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TEMA 2
A. LA FORMACIÓN DE LOS IMPERIOS COLONIALES
B. LAS GRANDES POTENCIAS
C. LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL
A finales del siglo XIX, el avance de la industrialización y la competencia entre países empujó a
las principales potencias europeas a conquistar y colonizar sistemáticamente amplias zonas del
mundo (imperialismo). Las motivaciones que llevaron a los europeos a la creación de imperios
coloniales son diversas.
Políticas y demográficas
El dominio de los mares y la posesión de colonias eran signo de poder político y de prestigio
internacional. Además, las colonias se convirtieron en enclaves estratégicos de las potencias
europeas para incrementar su poder militar en todos los continentes.
Por otra parte, los territorios conquistados permiten el establecimiento del excedente de
población europeo. Aunque la mayor parte de la emigración de este periodo se dirigió hacia
América o Australia, algunas colonias como Argelia se convirtieron en importantes
asentamientos de colonos europeos.
Económicas
Europa dominaba la economía mundial y sus industrias aspiraban a ampliar los mercados
para vender sus excedentes de producción, asegurarse el abastecimiento de materias
primas e invertir capitales en zonas donde se pudieran obtener mayores tasas de beneficios.
Con este fin, los europeos pusieron en explotación los recursos coloniales aprovechando el
bajo coste de la mano de obra indígena. Se apropiaron de ingentes territorios para
establecer plantaciones (cacao, té, azúcar, caucho, café…), pusieron en explotación los
recursos mineros (cobre, oro, diamantes…) y construyeron grandes infraestructuras para
facilitar el transporte (líneas ferroviarias, carreteras…).
Culturales e ideológicas
En el siglo XIX, las expediciones geográficas impulsadas por sociedades científicas dieron a
conocer la existencia de territorios inexplorados hasta entonces y de formas de vida y
culturas muy diferentes a las de Europa.
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La conquista colonial, que aprovechó las rutas abiertas por los exploradores, se apoyaba en
una concepción racista basada en la superioridad de la raza blanca. Los europeos
consideraban que tenían una misión civilizadora sobre las razas supuestamente inferiores,
que los empujaba a llevar su cultura, religión (evangelización) y formas de vida a los pueblos
colonizados para sacarlos de su “barbarie” (“la carga del hombre blanco”, según Rudyard
Kipling).
En el último tercio del siglo XIX, las potencias europeas se lanzaron a la conquista de extensas
zonas de África y Asia. La rivalidad entre potencias desató una verdadera carrera colonial por
conquistar y dominar nuevos territorios.
Más tarde otros Estados (Alemania, Bélgica, Portugal…) también se asentaron en África. Ante la
creciente rivalidad se convocó la Conferencia Internacional de Berlín (1885), que estipuló las
condiciones para ocupar nuevos territorios por parte de las metrópolis y estableció las
diferentes zonas de influencia.
En Asia, la colonización británica se centró en la India, donde la Compañía Británica de las Indias
Orientales poseía desde el siglo XVII algunos enclaves (Madrás, Calcuta y Bombay). En 1876, la
reina Victoria fue proclamada emperatriz de la India, considerada la “joya de la Corona”. Los
británicos también se expandieron por Birmania y Malasia y controlaron Australia.
Francia tuvo su centro de expansión en Indochina, donde en 1887 estableció la Unión Indochina
(actuales Vietnam, Laos y Camboya). El Imperio ruso se expandió hacía Siberia y hacia el sur, y
ocupó la zona de Asia Central. Aunque China no fue ocupada por ningún país, los ingleses
establecieron algunos enclaves comerciales como Hong Kong. Entre 1885 y 1911, otras
potencias (Francia, Estados Unidos, Alemania, Rusia y Japón) obtuvieron también zonas de
influencia en China.
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Jingoísmo: patrioterismo exaltado que propugna la agresión contra otras naciones.
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Chovinismo: exaltación desmesurada de lo nacional frente a lo extranjero.
