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El concilio vaticano II tiene 4 constituciones.

La que vamos a ver es la constitución dogmática Lumen Gentium


Se tratan muchísimos aspectos en este documento
El concilio vaticano II fue el último concilio ecuménico, donde se tratan
problemas importantes del mundo con relación a la iglesia.
En total hubo 22 concilios ecuménicos en la Iglesia, el vaticano segundo se
dio en los años 60
El documento Lumen Gentium es muy importante porque el Concilio
vaticano primero, que había sido celebrado 100 años antes fue interrumpido
por una invasión a roma y no llego a tratarse el tema de la iglesia con mayor
profundidad, sobre todo sobre la iglesia hacia dentro y hacia fuera, tema que
va a tratarse en el concilio vaticano II, sino que se trató solamente el tema de
la infalibilidad papal en la constitución Pastor aeternus.
El concilio vaticano II va a ver la necesidad de tratar seriamente el tema de la
iglesia hacia dentro y en su relación con el mundo, hacia fuera, por esto
aparecen dos documentos muy importantes, Lumen Gentium sobre iglesia
hacia adentro, en su estructura, esencia y naturaleza y la constitución
pastoral Gaudim et spes que ve a la iglesia en su relación hacia afuera.

En la Lumen Gentium se abordan en general los siguientes temas:

Naturaleza de la iglesia
Como misterio y como sacramento de salvación, como pueblo de Dios y
como cuerpo místico de cristo.
Si bien estos temas ya estaban implícitos en la doctrina de la iglesia y en la
tradición cada vez se va ampliando, conociendo y explicitando más los
contenidos de la revelación.
Podemos ver como algo novedoso que la iglesia se verá como misterio y
sacramento, se hace una teología de la iglesia, que aborda a la iglesia desde
el misterio trinitario. En su momento Ratzinguer ya había visto este
documento como crucial hacia una teología de la iglesia, igual juan pablo II,
vio bien la importancia de este documento, donde la iglesia se ve desde el
misterio trinitario, como misterio y como sacramento de salvación.
Se ve también a la Iglesia como pueblo de Dios y como pueblo místico de
cristo
Todos iguales en dignidad por el bautismo

Importancia de los laicos.

También se ve el carácter jerárquico de la iglesia


Principalmente se ve la colegialidad de los obispos pero se subraya la
primacía del papa, el papa como autoridad máxima de la iglesia, ya que
había algunos que querían ver a la iglesia como democrática o colegiada
solamente pero se reafirma y se mantiene la primacía del papa.

Otra novedad que se trata son las Iglesias particulares diócesis, las que
tienen por autoridad a sus obispos.

Se ve la parte del ecumenismo y la relación de la iglesia con otras religiones

También se ve la unidad.

Culmina con la santa virgen como madre de Dios y como madre de la


iglesia.
La Iglesia es un misterio invisible y visible, se da en la iglesia peregrinante y
en la iglesia purgante y en la iglesia triunfante.

La iglesia parte desde la santísima trinidad


Se da en la historia pero trasciende a la historia, es una vinculación intima
entre el hombre y Dios, es el mismo cuerpo de Cristo. Es una realidad que
tiene un misterio.
En sus dos figuras desde el pueblo de Dios donde se ve la dignidad de todos
sus miembros, para participar del sacerdocio de los fieles, la iglesia pone en
su justo lugar el papel de los laicos religiosos de los presbíteros, diáconos y
los obispos.

Relación de la Iglesia peregrinante con la Iglesia triunfante


Está en camino hacia la plena comunión con su Señor en la consumación
final.
Importante la relación con Dios con la vida interior y personal de cada uno, la
santidad, y la comunión con los Santos
1- Misterio de la Iglesia- La iglesia tiene su origen en Dios (prefigurada,
preparada, manifestada en el tiempo presente)
El misterio de la Iglesia se manifiesta en su fundación por nuestro
Señor Jesús en su predicación de la “buena nueva” es decir, la llegada
del Reino de Dios prometido desde los siglos en la escritura
(Mateo 4 “arrepentíos porque el reino de Dios se ha acercado”)
La Iglesia en nuestro tiempo revelada va peregrinando entre las
persecuciones del mundo anunciando la cruz del Señor hasta que el
venga, para revelar al mundo finalmente su misterio, aunque sea
entre penumbras, hasta que se manifieste en todo el esplendor hacia
el final de los tiempos.

2- Pueblo de Dios – Fue voluntad de Dios salvar a los hombres NO


AISLADAMENTE sino constituyendo un pueblo que le sirviera
santamente. Primero eligió a Israel como pueblo suyo y pacto con él
una alianza, como figura de lo que sería la nueva y perfecta alianza
que había de pactarse en Cristo como revelación completa.
(Jeremías 31: 31-34 Hare un nuevo pacto con la casa de Israel y de
Judá) Convocando un cuerpo de judíos y gentiles unidos en un solo
espíritu constituyendo el pueblo de Dios.
El pueblo de Dios es universal y está presente en todas las razas de la
tierra, busca la unidad.
El pueblo de Dios es cuerpo del Señor, templo del Espíritu Santo y
Cristo su cabeza.

