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Norma Martínez – conducción

Si bien no podemos decir que la prostitución es el oficio más antiguo del mundo, lo que sí es
seguro es que tiene antecedentes remotos, en varias culturas fenicias se practicaba la
prostitución como rito religioso en honor de la diosa Astarté, en las ciudades griegas más
importantes, la prostitución era una actividad casi cotidiana, mientras que en la antigua Roma
si bien era muy extendida era también símbolo de vergüenza. La prostitución es ejercida
mayoritariamente por mujeres para hombres, existe en menor medida prostitución masculina
donde los clientes también generalmente son hombres, entonces como dice Gonzalo
Portocarrero, estamos ante una forma de organización de la sexualidad que debe entenderse
en el contexto del patriarcado del sistema social definido por la dominación masculina. Por un
lado, Natalia Iguiñiz señala que tenemos que entender la prostitución como un fenómeno que
esta dentro del patriarcado, en el sentido que finalmente la prostitución sea de hombres,
mujeres y personas transexuales, además que el sujeto de deseo el 99% de las veces es un
hombre. Ese sistema implica una serie de cosificaciones de lo femenino, una serie de maltratos,
discriminaciones, pero también un sistema por el cual hemos organizado la sociedad, de tal
manera que esa amenaza permanente de alguien que rompe ese esquema de lo que debería
ser una mujer decente nos ha hecho excluirla, pero no existe la pregunta sobre por qué existe
ese oficio y a quien da el servicio, entonces no hay un real cuestionamiento de quienes son los
usuarios de ese servicio. Por otro lado, es usual que los hombres cataloguen a las mujeres
como prostitutas, pero también existen las propias mujeres que catalogan a otras que se salen
de la norma como prostitutas más allá del oficio mismo de la prostitución.

El término puta se convierten en la palabra perra, que inmediatamente se interpreta en una


forma fácil de descalificar a la mujer, por ejemplo “si no me hizo caso” es porque es puta, o de
pronto “tuvo una opinión que no me gustó” es una puta, “si quiere acceder a un cargo político
en el país”, lo hace porque es puta. Entonces las mujeres todo el tiempo estamos bajo el
escrutinio público, además que la mujer siente con la amenaza de caer en esa categoría de lo
abyecto o de lo que nadie quiere ser, pero lo que si tenemos que entender es que son personas
como cualquiera de nosotros que tienen los mismos derechos y que si por deseo o alguna
situación no deseada y llegaron a esa situación, eso no las vuelve personas que no tienen
derecho o no tienen voz y que por ello no pueden influir en las políticas publicas que les
competen.

La palabra prostitución proviene del latín “prostituere” que significa exhibir para la venta y que
se define como el intercambio de servicios sexuales a cambio de dinero.

Angela Villón señala que personalmente le gusta el termino prostitución, le gusta que le llamen
prostituta, porque esta dentro de la línea de la lucha por la reivindicación de la palabra que no
debe ser despectiva, que debe describir una realidad que es muy común y necesario en la
sociedad, pero por una cuestión política es que muchas de ellas también han decido que las
llamen trabajadoras sexuales porque desde el momento que les dicen trabajadoras, ya
políticamente están aceptando que lo son.

Richard Chuhue señala que en la época del Tahuantinsuyo no existió moneda por ese motivo
no podríamos hablar de prostitución en el sentido estricto de la palabra, pero el cronista
mestizo Garcilaso de la Vega escribe acerca de las pampayrunas, que son mujeres que
habitaban fuera de las llactas de las ciudades, también llamadas Mita Warmis que eran
mujeres destinadas a tener este labor, además que no podían mezclarse con el resto de la
población, tenían una reglamentación especifica ya que si ellas concebían sus hijos iban a ser
criados por el Estado.

Chuhue señala que con la conquista llego la esclavitud por eso mucho de los primeros
conquistadores llegaron trayendo a sus esclavas moriscas. El Perú se estaba llenado de mujeres
que en España tenían “mala vida”. Debido a esto, desde inicios del siglo XVI, ya se estaba
buscando alguna forma de control para el ingreso de estas mujeres y para que en Lima tengan
un espacio en el cual puedan ser recluidas.

Chuhue señala que hay estudios que señalan que los “amos” abusaban de su poder con
respecto a los esclavos con sus bienes y con las mujeres inducirlas a que tengan algún contacto
sexual, y eventualmente practicar la prostitución.

