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TRABAJO DE INTEGRACIÓN FINAL

SEMINARIO DE PRÁCTICA CORPORATIVA

LEGALIZACIÓN DE LA PROSTITUCIÓN

INTRODUCCIÓN.............................................................................................................3
Prostitución en Argentina a lo largo de la historia.
La prostitución en la Antigüedad
La prostitución en la Edad Media
La prostitución en la Edad Moderna
La prostitución en la Edad Contemporánea
.....................................................................................................................................5
LEGISLACIÓN:..............................................................................................................10
DERECHO COMPARADO............................................................................................15
CONTEXTO SOCIAL DEL Necesidad de regulación...................................................17
Análisis de encuesta..................................................................................................17
NUESTRAS CONCLUSIONES.....................................................................................23
ARTÍCULADO DE NUESTRO PROYECTO DE LEY................................................23
BIBLIOGRAFÍA..............................................................................................................31
ANEXO..........................................................................................................................32

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INTRODUCCIÓN.

Hemos elegido la legalización de la prostitución para nuestro trabajo de


investigación, el cual al día de hoy es un tema sensible que genera mayor
confrontación política y comenzar un trabajo que tiene como protagonista a la mujer es
iniciar una tarea difícil y con larga historia. La consideración, el criterio, la forma de ver
a las mujeres ha pasado por diversas etapas, algunas más conocidas y otras menos,
algunas la han favorecido y otras la han dejado en un lugar indeterminado, relegado e
invisible.

Sabemos que no es sencillo ni habitual abordar este asunto de una manera sosegada,
como resulta tan polémico se suelen emplear términos y actitudes que dificultan llegar
a cualquier entendimiento. Comprendemos que se defiendan con vehemencia las
creencias propias y que cause profunda indignación hablar de un tema tan sensible,
pero no es posible analizar un fenómeno social de esta complejidad en base a
eslóganes ni planteamientos maximalistas. Sin embargo, hay que ser conscientes de
que la problemática de la prostitución es trasversal y divide a partidos, sindicatos y
movimientos sociales de todo signo y condición. Nuestra intención es encontrar puntos
de unión o consenso para conseguir lo que, se supone, debería importarnos: sacarlo
de la banalización y de ser considerado un tema tabú el cual es la prohibición de hacer
o decir algo determinado, impuesta por ciertos respetos o prejuicios de carácter social
o psicológico para poder evolucionar, tomar conciencia de que hay temas y problemas
que están, que existen y así mejorar la situación y las oportunidades de las personas
que desempeñan esta actividad

Prostitución en Argentina a lo largo de la historia.

En Argentina La primera legislación que se conoce sobre el tema data de 1875 y


declara a la prostitución una actividad legal en la Ciudad de Buenos Aires.

El crecimiento de la inmigración en Argentina fue exponencial, entre 1853 y 1930


ingresaron 6.000.000 de personas, en su mayoría varones que venían a probar suerte,
buscando un futuro mejor al que Europa podía darles en aquel momento. Pero el
mercado laboral favorecía a la mano de obra masculina, mientras que la femenina
engrosaba el sector informal de la economía, con los trabajos peores pagos.

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El contexto económico y social forzó a miles de mujeres a permanecer en situación de
prostitución y permitió el desarrollo internacional de redes de trata a gran escala en el
país.

En las primeras legislaciones puede verse una política de regulación de la prostitución


por parte del Estado bajo el argumento de tratar de controlar las enfermedades
venéreas. Por ejemplo, en julio de 1920, mientras se mantenían las condiciones
sociales y económicas que impedían el acceso de las mujeres a la educación, la salud
y el trabajo, las autoridades municipales de la Ciudad de Buenos Aires dictaron una
Ordenanza donde obligaban a las mujeres en situación de prostitución a tener una
libreta sanitaria y la inspección médica periódica obligatoria.

En 1926 hay una disposición municipal, también en Buenos Aires, que hace referencia
a “la moral e higiene”, buscando obtener un “registro de nombre y filiación de
prostitutas y sirvientas, que deberá ser sellada en la Comisaría”. Además “los
prostíbulos no debían tener signos externos que denunciaran su existencia y la
atención médica de las mujeres enfermas debía estar a cargo de los médicos de la
Intendencia Municipal”. Nótese ya la participación policial y cómo la profilaxis va
transformándose en una cuestión de “moral”.

