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Fernández, A. B. (2017). La mujer según Edith Stein, Persona, II (3), 129-140.

La mujer según Edith Stein

por Angélica Beatriz Fernández*

Resumen
Su nombre, Edith Stein; hoy, Santa Teresa Benedicta de la Cruz. Fue judía, atea, con-
versa, intelectual, filósofa, carmelita, mártir… MUJER.
Entre 1928 y 1933, dio una serie de grandes conferencias sobre la mujer, presentan-
do una imagen de ella que resultaba revolucionaria para la época. Estaba convencida
de que la solución de los problemas del mundo requería que a la mujer se le ayudara
a madurar humana y espiritualmente. Exhortaba a favorecer una educación basada
en valores tanto para hombres como para mujeres, dado que la construcción de la
sociedad compete a ambos y deben realizarla en conjunto. Insistió en la necesidad
de eliminar la discriminación de la mujer en la educación y de superar el intelectua-
lismo masculino agregando a la educación la moral, la formación de las virtudes,
voluntad, sentimientos y afectos; porque, para ella, la persona madura es aquella
que ha integrado todas sus facultades. Continuó afirmando que la mujer debe ejer-
cer todas las profesiones y entrar plenamente en el mundo laboral porque tiene la
misión de humanizar este mundo recordando a todos que una persona humana vale
más que todas las cosas; y que cualquier profesión, cualquier vocación, cualquier
labor están al servicio del ser humano. El tema de la mujer, la reivindicación de los
derechos y su integración dentro del ámbito de la sociedad es un hecho que sigue
teniendo gran actualidad.
Palabras clave: mujer, educación, persona, filosofía, vocación, mártir.

Abstract
Her name: Edith Stein; today, Saint Teresa Benedicta of the Cross. She was Jewess,
atheist, converse, intellectual, philosopher, Carmelite, martyr ... WOMAN.
Between 1928 and 1933, she gave a series of major lectures on women, presen­
ting an image of them that was revolutionary for the time. She was convinced that

* Universidad Católica de La Plata, Licenciada en Filosofía, angeldomine2002@yahoo.com.ar

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the solution to the problems of the world required that women be helped
to mature humanly and spiritually. She called for a value-based education
for both men and women, given that the construction of society is in the
interests of both and must be carried out together. She stressed the need
to eliminate discrimination against women in education and to overcome
male intellectualism by adding to education morality, the formation of vir-
tues, will, feelings and affection; because, for her, the mature person is
the one who has integrated all thier faculties. She continued to assert that
women should exercise all professions and enter fully into the world of
work because it has the mission of humanizing this world by reminding
everyone that a human person is worth more than all things; And that any
profession, any vocation, any work is in the service of the human being.
The issue of women, the assertion of rights and their integration within
the scope of society is a fact that is still very topical.
Keywords: woman, education, person, philosophy, vocation, martyr.

1. Edith Stein: la mujer


Los calificativos de mujer y pedagoga definen dos facetas princi-
pales de su vida y de su pensamiento. Biografías de esta mujer hay
muchas, variadas (Feldmann, 1988. Herbstrith, 1990). Solo nos re-
feriremos a lo que tiene que ver con el tema en tratado.
La conciencia de mujer se despierta en Edith con la adolescencia,
cuando entra en conflicto con el sistema tradicional. Al alcanzar la
edad universitaria y plantearse elegir una carrera, rompe con todos
los esquemas, siendo que el acceso de la mujer a la universidad se
consigue recién en 1901, en Alemania. Su elección se dirige hacia la
filosofía, aunque se inicia en historia, psicología y germanística, para
dar gusto a su familia. En el ambiente universitario, forma parte de
dos grupos: Grupo pedagógico, con miras a la reforma del sistema
educativo, y la Asociación femenina de estudiantes.
En 1913 deja la Universidad de Breslau e ingresa a la Universidad
de Gotinga, donde enseña Husserl. Aquí define su vocación filosó-
fica, siendo una de las primeras mujeres que consiguen el grado de
Doctor en Filosofía, en 1916.
Durante sus estudios universitarios, estalla la Primera Guerra
Mundial. Desea colaborar con su patria y lo hace a través de la única

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vía accesible para la mujer, que es como enfermera de la Cruz Roja


