Está en la página 1de 5

Historia Contemporánea La fiebre del caucho

Por Antonio Largo - marzo 23, 2018

Este articulo trata de la extracción y comercialización del caucho en América del Sur, en concreto
en la región amazónica de Brasil y Perú, analizando principalmente la época de su apogeo entre
1879 y 1912, periodo conocido comúnmente como la primera fiebre del caucho. Este negocio causó
profundas transformaciones tanto culturales como sociales: disparó la llegada de comerciantes y
aventureros, atrajo una gran riqueza, expolió los territorios de muchas tribus indígenas y en muchos
casos supuso la esclavización de muchos de los nativos como mano de obra para la industria del
caucho.
El caucho es un polímero elástico, que surge como una emulsión lechosa (conocida como látex) en
la savia de varias plantas, principalmente la de la Hevea Brasiliensis que crece en torno al río
Amazonas. Sin embargo, la mayor parte del caucho utilizado actualmente es producido
sintéticamente. Su carácter de aislante tanto eléctrico como acuático, su resistencia, flexibilidad y
durabilidad lo convierten en un producto polivalente con innumerables usos, desde la fabricación de
neumáticos hasta campos artificiales de fútbol.
En su lugar de origen, el centro y sur de América, el caucho ha sido recolectado desde mucho antes
de la llegada de los europeos, ciertos indígenas del Amazonas lo llamaban cautchouc, o “árbol que
llora”, y solían utilizarlo mezclado con otras sabias y resinas para hacer vasijas, o como acolchado
para el mango de ciertos instrumentos. Aunque sin duda el uso más significativo era el que le daban
algunos pueblos mesoamericanos como los mayas para fabricar las pelotas que utilizaban en su
famoso juego de la pelota hechas a partir de una mezcla compuesta por caucho y resina de guamol.
De hecho, los primeros colonizadores españoles se asombraban de los grandes botes de estas
pelotas.
Cuando las primeras muestras de caucho llegaron a España, se observó que este material era bueno
para borrar escritos a lápiz.
Sin embargo, no fue hasta mediados del siglo XIX cuando el caucho consiguió una relevancia
mundial por dos hechos fundamentales: la vulcanización y la invención del neumático.
En 1839, por accidente, un inventor de Boston llamado Charles Goodyear dejó caer una mezcla de
caucho y de azufre sobre una estufa caliente. Fue el principio de la vulcanización, llamado así en
honor al dios Vulcano, proceso que hizo mejorar enormemente su plasticidad y resistencia.
El neumático fue patentado en 1887 por John Dunlop. Este producto, fabricado a base de caucho,
muy resistente y duradero obtuvo rápidamente un enorme éxito comercial. Este hecho sumado a la
producción en cadena de automóviles por Henry Ford transformó el caucho de rareza en producto
esencial de la era industrial convirtiéndolo en el oro blanco de la selva Amazónica.

Indígenas mesoamericanos jugando a la pelota Extracción de látex.