Pero los tiempos empezaban a cambiar. Hacia 1930 se conoció con gran escándalo,
gracias a la valiente denuncia de Raquel Liberman, cómo operaba la organización Zwi
Migdal con la trata de mujeres inmigrantes. La organización existía desde 1906 bajo la
cobertura de la “Sociedad de Socorros Mutuos” y se supo que para 1929, con el
nombre de “Sociedad Zwi Migdal”, el gobierno de la provincia de Buenos Aires le había
otorgado la personería jurídica. Así podían traer engañadas a mujeres judías que
escapaban del fascismo y las obligaban a prostituirse con total legalidad estatal.
“Raquel Liberman, la Polaca protagonista de este libro, se atrevió a desafiar con su
denuncia a la organización judía de tratantes de blancas Zwi Migdal, que –amparada
en la corrupción de la institución policial- engañaba, secuestraba y esclavizaba a
mujeres inmigrantes para hacerlas trabajar en burdeles” (“La Polaca” de Myrtha
Schalom) .

Para 1934, se dispuso la clausura de los prostíbulos en la Capital Federal y se


propusieron preparar una legislación para la abolición de los prostíbulos en todo el
país.

En 1935 se dispuso la clausura y desocupación inmediata de casas ocupadas por


prostíbulos. Este decreto comprendió también a hoteles y fondas con alojamientos,

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casas amuebladas y posadas. Nuevamente fueron cobertura de la prostitución los
cafés, para conseguir clientes al paso, cabarets, por una noche, restaurantes, etc.

Finalmente el 17 de diciembre de 1936 se sancionó la ley 12.331, llamada de


“Profilaxis de enfermedades venéreas” y se promulgó el 30 de diciembre de ese
mismo año.

Esta ley tenía un claro carácter abolicionista con vigencia en todo el territorio nacional.
El ejercicio individual de la prostitución no fue especificado como delito, o sea que era
una actividad lícita, siempre y cuando no se realizara en forma “escandalosa” y no
afectara “el pudor público” en el que sería calificado como contravención. ¿Quién
controlaría esta actividad? Nuevamente, la policía.

La prostitución en la Antigüedad

La prostitución no ha tenido la misma consideración, ni social ni moralmente, a lo largo


de la historia y en los diferentes lugares del mundo. Tampoco ha tenido el mismo
tratamiento en las leyes. Francisco Núñez desmitifica en su libro “Mujeres públicas.
Historia de la prostitución en España” (1995) que esta actividad sea el oficio más
antiguo del mundo, idea socialmente muy extendida. Los oficios más antiguos tuvieron
que ser el de cazador y recolector, como nos debe indicar el sentido común, no es
probable que en el paleolítico existiese prostitución como hoy la entendemos por el
modo en que se viviría la sexualidad en aquella época. Sin embargo hasta nuestros
días han llegado informaciones sobre formas de comercio sexual que hoy parecen
impensables. Varios antropólogos sitúan su origen en la prostitución religiosa. En el
Siglo VII a. C. en el reino de Tartessos (sur de la península ibérica) las mujeres
ofrecían servicios sexuales en el Templo pagano de Astarté a cambio de donativos
para mantener el culto religioso. Templos de similares características existieron en el
Imperio sumerio (cuarto milenio a. C.) según nos relata Emmett Murphy (“Historia de
los grandes burdeles del mundo”) donde se practicaba la prostitución sagrada. En
Babilonia, nos cuenta Herodoto, todas las mujeres nativas debían “ofrecerse a un
desconocido” al menos una vez en la vida para mantener económicamente el templo
de Myllita. Este mismo escritor cuenta que las pirámides de Egipto se construyeron
gracias a la prostitución y los ingresos que ésta generaba. Y en Tesis Doctoral 43
Corinto los ingresos de esta actividad ejercida en el Templo de Afrodita sufragaban los
gastos de las continuas guerras con Atenas. Resulta curioso descubrir cómo en
muchos de estos casos las mujeres no se beneficiaban de los ingresos generados por
la actividad, así como la falta de libertad que implicaba la misma. En este aspecto las

