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La Primera Guerra Mundial (1914-1918) fue el evento histórico que definió el

acontecer del siglo XX; devastó el orden político, económico y social de Europa, y
su dudosa conclusión sentó las bases y preparó el camino para un escenario aún más
destructivo: la Segunda Guerra Mundial. En aquel entonces, los civiles −perturbados
por la magnitud de las batallas y el escandaloso número de bajas− la denominaron
“la Gran Guerra”. Entre los europeos, la Primera Guerra Mundial era un
acontecimiento inverosímil, pues ocurría en el marco de la supuesta era del
progreso. A pesar de los estragos económicos y las serias crisis internacionales,
Europa había logrado evitar guerras a gran escala. La prosperidad material y una
enorme confianza en el desarrollo tecnológico convencieron a muchos de que los
humanos estaban al borde de crear un paraíso terrenal. Al término de la Guerra, no
fue posible mantener las ilusiones sobre el progreso de la civilización occidental:
los enfrentamientos bélicos estuvieron seguidos de revoluciones, dictaduras
militares, matanzas en masa—entre las cuales destacó el genocidio de armenios—y la
catástrofe sin paralelo de la Segunda Guerra Mundial. Para entonces, era aparente
que Europa y el Medio Oriente se habían convertido en una pesadilla en la que la
Gran Guerra representó el primer escenario de las crisis del siglo XX.

Los círculos representan la distribución de casi dos millones de armenios que


habitaban el Imperio Otomano en la víspera de la Primera Guerra Mundial. Cifras
basadas en el censo de 1913. Crédito: Elaboración propia con datos de Armin T.
Wegner, Wallstein Verlag.

El 28 de junio de 1914, el heredero al trono austro-húngaro, el archiduque


Francisco Fernando, fue asesinado junto con su esposa, la duquesa Sophie Chötek, en
Sarajevo. El evento sirvió como causa inmediata de la Guerra; sin embargo, otros
motivos políticos y de muy largo alcance, como el expansionismo del Imperio austro-
húngaro, la unificación alemana de Otto von Bismarck o el imperialismo británico en
las zonas norte de África y el Medio Oriente, tuvieron a los europeos en constantes
enfrentamientos desde finales del siglo XIX. La creencia liberal de que los Estados
debían organizarse bajo líneas nacionalistas para lograr la pacificación generó,
más allá de cooperación, competencia. De tal manera, las rivalidades imperiales en
las colonias y en las rutas de comercio se intensificaron con el expansionismo. Al
mismo tiempo, las grandes potencias se dividieron en dos bandos: Alemania, Austria-
Hungría e Italia formaron la Triple Alianza en 1882, mientras que Francia, Gran
Bretaña y Rusia crearon la Triple Entente en 1907. Para el inicio de la guerra, el
sistema de alianzas permitió que el mundo se dividiera y que los antagonismos
jugaran un rol decisivo: la crisis económica en la Península de los Balcanes, así
como la lucha por el dominio de los estados en el suroeste europeo –
mayoritariamente entre la Rusia Imperial y Austria-Hungría–, brindó la oportunidad
de que el Imperio otomano se insertara en el bando de la Triple Alianza,
persiguiendo objetivos similares.

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