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Decorado

La escena intenta reproducir el gabinete de trabajo del DOCTOR


Freud en Viena, una mesa con lámpara de pantalla, algunas sillas, y el
famoso sofá revestido de una colcha chillona. Quizás una ventana ciega y
algunos cuadros por las paredes, a ser posible, pergaminos encuadrados.
Las luces son dos, la general del escenario y la que viene de la
lámpara de la mesa.
Una sola entrada, pero con puerta practicable.

Personajes

DOCTOR. Ha de representar a Freud, gafitas de alambre y barba


recortada, puede fumarse un puro. Correctamente vestido.

MUJER. Una señora vestida aproximadamente según la moda de los años


veinte del pasado siglo, no muy escotada, pero con mucho pecho, quizás
una boa al cuello, sombrero con plumas, zapatos de tacón alto, sobre el
vestido y algún collar, un echarpe.

La entrada

(La escena a oscuras, se oyen unos pasos y se enciende la lámpara de la


mesa, pero seguimos sin ver al DOCTOR. Después de unos instantes en
el que se ven sus manos en la mesa, revolviendo papeles y quizás
escribiendo alguna nota, se oyen fuertes golpes en la puerta.)

DOCTOR.- ¡Cómo, ya es la hora! Creía que era más pronto, (Siguen los
golpes.) siempre tan impaciente.

(El DOCTOR ante los golpes que siguen, enciende la luz general, la de
escena.)

DOCTOR.- Ya voy señora, ya voy.

(Abre la puerta y entra la MUJER, entra enfadada, mirando muy


fijamente al DOCTOR, recorre la escena autoritaria, suenan sus
tacones.)

MUJER.- Claro, todo igual siempre igual, el doctor que sonríe indeciso,
porque no sé si se ha dado usted cuenta, pero usted se sonríe indeciso.

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DOCTOR.- Señora...
MUJER.- No, nada de señora, y, además, ¿cómo voy a ser una señora
después de todas esas cosas que le he dicho?
DOCTOR.- Usted sabe que...
MUJER- Yo no sé nada, y, además, cómo voy a saberlo, los médicos
acaban siempre por contar las historias de sus pacientes.
DOCTOR.- Usted sabe que no es así...
MUJER.- Yo no sé nada, bueno cada día que pasa, sé menos, no sé nada,
eso es, no sé nada.
DOCTOR.- Si quiere usted recostarse, podríamos empezar...
MUJER.- Eso es, echarme en el sofá y empezar a contarle a usted mis
sueños, pero ¿se puede saber por qué le interesan a usted mis sueños? Eh,
¿qué me dice?
DOCTOR.- Vamos, señora, de verdad, póngase cómoda.

El Terapeuta.

(La ayuda a recostarse en el sofá, pero la mujer apenas queda


recostada, sigue erguida.)

MUJER.- No, no estoy nada cómoda.

DOCTOR.- Tranquilícese, sobre todo tranquilícese.


MUJER.- (Se sienta.) No, nada de tranquilizarme, eso es lo que me dice
usted siempre que vengo a su consulta, tranquilícese, tranquilícese, pero
doctor, si yo fuera capaz de tranquilizarme, de tranquilizarme por mí
misma, ¿cree usted que vendría todas las semanas a verle a usted?
DOCTOR.- Sí, tendría usted que venir de todas las maneras, porque solo
aquí, en mi consulta, puede usted conocer los motivos de su
intranquilidad, y también las razones para su tranquilidad.
MUJER.- Sí, eso suena muy bien, los motivos de, y las razones de... Pero
mire, doctor, ante todo no me gusta nada este sofá, esta colcha es de lo
más chillona que se puede encontrar, y además ni siquiera hace juego con
mi vestido, usted tendría que tener cuidado con estas cosas, porque si
usted hubiera puesto una colcha azul pálido, yo estaría mucho más
contenta, sí, el azul pálido hace juego con mi vestido, o una colcha rosa,
pero rosa pálida, siempre pálida...
DOCTOR.- No piense usted ahora en la colcha, tiéndase, póngase a
gusto, eso es... Respire más despacio, eso es... Así, así... Tranquila, muy
tranquila... Y ahora vamos a hablar como dos buenos amigos.
MUJER.- Pero la colcha...
DOCTOR.- Tengo aquí las notas de la última sesión,

