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1. Introducción
Primer nivel
En este nivel de conceptualización los niños aprenden, en primer lugar, dos cuestiones
básicas fundamentales: a ver las marcas escritas como objetos sustitutos –es decir, la
escritura representa objetos que no están- y a diferenciar modos de representación
gráfica: los dibujos (modo icónico) de las letras (modo no icónico). Las letras no siguen
la forma del objeto al que refieren: tienen una forma particular (arbitrariedad) y están
dispuestas linealmente (linealidad).
Posteriormente, aprenden que las marcas escritas permiten nombrar objetos, son el
nombre de estos. Pero inmediatamente se cuestionan qué condiciones debe tener una
escritura para ser capaz de decir algo: a partir de aquí los problemas a los que se
enfrentan los niños se organizan en dos ejes. Uno es de orden cuantitativo: la escritura
debe tener por lo menos tres letras para poder decir algo. Este principio se denomina
principio de cantidad mínima. Otro, de orden cualitativo: esa escritura debe tener letras
distintas. A este otro principio se lo
llama variaciones cualitativas internas.
Segundo nivel
En este nivel, para las autoras los niños empiezan a trabajar tanto con los ejes
cuantitativo, como cualitativo, o con los dos a la vez. Respecto del primer eje todavía
no toman en cuenta la pauta sonora de la palabra, sino que la abordan como una
totalidad. Piensan que es posible relacionar la cantidad de letras con el tamaño del
objeto referido: cuanto más grande es este más letras lleva (por ejemplo el significado
“oso” debería llevar muchas letras porque es grande, mientras que “mosca” debería
llevar menos porque es más pequeña; más letras para un conjunto de objetos y menos
si el objeto es uno solo, más letras si la persona tiene más edad, menos si es más
chica). Así, los niños piensan que una palabra no puede tener menos de tres letras y no
más de seis o siete.
En cuanto al eje cualitativo, pueden utilizar distintas letras para obtener distintas
palabras, sobre todo cuando conocen varias letras. Cuando conocen menos, pueden
cambiar solo una o dos letras de la misma palabra para escribir palabras diferentes. O
cambiar el orden de las letras linealmente para obtener distintas palabras.
Tercer nivel
EGHUIJ (ELEFANTE)
(IGLPERA) JIRAFA
IEO (FIDEO)
OME (TOMATE)
FIEO (FIDEO)
POLTA (POLENTA)
PSO (PISO)
TASITA (TACITA)
PARCE (PARQUE)
AROS (ARROZ)
Esta idea de lectura es muy diferente de la de los estudios sociales y culturales que ven
a la lectura como una práctica (Chartier, 1992), es decir, una acción social reproducida
y producida históricamente, diversa, heterogénea, en función de las comunidades o
grupos sociales en la que es ejercida, atravesada por creencias y representaciones que
los sujetos de esos grupos comparten, o no. Del mismo modo, se piensa a la escritura
como “práctica” cuando en verdad se la concibe como un “proceso”: planificar,
textualizar y revisar, tener en cuenta al destinatario (Flower y Hayes, 1996) forman
parte de algunos de los conceptos aportados por la tradición cognitivista de escritura
que, en los desarrollos psicogenéticos argentinos, aparecen como “contenidos” a
enseñar, es decir, los quehaceres del escritor.
La división del área “Prácticas del Lenguaje” en contenidos en tanto quehaceres del
lector, escritor, hablante y oyente responde en gran medida a la división en bloques
que se establecían en los Contenidos Básicos Comunes del año 1996 para el área de
Lengua4, a los fines de formar “hablantes competentes”. Se trata, ni más ni menos, de
una ponderación del saber-hacer por encima del saber o los saberes correspondiente a
las prerrogativas de los organismos internacionales que desde los años ochenta
insisten en orientar la educación como formación en competencias. Pero si los
contenidos son la lectura, la escritura y la oralidad, ¿cuál es el lugar asignado a la
lengua escrita, entonces?
Para los desarrollos psicogenéticos argentinos, el objeto “Lengua” pasa a ser Reflexión
sobre el lenguaje, es decir, una actividad de “reflexión” que se debe dar cuando se
realizan prácticas de escritura. Este posicionamiento oficial respecto de la enseñanza
de la gramática y la ortografía encuentra coincidencias con lineamientos curriculares
previos que se remontan a los postulados de la Escuela Nueva, para la cual la
gramática debía enseñarse en función de la escritura de textos (Alvarado, 2001).
