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LA ACTIVIDAD ADMINISTRATIVA COMO EXPRESIÓN DE LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA.


Es una realización de la Administración Pública, lo que exige precisar qué debemos entender por tal concepto, sin duda, de sentido al menos
ambivalente. En efecto la noción de Administración Pública puede referirse tanto a un conjunto de órganos como a una actividad estatal en sí misma;
por lo que a los efectos de definir la actividad administrativa debemos, por supuesto, optar por el concepto orgánico, y entender por Administración
Pública como un conjunto de órganos de las personas jurídicas estatales, es decir, de los sujetos de derecho que actualizan la voluntad del Estado. En
efecto, en el orden constitucional y legal interno venezolano, el Estado no es un sujeto de derecho; a pesar de que la misma Constitución utilice con
gran frecuencia la palabra “Estado” para establecer, por ejemplo, obligaciones prestacionales concretas a cargo de los entes públicos en relación con
los administrados. Dispone así la Constitución, por ejemplo, que “el Estado protegerá la familia…” (Art. 75); que “el Estado creará, ejercerá la rectoría y
gestionará un sistema público nacional de salud…” (Art. 84); que “el Estado…asumirá [la educación] como función indeclinable…” (Art. 102); que “el
Estado garantizará la atención integral de los deportistas…” (Art. 111); que “el Estado reconocerá la existencia de los pueblos indígenas… (Art. 119); o
que “el Estado protegerá el ambiente…” (Art. 127).
Pero aun cuando en el texto constitucional se asignen dichas obligaciones al “Estado”, el mismo, como tal y en el orden constitucional interno, no es
sujeto de derechos y obligaciones pues no es una persona jurídica, sino que, en realidad, lo conforman un conjunto de personas jurídicas que podemos
denominar como personas estatales. Es decir, si bien es cierto que en el ámbito de la comunidad internacional la República de Venezuela, como
“Estado”, goza de personalidad jurídica internacional; en cambio, en el ámbito del derecho interno, el Estado no es un solo sujeto de derecho sino que
como se dijo, está conformado por un conjunto de personas jurídicas que resultan del sistema constitucional que se ha establecido para la distribución
territorial del Poder Público (personas jurídicas estatales). En efecto, en la Constitución, cuando se regula el Poder Público como la potestad
constitucional que habilita a las personas estatales para actuar como sujetos de derecho y que les permite imponer el interés público sobre el interés
particular; establece un doble sistema de respecto de su separación: una distribución vertical del mismo en el territorio, y una división orgánica
horizontal del mismo en cada nivel territorial. Por ello es que el artículo 136 de la Constitución establece que “el Poder Público se distribuye entre el
Poder Municipal, el Poder Estadal y el Poder Nacional”; y además, que “el Poder Público Nacional”, cuyo ejercicio es el que básicamente se regula la
Constitución nacional, “se divide en Legislativo, Ejecutivo, Judicial, Ciudadano y Electoral”.
La Administración Pública, por tanto, como lo precisa la misma Ley Orgánica de la Administración Pública, está conformada tanto por órganos de las
personas jurídicas estatales como unidades administrativas, como por algunas de dichas personas (las no territoriales), que la Ley denomina “entes”.
Así lo indica el artículo 15 de dicha Ley Orgánica al disponer que “los órganos y entes de la Administración Pública se crean, modifican y suprimen por
los titulares de la potestad organizativa”, conforme a lo establecido en la Constitución y la ley, de manera que: Tendrá el carácter de ente toda
organización administrativa descentralizada funcionalmente con personalidad jurídica propia distinta de la República, de los estados, de los distritos
metropolitanos y de los municipios. Son órganos las unidades administrativas de la República, los estados, los distritos metropolitanos y entes públicos
a las que se les atribuyan funciones que tengan efectos jurídicos frente a terceros, o cuya actuación tenga carácter preceptivo. Ahora bien, a los
efectos de determinar qué comprende la Administración Pública como complejo orgánico de las personas jurídicas estatales, resulta indispensable
ubicar éstas personas dentro de las clasificaciones de las personas jurídicas que adopta la Constitución.
La expresión genérica "Estado" comprende a todas las personas jurídicas que en el orden interno y en la organización del Estado se consideran como
parte del mismo, conforme a la descentralización política del Estado Federal en los tres niveles de distribución territorial del Poder Público: nacional,
estadal y municipal; y conforme a la descentralización funcional que se produzca en cada uno de dichos niveles. Entre los órganos de esas personas
jurídicas estatales, están, precisamente, los que conforman la Administración Pública. 9 Pero por supuesto, no todos los órganos de las personas
estatales político territoriales constituyen la Administración Pública. La conformación de los órganos que la componen en esos casos está
condicionada, a la vez, por el sistema de la división horizontal del Poder Público que se ha establecido en la Constitución, el cual puede considerarse
que ha avanzado respecto de lo que son las líneas clásicas de la separación de poderes, pero sólo como separación orgánica y no como separación
funcional. En efecto, en cada complejo orgánico de las personas jurídicas estatales político-territoriales: nacional, estadal y municipal, el Poder Público
tiene una distribución orgánica horizontal peculiar. En el nivel nacional se distinguen cinco ramas del Poder Público: el Poder Legislativo Nacional, el
Poder Ejecutivo Nacional, el Poder Judicial, el Poder Ciudadano y el Poder Electoral, correspondiendo su ejercicio a cinco complejos orgánicos
diferenciados y separados. Estos son, respectivamente, la Asamblea Nacional; el Presidente, sus Ministros y el resto de los órganos del denominado
“Ejecutivo Nacional”; el Tribunal Supremo de Justicia y los demás tribunales de la República, así como la Dirección Ejecutiva de la Magistratura y los
otros órganos de gobierno y administración del Poder Judicial; el Ministerio Público o Fiscalía General de la República, la Contraloría General de la
República y la Defensoría del Pueblo; y el Consejo Nacional Electoral, sus Comisiones y Juntas. Estos cinco conjuntos orgánicos se encuentran
separados, son autónomos e independientes entre sí, y cada uno de ellos tiene sus competencias constitucionales y legales específicas. La
Administración Pública Nacional Central, como complejo orgánico, se encuentra ubicada en principio, en el denominado “Ejecutivo Nacional”, que
conforma los órganos estatales que ejercen el Poder Ejecutivo Nacional. La Constitución establece en su artículo 136 la división del Poder Público,
(Poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial, el Poder Ciudadano y el Poder Electoral). Los cuales conforman e integran la Administración Pública a nivel
nacional, los órganos que ejercen el Poder Ciudadano, es decir, la Fiscalía General de la República o Ministerio Público, la Contraloría General de la
República, y la Defensoría del Pueblo; así como los órganos que ejercen el Poder Electoral, como el Consejo Nacional Electoral. Igualmente, también
puede considerarse que son órganos de la Administración Pública nacional, la Dirección Ejecutiva de la Magistratura del Tribunal Supremo de Justicia.
Todos esos órganos conforman la Administración Pública nacional, aún cuando por supuesto, no la Administración Pública Central cuyos órganos son
los que ejercen el Poder Ejecutivo Nacional. Pero decíamos que la separación orgánica de poderes, en forma horizontal, no sólo se ha establecido en el
nivel nacional, sino también 11 en los niveles estadales y municipales. En los Estados de la Federación, en efecto, se distinguen básicamente dos
complejos orgánicos que ejercen respectivamente, el Poder Legislativo y el Poder Ejecutivo, conformados por los Consejos Legislativos de los Estados y
por sus Gobernadores (Arts. 160 y 162), por lo que la Administración Pública Estadal está integrada, en principio, en las Gobernaciones de Estado. En
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los Estados, además, hay que indicar que la Constitución ha previsto la existencia de unos órganos con autonomía orgánica y funcional (Art. 163), que
ejercen el Poder Estadal aún cuando la Constitución no los califique como tal Poder, que son las Contralorías estadales. Esos órganos de control, sin
duda, también forman parte de la Administración Pública estadal, aún cuando por supuesto, no forman parte de la Administración Pública Central de
los Estados la cual depende de las Gobernaciones estadales. Por último, en el nivel municipal, la Constitución también ha establecido un sistema de
separación orgánica de poderes, distinguiéndose dos complejos orgánicos que ejercen los Poderes Legislativo y Ejecutivo locales, conformados,
respectivamente, por los Concejos Municipales, como órganos colegiados que ejercen la función legislativa a nivel local; y los Alcaldes, a quienes
corresponden las actividades de gobierno y administración municipal (Arts. 174 y 175). A nivel municipal, por tanto, la Administración Pública central
como complejo orgánico depende de los Alcaldes. Pero debe indicarse, que también en el nivel de los Municipios, la Constitución establece las
Contralorías municipales, como órganos de control, vigilancia y fiscalización, que por ello gozan de autonomía funcional (Art. 176). Esos órganos de
control también forman parte de la Administración Pública municipal, aún cuando por supuesto, no forman parte de la Administración Pública Central
de los Municipios la cual depende de las Alcaldías. De todo lo anterior resulta, por tanto, que conforme a los principios de la distribución vertical y de la
división horizontal del Poder 12 Público, en el sistema constitucional venezolano, Administración Pública está conformada por el complejo de órganos
de las personas jurídicas estatales que ejercen el Poder Ejecutivo en los tres niveles territoriales (nacional, estadal y municipal), así como por los
órganos que en el nivel nacional ejercen el Poder Ciudadano, el Poder Electoral y el Poder Judicial, en este último caso en lo que se refiere al gobierno
y administración del mismo; y en los niveles estadales y municipales, por los que conforman sus Contralorías.
La actividad administrativa, hemos dicho, no sólo se ejerce por los órganos de las personas jurídicas estatales que conforman la Administración Pública,
sino que también sólo puede ser tal la que se realice por los órganos competentes, ciñéndose a lo que se establece en la Constitución y en las leyes, es
decir, al principio de la legalidad y conforme al procedimiento administrativo establecido3. Las actuaciones realizadas por órganos incompetentes, o
sin observancia del procedimiento legalmente prescrito, en definitiva, lo que constituyen son vías de hecho. Este principio de legalidad que rige no sólo
para la Administración Pública sino para todos los órganos del Estado, tiene su fundamento en el artículo 137 de la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela.
En la realización de las actividades administrativas, por tanto, no puede haber competencias no reguladas expresamente en la Constitución o en la ley.
La Sala Constitucional del Tribunal Supremo, sin embargo, en algunas sentencias habría matizado este postulado, admitiendo que las competencias
pueden derivar del principio del “paralelismo de las competencias”, siempre que con el ejercicio de las mismas no se afecten derechos de las personas.
En efecto, desde el punto de vista formal, y conforme al principio de la formación del derecho por grados que como uno de sus principios
fundamentales adopta la Constitución de 1999; todas las actuaciones del Estado derivan de la ejecución de la Constitución como norma 17 suprema,
en forma escalonada y sucesiva, configurándose entonces dos tipos de actividades estatales: aquéllas que derivan de la ejecución directa e inmediata
de la Constitución; y aquellas que son de ejecución directa e inmediata de la Legislación y, por tanto, de ejecución indirecta y mediata de la
Constitución. En efecto, partiendo de la consideración de Constitución como norma suprema y como fundamento del ordenamiento jurídico, como lo
declara incluso su artículo 7, hay actividades que realizan determinados órganos del Estado en cumplimiento de atribuciones establecidas directa y
exclusivamente en la Constitución, sin que exista o pueda existir otro acto estatal de ejecución directa e inmediata de la Constitución, como las leyes,
que las regulen y que se interponga entre la Constitución y la actividad. Por ejemplo, la actividad legislativa o la actividad de gobierno. Además, hay
otras actividades de los órganos del Estado que se realizan en cumplimiento de atribuciones establecidas no sólo en la Constitución sino también en las
leyes, donde por principio existe o puede y debe existir un cuerpo legislativo que las regule. Por ejemplo, la actividad judicial y, precisamente, la
actividad administrativa.
La actividad administrativa, por tanto, por esencia incide en la esfera jurídica de los administrados. Por eso hemos dicho que el derecho administrativo,
además de regular a la Administración Pública como complejo orgánico, el ejercicio de la función administrativa y la propia actividad administrativa del
Estado, regula también las relaciones entre las personas jurídicas estatales como sujetos de derecho actuando a través de los órganos de la
Administración Pública, y los administrados, como consecuencia de la gestión del interés público que, en concreto, aquéllas tienen que asumir. En
estas relaciones está otro de los elementos claves del derecho administrativo contemporáneo: el necesario equilibrio, en un régimen democrático, que
tiene que establecerse entre los poderes y prerrogativas de los órganos de la Administración Pública y los derechos de los particulares o administrados,
lo cual plantea unas especiales exigencias en un régimen de derechos y garantías ciudadanas. En esta forma, ante el elenco de derechos y garantías