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(Mientras va a buscar estas notas en la mesa, la mujer se arrebuja en la
colcha y solo asoma las piernas que alza y agita, tiene medias caladas
con ligas de color y pompón.) sí, aquí están, vamos a ver... pero ¡señora!
MUJER.- Las notas, claro las notas. (Agita las piernas.)
DOCTOR.- Vamos a ver, no, no mueva las piernas, tranquila, eso es, y
no se tape... eso es, así está mejor... tranquila, y aquí están las notas,
vamos a ver, en la última
sesión recordaba usted un sueño de su infancia en el que aparecía su
padre montado en un caballo blanco... (La mujer queda como un capullo
de gusano de seda.)
MUJER.- Bueno, quizás no fuera exactamente blanco, quise decir que el
caballo estaba muy limpio, eso es, pero blanco, lo que se dice blanco... a
lo mejor...
DOCTOR.- Descríbame la escena, parece ser que usted estaba en un
jardín...
MUJER.- Sí, eso es, en un jardín, pero claro, el jardín no era mío, mi
familia nunca ha tenido jardín, siempre hemos vivido en un piso, ya sabe
usted cómo son estos pisos de Viena, amplios, grandes, bien soleados
cuando hay sol...
DOCTOR.- Estaba usted en un jardín...
MUJER.- Sí, en un jardín, había césped y una mesa blanca y unas sillas,
claro que había sillas, y en una estaba sentada mi madre con un sombrero
amarillo, pero de un amarillo rabioso, doctor, rabioso, nunca he podido
comprender ese gusto por ciertos colores...
DOCTOR.- Y entonces llegó su padre en un caballo...
MUJER.- Bueno, usted está tomando nota de todo lo que le digo...
DOCTOR.- Sí, claro, en esto consiste también el tratamiento, pero usted
no se preocupe de nada, siga usted, llegaba su padre montado en un
caballo...
MUJER.- Primero oí el trote del caballo, porque era trote, yo distingo
muy bien entre el galope, el trote y el paso, ¿usted no?
DOCTOR.- Sí, sí, yo también, y entonces...
MUJER.- Entonces apareció mi padre encima de un caballo casi blanco,
eso es, casi blanco, y estaba guapísimo... mi padre, no el caballo,
guapísimo, guapísimo.
(La mujer se envuelve en la colcha y lanza sus piernas al aire intentando
imitar el trote de un caballo.) Tacatá-tacatá, eso es, tacatá y tacatá...
DOCTOR.- Bien, siéntese, siéntese... será lo mejor...

La Terapeuta

MUJER.- (Sentándose.) Se me ocurre que...

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DOCTOR. Dígame, qué se le ocurre.
MUJER.- Pues que no me encuentro bien...
DOCTOR .- ¿Quiere usted que...?
MUJER.- No, no quiero nada, bueno sí, verá usted, no estoy a gusto aquí,
sentada, tendida... No, no, y se me ocurre, ¿por qué no se sienta usted
aquí y yo en la silla?
DOCTOR.- ¿Tiene usted miedo?
MUJER.- No, miedo no, pero me gustaría...
DOCTOR.- Pero es usted la que tiene que hablar, la estoy
psicoanalizando, no sé si se da usted cuenta.
MUJER.- Sí, sí, me doy cuenta, pero me gustaría... y no, no es un
capricho, creo que tendría mucha más confianza en usted si cambiáramos
de sitio.
DOCTOR.- No me parece normal...

