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EXTRAORDINARIO
HISTORIA DE MÉXICO
ALUMNO:
REYES ESPARZA LUIS FERNANDO
PROFESOR:
GABAEL EDEN TOLEDANO CIPRES
A la llegada de los españoles en 1492, América estaba habitada por culturas con
características y grados de desarrollo distintos.
La sociedad mexica
Estructura La base de su organización social eran los Calpulli, grupos de familias con
política un ancestro común, que se dedicaban a distintas actividades para su
supervivencia. Eran dueños de la tierra que trabajaban y a su dirigente se le
llamaba calpullec.
Religión La cosmovisión del pueblo azteca era muy similar al resto de los pueblos
mesoamericanos en víspera de la conquista. Además de politeístas, creían
que el universo y cada de sus elementos estaban formados por dualidades
en constante contradicción. La religión era administrada por una poderosa
clase sacerdotal que determinada las ofrendas y los actos litúrgicos, entre
los que sobresalía el sacrificio humano.
La conquista de México fue una de las consecuencias de los viajes de exploración que
siguieron a la expedición liderada por el navegante genovés Cristóbal Colón, quien
gracias al patrocinio de los Reyes Católicos llegó a América en 1492 cuando planeaba
alcanzar el continente asiático por una ruta alternativa.
Los españoles contaban con armas de fuego, armaduras y caballos además de lanzas,
espadas y ballestas. Los mexicas usaban lanzas, arcos, dardos, escudos y otros artefactos. A
pesar de esta ventaja tecnológica de los españoles, las razones de la victoria parecen
vincularse también con el aprovechamiento de conflictos preexistentes entre poblaciones del
Imperio azteca, la introducción de enfermedades y las decisiones estratégicas y tácticas de
Hernán Cortés.
Estableció alianzas con algunos pueblos indígenas que estaban descontentos o enemistados
con el gobierno del Imperio azteca, especialmente los tlaxcaltecas.
Obligó a su tropa española a luchar en el continente tras perforar sus barcos con el objetivo
de evitar cualquier deserción.
Aprovechó los conocimientos de lenguas y costumbres indígenas de “la Malinche”, una mujer
de origen nahua que actuó como su intérprete y consejera.
Causas de la conquista
La corona española solía promocionar estos viajes, pero los conquistadores también
actuaban según sus propios intereses. Muchos de estos pertenecían a estratos menores de la
nobleza europea y buscaban oportunidades y aventuras en ultramar. En el caso de Hernán
Cortés, posiblemente buscaba tanto conquistar nuevas tierras para la corona y difundir la
religión cristiana como obtener gloria militar y riquezas derivadas de la explotación de mano
de obra indígena en haciendas y minas de metales preciosos.
La búsqueda de oro fue una de las motivaciones más frecuentes para este tipo de
empresa. Cuando Cortés recibió oro de Moctezuma como una forma de negociar o apaciguar
sus deseos de conquista el español, y sus tropas vieron, en cambio, una razón más para
apropiarse de la ciudad. Uno de los sucesores de Moctezuma, Cuauhtémoc, fue torturado tras
la captura de Tenochtitlán por los españoles, que querían que confesara dónde se ocultaba el
oro que suponían que debía ser más abundante del que habían hallado.
Algunos de estos territorios estaban habitados por sociedades indígenas con gobiernos
centralizados que ejercían su autoridad sobre amplios dominios, como fue el caso de
los imperios inca y azteca.
Las campañas españolas eran legitimadas por la corona y conducidas por conquistadores que
actuaban simultáneamente como comandantes militares, como gobernantes y como
administradores de haciendas en las regiones que invadían. Uno de ellos fue Hernán Cortés,
quien tuvo a su cargo la conquista de México.
La expedición a México
Cortés en Tenochtitlán
En mayo de 1520 Cortés debió hacer frente a una expedición enviada en su contra por el
gobernador de Cuba y cuando regresó a Tenochtitlán se encontró con el comienzo de una
rebelión. Los mexicas estaban descontentos con la presencia española y Pedro de
Alvarado comandó una matanza de nobles durante la realización de un ritual de sacrificio
humano (la Matanza del Templo Mayor) que provocó como respuesta el asedio de su
guarnición.
La muerte de Moctezuma
La reconquista de Tenochtitlán
Un factor que favoreció a los españoles fue una epidemia de viruela que afectó a los
mexicas desde septiembre de 1520, producto del contacto con los europeos y que les
provocó importantes bajas. Cortés hizo a su vez desarmar los barcos de la costa y armarlos
en el lago que rodeaba a Tenochtitlán para favorecer el asedio. Las tropas de Cortés lograron
el bloqueo de la capital mexica en un asedio que duró entre mayo y agosto de 1521 y diezmó
a la población.
