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LA REPRESENTACIÓN

I. LA REPRESENTACIÓN. PERSPECTIVA GENERAL

Para el ejercicio efectivo de los derechos son necesarios determinados requisitos,


uno de ellos es la legitimación, entendida como aptitud para ejercitar o realizar un
derecho con eficacia. Así, hay ocasiones en que además del titular del derecho,
puede otra persona realizar eficazmente ciertos actos en lugar y en nombre suyo.
Dicho tercero ejercita los derechos ocupando su lugar, si bien lo hace y actúa por y
para el interesado, en cuya esfera jurídica se producen los efectos de tales actos y
ejercicio del derecho. Se dice entonces que hay representación y que quien actúa por
y para otro, es decir, su representante, está legitimado para ello. Legitimación y
representación son categorías jurídicas muy próximas entre sí.

Inicialmente puede decirse que una persona representa a otra cuando actúa
facultada por ella o por la ley, como si fuera ella, en su nombre, y por tanto,
trasladando a ella las consecuencias de los actos jurídicos realizados en tales
circunstancias. Tiene este instituto importante trascendencia en el derecho; no en
vano al permitir que se actúe por representante el sujeto extiende sus perspectivas de
acción, en el tiempo y en el espacio; así como le posibilita para recurrir a las
personas más idóneas y capaces para actuar en el asunto concreto de que se trate.

Según la doctrina dominante para que haya verdadera representación es preciso


que el representante manifieste una voluntad propia, que no se presente como mero
correo de una voluntad ajena totalmente formada, limitándose a declararla como tal
voluntad ajena. El representante declara una voluntad que no está descrita
exactamente en el poder, decidiendo con cierta libertad dentro de los límites
marcados por el poderdante.

Hay representación cuando se celebra el negocio jurídico por medio de una


persona, el representante que actúa en nombre de otro, el representado, de manera
que los efectos se producen siempre de un modo directo e inmediato en la esfera
jurídica de éste último y nunca en la del representante.

Para que exista representación basta la actuación del representante en nombre del
representado, pero para la producción de eficacia directa de la gestión representativa
en la esfera jurídica del representado s necesario un nuevo requisito: existencia de un
poder previo de representación o posterior ratificación por el dominus de lo hecho
por el representante. De ello se desprenden dos importantes consecuencias: una, se
habla de una representación sin poder, que es una verdadera representación y que se
dará cuando el dominus ratifique los actuado por el representante que no tenía poder
previo; y dos, que se escinden independizándose en su funcionamiento y en su
régimen jurídico el negocio de concesión del poder y el negocio actuado por el
representante con el tercero. Señala DIEZ PICAZO que estas teorías ha sufrido alguna
matización para acomodarse a la realidad actual del tráfico jurídico, y así:

a) la representación no puede definirse como un actuar en nombre ajeno. La


actuación del representante en su propio nombre pero en interés del dominus es
también una forma de representación indirecta; una correcta definición de
representación debe contener ambos aspectos, tanto la directa como la indirecta. La
ajenidad del asunto es la base de la representación, y otra cosa distinta es la forma de
operar el representante para llevarlo a cabo, lo que dará lugar a diferentes efectos.
b) La irrelevancia del interés que guía al representante parece criticable como
dogma. En la disciplina de la representación el representante gestiona siempre el
interés del representado, la concesión de un poder de representación a una persona
para que lo utilice en su propio interés constituye una vía indirecta que en realidad
da lugar a una forma de fiducia y que no pertenece en rigor a la doctrina de la
representación.

Durante largo tiempo mandato y representación constituían dos conceptos que


tendían a identificarse entre sí. A principios de la mitad del siglo XIX la doctrina los
diferencia, y se considera que el mandato es un contrato que genera la obligación
para el mandatario de cumplir el encargo recibido del mandante simplemente,
mientras que el poder de representación legitima al apoderado para actuar frente a
terceros en nombre del poderdante y deriva de un negocio de concesión del poder.
La representación surgiría del negocio jurídico de apoderamiento, distinto del
negocio de mandato, siendo el medio o instrumento para el cumplimiento del
encargo cuando ello exige relacionarse con terceros. En efecto, el mandato vincula a
mandante y mandatario, y actúa en las relaciones internas entre ellos; la
representación atiende fundamentalmente a las relaciones entre representante y
terceros con quienes contrata, a las relaciones externas.