(Ella se ha levantado y muy suavemente tiende al DOCTOR en el sofá,


después busca unos papeles en la mesa y se sienta en la silla.) (Envuelve
al doctor de manera que hace recordar a las camisas de fuerza de los
psiquiátricos.)

DOCTOR.- No sé qué se propone usted, pero...


MUJER.- Vamos, doctor, no hay que tener miedo, ¿cómo era?, ah sí,
tranquilícese usted, eso es, tranquilícese usted.
DOCTOR.- Ridículo, completamente ridículo... (Enfadado)
MUJER.- (Toma notas de vez en cuando.) Vamos a ver, usted también ha
tenido que soñar con su padre, ¿me equivoco?
DOCTOR.- No, claro que no.
MUJER.- Y dígame, ¿cómo le soñó la última vez?
DOCTOR.- Bueno, estábamos merendando en el jardín de casa, eso es,
toda la familia reunida, cuando apareció mi padre montado en un caballo
blanco.
MUJER.- ¿Seguro que era blanco?
DOCTOR.- Claro que estoy seguro, y se apeó del caballo y se sentó a
merendar con toda la familia, entonces...
MUJER.- No, no, esto no va bien, usted me tiene que contar los sueños si
sueña con su madre, no si sueña con su padre, vamos, eso me parece a
mí... o por lo menos es lo que he aprendido en estas sesiones... conque,
vamos a ver, doctor, cuénteme la última vez que soñó con su madre, eso
es, con su madre.
DOCTOR.- Todo es un poco borroso, y además no sé si... pero ocurrió en
el estanque, eso es, en el estanque, cacé una rana, era la primera vez en
mi vida que cazaba una rana, y eso que me pasaba las horas muertas

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acechándolas, pero por fin, aquella tarde, porque era por la tarde, saltó
una rana del estanque y casi, casi, fue a parar a mis manos... una mala
impresión, eso lo primero, algo viscoso, húmedo, frío, por eso no supe
qué hacer... (El DOCTOR habla con calma, está muy a gusto y tranquilo)
MUJER.- Un momento, doctor, un momento, algo viscoso y húmedo, ¿y
esto le recordó un sexo femenino?
DOCTOR.- No, no, qué barbaridad, dije viscoso, húmedo y frío... En fin,
no sé de dónde saca usted... pero un momento, (Se incorpora.) qué
demonios estoy haciendo yo aquí... vamos, vamos, vuélvase a tender...

(Se levanta e intercambia el sitio con la mujer que se vuelve a tender de


muy mala gana, vuelve a echar las piernas por alto y a agitarlas.) (Ya no
se pone la tela.)

El Sueño

DOCTOR.- Vamos, vamos, estese quieta... así, cierre los ojos, eso es... y
ahora volvamos a lo que usted me estaba contando, recuerde... llegaba su
padre en un caballo blanco.
MUJER.- Blanco, no, era un caballo limpio, eso es, muy limpio...
DOCTOR.- Perfecto, perfecto, este detalle puede ser muy significativo,
ya ve, parece que solo es un adjetivo, sin embargo, encuentro aquí una
voluntad por su parte de purificación.
MUJER.- ¿De purificación?
DOCTOR.- Claro, está muy claro, usted no quiere por ningún concepto
que la figura de su padre aparezca con ningún signo de impureza, de
suciedad, de culpabilidad, en una palabra.
MUJER.- Era un caballo precioso.
DOCTOR.- Y ahora tendría usted que saber por qué intenta por todos los
medios purificar a su padre.
MUJER.- Yo... yo no intento nada, nada. (Casi gritando, vuelve a echar
las piernas por alto.)
DOCTOR.- Tranquilícese, estese quieta, calma, un poco de calma...
como ya le he explicado muchas veces todos nosotros tenemos grabado
en el cerebro lo que llamo complejo de Edipo...
MUJER.- ¿Yo también?
DOCTOR.- Todos, la humanidad entera, de alguna manera el hombre
desea la muerte del padre y desea sexualmente a su madre...
MUJER.- Yo no siento nada de eso, no es verdad, doctor, no es verdad.
(Vuelve a agitar las piernas.)
DOCTOR.- Claro que no, serénese, en su caso se trata de una mujer,
entonces se invierten los términos, usted ha deseado alguna vez la muerte