Primera fiebre del caucho
Después de estos dos acontecimientos, la actividad de extracción del látex en la Amazonia se tornó
de inmediato en una empresa muy lucrativa teniendo su auge entre 1879 y 1912. El caucho natural
conquistó un lugar destacado en las industrias de Europa y Norteamérica, alcanzando un elevado
precio. Esto desencadenó la llegada masiva de extranjeros a Brasil, que venían con la intención de
conocer el famoso árbol del caucho y los métodos de extracción, con el fin de obtener ganancias
con este nuevo negocio.
En seguida, se organizó una vasta red de extracción y distribución del látex a través del sistema de
endeude. El trabajador debía entregar la goma a un patrono, llamado siringalista, quien había
asumido el riesgo de adelantarle alimentos, mercancías y herramientas con la promesa de obtener en
retorno el caucho. A su vez, este empresario se había financiado mediante una deuda contraída con
una Casa mayor, a la cual debía entregar el producto. De esta forma, unas pocas Casas,
principalmente la Arana, la Morey y la de Cecilio Hernández, controlaban finalmente la operación y
se encargaban de vender el látex a ciertas empresas exportadoras.
Esta “nueva industria” propició la fundación de ciudades en torno al cauce del Amazonas como
Manaus y Belém adquiriendo en poco tiempo una considerable relevancia económica. Esto fue
posible gracias al alto impuesto que se cobraba por la exportación del caucho. Estas condiciones
crearon un clima favorable para banqueros y comerciantes.
La anteriormente mencionada ciudad brasileña de Manaus, localizada en el estado de Amazonas,
era considerada en esta época la ciudad más desarrollada de Brasil y una de las más prósperas del
mundo. Era la única ciudad de este país en poseer luz eléctrica y sistema de acueducto y
alcantarillado. Manaus vivió su principal florecimiento con la fiebre del caucho, gozando de
tecnologías que otras ciudades del sur de Brasil no poseían. Ofrecía más de quince kilómetros de
tranvía eléctrico, cuando Nueva York o Boston sólo ofrecía tranvías tirados por caballos.
Conflicto Internacional
La incesante extracción descontrolada del caucho estaba en vías de causar un conflicto
internacional. Los trabajadores brasileños se adentraban cada vez más en las selvas de territorio
peruano y boliviano, en busca de nuevos árboles de caucho para extraer el precioso látex, generando
conflictos y luchas por cuestiones fronterizas que incluso llegaron a requerir de presencia militar en
las zonas limítrofes.
Esto acabó desembocando en la Guerra del Acre que fue una serie de escaramuzas entre Bolivia y
Brasil iniciadas en 1899 por la región del Acre, zona fronteriza reclamada por ambos gobiernos, rica
en árboles de caucho y yacimientos auríferos.
Tras una serie de combates y ante la indiferencia de gran parte de la población civil del Acre los
comandantes bolivianos tenían que decidir si continuar con la campaña militar o finalizar por la vía
diplomática. Al final, se decidió la segunda opción ya que Bolivia estaba desgarrada por la reciente
guerra civil de 1898.
Finalmente, estas contiendas concluyeron con el Tratado de Petrópolis en 1903 y la consecuente
anexión por Brasil de los territorios en los que Bolivia reclamaba su soberanía.

En rojo la región La ciudad de Manaus en Brasil


fronteriza del Acre. durante la fiebre del caucho

Abusos cometidos contra los indígenas


Durante la primera fiebre del caucho, los territorios amazónicos estaban habitados en su mayor
parte por etnias indígenas. La llegada de colonizadores en busca del preciado caucho a estos
territorios causó un choque cultural con los nativos. Estas explotaciones de caucho acabaron
causando una larga lista de abusos desmedidos contra los trabajadores indígenas de la zona que se
vieron esclavizados como fuerza obrera para satisfacer la alta demanda de caucho.
Los principales causantes de estos malos tratos fueron los caucheros, los funcionarios de las
multinacionales y las autoridades locales que no defendieron a los indígenas de su exterminio
motivadas por las altas tasas de impuestos que recibían por la extracción del caucho. Algunos de los
individuos que más daño causaron fueron los empresarios Julio César Arana y su hermano Lizardo
que trajeron desde Barbados a Perú numerosos capataces bien acostumbrados a agitar el látigo sobre
los trabajadores en las plantaciones de caña de azúcar británicas. Los boras, los witotos, los
andokes y otros pueblos indígenas que vivían en la cuenca del Putumayo fueron rápidamente
esclavizados.
Las inhumanas condiciones de trabajo unidas a las diversas enfermedades de la selva amazónica
como la malaria o la fiebre amarilla provocaron la muerte de miles de indígenas indefensos. Según
cálculos del escritor Wade Davis, por cada tonelada de caucho producida, un centenar de indios
quedaba marcado de por vida por latigazos.
El transporte del caucho desde las profundidades de la selva hacia las ciudades portuarias brasileñas
se hacía predominantemente por barcas. No obstante, era necesaria la construcción de una línea
ferroviaria que recorriese por tierra los tramos que el transporte fluvial no podía cubrir por los
numerosos desniveles, obstáculos y cascadas del río. Esta obra que duró unos cinco años se cobró la
vida de cerca de seis mil trabajadores indígenas.
Uno de los primeros en denunciar estas barbaries fue Walter Hardenburg, un ingeniero
estadounidense, que, en 1907, mientras viajaba por el Amazonas fue secuestrado por los hermanos
Arana tras ser testigo de abusos contra los pueblos nativos. Tras su liberación escribió el libro
<Putumayo: The Devil’s Paradise> donde reflejó todas las atrocidades que había presenciado. Esto
desencadenó una campaña de prensa inglesa (por aquel entonces en Gran Bretaña y en sus colonias
estaba prohibida cualquier forma de esclavitud desde 1834) en contra de estas prácticas. Esta
campaña, aunque en menor medida, también fue motivada por el interés británico de arrebatar el
monopolio del caucho a los empresarios sudamericanos como veremos más adelante. En
consecuencia, la Foreign Office envió a sir Roger Casement (diplomático que anteriormente había
estado en el Congo donde había denunciado duramente las malas condiciones que soportaban los
esclavos) para investigar las atrocidades que se atribuían a la Peruvian Amazon Company, de capital
británico pero cuyo presidente era el peruano Julio César Arana. Casement reflejó las brutalidades
cometidas por la empresa en un documento conocido como The Putumayo Black Book. A raíz de
esto, Julio César Arana fue convocado en la cámara de los comunes en 1913 pero el inicio de la
primera guerra mundial frustró el proceso y regresó a Sudamérica impune.
No se puede establecer con precisión cuantas personas murieron como consecuencia directa del
mercado del caucho pues hay gran diversidad de datos en distintas fuentes, aunque se estima que
fueron aproximadamente 30.000 indígenas. Algunas de las tribus que sufrieron estos abusos como
los witotos y los andokes fueron diezmadas y aunque sobreviven en la actualidad, la población se
encuentra muy mermada desde esa época.