Así, junto al mandato con representación, el más frecuente. Donde hay además
del mandato un poder que autoriza al mandatario a actuar en nombre del mandante,
es posible un mandato sin representación, cuando el mandante encarga asuntos
propios que no precisan relación con terceros.

LACRUZ entiende la representación como el fenómeno jurídico en cuya virtud


una persona gestiona asuntos ajenos, actuando en nombre propio o del representado,
pero siempre en interés de éste, autorizado para ello por el interesado, o por la ley.
De forma que los efectos jurídicos de dicha actuación se producen directa o
indirectamente en la esfera jurídica del representado.

II. EL NEGOCIO DE APODERAMIENTO

2.1. Concepto y caracteres

El apoderamiento suele ser definido doctrinalmente como un negocio jurídico


por virtud del cual una persona concede u otorga a otra persona un poder para
representarla; de esta forma se faculta al representante para que actúe en su nombre
y por su cuenta, de ahí que el apoderamiento sea considerado un negocio de
legitimación.
Es un negocio de carácter unilateral y recepticio. Unilateral porque el poder
nace por la declaración de voluntad del poderdante exclusivamente, no requiriéndose
la voluntad del apoderado para ello, el apoderado está facultado para actuar en
nombre de otro, si bien no se trata de una exigencia ni un deber legal. Es recepticio
porque la declaración de voluntad en que consiste el apoderamiento ha de ser
conocida para que produzca efectos, pero no es necesario para su validez.

2.2. Capacidad para otorgar el negocio de apoderamiento y capacidad del


apoderado
Ante la falta de normas específicas, se aplicará el art. 1263 Cc, que indica
quiénes en general no pueden contratar. Pero además ha de tenerse en cuenta el
negocio/os a realizar por el representante, para el que se concede el poder. Por ello,
se considera que la misma capacidad de obrar que se exige para llevar a cabo por la
propia persona un acto o negocio sea la requerida para que pueda otorgar un poder
de representación a fin de que el representante lo realice y los mismos
complementos de capacidad necesarios en el primer caso deberán obtenerse para
otorgar el poder. Además, al representado se le exige la aptitud para el concreto
negocio a realizar por el representante, incluida la ausencia de prohibiciones legales.

¿Se exige al representante plena capacidad de obrar? Según el art. 1716 Cc se


permite que el menor emancipado sea mandatario. Lógicamente si es capaz para
contraer esa obligación debe serlo también para ejecutarla mediante poder; del art.
1716 se deduce que el menor emancipado puede ser representante; cosa diferente es
la responsabilidad que pueda haber contraído en la actuación encomendada.
Entonces según el Cc el mandante tiene acción contra él en conformidad a lo
dispuesto respecto a las obligaciones de los menores.

Ahora bien, señala RIVERO HERNÁNDEZ que cuando el representante no sea


capaz para otorgar el acto para el que se le apodera dicho poder no será nulo ni
impugnable, será inútil, si bien será válido para amparar los actos realizados después
una vez adquirida la capacidad.

2.3. Forma. El apoderamiento tácito o derivado de hechos concluyentes

Si se considera que el sistema jurídico español es aformalista, y que defecto de


norma específica al respecto, al negocio jurídico no se le exige forma concreta, debe
concluirse deberemos aplicar este principio de libertad de forma al otorgamiento del
poder. En efecto, el CC en el art. 1710 sobre las formas de celebración del contrato
de mandato resulta aplicable según la doctrina y la jurisprudencia; y así, se dice que
el mandato puede ser expreso o tácito, y que el expreso puede darse por documento
público, privado o mediante la palabra.

Pero, excepcionalmente, se contemplan casos en los que se exige documento


público, en el art. 1280.5 Cc, así deben constar en documento publico: el poder para
contraer matrimonio, el poder general para pleitos, los poderes especiales que deben
presentarse en juicio, el poder para administrar bienes, el poder que tenga por objeto
un acto redactado o que deba redactarse en escritura pública o que haya de
perjudicar a tercero (como la venta de cosa arrendada). En estos casos la falta de
documento público implica que el representante no podrá acreditar de otro modo su
condición ente terceros, que estarán facultados para alegar que no les consta la
existencia de poder. Otro caso especial de exigencia de forma es el contemplado en
el art. 55 de l CC, donde se precisa “poder especial en forma auténtica” para contraer
matrimonio.