3- La constitución jerárquica de la Iglesia (Vinculado al episcopado)

Jesucristo edifica a su Iglesia enviando a sus Apóstoles como así su


Padre lo envió, y quiso que aquellos sucesores (Los Obispos) fuesen los
pastores de su Iglesia hasta la consumación de los siglos.
Puso al frente de los apóstoles al bienaventurado Pedro para que el
mismo episcopado fuese “uno solo Indiviso” y para que se instituyera
en la persona del mismo el principio y fundamento VISIBLE de la
unidad de la fe y de comunión.
Por esto aquellos apóstoles cuidaron de establecer sucesores en una
sociedad jerárquicamente organizada.
Padres de la Iglesia que atestiguan el obispado: Tertuliano, San Ireneo,
San Ignacio, San Clemente.
Infalibilidad en doctrina de fe y costumbres, el sumo Pontífice goza de
esta infalibilidad en razón de su oficio cuando como doctor y pastor de
todos los fieles proclama de una forma definitiva doctrina de fe y
costumbres.
Los obispos rigen como VICARIOS Y LEGADOS de Cristo. A ellos se les
confía plenamente el oficio pastoral o sea el cuidado habitual y
cotidiano de sus ovejas.

4- Los laicos.

Se designa a todos los fieles cristianos a excepción de los miembros del


orden sagrado y los del estado religioso aprobado por la Iglesia. Es
decir a los fieles en cuanto incorporados a Cristo por el bautismo
integrados al pueblo de Dios y hechos participes a su modo de la
función sacerdotal profética y real de Cristo, ejercen en la iglesia y en
el mundo la misión de todo el pueblo cristiano en la parte que a ellos
corresponde.
Cada laico debe ser ante el mundo un testigo de la resurrección y de la
vida del Señor Jesús y una señal del Dios vivo.

5- La vocación a la santidad de la Iglesia (Todos son llamados a la


santidad y los Religiosos también vinculados a la santidad)
La Iglesia es Santa por que Cristo es proclamado el “Santo” quien amo
a la iglesia como su esposa entregándose a Si mismo por ella para
santificarla.
Por ello en la Iglesia TODOS están llamados a la santidad.
Todos los fieles están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la
perfección de la caridad, incluso en la “Sociedad Terrena”

6- Los religiosos

Los consejos evangélicos de castidad consagrados a Dios de pobreza y


de obediencia son un don Divino que la Iglesia recibió de su Señor y
que con su gracia conserva siempre la Autoridad de la Iglesia bajo la
guía del Espíritu Santo.
La consagración será más perfecta cuando represente mejor a Cristo
unido con un vínculo indisoluble a su Iglesia y es necesario que la vida
espiritual de estos se consagre también al provecho de toda la Iglesia.
La Iglesia no solo eleva mediante su sanción la profesión religiosa a la
dignidad de estado canónico. Sino que, además, con su acción
litúrgica, la presenta como un estado consagrado a Dios. Ya que la
Iglesia misma, con la autoridad que Dios le confió, recibe los votos de
quienes la profesan, les alcanza de Dios, mediante su oración pública,
los auxilios y la gracia, los encomienda a Dios y les imparte la
bendición espiritual, asociando su oblación al sacrificio eucarístico.

7- La dimensión escatológica de la iglesia peregrinante y la celestial.

La Iglesia no alcanzará su consumada plenitud sino en la gloria celeste,


cuando llegue el tiempo de la restauración de todas las cosas y
cuando, junto con el género humano, también la creación entera, que
está íntimamente unida con el hombre y por él alcanza su fin, será
perfectamente renovada en Cristo, por El hizo a su Cuerpo, que es la
Iglesia, sacramento universal de salvación
Así que la restauración prometida que esperamos, ya comenzó en
Cristo, es impulsada con la misión del Espíritu Santo y por El continúa
en la Iglesia, en la cual por la fe somos instruidos también acerca del
sentido de nuestra vida temporal, mientras que con la esperanza de
los bienes futuros llevamos a cabo la obra que el Padre nos
encomendó en el mundo y labramos nuestra salvación.
Así, pues, hasta que el Señor venga todos, en forma y grado diverso,
vivimos unidos en una misma caridad para con Dios y para con el
prójimo y cantamos idéntico himno de gloria a nuestro Dios. Pues
todos los que son de Cristo por poseer su Espíritu, constituyen una
misma Iglesia y mutuamente se unen en El Ef 4, 16.
La unión de los viadores con los hermanos que se durmieron en la paz
de Cristo, de ninguna manera se interrumpe, antes bien, según la
constante fe de la Iglesia, se robustece con la comunicación de bienes
espirituales.
La Iglesia, teniendo perfecta conciencia de la comunión que reina en
todo el Cuerpo místico de Jesucristo, ya desde los primeros tiempos
de la religión cristiana guardó con gran piedad la memoria de los
difuntos y ofreció sufragios por ellos, «porque santo y saludable es el
pensamiento de orar por los difuntos para que queden libres de sus
pecados» 2 M 12, 46.
Siempre creyó la Iglesia que los Apóstoles y mártires de Cristo, por
haber dado el supremo testimonio de fe y de caridad con el
derramamiento de su sangre, nos están más íntimamente unidos en
Cristo; les profesó especial veneración junto con la Bienaventurada
Virgen y los santos ángeles e imploró piadosamente el auxilio de su
intercesión.