Además de la esclavitud con la conquista se instaló el racismo, a las mujeres indígenas negras e
incluso mestizas se les estigmatizó haciéndolas depositarias de muchos defectos y quedando
así en situación de marginalidad. Por ello es que algunas mujeres se vieron obligadas a ejercer
la prostitución de manera clandestina en los alrededores de la plaza mayor, que era el lugar de
máxima circulación de personas.

Chuhue señala que desde ese lugar estaban visitando a los hombres a comprar sus servicios
sexuales, también lo que era el antiguo cementerio frente a la catedral, tenía antiguamente
asociado unas tiendas que eran llamados “cajones”, y entre esos espacios se solían dar algunas
situaciones, lo que llevo que esta calle fuera llamada popularmente como “calle del peligro”
porque no solamente estaban mujeres que se dedicaban a la prostitución sino que
eventualmente podían los clientes tener algún tipo de percance como robos.

Durante el virreinato las mujeres que se dedicaron al trabajo sexual se ubicaron en distintos
lugares pequeños en la ciudad de Lima, por ejemplo, los Arrabales que quedaban cerca de las
Murallas y también en Los Portales de la plaza de Armas. Muchas de ellas se camuflaban como
vendedoras ambulantes o para pasar desapercibidas se ocultaban bajo la “saya” y el “manto”
característico de las tapadas, por ese motivo que las autoridades coloniales intentaron impedir
el uso de este característico traje que vestían las limeñas.

Chuhue señala que entonces hay mucha reglamentación en la época colonial que nos habla
acerca del intento de prohibición que tenían los distintos virreyes para este tipo de vestimenta,
pero no se logra porque no solamente lo usaban las prostitutas sino las mujeres en general, por
lo que se argumentaba que las meretrices aprovechaban ese disfraz para pasar desapercibidas.

Chuhue señala que el ejercicio de la prostitución en la época colonial tenia un tamiz bastante
particular porque no solamente se le asociaba a enfermedades como la sífilis, también hubo
muchas acusaciones para las mujeres que se dedicaban este oficio de ser brujas, bajo a ese
concepto es que la Santa Inquisición las juzga por prostitución, entonces el Estado Virreinal
recurre a esto porque el castigo que podría dar la Santa Inquisición eran más severos, en caso
de las mujeres asociadas a la plebe eran azotes públicos en las plazas y el destierro como
último fin, pero también había mujeres que se dedicaban a ofrecer sus servicios sexuales a la
clase aristocrática y noble, estas eran descritas como “mujeres blancas” y que por sus servicios
sexuales podían cobrarte mucho, por ende ellas eran las favoritas de los virreyes y nobles que
habían en Lima.
Roberto Prieto señala que los alrededores de la plaza de armas no eran el único lugar donde se
ejercía la prostitución en la temprana Lima virreinal. El Callao y el Rímac también fueron focos
importantes.

Las plazas de armas, la zona bajo el puente, el jirón amazonas, la plaza martín y zonas fuera de
lima, eran otros de los lugares donde se les había establecido como “zonas prostitucionales”.

Chuhue señala que la plaza Bolívar también era un mercado y por lo tanto tenía esta
connotación, la plaza que esta frente a la iglesia San Francisco también era un antiguo
mercado, el Rímac que era una zona popular como “abajo del puente”, el mercado de Baratillo
que era una zona en que los limeños, incluso iban para escapar de la reglamentación que
existía dentro de la Lima cuadrada, era una especie de zona liberada y por último el Callao.

En la época colonial se ve la prostitución como un delito que hay que reprimir de forma muy
severa como señala Roberto Pietro en su libro “Guía secreta, barrios rojos y casas de
prostitución en la historia de Lima”. En 1623, se emitió una cedula que ordenaba el cierre de
todas las casas de mancebía existentes en los reinos de España y en 1660 otra cédula ordenaba
detener a todas las mujeres perdidas, en 1670 el virrey conde de Lemos inauguró un
establecimiento de mujeres pecadoras, escandalosas, criminales o de vida licenciosa llamado
“casa de recogimiento de las amparadas de la concepción. Dos décadas después el virrey conde
de Monclova implementó en esta casa una reclusión exclusiva para mujeres públicas.

Chuhue señala que así se les llamaba en ese tiempo a las meretrices para tratar de corregir de
alguna manera su conducta, porque hasta ese momento a las prostitutas solamente se les
encerraba en cárceles comunes con el resto de los presos.