Cuando el poder de representación está destinado a permitir la celebración de


una amplia gama de actos o contratos con diferentes personas, es conveniente y
necesario que tanto la existencia del poder como sus modificaciones o revocación se
pongan en conocimiento del público en general. Nuestro Derecho no establece una
carga de dotar de publicidad a los poderes de representación salvo en casos
concretos.
El apoderamiento tácito nace de un comportamiento o de hechos concluyentes en
virtud de los cuales se crea una situación que suscita en los terceros la confianza de
que la representación existe. Al comportamiento ha de dársele el sentido que
razonablemente quepa atribuirle, esto es, su valoración ha de llevarse a cabo de
acuerdo con unos criterios generales y abstractos. Esta teoría objetiva es el mejor
modo de defensa de los intereses de terceros, y más conforme con los intereses de la
dinámica jurídica y con los principios generales de buena fe y de seguridad del
tráfico jurídico. La teoría subjetiva exigiría que los terceros o el juez deberían
preguntarse ante todo si tras el comportamiento hay o no una voluntad interna del
autor de apoderar. La valoración se haría caso por caso, y atendiendo sólo a la
persona del representado. En este caso, la mayor dificultad estriba en la
interpretación y valoración de tales hechos concluyentes.

Constituye un elemento fundamental para el apoderamiento tácito la conducta o


comportamiento del poderdante, que puede ser positivo o negativo. Existe un
comportamiento positivo cuando aquél es el creador de la situación cuestionada o
cuando con anterioridad y reiteradamente ha autorizado a la misma persona para
realizar negocios de la misma especie frente al mismo tercero. Habrá un
comportamiento negativo en aquellos casos en que la situación del representante
deriva de una tolerancia del poderdante. Si aquél viene llevando a cabo de manera
reiterada gestiones representativas, que el representado, conociéndolas ha tolerado,
la existencia de un apoderamiento tácito parece clara. Lo mismo será aunque no las
haya conocido si hubiera debido diligentemente conocerlas. Ello no obstante, la
seguridad del tráfico y la protección de terceros además de los principios de
responsabilidad y confianza en las declaraciones de voluntad, implican en relación al
apoderamiento tácito una valoración de los hechos y comportamientos desde la
perspectiva de las personas a quienes el poder afectaba o se dirigía, y no desde la
voluntad del poderdante.

3.5. Vicios en la voluntad del negocio de apoderamiento

Siendo el apoderamiento un negocio jurídico, le es aplicable, en ausencia de


normas específicas, la regulación del Cc sobre los vicios del contrato. Será, por
tanto, la declaración de voluntad del poderdante susceptible de anulación por error,
dolo, violencia o intimidación (art. 1265 Cc). Cuando el poder no se ha utilizado por
el representante, no será necesaria su impugnación porque al poderdante le basta con
revocarlo. Si ha sido utilizado, la revocación dejaría intacto el negocio llevado a
cabo. Claro que si por principio lo que tiene base y fundamento en un negocio que se
anula queda también anulado debido a la eficacia propagadora de la misma, la
anulación del negocio realizado por el representante no prosperará si el tercero que
con él lo ha celebrado no ha producido los vicios del poder ni los ha conocido o
debido conocer dadas las circunstancias.

IV. EL PODER EN LA REPRESENTACION VOLUNTARIA

Del negocio unilateral de apoderamiento nace como efecto jurídico la concesión


de un poder al representante por el que éste puede ejercitar un derecho que es ajeno.
Así, la representación viene a atribuir al representante una forma especial de
legitimación, entendida como idoneidad de la persona que actúa para que su acto
produzca efectos jurídicos, dada la relación de esa persona con los intereses afectado
o regulados por el acto o negocio jurídico.
4.1. El ámbito del poder: poderes generales, especiales y expresos

Es importante establecer la delimitación del ámbito del poder, y es aquí donde se


producen las diferentes clases de poderes.