(Stein, 1998). Cuando regresa, comienza su actividad docente como
maestra de latín. En Friburgo es ayudante de cátedra de Husserl.
En Breslau, en 1918, después de Friburgo, se postula a una cáte-
dra en la universidad, que le fue negada por ser mujer. Esto la lleva a
entablar una lucha para abrir la docencia en todos los niveles educa-
tivos a las mujeres de las futuras generaciones. En 1920 el Gobierno
publica un decreto a favor del acceso a la cátedra universitaria para
las mujeres.
Se dedica a la docencia, especialmente dirigida a mujeres, a las
que insta a no conformarse con una educación mediocre y a esfor-
zarse por hacerse presentes en todos los campos del actuar y del
pensar. Para ella ninguna profesión les estaba vedada, y era mucho
lo que podían aportar a la sociedad. Atiende personalmente a cada
una de sus alumnas, y en su búsqueda por apoyar y ayudar al mayor
número posible de mujeres, publica su Carta mensual para mujeres
profesionales.
Enseña en la escuela dominica de Espira desde 1925 hasta 1933,
cuando Edith puede manifestar todo su pensamiento e inquietudes
feministas y pedagógicas en múltiples lugares. La primera conferen-
cia, sobre la mujer, que imparte es: “El valor propio de la mujer en
su significación en la vida de la nación”, y se dirige a la Asociación de
Profesoras Católicas de Baviera. La conferencia que más repercusión
tiene es: “El ethos profesional de la mujer”1. La invitan a darla con
motivo de las semanas universitarias de Salzburgo. Los periódicos la
comentan mucho, y trasciende a la opinión pública. Acude también
a la radio para hablar de la mujer, y su nombre se hace muy conocido.
En el Congreso de Mujeres, en Viena, habla sobre Santa Isabel
de Hungría, que para ella significaba: “Lo natural y lo sobrenatural
en la formación de una persona santa”. En Suiza se dirige a la Or-
ganización de Mujeres Católicas con varios temas: la vida cristiana
de la mujer; la formación de la mujer; la vida de la mujer a la luz de
1
“ [Esta] conferencia fue pronunciada en el marco de unas jornadas organizadas
por la Sociedad de Académicas Católicas. Tuvieron lugar en Salzburgo (Aus-
tria) entre el 30 de agosto y el 3 de septiembre de 1930. Ella intervino el pri-
mero de septiembre, tal como lo da a entender en una de sus cartas” (Stein,
2007, pp. 18-19).

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la eternidad; el alma de la mujer. A veces lo que le ocurre a nuestra


autora es que el público no la sigue, como cuando habla de la vida
de la mujer a la Organización de Mujeres y empieza a explicar unos
personajes literarios para comparar tipos de mujeres. Esto le ratifica
a Edith Stein que todavía falta mucho camino por recorrer para que
la mujer se forme.
En el año 1931, Edith es llamada al Instituto de Pedagogía Científi-
ca de Münster para ocupar el cargo de docente y enseñar pedagogía
y antropología. El Instituto Alemán de Pedagogía Científica, cons-
tituido últimamente, se plantea crear los principios fundamentales
de una pedagogía católica. Uno de sus importantes representantes
es el filósofo católico Peter Wust, que mantiene una gran amistad y
respeto por Edith.
Durante su estancia en Münster, vive en el Collegium Marianum,
que era una residencia de religiosas. Estando allí, acude nuevamente
a la radio para hablar de la mujer. En las clases que imparte, trata
los temas de la actualidad, especialmente el papel de la mujer en la
sociedad. Le preocupa también la situación de Europa después de
la guerra: Las naciones de Europa, que en la Primera Guerra Mun-
dial han luchado entre sí a vida o muerte, se han desplomado todas
ellas juntas; únicamente todas juntas podrán hacer que sea posible
un movimiento que las levante. Para ello es necesaria la cooperación
de la mujer, por medio de una recta práctica electoral y mediante
la aceptación y desempeño de cargos públicos. En enero de 1933,
Hitler es nombrado canciller del Tercer Reich. En marzo el gobierno
de Hitler tiene plenos poderes legislativos, y en abril Edith Stein es
destituida de su cargo por su ascendencia judía.
Al comenzar la persecución contra los judíos, rechaza la posibi-
lidad de refugiarse en Sudamérica y decide hacer realidad algo que
desea hace varios años: entrar al Carmelo de Colonia por el destino
de su pueblo, porque prevé lo que sucederá. Se dedica nuevamente
a la filosofía y escribe algunas obras mundialmente reconocidas.
En 1938 aumentan las persecuciones y ataques contra los judíos
en Alemania, de los que no se libran ni siquiera aquellos convertidos
al cristianismo. Ante esta situación, algunos amigos deciden llevár-
sela por precaución al Carmelo de Echt en Holanda. Pero no es su-
ficiente y, el 2 de agosto de 1942, los alemanes la aprisionan como