Chuhue señala que en el siglo XVIII con los Borbones y la introducción de las ideas ilustradas se
intentaron hacer cambios que al final no se lograron aplicar de manera efectiva. Y que afines
del siglo XVIII lo que ocurre es que están buscando darles a estas mujeres un tipo de trato
distinto que es el trabajo, entonces una famosa intención de un grupo de ilustrados limeños,
una sociedad de beneficencia específicamente destinada a que estas mujeres sean llevadas a
trabajar en “telares” para que se consigan un trabajo que les permita subsistir y que no tengan
que recurrir a vender sus servicios sexuales.

En la antigua época la cuadra 4 del jirón de la Unión se llamaba “mercaderes” por la cantidad
de comercios y hoteles que existían, algunos de ellos estaban dedicados al meretricio como
también se le conoce a la “prostitución”. En el siglo XIX, varios relatos periodísticos y literarios
se daban cuenta de lo que sucedía, llamando a las mujeres que se dedicaban a esta actividad
como “mujeres públicas”. Uno de esos hoteles se llamaba “El bola de oro”, además tenía bar,
villar y una reputación no tan santa.

En el actual jirón Cailloma y en la zona de la faltriquera del Diablo, muy cerca de la plaza San
Martin surgieron los primeros establecimientos de comercio sexual. En la segunda mitad del
siglo XIX, Manuel Atanasio Fuentes decía que en Lima había 640 prostitutas que ejercían su
oficio en las posadas o tambos de la periferia de la ciudad y que las mujeres que se querían
rehabilitar moralmente acudían a la casa del buen pastor que se había inaugurado en 1879, el
mismo año en que se inició la guerra con Chile.

Mercedes Medrano tenía un local en lo que hoy se le conoce como “las esquinas de
Huancavelica y Angaraes” en el centro de Lima, por ese entonces está era una zona discreta
porque estaba alejada de la ciudad. El local de la Sra. Medrano era muy elegante, visitado por
empresarios y personas adinerada, decían por ese entonces que “quien no había visitado el
local de Mercedes Medrano aún no era muy varón”.

Roberto Prieto señala que en su libro “Mercedes Medrano” menciona a una mujer chilena que
tenia su casa de prostitución, una de más reconocidas desde inicios del siglo XX, que
paradójicamente quedaba a media cuadra de la iglesia “Las nazarenas”, y ahí iban de manera
escondida aquellos personajes de la época en Lima.

Con el tiempo el local de madame Medrano se traslado a la calle Ormeño que quedaba en las
ultimas cuadras del jirón Carabaya, y ahí gozaba del gran prestigio que tenía en aquella época.

Un aspecto importante en el ambiente que rodeaba estas “casas de citas” o “casas de


tolerancia” era la música, se decía que de noche estos lugares se movían al ritmo de la “música
criolla”.

Como dice Roberto Prieto, en 1900 la prostitución estaba dispersa en la ciudad, en galopante
crecimiento y sin ninguna norma que la organice, debido a esto en 1905 la policía reglamento
que las “casas de tolerancia” debían estar situadas en terminales de la ciudad, como en calles
menos transitadas, no próximas a colegios, iglesias, cuarteles, hospitales. También se refería
entre otras cosas a la sanidad de las mujeres que debían ser reconocidas semanalmente por los
médicos de la policía, del mismo modo se prohibía la apertura de nuevas casas de tolerancia y
casas chinas de prostitución.

Roberto Pietro señala que Pedro Dávalos hizo un estudio sobre la protección en Lima en 1907 y
cita estos nombres de “casa tolerancia”, sin embargo, también se le denomina como “casa
china de prostitución”, ya que en aquella época también hubo mucha inmigración china.

Fue a finales de la década de 1920 exactamente en 1928 cuando se dispuso la creación de un


barrio rojo para controlar la prostitución en la ciudad el sitio escogido fue el antiguo “jirón 20
de septiembre” en el naciente distrito de la Victoria, en ese entonces allí acababa la ciudad de
Lima, la calle cambió de nombre por las quejas de la colonia italiana que no quería que el
nombre en su fiesta nacional sea el mismo nombre de la calle de la prostitución, por eso se le
puso “Huatica” por el rio que corría por allí cerca, más tarde a esta calle se le llamo
“renovación”.

Pietro señala que en esa época se generaban bastantes problemas en diferentes partes de la
ciudad que estaban vinculadas a estas casas de prostitución, y las autoridades deciden
agruparlas a todas y trasladarlas hacia los exteriores de la ciudad, que en aquella época llegaba
básicamente hasta zona de la Av. Grau. A inicios del siglo XX, esta avenida ya era básicamente
zona de huertas y un poco de crecimiento urbano que vivía gente pobre.