a) Poderes generales y especiales.- El art. 1712 Cc diferencia entre un mandato


especial y uno, general. Este úultimo comprende todos los negocios del mandante, y
el primero, uno o más negocios determinados.
b) Poderes concedido en términos generales y poderes expresos.- Dice el art.
1713 Cc que el "mandato concebido en términos generales no comprende más que
los actos de administración". Es una norma interpretativa para saber qué facultades
tiene el representante cuando el poder es ambiguo p no menciona los actos que
pueda realizar. El art. 1713.2 Cc dice que para "transigir, enajenar, hipotecar o
ejecutar cualquier otro acto de riguroso dominio se necesita mandato expreso". Por
acto de riguroso dominio ha de entenderse acto o negocio de disposición. Este acto
de disposición ha de ser objeto de un poder expreso, que significa:

1º. Que no puede presumirse cuando en el texto del poder no consta, o, si se trata
de un apoderamiento tácito, no existen hechos concluyentes que denoten
inequívocamente una voluntad en ese sentido. Puede resultar del contexto del mismo
poder o de la específica finalidad para la que ha sido dado.
2º. Que si se han otorgado facultades para realizar un determinado acto de
disposición no por ello el representante puede ejecutar además otros.
La cuestión del contenido del poder no se confunde con su forma. Así, el art.
1710 CC dice que el mandato expreso puede darse también "de palabra".

4. 2. Los límites del poder y las instrucciones del poderdante

La idea de límite se utiliza en el Cc para establecer la línea de separación entre


las facultades que le son concedidas al mandatario de aquellas que no posee. Pero, el
art. 1719 CC habla de instrucciones que puede dar el mandante al mandatario, y que
éste ha de seguir para cumplir el encargo, y en el art. 1715 Cc, de "manera de
cumplirlo", hasta el punto de que "no se consideran traspasados los límites del
mandato si fuese cumplido de una manera más ventajosa para el mandante que la
señalada por éste". Límites y manera se confunde según DIEZ-PICAZO y puede
querer decir que si al mandante se le concede lo más, se entiende también concedido
lo menos. En cualquier caso, debe estar presente lo dispuesto en el art. 1727 del Cc
por el que el mandante debe cumplir todas las obligaciones que el mandatario haya
contraído dentro de los límites del mandato.

En el ámbito de la representación, a tenor del debate en torno a la abstracción del


apoderamiento, debate la doctrina a propósito de la trascendencia externa de las
instrucciones pactadas de forma interna entre apoderado y poderdante. En cualquier
caso, el representante está obligado a seguirlas, si bien respecto al tercero no serán
operantes las instrucciones salvo que le sean conocidas o las haya debido conocer
observando la diligencia adecuada a las circunstancias.

V. EL EJERCICIO DEL PODER DE REPRESENTACION

La concesión de un poder de representación descansa en una confianza hacia la


persona del apoderado que da a la relación representativa un marcado carácter
personal, pero en determinadas circunstancias puede colisionar este principio con
otro: el de la máxima eficacia práctica y posible fungibilidad de la gestión de
representación, que tratará de impedir que cualquier impedimento en la persona del
representante paralice la gestión con daño para los intereses del representado.

5.1. Sustitución del representante

El art. 1721 y 1722 se ocupa de la sustitución del mandatario, aplicables al


representante. Parte el art. 1721 del principio permisivo de la sustitución salvo
prohibición del representado, y se ocupa de establecer la responsabilidad de la
gestión a uno u a otro o en su caso de invalidar la gestión:

1º. Si al representante se le prohibe la sustitución lo hecho por el sustituto será


nulo
2º. Al representante no se le ha facultado para sustituir, pero sin expresa
prohibición o autorización, responderá de la gestión del sustituto, y el mandante
podrá exigir responsabilidad además al sustituto

3º. Al representante se le ha facultado, pero sin designación de personas, y el


nombrado es incapaz o insolvente, los efectos serán los mismos que en el segundo
supuesto.

De lo expuesto se deduce que el representante autorizado expresamente para


sustituir no responde de la gestión del sustituto si éste era capaz o solvente cuando le
nombró, igual que si la autorización designaba a la persona en quien podía sustituir.
El riesgo será para el representado que lo autoriza. ¿Qué significa la sustitución?
Según el TS hay que distinguir entre la sustitución por vía de transferencia en la que
el representante que sustituye queda fuera de la relación de apoderamiento ocupando
otro su puesto, y la sustitución por delegación, en la que el representante, dentro del
círculo de facultades que tiene da un poder para actuar a otra persona, para que
ejercite todas o alguna. Sería un subapoderamiento, un nuevo poder derivado del
anterior, dependiendo de sus vicisitudes.