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1.3. La resistencia a la conquista
La superioridad técnica y militar de las metrópolis comportó que la conquista de las colonias
fuese rápida. Sin embargo, se produjeron algunas revueltas de los pueblos autóctonos contra la
ocupación extranjera. Algunas de las más significativas fueron:
2. EL REPARTO COLONIAL
La carrera colonial iniciada por Gran Bretaña y Francia se aceleró a partir de 1880, con la
participación de otros Estados europeos (Bélgica, Alemania, Portugal, Holanda…). España
consiguió un protectorado en el norte de Marruecos (Rif), así como pequeños territorios en el
Sáhara (Río de Oro) y en golfo de Guinea (Fernando Poo y Río Mundi).
La expansión europea despertó las ansias coloniales de Estados Unidos y Japón, que a finales del
siglo XIX estaban experimentando un fuerte crecimiento económico.
Japón aspiraba a ser una potencia industrial de modo que, para asegurarse materias primas y
contrarrestar la presencia europea en Asia, intervino en Corea y Manchuria.
La carrera colonial desencadenó conflictos entre las potencias y con las poblaciones autóctonas
y tuvo que hacer frente a revueltas nacionalistas.
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Guerra ruso-japonesa (1905)
Los japoneses, con el apoyo de los británicos, detuvieron el expansionismo ruso por
Manchuria y el norte de Corea. El imperio japonés, que ya ocupaba las islas Kuriles y
Formosa (Taiwán), se anexionó Corea en 1910.
Una vez explotados y conquistados militarmente, los territorios quedaban bajo la administración
de la metrópoli. Según el número de pobladores procedentes de la metrópoli, se distinguen las
colonias de explotación, con una población emigrada escasa que ejercía el control político y
económico, y las colonias de poblamiento, que recibían un fuerte contingente de población
metropolitana.
La organización del gobierno colonial no fue homogénea, pero en todos los casos la metrópoli
tenía en control de aspectos cruciales de la organización política, económica y social.
Dominio: el territorio tenía una organización política propia, pero estaba bajo soberanía
británica. El dominio se estableció en las colonias de poblamiento británicas: Canadá,
Australia, Nueva Zelanda y la Unión Sudafricana.
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Enclave estratégico: se trataba de un pequeño territorio situado en un lugar decisivo
para asegurar el control marítimo, favorecer el comercio y garantizar la defensa.
Singapur, el Canal de Suez y Gibraltar eran enclaves británicos.
Mandato: era un territorio colonial que había pertenecido a los países vencidos en la
Primera Guerra Mundial (Alemania, Imperio turco), y que estaba administrado bajo
supervisión de la Sociedad de Naciones. El Líbano y Siria fueron mandatos franceses, e
Irak y Palestina, británicos.
En el ámbito económico
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En el ámbito político y social
La administración colonial puso fin a las estructuras y jerarquías tribales e impuso una nueva
élite dirigente, formada por europeos que gozaban de privilegios. Estos solo tenían contacto con
las élites locales a cambio de su fidelidad.
En el ámbito cultural
La imposición de las lenguas (sobre todo el inglés y francés), del cristianismo y de las formas de
vida europeas afectaron a las creencias y tradiciones de los pobladores autóctonas. En África,
donde predominaba la cultura oral, se produjo una notable aculturación y una mayor pérdida
de identidad que en Asia, donde civilizaciones como la china o la india contaban con un legado
milenario.
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B. LAS GRANDES POTENCIAS
1. LOS ESTADOS LIBERALES DEMOCRÁTICOS
En la mayoría de países que se industrializaron a lo largo del siglo XIX se consolidaron políticas
liberales democráticas. Eran regímenes constitucionales que establecían la separación de
poderes, ampliaron el derecho a voto y garantizaron, en mayor o menor medida, los derechos
fundamentales. En ellos, las diversas opciones políticas se organizaban en partidos que podía
propagar sus ideas y presentarse a las elecciones.
Entre estos países destacaban tres grandes potencias: Reino Unido, Francia y Alemania, que
eran, a su vez, ejemplo de diferentes fórmulas políticas en la Europa del cambio de siglo.
Reino Unido fue un ejemplo de monarquía liberal, durante el largo periodo del reinado de
Victoria I (1837-1901), denominado era victoriana. Su sistema político se basaba en la
alternancia en el poder de dos grandes partidos: los tories (conservadores) y los whigs
(liberales). A finales de la década de 1890, los whigs perdieron influencia entre los trabajadores,
que optaron por el nuevo Partido Laborista.