que declara la Constitución, corresponde a la legislación propia del derecho administrativo su regulación, actualización, limitación y protección
concretas, y con ello la de las diversas formas de la actividad administrativa, que corresponden a las clásicas formas o cometidos de: policía, fomento,
servicio público, control y gestión de los asuntos públicos. La primera, la actividad de policía, quizás la más clásica de las actividades administrativas,
siempre resulta en definitiva en una limitación a los derechos constitucionales; la segunda, la actividad de fomento, se manifiesta en la política el
estímulo al desarrollo pleno de los mismos derechos ciudadanos, con particulares connotaciones en el ámbito económico; la tercera, la actividad de
servicio público, en esencia es la obligación prestacional impuesta al Estado consecuencia directa de derechos ciudadanos previstos constitucional o
legalmente; la cuarta, la actividad de control, corresponde a todas las acciones del Estado de control de la actuación tanto de los órganos de la
Administración Pública como de los propios administrados en relación con sus actividades reguladas; y la quinta forma de la actividad administrativa, la
de gestión del interés general, que puede manifestarse, entre otros, en el campo de la economía cuando el Estado gestiona incluso direc- 36 tamente
actividades dentro del sistema de economía mixta establecido en la Constitución. En esta forma, la actividad administrativa, materialmente hablando,
no puede concebirse sin su incidencia directa en la esfera jurídica de los particulares, pues en definitiva, aquella se concreta en una regulación,
limitación, estímulo, satisfacción, control o protección de los derechos y garantías constitucionales. La materia administrativa, por tanto, está
conformada por todas aquellas regulaciones que permiten al Estado actuar en concreto, realizando cometidos y prestaciones, y que a la vez se
configuran como limitaciones a los derechos y garantías constitucionalmente permitidas, por lo que bien podría decirse que el derecho administrativo,
materialmente hablando, es el derecho de las limitaciones y regulaciones al ejercicio de esos derechos.
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La actividad administrativa, como resultado del ejercicio de competencias de los órganos de la Administración Pública legalmente establecidas en
forma expresa y cuyo cumplimiento es generalmente de carácter obligatorio, como toda actividad en el mundo del derecho, puede producir daños a
los administrados, tanto en el ejercicio lícito de sus poderes como por hecho ilícito. Si estos daños se producen, tanto los titulares de los órganos del
Estado o de su Administración Pública (los funcionarios públicos) como las personas jurídicas estatales deben responder por los mismos, En efecto, uno
de los principios fundamentales que rige para todos los órganos del Estado, es decir, que ejercen el Poder Público, y por supuesto, para los que
conforman la Administración Pública, es el regulado en el artículo 139 de la Constitución, que recoge otra norma tradicional de nuestro
constitucionalismo, y es el principio de la responsabi- 37 lidad individual de los titulares de dichos órganos, es decir, de los funcionarios públicos en el
ejercicio del Poder Público. Dispone dicha norma que: El ejercicio del Poder Público acarrea responsabilidad individual por abuso o desviación de poder
o por violación de esta Constitución o de la Ley.
Relación Jurídico- Administrativa
La noción de relación jurídica, en cuanto concepto común para todas las ramas del derecho es definida como "aquella relación intersubjetiva que
enlaza elementos del ordenamiento jurídico y que produce efectos jurídicos".
Este concepto recibe matices según sea la naturaleza de la especial relación de alteridad a la que se aplica. Por consiguiente, cada rama del derecho
incorporará su propia perspectiva al concepto expuesto.
La relación jurídica administrativa queda constituida como el vínculo intersubjetivo que se establece para la regulación del bien común, de acuerdo con
las exigencias de la justicia distributiva, generando un intercambio proporcional de prestaciones recíprocas entre el sujeto deudor (Administración
Pública centralizada o descentralizada) y el sujeto acreedor (el administrado), suponiendo un vínculo de comparación con relaciones virtuales y la
preexistencia accesoria de relaciones Interorgánica e interadministrativas, y sometido a un régimen jurídico exorbitante del derecho privado,
sistematizado en el Derecho Administrativo.
La relación jurídica administrativa es expresión de una relación de justicia distributiva, en cuanto la virtud de la justicia que la rige es la distributiva, lo
que viene impuesto por la naturaleza del sujeto obligado y del objeto del acto justo
En la relación jurídico administrativa siempre hay una constante retroalimentación, la administración pública tiene un poder totalmente delegado por
la ley, la autonomía de la voluntad de la administración está predeterminada por el ordenamiento jurídico, lo mismo sucede con los particulares que se
relacionan con la administración.
Cuando la administración delega unas funciones en una empresa, no lo hace en beneficio de la misma, sino en beneficio del interés público.
Cuando la administración lo hace en beneficio de una empresa o de un particular y no de interés público, el Acto se hace anulable por desviación de
poder, que es el vicio más grande que puede tener el Acto Administrativo (A.A.).
Art. 259 CRBV: “La jurisdicción contencioso administrativa corresponde al Tribunal Supremo de Justicia y a los demás tribunales que determine la
ley. Los órganos de la jurisdicción contencioso-administrativa son competentes para anular los actos administrativos generales o individuales
contrarios a derecho, incluso por desviación de poder...”.
Características de la relación jurídico administrativa:
 ·Es dinámica porque depende del interés colectivo. Es mutable.
 ·Es predeterminada por la ley, es legal.
 ·En estas relaciones el principio de “pacta sunt servanda” sufre una variación
En Derecho Administrativo la excepción es que el “pacta sunt servanda” puede verse afectado, porque cuando la ley autorice a la administración para
que no cumpla, ésta no tendrá que cumplir. Ej. El Art. 82 LOPA: “Los actos administrativos que no originen derechos subjetivos o intereses legítimos,
personales y directos para un particular, podrán ser revocados en cualquier momento, en todo o en parte, por la misma autoridad que los dictó, o
por el respectivo superior jerárquico”.
Las partes en una relación jurídico administrativa
Las partes importantes en una relación jurídico administrativa son: La administración y el administrado, ambos sujetos con deberes y obligaciones. Los
terceros que forman parte de estas relaciones son la colectividad. Estas relaciones se caracterizan porque se da mucha importancia al interés colectivo
y éste predetermina las partes en la relación jurídico administrativa.
Estructur De La Relación Jurídico Administrativa
Sujetos: los individuos que se relacionan ya sean personas físicas o jurídicas. Se determinan dos posiciones:
Una de poder, en la que se otorgan unos derechos al sujeto activo que le legitiman para reclamar una conducta determinada a favor del cumplimiento
de sus derechos, ya sean por medio de:
- Derechos subjetivos: facultades sobre la exigencia de ciertas conductas o sobre una cosa en beneficio particular.
- Potestades: autoriza a una persona para que la patria potestad de los padres sobre sus hijos menores de edad actúe en interés de la parte sometida.
- Derechos potestativos: por voluntad unilateral la relación se puede ver alterada, modificada o destruida (celebrar/anular un contrato, modificar…)
- Representante: actúa por cuenta y en nombre de otras personas.
Una de deber, la obligación o subordinación por el cumplimiento de los derechos del sujeto activo.
 Objeto: parte de la realidad social limitada por la relación, concretada en los intereses y bienes, ya especificados en una clasificación anterior.
 Contenido: conjunto de derechos y deberes que se reparten entre los sujetos activos y pasivos.
Sujetos de la relación jurídica administrativa:
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Pueden ser sujetos de la relación jurídico administrativa: La República, los estados, los municipios, las universidades, los institutos autónomos, las
empresas del estado, las sociedades públicas, las sociedades públicas, las compañías anónimas y sociedades civiles que por ley puedan dictar Actos
Administrativos de autoridad.
Sujeto deudor: administración centralizada y/o descentralizada.
Sujeto acreedor: el administrado.
Si bien el administrado es el sujeto pasivo de la potestad administrativa, tiene el carácter de sujeto acreedor desde el punto de vista de la relación de
justicia distributiva. El administrado es también un colaborador necesario de la Administración
Pública, debido a que la realización del bien común sólo se logra mediante su justa distribución en el ejercicio de la virtud de la justicia distributiva
Los Sujetos en principio, sólo pueden dictar actos administrativos las personas creadas por el ordenamiento jurídico. La principal persona pública es la
república que viene a ser el sujeto activo en la relación jurídico administrativa, la importancia de la personalidad radica en que aquellos organismos
que tengan personalidad pueden ser demandados en caso de que vulneren los derechos de un administrado.
Otras personas activas en la relación jurídico administrativa son las personas privadas que tengan atribuida por ley la competencia de dictar Actos
Administrativos (estos actos son susceptibles de impugnación ante los tribunales contenciosos). Las personas naturales nunca pueden dictar actos
administrativos.
La parte más importante en estas relaciones es el administrado, quien debe ser servido por la Administración Pública. El administrado es sujeto pasivo
y activo al mismo tiempo. Es sujeto activo porque puede reclamar el cumplimiento de la ley por parte de la Administración Publica, él es además, el
creador de la ley.
Derecho subjetivo
Un derecho subjetivo nace por una norma jurídica que puede ser una ley o un contrato, a través de un acuerdo de voluntades para que pueda hacerse
efectivo este derecho sobre otra persona determinada.
La cara contrapuesta de un derecho subjetivo es una obligación. Todo derecho supone para una o más personas una obligación de respetarlo, ya sea
de forma activa (obligación de hacer) o pasiva (obligación de no hacer).
En el derecho subjetivo la utilidad es directa e inmediata.
El derecho subjetivo será público o administrativo si la esfera del obrar lícito o la expectativa de obtener una determinada prestación, tiene como
término a la Administración Pública.
En la doctrina nacional, Linares sostiene que derecho subjetivo es la libertad o facultad jurídica de señorío de un sujeto de exigir o no exigir,
administrar o disponer, como titular, acerca de la prestación puesta a cargo del sujeto obligado por una norma jurídica.
Caracteriza a ésta facultad de señorío, constituir una facultad de un titular diferenciado, de exigir o no exigir de alguien, como sujeto obligado
diferenciado, una prestación diferenciada.
Clasificación
1.Atendiendo a la conducta debida, se distingue entre derechos subjetivos a la conducta ajena o propia:
· A la Conducta Propia: Hacer / Omitir (no hacer)
· A la Conducta Ajena: Exigir una conducta positiva (que se haga algo) o negativa (que no se haga algo)
2. Atendiendo a su efecto, se distingue entre derechos subjetivos relativos o absolutos:
· Derecho Subjetivo Relativo: Se hacen valer ante otra persona o personas concretamente identificadas.
· Derecho Subjetivo Absoluto: Se hacen valer ante todas las personas que integran la sociedad.
3. Atendiendo a su régimen jurídico, se distingue entre derechos subjetivos públicos y privados:
· Públicos: conjunto de facultades que se hacen Valer frente al estado y representan una serie de limitaciones que el Estado se impone a sí mismo.
· Privados: Facultades que se ejercen en las relaciones de los particulares entre sí o con el Estado, cuando éste no actúa en su carácter de ente
soberano.
El Derecho público es la parte del ordenamiento jurídico que regula las relaciones entre las personas y entidades privadas con los órganos que
ostentan el poder público cuando estos últimos actúan en ejercicio de sus legítimas potestades públicas (jurisdiccionales, administrativas, según la
naturaleza del órgano que las ejerce) y de acuerdo con el procedimiento legalmente establecido, y de los órganos de la administración pública entre sí.
La característica del derecho público, tal como lo señala el prestigioso autor jurídico Julio Rivera, es que sus mandatos no se encuentran sujetos a la
autonomía de la voluntad que pudiesen ejercer las partes (es decir «no» pueden ser modificados por las partes en uso legítimo de su autonomía de la
voluntad, como sí ocurre en el Derecho Privado). Son mandatos «irrenunciables y obligatorios», en virtud de ser mandados en una relación de
subordinación por el Estado (en ejercicio legítimo de su principio de Imperio). La justificación es que regulan derechos que hacen al orden público y
deben ser acatados por toda la población.
Interés legítimo
Los intereses legítimos son situaciones en que se encuentran determinados ciudadanos en relación con una administración pública. Un ciudadano
tiene un interés legítimo cuando la administración pública le causa un daño, perjuicio o beneficio en su esfera personal. El interés legítimo sirve, para el
que lo tiene, para intervenir en el procedimiento administrativo y para recurrir las decisiones administrativas bien frente la propia administración o
ante jueces integrantes del poder judicial
El interés legítimo es la facultad de señorío de un titular no particularizado, sino como integrante de un grupo de sujetos, diferenciables dentro de la
comunidad, que, como titulares, pueden exigir a un sujeto obligado, que es el Estado, ciertas calidades de legitimidad de los actos administrativos, de
sus órganos, incluso por acciones o recursos judiciales. O sea que da utilidad impugnativa procesal
La doctrina del Tribunal Supremo sobre interés legítimo y la posibilidad de recurrir actos de la administración
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Para recurrir es necesario un interés legítimo


