Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Pepita y Manolo. Son un matrimonio bien avenido que tiene un gato. Pepita le ha dado de
comer hace un rato, pero el gato sigue molestando:
Ahora bien, Bravo considera que estamos ante necesidades universales de perfiles
muy difusos, de manera que cada cultura desarrollará hábitos propios que las acabarán
de clarificar; o sea, variará de comunidad a comunidad la manera en que los
interlocutores tienen que formular sus mensajes para crear o reforzar una esfera de
afiliación (y sentirse aceptados) y unas esferas de autonomía individuales (en las que se
sientan respetados) más o menos jerarquizadas.
Así las cosas, la cortesía se define como aquellos procedimientos discursivos
pensados para producir mensajes que promuevan la Imagen Social del receptor y
permitan una gestión interactiva tal, que el intercambio redunde en la interdefinición de
las Imágenes Sociales de los interlocutores como individuos autónomos aceptables
(Imagen Social de Autonomía) y dignos de confianza y, por lo tanto, afiliados a una
comunidad que los acoge (Imagen Social de Afiliación). La descortesía sería lo
contrario. Otro tanto podríamos decir de la auto-cortesía, simplemente, en este caso,
donde antes escribimos sobre la Imagen Social del receptor ahora habría que hablar de
la del emisor. ¿Podríamos hablar de auto-descortesía? En este momento, no puedo
ofrecer una respuesta afirmativa porque tanto la cortesía como la auto-cortesía implican
la intención de aumentar el antorno cognitivo mutuamente compartido y yo creo que
esto no se da cuando uno apedrea su propia Imagen Social.
Éste es un buen momento para volver al intercambio que Pepita y Manolo tenían
sobre la comida de su gato. Ahora podemos entender un poco mejor la reacción de
Pepita: Siente la pregunta de Manolo (¿Le has abierto sólo una lata?) como descortés;
un mensaje que proyecta sobre ella una Imagen Social que lesiona sus posibilidades de
ser aceptada (afiliación) por el grupo (matrimonio, amigos) como un miembro
competente cuya autonomía es digna de respeto y no necesita verse subordinada a la de
alguien con mejor criterio (jerarquía). Su respuesta airada (Oye... si crees que se ha
quedado con hambre, encárgate tú de darle de comer) es una reacción indeseada, una
respuesta que pretende hacer frente al envite que ella supone que existe en (1) y, de esta
forma, restaurar el equilibrio. La subsiguiente intervención de Manolo (Oye, no hace
falta que te pongas así; sólo te he preguntado si le habías abierto sólo una lata)
consiste en reconocer que Pepita no está respondiendo a la demanda de información de
su pregunta y esta falta de cooperación no se debe a que lo ignore o ningunee, es decir,
no se debe a que quiera lesionar su Imagen Social de Afiliación, sino a que parece que
Pepita encuentra en su pregunta (la de Manolo) una fuerza que lesiona su Imagen Social
(la de Pepita) y su respuesta airada se dirige a esa supuesta interpelación descortés.
Ahora bien, esta respuesta (la de Pepita) también ejerce, a su vez, una fuerza lesiva
sobre la Imagen Social de Manolo, quien debe, por lo tanto, responder de forma
adecuada para restaurar el equilibrio.
La respuesta de Manolo (3) podría haber sido algo así como lo siento cariño, he
sido demasiado brusco, o bien Lo que quería decir era que... Pero esta estrategia
implica, a su vez, reconocer un fracaso a la hora de formular (1), una falta de
competencia discursiva y, en consecuencia, lesiona su propia Imagen Social Autonomía.
La respuesta que da (Oye, no hace falta que te pongas así; sólo te he preguntado si le
habías abierto sólo una lata), de hecho, implica poner a Pepita ante su error, de manera
que sea ella quien reconozca que se equivocó al considerar (1) como una recriminación.
De esta forma, sustituye una afrenta de mayor calado (eres una persona tan poco
digna de confianza, a la que ni siquiera se le puede encomendar la alimentación de un
gato) por una afrenta menor: has cometido un error comunicativo; me has
malinterpretado y me debes una. La intervención final de Pepita (Sí... sólo una lata) nos
muestra que acepta el trueque y que, por lo tanto, la estrategia de Manolo tuvo éxito: no
sólo ha restaurado el equilibrio sin mayor lesión para su Imagen Social sino que lo ha
conseguido sin hacer demasiado daño a la de su cónyuge pero asegurándose de que ella
reconoce su error y su deuda: estableciendo un pequeño «escalón» jerárquico entre
ellos.
En el análisis de este ejemplo se ve que Imagen Social de Autonomía y la Imagen
Social de Afiliación no son sino los dos extremos de una cuerda, de manera que, si se
tira de un cabo, automáticamente repercute en el otro. Así, si Manolo hubiese previsto la
reacción de Pepita, podría haber formulado la pregunta de la siguiente manera: ¿Oye,
estaremos confundidos con la cantidad de comida que necesita nuestro gato?
Esta enunciación desfocalizadora del problema (no es error tuyo sino nuestro)
protege la Imagen Social de afiliación de su esposa, pues ya no es definida como poco
digna de confianza (Haverkate 1984: 56). Además, al no echarle nada en cara, tampoco
lesiona su Imagen Social Autonomía, pues, por un lado, proyecta sobre ella la imagen
propia de una agente capaz de actuar por cuenta propia que, en consecuencia, merece
respeto y, por el otro, no le pide que realice ninguna acción compensatoria (al oír la
pregunta articulada de esta manera, es difícil que Pepita entienda que Manolo le está
imponiendo que sea ella, dado que antes lo dejó a medias, la que termine de echar de
comer al gato). Por otro lado, con esta reformulación, Manolo está actuando
reflexivamente sobre su propia Imagen Social de afiliación al mostrarse como un
comunicador eficiente (evita que se inicie una escalada de posibles agresiones y contra-
agresiones). Además, al fomentar un clima de confianza mutua y aceptación también
mejora la Imagen Social de Autonomía porque permite que ambos interlocutores se
sientan más cómodos, más relajados y menos amenazados a la hora de comunicar sus
intenciones, tratar de influirse mutuamente y trabajar juntos (donde hay confianza da
gusto).
Vemos que los interlocutores interpretan los mensajes que reciben de otros
interlocutores evaluando qué tipo de imagen social proyectan sobre ellos: son aceptados
o no, y si son aceptados, ¿en qué términos? ¿Se respeta su autonomía o no? Es decir,
comunicarse no sólo implica, por ejemplo, decir, pedir, preguntar o suplicar cosas;
además, al decir, pedir, preguntar o suplicar, creamos un vínculo interpersonal. Este
vínculo supone un equilibrio inestable entre las Imágenes Sociales de Afiliación y
Autonomía de los interlocutores (Hernández Flores 2004, 2008). Al pedir ayuda a mi
profesor o al preguntar algo a mi esposa les reconozco una posición frente a la mía;
ahora bien, ¿es esa posición la que quieren tener? ¿Se encuentran cómodos en sus
límites o incómodos? ¿Se sienten dominados, reconocidos, vindicados? ¿Ese
reconocimiento les garantiza poder hacer lo que ellos quieren o no?