El proceso de democratización del sistema liberal inglés se basó en diversas leyes de reforma
(Reform Acts). Los gobiernos conservadores y liberales fueron ampliando el derecho a voto y,
en 1913, excepto los indigentes, los sirvientes y las mujeres, el resto de la población podía votar.
Además, la Parliament Act de 1911 limitó los poderes de la Cámara de los Lores (no elegida) y
aumentó los de la Cámara de los Comunes (única elegida por sufragio).
La buena coyuntura económica permitió una cierta paz social: se hicieron grandes obras
públicas (ferrocarril, canal de Suez, etc…), creció la industria, apoyada por la banca, y se
promulgaron leyes para proteger a los obreros (hospitales, pensiones, etc.). Pero las diferencias
sociales y la falta de libertades mantuvieron una fuerte oposición al régimen del II Imperio. Luis
Napoleón emprendió también una política exterior intervencionista (expedición a México,
anexión de Niza y la Saboya) que culminó con la declaración de guerra a Prusia.
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La derrota francesa en Sedán frente a Prusia (1870) provocó la caída del Imperio de Napoleón III
y la proclamación de la República. De este modo, Francia se convirtió en la única de las grandes
potencias europeas cuyo régimen político era una república.
La III República francesa tenía dos cámaras legislativas (Asamblea y Senado) y un presidente
electo con pocos poderes, en este periodo se impulsó la democratización política; se restauraron
las libertades públicas, se instauró el sufragio universal masculino, se decretó la elección de los
alcaldes y se legalizaron los sindicatos obreros.
El asunto internacional que dividía a la opinión pública francesa eran las relaciones con
Alemania, muy conflictivas a raíz del contencioso de Alsacia y Lorena, territorios perdidos en
favor de Alemania durante la guerra francoprusiana (1870-1871), la política exterior francesa
giró en ese tema y fraguó alianzas antigermanas.
En 1870, una vez concluido el proceso de unificación política, Alemania inició la construcción del
nuevo Estado y se convirtió rápidamente en una gran potencia que aspiraba a dirigir la política
europea y a extender por el continente su poder e influencia.
La Alemania del II Reich de forjó bajo la impronta del canciller Bismarck y del káiser Guillermo I
(1871-1888). El régimen político asentado con la Constitución de 1871 mostraba un fuerte
componente autoritario. Existía sufragio universal masculino, pero solo para la elección de la
cámara baja (Reichstag). Tenía una estructura federal, aunque Prusia poseía más diputados que
los otros Estados en la cámara de los Estados (Bundestag). Además, esta era elegida por sufragio
censitario y tenía la función de proponer leyes. Asimismo, el káiser podía nombrar a sus
ministros con independencia del parlamento y ellos no eran responsables ante la cámara sino
ante el mismo emperador.
Las fuerzas políticas dominantes eran las conservadoras, representantes del viejo espíritu de
Prusia, aunque el Partido Obrero Socialdemócrata Alemán se fue imponiendo entre los
trabajadores.
Sin embargo, para evitar un estallido revolucionario, Bismarck adoptó una serie de reformas
sociales que favorecían a las clases populares: leyes de seguro de enfermedad, de accidentes de
trabajo, de pensiones, etc. El caso de Alemania fue paradigmático de un modelo de cambio entre
el autoritarismo y las reformas democráticas.
Con la marcha de Bismarck, la política alemana sufrió cambios notables. En política exterior
Guillermo mostraba gran interés por la expansión imperialista, el desarrollo de la marina y el
ejército. En política interior, el objetivo del emperador era asumir más poder a costa del
canciller.
Los sucesores de Bismarck apenas mejoraron la legislación social, pero convirtieron la política
naval y armamentística en eje de su acción de gobierno. El belicismo alemán despertó el recelo
de los demás países europeos, especialmente de su tradicional enemiga, Francia, y del Reino
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Unido, que temían que el expansionismo alemán pudiera perjudicar a sus respectivos imperios
coloniales.
El emperador nombraba, para el conjunto del Imperio, a los ministros de Asuntos Exteriores, de
Guerra y de Finanzas, mientras que cada uno de los reinos (Austria y Hungría) tenían un
gobierno, un parlamento y una ley electoral propios y se encargaban de los asuntos internos.
Por ello, grupos demócratas y socialistas, a finales del siglo XIX y principios del XX, pugnaron
para acabar con la monarquía autoritaria de los Habsburgo e instaurar un régimen de
parlamentarismo democrático.