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represalia a la actitud de los obispos holandeses, que denuncian las


violencias cometidas por el ejército de Hitler, dirigidas principalmen-
te a judíos, sacerdotes y religiosos. Es llevada al campo de concen-
tración de Westerbork donde, según testimonios de sobrevivientes,
intenta dar esperanzas y ánimos a los judíos prisioneros. Poco des-
pués es trasladada a Auschwitz y muere en la cámara de gas el 9 de
agosto de 1942.

2. Visión de la mujer según Edith Stein

Desde que Edith Stein se enfrentó en su juventud con los estudios


filosóficos, una sola preocupación era el motor de su búsqueda: el
sentido del ser y de la existencia del ser humano. Esta motivación
será la causa de que todos sus escritos tengan una base fuertemen-
te antropológica. De aquí también, que su dedicación al tema de la
mujer y de la educación, sean consecuencia lógica de su camino vital
e intelectual.
Cuando Edith Stein es requerida para que hable sobre estas cues-
tiones públicamente, no es ninguna principiante; sus exposiciones
o conferencias son reflexiones que encajan perfectamente dentro
de la gran preocupación antropológica, que se manifiesta como una
necesidad urgente de aclarar el puesto de la mujer en el ámbito de la
humanidad (Stein, 2007, pp. 12-13).

Sus análisis no son simplemente el resultado de la constatación


de una situación real y la pugna por alcanzar un puesto de igualdad
para la mujer. Ella conduce la cuestión femenina por otros cauces
más serios y profundos, con la finalidad de toparse con una solución
definitiva. Por ello, no se para normalmente en particularismos a los
que solo recurre como ejemplos para clarificar sus tesis. Ella busca lo
esencial. Y aquí es donde se transluce lo característico de su meto-
dología fenomenológica.
Su insistencia en lo esencial de la cuestión no es sinónimo de un
análisis abstracto de la realidad. Su punto de partida no es otro que
el de la situación actual, el por qué la mujer se ha encontrado a lo
largo de la historia sometida al dominio del hombre. La lectura que

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hace de este fenómeno es teológico-fenomenológica: la situación


actual es el fruto del pecado original.
De aquí que inicie su estudio antropológico de la mujer a partir
del momento originario, el de la creación del hombre y de la mujer,
donde se refleja el estado autentico de la humanidad. No se cierra a
un simple análisis del ser de la mujer, sino que se preocupa por exa-
minar las dos naturalezas originales: hombre y mujer. Solo partiendo
de aquí se puede comprender el puesto de cada uno en la humani-
dad, la distinción y la complementariedad de los dos sexos. Este va a
ser su gran mérito e innovación frente a los movimientos feminista
de su época, demasiado ocupados en una simple reivindicación de
sus derechos, sin pararse en un análisis objetivo de la sociedad com-
puesta por hombres y mujeres. La mujer solo podrá acceder a su
puesto auténtico en la humanidad si parte de analizar íntegramente
su ser antropológico y teológico.
¿Dónde encontrar el auténtico ser del hombre y de la mujer? En
su origen, antes de la caída en el pecado y de la pérdida del orden
primitivo. En el Génesis, descubre el lugar teológico para iniciar un
discurso antropológico. Al principio “varón y mujer” (Gn 1, 27) los
creó Dios.