La regla básica es que pueden interponer recursos judiciales contra actos administrativos quienes tienen un interés legítimo en el caso en cuestión. El
concepto de interés legítimo es más amplio que el de interés directo que se exigía hace unos años, y debe valorarse caso por caso.
La jurisprudencia señala que ostentan interés legítimo en un caso quienes se encuentran en una situación jurídica individualizada, distinta de la
situación jurídica que otros ciudadanos pueden tener respecto de la misma cuestión. El Tribunal añade que existe interés legítimo cuando la
estimación del recurso produce un beneficio o evita un perjuicio a la persona que lo interpone. El beneficio o perjuicio debe ser cierto y efectivo, pero
no es necesario que sea inmediato.
Aplicando estas ideas a los procedimientos sancionadores, el Supremo considera que normalmente la imposición de una sanción al denunciado no
produce un efecto positivo para el denunciante; pero reconoce que en algunos casos puede ocurrir que el inicio de un expediente sancionador sí
beneficie al denunciante (por ejemplo, si la sanción le permite reclamar una indemnización al denunciado). En estos casos, el denunciante tendrá
legitimación para recurrir.
En el caso de compañías que quieren recurrir la concesión de autorizaciones a sus competidores genéricos, es indudable que la decisión administrativa
les afecta de forma real y efectiva; y que se encuentran en una situación distinta de la del resto de compañías aunque sólo sea porque son los datos
contenidos en sus dossiers de registro los que se utilizan para autorizar el genérico y por el efecto que se deriva de las reglas de la sustitución.
Conviene también recordar, por otro lado, que el mismo tema puede afectar en un futuro próximo a las compañías de genéricos que quieran
cuestionar el otorgamiento de un año adicional de protección de datos a una indicación que supuestamente aporta un beneficio clínico significativo en
comparación con las terapias existentes. En fin, que nadie se crea que defendiendo hoy la postura que más le conviene a corto plazo está asegurando
su futuro.