Por ello, checos, polacos, eslovacos, rumanos y eslavos del sur (eslovenos, croatas, serbios, etc.)
continuaban sometidos a una u otra monarquía y mantenían su oposición contra el Imperio.
A esta complicada situación interna se unía el conflicto generado en los Balcanes por la
desintegración paulatina del Imperio turco. Desde principios del siglo XIX, los movimientos
nacionalistas habían conseguido desmembrar su territorio: en 1928, Grecia logró su
independencia y, más adelante, se sucedieron las de Serbia, Rumanía, Bulgaria y Montenegro.
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El Imperio pretendía influir en esa región y ampliar su espacio a costa del turco. En 1878 ocupó
los territorios eslavos de Bosnia. Esto provocó la alarma de Serbia, que se creía destinada a
unificar a los eslavos del sur y que contaba con el apoyo de Rusia.
Gran parte de las alianzas y de los problemas que condujeron a la Primera Guerra Mundial
tuvieron su origen en las tensiones generadas en la zona de los Balcanes del Imperio
austrohúngaro.
3. LA RUSIA ZARISTA
El Imperio ruso era un territorio inmenso, cuya fuerza era solo aparente ya que presentaba
enormes desequilibrios. Grandes zonas del Imperio estaban casi deshabitadas, la población se
concentraba en el oeste, su economía era esencialmente rural y arcaica, y estaba constituido
por un mosaico de nacionalidades, lenguas y religiones.
Rusia mantenía una monarquía absoluta en la que el zar tenía un poder autocrático que provenía
de Dios. Para ejercer su dominio, el zar se sustentaba en cuatro grandes instituciones: una
enorme administración con una poderosa burocracia, un ejército dirigido por la nobleza, una
policía que se encargaba de mantener el orden público, y la iglesia ortodoxa, que tenían gran
influencia en la población y que beneficiaba al zar y a la sociedad estamental.
Existía una poderosa aristocracia, que poseía inmensos territorios en los que mantenía una
estructura señorial. La servidumbre personal estaba vigente, los campesinos no podían
abandonar las tierras y eran vendidos con ellas.
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Con la llegada al poder del zar Alejandro II (1855-1881), y ante la grave situación económica, se
iniciaron una serie de reformas en la administración, en la enseñanza y en el ejército. La reforma
más importante fue la abolición de la servidumbre (1861). Sin embargo, los campesinos
quedaron decepcionados porque, aunque se les permitía comprar tierras, para la mayoría esto
era imposible. Solo los acomodados se lo pudieron permitir, y compraron tierras de campesinos
pobres, lo que originó una nueva burguesía rural (kulaks).
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En enfrentamiento norte-sur
Hacia mediados del siglo XIX, el peso económico y demográfico de los Estados
del norte, antiesclavista, proteccionistas, industriales y partidarios de una
limitación de los poderes estatales a favor del gobierno federal, hacía recelar a
los Estados del sur de que se acabaría imponiendo un modelo de nación que no
deseaban.
En 1860, Abraham Lincoln, dirigente del nuevo partido republicano contraria a
la esclavitud3 con mucha fuerza en el norte, se enfrentó en las elecciones
demócrata, que no planteaban la abolición. La mayoría de los Estados sureños
votaron contra Lincoln, pero el norte lo apoyó y ganó las elecciones.
El 20 de diciembre de 1860, Carolina del Sur decidió mediante votación,
abandonar la unión. En 1861, se le unieron la mayoría de los Estados del sur, que
aprobaron por unanimidad la Constitución de los Estados Confederados de
América. Pocos días después atacaron el fuerte Sumter (Carolina del Sur). La
Guerra de Secesión (1861-1865) se había iniciado.
La guerra fue larga y cruenta y, aunque en algunos momentos las fuerzas
estuvieron igualadas, el mayor peso demográfico y los recursos técnicos
acabaron dando la victoria a las fuerzas del norte.
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La esclavitud fue abolida en Estados Unidos en 1865. Más de 3.5 millones de esclavos negros fueron
liberados, pero nadie les ofreció sitio en la nueva sociedad.