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de su madre y ha deseado sexualmente a su padre, eso es, este complejo
podría llamarse complejo de Electra, pero eso no importa ahora... Ahora,
querida señora, tratamos de curar sus nervios, y para ello nada mejor que
analizar sus sueños...
MUJER .- Nunca he deseado la muerte de mi madre, además mi madre
tiene muy buena salud y espero que viva muchos años, en cuanto a mi
padre, sí, es un hombre guapo, no cabe duda, sé que tuvo muchas
aventuras antes de casarse con mi madre, pero eran cosas de la juventud,
eso es, aventuras juveniles, pero ahora es un marido muy bueno, eso es,
muy bueno...
DOCTOR.- Y usted se pasa la mayor parte de las noches soñando con él,
¿no es así?
MUJER.- Sí, muchas, muchas noches, y casi siempre es el mismo
sueño... Estamos sentados en un jardín...
DOCTOR.- Que nunca han tenido.
MUJER. Sí, que nunca hemos tenido, y está mi madre con un sombrero
amarillo...
DOCTOR - (Que consulta sus notas.) Amarillo rabioso, eso dijo usted,
un sombrero de un amarillo rabioso.
MUJER. Bueno, sí, de un amarillo rabioso, pero y qué...
DOCTOR.- Pues querida señora, que todo se va aclarando.
MUJER.- No entiendo nada.
DOCTOR.- Fíjese en los adjetivos, es muy fácil, su madre va con un
sombrero amarillo pero el amarillo es un amarillo rabioso, en cambio su
padre va en un caballo, pero el color del caballo no es solamente blanco,
es más todavía, es limpio, puro.
MUJER.- Sí, tiene usted razón, pero eso, ¿qué quiere decir?
DOCTOR- Por ahora nada definitivo, tendremos que continuar
trabajando, pero de momento los adjetivos son muy significativos, uno
sirve para descalificar a su madre y el otro sirve para enaltecer a su padre.
MUJER.- Es que, la verdad, el sombrero de mi madre no es solamente de
amarillo rabioso, es también ridículo, sí, ridículo, demasiado grande, eso
es, demasiado grande.
DOCTOR.- Muy bien, vamos muy bien, porque todo lo que diga de aquí
en adelante seguro que seguirá esas dos tendencias que ya hemos
descubierto, enaltecer la figura de su padre, para el que usted solo tiene
palabras amables y adjetivos laudatorios, y ridiculizar la figura de su
madre, con su sombrero demasiado grande...
MUJER- Y guantes, eso es, ahora me acuerdo, también lleva guantes y
también son amarillos, ya ve usted, otra ridiculez, porque, ¿para qué
quiere esos guantes?
DOCTOR.- Y también amarillos rabiosos, ¿no?

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MUJER.- Bueno, si me fijo bien, tanto como rabiosos no son, pero
amarillos sí que son.
DOCTOR.- Bien, vamos muy bien, ahora concéntrese un poco más,
vamos a ver, ¿qué ocurrió entonces?
MUJER.- Pues entonces... Sí, eso es, llegó mi padre a caballo, se apeó
y... (Grita, se envuelve en la colcha y vuelve a agitar las piernas.)
DOCTOR- Vamos, vamos, tranquila, tranquila, (Como queda en silencio,
pero envuelta en la colcha, la destapa y arregla el vestido.) eso es, ve
usted, no pasa nada, nada... y ahora siga.
MUJER.- Bueno lo que sigue... Y entonces se acercó a mí y me besó en
los labios...
DOCTOR.- (Escribiendo afanosamente.) Claro, claro... y la besó, ahí
tiene usted... No hay duda, usted desea a su padre... ¿lo comprende
ahora?
MUJER.- Pues no, no lo comprendo, porque verá usted, cuando mi padre
se acerca a besarme, ya no es mi padre.

