochenta, se entrevistó con Don Claudio; tuvieron un encuentro agradable

XXIII
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en el que Cécile le manifestó que había consultado su libro en París, de donde
le surgió el interés por conocerlo, el autor le correspondió obsequiándole un
ejemplar.

La obra que ve por segunda vez la luz, hoy en el formato facsimilar


al que optamos por el respetuoso deseo del autor de que su Historia de El
Valle del Yaqui llegue al lector con toda la naturalidad de la primera edi-
ción, además de que por su salud, no hubiera sido posible que la revisara
y comentara. Valga pues, que lo importante es haber recobrado a un Claudio
Dabdoub, en el espacio más largo de su camino, ya que su obra, es a nivel
nacional pionera de las historias regionales.

El Valle del Yaqui sigue conservando los niveles de producción más


importantes del estado, sobre todo en trigo, algodón y maíz. Sin embargo,
Sonora está inmerso dentro de una crisis financiera agropecuaria nacional,
que viene desde la década pasada y sus niveles de cartera vencida son ~os
más altos del país a enero de 1995. De igual manera, se tienen problemas de
abatimiento de los mantos acuíferos en las zonas de bombeo de la Costa
de Hermosillo y Caborca y más de 60,000 hectáreas de terrenos ensalitrados
en el Valle del Yaqui, principalmente.

Los rendimientos este año son buenos; se exportan alrededor de


400,000 toneladas de trigo duro propio para pastas a Italia, España, Grecia,
Sudáfrica, etc., principalmente del Valle del Yaqui, lo que abre una perspectiva
interesante. La exportación de uva de mesa atraviesa su mejor momento con
81,300 toneladas. Y las 67,000 hectáreas sembradas de algodón, principal-
mente en el Yaqui, prometen much<.>, al igual que la produccion hortofrutícola.

Sin embargo, la crisis está ahí y antes de que el problema sea mayor,
obliga a soluciones audaces y viables, como la que ha propuesto el gobernador
Beltrones, de crear un fideicomiso, al que los agricultores y ganaderos
traspasarían sus activos, siguieran trabajándolos y al sanearse sus pasivos se
les devolverían; ello sería con el apoyo del gobierno federal y, sobre todo, con
recursos del Banco Mundial, Banco Interamericano de Desarrollo u otros.

XXIV
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El Lic. Manlio Fabio Beltrones R., Gobernador Constitucional del
Estado de Sonora, además de proponer alternativas de solución a la
problemática de los sonorenses, justiprecia y valida en su exacta dimensión
las obras que honran y proyectan sobre el tiempo, por ello, patrocina la
presente edición.

Lic. José Rómulo Félix Gastélum


Sociedad Sonorense de Historia, A. C.
Verano de 1995.
Hermosillo, Sonora, México.

XXV
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CLAUDIO DABDOUB SICRE

Vaya todo mi agradecimiento al Lic. Manlio Fabio


Beltrones R., Gobernador Constitucional del Estado de Sonora,
por la presentación que hace de mi "Historia de El Valle del
Yaqui" y por las sentidas palabras con las que se expresa
siempre de las cosas de su_tierra. Es para mí, un alto honor que
la obra se incluya en el programa de edición de autores sonoren-
ses que tradicionalmente realizan nuestras autoridades estatales.

Así también, al Lic. José Rómulo Félix Gastélum, mi


reconocimiento por su decidida promoción y coordinación de esta
segunda edición facsimilar.

Ciudad Obregón, Sonora, julio 20 de 1995.

El Autor
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CLAUDIO DABDOUB

HISTORIA

DE

EL VALLE DEL YAQUI

LIBRERIAMANUELPORRUA,S. A.
5 de Mayo 49 México 1, D. F.
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INTRODUCCION

Esta obra es el fruto de dos factores que me han impulsado a empren-


derla: uno de ellos es la necesidad que, cada vez con mayor frecuencia, se
presenta de obtener datos relativos a Ciudad Obregón y al Valle del Yaqui
para fines muy diversos, y que no es posible satisfacer, o se satisface a me-
dias, con errores y lagunas, por falta de fuentes de información debidamente
documentadas y ordenadas.
El otro factor es mi admiración y cariño por esta región llena de
cualidades y características relevantes que le permiten destacar en forma muy
particular dentro del conjunto nacional.
Lo primero es explicable si consideramos que todavía en 1927, cuan-
do, la entonces Comisaría de Cajeme se transformó en Municipio, tendría a lo
sumo 12,000 habitantes ( de los. cuales alrededor de 5,000 radicaban en la cabe-
cera del mismo), quienes nunca alcanzaron a vislumbrar que el Valle del Ya-
qui, y su centro de actividades, Ciudad Obregón, llegarían a tener la impor-
tancia nacional que han logrado, y mucho menos en tan corto tiempo.
Así que nadie se preocupó por recopilar antecedentes y qatos que con el
transcurso del tiempo pudieran constituir, la base para una crónica histórica,
o cuando menos una fuente verídica y ordenada de información.
Aún los archivos del Ayuntamiento local son deficientes para tal ob-
jeto, ya que sólo contienen aquello que, por su índole, tiene relación con
las autoridades; y esto, a partir de fecha muy reciente, 1928, en que se insta-
ló el primer Concejo Municipal.
Ya empeñado en la labor de investigación, frecuentemente se me ha
hecho el comentario siguiente: "Ciudad Obregón no tiene historia; es una po-
blación muy nueva y está apenas en formación; nosotros que estamos vivien-
do en ella, somos los actores de esta obra que el futuro escribirá."
Lejos de desmoralizarme, me he enardecido de entusiasmo porque creo
todo lo contrario. Ciudad Obregón y el Valle del Yaqui sí tienen historia,
y muy bella como ejemplo revelador de las posibilidades realizadoras del
mexicano cuando encuentra ambiente propicio.
¡Valle del Yaqui, Granero de la República! Nacido de la voluntad de un

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sonorense, lactado por un grupo de paisanos suyos, y ahora estimulado en su
vigoroso desarrollo por compatriotas que, venidos de todos los paisajes na-
cionales, se conjugan en este punto geográfico, ha formado un nuevo tipo de
mexicano: Trabajador incansable, plenó de optimismo, impastble a la adver-
sidad, colaborador decidido en el mejoramiento' de su nuevo hogar ciudadano
y generoso para toda obra de bien común.
Creo que si logro hacer de estos apuntes una obra cuyo contenido me-
rezca el interés de los investigadores de nuestra historia regional porque
encuentren en ella veracidad y amplitud de material, satisfaceré una nec~idad
de información que con el transcurso de los años se sentirá con mayor apre-
mio que hoy, pues el futuro les reserva muy halagüeñas perspectivas a esta po-
blación y al Valle, que apenas se encuentran en la primera etapa de su
desarrollo, aún incompleta: la región es esencialmente agrícola, y aunque
se estima que la superficie susceptible de cultivo ya prácticamente toda se en-
cuentra en explotación, la consolidación económica todavía no se ha logrado.
Una vez alcanzado lo anterior, el comercio recibirá nuevo impulso, la
ciudad continuará su desarrollo con rapidez y dentro de normas ajustadas
a un concepto del cual ha carecido: el del arraigo definitivo de sus residentes,
que estimulará el deseo de construir fincas durables y bellas en sustitución
de la mayoría de las actuales típicamente provisionales. El incipiente renglón
industrial de ahora tiene horizontes muy amplios, particularmente en su in-
dustria mediana; y si agregamos a todo esto la trascendencia que para nuestra
región encierra la carretera Mazatlán-Durango y el Ferrocarril Ojinaga-To-
polobampo, que pronto nos harán sentir su influencia, debemos concluir que,
a nuestra vez y como les sucedió a los pioneros del _Valle, tampoco nosotros
le suponemos a esta región el futuro que muy pronto será realidad.·
El haberme esforzado con cariño en algo que pudiera ser útil a nuestra
tierra es el intento de retribución ¿, en último caso, la expresión de agra-
decimiento de quien con fe se arraigó en ella, seducido por su siempre
abierta hospitalidad y encontró amplios horizontes para los vuelos de su juven-
tud, techo para su hogar y fértiles sementeras de amistad para el cultivo •
de sus sentimientos.

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LIMINAR

El hecho de que en el Estado de Sonora sean muy pocas /,as personas


que con método anal,ítico se dedican al estoow de la historia regwnal y
a la investigación de nuestra dinámica soc-ioeconómica, hace que la presente
obra adquiera relieve extraordinario. Su contenido nos demuestra que el autor,
imbuido en un propósito de dar a conocer la evolución histórica del Valle del
Y aqui, puso todo su empeño y medios a su alcance para presentarnos, dentro
de un proceso cronológico, los acóntecimientos que más in/ luyeron en la f or-
mación de una de /,as regwnes agrícouzs más importantes de la República.
En su exposición histórica, el autor se remonta hasta la entrada de los primeros
europeos al río Yaqui, y logra, basado en fuentes documental,e~ insospechables,
darnos un panorama claro y amplio de la conquista material y espiritual
del Val,le mencionado, y de los hechos que se sucedieron en esa región du-
rante la Colonia y la primera etapa del México independiente, para terminar con
una excelente descri¡,ción de la época contemporfÍ,nea, en/ ocando su atención,
en los últimos años, a la fundación y desarrollo de Cizul,ad Obregón.
A lo largo de su crónica, Cl,azul,i,oDabdoub trata de demostrar la moti-
vación de la lucha que, por cuatro siglos, mantuvieron los iridws yaq11,iscontra
la invasión del territorw que secularmente les pertenece. Encuentra qlie la con-
. tienda de los aborígenes descansaba, primordialmente, en su deru.)dado es-
fuerzo de conservar su autodeterminación y la propiedad de sus tierras. Por
otra parte, nos relata cómo los colonizadores blancos y mestizos lograron es-
•tablecerse en sus dominios, a pesar de la marcada oposición de sus moradores
primi,tivos, situación que vino a normalizarse una vez que, dentro de los fueros
de justicia social preconizados por la Revolución Mexicana, se les restituyó
la mayor parte del terrUorio que habitaron en la era precortesiana, y cuya
tenencia les fue reconocida inmediatamente después de la conquista por la mo-
narqufu española.
Es incuestionable que el avance incontenible del progreso y el incremento
demográfico del sur de Sonora habrían de presionar el estado de r-<>Sas que
prevalecía en el Valle del Y aquí, donde los aborígenes mantenían una escasa
población en una superficie de más de un millón de hectáreas de magnífica
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caUdad para la agricultura y la cría de ganados, que los indws, por su raquí-
tica economía y su falta de capacidad técnica, no podían expfott.Jr convenien-
temente. En estas condiciones, la penetración de nuevos y extraños núcleos de
población se imponía de manera irremisible, si se quería acelerar el ritmo de pro-
greso en una región que requería fuertes inyscciones de capital, y la intro-
ducción de la tecnología moderna. Alcanzados estos propósitos, el vigoroso.
contingente de la tribu yaqui vino a sumarse al esfuerzo desplegado por los
gobiernos federal y del Estado y de la iniciativa privada en el desarrollo del
Valle, el cual constituye actualmente uno de los centros de producción agrícola
que es ejemplo de laboriosidad y armonía, y cuya proyección hacia el futuro
promete ser, a la par que su capital,, la industrwsa Ciudad Obregón, una
de las porciones geográficas de México más desarrolladas, y donde el himno
al trabajo seguirá siendo norma pujante y orgullo de sus habitantes.

FERNANDO PESQUEIRA.

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 5

CAPITULO 1

DESCRIPCIONGEOGRAFICAY ETNICA
DE EL VALLEDEL YAQUI
Panorama

El espectáculo que el Valle del Yaqui ofrece, observado desde el aire, es


singular en extremo por su cualidad de provocar sentimientos y sugerencias
tan diversos como los temperamentos humanos. Paisaje de múltiples parale-
las entrecruzadas en función de caminos y canales que se prolongan en el
infinito de azules horizontes; cuadrícula cromada por el amarillo-oro de los
trigales, por el café-tierra de las labores en preparación, el verde-bandera de
los alfalfales, los blancos y rojos de las casitas diminutas que recuerdan la pre-
sencia del hombre; expresión dinámica del esfuerzo humano que estimula las
ansias de actividad en los caracteres emprendedQres, despierta la fantasía del
poeta, causa admiración al extranjero y enorgullece al mexicano.
Del triángulo geográfico que da forma al Estado de Sonora, sólo su cateto
oriental fue pintado con el verde-pino de sus montañas, para contrastarlo con
el fondo grisáceo de sus cerros y planicies ralas de arbustos que se extienden
hasta las playas arenosas del Golfo de Cortés. Paisaje que alarga las horas
y adormece el ánimo del viajero insensibilizado por el monótono paso de sus
calurosos kilómetros. ¡Mas de pronto, en el horizonte hay un cambio de
·color! ... el viajero se incorpora en su· asiento, se reanima y, ante la brusca
transformación del panorama que lo ha sorprendido, no puede menos que
admirar el oasis que canta la victoria del hombre sobre el egoísmo de la
naturaleza. j Este inmenso y bello jardín de trigos y algodoneros plantado en
los desiertos de Sonora, es el Valle del Yaqui !

Situación geográfica y característi.cas


anteriores a su transformación en región productiva

El Valle del Yaqui es la gran extensión de terreno que, formando parte


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6 CLAUDIO DABDOUB

de IR cuenca del río del mismo nombre, se encuentra en la parte ha ja de éste,


en el sur de Sonora. Las últimas estribaciones de la Sierra Madre Occidental
lo circundan por el oriente y, casi en su totalidad, por el norte. Por el sur-
este, el Valle se extiende hasta confundirse con el del Mayo, y por el oeste y
suroeste, lo limitan las calcinadas playas del' Golfo de California. Queda
encerrado en el cuadro formado por los paralelos 27°10' y 27°50' latitud·
norte, y los meridianos 109°55' y 110°36' longitud oeste de Greenwich. En
los mapas orográficos del estado de Sonora, en su parte sur y junto a la
costa, el Valle se distingue claramente corno una pequeña porción de color más
claro que el resto, precisamente por su carencia de montañas.
Es curioso, sin embargo, que el río Yaquí no cruce e!,a gran llanura por
su parte media, sino que más bien parece limitarla por el norte mediante una
gran curva que, corriéndose de norte a sur, continúa hacia el oeste, luego al
noroeste y, quebrando al oeste franco, desemboca en el mar.
Originalmente sus aborígenes habitaron y cultivaron, en general, la margen
derecha desde la población de Cócorit hasta la desembocadura del río, por ser
esa zona la mejor bañada por las crecientes del mismo, lo cual no sucede en
la margen izquierda debido a que el terreno es más alto y con un declivf
muy pronunciado hacia el río, dificultando su irrigación. En consecuencia, la
gran llanura que muestran los mapas fue siempre un erial sin más vegetación
que mezquites y cactus (choyas, cinas, echos, pitahayas, etc.).
El río Yaqui es el más caudaloso del estado_ de Sonora. De su naci-
miento al sur de Ciudad Guerrero, Chihuahua, baja en dirección suro~te
entrando a Sonora con el nombre de Aro::; o Papigochic, hasta su confluencia
con el Bavispe, como a 60 kilómetros al norte de Sahuaripa (sobre este último
se encuentra la Pre~a de la Angostura, en el norte del Estado). Ya con el
nombre de Río Yaqui recibe las aguas del Moctezuma, al sur de Suaqui,
cambiando su curso hacia el sur hasta Onavas, para continuar con ligera
inclinación al oeste, la cual se acentúa de Cócorit en adelante para, finalmente,
tomar rumbo noroeste hasta desembocar en el mar dividido en dos brazos,
habiendo descrito la curva antes dicha. Además de los dos mencionados
afluentes tiene otros más, pero de mucha menor importancia.
Su longitud es de 680 kilómetros, característica que juntamente con la
del volumen de sus aguas lo colocan entre los principales del país, estimán-
dose su escurrimiento medio anual, poco antes de entrar al Valle (en Técori),
en alrededor de 2,726 millones de metros cúbicos (período 1929-52). Sin
embargo, en general, no es navegable debido a su pendiente tan pronunciada
y fuerte precipitación de su caudal.
Esta característica era aprovechada por los indígenas para las siembras
de sus terrenos, pues tanto las lluvias de verano como las de invierno producían
fuertes avenidas de agua que al bajar caudalosamente al valle se desbordaban,
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HISTORIA DE EL VALLE DEL y AQUI 7

,mdando grandes extensiones de terrenos que quedaban suficientemente hú-


!dos y abonados para levantar cosechas.
La extensión total del valle se estima en 450,000 hectáreas. Con excep-
5n de los terrenos situados en las vegas del río, el resto son de regular
.lidad ,dada su formación arcillo-limosa muy pobre en humus y deficiente
L nitrógeno, con reacción ligeramente alcalina, contrariamente a la opinión
uy generalizada de que las tierras del Yaqui son muy ricas.
El clima es seco y extremadamente cálido en el verano, alcanzando tem-
:!raturas de 45° centígrados a la sombra (113°F) en los meses de julio,
5osto y septiembre, y frío en diciembre y enero, con temperaturas de -3°C.
- 30°F) en algunas noches de estos meses. Las lluvias son muy escasas y su
recipitación es muy baja, siendo dos las temporadas: la de verano desde
1ediados de julio hasta principios de septiembre, en la que se registran las
1ayores precipitaciones, y la otra que ocurre generalmente en noviembre
diciembre, conocida con el nombre regional de equipatas, con un promedio
.nual de 300 mm, por lo que el riego en esta zona es condición necesaria
,ara obtener producción agrícola. Este riego lo obtenían los indígenas, como
·a se di jo arriba, por el desbordamiento del río.

Sa raza yaqui

El verdadero origen de esta raza es desconocido aún, como lo es el de


todos los aborígenes de América, habiendo varias teorías al respecto.
Se asegura que aproximadamente en el siglq x de nuestra era pasaron
por estas regiones los toltecas en su peregrbación hacia el sur, y que unos
dos siglos después hicieron lo mismo algunas familias de la raza N ahoa o
Azteca, cuya lengua se generalizó a lo largo de su trayecto por la costa del
Pacífico, aunque diferenciándose de una tribu a otra por la influencia de sus
propios dialectos. Esta es la explicación de que en todas las regiones del
noroeste, y casi de toda la República, se encuentre una gran cantidad de
voces nahoas.
Y la existencia en el noroeste de tribus anteriores a las peregrinaciones
de toltecas y nahoas puede ser la explicación de las diferencias, notables
algunas, entre unas tribus y otras pese a Ta similitud de medios-ambientes, y
aún a su vecindad. Diferencias manifestadas en lo físico, en lo intelectual,
en su carácter y en sus costumbres en general.
A juzgar por las actitudes asumidas ante los acontecimientos trascen-
dentes que se le han presentado y por la forma que ha impreso a su des-
envolvimiento histórico, el autor de la presente obra se atreve a considerar
a la tribu yaqui como muy singular, tal vez única en América, de la que los
sonorenses debemos sentirnos orguliosos.

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8 CLAUDIO DABDOUB

Aparentemente es ésta una apreciación exagerada atribuible a un arrebato


de simpatía por dicha raza. Sin embargo, lo relativamente poco que la pre-
sente crónica pueda mostrar respecto a sus cualidades, tal vez confirme el
juicio expuesto.
Al iniciar los españoles la conquista del noroeste, a fines del primer
tercio del siglo XVI, encontraron en el río Yaqui a la tribu más numerosa,
unida y aguerrida; y la única, quizá en todo el Continente, que no mostró
temor ante- aquellos seres diabólicos constituidos por jinete y caballo; no se
amedrentaron ante aquellos extranjeros blancos, barbados y raros por sus
armaduras, ni ante su extraordinaria manifestación de poder al manejar a
vol untad el rayo y el trueno ( como parecía por sus armas de fuego).
De esta tribu, el padre Andrés Pérez de Ribas nos d~ una magnífica
descripción en su Historw de los triunfos de nuestra santa fe entre gentes las
más bárbaras y fieras del Nuevo Orbe * <1 >, de la cual se tomará lo esencial y
algo de su estilo, con objeto de conservar el sabor del relato:
La Nación Yaqui está poblada por alrededor de 30,000 gentes distri-
buidas en unas ochenta rancherías que se extienden a lo largo de su río,
siendo la más numerosa de toda la Provincia de Sinaloa ( que comprendía
a la vertiente del Pacífico desde el río Mocorito, al norte de Culiacán, hasta
Arizona). Son estos indios generalmente de más alta estatura que los de otras
naciones y más bien agestados en hablar alto y con brío, singulares y gran-
demente arrogantes. Han mostrado tener mucha mayor curiosidad que los de
las demás naciones para todo lo que les es novedoso, particularmente con los
Padres, sus vestimentas y sus ceremonias, siendo mucha su facilidad para
aprender todo.
Es tenida por la más valiente, adelantada y belicosa de todas las de la
Provincia, y de la cual decían los castellanos de la escuadra de Nuño de
Guzmán que descubrió estas tierras, que no habían encontrado hasta entonces
indios más alentados y valientes, en el extendido reino de la Nueva España.
El Capitán Diego Martínez de Hurdaide, que entró posteriormente, decía
que no había hallado en las otras muchas naciones con quienes había com-
batido, tal coraje en pelear como el de los hiaquis, pues en los combates n~nca
desmayaban como otras al ver tendidos por el campo los cuerpos muertos de
los suyos, sino que al contrario, enardecidos y haciendo pie sobre los cadá-
veres, enarcaban su~ arcos con más furia diciendo: 'MATA,QUE MUCHOS
SOMOS", sin aflojar un punto en la pelea.
Habitan en aldeas o rancherías no muy distantes unas de otras, bus-

• Las referencias a las fuentes de información aparecen ad final de esta obra, por
numeración progresiva. Igualmente aparece la bibliográfica.

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 9

cando la proximidad de sus sementeras, que procuraban tener cerca de sus


¡casas.
Estas casas las hacen de -varas de monte hincadas en tierra, entretejidas
y atadas con bejucos, que son unas ramas como de zarzaparrilla, muy fuer-
tes y que duran mucho tiempo. Las paredes hechas con esta ramazón las
forran con una torta de barro para que no penetren el sol ni los vientos, .
cubriendo la casa con madera y encima tierra o barro. Las casas tienen al
{rente un portal sobre el que guardan los frutos de sus sementeras, y deba jo
viven y les sirve de sombra. Allí duermen en las noches de calor, usando
por colchón y cama una estera de petates. Cerraduras y llaves, ni las usan
ni las conocen, y lo que es más, sin temor de hurtos se ausentan de sus casas
cubriendo la puerta únicamente con ramas como protección contra los anima-
les. Igual descuido tienen con la semilla que dejan en el campo para la
próxima siembra, dejándola sobre una ramada que cubren con arbustos
espinosos.
Los cultivos que hacen son el maíz, el frijol, la calabaza y otras semillas
de ellos, la planta del mezcal, y el algodón, todos los cuales, menos este último,
emplean para su alimentación. También se alimentan con el fruto del mez-
quite llamado a/,garrovilla (péchitas, es el nombre sonorense), que molidas
y en agua, dan una bebida algo dulce y que es para ellos como el chocolate
para el español (ya en esa época se había extendido por Europa el uso del
chocolate, de origen americano) . De la planta del mezcal hacen miel, vino
y vinagre, aprovechando la penca para sacar hilo y pita, y las puntas para
hacer agujas. Para usar del mezcal como comida cortan la planta con todo
y tronco, echándola a un agujero hecho en la tierra en cuyo fondo ponen
piedras previamente calentad~ con fuego, cubren luego el agujero con ramas,
y éstas con tierra, resultando un horno de fuego manso en el que ·el tronco y
las pencas se asan. De ahí las sacan ya muy blandas y dulces, comiéndolas
como cajeta en conserva. La tuna y la pitahaya, que ae producen abundan-
temente en sus montes, tmbién forman parte de su alimentación.
. Se alimentan también de cacería, que tienen mucha en sus montes, y con
la miel de las abejas. Los que viven en las proximidades del mar se dedican
a la pesca, obteniendo mucha variedad y abundancia de pescados,
En cuanto a su vestido y arreglo, los varones andan desnudos, fuera de
sus gentes principales que -qsan m~ntas de piel de venado, de leones, de tigres,
o de algodón que sus indias saben tejer y labrar muy bien. Ellas se cubren
con tejidos de la corteza y las· hojas del mimbre, que les llegan hasta las
rodillas, labores que saben hacer con tan buena traza que con ellas vienen
a guardar más honestidad que las otras naciones que usan pequeñas mantas
de alg~ón o de pita. También entre las mujeres, igual que entre los hom-
bres, las telas de algodón las usan solamente las más principales.
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10 CLAUDIO DABDOUB

Las mujeres se labran (seguramente significaba pintarse) la barba y


brazos en forma parecida a las moras de Berbería, y los ojos, con alcohol
(sulfuro de plomo), se adornan las orejas con unos lazos de hilo de algodón
a~ul, del que cuelgan algunos dijecillos, y aun los varones •hacen lo mismo,
colgando también de la ternilla de la nariz, "qUe taladran desde niños, unas
pedrezuelas a modo de esmeraldas que ellos estiman mucho. En todo lo demás
son semejantes a las otras naciones de la Provincia.
Entre sus costumbres, y que se observan también en el resto de las
naciones de la Costa, es muy común la embriaguez, pero no en forma indivi-
dual, sino general en toda la ranchería o pueblo para celebrar sus fiéstas y
grandes acontecimientos. El vino lo hacen de tunas, del fruto del mezquite,
del mezcal y de otras varias plantas, según la temporada; pero el que más
estiman es el que hacen de miel. Fiestas que cuando son para iniciar una
guerra o celebrar una victoria, amenizan al son de grandes tambores que se
oyen a una distancia hasta de una legua. Para celebrar sus victorias hacen
borrachera general con gran baile en el que exhiben sobre una asta clavada
en el centro de la plaza, la cabellera cortada al enemigo, o a alguno de sus
miembros, haciendo gran algazara con sus baldones al enemigo y con sus
cantos de victoria en que refieren los incidentes de la batalla. En estas fiestas
acostumbran mucho brindar con tabaco, el que también ~s regla enviarlo dentro
de unas cañitas a otras naciones cuando las invitan a unírseles en alguna
campaña bélica, cañitas que encendidas producen un humo del que ellos gozan
mucho. Es digno de hacer notar que en sus borracheras no admiten ni mujeres
ni jovencitos.
Entre esta tribu existe la poligamia, pero no en la forma tan exa-
gerada de otras naciones. La virginidad en la novia es muy tomada en con-
sideración, siendo una afrenta para la mujer el perderla antes de casarse.
Notable también es el respeto con que tratan a las mujeres, pudiendo andar
solas en los campos y caminos sin que nadie las ofenda. La antropofagia
o canibalismo no existe, ni tampoco la idolatría, aunque sí tienen supersticio-
nes y hechizos.
Las armas que generalmente usan son arco y flecha, llevando grandes
manojos de ellas en sus carcajes al hombro. Y en cuanto a su forma de go-
bierno, carecen de ella y de leyes precisas dictadas por alguna autoridad. Sus
caciques no lo son por derecho hereditario, sino por designación debida a su
valor como guerreros, a la amplitud de su familia por la cantidad de hijos,
nietos y demás parientes, o por destacar como hechiceros hábiles u oradores
inteligentes y de mucha elocuencia. Pero estos caciques o jefes principales no
están investidos de autoridad soberana, sino que sólo pueden ejercerla para
acordar cuándo han de hacer la guerra o la paz, cosa~ que no hacen si~
contar con su voluntad.
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HISTORIA DE EL VALLE DEL y AQUI 11

Para estos casos, u otros graves para la nación, convocan al pueblo a


una como asamblea nocturna y, sentados los caciques en medio de la plaza,
se levanta uno dr ellos y empieza a hablar en voz alta exponiendo su opinión
con relación al asunto que les preocupa, dando vueltas alrededor de la plaza,
discurso que dura de media hora a una. Cuando termina vuelve a donde
están los demás caciques, es festejado y felicitado y se le brinda una cañita
para fumar. Entonces se levanta otro para hacer igual cosa, y as1 continúan,
en ocasiones, por toda la noche.
Su conducta la norman por las costumbres tradicionales de la tribu, que
observan tan fielmente, sin necesidad de coacción, que entre ellc,s no existe el
robo, la mentira, el asesinato (entre ellos mismos), ni insubordinaciones, vi-
viendo siempre en un ambiente de armonía. Hay entre ellos un gran respeto
por sus mayores, cuya opinión en los problemas de la comunidad no deben
ser discutidas con ellos por los jóvenes.
Se omite la descripción de sus juegos y de sus bailes para no hacer más
extenso el tema, con riesgo de cansar al lector.
En las ci~ncias y en las artes fueron muy pobres las tribus del noroeste,
probablemente por el clima tan agobiante y tl suelo tan árido, además de las
constantes guerras que mantenían unas tribus con otras. Particularmente las que
habitaban en lo que ahora es el Estado de Sonora, siempre tuvieron que de-
fenderse de los ataques de las tribus de Arizona y uevo México, P.ntre las
que destacaban los apaches.
Tal era la nación Yaqui cuando los primeros hombres blancos la co•
noc1eron.

CAPITULO 11

ANTECEDENTES HISTORICOS

El soldado español y el guerrero mexicano

Las primeras noticias que el europeo tuvo • de estos territorios, están


íntimamente ligadas a las expediciones de e~ploración realizadas por los espa-
ñoles inmediatamente después de la conquista del Anáhuac, lo cual hace
necesario referirno~ a ella a fin de enmarcar el descubrimiento del Yaqui en
el ambiente propio de su época, y poder conocer las cualidades físicas, mora-
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12 CLAUDIO DABDOUB

les y espirituales de cada uno de los actores de nuestro drama histórico na-
cional, y regional.
La entrada triunfal de Hernán Cork:.. a la Gran Tenochtitlán el 8 de
noyiembre de 1519, significó la muerte d:.~ ,, J\. <'roso Imperio Azteca, muerte
1

que se transmutaba en vida al dar nacimieulu' a otro reino: el de la Nueva


España, cuyas entrañas mezclarían las sangn·s de dos razas para ofrecer
al mundo una familia humana también nueva: la de la nacionalidad mexicana.
Pero este fenómeno transformador encierra, en su desarrollo, una trage-
dia: El gran Imperio que se extendía desde las costas del Golfo de México
hasta las del Océano Pacífico, y desde el norte del Estado de Michoacán
(entonces reino) hasta las proximidades de la frontera con Guatemala, domi-
nado por una raza fuente y guerrera, fue conquistado por esr;asos seiscientos
cincuenta hombres, en ocho meses.
Este puñado de soldados, ya reducido a alrededor de 400 hon bres por
las pérdidas sufridas en el camino, se posesionó de la capital azteca $Í n desen-
vainar las espadas ni disparar un solo tiro para tomarla. El Emperador
los recibía en los suburbios de la ciudad, y ellos, perplejos, entraban a
Tenochtitlán ha jo el peso tremendo de la tensión nerviosa provocada por
la incertidumbre de si, imprudentemente, estarían metiéndose a una trampa
de la que solamente un milagro les permitiría salir vivos; temores que, por
fortuna para ellos, no se confirmaron.
¡Un imperio grande, rico y poderoso, conquistado por sólo 400 sol-
dados!
El suceso, juzgado a primera impresión, puede atribuirse a cobardía o
a espíritu de sumisión de parte de los aborígenes. Pero ahondando en el tema
pueden encontrarse dos factores esenciales que influyeron favorablemente sobre
los conquistadores, y dos factores que afectaron negativamente a los aztecas.
En la época en que se desarrollaban estos acontecimientos, los españoles
eran soldados de un reino que se encontraba en el umbral de un futuro
radiante. Por su propio esfuerzo acababan de recobrar su independencia
después de ochocientos años de dominación árabe, convirtiéndose en protago-
nistas del derrumbe de uno de los imperios más poderosos hasta entonces co-
nocidos. Y mientras el nuevo reino español se integraba y consolidaba, si-
multáneamente se extendía por el orbe con tal fuerza, que ya figuraba en
los primeros planos entre las naciones europeas. Estos fenómenos históricos
dan por resultado psicológico en Tos pueblos hacerlos poseedores de un com-
plejo moral elevadísimo, manifestado en una gran confianza de su val,er
como naciones y en su capacidad para realizar, con éxito, todo proyecto que
los entusiasme.
El acendrado catolicismo del español fortalecía su espíritu para las ma-
yores empresas y lo protegía contra el desaliento de los infortunios.
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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 13

El otro factor positivo, en el campo de los españoles, fue el haber tenido


por capitán a Hernán Cortés, cuya extraordinaria personalidad como con-
quistador lo coloca, sin mengua alguna, entre los más destacados de la His-
toria Universal. Si se juzga que su triunfo sobre los mexicanos se debió
particularmente a la superioridad de sus armas y a la sorpresa que éstas
les causaron, debemos considerar que también abatieron a sus propios com-
patriotas, aún mejor armados y numéricamente superiores, lo cual prueba
1a extraordinaria capacidad militar de Cortés.
Con respecto a los factores adversos para los aztecas, el primero fue
el odio que les tenían los pueblos dominados por ellos, y que el conquistador
supo capitalizar hábilmente en su favor. •
El segundo factor fue psicológico, también en los aztecas, pero en sen-
tido negativo: sus dioses les tenían anunciada la venida de unos hombres
blancos y barbados, iguales a Quetzalcóatl, que aparecerían por el oriente y
acabarían con su imperio y con su religión, profecía cuyo cumplimiento temían
desde mucho tiempo atrás. Así que la llegada de los españoles por el oriente,
y la coincidencia de sus características con las de los hombres anunciados,
abatieron por completo la moral de los aztecas. Y si a esto agregamos
la presencia de seres para ellos desconocidos (en nuestro Continente no se
conocía el caballo), el uso de las armas de fuego, y el ver que en las conta-
das batallas que los indios les presentaron al iniciarse la conquista no sufrían
daño alguno los invasores, debemos considerar la confusión de los indígenas.
En un momento dado, son más poderosos ~os factores psicológicos que
los mejores armamentos, porque antes que los elementos al servicio del hom-
bre, está el a]ma que los ha de mover.

Primeras exploraciones de Cortés

En cuanto Hernán Cortés vio logrado su más anhelado sueño al pose-


.sionarse, la primera vez, <le la gran Tenochtitlán, procedió a investigar con
Moctezuma por los lugares de donde procedían el oro y demás riquezas con que
venían a obsequiarlo sus tributarios, con el propósito de mandar a reconocer
esas regiones.
A Gonzalo de Umbría, acompañado únicamente de dos soldados mineros,
lo mandó a las costas del Océano Pacífico a explorar la Provincia de Zacatula
(hoy Puerto de Zacatula, en Guerrero), y al capit~n Pizarra, con cuatro
soldados, lo mandó a la Provincia de Tuxtepec (en los límites actuales de
Oaxaca y Veracruz) . Además, como en el mapa a colores, hecho en tela,
que Moctezuma le había presentado, vio destacado un río del cual se le
dijo que era muy grande y muy profundo, llamado Coatzacoalcos, mandó al
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14 CLAUDIO DABDOUB

capitán Diego de Ordaz, acompañado por dos soldados, a explorarlo y son-


dearlo para saber si podría ser usado como vía fluvial y establecer un puer-
to en él.
En la relación de estas expediciones se ha rnencio;:iado el número de
soldados que acompañaron a cada capitán, para que se vea el valor tan temera-
rio de que venían poseídos los conquistadores, derivado de la situación co-
mentada en líneas anteriores al buscar una explicación a la asombrosa hazaña
militar de la conquista de México, y para que se vea, también, la habili-
dad de Cortés para imponer el prestigio logrado y explotarlo hasta el máximo,
lo cual le permitía obtener un rendimiento extraordinario de sus muy exiguos
elementos.
El desembarco de Pánfilo de N arváez, enviado de Cuba por Diego de
Velázquez para someter a Cortés, y el incidente del capitán Pedro de Alva-
rado que provocó la rebelión de los mexicanos y la expulsión de -los españoles
de la Capital, epilogada ésta con la memorable Noche Triste, interrumpieron
los trabajos de organización y reconocimiento del nuevo reino.
Sin embargo, en cuanto Hernán Cortés reconquistó la Ciudad de México
el 13 de agosto de 1521, continuó con mayor amplitud sus anteriores pro-
yectos de exploración, mandando nuevamente a sus capitanes por los diversos
rumbos del recién conquisLado Imperio; pero ya no sólo con instrucciones de
reconocerlo, sino también de someter a sus moradores a la soberanía de Sus
Ma jcstades, los Reyes de España, de poblar con españoles las nuevas tierras
y de propagar la religión católica.
Y así, los conquistadores se dispersaron por la Nueva España: unos
bajaron a las costas del Pacífico estableciéndose en Zacatula, en Colima, en
Michoacán, y en Oaxaca. Otros fueron enviados a las costas del Golfo de
México, destinando a una de las expediciones a explorar y ¡-:,oblarla Provincia
del Pánuco, y otros más fueron mandados al Sureste.
Posteriormente ( noviembre de 1523) Cortés mandó a Pedro de Sando-
val a la Conquista de Guatemala; en enero de 1524 salió de San Juan de Ulúa
(Veracruz) Cristóbal de Olid a la conquista de Honduras y las Hibueras; y
fueron tan amplios los alientos del Conquistador, que en diciembre de 1527
despedía de Zihuatanejo, Guerrero, una flota de tres barcos cuyo objetivo
era abrir una ruta marítima por los Mares del Sur, como llamaban al Océano
Pacífico entonces, para darle a España una comunicación a las Islas de la
Especería (Las Molucas}, que eliminara el largo y peligroso camino del Es-
trecho de Magallanes.
Con instrucciones de explorar las costas de la Nueva España sobre
el Mar del Sur, en mayo de 1532 zarparon de Acapulco dos barcos al mando
de Diego Hurtado de Mendoza, de los cuales uno, cuya tripulación se sublevó,
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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 15

terminó su via1e en las costas de Jalisco, abatido por las tormentas. Del
otro, en el cual iba Diego Hurtado de Mendoza, no volvió a saberse.
Una segunda expedición marítima en busca de la capitaneada por Hur-
tado de Mendoza fracasó también, y entonces Cortés resolvió armar una
tercera al mando personal suyo, que se hizo a la vela el 18 de abril de
1535 con 130 soldados de infantería y 40 jinetes y logró arribar a las cos-
tas de la Baja California, que se suponía ser una isla, fundando el Puerto
de Santa Cruz (hoy de La Paz) en mayo 3 de 1535. Los ruegos de su esposa,
con quien acababa de casarse en España, y del Virrey don Antonio de Men-
doza, lo obligaron a regresar, no obstante que su propósito era continuar
hacia lo desconocido en busca de nuevos mundos.
Sin embargo, ya su estrella se ocultaba en el ocaso y sólo alcanzaría a
enviar otra expedición marítima al mando de Ulloa, en el año de 1539,
a explorar detalladamente las costas del Golfo de California (antes Mar de Cor-
tés) y hacer un mapa del mismo.
La voluntad de este hombre logró, con un puñado de soldados conquis-
tar, explorar y poblar un territorio cuyos _límites comprendían: desde el Pá-
nuco hasta Honduras sobre el Golfo de México y el Atlántico, y desde
el sur de Jalisco hasta el actual San Salvador por el Pacífico, además de ha-
ber descubierto y explorado gran parte de las costas del Mar de Cortés, ra-
zón por la que llevó su nombre hasta época ruuy reciente. Por el norte sus do-
minios incluían al entonces Reino de Michoacán.
A principios de la primavera de 154-0 le fue preciso a Cortés ir nue-
vamente a España, en donde su alma lo abandonó el 2 de diciembre de 154 7.

Primeros descubrimientos en el noroeste

Los trabajos de exploración emprendidos por Cortés con actividad ex-


traordinaria después de la conquista definitiYa del Anáhuac, perdieron impulso
a los escasos dos años y medio de su iniciación, frenados por el egoísmo
y las envidias de quienes luchaban por desplazarlo del mando y usufructo
d,e las riquezas del imperio por él conquistado.
Con la expedición a Honduras se cierra el primer período de los descu-
brimientos terrestres en la Nueva España. El Conquistador se vio constreñido,
posteriormente, a reducir sus anhelos de encontrar nuevas tierras sólo a las
que pudieran resultar de las exploraciones marítimas, que, a su costa, llevaría
a cabo. Y fueron éstas las que, corno fruto, agregaron al mapa del nuevo reino
el apéndice de la Baja California y el Golfo de Cortés.
Sólo podernos mencionar, como excepción a este receso en los descu-
brimientos por tierra, los realizados por Nuño Beltrán de Guzmán en el Noro-
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16 CLAUDIO DABDOUB

este, emprendidos, no por el deseo de servir a su Patria y a su Dios, sino


con el propósito de eludir los castigos a que se hizo acreedor por su indig-
nante actuación como Presidente de la Primera Audiencia (la cual acababa de
ser substituida por la Segunda Audiencia) y por temor a Co,tés, que regre-
saba de su primer viaje a la metrópoli Imperial confirmado en su nombramiento
de Capitán General de la Nueva España.
En diciembre de 1529, o sean seis años después de la última expedición
terrestre despachada por Cortés, Nuño de Guzmán salió de la Ciudad de
México a descubrir las tierras que se suponía debían existir, a partir de los lí-
mites septentrionales de Michoacán y Colima, hasta el paralelo 40 (casi en
el extremo Norte del hoy Estado de California, EE.UU.). Para esta empresa,
Nuño de Guzmán proyectó seguir la Costa del Pacífico hasta llegar al pa-
ralelo citado y de ahí seguir hacia el Oriente para entrar, por ese rumbo,
a la Provincia del Pánuco, sobre el Golfo de México, de la cual continuaba
siendo Gobernador. (La extensión y forma del Continente Americano eran des-
conocidas en esa época.)
En la historia de la conquista de México no hay capitán que supere
a éste a quien nos estamos refiriendo, como codicioso, cruel y sanguinario,
Iniciada su expedición en México, llegó al Reino de Michoacán, que en
sus extremos Norte y Poniente marcaba los límites entre el área ya sometida
al dominio español y el mundo en absoluto desconocido para la raza blan-
ca, tanto que se suponía ser parte o, cuando menos, estar comunicado con
la China.
Parecía que este émufo de Atila sólo esperaba llegar al citado reino
para dar rienda suelta a sus diabólicos instintos, principiando por aprehen-
der al Monarca purépecha Caltzontzi para exigirle la entrega de sus supues-
tos tesoros. Lo que este Rey entregó le pareció muy poco a Nuño de Guzmán,
por lo que lo sometió a tormento, lo mandó arrastrar por las calles de
Conguripo atado a la cola de un caballo y, finalmente, todavía con vida, fue
amarrado a un palo y quemado con leña. Sus cenizas fueron echadas al río
para hacer desaparecer toda huella del cadáver.
Haciendo esclavos, quemando pueblos y atormentando hasta a sus propios
capitanes, dejó la nación purépecha para descubrir, asolando con igual en-
sañamiento, lo que después serían Xalisco, Nayarit (El Nayar, originalmente)
y Sinaloa hasta el Río H umaya, por cuyas vegas subió a las cumbres de la
Sierra Madre al encuentro de su maestre de Campo, Capitán Gonzalo López.
Había enviado a este Capitán a buscar una salida hacia el Norte del Río
Humaya, por las estribaciones de la gran Cordillera, quien logró llegar hasta un
río que lleva su curso al Norte, y que según el historiador sinaloense Lic. don
Eustaquio Buelna, no puede ser otro que el Sinaloa, que desde el pueblo
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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 17

de Tecuchiapa, cerca de la línea divisoria con el Estado de Chihuahua, co-


mienza a ..tomar dicha dirección para luego seguir bajando en forma de un arco
inmenso hasta el Golfo de California. 2 De este río se regresó a informar a
don Nuño, quien nuevamente lo comisionó, pero entonces hacia el Oriente,
a buscar comunicación con la Provincia del Pánuco. Después de una ex-
ploración de más de 80 leguas en ida y regreso, en la cual recorrió los ríos
Nazas y Papasquiaro, en Durango, se regresó sin haber encontrado alber-
gues ni mantenimientos.
Simultáneamente con estas expediciones había enviado a otro de sus
capitanes, Lope de Samaniego, a explorar la costa hacia adelante, no habiendo
podido hacerlo ni por la costa ni por la llanuras impedido por los mangla-
res y "arcabucos" (arbustos), optando el Capitán Samaniego por abrirse ca-
mino a lo largo de las faldas de la sierra hasta llegar a un lugar muy po-
blado, a la vera de un gran río que siguieron hacia la costa sin haber logrado
alcanzarla por lo cerrado de la vtgetación; río y poblado que llamaron Pe-
tatlán por sus casas construidas con petates, conociéndose actualmente por Si-
naloa el río de que se trata. Regresaron por la margen derecha hasta muy aden-
tro, por la sierra, y luego hacia el Sur para, finalmente, encontrarse de nuevo
con Nuño de Guzmán en su campamento.
Cuando este conquistador llegó a la Provincia de Culiacán, existía en
ella un pueblo llamado "Colhuacán", que el autorizado historiador sinaloense
ya citado considera como seguro que fue, nada menos, que el antiquísimo
e histórico lugar en que estuvieron largo tiempo los aztecas en una fecha
que se calcula entre los años 1100 a 1200 de nuestra era, durante su peregri•
nación al Sur. Este pueblo fue quemado por las huestes de Guzmán, siguiendo
la costumbre establecida por él mismo. Las investigaciones hechas por el
Lic. Buelna le hacen suponer que este legendario poblado estuvo en donde hoy
sé encuentra Culiacancito; sobre la margen derecha del río Humaya, a tres
leguas de la actual ciudad de Culiacán, y a doce del mar.
En la margen izquierda del río Orabá, como entonces se llamaba el
Culiacán, y frente a la confluencia del Humaya y el Tamazula que lo forman,
Nuño de Guzmán fundó, el 29 de septiembre de 1531, la Villa de San Mi-
guel de Culiacán, hoy Capital del Estado de Sinaloa, después de cuyo acto
se regresó al Sur a continuar sus exploraciones y villanías.
Toda esta región descubierta por el tantas veces mencionado conquis-
tador y que se inicia al Norte de Michoacán, llevó pbr nombre el de Pro-
vincia de la Nueva Galicia, de la cual fue su primer Gobernador el citado
Nuño de Guzmán, que también lo era de la Provincia del Pánuco. Compos-
tela (Nayarit), fundada por él, fue la primera capital de Nueva Galicia, sién-
dolo después Guadalajara.
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CLAUDIO DABDOUB

CAPITULO 111

PROSIGUE LA EXPLORACION DEL NOROESTE

Hacia el Y aquimi

Cuando Nuño Beltrán de Guzmán inició su magno proyecto de descubri-


mientos y conquistas con el propósito, entre otros, de opacar las glorias y
poderíos de Hernán Cortés, esperaba transformar en viva realidad su quimé-
rico sueño de alcanzar el título de Capitán General y Gobernador del reino más
grande y más rico que hasta entonces hubiera conocido el mundo y cuyos lími-
tes serían: El Atlántico por el Oriente, el Pacífico por el Poniente, por
el Sur la Nueva España, y por el Norte alcanzaría, como primera inten-
ción, el paralelo 40.
Sin embargo, ni tenía los alientos suficientes para tamaña empresa, ni la
naturaleza estaba dispuesta a entregársele espontáneamente.
Lo primero queda demostrado con la huida que hacia el Perú hicie-
ron sus gentes que se habían asentado en los pocos lugares que pobló, tam-
bién por lo mermado de su ejército a causa de las deserciones y muertes
sufridas en su trayecto a la Provincia de Culiacán y, S()bre todo, por el abati-
miento moral que sus soldados y sus aliados indígenas demostraban para con-
tinuar la aventura. Todo lo anterior como consecuencia de su conducta torpe y
sanguinaria observada no sólo con los naturales de los lugares que descubría
y con los indios que lo acompañaban, sino también con sus propios capita-
nes y soldados.
Hasta después de transcurridos casi dos años de la exploración hecha por
Nuño de Guzmán y sus capitanes, o sea el 4 de julio de 1533, se empren-
dió una nueva incursión hacia los desconocidos territorios del Norte. En
la citada fecha salió de Culiacán el Capitán Diego de Guzmán (sobrino de don.
Nuño) al frente de un ejército formado por 17 jinetes y unos 33 infantes es-
pañoles <2 a> perfectamente armados y, hombres y caballos, protegidos con

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 19

las acostumbradas armaduras; los acompañaba buen número de guerreros


indígena& y de "tamemes" o indios de carga. Formaba parte del armamento un
cañón chico de campaña.
Su primera jornada fue de 4 leguas hasta un poblado llamado de Los
Guamúchiles, cuya localización se desconoce. <3 > Después de seis jornadas
m~, en las que recorrieron 26 leguas, llegaron a un río que, por su distan-
cia de Culiacán y otras apreciaciones, se supone es el Mocorito, por el cual
otro día bajaron cinco leguas. De este punto~ Diego de Guzmán envió ·ade-
lante a Francisco Velázquez en busca de otro río, quien en tres jornadas
de cuatro leguas cada una se puso en Tamazula, población que aún existe
sobre la margen derecha del Río Petatlán (Sinaloa) y próximo a la costa.
Avisado el jefe de la expedición luego se reunió en este lugar con Velázquez.
Puesto que dos años antes el Capitán Lope de Samaniego ya había re-
corrido el Río Petatlán y tocado el poblado del mismo nombre, los descubri-
mientos del Capitán Diego de Guzmán se iniciarían a partir del mismo, por lo
que, a nombre de Su Majestad, tomó posesión del río, declarándolo así y efec-
tuando la simbólica ceremonia de meterse al agua, beber de ella, sacar su es-
pada y cortar una rama de un árbo l,de todo lo cual hizo al escribano levan-
tar testimonio escrito.
Remontaron este río v luego su afluente d Ocoroni ( que se le· unf\
por la mar gen derecha) por espacio de treinta leguas desde Tamazula; de allá
se retiraron de su curso (probablemente en Y ecorato, sobre la margen derecha
del Ocoroni, al Sureste de El Fuerte) en busca de la Provincia y Río de "Ci-
naloa", que encontraron a las seis leguas de haber dejado el Ocoroni. En es-
ta jornada ·avanzaron más que en las anteriores por haber caminado por tie-
rra llana.
Los cinaloas habitaban la parte alta del Río Fuerte, aguas arriba de
la actual población de este mismo nombre; río que originalmente se llamó
"Cinaloa" en el tramo habitado por los aborígenes del mismo nombre; más aba-
jo era el "Zuaaue", también por razón de su tribu. (Posteriormente, el si-
guiente río al Sur, o sea el Petat1án, recibió el nombre de Sinaloa con el
que lo conocernos actualmente, lo que se ha prestado para producir confusio-
nes entre los historiadores. )
El poblado de los cinaloas se asentaba en la margen izquierda del
río, sobre una elevación del terreno. Al llegar Diego de Guzmán, ya atarde- •
ciendo, mucha gente lo esperaba reunida en una de· las <icasaso "ranchos", co-
mo él las llama; a la vera del camino, entrando el pueblo, estaban tres es•
cuadrones de indígenas, todos callados y en actitud hostil, de lo cual mucho
se admiraron los extranjeros. Sin embargo, éstos venían muy cansados y sm
cabalgaduras sum·amente fatigadas "del gran sol que hacía, porque esta iierra

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20 CLAUDIO DABDOUB

es muy ca]iente", por lo que consideraron prudente no acometerlos, pasando


por en medio de ellos pueblo adentro. Los indios, espantados, huyeron todos
río arriba.
~a particularidad de la llegada a este lugar está en qiue durante todo
el· trayecto~ desde Culiacán, habían encontr-ado abandonados los pueblos,
pues aun en las ocasiones en que caía:r1de sorpresa sobre sus moradores, és-
tos huían al monte horrorizados, o se tirahan al río, por crecido que estuviera,
pero en Cinaloa fue distinto: los indígenas los esperaron con intenciones de
atacarlos.
Debido a las lluvias y a lo crecido del río, los españoles se vieron obli-
gados a permanecer en este pueblo más de cuarenta días, hasta mediados de
septiembre, cuando por medio de balsas pudieron cruzarlo y continuar ádelante.
Aunque los guiaba un indio cinaloa, perdieron el camino a la media
legua; sin embargo~ después de tres jornadas de cuatro leguas cada una,
desde su salida de Cinaloa, llegaron a Teocomo, habiendo encontrado aguajes
en el camino. Este pueblo se encontraba junto a un arroyo grande que nace
de una sierra y que, sin lugar a duda, es el de Alamos (posiblemente a la al-
tura de Bajada o Basivia). De allí tomaron un guía aborigen de Teocomo para
que los llevara al Río y pueblo de Mayomo; el guía les advirtió que no había
camino; pero no obstante, continuaron su marcha haciendo ese día una jor-
nada de cuatro leguas; las dos siguientes jornadas ( una de cuatro leguas y la
otra de cinco), las hicieron sobre terreno algo áspero, por las piedras, no
encontrando aguajes en esta última jornada sino hasta el término de la misma.
La última jornada fue, también, de cinco leguas y sin aguajes hasta el río
( Diego de Guzmán, en su "Relación"). Cayeron por sorpresa sobre los ma-
yones, quienes intentaron hacer resistencia al ataque, optando, finalmente,
por huir. Los aborígenes hechos prisioneros en este pueblo informaron al
Capitán Diego de Guzmán de otro río más grande y de un pueblo que lla-
maban "Nebame", que se encontraba más adelante.
Respecto a la localización exacta del poblado de Mayomo no se tie-
nen noticias; pero el jefe de esta expedición dice en su "Relación", en la
parte relativa a su regreso al río de e~te mismo nombre, que después d~
haber llegado a los esteros que se encuentran en la desembocadura del mismo,
se regresó al pueblo de Mayomo, al que llegó a las dos jornadas de a cuatro
leguas cada una (equivalentes, aproximadamente, a 33 kilómetros). A esto ha-
bría que agregar unos diez kilómetros, en lo que se estima la tierra dejada
al descubierto por el mar en el período transcurrido hasta la fecha, _por lo
que· el poblado de que se trata debe haberse localizado en las proximidades
del actual Tesia, aguas arriba del antiguo Navojoa, que hoy conocemos por·
"Pueblo Viejo".

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 21

Primer extranjero que pisa las márgenes


del Rí.c Y11qui: el capitán Diego de Guzmán

El martes treinta de septiembre y después de ocho días de permanencia


en el río Mayomo, pasaron a su margen derecha en camino a "Nebame" guia-
dos por un indio mayo, habiendo caminado tres jornadas de cuatro leguas ca-
da una, durante las cuales encontraron aguajes; pero en la última de estas
tres el terreno fue más árido y el agua je lo hallaron al final de la misma,
brotando de una peña; la cuarta jornada fue de cinco leguas y en toda ella
no encontraron aguajes, habiendo sido dificultoso el trayecto, a cuyo tér-
mino se mandó gente a caballo en busca de agua. Los indios amigos descu-
brieron una ciénaga a media legua de donde acamparon, y los de a caballo
regresaron ya tarde a informar que el río se encontraba a una legua del
campamento, y que en la ribera opuesta vieron gente; que tres aborígenes
los persiguieron y les quitaron al guía huraba (nativo de Oraba, o sea Cu-
liacán) con todo y ballesta.
Y fue el día siguiente de estos acontécimientos, 4 de octubre y día de
San Francisco del año de 1533, la fecha en que, por primera vez, el cau-
daloso Río Hiaquimí era conocido y cruzado por los hombres de raza blan-
ca; suceso, al parecer, intrascendente, pero potencial de un futuro doloroso
para la Tribu Yaqui, hasta entonces regia y soberana señora de un país te-
mido y respetado hasta donde, más allá de sus linderos, alcanzaban a escu-
charse los épicos tambores. . . El Capitán Diego de Guzmán, con todo su
campamento, llegó al río mencionado y, después. de cruzarlo, encontró en
su margen derecha una estancia abandonada, con treinta ranchos de petates
( ramadas pequeñas), en donde halló maíz.
De este lugar mandó a tres jinetes en busca de camino, quienes luego
se regresaron para avisarle que había gente. El Capitán avanzó con sus sol-
dados saliendo a una llanura en la que, formando sus escuadrones, lo esta-
ban esperando los yaquimis. En su "Relación", dice Diego de Guzmán que
aún no se encontraba reunida toda la tribu, por hallarse lo más poblado río
ahajo.
El jefe español les requirió de paz por medio de su intérprete "nagua-
tate" (se supone que náhuatl o nahoa, de cuya lengua tienen vocablos todos los
dialectos de las tribus de Sonora, excepto la Seri). A esta petición respon-
dieron los yaquimis que matarían a los invasores y, avanzando algunos de ellos,
soltaron al guía huraba que habían cogido el día anterior, despachándolo
con comida y su hallesta.
( Como el relato del soldado cronista que venía con Guzmán es más am-
plio y descriptivo, de él se tomará la narración del resto de este aconteci-
miento.) <'>
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22 CLAUDIO DABDOUB

Reacción de los Yaquis ante hombres


y armamentos desconocuios

. En seguida, del grupo de indígenas se desprendió uf\o que se distin-


guía por su traje bordado de perlas figurandb venados y pájaros, quien, acer-
cándose al capitán español, se detuvo frente a él, trazó en el suelo una raya
larga con uno de los extremos de su arco, luego, hincándose, la besó; des-
pués de levantarse, le di jo al castellano: "Si pisas esta raya, o la pasas, serán
mHertos todos ustedes." ¡Un reto hecho frente a frente y con la mayor alti-
vez, sin omitir el ceremonial propio de sus costumbres!
Diego de Guzmán, por medio del intérprete, le contestó que él y los
suyos no iban a hacerles mal sino a tenerlos por amigos, que se volviesen a
sus casas y les llevasen provisiones.
El caudillo yaqui no se negó a lo solicitado, pero a condición de que
les permitieran a ellos, los yaquis, amarrar a los invasores y a sus caba-
llos, para cuyo efecto comenzaron a sacar ágilmente unas cuerdas que traían
ceñidas al cuerpo. Ante esta actitud, el capitán de Guzmán optó por recurrir
a las armas, y, al grito de ¡Santiago!, disparó con su cañón de campaña so-
bre el enemigo, trabándose ambos ejércitos en un encarnizado combate hasta
que, finalmente, los aborígenes se dispersaron como consecuencia de los daños
tan grandes que recibieron de la artillería y demás armas de fuego de los ata-
cantes, quienes también se retiraron río arriba, muy dañados, según el cronista
de la 2a. Relación Anónima.
En esta batalla resultaron heridos cinco o seis españoles y doce caballos,
y muerto uno de éstos. Con respecto a las bajas sufridas, tanto por los in-
dígenas que venían con el grupo expedicionario como por los yaquis, parece
que no existen datos, pero deben de haber sido numerosas por ambas par-
tes. Las armas de fuego de los españoles, particularmente la artillería, cau-
saban tremendos destrozos entre los indios enemigos, ya que éstos carecían
de defensa contra ellas. Y se deduce que también los atacantes sufrieron pér-·
didas fuertes, al considerar el hecho de haber salido heridos cinco o seis es-
pañoles a pesar de las m;illas y yelmos con que se protegían, y de haber-
les sido heridos doce caballos, y muerto uno, no obstante el pavor que
la aparición de estos animales desconocidos infundía a los indios de América,
quienes pronto huían ante las acometidas de los jinetes, lo cual no sucedió en·
esta ocasión.
Para poder formarnos un juicio más acertado acerca del ardor de esta ba-
talla y del resultado de la misma, cabe un paralelo con las cuatro magnas y
consecutivas peleas campales entabladas entre Cortés y los tlaxcaltecas acau-
dillados por el sobe1bio Xicoténcatl, únicos guerreros que resueltamente se le
opusieron cuando avanzaba victorioso hacia la Gran Tenochtitlán, y cuya

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 23

hazaña ha sido tan poco jw,tipreciada en nuestra historia patria. En esta oca-
sión, los contingentes de Cortés estaban constituidos por 400 españoles, de los
cuales 16 eran de a caballo, y los tlaxcaltecas se estiman en alrededor de
50,000. De los indios aliados de Cortés no hay datos. Los castellanos per-
dieron 45 hombres, resultaron heridos la mayoría de los soldados y 15 ca-
ballos, y muerta una mula. Todo esto, repetimos, en cuatro batallas.
Diego de Guzmán tuvo seis cristianos y doce caballos heridos, más uno
de éstos muerto, en sólo una batalla que lo obligó a regresar al poblado
que encontró al cruzar el río y a esperar a que se repusieran soldados y ca-
ballos castigados, no obstnnlc haber tenido en su favor el elemento sorpresa.
Puesto que según Guzmán. no se en~ontraba reunida toda la tribu, los guerre-
ros de ésta no pueden haber sido más de 2,000. (De aproximadamente 30,000
miembros de la tribu yaqui, puede estimai::se un 20% de guerreros, lo que daría
un total de 6,000 para toda la tribu.)
Si, como es de suponer, se impresionaron los yaquis ante aquellos hom-
bres blancos y barbados, vestidos en forma que ellos nunca habían visto
y entre quienes había gran número de gente montada sobre animales desco-
nocidos, es de admirárseles cómo supieron dominar sus temores y, con gran
valor, hacer frente con toda decisión a aquellos extranjeros. El cronista
mayor de las Indias, Antonio de Herrera, comenta en sus famosas Décadas:
"quedando asombrados los españoles de encontrarse con indios que, como
los yaquis, peleaban tan bien y con tanto valor".
Para hacer una más justa apreciación del carácter de esta raza, con-
viene considerar que a lo largo <le la historia de la conquista de la que
habría de ser la Nueva España, podemos ver en los aborígenes tres actitudes
diferentes ante la aparición de los españoles: la defensiva, la huí da y la
sumisión; esta última seguida, posteriormente, de rebelión. De estas tres acti-
tudes, la más común fue la última, y la más rara, la primera, en la cual
se distinguen muy destacadamente, mencionados por orden cronológico, tabas-
queños, tlaxcaltecas, zapotecos de las sierras y yaquis.
Estas observaciones nos muestran el carácter independiente, resuelto y va-
liente de la tribu Yaqui.

Los pueblos de Y aquimi y N ebame

Tanto Diego de Guzmán como e] que se supone autor de la 2a. Relación


Anónima, Jorge Robledo, ~oldado del primero y comisionado por él en to-
das las ocasiones en que se hacía necesario buscar camino, llaman "YAQUIMI"
al primer poblado que encontraron sobre el río del mismo nombre, asen-
tado en la margen derecha, y al cual regresaron para hospedarse durante los
diecisiete días que tardaron en sanaJf sus soldados y caballos heridos.
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24 CLAUDIO DABDOUB

De los prisioneros que los españoles hicieron a los yaquis, no fue posi-
ble obtenP.r la menor información sobre otros ríos o de la tierra adentro,
por lo que el capitán de Guzmán optó por subir el río en busca del poblado
de N ebame de que le habían hablado en el Mayo.
Por la margen derecha caminó dos jornadas de a 4 leguas cada una;
al tercer día pasó a la margen izquieTda, llegando luego a Nebame, en donde
no había casas ni maíz; los moradores habían huí do a la &ierra. Debido a lo
impetuoso de la corriente, el cruce del río tuvieron que hacerlo subiendo a
los peones, o infantes, a las ancas de los caballos, habiéndoseles ahogado
un peón que no quiso montar.
Al otro día, el capitán envió a Robledo, con ocho jinetes más, a bus-
car camino para seguir al norte, y a otros tres jinetes .a que exploraran
río arriba. Estos últimos regresaron luego para informarle que las s1errM
formaban un paso muy angosto que les impidió seguir.
Este dato permite suponer, muy fundadamente, que Nebame te encon-
traba en el lugar llamado T ecori ( entre Buenavista y Cumuripa) muy próximo
al cañón formado por dos cerros cuyas paredes bajan, como cortadas a plomo,
hasta el lecho del río. El cañón, de casi un kilómetro de largo, es muy an-
gosto y por él pasa el río. Estos cerros no pueden subirse a caballo por ser
muy escabrosos, obligando a rodearlos para poder continuar río arriba. Se
explica que los soldados de Diego de Guzmán hayan evitado hacer esta d~-
viación por ignorar cuánto tendrían que rodear, con riesgo de encontrarae con
los temidos yaquis, siendo ellos únicamente tre!.
Hay otra circunstancia que refuerza la suposición de que haya aido
Técori en donde se encontrabtt Nebame y, consecuentemente, el paso ~
cho que impidió a los tres jinetes el paso por el río: Técori es nombre de
origen Pima, y los Nebomes bajos eran un grupo o rama de aquellos, que ocu-
paban la cuenca alta del Río Yaqui formando los pueblos de Cumuripa,
Tónichi, Soyopa, Suaqui Grande, Tecoripa, etc., de donde, por antonomHia,
deben haber llamado Nebame (Nebome) al primer poblado de e!ta tribu
que se encontraba al Norte de los Mayomos. Todavía más, en este pobla.do
lograron los españoles coger una india que, según la "relación" de Diego de
Guzmán, hablaba otra lengua (se deduce que diferente a la de los Yaquis).
Todo lo anterior nos lleva n la conclusión de que si el cañón que
se encuentra en Técori fue el que impidió el paso a los exploradores, en:
tonces Yaquimi debió haber quedado localizado en Limones, según la.s distan-
cias recorridas: de este poblado subieron los castellanos aproximadamente
33 kilómetros, que son el equivalente de 8 leguas hasta donde cruzaron el
río, y de aquí a Nebame llegaron luego, pudiendo estimar lo andado en un09 2
kilómetros, y, de Nehame al cañón también fueron y vinieron luego, pór
lo que podemos considerar que no deben haber andado más de 2 kilómetros

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 25

de ida, dando un total todo el recorrido de alrededor de 37 kilómetros


que, según las tablas del ferrocarril que hacía el servicio por las riberas del
río, es la distancia que hay entre Limones y el cañón. (Estas tablas dicen:
"Estación Limones a Estación Tubaca: 36 Kmts.", y de aquí al cañón se es-·
timan otros 2 Kmts.)
(A fines de 1906 se amplió este paso con dinamita para tender la vía del
ferrocarril a Tónichi y Cananea. Posteriormente, la Cía. Constructora Richard-
son, que manejaba el agua del Río Yaqui para su venta, tendió de uno a
otro cerro un cable del cual pendían los aparatos de medición del agua, por
haber encontrado magníficamente adecuados este paso y los dos cerros para ta\.
objeto. Toda esta descripción de Técori le· fue referida al autor por re-
sidentes de Buenavista y Cumuripa, de edad muy avanzada, entre ellos don
Jesús Saavedra, que vive actualmente en la Colonia Cumuripa, de Cd. Obre-
gón. Buenavista, Técori y Cumuripa se encuentran ahora bajo las aguas
de la Presa Alvaro Obregón.)

Regreso a Culiacán

Robledo y sus compañeros regresaron el mismo día que habían salido,


informando al capitán que no habían hallado camino ni manera de poder pasar.
En tal virtud, Diego de Guzmán optó por regresarse al pueblo de Yaquimi,
y habiendo pasado el río dos leguas aba jo, mandó a Robledo hacia la costa
acompañado de ocho jinetes más, en busca de camino, pues los indios no le
daban noticias ni de más ríos ni de otras tierras: (El Y aqui se ha caracte-
rizado por su hermetismo.)
A los seis días regresó el grupo explorador informando haber llegado
a "unos anegadizos en la mar" y que había muchos manglares que impe-
dían seguir, "por donde vi claramente la vuelta que hacía por la mar aden-
tro" dice Robledo, refiriéndose. seguramente, a una amplia curva que hacía
el Y a qui al llegar al mar. Y sigue diciendo el mismo Robledo que, en vista
d_e no haber encontrado camino por la costa. y considerando muy riesgoso
pasar por las cordilleras (del Bacatete, indudablemente), por ser pocos, como
eran, y además en extremo árida la tierra, acordaron volverse a Culiacán.
Esta relación reafirmtt la suposición de que el poblado de Yaquimí
debe haberse encontrado en donde ahora es Limones, puesto que después de
haber dejado este poblado dos leguas atrás, hicieron tres jornadas para llegar
a la costa ( en realidad, a la playa) ; aun no teniendo q~e esperar a los de a
pie, no podían ser jornadas mayores de 5 ó 6 leguas, porque caminaban
por arboledas, y, cuando se aproximaban a los poblados de los yaquis, se
metían por montes de mezquites para evitar un encuentro con los aborígenes;
consecuentemente, puede estimarse que no anduvieron más de 70 kilómetros
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26 CLAUDIO DABDOUB

de Yaquimí al mar, más unos 10 que se estima haya bajado éste, nos da la
distancia aproximada que a lo largo del río hay hasta Limones.
A las seis leguas de haber partido del Río Y a qui, de regreso para
Culiacán, llegaron al agua je que brotaba de una peña; en dos jornadas más,
con total de trece leguas, llegaron al Mayo y siguieron río abajo como diez
leguas más en los tres siguientes días, hasta llegar a los esteros, lo cual
quiere decir que de regreso del Y a.qui tocaron este río como a doce leguas
costa arriba, probablemente entre Camoa y Conicarit.
Por la descripción que hace del terreno Diego de Guzmán, las distan-·
cías recorridas del río Mayo al Y aqui y los puntos tocados, puede asegurarse
que la ruta que siguió cuando iba en busca del Y a qui, debe de haberla hecho
partiendo de los alrededores de Tesia hacia el Norte franco, hasta encontrar
el arroyo del Cocoraque en Cabora y, subiendo por el afluente del mismo,
faldeó el grupo de cerritos que se encuentran entre este arroyo y el río Y aqui,
al Sureste de la hoy Ciudad Obregón.:,
Desde el punto denominado El Volador
se acabaron los aguajes hasta el río, al qué llegó a través del paso formado
por las faldas de los cerros al juntarse, que lo llevaron a lo que suponemos
fue Y aquimí. Parece que a su regreso al Mayo se separó ligeramente hacia el
Oriente de su ruta anterior y por eso llegó al citado río un poco arriba del
punto de partida.
Del poblado de Mayomo siguieron al arroyo de Teocomo ( que como di-
jimos anteriormente, se supone ser el de Alamos), el cual siguieron hacia la
costa, o sea que continuaron por el de El Fuerte, encontrando, en un po-
blado que estaba junto al mar, un pedazo de paño azul en poder de los indios,
y una sarta de clavos de cintas en el brazo de una india. Sacaron en claro los
castellanos "que el pedazo de pañc correspondía a otro mayor que se ha-
bían llevado otros indios, perteneciente a unos cristianos que habían lle-
gado por el mar en una casa de madera; que a cinco jornadas de allí había
un pueblo llamado Crumeme en donde los indígenas habían matado a quince
cristianos mientras dormían, quedándose con sus armas y ropas".
Del Río Fuerte continuó la expedición al Petatlán ( ahora Sinaloa), pa-
sándolo media legua abajo de la confluencia del Ocoroni, y a los dos días
si¡;uientes lleP-Ó a Tamazula P.n <lon<le volvieron a darles noticias de Cru-
meme, "que quedaba a dos jornadas de ahí". Diego de Guzmán continuó
con su gente río aba jo re~ibiendo confirmación de lo de Crumeme, dicién-
dosele también que en dicho poblado se había quebrado "la casa". A la jor-
nada siguiente llegó al pueblo buscado, en donde sólo había ocho ranchos
(casas), hallando en poder de una india vieja unas sartas de clavos de las
cintas de los cristianos.
Después de muchos días de caminar en distintas direcciones en busca
de mayores indicios, llegó fi:nalmente a Culiacán el 30 de diciembre de 1533.

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HISTORIA DE EL VALLE DEL y AQUI 27

Se ha aclarado que los cristianos muertos en Crumeme, y el barco


destrozado, corresponden al enviado por Hernán Cortés en 1532 al mando
de Diego Hurtado de Mendoza a explorar el Mar del Sur, y de los cuales el
Conquistador nunca volvió a saber.
Correspondió al capitán Diego de Guzmán ser el descubri_dor de la ex-
tensa región comprendida entre los ríos Mocorito y Yaqui, conocida poste-
riormente por Provincia de Sinaloa, y abrir los caminos por donde, muy
lentamente, habría de penetrar al noroeste· la cultura occidental; pues si
es cierto que ya el capitán Lope de Samaniego había incursionado hasta el
Petatlán (hoy río de Sinaloa), fue el capitán Diego de Guzmán quien no
solamente se internó mucho más al Norte, sino que lo hizo abriendo dos rutas,
una próxima a la costa y la otra por las faldas de la Sierra Madre, entre-
lanzándolas en su minucioso recorrido. Su experiencia con la Tribu Yaqui
ahorró mucha sangre a las armas españolas que, en posteriores expediciones,
que fueron contadas, prefirieron rodear por las estribaciones de la sierra
evitando el contacto con la aguerrida raza del Y aquimí.

CAPITULO IV

EL YAQUI AL MARGEN DE 32 AAOS DE ACONTECIMIENTOS


Y EXPLORACIONES EN EL NOROESTE

Tránsito de Alvar Núñez Cabeza de Vaca

Tres años después de la entrada del capitán Diego de Guzmán hasta el


•Río Yaqui, en su proyectada incursión de d~ubrimiento y conquista de
los territorios que pudiera haber al norte de lo hasta entonces conocido, un acon-
tecimiento conmovió, hasta el asombro, a toda la Nueva España, trascen-
diendo a la Península Ibérica: Alvar Núñez Cabeza de Vaca, Andrés Doran-
tes, Alonso del Castillo Maldonado y el Negro Estebanico, cuatro supervivientes
de la malograda expedición de Pánfilo de Narváez a la Florida, fueron los pro-
tagonistas de una hazaña que parece leyenda: ..._
Caminando a pie por lagunas fangosas, profundos esteros rodeados de
manglares, extensos desiertos, ríos caudalosos, acantiladas montañas e inter-
minables llanuras, entre tribus de indios completamente salvajes que, atribu-
yéndoles poderes 80hre-naturales, los protegían y recomendaban de una tribu
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28 CLAUDIO DABDOUB

a otra, cruzaron todo el Continente Americano desde Tampa, Florida, hasta


las costas sonorenses sobre el Golfo de California, en un sinuoso recorrido
de alrededor de 8,000 kilómetros, durante ocho largos años, hasta encontrar
hombres blancos en el Río Petatlán, conocido actualmente comq.el Sinaloa.
• Las noticias que trajeron de haber pasadQ por territorios riquísimos en
oro, plata, cobre, hierro, esmeraldas, turquesas y perlas, con tierras magnífi-_
cas para la agricultura y la ganadería, inflamaron la imaginación de los es-
pañoles con· fantásticos sueños de aventuras extraordinarias y enriquecimientos
fabulosos, propios de la época que estaban viviendo: en vertiginosa secuencia,
Europa había descubierto nuevas rutas oceánicas, mundos insospechados, in-
mensas riquezas en el Imperio Azteca, minas fabulosas de oro y plata en
la región de los Incas, y, ahora, ilimitadas tierras que prom~tían lo mismo
o más que las anteriores, particularmente los Reinos de Cíbola y Quivira,
tan ponderados por Alvar Núñez y sus compañeros.
Existen diferentes hipótesis sobre el trayecto seguido por estos cuatro su-
pervivientes, pero la más acorde con la descripción que de su vida hizo Ca-
beza de Vaca, particularmente con relación al tramo Sonora-Sinaloa, es la
que supone su recorrido de Norte a Sur por dicha región. Otra hipótesis esta-
blece su trayectoria a través del Estado de Chihuahua, la Sierra Madre Occi-
dental y el Sur de Sonora, para continuar hasta el Río Fuerte, en Sinaloa.
Sin embargo, si se conocen estos dos últimos Estados, tanto geográfica
como entológicamente y si se analiza con detenimiento la citada descripción,
se concluye que a Sonora deben haber entrado por el Norte recorriendo el De-
sierto de Altar, hasta el Valle de Hermosillo, en donde sus guías y protectores
los entregaron a los seris, quienes síendo enemigos acérrimos de los yaquis,
optaron por llevar a los peregrinos hacia el Oriente, hasta uno de los po-
blados de la tribu más próxima, posiblemente la de los ópatas; poblado que
Cabeza de Vaca designó con el nombre de Puebl,o de Corazones porque ahí
Tes obsequiaron con más de 600 corazones de venados, "de que tenían mu-
cha abundancia para su mantenimiento". En el apéndice No. 1, al final de
esta obra, su autor expone su hipótesis sobre la ruta probable de Alvar Núñez
Cabeza de Vaca.
El pueblo de Mazatlán --en español : "tierra de venados"-, es el que
mejor coincide con las descripciones que Cabeza de Vaca hace del Puebw
de Corazones, así como la ruta Mazatán-Arroyo y Cañada de Rebeicó-Tónichi
( este último inmediatamente después de cruzar el río Yaqui) es la úa.ica, puede
asegurarse, que pudo haber seguido el grupo, según la descripción hecha
por Cabeza de Vaca. Después de cruzar el Río Yaqui, en su parte alta,
siguieron por hermosos arroyos y valles de las estribaciones de la Sierra,
pasando, no por el Valle del Yaqui ( según asientan algunos historiadores),
sino muy al oriente de él, para tomar, entre los ríos Mayo y Fuerte, según
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HISTORIA DE EL VALLE DEL y AQUI 29

parece, hacia las cimas de la Sierra Madre a donde habían huido los abo-
rígenes ante la persecución de que eran objeto por parte de los españoles
que, por orden de Nuño de Guzmán, los cazaban para venderlos como esclavos.
Desesperado Alvar Núñez Cabeza de Vaca por unirse a sus compatriotas,
logró persuadir a los indios a bajar de las sierras; finalmt.nte, encontró cristia-
nos en el río Sinaloa.
Al hacer el comentario de su ruta y refiriéndose al tramo comprendido
en lo que hoy es el Estado de Sonora, dice: "y por él ( el pueblo de Corazones,
agregado del autor), es la entrada para muchas provincias que están a la Mar
del Sur; y si los que la fueren a buscar POR AQUI NO ENTRASEN, se perde-
rán, porque LA COSTA NO TIENE MAIZ, y comen polvo de bledo y de paja y
de pescado que toman en la mar con balsas ... " Cabeza de Vaca dictó su rela-
ción encontrándose ya en México, por lo que la parte transc1 ita debe interpretar-
se que se refería a entradas de sur a norte; y tubo razón al afirmar que por la
ruta del Pueb'lo de Corazones era el camino indicado, pues se exponía a muchos
riesgos y sufrimientos quien la desechara al caminar por las estribaciones de
esta sierra, que es en extremo fragosa. No habiendo conocido Alvar Núñez
el Valle del Yaqui ni la parte ha ja de su rÍOi tenía que suponer que toda la
costa era idéntica a la que él vio, que indudablemente fue la de la región
de los seris. De todas maneras, durante muchos lustros los yaquis obligaron
a los españoles y demás viajeros a usar la ruta recomendada por Cabeza
de Vaca.

Expl,oración del Río Y aqui que ha permanecido en· el misterio

El período comprendido en todo este capítulo se caracteriza por la


ausencia completa de contacto entre yaquis y españoles, no obstante que
estos últimos anduvieron por toda la región limítrofe con la de la tribu citada
y aún más al norte, y aunque no tocaron el valle ( cuya historia y desen-
volvimiento es el tema de esta obra), se mencionan estas expediciones por
ser reveladoras de la transformación que sufría el ambiente en que siempre
habían vivido los yaquis y del concepto que de ellos tenían los castellanos.
Sin embargo, dentro de esta situación de guerra fría en que se encon-
traban ambas razas, hubo un acontecimiento que ningún cronista ha men-
cionado en sus trabajos históricos, posiblemente por falta de datos precisos
y completos, pero que para el carácter del presente estudio es muy importante
puesto que su objeto es, entre otros, saber quiénes fueroii los primeros euro-
peos que entraron en estos territorios significándose como las avanzadas de su
posterior evolución.
De este hecho tenemos noticias por la tantas veces citada relación de
Alvar Núñez Cabeza de Vaca. Aunque hace mención de él muy a la ligera

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30 CLAUDIO DABDOUB

porque su interés se satisfizo con saber que ya, por fin, se encontraba en
tierras a donde habían llegado otros hombres blancos, después de ocho años
de haber perdido todo contacto con ellos y casi la esperanza de volver a verlos,
sin embargo, los datos aportados son suficientes para esrablecer un hecho
definido.
En el trayecto de los cuatro náufragos hacia el río Y aqui para cruzarlo
(Pág. 63 de Relación de los Naufragios de Alvar Núñez Cabeza de Vaca que
precede a Triunfos de N. Sta. Fe, del P. Ribas), Alonso del Castillo vio al
cuello de un indio una hebilleta de talabarte de espada, y en ella cosido un
clavo de herrar. Muy intrigados los cuatro peregrinos, investigaron por el
origen de estos objetos, logrando saber que habían pertenecido a "unos hom-
bres que traían barbas como nosotros. que habían venido del cielo y llegado
a AQUEL RIO, y que traían caballos y lanzas y espRdas, y que habían
alanceado dos de ellos, y lo más disimuladamente que podimos les pregunta-
mos qué se habían hechos c1quellos hombres. y respondiéronnos que se habían
IDO A LA MAR. y que METIERON SUS LANZAS POR DEBAJO DEL
AGUA, y que ELLOS (los hombres barbados) SE RABIAN TAMBIEN
METIDO POR DEBAJO. y que después los vieron por cima HACIA PUESTA
DEL SOL".
La vnsión dada por Jos indios desecha la suposición de que pudieran
referirse a los soldados de Die~o de Guzmán. puesto que éstos permanecieron
en ]a región casi un mes rehaciéndose de la batalla tenida con los yaquis
y explorando el río: Además, no usaron embarcaciones, que eran desconoci-
das para los indios.
En Tamazula. sobre el río Sinalon. Diego de Guzmán vio en poder de
los indios algunos objetos que no podían ~er sino de europeos, y a su regreso
del Yaqui pudo averiguar que eran <lespojos quitados a unos náufragos que
fueron muertos en dicha región de Tamazula. y que según Francisco de P.
Troncoso <5 > correspondían al navío de Diego Hurtado de Mendoza, integrante
de Ta primera expedición marítima que despachó Cortés en mayo de 1532 y
del cual en ese tiempo no volvió a saberse. En cambio, durante su explora-
ción del río Y aqui en 1533 que Je tomó casi el mes, Diego de Guzmán nada vio, ni
supo. de los hombres mencionados por Cabeza de Vaca, de quienes éste tuvo
noticias a principios de 1536, por lo que no es aventurado suponer que hayan
sido de los 40 jinetes que vinieron con Hernán Cortés en 1535, después del
fracaso de las otras dos expediciones anteriores despachadas por él mismo
a explorar las costas de la Nueva España por la Mar del Sur, y a todas las
cuales se refiere el Capítulo IV de esta obra.
Este -gran conquistador llegó y fundó el Puerto de la Santa Cruz) La
Paz, B. C.) en mayo 3 de! año mencionado, y se regresó hasta después de
la 1legada del virrey don Antonio de Mendoza en septiembre del mismo año.

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 31

período de cinco meses en que según dice Madariaga (GJ refiriéndose a Cortés
y sus marineros: "Con ellos seguía, 3:unque anhelando regresar a la Nueva
España, retenido en Santa Cruz por la esperanza de salvar su fracaso CON
ALGUN DESCUBRIMIENTO MARAVILLOSO corno el de Tenochtitlán ... ",
es decir, haciendo exploraciones, y se explica que Cortés no haga mención de
las tierras del Y aquí puesto que ya se le había adelantado Diego cle Guzmán.
Si investigadores mejor documentados que el autor de la presente confir-
man esta hipótesis, entonces corresponderá a Hernán Cortés, o a sus soldados,
el segundo lugar entre los primeros hombres blancos y harbados que estuvieron
en la región <lel Yaquí.

Fray Marcos de Niza, explorador

Conocida en México la hazaña de los cuatro superv1v1entes del naufragio


de Pánfilo de Narváez en La Florida, el virrey don Antonio de Mendoza,
contagiado del ambiente enfebrecido que se apoderó no sólo del virreinato
sino también de España y Portugal, resolvió aprovechar tan magnífica opor-
tunidad para adquirir fama, riquezn.s y el privilegio de agregar nuevos reinos
a la Corona Española. Designó a Fray Narcos de Niza para que explorara
detenidamente las tierras descritas por Alvar Núñez y sometiera a sus mora-
dores por medios pacíficos, dándole por guía al negro Estebanico.
En compañía de Fray Honorato y de algunos indios, Fray Marcos salió de
México hacia Culiacán, de donde el 7 de marzo de 1539 continuó su viaje
hacia el noroeste. Del actual río Sinaloa regresó enfermo Fray Honorato
y el resto de la comitiva siguió hacia el río Fuerte, y Juego al Mayo, cru-
zando este último en las proximidades del pueblo de Conicárit. <1 >
Desde un pueblo llamado V acapa, que queda sobre el río Fuerte y a
40 leguas de la costa, Fray Marcos había despachado por delante a Estehanico
mientras él esparaba a unos indios que envió a la costa para saber de ella.
Esto permite deducir que caminaba por las estribaciones de la sierra procu-
rando no retirarse demasiado de la costa y que del río Sinaloa al Mayo
desechó el tramo de ruta que por las cimas de las sierras siguieron Cabeza
de Vaca y compañeros, seguramente por ser desviación innecesaria para su
objetivo, y, también, por cumplir con las instrucciones del Virrey de ir
dejando cartas con avisos útiles en las puntas de tierra de la costa y en las
desembocaduras de los ríos, para advertencia de los navegantes, cosa que
cumplía enviando indios periódicamente con tal misión. (La trayectoria seguida
por Fray Marcos se ha tomado del libreto de Alfonso Trueba mencionado en
la bibliografía de este trabajo, -por haber sido la menos imprecisa en sus datos.
Páginas 10-13.)
Al quinto día de haber salido de Conicárit, caminando por terreno po-

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32 CLAUDIO DABDOUB

blado, llegaron a un pueblo fresco, de donde continuaron durante cuatro días


por terreno desploblado hasta entrar al Valle de Sonora, arriba del Pueblo
de Corazones.
Si Fray Marcos hubiera cruzado el Valle del Yaqui en su trayecto de
Conicárit al Pueblo de Corazones (en el centto del estado, dentro de lo que
llamaban Valle de Sonora), no hubiera hallado un pueblo fresco, ni la pri-
• mera parte del recorrido hubiera sido por terreno poblado, ya que el men-
cionado valle siempre fue caluroso, árido y despoblado; de donde se saca
por conclusión que caminó por el paso o entrada descrito por Cabeza de Vaca.
Habiendo recibido Fray Marcos la noticia de que a Estebanico lo habían
matado los indios de Cíbola, llegó únicamente hasta la vista de dicha ciudad,
que hoy es Hawikuh es> y se localiza en el norte de Nuevo. México, en sus
límites con Arizona, sobre el río Zuñí, de donde se regresó. Las noticias
que trajo sobrepasaban a lo dicho por sus antecesores, lo cual indujo a don
Antonio de Mendoza a organizar una expedición militar muy numerosa y
magníficamente equipada.

Francisco de Coronado sale a la conquista de Cíbola y Quivira

Miembros de la nobleza y demás personas influyentes lograron disuadir


al virrey de su propósito de encabezar la proyectada expedición, por lo que
éste nombró jefe de la misma a don Francisco de Coronado, joven capitán
de 28 años y recientemente nombrado gobernador de la Provincia de la
Nueva Galicia.
Como estas expediciones se hacían por cuenta de los interesados, el virrey
aportó 60,000.00 ducados, el capitán Coronado 50,000.00 y algunos de los
soldados pagaron su propio equipo. Fray Marcos de Niza fue nombrado jefe
de los misioneros y guía de la expedición.
El 23 de febrero de 1540 se inició en Compostela, Nayarit, la marcha de
esta entusiasta caravana de conquistadores, cuyo derrotero hasta el Pueblo
de Corazones fue el que ya conocemos, de donde continuaron al norte y, des-
pués de más de dos años de exploraciones por Arizona (hasta el Gran Cañón
del Colorado), Nuevo México, Texas, Oklahoma y el interior de Kansas, en-
contraron Quivira <9 >, que resultó ser un campamento de indios wichitas. De
este lugar regresaron sin haber encontrado en las famosas ciudades buscadas
ni en todo el extenso territorio explorado, nada de lo que tan afanosamente
buscaban, arribando a Culiacán en Junio de 1542 completamente abatidos por
el desengaño.
Juntamente con esta expedición salió otra, marítima, con instrucciones
de adentrarse entre las costas de California y la tierra maciza del norte para

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 33

encontrarse con la columna de Coronado; pero aunque unos y otros llegaron


al punto convenido no lograron verse por no haber coincidido en tiempo.
Fue esta incursión una aventura llena de peripecias digna de tratarse
detalladamente, pero saldría del tema original que se viene desarrollando.

Otro virrey, y un conquistador más, don Francisco de /barra,


escuchan a las Jabulosas Sirenas de Cibol,a y Quivira

No obstante el fracaso de Vázquez de Coronado y las burlas que se


hacían del "relato refere" de Fray Marcos de Niza sobre la rica Quivira con
sus siete ciudades, quedó en México, y mayormente en la casa virreinal, la
impresión de que por allá, por esos nortes, había mucho que explorar. Vincu-
lando estas ilusiones con las realidades tan macizas como las minas de Zaca-
tecas, don Luis de Velasco, a pesar de toda su seriedad y de las órdenes
que sobre no conquistar acababan de dársele, empezó a tratar con su yerno
don Diego de Ibarra, una expedición a cargo de Francisco de !barra, sobrino
de don Diego.
El Capitán don Francisco de lbarra partió de las minas de San Martín
(en los límites de Durango y Zacatecas) el 24 de enero de 1563 <10 > y, llegado
a los linderos de los territorios que había de conquistar, solemnemente tomó
posesión de ellos, procediendo enseguida a la pacificación de fo ya conocido
y a la exploración de lo desconocido.
Pobló los lugares que consideró más convenientes fundando algunas villas,
entre las cuales se cuenta Durango como capital del naciente Reino de la
Nueva Vizcaya. Acto seguido, se lanzó a la conquista de Topiamé y Nuevo
México. La primera se llama Topia ahora, corresponde al Estado de Durango
y se localiza entre éste y Sinaloa, sobre la Sierra Madre Occidental; en
Nuevo México estaban Cíbola y Qui vira.
A costa de penalidades sin cuento, como consecuencia de las grandes
escabrosidades de la sierra que los obligaban a abrir camino retirando las
peñas con las manos, y de las ha jísimas temperaturas que ocasionaron la muerte
de muchos de sus caballos, lograron llegar al pueblo de Topiamé, que tomaron
tras encarnizado combate. Después de dejarlo poblado con españoles, conti-
nuaron hacia la Mar del Sur, en cuyo trayecto sufrieron la gran decepción
de saber que lo que suponían descubrimiento y conquista suyas, hechos con
grandes riesgos, privaciones y sufrimientos, era tierr~ descubierta anterior-
mente por Nuño de Guzmán, lo que les quitaba todo derecho sobre estos
territorios. La explicación de esta situación se encuentra en la circunstancia
de que entonces no había planos geográficos de estas regiones.
1

De Culiacán salió a encontrarlos don Pedro de Tobar llevándoles auxilios


y bastimentos; actitud sorprendente en estos casos, pero explicable conociendo
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34 CLAUDIO DABDOUB

el carácter magnammo y franco de don Pedro y su amplitud de criterio para


captar los mutuos beneficios que derivarían ambos personajes ayudándose
mutuamente. (Don Pedro de Tovar participó en la expedición del capitán
Coronado a Cíbola y Quivira como Alférez Real, por designación que en su
favor hizo el virrey don Antonio de Mendoza.)
El Noroeste, o sea la zona comprendida entre la Sierra Madre Occidental
y la Costa del Pacífico, dependía del Reino de Nueva Galicia descubierto
por Nuño Beltrán de Guzmán; pero desde que éste fue aprehendido y enviado
a España, toda esta región, a partir de Jalisco, quedó despoblada y abando-
nada, con excepción de la Villa de Culiacán que se encontraba prácticamente
incomunicada y sin auxilio de la capital del Reino, que era Guadalajara. Ante
esta situación, don Pedro de Tovar alentó al capitán de !barra a reconquistar
y pacificar tanto la provincia de Chiametla, al sur de la de Culiacán, como la
de Cinaro, o Sinaloa, al norte, consejo que aceptó el nuevo conquistador,
poniéndose en marcha hacia esta última. Su nombre le venía de una de las
principales tribus que poblaba la parte alta del actual río de El Fuerte, en
las proximidades de la ciudad que ahora también lleva este mismo nombre.
Posteriormente, el nombre de Sinaloa se le quedó al río que corre inmediata-
mente al sur del primero citado.
Llegado al río Sinaloa ( ahora El Fuerte), el capitán resolvió fundar
sobre su margen izquierda, en el poblado de Carapoa, una villa con su respec-
tiva iglesia, así como un fuerte para la protección de sus pobladores. Esta
villa fue la de San Juan Bautista de Sinaloa, fundada en mayo o junio
de 1564, como a 6 leguas río arriba de donde ahora se asienta la pobla-
ción de El Fuerte.
Tomado el anterior acuerdo y dejando iniciada su realización, marchó
a Culiacán y de ahí a la provincia de Chiametla, en donde fundó la Villa
de este mismo nómbre, en la margen izquierda del río Baluarte, y la de
San Sebastián ( Concordia en nuestros días), sobre la margen derecha del
arroyo de Concordia. Pacificado y poblado nuevamente este territorio se
regresó a la Villa de Sinaioa a los once meses de su partida.
Aquí tomó un descanso de veinte días que aprovechó en preparar, con
todo cuidado y lo mejor posible, su expedición a los obsesionantes reinos de
Cíbola y Quivira, la que despachó adelante en cuanto estuYo lista, con ins-
trucciones de esperarlo en el río Mayo, en donde luego la alcanzó y tomó su
mando, "desde donde fue marchando por los valles y ríos de Los Cedros por
unas riberas de mucha hermosura de arroyos, poblados de altos, hermosos
álamos, sauces y cedros cinco jornadas ... " <11 >
En este punto, que por estimación puede considerarse como a 100 kiló-
metros aguas arriba del arroyo de Cedros a partir de su confluencia con el
Mayo en Conicárit, o sea entre ~urit y Movas, los guías indígenas los des-

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HISTORIA DE EL VALLE DEL y AQUI 35

viaron a mano derecha sierra arriba, hasta lo alto de la primera cordillera,


siendo el trayecto tan escabroso que sufrieron la pérdida de algunos caballos
que se les despeñaron. De poblado en poblado siguieron hacia el norte a
través de quebradas, sierras y hondonadas tan profundas "que tenían una
extraña obscuridad", has La llegar al gran Valle de Oera, cuyos pobladores
eran enemigos de los de los valles de Señora, Corazones y de los Batucas, con
los cuales batucos tenían guerras por la sal, pues los de Oera no la tenían y
usaban alumbre. <1 ~>
Aunque para nosotros los sonorenses sería muy interesante conocer con
precisión la ruta seguida por el capitán don Francisco de lbarra, así como
la localización del V allc de Oera, esto no es fácil puesto que en 400 años
ha habido cambios en los nombres de muchos de los pueblos que aún subsisten
y las costumbres y características de los aborígenes casi han desaparecido,
perdiéndose elementos de identificación. Sin embargo, por la descripción
tan detallada y curiosa qu<' de esta incursión dejó hecha uno de sus partici-
pantes, el cronista mexicano Baltazar de Obregón, podemos dar por correcta
la deducción de que el mencionado Valle de Oera debe haber quedado locali-
zado al norte de Sahuaripa. entre los ríos Bavispe y Moctezuma, y al oriente
de Batuc (que aún existe).
En un plano del Estado de Sonora agregado a la obra de B. de Obregón
aparece el pueblo de Señora exactamente en medio de Huépac y Aconchi.
A grandes rasgos, podemos considerar que la región de los valles mencio-
nados fue el asiento de la tribu Opata, cuyo tipo físico, carácter, costumbres,
vestidos, casas-habitación de adobe con techos de_ terrado, sistemas de riego
por acequias, más el clima y la t>XÍ::tenciadel árbol ponzoñoso (no encontrado
por los españoles en ninguna otra región), coinciden en todo con las descrip-
ciones que de esta ruta hace nuestro mencionado cronista.
Como la expedición venía del sur, deben haber llegado al Valle de
Oera después de haber pasado al oriente de la región de Sahuaripa, de cuya
llegada al pueblo de Oera dice Obregón (págs. 145-46): "Salieron a su reci-
bimiento cuatrocientos indios un cuarto de legua de su pueblo, muy bien
vestidos de mantas de algodón y pita en extremo blanca y lucida y asimismo
galana y lucida plumería, cuentas, caracoles, conchas de perlas de la mar,
arcos, lanzuela de brasil e rodelas y macanas. Llegaron muy en orden y con-
cierto en dos escuadrones con presente de mucho maíz, frisol, frutas y caza,
con lo cual recibieron a el gobernador del cual fueron bien recibidos y
regalados con rescate, camisas y buen tratamiPnto. Pasó de camino con su
campo ( se refiere al gobernador y a su gente) por en medio de su pueblo
el cual es de muy buenas casas de terrado de el altor de estado y medio.
congregadas con buena orden y sus labores de mucho conciento DE ACE-
QUIAS CON QUE LAS RIEGAN, cogen mucho maíz, frijol de Castilla, me-
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36 CLAUDIO DABDOUB

lones, calabazas y otras legumbres. En este pueblo de Oera dieron noticia


al gobernador de las poblaciones de casas de mucha altura (se referían
seguramente a las de Arizona y Nuevo México) y de las de la banda de la
mar del sur (indudablemente, las de la Provincia de Sonor!i) ... "
Y dice Obregón que corno el gobernador se encontraba "más cerca de
las del Sur", acordó de ir a lo más cercano, razón por la cual BAJO por '
cordilleras de sierras quebradas, ríos, arroyos, etc. DURANTE CUATRO
JORNADAS (alrededor de 90 ó 100 kilómetro:,) hasta acampar en lo alto de
una gran sierra desde la cual vieron dos hermosos valles que, por los na-
turales del lugar, supieron que eran el de "Señora" y Corazones. (Este
Corazones fue el fundado por orden del capitán Francisco Vázques de Coro•
nado durante su trayecto a Cíbola y Quivira, sobre el río Sonora, entre
H uépac y Aconchi inmediatamente al sur del Valle de Señora, con el nombre
de San Jerónimo de los Corazones; distinto al mencionado por Alvar N úñez
y que era, muy probablemente, Mazatán.) La distancia de Oera a estos
valles de Señora y Corazones, cuatro jornadas bajando la sierra, o sea nunbo
al poniente, confirma la suposición de que Oera se encontraba entre los ríos
Moctezuma y Bavispe o, cuando muy lejos, sobre la margen izquierda del
último de estos ríos.
Aún no regresaba Vázquez de Coronado de su expedición a Cíbola y
Quivira, cuando el poblado de San Jerónimo de los Corazones fue arrasado
por los aborígenes y muertos sus pobladores españoles (cabe hacer notar
que éste fue el primer poblado de españoles e!l suelo sonorense) en venganza
de los abusos y atropellos cometidos por éstos, los que fueron causa de que
también a la expedición de don Francisco de !barra la hostilizaron continua-
mente. Viendo los indígenas que estando vestidos los españoles no podrían
hacerles nada, (las mallas los protegían) tramaron llevarlos a las partes más
escabrosas de la sierra con la esperanza de atacarlos por sorpresa en terrenos
en donde no pudieran usar sus caballos.
Del primer poblado del Valle de "Señora", la columna de] Capitán de Iba-
rra había marchad0 cuatro jornadas cortas río arriba hasta el pueblo de
"Guaraspi" (muy probablemente Arizpe), en donde los indios pusieron en
práctica su plan, desviando a los cristianos hacia "Cumupa" (Cumpas), cinco
jornadas al sureste de "Guaraspi", continuando hasta Sahuaripa.
Los españoles sospech.iron la celada y se mantuvieron muy alertas dfa
y noche, hasta que finalmente fueron encajonados en la €.xplanada que ocupa
Sahuaripa, rodeada de cerros y precipicios, en donde los indios los atacaron
furiosamente hasta de noche, al ver que de día no los rendían. La salvación
de este reducido grupo de castellanos es uno de tantos episodios de la época .
que nos permiten ahora, a nosotros, admirar el valor y la resistencia, tanto
física como moral, de estos cristianos en cuyos dominios no se ponía el sol.

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 37
---- ---------------- ------- -------
Desde que la expedición que comentamos salió de Durango hacia la costa,
tuvo sólo tres encuentros: Topia, Chiametla y Sahuaripa, pero ni antes ni des-
pués se viernn estos soldados en situación tan desesperada y atacados con
tanta bravura y terquedad como en el último de los citados lugares.
La columna continuó su marcha hasta Paquimé, que se supone haber
estado en el vértice de la actual frontera mexicana y los límites de Arizona
y K uevo México, de donde cansados y abatidos por el desaliento de no haber
encontrado en todo el noroeste nada de la riqueza pregonada, optaron los
soldados del capitán de Ibarra por regresarse, pero ya no por la ruta que
llevaron, pues la espantosa experiencia tenida en los filos de la cordillera,
primero, y luego en los pueblos de la Provincia de Sonora, los hicieron pre-
ferir el riesgo de enfrentarse a la tribu Y agui. Como se habrá observado,
esta expedición no conoció la entrada a la Provincia de Sonora recomendada
por Alvar Núñez Cabeza de Vaca y seguida por Vázquez de Coronado, que
le hubiera ahorrado sinsaborea y pérdidas de ~mimales en las fragosidades y
despeñaderos de la ruta que recorrieron.
El regreso de Paquimé lo hicieron por la vertiente oriental de la Sierra
Madre, habiéndola cruzado cuando consideraron que los pueblos del río de
Sonora les quedaban ya muy al no1te, pero con sorpresa vieron que, después
de 20 jornadas atroces por las gargantas que recorre el río Bavispe y de las
cuales no podían salir, se encontraban en la región de los pueblos de Guaraspi.
Cumupa y Sahuaripa que tanto trataron de evitar.
Bajaron la sierra hasta llegar a una pequeña ranchería del Valle de
Señora, de donde un guía los condujo hasta Batuco <13 > de donde bajaron
hacia el poniente hasta uno de los primeros poblados de los Seris llamado
Uparo "de gente la más pobre y silvestre de estas costas. . . andan desnu-
dos ... , comen semillas de bledos, todo género de cazas y sabandijas silvestres,
son enemigos de los del Valle de Señora y de los de Yaquimí." <u>

El capitán don Francisco de /barra envía


mensajeros a gestionar paso por el Y aqui

Baltazar de Obregón continúa narrando esta expedición y dice: "Desde


el pueblo de Uparo envió el general mensajeros a los de Yaquimí para ase-
gurarlos y que no se sobresaltasen, los cuales volvieron con BUEN AS NUEVAS:
dijeron que se alegraron con la venida de los cristianos, prometieron buen
tratamiento al general y los suyos a los cuales recibieron en sus pueblos el
día siguiente en el río y provincia de Yaquimí el cual recibimiento fue de
quinientos indios dispuestos, gallardos y galanes a su traje y modo de lucidas
plumas, caracoles, cuentas e conchas de la mar y bien arreados de armas

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38 CLAUDIO DABDOUB

aunque pobres de ropa que cogen poco algodón; recibiólos el general con
mucho amor y regalo de rescates.
Este río de Y aquimí es el más poblado de todos cuantos anduvo el ge•
neral: tendrá en diez leguas desde la mar hacia la sierra quin~ mil hombres,
es de un cuarto de legua de arboleda de gran frescura y raudal y de mucha
frescura y cantidad de pescado bueno; poblado de muchas labores en sus
riberas de maíz, frijol y calabaza.
Es gente amorosa y ellas hermosas, andan desnudas y el cabello tendido
y largo hasta la cintura, traen sus lugares secretos cubiertos con hierbas
verdes. Fue visitando el general este río hasta la mar en la cual hallamos
ramos de coral y cantidad de conchas de perlas. Regalaron a los cristianos
estos mucho, con caza, pescado y las demás cosas de comer. que tiene su
tierra e habiendo visto el genera! la mucha cantidad de gente, bastimentos,
creyó haber de poblar una viiia como fue acordado en el consejo. (Lo cual
no pudo hacer por falta de soldados, resolviendo mejor regresar después.)
Con esta determinación pidió el general guías a los naturales las cuales
dieron de mala gana, porque les dio pena que saliesen los cristianos de su
tierra e así rogaron al general que no se fuese, que ellos le darían de comer
para todos y por el tiempo que quisiesen estar en sus tierras; a lo cual les
respondió que volvería presto a estar con ellos y desengañados de lo que
pP.dían, juntaron en breve tiempo dos mil indios gallardos, galanos y aper-
cibidos de las armas que ellos usan a los cuales les mandaron que saliesen
al camino haciendo y ordenando una buena caza en despedida y regocijo
con nosotros, e asimismo con determinación de ir a asolar sus enemigos los de
Mayombo, por cuya causa y esperanza nos regalaron y el general les entretuvo
con que los iba a ayudar en sus guerras contra sus enemigos.
Y en las playas y llanadas que están junto a una bahía salieron en ala
y cerco los dos mil indios que tomaban un cuarto de legua y como los vimos
de repente nos puso en cuidado y sospecha que nos salían de guerra, de ma-
nera que se alteraron y pusieron en armas los soldados y como sabían las
guías era regocijo que nos querían hacer dijeron que no estuviesen los cris-
tianos sospechosos; que los indios que los aguardaban era para festejarlos
con una caza y así empezaron los cazadores a poner por obra la caza, la cual
fue cercando una marisma con gran vocería e regocijo e ligereza de manera
que en breve tiempo tomaron e mataron mucha caza de venados, liebres,
conejos, codornices, de todo lo cual presentaron al general en cantidad y
alguna viva. Fue esta caza la más vigorosa y galana que he visto. No fue
el general poderoso que volviesen estos de Y aquimí y así otro día march6
con su campo por una notable espesura de montes de chiltecpín entretejido
con tunales silvestres y árboles espinosos, de manera que fue necesario ir
rompiendo y haciendo camino y aunque los indios ayudaron, fue trabajoso
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HISTORIA DE EL VALLE DEL y AQUI 39

de pasar este río de Yaquimí. Está veinte leguas de el de Mayombo en el


cual entraron los de Yaquimí con mucha braveza y coraje, matando y ro-
bando y destrozando la gente, labores y casas de· sus contrarios, de manera
que con mucho traba jo y amenazas se lo impidió el general y por entonces
cesó el daño y los hizo amigos y en señal de amistad hicieron trueque de los
cautivos que se habían tomado y quitado en sus batallas y en señal de tregua
se dieron unos a otros arcos y flechas."
El paso del capitán Francisco de !barra por el Río y Valle deI Yaqui
fue a fines del año de 1565 en su viaje de regreso a la Villa de San Juan
Bautista de Sinaloa, a la que llegó a los seis meses de iniciada su malograda
expedición a los dt:cantados Reinos de Cíbola y Quivira. De su paso por el
Yaqui se ha transcrito el relato de Baltazar de Obregón, no sólo por el sabor
contenido en el mismo, sino también por entregar al lector la versión fiel de
lo observado y expresado por uno de los testigos personales, soldado e his-
toriador, que participó en este hecho histórico de la región que es el terna
de esta obra.
De la Villa de Sinaloa siguió el capitán de !barra hacia las villas de
Chiametla y San Sebastián, en las que permaneció la mayor parte de sus
último·s años de vida, después de su aventura en el norte, muriendo en
Pánuco, de la Provincia de Chiametla, el 17 de agosto de 1575.
Por su carácter comprensivo y accesible, por su espíritu de compañerismo
con sus oficiales y soldados y por las consideraciones y humanitarismo que
siempre tuvo para los aborígenes de las tierras por él conquistadas, el capitán
y gobernador de la Nueva Vizcaya ha merecido de varios historiadores el
calificativo de "El Ave Fénix de los Conquistadores".
La villa que él proyectó fundar y poblar con europeos nunca se realizó,
pero al sur y a muy corta distancia del punto escogido por el capitán de !ba-
rra, se levanta airosa y envanecida de su belleza y vitalidad la ciudad de
Obregón, mezclando en su seno la sangre yaqui con las de otras regiones
del país y del orbe entero.

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40 CLAUDIO DABDOUB

CAPITULO V

DESPUES DE 54 AÑOS DEL PRIMER INTENTO, SE INICIA


RESUELTAMENTE LA CONQUISTA DEL NOROESTE

Su primer combate con los españoles dio


a los yaquis 74 años de paz y tranquilidad

El primer intento de conquista y explotación de la vasta región mexicana


que hoy se conoce con el nombre de El Noroeste, lo hizo Nuño de Guzmán
en 1529, quien sólo alcanzó a iniciar tal empresa.
Hasta 1569, o sea después de 40 años, no existió más población extran-
jera en toda la extensión del territorio situado al norte de la Provincia de
Culiacán que la de San Juan Bautista de Sinaloa, en el río que hoy llamamos
de El Fuerte, no obstante las varias exploraciones que se emprendieron, algu-
nas de ellas hasta mucho más allá de nuestra actual frontera norte. (San
Jerónimo de Corazones no pasó de campamento provisional.)
Pero esta Vilh1 de Sinaloa no nació bajo el signo de la longevidad. A
los cinco años de su fundación fue asolada por los aborígenes y desaparecida
del mapa, quedando nuevamente toda esta tierra en su condición anterior.
En la época de este suceso, antes de la muerte del capitán de !barra, se
solucionó el conflicto que éste tuvo con las autoridades del Reino de la Nueva
Galicia por disputas sobre jurisdicción sobre la región del noroeste, y como
consecuencia de las condiciones acordadas, el citado Reino se dividió en dos
porciones: del sur de Chiametla (hoy Rosario, Sin.) hacia abajo, continuaba
conservando su anterior dependencia política, y lo que quedaba hacia el
norte pasaba a depender del Reino de la Nueva Vizcaya.
Pero hubieron de transcurrir todavía 14 años más para que se hiciera
un nuevo intento de conquista. El capitán don Pedro de Montoya •obtuvo
autorización para entrar nuevamente a la Provincia de Sinaloa, habiendo
escogido un lugar localizado sobre la margen derecha del río Petatlán para
fundar una nueva población. Este río ofrecía la ventaja sobre el de El Fuerte
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HISTORIA DE EL VALLE DEL y AQUI 41

de su mayor proximidad a la Cabecera de la Provincia, Culiacán, que per•


mitiría un mejor y más rápido auxilio. Esta fundación se efectuó el 30 de
abril de 1583, víspr.ra de San Felipe y Santiago, por lo que, y también en
recuerdo de la anterior de Sinaloa, se le puso por nombre Villa de San
Felipe y Santiago de Sinaloa, de donde proviene el nombre de Sinaloa con
que ahora designamos a este pueblo y al río que pasa junto a él. Fue a partir
de este acto cuando se inició en realidad la conquista continuada y decidida de
este amplio territorio, a los 54 años del primer intento.
Poco después fue muerto por los zuaques ( aborígene:3 del Río Fuerte) el
capitán de Montoya y, ante el temor de sufrir la misma suerte de los habi-
tantes de la anterior Villa de San Juan Bautista de Sinaloa, los de la nueva
de San Felipe la abandonaron, pero habiendo sido regresados de inmediato,
tuvieron que fortificarla y defenderla.
En abril de 1585 llegó al poblado el gobernador de la Nueva Vizcaya,
que ahora lo era don Hernando de Bazán. Después de quince días de per-
manecer en la· villa, continuó al río Fuerte en busca de los zuaques para
castigarlos; pero éstos atacaron, por dos veces consecutivas, a una de sus
avanzadas y acabaron con ella. Entonces Bazán se contentó con destruirles
sus sementeras y seguir hacia el Mayo, cuyos nativos lo recibieron muy bien
y le proveyeron de comida, sin suponer estos infelices que ellos pagarían la
humillación recibida por el gobernador Bazán de manos de los zuaques.
A medida que los mayos entraban al poblado cargados con el basti-
mento para sus huéspedes, eran aprehendidos y encadenados por órdenes del
gobernador. Las altas autoridades españolas no aceptaban este comportamiento
de sus súbditos con los aborígenes, sino que por el contrario, luchaban por
evitar abusos y crueldades. Desgraciadamente y como siempre sucede con los
más fuertes, cualquiera que sea rn nacionalidad. abundan los déspotas y
ambiciosos. Consecuente con esta norma de gobierno, en cuanto el virrey
Márquez de Villamanrique se enteró de la conducta de Bazán, ordenó la
libertad de los mayos y la destitución inmediata del gobernador.

Llegan a la Provincia de Sin.aloa los primeros misioneros

La conquista de lo que habría de ser la Nueva España se realizó por


dos medios diferentes, caracterizados: uno, por el uso que el castellano hizo
de la fuerza de las armas; el otro, por haberse inspirado en el deseo de eleva-
ción espiritual y material del prójimo, realizado por misioneros católicos de
diversas nacionalidades.
Por la reacción que ante la primera modalidad mostraron las diferentes
tribus que poblaban el territorio, podríamos dividir a éstas en dos grandes
grupos: uno que reconoció y aceptó la superioridad militar del invasor, so-
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42 CLAUDIO DABDOUB

metiéndosele, generalmente, sin resistencia; el otro la reconoció, pero no la


aceptó y opuso resistencia.
Como ejemplo típico del primer grupo podrían mencionarse los reinos que
constituían el_ imperio del Anáhuac, en el que, aun cuando Cortés el!lpleó
todos los elementos útiles a su propósito, predominó el Mpecto militar.
Ejemplo claro del segundo grupo son los aborígenes del noroeste, particu-
larmente los de Culiacán al norte. Sin embargo, unos y otros se encuentran
unidos por el signo de su igual comportamiento ante la segunda modalidad
de la conquista: todos recibieron con cariño y entusiasmo las palabras del
Evangelio y a sus predicadores, en la medida en que fueron conociendo la
labor de los misioneros.
Indudablemente que el bosquejo anterior ha de ser muy interesante para
el estudio sociológico de nuestras razas, particularmente si se busca el origen
del cuál puedan haberse derivado las reacciones tan distintas que entre uno
y otro grupo aborigen se manifestaron ante la conquista militar.
Pudiera suponerse que tal vez hubiera sido idéntica la actitud de todos
los indígenas si el conquistador de todos ellos hubiera sido uno mismo, di-
gamos Hernán Cortés. Sin embargo, debe tomarse en consideración que la
formación social no fue la misma en ambos grupos. Las tribus compren-
didas dentro de los límites de influencia del imperio del Anáhuac se encon-
traban sujetas a una circnnstancia, muy importante en el aspecto que- se
analiza, y es la de que todos sus miembros habían vivido, generación tras
generación, _bajo el yugo de los aztecas, quienes a su vez soportaban el de
sus clases altas, por lo que esta condición de dependencia era habitual para
todos ellos. Si hubo rebeliones d<'spués de su conquista por los españoles,
fue con posterioridad a la sumisió_n y obligados por el trato tan cruel a que
los sometieron la mayoría de los encomenderos y soldados.
En cambio, los aborígenes de la región comprendida del río Mocorito
al río Gila, y que ellos llamaban La Pusolana, estaban constituidos en tribus
por completo independientes entre sí y desarrollado en tan alto grado su con-
cepto de libertad, que aún dentro de su propia tribu la disfrutaban todos
sus miembros. El jefe tenía limitada su autoridad a los asuntos generales
de la comunidad, pero no podía ejercerla sobre los individuos en lo particu-
lar. Era elegido por sus méritos guerreros, por su influencia moral o por su
edad y número de miembros de su familia. La norma de conducta de estos
indígenas estaba fijada por el conjunto de costumbres tradicionales observa-
das tan celosamente, que enlre ellos no existían robos, insubordinados a
la autoridad moral del cacique, atracos a las mujeres aunque anduvieran
solas en los montes, ni homicidios, excepto cuando se trataba de miembros
de tribus enemigas. En estas condiciones, se comprenderá lo que para ellos
pudo significar la esclavitud: algo inconcebible e insoportable.

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 43

Cuando por la aparición de los españoles consideraron amenazada su


libertad por sentirse impotentes para enfrentárseles con éxito, optaron por huir
antes que caer en su poder, y recurrieron a lo que ahora llamamos guerra de
guerülas para hostilizarlos constantemente ha::;ta desalojarlos de sus tierras.
Así lograron destruir la primera villa fundada en el río Fuerte y despoblar
la segunda, sobre el río Sinaloa, conservando inconquistado su país.
Excepción de esta táctica fue la asumida por la raza yaqui que, ante la
intromisión de extranjeros a su territorio, se les enfrentaron en forma resuelta
y vigorosa logrando mantenerlos muy alejados durante muchos y largos años,
con la sola interrupción dd permiso de paso que concedieron al capitán
Francisco de !barra y que aprovecharon muy ventajosamente.
Es notable que esta misma actitud (aunque no persistió) fue la adop-
tada por los heroicos tlaxcaltecas a pesar del ambiente que los rodeaba y
que describirnos al referirnos al Imperio Azteca, y cuyo caudillo, XicoténcatJ
el joven, merece eterna recordación.
Al hacer la exposiciór. de las dos distintas actitudes que los indígena~
mostraron frente a las armas españolas, se hizo la afirmación de que no
obstante estas diferencias, hubo una tercera actitud que, por idéntica en todos
ellos, vino a constituir el puente que habría de unirlos: su pacífica y espon-
tánea entrega a los hombres que les traían nuevos conceptos sobre la vida,
así en lo espiritual como en lo material.
La fuerza del Evangelio desplazó a la militar e impuso al mismo con-
quistador un concepto distinto del que tenía con respecto al indio: dejaba éste
de ser tenido por be~tia incapaz de razonar, para ser igualado en categoría
humana con el europeo. La ganancia obtenida por el indígena fue inesti-
mable.
Los padres jesuítas Gonzalo de Tapia y Martín Pérez fueron los primeros
misioneros que conoció la Provincia de Sinaloa. Llegaron a Culiacán en junio
de 1591, continuando luego a la Villa de Sinaloa en donde los recibieron
jubilosamente cinco españoles que se habían quedado conviviendo con los
naturales y por los principales jefes indígenas y sus gentes, de quienes pronto
se ganaron la confianza y el cariño. Aunque la pacificación y conversión
de la Provincia requería un· considerable número de misioneros, dada su ex-
tensión y lo muy disperso de sus -poblados, el envío de religiosos se _hizo
gradual y lentamente debido a su misma escasez en la Nueva España.
La labor fue ardua en extremo, llena de sacrificios, privaciones y no
exenta de riesgos como consecuencia del concepto que los indios tenían de
los extranjeros y por el celo de los hechiceros de las tribus, siendo la primera
víctima de éstos el padre Gonzalo de Tapia, muerto por el cacique Nacabeba
a los tres años de su entrada a la Provincia.
Para estimular la colonización española y proteger la vida de éstos y de
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44 CLAUDIO DABDOUB

los m1s10neros, en 1596 fue convertida en presidio la Villa de Sinaloa, con


una guarnición de 25 soldados al mando de un capitán.

El capitán Diego Martínez de Hurdaide. Algurws datos


biográficos y principales acciones müitares

El valor o importancia de las cosas y hechos los apreciamos por medio


de la comparación. En el aspecto militar, el mérito de un triunfo está en
relación directa con la categoría del vencido.
Sus méritos personales y la apreciación anterior obligan a presentar a
una de las más destacadas figuras de la Historia de la Conquista del N or-
oeste y, en particular, del Valle del Y a qui: el capitán Dieg? Martínez de
Hurdaide.
Considerando que es a través de sus acciones militares la mejor manera
de que el mismo lector pueda formarse su propio Juicio respecto a esta per-
sonalidad, ya que en cada una se rebela nítidamente alguna de sus más sobre•
salientes cualidades, se relatan a continuación algunos de sus más impor-
tantes combates, descritos muy brevemente para no impacientar a quienes
deseen conocer cuanto antes lo relativo al desarrollo del Valle del Yaqui en
particular.
Diego Martínez de Hurdaide nació en la ciudad de Zacatecas (Nueva
España) de padre vizcaíno y de madre criolla. Parece que no se conoce Is.
fecha de su nacimiento.
Desde niño demostró una gran inclinación por la milicia, a la que
ingresó muy joven bajo las órdenes del capitán y gobernador de la Nueva
Vizcaya don Francisco de Urdiñola. Precisamente por su corta edad, los sol-
dados le preguntaban al Capitán de Urdiñola que si por qué 1~ daba plaza
a un muchacho de tan pocos añrn:, a lo que él respondía: "Dejadlo, que éste
ha de ¡.er un demonio", queriendo referirse a su coraje y valor, pues ya
había observado en él valor, maña y destreza, juntamente con prudencia y
"report'· para acometer las empresas.
El padre Andrés Pérez de Ribas, describiéndolo muchos años después
de haber convivido con él durantP. ]a pacificación de la Provincia de Sinaloa,
lo hace con las siguientes expresiones: "Desvelábase en el discurso de su
consejo para cualquier acometimiento y más cuando amenazaba ruina o caída
de la cristiandad, o restauración de la paz de alguna nación, y mucho más
cuando iba en ella la honra de Dios y de su Rey y amplificación de la
cristiana religión. Cuando convenía y era menester la presteza y ponerse
sobre el enemigo, era un rayo del cielo, y la ejecutaba antes que él lo pensase,
y solía decir en ocasiones de alzamiento: "Ahora en ésta no he de dejar •
gozar la presa al enemigo; antes que él lo piense se le ha de quitar de las
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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 45

manos, no les he de dar lugar a prevenirse" y como lo decía lo ejecutaba,


viéndolo no pocas veces sobre sí el enemigo, y recibiendo el golpe de las
armas, ,d~l que pensaba se est~ba preparando para irlo a buscar. De donde
nacía la opinión y el nombre con que le llam:iban los indios, que era de he-
chicero; y por otra parte, cuando veía que no había seguridad en el acome-
timiento, no era arrojado ni precipitado en las armas; antes con prudencia
militar y suspensión de armas, gastaba las fuerzas ( del enemigo) y deslum-
braba del acometimiento al enemigo." La anterior descripción se refería a]
carácter del capitán, pues con respecto a su físico, decía el P. Ribas: "La
estatura del cuerpo del Capitán Hurdaide era muy pequeña; tenía los pies
zopos o torcidos, y encontrados, y con todo, tan grande de fuerza de cuerpo
y brazos, y tan grande ligereza de tales pies, que era un gamo en correr tras
un indio por una ladera; y si !o prendía con las manos, estaba segura
la presa."
Sus primeros servicios los prestó en las fronteras de la Nueva Galicia
y Nueva Vizcaya, en las minas de Zacatecas, Guanaceví, Santa Bárbara y
Masapil; viniendo por primera vez a la Provincia de Sinaloa como soldado
del gobernador Hernando de Bazán en abril de 1585, siendo Hurdaide y
otro compañero suyo los dos únicos supervivientes castellanos de la avanzada
que los zuaques le aniquilaron al citado gobernador, y a cuyo hecho se hace
referencia al principio de este capítulo. Martínez de Hurdaide quedó oculto
en un charco de agua y, gracias a esto, pudo regresar a su campamento,
logrando hacerlo con su montura y armas.
Años después volvió a Sinaloa. En e] recién fundado presidio de este
mismo nombre sirvió como cabo o caudiJlo bajo las órdenes del capitán Alonso
Díaz, de cuyo breve periodo se le conocen dos hechos muy significativos:
En una ocasión Hegó un indio· con un recado de los zuaques ( del actual
Río Fuerte) para el teniente general, desafiándolo a que -entrase a sus tierras.
Este, que tenía orden del virrey de evitar la guerra en tanto no hubiera una
verdadera iustific~ción, dio al indio una respuesta moderada y prudente. El
caudillo Hurdaide. que estaba presente, no pudo contener su indignación y
cogiendo al indio lo derribó a sqs pies diciéndole con mucho coraje: "Corre,
indio, y di a los zuaques que algún día me verán en sus tierras y yo les iré
a buscar y enfrenar sus atrevimientos y orgullos." Y volviéndose hacia su
capitán se disculpó de aquella acción precipitada e irrespetuosa, diciéndole:
"Señor General, no es razón que P.OS traten los indios de esta suerte a los
españoles, porque mientras estas ~entes nos menospreciaren y no tuvieren
el crédito y reputación del valor que con sus armas tienen ganado los españo-
les. no hay que aguardar paz y seguridad en esta provincia, y la podemos
dar por perdida y rematada."
Si a través de este gesto se juzga a Hurdaide como soldado y conquis-
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46 CLAUDIO DABDOUB

tador que era, se apreciará la importancia que concedía al concepto que de


las armas españolas debieran tener quienes estaban sometidos a ellas, si los
castellanos querían conservar sus posesiones.
El siguiente es otro episodio de su actuación como ca1.idillo en el cual
se nos muestra como hombre capaz de tomhr responsabilidades y poseedor
de una gran confianza en sí mismo y en sus soldados para imponerse en
verdaderos alardes de audacia. Encontrándose ausente el capitán del presidio,
llegó u 1 recado de los teguecos ( también del Río Fuerte) diciendo que tenían
1

preso al cacique N acabeba, homicida del padre Gonzalo de Tapia, y que


mandaran por él. Martínez de Hurdaide inmediatamente ordenó a doce de
sus soldados que prepararan sus armas y monturas, y con ellos partió luego
al poblado en donde tenían a Nacabeba y en el que había como mil guerre-
ros indios. Cuando los vio llegar el jefe de los teguecos, sorprendido, le
preguntó que si no traía con él más gente que esa, a lo que Hurdaide,
temeroso de una celada pero consciente de la importancia de no mostrar
miedo, le contestó: "Si me has llamado con falsedad y ficción de que quieras·
entregar a Nacabeba y tu intento es pelear y matar españoles, llama luego
a toda tu gente, que con toda pelearé yo solo, aunque no me ayuden los
soldados que aquí traigo." A esta respuesta, el cacique llevó al caudillo a
donde tenían al preso y se lo entregó.
El capitán del presidio, don Alonso Díaz, ya se encontraba en edad
avanzada y deseaba retirarse del servicio para atender su casa y haciendas
Pn Durango. Presurniblem('nte con el objeto de que el virrey conociera a
Martínez de Hurdaide y lo designara su substituto, se lo envió a México para
que le informara del estado en que se encontraba la Provincia, en vez de
ir él personalmente.
El virrey, complacido con el caudillo, lo ascendió a capitán y le dio diez
soldados más para su guarnición, con los cuales regresó al presidio de Sinaloa
en 1599, asumiendo interinamente el lugar de don Alonso. Al año siguiente
Hurdaide recibió su nombramiento definitivo de Capitán y Justicia Mayor
de la Provincia.

El capitán Huardaide cumple la amenaza


hecha a los zuaques cuando era caudillo

En cuanto :M:artínez de Hurdaide asumió la responsabilidad del gobierno


de la Provincia de Sinaloa, sosegó rápidamente algunas inquietudes y alboro-
tos que se presentaron; sin embargo, seguían siendo su mayor preocupación
la soberbia y arrogancia de los zuaques, cuya región se había convertido en
madriguera de todos los rebeldes e instigadores de la comarca, por lo qué
resolvió entrar a sus tierras.

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 47

Conservando en el mayor secreto su plan de acción, aun para sus mismos


soldados, -salió de la villa con veinticuatro de ellos y algunos indios de servi•
cio. Cuando se encontraban muy próximos a las tierras de los zuaques les
habló a sus hombres dándoles a conocer sus intenciones y les pidió que cada
uno le entregara atados dos indios, que deberían coger en cuanto él diera
la señal de Santiago. Algunos de los soldados le dieron a entender que es~
les parecía muy difícil, pidiéndole que se contentara con que cada uno le
entregara amarrado un indio. El capitán, resueltamente, respondió que se
ayudaran con sus criados y no volvieran a discutirle, que él mismo se obligaba
a hacer otro tanto.
Llegados a donde estaban los zuaques, desmontaron e hicieron su com-
pamento dejando listos y a la mano sus caballos por lo que pudiera suceder.
Cuando vieron los zuaques a los españoles tomaron sus arrrias y se les pre-
sentaron fingiendo darles la bienvenida, seguros de que, teniéndolos ya en
su tierra, pronto bailarían con sus cabezas.
Después de que los indios se habían reunido en el campamento de los
castellanos, llegaron los caciques y principales de la tribu y le preguntaron
al capitán que si a qué venía, a lo cual éste respondió que a matar algunas
vacas para comer, de las que les daría una parte, pero que no empezaba la
cacería porque le faltaba leña. Ellos se ofrecieron inmediatamente para ir
a traerla, pero Hurdaide los detuvo diciéndoles: "No es razón que vaya1s
por ella vosotros los principales, sino vuestros vasallos." Entonces los caciques
mandaron a sus gentes, que salieron con sus arcos y flechas gritando y
haciendo gran algazara. Un indio fiel que entendía el zuaque le preguntó
al capitán si sabía lo que iban diciendo los aborígenes, informándole en-
seguida: "Que te han de quemar con la leña que trujeren."
Cuando el capitán consideró q_uela ocasión se le presentaba; dio la señal
de Santiago echando mano a las cabelleras de los dos caciques principales
que estaban junto a él, siendo imitado de inmediato por sus soldados, cum-
pliendo tan bien cada uno con su cometido que solamente se les escaparon
dos indios.
Uno de los que cogió el capitán, que era el más caracterizado y se
llamaba el "Taa" (Sol), era muy alto, sobrep:isándolo er, estatura con media
vara y que, en sus esfuerzos por soltarse, lo levantó en alto sin lograr su
objeto.
Los dos indios que lograron escapar llamaron a los que habían ido por
leña, quienes inmediatamente se vinieron en actitud guerrera, pero al ver
presos a todos sus caciques se quedaron pasmados y turbados sin saber qué
resolución tomar. El capitán les mandó decir que ellos no temieran nada y
que las mujeres de los presos podían entrar al real y traerles de comer a sus
esposos, siempre que aceptaran someterse y vivir en paz, pues de lo contrario
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48 CLAUDIO DABDOUB

les arrasaría sus pueblos y sementeras, además de imponerles castigos muy


severos. Aceptado lo anterior, los indios se retiraron a sus pueblos y las
mujeres les llevaron alimentos a los caciques aprehendidos, quienes finalmente
fueron castigados, quedando pacificada esta tribu.
• A ésta siguieron otras varias acciones g\lerreras igualmente desbordantes
de vigor por la audacia, valor y uso oportuno de recursos ingeniosos para
salvar situaciones apremiantes, entre las cuales se incluye la entrada que
Diego de Hurdaide hizo hasta Chínipas a través de abruptas serrarúas
y cañones en extremo peligrosos; relatos que se omiten en obsequio al lector
particularmente interesado en el tema central de esta crónica, el Valle del
Yaqui. Lo expuesto es suficiente para formarse una idea de la personalidad
de este guerrero a quien pronto habría de conocer la tribu yaqui.

Diego Martínez de Hurdaide vuelve a México,


regresando con dos misioneros má.s.

Después de cinco años de lucha incesante por la pacificación de su Pro-


vincia, el Capitán había logrado someter a todas las tribus comprendidas has-
ta las márgenes del actual Río Fuerte, siendo estas últimas las que se mos-
traron más indómitas.
Con tal motivo, y para informar al Virrey, salió a México el año de
1604, así como para insistir personalmente sobre la necesidad de que se en-
viaran más misioneros a Sinaloa para complacer los deseos de los aborígenes
de que se les diera doctrina, ofreciéndose todos ellos a construir iglesias y
reducir sus innumerables y dispersas rancherías a pueblos acomodados por-
que querían gozar de asiento y de la paz estable de que distrutaban las tri-
bus ya cristianizadas.
El capitán fue muy bien recibido y atendido por el virrey, quien acordó
con el Padre Provincial de la Compañía de Jesús la designación de dos pa-
dres que saldrían para Sinaloa en compañía del capitán, a quien posterior-
mente le asignarían otros más.
Uno de los padres que acompañaron al Capitán fue Andrés Pérez de
Ribas, autor de la que puede considerarse como una de las mejores fuentes
para el estudio de la historia de los actuales Estados de Sonora y Sinaloa que
tituló "Triunfos de nuestra Santa Fé entre Gentes las más Bárbaras y Fieras·
del Nuevo Orbe", quien, juntamente con el también padre jesuíta Tomás
Basilio, fueron los primeros misioneros que entraron a los pueblos yaquis.
Muy contento se regresó Martínez de Hurdaide por haber conseguido
todo lo solicitado y traer en su compañía otros dos predicadores del Evange-
lio. En Zacatecas se le huyeron, en la noche, cuatro de los indios que habfa
invitado a ir con él a México, saliendo esa misma noche en su busca.

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 49

No habiéndolos alcanzado, apresuró su viaje haciendo jornadas largas


por Topia y Culiacán, siendo informado en el camino que sus fugitivos habían
matado a tres indios de Culiacán, arrancándoles las cabelleras para bailar
con ellas al llegar a su pueblo tegueco.
Otra noticia que recibió, también en el camino, fue que otros dos pue-
blos de cristianos, Ocoroni y Bacobrito ( el primero sobre el río del mismo
nombre y el segundo sobre el que ahora llamamos Sinaloa) se habían alzado
y quemado sus iglesias.
En cuanto llegó a la Villa de Sinaloa, salió luego con sus soldados en
persecución de los bacobritos alzados, a quienes, después de peligrosas refrie-
gas, les aprehendió a los autores de la rebelión, castigándolos con la horca.
A los demás los obligó a reedificar las iglesias que habían quemado, con lo
que nuevamente volvieron a su vida pacífica y cristiana, en la cual perse-
veraron durante muchos años.
En cuanto a los teguecos que se le huyeron de Zacatecas y que habían
ido a refugiarse con los indios tepagues del Río Mayo, mandó llamar a los
caciques de la tribu a que pertenecían los fugitivos, quienes le ofrecieron que
si mandaba 500 indios amigos a aprehender a los huídos, ellos conseguirían
que los tepagues se los entregaran, todo lo c'Ual cumplió y los homicidas fue-
ron castigados en el mismo lugar en que mataron a los de Culiacán.
Solamente faltaba someter a jos ocoronis,. lo cual resultaba más difícil
porque la mayoría de ellos huyeron tierra adentro, refugiándose con nacio-
nes enemigas a las cuales, por entonces, era muy peligrosa la entrada. Al
respecto, dice el P. Ribas: "Los c.:coronis, por . entonces perseveraron en su
fuga, la cual fue ocasión de dos efectos y sucesos, que aunque contrarios en-
tre sí, la Divina Providencia los supo disponer y juntar uno adverso con
otro favorable. El adverso, fue, que de· 1a fuga de los ocoronis resultaron las
batallas más campales que sucedieron en,,, la provincia de Sinaloa, desde su
descucrimiento, entre españoles e indios. El favorable fue el resultado de
este alzamiento la conversión de dos naciones las más populosas de Sinaloa,
mayos y yaquis; todo lo cual se irá viendo adelante en el mismo discur-
so de esta historia, al libre quinto, para donde será forzoso diferir la reducción de
los ocoronis, que al fin se consiguió con la de la famosa nación yaqui, con
la cual está encadenada." <16 >

H urdaide entra al Y aqui, cerrando un perí.odo de más de 74 años de receso


entre las armas españolas y las yaquis

Para quienes en la historia no buscan solamente la emoc1on que pro-


ducen las grandes batallas militares y los impresionantes o conmovedores he-
chos heroicos, sino más bien el conocimiento de la calidad humana de los
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so CLAUDIO DABDOUB

protagonistas manifestada a través de su cultura y de su actuación en la


vida, plasmada por el medio en que se desenvolvieron, su carácter y su inte-
ligencia, seguramente tendrán ya material suficiente para haberse formado
un juicio respecto a una de las tribus de nuestra Patria más incomprendida
y vilipendiada. Paradójicamente, esto último ha sido consecuencia de la po-
sesión, por parte de ella, de grandes y ejemplares virtudes. Y es que ha sido
juzgada por nosotros, los hombres "blancos y de razón", en función de nuestros
intereses, de nuestros deseos y del concepto que de nosotros mismos tenemos
como representativos de la civilización y del progreso y, consecuentemente, co-
mo árbitros supremos de los derechos humanos.
El cuadro histórico <le la conquista de México hasta aquí descrito den-
tro de la que viene a quedar enmarcada la parte correspondiente al Valle
del Yaqui y a su tribu aborigen, nos permite comparar la personalidad, di-
remos, de esta tribu, con la de las otras de nuestro país, y conocer sus particu-
laridades.
Culturalmente, los aborígenes del noroeste no tuvieron mucho qué ofrecer
por una razón muy explicable: ¿ Qué formación artística o intelectual puede
propiciar un territorio de clima agobiante por sus altas temperaturas, de
escasa vegetación y de tierras desérticas? Sin embargo, la tribu yaqui nos
ofrece cualidades físicas y morales muy elevadas que la han venido singulari-
zando durante todo el curso del desarrollo histórico de nuestro País: De
estatura elevada, saludables, ágiles, resistentes a la fatiga, inteligencia despe-
jada, sentimirnto muy arraigado de libertad, cariño extraordinario a su tierra,
gran apego a sus tradiciones. claro concepto de la unidad de raza y, sobre todo,
una decisión inquebrantable de defender a su patria (su solar nativo, tierra
<le sus antepasados), su raza y sus derechos. Y contra lo que equivocada-
mente se supone, son accesibles, hospitalarios y generosos con el extranjero
cuando éste les demuestra sinceridad en su amistad.
Los acontecimientos qt:e a continuación se narran son en extremo intere-
santes por la belleza épira que encierran y porque muestran, rebosante, el
temperamento de estos hombres; pero particularmente por la trascendencia
que tuvieron en el desenvolvimiento histórico del estado de Sonora: hechas las
paces entre españoles y yaquis, las puertas que cerraban el paso a la civiliza-
ción occidental hacia el interior del mismo, fueron abiertas por éstos con gesto
decid ido y sinceras expresiones de bienvenida.
Es en extremo lamentable que la fuente informativa más valiosa, la obra
drl padre Andrés Pérez de Ribas, sea tan parca en sus fechas, pues como se
verá máf adelante, el desconocimiento o el error en alguna de ellas trasciende
hasta hacer cambiar el concepto que ha de formarse de esta tribu. Por esta
rnzÍ>n. y contra el criterio que SC' ha Yenido siguiendo en la presente crónica

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 51

de evitar las transcripciones, en los próximos párrafos serán empleadas con


frecuencia.
Se recordará que en el sub-capítulo anterior a éste se relata la pacifica-
ción de los pueblos que se alzaron cuando el capitán Hurdaide salió de México,
siendo los ocoronis los únicos con quienes éste no pudo ponerse en contacto
por haberse huído hacia la tierra adentro, refugiándose con naciones enemigas
de los españoles.
Acaudillados por los indios Juan Lautaro, de la tribu Sinaloa, y Babilomo,
de la Zuaque, llegaron hasta los pueblos mayos pidiendo asilo, pero éstos, pro-
bablemente por temor a los españoles o por evitarse dificultades, no quisieron
recibirlos, ante cuya actitud muchos de los fugitivos optaron por regresar a
sus tierras; el resto, unas 10 familias, !:iguieron a sus guías hacia el Yaqui en
donde sí encontraron protección, aunque a condición de entregar a sus mu-
jeres y las pertenencias que llevaban.
Informado de lo anterior, "procuró el ca¡:,itán, LO MAS PRESTO QUE PU-
DO, su reducción (de los ocoronis) por medio dt- paz y no pudiendo conseguirla
por éstos, se halló obligado a seguir su alcanc(:; por las armas ... "
De no sofocar y castigar esta rebelión, se corría al riesgo de que se pro-
dujeran inquietudes y alborotos entre las demás tribus, tanto cristianas como
gentiles, por lo que Diego de Hurdaide armó a sus soldados, hizo leva de
indios amigos y salió al alcance de los rebeldes. y, aunque no suponía que hu-
bieran ido tan lejos corrio lo hicieron, ya iniciada la persecución tuvo que
continuarla hasta llegar al río y nación Yaqui, distante 50 leguas de la Villa
de Sinaloa. Por medios pacíficos procuró que ésto~ le entregaran a los fugi-
tivos y a los indios Lautaro y Babilomo, ofreciendo a los yaquis paz y amistad.
Estos respondieron que ni querían entregar a los rebeldes ni la paz con los
españoles y que estaban listos con sus arcos y flechas.
"Al capitán no le pareció razón ésta para rompimiento de guerra; lo
uno porque no se hallaba con gente suficiente para ella. Y lo otro por hacer
nuevas diligencias y poner nuevos medios de paz desde la Villa, para donde
dio la vuelta." <17 >
Este hecho no solameni.e significaba una humillación para las armas es-
pañolas, sino también el riesgo tremendo de que las otros tribus, alentadas
por esta actitud, se le rebelaran. Por la relación condensada de la biografía
que de Hurdaide se ha venido haciendo, puede saberse que no era nada cobar-
de, antes al contrario, de un valor rayano en temeridad, astuto y, en ocasiones,
impulsivo. Sin embargo, por la dt•cisión que tomó ante la negativa de los
yaquis, se ve que sabía medir sus fuerzas, dominar su orgullo de conquistador
español y contenerse cuando era necesario. Ahora se encontraba ante una na-
ción más numerosa que las del resto de la Provincia y completamente resuelta
a enfrentársele. Prefirió retirarse para regresar al Yaqui convenientemente
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52 CLAUDIO DABDOUB

preparado para asegurar el triunfo de los soldados castellanos y reafirmar el


prestigio y fuerza de su autoridad.*

Segunda entrada al Y aqui, y Primer Combate

Comenta el padre Ribas que todas las naciones de la provincia estaban


muy pendientes del resultado que fuera a tener el empeño del capitán por
rescatar a los fugitivos ocoronis, propósito que lo había colocado en situación
comprometida.
Muy preocupados por las consecuencias que pudieran resultar de un des-
calabro militar para los españoles y para la evangelización del territorio, de-
liberaban los padres y Martínez de Hurdaide buscando la resolución que fuera
más acertada. El acuerdo final que se tomó fue enviar recados a los yaquis
ofreciéndoles la paz a cambio de la entrega de sus protegidos. Después de
varias gestiones en tal sentido, los yaquis mandaron a la Villa a uno de sus
caciques, Anabailutei, que era de sus principales, a pactar las condiciones de
paz y la entrega de los fugitivos, por quienes los españoles enviarían indios
cristianos.
El capitán maudó a unos indios de la trihu tegueca juntamente con dos
mujeres que en su ida al Yaqui había hecho cautivas y que durante el tiempo
que estuvieron en la Villa se hicieron católicas y fueron bautizadas. Pero,
según el padre Ribas, el acuerdo anterior fue un ardid de los yaquis para
hacerle una traición a Hurdaide, ya que cuando la comitiva llegó a su destino
aquéllos se quedaron con las dos mujeres de su raza, despojaron a los teguecos
de sus caballos, vestidos y cuanto llevaban, y mataron a la mayor parte de
ellos, lo que provocó el disgusto de la tribu Legueca, que exigió al capitán
satisfacción y venganza del agravio recibido. Este se vió obligado a empren-
der una acción militar decisiva que le permitiera castigar la altanería de la
nación yaqui a fin de mantener incólume el prestigio y autoridad de los es-
pañoles, ambas indispensables para la conservación de la tranquilidad de la
provincia, y también para rntisfacer a sus aliados los teguecos.
Este hecho lo presentan todos los historiadores como una villanía de los
yaquis, y, por lo expuesto, no puede juzgarse de otra manera. Sin embargo,
hay en la relación del P. Ribas una frase que pudiera considerarse revaladora
de la causa que produjo el hecho. Dice el citado autor al referirse a las ges-
tiones de paz hechas por Hurdaide: "En esta ocasión no faltaban "algunos"

. • Aunque no he podido encontrar ni deducir con certeza la fecha de este acon-


tecimiento, puede suponerse muy fundadamente que fue a fines del mismo año en
que Hurdaide regresó de México, o más probablemente en el curso del año siguiente
( 1605). puesto que "procuró el Capitán, Lo más presto que pudo ... " la reducción de los
ocoronis.-El autor.
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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 53

de los hiaquis, a quienes asentaban bien estas pláticas. Y finalmente enviaron


un cacique su~ principal, llamado Anabailutei, a la villa ... " <18 >
Posteriormente veremos cómo cuando se llevaron a cabo las gestiones que
finalmente condujeron a la paz con los españoles y que se hicieron a nombre
de toda la tribu, aún así hubo oposición de un grupo, particularmente formado
por el elemento joven; con más razón habría de haberla en la ocasión que
se comenta, siendo muy probable que hayan sido solamente Anabailutei y su
pueblo los dispuestos a a.;eptar las proposiciones del capitán español, a lo
cual se rebeló el resto de la tribu cuando vio Jlegar a la comitiva de paz.
Es muy difícil juzgar un acto mientras no se tienen informaciones y pruebas
de ambas partes en pugna.
De cualquier manera, la aprehensión y muerte de los emisarios teguecos
fue el motivo que decidió a Diego Martínez de Hurdaide a armar a sus sol-
dados, a cuarenta jinetes con sus caballos también armados (la armadura
para proteger a estos animales consistía en una especie de coraza de cuero
de toro, generalmente impenetrable para las flechas, con lo cual la caballería
hacía las veces de nuestros modernos tanques blindados) como dos mil indi-
genas aliados entre los cuales había muchos mayos gentiles ( no catequizados),
y mandó apostar espías en todo el trayecto para impedir que los yaquis fueran
avisados de estos preparativos de guerra y juntaran todos los guerreros de la
tribu, calculados entre 6,000 y 8,000 hombres. En cuanto llegó al río de
éstos. estableció su campamento cerca de sus rancherías y les envió nuevos
requerimientos de paz.
La respuesta de los yaquis, al día siguiente► fue un albazo, es decir, un
ataque al rayar el sol, en que acometieron furiosamente. Los españoles y sus
aliados indios se defendieron con bravura, trabándose en encarnizado comba•
te. Ambos bandos eran, física y moralmente, poderosos y estaban habituados
a imponerse. Los castellanos, por orgullo de raza y por conservar sus posesio-
nes, necesitaban obtener una victoria decisiva. Los yaquis, por orgullo de casta
y defender su libertad y su patria, se sentían obligados a acabar con los ex•
tranjeros.
La batalla continuaba y ni unos ni otros cejaban en su empeño de do-
minar y destrozar al adversario; el día avanzaba lentamente mientras los con-
tendientes continuaban en su empeño con igual coraje. Las armas de fuego
de los españoles y las lanzas de su caballería armada producían grandes es•
tragos entre los guerreros yaquis, pero también morían muchos indios alia•
dos de los blancos, y entre éstos ya había muchos heri'dos, sucediendo lo mis-
mo con sus caballos; no obstante, el combate se prolongó por casi todo el día.
Dice el P. Ribas que finalmente los yaquis se retiraron al monte y el capitán
resolvió regresar a la Villa para curar a fos heridos y rehacerse de gente.
La única obra en que el autor de la presente ha encontrado la fecha
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54 CLAUDIO DABDOUB

de este encuentro es en la que, con el nombre de "Nociones de Historia de


Sonora", publicó el Prof. Calvo Bcrber, quien la fija en 1608.
Pese al número de atacantes, al uso de las armas de fuego y de la caba-
llería, los yaquis, con gran valor y arrojo habían logrado su-propósito.

El Capitán H urdaide regresa al, Río Y aqui


para lavar sus armas de la aj renta recibida

Fácilmente se comprenderá el estado de ammo en que quedaron el capi-


tán Martínez de Hurdaide y sus soldados al verse obligados a retirarse, por
segunda vez consecutiva, del campo de batalla que tan vigorosamente había
defendido un enemigo considerado inferior en todos sentidos- y que, sin em-
bargo, acababa de infligirles tan tremenda derrota. El estupor que este su-
ceso causó en toda la provincia fue muy grande, y aun mayor el temor sufrido por
los residentes españoles al considerar los riesgos en que la misma quedaba.
Al jefe Castellano le quedaban solamente dos caminos a tomar: esperar
a ver si tales temores dejaban de transformarse en realidad, gracias a circuns-
tancias felices no previstas. o resueltamente jugarse su tercera carta.
Hombre de acción y de mucha dignidad, siempre dispuesto a definir si-
tuaciones, el capitán Hurdaide optó por la segunda alternativa. Lo más pronto
que le fue posible organizó su tercera campaña contra los yaquis, para lo
cual puso en pie de lucha un ejército que tal vez sea el más numeroso que,
durante la conquista se haya organizado para someter a ur,a sola nación o
tribu. (La reconquista por Cortés de la Gran Tenochtitlán no es la excep-
ción, sino un caso distinto, pues Tenochtitlán no era una tribu sino una con-
federación constituiJa por los reinos de Tacuba, Texcoco y México.)
Con auxilios de la Villa de Culiacán reunió como cincuenta soldado11-es-
pañoles bien equipados, con sus respectivas monturas armadas, alrededor de
4,000 indios aliados de toda la Provincia, suficiente dotación de pólvora, mu-
niciones y bastimentos en abundancia. Dejando protegida la Villa de Sina-
loa con algunos de los soldados del presidio y vecinos españoles, inició su ter-
cera salida al Río Yaqui en el año de 1609. <19 >
En cuanto hubo llegado al lugar de su destino procedió a instalar el
campamento de tan numeroso ejército y, al mismo tiempo, enviaba recados
de paz a los altivos yaquis. Para darles más fuerza y formalidad a estas ges-
tiones, mandó con sus emisarios el papel con cuatro sellos que acostumbraba
usar como visas o salvo-conductos para quienes tenían que atravesar por entre
otras tribus de la provincia distintas a las del emisario; papeles tan respeta-
dos que, con solo ver el rollito en la cabeza de su portador, le daban paso
franco sin causarle la más mínima molestia. Tal era la autoridad que el
capitán había logrado formarse en su jurisdicción.