3. Vocación del hombre y la mujer según el orden de la natu-


raleza
Este tema es el resultado de una conferencia dada en Munich en
la semana de Pascua de 1931, en un congreso de jóvenes maestras
de Baviera. Este escrito es elemental para comprender los funda-
mentos bíblicos que Edith Stein da a sus reflexiones sobre la dife-
renciación entre los sexos, distinción y complementariedad entre
hombre y mujer basados en la voluntad de Dios, que los has llamado
a la vida y les ha concedido la vocación común y específica, al mismo
tiempo, a cada uno.
Edith Stein, realizando el análisis de los relatos de la creación, en-
cuentra una triple vocación común al hombre y a la mujer: dominio
y cuidado de la creación, la continuidad de la especie humana y la
de ser imagen de Dios. Vocación inscrita en todo ser humano y cuya

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centralidad e importancia radican en que su realización se identifica


con el cumplimiento de la voluntad de Dios en la humanidad.
La distinción entre hombre y mujer, dada por el modo peculiar de
realización de esta triple vocación. Mientras que, para el hombre, el
dominio y cuidado de la creación es la vocación primaria, para la mujer,
es la secundaria, siendo la primera la de la continuidad de la especie.
Esto conlleva, al mismo tiempo, a la explicación y al porqué de las ca-
racterísticas físicas y anímicas que acompañan a cada uno de los sexos.
El hecho de que una vocación sea primaria no implica el desentendi-
miento de las demás; al contrario, la complementariedad es un hecho
que se exige para el buen funcionamiento de cada una de las misiones.
Por otra parte, Edith Stein hace hincapié en la vocación tridimen-
sional que se encuentra en todo ser humano, hombre o mujer, la típi-
ca del ser humano, la característica del sexo (masculino, femenino),
y la propia individual. Todo individuo, para alcanzar su perfección,
debe desarrollar armónicamente cada una de estas vocaciones para
alcanzar la unidad de su ser.

4. Características de la mujer madre y educadora


Partiendo de los principios anteriores, Stein puede llevar a cabo
su discurso sobre lo específico de la mujer sin olvidar la complemen-
tariedad con el hombre.
Junto con la misión de ser madre, la mujer recibe un cuerpo y unas
cualidades anímicas que la predisponen de un modo especial para
poder desempeñar exitosamente esta vocación. La maternidad es
algo mucho más profundo que la configuración física. Determina el
modo de ser de la mujer. Así, su modo de conocer la realidad es intui-
tivo y experimental, es decir, se orienta a lo concreto y a lo vivo, a la
persona. Lo inerte le interesa, no en sí mismo, sino en cuanto sirve al
ser vivo. El pensamiento de la mujer se caracteriza frente al hombre
por estar acompañado del sentimiento, es decir, el modo de pensar
de la mujer va acompañado con el corazón, mientras que el hombre
se deja llevar más fácilmente por las cosas.
Para Edith la palabra maternidad sintetiza la totalidad de la mujer.
Esta idea sobre la maternidad es la parte nuclear de su concepto de

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la especificidad femenina. Es el punto de partida para desarrollar su


vocación profesional, la vocación como compañera del hombre y la
vocación sobrenatural. Edith se pregunta: ¿Qué significado tiene la
maternidad en la especificidad anímica de la mujer? La mujer está
hecha para proteger, custodiar, tutelar, nutrir y hacer crecer. Por
eso se dirige a la totalidad, a lo personal y vital; atiende lo concre-
to. Su conocimiento natural es intuitivo y consumador, a diferencia
del hombre cuyo tipo de conocimiento es analítico y conceptual. En
cambio, la mujer posee gran capacidad para la empatía; su disposi-
ción natural le hace llegar no solamente a su círculo familiar, sino
también a todo lo que va encontrando en su camino.
La relación que existe entre el alma y el cuerpo es más estrecha, ín-
tima y natural en la mujer que en el hombre. Para nuestra autora: el
alma de la mujer vive y está presente con mayor fuerza en todas las
partes de su cuerpo, le afecta interiormente todo lo que acontece a
su cuerpo. Esta unión tan fuerte entre el alma y el cuerpo de la mujer
la prepara para ser capaz de llevar dentro de sí un ser humano, que
va a crecer y a vivir a la vez que ella. En cambio, en el hombre no
existe ese tipo de unión. El cuerpo es el instrumento que le sirve para
su actividad; esto puede provocarle cierto distanciamiento consigo
mismo. A Edith le sorprende que, a pesar de la unión que hay entre
el alma y el cuerpo de la mujer, es capaz de emancipar el alma del
cuerpo con más facilidad que el hombre. Ella lo justifica por su es-
pecificidad femenina. La mujer tiene tal unión íntima entre el alma
y el cuerpo que puede espiritualizarlo más fácilmente. De la misma
forma que, si concede demasiado a su cuerpo, puede hundirse en él.
¿De qué manera puede influir la naturaleza caída en esta vocación
natural de la mujer? Si la mujer se orienta de una forma desmesu-
rada a la ocupación de la propia persona, caerá en vanidad, exigen-
cia de alabanza y reconocimiento y la desenfrenada necesidad de
entrometerse. Si, excesivamente, se orienta hacia la totalidad, le
producirá una dispersión de fuerzas, rechazo de la necesaria disci-
plina técnica de cada una de las actividades, golosineo superficial
en todos los campos; y en la relación con los otros, a la inclinación a
incautarse totalmente de ellos, mucho más allá de cuanto exigen las
funciones maternas. Stein utiliza la palabra totalidad para explicar
el comportamiento de algunas mujeres que por desarrollar dema-
siadas actividades pueden, incluso, convertirse en personas entro-
metidas y superficiales. Como ejemplo de maternidad, Edith en la
naturaleza redimida, nos muestra a María, la madre de Jesucristo;