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cosas no parecen haber cambiado tanto en nuestros días. En la Grecia clásica la
prostitución tuvo también origen religioso, según diferentes fuentes, aunque
posteriormente la secularización de la actividad por parte del estadista Solón no
provocó la pérdida de clientes. La prostitución estuvo estrictamente regulada y
controlada por el Estado llegando a crear los primeros burdeles municipales de la
historia (siglo VI a. C.). Las prostitutas tenían diferente reconocimiento social siendo
muy famosas las “hetairas” que llegaron a tener gran influencia social y política ya que
eran las mujeres más cultas de la época. En el Imperio Romano también las
prostitutas estaban clasificadas de forma muy rigurosa, pudiendo destacar a las
“delicatae” como el equivalente a las “hetairas” griegas o las “bustuariae” que ejercían
cerca de los cementerios, siendo muchas de ellas las propias plañideras. Es preciso
resaltar también que desde los orígenes encontramos la figura de la “madama” y el
“chulo/proxeneta”, también en la Roma clásica, teniendo este último muy mala
consideración social. La Biblia tiene un curioso tratamiento respecto a la prostitución.
Por un lado la condena (sobre todo en casos particulares en el Antiguo Testamento)
pero posteriormente vemos cómo Jesús no condena a las prostitutas y les promete el
reino de los cielos antes que a quienes cumplen la ley israelita, dice así: “publicanos y
prostitutas os precederán en el reino de los cielos”. 44 Tesis Doctoral En los
burdeles musulmanes las mujeres aprendían a cantar, bailar y tocar el laúd siendo las
“auliemehs” las equivalentes a las “hetairas” griegas. En el Siglo XVI el cronista
Domingo Paes nos cuenta que la prostitución en la India tiene una historia de tres
milenios y que las prostitutas tenían gran poder adquisitivo, estando bien consideradas
socialmente. Se cuenta que en el Siglo VI a. C. se estableció la costumbre en India de
que la primogénita de cada familia fuese dedicada a la prostitución sagrada. Resulta
llamativa la existencia de burdeles en la Gran Muralla China durante la dinastía Ming
como institución político‐militar para cubrir las necesidades de los soldados y que
además eran entrenadas como soldados auxiliares. Grandes pensadores han
analizado el tema de la prostitución desde diferentes puntos de vista. Destaca la
corriente de pensamiento que la considera un “mal necesario”. Horacio afirma que “así
los jóvenes desfogan la sangre y no seducen a honorables esposas”. Esta curiosa
doble moral, la separación de las mujeres en “buenas y malas”, ha sido mantenida o
reformulada por Clemente de Alejandría, Agustín de Hipona (que advertía que su
supresión implicaría la depravación de toda la sociedad), el Papa Clemente II (en una
bula pedía la tolerancia hacia las prostitutas ya que contribuían económicamente al
mantenimiento de la Iglesia) o Tomás de Aquino, que la veía un mal necesario frente a
la sodomía y el adulterio. La Iglesia católica ha sido propietaria de burdeles y de zonas
de ciudades donde se practicaba la prostitución. Aunque en muchas épocas históricas

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y culturas se ha tolerado e incluso regulado normativamente (la importante obra
jurídica “Las partidas” en la Edad Media la regulaba) también se ha legislado contra
ella, no logrando en ningún caso su extinción sino más bien su ejercicio de forma
clandestina y en peores condiciones higiénicas y de marginación social

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La prostitución en la Edad Media

Ir avanzando en el estudio de la prostitución significa ir observando cómo poco a poco


ha ido modificándose el pensamiento y las acciones de la misma y cómo la sociedad
ha ido adaptando el hacer a los parámetros sociales prevalentes. La prostitución ha
tenido periodos de admisión, periodos de repulsa, periodos de institucionalización,
periodos donde se ha considerado como un mal menor y hasta hoy, momento en que
se repiten los mismos esquemas y podría decirse también que se repiten con muy
ligeras variaciones por las mismas causas (Pozo Ruíz, 20140F 1)