Finalmente los españoles capturaron la ciudad el 13 de agosto, fecha que marca el fin del
Imperio azteca. Entre los conquistadores se repartieron botines conformados por bienes y
esclavos. Los símbolos y estatuas de dioses mexicas fueron condenados como ídolos
paganos y se inició una campaña de cristianización que perduró a lo largo de los años.
El periodo histórico comprendido entre 1521 y 1821 recibe, entre otros, el nombre de época
colonial; durante este período nuestra tierra y su población estuvieron bajo el dominio de los
reyes de España.
Una serie de acontecimientos llevó a España a conquistar y colonizar América, uno de los
primeros corresponde a la reconquista española, un largo proceso que implicó la expulsión de
los musulmanes de la península Ibérica y que culminó en 1492; otro antecedente importante
fue la consolidación y unificación de España con la boda de los Reyes Católicos y reafirmada
con la subida al trono de su nieto Carlos V. La unificación trajo como consecuencia el
expansionismo que finalmente los llevó a conquistar y colonizar del llamado “Nuevo Mundo”.
Siguieron los cuatro viajes de descubrimiento que llevó a cabo Cristóbal Colón hacia tierras
americanas, entre 1492 y 1507. Las expediciones de conquista y colonización a México fueron
diversas, entre ellas se encuentran las realizadas por Francisco Hernández de Córdoba en
1517, Juan de Grijalva en 1518 y la campaña de Hernán Cortés, iniciada en 1519 que
concluyó con la toma de Tenochtitlán en agosto de 1521, acontecimiento que dio paso al
establecimiento del régimen colonial español en tierras mexicanas.
Unificación territorial
Expansionismo español
Junto a la política de unificación interna, Castilla y Aragón adoptaron una decidida política
expansionista, Granada el último reducto musulmán fue conquistada en 1492 y anexada a
Castilla, quién llevó a cabo varios intentos por conquistar el norte de África y dio principio al
descubrimiento y colonización, primero de las Antillas y después de América. Por su parte
Aragón se proyectó política y comercialmente hacia el Mediterráneo, tenía como principales
objetivos el dominio de Sicilia, la incorporación de Cerdeña y la corona de Mallorca, inició una
política de control sobre Italia, logró que Navarra se incorporará a España, anexaron las Islas
Canarias y trataron de incorporar a Portugal mediante matrimonios arreglados, sin lograrlo.
Este proceso expansionista hace de España la gran potencia del Mediterráneo y también del
Atlántico. A la muerte de Isabel y Fernando sus reinos fueron heredados a su nieto Carlos I
de España (1516-1556) conocido como Carlos V de Alemania (1520-1558), quien por línea
paterna también heredó los Países Bajos, Luxemburgo y el Franco Condado así como los
dominios de la Casa de Austria.
Los grandes descubrimientos geográficos comprendidos entre los años 1400 y 1600, fueron el
resultado del Renacimiento científico y la fuente más importante del capitalismo, al abrir
nuevos caminos marítimos y descubrir nuevas tierras, fueron el punto de partida de una
revolución en toda la vida económica de Europa, y de la etapa del capitalismo mercantilista.
Pero las causas determinantes de la expansión española, fueron el interés por el comercio
principalmente de las especias, sedas, marfil, inciensos, entre otros; el afán de aventura y de
riqueza; el espíritu religioso por expandir el catolicismo; la exploración portuguesa de África
desde 1415; la toma de Constantinopla por los turcos de 1453 que afectó el comercio
europeo; la protección y financiamiento de los reyes y mercaderes a los estudios náuticos y a
las empresas de navegación y descubrimiento; así como la difusión de nuevos conocimientos
sobre la navegación y la astronomía.
La expansión española se inició con el dominio de las Islas Canarias, se consolidó con el
matrimonio de los Reyes católicos y la unificación de los reinos españoles de Castilla y
Aragón, así en 1492 con las inversiones económicas de Isabel la Reina de Castilla, del
tesorero de la corona de Aragón Santángel, de los duques de Medinaceli, y de Medinasidonia,
de los hermanos Niño, y los hermanos Pinzón, entre otros comerciantes y algunos magnates,
Cristóbal Colón partió con tres barcos y noventa hombres en busca de la India.
Siguiendo la ruta de las Canarias, y arrastrado por la corriente ecuatorial del Golfo llegó a las
Antillas, descubriendo América. El 12 de octubre de 1492 Colón desembarcó en la isla de
Guanahaní, que llamó San Salvador, después descubrió Cuba y Santo Domingo (Hispaniola),
él creyó haber descubierto Cipango (Japón) y otras islas de la costa de Asia.
