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1. Crítica de Lévinas a la fenomenología.

La crítica (constructiva) que Lévinas hace a la fenomenología está en dada contra


fundamento fenomenológico que Husserl presenta frente al desarrollo de su filosofía
social. “Muestra que el error fundamental del fenomenólogo está en la forma en que
describe la experiencia del alter ego”. Para entender mejor esta crítica veamos que dice
la fenomenología de Husserl acerca de esta experiencia. Husserl resumió el resultado de
esta meditación como sigue: “Nuestra teoría de la experiencia del otro […] intenta […]
explicar el verdadero sentido de nuestra posición del otro”. Es decir que en cuanto
constituyo al otro, yo mismo soy otro para este. En esto mismo entra la crítica de
Lévinas, el cual responde con un principio clásico formulado ya por Aristóteles. “Nadie
da aquello que no tiene”. “¿Cómo podría resultar de mis propias efectuaciones
constitutivas el dar el sentido ‘otro’?”. Para ello “Lévinas nos familiariza con el hecho
de que el otro es una existencia independiente, […] que se manifiesta ella misma y que
es […] un ‘rostro’”.
De esta manera, habiendo mencionado algunas particularidades con respecto al rostro,
la experiencia del otro no puede ser entendida por nuestra misma significación sino está
abierta a un sentido de trascendencia.

2. Posición de E. Lévinas respecto de Husserl, Heidegger y Kant.

Lévinas coincide en sus teorías con las desarrolladas por Husserl y Heidegger, autores
centrales de la fenomenología. Para estos autores el ser es porque se aparece y en su
intencionalidad hay una finalidad inmanente “que se dirige a captar con evidencia”.
Esto llevó a Heidegger a decir que además del “ser-ahí” hay un “ser dicho” que es
afirmación del primero. Para Lévinas no, el ser “es solo un fenómeno”.
Frente a esto, aquí parece que la posición de Lévinas es más cercana a la de Kant.
Strasser nos advierte que no es así. Si bien hay influencia de Kant, este es superado ya
que Lévinas (siguiendo a Husserl y Heidegger) “no cree en la existencia de la cosa en sí
misma”.

3. Diferencia entre “la cosa” y “el Otro”.

Continuando con la posición del filósofo frente a Husser, Heidegger y Kant, Strasser
nos advierte de una diferencia importante que permite distinguir a Lévinas de estos tres
autores. Esta diferencia es entre la experiencia de la cosa y el Otro con sus implicancias
en el sujeto. La diferencia está en la posesión. Ya que puedo decir, en cualquier
situación particular, esta cosa es ‘mía’, “estoy tentado de ver en la cosa solo el objeto de
mi representación […]. Es por eso que es cosa-ser, se inviste para mí solo de existencia
fenomenal. Pero esto no se sostiene cuando se trata del Otro. El ‘rostro’ no puede
volverse objeto de apropiación. Puedo asesinarlo, pero nunca puedo poseerlo”.
La diferencia es coherente con el pensamiento de Lévinas en su critica a la
fenomenología, que decía por la experiencia del otro me apropio del otro y soy otro para
este. Por la propiedad que tiene el rostro de ser puerta a la trascendencia y por el
imperativo que me ordena a ser exigido en él mismo, es la razón que no lo puedo
poseer. Así se diferencia “cosa” y “Otro”.
4. El argumento lógico.

Con el encuentro de un ‘rostro’ se abre una trascendencia y que lleva preguntarse a


Lévinas si “¿puede haber un fenómeno de Dios? Lévinas lo niega categóricamente.
Justifica esa negación del modo más radical: no hay fenómeno de Dios por la simple
razón de que Dios no es un ser”.
Así desarrolla un argumento lógico (silogismo categórico) el cual dice “que un ser está
dotado esencialmente de la tendencia a mantenerse en el ser. […]. Tal egoísmo es
incompatible con la santidad. Dios, entonces, no es un ens”.
Sin embargo, por el principio lógico de no-contradicción este argumento se va a ver
refutado.

5. El argumento fenomenológico.

Siendo refutado el argumento lógico acerca de si hay fenómenos de Dios o no, Strasser
trae a mención un argumento fenomenológico: “si Dios no aparece como un fenómeno,
si no se manifiesta como un ser, no puedo emitir ningún juicio sobre ese Dios. Uno
querría ir más lejos y decir: un Dios que no es presentificado, aún de un modo indirecto
por medio de símbolos, podría no significar nada para el sujeto cognocente. El sujeto es,
en ese caso, incapaz de entrar en relación con lo que es totalmente desprovisto de
sentido”. Esta es la resistencia fenomenológica. Sin embargo, Lévinas no la acepta y
desarrolla una tesis central de su antropología.