Contextualizar el siglo XVI significa destacar la situación social que se estaba


produciendo en Europa ya que allí es donde surgen reglamentaciones sobre el asunto
ya en la Edad Media. El sistema conocido como prostitución reglamentada era una
suerte de dispositivo que combinaba aspectos político-administrativos, sanitarios y
policiales aplicables exclusivamente a prostitutas y casas de tolerancia. Si bien el
meretricio como práctica es anterior a la existencia de normativas, adquirió en ese
período una dimensión, sin duda, novedosa. Fue considerado un mal social necesario,
peligroso aunque erradicable y un oficio que el Estado municipal pasó a regular.
La prostitución aparecía vinculada en las representaciones epocales con las
enfermedades venéreas, en especial, la sífilis y la blenorragia, caracterizadas junto
con el alcoholismo y la tuberculosis como algunos de los grandes males sociales
evitables. La prostitución era percibida como el principal foco de difusión de éstas, de
allí el papel que desde el Estado Municipal se le otorgó a las normativas,
reglamentándose su ejercicio, a los efectos de que funcionaran como barreras para la
salud, la moral y la «decencia». Las permanentes referencias a los «jóvenes
escuálidos» «en lamentables condiciones de salud física», que llevaban en sí las
marcas de la «degeneración», aparecían, en muchas notas periodísticas relacionadas
con los excesos, el consumo de alcohol, una vida de «orgías» y el noctambulismo. La
prensa visualizaba mencionándolo en términos alarmantes el crecimiento de las
«enfermedades contagiosas e inconfesables», entre los jóvenes menores de edad en
su mayoría.
Otro detalle no menos importante en relación con la prostitución es la característica
social que toma dicho trabajo. Si bien hasta entonces la prostitución había sido
tolerada como un mal necesario, a lo largo de la baja Edad Media las autoridades de
las ciudades y las propias monarquías pasan a considerar la prostitución como un
servicio público. Esta consideración requiere organizar, planificar y controlar el
ejercicio de la misma (Pozo Ruíz, 2014).

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La prostitución en la Edad Moderna

Para hablar de la prostitución en la Edad Moderna, hay que tener en cuenta algunos
factores. Uno de los más importantes es la Iglesia El concepto de alma y cuerpo son
significativos en este momento histórico. Y el sentido de la moral que en ese periodo
histórico transmite la Iglesia
La sociedad estamental, distinguía las mujeres buenas de la mujeres malas y por
lógica las buenas debían ser parecidas a la Virgen María, doncellas vírgenes que
guardaban su virginidad para el marido, y las mujeres malas eran justamente las
adulteras, o prostitutas, aunque es importante reseñar que no estaba prohibida la
prostitución en estos siglos, era considerada un mal menor, y la mujer estaba en
condiciones de inferioridad y por ello sometida al varón. En esta sociedad estamental,
las doncellas eran entregadas a los hombres en edades tempranas y se considera la
virginidad como una cuestión de honor. Por otra parte las Fuentes documentales que
hacen referencia a este articulo nos ayudan a conocer el papel de la mujer en la Edad
Moderna hispana que se caracterizaba por el puesto secundario que ocupaba en el
entramado social, seguido por la nula actuación en el ámbito de la alta economía, las
instituciones políticas, culturales… terminando con la práctica ausencia de figuras de
importancia. El concepto moral de este tiempo, viene definido por la religión. Según la
posición y el estado social desempeñado, variaban las responsabilidades éticas y los
peligros morales consiguientes. Esta preocupación tipológica y clasificatoria a la hora
de enjuiciar moralmente, afectaba a todas las capas de la población.

Existían unos convencionalismos no solo religiosos, que se pueden reducir a: la mujer


es una persona frágil por naturaleza y abocada más al pecado que el varón. La
responsabilidad de sus actos no era total. Por otro lado, existía una protección
constante concebida casi como una minoría de edad indefinida. La cercanía física de
hombre y mujeres aparece como un constante peligro y ocasión de pecar. Este
aislamiento procuró preservar tanto de una lujuria natural como, sobre todo, del
deshonor familiar que iba vinculado a la integridad de sus mujeres.
En estos siglos, el oficio de las prostitutas recibía la consideración de útil para la
República y necesario para el bien común. Se aseguraba la preservación de las
restantes mujeres, cuya integridad había que mantener. Esto generaba una
contradicción moral evidente: el orden político y social sostenido