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el Evangelio cuenta cómo recibe la llamada de Dios para una misión


concreta: criar y educar a ese hijo. María supo protegerlo en la infan-
cia y estuvo a su lado en la Cruz. Aceptó el encargo de ser la madre
espiritual de los hombres y después le tuvo en brazos otra vez, pero
esta vez estaba muerto. Supo aceptar su siguiente misión: quedarse
en la tierra ayudando a los apóstoles. La imagen de la madre de Dios
nos muestra la actitud anímica básica correspondiente a la vocación
natural de la mujer; ante el hombre, obediencia, confianza y partici-
pación en su vida, que favorece sus tareas propias y el desarrollo de
su personalidad; ante el niño, protección fiel, cuidado y educación de
los talentos concedidos por Dios; ante ambos, donación desintere-
sada y retirada silenciosa cuando no se necesita de ella (Ruiz-Alberdi
Fernández, 2010, pp. 192-193).

Aquí radica una de las principales reivindicaciones de la mujer mo-


derna, su presencia es necesaria en todos los sectores profesionales,
precisamente para evitar la cosificación. Una sociedad o estamento
público o privado que prescinda de la mujer está perdiendo uno de
los principales valores de la humanidad. La presencia del factor fe-
menino es imprescindible no solo en virtud de la complementarie-
dad, sino en cuanto que únicamente los dos unidos reproducen la
auténtica imagen de Dios y cumplen su Voluntad.
“La fuerza de la mujer es su vida afectiva”, con esta afirmación
Edith Stein pretende decir, por un lado, que la mujer siente la nece-
sidad profunda de amar y ser amada, y por eso está más cualificada
para desempeñar la maternidad como entrega total al hijo y como
educadora-formadora; por otro lado, que esta configuración aními-
ca necesita de una educación especial para que ella no caiga en el
peligro de dejarse arrastrar por sus propias pasiones.
El modo de relacionarse también se diferencia del hombre. Del
relato de la creación Edith recoge esta afirmación referente a la crea-
ción de la mujer: “una ayuda adecuada” (Gn 2, 18), que ella interpre-
ta como compañera.
Su dote y su gozo es compartir la vida de otros seres humanos, y sin
duda tomar parte en todo lo que se refiere a ellos en las cosas más
grandes como en las pequeñas, en las tristezas, pero también en los
trabajos y problemas. El hombre va a sus cosas y espera que los otros
muestren al respecto interés y disposición para la ayuda; en general

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le resulta difícil ponerse en lugar de otros seres humanos. A la mujer,


al contrario, le es natural y es capaz, empatizando y entendiendo,
de penetrar en campos de cosas que de por si son extrañas y por
las cuales nunca se molestaría, si no llevase el interés por la persona
(Stein, 2007, p. 16).