Cuenta Marco Aurelio Denegri que, en los años 50, el solía frecuentar el jirón Renovación y que
era un barrio rojo pintoresco, que dentro de cada una de esas casas había cuartos pequeños
lleno de afiches de mujeres con poca ropa, también cuenta Denegri que por esas calles se
sentía el olor a hierbas aromáticas y el sonido tropical de la música de moda en esos tiempos.

Pietro señala que Huatica era un barrio con calles transversales donde se generaron bastantes
prostíbulos, burdeles, bares y diferentes comercios que se hizo muy conocido con el pasar de
los tiempos. Luego, con la segunda guerra mundial empezaron a llegar bastantes extranjeros y
poco a poco “Huatica” se hizo más conocido a nivel Sudamérica.

Para Eloy Jauregui el jirón Huatica era un tajo cicatrizado en el mismo vientre de la Victoria.
Pietro señala que las siete cuadras de Huatica estaban clasificados por niveles
socioeconómicos, las casas de prostitución comenzaban desde la Av. Grau, y a medida que
subías las cuadras iban variando los precios desde la más barata hasta la más cara, y había
diferentes tipos de mujeres para escoger como las afro peruana que eran consideradas las de
“color”, luego estaban las serranas, las cholas, las mestizas y las francesas que eran las más
caras en esa época.

La literatura también recrea la huella que el jirón Huatica dejó en famosos escritores como
Oswaldo Reynoso y Mario Vargas Llosa. Por un lado, en el libro “El pez en el agua”, Mario
cuenta cómo fue su primera incursión en ese lugar cuando era joven y estaba en el colegio
militar Leoncio Prado, también relata que en una de sus visitas a Huatica conoció a una mujer a
la que él y sus amigos la apodaron como “las pies dorados”.

Pedro Novoa señala que Mario Vargas Llosa en uno de sus temas habla acerca de “las pies
dorados”, que es un personaje que se va construyendo a partir de comentarios de los jóvenes
que estaban en el colegio, él construye ese personaje acerca de una mujer hermosa,
exuberante que tiene los pies cuidadosamente pintados de color dorado, en la cual se ve
reflejado en su obra “La ciudad y los perros”.

Pedro Novoa señala que Oswaldo Reynoso fue otro escritor que transito mucho por el universo
marginal y abordó también la prostitución, en su obra “Cuentos inmorales – El Príncipe” cuenta
como el personaje después de haber tenido un botín de dinero y cierto éxito que salió en las
planas policiales va a buscar a una prostituta, y ella le dice “tú ya con dinero ya no eres tú” y lo
deja.

A mediados de la década de 1950, llegó el fin al primer barrio rojo establecido por las
autoridades. Lima estaba creciendo y Huatica ya no se encontraba en los márgenes de la
ciudad, sino que estaba dentro de ella. En julio de 1956, comenzaron a cerrar todos los
prostíbulos y casas de tolerancia de la afamada calle y en octubre se procedió a su clausura
definitiva.

Pietro señala que cerraron el barrio rojo de Huatica y lo trasladaron a la Av. México, y esto
ocurrió debido a las quejas que los vecinos tenían por los escándalos que pasaban ahí, además
que en esa época no era bien visto moralmente. Por otro lado, La floral marcó un cambio con
respecto a Huatica, primero porque la mayoría de trabajadoras sexuales venían de provincias y
estaban explotadas por proxenetas limeños, chilenos y japoneses. Además, se hacía más
evidente la carga homosexual.

Angela Villón señala que antes había una necesidad de las trabajadoras sexuales para poder
entrar al trabajo de tener un caficho, era prácticamente obligado porque los cafichos tenían
rodeada a lima y se habían repartido sus esquinas, luego con el tiempo el empoderamiento
femenino los cafichos dejaron de existir.

Otro cambio que trajo La Floral era la disposición espacial de los establecimientos, allí
aparecieron los llamados corralones.

Pietro señala que una de las diferencias mas notorias es la alta carga provinciana, que empezó
en la prostitución de la floral, a diferencia de Huatica que todavía había mezclas de diferentes
lados, también otra diferencia era la conciliación urbana que había de Huatica a la Victoria,
donde empiezan a proliferar los corralones en base a triplay y madera.
Pedro Pablo Ccopa señala que cuando vivía en Balconcillo, la gente del barrio hablaba mucho
de la Av. México y La floral, sobre todo porque ahí había féminas que prestaban sus servicios
sexuales y que eran de procedencia extranjera, entonces llamaba mucho la atención que
hubiese francesas, chilenas, brasileñas, colombianas.