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ideológicamente por el catolicismo amparaba a la prostitución como un mal menor,
siendo ésta condenable desde el punto de vista religioso. Desde un punto de vista
sancionador, lo primero que se advierte es que la lascivia femenina se ve de manera
mucho más benigna que la masculina. Faltas que en el hombre son consideradas
como delitos enormes y atroces, no lo son tanto en el caso de la mujer, una vez más,
la fragilidad de su naturaleza le exculpa. Lo que queda bien claro es que ella debe
actuar siempre como un elemento pasivo y receptor. Cualquier alteración de este rol
es lo que resultaba verdaderamente pecaminoso. Por eso la prostituta no se considera
una pecadora superlativa, incapaz de salvarse, puesto que al fin y al cabo era un mero
instrumento final del pecado sin más. El otro agravante fundamental lo constituía la
circunstancia de truncar la posible procreación a la que debía estar abierta.

La primera legislación que se conoce sobre el tema data de 1875 y declara a la


prostitución una actividad legal en la Ciudad de Buenos Aires.

El crecimiento de la inmigración en Argentina fue exponencial, entre 1853 y 1930


ingresaron 6.000.000 de personas, en su mayoría varones que venían a probar suerte,
buscando un futuro mejor al que Europa podía darles en aquel momento. Pero el
mercado laboral favorecía a la mano de obra masculina, mientras que la femenina
engrosaba el sector informal de la economía, con los trabajos peores pagos.

El contexto económico y social forzó a miles de mujeres a permanecer en situación de


prostitución y permitió el desarrollo internacional de redes de trata a gran escala en el
país.

En las primeras legislaciones puede verse una política de regulación de la prostitución


por parte del Estado bajo el argumento de tratar de controlar las enfermedades
venéreas. Por ejemplo, en julio de 1920, mientras se mantenían las condiciones
sociales y económicas que impedían el acceso de las mujeres a la educación, la salud
y el trabajo, las autoridades municipales de la Ciudad de Buenos Aires dictaron una
Ordenanza donde obligaban a las mujeres en situación de prostitución a tener una
libreta sanitaria y la inspección médica periódica obligatoria.

En 1926 hay una disposición municipal, también en Buenos Aires, que hace referencia
a “la moral e higiene”, buscando obtener un “registro de nombre y filiación de
prostitutas y sirvientas, que deberá ser sellada en la Comisaría”. Además “los
prostíbulos no debían tener signos externos que denunciaran su existencia y la
atención médica de las mujeres enfermas debía estar a cargo de los médicos de la

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Intendencia Municipal”. Nótese ya la participación policial y cómo la profilaxis va
transformándose en una cuestión de “moral”.

Pero los tiempos empezaban a cambiar. Hacia 1930 se conoció con gran escándalo,
gracias a la valiente denuncia de Raquel Liberman, cómo operaba la organización Zwi
Migdal con la trata de mujeres inmigrantes. La organización existía desde 1906 bajo la
cobertura de la “Sociedad de Socorros Mutuos” y se supo que para 1929, con el
nombre de “Sociedad Zwi Migdal”, el gobierno de la provincia de Buenos Aires le había
otorgado la personería jurídica. Así podían traer engañadas a mujeres judías que
escapaban del fascismo y las obligaban a prostituirse con total legalidad estatal.
“Raquel Liberman, la Polaca protagonista de este libro, se atrevió a desafiar con su
denuncia a la organización judía de tratantes de blancas Zwi Migdal, que –amparada
en la corrupción de la institución policial- engañaba, secuestraba y esclavizaba a
mujeres inmigrantes para hacerlas trabajar en burdeles” (“La Polaca” de Myrtha
Schalom) .

Para 1934, se dispuso la clausura de los prostíbulos en la Capital Federal y se


propusieron preparar una legislación para la abolición de los prostíbulos en todo el
país.

En 1935 se dispuso la clausura y desocupación inmediata de casas ocupadas por


prostíbulos. Este decreto comprendió también a hoteles y fondas con alojamientos,
casas amuebladas y posadas. Nuevamente fueron cobertura de la prostitución los
cafés, para conseguir clientes al paso, cabarets, por una noche, restaurantes, etc.

Finalmente el 17 de diciembre de 1936 se sancionó la ley 12.331, llamada de


“Profilaxis de enfermedades venéreas” y se promulgó el 30 de diciembre de ese
mismo año.