En relación con la alfabetización, Prácticas del Lenguaje en tanto construcción
curricular toma como referencia los aportes de Ferreiro y Teberosky planteando la
necesidad de crear un “ambiente alfabetizador”, es decir, una aula con diversidad de
material escrito, biblioteca y libros. Se prioriza un trabajo con la literatura que circula
en formato de libros (preferentemente relatos tradicionales literaturizados de la
tradición alemana y francesa: versiones de Caperucita, Hansel y Gretel, Cenicienta) y se
propone que el “sistema de escritura” (la alfabeticidad del sistema, la correspondencia
fonema-grafema) debe aprenderse a la vez que se aprende sobre el “lenguaje escrito”
(la variedad de textos con sus intencionalidades, destinatarios, circuitos de producción,
etc.). El maestro debe ser un “mediador cultural” que acerca libros a los niños, muestra
comportamientos de “lector experto” y se limita a suministrar información que permita
a los niños generar distintas hipótesis sobre el sistema de escritura. Se distinguen las
“situaciones de lectura” que son las que realizan “a través del maestro” o “por sí
mismos” favoreciendo “espacios de intercambio”. Las “situaciones de escritura pueden
ser “por dictado al maestro” o “a través de sí mismos” y es a partir de estas situaciones
que se “reflexiona sobre el lenguaje” (Kaufman, 2006).
En la medida en que los sujetos a los que se busca alfabetizar desarrollan prácticas de
lectura y escritura aprenden sobre el “sistema de escritura”, por lo que se invertiría lo
que consideran el “orden habitual escolar” de ir desde la adquisición del sistema de
escritura al “desarrollo de lectura y escritura”. De ahí, que recurrentemente se afirme
“se aprende a leer, leyendo y a escribir, escribiendo”.
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1. La denominación del área, Lengua, corresponde a la que se asume en la mayor parte de las jurisdicciones del país. Como se
explicará más adelante, en CABA y provincia de Buenos Aires el cambio de denominación por Prácticas del lenguaje responde a
institucionalizar una perspectiva y no a que el área naturalmente se llame así. El programa “Escuelas del Bicentenario” se implementó
entre los años 2007-2013, pero las publicaciones sobre el tema se realizaron del 2011-2012.
2. Delia Lerner, conocida referente de la psicogénesis argentina, al elaborar el Documento de Trabajo Nº 2 DE CABA, para el área de
Lengua, de 1996, esto es, en plena época de reformas educativas, señala que “La misión de la educación obligatoria es formar
usuarios eficaces de la lengua escrita –y no lingüistas-“ (pp. 5). Esta cita es una paráfrasis de un conocido texto de Amparo Tusón
Valls (1993): “Si nos planteamos los objetivos de la enseñanza de la lengua en la etapa obligatoria (…) no podemos pensar que el
objetivo de la enseñanza tiene que ser formar gramáticos, filólogos o lingüistas, sino lectores y escritores, hablantes y oyentes
competentes” (Tusón Valls, 1993: 55-56).
3. En el Diseño Curricular de la Provincia de Buenos Aires se asocia “prácticas” con “comportamientos”: “[el niño] Se apropia de las
prácticas sociales del lenguaje, es decir, de los comportamientos que hacen -en el caso de la lectura, por ejemplo- que los lectores
sean lectores: escuchar hablar de las obras, los artículos y los temas publicados” (DC PBA, 2008: 34).
4. Con posterioridad a la sanción la Ley Federal de Educación de 1993, se establecieron los Contenidos Básicos Comunes (CBC)
nacionales en 1996 que, para el área de Lengua, implicó su división en bloques: Lengua escrita, Escritura, Reflexión sobre los hechos
del lenguaje. Observamos que esta división es recogida por la perspectiva Prácticas del lenguaje tanto en sus desarrollos teóricos,
como en la construcción curricular (DC CABA, 2004). Esta línea de investigación postula que el objeto de enseñanza es la lectura,
escritura y oralidad, junto con la reflexión sobre el lenguaje, de modo que se presentan así coincidencias con la organización en
bloques de los CBC. A propósito consultar: http://www.me.gov.ar/consejo/documentos/cbc/egb/lengua.pdf
4. Actividad
Les pedimos que analicen dos de estos tres videos y den cuenta de cómo en la
propuesta didáctica, incluso en los distintos “artefactos” que forman parte de la
dimensión “material” del aula que allí se presentan, podrían advertirse una serie de
postulados, acciones de enseñanza, ideas o conceptos en cuanto a la alfabetización
que serían propios de la perspectiva psicogenética. Al hacerlo les solicitamos dos
cuestiones importantes a tener en cuenta:
https://www.youtube.com/watch?v=O_SrIIPERHQ
https://www.youtube.com/watch?v=AqPL7e0CoMs
5. Bibliografía
Bibliografía obligatoria
Kaufman, Ana María (2007). Leer y escribir. El día a día en las aulas. Buenos Aires.
Aique. Capítulo 1 y 2.
Bibliografía complementaria