6. La significación como huella. Signo. Huella.

Estando disconforme con esto argumentos, Lévinas formula la idea de significación


como huella. “La esencia de la huella consiste en significar sin hacer aparecer”. Así da
respuesta a por qué no hay fenómeno de Dios. Para entender mejor esto será necesario
marcar una diferencia que en casos concretos da lugar a equívoco. La diferencia entre
‘signo’ y ‘huella’. El signo está provisto de una “significación univoca” y responde a
una intención. “El signo tiene una significación estrictamente delimitada, que se integra
perfectamente en el orden del mundo […].La huella, por su parte, es, en cierto sentido,
opuesta al signo. No es producida por una voluntad de revelar o comunicar algo; no es
el resultado de una intención o un proyecto. La huella no se integra en el orden del
mundo”.
De esta manera, “un ser que solo deja tras de sí una huella, no aparece, no está presente,
no se vuelve fenómeno”.
Así, no hay fenómeno de Dios pero si hay una cierta experiencia de un pasado que
nunca pasó realmente. La huella está pero Dios no. Ahora toca preguntarse cómo es
posible esta ausencia.

7. Dios; trascendencia absoluta; diacronía.

Lévinas al referirse de la ausencia responde con la trascendencia. Son problemas


idénticos. Se debe entender trascendencia como trascendencia absoluta. “Los análisis
de la huella prepararon la respuesta. Los objetos que pueblan nuestra vida diaria –
nuestra vida con su pasado y su futuro- pueden ser presentificada e interrelacionada por
medio de retenciones y protenciones, recuerdos y expectativas. “Pero es en la huella del
Otro que brilla el rostro; lo que ahí se presenta a sí mismo está en proceso de ocultarse
de mi vida y me visita como ya ab-soluto”.
Es decir que en el ‘rostro’ hay una huella y por ella es que se me hace presente pero que
se me va a alejar. En otras palabras, lo absoluto es irrevocable, es aquello que ya no
puede ser presentificado, aquello que es definitivamente pasado”.
En esta forma está Dios en el universo de las cosas. Está con su huella, puesta en un
pasado que tiene un tiempo distinto, no histórico por el carácter mismo de trascendencia
(que implica separación). Por eso, Lévinas habla de ‘diacronía’. “El tiempo
(discontinuo) del absoluto no es un pasado histórico del cual podríamos haber
preservado los signos y que trataríamos de reconstruir a partir de esos signos”.
A diferencia de nuestro tiempo sincrónico y homogéneo (medida de las vivencias,
retenciones, etc.) este es un tiempo de otra naturaleza. Dios interrumpe en el orden de
nuestras vidas en un pasado que nunca fue pero que, en algún sentido, percibimos.

8. Respuestas a las objeciones: “Hay huellas de lo divino”.

Esta teoría “provocará múltiples objeciones. Una de ellas la formula el mismo filósofo:
¿Pero cómo referirse uno mismo a un irreversible, vale decir, a un pasado al que este
referirse no hace retornar, contra una memoria que devuelve el pasado, contra un signo
que vuelve a captar lo significado?” Es decir, cómo recordar algo que nunca pasó.
Lévinas responde volviendo a la idea de ‘huella’ y su diferencia con el ‘signo’. La
respuesta está en afirmar que “la huella irrumpe en el orden del mundo”. El filósofo
entiende por orden a los elementos que ocupan un cierto lugar dentro un sistema con
una función específica dada por un signo (se inserta por sí mismo al mundo). La huella
en cambio interrumpe estas funciones. Interrumpe el sistema. Esto es así porque tiene
un carácter de ambigüedad. “No nos permite en absoluto reconstruir el pasado de un
modo unívoco.
Ahora bien, en este sentido hay huellas de lo Divino. Ellas interrumpen el orden del
mundo, pero sin aniquilarlo. Presentan un carácter singular, que Lévinas describe como
sigue: ‘La interrupción es un movimiento que no propone un orden estable en conflicto
o de acuerdo con un orden dado, sino un movimiento que ya se lleva la significación
que trae consigo: la interrupción interrumpe el orden sin perturbarlo seriamente. Ingresa
de un modo tan sutil que ya está retirado de allí [de ese orden] a menos que lo
retengamos. Se insinúa a sí mismo y se retira antes de ingresar. Permanece solo para
quien que lo busque’”.
El que busca la huella, la percibe. Sin embargo no la sabe con exactitud, ya que son
ambiguas. Las huellas de lo divino “No tienen la fuerza de una demostración de
evidencia, se mantienen en el claro-oscuro del “tal vez”.

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