Esta ley tenía un claro carácter abolicionista con vigencia en todo el territorio nacional.
El ejercicio individual de la prostitución no fue especificado como delito, o sea que era
una actividad lícita, siempre y cuando no se realizara en forma “escandalosa” y no
afectara “el pudor público” en el que sería calificado como contravención. ¿Quién
controlaría esta actividad? Nuevamente, la policía.

Argentina tenía en 1880 una población de 1.5 millones de habitantes, sus


exportaciones eran de 1000 toneladas. Treinta años más tarde la población alcanzaba
los 9 millones de habitantes y las exportaciones los 10 millones de toneladas.

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Esta avalancha migratoria hizo que entre 1857 y 1929, la población estuviera formada
en un 70% por hombres, de los cuales otro 70% eran solteros y jóvenes. Como uno
puede imaginarse, todo esto fue un caldo de cultivo para la prostitución.

Para 1876 había 35 prostíbulos autorizados, en ¡os que trabajaban 200 mujeres. La
mayor parte de éstos se ubicaba en el barrio de San Nicolás, y algunos fueron
montados con gran lujo, teniendo bar, salones de reunión y músicos para animar los
bailes.

Durante los años del crecimiento argentino (1880-1930) las autoridades hicieron la
vista gorda a este negocio, y recién promulgaron algunas leyes cuando se les empezó
a ir de las manos, como la Ley Palacios (de 1920 más o menos) que prohibía el
trabajo de menores en las casas de lenocinio. La época dorada acabará en los años
30 con un escándalo provocado al desmantelar las sociedades mafiosas polacas ZIW
MIGDAL y ASCHQUENAZU.

Hubo en la antigüedad muchos nombres para describir un prostíbulo: lenocinio,


lupanar, burdel, mancebí. Y el lunfardo dio diversos nombres: Queco (queko),
quilombo, golombo, quibebe, quibe, bebe, quilo, tambo, pesebre. Perífrasis del tipo:
casa pública, de tolerancia, de perdición, de locas, de chinas, de mujeres, non sancta.
O simplementes: casas, café.

El 28 de julio de 1920, las autoridades municipales reiteraron por medio de una


Ordenanza la vigencia de la libreta sanitaria y la inspección médica periódica. Al año
siguiente entraron en vigencia las modificaciones propiciadas en la ley Palacios,
respecto de la prostitución de menores y el ejercicio del rufianismo. Otra Ordenanza
indicada que en las casas amuebladas, las ropas de cama debían ser cambiadas cada
vez que eran usadas por personas distintas. Además, dispuso que cada 10 piezas
debía haber, por lo menos, un baño de 4 metros de lado y 2 de alto como mínimo.
También en las posadas era obligatoria la instalación del servicio de agua caliente y
fría al bidet que se debía instalar y la salida de aguas servidas debía estar conectada a
la red cloacal.

Asimismo, hay que agregar que a las prostitutas se les proveyó de la Libreta de
Trabajo. Era una libreta del tamaño estándar usado por los almacenes para dar fiado.
Cada libreta debía estar numerada, acompañada con una foto de la prostituta de 3
cms x 3 cms. En ellas debían constar nombre, apellido y otros datos personales. Las
hojas en blanco estaban divididas en casillas para anotar semanalmente el estado de
salud extendido por un médico municipal.

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Algunas estimaciones de época daban como ingreso diario las siguientes cifras de
acuerdo con la categoría de prostituta: Cocotte: $100 ; cabaretera $30; prostituta
clandestina $ 20 ; girante $15 y alcahueta menos de $5.

Otro signo de los nuevos tiempos fue el decreto del 11 de junio de 1935 que estableció
el descanso desde las 13 horas del sábado hasta las 24 del domingo.

Finalmente el 17 de diciembre de 1936 se sancionó la ley 12.331, llamada de Profilaxis


de enfermedades venéreas. Tenía un claro carácter abolicionista con vigencia en todo
e territorio nacional. En el artículo 15 se prohibieron las casas o locales para el
ejercicio de la prostitución. El artículo 17, por su parte, condenaba a los que poseían o
dirigían esas casas. Posteriormente hubo fallos de la justicia a favor y en contra de la
prostitución femenina individual e independiente, por defectos en la redacción y la
persistencia de conceptos mentales anteriores a la sanción de la ley.

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