Responsabilidad Administrativa
La responsabilidad administrativa es la consecuencia para un sujeto de la violación de una norma del ordenamiento administrativo no estatutario que
tiene una consecuencia primaria de carácter no corporal, generalmente pecuniario, con lo cual estamos recordando que, a tal sanción pueden
acumularse otras, incluso, de mayor trascendencia para el afectado.

En la Constitución de 1999, se incluyó una norma expresa en la materia, con el siguiente texto:

Artículo 25. Todo acto dictado en ejercicio del Poder Público que viole o menoscabe los derechos garantizados por esta Constitución y la ley es nulo,
y los funcionarios públicos y funcionarias públicas que lo ordenen o ejecuten incurren en responsabilidad penal, civil y administrativa, según los
casos, sin que les sirvan de excusa órdenes superiores

Artículo 140: El Estado responderá patrimonialmente por los daños que sufran los particulares en cualquiera de sus bienes y derechos, siempre que
la lesión sea imputable al funcionamiento de la Administración Pública.

De la expresión “funcionamiento de la Administración Pública” se admite que la responsabilidad del Estado se puede originar cuando la lesión se
derive tanto del “funcionamiento normal” como del “funcionamiento anormal” de la Administración Pública.
Por otra parte, se observa de esta norma que la responsabilidad es del “Estado”, es decir, de las personas jurídicas estatales, en particular, de la
República, de los Estados y de los Municipios en sus respectivos niveles territoriales, por el funcionamiento de sus Administraciones Públicas.
En cuanto a la expresión “Administración Pública” utilizada en este artículo, en todo caso, debe interpretarse conforme se utiliza la expresión en el
Título IV de la Constitución, donde está ubicada, abarcando no sólo la Administración Pública conformada por los órganos que ejercen el Poder
Ejecutivo, en los tres niveles político territoriales, sino la conformada por los órganos que ejercen el Poder Ciudadano y el Poder Electoral, así como la
Administración Pública que constituye la Dirección Ejecutiva de la Magistratura del Tribunal Supremo de Justicia y las unidades administrativas de la
Asamblea Nacional.
La redacción de la norma, sin embargo, no permite su aplicación a los casos de responsabilidad del Estado legislador, causada, por ejemplo, al
sancionar una ley.
El principio de la responsabilidad patrimonial del Estado por la actividad de la Administración Pública, por otra parte, lo reitera el artículo 13 de la Ley
Orgánica de la Administración Pública
“La Administración Pública será responsable ante los particulares por la gestión de sus respectivos órganos, de conformidad con la Constitución de
la República Bolivariana de Venezuela y la ley, sin perjuicio de la responsabilidad que corresponda a los funcionarios por su actuación.
La Administración Pública responderá patrimonialmente por los daños que sufran los particulares, siempre que la lesión sea imputable a su
funcionamiento.

Fundamento de la responsabilidad administrativa


La responsabilidad administrativa deriva de la potestad sancionatoria, que es la facultad de la Administración de establecer penalidades no corporales
por la violación del ordenamiento administrativo.
Los elementos constitutivos de la responsabilidad administrativa latu sensu
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· La responsabilidad administrativa es una situación desfavorable en la cual un sujeto es colocado, como consecuencia de su conducta violatoria de
una regla propia de la materia competencia de la Administración en la esfera de las llamadas normas de acción , las cuales se distinguen de las normas
de relación(vínculos bilaterales) y de las normas internas y organizativas.
· El control se efectúa a través de un órgano administrativo.
· Se hace efectiva mediante un procedimiento administrativo que concluye en un acto administrativo.
· El acto que agota la esfera administrativa es recurrible por vía jurisdiccional ante la jurisdicción contencioso-administrativa.
· Implica una pena no corporal que, generalmente se traduce en una multa o amonestación.
· Deriva para el administrado de la violación de una regla de conducta tutelada por la Administración, establecida en una norma general.
· No presupone necesariamente, como es el caso de la responsabilidad disciplinaria, la existencia de un vínculo anterior permanente.

Conclusión
La relación jurídica administrativa es expresión de una relación de justicia distributiva, en cuanto la virtud de la justicia que la rige es la distributiva, lo
que viene impuesto por la naturaleza del sujeto obligado y del objeto del acto justo.
La estructura de la relación jurídico administrativa es el Sujetos, el objeto y el contenido
Un derecho subjetivo nace por una norma juridica, que puede ser una ley o un contrato, a través de un acuerdo de voluntades para que pueda hacerse
efectivo este derecho sobre otra persona determinada. Atendiendo a su régimen jurídico, se distingue entre derechos subjetivos públicos y privados:
Públicos: conjunto de facultades que se hacen Valer frente al estado y representan una serie de limitaciones que el Estado se impone a sí mismo.
Privados: Facultades que se ejercen en las relaciones de los particulares entre sí o con el Estado, cuando éste no actúa en su carácter de ente
soberano.
Los intereses legítimos son situaciones en que se encuentran determinados ciudadanos en relación con una administración pública. Un ciudadano
tiene un interés legítimo cuando la administración pública le causa un daño, perjuicio o beneficio en su esfera personal.
La responsabilidad administrativa es la consecuencia para un sujeto de la violación de una norma del ordenamiento administrativo no estatutario que
tiene una consecuencia primaria de carácter no corporal.

Actos Administrativos
DERECHO ADMINISTRATIVO II

DEFINICION: Se entiende por acto administrativo, las declaraciones de voluntad, de juicio o de conocimiento, emanadas de los órganos de la
administración y que tengan por objeto producir efectos de derecho, generales o individuales.

CONCEPTO LEGAL: La Ley Orgánica de Procedimientos Administrativos, en su artículo 7, define el acto administrativo como: “Toda declaración de
carácter general o particular emitida de acuerdo con las formalidades y requisitos establecidos en la Ley, por los órganos de la
Administración Pública.” A los efectos de la LOPA, solo se consideran actos administrativos, las decisiones emanadas de los órganos de la
administración pública.
CONCEPTO AMPLIO: Son todas aquellas declaraciones emanadas de los órganos del Estado, actuando en ejercicio de la función administrativa,
productoras de efectos jurídicos. (Poder Legislativo, Poder judicial)

CONCEPTO RESTRINGIDO: Son todas aquellas decisiones emanadas de los órganos de la administración.

BREWER CARIAS: Señala que Acto Administrativo es toda manifestación de voluntad de los órganos del Poder Ejecutivo – Administración Pública – en
función administrativa, legislativa y jurisdiccional; de los órganos del Poder Legislativo en función administrativa y de los órganos del Poder Judicial en
función administrativa y legislativa, tendientes a producir efectos jurídicos determinados.
CARACTERÍSTICAS:
1) Todo acto administrativo es un acto jurídico, es decir, un acto voluntario y lícito, que contiene la declaración de voluntad, de juicio o conocimiento
de individuos que conforman la administración pública, (capacidad legal) con el propósito de crear efectos jurídicos.
2) Es un acto voluntario. Cuando la autoridad que lo dicta esta investida de poder discrecional, el ejercicio de este poder se traduce en una
manifestación de voluntad, aún cuando en algunos casos esa manifestación puede ser de querer, o simplemente de conocimiento o de juicio.
3) Es un acto dictado por autoridad administrativa. El funcionario que dicta el acto debe estar provisto de aptitud legal para tomar decisiones, por lo
que los particulares no tienen capacidad para emitir actos administrativos.
4) Producen efectos, ya sean generales o particulares.
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5) Son actos unilaterales. Solo consisten en las declaraciones de voluntad, hechas por funcionarios públicos investidos de autoridad.