El primo Gustavo

DOCTOR.- ¿Cómo que no es su padre?


MUJER. No, no es mi padre.
DOCTOR.- Pero entonces, ¿quién es?
MUJER.- Mi primo...
DOCTOR.- Su primo, pero ¿quién es su primo?
MUJER.- Mi primo Gustavo, un chico de unos treinta años, muy apuesto,
no, nunca se ha querido casar, y es extraño porque ya le digo, muy
apuesto y además es militar, capitán de ulanos, ya ve usted doctor, de
ulanos, con ese uniforme tan precioso que tienen...
DOCTOR.- (Consultando sus notas y algo confuso.) Un momento, un
momento... Bueno, vamos a ver, usted sueña que llega su padre...
MUJER.- A caballo, eso es.
DOCTOR.- Y después el que se acerca a usted y la besa en los labios, no
es su padre.
MUJER.- No, doctor, no es mi padre, es mi primo Gustavo...
DOCTOR.- Bien, bien... Aquí puede haber un caso de transposición, o de
ocultación y sustitución, sí, eso es, vamos a ver, hay una ocultación,
usted oculta a su padre porque su padre es intocable, y entonces llega la
sustitución y aparece su primo...
MUJER.- Gustavo, se llama Gustavo Müller y es capitán de ulanos.
DOCTOR.- Bien, bien, usted desea a su primo, sí, casi seguro...
MUJER.- Como desear, sí, le deseo, pero claro todo es imposible...
DOCTOR.- ¿Por qué es imposible?

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MUJER.- Mi primo está destinado en un regimiento que está en la
frontera con Valaquia, muy lejos, solo viene a casa en Navidades y eso
cuando tiene permiso... Y además...
DOCTOR.- Y además...
MUJER.- Está casado, eso es, está casado, se casó con una tal Jazviga,
una polaca la mar de guapa, eso sí, pero en fin, polaca...
DOCTOR.- Un momento, un momento, tengo que tomar algunas notas...
MUJER.- (Que sigue hablando quizás para sí sola.)... Y no, no es que no
me gusten los polacos, pero en fin, en casa siempre hemos sido muy
patriotas, mi padre todavía añora los tiempos de la doble monarquía, es
muy patriota, en fin... Y en cuanto a mi primo Gustavo, guapo y apuesto,
de acuerdo, pero falso y traidor como él solo, si por mí fuera le echaría
del ejército, porque no tiene palabra, eso es, no tiene palabra... o mejor
dicho, tiene palabras, muchas palabras, y yo hubo un tiempo en el que le
creí... y ahora, bueno ahora no, pues hace dos años le destinan a ese
pueblo de la frontera con Valaquia, y dice que se casa con Jazviga, una
desvergüenza porque incluso nos la trajo a casa, nos la presentó...
DOCTOR.- Comprendo, sí, comprendo, usted estaba enamorada de su
primo, pero su primo, ¿le había a usted hecho alguna promesa de
casamiento?
MUJER.- Pues claro que sí, doctor...
DOCTOR.- Pero entonces... bueno, es un caso que se puede llevar a los
tribunales...
MUJER.- No, no creo porque verá, doctor, Gustavo no solo se
comprometió conmigo sino con una media docena más, todas doncellas
de Viena y de buena familia, una vergüenza, doctor, una vergüenza...
DOCTOR.- Bien, veamos... una transposición, la imagen de su padre se
metamorfosea en la de su primo Gustavo, ¿es así?
MUJER .- Yo no noto ninguna metamorfosis, doctor, llega mi padre en
su caballo y después el que llega es mi primo Gustavo...
DOCTOR.- Sí, claro, no hay cambio, hay sustitución, pero vamos a ver,
¿su padre y su primo se parecen?
MUJER.- (Parece dudar un poco.) Pues ahora que lo dice, pero no... Sí,
un poco, los dos son altos, apuestos, pero Gustavo no tiene bigote como
mi padre, no, bien pensado, no... creo que no se parecen...
DOCTOR.- Pero ¿no se parecen en su sueño o no se parecen en la
realidad?
MUJER.- Pues... no, ni en el sueño ni en la realidad.
DOCTOR.- Bien, habrá que buscar por otro lado... pero ¿qué hace usted?

