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Hemos sido creados por Amor y para amar

Lectura: Gn 1, 26-27. Gn 2, 4-7. 2, 21-24

Y dijo Dios: «Hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra, y manden en los peces
del mar y en las aves de los cielos, y en las bestias y en todas las alimañas terrestres, y en todas las
sierpes que serpean por la tierra.» Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios
le creó, macho y hembra los creó. Esos fueron los orígenes de los cielos y la tierra, cuando fueron
creados.
El día en que hizo Yahveh Dios la tierra y los cielos, no había aún en la tierra arbusto alguno del campo, y
ninguna hierba del campo había germinado todavía, pues Yahveh Dios no había hecho llover sobre la
tierra, ni había hombre que labrara el suelo. Pero un manantial brotaba de la tierra, y regaba toda la
superficie del suelo.
Entonces Yahveh Dios formó al hombre con polvo del suelo, e insufló en sus narices aliento de vida, y
resultó el hombre un ser viviente. Entonces Yahveh Dios hizo caer un profundo sueño sobre el hombre, el
cual se durmió. Y le quitó una de las costillas, rellenando el vacío con carne.
De la costilla que Yahveh Dios había tomado del hombre formó una mujer y la llevó ante el hombre.
Entonces éste exclamó: «Esta vez sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Esta será llamada
mujer, porque del varón ha sido tomada.» Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su
mujer, y se hacen una sola carne.

Misterio de la Iglesia:

La iglesia tiene su origen en Dios (prefigurada, preparada, manifestada en el tiempo presente)


El misterio de la Iglesia se manifiesta en su fundación por nuestro Señor Jesús en su predicación de la
“buena nueva” es decir, la llegada del Reino de Dios prometido desde los siglos en la escritura.
(Mateo 4 “arrepentíos porque el reino de Dios se ha acercado”)
La Iglesia en nuestro tiempo revelada va peregrinando entre las persecuciones del mundo anunciando la
cruz del Señor hasta que el venga, para revelar al mundo finalmente su misterio, aunque sea entre
penumbras, hasta que se manifieste en todo el esplendor hacia el final de los tiempos.

Constitución Dogmática Lumen Gentium – Capítulo I [Resumen]

«El tiempo de la historia de la salvación se articula en tres grandes «momentos»: al inicio, la creación; en
el centro, la encarnación-redención; y al final, la «parusía», la venida final, que comprende también el juicio
universal. Pero estos tres momentos no deben entenderse simplemente en sucesión cronológica.
Ciertamente, la creación está en el origen de todo, pero también es continua y se realiza a lo largo de todo
el arco del devenir cósmico, hasta el final de los tiempos. Del mismo modo, la encarnación-redención,
aunque tuvo lugar en un momento histórico determinado —el período del paso de Jesús por la tierra—,
extiende su radio de acción a todo el tiempo precedente y a todo el siguiente. A su vez, la última venida y
el juicio final, que precisamente tuvieron una anticipación decisiva en la cruz de Cristo, influyen en la
conducta de los hombres de todas las épocas».

Benedicto XVI, Ángelus del 30 noviembre de 2008.

Oración:

«Te agradezco, oh Dios, todas las gracias, de las cuales me colmas continuamente, que me iluminan
como los rayos de sol, y a través de las cuales me indicas el camino seguro.
Gracias, oh Dios, por haberme creado, por haberme llamado a la existencia de la nada, y por grabar en mí
tu divino sello. Y lo has hecho únicamente por amor.
Gracias, oh Dios, por el Santo Bautismo, que me insertó en la Familia Divina. Gracias, oh Señor, por la
Confesión, por esta fuente de grandísima misericordia. Gracias, oh Jesús, por la Santa Comunión, en la
que Tú mismo te nos das. Siento tu Corazón latir en mi pecho, mientras Tú desarrollas en mí la vida divina.
Gracias, oh Dios, por todas las inspiraciones, de las cuales me colma Tu bondad. Por estas iluminaciones
interiores del alma, que es imposible expresar, pero que el corazón percibe.
Gracias, oh Santísima Trinidad, por esta inmensidad de gracias, de las cuales me has colmado
incesantemente durante toda la vida. Mi gratitud crecerá al despuntar la eterna aurora. Cuando por
primera vez entone Tus alabanzas.»
Santa Faustina Kowalska (Diario La Divina Misericordia en mi alma, oración 1286)

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