Un dato curioso es que en la primera cuadra de la Floral estaba el prostíbulo de una mujer a
quien llamaban “la chalaca”, en ese prostíbulo trabajaba la mujer del mítico delincuente
“Tatán”.

Fanny quien era la novia de Tatán, fue la primera trabajadora sexual que hacía servicio sexual
completo, que incluso en esas épocas las trabajadoras sexuales no necesitaban desnudarse a
diferencia que ahora se ha ido perfeccionando, y que alguna manera hoy en día se ve más
naturalizado, a diferencia de aquellas épocas que era muy “tabú”.

Sin embargo, la Floral no duraría mucho. En 1966, la municipalidad de la Victoria ordenó la


demolición de los casi 40 corralones que 10 años atrás habían facilitado en implementar,
paralelamente a la aparición de la Floral, a prostitución clandestina había tomado otros
espacios de la ciudad.

Pietro señala que empezaron a surgir zonas informales de prostitución, en los 60 y 70 Lima ya
había crecido bastante, era diferente y empiezan las conocidas zonas de la Av. Arequipa y la Av.
Petit Thouars que comienzan a llenarse de prostitutas, en esa época las autoridades ya no
pudieron hacer nada, simplemente crearon una zona roja que concentre todas las actividades
prostitucionales.

Se dice que en esta época existían 30 mil trabajadoras sexuales en la capital las cuales 25 mil
eran clandestinas y que ello se debía al cierre de los “Barrios rojos”.

Por otro lado, en el jirón Cailloman hasta el día de hoy se ejerce la prostitución clandestina, fue
durante la década de los 90 cuando comenzó a proliferar una prostitución más callejera y
marginal.

Luego del cierre de la Floral surgieron dos negocios privados que se convertirían en principales
protagonistas del negocio del placer en la ciudad, como el “5 1/2” en ATE y “El troca” en el Callao.
Asimismo, alrededor del kilómetro 51/2” de la carretera central se levantaron moteles que
acogían a las parejas que querían disfrutar del placer. De igual manera, en el Callao había casas
de juego, tabernas, posadas y muchas veces asistían estas trabajadoras sexuales clandestinas a
estos lugares. Se dice que el virrey Toledo que gobernó el virreinato peruano a partir de 1569
dispuso el traslado de estas mujeres del Callao a San Lázaro, en lo que hoy conocemos como el
“Rímac”.

Los lugares donde se ejercían la prostitución en el Callao fueron cambiando a lo largo de los
años, primero fue la antigua “Av. Constitución”, luego el “triangulo” formado por la “Av.
Constitución, la Av. 2 de mayo y la Av. Sáenz Peña”, pero el lugar que se convirtió en el gran
complejo prostitucional como lo llama Roberto Prieto, fue a partir de 1966 el Tronca.

Este complejo que parecía una pequeña ciudad lo componían tres edificaciones el “Trocadero”,
la “Salvaje” y el “Botecito”, se dice que en su mejor momento iban alrededor de 2000 personas
al día. Por un lado, la Salvaje era el edificio del medio y se dice que en el Trocadero estaban las
trabajadoras que cobraban más caros sus servicios.
A partir de la década de los 80 la fama del 5 1/2 y del Troca comenzó a decaer por distintos
motivos en el caso de 51/2 la razón fue la aparición y multiplicación de los hostales en cada
rincón de la ciudad, el placer se tornó menos discreto, antes el sexo era oculto, era tabú o se
ubicaba lejos de la ciudad, en la actualidad las cosas han cambiado.

En conclusión, podemos reconocer que la prostitución es el oficio más antiguo y un fenómeno


extendido mundialmente, más allá del debate acerca de implantar Barrios Rojos o barrios de
trabajos sexuales en nuestra ciudad, es importante observar otras realidades o aprender de
experiencias pasadas que nos conduzcan a la mejor solución de este asunto. Por otro lado, el
video nos informó acerca de un tema muy controversial y delicado que mucho de nosotros
desconocía, y nos muestra una manifestación de nuestra cultura desde tiempos antiguos y que
hoy en día aun sigue siendo un tabú en el Perú.

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