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DOCTOR.- ¡Cómo, ya es la hora! Creía que era más pronto, (Siguen los
golpes.) siempre tan impaciente.
(El DOCTOR ante los golpes que siguen, enciende la luz general, la de
escena.)
MUJER.- Claro, todo igual siempre igual, el doctor que sonríe indeciso,
porque no sé si se ha dado usted cuenta, pero usted se sonríe indeciso.
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DOCTOR.- Señora...
MUJER.- No, nada de señora, y, además, ¿cómo voy a ser una señora
después de todas esas cosas que le he dicho?
DOCTOR.- Usted sabe que...
MUJER- Yo no sé nada, y, además, cómo voy a saberlo, los médicos
acaban siempre por contar las historias de sus pacientes.
DOCTOR.- Usted sabe que no es así...
MUJER.- Yo no sé nada, bueno cada día que pasa, sé menos, no sé nada,
eso es, no sé nada.
DOCTOR.- Si quiere usted recostarse, podríamos empezar...
MUJER.- Eso es, echarme en el sofá y empezar a contarle a usted mis
sueños, pero ¿se puede saber por qué le interesan a usted mis sueños? Eh,
¿qué me dice?
DOCTOR.- Vamos, señora, de verdad, póngase cómoda.
El Terapeuta.
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(Mientras va a buscar estas notas en la mesa, la mujer se arrebuja en la
colcha y solo asoma las piernas que alza y agita, tiene medias caladas
con ligas de color y pompón.) sí, aquí están, vamos a ver... pero ¡señora!
MUJER.- Las notas, claro las notas. (Agita las piernas.)
DOCTOR.- Vamos a ver, no, no mueva las piernas, tranquila, eso es, y
no se tape... eso es, así está mejor... tranquila, y aquí están las notas,
vamos a ver, en la última
sesión recordaba usted un sueño de su infancia en el que aparecía su
padre montado en un caballo blanco... (La mujer queda como un capullo
de gusano de seda.)
MUJER.- Bueno, quizás no fuera exactamente blanco, quise decir que el
caballo estaba muy limpio, eso es, pero blanco, lo que se dice blanco... a
lo mejor...
DOCTOR.- Descríbame la escena, parece ser que usted estaba en un
jardín...
MUJER.- Sí, eso es, en un jardín, pero claro, el jardín no era mío, mi
familia nunca ha tenido jardín, siempre hemos vivido en un piso, ya sabe
usted cómo son estos pisos de Viena, amplios, grandes, bien soleados
cuando hay sol...
DOCTOR.- Estaba usted en un jardín...
MUJER.- Sí, en un jardín, había césped y una mesa blanca y unas sillas,
claro que había sillas, y en una estaba sentada mi madre con un sombrero
amarillo, pero de un amarillo rabioso, doctor, rabioso, nunca he podido
comprender ese gusto por ciertos colores...
DOCTOR.- Y entonces llegó su padre en un caballo...
MUJER.- Bueno, usted está tomando nota de todo lo que le digo...
DOCTOR.- Sí, claro, en esto consiste también el tratamiento, pero usted
no se preocupe de nada, siga usted, llegaba su padre montado en un
caballo...
MUJER.- Primero oí el trote del caballo, porque era trote, yo distingo
muy bien entre el galope, el trote y el paso, ¿usted no?
DOCTOR.- Sí, sí, yo también, y entonces...
MUJER.- Entonces apareció mi padre encima de un caballo casi blanco,
eso es, casi blanco, y estaba guapísimo... mi padre, no el caballo,
guapísimo, guapísimo.
(La mujer se envuelve en la colcha y lanza sus piernas al aire intentando
imitar el trote de un caballo.) Tacatá-tacatá, eso es, tacatá y tacatá...
DOCTOR.- Bien, siéntese, siéntese... será lo mejor...
La Terapeuta
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DOCTOR. Dígame, qué se le ocurre.
MUJER.- Pues que no me encuentro bien...
DOCTOR .- ¿Quiere usted que...?
MUJER.- No, no quiero nada, bueno sí, verá usted, no estoy a gusto aquí,
sentada, tendida... No, no, y se me ocurre, ¿por qué no se sienta usted
aquí y yo en la silla?
DOCTOR.- ¿Tiene usted miedo?
MUJER.- No, miedo no, pero me gustaría...
DOCTOR.- Pero es usted la que tiene que hablar, la estoy
psicoanalizando, no sé si se da usted cuenta.
MUJER.- Sí, sí, me doy cuenta, pero me gustaría... y no, no es un
capricho, creo que tendría mucha más confianza en usted si cambiáramos
de sitio.