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 55

Los yaquis se hallaban tan arrogantes y soberbios que ~icieron caso om1so
de estos mensajes. Uno de ellos cogió el papel sellado y con un cordel se lo
amarró por atrás, paseándose entre sus compañeros a quienes hacía reir con
sus burlas y chistes, a la vista de los españoles, fiesta que duró el resto del
día y la noche anteriores al combate.
Y al igual que en la anterior ocasión, en cuanto se inició el alba cruzaron
resueltamente el río todos los guerreros de las ochenta rancherías que consti-
tuían la nación yaqui y atacaron el campamento enemigo con tal ímpetu, que
los defensores se vieron en situación en extremo crítica. Sin embargo, se sos•
tuvieron a costa de grandes bajas entre muertos y heridos. Los yaquis no
decaían y continuaban su ataque con el mismo frenesí del principio y, cuando
su enemigo lograba rehacerse un poco ..y pasar a la ofensiva, ellos con gran
destreza, cruzaban el río para usarlo como defensa, regresándose lueg~_para
tomar la ofensiva nuevamente.
A medida que transcurría el día, el capitán veía disminuir su gente y
perder vigor a los que quedaban en pie, por lo que se vio obligado a levantar
el campamento y organizar una retirada ordenada, "porque vió el riesgo en
que estaba de per~cer allí con casi toda su gente". (P. Ribas.)
En tanto que el enemigo sostenía la intensidad de su acometida y la llu-
via de flechas, disparadas con tremenda fuerza y
certera puntería, continuaba
causando estragos en el ejército de Hurdaide, éste levantaba su campamento y
recogía todo el bagaje. En seguida el capitán dio orden a su caudillo de
encabezar la retirada, pero que se hiciera con toda su gente peleando con ins-
trucciones terminantes de evitar a todo trance una desbandada de los indí-
genas. Entre tanto, él, auxiliado con una fracción de la caballería, protegería
al grueso del ejército quedándose a la retaguardia, que era sobre la que el
enemigo habría de cargar con mayor ímpetu.
La salida era por un paso muy peligroso por ser vega muy arbolada
que impedía usar los caballos con la necesaria libertad, oportunidad que los
yaquis aprovecharon ventajosamente flanqueando por ambos lados a la colum-
na y escudándose en los troncos de los árboles, efectuando un ataque tan vi-
goroso que los indios aliados de l~s españoles dieron la espalda y emprendie-
ron la huída, sin que hubieran podido ser contenidos. Los castellanos, conta-
giados del pánico, rompieron las armaduras de sus caballos para aligerarlos
y también huyeron dejando entrampado a su capitán y a los 22 compañeros
que con él se habían quedado, más un indio amigo que los acompañaba.
Por algunos de los soldados que escaparon en esta huída se supo que
en estos momentos tan críticos los yaquis cargaron sobre la retaguardia en-
volviendo al capitán y a los soldados que lo acompañaban, y que uno de
éstos, demostrando su gran fidelidad al jefe, le pidió que cambiaran de arma-
dura y de caballo para evitar que fuera a caer en podér del enemigo, que
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56 CLAUDIO DABDOUB

fácilmente lo identificaría. Hurdaide no aceptó tan abnegada proposición, sino


que valiéndose de $U espada (pues en tales circunstancias el arcabús era inú-
til) fue desprendiéndose de la tropa de indios que lo acosaban, hasta colo-
carse, juntamente con el resto de sus compañeros, en una posición que les
permitiera intentar una defensa menos angustiosa.
De los pocos soldados que se quedaron con el capitán, casi todos esta-.
han heridos, así como también él, que tenía cinco heridas en las manos y en
la cara, pues eran tan duras las puntas de palo tostado de las flechas, y
tanta la fuerza y habilidad con que los yaquis las tiraban, que una de éstas
le pasó la sobrevista que colgaba del casco, cuyo cuello era de cota de malla
doblada.
Abrumado por la humillación y la rabia de la derrota, abandonado por
su ejército en desbandada y acometido furiosamente por aquella compacta ma-
sa de indios que a toda costa pretendían hacerse de su cabellera para bailar
con ella, la entereza del capitán estaba siendo sujeta a una prueba de fuego.
Un instante de desaliento o de desesperación eran suficientes para perderlo.
Sin embargo, no perdió el ánimo ni su sangre fría. En su denodada def~nsa
logró ver una loma escombrada y limpia de arboleda y, dirigiéndose a sus 22
compañeros los incitó diciéndoles: "¡Ea, hijos!, ¡Ea, españoles!, recojámonos
a este puesto y peleemos como tales y haya orden en vale!'nos de nuestros
arcabuces y pólvora que nos ha quedado y váyanse disparando no todos jun-
tos, sino con el orden que yo diere." Esta recomendación última provenía de
que los enemigos se habían apoderado de todo el bagaje, y con él de los bas-
timentos y pólvora que llevaban, de la que les quedaban a los españoles única-
mente las cargas que acostumbraban llevar en sus burucajas al momento de
entrar en combate.
Se recogieron en la loma, en donde apenas había espacio para mover a
sus cabalgaduras, heridos ]a mayoría, todos muy cansados de tanto pelear y
agobiados por el calor tan fuerte que en el verano se siente en el Yaqui.
Como el día estaba ya muy avanzado, el sol calentaba las armaduras con toda
su fuerza, afligiendo terriblemente a los soldados. Sufrían mucho por la sed
y aunque el río les quedaba como a media legua, no podían disfrutar de su
agua dada la situación en que se encontraban, viéndose obligados a traer ba-
las de plomo en la boca a manera de refrigerio, recurso empleado por los sol-
dados españoles en estas tierras.
Para hacer más trágica la situación de estos hombres, a los yaquis se
les ocurrió un nuevo ardid de guerra: al ver que el campamento estaba lleno
de maleza y en él había un pa jonal seco, le prendieron fuego por el lado por '
donde soplaba el viento para que la lumbre abrazara a los españoles, o que
éstos huyeran y entonces cogerlos. Pero el capitán, rápido en encontrar re-
cursos salvadores en momentos críticos, mandó encender fuego con el peder-
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HISTORIA DE EL VALLE DEL y AQUI 57

nal de uno de los arcabuces y quemar el pajonal que tenía cerca, a donde
luego se pasaron todos con sus caballos, así que cuando llegó el fuego encen-
dido por los yaquis no sufrieron daño.
La noche se aproximaba y ya la mayor parte de los sitiadores se habían
ido a gozar del bagaje quitado a sus enemigos, repartiéndose la ropa, la plata
labrada, los aparejos de las mulas, etc., habiendo dejado un número regular
de guerreros para mantener el sitio.
Una vez que obscureció completamente, el capitán recurrió a un ardid
para salvarse de la situación tan angustiosa en que se encontraban él y sus
soldados: mandó soltar algunos de ]os caballos heridos, los que, fatigados por
el sol y la sed, al sentirse libres arrancaron en estampida hacia el río a
beber agua. Al oir los yaquis el tropel de los animales supusieron que eran
los españoles que se les huían en busca de agua, por lo que levantaron el
sitio para correr detrás de los caballos. Los castellanos aprovecharon el éxito
de su treta y huyeron en sentido contrario, o sea rumbo al sur. . . rehecha
en ellos la esperanza de alcanzar a llegar a sus hogares.

Llega a la V üla de Sinaloa la noticia de la derrot,a


y muerte del capitán y sus soldados

Muy gráficamente describe en su historia el padre Ribas la impresión que


la noticia de este suceso produjo en la Villa: "Una nueva tan infeliz como
ésta, fue de muy grande tristeza y levantó un alarido y llanto común. con
que todos se lamentaban: las mujeres, que quedaban viudas en tierra tan
desamparada; los hijos, huérfanos de padres; la provincia, de los mejores sol-
dados de aquella frontera; muerto el capitán, que era el terror de naciones
inquietas; y la cristiandad, expuesta a riesgos manifiestos de acábarse y de
perderse.
Porque consideraban que habiendo alcanzado tan grande victoria los
gentiles y belicosos hiaquis, no quedaba 'cosa segura en toda la provincia. El
padre Martín Pérez, que era superior de los padres misioneros, y había sido
confundador con el bendito P. Gonzalo de Tapia, de la cristiandad de Sina-
Ioa, derramaba lágrimas de compasión y sentimiento, viendo el peligro en quE-
quedaba lo que tanto había costado; y hallándose en la Villa cuando llegó
la triste nueva, despachó luego cartas y mensajeros a los padres que estábamos
repartidos en las naciones cristianas, dándonos aviso de lo que pasaba, y
orden que luego nos retirásemos al colegio de la Villa, para que juntos con
los españoles que habían qued::ido, se consultase el asiento que se podía dar a
las cosas, para Ia conservación de la cristiandad, cuando se hallaba aquella
provincia sin quien en lo político la gobernase.
Llegó a mi este aviso y orden, estando en los pueblos de zuaque que doc-
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58 CLAUDIO DABDOUB

trinaba; y en cumplimiento dél me partí luego a la Villa, donde nos juntamos


ocho religiosos de nuestra compañía. El día siguiente dijimos misa por el
capitán; persona a quien tanto amor y estimación se debía, y por los demás
soldados que se decía habían muerto en la batalla. Aunaue confieso de mi
-un sentimiento, en que también estaban otrqs padres, de no acabarnos de per-
suadir que fuese muerto el capitán que conocíamos por de tan grande va,lor,
maña y cautela en sus empresas. . . En esta confusión, suspensión y tristeza es-
tábamos. los religiosos, cuando a la tarde deste día, entró el soldado fiel que
dije, por la Villa: dando gritos de alegría diciendo: nuestro capitán viene mar-
chando con los soldados que con él nos quedamos; vivos somos. Con esta
nueva revivió toda la gente de la Villa. Llegó el soldado a nuestro colegio,
entregó al P. Rector un papel roto, que de taco de arca~uz había quedado,
en que con un palillo y tinta que hizo de pólvora el capitán, escribía al P.
Rector estas breves razones: "Dios perdone a esos hombres que me desam-
pararon y pusieron a riesgo toda esta provincia. Yo y los soldados que conmi-
go quedaron, aunque heridos, estamos con vida y vamos caminando poco a
poco por el cansancio de los caballos y de los heridos; y porque no se haga
alboroto en la provincia con las nuevas que llevarían, despacho por la posta
a este soldado que me ha sido muy fiel."

Pacto de Paz y Amistad entre


Y aquis y Españoles

Enardecidos y orgullosos quedaban los yaquis después de tan sonados


triunfos sobre los "yoris" (nombre que dan al hombre blanco, cuyo significa-
<lo es: valiente), particularmente por la última victoria obtenida sobre un c~·
pitán que era tan respetado y temido en toda la provincia; victoria que ad-
quiría proporciones de apoteosis por haberse logrado en forma tan decisiva y
rotunda contra el mayor ejército que los españoles habían logrado reunir en
toda la historia de la conquista de Sinaloa.
Sin embargo, quedaron atónitos de que todos los cristianos sitiados se
les hubieran desaparecido, lo cual consideraban una confirmación de su sos.
pecha de que el capitán era hechicero, título temido entre ellos, dejándoles el
temor de que mientras éste quedara con vida no podrían vivir tranquilos.
Sus principales caciques les hablaban continuamente dP. 1-:>sde~eos que
tenían de volver a pelear con Hurdaide, asegurándoles que en la próxima no
saldría con vida, para lo cual ideaban nuevas tácticas de guerra. Una de ellas
sería que los más resueltos, armados con los machetes que les habían quitado
a los "yoris", se arrojarían debajo de los caballos para burlar su armadura
y desjarretados, quitándoles toda su fuerza al español, que una vez caído ·en
tierra era hombre perdido por el peso de sus propias armas.

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HISTORIA DE EL VALLE DEL y AQUI 59

Martínez de Hurdaide se enteraba de todo lo anterior por los indios


amigo$ que tenían entrada al Y aqui; pero nada podía hacer al encontrarse
imposibilitado para emprender una nueva campaña que le permitiera castigar
a tan belicoso enemigo. Las expediciones anteriores las habían hecho por su
cuenta y riesgo, pues al emprender la primera no se imaginó que lo hiciera
contra un adversario tan peligroso y, por consiguiente, no vio justificación pa-
ra obtener previamente la aut~rización del virrey, lo cual lo llevó más lejos
de lo que él hubiera supuesto.
Ya colocado en la difícil situación en que se encontraba, su urnco recur-
so era enviar recados a sus enemigos en busca de un acuerdo de paz.
En el desarrollo de estas gestiones hubo un acontecimiento que Martínez
de Hurdaide aprovechó para atemorizar a los yaquis como oportuno arbitrio
para obligarlos a aceptar sus proposiciones. Por la importancia que este su1
ceso tiene como dato cronológico para la historia de la tribu de que se tra-
ta, es conveniente transcribir el relato que del mismo hace el padre Ribas en
su obra tantas veces citada: 126 > " ... el año de SEISCIENTOS QUINCE (1615)
entró por la mar del sur, con dos navíos el capitán Juan Iturbi, por comisión
de Tomás Cardona, vecino de Sevilla, a quien hizo merced la majestad del
rey Felipe III de dar permiso, para que armando dos navíos y llevando bu-
zos, descubriese las pesquerías de perlas, de que había muchas noticias en
el brazo de California, que como se ha dicho, corre la costa de la provincia
de Sinaloa.-Anduvo algún tiempo el capitán Iturbi sondeando este mar, y
subió por él hasta treinta grados de altura del norte. . . Corrió por este tiem-
po voz entre los indios, diciendo veían por la .mar y a mucha distancia de
tierra, una como casa o "teopa" (nombre que dan a sus jacales de iglesias) ...
estando yo en la casa del pueblo de Ahorne, descuidado, se entraron por ella
dos españoles, con grande algazara de los indios a la novedad. Llegaron ta-
les, que les faltaba poco para desfallecer de hambre; y cuando me vieron, le-
vantando la voz y corazón al cielo, dieron gracias a Dios de verse en tierra
de cristianos.-Estúvole muy a propósito la llegada del navío de que habemos
hablado: porque las naciones de toda la provincia quedaron con más estima
de los españoles y atemorizadas de sus armas y valor, como adelante en la
reducción dP. los belicosos hiaquis se dirá ... " ( *)
Y tal como promete el P. Ribas, al tratar de la pacificación de esta tribu

( *) A este mismo hecho hace referencia el P. J. Miguel Venegas en su "Noticia de la


California y de su Conquista", pág. 150 (Reimpresa en México por Luis Alvarez y Alvarez
de la Cadena, 26 de octubre de 1943), en un tema que, como ~e deduce por el título
de su obra. es por completo distinto a'1 que trata la presente, Jo cual me parece confir-
mación del hecho. También lo incluye el P. Euseb:o Francisco Kino en su obra "Favores
Celestiales", Editorial Cultura, México, 1913, en sus relaciones cronológicas de las diver-
sas expediciones marítimas hechas a la California, págs. 84 y 340.-EJ Autor.
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60 CLAUDIO DABDOUB

C'n el tomo II, pág. 76 de su historia, la relaciona con la llegada del citado
barco: "Sucedió pues, que por este tiempo aportase a la costa de Sinaloa el
navío de que atrás queda escrito que entró -por el brazo de Californias y había
causado tanta novedad y temor en estas naciones; nueva que también había
llegado a la de los hiaquis. Llamando pues el capitán a algunos indios de gen-
tes cercanas a ellos y metiendo pláticas de esta ~ateria, les decía, haciendo
demostraciones de grande enojo, que andaba dando orden de hacer un castigo
nunca visto de hiaquis, abrasar y acabar con ellos, y con sus pueblos; y que
para esto iba disponiendo, que entrasen tres capitanes con sus escuadras, por
tres partes en su río a un mismo tiempo para que no se pudiesen convocar
todos juntos ni ayudarse los unos a los otros ni escaparse de sus manos. Que
ya ellos también habían sabido, cómo los españoles sabían andar por la mar
y por esa parte entraría una escuadra contra los pueblos bajos que eran los
más arrogantes; otro capitán, decía, acometería por las rancherías de lo alto
del río; y él finalmente los cogería en medio y haría un castigo notable en
ellos ... "
Posteriormente, en el capítulo que sigue a lo transcrito, el mismo autor
dice: "Por haber sido el modo de la reducciór. y victoria de esta •grande y
belicosa nación CASI MILAGROSA Y DADA MAS DE LA MANO DE DIOS
que alcanzada por armas, como más claramente se pudo colegir de la rota (DE-
RROTA) con que salió el capitán, y padeció su campo de cuatro mil indios, ami-
gos; ... " frases con las que anuncia la disposición de los yaquis para entablar
pláticas de paz, y, aunque no dice la fecha en que ésta se pactó, fácilmente puede
deducirse, por el suceso, transcrito, que fue de$pués de 1615.
La extensión dada al contenido de este sub-título y las transcripciones
hechas, han sido inspiradas por el deseo de hacer justicia al valor y prestigio
a que la tribu yaqui es acreedora, ambos menoscabados grandemente por el
sólo hecho de afirmarse en todas las obras históricas que tratan de su pacifi-
cación, que éstos "se rindieron el 25 de abril de 1610", con el comentario de
que el haber pedid0 la paz los vencidos a los vencedores inmediatamente des-
pués de su gran victoria, es un fenómeno sin precedente en los anales de los
hechos militares. Ni se rindieron, ni aceptaron la paz en seguida de sus vic-
torias: accedieron a tratar la paz por las razones que enseguida se exponen,
y lo hicieron hasta después de seis años de su último triunfo.

Los Y aquis explican al capitán H urdaide


los motivos de su cambio de actitud

Muy desconfiados y cautelosos los yaquis, sondearon primero a los caci-


ques mayos por conducto de una de sus mujeres enviada como embajadora,

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 61

para conocer la disposición que éstos pudieran tener para servir como media-
dores entre ellos y el Capitán español.
Habiendo sido favorable la respuesta, confirmaron a los mayos sus deseos
de paz con Hurdaide, para cuyo objeto enviaron otra embajada, pero ya de
tres mujeres. Entonces, algunos de los caciques de este río salieron a entre-
vistar al capitán a su villa, llevándole la buena nueva. Cuando regresaban
a su tierra con la respuesta encontraron en el camino a las embajadoras yaquis
acompañadas de un grupo de mayos, volviéndose todos a ver nuevamente al
capitán, quien les preguntó a las embajadoras el motivo del cambio de actitud
de su nación después de haberse mostrado anteriormente tan obstinada en
pelear con los españoles. Ellas contestaron que querían vi~ir en paz y con-
tentos como sus vecinos los mayos y demás pueblos cristianos, y no en la
espera constante de un ataque por wrpresa. Hurdaide, después de ratificarles
lo que ya había dicho a los mediadores mayos, agasajó generosamente a los
embajadores y les hizo muchos obsequios, pidiéndoles a las yaquis que su tribu
mandara caciques principales para tratar las paces. Enterados los yaquis,
mandaron a dos de los suyos para que el capitán les confirmara todo lo ha-
blado. Las razones que éstos le dieron a H urdaide para aceptar la paz, fueron
las mismas anteriores, agregando que habían visto que a pesar de haberles
asegurado los fugitivos Lautaro y Babilomo que los españoles no eran valienles
y que habían matado a muchos de sus parientes, y que los yaquis fácilmente
podrían cogerlos y celebrar sus triunfos con sus cabelleras, y continuar em-
borrachándose y teniendo muchas mujeres, todo había sido mentira, y, en
cambio, habían perdido mucha gente, y que "por otra parte echaban de ver
que los mayos sus vecinos y otras naciones cristianas, amparadas por el capi-
tán Y LOS PADRES QUE ESTABAN CON ELLAS, los tenían por hijos y se
hallaban en paz y alegres y contentos; y por tanto ellos deseaban lo mismo". <21 >
Efectivamente, al Mayo habia entrado el Padre Méndez desde 1614 e iniciado,
por medio de la evangelización, el cambio que en la forma de vida de la tribu
habían observado los yaquis.
El párrafo copiado textualmente, y la explicación que le sigue, parecen
confirmar dos suposiciones: la. Que la paz con los yaquis se hizo después del
año de 1615 y no en abril de 1610; y 2a., que la razón decisiva para que éstos
la aceptaran fue su deseo de tener en su tierra padres misioneros, lo cual
indujo al capitán y a los pc1dres de la provincia a mandar un enviado de ellos
a México para que obtuviera del virrey y del Padre Provincial de la Compañía,
autorización y misioneros para satisfacer los deseos de la tribu Yaqui antes
de que éstos se arrepintieran.
Como condiciones necesarias para poder finalizar un tratado de paz con
los yaquis, Martínez de Hurdaide les puso las siguientes:
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62 CLAUDIO DABDOUB

la. "Que habían de venir a efectuarlas (las pláticas de paz) buen número
de caciques principales del Río.
2a. Que no habían de hacer guerra a los indios mayos sus vecinos, ni a
otra alguna nación cristiana o gentil de las que ~tuviesen recibidas
debajo del amparo del Rey; y si algunas de estas dichas naciones,
a
inquietos o revoltosos se acogiesen su Río y Nación, no los ampara-
rían, antes los prenderían y entregarían al que fuese Capitán· de
aquella Provincia.
3a. Que aunque les perdonaba los muchos caballos que habían flechado
y muerto, pero que debían de entregar los que quedaban vivos y
los platos de plata, jarros y armas de españoles que quedaron entre
ellos.
4a. y última.-Que a la:5 cabezas de los alborotes pasados, que todavÍ:l
estaban entre ellos, los darían presos. Y en caso ae <1ue n,:, hallasen
seguridad ni traza para prenderlos, los matarían o en alguna borra-
chera en que los hallasen o de otro modo que les fuera posible."

Los yaquis aceptaron estas condiciones, habiendo hecho entrega de los


indios Lautaro y Babilomo, de lo que habían quitado a los españoles y, como
prueba de la sinceridad de su deseo expuesto de hacerse cristianos, llevaron
buen número de muchachos, hijos suyos, para que quedaran bajo el amparo
<le los Padres en f'l seminario y escuelo de la Villa, con objeto de que se les
enseñara la doctrina cristiana para que, cuando les mandaran los padres mi-
sioneros que pedían, los niños ayudaran a éstos a explicársela a la tribu. Lo
único que no entregaron fueron los caballos, con el pretexto de que estaban
tan gordos y contentos con los pastos de su río, que no les había sido posible
cogerlos, lo que harían en cuanto tuvieran cordeles con que amarrarlos.

Entran los primeros miswneros al do Yaquí;


acontecimiento de trascendencia pa,ra el actual estado de Sonora

Varias fueron las razones que se tuvieron para mandar a México a un


enviado perfectamente enterado de los problemas de la Provincia, y, a la
vez, suficientemente capacitado para exponerlos y obtener resoluciones favora•
hles, habiéndose escogido al P Rihas como el más indicado. Una de estas
razones fue la necesidad de justificar las campañas del capitán Martínez de
Hurdaide contra los yaquis, las que habiendo sido desastrosas para las armas
españolas provocaron muchos disgustos y críticas en Gua diana (hoy Durango),
capital de la Nueva Vizcaya y de la cual dependía la Provincia de Sinaloa,
pues fueron juzgadas como muy imprudentes por el riesgo a que quedó ex-
puesta la citada Provincia. Otra razón púra el viaje era la urgencia de
aprovechar la buena disposición mostrada por los yaquis para ser evangeli-
zados.

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 63

Los resultados obtenidos por el enviado fueron en extremo favorables.


El virrey ,tuvo expresiones elogiosas para el capitán Hurdaide por el valor
desplegado en las batallas tenidas con los hiaquis "Y MAS DE QUE ESAS
HUBIERAN VENIDO A PARAR EN PEDIR DOCTRINA DE CRISTIANOS
Y PADRES QUE SE LA PREDICASEN." <:l 2 > Esta es una afirmación más,
entre otras muchas, que favorecen la suposición de que los yaquis aceptaron
la paz impulsado¡¡ por au deseo de recibir el Evangelio y las ventajas de que
disfrutaban las demás naciones que ya tenían misioneros, lo cual habla muy
elocuentemente de la buena disposición de esta tribu hacia todo aquello que
signifique superación para su raza.
Para iniciar la evangelización del yaqui fueron designados por el Padre
Provincial de México, el mismo Padre Andrés Pérez de Rihas y el Padre
italiano Tomás Basilio, recién llegado de España a México.
&tos ve1.áan en camifü} a Sinaloa cuando se produjo la sangrienta rebelión
de los Tepeguanes ( entre los actuales !ímites de Durango y Sinaloa), que
puso en sobresalto a toda la Provincia por el temor a un alzamiento general
de todos sus aborígenes.
Cuando los Padres llegaron a la villa encontraron indecisión de parte
de sus superiores en cuanto a si convendría esperar a que terminara la citada
rebelión, dado el peligro de que fuera secundada por otras naciones, particu-
larmente la del yaqui por "estar los ánimos de los hiaquis tan recientes en
amistad de españoles, con quienes habían tenido tantas refriegas y batallas ... ",
o si se les enviaban luego los misioneros "como ellos mismos habíanlo pedi-
do y se les había prometido". Se optó por esto último, ya que "si se perdía
la presente ocasión de darles doctrina, no se ofrecería otra tan a propósito;
porque la guerra de tepeguanes había de durar mucho tiempo ... ''
Al recibir aviso los yaquis de que sus misioneros estaban esperándolos
en el Mayo, salieron a este río a recibirlos, preguntando algunos de ellos que
si la sangre de los Padres era como la de los soldados españoles, y que si para
qué iban allá Padres que no tenían arcos, ni flechas que volviera el capitán,
que era valiente y soldados que tenían arcos de hierro. Comenta el P. Ribas:
"Bien se echaba de ver. por estas razones, que estos TALES no mostraban
estar aún de sazón para recibir la doctrina evangélica."
EL JUEVES DE LA ASCENSION DEL SE~OR DEL AAO DE 1617 (20
de mayo <23 >) partió la comitiva hacia los pueblos altos del río Y aqui, tanto
porque de ahí eran los caciques que vinieron a recibirlos, como porque estos
pueblos fueron los que mostraron mejor disposición a la ''paz.
Los Padres entraron al Yaqui sin protección de soldados, acompañados
únicamente de cuatro indígenas zuaques que se animaron a ir con ellos para
ayudarles en los oficios de iglesia y doctrina. Según el P. Javier Alegre, fue
condición de los yaquis que a sus tierras no habían de entrar soldados.

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64 CLAUDIO DABDOUB

El culto y estimado banquero e historiador sonorense don Roberto Acosta,


dice en la página 60 de su obra citada en la bibliografía de este libro, que el
primer poblado a que llegaron los Padres fue Hornos. Este se encuentra en
la margen izquierda del río, casi enfrente del conocido por Li,rwnes, que se
asienta en la margen derecha. Por las razones expuestas en la página 27 de esta
crónica con relación a la identificación de 'la ranchería mencionada por el
Capitán Diego de Guzmán como Yaquimí, el autor de esta obra se inclina por
el lugar ahora conocido por Limones como el primer punto tocado por los
misioneros católicos. La diferencia es pequeña, y por lo mismo, ambas supo-
siciones sólo confirman que a esa altura del río debe de haberse encontrado
el último poblado de la tribu.
Los Misioneros estuvieron tres días en este lugar bautizando a todos los
niños que les trajeron y predicando la doctrina por medio de sermones que
en su propia lengua les decía el Padre Ribas, pues zuaques, ahornes, teguecos,
mayos y yaquis hablan el mismo dialecto, con variantes muy ligeras, ya que
todos ellos tienen por tronco común el cahíta. Al cuarto día y caminando río
abajo, iniciaron las visita~ a cada uno de los demás poblados, de los once
a que los yaquis habían reducido sus anteriores ochenta rancherías, y entre
los cuales menciona el P. Ribas a Abásorin co:pio el quinto 1 Tórim como el
sexto y mayor de ellos con más de mil familias; Tésamo y Vícam, haciendo
en cada uno la misma labor que en el primero.
Al cabo de los tres años que permaneció en este río el tantas veces men•
cionado misionero e historiador, tenían bautizados ambos Padres 4,900 niños
y 3,000 adultos. <24 > Era notable el entusiasmo con que los nuevos feligreses
acudían a oir misa llenos de devoción, estando tan contentos de su conversión
al cristianismo que muchos de ellos, particularmente los caciques, salían con
frecuencia hasta la Villa a visitar a los padres del colegio y al capitán, y, de
paso, a los pueblos del trayecto, a los que ya consideraban sus hermanos.
Hurdaide los llenaba de obsequios, entre los que se incluían potros que tanto
les gustaban a los yaquis, borregos para que tuvieran lana, etc., etc.
Al principio de la evangelización se molestaba el Padre porque le ha-
blaban en voz muy alta, dando la impresión de hacerlo en forma imperativa,
pero ellos le explicaban que no estaban enojados, preguntándole luego: "¿ Qué
no ves que por eso nos llamamos hiaquis ?" (Hiaqui, en su lengua, quiere d~ir:
el que habla alto o fuerte.)
En una ocasión en que volvieron a rebelarse los tepeguanes, invitaron a
la tribu que se viene mencionando a secundarlos, pero ésta rehusó y dio aviso
:11 capitán, quien los visitaba de vez en cuando y era muy bien recibido y
:i.gasajado. En estas visitas les dio gobernadores y alcaldes de su propia raza,
que independientemente de los fiscales nombrados por los misioneros para que

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HISTORIA DE EL VALLE DEL y AQUI 65

los mantuvieron más informados de los probl2mas d.e sus feligreses, es la or-
ganización política que, ligeramente aumentada en el número de funcionarios,
conservan hasta la fecha.
Llamado a México el P. Ribas para ocuparse en tareas de más jerarquía,
fue substituido por otro misionero. El número de éstos fue aumentado pos-
teriormente para poder atender a nación tan numerosa, cuyos once pueblos,
por la misma razón, fueron nuevamente reducidos para quedar en los ocho
en que se conservaron durante más de tres siglos y cuyos nombres son:
Cócorit, Bacum, Torim, Vicam, Potam, Rahaurn, Huirivis y Belem. En todos
ellos se construyeron iglesias de material a las que se les dieron campanas,
ornamentos, imágenes, etc., etc.
En breve tiempo, un elevado concepto sobre los fines de la vida terrena
y la convicción de la existencia de un alma inmortal cuyo destib.o decide el
hombre durante su permanencia en este mundo, substituyó al original que
hacía de la guerra la actividad más importante y honrosa. Para siempre
olvidaron los y~quis su bárbara y tradicional costumbre de celebrar sus vic-
torias bélicas con bailes y cantos alrededor de la cabellera de alguno de sus
enenugos.
La creencia en un Dios único, Creador y Señor de todas las cosas, acabó
con sus hechiceros y supersticiones, sucediendo el caso extraordinario de que
fueran los mismos hechiceros de la tribu los mejores propagandistas y auxi-
liares de los misioneros.
Dos de los mayores vicios del hombre y que entre los yaquis tenían
gran arraigo: la carne y el vino, cedieron su lugar al matrimonio eclesiástico
y a la comunión.
En el aspecto económico fue también notable el cambio operado en esta
nación: sin las distracciones de la guerra y con una nueva alegría en el vivir,
su afición a las labores agrícolB:s se incrementó grandemente, con la consi-
guiente ampliación de sus áreas de cultivo y la introducción de nuevas es-
pecies. Se introdujo entre ellos la ganadería, destacándose la cría de vacas,
borregos y caballos. Entraron a un régimen de excedentes agrícolas que
vendían a los españoles de la Provincia para comprar, con su producto, potros,
vestidos, adornos y otras cosas que sus nuevas formas de vida les exigían.
Muy pronto cogieron afición al vestido europeo, del cual no podían
prescindir después de haberlo adoptado.
Paulatinamente fueron substituyendo sus chozas o ramadas con casas
construidas de adobes con techos de vigas y tierra, haciéndolas más amplias.
Aunque al principio de su evangelización fue muy difícil hacerlos renun-
ciar a sus cabelleras que les llegaban hasta la cintura, constituyendo su mejor
adorno y signo de valor, fueron éstas desapareciendo a medida que se bauti-
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66 CLAUDIO DABDOUB

zaban y pronto se vieron todos con el cabello cortado a la altura de los


hombros.
Una renunciación completa a lo que por siglos conceptuaron como sus
más caros valores, fue el precio que gustosa y espontáneamente pagaron los
yaquis, la raza más recia y aguerrida del noroeste, a cambio de su evolución
hacia más elevados estrados de vida.

El capitán Martínez de Hurdaide finaliza su rmswn

La pacificación de la Tnbu Yaqui. su (.'Vangelización y el cambio tan


notable operado en ella, indujo, una a una, a todas la:; otras naciones vecinas
a su río a pedir también que les dieran misioneros. Nuri, Movas y Onabas,
pueblos habitados por los llamados Nebomes Altos, fueron los primeros en
hacer tal instancia; les siguieron Cumuripa, Tecoripa, Zuaque y Tónichi (Ne-
bomes Bajos), y luego los Sahuaripqjj, Aivinos, ·Batucos, y, finalmente, los
aborígenes del Río Sonora, entre éstos los U res y Cumpas.
Con la espada envainada y la mano tendida en gesto de amistad, el
capitán don Diego Martínez de Hurdaide sólo alcanzó a visitar algunas de
estas naciones. ¡El tiempo que para esta vida tenía asignado, se le agotó!
¡Treinta años al servic;o continuo de su rey y de su Dios e:n estas tierras
de Sinaloa ! Treinta años de llevar sobre sí la responsabilidad de conservar
la paz, y extenderla juntamente con el evangelio, en una provincia tan extensa,
inquieta y aislada del resto de la Nueva España. Largo período en que su •
espada no tuvo descanso. pues fue desenvainada en no menos de veinte gran-
des encuentros entre los cuales hubo combates tan reñidos y peligrosos como
los narrados a lo largo de estos dos últimos capítulos, y que son ilustrativos del
carácter del soldado que manejaba tal espada. Combates en los que su valor,
astucia y entereza permitieron al capitán Hurdaide salir con vida, sin haber
dejado una sola cabellera de sus castellanos en manos de sus enemigos, ¡ ha-
zaña verdaderamente notable!
Pero el mérito verdadero de este soldado zacatecano que lo hace acreedor
al reconocimiento de ambas razas, española y aborigen de América, es el
haber servido lealmente a las dos: a la primera como militar, a la segunda
como civilizador y amigo. Su conducta justa y considerada con esta última,
su hondo sentido humano para comprenderla y la benevolencia de su trato
le captaron el cariño y el respeto de las tribus indígenas de su jurisdicción.
En febrero de 1626 murió en el Colegio de los Padres, en la Villa de
Sinaloa, en el que ocho días antes se había recogido para hacer penitencia, en
preparación de su última jornada.
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HISTORIA .DE EL VALLE DEL YAQUI 67

Datos bwgráficos del Padre Andrés Pérez de Ribas

Nació en Córdoba, España, en 1576, y, desde temprana edad, !le dedicó


a los estudios eclesiásticos. Ya ordenado, su temperamento estudioso y activo lo
guió hacia la Compañía de Jesús, en cuyo noviciado ingresó, llegando a tierras
novQ-hispánicas en calidad de novicio.
En 1604 profesó en la ciudad de México y, desde luego, pidió ser des-
tinado a las misiones .. Ese mismo año llegó a México el capitán Diego Martínez
de Hurdaide a informar al virrey y pedir elementos para proseguir iUS con-
quistas, así como religiosos para extender la predicación del Evangelio, oca-
sión que Pérez de Ribas aprovechó para solicitar ser enviado con el mencio-
nado capitán.
Obtenida su designación como misionero en la provincia de Sihaloa,
en ésta le correspondió la evangelización de los ahornes y los zuaquel:!,entre quie-
nes permaneció aproximadamente doce años, de donde pasó al Ya(!ui acom-
pañado del P'. Tomás Basilio. La magnífica y arriesgada labor que desarrolló
en esta última región ya ha sido dada a conocer en las páginas anteriores. En
1620 fue llamado & México por !as autoridades de su orden para el des-
empeño de puestos de más responsabilidad. En 1631 ó 1632 le fue encomen-
dada la Rectoría del Colegio Máximo de San Pedro y San Pablo, dignidad
suprema que era sólo alcanzada por los más ilustres misioneros. También
estuvo ha jo su dirección la famosa Casa de la Profesa y en 1640 desempeñaba
el delicado y alto cargo de Provincial de la Compañía de Jesús en la Nueva
·España.
En 1643 fue enviado a Roma como 1>rocurador de la compañía y asistió,
como vocal, a la Octava Congregación de la misma, destacándose por la
autoridad de su saber. •
Vuelto a México y rodeado de consideraciones, dedicó sus últimos años a1
estudio y a escribir sus interesantes libros, entre los que ocupa principal
lugar la "Historia de los Triunfos de Nuestra Santa Fe".
Su obra histórica lo coloca como una de las principales figuras literarias
de su siglo y lo hace destacar como un verdadero maestro.
El padre Andrés Pérez de Ribas alcanzó la muy avanzada edad de 79
años, muriendo en la ciudad de México en el año de 1655.
(Extractado del prólogo a su arriba citada obra, escrito por el Lic. Raúl
Cervantes .\humada.)

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68 CLAUDIO DABDOUB

CAPITULO VI

LA NUEVA ESP AAA, EL NOROESTE Y EL YA QUI


·HASTA EL AAO DE 1735

La Nueva· España

En poco más de dos siglos transcurridos desde la conquista de Tenoch-


titlán por Hernán Cortés, la Nueva España era una de las naciones más ex-
tensas del mundo y la más próspera entre las colonias de España. Comprendía
desde los límites con Guatemala hasta los actuales Estados Norteamericanos
de Texas, Colorado, lutah y Nevada ( conqcidos como el Nuevo México),
sin más límites al Norte que los virtuales constituidos por los territorios no
explorados aún. Por el poniente se conocía hasta el río Colorado, estimándose
en más de cuatro millones de kil'ómetros cuadrados el área ocupada o do-
minada por los presidios militares.
Sin embargo, aún no se lograba la completa incorporación de los terri-
torios norteños al resto de la nación debido a la insuficiencia de gentes que los
colonizaran y a las grandes distancias que los separaban de la capital. Estas
distancias y las comunicaciones tan deficientes que tenían obstaculizaban el
tráfico comercial y el envío de auxilio militar oportuno a los colonos, que
vivían expuestos a los constantes y sangrientos ataques de las tribus comarcanas.
Exceptuando esta situación de las regiones fronterizas del Norte y los
esporádicos e intrascendentes brotes de rebelión de los indígenas del resto
de la nación, la Nueva España se hallaba viviendo un largo período de paz
y tranquilidad, sin más inquietud que los eventuales ataques de los piratas
ingleses a "lgún punto de las costas mexicanas.
La atención de los virreyes se concentraba en el embellecimiento de
la capital y en la resolución de los problemas de la misma, entre los que
destacaba el del desagüe de la ciudad, para el cual se ejecutaban obras ini-
ciadas formalmente desde 1600, sin lograr resolverlo.
De entre las colonias españolas, la economía de la nación mexicana era

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HISTORIA DE EL VALLE DEL y AQUI 69

la más desarrollada y fuerte, constituida esencialmente por la minería, cuyo


incremento era constante, en oposición a la del Perú que se encontraba en
decadencia. La ganadería se encontraba muy desarrollada, igualmente la in-
dustria azucarera, así como las industrias menores ya constituidas en gremios
como el de herreros, plateros, carpinteros, etc., etc. En cuanto a la agricul-
tura, no obstante que ya existían muchas y muy grandes haciendas, no lo-
graba su pleno desarrollo porque era la menos atractiva para los españoles,
además de que la metrópoli la tenía muy restringida con sus prohibiciones
impidiendo el cultivo de muchos productos que amenazaban a los agricultores
de la península. El comercio se encontraba en una situación similar a la de la
agricultura, obstaculizando en su libre desenvolvimiento por muchas prohi-
biciones, disposiciones y gravámenes, con el resultado, entre otros, de que sola-
mente podía efectuarse a través de España, y con las Filipinas. El que ante-.
riormente se hacía con el Perú había sido cada vez más importante, pero
desde el año de 1627 le fue prohibido a la Nueva España. Sin embargo,
era ésta una actividad floreciente y de mucha intensidad tanto en el interior
como con el exterior, esta última a través de los puertos de Veracruz y
Acapulco.
Aunque en esa época aún no estaba• bien organizado el sistema fiscal,
sin embargo, la recaudación real pasaba de los $7,000.000.00 anuales, de los
cuales una parte mínima era para cubrir los gastos y necesidades de la nación
y todo el resto se enviaba a España para pagarle al rey sus derechos, ayudar
al sostenimiento de la escuadra española a pretexto de la protección marí-
tima que nos daba; para el sostenimiento de otras colonias, etc., etc. Pero
además de esta sangría, no era menos importante la representada por los
préstamos y apropiaciones de fondos hechos por la península para resolver
sus problemas económicos en una época en que se iniciaba su decadencia,
agravada por las hostilidades de Inglaterra y otras potencias europeas.
No obstante los impedimentos puestos por España al comercio exterior
mexicano, al desarrollo de su agricultura, y a las fuertes exacciones de di-
nero que frenaban la capitalización nacional, el progreso de México era
constante. La capit&.l se extendía y se embellecía con magníficas construccio-
nes que muy pronto le valieron el nombre de Ciudad de los Palacios, mere-
ciendo ser considerada como una de las más opulentas del mundo, pues
abundaban las residencias ostentosas, elegantes edificios oficiales, grandes y
muy decoradas iglesias, conventos, hospitales, etc.
En el aspecto cultural, existían la Real y Pontificia Universidad, varios
colegios de enseñanza superior, escuelas, imprentas, teatros y cuanto en este
aspecto caracteriza a una ciudad de importancia.
En el resto del país había ya más de una docena de ciudades impor-
tantes, entre ellas Puebla, Guadalajara, Querétaro, San Luis Potosí, Oaxaca,
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70 CLAUDIO DABDOUB

etc., todas con suntuosos templos, conventos y edificios diversos, muchos de


los cuales aún subsisten y causan admiración por los trabajos arquitectónicos
realizados en ellos. Tenían también hospitales, colegios y escuelas de primeras
letras. Pero además de estas grandes ciudades, se diseminaban por todos
los rincones del territorio las villas y pueblos en los que, gracias a las órde-
nes religiosas establecidas en la Nueva España, nunca faltaban la iglesia, la
escuela, la casa del misionero o del cura y las casas de cuando menos los je-
fes indígenas, además de las residencias y oficinas de los representantes de las
autoridades civiles y militares y de los españoles avecindados, construcciones
todas de muy buenos materiales.
Lamentablemente, esta magnífica estructuración nacior,al. contenía, co-
mo uno de sus principales elementos constitutivos, un defecto capital: la
negación humana que se hacía del indígena. La explotación de las riquezas
naturales era conjunta con la del aborigen, conceptuado como animal de tra-
bajo, a pesar de las Leyes de Indias.
En los primeros años de la ,conquista eran despojados de sus tierras
y entregados como siervos al hacerse los repartimientos y encomiendas; pero
posteriormente fueron, además, perseguidos para cogerlos y venderlos como es•
clavos para la explotación de las minas, de cuyo cruel comtrcio es ejem-
plo típico el nefasto conquistador del Noroeste, Nuño BeJtrán de Guzmán.
En la época de que se viene tratando se extremaron los esfuerzos por parte de
la corona española y de la iglesia católica por lograr una mayor protección
en la libertad y en las propiedades de los indios, pf:ro la ignorancia de éstos
o su vicio por l'a embriaguez los inducía a venJer sus tierras a precios
irrisorios, o las perdían mediante la fuerza o eJ engañe,. Por necesidad o
por temor se sometían a trabajos agotadores desde la madrugada hasta el obs-
curecer a cambio de techo y sustento.
Con relación a este aspecto de la conquista, España y la iglesia católica
son acreedores, como acto elemental de justicia, a una aclaración sobre los
erróneos conceptos que en nuestra patria se encuentran tan arraigados con res-
pecto a la actitud que ambas sostuvieron durante la época colonial: a ambas
instituciones se les atribuye, y se les critica, el haber tenido siempre, y a la
iglesia de conservar aún, el propósito de dominar y explotar al indio y al
pueblo me1.:cano en general, juzgándolas responsables de los males expuestos
líneas arriba.
España ha sido víctima de tal juicio nacido del odio de que generalmente
es ohjeto el más fuerte o quien ejerce un predominio, odio particularmente fo.
ment ctdo durante el movimiento de independencia con oh jeto de enardecer
al pueblo en favor de tal causa, y que, aún después de consumada ésta, los
indig,mistas han mantenido vivo sin justificación alguna.
Los abusos cometidos por los españoles prueban, aparentemente, el cargo
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HISTORIA DE EL VALLE DEL y AQCI 71

que a España se hace de haber sido bárbara y ambiciosa con sus colonias;
sin embargo, es necesario considerar que los conceptos humanos imperantes
todavía en el siglo XYIII eran otros muy distintos a los que ahora nos son
comunes en Occidente. Siendo en Europa el feudalismo un sistema político
y sociul establecido y admitido sin objeción alguna durante siglos, es clara-
mer,te explicable su implantación en América en forma de repartimientos y
encomiendas, así como que aquí el indio ocupara el lugar del siervo europeo,
con la innovación en la encomienda, sobrt: el feudalismo, de que el enco-
mendero se obÍigaba a cuidar, instruir y educar a sus indios encomendados.
Y precisamente el valor ecuménico de la Revolución Francesa reside
en haber combatido tales conceptos imponiendo a la meutalidad occidental
los ideales de libertad para que el individuo decida su propio destino, de
su derecho a los beneficios de la justicia sin distinciones económicas ni so-
ciales, y de la fraternidad que entre todos los hombres de la tierra debe existir;·
principios proclamudos por la religión católica desde sus orígenes.
Y entonces lo admirable es, y de fo cual debemos los mexicanos sentirnos
orgullosos dada nuestra liga sanguínea, que en el mundo haya sido España
la nación primera en prorlamar los deree,hos del hombre, simbolizados en
el indio americano, y en condenar la ~sclavitud ( de la que Inglaterra fue
paladín) a través de diversas disposiciones y leyes, entre éstas la de Indias.
En cuanto a la iglesia católica, ésta ha sido involucrada en el mismo cargo
por sus enemigos que pretenden desplazarla de las conciencias mexicanas
para substituirla e infundü en ellas las teoría¡ positivistas que tanto arraigo
tuvieron todavía a principios de este siglo.
Pero es necesario saber que fue la iglesia la que, representada por
los misioneros que vinieron a la Nueva España, promovió tales principios
humanos y luchó por su cumplimiento con una tenacidad y un valor dignos
de admiración, labor que nos ha legado ]os nombres de Bartolomé de las
Casas, Motolinía, Zumárraga, Vazco de Quiroga, Kino, Garcés, Domingo de
Betanzos y otros muchos más.
Debe comprenderse que .las más nobles intenciones de un conjunto de in-
dividuos como el constituido por los religiosos y las mejores leyes como las·
de Indias expedidas por la corona española. no son poderosas y suficientes
para neutralizar las ambiciones de los hombres, ni destruir en un momento
dado las ideas y los hábitos arraigados a través de siglos.
Los d"fectos de la conquista no fueron obra de España ni de la iglesia
católica, ni tampoco de los espafü,les "c.)mo españoles", sino como hombres
de su tiempo, lo cual no es difícil demostrar puesto que entonces, y todavía
posteriormente, aún en pleno siglo XX, otras naciones nos han hecho ver
la crueldad de que son capaces con las razas que consideran inferiores.
Con excepción de este aspecto negativo, propio de su tiempo, la Nueva
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72 CLAUDIO DABDOUB

España se encontraba en pleno desarrollo y en su apogeo económico y cul-


tural.

El Noroeste

El territorio que desde el río Fuerte se extiende hacia el Norte por la


vertiente del Pacífico hasta el río Gila, se encontraba aún en estado casi
primitivo como consecuencia de las razones anteriormente expuestas al tratar
de los estados fronterizos del norte, a las que hay que agregar los raquíti-
cos resultados obtenidos de las exploraciones mineras, que eran el atractivo
más fuerte para los colonos españoles, la pobreza de la mayor parte de sus
tierras, de tipo desértico, y el inconveniente de su clima extremadamente cá-
lido y seco. Y como si esto fuera poco, se exageraban las noticias relativas a
los asaltos de las tribus apache, jocome y suma y se inventaban sublevaciones
de los pimas. La única zona que .ofrecía un débil atractivo a los colonos
era la comprendida en las faldas y estribaciones de la Sierra Madre por la
posibilidad, para ellos, de encontrar alguna veta rica, y por ser su clima más
benigno. En ella se encontraban en explotación algunos reales de minas
como el de San Juan Bautista, que durante mucho tiempo fue asiento de la
autoridad civil de la provincia de Sonora> el de Rosario de acozari, el
de Nuestra Señora de Guadalupe y el de Los Alamos· o de Los Frailes, entre
los más importantes, particularmente el último citado. Los demás, tal vez
unos diez, carecían de importancia y estabilidad. Haciendas y estancias ga-
naderas de propiedad particular había algunas, que posiblemente no llegaban
a la docena. (Difícilmente podrán encontrarse datos precisos con relación a
este aspecto económico del Noroeste.)
En tan vasto territorio no existía una sola ciudad, ¡ ni tan siquiera una vi-
lla! En el extremo norte de la zona pobladia por españoles había sido esta-
blecido el Presidio de Santa Rosa de Codorehuachi (lo que ahora se conoce
por Fronteras, Sonora), que formaba parte de la cadena de puestos militares
fundados para proteger los territorios septentrionales contra los ataques de
las temidas tribus apaches de esa región. En el extremo sur existía el fuerte
que en el año de 1610 fundó el capitán Diego Martínez de Hurdaide, del que
tomaron su nombre (El Fuerte, Sin.) la población que posteriormente se formó
a 14 kilómetros río arriba y el río que pasa junto a ella.
Conce-!trados t.n los minerales de las sierras los pocos españoles estable-
cidos en el Noroeste, el resto del territorio, que era la mayor parte, hubiera
continuado siendo una inmensa y desértica extensión sin más vida humana
que las primitivas y pequeñas congregaciones indígenas que desde remotos
tiempos lo habitaban, de no haber sido por la extraordinaria obra espiritual y
material de los misioneros jesuitas que, no impulsados por la ambición de en-

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HISTORIA DE EL VALLE DEL y AQUI 73

riquecerse sino por el noble afán de redimir hombres incorporándolos a la


religión de Jesucristo, renunciaban a las ventajas de la civilización, a los
empleos y a los •honores que a muchos de ellos se les ofrecían en virtud
de su destacada inteligencia y preparación intelectual, para entregarse _asu labor
civilizadora como misioneros, compartiendo el aislamiento y la miseria de los
indios, aun con riesgo de sus vidas.
Aunque el tema de esta crónica no es la exposición de la obra realizada
por los misioneros católicos, sino la del desarrollo histórico de este jirón
de patria conocido como el Valle del Y aqui, es preciso relacionar éste con
el del Estado de Sonora, y con el de toda la república, a fin de apreciar
sus respectivos grados de evolución en un momento dado; y como en Sonora
esta transformación fue obra primordialmente de los misioneros, sería ne-
cesario tergiversar la historia para poder omitir la inclusión de estos hombres.
Además, fue su labor tan noble, bonita y trascendental en la evolución sono-
rense, que esto es justificación suficiente para ser dada a conocer.
Estas razones 'obligan ·a, cuando menos, mencionar al P. Pedro Méndez, no
solamente por sus esfuerzos civilizadores entre los mayos y yaquis, sino tam-
bién por haber sido el primer misionero qu~ se quedó a vivir y trabajar
en lo que ahora es territorio sonorense. Después de diecinueve años de per-
manencia- entre las tribus del norte de Sinaloa actual y a los 58 años de
edad, agotado y enfermo, fue llamado a México para que se entregara al
descanso ocupándose en labores menos pesadas y peligrosas. Pero cuando supo
que a los mayos se les iban a dar padres, él le recordó al Padre Provincial
de la Compañía de Jesús en México, el ofrecimiento que el rector del co-
legio en Sinaloa le había hecho de ser el primero en entrar a la conversión
de esta nación, y pidió qu<.·se le diera ese gusto. En cuanto obtuvo la auto-
rización necesaria se reu·nió con el capitán Hurdaide en la Villa de Sinaloa
y juntos entraron al Mayo, en donde vivió durante cuatro años, pasando
después al Yaqui, permaneciendo tres años más en este río. Ya muy avan-
zado de edad, achacoso y agotad~, con grandes dificultades lograron sus supe-
riores que accediera a abandonar su misión para que descansara, muriendo
el 22 de julio de 1643 a los ochenta y ocho años de edad. <25 >
De los PP. Andrés Pérez de Ribas y Tomás Basilio ya se describió
en páginas anteriores el mérito y el valor, de haber sido los dos primeros
hombres blancos que solos, y sin protección militar alguna, entraron a vivir
entre los temidos yaquis, sin ignorar que entre éstos había muchos que se
oponían al ::atado de paz recientemente celebrado con los españoles y a
la entrada de misioneros a sus tierras. Particularmente se oponían los habi-
tantes de la parte baja del río, lo cual hizo exclamar al padre que los des-
pidió en el Mayo: "Estos Padres ya llevan las cabezas puestas en el tajo",
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74 CLAUDIO DABDOUB

y que cada mañana que abría la puerta de su casa temiera encontrarse


con la noticia de que ya los yaquis habían acabado con ellos.
Sin embargos, éstos se dedicaron desde luego a visitar uno a uno todos los
pueblos de la tribu, desoyendo los consejos en contrario de los jefes de la
parte alta del río que siempre demostraron mejor disposición a la evange-
lización.
Pero quien ocupa luga, preponderante en la evolución histórica del norte
de Sonora y del sur de Arizona por la obra ciYilizadora que realizó, por
la ;mportancia de sus trabajos y estudios geográficos y por la promoción
y dtsarrollo que hizo de las que posteriormente serían las actividades econó-
micas más importantes de la Entidad Sonorense: la agricultura y la gana-
derí,•, es el Padre Jesuíta Eusebio Francisco Kino.

La obra del Pa.dre Kino

"El 10 de agosto de 1645, Eusebio, hijo de Francisco Chinus y de su


espo~a doña Margarita, fue bautizado ante la presencia de sus padrinos, d
honorable Rector y muy reverendo Padre don Amoldo Thay, y doña Rosa,
esp0sa de don Eusebio Chinus de Segno."
Este es el registro de bautismo de Eusebio Kino, que del latín lo tra-
dujo al inglés el historiador Mr. Herbert Eugene Bolton ( 25 ª) quien dice
haberlo encontrado en los archivos de la Iglesia de Torra (Villa próxima a
Segno, en la Prnvincia de Tren to, Italia).
El P. Kino nació en Segno; pero, según parece, no ha sido precisada
la fecha. Bolton dice que en los registros de la Orden de los Jesuítas. a la
qu':! perteneció el P. Kino, se da como fecha de nacimiento de éste la mis-
ma de su bautismo; agregando que es probable que así haya sido en r,uyo caso
se habría seguido una vieja costumbre de bautizar el mismo día del naci-
miento.
Que en su juventud Ki no se ponía ''Chinus" o "Chino'', pero que ·corno
en España observó que "Chino" era designación aplicable al descendiente
de raza china, y, después en la Nueva España, que ese mismo nombre desig-
naba a una de las castas más bajas, optó por f~rmarse "Kino", conservando así
la semejanza de sonido de su apellido con el italiano.
Kino perteneció a una antigua familia de abolengo, y se puede ver
que disfrutaba de muy bue1~a situación económica por el testamento que hizo
cuando tenía 22 años transfiriendo sus bienes a favor de la Orden de los Je-
suítas.
Se educó primero en el Colegio Jesuíta de Trento y luego en el de Hala,
en el Tiro], en donde en 1663 <25 e> enfermó de gravedad. Habiendo hecho
votos a San Francisco Javier, atribuyó a este Santo el haberlo salvado, por lo
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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 75

que tomó para sí el nombre de Francisco y la resolución de ingresar a la


Compañía de Jesús y de ir a las misiones de las Indias. Dos años después,
en 1665, ingresó a la Compañía de Jesús en Landsberg (Alemania), como no-
vicio. En las Universidades de Ingolstadt y Friburgo estudió las ciencias
matemáticas, geográficas y teológicas, siendo posteriormente profesor de ma-
temáticas en el Colegio de la Compañía de Jesús en Ingolstadt, ganando tal
reputación que el Príncipe Elector de Baviera, Fe1dinando María, en 1676
lo quiso nombrar profesor de esta ciencia en la Universidad del mismo
Ingolstadt. Kino no aceptó esta oferta, pues su mayor ilusión era ser enviado
como misionero al Oriente.
Sus gestiones en tal sentido hechas durante varios años al fin tuvieron
éxito; pero no resultaron como él deseaba. Para él y otro compañero suyo
se asignaron dos misiones: una en Nueva España y la otra en Filip}11as.Como
los dos querían ir al Oriente, convinieron en rifarse las misiones y al P. Kino
Je tocó ]a de la Nueva España, para donde se embarcó en Cádiz, España,
en 1680; pero habiendo encallado su navío, nuevamente se embarcó en enero de
1681 y por fin llegó a su destino en mayo del mismo año.
En esa fecha ya se encontraban muy avanzados los preparativos para
una nueva expedición a la California, la q~e saldría al mando del Almirante
Isidro Atondo y Atillón y cuyo ministerio espiritual se encargó a la Com-
pañía de Jesús; el Padre Eusebio Francisco Kino fue nombrado Cosmógrafo
Mayor de la expedición. Esta se armó y salió de Chiametla (Sinaloa) hacia La
Paz, B. C., a donde llegó el 19 de abril de 1683, con el propósito de
establecer en ella una misión; pero debido a la esterilidad de la tierra, la
hostilidad de los indios, y la falta de alimentos, se vieron obligados a aban-
donarla el 14 de julio del mismo año y buscar más al norte otro lugar más
apropiado.
Hicieron escala en el puerto del Y aqui (Belem) para abastecerse de
alimentos, de donde continuaron hacia la ensenada que llamaron de San Bruno
( en California), llegando a ésta el 6 de octubre del mismo año de 1683.
Sufriendo hambres y privaciones de todo género debido a la esterilidad del
suelo y a la falta de auxilios, se sostuvieron en este lugar hasta que, en
septiembre de 1685, el Virrey ordenó suspender toda nueva entrada y con-
cretarse a conservar lo conquistado, si era posible. En vista de las grandes
dificultades sufridas, la expedición se regresó a Matanchel, de donde el P.
Kino siguió a México en espera de poder regresar en condiciones más fa-
vorables.
Entre tanto, logró ser enviado a la Provincia de Sonora, siendo su in
tención establecer en ella una base desde la cual proveer de víveres, ganado
y otros recursos a la estéril California cuando, de nuevo, la Compañía de

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76 CLAUDIO DABDOUB

Jesús emprendiera su conquista. A su paso por Guadalajara obtuvo de la


Audiencia un despacho para que los indígenas que él convirtiera no pudie-
ran ser obligados a trabajar en las minas o haciendas durante los primeros
cinco años. El Padre Kino ignoraba que ya existía tal disposición, y no por cinco
años sino por diez, que fueron extendidos a veinte por Cédula Real reci-
bida en las mismas fechas en que Kino había obtenido la exención citada;
disposiciones que los colonos siempre procuraron evadir.
Fray Eusebio llegó a Sonora a principios de 1687, y el día 13 de mar-
zo del mismo año establecía su Misión de Nuestra Señora de los Dolores
en el lugar conocido hasta entonces bajo los nombres pimas de Bamotzi o
Cosari, dedicándose desde luego a formar nuevas misiones para, desde ellas,
trabajar por la conversión y superación de los aborígenes. A menos de dos
años de su llegada tenía fundadas ya las misiones de Nuestra Señora de los
Dolores, San Ignacio de Caborica (no el actual Caborca, también fundado
por él), San José de los Mimuris, Nuestra
.,. Señora de los Remedios, Santiago
de Cocóspera, Santa María Magdalena, San Miguel de Tupo, San Pedro de
Tubutama, San Antonio del Oquitoa, San Lorenzo del Saric, San Ambro-
sio del Tucubabia, San Lázaro, Santa María y San Javier del Bac (al sur de
Tucsón, Arizona, cuya iglesia han conservado los estadunidenses en magnífico
estado).
Hombre extremadamente inquieto, grandemente aficionado a la investi•
gación geográfica, fuertemente inclinado al apostolado y obsesionado por la
idea de la conquista espiritual de la California, fue arrastrado por su pro-
pia obra encadenada a sus impulsos de hacer de su vida una interminable
cabalgata sobre las sierras del' noroeste de Sonora y los extensos y secos
desiertos del Altar y del Y urna hasta sus confines con los ríos Gila y Co-
lorado. A la fundación de una misión seguía el llamado de los indígenas
próximos; sus exploraciones al poniente para encontrar el paso por tierra a la
California dejaban el fruto de nuevas misiones, y, tras unas y otras asentó en
pueblos, y cristianizó a todas las tribus comprendidas en el inmenso terri-
torio que, con vértice en su Misión Madre, como él la llamaba ( o sea la de
Nuestra Señora de los Dolores), se extendía al noreste hasta el Río San
Pedro ( poniente de Naco, Son.) , seguía por éste hasta el Río Gila, hasta su con-
fluencia con el Colorado, para continuar hasta el Golfo de Cortés, regresando
este cinturón a su punto de partida por el Río Sonora. Muchos fueron
sus intentos de probar que la California no era isla sino península y la
posibilidad de pasar a ella por tierra para auxiliar a las misiones que se
establecieran en la misma, lo que una vez logrado facilitaría continuar hacia
el norte hasta encontrar el paso al Continente Asiático, y al Oriente hasta el
Mar de Hudson; pero la ruta que demostró la verdad de su teoría fue la que,
iniciada en su Misión de Nuestra Señora de los Dolores, lo llevó en direc-

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 77-

ción norte por los pueblos de Nuestra Señora de los Remedios, Cocóspera,
San Lázaro y San José de Guebani, este último al oriente y próximo al
1ugar que actualmente ocupa Nogales.
De San José de Guebani siguió al poniente unas 60 leguas hasta San
Marcelo del Sonoydag (Sonoíta) a través de rancherías y estancias en las
que él había congregado a los indios comarcanos, para cuyo arraigo los ha-
bituaba al cultivo del maíz, del frijol, del trigo, árboles frutales, la cría de
ganado, etc. De un poblado a otro llegó a hacer jornadas hasta de 16 leguas
a través del desierto gracias a que no le faltaba algún indígena que lo lle-
vara a algún agua je, conocido solamente por ellos. Del Sonoydag siguió
al oriente al agua je del Carrizal, en la Sierra del Pinacate, llamada por él
Santa Brígida o Santa Clara; siguió con rumbo noroeste zigzagueando tras los
aguajes hasta el Río Gila. Cruzó éste y lltgó a San Dionisio, 1.poblado
de los Yumas localizado en el ángulo formado por la confluencia del citado río
con el Colorado. Pasó de regreso el Gila y siguió hacia el sur por la margen
izquierda del Colorado por espacio de cincuenta leguas, a cuyo término
ya los indios quiquimas le habían arreglado una enramada para su descanso.
Estos indígenas habitaban en el lado oriente del río, pero pasaron a la mar-
gen opuesta para recibir al Padre Kino y llevarlo a sus pueblos.
Al día siguiente de su llegada al lugar que le tenían preparado, hicieron
una balsa con árboles cortados ahí mismo y, sentando al Padre sobre una
corita o canasta impermeable tejida de ramas que estos .indios usaban para el
transporte de sus productos a través del río, lo pasaron al otro lado. De aquí
siguió a pie tierra adentro, ya en California, comprobando su teoría de que
ésta era Península. Para mayor comprobación le mandó una carta al Padre
Jesús Ma. Salvatierra a su Misión de Loreto, pero el indio encargado de
llevarlo no la entregó, posiblemente por la distancia y el temor a pasar a
través de tribus hostiles.
El regreso lo hizo por la misma ruta ya descrita, excepto al final, en el
que, antes del punto fronterizo de Guevani, se desvió hacia la Misión de
Nuestra Señora de los Remedios en ahorro de tiempo y distancia, llegando
al punto de partida, su Misión de Nuestra Señora de los Dolores, el 8 de
diciembre de 1701, después de un mes y cinco días de viaje.
A esta hazaña que, muchos años después y realizada po"J",el Capitálti
sonorense Juan Bautista de Anza, hijo del Comandante del Presidio de Tubac
(al norte de Nogales) habría de tener gran resonancia en la Nueva España,
no se le dio gran crédito ni importancia cuando la dio a coo.ocer el Padre
Kino. Fue en Francia en donde 24 años después de realizada por el Mi-
sionno se imprimieron los primeros ·mapas relativos a América haciendo apa-
recer a la Baja California como prolongación condn~ntal, incluyendo una
breve referencia de la descripción hecha por el P. Kino. Y es que cuando

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78 CLAUDIO DABDOUB

la realizó el Capitán de Anza, en 1774,, las circunstancias habían cambiado: la


California y el noroeste de la Provincia de Sqnora eran ya la realización
plenamente materializada de los sueños y proyectos que durante 24 años
constituyeron la fuente del impulso creador del P. Kino: la California se
encontraba ocupada desde San José del Cabo hasta San Francisco y Monterrey
por presidios y misiones, e igualmente la mayor parte de la Provincia de
Sonora, aunque separadas por el desierto de Yuma y por el olvido en que es-
taban sepultados Kino y su extraordinaria hazaña. La situación de California
exigía comunicación con Sonora para abastecerse y sobrevivir, pues por barco
era ·en extremo difícil, tardado y costosísimo; y fue entonces cuando el
Capitán de Anza repitió la hazaña del P. Kino, con gran alegría del Virrey de
Bucareli y de los misioneros de California.
Parece increíble este olvido de un hecho tan trascendente; sin embargo,
no es el único caso, pues lo mismo aconteció con las exploracicmes marítimas
hechas a las· costas de Sonora y California por los capitanes españoles en
los primeros años de la conquista, que llevaron a la conclusión de que la úl-
tima era península. No obstante, cuando en 1579 el pfrata inglés Francis
Drake se posesionó del extremo sur de la misma y di jo que era isla, se
impuso tal afirmación, persistiendo el error pese a las pruebas en contrario
dadas por Kino un siglo después, hasta que de Anza también las demostró.
La extraordinaria visión y férrea voluntad de Kino empiezan a apre•
ciarse ahora que ha sido redescubierto, particularmente al conocerse la con-
versación que en 1690 tuvo con el P. Juan María Salvatierra cuando éste
entró 'l la Provincia de Sonora como visitador. Kino lo llevó a conocer
sus misiones, y desde la Sierra del Pinacate o de Santa Clara le mostró
en el horizonte los perfiles montañosos de la península, exponiéndole su plan
de tender una cadena de misiones ha~ta el Río Colorado, ponerlas e'n pro-
ducción y, desde ellas, a través del citado río. sostener a la California mientras
eIIa miema lograba abastecerse, entusiasmando en tal forma al P. Salvatierra
que desde entonces los dos juntos lucharon durante años por ohtffller la
aprobación de la conquista espiritual d~ la Península. Cuando siete años des-
p'ués lograron la anuencia solicitada fueron nombrados ellos mismos para rea-
lizarla. Pero el P. Kino tuvo el gran pesar de que se le revocara la orden
ante las gestiones hechas por las autoridades y vecinos de Sonora en el
sentido de que no se le moviera, aduciendo, entre otras razones, que salien-
do él se corría el riesgo de que toda la Provincia se rebelara, pues que era
tan grande y valiosa su influencia sobre los aborígenes que su sola presencia
era más efectiva para la tranquilidad del. territorio que la fuerza de todo un
presidio. Resignado con su destino, el P. Kino se entregó de lleno a su magna y
admirable labor en Sonora, sin resignarse ni aceptar dejar de ayudar a la
evangelización de los californios. Realizó la parte del proyecto relativa a

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HISTORIA DE EL VALLE DEL y AQUI 79

Sonora, abrió camino por tierra a la península, y aunque le •faltó llegar


a su objetivo de enviar por él los auxilios necesarios, lo hizo mandándolos
constantemente por Mátape, Onabas y el puerto del Yaqui (Belem, según
Gerard Decorme). <21>
Pero además del camino tantas veces mencionado, 'abrió otro más entre
los muchos con que cruzó la Provincia, pero éste saliendo de ella hacia
el Sur: De su Misión de Dolores a San José de Guaymas. Siendo muy largo
y dilatado el que entonces empleaba para sus remesas a California, a prin•
cipios de 1704 vino a la Misión de San José de Guaymas, recién fundada,
ha jando por el Río San Miguel que pasaba por :;u misión y que es afluente del
Sonora; siguió pot éste, pasó por la Misión del Pitiquín, que seguramente
estaba en donde ahora se encuentra Hermosillo, y de ahí directamente a
Guaymas, ahorrándose 60 leguas de camino. Ya en este lugar empezaban a re-
cibir las provisiones y ganados destinados a California para ser embarcados
desde ahí mismo, en vez de hacerlo por el Yaqui. Un indígena lo guió
en su nueva ruta, que probablemente coincida en mucho con la actual ca-
rretera de Hermosillo a Guaymas.
No sería exagerado decir que desde que entró a Sonora hasta su muerte,
24 años después, vivió más tiempo sobre su cabalgadura que sobre sus pies.
En ese período hizo más de 50 salidas, algunas mayores de 400 leguas, entre
ida y regreso, que le tomaron más de un mes, todas las cuales dejaron
como fruto la pacificación de la inmensa extensión de territorio ya señala-
da, la cristianización e incorporación a la civilización de más de 16,000
almas q 1 1e congregó en más de 30 pueblos y misiones, habituando a sus
habitantes al cullivo del maíz, frijol y calabazas que ya conocían, y les enseñó
el del trigo, habas, verduras, etc. Introdujo entre ellos los frutales como el
durazno, membrillo, higo, granado, manzano, pera, albaricoque, prisco, vides,
etc.; la cría de vacas, borregos, cabras, caballos, mulas, y el conocimiento de
artesanías como herrería, carpintería, albañilería, pintura y otras. Estableció
un molino de trigo que, según parece, era el único en todo el territorio que
ahora comprende Sonora y Sur de Arizona, pues a él recurrían casi todas las
misiones pidiéndole harina. Una idea del desarrollo que logró darle a la ga-
nadería nos la da él mismo al decir en su propia obra que en 1701 le
quedaban en las distintas estancias de su jurisdicción 3,500 reses, después de
haberles dado a otros Padres, particularmente de las misiones de California,
más de 700. Dejó los mejores mapas y apuntes geográficos y etnográficos
hasta entonces conocidos, además de sus descubrimientos de tierras e islas.
Se le describe. en cuanto a su físico, como de mediana estatura, rubio,
de ojos garzos, delgado y fibrudo. Era de hábitos en extremo morigerados,
pues solamente probaba el vino para decir misa; siempre tomó sus alimentos
sin sal y mezclados con yerbajos para hacerlos desagradables, dormía cuatro o
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80 CLAUDIO DABDOUB

cinco horas, haciéndolo sobre pieles de carnero a manera de colchón y un


aparejo por almohada, protegiéndose del frío con dos frazadas hechas por los
indios; no contaba con más de dos camisas que reponía hasta que ya no le
servían.
Esta fue la obra realizada por el Padre Eusebio Francisco Kino en la
inmensa región ya descrita anteriormente y que él encontró en su legenda-
rio estado primitivo e inexplorada por el hombre europeo. Solamente había
sido cruzada en tránsito por Alvar Núñez Cabeza de Vaca (según la hipóte-
sis más probable de su ruta), luego por Fray Marcos de Niza en sentido
inverso en busca de las fabulosas siete ciudades de Cíbola y Quivira, y, fi.
nalmente, por Melchor Díaz hasta el Río Colorado en su intento de encon-
trarse con la expedición marítima de Hernando de Alarcón enviada para abas-
tecer a Francisco Vázquez Coronado. Este último no entró a esta zona, sino
que subió po_r el Río Sonora en dirección Noreste.
El Padre Eusebio Kino, a q_uie.rtalegóricamente pudiera llamársele El Ji-
uete de los Desiertos Sonorenses, y que a un príncipe alemán le declinó la
cátedra de matemáticas en una de las famosas universidades europeas, em-
prendió su postrer viaje, el de la Eternidad, en la Misión de Santa María
Magdalena el 15 de marzo de 1711 a la edad de 67 años. Como vivió mu-
rió: con su ropa usual, acostado sobre sus piele& de carnero, cubierto con dos
frazadas indias y teniendo por almohada su aparejo de montar.
En Trento, Italia, hace algunos años se levantó en su memoria un mag-
nífico monumento de mármol de Carrara, adornado con motivos aztecas. En
Tucsón, Arizona, existe otro monumento con igual motivo; y en Magdalena:
Sonora, que fue una de sus primeras misiones y en cuya iglesia descansan
sus restos, un modesto monumento recuerda su nombre.

Reorganización política del Noroeste


y trastornos subsecuentes

Gracias a la magnífica y abnegada labor del P. Kino, continuada des-


pués de su muerte por cerca de cuarenta misioneros, y a la de los Jesuí-
tas que trabajaban en el Yaqui, en el Mayo y en el oriente del territorio,
éste se encontraba en el primer tercio del siglo XVIII iniciando apenas su
desenvolvimiento económico y sus indígenas en plena evolución hacia la ci-
vilización occidental. Pero en el norte ya no existía la paz y seguridad ca-
rac•'!rísticas del tiempo de Kino, pues hostilizados los indígenas por los colo-
nos españoles, se alzaban constantemente y los ataques de apaches, jocomes y
sumas eran más frecuentes y destructores.
Por las circunstancias expuestas al principio del párrafo anterior, toda la
autoridad, la producción y la población dependían de los Jesuítas, lo cual es
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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 81

perfectamente explicable y no podía ser de otro modo; puesto que eran ellos
quienes estaban creándolo todo.
Sin embargo, esta situación no podían contemplarla con indiferencia los
colonos españoles, ni mucho menos los militares. Los primeros porque veían
con codicia las tierras de los aborígenes y también porque se les impedía
·emplear a éstos como mano de obra gratuita. Los segundos, por la misma ra-
zón, y por_ celo de autoridad.
Como consecuencia, en 1732 y por orden real expedida en Sevilia, Es-
paña, se segregaron de la Gobernación de la Nueva Vizcaya todas sus provincias
del noroeste, y de la Nueva Galicia las de Rosario y Culiacán, forman-
do con ellas la Gobernación de Sonora-Sinaloa, con capital en la Villa de San Fe-
lipe y Santiago de Sinaloa, conse1vándose la misma división política ante-
rior en forma de provincias administradas por alcaldes mayóres. Fue
designaoo gobernador el entonces Capitán General de Sinaloa, coronel Manuel
Berna} de Huidobro.
El conocimiento que puede obtenerse de la actuación de este Gobernador
a través de los distintos historiadores que lo mencionan, produce la impre-
sión de que se propuso demostrar su gran iniciativa y actividad, pero que ca-
recía de los necesarios criterio y habilidad.
Aunque la fecha de su nombramiento fue la que se dice en el pá-
rrafo anterior, tomó posesión de su cargo a mediados del siguiente año o en
enero de 1734 ( difieren en fechas los historiadores), tardanza debida segu-
ramente a la deficiencia de las comunicaciones o a la lentitud de las trami-
taciones burocráticas, procediendo de inmediato a ordenar la ejecución de
cuanta medida consideró necesaria para organizar la administración pública,
militar y fiscal, así como la estructura económica, agraria y social de su
Entidad, sin omitir sus intereses particulares. Organizó las Compañías de
Pardos -indios flecheros- para el resguardo de las pertenencias de la Co-
rona ; implantó el cobro del Real Derecho de Alcabala sobre los comestibles
que se introdujeron a los pueblos, a razón de SEIS REALES por carga, y otras
diversas tributaciones; dispuso la mensura y adjudicación legal de terrenos
comunales a los pueblos, etc., etc., .disposiciones todas que produjeron mucho
disgusto e inquietud, pues se opusieron a ellas los colonos, los militares, los
jesuítas y aun los mismos indígenas, formándose dos grupos: el de los in-
conformes y el de los que apoyaban a Huidobro.
Estos conflictos son muy difíciles de juzgar, particularmente a distan-
cias de tiempo tan grandes y sin documentación suficiente. Sin embargo,
tal vez con bastante acierto puedan deducirse dos conclusiones: la primera,
que seguramente fue correcta la disposición de la Corona Española de asumir
el dominio político del territorio de que se trata, y que de hecho estaba en
manos de los Jesuítas; y segunda, que Huidobro no fue el hombre adecuado.
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82 CLAUDIO DABDOUB

Este trató de darle a su territorio, de inmediato, toda la estructura de las


entidades que la habían logrado a través de dos siglos de vida, cuando
Sonora-Sinaloa apenas se encontraba en la etapa inicial de su pacificación
y colonización. La labor de los Jesuítas debió haberse estimulado, haciendo el
traslado de poderes en forma gradual y previa preparación económica y social
deL-elemento humano.
El error cometido por el Gobernador Huidobro provocó la rebeldía
de los indígenas, la hostilidad de los J esuítas, de gran parte de los colonos
y de los militares, con el consiguiente retroceso en el desenvolvimiento que el
noroeste había iniciado, y en el que nuevamente se encauzaría, aunque muy
precariamente, hasta después de un siglo de estos sucesos.

Método empleado por los Jesuítas para la pacificación de los indígenas;


organización religiosa, económica y social implantada en sus pueblos

Y a fuera por curiosidad, o 'por inclinación a las nuevas formas de vida


que las tribus no conquistadas veían en los pueblos formados por los Jesuí-
tas, era invariable que algunos miembros de las primeras fueran a los se-
gundos e hicieran amistad con sus misioneros.
Cuando excepcionalmente no sucedía así, entonces los Padres enviaban
recados a las tribus más próximas invitándolas a verlos, o a recibirlos en sus
rancherías, lo que generalmente era aceptado de inmediato. Ya de antemano
el misionero había aprendi<lo el dialecto de la tribu a la cual habría de ir,
así que cuando les hablaba o les predicaba lo hacía en el lenguaje de ella.
Establecido el vínculo de amistad y confianza entre el Padre y los abo-
rígenes, la tribu gentil (no bautizada) pronto pedía tener Padres ella también
y, entre tanto, empezaba a enviar a sus chiquillos a bautizar, y a los ma-
yorcitos a aprender la religión católica para que luego éstos la enseñaran
a los suyos. Muchos adultos también se apresuraban a aprender el catecismo
para luego bautizarse.
En alguna de las misiones del Rectorado había, generalmente, una es-
cuelita en donde, además de religión, se les enseñaba el idioma castellano,
las primeras letras, aritmética, canto y música; escuelas a las que, dada su
insuficiente capacidad, asistía un número reducido de niños de cada po-
blado y quienes, al salir de ellas, eran un vínculo magnífico para difundir
estos conocimientos entre sus hermanos de raza.
Además de estos auxiliares catequistas, el Padre nombraba fiscales
cuya función era informarse constantemente de los enfermos que hubiera
para proporcionarles atención médica inmediata; de los que estuvieran en
peligro de muerte para ministrarles oportunamente los sacramentos; de cuidar

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HISTORIA DE EL y ALLE DEL YAQUI 83

que los mnos asistieran al catecismo y los adultos a -los oficios religiosos;
auxiliaban al Padre en sus menesteres, etc., etc.
A fin de facilitar su labor y hacerla más eficiente, el m1s10nero inducía
a las tribus a congregar sus diversas rancherías en la más apropiada para la
agricultura y la ganadería; concentraciones que permitían satisfacer en me-
p.or tiempo los deseos de los nuevos conversos, pues dada la escasez de Padres
que siempre se sintió en la Nueva España, éstos se veían obligados a aten-
der a varias congregaciones a la vez, no obstante las distancias que separaban
a unas de otras. Ejemplo asombroso de esta capacidad de trabajo es el Padre
Kino, de quien en páginas anteriores se hizo una breve biografía. En los nue-
vos pueb]os levantaban los indígenas la casa para la iglesia y la que había
de servir para uso del Padre, consistentes ambas en enramadas provisionales.
Logrado todo lo anterior, los indígenas eran inducidos a cultivru- sus tie-
rras con las plantas ya conocidas entre ellos; se les enseñaban nuevos cultivos
adecuados al lugar, dándoseles las semillas, se les entregaban algunas ca-
bezas de distintas clases de ganado y, posteriormente, se les enseñaban los
oficios más comunes y útiles.
De las tierras puestas en cultivo en cada pueblo, a la misión se le
asignaba un lote que era atendido por los mismos aborígenes y su producto
se destinaba al sostenimiento de los Padres, construcción y conserv1.ción
de iglesias, provisión de ornamentos y demás necesidades. El resto de las se-
menteras era propiedad de la comunidad y todos las trabajaban; se alimen-
taban con sus frutos y, con la venta de los excedentes, compraban telas,
ropa, adornos y demás cosas que les eran necesarias.
Las tierras habían sido y seguían siendo suyas, las cultivaban en común
y todos ellos disfrutaban de sus productos. En cuanto a su extensión, no había
más límite que su deseo o su capacidad, excepto cuando el área cultivable o
la cantidad de agua disponible eran reducidas.
No transcurría mucho tiempo sin que se viera a estos indígenas vestidos;
a. los varones con sombrero, camisa, pantalón y calzando, cuando menos,
huaraches; a las mujeres con sus grandes rebozos, sus blusas y sus amplias y
largas enaguas de telas de algodón; todos contentos y dedicados al trabajo.
Ellos bien montados en sus propios animales, con buenas sillas y jugando
sus cabalgaduras con tanta seguridad y maestría como si siempre las hubieran
te1.ido. (Esta exposición se refiere particularmente a la zona que ahora ocu-
pa el Estado de Sonora.)
La autoridad civil era ejercida por el Gobernador. Comúnmente se de-
signaba como tal al jefe de la tribu, entregándole la vara de mando y
asignándole el título. Algunas tribus tenían además, su capitán, otras no,
y en este caso el mismo Gobernador asumía esta función. Desempeñaba tam-
bién las funciones propias del mayordomo en las labores agrícolas o ganaderas.
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84 CLAUDIO DABDOUB

La descripción anterior permite comprender muy claramente por qué en


la época de que se trata C;stuviera el noroeste en completa paz y en pleno
desenvolvimiento.

La Provinci,a de Ostimuri
y la Región del Y aqui.

Las provincias que entonces integraban la Gobernación de Sonora-Sinaloa


eran, de sur a norte: Chiametla o Rosario, Culiacán, Sinaloa, Ostimuri, Sonora
y California. La de Ostimuri quedaba situada entre la margen izquierda del
río Yaqui, en el norte, y la derecha del río Mayo, en el sur, desde las desem-
bocaduras de ambos ríoi en el Golfo de Cortés hasta su cruce de los límites de
la Nueva Vizcaya ( que hoy corresponden a los de Chihuahua con Sonora).
En el poniente lo eran las playas del golfo de Cortés, ya mencionado. Los
pueblos yaqtiis, de uno y otro lado .,del río del ·mismo norrbre, correspondían
a Ostimuri; los mayos, de Camóa río aba jo, a la provincia de Sinaloa. (Ver
apéndice No. 2.)
No obstante, se acostumbraba designar por Ostimuri a la zona compren-
dida al oriente de la línea que, casi recta de norte a sur; forman los ríos Chico
y Cedros que, teniendo muy próximos sus nacimientos, corren, el primero ha-
cia el Yaqui para unírsele en el punto llamado río Chico; y el segundo hacia
el Mayo, uniéndose junto al pueblo de Conicárit, que queda en el vértice noreste
que forma esta confluencia. Aunque los reales de mina¡ de Baroyeca y Ba-
tacosa se encuentran al poniente del río Chico, se incluían en Ostimuri. Tal
vez a esta costumbre se deba que en los relatos históricor- sea frecuente en-
contrar que, en las referencias a la región, se diga: Ostimuri y Yaqui, Osti-
muri y Mayo.
Cabecera original de la provincia fue el Rea] de San Ildefonso de Ostimuri,
situado al noroeste de Yécora; río Chico lo era en 1726, de donde tue tras-
ladada a Buenavista y, finalmente, a Baroyeca. (Apéndice No. 2, párrafo No.
12.)
Para su administración religiosa o misional, había sido dividida en dos
rectorados: el de San Francisco de Borja, con asiento en Arivechi y jurisdic-
ción sobre lo que comúnmente llamaban Ostimuri, más algunos pueblos de So-
nora.; y el de San Ignacio, con asiento en Navojoa y jurisdicción sobre el
Yaqui y el Mayo sinaloense.
Difícilmente podrá demostrarse que la región del Yaqui, y sus aboríge-
nes, hayan alcanzado alguna vez el mismo grado de tranquilidad, prosperidad
y gusto por la vida que el que disfrutaban en la fecha que para este estudio
comparativo se ha escogido, o sea el año de 1735.
Aquella tribu Yaqui, temida y respetada por indígenas y españoles, había
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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 85

evolucionado en forma que nadie creyó posible. Despierta, altiva, agresiva e


indomable, pero en estado por completo primitivo cuando la conocieron los
conquistadores y quienes a manos de ella sufrieron tres rotundas y consecutivas
derrotas que desalentaron su propósito de sojuzgarla, ya tenía 118 años (1617-
1735) de vivir en un completo estado de paz y dedicada por entero al trabajo.
De su notable transformación ya se hizo una reseña en el capítulo anterior.
A través de esos 118 años de paz ¡ únicos en su historia!, la región del
Yaqui era la más poblada, adelantada, próspera y prometedora en el noroeste.
Su agricultura había logrado tal desarrollo, que abastecía sobradamente
a las necesidades de sus moradores y contribuía generosa y abundantemente,
junto con el Mayo y con Sinaloa, a aliviar la penuria de las misiones califor-
nianas; auxilios para los que se habían construido grandes galeras en Bacum,
Tor,im y Huírivis, de donde se embarcaban periódicamente por Bel1m. <21> Y
todavía sobraban excedentes que los yaquis vendían a los reales de minas de
la sierra y a los pueblos de la Nueva Vizcaya. <28 >
Se cultivaban maíz, trigo, frijol, garbanzo, algodón, grana, añil, etc., etc.
La ganadería era en extremo floreciente y contaba con enormes criaderos, des-
tacando en este aspecto la Misión de Huírivis, a la que se le calculaban 40,000
cabezas de ganado. Es famosa la venta que' esta misión realizó en la Nueva
Vizcaya de 800 toros, blancos todos, iguales y de la misma edad, y se sabe,
por los libros de asiento que llevaban los Padres, "que por no haber sido su-
ficientes 900 caballos para concluir los herraderos de la misión de Mátape,
no pudieron hacerse los herraderos de Nácori, su pueblo de visita. <29 >
Correspondiendo a su gran densidad demográfica y a su elevada produc-
ción, el intercambio comercial era muy activo con los reales de minas próxi-
mos, con los pueblos comarcanos y con los de la Nueva Vizcaya, al que ha- .
bía que agregar el movimiento de mercancías en tránsito que se hacía por
el puerto llamado del Yaqui, en donde se recibían las que se compraban en
la capital de la Nueva España, tanto para el mismo Yaqui como para el
norte de la gobernación. También los auxilios que las provincias de Sonora,
de Ostimuri y el Yaqui enviaban a las misiones californianas se embarcaban
por este puerto.
En esa época el mar entraba algunos kilómetros tierra adentro d~ su ac-
tual playa y el río era navegable por barcos de regular calado hasta Belem
(el río aún no tomaba su curso actual) siendo éste el centro de almacenaje
y distribudón. Río arriba se navegaba en barcos chicos y canoas.
Respec~o al número de habitantes que en esas fechas poblaban la zona
Yaqui, no hay datos precisos, pero sí se sabe que, antes y después, siempre
fue esta tribu la más numerosa de todo el noroeste. Cuando en 1617 llegó
el padre Andrés Pérez de Ribas censó alrededor de .30,000 gentes; en 1760
el obispo don Pedro Tamarón y Romeral recorrió su extensa Diócesis de la
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86 CLAUDIO DABDOUB

Nueva Vizcaya, sobre los pueblos del Y aqui, escribió: " ... y aún siendo sus
pueblos de mucha más gente que los otros (se refiere a los de su Diócesis)
les faltan dos partes de las tres que andan fuera dispersos en aquellas pro-
vincias y en la Vizcaya ... " y detalla la situación de cada uno de los ocho
pueblos dando el número de habitantes que aún quedaban después de que
sus dos terceras partes los habían abandonado a consecuencia de las guerras
en que años antes se vieron envueltos y que les trajeron una persecución des-
piadada de parte del gobierno. Para dar una idea de la importancia derno- •
gráfica que tenían estos pueblos antes de las persecuciones dichas, a con-
tinuación se presenta una relación de los mismos con el número de personas
en cada uno de ellos, según el P. Romeral, y de las que deben haber sido en
1735, según lo antes expueslo:

Pobla,do Y aqui Población en Población Probable


1~60:'(1/3) en 1735. (3/3)

Cócorit 1,900 hab. 5,700 hab.


Bacum 2,530 7,590
" "
Torim 3,645 10,935
Vicam 3,618
" 10,954 "
" "
Potam 2,458 7,474
" "
Rahum 2,684 8,052
" "
Huíribis 4,530 13,590
" "
Bethlem 1,054 3,162
" "
22,419 hab. 67,357 hab.

(Datos tornados de "Apuntes Históricos Sonorenses", de R. Acosta, Págs. 102


y 103, excepto la población estimada.)
Aún en el supuesto de que la estimación de la densidad demográfica con-
tenida en la segunda columna fuera algo elevada, de toda1:,maneras demuestra
un considerable aumento con respecto a la fecha en que llegó a la región el
hombre blanco, contrastando este hecho con lo que sucedía en el resto de la
América, o sea la rápida di.:;minución de la población aborigen, lo cual induce
a exponer una consideración: el concepto que en el país se tiene sobre los
yaquis se debe a la ignorancia sobre la historia y cualidades de esta raza,
cualidades muy propias que la singularizan entre todas las otras del Nuevo
Continente, y tal vez del mundo, y que le permitieron conservar la forma de
vida que enseguida se expone y que seguramente es una de las causas de su
aumento de población:
Hasta la época que se viene estudiando, esta tribu era la única que se

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HISTORIA DE EL VALU DEL YAQUI 87
r
había conservado indepencliente del gobierno rspañol, pues si es cierto que
lo reconocía, también lo es que ella se gobernaba de acuerdo con sus propias
tradiciones, nombraba ·sus propios gobernadores, capitanes, etc., y disfrutaba,
con respecto a todas las demás tribus, del privilegio de poseer sus armas. Era
también la única que conservaba incólume la posesión íntegra de sus tierras,
P.Uesno se sabe que entre ellos hayan permitido la convivencia de hombres
blancos, excepto la de los padres misioneros. En toda la Nuevv. España había
haciendas, estancias ganaderas y reales de minas de españoles; pero con respec-
to al Yaqui, no ·hay datos que permitan afirmar que haya habido· hasta
entonces uno solo de estos establecimientos, características exclusivas de esta
raza, que al lector le permitirán ir conociéndola y comprender las razones
que la impulsaron a persistir, durante siglos, en esa actitud que le ha dado
la i~justa fama de salvaje y sanguinaria.

CAPITULO VÍI

GUERRAS
DELYAQUI

A.ntecedentes

Nuestra crónica ha llegado, desde mediados del capítulo anterior, a]


punto coincidente de dos fuerzas iguales en magnitud, distintas en su forma
y en sus manifestaciones, pero ambas igualmente influyentes en los destinos
del hombre: la Iglesia y el Estado; fuerzas cuyo choque en la gobernación
de Sonora-Sinaloa, fue fatal para el yaqui ( y para toda la Entidad).
El gobierno español resolvió ejercer plenamente sobre la región merr- ...
cionada la soberanía que se encontraba en manos de los Jesuítas, para lo que,
entre otras disposiciones, nombró gobernador de la misma al capitán Huidobro .
.. '-.

Conocida ya la situación que en esa fecha ( 1732) guardab~' la región


del río Yaqui y la forma en que se había desarrollado, así como la actitud
que asumió el citado gobernador al entrar en funciones fácilmente se com-
prenderán los subsiguientes acontecimientos.
Ni los aborígenes, ni aún los colonos, podían haber tolerado un cambio
tan brusco en sus condiciones de vida, menos cuando. afectaba tan honda y
directamente sus intereses y sus costumbres. Para juzgar el caso particular
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88 CL'AUDIO DABDOUB

del gobernador Huidobro es suficiente con estudiar dos de sus disposiciones,


ú~iicamente.
Una de ellas fue la implantación del Derecho de Alcabala sobre los
Comestibles, a razón de seis reales por carga introducida a los pueblos.
Toda nueva tributación es recibida siempre con disgusto, particularmente
cuando eleva el costo de la vida. Considérese la reacción de un núcleo huma-
no para quien las prácticas impositivas eran en absoluto desconocidas y que
en un momento dado fue obligado a pagar por el manejo de lo que él mismo
producía, en su propia tierra y con su propio trabajo. Sencillamente, lo
encontró inexplicable e inadmisible.
La otra disposición escogida para este estudio es la relativa a la Men-
sura y Adjudicación Legal de Terrenos Comunales a los Pueblos.
¿ Quién puede encontrar aceptable que del todo que es suyo, se le mida
y se le entregue, legalmente ( ? ) , una parte, y que el resto sea para quienes
reparten?
Si el criterio europeo es muy Íógico al considerar que lo que el aborigen
no puede trabajar debe pasar a manos de quien lo ponga en producción para
beneficio de la economía general, coadyuvando así a la evolución de las re-
giones atrasadas, también es lógico, seguramente, el criterio indígena al con-
siderar que las tierras en que ha nacido, y que le han heredado sus ante-
pasados, son suyas y constituyen su nación, integridad que él está obligado
a defender hasta morir; y que el uso y la explotación de estas tierras no
tiene por qué estar sujeto a la voluntad o criterio de gentes extrañas.
Las rebeliones que en todo el territorio de Sonora-Sinaloa y California
produjeron las disposiciones del recién nombrado gobernador, fueron estimu-
ladas por las divisiones a que dieron lugar los esfuerzos del gobierno por
hacerse de adeptos. En este movimiento i.e vio envuelta la tribu Y aqui, siendo
dos las versiones sobre su primer levantamiento, ocurrido después de más de
un siglo de tranquilidad y traba jo, cuando parecía que ya había muerto en
ella su temperamento bélico y su capacidad militar.

Primera rebelión de los yaquis en 1740

(Versión Oficial). Según el Prof. Calvo, en Nociones de Historia de


Sonora, <3e> la rebelión tuvo como origen la inconformidad de la Compañía
de Jesús con las disposiciones del Gobernador, y dice al respecto: "Las con-
secuencias de esta situación no se hicieron esperar: el año de 1735, los yaquis,
no pudiendo soportar por más tiempo las vejaciones de que venían siendo
objeto de parte de los mayordomos ópatas de sus misiones, solicitaron ante
el Gobernador que éstos fuesen substituidos por individuos de su nación.
El asunto fue turnado a la Real Audiencia de Guadalajara; pero como el

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 89

fallo fuese adverso, el Gobernador, agradecido quizá de la colaboración que


le habían prestado en su reciente campaña contra los indígenas de California,
auspició una comisión de ellos, encabezada por Juan Ignacio Muni y Bernabé,
a fin de que llevaran sus quejas directamente ante el Virrey. Aquella comi-
sión regresó de la Capital dos años después, sin obtener éxito alguno en sus
gestiones, y un incidente cualquiera hizo estallar la insurrección, en marzo
de 1740, trayendo consigo la destrucción de muchos intereses en ambos ríos;
la profanación de templos y la captura de algunos misioneros, más el sacrificio
inútil de muchas vidas."
En su Historia del Estado de Sonora el Prof. Eduardo W. Villa, y en
La,s Guerras con las Tribus Yaqui y Mayo del Estado de Sonora, el Gral. de
Brigada Francisco de P. Troncoso, así como el Dr. Fortunato Hernández en
Las Razas Indígenas de Sonora y la Guerra del Yaqui (obras auspidadas ofi-
cialmente) coinciden, en lo fundamental, con lo transcrito en el párrafo pre-
cedente y en atribuir a los jesuítas la responsabilidad de esta rebelión.
La otra ver!iÓn, similar en los hechos pero diferente en su sentido, es
la contenida en Apuntes Históricos Sonorenses, de don Roberto Acosta, pá-
ginas 83-86, y que pudiera ser considerada como la de la otra parte, o sea
la de los jesuítas, pues su autor la toma de varios de ellos como el P. Gerard
Decorme, Francisco Javier Alegre, etc., y es la siguiente: * "H uidobro desde
luego se dedicó a sus negocios particulares formando una pandilla que tra-
bajaba en el logro de aviesos fines y que integraban sus primos Juan y
Tomás Huidobro, dueños de ricas haciendas en el Mayo, que habían arreba-
tado a los indios; su secretario, que lo era don Manuel de Quirós y Mora,
y el Cura del Real de Baroyeca don Pedro Mendívil, que juntos (todos) se
dedicaron a esquilmar a los indios y medrar a la sombra del flamante Go-
bernador. Sus atropellos (se refiere al Gobernador) contra los Padres Jesuítas
fueron seguidos y muchas veces pusieron en situaciones difíciles y compli-
cadas a los misioneros contra quienes continuamente se quejaba ante el Virrey.
Su aviesa labor llegó al grado de predisponer el ánimo de los indios contra
los Padres, aconsejándoles que · no los obedecieran y que no debían de tra-
bajar en los días que les tocaba atender las labores agrícolas en las tierras
de la misión.
Contra esta multitud de atropellos el Padre Visitador Ignacio Aguado
acudió a la Audiencia de Guadalajara que falló en favor de los misioneros,
y también así lo efectuó la Audiencia de México ante la que siguió insistiendo
Huidobro en sus pretensiones, apoyándose en fantásticas calumnias contra los

• El autor de esta crónica, C. Dabdoub, procurando siempi:e reducirla lo más posible,


ha omitido en la transcripción que hace del Sr. Acosta, los párrafos c.uyo contenido no
aportan datos ni alteran el aspecto interpretativo de los sucesos.
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90 CLAUDIO DABDOUB

jesuítas que hiciera circular en la capital del Virreynato; pero la negativa de


estas altas autoridades judiciales exasperaron a] Gobernador, haciéndolo tornar
la determinación de no prestar ning!ma ayuda a los Padres, ni castigar en lo
más mínimo a los indios en sus frecuentes desobediencias y atropellos, atre-
viéndose a manifestar públicamente "que no se movería a castigar a los indios
ni a socorrer a los Padres aunque los ríos corrieran tintos en sangre".
El Principio ( de la insurrección) fue haberse perdido las llaves de la
casa y sacristía del Padre Diego González, misionero de Tecoripa, pueblo •
situado arriba del Y aquí sobre uno de sus afluentes, pero ya cercano a las
tierras donde principia la nación Y aquí, sospechándose que las tenía e]
sobrino de un yaqui de influencias entre los suyos llamado Juan Ignacio
Muni, que gozaba también del apoyo de Huidobro, a quien se las pidieron
(al sobrino), pero habiéndolas negado porque en efecto no las tenía, el Padre
ordenó al gobernador indio del pueblo que le diera algunos azotes. Después
las llaves ap'arecieron en poder de A.In sirviente· "de razón" del Padre, y en-
tonces el indio Muni, enardecido, exigió al Padre González que los azotes
que injustamente le habían dado a su sobrino, se los dieran al "de razón" en
cuyo poder habían aparecido y a lo cual éste se negó.
Inmediatamente Muni se apersonó con el secretario de Huidobro, d~n
Manuel de Quirós y Mora que ya había sido ascendido a Alcalde Mayor de
la Provincia de Ostimuri, y quien lo envió con el Gobernador que se encon-
traba visitando pueblos de la Sonora, (princ. de 1735 • Acosta) y éste le entregó
al indio una carta en la que pedía al Padre, que como pudiera, compusiera el
punto de queja del Muni, quien sin entregar dicha carta juntó a algunos
de sus adeptos y aprehendió al gobernador indio del pueblo adicto del Padre,
poniéndolo en un cepo. El Padre al enterarse de la carta de Huidobro le
reprochó la prisión del gobernador, pero Muni se aferró a .su acto diciendo
que así se lo había ordenado el citado Huidobro.
Al salir el Gobernador para California ( en 1735), quedó en su lugar
~1 Teniente General don Miguel Nicolás de Mena, pero como las quejas de
los Padres contra Muni continuaran, Mena salió al Y aqui con diez soldados,
por lo que en vista del peligro que corría los principales vecinos del Real
de los Alamos trataron de persuadirle para que fuera con tiento porque el
indio Muni tenía en su favor a toda la nación yaqui, recomendándole se
concretara a levantar solamente una sumaria secreta y aunque resultara cul-
pable el indio, era preferible se regresara sin hacer demostración alguna
de fuerza.
Hecha la sumaria, Mena aprehendió al Muni poniéndolo también en el
cepo, pero inmediatamente se alzaron los indios, cercando al Teniente Ge-
neral más de cinco mil yaquis, por lo que un viejo militar apellidado Salas
ordenó que a la primera jara que dispararan los indios, sin más ni más le

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 91

cortaran la cabeza al Muni que, indefenso, estaba en medio de los soldados


con la cabeza y las manos metidas en el cepo, por lo que éste, sintiéndose
en gran peligro, ordenó a sus indios no fueran a tirar un solo flechazo, veri-
ficándose luego el arreglo de que los indios se dispersaran a cambio de la
libertad de su jefe. Ese mismo día Mena puso preso al Alcalde Quiroz y
Mora, enviándolo engrillado a Sinaloa y Muni junto con su segundo, un
indio llamado Bernabé y otros muchos indios, partieron para México a exponer
sus quejas al Virrey.
Gobernaba la Nueva España el Arzobispo-Virrey don Antonio de Viza-
rrón y Eguiarreta que estaba algo distanciado de los jesuitas por cuestiones
de diezmos, quien recibió muy bien a los yaquis concediéndoles todo lo que
pretendían y aún haciéndoles obsequios a cambio de que p"'ecificaran_y pusieran
en. paz a su nación, pero bien por dilación del Virrey en atender ··las quejas •
y pretensiones de los indios o porque el Muni mañosamente lo hizo de in-
tento, el caso fue que demoraron en México c..erca de dos años.
Cuando el Muni abandonó el río Yaqui partiendo hacia la ciudad de
México, dejó orden a sus indios que si no volvía dentro de un año que se
alzasen y matasen a todos los españoles y gente de razón de los dos ríos,
y visto que ni Muni ni Bernabé regresaba'n, los yaquis y los mayos princi-
piaron a desobedecer la autoridad de los Padres y la del Gobernador Hui-
dobro, desparramándose por entre los montes donde principiaron a asaltar
y robar a los viajeros y aun entraban a los pueblos a robarse las alhajas de
los templos atrevjéndose a hacer sudaderos de los ornamentos.
Al fin sucedió lo que tenía que suceder: al mando de un indio llamado
Calixto que se decía era un escapado de las prisiones, al grito de "viva el Rey",
"viva María Santísima", "viva la Fe" y "muera el mal gobierno", las hosti-
lidades comenzaron con la muerte del gobernad~r indio de los pueblos del
Mayo ... '
Esto sucedjó en marzo de 1740, después de que ya el Gral. Huidobro
:rnbía regresado de su campaña pacificadora a California y nuevamente se
~abía hecho cargo de su puesto en la Villa de San Felipe de Sinaloa ( capital
de la Gobernación), de donde, con motivo de esta sublevación, se trasladó al
Real de Los Alamos, y de ahí a Camoa (frontera del fyfayo con Ostimuri) con
m escolta de ochenta soldados, sin haber presentado acción alguna. De la
misma Villa de Sinaloa le trajo el capitán Hipólito Alvarez un refuerzo de
30 soldados más, siendo despachado por el gobernador a someter a los in-
dígenas de Etchojoa, orden que más bien tenía por objeto proteger las ha-
ciendas de don Juan y don Tomás Huidobro, parjentes del mandatario. Lo-
grado lo anterior, el capitán siguió río abajo por el Mayo h&sta la Misión
1el Puerto de Santa Cruz, en donde los indios recibieron a los soldados con
una fiesta en la que, en un momento dado, desarmaron y desnudaron a la

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92 CLAUDIO DABDOUB

t.ropa, la cual, gracias a la intervención del misionero jesuíta de la mencionada


misión, no fue muerta, conformándose los mayos con azotarla y despacharla
desnuda y golpeada.
Ante esta humillación, Huidobro mandó al sargento Pedro Bohórquez,
con 50 hombres, a castigar a los indígenas, pero éstos cercaron a los soldados
en San Ignacio Cohuirimpo, tres leguas abajo de Navojoa, y aunque éstos
lograron romper el cerco, perdieron toda la caballada y sufrieron. la muerte
de cinco hombres y muchos heridos.
Entonces el gobernador se retiró al Real de Baroyeca, de donde al día
siguiente se pasó a la Hacienda de Cedros de Lucenilla (próxima a Rosario
de Tesopaco), en donde había mejores condiciones de defensa. Entretanto,
los mayos entrab«n a Baroyeca saqueándola y quemándola, mataron a muchos
hombres y se llevaron cautivos a los principales vecinos, al cura del Real,
y amigo del gobernador, don Pedro Mendívil juntamente con su mamá, y a
gran número de mujeres. De la iglesia se llevaron ornamentos y alhajas
es't.imadas en más d~ $ 40,000.00.
Tan continuos descalabros indujeron al Gral. Huidobro a regresar, con
todos sus soldados, al Real de Los Alamos, lo que hizo de noche dejando
abandonados a su suerte a todos los españoles que de los pueblos próximos
habían ido a Los Cedros en busca de la seguridad que· esperaban encontrar
al amparo del gobernador y sus tropas.
Aunque ya en Alamos se encontraban ciento veinticinco soldados que como
auxilio se le habían enviado de la Nueva Vizcaya, ochenta soldados del Real
del Rosario, más de cien vecinos perfectamente pertrechados, y de que él
traía intacta su escolta de ochenta hombres, pretendió continuar hacia la Villa
de Sinaloa, pero el vecindario se opuso amenazándolo de muerte y cercándole
su casa-habitación, dejándole guardias de día y de noche para evitar su fuga.
Entre tanto, del norte había llegado a 'f ecoripa (lugar en donde sucedió
el incidente de las llaves extraviadas y comprendido en la que propiamente
era la Provincia de Ostimuri) el sargento mayor Agustín de Vildósola con
treinta soldados y numerosos vecinos, en donde fue atacado por los yaquis
al mando de sus jefes Juan Calixto y Baltazar, quienes, con mucho orden,
iniciaron el ataque al amanecer.
En esta batalla, el jefe yaqui Baltazar se sublimó en un acto épico digno
de ser descrito por un Homero, pues en ella Baltazar hizo gala de la bravura
y decisión de obtener el triunfo que son características de su raza: al frente
de un grupo de sus hombres y exhibiendo una impresionante indiferencia
por su vida y por los estragos que las armas de fuego del enemigo producían
entre los suyos, llegó hasta las trincheras de los españoles y abrió una en-
trada de la que no pudieron retirarlo sus enemigos ni con sus balas, ni con
sus espadas, ni tampoco a lanzasos. Obstinado el capitán indio en franquearles

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 93

el paso a sus hombres, se mantuvo firme en la entrada hasta que, con el


cuerpo completamente destrozado, cayó sin vida. . . pero no dio un solo paso
atrás. Finalmente, las defensas españolas y las armas de fuego se impusieron,
apoyadas firmemente por el valor que desplegó este grupo de soldados, y que
también debe ser reconocido.
Posteriormente el éapitán Uzárraga, segundo de Vildósola, sorprendió a
los yaquis en una fiesta y los derrotó, clavando en los árboles las cabezas
de los muertos que les hizo; pero a su regreso del Real de Los Alamos, de
donde traía soldados de refuerzo, los yaquis lo atacaron inflingiéndole un&
derrota completa.
Esto alentó a Juan Calixto a· atacar nuevamente Tecoripa al frente de
1,600 yaquis, siendo derrotado otra vez por Vildósola, quien entonceSJ;_seresolvió
a salir en campaña, obteniendo un nuevo triunfo sobre más de 7,000 alzados •
que le presentaron combate en el Cerro del Tambor, situado entre Tecoripa y
Suaqui, muriendo más de 2,000 yaquis. A este siguió otro encuentro en el
Otancahui ( Cerro de los Huesos, en cahíta), situado en la margen derecha
del río Yaqui, frente a Tórim, y en el que nuevamente el triunfo fue de
las armas españolas, con el pavoroso resµltado de más de 3,000 muertos
entre yaquis y mayos.
El cerro quedó cubierto de huesos por la mortandad de indígenas habida
en él, reveladora del encarnizamiento con que se peleó, la inquebrantable
decisión yaqui de triunfar y la inutilidad de los arcos y flechas ante el mo-
derno armamento de esa época. ¡ Incomprendido holocausto que de sus propias
vidas hizo esta tribu en defensa de su soberanía y de la integridad de su
suelo, y que dio su nombre actual a este cerro: "¡ Otancahui" !
Cuando después de estas acciones regresaron de México Muni, Bernabé
y sus acompañantes, se presentaron ante Huidobro en el Real de Los Alamos,
pidiéndole autorización para pasar al Yaqui a tratar. de sosegar a su nación,
la cual les fue concedida. Pacificados los yaquis y los mayos, Muni fue premia-
do por el gobernador con el nombramiento de Capitán General de ambas
tribus; reconocimiento al que se había opuesto el Virrey durante el trans-
curso de los últimos tres años.

El tta,t,ado de paz

Con el nombramiento dado a Muni, el gobierno español aceptaba, sin


saberlo, uno de los puntos del convenio que tenían los yaquis y mayos de
formar una federación, dando a Muni el título de jefe único o rey. Otro
de los acuerdos de este convenio era desconocer ::d gobierno virreinal y
acabar con todos los españoles avecindados dentro de la jurisdicción de las
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94 CLAUDIO DABDOUB

dos tribus ( aunque en la del yaqui, como se di jo anteriormente, no se sabe


que haya habido españoles).
Los historiadores no proporcionan datos precisos sobre las características
del pacto celebrado para la pacificación de ambas tribus en esta su primera
insurrección, conocimiento que es importante para poder juzgar la conducta,
inalterable y constante, que la tribu Y aqui ha mantenido a través de los
cuatro largos siglos que han transcurrido desde que tuvo su primer contacto
con el hombre blanco (1533). Sin embargo, el estudio analítico de la his-
toria de esta raza, permite saber que siempre ha luchado, y obtenido, el
respeto a sus siguientes tres condiciones básicas para aceptar tratos con los
distintos gobiernos que han pretendido sujetarla:

la.-Completa autonomía, conservando sus costumbres y su gobierno,


ejerciendo este último por individuos de su raza.
2a.-Posesión íntegra de sus tierras, sin derecho alguno por parte de
los blancos para poseerlas ni explotarlas. Estos podrán vivir en ellas,
y, en un caso dado, explotarlas, pero previa autorización condicio-
nada de la tribu.
3a.-El derecho de conservar sus armas.

Este antecedente,. más los datos que aisladamente se encuentran consig-


nados en las diversas obras históricas que se refieren a esta sublevación,
permiten deducir que la paz se negoció mediante el tratado firmado por
ambas partes en el Real de Los Alamo~ con fecha 2 noviembre de 1741, cs1.>
que ha de haber comprendido las siguientes obligaciones ( el ordenamiento
de las mismas es arbitrario) :

la.-El gobernador H11idobro se comprometía a respetar las vidas de


todos los insurrectos (Villa, pág. 115; Calvo, pág. 101).
2a.-Los yaquis y mayos se comprometían, a su vez, a entregar vivos
a todos los cautivos blancos que tenían en su poder, entre quienes
se encontraba ei Padre Mendívil, pues así lo hicieron inmediata-
mente.
:3a.-Aceptación parcial, si no total, de la condición la. de las tres an-
teriormente detalladas. Esto se deduce del reconocimiento que Hui-
dobro hizo a Muni de su carácter de Capitán General de ambas
tribus, y el hecho subsecuente de que continuaron gobernándose
por sí mismas.
4a.-Aceptación de la 2a. de las susodichas condiciones, pues no se sabe
que después de este tratado se les hayan mensurado y distribuido
las tierras.
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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 95

Sa.-Aceptación de la 3a. de las multicitadas. Refiriéndose a esta pa-


cificación, dice el Prof. Villa en la página 116 de su Hisroria de
Sonora: "A partir de estos acontecimientos los indios parecieron
quedar sujetos a las autoridades españolas, pero conservando, 'como
siempre' su propia autonomía,. gobernados por sus caciques, y en
un estado de paz que pudiera llamarse armada."

Esto parece. ser confirmado por el hecho de que cuando, posteriormente


( 1769), se rebelaron los siete pueblos del río Fuerte instigados por los yaquis
y mayos que en ellos se habían refugiado, exigieron del gobierno español el
mismo derecho que a los yaquis se_les tenía concedido de conservar sus armas
( Calvo, pág. 10, 2o. párrafo).
, En cuanto al origen de esta rebelión, ya se expusieron dos versiones .
diferentes: la que pudiera llamarse oficial, culpando a los misioneros jesuítas,
bajo la acusación de maltratar a los indígenas; y la de estos misioneros,
responsabilizando al gobernador Huidobro por su torpeza, su ambición y su
odio a esta orden religiosa-.
Pero del estudio de los hechos y antecedentes contenidos en los relatos
consultados, formulados por una y otra parte, y que coinciden en los hechos
principales, se obtienen las siguientes consideraciones y conclusiones:

la.-Difícilmente puede aceptarse que una organización como la de los


jesuítas hubiera caído, y persistido, en la torpeza que se le atri-
buye, cuando durante más de· cien años. supo conservar la con-
fianza de los aborígenes y llevarlos al -grado evolutivo en que se
encontraban cuando se sublevaron. El _incidente de las llaves extra-
viadas es un caso frecuente, aun en nuestros propios ho~ares, que
carece de la trascendencia que se le atribuye, a menos que exista
una predisposición desfavorable, en cuyo caso el más mínimo pre-
texto sirve para justificar 'la actuación buscada. Si l~~. indígenas
se hubieran sublevado en contra de sus !Ilisioneros, éstos huhier11n
sido las primeras víctimas, lo cual no sucedió. Algunos fueron
apresados, pero ante su insistencia porque los dejaran irse, se les
permitió hacerlo, dándoles comida y hasta acompañ.andQ_losa algún
puerto seguro. Entre tanto, los misioneros continuaban diciéndoles
sus misas; otros se quedaron espontáneamente mientras las circuns•
tancias se los permitieron, habiendo sido respetados en absolu~o.
Cuando la región volvió a pacificarse, los Jesuítas regresaron y, ~n
beneplácito de los indígenas, se entregaron a reconstruir todo lo
destruído. (El P. Gerard Decorme, en su~ libro La Obra de ws
Jesuítas Mexicanos, Tomo II, págs. 337-38, hace referencias pre-
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96 CLAUDIO DABDOUB

cisas al respecto.) Entonces, la sublevación no ha de haber sido


contra los J esuítas.
2a.-Si el Gral. Huidobro no !os ata<'Ó, pero sí su subalterno Vildósola,
no puede sostenerse el argumento de que el primero no lo haya
hecho porque no era contra él este movimiento. Esta contradicción
hace suponer que el Gobernador, procurando la protección de sus
bienes, estaba en connivencia con los alzados, o bien, que tuvo
miedo. Las dos cosas son muy probables, dada la extraña actitud
de Huidobro. Por otra parte, ·el antecedente de los fallos de las
Audiencias de Guadalajara y de México, desfavorables para él, y
el haber sido cesado inmediatamente después de lograda la paci-
ficación, lo hacen aparecer como presunto responsable.
3a.-Si la conclusión de la consideración 2a. puede aceptarse como co-
rrecta, y Huidobro fue el responsable de la conflagración, entonces
falta conocer el origen del movimiento. Los antecedentes- de la re-
., '
belión que se dan a oonocer en todas las versiones históricas rela-
tivas, y que se exponen en la primera parte de este capítulo, nos
llevan, forzosamente, a la conclusión final de que su origen fue
el conjunto de disposiciones de Huidobro que afectaban en diferentes
formas a los indígenas, y a las cuales éstos se opusieron, llegando
al extremo de procurar el aniquilamiento de todo extranjero blanco
que hubiera en sus tierras; rebeldía alentada por Huidobro por
conveniencias personales, sin captar, seguramente, el alcance que
su actitud pudiera tener.

Todo el estudio que antecede relativo a las condiciones de rendición de


yaquis y mayos, y al origen que pudo haber tenido la insurrección, tiene
por único objeto procurar establecer los elementos básicos que permitan formu•
lar un juicio sobre las razones que pudieron haber inducido a estas tribus a
rebelarse, después de haber vivido en completa paz durante un larguísimo
período; rebelión que para los yaquis significó la primera de las muchísimas
que le siguieron y les han dado la fama de belicosos, sanguinarios y salvajes,
precisamente por el desconocimiento y la incomprensión que el hombre de
mentalidad occidental ha tenido de las aspiraciones y conceptos de las tribus
aborígenes y que, aunque parezca absurdo, en mucho son justamente las
mismas por las cuales apreciamos el valor moral de una raza o nación ...
siempre que ésta también sea blanca .

• • •
No obstante haberse logrado la pacificación de las tribus yaqui y mayo,
el Gral. Huidobro fue llamado a México por el Virrey, y destituido, como

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 97

consecuencia de las investigaciones entre los vecinos españoles e in-


dígenas de las Provincias, así como del informe rendido por el Padre Pro-
vincial de la Compañía, quien amenazó con retirar las misiones de los ríos
Yaqui y Mayo si Huidobro continuaba en su puesto.
Este, al salir para México, dejó interinamente en el gobierno a don
Agustín de Vildósola, quien luego fue designado titular de la gobernación.
Tiempo después, supo el nuevo Gobernador que Muni y Bernabé pre-
paraban otro levantamiento de yaquis y mayos. Comprobada la noticia, salió
sigilosamente al Yaqui y aprehendió a dichos jefes y a Calixto; al Capitán
General del Mayo, llamado Esteban, en Etchojoa, y a varios indígenas más,
fusilándolos en junio de 1743 en el recién fundado Presidio de San Carlos
de Buena Vista. Hizo requisa general de armas y, a manera de escarmiento,
mandó que las cabezas de los jefes fusilados fueran paseadas por los pueblos
de ambos ríos, con lo que toda la región quedó en paz.

Fundación del Real Presulio de San Carlos de Buena Vista

Durante la insurrección de los yaquis y de los mayos, el virrey don


Pedro de Castro Figueroa y Salazar, Duque de la Conquista, ordenó al go-
bernador don Agustín de Vildósola cambiar a las fronteras del Yaqui y del
Mayo el presidio militar de la Villa de Sinaloa, cuya tropa mucho se había
distinguido en la lucha contra los alzados.
Este cambio se efectuó en junio de 1741, estableciéndose el presidio en
el pueblo de Buenavista con el nombre de Real Presidio de San C'.arlos de
Buena Vista, pueblo situado sobre una pequeña colina peñascosa sobre la
margen derecha del Yaqui~ donde principian las tierras pertenecientes a dicha
nación y terminan las de los sibubapas o pimas bajos. La situación estra-
tégica de este presidio permitió, así mismo, dominar a la Provincia de Osti-
muri, principal teatro de las depredaciones de yaquis y mayos. En un prin-
cipio, su guarnición fue de cincuenta plazas, pero a fines del mismo año
de 1741 la mitad de su dotación de tropa fue trasladada al presidio que se
acababa de instalar en la Hacienda del Pitic, en la confluencia de los ríos
Sonora y San Miguel. <32 >

Efectos del cambio de sistema político

En Ostimuri, el Yaqui y el M'l3.yo,se había restablecido la paz, pero


nunca más el magnífico ni.Ye! económico-social disfrutado por estas comuni-
dades hasta antes de su rebelión. La paz quedó restablecida sobre ruinas
caicinadas por el fuego y pueblos abandonados. Los huesos de miles de in-
dígenas blanqueaban sobre montes y cerros juntamente con- los de centenares
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98 CLAUDIO DABDOUB

de blancos. De éstos, se calcula que perecieron no menos de mil <33 >, habiendo
huído los que lograron salvarse.
Las grandes extensiones de tierras en plena producción, los millares de
cabezas de ganado en incremento constante y el sinnúmero de reales de minas
en explotación, que en conjunto hacían un centro económico de la zona sur
de lo que ahora es el Estado de Sonora, habían desaparecido casi en su
totalidad. Quedaban, si acaso, vestigios dispersos de estas fuentes de riqueza.
Pero si es lamentable la destrucción de la obra material realizada en
más de un siglo de labor inteligente y tesonera, más aún lo es el aniquila-
miento de la obra espiritual. La primera ha podido reponerse; la segunda
no se logra aún: los mayos casi han desaparecido, y los que aún quedan,
viven como el resto de los indígenas del país: semi-segregados y en condi-
ciones infrahumanas. Los yaquis, l1emendamente disminuidos como tribu y
físicamente carcomidos por las enfermedades derivadas de su exigua alimen-
tación y del ambiente insal.ubre, han logrado conservarse como nación inde-
pendiente con cuando menos parte., de su suelo patrio, su lengua, costumbres
tradiciones; pero las condiciones <le vida que conocieron hasta antes de su
insurrección en 1740 no han vuelto a verlas.
Este retroceso se inició en el noroeste a partir de la muerte del P. Kino.
Al fallecer este notable misionero, las tribus norteñas de la entonces Pro-
vincia de Sonora, particularmente las del río Gila, iniciaron su dispersión
volviendo a su anterior forma de vida seminómada, convirtiéndose nueva-
mente en elementos perjudiciales para la Provincia por sus frecuentes asaltos
y robos.
Después, a partir de la administración del gobernador Huidobro, se
produjeron los levantamientos del resto de los indígenas de toda la Goberna-
ción. Primero los pericúes de Baja California, luego los yaquis y mayos,
enseguida los seris, que aunque nunca vivieron pacificados por completo,
tampoco estaban precisamenle en rebeldía; pero desde 1742 en que se estableció
el Presidio del Pitic por Vildósola y ellos consideraron que se les quitaban
tierras suyas, se manifestó en la tribu un estado de inquietud que culminó
con su rebelión franca en 1750, dando lugar a la primera Jeportación de
indígenas sonorenses hacia el interior del país y Yucatán. ¡ Fueron las pri-
meras manifestaciones (juntamente con las persecuciones religiosas) de una
nueva época ideológica! A los seris siguieron casi simultáneamente los pimas
altos y pápagos; después las tribus del río Fuerte instigadas por yaquis y
mayos, según se dijo anteriormente, y, des,ie la fecha que hemos marcado
como inicial de esta efervescencia ( 1711), la rebelión de todos los aborígenes
del noroeste constituyó un Yerdadero problema para las autoridades españo-
las, prolongado hasta años recientes por yaquis y mayos, con incalculables
perjuicios para nuestra Entidad.

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 99

la :~xpulsión de los Jesuítas

Volviendo a la época de la pacificación del Y aqui, se expuso la situación


en que éste había quedado y que obligó a los Jesuítas a retirarse. Sin
embargo, a instancias del Gobernador {Vildósola), éstos regresaron al Y aqui
•y al Mayo y, muy lentamentamente, con gran paciencia, procedieron a re-
construir todo lo destrozado y a encauzar nuevamente a los indígenas hacia
las labores pacíficas. <34 >
Paulatinamente fueron cubriéndose por los Jesuítas las misiones aban-
donadas por sus antecesores ante la anarquía provocada por la rebelión; los
indígenas se dispusieron a reiniciar su anterior vida de trabajo, aunque muy
desorientados por la obra de división que se hizo entre ellos; desIJ1oralizados
y resentidos a causa de los trágicos resultados del movimiento en
que se
vieron envueltos.
Empezaban a cicatrizar las heridas que todo esto produjo en su espíritu
cuando nuevamente fueron sorprendidos por otra medida para ellos inexpli-
cable: la expulsión de los Jesuítas en 1767. Los únicos en quienes la tribu
Y aqui había creído, resultaban enemigos del gobierno y juzgados por éste
corno los peores hombres del mundo. ¡Y, 'paradójicamente, ellos sentían en
su propia carne la explotación y abuso de que los hacían víctimas precisa-
mente los representantes del gobierno y los colonos blancos y mestizos!, aun-
que no en sus tierras, de las que siempre los tuvieron alejados, pero sí en
los reales de minas próximos y en las haciendas cercanas a donde salían a
trabajar. Lo veían en las tribus mayo, ópata y demás comarcanas.
Sin embargo, habiéndoseles respetado sus derechos territoriales y reco-
. nocido su autonomía, así corno el derecho a conservar sus armas, se conser-
varon en un estado vigilante que los historiadores califican de paz armada.
En el noroeste los Jesuítas fueron substituidos con franciscanos y seglares
(muchos de estos llamados curas doctrineros), quienes nada pudieron hacer
por volver estos territorios a su anterior situación económica y social; en
parte porque desconocían por ·completo el medio, y muy particularmente por
la absoluta carencia de recursos, pues si es cierto que en los 27 años que
siguieron a la insurrección de los yaquis lo.s Jesuítas lograron rehacer mucho
de Jo destruido y poner en producción ~us tierras, fue tan intempestiva su
expulsión que, sin documentación alguna, todo pasó a manos de los Comisi.o-
nados Real,es, Gobernadores, etc., desapareciendo rápida y totalmente. Esta
situación la expuso claramente el segundo Conde de Revillagigedo, virrey de
la Nueva España, cuando preguntado desde Madrid sobre este particular,
contestó: "No hay duda que los Comisionados Reales disiparon o malversaron
las ricas temporalidades de todos o de la mayor parte de las misiones a las
que faltándoles sus fondos no pudieron evitar su decadencia y ruina.

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100 CLAUDIO DABDOUB

Esto se experimentó desde luego en las misiones de Sinaloa y Ostimuri


porque los clérigos que en corto número se encargaron de ellas en la clase
o con el título de curas doctrineros, no gozaron de sínodos para mantenerse
con regular decoro y decencia, ni tuvieron otras obvenciones o derechos pa-
rroquiales que los que percibían de las familias españolas y demás castas que
se llaman "de razón", en cuotas o cantidades más o menos grandes y aran-
celadas a su antojo, o a las posibilidades de sus feligreses. Esta falta o es-
casez de auxilios se hubiera compensado con la conservación de los bie-
nes comunes de las misiones. pero como se hallaron casi perdidos o enteramente
disipados, tampoco pudieron conservarse ni sostenerse las reglas del buen
gobierno espiritual y temporal establecido por los religiosos extinguidos.
Los curas doctrineros P.o tenían fondos de caudales, ni arbitrio para ali-
mentar y vestir a los indios y a sus familias, no podían obligarlos a trabajar
sin remuneración alguna, ni impedirles que buscasen de cualquier modo el
remedio a sus necesidades; y de todo esto han sido consecuencias lastimo-
sas el abandono de los mismos indios que olvidados de los principios admi-
rables de su educación cristiana y civil, se entregaron prontamente a la ocio-
sidad y a los vicios, viviendo en la mayor miseria.
La fuga de familias enteras o sus traslaciones voluntarias irremediables
y sensibles a los montes o a distintos domicilios, dejaron a todos los pue-
blos casi sin gentes, sin gobierno y sin po1icía; las iglesias desiertas, la re-
ligión sin cultos y los campos sin brazos para su labranza, conservación y
fomento de sus ganados, convirtiéndose en esqueletos, si no todas, la ma-
yor parte de las misiones de Sinaloa y Ostimuri, cuando se hallaban, al tiem-
po de la expulsión de los Jesuítas, en estado de secularizarse o erigirse
en curatos.
A la expulsión de los J esuítas, los bienes de las m1s1ones de Sonora-
Sinaloa quedaron bajo la responsabilidad del Gobernador, Coronel don Juan
Pineda, autorizado para tomar fondos de estas temporalidades para los gastos
de la campaña contra los seris, de todo lo cual nunca consiguió el Gobierno
Virreynal Ia rendición· de informes solicitada a Pineda, quien al fallecer
fue substituido por don Pedro Corbalán. Este envió los informes que le fue
posible obtener y, previas otras informaciones y formalidades, se encontró
un gran faltante, por lo que la Dirección de Temporalidades ordenó el seña-
lamiento de bienes del ex Gobernador Pineda para proceder a su incautación. <35 >
Comentando este acontecimiento, el Prof. Calvo dice en sus Nociones
de Historia de Sonora (Pág. 108), que hay autores que imputan a los comi-
sionados reales la falta de honradez en el manejo de estos intereses, pero que, en
realidad, el mismo Gobernador fue el que "por una mala interpretación,
quizá de las órdenes respectivas, enajenó algunos de ellos ... " Y continúa
comentando que esta expulsión fue el acontecimiento más trascendente para

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 101

la evolución del noroeste de México: "Pues si bien es cierto que los indígenas
resultaron seriamente perjudicados con la expulsión, ya que sin la tutela
de los misioneros quedaron a merced de la explotación de los españoles, de
los criollos y aun de los mestizos, no sin que opusieran tenaz resis-
tencia, también es verdad que para éstos constituyó la expulsión un
enorme beneficio, puesto que A MAS DE LAS POSIBILIDADES DE ENRI-
QUECIMIENTO ILEGAL POR EL DESPOJO DE LAS TIERRAS, la desorga-
nización de las misiones les proporcionó, a poco costo, labradores que se las cul-
tivasen, pastores que les apacentasen sus ganados y jornaleros para el laboreo
de las minas, al mismo tiempo que se eliminaba de los mercados a su in-
vencible competidor. . . La guerra se desarrollaba con inusitada activi-
dad en la Provincia de Sonora ... "
El autor de la "Crónica de Valle del Yaqui", que sólo es un aficionado
a la historia, se concreta a exponer la situación como es descrita y comen-
tada por dos historiadores de tendencia ideológica distinta ( don Roberto .
Acosta-Prof. Laureano Calvo), para que sea el lector quien juzgue los hechos
y las consecuencias que para la región del Yaqui en particular, y para el Es-
tado de Sonora en general, tuvo el procedimiento seguido en la implanta-
ción de una nueva forma de gobierno.

Don Francisco Joaquín Valdez, Patriarca del Yaqui

Al igual que en. el resto de la Gobernación, los Franciscanos que lle-


garon al Yaqui fracasaron en sus trabajos, tal vez por desconocimiento de
la idiosincrasia de los aborígenes, la pobreza y anarquía en que quedaron
las misiones y demás razones ya expuestas.
Esto mismo hace más meritoria y digna de ser recordada la obra reali-
zada por un sacerdote que debe ser conocido, cuando menos, por la tribu
Yaqui. Su nombre fue Francisco Joaquín Valdez, y su labor demuestra que,
en las actividades humanas, lo que cuenta es el individuo y no los sistemas
ni la abundancia de medios. Un espíritu de abnegación y servicio, apoyados
por un carácter firme, lograron con los yaquis lo que fue imposible para
funcionarios civiles y misioneros. Franciscanos: atraerse a esta tribu, buena
en el fondo, pero dura y cruel cuando se le hostiliza.
Llegó al Río Yaqui a fines de 1769, radicándose en Potam. Tomó a su
cargo la administración de los pueblos más populosos de este río, que eran
los más próximos a las playas, obteniendo que se le diera otro clérigo que le
ayudara. Ganaba la confianza de los indígenas, los encauzó de nuevo en
su vida de traba jo y religión. Después de organizar las siembras de la co-
munidad y la explotación de ganado mayor y menor, y de iniciar la recons-
trucción de iglesias y casas misionales, dotándolas también de ornamentos,
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102 CLAUDIO DABDOUB

estableció una escuelita de primeras letras, estimuló la siembra del algodón, del
añil y de la grana, y los adiestró en multitud de industrias. Enseñó a los
yaquis a tejer el algodón y la lana en telares o tornos, de los cuales trajo
los primeros a los cinco años de su llegada.
Con esa habilidad que los miembros de esta tribu han demostrado poseer
para aprender y desempefü,r eficientemente cualquier actividad, pronto cons-
truyeron más telares, tan bien hechos que, entusiasmado el Padre Valdez,
trajo de Querétaro a un maestro tejedor muy competente que enseñó a los
indios este oficio, extendiéndose esta industria al Mayo, al Fuerte y
a las Provincias de Ostimuri y Sonora.
A iniciativa del mismo Padre se llevaron semillas de lino a los pue-
blos de Potam y Rahum, produciéndose muy buenas cosechas de esta semilla;
en Potam instaló una fábrica de medias y en Rahum un obraje para el be-
neficio de la lana, para lo que se trajo a un maestro lanero que enseñara
a diez aprendices; trajo también a yn maestro sombrerero y le entr:egó seis in-
dios para que les enseñara el oficio. ¡Volvía el Y aquí a disfrutar nueva época
de esplendor! Aunque no igualaba a la que había conocido años atrás, sin
embargo probaba que sus indios saben incorporarse al esfuerzo nacional
de superación mientras se les respeten sus formas de vida y la integridad de
su patria. Durante la permanencia del Padre Valdez entre ellos, revelaron
gran habilidad en diversas artes y oficios, resultando muy buenos carpinteros,
herreros, albañiles y hasta maestros fundidores de campanas, enseñados por
el citado Padre, quien, en 1792 y a consecuencia de sus muchos años y acha-
ques, se retiró del Y aqui y pasó al Real de Baroyeca, entonces cabecera de
la Provincia de Ostirnuri.
Estando el Padre Valdez en Baroyeca descubrió una de las minas más
ricas con que contó este Real, iniciándose en el mineral un gran auge.

La ejemplar obra de incorporación de los


indígenas del noroeste llega a su término

Las realizaciones logradas por los rn1s1oneros católicos, particularmente


por los Jesuítas hasta mediados del siglo xvm, que no pueden menos que
ser consideradas corno extraordinarias, han sido negadas en todo el mundo y
tergiversada su intención corno consecuencia de las nuevas ideas sociales,
inspiradas en el más puro materialismo. Los más desfavorablemente afectados
con este cambio fueron los aborígenes de los países coloniales, quienes aún
sufren los resultados.
Particularizando el tema a la región noroeste de la Nueva España, por ser
el campo de interés de esta crónica, basta recordar la ejemplar obra del
P. Eusebio Francisco Kino en el norte de la entonces Provincia de Sinaloa;
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HISTORIA DE EL VALLE DEL y AQUI 103

!a del P. Junípero Serra (y otros anteriores a él) en ia California, y el flo-


recimiento que alcanzaron las regiones del Yaqui y del Mayo, y compararlas
con el cuadro tan desolador que el Obispo Fray Antonio María de los Reyes
expuso al Rey de España en 1784, confirmado pos.teriormente por diver-
sos funcionarios oficiales.
La Relación del Obispo citado no solamente es interesante por la des-
cripción que hace del estado en que se encontraba su Diócesis, sino tam-
bién porque permite conocer la conducta que ante esta situación siguió
cada una de las razas incluidas en este documento, cuya síntesis es la si-
guiente:
Provinci,a,de Sinaloa.-La mayoría de los indígenas del área comprendida
del río Mocorito al río Fuerte eludieron la explotación de que p¡etendían
hacerlos víctimas los españoles y los mestizos, abandonando las co~gregacio-0

nes y dispersándose por montes y cerros, en donde se entregaban a la vagancia


y a los vicios, particularmente a la embriaguez. Sin medios de subsistencia,
vivían en la mayor miseria, casi desnudos y hurtando lo que podían. No sólo
abandonaron sus hábitos de trabajo, sino también sus principios morales
derivados de las enseñanzas de los misioneros católicos. Unicamente los in-
dígenas de Bamoa ( de origen Pima), constituían la excepción dentro del
territorio de que se trata, pues aunque en mt:nor escala que antes, continuaron
cultivando sus tierras, criando ganado y ayudándole al Padre a sostenerse.
En la embriaguez fueron menos desenfrenados.
Río Mayo.-EI estado de estos pueblos era muy similar al de Bamoa, pero
sus indios eran mucho más viciosos.
Provinci,a,de Ostimuri.-Se encontraban en el mismo caso de los de la
Provincia de Sinaloa, en todos sus aspectos, habiendo vendido o arrendado
sus tierras para satisfacer sus vicios. Constituían la excepción los del ex-
tremo norte de esta Provincia {pueblos de Arivechi, Sahuaripa, etc.) que con-
tinuaban cultivando sus tierras y convivían en sus pueblos, con los españoles,
habiendo solicitado ser considerados como vecinos y tributarios con objeto de
tener derecho a la protección ·de la autoridad real contra las tribus enemi-
gas del norte y contra los abusos de algunos malos misioneros.
Provinci,a,de Sonora.-Su estado era muy similar al de la Provincia de
Ostimuri que, en términos generales, era la predominante en toda la Nueva
España, cuando no peor. (Lo relativo a Sonora ha sido tomado de otras fuen-
tes distintas a la Rel.ación del Obispo de los Reyes.)
En toda la Gobernación se encontraban diseminados los ranchos, ha-
ciendas y reales de minas de los españoles y mestizos. Del río Fuerte al norte
abundaban los malvivientes y malhechores mestizos, mulatos y de otras castas
que se refugiaban entre los aborígenes, siendo los causantes de muchos tras-
tornos en la región.
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104 CLAUDIO DABDOUB

Río Yaqui.-La visita del ·-Obispo de los Reyes fue en la época del P.
Valdez, e informando sobre la misma dice: "La iglesia de Bacum se man-
tiene con mucha decencia, y los gastos de ornamentos y su culto se costean
de las siembras que hacen de comunidad los indios y de los productos de los
ganados y caballada, llevando esta ]\fisión una cuenta muy clara y exacta
de las entradas y salidas. La iglesia de Cócorit está destechada y la casa del
Padre amenazando ruina, porque mal aconsejados los indios de las fami-
lias de mulatos y gente de razón que viven con ellos, no quieren trabajar
de comunidad para mantener a su padre ministro, y culto de su iglesia.
El gobierno de estos indios y puebles es particular y ha variado muy
poco del que tenían en tiempo de los expatriados misioneros (se refiere
a los Jesuítas). El Gobernador de la Provincia nombra y autoriza con acuer-
do y propuesta que le hacen los padres ministros de doctrina, un Capitán Ge-
neral que lo es de toda la nación. Este forma y tiene arregladas compañías de
soldados con sus capitanes y oficiales subalternos, llevando todos sus corres-
pondientes insignias, para ser conocidos y obedecidos en las continuas oca-
siones que se ofrecen de perseguir a los enemigos.
En cada pueblo nombra y autoriza el Alcalde Mayor de la Provincia
los indios Justicias que el padre ministro le propone; y éstos son los que tie-
nen a su cargo los bienes de comunidad, haciendo el Gobernador ( del pue-
blo) el oficio de mayordomo ... , casi todos crían ganado menor y las indias
fabrican algunos tejidos de lana, con un inmenso y prolijo trabajo, por
haber ignorado hasta ahora el uso de los tornos y telares.
Actualmente se ha establecido una fábrica de telares y tornos para lana
y algodón a solicitud del rnbredicho don Francisco Joaquín Valdez que ms-
truye y persuade a los indios ...
Las costumbres de los yaquis son en general, menos desarregladas que
los de otras naciones donde las mal meditadas órdenes del Gobierno y la to-
lerancia, o mal ejemplo de sus misioneros y ministros de doctrina los ha
viciado y casi perdido. Los yaquis son muy aplicados· al culto y decencia
de sus iglesias, obedientes a sus padres ministros de doctrina y se exceden
hasta el extremo de supersticiosos en el culto y fiestas de sus santos ... "
De cada uno de los pueblos restantes, dice el Obispo que son como
ya se ha descrit°' haciendo excepción de Huiribis, que se ha viciado y des-
ordenado mucho. Fray Antonio de los Reyes agrega una nota haciendo una
observación que confirma Jo expuesto años antes por el Obispo Tamarón y
Romeral ( de quien se tomaron los datos de la población yaqui detallados en
la página 121), al decir que no se ha podido levantar un censo de los habi-
tantes de estos pueblos debido a su costumbre de salir constantemente a tra-
bajar a las haciendas, minerales y placeres de oro de las provincias vecinas,
de la Nueva Vizcaya (Durango) y otros muchos lugares. (Se iban hasta

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HISTORIA DE EL VALLE DEL y AQUI 105

la Misión de Loreto, Baja California, al buceo de perlas para el que eran muy
solicitados por su habilidad.)
Después de que el P. Valdez salió del Ya qui, faltó a estos indígenas
un guía que encauzara sus vidas y que contuviera la labor de los traficantes
blancos y mulatos que, por baratijas y licor, los despojaban de su dinero
induciéndolos al vicio y desórdenes consiguientes. Corno consecuencia de este
abandono, fue decayendo su entusiasmo por el trabajo y se relajó la dis-
ciplina de la tribu, que perdió el aprecio y el respeto no solamente a las
autoridades civiles y militares sino también a los sacerdotes.
Aproximadamente en el año de 1804 se agravó esta situación, con riesgo
de que se sublevaran, al apropiarse un español influyente, del Presidio de
Buena vista, de cerca de cuatro leguas de terrenos inmediatos a Los .Hornos
(lugar del Yaqui a donde llegaron los primeros conquistadores- españoles
y después los primeros misioneros), terrenos que la tribu yaqui siempre con-
sideró suyos. <3 s>
Tal era el estado en que se encontraban los indios del noroeste al de-
clararse la Guerra de Independencia Mexicana, durante la cual los aborígenes
permanecieron indiferentes.
En el Yaqui, esta situación se prolongó hasta el año de 1825, cerrán•
dose para la tribu un período de 82 años (1743-1825) de una paz muy re-
lativa en que su odio al blanco se acentuaba cada vez más.

Los ríos muertos del Y aquí

Antes de continuar adelante el desarrolJo histórico del tema central de


esta crónica, se hará un pequeño paréntesis parn incluir un dato hidrográfico
de carácter histórico.
Más o menos en el centro del Valle Viejo ( comprendido de la Calle
Meridiano al Poniente), hay una zona conocida con el nombre de Río Muerto;
designación que le viene de la circunstancia de ser atravesada por el lecho de
un río ya seco. Este, que llamaremos Río Muerto No. 1, nace en la margen
izquierda del Río Yaqui, pasa corno a cinco kilómetros al poniente de San
José de Bacum y, continuando hacia el Sur, cruza el Valle hasta desembo-
car en la Bahía del Tóbari.
En algunos mapas del Valle, pero particularmente en uno de gran ta-
maño formado con aerofotografías que se encuentra en las oficinas de Re-
cursos Hidráulicos en Ciudad Obregón, puede apreciarse claramente el cauce
de este antiguo río que, corriendo casi recto hacia el Sur entre las Calles
15 y 21 de la actual nomenclatura, llega hasta la Calle 1400 (perpendicular
a las anteriormente citadas), de donde se desvía ligeramente hacia el Sureste
para descargar, finalmente, en el Tóbari.
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106 CLAUDIO DABDOUB

Si se observa cuidadosamente un mapa hidrográfico del Estado de So-


nora, se apreciará que todos sus ríos tienen, en términos generales, dirección
Norte-Sur hasta salir de la zona de cerros y ]omeríos para entrar a las
l1anuras de ]as playas, en donde toman dirección Suroeste. El Río Yaqui
se diferencia de los demás en que, al llegar a las llanuras, en Cócorit, tomn
dirección Oeste franco, y, ]o que es más, anteriormente se desviaba hacia el
Norte formando un gran ~.emi-círculo, como tratando de rodear las Sierras
del Bacatete, hasta desaguar en el estero de Las Tortugas, después de pa:3ar
por Potam, Huiribis y Belem, este último usado como puerto en la época drl
P. Kino (año de 1701) y que ahora es también río muerto ( que designa-
remos por Río Muerto No. 2) ; curso que se antoja ilógico dada la extensa
llanura que deja al Sur, caracterizada por su muy escasa pendiente en di-
rección Suroeste, llanura que es, precisamente, por ]a que corre el cauce drl
primer Río Muerto descrito. (El No. l.)
En los mapas arriba citados también puede apreciarse la existencia de
otro cauce ya seco (al que le correspondería la designación de No. 3). cuya
huella se inicia a partir de ]a Calle Base (a dos kilómetros al norte de
la Avenida Náinari de C. Obregón, entre las Calies 1 y 3. bajando hacia
el Sur a desviarse al poniente entre las Calles 100 y 200; después de un corto
trecho en esta última dirección se dispersa en brazo5 y, finalmente, se pierde
su huella, la que aparece nuevamente corno a los cinco kilómetros con rumho
sur hasta unirse al Río Muerto No. 1 que desemboca en Tóbari; pero d<'l
sector que debió haberlo unido al río Yaqui, el autor solamente sabe, por
el señor Ing. José Monge S. (ex Gerente de la Cía. _Azteca-Mazn que hizo
perforación de varios pozos entre Ciudad Obregón y Cócorit), que los per-
files de los pozos que se perforaron entre ambas poblaciones acusan la exis-
tencia de un antiguo lecho de río por ]a presencia de capas de 80 a 100.
de arena y grava, con abundancia de agua a profundidades muy inferiores
a las de otros pozos localizados fuera de esta línea. De esto puede deducirse.
como muy probable, que e:cte cauce haya tenido su iniciación en la margen
izquierda de] río Y aqui y que pasando al oriente de Cócorit, haya conti-
nuado en la misma dirección sur hasta las proximidades de la Calle Base
para desviarse al poniente y llegar al lugar en que su huella todavía es
visible en el mapa aerofotográfico de Recursos Hidráulicos ya mencionado.

Deducciones

Por la margen derecha del río Y aqui, los lorneríos llegan hasta el sur
de Estación Corral y cerca de Bacum. En cambio, por la margen izquierda.
desaparecen antes de Cócorit y . el terreno, en general, es más bajo en este
lado, ascendiendo ligeramente hacia el oriente, por lo que parece muy ló-

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 107

g1co que en épocas muy anteriores a la conquista, .el río haya seguido el
último curso descrito (Río Muerto No. 3). A través de siglos, los materia-
les arrastrados por sus aguas y los traídos de las sierras por la erosión
de los vientos y lluvias, pueden haber obstruido esta vía cuando ya las
grandes avenidas del río habían abierto otros cauces, predominando el que,
después de un recorrido de algunos kil'ómetros hacia el poniente hasta pa-
sar por San José de Bacum, se desviaba al sur para unirse al cauce anterior
en el lugar en que todavía se ve, por los mapas, la confluencia de ambos ríos
muertos (3 y 1). Este cauce, que hemos designado por No. 1, iniciado en
San José de Bacum, muy probablemente sufrió igual suerte que su predecesor
y el río se desvió otro trecho hacia el oeste hasta cerca del actual Potarn, y
luego al norte hasta desembocar en los esteros de Las Tortugas todavía hasta
una época muy reciente, sobre la que existen los datos siguientes,. que aun-
que no son precisos, valen la pena de ser conocidos:
Ya en páginas anteriores de esta· mü,ma crónica se dice que hasta la
época del Padre Kino el principal puerto de la región era el Ilamado Del
Y aquí, en Belern, que se encuentra sobre el curso del Río Muerto designado
por No. 2 que llega al estero de Las Tortugas. Don Roberto Acosta, en Apun-
tes Históricos Sonorenses, página No. 128, cita a Francisco Vel asco (N otici,a,s
Estadísticas del Estado de Sonora, páginas 35 y 77) para decir: "Una de las
inundaciones más memorables fue la que se registró el 16 de agosto de
1770, que causó muchas muertes y desastres y acabó con casi todos los pue-
blos del río y en el que la corriente de éste, desde el pueblo de Potam
abandonó su curso para formar una nueva boca y setenta años después ( 1840),
con motivo de unas grandes lluvias, el río varió nuevamente su curso, abriendo
su cauce entre los pueblos de Potam y Rahum en el paraje llamado el Sánic,
que está a la medianía de dichos pueblos. POR DONDE ABRIO SU NUE-
VA CAJA, DEJANDO EN SECO SU CURSO ANTIGUO CON GRAN ASOM-
BRO DE AQUELLOS PUEBLOS ... " Indudablemente que fueron estas dos
inundaciones las que dieron al Y aqui el curso que hoy tiene, y que convir-
tieron en río muerto el anterior que descargaba en Las Tortugas.