Pesando caucho Indígenas explotados en plantaciones caucheras.

Fin del monopolio amazónico


A finales de la década de 1870, el monopolio que tenían las autoridades brasileñas les reportaba
mucho dinero y la demanda mundial que no paraba de aumentar, no hacía más que encarecer el
precio del famoso oro blanco. Es en este momento cuando el Imperio Británico establece como una
de sus prioridades la entrada en el mercado del caucho. La prohibición brasileña de extraer
simientes de la Hevea Brasiliensis, la dificultad de que las semillas sobrevivieran a un largo viaje
por el océano Atlántico y la adversidad para encontrar unas condiciones climatológicas similares a
las de la región amazónica acabaron por frustrar las primeras tentativas británicas.
A pesar de todos estos inconvenientes, la selva del Amazonas es muy extensa y es imposible
controlar todas las plantaciones y es en 1879 cuando Henry Wickham, un aventurero inglés que se
encontraba en América, se comprometió a petición de la Corona Británica a enviar miles de semillas
a Kew Gardens en Inglaterra. Wickham tenía un amplio conocimiento de botánica y ya había estado
anteriormente en Perú donde experimentó directamente la riqueza del boom del caucho y en la
región del Orinoco había aprendido con los indios a extraer el látex de la Hevea Brasiliensis. Tras
robar las preciadas simientes, a bordo del buque Amazonas, con 70 mil semillas a bordo, declaró en
la aduana brasileña que “llevaba sólo especímenes exóticos para el jardín botánico”. Para convencer
a las autoridades locales, contó con la ayuda del cónsul inglés en Brasil que había sido informado
previamente de su actividad y finalmente, la mayoría de las semillas llegaron intactas a Londres.
Este fue el primer caso registrado de “bio-piratería” de la historia. En 1876 los botánicos ingleses
habían logrado que germinasen un 4% de las semillas en invernaderos y en 1883 fueron sembrados
árboles de caucho en las colonias británicas en las Indias Orientales.
Durante los primeros años las plantaciones en Malasia, Ceilán e India se desarrollaron muy
lentamente principalmente debido a que el árbol del caucho tarda entre 6 y 8 años en crecer. En
1900 apenas se producían 4 toneladas en Asia por las 27.000 producidas en Brasil. No obstante, el
despegue de la industria automovilística explotó el interés británico por sacarle rentabilidad a este
mercado y la producción en 1916 de las plantaciones británicas producía Hevea suficiente para
abastecer el 95% de la demanda mundial por caucho de alta calidad. Una mejor planificación,
distribución, métodos de trabajo y organización provocaron que los precios de producción se
rebajasen en las colonias británicas. En consecuencia, los precios de producción brasileños dejaron
de ser competitivos.
Brasil, en ese momento, no contaba con la capacidad suficiente para movilizar los recursos de
capital y de trabajo necesarios para cambiar las reglas del juego. La opción resultante fue dejar que
los ingleses se quedasen con el monopolio hasta el exceso de producción, tal como ocurrió en 1922.
Bibliografía
Davis, Wade: El río, exploraciones y descubrimientos en la selva amazónica,

También podría gustarte