DOCTOR.- No me parece normal...
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acechándolas, pero por fin, aquella tarde, porque era por la tarde, saltó
una rana del estanque y casi, casi, fue a parar a mis manos... una mala
impresión, eso lo primero, algo viscoso, húmedo, frío, por eso no supe
qué hacer... (El DOCTOR habla con calma, está muy a gusto y tranquilo)
MUJER.- Un momento, doctor, un momento, algo viscoso y húmedo, ¿y
esto le recordó un sexo femenino?
DOCTOR.- No, no, qué barbaridad, dije viscoso, húmedo y frío... En fin,
no sé de dónde saca usted... pero un momento, (Se incorpora.) qué
demonios estoy haciendo yo aquí... vamos, vamos, vuélvase a tender...
El Sueño
DOCTOR.- Vamos, vamos, estese quieta... así, cierre los ojos, eso es... y
ahora volvamos a lo que usted me estaba contando, recuerde... llegaba su
padre en un caballo blanco.
MUJER.- Blanco, no, era un caballo limpio, eso es, muy limpio...
DOCTOR.- Perfecto, perfecto, este detalle puede ser muy significativo,
ya ve, parece que solo es un adjetivo, sin embargo, encuentro aquí una
voluntad por su parte de purificación.
MUJER.- ¿De purificación?
DOCTOR.- Claro, está muy claro, usted no quiere por ningún concepto
que la figura de su padre aparezca con ningún signo de impureza, de
suciedad, de culpabilidad, en una palabra.
MUJER.- Era un caballo precioso.
DOCTOR.- Y ahora tendría usted que saber por qué intenta por todos los
medios purificar a su padre.
MUJER.- Yo... yo no intento nada, nada. (Casi gritando, vuelve a echar
las piernas por alto.)
DOCTOR.- Tranquilícese, estese quieta, calma, un poco de calma...
como ya le he explicado muchas veces todos nosotros tenemos grabado
en el cerebro lo que llamo complejo de Edipo...
MUJER.- ¿Yo también?
DOCTOR.- Todos, la humanidad entera, de alguna manera el hombre
desea la muerte del padre y desea sexualmente a su madre...
MUJER.- Yo no siento nada de eso, no es verdad, doctor, no es verdad.
(Vuelve a agitar las piernas.)
DOCTOR.- Claro que no, serénese, en su caso se trata de una mujer,
entonces se invierten los términos, usted ha deseado alguna vez la muerte
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de su madre y ha deseado sexualmente a su padre, eso es, este complejo
podría llamarse complejo de Electra, pero eso no importa ahora... Ahora,
querida señora, tratamos de curar sus nervios, y para ello nada mejor que
analizar sus sueños...
MUJER .- Nunca he deseado la muerte de mi madre, además mi madre
tiene muy buena salud y espero que viva muchos años, en cuanto a mi
padre, sí, es un hombre guapo, no cabe duda, sé que tuvo muchas
aventuras antes de casarse con mi madre, pero eran cosas de la juventud,
eso es, aventuras juveniles, pero ahora es un marido muy bueno, eso es,
muy bueno...
DOCTOR.- Y usted se pasa la mayor parte de las noches soñando con él,
¿no es así?
MUJER.- Sí, muchas, muchas noches, y casi siempre es el mismo
sueño... Estamos sentados en un jardín...
DOCTOR.- Que nunca han tenido.
MUJER. Sí, que nunca hemos tenido, y está mi madre con un sombrero
amarillo...
DOCTOR - (Que consulta sus notas.) Amarillo rabioso, eso dijo usted,
un sombrero de un amarillo rabioso.
MUJER. Bueno, sí, de un amarillo rabioso, pero y qué...
DOCTOR.- Pues querida señora, que todo se va aclarando.
MUJER.- No entiendo nada.
DOCTOR.- Fíjese en los adjetivos, es muy fácil, su madre va con un
sombrero amarillo pero el amarillo es un amarillo rabioso, en cambio su
padre va en un caballo, pero el color del caballo no es solamente blanco,
es más todavía, es limpio, puro.
MUJER.- Sí, tiene usted razón, pero eso, ¿qué quiere decir?
DOCTOR- Por ahora nada definitivo, tendremos que continuar
trabajando, pero de momento los adjetivos son muy significativos, uno
sirve para descalificar a su madre y el otro sirve para enaltecer a su padre.
MUJER.- Es que, la verdad, el sombrero de mi madre no es solamente de
amarillo rabioso, es también ridículo, sí, ridículo, demasiado grande, eso
es, demasiado grande.