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108 CLAUDIO DABDOUB

CAPITULO VIII

EL TOQUE SONOROY PROFUNDO DEL TAMBORYAQUI


ANUNCIA LA REIVINDICACIONDE LA TRIBU
( Guerras del Yaquí, 11 Parte)

Juan ( ]usacamea} Banderas, capitán de


los ríos Yaqui y Mayo

De todo mexicano de mediana cultura son conocidas las vicisitudes de


los indígenas de nuestra Patria a partir de la conquista hasta nuestros días.
Sometidos unos primero y otros después, todos pasaron por las mismas ea-
pas: pérdida de sus tierras, esclavitud franca o encubierta, rebeliones, so-
metimientos y, finalmente, la resignación de unos indígenas y la dispersión de
otros hacia los montes o las serranías más escarpadas en busca de refugio;
pero todos padeciendo hambre, desnudez y su entrega a los vicios. A esto
último se atribuye el aspecto raquítico, enfermizo y triste de nuestros indios.
En los últimos años del virreinato, la situación de los indígenas del noro-
este no era mucho mejor que la general prevaleciente para el resto de las tribus
de la ueva España. Pero el temperamento altivo y rebelde del yaqui, sus
sentimientos de libertad y la conciencia de su derecho a disfrutar la vida
según sus propios conceptos, le permitían tener paciencia. . . pero no resig-
nación. Y ante el acoso del hombre blanco y el transcurrir del tiempo que
en nada le ayudaba, con resolución y coraje tomó su arco, cargó de flechas
el carcaj y, nervioso de impaciencia, inundó los Valles del Y a qui y del
Mayo anunciando su rebeldía con el sonar monótono, fuerte y profundo
de su tambor de guerra ... guerra total. . . guerra de exterminio, definitiva.· ..
cruel como la que más .. .
Y a partir de 1825 declaró a su enemigo el yori ( como designa al blanco)
una guerra que sólo terminaría con el exterminio del extranjero o del último
yaqui. Y por eso esta guerra duró más de un siglo ininterrumpidamente,

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 109

sin más pausas que las indispensables para rehacerse antes que entregarse
vencido.
Teniendo por jefe a Juan Ignacio Jusacamea, llamado por los de su
raza luan Banderas, secretamente revivieron (si es que había muerto) el
convenio de federación celebrado con los mayos al preparar su insurrección
. de 1737, y, al que en esta ocasión, se adh.i.rieron los jefes Virgen y Dolores
Gutiérrez, de la vecina tribu ópata. Al igu3l que los insurgentes, los indios
tomaron por enseña una imagen de la Virgen de Guadalupe. Los principios
de su causa fueron los mismos en que apoyaron su movimiento en 1740: for-
mar una federación de tribus gobernadas por un jefe único; independizarse
de la autoridad gubernamental nacional y eliminar de sus tierras a los blan-
cos, exterminándolos totalmente, como medio de lograr sus aspiraciones (se-
ñaladas en la página 125 de esta obra).
Casi en todo acontecimiento humano hay un conjunto escalonado de
motivos que lo fermentan, y uno particular y último que lo hace aflorar o
manifestarse abruptamente. Los motivos de esta sublevación se han descrito
en los anteriores renglones; el final que la hizo estallar fue la pretensión
de las autoridades locales de exigir a los indígenas el pago de contribuciones
municipales y prediales, previa mensura y avalúo de las fincas urbanas y
rurales. (Repetición del caso Huidobro ocurrido durante el virreinato, en 1734.)
A mediados de 1825 los pueblos yaquis manifestaron su inconformidad
por conducto de una comisión, la que fue aprehendida por el jefe local de
las armas y la sublevación estalló. <37 > El jefe de las armas ordenó el fusi-
lamiento de los prisioneros, lo que enardeció a los rebeldes y acabó en ellos,
para siempre, consideración alguna hacia sus enemigos.
Aunque el movimiento fue de breve duración, hubo muchos muertos,
robos e incendios, habiendo quedado en la obscuridad los detalles de la
pacificación. De las varias fuentes consultadas, el Dr, Fortunato Hernández,
en página 112 de su obra ya cita<la, tiene una expresión que no puede me•.
nos que juzgarse como muy sincera, pues dice: "Calmada la insurrección
por causas que no dicen los historiadores ... "
Sin embargo, el siguiente año de 1826 volvió a levantarse Juan Banderas
obligando al Primer Congreso Constituyente del Estado de Occidente (Sonora-
Sinaloa) , que se reunía en su residencia de El Fuerte, a emigrar a Cosalá
en busca de seguridad para sus deliberaciones, pues había la amenaza de
una guerra tan sangrienta y cruel como la anterior. El Comandante General
en el Estado, general José Figueroa, movilizó tropas y voluntarios y fue
auxiliado, además, por una ~ección de soldados traída desde Chihuahua. Hubo
varios encuentros entre las tropas del gobierno y los indígenas, pero final-
mente y con la intervención del Presbítero Antonio Félix de Castro, padrino
de Banderas, éste se sometió, <37 > siendo indultado por los gobiernos federal

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110 CLAUDIO DABDOUB

y local, además de haberle dado el nombramiento de Alcalde Mayor del Río


Yaqui. Sobre esto último comenta el Dr. F. Hernández (página 113): 'San-
gre y dinero habían costado las dos revoluciones de 25 y 26, y el Congreso
cubrió con un velo los crímenes, enviando el indulto a los revolucionarios.
No se conformó •aquel cuerpo deliberante con esta decisión, sino que con-
cedió a las dos tribus EL RARO PRIVILEGIO DE CONTINUAR VIVIEN-
DO CON SUJECION A LEYES PROPIAS Y BAJO LA AUTORIDAD DE
UN CACIQUE DE SU RAZA, QUE ESTABA PAGADO POR EL ERA-
RIO, CON EL TRATAMIENTO DE GENERAL DEL YAQUI."
Dentro de la obscuridad histórica en que estos hechos se· han venido
conservando, se perciben destellos que aunque nada permiten ver, dejan,
sin embargo, la impresión de percibirse algo que promete ser revelador. No
obstante, todo queda en conjeturas ... ¿Por qué se
han dejado esos lugares
obscuros? ¿ Por qué no aparecen en la historia los datos de cómo se logró
dar término a la rebelión de 1825? ¿ Qué hay atrás de esos convenios de paz
en que el vencido ha· logrado sus objetivos? Estas interrogantes no llevan
el propósito de sugerir una idea preconcebida por el autor de esta obra,
sino que son la consecuencia de la presencia de hechos finales que parecen
absurdos, contrarios por completo a una secuencia lógica y que parecen ca-
racterizar a la }:iistoria de la tribu Yaqui. Estas nebulosidades históricas se
inician con el primer pacto de paz ·celebrado entre yaquis y blancos en tiem-
pos de Hurdaide en que, como ya se expuso e~ páginas anteriores, ni tan
siquiera la fecha de su celebración, asentada oficialmente en los tratados
de historia relativos, parece que pueda ser la verdadera.
Las mismas causas que motivaron las dos rebeliones anteriores impul-
saron a Banderas a levantarse nuevamente en armas en 1832 por terce-
ra vez, <37 > saliendo con sus fuerzas hacia Onavas y Soyopa a reunirse con los
ópatas. El Gobierno de Sonora (ya separado de Sinaloa desde octubre de
1831 y con Hermosillo como Capital), consideró que la situación era seria en
extremo y que se requería obrar con energía y violencia, para lo cual,
además de las tropas que se tenían, se reunieron en Hermosillo una partida de
voluntarios, otras de Mátape, Mazatán, Tecoripa y varios puntos más, for-

mando un total de más de cuatrocientos hombres. cas> EI combate se verificó
en las márgenes del río de Buenavista, fue sangriento y duró tres horas,
siendo derrotados los indígenas. Banderas y su segundo, el ópata Dolores
Gutiérrez, fueron hechos prisioneros y pasados por las armas en Arizpe ese
mismo año, quedando sofocada la rebelió~.
Juan Banderas es descrito como un jefe valiente, astuto, de imagina-
ción fogosa, ··de una intelig~ncia nada común y poseedor de esa oportuna .elo-
cuencia que en los combates enardece al aoldado y los impulsa al heroísmo.
No logró realizar su ideal revolucionario de exterminar en Sonora a la

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 111

n. 'Za blanca; pero fue él quien introdujo entre los aborígenes el uso de las
a mas de fuego y la fabricación de pólvora, para lo cual obtuvo los servi-
ci..s de algunos yoris. Enriqueció las poblaciones ribereñas del Y aqui y
de,· Mayo con el botín arrancado a otros pueblos, lanzó de sus dominios a
la gente de razón y, a su raza, le dejó como herencia la convicción de su in-
fluencia en los destinos regionales, creencia que ha llegado a verificarse en
el curso de varias generacicmes. (Francisco de P. Troncoso y Dr. Fortunato
Hernández.)

La in/ luencia de Y aquis y Mayos en ws destinos de Sonora

La primera comprobación de esta idea se manifestó en la pug~a surgida


en 1838 entre el Comandante General don José Urrea y el Gobern·ador, don
Manuel María Gándara, por diferencias políticas nacionales (federalismo con-
tra centralismo), en que ambos procuraron atraerse a su lado a las tribus
yaqui y mayo, las que se resolvieron en favor de Gándara, por lo que,
dada la fuerza de estos contingentes, el Comandante Urrea se vio obligado a
concentrar toda su atención en los dos ríos. En esta pugna resultó triunfante
don Manuel María Gándara.
En 1856 volvic:ron a sublevarse los yaquis a un llamado de Gándara.
En 185 7 sucede lo mismo con los ópatas, proclamando la vuelta de Gán-
dara al poder y derrotando a las tropas del gobierno en un lugar llamado El
Realito, de donde se dirigieron al río Y aqui a unirse con esta tribu, que
también se rebeló. El Comandante Militar Campuzano persiguió a los rebeldes
hasta el río, pero fue derrotado en Pitahaya (pueblo yaqui) a pesar de
haber llevado dos piezas <le artillería. Tras estos tri uníos consecutivos, los
indígenas salieron hasta Guaymas y atacaron el puerto, pero fueron rechazados
por la Guardia Nacional, y así, entre triunfos y derrotas, yaquis y mayos
continuaron en armas hasta mayo de 1858 en que el Crnel. Ignacio Pesqueira,
con gran número de soldados, salió personalmente al Yaqui y, mediante
indulto, logró la pacificaciéin de los dos ríos, que más bien fue una nueva
tregua, pues en abril del año siguiente reapareció el Gandarismo y hubo
una nueva insurrección de ópatas, pimas, yaquis y mayos, P.sta ve7. al mando
de los hermanos Juan y Refugio Tánori, jefes de la tribu primero mencionada.
Aunque éstos fueron derrotados, yaquis y mayos continuaron peleando
durante muchos años, en que los diversos jefes de los grupos políticos es-
tatales se disputaban el poder al reflejo de los movimientos que desangra-
han a la Nación: Centralismo contra Federalismo, conservadores contra libera-
les, imperialistas contra republicanos, etc., etc., procurando siempre, tanto unos
como otros, atraerse a los indígenas, particularmente a yaquis y mayos cuya
participación consideraban muy valiosa, manteniéndolos constantemente sobre
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112 CLAUDIO DABDOUB

las armas. Esta continuidad de la rebelión de las dos tribus mencionadas


era para el Gobierno del Estado un motivo de honda preocupación, par-
ticularmente por la fuerza que los aborígenes de ambos ríos venían demos-
trando al derrotar, en frecuentes ocasiones, solos· unas veces y otras unidos
con ópatas y pimas, a tropas bastante numerosas, equipadas con artillería
y al mando de grandes jefes como el Comandante Antonio Campuzano, los
generales Ignacio Pesqueira, Antonio Rosales, García Morales, etc., etc. y
al atacar no solamente Guaymas sino también Hermosillo y U res. ( Capital del
Estado esta última.)
Lo anterior puede inducir a pensar que estas tribus sonorenses sólo es-
peraban cualquier apoyo para satisfacer- sus impulsos bélicos; pero no debe
olvidarse que al lado de estos factores políticos que a los indígenas no les
interesaban, había otros que sí eran los propios de ellos, y de los indígenas
de todo el País. Los españoles, tan criticados por su explotación del indio,
ya prácticamente no existían en México; sin embargo, las condiciones de
vida de los indios no por eso habían mejorado, sino antes al contrario, pues los
redentores mestizos, los libertadores, resultaron peores que aquellos a quienes
venían a substituir. Desenfrenados en el despojo de tierras, en el asesinato
impune de indígenas, en su explotación sin remuneración alguna ni apre-
cio por las vidas de éstos, sólo ambicionaban enriquecerse pronto, a lo que la
tribu yaqui se opuso resueltamente dentro de su área de influencia; pero en-
tonces el ingenio de la nueva clase dominante supo explotar esta situación:
la tribu era atraída por los bandos en pugna con el señuelo de dar apoyo a sus
reivindicaciones.
Y es precisamente esta actitud de las tribus Yaqui y Mayo, tan persis-
tentemente sostenida durante cuatrocientos años, la que las ha diferenciado,
particularmente a la primera, de todas las demás tribus americanas, y con-
secuentemente, también a la situación de sus respectivos territorios en cuanto
a la tenencia de la tierra.
Si la historia nacional sobre la tenencia de la tierra no se considera
base suficiente para sostener lo expuesto en el párrafo que antecede, sí pue-
de serlo, seguramente, la siguiente exposición tomada (no transcrita) de
las páginas 208 y 209 de Nociones de Historia de Sonora, del Prof. L. Calvo:
Considerando el Gobierno del Estado que las constantes rebeliones de
yaquis y mayos, y la escasa densidad demográfica de la Entidad impedían
su desarrollo, su proyectó poner en práctica el mismo recurso a que se re-
currió para poblar el norte del Estado con objeto de impedir las sangrientas y
perjudiciales incursiones de los apaches que habían despoblado esa región: la
colonización con gentes resueltas a enfrentarse a tan temible enemigo, a cam-
bio de tierras o minas y ayuda para desarrollar sus trabajos, sistema cuyos
funestos resultados los conocimos con la desmembración de Texas y otra

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HISTORIA DE EL VALLE DEL y AQUI 113

porción grande de territorio nacional, y que los · sonorenses sufrimos en


carne propia con la invasión del Conde de Raousset Boulbón, por Guaymas,
en 1852 y repetida en 1854, y de Henry Crabb, por Altar, en 1857; así como
con la pérdida de más de la mitad del territorio sonorense a consecuencia del
Tratado de la Mesilla, en 1853.
Pacificado el Estado después de que el Crnel. Ignacio Pesqueira ( en-
tonces Gobernador) había dominado la última rebelión Gandarista y some-
tido a los yaquis y mayos en 1858, se puso en práctica el proyecto de colonizar
las tierras de estas tribus con inmigrantes hispano-americanos de California,
para cuyo efecto se nombró promotor al señor Manuel Madero, de Los An-
geles, California, instalándose en dicha ciudad, con fecha 15 de octubre de
ese mismo año, la junta promovedora de tal movimiento presidida por el
señor Manuel Retes, y el 24 del mismo mes se instaló en Alam.os, Sonora,
1a ]unta de Colonización de 'los ríos Y aquí y Mayo, presidida por el teniente'
coronel Rafael Angel Corella, creándose, además, la Prefectura del Yaquí,
con el doble objeto de gar~ntizar mejor la vida y los intereses de los pobla~
dores de esas regiones y de ejercer un control más efectivo sobre los indí-
genas.
Como resultado de estas actividades, ien agosto de 1859 se fundó entre
los pueblos de Navojoa y Santa Cruz, sobre el río Mayo, la Colonia Agrícola
Pesqueira, y en septiembre siguiente se autorizó al coronel Jesús García
Morales y el Tte. Crnel. Crispín de S. Palomares, a establecer por su cuenta
otra colonia similar en el Yaquí, ~on la condición de construir una toma de
agua, ha jo la vigilancia del Gobierno, la que pasaría a ser propiedad ex-
clusiva del Estado (para estos proyectos, no carece de importancia saber que
el teniente coronel Rafael Angel Corella y el coronel Jesús García Morales,
eran parientes, compañeros de armas y, políticamente, estrechos cdlaboradores
del Gobernador Pesqueira) .
Pero tanto estas colonias como el plan general de colonización queda-
ron en suspenso debido a la nueva rebelión de las tribus yaqui, mayo y
ópata acaudilladas por los hermanos Tánori, rebelión originada, muy segura-
mente, por la pretendida repartición de sus tierras. El coronel García Mo-
rales fue nombrado jefe de la campaña contra los rebeldes, quienes en un
combate habido cerca de Guaymas, en Las Guásimas, eshni:.ieron a punto
de coger preso al mismo general Pesqueira que venía a auxili~r al coronel
García Morales, quien se encontraba en situación muy comprometida en
la Hacienda El Aguüita, y en cuyo encuentro los indígenas derrotaron y dis-
persaron a las tropas enemigas.
Concentrada la atención del Gobernador en sofocar los movimientos ar-
mados que en distintos lugares aparecían en su con¡ra, las rebeliones de los
indios y en atender las exigencias que le demandaba la Guerra de Reforma
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114 CLAUDIO DABDOUB

a la cual se había adherido, los proyectos de colonización quedaron olvidados


hasta que, ya triunfante uno de los grupos nacionales en 1867 y conside-
rando seguro su predominio, los hombres que lo constituían pudieron pensar
en sus intereses personales. Para estos propósitos, las tierras de los ríos
Yaqui y Mayo siempre les inspiraron una codicia incontenible que no había
podido ser satisfecha dado el obstáculo que oponía el carácter de sus abo-
rígenes; pero para esa fecha, la débil resistencia de éstos semejaba la ago-
nía de las dos razas. Según el profesor Calvo en su obra citada (página 262),
ese mismo año se dieron algunas concesiones sobre terrenos de estos ríos.
Tal vez no haya una sola historia de México, ni tampoco de Sonora, que
dé a conocer las Guerras de las tribus Yaqui y Mayo en sus causas, en su
aspecto humano y en la justificación o injustificación de las mismas. Se
concretan generalmente a la relación de los hechos militares ocurridos y sus
correspondientes fechas y, cuando expresan juicios, siempre son despectivos
para estas tribus, calificándolas de .,belicosas, sanguinarias y ladronas; juicios
consecuentes de un criterio por· completo unilateral.
Triunfante en México el Partido Liberal y Pesqueira en Sonora como
Gobernador cuando yaquis y mayos habían sido casi aniquilados, después de
más de un siglo de lucha desesperada, los boldados gobiernistas recorrían
constantemente las vegas del río Yaqui persiguiendo a sus aborígenes, derro-
tando a las pequeñas partidas que lograban encontrar y obligando a los
habitantes de sus pueblos a buscar refugio en los montes o cerros, pues aun
las mujeres y los niños eran hechos prisioneros cuando las tropas lograban
cogerlos. Sus ganados les eran confiscados con la justificación de que ha-
bían sido robados. Fusilaban a los hombres que aprehendían, en venganza
de las crueldades que los indios cometían con los prisioneros blancos.
Efectivamente las comeúan en su guerra de exterminio declarada al yori,
pero éste no se quedaba atrás en su trato con los indios, de lo cual el si-
guiente episodio es una muestra y al que el general Troncoso se refiere
diciendo que "le dio coloricio a esta campaña".
"El 12 de febrero de 1868, una fuerza del coronel Bustamante derrotó
cerca de Cócorit a una partida de indígenas, haciéndoles 33 muertos y to-
mándoles un número igual de prisioneros. Tres días después se presentaron
600 indios en el pueblo mencionado, solicitando la paz, y el coronel Salazar
(Salazar Bustamante) por sospechar que venían de mala fe los tomó presos
y les exigió la entrega de 300 armas de fuego, de las cuales sólo pudieron
dar 48. Aquel jefe, puso en libe1tad un número proporcionado a la can-
tidad de armas de que habían hecho entrega, y con 450 prisioneros marchó
el 18 al pueblo de Bacum, en cuya iglesia los encerró, separando 10 ca-
becillas, con orden de que fueran fusilados al menor movimiento que los
demás hicieran para fugarse, orden que se ejecutó a las nueve y media de

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 115

la noche, porque según se dijo, los indios se habían echado sobre la guardia.
Si pretendieron fugarse, o no, los indios encerrados en la iglesia, sólo lo supo el
coronel Bustamante; lo cierto es que en aquella hora se rompió sobre ellos
el fuego, produciendo una confusión indescriptible. La artillería se colocó en la
puerta del edificio e hizo disparos con metralla sobre aquella multitud inde-
fensa ; el templo se incendió y perecieron más de 70 indios, logrando escapar
el resto en medio de la confusión y el desorden."
Y en estos. momentos críticos, en los que parece que ya todo está per-
dido, cuando en los pueblos vigorosos surge el hombre superdotado que se
impone a lo imposible y c-ambia el curso de la historia. José María Leyva
Cajeme (abstemio, en cahíta), encarnando la altivez de su raza, impulsado
por el espíritu de ella fraguado en quién sabe cuantos siglos de luchas en
po;5 de los más elementales derechos humanos, Patria y Libertad, 7:-seentrega .
a la ca usa de sus hermanos de sangre que no podían concebir que la es-
clavitud fuera la aÍternativa de la muerte, sino su sinónimo. ¡Y tenían razón!
Y al igual que sus antecesores que cerraron a los conquistadores es-
pañoles la entrada a Sonora; que Muni y Bernabé; que Juan Banderas;
Mateo Marquín, etc., Cajeme alentó en sus hermanos la energía requerida
para pasear por todo el sur del &tado sus triunfos y derrotas, estimulados
por el característico percutir de sus tambores guerreros y por su emblema
eterno: EL YAQUI PARA LOS YAQUIS ... O PARA NADIE.

]osé María Leyva (Cajeme)

Hijo de Francisco Leyva y Juana Pérez (yaquis de raza pura) nac10


en el año de 1837 en Hermosillo, Sonora, de donde la familia se fue a vivir a
Bacum. La madre del niño fue una mujer que, aunque inculta, unía a su in-
teligencia una energía increíble todavía a los 70 años.
Atraído el padre de José María por la fama de los fabulosos placeres de
oro de la Alta California, salió en 1849 hacia ellos en busca de fortuna
acompañado de su pequeño hijo de 12 años, quien narrando años después
esta aventura, entre otros episodios platicaba el sucedido en una ocasión en
que la codicia de los americanos obligó a un grupo de mexicanos a defender su
metal con las armas en la mano ( cosa muy común entre estos aventureros).
Al lado de su padre, José María empuñó su fusil juntamente con el resto de sus
compaL'iotas, llegándose finalmente a una transacción entre mexicanos y ame-
ricanos, deponiendo todos sus armas.
Después de mucho tiempo de esfuerzos, penalidades y riesgos, en que
todo el oro que sacaban se les consumía en la satisfacción de sus necesidades
más apremiantes, resolvieron regresar a su tierra, r_esignados a llevar sola-
mente una insignificancia de oro en sus bolsillos.
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116 CLAUDIO DABDOUB

Encontrándose de nuevo en su hogar, los padres del muchacho lo lle-


varon a estudiar a Guaymas, poniéndolo en la escuela bajo el cuidado del
Prefecto don Cayetano Navarro. De los 16 a los 18 años aprendió a leer,
~ escribir y las primeras nociones de aritmética; estudios que no pudo con-
tinuar por atender al llamado de la Patria: el Conde de Raousset Boulbon, en
1854, atacaba Guaymas y todos los hijos del puerto hicieron su defensa
constituyendo el batallón Urbanos de Guaymas, del que José María era uno
de los soldados.
El general Troncoso y el doctor Hernández ( quienes usaron como fuente
para la biografía de José María Leyva la escrita por don Ramón Corral),
dicen en sus obras relativas que "los escasos conocimientos ad~q_uiridosen la
escuela, y aquel episodio" (se refieren a la batalla de Guay_rn__-ªs)
despertaron
en el joven indio el deseo de mejorar su condición, y, sin permiso de sus pa-
dres, salió del Y aqui y ~e dirigió a Tepic ... "
Es más probable que haya sido impulsado por el atavismo de su raza
de salir a lugares lejanos y luego regresar a su tierra, característica que
por fuerza se acentúa en un muchacho joven, lleno de vigor, ambicioso y de
inteligencia despierta.
Trabajando ~n Tepic como aprendiz de herrero fue cogido de leva en
1857 y filiado en el batallón "Fijo de San Blas", del que desertó a los tres
meses yéndose a refugiar al Mineral de Motaje, al pie de la sierra de Aca-
poneta, en donde lo conoció don Ramón Corona (posteriormente general de
división del ejército liberal). Poco tiempo después, José María Leyva resolvió
irse a Mazatlán, pero al pasar por Acaponeta fue aprehendido por sospechoso.
consiguiendo csu libert~d 'gracias al influjo de don Ramón Corona y continuan•
do su viaje al puerto mencionado. Se hallaba en éste cuando estalló la Gue-
rra de Reforma, a la que se adhirió el Gral. Lagarma con algunos batallones
que, separándose d'= la guarnición del puerto, lo secundaron.
En Acaponeta, don Ramón Corona y algunos liberales se pronunciaron
por la Constitución de 1857, lo que probablemente indujo a José María a
seguir esta causa, presentándose como soldado a las fuerzas del mencionado
general Lagarma. Fue incorporado al batallón de Sonora en el que había pi-
mas, ópatas y yaquis, concurriendo al combate de los Mimbres en el que las
tropas liberales, al mando del Gral Coronado, derrotaron al Gral. lnguanzo
que había salido de Mazatlán.
Poco rlespués, el Gral. Ignacio Pesqueira, gobernador de Sonora y jefe
de las fuerzas que operaban sobre Mazatlán, renovó el sitio del puerto y lo
tomó a viva fuerza. ~l cuerpo a que pertenecía José María Leyva se distin-
guió en este hecho de armas al arrojarse, a la bayoneta calada, sobre los for-
tines del enemigo. Pesqueira regresó a Guaymas con una parte de sus tropas,
entre las que venía Leyva y quien, en este puerto, fue dado de baja.

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HISTORIA DE EL VALLE DEL y AQUI 117

En Médano se incorporó al destacamento que combatía a los yaquis y


que fue obligado por los rebeldes a retirarse a Guaymas, en donde José María
pasó a servir como cabo de artillería en las fuerzas del Gral. Pesqueira, quien
al llegar <le Sinaloa había encontrado levantado en armas al partido gandarista.
Restablecida la paz en el Estado, Leyva fue licenciado, pasando varios
•años en que llevó una vida obscura hasta que, en 1867, con motivo de un
serio alzamiento de la tribu Yaqui, se abrió una campaña contra ella con
fuerzas del Estado al mando del coronel don Próspero Salazar Bustamante (el
mismo que cometió la carnicería en la Iglesia de Bacum), en las que José
María fue jefe de una guerrilla de caballería, peleando nuevamente contra sus
propios hermanos y prestándole grandes servicios al gobierno gracias al co-
nocimiento que tenía del terreno y de las costumbres de la tribu. En premio
se le dio el empleo de oficial y el mando de una compañía formalla con in-
dios.
Hacía muchos años que el GraL Ignacio Pesqueira se había constituído en
la autoridad máxima de Sonora, reteniendo los poderes político y militar si-
multáneamente. Por sus frecuentes reelecciones y constantes arbitrariedades
existía en su contra un profundo disgusto en todo el E.stado, que llegó a su
culminación al reelegirse gobernador una vez más en los comisios de 1873.
La manifestación de tal estado de ánimo fue el levantamiento que en el mi-
neral de promontorios (próximo a Alamo), realizaron en septiembre de ese
año Carlos Conant y un grupo de ciudadanos. ~bierno del estado inme-
diatamente destacó fuerzas en persecución de los rebeldes; entre otras, la for-
mada por 400 hombres al mando del coronel Salazar Bustamante, a quien se
le incorporó José María Leyva. Este, con el grado de capitán de caballería
y a las órdenes de Jesús Amavizca persiguió a Conant hasta penetrar a terri-
torio de Chihuahua, aunque sin haber logrado cogerlo. 1 '

¡ Qué jugadas del destino! Quien pronto habría de ser uno de los más
destacados caudillos de la tribu Yaqui, el famoso "Ca jeme", que legaría su
apodo a una de las regiones más conocidas y pu jan tes de la república ¿ cuándo
hubiera podido suponer que su pieza de caza era nada menos que el hombre
que habría de forjar el emporio agrícola más importante de México en el
propio territorio de su tribu?

José María Leyva se convierte


en caudillo de su tribu

Sofvcada la rebelión de Conant, el capitán Leyva recibió el nombramien-


to de alcalde mayor del Yaqui, suponiendo el gobierno que dándole a la
tribu un jefe de su propia raza adicto a él, lograría la pacificación de estos
aborígenes. Pero se pasó por alto la eterna tendencia de los yaquis a con-
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118 CLAUDIO DABDOUB

servarse independientes, y que la adhesión de Cajeme tendría que ser venci-


da por esa misma tendencia y por las sugestiones de la tribu que lo habrían
de impulsar a la rebelión, convirtiéndolo en un enemigo muy peligroso.
Era la época descrita en el sub-capítulo anterior, en que parecía que de
la tribu solamente quedaban restos sin fuerza ni valor, agotados por las lu-
chas y el hambre, que dominados por un jefe adicto al gobierno ya no eran
motivo de preocupación. En esos momento~ el problema para el Gral. Igna-
cio Pesqueira era la oposición que tomaba incremento en todo el estado, avi-
vada a principios de 1875 por la proximidad de las elecciones que se cele-
brarían a mediados de ese mismo año. El candidato oficial era el coronel
José J. Pesquiera y el de la oposición, que ya había tomado mucha fuerza,
era el Gral. Jesús García Morales, en cuyo partido actuaba don Ramón Co-
rral dirigiendo un periódico que se editaba en Alamos, Sonora.
Coincidiendo, o aprovechando esta efervescencia política, en la región del
río Yaqui empeiaron a observarse _,síntomas alarmantes de insurrección pro-
movida precisamente por el alcalde mayor José María Leyva "Cajeme". La
imposición del candidato oficial, Crnel. Pesqueira, se realizó y, como conse-
cuencia, los días 11 y 12 de agosto surgieron pronunciamientos en Altar, San
Ignacio y Santa Ana, que meses después se extendieron a todo el estado, fi-
gurando entre sus jefes los coroneles Luis y Lorenzo Torres (según parece, fue
entonces cuando surgieron a la vida política don Luis Torres y don Ramón
Corral, quienes juntamente con don Rafael Izábal, constituirían el triunvirato
que durante 28 años rigió los destinos de Sonora).
A fines del año, los yaquis se encontraban en abierta rebelión amenazandc.
desbordarse por toda la entidad. Tan grande era el temor a las rebeliones
de la citada tribu, que el nuevo gobernador decidió concentrar sobre ella to-
da su atención, desentendiéHdose de la que ya asolaba al estado, y emprender
personalmente la campaña sobre el río. El 26 de noviembre salió de Guaymas
al mando de tres batallones de infantería, una batería de cañones y una avan-
zada de caballería. En diciembre se apoderó de unas lagunas que había en
Pitahaya, único aguaje que había antes de llegar al Yaqui.
Cajeme, al frente de 1,500 indios, había salido de Torim la madrugada
del mismo día en que las tropas gobiernistas se habían apoderado de las
lagunas, por lo que entonces él se situó a poca distancia. Pesqueira le hizo
algunas proposiciones con la intención de someterlo sin necesidad de pelear,
pero el caudillo Yaqui, con el mismo mensajero, le mandó la respuesta di-
ciéndole que no se sometía y que lo esperaba para el combate. La lucha fue
sangrie,ta por la obstinación de los yaquis, quienes resueltos a obtener el
triunfo se arrojaban sobre la artillería, de la cual ellos carecían; hicieron
alarde de valor, pero barridos por las descargas de los cañones fueron derro-
tados, resultándoles 60 hombres muertos y gran cantidad de heridos. Sin

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HISTORIA DE EL VALLE DEL y AQUI 119

.embargo, esta derrota de los indios no fue más que el •principio de esta gue-
rra.
El gobernador avanzó hacia el centro del territorio de los indígenas, per-
siguiéndolos, pero éstos se defendían en los bosques organizados en pequeños
grupos, hasta que Pesqueira se vió obligado a retirarse para atender la revo-
·lución que tomaba fuerza en el estado.
No habiendo logrado aniquilar ni rendir a los yaquis, éstos quedaron or-
gullosos con su r.esistencia, substraídos a la obediencia del gobierno del esta-
do y Cajeme poseedor de un gran prestigio, como consecuencia de la retirada
de las fuerzas de Pesqueira.
El nuevo jefe de la trjbu reorganizó el sistema político de la misma dán-
doles a sus pueblos gobernadores, alcaldes, temastianes ( sacerdotes iydígenas) ,
etc., Restableció la importancia de las asambleas populares convocándolas cada
vez que creía necesario someter a la consideración de la tribu algún asunto,
a cuyas resoluciones se sujetaba. También organizó la hacienda creando ingre-
sos mediante la imposición de impuestos a las lanchas que hacían el comer-
, cip entre el puerto de Guaymas y Médano, por la desembocadura del río; co-
braba derechos de pea je a los que traficaban por tierra y vendía la sal que
hacía extraer de los grandes criaderos que hay en el litoral de su "nación"
Cobraba rescate por el ganado que cogía perteneciente a los ranchos inme-
diatos.
Además de esto, hacía que cada pueblo, tanto del Yaquí como del Mayo,
destinara por cierto tiempo un número de indígenas que sembraran y co-
sectaran maíz y frijol para el jefe de la tribu, pagando los mismos pueblos
a los trabajadores dedicados a estas labores.
Para hacerse de elementos de guerra, despojaban de sus armas a los
viajeros y a los desertores del ejército, que entre los yaquis encontraban re-
fugio seguro; a los patrones de las lanchas que iban a Guymas les exigían
una determinada cantidad de cartuchos, que también adquirían por compra
los indios que salían a dicho puerto, ·a las haciendas y a los minerales próxi-
mos, pagándolos a muy buen precio. Otra de las disposiciones de guerra del
caudillo fue la obligación para los gobernadores de los pueblos de ambos ríos,
de tener siempre listos, bien armados y equipados, cierto número de hombres.
Cajeme adoptó el titulo de capitán general de los ríos Yáqui y Mayo,
designando en este último un lugarteniente que ejecutaba sus órdenes estric-
tamente. Tuvo al principio un teniente general, Loreto Molina, pero pronto
se disgustó con él y lo obligó a salir del Yaqui.
No Jodían haber faltado los movimientos de oposición en su contra, pe-
ro siempre los dominó. En una ocasión se tramó. una conspiración para pro-
vocar un levantamiento y quitarle el mando, pero la descubrió oportunamente
y mandó fusilar a todos los que la encabezaron. En otra ocasión, un indio
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120 CLA:UDIO DABDOUB

de bastante influencia entre la tribu, padre de varios guerreros y propieta-


rio de algunos bienes, 11amado Yorigelipe, pretendió desvirtuar a Cajeme en
el ánimo de su pueblo, para lo que aprovechó el asunto de unas salinas a fin
de dar a sus pretensiones el carácter de problema de interés general para la
comunidad; pero el caudillo eludió el golpe convocando a una asamblea en
la que dió cuenta de su conducta, luego tomó la espada, que era su símbolo
de autoridad, la puso en t¡erra y di jo que renunciaba al cargo de capitán
general, expresando el deseo de que se le confiriera a su mismo enemigo,
Yorigelipe. La asamblea vaciló un momento, prorrumpiendo luego en acla-
maciones en favor de CajPme, confirmándole su investidura; a su rival le
confiscaron sus bienes, haciéndolo Mlir del río.
El gran prestigio que se creó en su reciente campaña de 1875-76, lo
acrecentó con la organizat.ión política, militar y económica que dio a las
dos tribus y con su habilidad para afianzar su cargo. Aunque derrotado en
su primer combate contra las fuerzas del gobierno, éstas tuvieron que salir
de su territorio sin haber logradp et objetivo de someter a los rebeldes, quie-
nes recobraron la confianza en las posibilidades defensivas de su "nación",
adquiriendo cada vez mayor vigor sin que les fuera disputada su soberanía
sobre los ríos.

Los Y aquis y sus problemas, juzgados


por el Gral. don Bernardo Reyes

En noviembre de 1880 el Gral. José Guillermo Carbó entregó_ el man•


do de la lra. zona militar (Sonora, Sinaloa y Baja California, con sede e~
Mazatlán) al Gral. don Bernardo Reyes, quien con fecha 29 de mayo de
1881 rindió un informe a la secretaría de guerra, en !U nuevo carác-
ter de jefe de las fuerzas federales en Sonora, sobre la situación de las comarcas
de los ríos Yaqui y Mayo. Este informe es en extremo interesante por las
conclusiones que de él pueden obtenerse, por lo que se transcribe en seguida
la parte del mismo publicada en la obra varias veces citada del Gral. '.fron-
coso. <39 >
" ... Otro asunto también relativo al estado a que vengo refiriéndome
(Sonora), y sobre el que tomé informes y datos, cuantos me fueron posibles,
es de la situación anómala de los indios del Y aqui y Mayo. Era que sobre
el particular tenga usted todos los antecedentes, voy a extenderme en hace1
explicaciones que en mi concepto demanda este punto.
Lo:=-indios que habitan los terrenos que se encuentran entre los ríos
Y aqui y Mayo, con intervalos más o menos largos, han estado fuera de la
obediencia del gobierno. Por una parte el instituto de salvaje independen-
cia, propia de esa raza, y por otra los innumerables males que la tribu a

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HISTORIA DE EL VALLE DEL y AQUI 121

que hago alusión sufrió del gobierno del Sr. Ignacio Pesqueira en las diver-
sas correrías que dicho funcionario dispuso se hicieran en su contra, con
pretextos más o menos plausibles, en el largo período de veinte años que
duró su administración, con la causa de que separados del movimiento civili-
zador del estado de Sonora, hayan permanecido en su desconfianza, sustraídos
a la vida común de los pueblos limítrofes, procurando gobernarse por sí
mismos, negando siempre que les fue posible la obediencia a aquel gobierno
del estado, que en lugar de hacerles probar las ventajas de la vida civilizada,
los perseguía cuando a su intento de política se ofrecía, obligándolos a per-
sistir en su estado de salvajismo.
No faltaron ni faltan entre esos indios algunos cabecil1as que exploten
las circunstancias en que ~e hallan, y se les ha vísto dominados, conforme
a sus usos primitivos; y hoy día, José M. Cajeme es el jefe a quien recono-
cen, sin que intervengan las autoridades legítimas para nada en su especial
manera de vivir.
Ese jefe es un hombre que mal lee y escribe, y que en tiempo de la
intervención sirvió como sargento en uno de los cuerpos de infantería que
se organizaron para la defensa nacional, cosa que le dio algún prestigio entre
los suyos, y que acabó por colocarlo entre 'ellos como hombre principal. El
verdadero valor de este cacique, en la actualidad es poco, pues los constan-
tes abusos que comete han acabado con su prestigio, y sus graves enferme-
dades con su actividad, pues últimamente se encuentra postrado en la más
completa inacción, debido a los males crónicos que padece.
Los indios Mayos muy especialmente, mal soportan su tiránica domina-
ción, e i;fluenciados como están por la vecindad de los habitantes de Navo-
joa, posible sería separarlos en caso ofrecido de los Yaquis. Sólo los holgaza-
nes de que está rodeado Cajeme, será, según se me asegura, con los que en
rigor cuente en caso de que por medios conciliadores se pretenda ocupar mi-
litarmente esas comarcas, teniendo en definitiva que· hacer la guerra única-
mente a esa pequeña porción, después de haber prudentemente separado a los
demás de la mala causa que los une.
El mayor número de combatientes que todos unidos pueden presentar,
será de poco más de dos mil hombres, de los que trescientos tendrán armas
de repetición, algunos mil fusiles del antiguo sistema y el resto flechas.
Los vecinos de Navojoa a que hago al41ión, han sostenido por sí solo•
las irrupcio..,es que sobre ellos han hecho los indios; y avezados como están
a los peligros de esa clase de guerra, conocedores de los usos de sus natura-
les enemigos, e interesados más que ningunos otros en acabar con su pre-
ponderancia, se prestarán gustosos a formar ~os o tres compañí¡¡s francas,
cuyos serviciso serán de grandr utilidad, si ,r
fin se resuelve como creo,
obligar a ponerse bajo la obediencia del gobierno a las tribus en relación.
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122 CLAUDIO DABDOUB

Las tierras del Y aqui y Mayo, de las que acompaño el croquis que más
puede aproximarse a su verdadera situación, son las más Ieraces del estado
de Sonora; y esas tribus que las habitan, ascienden próximamente a catorce
mil individuos; pocos pueblos verdaderamente habitados tienen, pues según
las estaciones y trabajos a que se dedican, cambios de residencia contentándo-
se con vivir a la sombra de los árboles, o guarecidos en chozas construidas
ligeramente. Muchos de esos indígenas salen a trabajar, derramándose en todo
d estado, y han llegado a ser los mejores brazos de servicio en Sonora, pues.
son fuertes por organización y tenaces en las tareas.
Por lo expuesto, he creído que la mayor parte de esa gente es suscep-
tible de civilización; que haciéndoles probar las ventajas de la vida social,
entrarían en ella, y que más bien que una guerra de exterminio en su contra
(los subrayados son del autor de la crónica). se debería simplemente ocupar
los terrenos donde habitan, persiguiendo a los pocos que fuera necesario, de-
jando en pósesión a los demás de _,alguna parte de tierra necesario, dejando
en posición a los demás de alguna parte de tierra distribuida conYenientc-
mente.
Esta idea la apoyo también en que siendo tan escaso de habitantes el
estado de Sonora, y con la peligrosa inmigración que actualmente tiene. in-
migración que amenaza ahogar allí el elemento nacional, más urgente se
hace aprovechar cuanto antes esas tribus, que hoy son una cantidad negati-
va entre los habitantes de-1 estado, y mañana podrán ser un precioso y ne-
cesario contingente de resistencia.
Varias gestiones se han hecho para que se efectúe una campaña en el
Yaqui y Mayo, y hoy acompaño tres piezas relatiYas. numeradas del 5 al 7,
comprendiendo una interesante nota que se sirvió dirigirse el 6 del actual
el Sr. gobernador Luis E. Torres, con los dos anexos a que ella se refiere.
siendo el prime:o de los cuales, la excitativa que sobre la campaña dicha
elevó a ese Ministerio el propio funcionario el 30 de noviembre del año
pasado, y el segundo el acuerdo previo de la legislación sobre el mismo ob-
jeto, donde se ven diversas consideraciones de importancia. (Los documentos
mencionados por el Gral. Reyes son: carta del gobernador Torres para el
secretario de guerra y marina acompañándole el aeuerdo de la legislatura
del estado, y el acuerdo susodicho; ambos solicitandtl del gobierno federal
el envío de 1,000 hombres para ocupar los territorios Y aquí y Mayo, permi-
tiendo con n presencia la colonización de los mismos.)
"Las varias versiones hechas por la prensa oficial, sobre licenciar una
parte del ejército, me han sugerido una idea referente a la ocupación del
Y aqui y Mayo, y que por si acaso fuere de tomarse en consideración, me per-
mito iniciar sin desarrollarla del todo, por si fuese ociosa su manifestación.
Dado el supuesto que se pretendiera dar de baja algunas tropas, la pri-
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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 123

mera dificultad sería tener una provechosa ocupación para multitud de ser-
vidores de la nación, que tal vez se habían envejecido en la carrera militar
y que tendrían que retirarse de ella sin patrimonio alguno. A esas tropas se
podrían dedicar a ocupar las fértiles tierras a que vengo refiriéndome, re-
partiéndoseles una parte de ellas después, según su categoría, y obligándolos
con un sistema secillo de colonización a seguir bajo la obediencia de sus ofi-
ciales, percibiendo sueldo por un poco de tiempo, entre tanto podrían lograr
el fruto de sus trabajos.
Se conseguiría con este medio, además de lo dicho, acabar para siempre
en la localidad a que hago alusión, con la inconveniente influencia de los
indígenas, y con las probabilidades de sus revueltas; aumentar la población
de Sonora, que tanto necesita de ser reforzada con motivG de la inmigración
extranjera, y levantar con gente patriota el espíritu nacional eJ· el citado
estado.
Al ocuparse el Yaqui y Mayo, de cualquier modo que sea, se va a tro-
pezar con dificultades para satisfacer la avidez de todos los que han denun-
ciado terrenos allí; pues tengo datos, y en . el anexo número 5 se habla de
esto, donde consta haberse hecho denuncios que exceden en mucho a la ex-
tensión de tierra que esos ríos abrazan; y 'de atender esos denuncios, queda-
rán sin nada absolutamente los desgraciados indios, desposeídos entonces hasta
de lo más necesario para vivir. Por lo que, para la repartición de lotes, ya
sea que se atiendan o no mis proposiciones anteriores, creo que se necc 1ita
una disposición especial que salve los inconvenientes que este excepcional caso
presenta.
Estando en Guaymas el mes anterior, me presentó el señor jefe de ha,
cienda un telegrama de la tesorería, en que se le expresaba que quedaba yo
autorizado para hacer los gastos necesarios en organizar fuerzas que redu-
jeran la sublevación de los indios Y aquis; y me apresuré luego a manifestar
en parte telegráfico del 22 del propio mes, que habían cesado las alarmas
referentes al levantamiento aludido, porque sin razón corrió la voz en So-
nora de que los indios hacían preparativos, especie que no es exacta, pues
si bien es cierto que se encuentran, como he dicho, fuera de la obediencia
del gobierno, merodeando clandestinamente algunas veces, pocos de ellos en
las pequeñas rancherías circunvecinas, y amenazando y hasta robando a los
viajeros que se internan en sus comarcas, cierto es también que no intentan
hasta ahora un levantamiento general.
Con los informes que expongo, ya ese ministerio se podrá formar una
verdadera idea de las circunstancias y de las cosas de que vengo hablando,
y sabrá resolver lo que fuere conveniente."
La respuesta del secretario de guerra fue la siguiente, fechada en julio
19 de 1881: "He dado cuenta al presidente de la república con el oficio de
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124 CLAUDIO DABDOUB

Ud. de fecha 20 de mayo último, en que informa detalladamente acerca de


la situación que guarda la línea Je su cargo: y en respuesta ha tenido a
bien acordar manifieste a Ud., que ya se transcribe a las Secretarías de Re•
laciones Exteriores y Fomento, lo relativo al contrato del Sr. Castro, a la
rectificación que propone ese cuartel general se haga en la línea divisoria
de Sonora con fos Estados Unidos y a los denuncios de terrenos de los ríos
Yaqui y Mayo, para los efectos a que hubiere lugar. En cuanto a las correrías
que aconseja Ud. verifique uno de los vapores de guerra, estacionándose otro
en Guaymas, no puede tomarse en consideración, por el servicio especial a
que están destinados los buques de guerra y ser éstos en corto número. No
siendo exacto lo que asienta la prensa respecto a que el gobierno trate de
dar dé bajo algunos cuerpos del ejército, tampoco puede tomarse en consi-
deración el proyecto que Ud. indica sobre colonizar el Yaqui y Mayo con
individuos del ejército a quienes toque quedar sin colocación."
Aún tomando en consideració9 que se trata de un documento militar,
no puede menos que juzgarse ·como muy lacónico y hasta desairado para
ser dirigido a un jefe de Ja categoría del Gral. Reyes. Sin suficiente docu-
mentación no pueden sacarse conclnsiones, sin embargo, más adelante apare-
cerán otros datos relativos al "Problema Y aqui" que confirman la opinión
ya expuesta varias veces en esta crónica, de que la médula del mismo lo
constituyen intereses opuestos: el atractivo que sus tierras han ofrecido a
criollos y mestizos, y la resuelta y secular defensa que de las mismas han he-
cho sus aborígenes.
Esto último es una de las conclusiones que se derivan del informe hecho
por el mencionado Gral. Reyes, que dada la destacada personalidad que
nacionalmente tuvo el autor y la circunstancia de haber sido funcionario ofi-
cial, los conceptos que expresa son dignos de tomarse en consideración, pues
manifestados por otra persona podría atribuírseles un origen ajeno al mera-
mente informativo, por diferir del criterio oficial prevaleciente.
También puede observarse la ecuanimidad de criterio del autor del escri-
to, el exponer un punto de vista bilateral y no el característico unilateral
que siempre ha manifestado el hombre blanco: el Gral Reyes comparte con
éste la opinión de que es necesario incorporar a la producción estos terrenos;
pero a la vez, a la tribu le reconoce la razón al invocar el más primitivo de
los derechos humanos (todavía principio básico universal de jurisprudencia,
que ec; el Derecho de Posesión) . El conflicto se establece al tratar de hacer
prevalecer un punto de vista sin consideración hacia el otro, al encontrar di-
fícil la conciliación de ambos. Y el general Reyes propone una base que
ofrece posibilidades.
El décimo párrafo del informe, aunque sintetizado en su exposición, pro•
yecta una imagen bien clara del Sonora de hace 70 años, que permite apre-

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 125

ciar los titánicos esfuerzos desplegl:!.dospor sus hijos por hacer florecer estas
áridas y abandonadas planicies mexicanas y que _tan expuestas estuvieron
de ser segregados de la patria.

Los intentos de colonización agravan los


problemas del estado

La elección de nuevo gobernador del estado efectuada en julio del mismo


año de 1881, que llevó al poder al Lic. Carlos R. Ortiz, no alteró la pri-
macía que a la situación del Yaqui se le consideraba dentro de los diversos
problemas de la entidad; antes al contrario, toda la atención fue concentrada
en ella. El nuevo gobernador reiteró su petición ante el gobierno federal de
que le fueran enviadas tropas a la región mencionada, y ante la negativa
recibida le retiró al Gral. don Bernardo Reyes el mando de las guardias
nacionales ( tropas del estarlo) cuando éste se encontraba en el norte comba-
tiendo a los apaches, e hizo circuhr fuertes rumores de una nueva rebelión
de Yaquis y Mayos y de una insurrección en todo el estado fomentada prin-
cipalmente por el jefe de las armas, declarando a Sonora en estado de emer-
gencia.
Varias circunstancias se entrelazan en estos momentos que hace~ difícil
juzgar la conducta del Lic. Ortiz. El gobierno Federal condicionaba su ayuda
militar a la formación de "colonias", que implicaban la obligación para los
sonorenses de servir al ejército por un período determinado, quedando subs-
traídos a la autoridad estatal, al igual que los territorios en que se establ'ecie-
ran las colonias, lo cual vulneraba la soberanía del estado. El movimiento
denunciado por el gobernodor Ortiz se inició en seguida de una plática se-
creta que en San Francisco, California, tuvieron don Luis E .. Torres, don
Ramón Corral y el Gral. José G. Carb6, jefe de la la. Zona Militar, lo que
hace suponer que en este hecho hübo fondo político. Pero, por otra parte,
había la circunstancia de que el Lic. Ortiz, o sus familiares, poseían una
hacienda en el Mayo administrada por el hermano del gobernador, don Agus-
tín Ortiz, a quien el primero, al. iniciarse los acontecimientos que se vienen
relatando, dio el mando de una fuerza de unos mil hombres con los cuales
se situó en Navojoa.
Con lo anterior concidía el hecho de que desde noviembre de 1880 la
Secretarid de Fomento había enviado la llamada comisión geográfica, al mando
del coronel Agustín Díaz y formada por oficiales del cuerpo de estado mayor,
para hacer el levantamiento y distribución de las tierras de los ríos Yaqui y
Mayo. Anteriormente se había hecho ya la distribución de tierras río arriba
de Navojoa, segregando esa zona del dominio indígena e incorporándola a
la jurisdicción de Alamos. En el Yaqui, intentos similares habían fracasado
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126 CLAUDIO DABDOUB

y ]a mencionada Comisión Geográfica nada había podido hacer ante la acti-


tud amenazante de ]os aborígenes, movimientos que culminaron con las mani-
festaciones y disposiciones tomadas por el Lic. Ortiz.
Cuando el Prefecto de Alamos y hermano del Gobernador, don Agustín
Ortiz, se situó en Navojoa, Cajeme se encontraba en Etchojoa preparándose
para la defensa con unos 2,000 hombres; de ahí se movió hacia el lugar
llamado Capetamaya (como a 5 leguas de Navojoa) a fin de quedar más
cerca de los ranchos de donde se abastecía de alimentos, ejecutando este
movimiento en forma tal que el coronel Ortiz supuso que las fuerzas enemigas
se habían fraccionado y que en Capetamaya habría alrededor de mil hom-
bres, viendo en esto una magnífica oportunidad de asestar a los sublevados
un golpe que les destrozara su moral y se rindieran las dos tribus. Salió
violentamente con 150 infantes y 130 jinetes, recibiendo una tremenda sor-
presa al encontrarse con Cajeme y toda su gente concentrada en ese punto.
Se libró un largo, reñido y sangriegto combate que terminó con la disper-
sión completa de la gente de Ortiz hacia Navojoa, Promontorios, Quiriego
y Batacosa. Ambas fuerzas hicieron alarde de valor y perdieron mucha gente,
habiendo resultado Cajeme herido en un dedo, que finalmente perdió. Los
yaquis se retiraron a su río.
Simultáneamente con esta batalla, ]as fuerzas del Estado desconocieron
al gobernador Ortiz, y en su residencia de Hermosi1lo una multitud se amotinó
en actitud hostil, por lo que optó por abandonar Sonora, restableciéndose la
paz en la Entidad.
Veintitrés días antes del combate de Capetamaya, el general Reyes había
enviado un parte al general José G. Carbó, jefe de la la. Zona Militar con
residencia en Mazatlán, que por su significadón justifica ser transcrito: "Guar-
nición Federal en el Estado de Sonora.-General en Jefe. Se ha hecho pro-
palar la especie de que los indios Y aquis y Mayos pretenden efectuar un
levantamiento, y con motivo de esas voces alarmantes, el Gobierno del Estado
organiza fuerzas en Navojoa y Alamos. Esta organización de fuerzas sí es
una verdadera amenaza par los indios aludidos, y puede suceder que ]a actitud
de esas fuerzas los obligue a ponerse cuando menos a la defensiva. Libertad
y Constitución.-Hermosillo, Septiembre veintidós de mil ochocientos ochenta y
dos.-Al C. General en Jefe de la la. Zona Militar José G. Carbó.-Mazatlán."
Y luego, con posterioridad a la misma acción, este otro: "Guarnición
Federal "n el Estado de Sonora.-General en Jefe.-Telegrama.-Hermosillo,
Noviembre 3 de 1882.-C. Ministro de la Guerra.-México.-He recibido
informes fidedignos del encuentro provocado por las fuerzas •del Estado contra
los indios del Mayo y Yaqui. Dichas fuerzas penetraron al terreno de los
indios y sorprendieron un campamento de ellos. Los indios se rehicieron, se
defendieron, y las fuerzas del Estado retrocedieron sufriendo gran dispersión.
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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 127

Los citado indios siguen a la defensiva, y las fuerzas· del Estado por su im-
potencia no se movieron más. El nuevo Gobernador dispone que sólo en caso
de ataque •se defiendan las poblaciones hasta que ese Supremo Gobierno
resuelva sobre el particular, y yo suplico su resolución.-B. Reyes"
Estos sucesos pusieron a las tribus de que se trata en lo que pudiera cali-
•ficarse de "estado de guerra". Las reuniones de sus jefes eran frecuentes, las
moviiizaciones constantes; los asaltos y robos a los ranchos próximos, así como
sus amenazas a las poblaciones comarcanas mantenían a toda la región en un
ambiente de gran intranquilidad, que obligaba a los vecinos a mantenerse
siempre armados y a los destacamentos federales en estado de alerta.
Cajeme ya contaba con gran cantidad de elementos de guerra y ejercía
un gran predominio sobre sus tribus; pero algunos de sus miemb~os sentían
disgusto contra él por sus abusos y exceso de rigor por conservar ·su absolu-
tismo. Entre los descontentos se encontraba Loreto Molina, quien anterior-
mente fue su teniente general y que habiendo sido despedido, tuvo que huir
del Yaqui.
Desde entonces pretendía quitarle el poder a Cajeme, para lo cual había
empleado varios medios, pero todos le habían fallado, por lo que optó por dar
un golpe de mano, reuniendo entre los principales inconformes a unos treinta
hombres bien armados y de su entera confianza. En una incursión secreta
y violenta llegaron a la casa de Cajeme ( en Potam), el 28 de enero de 1885,
pero su intento fracasó al no encontrar al Caudillo que había salido ese
mismo día para el río Mayo. Entonces quemaron su casa, maltrataron a su
familia, se batieron con algunos de sus hombres apresando a varios de ellos,
que tuvieron que abandonar al ser alcanzados por otros indios adictos a
Cajeme. El 30 de enero Molina informaba de este suceso al Prefecto de
Guaymas, diciéndole que esperaba sus órdenes.
Según el caudi1lo yaqui, el origen de este atentado contra su vida fue
otro distinto al expuesto oficialmente, según se puede ver por su carta diri-
gida al Capitán de Puerto en Guaymas, y que transcribimos porque, además,
ayuda a conocer mejor al biografiado:
"Capitán General del Río Y aqui y Mayo.-Comunico a Ud. que el Go-
bierno del estado a mandado recerbadamente de Guaymas, á este rio de mi
mando, al teniente Gral. loreto Molina con una escolta de 22 hombres bien
Armados, para que me asalten y me Asecinen, Cuya escolta se desembarcó
en las Cruses el 28 de Enero proccimo mes pasado como a las do-
ce de la noche asaltaron mi casa y no habiéndome incontrado saquiaran mi
casa y Golpiaron a mi familia con las Armas, y la dejaron en paños menores, y
estando una niña mia de 8 años en la Cama dentro de la casa el Teniente Gral.
Loreto Molina con sus propias manos le prendio fuego a-la casa por dentro y fue-
ra, y una mujer que trajeron eyos mismos pricionera mujer de uno de mis Sar-
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128 CL~UDIO DABDOUB

gentos salbó a mi mna sacandola de las yamas del fuego, y hasta por no
dejar quemaron la cosina de mi casa, y a las mismas horas que asaltaron
mi R~ferida casa á prendieron a un Gral. dormido en su casa que es el Gral.
Juan Siquili y Cuatro mas que incontraron, y por estar saquiando mi referida
casa mi Reiterada casa hubo lugar de irse el Gral pricionero y á cierta
distancia lo ernpesaron a Foguiar y se embicio tanto en tirar que empezaron
a tirarles a unas familias que biben a pegados á mi, porque bieron allí
unos dos jobensitos de dose a trese Años que a uno de eyos le irieron la
mano derecha y despues de todo esto se debolbieron para Guayrnas, corno
á la una y media de la mañana con cuatro presos y de los esteros paraya
empesaron a quitar bestias y cobijas y uno de mis Capitanes con doce hombres
les dio alcance en los Chiltepines y los disperso á balasos •como á las tres y
media de la tarde y les quitó los presos y se reunieron en la Cruz de· piedra
y de hoy para ya empesaron a quitar bestias y Cobijas a los diligenceros de
este rio y sé. que estan sobre las Armas a yme~iaciones de Guaymas, -y hay
le adjunto una lista con la prec;:en(e Comunicación los nombres de los inde-
bidos mas conosidos que Carga en la escolta el Gral Loereto Molina por este
Vil acontecimiento é detenido las embarcaciones que se incuentran en este
rio de ese distrito de Guaymas haora las lanchas que cargan de setenta cargas
de lenña arriba tienen que salir por docientos pesos 200 $ pesos Cada uno
y las que cargan de Cincuenta cargas arriba tendrán que salir por Cincuenta
50 $ pesos Cada uno Conplaso de diez días 10 días y de no haserlo asi que
no Cuenten con sus embarcaciones lo que tendrá ud la bondad Co. Capitan de
Puerto de Ponerselo en Conocimiento a las Autoridades que ud Crea Com-
beniente y si mismo a los dueños de dichas embarcaciones pongo en Conoci-
miento de ud para los fines Conciguientes.-Médano Febrero 3 1885.-José
Ma. L. Cajerne.-Co. Capitan de Puerto del Distrito de Guaymas-Lista de
los indebidaos que Carga en su escolta el Gral Loreto Molina,

Loreto Cuate. Luis Sanbaon.


Madaleno Quintero. Trenidad Guapo.
Pancho Juchaji. Agustín Guapo.
Antonio Ochocornasoleo. Loreto Omocol.
Martín Mobesbeo. Jose Tolo.
Angel Cuchi. Franco el Guabesi.
Modesto el panadero. hermano de Modesto.
Nacho Pelado. Nacho Suboqui.
Juan Ma. Y origelipe. Lucio Nasario.
Facundo Yorigelipe. José Suple.
Facundo Yorigelipe.
Liandra Yorigelipe.
Ilairio Yorigelipe. José Ma. L. Cajeme."

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 129

Después de esta carta envió a un comisionado a entrevistarse con e]


Prefecto del Distrito de Guaymas, a quien expuso lo siguiente, según reporte
del mismo Prefecto dirigido al Gobernador:
"Dice este cabecilla (se refiere a Cajeme) que desea saber si la. comisión
que fué a sorprenderlo y que dice le quemó su casa, fué por orden del
Gobierno o por orden de esta Prefectura, lo cual ha extrañado porque él no
se mete con el Gobierno (Subrayados puestos por el autor de esta crónica) y
más bien está dispuesto a cuanto haya en una guerra extranjera y ser el pri-
mero en presentarse con todos sus indios aunque lo hagan pedazos en
defensa de la :Nación.-Que si tal intentona ha sido exclusivamente nacida
de los que fueron a asaltarlo sin que el Gobierno y ninguna autoridad tenga
parte alguna en ello, pide se les persiga y se les agarre, y se l~~ castigue
por el hecho que han cometido, porque si no se verá obligado él también
a causar algunos daños a los puntos inmediatos aunque sepa que después
lo hagan pedazos porque él conoce que no puede oponerse a la acción del
Gobierno."
Si el intento de asesinar a Cajeme fue iniciativa de Loreto Molina, o de
las autoridades estatales en connivencia co:q el entonces Jefe de la la. Zona
Militar, Gral. José Guillermo Carhó, "a fin de poder cumplir con las con-
cesiones de terrenos de yaquis y mayos dadas desde 1867 y cuyos deslindes
estaban pendientes impidiendo el desarrollo del Estado en su parte más feraz",
según expone el Prof. Calvo en sus Nocwnes de Historia de Sonora (pág.
262) o si el referido intento fue un recurso del Gral. Carbó para que la
Secretaría de Guerra revocara la orden que le había dado de concentrarse
a la capital del País al conocer su conducta crapulosa en Sonora, y aprovechar
la campaña para arbitrarse fondos, como asegura el señor Jesús S. Ibarra
en su obra inédita sobre Ja tribu Yaqui (y otros autores), son cuestiones
que para ser aclaradas requieren amplias fuentes de información y tiempo,
de las cuales carece el autor de esta obra.
De todo lo anterior parece destacar un hecho cierto: después de la batalla
de Capetamaya en que el triunfo del caudillo yaqui paralizó al enemigo, las
tribus intensificaron sus preparativos bélicos, pero permaneciendo a la de-
fensiva; vino el cambio de autoridades y, finalmente, las elecciones que nue-
vamente llevaron a la gubernatura a don Luis E. Torres por el período
de 1879 a 1883. Ya entonces el Gral. don Bernardo Reyes había sido tras-
ladado a San Luis Potosí como consecuencia de su oposición a combatir contra
yaquis y mayos, según asienta en uno de sus escritos don Alfonso Reyes
(hijo del general). Los indígenas, dos años después del combate de Cape-
tamaya, estaban en completa paz ejerciendo completa soberanía sobre sus
territorios, pero después del intento de asesinato sufrido por su caudillo se
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130 CL.AUDIO DABDOUB

dispusieron para la vanganza, que fue lo que sus autores pretendieron, segun
parece.

La Guerra del Y aqui entra a su época más trágica

Varias veces reiteró Cajeme, por medio de comisionados, sus peticiones


de castigo para quienes pretendieron asesinarlo, habiéndole contestado el
Gobernador del Estado, Gral. Torres, que no era posible acceder a lo solici-
tado, a menos que su queja la presentara en forma ante las autoridades del.
Estado para que se le hiciera justicia, pero sin recurrir a amenazas y mucho
menos a la acción de las represalias anunciadas.
Entonces el Capitán General de ambos ríos cumplió sus advertencias.
El 17 de febrero (14 días después de su primera carta al Prefecto de Guay-
mas) mandó incendiar todas las embarcaciones que tenía confiscadas e iniciar
los asaltos a poblados y haciendas, extendiéndolos hasta Baroyeca y Alamos
por el sur, ·y por el norte, hasta lj.l Misa, Estación Ortiz y proximidades de
Guaymas y Ures, por lo que tanto el Gobierno del Estado como la Jefatura
de la la. Zona, movilizaron sus elementos militares sobre el territorio de los
rebeldes. El prim<.:ro inició un reclutamiento urgente y la segunda pidió
refuerzos a la Secretaría de Guerra, por ser insuficientes las fuerzas de que
disponía para enfrentarse a situación tan grave; de Mazatlán se movilizó
un vapor para proteger la parte de costa afectada por la guerra.
Los encuentros se sucedían a diario entre rebeldes y tropas del gobierno
que los perseguían. En mayo informó el coronel Lorenzo Torres, desde Buena
Vista, que en una salida de exploración había perdido dos hombres y le
había sido herido un cabo que al día siguiente salió a atacar al enemigo
acampado en El Oviachic ( cerro en donde se encuentra la Presa Alvaro
Obregón actualmente), pero que estando éste bien fortificado tuvo que re-
tirarse, logrando hacerlo en buen orden y sin pérdidas. _
Ese mismo mes salieron hacia el Y aquí dos columnas con un total de
2,200 hombres entre federales y guardias nacionales (fuerzas del Estado),
una al mando del Gral. de Brigada José Guillermo Carbó, que saliendo del
norte se vino por La Misa, Pitahaya y Potam, y la otra, viniendo del sur,
lo hizo por el camino de Buena Vista y Cócorit al mando del Gral. Bonifacio
Topete (que substituyó al Gral. Reyes como Jefe de las Armas en Sonora),
para converger ambas columnas sobre Torim.
El caudillo yaqui se encontraba fortificado en El Añil (entre Vicam y
Potam) habiendo abierto un gran foso que cortaba la carretera a Torim;
detrás del foso levantó unas estacadas dobles y dentro se situó él con sus
guerreros (3,000 según unos, 2,000 según reporte del Gral. Carbó, y 300
según di jo Cajeme a don Ramón Corral en una entrevista muy posterior a

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HISTORIA DE EL VALLE DEL y AQUI 131

este combate) . Aseguró la comunicación al río por medio de una trinchera


como de '700 metros y metió ganado y víveres a la fortificación a fin de
soportar un sitio si se veía en el caso. Con esto, fue él quien inició el
sistema defensivo de trincheras entre estas tribus, como antes había sido Juan
Banderas el introductor de las armas de fuego.
De Médano despachó el Gral. Carbó al también Gral. Lorenzo García
con 600 soldados a reunirse en Tórim con el Gral. Topete, después de lo
cual García retrocedió a Potam; Topete dtjó en Torim al coronel Lorenzo
Torres con 500 hombres, y él, con 600 soldados y una pieza de artillería,
siguió hacia Médano a reunirse con .el Gral. Carbó (como se ve, generales
no faltaban) .
El Gral. Topete tropezó en su trayecto con la fortificación enemiga ya
citada, procediendo a atacarla de inmediato, pero después de un r~ií.ido com-
bate de más de dos horas, fue derrotado con una pérdida de 20 hombres,
incluso un teniente, y resultando heridos cuatro oficiales y cincuenta y tres
soldados que fueron salvados, juntamente con la pieza de artillería, gracias
al arrojo del coronel Juan A. Hernández, Jefe de la Caballería.
Ante el éxito obtenido, los yaquis proceditron a fortificar los cerros de
El Omteme, El Buatachive y otros, mientrfis que en todo el territorio con-
tinuaban los combates sin que las tropas gobiernistas se resolvieran a atacar
nuevamente El Añil; pero de todas manera1,, los indígenas sufrían una situa-
ción difícil, pues prácticamente se encontraban cercados en su territorio e
incomunicados, sin poder reponer sus provisiones y elementos de guerra.
Sin moverse de El Médano, dispuso el Gral. Carbó que fueran atacadas
-las fortificaciones de El Omteme y del Bosque próximo a Potam, lo cual
hizo el Gral. Juan B. Camaño al mando de 1,000 hombres de las tres armas.
El 25 de junio tomaron el primer punto, defendido por aproximadamente
600 hombres, en un combate que duró más de una hora y media, siendo
üroteados los yaquis con ametralliidoras y granadas.
La columna continuó hacia Potam, encontrando en la parte boscosa
próxima al pueblo el atrincheramiento de que ya se tenían noticias. El Gral.
Camaño, con toda clase de precauciones, empleó nueve horas en reconocer
el terreno, habiéndole sido muerto un soldado y heridos 2 oficiales y 12 sol-
dados, optando por retirarse a su campamento. Esta fortificación consistía
en un foso de unos 3 metros de ancho, de profundidad ignorada pero que
permitía a sus ocupantes andar a caballo dentro de ella; no pudo el Gral.
Camaño decir su extensión, pero la de sus fuerzas desplegadas como tira-
dores cubrían una línea como de 3,500 metros. Calculó que estaría defen-
dida por unos 4,000 ó 5,000 hombres (aún juntos los guerreros de los dos
ríos, difícilmente alcanzaban estas cifras), que disponían de alrededor de
1,200 armas largas de fuego de distintos calibres y sistemas, regular número

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132 CLAUDIO DABDOUB

de pistolas, y flechas para los más. Con la tierra extraída del foso y con
grandes y gruesos troncos de árboles y rama tejida, hicieron aspilleras en
sus parapetos. Tras estas líneas fortificadas tenían otras más, entre las cuales
pusieron trampas de lobo con estacadas. El mismo general decía que con-
sideraba poder tomarla siempre que fuera auxiliado con unos 800 ó 1,000
soldados más.
Para hacer más efectivo el sitio puesto a los rebeldes e impedir que por
la costa se proveyeran de alimentos y armas, la Secretaría de Guerra, por pe-
tición de Carbó, ordenó que el vapor "Demócrata" fuera a Guaymas. Ese
mismo mes (Julio), Cajeme comisionó a dos de sus generales para entre-
vistarse con el Comandante del Destacamento en Tórim para decirle que estaba
dispuesto a hacer las paces, pero siempre que las tropas del gobierno aban-
donaran el Y aqui, lo cual no le fue aceptado.
Como se había iniciado la temporada de lluvias, que impedía a las tropas
movilizarse con oportunidad y rapidez, fueron retiradas a las poblaciones
limítrofes a fin de conserYar el sitio que tenían sobre los sublevados, los
que, aniquilados por el hambre· y las privaciones de la guerra, se encon-
traban en una situación en extremo difícil, inclinando a algunos de ellos por
la paz, particularmente en el Mayo. Para eYitar que esto sucediera, el Cau-
dillo emprendió viaje a este río, mandó fusilar al jefe que ahí lo repre-
sentaba y lo substituyó con otro de su confianza, cambió a algunos de los
jefes de la tribu y los dejó nuevamente dispuestos a continuar la lucha.
Aprovechó el receso en que las lluvias tenían a las tropas del gobierno
para levantar el ánimo de su gente, hacerse de YÍYeres y ganados en los
ranchos de la comarca, fabricar pólvora y flechas, reforzar sus fortificaciones.
las abasteció lo mejor que pudo y se estableció en Rahún con una fuerza
numerosa, destacando una avanzada sobre Pitahaya para vigilar al enemigo.
En diciembre del mismo año, ya para iniciarse otra Yez la campaña
contra los sublevados, algunos vecinos de Guaymas pidieron permiso al Gral.
Marcos Carrillo, quien provisionalmente substituyó como Jefe de la Zona
al Gral. Carbó ya fallecido, para entrevistar a Ca jeme proponiéndole la paz.
Este los invitó a que pasarc1n a Potam, en donde los señores de que se trata
encontraron reunidos a todos los gobernadores de los pueblos Yaquis y Mayos,
quienes, después de largas deliberaciones, estuvieron dispuestos a firmar
la paz.
Cuando todo se encont,aba ya dispuesto para la firma del acta relativa,
se presentó Cajeme manifestando que también él aprobaba esa determina-
ción, tomó el documento y dijo que su palabra valía tanto como su firma y
que los pueblos nunca habían firmado ningún papel para hacer la paz. Este
acto, y la actitud adoptada por el Caudillo, dieron fin a las negociaciones;
pero Cajeme había ganado tiempo, que era lo que pretendía.

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 133

Aunque desde noviembre anterior había sido nombrado Jefe de la Zona


el Gral. Angel Martínez ("El Machetero"), hasta enero de 1886 llegó a
Alamos. El Gobierno Federal le envió dos cuerpos de infantería; un regi-
miento que se encontraba en Moctezuma, Sonora, fue concentrado al Y aqui,
la caballería fue aumentada y se organizaron más fuerzas del Estado, ha-
•hiendo procedido el nuevo jefe a pacificar el Mayo, como iniciación de su
campaña, lo que logró muy pronto. Recogió cuanto ganado de diversas
especies encontró en ese territorio y obtuvo de la Secretaría de Guerra la
orden de que se le enviaran más fuerzas para dejarlas resguardando el río.
En abril 26 las fuerzas del gobierno ocuparon Cócorit, que fue abando-
nado por los yaquis, y anuncia el Gral. Martínez que el 28 del mismo estará
en ese lugar para iniciar la campaña del Yaqui. De acuerdo con sus ,:.
órdenes,
el Grnl. Carrillo salió de Cócorit el 2 de mayo al ataque de El Añil, defen-
dido entonces por 800 indígenas. Cuando este militar se encontraba ter-
minando de limpiar de monte los cuatro frentes de la fortificación, los yaquis,
atacando intempestivamente, escaparon del enemigo. Entonces el Gral. Mar-
tínez, que ya se había internado al YaquL siguió el rumbo de los fugitivos
para reconocer la Sierra del Bacatete y las fortifiacciones del Buatachive (4
leguas al norte de Torim), en cuya persecución fue tenazmente tiroteado
por los indígenas. Estos tenían instrucciones de su jefe de no presentar com-
bate a menos que estuvieron bien fortificados.
El 9 del mismo mes, el Gral. Carrillo incorporó sus tropas a las del GraJ.
Martínez, siguiendo juntos hacia el Buatachive. Dun.lnte cuatro días hicier~n
el reconocimiento y asedio de la posición, al cabo de los cuales se dio el asaltp.
Esta posición era muy fuerte y Cajeme había concentrado en ella a casi
toda su gente y familias de la triLu, así como cuantos víveres y ganados le
fue posible. De los templos trasladó también ias imágenes que más venera-
ban, a fin de inspirarles más confianza a sus gentes.
Cuando llegaron las tropas del gobierno, la escasez de alimentos era muy
aguda, lo que aunado a la gran aglomeración de gente que vivía ahí sin
protección alguna contra los rigores del sol, produjo una epidemia de viruela
que les causaba muchas bajas. Sin embargo, Cajeme estaba resuelto a sos-
tenerse.
Desde la tarde del 10 y todo el siguiente día fue cañoneada la fortaleza
en un intento de desalojar a los defensores y que se rindieran, pero los re-
sultados fueron nulos. El día 12, después de ultimar los preparativos de un
ataque decisivo con todos los elementos disponibles, se inició éste con gran
ímpetu. Para mediados de la mañana los atacantes lograron tomar un cerro
lateral a la posición principal; después el lateral opuesto, prolongándose el
combate, reñidísimo y sangriento, por m:ís de tres horas. Los defensores, en
un intento desesperado por evitar su derrota, se arrojaron sobre una de las

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134 CLAUDIO DABDOUB

columnas atacantes en un esfuerzo por envolverla, pero habiéndoles fallado


la maniobra la aprovecharon para salvac~e de ser hechos prisioneros, esca-
pando liacia el interior de la Sierra del Bacatete.
Tomada la fortificación, los soldados solamente encontraron en ella a las
familias de los guerreros y más de 200 cadáveres. De los heridos, únicamente
quedaron sus huellas de sangre, pues también lograron escapar con todas sus
armas y parque.
En el ataque participaron fuerzas de caballería, infantería y artillería,
cuyos elementos sumaban <40 > 1,270 hombres de tropa, 76 oficiales y 26 jefes,·
de los cuales 5 eran genernles. Se emplearon 5 cañones rayados de 7 cen-
tímetros con los cuales primero se castigó al enemigo y luego se protegió
el avance de las columnas. Las fuerzas del gobierno tuvieron 21 muertos y
4,8 heridos, según los partes.
Después de esta batalla, los yaquis no pudieron continuar presentando
resistencia c;ompacta y enérgica, pues se encontraban diezmados, desnudos y
hambrientos; carentes de municionés y aniquilados por las enfermedades, sobre
todo por la viruela. Se movían en grupos reducidos, entre los que se encon-
traba el del Caudillo, con el fin de hostilizar al enemigo, aunque sin lograr
resultados decisivos.
Ante situación tan desesperante.. con frecuencia se presentaban pequeños
grupos de yaquis ante los jefes militares a someterse, aunque sin entregar
más armas que sus arcos, flechas y algunos fusiles inútiles, por lo que las
autoridades militares de ocupacióPJ. expidieron una proclama llamándolos a
la paz y ofreciéndoles las garantías propias de todo ciudadano mexicano,
o castigo enérgico a quienes no se sometieran. Se distribuyeron víveres, ropa y
telas enre los que aceptaban la amnistía_
Pero si Cajeme había sido derrotado, no había sido vencido. Difícil es
juzgar si dudaba de la sinceridad de las promesas de la amnistía ofrecida,
o si sus convicciones lo inducían a continuar luchando por las tradicionales
aspiraciones de su raza. La única dedncción que parece fundada es que
procedió a congregar a los grupos que andaban dispersos, a invitar a unírseles
a sus parientes ( como se llaman entre sí los miembros de la Tribu) que se
habían sometido y que ordenó a los jefes mayos que nuevamente se le-
vantaran.
El 21 de junio desaparecieron los yaquis de los campamentos en que
se les tenía, se apoderaron de unas mulas del gobierno cerca de Torim y
.el 22 asaltaron dos convoyes de arrieros quitándoles cuanto llevaban. Tres días
drspués cogieron a unos indios de los que se habían sometido, los colgaron de
unos árboles y les pusieron entre los dientes los pasaportes expedidos por
las autoridades. Los mayos se concentraron en un bosque cercano al
pueblo de Santa Cruz, pero las fuerzas del gobirnt0 los atacaron y dispersaron

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HISTORIA DE EL VALLE DEL y AQUI 135

luego. Con esto se intensiticó nuevamente la guerra, aunque sm la fuerza


que tuvo en ocasiones anteriores, excepción hecha del combate que libró una
partida ( que según los reportes oficiales se estimó como de 1,000 a 1,500
indígenru:, algunos muy bien monLados) y una columna mandada por el
coronel Lorenzo Torres ocurddo cerca de las playas del "Guichamoco" a
fines de julio de 1886, en que después de un intensísimo tiroteo de más de
tres cuartos de hora, las fuerzas del Gobierno se vieron obligadas a cargar
a la bayoneta en un encuentro en que se confundían unos y otros, logrando
la retirada de los rebeldes, los que sin embargo, no dejaron un solo herido
ni prisionero, ni armas en poder de su enemigo. Ambos contendientes tu-
vieron muertos y heridos.
La región del Y aqui era explorada y batida en todas direc~!ones sm
obtener otro resultado que matar algún indígena o tomar uno que otro pri-
sionero, pero a la vez eran atacadas las fuerzas exploradoras del gobierno
que sufrían constantes pérdidas de hombres. Del Caudillo Yaqui siempre
tenían noticias, lo perseguían, pero se les desaparecía como una sombra para
volver a hostilizarlos en otro punto distante; era una ininterrumpida guerra
de guerrillas.
Tai vez porque considerara cansado al e'nemigo o por obtener una tregua
que le permitiera rehacerse, Cajeme envió un delegado a ofrecer la paz al
Gral. Juan A. Hernández que se encontraba en Médano, respondiendo éste
por carta que si se sometía le ofrecía respetar las vidas e intereses de él y
los suyos, a lo cual contestó Cajeme:
"Río del Yaqui, Octubre 19 de 1886.-Sr. General Juan Hernández
Médano.-Sr. General: De todos sus destacamentos que tienen ustedes en este
río, varías veces nos han mandado algunas tristes mujeres que han agarrado
presas e~ el campo y también algunos indígenas que han tomado prisioneros
que por casualidad les han perdonado la vida, y por medio de esos poblanos
y poblanas nos han mandado ustedes ofrecer la paz en palabra y también
por escrito sin ningún carácter oficial; pero aun sin embargo de esto, si a
ustedes les conviene hacer la paz, yo la recibo con mucho gusto en unión de
todos los habitantes de este río y del río Mayo y desde luego nos sometemos
todos en unión a la obediencia del Gobierno, bajo la condición de que dentro
de quince días, se retiren todas las fuerzas del Gobierno que esr,án en este
río para Guaymas o Hermosillo, y de no hacerlo así, pueden ustedes obrar
de la manera que les convenga, yo en unión de mi nación, estanws dispuestos
a hacer la última de/ ensa que hacen todos los hombres, ¡>0r ser un deber
sagrado que sostiene el hombre hasta la últiTTI,(¡,diferencia. No ofreciéndole
más, espero que tendrá Usted la bondad de contestarme para mañana a
vuelta de correo.-Su atento y S. S.-J. M. L. Cajeme.-Río del Yaqui y
Mayo." (El subrayado fue hecho por el autor de esta crónica).
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136 CLAUDIO DABDOUB

El Gral. Hernández no aceptó la condición propuesta y la campaña se


intensificó. La pr~sa más codiciada y perseguida era el afamado Caudillo
Yaqui, pero al que nunca podían encontrar. Un día, a fines de diciembre
de 1886, la vanguardia de caballería de la columna mandada por el Gral.
Juan Hernández, vangurdia compuesta de 12 jir1etes al mando del subteniente
Pablo Matus ( ya qui, indudablemente), se topó en el Baca tete Grande, i nes-
peradamente, con Cajeme y su escolta de veintitantos hombres más, por lo
que se encontró sin posibilidad de regresarse a dar aviso al jefe de la co-
lumna, Gral. Hernández. Enfrentados en estas circunstancias Matus y Ca jeme,
rápidos sacaron sus armas disparándoselas mutuamente. Cayó el caballo del
primero cogiendo abajo a su jinete y se entabló un tiroteo entre ambos grupos,
procurando protegerse unos y otros detrás de las peñas. El resto de la
columna precedida por Matus se presentó a todo galope, por lo que Cajeme
optó por escapar con sus acompañantes. De inmediato se organizaron varios
grupos de caballería y otros de intantería para perseguirlo durante algunos
días por toda la zona del encuentro, pero los resultados fueron infructuosos.
Siendo ésta una crómca de la historia del Valle del Y aqui y de sus
aborígenes, cabría enriquecerla con multitud 0e hechos y actitudes de esta
raza que ayudarían mucho a conocer su carácter tan definido y firme, pero
el temor de hacer cansada la obra detiene al autor.
El desconocimiento que existe sobre las vicisitudes que la tribu Yac¡ui
ha sufrido, el comportamiento ejemplar que ha observado en circunstancias
favorables corno cuando los Jesuítas convivieron con ella, y la fama ten-
denciosa propalada sobre su eterna rebeldía y tradicional espíritu rapaz y
sanguinario (ocultando los móviles de estas características), le han ganado
el concepto de indios criminales, bandidos y holgazanes, que del robo y del
asesinato hacen u_n.'placentero ''modus vivend:".
Este juicio 'no puede sostenerse si se conoce, entre otras, la siguiente
descripción hecha por el Dr. Fortunato Hernández en su obra varias veces
citada, 1 elativa al momento histórico que se viene relatando, a pesar de que
de la lectura de dicha obra se deduce que el Dr. Hernández fue bastante
favorecido y distinguido por el Gobierno del Gral. Porfirio Díaz, lo que lógi-
camP.nte lo obligaba a justificar a éste y a sus tropas:
"Con estos indios que se presentaban y los prisioneros que se cogían,
era ya considerable la cantidad de ellos que había en los campamentos: sola-
mente en Cócorit se contaban más de 1,000. La situación en que llegaban
a la presencia de las tropas era conmovedora en extremo. Pálidos, demacra-
dos, hambrientos y desnudos, parecían espectros que acababan de dejar la
tumba. Los soldados y los jefes los veían con lástima, les daban de comer
y era ya tal la costumbre de mal alimentarse, que muchos de aquellos in-
felices que devoraban con avidez cuanto les daban, morían en seguida de

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HISTORIA DE EL VALLE DEL y AQUI 137

h_aber comido. Así, era necesario cuidarlos dRndoles los alimentos con pre-
caución para nutrirlos poco a poco. A pesar de aquella miseria tan grande,
nunca se les oía proferir una queja y la soportaban con verdadero orgullo.
1\Tilos niños revelaban jamás con el llanto el hambre que los devoraba y
que tenía sus cuerpos macilentos y enjutos.
La soberbia de aquella raza altiva no se doblegaba ni ante aquel infor-
tunio sin ejemplo. Estaban vencidos, enteramente vencidos e impotentes;
pero no humillados ni abatidos. La gran mayoría de la tribu, creyendo igno-
minioso el acercarse al vencedor para deberle un puñado de maíz, había
preferido seguir defendiéndose en los bosques hasta no quedar uno vivo, 0
salir clandestinamente de la sierra y del río para venir a las haciendas y
poblaciones del interior a buscar la vida con su trabajo. Se vieron por
entonces en Guaymas, en Hermosillo y otros lugares, muchos indios extenua-
dos por la miseria, hambrientos, casi sin poderse sostener, buscando qué
comer al amparo de los de su raza que viven ...:onstantemente en dichas

pobl ac10nes."
Un bandido puede estar dispuesto a jugarse la vida en un momento
dado ; pero solamente los grandes ideafüitas aceptan la miseria, y hasta la
inanición, antes que renunciar a sus principios.
Y esto explica que los pocos yaquis que todavía podían sostenerse en
pie continuaran peleando. El sitio puesto a su territorio les impedía abaste-
cerse de lo indispensable para vivir; las tropas federales y las del Estado
continuaban persiguiéndolos en toda la extensión del mismo y aún en las
islas próximas; a Cajeme Jo buscaban hasta en las cuevas del Baca tete; ellos
vivían de agua, bledos y mezquites, hasta que el agotamiento y la falta de
parque los paralizó, quedando pacificada la región, y entonces ya los "yoris"
de los pueblos co111arcanos empezaron a afluir a comerciar con las tropas
destacadas en los poblados yaquis, a apacentar sus ganados y a cultivar las
tierras de este río; terminando así el año de 1886.
Cajf'.me, no pudiendo sostenerse ya en las tierras de sus mayores, se
refugió en San José de Guaymas (próximo al puerto del mismo nombre, desde
el 6 de febrero del año 8iguiente, sin que quienes lo sabían pensaran en
delatarlo, hasta que el 11 de abril lo denunció una india (posiblemente es-
posa de alguno de los enemigos del Caudillo) ante el Administrador de Rentas
del· Puerto, quien comunicó la noticia al señor Francisco Seldner y éste la
telegrafió al Gobernador del Estado, don Luis Torres, que se encontraba
t!n Nogales y quioo violentamente se trasladó a Guaymas en un tren extra-
ordinario. Cajeme fue aprehendido el día 12 por el Gral. Martínez al mando
de una escolta.
A la familia del prisionero, que vivía en Guaymas, se le permitió per-
manecer a su lado, y al público verlo y observar con gran interés cómo este
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138 CLAUDIO DABDOUB

hombre se ocupaba en atender a su pequeño hijo y enseñarlo a leer. Recibía


muchas visitas, a las que atendía con amabilidad y con una eterna sonrisa
que nunca abandonaba; contestaba con naturalidad y sin encogimiento a
cuantas preguntas se le hacían y revelaba en todo una sangre fría inalterable
y una energía sin límites. Los indios ocurrieron en masa a saludarlo, y un
día en que una multitud de ellos se agrupaba a la ventana para contem-
plarlo, una p~bre india desató una pequeña moneda que llevaba envuelta
en el pañuelo ( quizá lo único que tenía para sus hijos) y, acercándose a
Cajeme con el mayor respeto, se la dio; Cajeme la tomó conmovido y no
pudo ocultar una lágrima que brotó de sus ojos.
Entre sus visitantes estuvo el señor Ramón Corral, quien lo describe
como un hombre de mediana estatura, delgado sin ser flaco, de boca grande
y de sonrisa astuta; muy inteligente, simpático, blando y comunicativo,
haciendo gafa de una memoria prodigiosa.
ET Gral. Martínez lo tenía hospedado en $U propia casa, tratándolo con
toda clase de consideraciones. El 21 de e.bril de 1887 lo trasladaron a la
cárcel y de ahí al vapor "El Demócrata". Cuando lo sacaban para llevarlo
a bordo, le entregó al jefe de policía un bulto pequeño con su ropa pidiéndole
que se lo mandara a su esposa puesto que él ya iba amorir, a lo que el
citado jefe le respondió ( deseando desvanecerle esa idta) que se quedara
con su ropa puesto que nada le iba a suceder. El Caudillo replicó: "No es
tiempo de gastar bromas con un hombre que va a morir." El 22 lo desem-
barcaron en la costa del Y aqui, lo condujeron por una de las márgenes del
río rumbo a Cócorit, pero "habiendo pretendido fugarse" (según el parte
correspondiente) cerca de un lugar llamado Las Cruces, la escolta disparó
sobre él, hiriéndolo gravemente. Pocas horas después murió. Los indígenas
recogieron su cadáver, impresionados y pesarosos, y con grandes exequias le
dieron sepultura.

Nuevo ¡efe yaqui: luan Maldonado "Tetabiate"

El Yaqui se hallaba en paz; la tribu casi aniquilada y, de sus restos,


gran parte sometidos. Las tierras empezaban a ser cultivadas de nuevo y
los ganados a alimentarse en sus praderas; los planes y sueños para el futuro
adquirían vuelo en las mentes de los colonos. Para realzar tan halagüeños
frutos de la reciente campaña militar, el Gobierno del Estado creó y dis-
tribuyó condecoraciones entre los jefes, oficiales y tropa que participaron en
la etapa de 1885-1886, incluyendo en la distinción al ex Gobernador don
Luis Torres y al ex Secretario de Gobierno don Ramón Corral, como reco-
nocimiento de sus valiosas intervenciones para el buen éxito de la misma.

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HISTORIA D~ EL VALLE DEL YAQUI 139

-Los i11:diossometidos permanecían herméticos e . impasibles como estatuas de


bronce: testigos impasibles que, si sienten o piensan, nadie lo sabe.
Dando por establecida la paz, los gobiernos Estatal y Federal acordaron
reducir el número de soldados destacados en el Yaqui, iniciando la evacua-
ción a principios de junio de 1887; pero apenas habían transcurrido dos
días desde la salida de las tropas de Cócorit, cuando lo tomaron los indios,
mataron a los representantes de las autoridades, saquearon el pueblo y lo
quemaron. El Jefe de la la. Zona Militar, Gral'. Martínez, dio contraorden
sobre la evacuación del Y aquí y la guerra se inició, una vez más, con mucha
actividad por ambas parte3. Juan Maldonado "Tetabiate' había sido elegido
sucesor de José María Leyva "Ca jeme".
El nuevo jefe adoptó una nueva táctica para su gu~rra. Encontrándose
diezmada la Tribu, muy reducido el número de guerreros, casi sin armas ni
municiones y sin abastecimientos como consecuencia del sitio a que estaban
sujetos, Tetabiate optó por formar grupos chicos de 15 a 30 hombres, armán-
dolos con carabinas Winchester y Remington, lo~ dotó de parque lo mejor
que pudo e implantó el sistema de guerrillas destinadas a operar bajo la
táctica del "pega y corre" que tan buenos resultados les dio a los países
ocupados por Alemania durante la última Guerra Mundial. Atacaban a los
destacamentos en movimiento, o algún punto del Y aqui y luego desaparecían
saliendo del territorio a través de cañada,, bien conocidas por elfos en la
Sierra del Bac~tete, para aparecer en las rancherías y pueblos de los Distritos
de Hermosillo y Ures, en donde se reorganizaban y reponían para embestir
nuevamente.
Mientras tanto, la "Comisión Geográfir.a Exploradora" enviada desde 1880
por la Secretaría de Fomento para levantar planos topográficos del mayo y
del yaqui y repartir sus terrenos, y que en el Yaqui nada pudo hacer im-
pedida por el entonces Caudillo "Caj~me", había sido organizada nueva-
mente en 1887 con oficiales del Cuerpo de Estado Mayor a las órdenes del
coronel Agustín Díaz. <42 > Pal"a 1889, otra Comisión, la Científica de So-
nora, también de Diplomados de Estado Mayor al mando del Crnel. Angel
García Peña, había sido enviada para fraccionar, canalizar y distribuirles
parcelas a los indígenas de este río y a colonos de otras regiones, en tanto
que el GraI. Julio M. Cervantes, Jefe de la la. Zona Militar, había iniciado
la apertura de un canal entre "forim y Potam con el objeto de regar la
colonia del Bacójeri, <43 > que fue inaugurado en julio 23 de 1892, por lo
que se deduce, como aparentemente claro, que se trata del canal que en
honor del Gral. Marcos Carrillo lleva su nombre.
A los fraccionamientos hechos por la Comisión Científica se les llamó
colonias, en una de las cuales (la del Bacójori ya mencionada) tenía una
de sus labores el Gral. Lorenzo Torres; se encontraba situada en la parte

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140 CLAUDIO DABDOUB

noroeste del territorio Yaqui, incluyendo· el pueblo de Belem. Ni -la, colonia


ni el canal tuvieron éxito, pues solamente durante las grandes avenidas del
río podía dar serviciQ el Marcos Carillo, pero en cambio, a los indígenas
les prestó magnífica utilidad como trinchera. Al año siguiente. o sea en 1890,
la Comisión continuó los trabajos de este canal y el de Bataconcica, derivado
del primero, ambos sobre la margen derecha; así como el de Vicam y el
Porfirio Dí::tz. Este habría de entroncar con el que venía construyendo don
Carlos Conant desde Hornos; estos tres últimos se hacían sobre la margen
izquierda del río. Además, la mencionada Comisión Científica había hecho
el trazo a cordel de los pueblos yaquis ( entre ellos Cócorit) en forma cua-
drangular, con calles amplias y rectas; pueblos que anteriormente consistían
en una plaza o explanada central, a cuyo alrededor, metidas entre los mez-
quitales, se encontraban las chozas de los indígenas.
Durante el curso de esta nueva insurrección habían observado los jefes
militares, al examinar los lugares en donde habían tenido algún encuentro,
que los casquillos de las balas usadas por los yaquis eran nuevos y abundan-
tes, lo que demostraba que contaban con fuentes de aprovisionamientÓ, y
que sus huellas generalmente continuaban hacia adentro de las haciendas,
ranchos y minerales comarcanos. Estas observaciones les permitieron descubrir
la forma de operar de la tribu : como los miembros de ésta constituían el
grueso del elemento humano de trabajo en el Estado y eran ocupados en
las labores antes mencionadas, todos ellos hacían y sostenían la guerra, unidos
por los mismos ideales de raza. Mientras unos combatían, otros trabajaban
dedicando parte de sus jornales a abastecei- de provisiones, armas y muni-
ciones a los guerreros, a quienes luego relevaban; entonces los guerreros se
transformaban en peones, reponiéndose de las fatigas y privaciones de la
lucha. Los casquillos nuevos que se descubrían en las áreas de combate lle-
varon al descubrimiento de que había comerciantes que, a precios eleva-
dísimos, vendían parque y armamento a los rebeldes. Las autoridades mili-
tares expusieron esta situación a los Estatales pidiéndoles su cooperación para
evitarla, pero estas últimas se declararon impotentes para tales propósitos, pues
las exhortaciones de no ocupar rebeldes dirigidas a los patrones no eran
atendidas, ya que su aceptación equivaldría_ a paralizar sus actividades; ade-
más, para obrar en forma drástica contra quienes resultaran cómplices por
encubrimiento, se requerían pruebas legales. Entonces, los jefes de los des-
tacamentos fueron autorizados por sus superiores para invadir y registrar
las propiedades en donde se refugiaran los indios.
Entre los sucesos derivados de estas persecuciones, es digno de mención,
por ser revelador de la de(.;isión y arrojo del yaqui, el ocurrido. en 1890 en
el poblado del mineral de "La Colorada" (próximo a Hermosillo), en que
las tropas del gobierno, persiguiendo a unos yaquis fugitivos, después de

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HISTORIA DE EL VALLE DEL y AQUI 141

sitiar el caserío e identificar a los trabajadores más arraigados, separaron


a unos nueve como sospechosos; entonces, intempestivamente, dos de ellos,
haciendo fuego con sus armas se abrieron paso entre los soldados, logrando
escapar uno de ellos y cayendo muerto el otro.
Se ha procurado relatar estas guerras del Yaqui lo más brevemente
posible, particularmente el período correspondiente a Tetabiate, no porque
1a:-J~.1chadisminuyera en intensidad, sino más bien por la .monotonía que la
caracterizaba. Concretando a la época iniciada por Cajeme, el fondo de la gue-
rra lo da la continuidad de los encuentros, casi diarios, en que ambos con-
tendientes sufrían daños por muertos y heridos, por lo que los hospitales de
Torim y Mazatlán siempre se encontraban en plena actividad. Las bajas
de los federales pueden conocerse a través de sus partes, pero que con res-
pecto a las de los yaquis solamente dicen que se les habían causado mu-
chos heridos, ''.según las huellas de sangre que dejaban", reportando frecuen-
temente que no era posible conocer el número de bajas que se les causaban
debido a que el enemigo acostumbraba llevarse a sus muertos y heridos.
Parece que, en realidad, los yaquis solamente en los grandes combates su-
frían muertes en número apreciable, pero que con su nueva táctica de gue-
rrillas éstas eran poco frecuentes, y que sí cargaban con sus heridos
y pertrechos de guerra, pues solamente por excepción les hacían prisioneros o
podían recogerles arma alguna, todo lo cual es en extremo notable si se
considera que los rebeldes estaban constituidos no solamente por los guerre-
ros jóvenes; sino también por sus esposas, hijos de todas edades y los an-
cianos que vivían y se movían siempre unidos. Establecían su campamento
en algún lugar abrupto de la Sierra del Bacatete, de donde se desprendían los
guerreros, generalmente a pie, pero en ocasiones, aunque muy raras, bien
montados, a buscar a los destacamentos que los perseguían. El grupo de
combate era P!ecedido por exploradores que cuando avistaban al enemigo
ponían sobre aviso a sus compañeros, quienes inmediatamente se posesionaban
de las alturas estratégicas o se ocultaban en los bosques. Cuando conside-
raban conveniente, con un tiro anunciaban su presencia, seguramente para ini-
ciar el combate o para atraer al enemigo hacia sus defensas, generalizándose
la batalla que a veces duraba una hora o dos; pero había ocasiones .en
_que duraba todo el día, hasta que la noche impedía la visibilidad. Otras veces,
cuando eran sorprendidos en, sus campamentos, un grupo presentaba com-
bate, probablemente dando tiempo a que se retiraran suficientemente las •es-
posas, hijos y ancianos, para luego retirarse el resto dejando a cuatro o cinco
tiradores, parapetados detrás de las peñas, conteniendo al enemigo hasta que,
finalmente, también éstos últimos defensores desaparecían, si el encuentro
les era adverso. Cabe hacer la observación de que si las mujeres y los an-
cianos .seguían a los guerreros, no era solamente por compartir la suerte de

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142 CLAUDIO DABDOUB

ellos, sino también porque precisamente las mujeres y los ancianos eran
los más ardientes enemigos del yori y quienes mantenían siempre latente en
sus hombres el espíritu .de lucha, que desde niños les inculcaban. En la tribu
Yaqui eran guerreros no solamente los jóvenes, sino también sus mujeres,
sus hijos y sus padres ancianos, ¡todos!
Quienes vivieron muy cerca de estos combatientes en los últimos años,
explican el porqué de la fama de los yaquis como tiradores excelentes.
Dicen que generalmente el soldado de línea tira sobre el enemigo, a bulto
sobre el grupo; en cambio, los yaquis hacen cada uno de sus disparos sobre un
blanco previamente escogido. Desde niños son guerreros y grandes cazadores,
lo que les permite lograr una pieza con cada bala.
En el año de 1893 empezó a notarse que las partidas de insurrectos
constituidas anteriormente por 15 ó 30 hombres, habían sido aumentadas a
100, 150 y hasta 200 guerreros, causando así más daños, no solamente por
su mayor fuerza sino porqu~ cuando eran derrotadas, se dividían en grupos
pequeños que se dispersaban por rumbos muy diversos, descontrolando a los
destacamentos (generalmente de 150 soldados), e impidiéndoles la persecu-
ción, Después de burlar a sus perseguidores volvían a integrar el conjun~
to original, con notable precisión de tiempo y lugar, para continuar sus
ataques; táctica y movimientos que causaban muchos y constantes destrozos
a las tropas del gobierno, con pérdidas mínimas para los alzados. Una de
las haciendas más frecuentemente atacadas era Ta del Bacójori, del general
Lorenzo Torres, causándole siempre daños de consideración a pesar de que
se encontraba protegida por un destacamento como de 40 soldados.
Varias veces se habían hecho intentos de paz por parte de los jefes
militares, pero los indígenas invariablementt insistían en su~condiciones
ya expuestas en páginas anteriores, que eran inadmisibles para el Gobierno.
Sin embargo, en diciembre de 1896, el coronel Francisco.· Peinado se
puso en comunicación con TetabULte por medio de un emisario, y aunque la
respuesta fue la ya conocida~ el jefe Y aquí no cerró las puertas, sino que dio
lugar a una tregua que le servía de descanso y la aprovechaba muy bien
recibiendo los obsequios que se le enviaban en forma de ropa, bastimentos,
ganados y dinero para toda su gente, a todo lo cual correspondía con car-
tas muy cariñosas y llenas de agradecimiento; pero, muy desconfiado, no acep-
taba asistir a las conferencias a que era invitado para facilitar un acuerdo.
Entonces, en un acto de indiscutible valor, el coronel Peinado convino con
su adversario en subir hasta el campamento de éste, en el Tetacombiate
(punto de la Sierra del Bacatete que habían tenido ocupado los federales
y que para estas pláticas evacuaron para entregárselo a los yaquis), en com-
pañía de una pequeña escolta, y de ahí continuar solo al encuen¡ro de

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 143

Tetabiate. Después de haberse saludado y abrazado, acordaron los puntos


de un arreglo, se trasladaron al campamento de Tetacombiate escoltados por la
gente del caudillo Yaqui, y ahí, fraternizando sublevados y federales, los
dos jefes se pusieron de acuerdo sobre las bases generales del arreglo de
paz; pero todavía transcurrieron tres meses más para que por fin fijaran
fecha y lugar en donde habrían de firmar el. documento relativo, lo cual
se hizo en Estación Ortiz el 15 de mayo de 1897, con asistencia del C. Go-
bernador del Estado y todos sus principales colaboradores, incluso magistra-
dos del Supremo Tribunal de Justicia, Diputados, etc., Jefes Militares, per-
sonas destacadas en Hermosillo y Guaymas, las esposas de muchos de ellos y
gran cantidad de público de ambas poblaciones y de otros lugares. Abun~
daron los discursos, la comida y la música, habiéndose firmado un acta como
constancia, la que, para quienes sientan curiosidad por conocerla, se inserta a
continuación:
"Acta levántada en la Estación de Ortiz del Distrito de Guaymas del Es-
tado de Sonora, el día 15 de mayo de mil ochocientos noventa y siete, con el
objeto que en seguida se expresa: Juan Maldonado, jefe de la tribu yaqui,
que ha estado en armas durante largo tiempo, reconoce la soberanía del
Supremo Gobierno de la Nación y la del Gobierno del Estado, y reconoce
también que es su deber someterse a la obediencia de las autoridades que de
uno y otro emanan, y por lo mismo se somete con todos sus compañe-
ros de armas al Supremo Gobierno de la Nación, representado aquí por el
general Luis E .. Torres, en jefe de esta Zona Militar. El general Luis E.
Torres, acepta en nombre del Gobierno la sumisión del jefe Juan Maldonado
y sus compañeros de armas, y les ofrece en nombre del mismo Supremo Go-
bierno toda clase de garantías, la seguridad de que no serán molestados
en sus personas e intereses por motivo de la sublevación pasada, y en nom-
bre del mismo ·Supremo Gobierno de la Federación les ofrece terrenos en el
río Y aqui, de los que están desocupados en los ejidos de los pueblos y des-
tinados para los originarios del mismo río Yaqui. Además ofrece el •C. ge-
neral en jefe obtener algunos recursos, tanto del Supremo Gobierno Federal,
como del Gobierno del Estado, para proporcionarles algunos animales
y provisiones de boca, a lo menos por dos meses, para ellos y sus familias,
cuyos animales y provisiones se les distribuirán en los pueblos en que se ra-
diquen. Esta acta la firmará el "señor Gobernador del Estado y algunos de sus
empleados y pe~onas muy conocidas y de representación de Guaymas y Her-
mosillo, y se sacarán de ella cuatro copias, una de la~ cuales se entregará al
jefe Juan Maldonado para su resguardo y el de sus compañeros. Luis E.
Torres.-Ramón Corral.-P. Figueroa.-Juan Maldonado.-José Loreto Villa.-
Julián, Espinosa.-Coronel Francisco Peinado.-Lorenzo Torres.-(En el
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144 CLAUDIO DABDOUB

acta transcrita siguen más firmes, y según afirma Troncoso, los indios so-
metidos fueron 390 con 74 familias.) <44 >

Los Y aquis en la ccrenwnia de Ortiz

En todos sus netos, la tribu Y aquí revela su personalidad tan distintiva


entre las tribus indígenas; una personalidad que más bien corresponde a la
raza blanca por la expresión de confianza en sí misma, de gallardía y altivez,
cualidades que no pierde ni aun en la derrota; podría decirse que los yaquis
nunca se sienten derrotados. Estas características imprimen interés a la des-
cripción que el profesor Eduardo W. Villa, en su Historia del Estado dt
Sonora ( Págs. 387 /8), hace de la llegada de las fuerzas yaquis a la cere-
monia de la Paz de Ortiz:
"Algunas· tropas habían sido reunidas en Estación Ortiz. El lugar se
veía animado con la presencia de muchas personas venidas con anterioridad,
aumentada la concurrencia. con la llegada de los trenes de ese día, tanto
el ordinario de Guaymas como el especial que condujo a los. Supremos Pode-
H'S del Estado.
Minutos antes de las tres de la tarde una gran polvareda que se levantó
por el camino de La Misa, anunció a la concurrencia que se acercaba la
columna en que venía el afamado jefe de la tribu Y aqui con sus huestes, y
el gentío a toda prisa se colocó en los sitios más apropiados para verlos
desfilar.
Momentos después el alférez ayudante, a galope tendiao, llegó a soli-
citar del general en jefe, que oportunamente había regresado del campa-
mento enemigo, el permiso necesario para que hiciera su entrada la fuerza,
y concedido éste, muy pocos minutos transcurrieron para percibirse la
proximidad de la columna, a cuya cabeza venían como exploradores cinco dra-
gones del 5o. Regimiento de Caballería, seguidamente se vio en primer lu-
gar al coronel Peinado vestido de charro, montando brioso caballo retinto;
a su derecha Juan Maldonado (a) Tetabiate, jefe de la tribu rebelde, sobre un
caballo colorado que le había sido obsequiado por el comercio de Guaymas.
E~ caudillo indígena era de mediana estatura, complexión robusta; frente
un tanto despejada, ojos hundidos, negrísimos y muy brillantes; nariz agui-
leña, bigote y piocha entrecanos ( en esa época contaba 42 años *), y vestía
camisola de seda, pantalón ele casil!Air del país, color claro; zapatos corrien-
tes, sombrero plomo, jarano, con chapetas y galón plateados, portando al cinto
magnífica pistola calibre 44 con empuñadura de concha. En la misma línea

* En seguida de esta transcripción se dan los &ignificados de las fechas.

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HISTORIA DE EL VALLE DEL y AQUI 145

_seguían los capitanes Loreto __


Villa, Julián Espinosa y Felipe Valenzuela, se-
cretarios de Tetabiate los dos primeros y su segundo en jefe el último de los
mencionados; a continuación el So. Regimiento y después de éste seguía la
columna yaqui, compuesta de 394 individuos perfectamente armados con fu.
siles Remington de infantería, algunas carabinas de caballería, flechas y car-
caj de cuero crudo de venado, uniformados de mezclilla azul y sombreros de pal-
ma; cada uno portaba canana de cien tiros, cuchillo a la cintura, debidamente
provistos de guajes o caramañolas para el agua, haciendo su entrada en co-
rrecta formación por secciones, con el arma terciada, llevando en la mano una
varilla de flecha y marchando al compás de un tamboril redoblado cons-
tantemente por uno de ellos.
A la cabeza de la columna yaqui un indio portaba una bandera de seda
blanca con fleco de oro ostentando dos guías de la misma tela, en cuya
enseña se leía la siguiente inscripción: ¡VIVA LA PAZ DEL YA QUI! 25
DE ENERO, 25 DE FEBRERO, 26 DE MARZO, 29 DE ABRIL Y 8 DE MA-
YO, 15 DE MAYO DE 1897 * y por último veíanse hasta 20 de a caba-
llo, entre quienes venían los gobernadores y autoridades de los pueblos.
Al llegar la cabeza de la columna a la altura del grupo que formaban el
jefe de la Zona, Gobernador y Vice-gobernador del Estado, general Lorenzo
Torres y otras personas, el coronel Peinado y a su indicación Tetabiate,
saludaron quitándose el sombrero, siguiendo a lo largo hasta los ramadones,
donde después de empabellonar sus armas y establecer sus servicios, los m-
dios se sentaron a descansar.
A las seis de la tarde el monótono sonido del tambor de los yaquis
hendió los aires y armándose éstos recibió cada uno de ellos una banderita
blanca eón la palabra paz en letras azules; formaron nuevamente con sus
jefes a la cabeza y fueron colocados frente a la plataforma que ya hemos
descrito. (Villa hace la descripción de la plataforma, sus ocupantes, la ce-
remonia, lectura ·del acta de paz, discursos, etc.) Terminados estos actos, se
repartió entre los indios una regular suma de dinero; por la noche se les
dio una serenata en la pfaza pública y fue enviada una música de cuerda al
campamento de Tetabiate. El jefe indio, desconfiado y sagaz no durmió;
toda la noche permaneció sentado o paseándose en· actitud vigilante.
Al día siguiente el 5o. Regimiento y la columna yaqui salieron para La
Misa, y al pasar por la hacienda de San Isidro, Tetatiate, a cuya dispo-
sición había sido puesta la bancta de música del expresado Regimiento, pasó
a dar las gracias a su propietario ( de la hacienda) , el señor Cosme Eche-
verría, "por el buen trato que siempre había dado a sus peones trabajadores".

• Las frases entre paréntesis, son del autor de la presente crónica.


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146 CLAUDIO DABDOUB

Paz de Ortiz. Significa.do de fechas

Explicadas por el coronel Peinado en dicha ceremonia:


25 de enero: Fecha en que se iniciaron los tratados.
25 de febrero: Estaba sometido (Tetabiate) y ofrecía garantía de vida y
plena seguridad en los caminos.
26 de marzo; Primera entrevista con él en La Cieneguita.
29 de abril : Segunda entrevista en el T etacombiate.
8 de mayo: Tetabiate, en ese mismo punto, sale a recibir al señor
general en jefe, quien lo hdbía citado y a quien se somete.
15 de mayo: Es la fecha gloriosa en que desaparece la última sombra de
duda, la última nube de este cielo esplendente, en que hoy se escribe Paz.
(Tomado de la parte en que se describe La Paz de Ortiz, en Album- Di-
rectorio del Estado de Sonora citado en bibliografía.)
Terminada la guerra e inst2lados los sometidos en los terrenos que se les
iban asignando a medida que se presentaban, titulándosele a cada familia su
correspondiente lote a razón de cuatro y media hectáreas por adulto, más
media hectárea por cada menor. el Gobierno continuó dándoles la ayuda pro-
metida en implementos, animales, provisiones, ropa y hasta dinero. Todo esto
no solamente a los compañeros que se presentaron con Tetabiate, sino a todos
los que constantemente afluían de nuevo a su terruño, pues el entonces Pre-
sidente de la República, general Porfirio Díaz, le había dicho al general.
Luis Torres: "No se pare usted en gastos. No debemos estar tranquilos
hasta que veamos a cada indio con su garrocha en la mano, tras su yunta de
bueyes, roturando los campos". <45 >
Con los yaquis que lo desearon, se formaron cuerpos auxiliares incor-
porados al ejército nacional, bajo el mando de Tetabiate, pagándoseles diario
como soldados y conservando sus armas.
Desde la fecha de la ceremonia de Ortiz, la región disfrutaba de paz,
los indios trabajaban, sus sembrados se encontraban en muy buen estado,
tenían muy buenas cosechas y vivían en la abundancia. La Comisión Científica
continuaba trazando los pueblos en donde los indígenas levantaban sus cho-
zas y el comercio se establecía en todo el Y aqui. La mayor parte de las
tropas fueron retiradas de Sonora, quedando solamente dos batallones y un
regimiento de caballería en territorio yaqui. En marzo de 1898 trató de levan-
tarse en armas un pequeño grupo de aborígenes, pero este movimiento careció
de importancia.
Para atender el aspecto religioso, tan importante para la tribu, se tra-
jeron Hermanas Josefinas e::-tableciéndolas en Bacum, las que atendían la edu-
cación y la instrucción de las niñas yaquis. En este pueblo vivía el párroco

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HISTORIA DE EL VALLE DEL y AQUI 147

don Fernando M. Beltrán., quien desarrolló una magnífica labor entre los
indios.
Como medida de precaución, el general don Luis Torres enviaba fre-
cuentemente comisionados de su confianza a recorrer el Y aqui, quienes le in-
formaban de la tranquilidad que imperaba en la zona. Pero a principios
de julio de 1899 el capitán lo. Loreto Villa ( yaqui), primero con res-
puestas displicentes y después en forma franca, le dijo al general Torres
que había observado síntomas alarmantes entre la tribu, la que preten-
día que los yoris salieran del territorio.
En ocasiones anteriore5, cuando el mencionado general se enteraba de
algún rumor de inquietud, reunía a los jefes de los pueblos yaquis para
que le expusieran cualquier motivo de inconformidad que pudiera haber y, al no
saber de ninguno, les pedía consultar con sus respectivos pueblos. Estos,
reunidos en asambleas, manifestaban que no había disgusto, que estaban con-
tentos y agradecidos. Pero no pasaba desapercibida la voz de algún anciano
de la tribu que decía: "Todo está muy bien; ¿pero cuándo se van lo~
yons.• ?"

Ante la actitud de disgusto de que informó el capitán Loreto Villa,


más fuertemente manifestada en el pueblo de Bacum, el general Torres con-
vocó a los jefes de los pueblos yaquis para pedirles su opinión al respecto
y sobre la resolución que debía tomarse. Estos propusieron que el general
Maldonado T etabüite saliera con sus fuerzas al mencionado pueblo, desarmara
a los vecinos del mismo y aprehendiera a los jefes más inquietos, lo que
de inmediato procedieron a ejecutar Maldonado, Villa y Jul'ián Espinosa,
principales jefes de la tribu, de cuya acción el general Torres recibió aviso
'el 17 de julio. El 21 del mismo mes, las tropas yaquis de Bacum se sub-
levaron e hicieron fuego sobre las auxiliares de Cócorit que Maldonado
había hecho ir,. previa selección de los más adictos al Gobierno. Entre las víc-
timas de los sublevados se encontró a un sobrino del general Lorenzo Torres,
del mismo nombre. <46 >
Al siguiente día de la sublevación, el general Torres recibió el siguiente
mensaje de Vicam:
"Sr. general don Luis E. Torres: Quieren saber los ocho pueblos qué
dice usted de lo que sucedió ayer como a las nueve de la mañana en el pue-
blo de Bahacum.
"DecJaramos a usted que fueron por las buenas a quitar las armas que
había quitado Loreto Villa, 66 armas, y al habernos hecho fuego Carlos
Romero nosotros nos defendimos. Nosotros no íbamos a pelear con los fe-
derales pero salieron con Julián Espinosa y nos obligaron a pelear.
"Díganos ahora: lo qu~ queremos es que salgan los blancos y las tropas.
Si salen por las buenas, entonces hay paz; si no declaramos la guerra. Por-

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148 CLAUDIO DABDOUB

que la paz que firmamos en Ortiz, fue con la condición de que se fueran
tropas y blancos y eso todavía no lo cumplen; al contrario, en lugar de
cumplirlo fueron a quitar las armas.
"De suerte que ahora son ustedes del todo el negocio, y nosotros no ten-
dremos la culpa de todas las desgracias que haya. Los ocho pueblos del
Yaqui."
Tanto el general Troncoso (Pág. 239) como el doctor F. Hernández
(Pág. 169) deducen que este levantamiento se había estado preparando desde
mucho tiempo antes, ya que en tres días se pusieron en armas, en todo-
el territorio, más de 3,000 guerreros con sus familias, habiendo aprovechado
lo.s dos años de paz para ensilar sus cosechas, reunir 5,000 ó 6,000 cabe-
zas de ganado vacuno y otro tanto de lanar, hacer gran acopio de armas,
parque y demás elementos de guerra, todo lo cual ocultaban en la sierra
y en los bosques.
Es muy probable que así haya sido, puesto que hay una razón, clara y
concreta, que fatalmente ten.dría que llevarlos a esta resolución. De los tres
principios tradicionales de la tribu, se encontraban cumplidos únicamente dos,
y no en toda su amplitud: "Gobierno autónomo, con autoridades de su pro-
pia raza" y, "El derecho ..1 conservar sus armas". Faltaba el tercero: "Com-
pleta soberanía e integridad territorial". La nación se encontraba invadida por
tropas del Gobierno Federal y sus tierra~ estaban siendo entregadas a los
yoris.
Aunque no es verdad lo que se afirma en el mensaje de Vicam, de que en
el acta de paz de Ortiz se haya incluido el cumplimiento de alguno de
tales principios, sí, en cambio, fueron claramente exigidos por el caudillo
yaqui en los arreglos preliminares de paz, según consta en los párrafos de'
la correspondencia que entre éste y el coronel Peinado estuvo cruzándose;
párrafos de los cuales, por brevedad, se transcribe lo esencial, habiéndolos
tomado de la obra del doctor Hernández (Págs. 156, 157 y 158):
El 10 de enero de 1897, decía el coronel Peinado al Tetabiate: "Siem-
pre he visto en ti a un hombre de corazón bueno y a los tuyos los quiero
mucho, porque son hombres trabajadores.
Lo que te dije en mi anterior, pronto estoy a cumplirlo.
No sólo se les dará dinero, sino que contarán con fierros para sembrar,
bueyes para sus arados, cabras, Yacas y el terreno que quieras, ya sea en la
sierra o en los Pueblos.
Si quieres, te puedo dejar uno solo para ti, Vicam, para que con
los tuyos se ocupen de trabajar libremente; pero han de dejar ~sa vidé
y han de ser amigos del Gobierno, etc.
Ya mando que los d,:stacamentos no salgan, sino que permanezcan e1
sus cuarteles y cuando se arregle la paz, los retiraremos poco a poco y no vol

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 149

veremos a perseguir a ustedes. (Los subrayados son del autor de la crónica.)


Mientras se arregla la paz, dime si necesitas dinero o víveres para man-
dárselos. Dime cuando te mando unas reses para que las manden recoger
y las coman, etc."
Maldonado contestó el 6 de febrero:
(Después de agradecer los ofrecimientos que se le hacían, pedía la eva-
cuación de la sierra y se negaba a entregar las armas, pidiendo se le per-
mitiera municionarse en Hcrmosillo y Guaymas.)
"Ya que desea el supremo Gobierno el bienestar y para que dejemos
esta vida de prisión nos hará el favor de retirar los campamentos de sus
lugares solamente así; nos podemos arreglar, sin eso no nos podemos arreglar
porque yo no encuentro en un punto fijo, porque camino día y noche por con-
secuencia de la campaña de estos testamentos (tal vez quiera decir desta-
camentos) de esta sierra. . . es un reglamento tan sencillo como una gota de
agua bendita para que nos arreglemos ...
Ha hora obtenemos hatocante sobre las armas que tenemos en nuestro
poder no nos conviene de entregarlas porque no se ha visto en tiempo de
las revoluciones grandes en las potencias del mundo que hayan entregado
sus armas luego esta nación será el más in/ erwr de las naciones de la tierra y
ni los japachis ( apaches, quiere decir) cuando fueron conquistados por el Go-
bierno de los Estados Unidos no se les prohibió las armas en lugar de
desarmarlos los .armó quedando aquella nación en servicio del Gobierno ame-
ricano para con el tiempo ofrecido. Eso mismo deseamos de nuestro Supremo
Gobierno de México. Su muy atento servidor suyo: Juan Tetabiate."
Maldonado escribió poco después:
"Estamos muy agradecidos de usted y de los demás Gobernadores del Es-
tado de Sonora: De todas sus Repúblicas y promesas y garantías que damos
• sumamente con todo nuestro corazón muy contentos todos en general.
... Toda mi fe que tengo en usted junto con mis compañeros se eleva
hasta el cielo: Quiera Dios que se cumplan tus buenos deseos, al mismo tiempo
eso es lo que hemos deseado con todo nuestro corazón ...
Sobre los testanentos de esta sierra, todos están en sus lugares ...
No importan que estén en sus cuarteles y que no salgan a campaña; pero
s~empre no esta.mos conformes; solamente viendo desocupados todos los cuar-
teles de los campamentos así pt,demos creer en una paz general, porque.
para una paz de eonformidad, no se necesitan destacamentos. Entonces me
estableceré en un lugar a donde me es conveniente para mí, porque ahora
no me encuentro en 1ugar fijo por desconfianza de estos destacamentos ... "
El 6 de abril escribía el coronel Peinado a Maldonado:
" ... Respecto a lo que tú me dices de que perderás la vida si yo quedo mal
contigo, nada temas, querido amigo, yo te respondo con mi vida.

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150 CLAUDIO DABDOUB

Yo creo en tu5 juramentos sagrados y nunca faltarás a ellos y así se lo


aseguro todos los días al señor general en jefe y superiores del Estado y
ellos me dicen que si, tú faltas, me matarán y matarán a toda mi familia.
Ya ves que yo corro mucho peligro ~i tú y tus compañeros no cum-
plen; pero yo tengo mucha fe en tus promesas y juramentos, etc ....
Te mando el arpero y el violinista que me pediste, deseando pasen
la Semana Santa, felices y contentos ... "
Para definir si el levantamiento de Bacum tuvo o no justificación, sería
necesario conocer las condiciones bajo las cuales se firmó la Paz de Ortiz.
El acta relativa no lo permite por haber sido redactada en una forma muy
ambigua: No dice, pero sí da a entender, que Tetabiate solicitó la paz,
haciendo suponer que sin condición alguna y que el Gobierno la concedió
generosamente junto con otros favores, pasando por alto los esfuerzos des-
arrollados por el mismo, por intermedio del coronel Peinado, para lograr
este arreglo, quien hasta puso a riesgo su propia vida.
Aparentemente, ninguna de las dos partes estipuTó condiciones. Sin em-
bargo, las transcripciones parciales de la correspondencia habida como pre-
liminar al arreglo final, da a conocer las condiciones que, "sine qua non"
la raza yaqui siempre ha exigido y por las cuales ha·peleado, aun encontrándose
abrumada por el hambre y las persecuciones de que ha sido víctima.
Entonces, el reconocimiento de sus tres postulados • básicos tradiciona-
les era la condición primera para tenerla en paz, de donde, al no haberlos
tomado en consideración el Gobierno al arreglar la Paz de Ortiz, induce
a juzgar que tal vez éste ha sido el motivo que llevó a la tribu a la gue-
rra. "¡Tan claro como una gota de agua bendita!"
Después de los sucesos de Bacum, la guerra del Y aqui continuó con un
furor que superaba al de los períodos anteriores. Los indígenas, muy bien ar-
mados, municionados, provistos de amplias reservas de alimentos y, sobre todo,
desmoralizados del tratado de paz, se organizaron en conjuntos hasta de
1,000 hombres y atacaban con verdadera "zaña", siendo numerosos los com-
bates que sostuvieron con las fuerzas federales. Las pérdidas por una y
otra parte eran numerosas, incluyendo a oficiales de alta graduación en el ejér-
cito del gobierno; el mismo general Lorenzo Torres fue herido en uno de estos
combates Tetabiate era el jefe de los rebeldes; pero sus ex subalternos, ca-
pitanes José Loreto Villa y J ulián Espinosa, permanecieron fieles al Gobierno;
Espinosa murió en una de las primeras batallas.

De[X)rtacwnes a Y ucatán

Decididas las autoridades federales y estatales a dar fin a la guerra,


por conducto del general don Bernardo Reyes se ordenó en marzo de 1900

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HISTORIA DE EL VALLE DEL y AQUI 151

la integración de una conusión de jefes, oficiales e ingenieros del Estado


Mayor que, a las órdenes del coronel de Estado Mayor Angel García Peña,
levantara un croquis completo y detallado de la región, marcando los ca-
minos, accesos a las montañas, zonas boscosas, aguajes, lugares poblados, etc.,
y formulara un minucioso plan de campaña con la indicación de lugares
convenientes para establecer destacamentos, sugestiones para mejorar las co-
municaciones telefónicas y telegráficas, y cuanto consideraran conveniente
para el objeto.
El traba jo presentado por la comisión fue amplísimo, detallado y en
extremo completo, sugiriendo, entre otras cosas. la apertura de caminos y bre-
chas a través de los bosques a modo de comunicar directamente los desta-
camentos, permitiendo la visibilidad de uno a otro; que los bloques se sec-
cionaran en cuadros con distancias máximas de dos kilómetros de una calle a
otra, ampliando los cruces de ésta5,, o arrasando los bosques cuando fueran
de poca extensión; el uso de los mejores sistemas de comunicaciones hasta en-
tonces disponibles; el aumento de las fuerzas a 4,800 soldados, etc., etc.
EI plan se puso inmediatamente en ejecución, habiéndose aumentado des-
de luego los efectivos militares en todos sus órdenes.
Ya en el curso de esta insurrección habían tomado, tanto el gobierno
Estatal como el Federal, una de las medidas que más les han sido critica-
das por inhumanas: la deportación de los prisioneros indígenas hacia el
interior del País y hasta la Península Yucateca, con la circunstancia de
que los tales prisioneros eran las mujeres y los niños de los guerreros, pues
a éstos ni aun heridos lograban cogerlos.
Al respecto, el coronel García Peña decía en su proyecto de plan de
campaña: "Tanto en uno como en otro bosque ( se refiere a los de Vi-
cam y Bacum), se les han recogido familias, las que han sido enviadas para el
interior de la República; medida sapientísima (subrayado por el autor de la
crónica) del Gobierno, pues parecerá exagerado decir, que uno de nues-
tros principales enemigos es la mujer Yaqui. Y no cabe duda, pues la madre
que es la que forma los primeros elementos de educación del niño, le en-
gendra desde que principia a tener la primera noción de las cosas, el odio al
yori (blanco). Esto es muy sabido, y por eso los que hemos luchado con
la contumacia de esa raza, no podemos menos que aplaudir con todas nues-
tras fuerzas esa medida."
No es ~osible formarse un juicio sobre una persona cuando se carece
de antecedentes de ella; pero de las expresiones contenidas en algunos de sus
escritos, pueden obtenerse conclusiones que, aunque de valor relativo, mu-
cho ayudan para el objeto. Por el párrafo anterior podría deducirse que el
general García Peña carecía por completo de sentimientos elevados y que
compartía la fobia que, particularmente en los medios oficiales, privaba

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152 CLAUDIO DABDOUB

en contra de la raza yaqui. Sin embargo, el párrafo que sigue, del mismo
genera], parece revelar todo lo contrario y que el elogio hecho a tal dispo-
sición demuestra ta~to, habilidad política y profundo sentido humano: elo-
gia en forma extremada las disposicio,nes recibidas, pero posteriormente y
con disimulo sugiere una modificación de las mismas.
"Después de lo anterior expuesto, surge en la mente la idea de que,
sacando del Estado a toda la tribu, sería el remedio radical; y en efecto ese
sería sin la menor duda; pero esto traería como consecuencia inelu.dible
un mal mayor, causando un trastorno económico al Estado, cuyas consecuendas
no son calculables. El yaqui está incrustado en nuestro modo de ser social:
es el peón de campo, el vaquero del rancho, el peón de raya de las labores, el
barretero de las minas, el trabajador en las reparaciones de los ferrocarriles,
el peón de mano en la obra de albañilería de la ciudad, el atrevido ma-
rinero y en muchos casos, el hombre de confianza de las familias. ¿ No
se cometería al deportarlos, un acto de injustücia y hasta de ingratitud, con él
que sirve con la excelencia de su energía física, todas las manifestaciones del
trabajo? Por otra parte, no pudiendo por el momento substituir al Estado
de esos brazos, ¿ de qué magnitud sería el trastorno para el propietario,
para el industrial, el minero, etc., arrancándole los únicos medios de que pue-
de disponer para su negocio?
Así, pues, es inconcuso, que para contener este estado de rebelión, deben ser
empleados medios de mayor rigor, castigando tanto al que se encuentre con
el carácter de combatiente como al que se descubra como auxiliar dentro de
las poblaciones, sea de la raza que fuere. Muy digno de llamar la aten-
ción del Supremo Gobierno es el hecho de que, durante catorce años de
la lucha, no han sülo bastantes para rendir a esta tribu los elementos milita-
res que se han aportado al Yaqui, y esto hace pensar necesariamente que
la solución del problema no resüle esencialmente en la guerra (subrayados
del autor de esta crónica), y que aplicar el remedio único y radical, que es
la destrucción de toda la raza. ni es justo, ni es civüizador, ni es muy po-
sible practicarlo, porque como se ha dicho, el yaqui vive incrustado en
nuestro modo de ser social y constituye un quince por ciento de la población
total del Estado. Efectivamente, ¿ cómo sería posible tomar cinco o seis mil
hombres con sus correspondientes familias, y desarraigarlos, estando por otra
parte diseminados en la inmensa extensión de Estado?"
Y luego sugiere una solución: "El engrandecimiento de la agricultura
del río Y aqui traerá como consecuencia inmediata la depresión de la que ya no
existe (seguramente se refiere a la depresión) de muchos años atrás en
Hermosillo y Ures, y de ahí la causa de que los hacendados de aquella región
se hayan manifestado siempre, si no contentos, sí indiferentes a la guerra del
Y aqui, cuyo estado siempre los favorece. Cuando los indios están en guerra,

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 153

ellos tienen peones baratos; porque es su refugio y allí son recibi-


dos con los brazos abiertos; y en cambio, cuando están en paz y dada la
afición del terruño de la raza ~ndígena, se verifica la emigración de los
Y aquis hacia el río, y por consiguiente la pérdida de tan precioso elemento de
prosperidad para sus propiedades. Hay pues una liga entre los intereses
particulares del Estado en que se sostenga la lucha, y el de la Federación
en destruirla.
Parece pues indiscutible, que la solución del problema de la pacifi-
cación del Yaqui, reside, no solamente en la lucha por medio de las armas.
sino también en traer elementos extraños al Estado. aportados de otras lo-
calidades y entremezclarlos aquí; traer vías de comunicación rápida, protección
para el capital que se fincara aquí, y sobre todo, población nueva que cul-
tive estos terrenos, para que con su rápido progreso pueda ponerse en pro-
dución este suelo que pide a grito abierto se le ponga mano, para que su
fecundidad derrame sobre los nuevos pobladores todos sus bienes, los que,
en un corto número de años, rezarciaría a la Nación de sus sacrificios
muy especialmente si esos elementos sanos de población se preocupan del
cuftivo del algodón, que traería para el país el bien inmenso de esos millo-
nes que van al extranjero en busca del filamento que piden muchos industriales
locales, quedaran dentro del país. De este modo, en breve espacio de tiempo
se lograría, dada la espontaneidad con que se produce el algodón en esta
región. convertirlo en un artículo de exportación."
¡ A cuánta meditación induce este solo párrafo! Es todo un cuadro,
lleno de color, del Estado de Sonora todavía en 1900; un planteamiento
preciso de su problema demográfico y económico para ·el que propone el co-
ronel García Peña una solución de estadista.
Veinte años antes ya había opinado don Bernardo Reyes: "Por lo ex-
puesto, he creido que la mayor parte de esa gente es susceptible de civi-
lización; que haciéndoles probar las ventajas de la vida social, entrarían
en elia, y que más bien que una guerra de exterminio en su contra, se de-
bería simplemente ocupar los terrenos donde habitan, persiguiendo a los
pocos que fuera necesario, dejando en posesión a los demás de alguna par-
te de tierra distribuída convenientemente.
Esta idea la apoyo también en que siendo tan escaso de habitantes el
Estado de Sonora, y con la 'peligrosa inmigración que actualmente ti~ne,
inmigración q~ amenaza ahogar allí el elemento nacional, más urgente se
hace aprovechar cuanto antes esas tribus,' que hoy son una cantidad nega-
tiva entre los habitantes del Estado, y mañana podrán ser un prec10so y
necesario contingente de resistencia."
Aunque el general Reyes hacía omisión de la aspiración suprema de la
raza (su completa autonomía juntamente con la soberanía absoluta sobre

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154 CLAUDIO DABDOUB

su territorio), sin embargo, puede observarse su comprensión de la situa-


ción de Sonora y el reconocimiento ( aunque parcial) del derecho de los
aborígenes al usufructo de su propia tierra.
No obstante lo 'expuesto por el coronel García Peña, la deportación
de prisioneros yaquis continuó, y el plan de campaña propuesto por la CO·
misión designada se realizó con la mayor celeridad posible.
Los yaquis, después de casi tres años de iniciada esta última rebelión,
habían vuelto a su táctica de rehacerse y ayudar a· la causa yéndose a
trabajar a las haciendas, mientras otros guerreros continuaban la lucha cort-
centrados en la Sierra del Bacatete. El Gobierno Federal, resuelto a pacificar
al País, los persiguió hasta en sus lugares de trabajo y a los que juzgaba sos-
pechosos los aprehendía, enviándolos a los Gobiernos de los Estádos del in-
terior y del Sureste "como trabajadores".
Los combates se sucedían casi a diario, pero dentro de la rutina esta-
blecida por la frecuencia de los mismos, destaca, por sus perfiles épicos
de leyenda griega, el del . Cerro del Mazocoba, que tuvo lugar el 18 de
enero de 1900.
El general Lorenzo Torres, al mando de tres columnas con un total de
1,024 soldados (sin incluir en esta cifra a los oficiales ni a varios pique-
tes de guías indios, uno de los cuales constaba de 23 hombres), sitió com-
pletamente el Cerro del Mazocoba, en cuya mesa se encontraban alrededor de
3,000 indígenas de todos sexos y edades, encabezados por el jefe Pablo Ruiz
(a) "El Opodepe" y protegidos por fortines de piedra. Los sitiadores, orien-
tados por los guías, cerraron las salidas de cañones y cañadas y escalaron
las alturas que rodeaban a la meseta mencionada, situada en el extremo norte
de la Sierra del Bacatete, entre el Valle de Guaymas ( en el poniente) y el
Valle de Agua Caliente ( en el oriente), a la altura de la línea media entre
Santa Rosa y Estación Ortiz.
Como los yaquis no han sostenido estas guerras por defender sus vidas
sino sus principios, y en los combates procuran la seguridad de sus fami-
lias, que siempre los acompañan, nunca se rinden cuando se ven perdidos;
si el combate les es adverso, optan por sacar a sus familias al amparo de
buen número de guerreros, dejando al resto de ellos haciendo la defensa
de sus posiciones hasta el último momento a fin de dar tiempo a que quie-
nes salieron se pongan a salvo.
Cuando en la batalla del Mazocoba empezó a morir el sol y los sitia-
dos se encontraban concentrados en sus últimas defensas, tomaron su tradi-
cional resolución e intentaron escapar por una cañada estrecha, ..pero ésta
había sido cortada por secciones de los batallones 4o. y llo., bajo cuyos
fuegos murieron la mayoría de quienes pretendieron salir por ella. De un
grupo que se fue por otra cañada, también defendida por soldados del go-

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HISTORIA DE EL VALLE DEL y AQUI 155

•bierno, muchos murieron pero otros pudieron escapar debido a la falta de


luz y a que el parque se les agotó a los federales (según el parte corres-
pondiente) . Un tercer. grupo, muy numeroso, acosado por las tropas, optó
por arrojarse al fo_ndo de barrancos inaccesibles antes que ser hecho pri-
sionero, lo cual impidió contar sus cadáveres, por lo que como resultado
de la batalla, sólo fueron reportados 394 muertos encontrados en las cañadas y
fortines.
De los mil prisioneros que se les hicieron, el reporte dice que eran
mujeres y niños en gran parte, de los cuales muchos murieron en el ca-
mino o se extraviaron, llegando al cuartel de las Guásimas con 834. (Esto
según Troncoso; el doctor Hernández transcribe: se hicieron como 1,000 pri-
sioneros mujeres y niños, la gran mayoría de los cuales murió ... )
Entre estos presos fueron encontrados el sacerdote don Fernando M. Bel-
trán y cuatro Hermanas Josefinas que habían sido secuestradas en Vicam
durante el levantamiento. Es de llamar la atención que, no obstante el odio de la
tribu hacia el yori, a estos cinco secuestrados no les hayan causado ningún
daño (según versiones que el autor de esta crónica ha recogido), y hay quie-
nes afirmen, según dice el doctor Hernández en su obra ya citada, que
el P. Beltrán le ayudó al jefe Opodepe a dirigir la construcción de sus forti-
nes en el Mazocoba. Esta conducta de los indígenas tal vez tenga su expli.
cación en el respeto y cariño que siempre han demostrado hacia los religiosos,
particularmente cuando encuentran en ellos comprensión y simpatía. Entre los
cadáveres identificados en la Batalla de Mazocoba, se encontró el de Pablo
Ruiz Opodepe. Armas de fuego se recogieron únicamente 35, pues las de
los despeñados quedaron destruídas.
En el parte del geneial Torres se reportan, entre muertos y heridos
federales, 84 hombres de tropa y 8 oficiales. (Muertos 26 de tropa y 3
oficiales), y el parque casi totalmente consumido.

Herwo y peleando, muere Tetabfute

El resultado de este combate no alteró la situación del territorio de que se


trata. Continuaron, en toda la extensión del mismo, .Por bosques, valles y
síerras, los combates, las persecuciones de los grupos rebeldes y los asalto~
de éstos a los ranchos y haciendas. En uno de estos encuentros, ocurrido en
diciembre de I9dt), de un !)alazo fue herido de gravedad en la cadera, con pe-
netración hasta el es~ómago, el coronel Peinado. Ya los grupos indígenas se
habían reducido a unos cuantos hombres, pero cubriendo entre todos un
radio amplísimo que comprendía desde Buena Vista, en la parte alta del
Río Yaqui, hasta su desembocadura en el mar, y, hacia el norte, hasta Her-

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156 CLAUDIO DABDOUB

mosillo y Ures. Las tropas del gobierno se encontraban muy diezmadas por
las bajas sufridas en las emboscadas, encuentros, falta de agua, insolaciones
y enfermedades diversas, notándoseles ya el cansancio y la desmoralización.
(Mensaje del general Luis Torres en Pág. 313 de la obra del general Tron-
coso.)
En julio de 1901, una columna exploradora de alrededor de 200 hom-
bres seguía las huellas de un grupo indígena. Quien había encontrado y
seguido esta huella durante varios días fue el mayor José Loreto Villa,
que tuvo que dejarla para proveerse de agua; al continuar su camino la
columna de soldados federales y subir por una vereda, se encontró con una par-
tida de unos 30 yaquis con sus familias que venían por el cañón del Mazo-
~oba ( cerro ya descrito). El jefe de la columna, teniente coronel Torres,
ordenó al mayor Villa que atacara por el cañón, mientras él atacaba por
la izguierda. •Los yaquis se dividieron en dos fracciones, una como de 10
hombres tomó las alturas y la otra se quedó en el cañón al mando de su jefe,
iniciándose el tiroteo. El ~ayor Villa destacó 25 hombres sobre los que to-
maron las alturas y él, ~on el resto, atacó por el centro del cañón.
El oficial de la vanguardia de Villa le avisó a éste que los que se reti-
raban por el cañón iban dejando un rastro de sangre. El mayor ordenó
a sus soldados que dejaran las maletas y siguieran la huella a paso veloz,
habiendo alcanzado al grupo como a los mil metros. Estos, viéndose apremia-
dos, colocaron al herido detrás de una peña y se fortificaron en puntos
altos para defenderlo, haciendo fuego sobre sus perseguidores. El herido,
con la rodilla destrozada por un tiro de mausser, serenamente se defendía
disparando su carabina con toda calma hasta que, herido mortalmente en el
pecho y en una mandíbula, quedó exánime, por lo que sus defensores se dis-
persaron. Grande fue la sorpresa de los federales al reconocer, en el cadá-
ver que tenían a sus pies, al caudillo yaqui T etabiate. Trasladado al cam-
pamento federal de Tetacombiate, en el Bacatete ( donde se había arreglado la
paz cuatro años antes) , fue sepultado ahí mismo en un acto de imponente so-
lemnidad, con las tropas en formación. Su tumba aún existe en el mismo lu-
gar en que fue inhumado.
A pesar del amplio y detallado plan de campaña elaborado por militares
e ingenieros del Cuerpo de Estado Mayor destacados en el Yaqui; de la casi
total destrucción de los bosques de este río y de la apertura de caminos en
todas direcciones, incluso dentro de la zona montañosa del macizo del Ba-
catete ; del establecimiento de destacamentos en cuantos puntos se conside-
ró ventajoso; a pesar del grado de miseria y agotamiento a que. fue redu-
cida la tribu y de la tenaz e ininterrumpida persecución de que era objeto
hasta en sus propias madrigueras de la Sierra, y no obstante el desastre
de la Mesa del Mazocoba, de la pérdida del destacado jefe Opodepe y del

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1-Gral. don Bernardo Reyes. 6-El Coronel Peinado estrecha la mano a ··Teta-
biute" en la ceremonia de la "Paz de Ortiz".
2-José Ma. Leyva "Cajeme". 7-Familias de guerreros yaquis conducidas por las
sierras del Bacatete a G uaymas, para su depor-
3-Juan Maldonado "Tetabiate". taci<Ín a Yucatán ( 1906).
8--Esposas, madres y niños yaquis en Guaymas,
4-Generales Luis E. Torres y Francisco Peinado para su embarque a Y11catán (1906).
(de pie) y "Tetabiate" (al centro. sentado), con
sus secretarios Loreto Villa y Luis Espinosa. 9-Yaquis presos en la Penitenciaría de Hermosi/lo
(1906).
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5-Acto oficial de la ·'Paz de Ortiz". JO-Luis Bule con dos de sus hijos.
11-Gral. Luis E. Torres, Gobernador de Sonora en 16-EI biplano "Sonora", marca Curtiss, en el cam-
1910. pamento de Empalme, Son.
12-Sr. Ramón Corral, ex Gobernador de Sonora y 17-EI a1·iador Gustavo Salinas, preparándose para
Vice Presidente de la República en 19 JO. un 1·11e/osobre Mawtltín en el biplano ''Sonora··.
18-O/iciules obre¡.wnistas e11 su marcha arrolladora
13-Tte. Coro11el, Alvaro Obref?Ón, Presidente M,mi- al centro del país.
cipal de Huatabampo en 19/2.
19-EI famoso jefe yaqui. Tte. Coronel. Lino Mora-
14-Sr. José Ma. Maytorena, Gobernador de Sono- les (apoyado en el furxán). A su derecha, los
ra en 1912. of il'iales _vaq11isIgnacio Flores y Trueba.
15-Luis Bu/e (en el centro. marcado con ··x·· > con 20-E11tre Cmmtitlá11 v Teolov11ca11, el Gral. Ohre-
uno de sus contingentes yaquis.
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¡.:ún firma el a,USE
EDUCATIONAL ta· de re11diciá11de la ciudad de
ONLY
de fuego. MéxiC'o.
HISTORIA DE EL VALLE DEL y AQUI 157

• caudillo Tetabiate, la guerra continuó bajo la dirección y estímulo de su


nuevo jefe, Luis Bule. <48 >
Ante la intensificación de las actividades de las partidas indígenas, dis-
puso el general Luí! Torres hacer una batida general en el centro y norte del
Estado dirigida por él y por el Gobernador Rafael Izábal, la que dio prin-
cipio en abril de 1902. Se giraron circulares exigiendo a los hacendados
y rancheros levantar padrones de sus peones y obtener salvoconductos para )os
mismos, a fin de controlar mejor a los rebeldes. Se proyectó confinar
a los yaquis pacíficos de las ciudades y pueblos en campamentos previa-
mente señalados por el Gobierno, próximos a sus lugares de traba jo, para
tenerlos vigilados constantemente, debiendo las autoridades correspondientes
confrontar mensualmente los empadronamientos para enterarse de las altas y
bajas. Así, todo yaqui sospechoso o sin el correspondiente salvoconducto
era aprehendido, habiendo sido muy grande el número de fusilados y de
deportados a Yucatán y otros lugares del País.
Parece que desde entonces se inició ( datos precisos para asegurarlo
no los hay) la guerra verdaderamente cruel y sangrienta, llena de atroci-
dades, que a los yaquis les dio fama de salvajes y sanguinarios, y al Go-
bierno Federal de esa época, así como al Gobernador Izábal, los caracte-
rizó como bárbaros por su fría y despiadada conducta con los indígenas. (No
son expresiones precisamente propias del autor de esta crónica, sino descrip-
ciones y comentarios no solamente de escritores nacionales, sino aun de ex-
tranjeros que fueron testigos de estos hechos y de quienes es menos fácil su-
poner sentimientos e.dversos para las autoridades responsables.)
En abril de 1904 se celebraron pláticas de paz en San Miguel de Horcasitas
(próximo a Hermosillo), entre representantes del gobierno y de los rebeldes,
las que fracasaron al negarse los primeros a aceptar las ya conocidas con.
diciones puesta~ por los segundos ( no obstante que ya éstos no eran más que
esqueletos ambulantes) y que consistían en:
Su completa autonomía para gobernarse y nombrar a sus propias auto-
ridades, no debiendo el Gobierno inmiscuirse en sus asuntos.
Completa soberanía de la tribu sobre su territorio, del cual deberían
de salir tanto las tropas del Gobierno como los blancos, teniendo ella el
derecho de permitir o negar el paso por su territorio.
• Que ellos no tendrían compromiso alguno ni con la sociedad ni con el
Gobierno. (Su derecho a conservarse armados no lo discuten, considerán-
dolo sobreenten~ido.)
Rotas las pláticas, los yaquis se despidieron del Gobernador diciéndole:
"Nos veremos en los cerros con tus fuerzas." <49 >
Dos días después de las pláticas salitron de la Hacienda El Gavilán
( a medio camino entre Hermosillo y Ures) 80 hombres del Gobernador Izábal

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158 CLAUDIO DABDOUB

al mando del capitán Barrón, encontrándose con los rebeldes, quienes uni-
formados igual que ellos y con el mismo distintivo ro jo, les hicieron supo-
ner que se encontraban con sus propios compañeros; pero al pedirles la
contraseña tuvieron por· respuesta el famoso redoblar del tambor yaqui, ini-
ciándose el combate.
Cuando ya los rebeldes envolvían a las fuerzas del gobierno, la opor-
tuna llegada de su caballería los salvó de ser aniquilados.
A pesar de que los yaquis, ya muy disminuídos en número, se encon-
traban en la situación de miseria y acosamiento ya descritos, continuaron •
peleando hasta que, en enero de 1909, Luis Bule y sus subalternos Ignacio
Mori, Luis Matus y Luis Espinosa aceptaron entrevistarse en Pitahaya con don
Luis Torres para discutir las proposiciones de paz que éste les hacía.
Cuando se encontraban reunidos en el punto convenido, llegó un centi-
nela yaqui para informar a sus jefes que el general don Lorenzo Torres, al
frente de un buen número de tropas federales, estaba sitiando la zona en que
ellos se encontraban y bahía cerrado las veredas que conducían a la sierra.
Mori, Matus y Espinosa, echando mano de sus armas, dieron a sus hombres
la orden de seguirlos y abandonaron Pitahaya para reanudar la guerra, que-
dándose únicamente Bule con unos 500 indígenas.
A pesar de que los yaquis, ya muy disminuidos en número, se encon-
que conservó pacíficamente hasta que Sonora tomó partidpación activa en
el movimiento revolucionario iniciado en 1910.