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Final

(La mujer se sienta, se despoja de la boa y del echarpe y empieza a


quitarse los zapatos.)

MUJER. No puedo más, estos zapatos me matan, y ya


está bien, padre, ya está bien...
DOCTOR.- Tan cansada estás.
MUJER .- Sí, padre, hoy ha sido un día muy duro...
DOCTOR.- Bueno, tú lo has hecho muy duro, has complicado mucho las
cosas.

(Descalza, se despereza.)

MUJER.- Bueno, no puedo más, de verdad, padre, no puedo más.


DOCTOR.- Ya, lo dejamos si quieres ahora mismo.
MUJER.- Creo que sí, además has sacado muchas notas, ¿no?
DOCTOR.- Pero hija, no todas me van a servir, porque lo que te
inventaste al final...
MUJER.- ¿Lo del primo Gustavo?
DOCTOR.- Claro, lo del primo Gustavo.
MUJER.- Pero es verdad, tú te pasas las horas con tus libros y no te das
cuenta de las cosas...
DOCTOR.- No tengo ningún sobrino que se llame Gustavo.
MUJER.- Claro que no, padre, me refería al primo Albert.
DOCTOR.- Pero me vas a decir que Albert y tú...
MUJER.- Siempre con tus libros, padre, siempre con tus libros...
DOCTOR.- No me lo has contado nunca.
MUJER.- No era para contar, hoy no sabía ya qué inventar y se me vino a
la cabeza.
DOCTOR.- Pero ese golfo de Albert, porque no hace falta que me digas
nada, es un auténtico golfo...
MUJER.- Sí, muy golfo pero muy simpático y muy guapo, esa es la
verdad.
DOCTOR.- Pero, hija, me parece increíble que... bueno, que sientas
cualquier tipo de inclinación por ese sinvergüenza.
MUJER.- Más que inclinación, padre, más que inclinación.

(El DOCTOR da vueltas por la habitación, mientras su hija con los


zapatos en la mano se despereza de nuevo.)

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DOCTOR.- No, es imposible, tú eres una mujer inteligente...
MUJER.- Albert es un hombre muy apuesto.
DOCTOR.- Muy inteligente y muy estudiosa...
MUJER.- Albert no es inteligente ni estudioso, pero es guapo y
simpático.
DOCTOR.- No, no... bueno, no lo comprendo, pero ya hablaremos de
este asunto, por ahora, procura no meter a ese golfo en los ejercicios que
hacemos.
MUJER.- Me haces hablar y hablar y a veces...
DOCTOR.- Si quieres lo dejamos, no, no quiero complicaciones, por lo
demás has estado muy bien, hija mía, muy bien, casi como siempre.
MUJER.- ¿Y no tengo que volver a hablar de Gustavo, quiero decir de
Albert? .
DOCTOR.- No, mejor que no.
MUJER.- No sé si voy a poder...

(El DOCTOR no replica, se sienta en su mesa, enfoca la luz y empieza a


clasificar sus notas. Ella va hasta la pared, siempre con sus zapatos en
la mano y apaga la luz genera. Al salir:)

MUJER.- La cena estará lista en diez minutos.


DOCTOR.- Sí, gracias, hija, gracias.
MUJER.- Te avisaremos dentro de diez minutos.
DOCTOR.- Bien... bien...

(Sale la mujer y el DOCTOR sigue revolviendo papeles, después se oye


la voz de la mujer.)