CLASIFICACIÓN DE LOS ACTOS ADMINISTRATIVOS:


1) Desde el punto de vista del Procedimiento:
Actos de trámite: Son aquellos actos que la administración dicta sin que medie ningún trámite previo. (Análogos a las sentencias interlocutorias)
Acto principal o definitivo: Son aquellos actos dictados con el objeto de poner fin a un determinado procedimiento administrativo y debe contener la
voluntad definitiva del órgano competente sobre la solicitud hecha.(Análogos a las sent. definitivas).
Acto de ejecución: Son aquellos actos administrativos dictados para dar cumplimiento a un acto principal o definitivo.
Actos firmes: Son aquellos actos que agotan la vía administrativa, constituyen la actuación final de la administración pública sobre un problema
planteado, razón por la cual se dice que es un acto firme en vía administrativa. El acto que ponga fin a la vía administrativa, no podrá ser nunca un acto
de trámite. Se entiende como un acto firme, aquel acto que ha sido objeto de todos los recursos administrativos previstos que hayan agotado la vía
administrativa y que no sean susceptible de recursos jerárquico alguno. (art. 94 LOPA). Es la última palabra de la Administración, quedando agotada la
vía administrativa para cualquier reclamación posterior y se abre para los agraviados la vía jurisdiccional.
2) Por sus efectos:
Generales: Son aquellos actos administrativos dirigidos a un número indeterminado de personas.
Particulares: Son los actos administrativos referidos a una o varias personas, pero todas ellas determinadas.-

3) Según su contenido:
Definitivos: Pone fin al asunto administrativo o causa estado. (art. 62. LOPA).
De trámite: Es aquel acto que no pone fin al asunto, sino que tiene carácter meramente preparatorio.
4) Según su manifestación de voluntad:
Expresos: La manifestación de voluntad que produce el acto administrativo debe ser expresa y formal. (art. 18 LOPA).
Tácito: Silencio Administrativo. La LOPA consagra el Acto Administrativo tácito de contenido negativo derivado del silencio administrativo. (art. 4.
LOPA)

5) Según su impugnabilidad:
Firmes: Son los actos que ya no pueden ser impugnados por vía ordinaria de recurso y sobre el cual el único recursos que se puede ejercer es el de
revisión.
Impugnables: Es el acto administrativo que puede ser impugnado, bien sea por vía administrativa (recursos) o por vía contencioso administrativa.

6)Desde el punto de vista orgánico:


Simples: Son aquellos formados mediante la declaración de voluntad de un solo órgano de la administración, que puede ser unipersonal o colegiado.
Complejo: Son aquellas declaraciones para cuya elaboración es necesaria la intervención de dos o más órganos de la administración

REQUISITOS PARA LA VALIDEZ DEL ACTO ADMINISTRATIVO.


Requisitos de Forma: (art. 18 LOPA).
Consisten en el contenido del acto, es decir, todo lo que debe contener un acto administrativo como manifestación externa de acuerdo con
la exigencia legal, para tener plena validez. (LEGALIDAD FORMAL). El artículo 18 de la LOPA, nos señala que todo acto administrativo deberá contener:
1. Nombre del Ministerio u Organismo a que pertenece el órgano que emite el acto.
2. Nombre del órgano que emite el acto.
3. Lugar y fecha donde el acto se dicta.
4. Nombre de la persona u órgano a quien va dirigido.
5. Expresión sucinta de los hechos, de las razones que hubieren sido alegadas y de los fundamentos legales pertinentes.
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6. La decisión respectiva si fuere el caso.


7. Nombre del funcionario o funcionarios que lo suscriben con indicación de la titularidad con que actúen e indicación expresa, en caso de actuar
por delegación, del número y la fecha del acto de delegación que confirió la competencia.
8. El sello de la oficina.

El original del respectivo documento contendrá, según dispone el precitado artículo, la firma autógrafa del funcionario que lo suscriba. En el caso de
aquellos actos cuya frecuencia lo justifique, se podrá disponer mediante decreto, que la firma de los funcionarios sea estampada por medios
mecánicos que ofrezcan garantías de seguridad. En cuanto a los requisitos formales de los actos administrativos es necesario señalar el contenido del
artículo 17 ejusdem, puesto que todos los actos administrativos deben tener forma de Decretos o Resoluciones, Ordenes o Providencias
Administrativas, Instrucciones o Circulares.
REQUISITOS DE FONDO.
Son los elementos esenciales de la naturaleza del acto y que la LOPA al definir el acto administrativo en su artículo 7, denomina requisitos. A
saber:
1. Competencia: No es precisamente un requisito del acto, sino un elemento externo, anterior al mismo. No existen en la Ley sancionada reglas
referentes a la competencia, solo hay una referencia en el ordinal 4to del artículo 19 de la LOPA, al señalar que será absolutamente nulo el acto
dictado por autoridades manifiestamente incompetentes. En términos generales para que un acto administrativo sea completamente valido es
necesario que quien lo haya dictado sea competente, es decir, que para ello tenga facultad expresa que le haya sido conferida por una norma
jurídica preexistente. La competencia de los órganos del estado no se presume, debe surgir del texto expreso de una norma jurídica, bien sea la
Constitución, la Ley, el Reglamento u Ordenanzas. A falta de esta disposición expresa, la autoridad carece de competencia para efectuar el acto
contemplado.
2. Contenido: El acto administrativo, como lo indica la definición legal es una declaración, esto es, lo que la autoridad ha querido disponer para la
cual esta facultada prohibir, autorizar, sancionar, conceder, restringir, homologar, facultar, limitar u ordenar en términos generales. El requisito
para la validez del contenido es que sea posible y de legal ejecución, situación esta que se encuentra prevista en el artículo 19º ordinal 3ero,
pues de lo contrario estaría viciado el acto de nulidad absoluta.
3. Objeto: Esta referido al fin perseguido por la autoridad al dictar un acto administrativo. No hay norma expresa que haga referencia al objeto,
pero es obvio, que el objeto al igual que el contenido debe ser posible tanto material como jurídicamente. Toda manifestación de voluntad de las
autoridades administrativas deberá concordar con el propósito o finalidad de la Ley.
4. Motivación: El artículo 9º de la LOPA, señala que todos los actos administrativos de carácter particular deberán ser motivados, es decir, que
deberán contener la indicación de los hechos y fundamentos legales del acto. Por otra parte el precitado artículo esta referido solo a : a) Actos de
efectos particulares y no generales; y b) a los actos definitivos y no los de simple trámite.
5. Voluntad: Todos los actos administrativos emanados de la autoridad competentes deben ser voluntarios, lo que significa que el comportamiento
del funcionario emisor, tiene que haber sido voluntario.

VICIOS DE LOS ACTOS ADMINISTRATIVOS.


Los actos administrativos son inválidos cuando han violado una norma constitucional o legal o cuando no cumplen con los requisitos de
validez ya mencionados, por lo que en estos casos el acto administrativo esta viciado de nulidad absoluta o anulabilidad. La LOPA, contiene tres (3)
causas de invalidez de los actos administrativos, ellas son: LA VIOLACIÓN DEL DERECHO, LOS VICIOS DE FONDO DE LOS ACTOS y LOS VICIOS DE FORMA.
La violación del derecho: Los actos administrativos son inválidos y pueden ser anulados, por violación del ordenamiento jurídico que rige la función
administrativa, es decir, por violación de cualquiera de las fuentes del derecho administrativo. En este sentido pueden distinguirse dos grandes vicios
de los actos administrativos: 1) El vicio de inconstitucionalidad, cuando el acto viole directamente una norma, un principio o garantía constitucional, en
estos casos el acto sería inconstitucional y susceptible de ser anulado. 2) El vicio de ilegalidad propiamente dicho. Se produce cuando el acto viola una
ley u otro cuerpo de normas de rango legal o sublegal, entendiéndose como fuentes de la legalidad administrativa. Ej: Art. 13 y 10 de la LOPA y art. 3
del Código Civil. En cuanto a este vicio de ilegalidad encontramos: a) Violación de la reserva legal: Los actos administrativos serán inválidos en los casos
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en que violen la reserva legal, prevista en la Constitución, en el sentido de que nadie puede ser sancionado por obligaciones cuyo incumplimiento no
haya sido previsto por la Ley como delito o falta, igualmente no puede cobrarse ningún impuesto o contribución que no este establecido en la Ley. (art.
10 LOPA). b) Violación a la jerarquía de los actos: Ningún acto administrativo puede violar lo establecido en otro acto administrativo de mayor
jerarquía, de lo contrario el acto es inválido y podrá ser anulado. c) Violación de los actos administrativos de efectos generales: Los actos
administrativos de efectos generales, como los reglamentos, son esencialmente modificables o derogables por otros actos administrativos de efectos
generales, por lo tanto estos actos no pueden ser modificados por actos administrativos de efectos particulares. (art. 13 LOPA). d)Retroactividad de los
actos administrativos: Los actos administrativos tienen sus efectos hacia el futuro, a partir de la fecha en que fueron dictados, o de su publicación, pero
jamás tendrán efectos retroactivos, por lo que todo efecto retroactivo de un acto administrativo lo viciaría de ilegalidad .(art. 3 Código Civil, 11
LOPA). e) Violación de la cosa juzgada administrativa: Los actos administrativos que originen derechos subjetivos, o intereses legítimos, personales y
directos para un particular, son irrevocables una vez que hayan quedado firmes. (art. 82 LOPA). Si un acto administrativo resuelve un caso ya decidido
con carácter definitivo y que haya causado efectos particulares, se considera que ha violado la cosa juzgada administrativa y se sanciona esa invalidez
con la nulidad absoluta , de conformidad con el ordinal 2º, del artículo 19 de la LOPA. f) Violación de los límites a la discrecionalidad: El poder
discrecional de las autoridades administrativas, no es ilimitado, ni puede conducir a la arbitrariedad. El artículo 12 de la LOPA, señala que todos los
actos administrativos deben mantener la proporcionalidad y adecuación entre su contenido y su motivación, así como su fundamento en la norma
aplicable, por lo que su violación hace al acto administrativo anulable. g) Violación de las normas de ejecución: Los actos administrativos deben ser
ejecutados por la administración en el término establecido y a falta de término, deben ser ejecutados inmediatamente. (art. 8 LOPA). El
incumplimiento de las formalidades o la utilización de medios de ejecución no autorizados legalmente por el artículo 80 de la LOPA o en alguna otra ley
vicia el acto de ilegalidad, por lo tanto lo haría invalido y susceptible de anulación.