LA REVOLUCION

CAPITULO IX

LA REVOLUCION MEXICANA. NUEVA ETAPA EN LA


HISTORIA DE LA TRIBU YAQUI

El Maderismo

La raza yaqui, numerosa y guerrera por excelencia, caracterizada entre las


razas aborígenes del Continente por su acendrado amor a la libertad y
al suelo de su nación, fue siempre, hasta 1910, un factor preponder~nte en
los destinos de Sonora. Esta fuerza de la tribu la comprendió en forma cabal
el caudillo yaqui Juan Jusacamea Banderas y la reconocieron Gándara y

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HISTORIA DE EL VALLE DEL y AQUI 159

Urrea al disputarse su favor para obtener el predominio sobre el Estado,


a partir de 1842.
Pero al decir que hasta 1910 fue factor preponderante en los desti-
nos de Sonora, no es porque a partir de entonces haya menguado su influen-
cia; . antes al contrario, al tomar parte activa en el movimiento nacional
iniciado en esa fecha, la tribu Yaqui tuvo la oportunidad de hacer sentir
su presencia en la lucha por la realización de los nuevos ideales mexicanos.
Es verdad que su intervención no se debió a su entusiasmo por los
principios generadores de esta lucha, pero sí a su adhesión inquebrantable
y persistente a los suyos propios que, en cuando menos un punto fundamen-
tal, coincidían con los de la revolución: la proclamación del derecho de
los aborígenes a las tierras de sus mayores.
En los albores del movimiento político-social unificado y madurado
por don Francisco I. Mad~ro, el Gobierno Porfirista era muy poderoso. Sin
embargo, la situación de miseria y opresión en que vivía la gran mayoría
del pueblo mexicano, el cansancio que en las clases medias había producido la
prolongada permanencia en el poder de un reducido grupo de hombres,
así como la intensa difusión que se hizo de la necesidad de cambios socia-
les sustentados sob1e la redistribución de la tierra, la fijación de salarios
mínimos, la implantación de la jornada de ocho horas y de otras refor-
mas, habían preparado el ambiente nacional para el éxito de la excitativa
contenida en· el Plan de San Luis, promulgado por Madero como corola-
rio de sus trabajos en pro de un cambio político.
Al vencer el plazo fijado en ese Plan para el levantamiento armado
(la tarde del 20 de noviembre de 1910), en Puebla fue descubierta la cons-
piración y requisada, por las tropas federales, la casa de los jefes locales del
maderismo, perdiendo la vida, al hacer resistencia, Aquiles Serdán, algu-
nos de sus familiares y otros compañeros.
En Chihuahua se levantaron en armas Pascual Orozco, Francisco Villa
y Toribio Ortega, siendo el primero quien protegió a Madero para que pu-
diera internarse al País y luego dio a la revolución su primer triunfo im-
portante con la toma de Ciudad J uárez.
La junta Revolucionaria, refugiada en San Antonio, Texas, comisionó
al Prof. Pablo Torres Burgos para hacer la revolución en el Estado de Mo-
relos, quien dio ~l mando a Gilberto Tepepa con orden de atacar Tlalquite-
nango. Tomada la plaza, los rebeldes la saquearon, asesinaron a sus mora-
dores y cometieron innumerables atrocidades, por lo que el Prof. Torres
Burg<;>s,disgustado por la conducta de Tepepa, se separó de él. Jojutla si-
guió la suerte de Tialquitenango, siendo, además, incendiada. Al movimiento
se sumar.on Emiliano Zapata, Eufemio su hermano y otras personas, quienes

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160 CLAUDIO DABDOUB

después de tomar algunas plazas volaron un tren militar que se dirigía


a Cuautla, procediendo enseguida a matar a todos los ocupantes del convoy.
En Sinaloa encabezaron el movimiento Ramón F. Iturbe y otros jefes.
En Sonora, no obstante la fuerza política y militar del Gobernador
don Luis Torres (quien juntamente con don Ramón Corral gozaba de grandes
simpatías por la magnífica labor administrativa realizada en sus 26 años
de gobierno) y que, desde luego, apoyaba la reelección de don Porfirio
y la de don Ramón Corral como Vicepresidente ( sonorense y miembro del
triunvirato de su Estado) existían grupos de oposición que originalmente
simpatizaron con la candidatura del •general don Bernardo Reyes como con•
trincante de Corral, pero que al retirarse Reyes y aparecer los nombres de
don Francisco l. Madero para la Presidencia y la del doctor Francisco Váz-
quez Gómez para -la Vicepresidencia, los apoyaron, siguiendo las orientacio-
nes del que fue Centro Director Reyista constituído en Guaymas por José
María Maytorena, Víctor ~- Venegas, lng. Eugenio H. Gayou, Carlos E.
Randall y otros.
Al tener conocimiento de los sucesos de Puebla, los directores del ma-
derismo en Sonora salieron de la Entidad para organizar en Estados Unidos el
movimiento armado, cuyo primer contingente entró nuevamente al País el 28 de
diciembre, seguido después por otros más, habiendo designado como su jefe a
Juan G. Cabral.
En Alamos fue descubierto y sofocado el levantamiento que preparaba
Benjamín G. Hill, secundado por Flavio y Ventura Bórquez, siendo aprehen-
didos y encarcelados los tres.
AI siguiente día de este suceso, lo. de enero de 1911, se rebeló en Na-
vojoa el anciano coronel de Guardias Nacionales don Severiano Talamante,
seguido por sus hijos Severiano y Arnulfo y otras personas más, saliendo
a incorporarse a los dos grupos que operaban en el norte del Estado. En Sa~
huaripa se vieron obligados a sostener un prolongado combate que les resultó
adverso, siendo aprehendidos y fusilados los tres Talamante y varios de sus
compañeros. Días después fue puesto en libertad Benjamín Hill, quien in-
mediatamente organizó un contingente, tomó Navojoa y avanzó sobre Alamos.
Los encuentros entre gobiernistas y revolucionarios se sucedieron en
distintos lugares del Estado hasta que, acordado el cese de las hostilida-
des con motivo del convenio firmado en Ciudad Juárez el 21 de mayo de ese
año entre los representantes de Madero y los del Gobierno Federal, el general
Porfirio Díaz dio a conocer su renuncia como Presidente de la República.
En Sonora renunció también el Gohernador Luis E. Torres, con lo que el mo-
vimiento local, al igual que en la mayor parte del País, fue de breve du-
ración.
En esta vez, las tropas federales destacadas en Sonora contaron •con la

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HISTORIA DE EL VALLE DEL y AQUI 161

colaboración de las fuerzas yaquis incorporadas en Batallones Auxiliares Fe-


derales, que fueron factor decisivo en las derrotas inflingidas a los made-
ristas sonorenses. •Como capitán de uno de estos batallones, Luis Bule com-
batió a las órdenes de su compadre, el coronel Luis Medina Barrón.

Zapatismo y Orozquismo

La firma de los Convenios de Ciudad Juárez significó el reconoc1m1ento


oficial del triunfo de la revolución. En este documento Madero aceptó exi-
mirse de asumir la Primera Magistratura de la Nación, no obstante que en el
Plan de San Luis se le daba este derecho. Interinamente asumiría el puesto
don Francisco León de la Barra a quien, según la Constitución, le correspon-
día como titular de la Secretaría de Relaciones, para convocar a elecciones
en el tiempo previsto.
Con la terminación del conflicto armado y con el cambio político-so-
cial que se operaba, se presentó, entre otros graves problemas, el del licen-
ciamiento y reintegración de los combatientes a sus antiguas ocupaciones,
lo que se procedió a hacer en forma gradual, situación que fue comprendida
y aceptada por todos los jefes revolucionarios, excepto un grupo del sur
del País, Emiliano Zapata entre elloi:.,que continuó en armas, provocándole un
problema muy serio al nuevo régimen. El jefe de la revolución triunfante,
Madero, intervino personalmente ante Zapata, sin obtener resultados positivos,
por lo que, al prolongarse esta situación, el Gobierno recurrió a las armas.
M"ás grave aún fue la inevitable secuela que sigue a toda convulsión
social, que hace la consolidación del nuevo estado de cosas más trágica
que los padecimientos que han originado la revolución: las ambiciones frus-
. tradas, la lucha _por el poder, las decepciones por la demora en la realiza-
ción de los cambios esperados, la labor oculta y diligente de los vencidos
por hacer fracasar los esfuerzos de los nuevos hombres, etc., etc.; conjunto de
trastornos y problemas cuya solución requiere tiempo y dirigentes enérgicos y
hábiles.
La designación del licenciado de la Barra como Presidente induce a su-
poner que el Tratado de Ciudad Juá:rez tendía a impedir la dictadura del
caudillo vencedor, dándole al pu.eblo la oportunidad de realizar su bello sue-
ño de una auténtica democracia; o que fue un estupendo ardid del grupo de-
rrotado para recuperar el poder. Las elecciones, con toda su cauda de ambi-
ciones y pasiones, se desarrollarían en el ambiente más inadecuado que pudiera
haberse escogido, como era el descrito en los párrafos precedentes.
Iniciada la campaña p0lítica, se distanciaron Madero y el doctor Vázquez
Gómez, resultando dos partidos y una división en el grupo triunfante; lue-

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·162 CLAUDIO DABDOUB

go surgió la candidatura del general Reyes. El triunfo fue de Madero en


forma aplastante. .
Don Bernardo R1'yes se fue a Estados Unidos, de donde regresó ya sub-
levado; pero no habiendo encontrado el apoyo que esperaba, se entregó a las
fuerzas del Gobierno, siendo declarado preso.
Emiliano Zapata, Juan Andreu Almazán y otros jefes continuaban suble-
vados en el sur. El primero de los mencionados para justificar su actitud,
lanzó el Plan de Ayala con fecha 25 de noviembre de 1911, a escasos 19 días
de que Madero había tomado posesión de la presidencia de la República. <62 >
El manifiesto desconocía la autoridad del Presidente y lo tachaba de
traidor a sus principios, al pueblo y a la Patria, ambicioso, tiránico, inepto,
transgresor de las leyes Constitucionales; de estar en contubernio con ha-
cendados, caciques, "feudales" y científicos, etc., etc., reconociendo como jefe
de la Revolución Libertadora al general Pascual Orozco o, en su defecto,
al general Emiliano Zapata. Terminaba • haciendo suyo el Plan de San
Luis, al que decía haber· hecho las adiciones contenidas en los artículos
60. 7o., y siguientes.
El artículo 60. del manifiesto ofrecía a los ciudadanos y pueblos que
tuvieron sus títulos, restituirles los terrenos de que fueron despojados. El 7o.
ofrecía expropiar, mediante indemnización, los terrenos, montes y aguas
de hacendados que legalmente las hubieran adquirido y entregarlas a quie-
nes las necesitaran y las solicitaran. En realidad, éstas no son adiciones sino
formas diferentes del artículo 3o., párrafo cuarto del Plan de San Luis.
El manifiesto lleva el lema Libertad, Justicia y Ley, y leyéndolo deja la
impresión de ser típicamente político, originado por la derrota de la can-
didatura del doctor Vázquez Gómez.
En el norte de la República se pronunciaron los partidarios del doctor
Vázquez Gómez, uniéndoseles luego el general Pascual Orozco, quien se puso al
frente de los inconformes.
Contra éstos fue destacado el general José González Salas al frente de
la División del Norte, formada por 5,000 hombres y 52 piezas de artillería;
pero en Rellano, Chihuahi.ia, los orozquistas lo sorprendieron soltándole so-
. bre la vía una máquina loca cargada con dinamita, que al estrellarse contra
el convoy de la División del Norte lo voló. El general Salas, considerándose
perdido, se suicidó con su propia pistola.
Al saberse en Sonora la insurrección de Orozco, el Gobernador José María
Maytorena ofreció a Madero un contingente de tropas, procediendo desde
luego al reciutamiento de gente. A este llamado respondió inmediatamente
eI Presidente Municipal de Huatabampo, Alvaro Obregón.
Dada la rápida y brillante trayectoria militar de éste y el lugar que
~u nombre ocupa en la historia moderna de México, es oportuna una breve

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HISTORIA DE EL VALLE DEL y AQUI 163,

biografía suya relativa al período anterior a su iniciación en la política


nacional.
Nació en una haciendd. (Siquisiva, del Municipio de Navojoa) el 19 de
febrero de 1880, habiendo sido sus padres don Francisco Obregón y doña Ce-
nohia Salido. Sus estudios primarios los hizo en Alamos y Huatabampo. Al
terminarlos en este lugar, se empleó en un molino harinero, de donde, a los
18 años, se fue al ingenio azucarero de Navolato, Sinaloa. Regresó a Huata•
hampo y ocupó la plaza de maestro de primaria en el pueblo de Moroncárit.
Posteriormente compró una hacienda a la que le puso el festivo nombre de la
"Quinta Chilla".
Alegre, ingenioso, de extraordinaria memoria, era un magnífico narra-
dor de anécdotas y chascarrillos. Fue aficionado a la poesía, habiendo pu-
blicado algunos de sus trabajos. Tenía la cualidad natural de captarse la
confianza y el afecto de Jas gentes desde el primer contacto. De estatura
regular, cara ovalada, piel blanca, pelo negro y ojos de color café amari-
llo con destellos dorados, era muy cuidadoso de su bigote, que siempre traía
muy bien recortado.
Al triunfar el maderidmo se incubó en él la amargura de haber sido
únicamente un simpatizador del movimiento, pero no participante activo.
No obstante, fue escogido corno candidato del Partido Antireeleccionista
para la Presidencia Municipal de Huatabampo, resultando electo en 1911.
Al surgir la rebelión orozquista contra el Presidente Madero. Obre-
gón vio en ella la oportunidad de reparar su actitud anterior que tanto
le mortificaba.
Sin perder tiempo, el 14 de abril de 1912 salió de Huatabarnpo hacia
Hermosillo al frente de 300 voluntarios de la región, contingente que en la Ca-
pital del Estado fue armado y designado con el nombre de "4o. ·Batallón
Irregular de Sonora", dándosele a Obregón el grado de teniente coronel.
Con su batallón fue enviado al norte y, en la Colonia Morelos (pró-
xima a la actual Presa de la A11gostura), fue incorporado a la columna
sonorense en formación, la que fue puesta bajo las órdenes del general Bri-
gadier Agustín Sanginés. Después se incorporó al mayor Salvador Alvarado al
frente del Cuerpo Auxiliar Federal constituido con 150 indígenas yaquis que,
además de sus rifles, traían 2 ,llmetralladoras. Organizada la columna, se hi-
cieron, entre ot:~.s, las siguientes designaciones: Comandante de las infante-
rías, teniente coronel Heriberto Rivera; de las caballerías, teniente corone]
Alvaro Obregón; del Batallón Auxiliar Federal, mayor Salvador Alvarado;
de las Fracciones del 470. y del 480. Cuerpos Rurales (cuyo mando dejó
el teniente coronel Heriberto Rivera al tomar el de comandante de las In-
fanterías), el capitán ya qui Lino Morales.

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164 CLAUDIO DABDOUB

Estos Cuerpos Rurales estaban constituidos generalmente, o cuando me-


nos los que llegaron a Sonora, por gente del interior del País, lo que ex-
plica el uso entre ellos del traje charro y del maéhete; esto último les valió el
nombre de "macheteros" a los que trajo el general Martínez en la época del
caudillo "Cajeme".
La columna sonorense pasó a Chihuahua, teniendo su primer encuentro
con los orozquistas en la Hacienda "Ojitos", situada a la falda de un cerri-
to. Unos días antes del combate, el general Sanginés citó a los tenientes
coroneles Rivera y Obregón y al mayor Alvarado para darles a conocer los
informee que tenía de que serían atacados· por un fuerte núcleo enemigo, pi-
diéndoles su opinión respecto a los planes de defensa.
El mayor Alvarado propuso construir bordos circundando la hacienda y
hacer unas trinche1as en el cerro. El teniente coronel Rivera sugirió ca-
var zanjas alrededor de la hacienda. Habiendo guardado silencio el teniente
coronel Obregón por no considerarse autorizado para opinar, el general San-
ginés lo invitó a hacerlo .. El interrogado manifestó que ambas ideas le pacerían
muy buenas para la defensa; pero que, en su concepto, no contaban con ele-
mentos suficientes para construir toda clase de fortificaciones, las que po-
drían substituirse con loberas cavadas a tres metros unas de otras, circun-
dando la hacienda y el cerrito, el que ya tenía algunas trincheras en la
parte alta. El general en jefe aprobó esta idea y al día !)iguiente ya esta-
ban preparados para recibir 'al enemigo.
Se relata este cambio de impresiones por haber en él dos detalles que
indudablemente son interesantes:
Uno de ellos es la preierencia dada al plan propuesto por Obregón; pre-
ferencia que muy probablemente haya sido el origen del distanciamiento que
post€p'iormente se manifestó entre Obregón y Alvarado. En el momento que se
comenta, el primero carecía por completo de experiencia militar, en tanto
que Rivera y Alvarado habían ganado sus grados en combate. El otro,
es el que nos muestra la iniciativa y capacidad de observación y juicio del novel
. militar.
Los orozquistas avanzaron sobre "Ojitos" desplegándose por los flancos
de los defensores, revelando su intención de sitiarlos. Iniciado el fuego de fu-
silería, artillería y ametralladoras ( estas últimas emplazadas en las trinche-
ras del cerro ocupado por las fracciones 470. y 480. de los Cuerpos Rurales
al mando de Lino Morales) , el general Sanginés ordenó el avance de las tro-
pas destacadas en el flanco izquierdo, que estaban al mando de Salvador Al-
varado, cuyo Batallón Auxiliar Federal integrado por 150 yaquis, más
otras pequeñas .fracciones también a sus órdenes, emprendieron un movi-
íiiiento tan enérgico que el enemigo no pudo resistirlo, dan.do media vuelta.

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lhsTORIA DÉ EL VA.LLE DEL y AQUI 165

Luego los defensores del flanco derecho, en donde el combate era muy reñi-
do, recibieron la orden de atacar, obteniendo igual resultado.
La audacia y la oportunidad de sus movimientos dieron a los maderis•
tas el triunfo, que tuvo gran importancia por haberles quitado a los rebeldes
• la artillería de que se apoderaron al destrozar al general Salas en Rella-
no, Orihuahua. En el combate de "Ojitos", con toda su decisión se incor-
poró la tribu Yaqui al movimiento armado nacional iniciado en 1910 en
una nueva fase de su legendaria lucha por el reconocimiento de sus derechos.
De vuelta a Sonora, el teniente coronel Obregón fue destacado a perse-
guir a una columna de 900 orozquistas mandados directamente por José Inés
Salazar. Obregón, con 180 infantes, la atacó en un acto temerario, logran-
do la dispersión completa del enemigo en un reñidísimo combate verificado
en San Joaquín (9 kilómetros al norte de Fronteras). El enemigo dejó casi
todo lo que traía, incluso sus cabalgaduras; su jefe, Inés Salazar, huyó
herido.
El general Sanginés, desde que conoció al teniente coronel Obregón,
le manifestó su simpatía y confianza reteniéndolo frecuentemente para con-
versar; después para oír sus opiniones en la formulación del plan de combate a
desarrollar en "Ojitos", ocasión en que admiró su intuición como estratega.
En Sabinal, Chihuahua, lo presentó al general Victoriano Hue~ta (quien ha-
biendo substituido al general Salas en el mando de la División del Norte pronto
destruyó al órozquismo), quien pasaba triunfante hacia Ciudad Juárez. ·En
la presentación, el general Sanginés Ie dijo a Huerta: "Mi general: tengo
el gusto de presentarle a usted al teniente coronel Obregón, quien quitó la ar-
tillería en la Batalla de Ojitos", a lo que Huerta respondió, tendiéndole
la mano al presentado: "Ojalá que este jefe sea una promesa para la Patria."
Sofocado e1 movimiento orozquista y aniquilado en la Batalla de San
Joaquín el grupo que se internó a Sonora, Obregón, considerando terminada
la campaña militar, se concentró a Hennosillo con su batallón, en donde le
fue comunicado su ascenso a Cor~nel. Entregó el mando de sus tropas y se
regresó a Huatabampo para atender sus tierras.

El Constitucionalismo

Las noticiat que de parte del Gobierno Federal se recibían en Sonora


sobre el desarrollo de los acontecimientos conocidos en nuestra historia como "La
Decena Trágica", eran optimistas y hacían esperar la posibilidad de sofocar
pronto esta rebelión que en contra del Presidente Constitucional acaudillaban los
generales Manuel Mondragón y Gregorio Ruiz. Cuando se supo la aprehen-
sión de· Madero y Pino Suáre_z, la indignación fue general en Sonora.

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166 CLAUDIO DABDOUB

Para ofrecer su.s serv1c1os al Gobernador Maytorena, que se encontraba


en Guaymas, salie:ron de Navojoa Alvaro Obregón, su hermano José J. Obre-
gón, Fermín Car¡>ioy Severiano A. Talamante. Del mismo Navojoa salió Ignacio
Mendívil a rer.lutar • gente en El Fuerte, Sinaloa. Estando ya en Hermosillo
el Gobernador y el grupo mencionado, se les unieron Juan G. Cabral y Sal-
vador Alvarado. Todos, juntamente con el coronel Benjamín Hill, presionaban
a Maytorena para que definiera su actitud. Este recibía protestas de adhe-
sión de todas las poblaciones del Estado ; sin embargo, sólo se concretó a
concentrar las tropas en Hermosillo y a substituir al coronel Heriberto Ri-
vera con el coronel Alvaro Obregón como jefe de la Plaza.
Con el asesinato de Madero y Pino Suárez cometido el 22 de febrero de
1913, se rompió el fuego en Sonora en contra de las fuerzas que apoyaban
la usurpación de Victoriano Huerta. Al siguiente día del suceso, el Comi-
sario de Pólicía de Agua Prieta, Plutarco Elías Calles, previo acuerdo con
el mayor Miguel Antúnez, el capitán Cruz Gálvez y el ler. Regidor de Fron-
teras, se salió de Agua Prieta con las tropas del Estado. En Fronteras, Ani-
ceto Campos, Presidente Municipal, desarmó a la guarnición del pueblo
mediante una hábil estratagema.
Pedro BracamClntes y el teniente Macías tomaron la plaza de Nacozari,
en tanto que Manuel M. Diéguez, Presidente Municipal de Cananea, junta-
tamente con Esteban B. Calderón y Juan José Ríos, se sublevaban en este mi-
neral. (Diéguez y Calderón se proponían la formación de la Liga Minera
de los Estados Unidos Mexicanos, después de que lograran organizar en unio-
nes a los obreros de cada mineral; participaron activamente en la Huelga
de Cananea, la que les trajo como consecuencia una larga permanencia
en las celdas de San Juan de Ulúa, de donde fueron sacados al triunfo del
maderismo.)
No obstante la actitud tan definida y resuelta de los jefes militares
y del pueblo sonorense, el Gobernador permanecía sin definirse ni ante los
suyos ni ante Huerta. A entrevistar al Gobernador de Sinaloa había enviado
al Padre Esparragoza, y a Coahuila había mandado a. su Secretario de Go-
\:iierno, Ismael Padilla, quien informó a Carranza que Sonora estaba tran-
quilo, que Maytorena no se mezclaría en los acontecimientos y que su Gobierno
reconocía los hechos consumados. <130 >
A la vez de Piedras Negras Coah., telegrafió a su propio mandante di-
ciéndole que don Venustiano había reconocido a Huerta y que Sonora ya era
el único Estado de la República que continuaba sin definir su situación. <5 •>
Ante la presión del grupo que se había concentrado en Hermosillo pi-
diéndole al Gobernador que definiera su actitud en favor de Madero, May-
torena optó por solicitar una licencia, la que le fue concedida el 26 de
febrero, siendo substituido interinamente por el diputado Ignacio L. Pesqueira,

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 167

quien el 5 de marzo dio a conocer el Decreto del Congreso desconociendo a Vic-


toriano Hue_rta como Presidente de la República; nombró al mayor Salva-
dor Alvarado Jefe de Operaciones en el Centro del Estado, con el grado de
coronel; al coronel Hill lo designó Jefe de Operaciones en el sur, y al coronel
Juan G. Cabra! le dio igual designación para el norte.
Al coronel Alvaro Obregón la. fue expedido nombramiento de Jefe de
la Sección de Guerra, con permiso para salir a campaña al frente de sus
tropas, quien de inmediato destacó un piquete de soldados para destruir
los puentes del ferrocarril entre Guaymas y Estación Ortiz, a fin de im-
pedir un avance rápido de los federales hacia Hermosillo cuando él ata-
cara Nogales, para donde salió el día 6 con 500 hombres. En el camino se
le incorporó Cabral.
Después de la toma de Nogales se incorporó el coronel Alvarado, uno
de cuyos contingentes en estas campañas fue el Batallón Auxiliar Federal
formado con más de 450 soldados, oficiales y jefes yaquis, entre quienes
figuraban los mayores Luis Bule y Francisco Urbalejo. <55 > La columna mar-
chó sobre Naco, pero en el trayecto Obregón optó por desviarse a Cana-
nea, la que fue tomada después de tres días de combates. En el parte re-
lativo a esta batalla se hace mención especial del coronel Diéguez, del
mayor Luis Bule, del capitán Kloss y del teniente Malbow.
El mismo día en que Cananea cayó en poder de los defensores del
Gobierno constituido legalmente, en Coahuila se firmaba el Plan de Guada-
lupe desconociendo la legitimidad de Victoriano Huerta como Primer Magis-
trado de la Nación y se declaraba Primer Jefe del Movimiento al señor Ca-
rranza; plan y designación que Sonora aceptó, no obstante que cuando el 26 del
mes de marzo don Venustiano Carranza proclamó el Plan de Guadalupe
llamando a las armas al pueblo, en Sonora la revolución ya se encontra-
ba en marcha desde el 23 de febrero, venciendo la desventaja propia de
una lucha de 2,000 hombres (la mayoría civiles) insuficientemente armados
y municionados, contra más de 4.000 soldados federales de las tres armas
abundantemente equipados y bien fogueados en las Campañas del Yaqui.

Toma de Naco

Dominadas las plazas de Nogtiles y Cananea. Obregón pasó al ataque de


Naco, en cuyos preliminares fue puesta a prueba su serenidad y capaci- •
dad de mando: demorada la acción por divf;rsas circunstancias, la nervio-
sidad se apoderó de los jefes y tropas constitucionalistas. Extrañado Obre-
gón de las contravenciones a sus órdenes, citó a los principales jefes a
una junta, a la que los hermanos Pedro y Macario Bracamontes se presen-
taron anticipadamente seguidos de algunos de sus hombres con el propósito de

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168 CLAUDIO DABDOUB

asesinar al coronel Obregón, acusándolo de que los estaba traicionando. Des-


pués de un altercado, éste logró imponerse no obstante carecer de escolta en ese
momento. Al comparecer el resto de los jefes y enterarse de la situación, Sal-
vador Alvarado le •manifestó a Obregón que su gente se rehusaba com-
batir porque no estaba acostumbrada a pelear contra fortificaciones. Bule ma-
nifestó lo mismo. (La hora fijada para el. ataque había sido las 2.45 de la
mañana.) Como estos jefes mandaban tropas yaquis, es difícil conocer el
motivo de esta actitud, ya que es tradicional el valor de éstos y su cali-
dad como soldados. Tal vez, como lo expuso el coronel Alvarado, sus cos-
tumbres guerreras sean la explicación: Siempre pelearon en los 11anos, en los
bosques o en los cerros sin más protección, ambos contendientes, que las dunas,
los mezquites o las peñas. Su caudillo Cajeme introdujo las trincheras
como medios de defensa, pero no como objetivos de ataque; sin embargo,
pronto abandonaron su uso ante la necesidad de movilizarse con rapidez.
Como combatientes se singularizan por emplear en el combate sus há-
bitos de caza: no disparan en la forma acostumbrada por el soldado de
línea, sobre las masas enemigas, sino como el cazador sobre su pieza (son
notables venaderos) escogif'ndo el blanco, apuntando con toda serenidad y, se-
guros del tiro, disparan; hábito arraigado aun más en sus últimas gue-
rras del Y aquí ante la tremenda escasez de parque, en que cada cartucho
era estimado tanto, o más, que su propio alimento.
En los asaltos a campo descubierto corrían sosteniendo el fusil con
las dos manos, conservando la culata a la altura de la cadera derecha y apun-
tando hacia el frente; en los primeros disparos observaban el área en donde
caían las balas, Tevantando a bajando el cañón de su carabina, según fuera
necesario. Si la velocidad de la carrera se los permitía, antes de apretar
el gatillo se detenían el tiempo preciso para hincar la rodilla en tierra,
apuntar a su blanco y disparar.
Fácil es comprender que esta técnica de combate no podían emplearla en
la noche, puesto que no veían, por lo que peleaban solamente de día, con
efectos siempre desastrosos para el enemigo.
Cuando terminaron de hablar Alvarado y Bule en la junta a la que Obre-
gón convocó en Naco, el resto de los jefes, entre ellos Francisco Urbalejo y
Manuel M. Diéguez, le ofrecieron a Obregón obedecerlo y cumplir con su de-
ber, conviniendo en efectuar el ataque esa misma noche, a las 3 de la
mañana.
Los primeros atacantes entraron en acción dispuestos en dos columnas.
En una de ellas figuraba el subteniente yaqui Víctor Vascasegua; como jefe de
la otra el mayor yaqui Francisco Urbalejo con los dos siguientes subal-
ternos: capitán lo. Arnulfo R. Gómez, tenientes Florencio Fimbres, Julio

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HISTORIA DE EL VALLE DEL y AQUI 169

Montiel y Juan B. Humar, todos éstos mestizos al igual que el resto de la


tropa. (Ya antes. en la Bata11a de Ojitos, Chih., aparece un jefe yaqui,
Lino Morales, comandando fuerzas integradas por "blancos", Jo que es un he-
cho revelador de las cualidades que indudablemente tiene la raza yaqui.)
Ta] como manifestaron Alvarado y Bule, los yaquis a sus órdenes no
quisieron entrar a] combate durante la noche, pero en cuanto amaneció y
llevando como jefe a Luis Bule, se precipitaron al ataque en apoyo de los
que ya se encontraban peleando, .siendo seguidos de otros grupos que se ha-
bían conservado corno reservas. A las 12 del día la plaza había sido tomada.

Combate de Santa Rosa

Controlada la frontera y designados Calles y Alvarado para protegerla,


Obregón se movilizó hacia el sur con sus tropas, entre las que incluyó la
fracción del Bata11ón Auxiliar Federal mandado por Bule y Urbale.io. Pre-
cisamente en e1 sur de Sonora era en donde se encontraban los mayores con-
tingentes federales, particularmente en Guaymas con motivo de la campaña
contra los yaquis. Alamos ya había caído en poder del coronel Hill, en cu-
ya acción destacó, entre otros, el teniente Fausto Topete.
En esa época las poblaciones importantes de] sur del Estado eran Guay.
mas, Torim ( asiento del Cuartel General de la Jefatura Militar Federa] de
Sonora), Navojoa y Alamos. Cócorit y Huatabampo tenían menor categoría.
(Cajeme, que hoy es Ciudad Obregón, era toma de agua del ferrocarril, sin
más construcción que la raseta de madera de] jefe de estación). El obje-
tivo del coronel Obregón fue Guaymas, pero al percatarse de que estaba de-
fendido por alrededor de 5,000 hombres de las tres armas, muy bien dota-
dos con artillería, ametralladoras, parque y provisiones (elementos de
los que continuaban siendo reforzados por mar), optó por sacar al ene-
migo de sus defensas y retirarlo de su base de operaciones simulando que se
replegaba. Salió en su pP-rsecución una columna como de 2,300 hombres
al mando de los Grales, Miguel Gil y Luis Medina Barrón, muy. bien pro-
tegida por cañones, ametralladoras y escoltas de caballería.
La columna suspendió su persecución al llegar a Santa Rosa, contrarian-
do los planes de Obregón de haoerla caer en una emboscada más al norte, por
lo que éste, camhiando rápidamente de plan, optó por un envolvimiento. Or-
denó a Cabra} que atacara por el frente al tiempo que Diéguez lo haría por el
flanco izquierdo de las fuerzas del general Barrón y, por este mismo flanco,
pero más al sur, Bule y Urbalejo, con el Cuerpo Auxiliar Federal, se pose-
sionarían de "El Aguajito", única fuente de agua que quedaba al alcance del
enemigo; "circunstancia qu~ hacía de este aguaje un objetivo extremadamente

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170 CLAUDIO DABDOUB

importante. Por el otro flanco destacó al coronel Ramón V. Sosa, entre cu-
yos efectivos contaba con el Batallón "Fieles de Huírivis" al mando del ca-
pitán primero Lino Morales. (Huírivis es uno de los ocho pueblos yaquis, y
yaquis eran también ..todo3 los integrantes del batallón, incluso su coman-
dante Lino Morales.)
Cuando se inició el combate y el esfuerzo se concentraba en estrechar
a los federales, los mayores yaquis Bule y Urbalejo "redujeron el círculo
al enemigo y al frente de sus fuerzas se batían como leones, a cuerpo des-
cubierto". <5 a> Luis Bule, con un balazo en la cabeza, tuvo la satisfacción
de morir peleando y caer, cara al sol, en la propia tierra de sus mayores.
El coronel Florencio Fimbres. ex subalterno de Obregón y superviviente
de este combate, le platicó al autor de este libro que hubo un momento en
que, por la escasez de parque y la superioridad de armamentos del enemigo,
se consideró la necesidad de abandonar el campo, lo que pudo evitarse gra-
cias a la oportuna llegada de un tren con municiones, en el que tam-
bién llegó Alvarado con sus tropas. (Alvarado se incorporó a Santa Rosa a
las 11 de la mañana del primer día de combate.)
Que de éstas, 232 eran soldados yaquis que antes del ataque a Naco se
encontraban a las órdenes del general Pedro Ojeda, defensor de la plaza. En
esa ocasión, dice el coronel Fimbres, él y el mayor Urbalejo fueron comi-
sionados para atraerse a los yaquis de Ojeda, "que eran los que peleaban".
Al cruzar éstos la frontera para salirse de Naco antes del combate, fueron
aprehendidos por fuerzas ele Estados Unidos, conservándolos detenidos ,hasta
que el Gobernador Interino Pesqueira obtuvo rn libertad, siendo puestos in-
mediatamente a las órdenes de Alvarado.
Al llegar éstos a Santa Rosa, se les envió a unirse a la fracción del
Cuerpo Auxiliar Federal de~tacada en "El Aguajito". Avanzando rápidamente
por detrás de las posiciones del flanco derecho llegaron al punto que se les
asignó, observaron cuidadosa y lentamente el campo de batalla, se distribu-
yeron a sus posiciones y, verificando el estado de sus armas, quedaron en es-
pera de órdenes para entrar en acción. Cuando se hubo terminado la distri-
bución de parque a las tropas y recibieron la orden de combate, "los yaquis
recién llegados, bien descansados y comidos" entraron a Ia lucha llenos de
brío y, peleando con extraordinaria decisión, hicieron replegarse al enemi-
go hasta una hondonada en donde se encontraban los jefes bien protegidos con
artillería y ametralladoras emplazadas en la periferia y aprovechando los
accidentes del terreno; refugio que jefes y tropas abandonaron esa noche
protegidos por la obscuridad.
En "El Aguajito" se peleó con encarnizamiento durante los tres días ba-
jo un ardiente sol de mayo, haciendo más penosa esta situación los cerritos

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 171

de piedra que actuaban como condensadores de1 calor. El aguaje fue atacado
repetida y desesperadamente por los sedientos sitiados; pero los yaquis se
conservaban pegados al suelo como los cactus a las hendiduras de las pie-
dras de los cerros en que se encontraban.
Según el parte de Obregón correspondiente a esta batalla. <57 > "El ma-
yor Urbalejo, que sucedió en el mando al mayor Bule, no regresó a este cam-
pamento hasta que la batalla se terminó, no habiéndose podido relevar en
las posiciones que ocupaba, permaneció en ellas los tres días de combate,
durante los cuales los federales estuvieron disputándoselas constantemente."
Del mismo documento se toma el siguiente párrafo, subrayando los nom-
bres de los elementos yaquis que aparecen mencionados en el mismo: "Me
siento orgulloso de comandar una columna como ésta. A los coroneles CahraL
Alvarado y Diéguez, Sosa y Camacho nada hubo que ordenarles; obraron con
verdadera iniciativa y oportunidad. Los mayores Gutiérrez, Manzo. Acosta.
Trujil1o, Bule, Félix. Manríquez, Urbalejo, Contreras y Amavisra. estuvic--
ron heroicos. La oficialidad toda estuvo con grandes bríos y entusiasmo. pu-
diéndose aun hacer mención de Tos siguientes: capitán primero de artillería
Maximiliano Kloss; capitanes primeros Lucas Oros y Guadalupe Ramírez,
de las fuerzas al mündo dei mayor Acosta; capitanes segundos, de las mismas
fuerzas, Julio Montiel, Guillermo MacGregor y Feliciano Acosta; capitán pri-
mero Miguel Valenzuela y capitán segundo Agustín Cháve=. de las fuerzas del
coronel ATvarado; capitán primero Pablo Quiroga, de los Voluntarios de Ca-
nanea, a1 mando del coronel Diéguez, teniente Enrique Urfas. capitanes se~un-
dos Tiburcio Morales y Guillermo Palma, del 4o. Batallón Irregular de So-
nora, al mando del mayor Manzo, y todos los oficiales del BatalMn Fielrs de
Huírivis, que comanda el C'apitán primero Lino Morales."
En este com_bate part.iciparon más de 2.300 elementos de tropa huertista
(es decir, no incluidos oficiales ni jefes) y 2,588 constitucionalistas. de
los que, cuando menos, 741 eran yaquis (209 de Bule y 232 llegados con AJ.
varado, conjunto que constituyó el Batallón Auxiliar Federal en Santa Rosa.
más 300 del Batallón "Fieles de Huírivis"). De la misma raza eran los je-
fes Bule, Urbalejo y Lino Morales. Este cuadro nos permite observar que del
t~tal de los victoriosos combatientes de Santa Rosa. el 29% lo constituyeron
las tropas yaquis, destacando su... actuación valiente y decidida .
Los federales perdieron 422 hombres muertos, 180 prisioneros. (:?;ran
cantidad de dispersos, carros con parque y provisiones y casi todo su equi-
po militar. Los constitucionalistas tuvieron 42 muertos y 89 heridos. Este triunfo
les mereció a los coroneles Obregón y Alvarado su ascenso a Generales Bri-
gadieres ordenado por el Prim·er Jefe del Constitucionalismo, don Venus-
tiano Carranza.

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172 CLAUDIO DABDOUB

Batalla de Santa María

Seguramente que ]a evolución tan desfavorable que para el reg1men de


Victoriano Huerta seguía el movimiento constitucionalista de Sonora era lo
que inducía al mencionado mandatario a concentrar en el puerto sonorense de
Guaymas los elementos militares de los puntos del litoral más próximos.
Después de la derrota sufrida por los federales en Santa Rosa, los nuevos
refuerzos, con los que había llegado el general Pedro Ojeda, hacían subir -a
6,000 hombres los concentrados en el puerto.
Ante la reciente derrota sufrida por el general Medina Barrón de Santa
Rosa y la anterior del mismo Ojeda en Naco, éste hizo los preparativoS para
un nuevo encuentro con Ohregón extremando todas las precauciones. Mandó
blindar y artillar con cañones y ametralladoras algunas góndolas de ferro-
carril, en las que embarcó a 200 infantes que precedieron al grueso de
la columna de 4,000 hoI_llbres de las tres armas que salieron a batir a
los rebeldes.
Su avance fue extremadamente lento, pues tardó más de dos sema-
nas para recorrer los 39 kilómetros que separan a Empalme de Ortiz, ya
que antes de moverse hacía limpiar una extensa zona con la artillería, las
caballerías y los cuerpos de zapadores. _
La estrategia empleada por Obregón en esta acción presenta cierta si-
militud con la verificada unos días antes. También a Ojeda logró el jefe
revolucionario retirarlo de su base, presentándole únicamente 300 hombres
al mando de Diéguez, al que dio la consigna de hacer resistencia pero sin
dejarse fijar. Cuando Ojeda suspendió su avance en Ortiz, Diéguez fue man-
dado a la retaguardia para darle descanso a su gente, substituyéndolo con
Alvarado, cuyas fuerzas constaban de 650 hombres: alrededor de 440 del
Batallón Auxiliar Federal mandado por el ya teniente coronel Urbalejo y dos-
cientos y fracción de varios otros grupos.
De acuerdo con el plan de campaña formulado, el general Salvador Al-
varado saldría con sus tropas por el flanco derecho a posesionarse de "El
Agua jito", situado a la retaguardia de los huertistas ( el mismo agua je defen-
dido por Bule y Urbalejo en la acción anterior). El mayor Fructuoso Méndez
seguiría más al sur para destruir los puentes localizados entre Tres Gitos
y Batamotal, con objeto de cortarle la retirada al enemigo; hecho esto se
concentraría a la Hacienda de Santa María, al' sur de Ortiz y al oriente de
la vía del ferrocarril. Diéguez y Hill simularían un ataque por ••el flanco
derecho del enemigo, para luego contramarchar a su punto original de sa-
lida. De aquí, al unochecer, Hill saldría nuevamente al sur, haciendo un
semicírculo a quedar a la retaguardia del enemigo, levantar la vía y des-

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HISTORIA DE EL VALLE DEL y AQUI 173

truir las comunicaciones telegráficas y en seguida concentrarse también a


Santa María, con el mayor Méndez.
Todo estos m<,vimientos fueron desarrollados en la forma pl~neada, de
modo qtie cu,mdo se oyeron las explosiones de la voladura de las vías hecha
•por Hill, cada jefe, con sus respectivas tropas, ocupaba el puesto que se le
hah1a asignado, estableciéndose el sitio eI 19 de mayo.
El mayor Méndez, al frente del grupo de yaquis rebeldes (no sometidos
al Gobierno, regionalmente llamados "broncos") que acaudillaba Ignacio Mori,
cumplió la orden de destruir los puentes y luego, por propia iniciativa, ata-
có y tomó la Estación de Maytorena que se encontraba en poder de los fe.
derales; dejó en ella un destacamento y con el grueso de su gente se concentró a
la Hacienda Santa María, según las instrucciones recibidas.
Ignacio Morí fue el mismo que, cuando Luis Bule se presentó en Pitahaya
aceptando las proposiciones de paz hechas por el general Luis Torres, en 1909,
se retiró juntamente con Luis Matus y Luis Espinosa seguidos de sus respec-
tivos contingentes, al recibir aviso de uno de sus centinelas de que el general
Lorenzo Torres los estaba sitiando. Desde entonces, Matus, Mori y Espinosa
continuaron en armas hostilizando a las fuerzas del gobierno hasta que, ha-
biendo Mori interc~ptado a Fructul'so Méndez y sus hombres que iban a reu-
nirse a los constitucionalistas, éste lo invitó a sumarse al movimiento, prome-
tiéndole, previo consentimiento de sus jefes, ayudar a la Tribu a conseguir
el reconocimiento de sus demandas. (Lo relativo al encuentro entre Mori y
Méndez y la promesa de éste al jefe yaqui, le fueron relatadas al autor de
esta crónica por el señor Matías Méndez, hijo de] general F. Méndez.)
Cuando el general Ojeda se dio cuenta de que se encontraba sitiado en
Ortiz y que había sido destruida la vía a su retaguardia, ordenó de inmediato
la reparación de . ésta; pero al segundo día de esta labor fueron atacadas
sus fuerzas de la retaguardia por el general Alvarado, empujándolas hacia
el norte, en donde Diéguez las contenía. En esta ruda pelea sostenida durante
cinco días los sitiados trataban desesperadamente de romper el cerco, en
tanto que Alvarado, apoyado en el corajudo impulso de sus yaquis,. los com-
primía cada vez más contra el tope representado por Diéguez en el norte.
Dice Obregón en su página 68: "El Teniente Coronel Urbalejo y el,-Mayor
Lino Morales, distinguiéndose si6mpre en los ataques que los federales em-.
prendían contra si.s posiciones, no sólo los rechazaban, sino que los hostili-
zaban hasta arrancarlos algunas veces de las ocupadas por ellos, haciéndolos
retroceder hasta la casa de San Alejandro." (Lugar próximo a Ortiz.)
Durante la noche del 24 los federales abandonaron sus trenes e iniciaron
su desplazamiento hacia la hacienda Santa María, o sea en dirección sur.
Inmediatamente que Obregón confirmó este movimiento se lo comunicó al

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174 CLAUDIO DABDOUB

coronel Hill, que defendía este punto, reforzándolo con parte de la columna
del coronel Alvarado.
Cuando éste llegó a ]a hacienda, ya los federales hacían esfuerzos inaudi-
tos por desalojar a los defensores y posesionarse del agua. El general Alvarado
asumió el mando y distribuyó sus batallones yaquis intercalándolos entre los
diversos contingentes que defendían la hacienda. En el centro de la línea
defensiva quedaron la la. y 3a. compañías del Cuerpo Auxiliar Federal (yaqui)
y los 40 hombres del batallón "Voluntarios Benito Juárez"; a la derecha, fuer-
zas de Trujillo y Rivera Domínguez y 4a. compañía del citado Cuerpo Auxil~ar
Federal; a la izquierda, 2a. Compañía del mismo Cuerpo Auxiliar Federal,
fuerzas del mayor Fructuoso Méndez ( constituidas por yaquis no sometidos)
y Voluntarios del río de Sonora, de Guaymas y de Zaragoza.
Como la retaguardia federal se aproximaba a Santa Rosa amenazando
"El Aguajitó", Obregón mandó proteger el primer punto y, con la poca gente
que le quedaba, reforzó eI segundo, colocándose personalmente al frente de
su Estado Mayor y de 1~ Escolta del Cuartel General y ordenó al coronel
Ochoa que hostilizara el flanco derecho del enemigo para retirarlo de estos
puntos, maniobra que concentraba toda la fuerza de los 4,000 hombres del
general O_ieda sobre los defensores de Santa María.
Como a las 9 de la noche de ese mismo día el general Alvarado le pedía
al general Ohn~gón que se atacara la retaguardia enemiga; pero éste le
<'xpuso la situación tan crítica que se confrontaba y le participó que desde
las 5.30 de la tarde le había mandado al coronel Ochoa con 400 hombres y
4 ametralladoras para reforzar el lado oriente de Santa María. por <lon<leel
enemigo tenía posibi1idade3 de escapar.
Entre tanto, los federales habían atacado rudamente el centro y el ala
izquierda de las defensas de Santa María, siendo rechazados con pérdidas por
la 2a. Compañía del Cuerpo Auxiliar Federal, voluntarios del río Sonora, de
Guaymas y de Zaragoza, quienes obligaron al enemigo a replegarse. le qui-
taron sus posiciones y las ocuparon ellos.
A la una de la mañana del día siguiente el general Alvarado le supli-
caba al general Obregón que le mandara refuerzos. a lo que éste le mandó
confirmar que ya le había mandado a Ochoa con 400 hombres y 4 ametra-
1ladoras y que su propia situación le impedía enviarle más gente.
A las tres de la mañana Obregó:g ordenó un movimiento que dio por
resultado la aprehensión de 13 federales, quienes informaro·n que sus com-
pañeros estaban escapando por el oriente de Santa María; momentos después
Alvarado confirmaba la noticia y reportaba que el coronel Ochoa no había
cumplido las órdenes que se le dieron.
Inmediatamente se movilizó Obregón hacia Batamotal para cortarle la

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 175

retirada a Ojeda en su huída hacia Guaymas, logrando hacerle una gran can-
tidad de prisioneros e infligirle una derr.Jta completa.
Levantado el campo, se incineraron más de 300 cadáveres de las tropas
derrotadas, se recogieron cañones, rifles, ametralladoras, parque en abundan-
cia, $ 8,000.00, trenes, etc. Los constitucionalistas tuvieron 27 muertos y
30 heridos.
En el parte de esta batalla rendido por el general Obregón se hace
mención especial de los siguientes jefes: general brigadier Salvador Alvarado,
coronel Benjamín Hill, teniente coronel Francisco Urbalejo, mayores Lino Mo-
rales y Fructuoso Méndez, coronel Trujillo, etc., etc.
Después de este triunfo, Obregón consideró la conveniencia de atacar
Guaymas, pero en virtud de que los federales concentrados en el puerto eran
numerosos todavía, estaban magníficamente pertrechados, eran abasteci<los
constantemente por mar y, además, tenían muy buenas defensas naturales,
expuso a sus colaboradores su opinión de que podría tomarse la plaza, pero
a un precio elevadísimo en vidas y municiones, por lo que consideraba más
aconsejable inmovilizar al enemigo por medio de un sitio y continuar la mar-
cha al sur; opinión que mereció la aprobación de todos y se llevó a efecto.

Llega al noroeste el Primer •Jeje

El general Obregón se encontraba en Hermosillo haciendo los preparativos


para su marcha a Sinaloa con objeto de activar el movimiento constituciona-
lista en aquella Entidad, cuando se le avisó que don Venustiano Carranza ya
venía cruzando la Sierra Madre Occidental rumbo a Sinaloa. Obregón salió
al frente de su columna a principios de septiembre de 1913 y, dejando parte
de la misma en San Bias, Sinaloa, siguió hacia El Fuerte, en donde el 14 de
ese mismo mes sélludó al Primer Jefe del Ejército Constitucionalista que aca-
baba de llegar con su Estado Mayor y una escolta de 150 hombres.
En Hermosillo, don Venustiano designó como jefe del Cuerpo de Ejército
del Noroeste, al general Obregón, con jurisdicción sobre Sonora, Sinaloa, Chi-
huahua, Durango y Baja California. Unos días después formó en la misma
ciudad de Hermosillo su Gabinete de Gobierno, que entró en funciones desde
luego.
Es una incógnita para los afici'onados al estudio de la Revolución Mexicana
el que aparezca éomo secundaria, y aún como de tercera importancia, la
participación que en ella tuvo Sonora, particularmente durante la etapa del
constitucionalismo, siendo que cuando esta participación es conocida más de-
talladamente, destaca clara y perfectamente definida la trascendencia que la
misma tuvo en cada momento de nuestro movimiento transformador, hasta

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176 CLAUDIO DABDOUB

haber logrado orientar su trayectoria hacia el objetivo exigido por el pueblo


mexicano:
Triunfante Madero en las elecciones presidenciales, Sonora lo reconoce
sin objeciones y, ante los brotes de inconformidad inevitables en nuestra idio-
sincrasia, aparecidos en otré!s regiones, tropas sonorenses actúan en apoyo del
gobierno constituido legítimamente.
La afrenta cometida a nuestra máxima institución jurídico-política al
eliminar mediante el asesinato a sus personalidades representativas, arrastró
al pueblo sonorense a tomar nuevamente la resolución extrema, las arma·s,
para impedir la usurpación.
Sonora no esperó a saber si encontraría apoyo a su temeraria actitud o
si habría de enfrentarse, solo, al Poder Federal, y quizás a toda la nación.
Al día siguiente del crimen ya estaba en pie de guerra y, efectivamente, se
encontraba solo, pero no se amedrentó. Desde que el Presidente Madero fue
hecho prisionero por Huerta, salió de Navojoa el señor Ignacio Mendivil a
hacer prosélitos en Sinaloa, cuyo gobernador se declaró Huertista. Después
Maytorena, no obstante su actitud indecisa observada poco antes en Hermosillo,
ayudó a Villa en Tucson, Arizona, con $ 1,000.00 css, 59 > en efectivo para que
secundara el movimiento en Chihuahua, y cuando ya Villa se encontraba re-
clutando gente, el teniente C')ronel Plutarco Elías Calles le mandó, de Agua
Prieta, ~5,000 cartuchos para que pudiera pertrechar a sus hombres. Pos-
teriormente, a fines de agosto, le hizo otra remesa de 200,000 cartuchos
más ' 6 º• 61 > que le fueron de gran auxilio para su primer triunfo (la toma
de TorreÓ'I\ el lo. de octubre de 1913).
Cuando en septiembre Carranza llegó a Sonora, aquí el huertismo había
sido destruido por completo; sus únicas tropas en la Entidad se encontraban
inmovilizadas en el puerto de Guaymas y el ejército constitucionalista se
había extendido a Sinaloa, en su avance hacia el sur.
Sin incluir a lus grupos que en el mencionado Estado se habían organi-
zado en favor de la revolución, el Cuerpo del Ejército del Noroeste constaba
ya de 7,000 hombres de las tres armas, perfectamente equipados y pertrecha-
dos, poseedores de una gran fuerza combativa generada por una rápida cam-
paña en la que permanecía invicto. Sus ameritados jefes eran, nada menos,
que los más representativos del nuevo movimiento social mexicano: Diéguez,
Cabra}, Salvador Alvarado, Benjamín Hill y, al frente del Cuerpo, el jefe
que los colmaba de victorias consecutivas en una meteórica carrer~ que lo
revelaba como estratega extraordinario.
Hasta ese momento Villa no era Pancho Villa, el Centauro del orte, sino
el hombre que después de pequeñas escaramuzas y alentado con las remesas
de pertrechos que Calles le había hecho, proyectaba un ataque a Torreón
como su primera acción militar. Sin embargo, ya había rehusado aceptar

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 177

como Primer Jefe a don Venustiano: le ofrecía subordinación, pero no lo


obedecía <s2 >. En el sur Almazán, Zapata y otros que desde el maderismo
se habían conservado en armas, tampoco reconocían a Carranza. Pascual
Orozco se había unido al huertismo. En el noreste, las pocas fuerzas del
general Pablo González eran perseguidas.
Dentro de ese panorama nacional, solamente en Sonora podría tener
algún valor la designación dada a Carranza de Primer Jefe del Ejército Cons-
titucionalista, y solamente Sonora alentaba las esperanzas de \mantener viva
la posibilidad de restaurar los principios constitucionales y reanudar el cambio
social que apenas se había intentado implantar. Estas fueron las circunstan-
cias que trajeron al Primer Jefe a Sonora, y el porque de la designación
hecha en favor del general Obregón como Jefe del Cuerpo de Ejército del
Noroeste con jurisdicción sobre los estados limítrofes, incluso Chihuahua, y
de que en Hermosillo haya sido designado el Primer Gabinete del Gobierno de
Carranza, iniciando sus funciones de inmediato.
Ante esta situación tan clara en cuanto a la venida del Primer Jefe al
noroeste y de que haya sido en esta región en donde se organizó e inició
sus primeros trabajos el Gobierno Provisional Constitucionalista, surge inevi-
table la pregunta: ¿ Qué sucedía con Sonora, o entre sus jefes? Porque parece
absurdo que siendo la mencionada Entidad el refugio único del constitucio-
nalismo, que contando con jefes de la categoría que los suyos tenían y que
apoyados por la aureola de su avance incQntenihle jalonado de victorias con-
secutivas, hayan entregado ia jefatura del movimiento a los pies de un civil
sin mérito militar alguno, ni dinero ni gente; colocado en una situación que
pudiera juzgarse como de derrota dadas las circunstancias en que venía, el
estado en que se encontraba su territorio <63 l y el hecho de que en Durango
haya aceptado la ayuda que le dio Tomás Urbina consistente en $ 60.00 y
una montura fuera de uso, después de que éste se había posesionado de gran
cantidad de barras de oro de un banco de Durango. <'64 >
Parece que no existen explicaciones autorizadas sobre esta actitud de los
sonorenses, induciendo a suponer que carecían de valor para afrontar la con-
siguiente responsabilidad o que se sentían incapaces. Hechos posteriores de-
muestran que no fue ésta la razón.
En algunos párrafos aislados de la obra "Ocho Mil Kilómetros en Campaña",
del general Alvaro Obregón, se encuentra contenida una idea expresada por
el autor, que seguramente es suficientemente clara y fundada para ser tomada
como respuesta a la incógntta presentada: En la página 30 de su citado libro
dice Obregón, ref~riéndose al período del 22 al 26 de febrero' de 1913: "Hill,
Alvarado, Cabral y yo constantemente trabajábamos para conseguir que May-
torena definiera su actitud, haciéndole ver la inconveniencia de su renuncia
en aquellt>s momentos tan difíciles, y demostrándole que siendo él el Caber-
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178 CLAUDIO DABDOUB

nador Constitucional del Estado, sería para nosotros la mejor bandera." Idea
que repite en el segundlo párrafo subsiguiente: "En nuestro empeño porque
Maytorena tomara la digna resolución que le insinuábamos, llegué yo, en
cierta ocasión, a hablar en íos siguientes términos: "Señor Maytorena: yo no
necesito su persona para salir a la campaña; necesitamos solamente su apelli-
do, que en estos momentos representa la legalidad. Protesto a usted que
tomaré cualquiera de las plazas fronterizas que usted me indique, para que en
ella establezca usted su Gobierno y de allí pase la línea internacional cuando
no quede otro recurso para salvar su vida."
Cuando después de tomada la plaza de Nogales supieron los revolucio•
narios sonorenses, por los periódicos estadunidenses, que Carranza no había
reconocido a Victoriano Huerta, se alentaron mucho, "Primero, porque el señor
Carranza, conservando su carácter de Gobernador Constitucional del Estado
de Coahuila, 'representaba la autoridad legítima de aquel Estado; y segundo.
porque conocíamos el importante papel que éste había tenido en el partido
antirreeleccionista y en la r~volución de 1910." (Págs. 39 y 40.)
Y por si toda la anterior transcripción aún permitiera dudas respecto a
la explicación buscada sobre la actitud sonorense al renunciar a la jefatura
del constitucionalismo, haciendo caso omiso de sus méritos, la siguiente su•
gestión que Obregón le envió a Carranza con los comisionados por el Gobierno
y los principales jefes militares del Estado para felicitarlo por su actitud y
expresarle su adhesión incondicional al Plan de Guadalupe, sirve de corolario
a la misma idea de legalidad ya expresada y la complementa brillantemente
al compendiar en una frase final toda una exposición de los peligros que en
tales circunstancias representaría para la nación que los jefes militares se
dividieran por sus ambiciones políticas. La sugestión dice en su parte medu-
lar: " ... que expida un decreto inhabilitándonos a todos los jefes que toma-
mos parte en el actual movimiento armado, para ocupar puestos públicos, dado
que todas las desgracias nacionales se han debido a desenfrenadas ambicwnes
de los militares".
Todo acontecimiento es susceptible de juicios diversos, y hasta opuestos,
pero seguramente que cualquier variante que hubiera ocurrido en el desen-
volvimiento de los hechos comentados en este subcapítulo, hubieran tenido
consecuencias perjudiciales extremadamente lamentables.

Avance al sur y primeros usos del avión como bombardero

Una vez que el Gobierno Constitucionalista quedó integrado e instalado


en Sonora, las fuerzas sonorenses continuaron su avance hacia el sur, inter-
nándose a Sinaloa.
Después de vencer a los federales en Mochis, Topolohampo, Sinaloa y

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HISTORIA DE EL VALLE DEL y AQUI 179

Culiacán, el general Obregón, por razones tácticas en las que mucho consideró
el ahorro de sangre, municiones y tiempo, hizo con Mazatlán lo mismo que
I
con Guaymas: inmovilizar por tierra al enemigo.
En Guaymas, los sitiados hacían esfuerzos infructuosos por romper el
cerco. En uno de estos intentos, ocurrido el 14 de noviembre de 1913, tra-
taron de abrir brecha hacia el sur avanzando sobre la vía del ferrocarril,
que en Empalme forma una Y. En el centro de esta letra se encuentra la
citada estación; su brazo derecho sale de Empalme con dirección al oriente
hasta Cruz de Piedra, que se encontraba en poder de los revolucionarios. Entte
el citado tramo de vía y el mar, al sur de la misma, queda una faja de
terreno ~rido y suelto que fue el escenario del combate originado por el intento
que se relata.
Al entrar en contacto las avanzadas de unos y otros, el general Ramón
V. Sosa, jefe del campamento revolucionario establecido en Cruz de Piedra>
inmediatamente hizo movilización de tropas para contener el avance enemigo.
Los voluntarios yaquis del teniente coronel Fructuoso Méndez montaron rá-
pidamente sobre sus cabalgaduras y salieron a escape en auxilio de la van-
guardia que ya se encontraba. en el campo de fuego, situado como a medio
camino entre una y otra estación del ferrocarril, como a ocho kilómetros del
campamento constitucionalista. Este batallón yaqui entró en acción flan-
queando al enemigo por el lado de la playa para aliviar la presión concen-
trada sobre sus compañeros situados sobre la vía; en seguida se agregó la
Caballería de Quiriego encabezada por Benjamín Enríquez; frenéticamente
entró al combate la caballería yaqui Cajeme, a las órdenes de José María
Ca jeme, pariente del famoso Caudillo Yaqui de igual nombre muerto en 1887;
luego llegaron las Guardias Especiales de Wistano Gaytán y otros cuerpos
más, haciendo un total de aproximadamente 2,000 hombres contra más de
3,000 .federales que, mandados por el general Gil, constituían la columna
enemiga. Este general fue el mismo derrotado por Obregón en Santa Rosa.
En el encuentro que se relata, el general Gil siguió la táctica usada por
el general Ojeda en Ortiz y Santa María, consistente en hacer avanzar su
columna sobre la vía, con la protección de plataformas blindadas y artilladas,
,
llevando al frente una vanguardia de zapadores e infanterías para despejar
por completo un amplio radio de terreno antes de ocuparlo. No obstante estas
precauciones, su derrota fue completa y tuvo que replegarse con los restos
de su columna después de haber perdido gran cantidad de gente, armas y
• •
municiones. Extendida su columna sobre la vía del ferrocarril, presentó a los
yaquis de Fructuoso Méndez desplegados por su flanco, sobre la playa, un
magnífico blanco que los "venaderos del Bacatete" aprovecharon hasta el último
momento.
El sitio de Guaymas se sostuvo con batallones constituidos en gran p1

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180 CLAUDIO DABDOUB

porc10n, si no es que en mayoría, por indígenas yaquis, siendo esto, proba-


blemente, lo que hizo posible que con fuerzas muy inferiores a las sitiadas
haya podido mantener~e inquebrantable el cerco. Según unas versiones, los
federales ascendían a 6,000 hombres, y según el general Zavala, a 10,000.
(Los datos de esta acción fueron tomados del escrito inédito del general
Marcelo Zavala, quien participó en ella y verbalmente los confirmó al autor
de esta crónica.)
Aunque el Cuerpo de Ejército del Noroeste avanzaba victorioso y tenfr
ya en su poder un territorio muy extenso, continuaba enfrentado a una pers-·
pectiva muy desfavorable, puede que de un momento a otro podía ser movi-
lizada contra él la casi totalidad del ejército federal; posibilidad qut parecía
estar realizándose a juzgar por los refuerzos que constantemente se desem-
barcaban en Guaymas.
Cuando el jefe sonorense hacía las movilizaciones y preparativos para
sitiar el puerto de Mazatlán, apareció la perspectiva de la apertura de otro
frente, además del sonorense, como consecuencia de los recientes triunfos del
general Francisco Villa al tomar éste las plazas de Torreón, en octubre, y la
de Ciudad Juárez el 15 de noviembre de 1913, esta últ~ma al día siguiente de
que Culiacán había caído en poder del general Obregón, lo que seguramente
haría disminuir el riesgo arriba expuesto al obligar al general Victoriano
Huerta a dividir su atención y sus fuerzas.
La misma extensión de territorio conquistado por el Cuerpo de Ejército
del Noroeste hacía más grave su problema de abastecimient0s y movilizacio-
nes para el sitio de Mazatlán, ya que esta línea se extendía a lo largo de
casi 1,200 kilómetros desde el citado puerto hasta ogales, distancia ligera-
mente menor a la de Nuevo Laredo a México, D. F. Agudizaba el problema
la imposibilidad de mover el equipo ferroviario por Estación Empalme, que
se encontraba en poder de las tropas huertistas; equipo que casi todo había
quedado en el norte.
Las dos estaciones más prox1mas entre sí en poder de los constituciona-
listas, sobre los brazos de la Y formada por las vías del norte y del sur al
juntarse en Empalme, eran Maytorena y Cruz de Piedra, respectivamente,
dist.1ntes 14 kilómetros una de la otra. La solución más lógica, construir el
tramo de vía que permitiera el paso de convoyes de Maytorena a Cruz de
Piedra sin tocar Empalme, no era posible por falta del material necesario.
Entonces, por sugestión del mayor J. Lorenzo Gutiérrez, jefe de trenes mili-
tares, se armaron tramos de vía con largo, cada uno, de un riel; con estos
tramos se tendieron 500 metros de vía, iniciando la conexión en Maytorena.
Después de colocar sobre esta vía provisional el equipo ferroviario que había
de trasladarse, se desprendió el tramo posterior, colocándolo enfrente y, mo-
viendo el convoy, se continuó la maniobra cambiando sucesivamente hacia el

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 181

frente los tramos posteriores que se liberaban al avanzar el tren, llevándolo


a Cruz de Piedra al cabo de 15 días, durante los cuales se estuvo rechazando
al enemigo que, a toda costa, trató de impedir el éxito de la operación.
Además de esta hazaña y de la introducción del uso de loberas o exca-
Vl:).cionesindividuales en los ejércitos de infantería, como medios defensivos,
figuran en la historia militar del general Obregón otros dos acontecimientos
que se incluyen en esta crónica por la primacía que le dan a nuestra patria
en el bombardeo aéreo, y que tuvieron lugar, por orden cronológico, en
Guaymas y Topolobampo, respectivamente ( este último puerto próximo a
Mochis, Sinaloa) :
Primeros bombardeos aéreos en el mundo: El de Guaymas. Resuelto el
avance del Cuerpo de Ejército del Noroeste hacia el sur, y después de despe-
dirse del señor Carranza en Nogales, el general Obregón se vino a Hermosillo
y luego a Estación Maytorena, en donde dictó algunas disposiciones relativas
al sitio de Guaymas.
En Maytorena estuvo los días 15 y 16 de marzo de 1914, continuando
este día su viaje a Navojoa, Son., en donde permaneció hasta abril 14 del
mismo año.
Para esta campaña traía el Ejército del Noroeste e] biplano Curtiss
Sonora, comprado por el gobierno de esta Entidad y piloteado por el capitán
Gustavo Salinas, siendo este biplano el primer avión con que contó el ejér-
cito mexicano.
Su bautizo en la guerra tuvo lugar entre marzo y abril de 1914, en el
sitio de Guaymas, en donde se usó para dejar caer propaganda sobre los
federales sitiados y para bombardear el puerto con bombas domésticas fabri-
cadas en la fundición de Empalme, las que se dejaron caer sobre el puerto.
Los federales, para contrarrestar el ataque, emplazaron un cañón sobre
una plataforma montada en el Cerro de la Ardilla; pero careciendo el cañón
de la necesaria movilidad no levantaba suficientemente el tiro, por lo que
resultó inútil.
Sin embargo, el general Alvaro Obregón y el capitán Salinas dieron
nacimiento a una nueva forma de guerra; y los federales a una nueva táctica
defensiva. Al respecto, el general Zavala dice en su relato de la revolución
• que cuando este aeroplano arrojaba propaganda constitucionalista sobre los
federales sitiados en Guayma~, le falló el motor y se vino al suelo cayendo
dentro del áre! enemiga. Que ante el riesgo de perder su avión, un grupo
de jinetes constitucionalistas se abalanzó sobre él y, lazándolo, lo arrastró
entre una lluvia de halas hasta dejarlo a salvo en su campamento.
(Estos datos los aportaron, el entonces marino federal Gabriel Vi1Iegas,
que presenció el bombardeo, el señor José E. Pérez y otros vecinos de Guay-

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182 CLAUDIO DABDOUB

mas que fueron testigos de este hecho. Lo afirmado por el general Zavala
en su crónica lo confirma.)
Bombardeo de Topolobampo. El segundo suceso, similar al anterior, acon-
teció cuando regresaba a Sinaloa el general Obregón con nuevos contingentes
sonorenses para reforzar a los que marchaban al sur; pero en Estación San
Bias se separó de su colunma para visitar en Topolobampo a la tripulación
del cañonero Tampico, ordenando al aviador Gustavo Salinas que lo siguiera
en el biplano Sonora.
El Tampico se había pasado al constitucionalismo, pero en un combate
con los cañoneros Guerrero y Morelos resultó con daños de consideración,
quedando encallado a 12 kilómetros del muelle y bajo el amago de los buques
mencionados, que trataban de apoderarse del Tampico y de su tripulación,
la que tenía órdenes del g~neral Obregón de no abandonar el barco.
En Topolobampo, después de una ob~er\'ación hecha desde los cerros de
la bahía, Obregón le dio in5trucciones al aviador Salinas de que cuando él se
encontrara a bordo del cmionero, desde el avión arrojara bombas sobre el
Guerrero y otro barco mercante que en esos momentos lo aprovisionaba.
Cuando el T ampico izó su pabellón para indicar la presencia del general
en jefe, el enemigo intentó acercársele en dispo5itivo de combate, pero siendo
recibido por las descargas del único cañón que le quedaba al T ampico, se
regresó a su fondeadero, considerando seguramente, ante tan resuelta actitud,
que ninguna ventaja obtendría de trabar combate contra un buque semi-
hundido. Fue entonces cuando apareció el Sonora sobre los barcos federales,
viéndose en seguida las columnas de agua levantadas por las explosiones de
sus bombas. Inmediatamente levaron anclas los buques huertistas saliendo
a alta mar, no habiéndolos perseguido el biplano sonorense debido al corto
radio de acción que entonces tenían estas máquinas. Este pnmer combate
aeronaval en el mundo, tuvo lugar el 15 de abril de 1914.
Sobre este hecho, extraordinario en su época, comenta el general Obregón
en su obra varias veces citada (pág. 10) : "He querido hacer hincapié en el
vuelo efectuado en aquella ocasión por Salinas y Madariaga, por considerarlo
el más atrevido de cuantos se practicaron durante la campaña por estos avia-
dores, pues la distancia que tuvieron que recorrer, con un tiempo poco fa-
vorable, fue de más de 18 kilómetros, mar adentro, y en circunstancias en
que soplaba una brisa fuerte, habiendo tenido que mantenerse a una altura
mayor de 3,000 pies para ponerse a salvo del fuego de la fusilería de a bordo
del cañonero enemigo. Estos datos demue<-tran la intrepidez de nuestros avia-
dores."
Alvaro Obregón y GustJ.vo Salinas, aunando iniciativa y audacia, reali-
zaron dos hazañas de indudable trascendencia unfrersal puesto que el uso
experimental del avión pasó a la órbita militar, propiciando el asombroso

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HISTORIA DE EL VALLE DEL y AQUI 183

desarrollo que actualmente tiene la aviación. Las guerras son el gran acelera-
dor de la mayoría de las manifestaciones de la inventiva humana. Esta ex-
periencia mexicana pronto fue secundada por las potencias participantes en
la Primera Guerra Mundial.
Las prácticéls de bombardeos aéreos continuaron durante los preparativos
del sitio de Mazatlán, ante la expectación de los buques de guerra extran-
jeros que las presenciaban. En uno de estos Yuelos se descompuso el motor
del biplano y éste se vino al suelo. estre1lándose, aunque afortunadamente se
salvaron sus pilotos Gusta,o Salinas y Teodoro Madariaga, no obstante las
graves contusiones sufridas.
Encontrándose Pl Territorio Sur de Ba.ia California en poder de los huer-
tistas, Obregón destacó ge11te a apoderarse del mismo, habiendo tenido com-
pleto éxito la maniobra según el parte rendido al jefe citado después de
que, sitiado el puerto de fazatlán y reforzado el Cuerpo de Ejército del Nor-
oeste con nuevos batallones, avanzaba victorioso por el occidente de la Re-
pública.
De los nuevos batallones incorporados a las fuerzas del jefe sonorense,
cinco procedían de la región del Mayo, de los que uno fue destinado a reforzar
el sitio de Guaymas y los otros cuatro se agregaron a las fuerzas expedicio-
narias del sur.
Al autor de esta obra no le ha sido posible conocer cuántos. de los 4.000
hombres reclutados en el 1ayo. fur-ron aborígenes de ese ríe. De los yaquis.
puede estimarse que unos 2,000 quedaron a las órdenes <lel jefe del sitio
de Guayrnas, general Salvador Alvarado; pero a excepción de éstos. de los
900 del 3er. Batallón de Sonora al mando del coronel Fructuoso l\téndcz asig-
nado al sitio de Mazatlán y del 200. Batallón de Sonora al mando del mayor
Lino Morales que acompañó al general Obregón en su avance sobre Gua-
dalajara, tampoco ha podido conocer el número de indígenas aportados por
Ta tribu yaqui al movimiento revolucionario mexicano.
En esa época, la situar.ión que la tribu yaqui pre~entaba era muy sm-
gular, ya que si aparentemente era confusa y se prestaba para afirmar que
la tribu era movida únicamente por un impulso gurrrero congénito, analizada
su conducta revela un crilerio notablemente lógico y realista de parte de
esta raza:
En una de las facetas de, esta situación encontramos a un considerable
número de mier.vbros de la tribu yaqui compartiendo con los yoris del cons-
titucionalismo los azares de una cruenta lucha sostenida contra un enemigo
también yori; una segunda faceta, de la que no se ha hecho mención. nos
muestra la guerra a muerte que otro grupo de la misma tribu libraba simul-
táneamente contra todo yori que pretendiera usufructuar sus tierras, aunque és-
tos fueran constitucionalistas. Pero hay más: esta segunda faceta se comple-

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184 CLAUDIO DABDOUB

menta con la persecuc10n que destacamentos de las fuerzas constitucionalistas


hacían en contra de los "yaquis rebeldes". La tercera faceta de esta situación
nos presenta a estos ''-rebeldes yaquis" perseguidos, auxiliando gustosos a los
constitucionalistas -enemigos suyos en un campo, aliado en el otro- en sus
combates contra los federales sitiados en Guaymas.
La explicación a esta actitud tan indefinida, aparentemente, de la tribu
yaqui, se encuentra, segunimente, en los siguientes hechos: los batallones auxi-
liares federales formados con los yaquis sometidos cuando Luis Bule pact6
la paz en 1909, se adhirieron al constitucionalismo ante la formal promesa
que se les hizo de que, al triunfo del mismo, serían reconocidas las tradi-
cionales exigencias de la tribu. Este fue el caso del mismo Luis Bule, Fran-
cisco Urbalejo, Lino Morales, etc.
Por igual razón se adhirieron al constitudonalismo muchos yaquis "re-
beldes", como el capitán Ignacio Mori persuadido por Fructuoso Méndez (que
no era yaqui) y a cuyas órdenes se incorporó al Cuerpo de Ejército del 1or-
oeste con más de 900 in.dígenas. Gran número de estos yaquis rebeldes
salieron al sur, en tanto que otros se rehusaron a abandonar Sonora.
Por último, quedó un grupo "rebelde" que nunca se incorporó a las fuerzas
del constitucionalismo, siendo Sibalaume uno de los jefes de este grupo, nega-
tiva que muy seguramente pueda atribuirse a su acendrado odio y descon-
fianza al blanco, y, sobre todo, a su propósito de no desguarnecer su terri-
torio; decisión perfectamente justificada según se verá en la parte de esta
obra dedicada al Valle del Y aqui, pero que los enfrentaba a las fuerzas cons-
titucionalistas; y, sin embargo, las auxiliaban en el sitio del puerto, ¿por
qué? Porque después de cada victoria le arrebataban al enemigo armamento
y municiones en abundancia, que tanto necesitaban para destrozar a los des-
tacamentos constitucional,istas que se esforzaban en "conservar el orden" en el
ya prometedor Valle del Y aqui.
Lo que en apariencia era un triple juego, o bien, falta de objetivo, en
realidad era una actitud única y bien definida: la lucha legendaria por sus
derechos naturales, sostenida en dos frentes: uno al lado de los constitucio-
nalistas a cambio de sus promesas; el otro, en su propio · territorio, defen-
diéndolo. De las tres fases expuestas en párrafos anteriores, la tercera sola-
mente era complerr!entaria como medio de obtener armas y parque para
mantener su segundo frente ( la protección de su territorio).

La Entereza del Primer Je/ e y la Leal,tad


de un Caudillo Sal,van de la Anarquía a la Revolución

Acumulando victorias, las fuerzas constitucionalistas del noroeste ocuparon


Acaponeta y Tepic. En esta última población concentraron todos los elementos

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HISTORIA DE EL VALLE DEL y AQUI 185

que no les eran indispensables en el norte, para iniciar por tierra el cruce
de las abruptas sierras que se interponen entre Tepic y Guadalajara. El trans-
porte de la artillería, municiones e impedimenta tuvo que hacerse en carros
de mulas, ya que en esa época el Ferrocarril Sud-Pacífico llegaba únicamente
hasta la capital de Nayarit.
Precisamente en los días en que se hacían estos preparativos -junio
de 1914- el general Villa se puso en contacto con el general Obregón, por
telégrafo, para exponerle sus dificultades con el Primer Jefe del Ejército
Constitucionalista e invitarlo a desconocer a éste, a lo que se negó el caudillo
sonorense.
Salvado el obstáculo que las sierras nayarita~ representaban para la mar-
cha de las fuerzas norteñas, dominada toda la vertiente del Pacífico hasta
Nayarit y con varios pueblos de Jalisco en su poder, el Cuerpo de Ejército
del Noroeste se concentró en Ahualulco, Jalisco, preparándose para su en-
cuentro con la División de Occidente del ejército huertista, fuerte en más
de 12,000 hombres al mando de su general en jefe, José María Mier.
Mientras el general Obregón se dedicaba a reconocer la región para
escoger el campo de batalla, las avanzadas de ambos contendientes entraban
en contacto, siendo entonces cuando el mencionado jefe recibió un telegrama
comunicándole su ascenso a general de división. Al día siguiente, 2 de juli~,
recibió otro telegrama fechado en Zacatecas el 25 de junio en que el general
Villa le comunicaba que habiéndole cortado el Primer Jefe los abastecimien-
tos de parq.ue y carbón para sus trenes. había resuelto regresarse al norte;
que al no avanzar él ni el general González al sur, Obregón quedaría solo.
AF:regaba que por amistad y compañerismo le hacía ver lo peligroso que, en
tales circunstancias, sería para el jefe sonorense, y para la causa, que éste
se aventurara en proseguir su avance.
Efectivamente, la situación era extremadamente grave para la revolución.
Divididos sus principales hombres frente al enemigo. que aún era muy po-
deroso, el desastre era fácil de suponerse. De las dos grandes divisiones mili-
tares que constituían la fuerza del movimiento, la del norte se retiraba y la
del noroeste, extendidas sus líneas a lo largo de más de 1,600 kilómetros,
tendría que enfrentarse al grueso del ejército federal cuya fuerza aumentaba
al concentrarse en la región central del país. El movimiento constitucionalista
nuevamente se encontraba en circunstancias muy parecidas a las de su fase
inicial.
Cuando la •traición de Victoriano Huerta amenazó con acabar con la
naciente Revolución Mexicana, ésta fue salvada por la visión y entereza de
don Venustiano Carranza y la decisión de los sonorenses, resurgiendo al am.
paro del escudo de Sonora.
Meses después se afirmaba con eI arriesgado avance de las fuerzas del

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186 CLAUDIO DABDOUB

general Obregón, secundado por el de Francisco Villa, quien con sus mag-
níficos triunfos de Torreón y Ciudad Juárez dividía la atención del general
Huerta. Con esto, la Revolución, fuerte y optimista, era transportada del
norte hacia el sur sobre los hombros de dos adalides que la llevaban en
triunfo arrollador. Solamente ellos dos la sostenían, pero ¡ sobre qué magní-
ficos hombros!
Lamentablemente, uno de estos caudillos, seducido por sirenas ambiciosas
e intrigantes, se eximió de continuar aportando su esfuerzo cuando vio frus-
trada su pretención de ser él solo el guía y apoyo de aquella marcha.
No obstante que toda la fuerza militar y política del Primer Jefe derivaba
de la adhesión de aquellos dos únicos caudillos que venían destrozando al
ejército del usurpador, don Venustiano Caranza, ante la insubordinación de
Villa, audazmente entregó su suerte a la única carta que le quedaba: Obregón
con su Cuerpo de Ejército del Noroeste ; carta incierta puesto que toda la
fuerza de ésta se estaba jugando, en esos mismos días, en un albur decisivo.
Y en ese momento crucial de la Reolución Mexicana, Sonora, una vez más,
respondió ¡PRESENTE!
Villa, después de su ruptura con Carranza, se replegó al norte; la suerte
del Primer Jefe quedaba en manos de Obregón; éste confirmó su adhesión
a don Venustiano y su lealtad a los principios revolucionarios por los cuales
luchaban y, juntos, volvieron a encontrarse, como hacía un año, en idéntica
situación a la prevaleciente al principio del movimiento constitucionalista, o
si se quiere, en condiciones más angustiosas: sus tropas se hallaban cruzando
los primeros tiros con la División de Occidente, la que completamente des-
cansada, superior en número y mucho mejor equipada, tenía además la gran
ventaja de la posibilidad de recibir refuerzos de la capital del país y de otros
muchos lugares. Esto último indujo al general Obregón a atacar de inme-
diato al enemigo, en vez de esperar a llevarlo, como era su estrategia, al
campo de batalla escogido por él.
Destrozados los federales en las dos famosas y trascendentales batallas
de Orendáin y Castillo libradas los días 6, 7 y 8 de julio de 1914, Guadala-
jara fue ocupada, sin pelear, por las fuerzas del caudillo sonorense.
La División de Occidente del ejército huertista, formada por más de
12,000 hombres, perdió en estos dos combates más de 2,000 soldados muertos
y más de 5,000 prisioneros, gran cantidad de dispersos, 18 trenes, cerca de
40 locomotoras, medio millón de pesos y todo su equipo militar, contra
únicamente 300 ha jas, entre muertos y heridos, de los constitucionalistas ce~>.
El Cuerpo de Ejército del Noroeste continuó por el centro de la Repú-
blica agregando laureles a sus armas hasta llegar a la capital de 1~ misma, la
que le fue entregada al ya general de división Alvaro Obregón, previa de-
signación que para el caso hizo en su persona el Primer Jefe, don Venustiano

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 187

•Carranza. Este, que desde su salida de Sonora fue siempre acompañado por
el 4o. Batallón de Sonora al mando del coronel Francisco R. Manzo, se incor-
poró al Ejército del Noroeste en Teoloyucan (inmediato a la capital de la
República), en donde también se encontraba ya el general de división Pablo
González, jefe del Cuerpo de Ejército del Nore8te.
Encontrándose ya en la capital, el general Obregón recibió el parte rendido
por el general Ramón F. !turbe con fecha 11 de septiembre sobre la captura
del puerto de Mazatlán lograda después de cinco días de reñidísimos y san-
grientos combates, en que los yaquis hicieron gala, como siempre, de ese
valor y sangre fía que dejó huellas imborrables entre quienes los co-
nocieron como soldados en esa época. En la parte relativa al tercer día de
lucha, di_ce el documento mencionado: " ... y otra vez el enemigo recupera
'La Lechería'. Pero si los contrarios se obstinan en conservar esta posición
a toda costa, también por nuestra parte hay hombres tenaces que abrigan
iguales propósitos; tras breve reposo, el teniente coronel Damy reunió ]os
restos de su tropa, y poniéndose a la cabeza de ~llos, pues la mayor parte
de su oficialidad estaba herida, avanzó impetuosamente sobre 'La Lechería',
con ánimo de tomarla a viva fuerza y mantenerse en ella a todo trance.·
El 3o. de Infantería (FORMADO POR 757 soldados yaqui~ al MANDO DEL
CORONEL FRUCTUOSO MENDEZ) otra vez vuelve a la carga y sostiene este
movimiento: se despliega en orden de combate con la misma precisión que si
estuviera en el campo de maniobras, entra d fuego en el más perfecto orden;
arrolla al enemigo, lo hace ganar sus trincheras y queda otra vez dueño de
'La Lechería'." ¿ Se quiere mayor derroche de disciplina, arrogancia y valor?
Al dividirse los revolucionarios en dos grupos hostiles: villistas y carran-
cistas, el general Obregón se declaró, como se dijo ya, adicto a estos últimos,
aunque con muy pocas fuerzas a consecuencia de la deserción de subalternos
suyos que con t~do y tropas se pasaron al villismo, entre ellos Lucio Blanco
con toda la división de caballería que se le tenía confiada; Rafael Buelna,
Juan Cahral, Ramón V. Sosa, Jesús Trujillo, etc.
Entre loE.batallones fieles del Cuerpo de Ejército del Noroeste quedaron
el 200. Batallón de Sonora al mando de Lino Morales, integrado por yaquis,
mayos y otros cuerpos sonorenses.
Con la División del Noreste sucedió igual cosa: unos jefes continuaron
fieles a don Venustiano, pero otros defeccionaron.

los combates de Cclaya y su trascendenda

Un pueblo que, oprimido y vejado durante siglos, ha sido conmovido


en tres grandes ocasiones con ]a perspectiva de conquistarse una vida librr
y digna (1810-1857-1910) para encontrarse con que al cabo de las mismas

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188 CLAUDIO DABDOUB

había perdido hasta la resignación, no podía entusiasmarse, ese pueblo frus-


trado, con la figura circunspecta y el carácter austero de don Venustiano.
Obregón, blanco, apuesto, bien peinado y presentado -Villa lo había
llamado "yaqui perfumado"-, cuyas hazañas militares quedaban ahogadas por
la distancia y el aislamiento que han encerrado al noroeste, tampoco inspiraba
gran entusiasmo a ese pueblo escarmentado.
Explosión de resentimientos. . . venganza de ultrajes recibidos. . . despojo
a los ricos opresores. . . destru~ción de todo lo que fuera presente y pasado ....
eso era lo que reclamaba ese pueblo para poder creer. Y esas condiciones
las encontró en un auténtico hijo suyo: Pancho Villa. Pancho Villa y sus
Dorados surgiendo al estruendo de-.los cañones en Torreón, Ciudad Juárez,
Tierra Blanca y Zacatecas.
Con nervioso interés se esperaba en toda la República, y aun en el
extranjero, el espectacular encuentro armado que se avecinaba entre aquellos
dos grandes guerreros de la Revolución: Obregón y Villa. Sobre el resultado
final no había muchas dudas-~ favorecían al Centauro del Norte su prepon-
derancia en elementos humanos, en caballerías, en su artillería magistralmente
r..anejada por Felipe Angeles y, por si esto fuera poco, también tenía a su
favor la fuerza sicológica emanada de su prestigio.
La derrota infligida por los generales Diéguez y Murguía a las fuerzas
villistas destacados sobre Jalisco fueron para el jefe de la División del Norte
lo que un par de banderillas para un toro do lidia: enardecido embistió
. sobre el divisionario sonorense acampado en Celaya.
Antes de arrojarse al combate, Villa les dijo a sus generales: "Señores,
no reflexiono cuáles tropas sean más fuertes o en mayor número, si las
nuestras o las de Alvaro Obregón. Pero aún siendo más numerosas las suyas,
su ánimo no puede ser tan potente como el nuestro. Yo nomás les pregunto:
¿ alguno de ustedes duda del logro de nuestra victoria? . . . a lo cual me
respondieron todos con las palabras de su fé." Y en seguida continúa Villa
su relato: "El hecho es que, en cuanto amaneció, las líneas de mi infantería
empezaron a moverse sobre el enemigo en formación de tiradores; y como
aquellas cien ametralladoras de Alvaro Obregón, y aquellos indios yaquis, les
disparaban desde el cobijo de sus agujeros, y sus disparos resultaban de
grande acierto, apenas podían mis hombres avanzar, cuando ya se veían
diezmados y quebrantados, por lo que tenían que retroceder para rehacerse,
y rehechos de nuevo, volvían al reencuentro, y otra vez padecían el estrago
de su propia furia, y otra vez los desbarataban, y otra vez se rehacían, y
otra vez atacaban ... era triste ver cómo caían aquellos hombres según daban
los primeros pasos fuera de sus posiciones." cs7 >
Al siguiente día de h:iberse iniciado el combate, varios. batallones que

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HISTORIA DE EL VALLE DEL y AQUI 189

defendían uno de los sectores del frente constitucionalista se vieron obligados


a replegarse al agotárseles su dotación de parque, cuya escasez era el punto
débil que más hizo sufrir al general Obregón, quien al enterarse de aquel
movimiento, ordenó la movilización rápida de otros cuerpos para proteger
el punto abandonado sobre el cual ya se avalanzaba el enemigo; al mismo
tiempo pidió un corneta, habiéndosele proporcionado el único que en tan
angustiosos momentos pudo conseguírsde: el niño de 10 años Jesús Martínez,
del 9o. Batallón, quien, montando rápidamente, siguió al generál en jefe
hacia las posiciones abandonadas en donde, acatando órdenes, lanzó al aire
las claras notas de su trompeta cantando "Diana". Sorprendido el enemigo y
creyendo haber caído en una emboscada, se detuvo en seco, mientras los
defensores cerraban aquella brecha y las caballerías de Obregón, impetuosa-
mente, se lanzaban al ataque destrozando a las fuerzas de Villa. ¡ El período
más deslumbrante del Centauro, iniciado en Torreón, se había cerrado en
Zacatecas!
La importancia que la Batalla de Celaya tiene en la historia de la Revo-
lución Mexicana no se deriva del volumen de masas en juego ( estimados
en 11,000 los constitucionalistas y en 12,000 los villistas) que no superaban
al de acciones anteriores, sino de la trascendencia que el resultado de esta
batalla habría de tener en el futuro del país: México es lo que es, actual-
mente, como consecuencia del rumbo impuesto a nuestro destino en la encru-
cijada de Celaya. Si la derrota se hubiera abatido sobre el caudillo sonorense,
indudablemente que nuestro presente sería otro.
El general Villa no podía aceptar su derrota. . . ¡tal vez ni la creía! .·..
Ofuscado por el dolor y la cólera, rehizo precipitadamente sus brigadas
concentrando en lrapuato cuanto elemento humano le fue posible, logrando
reunir más de 30,000 hombres y, el 13 de abril de 1915, cinco días des-
pués de la batalia anterior, se lanzó en pos de la revancha.
Con un ejército numéricamente imferior, apremiado por la escasez de
parque y obstaculizado por la falta de comunicaciones, el general Obregón
no tuvo alternativa, sino la necesidad de proteger a sus 15,000 hombres
únicamente con astucia. Ideó la audaz estrategia de formar un cuadro de-
fensivo alrededor de la ciudad de Celaya, destinando 9,000 hombres para
cubrirlo y para constituir ,una ,pequeña reserva en el centro lista a refo~-
zar cualquier p411to en peligro. Puso en juego el riesgo de ser sitfado,
con la ventaja de ofrecer un frente compacto.
Durante dos noches y dos días lucharon los hombres hasta cuerpo a
cuerpo, funcionaron los fusiles y las ametralladoras, y todos los cañones de
uno y otro ejército, atronando el espacio, iluminaron el sangriento cam-
po de batalla. . . pero Villa no pudo ya ver su estrella otra vez.

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Cuando el Jefe de la División del Norte lanzó su carga decisiva de ca-


ballería, estimando que ya era oportuna por el quebrantamiento en que debe-
ría tener al enemigo, ..vio a lo lejos, perplejo, las nubes de polvo que en su
ardoroso avance levantaban los 6,000 jinetes de las brigadas de caballería
ocultadas por el adalid sonorense en un bosque situado a siete kilómetros de
Celaya, las que entraron a la lucha al observar la señal convenida; momento
en que también los sitiado¡, se lanzaban en contraofensiva.
La División del Norte perdió en esta batalla 4,000 hombres muertos,
otros tantos heridos, 6,000 prisioneros, toda su artillería, 5,000 armas ligeras y
1,000 caballos ensillados.
Con la rapidez del rayo, se extendió por toda la heroica Vera-
cruz ( capital provisional del Gobierno Constitucionalista) la fausta nueva de la
victoria de lá.s armas constitucionalistas. Para conmemorar el triunfo, la ar-
tillería del puerto y el cañonero Bravo hicieron una salva de 21 cañonazos,
en honor del Ejército de Celaya." ces>
Tratar de relatar una a una las batallas de la revolución para detallar
la participación tan apreciable que en eUa tuvo la tribu yaqui, sería pro-
longar demasiado el tema de esta obra, que es El Valle del Y aqui (incluida
su raza aborigen) . Por lo expresado, y en obsequio a la brevedad, se ter-
minará este capítulo con la inclusión de dos hechos más de estos indígenas,
ocurridos en esos momentos críticos de la Revolución, así como algunas citas
relativas a Ta impresión que la participación de la tribu dejó entre quienes
entonces conocieron a los yaquis.
Entre los incidentes ocurridos en los preliminares del tercer encuentro
entre Obregón y Villa en Trinidad, Gto., figura uno en que intervienen las
fuerzas yaquis del 200. Batallón de Infantería, cuerpo que se ha venido men-
cionando por ser el único plenamente identificado por el autor como for-
mado exclusivamente por miembros de dicha tribu: el 3 de mayo, a la
puesta del sol, el enemigo atacó la hacienda La Loza, defendida por las Bri-
gadas Novoa y González, de la División Maycotte. El estruendo del com-
bate indicaba lo reñido de la lucha. Preocupado el general en jefe, sale
personalmente llevando el 200. Batallón para reforzar a la caballería. A me-
dida que se aproximaba a la hacienda iba encontrando fracciones de tropa
que se retiraban desordenadamente; al indagar lo que ocurría, algunos
oficiales le informaron que la caballería enemiga, al cargar, había rebasado
las líneas de la defensa y que el general Maycotte estaba gravemente herido.
Cuando el general Obregón llegó al lugar de la pelea, todo era confusión; los
generales Novoa y González trataban, con energía, de restablecer el orden y
detener al enemigo. Fue entonces cuando, decidido, entró en acción el 200. Ba-
tallón yaqui y, rechazando al enemigo, restableció esa línea de defensa.

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 191

Los combates se sucedían aumentando diariamente en intensidad hasta ge-


neralizarse en todos los frentes en reñidísimos y sangrientos choques de masas
apoyados por los fuegos de las ametralladoras y de las baterías de cañones.
Impotentes las infanterías villistas para avanzar, eran transportadas
sobre las ancas de las caballerías hasta depositarlas en las trincheras ene-
• migas para, juntas infanterías y caballerías, dar las típicas cargas que le die-
ron fama al guerrillero norteño.
Fracasadas éstas, los jinetes que sobrevivían, desesperados, impotentes y
ciegos de cólera, recorrían la línea atacada buscando un punto débil sin ha-
llarlo. Hubo carga tan brutal, que en menos de 5 miuntos dejara más
de 300 muertos en el camr,o.
Pero todo fue inútil para el Centauro. Perdió la batalla por tercera vez
consecutiva, más de 10,000 hombres, mucha artillería, municiones, etc.
Esta acción terminó el 5 de junio, después de más de un mes de corn-
15ates preliminares, y fue en ella en donde una granada le cercenó el brazo
al general Alvaro Obregón.
En este mismo combate de Trinidad tuvo lugar también el otro de estos
dos episodios y que ilustran sobre la fama que los yaquis tienen ganada de
ser tiraciores extraordinarios por lo certero de ~u puntería.
Dice el general Obregón en su obra ya citada (Pág. 342), que al ob-
servar que del campo villista iba a elevarse un avión de observación, pidió
tiradore:; yaqu_is y mayos y que, cuando el avión no alcanzaba todavía gran al-
tura y pasaba sobre las líneas, les ordenó disparar. El aparato se regresó
a su pista haciendo un aterrizaje tan brusco, que se destrozó y el aviador
se quebró una pierna, pues el avión recibió algunos proyectiles que le des-
compusieron el motor, según informaron los prisioneros hechos en esa batalla.
Así como la tribu Yaqui fue conocida en toda la extensión de la Re-
pública por sus ºinsurrecciones y las barbaridades que de ella se daban a
conocer ampliamente para justificar las sangrientas campañas que se le hi-
cieron hasta 1909, también en la historia y en la Jiteratura novelesca de Ja
Revolución Mexicana se ha recogido la participación de los yaquis bajo un
distinto aspecto, expresado en formas tan diferentes como éstas:
"Pasó, marchando dentro del marco luminoso, la fila interminable de sol-
dados yaquis, inconmovibles. . . Lucían al sol, cual si fueran de bronce, los
pómulos bruñid~s; los somb1eros: adornados de cintas y plumaje, se movían al
ritmo felino de sus pasos." (Martín Luis Guzmán.)
"En las fisonomías de los indios yaquis no hay asombro, no hay alegría,
no hay tristeza, no hay nada. Parece que no han vencido. Dan la idea
de estar habituados a la ciudad; que a otros llamaría la atención con sus edi-
ficios y monumentos. Van desfilando con una indiferencia de piedra tallada,

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192 CLAUDIO DABDOUB

todos serenos, todos inmutables, con ese entrecejo de austeridad que tanto
los identifica." {Gregorio López y Fuentes.)
"La verdad es que los yaquis lo hicieron todo. ¡Malditas alimañas!
Los había entre las ramas de los huizaches, detrás de los cercados, metidos
hasta el cuello en los vallados. ¡ Hervidero de ... ! Si se me figura que
todavía los traigo en los calcetines." {Personaje de Mariano Azuela.)

CAPITULO X

EL NUEVO REGIMEN SOCIAL Y LA TRIBU YAQUI

Consumado el triunfo del Constitucionalismo,


se reinicia la campaña del Y aqui

El capítulo precedente fue cerrado con la menc1on de la última aporta-


ción que de energías y sangre hizo la tribu Yaqui a los movimientos socia-
les y políticos que conmovieron a nuestra Patria en el primer cuarto del
siglo actual, hasta el triunfo del Constitucionalismo.
No obstante que los motivos y propósitos que originaron estas convulsiones
colocaban a la Nación Mexicana entre las avanzadas de la transformación so-
cial que iniciaba la humanidad, este movimiento fue para la flagelada tribu
yaqui una causa más de desengaño y de dolor.
Para poder conocer aspecto tan dramático de la Revolución Mexicana,
es necesario situarnos nuevamente en el año de 1914, y regresar a Sonora,
el tradicional campo de lucha de esta raza:
Victorioso el constitucionalismo, se dispusieron sus adalides a intentar
la realización de los ideales sociales y políticos que dieron origen al mo-
vimiento armado de 1910, pero tropezaron con el obstáculo que les opo-
nían la intranquilidad y demás trastornos provocados por los grupos arma-
dos que aún quedaban en algunos lugares de la República, entre ellos el
llamado Maytorenista, en Sonora, cuyo Gobernador se había distanciado de
don Venustiano Carranza d~sde que éste estuvo en la mencionada Entidad; si-
tuación que, agudizándose cada vez más, culminó con ]a unión fra!},ca de
Maytorena y Villa a raíz de la ruptura del Jefe de la División del Norte
con Carranza. Maytorena procedió inmediatamente a la aprehensión de cuan-
to constitucionalista destacudo había en Sonora, entre ellos el general Sal-

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 193

·vador Alvarado, a quien intrigó con los coroneles Francisco Urbalejo y José
María Acosta, jefe de las fuerzas yaquis, logrando quitárselas.
Así resultó que gran parte de la tribu Yaqui quedó dentro del grupo vi-
llista, constituyendo el grueso de las fuerzas de Maytorena con las que éste
logró obtener el control del Estado. Otra parte, también muy numerosa, que-
dó en el campo carrancista, produciéndose, por primera vez, la división de
los contingentes yaquis incorporados al ejército nacional.
En Sonora quedaron en poder de los constitucionalistas únicamente las
plazas de Naco y Agua Prieta, ocupadas por el general Plutarco Elías Calles,
quien, con toda entereza y sin más apoyo que 2,500 hombres, permane-
ció adicto al Primer Jefe, uo obstante que había quedado completamente ais-
lado en un inmenso mar villista que se extendía desde Baja California hasta
Nuevo León, sin posibilidad alguna de ser auxiliado. Para aniquilarlo, May-
torena destacó sobre Naco alrededor de 3,000 hombres de los batallones
yaquis 60., llo. y 120., incluida la caballería yaqui al mando del coronel
Fructuoso Méndez.
Los generales Calles y Hill, que con alrededor de 1,500 hombres se dis-
pusieron a defender Naco, resistieron los furiosos y repetidos ataques lan-
• zados por el enemigo de~de octubre de 1914 hasta enero de 1915, en
cuyo transcurso los villistas fueron reforzados con tropas enviadas desde
Baja California.
Convenido un armisticio para evitar las complicaciones que con Estados
Unidos estaba provocando la lucha por el peligro en que se encontraban los
residentes del lado americano, Naco fue declarada plaza neutral y el general
Calles se concentró a Agua Prieta. Las fuerzas de Maytorena se concretaron
a vigilar y hostilizar a los defensores de la mencionada plaza.
Al tener noticias el general Calles de que Villa se aproximaba pro-
cedente de Chihuahua con más de 12,000 hombres y que lo atacaría, con-
centró en Agua Prieta las fuerzas con que ya había iniciado su ofensiva
contra los maytorenistas. Para auxiliarlo, el general Obregón le mandó 4,000
hombres a través de territorio americano. Acabando de recibir este refuer-
zo que aumentó sus efectivos a 6,500 hombres, fue rudamente atacado por
6,500 ó 7,000 hombres de las fuerzas de Villa, a las que se sumaron como
2,500 ma ytorenistas.
No obstante la superioridad numérica del enemigo y de que éste con-
taba con bastante. artillería de grueso calibre, el general Calles resistió el im-
pacto con la firmeza que singularizó su carácter de acero, logrando, en noviem-
bre lo. de 1915, rechazar y dispersar a los atacantes, después de haberles
hecho gran cantidaa de prisioneros e infligirles fuertes pérdidas.
El general Villa, que había continuado hacia el centro del Estado con
el resto .de su columna, a la que se incorporaron más de 2,000 hombres al

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194 CLAUDIO DABDOUB

mando del Gral. Urbalejo, avanzó sobre Hermosillo, que acababa de ser
evacuado por las fuerzas de Maytorena y ocupado por los generales Diéguez
y Flores con 6,000 hombres que habían llegado por el sur.
El general Manuel M. Diéguez tomó la iniciativa y atacó al general Villa,
cuyas fuerzas eran muy superiores en número de hombres, en caballería y
en artillería, habiéndose trabado el combate en la hacienda de "El Alami-
to", próxima a la capital del Estado, con resultados desastrosos para las
fuerzas del Centauro.
Rehechas éstas y auxiliadas con la llegada del general Medinaveytia al
frente de 1,500 hombres de caballería de la columna que había sido derro-
tada en Agua Prieta, se lanzaron nuevamente a tomar la plaza de Hermosillo;
pero el resultado fue fatal para la División del Norte, pues fue completa-
mente aniquilada. Villa, con los restos de la misma, se regresó a Chihuahua
después de haber inutilizado la poca artillería que salvó, pero que no pudo
transportar a través de la Sierra Madre.
Quienes han analizado este episodio de la vida del guerrillero duran-
guense no explican claram.:!nte el fracaso de Villa en Sonora, quien tuvo a
sus órdenes más de 15,000 hombres en momentos en que los constitucionalis-
tas apenas empezaban a recibir refuerzos, y que, además, tenía el control
de los puertos fronterizos de Naco y Nogales que le permitían abaste-
cerse de cuanto necesitara y le daban el dominio sobre las comunicaciones fe.
rroviarias y telegráficas del Estado, facilitándole movilizar rápidamente sus
contingentes y coordinar sus movimientos.
El general Juan B1:,rragán, en su Historia del Ejército y de la Revo-
lución Constitucionalista, juzga que uno de los errores del Centauro fue ha-
ber dividido sus fuerzas, destacando una parte de ellas sobre Agua Prieta
y la otra sobre Hermosillo. Pero Villa lo hizo, seguramente, porque aun
así era manifiesta su superioridad en hombres, caballería y artillería, tan-
to sobre Calles como sobre Diéguez y Flores.
Tal vez el relato que el general Marcelo Zavala hace en su obra inédita
a que ya se ha hecho referencia, aporte el dato complementario, pero muy
importante, relativo a los factores que deciden la victoria en los comba-
tes: el estado moral de jefes y tropas.
Tomando este relato a partir de los preliminares del primer encuentro
entre las tropas de Villa y las de Diéguez, cerca de Hermosillo, dice el
general Zavala: <69 >
"Además de la tercera y cuarta compañías del llo. Batallón de Sonora
de la que meses atrás me había separado, encontré a mi jefe el ya coro~el
Agustín Chávez ( yaqui), a quien me presenté poniéndome a sus órdenes.
Nos daba gusto volver a vernos y platicar largo y tendido. Así vine

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 195

. a saber que en el campamento estaba el general Villa y que entre sus gene-
rales estaba nuestro general Francisco Urbalejo a quien yo respetaba grande-
mente por su recta mentalidad de militar y por su disciplina.
En esta hacienda de El Alamito fue donde nos dieron alcance las fuer-
zas del general Diéguez, generalizándose un combate que se le llamó después
el de "El Alamito".
Cediendo nosotros al empuje carrancista, nos retiramos replegándonos
más al norte, a Zamora, que es una estación sobre la vía, presentando resis-
tencia y tratando de que nuestro movimiento no se volviera pánico. EL GE-
NERAL ZAVALA PELEABA EN EL llo., CONSTITUIDO POR YAQUIS.
Ya en Zamora no pudimos sostenernos y seguimos nuest!a retirada más al
norte. . • El general Villa, entre su Estado Mayor, observaba las operacio-
nes sin comentar nada, inescrutable y sin pronunciar palabra, notando la
confusión de nuestra retirada.
No bien habíamos llegado a Pesqueira cuando el llo. recibió la orden
de auxiliar al Batallón "Guerrero" al cual le estaban proporcionando magní-
fica ~;>ateta. El "Guerrero" ya se venía replegando hacia Pesqueira cuando
llegamos en su auxilio entrando inmediatamente en la trifulca. En medio de
ella logramos apoderarnos de una ametralladora carrancista lanzándola; pero
tuvimos que soltarla pues era más estorbo que trofeo. A pesar de nuestros
alardes era evidente que no las teníamos todas con nosotros. Perdimos un
tren de impedimenta completo con soldados, familiares ...
En nuestro campamento de Pesqueira pasamos la noche lamenta.ndo las
distintas muertes que habíamos sufrido. Lo:. jefes se mostraban hoscos, des-
nwra/,izados. Al día siguite Villa se dirigió a los jefes y oficiales de viva voz:
"Mucho me apena tener que anunciar que debido al poco espíritu com-
bativo de mis general,es voy a tener que retirarme a Chihuahua con una poca de
gente escogida. El ánimo combativo de ayer me demostró mucho que desear.
Noté que no se hizo frente a los carrancistas de manera definitiva sino que
nos concretamos a correr sin ton ni son."
De esta manera siguió hablando por un buen rato haciendo la crítica de
las operaciones, sin encolerizarse, poniéndolos sobre ascuas, calmadamente,
hasta que dejó la palabra.
Inmediatamente la tomaron los aludidos para ofrecer una acción
más efectiva e intensa picados en su amor propio. El coronel Higinio Gutiérrez
(YORI, PERO COMANDANTE del 130. BATALLON DE INF ANTERIA, YA-
Q:UI), no obstante que su bataUón había sido uno de los más castigados la
víspera, pidió como posición de combate la vía, para avanzar sobre ella hacia
Hermosillo (PARA EL SEGUNDO ENCUENTRO). Esta sería una de
las posiciones más peligrosas ya que el enemigo estaba regado desde Zamo-

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196 CLAUDIO DABDOUB

ra hasta Hermosillo a lo largo de la vía y avanzar por ella era avanzar


por la mera cocin& del infierno; pero el coronel Gutiérrez estaba dolido y
quería sacarse la espina e insistió en esta posición. . . nuestro coronel Chá-
vez (YAQUI) pidió avanzar con el 130. de Gutiérrez, apoyándolo.
"No preocuparse por municiones pu~s tenemos suficientes para atacar.
Además, está en camino un tren aprovisionador con parque en gran cantidad.
La munición de boca anda escasa; pero también viene en ese tren que es-
peramos del norte; de modo que a dormir y no preocuparse." ¡Dormir
v no preocuparse! ¡Muy fácil!
Amaneció y empezamos el avance sobre Hermosillo desde Pesqueira
ocupando las posiciones acordadas. Nuestra provisión de boca se reducía
..
a cero, salvo alguna que otra cosa que los soldados llevaban en sus morrales .
Muy de madrugada (DEL SEGUNDO DIA) reanudamos el avance so-
bre Hermosillo. El coronel Gutiérrez con su gente del 130. ar~ollaba carrancistas
haciendo una mortanda,d aterra,dora, empujándolos· hacia Hermosillo. Nosotros,
el llo., apoyándolo y por· nuestros flancos venían atacando distintos cuer-
pos villistas. •
... El enemigo se replegaba lentamente; pero lo hacía. Tres días nos
llevó el ataque y logramos llega:r hasta las goteras de Hermosillo.
Muy probablemente hubiéramos tomado la plaza sitiada; pero el hambre
no nos dejó; tres días sin comer y con tal desgaste de energía nos agotaron.
En lugar del tren con provisión de boca y munición de combate llegó a
la línea la orden de retirada en defensiva . . . El tren que esperábamos tan
ansiosamente procedente del norte no llegó nunca. Después supimos que ha-
bía sido interceptado en Estación Llano. . . Fue una desbandada de villistas."
El escritor y periodista Rafael F. Muñoz <70 > pone en boca del gene-
ral Villa esta afirmación: "En Hermosillo estaba - mi única esperanza para
reponer la pérdida de Agua Prieta y levantar la moral de algunos de mis
jefes, pero e~ este combate tampoco fue posible tener éxito, "porque los
yaquis que nos acompañaban desistieron de seguir peleando cuando tenía-
mos tomadas las orillas de la población" y las fuerzas del general jefe de mi
Estado Mayor no llegaron a tiempo para darnos auxilio". "Ahí acabó la
División del Norte."
El ameno relato del general Zavala, superviviente que participó activa y
personalmente en los hechos que refiere, induce a suponer que más que erro-
res tácticos, la causa del fracaso de Villa en Sonora fue la extinción del
fuego genial que había inspirado al guerrillero en sus mejores épqcas.
Tal vez ya en Zacatecas estaba apagándose la luz de su estrella: Obte-
nía un triunfo que parecía querer ocultar el descenso que, en la deslum-
brante trayectoria del caudillo, se había iniciado tiempo atrás.

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 197

Campaña del Y aqui

Después del segundo descalabro sufrido por los villistas en Hermosi-


llo, sus restos se concentraron en las proximidades de "El Alamito" con el
propósito, como ya se dijo, de oponer resistencia al avance de los carrancistas.
La línea defensiva, en forma de escuadra, fue encomendada a los bata•
Bones yaquis 60., llo. y 120.
Preocupado por enco1,trar algún alimento que dar a sus tropas, el co-
ronel yaqui Agustín Chávez, comandante del llo. batallón, había mandado a un
ayudante a buscar comida a la hacienda, pero éste regresó sin haber con-
seguido algo, excepto llenar las cantimploras con agua. Y continúa el gene-
ral Zavala: "Desde hacía rato escuchaba yo sus discusiones en la lengua
acerca de la situación en que nos encontrábamos; callaban sus discusiones
cuando algún yori se acercaba a sus corrillos; pero d~spués de la vuelta del
teniente Policarpo Montes con sus noticias negativas de la comida, las dis-
cusiones yaquis se hicieron menos secretas, al menos para los yoris a quienes
nos tenían más confianza. Se trataba de salir de la posición peligrosa en
que estábamos: teníamos escaso parque; nada de comida; por la mañana
se esperaba el ataque carrancista; estábamos agotados y, por añadidura, Villa,
Francisco Villa, el general en jefe, no daba muestras de salir de la situación
pese a su astucia reconocida. En realidad, se trataba de nuestros pellejos
personales en juego de vida o muerte. "Estas eran las razones que se ba-
rajaban entre los yaquis y las que determinaron salir esa misma noche a la
gente ya qui de los cuerpos de la escuadra de defensa", apostada en ella espe-
rando la mañana para resistir el ataque carrancista, es decir, carne de
cañón simple y sencillamente. Pero los yaqui,,i no estaban para dejarse matar
así nomás porque sí. Si había •algún yori que quisiera seguirlos que los
siguiera, pero ellos no estaban dispuestos a quedarse.
El l lo., parte del 60. y del 120. Batallones, a las ordenes de los coro-
neles Agustín Chávez y Luis Buitimea, salimos para remontarnos a los ce•
rros acordados. . . Al faltar la escuadra de defensa en el campamento de
"El Alamito" ... los demás cuerpos se desbandaron esa misma noche sin que nos-
otros supiéramos por donde. Lo quP-sí supimos fue que Villa y la poca gente
que lo acompañaba trataban de cruzar la sierra rumbo a Chihuahua."
Obtenidas las seguridades de que les serían respetadas sus vidas, los
citados batallones yaquis se presentaron a las fuerzas carrancistas de Her-
mosillo; pero no obstante las garantías que se les ofrecieron ordenó el
general Diéguez que todos los jefes y oficiales de los mismos fueran pasados
por las armas. Y a se encontraban éstos en el panteón de la ciudad, frente
a los pelotones de ejecución, cuando llegó corriendo, a caballo, un oficial
con la contraorden. En~erado el general Obregón de la orden de fusilamiento

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cuando se encontraba ~n Nogales, telegráficamente envió instrucciones urgen•


tes de que se suspendiera su ejecución.
Unos días después llegó a Hermosillo y, previo examen personal de cada
uno de los componentes de los cuerpos militares de Luis Buitimea y Agustín
Chávez, fue separando a los yaquis de los yoris que había entre ellos, para
quedarse con los primeros y dar libres a los segundos.
Después de haberles salvado la vida a los jefes y oficiales yaquis, les re•
conoció sus grados, y a todos, jefes y tropas, les pagó sus haberes a par-
tir de la noche de su deserción de "El Alamito", formando con ellos una
Brigada Auxiliar que despachó a Potam, Río Yaqui, en espera de nuevas ór-
denes. Días después, a principios de diciembre de 1915, el general Francisco
Urbalejo se separaba de Villa cuando cruzaban la sierra y se rindió a los
constitucionalistas con 200 de sus hombres. En el sur del Estado se rindie-
ron también Fructuoso Méndez, Jesús Trujillo y otros jefes maytorenistas.
El general Obregón, que había salido al norte para organizar la per-
secución de los restos de las fuerzas villistas, se regresó a Hermosillo para
entrevistarse con los jefes de la Tribu Yaqui que habían permanecido en
el Valle levantados en armas y a quienes llamaban "broncos". Estos hostili-
zaban y mataban a los yoris que se rehusaban a abandonar las tierras de
la tribu, extendiendo sus ~rnaltosa los pueblos y ranchos comarcanos.
El general Diéguez, por instrucciones del general Obregón, había ini-
ciado pláticas con estos jefes para conocer las condiciones bajo las cuales
se pacificarían, pero que conocidas por Obregón en Hermosillo, las encon-
tré inadmisibles: "Absoluto dominio, por parte de ellos, en la región que
comprende los pueblos de que fueron despojados, con la intransigente con-
dición de eliminar, en sus dominios, a todo elemento extraño a su raza y
a sus atavismos." <71 > ¡ Las mismas de siempre y que repetidamente se han
dado a conocer en esta crónica!
Continúa el general Obregón: "Acceder rt ellos hubiera significado una
retrógrada complacencia, que desvirtuaría las tendencias de la Revolución,
trocándolas de bienhechoras en malsanas, si, equivocadamente, a título de
una justa reparación debida a las tribus del Yaqui, se sancionaba, en aque-
lla forma, la perpetuación de la barbarie entre ellas y se le extendía do-
mm10 aun donde la civilización lo había implantado. Sin embargo, ani-
mado de los mejores deseos de llegar a un convenio satisfactorio con las
tribus rebeldes, intenté la conferencia final con sus delegados, citando Cruz
de :?iedra o Empalme como lugar para celebrarla.
El día 17 (DE DICIEMBRE DE 1915) continué mi viaje de H-e.¿mosilloa
Guaymas, con objeto de esperar allí el regreso de los emisarios que había
mandado ante los jefes de los pueblos del Yaqui, indicándoles estar yo en

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 199

disposición de oír sus demandas y discutirlas, para resolverlas en nombre


del Gobierno Constitucionalista, conforme fueran de aceptarse o rechazarse.
Por la noche (DE DICIEMBRE 20) en que tuve informes de que los yaquis
rebeldes habían nuevamente atacado a una de las guarniciones nuestras sobre
Ia vía del ferrocarril al sur de Guaymas, decidí abandonar en lo absoluto
toda. actitud conciliatoria hacia los rebeldes, en vista de que éstos demos-
traron estar poco dispuestos a entrar en convenios razonables, y sólo apro-
vecharon las concesiones que les habíamos hecho, permitiéndoles acampar en
Torim y otros puntos del sur del Estado, comprendidos en el Valle del Y aqui,
para cometer fácilmente sus acostumbradas depredaciones, quizás juzgando de-
bilidad por parte nuestra, lo que solamente era un •sincero deseo de reparar
las injusticias y expoliaciones de que habían sido ellos víctimas en épocas
pasadas, por parte de los gobiernos dictatoriales.
En tal virtud, di instrucciones al general Diéguez para que, desde lue-
go, abriera una enérgica r.ampaña contra los rebeldes, para hacerlos sentir
la fuerza de nuestro Gobierno, en cuya forma, muy palmariamente les demos-
traríamos la bondad de las intenciones de que estábamos animados cuando de
una: manera pacífica los habíamos invitado a deponer su actitud hostil, para
que participaran de los beneficios que la Revolución, a costa de tanta san-
gre, y de tantos beneficios, había conquistado para todos los oprimidos." C72 >
Teniendo que salir hacia Chihuahua, el general Obregón le confirmó al
general Diéguéz las anteriores instrucciones. enviándole el siguiente oficio:
''Habiendo recibido orden urgente del C. Primer Jefe del Ejército Cons:
titucionalista, para salir a El Paso, Tex., con objeto de ultimar la rendi-
ción de las fuerzas villistas que operan en el Estado de Chihuahua, he
tenido a bien dejar sin efecto el permiso que había concedido a usted
este Cuartel General para ir a Guadala jara, mientras que llega el jefe que este
propio Cuartel General nombre para que definitiva y exclusivamente se haga
cargo de la campaña del Yaqui. Mientras tanto, se servirá usted proce-
der a la movilización de fuerzas, que desde luego deben tomar la ofensiva
contra esa tribu rebelde, disponiendo. para el efecto. de las siguientes tro-
pas: Fuerzas de la 2a. División de] Noroeste. que actualmente se encuen-
tran en este Estado: la. División de Caba11ería del Noroeste. que comanda
el C. general Enrique Estrada; Brigada Sinaloa. que comanda el C. general
Angel Flores; milicias del Estado. que comanda e] C. coronel J. J. Duarte;
Infantería de S<Jnora, que comanda el C. general Lino Morales; Infanterías
de la la. División del Noroeste, que comandan los CC. generales Fran-
cisco R. Manzo, Miguel V. Laveaga y Eugenio Martínez; la. Brigada de
Infantería de la 6a. División del Noroeste, al mando del C. genera] Miguel
M. Acosta; Brigada Hernández, comandada por el C. general Luis M. Her-
nández, . así como las fuerzas de Sonora, que se han rendido al Gobierno

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200 CLAUDIO DABDOUB

Constitucionalista de este E.stado. Las demás fuerzas que actualmente se en•


cuentran en este Estado, quedan a las órdenes del C. general de brigada
Plutarco Elías Calles, jefe de la 4a. División del Cuerpo de Ejército del
Noroeste, quien dependerá directamente de este Cuartel General. Para aten-
ciones de esa campaña que usted iníciará, quedan con instrucciones de aten-
der las órdenes de. usted, por los elementos que necesite, las siguientes.
dependencias de este Cuartel General: Depósitos generales de municiones,
vestuario y equipo, en Hermosillo, a cargo del C. teniente coronel del Estado
Mayor, Eduardo G. García; proveeduría general, en Nogales, a cargo del
C. Ignacio C. Corella; agencia especial financiera, en Nogales, Ariz .. a cargo
del C. Baldomero A. Almada, qui;n actualmente funge como cónsul interino
constitucionalista en aquel lugar; superintendencia de trenes militares del
Cuerpo de Ejército del Noroeste, a cargo del C. coronel J. L. Gutiérrez,
quien es el conducto para ordenar todo lo relativo a movimiento de trenes,
estando acreditado con tal carácter ante la superintendencia del ferrocarril.
Lo comunico a usted para su conocimiento y fines, reiterándole las seguridades
de mi atenta y distinguida consideración. Constitución y Reformas. Cuartel
General en Hermosillo, Son., a 21 de diciembre de 1915. El general en jefe,
Alvaro Obregón. Al C. General de División Manuel M. Diéguez, jefe de
Operaciones en el Noroeste." <73 >

Y aquis contra yaquis

Varios miles de soldados fueron asignados para la rem1ciac1on de la


campaña del Y aquí, incluyendo algunos batallones formados con aborígenes
de esa región, lo que no fue ninguna novedad: durante la época colonial
se había seguido la misma práctica con las Compañías de Flecheros Indíge-
nas y, posteriormente, con los Cuerpos Auxiliares Federales, a los que per-
tenecieron Luis Bule, Francisco Urbalejo, Lino Morales y otros más.
Para esta campaña emprendida inmediatamente después del triunfo de la
revolución, se agregó a las fuerzas yaquis del general Lino Morales la Bri-
gada Auxiliar formada con los yaquis sometidos a los constitucionalistas en
Hermosillo y que había sido destacada a Potam.
A través del tiempo transcurrido y sin haber "sentido" las condiciones y
circunstancias en que se encontraban quienes aceptaron combatir contra
sus propios "parientes", es muy difícil juzgar la actitud de los grupos some-
tidos al gobierno. Para los "blancos" eran "indios razonables", pero para su tribu
eran, y son, "torocoyoris" (traidores). Estos yaquis, completamente extenua-
dos por el hambre, el frío y el cansancio, se sometían como un recurso
extremo, y es muy probable que una vez incorporados al ejército nacional

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 201

y en contacto con quienes sostenían el criterio de que era absurda la pre•


tensión de la "raza" de conservarse como Estado soberano e independiente,
hayan considerado que, efectivamente, siendo mexicanos tenían iguales de-
rechos y obligaciones que el resto de los mexicanos; más aún cuando durante la
lucha revolucionaria se les concedieron grados y distinciones dentro del ejér-
cito nacional sin discriminación alguna con respecto a los yoris, todo lo cual
ampliaba sus horizontes, permitiéndoles ver perspectivas de vida muy supe·
riores a las que ellos P?drían esperar conservándose como "nación" indepen-
diente.
Por lo mismo, la actitud de los indígenas yaquis que nunca se some-
tieron, que nunca aceptaron transacción alguna y para quienes la paz sola-
mente era posible a cambio del reconocimiento pleno y cabal de la soberanía
de su territorio, da lugar a que se les juzgue como obcecados, o como gue-
rrilleros salvajes ansiosos de saciar instintos ancestrales de robo y sangre.
Pero ¿ qué no será más acertado juzgar a los rebeldes como individuos
extraordinarios por lo arraigado de sus convicciones y la acerada energía
con que las han sostenido persistentemente, pese a las tan prolongadas y
cruentas vicisitudes que durante siglos los flagelaron sm quebrantar su
ánimo?
Claro y admirable exponente de esto último han de ser el caudillo
Ignacio Mori y sus cientos de "parientes broncos", que de sus tierras 'salie-
ron al mando del entonces mayor Fructuoso Méndez atraídos a la causa
revolucionaria por las promesas que éste les hizo de reconocerles sus aspi-
raciones al triunfo del movimiento; contingente constitucionalista que, de~-
pués de haberse colocado en el campo maytorenista y haber sido derrotado,
no se sometió, sino que se internó al Bacatete a seguir su lucha bajo las
órdenes del jefa de la tribu, general Luis Espinosa. y de los capitanes Igna-
cio Mori y Luis Matus, los mismos tres jefes que rehusaron la paz cuando
en 1909 la aceptó -Luis Bule.
A diferencia de los balallones yaquis rendidos en Hermosillo y reincor-
porados al Ejército Constitucionalista, estos otros de Ignacio Mori, con sus
convicciones incólumes, no ~e rindieron, sino que prefirieron los peligros y las
penurias que implicaba la continuación de la lucha por la libertad de su raza.
(Este contingente de !gna'tio Morí fue el 3er. Batallón de Sonora que
en 1914, incorp<Jrado al Ejército Constitucionalista, avanzó al Sur y del que el
general !turbe dijo en el parte rendido sobre la toma de Mazatlán: "se des-
pliega en orden de combate con la misma precisión que si estuviera en
el campo de maniobras, entra al fuego en ei más perfecto orden; arrolla
al enemigo, lo hace ganar sus trincheras y queda otra vez dueño de La
Lechería"

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202 CLAUDIO DABDOUB

SUuación del V aUe del Y aqui al


triunfo del Constitucionalismo

A lo largo de ··esta crónica ha podido verse que las centenarias gue-


rras del Yaqui han tenido como causa la disputa, entre los aborígenes y "blan-
cos" de las tierras que los primeros han venido poseyendo sobre las már-
genes de su río.
Pero para fines de 1915, el área en disputa se había ampliado
a las desérticas I1anuras situadas al 5ur del río Y aqui, como consecuencia de· la
transformación que de ellas venía haciéndose al convertirlas en productivas
mediante grandes obras de irrigación.
Estas obras representaban la inversión de muchos millones de pesos y
habían permitido abrir al cultivo nuevas tierras en las que se encontraban
establecidos muchos colonos extranjeros. La concesión para su explotación
la tenía una compañía americana, lo cual implicaba una responsabilidad ante
el poderoso país del Norte.
Pero sobre estas consideraciones había otra, quizá más trascendente:
los millones de pesos invertidos y los torrentes de sangre derramados en
las guerras del Yaqui empezaban a fructificar al incorporar a la economía
nacional y a la civilización, un territorio de incalculables perspectivas.
Esto hará más comprensibles las razones expuestas por el general Obre-
gón al referirse a las pláticas de paz tenidas por el general Diéguez con
los caudillos yaquis en cuanlo quedó aniquilado el villismo en Sonora; pláticas
que, al fracasar, originaron la reanudación de la campaña contra esta Tribu.
Dos formidables contendientes volvían a trenzarse en la sangrienta y
horrible lucha que, prolongándose a través de un siglo, otro, otro y otro,
no había podido ser decidida en favor de alguno de los combatientes.
Y otra vez el Valle del Y aqui volvió a ser escenario de reñidísimos
combates, múltiples escaramuzas, persecuciones que más parecían cacerías hu-
manas; de actos de crueldad extremada de una y otra parte, incendios, ase-
sinatos y saqueos; pero ni uno ni otro contendiente obtenían resultados d~
finitivos, pues si es cierto que el gobierno federal tenía destacados muchos miles
de hombres, como nunca anteriormente, también lo era que la resistencia yaqui
se había fortalecido con la adquisición de nuevas experiencias bélicas, ar-
mamento moderno y una gran abundancia de parque.
La propia magnitud de esta lucha, que no ofrecía perspectivas de poder
ser terminada fácilmente y que era un impedimento en la consolidación
del nueYo régimen ( el constitucionalista, que se enfrentaba también al za-1
patismo, al villismo y a otros grupos de insurrectos), fue, seguramente, lo que

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HISTORIA DE EL VALLE DEL y AQUI 203

'indujo al gobierno federal a aceptar el convenio formulado entre el enton-


ces Gobernador Provisional don Adolfo de la Huerta y las autoridades de la
Tribu, mediante el que se le reconocían a ésta sus exigencias.
Según relatos de personas que vivieron en est.a región d_urante esa época,
el gobierno se comprometió a retirar sus tropas y desalojar de las tierras y
pueblos yaquis a absolutamente todos los "yoris" para entregar a la Tribu es-
tos pueblos y tierras a medida que fueran desocupados, lo que habría de rea-
lizarse a fa brevedad posible, habiéndose empezado con las poblaciones de
Vicam y Potam.
A raíz de la firma de este convenio, el Gobernador de la tribu, general
Luis Espinosa, firmante del mismo, lanzó la siguiente proclama:

"AL PUEBLO MEXICANO:


Hacemos saber que nosotros, los habitantes primitivos que componernos la
Tribu Yaqui y que por treinta y siete años <*> hemos sostenido los nu-
merosos empujes de los invasores que por Ja fuerza bruta han ocupado los
terrenos de esta Tribu, y haciéndose llamar civüizadores nos han tenido en
la orfandad y la ruina, manifestamos al Primer Jefe del Ejército Consti-
tucionalista en contestación a sus varias conferencias de paz ¡ invitación pa-
ra que bajemos de la sierra a nuestros pueblos a cultivar nuestras tierras,
de cuya paz depende la tranquilidad y garantía de vidas para todo el
Estado de Sonora y para nosotros los hijos de esta Tribu, decimos a una sola voz
todos unidos hoy día (enero 13 de 1917) en el Campamento de Lencho, que
somos conformes con sus fraternales frases y prodigios, pero desea-
mos que se retiren todos los destacamentos en el Río Yaqui que estén ten-
didos en los linderos de la tribu. Yo, como hombre de bien y honrado
para cumplir ~is palabras, dí órdenes a los generales Matus y Mori para
que se bajaran a los pueblos de Vicam y Potam y yo estaré en mi lugar
esperando que se me desocupen los demás pueblos para colocar poco a poco
el resto de los habitantes de la Tribu, y para que la confianza se solidi-
fique en el Estado de Sonora, con este hecho habremos dado pruebas de
que queremos paz y felicidad para nuestra raza y para la de ustedes porque
la experiencia nos hace ver que nunca podremos estar en paz VIVIENDO EN-
TRE LAS BAYONETAS NI CON LAS BAYONETAS EN LA MANO.-.
Firma por la Tribu Yaqui.-General mayor LUIS ESPINOZA."

( *) Probablemente haya un error y no sean 37 sino 27 años, si se refiere al pe-


ríodo iniciado con los primeros trabajos de canalización y colonización de lo que ahora
se conoce como El Valle del Y aquí, que se principiaron en 1890.

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204 CLAUDIO DABDOUB

Es rota la paz del Y aqui

Supone el señor Jesús Ibarra, actualmente vecino de Empalme, Sonora, y



quien siempre, juntamente con su familia, ha vivido en la región comprendida
entre Guayrnas, Esperanza y Ciudad Obregón, y de cuyo relato escrito (iné-
dito) se tornaron los datos relativos a la pacificación de 1917 y la pro-
clama que antecede, que tal vez con el fin de eliminar del presupuesto
nacional las crecidas sumas destinadas para el mantenimiento de la paz de los
pueblos del Yaqui, erogadas en forma de haberes para los soldados yaquis
constituidos en batallones auxiliares, y de ayudas diversas, resolvió el go•
bierno federal modificar su actitud frente a este problema, pues a fines
del mismo año de 1917 los destacamentos militares volvieron a imperar en
el Valle.
Del destacamento asignado a Estación Lencho era jefe el general Faus-
to Topete. A Vicam se envió un destacamento de caballería cuyo jefe dio
orden, un día del mes de ~oviembre de ese año, de que la remonta fuera lle-
vada a pastar en los sembradíos del general yaqui Luis Matus, con el ma•
nifiesto propósito de hostilizarlo. Los soldados de éste hicieron fuego sobre los
federales matando a uno o dos de ellos.
La tarde de ese mismo día, los indígenas de Lencho habían obtenido au-
torización para organizar un "pascola". Esa noche, cuando la fiesta estaba en
todo su apogeo y los matachines bailaban al son del arpa y del vil)lín, el
general Topete ordenó a un grupo de soldados que hicieran fuego contra
la inerme multitud, matando a cerca de 60 personas entre hombres, mujeres
y niños.
Previamente, eI mencionado militar había ordenado colocar ametrallado-
ras, bien cubiertas y disimuladas, alrededor del lugar en que se reunirían
los indios. Al momento del ataque, las ametralladoras fuer.on descubiertas
y con ellas agredidos los indígenas. Los que sobrevivierno fueron hechos pri-
sioneros (hombres, mujeres, niños y ancianos) y embarcados a México
corno rebeldes cogidos en combate.
Estos actos rompieron la paz tan recientemente establecida en el río Ya-
qui. Tratar de conocer la causa verdadera de esta matanza es muy difícil'.
Aunque hasta la fecha a que se refiere este hecho se ha relatado la su•
cesión de levantamientos y campañas del Yaqui, así corno sus orígenes
según aparecen en las obras consultadas, haciendo caso omiso de las versio-
nes pqpulares narradas por gentes de la región y del Estado, sin embargo,
es conveniente dar a conocer éstas, cuando menos en su esencia.
Como razones fundamentales de estas guerras, se tienen, por una parte,
la decisión inquebrantable de la tribu de conservar su completa libertad y la

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 205

poses1on de sus tierras; por la otra parte, el propósito de blancos y mesti-


zos de adquirir el dominio de estas tierrai,.
Tampoco podían los yaquis encontrar una manera pacífica de vivir como
peones de los hacendados, ya que para su carácter enérgico, independiente y
altivo era intolerable estar sujetos al despotismo de los patrones, al tra-
bajo agotador que entonces se imponía a la peonada y a los castigos a que se
les sometía.
A estas causas de las guerras del yaqui se agregaban las pugnas polí-
ticas entre los grupos en el poder y los que querían conquistarlo o recuperarlo.
Estos buscaban la poderosa alianza de la tribu ofreciéndole el reconocimiento
de sus derechos.
Pero detrás de estas razones, que son las que se han venido exponiendo
por evidentes y comprobadas, han existido otras que, por ser verdaderas ca-
nalladas, pero imposibles de probar, no pueden ser dadas a conocer como
verídicas.
Sin embargo, la firmeza con que se platican por quienes vivieron esas
épocas, o por sus descendientes, y el hecho de ser aceptadas como verídicas
en la región, y aun afirmadas por uno de los escritores regionales cuya fa.
milia siempre vivió en el Y aqui, inducen a darlas a conocer aunque sea
en forma somera.
Entre estos casos se cita el del levantamiento del caudillo Cajeme a
principios de 1885 en que Loreto Molina pretendió asesinarlo. Cajeme denun-
ció el hecho ante el Prefecto de Guaymas y ante el Gobernador ciel Es-
ta<lo, don Luis Torres, y pidió el castigo del pr~snnto asesino, o bien, qu('
le fuera entregado, recibiendo respuesta del Gobernador en el sentido de
que no podía accederse a su pretensión, debiendo denunciar el caso ante
las autoridades judiciales.
Lo reto Molina, después de fracasar en su proyecto, se regresó a su lugar
de origen, desde donde "lo comunicó al Prefecto del Distrito, señor Rivero,
poniéndose a su disposición en la hacienda La Providencia (próxima a Guay.
mas), después de protestar sumisión a las autoridades. El prefecto no
prestó mayor atención a dicho aviso y Molina licenció a sus hombres". <74 >
La respuesta del Gobernador fue correcta en cuanto a que el Esta-
do no debe entregar el delincuente al ofendido para que éste se haga jus-
ticia por su propia mano; pero sí debe perseguir de oficio estos delitos y
procesar a sus .autores, más cuando, como en este caso, había denuncia es•
crita ante el Prefecto de Guaymas, y confirmado el hecho por el propio de-
lincuente. Seguramente que lo correcto y justo hubiera sido aprehender al
ofensor y formarle proceso.
La versión popular recogida al respecto dice que el entonces Jefe de Ope-
raciones de la lo. Zona Militar, a la que correspondía Sonora,, yque era el

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206 CLAUDIO DABDOUB

general José Guillermo Carbó (muy afecto a la bebida y hasta calificado como
dipsómano por algunos escritores), supo que, a consecuencia de sus excesos,
iba a ser removido de la la. Zona Militar, pero como se encontraba endeudado
en Guaymas y Hermosillo, aceptó ]a sugestión· que le hicieron sus acreedores
de provocar ]a rebelión de la tribu Yaqui, lo que obligaría al Gobierno Fe-
deral a dejarlo al frente de la campaña y a él Je permitiría resolver sus pro-
blemas económicos.
Rotas las hostilidades en 1917, nuevamente entraron a la región miles
y miles de soldados de las tres armas, todos perfectamente armados y abun-
dantemente pertrechados, poniéndose en práctica la más cruel e inhumana de las
disposiciones del Porfirismo: la deportación, al sur, de fas esposas, hijos y
demás familiares de los guerreros indígenas. ¡ En plena injciación del régi-
men revolucionario!
Taies disposiciones provocaron una reacción tan fuerte entre la tribu,
que originaron un hecho dd que todavía conservan un recuerdo muy vivo sus
actuales supervivientes.
En diciembre 7 de i917, los yaquis atacaron la Estación de Espe•
ranza (próxima al actual Ciudad Obregón, del que entonces sólo existía una
caseta del ferrocarril), debido a esa práctica, pues unos días antes las tro-
pas federales habían aprehendido a un grupo numeroso de familias indí-
genas que se encontraban trabajando en los campos agrícolas del VaUe del
Yaqui, enviándolas por tren con destino al sur, en calidad de rebeldes co-
gidos en campaña.
Enterados los yaquis de esta aprehensión '/ stguros de que sus "parien-·
tes" serían deportados a Yucatán, se enardecieroJ} y mandaron a un gru-
po de guerreros a rescatar a los cautivos: pero cuando llegaron a Esperanza
encontraron que el convoy ya había salido ...
Burlados los yaquis, atacaron la Estación, ;iendo rechazados por el des-
tacamento federal que la guarnecía, cuyo jefe, general Roberto Cruz, resul-
tó herido. Frustrado el rescate de los deportados, la venganza de los abo-
rígenes se hizo sentir en toda la región del Y aqui y centro del Estado
durante dos años, hasta octubre de 1919 en que el recién electo Goberna-
<lor Constitucional de Sonora, don Adolfo de la Huerta, obtuvo nuevamente
la aprobación del Gobierno Federal para procurar la pacificación de la tribu por
medio de negociaciones.
De la Huerta dejó en libertc1d a las mujeres yaquis presas en la Pe-
nitenciaría del Estado, en Hermosi11o, enviándolas al Bacatete como emisarias de
paz, con lo que se inició el regreso de los alzados a sus pueblos. :poco des-
pués envió dos emisarios a buscar el contacto con los jefes rebeldes; pero a
consecuencia de la forma en que las pláticas se desarrollaban, don Venustiano
Carranza se opuso a que las mismas continuaran, pues surgieron diferencias de

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 207

criterio entre él y don Adolfo de la Huerta, lo que podrá apreciarse por la


siguiente transcripción que se .inserta de la parte relativa de su informe de
gobierno ante la XXV H. Legislatura del Estado de Sonora rendido
el lo. de enero de 1920:
PACIFICACION DE LA TRIBU YAQUI.-Tal vez sea éste el asun-
to más capital de todos los que tuvo en frente el Gobierno durante los últi-
mos seis meses puesto que ningún otro de los ·que merecen atención espe-
cial, podría librarse de la influencia de éste y hacerlo sufrir modificaciones más
o menos significativas; y si consideramos que a la postre puede decirse que está
resuelto en su parte más seria, como es la cesación de la lucha, hay razo-
nes poderosas para asegurar que el Gobierno hizo el esfuerzo más decisi-
vo y obtuvo como lógico resultado los mejores frutos.
Desde el mes de septiembre, el Ejecutivo, para resolver esta trascen•
dente cuestión, tuvo en frente dos soluciones posibles y procuró desarrollar pa-
ralelamente: la una, cooperar con las fuerzas de la Federación a la termi-
nación de la campaña militar, y la otra, llegar a la paz por medio de trabajos
pacíficos con la tribu.
Por lo que toca al primer recurso, de acuerdo con las facultades que esa
H. Cámara tuvo a bien concederme en los ramos de Hacienda y Guerra,
se inició la organización de las Fuerzas Nacionales con una perspectiva de
dos mil plazas, las cuales fueron puestas a las órdenes del C. general Fran-
cisco R. Manzo, y cuya organización se empezó desde los primeros días de
octubre, previa autorización del C. Presidente de la República. Para que no pe-
sara desde luego sobre el Estado esta carga de. por sí superior a sus fuer·
zas económicas, se solicitó autorización del propio C. Presidente, para hacer las
erogaciones correspondientes por cuenta del Gobierno Federal a reserva de
serle reintegradas posteriormente; pero a última hora, y cuando ya el Esta-
do había desembolsado aigo más de $128,000.00, el Gobierno Federal se
negó de plano a reconocer sus anteriores compromisos.
Este suceso ocasionó al Estado, como ya· se dijo, un desequilibrio eco-
nómico que si bien es cierto que no reviste caracteres críticos sin embar-
go, entorpece en parte la marcha de muchos asuntos importantes que
podrían resolverse con más oportunidad.
Al iniciarse la organización de las Fuerzas Nacionales, todos los Ayun-
tamientos empezaron con en'lpeño a solicitar elementos para la defensa
de sus pueblos~ organizándose en guerrillas exploradoras que prestaron ex-
celentes servicios en dicha campaña, siendo de notar que no escasearon las
solicitudes en el mismo sentido de parte de muchos ciudadanos, particular-
mente, que con la mayor buena voluntad ofrecieron sus servicios.
La otra solución, la procurada por vía pacífica, siempre la consi-
deró este Ejecutivo fructuosa, dado que en 1916, cuando estuve al frente del

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208 CLAUDIO DABDOUB

Gobierno de esta misma Entidad, con el carácter de Provisional, cultivé


buenas relaciones con los principales jefes de la tribu, impartiéndoles, además,
algunos beneficio¿ y, por sus diferentes manifestaciones de agradecimiento sin-
cero al Gobierno a mí cargo, demostraban que su línea de conducta para
con él, sería siempre la de una cordial y franca amistad. Por esto fue que
el Ejecutivo procuró desde los primeros días de octubre ppdo, comunicarse
con ellos, no pudiendo hacerlo sino hasta mediados de enero en que hubo que
aprovechar los servicios de dos indígenas prisioneros.
En efecto; el 14 de enero el Ejecutivo recibió carta del general de la·
tribu, Ignacio Mori, manifestando que, por lo que él tocaba, tenía la mejor
buena voluntad para someterse, pero que siendo un subalterno y no pu-
diendo de pronto comunicarse con los superiores, ya procuraba poner en
su conocimiento por medio de correo, la propuesta del Gobierno y que en prue-
ba de su buena voluntad, fiado en las promesas que se le hacían, se tras-
ladaba desde luego con 250 hombres a Estación Oroz; traslado que tuvo
lugar el 26 de enero.
Se nombró a los CC. Ramón B. Armenta y Pomposo Matus para que
llevaran el saludo del Gobierno tanto al referido general Mori como a la
tribu en general, y procuraran infundirle la confianza necesaria mientras se en-
tablaban las pláticas definitivas de paz.
Puede decirse que los preliminarse de. la paz empezaron con la soli-
citud que hizo el general Morí de aprovisionamiento, primeramente para sus
fuerzas y luego para sus familias que se encontraban extraviadas y faltas
casi en lo absoluto de recursos en la sierra; aprovisionamiento que el Go-
bierno tuvo pronto a proRorcionar, dado que siempre tuvo la confianza en el
éxito por virtud del estado de lucha que imperaba.
Desde sus primeras comunicaciones con los jefes de la tribu, el Eje-
cutivo solicitó del C. Presiliente de la República, _la autorización respectiva
para estos tratados, sosteniendo, además, la comunicación continua por telé-
grafo y correo tanto con dicho Primer Magistrado como con el C. Minis-
tro de Gobernación, según lo indicó el curso de los acontecimientos.
Después de seis días de permanencia en Estación Oroz por parte de las
fuerzas de Mori y a efecto de comunicar personalmente a sus jefes supe-
riores, Espinoza y Matus, las conferencias telegráficas que con él sostuvo
este Ejecutivo, marchó a la sierra, regresando el día 8 de febrero con
450 hombres y trayendo instrucciones de ver.ir a esta Capital para reco-
ger las familias prisioneras como prueba de la buena disposición del
Gobierno.
El Ejecutivo consiguió, de acuerdo con el Cuartel General de Operacio-
nes Militares, de parte del C. Presidente de la República, la devolución de

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 209

familias a la tribu, trató y aún continúa tratando con el aludido Primer Ma-
gistrado, la dotación de las tierras necesarias para que laboren por su
propio esfuerzo, dentro de los medios de la civilización su propia existencia
y ayuden a laborar la existencia de los demás a fin de que sean igualmente
ayudados.
El C. Presidente ha estado proponiendo e insinuando a este Ejecutivo que
la dotación de tierras solicitadas, sea en cualquiera otra Entidad de la Repú-
blica <*>;pero este Gobierno no ha estado' ~nforme ni puede convenir en que
así sea, porque tal determinación nos conduce inevitablemente al fracaso de
los tratados con muy grave perjuicio para la paz del Estado y de la Re-
pública en general, o cuando menos crecerían las dificultades, puesto que el es-
tado sociológico de la tribu, además de ser conocido por su obstinación
en hacer tal o cual cosa, no se avendría fácilmente a abandonar su peque-
ña patria, en vía de concesión en los tratados, que tal vez no comprende-
ría a fondo y por lo mismo desconfiaría de ellos.
Sin embargo, tengo fe en que el C. Presidente convendrá con este Eje-
cutivo, en que no hay solución posible fuera de esta concesión plenamente jus-
tificada y espero que la resolución será favorable, dado que la dotación de
tierras no presenta las mayores dificultades si se pone en parangón desde
luego con las que presenta la contienda."
Después de haber dado por terminadas las pláticas de paz, don Ve-
nusti~no Carranza dio orden al Jefe de Operaciones en Sonora, general
Juan Torres S., de abrir la campaña contra los yaquis; pero el Gobernador
se opuso terminantemente. El Primer Magistrado pidió la aprehensión de De
la Huerta, no siendo obedecido por el gener_al Torres, quien fue destituí-
do del mando con órdenes de entregarlo ral general Juan José Ríos, a lo
que los jefes sonorenses se opusieron. Con igual objeto fue enviado el ge•
neral Manuel M. Diéguez, pero tampoco fue reconocido.
Entonces, pasando por alto al Congreso de la· Unión, el Presidente de la
República declaró desconocidos los poderes de Sonora y nombró Goberna-
dor al señor Ignacio L. Pesqueira en marzo de 1920 y ordenó al general Dié-
guez que, con fuerzas suficientes, lo apoyara. (Los párrafos posteriores a la
transcripción futron extractados de Nociones de Historia de Sonora, del pro-
fesor L. Calvo, Págs. 301/2. Otras fuentes dicen que la movilización mi-
litar comprendió a 8,000 hombres.)
Y con esto vuelve la t,·ibu Yaqui a constituir parte de un grave problema
nacional. Si no fue su problema la causa directa de los sucesos desarro-
llados con posterioridad inmediata a lo acabado de narrar, cuando menos pre-
cipitó los acontecimientos.

( *) Los subrayados fueron hechos por el autor de la crónica.

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210 CLAUDIO DABDOUB

La lealtad, origen de dos Alianzas Políticas

Para quien profundiza un poco en la historia de la raza que ha sido el


terna de esta crónica, y sigue paso a paso sus vicisitudes, es motivo de extra-
ñeza que, a pesar de las decepciones de que ha sido víctima al negársele el
cumplimiento de los varios pactos de paz celebrados, hayan continuando con-
fiando en nuevas promesas.
Y esta confusión se acentúa ante la repetición del hecho en fechas tan
recientes corno las que comprende el presente capítulo, ya bajo regíme-
nes emanados de la revohición de 1910, a la. que tan decididamente apor-
taron los yaquis su esfurzo y su sangre.
El diputado federal por Sonora a la XLIV Legislatura Nacional, señor
Aurelio V. García, que nació, se crió y ha continuado conviviendo con
la tribu, le explicó al autor de la presente obra por qué los yaquis le die-
ron su apoyo a Maytorena cuando éste y Villa rompieron con Carranza.
Don José María Maytorena, Sr., era un riquísimo hacendado guay-
mense que gozaba de las simpatías y estimación de todas las clases sociales.
Sus haciendas San Antonio de Arriba, San Antonio de Abajo, La Misa, La
Huerta y Santa María, se encontraban dentro de la zona de operación de los
yaquis, llegando hasta los linderos de éstos algunas de ellas.
Se recordará que, en páginas anteriores, se ha dicho que los yaquis, en
tiempos de paz, eran la fuerza ·de trabajo en el Estado,. y que en tiem-
pos de guerra, cuando su situación se hacía extremadamente difícil, los que
se encontraban trabajando en las haciendas sonorenses corno peones y va-
queros auxiliaban a los guerreros y, cuando se hacía necesario, los substituían
para que descansaran y se repusieran trabajando en las haciendas.
En unas y otras circunstancias, siempre encontraban abrigo en las labo-
res de don José María Maytorena, señor, con la circunstancia de que, a di-
ferencia de los patrones de su época, don José María era justo, considerado y
caritativo con sus peones, por lo que toda la tribu le tenía gran cariño.
(En contraste, en la hacienda La Europa, de don Rafael Izábal, se encontra-
ron, cuando triunfó la revolución, celdas, cepos, grillos y otros instrumentos de
castigo y tortura.)
José María Maytorena hijo heredó fortuna, cualidades y afectos de su pa-.
dre, e incluso su misma situación política. Consecuente con estos anteceden-
tes, Maytorena hijo vino a ser el pilar del maduismo en Sonora y, en apoyo
del mismo, se atrajo a la Tribu Yaqui.
Se recordará que los maderistas sonorenses fueron combatidos con la co-
laboración de un grupo de yaquis cuyo jefe era Luis Bule. Este se ha-
bía sometido desde 1905; pero sus subalternos Ignacio Morí, Luis Matus

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 211

y Luis Espinosa lo abandonaron al momento de ir a hacer las paces, siendo


con estos últimos c:on quienes Maytorena estaba en contacto por interme-
dio del tenedor de libros de la Tenería "San Germán" (próxima a Guaymas)
y que era don Adolfo de la Huerta, muy querido de los yaquis por los
servicios que les prestaba y tal vez también por el hecho de llevar de su
misma sangre (el padre de don Adolfo, don Torcuato de la Huerta, era
hijo de mujer yaqui, circunstancia que hizo llegar a la gubernatura de So-
nora, primero, y a la Presidencia de la República después, la sangre de
esta raza).
Al estallar el maderismo, los líderes del movimiento en Sonora no tu-
vieron tiempo de actuar ante la sorpresa de haber sido descubierta la co~s-
piración y huyeron a Estados Unidos de Norteamérica, de donde luego re-
gresaron en armas, pero la rapidez del triunfo del maderismo no les permitió
entrar en contacto con los yaquis, que habían quedado sin orientación. ·
Electos Presidente de la República don Francisco I. Madero y Goberna-
d~ del Estado don José Ma. Maytorena (hijo), éste se preocupó, de in-
mediato, por satisfacer las tradicionales . aspiraciones de la tribu, habiendo
ebtenido que una comisión enviada por la misma a México se entrevis-
tara con el Primer Magistrado. El escollo para lograr un arreglo final fue
que Madero pretendía resolver este problema mediante la aplicación de la
reforma agraria, dándole un lote de terreno a cada miembro de la tribu,
o sea que, en 1911, se les colocaba en idéntica situación a la de 1734,
causante de su primera rebelión cuando el Gobernador Huidobro pretendió
darles una pequeña parte de lo suyo y el resto distribuirlo entre gentes ex-
trañas a su raza. <75 > Estas gestiones fueron,. interrumpidas por los sucesos de
la Decena Trágica, seguida der Movimiento Constitucionalista.
Los antecedentes expuestos explican por qué la tribu Yaqui aceptó dar su
apoyo a Maytorena en el Constitucionafü,mo, y por qué, cuando Mayto-
rena y Carranza se distanciaron, las tropas. yaquis que quedaron en Sonora
y Sinaloa, mandadas por sus jefes Francisco Urbalejo, José Ma. Acosta y
Fructuoso Méndez ( que no era yaqui), continuaron con don José María,
pues ante todo eran maytorenistas. La lealtad es una de las características
de esta raza.
Tal vez estos mismos antecedentes expliquen también la preocupación que
mostró don Adolfo de la Huerta en 1916, cuando asumió la gnbernatura pro-
visional por el mismo objetivo que tuvo Maytorena, o sea el reconocimiento a la
Tribu Yaqui de sus postulados de lucha, logrando que el Gobierno Fede-
ral, representado por don Venustiano, diera su aprobación al convenio que,
desgraciadamente, se frustró con los acontecimientos de Lencho, en 1917.
Ante estas pruebas de comprensión y cumplimiento de las promesas he-
chas, también supieron corresponder como ellos lo hacen y lo demostraron con

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212 CLAUDIO DABDOUB

Gándara y con Maytorena: con su lealtad en el momento ofrecido y en


cualesquiera circunstancias.