MUJER.- La cena, padre, ya está la cena.


DOCTOR.- Voy, voy...

(El DOCTOR termina de ordenar sus papeles y al apagar la luz de su


mesa se hace el oscuro general.)

Final Alternativo I

(La mujer se sienta, se despoja de la boa y del echarpe y empieza a

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quitarse los zapatos.)

MUJER. No puedo más, estos zapatos me matan, y ya está bien, padre, ya


está bien...
DOCTOR.- Tan cansada estás.
MUJER .- Ha sido un día muy duro...

(Descalza, se despereza.)

DOCTOR.- Ya, lo dejamos si quieres ahora mismo.


MUJER.- Creo que sí, además has sacado muchas notas, ¿no?
DOCTOR.- Pero no todas me van a servir, porque lo que te inventaste al
final...
MUJER.- ¿Lo del primo Gustavo?
DOCTOR.- Claro, lo del primo Gustavo.
MUJER.- Pero es verdad… Se te olvidan algunas cosas. Jaja. Bueno, en
realidad hoy no sabía ya qué inventar y se me vino a la cabeza.

(El DOCTOR da vueltas por la habitación, mientras su hija con los


zapatos en la mano se despereza de nuevo.)

DOCTOR.- No, no... Eso no está bien, no lo comprendo, pero ya


hablaremos de este asunto, por ahora, procura no meter personajes
inventados. (Se muestra confuso)
MUJER.- Me haces hablar y hablar y a veces...
DOCTOR.- Si quieres lo dejamos, no, no quiero complicaciones, por lo
demás has estado muy bien, casi como siempre. Estamos avanzando
mucho.

(El DOCTOR se sienta en su mesa, enfoca la luz y empieza a clasificar


sus notas. Pone una radio con música bajito. Ella se calza y le observa
con ternura desde el centro de la habitación).

DOCTOR.- ¡Complejo de Electra! Que gran descubrimiento. Espero que


no se me adelante ese Jung.

(La MUJER en silencio coge una bata del respaldo de la silla y sale.
Cuando ya ha salido el DOCTOR pone cara de satisfacción, coge el
papel que ha encontrado y se va al diván. Se pone a leer murmurando
palabras ininteligibles y se queda dormido profundamente. Al poco,
entra la mujer con la bata puesta).

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MUJER.- Señor Freud, ¡despierte.!
DOCTOR.- (Sobresaltado) ¡Ay, Ay! Soñaba con mi mamá…
MUJER.- La cena, vamos, ya está la cena.
DOCTOR.- Voy, voy…

(El DOCTOR se levanta del diván y se coge del brazo izquierdo de la


mujer, que camina un poco más adelantada. Su transformación es
evidente. El DOCTOR ahora camina como un viejito cansado, sin
energía, obediente y sumiso. A un metro de la puerta de salida se para y
hace parar a la mujer, que le mira interrogando con la mirada.)

DOCTOR.- Yo diría que estamos avanzando mucho, ¿Verdad, doctora?


MUJER.- Si claro. Esté tranquilo. Sobre todo, tranquilícese. Le sonríe.

(Mientras se giran sube la música y salen por la puerta lentamente.)

Final Alternativo II

(La mujer se sienta, se despoja de la boa y del echarpe y empieza a


quitarse los zapatos.)

MUJER. No puedo más, estos zapatos me matan


DOCTOR. ¿Tan cansada estás?
MUJER. Ha sido un día muy duro…
DOCTOR. Bueno, han salido cosas interesantes como lo del primo
Gustavo
MUJER. Claro, lo del primo Gustavo. Eso es.
DOCTOR. Pero tengo en mis notas tu árbol genealógico y no mencionas
a ningún primo Gustavo...
MUJER. Claro que no Frank, me lo he inventado, me refiero a Albert
DOCTOR. ¿Albert? (se pone nervioso) No recuerdo a ningún Albert
MUJER. Bueno, ya está bien, ya está bien.
DOCTOR. ¿Pero qué pasa?
MUJER. Estoy muy cansada Frank, no estamos avanzando.
DOCTOR. ¿Cómo que no estamos avanzando? Lo estamos haciendo ¡y
mucho! El amarillo rabioso creo que puede ser la clave y también lo de
los sueños a su padre, eso es esencial para...
MUJER. ¿Para qué Frank? ¿Para qué es esencial?
DOCTOR. Para entender lo que está pasando. Para entender tus sueños,
tu inconsciente más profundo.