5.2. El abuso de poder de representación

Supone abuso la existencia de poder y una actuación del apoderado dentro de los
límites formales, pero con finalidad distinta de la perseguida por el representado y
en función de unos intereses distintos a los suyos.
Lo actuado por el representante en abuso de poder es válido frente a terceros, sin
perjuicio de las consecuencias que se produzcan en las relaciones entre representante
y representado, donde nace un deber de resarcimiento o indemnización de daños y
perjuicios. Sin embargo, en aquellos casos en que el tercero hubiera conocido o
debido conocer el carácter abusivo o desviado del acto, según DIEZ PICAZO ello es
determinante de la ineficacia del acto. Lo que será más claro cuando el tercero sea
de alguna forma el beneficiario directo del acto abusivo o resulte cómplice del
mismo.

5.3. La autocontratación

El autocontrato o contrato consigo mismo es la figura jurídica que nace cuando


una persona, que puede afectar con su actuación a más de un patrimonio, crea por su
sola voluntad relaciones jurídicas entre ellos obrando dentro del círculo de
facultades que tiene. Así, por ejemplo, el representante encargado de vender una
finca que compra para sí, quien encargado por dos personas de vender y comprar
una finca lo hace.

El CC no regula el autocontrato, sólo se contemplan algunos supuestos que


pueden coincidir con esta figura. El Cc en el art. 1459 prohibe la compra por sí o por
persona intermediaria al tutor de los bienes de éste, al mandatario encargado de
vender el bien objeto de mandato, al albacea de los bienes confiados a su cargo. De
ello puede desprenderse una prohibición de la autocontratación, dado que tienden a
evitar el conflicto de intereses que se produce entre los propios y personales del
afectado por la prohibición y de los otros por los que ha de velar en virtud de la
posición jurídica que ostenta. Claro que la jurisprudencia admite la validez de la
autocontratación cuando haya asido permitida por el dominus o ratificada por él a
posteriori.

VI. EL REPRESENTANTE SIN PODER. LA RATIFICACIÓN

Existe un representante sin poder en aquellos casos en que una persona realiza
una actividad que se reconoce como representativa, pero sin tener para ello
suficiente poder de representación. Puede ocurrir así porque el poder no existe ni ha
existido nunca. Puede ocurrir porque se desarrolla la actividad representativa cuando
se ha extinguido el poder. El efecto es similar cuando el poder existe pero la
actuación de ha excedido de los límites impuestos.

La característica más importante del acto llevado a cabo por un representante sin
poder es que admite su posterior ratificación, cuando el dominus después lo conoce,
lo acepta y asume. En este caso, el acto, aunque inicialmente ilícito, una vez sanado
produce todos sus efectos como si hubiera sido el acto de un representante con
poder. Otra cuestión son los denominados representantes aparentes. La apariencia de
poder de representación puede obedecer a un comportamiento del dominus, cuando
éste con sus actos tácitamente o con su aquiescencia, ha contribuido ha crear la
apariencia, y por tanto, la base de una situación en la que los terceros pudieran
confiar razonablemente. En este caso, hay una auténtica representación o
apoderamiento tácito, producido por hechos concluyentes. La situación es diferente
cuando la apariencia ha sido creada exclusivamente por el representante, con lo que
hay inexistencia de poder.

Cuando se actúa sin poder o con exceso respecto a él, el dominus puede después
aceptar la actuación del gestor o asumir sus consecuencias, la actuación del gestor se
transforma entonces en actuación plenamente representativa, y despliega en el
ámbito de la representación todos los efectos propios de ésta. El CC dedica escasa
atención a esta cuestión. El art. 1259 Cc se refiere a ella cuando establece que "el
contrato celebrado a nombre de otro por quien no tenga su autorización o
representación legal será nulo, a no ser que lo ratifique la persona a cuyo nombre se
otorgue antes de ser revocado por la otra parte contratante".

Se trata de un acto afectado por ineficacia relativa, que no produce efecto en la


esfera de una persona concreta, pero puede producirlo para otras personas. Quien ha
actuado sin poder responderá ante el otro contratante por actuar sin poder. Puede
decirse también que es un negocio incompleto, de formación sucesiva que no ha
acabado hasta recibir el elemento que falta, que es la ratificación del dominus.