Realizó tres expediciones más, no se percató de que había descubierto un nuevo mundo, 30
años después se confirmó que las tierras descubiertas no formaban parte de Asia y si de un
nuevo continente que llamaron América.
Descubrimiento de México
El propio Hernán Cortés que se dirigió a Honduras y California; Francisco de Garay tratando
de conquistar el Pánuco; Gonzalo de Sandoval hacia Coatzacoalcos; Luis Marín a Oaxaca y
Chiapas; Cristóbal de Olid hacia Michoacán y Colima y posteriormente hacia Honduras; Pedro
de Alvarado se adentró hasta Guatemala; Nuño Beltrán de Guzmán hacia Michoacán y
Nayarit; Francisco de Montejo hacia Yucatán; Alvar Núñez Cabeza de Vaca por Florida,
Texas, Sonora y Sinaloa, entre otros muchos expedicionarios.
La conquista espiritual se dio casi a la par que la conquista militar, realizada por las órdenes
mendicantes los franciscano llegaron a México en 1523 los primeros Juan de Ahora, Juan de
Tecto y Pedro de Gante, en 1526 los dominicos, los agustinos en 1533 y los jesuitas en 1572.
Siguiendo a los conquistadores, todas las órdenes se expandieron por el territorio,
establecieron iglesias, escuelas y hospitales para atender a los indígenas. Se dedicaron a
instruir a los niños indígenas para convertirlos a la religión católica para que ellos a su vez
rompieran las creencias “paganas” de sus padres, aprendieron las lenguas autóctonas y
adaptaron la religión católica a éstas lenguas, en especial al náhuatl y pocos de ellos se
convirtieron en los defensores de los indígenas ante los malos tratos y la explotación de los
españoles.
historia del catolicismo desde el siglo XVI y prácticamente hasta mediados del XIX en la
Nueva España, pero situándola en un contexto internacional bastante amplio. Por ello es una
obra original en más de un sentido. En primer lugar destaquemos que lo es por su forma de
elaboración: se trata de un auténtico trabajo colectivo de un grupo de diez autores. No es una
mera compilación de textos, sino realmente una obra escrita entre todos. El prólogo nos
informa como fue el reparto del trabajo, pero las referencias cruzadas a todo lo largo de la
obra dan cuenta de que se trata de un texto que requirió de una labor de conjunto muy bien
coordinada. Este es ya un hecho raro dentro de nuestra historiografía, incluso dentro del
propio Seminario de Historia Política y Económica de la Iglesia en México que le ha dado
origen. Forma de trabajo original pues, cuyo resultado es una obra enriquecida con las
investigaciones, la experiencia, la solidez de los diez autores, presentada además de una
manera homogénea y sin las contradicciones internas que a veces distinguen a las
recopilaciones de ensayos.
La síntesis era tanto más necesaria cuanto que la abundante bibliografía que se ha venido
acumulando sobre este de por sí extenso terreno de investigación, y de la cual da cuenta
pertinentemente la orientación que se incluye al final de la obra, requería ya de un instrumento
de comprensión general. La obra es original también por ello, porque viene a consagrar en un
texto, que en principio está pensado para un público amplio, las orientaciones que en las
últimas décadas han venido a renovar nuestro campo de estudios. Esto se advierte bien al
menos en tres puntos: en los temas abordados, en los contextos en que se sitúan y en la
organización de la cronología.
Sobre lo primero los autores nos dicen de nuevo en el prólogo que es un estudio de historia
social, e incluso de historia eclesiástica, institucional se entiende, que no aborda el "complejo
mundo de la religiosidad católica". Empero, si bien es cierto que no es el eje más importante
que ordena la obra, ello no evita que el lector pueda encontrar aquí pasajes más o menos
amplios dedicados al tema de la primera evangelización, a los santuarios de prácticamente
todo el centro de la Nueva España, a la liturgia de las Catedrales, a las festividades religiosas
y, en general, al variado abanico de prácticas barrocas de los siglos XVI al XVIII. En ese
sentido, si no es un estudio que agote todos los temas posibles de la religiosidad, no deja de
ser también un más que bienvenido libro de historia religiosa.