DOCTOR.- Muy bien, vamos muy bien, porque todo lo que diga de aquí
en adelante seguro que seguirá esas dos tendencias que ya hemos
descubierto, enaltecer la figura de su padre, para el que usted solo tiene
palabras amables y adjetivos laudatorios, y ridiculizar la figura de su
madre, con su sombrero demasiado grande...
MUJER- Y guantes, eso es, ahora me acuerdo, también lleva guantes y
también son amarillos, ya ve usted, otra ridiculez, porque, ¿para qué
quiere esos guantes?
DOCTOR.- Y también amarillos rabiosos, ¿no?
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MUJER.- Bueno, si me fijo bien, tanto como rabiosos no son, pero
amarillos sí que son.
DOCTOR.- Bien, vamos muy bien, ahora concéntrese un poco más,
vamos a ver, ¿qué ocurrió entonces?
MUJER.- Pues entonces... Sí, eso es, llegó mi padre a caballo, se apeó
y... (Grita, se envuelve en la colcha y vuelve a agitar las piernas.)
DOCTOR- Vamos, vamos, tranquila, tranquila, (Como queda en silencio,
pero envuelta en la colcha, la destapa y arregla el vestido.) eso es, ve
usted, no pasa nada, nada... y ahora siga.
MUJER.- Bueno lo que sigue... Y entonces se acercó a mí y me besó en
los labios...
DOCTOR.- (Escribiendo afanosamente.) Claro, claro... y la besó, ahí
tiene usted... No hay duda, usted desea a su padre... ¿lo comprende
ahora?
MUJER.- Pues no, no lo comprendo, porque verá usted, cuando mi padre
se acerca a besarme, ya no es mi padre.
El primo Gustavo
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MUJER.- Mi primo está destinado en un regimiento que está en la
frontera con Valaquia, muy lejos, solo viene a casa en Navidades y eso
cuando tiene permiso... Y además...
DOCTOR.- Y además...
MUJER.- Está casado, eso es, está casado, se casó con una tal Jazviga,
una polaca la mar de guapa, eso sí, pero en fin, polaca...
DOCTOR.- Un momento, un momento, tengo que tomar algunas notas...
MUJER.- (Que sigue hablando quizás para sí sola.)... Y no, no es que no
me gusten los polacos, pero en fin, en casa siempre hemos sido muy
patriotas, mi padre todavía añora los tiempos de la doble monarquía, es
muy patriota, en fin... Y en cuanto a mi primo Gustavo, guapo y apuesto,
de acuerdo, pero falso y traidor como él solo, si por mí fuera le echaría
del ejército, porque no tiene palabra, eso es, no tiene palabra... o mejor
dicho, tiene palabras, muchas palabras, y yo hubo un tiempo en el que le
creí... y ahora, bueno ahora no, pues hace dos años le destinan a ese
pueblo de la frontera con Valaquia, y dice que se casa con Jazviga, una
desvergüenza porque incluso nos la trajo a casa, nos la presentó...
DOCTOR.- Comprendo, sí, comprendo, usted estaba enamorada de su
primo, pero su primo, ¿le había a usted hecho alguna promesa de
casamiento?
MUJER.- Pues claro que sí, doctor...
DOCTOR.- Pero entonces... bueno, es un caso que se puede llevar a los
tribunales...
MUJER.- No, no creo porque verá, doctor, Gustavo no solo se
comprometió conmigo sino con una media docena más, todas doncellas
de Viena y de buena familia, una vergüenza, doctor, una vergüenza...
DOCTOR.- Bien, veamos... una transposición, la imagen de su padre se
metamorfosea en la de su primo Gustavo, ¿es así?
MUJER .- Yo no noto ninguna metamorfosis, doctor, llega mi padre en
su caballo y después el que llega es mi primo Gustavo...
DOCTOR.- Sí, claro, no hay cambio, hay sustitución, pero vamos a ver,
¿su padre y su primo se parecen?
MUJER.- (Parece dudar un poco.) Pues ahora que lo dice, pero no... Sí,
un poco, los dos son altos, apuestos, pero Gustavo no tiene bigote como
mi padre, no, bien pensado, no... creo que no se parecen...
DOCTOR.- Pero ¿no se parecen en su sueño o no se parecen en la
realidad?
MUJER.- Pues... no, ni en el sueño ni en la realidad.
DOCTOR.- Bien, habrá que buscar por otro lado... pero ¿qué hace usted?
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Final
(Descalza, se despereza.)
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DOCTOR.- No, es imposible, tú eres una mujer inteligente...
MUJER.- Albert es un hombre muy apuesto.
DOCTOR.- Muy inteligente y muy estudiosa...