Algunos emigraron hacia el norte, pero la mayoría permaneció en el sur, sometidos a una cruel
segregación; ya no eran esclavos, sino asalariados pobres marginados. En muchos de los antiguos Estados
Confederados les fue negado el voto hasta 1965 y se aplicaron leyes de segregación en escuelas,
transportes y espacios públicos.
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Este conflicto resolvió cuestiones fundamentales que habían dividido a Estados
Unidos desde 1776: puso fin a la esclavitud4, se decidió que Estados Unidos no
era un conjunto de Estados semiindependientes, sino una sola nación indivisible,
y se conformó el camino de la industrialización del país.
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En febrero 1870, se ratificó la Decimoquinta Enmienda a la Constitución de los Estados Unidos en la
que se recoge:
Sección 1. Ni los Estados Unidos ni ninguno de los estados denegará o limitará el derecho de los
ciudadanos de los Estados Unidos a votar en razón de su raza, color o anterior condición de servidumbre.
Sección 2. El Congreso tendrá potestad para hacer cumplir este artículo mediante la legislación apropiada.
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de quien dependía una nobleza feudal propietaria de las tierras, que tenía bajo su
dominio a un campesinado muy pobre y a ejércitos de guerreros (samuráis). Existían
artesanos y comerciantes, pero su papel era reducido, ya que el comercio con el exterior
estaba prohibido.
En la segunda mitad del siglo XIX, la llegada de norteamericanos y europeos a Japón y la
exigencia, ante su superioridad militar, de acuerdos comerciales abusivos, generó una
repulsa popular contra shogunato (gobernador militar) y favoreció que el emperador
Mutsuhito tomase las riendas del poder. Fue la denominada Revolución Meiji (1868),
que renovó las arcaicas estructuras de Japón.
En el ámbito político se propuso una cierta democratización, adoptando una
Constitución en 1890 inspirada en la de Alemania, pero en la que se continuaba
reservando todos los poderes el emperador.
En economía, Japón se abrió a las nuevas técnicas occidentales y constituyó el primer
ejemplo de crecimiento industrial ordenado y dirigido desde el Estado. El emperador
invitó a multitud de técnicos y profesores extranjeros, y muchos jóvenes japoneses
fueron a estudiar a Europa.
Los resultados fueron un éxito: se desarrolló el sector textil y metalúrgico, la red
ferroviaria, la construcción naval, etc., en parte, debido a la abundante y disciplina mano
de obra y a la constitución de grandes grupos industriales (zaibatsu), con apoyo
constante del Estado. Japón se convirtió, en una potencia industrial y sus aspiraciones
hegemónicas le llevaron a ejercer el imperialismo en Asia.
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C. LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL
1. LAS CAUSAS DE LA GUERRA
Entre 1900 y 1914, la configuración de dos bloques antagónicos y el aumento de las tensiones y
las rivalidades internacionales propiciaron una política de rearme de las grandes potencias. La
amenaza de una guerra parecía inevitable, por lo que a estos años que precedieron a su estallido
se les ha denominado “paz armada”.
A comienzos del siglo XX, la mayoría de los países europeos formaban parte de un complejo
sistema de alianzas entre Estados que se habían fraguado desde finales del siglo XIX. Estas
alianzas, que desembocaron en la Primera Guerra Mundial, se empezaron a forjar a instancias
de Alemania, en la época del canciller Bismarck.
Entre 1870 y 189, Bismarck promovió unos sistemas de alianzas internacionales que obedecían
a los siguientes principios: búsqueda del predominio alemán en la política continental europea,
la creación de un bloque de potencias con centro en el Imperio alemán y la contención de los
enemigos de Alemania. También pretendía el aislamiento de Francia para evitar un posible
revanchismo por la pérdida de las regiones de Alsacia y Lorena tras la derrota en 1870.
Con estos objetivos, el canciller Bismarck primero negoció la Liga de los tres Emperadores
(1873), una alianza entre los tres grandes imperios conservadores (Austria, Rusia y Alemania).
Seguidamente en 1879, Alemania y Austria firmaron la Doble Alianza, que comportó también la
ratificación de un acuerdo alemán con Rusia, mantenido en secreto. Finalmente, en el año 1882,
se firmó la Triple Alianza entre Alemania, Austria-Hungría e Italia, que fue uno de los ejes de la
política internacional hasta el inicio de la Primera Guerra Mundial, en 1914.