Es cierto que predominan los temas institucionales, algunos ya clásicos, como el Patronato,
las órdenes religiosas, las misiones o la Inquisición. Otros son temas y actores que habían
sido dejados de lado en las historias más tradicionales, como los Cabildos Catedrales, la bula
de Santa Cruzada, la formación clerical, el derecho canónico o los concilios provinciales, por
sólo citar algunos, pero sobre todo, no están presentados de una manera necesariamente
clásica. Antes bien, las explicaciones con frecuencia nos llevan a tratar de comprender la
cultura en que se desarrollaban esas instituciones. Baste ver la manera en que se trata en
todo el libro el tema de la "economía eclesiástica": desde su primera aparición (p. 87), se trata
de hacerle ver al lector que se trata de bienes y capitales que estaban al servicio de un fin
religioso y por tanto que lo económico tiene aquí una complejidad propia, pero no una lógica
completamente independiente, como es hoy la del máximo beneficio. Asimismo, respecto de
la bula de la Santa Cruzada, los autores se detienen a explicar con claridad que ella era
posible en un mundo en que "no existía una separación clara entre la Iglesia y la Corona".
Igualmente, por lo que hace a los Cabildos Catedrales, se nos recuerda en principio su
función principal para el oficio divino, de la misma manera que al tratar de los obispos se
aborda su uso de recursos simbólicos para la manifestación de su poder. El lector atento
podrá así darse cuenta de que la obra no es una síntesis de datos, sino una síntesis histórica
que nos muestra hasta qué punto el catolicismo novohispano es profundamente distinto al de
nuestros días.
Pero además de la variedad y tratamiento de los temas, es de advertir que la obra inscribe de
manera constante a la Iglesia novohispana en marcos más amplios. De hecho, toda la primera
parte de la obra está destinada no sólo a contarle al lector unos meros antecedentes de la
historia medieval de la Iglesia, sino a situar a la de Nueva España en el conjunto del mundo
occidental. Casi es obvio advertirlo, justo por el contexto, por la pertenencia de la Nueva
España a la monarquía hispánica, que la antigua España está muy presente en todo el libro y
por ello mismo no es la única región del mundo que aparece con frecuencia. El lector podrá
darse cuenta de que el hecho imperial da sentido a actores como el obispo Palafox y
Mendoza, pero también podrá ver hasta qué punto ese "México colonial" era parte de un
mundo hispánico a lo largo y ancho del cual existía una intensa circulación, de personas por
ejemplo, lo que explica que la Inquisición de México haya juzgado judaizantes portugueses.
Circulaban también todo género de creaciones culturales, incluidos los documentos
conciliares de Lima y Caracas que contribuyeron a la formación de los decretos del IV Concilio
Mexicano de 1771.
Hay que reconocer asimismo, que no sólo está presente la escala imperial sino también la
escala regional. Aun si lleva a la Catedral Metropolitana de México en la portada no es una
obra centralista, sino que hay un claro esfuerzo por tratar de manera equilibrada a cada
diócesis, a cada provincia de religiosos, a los territorios de misión tanto del norte como del
centro y del sur, a cada uno de los grandes santuarios de los extensos territorios. La obra le
reserva así páginas importantes no sólo a los proyectos de obispos de la talla trasatlántica de
Palafox, sino también a otros más modestos, como a fray Ángel Maldonado y su
secularización de doctrinas en Oaxaca, o a fray Luis Piña y Mazo y su reforma de cofradías en
Yucatán.
Es cierto que el corte cronológico en 1821 puede parecer más tradicional; de hecho, a los que
trabajamos la segunda mitad del siglo XVIII y la primera del XIX, nos puede sorprender un
poco. Sin embargo, aquí resulta del todo pertinente, dado que si los cortes han sido desde
una lógica institucional, es cierto que hay una ruptura definitiva, en principio la del final del
Patronato regio sobre la Iglesia, pero también la separación entre una vida religiosa que
mantuvo ciertas continuidades y una vida política en que se impusieron transformaciones
revolucionarias que llevarían a la larga a una separación entre la Iglesia y el Estado. Todos
estos temas los aborda con maestría el doctor Brian Connaughton en el Epílogo.
Por si todo lo que hemos venido diciendo fuera poco, La Iglesia en el México colonial resulta
además un importante auxiliar para el profesional y para el estudiante, para el conocedor
como para el neófito, en virtud de su extensa bibliografía. En casi 50 páginas los autores nos
orientan entre clásicos antiguos y nuevos, novedades recientes y otras que, sin serlo ya,
siguen siendo actuales. Incluyen asimismo materiales de trabajo, que comprenden lo mismo
tesis, recopilaciones de documentos, reediciones de obras contemporáneas, etcétera. Obras y
autores en su gran mayoría de mexicanos y sobre México, con alguna presencia también de
textos anglosajones. Los autores nos obsequian así un interesante estado de la cuestión y al
mismo tiempo una fuente para reflexionar sobre las características de nuestra historiografía,
sus temas y sus prioridades.