VICIOS DE FONDO.
1.La incompetencia: Es el vicio que afecta los actos administrativos cuando los mismos han sido dictados por funcionarios que no están autorizados
legalmente para dictarlos, esa incompetencia puede ser constitucional o legal. La primera se produce en dos casos, bien porque esa persona
carece en forma absoluta de competencia, usurpa la autoridad y ejerce su competencia sin legitimidad, o cuando un funcionario determinado asume
las funciones atribuidas a otro órgano del estado, en estos casos los actos están viciados de nulidad absoluta, de conformidad con el ordinal 4º, del
artículo 19 de la LOPA. La segunda consiste en el vicio de los actos administrativos dictados por funcionarios incompetentes, bien sea porque no
tienen competencia alguna por la materia o el territorio o bien porque se extralimita en el ejercicio de las atribuciones que legalmente le son
conferidas.
2.Ausencia de base legal: Todo acto administrativo debe tener un fundamento legal, de conformidad con el ordinal 5º del artículo 18 de la LOPA, es
decir, que debe contener la norma jurídica que sirvió de fundamento para emitir el acto.
3.Vicios en el objeto: El objeto que se quiere o pretende obtener con un acto administrativo, debe ser posible, lícito y determinado.
4.Falta de motivación: Los actos administrativos deben contener la razón que justifica el acto, que consiste en los hechos sobre los cuales se
fundamento el acto y que deben ser valorados y apreciados por el funcionario emisor del acto.-

VICIOS DE FORMA.
Son aquellos vicios originados por el no cumplimiento de los requisitos y trámites procedimentales exigidos para la formación de la voluntad
administrativa, encontramos dos formas: a) Vicios en el procedimientos constitutivo b) Vicio en la exteriorización del acto.
A. Vicio en el procedimiento constitutivo: Los actos administrativos para que sea válidos deben ajustarse al procedimiento legal establecido y a los
trámites, lapsos y etapas previstas en la Ley, por lo que la transgresión a los procedimientos de constitución de un acto, tendría como resultado
final la inválidez de los actos. Esta violación de procedimientos puede ser de dos maneras: 1) Violación de los trámites y formalidades: Los actos
administrativos dictados con transgresión del procedimiento para su formación estarían viciados en su forma, originando la nulidad relativa o
anulabilidad. (art. 20 LOPA). 2) Violación de los derechos de los particulares en el procedimiento: La violación de los derechos de los particulares
en cualquier procedimiento administrativo, hace el acto susceptible de anulabilidad. (art. 20 LOPA. Ej: art. 49, 23,73 LOPA).
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B. Vicio en la exteriorización del acto: Consiste en el vicio originado por el no cumplimiento de las exigencias del artículo 18 de la LOPA,
originándose un vicio de nulidad relativa o anulabilidad.

EFECTOS DE LOS VICIOS.


No todos los vicios de los actos administrativos, producen las mismas consecuencias jurídicas. De conformidad con la LOPA, las ilegalidades
originadas por los vicios o irregularidades de los actos administrativos, originan dos (2) tipos de consecuencias: la NULIDAD ABSOLUTA DE LOS ACTOS y
LA NULIDAD RELATIVA DE ELLOS, llamada también ANULABILIDAD.

NULIDAD ABSOLUTA.
Es la consecuencia de mayor gravedad derivada de los vicios de los actos administrativos y provocan que estos produzcan efectos, pues el acto
nulo, de nulidad absoluta se tiene como nunca dictado y se califica como acto inexistente, pues sus vicios son de orden público. La LOPA, en su artículo
19, indica expresamente cuales son los actos emitidos por la administración que se consideran absolutamente nulos:
1) Cuando una norma constitucional así lo determine. (arts. 25 y 138 C.N)
2) Cuando el acto haya resuelto una cuestión decidida en forma definitiva anteriormente.
3) Cuando el acto es de imposible e ilegal ejecución.
4) Cuando el acto ha sido dictado por funcionarios manifiestamente incompetentes.
5) Cuando el acto ha sido dictado sin observancia de los procedimientos legales establecidos.
6) Los vicios que producen la nulidad absoluta de los actos administrativos no pueden ser subsanados.

CARACTERÍSTICAS DE LA NULIDAD ABSOLUTA.


1. Ineficacia inmediata: El efectos inmediato de la nulidad supone que el acto es ineficaz por sí mismo, sin necesidad de intervención judicial.
2. Es de efecto general: La nulidad absoluta opera contra todos los hombres (erga homes), cualquier persona puede instar la nulidad, pero el Juez por
iniciativa propia puede apreciarla en cualquier momento.
3. La administración no puede subsanarla: La nulidad absoluta no puede ser convalidada por la administración y supone la nulidad de los actos
posteriores que tengan como fundamento el primer acto administrativo nulo.
EFECTOS DE LA NULIDAD ABSOLUTA.
El acto nulo de nulidad absoluta no puede crear ni producir ningún efecto, derecho u obligación. La Corte Suprema de Justicia ha establecido
en algunas de sus sentencias que los actos administrativos nulos de nulidad absoluta se tienen como si nunca se han dictado. Ej: Un acto administrativo
cuyo contenido sea delito. Por otra parte, el acto nulo de nulidad absoluta, es impugnable en cualquier momento y así sucede en vía administrativa,
pues el artículo 83 de la LOPA permite que a solicitud de parte, en cualquier momento la administración pueda revocarlos. Además los funcionarios
que emiten actos administrativos nulo de nulidad absoluta incurrirían en responsabilidad penal, administrativa y civil.
NULIDAD RELATIVA.
Todos los otros vicios de los actos administrativos que no produzcan la nulidad absoluta, producen la nulidad relativa del acto, (art. 20 LOPA),
es decir, que la nulidad relativa la originan los vicios que no llegaren a producir la nulidad absoluta y solo harán los actos anulables, es decir, viciados
de nulidad relativa.

EFECTOS DE LA NULIDAD RELATIVA.


Los actos administrativos viciados de nulidad relativa, producen todos sus efectos mientras no sean anulados, por lo que los efectos
producidos mientras estuvo vigente son completamente válidos.
Solo pueden ser impugnados en determinados lapsos, por lo que vencido esos lapsos es acto queda firme.
Puede ser convalidado por la administración, subsanando los vicios. (art. 81 LOPA).
Estos vicios de anulabilidad pueden afectar la totalidad o parte del acto administrativo. (art. 21 LOPA).
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EFECTOS DEL ACTO ADMINISTRATIVO.


Para que todo acto administrativo sea eficaz, se requiere que sean formalmente conocidos por sus destinatarios; si se trata de un acto de
efectos particulares, en principio debe ser notificado al particular y si es un acto de efectos generales debe ser publicado.

Publicación: El artículo 72 de la LOPA, señala que todos lo actos administrativos de carácter general o que interesen a un número indeterminado
de personas, debe ser publicado en la Gaceta Oficial que corresponda al organismo político territorial que tome la decisión. Igualmente deberán
publicarse los actos administrativos de efectos particulares cuando así lo exija la ley. (art. 72 LOPA).
Notificación: El artículo 73 de la LOPA, establece la obligación de que sean notificados para que comiencen a surtir efectos los interesados de
todo acto administrativo de carácter o efectos particulares, que afecten los derechos subjetivo o los intereses legítimos, personales y directos de un
interesado. Este tipo de notificación exige requisitos, a saber: La notificación del acto debe contener el texto íntegro del mismo; debe señalar
igualmente los recursos administrativos que proceden contra el acto que se está notificando, con los términos para ejercerlo y de los órganos ante los
cuales puede interponerlo. La notificación debe entregarse en el domicilio o residencia del interesado o la de su apoderado constituido formalmente
por documento poder debidamente autenticado. (art. 75 LOPA). Puede suceder que la notificación sea impracticable, bien porque no se conozca el
domicilio o residencia del interesado o de su apoderado, o porque no haya nadie, en términos generales no habiendo forma de practicar la citación, ya
que esta no se puede dejar físicamente en el lugar, se procederá entonces a la publicación del acto en un diario de los de mayor circulación en la
entidad territorial donde se encuentre la autoridad que conozca del asunto, y en este caso se entiende que el interesado queda notificado a los quince
(15) días hábiles después de la publicación, debiendo advertirse ese hecho en el aviso.

La extinción de los actos administrativos

El acto administrativo puede extinguirse por diferentes medios que se han clasificado por razones metodologicas en Normales y Anormales.
Medios Normales: La realización fáctico jurídica del acto administrativo se lleva acabo en forma normal mediante el cumplimiento voluntario y la
realización de todas aquellas operaciones materiales necesarias para cumplir el objeto o contenido del propio acto.