El Imperio ruso, que había quedado al margen de las últimas alianzas alemanas, se vio
amenazado por el aislamiento y reorientó su política exterior para hacer frente a las posibles
amenazas de la Triple Alianza. Después de mucha insistencia diplomática, se llegó a un acuerdo
francoruso en 1892, en el que se establecían las cláusulas de una ayuda mutua en caso de
amenaza militar alemana o austriaca.
Mientras Francia y Rusia reforzaban sus lazos, Gran Bretaña y Francia superaron sus rivalidades
coloniales y llegaron a un acuerdo, en abril de 1904, que se llamó Entente Cordial. Tres años
más tarde, Gran Bretaña estableció, por su parte, unos pactos con el Imperio ruso que ponían
fin a los enfrentamientos por cuestiones coloniales en Asia. Como consecuencia de estos nuevos
acuerdos diplomáticos, la vieja idea de Bismarck de aislar a Francia quedaba desbaratada,
mientras Gran Bretaña concertaba alianzas con los mayores enemigos de Alemania: Francia y
Rusia.
De este modo, frente a la vieja Triple Alianza entre Alemania, Austria-Hungría e Italia, surgió, en
1907, aunque de forma más difusa, una Triple Entente entre Gran Bretaña, Francia y Rusia. Los
futuros bandos combatientes de 1914 estaban ya perfilados.
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1.2. Los enfrentamientos entre imperialismo
Alemania también rivalizaba con Francia y Reino Unido y aspiraba a convertirse en una potencia
colonial en África. A principios del siglo XX, las pretensiones de Alemania de introducirse en
Marruecos, uno de los últimos territorios africanos todavía por repartir, chocaron los con
intereses de las potencias ya instaladas. Dos momentos de tensión hicieron presagiar una guerra
inminente:
Los Balcanes constituían una zona de conflicto en Europa como resultado de la disgregación del
Imperio turco. En la región se enfrentaban los intereses de Serbia y de Bulgaria, que pretendían
unificar y liderar a los pueblos eslavos del sur, y los del Imperio austrohúngaro y del Imperio
ruso, que aspiraban a ampliar su influencia en los Balcanes. Pare frenar el expansionismo
austriaco, Rusia se convirtió en protector y aliado de Serbia.
A partir de ese momento se puso el juego de alianzas, y en una semana toda Europa entró en
guerra. Rusia apoyó a Serbia y declaró la guerra a Austria. A su vez, Alemania, aliada de Austria,
declaró la guerra a Rusia y a Francia. La invasión de Bélgica, país neutral, por parte de los
ejércitos alemanes hizo que Reino Unido declarase la guerra a Austria y Alemania. Solo Italia se
mantuvo neutral.
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1.5. Características de la guerra
La contienda de 1914-1918 fue un
nuevo tipo de conflicto. Fue la
primera “guerra total” de la
historia contemporánea, en la que
se utilizaron todos los recursos
humanos, económicos y técnicos
de los países contendientes.
Se movilizaron casi setenta
millones de soldados. Los avances
técnicos e industriales del último
tercio del siglo XIX se pusieron al
servicio de la fabricación de un
armamento moderno y mortífero
(artillería, ametralladoras, navíos acorazados, submarinos, gases tóxicos, carros de
combate e, incluso, la aviación).
En todos los países beligerantes se impuso una economía de guerra dirigida por los
Estados. Se creó una “industria de guerra” para proveer de armamento y municiones al
ejército. La elevada movilización de soldados para la guerra obligó a recurrir a las
mujeres para el trabajo en las industrias y otros sectores tradicionalmente masculinos.
2. LAS FASES DE LA CONTINEDA BÉLICA
2.1. La guerra de movimientos (1914)
El inicio de la guerra estuvo marcado por el movimiento de las tropas en ambos frentes con el
objetivo de obtener una victoria rápida. El plan alemán (Plan Schlieffen) preveía atacar Francia,
entrando por Bélgica y Luxemburgo. En seis semanas, Francia habría tenido que capitular y
entonces los imperios centrales habrían podido dedicar todo su esfuerzo al frente ruso.