Ya para concluir, cabe todavía resaltar el capítulo 4 de la segunda parte, dedicado al tema de
las Reformas Borbónicas. Me limito aquí a enumerar algunos temas cuyo tratamiento resalta
ya dentro de la historiografía reciente. Hay que decir en principio que se trata de un texto muy
ponderado, que presenta las diversas tendencias reformistas y su oposición a partir de la
bibliografía reciente, pero sin caer en las descripciones, a veces hasta emotivas, que llegan a
caracterizarla, y que llegan a abundar en adjetivos. Asimismo, no es menor aporte presentar,
en una síntesis como ésta, un intento de definición de los siempre complicados "-ismos" que
se vieron envueltos en las reformas: galicanismo, jansenismo, regalismo e incluso
ultramontanismo, sin olvidar a la ambigua "Ilustración católica". En tercer lugar, es digno de
subrayar la atención prestada no sólo a la secularización de doctrinas sino, de manera
extensa, a la defensa emprendida por los religiosos, quienes estuvieron lejos de ser víctimas
pasivas. Y ya por último, el primer tema en que se aborda la expulsión de los jesuitas,
mostrando que los colegios de los hijos de San Ignacio, siendo importantes, tampoco eran
irremplazables en el ya complejo contexto institucional de la educación clerical novohispana.
Dicho lo cual, toda la renovación historiográfica de que da cuenta la obra, tal vez contrasta un
poco con su título, que es mucho más clásico, mas por supuesto ello no demerita en nada un
trabajo de gran calidad, como los que ya nos tiene acostumbrados este Seminario de Historia
Política y Económica de la Iglesia en México.
Fundaron una primera escuela en Texcoco en 1526 y otra en Tlatelolco, en ellas enseñaban
catecismo, escritura, lectura música, artes y oficios. Para implantar la religión acudieron a
diversos métodos como: el dibujo, el canto, el teatro, la música, el buen ejemplo, la pobreza y
el trabajo.
Estudiaron y conservaron las lenguas autóctonas, tradujeron a las lenguas indígenas los
principales textos del cristianismo. Centraron su trabajo en los jóvenes y los niños, con la
certeza de que el indígena es el mejor instrumento para convertir al catolicismo, era el propio
indígena. Los misioneros ensayaron diversos métodos de evangelización, contaron con el
apoyo de los encomenderos, para su sustento dependieron del tributo, difundieron diversas
prácticas religiosas como el bautismo, la asistencia a misa, el culto a los santos, normas
cristianas para la sexualidad y el matrimonio.
• Los evangelizadores utilizaron las formas y medios autóctonos como la danza, las fiestas, el
teatro, la música y el establecimiento de escuelas, para transmitir la religión cristiana. De esta
manera, las deidades indígenas tomaron nombres y formas hispanas.
• Se establecieron iglesias, conventos, hospitales y escuelas. La primera escuela de la Nueva
España se instauró en 1526 en Texcoco, a la par de la escuela en Tlatelolco, donde se
impartía catecismo, artes, oficios, lectura, escritura y música, de forma semejante a los
centros de educación mexicas.
• Algunos frailes reconocidos por su intervención en la defensa de los indígenas contra los
abusos de los españoles son el dominico Antonio de Montesinos (1475-1540), Bartolomé de
las Casas (1474-1564), Francisco de Vitoria (1483/1486-1546) o Toribio de Benavente (1482-
1569).
Después de la derrota del estado mexica, Hernán Cortés continuó con exploraciones en el
territorio y la conquista de los pueblos, a veces era de forma pacífica y muchas más de
manera violenta, asimismo facilitó la llegada de los primeros misioneros para la
evangelización de los indígenas; para el año de 1522, recibe la Cédula Real que confirma su
gobierno en la Nueva España y su nombramiento como capitán general del nuevo territorio.
Recuerda que el virreinato comenzó en 1535 con el nombramiento Antonio de Mendoza como
primer virrey de la Nueva España. Esta representación del rey de España duró casi 300 años,
hasta la guerra de Independencia y la instauración del imperio mexicano.
Revisa el recurso Instituciones del virreinato de la Nueva España* e identifica las funciones de
cada una de estas instituciones. ¿Quién tenía máxima autoridad en la Nueva España? ¿El
Tribunal del Santo Oficio aplicaba sanciones a los indígenas? ¿Qué instituciones no
dependían directamente del rey?
Aunque en su día se pensó que la civilización maya era pacífica. Las teorías actuales hacen
hincapié en el papel de la guerra y el ejército maya como factor de desarrollo de la sociedad.