La realización voluntaria puede ser de los órganos internos de la administración y también por parte de los particulares según el caso:

 Cumplimiento voluntario por órganos internos de la administración, la realización de todos los actos necesarios.
 Cumplimiento voluntario por parte de los particulares.
 Cumplimiento de efectos inmediatos cuando el acto en si mismo entraña ejecución que podríamos llamar automática o cuando se trata de actos
declarativos.
 Cumplimiento de plazos, en aquellos actos que tengan plazo. Licencias, permisos temporales, concesiones, etcétera.
Medios Anormales: El acto administrativo puede extinguirse por una serie de procedimientos o medios que llamamos anormales porque no culminan
con el cumplimiento del contenido del acto, sino que lo modifican, impiden su realización o hacen ineficaz.

Los medio anormales de extinción del acto administrativo son:


 Revocación administrativa. deja sin efectos en forma parcial o total un acto administrativo por razones técnicas, de interés publico, o de
legalidad es frecuente verlo en las instancias administrativas de aclaración o en la tramitación de recursos administrativos a favor del
gobernado.
 Rescisión administrativa. Consiste en la facultad que tienen las partes en ese acto jurídico bilateral en resolver o dar por terminadas sus
obligaciones, en caso de incumplimiento de una de ellas, esta medida debe quedar plenamente señalada en una de las cláusulas que se
contienen en el citado documento jurídico.
 Prescripción. Es la extinción de las obligaciones y los derechos o la adquisición de estos últimos por el simple transcurso del tiempo previsto en la
ley.
 Caducidad. Es la extinción de los actos administrativos por falta de cumplimiento de los requisitos establecidos en la ley o en el propio acto
administrativo para que se genere o preserve un derecho
 Termino y condición. El termino es un acontecimiento futuro de realización cierta del que depende de que se realicen o se extingan los efectos
de un acto jurídico y la condición es un acontecimiento futuro de realización incierta del que se hace depender el nacimiento o extinción de una
obligación o de un derecho.
 Renuncia de Derechos. La parte interesada manifiesta su voluntad en forma unilateral de ya no seguir ejercitando ese derecho, por conveniencia
personal, material, financiera o técnica .
 Irregularidades e ineficacias del acto administrativo. Todas las irregularidades del acto administrativo se encargan de propiciar su ilegalidad en
ese sentido, los vicios de un acto administrativo pueden darse por la inobservancia de las normas que lo rigen.
 Extinción por decisiones dictadas en recursos administrativos o en procesos ante tribunales administrativos y federales en materia de amparo.
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LA COSA JUZGADA EN LAS DECISIONES DE LA SALA CONSTITUCIONAL


Se debe indicar que la eficacia de la cosa juzgada, según lo establecido por la doctrina del Tribunal Supremo de Justicia en numerosas oportunidades,
que existe tres aspectos: a) inimpugnabilidad, según la cual la sentencia con autoridad de cosa juzgada no puede ser revisada por ningún juez cuando
ya se hayan agotado todos los recursos que dé la ley, inclusive el de invalidación (non bis in ídem). A ello se refiere el artículo 272 del Código de
Procedimiento Civil; b) Inmutabilidad, según la cual la sentencia no es atacable indirectamente, por no ser posible abrir un nuevo proceso sobre el
mismo tema; no puede otra autoridad modificar los términos de una sentencia pasada en cosa juzgada; y, c) Coercibilidad, que consiste en la
eventualidad de ejecución forzada en los casos de sentencias de condena; esto es, “la fuerza que el derecho atribuye normalmente a los resultados
procesales”; lo que en conjunto, se traduce en un necesario respeto y subordinación a lo dicho y hecho en el proceso.
Con base a ello, se debe afirmar que las decisiones dictadas por la Sala Constitucional del TSJ adquieren desde su publicación el carácter de cosa
juzgada formal, consagrado en el artículo 272 del Código de Procedimiento Civil, lo que se traduce en que la relación jurídica generativa de la sentencia
en cuestión no es atacable, y al mismo tiempo se perfecciona el carácter de cosa juzgada material dispuesto en el artículo 273 eiusdem, que impone
que se tenga en cuenta el contenido de la decisión en todo proceso futuro entre las mismas partes y sobre el mismo objeto, aunado al carácter
vinculante de las mismas.

SILENCIO ADMINISTRATIVO

La Ley Orgánica de Procedimientos Administrativos, entre las instituciones novedosas que ha establecido, está la del denominado silencio
administrativo negativo, o en otras palabras, el establecimiento de una presunción de negación de la solicitud o recurso, cuando la Administración no
resuelve expresamente en un lapso de tiempo determinado.

En efecto, la Ley Orgánica en su artículo 2º, concreta el derecho de petición establecido en la Constitución, y obliga a los funcionarios a
decidir las instancias o peticiones, es decir, a dar oportuna respuesta a los administrados. A tal efecto, la Ley Orgánica prevé, en varios de sus artículos,
lapsos concretos dentro de los cuales deben resolverse por la Administración, las solicitudes y recursos. Sin embargo, estas previsiones, no eran
suficientes para garantizar la oportuna respuesta a que tienen derecho los administrados. Era necesario prever medios o garantías jurídicas de
protección a los administrados contra el silencio de la Administración, el cual hasta ahora, había sido incontrolado e incontrolable.

De allí que el artículo 4º de la Ley haya establecido la figura del silencio administrativo negativo, a cuyo efecto prevé lo siguiente:
“En los casos en que un órgano de la Administración Pública no resolviere un asunto o recurso dentro de los correspondientes lapsos, se considerará
que ha resuelto negativamente y el interesado podrá intentar el recurso inmediato siguiente, salvo disposición expresa en contrario. Esta disposición
no releva a los órganos administrativos, ni a sus personeros, de las responsabilidades que le sean imputables por la omisión o la demora”.

Ahora bien, esta norma requiere, en nuestro criterio, de una adecuada interpretación, dentro del contexto general de la Ley Orgánica. Esta,
en efecto, es una Ley que regula básicamente, un conjunto de derechos y garantías de los administrados frente a la Administración, por los que el
artículo 4º debe ser interpretado, también, en el sentido de haber consagrado una garantía más para los particulares, sin relevar a la Administración de
su obligación fundamental: la de decidir los asuntos o recursos que cursan ante sus órganos. Esta aclaratoria, aunque elemental, parece necesario
formularla, por la mala interpretación que se le ha dado a dicha disposición, en el sentido de considerarla como un perjuicio para los administrados.

El Silencio Negativo como un Beneficio de los Administrados


El único sentido que tiene la consagración del silencio administrativo en la Ley Orgánica, como presunción de decisión denegatoria de la
solicitud o recurso, frente a la indefensión en la cual se encontraban los administrados por la no decisión oportuna por la Administración de tales
solicitudes o recursos, no es otro que el establecimiento de un beneficio para los particulares, para precisamente, superar esa indefensión. La norma
del artículo 4º de la Ley Orgánica, por tanto, se ha establecido a favor de los particulares y no a favor de la Administración.

La opción del interesado


La primera consecuencia de esta carácter de beneficio para el particular de la apertura del “recurso inmediato siguiente” contra el acto tácito
denegatorio, es que es potestativo para el interesado el utilizar o no el beneficio, el cual sólo puede beneficiarlo y nunca perjudicarlo. Es decir,
introducida una solicitud o un recurso, y vencido los lapsos impuestos por la Ley Orgánica, a la Administración, para decidirlos; el interesado tiene la
posibilidad de intentar contra el acto tácito el recurso administrativo o contencioso-administrativo correspondiente. Pero la Ley Orgánica, en forma
alguna, lo obliga a ello. El interesado tiene así, una opción: o intenta el recurso inmediato, usando el beneficio del silencio, o simplemente, espera la
decisión de la solicitud o recurso para intentar, posteriormente, el recurso que proceda, si la decisión expresa no le favorece.
Por ello la Ley es clara al indicar en el artículo 4º que el interesado “podrá” intentar el recurso inmediato siguiente, y “poder”, conforme lo
indicado por la antigua Corte Federal en sentencia del 6-11-58, “es tener la facultad o el medio de hacer una cosa, y facultad, el derecho –no el deber,
ni la obligación- de hacer una cosa. El Código de Procedimiento Civil en su artículo 13º, da la interpretación jurídica de este verbo, que bien puede
aplicarse, no sólo en las actuaciones judiciales, sino también en general. Cuando la Ley dice: “El Juez o Tribunal puede o podrá”, se entiende que lo
autoriza para obrar según su prudente arbitrio, consultando lo más equitativo o racional, en obsequio de la justicia y de la imparcialidad”.