La tribu Y aqui continúa partici-pando


en los destinos nacionales.
Cita en el Baca.tete

Desde fines del año de 1918 se habían iniciado los trahajos políti-
cos para la sucesión presidencial, cuyas elecciones se verificarían en junio de
1920.
Después de diez añ.os ele luchas en los campos de batalla, en las que las
juventudes mexicanas se habían iniciado desde su pubertad, forjando su ca-
rácter en la vida de las movilizaciones continuas, del redoble de los tam-
bores y de las notas marciales de los clarinés, de los traqueteos de las ame-
tralladoras y el estruendo de los cañones; en que las victorias los acercaban
a la materialización de sus ideales y las derrotas les templaba el alma, ha-
bituándolos a identificar las armas de fuego con la solución de sus proble-
mas,. se veían ahora sumergidos en un ambiente cada vez más caldeado
por las pasiones políticas. Diez años de divisiones ideológicas que dejaron una
poderosa legión de gentes con el pecho y el cerebro corroídos por la hu-
millación y el rencor de la derrota y que constituían el fuego que mantenía
en inquietante ebullición a todo ~l conjunto nacional.
El grupo de exiliados en Estados Unidos, afiliados a la Alianza Li-
beral Mexicana, proyectaba iniciar otra revolución en México, para cuyo oh•
jeto el genera, Felipe Angeles se internó a la República y se unió a Fran-
cisco Villa en el Estado de Chihuahua, tomando Parral y Ciudad Juárez.
En __varias partes del País continuaban en armas distintos gr1,1pos
cuya sumÍsión no parecía poder lograrse.
En estas circunstancias, el general Alvaro Obregón lanzó desde Noga-
les, en junio de 1919, un manifiesto criticándole al Gobierno su incapaci-
dad para resolver éstos y otros problemas, y aceptando figurar como candidato
a la Presidencia de la República, inició su gira de propaganda electoral.
En todo su recorrido hasta la Capital Mexicana fue objeto de gran-
des manifestaciones de entusiasmo y apoyo, que siguieron repitiéndose e~
los Estados del centro y del norte ante la hostilidad, cada vez más fuerte,
de autoridades civiles y militares, hasta darse el caso, en el puerto de Tam-
pico, de ser atropellados los obregonistas por las fuerzas federales de ese lugar,
pues el candidato de don Venustiano Carranza era el ingeniero Ignacio Bo-
nillas (sonorense originario de San Ignacio, aldea próxima a Magdalena).
F,i tales circunstancias, el proceso militar que en México se le abrió al
candidato Obregón acusándolo de complicidad con el general Roberto Ce-

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 213

judo, recientemente amnistiado, fue juzgado como un medio para eliminar


de la lucha al caudillo sonorense quien, suspendiendo su gira, regresó a Mé-
xico y se presentó ante el Consejo Militar que lo había requerido.
Simultáneamente, el Estado de Sonora desconocía al Presidente Ca-
rranza cumpliendo su advertencia hecha a raíz de sus protestas por viola-
ción a su soberanía, afectD.da por ciertas disposiciones federales relativas al
río Sonora y otras de carácter militar, relacionadas con la tribu yaqui, según
se dijo antes, surgiendo el Plan de Agua Prieta; acontecimiento éste que
encauza de nuevo el presente relato hacia su tema central, la tribu yaqui,
y lo transporta hasta el Bacatete. •
Pero teniendo a mano la magnífica obra inédita del general Za-
vala ya citada, en la que platica .su participación en las conversaciones con
los jefes yaquis cuando se trataba de obtener su alianza al Plan de Agua Prie-
ta, y encontrando muy ameno y descriptivo su estilo, lleno de sabor re-
gional, se ha preferido transcribir la parte relativa, en vez de aprovechar
sus datos únicamente:
"Una buena tarde de ese caluroso abril del "veinte", viviendo yo en Es-
tación Lencho, estaba en mi diminuto tankhe (TIENDITA) de dos por
tres metros ocupado en arreglar una carne que pondría a secar para su
venta, cuando una voz a mis espaldas y desde la puerta saludó a la ma-
nera yaqui: "Dios'mchanía".
Tratando de reconocer la voz, contesté a tiempo que volteaba a ver al
recién llegado:
-Diios'm chócori. ¡Claro! era el Güero Méndez, el general Fructuo-
so Méndez. Inmediatamente sospeché alge gordo debido a su intempestiva
visita y a las pláticas que había oído acerca de la campaña electoral del
general Alvaro Obregón para la presidencia de la República; de la hosti-
lidad que le deparaban en todas partes a las que llegaba en su campaña,
hostilidad evidentemente preparada y dirigida por gobiernistas, pues la popu-
laridad de Obregón ganada contra el huertismo y el villismo y su capacidad
organizadora lo hacían presidenciable con el voto de todo el pueblo. Tam-
bién había oído acerca del proceso contra el general Cejudo y como al
ser mencionado el general Obregón en la secuela del mismo, el propio ge-
neral Obregón se había presentado frente a los jueces para ser juzgado,
desbaratando con esto el intento de hacer que lmyera y se anulara como can-
didato. Pero, por lo pronlo, en la puerta se personificaba la aventura en el
simpático Güero con perfiles de aguafuerte.
-Mi general, pase usted. Siéntese -dije aprontando unos cajones que me
servían para exhibir la verdura en venta-. "¡Vieja!", traenos café. del que
tenemos aparte. ¿A qué se debe este milagro, mi general?
-Pues aquí vengo a platicar un rato contigo, capitán. ¿ De modo

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214 CLAUDIO DABDOUB

que te casaste? ¡Pobre hombre! -comentó al tiempo que se sentaba qui-


tándose el sombrero, se acomodaba y cruzaba las piernas con calma y to-
mando su tiempo.
j Capitán! Sin lugar a dudas algo gordo traía, pues me llamaba capitán,
aun cuando estaba yo con licencia ilimitada y tácito era que no volvería al
ejército.
-Capitán, quiero tener contigo una plática seria y reservada. Sé
de tu discreción y que lo que te diga no lo vas a repetir por ahí. Tam-
bién sé que eres de confianza; por eso vengo a verte.
Mientras él hacía este preámbulo, pensé: ¡'un movimiento armado !, pero
me callé. El Güero continuaba: -"Has· de saber ya cómo han estado tra-
tando al general Obregón en su campaña presidencial. Carranza no quiere que
Obregón gane la silla; quiere que un civil sea Presidente; pero es el caso
que el civil apoyado por Carranza no garantiza, políticamente hablando, cua-
tro años de gobierno, pues facultades no las tiene. Carranza se ha consti-
tuído en gran elector, activo, además. Actualmente hay en Sonora, y en
otras partes, un movimiento armado en favor de Obregón, al que se va a ele-
gir presidente si este movimiento triunfa.
El movimiento va a estar encabezado por el Gobernador Adolfo de
la Huerta. Están con nosotros Roberto Cruz, Jesús María Aguirre, Salvador
Alvarado y otros muchos por el estilo, que tú sabes que empujan macizo.
Queremos movernos ráp.idamente sobre Méxjco con gente que se¡.,a lo que
esté haciendo, y que si encontramos resistencia no se tiente el corazón pa-
ra hacer las cosas.
Ya sé que tienes licencia ilimitada; pero te reincorporas con nosotros
y al llegar a México asciendes al grado inmediato superior. Pensamos acle-
. más, ya en México, darles a los cuerpos militares reorganización y prepa-
ración; si ·io solicitas, vas al colegio para oficiales. Bueno, esto en caso de que
lo logremos."
Y así siguió el Güero de esta guisa hablando con entusiasmo del mo-
vimiento que vino a ser el famoso Plan de Agua Prieta.
Desde que me había casado y regularizado en mi vida privada,
me levantaba, todas las mañanas, diciendo: "Yo no me reincorporo al ejército
ni siquiera por equivocación. Ya cumplimos y ya está bueno hacer nues-
tro modo de vivir. Tenemos que establecernos y ya no debo andar brin-
cando cerros a balazos y todo asustado. El comercio me da de qué vivir
holgadamente y con descanso, y, sobre todo, tengo libertad. No tengo ne-
cesidad de ·volver. . . y 1uego la familia. . . de repente aumenta, etc., etc".
Recordaba todo esto mientras oía al Güero que se explayaba entusiasmado.
Pero en lo más profundo de mi conciencia oía los redobles de los tambores
y veía _,los preparativos para el movimiento de los batallones; oía clara-

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HISTORIA DE EL VALLE DEL y AQUI 215

mente los toques de corneta y veía recortarse nítidamente los uniformes contra
el color alazán de las cabalgaduras. Cuando bajo la mirada aguda de mi
esposa, que me atravesaba de parte a parte, la voz del Güero me sacó de
entre mis pensamientos preguntándome:
-¿ Qué dices, hombre, aceptas? -le contesté:
-Mi general, cuente conmigo a la hora que sea.
-En ese caso, te diré que quiero que me acompañes a la sierra del Ba-
catete a ver al Morí para conferencia -agregó mientras endulzaba su café
y me pasaba la azucarera.
¡A la sierra! ¡ Con el Morí ! ¡ Con los indios broncos!
-Ya mandé un emi:!'ario para avisarle a Ignacio Morí, que es el
jefe de los indios broncos. Nosotros lo vamos a esperar en el Guapari para ha-
cer pacto y acuerdo con ellos. Al volver de la sierra y mientras salimos
a México, organizamos la gente para el viaje. Si yo me pierdo de vista,
te presentas al general Alvarado, él ya sabe y te dará órdenes -decía, mien-
tras saboreaba su café y el mío se enfriaba lastimosamente abandonado-. En
nuestro viaje al sur no sabemos qué cosa& vamos a topar, de manera que,
definitivamente, no vamos a llevar mujeres ni familiares de ninguna clase,
dado que necesitamos movernos rápidamente, pues la idea es hacer el viaje
rápido, como zarpazo de tigre. -Se levantó y empezó a despedirse--. "Bueno,
me voy; no tengQ que recomendarte discreción, pues ya sabes que hay que
tenerla. . . o nos va en ello la vida."
-¿ Cuándo vamos a ir a Ta sierra, mi general?
-Vamos a ir a mediados del mes -se caló el sombrero y se despidió-.
Queden ustedes con Dios. . . y perdone, señOTa
,. -agregó, dirigiéndose a mi
esposa- pero usted se casó ·con un militar.

La entrevista en el Cañón
del Guapari

"Cañón del Guapari "se le llama a un paso de acceso a la sierra del


Bacatete que se encuentra frente a Estación Oroz. En este paso se encuen-
'tra una pequeña construcción de cal y canto. que posiblemente fue reducto
de las fuerzas federales, dada la apariencia del mismo, y próxima al re-
ducto se encuentra una noria excavada para el suministro de agua. Ese fue el
lugar de nuestra cita.
Veníamos el "Güero" Fructuoso Méndez, un joven yaqui de razón ape-
llidado Matus y yo, a caballo. Las condiciones eran no portar armas, pues-
to que veníamos en son de paz. El único armado era el "Güero". Llegábamos
al Guapari para efectuar una conferencia con los indios yaquis alzados,
con eI objeto de recabar su ayuda en el movimiento armado que se prepa-

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216 CLAUDIO DABDOUB

raba contra Carranza. La idea era que ellos, los indios, guardaran la reta-
guardia en Sonora. A la entrada del cañón nos recibieron quince indios
armados que nos marcaron el alto y nos pidieron los caballos. Desmontamos los
tres y seguirnos a los indios, según indicación que nos hicieron.
A poco andar encontramos a la indiada toda que rodeaba a sus "co-
banaguas" (gobernadores), que estaban sentados formando un semicírculo,
al que nos acercamos gravemente.
El "Güero" se adelantó hasta quedar dentro del semicírculo, y Matus y yo
quedamos atrás de él, a unos cuatro pasos. La conferencia dio principio y em-
pezaron los tratados. El "Güero" Méndez estaba usando la lengua yaqui y don-
de no encontraba palabras suficientes usaba el castellano. Lo mismo hacían
los yaquis: hablaban en su lengua, pero en los pasajes que el general Méndez
solicitaba, usaban el casteJlano.
Entre otras cosas, se acordó que bajaran a Oroz la mayor cantidad de in-
dios armados que se pudiera; que unos cincuenta yaquis escogidos fungie-
ran como la escolta de Adolfo de ]a Huerta hasta México, bajo las órdenes
directas de un yaqui llamado Francisco Flores, con el grado de capitán. Se
tomaron otros acuerdos de los que no me di cabal cuenta atento como es-
taba a la escena de los "cobanaguas" y el jefe de ellos, Ignacio Mori, indio cha-
parrón, fuerte y de cara du_ra.
Todo lo acordado se traslaclaba inmediatamente al papel, escrito en má-
quina por un joven yaqui de nombre Luis Salcido, jnstruído y que ha-
blaba mglés, además de español y, naturalmente, del yaqui. Su inglés era
del bueno, de escuela, y no solamente lo hablaba sino que lo escribía a la
perfección; había sido educado en la escuela para indios de Phoenix, Ariz.
Otro de los secretarios era Juan Rivera, indio también muy entendido en
esos meitesteres de leyes, escribanías y oficinerías. (También era intérprete
en yaqui, español e inglés.)
Esa misma tarde nos desocupamos de la misión; quedó todo redac-
tado a satisfacción de ambas partes. Restaba ser enviado el escrito a Hermo-
sillo para la firma del Gobernador De la Huerta; pues sin la firma del
Gobernador yori no se movería ni un solo indio. Pero no nos confiaron
los papeles; los llevaría un mensajero yaqui que vendría con nosotros. Para
nuestra sorpresa, el mensajero resultó ser mensajera, una india entrada en
años y en carnes (HA SIDO COSTUMBRE TRADICIONAL DE LOS YA-
QUIS, Y TAL VEZ DE LA MAYORIA DE LAS TRIBUS ABORIGENES DE
MEXICO, QUE LAS MISIO~ES DE PAZ Y EMBAJADAS SEAN DESEM-
PE~ADAS POR MUJERES, QUIENES, EN CUALESQUIERA CIRCUNS-
TANCIAS DE PAZ. O DE GUERRA, SON GRANDEMENTE RESPETA-
DAS). Con· sus enaguas floreadas y su chillona camisa bajo el rebozo

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 217

más estridente, aún oyó las recomendaciones que los "cobanaguas" le ha-
cían al entregarle los papeles, que recibió y guardó bajo su ropa, en el pecho.
En Oroz estaba esperando un tren a la comisión del "Güero" Méndez, que
ahora venía acompañado por la mensajera. La india no se asustó con el tren.
Subió intrépidamente con los "yoris" y salieron a Hermosillo.
Aproximadamente una semana después, quizá ya con noticias de su
mensajera, los indios broncos empezaron a bajar de la sierra en gran nú-
mero a formar campamento en Estación Oroz. Llegaban en grandes parti-
das, llevando a sus mujeres y ocupándose inmediatamente de levantar ra-
madas, mientras las mujeres encendían hogueras para sus comidas. Venían
mal vestidos, pero perfectamente armados y municionados, constituyendo
un contingente de dos mil quinientos combatientes.
A fines de abril llegó al campamento militar de Lencho la orden pe-
rentoria de que la artillería se concentrara inmediatamente a México. . . ¡mal'
síntoma!, las fintas preliminares principiaban. Luego. el 23 de abril se firmó
el Plan de Agua Prieta, desconociendo abiertamente a Carranza. . . y se vi-
nieron los preparativos del choque armado.
A mediados de mayo nuestros telegrafistas de Agua Prieta intercepta-
ron un mensaje cifrado que el Presidente Carranza enviaba a los jefes
ferrocarrileros, en el cual les ordenaba concentrar en Mazatián material ro-
dante suficiente para movilizar ocho mil hombres y efectivos de combate.
Quizá era esto cierto o era un simple sondeo para explorar la actitud de
los firmantes del movimiento en su contra; pero el genera) Angel Flores tomó
pie en esto para levantar el espíritu de lucha exclamando: "¡ Pues bien, vamos
a quitarles la molestia <le venir; nosotros vamo:; a encontrarlos!"
El general Angel Flores era el gen{ral en jefe de las fuerzas adheri-
das al Plan de Agua Prieta. Inmediatamente de recibido el mensaje inter-
ceptado, giró órdenes en el sentido de movilizarnos rumbo a México, la Ca-
pital, y de no detenernos hasta entrar al Palacio Nacional.
Y o me había presentado al general Salvador Alvarado a mi vuelta de
la comisión del Guapari. El general estaba en Torim y en el nuevo plan
de gobierno fungía como Secretario de Hacienda y Crédito Público.
Ya con el movimiento en marcha y la gente abordando los trenes
en el campamento de Lencho llegó el Gobernador De la Huerta para ocu-
par el convoy que usaría en la jornada de dos mil kilómetros a México.
Recibió su escolta de cincuenta yaquis broncos que lo acompañarían a una
vista todo el trayecto.
Con la llegada del Gobernador del Estado coincidió la llegada del ge-
neral Alvarado, quien me ordenó sumarme a la escolta del Gobernador para
que sirviera de enlace entre los indios cerriles y los blancos, atendiendo
a los deseos, pagos y alimentación de la escolta.

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218 CLAUDIO DABDOUB

¡N nada de familias! ¡ U nicamente elementos de combate! Al resultado de


nuestro movimiento, en caso de ser positivo, se mandaría por las fami-
lias; pero mientras tanto ¡ nada de faldas!

Avance sobre la Capital. Los contingentes yaquis y


su escolta protegiendo al Presidente de la República

"Bajo la bandera del Plan de Agua Prieta nos movíamos sobre la Ca-
pital de la República en franca rebelión contra el Presidente Carranza. Va-
rios convoyes militares habían 8alido del campamento de Lencho, en
Sonora, llenos de soldados con todos sus efectivos de combate. Avanzábamos
sobre los rieles a marchas forzadas~ haciendo estaciones únicamente para car-
gar agua y pedir vía libre al sur.
El general Roberto Cruz avanzaba por tierra a varios días de distancia
adelante de nosotros, protegiendo con su caballería los puentes ferrocarrile-
ros que usaríamos en nuestro avance. Desde San Blas, Sinaloa, la caballería
de Roberto Cruz limpió, en su tarea de escoba, a los carrancistas y los em-
pujó hacia el sur, dejando protegidos los puentes para nuestro paso ulterior.
Al llegar a Culiacán, un telegrama esperaba a don Adolfo de la Huerta
con esta sorprendente noticia: "Con esta fecha las Cámaras de Gobierno, Di-
putados y Senadores, se honran en comunicar a usted que le ha sido con-
ferido e] interinato como Ejecutivo de la Nación". También nos esperaban
las noticias de la salida de Carranza rumbo a Puebla.
Cuando se supo que llevábamos al Presidente Interino de la Nación, fue
grande el entusiasmo entre toda la tropa de los trenes. Por la noche conti-
nuamos nuestro viaje a México.
Ah~ra la escolta de yaquis broncos se convertía en escolta presidencial,
que vino a quedar bajo mi mando directo por orden del general Fructuoso
Méndez.
La noticia de la muerte de Carranza mientras salía por Puebla, cla-
mando por fuerzas militares que no le respondieron, la recibimos con filosofía
y resignación. Pero hasta que llegamos a México y supimos los deta11es de la
traición de que fue objeto por parte del asesino, nos conmovió llenando de
desprecio a ese Judas que obró con estúpida iniciativa propia tratando de la-
brarse una posición en el nuevo gobierno, pero que se le quedó colgada como
un dis~riminante sambenito.
En Mazatlán nos esperaba el Guerrero para llevarnos a Manzanillo a
tomar los trenes a México, según itinerario acostumbrado. Llegamos a la
capital de la República el 30 de mayo de 1920. La escolta presidencial se
alojo en el· cuartel de El Chivatito, en C.hapultepec, y yo con ellos. Todos

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HISTORIA DE EL VALLE DEL y AQUI 219

los días el Presidente De la Huerta nos visitaba, inquiriendo qué cosas nece-
sitábamos, y para hacernos ver que no se olvidaba de su escolta.
Apenas transcurridos tres meses, ya la escolta presidencial de cincuenta
yaquis broncos no quería seguir en la capital. Ofrecimientos, ruegos, premios,
nada les hacía mella: querían devolverse a Sonora. Nunca dieron explica-
ciones de por qué querían devolverse; simple y sencillamente, tenían que
volver a Sonora.
No eran los únicos yaquis dentro de los cuerpos militares que habían
sostenido el Plan de Agua Prieta; raro era el que no los contaba entre sus
filas; pero estaban confinados en los cuarteles, fuera de la vista •directa de
los grandes personajes de ]a política. No así esa escolta de cincuenta yaquis
broncos traídos directamente de su sierra del Bacatete, y que estaba presente,
día y noche, en el Palacio Nacional y lado a lado del Presidente Interino don
Adolfo de la Huerta. ¡Y no hubo modo de detenerlos!"
Con los sucesos comprendidos en esta transcripción, terminó para la Tribu
Yaqui un larguísimo período de siglos que en su historia ocupa un amplio
espacio teñido con el púrpura de la sangre derramada por varias genera-
ciones, y el negro luctuoso de las vidas entregadas sin restricción en aras
de la libertad de su nación. ¡ Ante fuerzas superiores, y casi aniquilados sus
cuerpos por el cansancio y la inanición, su alma vigorosa los sostuvo en pie
de lucha por su independ1::ncia, desde un 4 de octubre de 1533 hasta un
día del mes de abril de 1920. En esta fecha lograron ver el triunfo de sus
derechos naturales y que se les viera como seres humanos! ¿ Hay en la historia
universal otro pueblo o raza que iguale este ejemplo de amor patrio?
A partir de entonces se procedió a la desocupación de los pueblos yaquis
por parte de los blancos y mestizos distríbuidos en Potam, Torim, Bacum y
Cócorit, pero habiéndose aprestado a hacer resistencia los de Bacum y Có-
corit, e] Gobierno prefirió demorar su evacuación. Seguramente la tribu acce-
dió a esperar al ve:r que todo lo convenido se le venía cumpliendo; entre otras
cosas, la construcción de iglesias en Bacum, Vicam Pueblo, Potam, Belem,
etcétera etcétera.; se les pagaban haberes a todos los varones yaquis y con-
tinuamente les llegaban trer.es con provisiones y ropa.
El autor de esta crónica no pudo investigar si en la paz de 1920 hubo
algún arreglo respecto a la zona afectada por la concesión adquirida por la
Cía. Constructora Richardson, S. A. para la colonización de la margen izquierda
del río; pero es probable que sí lo haya habido puesto que los aborígenes se
mantuvieron pacíficos hasta el año de 1926.
La rebelión de don Ac1olfo de la Huerta en diciembre de 1923 no alteró
esta situación. ya que aunque era de esperarse que los yaquis lo apoyaran.
no se movieron. Se supone que esto se debió a la aprehensión del general
Fructuoso Méndez, en el estado de Hidalgo, y su fusilamiento, precisamente
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220 CLAUDIO DABDOUB

por su connivencia con De la Huerta; fusilamiento que impidió al general


Méndez ponerse en contacto con la tribu.
Los yaquis que sí participaron en el movimiento, pero en favor del ge-
neral Obregón ( siendo Presidente de la República), fueron los que se encon-
traban dentro del ejército, como los de la división del general yaqui José
Amarillas, de quien el general Zavala escribió la siguiente anécdota:
"Declarada la rebelión de don Adolfo de la Huerta en diciembre 7 de
1923, estaban Obregón y Amarillas en el vagón que al primero le servía
de oficina y quien de repente le espetó al general Amarillas:
"-José, me dicen que te quieres voltear ·con todo y gente.
"-Si no fueras tú quien eres, Alvaro, ya me hubiera volteado; pero
contigo yo y mi gente vámos a donde quieras y te sacamos de cualquier apuro
en cualquier parte y con más razón de aquí, -le contestó el general Amarillas."
Esto fue en La Piedad, Mich., un mes antes del combate de Guitzeo, Mich.,
conocido por el de "Ocotlán".
El último levantamiento de la tribu fue en 1926, cuando en septiembre
12 de ese año asaltaron en Vicam, Sonora, el tren de pasajeros en que viajaba
el general Obregón, y aunque se dice que la causa fue la falta de pago de
haberes y la sospecha de los yaquis de que hubieran sido detenidos en Her-
mosillo los comisionados que fueron a gestionar su cobro, entre ellos el jefe
Juan Rivera, sospecha nacida de su tardanza en regresar, existe también la
versión de que el verdadero origen de esa rebelión' fue el propósito de don
Adolfo de fomentar una revolución, aprovechando l~ peligrosa situación pro-
vocada en todo el país por el conflicto religioso que motivó el nadmiento
del Hamado movimiento cristero, para cuyo objeto se puso De la Huerta en
contacto con los yaquis, dándoles instrucciones de detener el tren, capturar
al general Obregón y esperar nuevas instrucciones.
Otra·~versión más es que el general Obregón provocó la rebelión con
objeto de que se hiciera en Sonora una gran concentración de tropas, para
luego usarlas, según unos, como votantes en las elecciones para gobernador
y lograr imponer al general Fausto Topete; según otros, para respaldar con
ellas su propia candidatura a la presidencia de la República.
Sobre ninguna de estas versiones se conocen pruebas evidentes que les
den valor; y la última parece menos aceptable, puesto que al ingenio del
general Obregón no le hubiera faltado otro recurso que no implicara arriesgar
su propia vida. Desde varios días anteriores a la ida de Juan Rivera a Her-
mosilio, los yaquis habían estado deteniendo los trenes y registrándolos, bus-
cando algo o a alguien, aunque sin tomar nada ni molestar al pasaje. <76 )
Cuando el tren fue detenido en Estación Vicam y quedó colocado entre
las dos líneas de fuego tendidas por los yaquis a uno y otro lado de la vía,
el ge~ral Obregón se puso en contacto con el jefe yaqui, general Luis Matus,

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 221

por medio de emisarios, para conocer el motivo de aquel hecho. Enterado


de la convicción de la tribu de que sus enviados habían sido detenidos en
Hermosillo, el general Obregón y el general Matus convinieron en pedir tele-
gráficamente a Hermosillo que se pusiera a disposición de Rivera y su gente
un tren especial que los llevara a Vicam; pero dio la orden en tal forma que
]os destinatarios comprendieran la situación y mandaran tropas.
El convoy con la comisión yaqui que se encontraba en Hermosillo salió
después del tren de tropas que se le mandó al general Obregón. Enterados
de esto Juan Rivera y sus compañeros, abandonaron su tren en Estación
Peón ( entre Guaymas y Vicam), continuando a pie.
Al llegar a Vicam el primer tren, o sea el militar, inició el fuego sobre
los indígenas y se colocó a un costado del de pasajeros en que viajaba Obre-
gón; inmediatamente se inició el combate que duró casi una hora, suspen•
diéndose a causa de una tormenta que impidió continuarlo.
Protegido el tren por las tropas federales, pudo continuar su marcha al
sur. salvándose el general Obregón y el pasaje.
Y desde ese momento se reinició la salvaje carnicería de tiempos ante-
riores. En el trayecto de los trenes que continuaron de Vicam a Ciudad
Obregón ( entonces Cajeme), los soldados abrían fuego sobre cuanto carrito
de mulas veían sobre los caminos; carritos en los que los indígenas trata-
ban de retirar a sus familias de las zonas de peligro. Niños y mujeres, con-
ductor y animales, quedaban heridos o m\}ertos en el monte.
Los datos de este asalto le fueron proporcionados al autor de esta crónica
por el señor Santiago García <7 a> y por uno de los oficiales de la escolta del
general Obregón; así como que el fuega,. fué abierto por un ametralladorista
que venía en uno de ]os primeros carros del tren militar enviado en auxilio
de] de pasajeros, en cuanto el foco de la locomotora iluminó a los indígenas.
Poco tiempo antes de estos sucesos, había- sido destituido del mando el
general Ignacio Mori, acusado de mal uso o apropiación de fondos de los
ministrados por el Gobierno para la construcción de las iglesias de los pueblos
yaquis y de otras obras, por lo que se le recogieron $ 22,000.00, ganados y
otros bienes y, sin embargo, se le perseguía. El autor del presente trabajo
y un médico amigo suyo que disfruta de la confianza de la tribu, le pregun-
taron al indígena que les platicaba esto último ( indígena de alrededor de
80 años), si e] general Mori había dejado de serle fiel a la raza desde el mo-
mento que pesaba sobre él aquella acusación. El indígena contestó que no,
sino que esto fue parte de la maniobra, sin explicar más, pero dando a entender
que para el levantamiento fue necesario destituir al Mori y poner a otras
gentes en su puesto. No habiendo podido este autor estudiar los archivos
de la Secretaría de la Defensa, no obstante sus gestiones en México, D. F., y

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222 CLAUDIO DABDOUB

careciendo de tiempo para buscar otras fuentes, no le ha sido posible esclare-


cer los diversos aspectos de este levantamiento y de otros anteriores.
Con motivo de este último, entraron a la región más de 20,000 soldados
y varios aviones a perseguir y bombardear a los indios, habiendo sido nom-
brado jefe de la campaña el general Román Yocupicio, nativo del Mayo.
Después de un año de la persecución más salvaje que haya presenciado la
región, pues no fue otra cosa el bombardeo de que fueron objeto cuantas
partidas eran localizadas desde el aire, se hizo nuevamente la paz en noviem-
bre 27 de 1929.
Para el caso, el Gobierno puso a la disposición de los yaquis un tren
que los llevara a México a discutir allá las condiciones de la misma, habién-
dose embarcado alrededor de 400 indígenas, entre ellos sus jefes Ignacio
Mori y Luis Espinoza, no volviendo a saberse más de ellos, quienes confiaron
en que salían en calidad de emisarios de paz, ignorando que el gobierno
los llevaba con el carácter de deportados. Posteriormente se ha sabido en la
región que los generales Mori y Espinoz& murieron en Perote, Veracruz. El
general Francisco R. Manzo, entonces Jefe de Operaciones en Sonora, pre-
tendió embarcar los más posibles. pero la desconfianza de la tribu no se lo
permitió.
En el movimiento "renovador" de 1929 no participó la tribu, optando por
remontarse a "su sierra del Bacatete"; pero si tomaron parte dentro del mismo
los generales Francisco Urbalejo y Lino Morales con algunos indígenas que,
como soldados de línea en el ejército federal, tenían a sus órdenes.
El incidente de 1926, y la rebelión rerwvadora de 1929, interrumpieron
la época más brillante que ha tenido esta iaza después de la que conocieron
con los jesuítas en la época de la colonia.

400 años luchó la tribu Yaquí [XJr sus derechos.


Acuerdos presidenciales

Sin embargo, debe abonársele al Gobierno Federal la nueva actitud asu-


mida ante el problema del Yaqui una vez sofocada la insurrección "renovadora"
de 1929. En enero 16 de 1930 llegó a esta región el ingeniero Guillermo de
la Garza, asimilado al 46 Regimiento cuyo jefe era el Comandante de la 4a. •
Zona Militar general Juventino Espinoza, y ambos, indudablemente por ins-
trucciones superiores, inician una labor de acercamiento con los miembros
de la Tribu, induciéndolos a abandonar sus campamentos de la sierra del
Bacatete y regresar a sus pueblos. A medida que éstos lo hacían, se les
ayudab~ con "haberes" y facilidades para que cultivaran sus labores. Se ini-
ciaron los dcsazolYes de canales de irrigación, para cuyo objeto, en 19.15 S{'

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HISTORIA DE EL VALLE DEL y AQUI 223

constituyó la Comisión de Irrigación del Yaqui, a iniciativa del g~eral Es-


pinoza, y de la cual fue nombrado jefe el ingeniero De la Garza. En 1938
el nuevo jefe de la 4a. Zona Militar, general Miguel Enríquez Guzmán pre-
senta un plan integral de mejoramiento de la zona yaqui, que al haber sido
aprobado sirvió de base para los posteriores trabajos que han venido des-
arrollándose, según podrá apreciarse por los acuerdos relativos que se trans-
criben a continuación: (Por ser un antecedente a los acuerdos anunciados,
transcribimos primero la carta entregada al entonces Presidente de la Repú-
blica, general Cárdenas, por los representantes de la tribu enviados a México
a entrevistarlo, y la correspondiente respuesta del Presidente y que son muy
interesantes por venir a constituir lo que pudiera considerarse la "exposición
de motivos".)
"Al margen izquierdo un sello con el Escudo Nacional que dice: Estados
Unidos Mexicanos.-TRIBU YAQUI.-Pueblos Vicam.-GOBERNADOR.-
Al Centro: Al C. Presidente de la República.-Lázaro Cárdenas.-Palacio
Nacional.-México, D. F., Tenemos el alto honor de poner en su superior
conocimiento de usted que desde hace muchos años esta Tribu Yaqui ha sufrido
mucho. Desde el año de 1533, fecha en que los españoles empezaron la guerra
con el Yaqui, y después en el año de 1838 (SEGURAMENTE SE REFIERE A
LA REBELION ENCABEZADA POR JUAN BANDERAS "JUSACAMEA" EN
1825, INICIANDOSE LAS GUERRAS DEL YAQUI.-LA REBELION DE
1938 FUE LA TERCERA DE JUSACAMEA), principiaron una guerra tenaz
contra eslta Tribu Yaqui para traicionarla; es decir, para acabar con el
Yaqui, no es porque vivían tranquilos, nada. más porque hombres blancos
ambiciosos que están radicados en el Yaqui esos hombres .dan malas
noticias al Gobierno, titulan de bandidos al Yaqui siendo ellos mismos
los promotores de todo, hasta la fecha siguen con la misma idea que tienen
contra esta Tribu Yaqui, según tenemos conocimiento que en la reg10n·
del Yaqui todavía existen los porfiristas del Gobierno pasado, que tienen
expropiado gran extensión de terrenos que pertenecen a esta Tribu Yaqui,
por lo que frecuentemente estamos en pleitos con el Gobierno de antaño de
Sonora. Los terrenos exprcpiados por los blancos que a continuación expre-
samos, el campo denominado los Guarachis está ocupado por un señor de
nacionalidad extranjera cuyo nombre no reconocemos, en el campo que le
dicen Palo Parado también está ocupado por unos blancos, así como también
el pueblo de Bacum y el de Cócorit son terrenos que pertenecen a esta Tribu
Yaquí, actualmente ocupados por los yoris, y por último el punto denominado
Cajeme que actualmente le nombran C. Obregón los terrenos que tienen cul-
tivados en aquel lugar y que están ocupados por los blancos, son propiedades
de la Tribu Yaqui, por lo que los Gobernadores de los ocho pueblos así como

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224 CLAUDIO DABDOUB

todo el pueblo en general rogamos a usted muy respetuosamente a fin de


que los terrenos que nos fueron quitados en época5 pasadas por los hombres
ambiciosos que nos sean devueltos de una manera definitiva, para el progreso
de la Tribu Yaqui, como lo han publicado en el periódico Universal de Méxi-
co de 14 de diciembre del año pasado, ya que el Gobierno de su digno cargo
quiere que YÍYan tranquilamente el Y aqui, solamente de esa manera puede
progresar la Tribu Y aqui sin que lo molesten para nada, por lo que esta Tribu
Yaqui los Gobernadores de los ocho pueblos así como pueblos en general,
jefes, oficiales y tropa quedan muy agradecidos .de usted.-Reitero a usted mi
atenta consideración.-Sufragio Efectivo. No Reelección.-Vicam, R. Y., Son.,
a 17 de febrero de 1937.-. El Gobernador de la Tribu Yaqui.-lgnacio Lucero.
-Rúbrica.':

( Respuesta del C. Presidente de la República)

"Al C. Ignacio Lucero,


Gobernador de la Tribu Yaqui.
Vicam, R. Y., Son.-Méx.
He tenido el gusto de recibir a la Comisión presidida por el C. Capitán
lo. Porfirio Buitimea que en representación de los Gobernadores, Jefes, Ofi-
ciales y Tropa y Pueblos en gena-al de la Tribu Yaqui, ha venido a traerme
un cordial saludo, que mucho les agradezco, esperando tener la satisfacción de
visitarlos en el próximo viaje que haré al Estado de Sonora.
De manos del propio Capitán Buitimea he recibido la solicitud que hace
usted a nombre de toda la población Yaqui, para que le sean devueltos los
terrenos que manifiestan han pertenecido a la propia Tribu Yaqui.
El Gbbierno que presido desea que impere la justicia en todas partes y
se empeña particularmente en que toda la población indígena del Territorio
Nacional, entre en posesión definitiva de las tierras a que tienen derecho, y se
les den las garantías necesarias, que disfruten de paz y que puedan con su
propia esfuerzo y con la ayuda del Gobierno, mejorar sus condiciones cultu-
rales y económicas para bien de toda la familia mexicana.
Con relación a la Tribu Yaqui, el Gobierno reconoce que la actitud Bélica
de ustedes desde la época de la Conquista, fue siempre justa defensa de su;
tierras; parte de cuyas tierras han venido pasando a poder de distintas per-
sonas por venta o donación que hicieron gobiernos anteriores.
Actualmente nos encontramos que en la zona del Y aqui existe una nu-
merosa población que posee pequeñas fracciones de tierras y otros que no
posey.QJtdonada, esperan que eI gobierno aplique la Ley Agraria en las pro-
piedaJes afectables de la región del Y aqui, como en Cajeme y otros pueblos.

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 225

Sin embargo, como existen grandes extensiones de tierras que ni la Tribu


ni la demás población alcanzan a cultivar, el Gobierno considera que a la
Tribu Yaqui debe ponérsele en posesión definitiva de todas las propiedades
y aguas que les sean suficientes para la población que cuenta hoy radicada
en Sonora y también para los contingentes yaquis que por distintas causas se
encuentran fuera del Estado. Y al efecto una comisión designada por este
Ejecutivo, está por terminar el estudio sobre la extensión que deberá reco-
nocerse a ustedes como de su exclusivo aprovechamiento.
A la fecha se está construyendo la Presa de la Angostura, sobre el Río
Yaquí, presa que dará el agua necesaria para irrigar las tierras, proponién-
dose el Gobierno llevar a cabo en toda la extensión que se señale a la Tribu
Yaquí, así como en las tierras de la demás población, nuevos canales de irri-
gación, vías de comunicaciones, saneamiento, escuelas y todo aquello que
pueda ayudar a mejorar sus condiciones de vida.
El Gobierno ve con agrado y con profunda simpatía que la Tribu Yaqui
se esté dedicando a aumentar día a día el cultivo las tierras, y los felicita
por ello, ya que esta línea de conducta de ustedes \<,ene a justificar una vez
más el concepto que tiene el Gobierno de la Revolución sobre la moral y
capacidad de nuestra raza indígena.
El Gobierno Federal está desarrollando un programa de mejoramiento
en el seno de todas las tribus indígenas del país, pero para su eficaz realiza-
ción es indispensabte terminar con las divisiones, odios y rencores que por
culpa de otras generaciones, y también por egoísmos y pasiones de la ge-
neración de hoy, han venido prevaleciendo hasta nuestros días.
En el caso especial de la Tribu Y aqui, debe tomarse en consideración
que los sacrificios y vidas que perdieron durante el largo período de lucha
armada, fueron por igual de una y otra parte y que las consecuencias de
aquella lucha, deben darse por liquidadas ya, para que las nuevas genera•
ciones no hereden las dificultades y las in justicias de sus mayores actuando
en lo sucesivo con un espíritu de cordialidad para bien de toda la familia
mexicana.
En Ta visita que haga a Sonora platicaré con ustedes y con los vecinos
radicados en los pueblos del Yaqui, para dejar terminado este serio problema
que ha subsistido por siglos y por el que se han sacrificado esfuerzos de
toda la nación; esperando encontrar en ustedes mismos un espíritu de com-
prensión y contar también con la cooperación de todo el pueblo de Sonora
a fin de que logremos hacer surgir en toda la región del Y aqui, pueblos
prósperos en que prive la confianza y la alegría.-Reitero a ustedes las seguri-
dades de mi estimación.-Sufragio Efectivo, No Reelección.-México, D. F.,
septiembre 26 de 1937.-El Presidente de la República, Lázaro Cárdenas.''

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226 CLAUDIO DABDOUB

ACUERDO

QUE DICTA EL EJECUTIVO FEDERAL PARA RESOLVER EL PROBLEMA


AGRARIO DE LA REGION DEL YAQUI, ESTADO DE SONORA

!.-Después de los estudios necesarios, hechos por las autoridades agra-


rias federales y por las del Gobierno del .Estado de Sonora, el Ejecutivo de
esa Entida.d dictó los mandamientos posesorios de ejidos a favor de los 13
núcleos de población rural de la Zona del Yaqui. Las posesiones ejidales
correspondientes se ejecutarán el domingo 31 de octubre por la brigada de
ingenieros del Departamento Agrario y de la Comisión Agraria Mixta que ya
se encuentra realizando trabajos de campo en la región de que se trata.
II.-En la tramitación, resolución y ejecución de los expedientes agrarios
de que se hace mérito, se respetará la pequeña propiedad agrícola en explo-
tación, que de acuerdo con la Constitución General de la República y con el
Código Agrario es inafectable, en el concepto de que, por exceso de población
campesina, se hace neces o aplicar la última parte de las fracciones I y 11
del artículo 51 del Código Agrario. Al respetarse las 100 hectáreas de riego,
para cada propietario, en las resoluciones correspondientes queda definido y
asegurado el derecho al uso y mejor aprovechamiento del a~ua para el riego
de las cien hectáreas, con la obligación, para cada propietario de cumplir las
disposiciones legales y reglamentarias sobre este punto.
III.-Servirá de base para los efectos del momento de las afectaciones
ejidales la extensión de 8 hectáreas de tierra de cultivo por individuo, más
la extensión de terrenos para usos comunales, en atención que el régimen de
las aguas es distinto al derecho de propiedad de las tierras en esta zona,
hasta el presente.
IV.-Serán atendidas las gestiones de los propietarios que se presenten
antes de la ejecución de los mandamientos posesorios de ejidos para hacer
uso del derecho que les concede la Ley sobre ubicación de su pequeña pro-
piedad agrícola.
V.-Al darse las posesiones ejidales se concederán los plazos para levan-
tar cosechas, que ordena la ley, en los casos de tierras ya sembradas; tratán-
dose de tierras preparadas para cultivos agrícolas, por conducto de los re-_
presentantes del Banco Nacional· de Crédito Ejidal, se hará la justa valorización
de tales trabajos de preparación, a fin de reembolsar a quienes los hubieran
efectuado, con cargo al crédito de ejidatarios beneficiados con la dotación de
tierras.
VI.-En la reglamentación del uso y aprovechamiento de las aguas se
tendrári en cuenta los· casos en que se registre escasez de dicho líquido, para
que los prorrateos se hagan entre las tierras de riego de las pequeñas propie-

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HISTORIA DE EL VALLE DEL y AQUI 227

dades agrícolas en explotación y las de cultivo concedidas a los e1idatarios,


proporcionalmente a las extensiones y cultivos de unos y otros.
VII.-Los implementos y maquinaria agrícola con· los cuales se hayan
venido trabajando las tierras que se doten de ejidos, y que quieran vender
sus propietarios, serán adquiridos desdé luego por conducto del Banco Na-
cional de Crédito Ejidal, ron cargo al crédito de los ejidos que los vayan a
aprovechar, previa justipreciación en cada caso.
VIII.-Por conducto de la Secretaría de Agricultura y Fomento se re-
solverán favorablemente las peticiones que desde luego le presenten los agri-
cultores que contribuirán a las dotaciones ejidales de que se trata, para que
en las extensiones de tierras que no están abiertas al cultivo, situadas entre
la margen izquierda del río Yaqui y la margen derecha del río Mayo, se les
señale la porción en la cual habrán de llevar a cabo trabajos de fracciona-
miento sujetos a la Ley de Colonización, en la extensión y zona que oportu-
namente se precisarán con derecho al uso y aprovechamiento de las aguas
de la presa en construcción en Angostura y en la cantidad que también se
señalará en terrenos sin agua para pastos o usos colectivos, sin costo alguno
para ellos, por concepto de tierras y de aguas.
IX.-A la tribu yaqui se le concede toda la extensión de tierra laborable
ubicada sobre la margen dtrecha del río Yaqui, con el agua necesaria para
riegos, de la presa en construcción de La Angostura, así como toda la sierra
conocida por "Sierra del Yaqui", a cuyos componentes se les proveerá de los
recursos y elementos necesarios para el mejor aprovechamiento de sus tierras.-·
Al efecto el Departamento Agrario procederá inmediatamente a efectuar )a
planificación de toda la zona mencionada' a fin de que el Ejecutivo Federal
pueda expedir· 1a titulación definitiva a los núcleos de población de la propia
tribu; por su parte la Secretaría de Agricultura y Fomento dotará a los
mismos núcleos de población de la tribu con pies de cría de ganado vacuno,
caballar y cabrío que se aclimate en la región y que más convenga a la tribu
y para el debido aprovechamiento de los pastos comprendidos dentro de la
extensión que se les reconoce; la Comisión Nacional de Irrigación ejecutará
• los trabajos que se requieran dentro de los terrenos de la tribu para el riego
de los mismos, así corno las obras de saneamiento, caminos y demás cons-
trucciones que se estimen indispen.c;ables para el desarrollo y progreso de las
familias indígenas de la población yaqui.
Al considerar este Ejecutivo de mi cargo todos los aspectos que se rela-
cionan con el cumplimiento del programa agrario de la Revolución en la
importante zona del Yaqui, reconoce y espera la cooperación que se requiere
de todos los propietarios agricultores de la misma, que por igual están obli-
gados a observar una actitud de patriotismo cuando se trata de aplicar la

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228 CLAUDIO DABDOUB

Ley, como se está haciendo en toda la República.-SufragioEfectivo, No Re-


elección.-Palacio Nacional, 27 de octubre de 1937.-El Presidente Constitu-
cional de los Estados Unidos Mexicanos, LAZARO CARDENAS.

• • •
(Como resultado de la junta que celebraron el día 19 de febrero de
1938 con el señor Presidente de la República los titulares de las Secreta-
rías de Educación Pública, de Agricultura y fomento, de la Asistencia Pú-
blica y de la Defensa Nacional y de los Departamentos Agrario, de Salu-
bridad y de Asuntos Indígenas, reunión a la que asistieron también el
general Miguel Enríquez, comandante de la Zona Militar de Sonora, y el in-
geniero Guillermo de la Garza, que presidirá la Comisión de Fomento Agrícola y
Ganadero de las Colonias Yaquis, el C. Primer Magistrado de la Nación
expidió el siguiente ACUERDO a ]as dependencias antes citadas):
"El Gobierno Federal, siguiendo su propósito ·de prestar la atención es-
pecial que merece la población indígena, ha estudiado con todo cuidado
el problema de la tribu yaqui, principalmente en sus aspectos de trabajo,
de educación y de salud en que se encuentran hombres, mujeres y niños,
observando en estos últimos años un franco empeño de la misma tribu a
dedicarse al cultivo de las tierra~, a la cría de ganado y a formar sus pue-
blos para dejar la vida errante que se vieron obligados a seguir debido a la
campaña que sostuvieron dentro del territorio del Estado de Sonora.
Una observación muy halagadora es la que nos presenta la propia tribu
al interesarse de manera empeñosa por la escuela para la educación de sus hi-
jos, demostrando con esta actitud que no es rebelde a la civilización y que
por sus Q<>ndicionesde raza fuerte y por su inteligencia natural, puede cons-
tituir la base de una •población vigorosa y útil para el país, si le propor-
cionamos los medios necesarios para mejorar sus condiciones de vida.
El estado de salud de un alto porcentaje de la población yaqui es de-
primente, debido especialmente a la mala alimentación y a la falta de atención
médica, y considera el Gobierno que esto puede remediarse pronto, en virtud
del espíritu de traba jo que priva en el ánimo de la tribu para hacer produ-
cir la • tierra y el interés también que ponen al facilitar la labor de los
médicos.
Atendiendo a todas estas circunstancias, ratificadas por el informe ren-
dido por el C. general Miguel Enríquez, jefe de la 4a. Zona Militar, en el es-
tudio que hizo de las condiciones que prevalecen actualmente en el seno de
las CQlonias Yaquis, y tomando en cuenta también las peticiones hechas por
la Cornisión integrada por los jefes yaquis que últimamente entrevistaron al

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 229

suscrito, se dictó ayer en la junta celebrada con los titulares de las depen-
dencias que deben intervenir para desarrollar el programa señalado por el
Ejecutivo en las colonias de la tribu ya qui, como sigue:
Secretaría de Agricultura: Nombrará una Comisión de Fomento Agrí-
cola y Ganadero de las Colonias Yaquis y dispondrá la realización de las
obras de irrigación necesarias, ministración de sementales, implementos, di-
rección agrícola y refacción económica previa a las operaciones que des-
pués de un año se harán con el Banco Nacional de Crédito Agrícola.
Secretaría de Educación Pública: Desarrollará intenso plan educativo
mediante la fundación de escuelas, ministración de profesores y útiles en co-
laboración con el
Departamento de Asuntos Indígenas: Atenderá al mejoramiento del In-
ternado Indígena existente y verá que rinda el máximo beneficio.
Secretaría de la Asistencia Pública: Establecerá casas de maternidad
y jardines de niños en el seno •de las propias colonias resolviendo cuantos
problemas sean de su jurisdicción.
Departamento de Salubridad: Ejecutará el total saneamiento de la Re-
gión.
Comandancia de la Zona Militar de Sonora: Dará contribución y apoyo
para facilitar la labor de la Comisión de Fomento Agrícola y Ganadero.
Del Gobernador del Estado, se solicitará su cooperación a la labor dis-
puesta, para reducir la venta e introducción de bebidas embriagantes en la zo-
na que abarca toda la región del Río Y aqui, incluyendo Ciudad Obregón.

ACUERDO

La Secretaría de Agricultura dispondrá que la Comisión de Irrigación


proceda a hacer las obras complementarias para el riego de las tierras de la
propia tribu yaqui. •
La misma Secretaría de Agricultura ministrará a estos colonos los ani-
males e implementos de traba jo que sean necesarios, dotándolos a la vez de
pies de ganado vacuno y cabrío para formar los ranchos ganaderos den-
tro de la zona que se le reconoce a la tribu yaqui como de su propiedad
definitiva.
Para dirigir las obras de riego, distribuir los implementos y la maqui-
naria y dirección de los trabajos agrícolas, la Secretaría de Agricultura nom-
brará una comisión y se llamará de "Fomento Agrícola y Ganadero de las Co-
lonias Yaquis" y que, radicará en Vicam, encargada exclusivamente de
esta labor.

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230 CLAUDIO DABDOUB

La Secretaría de Agricultura y Fomento a través de la Comisión pro-


porcionará por el primer año agrícola a los elementos de la tribu que no per•
ciban haberes, los préstamos indispensables para su sostenimiento que debe-
rán reintegrar de las cosechas, debiendo, la propia Comisión, organizarlas
dentro del primer año para que en el siguiente puedan ya trabajar con sus
propios elementos u operar con el Banco Nacional de Crédito Agrícola.
La Comisión de Fomento Agrícola y Ganadero se encargará de hacer las
obras necesarias para dotar de agua potable a los pueblos de las colonias ya-
quis, cubriendo el importe c!.eestas obras el D~partamento de Salubridad.
La Secretaría de Educación Pública procederá a la construcción de las
escuelas necesarias en las colonias yaquis y le prestará especial atención al
ramo educativo de estas colonias en colaboración con el Departamento de Asun-
tos Indígenas.
Este Departamento verá que el Internado Indígena que existe en la zona
del yaqui, tel'lga todos los elementos que reclama el mismo para que
su labor sea eficiente.
La Secretaría de Asistencia Pública mandará un delegado a v1s1-
tar las colonias yaquis con objeto de establecer casas de maternidad y jar-
dines de niños en el seno de las propias colonias.
El Departamento de Salubridad atenderá desde luego las necesida-
des sanitarias de las citadas colonias del Yaqui, dotándolas dt serv1c10s
médicos indispensables.
La Comandancia de la Zona Militar y la Comandancia de la Zona Ya-
qui, colaborarán con la Comisión de Fomento Agrícola, prestándole su apoyo y
colaboración para el mejor éxito de su cometido.
Las -:i:Comandanciade las Colonias Yaquis entregará a la Comisión de, FO·
mento Agrícola el inventario de los implementos y maquinaria agrícola que
el Gobierno ha proporcionado hasta hoy para la tribu.
Hágase del conocimiento del C. Gobernador del Estado de Sonora
este acuerdo, rogándole dicte las medidas de cooperación para el desarrollo
del programa de traba jo y educación de las colonias de la tribu yaqui,
muy especialmente sus instrucciones en el sentido de que se fije una zona que
abarque toda la región del Río Yaqui, inclusive la población de Ciudad
Obregón que está considerada como centro de trabajo, en la que se prohi-
birá totalmente la venta e introducción de bebidas embriagantes.
Dado en el Palacio del Poder Ejecutivo Federal, en la Ciudad de México,
D. F., a los 19 días del mes de febrerc de 1938.-EL PRESIDENTE CONS-
TITlJfIONAL DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICA OS LAZARO CAR-
DENAS.

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HISTORIA DE EL VALLE DEL y AQUI 231

A los CC. Gobernadores de los ocho


pueblos de la Tribu Yaqui
Presente.

Al inivitar a ustedes para reunirnos en este lugar fue como ya expuse a


ustedes, con el fin de salvdarlos y hacerles conocer personalmente el pro-
pósito del Gobierno de la Nación Mexicana de atender con todo empeño
a la solución de los problemas que tiene la población indígena.
He podido conocer hoy, por ustedes mismos, su insistencia en que se man-
tengan los límites de las tierras de la Tribu Yaqui en los puntos que por
tradición recuerdan ustedes existían como linderos en 1740, pero que a tra-
vés del tiempo se han venido modificando por la radicación de distintos nú-
cleos de población, autorizados por gobiernos anteriores.
Nos encontramos ante una situación que el Gobierno viene a explicar a
ustedes, haciéndoles conocer que en todas las naciones del mundo la pobla-
ción excedente se va coloeando en los espacios de tierras en donde no hay
quienes la cultiven. El Gobierno actual encontró que la Tribu Yaqui reclama
la restitución de tierras que desde hace mucho tiempo están en poder de va-
rios pueblos y que una extensa zona también reclamada por la Tribu es-
taba en poder de distintos propietarios que la utilizaban c~mo criaderos
de ganados, descouociéndoles oficialmente toda esta zona como de propie-
dad de la propia Tribu, pero en vista de la justicia que le asiste en su
reclamación, y consecuente el Gobierno con su programa de distribución de
tierras, dictó sentencia en el mes de octubre del año de mil novecientos
treinta y siete reconociéndole la propiedaq.. eri una extensión aproximada de
cuatrocientas mil hectáreas qúe comprenden los terrenos señaládos en lo~
planos respectivos.
El Gobierno al señalar la zona que debe corresponder a la Tribu Yaqui
ha tomado en cuenta su población actual que tiene dentro de la misma zona
así corno la que hoy se encuentra sirviendo al Ejército en varios lugares del
país, y también la que está radicada en los Estados Unidos y que debemos
reintegrar a México para aumentar nuestra pob1ación.
La extensión marcada a la Tribu se cQnsidera suficiente para que pueda
desarrollarse con amplitud y será respetada como de su exclusiva propie-
dad; en la inteligencia de que para la irrigación de todas las tierras labora-
bles, le será señalada el agua necesaria de la presa de la '~Angostura" que
se construye actualmente sobre el río Yaqui y que quedará concluida en dos
años.
El Gobierno de la República ve con simpatía los esfuerzos que ha ve-
nido haciendo la tribu por la restitución de sus tierras, y atendiendo a sus
sacrificios realizados, que también han sido grandes de parte del resto de

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232 CLAUDIO DABDOUB

Ia Nación, está procurando elevar las condición de vida de la población indí-


gena, dándole aquellos ele~entos que no podrían obtener si contaran sólo
con las tierras, y es por ello que el propio Gobierno espera de la serenidad
y comprensión de los Directores de la tribu que sabrán apreciar las razones
expuestas aquí, para encontrar una solución que liquide definitivamente las
diferencias que han existido entre la tribu y el resto de la población mexi-
cana para mantener el conjunto en completa armonía y dar así mayor fuerza a
nuestra propia nacionalidad.
Por todo lo anterior se hace necesario que ustedes se preocupen por or-
ganizarse para el mejor aprovechamiento de sus tierras, para mejorar
sus habitaciones y para 'higienizar sus pueblos, y de esta manera aumen-
tarán su población y asegurarán en su poder la extensa zona que hoy se· re-
conoce a la tribu.
Es muy loable el propósito de ustedes de establecer los ranchos de ga-
nado en los terrenos propios para el criadero, que cuentan con aguajes, y para
ello se espera el informe de ustedes, relativo a en cuántos lugares desean ha-
cerlo para que se les proporcionen los pies de ganado propios para la región.
En cuanto al corte de madera, podrán hacerlo cuando ustedes lo deseen ya
sea para sus usos domésticos o para su venta.
La solicitud de ustedes relacionada con las salinas en explotación, ya
es atendida por la Secretaría d_e la Economía Nacional, y esta misma de-
pendencia ha ordenado hoy el ~stablecimiento de almacenes, en Vicam; que
se encargue de adquirir el trigo de ustedes, tomándolo al precio señalado
por el Comité Regulador ·de Subsistencias, para garantizar así, a ustedes,
una mayor utilidad en sus productos agrícolas.
La Comisión Nacional de Irrigación construirá desde luego nuevos ca-
nales p~ra aprovechar las avenidas del río, en toda la extensión de tie-
rras que" logren ustedes abrir al cultivo, en tanto se termina la presa de la
"Angostura".
Tengo conocimiento de que Belem, Guírivis y Ráhum se encuentran des-
habitados y para repoblar estos tres pueblos, así como para formar los nue-
vos de Bacum y Cócorit, el Gobierno está dispuesto a ayudarles para sus
construcciones, sugiriéndoles sí la conveniencia de que se busquen los luga-
res más apropiados, sobre todo donde pueda haber agua potable en el su~-
suelo, para las necesidades de la población.
Por lo que hace a los templos que ustedes solicitan les construya el
Gobierno, les hago saber que las leyes de la Nación Mexicana señalan la in-
dependencia entre el Estado y la Iglesia. Por lo tanto, al propio Gobierno co-
rresponde atender otros servicios muy importantes, como el de la instrucción
púbH~, el de la salúbridad y otros a los que se les dará atención especial
en beheficio •de los pueblos de la Tribu Y uqui.

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HISTORIA DE EL VALLE DEL y AQUI 233

Debo manifestar a ustedes que por el conocimiento que tengo ~e la zona


y por las observaciones recogidas durante mi estancia en ésta, he podido con-
firmar que existen algúnas diferencias entre elementos de la tribu por las
tierras de cultivo o por la explotación de las maderas. Con objeto de que
pueda conservarse la armonía entre toda la población de la tribu Yaqui, les
sugiero la conveniencia de que ustedes mi&mos señalen las jurisdicciones de
cada uno de los ocho pueblos, para que dentro de ella, puedan desarrollarse
sin dificultades ni conflictos. •
Por último, en lo que se refiere a los Destacamentos que cubren algunos
puntos de la Sierra del Y aqui, el Gobierno está de acuerdo con la petición de .
ustedes, de concentrarlos a sus matrices, siempre que ustedes se obliguen a
mantener el orden y a convencer al grupo de la tribu Yaqui que aún
se mantiene alzado en la sierra, a que deje su actitud y se radique en el
lugar que ustedes estimen conveniente.
El Gobierno· de Ia República tiene absoluta confianza en el porvenir de
l~ Tribu Yaqui y ustedes deben tenerla en el Gobierno emanado de la Re-
volución, que ha establecido como punto fundamental de su programa, la li-
beración de nuestra valiosa población indígena.
Reitero a ustedes las seguridades de mi atenta y distinguida conside-
ración. SUFRAGIO EFECTIVO, NO REELECCION. Potam, Son., a 10
de junio de 1939. EL PRESIDENTE DE LA REPUBLICA, LAZARO ~
DENAS.

( Sobre derechos de agua)

ACUERDOS A LAS DEPENDENCIAS FEDERALES PARA EL BENEFI-


CIO SOCIAL Y ECONOMICO DE LAS TRIBUS YAQUIS.
Con fecha 12 de junio de 1939 el C. Presidente de la República dirigió
la siguiente comunicación al C. Gobernador de Sonora:
C. Gral. Román Yucupicio, Gobernador Constitucional del Estado.

PRESENTE:

El Ejecutivo Federal ha dictado con esta fecha acuerdos a las respecti-


vas dependencias federales para que se intensifiquen los trabajos relativos
a la construcción del Sistema de Riego en el río Yaqui, en su margen de-
recha, para el aprovechamiento de las aguas de la presa de la "Angostura"
en los terrenos de las Colonias de la tribu Y aqui ; terrenos que les han
sido reconocidos por resoluciones Presidenciales de octubre de 1937 y 10 de
junio en curso.
La Secretaría de Agricultura y Fomento procederá a reorganizar la Co-

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234 CLAUDIO DABDOUB

misión de Fomento Agrícola, a fin de que proceda desde luego a elaborar un


plan coordinado de acción en beneficio de las Colonias Yaquis.
Con relación a las aguas que almacenará la presa de la "Angostura" e1
Gobierno Federal, tomando en cuenta las necesidades de la tribu Yaqui y la
conveniencia de que se arraigue la Tribu en el cultivo de las tierras y con-
tribuya por este medio a resolver su propio problema económico, aumen-
tando a la vez la producción agrícola de la región.

RESUELVE

I.-La Tribu Yaqui podrá disponer, durante cada año agrícola, has-
ta la mitad del caudal que se al:mac,enará en la presa de la "Angostura" para
fines de riego de sus propias tierras.
II.-Las extracciones deberán corresponder a las necesidades agrícolas de
su zona irrigable en la margen derecha del citado río, independiente-
mente del aprovechamiento de las aguas no controladas en la presa de la
"Angostura".
IIL-La tribu Yaqui tendrá derecho a disponer de dichas aguas a me-
dida que las tierras de su propiedad que vayan abriendo al cultivo, lo
reqmeran.
IV.-La tribu Yaqui deberá poner más actividad en desmontar la ma-
yor extensión de tierras que le sea posible para el mejor aprovechamiento
de las aguas.

LA COMISION DE FOMENTO AGRICOLA PROC,EDERA

a)".lA señalar en los terrenos antes mencionados, la zona de cultivo


dominable por los canales que constituyen el Sistema. Hará el proyecto y la
construcción, igualmente, de los canales de riego y de drenaje correspon-
dientes. Planeará el desarrollo agrícola-ganadero del Sistema, complementán-
dolo con el desenvolvimiento de pequeñas industrias agrícolas, la planeación
de colonias para la población de la propia tribu, incluyendo servicios sanita-
rios, de agua potable, alumbramiento, etc.
b) .-A organizar las Cooperativas, señalándose su funcionamiento
c) .-A construir la red de carreteras dentro del Sistema.
de acuerdo con las necesidades de la región y con los lineamientos fijados
por la Secretaría de la Economía Nacional, y,
Las escuelas est~blecidas dentro de la Jurisdicción de la tribu Yaqui
pasar~n a d~pender del Departamento de Asuntos Indígenas, inclusive la Es-

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 235

cuela Primaria de la Estac-ión de Vicarn, debiendo dicho Departamento in•


tensificar desde luego el programa educacional en la región, creando
todas aquellas escuelas que exija la población escolar de la tribu. Al Inter•
nado Indígena deberá traerse el mayor número de alumnos de la propia
tribu, para preparar allí los futuros colaboradores de la obra que habrá de
mejorar las condiciones de estas Colonias.
La Secretaría de la Economía Nacional dejará establecida, en Vicam, una
estación de almacenes para adquirir el trigo que se produzca en la zona, al
precio señalado por el CQmité Regulador de Subsistencias. La misma Se-
cretaría de la Economía Nacional dictará un acuerdo para que en colabo-
ración con la Comisión de Fomento Agrícola y con el Departamento de
Asuntos Indígenas, se establezcan las Cooperativas de Consumo necesarias para
evitar la explotación en los artículos de primera necesidad.
La Secretaría de Hacienda y Crédito Público, con cargo a una de las
partidas de la Comisión Nacional de Irrigación, pondrá desde luego a dis-
posición de la Comisión de Fomento Agrícola la suma de $120,008.00
( CIENTO VEINTE MIL OCHO PESOS), que se destinarán a la prolonga•
ción y ampliación del canal Marcos Carrillo; a la apertura del canal de
riego y a la instalación de dos plantas de bombeo para el núcleo de pobla-
ción que va a establecerse frente al pueblo de Cócorit; a la prolongación
del canal de riego por bombeo denominado luan M. Tetabüae, para la co-
lonia Yaqui que radicará frente a Bacum y a la terminación del canal de
Bataconcica.
Las dependencias federales concurnran con la Comisión de Fomento
Agrícola, prestándole el apoyo necesari9 para que pueda desarrollar el pro•
grama que se le ha señalado.
Los padres de familia de la tribu Yaquí deberán corresponder al es•
fuerzo que hace la Nación, prestando su colaboración más amplia a la obra
educativa que realice el Departamento de Asuntos Indígenas, enviando a to-
dos sus niños a las escuelas, con el fin de que se preparen debidamente y
puedan en su mayor edad, resolver con más facilidad sus propios problemas.
Las autoridades federales prestarán su apoyo a las autoridades del Es·
tado, para que se cumpla con la prohibición de la venta de bebidas alcohó-
licas en toda ,la región de la tribu Yaquí.
Reitero a ustedes las seguridades de mi atenta consideración.-Sufragio
Efectivo, no Reelección.-Internado Indígena, Vicam, Son., 12 de junio de
1939.-Lázaro Cárdenas.
(Los documentos y acuerdos anteriores fueron tomados de la obra
Las Tribus Y aquis de Sonora, del profesor Alfonso Fabila. Apéndice, páginas
Nos. 295/313.)

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236 CLAUDIO DABDOUB

CAPITULO XI

LA TRIBU YAQUI EN LA ACTUALIDAD (1961)

Población, camcterísticas físicas


y morales, idioma,

En 1617 el misionero jesuíta Andrés Pérez de Rivas calculó la pobla-


ción yaqui en más de 30,000 individuos, diciendo que era la tribu más
numerosa en el Noroeste.
Actualmente se desconoce su número exacto, pero según el plebiscito ve-
rificado por representantes del Gopierno Federal en enero de 1958 para re-
conocer a una de las dos autoridades civiles que tenía cada uno de sus
pueblos, <*>se contaron 1,558 jefes de familia y varones mayores de 18 años,
que hacen estimar la población indígena concentrada en su propio territorio
en alrededor de 8,000 personas.
Además, en los campos agrícolas del Valle viven trabajando como peones
gran cantidad de yaquis cuyo número se ignora ; en las reservaciones de Gua-
dal.upe, P04cua, Scattel (así la pronuncian los yaquis) y otras que el g'o-
bierno de Norteamérica les asignó cerca de Tucson, Ariz., hay otra gran
cantidad de ellos, y mucho más en el resto de nuestro Estado, en Vera-
cruz y otros lugares del País, los que han estado regresando a su tierra
-desde que ésta se ha visto favorecida con la tranquilidad de la paz y el
trabajo. (De sus colonias en Arizona han regresado muy pocos, retenidos
por la tranquilidad que han encontrado alTá, sus propias casas, tierras, ga-
nado y comodidades; pero vienen frecuentemente a visitar su tierra, parti-
cularmente en ocasión de sus festividades religiosas, haciendo el viaje en
sus propios automóviles.)

(•) La duplicidad de .autoridades era debida a Ua división de la tribu en dos gru-


pos: civjistas y militaristas. Los primeros son los que no aceptan someterse al Go-
bierno Nicional, •y los segundos los asimilados al Ejército.

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 237

Tal vez no sea exagerado estimar en alrededor de 15,000 los miem-


bros de esta tribu, cantidad que aparentemente es baja puesto que la ten-
dencia humana es de aumento constante, pero debe tenerse presente que
con las razas aborígenes de México ha sucedido todo lo contrario, pues
desde los tiempos de la colonia se observó que rápidamente se reducía su
población a consecuencia del agotamiento producido por el exceso de tra-
ba jo a que era sometida, su alimentación deficiente, las enfermedades, el
desamparo en que vivían los que se fugaban, etc., etc.
En consecuencia, nuestra primera reacción debe ser de asombro al
ver que, no obstante lo anterior y la guerra que casi ininterrumpidamente sos-
tuvieron los yaquis durante varios siglos, aún existan esos 15,000.
Lo" 8,000 aborígenes que se estima viven actualmente en la zona ya-
qui, se encuentran diseminados en los pueblo::; de Pueblo Nuevo de Cócorit,
Loma de Guamúchil, Loma de Bacum (civilistas), (*) Bataconcica (militaris,
tas), Toris (civilistas), Estación Vicam (militaristas), Vicam Pueblo (civi-
lis~as, Potam (civilistas), H uirivis (civilistas) : Pithaya (militaristas), Rahum
(civilistas) y otros menores, siendo los más poblados los de Potam, los dos
Vicam y Bacum. Es raza muy prolífica, pero el índice de mortalidad es ele-
vadísimo; se estima que de diez hijos se les mueren seis. Las familias
con 4 hijos sobrevivientes son muy comunes.
De los primitivos ocho pueblos perdieron Cócorit y Bacum al quedar éstos
fuera de los límites fijad•J8 a su territorio en junio de 1939, por lo que,
línea de por medio, junto a Bacum levantaron los de Loma de Bacum y
Bataconcica y, en substitución provisional de _Cócorit, los de Nuevo Pueblo
de Cócorit y Loma de Guamúchil, en tant<> se les reintegran los originales,
pues consideran q_!le son suyos por derecho.
Respecto al territorio perdido, aunque no pretenden su desocupa-
ción mediante el retiro de los pobladores actuales, sí desean se les reco-
nozca su derecho hereditaifo sobre el mismo, que les fue confirmado por los
Reyes de España según pergamino que obra rn su poder. (Este pergamino
lo vio el general Zavala cuando el general Méndez entrevistó a los jefes
yaquis en el Guapari, en 1920; y también el ex diputado federal Aurelio V.
García vio, en fecha posterior, una copia del mismo obtenida de España
por nuestra Secretaría de Relaciones, la que venía certificada por el Rey don
Alfonso XIII, aunque ni uno ni otro recuerdan la fecha de expedición del
pergamino ni el nombre del rey que lo firmó.)
El indio yaqui continúa conservando sus principales cualidades físicas

( *) Grupos predominantes según el censo de 1958.

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238 CLAUDIO DABDOUB

y morales: alto ( de 1.74 mts. de estatura promedia) , delgado, musculoso, re-


sistente aI esfuerzo físico, piel cobriza, cara alargada, ojos regulares y
muy negros, dentadura fuerte y blanca; nariz semiaguileña, pelo lacio, abun-
dante y muy negro.
Es muy bien plantado, pues a su característica de ser alto y delga-
do aúna la de ser muy erguido. En realidad, es altivo, pues a su presencia
física agrega la arrogancia que le da su carácter enérgico y seguro de sí
mismo.
Seguramente ha de ser muy interesante para los antropólogos el hecho de
que estas características raciales se han conservado más acentuadamente en-
tre los miembros del grupo civüist~ o sea el rebelde a cualquier tran-
sacción que signifique· abdicación de alguno de sus principios o derechos.
A los mayordomos y peones no les gusta que se les repita cómo hacer su
trabajo, sino que se les diga lo que han de hacer y se les deje el resto a
su iniciativa. Para quien 110 conoce su carácter y los supone acostumbrados
a servir a sus pa!rones, es sorprendente que cuando se encuentran en sus
pueblos no se muestren dóciles o serviciales, sino altivos con quienes no
son de su raza.
Expresión del elevado concepto que tienen de sí mismos, es su actitud
cuando reciben la visita de funcionarios de gr~n categoría, y aun de Presi-
dentes de la República, o cuando ellos salen a entrevistarlos foera de su
propio territorio. Con toda dignidad saludan de mano al tiempo que se medio
descubren la cabeza y, hablándoles de tú, les exponen sus problemas con
la cara levantada, voz fuerte y segura, y sin subterfugios.
Platica un _testigo presencial que cuando en 1939 vino el general Lázaro
Cárdenas, entonces Presidente de la República, a hablar GOn los gobernado-
res de la tribu para hacerles ver la necesidad de que yaquis y gobienio ce-
dieran -~n sus puntos de vista, a fin de poder darle solución al problema
ya qui, el general Cárdenas recorrió uno a uno los ocho pueblos y, finalmente
en Vicam, tuvo una asamblea con los ocho gobernadores de ellos. En todo es-
taban ya de acuerdo, excepto en la negativa del gobierno a reconocerles sus
antiguos linderos. A Ias explicaciones del señor Presidente de la República
respondía el Gobernador representativo de la tribu ( que siempre es un ya-
qui de los más ancianos) :
-"Es que cuando el gobierno fue derrotado ... "
El general Cárdenas le hizo la observación de que el gobierno no había
sido derrotado, e invitó al Gobernador a continuar:
-"Tú sabes que cuando el gobierno fue derrotado ... "
Reiteró el general Cárdenas su explicación de que el gobierno no fue de-
r r~do; q~e tenía muchos miles de soldados, armamentos y aviones con qué

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 239

pelear, pero que prefería hacer un arreglo pacífico ~ que precisamente por
eso estaba él ahí; que en ese entendido, continuara:
-"Mira, Presidente, cuando el gobierno fue derrotado y nos vm1e-
ron a pedir la paz ... " El general Cárdenas respondió:
-"Bueno, el gobierno fue derrotado. . . sigue, pues."
Y efectivamente, como decía el Gobernador yaqui, ellos nunca pidieron
la paz ni se rindieron. A través de su larga historia podrá verse unas ve-
ces, y deducirse otras, que siempre se les ofreció la paz por medio de
emisarios, y que cuando ellos la propusieron alguna vez, fue con condicio-
nes, sin omitir nunca la elemental para la tribu: la desocupación de su te-
rritorio.
En su trato con los extraños a su raza, los yaquis son serios y extre-
madamente reservados y hasta simulan no entender el castellano, dando la im-
presión de ser huraños. Pero son todo lo contrario, pues a diferencia del
resto de los aborígenes del País, que son callados y tristes, el yaqui con-
vi~ con los suyos en broma continua, entrediciéndose burlas y puyas, ju-
gando y correteando, aun después de un día de intensa labor.
Sor: muy limpios en sus personas, trabajadores, eficientes y honrados.
Las mujeres, con características físicas similares, aunque de ca'ra más ovalada y
carácter risueño y dócil, son, por regla general, bonitas.
Aunque en el párrafo anterior se dice que s.on trabajadores y así se
les considera en los ranchos del norte de Sonora, actualmente, en el Valle
del Yaqui se les tiene en el concepto de flojos, t~to entre los cont,ra-
tistas que han hecho trabajos de desmontes en sus tierras, como entre el per-
sonal de los bancos oficiales que los refaceion~n y los agricultor~s que los
ocupan en sus campos agrícolas, en contradicción con las expresiones que de
ellos han dejado escritas algunos obispos que los visitaron en épocas ante-
riores, militares que los trataron durante mucho tiempo durante el régimen
de don Porfirio Díaz, y agricultores que, todaví~ hace 15 años, cuando en
esta región se cultivaban· grandes extensiones de arroz que tenía que ser
cortado con hoz y por tareas, pedían gente a los gobernadores de la tribu,
pues cada yaqui hacía fácilmente el doble de las tareas que lograban los
peones ajenos a su raza. Lo mismo sucedía en otros trabajos.
¡Alguna razón muy poderosa debe haber en el cambio experimentado y que
se concreta al Valle del Yaqui ! •
Pudiera ser efecto de la liberalidad con que se les trató desde 1920
proporcionándoles alimentos, ropa, dinero para sus gastos y hasta para sus
festejos, todo sin mediar esfuerzo u obligación de su parte como reciproci-
dad; sistema que desde 1930 ha tomado la forma de habilitaciones, refaccio-
nes y salarios para sus trabajos agrícolas, ganaderos y marítimos, creándo-
les la conciencia de ser acreedores a estos beneficios, sin constituirse en

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240 CLAUDIO DABDOUB

deudores de algo, ya que ellos consideran que esta r ráctica es sólo compen•
sación por los terrr.nos que se les han quitado.
También pudit;ra deberse su falta de entusiasmo por trabajar sus tierras
a las deficiencias oficiales: avíos retrasados, salarios retelnidos hasta por
más de mes y medio, cargos hechos en sus cuentas por mercancías no entre•
gadas o por trabajos caros y mal hechos, cosechas de las que no ven producto
ni beneficio, etc. ( Quejas escuchadas por el autor de esta crónica cuando
las han presentado al C. Gobernador del Estado, señor Obregón, y a fun-
cionarios federales que los han visitado.) • Y como siempre se ha preten-
dido explotarlos (y aún se hace), ellos se rehusen a permitirlo.
El caso de la raza yaqui ha sido muy delicado y ~omplejo, por ser un
problema preponderantemente humano provocado por las ambiciones y pre-
juicios del yori ( como designación genérica de blancos y mestizos), en opo-
sición a la razón y a la justa defensa que la tribu ha hecho de sus dere-
chos naturales y hereditarios; intereses opuestos que la comprensión y el
profundo sentido humano de dos hombres, don Adolfo de la Huerta y el ge-
neral Lázaro Cárdenas, han sabido conciliar; aunque sin alcanzar a evitar la
situación que se comenta.
La solución dada a este problema seguramente ha sido la más justa y
adecuada, pero probablemente la falla provenga de su forma de aplica-
ción y de la deficiencia de un factor elemental que interviene en ella:
el elemento humano a que tan acertadamente hizo alusión el general Calles
en una ocasión.
Pero el aspecto más triste que presenta la raza yaqui concentrada en
su territorio, posiblemente como consecuencia de su poca dedicación al tra-
bajo, es su creciente afición al alcoholismo, que está extendiéndose también
al uso de estupefacientes, cuyas plantas cultivan en sus propios terrenos.
Pasando a otro rasgo de su carácter, han demostrado poseer todavía
el estoicismo de sus antepasados. Hoy corno antes, permanecen imperturbables
ante su propio dolor, ya sea físico o moral.
Recientemente, un niño de alrededor de diez años se abrió un pie
de un hachazo. Cuando una misionera católica le vio vendado y sucio el pie,
lo sentó en una silla, le quitó las vendas y, careciendo de suficiente elemen-
tos, le lavó lo mejor posible la herida, se la desinfectó con alcohol en
la carne viva y le puso yodo antes de volver a vendarlo. Pese al intenso do-
lOI"de estas curaciones, el chamaco solamente apretaba las dos manitas
sobre las orillas del asiento de la silla, pero no se le oía la menor queja,
ni se le veía gesto alguno de dolor.
Impresionante fue otro caso sucedido en 1957. Un camión lleno de
indígenas chocó contra otro vehículo, volcándose e incendiándose, resultando
muchos muertos y heridos entre los yaquis. Regados cadáveres y heridos en

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 241

el lugar del accidente, no se oían lamentos, lloros ni gritos. Frente a un


par de cadáveres, uno sobre otro en cruz, estaban paradas dos mujeres indí-
genas, como si ellas también formaran parte del grupo de curiosos; pero
ante su inmovilidad y la persistencia de su mirada sobre aquellos cadáveres,
alguien les preguntó que si quienes eran los muertos, respondiendo la ma-
yor de ellas: "uno es mi hijo y el otro mi marido ... "
. De inteligencia clara, el yaqui aprende fácilmente cualquier oficio o tra-
bajo. Muy al principio de es~a crónica se dio a conocer la descripción que
el Obispo don Pedro Tama.rón y Romeral C. R. Acosta, Pág. 103) dejó escrita
sobre el particular, confirmada posteriormente por el general Angel García
Peña, diciendo que los yaquis eran la fuerza de trabajo en Sonora, sir-
viendo como peones de campo, vaqueros, mineros, buzos, marinos, trabaja-
dores domésticos, etc.
También se vio que como soldados no, tuvieron par, y que así como muy
pronto asimilaban la disciplina militar,· obtenían los grados jerárquicos más
- elevados. Para ellos no tuvo secretos el armamento moderno, habiéndole pro-
porcionado al Ejército Constitucionalista magníficos artilleros ·y ametrallado-
ristas. En el Ejército Nacional figuraron en los grados elevados, entre
otros, el co.ronel Agustín Chávez, el general Francisco Flores, el general
de Brigada Lino Morales, los generales de División Francisco Urbalejo y
José Amarillas. (Estos dos últimos ocuparon las jefaturas de distintas zonas
militares.)
Actualmente, en el Valle del Yaqui, son tractoristas, choferes, mecáni-
cos, herreros, músicos, etc.
Hablan el dialecto yaqui y puede ..t1segurarse que todos entienden y ha-
blan el espaiiol. Entre ellos hay muchos que hablan, además, ·el inglés, y lo
escriben.
En sus cuarteles tienf'n arregladas oficinas en las que tramitan todos
los asuntos de sus pueblos, equipadas con escritorios, sillas, máquinas de
escribir, etc.
Los primeros misioneros que los trataron se asombraron de su facilidad
de palahra, y decían que eran muy buenos oradores, cualidad que no han per-
dido y que deja asombrados a quienes los oyen por primera vez, pues se ex-
presan con orden, claridad y fuerza.

Religión

Los .yaquis nunca practicaron el canibalismo, ni los sacrificios a los


dioses; tampoco se tienen noticias de que los hayan adorado; pero sí prac-
ticaban la hechicería.
Una vez que admitieron en su seno a los misioneros católicos, con en-

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242 CLAUDIO DABDOUB

tusiasmo abrazaron la religión que éstos les enseñaron y a ella han per-
manecido fieles hasta nuestros días, conservando sus ritos, ceremonias y
celebraciones con apego extraordinario a la liturgia del Rito Romano. Los cam-
bios recientemente adoptados por la Iglesia Católica Romana no han que-
rido aceptarlos. Cuando el padre misionero que frecuentemente los visitaba ( al-
rededor de 1957) y les dio a conocer el cambio de la celebración de la
Resurreción del Señor, ellos lo escucharon muy atentos, sin decir palabra.
Al pretender el padre· que adoptaran la nueva modalidad, ellos dijeron: "para
los yaquis, el Sábado de Gloria es el sábado. . . es el costumbre ... ", y
así han seguido celebrándola.
Desde luego, la religión católica la entienden y la interpretan en una
forma que es resultante de sus antiguas creencias, de sus costumbres y de su
estado cultural, lo que no es fenómeno exclusivo de ellos, sino del hombre
en general; pero indudablemente que debe ser motivo de admiración el que pe-
ae a la ignorancia en que han vivido, hayan moldeado sus propias costumbres
dentro de un patrón moral conformado por el catolicismo.
Sus conmemoraciones religiosas son muchas, dada su gran afición a las
fiestas, siendo las más importantes la de Semana Santa, el día de los Fieles
Difuntos, la Navidad, la Epifanía ( el 6 de enero, en que cambian sus autori-
dades) ; pero a la que conceden importancia primordial es a la dedicada a la
Virgen del Camino, o Visitación dt:;la Santísima Virgen a su prima Isabel; ce-
lebración que se verifica el 2 de julio. Para esta celebración se reúnen en
Loma de Bacum todos los demás pueblos trayendo sus mejores matachi-
nes y danzantes en general. (Anteriormente la reunión se hacía en Bacum,
cuando todavía era suyo.)
La autoridad y servicios religiosos los desempeñan los maestros y sa-
cristanes .{temastianes, en yaqui). De unos y otros hay varios en cada
pueblo, pero uno de los maestros es el principal o jefe de los demás y
encargado de cuidar· el templo del poblado y dar servicio en el mismo;
a éste le llaman Maestro Y oohue, y temastimole al sacristán mayor. A las
mujeres dedicadas a los menesteres de las iglesias les llaman tenanchis.
Los maestros son designados por sus mamás, desde niños, para este
oficio, entregándolos a los instructores religiosos para que les enseñen las
costumbres y tradiciones de su raza, la lectura y uso del misal, sus obliga- -
ciones, etc.
Los chapayecas (fariseos) actúan como autoridades civiles en Semana
Santa y también cuando los pueblos quedan sin dichas autoridades entre el
término de las salientes y el principio de las nuevas, cada fin de año. (Tri-
bus ~\quis, Alfonso Fabila, Pág. 256.)
Tmito los chap<,t1ecas como los danzantes (pascolas, matachines, coyo-

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 243

tes, venados, etc.) y demás componentes de su organización religiosa, lo son


por manda que sus padres han ofrecido con motivo de alguna enfermedad gra-
ve en la niñez de sus hijos, pidiéndole a Dios su curación.
Es notable cómo, a pesar de sus múltiples vicisitudes, han conservado
sin alteración sus prácticas religiosas, de lo que es otro ejemplo ( además
de los ya expuestos) la costumbre de dar los toques del angelus, costumbre
que un padre misionero que visitaba a los yaquis le platicó al autor de esta
crónica, y que el señor profesor Alfonso Fabila describe como sigue: (Tribus
Y aquis, Pág. 188) :
"El tamborilero, entre los militares, ocupa el segundo lugar de ·honor:
primero es el Alférez. Cuando el tamborilero da los tres toques del día re-
glamentarios, lo hace de la manera siguiente: por ejemplo en la tarde y pre-
cisamente a la metida del sol, antes de que esto suceda, calienta en una
pequeña lumbre su caja y después de templarla se la cuelga en la cintura y
frente a la cruz que se halla delante del cuartel, comienza dando modalida-
des rítmicas al instrumento. Suave, fuerte, lento, rápido, y al verificarlo
realiza reverencias en forma de cruz y en cada brazo del signo dobla la ro-
dilla, vuelve de vez en vez su cuerpo para que el sonido llegue hacia los cua-
tro puntos cardinales. Cuando el tamborilero comienza, las autoridades civi-
les, militares y religiosas indias que se hallan en el cuartel, se levantan
y se alinean marcialmente ceremoniosas, dando la mirada al Oriente. Per-
manecen silenciosas, como estatuas. Al concluir el tambor, todos se santi-
guan y dicen: Ave María Purísima. Entre tanto ocurre esto, los niños que
andan por las inmediaciones gritan: Ave ~arfa ... Ave María ... "
Todo lo anterior es demostración de cómo en la tribu Y aqui •la religión
católica ha formado una segunda naturaleza que conforma todos los actos de
su vida, ayudándoles a conservar sus tradiciones, sus costumbres, su unidad
y su moralidad.
En este último aspecto, la circunstancia de que desde hace varios años
no tengan sacerdotes misioneros ha provocado un relajamiento de la cohesión
y costumbres hogareñas, pues se ha extendido mucho el amasiato y el aban-
dono de una esposa por oi:ra, que es un principio de disolución familiar.

Forma de Gobierno

La tribu Y a qui está regida por autoridades civiles, autoridades milita-


res y autoridades religiosas, todas estrechamente ligadas. De estas últimas
ya se trató en el sub-capítulo precedente. Cada pueblo tiene las suyas y
son independientes de las de los demás pueblos; pero cuando algún asunto

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244 CLAUDIO DABDOUB

afecta a toda la tribu, entonces se reúnen y deliberan bajo la dirección o


presidencia de uno de los gobernadores ( cobanáhuacs) designados al efecto.
Las autoridades civiles yaquis ( que también son judiciales), se compo-
nen de: un Gobernador o Cobanáhuac Mayor, auxiliado por otros más,
cuyo número depende de la importancia del pueblo, y un pueblo mayor
como principal de otros más, cuyo número, al igual que con los Goberna-
dores, varía según la población de la localidad.
El Cobanáhuac Mayor es el poder ejecutivo y sus órdenes las transmite
a través de los demás gobernadores, en orden jerárquico, pasándoles su bas-
tón de mando, para hacerlas llegar a quien corresponda. En sus negocios es
auxiliado por un secretario.
Es designado anualmente por elección popular; pero con mucha anti-
cipación a las elecciones, los Gobernadores en funciones seleccionan a los can-
didatos y paulatinamente reducen su número por eliminación, hasta dejar los
más favorecidos por sus cualidades; proceso en el que intervienen los Pueblos.
Cuando la selección final no es lograda por difícil, resuelven mediante
consulta individual con algunas de las mujeres, de dondl: resulta la decisión.
El C. diputado Aurelio V. García, de quien ya se ha hecho mención: le plati•
caba al que esto escribe, que al preguntarles a los yaquis por qué consultan
a las mujeres, ellos le respondieron que porque no hay madre que desee u·n
mal para sus hijos. Y el padFe misionero Cruz Acuña, que trató mucho
a la tribu, le platicaba a este autor su observación de que estas mujeres
consultadas son algunas de la tribu, no todas, pero que nunca pudo saber sus
cualidades o los motivos de tal distinción.
Una vez hecha la selección final, que es por completo secreta entre
quienes participan e ignorada en absoluto por los candidatos, se convoca a
asamblep del pueblo, en la fecha acostumbrada ( del 15 al 31 de dic.) y se
da a saber el resultado para conocer la opinión del pueblo. Si éste la aprue-
ba, el candidato es persuadido para que acepte, pues siempre rehusan acep-
tar ante la responsabilidad que el cargo implica y las muchas ocupaciones
que deben desempeñar, desatendiendo sus trabajos o labores, su familia y
cuanto sea de su interés personal, con la circunstancia de ser cargo hono-
rífico.
Logrado lo anterior, se da a conocer púbiicamente mediante el redoble
del tambor por tres veces consecutivas; entonces la multitud irrumpe en gri-
tos de alegría y atronar de cohetes, para luego continuar con la elección
del resto de los gobernadores.
Los cobanáhuacs duran en su cargo un año, pero sujetos a las siguientes
moda,lidades: si su actuación es buena, cumplen su período; si es mala, son
dep~stos en cuanto la falta lo amerite, y, si son eficientes y al llegar la fe-

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 245

cha de nuevas elecciones no han logrado finiquitar algún negocio de impor-


tancia iniciado por ellos, se les deja otro año ( explicación dada al ~utor por
:mo de los jefes yaquis) .
Los "Pueblos" de una localidad constituyen el Congr('so, teniendo voz
y voto en las deliberaciones de los gobernadores, en las que su intervención
pudiera definirse como de "consejeros". Sin embargo, la fuerza de su auto-
ridad es tanta, que en un caso dado tienen facultades para oponerse a la
• actuación de los gobernadores y hasta provocar su destitución; son escogidos
entre ex-gobernadores, siendo vitalicio el puesto.
La autoridad judicial se constituye con la reunión de "gobernadores" y
"pueblos", actuando éstos como acusadores o como defensores del reo.
Todas las reuniones y ceremonias de las autoridades yaquis son solemnes,
mesuradas y ampliamente deliberadas hasta obtener conclusiones suficiente-
mente estudiadas y aceptadas corno definitivas.
En las asambleas públicas participa todo el pueblo, hombres y mujeres
con voz y voto, aprobando al unísono, o reprobando, las proposiciones que
se le hacen.
Los asuntos de interés general siempre son tratados en asamblea y al
aire libre, o en locales suficientemente amplios para que puedan concurrir
todos los que lo deseen. Cuando reciben la visita de un funcionario estatal
o nacional, no inician sus exposiciones en tanto no se encuentren presentes to-
dos sus "cobanáhuacs" y "pueblos", y siempre que los miembros de su co-
munidad tengan acceso franco y fácil a la reunión, sea quien sea el funcio-
nario.
En cuanto a la autoridad militar, 111mayor jerarquía la representa el Al-
férez, luego el tamborilero y les siguen el capitán Yoohüe o primero, capitán
segundo, etc., en orden descendente siguiendo la misma graduación de nues-
tro ejército nacional.

Costumbres

Su organización social principia en el hogar, que es el centro de su vida.


Se casan muy jóvenes (la mujer desde que entra a la pubertad, generalmente),
pero ha sido práctica tradicional que los padres de ambos contrayentes cele-
bren el compromiso matrimonial de sus hijos desde que éstos son niños.
La autoridad hogareña es compartida por ambos esposos y la ejercen
sobre sus hijos hasta que éstos son grandes; sin embargo, aún casados, los
vástagos respetan y aceptan la autoridad de sus padres. Las personas mayo-
res son acreedoras a respeto y consideraciones.
La formación de los hijos la inicia la madre, enseñándoles sus tradicio-
nes, costumbres y leyes, la religión católica, sus obligaciones, a leer y escri-

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246 CLAUDIO DABDOUB

bir cuando ella sabe, etc.,. etc. Ya mayores, los padres continúan la forma-
ción del joven. Son muy celosos de la instrucción de sus hijos y muy poco
afectos a confiar ésta a terceras personas. Se ha dado el caso de que al
aceptar enviar a sus niños a una escuela o a aprender catecismo, asistan ellos
a presenciar las clases para tener la seguridad de que no va a haber desvia-
ción en la instrucción.
En cuanto a los niños, es tanto su interés por aprender que, según pla-
tica una catequista católica que los ha tratado mucho, cuando les daban cla-•
ses de escritura y lectura eran tantos los alumnos, que estas misioneras optaron
por comprarles pelotas y otros juguetes a fin de que mientras unos niños es-
tudiaran, otros jugaran, pues no era posible darles clases a todos simultánea-
mente. Sin embargo, tuvieron que hacer esto último en virtud de que en
cuanto empezaban a dar sus clases, los niños a quienes les correspondía ju-
gar dejaban de hacerlo para escuchar las lecciones.
Igual interé~ están demostrando los adultos en los pueblos en que se les
dan clases nocturnas, particularmente en Vicam. Lamentablemente, el profe-
sorado destinado a la tribu yaqui no ha demostrado tener empeño y compren-
sión para satisfacer estas ansias de saber.

Situación económica actual

De las 20,000 hectáreas que el gobierno federal tiene aprobado abrir


al cultivo en el territorio yaqui, ya se encuentran 16,000 en producción. Para
el objeto, los indígenas han venido siendo organizados en sociedades locales
colectivas de crédito ejidal, existiendo actualmente 77 grupos con un total
aproximado de 1,600 miembros.
Podría suponerse que esto fuera suficiente para que la tribu se encontra-
ra en estadp por completo bonancible; pero debe considerarse que con un pro-
medio de 10 hectáreas en el noroeste, cultivadas con trigo, maíz o frijol no
es posible el sostenimiento de una familia, pues aún en el supuesto de que
obtuviera de ellas la producción promedia del valle, que en trigo es de 2,000
kgms. por hectárea, que por 10 hects. daría un ingreso de $ 3,000 anuales, o
sean $ 8.50 diarios, es éste un ingreso inferior al salario mínimo actual de
$ 14.00. Pero además, estos remanentes, cuando los hay, se aplican al pago
de desmontes, nivelaciones, maquinaria, servicios médico-asistenciales, etc. En
realidad~ los yaquis viven del salario que devengan como peones de sus pro-
pias labores, de sus cortes de leña y de otros ingresos que se procuran para
subsistir, y de sus haberes aquéllos que están asimilados al ejército.
Como la mayor parte de estas tierras todavía están muy desniveladas, los
rendimientos son muy bajos y arrojan pérdidas. Sin embargo, ya algunas
de las ·J:;ociedades ejidales yaquis empiezan a producir utilidades (las que

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 247

tienen terrenos nivelados y, sobre todo, buenos jefes) que les permiten cubrir
la habilitación, abonar a cuenta de la refacción concedida para desmontes y
compra de maquinaria y obtener remanentes.
También fue organizada una cooperativa de pescadores y, pese a las de-
ficiencias que pueda tener, los resultados han venido siendo favorables.
Entre los miembros de la tribu hay quienes individualmente explotan 30,
40 y hasta 90 hectáreas, o que tienen sus ranchitos ganaderos.
Todo lo realizado en el aspecto de la superación económica de esta ra-
za ha tomado mucho tiempo y ha requerido grandes inversiones de dinero
por el hecho mismo de que se ha empezado a hacer todo, es decir, nada había
anteriormente, pero el obstáculo más grande ha consistido en vencer los
fracasos propios de la experimentación iniciada y, sobre todo, vencer la des-
confianza, muy explicable del indígena, y encauzarlo por sendas de traba jo,
organización y disciplina a que no puede estar acostumbrado quien, genera-
-ción tras generación, se vio obligado a formarse en la guerra para defender
su patrimonio territorial, sus costumbres y su independencia.
Los resulta<los que vienen observándose parecen justificar la esperanza
de que pronto los yaquis corresponderán a .tales esfuerzos, para su propio be-
neficio y de la nación.

Problema soda!,

Habiéndose logrado ya la pacificación del Yaqui bajo las condiciones más


razonables y justas permitidas por la realidad de las circunstancias, y pues-
tos en práctica diversos y sucesivos programas de trabajo y mejoramiento so-
cial de la tribu, muy completos y costosós, los i:esultados ya debieran ofrecer
un panorama realmente halagüeño.
Sin embargo, no es así, aunque debe reconocerse que mucho se ha lo-
grado y que se trata de un problema muy complejo, como son los sociales.
Por los decretos y acuerdos que del Gral. Cárdenas se dieron a conocer
en páginas anteriores, relativos al tema que viene tratándose, puede verse
que al problema se le buscó una solución integral, y que los programas tra-
wdos y ejecutados pueden considerarse como los más adecuados: acondiciona-
miento de las tierras para su explotación; organización de los miembros de
la tribu yaqui en sociedades ejidales para trabajar en forma colectiva; suministro
de maquinaria y medios económicos para trabajar la tierra; organización de
cooperativas pesqueras; explotación ejidal de la ganadería; construcción de es-
cuelas: dotación de agua potable; implantación de servicios sanitarios y
asistenciales; construcción de carreteras; intervención del Departamento de
Asuntos Indígenas para orientar la labor educativa; etc., etc.
Sin embargo y no obstante que han transcurrido ya veinte años (1939-

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248 CLAUDIO DABDOUB

1960) desde que se ordenó e inició el programa, ni se ha logrado su reali-


zación completa ni ha rendido los frutos que eran de esperarse.
Los aspectos del proyecto que han recibido atención mínima, pese a ser
les más trascendentales, son: el instructivo-educativo y el médico-educativo.
El instructivo se ha venido atendiendo mediante el establecimiento de
escuelas en los principales poblados, pero éstas han carecido de. muebles y
elementos de trabajo, sobre todo, de profesorado consciente de su misión. El
educativo se inició hace muchos años, pero muy pronto se abandonó.
El segundo aspecto de los dos mencionados, o sea al médico-sanitario, es
grave porque amenaza con extinguir a esta raza -si el problema no se atiende
con rapidez y energía, extinción que no ha ocurrido gracias a la fortaleza
físicainnata de estos hombres. La alimentación en extremo deficiente, el tre-
mendo desgaste de energías sufrido generación tras generación y la casi nula
atención médico-sanitaria que se les proporciona, han desarrollado en esta tribu
un conjunto de enfermedades que milagrosamente no han acabado con ella:
y a pesar del pleno conocimiento que se tiene de este hecho, se ha dejado
abandonado a este numeroso grupo humano, que sufre impotente las mordidas
del basilo de Koch y de los parásitos intestinales; el dolor de ver nacer
muertos a sus hijos por insuficie~cia vital, o el de que mueran en sus pri-
meros años por desnutrición.
Al Gral. Lázaro Cárdenas no le pasó desapercibido este aspecto tan grave
de la raza de que se trata y ordenó la extensión de los servicios de asistencia
social de la Secret~ría de Salubridad, pero tropezó con el problema nuestro
ya mencionado antes: "la falta de elemento humano". Los servicios asisten-
ciales no han respondido a su compromiso social. Al hospital le falta atención,
personal y medicinas.
Otro factor que entorpece el éxito de los programas planeados para la
completa inforporación de este grupo a la vida nacional, es la explotación de
que han venido siendo objeto por parte de militares y líderes de su propia
raza corrompidos por los mismos que deben ayudarlos a superarse.
lns~ucción, salud y confianza de los yaquis hacia los realizadores del
progra1')a rehabilitador, son condiciones esenciales para que los primeros apor-
ten su estuerzo decidido en favor de su propia superación.

Considera.cwnes generales

Los juicios qu<' sobre la tribu yaqui se formen los lectores después de
finalizar este capítulo, serán, probablemente, muy diversos y hasta encon-
trados. Es posible que la mayoría coincida en juzgar que se ha sobreestima-
do a este grupo aborigen y se ha gastado demasiado dinero en beneficiarlo.
Adt:zmás, hay quienes pretenden que se imponga al mismo la organiza-

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI

c10n administrativa, política y juríchca mexicanas a fin de incorporar a sus


miembros a nuestras leyes y costumbres, con los correlativos derechos y obli-
gaciones, argumentando que actualmente aparecen como formando un estado
dentro de otro, o como menores de edad.
Respecto al primer párrafo, es oportuno mencionar las dos principales
actitudes que el hombre de cultura occidental ha asumido frente al proble-
ma indígena: Una, acabar con el aborigen por considerarlo un obstáculo pa-
ra el civilizador, por su incapacidad para evolucionar y adaptarse; actitud
condensada en la famosa frase: "El mejor indio es el indio muerto."
La otra actitud, sencillamente humana ( cristiana por excelencia), lucha
por la incorporación del indio a las corrientes culturales y económicas de la
época, negando toda diferenciación, en cuanto a aptitudes morales o espiritua-
les, derivada de orígenes raciales, económicos o culturales; concepto que siem-
pre constituirá un galardón glorioso para las naciones ibérie!as, y el más pre-
ciado de nuestro movimiento social de 1910. •
Que este esfuerzo de incorporación indigenista se haya concentrado a la
región del Y aqui, se debe a una sola razón, clara y decisiva: la tribu yaqui
no ha conocido la dese~peranza ni la pasividad .. ; ha luchado resueltamente
por la reconquista de sus derechos humanos.
La experiencia de esta tenaz lucha sin paralelo histórico, que durante el
período gubernamental de don Porfirio Díaz le costó a la nación más -de
S 120,000,000.00 (cuyo valor actual superaría la proporción de 1 x 15), viene
a demostrar: que ni la fuerza militar era la solución del problema indígena
del Y aqui, ni que sea demasiado y mal gastado ~o invertido en la reincorpora-
ción de este núcleo humano a nuestra naciomtlidad.
El criterio claro y profundamente humano de don Adolfo de la Huerta,
primero, y enseguida del Gral. don Lázaro Cárdenas <* >. criterio que hasta la
fecha ha continuado observando el gobierno federal, es el que ha dado solu-
ción justa y satisfactoria a un problema nacional que ya era secular.
En cuanto a la opinión de que a los yaquis debe serles implantado nues-
tro sistema político-jurídico, conviene considerar que la mentalidad formada
en la cultura occidental es muy diferente a la formada en la cultura indíge-
na, como lo son los conceptos que el occidental tiene, por ejemplo, sobre el
tiempo, o respecto a principios de derecho, dt> 1'ls que tiene el oriental.
La comprensión de estos aspectos etnológicos fue, indudablemente, la que
permitió a los misioneros jesuítas haber obtenido con estas razas un éxito que
no ha sido superado por nadie más, pues bajo su dirección permanecieron

( *) Que el autor de esta obra reconozca tus cualidades humanas del general Cár-
denas, no significa que comparta su ideología.

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250 CLAUDIO DABDOUB

los yaquis en paz durante más de cien años, se elevó su nivel cultural y sus
miembros se constituyeron en los más fuertes productores agrícolas, ganade-
ros y artesanales de todo el noroeste. Pero lo primero que hicieron los misio-
neros fue aprender su dialecto, idiosincracia, organización política, económica
y social, respetándolas y adaptándose a ellas.
La obra que el gobierno federal ha venido realizando con la tribu Y aqui
es digna de ser conocida y apreciada; pero solamente ha faltado un elemen-
to esencial: "Hombres adecuados para llevar a feliz término el programa; hom-
bres con más disposición al apostolado que al oro."

CAPITULO XII

NACIMIENTO DE UN EMPORIO AGRICOLA

Primeras obras del sistema de irrigación


del Valle del Y aquí

Para poder comprender y· juzgar los hechos históricos, así como la con•
ducta de los hombres que en ellos intervinieron, es preciso conocer la época
y las circunstancias en que los primeros se desarrollaron y los segundos ac-
tuaron.
De donde resulta necesario presentar un breve bosquejo, cuando menos,
de la situación imperante en México en la época en que se iniciaron los acon-
tecimientos comprendidos en esta segunda parte de la presente crónica y en
que fue concebido el Valle del Y a qui.
La estructuración económica de la Nueva España iniciada a raíz de la
conquista de Hernán Cortés, fue truncada por la lucha de independencia de
1810.
Desde entonces, entre continuas guerras intestinas e internacionales, aque-
lla maltrecha economía mostraba, en forma impresionante, sus desesperadas an-
sias de vivir, pese a las sangrías y mutilaciones de que se le hacía víctima.
Entre el ir y venir de los ejércitos en pugna, una y otra vez sobre casi
todo el territorio nacional, los ranchos ganaderos se acababan, los campos en
cultivo eran abandonados, las minas paralizadas y los ingenios azucareros que-
mados .
. Fácilmente puede comprenderse que una situación como la descrita, soste-

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 251

nida a lo largo de 66 años, tiene que acabar con la organización aún de países
más fuertes.
Hasta que el general Porfirio Díaz asumió la Presidencia de la Repú-
blica, en noviembre de 1876, fue cuando se cortó el prolongado período de
guerras eslabonadas que se iniciaron con la de Independencia.
A partir del Plan de Tuxtepec que llevó al poder al general Díaz, la
agonizante economía de México ( que propiamente ya no era economía) entró
en un período de convalescencia para, lentamente, recuperar color y fuerza
hasta ponerse en condiciones de concebir un vástago: la Revolución Mexicana
de 1910. Sin haber creado previamente fuentes de trabajo y riqueza, no
hubiera sido posible pensar en la superación social del pueblo.
No siendo el objeto de esta exposición analizar el turbulento y dilatado
período de luchas comprendido de 1810 a 1876, sino Ú?ica y concretamente
presentar un panorama del estado económico de México en ese lapso, se con-
tinuará con el de Sonora.
La situación en esta Entidad no era mejor que la del resto del país; antes
bien, fue más crítica. Aunque su suelo no registró las movilizaciones humanas
nacionales, sus elementos locales en pugna (reflejando los movimientos políti-
cos e ideológicos que se sucedían en el país) lo recorrieron en toda su ex-
tensión; pero, además, sus fuentes de producción tuvieron que ser, simultá-
neamente, defendidas tenazmente de las frecuentes acometidas de los apaches,
jocomes y sumas, así como de los efectos destructores de las rebeliones de las
tribus yaqui, mayo y seri.
Pero en tanto que la República pudo iniciar la reconstrucción de su
economía al hacerse cargo de la Presi<J.encia don Porfirio Díaz, en nuestra
Entidad se estrellaron todos los esfuerzos pacificadores del Gobierno Federal,
según habrá podido observarse a través de toda la primera parte de esta
crónica.
No obstante, ya reducido el problema a las tribus yaqui y mayo, y ami-
norado el de los apaches, desde 1883 pudo la administración Torres-Corral
auspiciar el desarrollo económico de Sonora, que se manifestó en su mitad
norte con el surgimiento de empresas mineras, ferrocarriles, ganadería, etc.
El sur, exceptuando la región de Alamos, era extremadamente riesgoso para
el inversionista y, por lo tanto, cerrado al mismo.
En la región sur se sostenían los mestizos nativos y los de otras regiones
alentados por las perspectivas de lograr hacerse de un buen pedazo de tierra
en las márgenes del Yaqui ; unos y otros sin más bienes que el temple de su
carácter que los disponía a jugarse la vida por lograr su objetivo, quedándose
en Ta región, vivos o muertos, según la suerte lo dispusiera.
Eran los días en que habiendo sido muerto ya el irreductible caudillo
Cajeme y suponiéndose terminadas las Campañas del Yaqui, surgió el nuevo

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252 CLAUDIO DABDOUB

portaestandarte de la Tribu, Juan Maldonado Tetabiate, cuyas manos cogieron,


con igual energía que Cajeme, la bandera de la cruz blanca sobre cielo azul
de los yaquis. Estos diezmados y agotados, • cambiaron su organización de
grandes grupos por la de los ahora llamados "comandos", que apareciendo
en los puntos menos esperados, incluso en algunos tan distantes como los
sitados en las regiones de Herrnosillo y Ures, pegaban y desaparecían.
No obstante este ambiente de destrucción y muerte, la penetración de
los yoris al territorio de la tribu se intensificó promovida por el Gobierno
Federal mediante la formación de colonias agrícolas; y si primero fueron los
terrenos de fácil irrigación, en las márgenes del Yaqui, los disputados, len-
tamente fueron extendiénd::>~eéstos hacia el noroeste, creando el problema de
hacer llegar el agua hasta ellos. Esta circunstancia dio lugar a la construcción
del primer canal de riego.
En febrero de 1889 llegó a Guaymas el nuevo jefe de la la. Zona Militar,
general Julio M. Cervantes, quien ~e propuso pacificar la región por medios
persuasivos, ofreciéudoles a los indígenas tierras, garantías y facilidades. Para
el objeto, inició la apertura de un canal que, según Francisco de P. Tron-
coso <77 >, partía "de un punto. del río, entre Tórim y Potam". Menos preciso
en este punto, el doctor F. Hernández <7 sl dice: "En noviembre de 1888 fue
nombrado Jefe de la Zona Militar el ameritado general Julio M. Cervantes,
quien hizo loables esfuerzos por atraer a los Yaquis, inspirándoles ideas de
trabajo y de progreso. Inició algunas obras de importancia para la agri-
cultura de aquella región, y hubiera hecho v-andes beneficios a los indígenas
que ya empezaban a dedicarse a las labores de sus terrenos; pero combina-
ciones políticas y quizá verdaderas intrigas locales, impidieron al pundonoroso
jefe realizar su obra."
Aunqu~ la relativa vaguedad de lo expuesto no identifica el canal que
se menciona\ parece como muy probable que se trata del que después se llamó
Marcos Carrillo y que tuvo por objeto regar las tierras de la margen derecha
del río situadas entre Tórim y Potarn.
Al general Cervantes lo substituyó el general Marcos Carrillo en marzo
de 1890, continuando la obra de colonización emprendida anteriormente, y
quizá por esta razón se le atribuye la iniciación de este canal. Hubo también
Ia circum~tancia de que la Comisión Geográfica Exploradora que en 1880
había estado en el río Mayo haciendo el levantamiento topográfico y los des-
lindes del mismo, en 1887 fue enviada al Yaqui con igual objeto. Después,
o uniéndose a la misma, llegó la Comisión Científica que, auxiliada con 100
soldados proporcionados por el general Carrillo, continuó el canal iniciado
que se atribuye a este general. Inaugurada la obra el 23 de julio de 1892,
seis rne~s después de la· muerte de Marcos Carrillo, se le dio su nombre.
Si ~orno dicen en sus obras respectivas el doctor Hernández y el general

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 253

Troncoso, el general Julio Cervantes proyectó y empezó el canal para favorecer


a los indígenas que optaran por abandonar la guerra y volver a sus tierras,
para cuando esta obra se inauguró ( 3 años después), la zona que el mismo
regaría estaba en poder de los colorws, entre ellos el coronel Lorenzo Torres,
los señores Julián Cuevas, que fue Comisario de Torim, José Gaytán con alre-
dedor de 1,000 hectáreas, Juan Bojórquez con 500 aproximadamente, Manuel
Oroz con cerca de 1,700, Jesús Cruz con más de 7,000, etc., etc.
Se han mencionado los nombres anteriores por la estrecha relación que
las propiedades de estas personas tuvieron con las obras de irrigación que
en esa zona se realizaron; nombres que todavía aparecen en los viejos planos
del Valle del Yaqui, permitiendo localizar tierras y canales; sin embargo,
para mayor comodidad del lector, se detallarán las de don Lorenzo Torres
por haber sido varias y muy dispersas. (Estos datos han sido obtenidos de
varios p1anos del Valle de fechas distintas, entre ellos uno que el autor posee
de la Sonora & Sinaloa Irrigation Co. formulado en el período de 1891
a 1895 que duró la compañia; de ref~rencias ocasionales hechas en las obras
del general Troncoso y del doctor Herná1,dez, y de relatos de vecinos de
Ciudad Obregón que en la época de que se trata vivieron en los pueblos
yaquis, pues en realidad no existen obras de consulta precisas y documentadas
relativas a este tema.)
De conformidad con lo expuesto, se procurará definir la localización de
cada una de las tierras del coronel Torres, numerando cada lote para una
mejor identificación en posteriores referencias:
1

No. 1.-Lote cono de 6,000 hectáreas situado sobre el límite norte del Ejido
de Huírivis ( cada ejido está delimitado por un cuadrado) y cruzado
por el cauce antiguo del río Yaqui. Al norte de esta propiedad se
encuentra el punto Las Cruces, y al oriente el ·de Pithaya y el pueblo
de Belem.
No. 2.-El Guamú,:hil, formado por un polígono irregular de aproximada-
mente 1,500 hectáreas, situado al poniente del Ejido de Potam y a1
sur del de Huírivis. Por la esquina noreste de El Guamúchil pasa
el mismo cauce antiguo del río Yaqui a que acaba de hacerse re-
ferencia. (En este lote vivía y sembraba el caudillo Cajeme cuando
su casa fue asaltada pcr el excapitán yaqui Loreto Molina, originando
la insurrección de 1885 referida en páginas anteriores.)
No. 3.-En el ángulo opuesto al ocupado por El Guamúchil, y sobre el lado
norte del Ejido de Potam, tenía el coronel Torres otro lote cuadrado
de 1,450 hectáreas, que en algunos planos modernos aparece a nom-
bre de su posterior propietario, un norteamericano apellidado Cranz.
No. 4.-Retirada hacia el oriente de esta última propiedad y sobre el lado

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254 CLAUDIO DABDOUB

norte del Ejido de Vícam, aparece un cuadrado irregular a nombre


de Jesús Cruz dividido en dos por la vía del Ferrocarril que ahora
es el del Pacífico; en la mitad suroeste del cuadrado se encontraba
la Colonia del Bacójori, compartida por varios propietarios, siendo
el principal de ellos don Lorenzo Torres.
No. 5.-Más al oriente y comprendiendo al poblado de !ori se encuentra un
cuadrilongo que, apoyando su base sur sobre la vía del mencionado
ferrocarril, se extiende hacia el norte comprendiendo un área de apro-
ximadamente 7,000 hectáreas regadas por el arroyo de Tocorobampo.
Esta propiedad fue de don Lorenzo Torres y de un señor MacDonald,
quienes en ella iniciaron la construcción de un molino de trigo.
Ningun~ de los terrenos mencionados, tanto de don Lorenzo como de las
otras personas, eran regadas por las avenidas del río, y dado que en Sonora
las lluvias son muy escasas, su cultivo era muy riesgoso e incosteable. Y
fue precisamente el propósito de asegurar el riego de las mismas el que
indujo a construir el canal Marcos Carrillo y otros.
La boca-toma del canal Marcos Carrillo se abrió en la margen derecha
del río, más o menos a cuatro kiTómetros al noroeste de Torim y cerca del
Cerro de Coracepia, prolongándolo en dirección noroeste para regar la Colonia
del Bacójori (la No. 4 de las acabadas de detallar), en donde sembraban,
como ya se di jo, don Lorenzo Torres, don Ju1ián Cuevas y otros más.
De este mh,mo canal sacó la Comisión Científica el de Bataconcica, pero
en dirección opuesta a su alimentador, con boca-toma también próxima al
Cerro de Coracepia.
De la margen izquierda del río, con nacimiento en el mismo poblado
de Torim, se derivó el Canal Cicam, con dirección poniente en su primera
parte pa~~ luego desviarlo hacia el noroeste hasta el poblado de El Añil, des-
pués de cruzar por tierras pertenecientes al pueblo de Vicam. (Estación
Vicam no existía entonces.)
Indepel).dientemente de estas obras, el coronel Lorenzo Torres construyó
un canal con el cual darles riego a sus labores de El Cuamúchil ( o. 2) y
del lote descrito en No. 1, próximas a Pithaya y Belem, ya muy distantes del río.
Para el objeto, se propuso aprovechar una circunstancia muy favorable
a ·su proyecto ya anteriormente, en el subcapítulo Los rÚJs muertos del Y aqu~
(página 159), se hizo referencia a la desviación que en el año de 1770 sufrió
el río Yaqui, abandonando su curso anterior y tomando el actual a la altura
del pueblo de Potam. En este lugar, el curso del río continuaba en dirección
norte, con ligera inclinación al poniente; al desviarse, lo hizo hacia el sur,
formando un ángulo recto, cerrando el curso primitivo con sus arrastres. Don
Lore~~ abrió un canal de 4 ó 5 kilómetros a través de estos azolves, despejó
de vegetación el cauce del río muerto y, a fin de hacerle caja al canal y de

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 255

impedir que el agua de las mareas entrara a sus terrenos, lo cerró en su


extremo norte. La boca-toma del canal la construyó en la desviación sufrida
por el Yaqui, en el punto que todavía es conocido por Los Alamos Guates.
Este canal fue el Victoria y con él pudo regar la labor de El Guamúchil (No. 2).
Es justo hacer mención al antecedente de que ya estos trabajos habían
sido hechos años antes por un indígena, José María Leyva Cajeme, para regar
sus labores de El Guamúchil, aunque no en la extensión y amplitud con que
después lo hizo el coronel Torres. (Versión del señor Rosario Verduzco, quien
residió en Potam desde niño y trató a don Lorenzo; versión también dada
por don Gustavo Dolores Cuevas, hijo de don Julián y confirmada por otras
personas más, que aclara la confusión que hay entre algunos historiadores
respecto a los canales Victoria y Marcos Carrillo y sus iniciadores.)
Aunque dice el doctor Hernán<lez que todavía en 1897 no habían podido
ser terminadas las canalizaciones reseñadas y que, por lo tanto, no habían
sido de utilidad, para la región del Yaqui tienen un significado muy grande:
iniciaban la evolución del riego natural y limitativo, al artificial que permitiría
[l mpliar el área susceptible de cultivo.

También dice el doctor Hernández que solamente eran aprovechables cuan-


do el río venía muy crecido, de donde se deduce que las tierras por regar se
encontraban demasiado altas con respecto al río, de lo cual es confirmación
indudable el hecho de que el sistema se encuentre actualmente modificado
por completo y que para alimentarlo se haya traído un canal desde Limones
( a poco más de 15 kilómetros aguas arriba de Cócorit), hasta entroncar
con el de Bataconcica. Y aquí cabe una observación muy interesante: este
último debió haber tomado el agua del Marcos Carrillo y, corriendo hacia el
oriente, llevarla hasta el pueblo de Batacol)cica. . . ahora se emplea en sentido
inverso, lo cual ratifica lo dicho en los renglones precedentes.
/

la Comisión Geográfica Exploradora


y la Comisión Científica de Sonora

Tanto la Comisión Geográfica Exploradora ( que primero llegó al río


Mayo en 1880 y después al Yaqui en 1887) como la Comisión Científica de
Sonora ( que también llegó al Yaquí en 1887), estaban constituidas por gra-
duados del Colegio Militar mexicano y, posteriormente, diplomados de "Es-
tado Mayor Especial". Muchos de ellos eran ingenieros.
La Comisión primero citada llegó a Sonora, en ambas ocasiones, con
objeto de levantar los plan,)s topográficos y deslindar los terrenos de los ríos
Mayo y Yaqui, complementados con otros estudios. Al autor de esta crónica
no le ha sido posible conocer las funciones específicas de cada uno de estos
cuerpos, pero por los escasos datos obtenidos deduce que la Comisión Cien-

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256 CLAUDIO DABDOUB

tífica hizo el fraccionamiento de las tierras. la distribución de lotes y realizó


la obra de colonización, complementándola con la construcción de canales, la
vigilancia y el encauzamiento del desarrollo de las colonias para asegurar el
éxito de las mismas.
Esta labor se realizó no 5olarnente en Sonora, sino en algunos otros lu-
gares del país, tanto que la Comisión Geográfica Exploradora, terminados sus
trabajos en el Yaqui, fue trasladada a Oaxaca (su función, particularmente
de la Comisión Científica, fue nada menos que lo que ahora conocernos por
Reforma Agraria y tuvo por objeto corregir las consecuencias derivadas de
imprevisiones de leyes anteriores) .
En los planos del VaHe del Yaqui podrá observase que al norte de la
cuadrícula del mismo, aparecen unos cuadros grandes cruzados por el río
Yaqui, primero, y luego por el río Muerto.
Cada cuadro de éstos co.rresponde a un pueblo yaqui y delimita los te-
rrenos comunales pertenecientes al mismo, constituyendo su ejido. Cada cuadro
( ejido, más propiamente) se dividía en 20 cuadriláteros, y cada cuadrilátero
en 100 lotes de 3.5 hectáreas, comprendiendo el ejido un total de 7,000 hec-
táreas.
Se distribuía un lote de 3.5 hectáreru, a cada jefe de familia, más otro
lote por cada hijo mayor de edad y media hectárea por cada hijo menor.
Aunque los títulos correspondientes acreditaban la propiedad del beneficiario,
prohibían a éste arrendado, venderlo o ceder sus derechos. Los terrenos
de agostadero, o sean los que no tenían riego del río, se distribuían en pro-
porción mucho mayor.
Si no obstante lo anterior la raza yaqui continuaba en rebeldía, era por
dos razones ya expuestas:
la.-Que la distribución de tierras se hacía no solamente entre algunos
indígenas, sino también entre yoris, en violación abierta de los
principios de la raza.
2a.-Ellos, los yaquis, no peleaban por obtener un pedazo de tierra, sino
por defender la integridad de su nación. Los repartos no les hacían
ningún favor y por eso decían:
"Dios nos dio a todos los yaquis el río, no un pedazo a cada uno."

Nacimiento del Valle del Y aqui y nombre de su creador

Es muy probable que ya el lector se haya hecho la pregunta de por qué


se han empeñado, tan tene.z y encarnizadamente, blancos y yaquis en esta
secular lucha por unos pedazos de tierra en un Estado tan extenso y des-
poblado como ha sido Sonora. Se pen~rá que seguramente son terrenos
muy ,;icos.

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 257

Por lo que respecta a los yaquis, se ha venido sr-steniendo en este libro


que lo han hecho por razones muy comprensibles y justificadas por noso_tros
mismos, los blancos, cuando se trata de lo nuestro y no de lo de ellos: la
defensa de la integridad de su nación (como ellos la llaman) , de sus cos-
tumbres y de su independe1~cia.
En cuanto a los blancos, han luchado por estas tierras porque, efectiva-
mente, sí son buenas, como generalmente son las vegas de los rfos; pero
particularmente por: otra razón menos fácil de explicar: en donde la natura-
leza ha sido pródiga en cuanto a la calidad y extensión de las tierras y la
abundancia de agua, éstas carecen de valor; pero en donde el suelo es desértico
y el agua el don más preciado, la reunión de ambos elementos constituye un
bien invaluable.
Exceptuando pequeños vallecitos situados a lo largo de los pocos ríos
sonorenses y que solamente tienen riego en las breves épocas de lluvias, no
existían en Sonora más tierras cultivables . que las vegas de los ríos Mayo y
Yaqui, y de ahí la codicia que despertaban.
Y así como se ha ponderado a la tribu Yaqui por la actitud asumida
a travé3 de toda su historia ante el problema que viene comentándose, le
parece al autor que sería injusto desentenderse de los imperativos que movían
a los yoris en esta lucha, y del aspecto económico (regional y nacional) que
movía al Gobierno Federal; imperativos que explican est alucha, pero que no
justifican los procedimientos empleados y las crueldades cometidas con los
aborígenes.
El haber encontrado la forma de conciliar intereses tan opuestos, es la
razón de colocar a don Adolfo de la Huerta y al general Lázaro Cárdenas
en el lugar que en este libro se les ha d¡µlo por su hondo sentido humano.
Después de haber sido 'hecho el relato de cómo se inició el sistema de
irrigación de la antigua zona agrícola del río Yaquí, podrá observarse en el
plano que se anexa, que esas obras en nada afectaron al territorio situado
al sur del río y a mayor altitud que éste, formando una extensa planicie
de más de 300,000 hectáreas extendida hasta las vegas del Mayo.
Esta inmensa porción de tierra llana, que para identificación se le lla-
mará El Valle Nuevo, continuaba siendo una tierra árida cubierta de mez•
quitales y cactus, calcinada por el sol y erosionada por los vientos, la que
ningún atractivo ofrecía al hombre y, en consecuencia, no tenía valor alguno.
Llega esta narración a un punto en el que cabe hacer una apreciación
de carácter típicamente humano: se ha hecho aceptación general del aforismo de
que todos los hombres nacemos iguales, y que lo que posteriormente
nos diferencía son el ambiente y las circunstancias en que nos formamos".
Esto último acontece con mucha frecuencia y, aparentemente, confirma el
precepto expuesto. Sin embargo, la experiencia demuestra que las cualidades

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258 CLAll DIO DABDOUB
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y capacidades son innatas y diferentes de unos nombre, a otros, y que cuando


estas diferencias aparecen notab1emente acentuadas en ur1a persona, ésta des-
taca preponderantemente sobre el resto, mayormente si una personalidad df'!
este tipo encuentra un medio favorab]e para manifestarse plenamente.
Un caso ejemplar lo encontramos vigorosamente proyectado en el tema
de esta· segunda parte de la obra, pues en tanto que para centenares de gentes de
diversas categorías y procedencias era el Valle del Ya qui una zona estéril
y sin valor alguno, en la imaginación de un sonorense visionario y empren-
dedor adquiría vida la idea germinal de un inmenso territorio extendido del
río Yaqui hacia el sur, del que iban desapareciendo mezquites y cactus y,
en avance incontenible y continuo sin fin, surgían los canales de riego que le
darían la fecundidad hasta entonces negada; .fecundidad milagrosa que trans-
formaría esos extensos y solitarios montes en uno de los más grandes y ricos
emporios agrícolas del mundo, y que hoy, sueño ya plasmado en viviente
realidad, designamos como el "Noroeste de la República".
Sin dinero con qué emprender obra de tamaña magnitud, pero poseído
de una fe inmensamente grande, nuestro hombre solicitó, y obtuvo del Go-
bierno Federal, la concesión, para fines de riego, sobre las aguas de los ríos
Y aqui, Mayo y Fuerte, así como para el deslinde y colonización de los terrenos
comprendidos dentro de sus cuencas.
Esta fue la iniciación formal de lo que ahora contemplamos como un
inmenso cromo, animado con la intensa y optimista actividad de sus pobla-
dores que han convertido este jirón de patria en símbolo del México Nuevo.
Aún muchos agricultores que en estas tierras han hallado gran parte de
su felicidad al ver colmados Jos anhelos de fortuna y bienestar que los tra-
jeron, ignoran la deuda de reconocimiento que los liga con el autor de esta
obra, don Carlos Conant Maldonado, cuya rara capacidad para el ensueño
y la acción tenaz engendró esle generoso manantial de riqueza.
Quien desee conocer ]a historia de esta región, necesariamente tiene que
interesarse por la del creador de la misma para formarse un juicio respecto
a su personalidad tan discutida.
La vida de Conant fue un fluir de vicisitudes como consecuencia de su
carácter inquieto, resuelto y tenaz en sus propósitos. Vidas tan azaharosas
como la suya provocan juicios aún encontrados, según las ideas y tempera-
mentos de quienes las emiten, y también según el tiempo o época que se·
tome como pauta para emitirlos.
No incluir una breve biografía de don Carlos Conant Maldonado sería
la omisión de un componente elemental para la unidad de este trabajo; y,
por el contrario, el incluirla lo hará más completo y satisfará, seguramente,
un deseo de los lectores del mismo.

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 259

CAPITULO XIII

CARLOS CQNANT MALDONADO

Producto de su medio ambiente, fue también re/lector


de /,as inquietudes de su tiempo y realizador de sus propÜ>ssueños

Fue en el calcinante puerto de Guaymas, cuyas rocosas sierras rodean


en semicírculo a la bahía para protegerla contra los vientos, pero también
impidiéndole recibir el alivio de toda brisa refrescante, en donde el matrimonio
formado por el minero Carlos Rogelio Conant, de origen inglés, y su esposa
Simona Maldonado, mexicana originaria del colonial presidio de San Carlos
de Buena Vista (Sonora), ~uvieron uno más de sus varios hijos, al que bauti-
zaron con el nombre de Carlos Conant ·Maldona.cfo,nacido el 20 de enero
de 1842.
Carlos Conant cursó sus primeros estudios en su tierra natal y los con-
tinuó en California, EE. UU. Después, 1ª joven se asoció con su .herm.ano
don Benito en la explotación de la mina que este último poseía ert el Báucarit;
Distrito de Alamos, la que •abandonó en 1871 para adherirse al Plan de la
Noria proclamado por el general Porfirio Díaz en contra del continui&mo de
don Benito Juárez como Presidente de la República.
Esta misma rebelión fue secundada en Guaymas por el señor Jesús
Leiva con más de 300 hombres.
Tanto Leiva como Conant fueron la manifestación del· sentimiento so-
norense de inconformidad por la reelección del Presidente J uárez, que sig-
nificaba, a la vez, la prolongación de la dictadura del Gobernador de Sonora,
general lgn~cio Pesqueira.
El capitán Leiva fue perseguido y·derrotado por el mismo Gobernador, y.
fusilado, en tanto que Conant logró ·pasarse a Sinaloa y llegar h_astaDurango,
en donde se incorporó con su gente al general Donato Guerra, p~ra luego
participar en la batalla de Tahalaopa, Chih., en la. que o~tuvo el grado qe
teniente coronel. Fracasado el Plan de la Noria. muerto don Benito Juárez

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260 CLAUDIO DABDOUB

y decretada una amni,stía general por el Presidentt: Interino, Lerdo de Tejada,


Conant se acogió a ella y se presentó a las autoridades de Ciudad Camargo,
Chihuahua, juntamente con el general Porfirio Díaz, y regresó a Sonora.
Con anterioridad a esta sublevación existía ya en nuestro Estado una
situación, con -respecto al Gobernador Pesqueira, muy similar a la que sirvió
de motivo al levantamiento del general Díaz: Pesqueira, que de 1856 a 1857
ejerció interinamente la Gubernatura, en las elecciones celebradas en el último
año citado resiiltó electo gobernador constitucional por abrumadora mayoría
dada· su patriótica trayectoria _militar y ¡.,olítica; pero desde entonces se po•
sesionó del poder mediante fraudes y arbitrariedades, provocando el descon-
tentQ de! pueblo sonorense y tr_ocando en odio lo· que antes era admiración
y cariño hacia su persona.
En consecuencia, cuando a mediados de 1873 tuvieron verificativo las
elecciones para la renovación de los poderes del Estado y resultó reelect_ouna
vez más el general Pesqueira, el disgusto de ]os sonorenses fue muy grande.
Había •el antecedente de que en 1869 el Tercer Congreso del 'Estado
había aprobado algunas reformas a la constitución que impedían la reelección
del Ejecutivo y, además, .le quitaban a éste la facultad de nombrar a los
prefectos; reformas que dehían ser. sancionadas posteriormente por la Quinta
Legislatura, que ló hizo en 1872, enviando luego la nueva constitución, para
su promulgación, al Gobernador; pero éste la objetó a pesar de carecer de
facultades para hacerlo, provocando él rompimiento entre los poderes Eje-
cutivo y Legislativo y, finalmente, la· disolución del segundo como consecuen•
cia de las maniobras del general :resqueira que dieron por resuitado la inte-
gración de· un Congreso supeditado a su voluntad, el que aprobó la nueva
constitución en abril del sigmente año, pero después de haber suprimido la
cláusula <le la "No Reelección" (principio que, según parece, tiene su primer
antecedente- en Sonora, .como muchas otras disposiciones de carácter político
y socia1 después incorporadas a las leyes nacionales) .
A pesar del menospre.::io hecho por el general Pesqueira de la voluntad
popular, de las arbitrariedades cometidas por él mismo y del disgusto que
produjo su nueva reelección hecha casi de inmediato, el pueblo sonorense se
abstuvo d~ recurrir a la violencia en vista del fracaso que habían ..tenido sus
anteriores manifestaciones de inconformidad y las últimas rebeliones armadas.
Sin embargo, y a pesar de que t_odala fuerza estaba en manos del gen~ral
Pesqueira, hubo un rebelde, el mismo que dos años antes ya se había atrevido
a jugarse su hacienda y su vida por igual causa: don Carlos Conant Maldo-
nado, quien en el mineral de Promontorios, del Distrito de Alamos, se levantó
en armas la. noche del 19 de septiembre de 1873 al frente de un grupo de
ciudadanos·, los que después de una sene de considerandos, exponían sus ob-
jethcos en el ·llamado.;
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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 261

Plan de Promontorios:

"lo.-No se reconoce, desde el 16 de septiembre, a ninguna de las autori-


dades que, como resultado de lás pasadas elecciones, funcionan en
el Estado, tanto del Poder Legislativo como Ejecutivo; asimismo
los prefectos y demás autoridades.
2o.-Se reconoce y proclama como legítima ]a Constitución reformada
el lo. de noviembre de 1872, } , en consecuencia, será la única
que deberá regir en el Estado.
3o.-Tan luego como el pueblo, en el sagrado uso de sus derechos,
derroque al poder arbitrario que lo tiraniza, se procederá con-
forme a ella.
4o.-Protestamos obediencia . a las autoridades y empleados federales
con quienes procuraremos estar en ]a mejor armonía y a quienes
haremos saber en la primera oportunidad, las resoluciones del
pueblo independiente de Sonora.
So.-Todos los que suscribimos, protestamos en defensa de esa consti-
tución, sostenida con las armas en la mano y a nombr.e del pueblo
independiente de Sonora.

Carlos Conant, Antonio Encinas, Francisco J. !barra, Cayetano Monzón,


Carlos Almada, José M. Anchondo, Manuel Roncal, Lucio Ibarra, Jesús Peral,
José Félix, Ignacio Ramos, Manuel Lizárraga, Juan Moreno, Lucio Almada,
Jesús Bórquez, Vicente Ampudia, Onofre Rochín, L~opoldo Samaniego y todos
los ciudadanos independientes del Distrito ~e Alamos."
Dentro del grupo rebelde. figuró muy--prominentemente don ~amón Corral
como escritor y periodista, para. cuyo objeto publicó La Voz de Alamos, que
suspendió a mediados de 1873, para luego editar Et Fantasmo que, al produ-
cirse la insurrección, tuvo que abandonar para tomar las armas en unión de
sus compañeros.
El día 20 se dirigieron a la ciudad de Alamos y, tras un breve tiroteo,
la tomaron, impusieron un préstamo de $35,000.00, Conant reorganizó sus
contingentes con los nuevos grupos armados que se les unieron y se preparó
para avanzar sobre el centro del Estado.
Para sofocar el movimiento, el Gobernador se puso al frente de sus
tropas y de Ures, la capital, se movilizó hacia Hermosillo, de donde destacó
a tres secciones sobre los pronunciados.
El teniente coronel Jesús Amavisca, al frente de una de las secciones, se
dirigió a Alamos; pero el jefe rebelde le salió al encuentro y lo derrotó en
Conicárit, río Mayo, obligándolo a retirarse a Buenavista.
En tanto que los pronunciados eran alrededor de 300, los soldados de

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262 CLAUDIO DABDOUB

Amavisca eran como 400, según el general Troncoso, y entre quienes se encon-
traba el capitán de caballería José María Leyva Cajeme ( circunstancia que
ya se comentó en la biografía de este caudillo).
Reforzado con dos secciones, el coronel Otero obligó a Conant a replegarse
a Quiriego, en tanto que tropas del gobierno recuperaban Alamos, pero que
luego fueron desalojadas por el enemigo.
Al aproximarse el coronel Salazar Bustamante reforzado con la sección
de Amavisca, Carlos Conant abandonó Alamos, siendo alcanzado y derrotado
en el poblado Los Tanques, por lo que se internó a Chihuahua y en Chí-
nipas entregó las armas. Cuatro días después, el coronel Próspero Salazar
Bustamante entró con sus tropas a la Villa mencionada violando la soberanía
del Estado de Chihuahua, recogió las armas entregadas por Conant, cateó la
población en busca de los fugitivos logrando encontrar a don Cayetano Monzón
y lo ahorcó con lujo de crueldad, regresándose a Sonora.
Refiriéndose a esta rebelión, hace el siguiente comentario el Prof. Eduardo
W. Villa en su Historia del Estado de Sonora: "Muy posible es que surja en
la mente del lector esta pregunta: ¿ Por qué si existía descontento y antipatía
contra el Gobierno pudo éste sofocar tan fácilmente la rebelión, haciéndola
morir en los instantes mismos de nacer? Contestamos: Esto se debió muy
principalmente a la falta de un jefe caracterizado que unida a su valor, po-
pularidad y prestigio, hubiese poseído la inteligencia necesaria para amalgamar
y dar cohesión a esos sentimientos de antip~.tía diseminados por el vasto
territorio del Estado, ya que para arriesgarse en aquella empresa, difícil por
cierto, era necesaria la acción conjunta de todos aquellos elementos, y no el
e~fuerzo de uno, cien o más hombres aislados, que indudabler.;énte irían al
fracaso, dada la magnitud y fortaleza del coloso que se trataba de derribar."
Despµés de los sucesos de Chínipas, Conant fue aprehendido en Sinaloa
y entregado a las autoridades de Alamos, en donde fue condenado a la pena
de muerte; pero gracias al auxilio que le prestó un -amigo suyo, que dis-
frazado de mujer y ocultando en la comida un par de pistolas, pudo entrar
a la celda de don Carlos y entregarle las armas, amedrentaron a los guardias y
escaparon a caballo. Para entonces, la Legislatura del Estado le había con-
mutado la pena de muerte por la de diez años de destierro de Sonora.
Recobrada su libertad en 1874 en la forma descrita, según versión dada
al autor por familiares del biografiado, éste se dedicó a la minería en
Ocampo, Chihuahua, en donde fue representante de la Casa de Alzúa, accio-
nista y superintendente de la Cía. Minera de Santa Juliana y presidente
municipal del citado mineral.
Desempeñaba este puesto político cuando en el mineral de Pinos Altos,
conespondien.te a su jurisdicción, se suscitó un sangriento zafarrancho que

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 263

tuvo por origen el acuerdo tomado por la administración de la compama


minera de rayar quincenalmente, en vez de hacerlo semanar!amente.
Este cambio disgustó a los trabajadores de la mina, pero también a los
comerciantes del poblado, seguramente por la mayor tardanza que les ocasio-
naría en la recuperación de sus créditos y a quienes se atribuye haber fo-
mentado la inconf 9rmidad de los mineros y su animadversión hacia dos
empleados de la compañfo.
Para las nueve de la mañana del domingo 21 de enero de 1881 había
gran agitación y desorden, por lo que el juez de Pinos Altos, como primera
autoridad del lugar, armó a doce hombres para que· restablecieran el orden;
pero en cuanto éstos salieron a la caUe fueron desarmados por los amoti-
nados, quienes, enardecidos y aumentados sus elementos de combate. iniciaron
el tiroteo hasta apoderarse de la tienda de raya defendida por empleados de la
empresa. El combate se prolongó _durante tres horas resultando varios muertos
y heridos, entre ellos un chino que fue arrastrado por las calles. A las doce
c:ieldía el tiroteo había cesado, la autoridad había desaparecido ante su im-
potencia para restablecer la normalidad, y el desorden continuaba.
Ante tal situación, el jefe de la empresa. John Buchan Hambum (lord
inglés), salió con la intención de calmar Tos ánimos, pero de un tiro en la
cabeza fue privado de la vida.
Informado de estos acontecimientos el Presidente Municipal de Ocampo,
teniente coronel Carlos Conant, salió inmediatamente al frente de 25 soldados
a restablecer el orden en Pinos Altos, a donde llegó a las primeras horas del
siguiente día, proclamó la ley marcial. hizo .una investigación de lo aconte-
cido y ordenó la aprehensión. de los pri6cipales instigadores y .participantes
del motín, consignándolos a un consejo de guerra. Practicadas las diligen-
cias deI caso, cuatro de los aprehendidos fueron sentenciados a la pena de
muerte y fusilados, en apego a la Ley del 25 de enero de 1862 entonces en
vigor, y los doce restantes quedaron en prisión.
El señor profesor Eduardo W. VilJa, en su Historin, del Estaáo de Sonora,
menciona este suceso como semejante al de Cananea y c~lifica a los fusilados
•como víctimas precursoras del obrerismo mexicano. El mismo argumento fue
esgrimido en 1942 por algunos dirigentes obreros y un periodista de Ciudad
Obregón para oponerse a que se le diera el nombre de don Carlos Conant
a una de las calJes de dicha ciudad.
El autor de esta crónica ·considera que el a:r:nbiente extremadamente car•
gado de radicalismo imperante cuando el profesor ViIIa terminó su obra (1938),
y que era el mismo cuando se manifestó la oposición relatada. influyó en el
criterio de estas personas para darle al motín de Pinos Altos un carácter
diferente al que, según el autor que escribe, fue el verdadero.
Si los sucesos a que viene haciéndose referencia los estudiamos con el

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264 CLAUDIO DABDOUB

propósito de formarnos nuestro propio juicio, se imponen las siguientes con-


diciones:

1.-Conocer el ambiente, las circunsancias y las leyes imperante en Méxi-


co en esa época.
II.-Considerar las circunstancias particulares en que el hecho se des•
arrolló.
III.-· Tomar en cuenta !as responsabilidades inherentes al puesto oficial
y grado militar en función de las cuales procedió el actor principal del hecho,
así como sus antecedentes y actuaciones posteriores.
En páginas anteriores se sintetizó el desarrollo histórico de nuestro país:
a partir de la Guerra de Independencia de 1810, se desataron las inconfor-
midades y rencores reprimidos, se desbordaron las pasiones humanas y na-
cieron las ambiciones políticas, rompiendo leyes, tradicio·nes y conceptos que
durante trescientos años conformaron y oprimieron a criollos, mestizos y aborí-
genes. Dos guerras extranjeras y la implantación de las Leyes de Reforma
recrudecieron los odios de la contienda y destruyeron las poc.as fuentes de
traba jo que aún quedaban (las Leyes de Reforma afectaron uno de los
sentimientos humanos más delicados: el religioso; pero, además y posible-
mente sin preverlo, despojaron a ayuntamientos y pueblos de sus tierras con
la Ley de Nacionalización del 12 de junio de 1859, provocando la rebelión
de los grupos indígenas). <80 >
Para imponerse a situación tan anárquica corno la descrita, el Presidente
Juárez dictó su famosa Ley del 25 de enero de 1862 (puede leerse en el
apéndice de este traba jo, documento No. 3), con penas rigurosísirnas para
todo aquel que pusiera en peligro la sob~ranía nacional, pretendiera atentar
contra eP.gobierno o alterara el orden público. •
En el aspecto obrero, aunque el país no iniciaba su industrialización, los
trabajadores de la reducida industria textil, de las minas y de las pequeñas
industrias, ya a mediados del siglo pasado daban manifestaciones de unión
y de lucha por mejorar sus condiciones. El autor Alfonso López Aparicio <81 >
menciona como de las primeras huelgas importantes la de tejedores de las
fábricas ubi,cadas en el distrito de Tlalpam verificada en julio de 1868; la
de mineros de Real del Monte de Pachuca, que después de holgar cinco meses
(agosto de 1874 a enero de 1875) firmaron convenio con la empresa.
La primera agrupación de carácter sindical de que se tiene noticia, fue
la Sociedad de Socorros Mutuos, fundada por obreros de la ciudad de Méxi-
co en junio de 1853, a la que siguic:ron muchísimas otras por todos los rumbos
de la República; agrupaciones que cambiaron su carácter y estructura a par-
tir de la publicación del Manifiesto Comunista de Marx y Engels, y de otras

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HISTORIA DE EL VALLE DEL y AQUI 265

muchas ideas socialistas, comunistas y anarquistas difundidas por los periódi-


cos de los mismos trabajadores.
Avance importantísimo en el movimiento obrero fue la fundación del
Círculo de Obreros de México el 16 de septiembre de 1872, que celebró su
Primer Congreso Obrero Permanente en marzo de 1876, al que concurrieron
representantes, luchadores y propagandistas de todo el país, constituyéndose
la primera central obrero mexicana, con más de 8.000 trabajadores.
La situa~ión general primeramente expuesta. agravada por la fermenta-
ción de la segunda ( que el autor no pretende juzgar, sino expoher con el
objeto .previamente anunciado), indujo a los legisladores a redactar el ar-
tículo 925 del Código Penal de 187~ en la forma que lo hicieron, y que dice:
"S~ impondrán ocho días a tres meses de arresto y multa de veinticinco a qui-
nientos pesos, o una sola de estas dos penas a los que formen un tumulto
o motín, o empleen de cualquier otro medio la violencia física o moral con
el objeto de hacer que suban o bajen los salarios o jornales de los operarios., o
de impedir el libre ejercicio ,:le la industria o trabajo." Como se observará.
no tendía a impedir el mejoramiento de las condiciones obreras, ni la huelga,
pero sí el uso de la violencia como medio para obtenerlas.
Entrando a la segunda de las condiciones antes señaladas para el estudio
• del caso de Pinos Altos, Chih., puede obtenerse, como primera conclusión.
que cuando en 1881 se produjo el motín que ;;e estudia. el movimiento obrero
se encontraba ya muy encauzado y que, aunque no había entonces legislación
expresa, había disposiciones y formas legales que normaban las relaciones
obreropatronales ( entre ellas los contratos de trabajo y autoridades señaladas
para exigir su cumplimiento) y la solución de los conflictos derivados de
las mismas.
La segunda conclusión que se obtiene después de leer la forma en que
se inició y desarro11ó el conflicto de Pinos Altos. es que no tuvo por origen
el propósito de los mineros de mejorar sus condiciones de trabajo. pues no
hubo de por medio la más mínima petición en tal sentido. El cambio en la
forma de pago, de semanal a quincenal, no justifica suceso tan grave del que
resultardn varios muertos y heridos y asesinado el dueño o gerente de la
empresa. No es fácil conocer el móvil que pudiera haberlo provocado, pero
el motivo aparente ya conocido bien pudo haber sido la chispa que hizo
estallar un estado de ánimo de los mineros previamente caldeado por ideas
subversivas del movimiento social que se desarrollaba. Y seguramente que
por la misma apreciación expuesta en esta segunda conclusión .. el profesor
Villa no hab/,a de huelga sino de motín; ni se consideró aplicable, cuando
sucedió el hecho, la Ley No. 925 que se refiere, específicamente, a conflictos
de carácter obrero.
Por último, y de acuerdo con la condiciór. tercera al principio expuesta,

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266 CLAUDIO DABDOUB

el Presidente Municipal de Ocampo, Carlos Conant Maldonado, al recibir las


alarmantes noticias del motín de Pinos Altos (que estaba dentro de su juris-
dicción) y siendo militar con el grado de teniente coronel, salió al lugar de
los hechos al frente de un pelotón de 25 soldados a fin de proceder según el
caso. En cuanto llegó hizo investigaciones, mandó aprehender a los respon-
bles, los consignó a un consejo de guerra e hizo cumplir la sentencia de
fusilamiento dictada en contra de unos de ellos (4 según el profesor Villa;
5 según Francisco R. Almada en su diccionario ya citado, y 3 según versiones
recogidas en eI Yaqui), conservando en sus celdas a los 12 restantes.
Quien esto escribe no ha tenido posibilidad de conocer el acta que del
proceso debe haberse levantado, pero indudablemente que el Consejo de Guerra
dictó su sentencia aplic.ando al caso la Ley del 25 de enero de 1862 que en-
tonces estaba en vigor y que en las partes relativas dice:

"Art. 4.-Entre los delitos contra las garantías individuales, se com-


prenden:
I.-El piagio de los ciudadanos o habitantes de la República para exi-
girles rescate. La venta que de ellos se haga o el arrendamiento
forzado de sus servicios o trabajo.
II.-La violencia ejercida en las personas, con objeto de apoderarse de
sus bienes y derechos, que constituyan legítimamente su propiedad.
III.-El ataque ~ las mismas personas a mano armada, en las ciudades
o en despoblado, aunque de este ataque no resulte el apoderar
miento de la persona o de sus bienes.
Art. 27.-Los que incurran en los delitos especificados en las fraccio-
nes I, II y III del Art. 4o., sufrirán la pena de muerte.
ArO- 28.-Los reos que sean ' cogidos infraganti delito, en cualquiera
acción de guerra, o que hayan cometido los especificados en el artículo an-
terior, serán identificadas sus personas y ejecutados acto continuo."

