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CUATRO GEMAS DE 2 A LOS

CORINTIOS CAPÍTULO 5
Brian Reynolds

1. Nuestro tabernáculo terrestre

¡Cuán gloriosas son las «gemas» que el gran apóstol disemina


a través de sus epístolas, ¡incluso cuando trata con asuntos
prácticos o dificultades en las asambleas! Al escribirle a los
corintios acerca de sus problemas morales, luchas carnales y
variados desordenes, ¡es asombroso ver cómo utiliza las
coyunturas para desplegar un panorama completo de luz y
verdad celestial!

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En los primeros cuatro capítulos de 2 Corintios, Pablo describe
el carácter y la fuente de su ministerio. Tristemente, ¡su
ministerio había sido cuestionado por los creyentes en
Corinto! Él resume el propósito y el resultado de su ministerio
de esta manera: “la muerte actúa en nosotros, y en vosotros la
vida” (4:2). De ahí en adelante se lanza hacia el cielo y a la
eternidad: comienza con la resurrección del creyente (4:14), el
contraste entre las aflicciones presentes y temporales con la
eterna gloria venidera (4:17-18), ¡y luego presenta una gema
doctrinal que describe el estado del creyente después de la
muerte y la esperanza de un cuerpo resucitado! (5:1-8).

Pablo le escribe a los corintios acerca de la disolución de


“nuestra morada terrestre, este tabernáculo”. Estos queridos
hermanos, que estaban consintiendo por un lado a la carne, y
por el otro tenían pensamientos equivocados de la
resurrección, necesitaban escuchar esto. El apóstol les
describe la condición presente de nuestro cuerpo como un
“tabernáculo” (una estructura temporal). Nosotros estamos a
la espera de un cuerpo nuevo, “un edificio” que “tenemos de
Dios”, el cual será eterno, ¡no temporal como nuestro
“tabernáculo” actual”! En este cuerpo gemimos en espera de
aquella casa que es del cielo (v. 2; Ro. 8:23). En este caso, la
palabra “casa” significa «un edificio que es el resultado de una
construcción». Es decir, una morada sólida y permanente, la
cual contrasta grandemente con el “tabernáculo” en el que
vivimos ahora. ¡Qué gema y qué esperanza!

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2. Revestidos de nuestra habitación

En estos versículos, el apóstol nos presenta otra gema más


dentro de un capitulo maravilloso lleno de ellas. Ahora pasa
de la disolución de nuestros cuerpos mortales a su futura
condición en gloria. Al hacerlo, cambia la figura, y pasa de
hablar del cuerpo como un “tabernáculo” a compararlo con
una «vestimenta»; seremos “revestidos” de “nuestra
habitación celestial”. Él utiliza tres términos para describir el
estado del hombre en la muerte o al momento de la venida
del Señor: “desvestidos”, “desnudos” y “vestidos”.

Cuando un creyente muere se encuentra en una condición en


la que es visto como “desvestido”, en espera de la
resurrección (un estado de bendición), lo cual es ciertamente
“muchísimo mejor” que nuestra condición actual (Fil. 1:23). En
este pasaje, Pablo también advierte del peligro de ser hallados
“desnudos”. Este es el estado de los incrédulos cuando estén
delante de Dios en el juicio final. Ellos serán resucitados
corporalmente, pero en su condición pecaminosa. Estarán
desnudos porque no serán revestidos de un vestido de justicia
delante de Dios, y tendrán que enfrentar la “muerte segunda”.

El ardiente deseo del cristiano es que en un futuro será


revestido de un cuerpo resucitado y glorificado. Este es un

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punto importante sobre el que Pablo insiste constantemente
en sus epístolas: la esperanza y deseo del creyente no es la
muerte, ni siquiera el ir al cielo, sino la transformación que
tomará lugar cuando el Señor venga. Como parte de la
primera resurrección, los creyentes seremos “revestidos” de
cuerpos glorificados. En ese momento, lo mortal será
absorbido por la vida. El Señor Jesús venció a la muerte de una
forma tal, que es posible que jamás seamos desvestidos, pues
cuando Él venga, ¡“los que vivimos” seremos transformados
en gloria sin pasar por la muerte!