Con esto nuestra autora no pretende afirmar que todas las mu-
jeres tienen que ser necesariamente esposas y madres. Cuando ella
habla de compañera y madre, no se limita a un estado tradicional
para la mujer. Lo que pretende es captar aquello que define a la mu-
jer como tal, los aspectos que configuran su feminidad. Y aquí se
muestra contundente: la mujer, viva el estado que viva (soltera, ca-
sada, consagrada), o realice cualquier profesión (aún aquellas consi-
deradas masculinas), tiene que realizar allí su feminidad. Si renuncia
a ella, está frenando el desarrollo de su ser y está privando a la hu-
manidad del don de su feminidad, y no habrá cambiado en nada la
sociedad con la presencia en la vida pública de la mujer.
La espiritualidad propia de la mujer, el fin último de las reflexio-
nes y conferencias de Edith Stein sobre la mujer y la formación, es
claramente apostólica: ayudar a la mujer a que viva plenamente su
ser como criatura de Dios. En María, la nueva Eva, se descubre el
estado original de la mujer antes de la caída, y al mismo tiempo, es
la imagen perfecta de la Iglesia, de la comunidad de redimidos. Por
razones teológicas y antropológicas, ella es el punto de referencia de
la mujer cristiana.
Nuestra filósofa propone diversas imágenes que concentran teo-
lógicamente el ser de María; por tanto, de toda mujer cristiana: ma-
ter-virgo, sponsa Christi, ancilla Domini. Estas tres imágenes encie-
rran en su contenido cuanto hemos afirmado. Pero añade una nueva
vocación para la mujer de la nueva alianza, la virginidad consagrada.
Para Stein, esta vocación sobrenatural se adecua perfectamente a la
vocación natural de la mujer y le da la posibilidad de ejercitar, como
colaboración en el proyecto de la redención universal, con la mater-
nidad espiritual.
Quizás, la imagen que con mayor originalidad presenta es la de la
esposa de Cristo. Al mismo tiempo que le hace contemplar en María
como modelo de esposa, también descubre en la Iglesia como espo-
sa de Cristo una nueva imagen de mujer redimida. Es más, la mujer
dentro de la Iglesia personifica en sí de modo especial los valores y

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la misión dados por Cristo a su Cuerpo Místico: engendrar nuevas


creaturas para Dios y formarlas en el camino de la fe. De aquí, como
consecuencia inmediata, nace la necesidad que tiene la Iglesia, en
cuanto sacramento universal de salvación, de la acción directa de la
mujer en su vida y en su organización.
Para nuestra autora el entregarse de esa forma es algo profundo del
corazón femenino. ¿Qué quiere decir con esta idea? Parece como
si todas las mujeres tuviesen que elegir la vida religiosa. Claramen-
te, no. Lo que quiere decir es que la mujer está perfectamente ca-
pacitada naturalmente para llevar una vida amorosa con Jesucristo
en cualquier situación, como profesional, madre de familia, traba-
jadora, o religiosa. Llevar esta vida amorosa le puede proporcionar
una fuente de gracias y una profunda vida interior. La mujer casada,
continúa nuestra autora, aun teniendo una buena relación con su
marido, puede tener problemas en su entorno familiar. A menudo,
las cosas no son como a ella le gustaría. Edith vuelve a hacer alusión a
la sobrecarga que soportan las mujeres, a la que no siempre pueden
hacer frente; ella sabe que en muchas circunstancias es difícil man-
tener una relación armónica con el marido por diversos problemas
como los económicos. De esta forma se van agotando las fuerzas,
y la mujer pierde mucha energía e ilusión por intentar llevar una fa-
milia donde parece que sus miembros son los menos interesados en
seguir adelante. La gracia, piensa Edith, es una fuente inagotable de
fuerza. Por eso lo aconseja a todas las mujeres casadas o solteras.
Edith sabía, ya entonces, que la vida empezaba a cambiar; por eso
cuando habló a las jóvenes en el Instituto Científico de Münster de
la misión de la universitaria católica (1932), les advirtió que: “La ta-
rea de muchas mujeres de hoy es la de llevar en el mundo una vida
solitaria. Estén en la profesión sólo por verse obligadas a ello para
ganar su pan, o porque a falta de algo mejor desean llenar su vida de
este modo, a la larga esa será una fatigosa lucha en la que se agotan
anímicamente. Pero si en las circunstancias ven la llamada de Dios,
que les invita a dedicarle todas sus fuerzas y siguen esta llamada,
entonces su vida se convertirá en una vida de mujer plena y fructífe-
ra; una vida para el amor, una actividad en que vienen a su desarro-
llo las fuerzas, una maternidad espiritual, porque el amor de esposa
de Dios abarca a todos los hijos de Dios.” (Ruiz-Alberdi Fernández,
2010, pp. 200-201).

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Bibliografía

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