¡ Esa era la ley! A un funcionario, y además militar de alto grado, no


Ie correspondía sino acatarla.
En nuestros días, después de 30 años de ininterrumpida paz que han
hecho posible encauzar los actos de la ciudadanía por los senderos legales
y en que son cada vez más respetadas nuestras instituciones políticas y JUn-
dicas, la ley citada y el procedimiento empleado tienen que parecernos bru-
tales.
Pero en una época de anarquía y de hombres nacidos y formados en
ella, habituados a la idea de perder la vida en cualquier momento y por
nadá1 y a la práctica tan arraigada de los fusilamientos sin formación de

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ALGUNOS DE LOS JEFES DEL CUERPO 29-Gral. Pablo Quiroxa.
Df. EJFRCJTO DEL NOROESTE:
30-Gral. Arnulfo R. Gúml':.
21-Gru/. EuKC'lltO MurtÍnl':.. 31-Gru/. Macario Gaxiola.
22-Gral. Safnulor A lrurado. 32-Gral. Pedro A /muda.
23-Gral. Eduardo Hay.
33-Gra/. Jc,s,ís M. Gar:a.
24-Gral. Jo.1é Amarilla.\ (ym¡ui pum).
34-Gral. J11u11José Río.,.
25-Gral. Ranuí11 F. lturhl'.
35-Sr. Adolfo de la H11<'rt11. Pn•1id1•1111•
J<' la Re-
26-G ral. A ar<Í11Sáe11:.. p,íh/ica.
27--Gra/. An,?elMADE AVAILABLE BY THE YAQUI PRIDE PROJECT - FOR EDUCATIONAL USE ONLY
Flores.
36-Sirl"ienta _vaqui el<' ru:.a p11ra, con 1111 hijo dl'I
28-Gral. Fra11cisco Serrallo. 11111trimo11io clt!I a/1/or ,le esta cflínicu.
37-Varones yaquis. 43-Gral. Ah-aro Obregán, ex Presidente de la Repú-
blica y agrirnltor del Yuqui.
38-39-Hombre y mujer yaq11is.
40-Carlos Conant Maldonado. Visionario sonorense 44-Gral. Plutarco Elías Calles, Presidente de la Re-
creador del emporio agrícola del Valle del Ya- pública.
qui, y proyectista de los del Mayo y de El
45-Sr. Rodolfo Elías Calles, Gobernador de Sonora.
Fuerte. Triángulo de estadistas sonorenses que colocó al
41-Sr. Herma11 Federico Bruss, pionero en la agri- V alfe del Yaqui en el futuro.
cultura y e11 la industria del Yaqui.
MADE AVAILABLE BY THE YAQUI PRIDE PROJECT 46-Primera calle USE
- FOR EDUCATIONAL de Cajeme;
ONLY aspecto en 1925. (Hoy
42--Torim, R. Y., e11 1907. calle Sufragio Efecti~·o.)
HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 267

causa o de la aplicación de la ley fuga, lo que realmente debe causar sor-


presa es precisamente el que, en un caso tan grave como el de Pinos Altos,
haya habido averiguación previa, formación de consejo de guerra y sentencia.
No puede menos de pensarse que si a don Carlos no se le exigió res-
ponsabilidad alguna y continuó en sus funciones de Presidente Municipal,
fue precisamente porque no hubo motivo de qué acusarlo.
De don Carlos se sabe que fue un ciudadano de ideas liberales, re-
belde a los abusos de los gobernantes y a la perpetuación de los mismos
en el poder ( se afirma que en cuanto supo que don Porfirio proyectaba re-
elegirse, se enfrió su amistJ.d con él) , y que como hombre de empresa en las
obras de irrigación del Y aqui, fue un patrón considerado y accesible con sus
trabajadores, así como que pagaba los mejores jornales de la región. (Aún
viven quienes lo afirman.)
Esta disgresión se ha creído justificada, por considerar que si caHar
los méritos de una persona ~s egoísmo, negarlos es injusto; pero troncarlos
en defectos que manchen el nombre de esa persona, es ingratitud imperdonable
de quienes han recibido sus beneficios; mayormente cuando la víctima ya ha
muerto.

Primeras gestiones ante la Secretaría de Fomento


de la concesión

Ni los años transcurridos desde su salida de Sonora, ni las considera-


ciones de haberse encauzado muy luego en Chihuahua en sus :ictividades mi-
neras, habían logrado borrar en don Cartos sus añoranzas y pensamientos so-
bre su Estado natal.
Seguramente que dos obsesiones lo arrastraban a regresar: las minas del
distrito de Alamos y las extensas y solitarias llanuras del sur de Sonora que
se continuaban en las del norte de Sinaloa, cuyos mezquitales verde-plomizo
había contemplado multitud de veces cuando viajaba, bajo los quemantes soles
que calcinaban aquellas tierras, de su casa, en Guaymas, a sus labores en el
Báucarit; o cuando en los ardientes años de su época de revolucionario las
había cruzado en todas direcciones, perseguido o persiguiendo. Recordaba el
caudaloso río Yaqui y las luchas ancestrales que aborígenes y blancos aún
sostenían disputándose las vegas del mismo. Y en su mente reunía, en cálido
abrazo conyugal, aquellas aguas broncas con las salvajes tierras de la plani-
cie cargadas de aridez. De los relatos que de todo esto hacía a sus amigos,
resultó su asociación con don Tomás Macmanus, comerciante de Chihuahua, para
la obtención del contrato de colonización del noroeste de México.
Movido por este conjunto de sentimientos e ideas, don Carlos Conant
vendió, en 1888, sus derechos sobre las minas de Santa Juliana y se regresó

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268 CLAUDIO DABDOUB

a Sonora, asociándose a su hermano Benito en las minas que éste explo-


taba en Báucarit y la Sabina, del Municipio de Quiriego, Sonora.
Para entonces, el régimen del general Pesqueira había caído a con•
secuencia de un pronunciamiento surgido simultáneamente en varios luga-
res del Estado a mediados de 1875 ( a los dos años del pronunciamiento
de Conant en Promontorios), pronunciamiento que fue dominado, pero que
repetido a fos tres meses siguientes al tiempo que el caudillo Cajeme se re-
belaba al frente de yaquis y mayos, obligó a Pesqueira a retirarse a la vida
privada.
Los participantes de esta insurrección reconocían como jefe a don Fran-
cisco Serna, de Guaymas, y entre ellos destacaron don Ramón Corral co-
mo escritor de- oposición, y los señores Luis y Lorenzo Torres como jefes
de la rebelión en el distrito de Alamos. Cuando Conant regresó a Sonora,
don Ramón Corral desempeñaba el poder ejecutivo del Estado.
Aunque don Carlos siempre se había dedic~do a la minería, primero en el
distrito de Alamos, luego en Ocampo, Chihuahua, y después nuevamente en So-
nora, no por eso desistía de su fantástico proyecto, más propio de un demente
que de un hombre de empresa.
Cor, las minas habían logrado recuperarse de los consecutivos trastornos
económicos que había sufrido las dos veces que se levantó en armas y, sin
embargo, se empeñaba en jugarse su presente y su futuro en un vastísimo pro-
yecto de colonización que . requería millones y más millones de pesos, sin
que el mismo ofreciera perspectivas ciertas de recuperación.
Firme en su idea, a mediados de 1890 se encontraba en la Capital de la
República tramitando la concesión para el deslinde de los valles del Yaqui,
del Mayo y de El Fuerte y para el uso de las aguas de los ríos mencionados.
Parece que no obstante los antecedentes ya expuestos en páginas anterio-
res sobre:..las relaciones entre el señor Conant y don Porfirio, el primero tuvo
que recurrir a políticos influyentes y personas ligadas a Ia Secretaría de Fo-
mento, tales como el senador Felipe Arellano, el Lic. Alberto Arellano y el
señor Roberto Santa María, para que le ayudaran a obtener la mencio-
nada concesión, ya que estas personas, juntamen~e con el señor Macmanus,
de Chihuahua, aparecen como coasociados dé cl.on Carlos Conant en escri-
turas formuladas inmediatamente antes del contrato-concesión obtenido por
Conant.
Por considerar que tanto las citadas escrituras (que fueron dos) como
el contrato-concesión obtenido del Gob~erno Federal revisten particular in-
terés para la historia del Valle del Yaqui, sus textos han sido agregados
al apéndice de la presente obra bajo los números 4, 5 y 6 respectivamente.
La primera escritura (documento No. 4 ·en el apéndice) fue tirada en
Méxit.o, D. F., con fecha 21 de agosto de 1890 y, según su texto (cláusula

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 269

primera) don Carlos cedía aI senador Felipe Arellano, al señor Alberto Are-
llano ( ahogado de los tribunales de la República) y al señor Roberto Santa
María ( de quien solamente se dice que era empleado) un trece y un tercio de
los derechos de la concesión a cada uno ( un total de 40% porque le ayudaran
a obtenrr lo que las leyes concedían (¡nada nuevo bajo el sol! ) , y al señor
• Tomás Macmanus, de Chihuahua, un 5% de los mismos, reservándose Co-
nant el resto, o sea el 55%.
En la misma cláusula primera se agrega que tales derechos se hacen ex-
tensivos también a los beneficios que se deri.ven de la realización, en todo o en
parte, del proyecto de colonización, o de cualquier otro contrato o título
que directa o indirectamente se deriven del mismo.
La cláusula segunda de esta escritura libera a los beneficiarios mencio-
nados de todo gasto de explotación y de organización de una compañía ex-
plotadora. Se conviene en que los de explotación se reembofaarán a Co-
nant del fondo que se constituya para el caso al organizarse la compañía; y
los de organización serán por cuenta de la sociedad que se constituya.
En cuanto a los gastos de deslinde, serán por cuenta de Conant, para ser-
le compensados posteriormente con el 25% ( un tercio del total deslinda-
do) . Pero se hace la aclaración de que del 25% de terrenos con que se com-
pensará a Conant por los trabajos de deslinde, la tercera parte será de terrenos
con posibilidades de riego del río, y el resto sin esa posibilidad.
La cláusula quinta permite saber que esta escritura rescindfa un con-
trato anterior · celebrado el 6 de diciembre de 1889, estableciendo la remu-
neración que los señores Arellano, Santa María y Macrnanus obtendrían por
su intervención en este negocio.
Tanto en el preámbulo de esta escritura como en su cláusula primera, se
expone que el señor Conant está por suscribir el contrato-concesión con la
Secretaría de Fomento, lo que efectivamente se hizo al día siguiente de fir-
mada la escritura de cesión que se viene analizando. De esto se deduce que para
obtener dicha concesión fue condición previa la legalización de los derechos
a que se habían hecho acreedores los dos señores Arellano y el señor Santa
María, así como el señor Macmanus.
La segunda escritura ( documento No. 5 del apéndice), es un poder que los
cesionarios a que se refiere el documento anterior extienden a favor de don
Ca"rlos para que, en representación de ellos como co-asociados, pueda organi-
zar una compañía explotadora del' contrato-concesión, autorizándolo para dis:
poner, a favor de, sodo o socios capita/,istas, de la parte que del total de
la concesión creyera necesario. Esta escritura se hizo el mismo día que la
anterior primero citada, también en México, D. F.
Al día siguiente, 21 de agosto de 1890, se formalizó el contrato de colo-
nización y uso de aguas de los ríos ya mencionados, entre la Secretaría de Fo-
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270 CLAUDIO DABDOUB

mento, Colonización, Industria y Comercio y el señor Conant. Aprobado por el


Congreso, fue promulgado por el Presidente de la República con fecha 20
de diciembre de 1890 y dado a conocer por el Gobierno del Estado de
Sonora el 31 de ese mismo mes.
Aunque el texto íntegro del contrato aparece en el apéndice (con el No.
6), a continuación se hace un análisis del mismo por considerarlo de un inte-
rés extraordinario para la historia regional y de los sistemas nacionales de
irrigación, pues permite ver esbozado el magno proyecto que la exhube-
rante imaginación de don Carlos había elaborado en una época en que es-
tas grandes obras no eran comunes en América· (se iniciaban en Estados Uni-
dos de Norte América,. pero ninguna de esta extensión); además, permite
conocer el criterio oficial prevaleciente con relación a los problemas agrario y
demográfico nacionales y las soluciones consideradas como más adecuadas
y, por último, comparar el proyecto original con lo realizado.

Característ.icas principales
de la concesión

Magnitud del Proyecto. La concepción de un proyecto como el que


se viene describiendo, para ser realizado por su propio autor, sólo indu-
ce a suponer que éste es un desequilibrado mental o un iluso que no ha
sufrido los desengaños que prodi'gan las realidades de la vida. Pero la cláu-
sula primera del contrato autorizado a don Carlos, a la compañía o compa-
ñías que él organizara ( expresiones que frecuentemente aparecen ~n su re-
dacción) , dan fundamento a pensar que el señor Conant valoraba en toda
su .extensión la magnitud y costo de las obras y que, en consecuencia, previó
la necesidad de dividir éstas, para que cada una de elias fuera realizada
por una ·'empresa distinta.
Los tres ríos afectados por el contrato tienen la característica de ser
muy caudalosos durante las dos cortas temporadas de lluvias que tienen sus
cuencas, al cabo de las cuales sus caudales se abaten. Para compensar estas
irregularidades, Conant proyectó la formación de grandes depósitos que re-
cogieran el agua de las crecientes para ser aprovechadas en las épocas de se-
quía. (No se tienen datos de que hasta entonces hubiera sido construida
alguna presa de almacenamiento en América.)
La cláusula tercera es digna de atención, pues hace ver que aunque se
autorizaba un canal sobre una u otra de las márgenes del Yaqui ( entre Buena
Vista y Cócorit), éste se construyó sobre la izquierda, en tanto que el auto-
rizado sobre el Mayo se sacaría de su margen derecha .
.~stas dos observaciones hacen aparecer como conclusión indudable que el
propéfsito /üe cultivar el Valle del Yaqui hasta el máximo de sus posibili-

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HISTORIA DE EL VALLE DEL y AQUI 271

dades. El canal principal del río Yaqui se construyó tal como fue proyec-
tado; el del Mayo, sobre la margen derecha, tendría el mismo objeto que
el conocido ahora por Canal Alto ( alimentado por el Yaqui), con la dife-
rencia de que éste inicia el riego en tierras que el otro no hubiera podido al-
canzar, pero aprovechando terrenos de mejor calidad y regando, también,
la zona intermedia entre ambos ríos.
Sobre el Fuerte se autorizaba un canal derivado de cualquiera de sus dos
márgenes.
La novena cláusula permitía abrir un segundo canal en cada uno de los
tres ríos a que el contrato se refiere, siempre que estos otros canales se
hicieran en la margen opuP-sta a aquella en que se hubieran construido los
primeros y que, entre unos y otros, no tornaran en conjunto más de las dos
terceras partes de los escurrimientos anuales de cada río.
En la cláusula veinticuatro se prevé la posibilidad de aprovechar los
canales como medios de navegación, uso que dicha cláusula autorizaba siem-
pre que las tarifas de cobro fueran previamente aprobadas por la Secreta-
ría de Fomento.
La cláusula veintiséis marca la zona a deslindar, comprendiéndola desde la
margen derecha del Mayo ( de Camos al mar); hasta incluir casi la tota-
lidad del territorio actualmente reconocido a la tribu Yaqui. (El artículo 32
recomendaba tener prudencia en los trabajos de deslinde para evitar con-
flictos con los pueblos yaquis y mayos, a los que las Comisiones Geográ-
fica Exploradora de Sonora y Científica habían dotado de tierras, que debe-
rían respetárseles aunque carecieran de títulos.)
En lás cláusulas veintiocho y veintinueve se establecía que del área
total d~ terrenos baldíos, demasías y huecos que los deslindes arrojaran
en esta zona, se compensaría a o los concesionarios los gastos de apeo y
deslinde, fraccionamiento de terrenos y levant3miento de planos, con la ter-
cera parte de dicho total.
Además, el Gobierno se obligaba a vendt~rles al o a los concesionarios,
hasta la mitad de las 2/3 partes que a él le correspondieran ( o sea una
tercera parte del total que se deslindara) a razón de noventa centavos hec-
tárea, cuyo importe se pagaría con bonos de la Deuda Pública no diferida;
para cuyo objeto señalaba trescientas mil hectáreas sobre la margen dere-
cha del río Yaqui ( cláusula 34).
De esto último puede deducirse que a la zona delimitada a que se refieren
los párrafos que anteceden (Yaqui-Mayo), se le estimaba un área de alre-
dedor de un millón de hectáreas, puesto que la fracción de territorio Ya-
qui localizada al norte del río escasamente pasará de las trescientas mil
hectáreas que le corresponderían al Gobierno y que se obligaba a vender,
y que el área del Y aqui al Mayo y del Golfo de California hasta la línea

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272 CLAUDIO DABDOUB

Camoa-Buena Vista es; el doble de la anterior, por lo que ambas han de


sumar aproximadamer.te el millón de hectáreas estimado.
Es muy difícil saber si el Gobierno se propuso reservarse para sí ( de las
dos terceras partes que le correspondían) las mejores tierras, como eran las
de la margen derecha del Yaqui, o si Conant procuró esas condiciones
a fin de que los terrenos por irrigar con el canal proyectado no le aumen-
taran mucho su costo final, puesto que los terrenos que adquiriera par compra
tendrían lo.s gastos de deslinde y fraccionamiento más los $0.90 por hectárea,
que en trescientas mil serían un sobre-costo de $270,000.00. En cambio,
los terrenos de la margen izquierda que adquiriera por deslinde y que re-
querirían inversiones grandísimas en obras de irrigación .Y fraccionamiento,
soportaban más difícilmente el mencionado sobre-costo.
De acuerdo con la deducción expuesta respecto al área total de la zona
Yaqui-Mayo, a Conant le corresponderían, por derechos de deslinde, unas tres-
cientas mil hectáreas entre ambos ríos, que vienen siendo las que ahora cons-
tituyen el Valle Nuevo del Yaquí.
El contrato daba derecho a don Carlos a comprarle al Gobierno, de lo que
a éste le correspondiera, 100,000 hectáreas más en la margen izquierda del Ma-
yo y otras 100,000 en el río Fuerte, o más, hasta completar un millón entre
las que adquiriera por compensación de gastos de deslinde y las 500,000 ya se-
ñaladas (300,000 en la margen derecha del Yaqui, 100,000 en el Mayo y
100,000 en el Fuerte). El terreI\o faltante lo señalaría Conant.
Lo expuesto hasta aquí, es confirmación de lo dicho acerca de la mag-
nitud del proyecto de que se trata.
Criterio sobre los problemas agrario y demográfico y sus soluciones. Con-
ceder a un individuo o compañía el derecho a comprar hasta un millón de hec-
táreas, incluyendo vegas de los ríos, es inadmisible para la generalidad
de los m_~xicanos formados en plena revolución.
Y m~s fuerte aún debería ser su reacción de asombro y disgusto al co-
nocer la parte del artículo 37 de la concesión, que establece para la empresa
la obligación de colonizar las tierras que adquiera por compra, con cuan-
do menos, un veinticinco por ciento de extranjero y el resto con mexica-
nos. (El artículo 36 le fija la obligación de establecer un habitante -o co-
lono por cada mil hectáreas que comprara.)
Para tener elementos suficientes de juicio respecto al criterio de los
funcionarios que establecieron las condiciones µiencionadas en los dos párrafos
que ant~ceden, y para apreciar la trascendencia que tuvo la obra derivada de
este contrato, es útil conocer, aunque sea someramente, algunas de las dis-
posiciones. dictadas por nuestros gobiernos, desde la conquista hasta el por-
firismo, con relación .a dos aspectos nacionales: el de la explotación de la
tierr::1.·y el demográfico, que sintetizadas, son las siguientes:

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 273

El 17 de enero de 1821 el gobierno español autorizó a Moisés Aus-


tin, ciudadano de los Estados Unidos de América, para que colonizara, con
familias católicas originarias de Louisiana, el territorio de Texas. <83 >
En abrü de 1823, el Congreso Constituyente expidió una orden en el sen-
tido de que, "si el gobierno no encuentra inconveniente, confirme a Este-
ban Austin la concesión que el gobierno anterior (el virreynal) le dio para
establecer 300 familias en las inmediaciones de Texas. <84 l
En octubre del mismo año (1823), dio otra disposición para la forma-
ción de la Provincia del Istmo, cuyas tierras baldías se distribuirían: una ter-
cera parte entre militares retirados, servidores de la Patria, pensionistas
y cesantes. La segunda porción sería beneficiada por el gobierno entre capi-
talistas nacionales y extranjeros que se establecieran conforme a las leyes
generales de colonización. La tercera habría de repartirse por la diputación
provincial en provecho de sus habitantes que carecieran de propiedad.
Como aliciente para los colonos se concedían exención de pagos de dere-
(;hos de exportación de los frutos recogidos, reducción en los impuestos de
importación, etc., etc.
En agosto de 1824 ( durante el gobierno provisional del triunvirato de
don Nicolás Bravo, Guadalupe Victoria y Pedro C. Negrete), se publicó
un decreto sobre colonización, entre las que destacan las siguientes disposi-
ciones: "Los terrenos colonizables son aquellos que, pudiendo serlo, no per-
tenezcan a ningún particular, pueblo, ni corporación, siempre que no estén
comprendidos entre las veinte leguas limítrofes con cualquiera nación extran-
jera, ni diez de los litorales. Los extranjeros ,gozarían de la exención de im-
puestos por concepto de su entrada en .,.el país para establecerse por pri-
mera vez en la nación. Los mexicanos serían preferidos en el reparto de
las tierras. Quedaba prohibida la reunión en una sola mano de la propie-
dad de más de una legua cuadrada de cien mil varas de tierra de regadío,
cuatro de superficie de temporal y seis de superficie de abrevadero. Se prohibía
asimismo el traspaso de las propiedades a manos muertas." <85 >
En 1834, la Secretaría de Relaciones expidió una circular sobre colo-
nización de los terrenos de Coahuila y Texas, en la que, a nombre del Vice-
presidente de los Estados Unidos Mexicanos, Valentín Gómez Farías, ex-
ponía: " ... " convencido de la necesidad de socorrer a la multitud de
·personas cuya suerte ha siclo y es desgraciada por los errores políticos, por
la paralización de los giros, por la destrucción de las fortunas y por to-
dos los males que trae consigo el estado de revolución permanente, cual es
el que ha tenido la República de muchos años a esta parte, se halla resuel-
to a abrir sus arcas para reparar en cuanto esté de su parte un estado tan
lastimoso. Ahora bien, los territorios situados a inmediación de la línea di-
visoria de nuestra República, cruzados todos de ríos navegables, colocado~

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't:. f

274 • CLAUDIO DABDOUB

cerca del Océano Atlántico, abiertos al comercio, vírgenes en el orden de la


producción y feraces a lo sumo, están brindándose a los robustos brazos
de los mexicanos y a la industria de todo género, que en ninguna parte tiene
ni cuenta con las facilidades que proporciona su localidad. No son necesa-
rios otros medios para efectuar la colonización de estos hermosos y feraces
territorios que las anticipaciones de la empresa, y el supremo gobierno tiene
la voluntad y posibilidad de hacerlo: no se disiparán caudales públicos; pero
tampoco se escaseará lo necesario ni a ninguno de los comprometidos dejará
de anticiparse con la oportunidad debida los medios de poner en acción
sus fuerzas industriales, hasta que los frutos acumulados pongan a los co-
lonos en disposición, no sólo de subvenir por sí mismos_ a las primeras ne-
cesidades de la vida, sino de formarse un capital con qué multiplicar sus
empresas y reproducir sin cesar los frutos de la industria agrícola, única
pero verdadera riqueza con que pueden contar las sociedades nacientes.
La república se halla plagada de familias que de un modo o de otro, por este
o por aquel motivo, han perdido su fortuna y reposo; a todos los convoca
el supremo gobierno á mejorar su suerte en las ocupaciones pacíficas de
agricultura; ellas cicatrizarán sus heridas, levantarán su fortuna, les harán
echar en olvido sus errores o extravío.s, y convertirán en ciudadanos útiles a
multitud de personas a quienes la· ·exigencia de las circunstancias alejan de
las poblaciones actuales, y la imperiosa necesidad de vivir, incapaz de satis-
facerse por medios lícitos, los c<;mstituyeen la clase de los criminales. El Vi-
cepresidente sinceramente desea obtener este feliz resultado; pero no puede
prescindir de tomar las precauciones que le aseguren, evitando que el trans-
porte de los colonos no tenga otro carácter que el de un viaje dispendio.so.
Si éstos han de abandonar el terreno a poco de haber llegac!o; si no lo
han de hacer productivo con el trabajo, y han de limitarse a consumir
las asigpaciones hechas con el objeto sagrado de suplir la falta de capi-
tal, el fin queda completamente frustrado, y la República, lejos de recobrar
ciudadanos extraviados, no ha hecho sino perder sus fondos y aumentar sus
apuros por empresas que, lejos de asegurar, expone a mayores riesgos la in-
tegrülaa de su territorio. En ninguna época ha sülo tan urgente consultar
a la seguridad de las fronteras y dar empleo a innumerables brazos que
por la más triste fatalidad se hallan sin ocupación. A tan benéficos y sa-
ludables fines se dirigen las miras del gobierno, que no cree remoto obte-
nerlos por las providencias siguientes: 1.-Será admitida a colonizar en los
terrenos que estén o estuvieren a disposición del gobierno supremo en el
Estado de Coahuila y Tejas toda persona libre y que carezca de compro-
misos locales en otros puntos de la República. 2.-Esta invitación se hace
muy especialmente .ª los oficiales y soldados que han quedado sin empleo
poi' .thaber tomado parte en la presente revolución; a los que se hallan
f. .

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 275

con resguardos dados por el gobierno; a los expulsos de los Estados y aun
a los que todavía permanezcan con las armas en la mano. 3.-A cada fa-
milia que se comprometa a colonizar en dicho Estado se le dará la déci-
ma parte de un sitio de ganado mayor. 4.-A cada persona mayor de
quince años se le costearán las cabalgaduras o carros que sean necesarios
para su transporte, los cuales harán suyos al momento de llegar al sitio que
deba colonizar. 5.-A cada una de las personas expresadas, que pasen de
quince años de edad, .se les asistirá desde el día que salgan del lugar de su
residencia hasta un año cumplido con cuatro reales diario, y a los menores
de quince años con dos reales. 6.-Ninguna persona p0drá separarse de la
colonia antes de dos años sin permiso del gobierno, y las que lo hicieran
perderán las tierras que se les hubieren donado y quedarán obligadas a
pagar todo lo que hubieren recibido del mismo gobierno. 7.-A cada fami-
lia de las que compongan la colonia se les dará una yunta de bueyes y
una vaca o su valor, dos arados y los instrumentos de carpintería y labranza
que el gobierno estime necesarios. 8.-Del terreno que se destine para for.
mar las poblaciones, se dará a cada familia un solar para que se levante la
casa de su habitación. 9.-Los transportes se harán bajo la dirección de
la persona o personas que el gobierno designare. 10.-Las colonias queda-
rán sometidas al jefe o jefes políticos que el gobierno señalare, y luego
que se hayan repartido los solares instalarán su gobierno municipal, con-
forme a las leyes del mismo Estado." <86 >
Cuando este documento fue expedido, la Nación se encontraba envuel-
ta en una de sus tantas guerras civiles; esta vez originada por las leyes ra•
dicales expedidas por los últimos regímenes •Y, en particular, por el que se
encontraba en el poder. En esta situació~, proyecto tan estupendo como el
contenido en el documento transcrito no podía prosperar.
Entre tanto, el incomunicado y casi desértico territorio de Texas (sobre
el que doce años antes se había confirmado a los señores Austin la autoriza-
ción para colonizarlo), había progresado en tal forma que sus tierras habían
adquirido mucho valor, la población había crecido rápidamente y los colonos
prosperaban de tal suerte, que en 1835 había como treinta mil emigran-
tes, en su mayoría norteamericanos, que se dedicaban principalmente al
cultivo del algodón y la caña de azúcar y a la explotación de los bosques
por sistemas modernos, habiendo establecido máquinas despepitadoras, inge-
nios y aserraderos. La sola cosecha de algodón en ese año tuvo un valor de
$5,400.000.00. (8 7)
El decreto de colonización expedido por Gómez Farías fue derogado tres
años después (en abril de 1837) por Anastasio Bustamante, para establecer la
manera de hacer efectiva la colonización. Esta se haría por medio de ventas
o de hipotecas y su importe se aplicaría a la amortización de la deuda na•

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276 CLAUDIO DABDOUB

cional y de la extranjera. Al efecto, se emitieron bonos que fueron colocados


en Londres: bonos que se recibirían en pago de tierras vacantes de los De-
partamentos de Texas, Chihuahua, Nuevo México, Sonora y California. Los
extranjeros que en virtud de los bonos diferidos que poseyeran vinieran a la
República y se establecieran en sus nuevas propiedades, adquirirían desde
ese momento el título de colonos; mas no se les permitiría que reunieran
en una sola mano más de una legua cuadrada de 5,000 varas de regadío,
cuatro leguas de superficie de temporal y seis leguas de abrevadero. Este
convenio fue aceptado por el ejecutivo, Antonio López de Santa Ana, en junio
de 1839. <88 >
Posteriormente, el mismo López de Santa Ana expidió un decreto de colo-
nización para el Estado de Tamaulipas, aprobado el proyecto de coloniza-
ción presentado por Alejandro de Crot, súbdito belga, y lo autorizaba
para atraer a sus expensas cuando menos mil familias belgas, alemanas
y suizas en el término de diez años para dedicarse al cultivo de las tierras
de aquella Entidad. <89 >
Durante ese tiempo se creó la Dirección de Colonización, en considera-
ción a que una de las "más necesarias y urgentes medidas que la situación de
la República exigía era la de promovar la inmigración extranjera para po-
blar nuestros inmensos terrenos, que constituían la codiciosa ambición
de los enemigos de la Nación."
En ·su biografía "Juárez: Su ,obra y su tiempo", dice don Justo Sierra:
"En los años de 1858 a 1861, siendo Ignacio Ramírez Jefe de los Depar-
tamentos de Justicia e Instrucción Pública y de Fomento, Agricultura,
Comercio, Colonización e Industria, declaró: "la igualdad de garantías
entre extranjeros y mexicanos ( con la sola excepción formulada en el art. 33
de la Constitución Federal)", igualdad que, aunque definida expresamente
en la Co~_stitución, convenía repetir y hacer llegar al conocimiento de todos,
para facHhar la inmigración de personas y capitales, señalando importantes
franquicias a los que adqui1 iesen terrenos para trabajos agrícolas ... " <90 >
El problema agrario de México tiene apariencias de una complejidad tre-
menda porque ha sido involucrado a la política, siendo común la impre-
sión, actualmente, de que las tierras disponibles son insuficientes para los
brazos mexicanas que las requieren, cuando en realidad el problema es in-
verso: sobran tierras, pero faltan brazos que las trabajen. Los anteceden- .
tes expuestos apoyan tal afirmación, juntamente con este otro: Al iniciarse la
conquista de México por España, la tendencia de los gobernantes fue de am-
pliar, cada vez más, sus dominios y poblarlos. En los finales de esa misma
época., ya no se deseaba extender más la Nuev'í España, sino poblarla y poner
en explotación sus riquezas naturales; problema con el que se inició el Mé-
xico Independiente, y ha continuado con él.

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 277

Hay una observación digna de ser considerada: a través de las diferen-


tes épocas, desde la conquista hasta la revolución de 1910 (y aún después
de ella) , los dos problemas mencionados ( necesidad de poblar y urgencia de
explotar nuestros recursos) no se modificaron substancialmente, pero tam-
poco se modificaron las opiniones respecto a la solución más adecuada, aunque
cambiaran los regímenes, unas ideologías substituyeran a otras, se modifi-
caran las circunstancias, siempre se pensó en la misma solución: estimular
la inmigración.
Para mejor apreciar el problema, debe recordarse que todavía en 1900,
para una extensión territorial de casi 2,000,000 de kilómetros cuadrados se
tenía una población de alrededor de 8,000.000 de habitantes (Sonora tenía
alrededor de 100,000), y que en 1960, con casi 35,000,000 de individuos, Mé-
xico es, todavía, un país despoblado.
Esa era la. razón de por qué se concedían contratos de colonización que
ahora nos asombran. Era urgente poblar el territorio nacional y poner en
froducción sus tierras, particularmente las de los Estados Fronterizos del
norte, ¡ que eran los menos atractivos para la colonización por estériles e
inhospitalarios!
En cuanto a la cláusula que fijaba un mínimo de 25% de colonos ex-
tranjeros, es fácil de explic!J.r: siendo Ínsuficiente y tardado el incremento na-
tural de la población propja, la única forma de aumentar era trayéndola de
fuera. Pero esta obligación, establecida en los contratos de colonización,
era evadida por los concesionarios en virtud de lo costosa, pues requería
mucha propaganda, estímulos y mayores costos de traslado, lo que indujo
al gobierno a establecer sanciones para qllieries no cumplieran con esta obli-
gación.

Obtenida la concesión, fue constituida


una empresa para realizar las obras

Don Carlos Conant había concebido un proyecto inmenso, grandioso, tanto


que rayaba en lo fantástico.
En consecuencia, dado su carácter idealista pero también práctico, debe
de haber tomado en consideración que el primer obstáculo que tendría que ven-
cer sería la incredulidad con que su estudio sería visto en cuanto a las po-
sibilidades de ser realizado por él; el segundo obstáculo sería lograr que
la concesión fuera aprobada, en un tie~po breve, por cada uno de los orga-
nismos federales que intervendrían y, por último, el más difícil, que tal vez
fuera el escollo definitivo que haciera naufragar todas sus ilusiones, sería
el de obtener el financiamiento necesario para realizar su proyecto.
En esa época no había inversionistas mexicanos, excepto para operacio-

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278 CLAUDIO DABDOUB

nes en fincas, haciendas, hipotecas, etc. Interesar a capitalistas extranjeros


para invertir en México, era en extremo difícil dad& nuestra característica
de nación siempre en guerra civil. Y menos interés podría despertar una
región que por siglos se enfrentaba al problema de la tribu Yaqui, sin poder
finiquitarlo. Debe recordarse el aforismo de que nada hay más miedoso que
el dinero.
Vencidos uno a uno los obstáculos enumera.dos, se enfrentó al último, des-
pués de haber iniciado, en febrero de 1891, los deslindes de los terrenos del
Yaqui. <91 >
Según don Francisco Almada, Conant habí.a organizado una compañía con
socios mexicanos para llevar a cabo su empresa, siendo ésta la que hizo los
primeros trabajos de localilaciones y deslindes, y dice que habiendo fraca-
sado la sociedad, organizó otra con capital angloamericano. (Misma referencia
acabada de citar.)
Aunque carece de suficiente información al respecto, el autor de la pre•
sente obra considera muy dudosa la afirmación relativa a la empresa mexi-
cana, en virtud de las siguientes consideraciones:

la.-En primer término, don Carlos, hombre de negocios, no podía ig-


norar que la magnitud de su proyecto requería la inversión de
grandes capitales, a cuya razón se atribuyó, en párrafos anterio-
res, el haber previsto ,en el contrato de concesión la posibilidad de
que, para su ejecución, fuera necesario dividir las obras ·entre va-
rias compañías. Es indudable que sí existió la empresa a que se
refiere el señor Almada, carecía de suficiente capital, puesto que
fracasó apenas iniciados sus trabajos.
2a.-Por informaciones proporcionadas por parientes de !señor Co-
nant residentes en Ciudad Obregón y Cócorit, Sonora, se sabe
que en Nueva York logró interesar a un grupo <le capitalistas a
formar una sociedad que llevaría a cabo la realización de su con-
trato de colonización e irrigación. Esta Compañía se constituyó en
Nueva York y tuvo por nombre Sorwra & Sinaloa lrrigation Co.
El autor de la crónica no ha podido obtener datos sobre su fecha de
registro, pero las acciones correspondientes que tuvo a la vista
son del 5 de diciembre de 1891.

Esta afirmación es apoyada por Jaescritura pública No. 324 de la Nota-


ría No. 1 a cargo del señor Lic. Jesús M. Gaxiola, de Guaymas, Sonora, ti-
rada en febrero 3 de 1904, en cuyo texto aparece que determinados terre-
nos siempre han sido. de la propiedad de don Carlos, quien nunca los cedió
a la <lompañ_íasino que autorizó su hipoteca junto con los que "a dicha em•

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 279

presa había entregado, según contrato firmado en Nueva York en noviem-


bre 10 de 1891". Parece claro que en esta fecha ya existía la So.nora &
Sinaloa Irrigation Co., puesto que, juntamente con sus terrenos , hipotecó
los de Conant.

3o.-Es improbable que en el brevísimo período de nueve meses se


haya constituido una sociedad, iniciado los trabajos, fracasado
y haya sido constituida otra nueva empresa: ni aun suponiendo
que los capitalistas de Nueva York hubieran estado pendientes
de que Conant llegara a ofrecerles la oportunidad de invertir en
el Yaqui.

Por las consideraciones expuestas, cabe la duda sobre la formación de la


empresa a que alude el señor Almada. Parece más probable que don Car-
los haya contratado a un grupo de hombres de la región para que hicieran ]os
1 econocimientos, deslindes y planos de los terrenos a fin de tener datos más
precisos que presentar a sus problemas financiadores y, a la vez, dar cum-
plimiento• al artículo So. de la concesión, que lo obligaba a iniciar estos tra•
bajos y la localización del primer dique sobre el río Yaqui dentro de los
tres primeros meses de la promulgación del contrato.
Constituida en Nueva York la Sonora & Sinaloa lrrigation Co., don Car-
los Conant fue uno de los socios principales con el 25% de las acciones
y funcionario con el carácter de Gerente General. Otros funcionarios fueron:
Walter S. Logan, Presidente; W. A. Watson. Vicepresidente; S. S. O'ark,
Secretario; coronel E. S. Ncttl_eton. de Denve~. Colorado. EE. UU. AA., Inge-
niero Consultivo; T. H. Todd, Ingeniero en Jege. (El dato del ·monto de la
partición social de don Carlos fue proporcionado por sus familiares: el re-
lativo a los funcionarios, fue tomado de una placa metálica que todavía al
estar en formación el pres~nte libro se encontraba fijada en la cabecera de la
compuerta de la boca-toma del canal construido por la empresa de que se
trata.)
Organizada la compañía, inició desde luego sus actividades con la con-
tinuación de los estudios y trabajos topográficos del río y clel Valle del
Y aqui; y empezó la excavación de la boca-torr.a. para cuya formación apro-
vechó una zona rocosa localizada en el punto denominado Hornos, en la mar-
gen izquierda del río. Después de hacer una penetración o tajo para formar
la boca del canal, se perforan los túneles de comunicación de una al otro.
En fotografías de esta obra tomadas en 1906 se aprecian dos túneles, siendo
cinco los que existen a la fecha, cada uno de alrededor de 15 metros de lon-
gitud, perforados en la roca al igual que los primeros 500 metros del canal,
cuya excavación continuó haciendo la empresa en forma rudimentaria hasta el

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280 CLAUDIO DABDOUB

año de 1893 en que, según el general Tronco (obra ya citada, pagina 203),
"el canal que abre la Empresa Conant ha recibido nuevo impulso con la lle-
gada de una draga para hacer la excavación".
Tres años después lograba la compañía llegar al kilómetro 13.5, lo que
constituyó un acontecimiento regional recibido con gran júbilo por los veci-
nos de Cócorit, ya que del punto citado se le derivaba el canal previamente
hecho por la Comisión Científica de Sonora para dar riego a ejidatarios y
colonos del pueblo mencionado y del de Bacum. El paso de las aguas de un
canal al otro fue celebrado con una ceremonia popular, en la que se bautizó
la obra de la Comisión Científica con el nombre de Canal Porfirio Díaz, que
aún conserva, y cuyas compuertas actuales se encuentran a unos cuantos me-
tros aguas aba jo de donde estuvieron los originales. Próxima al kilóme-
tro 13.!:>del canal se formó posteriormente la población y estación ferrovia-
ria de Esperanza.

Quiebra la Sonora & Sinaloa lrrigation Co.

Al principio del párrafo que a_ntecede se dij o que tres años después de
haber recibido la draga, lograba la empresa llegar al kilómetro 13.5 Ade-
más de la boca-toma y de los túneles comunicantes, había construido el dique
de contención de las aguas del río para levantar su nivel y hacerlas pa-
sar al canal; pero para la fecha en que alcanzaba el kilómetro 13.5, la
Sonora & Sinaloa lrrigation Co. se enfrentaba a grandes dificultades econó-
micas y al riesgo de perder la concesión. La cláusula 6a. del contrato le im-
ponía la obligación de haber terminado los 40 kmts. del canal, con su
correspondiente dique o presa, a los cuatro años, como máximo, de haber
sido aprobados por la Secretaría de Fomento los planos y perfiles de la~;
obras.
Aseguran los familiares de don Carlos que la compañía se encontra-
ba quebrada en 1896, y parece que, de hecho, así era, pero no legalmente,
ya que la Sonora & Sinaloa lrrigation Co. fue declarada en quiebra por
los tribunales de Guaymas tres o cuatro años después, en virtud de la de-
manda interpuesta en su contra por don Carlos Conant y demás acreedores.
Considere el lector la desesperación del autor de concepción tan fan-
tástica como la de Conant, tan problemática para ser acogida con la se:
riedad y confianza necesarias para invertir en ella millones y millones de
pesos, que después de haber logrado superar éste y otros muchos obstáculos
y de palpar ya la materialización de los juegos de su fantasía, ver que len-
tamente y en movimiento incontenible, la materia se regresaba a la nada ...
Lar, inmensas planicies salpicadas de mezquites y cactus de los Va-
lles Ye.qui, Mayo y Fuerte, que su imaginación había contemplado tornarse

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HISTORIA DE EL VALLE DEL y AQUI 281

lentamente en verdes jardines a medida que les aproximaba los canales de


riego, ahora los veía nuevamente en su verdaduo color grisáceo sobre el que,
como una burla, aparecían los espectros de agua producidos por el espejis-
mo de un sol reverberante.
Pero el alma de acero de don Carlos no le permitía sentarse a llorar una
desilusión, aceptando el fracaso; un acto más viril, el suicidio, sería un obs-
táculo para poder continuar su obra ...
Pero en las bravías tierras del Ya qui, madre de una raza que ni la sor•
presa de ver la aparición de seres desconocidos ni la superioridad de arma-
mentos lograron vencer, don Carlos no era el único hombre resuelto a lograr
sus propósitos y estar dispuesto al sacrificio en aras de una idea trascen-
dente. Los señores José María Parada, Albino y Simeón Almada, Juan Al-
varez y otros, principales contratistas propietarios de mulas, escrepas y fres-
nos con los que hacían las excavaciones del canal, convinieron con don
Carlos en continuar su proyecto sin más p&go en efectivo que el de las
rayas de los trabajadores, y en que la liquidación del resto se les hiciera
cuando y como se pudiera, aun con terrenos.
En sus desesperados esfuerzos por ~ostenar aquella situación tan crítica
en que se encontraba la empresa en 1896, cuando los trabajos habían lle-
gado al kilómetro 13.5, a Conant se le había agotado su capital', por lo
que carecía de recursos para seguir adelante, no obstante la ayuda ofre-
cida por sus colaboradores. Ante este obstáculo, don Benito Conant, her-
mano de don Carlos, vendió sus minas y pudo seguirse la construcción del
canal principal hasta llevarlo al kilómetro 39 (en el cruce con la Calle
200) ; punto en que la draga con que hacían las· excavaciones se inutilizó y
no volvió a moverse más. Eato fue entre 1899 y 1900 (no hay datos precisos).
No es de suponerse que los trabajos hayan terminado en el punto ya pre-
cisado únicamente porque la draga se haya inutilizado. sino porque se le
agotaron los recursos económicos a don Carlos. o bien porque alguno de los
acreedores de la Compañía exigió legalmente el pago de los créditos a su
favor y provocó la declaración del estado de quiebra de la Empresa, de
cuyo hecho carece de antecedentes completos el autor de la obra.

Liquúlación de la Sonora & Sinal,oa lrrigation Co.

El coronel Angel García Peña, en su estudio enviado a la Secretaría de


Guerra sobre la forma de acabar con el problema de la tribu Ya qui <92 >
fechado el 26 de mayo de 1900, dice que todavía entonces no había sido de-
clarada la quiebra de la Sonora & Sinaloa, aunque ya en todo el Estado
de Sonora era del dominio público tal estado económico de la Empresa.
Respecto a esta situación, la escritura No. 342 extendida ante el Notario
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282 CLAUDIO DABDOUB

Público No. 1 de Guaymas, Lic. Jesús M. Gaxiola, fechada en febrero 3 de


1904, dice en su página 2: "Con fecha 31 de julio de 1902, celebró
un convenio la Compañía que representa ( el Lic. Hubbard) con la mayoría
de sus acreedores, que. . . puso fin al juicio de quiebra qu ese promovió
contra la empresa."
Por la comparación de una y otra citas puede establecerse que el estado
de quiebra de la Compañía fue declarado después de mayo de 1900 y mu-
cho antes de julio de 1902. Y por la misma escritura citada es posible
saber que en seguida de hecha la declaración legal del estado financiero
de la misma fue nombrado un Consejo de Incautación de sus bienes y quf',
finalmente, se llegó a un convenio entre deudos y acreedores.
Como Presidente del Consejo de Incautación fue nombrado, por la Se-
cretaría de Fomento, el Lic. Rodolfo Nieto. Fallecido el Lic. Nieto, la mi's·
ma Secretaría designó, en noviembre de 1902, al lng. Fernando Montijo,
representante de la casa F. A. Aguilar, Sucrs., de Guaymas, de la que fungía
como Gerente. El resto del Consejo quedó integrado por los señores Guiller-
mo A. Robinson, como Secretario; Agustín Freese, apoderado de French &
Reed (firma norteamericana que tuvo la contratación directa de las obras de
irrigación de la compañía) ; Pedro B. Chisem; Eduardo Gaxiola; Carlos
Conant y otros más.
Como' acreedores aparecen los siguientes nombres: F. A. Aguilar, Sucrs.,
representados por su Gerente, señor Ing. Montijo; G. Moller y Cía. (gran al-
macén guaymense de aceros, dinamita, maquinaria y herramientas para mi-
nas y para la agricultura, ropa, abarrotes, etc. y, además banqueros) ; French y
Reed, represente.dos por Agustín Freese como apoderado, y quien también
representaba, en su carácter de gerente, a la firma Moller; Luis A. Mar-
tínez, Gral. Lorenzo Torre3, Albino Almada, Simeón Almada, Juan Alvarez,
Testamentaría de José María Parada, Federico Plank, Benito Conant, Tomás
Conant, David Harderberg, Ignacio Encinas, coronel Angel García Peña,
Pedro B. Chisem, William A. Watson, Tomás A. Johnston y, como acree-
dor principal, Carlos Conant.
En representación de la empresa actuaron el Lic. neoyorkino Har-
vey M. Hubbard, corno apoderado general, y el lng. Ziba O. Stocker, como
apoderado substituto.
El resultado del litigio fue adverso para la compañía, la que logró tener
un arreglo con sus acreedores en julio de 1902, de cuyos pormenores no se
tienen antecedentes, excepto que, cuando menos a la mayoría de ellos,
se les pagó con terrenos.
De acuerdo con este convenio, a don Carlos Conant se le entregaron en
devolución 35,509 hectáreas con 25 áreas, como cuarta parte de las 142,038
hectáreas comprendidas en ios planos oficiales de la Sonora & Sinaloa Irriga-
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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 283

tion Co. y que la compañía había hipotecado para arbitrarse fondos para la
construcción del canal. (Escritura No. 342 ya citada, págs. 2 y 3.)
Se hace la aclaración en esta escritura y otras diversas, de que el terreno
entregado a don Carlos no era en pago, sino en devolución, en virtud de que
la cuarta parte de que se trata no quedaba incluida en la aportación de
Conant, ni nunca había perdido sus derechos sobre ella por enajenación o
• venta, sino que sólo había autorizado a la compañía a incluirl'os en la hipoteca
que ésta haría para arbitrarse fondos.
De estas 35,509 hectáreas que se devolvían a Conant, 24,425 serían de
agricultura y bajo riego, y 11,084.5 hectáreas de terreno de cría ( así aparecen
anotadas las cantidades en la escritura No. 466 del 2 de septiembre de 1904,
tirada ante el mencionado licenciado Gaxiola).
Hechas por el ingeniero Stocker las mediciones, ajustes, liquic4lción final
y entrega de terrenos a don Carlos, éste recibió los siguientes: ( es~ritura No.
470, del 7 de septiembre de 1904, mismo Notario ya citado).
8,000 hectáreas de agricultura comprendidas en los lotes marcados en
el plano de la compañía bajo los números 57, 84, 85, 112, 113, 140, 141, 168,
169, 196, 197, 224, 225, 252, 253, 277, 278, 293, 294 y 300, de 400
hectáreas cada uno.
150 hectáreas ya poseídas bajo cerco en la labor Los Citos (posteriormente
conocida por San Antonio), a inmediaciones del pueblo de Cócorit, 14,298.25
hectáreas en la colindancia sur de los ejidos del mismo pueblo, 2,000 hectá-
reas en los lotes 22, 228, 229, 248 y 258, haciendo un total de 24,448.25 hec-
táreas de agricultura.
De cría se le entregaron 12,505.46.96, también en la colindancia sur de
los ejidos de Cócorit.
Luego dice la escritura: "como de los terrenos agrícolas resultaba un
excedente de 23 hectáreas y de los de cría de 1,420.96.96, Conant pagará
su importe a razón de $ 10.00 hectárea de agricultura y de $ 2.00 la de cría,
con importe total de $3,071.94, que le sería descontado de 'su crédito' de
$ 28,983.13 que le tiene reconocido el Consejo de Incautación."
Sumando el valor de los terrenos de agricultura, de pastoreo y el saldo
neto que aún le quedaba, resulta que a Conant se le reconoció, en total, un
crédito con cargo a la empresa de $295,404.62, que en esa época era un ca-
pital de mucha consideración.

Localización de los terrenos entregados


a Conant, Parada y Alvino Almada

Terrenos de Comant: Las primeras 8,000 hectáreas de cultivo anotadas


en la relación acabada de exponer fácilmente se localizan en un plano del
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284 CLAUDIO DABDOUB

Valle del Yaqui entre las calles Base y 100, con los siguientes números de la
nomenclatura antigua (la actual nomenclatura aparece entre paréntesis) : 57
(109), 84 (111), 85 (113), 112 (115), 113 (117), 140 (119), 141 (121),
168 (123), 169 (125), 196 (127), 197 (129), 224 (131), 197 (129), 224
(131), 225 (133), 252 (135, 253 (137), 227 (139), 278 (141), 293 (143),
294 (145), 300 (147).
A la partida final de 2,000 hectáreas le corresponden los números que
se anotan a continuación: 222 (331), 228 (437), 229 (533), 248 (535) y
258 (637), situadas en el ángulo noroeste del fraccionamiento del Valle.
Las 14,298.25 hectáreas no fraccionadas, pero incluidas corno de cultivo,
quedaron comprendidas entre los linderos sur de los cuadriláteros ejidales de
Torim, Vicam y Potam, y la Calle Base del Valle.
En la escritura No. 466 ya mencionada, se die~ que esta última fracción
de terrenos se localiza al sur de los ejidos de Cócorit, lo cual, como se ve,
es un error, mismo que se comete-' con relación a las 12,505 hectáreas de
agostadero al situarlas también al sur de los citados ejidos. La verdadera
localización de estas últimas es la siguiente: Partiendo de la esquina sureste
del mencionado cuadrilátero ejidal de Cócorit, se sigue hasta la esquina nor-
este del mismo y desde d,mde, por la margen izquierda del río Yaqui, se
continúa hasta Hornos. De este punto se sigue hacia el sur el lindero poniente
del' rancho El Aguacal,iente hasta su esquina suroeste, para continuar por el
lindero sur del mismo hasta la mojonera Chinibampo. De aquí se continúa
al sur sobre el lindero poniente del rancho Bachoco hasta el cerro J azaruhui,
de donde se recorre en dirección suroeste, rumbo al Tejapobampo, una dis-
tancia de 500 mf'tros. De aquí se tira una línea al poniente astronómico hasta
llegar al canal ( cruzando perpendicularmente la carretera internacional a
aproximadamente 4.5 kilómetros al norte de la avenida Náinari de Ciudad
Obregón). Se sigue el canal aguas arriba hasta su intersección con el lindero
sur de los ejidos de Cócorit, y de aquí al oriente hasta el punto de partida.
(Escritura No. 446 citada, hoja No. 7, cuya descripción detallada es posterior
a la primera general que contiene los errores ~eñalados.)
En forma menos precisa, pero más fácil de captar con sólo conocer la
región, pudiera decirse que estas últimas 12,505 hectáreas de agostadero com-
prendían desde la línea perpendicular que corta la carretera internacional a
4.5 kilómetros al norte de la avenida Náinari, hasta Hornos; área limitada al
oriente por los cerros de ese mismo rumbo y al poniente por el Canal Prin-
cipal hasta donde lo cruza la carretera internacional, para continuar hasta
Hornos por la margen izquierda del Y aqui.
Intestado de José María Parada:-A los herederos de don José María
se les reconoció un crédito de $61,661.05 proveniente de la aportación de
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HISTORIA. DE EL VALLE DEL YAQUI 285

éste en trabajos hechos en la construcción del canal, y que permitieron pro


seguir las obras hasta donde se encontraban en la fecha de la liquidación.
Este·. crédito le fue pagado al intestado con los siguientes terrenos de
agricultura y ganadería:

1,588.62.96 hectáreas de agricultura limitadas, al norte, en una extensión de


2,000 metros, por el cuadrilátero ejidal de Cócorit; al poniente
con el de Bacum (lindero oriente que es, al mismo tiempo, pro•
longación de la calle Meridiana del Valle del Y aqui), y al oriente
y sur por otras propiedades de linderos por completo irregulares.
La propiedad descrita fue una hacienda llamada La Esperanza,
que don José María Parada había formado siendo contratista de
las obras en las condiciones ya expuestas. Se regaba por medio
del Ca,nal de la Compañía, que se localizaba al oriente de la ha-
cienda.
2,000 hectáreas, también con riego, comprendidas en los lotes números
1 (101), 27 (203), 30 (305), 198 (229) y 223 (231) del frac-
cionamiento de la Sonora & Sinaloa Irrigation Co., y
1,000 hectáreas más de iguales características que las descritas en el
párrafo precedente, pero de cuyos números de lotes el autor de
esta obra no pudo obtener los datos, haciendo un total de:
4,588.62.96 hectáreas de agricultura escrituradas a razón de S 10.00 cada una.

Los terrenos de agostadero quedaron comprendidos dentro de los siguien-


tes límites: al norte, las tierras de agostadero de don Carlos Conant ya des•
critas; al sur, la Calle 200; al poniente, el Canal de la Compañía ( incluyendo
la parte conocida ahora por Laguna del Náinari); y al oriente hasta las
proximidades de los cerros que por ese lado circundan el Valle del Yaqui,
cubriendo un área de 7,825 hectáreas.
Albino Almada:-A don Albino se le cubrió el crédito a su favor me-
diante el traspaso, en forma de compra-venta, de 2,500 hectáreas a razón
de S 3.00 cada una, según escritura pública No. 154 tirada ante el Notario
Público No. 1 de Guaymas, licenciado Gaxiola, fechada el 26 de mayo de 1903.
EI terreno tenía la siguiente localización: a partir de la esquina suroeste de la
propiedad del intestado de José María Parada constituida por terreno de cría.
se tiraba una línea hacia el sur astronómico de 5,000 metros. paralela ( a una
distancia de 100 metros) del canal de la empresa marcado en el plano; l~
línea se continuaba en dirección oriente otros 5,000 metros; de aquí hacia
el norte astronómico se medían, también, 5,000 metros, para de este punto
quebrar hacia el poniente hasta regresar al punto de partida. El límite norte
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286 CLAUDIO DABDOUB

de esta propiedad quedaba contigua al lado sur de la propiedad de los here-


deros del señor Parada, separadas ambas por la Calle 200.
Don Albino Almada tenía derecho a usar agua del cana,¡ de la Compañía
para darle de beber a su ganado, mediante ,el pago de $ 100.00 mensuales.
En su representación firmó la escritura don Rómulo Almada.
Se habrá observado que en la descripción de los límites de los terrenos
traspasados al señor Alrnada, se dice "canal de la empresa marcado en el
plano", pues, como ya se sabe, éste llegaba hasta la Calle 200 únicamente.
Pero posteriormente, cuando se continuó su excavación, se desechó el trazo
original desviándolo un poco al oriente, con lo que parte de la propiedad de
don Albino se convirtió en terreno de agricultura, formándose la hacienda
La Realulad, nombre con el que todavía es conocida.

Don Carlos Conant Maldonado, luchador inquebrantable

Después de celebrado el convenio de pagos entre la Sonora & Sinaloa


Irrigation Co. y sus acreed0res, el 31 de julio de 1902, mediante el que se le
reconocían a Conant sus derechos sobre los terrenos que ya se detallaron, éste
se dedicó, de inmediato, a poner en condiciones de explotación las 14,298
hectáreas situadas entre la Calle Base y los pueblos yaquis que le fueron en
tregadas como de cultivo, pero no alcanzadas a regar por el Canal de la
Compañía.
Hombre impulsado desde los primeros años de su juventud por grandes
inquietudes y una extraordinaria actividad, don Carlos fue agricultor, mmero,
revolucionario, realizador de grandes empresas y, por si fuera poco para el
desfogue de sus energías, fue también un apasionado de las mujeres. Vida
tan activa y accidentada tiene siempre por compañía inseparable grandes
vicisitudes que cansan y consumen al individuo, siendo la desmoralización
consiguiente su enemigo más destructor.
Pero a don Carlos parecía sucederle lo contrario; ya se ha visto cómo,
a pesar de los trastornos sufridos a consecuencia de sus rebeldías cívicas,
siempre había logrado reiniciar sus actividades económicas y pudo también
realizar su idea quimérica de darle agua al Alto Valle del Y aqui, haciéndola .
fecundar sus tierras antes estériles. También se ha relatado cómo, cuando
apenas vislumbraba las primicias de sus afanes, se le derrumbaba toda su
obra y que, finalmente y después de un pleito judicial que le requirió toda
su habilidad y energía, sus derechos de concesión sobre los Valles Yaqui,
Mayo y Fuerte quedaron reducidos a una pequeña fracción del primero.
¡Y esto le sucedía cuando ya había cumplido Tos 60 años de edad!
Sin embargo, a esa edad actuó como lo había hecho cuando tenía 38 años:
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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 287

de inmediato se entregó a gestionar ante el Gobierno Federal la co~eSion


para el uso de las aguas del río Yaquí y para la construcción de los nece-
sarios canales y obras complementarias para darles riego a sus terrenos situados
entre la Calle Base del fraccionamiento de la Sonora & Sinaloa y los ejidos
Yaquis.
El contrato de concesión celebrado por Conant con la Secretaría de Fo-
mento está fechado el 16 de diciembre de 1903. Sus clásulas son muy si-
milares a las del primer contrato obtenido por él mismo en 1890, con la
excepción de que el primero ampara únicamente el derecho para usar las
aguas del río y limita este derecho a un máximo de 20,000 litros por se-
gundo, en tanto que el de 1890 comprendía también derechos sobre coloni-
zación de tierras, y que el agua no tenía fijado máximo preciso, sino hasta
las dos terceras partes del caudal de cada uno de los ríos a que el contrato
se refería. ••
Apenas transcurrido el mes de firmada la concesión por el Secretario
de Fomento, ya don Carlos tenía protocolizada la constitución de la "Com-
pañía de Irrigación del Yaqui", S. A., que habría de explotar los derechos
amparados por la concesión mencionada, y se dedicó a fraccionar, para su
venta, los terrenos de que se beneficiarían ,con las obras de irrigación que
la nueva empresa emprendería.
Fueron socios de esta compañía don Carlos Conant y don Hernan Wolf,
comerciante de Guaymas. El primero aportó la cantidad de $19,800.00 en
efectivo y 2,000 hectáreas de tierras de agricultura valuadas en $ 30,000.00,
y el segundo $ 10,200.00 en efectivo, constituyéndose el capital social con el
total de estas aportaciones, que fue de $ 60,000.00. Los derechos de los socios
fueron proporcionales al importe de las acciones que representaban. (Escri-
tura No. 329 tirada en Guaymas ante el tantas veces mencionado licenciado
Gaxiola, con fecha 19 de enero de 1904.)
Ocupado en las obras de su nuevo proyecto de irrigación, continuaba
también atendiendo sus labores agrícolas en Los Citos y la venta de los
terrenos incl'uidos dentro del fraccionamiento de la extinta Sonora & Sinaloa
lrrigation Co., que le fueron reintegrados, con derecho y posibilidades de riego.
Pero antes de iniciar estas ventas, traspasó a su hermano don Benito
2,800 hectáreas de agricultura constituidas por los lotes números 112, 113,
140, 141, 168, 169 y 196: 1,520.45.04 hectáreas localizadas entre estos lotes
y el' lado sur del cuadrilátero ejidal del pueblo de Torim, también consi-
deradas de agricultura. Le traspasó, además, las 12,505.46.96 hectáreas de
agostadero ya descritas anteriormente, comprendidas entre la perpendicular
que a 4.5 kilómetros al norte de la avenida Náinari corta la carretera inter-
nacional y Hornos. (Escritura No. 470, apéndice.) Este traspaso lo hizo en
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288 CLAUDIO DABDOUB

compensac10n o pago del financiamiento que don Benito le había proporcio-


nado en los momentos más críticos de la extinta compañía, para poder con-
tinuar la excavación del canal hasta donde don Carlos alcanzó a hacerlo, que
fue a la Calle 200.
Las pocas personas que han podido proporcionar referencias de don
Carlos dicen que era muy exigente en el trabajo, pero que también era quien
pagaba los mejores salarios en la región; que sabía considerar a sus colabora-
dores y peones y ayudarlos en sus situaciones difíciles.
Encontrándose entregado al desarrollo de este último proyecto de irri-
gación, un nuevo trastorno vino a sumarse a su vida de luchador inquebran-
table que prácticamente destruyó toda su obra: fue la inundación de 1904
provocada por las grandes avenidas de agua que cíclicamente se producen en
el Yaqui.
A medida que el caudal de ést) aumentaba inundando y destruyendo ran-
cherías, los moradores de la región huían en un afán de salvar siquiera sus
vidas, ya que no sus pertenencias, pero don Carlos se rehusaba a seguirlos.
Sus familiares lo apremiaban desesperadamente, pero él continuaba inflexible,
resuelto a no abandonar ni su hogar ni sus tierras, y a permanecer en ellas
al modo acostumbrado por los aborígenes: subiéndose a los árboles más
altos y fuertes, aislados en el inmenso mar de agua, pero leales a la tierra
y al hogar. Tomándolo en peso, lograron los amigos y familiares de don
Carlos subirlo a su carruaje y sacarlo de la zona de peligro. Dos años des-
pués, en 1907 y a la edad de 63 años, Conant expiraba en el mismo lugar
en que había respirado por primera vez: en Guaymas.
El canal que para el aprovechamiento de las aguas del Ya qui construyó,
relacionado con la última concesión que obtuvo de la Secretaría de Fomento,
es el que en los planos más recientes del Valle del Yaquí aparece con el
nombre de Canal Conant, derivado de la margen izquierda del río en las
proximidades del pueblo de Torim, aguas arriba y a corta distancia del Canal
Vicam construido años antes por la Comisión Científica de Sonora; pero el
construido por Conant originalmente, se iniciaba a varios kilómetros al oriente,
en el punto conocido por Chumanpaco, hasta llegar a las proximidades de su
actual bocatoma, siendo éste el tramo po~teriormente desechado, y aprove-
chándose el resto con la nueva toma primero descrita, próxima a Vicam.
Es creencia religiosa hindú que la personalidad humana se perpetúa en
la tierra reencarnando su alma en el animal representativo de la conducta ob-
servada mientras vivió como hombre. El cuerpo de don Carlos Conant Maldo-
nado ha desaparecido, pero su alma se perpetúa en su obra, alentando, todavía,
el desarrollo de este soberbio Valle del Y aqui que, como herencia, dejó a sus
semejantes.·

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 289

Herencia de don Carlos Conant

Don Carlos Conant tuvo la fortuna de no solamente haber ideado e ini-


ciado la creación de la zona agrícola del Alto Valle del Yaqui, sino también
de haber logrado llevar su realización hasta una etapa que, en sí, fue ya la
culminación de su obra. Del punto en que él la dejó a lo que habría de
ser posteriormente, no mediaba más diferenciación que la cantidad. La cali-
dad, más bien, el contenido estructural dejado por Conant, no ha cambiado:
únicamente se ha desarrollado.
Obra en poder del autor de esta crónica un plano del Valle del Yaqui
hecho por la Sonora & Sinaloa Irrigation Co. en el que puede observarse
cómo fue planeada su estructuración y desarrollo. Comparándolo con un plano
del actual Valle se confirma que, básicamente, la diferencia estriba sólo en
la mayor área cubierta por el segundo.
La boca-toma del Canal Principal, sobre el río Y aqui en Hornos, no ha
variado sino en cuanto a amplitud y calidad; el trazo excavado de canal es el
mismo, excepto en su primera parte que fue desviada un poco para retirarlo
más del cauce del río a fin de evitar que las grandes avenidas de agua lo al-
canzaran y dañaran. De la Calle 200 hacia el sur se modificó ligeramente el
trazo con respecto al proyecto, para irrigar un poco más de terreno.
La empresa constituida por Conant introdujo en el Yaqui (y tal vez en
la República Mexicana) el fraccionamiento cuadricular basadú en el sis-
tema decimal, con calles enteramente rectas, de norte a sur y de oriente a po-
niente, a cada dos kilómetros unas de otras,· formando lotes cuadrados
de 400 hectáreas, cada uno de éstos subdividido en 40 fracciones rectan-
gulares de 10 hectáreas.
En la primera parte del fraccionamiento, que es la que se ha con-
siderado en esta crónica como la herencia de Conant y sobre la que
se fincó el posterior desarrollo del Valle, el trazo se hizo arrancando de
dos calles-base, perpendiculares entre sí: la Calle Paralelo o Base, en la cabe-
·cera norte, y la Calle Meruliano (primera en el lado oriente del fraccio-
namiento original), orientada hacia el norte astronómico. Las calles para-
lelas a la Base fueron designadas por numeración progresiva corrida hacia el
sur, correspondiéndole el No. 1 a la inmediata siguiente a la Calle Base.
Las paralelas a la Meridiano se designaron con letras, aunque_ el autor
no ha podido confirmar si esta nomenclatura alfabética fue hecha por la em-
presa constituida por Conant o por la que le siguió. La identificación de los
blocks o campos se hizo por numeración corrida de norte a sur, partiendo
del primer cuadro situado en el vértice de las calles Meridiano y Base
hasta el No. 14 ( ahora 1041). Del siguiente inmediato a éste, que era el No.
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290 CLAUDIO DABDOUB

15 (1403), se continuaba la numeración en sentido inverso hasta el 28 ( aho-


ra 103), para seguir bajando y subiendo hasta terminar en el No. 300 (147).
Las calles se marcaron de 25 metros de ancho, con excepción de las
pa_ralelas a la Meridiano que sufren una ligera convergencia hacia el norte
y divergencia hacia el sur, a partir de la perpendicular No. 7, a conse-
cuencia de su relación con los meridianos terrestres. También se excep~
túan cuatro calles a las que se les aumentó su anchura a 50 metros con el
objeto que después se expondrá. Equidistantes a las calles trazadas de oriente a
poniente, se hicieron medias-calles de 10 metros de ancho para permitir
el tránsito fácil a los lotes interiores de cada block.
Para el riego se proyectó ( y así se hizo con posterioridad a Co-
nant), una red de canales paralelos que, alimentándose del ·canal principal,
se extenderían hacia el poniente designándolos como Primario No. 2, Pri-
mario No. 4, etc. La distancia de un canal a otro es de 4 kilómetros y su
excavación se hizo en el lado sur de la calle correspondiente; de ellos se
derivan los canales secundarios y de éstos los terciarios.
La primera fase del proyecto comprendía el área encerrada entre las ca-
lles Base, Meridiano, No. 14 y las playas del Golfo de Cortés.
Las cuatro calles a las que se les dio mayor amplitud fueron las actual-
mente designadas ·como 400 y 900 (ambas de oriente a poniente), y Meri-
diano y 16 ( de norte a sur), a fin de que permitieran el tendido de una vía de
ferrocarril que transportara la producción del Valle hasta el entronque con
el Ferrocarril del Pacífico ( entonces Ferrocarril de Sonora, Sinaloa y Chi-
huahua, según aparece en el plano de la Sonora & Sinaloa lrrigation Co.)
y con el proyectado puerto del Tóbari, éste en el extremo sur de la Calle
Meridiano.
Según el mencionado plano, el trazo del Ferrocarril de Sonora, Sinaloa
y Chihuahua fue el mismo que actualmente tiene el del Ferrocarril del Pa-
cífico desde Empalme hasta Estación Vicam, desde donde, casi en línea recta,
pasaba al noreste de Torim, cruzaba la Calle Base en la esquina noreste del
Campo 113 de la nueva nomenclatura ( esquina en la que se encuentra ahora el
pueblo de Son José de Bacum) y continuaba hasta atravesar la Calle Me-
ridiano en la esquina sureste del Campo 501 ( antes No. 5), para seguir
hacia el sur del Estado. De no haberse modificado este trazo, Ciudad Obre-
gón hubiera quedado a más de 10 kilómetros al noreste de la vía del
ferrocarril.
Cuando la inundación de 1904 destruyó todas las obras ferroviarias que
se tenían hechas hasta cerca de Torim, se modificó el proyecto y se siguió
la falda de la Sierra del Bacatete en busca de terreno más alto y consis-
tente. Consecuentemente, en Estación Vicarn se desvió el trazo hacia el este
en amplia curva que, desde Estación Bacurn, se flexiona al noreste para bor-
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HISTORIA DE EL VALLE DEL y AQUI 291

dear el río Yanui hasta cruzarlo en Corral. De aquí toma rumbo franco
al sur, pasando por donde ahora se encuentran Esperanza y Ciudad Obregón,
desde donde se desvía al sureste.
Pero la herencia dejada por don Carlos Conant no se concreta a los ki-
lómetros de canal excavados y puestos en servicio, a un magnífico frac-
.cionamiento del Va lle, a la apertura al cultivo de nuevos terrenos antes con-
siderados sin valor y a Ta dotación de agua de riego a los colonos (yaquis y
blancos) de los pueblos de Cócorit y Bacum mediante el canal Porfirio Díaz,
construido por el Gobierno Federal en cuanto el de Commt fne una rea-
lidad, sino que esta herencia fue valiosamente enriquecida con los experi-
mentos agrícolas hechos por el mismo don Carlos y por don José María
Parada.
Para el objeto, Conant y Parada sembraron trigo, maíz y frijol con
buenos resultados, plantaron árboles frutales de distintas especies y experimen-
taron con otros productos a fin de encontrar los cultivos más adecuados para
el nuevo distrito de riego creado por ellos; el primero en su labor de Los
Citos al sur de Cócorit, y el segundo en su hacienda La Esperanza, al norte
y a la vista del actual poblado de Providencia.
Ya para la fecha en que murió don Carlos Conant, en 1907, varios agri-
cultores más se habían establecido en el Nuevo Valle del Y aqui, estimula-
dos por el ejemplo de los dos grandes luchadores a que se ha venido ha-
ciendo referencia en estos párrafos.

¡ In Merrwriam!

Es bien sabido por los agricultores, aunque no por los profanos


en esa actividad, que aun dentro de una extensión no mayor de 100 hectá-
reas pueden encontrarse diferentes calidades de tierras, de donde fácilmente
puede deducirse que no por muy buenas que hayan sido las ya cultivadas an-
teriormente en los cuadriláteros ejidales de los pueblos yaqms, debiera es-
perarse que las del Nuevo Valle también lo fueran. Las tierras primero men-
cionadas constituían las vegas del río y correspondían al tipo arcilloso-limoso,
ricas en materia orgánica y frecuentemente abonadas por las avenidas de agua
del Yaqui. Las segundas eran de tipo arcilloso-arenoso, muy pobres en mate-
rias orgánicas puesto que no tenían más vegetación que cactus y mezquites y
se encontraban erosionadas por los vientos y las aguas de las lluvias.
Ante lo expuesto, resultará evidente para el lector la temeridad •de
don Carlos al haber arriesgado capitales propios y ajenos en su proyec-
to de irrigación, y admirable su tenacidad de seguir invirtiendo en des-
montar terrenos, ya arruinado y sin recursos, para experimentar la posibilidad
de hacer producir las nuevas tierras.
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292 CLAUDIO DABDOUB

Dignos de menc10n como leales colaboradores de este Titán de la Ener-


gía y el Optimismo, fueron su hermano don Benito echando por la borda sus
propiedades en un esfuerzo desesperado por impedir la paralización de las
obras, y don José María Parada, con igual propósito, aportando su tra-
bajo como contratista e invirtiendo sus recursos en desmontar tierras, secun-
dando a don Carlos, para experimentar y confirmar con resultados lo que
su intuición y su fe les aseguraron. Hacían esto en los momentos en que la des-
confianza y el desaliento impulsaban a muchos otros a recuperar sus créditos
y dejar sus trabajos.
Don José María Parada era originario de El Quiriego, Sonora, de donde
se vino en 1894 a trabajar en las obras del canal, para cuyo objeto se tra-
jo gran cantidad de animales de tiro, compró escrepas y frenos y se consti-
tuyó en el subcontratista más fuerte y activo de la región (French & Reed
fueron los contratistas generales de la empresa).
Cuando •1a compañía constructora no pudo cumplir con sus compromisos,
don José María, juntamente co~ don Juan Alvarez, don Albino y don Si-
meón Almada ( todos ellos también de El Quiriego), continuaron colaborando
con don Carlos, al tiempo que el señor Parada iniciaba la formación de su ha
cienda, en cuyas actividades se encontraba cuando se abrió el juicio en con-
tra de la Sonora & Sinaloa lrrigation Co., cuyo resultado final no vio
por haber fallecido en 1901 en su propia hacienda, dejando como albacea
de sus bienes a un pariente suyo. Este le rentó las tierras de agricultura y de
cría a don Jesús Ahtonio Parada, hermano de don José María, quien con-
tinuó la labor de su antecesor.
Viendo el actual Valle del Yaqui nada nos asombra ni nos sugiere pen-
sar en los hombres y los factores que lo hicieron posible. Deducimos · como
muy lógico y fácil que habiendo tierras y un río cercano, todo era hacer un
canal y regar.
Desde que estos trabajos se iniciaron en 1891, quienes los dirigieron
y ejecutaron vivieron en un ambiente al que sólo tenían acceso hombres con
nervios de acero y un corazón muy bien puesto, ambiente en el que ni el ra-
yar de las primeras luces del alba ni las lentas y policromadas puestas de
sol de estas regiones eran fronteras entre las vicisitudes del día y el reposo
nocturno, pues aunque los yaquis no tenían por costumbre pelear de noche,
no era posible arriesgarse a una sorpresa. Durante los años de construcción
del canal y la apertura de las primeras tierras, las sierras y los valles
del Yaqui oyeron los ruidos de los fresnos y las escrepas rasgándoles las
entrañas; los gritos e imprecaciones de los muleros apurando a sus animales;
muleros y peones que con el rifle al hombro y las cananas terciadas echaban
una mirada al suelo y otra a los horizontes por donde habrían de salir m-
tempestivamente las parcas a cobrar su tributo humano al progreso.
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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 293

Y así, unos hombres arriesgaron su capital y otros sus vidas para que
las aguas del río Yaqui, enriquecidas con sangre humana, hicieran fértiles
estas tierras y prósperos a sus moradores.
Pero, ¿ cómo esperar que éstos los recuerden cuando ni siquiera saben
quién fue Carlos Conant Maldonado? ¡ Que esta crónica sea un homenaje a su
memoria y a la de sus leales compañeros!

CAPITULO XIV

UNA NUEVA EMPRESA CONSTRUCTORA CONTINUA EL DESARROLLO


DE EL VALLE DEL YAQUI

la economía de Sonora en 1907

Se recordará que hasta la época en que se inició el sistema de irriga-


ción del Nuevo Yalle del Yaqui, en 1890, el Estado de Sonora, reflejando
las pugnas políticas y sociales que conmovían a la República e impedían su
desenvolvimiento, sufría, además, los destructores ataques de las tribu apa-
che, janes y otras, juntamente con las rebeliones de pápagos, seris, mayos y
yaquis, para cuya defensa nunca fue auxiliado por el gobierno federal,
sino a partir de 1885 en que el Centro autorizó el empleo de 1,200 federales
para las campañas del Yaqui. El caudillo Cajeme acababa de ser muerto, pe-
ro otro bravo y activo jefe lo había substituido y la tribu continuaba domi-
nando en su territorio.
Como consecuencia de esta situación, la Entidad permanecía despoblada
e inexplotada. Sus pocos habitantes sólo vivían para defender sus vidas y
sus raquíticas propiedades ganaderas y agrícolas.
Pero precisamente en esa época se inició el surgimiento de Sonora, im-
pulsado por la energía de don Luis E. Torres y la iniciativa y espíritu
progresista de don Ramón Corral.
La estabilidad política y la organización administrativa lograda por
los gobernantes mencionados, atrajeron capitales que impulsaron la minería,
iniciaron la construcción de vías ferroviarias, permitieron el desarrollo
de la ganadería, la agricultura, el comercio y demás actividades económi-
cas; entre éstas, el nacimiento de la industrialización sonorense.
El desarrollo de la economía y el mejoramiento del sistema fiscal del
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294 CLAUDIO DABDOUB

Estado incrementa1on rápidamente el presupuesto del gobierno, permitién-


dole dotar de escuelas a ciudades y pueblos, tender líneas telefónicas y te-
legráficas, establecer la Escuela Normal del Estado, etc., etc.
La siguiente relación de las más importantes negocüttiones existentes
en Sonora en 1907, y de las obras pública~ realizadas, permiten formarse
una idea del progreso que el mismo había alcanzado hasta esa fecha:
Distrito de H ermosillo: Desde los tiempos de la colonia fue la minería el
mayor atractivo (pudiera dtcirse que el único) ofrecido por el noroeste de Mé-
xico a quienes venían en busca de oportunidades de enriquecerse; pero úni-
camente la región minera de Alamos destacó entonces como rica por sus mag-
níficas vetas de plata. En el año a que viene haciéndose referencia, Alamos
había decaído mucho; pen, en cambio, la;:; explotaciones metalúrgicas se ha-
bían extendido por el resto del territorio sonurense. En el distrito de Her-
mosillo operaban, como más importantes, los minerales de Minas Prietas,
La Colorada, La Barranca, La Bronzuda, el Zubiate y San Javier.
Las actividade~ agrícolas y ganaderas iniciaban su desarrollo, siendo
los cultivos principdes el trigo, maíz, frijol, alfalfa, frutales, etc. Entre las ha-
ciendas más conocidas se contaban El Molino de Camou, el Cerro Pelón,
El Pozo y Europa de don Rafael lzábal, El Zacatón, Codórachi, Tierras
Nuevas, La Labor, El Alamito, San Felipe de Jesús, San Bar tolo, Noria del
Verde, El Carmen, San Carlos, etc., regadas por los ríos Sonora y San Mi-
guel, auxiliadas, muchas de ellas, con represos, norias (pozos de luz) y
equipos de bombeo. Dada la escasez de mano de obra a consecuencia de la
despoblación del territorio, la mayoría de estas haciendas estaban muy bien
equipadas con maquinaria moderna, como arados de discos, máquinas sem-
bradoras, espigadoras de trigo, trilladoras, despepitadoras de algodón y pren-
sas para comprimir pacas, movidas por motores de vapor.
En el aspecto industrial, en la Hacienda Europa, de Izábal, existía
un molino de trigo que llevaba el nombre de la hacienda; en Hermosillo tra-
bajaba El H ermosillense, que enviaba su harina a todo el Estado, a Sinaloa
y a otros lugares de la Costa del Pacífico, hasta Salina Cruz.
En este mismo molino se encontraba instalada la planta de energía eléc-
trica que proporcionaba alumbrado a la Capital del Estado. Existía una fá-
brica de artículos de hierro con el nombre de Fundición de Sonora; la fábri-
ca de galletas y pastas La Sonorense; fábrica de ropa A /,as Fábricas
de Francia; La Empacadora, de F. Verdugo y Cía., compuesta de rastro,
cuartos refrigerados para carnes, departamento de elaboración de carnes frías,
etc.; la fábrica de Velas la Fama; la Destiluía Son.orense, que fabricaba whis-
key; la Cervecería de Sonora, S. A.; la Lavandería Moderna, equipada
con muy buena maquinaria; varios talleres de imprenta y litograbado, etc.
üreraban el Banco de Sonora, S. A.; una agencia del Banco Mine-
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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 295

ro, S. A., de Chihuahua, y también una agenria del Banco Nacional de Mé-
xico, S. A.
El comercio era bastante fuerte, destacando las firmas de F. Loaiza y
Cía. (mercancía en general, implementos agrícolas y maquinaria) ; La Ciudad
de París, que además de fabricar ropa vendía tejidos, calzado, sombreros
y novedades de París; La Mercería de la Paz, S. A. y la Cía. Ferretera,
S. A., que manejaban ferretería en volúmenes muy fuertes; la firma L. ].
Pavlovich y Hno. se dedicaba al empaque y exportar,ión de naranja a L,tados
Unidos y Canadá, con un movimiento de alrededor de 200 furgones anuales.
La Capital del Estado se enorgullecía de poseer el Colegio Sonora (pri-
maria y secundaria), y los colegios de los famosos profesores Carlos M. Calleja
e lng. Felipe Salido, éste, Director también del Colegio Sonora.
Distrito de U res: Aunque su cabecera ( de igual nombre) había de-
jado de ser la capital del Estado, el distrito seguía teniendo importancia
por el conjunto de elementos económicos que le daban vida propia. Con-
taba con algunos fundos mineros en activ.idad: bastantes haciendas en que
se explotaba la agricultura ( aunque en escala reducida en la mayoría de
ellas) y la ganadería, además de algunas industrias como molinos de trigo.
trapiches de caña, la fábrica de hilados y tejidos Los Angeles, de la Cía.
Industrial del Sur Pacífico, S. A., en San Miguel de Horcasitas.
Entre los molinos harineros de la ciudad de Ures (6,000 habitantes),
se encontraba El Urense, de don Francisco F. Aguilar, con capacidad de
45 cargas de harina cada 24 horas; el de don Lucas Arvizu en su hacienda
San Francisco, de 20 cargas de capacidad; el molino de San Rafael, en la
hacienda del mismo nombre, con capacidad de 60 cargas en 24 horas. marca
Allis Chalmer. muy moderno, que contaba, además, con una planta eléctrica
para el servicio de la hacienda.
De ésta y otras haci_endas eran propietarios los hermanos Francisco de
P., Eugenio, Alberto (abogado) y Arturo Morales; éste último establecido
en Guaymas con una ferretería muy grande.
En virtud de que actualmente se supone que fue en el Valle del Yaqui
en donde se inició y desarrolló la mecanización de la agricultura sono-
rense, de esta hacienda de San Rafael se hará una descripción más amplia que
de las otras del Estado por haber sido una de las más avanzadas en este as-
pecto.
Los hermanos Morales se preocuparon mucho por trabajar sus tierras lo
mejor posible. Para el efecto, después de barbecharlas con arados de dis-
cos, las desterronaban con rastras, también de discos; para tirar el grano
usaban sembradora~ mecánicas marra Buckeye; finalme11 te, para la cosecha
del trigo tenían, al igual que otras haciendas sonorenses, máquinas cega-
doras y trilladoras, éstas últimas generalmente marca Aultman Taylor, movi-
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296 CLAUDIO DABDOUB

das por vapor. Pero los hermanos Morales tenían ya, en esa época, el úl-
timo adelanto en trilladoras: la Cosechadora Combinada que, tirada por 36
mulas, cogía y cortaba el trigo, limpiaba el grano y lo ensacaba. Para la
alfalfa empleaban rastrillos automáticos y cortadoras McKormick, haciendo y
prensando las pacas con una máquina movida por vapor. De su casa, en Ures,
a sus haciendas, tenían c•Jmunicación telefónica.
El aspecto que más destacó a la ciudad de Ures fue la instrucción que
en la misma se impartía, haciendo famosos en el Estado los nombres del es-
critor, poeta y profesor don Enrique Quijada y del profesor don José Lafon-
taine, quienes posteriormente ganaron para la ex capital el nombre de La
Olvidada Atenas.
Distrito de Magdal,ena: En él operaban ]a lmuris Mines Co. Ltd., próxima
a Imuris ( compañía inglesa que bajo la inm,~diata superintendencia del se-
ñor F. H. Seymour trabajaba ocho minas ubicadas en la jurisdicción del
pueblo del Imuris. Sus nombres eran: San Imuris, San Juan, Sheba, Santa
Rosa, San José, Erin, Bonanza y Ophir. Esta compañía tenía construido un ra-
mal, de ferrocarril de las minas a la hacienda de Beneficio que estaba
sobre la línea del F errocarrü de Sonora, con cuyo motivo se formó allí
una nueva estación que se llamó Cerro Blanco. Para la explotación de esas
minas la Compañía ocupaba de cuatrocientos a quinientos operarios) ; el mi-
neral de Cerro Prieto trabajado por la compañía Banco del Oro Mining
Co.; La Higuera Mining Co.; Pembrake Mining Co.; y otras de menor im-
portancia. En Nogales se encontraba establecida una fábrica de pastas de
l'a firma A. R. Campillo y Cía., Sucrs. De este distrito se sabe que ha-
bía cuando menos dos molinos de trigo.
Distrito de Moctezuma: También minero, contaba entre sus principales em-
presas a la Moctezuma Coopper Co.; El Transvaal; Cía. Minera de Cobre;
El Tigre Suertudo; la Negociación Minera de Lampazos del licenciado
Miguel A. tópez, etc. La agricultura y la ganadería también se explotaban.
aunque en escala reducida; el comercio era regular, dada la poca pobla-
ción de la zona y a que las compañías mineras tenían sus propias tiendas.
Distrito de A rizpe: Región minera por excelencia, tenía gran cantidad de
·,'.undos en explotación que producían oro, plata, cobre y otros metales. En
este distrito se encuentra el mineral de Cananea explotado por varias com-
pañías dependientes de un mismo propietario. de las que la más famosa
ha sido la CananP.a Consolidated Copper Co., que para ] 907 había extraído
metales por valor de más dt $8,000,000.00 a boca de mina. La empresa men-
cionada poseía una gran fundición, el Banco ele Cananea, un gran almacén
de mercancías generales; una empresa de ser,·icios públicos ( agua y gas) ;
otra fraC'cionadora de terrenos; hospital para sus empleados y trabajadores;
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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 297

se encontraba instalando la empacadora de carnes The Sorwra Packing Co.


S. A., etc.
Otras de las empresas mineras importantes fueron la de Hof /man y Clod;
la Indiana Sorwra Copper Miner Co.; la Copper Queen Consolidated Mining
Ca ; tres minas de Mr. J. S. Douglas ( quien juntamente con su hijo Lewis W.
Douglas han sido muy estimados en el norte de Sonora; este último fue ernba-
jadvr norteamericano en Inglaterra y un gran difusor y relator de la hazaña
del héroe ferrocarrilero Jesús García a quien él conoció; actualmente es
un banquero muy destacado de Arizona). Otros minerales fueron V eta Grande;
Las Chia-pas; La Plomosa; Las Cabezas; Mina Grande; etc. etc.
El Mineral de Cananea, con sus 20,000 habitantes, era la población más
grande de Sonora y tenía un comercio muy numeroso y diversificado, aunque
no había almacenes tan fuertes corno los de Hf'rrnosillo y Guayrnas, excepto el
de la Cananea Consolidated Copper Co. Había. cuando menos, una imprenta.
En el distrito de Arizpe había bastantes haciendas en la que se culti-
vaban trigo, alfalfa, papa, frijol, etc. y se criaba mucho ganado. Se sabe
de dos molinos de trigo muy importantes. uno de don Ignacio F. Pes-
queira, en la población de Arizpe, y el de don Ignacio S. Elías en una de sus
haciendas próximas a Arizpe; ambos eran ganaderos, industriales y
agricultores.
Distrito de Sahuaripa: Aunque en este distrito, la agricultura, la ga-
nadería, el comercio y aun la minería eran muy raquíticos, se incluye
por dos razones: una, por la potencialidad minera que se le artibuía, deri-
vada de sus ricos yacimientos de cobre, de oro, de plata y de carbón
( este último aún se encuentra sin explotar en la cuenca del río Yaqui). Por
su abundancia de oro y plata, perduraba la farn aconfundida con la leyenda, del
mineral de Trinidad, en el que se decía que existió la mina Di.os Padre,
en lo más intrincado de la Sierra Madre, que hizo riquísimos a sus poseedores.
Posteriormente se constituyó una compañía con accionistas extranjeros para
explotar este fundo, abrieron un camino magnífico, compraron maquinaria
grande y costosa y vendieron muchos miles de dólares en acciones, habiendo
re_sultado que fue una estafa; pero para la época a que este relato se con-
trae, se conoció la noticia <le que la poderosa y progresista compañía Greene
Gold-Silver, cuyo dueño principal era el señor William Greene, de Cananea,
hab:ía comprado el minen.! de La Trinida,d y que ya estaba construyen-
do el Ferrocarril Río Grande, Sierra Madre y Pacífico ( que conectaría a
Paso del Norte (C. Juárez, Chih.) con la costa del Pacífico), para trans-
portar los productos de la mina a donde habían de ser beneficiados.
La otra razón para haber incluido a Sahuaripa, fue la existencia en él
de The Bufa Mining Milling and Smelting Co., propiedad de los señor._:; Ri-
chardson Hnos., quienes posteriormente ligaron su nombre al Valle del Yaqui.
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298 CLAUDIO DABDOUB

Los Richardson, que vinieron a Sonora alrededor de 1887, eran cuatro


hermanos, de los que tres fueron conocidos en esta Entidad: David, que
era el financiero y administrador; Guillermo, ingeniero ferrocarrilero, y
Luis, Ing. minero. Según puede saberse por lo poco que 90bre ellos se es-
cribió, llegaron de Los Angeles, Calif., en .busca de minas y adquirieron
derechos de concesión sobre el mineral de La Bufa, situado río arriba del Y a-
quí, entre San Antonio de la Huerta y Yécora. Según la descripción que de es-
tas minas se ha hecho, tenía tiros hasta de 800 pies con vetas de 8 a 9' de an-
chura, muy ricas en oro, plata y cobre, siendo considerndas, juntamente con
las de Cananea, como de las más formales en Sonora. En ellas se instalaron
fundición, planta concentradora, hornos de reverberos, tuberías, molinos de ase-
rrar y otros equipos mineros muy completos, pasando la .inversión de los
$300,000.00 oro. Además, desde el Ferrocarril del Pacífico, en Estación Co-
rral, se tendió una vía férrea que siguiendo por la orilla del río Y aquí,
aguas arriba, pasaba por Buena Vista, Tónichi y la Colorada y que ha-
bría de f'ntroncar con el ferrocarril de Naco a Cananea, razón por ]a que se
le dio el nombre de Ferrocarril de Cananea, Río Yaqui y Pacífico.
Distrito de Al amos: Si los minerales de Real de Los Frailes, Baro-
yeca, La Quintera y Promontorios hicieron famosa a la región de Alamos
como productora de plata, originando el establecimiento de la primera
Casa de Moneda de la Entidad, para la época a que esta descripción se re-
fiere ya esta actividad había decaído mucho en el distrito. Cno de lo.s
fundos importantes que aún se explotaban era el de Minas Nuevas. La agri-
cultura, en los contornos d,:! la ciudad, era reducida por no ser zona agrícola;
sin embargo, a consecuencia del movimiento económico que le proporciona-
ban los pueblos comarcanos, tenía Alamos un comercio regular, figurando
entre los más fuertes la firma Quon, Gun, Lung y Cía., que manejaba aba-
rrotes en gran escala, ropa, mercería y una fábrica de calzado. Además de
mercancías nacionales, esta casa importaba productos de distintos centros fa.
briles de Estados Unidos y de Alemania y anunciaba "verdaderos primo-
res de los artes chino y japones". Otros comercios fuertes eran Rafael J.
Almada y Hno.; Ignacio L. Almada; Angel Quirós; El Amigo del Pueblo, del
señn Francisco J. Santini, etc. Además de la fábrica de calzado de Quon,
Gun, Lung y Cía. existía la de la firma Filiberto Acosta y Cúz., S. C., que tam-
bién manufacturaba artículos de talabartería con vaquetas de su propia te-
nería. La razón social T. Robinson Bours y Hnos. correspondía a una casa
comercial y bancaria muy fuerte de Alamos, siendo la segunda su activi-
dad preponderante.
La lectura de la sección correspondiente a la ciudad de Alamos, en la re-
vista de donde se han tomado las informaciones para este sub-capítulo, se
encuentra un dato que hace ver una similitud notable entre una • práctica
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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 299

municipal actual y la que ya entonces existía: cuando en 1897 se· aprobó


la iniciativa del Presidente Municipal de Alamos, don Ignacio L. Almada,
de construir el palacio municipal, el entonces gobernador del Estado, don
Ramón Corral, ofreció que el gobierno estatal cubriría las dos terceras par-
tes de su costo, que fue "la respetable suma de $ 75,000.00". Para que se hi-
ciera cargo de la dirección y vigilancia de las obras, el Gobernador nombré-
una "Junta de Mejoras Materiales" integrada por varios vecinos de la ciudad:
práctica que desde hace algunos años se ha propagado en nuestro país
y que fue recibida como muy novedosa.
En Alamos existía un montepío fundado en 1887, con un capital de
$20,000.00 más su propio edificio, donados ambos por la señora doña Jus-
tina Almada de Urrea para ayudar a los pobres en sus apremios econó-
micos. Con los intereses derivados de los préstamos se ayudaba :.al sosteni-
miento del Hospital de Jesús.
Este hospital fue fundado en 1867. Posteriormente, don Jesús Antonio
Almada lo amplió y mejoró.
Dentro del' distrito de que se trata, pero en las planicies de la costa fi.
guraban Navojoa, Etchojoa, Huatabampo y otras poblaciones preponderante-
mente agrícolas y ganaderas.
Respecto a Navojoa, cabe decir que fundada originalmente sobre
el río Mayo, fue casi arrasada por la inundación de 1914, por lo que sus
moradores decidieron trasladarse a terreno más alto y escogieron el lu-
gar en que actualmente se encuentra, atraídos por la Estación del Ferrocarril
l'evantada en ese punto en 1907.
Las haciendas más importantes próximas a Navojoa fueron Tres Herma-
nos, Santa Bárbara, la de los señores Francisco Orrantia y Pedro S. Quirós, que
tenía su propio canal de irrigación; la Hacienda Juárez de los señores co-
ronel Angel García Peña y Jesús Morales, con extensión de 13,000 hectáreas
y dotada de un amplio y magnífico sistema de irrigación; las haciendas
de José María Salido y Cía., de los señores Amparán, la de la Cía. Agrí-
cola del Mayo, S. A., que comprendía 6,587 hectáreas del Ejido de
San Pedro, también con canal. En Etchojoa existían, corno más importantes, las
haciendas de José T. Otero y de Crispín ]. Palomares y Cía., y en Hua-
tabampo El Naranjo, de don Jesús Valderrain, y otras.
En cada una de estas poblaciones había comercio bastante importan-
te, aunque no tanto como el de la ciudad de Alamos. Sus industrias prin-
cipales fueron un molino de trigo en la Hacienda Juárez, l1amado Moli-
no de Harinas García Moral,es, muy grande y moderno, y otro molino en
la hacienda de Orrantia y Quirós.
Distrito de Guaymas: Este y el de Hermosillo eran los más ricos y des-
arrollados del Estado. Hermosillo tenía una industria minera muy importante,
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300 CLAUDIO DABDOUB

bastante agricultura y mucha ganadería, pero Guaymas era el puerto de im-


portación de la Entidad y centro comercial distribuidor y su comercio
rivalizaba con el de la Capital, o tal vez lo superaba. El distrito de Guaymas
contaba con una ganadería muy desarrollada y, sobre todo, con una agri-
cultura que cada vez adquiría mayor importancia al irse ampliando sus
áreas de cultivo.
En los contornos del puerto de Guaymas existían, más que hacien-
das, grandes huertas de naranjos que colocaban al distrito como el segun-
do productor de este fruto, después de Hermosillo. Las haciendas más grandes,
en la parte norte del distrito, eran La Misa, Palo Verde, San Cosme, Cruz
de Piedra, San Antonw, Santa María (a 4 kilómetros de Estación Mayto-
rena y que pertenecía a los herederos de don José Ma. Maytorena Sr.),
San Isidro, de don Cosme Echeverría a quien Maldonado Tetabiate pasó a
saludar, después de la Paz de Ortiz en 1897, en un act ocle reconocimiento
por lo bien que se portaba con su~ peones yaquis. Muy próxima al puerto
se encontraba la Hacienda San Germán, de la Testamentaría del señor Fran-
cisco Fourcade, y desde la que el entonces administrador de la misma,
Adolfo de la Huerta, muy poco tiempo después mantenía contacto con la tri-
bu Yaqui preparando un movimiento de apoyo a Madero.
Pasando al aspecto industrial de este distrito, había en esta misma
haciend2 San Germán una tenería cuyos productos lograron un gran pres-
tigio en el Estado, los que también eran distribuidos en Nuevo León, Mé-
xico, D. F. y Europa. Otras firmas industriales establecidas en Guaymas fueron
la Cía. Explotadora de Occúlente, que había iniciado la explotación de la pes-
ca; la Cía. Industrial y Explotadora de Maderas, S. A., que además de
su departamento comercial dedicado al ramo de maderas, carbón y coke,
tenía una fábrica de clavos, otra de hielo, una más de fósforos con la marca
de La Estrella y, por último, la planta de energía eléctrica que abastecía de este
fluido a la ciudad. También tenía esta negociación talleres de carpintería,
de herrería y una fundición de hierro y bronce muy importante que abas-
tecía de arbotantes para alumbrado público, bancas de hierro para las pla-
zas municipales y otros artículos a todo el sur del Estado. Existía en el puerto
una empacadora de ostiones en escabeche y frutas en conserva, la que tam-
bién fabricaba dulces, chocolates y jarabes, propiedad del señor J. B. Sco-
lari; la fábrica de calzado de Sin Fo Chong, y el Varadero Nacional en el
que se hacía la limpieza de los fondos de los buques.
Pero la mayor fuerza económica de la ciudad de Guaymas la repre-
sentaba su comercio, que contaba con firmas importadoras y distribuidoras
muy fuertes, entre las que destacaban Arturo Morales, S. A., Moller y Cía.
Sucrs.; Luis A. Martínez, que además era agente naviero; la mercería y
ferretería de Astiazarán Hnos.; D. Baston y Cía, manejando mercancías ge-
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H1sT0RiA DE EL VALLE DEL YAQUI 301

nerales, ferretería y carros de mulas para uso de las haciendas; P. Cosca


y Cía., Sucrs., S. en C., cuyos socios comanditados fueron los señores Gaspar
Zaragoza y Gregorio Alvarez, y comanditarios la firma Wohler Barthning
Sucrs. y E. V. Cosca. Esta casa fue la que inició la exportación de gar-
banzo de Sonora a Puerto Rico, Cuba y España. Otras firmas fueron A. M.
Albedi, dedicados a la importación y distribución de vinos, licores, quesos y
mercancías europeas en general; La Novedad,, del señor H. Wolf, con ropa,
telas, perfumes, etc., importados directamente de Europa; la Agencia de la
Cervecería Cuauhtémoc, S. A.; W. lberri e Hijos, Sucrs., etc. etc.
Contaba el puerto con tres instituciones de crédito: Banco Occidental
de México, Sud.; Banco Nacional de México, S. A.; Sucl., y Banco de So-
nora, S. A., Sucl.
El Colegio Guaymense, del profesor Fernando F. Dworak, tenía alum-
nos de todo el sur del Estado, gracias a su prestigio como institución educativa
muy seria y eficiente (en él hiizo sus estudios Plutarco Elías Calles, des-
pués Presidente de la Repúbiica) ; el diario El Correo de Sonora, cuyo di-
rector fue el señor Víctor M. Venegas, figuraba entre los primeros de]
Estado, si no es que ocupó el primer lugar.
Continuando la descripción de este distrito, se pasa a su porc10n sur,
haciéndose necesario mencionar pueblo por pueblo en consideración a la im-
portancia de cada uno y porque, además, llega este relato a la región que es
precisamente su tema.
Médarw: Siguiendo hacia el sur de Guaymas, se encuentra primero Mé-
dano, que era para la nación yaqui lo que Guaymas para Sonora: su prin-
cipal puerto de intercambio comercial. Aunque distante de la costa aproxi-
madamente 35 kilómetros, por la desembocadura del río Yaqui entraban
y salían embarcaciones costeñas de vela y de vapor (la más chicas hasta Po-
tam), haden do el tráfico de pasa je y carga con Guaymas. Agiabampo ( en el
Mayo) y puertos de Baja California Sur. De Médano llevaban las mer-
cancías a Potam, de donde continuaban hacia sus lugHres de destino. En
Médano, como en los demás pueblos yaquis, había una escuela mixta.
Potam: Con bastante población de blancos y aborígenes, tenía mucho mo-
vimiento comercial, por ser, junto con Médano, centro de almacenaje y dis-
tribución de los pueblos yaquis. Su agricultura era bastante importante y
en el aspecto industrial contaba con el molino de trigo de los señores Fran-
cis McDonald y Cía. Fue en sus terrenos comunales en donde por pri-
mera vez se experimentó y cultivó el arroz. El chino Luis Chong Si, ge-
rente de la fábrica de calzado Sin Fo Chong, de Guaymas, considerando
que en estas tierras y clima podría producirse esa gramínea, en 1900 ó
1901 sembró una poca de ~emilla con resultados tan halagüeños que optó por
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302 CLAUDIO DABDOUB

comprar un área bastante grende de terreno para dedicarla a este cultivo;


después, el producto elaborado lo distribuía por todo el Estado.
En este pueblo se encontraba establecido como comerciante Salva-
dor Alvarado ( originario de Sinaloa), a donde llegó deepués de haber
estado empleado en Guaymas, en la botica del señor don Carlos G. Dávila.
Torim: También fue una población· muy importante, que con sus 12,000
habitantes debe haber sido la segunda por su densidad demográfica, después
de Cananea. Al igual que todos los pueblos yaquis, era eminentemente agrí-
cola. En sus proximidades se encontraba instalado un molino de trigo cuyo
propietario fue el coronel Angel García Peña (de este molino han dado re-
ferencias varios de los antiguos pobladores de Torim, asegurando que aún se
encuentra parte de su maquinaria en el mismo lugar en que estuvo instalado).
El poblado contaba con varias calles, todas anchas y rectas; en su
plaza había una fuente de agua y próxima a ésta un pedestal piramidal de la-
drillo recubierto con cemento, teniendo en la cúspide el busto de Benito
J uárez. Sus construcciones eran todas de material, siendo las más grandes la
del Cuartel Marcos Carri1lo y la del Hospital Militar. El primero era el do-
micilio oficial de la la. Zona Militar, que comprendía los Estados de Sono-
ra, Sinaloa y Baja California, que había sido trasladada de Mazatlán, Sin., con
motivo de la campaña del Yaqui.
Vicam: También era importante por su agricultura y su comercio, cons-
tituyendo el centro político y religioso de la tribu.
Bacum: Tamb,én importante por su población y por su agricultura, tenía
mucho movimiento econÓmico producido por el cultivo de las legumbres, par-
ticularmente tomate, cuya siembra refaccionaba una compañía norteamericana
que en 1908 exportó a Estados Unidos 133 furgones de esta fruta, dato que
permitirá apreciar que solamente el área dedicada a esta siembra era impor-
tante por si sola. (Información proporcionada p~r don Gustavo Dingíelder,
quien fue administrador de la mencionada compañía, yerno de don Carlos
Conant y uno de los "pioneros" del Valle del Yaquí, que pasó la mayor parte
de su vida, desde su juventud hasta la fecha, trabajando y luchando contra
los ataques de los yaquis, en esta región. Se intercala esta aclaración, al
igual que otras anteriores, por provenir de fuentes distintas a aquella de don-
de se tomó toda la información de este sub-capítulo y que al final del mismo
se detallará.)
Cócorit: Aunque menos importante que Torim y Potam, sin embargo,
tenía una agricultura y comercio bastante fuertes y para Ta época a que esta
descripción se refiere había iniciado su desenvolvimiento, el que muy pronto
lo colocaría a la cabeza de sus demás hermanos, los pueblos yaquis. Trazado
también con calles amplias y rectas, con muy buenas construcciones, una pla-'
za grande y bien arreglada, era, además, el centro de operaciones de las
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HISTORIA DE EL VALLE DEL y AQUI 303

grandes obras de irrigación. En él tenía casa don Carlos Conant, se encontra.


han estalecidas las oficinas de la Sonora & Sjnaloa Irdgatión Co, (a estas
fechas sustituida por otra empresa) y empezaba a .ser el punto de arranque
de los avanzados en el desenvolvimiento del nuevo Valle del Yaqui.
En sus terrenos comunales se cultivaban trigo, maíz,. frijol, tabaco, gar-
banzo, caña de azúcar, algodón, etc., y precisamente este último producto ha-
bía motivado el primer brote de industrialización de Cócorit: entre esta pobla-
ción y Bacum se encontraba la hacit:nda de los señores Domingo Pérez y Cía.,
de 3,200 hectáreas de extensión, en donde se hacían las siembras enumaradas,
se experimentaba la de lúpulo y se tenían plantadas 6,000 sepas de vid, para
con sus frutos elaborar vinos; se tenía ya en operación una planta despepi-
tadora de 70 sierras con su correspondiente prensa para formar y comprimir
las pacas. El principal socio de la hacienda era don Domingo Pérez, · quien
en 1904 llegó de La Laguna de Tlahualillo y se estableció en este lugar corno
agricultor e industrial.
Cócorit destacaba entre los pueblos del Yaqui por la fama que la belleza de
sus mujeres venía creándole y que posteriormente lo haría el centro social
de toda la región. Una gran proporción de sus habitantes eran originarios dél
Quiriego, Sonora.
Entre las haciendas más importantes de su jurisdicción se contaban la
mencionada del señor Domingo Pérez; la "Hacienda Guadalupe" de don Je-
sús Velderrain; "La Esperanza", en la que don Jesús Antonio Parada tenía
ya abiertas 1,000 hectáreas de las 4,000 que la constituían; "Los Gitos", de
la testamentaría de Carlos Conant; el campo 2 ( actualmente 201) ; el 30 ( 205)
en donde sus propietarios chinos sembraban arroz; el "31" ( 305) ; "San Pe-
dro" en el 53 (407); "Ontagota" en el 32 (405); "Cajemito" en el 52 (507);
regándose estos últimos (los numerados), por medio de un canal derivado del
principal que, corno se recordará, llegaba sólo hasta la calle 200. En el nuevo
valle se había formado una congregación conocida por su nombre actual de
pueblo Yaqui.
Dado el tema y el carácter de esta crónica, no es admisible pasar por .
alto el mérito de la actuación de los hombres que se asentaron en los pueblos
del Yaqui p;1ra explotar sus tierras, mérito del que participaron, en igual
proporción, sus bellas y altivas mujeres.
Decididos a trabajar por su suerte, llegaron sabiendo a lo que venían:
a luchar en una actividad aleatoria de por sí como es la agricultura, a pa-
decer necesidades y privaciones y a jugarse la vida juntamente con la de sus
familiares. Muerto Tetabiate, sucesor de Cajeme, la tribu yaqui continuaba
la inquehrantablc defensa de sus tierras, de su soheranía y de sus costumbres,
acaudillada por su nuevo jefe, Luis Bule. Es verdad que el gobierno tenía
prácticamente dominada la situación; pero, sin embargo, diariamente se oían
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304 CLAUDIO DABDOUB

en la reg10n los tiroteos producidos por los asaltos de los aborígenes. Intem-
pestivamente sonaban las primeras descargas, caían uno o dos peones. . . los
demás, juntamente con sus patrones, empuñando las armas se parapetaban
detrás de los bordos de los canales de riego y de los mosquitos más próximos
y respondían al ataque. Unas veces lograban ser auxiliados por algún desta-
camento que acertaba a oir el tiroteo o ser avisado por un "propio" (enviado
personal) ; pero otras veces, 1,olos defendían sus vidas hasta caer el último
o rechazar al enemigo. Cuando esto se lograba, recogían a sus muertos y he-
ridos para luego continuar como habían sido sorprendidos: trabajando. ¡Mu-
chos cayeron, otros viven aún; pero los arados seguían roturando las entra-
ñas vírgenes de las tierras del nuevo valle y ampliando el área de cultivo!
(Este sub-capítulo fue formado con descripciones, datos y anuncios conte-
nidos en el álbum-directorio del estado de Sonora, dirigido y editado por
Federico García y Alva.-lmpreso en la imprenta oficial, dirigida por Anto-
nio B. Monteverde.-Hermosillo 1995-1807.)

Ferrocarriles, telégrafos y otros


servicios públicos

Hasta 1882, todos los pueblos de Sonora se intercomunicaban por me-


dio de caminos de herradura. Con el exterior, hacia el norte y el oriente, se
comunicaban por ese mismo tipo de caminos (al oriente, a través de la
Sierra Madre Occidental) ; pero ya para viajar al interior del país se hacía
por ba1co, saliendo por Guaymas o Mazatlán, para desembarcar en Manzanillo
y continuar por tierra.
Pero a partir de la fecha al principio señalada se inició la construcción
de vías férreas en el estado, cuyo desarrollo fue el siguiente:
Ferrocarril de Sonora.-Los señores Robert R. Symon y David Fergusson
fundaron la Cía. Limitada del F. C. de Sonora, para construir y operar el
ferrocarril de Sonora. Iniciaron los trabajos en Punta de Arena, Guaymas,
y en octubre de 1882 llegó la vía a Nogales. La concesión incluía la cons-
trucción de otra vía de Guaymas a Ures y a Paso del Norte (C. Juárez) ; pero
esta última no se realizó.
En 1887, el Southern Pacific (empresa norteamericana) tomó esta línea
en arrendamiento; diez años después la compró la empresa ferrocarrilera Atch-
eson, Topela y Santa Fe, la que posteriormente lo arrendó al Southern Pacific.
Ferrocarril de Torres y Prietas.-lniciado en 1895 por el inglés F. H.
Seymor en Estación Torres ( al norte de Hermosillo), en donde entroncaba
con el ferrocarril de Sonora, se extendía a los minerales de la Colorada y mi-
nas prietas, de donde seguía al Represo de Monteverde, haciendo un recorri-
do total de 34 kilómetros. De aquí, el mismo señor Seymour proporcionaba
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HISTORIA DE EL VALLE DEL y AQUI 305

servicios de transporte por carros hasta Ures, a cuya población proyectaba pro-
longar su ferrocarril.
Este señor llegó a Sonora en 1890 en calidad de minero; vendió una de
sus concesiones y se dedicó al transporte ferroviario y carretero.
Ferrocarril de Nacozari.-Construido por la Phelp-Dodge Co., por cuenta
de la Moctezuma Copper Co., daba servicio del mineral de Nacozari a Agua
Prieta, en la frontera, haciendo un recorrido de 124 kilómetros; fue inaugu-
rado en 1904. Después se prolongó con un ramal de 8.5 kilómetros de Naco-
zari a El Porvenir. <1 >
Ferrocarrües de Cananea-Río Yaqui-Pacífico.-Este ferrocarril era propie-
dad de la Cananea Consolidated Copper Co. Operaba del Mineral de Cananea
a Naco, haciendo un recorrido de 61 kilómetros y se inauguró en enero de
1902; pero, además, se estaba construyendo un ramal a lmuri.s el que, en
definitiva, se desvió a Nogales. Este ramal parte de estación del río, al norte
de Cananea, y su longitud hasta Nogales es de 122 kilómetros, habiendo sido
inaugurado en julio de 1907. Según el proyecto, de Cananea se prolongaría el
ferrocarril hacia el sur para tocar Arizpe, Ures y el Mineral de San Marcial,
próximo a Guaymas. No habiéndose realizado esta prolongación, al tramo de
Naco a Cananea le ha quedado el nombre de ferrocarril de Cananea.
Ferrocarril Río Grande-Sierra Madre y Pacífico.-En el sub-capítulo an-
terior, sección Sahuaripa, se hizo mención del famoso mineral de Trinidad (y
de su mina más famosa, la Dios Padre) que acababa de ser adquirido por
una compañía formada por el coronel William C. Green.
Este mineral se encuentra muy próximo a Yécora, que a su vez está en
la frontera con Chihuahua. Para sacar los metales de este fundo, se inició
la construcción del Ferrocarril río grande-sierra madre-pacífico, del que el
álbum-directorio anteriormente mencionado dice al final de la seción dedica-
da a Sahuaripa: " ... llegará al citado mineral de la Trinidad (se supone que
vendría de paso del norte, pues su nombre así induce a pensar) y continuará
a La Bufa y La Dura, hasta conectar con el ferrocarril de Canaena-Río Yaqui
y Pacífico". Sería una pronlongación del tramo de alrededor de 250 k. de
El Paso a Terrazas, Chih.
Para hacer esta conexión, de la Dura se tenderían los rieles por la mar-
gen derecha del río Y aquí hasta Corral, de donde continuarían a Empalme,
distante 10 kilómetros <le Guaymas. En Empalme entroncaría con el ferrocarril
de Sonora, que llegaba a Nogales.

(1) La concesión de este ferrocarril comprendía hacia el Sur, pasando por Cumpas,
Moctezuma, Sahuaripa y finalizar en Topooobampo; las terracerías alcanzaron a llegar
a Cumpas, según refieren quienes vivieron en esa región. sin haberse podido continuar
a consecuencia de los ac,ontecimientos de 1910.
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306 CLAUDIO DABDOUB

De estación corral se prolongaría al sur cruzando el río Yaqui, pasaría


por la actual estación de Esperanza, luego por el lugar en donde hoy es Ciu-
dad Obregón, continuaría a Navojoa y a San Blas, Sinaloa, ¡iara aquí unirse
al Kansas City México y Oriente, entonces en construcción, con lo que se
tendría comunicación al puerto de Topolobampo. ' De Navojoa saldría un ra~
mal a Alamos.
El proyecto de este ferrocarril por la costa del pacífico, de Guayrnas al
5ur, indudablemente que existía muy anteriormente, pues en el plano de la
"Sonora & Sinaloa lrrigation Co." aparece con el nombre de ferrocarril de
Sonora-Sinaloa-Chihuahua.
La firma concesionaria del ferrocarril río Grande-Sierra Madre-Pacífico
fue la Richardson Construction Co., organizada en 1904 para ese objeto y
para obras de irrigación y colonización en el Yaqui; pero luego de consti-
tuida, traspasó los derechos ferroviarios a la Southern Pacific Co., arrenda-
taria del ferrocarril de Sonora. ( *)
Sin embargo, en 1907 y todavía algunos años después, el tramo Nogales
Guaymas conservaba el nembre de ferrocarril de Sonora, y de Guaymas al
sur, con sus ramales a Tónichi y a Alamos, se llamó ferrocarril Cananea-Río
Yaqui-Pacífico, tal vez porque persistiera el propósito de unir este sistema con
el proyectado de Cananea a Ures y San Marcial.
Las obras del que finalmente se llamó ferrocarril Cananea-Río Y aqui y
pacifico se iniciaron en Empalme en agosto de 1905. Después del cambio del
trazo original hecho a consecuencia de la inundación de 1904, llegó la vía
al punto conocido ahora por estación Esperanza y a lo que hoy es Ciudad
Obregón, a principios de 1907; a Navojoa en mayo del mismo año, y de
ahí siguió hacia el sur.
En diciembre de 1907 se inauguró el ramal Navojoa-Alamos, al tiempo
que la vía troncal llegaba a San Bias.
El servicio de Corral a Tónichi se inauguró en diciembre de 1908, con
longitud de 156 kilómetros.
En 1912, el Southern Pacífic compró las acciones del ferrocarril de So-
nora, con lo que todo el sistema de Nogales a lxtlán del Río. con los rama-
les de Tónichi y Alamos, pasó a ser de su propiedad y recibió el n~mbre de
ferrocarril Sud-Pacífico de México, S. A.

( *) Por recortes de periódicos de la época, se ve que para este ferrocarril unieron


sus intereses la Richardson y el grupo representado por el coronel Green; este último
concesionario del F. C. Cananea-Río Yaqui-Pacífico y del tramo El Paso-Terrazas, punto
este en que Green ten'a concesión sobre bosques madereros y luego, ya en Sonora, acaba-·
ha de adquirir el mineral de La Trinidad, todo lo cual vendría a quedar unido con
su propio sistema ferroviario. En 1908 Green vendió sus bosques, y las concesiones
ferroviarias las pasó a la empresa arriba mencionada.
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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 307

Comunicaciones telegráficas: las había entre Hermosillo, Guaymas, Torim


y demás pueblos yaquis, Alamos, Arizpe, Cananea, Ronquillo, Magdalena, No-
gales, Moctezuma, Ures, Altar, Caborca, Estación Torres, Minas Prietas y
otros muchos pueblos del estado, las que permitían una amplia comunicación
interior, con el resto de la República y con todo el mundo. Parece que las dos
únicas estaciones inalámbricas que entonces había instaladas en México eran
las de Guaymas y Santa Rosalía, que permitían la comunicación entre estos
dos lugares separados por el golfo de Cortés.
Escuelas :-Las había en casi todos los pueblos del estado, incluso en cada
uno de los de la región del Yaqui. El autor de esta crónica no ha encontra-
do datos precisos a 1907, pero para dar una idea al respecto, citará la parte
relativa del discurso pronunciado por el gobernador del estado, don Ramón
Corral, al inaugurar el colegio Sonora en 1889:
"A fines de 1887 había en el estado 139 escuelas con 5534 educandos, a
fines de 1889 habían sido aumentadas a 175 con 9507 alumnos. En ese pe-
ríodo se distribuyeron 50,000 libros de texto; a las escuelas se dieron mue-
bles, cartas geográficas, pizarrones, etc ... ". <93 >
Para atender la salud de la población 5in recursos, existían hospitales mu-
nicipales en Alamos, Hermosillo y Guaymas; uno militar muy grande en To-
rim; en Cananea había uno muy bien atendido por la Cananea Consolidated
Copper Co. para sus empleados y obreros; siendo estos hospitales de los que
el autor de esta obra han podido obtener noticias.
Periódicos diarios los había en las principales poblaciones del estado.
Queda al lector juzgar el estado general de Sonora en la época reseñada;
y si éste le parece raquítico, que concidere, como habrá podido apreciar, que
se trataba de una región prácticamente incomunicada con el resto de la
nación, sin más auxilio del gobierno federal que las tropas enviadas muy po-
cos años antes a pacificar la zona Yaqui.

La Cía. Constructora Richardson, S. A. adquiere


los derechos de la Sonora & Sin,aloa
lrriga-lion Company

En la época descrita en los dos sub-capítulos anteriores (primeros años


del siglo actual) las grandes inversiones para la creación y desarrollo de nue-
vas fuentes de producción afluían a toda la República.
Las posibilidades mineras, ganaderas, agrícolas e industriales de Sonora,
aunadas a su ambiente de paz y trabajo, hacían evidentes las halagüeñas pers-
pectivas que el nuevo Valle del Yaquí ofrecía a los inversionistas, pues ya
el sistema de irrigación se encontraba funcionando y el interés por adquirir
tierras se acentuaba cada vez más.
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308 CLAUDIO DABDOUB

En estas condiciones, en cuanto se definió la situación legal de la Sono-


ra & Sinaloa lrrigation Co., aparecieron capitalistas interesados en adquirir
sus derechos para continuar el desarrollo del proyecto y su explotación.
Los hermanos Richardson obtuvieron la opción de compra de esos de-
rechos y constituyeron la "Richardson Construction Co.", en octubre de 1904,
con domicilio social en Los Angeles, California, EE. UU. AA., siendo sus prin-
cipales accionistas los señores David Richardson (promotor de empresas), Luis
Richardson (minero) y Guillermo Ri ~hardson ( ingeniero en ferrocarriles), que
eran, a la vez, los propietarios del mineral de "La Bufa Mining & Smelting
Co.", de la que ya se ha escrito. Conocían el Valle del Y aqui con todas sus
características y detalles por los años que tenían de residir en Sonora y por
los estudios hechos por don Guillermo cuando recorrió el sur del estado obser•
vando las zonas más convenientes para el trazo de las líneas ferroviarias que
ellos proyectaban.
Socios de esta empresa fueron otros muchos capitalistas, unos residen-
tes en Sonora, otros en California y algunos más en diversos lugares de Esta•
dos Unidos de Norteamérica. Los principales funcionarios de la Richardson
Construction Co. fueron: Presidente, señor David Richardson; primer Vice-
presidente, señor F. A. Hartman; segundo Vicepresidente, señor William E.
Richardson; Tesorero, señor Albert E. Carrol.
A la recién constituida compañía le fue exigido organizarse como mexi-
cana para poder trabajar en México y entor.ces se constituyó, en 1905, la
Compañía Constructora Richardson, S. A.; pero fue hasta febrero 16 de 1909 <94 >
cuando logró obtener la anuencia de la Secretaría de Fomento sobre el
traspaso ele la concesión, aunque ya limitada a las aguas del río Y aqui y
a su Valle, quedando completamente excluidos aguas y terrenos correspon-
dientes a los ríos Mayo y El Fuerte.
Parn la última fecha citada, había organizado ya don David Richardson
otra compañía, la Y aqui Land & Water Co., con capital de Dlls. 15,000,000.00
para financiar los trabajos de la concesionaria, recibiendo en garantía las
acciones de ésta. (95 >
Los funcionarios de la Y aquí Land & Water Co. fueron: Presi-
clente y Gerente General, David Richardson; primer Vicepresidente, John Hays
Hammond; segundo Vicepresidente, Harry Payne Whitney; tercer Vicepresi-
dente, William E. Richardson; Secretario y Tesorero, James Douglas Camp-
bell; Auxiliar del Gerente General, Herbtrt A. Sibbet, y F. R. Burnham,
Lewis S. Thornpson, Leigh Hunt, Cortlan E. Palrner y Thornas Regan.
Cabe en este punto una consideración: Se critica al régimen del general
Porfirio Díaz de haber sido extremadamente liberal con el capital extran-
jero; de haber entregado las riquezas contenidas en nuestro suelo y subsuelo
con generosidad extraordinaria.
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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 309

Si leemos contratos de concesiones otorgadas al principio de su régi-


men, nuestra impresión es de sorpresa ante la liberalidad de los mismos, al
grado d~ vernos obligados a juzgar a nuestros gobernantes como muy ingenuos
en la apreciación de nuestras riquezas, o como faltos de patriotismo. Pero
esto último queda desvirtuado si seguimos los incidentes posteriores de es-
tos contratos y vemos, como en el caso de la concesión de que se ha venido
tratando relativa a los ríos Yaquis, Mayo y Fuerte, que aún dentro del pe-
ríodo del general Díaz, las prerrogativas fueron reduciéndose cada vez más. Y
si leemos las concesiones sobre minas, ferrocarriles, tierras, etc. hechas
en períodos anteriores al del general Díaz, encontramos que eran aún más ge-
nerosas, de donde se concluye que esta característica no fue privativa del go-
bierno Porfirista, como se nos ha venido presentando, sino que forma parte
de nuestra historia como nación independiente y ha sido consecuencia de
nuestra falta de estabilidad política, de seguridad personal y de madurez
general. Y por esta misma falta de madurez tenemos por hábito enaltecer
al vencedor calumniando al vencido, sin considerar las humillaciones que
a nuestra Patria le inferimos.
Esta divagación no ha tenido por objeto abogar por el Porfirismo, si-
no hacer referencia a una de tantas falacias contadas a nuestro pueblo cons-
tantemente y a los cuatro vientos juntamente con un sinnúmero de mitos que nos
forman conceptos falsos y desastrosos para la formación del carácter, y que
cuando son rectificados por investigación propia del individuo, o por cambios
de la política imperante, producen confusión y matan la fe del ciudadano en su
historia, en sus hombres y en su Patria.
Pero volvamos a nuestra historia y conozcamos las actividades desarro-
lladas por la nueva compañía: •
En tanto ésta gestionaba ante el gobierno federal la renovac1on del con-
trato, procedió a revisar lo ya realizado, mejorando las obras de desviación
del río en Limones y Hornos, arreglando puentes, levantando locales para sus
oficinas provisionales en Ontagota y luego las definitivas en Esperanza, So-
nora; trazando dos poblados dentro del fraccionamiento del Valle: Pueblo Ya-
qui y Delta; el primero en donde aún se encuentra y el segundo sobre las ca-
lles 900 y 17 (que se cruzan y por las que habría de pasar el ferrocarril
proyectado) .
Para los futuros visitantes, que llegarían en calidad de prospectos como
compradores de terrenos, levantó un hotel de madera en Esperanza y otro en
Pueblo Yaqui, construyendo en este último lugar otro local para alma-
cén y venta al menudeo de comestibles en general.
Prc-bablemente por tener ya alguna seguridad de lograr la aprobación de la
concesión a favor suyo, en 1908 puso en ejecución un vasto plan de propaganda
en los principales periódicos y revistas de California y otros Estados de la
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310 CLAUDIO DABDOUB

Unión Americana dando a conocer el Valle del Yaqui y sus inmensas posi-
bilidades, comparando las obras de irrigación que se realizaban en él
con las que el Gobierno americano también estaba llevando a cabo en Es-
tados Unidos. Daba a conocer los proyectos de comunic:ción ferroviaria
y telefónica dentro del Valle y de la apertura del puerto del Tóbari.
A los interesados en adquirir tierras en el Y aqui los invitaba a venir a
conocerlas, y para fomentar este movimiento organizó algunas excursiones por
el Ferrocarril Sud-Pacífico. Dos ejemplos de esta propaganda se muestran
en seguida:

ALL ABOARD

FOR MEXICO

The Train Leaves

MERCED, MARCH 15, 1909

at 4 P. M. for

YAQUI VALLEY

MEXICO

Which has the richest and deepest soil in the world,


from 25 to 60 feet deep. LOVELY CLIMATE. Early
ripening of all produce at high prices.

300,000 ACRES

Of this land under irrigation. 25,000 acres sold in three


months at $16.00 per acre. Going now

AT $ 25 PER ACRE,

one-fifth cash, balance in four equal payments, with 6 per


cent interest, in 25 to 1000 acres tracts.

(traducción)
libre.
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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 311

TODOS A BORDO
A MEXICO

El tren sale de
MERCED (en California) el 15 de marzo de 1909
a las 4 P. M. para

EL VALLE DEL YAQUI


MEXICO

que tiene los suelos máa ricos y profundos del mundo


(25 a 60 pies de profundidad). MAGNIFICO CLIMA.
Maduración temprana de sus productos, cuando los pre-
cios son elevados.

300,000 ACRES

bajo riego. 25,000 acres fueron vendidos a Dlls. 16.00 ca•


da uno. Comprando ahora, el precio es de
DLLS. 25.00 EL ACRE
La quinta parte al contado y el resto en cuatro pagos
iguales con el 6% de interés, en extensiones de 25 a
1000 acres.

---•••---
OPENING OF THE
FAMOUS YAQUI RIVER VALLEY LANDS
825.00 - 825.00 - AN ACRE - $25.00 - $25.00
IN TIIE STATE OF SONORA
MEXICO

Most fertile irrigated Iand on nearer Kansas City, Chicago and New
Earth, located on the Gulf of Cali- York by many miles than any part 1of
fornia. North of Southern part of Washington, , Oregon or CalifomiL
Texas, East of Salt Lake City and On main line of Southern Paciñc
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312 CLAUDIO DABDOUB

R. R., with the famous sea-port of now $ 25 however, this price will be
Guaymas only forty miles distance, more attractive to sorne, perhaps,
and fine market; close to vast timber than the opening price, as our terms
and coal resources, and the richest give longer time. Come and see us.
mining district in the wórld. CALLAR 0R WRITE THE
A country with natural and mod- F0LL0W-ING AGENTS
ern advantages second to none. DUNGAN & MILES, Exeter
Wheat, corn an all grains, sugar L. CHAMBERS. Visalia
cane, rice, cotton and tobacco, MORRIS0N & GRIMSLEY, Lindsay
oranges, lemons, bananas and other PHILLIPS & L0CKYER, Porterville
such products are being successfuf- FOTHERGILL & HUNSAKER, Tu-
ly grown. lare SPECIAL REPRESENT ATIVE
Tomatoes, beans, peas and cant- A. N. GREEN, Visalia
aloupes six . weeks ahead of the No cyclones, blizzards, droughts,
Imperial, or Salt River Valleys. . ✓ . flood or flost. 365 growing days a
Eight crops of alfalfa each year. 300 days sunshine.
year. Plenty of water for irriga- Oimate dry and very similar to
tion at low cost with canal comple- Tulare County, but warmer in winter
ted to land. and tempered by cool breezes in
We don't ask you to believe what summer. Malaria and fever unknown.
we say, but we do ask you to ¡?;oand LAND LEVEL. NO ALKALI 0R
see our land when we wilI SHOW HARD P AAN. S0IL THE BEST
YOU As we advertised, our price is FORTYFEET DEEP.
(Traducción Libre) :

APERTURA DE LAS FAMOSAS TIERRAS


DEL VALLE DEL RI0 YAQUI
EN EL ESTADO DE SONORA
MEXICO

Las tierras más fértiles del mun- la vía tronca) del Ferrocarril Sud-
do y con riego. Se localizan so- Pacífico; con el famoso puerto de
bre eI Golfo de California, a la al- Guaymas a cuarenta millas, que es
tura norte de la parte Sur de Texas; un mercado magnífico ; pe~ado a
al este de la ciudad· de Salt Like, grandes extensiones de bosques ma-
. y muchas millas más cerca de dereros y yacimientos de carbón, así
Kansas Qty, Chicago y Nueva como al distrito minero más rico del
York, que •cualquier lugar de Wash- mundo.
ington, Oregon o California. Sobre Es una región que cuenta con
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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 313

grandes atractivos naturales y como- pagar. ¡Venga a vernos! VISITE O


didades ~e la vida moderna que ESCRIBALES A LOS SIGUIENTES
lo hacen incomparable. AGENTES:
En ella se cultivan, trigo. maíz y DUNCAN & MILES, Exter
toda clase de cereales; caña de azú- L. CHARLES, Visalia,
car, arroz, algodón y tabaco; na- MORRISON & GRIMSLEY, Landsay
ranjas, limones, plátanos y mu- PHILLIPS & LOCKYER, Porterville
chos otros productos por el estilo.
FOTHERGILL & HUNSAKER, Tu-
Tomate. frijol. chícharo, melón can- lare.
talup, que se cosechan seis sema-
REPRESENTANTE ESPECIAL
nas antes que en el Valle Imperial
o que en los valles del río Salado. A. N. GREEN, Visalia.
Ocho cortes de alfalfa al año. En esta zona no hay ciclones, hu-
Agua para riego en abundancia y racanes, sequías, inundaciones, ni he-
muy barata, con su sistema de ca- ladas, 365 días de cultivo; 300 días
nales terminado hasta llegar a los te- de sol.
rrenos en cultivo. El clima es seco y muy similar al
No tratamos de que usted crea lo del Condado de Tulare, pero más
que le decimos. ¡Vaya usted a ver templado en invierno y fresco en
estas tierras cuando vayamos a mo8- verano. La malaria y las fiebres no
trarlas ! Tal como lo anunciamos, se conocen en la región.
ahora estas tierras valen Dlls. 25.00 EL TERRENO ES MUY PARE-
el acre; de todos modos, este precio JO. NO CONTIENE ALCALI NI
será mucho más atractivo para mu- ES DURO. SU SUELO ES DE LO
chos que el anterior, ya que ahora MEJOR Y TIENE UNA PROFUN-
concedemos plazos más largos para DIDAD DE CUARENTA PIES.

Una vez que a la Richardson Te fue renovada la concesión del Yaqui en


1909 <49 > la compañía reinició los trabajos de prolongación del canal prin-
cipial del Valle, desde donde había quedado en las calles 200 y Meridia-
no hasta lo que ahora es el Canal Primario No. 10., o sean 16 kilómetros más
de Tos 39 hechos anteriormente, e inició la excavación de los Canales Pri-
marios Nos. 6 y 8 derivados del Principal.
Cuando la Richardson tomó por su cuenta la execavación del Ca-
nal Principal, la hizo con un arado muy grande jalado con tractor de
vapor que salía temprano de la Calle 200 y para medio día tenía recorri-
dos los 16 kilómetros que comprendían los trabajos (hasta el primario No. 10),
para regresarse y terminar su jornada en el punto de partida, ya en
la tarde.
Una vez reiniciados Tos trabajos del canal, la Richardson hizo un con-
venio con la firma Charles F. O. Brien and Co. de Los Angeles Calif., para
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CLAUDIO DABDOUB

que ésta se hiciera cargo de la venta de los terrenos y de la contratación


con los colonos que vinieran a explotarlos; antes lo había estado haciendo
por medio de agentes designados en varias poblaciones californianas.
A los colonos se les ofrecían lotes de 25 acres, o st!an 10 hectáreas,
al precio de Dlls. 26.00 el acre (al tipo de' cambio de 2 x 1 de entonces,
la hectárea resultaba a $125.00 M. N.) para pagarse con 20% de conta-
do y el resto en cuatro abonos iguales (probablemente semestrales) con interese~
del 6% anual. Además, se les proporcionaba habitación para los desmontes
y labores de siembra (Libro de Recortes y don Gustavo Dingfelder).
Si en 1890 Conant había proyectado excavar grandes depósitos para al-
macenar el agua de las épocas de mayor escurrimiento y aprovecharlas en las
de escl!.sez, la Richardson, con más experiencia y capital, y sobre todo,
con bases ya más firmes en cuanto a la costeabilidad de la inversión, re-
solvió construir una serie de presas a Jo largo del río, entre ellas la
de La Angostura ( al noreste del Estado), en la que instalaría también una gran
planta hidroeléctrica para suministrar energía a los fundos mineros del norte
de Sonora y aun para exportar al sur de Arizona.
Cuando estos vroyedos trascendieron al público, provo~.aron gran alarma
entre los agricultores del Y aquí, según podía verse en el siguiente recorte
del diario guaymense El Imparcial, de fecha 13 de septiembre de 1910: <97 >
"La solicitud de Aguas de ·la Cía,. Richardson".
"En días pasados publicamos la solicitud que la citada compañía elevó a la
Secretaría de Fomento por la enorme cantidad de 3,940,000,000 de metros cú-
bicos de agua del río yaqui al año o sean 125,000 litros por segundo, pidiendo
además que se le autorice para construir obras de derivación~ presas, etc.
La solicitud (publicación?) de la mencionada solicitud en nuestro dia-
rio, no ha podido menos que alarmar a los antiguos agricultores del
Yaqui, muchos de los cuales suponen que se verán perjudicados los cana-
les ya establecidos: de Conant, de Vicam, construido recientemente por
el Gobierno para regar los terrenos dados a los indios rebeldes que se so;me-
tieron, el Marcos Carrillo que. da riego a una comunidad de importancia
como el Bacóporit, Las Labores y otros terrenos de particulares, y el ca-
nal Victoria de la propiedad del señor general don Lorenzo Torres, el más' cer-
cano a la desembocadura del río.
Los referidos agricultores comienzan a hacer gestiones para que la Se-
cretarfa de Fomento, antes de otorgar la enorm€; concesión solicitada, envíe un
grupo de ingenieros que tomen nota de las observaciones de los terrate-
nientes en pequeño y sometan la solicitud a un minucioso estudio, a fin de
impedir que, lejos de realizarse un gran beneficio para la agricultura •en las r~-
giones del Yaqui, queden los agricultores como tributarios de la referida com•
pañía, una vez que la citada concesión se haya otorgado.
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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 315

Mucho celebramos haber hecho una publicación tan oportuna, y nos pro•
ponemos tomar todos los datos indispensables para tratar esta cuestión, de gran
interés para el porvenir agrícola de Sonora."
Pocos días después apareció este otro artículo en un diario de la Capi-
tal de la República (Libro de Recortes, Pág. 77, sin nombre ni fecha anotada):

"COMO SERA LA GRAN PRESA DEL YAQUI"


"Tendrá un costo de $21,350,000.00"

"Hace algunos días nos ocupamos extensamente en. estas columnas del mag-
no proyecto de la Secretaría de Fomento iniciado por el señor licenciado Mo-
linfl, Ministro de ese ramo, referente a la colonización de la región del
Yaqui.
Debido a que el señor Molina calculó como base indispensable de éxito,
la irrigación de esos terrenos. desde luego le ha dado curso, y parece que
le prestará todo ~u apoyo al proyecto de la Compañía Richardson para le-
vantar una gigantesca presa en el río Yaqui, que sirva para la irrigación de
la extensa zona de tierra que será coloniza«:Ia.
Al referirnos en días pasados a la iniciativa del señor Ministro de Fo-
mento, hablamos también, pero entonces de pasada y muy someramente; de la
construcción de aquella presa que era por así decirlo, la base de su.stenta-
ción del proyecto. En posesión de mayores datos· y detalles obtenidos en
una entrevista celebrada con el señor Alberto Stein, representante de la
Compañía Richardson en esta capital, podemos, mejor informados, decir al pú-
blico el estado de estos trabajos y la marcha de las gestiones para reali-
zarlos cuanto antes.
En la solicitud que la Compañía Richardson hizq a la Secretaría de Fo-
mento, dice la cantidad de agua que puede proporcionar el río Yaqui, en los
siguientes términos: el río Yaquí lleva cada año, más que suficiente agua
para regar una extensión de doscientas sesenta mil hectáreas, continuamen~e,
pues el gasto que se necesita para este fin, sería un total de 3,940,000,000
de metros cúbicos al año, o sea un promedio de 125,000 litros por segundo.
Con fecha 16 de febrero de 1909, se le otorgó a la Compañía Cons-
tructora Richardson, S. A., una concesión del Gobierno, en virtud de la cual se
le otorgaba el derecho de aprovechar cincente. y cinco mil litros por •se-
gundo, con el fin de regar terrenos por el lado sur del río Yaqui.
Esta cantidad de agua sería suficiente para el regadío de ciento vein-
te mil hectáreas aproximadamente, siempre que esta cantidad de agua la lle-
vara el río continuamente, pero no es así, pues no lleva ninguna durante
los meses de mayo y junio, y muy poca en febrero, marzo y abril.
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316 CLAUDIO DABDOUB

Cómo es el proyecto de la Compañía Richardson

La Compañía Richardson ha proyectado para evitar estas fluctuaciones,


un sistema que considera adecuado, y que comprende una presa, obras de deri•
vación y distribución, etc. cuya magnitud y costo en pesos mexicanos sería
como sigue:

Presa con capacidad de L700,000,000 de metros cúbicos .. . SI0,000,000.00


Toma de agua y compuerta .......................... . 850,750.00
Canal principal, al norte del río, 75 kilómetros con construc-
ciones •••••••••••••••••• ••••••••••••• •· ••••••••• • 1,750,000.00
Canal principal por el lado sur del río, 33 kilómetros con cons-
trucciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2,600,000.00
Ramaloeste .
al sur del canal principal, 60 kilómetros con cons·
.,,
trucc1ones ............... : ....................... . 450,000.00
Ramaloeste al sur del canal principal, 70 kilómetros con cons-
trucciones ....................................... •. 700,000.00
Canales laterales y construcci0nes ...................... . 5,000,000.00

Total: !21,350,000.00

Con este sistema se han construido ya, por el lado sur del río, y con
un gasto que pasa de dos millones de pesos plata, cuarenta kilómetros (tar-
de) veinte kilómetros del ramal este del canal principal, cincuenta kilóme-
tros de laterales primarios. setenta kilómetros de laterales secundarios y
ciento cincuenta kilómetros de laterales terciarios, con sus correspondien-
tes obras, compuertas principales y secundarias. puentes, etc., etc.

La magnitud del proyecto

Este. proyecto es de una magnitud más grande que cualquiera otro en el


Continente Americano. La presa es más grande que la presa Roosevelt en el pro-
yecto de Salt River, de Arizona; la capacidad de la presa sería mayor
que la del Salt River, o de cualquier otro proyecto de ese carácter del Go-
bierno de los Estados Unidos, y la extensión regada, es más que dos veces
la de los proyectos de Salt River o del Imperial.
Los productos anuales de estos terrer.os, valdrían cuando menos cua-
renta millones de pesos mP.xicanos, y llenarían en gran parte la actual defi-
ciencia anual de maíz, trigo, etc., etc., que se presenta a la República Mexi-
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HISTORIA DE EL VALLE DEL y AQUI 317

cana, y además darían trabajo a una población de quince mil a veinte mil
obreros.

Las concesiones que pide la compañía

Las concesiones que pide esta compañía a la Secretaría de Fomento para


llevar a cabo estos proyectos, y que ya están tramitándose, y serán resuel-
tas en breve plazo, son, en resumen las siguientes:
Primero: Que se autorice a la Compañía para aprovechar un total de
tres mi] novecientos cuarenta millones de litros (DEBE DECIR METROS) cúbi-
cos de agua al año, o sea un promedio de ciento veinticinco mil litros de
agua por segundo.
Segundo: Que se autorice a la Compañía para que construya una o más
presas sobre el río Yaqui, en su parte superior, con el fin de represar una
suficiente cantidad de agua para proporcionar un regadío perenne para todas
las doscientas sesenta mil hectáreas de terreno regable.
Tercero: Que se autorice a la Compafüa para que aproveche las aguas
así represadas, en el desarrollo de la fuerza motriz.
Cuarto: Además de otros requisitos y concesiones de menor impor-
portancia la Compañía, teniendo en cuenta las ventajas que traerá al país
la construcción de esa presa cuya agua servirá también para el regadío de los ex-
tensísimos terrenos que la Secretaría de Fomento piensa colonizar en esa re-
gión, solicita del Gobierno un préstamo de diez millones de pesos que unidos al
fuerte capital con que cuenta la empresa, terminarán la obra en un plazo re-
lativamente corto, pues está ya perfectamente estudiada, y sólo se espera
la resolución del Ministerio de Fomento para continuar las obras ya empe-
zadas por la Compañía."
Cuando se hacían los preparativos para la construcción de la Presa de
La Angostura, estalló la revolución maderista (noviembre de 1910), suspen-
diéndose la aportación aprobada por el Gobierno y los trabajos iniciales de
la obra, entre ellos el transporte de gran cantidad de furgones de madera y
d·e 400,000 barriles de cemento que habrían de emplearse en la misma.
La región del Y aquí no fue muy afectada por el Maderismo, pues ha-
biendo sido de muy corta duración no produjo gran alarma y continuó colo-
nizándose y sembrándose.

El Valle del Y aqui durante el período


del Movimiento Constitudonalista

El vigoroso proceso evolutivo de esta reg1on era ya una realidad evi-


dente. No por otra razón las obras de c&nalizaciones continuaban desarro-
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318 CLAUDIO DABDOUB

liándose a pesar de los desmoralizadores tropiezos que se le presentaban


constantemente. Mezquites y cactus eran abatidos por las hachas de sus colo-
nos y los arados roturaban las tierras para ser fecundadas por las aguas que
en unos lotes eran ya el más grato huésped Y, en otros era esperado con al-
borozo.
El mayor exponente de la civilización de la época, el ferroca-
rril, era tributario de este gran campo de trabajo y de ilusiones trayén-
dole herrami:-ntas, maquinaria, nuevos brazos humanos y distribuidores de
maquinaria agrícola que venían a conocer la zona para estudiar sus pers-
pectivas; pero había un aspecto más halagüeño aún: el mismo ferrocarril
se llevaba, a cambio, los primeros frutos de los campos del Valle Nuevo
que había entrado a los mercados extranjeros enviando a California melón
cosechado por T. B. Sexton, del Campo 32; J. A. McGrffiths, Stocker
y Garret y otros más. <98 >
Tal era el ambiente en el Valle del Y nqui hasta principio de 1913,
año en que sucesos muy graves estaban conmoviendo al País y lo mantenían
expectante sobre lo que habría de venir.
Fue entonces cuando Sonora negó su reconocimiento al general Victo-
riano Huerta, quien después de los sucesos de la Decena Trágica se había hecho
declarar Presidente de la República.
Levantado en armas el pueblo sonorense, rápidamente desalojó a las
tropas federales de las poblaciones fronterizas para luego hacer lo mismo
con las del sur del Estado, a excepción del puerto de Guaymas en el que se
concentraron las fuerzas adictas a Huerta, que fueron inmovilizadas median-
te un sitio.
Para el caso, quedaron manteniendo el asedio únicamente las tropas
constitucionalistas indispe11sahles; las demás, continuaron su avance hacia
el sur. En estas condiciones, el Estado quedó prácticamente desguarnecido.
En las poblaciones más importantes del Estado sólo había pequeños des-
tacamentos constitucionalistas suficientes únicamente para conservar el or-
den y la posesión del territorio sonorense; pero incapaces para contener
a los yaquis rebeldes; situación que aprovecharon éstos para desalojar de
sus tierras a los blancos.
Si bien es cierto qw~ los yaquis siempre habían hostilizado a los yo-
ris y obstaculizado las obra~ de irrigación y desmonte del Nuevo Valle,
éstas tuvieron que ser suspendidas a consecuencia de la situación descrita;
pero fue a raíz de la ruptura de Maytorena y Villa con Carranza, en 1914
cuando las actividades de lo:; indígenas sembraron el terror en el sur de
Sonora.
Las fuerzas maytorenistas fueron movilizadas al norte del Estado y
con ellas se fueron los contingentes yaquis que habían peleado en Maza-
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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 319

tlán y Guaymas; pero quedaron los yaquis broncos, los que nunca· qmSie-
ron incorporarse a ninguno de los grupos en pugna y quienes aprovecharon
tan magnífica oportunidad para tratar de reconquistar la completa soberanía
de sus tierras destruyendo los puebles, haciendas y ranchos habitados por
los blancos. En julio de 1915 atacaron y tomaron Pueblo Yaqui después de
un reñidísimo combate en que derrotaron a civiles y miembros de un pe-
•queño destacamento que les hicieron resistencia. Entre los civiles se encon-
traba don Gustavo Dingfelder, antiguo subalterno de don Carlos Conant.
La defensa del pueblo fue hecha en el Campo 4 7 (antigua nomenclatura), de
donde se replegaron los supervivientes al poblado, protegiéndose, con sus
familias, en un gran almacén, en tanto los indios quemaban el pueblo y se
retiraban después de fraca&ar en un intenso de tomar el improvisado reduc-
to de los defensores. Buenavista, Baroyeca y otros poblados fuer-0n ocupa-
dos por los indígenas.
En esta irrupción general al Valle Nuevo, el único lugar que resistió
los ataques con éxito fue el Campo 66 (ahora 1009), que entonces mar-
caba el límite sur de la zona en cultivo y que estaba ocupado y defendido
por Herman Federico Bruss, otro legendario personaje de esta región y de
quien se hará refe:::encia posteriormente.
Desde entonces, los ataques a los campos y a los pueblos fueron cons-
tantes y las emboscadas continuas. Los pobladores de Cumuripa, Buenavis-
ta y otros lugares próximos a la Estación de Esperanza, se vinieron a ésta
buscando la protección del destacamento que allí se encontraba.
Los colonos que habían venido a poblar estas tierras resolvieron aban-
donarlas y regresar a sus lugares de origen, con la esperanza de volver
cuando la situación dejara de ser tln peligrosa. Gran número de ellos de-
jaron sus propiedades al cuidado del señor Bruce, quien se obstinó en que-
darse.
Aquí cabe decir que la naturaleza tiene sus leyes para modelar y ase-
gurar el desenvolvimiento de Ja obra que el hombre está destinado a hacer
en la tierra, y una de ellas es la selección de los más aptos para las em-
presas ? realizarse.
El escenario que ha venido describiéndose requería hombres de aspira-
ciones, aficionados a la tierra, valientes y, además tenaces en sus propó-
sitos; cualidades indudables entre quienes se quedaron, recribados después
por las asechanzas de los yaquis, hasta lograr supervivir los más hábiles
o afortur.ados. Entre éstos, es ejemplo típico el del señor don José María
Parada, cuyo padre de igual nombre, fue uno de los que ayudaron a Conant a
hacer r~alidad su sueño cuando ya todo parecía perdido. La hacienda y de-
más propiedades de la Testamentaría de José Ma. Parada (señor) las había
tomado en arrendamiento su hermano, don Jesús Antonio, hasta que éste se
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320 CLAUDIO DABDOUB

dedicó a atender sus propias labores agrícolas, quedando los bienes de la


Testamentaría en manos de un albacea. Don José María Parada hijo se encon-
traba estudiando la carrera de ingeniería en l\.Iéxico, D. F., cuando se le
avisó, en agosto de 1914, lo que sucedía en el Yaqui y el riesgo de que la
hacienda desapareciera. Don José María, lejos de acogerse a la seguridad
de la Capital y buscar allá su porvenir, dejó colegio y estudios y se vino
a proteger los bienes de la familia. De Manzanillo llegó a Guaymas, siguió a
Médano ( en plena región yaqui), cruzó en un carruaje hasta su hacienda
y se hizo cargo de las labores de la misma. Patrones y peones protegían la pro-
piedad y constituían la escolta cuando había que salir a comparar basti-
mentos 0 transportar la producción para su venta.
Los campos se despoblaron, la producción agrícola bajó al reducirs_e el
área en cultivo en el Nuevo Valle de aproximadamente 11,000 hectáreas a que se
había llegado en el ciclo 1913-1914, a alrededor de 6,000 hectáreas en 1916-17.
Toda la región, en sus dos porciones, había sido devastada; la zona más
~

vieja (margen derecha del río) había recibido un golpe de muerte con la des-
trucción de sus industrias, de su comercio y de sus campos que queda-
ron en el abandono y se cubrieron de monte p.tra volver, la mayoría de ellos,
a su primitivo estado. El Valle Nuevo también había sido destruido y casi
despoblado.
De ]a Calle 20 al sur quedaba un núcleo de extranjeros, muy redu-
cido, que hacía de este rincón de México su patria adoptiva, y de cuyo gru-
po era representativo el señor H. F. Bruss.
Al norte de la misma Calle, en las tierras que correspondieron a Conant,
Parada y demás subcontratistas de las obras de irrigación, quedaba un núcleo
de nativos aferrado a su solar de siempre, que ni antes ni después aban-
donarían. Ambos núcleos proporcionaron al moribundo infante de Carlos Co-
nant el aliento vital que le permitiría ponerse nuevamente en pie y prose-
guir desarrollándose vigoroso y optimista.
Después de declarada la primera guerra mundial, los aliados bloquearon
los mares, viéndose obligados los barcos alemanes a permanecer en los puertos
en que esta medí.da los cogió. Guaymas y Santa Rosalía (Baja California)
tenían un tráfico marítimo muy intenso con los puertos alemanes por el trans-
porte de metales de las minas del boleo, en Baja California, hacia Alemania
y Francia, barcos que regresaban a los citados puertos mexicanos con carbón y
mercancías diversas, como lastre. Algunos barcos veleros se vieron obligados
a quedarse en estos puertos, y como la guerra se prolongaba, les fue necesario a
sus tripulaciones resolver aquella situación insostenible, optando muchos de
ellos por irse a Estados Unidos.
Enterado de esto el seiíor Bruss, hizo un viaje a Guaymas con objeto de
invitar a sus paisanos a venirse con él, sin dejar de advertirles lo que les es-
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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 321

peraba. Parece que ninguno aceptó de momento, pero posteriormente, entre


1916 y 1917, empezaron a llegar al valle, unos a pie y otros por mar, en pe•
queñas lanchas, y todos se reunieron con él, quien primero les dio traba jo y
después les ayudó a conseguir sus propios lotes de tierra para cultivo. En-
tonces la producción del valle mició nuevamente un ascenso que yo no volvería
a interrumpirse.
Cuando en 1918 terminó la guerra, algunos de los marinos refugiados en
el Y aqui regresaron a su patria, pero la mayoría de ellos se quedó. Se casa-
ron con mexicanas y dieron a su nueva patria los retoños que habrían de
continuar la tradición de sus padres corno hombres de trabajo y de servicio
a la sociedad de la que formarían parte.
• Estos marinos alemanes eran en su mayoría imberbes muchachos de 16
a 22 años que viajaban alrededor del mundo en giras de practica y entrena-
miento, pues eran estudiantes de marina. Provenían de muy buenas familias,
algunas de posición económica desahogada, así que cuando terminó la guerra
muy bien pudieron haberse regresado a sus hogares juntamente con los com-
pañeros que lo hicieron, pero prefirieron quedarse. Cuando el valle se pobló
con mexicanos, se asimilaron al medio y convivieron con ellos sin distinciones
ni prejuicios, desarrollándose lazos de amistad íntimos y parentescos políticos
entre unos y otros. Una expresión elocuente de esta convivencia es el hecho
de que, aunque estos alemanes siempre conservaron entre sí un contacto cons-
tante y relaciones sociales muy estrechas, nunca se constituyeron en colonia so•
cial, como es común entre otros extranjeros.
Su conducta fue siempre ejemplar y admirabie su dedicación al trabajo.
Su influencia en el desarrollo del Valle del Y aqui fue muy grande por su in-
troducción de la técnica agrícola más avanzada de su lugar de origen. Mu-
chos de ellos continúan colaborando en el desarrollo de esta zona, como don
Hugo Schwarzbek, don J uán Lawrenz y don Gustavo Dingfelder; otros ya se
retiraron a descansar el sueño eterno; pero los nombres de Germán Federico
Bruss, Enrique Hoschild, Federico Feuchter, .Tuan Hope, Jorge Far, Pablo
N estler y Pablo Schmidt subsisten en sus familias o en la memoria de quienes
los conocieron.