8- La virgen María madre de dios en el misterio de cristo y de la iglesia.

Queriendo Dios, infinitamente sabio y misericordioso, llevar a cabo la


redención del mundo, «al llegar la plenitud de los tiempos, envió a su
Hijo, nacido de mujer, para que recibiésemos la adopción de hijos»
Ga 4, 4-5. «El cual, por nosotros los hombres y por nuestra salvación,
descendió de los cielos y por obra del Espíritu Santo se encarnó de la
Virgen María» Este misterio divino de la salvación nos es revelado y se
continúa en la Iglesia, que fue fundada por el Señor como cuerpo
suyo, y en la que los fieles, unidos a Cristo Cabeza y en comunión con
todos sus santos, deben venerar también la memoria «en primer lugar
de la gloriosa siempre Virgen María, Madre de nuestro Dios y Señor
Jesucristo» proclamada como miembro excelentísimo y singular de la
Iglesia, como tipo y ejemplar acabadísimo de la misma en la fe y en la
caridad, y a quien la Iglesia católica, instruida por el Espíritu Santo,
venera, como a madre amantísima, con afecto de piedad filial.

Función de la Santísima Virgen en la economía de la salvación

Bajo esta luz aparece ya proféticamente bosquejada en la promesa de


victoria sobre la serpiente, hecha a los primeros padres caídos en
pecado. Asimismo, ella es la Virgen que concebirá y dará a luz un Hijo,
que se llamará Emmanuel. Ella sobresale entre los humildes y pobres
del Señor, que confiadamente esperan y reciben de El la salvación.
Finalmente, con ella misma, Hija excelsa de Sión, tras la prolongada
espera de la promesa, se cumple la plenitud de los tiempos y se
instaura la nueva economía, al tomar de ella la naturaleza humana el
Hijo de Dios, a fin de librar al hombre del pecado mediante los
misterios de su humanidad.
Como dice San Ireneo, «obedeciendo, se convirtió en causa de
salvación para sí misma y para todo el género humano». Por eso no
pocos Padres antiguos afirman gustosamente con él en su
predicación que «el nudo de la desobediencia de Eva fue desatado
por la obediencia de María; que lo atado por la virgen Eva con su
incredulidad, fue desatado por la virgen María mediante su fe» y
comparándola con Eva, llaman a María «Madre de los vivientes»
afirmando aún con mayor frecuencia que «la muerte vino por Eva, la
vida por María» 
La Santísima Virgen y la Iglesia

Uno solo es nuestro Mediador según las palabra del Apóstol Sin
embargo, la misión maternal de María para con los hombres no
oscurece ni disminuye en modo alguno esta mediación única de Cristo.
Pues todo el influjo salvífico de la Santísima Virgen sobre los hombres
no dimana de una necesidad ineludible, sino del divino
beneplácito y de la superabundancia de los méritos de Cristo; se
apoya en la mediación de éste, depende totalmente de ella y de la
misma saca todo su poder. Y, lejos de impedir la unión inmediata de
los creyentes con Cristo, la fomenta.
Con su amor materno se cuida de los hermanos de su Hijo. Por este
motivo, la Santísima Virgen es invocada en la Iglesia con los títulos de
Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora. Lo cual, embargo, ha de
entenderse de tal manera que no reste ni añada a la dignidad y
eficacia de Cristo, único Mediador
La Iglesia no duda en confesar esta función subordinada de María, la
experimenta continuamente y la recomienda a la piedad de los fieles,
para que, apoyados en esta protección maternal, se unan con mayor
intimidad al Mediador y Salvador.

El culto de la Santísima Virgen en la Iglesia

María, ensalzada, por gracia de Dios, después de su Hijo, por encima


de todos los ángeles y de todos los hombres, por ser Madre
santísima de Dios, que tomó parte en los misterios de Cristo, es
justamente honrada por la Iglesia con un culto especial. Y,
ciertamente, desde los tiempos más antiguos, la Santísima Virgen es
venerada con el título de «Madre de Dios»
Por este motivo, principalmente a partir del Concilio de Efeso, ha
crecido maravillosamente el culto del Pueblo de Dios hacia María en
veneración y en amor, en la invocación e imitación, de acuerdo con
sus proféticas palabras: «Todas las generaciones me llamarán
bienaventurada, porque ha hecho en mi maravillas el Poderoso»
Lc 1, 48-49. Este culto, tal como existió siempre en la Iglesia., a pesar
de ser enteramente singular, se distingue esencialmente del culto de
adoración tributado al Verbo encarnado, lo mismo que al Padre y al
Espíritu Santo.

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