Por lo tanto, al indicarse que “el interesado podrá intentar el recurso inmediato siguiente”, la Ley Orgánica lo está facultando, le está dando
el derecho a recurrir, pero no le está imponiendo la obligación de recurrir, ni le está diciendo que de no hacerlo, caduca el recurso posterior. El
beneficio previsto en la Ley Orgánica, por tanto, no puede convertirse en una carga para el interesado. Tal como lo precisa Tomás Ramón Fernández
Rodríguez: “la interposición de un recurso contra el silencio negativo no está concebida legalmente como una carga en sentido técnico, sino como una
facultad que puede o no ejecutarse por el particular facultado, sin que de la falta de ejercicio de dicha facultad pueda seguirse para él perjuicio alguno,
como se seguiría inevitablemente, si de una carga se tratara”, o más gráficamente, como lo indica Sabino Alvarez Gendin y Blanco, “el silencio
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administrativo se instituyó para favorecer al administrado, no para sorprenderle por incauto o cazarle en un cepo o trampa, abusando de su
ignorancia”.

Ahora bien, no habiendo elemento alguno en la Ley Orgánica que permita interpretar el artículo 4º en perjuicio del administrado, es evidente
que éste tiene, en dicho supuesto, una opción: o intenta el recurso inmediato contra el acto tácito denegatorio, o espera la decisión expresa de la
solicitud o recurso por la Administración. Esta es, en todo caso, la clara y terminante consagración de la legislación española, la cual para despejar
dudas, deja al particular la opción, en virtud de que se ha establecido en su beneficio.

La ausencia de perjuicio por el transcurso de los lapsos de impugnación


Por tanto, estando en manos del interesado la opción de recurrir en base al beneficio del silencio administrativo o esperar la decisión expresa
de la solicitud o recurso, el transcurso del lapso para recurrrir contra el acto tácito, no tiene ningún efecto perjudicial en su contra. Expresamente
Fernando Garrido Falla ha señalado lo siguiente: “el transcurso del plazo del silencio no significa resolución del expediente, sino simplemente la
posibilidad de que el particular, en vez de esperar indefinidamente una resolución expresa de su asunto, plantee la cuestión ante la jurisdicción
revisora. Si el particular renuncia a este planteamiento, lo único que ha hecho es prescindir del arbitrio del silencio, para dejar que las cosas
transcurran como si éste no existiese; es decir, que entonces esperará a que la Administración resuelva y, a partir de la resolución, deberá disponer de
los reglamentarios plazos para impugnar la decisión administrativa. No hay más remedio que admitir que, si no se quiere bastardear la institución, el
silencio administrativo supone, por definición, una posibilidad del recurso para el particular, que si no se utiliza, deja las cosas en el mismo punto en
que se entraban si el silencio no hubiese sido consagrado por la Ley”.

Por tanto, si el particular interesado opta por no intentar el “recurso inmediato siguiente” derivado del silencio negativo, dentro de los lapsos
correspondientes, debe esperar la decisión expresa del organismo, contra la cual, si le es adversa, podrá intentar el recurso inmediato siguiente dentro
de los lapsos correspondientes contados a partir de la notificación del acto.

La impugnación del acto administrativo tardío


No hay duda, por tanto, que en el sistema venezolano, la garantía establecida a favor del interesado con el silencio negativo, le permite optar
por utilizar la vía de recurso correspondiente, o esperar la decisión final de la solicitud o recurso. Si opta por esta última alternativa, por supuesto, se
abre el lapso de impugnación correspondiente contado a partir del momento en el cual se notifique el acto tácito al interesado. Con esta posición está
conforme Eduardo García de Enterría, al señalar que “la resolución tardía abre por sí misma, en los términos ordinarios, un plazo de impugnación, sin
que tenga ningún sentido intentar oponer a este plazo la caducidad del que pudo utilizar el interesado para impugnarla la denegación por silencio,
desde el momento en que la caducidad supone una carga y no una facultad”, y asimismo está conforme Jesús González Pérez al precisar que: “El
silencio administrativo negativo no es más que una ficción para que el particular pueda, si lo desea, deducir recurso frente a la presunta denegación de
su petición. De tal modo que los interesados pueden deducir frente a ella los recursos admisibles, para lo cual los lapsos empiezan a computarse desde
el día siguiente al de la notificación, sin que pueda invocarse la excepción del acto consentido por el hecho de no haberse deducido recurso contra la
denegación presunta anterior”.

La no firmeza de los actos administrativos tácitos


Como consecuencia, puede afirmarse que el no ejercicio del recurso inmediato siguiente contra el acto presunto denegatorio, no sólo no
impide el ejercicio del recurso de anulación contra la resolución tardía de la solicitud o recurso, sino que por supuesto, no implica, en forma alguna que
el acto tácito adquiera firmeza, o en otras palabras, que el silencio pueda producir un acto administrativo firme. Como lo señala Tomás Ramón
Fernández, por el hecho de que el lapso para intentar un recurso contra el silencio negativo transcurra “sin que el recurso sea interpuesto, nunca
podrá decirse que el silencio negativo haya quedado firme, calificativo que sólo puede predicarse de los verdaderos actos, es decir, de las
declaraciones expresas de voluntad, deseo, juicio o conocimiento, emanadas de una Administración Pública en el ejercicio de una potestad
administrativa, sin que haya puesto fin al expediente abierto, puesto que este expediente o procedimiento no puede terminar si no es mediante uno
de los cuatro modos tasados por la Ley, uno de los cuales –la resolución expresa- sigue siendo a pesar del silencio, una obligación viva que la
Administración debe cumplir porque así se lo impone la Ley”.

En definitiva, el silencio consagrado en nuestra Ley Orgánica de Procedimientos Administrativos, como el regulado en la legislación española,
se ha establecido como un beneficio y favor de los administrados, por lo que su tratamiento e interpretación tiene que responder a ese criterio, lo cual
impide que tal beneficio se convierta luego, en caducidad para el beneficiado particular, sobre todo si la inacción es sólo imputable a la Administración.

El Silencio No exime a la Administración de su obligación de decidir


Ahora bien, siendo el silencio administrativo negativo previsto en el artículo 4º de la Ley Orgánica de Procedimientos Administrativos, una
garantía de defensa puesta a disposición de los administrados frente a la inacción de la Administración, no encontramos elemento alguno en el
ordenamiento jurídico que pueda permitir interpretar que el transcurso de los lapsos para que se produzca el acto tácito denegatorio, agota la
competencia administrativa, eximiendo a la Administración de su obligación de decidir. Al contrario, constitucionalmente, de acuerdo a lo preceptuado
en el artículo XXX, que recoge lo establecido en el artículo 2º de la Ley Orgánica de Procedimientos Administrativos, la consecuencia del derecho de
petición, es la obligación para la Administración de dar “oportuna respuesta”, y de esta obligación, no puede eximirla ni la Ley Orgánica ni ninguna otra
Ley. El silencio administrativo, por tanto, es una garantía que aun sin decisión expresa, el interesado pueda defenderse y tener acceso, por ejemplo, a
la jurisdicción contencioso administrativa, y no un medio para que la Administración se libere de su obligación de decidir, la cual tiene su fuente en la
propia Constitución. Por tanto, a pesar del transcurso de los lapsos que la Ley Orgánica impone a la Administración para decidir las solicitudes y
recursos, “no sólo la Administración puede, sino que debe resolver expresamente; no sólo goza de competencia para actuar, y de facultad para
hacerlo, sino que está obligada a ello; obligación que, incluso puede dar lugar a la correspondiente responsabilidad”. Y tan ello es así en nuestro
ordenamiento jurídico, que la propia Ley Orgánica de Procedimientos Administrativos impone a la Administración y sus funcionarios la obligación de
tramitar los escritos cuyo conocimiento le corresponda y de resolver las instancias y peticiones que le dirijan los interesados; haciendo a los
funcionarios responsables de las omisiones o demoras. Por otra parte, el parágrafo único del artículo 4º de la Ley Orgánica dispone que la reiterada
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demora en decidir que dé lugar a que los asunto o recursos se consideren resueltos negativamente, es decir, que los particulares reaccionen por los
recursos inmediatos subsiguientes contra la inacción de la Administración, acarrea responsabilidad disciplinaria hasta el punto que se considera un
motivo, de derecho, que provoca amonestación escrita conforme al Estatuto de la Función Pública, sin perjuicio de las multas que deben aplicarse
conforme al artículo 100 de la propia Ley Orgánica.

Por tanto, la Administración Pública, al transcurrir el lapso previsto legalmente para que adopte su decisión, sin que el interesado use el
beneficio e interponga el recurso inmediato siguiente, no pierde, en forma alguna, competencia para resolver, y sigue estando obligada a hacerlo, es
decir, la Administración puede y debe resolver al asunto o recurso en cualquier tiempo posterior.

En nuestro sistema, inclusive puede sostenerse que no sólo la Administración no pierde competencia para decidir, por la obligación que tiene
de dar oportuna respuesta a las solicitudes y recursos administrativos, sino que en caso de silencio y aun en el supuesto de que el interesado haya
intentado el recurso inmediato siguiente, la Administración puede decidir tardíamente. Si decide en beneficio del interesado, el superior jerárquico o
el juez contencioso administrativo, en su caso, no tendría materia sobre la cual decidir; y al contrario, si decide en contra de la pretensión del
interesado, se acumularía al recurso intentado, la impugnación de la nueva decisión.

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