La ratificación podrá ser expresa o tácita. La ratificación tácita es un


comportamiento del principal llevado a cabo por actos concluyentes, que entraña
una inequívoca aceptación de lo hecho por el representante contradictoria con un
posterior ejercicio de una acción de nulidad posterior. La ratificación es un negocio
jurídico unilateral, y recepticio. Pero sólo la que ha sido recibida por el tercero que
ha contratado con el representante alcanza sus plenos efectos jurídicos. Si la
ratificación no ha llegado a su conocimiento, no queda privado de su poder de
revocar el negocio, cuando disponga de tal facultad., o de la posibilidad de
considerar ineficaz el negocio por transcurso del plazo para el cumplimiento de la
condición de ratificación cuando existiera un acuerdo en tal sentido.

Para poder ratificar eficazmente la gestión del representante, el principal necesita


poseer la capacidad de obrar necesaria para celebrar el negocio jurídico que se
ratifica, de acuerdo con su naturaleza jurídica. Si tiene capacidad de obrar limitada,
al acto de ratificación precisará el complemento de capacidad que en cada caso sea
necesario. Si es incapacitado la ratificación corresponde al representante legal.

¿Puede el representante del dominus ratificar los actos de otro representante que
actúo sin poder o con poder insuficiente? Para DIEZ PICAZO sí. El objeto de la
ratificación es el mismo acto realizado por el representante sin poder o con poder
defectuoso con el tercero. La ratificación es una declaración de conformidad o
aprobación de dicho acto, y por tanto, debe ser total, pura y simple y sin introducir
nuevos elementos. Si la ratificación fuera simplemente parcial o condicionada o con
reservas el tercero tiene derecho a considerar la declaración no como una
ratificación, sino como una nueva oferta que es libre de aceptar o no. El acto de
ratificación supone la emisión de un consentimiento y debe ser libre y voluntario. Si
concurre en la ratificación un vicio del consentimiento el dominus podrá justamente
impugnarla y atacar mediante ella el negocio ratificado. La ratificación debe recaer
tempestivamente, si por acuerdo del representante y del tercero se hubiese sometido
a plazo, salo hay ratificación eficaz si éste se produce en dicho plazo. A falta de
plazo, se hará dentro del período de tiempo razonable según las circunstancias.

El efecto de la ratificación es retroactivo; el acto de gestión representativo


despliega todos sus efectos no desde la fecha en que ha sido ratificado, sino desde el
momento en que se realizó. Esta norma general, puede quedar modificada como
consecuencia de la voluntad expresa de las partes o del proceso de interpretación del
negocio. Si en el negocio ratificado se había estipulado un plazo para comenzar a
ejecutar éste o cumplir las obligaciones que de él deriven parece que es una cuestión
de interpretación decidir si el plazo se contará desde el momento del negocio o
desde la ratificación. Si el negocio ratificado o los derechos derivados del miso
entran en colisión con derechos adquiridos de terceros extraños al negocio en el
periodo intermedio anterior a la ratificación por regla general la doctrina tiende a
consagrar el respeto de los derechos adquiridos de buena fe por los terceros extraños
al negocio, y por tanto la falta de retroactividad de la ratificación.

VII. EXTINCION DEL PODER

Ante la ausencia de normas se acudirá a lo previsto para el mandato que se ocupa


de la extinción en los arts. 1732 a 1739 Cc.

A) Revocación (art. 1732.1 Cc)

El mandante puede revocar el mandato a su voluntad, y compeler al mandatario a


la devolución del documento en que conste el mandato. La revocación es un negocio
unilateral, recepticio, cuyo destinatario es el representante; si bien cuando el
mandato se haya dado para contratar con determinadas personas, su revocación no
puede perjudicar a éstas si no les ha hecho saber. El conocimiento de la revocación
evitará que el representado quede vinculado en lo sucesivo por actos del
representante.

La revocación puede ser también tácita. El art. 1735 regula el supuesto en que se
nombra a un nuevo mandatario para el mismo negocio que se encargó al anterior, lo
que ha de ser informado a éste último por la receptividad que tiene toda revocación.
Por ello, la revocación se produce desde el día que se hizo saber al que lo había
recibido. También habrá revocación tácita cuando el representado realiza el mismo
negocio o acto para el que dio el poder, ya que ello no restringe la capacidad de
dirección de su esfera jurídica. El efecto que se pretende con la revocación se
alcanzará no sólo si hubo notificación de la misma, sino también cuando se pruebe
que sus destinatarios lo conocieron o pudieron conocerla empleando la diligencia
según las circunstancias de cada caso, cuya prueba correrá a cargo del representado
que alegue no quedar vinculado por los actos del que fue su representante.