MUJER.- Albert no es inteligente ni estudioso, pero es guapo y
simpático.
DOCTOR.- No, no... bueno, no lo comprendo, pero ya hablaremos de
este asunto, por ahora, procura no meter a ese golfo en los ejercicios que
hacemos.
MUJER.- Me haces hablar y hablar y a veces...
DOCTOR.- Si quieres lo dejamos, no, no quiero complicaciones, por lo
demás has estado muy bien, hija mía, muy bien, casi como siempre.
MUJER.- ¿Y no tengo que volver a hablar de Gustavo, quiero decir de
Albert? .
DOCTOR.- No, mejor que no.
MUJER.- No sé si voy a poder...
Final Alternativo I
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quitarse los zapatos.)
(Descalza, se despereza.)
(La MUJER en silencio coge una bata del respaldo de la silla y sale.
Cuando ya ha salido el DOCTOR pone cara de satisfacción, coge el
papel que ha encontrado y se va al diván. Se pone a leer murmurando
palabras ininteligibles y se queda dormido profundamente. Al poco,
entra la mujer con la bata puesta).
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MUJER.- Señor Freud, ¡despierte.!
DOCTOR.- (Sobresaltado) ¡Ay, Ay! Soñaba con mi mamá…
MUJER.- La cena, vamos, ya está la cena.
DOCTOR.- Voy, voy…
Final Alternativo II
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MUJER. Y cuando lo entiendas ¿qué va a pasar?
DOCTOR. ¿Que qué va a pasar? ¡Todo! Así haré que te mejores...
MUJER: ¿Ah sí?
DOCTOR: ¡Sí! por fin serás feliz, sentirás que tu vida vale la pena y así,
así podré salvarte.
MUJER. ¿Salvarme de qué?
DOCTOR. ¡¡De ti misma!! De tus malos pensamientos. De esos sueños
que escribes. Yo solo quiero, yo quiero...
MUJER. Frank, es imposible (Se levanta y coge del ropero una bata e
intenta irse)
DOCTOR. ¡Caroline!
MUJER. No soy Caroline. (Se sienta en la mesa, se pone la bata de
médico) Caroline era tu hija. Y esta no es tú consulta, es la mía. Tú no
eres psiquiatra, sino un veterinario jubilado! ¡Y tu hija no va a
recuperarse porque se suicidó hace veinte años!
DOCTOR.- ¡No! ¡No puede ser! ¡Calla calla!
MUJER.- Que esté yo aquí haciendo de paciente, forma parte en realidad
de un tratamiento experimental para curar tus delirios.
DOCTOR.- ¿Delirios? (Confuso, la mirada perdida)
MUJER.- Tus médicos pensamos que seguirte la corriente quizás te haga
llegar por ti mismo a conectar con lo que pasó de verdad y desbloquear
tus recuerdos. Creemos que te permitirá concetar con tu verdadera
identidad.
DOCTOR.- ¿Entonces esto pasará?
MUJER.- No estoy segura Frank. A veces tienes momentos de lucidez,
pero cada vez son más breves.
DOCTOR. ¿Mis recuerdos?...Caroline...¿Fue por mi culpa?
MUJER. ¿Cómo?
DOCTOR. ¿Fui yo quien llevó a Caroline a su muerte?
MUJER. No, Frank. Caroline llevaba años deprimida. Albert la había
dejado después del último aborto y aguantó su sufrimiento hasta que un
día no pudo más. No podías hacer nada, te lo dijo en la carta.
DOCTOR. Seguro que se me pasó algo por alto. Estoy seguro. Hablé con
ella unas horas antes ¿qué fue lo que le dije? No logro recordarlo.
Llevaba ese vestido amarillo y además...
MUJER. ¡Basta ya Frank! Caroline no va a volver. Y tú tienes que seguir
adelante, ahí fuera tienes una mujer y otros dos hijos más.
DOCTOR. ¡No! (tira los papeles al suelo) No voy a tirar la toalla y nunca
lo haré. (Empieza a tirar las cosas del escenario). ¿Qué hice mal?
(empieza a mirar notas de la mesa) ¿qué hice mal? Seguro que se me ha
pasado algo por alto. Tiene que estar por aquí, eso...
MUJER. La cena, Frank, ya está lista la cena.
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DOCTOR. No puedo, necesito entenderlo. Necesito entenderlo,
necesito...
MUJER. Vamos.
DOCTOR. Señorita, ¿no ve que estoy ocupado? Estoy atendiendo su
caso con la mayor diligencia posible. La quiero ver mañana a primera
hora en mi consulta. Ya verá que en nada se encontrará mejor.
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