Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Qué es la autoestima
No paramos de escuchar la expresión: ¡Quiérete a ti mismo! Y sin duda es un buen consejo, pero
podemos querernos muchísimo, y resultar poco útil sino lo hacemos adecuadamente. La expresión
autoestima se utiliza tanto y en tantas ocasiones, que en estos tiempos donde importa –tal vez
demasiado– el éxito, ha perdido su más valioso significado.
La autoestima se puede definir como la forma en la que nos valoramos, es decir, la opinión que
una persona tiene de sí misma: de su apariencia física, de sus aptitudes, de sus cualidades
personales y profesionales, de su vida afectiva… Es la confianza que tenemos en nuestras propias
capacidades, recursos y habilidades para afrontar y acometer los retos y desafíos que nosotros y
nosotras, y la propia vida, nos plantea. Y también es conocer y aceptar nuestras limitaciones,
aceptarnos como personas imperfectas, y desde ahí avanzar y mejorar.
La autoestima es un valor frágil, que tiene mucho que ver con la coherencia con nuestros propios
valores. Aumenta cuando vivimos en consonancia con ellos y disminuye cuando los traicionamos.
Es importante observar que avanzar hacia el logro de nuestras metas supone hacerlo por un
camino consecuente con nuestra forma de entender y valorar el mundo, nuestras ideas y
pensamientos.
Si tratamos de avanzar por un camino que no es coherente con nuestra forma de pensar, no sólo
no lograremos ningún éxito, sino que nuestra autoestima, la valoración de nuestras capacidades se
verá afectada.
La forma en la que nos miramos a nosotros mismos o a nosotras mismas se aprende. Por decirlo
de algún modo, la “óptica” con la que nos vemos está influenciada por las experiencias,
circunstancias, acontecimientos y situaciones que vivimos a lo largo de nuestra vida. Las relaciones
con otras personas influyen en esa “óptica”. Podemos terminar aprendiendo a usar un “gran
angular” –esa óptica que deforma la realidad– o un “macro” –una óptica que ve hasta el mínimo
detalle que para cualquiera pasaría desapercibido–. Los padres, la familia, los amigos, los
profesores, todas las personas que consideramos significativas, tienen una influencia sobre la
percepción que cada persona desarrolla de sí misma. Según los mensajes recibidos de quienes nos
han acompañado a lo largo de la vida, se crea una percepción de uno mismo o una misma. Los
mensajes que vamos escuchando se van grabando en nosotros y nosotras y definen el estilo de
nuestro diálogo interno, la “óptica” con la que nos vemos.
Los pensamientos, las valoraciones o interpretaciones que hagamos de las experiencias de nuestra
vida median en el desarrollo de nuestra autoestima.
Vivimos experiencias que nos marcan, que se graban en nosotros o nosotras, y la interpretación
que le demos a ellas es tan importante como las experiencias mismas.
La atribución que demos a nuestros éxitos y fracasos influirán de forma decisiva en nuestra
autoestima.
Al mismo tiempo, la forma de ver el mundo (la interpretación que hacemos del mundo) influirá
enormemente en cómo nos sintamos y dicho sentimiento afectará a su vez a nuestros niveles de
autoestima. Por ejemplo, hay personas que ante un fracaso consideran que todo lo hacen mal,
esta forma tan dicotómica de ver las cosas, hace pensar que si no se acierta en todo, se es “un
desastre”, el resultado de este estilo de pensamiento, muy propio de personas perfeccionistas, es
una baja autoestima.
Cuando las cosas no salen tal y como esperamos, el modo en el que interpretamos el resultado es
muy importante en la valoración que realicemos de nuestras capacidades y habilidades.
Si el resultado de un trabajo que realizamos es peor del esperado, podemos tener dos tendencias:
una es considerar que no somos suficientemente capaces o preparados para realizar el cometido.
La otra es considerar que hemos hecho todo lo posible para desarrollar correctamente el trabajo,
pero que las circunstancias no han permitido un resultado mejor.
En general la realidad se mueve entre estas dos tendencias, el problema es si siempre que no
obtenemos el resultado esperado nos consideramos responsables, dirigiendo nuestra crítica hacia
nosotras mismas o nosotros mismos, incluso haciendo juicios sobre nuestra propia “incapacidad”.