Al principio, las previsiones se cumplieron: los franceses atacaron Alemania por Alsacia, pero a
los pocos días tuvieron que retroceder derrotados. Mientras, los ejércitos germanos avanzaron
sobre Bélgica e invadieron Francia. Sin embargo, en pocos meses, el mariscal Joffre reorganizó
el ejército francés y consiguió para el avance de los alemanes en la batalla del Marne
(septiembre de 1914). Establecieron un frente de 800 kilómetros desde el canal de la Mancha
hasta Suiza, que dio paso a la guerra de posiciones.
En el frente del Este, una rápida ofensiva rusa sorprendió a los alemanes, pero fue rápidamente
frenada por las tropas comandadas por Hindeburg en la batalla de Tannenberg. Una nueva
ofensiva austroalemana reconquistó, durante el verano de 1915, los territorios de Galitzia,
ocupados el año anterior por los rusos, y conquistó la Polonia rusa y Lituania.
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2.2. La guerra de posiciones o trincheras (1915-1916)
Las previsiones de una guerra corta fallaron. Los estados tuvieron que movilizar sus recursos
económicos hacia la guerra y acudieron al mercado económico de los países neutrales para
buscar ayuda de todo tipo.
A partir de ese momento se amplió el número de contendientes. La entrada del Imperio turco
(noviembre de 1914) y de Bulgaria (octubre de 1915), al lado de los imperios centrales, trasladó
el conflicto a los Balcanes, y la intervención de Italia al lado de los aliados (mayo de 1915) abrió
un nuevo frente para el Imperio austrohúngaro. Además, la guerra se mundializó con la
participación de tropas coloniales y la extensión del conflicto a otros continentes (África, oriente
Próximo y Extremo Oriente).
En febrero de 1916, los alemanes intentaron romper el frente francés en el Norte de Francia e
iniciaron la Batalla de Verdún, que duró más de cuatro meses y en la cual los franceses
resistieron en sus trincheras. En julio, los aliados intentaron llevar a cabo una ofensiva en el río
Somme, pero sin éxito.
La guerra se extendió también a los mares y en batalla de Jutlandia (mayo de 1916), una parte
de las flotas alemana y británica fue destruida. Después, los alemanes iniciaron la guerra
submarina con el objetivo de imponer el bloqueo naval y destruir barcos que llevaban
suministros a los países aliados.
En año 1917 fue decisivo para el desarrollo del conflicto. Por un lado, los duros combates de la
guerra de trincheras sembraron el desánimo entre los soldados: las deserciones aumentaron y
se produjeron numerosos motines en el frente. Por otro, el triunfo de una revolución en Rusia
hizo que el país abandonase la contienda y firmase, en marzo, el tratado de Brest-Litovsk con
Alemania.
Todavía más determinante fue la entrada en guerra de Estados Unidos a consecuencia del
hundimiento de un barco estadounidense, el Lusitania, por un submarino alemán. La
incorporación de dos millones de soldados americanos y de la potencia industrial
estadounidense decantó la guerra a favor de los aliados.
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empezó a hundirse: la marina se amotinó y estalló una revolución inspirada en el modelo
ruso. El 9 de noviembre, el káiser abdicó, se proclamó una república y se firmó el
armisticio el día 11. La Primera Guerra Mundial había terminado.
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3. LA MOVILIZACIÓN DE LAS MUJERES
Si bien las mujeres no se incorporaron a los ejércitos, fueron movilizadas para que participaran
en el esfuerzo de guerra colectivo. De este modo, millones de mujeres reemplazaron en sus
puestos de trabajo a los hombres llamados a filas, y otras estuvieron presentes en el frente,
como en el caso de las enfermeras.
Esta participación femenina otorgó a las mujeres un protagonismo social y político que tuvo
consecuencias una vez finalizado el conflicto. Tras la experiencia bélica, las mujeres
demandaban ser consideradas en un plano de igualdad con respecto al hombre.
En 1919, los países vencedores se reunieron en París para preparar unos tratados de paz que
remodelasen Europa, pero sus intereses divergían en algunas cuestiones. El presidente de
EE.UU., Wilson, propuso un programa de 14 puntos para negociar la paz, basado en el derecho
de las nacionalidades a construirse en Estados, la destrucción de los imperios, la consolidación
de la democracia, el desarme y la libertad de comercio internacional. Por su parte los
mandatarios europeos, más perjudicados por el desarrollo de la guerra, deseaban fuertes
compensaciones por sus pérdidas.