Germán Federico Bruss inicia la


industrialización del val,le

Nunca podrá saber el hombre en su juventud, y muy pocos en la ma-


durez de su vida, si su nombre ocupara un lug&r en las memorias de la poste-
ridad. Pero si debe saber que no es privilegio exclusivo de los genios ni de
quienes ocupan destacadas posiciones en la vida política o económica de los
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322 CLAUDIO DABDOUB

pueblos, el tener la probabilidad de sobrevivir en este mundo después de la


muerte física.
El deseo y el gusto por cumplir lo mejor posible con nuestro deber co-
tidiano, comprender y servir a nuestros semejantes con cari~o y la sujeción
invariable de todos nuestros actos a los dictados... de la buena fe, también son
caminos seguros a la perduración de nuestro nombre. Ejemplo elocuente es
el de Germán Federico Bruss.
Alemán de nacimiento, se vino muy joven a Estados U nidos, que ya
entonces era el sueño dorado de los europeos. Espíritu aventurero y buscador
de fortuna se sumó al torrente humano que de todos los puntos cardinales de
la Unión Americana confluía a los fabuloso~ yacimientos de oro del Klondike
y del Yukón, en Alaska; pero no encontrando satisfacción a sus aspiraciones
se dejó seducir por los cantos de las sirenas californianas que también estaban
atrayendo a los millares de rebeldes a la pobreza.
O tuvo poca fortuna e~1sus actividades, o las condiciones de trabajo y el
ambiente general no satisfacían su temperamento; el caso es que tampoco Ca-
lifornia lo retuvo; prefirió continuar su peregrinación al Valle del Y aqui que
empezaba a ser colonizado por la constructora Richardson, habiendo llegado
a este lugar en 1910, según afirman quienes lo conocieron.
No obstante haber sido de los primeros colonizadores, se le asignó una
de las parcelas más alejadas de la zona poblada. A Bruss lo establecieron en
el extremo sur, que fue el campo 66 (en la nomenclatura nueva el No. 1009),
que procedió de inmediato a desmontar y abrir al cultivo a fin de tenerlo listo
para cuando las aguas del canal, cuyos trabajos acaban de reiniciarse, pudie•
ran llegar a sus tierras.
Una vez iniciadas las siembras, levantó su casa, dispuesta como fortaleza.
Desde luego empezó a recibir las visitas de los yaquis, pues aunque en esas
fechas se encontraban en paz, no por eso dejaban de hostilizar las obras del
canal y los trabajos de apertura de tierras. En esta situación lo encontró el
año de 1915 en que la tribu, ya sublevada desde 1913, atacó e incendió toda
la región; habiendo hecho una excepción con el campo de Bruss por razones
que se ignoran. Es probable que haya sido por no encontrar los yaquis justi-
ficada la pérdida de gente a que se exponían en comparación con el valor del
objetivo. Si lograban desalojar la "yoris" la zona más poblada, que era el
centro, y los pueblitos, automáticamente desaparecería el reducto de Bruss.
Este hombre había hecho de su campo una verdadera fortaleza, hasta ser
considerada inexpugnable: su casa constaba de un segundo piso con troneras
y la había rodeado con una sólida empalizada, en cuya puerta de entrada ha-
bía adaptado unos dispositivos muy ingeniosos, para que cuando ésta se abrie-
ra accionara unas escopetas apuntadas directamente a la entrada, que al dis- •
pararse tumbaran a quien estuviera en la puerta y, además, dieran la alarma.
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HISTORIA DE EL VALLE DEL y AQUI 323

Para mayor precaución, tenía unos "huelleros" (individuos muy hábiles para
encontrar y seguir rastros) que constantemente recorrían los alrededores del
campo para saber oportunamente cuando se acercaban los yaquis, así es que
siempre estaba preparado.
Al presentir un ataque, inundaba su campo con agua para impedir que
el enemigo se arrastrara por el suelo ocultándose y ponía en estado de alerta
a su gente, toda al igual que él, resuelta y de muy buena puntería, y como
los yaquis siempre atacaban de día, para los defensores era fácil verlos desde
lejos y empezar a causar estragos desde antes del ataque. El tenía un rifle
alemán con mira telescópica y era famoso como tirador, Io que agregado a
la dificultad de caminar por el lodo, y el obstáculo que significaba la empali-
zada, hacía muy difícil y costosa la toma de este baluarte, dejando de ser atrac-
tivo.
No solo resultó muy buen agricultor y notable peleador, sino también co-
cinero muy industrioso. En su campo siempre tenía cerdos, gallinas y verdu-
ras que le permitían hacer constantemente jamones, salchichas, tocinos, quesos,
etc., etc. y tener una alacena bien provista de alimentos, tanto conservados co-
mo frescos, además de una provisión constante de cerveza, como buen alemán,
todo lo cual daba lugar a que su casa siempre estuviera llena de gente, en
su mayoría paisanos, a los que él atendía y obsequiaba.
A pesar de que la región se despoblaba rápidamente a consecuencia del
horror a los yaquis, Bruss continuó aferrado a su parcela jugándose la vida
constantemente, pues si en 1915 fue su campo al único que escapó aI focendi~
no por e!o dejaban de hostilizarlo. En una ocasión, el ataque fue tan tenaz
en su persistencia y tan decidido en su propó-,ito de tomar el reducto, que de
no haber sido porque don GustaYo Dingf elder alcanr:ó a oír el tiroteo y !e
vino con gente a darle auxilio, hubieran perecido todos los defensores. Cuan-
do don Gustavo logró entrar a la casa la encontró regada de cadáveres y heri-
dos, quedando en pie solamente don Federico Bru!S y unos cuantos soldados
federales que ya habían perdido a su jefe. Con el refuerzo que trajo don Gus-
tavo Dingfelder lograron sostener la defensa hasta que el enemigo se retiró
porque obcurecía.
La presencia de soldados federales era debida a la necesidad de prote-
ger a los habitantes y propietarios del Yaqui, ya que careciendo de seguridad
los extranjeros emigraron a Estados Unidos y los mexicanos al norte del Esta-
do, unos, y otros al sur del país, y los de menos posibilidades o nativos de
la región se concentraron en los poblados cercanos como Cócorit, Esperanza,
Fundición o Navojoa.
Y no sólo se quedó aquí Bruss, sino que habiéndose reducido la frecuen-
cia y la intensidad de los ataques, se resolvió a poner. en práctica un proyecto
que tiempo atrás venía tratando de realizar: instalar un molino beneficiador
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324 CLAUDIO DABDOUB

de arroz, pues aunque en el valle la producción de este grano había bajado


grandemente, no se había suspendido por completo. Si en el ciclo 1913-14 se
habían sembrado 234 hectáreas, todavía como experimentación, en el ciclo
1915-16 había subido el arca a 1,287 hectáreas, para bajar a 592 hcts. en el
ciclo 1916-17 a consecuencia del abandono de las tierras por los colonos; pero
para el siguiente ciclo volvió a subir el área a 1,257 hectáreas.
No se conoce con precisión la fecha exacta, pero se estima que fue entre
1916 y 1917 cuando don Federico instaló su molinito, en su propio campo
agrícola, demostrando con c>stosu arraigo y su cariño a la región, así como
su fe en el futuro de la misma, fe que no lo defraudó y lo hizo acreedor,
además, a figurar como el primer industrial del Valle del Y aquí. Poco tiem-
po después un grupo de colonos norteamericanos instalaron otro molinito de
arroz en las proximidades de la caseta del F. C. Sub-Pacífico en la estación
de Cajeme.
Pionero de la agricultura, lo fu~ también de la industrialización del Y aqui,
que conserva sus restos. Germán Federico Bruss es recordado con cariño por
quienes lo trataron y su nombre ha quedado ligado a la historia del valle.
Murió nacionalizado ciudadano mexicano y su esposa fue mexicana; no tuvie-
ron hijos.

Don Gustavo Dingf elder, el más antiguo


colonizador superviviente

De Alemania emigró a Estados Unidos y se nacionalizó americano. Po$•


teriormente y en actividades de su profesión como mecánico electricista, llegó
a Guaymas, en donde conoció a Carlos Conant Maldonado y a los hermanos
Richardson. Por las conversaciones que frecuentemente tuvo con ellos, se le
despertó el deseo de venirse -a trabajar con Conant en las obras que éste
desarrollaba en los terrenos que le quedaron después de su liquidación con la
Sonora and Sinaloa Irrigation Co., trasladándose al Yaqui en 1906.
En 1908 y ya muerto el señor Conant, estuvo manejando los intereses
de una negociación americana que habilitaba a los tomateros de Becum y ex-
portaba el producto a Estados Unidos.
En 1910 se casó con la señorita María Conant, hija de don Benito Conant,
viniéndose poco tiempo después a sembrar en los terrenos que constituían la
concesión de la Richardson, en donde se encontraba cuando se levantó la tribu
yaqui en 1915, siendo actor en el encuentro anteriormente relatado del campo
47 primero, y luego continuado en pueblo yaqui.
Desde entonces, hasta 1919 en que se hicieron las paces, su vida trans-
currió entre el arado y el silbar de las balas, ya defendiendo sus siembras o
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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 325

bien auxiliando a los demás i::olonos cuando eran atacados. En esa época, su
ilusión era una buena cosecha, un magnífico rifle y un buen caballo: veloz
para escapar. a las emboscadas, ligero para brincar sobre cercos y canales, y
resistente al calor y a los grandes esfuerzos a que lo obligaba constantemente.
A pesar de que luchó tanto contra los yaquis es amigo de ellos y cono-
ció a todos los jefes de la tribu en esa época. En la agricultura su fortuna
ha sido variable por su mismo temperamento inquieto; pero en compensa-
ción tiene una numerosa familia muy estimada y magníficamente relacionada,
y conserva a su lado a su esposa. Cuando platica sus aventuras bélicas le
brillan los ojos a este hombre de estatura regular, ancho de hombros y com-
plexión robusta (sin ser gordo), pies arqueados y firmes en el suelo, ojos
cafés verdoso y cara sanguínea. Solamente cuando termina sus relatos se pone
triste porque vuelve a su realidad: ya su familia no le permite trabajar por-
que en 1955 sufrió un síncope cardíaco, y aunque ya tiene alrededor de 72
años, se siente deseoso y obligado a atender su negocio agrícola y a ser el
jefe activo de su hogar.

El gobierno federal adquiere los derechos


de la Richardson sobre el vaUe

Después de que Pancho Villa fue destrozado en Sonora, el Gral. Diéguez,


por instrucciones del Gral. Obregón, inició pláticas de paz con los jefes ya-
quis sin resultados positivos, pues como se recordará, el Gral. Obregón encon-
tró inadmisibles sus condiciones y en Dic. de 1915 ordenó la movilización de
tropas, armas y abastecimientos a fin de emprender una campaña que rápi-
damente sometiera a los rebeldes.
Fue hasta enero de 1917 cuando don Adolfo de la Huerta, gobernador inte-
rino del P,stado, logró la pacificación del Y a qui mediante un convenio firmado
con los jefes de la tribu; periodo de paz roto por los sangrientos sucesos de
Lencho que, juntamente con la aprehensión y deportación de aborígenes que
trabajaban en los campos del valle provocaron, en diciembre de 1917, el ataque
a estación Esperanza ya relatado anteriormente, y la intensificación de los ata-
ques e incendios en toda la región, hasta abril de 1920, en que al asumir
provisionalmente la presidencia de la república don Adolfo de la Huerta, se
firmaron nuevos convenios de paz que dieron a la tribu una de sus me1ores
epocas.
Restablecida la tranquilidad en el valle, renació la confianza y empeza-
IOn las actividades agrícolas a tomar incremento.
Como consecuencia de este ambiente, los funcionarios de la Richardson,
cuyas oficinas en &peranza habían permanecido abiertas atendiendo los ne-
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326 CLAUDIO DABDOUB

gocios de la compama, resolvieron reiniciar los trabajos de irrigación que


durante tantos años habían permanecido suspendidos.
En 1922 los ingenieros y contratistas se dedicaron a revisar los proyec-
tos y el estado de las obras, empezaron a llegar furgones con madera, ce-
mento, maquinaria, plantas generadoras de corriente eléctrica y mucho mate-
rial y equipo de construcción. Pronto quedó terminado en Limones un gran
puente que comunicaba ambas riberas del río y se iniciaron los trabajos de
ampliación y mejoramiento de las obras de desviación en Limones y Hornos.
Pero como si hasta la naturaleza estuviera en favor de la tribu yaqui
tratando de impedir la conqmsta por el "blanco" de estas tierras tan codicia-
das, en 1923 el río trajo tal caudal de agua que se desbordó destruyendo
cuanto se había hecho el año anterior; el puente tuvo que ser volado en una
de sus cabeceras para permitir el paso del agua e impedir que la creciente
se lo llevara; mucha maquim1ria se perdió y gran parte del material quedó
inutilizado.
A valorar trastorno tan grande, vinieron a la región los principales accio,
nistas de la compañía, quienes, según relatos hechos al autor de esta crónica,
quedaron disgustados con la forma en que se habían hecho las inversiones
y hasta dudosos de la correcta aplicación de] dinero, suspendiendo toda nueva
aportación de fondos.
En tales condiciones, los señores Guillermo Richardson y Herbert Sibbet,
E:dministradores locales de la empresa y quienes habían atendido los negocio!l
de la misma durante la revolución, se vieron obligados a reparar los daño5
causados por la inundación y mantener el sistema de irrigación en las mejores
condiciones posibles con los recursos de la oficina local y los que obtuviera
tJe la venta de agua y de terrenos. que de !'linguna manera la capacitaban
para el desarrollo de sus proyectos.
Fue entonces cuando el Gral. Alvaro Obregón entró en contacto con los
señores Richardson y Sibbet, quienes lo atendieron mostrándole el valle, las
obras y la situación de la empresa, seguramente para interesarlo como accio-
nista o para que influyera ante el Gral. Plutarco Elías Calles, Presidente de
la república, a fin de que el gobierno federal ayudara con algún empréstito
que le permitiera a la Richardson realizar las grandes obras que tenía pro-
yectadas.
A propósito de estas visitas al sistema, un residente de C. Obregón le
platicó al autor de la presente obra que para subir al automóvil, pasó prime-
ro el señor Sibbet al asiento trasero, para que luego subiera el Gral. Obregón
y en seguida don Guillermo Richardson; pero el Gral. Obregón se negó a sen-
tarse junto al señor Sibbet, pues era éste quien. en realidad, admini~traba
las operaciones de la empresa y siempre había impedido que los mexicanos
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HISTORIA DE EL VALLE DEL y AQUI 327

pudieran comprar terrenos de la misma. El señor Sibbet tuvo que cambiarse


al asiento delant~ro y sent&rse a un lado del chofer.
Desde que el Gral. Obregón entregó la presidencia, en diciembre de 1924,
se había venido con su familia a radicarse en el mayo para reanudar sus
actividades agrícolas. En el Yaqui compró los campos de la que fue su ha-
cienda '"El Naineri"; y seguramente entonces fue cuando inició sus contactos
con los funcionarios de la Richardson, que dieron por resultado que a gestio-
nes suyas el gobierno mexicano haya comprado a los señores John Hays
Hammond y Harry Payne Whitney, principales socios de la Yaqui Land &
Water Co., la totalidad de las acciones en su poder que representaban el 66%
del capital, a un precio muy inferior a su verdadero valor, obteniendo así el
gobierno federal el control de la compc1ñía y la posibilidad de oblig~ al resto
de los accionistas a vender las suyas en condiciones favorables.
Él precio pagado por la federación por estas acciones fue de DUs.
6,000,000 habiéndose efectl~ado la operación en 1926, entregándose la adminis-
tración del sistema al Banco NaI. de Créd. Agr. y Ganad., S. A., en 1928.
Hasta donde el autor tiene información, la primera nacionalización en la
historia de México fue la del ferrocarril Pan-Americano, en el Istmo de Te-
huantepec, en seguida la del de Veracruz a México, competidor del mexicano,
y kego la del Central, de C. J uárez a San Luis Potosí, hechas por el Gral.
Porfirio Díaz, entre 1907 y 1910.
Después siguió la del sistema de riego y terrenos del Valle del Yaqui,
primera dentro del período revolucionario y que se caracteriza por las circuns•
tancias que la originaron, la forma en que se realizó y los beneficios que de
la misma se derivaron para los mexicanos.
Y a se ha dado a conocer la historia del Valle del Yaqui, cómo !e inició
su explotación •Ycómo ésta se continuó mediante la colonización con extranje-
ros. Hasta aquí, el proceso, si no es inobjetable, cuando mucho es discutible;
pero la fase negativa de esta historia, aparece al excluir a los nacionales del
derecho a comprar y explotar ·su propia tierra; modalidad implantada, según
aseguran los antiguos vecinos de esta región, por Herbert Sibbet, funcionario
de la constructora Richardson, S. A.
Es difícil aceptar corno perjudicial al capital extranjero cuando con él
un país realiza sus obras; es inhumano e ilógico rechazar al inmigrante extran-
jero cuando es elemento de traba jo, respetuoso de los nativos, de las leyes
y costumbres de un país y se asimila al medio hasta de la nación que lo
acoge su nueva patria pero cuando el exhanjero niega al nacional el derecho
de posesión Iegal de un bien tan singular como es la propia tierra, entonces
la nacionalización, como en el caso motivo de este comentario, es, en realidad,
una mexicanización en el más hondo sentido del término. ¡Y eso fue lo que
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328 CLAUDIO DABDOUB

hicieron Obregón y Calles sin haber lastimado en forma alguna el más orto-
doxo de los principios del derecho de propiedad!
La noticia de la compra de la Cía. Constructora Richardson por el go-
bierno causó un júbilo muy grande en Sonora y, particularmente, entre los
agricultores mexicanos del nuevo valle, pues les abría las puertas a un jirón
de su propia patria en donde, desde el momento en que la operación se realizó,
podrían aspirar a poseer su pedazo de tierra para vivir de él, y en sí cons-
truir su hogar y dejarlo a sus hijos. Anteriormente, a lo más a que podían
aspirar era a que se les arrendara un pedazo.
El Banco Nacional de Crédito Agrícola y Ganadero se dedicó de inme-
diato a prolongar cana1es a fin de abrir nuevas áreas al cultivo, aumentar
la capacidad de éstos, reparar puentes y compuertas, etc., y la producción tu-
vo un aumento rápido.

Un tercer acontecimiento de gran trascendencia


para el valle del Y aquí

Los hombres del valle del Ya qui siempre han vivido en un ambiente de
lucha constante. En los primeros tiempos, unos, los aborígenes. luchaban por
defender su territorio y su independencia; otros, los blancos. por trabajar y
hacerse un porvenir, a cuyo esfuerzo agregaron luego el de ampliar las áreas
de cultivo mediante obras de riego, de donde nació el hermoso proyecto de
irrigación del valle nuevo; en su tiempo, el más grande, adelantado y· comple
to de todo el continente.
La iniciación de este proyecto por don Carlos Conant Maldonado hasta
dejarlo en su primera etapa de trabnjo y mostrando la amplitud de posibilida-
des que ofrecía al futuro, fue la primera fase de lo que el Yalle habría de
significar social y económicamente dentro del conjunto nacional.
El segundo acto trascendente para el Valle del Yaqui fue la mexicaniza-
ción realizada por Obregón y Calles, por la razón ya expuesta en los párra-
fos precedentes.
Pero si ya para estas últimas fechas el hombre del Ya qui no tenía que
jugarse la vida en su propósito de conservar un pedazo de tierra que traba-
jar, tenia que luchar, en cambio. contra otros dos problemas que también le
8ignificaban la amenaza de perder esa misma tierra por la que siempre había
peleado a vida o muerte. Esos problemas eran la carencia de fuentes ade-
cuadas de recursos que le resolvieran su necesidad de habilitación para tra-
bajar, y las condiciones bajo las que se veía obligado vender su producción.
El agricultor regional venía desenvolviéndose sobre la base de comprar
su terreno a crédito, ponerlo en condiciones de cultivo valiéndose de sus es-
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HISTORIA DE EL VALLE DEL y AQUI 329

casos recursos, de un trabajo personal y financiándose con particulares en


las condiciones que éstos le pusieran. Al levantar su cosecha, la entregaba
a sus firnmciadores, generairnente comisionistas o compañías algodoneras que
le recibían el producto al precio y condiciones qur el agricultor tenía que acep•
tar, resultando que si la cosecha no era exuberante, el producto apenas
si cubría el costo de la siembra y abonaba algo a cuenta de la apertura de
sus tierras; con la circunstancia de que no eran precisamente muchos los ha-
bilitadores y compradores de modo que pudiera escoger condiciones favorables.
Quien esto escribe recuerda nítidamente cómo entre 1930 y 1931 en que
estaba empleado con el principal comisionista de la región, llegaban los agri-
cultores en sus carritos de mulas cargados de trigo a ofrecerlo a su precio lo-
cal de S 8.00 el saro ( de 100 kilos), se baj::iban hasta $ 6.00 y ni aún así se
los tomaban, ·a menos que le debieran al comprador. En esa época, ·eran
constantes las salidas de los actuarios a los campos de los agricultores con
objeto de embargarlos por sus adeudos.
Para comprender la ente1eza de estos hombres, debe considerarse que
la agricultura es una de la~ aclividades más riesgosas, pues sus resultados de-
penden de la naturaleza (variaciones climatéricas, humedad-ambiente, plagas,
etc.), a lo que debe agregarse el clima extenuante de estas regiones, falta
de comunicaciones hasta fechas muy recientes, etc., etc.
Conociendo estos problf'mas económicos don Rodo]fo Elías Galles, que vi-
vía en la región desde 1925, dictó en 1933, siendo gobernador del estado, la
ley que habría de agrupar a los productores del cal'!lPº en asociaciones agríco-
las, y éstas en una confederación del estado de Sonora, y la ley que daría
nacimiento a una institución bancaria constituida con capital de ellos mismos.
Ambas iniciativas fueron de gran trascendencia para la economía agríco-
la del estado; pero muy particularmente para la región del Yaqui, ya que la
primera mencionada unió a los productores dentro de un organismo fuerte
que les permitió no sólo ofrecer en venta sus cosechas totales y en forma or-
ganizada, sino también debatir sus problemas en busca de las soluciones más
adecuadas, estudiar los mercados y aún enviar comisiones a europa a abrir
otros nuevos, así como apiicar las ventajas derivadas de su organización en
Ta compra de los satisfactores de su propia actividad, como semillas mejoradas,
empaques, fortilizantes, insecticidas, etc.; pero sobre todo, les creó conciencia
de clase.
Es de lamentarse que no sean comprendidos estos aspectos por muchas
personas que han permanecido al margen de estas organizaciones, escatiman-
do el costo de su sostenimiento, pero beneficiándose de las ventajas que obtie-
nen los grupos unidos, sólo por falta de comprensión del momento social de
nuestra época.
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330 CLAUDIO DABDOUB

La segunda iniciativa. o sea la creación del banco de los agricultores,


complementó a la primera, ya que constituyó el órgano que habría de
habilitarlos y refaccionarlos dentro de las rondiciones más favorables posibles,
permitiéndoles reducir sus costos <le operación y, sobre to"º• adquirir una
independencia eco•lómica indispensable para , manejar sus negocios. Ambas
instituciones han evolucionado hasta lograr la organización que actualmente
tienen y que después se dará a conocer.
El Valle del Y aqui ha sido hecho por hombres de aspiraciones y de
trabajo, tenaces en su propósito y resueltos a vencer cuanto obstáculo pudiera
oponerse a su espíritu de superación. Pero todo conjunto requiere de un guía
y representativo que unifique voluntades y esfuerzos, o interprete sus aspira-
ciones: CARLOS CO\TA T MALDO JAOO, fue el creador del Va1le del Ya-
qui; PLUTARCO ELIAS CALLES y ALVARO OBREGO , realizadores de la
mexicanización de las tierras del valle, y RODOLFO ELIAS CALLES, forjador
de la estructura económica de la agricultura sonorense.

Se acelera el desarroUo del val,le

La nueva región agrícola que ha sido el tema de esta segunda parte del
presente libro, ha venido desarro1lándose con gran prisa, en ocasiones hasta
dando saltos. Si las circu!lstancias ya dadas a conocer en páginas anteriores
lo han detenido, ha sido momentáneamente, para luego recuperar su_ ritmo
acelerado.
En 1913 había en cultivo un área de aproximadamente 11,000 hectáreas,
que ha jaron a alrededor de 6,000 en 1916-17. De esta fecha en adelante, es
decir, en cuanto terminó la revolución y pese a la ofensiva desencadenada en-
tonces por la tribu Y aqu i, voh·ió a subir el hectareaje a la cantidad primero
anotada, en el que se conservó hasta 1920. Luego continuó aumentando pau-
latinamente hasta pasar de 15,000 en el ciclo 1923-24; para el siguiente ciclo
saltó a 25,531, de donde al año brincó nuevamente a 37.033. & interesante
estimar lo que significa abrir al cultivo cerca de 10,000 hectáreas en un ciclo,
y luego al siguiente inmediato otras 11,500 más.
Para el ciclo 1937-38 se habían puesto en cultivo 52,511 hectáreas. para
las cuales no eran suficientes ni la capacidad de captación de agua de las
obras ni las de conducción del canal principal, que tenía un máximo de 40
metros cúbicos por segundo, por lo que anualmente se perdía gran porcentaje
de las siembras, unas por falta del primer riego y otras por insuficiencia de
agua para los siguientes riegos, pues debe recordarse que en estas regiones las
lluvias son extremadamente escasas, inadecuadas para siembras de temporal-.
Con objeto de reducir estos trastornos, el Banco Nacional de Crédito Agrí-
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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 331

cola, S. A., administrador. del sistema hidráulico, limitó el área de rie~ a


un perímetro que tenía preferencia en el suministr~ de agua, prohibiendo la
apertura de nuevas tierras; a estas últimas no se les proporcionaría agua del
sistema. Sin embargo, los desmontes continuaban sin más aliciente que la
posibilidad de aprovechar excedentes cuando los hubiera.
Esta situación produjo lo que pudiera llamarse la "guerra del agua", ya
que en las temporadas de siembra y riego los agricultores se peleaban por
ella. La distribución del agua se rige por un magnífico :i;istema: del canal
principal se derivan· los primarios según se explicó ya; éstos, por medio de
los secundarios y terciarios, riegan el área comprendida al sur de cada pri-
mario, área que es designada con el nombre de "Sección No.... " según el
canal que Ta riega. Los agricultores de cada sección solicitan previamente al
.jefe de sección el volumen de agua que van a requerir y fijan la ÍCfha de
entrega. El jefe de sección, a su vez, solicita de la empresa los vol6menes
diarios que del canal principal deberán servirle en su primario, y diariamen-
•te, por medio de levantadores y compuertas, entrega a los agricultores sus vo-
lúmenes ele água.
Sin embargo, debido a la insuficiencia de agua en la época que viene co-
mentándose, no podía entregárseles el volumen, diario solicii3do, sino a pro-
rrata, lo que se traducía en más tardanza en el riego, mel}os rendimiento del
1 1 ,

agua por hectárea y el. riesgo de no dar completos los riegos. Entonces el
agricultor, pasando sobre el jefe de sección, quitaba tablas en su \compuerta
para 'dejar pasar más agua a su terreno~ con la consiguiente tedpcción par{l
sus vecinos quienes, al notarlo, alteraban la situación en su favor, dándose fre-
cuentemente el caso de que los más decididos protegieran su compuerta vigilán-
dola día y noche pistola en mano.
En esa época no solamente se produjeron e-stos casos de fuerza, sino que
también los hubo de ingenio. Uno de estos últimos, que en un principio pro-
dujo gran confusión a los jefes de sección, fue ver que .sin razón definida el
agua de su secci6n no hubiera alcanzado a cubrir la prorrata establecida. Y
era que algún usuario ingenioso~ en vez de quitar tablas a su compuerta,
aprovechaba Ta obscuridad de la noche para meterse al agua. y, por medio de
rajas de madera metidas entre tabla y tabla de la compuerta daba paso al
agua sin que nadie lo notara, pues-:.oque el agua pasaba por aba-jo. _
La que se le había asignado brincaba por encima de las tablas de la
compuerta y daba la medida correspondiente al volumen que le correspondía;
la que pasaba por abajo nadie la veía.
Las pérdidas económicas que anualmente sufría eI valle como consecuen-
cia de la insuficiencia de agua y el peligro que la conducta de los agriculto-
res representaba para la región, indujeron al gobierno ,federal a realizar el
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332 CLAUDIO DABDOUB

viejo proyecto de la presa de la angostura, cuya construcción se inició en 1937,


siendo presidente de la república el Gral. Lázaro Cárdenas, terminándose en
194L Para entonces, muchos agricultores habían procurado resolver su pro-
blema ~ediante la perforación de pozos profundos, iniciándose e!l el Yaqui
( y en el estado) este sistema de riego, cuyo mérit4) no estriba en que fuera
novedad, pues es un recurso empleado desde hace muchos años en el mismo
estado de Sonora en las vegas de los ríos y lugares en que el nivel del agua
subterránea ha sido alcanzado con simples pozos de luz o norias, como se
Jlaman en Sonora, sino que radica en el hecho de que siendo en el valle muy
profundo el nivel friático (nivel del agua subterránea), la perforación tiene
que hacerse con maquinaria especial, resultando muy costosos perforación y
equipo de bombeo, sin seguridad alguna de éxito, y elevado el cbsto de los
riegos; por consiguiente, dudosa su conveniencia en tanto no se tuviera ex-
periencia. Sin embargo, el primero en acometer el riesgo fue el agricultor don
Luis Oroz, que perforó e instaló el primer equipo de bombeo en sus terrenos
agrícolas separados de la ciudad por la calle 200, en los que posteriormente
se construyó el Club Social Campestre.
El resultado de este experimento resultó favorable en siembras que no
requerían mucha agua, corno el trigo, y pronto se extendió la práctica a otros
terrenos que en esa época carecían de posibilidad de riego por gravedad.
Se ha destacado este hecho por ser otro más que ratifica un razgo carac-
terístico del hombre deJ Ya qui: su espíritu emprendedor y audaz, que lo
coloca dentro de la clase de empresarios dispuestos a jugar la suerte de su
dinero, como antes lo habían hecho con la de su. vida, en pos de nuevas metas;
espíritu que ha hecho del Valle del Yaqui la zona agrícola más destacada
de la República por la rapidez de su desarrollo y su pujanza económica; pro-
ducto no solamente de un trabajo tesonero sino también de ese espíritu auda;,;
de experimentación y de inversión señalado ya.
Faltando cuatro años para ser puesta en servicio la Presa de la Angos-
tura que vendría a resolver el grave problema del agua en el Valle, o sea
el 31 de octubre de 1937, otro acontecimiento más conmovió a sus luchadores
habitantes: la realización en el Y a qui de la reforma agraria, uno de los más
destacados postulados de la Revolución Mexicana, de esa revolución impulsada
por grandes ideales políticos y sociales que en su mayoría continúan como
tales.
Aunque la aplicación de la doctrina agraria en México es un tema ex-
tremadamente complejo que no debe ser juzgado sino con amplitud de cri-
terio, ecuanimidad y un estuJio profundo apoyado en suficiente documenta-
ción, tiene, sin embargo, principios básicos que la justifican. El área cultivable
en México ha venido reduciéndose en relación a su desarrollo demográfico;
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HISTORIA DE EL VALLE DEL y AQUI 333

,por consiguiente, desde el punto de vista social, su acaparamiento es indebido,


por injusto. Este da por resultado que la riqueza producida por la tierra se
concentre en muy contados individuos, impidiendo el desarrollo de un país.
Otro defecto es que hace ina";cesible a una g~an mayoría de ciudadanos la
actividad agrícola como ÍU6nte de trabajo y de sustento, por lo mismo que
la tierra cultivable es muy limitada.
Y era ésta precisamente la situación que entonce3 presentaba el Va11e
del Yaqui. Gran parte de 1a tierra se encontraba en poder de pocas persona!'i.
algunas de ellas con 3,000 o más hectáreas, en tanto que muchos agrícultores
se encontraban imposibilitados de ampliar su lote de 10 hectáreas, o de
obtener tierra para sus hijos.
Pero si Ta redistribución de la propiedad no se realiza transfiriéndola
a campesinos auténticos, cuando menos por su afición a la tierra y su dispo-
sición a hacerla producir, ~dno a cuantos la solicitan por el solo hecho de srr
gratuita y sin responsabilidad para el beneficiario, entonces se cornete un:1
injusticia social y un atentado contra la economía nacional.
Y otra vez es preciso admirar a los hombres del Yaqui. La gran mayoría
de ellos habían adquirido sus propiedades por compras inobjetables, las habían
defendido con sus propias vidas y las habían pagado y puesto en producción
con sudor y sangre, con privaciones y sacrificios y. por consiguiente, las
amaban con ardor. Ante la inminencia del despojo pudieron haber hecho lo
mismo que sucedió en otras regiones de la República: oponerse con las armas.
como pareció inminente. Sin embargo,· no lo hicieron.
Era el mes de octubre en que se iniciaban los traba ios v siembras ele]
trigo; mucha de la tierra estaba ya regándose y semb1ándose cuando hizo
su arribo el general Cárdenas acompañado del Jefe del Departamento Agrario,
·señor Gavino Vázquez, y de otros funcionarios y ordenó la distribución de
las tierras. Ante la desesperada defensa hecha por los a17-ricultoresdel Yaqui,
se convino finalmente en que se les respetaría hasta la cosecha todo lo que
alcanzaran a sembrar el 31 de octubre de ese año (1937). ¡ Fue acuerdo
definitivci! Regresaron los agricultores a sus campos y se pusieron a trabajar
febrilmente, muchos de ellos manejando sus propios tractores y con las armas
a la mano, ya que pegados a los cercos estaban los futuros ejidatarios. tam-
bién armados, procurando impedir los trabajos, entrando muchos de ellos
dentro de la propiedad que esperaban se les repartiera. A las 12 de la noche
del día fijado, corno por obra de magia quedó paralizada toda aqm,lla febril
actividad en los c~mpos agrícolas. Lo que no alcanzaron a sembrar los agri-
cultores pasó a manos de los ejidatarios y f'n gran número de casos a1
dueño original le quedó menos d~l área garantizada por la lev: pero no
había remedio. Los hombres del Yaqui comprendieron con claridad que un
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334 CLAUDIO DABDOUB

movimiento armado también lo perderían juntamente con toda esperanza


de ~alv•r algo. El Valle es planicie inmensa, abierta a todos los vientos y
miradas y no ofrece defensa ni abrigo alguno, dcs~lentando todo intento de
rebelión. A los ejidatarios se les dieron en posesión 17,000 hectáreas de siem-
bra abiertas al cultivo y 24,000 de agostadero.
Al año siguiente de Pstos acontecimientos, los agricultores auxiliaban a
los ejidatarios a sembrar las tierras que a éstos les habían sido dadas y quienes
de otra manera nada hubieran podido hacer, pues carecían por completo de
maquinaria; sin ella, en el Yaqui no se trabaja. La armonía y colaboración
fue acentuándose hasta dar la apariencia de que nada había sucedido.
En hombres que siempre demostraron poseer un valor físico y civil a
prueba, y que conocían la función de las armas de fuego, no puede suponerse
timidez ni sometimiento. Es que a su~ ci.:aHdades primero mencionadas aúnan
el criterio amplio y el sentido prár!J.co que p~rmitieron al endurecido Valle
del Yaqui resistir el impacto y sobreponerse. ¡ Se continuó traba jan do y pro-
duciendo, para bien de la Patria! Lamentablemente, esta actitud no es com-
prendida, ni menos apreciada, como tiene derecho el agricultor de esta región.
Han transcurrido los años, se terminó la Presa de la Angostura y luego
la Alvaro Obregón con un nuevo ~anal, el Canal Alto, para darle riego a una
nueva porción de terrenos no cubiertos por el Canal Principal, y se termi-
naron las necesarias obras de distribución de agua. La Presa fue inaugurada
en 1952 y el canal Alto, con sus derivaciones, en 1954, fecha para la que,
de nuevo, ya habían sido abiertas al cultivo grandes áreas, unas regadas con
equipos de bombeo y otras en espera del agua vivificadora 1 haciendo del Valle
del Yaqui la zona agrícola más extensa y mejor regada de México.

CAPITULO XV

EPOCA MODERNA (1961)

Nacimiento de Ciudad Obregón

De no haber sido modificado el trazo de la vía del Ferrocarril del Sud-


Pacífico, los pueblos de Toriro y San José de Bacum se hubieran beneficiado
grandemente y desarrollado en forma notable. Sin embargo, no es probable

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HISTORIA DE EL VALLE DEL y AQUI 335

que alguno de ellos hubiera llegado a constituirse en el centro económico y


comercial del Valle, pues siempre estuvieron expuestos a sufrir las conse-
cuencias de las Guerras del Yaqui. Por esta razón se proyectó fundar el
mencionado centro en el cruzamiento del ferrocarril con la Calle Meridiano,
de donde saldría el ramal proyectado al Puerto del Tóbar·i, con las deriva-
ciones ya mencionadas por las Calles 4 y 9 que formarían un circuito para
recoger la producción del Valle. A esa estación se le iba a dar el nombre de
Cajeme por su proximidad al lugar que llevaba el nombre de ese famoso
caudillo yaqui, y que en la nueva nomenclatura del Valle corresponde al
Campo 409 ( antes 60) .
El tendido de la vía por el trazo ésta que sigue actualmente propició la
formación de tres nuevos poblados: las estaciones de Corral, Esperanza y
Cajeme (ahora Ciudad Obregón).
Corral nació en 1907 al construirse la estación en la que entroncaría el
ramal de Tónichi, sobre la margen derecha del Río Yaqui. La estación de
Esperanza fue establecida ese mismo año ante la necesidad de facilitar el mo-
vimiento de carga y pasaje de Cócorit, que entonces era el centro de opera-
ciones del Nuevo Valle y de las obras de irrigación que se proyectaban en
Hornos.
Esperanza quedó localizada a aproximadamente 3 kilómetros al oriente de
Cócorit, canal principal de por medio, y dentro de los terrenos de agostadero
que, después de liquidada la Sonora & Sinaloa lrrigation Co., le correspon-
dieron a don Benito Conant. Careciendo estos terrenos de riego por gravedad,
don Benito estableció en ellos el rancho Las Lagunas, en el que, predominante-
mente, se criaban las cabras. Al construirse la caseta de madera para las
oficinas del ferrocarril, las familias del rancho se agruparon alrededor de
ella, formando el primer núcleo de población. Posteriormente, la congregación
fue muy aumentada por el arribo de las familias de Buenavista, Cumuripa y
otros lugares, las que, hostilizadas por los yaquis, abandonaron sus hogares
y se refugiaron en Estación Esperanza al amparo del destacamento militar
asignado en ese lugar. (Se recordará que Esperanza estuvo a punto de ser
tomada e incendiada por los yaquis en diciembre de 1917, cuando· éstos la
atacaron con objeto de rescatar a sus parientes, después de que las tropas
federales los habían sacado de los campos agrícolas del Valle para deportarlos
a Yucatán.)
Simultáneamente al establecimiento de la estación de Esperanza, fue
perforado un pozo a diez kilómetros al sur de la misma para abastecer de agua
a las máquinas del tren. Esta localización del pozo seguramente obedeció •a
razones técnicas en cuanto a 4istancias de pozo a pozo.
Juntamente con esta toma de agua fue construida una casita de madera
para las oficinas del jefe de estación y para residencia de este empleado y
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336- CLAUDIO DABDOUB

• del encargado de Ta atención de la bomba de agua. La .casita quedó locali-


zada en el lado oriente de la vía y como a cien metros al norte del tinaco
del agua. (Todavía existe la casita de que viene hablándose, aunque no en
el mismo· Jugar, pues en 1956 fue trasladada a unos 300 metros al sureste
de su localización original ~on objeto de aumentar el número de vías de la
estación local; en ella vive la familia del señor don Lauro Servín de la 'Mora,
antiguo empleado del ferromarril.)
. Cinco años después, en septiembre de 1912, se construyó otra caseta
de madera con techos de lámina, como a cien metros al norte del pozo, a la
que fueron cambiadas las oficinas del jefe de estación. Luego fue construido
un embarcadero para ganado, localizado en la esquina formada por el lado
poniente de la vía y el lado sur de la actual calle Allende.
Este pequeño conjunto constituyó un atra_ctivo para los agricultores que
transitaban entre Cócorit y sus labores en el Valle, quienes se detenía'l ·a ver
pasar el tren; circunstancia que aprovechó el señor Federico Seaman para
abnr un expendio de bebidas y artículos de cuero ( arneses, riendas, sillas de
montar, etc.) A éste siguieron los señores R. S. Tobie y Pablo Kuraica. El
primero con un almacén de pasturas y de implementos agrícolas, establecido
entre el embarcadero ya mencionado y el lado oriente de la calle que ahora
es la Sufragio Efectivo.
Dentro del derecho de vía del ferrocarril y frente a la caseta del jefe
de estación, la Cía. Constructora Richardson levantó un local grande desti-
nado a hotel para hospedar a quienes venían de Norteamérica a conocer los
terrenos del yaqui, local que luego le fue rentado al señor Pablo Kuraica y
que dedicó a almacén para la venta de empaques de yute y otros artículos
requeridos por los agricultores. Después, el señor Kuraica puso en dicho
almacén una posada, restaurante y expendio de bebidas.
Todo lo anterior se sucedió de 1907 a 1917, pero de esta fecha a 1923
el desarrollo de la comunidad fue más rápido y dio nacimiento a la primera
calle del nuevo poblado, pues las construcciones fueron levantándose unas
tras otras, próximas a la estación, pero con el frente hacia la que habría de
ser calle. En la última fecha citada se le dio categoría de Congregación a este
núcleo humano, el que dos años después estaba constituido por alrededor de
450 habitantes y los establecimientos siguientes:
Sobre el lado oriente de la calle que actualmente se llama Sufragio Efec-
tivo y a partir de la Allende hacia el sur:
El negocio y casa-habitación del señor R. S. Tobie, y de ésta a la vía
del ferrocarril, los corales y el embarcadero de ganado de que ya se hizo
mención.
En seguida, separados por terreno baldío, unos cobertizos de lámina·
protegiendo un pequeño molino de arroz instalado en 1918 por los agricul-
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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 337

tores H. F. Brunk, Jimmy y W. A. Ryan, bajó la razón social de "Yaqui


Valley Rice Associattion", que después se convirtió en Cía. Molinera de] Río
Yaqui, S. A., y a la que en 1923 se le había anexado un molino de trigo.
(El primer molino arrocero en el Valle lo instaló el señor G. F. Bruss, según
se di jo en la biografía de este colono.)
Después de otro baldfo, seguía la pequeña calle perpendicular a la Su-
fragio Efectivo que comunica a ésta con la estación del Ferrocarril. En la
esquina de estas dos calles existe todavía el edificio de lámina que en 1925
ocuparon, en el subterráneo, la Ferretería Arturo Morales, S. A. y, arriba de
ésta, los Almacenes de Mazón y Cota (compra-venta de cereales), de los que
era gerente el señor don Próspera G. Cota; luego los almacenes "Ca jeme
Warehouse" regenteados por el señor Jimmy Manson; en seguida una casita
estilo americano en donde vivía el mencionado señor Manzón; separado por
un baldío, seguía un pequeño localito de la Cía. de Teléfonos Erickson, S. A.,
y contu;uo el edificio de ladrillo y mezcla que alojaba a las oficinas dd ge-
neral Alvaro Obregón.
Seguía otro solar sin construir y luego unos almacenes inmensos ocupa•
dos por la sucursal de la firma hermosillense Manuel Y. Loaiza, distribuidora
de los implementos agrícolas John Deere, cuyo gerente en ésta era don Lam-
berto R. Díaz. Luego otro gran almacén de maderas, materiales de construc-
ción y expendio de gasolina con el nombre de Maderera de Guaymas, S. A.
Entre estos almacenes y la actual calle No Reelección no había construc-
ción alguna, pero pasando esta calle, en la esquina con la Sufragio Efectivo,
acababa de construirse el molino arrocero Sonorense de Davidson ( después
llamad:J La Luz, todo de lámina acanalada).
En la contra-esquina estaba instalándose una planta para proporcionar
energía eléctrica al poblado y de la que era propietario el general Obregón.
Por el lado poniente de la actual calle Sufragio Efectivo y empezando
de nuevo por el norte, en la esquina de esta calle con la Hidalgo estaba el
comercio de abarrotes de Cinco Hnos.; en la esquina de enfrente otro pe-
queño comercio de abarrotes y la casa-habitación del señor Abraham Ayala.
En seguida, unas ramadas ocupadas por restaurantes y, atrás de éstos
(al fondo), el nuevo hotel de Pablo Kuraica ( de adoba, madera y lámina).
Seguía un terreno baldío, luego, cerrando la pequeña calle que sale de
la estación del ferrocarril, un'l pequeña construcción maciza que albergaba a
las oficinas de correos, y desi->uésun tallercito mecánico del señor Federico
Seaman, cuya propiedad llegaba hasta la Calle Guerrero.
Pasando esta calle, en la esquina, estaba La Mexicana, tienda de abarro-
tes del señor Nicolás Valenzuela; le seguía el comercio de Plutarco Corral;
luego el taller mecánico de los señores Manuel Rivera y Felizardo Salido;
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338 CLAUDIO DABDOUB

seguía un local grande de adobe ocupado por las oficinas del banco de depÓ•
sito Elías CaUes y Cía., de don Rodolfo Elfas Calles y de don José Camalich.
Finalmente y ya en la esquina con la calle No Reelección, la planta de
luz antes mencionada.
Ese mismo año de 1925, se le dio a CaJeme la categoría de Comisaría,
designándose como primera autoridad al Señor Ignacio Ruiz.

Se hace el trazo de una ciudad

En la descripción que en el subcapítulo anterior se hizo del poblado de


Cajeme según se encontraba en 1925, se llamó la atención sobre la circuns-
tancia de que las construcciones entonces existentes formaban una calle de
norte a sur, y señalaban la existencia de otras perpendiculares con dirección
al poniente, lo que hace suponer que ya con anterioridad existían proyectos
y planos para hacer un fraccionamiento. Efectivamente, así fue:
Después de que la Cía. Constructora Richardson, S. A. obtuvo la con-
firmaci5n de los derechos <le colonización sobre el ValJe del Yaqui y reinició
las obras de irrigación, los principales accionistas de la misma procedieron
a comprar las propiedades que otros poseedores tenían en la región; casi todos
ellos ex-contratistas de la Sonora & Sinaloa lrrigation Co. y quienes habían
recibido tales propiedades en pago de los crérlitos que resultaron a su favor.
A don Rómulo Almada se le compraron sus 2,500 hectáreas de pastoreo lo-
calizadas al sur de la Calle 200 y al oriente del Canal Principal, a razón
de $ 3.00 la hectárea; a su padre, don Albino, se le compraron 400 hectáreas
colindantes con las ya mencionadas, al mismo precio de $ 3.00 hectárea, y que
éste le había comprado a don Jesús Velderrain.
A los herederos de don José María Parada, señor, les compró su predio
de ocho mil hectáreas y fracción el señor Cornelio Vanderbilt Whitney al
precio de Dlls. 120,000.00, que al tipo de cambio de entonces de 2.40 x 1,
equivalían a $ 288,000.00 o sea $ 36.00 la hectárea.
Se recordará que este predio comprendfa desde los límites del de don
Benito Conant (ahora Comisaría de Esperanza) hasta la Calle 200, y desde
el Canal Principal hasta los cerros del Tacali, que se encuentran al oriente
de Ciuaad Obregón.
Para la que habría de ser la población de Cajeme, se destinó la fracción
l'Omprendida al poniente <lel derecho de vía del Ferrocarril Sud-Pacífico de
México, S. A. Posteriormente, los terrenos del oriente inmediatos al derecho
de vía y una faja del lado p~niente de la mi<;ma vía, fueron declarados co-
munales. Mediante permuta, toda la zona comunal quedó localizada en el
lado oriente de la línea forwviaria. •
A fin de realizar y administ.ar el fraccionamiento de que se viene tra-
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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 339

tando, el señor Cornelio Vanderblit Whitney constituyó en Nogales, Son.,


con fecha 16 de diciembre de 1922, la Náinari L. C. como propietaria de
273 partes del fraccionamiento y cedió la 1/3 parte restante a los señores
Richardson y Sibbet, o sea, en la misma proporción en que se encon-
traban distribuidas las acciones de la Compañía Constructora Richard-
.son, S. A. (2/3 partes correspondían a la Yaqui Water & Land Co. y
173 parte a los hermanos Richardson) . Hecho el plano del proyectado frac-
cionamiento, se distribuyeron entre ambas partes la propiedad, asignándose
para unos y otros manzanas intercaladas entre sí, buscando la mayor equi-
dad posible. La escritura constitutiva se registró en Guaymas el 8 de octubre de
1925. Como gerente de la Nainari, fue designado el señor John George,
que venía fungiendo desde años atrás como gerente del almacén comer-
cial de la Cía. Richardson en Pueblo Yaquí y como Presidente ~e la "Ca-
jeme Warehouse" en Cajeme.
Posteriormente, se solicitó del Ayuntamiento de Cócorit, a cuya juris-
dicción pertenecían Esperanza y Cajeme, la autorización para realizar el
fraccionamiento de la población de Cajeme, que fue concedida por el Con-
greso del Estado en el año de 1925, siendo la condición principal que de
los precios fijados a los lotes, según su localización (máximo $3.00 metro
cuadrado), el 50% sería para las fraccionadoras y el otro 50% para el Ayun-
tamiento, en compensación de los servicios que éste se vería obligado a pro-
porcionar a la nueva población.
Pero ya, desde 1922, se habían hecho sobre el terreno los trazos
del fraccionamiento, lo que explica que las construcciones que ya exis-
tían en 1925 dejaran ver la existencia de calles perfectamente definidas.
Solamente que las estacadas que marcaban las manzanas eran retiradas por
las noches por quienes estaban ·solicitando estos terrenos en calidad de co-
munales.
Una vez resuelto el aspecto legal, la Compañía procedió a fines de
1925, a desmontar el terreno, rehacer el trazo de calles, manzanas, lotes, par-
ques públicos, etc., e iniciar la venta de solares, habiendo quedado compren-
dido el primer sector del fraccionamiento, en calidad de fundo legal, en el cua-
dro formado por las actuales calles Sufragio Efectivo al oriente, Zacatecas al
poniente, Allende al norte y Zaragoza al sur, con superficie de 100 hectáreas.
Analizando un poco el nacimiento de Ciudad Obregón y las circuns-
tancias que lo propiciaron, podemos observar que ambos fueron efecto de la con-
junción de dos fuerzas creadoras que, en primer término, concibieron la cria-
tura y, en segundo término, impulsaron vigorosamente su desarrollo: una
de esas fuerzas fue generada por los preparativos que, en 1907, hacía una nue-
va empresa (la Constructora Richardson) para reiniciar los trabajos de irri-
pación del Valle del Y aqui y su colonización; preparativos que fueron segui-
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340 CLAUDIO DABDOUB

dos por la irrupción de trabajadores, materiales de com,trucción por tierra y por


mar, maquinaria, colonos, etc., formando el seno fecundo en el que, también
en 1907, la otra fuerza, una empresa ferroviaria, depositara la simiente que
constituyó el núcleo aglutinante de ambas fuerzas creadoras, dando naci-
miento a una niña de vigor extraordinario: Cajeme.
El movimiento Constitucionalista puso en peligro de muerte a progenito-
res y criatura; pero la convalescencia fue breve y de 1916 a 1923, el Va-
lle, el Ferrocarril y la infanta Cajeme recuperaron su vigor mostrándose im-
petuosos en su actividad y desarrollo.
En dos breves años más aquel núcleo humano pasó de la categoría de
congregación a la de comisaría, con una población de 450 habitantes exten-
didos a lo largo de una calle d1.:3 cuadra5 incompletas. A fines de 1925 se ter-
mina el trazo de calles y lotes, abriéndose la venta de terrenos.
Semejando el desbordamiento de una ansiedad contenida, antes de un año se
levantan en la nueva ciudad locales de construcción maciza: había sido ter-
minado el edificio comercial Jé Chiang Cl1on~ y Cía. en la esquina noreste
de las actuales calles Guerrero y Sonora; luego, el 31 de noviembre de
1926, se inauguró el edificio de dos pisos del Hotel Kuraica en el mismo
lugar en donde hoy se encuentra (sobre la calle 5 de Febrero), al tiempo
que ya estaban concluyéndose otros más.
Y fue tan rápido su desarrollo, que con fecha 30 de noviembre de 1927
el Gobierno del Estado declaró Municipio Libre a la Comisaría de Cajeme,
según el siguiente decreto:
"FAUSTO TO PETE, Gobernador Constitucional del Estado Libre y So-
berano de Sonora, a sus habitantes, sabed:
Que el H. Congreso del Estado, me ha dirigido la siguiente Ley

"NUMERO 16"

El Congreso del Estado de Sonora, en nombre del pueblo, decreta la


siguiente:
LEY QUE ERIGE EN MUNICIPIO LIBRE A LA COMISARIA DE
CAJEME.
ARTICULO PRIMERO.-Se declara Municipio Libre la Comisaría de Ca-
jeme, jurisdicción de la Municipalidad de Cócorit, de este Estado, con ca-
becera en el poblado del mismo nombre.
ARTICULO SEGUNDO.-El municipio de Cajeme tendrá la compren-
sión territorial que marcan los siguientes límites: Tomando como punto de par-
tida el ángulo que se encuentra en la línea limítrofe de los Distritos de Guaymas
y Alamos entre -los lugares conocidos por Bachoco y Tecale, se tirará una
línea hasta la esquina noreste del Block número 29; de aquí se seguirán las
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HISTORIA DE EL VALLE DEL y AQUI 341
--------- - - - ---------------

líneas r1ue ~e enrnrntrnn al C":-tl'de los Blocks números 29, 30, 31, 32, 33,
:1-1,_35. 36. :n, 38, 39, !JO, !J,l, 42, 1505, 1605,
1705, i805, 1905, y 2005
hasta encontrar el cauce del río, el cual se seguirá hasta la desembocadu-
ra en el Golfo de California; de aquí siguiendo todo el litorial de la cos-
ta hasta la desembocadura del Arroyo del Cocoraqui y de este punto si-
guiendo la línea divisoria entre los Distritos de Guaymas y Alamos hasta el
punto de partida.

TRANSITORIOS:

PIUMERO.--Entrc tanto termina el actual período constitucional, el Eje-


1·uti\ o <lrl Estado procederá al nornbramie11to de un Ayuntamiento Interino pa-
rn el l\fonicipio de Ca jcnw. designando Primer Regidor Propietario al actual
Comisario de Policía Propietario que resultó electo por la voluntad popu-
lar, y segundo, al Comisario de Policía Suplente.
SEGUNDO.-Para el presente caso se dejan sin efecto las prescripciones
contenidas en el artículo 117 de la Ley Orgánica Electoral.
TERCERO.-Esta Ley entrará en vigor desde la fecha de su publicación
en el Boletín Oficial del Estado.
Comuníquese al Ejecutivo para su sanción y observancia.
SALON DE SESIONES DEL CONGRESO DEL ESTADO.-Hermosillo,
Son., a 25 de noviembre de 1927.-M. L. BUSTAMANTE, Diputado Presi-
dente.-GUILLERMO LUGO, Diputado Secretario.-E. OBREGON, Dipu-
tado Secretario."
Por tanto mando se publique en el Boletín Oficial del Estado y se
le dé su debido cumplimiento.
PALACIO DE GOBIERNO.-Hermosillo, Sonora, a los veitinueve días
del mes rle noviembre de mil novecientos veintisiete.

FA U STO TOPETE.

El Secretario de Gobierno,
J. G. LIZARRAGA.

(Publicada en el número 45, Tomo XX, del BOLETIN


OFICIAL, correspondiente al 30 de noviembre de 1927.)

El primero de enero del año siguiente>, quedó constituido el Primer


Consejo Municipal al tenor de la siguiente acta:
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342 CLAUDIO DABDOUB

"En el pueblo de Cajeme, Río Yaqui, Sonora, México, a primero de


enero de mil novecientos veintiocho, siendo las doce horas, reunidos en
el local destinado al nuevo Ayuntamiento, los CC. Ignacio Ruiz, Joaquín
R. lbarra, Ignacio Mondaca H .. Carlos H. Mizquez, Eduardo C. Gaxiola, Fran-
cisco J. Rodríguez y Alejandro Méndez L., con el carácter de Regidores
Propietarios, Primero, Segundo, Tercero, Cuarto, Quinto, Sexto y Séptimo,
respectivamente, designados por Decreto número 16 de la H. Legislatura
del Estado, con fecha 25 de Noviembre del año de mil novecientos veintisie-
te, y sancionado por el C. Gobernador Constitucional del mismo, para in-
tegrar el primer Municipio Const.tucional de Ca jeme, y estando presente
además el C. Diputado Alberto J. Moreno, por el Octavo Distrito Electo-
ral, comisionado por el C. Gobernador del Estado para instalar el nuevo
H. Cuerpo Edilicio, el C. Diputado Moreno hizo uso de la palabra y en cor-
tas y vibrantes frases expuso el objeto de la comisión que le fue confe-
rida por el Primer Magistrado del Estado, discurso que fue ovacionado
por los concurrentes al acto. En seguida el propio C. Diputado y comi-
sionado, en uso de las facultades de que se halla investido procedió a to-
marles la protesta a los nuevos Regidores que forman el primer Ayunta-
miento Constitucional de Ca jeme, en los siguientes términos: ¿ Protestáis guardar
y hacer guardar la Constitución General de la República, local del Esta-
do, y las leyes que de ellas emanen y cumplir leal y patrióticamente el car-
go de Regidores del Primer Municipio Autónomo Constitucional de Caje-
me, que os ha sido conferido por el H. Congreso del l'.:stado, velando en todo
por el bien y prosperidad del Municipio que representan? Replicando a con-
tinuación el C. Diputado comisionado: Si 110 lo hiciereis así, la ~ ación y el Es-
tado os lo demanden. A continuación agregó: En nomLre del supremo Go-
bierno Constitucional del Estado Libre y Soberano de Sonora dedaro
legalmente instalado el primer Municipio del Pueblo de Cajerne.
"Con lo que terminó el acto a las doce horas del mismo día, firman-
do la presente los que en ella intervinieron.
Ignacio Ruiz, (firmado) .-Ignacio Mondaca H. (firmado) .-Eduardo
C. Gaxiola. (firmado) .-Alcja11dro Méndcz L. (firmado) .-Joaquín R. !barra.
(firmado) .-Carlos H. Mi:,,.quez, (firmado) .-Francisco J. Rodríguez, (fir-
mado)."
A los siguientes seis rnc~es (junio 31 de 1928). a Ja ciudad se le dio el nom-
bre del general Alvaro Obregón, en reconocimiento al mérito de haber sido él
quien gestionó ante el Gobierno Federal la nacionalización del Valle
y luego vigorizó su desarrollo y el de la ciudad al preferirlos como su re-
sidencia y asiento de sus uegocios, despué:: de entregar la Pr~sidencia
de la República.
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HISTORIA DE EL VALLE DEL y AQUI 343

Muy poco tiempo después, en 1930, Cócorit perdía su categoría de Ca-


becera Municipal para convertirse en Comis:1ría del Municipio de Cajeme.
Enumerar las construcci0nes que iban surgiendo ininterrumpidamente,
los molinos harineros y arrocPros que se establecían. las despepitadoras, em-
pacadoras de carne, la pasteurizadora de leche. sus bien montados talleres
mecánicos, de torno, de fundición y demás industrias; describir el aspecto
de feria que siempre presentó la población a consecuencia de su intensa ac-
tividad; su inmenso mercado municipal hecho de madera y pintado en verde en
donde ahora se encuentra el de construcción maciza que lo substituyó; decir
que tenía biblioteca pública una población tan nueva y que entonces no po-
día caracterizarse por la intelectualidad de sus gentes pudiera hacer te-
diosa la narración y convertirla en memorias de su autor.
Sólo diremos que la aplicación de la ley agraria Pn el Y a qui, el 31
de octubre de 1937. dio a la ciudad un nuf'vo impulso por la gran afluen-
cia de gentes que fueron traídas al reparto de tierras y por los caudales de di-
nero distribuido por los bancos oficiales.
A factor tan favorable p.ira el de::;arrollode la ciudad, siguió la ter-
minación de la Presa de la Angostura. en 1941. que por un buen período
les dio estabilidad a los agricultores: luego se agregó el auge producido
por la II Guerra MundiAl y. por último. la construcción de obras pú-
blicas tan importantl"s como la Presa Alvaro Obregón. la Planta Termoeléc-
trica de la Comisión Federal de Electricidad. la carretera pavimentada de
Nogales a Guadalajara y otras más que hicieron qel V:.11ledel Yaqui y de Ciu-
dad Obregón un verdadero emporio en donde se olvidó e] va]or del dinero.
Pero afortunadamente, un desastre contuvo carrera tan peligrosa por su
nociva influencia sobre el carácter y la moral de toda comunidad, particu-
larmente sobre sus juventudes.
Los capullos de algodón de las 86,874- hectáreas sembradas en el año
de 1955 fueron destruidos por los vientos y las lluYias de los cidones
que ese año destrozaran a la región. habiéndose pizcado únicamente pacas
de desesperación al derrumbc1rse palacios y castillos que resultaron tener
cimientos de ilusión. Como por coincidencia, ese año el precio del algo-
dón fue muy bajo.
Pero fue tan oportuna la intervención de la Providencia, que alcan-
zó a encontrar en los cajem('nses los vestigios de sus antecesores permi-
tiéndoles soportar el desi::alabro con verdadf'ra hombría. Quienes de un
día al otro encontraron desaparecida su fortuna y abatida su posición eco-
nómica y social, continuaron con entereza en sus actiYidades, desple-
gando toda su energía por mantenerse a flote y hacer nucYamente su vida
anterior, cosa que la mayoría de los afectados ya ha logrado.
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344 CLAUDIO DABDOUB

Ciudad joven y rica; pero de


vida miserable

El bosquejo hecho del desarrollo de Ciudad Ohregón y que describe


la r~pidez con que se inició y continuó su construcción, el extraordina-
rio incremento de s~ población, el auge econá¡nico de que disfrutó hasta
llegar a una inflación desorbitac1a y peligrosa, aunados a un gran e~píri-
tu de trabajo y de progreso de sus habita.ntes, induce al lector a formar•
se la imagen de una ciudad moderna y atrayente por su •actividad y fuerztt
económica; pavimentada, limpia, iluminada y dotada de magníficos servi-
cios de agua potable, drenaje y jardines.
Pero, hasta recientemente, la realidad fue muy o~ra: carecía de to-
dos los servicios y comodidades que se le suponían, al grE!-do de hacer
exclamar, a quienes la conocían, que "era como una muchachita rica pero
mal vestida y peor educada".
Particularmente por las tardes y al efecto de los pr~iosos crepúscu-
los de la Costa del Pacífico, la ciudad se veía envuelta por una policro-
mada nube de polvo a causa de la falta de aseo y riego; cuando llovía era
preciso descalzarse o usar zapatos viejos para cruzar sus calles fangosas;
los automóviles, dP. último modelo, se veían Henos de lodo· o atascados en
las cunetas de las avenidas; la obscuridad de las noches no lograba ser
disipada por los focos eléctr!cos que, a largos trechos, se encontraban
instalados sobre los postes de madera de las redes eléctricas de la ciu-
dad, y aunque había algunas instalaciones particulares de tuberías para
proporcionar servicio de agua entubada, éste era insuficiente, obligando,
aun a quienes pagaban este servicio, a comprarla a los vendedores ambulan-
tes. La. anarquía en el tránsito era causa de colisiones y atropellamientos.
Situación tan humillante, puesto que no podría atribuirse más que a
Ia ignorancia y apatía de sus habitantes, era más bien consecuencia de la
época demagógica que, ~ partir de 1935, vivió todo el País.
Desde que se constituyó el Municipio de Cajeme hasta la fecha acaba-
da de citar, ocuparon la Presidencia las siguientes personas:

GOBERNADORES DE PRESIDENTES MUNICIPALES DE CAJEME


SONORA
PERIODO DE 1927-29

General Fausto Topete Enero 1928-septiembre 19?8:


1927-29: Ignacio Ruiz
Septiembre 1928-mayo 1929:
Ignacio Mondaca H.
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HISTORIA DE EL VALLE DEL y AQUI 345

GOBERNADORES: PRESIDENTES MU rICIPALES:

PERIODO DE 1929-31
Francisco S. Elías May0 1929-septiembre 1930:
lnterinato 1929-31: Gustavo D. Cuevas.
Consejero designado en substitución de] Ayun-
tamiento en funciones durante el Movimiento
Renovador de 1929).
Septiembre 1930-St.pt. 1931:
Flavio F. Burquez.

PERIODO DE 1931-33
Rodolfo Elías Calles Septiembre l '.)31-Sept. 1932:
1931-35: Viviano l\fartínez.
Quien meses después fue destituido, previa au-
ditoría fiscal ordenada por el Gobierno Estatal.
y- substituido por el señor Vicente 1exía en su
carácter de ler. Regidor.
Septiembre 1932-S~pt. 1933:
Manuel Lópf:'z Rivera.

PERIODO DE 1933-35
Septiembre 1933-Sept. 1935:
Manuel EscamilJa.
Hasta este ú!timo, los distintos regímenes mu-
nicipales habían realizado una mejor labor que
otros, pero todos habían contribuido al mejora-
miento de la ciudad, habif:'ndo oe!,tacado f:'1prf:'!-i-
dido por el Sr. Ignacio Mondaca. El sf:'ñor Mon-
daca construyó el primer mercado de la ciudad.
el primer rastro y colocó los primeros arbotante
para el alumbrado público. (Datos tomados del
Directorio General <lel Valle del Yaqui, el Sr. José
. Luis Pérez R., año 1948. editado en su propia
imprenta.)
R,iclolfo Elfos Calles. El período conc;tructivo finalizó con la actuación
] 931-1935. del agricultor regional l\1anuel M. Escamilla. de
1933 a 1935, siendo Gobernador del Estado don
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346 CLAUDIO DABDOUB

Rodolfo Elías Calles. El Sr. Escamilla arboló la


ciudad, amplió el alumbrado público, creó un dis-
pensario médico, acondicionó la cárcel pública,
dotó de escuelas a los campos 4, 6, 27, 30, 34, a9,
45, 53, 80, 104, 1303, y 1402; retiró puestos y
casetas est~blecidos en vía pública, atendió el aseo
y riego de las calles citadi~as y, en general, todos
los aspectos de la administración municipal.
A partir del régimen del señor Esca.milla, los
sindi?atos obreros y campesinos entraron de lle-
no a la lucha política obteniendo el poder unas
veces, otras obligando al gobierno eslatal a nom-
brar Consejos Municipales aceptados por ellos ~
obstaculizando a aquellos que no eran de su agra-
do. Desde entonces, hasta 1961, presidieron la
Comuna Cejemense los siguientes ciudadanos:

PERIODO DE 1935 A 1937:


Ing. Ramón Ramos. Figuró como candidato único el Ing. Crisógono
Sept. a Dic. 1935. Elizondo, quien declarado electo por la Junta Elec-
toral del Municipio. Debió hacer tom~o posesión
y
el 16 de Septiembre de 1935; pero ante la fuerza
Gral. Jesús Gutiérrez C. de las protestas de los grupos obreros y campesi-
Diciembre 1935-Enero nos, el gobierno del estado, ya asumida la primera
de 1937. magistratura por don Ramón Ramos, designó un
consejo municipal encabezado por el 'Sr. Antonio
Salmón que habría d~ convocar a nuevas elec-
ciones..
. En éstas se dio el triunfo al Sr. Matías Méndez,
dirigente obrero, quien tomó posesión en noviel!mr.e
de 1935. En mayo del siguiente año fue destituido
y encaréelado, bajo el cargo de irregularidades
encontradas en la Tesorería Municipal, siendo
substituido por el Primer Regidor, señor Daniel
de la Torre.
En julio siguiente nuevamente asumió su pu~-
to el Sr. Méndez hasta febrero de 1937, en q~
el gobierno estatal desi.gnó un consejo municipal
presidido por el Gral. Francisco Urbalejo quien.
en marzo siguiente, renunció por diferencias con
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HISTORIA. DE EL VALLE DEL y AQUI 347

el gobernador, Gral. Román Yocupicio. En su lu-


gar fue desi'gnado el mayor Felipe Ruiz quien ter-
minó el períodc.

PERIODO DE 1937 A 1939:


Gral. Román Yocupicio. Contendieron el Sr. José Moreno Almada (con
Enero. 1937 a Sept. el apoyo del Gral. Yocupicio) y los Sres. Felizardo
de 1939. Salido y Francisco Barraza, triunfando el primero
en forma evidente. El 2 de se¡,tiembre de 1937,
14 días antes de la fecha en que debió haber to-
mado pose~ión, tuvo un altercado con el presiden-
te municipal en funciones, mayor Felipe Ruiz, y
al ademán del' primero de sacar su pistola fue
muerto por el co~andante de policía, Enrique T.
Ceseñi (militar), que se encontraba de pie junto
al Sr. Ruiz, en las oficinas de la presidencia.
Idem. En su lugar tomó posesión el primer regidor,
Sr. Wistano García, que fue obligado a renunciar
por los grupos afiliados a la C.T.M. Le siguió el
regidor Sr. Félix Verduzco con igual suerte, pues
ante la resolución de éste de cumplir con su obli-
gación cívica, los mencionados grupos de oposi-
ción sitiaron la residencia en que el Sr. Verduzco
se t-ncortraba, le cortaron el agua, la energía eléc-
trica y toda comunicación con el exterior hasta
que el gobierno estatal designó un consejo muni-
cipal presidido por el Gral. Manuel M. Aguirre.
Este posteriormente le entregó la presidencia al
Sr. Rafael Guirado, quien terminó el período.

PERIODO DE 1939 A 1941:


Gral. Anselmo Macías Fueron candidatos el Sr. Faustino Félix, apoya-
Valenzuela. do por grupos independientes de ciudadanos ca-
1939-1943. jemenses, el señor Maximiliano R. López, de la
C.T.M.y el señor Feliciano Anaya.
Declarada triunfante la planilla del Sr. Félix
por el colegio eledora] del municipio, los miem-
bros de la planilla mencionada tomaron posesión
de sus puestos el 16 de septie~bre de 1939 a las
10.00 horas en un ambiente de amenazas y distur-
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348 CLAUDIO DABDOUB

hios públicos hechos por los grupos obrero-cgm-


pesinos, viéndose obligado el gobernador a deiíg-
nar un consejo municipal, cuyo titular fue el Sr.
Ramón M. Real, tomando posesión el mismo día
a las 24.00 horas.
Escte Consejo fungió hasta el 16 de enero de
1940, en que hizo entrega de su autoridad al nue-
vo cuerpo edilicio que obtuvo el triunfo en las elec-
ciones extraordinarias verificadas de acuerdo con
la ley relativa, que estuvo presidido por el Sr. Ig-
nacio García 1 cand~dato de la C.T.M. .
Cuando al iniciarse este período tomó posesión
y fue depuesto el consejo pre!idio por el Sr. Faus-
tino Félix, éste inició un juicio legal arnw.uando
sus derechos, los que le fueron reconocidos por la
suprema corte de justicia de la nación, y en
cumplimiento de este fallo los ediles en funciones,
presididos por el señor García, entregaron la
administración municipal al consejo encabezado
por don Faustino ,en noviembre de 1940, quien
terminó su período.
El régimen del Sr. García destacó en los ana-
les políticos del municipio de Cajeme por su actua-
ción negativa, las arbitrariedades cometidas y por
la persecución y ataques de que hizo objeto a los
periodistas locales.

PERIODO DE 1941 A 1943:


Para este período jugaron corno candidatos los
señores Francisco Barraza, el Sr. Miguel Cabani-
llas y el Sr. Francisco Valdenebro, éste con el apo-
yo de los grupos de la C.T.M.; pero habiendo te-
nido que ser anuladas las eleccionse, el Congreso
del Estado designó un consejo presidido p-or el Sr.
Abelardo Sobarzo que ejerció todo el- período de
1941 a 1943.

PERIODO DE 1943 A 1946:


Gral. Abelardo L. Rodrí- Presidió la comuna el Prof. Heriherto Salazar S.,
guez. 1943-1949. candidato de la C. T. M.
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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 349

PERIODO DE 1946 A 1949:


Resultó electo el Sr. Vicente Padilla H., miem-
bro del partido popular y cuya administración des-
tacó sobre las anteriores por su honestidad• y
encomiable labor, pues dentro del raquítico presu-
puesto municipal de que disponía se preocupó por
la conservación del buen estado de las calles, el
riego constante de las mismas, la eliminación de
los grandes charcos de agua que se formaban en
toda la población con las lluvias, el aseo de la ciu-
dad y el mejoramiento general de la misma, ha-
biendo sido su administración la que construyó •el
actual Palacio Municipal.

PERIODO DE 1949 A 1952:


Sr. Ignacio Soto. En las elecciones municipales para la designa-
1949-55. ción del consejo de este período, fueron candidatos
los señores Saturnino Saldivar, del partido popu-
lar, Manuel López Rivera, apoyado por un grupo
de agricultores, y José Bernal, a quien se le atribu-
yó apoyo oficial.
El comité electoral municipal declaró triunfante
a Saldívar; pero el estatal dictaminó en favor
de Bernal, pugna que dio motivo a una orden de
aprehensión de los miembros de la comuna muni-
cipal de. Cajeme, la que fue protegida en el pala-
cio municipal por grupos armados del partido po-
pular.
Esta situación fue resuelta por el Congreso de-
clarando nulas la8 elecciones y nombrando un
consejo municipal presidido por el Gral. Miguel
Guerrero Verduzco, que cubrió todo el período de
1949 a 1952.

PERIODO.DE 1952 A 1955:


No fue sino hasta que el señor don Rodolfo
Elías Calles asumió la presidencia municipai de
Cajeme, en septiembre de 1952, cuando pudo ob-
servarse un cambio radical en la administración
pública.
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350 CLAUi>IO DABDOUB

Distribuyó las labores por departamentos·; reor-


gani~ó la tesorería municipal, atendió a la repara-
ción de escuelas y al establecimiento de otras nue-
vas; fue evidente la superación del hospital civil;
introdujo el servicio de radio-patrullas para la po-
licía; atendió con eficiencia los servicios de riego
y de aseo de la población; dotó de alumbrado mo-
derno al centro de la ciudad ; etc., etc., y, ·ade-
más, dictó un conjunto de medidas de gran tras-
cendencia social, como el cierre de cantinas y le-
nocinios por las noches, después de las 24 horas,
y los domingos; el arreglo de solares baldíos para
ser usados como campos deportivos en los barrios
de-la ciudad; dispuso que semanariamente se die-
rar1 audiciones· musicales en las plazas públicas, y
muchos otros ordenamientos que sería prolijo enu-
merar.
Uno de los mayores esfuerzos del señor Calles fue
lograr la corrección de las deficiencias de la ins•
talación de agua potable y drenuje que la admi-
nistración anterior dejó sin terminar y lleno de
fallas graves.
La junta de mejoras materiales de utilidad pú-
blica del municipio de Cajeme, presidida desde
septiembre de 1952 por el Sr. don Francisco Obre-
' gón y que en marzo de 1954 fue reorganizada y
transformada _en junta de mejoramiento moral cí-
vico y material mereció, juntamente cQn el cuerpo
edilicio, la confianza plena y el agrado de la po-
blación, por lo que ésta aceptó con gusto, desde
1952 en que don Rodolfo Elías Calles y don Fra-n-
cisco Obregón tomaron posesión de sus respectivos
puestos, un gravámen espontáneo de 20% sobre to-
do pago que por contribuciones hiciera al gobier-
no del estado, permitiendo a dicha junta de me-
joramiento una recaudación de $1'556,74~.32, en
sus 22 primeros meses, recaudación que, al igual
que el presupuesto municipal, han ido en ascenso
constante hasta representar en 1958 las cifras de
$ 10'000,000.00 para el municipio y de ....... .
$ 2'000,000.00 para la junta.
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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 351

A partir de su segundo a-ño de gobierno, varias


veces don Rodolfo solicitó licencias temporales pa-
ra atender su salud, ocupando la presidencia in-
terinamente el primer regidor, Sr. Faustino Félix
Serna, hasta que en septiembre 22 de 1954 renun-
ció en forma definitiva el titular y Félix continuó
el período con una magnífica actuación, tanto du-
rante sus interinatos como en el último año que
fungió con carácter titular.

PERIODO DE 1955 A 1958:


René Gándara R.
Sr. Alvaro Obregón. Al señor Calles siguió el señor don René Gán-
1955-1961. dara, al tiempo que era reelecto el señor Obregón
como presidente de la junta de mejoramiento, con-
tinuándose la transformación de la ciudad.
El señor Gándara, con una energía y una capa•
ciclad de trabajo, extraordinarias, logró poner en
servicio el sistema de agua potable y drenaje, ini-
ció y terminó la pavimentación del primer cuadro
de la ciudad en una extensión de 625,960 mts. cua-
drados, extendió el alumbrado público a la zona
residencial, introduciendo en la república el tipo
ornamental más moderno hasta entonces conocido
( el fluorescente), soportado por arbotantes curvos.
AI departamento de tránsito le dió autonomía
y lo auxilió con un consejo técnico constituido por
miembr0s honorarios, logrando finiquitar el pa-
voroso problema de la anarquía en el tránsito que
ocas~onaba a diario colisiones y muertes.
Con la colaboración de la junta de mejoramien-
to continuó las obras emprendidas por su prede-
cesor, inició muchas otras de gran envergadura y
entregó el puesto con todas ellas terminadas, ex-
cepción hecha del centro deportivo del Máinari,
cuya magnitud requiere todavía de varios años más
de esfuerzo.
El señor Gándara dio un apoyo notable a las
escuelas, a las obras de b~neficencia oficiales y
privadas, al instituto tecnológico del noroeste, al
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352 CLAUDIO DABDOUB

cuerpo de bomberos voluntarios de C. Obregón, a


la cruz roja local y a todo organismo o club de
servicio social que emprendía alguna obra de bien
colectivo.
Su rigorismo lo hizo víctima de ataques incruen-
tos, particularmente al final de su período con mo-.
•tivo de la efervescencia que debpierta toda elec-
ción pública para la renovación de autoridades, por
lo que, antes de celebrarse ésta, renunció y entre-
gó la presidencia al primer regidor, Sr. Antonio
Valdés.
Su labor es reconocida como extTaordinaria, pe-
ro es general la opinión de que pudo haber con-
tado con una mejor disposición pública si hubie-
ra usado tacto en sus relaciones con el pueblo.
Es difícil hacer juicios sobre un hombre cuan-
do su actuación es tan reciente que . las pasiones
aún se encuentran encendidas. Sin embargo, ya
es frecuente la expresión de que siendo tan des-
proporcionado el atraso en que C. Obregón se en-
contraba en sus condiciones de vida pública con
respecto a su categoría y posibilidades, fue nece-
sario un sacrificio doloroso de sus habitantes para
recuperarse de las actuaciones estériles de regíme-
nes anteriores, y que tal peso difícilmente hubiera
podido darse en forma distinta a corno lo hizo el
Sr. Gándara.

PERIODO DE 1958 A 1961:


Para las elecciones internas del partido revolu-
cionario institucional se mencionaban loS nombres
de los señores Gabriel Gallegos Campoy, agricultor
regional, y Rafael Contreras Monteón, líder obre-
ro-campesino de mucho "arrastre" popular, y ade- .
más, agricultor. Al primero se le atribuía apoyo
oficial y el segundo lo tenía de las organizaciones
obreras y campesinas focales, que manifestaban di-
visión interna y desacuerdo con sus centrales de
México, D. F.
La fuerza del contrarismo era evidente y sus
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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 353

mítines muy agitados y candentes, lo que indujo


a los delegados del -<;onsejonacional ejecutivo del
PRI a buscar un entendimiento con este grupo,
afirmándose que el Sr. Contreras aceptó retirarse •
de la lucha si lo hacía también el Sr. Gallegos.
Como consecuencia, en las elecciones internas
del PRI, resultó candidato de este partido, en vez
de Gallegos, el Sr. Gilberto Oroz, también agricul-
tor de muchas simpatías entre los sectores regio-
nales; pero resueltos los partidarios de contreras
a llevar su candidatura hasta las elecciones muni-
cipales, formaron_ el partido demócrata de Cajeme, •
que se enfrentó al partido oficial.
Los comicios fueron tumultuosos en todo el mu-
nicipio, registrándose asaltos a las casillas electo-
rales, provocaciones con ademanes e insultos al
ejército nacional de parte de los partidarios de
Contreras, hasta haber empujado a un pobre hom-
bre sobre un soldado, resultando muerto el pri-
mero.
A consecuencia de los disturbios habidos en las
elecciones, éstas fueron declaradas nulas, designan-
do el gobierno del estado a un consejo municipal
presidido por el Sr. J. Encarnación Chávez, hom-
bre de negocios de la región de quien se espera
muy buena labor para el municipio.

CAPITULO XVI

DESENVOLVIMIFNTOESPIRITUAL Y CULTURAL
DE CIUDAD OBREGON

A.specto religioso

Si el proceso de desarrollo y superación de la ciudad ha sido extraordina-


rio en sus aspectos demográficos, cívico y económico, el espiritual no ha sido
inferior.
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354 CLAUDIO DABDOUB

No obstante su. juventud y la circuustancia de que d~rante la persecución


religiosa fue el Yaqui un campo fértil para las ideas extremistas, dada su
formación predominante campesina, el pueblo ha venido demostrando su ca-
tolicismo al resultar insuficientes las iglesias y nuevas capillas que, después de
la persecución, se han abierto al culto. Igual demostración se ha visto con
los sacerdotes, cuyo número periódicamente ha sido aumentado y, sin embar-
go, han resultado insuficientes; con el número de comuniones dadas en deter-
minadas fechas religiosas y por otras manifestaciones más.
La culminación de esta trayectoria espiritual, fue la distinción y honor
concedidos por la Iglesia Católica a Ciudad Obregón al escogerla como sede
de la 2a. Diócesis de Sonora (la la. es Hermosillo), h~biendo sido consu-
mada su erección al 25 de Febrero de 1960 y consagrado su primer ,Obispo,
Monseñor don José Soledad Torres Castañeda, ese mismo día, en que t·ambién
la Iglesia Parroquial del. Sagrado Corazón fue elevada a la dignidad de Ca-
tedral.
La ceremonia de erección de la Diócesis y de la nueva Catedral había
sido fijada paar el día 24 de Febrero, pero un gran retraso en la llegada a
Ciudad Obregón del avión en que venían Moµseñor Torres Castañeda, desig-
nado Obispo de la nueva Diócesis, y dignatarios eclesiásticos que lo acom-
pañaban, obligó a posponer este acto para el siguiente día, en que también
se verificó el de la consagración de su primer obispo.
A continuación se dan a conocer las Bula~ y Letras Pontificias relativas
a sucesos tan trascendentales para Ciudad Obregón:

Decretos de erección de la nueva diócesis

Nos, LUIS RAIMONDI, por la Gracia de Dios y de la Sede Apostólica,


Obispo Titular de Tarso y Delegado Apostólico en la Nación Mexicana:

Nuestro Santísimo Padre, el Señor Juan XXIII, Papa por la Divina Providen-
cia, mediante las letras apostólicas "cum petiisset", dadas bajo sello el día
veinte de junio de mil novecientos cincuenta y nueve, que es el primero
de su Pontificado, teniendo en cuenta nuestra petición y el ,consejo de
los Eminentísimos Cardenales que presiden los negocios consistoriales, se-
paró de la Diócesis de Sonora algunas partes de su territorio y cons~i-
tuyó una nueva Diócesis que por el nombre de la misma Ciudad Obregón,
será llamada Diócesis de Ciudad Obregón.
Por consiguiente, nuestro santísimo padre, por las mismas letras se ha digna-
do diputamos para que ejecutemos los mandatos ~que en ellas se dis-
ponen y establecen.
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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 355

Por lo tanto, en fuerza de la autoridad que Nos ha sido delegada declaramos


•erigida la nueva Diócesis de Ciudad Obregón, cuyo territorio se contie-
ne dentro de los límites definidos en las mismas letras apostólicas.
Además, decretamos lo siguiente:
1.-La Sede de la nueva Diócesis estará en la ciudad llamada Ciudad Obre-
gón, en la cual el Obispo establecerá su domicilio y su cátedra en el tem-
plo que ahí existe, dedicado· al Sagrado Corazón de Jesús, que ahora
elevamos a la dignidad de Iglesia Catedral.
2.-Se concede a los Obispos de Ciuda,d Obregón, durante el tiempo de su
Episcopado, todos los derechos, honores e insignias de que gozan los
demás Obispos del mismo grado, quienes además. soportdrán también las
cargas, de entre las cuales nos agrada recordar lo siguiente:
A saber: Que ellos son juntamente con su Diócesis sufragáneos de la Iglesia
Metropolitana de Chihuahua.
3 .-El Obispo que recientemente ha sido designado para la nueva Diócesis,
habrá de fundar un Seminario, al m~nos elemental, para recibir a los jó-
venes llamados al oficio eclesiástico, los mejores de los cuales, por su
doctrina y su virtud, habrán de ser envi'ldos al Pontificio Colegio Pío
Latino Americano, cuando hayan llegado a la edad requerida para cur-
sar los estudios de Filosofía y Teología.
4 .-De la misma manera, habrá de instituir al Colegio de los Canónigos se-
gún las normas de. otras letras, que habrán de editarse ha jo sello, lo cual
si en el presente no fuera posible hacer, ·se elegirán Consultores Dioce-
sanos, que habrán de ayudar a su Obispo con el consejo y la obra y que
cesarán en su cargo una vez que hayan sido designad<:>slos Canónigos.
5.-Según la norma del Canon 1500, del Código de Derecho Canónico, forma-
rán lo que se llama Mesa Episcopal, los emolumentos de la Curia, las do-
naciones de los fieles y una parte equitativa de bienes que se donen a
la nueva Sede.
6 .-El régimen, la administración de la Diócesis, la elección del Vicario Ca-
pitular cuando esté vacante la Sede, y otras cosas por el estilo, serán mo-
deradas de acuerdo con el Derecho Canónico.
7 .-Acerca d~l Oero, decretamos que desde este día se consideren adscritos a
aquella Diócesis los sacerdotes que tienen en ella algún beneficio u oficio
legítimo; los demás, en la Diócesis donde tienen su domicilio.
8. -Finalmente, las actas y documentos que de cualquier manera se refieran
a la nueva delimitación de la Diócesis, deben ser enviados cuanto antes a
su Curia Episcopal y deben ser conservados así, religiosamente, en su
archivo.
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356 CLAUDIO DABDOUB

NO OBSTANTE CUALQUIER OTRA COSA EN CONTRARIO.

Dado en la ciudad de Obregón, el día 24 del mes de febrero del año de mil
novecientos sesenta.

LUIS RAIMONDI Delegado Apostólico ...


(En la esquina, Sello de la Delegación Apostólica)."

LETRAS PONTIFICIAS A MONS. LUIGI RAIMONDI


SOBRE LA NUEVA DIOCESIS

Habiendo pedido nuestro venerable hermano Luigi Raimondi, arzobispo


titular de Tarso y delegado apostólico en la nación mexicana, que, divida la
extensa Diócesis Sonorense, fuere creada una nueva, nos, juzgando que esto
será de gran utilidad para los fieles, habiendo oído el juicio del venerable
hermano Juan Navarrete y Guerrero, obispo <le la iglesia de Sonora, después
de considerar bien este asunto, con nuestra suprema autoridad y apostólica, de-
terminamos y mandamos lo que sigue: del territorio de la diócesis de Sonora
separamos la parte que comprende los municipios llamados: Ciudad Obregón,
(antes Cajeme), Guaymas, Bácum, Navojoa. Etchojoa, Huatahampo, Alamos,
Quiriego, Rosario, Yécora, Onavas, La Colorada, San Javier Mazatán, Villa
Pesqueira, Susqui Grande, Salhuaripa, Bacanora, Soyopa, Arivechi, Batuc,
San Pedro de la Cueva, Tcpupa, Suaqui, Moctezuma, Tepache, Divisaderos,
Cumpas, Granados, Huasabas, Oputo, Becadéhuachi, Nácori Chico, Bacerac,
Bevispe, Empalme y Huachineros. Con estos territorios creamos una nueva
Diócesis que se llamará DE CIUDAD OBREGON, cuyos límites serán los
mismos que tienen los munici.pios que la forman. Los límites, pues, de la
nueva Diócesis de Ciudad Obregón serán: hacia el norte la Diócesis de Sono-
ra, al oriente la Diócesis de Ciudad J uárez y el Vicariato Apostólico de la
Tarahumara; hacia el sur, la Diócesis de Culiacán y hacia el occidente de
nuevo, la Diócesis de Sonora y el Golfo de California. La Sede de la nueva
iglesia y el domicilio del obispo será la urbe llamada Ciudad Obregón. En
ella establecerá el prelado la cátedra de su autoridad, en el templo dedicado
al Sagrado Corazón de Jesús, que elevamos a la dignidad de ·catedral. Con-
cedemos a la sede de Obregón y a su catedral aquellos derechos, honores y
privilegios que corresponden a las diócesis; lo mismo decimos de su obispo a
quien también· imponemos las obligaciones del cargo episcopal. Es nuestra vo-
luntad que tanto la diócesis como su obispo sean sufragáneos de la iglesia
metropolitana de Chihuahua. Fúndese según las normas del derecho, un se-
minario por lo menos menor y envíense de él a Roma alumnos escogidos) que
serán recibidos en el pontificio colegio Pío Latino Americano. Fúndese igual-
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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 357

mente el cabildo catedral según las normas que se darán en un decreto poste-
rior, mientras esto se hace, elíjanse los consultores diocesanos. Queremos ade-
más, que después que se cumplan estos decretos, los sacerdotes que tengan
oficio o beneficio en la diócesis fundada, queden adscritos a ella; los demás
clérigos allí donde tengan legítimo domicilio. Formarán la mesa episcopal: los
bienes que corresponden a la diócesis de Ciudad Obregón, según lo mandado
por el Canon 1500 del código de derecho canónico; los donativos de los fie•
les y las obvenciones de la curia episcopal. Por lo que toca al régimen, ad-
ministración, elección del vicario capitular en sede vacante y otras cosas se-
mejantes, obsérvense íntegramente las leyes comunes. Las actas y documentos
que se refieran a esta iglesia, envíense a ella lo más .pronto posible, y guárden•
se allí religiosamente en el archivo de la curia. Por lo demás, queremos que
el venerable hermano Luigi Raimondi, o aquel a quien él designe dándole las
facultades necesaria5, haga que estas órdenes nuestras sean cumplidas. Cuan-
do haya ejecutado estos mandatos ordenará que se levanten actas y cuidará
que sean enviadas tn fieles copias a la sagrada congregación consistorial. Si
en ese tiempo algún otro está al frente de la dt.Jegación apostólica en México,
él cumplirá nuestras órdenes. Es nuestra voluntad que estos decretos sean efi.
caces hoy y en el tiempo porvenir; de manera que las cosas por ellos ordena-
das, sean observadas religiosamente por aquellos a quienes corresponda y
de ese modo consigan su efecto. A la eficacia de estas ordenanzas ningunas
prescripciones en contrario podrán oponerse, de cualquier género que sean
pues por estas letras las derogamos todas. Por tanto, si alguien, investido de
cualquier autoridad, a sabiendas o ignorándolo obrare en contra de lo que nos
hemos ordenado, mandamos que sea tenido por írrito y sin ningún valor. A
nadie, además le es lícito destruir o corromper estos documentos de Nuestra
voluntad; antes bien, a las copias y ejemplares de eIIos, ya impresas, ya ma•
nuscritas, que llevan el sello de algún varón eclesiástico y la firma de algún
notario público,· se les dará la misma fe que tuvieran éstas, si fueran mos-
tradas.
Si alguno, .en todo o en parte despreciare o de algún modo denigrare
estos decrétos nuestros, sepa que incurrirá en las penas establecidas para aque-
llos que no obedecieron los mandatos de los romanos pontífices. Dado en
Roma, junto a San Pedro, el día veinte de junio del año dt>l señor mil nove•
cientos cincuenta y nueve, primero de nuestro pontificado.
"

Santiago Luis Card. Copello Marcelo Card. Mimi


Cancelario de la Santa Iglesia Romana. Ob. de Sabinas y Mandelen. Secretario.
Hamleto Tondini Bernardo de felicis Prot. App.
Regente de la Cancillería Apostólica. Alberto Serafini Prot. App.
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358 CLAUDIO DABDOUB

DULA APOSTOLICA "CUl\'I PETIISSET" POR LA QUE FUE


DESIGNADO MONSEÑOR JOSE S. TORRES C.

JUAN, OBISPO, SIERVO DE LOS SIERVOS DE DIOS

A nuestro amado hijo, JOSE SOLEDAD TORRES, ha:5ta ahora párroco


de la ciudad de Gómez Palacio en la arquidiócesis de Durango, obispo electo
de Ciudad Obregón, salud y bendición apostól~ca. Lo que los santos apóstol~
hicieron trabajando para fundar en la tierra el reino de dios eligiendo "en
cada una de las iglesias presbíteros" Act. 14, 22., que gobernaran, defendie-
ran y dieran incremento a las nuevas comunidades de cristianos, eso mismo
hacemos ahora, por lo que respecta a tí y a la iglesia diocesana de Ciudad
Obregón, que hemos creaao hace poco mediante la bula apostólica "Cum
Petiisset" del día veinte de julio de este año. Siendo que a esta diócesis no
le ha sido dado aún su pastor, y sabiendo que tú, amado hijo, eres idóneo
para tan elevado oficio, hábiendo oído la opinión de nuestro venerable her-
mano cardenal de la santa iglesia romana, secretario de la congregación con-
sistorial, te nombramos y proclamamos obispo de la diócesis de Ciudad Obre-
gón, sufragánes de la iglesia metropolitana de Chihuahua, dándote el régimen
y la administración de los bienes, así religiosos como temporales que a ella
pertenezcan, con los derechos, honores, cargos y obligaciones que de tales ofi-
cios dimanan. Procurando tu mayor comodidad, te concedemos facultad para
que seas consagrado obispo fuera de Rom.i, por el prelado que tú prefieras,
asistido por dos obispos, todos los cuales están unidos con sinceros vínculos de
fe y amor a esta sede apostólica. A quien tú eligieres para que te consagre,
mediante esta bula le encomendamos la ejecución de la ceremonia. Antes de
que esto se efectúe y de que tomes posesión da la diócesis, queremos que, a
tenor de los cánones 332 c. 2 y 1406-1408 del código de derecho canónigo,
hagas la profesión de fe y prestes los corresrondientes juramentos a saber:
de fidelidad hacia nos y esta cátedra de Pedro, y contra los errores modernis-
tas. Después que hayas hecho estos juramento::. ante cualqujcr obispo, envia-
rás inmediatamente a la sagrada congregación de ritos las fórmulas que te
enviaremos y según las cuales habrás de jurar, con tu firma y sello, así co-
mo del obispo ante el cual hiciste los juramentos. Ordenamos finalmente que
el beneficio que has tenido como párroco de Górnez Palacio, permanezca va-
cante, y su asignación, según las normas del Derecho, queda reservada a la
Santa Sede.
Dicho esto, rogamos a Cristo por Ti amado hijo, a fin de que, sién-
dote propicio en este difícil ministerio que empieza, te confirme y forta-
fezca con su protección y auxilio.
Dado en Roma, junto a San Pedro, ei veintiocho de noviembre del

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HISTORIA DE EL VALLE DEL y AQUI 359

año del señor mil novecientos cincuenta y nueve, Segundo de Nuestro Pon-
tificado.

Santiago Lui3 Card. Copello.


Canciller de la Santa Iglesia
Romana.
Hamleto Tondini.
Regente de la Cancillería Ap.
Alberto Serafini Prot. App.

Juan Hannihal Ferretti Prot. App."

A la fecha de escribir estos apuntes, la ciudad y el Valle cuentan con los si-
guientes templos católicos:

En la ciudad: La Iglesia Catedral,


Parroquia de Nuestra Sra. de Guadalupe,
Parroquia de S...nta Teresa dt1 1iño Jesús (en Plano Oriente),
Capilla de Fátima,
,, del Carmen, en la Colonia Constitución,
,, de la Sagrada Familia, en ]a Colonia Hidalgo,
,, del Sr. San José, en Col. Morelos (La Ladrillera).
En el Valle: Parroquia de Nüestra Sra. de Guadalupe, en (Cócorit).
Iglesia de la Purísima Concepción, en Esperar.za
Parroquia de San Pedro y San Pablo, en Pueblo Y aquí,
Iglesia de San Isidro, en éoloitia Villa Juárez,
Iglesia de Santa Rorn de Lima, en Bacum,
Capilla de Guadalupe. en Vicam,

a cuyo servicio se encuentran: en Catedral. el Sr. Obispo. un Vicario Ge-


neral y dos cooperadores: en la Capilla de Fátim;i, dos Redentoristas; en la Pa-
rroquia de Guadalupe, un párroco y un asi~tf'nte; en la Misión de Cócorit,
cinco Franciscanos para ;1tender a la tribu yac¡ui, en Pueblo Y aquí, un párroco.

Instrucción Pública

Aún confrontnndo r1 nroblem~ nacional de la insuficiencia de plante-


les educativos y profesorado. en el Valle del Yaqui (como en el resto de
Sonora), han venido h.!ciéndo~c esfuerzos f'xfraordinarios por resolver tal
insuficiencia, logrando qut>. tanto en la Entidad corno en el Valle, el pro-
hlema sea menos agudo que en el resto de la República.

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360 CLAUDIO DABDOUB

Para tal fin, el Estado, el Municipio y la iniciativa privada han con-


jugado sus esfuerzos. A las gestiones y colaboración del Club Rotario
de Ciudad Obregón se debe el establecimiento de la primera escuela secun-
daria de la ciudad (y una de las primeras del Estado) en el año de 1936,
pero que mientras era reconocida por el Estado fue sostenida por el Oub
Rotario y las cátedras impartidas por sus miembros Lics. Francisco de P.
Alvarez, Guillermo Acedo Romero y Victoriano Díaz; Dres. Angel Rivera
Soto y Luis Farfán y P. Q. F. Cosme Alvarez, noble esfuerzo en el que, has-
ta la fecha, ha destacado el Dr. Luis Farfán. El local para esta secunda-
ria lo prestó el Lic. Victoriano Díaz (Q. E. P. D.).
Posteriormente, el. Oub de Leones lanzó la iniciativa, y tomó la
responsabilidad, de crear una Escuela Superior de Comercio; iniciativa que cul-
minó con el nacimiento del Instituto de Estudios Superiores Justo Sierra. Ini-
ció sus labores en septiembre de 1955, siendo su actual nombre el de Insti-
tuto Tecnológico del Noroeste.
La obra fue posible gracias a la fe que los directivos y demás socios
del Oub pusieron en su ideal, que les dio alientos para luchar denodada-
mente por la creación del mismo y su sostenimiento mediante una gran
rifa y la obtención de aportaciones mensuales del comercio y la industria lo-
cales, así como subsidios del H. Ayuntamiento de Cajeme, de la Junta
de Mejoramiento Moral, Cívico y Material de Ciudad Obregón y, años des-
pués, un subsidio mensual de $25,000.00 del Gobierno Federal. El local
para el Instituto fue proporcionado por el Gobierno del Estado.
Aunque actualmente cuenta con los mencionados hubsidios oficia-
les y las aportariones de particulares, su presupuesto es insuficiente; sin em-
bargo, continúa superándose en forma constante.
Asimismo, el Oub de Leones com,truyó una escuela primaria; el
20-30 hi~o otra ( ambas con la cooperación final del Estado) ; los parti-
culares construyeron un magnífico local para un colegio religioso con ca-
pacidad para más de 700 alumnos, constituido por kindergarden, primaria, se-
cundaria y comercio, y otro para niños, con los mismos grados escolares.
En el Valle del Yaqui, algunos agricultores han construido escue-
las dentro de sus propios campos; algunas sociedades ejidales también
han hecho igual cosa, destacando en esta obra la Sociedad Local Colecti,
va Ejidal Quechehueca, que construyó un local de dos pisos, estupendo
por su tamaño y acabado.
En Pueblo Y aqui, los vecinos, con la cooperación del Gobierno del
Estado, construyeron el local para una escuela.
Lo anterior viene a mostrar cómo el hombre del Y aqui no solamente
ha ailicado su esfuerzo y atención a su propio trabajo, sino también a
la solución de los varios problemas que afectan a su comunidad.

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 361

.El periodismo regional

El primer periódico ( no diario) de esta reg1on se publicó en Espe-


ranza en los años de 1926 y 1927. Se denominó El Eco del Yaqui y eran edi-
tor y director, respectivamente, los señores Aureliano A. Anaya y Pedro N.
Tirado Páez.
El segundo periódico de la región y primero de esta ciudad, fue
la Gaceta del Pacífico, de la que fue editor el señor Leo Rosenfeld, de na-
cionalidad lituana. Fueron directores, primeramente, el señor Francisco Muro
Rousse, y, unos cuantos días después, el señor José Luis Pfaez R.
El segundo periódico loC'al fue Heraldo del Y aquí. fundado en 1930
por los señores Leo Rosenfeld ( ya citado), como editor, y Jesús Corral
M. como Director, actuando éste unos cuantos meses. Sus propietarios han sido,
primeramente, su fundador Leo Rosenfeld, Juego Manuel M. Escamilla; en se-
guida, José Moreno Alrnada; el gobierno del Estado siendo titular el gene-
ral Román Yocupicio; el agricultor Espiridión Castelo A.. el gobierno del
Estado nuevamente durante la gubernatura del general Ansdmo Macías Va-
lenzuela y, finalmente, Manuel J. Zavala.
El primer periódico diari.o local, fue El Demócrata, fundado el 29 de
junio de 1932 corno semanario, convirtiéttdose en diario a principios
de 1933 y dejando de publicarse al triunfar la candidatura del general Ro-
mán Yocupicio para ocupar la gubernatura del Estado. Su editor y propie-
tario era el señor José Luis Pérez R.. quien ta!llbién publicó los siguientes ve-
hí<;ulos de divulgación cultural e informativa: luan Panadero, en 1930; Ca-
jeme, en 1934; y Turismo y De[)Ortes, en 1939.
En 1930 y 1931 se publicó un semanario humorísticos y de combate
• que se denominó El Picudo, del cual era Director el señor Manuel Val-
dés L., y editor- el señor José L. Pasión.
En 1935 se publicó la revista A:-.ociación, dirigida por el sefior Ma-
nuel P. Muñoz, y la cual era órgano de la Confederación de Asociacio-
nes Agrícolas del Estado de Sonora.
También en 1935 se publicó la revista Progreso, órgano de la
Cámara Nacional de Comercio de Ciudad Obregón, de la cual era Presiden-
te el señor Germán Luders, Jr.
En 1941 se publicó la revista Cine y Letras, de que era director el se-
ñor Jesús Corra• Ruiz, quien también fue D:rector de El lnformaáor, dia-
rio que se publicó en 1937 ó 1938.
En abril 9 de 1942 el mi:-ncionado periodista, señor Corral Ruiz, fundó
el Diario del Yaqui, del que fungió como director hast& muy recientemente
en que designó al señor Carlos M(mcad~ O. para cubrir ese puesto.
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362 CLAUDIO DABDOUB

En 1942, se publicó Cajeme Deportivo, revista que fue dirigida por el se-
ñor Guillermo Graff, J r.
En diciembre de 1944 se principió a publicar Revista Radwfónica, de
la cual después, con el nombre de Voces, fue director el joven Enrique Robles
Medina.
(Hasta aquí, los datos sobre el periodismo regional fueron toma-
dos del Directo, io General del Valle del Y aqui, editado en 1948, por el se-
ñor José Luis Pérez R.)
En septiembre 16 de 1954 fue fundado otro diario, Ultima Hora, del
que fue y es director general el profesor Hexiberto Salazar, y director du-
rante los primeros meses el señor Ramón Martínez Montes.
En diciembre de 1955 el periodista Manuel Mark fundó la revista men-
sual Guía, de la que él mismo ha sido el director, y que es de información
regional y general.
Por último, en abril 6 de 1960 apareció un diario más El Dictamen
de Sonora, creado por vados miembros del grupo político cle oposición Par-
tUo Demócrata de Cajeme.
De todos los anteriores subsisten el Diarw del Y aqui; el Heraúlo del Yaqui,
El Dictamen de Sonora y Ultima Hora, así corno las revistas Tres Valles
y Guía; además de algunos otros órganos de Instituciones Privadas.
Ha habido otros periódicos y revistas, pero de vida eHmera o tan re-
ciente, que al momento de hacer estos apuntes no puede predecirse si apa-
recerán sus siguientes números.

Ciudad Obregón actual

No obstante su juventud, Ciudad Obregón tenía según el censo de


1960, una población de 62,460 habitantes con una capacidad adquisitiva su-
perior al promedio nacional, lo que le da a la población ese aspecto activo
y animado que la caracteriza.
La ciudad, asentada sobre terreno plano (como es el del Valle) ocu-
pa una área de alrededor de diez millones de mf'tros cuadrados (1,000 hects.):
que no incluyP.n la Colonia Constitución ni la zona industrial No. 2. que
están separadas del cuerpo citadino.
Ocupa una área tan extensa con relación a su población debido a
que sus construcciones se encuentran muy diseminadas y a que sus ca-
lles son bastante amplias. Estas son rectas; unas orientadas de norte a
sur y otras de oriente a poniente, formando una inmensa cuadrícula~ al igual
que el fraccionamiento del Valle.
Las calles de norte a sur son de 22 a 23 metros de paramento a para-
mento, con excepción de las calles 5 de Febrero y Miguel Alemán que tie-
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41--CAJEAIE EN 1915 16-Ed,Juw qur tnton<t'f SO--CAJEME EN /91Sl16.-A lo lur/1() dt la nctunl .il--CD OBREGOI\/ tN /061 -f>,,1t,, m Mum, ,pul
tK'upá In A,l(tn<Ía F,,rJ, Jf'I Sr. Huflulu. y rt'- <ollf' Gurrruo, d, urit'fttt' u pmurn,r. f'(lflt' dt'I Jf Cu¡rmr.
t·itntrmrnlr L. M. Byrrly. S. A .. tn 1squiru1 S.0. tdi/ido Jt "Clrh111 Cl,nnJl y Cíu:·. Sud .. tn Je,
dt No-R,·tlt'tdún y S1nalo" oouu/rs, t;,,qmnu N. E. ton la ,·u/Ir G1urrtro: dt'I ,allt'/ÚII
llruJ.tl /tasia la t.lquina N. O dt G 11c-rrtro ) j Jr H-CD UBRECON Elv /9n1 -Cu/Ir N"•Rrrlr. -
Fthrrro, cunrt'rc111 dr ""Cuuo H11u., y tn /u ''"" 11\lll J,. ar,r111r ti {>tUH("llft'
t,qmna N. E. dt did,m n,llr, rl om,rrcw "1--'1

48-CAJC.AfE J::N 1915116.-Hotrl l<11tuKu rn com- Nur,·u Rtpúh/1111" llflmhir/1 ,lww). E,i Gm•rr,·r,,
trmC'i,ín, ,u.,, fr,nu o Byrrly Hnos .. ,,nrbos SI.J• ,Y j dt Frhrtm. ,sq,linu. S. O, 8yuly Hum J4-CD ORREGVN EN /Vó1-Cnll,- <;¡,,.,,,,,,, 111•
l,rr lu qut l,oy u , ullt j dt F,brtn1. t,w ¡_,mu r) uhora rl ttnlfo ,on,('r,ml Jt CJ ,,, ,Ir pon,,-ntt' u ortt'lllr
Ohrn:,in

SI-CV OBREGON EN 1961.-F.11 ,1 ,;,,~,,¡., 111/1·- SJ-CD. OBREGON EN 1961.-Avr N,ii11uri, "' 1111

4Y-C Al EME EN /VJS/16.-Sobrt la, actuoltJ ,·u- ,,,,, .-:quirrdu l11 lglr.,iu
Cmrdrul J, CJ ()hu- ut"rdtcfr.
lln G1Jrrrtru y S,mora, tsqu,na N. E., ti tdi/itio >!""· mú, ""'""· tm1thu "'")'"" Jrl Au,l,tur,.1
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57-Vegetación del Valle del Yaqui: mezquites y figura de abanico: Estadio Deportivo A /varo
cactus. Obregón; y entre éste y la calle 5 de Febrero,
casi hasta la esquina, edificio de dos pisos de la
escuela primaria "Cajeme".
j8-RED DE CAMINOS VECINALES DEL Y A-
QVJ, PAVIMENTADOS (1961).-Extremo sur
de la c:iudad e iniciac:ión del Valle. A la izquier- 59-RED DE CAMINOS VECINALES DEL Y A.-
da, c:arretua Nogales-Guadalajara ( Ave. Miguel QUI, PAVIMENTADOS (1961).-De derecha a
Alemán, dentro de la ciudad). A I centro y hasta izquierda, calle Meridiano, con dirección norte-
el fondo, c:al/e 5 de Febrero. al salir de la ciudad sur: y de izq11ierda a derecha, arbolada, la c:al/e
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y entrar al Valle. Centro de la fotografía. co11PRIDE PROJECT - FOR EDUCATIONAL
"600", USE ONLY
de este a oeste.
HISTORIA DE EL VALLE DEL y AQUI 363

nen 30 metros, y 3,000 y más metros de longitud. Las de oriente a pomen-


te son de 30 y 33 metros, con excepción de la Avenida Náinari que tiene
40 metros de amplitud, por lo que, en realidad, a éstas últimas les corres-
ponde la designación de avenidas, siendo su longitud, en general, de más de
2,000 metros. (La Avenida Náinari es parte de la Calle No. 1 del Valle
del Yaqui.)
Las banquetas de la ciudad son anchas y, con fines ornamentales,
se dejó entre ellas y el arroyo de la calle una faja de terreno para árboles y
prados. Además todas las calles de la zona residencial norte orientadas de
oriente a poniente tienen camellones· en el centro, también con árboles y pra-
dos, destacando la Avenida Náinari por la belleza que le proporcionan su am-
plitud, sus banquetas arboleadas y camellones convertidos en jardines, con
sus estupendas casas residtnciales que son la admiración de visitantes na-
cionales y extranjeras.
La ciudad se encuentra dividida en zonas, siendo industrial la faja de
terreno colindante con el límite poniente df'l derecho de -vía del ferrocarril;
Ta comercial, que comprende la mayor parte del fundo legal, y la residen-
cial, que circunda a la comercial por el norte, el poniente y el sur. Al oriente
del derecho de la vía del ferrocarril se localiza el llamado P!ano Oriente, con-
siderado, hasta hace poco zona obrera.
Cuenta con muy buenos servicios de agua potable extraída de pozos pro-
fundos y distribuida por la ciudad y sus barrios mediante una red de tu-
berías subterráneas en la que se han instalado hidrantes para casos de
incendio. El drenaje subterráneo también se extiende por toda la población.
El servicio de energía eléctrica es eficjente y lo proporcionan una plan-
ta termoeléctrica de 15,000 kwts. construida en la ciudad y otra hidroeléc-
trica de 19200 kwts. instalada en la Presa Alvaro Obregón, estando ambas
interconer::tadas. con el sistema general del E:-tado operado por la Comisión
Federal de Electricidad. Toda la zona comercial, la parte de zona residen-
cial situada al sur de la primera, así como una porción más ancha de la zona re-
sidencial norte, ya se encuentran asfaltadas y dotada_s de alumbrado pú-
blico ornamental, el que primero se instaló en el sector comercial y en el
residencial sur; posteriormente se instaló el del sector residencial norte con
postes curvos de concreto y lámparas fluorescentes, que no ::-olamente es más
novedoso y bonito sino que, ...además, proporciona una mejor iluminación.
Fue Ciudad Obregón la primera poblüción de México en que se instaló este
tipo de alumbrado (1956), que después se extendió a Torreón, Coah., Her-
mosillo, Sonora, y el Distrito Federal.
Tiene la ciudad un parque infantil, tres plazas públicas (incluyen-
do la de Plano Oriente), un Estadio Deportivo, un paseo público inrne<liato a
la población conocido con el nombre de Laguna Náinari, formada artificial-
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364 CLAUDIO DABDOUB

mente y rodeada de árboles, con un bosquecito anexo y u~ gran centro de-


portivo que cuenta con algunos diamantes para base-hall, varias canchas para
fron-tennis, otras para tennis, algunas más para basquet-ball, una precio-
sa alberca olímpica con alumbrado nocturno y un magnífico edificio con sa-
lones para bailes, restaurante, baños de regadera, un auditorio interior para
representaciones teatrales y reuniones, etc., etc. para disfrute del pueblo en
general, sin más condición que pertenecer a alguna asociación deportiva.
Para la atención médico-sanitaria de sus habitantes existen tres sana-
torios y una clínica particulares, un hospital civil para menesterosos, el
que por su atención y equipo de trabajo es de los mejores del noroeste;
la Cruz Roja, un Centro Materno Infantil (municipal), un centro de salud
para la prever:ición de enfermedades, el hospital del Instituto Mexicano del
Seguro Social y una atractiva y magnífica Guardería h1fa~til anexa al Cen-
tro Materno.
En cuanto a sus construcciones, la ciudad produce la impresión,
a quien la visita por primera vez, de encontrarse a medio construir,
o de que esto se ha hecho provisionalmente; impresión que puede atri-
buirse a la desproporción entre la amplitud de sus calles con relación a la
altura de sus edificios y a que muchos de ellos son de calidad mediocre,
pues fueron construidos al formarse la ciudad. Sin embargo, y a pesar de sus
escasos treinta y cinco años, ya cuenta la población con gran cantidad de
edificios de dos, tres y cuatro pisos con muros recubiertos de mármol, cris-
tal de carrara, azulejo italiano o grandes aparadores de cristal en substitu-
ción de los muros.
La Plaza Morelos, modernista y monumental, frente al Palacio de
Gobierne,, de dos pisos, moderno, sobrio y bonito y el Auditorio Munici-
pal al aire libre con su enorme concha acústica y sus dos series convergen-
tes de columnas porta-estandartes, forman un conjunto muy bello y singular.
El Cuartel de Bomberos, df. dos pisos y recubierto exteriormente
de azulejo color fuego, es amplio y funcional, teniendo en la planta baja es-
pacio de estacionamiento para sus dos grandes máquinas extinguidoras, la cis-
terna y otros equipos complementarios; tienen un cuarto para oficinas, un
salón de reuniones, bodegas y patio; en la alta, comedor, cocina, cantina,
biblioteca, salón de billares, dormitorios, una capillita dedicada a Nuestra Se-
ñora del Carmen, etc., etc. Del de la Cruz Roja, de líneas modernistas, po-
dría decirse otro tanto.
El edificio del Centro de Salud ( dependiente de la Secretaría de
Salubridad), construido con materiales de primera calidad, es moderno, am-
plísimo en sus dos pisos, funcional y con grandes ventanales de aluminio.
Y como éstos, tiene otros mm:hos edificios que sería prolijo enumerar, pe-
ro que están cambiando rápidamente la fi:;onomía de la ciudad.
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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 365

Cuenta con 10 Instituciones de Crédito, 1 Institución ne Seguros


contra Riesgos con matriz en Ciudad Obregón y oficinas en el resto de
Sonora y Sinaloa; 12 firmas dü,tribuidoras de Maquinaria Agrícola; 12 de Au-
tomóviles; varias industrias grandes y chicas de distinta índole; 18 escuelas
primarias entre oficiales y particulares (en · el Valle existen más de 44),
4 secundarias, un Instituto Tecnológico, varias academias comerciales, etc.
Se imprimen 4 periódicos diarios, una re"ista quincenal, dos mensuales y
operan, además, 6 radiodifusoras.
Su movimiento es muy activo, particularmente por las mañanas en
que las calles de la zona comercial se llenan de automóviles y sus ban-
quetas de gente apurada por hacer compras o arreglar sus asuntos pendien-
tes en los bancos, para luego salir a atender sus negocios en el campo.
De las caracterí~ticas sociales de sus habitantes se tratará posterior-
mente, en la descripción del Valle del Y aqui actual; pero en cuanto
a Jo que en este aspecto podría considerarse exclusivo de la ciudad, cabe
decir que, careciendo ésta de tradición y sus gentes de arraigados lazos so-
ciales o sanguíneos entre sí, y de homogeneidad en cuanto a costumbres y for-
mación espiritual, el ambiente social es débil, lo que explica que haya úni-
camente dos centros de reunión: El Centro Social Campestre, S. C. P., que
es el del sector de mayores posibilidades económicas, y el Club Olímpico
Cajeme, de la clase media de menos recursos; y que el primero posea
un edificio que no co:rresponde a la categoría y riqueza de la ciudad; y
que el segundo no posea local propio ni recursos suficiente::; para sostenerse
adecuadamente.
Por las mismas causas ya expuestas y por el hecho de que el Valle
del Yaqui es una región ·predominantemente de trabajo, seca y dura, sus
gentes no son alegres, fiesteras y expansivas. Generalmente, los bailes son es-
casamente concurridos y muy poco animados.
Pero, en contraste con tales características, los clubes de servicio
abundan, posiblemente en una proporción n1uy superior a la de otros lugares.
Existen el Club Vesta ( exc1usivamente de señoras, el Rotario, el de Leo-
nes, el 20-30, el Firmes, la Cámara Junior, y otros, además de los círculos re-
ligiosos de caridad. Todos estos cluhes de servicio realizan ohras de beneficio
colectivo. unos mucho más que otros, pero ninguno se ha concretado a acti-
vidades de diversión únicamente, lo que indudablemente vierte a revelar una
cualidad del obregonense: su espíritu de servicio y de comprensión de Tos
problemas de su colectividad.
Ciudad Obregón es bella y vigoroza, bien formada y en pleno desarro-
llo, sin refinamientos pero franca, trabajadora y noble, con grandes an-
sias de superación que muy pronto habrán de realizarse.
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366 CLAUDIO DABDOUB

CAPITULO XVII

EL VALLE DEL YAQUI ACTUAL

Suelos

El Estado de Sonora, juntamente con el de Sinaloa y con la península


de Baja California, constituyen el Noroeste de México, con una área bajo
cultivo y riego estimada en aproximadamente 1,000,000 hectáreas. (Alrede-
dor de 750,000 con riego derivado de presas y 250.000 por bombeo.)
Esta gran extensión de tierra es cortada, a grandes trechos, por
prolongaciones de la Sierra Maclre Occidental que se dirigen hacia el mar
formando varios valles; entre ellos, uno de los más grandes del Noroeste
y de la República, se inicia inmediatamente al sureste del Puerto de Guay-
mas y termina en las proximidades del puerto de Topolobampo, subdivi-
diéndose en los de El Yaqui y El Mayo. La demarcación entre estos dos
últimos es, físicamente, indefinida.
El ~alle del Y aqui abarca una extensión calculada en 450,000 hects.,
con una superficie tan plana, que sus horizontes, al poniente y al norte,
forman unas rectas inmensas que se prolongan en el espacio, sin interrup-
ción aparente. Comprende una área de cultivo de alrededor de 230,000
hectáreas, o sean 2,300 K. 2 (el Estado de Colima tiene 5,205 K. 2 y el
D. F. 1,483) sobre la' que se cruzan las calles o caminos de tránsito, unas
de norte a sur y otras de oriente a poniepte, formando cuadros de aproxi-
madamente 400 hectáreas cada uno, según ya se ha descrito detalladamente
en páginas anteriores. Paralelos a estas calles, se hallan los canales de rie-
go y los de drenaje para el lavado de los terrenos. Esto último tiene por ob-
jeto evitar su ensalitramiento.
En cuanto a la calidad de sus tierras, cada vez se difunde más en
el País la afirmación de que son muy ricas, ubérrimas, es decir, de pri- •
mera calida~. Esto, corno consecuencia de las grandes producciones agrí-
colas que el Valle aporta a la Nación; pero tal creencia es exagerada;

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 367

pues sus tierras son de tipo arcilloso y arcillo-arenoso dada la escasez


de materia orgánica y su origen sedimentario.
Contienen suficiente fósforo, potasio y demás elementos químicos nece-
sarios para ser productivos, pero son pobres en nitrógeno y de textura dura
por la insuficiencia de matecia orgánica, como son la mayoría de las tie-
rras de México.
Sin embargo, son adecuadas para la ~xplotación agrícola en virtud
de su topografía plana, su composición química, su textura que, sin ser
muy buena, tampoco es mala, y su agua.
Consecuentemente, pueden clasificarse como tierras de buena calidad,
pero no de primera ni menos óptimas.

Irrigación

Los terrenos del Y aqui son regados, casi en su totalidad, con las
aguas de su río. Solamente a unas 8,000 hectáreas localizadas fuera del pe-
rímetro de riego autorizado se les da agua del subsuelo a base de bombeo.
Como ya se dijo anteriormente, dos grandes presas permiten el máxi-
mo aprovechamiep.to, mediante la captación y almacenamiento de los escu-
rrimientos del río: La de La Angostura, sobre el río Bavispe, en el Norte
del Estado, con capacidad de 865,000,000 de mts. 3 , y la Alvaro Obre-
góo, a aproximadamente 40 kmts. al norte de C. Obregón, con capacidad de
3,000,000,000 de mts. 3 • En . esta última se encuentra instalada una planta
hidroeléctrica para la generación de 19,200 Kwts. de energía. Entre am-
bas presas se está construyendo una tercera, la de El Novilw, pero
que no es de almacenamiento para fines agrícolas, sino para la generación
de 90,000 kwts. más de electricidad.·
El control de estos almacenamientos de agua, su distribución y venta
entre los usuarios del Valle, lo ejerce un organismo denominado Comité
Directivo del Distrito de Riego del Río Yaqui, cuyó vocal ejecutivo es el
Gerente local de las oficinas de la Secretaría de Recursos Hidráulicos, Vo-
cal Secretario el Agente de la Secretaría de Agricultura y Ganadería en
el Estado; los demás miembros de la misma son· designados por los diversos
grupos usuarios 1 tales como un representante de los pequeños propieta-
rios, otro de los ejidatarios, etc.; directiva que apru~ba los precios
del agua, el área que debe sembrarse de cada cultivo, los reríodos de siem-
bra y demás aspectos administrativos del sistema de control de aguas
y siembras, siendo digna de ser alabada la actuación desarrollada por
este organismo, ya que ha permitido a la región obtener el máximo benefi-
cio de sus esfuerzos productivos. EI Distrito de Ri~go del Valle del Y a-

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368 CLAUDIO DABDOUB

qui, no obstante las fallas de que pudiera adolecer, es reconocido corno


el mejor organizado y eficiente de la República.

Población

Aunque el Valle del Yaqui, corno tal, puede considerarse que se ini-
cia a la altura del Estero de las Guásimas (al sureste de ]a Bahía de
Guaymas), entre 1a Sierra del Bacatete y ]as playas del Golfo de Cortés,
el presente estudio se refiere particularmente a la zona comprendida dentro del
Distrito de Riego del Río Yaqui.
Tal como ya se dijo, la mencionada zona no tiene límites precisos. Si hi-
drográficamente pudiera confinarse a la cuenca baja del río Yaqui la demar-
cación sureste la fijaría su parte-aguas con la cuenca del Mayo, y la del norte
seguiría las orillas de la Sierra del Bacatete hasta Estación Peón, frente al
Estero de Las Guásimas. fero si como Valle del Yaqui designamos a la uni-
dad agrícola, de riego y económica que tiene por centro de operaciones a Ciudad
Obregón, entonces, por el sureste, el Yaqui 5e desborda sobre el del Mayo
y, por el norte se extiende únicamente a las vegas de la margen derecha
del río Yaqui.
Esta unidad agrícola-económica y de riego, comprende a los municipios
de Cajeme, de Bacum, comisarías de los Municipios de Navojoa, de Hnata-
bampo y Etchojoa por el sur, y de Guaymas y Empalme por el norte. Conse-
cuentemente, es difícil precisar el número de sus habitantes en un trabajo que
no es precisamente un estudio demográfico. Sin embargo, puede hacerse una
estimación con base en los siguientes datos censales de 1960.

Habitantes en el Municipio de Cajeme ...... . 115,147


,, Bácum ...... . 12,675
" " " "
Habitantes estimados en la Comisaría de Villa J uá-
rez (Mpio. de Etchojoa). . ............ . 10,000
Habitantes estimados en la Comisaría de Colo-
nia Militar (Mpio. de Guaymas) ........ . 5,000
Habitantes estimados en otros poblados y Colo-
nias ••••••••••• • • • • • • • • • • • • • • • • •• • • • • • • 15,000
Margen derecha del Yaqui (Torim, Vicam, etc.) 5,000

162,822

No es muy numerosa la población del Valle del Yaqui, como tampoco lo


es ]a del Estado de Sonora; pero sí tiene una característica muy impor-
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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUl 369

tante desde el punto de vista económico y social: su poder de producción y su


capacidad adquisitiva son de los más elevados de la República.
Esto permite a la gn.~n mayoría de su población campesina y obrera
usar ropa de mezclilla, de caqui, y aun de casimir, calzar zapatos, tener
muebles y aun radio en su casa. Un. porcentaje muy elevado posee automóvil
y casa propia, de material.
El sector más importante, por su número, lo forma el campesinado
( colonos, ejidatarios y peones del campo) constituyendo un factor desta•
cado en el aspecto político, social y comercial. Esto los convierte en ob-
jetivo importante de líderes, comerciantes y agentes vendedores.
Una idea de su desarrollo demográfico puede obtenerse de los siguien-
tes datos relativos al Municipio dP- Cajeme, que ocupa la mayor parte del
Valle:

Habitantes estimados en 1930: 12,000


según el censo de 1940: 28,260
"
,i 1950: 63,025
" " " "
,, ,, 1960: 115,147
" " "
Comunicaciones

(Interiores) .-El trazo de sus calles le proporciona una magnífica


red de comunicaciones. La creciente extensión de caminos asfaltados per-
mite el tránsito de vehículos motorizados durante todo el año por gran par-
te del Valle.
Esta red asfaltada comprende las siguientes calles: Calle 5 de Febre-
ro. (Por su nomenclatura, es la No. 8.) Con diiección norte-sur, sale
de la ciudad y se adentra al Valle, pavimentada, hasta lct 2000.5, por la
que el asfalto continúa hacia el oriente hast;:1 la calle 16. Por ella sigue
el pavimento hacia el sur hasta la 2,200; por ésta sigue hacia el oriente
hasta el poblado de Villa Juárez, haciendo un total de '19.7 kmts. desde
su iniciación en el límite dt C. Obregón; pasa a Bacobampo y de ahí a Na-
vo joa, de donde, mediante la Carretera Internacional Nogales-Guadal ajara,
puede regresarse a Ciudad Obregón cerrando un gran circuito pav1mentado.
De la Calle 5 de Febrero (porción sur), sale hacia e1 poniente un ra-
mal asfaltado al poblado ejidal de Quetchehueca, con longitud de 1.7 kmts.
Calle 200.-Orientada de este a oeste, es considerada como límite
entre el lado sur de C. Obregón y los campos agrícolas del Valle. Su pa-
Yimcnto se inicia en la esquina sureste de la población, a partir <le la
Carretera Internacional, y corriendo hacia el poniente, llega a la Calle f\fr
ridiano, por la que el asfalto continúa hacia el sur hasta terminar entre las ca-
'
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370 CLAUDIO DABDOUB
-------------------·------·--

Hes 1,200 y 1,400, con una extensión de 28 kilómetros desde la Carretera


Internacional. Se proyecta continuarla hasta el Ejido Morelos.
Calle 600.-De la Calie Meridiano, que corre hacia el sur, se encuen-
tra asfaltada la calle 600, con dirección poniente hasta el poblado de San
Ignacio, Río Muerto (antes Colonia Militar), en una extensión de 23 kmts.
Calle 900.-Más al sur, de la misma Meridiano hacia el oeste pavimen-
taron 1.9 kmts de la calle 900, para asegurar la comunicación de Pueblo
Yaqui al exterior, aun en la temporada de lluvias.
Sobre la calle 900 (oriente-poniente) existen trabajos de revestimien-
to y acotamiento de materiales para la pavimentación del tramo compren-
dido entre las calles Meridiano y 5 de Febrero, con el propósito de
unir estas dos importantes vías ya pavimentadas y facilitar la comunicación
entre ellas (su única unión actual es la calle 200, en sus cabeceras norte).
Calle llOO.-Continuando sobre el asfalte de la Calle Meridiano, en
su calle transversal 1100 se cubrió con &sfalto una longitud de 24.1
kmts. hacia el poniente para hacer más segura la comunicación de varios
poblados de esa zona del Valle.
Calle Fresno (ó 12) .-El asfalto se inicia en la Carretera Interna-
cional y se prolonga hacia el sur, comunicando a los poblados de las Co-
lonias Agrícolas Marte R. Gómez y Tobarito, hasta llegar a la calle 1400;
por esta continúa el asfalto hacia el este hasta la 16, p0r la que sigue
hacia el sur hasta Villa J uárez, haciendo un total de 18.5 kmts. de as-
falto, siendo el proyecto continuarlo hasta el ejido Basconcobe, en el Mayo.
Camino Fundición-Villa J uárez.-Más al oriente de los caminos des-
critos, se ha asfaltado el de este título, tambifn a partir de la Carretera In-
ternacional, en Estación Fundición, con dirección sur hasta el poblado
de Jecopaco en donde entronca con la antes mencionada de Villa Juárez a Bo-
cobampo y Navojoa. Su longitud es de 24.42 kmts. de Fundición a Jecopaco.
Ciudad Obregón-San José de Bacum.-En la porción norte del Valle
del Y aqui se encuentra asfaltado este camino que, saliendo por el noro-
este de Ciudad Obregón, más exactamente, del paseo de la Laguna del Nái-
nari, asegura la comunicación constante entre la misma, el poblado de
Providencia y el de San José de Bacum, a lo largo de 19. 7 kmts. De este
camino asfaltado sale un ramal a Bacum y continúa hacia el norte hasta
entroncar con la Carretera Internacional; ramal asfaltado que tiene una·
longitud de 9.5 kmts.
Esperanza-Cócorit.-También se comunican mediante un camino asfalta-
do de 3.3 kmts. que, en Esperanza, entronca con la Carretera Internacio-
nal, asegurando la comunicación con Ciudad Obregón, Guaymas y demás po-
blaciqpes del Estado.
El' total de caminos vecinales asfaltados en el Valle es de 210.9

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 371

hasta enero de 1961; meritoria obra realizada por la Junta Local de Cami-
nos Vecinales, a la fecha presidida por el Sr. Germán Pablos Otero, agri-
cultor regional.
El sistema de comunicaciones terrestres del Yaqui, y el hecho de
poder ser transitado en todo tiempo, ha propiciado el desarrollo de la in-
dustria del transporte de pasajeros y carga por toda la región para como-
didad de los agricultores y de los habitantes de los poblados disemina•
dos dentro del Valle que a diario, particularmente los domingos, visitan
Ciudad Obregón y Navojoa.

eomunicaciones
(Exteriores) .-Las tiene el Valle hacia el norte y el sur por el Ferro•
carril del Pacífico, S. A. y la Carretera Internacional que, en Benjamín
Hill (en el norte del Estado), entroncan con la carretera y ferrocarril que
comunican al Estado de Baja California. Por aire, sirven al Yaqui Aero-
naves de México, S. A., que lo comunican con las principales poblaciones
del Pacífico, Tijuana y México, D. F. mediante varios vuelos diarios; Trans Mar
de Cortés que hace dos vuelos semanarios, en cada sentido, hacia Chihua-
hua y Ciudad Juárez, por el orienle, y hacia la Baja California, por el po•
niente. Su aeropuerto es moderno, amplio y tiene un bello y funcional edificio.
Recibe aviones DC-3 y DC.6 en su pista de 900 mts. de largo, dispuesta para
prolongarse a 1300, estando pendiente de construirse otra adicional.
Además, para dar salida a su producción hacia los mercados interna-
cionales, y aun nacionales en auxilio del Í'!rrocarril, cuenta con el Puer-
to de Guaymas distante 125 kilómetros de Ciudad Obregón.
El puerto permite la entrada de grandes buques de hasta 30 pies de ca-
lado y cuenta ya con muy buenos muelles, que continúan aumentándose y
dotándose de bodegas.
Desde luego, también tiene las comunicaciones telegráficas y telefó-
nicas comunes en nuestro País, siendo actualmente magnífico el último servicio
mencionado, tanto a la Capital de la República (todavía muy recientemente
era pésimo) como a cualquier parte del mundo.

Electrificación

Existe en el, Valle una amplísima red de distribución de energía eléc-


trica, instalada originalmente para servir a los equipos de bombeo que se
operaban antes de ser terminadas las obras de riego del llamado Canal Alto,
red que posteriormente ha sido ampliada considerablemente para servir dos
objetivos: la electrificación de los poblados del Valle, y la de los equipos
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372 CLAUDIO DABDOUB

de bombeo de agua. Con relación a estos últimos, su número original, al ter-


minarse las obras de irrigación, fue aumentándose a alcanza! la cantidad pro-
yectada para construir con ellos un sistema de emergencia para el caso
de que en alguna ocasión los almacenamientos de las Presas de la Angos-
tura y Alvaro Obregón fueran insuficientes para las necesidades de riego
del Valle. El conjunto de pozos y su si!:.tema de distribución de energía eléc-
trica depende de la Secretaría de Recursos Hidráulicos. La red para la elec-
trificación de los poblados del Yaqui depende de la Comisión Federal de
Electricidad.
Actualmente, esta red de distribución de corriente eléctrica permite dis-
frutar de sus beneficios a muchos de los pueLlos del Valle y a gran canti-
dad de agricultores que viven en sus campos o que tienen sus propios talleres
mecánicos. Entre los primeros, disfrutan de los servicios de energía eléctrica
los siguientes:
Pueblo Yaqui, Providencia, poblado Ejidal Quetchehueca, Colonias
Marte R. Gómez, Tobarito, Antonio Rosales, Villa J uárez y el pueblo de
Bacobampo (Esperanza y Cócorit han tenido este servicio desde hace muchos
años).
Las redes de distribución del Yaqui suman alrededor de 118 kmts. de
longitud cubierta, y se estima un consumo o carga dP. 15,000 K. W. sin
incluir a Ciudad Obregón, Cócorit y Esperanza, ni lo correspondiente al
sistema de bombeo de Recursos Hidráulicos.
Se está trabajando en los proyectos de extender el servicio de electrifica-
ción al resto del Valle, estimándose que la carga aumentará a alrededor de
35,000 K. W.

Distribución de la propiedad agrícola

Hasta el 31 de octubre de 1937 en que el entonces Presidente de la


República, Gral. Lázaro Cárdenas, realizó en el Valle del Yaqui 1a apli-
cación de la Ley Agraria, la tierra era poseída por particulares y por
el Gobierno Federal, éste a través del Banco Nacional de Crédito Agrícola, S. A.
La propiedad privada se encontraba distribuida entre dos grupos:
los llamados "parceleros", por haber 5ido dotados con ~'parcelas" de 20
hectáreas que les fueron dadas por gestiones del señor don Rodolfo Ellías
Calles cuando fungió como Gobernador del Estado (1931-35); y los que por
propia iniciativa y esfuerzc habían adquir;do su propiedad: y cuyas áreas
fluctuaban desde menos de 20 hasta las 2,000 hectáreas.
Hechas a los ejidatarios las entregas de tierras afectadas por el repar-
to al principio mencionado, la propiedad quedó dividida en la forma siguiente:

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 373

Terrenos en cultivo, de propiedad particular 27,349.9 ht.


Terrenos explotados en posesión de ejidat. 17,248.9 ,, 44,634.8
Terrenos en agostadero en posesión de ejidat. 33,860
(Datos tornados del libro Las tribus Yaquis de Sonora, del profesor Alfon-
so Fabila, Pág. 58.)

En porcentajes, el 41.3% del área cultivada quedó en poder de parti-


culares independientes, el 38.7 en el de ejidatarios y el resto en el de co-
lonos y tribu yaqui, habiéndose hecho la dotación a los ejidatarios
sobre la base de 8 hectáreas de tierra con derecho a agua por individuo, del
total afectado a los particulares cuya propiedad excediera de las 100 hec-
táreas fijadas como máximo por el Código Agrario. Los terrenos poseí-
dos por el Banco Nacional de Crédito Agrícola se encontrdban sin desmon-
tar y destinados a la venta.
Con el transcurso del tiempo y a medida que las obras de irrigación
lo permitían, las áreas en cultivo se ampliaban, tanto por particulares co-
mo por el Gobierno Federal para nuevas dotaciones ejidales y también por
las mismas sociedades ejidales que habían recibido terrenos de pastoreo.
En el curso de este proceso, se terminaron las obras de la Presa de
la Angostura y, para dar ocupación a trabajadores y empleados en ellas,
el Gobierno Federal dispuso que a éstos se les vendieran terrenos en el
Yaqui a razón de 20 hectáreas por individuo, pagaderas con el máximo de
facilidades, y que fueran organizados en sociedades de crédito agrícola
a fin de proporcionarles créditos para los desmontes de ias tierras y pa-
ra el cultivo de las mismas; propietarios. que recibieron la designación
de colonos.
Actualmente (principios de 1961) en que puede considerarse que el
proceso de expansión del área cultivable del Yaqui se ha realizado total-
mente hasta alcanzar la cifra de ~30,000 hectáreas, el régimen de propie-
dad de la tierra muestra el siguiente cuadro:

Terrenos en cultivo explotados por ejidatario~ .... . 77,700 Hs.


Terrenos en cultivo explotados por colonos ..... . 24,630 ,, (llegará a
Terrenos en cultivo de la Tribu Yaqui, sujetos al ré- 20,000)

gimen "d a1 ............................
e11 . 16,000 ,,
116,430 ,,
Terrenos en cultivo de propietarios particulares con
extensiones menores de 20 Hs. . .......... . 4,634 Hs.
Terrenos en cultivo de propietarios particulares con
extensiones de 20 a 100 Hs. . ............ . 108,936 ,,
Suma 230,000 ,,

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374 CLAUDIO DABDOUB

Este cuadro muestra que la distribución de la tierra se ha modificado


con respecto a su situación original, y que ahora los campesinos su jetos al
régimen de crédito y control oficial (yaquis, e jidatarios y colonos) poseen
en explotación el 50.6 del área cultiYada del Valle; los propietarios particu-
lares con menos de 20 hectáreas el 2%, y los partciulares con propiedades
de 20 a 100 el 47.4%, lo cual quiere decir que la mayor porción corresponde
a ejidatarios y colonos.
Estos diferentes sistemas de explotación de la tierra son motivo de estudios
y discusiones constantes en cuanto a cuál <le ellos es el mtjor económica y
socialmente. Las opiniones difieren según la ideología <le quienes las exponen
y los factores que los afectan.
Entre los argumentos más fuertes que se exponen en pro de la distribu-
ción de la tierra, uno es el de que, en donde existen latifundios los benefi-
ciarios son muy pocos y la circulación de la riqueza es muy restringida im-
pidiendo el desarrollo de tal región.
Otro es que las áreas susceptibles de cultivo constituyen una riqueza na-
tural limitada por factores, también naturales, difíciles de modificar (impo-
sibles algunos) y los aspirantes a disfrutarlas son cada vez más numerosos
en virtud del constante aumento demográfico mundial.
Estos y otros argumentos adquieren cada vez mayor fuerza universal in-
duciendo a los gobiernos, particularmente a los de los países americanos, a
limitar la propiedad de la tierra y procurar su mejor distribución.
Estos y otros argumentos adquieren cada vez mayor fuerza universal
induciendo a los gobiernos, particularmente a los de los países americanas, a
limitar la propiedad de la tierra y procurar su mejor distribución.
En cuanto a la forma de posesión y explotación, los hechos prueban que
el propietário particular es, con raras excepciones, el que mejor cuida su tierra,
la trabaja, la administra y obtiene rendimientos más elevados, en cuanto la
extensión no rebase sus posibilidades económicas y de trabajo; pero que tam-
poco sea tan pequeña que los rendimientos sean inferiores aún al salario
mínimo.
Sin embargo, dentro del gran sector de propietarios particulares, existe
un grupo que reviste singular interés para el estudio de los problemas soeio-
económicos, particularmente con relación a la teoría de que siendo el hombre
un ser inclinado, por su propia naturaleza, a la posesión de las cosas, es éste
el objetivo que lo impulsa más fuertemente a desarrollar todo su esfuerzo
por lograr su superación. Este grupo es el de los colonos, es decir, aquellos
propietarios particulares que en nuestro régimen agrario y en el caso del
Yaqui? .1;fueron dotados con lotes de 20 hectáreas pan: pagarlas en un plazo
largo y ser habilitados por el Gobierno Federal. Caso similar es el de los
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HISTORIA DE EL VALLE DEL y AQUI 375

ejidatarios individualistas, que son aquellos a quienes se les entregó también


un lote, perfectamente demarcado, en propiedad, aunque no sujeto a pago.
Ambos grupos se inici&ron con gran entusiasmo y continuaron trabajando
con resultados variables propios de las características aleatorias de la agricul-
tura. Transcurridos algunos años, en un loable esfuerzo del Gobierno Federal
por ayudar a estos hombres, a través del Banco Nacional de Crédito Agríco-
la, S. A. les proporcionó ganado vacuno lechero importado, medios y orienta-
ción para que establecieran granjas avícolas, sin resultados positivos, pues
por falta de conocimientos y de empeño, casi todos los animales murieron.
Después del transcurso de varios años ·de lo que para el objeto pudiera
considerarse un experimento social, se encuentra el siguiente resultado:
El sistema no tu.vo el éxito que debió esperarse de él, ya que la mayoría
de las sociedades que lo integraron han fracasado, encontrándose comprome-
tidas con grandes adeudos en el Banco que los habilitó ( el Nacional de Cré-
dito Agrícola a Tos colonos, y el de Crédito Ejidal a los ejidatarios individua-
listas) ; muchos de los colonos vendieron sus tierras y otros las rentaron.
Pero seguramente que lo más interesante de este sombrío panorama ge-
neral, es. que no todos los colonos sufrieron la misma experiencia. Muchos
de ellos tuvieron un éxito que les permitió comprar o rentar los lotes de
quienes ]os abandonaban y llegar a trabajar hasta cien hectáreas, construirse
buenas casas y comprar automóvil, habiendo abandonado al Banco Nacional
de Crédito Agrícola para ser 'habilitados por Bancos privados. Así como en
lo individual, también hay sociedades de colonos que han logrado conservarse
organizadas y solventes.
Dentro del sistema ejidal, 1a mayoría de las sociedades se encuentran muy
comprometidas con el Banco Ejidal, y buen número de e11as han dejado de
ser sujetos de crédito. También las hay más o menos solventes y alguno~
de gr~ solidez económica.
Si dentro de estos sistemas ( colonos y ejidatarios), se buscan los fac-
tores que hayan constituido ]as causas del fracaso de unas socideades, y las
de éxito de ]as que lo han tenido, se encuentra que no ha sido la central
campesina a que pertenezcan, ni su afiliación a determinado partido político,
ni la forma de posesión de la tierra (individualista o colectivo). pues tanto
en las que han tenido éxito, se encuentran afiliadas de la CNC., de la CTM,
de la UGOCM, etc., o como miembros del PRI, o del PPS, al igua] ·que
individualistas y colectivistas.
Aunque los fracasos de los ejidatarios y colonos siempre se han atribuido,
y con muy justa razón, al sistema de operación de los bancos cficiales, particu-
larmente por la demora con que entregan las habilitaciones para las siembras
y las liquidaciones ·de las cosechas, así como también a las inmoralidades de la
mayoría de sus funcionarios, parece evidente que, a pesar de esto, los éxitos
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376 CLAUDIO DABDOUB

o fracasos no son consec.uencia propia y exclusiva de los sistemas de organi-


zación de las sociedades o de la forma de organizar las labores. Más claro, •
no depende de que sean sociedades constituidas por colonos, por ejidatarios
individualistas o por ejidatarios colectivistas. Indudablemente que, en primer
término, debe colocarse al hombre.
Si éste ha de trabajar como propietario de su parcela, indispensablemente
se requiere que le tenga afición a la agricultura, que sea trabajador, capaz
y de iniciativa; es decir, que tenga las cualidades distintivas del que destaca y
supera su medio gracias a &u ambición y espíritu de lucha. ¡ Es inútil ayuda~
a quien no se ayuda!
En el caso de las organizaciones colectivas, si no todos sus miembros
han de tener estas mismas cualidades, las han de tener, cuando menos, sus
dirigentes, acompañadas de otra igualmente indispensable: la honestidad. El
incumplimiento de estas condiciones es el mayor obstáculo para que teorías
tan bonitas como el agrarismo y otras similares, puedan demostrar su posibili-
dad de realizaciones.

Sistemas de trabajo

Las grandes extensiones planas del Estado de Sonora, su vecindad con


los Estados Unidos de Norteamérica, la escasez de brazos y el espíritu de
superación en todos sentidos del sonorense, han propiciado siempre la apli-
cación de las técnicas más avanzadas a sus actividades. Esto ha colocado
a la agricultura sonorense, desde sus principios, corno la más mecanizada
del país y la que más emplea los insecticidas y fertilizantes.
Empezando con los desmontes, éstos se hicieron en la última etapa
abierta al cultivo ( al terminarse la construcción de la Presa Alvaro Obregón
y el Canal Alto), con máquinas inmensas que, al caminar en parejas una al
lado de la otra arrastrando gruesos cuartones o cadenas de acero, derribaban
cuan to árbol encontraban a su paso; les seguían otras grandes máquinas con
adaptaciones especiales que roturaban la tierra para destronconarla y sacar
las raíces y luego recogían la maleza para ser quemada.
Para los cultivos, desde los barbechos hasta la siembra, todo se hace
con maquinaria para, en ciertos productos corno el trigo, terminar con el
empleo de los modelos más recientes de trilladoras combinadas auto-propul-
sadas y que, en vez de ensacar el grano, lo echan a carros especiales para
recibirlo a granel para su transporte a los almacenes y silos de la ciudad,
mecanizados, en donde el producto se almacena en tanto se ernbaréa.
Las plagas del algodonero se combaten con insecticidas recomendados
en cada caso por el agrónomo consultado, y para la aplicación de éstos se
emplean aviones.
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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 377

Tanto estas características, como la existencia de los centros de investi-


gaciones agrícolas con su influencia constante sobre la agricultura regional,
y otros muchos as¡.iectos sumamente interesantes de la agricultura del Y aquí,
han propiciado que en los últimos años se sucedan las visitas de observación
y estudio de parte de comisiones técnicas nacionales y extr&njeras, de estu-
diantes de agronomía de diferentes partes del mundo y de técnicos de diversos
organismos dependientes de las Naciones Unidas. Y no precisamente porque
en el Valle del Yaqui encuentren lo último en avances técnicos; sino por la
aplicación de éstos, con resultados altamente satisfactorios, en un país en
pleno proceso de desenvolvimiento .económico y, particularmente, social.