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MUJER. Y cuando lo entiendas ¿qué va a pasar?
DOCTOR. ¿Que qué va a pasar? ¡Todo! Así haré que te mejores...
MUJER: ¿Ah sí?
DOCTOR: ¡Sí! por fin serás feliz, sentirás que tu vida vale la pena y así,
así podré salvarte.
MUJER. ¿Salvarme de qué?
DOCTOR. ¡¡De ti misma!! De tus malos pensamientos. De esos sueños
que escribes. Yo solo quiero, yo quiero...
MUJER. Frank, es imposible (Se levanta y coge del ropero una bata e
intenta irse)
DOCTOR. ¡Caroline!
MUJER. No soy Caroline. (Se sienta en la mesa, se pone la bata de
médico) Caroline era tu hija. Y esta no es tú consulta, es la mía. Tú no
eres psiquiatra, sino un veterinario jubilado! ¡Y tu hija no va a
recuperarse porque se suicidó hace veinte años!
DOCTOR.- ¡No! ¡No puede ser! ¡Calla calla!
MUJER.- Que esté yo aquí haciendo de paciente, forma parte en realidad
de un tratamiento experimental para curar tus delirios.
DOCTOR.- ¿Delirios? (Confuso, la mirada perdida)
MUJER.- Tus médicos pensamos que seguirte la corriente quizás te haga
llegar por ti mismo a conectar con lo que pasó de verdad y desbloquear
tus recuerdos. Creemos que te permitirá concetar con tu verdadera
identidad.
DOCTOR.- ¿Entonces esto pasará?
MUJER.- No estoy segura Frank. A veces tienes momentos de lucidez,
pero cada vez son más breves.
DOCTOR. ¿Mis recuerdos?...Caroline...¿Fue por mi culpa?
MUJER. ¿Cómo?
DOCTOR. ¿Fui yo quien llevó a Caroline a su muerte?
MUJER. No, Frank. Caroline llevaba años deprimida. Albert la había
dejado después del último aborto y aguantó su sufrimiento hasta que un
día no pudo más. No podías hacer nada, te lo dijo en la carta.
DOCTOR. Seguro que se me pasó algo por alto. Estoy seguro. Hablé con
ella unas horas antes ¿qué fue lo que le dije? No logro recordarlo.
Llevaba ese vestido amarillo y además...
MUJER. ¡Basta ya Frank! Caroline no va a volver. Y tú tienes que seguir
adelante, ahí fuera tienes una mujer y otros dos hijos más.
DOCTOR. ¡No! (tira los papeles al suelo) No voy a tirar la toalla y nunca
lo haré. (Empieza a tirar las cosas del escenario). ¿Qué hice mal?
(empieza a mirar notas de la mesa) ¿qué hice mal? Seguro que se me ha
pasado algo por alto. Tiene que estar por aquí, eso...
MUJER. La cena, Frank, ya está lista la cena.

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DOCTOR. No puedo, necesito entenderlo. Necesito entenderlo,
necesito...
MUJER. Vamos.
DOCTOR. Señorita, ¿no ve que estoy ocupado? Estoy atendiendo su
caso con la mayor diligencia posible. La quiero ver mañana a primera
hora en mi consulta. Ya verá que en nada se encontrará mejor.

La MUJER en silencio coge una bata del respaldo de la silla.

MUJER. Muy bien doctor (Se va).

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