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Lévinas coincide en sus teorías con las desarrolladas por Husserl y Heidegger, autores
centrales de la fenomenología. Para estos autores el ser es porque se aparece y en su
intencionalidad hay una finalidad inmanente “que se dirige a captar con evidencia”.
Esto llevó a Heidegger a decir que además del “ser-ahí” hay un “ser dicho” que es
afirmación del primero. Para Lévinas no, el ser “es solo un fenómeno”.
Frente a esto, aquí parece que la posición de Lévinas es más cercana a la de Kant.
Strasser nos advierte que no es así. Si bien hay influencia de Kant, este es superado ya
que Lévinas (siguiendo a Husserl y Heidegger) “no cree en la existencia de la cosa en sí
misma”.
Continuando con la posición del filósofo frente a Husser, Heidegger y Kant, Strasser
nos advierte de una diferencia importante que permite distinguir a Lévinas de estos tres
autores. Esta diferencia es entre la experiencia de la cosa y el Otro con sus implicancias
en el sujeto. La diferencia está en la posesión. Ya que puedo decir, en cualquier
situación particular, esta cosa es ‘mía’, “estoy tentado de ver en la cosa solo el objeto de
mi representación […]. Es por eso que es cosa-ser, se inviste para mí solo de existencia
fenomenal. Pero esto no se sostiene cuando se trata del Otro. El ‘rostro’ no puede
volverse objeto de apropiación. Puedo asesinarlo, pero nunca puedo poseerlo”.
La diferencia es coherente con el pensamiento de Lévinas en su critica a la
fenomenología, que decía por la experiencia del otro me apropio del otro y soy otro para
este. Por la propiedad que tiene el rostro de ser puerta a la trascendencia y por el
imperativo que me ordena a ser exigido en él mismo, es la razón que no lo puedo
poseer. Así se diferencia “cosa” y “Otro”.
4. El argumento lógico.
5. El argumento fenomenológico.
Siendo refutado el argumento lógico acerca de si hay fenómenos de Dios o no, Strasser
trae a mención un argumento fenomenológico: “si Dios no aparece como un fenómeno,
si no se manifiesta como un ser, no puedo emitir ningún juicio sobre ese Dios. Uno
querría ir más lejos y decir: un Dios que no es presentificado, aún de un modo indirecto
por medio de símbolos, podría no significar nada para el sujeto cognocente. El sujeto es,
en ese caso, incapaz de entrar en relación con lo que es totalmente desprovisto de
sentido”. Esta es la resistencia fenomenológica. Sin embargo, Lévinas no la acepta y
desarrolla una tesis central de su antropología.
Esta teoría “provocará múltiples objeciones. Una de ellas la formula el mismo filósofo:
¿Pero cómo referirse uno mismo a un irreversible, vale decir, a un pasado al que este
referirse no hace retornar, contra una memoria que devuelve el pasado, contra un signo
que vuelve a captar lo significado?” Es decir, cómo recordar algo que nunca pasó.
Lévinas responde volviendo a la idea de ‘huella’ y su diferencia con el ‘signo’. La
respuesta está en afirmar que “la huella irrumpe en el orden del mundo”. El filósofo
entiende por orden a los elementos que ocupan un cierto lugar dentro un sistema con
una función específica dada por un signo (se inserta por sí mismo al mundo). La huella
en cambio interrumpe estas funciones. Interrumpe el sistema. Esto es así porque tiene
un carácter de ambigüedad. “No nos permite en absoluto reconstruir el pasado de un
modo unívoco.
Ahora bien, en este sentido hay huellas de lo Divino. Ellas interrumpen el orden del
mundo, pero sin aniquilarlo. Presentan un carácter singular, que Lévinas describe como
sigue: ‘La interrupción es un movimiento que no propone un orden estable en conflicto
o de acuerdo con un orden dado, sino un movimiento que ya se lleva la significación
que trae consigo: la interrupción interrumpe el orden sin perturbarlo seriamente. Ingresa
de un modo tan sutil que ya está retirado de allí [de ese orden] a menos que lo
retengamos. Se insinúa a sí mismo y se retira antes de ingresar. Permanece solo para
quien que lo busque’”.
El que busca la huella, la percibe. Sin embargo no la sabe con exactitud, ya que son
ambiguas. Las huellas de lo divino “No tienen la fuerza de una demostración de
evidencia, se mantienen en el claro-oscuro del “tal vez”.