Organización de los agricultores

La región del Yaqui no es, en cuanto a su suelo, clima y otros factores


naturales, una zona con características. tales que la definan claramente como
muy apropiada para el cultivo de productos determinados.
El trigo es de clima frío, siendo sumamente cálido el de] Yaqui durante
el verano, y el invierno es brevísimo y con heladas, razón por la que los
egricultores frecuentemente perdían sus cosechas, destruidas por el chahuixtle
y otras plagas. El algodón requiere calor en la época de siembra y ambiente
seco durante las pizcas; pero en el Valle del Y a qui, las lluvias de verano
impiden las pizcas y el ambiente húmedo propicia el desarrollo de infinidad
de plagas perjudiciales al algodón, obligando a sembrarlo temprano, cuando
la tierra aún no se calienta, y a correr, de todas maneras, los riesgos de las
lluvias de julio y agosto.
El maíz requiere terreno limoso, siendo arcilloso el del Y aqui; tierras
que tampoco son adecuadas para la siembra de alfalfa, cuyo rendimiento es
abatido por las altas temperaturas del verano.
Estas circunstancias indujeron a los agricultores regionales, a iniciativa
de don Rodolfo Elías Calles cuando fue Gobernador del Estndo a establecer
una Estación Agrícola Experimental que durante algunos años dio muy buenos
servicios: luego decayó y, finalmente, fue abandonada; pero hace cinco años
que nuevamente los agricultores se propusieron establecerla, hicieron fuertes
aportaciones secundados por las casas distribuidoras de maquinaria agrícola
v por el Gobierno Federal, y actu1:1Imentetienen ya el "Centro de Investiga-
ciones Agrícolas del Noroeste", que es reconocido como el mejor organizado
de la República y que está prestando muy valiosos servicios a la agricultura
del noroeste. También existe en el Valle el "Centro de Fomento Ganadero,,,
establecido en donde anteriormente estuvo la Estación Experimental ya citada,
el que también sirve a la región ayudando a sus hombres a mejorar su ga-
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378 CLAUDIO DABDOUB

nadería vacuna y porcina, que es otro renglón importante en la . zona que


se describe.
Complementando a las instituciones mencionadas, tienen los agricultores
del Yaqui otra más, como el Patronato para la Investigación, Fomento y
Defensa Agrícola de la Región· del Distrito de Riego del Río Y aqui, cuyo
óbieto es controlar y extirpar las plagas que perjudican a la agricultura, entre
éstas, la rata, cuyo combate ha tenido en el Valle un éxito no logrado en
otras regiones también afectadas por el roedor mencionado, habiendo hecho
que se •tome a este organismo como modelo y orientador para otros de la
República.
Gran número de agricultores se ~ncuentran agrupados en Uniones de
Crédito Agrícola, que son instituciones de crédito que tienen la característica
de poder celebrar operaciones de compra venta a fin de colocar en los mer-
cados las cosechas de sus asociados y comprar muchos de fos productos que
éstos requieren para sus actividades.
En el Valle del Yaqui existen tres de estas uniones que agrupan a poco
más de la mitad de los agricultores que trabajan bajo el sistema de propiedad
individual, organización que les ha permitido defender admirablemente sur:-
intereses, particularmente precios y condiciones de venta de sus productos y
unificar propósitos, con beneficio aun para los no agrupados.

Producción agrícol,a

Como ya se expuso en párrafos anteriores, la reg1on del Yaqui no ofrece


las características de suelo y clima realmente adecuadas para cultivo alguno.
El terreno es arcilloso, pobre en materia orgánica· y con grado elevado de
salinidad} el clima extremoso, con veranos prolongados y semihúmedos pro-
picios para el desarrollo de plagas; con lluvias inmediatamente antes o en
plena época de las pizcas del algodón. La excepción en cuanto a suelos, la
constituyen las vegas del río, pero representan una parte mínima del área total.
No obstante, gracias al carácter audaz, a la tenacidad y a la iniciativa
de los hombres del Yaqui, manifestada ésta en la creación de centros de
estudio y experimentción agrícola, lenta e ininterrumpidamente vienen incor-
porándose nuevos productos a los cultivos del Valle, habiéndose logrado su~
perar el inconveniente del bi-cultivo constituido por el arroz, como básico,
y el trigo que, como alternativa, siempre ha representado perspectivas muy
riesgosas, particularmente por las plagas del chahuixtle.
Pero a los obstáculos naturales ya expuestos que impedían la diversi-
ficaci.iin de cultivos, se agregaban otros, tales como la insuficiencia de mer-
cados para la capacidad productora del Yaqui; los fletes caros; las grandes
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HISTORIA DE EL VALLE DEL y AQUI 379

distancias que impiden el transporte en buen estado de productos como las


hortalizas, etc.
Dominando el cúmulo de impP.dimentos detallados, la tenacidad y la in-
vestigación han logrado imponerse y actualmente la diversificación buscada
ofrece sus frutos, según podrá apreciarse en el siguiente cuadro que muestra,
también, volúmenes de producción, valor total de cada producto y el ingreso
económico que derivan para la región, habiéndose tomado para el caso los
datos correspondientes al período 1960-1961:

PRODUCCION AGRICOLA E EL PERIODO 1960-61

Rend.
Superficie en Producción por Hec-
CULTIVOS Hectáreas Total tárea Importe Total
(Tons) (Tons)

Alfalfa Achicalada .. 2.118 29.104 13.741 9.756.047.00


Algodón Hueso .... 56,041 117,228 2.092 270.179,171.00
Ajonjolí .......... 22,047 12,355 0.560 29.459,702.00
Arroz Palay ...... 14,519 33,498 2.307 30.707.9.'33.00
Cártamo . . . . . . . . .. 862 1,293 1.500 1.810.200.00
Cebada .. . . .. . .... 12,447 27,456 2.206 26.153,208.00
Frijol ............ 836 779 0.932 1.531,081.00
Frutales .......... 166 2,381 14.34,6 3.546.146.00
Jitomate . . . . . . . . . . 130 231 1.776 476.927.00
Linaza ........... 2,274 4.194 1.844 6.325.030.00
Maíz ............. 23,016 52.704 2.290 42.158.106.00
Trigo . . . . . . ...... 110.685 275.570 2.490 252.676.705.00
Sorgo . . . . . . . . . . . . 3,711 8.519 2.296 4.360.771.00
Soya . . . . . ........ 8,574 7,965 0.929 9.459.795.00
Varios ............ 1,490 711.561.00
TOTALES . ' .... 258-916 (1) 573.277 2.214 689.312.383.00

Basta apreciar Jo que representan para la economía nacional 230,000 hec-


táreas sujetas a una explotación uniforme y unitaria. con una producción
creciente que, medida monetariamcnte, aporta un ingreso r,ara el Va11e de
más de S 600.000,000.00 anuales, para deducir lo que esta zona agrícola sig-
nifica dentro del titánico esfuerzo nacional de superación y autoabastecimiento.
y para comprender la necesida,!3 urgente de lograr igual cosa con cada una
de las zonas a~rícolas del país, dado el bajo nivel económico de nuestras
masas y el acelerado crecimiento demográfico de México.
La nación ha de recordar todavía que en 1953 el Gobierno Federal pidió

(1) El excedente sobre 23(\.000 hectáreas es debido a que en el mismo ciclo agrícola se
levanten "obre el mismo terreno dos cosechas de distinto producto.

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380 CLAUDIO DABDOUB

a los agricultores nacionales su colaboración para resolver el problema del


déficit anual de nuestra producción triguera con la consiguiente fuga de divi-
.;as tan perjudicial a la economía nacional. El consumo era entonces de 1.000,0U0
Je toneladas y las cosechas cubrían únicamente 700,000 toneladas. En el ciclu
dgrícola inmediato posterior al llamado presidencial se reso1vió el problema
con la aportación de 500,000 toneladas hecha por el Estado de Sonora ('50%
de la producción total del país), de las cualea 250,000 correspondieron al Valle
del Yaqui. Para celebrar el acontecimiento y darle relieve nacional, en junio lo.
de 1954 el Gobierno Federal organizó un convoy ferroviario que llevó nuestro
trigo a Yucatán. Posteriormente sucedió igual cosa con el maíz, pero el agri-
cultor regional se encontró con que ni podía realizar la venta de su cosecha
dado el elevado costo de transporte a los centros consumidores del sur, ni se
lo tomaba la CEIMSA, que le había garantizado compra y precio.
Ahora los agricultores yaquis se encuentran empeñados en responder a
la petición de nuestro Gobjerno de aumentar su producción algodonera para
proveer de divisas extranjeras a la nación, y, aunque el llamado fue hecho
cuando los prepaartivos de siembra se encontraban en su proceso final, se es-
pera un aumento apreciable en el volumen de Ja cosecha, pese a que, con el
Yaqui, Sonora ocupa el primer lugar como productor algodonero.

Ganadería

Es una industria también importante en Ja reg10n, tanto por el número


de animales que la constituyen, como por la inversión que representa.
El ganado vacuno de engorda forma la porción más importante en cuanto
al número de cabezas, pues en lo que a calidad se refiere, el clima y la aridez
del terreno impiden la cría de ganc1do fino. El criollo viene siendo mejorado
con sementales de razas resistentes a las altas temperaturas ele la zona y a las
sequías.
El ganado lechero ha sido muy mejorado también y cuenta la región con
magníficos ejemplares. La importancia de esta actividad ha propiciado el
establecimiento de dos plantas pasteurizadoras e industrializadoras de los deri-
vados de la leche.
Las especies porcina y caprina forman parte importante de esta ~ndustria
que, para poder desarrollarse ampliamente, requiere de mayores facilidades y
menores costos de transporte, que lentamente están lográndose.

Perspectivas

Suponer que porque el Valle del Y aqui ha alcanzado ya su total desarrollo


en el proceso de apertura de tierras para el cultivo (excepción hecha de las

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HISTORIA DE EL VALLE DEL y AQUI 381

que pudieran incorporarse mediante riego de bombeo, que es muy caro) y


ser su agricultura una de las más avanzadas del país en el aspecto técnico,
haya alcanzado sus máximas posibilidades, es un error. Unicamente ha logrado
la realización de su primera etapa que, circunstancia feliz, es la primaria
dentro de las actividades económicas del hombre. El desarrollo agrícola de la
región se ha realizado totalmente y su consolidación económica se encuentra
muy avanzada, después de haber sufrido los riesgos y consecuencias del es-
fuerzo desmedido y peligroso de hacerlo pronto y a como se pueda, aun com-
prometiendo el patrimonio familiar para la obtención de créditos despropor-
cionados.
Ahora el Valle del Y aqui se encuentra en el proceso de saneamiento eco-
nómico que empieza a manifestarse con la construcción de residencias y edi-
ficios que, para su propio uso o para usufructuar, están haciendo aquellos
agri~ultores que ya cuentan con recursos disponibles; en la inversión que hacen
en negocios ya establecidos o en otros nuevos, o en la creación de industrias
regionales.
Y es la última de las etapas mencionadas (la industrialización) la que
en el Valle del Y aqui ¡;eguirá a la agrícola, abriéndole una nueva y amplia
perspectiva al solucionar muchos de los problemas que han impedido la diver-
sificación de sus cultivos, que creará nuevas fuentes de riqueza y de trabajo
y eliminará los ciclos estacionales de bonanzas y depresiones.
Es verdad que este esfuerzo ya fue intentado muy al principio. apare-
ciendo como iniciadores, según se dio a conocer anteriormente, primero el
colono Bruss y luego don Vicente Mexía, ambos en los campos del Valle:
esfuerzo de industrialización que en el iiaciente Cajeme alcanzó notable des-
arrollo en el decenio de 1935-1945, pero que extinguieron el raquítico mercado
regional, los transportes deficientes y costosos para llegar a otros centros con-
sumidores y las exigencias desorbitadas y en ocasiones absurdas de los obreros,
acabando con la nacientes fábricas y con el deseo de emprender nuevas in-
dustrias.
Los obstáculos señalados y otros más van desapareciendo lentamente.
El sistema de comunicaciones, tanto carretero como ferroviario, ha sido colo-
cado en magnífico estado de eficiencia; las tarifas han venido siendo reducidas
como resultado de las tenaces gestiones de la Cámara Nacional de Comercio
de C. Obregón; Tas relaciones obrero-patronales han mejorado y continuarán
siéndolo como consecuencia de la magnífica actuación que está desarrol1ando
el Centro Patronal del Valle del Y aqui; los salarios, que anteriormente eran
los más elevados de la República (exceptuando a Baja California Norte). han
sido ya alcanzados por el Distrito Federal, Monterrey y otras regiones indus-
triales. La población del noroeste ha aumentado considerablemente fortale-
ciendo cada vez más el mercado regional, y el sistema eléctrico interconectado

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382 CLAUDIO DABDOUB

de Sonora y norte de Sinaloa cuenta ya con una capacidad ele ~cueración de


141,400 kwts. y que son suficientes para las necesidades actuales, pero que
además, será duplicada al concluirse las plantas que se encuentran en cons-
trucción, en previsión del futuro desarrollo industrial de la zona. (La capaci-
dad de generación eléctrica acabada de mencionar, no incluye la multitud
de plantas menores instaladas en la mayoría. de las pequeñas poblaciones del
Estado de Sonora para servicio exclusivo de las necesidades locales.) El si-
guiente cuadro detalla los generadores de energía eléc.trica instalados y por
instalar, destinados a satisfacer los requerimientos industriales de fuerza:

Planta Hidroeléctrica de la Presa Alvaro Obregón ...... . 19,200 K.W.


Planta Termoeléctrica de Ciudad Obregón .............. . 15,000 ,, ,,
Planta Hidroeléctrica de El Mocúzari (en la Presa del mismo
nombre sobre el Río Mayo) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9.600
Planta Termoeléctrica de Guaymas (instalada) .......... . 25.000 " "
Planta Termoeléctrica de Guaymas (terminándose) ...... . 33,000 "" ",,
Planta Termoeléctrica de la Presa Miguel Hidalgo ( del Río
Fuerte, en Sinaloa (instalada) ................... . 39,600
'' "
Total actual 141,400

Planta Hidroeléctrica de "El Novjllo" en construcción. sobre


el Río Y aquí ............................... . 90,000 K.W.
Planta Hidroeléctrica proyectada para agregarse a la actual
de la Presa Miguel Hidalgo, en Sinaloa ............ . 18,800 ,, "
Total con lo proyectado 250,200

En GUanto a las industrias que serían adecuadas para desarrollarse en


el Valle del Yaqui, con fundamento en los requisitos elementales que fstas
requieren para garantizar su estabilidad permanente, tales como proximidad
de fuentes de aprovisionamiento de materia prima, energí~ suficiente y de
costo admisible, comunicaciones suficientes y de bajo precio, etc., las posibi-
lidades son amplísimas, no sólo para las industrias complementarias de las
actuales, sino también para otras nuevas.
Actualmente existen en el Yaqui las siguientes instalaciones industriales;

18 Despepitadoras de algodón.
1 Desborradora.
3 Molinos extractores de aceites.
2 Molinos harineros funcionando ("5", Arrocera, y Harinera del Río
Yaqui, S. A.).
3 Molipos harineros parados (Molinera, Castel o, Harinera del Yaqui).
3 Molinos arroceros funcionando ("65", Arrocera y Harinera del Río
Yaqui, Molinos del Y aqui) .
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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 383

2 Molinos arroceros parados (Molinera, Castelo).


2 Plantas pasteurizad oras de leche (con cremería anexa l de ellas) .
1 Planta secadora de arroz (parada).
5 Embotelladoras de refrescos.
4 Fábricas de hielo.
1 Empacadora de carnes frías.
3 Mezcladoras de Insecticidas Agrícolas.
28 Granjas avícolas (algunas con más de 20,000 animales).
2 Fábricas de Productos Alimenticios para animales.
2 Talleres de Tornos y soldadura ( uno de ellos es el más importante del
Estado y posiblemente de la Costa del Pacífico, con $ 3.000,000.00 de
capital).
1 Fábrica de cerveza.
l Fábrica de anihidro carbónico.

Además de una gran cantidad de industrias medianas y pequeñas, como


1 fábrica de colchones, 1 de productos de lámina, talleres de tornos
para rectificación de motores, vulcanizadoras, fábricas de persianas,
etcétera, etcétera.

Quienes opinan que el Valle del Yaqui no es zona adecuada para su


industrialización en consideración al reducido número de habitantes de la
misma, a la suposición de que una zona netamente agrícola no es apropiada
para el establecimiento de industrias como pudieran serlo las regiones mineras,
los centros de comunicaciones ferroviarias o los de grandes concentraciones
humanas, seguramente que han hecho caso omiso de la circunstancia de que
el Valle del Yaqui, corno gran productor de materias primas alimenticias e
industriales, es precisamente el que mayores seguridades y atractivos ofrece
para constiturse en centro industrial estable e importante.
Sus 250,000 toneladas de trigo, 150,000 de algodón en pluma, 50,000 de
maíz, 15,000 de alfalfa y las que empieza a dar de oleaginosas, ( que por los
resultados obtenidos y las perspectivas de consumo y precio que se han mani-
festado, indudablemente que incrementarán su producción), son artículos que
deben y serán procesados y transformados en sus propias fuentes de origen,
para ser enviados al mercado convertidos en harinas, galletas, pastas, pan,
aceites y grasas, telas, etc., en vez de ·embarcar materias primas para su
industrialización. Para su cabal beneficio el algodón requiere, además de des•
pepitadoras, molinos extractores de aceites, refinadoras para hacerlos comes-
tibles; fábricas textiles, fábricas" de ropa (particularmente para obreros y cam-
pesinos), fábricas de productos alimenticios para ganado; el maíz requiere
de fábricas de harinas, de mieles y otros productos; de las oleaginosas son
producidos el aceite y grasas comestibles, pinturas, lubricantes, etc., industrias
de transformación que podrían establecerse ventajosamente en la localidad;
una fábrica de celuosa y otra de cartón corrugado tendrán pronto que ser

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384 CLAUDIO DABDOUB

una realidad en el Valle, pues es inconcebible que año por año se les prenda
un fósforo a alrededor de 300,000 toneladas de paja de trigo cunado la in-
dustria nacional está requiriendo estas materias primas para su desenvolvi-
miento. La misma industrialización propicia su desarrollo, pues al amparo
de unas industrias se establecen otras menores, pero complementarias.
En tanto que los proyectos grandes no se realizan, generalmente son to-
mados como elucubraciones mentales y seguramente que así será recibida eata
larga exposición; pero el autor considera que existen razones fundamentales
para que la industrialización del Valle del Yaqui adquiera muy pronto un
desarrollo que hará del Sur de Sonora. un centro manufacturero de gran
magnitud.
. La lejanía e incomunicación en que el Estado de Sonora permaneció hasta
recientemente,· le fue muy favorable en muchos aspectos; pero perjudicial
en otros.
Los obstáculos de comunicaciones insuficientes y costosas leQ.tamente están
siendo salvados, pero como por un sino adverso o como si tratárase de probar
el carácter del sonorense, el mismo gobierno federal le tiene actualmente levan-
tada una barrera casi infranqueable a su industria básica, primaria, que
debiera ser la más fuerte y característica de la Entidad: la Industria Harinera.
El Estado de Sonora está produciendo el 50% del total nacional de trigo;
en cambio, del Distrito Federal podría decirse, exagerando, que no conoce las
espigas de esta gramínea y, sin embargo, en él se encuentrá el grueso de la
industria del trigo, dándose el caso absurdo de que de Sonora se envíe la
materia prima a lo largo de 2,000 kilómetros, para que luego nos sea devuelta,
procesada en harinas, pastas, galletas ·y pan, después de pagar fletes de ida
y de regreso y, más absurdo aún, ahogando a la industria harinera sonorense
(en la relación de industrias, se habrá observado cuántos molinos trabajan
y cuántos han sido clausurados en Cajeme, situación que refleja fielmente la
de todo el Estado) . Este absurdo es posible porque a los molinos del Distrito
Federal les paga la antigua CEIMSA parte de los fletes del transporte del trigo,
y luego subsidia con $ 50.0Ó cada tonelada entregada a las panaderías, po•
niendo, en estas condiciones, en situación desventajosa a los molineros sonorenses.
Pero como esto es contrario a toda ley económica y a todo principio
industrial, la situación descrita no podrá perdurar mucho tiempo.

Bosquejo sodológico

En cuanto al aspecto sociológico, la población del Valle constituye un


conjunto humano diferente al resto del Estado, que aunque muestra las carac-
terísticas sonorenses en grado mínimo, constituye una cuña separadora entre
Sonora y el sur de la República en cuanto a idiosincracias. Entrando por el

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 385

sur, en el Mayo se observa un ligero cambio del estilo de las poblaciones del sur,
de sus costumbres y maneras de ser, modificadas por ]a influencia sonorense~
En Ciudad Obregón, no existe claramente definido ni _un ambiente ni otro,
sino un tercero con influencia de los otros dos; pero, sin embargo, de carac-
terísticas muy propias.
Esto como consecuencia de ser una región enteramente nueva, poblada
con gentes venidas de todas partes del país y también de distintas nacionea_
con un porcentaje muy bajo de habitantes nácidos en el Valle, los que, desde
luego, todavía son· muy jóvenes. Esos hombres han venido con el objeto
único de trabajar para desprenderse _de su pobreza y forjarse un porvenir ri-
sueño. Ni vínculos de sangre, ni relaciones de familia ni viejas amistades
obligan a unos con otros; nada, excepto el objetivo ya dicho. Cada uno trae
sus propios problemas, sus herencias étnicas, sus costumbres y sus conceptos
y entran al Valle del Y aqui a constituir un conglomerado humano diferente
al del Estado y al de ]a República, para formar la materia prima de genera-
ciones nuevas con características singulares.
• El hecho de haber abandonado su medio de vida, bueno •o malo, pero ya
conocido, su ambiente, su tierra y, por lo general, su fami]ia, para aventurarse
a tierras lejanas y por completo desconocidas, dejando buenos climas para
sufrir e] rigor de los ardientes soles de Sonora que elevan !as temperaturas
hasta 115 grados F. (42°C), en un afán de cambiar su propio destino, revela
un carácter ambicioso, luchador y resuelto, comparable al de los admirables
conquistadores de otras épocas y que, por lo mismo, constituyen una clase
de hombres seleccionados, en cuanto a su carácter.
De donde ha resultado una sociedad aún no integrada y juzgada, frecuen-
temente, como insensible, en cierta forma' egoísta y un tanto en,¡anecida por
el éxito, que produce a los recién avecindados en la región una sensación de
rechazo carente de simpatía. En realidad, es una sociedad constituida por
individuos luchadores, agresivos, confiados en sus capacidades, tesoneros y
muy emprendedores que, en un momento dado, desconciertan a los foráneos
con sus gestos de comprensión humana y generosidad; hombres que, .una
vez conocidos a fondo, resultan, desvirtuando el primer juicio que de ellos
pudo haberse formado, nobles, confiados y serviciales. Demostraciones de estas
cualidades se ven, no solamente en forma de actos individuales, sino también
colectiv'ls, y gracias a esto existen en la ciudad el Cuartel de Bomberos, la
Cruz Roja y su edificio; el Hospital Civil, el' lnstiuto Tecnológico, el Instituto
La Salie, el Progreso y otras instituciones de servicio creadas por iniciativa
y esfuerzo privado, y ha podido la Junta de Mejoramiento Mora), Cívico y
Material realizar su extraordinaria labor.
Es necesario saber y comprender lo anterior, para aceptar que, después
de unas pocas más de generaciones, el Valle del Yaquí presentará a la Re-

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386 CLAUDIO DABDOUB

pública un nuevo tipo de mexicano cuya actuación destacará en el país cada


vez más acentuadamente.
Sobreponiéndose al clima, al aislamiento, a las carencias y al peligro de
los ataques de la indómita tribu Yaqui, ha transformado el desértico suelo del
Valle en el emporio agrícola más importante y organizado <le la República
y en centro de estudio y experimentación, cuyas experiencias son, muy fre-
cuentemente, extendidas a otras regiones del país.
Aunque el Valle del Yaqui ha sido un producto genuino de la iniciativa
privada, el Gobierno Federal ha tomado gran -interés en ayudar y estimular
su desenvolvimiento seguro de que sus inversiones encuentran comprensión y
respuesta pronta.
La destacada presencia del Valle del Yaqui dentro del acelerado progreso
nacional, la evolución que se está operando en el norte de Sinaloa, la exis-
tencia del Valle de Mexicali, la de La Laguna, Matamoros, etc., aunados al
también extraordinario ejemplo, en el aspecto industrial, de Monterrey, de
Guadalajara, del Estado de México, de la ciudad de Tijuana, nos llevan a la
convicción de que nuestra patria sí tiene futuro, de que los mexicanos debemos
tener confianza en ella y entregarnos al trabajo atenidos a nuestro propio
esfuerzo, sin detenernos a esperar que los bienes se nos den, ni distraernos
con ideas utópicas o demagógicas.
Expresión viva de estos conceptos es el Valle del Y aqui, un presente, una
realización del México futuro que los mexicanos optimistas estamos mode-
lando para entregarlo a nuestros hijos y que les harán exclamar con orgullo:
¡yo soy mexicano!

¡VALLE DEL YAQUI, ESTAS FORJANDO UNA PATRIA MEJOR!

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 387

CANTO AL VALLE DEL YAQUI

Por el Prof. y periodista


Bartolomé Delgado de León

Habrá que cantarte así


para sentirte más mío:
como angustia de rocío
que sueña hacerse rubí
como voz de frenesí
que se agita y se agiganta;
como ansiedad que se planta
en lo más hondo del ser
para aspirar a tener
el verbo y la voz que canta.

Te siento tan fiel, tan niño,


tan hondo y tan verdadero,
que fluyo con tu venero
y vivo de tu cariño.
Sobre tu alfombra de armiño
jugando con esmeraldas,
voy recogiendo las gualdas
de tus crepúsculos de oro
y me acaricia el tesoro
que juega con tus espaldas.

Me yergo en tu corazón
para meterme en tus venas;
un signo de admiración.
El eco de tu canción
me va cuajando en el pecho
y tras el solo derecho
de entregarme porque sí,
me voy acercando a ti,
sobre' un tapiz de barbecho.

Garzas de plata regalas


jugando sobre la espuma;
rompes a veces la bruma
para levantar las alas

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388 CLAUDIO DABDOUB

y en el perfume que exhalas


hay ansiedad de vivir.
¿ Cómo poder describir
tu voz metálica y fuerte
si el empezar a tenerte
es empezar a sentir?

Te quiero, Valle del Yaqui,


por mío; porque tu nombre
se dice con voz de hombre
¡y porque vistes de "kaki"!
¡Porque lloras con los yaquis
que en tus entrañas, de hinojos,
plantaron claveles rojos
de tu sangre sin añil ! ! !
¡te-quiero, porque en abril
lloras trigo por los ojos!

Porque ante la dicha ciega


del que te pide y te toca,
quisieras llenar la boca
de los humildes que llegan
¡y de los niños que juegan
con tu tierra . . . y nada más!
Porque en el indio te das
aunque sin agua ni avío;
¡porque te siento más mío
si más dividido estás!

Valle del Y aqui : te quiero


porque eres granos de trigo ;
las luces de mi lucero;
porque en cada mesa espero
tu presencia de milagro,
y porque al verte consagro
el plan de todos los días,
y porque siento más mías
las angustias de tu agro.

Te quiero porque en tu seno


crece el impulso que grita;

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 389

porque en tu seno se agita


la novedad del estreno ;
porque en el vórtice lleno
de un progreso que se canta,
surgen al pie de tu planta
casas, industrias y sueños,
y porque brotan ensueños
y un despertar se levanta.

Te quiero por tu ciudad;


por esta ciudad sin cuna
que tiene mucho de luna
y poco de antigüedad
Porque en su loca ansiedad
de vestirse de etiqueta,
enarbola la piqueta
y en sus raíces modernas
se pone a 1ucir las piernas
para engañar al poeta

Por tu Cajeme ardorosa


que se nutre de esperanza;
por el placer que se alcanza
en ataviarfl.e de rosas,
y porque en sus yarias cosas
de ilusión y de porfía,
olvida que hay noche y día
para vivir en la luz,
¡aunque la ingenua testuz
reviente de fantasía!

Valle del Yaqui; te quiero


porque eres tú, siempre igual;
porque en tu ser desigual
-millonario y sin dinero-
te truecas en mensajero
del que tiene y del que espera.
¡Porque en tu loca quimera
de darlo todo, sin ver,
eres la esencia del ser
y anuncio de primavera!

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390 CLAUDIO DABDOUB

Te sientan tan fiel, tan niño,


tan hondo y tan verdadero,
que fluyo con tu venero
y vivo de tu cariño.
Sobre tu alfombra de armiño,
jugando con esmeraldas,
voy recogiendo las gualdas
de tus crepúsculos de oro,
y me acaricia el tesoro
que juega con tus esp~das.

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 391

APENDICE

No. 1

RUTA PROBABLE DE ALVAR NUREZ CABEZA DE VACA


Y COMPAiqEROS

Todos los historiadores que se han referido a estos náufragos están de acuer-
do en que, desde las playas de la Florida, atravesaron el continente americano has-
ta las costas del Océano Pacífico. Difieren respecto a la ruta seguida y la zona del
Pacífico a donde vinieron a salir.
Estudiando la relación dejada por e.l propio Cabeza de Vaca ("Triunfos de Nues-
tra Santa Fe ... ", del padre Andrés Pérez de Ribas, Tomo l, agregada entre la
portada y el principio de la obra. puede establecerse como seguro que desembarca-
ron en Tampa, Florida, cuya bahía y terreno coinciden en sus característioas con
las descripciones de Cabeza de Vaca ( además de que en dicho puerto existe una gran pla-
ca afirmando esta suposición), y que por tierra siguieron la costa del Golfo de México.
a veces internándose tierra adentro. hasta el río Alahama y que, después de cruzarlo,
bajaron a la desembocadura del mismo, en donde el capitán Pánfi,}o de Narváez, Cabe-za de
Vaca y más de 200 compañeros construyeron cinco pequeños veleros con madera
de los árboles del bosque: hicieron cuerdas y jarcias con las crines y colas de sus ca-
ballos y, con sus ropas, las velas. A este lugar le pusieron Bahía de Cahal·los, segu-
ramente porque en ella se comieron los que les quedaban ( Pág. 22, oh. cit.) En sus
cinco embarcaciones se hicieron a la mar tratando de seguir próximos a las costas.
Después de 40 días de navegación pasaron frente a la desembocadura de un río muy cau-
dailoso, probablemente el Mississipí. del que se ahastecieron de agua dulce. (Pág. 25
oh. cit.) Una fuerte y prolongada tormenta dispersó las embarcaciones, de las que uni-
camente dos pudieron volver a reunirse: pero que luego fueron nuevamente dispersa-
das por otra tormenta, quedando solos Cabeza de Vaca y compañero de bote. Estos lo-
graron tomar tierra en una isla ( muy probablemente la de Galveston) que bautizaron con el
nombre de Mal Hado y por cuyos nativos supieron de otros españoles que se encon-
traban cerca, siendo éstos 1loscapitan~s Andrés Dorantes y Alonso del CastiJlo con sus com-
pañeros de barco. (Pág. 30. oh. cit.)
Imposibilitado de continuar por hahers~ enfermado, Cabeza de Vaca fue deja-
do en la isla por sus compañeros, de donde logró escapar a tierra firme después de
un año de cautiverio y se convirtió en mercader, proporcionándoles hierbas, con-
chas y otros artículos a 1Jastribus del lugar casi durante seis años más, en su afán de conse-
guir que otro de los náufragos, Lope de Oviedo, que se encontraba en poder de los na-
tivos de una isla próxima, pudiera escapar con él, cosa que al fin lograron, habiendo
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392 CLAUDIO DABDOUB

cruzado, en su huí da, UN ANCON Y CUATRO RIOS QUE HA Y POR LA COSTA.


( Pág. 34, oh. cit.)
Encontrándose con una tribu tras otra, Alvar Núñez supo que otros tres hom-
bres como él se eRcontraban en poder de unos indígenas. Estos compañeros de
naufragio resultaron ser los mismos que había encontrado en la Isla de Mal Hado: ca-
pitanes Andrés Dorantes, Alonso del Castillo y el Negro Estebanico, con quienes logró en-
trevistarse y ponerse de acuerdo para huir. Para entrar en contacto con estos compa-
triotas aprovechó el consejo de un indígena amigo suyo que le dijo que esperara a
que las tribus regionales se vinieran a un lugar próximo a donde estaba Cabeza de Vaca,
a recoger las nueces que se daban en abundancia a la vera del río.
Por más que ~a ruta seguida por estos náufragos y puntos tocados por ellos no
fuera precisamente la descrita (la comprobación evidente no es muy fácil), puede afir-
marse que, salvo la identificación de lugares,, ésta fue la trayectoria recorrida por nues-
tro personaje y sus compañeros, resultando casi indiscutible que, hasta el punto a que es-
te relato ha llegado, los náufragos deben haberse cnwntrado en la zona de
Corpus Christi.
Para da identificación de esta reg1on, Alvar Núñez proporciona datos preciosos al de-
cir que en su huí da con Lope de Vega de la isla de Mal Hado ( que se supone sea Gal•
veston), cruzaron un ancón (estero) y cuatro ríos, para enseguida agregar otro mag-
nífico dato: la llegada de los indígenas en busca de nueces.
Los cuatro ríos no pueden ser otros, de norte a sur, ( después de Galveston)
que el Brazos, el Colorado, el formado por los ríos Guadalupe y San Antonio ( unidos
poco antes de llegar al Golfo de México) y el Nueces, que desemboca en Corpus
Christi. Indudablemente que el Nueces debe su nombre a la zona que atraviesa, carac·
terizada por ser productora de nueces, en el sur de Texas.
Estos mismos cuatro ríos fueron cruzados también por Alonso del Castilllo, An-
drés Dorantes y el Negro Estebanico rnando Cabeza de Vaca supo de ellos y pro-
curó reunírseles.
Puestos de acuerdo y llegado el momento oportuno, estos hombres escaparon, pro•
curando alejarse de la costa por considerar que sus nativos eran más salvajes y
crueles que los de tierra adentro. Lope de Oviedo optó por regresar con sus antiguos cap-
tores por temor a recibir peores tratos.
De tribu en tribu y después de muchas jornadas, convertido Cabeza de Vaca en cu•
randero, pasaron un río muy ancho (como el de Sevilla, die.e Alvar Núñez) que
llevaba mucha agua, que les llegaba hasra ilos pechos, río que la mayoría de los histo-
riadores identifican como el Bravo, suponiéndose que el cruce lo hayan hecho a la al-
tura de la actual ciudad de Reynosa. Tamps. Algunos días después empezaron a
ver sierras que parecían venir DEL MAR DEL NORTE, hacia las que se encaminaron,
río arriba, hasta llegar a sus faldas, por las que continuaron más de cincuenta
leguas tierra adentro hasta Negar a un pueblo en donde Jes obsequiaron una pieza de co-
bre en la que aparecía modelado un rostro. Poco antes les habían obsequiado también,
en otro poblado, unas taleguillas de plata, además ce que, desde que cruzaron el río
que se supone haya sido el Bravo, todos los indígenas que encontraban les daban ca-
labazas que traía el río. Habían entrado a una región menos miserable que toda la cono-
cida anteriormente y en la que abundaban los metales. Del lugar en que les dieron
la pieza de cobre, que según los nativos la habían traído del norte, en donde abun-
daba este metal. cruzaron una sierra de siete legua::; cuyas piedras eran escorias de hie-
,.ro y llegaron a otro pob!lado asentado a la ribera de un río ~uy hermoso, en donde
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HISTORIA DE EL VALLE DEL y AQUI 393

fueron obsequiados con taleguillas de margarita, alcohol molido (sulfuro de plomo usa-
do por los indígenas para pintarse), cuentas y MANTAS DE VASA (BISONTES).
Había tunas, piñones y pinos chicos, de donde puede obtenerse la conclusión de que
se encontraban en una región que, aunque árida y con clima semi-cálido ([as tunas).
era elevada y montañosa (piñones y pinos), y puesto que el mismo Alvar Núñez
dice que caminaron TIERRA ADENTRO, HACTA LAS MONTA~AS y que en una
porción del recorrido caminaron RIO ARRIBA (acababan de cruzar el que fundada-
mente su supone el Bravo), parece indudable que se encontraban ya en la actual Me-
seta Central Mexicana, entre Chihuahua. Coahuila y Nuevo México. El HERMOSO
RIO mencionado puede haber sido el Conchos, o el mismo Bravo al sur de Presi-
dio, en donde existe el Big Bend National Park. Por la existencia de cueros de Bi-
sonte ( comúnmente llamados búfalos), debe ser ésta una región del Norte de México
(límite actual), próxima a las visitadas por estos animales.
Del poblado asentado en las riberas del MUY HERMOSO RIO en adelante, los
datos son por completo indefinidos. pues la relación carece de rumbos, de ríos
que por sus características permitan buscar su identificación y aun de distancias o tiem-
pos de recorridos. No obstante y a pesar de lo problemático de fijar los puntos visi-
tados por los náufragos que nos ocupan, los historiadores que han estudiado este caso coin-
ciden en el hecho de que Cabeza de Vaca y sus compañeros llegaron a la meseta centra[
mexicana próxima a la actual frontera con Estados Unidos de Norteamérica, y es de aquí
en adelante en donde aparecen las divergencias sobre la ruta que los caminantes si-
guieron hasta llegar a,I Pacífico.
En tanto que unos sostienen que éstos cruzaron los desiertos de Chihuahua ha-
cia el Poniente y cra Sierra Madre a la altura de los límites de Sonora con Sina-
loa hasta llegar al río Fuerte. otros opinan que lo hicieron más al norte y que en-
traron a Sonora por el sur de Arizona. siguiendo ese rumbo hasta Ures, al que atribuyen
ser el Pueblo de Corazones, para continuar hasta el río Fuerte después de atravesar
el río Yaqui.
Fijando Rumbos.-Del "Río Hermo!'io" si&1,1ieron"por tantas suertes de gentes y
de tan diversas lenguas, que no basta memoria a poderfas contar ... ", lo cual quiere decir
que caminaron muchísimo; pero, como se dijo antes, sin dar rumbos ni mayores da-
tos de identificación, excepto cuando dice: "E yendo con éstos Oos indígenas que
los acompañaban PASAMOS UN GRAN RIO, que VENIA DEL NORTE; y pasados unos
LLANOS DE TREINTA LEGUAS, hallamos mucha gente que LE.TOS DE ALU venía a
recebirnos".
No habiendo en todo el norte del altiplano mexicano más río de importan-
cia que el Conchos y que éste corre con rumbo sur-norte, parece que no queda
otra conclusión que dar por hecho que el río a que se refiere Cabeza de Vaca
"QUE VENIA DEL NORTE", es el Bravo, o sea que había caminado hacia el Norte.
En apoyo de la suposición de que hayan caminado con este rumbo, hay las
circunstancias de que. poco antes de cruzar la SIERRA DE SIETE LEGUAS, en el
pueblo en que les dieron fa pieza de cobre fundido con la figura de un rostro (obra cit.
Pág. 56), al preguntarles ellos a los indios que si de donde lo habían traído, ésto!'
dijeron "QUE LO RABIAN HABIDO DE OTROS SUS VECINOS. . .QUE LO HA-
BIAN TRAIDO DE HACIA EL NORTE. Y QUE ALU HABIA MUCHO."
Caminaron mucho por valles extensos y áridos, pasando de unas tribus a otras,
en cuya peregrinac1on pasaron "Un gran río, que venía del Norte ... ", lo que parece
confirmar que ellos caminaban en sentido opuesto, es decir, del sur.

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394 CLAUDIO DABDOUB

Las ponderaciones que los indios hacían de las regiones del Norte y el haber cru-
zado Alvar Núñez y c-0mpañeros un río que venía . del Norte, y que se supone haya
sido el Bravo, aguas abajo 9el actual Ciudad Juárez, hacen coincidir a varios histo-
riadores sobre esta supuesta ruta.
Continúa Cabeza de Vaca relatando que los indios que de lejos habían veni-
do a recibirlos, •los "GUIARON POR MAS DE CINCUENTA LEGUAS DE DESPO-
BLADO DE MUY ASPERAS SIERRAS, y por ser TAN SECAS NO HABIA CAZA
EN ELLAS. y por esto pasarnos mucha hambre, y al cabo un río muy grande (se
supone que el mismo río Bravo, aguas arriba de la vez anterior), que el agua nos
daba hasta los pechos; y desde aquí nos comenzó mucha de la gente que traíamos
a adoo.escer DE LA MUCHA HAMBRE Y TRABAJO QUE por aquellas sierras habían
pasado, que por EXTREMO ERAN AGRAS Y TRABAJOSAS". (Obra cit .. Pág. 58).
¿No es una descripción en extremo semejante a la correspondiente a la de la región
montañosa de Nuevo Méx(co y Arizona? Sin embargo, nada puede asegurarse, ni me-
nos con respecto al río muy grande que dicen haber pasado.
Después pasaron por unos Hanos al cabo de las sierras, en donde los recibie-
ron otros indígenas que venían de "MUY LEJOS DE ALLI."
A éstos últimos, los castellanos les dijeron que querían ir A LA PUESTA DEL SOL,
lo que demuestra que no caminaban hacia el Poniente, y tal vez sí al Norte, como
se ha venido suponiendo en este estudio.
Los indígenas se negaron a llevarlos al Poniente. diciéndoles que aa gente esta-
ba muy lejos y que eran sus enemigos; sin embargo los "blancos" consiguieron
que los indios mandaran a una mujer de su tribu y a una cautiva a buscar a las gen•
tes del Poniente para que vinieran a recibir a los hombres blancos, y éstos 4as siguie-
ron, para luego esperarlas en determinado lugar. Como transcurrieran cinco días sin que
regresaran las mensajeras, los castellanos pidieron a los indios que los llevaran hacia
el Norte, pero tampoco quisieron. Fin~mente, llegaron las mujeres diciendo que ha•
bían encontrado muy poca gente porque ésta se había ido "a las vacas" (bisontes).
Sin embargo, ante el empeño de Alvar Núñez, guiados por las dos mujeres, anduvieron tres
jornadas hacia el Poniente, al cabo de las cuales los españoles y sus acompañantes in-
dígenas se detuvieron. Al día siguiente continuaron adelante Alonso del Castino, el Negro
Estebanico y las guías hasta un río que cotTÍa entre unas sierras, en donde había un
pueblo. De aquí Ailonso del Castillo se regresó con seis indígenas, en tanto que Es-
tebanico quedaba esperándolos junto con los nativos del poblado a que acababan de
filegar. En este último pueblo encontraron casas de asiento, calabazas, frijoles y maíz,
así como mantas de "vacas".
Desde este pueblo en adelante las características continuaron siendo las mismas
en cuanto a las construcciones, abundancia de comida, de cueros de vacas, así
como las de los indígenas, de quienes dice Cabeza de Vaca: "Es la gente de mejo-
res cuerpos que vimos, y de mayor viveza y habilidad y que mejor nos entendían y res·
pondían en fo que preguntábamos; y llamárnoslos de las Vacas, porque la mayor par•
te que de ellas mueren es cerca de allí; y porque aquel río arriba MAS DE CINCUENTA
LEGUAS,van matando muchas de ellas. Esta gente andan del todo desnudos, a la ma•
nera de los primeros que hallamos. Las mujeres andan cubiertas con unos cueros de ve-
nados, y algunos pocos de hombres, señaladamente los que son viejos, que no sirven
para fa guerra."
Hay historiadores que suponen que este río y estos indígenas son los del Ya-
qui; ~ros los del río Sonora, y ha habido quien afirme que se trata de un río y
tribu dti norte de Sinaloa. Sin embargo, al autor de esta obra le parece que, des-

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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 395

pués del GRAN RIO QUE VIENE DEL NORTE, a que se refirió Cabeza de Vaca,
después de haber estado en el "Muy Hermoso" que supusimos fuera el Conchos o el
Bravo, entre Chihuahua y Coahuila, este otro de las Vacas viene a ser el eslabón
de unión entre la ruta hasta el altiplano mexicano, y la porción final de ,la misma.
Este río llamado de las Vacas por Alvar N úñez tiene caracttnst1cas que c.oinciden
en mucho con uno muy importante de Estados U11idus Jel Norte, el río Coforado;
características tales como las siguientes:
Longitud: A partir del punto en que se encontraba Cabeza de Vaca cuando hace
el relato del río que se trata de identificar, de sus gentes y de la determinación
que tomó respecto ail rumbo a seguir, dice que el río lo llamaron de las Vacas porque
la mayor parte de dlas mueren "cerca de allí", y porque río arriba van matando
muchas de ellas MAS DE CINCUENTA LEGUAS. Al decir que mueren cerca
de allí, y que son MAS de 50 leguas, quiere decir que del pueblo en que se encon-
traba hacia el norte, el río tiene más de 220 Kmts. (sin saber en donde nace).
Después dice, como se verá más adelante, que de ese mismo punto de partida ha;;.
ta donde ellos siguieron el río, que fue río abajo, anduvieron 17 jornadas.
Por ser terreno escabroso cabe considerar que taJl vez no caminaban las 7 leguas
diarias estimadas como normales para un infante, sino 6, lo que equivaldría a 102 le-
guas, o sean 450 Kmts., al cabo de las cuales cruzaron el río (lo cual quiere decir
que éste n.o había terminado). Estas estimaciones de distancias dan un total "mínimo"
de 670 kilómetros de longitud parcial del río. Sumando eil recorrido del Yaqui desdo
su desembocadura y del Bavispe hacia su extremo norte, difícilmente dan un total de 800
Kmts. Los demás ríos sonorenscs son más cortos; en cambio, el Colorado tiene un curso
de 2,500 Kmts.
Dirección: El río Colorado sigue, a partir de su nac1m1ento, un curso general
de noreste a suroeste hasta el Gran Cañón; de aquí a la Presa Hoover, dirección po-
niente, y de esta Presa a su desembocadura, dirección sur.
Particularidad: Su curso río arriba lllevaba a la región de las Vacas (bisontes).
pues el río nace próximo a la frontera de EE. UU. con Canadá, al sur del Mis-
souri. Los bisontes (comúnmente llamados búfalos), se extendían desde el lago "Great
Slave", en el noroeste del Canadá, hasta el Sureste de Nuevo México y Norte de
Florida; pero con mayor abundancia en las Grandes Praderas del centro-norte de EE. UU.
y a lo largo del _Missouri. Subiendo el Colorado se llegaba a la región de los Búfalos.
A partir de la región noroeste de Arizona, en donde st:: t'lncuentra el Gran Cañón, hasta
Ua desembocadura del Colorado, todo el curso de éste es árido y caliente, por lo que sus
indígenas andaban desnudos.
Fijación de Puntos: El pueblo tomado como punto de partida para el !'sturlio
de las características del río ( en el que se encontraba Cabeza de Vaca) puede ser
aguas arriba de la Presa Hoover, de la que hasta Yuma, Arizona, puede estimarse
un curso de 450 kilómetros. En Yuma pudo haber sido en donde Cabeza de Vaca
y compañeros cruzaron el río, después de las 17 jornadas recorridas. Después de ellas,
o sea en Yuma, dice que vio la mar del Sur. que se supone haya sido el Golfo de
Cortés.
Después de las primeras 17 jornadas a lo largo del río y de cruzar éste, y de ver
la mar del Sur, siguieron otras 17 por llanos y entre unas sierras muy grandes, en-
contrando gente que no comía sino polvo de paja, es decir. que no tenía que comer.
Este último trayecto hace suponer que fue a través del desierto de Altar. Más adelante
de su relación ( Pág. 63), C. de Vaca vuelve a describir a estas gentes y dice: "la
costa no tiene maíz, y comen polvo de bledo y de paja y de pescado que toman en

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396 CLAUDIO DABDOUB

la mar con balsas. Las mujeres cubren sus vergüenzas con yerba y paj,a. Es gente
muy opaca y triste". ¡ Como si describiera a los seris !
( Ultimo dato de identificación del Colorado.-Para llegar al centro de Sonora,
1
C. de Vaca y sus comp añeros anduvieron 17 jornadas (más de 450 kmts). después
de haber dejado el río, sin haber encontrado otro intermedio. Esto solamente pudo
haber sido del Yaqui hacia el norte, ya que para el sur sigue inmediatamente el Mayo
y después los muchos de Sinaloa. Para el norte hay el Sonora y el Asunción ( éste en
pleno desierto de Ailtar); pero ninguno de los dos lleva sus aguas al mar, pues éstas
se pierden en las arenas del desierto mucho antes de llegar al mar.
Finalmente, llegaron a unas casas de asiento, donde había mucho maíz, calabazas,
frijoles y mantas; poblado que, como se dice en el texto principal de esta obra;
ya debe haberse encontrado en Sonora y que llamaron Pueblo de Corazones.

APENDICE
No. 2

PROVINCIA DE OSTIMURI

Referencia No. 1 En 1630, el Alcalde Mayor de la Provincia de Sinaloa, capi-


pitán don Pedro de Perea, descubrió el mineral que se lUamó
de San Ildefonso de Ostimuri. Ell capitán Perea abrió un ca-
mino que cortaba la Sierra Madre, desde el citado mineral hasta
San José del Parral, en la Vizcaya, pasando por los pueblos de
Arivechi y Sahuaripa. A causa de la rebelión de los tarahu-
maras, en 1653. toda esta región se despobló por completo.
(R. Acosta Pág. 71).
Referencia No. 2 Cuando en 1640 don Pedro de Perea obtuvo autorización deil Vi-
rrey, Duque de Escalona, de erigir una nueva Gobernación con el
nombre de Nueva Andalucía, lo hizo con las Provincias de So-
nora y Ostimuri, independizándolas de la Nueva Vizcaya. Se de-
signó como Ostimuri al territorio comprendido desde la margen
derecha del río Fuerte, hasta el Yaqui, que era el límite sur
de la de Sonora. Esta gobernación fue disuelta a fa muerte del ca-
pitán Perea, acaecida en 1644, por razones económicas, pues el
intento fue prematuro. Como consecuencia, la región volvió a de-
pender de la Nueva Vizcaya. a cargo de Alcaldes Mayores. ( Cal-
vo, Págs. 82 y 96) .
Referencia No. 3 El historiador don Francisco R. Almada, en su "Diccionario
de Historia, Geografía y Biografías Sonorenses", nos ofrece una
versión diferente, fijando el descubrimiento del Real de San
Ildefonso de Ostimuri en fecha posterior a ~a mencfonada por
don Roberto Acosta: y dice en la Pág. 543:
Referencia No. 4 "OSTIMURI" (Provincia de)... Tuvo su origen en el Minera]
de San Ildefonso de Ostimuri, descubierto en 1673 por don do-
mingo de la Paz y el Alférez Pedro Coronado. A continuación
se encauzaron trabajos mineros en La Barranca, Cahorotí, La
Soledad y San Ignacio, cobrando importancia la región. . . A par-
tir de 1676 se proveyó al Mineral de San Ildefonso de Ostimuri
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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 397

de un Justicia Mayor, independiente de las Provincias de Sonora


y de Sinaloa, y se ae llamó también Provincia de Gentiles ...
Referencia No. 5 En 1687 se nombró Justicia Mayor a don Juan Francisco de
de Goyeneche y se amplió la jurisdicción comprendiendo además
los pueblos de Onavas. Tónichi, Tacupeto, Movas, Santa Ana y
San Nicolás, inclusive los lugares de la cordillera del río Yaqui
al sur y el Vaille de Cerdos. En el despacho de 8 de marzo de
1961 el Gobernador de la Nueva Vizcaya, don Juan Isidro de Par-
diñas nombró por primer Alcalde Mayor de la Provincia de Os-
timuri al general Marcos Fernández de Castañeda ...
Referencia No. 6 Un nuevo acuerdo dictado por el Gobernador Fernández de Cór-
dova el 9 de f"nero de 1706 nombró Alcalde Mayor a don
Fernando d-e Bustamante y extendió su jurisdicción hasta la ri•
bera derecha: del río Mayo.
Referencia No. 7 Aunque el reglamento de Intendencias de 4 de diciembre de 1786
no la tomó en cuenta, considerándola como una parte de Sinaloa
(indudablemente el señor Almada se refiere a la Provincia de
Ostimuri), conservaron el principio de separación y en 1822 los
habitantes de Ostimuri se negaron a reconocer la jurisdicción de
Sinaloa, alegando que pertenecían a Sonora. En 1825 la región
se consideró como un Partidc del Departamento de Horcasitas
con el nombre de Ostimuri, en 1834 ei1 Municipio de Macoyahui,
comprendiendo hasta Movas y Río Chico, pasó al Partido de
Alamos, y tres años más tarde la parte restante de la antigua
Provincia de Ostimuri tomó el nombre de Partido de Sahuaripa
que ha prevalecido hasta la fecha".
Complementando estas descripciones escritas sobre la Provin•
cia de Ostimuri, existen las gráficas, entre ellas las contenidas en
los siguientes mapas:
Referencia No. 8 El formado· por el P. K{no en 1702. con modificaciones hasta el
año de 1751, del cual se anexa una copia en el 2o. tomo de la
obra "Noticia de la California", del P. Miguel Venegas, publicada
en 1944 por Editorial Layac, que incluye la península de Baja Ca•
lifornia, las Provincias de Sonora y Ostimuri, y parte Norte de
la de Sinaloa Oo correspondiente a Sonora, incompleto en el ex-
tremo Oriente). En este mapa, el nombre "Provincia de Ostimuri"
principia casi desde la costa, entre los ríos Yaqui y Mayo, pero
un par de líneas punteadas, formando un paralruogramo, marcan
los límites de la Provincia. La línea Norte principia a:1norte del
puebllo Yaqui de Belem, se extiende hacia el noreste sobre la
margen derecha del río Y aqui e incluye, además de Beiem, a
Pueblo de Alamos, Nácori y Mátape.
La línea Sur principia en la desembocadura del Mayo, margen
derecha, la sigue hacia el noreste, y deja fuera. como correspon-
dientes a la Provincia de Sinaloa, todos los pueblos mayos, inclusive
Cedros y Conicarit, a pesar de que parece no caber duda de que
estos dos últimos pertenecieron a Ostimuri. (En 1687, al ampliar-
se Ua jurisdicción de la Prov., se incluyó a Cedros, en forma
expresa.)

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398 CLAUDIO DABDOUB

Referencia No 9 Mapa delineado en 1733 por el Capitán don Gabriel Prudhón y


Múxica, Gobernador entonces de la Provincia de Nueva Anda-
lucía (Sonora), en el cual el nombre "Provincia de Ostimuri"
aparece entre los ríos Yaqui y Mayo, también empezando desde
la costa.

Re/ erencias que confirman lo ya expuesto

Referencia No. 10 Río abajo de Conicárit. todos los pueblos ribereños del Mayo se
encuentran en su margen izquierda. Esta circunstanC'ia dejó a los
pueblos mayos, de Camoa al poniente, dentro de la jurisdicción
de la Provincia de Sinaloa, lo cual es confirmado por el primer
Obispo de Sonora y California, Fray Antonio María de los Reyes,
en su relación ya citada en "bibliografía", en la que a las mi-
siones de la Gobernación de Sonora-Sinaloa las clasifica por ríos,
incluyendo en el del Mayo a "Camoa, Navojoa y Santa Cruz, con
sus correspondientes pueblos de visita," agregando en el último
párrafo relativo a la Misión de Camoa: "El Govierno y policía
de sus pueblos, es del cargo del ALCALDE MAYOR DE LOS
ALAMOS, ... ", disipando toda duda sobre la jurisdicdón a que
pertenecía, que era la de la Provincia de Sinaloa.
Continúa describiendo las MISIONES DE OSTIMURI como
sigue: "Esta Provincia se estiende treinta íleguas, entre Norte y
Poniente; y de Norte a Sur más de ciento, DESDE LA SIERRA
MADRE O TARAHUMARA, hasta EL GOLFO DE CALIFORNIA:
Se halla situad.a entre los dos Ríos Mayo y Hiaqui. . . princi-
piando con la Misión de CONICARIT, con sus tres Pueblos de
Macoyagui, Tepagui y Batacosa.''
Referencia No. 11 La alusión que el Gral. Feo. de P. Troncoso hace respecto al
Yaqui al decir en la pág. 49 de su obra "Guerras con las Tribus
Yaqui y Mayo": " ... al Ale-alde Mayor ( que entonces fo era de
"OSTIMURI Y YAQUI'', don Manuel de Quiróz y Mora) ... "
confirma lo dicho sobre la jurisdicción a que correspondía -la
región ocupada por la tribu Y aqui.
Referencia No. 12 Fueron sus Capitales San Ildefonso de Ostimuri cuando fue de-
clarada Prov.; Río Chico en 1726 según lo dice en su Diario el
Cap. Don Pedro de Rivera <fue visitó la Prov.-, Buenavista, pos-
teriormente ( Calvo. pág. 96) Baroyeca 110 era en 1792 ( Acosta 123,
y Calvo, sin citar fecha, pág. 96).

APENDICE

Número 3

LEY CONTRA CONSPIRADORES DADA POR DON BENITO JUAREZ

Benito Juárez, presidente constitucional de los Estados-Unidos Mejicanos, a sus ha-


bitantes, sabed:
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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 399

Que en uso de las amplias facultades con que me hallo investido, he decretado la
siguiente ley para castigar los delitos contra la nación, contra el orden, la paz pública
y las garantías individuales.
ART. l. Entre los delitos contra la independencia y seguridad de la nación, se
comprenden:
I.-La invasión armada, hecha al territorio de la República por extranjeros y meji-
canos, ó por los prime.ros solamente, sin que haya precedido declaracion de guerra por
parte de la potenc:ia á que pertenezcan.
II.-El servicio voluntario de mejicanos en las tropas extranjeras enemigas, sea cual
fuere el carácter con que las acompañen.
III.-La invitación hecha por mejicanos, ó por extranjeros residentes en la Repú-
blica, á los súbditos de otras potencias, para invadir el territorio nacional, ó cambiar la
forma de gobierno que se ha dado la República, cualquiera que sea el pretexto que
se tome.
IV.-Cualquiera especie de complicidad para excitar ó preparar Ua invasion, ó para
favorecer su realización y éxito.
V.-En caso de verificarse la invasion, contribuir de alguna manera á que en los
puntos ocupados por el invasor, se organice cualquiera simulacro de gobierno, dando su
voto, concurriendo á juntas. formando actas, aceptando empleo ó comision, sea del invasor
mismo, ó de otras personas delegadas por éste.
ART. 2. Entre los delitos contra el derecho de gentes, cuyo castigo corresponde im-
poner á la nacion, se comprenden:
1.-La piratería y el tráfico de esclavos en las aguas de la República.
11.-Los mismos delitos, aunque no sean cometidos en dichas aguas, si los reos son
mejicanos, ó, si, caso de ser extranjeros, se consignaren legítimamente á las autoridades
del país
111.-El atentar á la vida de los ministros extranjeros.
IV.-Enganchar á los ciudadanos de la República, sin conocimiento y licencia del
Supremo Gobierno, para que sirvan á otra potencia, ó invadir su territorio.
V.-Enganchar ó invitar á los ciudadanos de la República, para que se unan á los
extranje10s que intenten invadir ó hayan invadido su territorio.
ART. 3. Entre los delitos contra la paz pública y el orden, se comprenden:
1.-La rebelión contra las instituciones políticas, bien se proclame su abolición ó
reforma.
11.-La rebelión contra las autoridades legítimamente establecidas.
111.-Atentar á la vida dal supremo jefe de la nacion, ó a la de los ministros
de Estado.
IV.-Atentar á la vida de cualquieira de los representantes de la nacion en el local
de sus sesiones.
V.-El alzamiento sedicioso, dictando alguna providencia propia de ·la autoridad, ó
pidiendo que ésta la expida, omita, revoque ó altere.
VI.-La desobediencia formal tle cualquiera autoridad civil ó militar á las órdenes
del supremo ma[listrado de la nacion, trasmitidos por los conductos que señalan las
leyes y la ordenanza del ejército.
VII.-Las asonadas y alborotos públicos, causados intencionailmente con premedita-
c10n o sin ella, cuando tienen por objeto la desobediencia ó el insulto á las autoridades,
perpetrado por reuniones tumultuarias que intenten hacer fuerza en las personas ó en
los bienes de cualquiera ciudadano; vociferando injurias; introduciéndose violentamente
en cu.ilquier edificio público ó particufar; arrancando los bandos de los lugares en que se
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400 CLAUDIO DABDOUB

fijan para conoc1m1ento del pueblo; fijando en los mismos proclamas subversivas ó pas-
quines que de cualquiera manera inciten a la desobediencia de alguna ley ó disposicion
gubernativa que se haya mandado observar. Serán circunstancias agravantes, en cuales-
quiera de los casos referidos, forzar las prisiones, portar armas y repartirlas, arengar
á la multitud, tocar las campanas, y todas aquellas acciones dirigidas manifiestamente á
aumentar el alboroto.
VIII.-Fijar en cualquier paraje público, distribuír y comunicar abierta y clandes-
tinamente copia de cualquiera disposición verdadera ó apócrifa que se dirija á impedir
el cumplimiento de alguna órden suprema. Mandar hacer tales publicaciones y cooperar
a que se verifiquen, leyendo su contenido en los lugares en que eU pueblo se reúne, ó
Yertie!ldo en ellos expresiones ofensivas é irrespetuosas contra las autoridades.
IX.-Quebrantar el presidio, destierro ó la confinacion que se hubiere impuesto por
autoridad legítima á los ciudadanos de la República, ó el estrañamiento hecho á los que
no lo fueren; así como separarse Jos militares sin licencia del cuartel, destino ó resi-
dencia que tengan señalados por autoridad competente.
X.-Abrogarse el poder supremo de la nacion, el de los estados ó territorios·, el <le
los distritos, partidos y municipalidades, funcionando de propia autoridad ó por comisión
de la que no fuere legítima.
XI.-La conspiración, que ·es el acto de unirse algunas o muchas personas, con
objeto de oponerse á la obediencia de las Jeyes, ó al cumplimiento de las órdenes de
las sutoridades reconocidas.
XII.-Complicidad en cualesquiera de los delitos anteriores, concurriendo a su per-
pctral'ión de un modo indirecto. facilitando noticias a los enemigos de la nac1on
o del gobierno, especialmente si son empleados públicos los que las revelan; minis-
trando recursos a los sediciosos o al enemigo extranjero, sean de armas, víveres, ba-
gajes, o impidiendo que las autoridades los tengan; sirviendo a los mismos enemi-
~os de espías, correos, o agentes de cualesquiera clase, cuyo objeto sea favorecer
la empresa de ellos o de los invasores, o que realicen sus planes los perturbado-
res de la tranquiilidad pública esparciendo noti<.iits falsas, alarmantes, o que debili-
ten ,,t entusiasmo público. suponiMdo hechos contrarios al honor de la República,
o comentándolos de una manera desfavorable a los intereses de la patria.
ART. 4. Entre los delitos contra las garantías individuales, se comprenden:
I.-El pilagio de los ciudadanos o habitantes de la República para exigirles res-
cate. La venta que de ellos se haga o el arrendamiento forzado de sus servicios
o trabajo.
II.-La violencia ejercida en las personas, con objeto de apoderarse de sus bie-
nes y derechos que constituyan legítimamente su propiedad.
III.-El ataque a las mismas personas a mano armada, en las e;iudades o en des-
poblado. aunque de este ataque no resulte el apoderamiento de Ja persona o de sus
bienes.
ART. S. Todos los ciudadanos de la República tienen derecho de acusar ante la
autoridad que establece esta ley, para juzgar los dcl.itos que ella expresa, a los indi-
vidnos que los hayan cometido.
ART. 6. La autoridad militar respectiva, es la única competente para conocer de-
los delitos especificados en esta ley; a cuyo efecto, luego que dicha autoridad tenga co-
nocimiento de que se ha cometido cualesquiera de ellos; bien por la fama pública,
por denuncia o acusación. o por cua!lquiera otro motivo, procederá a instruir la
correspondiente averiguación con arreglo a la ordenanza general del ejército, y a la ley
de 15 de septiembre de 1857; y la causa, cuando tenga estado, se verá en consejo de gue-
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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 401

rra ordinario, sea c.ual fuere la categoría, empleo o comisión del procesado. En los lu-
gares donde no hubiere comandantes militares o generales en jefe, harán sus veces
Jos gobernadores de los Estados.
ART. 7. El Procedimiento hasta poner la causa en estado de defensa quedará ter-
minada por el fiscal, dentro de sesenta horas; y en el plazo de veinticuatro, eva-
cuada aquella; acto continuo se mandará reunir el consejo de guerra.
ART. 8. Siempre que una sentencia del consejo de guerra ordinario, sea confir-
mada por el comandante militar respectivo, generales en jefe o gobernadores en su
caso, se ejecutará desde luego, sin ulterior recurso,· y como está prevenido, para
el tiempo de guerra o estado de sitio.
ART. 9. En los delitos contra la nación, contra el orden, la paz pública y las ga•
rantías individuales que se han especificado en esta ley, no es admisible el recurso de
indulto.
ART. 10. Los asesores militares, nombrados por el Supremo Gobierno, asistirán
necesariamente a los consejos de guerra ordinarios, como está prevenido en Ja ley
de 15 de septiembre de 1856~ (ó 57?) para ilustrar con su opinión a los vocales de di-
cho consejo. Los dictámenes que dieren a los comandantes militares, generales en jefe
o gobernadores, fundados legalmente, deberá!". ejecutarse conforme a la circular de
6 de octubre de 1860, pues como asesores necesarios, son verdaderamente responsa•
bles por las consultas que dieren.
ART. 11. Los generales en jefe, comandantes militares o gobernadores a quie-
nes incumba el exacto cumplimiento de esta aey, y sus asesores, serán responsables per-
sonalmente de cualquiera omisión en que incurran por tratarse del servicio nacional.

P E N A S

ART. 12. La invasión hecha al territorio de fa República de que habla


la fracción I del art. I de esta ley, y el servicio de mejicanos en tropas extranjeras ene-
migas. de que habla la fracción 11, serán castigados con pena de muerte.
ART. 13. La invitación hecha para invadir el territorio de que hablan las frac•
ciones 111 y IV del art. 1, se castigarán con la pena de muerte.
ART. 14. Los capitanes de los buques que se decidan a la piratería o al comer-
cio de esclavos, de que hablan las fracciones I y II del art. 2, serán castigados con
pena de muerte; los demás individuos de la tripulación, serán condenados a traba-
jos forzados por el trempo de diez años.
ART. 15. Los que invitaren o engancharen a los ciudadanos de la República,
para los fines que expresan las fracciones IV y V del art. 2, sufrirán la pena de
cinco años de presidio: si el enganche o la invitación se hiciere para invadir el terri•
torio de la República, la pena será de muerte.
ART. 16. Los que atentaren a la vida del supremo jefe de la nación, hirién-
dolo de cualquier modo, o sólo amagándolo con armas, sufrirán Ua pena de muerte.
Si el amago es sin armas y se verifica en público, la pena será de ocho años de
presidio: si se verifica en actos privados la pena será de reclusión por cuatro años.
ART. 17. Los que atentaren a la vida de ilos ministros de Estado y de los mi•
nistros extranjeros, con conocimiento de su categoría, sufrirán la pena de muerte
si llegan a herirlos; y si sólo los amagaren con armas, la pena será de diez años de
presidio: entendiéndose, siempre que no hayan sido los primeros agresores, de hecho,
los mismos ministros; pues en tales casos, el delito será considerado y sentenciado con-
forme a las leyes comunes sobre riñas.

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ART. 18. El atentado contra la vida de los representantes de la nación de que habla
la fracción IV del art. 3, será castigado con pena de muerte, si llegare a ser he-
rido el representante; si sólo fuere amagado con armas, la pena será de cuatro
a ocho años de presidio, al arbitrio del juez; entendiéndose, siempre que no haya si-
do el primer agresor, de hecho, el mismo representante, pues en tal caso el de-
lito será considerado y sentenciado conforme a las foyes comunes sobre nnas.
ART. 19. Los delitos de que hablan las fracciones I, II y V del art. 3, serán cas-
tigadas con pena de muerte.
ART. 20. La desobediencia formal de que habla la fracción VI del art. 3, será
castigado con pérdida del empleo y sueldo que obtenga el culpable y cuatro años de tra-
bajos forzados, siempre que por tal desobediencia no haya sobrevenido algún perjui-
cio a la nación, el cual, si se verifica, se tomará en cuenta para aumentar la pena
al arbitrio del juez.
ART. 21. Los que preparen las asonadas y alborotos públicos, de que habla
la fracción VII del art. 3, y los que concurran a ellos en los términos expresados en di-
cha fracción, u otros semejantes, sufrirán la pena de diez años de presidio, o la de muer-
te, si concurren las circunstancias agravantes referidas al final de dicha fracción; sin
perjuicio de responder con sus bienes por los daños que individualmente causare.n.
ART. 22. Los que cometieren los delitos de que habla la fracción VIII del art.
3, sufrirán ila pe.na de seis años de presidio.
ART. 23. A los que evadan el presidio que se les hubiere impuesto, por auto-
ridad legítima se les duplicará la pena; y si por segunda vez reincidieren, se les im-
pondrá pena de muerte; así como a los extranjeros que expulsados una vez
del territorio nacional, volvieren a él sin permiso del gobierno supremo. Los miJita-
res que se separen del cuartel, destino o residencia que tengan señalados, sufrirán la pér-
dida de empleo y cuatro años de presidio.
ART. 24. Los que se arroguen el poder público, de que habla la fracción
X del art. 3, sufrirán fa pena de muerte.
ART. 25. El delito de conspiración do que habla la fracción XI del artículo 3o.
será castigado con pena de muerte.
ART. 26. A los que concurran a la perpetración de los delitos de que habla la
fracción XÜ del art. 3o., facilitando noticias a los enemigos de tla nación o del go-
bierno,, ministrando recursos a los sediciosos, 0 al enemigo extranjero, sean de armas,
víveres, dinero, bagajes, o impidiendo que las autoridades los tengan; sirvan de es-
pías a los enemigos, de correos, guías o agentes de cualesquiera clase, cuyo objeto
sea favorecer la empresa de aquellos, o de los invasores, sufrirán la pena de muerte. Los
que esparcieren noticias fatlsas alarmantes, o que debilitaren el entusiasmo público, su-
poniendo hechos contrarios al honor de la República, o comentándolos de una ma-
nera desfavorable a los intereses de la patria. sufrirán la pena de ocho años de presidio.
ART. 27. Los que incurran en los delitos especificados en las fracciones I, II y III
del art. 4o. sufrirán ,la pena de muerte.
ART. 28. Los reos que sean cogidos infraganti delito, en cualquiera acción
de guerra, o que hayan cometido los especificados en el artículo anterior, serán iden-
tificadas sus personas y ejecutados acto continuo.

DISPOSICIONES GENERALES

ART. 29. Los receptadores de los robos en despoblado, sufrirán la pena de


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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 403

• muerte: serán castigados con seis anos de trabajos forzados los que lo hicieren en las po-
blaciones.
ART. 30. Los individuos que tubieren en su poder armas de mumc10n, y no las hu-
bieren entregado conforme a lo dispuesto en el decreto del día 25 del mes próximo
pasado. sino las presentan dentro de ocho días, después de publicada esta ley, serán:
los mexicanos, tratados como traidores, y como a tales se le~ impondrá aa pena de muer-
te; los extranjeros sufrirán la de diez años de presidio.
ART. 31. Los jefes y oficiales de la guardia nacional que fueren llamados al ser-
vicio en virtud de esta ley, percibirán su haber del erario federal, durante el tiempo
de fa comisión que se les diere.
Por tanto, mando se imprima, publique y observe. Palacio Nacional de Méjico,
á veinticinco de enero de miil. ochocientos sesenta y dos.-Benito Juárez.-Al C.
Manuel Doblado, ministro de relaciones y gobernación.
Y lo comunicó a V. para su inteligencia y cumpl.limiento.
Libertad y reforma, Méjico, enero 25 de 1862.-Doblado.

• • •
(Tomado de Historia de México, por don Niceto de Zamacois. Apéndice, Docu-
mento No. 1, del Tomo XVI. Editor: Juan de la Fuente Párres.-Barcelona, ConseJo
de Ciento, 301 y 303. Méjico, Callejón de Santa Inés, No. 5.)

(CONANT CEDE DERECHOS A SUS GESTORES EN MEXICO, D. F.)

EN LA CIUDAD DE MEJICO, a veintiuno de agosto de mil ochocientos no-


venta, ante mí, Ramón E. Ruiz, Notario Público y los testigos señores Roberto Con-
treras y Vicente Macín, de esta vecindad, con aptitud ~egal, empleados y que viven, el
primero en la calle de Ja Moneda, ex Arzobispado, y el segundo en la de Peralvi-
llo número tres, comparecieron: los señores CARLOS CONANT, de cuarenta y siete
años, casado, minero y vecino de Alamos Estado de Sonora, de paso en Méjico; FE-
LIPE ARELLANO, de cincuenta y siete años, casado, actualmente senador al Con-
greso de la Unión y con domicilio en fa casa número cinco de la calle de fa Encar-
nación; ROBERT9 SANTA MARIA, mayor de edad, casado, empleado y que vive
en la calle de Humboldt número cinco; ALBERTO ARELLANO, de veintinueve años,
casado, abogado de los tribunales de la República, y con habitación en Tacubaya. calle
de Linares número dos; y TOMAS MACMANUS, mayor de edad, comere:iante, ca-
sado, vecino de Chihuahua y de paso en la Capital en el Hotel del Jardín; todos
con capacidad ilegal para obligarse y a quienes doy fo conocer. Y dijo el primero: que
está para suscribir un contrato propalado con el Ejecutivo de la Unión por conduc-
to de la Secretaría de Fomento, en virtud del cual el exponente obtienen la conce-
sión de establecer en los ríos Ya qui y Mayo del Estado de Sonora, y Fuerte del de
Sinaloa, canales de irrigación y presas, y se le autoriza también para adquirir por
compra y deslindi de baldíos en los mismos Estados, hasta un miHón de hectá-
reas de terrenos nacionales; y habiendo cooperado los demás comparen tes para adqui-
rir esa concesión, el que habla por el presente les formaliza la cesión que expre-
san las siguientes cláusulas:
la. PRIMERA. El señor Carlos Conant declara que en remuneración de
los distintos servicios que se han servido prestarle los expresados señores Arellano,
Santa M¡uÍa y Macmanus para obtener el contrato o concesiones a que se ha refe-

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404 CLAUDIO DABDOUB

rido, les cede un cuarenta y cinco por ciento de los derechos que tiene adquiridos y
de los que en lo futuro les correspondan a virtud del contrato que está para forma-
lizar con la Secretaría de Fomento, ya sea que se originen por la realización en
todo o en parte del objeto a que se refiere dicho contrato, o bien que sean determinados
por cualquier título que directa o indirectamente se relacione con la referida conce-
sión, en el concepto de que considerando esta dividiJa en cien partes iguales, de
ellas corresponderán trece y un tercio a cada uno de los señores Felipe Arellano, licen-
ciado Alberto Arellano y Roberto Santa María, .:> en junto el cuarenta por ciento; cinco a:l
señor Macmanus y al cedente las cincuenta y cinco restantes.
2a. SEGUNDA. El citado señor Conant declara que la cesión a que se contrae
en Ja cláusula anterior habrá de entenderse libre de todo género de gastos para
sus contratantes aun tratándose de los de explotación y de fos que sean previos para or-
ganizar la compañía a que se refiere el contrato con la Secretaría de Fomento y
que tiene derecho de organizar el declarante, pues en cuanto a aquellos, serán ero-
gados por el señor Conant, reembolsánnosele su importe del fondo que se fije al cons-
tituirse la compañía explotadora; resp~cto de lo!> segundos. quedarán a cargo exclu-
sivo de la misma compañía, y los que se originen por el deslinde de baldíos en el
Estado de Sonora, serán cubiertos también por el cedente, a quien se le compensa-
rán con una cuarta parte en. junto o veinticinco por ciento de la tercera parte de
terren·JS a que por el deslinde da derecho al cesionario el contrato respectivo: esa cuar-
ta parte le será efectiva al señor Conant, aplicándosele un tercio en terrenos de
los que puedan ser regados con aguas del río Y aqui, y los dos restantes en terre-
nos que no tengan esa condición, esto es, sin agua de riego: en consecuencia, sólo
las tres cuartas partes que quedan de la tercera que en terrenos habrá de corres-
ponder por el deslinde que se practique, serán las únicas disponibles para ser apli-
cadas a los comparentes en la proporción establecida ail final de la cláusula primera.
3a. TERCERA. Que supuesto lo convenido en las precedentes cláusulas, los ce-
sionarios señores Arellano, Santa María y Macmanus, se reputarán co-propietarios
del otorgante en todo lo relativo a la concesión de que se trata, y con tal carácter po-
drán disponer a su arbitrio y sin más limitaciones que las legalmente impuestas, de los
derechos que a cada uno de ellos cede d señor Conant, y ejercitar libremente todas las
acciones correlativas y actos de riguroso dominio, para todo lo cual consiente este mis-
mo señor en que si los interesados lo solicitan, se les expida los testimonios de
esta escritura correspondientes.
4a. CUARTA. El repetido señor Conant hace constar que no tiene cedidos a nin-
guna otra persona ni afectos a responsabilidad los derechos materia de éste contrato, y
para los efectos del artículo mil seiscientos veintiocho del Código Civil, por no en-
tregar a sus contratantes título alguno que funde esos propios derechos pues carece de él
aún, supuesto que como lo ha manifostado no se ha suscrito la concesión o con-
trato relativo, que se obliga, si necesario fuere. a hacer que se protocolice ila repe-
tida concesión una vez formalizada, a fin de que cada uno de los señores cesionarios, pueda
integrar su título con el testimonio que habrá de expedírsele.
Sa. QUINTA. Los repetidos señores Felipe Arellnno, Roberto Santa María y licen-
ciado Alberto Arellano por una parte, y eil señor Conant por la otra, dan por rescin-
dido en todas sus estipulaciones, el contrato de cesión remuneratoria que este
último formalizó a aquellos el día seis de diciembre de mil ochocientos ochenta
y nue·,e en instrumento público otorgado ante mí: los tres primeros señores y don Tomás
Macmanus declaran igualmente que como por esta escritura se modifican dos dere-
chos de propiedad a la concesión de que se trata, consienten en que el señor don

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HISTORIA ·DE EL VALLE DEL YAQUI 405

Felipe Arellano continúe ejere:itando el poder general que con ese motivo . le con-
firió el señor Cona1_1ttambién ante mí por escritura de veintirés de noviembre del
año próximo pasado, con objeto de que siga representando a dicho señor o a· la com-
pañía que este organice, ante la Secretaría de Fomento. Que wl cumplimiento de lo es-
tipulado se obligan las otorgantes conforme a derecho. Leído ste instrumento cuyo
valor y fuerza manifestaron conocer los interesados y conformes con su tenor, lo rati-
ficaron y firmaron. Doy fe.-Tomás Macmanus.-Carlos Conant.-Felipe Arellano.-
Roberto Sta. María.-Alberto Arellano.-Roberto Contreras.-Vicente Madn.-Ram E.
Ruiz.
Sacóse da! registro de instrumentos públicos de mi cargo para el señor Carlos
Conant, en cuatro fojas útiles, con las estampillas correspondientes, quedando adheri-
das al protocolo los de renta interior por valor de dos pesos en cada boja. México,
agosto veinticinco de mil ochocientos noventa.-Correjido.-Doy fe.-E. r.- de ellos.-
Vale.
Firma: Ram. E. Ruiz.-Un sello que dice: RAMON E. RUIZ REPUBLICA MEXI-
CANA.-NOTARIO PUBLICO
( Escrito copiado textuwlmente del testimonio original, en poder del señor Clau-
dio Dabdoub S.)

<PODER OTORGADO A DON CARLOS CONANT POR SUS CO-PROPIETARIOS)

EN LA CIUDAD DE MEJICO, a veintiuno de agosto de mil ochooientos noventa,


ante mí, RAMON E. RUIZ, Notario público, y fos testigos se~ores Vicente Macín y
Rober~o Contreras, de esta vecindad, con aptitud legal, empleados y que viven, éste
en la calle de la Moneda, ex Arzobispado, y aquél en la primera de Peralvillo
número tres, comparecieron los señores FELIPE ARELLANO, de cincuenta y siete años,
casado, actualmente senador al Congreso de la Unión y con domicilio en cra casa nú-
mero cinco de la calle de la Encarnación; ROBERTO SANTA MARIA; mayor de edad,
casado, empleado y que habita en Ja calle de Humboldt número cinco; ALBERTO
ARELLANO, de veintinueve años, casado, abogado 9e los tribunailes de la República
y que vive en Tacubaya, calle de L_inares númer~ dos, y TOMAS MACMANUS, mayor
de edad, comerciante, casado, vecino de Chihuahua y de paso en esta Capital en el Ho-
tel del Jardín: todos con capacidad legal para obligarse y a quienes doy fe conoc.er.
Y dijeron: que como cesionarios del señor Carlos Conant, según la escritura pública
fecha de hoy otorgada ante mí, fo que certifico, y co-propietarios en con.secuencia,
por una parte alícuota de los derechos correspondientes al mismo señor en la con-
cesión que solicitó ante la Secretaría de Fomento, y cuyo contrato está para suscri-
birse, por la cual se le autoriza para establecer canales de irrigación y presas en
los ríos Yaqui y Mayo del Estado de Sonora y Fuerte del de Sinailoa, y para adqui-
rir por compra y deslinde de baldíos en los mismos Estados hasta un millón de hec-
táreas de terrenos nacionales, otorgan por el presente que confieren poder especial
al mencionado señor Carlos Conant, vecino de Alamos, para que en representación de
les exponentes y sin limitación alguna, pueda organizar la compañía para cuya for-
mación está autorizado por el referido contrato o concesión con la Secretaría de Fo-
mento, a fin de explotar y llevar a termino la apertura de canales y construcción de
presas en los Estados de Sonora y Sinaloa, facultándolo 1111 efecto para que en los tér-
minos y con las condioiones, renuncias y penas convencionales que estime convenien-
tes, formalice el contrato social respectivo, pudiendo disponer en él por cesión o cual-
quier otro título a favor del socio o socios capitalistas, de la parte que del total de la

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406 CLAUDIO DABDOUB

concesión de que se trata crea necesario, y además también en favor de esos mismos ca•
pitalistas, de la parte que del total de la concesión de que se trata c,rea necesario,
y además también en favor de esos mismos capitalistas y con relación a los derechos
que tienen adquiridos los dos señores Arellano y don Roberto Santa María hasta
de un cinco por ciento en junto o sea del uno y dos tercios por ciento de la repre-
sentación de cada uno de ellos. por venta o en alguna otra forma que le parerica, siempre
que de hacerlo así realice la organización de la citada compañía, y en el concepto
de que el precio en que verifique la enagenación de ese cinco por ciento y sus
términos de pago, se le fijan en carta particular de esta fecha suscrita por los seño•
res Arellano y Santa María: para todo lo cual autorizan al mandante a firmar las es-
crituras del caso con todos los requbitos de estilo y estipulaciones que concertare.
Que a estar y pasar por cuanto ejecute el señor Conant en virtud de este mandato, &e
obligan los otorgantes conforme a derecho. Leído este instrumento cuyo valor y fuerza
manifestaron conocer los interesados y conformes con su tenor, lo ratificaron y firma•
ron. Doy fe.-Tomás Macmanus.-Felipe Arellano.-Roberto Santa María.-Alberto Are•
llano.-Vicente Macín.-Roberto Contreras.-Ram E. Ruiz.
Sacóse del registro de instrumentos públicos de mi cargo para el apo.derado señor
Conant, en dos fojas útiles, con las estampillas correspondientes. Méjico, agosto vein-
tidós de mil ochocientos noventa. Correjido. Doy fe.-Firma: Ramón E. Ruiz. Un sello
que dice: Ramón E. Ruiz REPUBLICA MEXICANA. Notario Público. LOS QUE SUS-
CRIBEN. CERTIFICAN: que el sello y firma anterior, son del Notario púhlico en ejer-
cicio C. Ramón E. Ruiz. México, agosto veintidós dt: mil ochocientos noventa. Un sello
que dice: LIC. CARLOS CARPIO. REPUBLICA MEXICANA. Notario Público. Fir-
mado. Un sello que dice: Manuel M. Marín. República Mexicana. Notario Público.
Ffrmado Manuel M. Marín. Un sello que dice: RAFAEL ·cARPIO. República Mexi•
cana. NOTARIO PUBLICO. Firma: Rafael Carpio. EL GOBERNADOR DEL DISTRITO
FEDERAL: CERTIFICA: que las firmas y sellos que anteceden son de los Notarios
públicos en ejercicio que expresan. Méjico, agosto veintidós de mil ochocientos no•
venta. J. Ceballos. Firma. El infrascrito Oficial Mayor de la Secretaria de Rela-
ciones Exteriores, certifica: que el señor don José Ceballos es Gobernador del Distrito
Federal y suya la firma que antecede. México. agosto 23 de 1890. Firmado.
(Escrito copiado textualmente del testimonio original, en poder del señor Clau•
dio Dabdoub S.)

CONTRATO

CELEBRADO ENTRE LA SECRETARIA DE FOMENTO Y EL SEROR CARLOS CO-


NANT PARA ABRIR CANALES DE RIEGO Y PARA COLONIZACION DE TE-
RRENOS EN LOS RIOS, MAYO Y FUERTE.
RAMON CORRAL, Vicegobernador Constitucionail del Estado libre y soberano
de Sonora, en ejercicio del Poder Ejecutivo, a sus habitantes, sabed:
Que por la sección 4a. de la Secretaría de Fomento, Colonización, Industria
y Comercio, de la República Mexicana, se me ha dirigido lo siguiente:
El Presidente de 3.a República se ha servido dirigirme el decreto que sigue:
PORFIRIO DIAZ, Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, a sus ha-
bitantes, sabed: '
• "Que el Congreso de la Unión ha tenido a bien decretar lo siguiente:
"El Congreso de los Estados Unidos Mexicanos, decreta:
"ARTICULO NEUTRO". Se aprueba el contrato celebrado en 22 de agosto del
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HISTORIA DE EL VALLE DEL y AQUI 407

presente año entre el C. general Carlos Pacheco, Secretario de Estado y del Despa-
cho de Fomento, en representación del Ejecutivo, y el C. Canlos Conant, para abrir ca-
nales de irrigación en las márgenes de los ríos "Mayo", "Yaqui" y "Fuerte', y para
compraventa y colonización de terrenos.
"Justino Fornández, diputado presidente.-Joaquín Redo, senador presidente.-Ro-
sendo Pineda, diputado secretario.-Enrique M. Rubio, senador secretario."
"Por tanto, mando se imprima, publique, circule y se le dé el debido cumpli-
miento.
"Dado en el Palacio del Poder Ejecutivo de la Unión en México, a 20 de diciem-
bre de 1890.-Porfirio Díaz.-Al C. Gra:l. Carlos Pacheco, Secretario de Estado y del
Despacho de Fomento, Colonización, Industria y Comercio."
Y lo comunico a Ud. para su inteligencia y demás fines.
Libertad y Constitución, México, diciembre 22 de 1890.-Pacheco.
Por tanto, mando se imprima, publique y circule.
Palacio de Gobierno deil Estado, Hennosillo, diciembre 31 de 1890.-Ramón Corral.-
Enrique Monteverde, O. M.

• • •
El Contrato a que se refiere el decreto que antecede es el siguiente:

CONTRATO

CELEBRADO entre el C. general Carlos Pacheco, Secretario de Estado y del Despa-


cho de Fomento, en representación del Ejecutivo de la Unión, y el C.
Carlos Conant, • para abrir canales de irrigación en las márgenes de
fos ríos "Yaquis", "Mayo" y "Fuerte', y compraventa y colonización de te-
rrenos. "
Art. lo.-Se autoriza al C. Carlos Conant o a la Compañía o Compañías que
organice al efecto, para que sin perjuicio de tercero, pueda abrir, construir y explotar
por su cuenta, un canal principal de riego sobre cada una de las márgenes de los ríos
Yaqui, Mayo y Fuerte, situados los dos primeros e,n el Estado de Sonora y el últi-
mo en el de Sinaloa, con derecho al uso, hasta de las dos terceras partes de las aguas
de cada uno de dichos ríos, pudiendo abrir y construir también por su cuenta, ace-
quias y cana:les distribuidores, sin limitación alguna, para repartir y utilizar convenien-
temente las aguas conducidas en cada canal principail.
Igualmente podrá la Empresa construir y formar los receptáculos que cerca
de cada cana:l juzgue necesarios para hacer en eillos provisión de agua, en grandes can-
tidades, durante las fuertes avenidas de los ríos, a fin de utilizarla en la irrigación
cuando lo crea convenlente.
A.i:. 2o.-El concesionario o la Compañía o Compañías que organice, respetarán to-
do -<l~recho adquirido al uso y aprovechamiento de las aguas, en los ríos Y aquí,
Mayo y Fuerte, fundado en título expedido por autoridad competente o en prescripción
civil de más de diez años, lo cual se comprobará ante la Secretaría de Fomento, con-
forme a lo prescrito en la Ley vigente de la materia, de 5 de junio de 1888.
Art. 3o.-El primer canal principal partirá de un punto cualquiera entre Bue-
navista y Cócorit, sobre -la margen izquierda o derecha del río Yaqui; el segundo
de otro punto cualquiera entre Camoa y Navojoa, sobre la margen derecha del río Mayo,

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408 CLAUDIO DABDOUB

y el tercero lo abrirá la Empresa sobre cualquiera de las márgenes del río Fuerte, par-
tiendo del punto que juzgue más conveniente.
Art. 4o.-La Empresa queda obligada ~ presentar oportunamente a la Secretaría
de Fomento, para su examen y aprobación, los proyectos correspondientes a cada dique
o presa y a cada cana:! principal, comprendiendo una memoria descriptiva y los pla-
nos y perfiles necesarios, en los que han de constar los volúmenes de agua que se han
de tomar en las diversas épocas del año, las dimensiones de los canales y su pen-
diente y los detalles necesarios para la construcción de las presas o diques y de las
compuertas para las boca-tomas.
Art. 5o.-Los reconocimientos del terreno para la localización del primer dique
o presa del primer canal principal, sobre una de ilas márgenes del río Yaqui, los
comenzará la Empresa a los tres meses de la promulgación del presente contrato,
y diez meses después presentará a la Secretaría de Fomento los planos y perfiles, re-
lativos a dichas obras, por dup:licado y a escaJa conveniente, solicitando la aproba-
ción de dicha Secretaría. El duplicado de dichos planos se devolverá a la Empresa
oportunamente, con la nota de haber sido o no aprobados.
Art. 60.-Los trabajos de excavación del primer canal principal, comenzarán a los
cuatro meses de la fecha de la aprobac.ión de fos p:lanos por la Secretaría de Fo-
mento, debiendo quedar terminados los primeros cuarenta kilómetros de dicho canal
y el correspondiente dique o presa, dentro de los cuatro años siguientes.
AJt. 7o.-Los trabajos de excavación del segundo canal principal en la margen de-
recha del río Mayo, comenzarán un año después de haber dado principio a los del
primer canal principal del Yaqui, debieudo quedar terminados los primeros cuarenta ki-
lómetros y el correspondiente dique o presa, dentro de los cuatro años siguientes; a cuyo
fin presentará la Empresa oportuhamente, a la Secretaría de Fomento, para su apro-
bación, ila memoria y los planos correspondientes a dichas obras.
Art. 80.-Los trabajos de excavación del tercer cánal principal sobre cualquie-
ra de las márgenes del río Fuerte, comenzarán previa autorización de la memoria y pla-
nos c,orrespondientes, dos años después de haberse dado principio a los del segundo
en la márgen derecha del Mayo, debiendo quedar terminados los primeros cuarenta ki-
lómetros, así como el respectivo dique o presa, dentro de Uos cinco años siguientes.
Art. 9o.-Podrá la empresa abrir un segundo canal principal sobre cada uno
de los ríos Ya qui, Mayo y Fuerte. en la margen opuesta a la de que hablan las tres
bases anteriores, siempre que haga uso de ese derecho un año después o antes de ha-
ber terminado el primer canal en cada uno de dichos ríos; pero en ningún caso
podrá tomar más de las dos terceras partes del agua de cada río, sino que sola-
mente tomará para cada uno de estos segundos canailes la cantidad de agua que de
esas dos terceras partes no pueda o no quiera utilizar en el otro; y los plazos para
-la apt:irtura y construcción de estos segundos canalPs y sus diques, serán respectiva-
mente los mismos que se señalen para abrir y construir los de la margen opuesta.
A1t. 100.-Una vez concluidos los canales con su presa y compuertas correspon-
dientes, se expedirá a la Empresa el títuilo de propiedad que le asegure el derecho de uso
y aprovechaminto de las aguas en cada río y en la proporción aprobada.
Art. llo.-El dique o presa que se construya sobre cada río en :la boca o pun-
to de partida en cada canal principal, será de mampostería, de piedra de construc-
ción 11ólida, y tendr~ la altura y espesor necesarios, así como el suficiente número de
compuertas para impedir que el río en sus grandes avenidas invada el canal princi-
pail y los distribuidores. La Empresa presentará oportunamente a la Secretaría de Fo-
mento los proyeotos y planos correspondientes a todos fos diques para su aprobación.
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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 409

Art. 120.-Podrá construir la Empresa sobre cada canal principal y sus distri-
buidores, los puentes que juzgue necesarios para el tráfico general, siempre que
atraviese con sus canales allguna calzada o vía de uso público, cuyos planos se presen·
tarán a la Secretaria de Fomento para su áprobación.
Art. 130.-Para la ejecución de los trabajes de construcción de los canales y pre-
sas, la Secretaría de Fomento, nombrará un ingeniero inspector, cuya remuneración, no
excediendo de doscientos cincuenta pesos mensuales. será pagada por la Empresa, la
que dará aviso del principio de los trabajos de construcción, para que se haga el nom-
bramiento de dicho inspector.
Art. 140.-La Empresa tendrá el derecho de vía por Ia anchura hasta de se-
tenta metros en toda ila extensión de cada uno- de los canales principales, y del tri-
ple de la anchura de los canales y acequias, también en toda su extensión.
Art. 150.-Los terrenos de propiedad nacional que ocupare la empresa en todas las
extensiones de que habla la base anterior y los que necesite para grandes receptácu-
los y depósitos de agua, almacenes, estaciones y otros edificios, los pagará la Em-
presa enterando su valor en ila Tesorería General de la Federación en títulos de la Deuda
Pública no diferida, a razón de setenta y cinco c~ntavos por hectárea; pudiendo tomar
libremente y sin retribución ninguna, de los terrenos de propiedad nacional y rios,
los materiales de toda especie que necesite para sus obras, edificios y canales.
Art. 160.-La Compañía o compañías podrán tomar, conforme a las leyes de ex-
propiación por causa de utilidad pública, los terrenos y materiales de construcción de pro-
piedad particular, necesarios para el establecimiento, reparación de los canafos y sus
depen :!encías, estaciones y demás accesorios; y mientras estas leyes no se den por el
Congreso de la Unión, se observarán las reglas siguientes.
1.-En caso que no haya avenimiento con los propietarios de los terrenos o ma-
teriales de construcción, se nombrará perito valuador para cada una de las partes,
y ambos presentarán a las mismas sus avaiúos dentro del término de ' ocho días~
contados desde su nombramiento; si los availúos son discordantes~ se someterá el negocio
a conocimiento del Juez de Distrito del Estado en donde estén situados el terreno o
materiales de cuya expropiación se trata, para que nombre un perito tercero en discordia.
que emita su dictamen dentro del perentorio término de ocho días, contados desde su
nombramiento, sobre lo q-qe sea de justicia dar por indemnización al dueño de los te-
rrenos o materiales que deben ser ocupados. El Juez de Distrito, tomando en cuenta
las opiniones de los peritos y J.as pruebas que las partes fo presentaren, mientras
aquellos emitan su dictamen, fijará el monto de la indemnización dentro de tres días.
El fallo del JuerL de Distrito se ejecutará sin más recurso que el de responsabilidad.
11.-Si el dueno de ila propiedad que deba ser <>cupada por la causa de utmdad
pública para la construcción y reparación de los canales, de sus dependencias y acce-
sorios, no nombrase su perito valuador dentro del término de ocho días después de no-
tificado por el Juez de Distrito, a pedimento de la Compañía, dicho funcionario nom-
brará de oficio un valuador que represente los intereses del dueño.
111.-En todo caso en que sea necesario ocurrir al Juez de Distrito-, dicho fun-
cionario, si la Compañía lo pidiere o no le fuere posible fijar la cantidad de terreno
que necesite ocupar, comenzará el juicio, señalándcse por el Juez, previa audiencia
del ingeniero del Gobierno, o en ausencia de éste del perito que nombrase el mismo juez,
una suma que deberá quedar en depósito mientras el juicio se sustancia, autorizando
a na C<'mpañía para ocupar provisionalmente el terreno o material de que se trate,
sin perjuicio de que si el avalúo definitivo de los peritos fuere mayor o menor
que la suma depositada por la Compañía, pague lo que faltare o recoja el exceso.

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IV.-Si el poseedor o dueño de la propiedad que deba ocuparse fuere incierto o


dudoso por causa de litigio u otro motivo, el Juez de Distrito fijará como monto
de Ia indemnización la cantidad que resulte en vista del avalúo del perito que nombre
la C'lmpañía y del que el mismo Juez designe, en representación de los legítimos
dueños de las propiedades en cuestión. La cantidad que definitivamente se fije, será
depositada conforme a las prescripciones legales, para entregarla a quien corresponda.
V.-Los peritos, para hacer sus avalúos, tendrán en cuenta lo que pague por con-
tribución ila cosa de cuya exportación se trate, y los daños y provechos que de la misma
resu:lten al propietario.
VI.-Si para los reconocimientos y trazos fuere necesario destruir o derribar en to•
do o en parte, árboles, magueyes, u otros obstáculos, la Compañía podrá hacerlo. que-
dando obligada a pagar la indemnización que señalen los peritos luego que ésta sea
conocida.
Art. 17.-Queda autorizada la Empresa para construir las líneas troegráficas y tele-
fónicas que juzgue necesarias, a lo largo de sus canales, para el uso exclusivo de sus
obras, previa aprobación de la Secretaría de Fomento, y el Gobierno tendrá dere-
cho a mandar colocar libremente y sin retribución, . uno o dos alambres telegráficos
en los postes de ~a línea de la misma Empresa.
Art. 18.-Los criaderos metálicos, así como los de carbón de piedra y sal, los már-
moles y depósitos minerrues explotables que se encuentren • en las obras y excavacio-
nes que se hicieren en la línea, dentro del derecho de vía, serán de la propiedad
de Ja Compañía, sin perjuicio de tercero, con tal que los denunC'ie y trabaje, sujetán-
dose en todo a las Ordenanzas de minas. Los terrenos que tengan salinas, correspon-
derán al Gobierno.
Art. 19.-La Empresa o la Compañía o compañías que organice, podrá impor-
tar libre de toda clase de derechos de importación o a_guana y de impuestos, ya
sean éstos federales o locales, durante quince años, contado;--aesde la fecha de la pro-
mulgación de este contrato, para la construcción, explotación, conservación y repara-
ción de fos canales, puentes y accesorios los siguientes artículos:
Puentes metálicos y de madera, .completos o en partes, madera ordinaria de cons-
trucción, edificios o casas de madera y fierro para estaciones y almac.enes y para
habitaciones de ·1os empleados y colonos, armadas o sin armar, báscu:las, carretillas de
mano, carretones, y carros corrientes de dos y cuatro ruedas con sus arneses, grúas,
tanque.s para agua, alambre de fierro para cercar y galvanizado para telégrafo y teléfono,
aisladores, postes de madera y fierro, espigas y crucetas, baterías y aparatos teilegráficos y
telefónicos, fierro acanalado y sin acanalar, galvanizado y sin galvanizar, para techos,
herramientas de artesanos, palas, machetes, coas, hoces, guadañas, hachas, picas, barras
de fierro y acero, azadones, arados, máquinas y útiles de todas clases para la industria y •
la agricultura, tuercas, clavos y tomillos, espigas y vigas de fierro de todas dimen-
siones, excavadores, cail hidráulica y cemento de Portland, a cuyo efecto la Empre-
sa, cada año, presentará previamente a la Secretaría de Fomento. una manifestación
de los efectos que tenga que introducir en el mismo año, debiendo observar las reglas
y limitaciones que dicte la misma Secretaría.
Los efectos referidos los introducirá la Empresa para el uso exclusivo de los ca-
nales y su explotación; pero si enajenare o aplicare a otros usos algunos o alguno
de esos artículos, la Secretaría de Hacienda exigirá el- reintt:gro de los correspon-
dientes derechos, sin perjuicio de las demás penas que para el caso de contrabando'
establecen las leyes.
Art. 20.-Durante veinte años, ni los capitales invertidos por la Empresa en

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HISTORIA DE EL VALLE DEL y AQUI 411

• toda su negociación, inciluso el valor de los terrenos y demás propiedades que adquie-
ra, ni las acciones, bonos u obligaciones que la Empresa emita, podrán ser gravados
por impuesto a:lguno federal o local, sea de la clase que fuere, con excepción del
Timbre, que se causará con arreglo a la Ley relativa. Asimismo estará exoeptuada
Ja Empresa de los impuestos de aguas, por diez años, siempre que éstas sean aplicadas a
irrigación o fuerza motriz.
Art. 21.-Queda la Empresa en libertad para celebrar contratos y convenios pa-
ra el uso del agua que conduzca en sus canales, con los dueños de los terrenos de
propiedad particular que se encuentren en el curso de diohos canales.
Art. 22.-La Empresa queda obligada a dar en conjunto, por término de diez años,
a contar desde el en que se pongan en explotación Jos canales, hasta la mitad del
agua que éstos conduzcan, a los pobladores de lo& ríos Yaqui y Mayo por donde
dichos canales pasen, para el riego de los terrenos que cultiven por sí o por me-
dio de las personas que de ellos dependan, cobrándoles por el uso del agua cuo-
tas equitativas que en ningún caso excederán de una octava parte de cada una de sus
cosechas, reservándose ~a Empresa la otra mitad para el riego de sus propios terrenos
o para los usos que mejor le convengan; pasado ru término de diez años. el arren-
damiento será convencional, conforme a lo estipulado en el artículo anterior. Se ten-
drán por pobladores de los ríos Yaquis y Mayo, para los efectos del presente ar-
tículo, a los indígenas de [os pueblos formados sobre las márgenes de dichos ríos, y
a las personas a quienes el Gobierno ceda o haya cedido o vendido terrenos den-
tro de los ejidos de los expresados pueblos y a los que adquieran legalmente propie-
dades dentro de dichos ejidos.
Para el uso de las aguas del río Fuerte; la empresa pactará libremente sus con-
diciones con ilos respectivos habitantes o dueños de terrenos.
Art. 23.-La Empresa comenzará a hacer uso de las aguas que conduzcan
sus canales, tan luego como se puedan utilizar, sujetándose para tomarla, al Regla-
mento general de aguas, en todo ,lo que no esté previsto en este contrato.
Art. 24.-En la parte de los canales en que la navegación pueda establecerse. la Em-
presa queda facultada para ello, debiendo presentar a esta Secretaría para su examen
y aprobación las tarifas para la explotación de dkhos canales, y proponiendo al mis-
mo tiempo ilas bases con las cuales se han de hacer de navegación; quedando en
todo caso sujeta a las reglas generales que sobre e&te punto establezca el reglamento
de la materia.
Art. 25.-La Empresa perd~rá el derecho al uso de las aguas que se le con-
cede por el presente Contrato, en el caso de que dejare de utilizarlas en un perío-
do de diez años, quedando el Gobierno en libertad de concederlas a otras empresas.
Art. 26.-El suscrito o la Compañía que organict:1, quedan autorizados para que sin
perjuicio de tercero que mejor derecho represente, deslinden:
I.-Los terrenos baldíos que se encuentren en la zona comprendida entre los ríos
Yaqui y Mayo, del Estado de Sono".'l\,,y dentro de los límites que en seguida se expresan:
Comenzando en el pueblo de Camoa, se tirará una línea recta que pasando por el

/pueblo de Buenavista, termine sobre la sierra del Bacatete en su parte más alta,
de donde se tirará una línea recta que pasando por Mapolibampo termine a la
orilla del Golfo de Cortés. siguiendo la orilla del mar, hasta la desembocadura del
río Mayo y ,luego por la margen derecha del mismo Mayo hasta terminar en el pue-
blo de Camoa, punta de partida.
11.-Los baldíos que igualmente se encuentren en la mencionada zona, no medi-

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dos ni deslindados hasta hoy por las Compañías deslindadoras, según sus respectivas con-
cesiones, con intervención, de la autoridad competente.
111.-Las demasía~ se encuentren dentro de las propiedades particulares que
haya dentro de fa menci<>nada zona.
Art. 27.-Las operaciones principiarán dentro del plazo improrrogable de tres me•
ses de la fecha de este Contrato, conforme a la ley de colonización vigente.
Art. 28.-Los gastos que se eroguen en el apeo y deslinde, fraccionamiento de te•
'rrenos y levantamiento de los planos correspondientes, que se remitirán a la Secretaría
de Fomento con las diligencfas judiciailes relativas para su aprobación, serán por
cuenta de los concesionarios, debiendo concluirse las operaciones en el término de tres
años, contados desde la fecha de la promulgación de este Contrato.
Art. 29.-En compensación de las erogaciones que hagan los concesionarios al prac-
ticar el deslinde de fo que se trata, se -les expedirá el título de propiedad de la ter-
cera parte de los terrenos deslindados. conforme a la ley de 15 de diciembre de
1883, quedando • obligado el Gobierno a venderles otra tercera parte o sea la mitad
de lo que al Gobierno corresponde, una vez terminado el deslinde, a razón de no-
venta centavos por hectárea, por cuya otra tercera parte se les expedirá también e1
título correspondiente, debiendo- enterar los interesados en la Tesorería General de la
Federación el valor de dicha otra tercera parte en títulos de la Deuda Pública no
diferida, en la forma siguiente:
Veinticinco por ciento al tomar posesión de los terrenos, y el resto en cuatro anua-
lidades y por igua:les partes, quedando, entretanto los terrenos hipotecados especialmente
al pago.
Art. 30.-Si al hacerse el deslinde de las demasías, previo aviso al Juzgado de Dis-
trito correspondiente, el concesionario o la Compañía o compañías que organice. como
agentes de la Secretaría de Fomento y persiguiendo la ocultación, entrasen en tran-
sacción con alguno o algunos de los interesados, queda facultado para ello, pero debe
someter a la misma Secretaría, las transacciones que celebre, con los antecedentes
relativos, dando conocimiento desde luego a dicho juzgado, para que no admita
denuncia alguna, ni aun de los mismos poseedores sobre esas demasías, supuesto que
los concesionarios no obran como denunciantes, sino en representación del Gobierno.
que es el que administra ffos bienes de la Nación, única dueña de los terrenos baldíos,
huecos y demasías, y no es el caso en que queda el recurso a los ocultadores, de
denunciar sus propias demasías, por tratarse según se ha dicho, de la Nación cuyos deire-
chos son preferentes, puesto que se hace referencia a uria propiedad suya.
Art. 31.-Si lo que obtenga por dichas transacciones fuere dinero, se aP'licará
una tercera parte a ilos concesionarios y las dos restantes al Gobierno, y si fueren
terrenos, se adjudicará a los mismos concesionarios, una tercera parte como compen•
sación de gastos y gestiones. Si el arreglo lo hicieren los particulares directamente
oon la Secretaría de Fomento, los concesionarios se sujetarán a los términos del arre•
glo que se haya tenido, con solo derecho a la tercera parte de lo que corresponda
al Gobierno, si hubieren ejecutado todas das operaciones del deslinde de las demasías
de que se trata.
Si el arreglo lo hiciere el Gobierno durante las operaciones de deslinde, se le
abonará a la empresa. de lo que co1Tesponda roGobierno por el arreglo que hiciere, una
parte proporcional.
Art. 32.-La Compañía usará de mucha, prudencia al practicar sus operaciones, y
en caso de cuailquiera dificultad con los pueblos, dará cuenta a la Secretaría de
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HISTORIA DE EL VALLE DEL YAQUI 413

Fomento, para que el Gobierno críe toda clase de facilidades a éstos y les de toda
especie de garantías, dictando en cada caso dicha Secretaría, las medidas que juzgue
necesarias, y procurando dejarlos en quieta, pacífica y legal posesión de los terrenos
necesarios, en aquellos casos en que no tengan títulos.
Art. 33.-Conforme se vayan midiendo los terrenos, los concesionarios irán remi-
tiendo las diiligencias y planos relativos al Ministros de Fomento, para que aprobados
Que sean, se les otorgue el título de propiedad por la tercera parte que les corres•
ponda y por la que les venda el Gobierno.
Art. 34.-De las dos terceras partes que corresponden al Gobierno en los deslindes
respectivos. una vez que dentro de los plazos concedidos hasta ahora, queden aqucllos
terminados por Ias Compañías que hoy los tengan contratados, venderá a la Empresa
basta trescientas mil hectáreas sobre la margen derecha del río "Y aqui", colindando con
los pueblos de indígenas, situados sobre dicha margen; hasta cien mil hectáreas. sobre
la margen izquierda del río "Mayo", colindando también con los pueblos indígenas, si-
tuados sobre esa margen; y hasta cien mil hectáreas sobre una o ambas márgenes del
río "Fuerte"; y las quinientas mil hectáreas que suman estas tres partidas o las que
resulten enajenables en las localidades expresadas. se computarán con las que la Com-
pañía adquiera por deslinde y compra en la zona designada en el inciso I del artículo 26
dP. este contrato, a fin de que lo que falte para comp'1etar un millón de hectáreas, se
le venda y entregue a la empresa en cualquiera otra parte del estado de Sonora o del
de Sinaloa, que ella designe; y si las compañías que hoy tengan contratados esos deslin-
des, no Oo hicieren dentro de esos plazos. el subscrito, o la compañía por él ~rganizadas,
tendrán derecho a verificarilo, previa autorización de la Secretaría de Fomento, bajo
las condiciones estipuladas en los artículos anteriores, con el fin de que así tenga el
gobierno en dichos estados, a la mayor brevedad posible, los suficientes terrenos baldíos
para que se Ie complete a la compañía el millón de hectáreas que el gobierno se obliga
a enajenarle.
Si resultare más de un millón de hectáreas en las operaciones, el exceso no se
venderá a la compañía, sino que quedará para el g~bierno.
Art. 35.-El precio de los terrenos de que .habla el artícuOo anterior, hasta comple-
tar el mHlón de hectáreas, será también el de noventa centavos por hectárea, pagaderos
en los mismos términos. plazos y especies de que habla el artículo 29.
Art. 36.-La empresa quedará obligada a establecer un habitante o colono por ca-
da mil hectáreas, en el lugar o lugares que juzgue más convenientes de la superficie
que por venta se le enajena.
Art. 37.-Un veinticinco por ciento, por lo menos, de dichos habitantes o colonos,
serán extranjeros, y el resto mexicanos, y quedarán establecidos dentro del término de
tres años, contados desde la fecha en que se de a la empresa posesión de fos terrenos
que se le vendan, y los colonos disfrutarán de todas las prerrogativos y franquicias que
conceJe la ley de colonización de IS de diciembre de 1883 y demás disposiciones vigen-
tes hasta hoy o que en lo de adelante se dieran sobre el particular.
Art. 38.-Si dentro del plazo señailado en la base anterior, no hubiere la empresa
colocado el total correspondiente de habitantes o colonos, pagará al gobierno por vía
de mt.lta, cuarenta pasos en títulos de la deuda pública, por cada individuo que falta
para formar el total.
Art. 39.-Conforme vaya la empresa estableciendo los habitantes o colonos de que
se trata, lo comprobará ante la Secretaria de Fomento, con la certificación de los go•
biernos o de los jueoes de distrito de los estados de Sonora y Sinaloa, debiendo constar
en esa comprobación la fecha del establecimiento de cada uno.

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Estas comprobaciones reducirán la responsabilidad de la empresa en la proporción


de-O.establecimiento de los habitantes o colonos.
Art. 40.-La empresa manifestará a la Secretaría de Fomento, dentro del plazo de
tres meses contados después de haber sido puesta en posesión de los terrenos que le
venden, el lugar o lugares que señale para el establecimiento de los colonos, y extensión
en conjunto que las destine quedando en la más absoluta libertad para disponer, como
le sea más conveniente, del resto de los terrenos que se le venden, así como de los que
por su tercera parte le correspondan en el deslinde de la zona de que hablan el Art. 26,
incisos l. 11 y III de este contrato.
Art. 41.-La empresa dará terrenos a los colonos en propiedad, a razón de tres hec-
táreas por lo menos por colono, y las herramientas y útil@s que juzgue necesario para
sus trabajos, mediante las estipulaciones que con ellos pac-te, para lo cual se entenderá
libremente con los colonos, sin que el gobierno tenga en esto ninguna responsabilidad,
debiendo someterse al ministerio de fomento los contratos respectivos para su apro-
bación.
A:t. 42.-El ooncesionario o compañía o compañías que organice, podrán transpasar
las concesiones hechas por cl presente contrato, previo permiso de la secretaría de
fomento, así como hipotecarlas a individuos o asociaciones particulares, siendo indispen-
sable en el primer caso, que aque11os y éstas. aceptan todas y cada una de las obliga-
ciones impuestas al concesionario por el presente contrato. De las hipotecas que hiciere
la empresa, se tomará nota en el registro público de Guaymas y este requisito será su-
ficiente para su vailidez y ejecución legal. Igualmente podrá la empresa emitir Hbre-
mente acciones comunes, de preferencia, bonos y obligaciones, para disponer de ellas.
En ningún caso ni por ningún motivo, podrá la empresa traspasar, enajenar o hipo-
tecar las concesiones del presente contrato, ni los terrenos que se le vendan, a ningún
gobierno o estado extranjero, ni admitirlo como socio.
Art. 43.-La empresa tendrá en esta capital un representante ampJiamente autori-
zado para que se entienda con el gobierno, en todo lo que se relaciona con el presente
contrato.
Art. 44.-E)} gobierno prestará a la empresa el apoyo moral y material que está
dentro de su posibilidad, cuando aquella lo solicite para vencer los obstáculos que pue-
dan presentarse al llegar a cabo el presente contrato.
Art. 45.-La empresa garantizará el cumnlimiento de las obligaciones que ~e im-
pone P-1presente contrato en lo relativo a la apertura y uso de los canales de irrigación,
constituyendo en el Banco Nacional de México un depósito de quince mil pesos en
títulos de la deuda pública no diferida, al mes de la promulgación de este contrato,
bajo pena de insubsistencia si no lo verifica; y cuyo depósito le será devuelto a la
empresa por terceras partes según vayan construyéndose cada uno de los tres primeros
canales a satisfacción de la Secretaría de Fomento
Art. 46.-Este contrato caducará en lo que respecta a los canales, por a:lguna d~
las causas siguientes:
1.-Por no constituir el depósito de quince miil pesos en títulos de la deuda pública
no diferida, en el plazo de un mes que señala el artículo anterior.
11.-Por no comenzar los trabajos respectivos y por no terminarlos en los plazos
fijados en los artículos So., 60., 7o., 80., y 9o.
111.-Por enajenar, traspasar, ceder o hipotecar esta concesión a los derechos que
de ell~· se deriven, así como los terrenos adquiridos por la empresa en virtud de esta
concesiin a algún gobierno, estado extranjero o agente de él, o por admitirlo como
socio.
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HISTORIA DE EL VALLE DEL y AQUI 415

La caducidad será declarada administrativamente por el ejecutivo luego que tenga


lugar.
Art. 47.-Este contrato caducará por lo que se refiere al deslinde y colonización:
1.-Por no comenzar sus operaciones dentro del plazo de tres meses.
II.-Por no terminarlas dentro del plazo de tres años.
Art. 48.-En el caso de caducidad señalado en la fracción II, del artículo 46, la
empre.m perderá el depósito constituido y las concesiones otorgadas por este contrato, de
las cuales el gobierno de la unión podrá disponer libremente, conservando la empresa
la propiedad de fos edificios que hubiere construido, de la parte de canal y telégrafo
que hubiere establecido, y de los materiales, máquinas y útiles empleados en la explo-
tación. Si la caducidad fuere causada por enajenación, hipoteca, cesión o traspaso a
un gobierno, estado extranjero o agente de él, o por haberlo admitido como socio,
además de la nulidad del acto y de la caducidad dcl presente contrato, se darán por
expirados desde ese momento los plazos de este contrato, y la nación entrará desde
luego en plena posesión de los canales, edificios, obras, terrenos y demás propiedades de
la empresa, sin que ésta tenga derecho a indemnización de ninguna clase.
Art. 49.-La caducidad será declarada· administrativamente por el ejecutivo.
Art. 50.-En fos casos fortuitos o de fuerza mayor debidamente comprobados ante
la Secretaría de Fomento, el concesionario o la compañía o compañías que organice,
no sólo no incurrirá en la pena de caducidad, sino que se ~e abonará el tiempo que
haya durado el impedimiento, con excepción del plazo para principiar el deslinde, que
es improrrogable.
Arr. 51.-Este contrato se someterá a ,la aprobación del congreso de fa Unión, sm
perjuicio de que desde luego se cumpla y ejecute en todo lo que quepa dentro de las
facultades concedidas al ejecutivo por la constitución y por las leyes del 15 de diciem-
bre de 1883, 5 de junio de 1888 y demás vigentes.
Art. 52.-El concesionario entregará a la secretaría de Fomento, con el carácter de
donativo, una colección de instrumentos científicos para el Instituto Mfdico, cuyo valor
ascenderá a la cantidad de un mil pesos.

ARTICULO TRANSITORIO

El valor de los timbres que cause el contrato por el importe total de los terrenos
que el gobierno queda obligado a vender, se pagará por mitad entre el gobierno y el
concesionario o la compañía o compañías por él organizadas, cuando se expidan los títu-
los de propiedad de dichos terrenos, y se pueda determinar su valor total.
México. agosto veintidós de mil ochocientos noventa.
Cl\rlos Pacheco.-Carlos Conant.
Al gobernador del estado de Sonora.-Hermosillo.
Sacado del libro "MEMORIAS DEL ESTADO DE SONORA., TOMO II.
Páginas del No. 388 al 396.

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NOTAS

1) Pérez de Ribas, Andrés. "Historia de los Triunfos de Nuestra Santa Fe". (Particu-
larmente tomo m, Libro Quinto.)
2) Quintero, lng. Filiberto L. "Historia de la Región del Río Fuerte" (inédita), cap.
III, p. 107, en que cita la introducción del Lic. Buelna a su obra "Arte de la Lengua
Cahita".
"Memorias de Nuño de Guzmán". Apéndice: 4\1 y 3\1 Relaciones Anónimas.
3) Quintero, lng. Filiberto L. Relación de Diego de Guzmán y 2~ Relación Anónima,
en Apéndice de "Memorias de Nuño de Guzmán". "Historia de la Región del Río
Fuerte", cap. m, pp. 115/131, y "Relación del capitán Diego de Guzmán", de la
colección de documenots inéditos relativos al descubrimiento, conquista y organiza-
ción de las antiguas posesiones españolas de América y Oceanía. Pacheco y Cárde-
nas. (Se consultó una copia de la Relación mencionada). Sin embargo, la respon-
sabilidad en cuanto a localización probable de pueblos y lugares, particularmente
del río Fuerte al Yaqui, es del autor de la presente obra.
4) Relación Anónima. "Memoria" ... de Nuño de Guzmán, pp. 171/2.
5) Troncoso, Gral. de Brig. Francisco de P. "Las Guerras con las Tribus Yaqui y
Mayo", p. 38.
6) Madariaga, Salvador de "Hernán Cortés", p. 637.
7) Trueba, Alfonso. "Las 7 Ciudades". Expedición de Francisco Vázquez de Coro-
nado, p. 13.
8) Schtarman, Joseph H. L. "México, Tierra de Volcanes", p. 115.
9) Schtarman, Joseph H. L. "México, Tierra de Volcanes", p. 118.
10) Saravia, Atanasia G. "Apuntes para la Historia de la Nueva Viscaya", p. 112. La
fecha dada por el Sr. Saravia la toma de "Francisco de !barra and Nueva Viz-
caya", de J. Lloyd Mechan, de quien dice que cotejó documentos y corresponden-
cia en el Archivo General de las Indias.
11) De Obregón, Ea/tazar. "Relación de Descubrimientos Antiguos y Modernos", p.
141.
12) De Obregón, Baltazar. "Relación de Descubrimientos Antiguos y Modernos", p.
146/7.
13) De Obregón, Ea/tazar. "Relación de Descubrimientos Antiguos y Modernos", p. 230.
14) De Obregón, Ea/tazar. "Relación de Descubrimientos Antiguos y Modernos", p. 230.
15) De Obregón, Bu/tazar. "Relación de Descubrimientos Antiguos y Modernos", p.
231/3.
16) Pérez de Ribas, Andrés. 'Triunfos de Nuestra Santa Fe ... ", tomo I, p. 242.
17) Pérez de Ribas, Andrés. "Triunfos de Nuestra Sana Fe ... ", tomo II, p. 68.
18) Pérez de Ribas, Andrés. "Triunfos de Nuestra Santa Fe ... ", tomo 11, p. 68.
19) Calvo Berber, Prof. Laureano. "Nociones de Historia de Sonora", p. 79.
20) Pérez de Ribas, Andrés. "Triunfos de Nuestra Santa Fe ... ", tomo 1, p. 297/301.
21) Pérez de Ribas, Andrés. "Triunfos de Nuestra Santa Fe ... ", tomo u, p. 80.
22) Pérez de Ribas, Andrés. "Triunfos de Nuestra Santa Fe ... ", tomo 11, p. 84.
23) A costa, Roberto. "Apuntes Históricos Sonorenses", p. 60.
24) Pérez de Ribas, Andrés. "Triunfos d(! Nuestra Santa Fe ... ", tomo II, p. 109.
25) A costa, Roberto. "Apuntes Históricos Sonorenses", p. 57, quien lo toma de Gerard
Decorme, "La Obra de los Jesuítas", tomo 11, pp. 202/4.
26) Venegas, P. J. Miguel. "Noticia de la California ... ", tomo I, p. 219.

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27) Decorme, P. l. Gerard. "La Obra de los Jesuítas Mexicanos", tomo u, p. 40S,
nota 24.
28) Acosta, Roberto. "Apunte& Históricos Sonorenses", p. 82.
29) Acósta, Roberto. "Apuntes Históricos Sonorenses", p. 82, quien tomó el dato de
"Noticias Estadísticas del Estado de Sonora", de José Francisco Velasco, p. 77.
30) Calvo Berber, Prof. Laureano. "Nociones de Historia de Sonora", p. 99/100.
31) Calvo Berber, Prof. Laureano. "Nociones de Historia' de Sonora", p. 100.
32) Acosta, Roberto. "Apuntes Históricos Sonorenses", p. 93/94.
33) A costa, Roberto. "Apuntes Históricos: Sonorenses", p. 93.
34) A costa, Rob~rto. "Apuntes Históricos Sonorenses", p. 95.
35) Acosta, Roberto. "Apuntes Históricos Sonorenses", p. 113.
36) Acosta, Roberto. "Apuntes Históricos Sonorenses", p. 129.
31) Almada, Francisco R. "Diccionario de Historia, Geografía y Biología Sonorenscs".
Guerra del Yaqui, p. 334.
38) Troncoso, Francisco de P. "Las Guerras con las Tribus Yaqui y Mayo", p. 50. .
39) Troncoso, Francisco de P. "Las Guerras con las Tribus Yaqui y Mayo", pp. 64/67.
40) Hernández, Dr. Fortuna/o. "Las Razas Indígenas de Sonora ... ", p. 134.
41) Hernández, Dr. Fortunato. "Las Razas Indígenas de Sonora ... ", p. 145.
42) Hernández, Dr. Fortunato. "Las Razas Indígenas de Sonora ... ", p. 150 (y también
referencia N9 43).
43) Troncoso, _Franciscode P. "Las Guerras con las Tribus Yaqui y Mayo", pp. 167/8.
(Ambos coinciden en cuanto al envío y misiones de estos comisionados, pero difie-
ren en algunos detalles. Además, el Dr. Hernández sólo menciona al Jefe de la Co-
misión Científica, Gral. García Peña, en tanto que el Gral. Troncoso hace mención
únicamente del Jefe de la Geográfica, Cnel. Díaz. Parece que primero llegó al
Yaqui la Geográfica y que posteriormente la Científica la substituyó o se le unió.
En la región sólo recuerdan a esta última.)
44) Troncoso, Francisco de P. "Las Guerras con las Tribus Yaqui y Mayo", p. 233.
45) Tron.coso, Francisco de P. "Las Guerras con las Tribus Yaqui y Mayo", p. 235.
46) Hernández, Dr. Fortunato. "Las Razas Indígenas de Sonora ... ", p. 169.
41) Troncoso, Francisco de P. "Las Guerras con las Tribus Yaqui y Mayo", pp.
264/66. •
48) Calvo Berber, Prof. Laureano. "Nociones de Historia de Sonora", p. 273.
49) Calvo Berber, Prof. Laureano. "Nociones de Historia de Sonora", p. 274.
Villa, Prof. Eduardo W. "Historia del Estado de Sonora", p. 395. .
50) /barra, Jesús. Obra inédita, p. 22.
51) Casasola, Archivo de "Historia Gráfica de la Revolución", pp. 234/36, 316/17 y
332.
52) Blanco Moheno, Roberto. "Crónica de la Revolución Mexicana." (Ver Plan de Aya-
la), p. 230.
53) Barragán Rodríguez, Gral. Juan. "Historia del Ejército y· de la Revolución Cons-
titucionalista", tomo 1, p. 130. •
54) Obreg6n, Gral. Alvaro. "Ocho mil kilómetros en Campaña", 2f Edición, p. 30.
53) Obreg6n, Gral. Alvaro. "Ocho mil kilómetros en Campaña", 2v. Edición, p. 487.
(Cuadro que muestra los contingentes con que Al varado participó en Santa Rosa.)
56) Obreg6n, Gral. Alvaro. "Ocho mil kilómetros en Campaña", p. 59.
51) Obregón, Gral. Alvaro. "Ocho mil kilómetros en Campaña", p. 62. .
58) Guzmán, Martín Luis. "Memorias de Pancho Villa", p. 180. .
59) Barragán, Rodríguez, Gral. Juan. "Historia del Ejército y de la Revolución Cons-
tituclonalista", tomo 1, p. 240. (Aunque discrepa en la cantidad al afirmar que fue-
ron $ 2,000.00, confirma el hecho.) • . •
60) Guzmán, Martín Luis. "Memorias de Pancho Villa", pp. 187 y 195.
61) Barragán Rodríguez, Gral. Juan. "Historia del Ejército y de la Revolución Cons-
titucionalisat", tomo 1, p. 243. (Dice: ... Villa estableció su Cuartel General en
Ascensión ... y desde allí se estuvo comunicando con el Sr. Carranza y con los
Jefes de Sonora para que le suministraran municiones ... )
62) Barragán Rodríguez, Gral. Juan. "Historia del Ejército y de la Revolución Com-
titucionalista", pp. 434/ 47. •
63) Barragán Rodríguez, Gral. Juan. "Historia del Ejército y de la Revolución Conati-
tucionalista", pp. 191/211. .
64) Guzmán, Martin Luis. "Memorias de Pancho Villa", p. 196.

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65) Obregón, Gral. Alvaro. "Ocho mil kilómetros en Campaña", p. 140.
66) Obregón, Gral. Alvaro. "Ocho mil kilómetros en Campaña", p. 194.
67) Guzmán, Martín Luis. "Memorias de Pancho Villa", pp. 852/857.
68) Barragán Rodríguez, Gral. Juan. "Historia del Ejército y de la Revolución Cons-
titucionalista", p. 296.
69) Zavala, Gral. Marce/o. "Mezclilla y sombrero de petate", capítulo x.
70) Muñoz, Rafael F. "Pancho Villa, Rayo y Azote", p. 93.
71) Obregón, Gral. Alvaro. "Ocho mil kilómetros en Campaña", pp. 471/73.
73) Obregón, Gral. Alvaro. "Ocho mil kilómetros en Campaña", p. 474.
74) Villa, Prof. Eduardo W. "Historia del Estado de Sonora", p. 360.
75) Maytorena G., Don José María. "Primer Informe de Gobierno", Sep. 23, 1912.
Archivo del Museo y Biblioteca de Sonora. .
76) García, Santiago. Versión de estos acontecimientos dada al autor de la obra por el
señor Santiago García, telegrafista del F. C. Sud-Pacífico en Vícam, cuando suce-
dieron.
77) Troncoso, Gral. Francisco de P. "Las Guerras con las Tribus Yaqui y Mayo", pp.
167/68.
78) Hernández, Dr. Fortuna/o. "Las Razas Indígenas de Sonora", p. 149.
79) Villa, Prof. Eduardo W. "Historia del Estado de Sonora", pp. 406/408.
80) López Aparicio, Alfonso. "El Movimiento Obrero en México", pp. 91, 92 y 94.
81) López Aparicio, Alfonso. "El Movimiento Obrero en México", p. 105.
82) López Aparicio, Alfonso. "El Movimiento Obrero en México", pp. 105/ 113.
83) Toro, Lic. Alfonso. "Compendio de Historia de México, la Revolución de Indepen-
dencia y México Independiente", 12~ Edición, p. 323.
84) González Cossío, Francisco. "Historia de la Tenencia y Explotación del Campo
desde la Epoca Precortesiana hasta las Leyes del 6 de enero de 1915", tomo I,
p. 132.
85) González Cossío, Francisco. "Historia de la Tenencia y Explotación del Campo
desde la Epoca Precortesiana hasta las Leyes del 6 de enero de 1915", tomo 1,
p. 134.
86) González Cossío, Francisco. "Historia de la Tenencia y Explotación del Campo
desde la Epoca Precortesiana hasta las Leyes del 6 de enero de 1915", tomo I,
pp. 142/44.
87) Toro, Lic. Alfonso. "Compendio de Historia de México", p. 324.
88) González Cossío, Francisco. "Historia de la Tenencia y Explotación del Campo
desde la Epoca Precortesiana hasta las Leyes del 6 de enero de 191S", tomo 1,
pp. 144/46.
89) González Cossío, Francisco. "Historia de la Tenencia y Explotación del Campo
desde la Epoca Precortesiana hasta las Leyes del 6 de enero de 1915", tomo 1,
pp. 147/69.
90) Sierra~ Lic. Justo. "Juárez, Su Obra y su Tiempo", pp. 267 /69.
91) Uruchurtu, Lic. Manuel R. y Almada, Francisco R. "Apuntes Biográficos de Ramón
Corral". "Diccionario de Historia, Geografía y Biografía Sonorense". Colonización,
p. 165.
92) Troncoso, Gral. Francisco de P. "Las Guerras con las tribus Yaqui y Mayo", pp.
278/79.
93) Uruchurtu, Lic. Manuel R. "Apuntes Biográficos de Ramón Corral" ...
94) "Album de Recortes de Periódicos de la Epoca, en manos del autor de esta crónica",
p. 77.
95) Idem. p. 21. (Nota necrológica de don David Richardson.)
96) ldem. p. 77.
97) ldem. p. 74.
98) Idem, p. 21.

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INDICE DE MATERIAS

Liminar 1
lntroducci6n 3

CAPITULO I

DESCRIPCION GEOGRAFICA Y ETNICA


DE EL VALLE DEL YAQUI
Panorama . 5
Situación geográfica y caracteristicas anteriores a su transformación en región
productiva 5
La raza Y aqui 7

CAPITULO Il

ANTECEDENTES HISTORICOS
El soldado español y el guerrero mexicano 11
Primeras exploraciones de Cortés : 13
Primeros descubrimientos en el noroeste . 15

CAPITULO m

PROSIGUE LA EXPLORACION DEL NOROESTE


Hacia el Yaquimi 18
Primer extranjero que pisa las márgenes del rio Yaqui: Diego de Guzmán 21
Reacción de los Y aquis ante hombres y armamentos desconocidos 22
Los pueblos de Yaquimi y Nebame 23
Regreso a Culiacán . " 25

CAPITULO IV

EL YAQUI AL MARGEN DE 32 AAOS DE ACONTECIMIENTOS


Y EXPLORACIONES EN EL NOROESTE
Trálr8ito de A.lvar Núñez Cabeza de Vaca . 27

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Exploraci6n del río Yaqui que ha permanecido en el misterio . 29
Fray Marcos de Niza, explorador . 31
Francisco de Coronado sale a la conquista de Cíbóla y Quivira 32
Otro virrey, y un conqui;tador más, don Francisco de !barra, escuchan a las fabu-
losas sirenas de Cíbola y Quivira . 33
El capitán don Francisco de /barra envía mensajeros á gestionar paso por el Y aqui 37

CAPITULO V

DESPUES DE 54 A~OS DEL PRIMER INTENTO,


SE INICIA RESUELTAMENTE LA CONQUISTA DEL NOROESTE

Su primer combate con los españoles dio a los yaquis 74 años de paz y tran-
(fuilil/Jzd 40·
Llegan a la provincia de Sinaloa los primeros misioneros . 41
El capitán Diego /vf artínez de Hurdaide. Algunos datos biográficos y principales
acciones militares 44
El capitán Hurdaide cumple la amenaza hecha a los Zuaques cuando era caudillo 46
Diego Martínez de Hurdaide vuelve a México, regresando con dos misioneros más 48
Hurdaide entra al Yaqui, cerrando un período de más de 74 años de receso entre
las armas españolas y las yaquis . 49
Segunda entrada al Y aqui, y primer combate . 52
El capitán Hurdaide regresa al rio Yaqui para lavar sus armas de la afrenta
recibida 54
Llega a la villa de Sinaloa la noticia de la derrota y muerte del capitán y sus
soldados 57
Pacto de paz y amistad entre yaquis y españoles . . • .
,I'"
58
Los yaquis explican al capitán Hurdaide su cambio de actitud 60
Entran los primeros misioneros al río Yaqui,· acontecimiento de trascendencia para
el actual Estado de Sonora 62
El capitán Martín·ez de Hurdaide finaliza su misi6n 66
Datos biográficos del padre Andrés Pérez de Rivas 67

CAPITULO VI

LA NUEVA ESPA~A, EL NOROESTE Y EL YAQUI


HASTA EL AAO DE 1735

La Nueva España 68
El noroeste 72
La obra del padre Kino 74
Reorganizaci6n política del noroeste y trastornos subsecuentes 80
Método empleado por los jesuitas para la pacificación de los indígenas; organiza-
ción religiosa, económica y social" implantada en sus pueblos 82
La provincia de Ostimuri y la región del Yaqui . 84

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CAPrruLO VII

GUERRAS DEL YAQUI

.Antecedentes . 87
Primera rebeli6n de los Yaquis en 1740 88
~~~~-
Fundaci6n del real presidio de San Carlos de Buena Vista
"
97
Efectos del cambio de sistema político 97
La expulsi6n de los jesuitas 99
Don Francisco Joaquln Valdez, patriarca del Yaqul 101
La ejemplar obra de incorporaci6n de los in,dígenasdel noroeste llega a su término 102
Les rfos muertos del Yaqui 105
Deducciones 106

CAPITULO VIlI

EL TOQUE SONORO Y PROFUNDO DEL TAMBOR YAQUI


ANUNCIA LA REMNDICACION DE LA TRIBU
( Guerras del Yaqui, 11 Parte)

Juan (Jusacamea) Banderas, capitán de los rfos Yaqui y Mayo 108


La influencia de Yaquis y Mayos en los destinos de Sonora 111
José María Leyva (Cajeme) . . '. .. 115
José Marfa Leyva se convierte en caudillo de su Tribu . 117
Les Yaquis y sus problemas, juzgados por el general don Bernardo Reyes 120
Los intentos de colonización agravan los problemas del Estado 125
La guura del Y aqui entra a su época más trágica 130
Nuevo jefe yaqui: Juan Maldonado "Tetabiate" 138
Les Y aquis en la cerem·onia de Ortiz . 144
Deport'iic1ones a Yucatán 150
Herido y peleando muere "Tetabiate" 155

CAPrruLO IX

LA REVOLUCION MEXICANA,
NUEVA ETAPA EN LA lllSTORIA DE LA TRIBU YAQUI

El maderumo 158
Zapati.mao y oro-zquismo 161
El corutitucionallsmo 165
Toma de Naco . 167
Combate de Santa Rosa 169
Batalla de Santa Maria . . 172
!4ta al n<:,roesteel primer Je/e 175
Avance al nu y primeros usos del avi6n como bom.bardero 178

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La entereza del primer jefe y la lealtad de un caudillo salvan de la anarquía a
la revolución 184
Los combates de Celaya y su trascendencia 187

CAPITULO X

EL NUEVO REGIMEN SOCIAL Y LA TRIBU YAQUl

Consumado el triunfo del constitucionalismo, se reinicia la campaña del Y aquí 192


Campaña del Yaqui 197
Yaquis contra Yaquis 200
Situación de El Valle del Y aquí al triunfo del constitucionalismo 202
Es rota la paz del Yaqui . 204
La lealtad, origen de dos aiianzas políticas . 210
La tribu Y aquí continúa participando en los destinos nacionales. Cita en el
Bacatete 212
La Entrevista en el cañón del Guapari . 215
Avance sobre la capital. Los contingentes Y aquis y su escolta protegiendo al
Presidente de la República . . / 218
400 años luchó la tribu Yaqui por sus derechos. Acuerdos presidenciales . 222

CAPITULO XI

LA TRIBU YAQUI EN LA ACTUALIDAD (1961)

Poblaci6n, características físicas y morales, idioma 236


Religión 241
Forma de gobierno 243
Costumbres 245
Situación económica actual 246
Problema social . 247
Consideraciones generales 248

CAPITULO XIl

NACIMIENTO DE UN EMPORIO AGRICOLA

Primeras obras del sistema de irrigación de El Valle del Yaqui . 250


La Comisión Geográfica Exploradora y la Comisión Científica de Sonora 255
Nacimiento de El Valle del Yaqui y nombre de su creador . 256

CAPITULO XIll

CARLOS CONANT MALDONADO

Producto de su medio ambiente, fue también reflector de las inquietudes de su


tiempo y realizador de sus propios sueños 259

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Primeras gestiones ante la Secretaría de Fomento . 267
Características principales de la concesi6n . .. 270
Obtenida la concesi6n, fue constituida una empresa para realizar la.r obras 277
Quiebra la "Sonora & •Sinaloa lrrigation Co." . 280
Liquidación de la "Sonora & Sinaloa lrrigation Co." . 281
Localización de los terrenos entregados a Conant, Parada y .Albino .A.Imada 283
Don Carlos Conant Maldonado, luchador inquebrantable 286
Herencia de don Carlos Conant 1• .289
¡In Memoriam! . 291

CAPITULO XIV

UNA NUEVA EMPRESA CONSTRUCTORA CONTINUA


EL DESARROLLO DE EL VALLE DEL YAQUI

La economía de Sonora en 1907 . 293


Ferrocarriles, telégrafos y otros servicios públicos 304
La Cía. Constructora Richardson, S. A., adquiere los derechos de la Sonora el
Sinaloa lrrigation Co . 307
Cómo es el proyecto de la Compañía Richardson 316
La magnitud del proyecto . 316
Las concesiones que pide la compañía . 317
El Valle del Y aqui dµrante el período del movimiento constitucionalirta 317
German Federico Bruss .inicia la industrialización del Valle . 321
Don Gustavo Dingfelder, el más antiguo colonizador superviviente .. 324
El Gobierno Federal adquiere los derechos de la Richarson sobre el Valle 325
Un tercer acontecimiento de gran trascendencia para El Valle del Yaqui 328
Se acelera el desarrollo del Valle . 330

CAPITULO XV

EPOCA MODERNA ( 1961)

Nacimiento de Ciudad Obreg6n . 334


Se hace el trazo de una ciudad . 338
C,iudad joven y rica,· pero de vida miserable 344

CAPITULO XVI

DESENVOLVIMIENTO ESPIRTilJAL Y CUL1URAL


DE CIUDAD OBREGON

Aspecto religioso 353


Instrucción Pública 359
El periodismo regional 361
Ciudad Obregón actual . 362

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CAPITULO xvn

EL VALLE DEL YAQUI ACTUAL

Suelos . 366
lrrlgaci6n 367
Poblacl'cHl 368
Comunicaciones 369
Electrificaci6n 371
Diltribuci6n de la propiedad agrícola 372
Siltemas de trabajo . . 376
Organización de los agricultores 377
Producci6n agrícola. . 378
Ganaderla 380
Per,pectivas 380
Bosquejo M>Ciol6gico 384
Canto al Valle del Yaqut Poema por el profesor Bartolomé Delgado de Le6n 387

A.plndices:

No. l. Ruta probable de Alvar Núñez Cabeza de Vaca 391


No. 2. Provincia de Ostimuri . 396
No. 3. Ley ·contra conspiradores dada por don Benito Juárez 398
No. 4. Conant cede derechos a sus gestores en México, D.F. 403
No. 5. Poder otorgado a don Carlos Conant por sus co-propietarios 405
No. 6. Contrato entre la Secretaría de Fomento y Carlos Conant para colonizar
1m ríos Yaqui, Mayo y Fuerte . 406
Referencias de fuentes consultadas. (Notas) 417
Bibliógrafía • 421

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BIBLIOGRAFIA

Acosta, Roberto. Apuntes Hist6ricos Sonorenses. La Conquista Temporal y Espiritual


del Yaqui y del Mayo. Imprenta Aldina. México. 1949.
Alamán, Lucas. Historia de México (5 tomos). Editorial Jus. México, 1942.
Almada, Francisco R. Diccionario de Historia, Geografía y Biograffa Sonorenses. Ta-
lleres Arrendatarios de Impresora Ruiz Sandoval, S. de R. L. Chihuahua, Chih.
1952.
Barragán Rodríguez, Gral. Juan. Historia del Ejército y de la Revolución Constituciona-
lista (2 tomos). Antigua Librería Robredo. Talleres de la Editorial Stylo, Duran¡o
290. México. 1946.
Blanco Moreno, Roberto. Crónica de la Revolución Mexicana. Libro Mex Editores,
S. de R. L. Imprenta de Editorial Costa-Amic. Mesones 14, México, 2a. Edic. 1957.
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Calvo Berber, Prof. Laureano. Nociones de Historia de Sonora. Librería de Manuel Po-
rrúa, S. A. México, 1958.
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co. Cuad. No. 20 Edit. Campeador, México, 1955.
Casasola. Archivo de Historia Gráfica de la Revolución.
Corral, Ramón. Obras Históricas. Reseva Histórica del Estado de Sonora, 1856-1877.
Biografía de José María Leyva Cajeme. Las Razas Indigenas de Sonora. Hermosillo,
Son., 1959 (sin pie de imprenta). (Obra de la· Biblioteca Sonorense de Geografía
e Historia.)
Cuevas, P. Mariano. Historia de la Nación Mexicana. 2a. edición. Editorial Jus, S. A.,
México, 1952.
Decorme, J. Gerard. La Obra de los Jesuitas Mexicanos. Antigua Librería Robredo de
José Porrúa e Hijos. México, 1941.
De Madariaga, Salvador. Hernán Cortés. Editorial Diana, S. A. México, 1918.
De Obregón, Baltazar. Relación de Descubrimientos Antiguos y Moderno&.
Díaz del Castillo, Bernal. Historia Verdadera de Sonora. Departamento de Asuntos In-
dígenas. Talleres de la Escuela Industrial "Rafael Dondé". México, 1940.
García y Alva, Federico. A/bum-Directorio del Estado de Sonora. Imprenta. Oficial
dirigida por Antonio B. Monteverde. Hcrmosillo, 1905-1907.
González Cossío, Francisco. Historia de la Tenencia y Explotación del Campo desde la
Epoca Precortesiana hasta las Leyes del 6 de enero de 1915. Talleres Gráficos de
la Nación, México, 1957.
García, Santiago S. Relación Manuscrita del Asalto al Tren en que viajaban el Gral.
Obregón, en 1926, en Vicam.
Guzmán, Martín Luis. Memorias de Pancho Villa, 3a. edición. Cía. Gral. de Ediciones,
S. A. Talleres Gráficos de La Carpeta, S. A., Calle Norte 45, No. 802. México,
D. F., 1954.
Hernández, Dr. Fortunato. Las Razas Indígenas de Sonora y la Guerra del Yaqui.
Talleres de la Casa Editorial "J. de Elizalde". México, 1902.

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lbarra, Jesús. Obra inédita de la que el autor de la presente crónica tiene una copia.
(Los padres del Sr. !barra y él mismo, vivieron esta época en la región.)
Kino, P. Eusebio Francisco. Favores Celestiales. Editorial Cultura. México, 1913-22.
(Impreso por la Secretaría de Gobernación.)
López, Rafael F. (Periodista y escritor, bien documentado biógrafo de Pancho Villa.)
Pancho Villa, Rayo y Azote. Populibros "La Prensa". México, D. F., 1955.
Museo y Biblioteca de Sonora. Archivo. Hermosillo, Son.
Nuño de Gpzmán. Memorias de los Servicios que había hecho Nuño de Guzmán desde
que fue nombrado Gobernador de Pánuco en 1525. José Porrúa e Hijos, Sucs.
México, D. F., 1955.
Obregón, Gral. Alvaro. Ocho mil Kilómetros en Campaña. 2a. edición. Fondo de Cul-
tura Económica. Talleres de ..Gráfica Panamericana", S. de R. L. Parroquia 911.
México, 1950.
Pérez de Ribas, Andrés. S. J. Historia de los Triunfos de Nuestra Santa Fe entre Gen-
tes las más Bárbaras y Fieras del Nuevo Orbe. 3 tomos. Editorial Layac. México,
D. F., 1944.
Quintero, lng. Filiberto L. Historia de la Región del Río Fuerte. Inédita.
Saravia, Atanasio G. Apuntes para la Historia de la Nueva Vizcaya. Imprenta Reveles.
México, 1938.
Schlarman, Joseph H. L. México, Tierra de Volcanes. 3a. edición. Talleres de Impresora
Govil, México, D. F., 1953.
Sierra, Lic. Justo. Juárez: Sri Obra y su Tiempo. 2a. edición. Imprenta de la Universidad
Nacional Autónoma de México. México, 1956.
Toro, Lic. Alfonso. Compendio de Historia de México. La Revoluci6n de Independen-
cia y México Independiente. 12a. edición. Editorial Patria, S. A. Ave. Uruguay No.
25. México, D. F., 1960.
Troncoso, Francisco del P., Gral. de Brig. Las Guerras con las Tribus Yaqui y Mayo
del Estado de Sonora. Tipografía del Departamento de Estado Mayor. México,
1905.
Trueba, Alfonso. Las 7 Ciudades, Expedición de Francisco Vázquez de Coronado. Li-
breto No. 27 de la colección "Figuras y Episodios de la Historia de México". Edi-
torial Campeador, Distribución JUS. México, 1955.
Uruchurtu, Lic. Manuel R. Apuntes Biográficos de Ram6n Corral. Tipografía "La Euro-
pea". México, 1910.
Anónimo. Album de recortes de periódicos de la época formado indudablemente por
un funcionario de la Cía. Constructora Richardson, que obra en manos del autor
de esta crónica.
Vasconcelos, José. Hernán Cortés, Creador de la Nacionalidad. Ediciones Xóchitl. Méxi-
co, D. F., 1941.
Venegas, S. J. Miguel. Noticia de la California y de su Conquista Temporal y Espiri-
tual. Editorial Layac, México, D. F., 1944.
Villa, Prof. Eduardo W. Historia del Estado de Sonora, 2a. edición. Editorial Sonora.
Hermosillo, 1951.
Zavala, Gral. Marcelo. Mezclilla y Sombrero de Palma. Obra inédita.

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En la ciudad de México a los 21 días del mes de
marzo de 1964 -aniversario del natalicio de
don Benito Juárez- se terminó la impresión
de esta Historia de El Valle del Yaqui,
editado por la Librería de Manuel Po-
rrúa, S. A. en los Talleres de Comer-
cial Nadrosa, S. A., bajo la dirección
del Sr. don Juan N. Chávarri.
La edición consta de 2,000 ejem-
plares

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En Imprenta Concepto Gráfico de Hermosillo, Sonora, México.
el día 25 de agosto de 1995, bajo la dirección del Lic. José
Rómulo Félix Gastélum, se terminó la impresión
facsimilar de: Historia de El Valle delYaqui,
a la que se le adicionaron 26 páginas. Su
composición se hizo en tipo
Times bold.

La edición consta de 1,500 ejem piares.

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