3. La garantía

Es asombroso e importante considerar cómo el apóstol Pablo


presenta al Espíritu Santo en relación con el estado futuro del
creyente. El término “arras” significa que el Espíritu Santo es la
“garantía” de las bendiciones que los creyentes recibirán—
especialmente en relación con la resurrección o “redención”
del cuerpo. El hecho de que esta palabra sea utilizada hoy en
día, en el idioma griego moderno, para describir un «anillo de
compromiso», nos ayuda a entender mejor su significado. ¡Es
una muestra de algo maravilloso que está por venir! ¡Qué
gema tan especial!

Esta no es la única vez que Pablo dice que el Espíritu Santo fue
dado como arras de lo que está por venir. En Efesios, él
muestra que luego de haber creído en Cristo, fuimos sellados

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con el Espíritu Santo, “que nos es dado como garantía de
nuestra herencia, con miras a la redención de la posesión
adquirida” (Ef. 1:14 LBLA). El Espíritu Santo vive en nuestros
corazones y nos da la seguridad de que nuestros cuerpos, con
nuestras tendencias pecaminosas, ¡serán transformados y que
recibiremos nuestra herencia celestial!

De forma similar, en la magnífica epístola de Pablo a los


Romanos, él escribe que aquellos “que tenemos las primicias
del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros
mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro
cuerpo” (Ro. 8:23). Aquí, el Espíritu Santo es descrito como las
“primicias”, pues Él nos es dado como un anticipio de lo que
está por venir: ¡la redención de nuestros cuerpos en la
resurrección! ¡Qué maravilloso que tengamos un Invitado
divino habitando dentro nuestro y alentándonos! Gemimos a
causa de estos viejos tabernáculos en los que vivimos (2 Co.
5:2, 4), pero pronto llegará el día en el que estos cuerpos ya
no nos darán problemas y serán conformados “al cuerpo de la
gloria suya” (Fil. 3:21).

4. En casa con el Señor

Hemos llegado a la última de las «cuatro gemas» de nuestra


serie, sin embargo, ¡esto no significa que no haya más de ellas
en este maravilloso capítulo! El lector diligente encontrará
muchas más; pero estas cuatro en particular dicen relación

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con el estado futuro del creyente—¡qué maravilloso que nos
hayan sido reveladas!

En una meditación anterior vimos que el deseo ardiente del


creyente es ser “vestido” con un cuerpo de resurrección.
Jamás se nos dice que estar “desvestidos” (que es el estado
intermedio entre la muerte y la resurrección) es la esperanza
del creyente. Sin embargo, Pablo muestra en este capítulo (y
en otras partes) que la muerte antes de la resurrección es,
después de todo, un estado de bendición. En consecuencia, en
los versículos 6 al 8, él describe uno de los sentidos en que
esta condición del cristiano es mucho mejor que vivir en este
mundo. Él dice que mientras estamos en este cuerpo, estamos
ausentes del Señor y, por el contrario, cuando estemos
ausentes del cuerpo, estaremos presentes con el Señor.
Cuando nos estemos en nuestro estado “desvestido”,
estaremos conscientemente en la presencia del Señor. No
puede haber una evidencia más clara que esta de la conciencia
después de la muerte. La palabra presentada aquí significa “en
casa”, y es por esta razón que cuando un creyente muere
decimos que él o ella está en casa con el Señor.

Muchos años después Pablo escribió de la misma verdad a los


creyentes en Filipos, pero de una forma mucho más personal.
Él estaba en prisión y por enfrentar un juicio. Sin embargo,
había sido puesto entre dos opciones: por un lado, deseaba
permanecer en este mundo para ayudar a los creyentes; por

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otro lado, tenía el deseo de “partir y estar con Cristo, lo cual
es muchísimo mejor” (Fil. 1:23).

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