Los objetivos y los motivos de la guerra en la cultura maya no se conocen a fondo, pero hay
varios tipos de pistas arqueológicas. Entre ellas se encuentran las defensas fortificadas
alrededor de los complejos religiosos y urbanos. También existen las representaciones
artísticas y epigráficas de la guerra y las armas, como las hojas de obsidiana y las puntas de
proyectil.
La guerra también puede identificarse a partir de restos arqueológicos que sugieren una
ruptura rápida y drástica de un patrón fundamental debido a la violencia.
Al igual que las ciudades-estado de la antigua Grecia, los estados mayas se involucraron en
guerras violentas por el control político de la gente y los recursos. Algunos estudiosos han
sugerido que la captura de víctimas para el sacrificio era una fuerza impulsora de la guerra.
Entre los recursos más críticos estaban el agua y la tierra agrícola. El control económico de
los recursos, como la obsidiana, también aumentó la competencia entre los estados.
Los “halach uinik”, traducido literalmente como “hombres verdaderos”, eran los gobernantes
supremos de las ciudades-estado mayas. Su autoridad iba más allá de la administración civil;
eran líderes carismáticos que encarnaban la unión de lo sagrado y lo terrenal. En tiempos de
guerra, estos líderes no solo tomaban decisiones críticas desde sus palacios, sino que a
menudo lideraban a sus tropas en el campo de batalla. Su participación directa en los
combates no solo era una demostración de valentía, sino también una estrategia para inspirar
y motivar a sus guerreros.
Por otro lado, los “nacom” eran los jefes militares supremos, encargados de la estrategia y la
táctica en el campo de batalla. Elegidos por períodos específicos, que a menudo coincidían
con ciclos astronómicos significativos para los mayas, los “nacom” eran responsables de
planificar las campañas militares y dirigir las operaciones de guerra. Aunque en algunos
casos, el papel del “nacom” podía solaparse con el del “halach uinik”, especialmente si el
gobernante era también un líder militar activo, la posición de “nacom” era distintiva y vital para
el éxito en la guerra.
Ideología
La guerra fue probablemente una fuerza impulsora del cambio cultural. Aunque los líderes
beligerantes se beneficiaban sin duda materialmente, uno de los principales objetivos puede
haber sido conseguir víctimas para los sacrificios o como ascensor social como en la sociedad
Azteca.
El sacrificio no sólo legitimaba al gobernante al intimidar a los rivales y a los ciudadanos, sino
que también se asociaba con los conceptos lo sagrado y el paso del tiempo.
Se alude a la guerra en la mitología del Popol Vuh, que describe el sacrificio mediante la
decapitación. Ciertos acontecimientos, como la muerte de un líder o el nacimiento de un
heredero, podían requerir una serie de sacrificios.
Aunque los mayas disponían de tecnología de proyectiles, como el átlatl y la lanza, la mayor
parte de los combates se realizaban a corta distancia con “estocadas, puñaladas y
aplastamientos”.
Átlatl maya.https://www.mexicodesconocido.com
Las armas se fabricaban principalmente con obsidiana y cuarzo, siendo la obsidiana la más
afilada (pero más frágil). La tecnología dominante era la de tallar el cuarzo o la obsidiana en
forma de puntas de proyectil bifaciales y unirlas a los dardos, lanzas y flechas del átlatl.
Aunque se utilizaban arcos y flechas, las lanzas y el Macuahuitl seguían siendo mucho más
comunes. Además, el sílex astillado era común en los cuchillos de combate para la corta
distancia.
No existía un ejército Maya de carácter permanente. Más bien, reunían milicias de hombres
adultos y niños sanos. Desde los arsenales centralizados que tenían en los edificios públicos
los armaban con armas de choque como:
Mango de madera.
Cerbatanas.
Palos arrojadizos.
Jabalinas.
Hondas
Arcos y flechas.
Una de las armas más emblemáticas en el arsenal maya era el “atlatl”, o lanzador de dardos.
Esta herramienta, que ampliaba la capacidad del brazo humano, permitía a los guerreros
lanzar proyectiles con una fuerza y precisión mucho mayores que si se lanzaran a mano. El
uso del “atlatl” transformó las tácticas de guerra maya, permitiendo ataques efectivos a larga
distancia y proporcionando una ventaja significativa en el campo de batalla. La habilidad para
herir o desestabilizar al enemigo desde una distancia segura era una táctica clave en los
enfrentamientos mayas.