En París se establecieron cinco tratados, cada uno de ellos dirigido a un país vencido. Todos ellos
fueron obligados a ceder territorios, a pagar reparaciones por los daños ocasionados y a reducir
los efectivos de su ejército. El más importante fue el de Versalles, que obligaba a Alemania a
reconocer su responsabilidad en la guerra y el imponía condiciones muy severas. Este tratado
fue recibido en Alemania como una imposición (Dicktat) y generó un importante descontento,
que iba a tener graves consecuencias en el futuro.
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4.2. Consecuencias del conflicto
Demográficas: La guerra tuvo en elevado costo humano. Murieron casi diez millones
de personas, sobre todo alemanes, franceses y rusos, y dejó seis millones de inválidos y
un elevado número de mutilados y heridos. Además, las privaciones alimenticias y las
carencias sanitarias facilitaron la propagación de la terrible gripe de 1918, que provocó
la muerte de seis millones de europeos y de 22 millones de personas a escala mundial.
La alta mortandad afectó especialmente a los hombres movilizados entre los 20 y los 40
años, y llevó a una disminución de la natalidad que duraría diversas generaciones.
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Económicas: El conflicto empobreció a los países beligerantes. Muchas ciudades,
campos de cultivo, industrias y vías de comunicación fueron destruidas. Se calcula que
Francia perdió el 30% de sus riqueza y Alemania el 22%, mientras que el potencial
industrial de toda Europa se redujo en un 40%, y el agrícola en un 30%.
Las finanzas públicas de los Estados quedaron completamente endeudadas a causa de
los empréstitos de guerra tanto en el interior (emisión de bonos de guerra) como en el
exterior (préstamos sobre todo con Estados Unidos). Además, se tenía que hacer frente
a los elevados costos de la reconstrucción.
La guerra significó la pérdida de la hegemonía europea en la economía mundial en
beneficio de Estados Unidos, que se convirtieron en líderes de las finanzas. Su producto
nacional bruto se dobló en los años de la contienda y sus reservas de oro casi se
triplicaron. Además, la flota estadounidense sustituyó a la británica como
redistribuidora del comercio mundial y el dólar sustituyó a la libra como moneda base
en las transacciones internacionales.
El conflicto también benefició a Japón, que aumentó considerablemente su producción
para hacer frente a los pedidos europeas, sobre todo de armamento. La guerra le brindó
la ocasión para diversificar su producción industrial, modernizar sus infraestructuras,
ampliar sus mercados y aumentar las exportaciones.
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Sociales. Los años que siguieron a la guerra fueron penurias para una buena parte de la
población, afectada por una subida de los precios que mermaba su capacidad
adquisitiva. Esta pobreza contrastada con los nuevos ricos que se habían beneficiado de
los negocios de la guerra (banqueros, comercios, industriales, exportadores agrícolas…)
y que hacían ostentación de su poder económico.
Esta situación hizo aumentar el malestar social y las manifestaciones y las huelgas se
extendieron por Europa. En 1919, estallaron revueltas impulsadas por los comunistas
siguiendo el modelo revolucionario ruso en Alemania (espartaquista liderados por Rosa
de Luxemburgo) y en Hungría (comunistas de Béla Kun). Ambas insurrecciones fueron
sofocadas violentamente.
Los tratados de paz que siguieron a la guerra dieron lugar a una profunda reestructuración
territorial de Europa:
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5. LA SOCIEDAD DE NACIONES
La Sociedad de Naciones fue una organización internacional, fundada al final de la Primera
Guerra Mundial, a iniciativa del presidente estadounidense Wilson. Su objetivo era asegurar el
mantenimiento de la paz, la seguridad colectiva, el desarme y la cooperación económica y
cultural entre los diversos Estados del mundo. Su sede se estableció en Ginebra. Sus órganos
rectores fueron cuatro:
Fue una organización débil que no pudo llevar a la práctica sus objetivos, ya que no disponía ni
de ejército ni de capacidad ejecutiva para forzar el cumplimiento de sus resoluciones. Además,
no se permitió la adhesión de los vencidos ni de la Rusia soviética, lo que significó que una serie
de países que tenían gran peso internacional quedasen fuera de la organización. Por último,
influyó mucho la no participación de Estados Unidos, que inició una política internacional
aislacionista después de que su Senado no ratificase el Tratado de Versalles.
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