Producida la revocación, el representado podrá compeler al representante a que


le devuelva el documento en que conste el mandato, , y la finalidad no es otra que la
de evitar que el representante provisto del documento cree una situación de
apariencia capaz de suscitar la confianza de terceros que pretenderán que sea
protegida. Pero no se considera la desposesión efectiva como condición de eficacia
de revocación.

B) La renuncia del representante

La renuncia es una declaración de voluntad recepticia, que ha de ser puesta en


conocimiento del representación y produce efectos aunque le perjudique. El Cc sólo
obliga al que el renunciante indemnice entonces tales perjuicios, salvo que funde la
renuncia en la imposibilidad de seguir actuando sin grave detrimento propio. Por
otra parte, la buena fe obliga a que el representante no deje abandonado el negocio
del dominus inmediatamente, por ello el art. 1737 Cc le impone el deber de
continuar en la representación aunque haya justa causa para la renuncia, hasta que el
dominus haya podido tomar las medidas necesarias. Lo que obliga al dominus a
actuar con rapidez, y pudiera considerarse según DIEZ PICAZO que una tardanza
injustificada en esta cuestión sería contraria a la buena fe.

C) Muerte, quiebra o insolvencia del representante

También el concurso de acreedores será causa de extinción como situación


deficitaria de patrimonio para hacer frente a las obligaciones.

Respecto a la muerte se obliga a los herederos a ponerla en conocimiento del


mandante, y a proveer entre tanto a lo que las circunstancias exijan en interés de
éste. La justicia aconseja extender esta norma a los casos en que la cesación del
mandato se origine por la quiebra o insolvencia y a cargo de las personas encargadas
de la administración de su patrimonio si tienen conocimiento del mandato.

D) La extinción de la representación y los terceros

Dice el art. 1738 Cc "lo hecho por el mandatario, ignorando la muerte del
mandante u otra cualquiera de las causas que hacen cesar el mandato, es válido y
surtirá todos sus efectos respecto a los terceros que hayan contratado con él de buena
fe". Se trata de una situación de representación aparente, en la que han confiado los
terceros porque desconocen su discordancia con la realidad y por ello deben ser
protegidos, tenga o no culpa el representado en la creación de la situación. Aquí la
novedad se encuentra en que se exige al representante buena fe, de ahí que se le
reconozca el reembolso de los gastos efectuados en este caso.

VIII. LA REPRESENTACION VOLUNTARIA Y LA REPRESENTACIÓN


LEGAL. DIFERENCIAS

Los casos más notables de representación legal pueden encontrarse en el


Derecho de la persona y en Derecho de familia. Por ejemplo, el defensor judicial de
los bienes del desaparecido, el representante legal del declarado ausente, los padres
que ejercen la patria potestad, el tutor del menor o incapacitado.

La representación legal es un medio para suplir un defecto de capacidad de obrar


de determinadas personas o un medio para evitar el desamparo de unos bienes faltos
de titular o cuyo titular no está en condiciones de asumir por sí mismo su gobierno.
Pero la representación legal es una figura distinta de la voluntaria. Así, en la
representación legal el representante es el único posible autor del negocio. En la
representación voluntaria cabe hablar de una colaboración de representante y
dominus, que será tanto más clara cuanto mayor sea la especialidad del poder.

En la representación voluntaria, el hecho de que el principal confiera su


representación a otro no limita ni coarta su poder para hacer el negocio por sí; en la
representación legal, esta posibilidad no existe. Así, si la representación voluntaria
se funda en la ampliación del ámbito de actuación de una persona, la representación
legal lo hace en la necesidad de suplir la imposibilidad jurídica de actuación.

Estas diferencias no impiden, sin embargo, situar la representación legal como


una representación, y ello según DIEZ- PICAZO por una razón fundamental: por
encima de las diferencias parece existir un ámbito común por el cual en ambos casos
hay una persona que gestiona o tutela intereses de otra, y esa actuación produce
efectos directos en el patrimonio del representado.

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