En el combate cuerpo a cuerpo, el “macuahuitl” jugaba un papel crucial. Esta arma, una
especie de espada de madera con bordes incrustados de obsidiana afilada, era temida por su
capacidad para causar heridas devastadoras. La combinación de la contundencia de la
madera y el filo cortante de la obsidiana hacía del “macuahuitl” una herramienta de guerra
excepcionalmente efectiva. Su diseño refleja la ingeniosidad y adaptabilidad de los mayas en
el uso de los recursos naturales disponibles para la fabricación de armas.
El soldado Maya
Los soldados mayas solían llevar escudos largos y flexibles de piel o escudos redondos más
pequeños y rígidos. Como armadura, muchos llevaban chalecos de algodón rellenos de sal
gema. Mil años después, los conquistadores españoles se deshicieron de sus propias
armaduras metálicas en la sofocante selva tropical en favor de estos “chalecos antibalas”
mayas.
El “Kohaw”, era un casco de guerra hecho de piedra como la pirita, usado sólo por Ajaws y
Kaloonte’s. Se encontró un ejemplar en la tumba de una reina en Waka’.
“Rodeaban el pueblo, gritando a viva voz, armados con flechas y escudos, tocando tambores,
dando gritos de guerra, silbando, gritando. Esta estampa evoca vívidamente a un señor maya
disfrazado para hacerse pasar por un antepasado incitándolos a la lucha, cuando llegaron
frente al pueblo”.
…. “las cuatro calabazas que estaban al borde del pueblo eran como Piedras negras, el
Caudillo las abrió y los abejorros y las avispas salieron de las calabazas; como una gran nube
de humo salieron de las calabazas. Y así perecieron los guerreros a causa de los insectos que
les picaban las pupilas de los ojos 2 y se les pegaban a la nariz, a la boca, a las piernas y a
los brazos.”
La eficacia del ejército maya en el campo de batalla no solo se debía a la destreza y el valor
de sus guerreros, sino también a su sofisticado armamento y a las tácticas de guerra
innovadoras que empleaban. A pesar de no contar con tecnologías como el hierro o la
pólvora, los mayas desarrollaron un arsenal impresionante y estrategias de combate que les
permitieron dominar en numerosos enfrentamientos. Esta sección profundiza en las
herramientas de guerra y las metodologías que hicieron del ejército maya una fuerza
formidable en Mesoamérica.
Más allá del armamento, las tácticas de guerra maya eran igualmente impresionantes. Los
mayas eran conocidos por su uso de estrategias de emboscada y guerra de guerrillas,
aprovechando el conocimiento del terreno, especialmente en las densas selvas de
Mesoamérica. La movilidad y la sorpresa eran elementos clave en su estrategia militar.
Además, la guerra maya no se limitaba a la simple conquista territorial; a menudo tenía
objetivos políticos y religiosos, como la captura de prisioneros para sacrificios y la
demostración de poder y dominio.
Las milicias de determinadas ciudades o provincias, o tal vez reclutadas por determinados
señores, seguían estandartes de batalla que consistían en altas lanzas con grandes escudos
cuadrados o redondos fijados en la parte superior.
Estos escudos llevaban diversos adornos y dispositivos y solían estar ribeteados con un
brillante trabajo de plumas. Además de permitir una coordinación eficaz de las maniobras en
el campo de batalla, los estandartes de batalla eran poderosos objetos sagrados que
albergaban o concentraban seres sobrenaturales terroríficos.
Los oficiales de los ejércitos estaban formados por miembros de las casas gobernantes, la
gran nobleza urbana y la nobleza menor de las provincias y ciudades aliadas. Estos oficiales
se ataviaban con gloriosas galas que representaban a seres sobrenaturales.
De este modo, destacaban en el campo de batalla para permitir una señalización eficaz de los
mandos y llamar la atención de sus homólogos en los ejércitos enemigos. Los veteranos de la
batalla solían llevar también una armadura más prosaica, consistente en chaquetas cortas de
algodón repletas de sal de roca y ceñidas de cuero o tela en los antebrazos y las piernas. La
armadura de algodón es mucho más eficaz que cualquier otra protección
Las batallas de las que hay evidencias muestran luchas campales en las que los principales
señores y guerreros se desafían en duelos heroicos. Las pinturas cerámicas y murales dan la
impresión de que en el ejército maya, los individuos importantes luchaban acompañados por
uno o más compañeros cercanos que protegían su retaguardia y sus flancos.
No cabe duda de que en los campos de batalla mayas se producía una matanza generalizada,
pero un claro objeto de combate era la captura de enemigos vivos para posteriores rituales de
sacrificio.
Desde el punto de vista estratégico, las batallas del Clásico Maya aparentemente terminaban
no sólo cuando el enemigo era expulsado del campo, sino también en el caso de que el rey u
otros personajes principales fueran capturados por sus contrapartes. Todo este caos y
confusión iba acompañado de tambores y trompetas de madera, trompetas de concha,
silbatos y gritos frenéticos.
Los combates precolombinos representan al ejército maya, que probablemente eran bastante
numerosos durante las campañas realmente importantes, es decir, que se contaban por miles.
Pero no se mantenían durante largos periodos de tiempo.
En el apogeo del periodo clásico, las guerras de conquista permitieron la creación temporal de
hegemonías imperiales ricas y poderosas, aunque más bien pequeñas.
Los mayas no percibían el combate sólo como un choque de personas y armas, sino como
una compleja confrontación de fuerzas espirituales y materiales. Cuando, por ejemplo, el
conquistador de Guatemala, Pedro de Alvarado, se enfrentó a las fuerzas del héroe de la
cultura maya k’iche’ Tecún Umán en 1524, el señor maya y sus acompañantes volaron hacia
él en forma de águilas y rayos, según los relatos de los nativos, sólo para ser derrotados por
las fuerzas espirituales superiores de los españoles en forma de “pájaros sin patas”,
fantasmas sagrados y una “doncella flotante”, la Virgen.
“A medianoche los indios fueron a Xel’juh, y el capitán de los indios que se había
transformado en águila se puso ansioso de matar al Adelantado Tunathiú (Alvarado) y no
pudo matarlo porque una doncella muy hermosa lo defendió; estaban ansiosos de entrar, pero
en cuanto vieron a esta doncella cayeron a tierra y no pudieron levantarse del suelo, y
entonces vinieron muchos pájaros sin patas, y esos pájaros habían rodeado a la doncella, y
los indios querían matar a la doncella y esos pájaros sin patas la defendieron y los cegaron.”
Al día siguiente, 22 de febrero de 1524, el propio Tecún Umán vino contra los españoles en su
“Camino” de águilas. “Y entonces el capitán Tecún voló, venía como un águila llena de plumas
reales, que no eran artificiales; llevaba alas que también brotaban de su cuerpo y llevaba tres
coronas, una era de oro, otra de perlas y otra de diamantes y esmeraldas”.
Tecún Umán se adelantó con la intención de matar a Alvarado y derrotar así a las bestias de
batalla y el camino de los españoles. Atacó a la gran bestia-hombre con todo su poder,
golpeando al caballo de Alvarado y arrancándole la cabeza de un solo golpe. Según los k’iche,
su lanza no era de metal, sino de piedra brillante que tenía un hechizo mágico. Cuando Tecún
se dio cuenta de que sólo había matado a la bestia de batalla y no al hombre, voló hacia
arriba y se acercó a Alvarado. El español estaba preparado y empaló al rey que cargaba con
su lanza.
Poco se sabe sobre cómo los antiguos mayas planificaban y coordinaban sus operaciones
ofensivas. Sin embargo, se ha observado que las ciudades mayas mantenían cierta distancia
entre ellas y sus enemigos, con una distancia media estimada de 55 km. Esta distancia
creaba un colchón de protección que se podía estimar entre unos dos u ocho días de marcha.
Esto parece apoyar la teoría de que la guerra se libraba por y para las élites, la nobleza maya
y la de los pueblos vecinos. Una estimación sitúa entre 500 y 1000 hombres en el campo de
batalla en cada bando cuándo se presentaba una batalla. Estas estimaciones se calcularon en
base a la logística necesaria para los desplazamientos, la cantidad de peso que se llevaba y
la cantidad de comida que se necesitaba en el viaje…
Se cree que los enemigos lanzaban proyectiles a larga distancia y luego, a medida que se
avanzaba, la disciplina se veía afectada e iba disminuyendo. Ésto permitía a los individuos
brillar y destacar gracias las hazañas personales que sólo los más valientes conseguían.
Político-administrativas
Económico-financieras
La actividad minera creció, se redujo el precio del azogue y bajaron los costos de
explotación minera.
Militares
Aun con los privilegios que poseía, la fuerza militar fue insuficiente para garantizar la
seguridad de las embarcaciones.
Culturales
Se fundó la Real Academia de San Carlos de las Nobles Artes de la Nueva España en 1781.
Religiosas
En 1767, se emitió un decreto en el que se ordenó la expulsión de los jesuitas del territorio
novohispano. Este grupo religioso le tenía obediencia absoluta al Papa y se resistía al poder del rey,
además de que se consideraba un grupo poderoso por su cercanía con la sociedad.
CIBERGRAFIA
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(consultado el 27 de agosto de 2018).
UNAM, “Las reformas borbónicas”, Portal Académico CCH [en línea], UNAM, México, 2017,
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