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EL CAMINO DE BUENOS AIERS.

PROSTITUCIÓN: AYER Y HOY


Silvia Chejter
2005

Este artículo fue publicado en Prostitution. La mondalisation incarnée, Editorial


Sylepse, París, 2005

Prostitución en la Argentina (1870-2005)


El análisis comparativo de los relatos y debates en torno de la prostitución, que
tuvieron lugar en Argentina a fines del XIX y principios del XX, y los que se
desarrollan actualmente a nivel nacional e internacional, es decir casi un siglo y
medio más tarde, debieran dar cuenta sobre qué ha permanecido y qué ha
cambiado en los discursos De ellos se desprende que persisten posturas y
polémicas en torno a varios ejes. Entre otros: la pobreza como ‘causa’ o
‘explicación’ de la aceptación de las prácticas prostituyentes; el rol que debe
cumplir el Estado, ya sea el de reglamentar y controlar, o bien el de abolir,
prohibir y castigar la prostitución; las reacciones de amplios sectores de la
sociedad que expresaban y siguen expresando más que oposición por su
existencia, la preocupación por su visibilidad; la impunidad y el poder de las
organizaciones proxenetas; los vínculos con el poder político corrupto; la
libertad de, o la coerción sobre, las mujeres; el considerar o no considerar la
prostitución un ‘trabajo’, un ‘oficio’, o ‘servicio’; las ganancias que produce, los
vínculos con el poder político, que protege los ‘esos negocios’, el rol y la
importancia de la trata internacional.
Por otra parte, la realidad de la prostitución hoy y ayer, que surge tanto de
documentos históricos como de testimonios actuales, en algunos casos
directos, permite también dar cuenta de algunos temas siempre ausentes en
esos debates.

El camino de Buenos Aires 1875-1935


Para ilustrar aquello que permanece hemos elegido dos textos seleccionados
quizás arbitrariamente, entre muchos otros, que podrían servir para este
propósito, de los cuales tomaré sólo algunos de los temas que son abordados y

1
que siguen vigentes hoy en día. Los textos son: “ El camino a Buenos Aires”,
de Albert Londres1 (publicado en 1927), un periodista francés redactor de
crónicas de viaje y el “El sexo peligroso. La prostitución legal en Buenos Aires
1875-1955” de Donna J. Guy 2( publicado en1991), historiadora
estadounidense. Ambos permiten comparar los ejes de los debates de
principios y de fines del siglo XX y establecer algunas coincidencias,
disidencias, reiteraciones y novedades con los debates sobre la prostitución de
nuestros días.
Conviene hacer un poco de historia para poner en contexto lo tratado por
ambos autores. Contemporáneamente a los procesos de expansión del
capitalismo europeo hacia América de las últimas décadas del siglo XIX y
principios del XX, Argentina comenzó a ser un lugar de destino privilegiado
para mujeres europeas destinadas a ser prostituidas. Mientras un flujo continuo
de varones y mujeres migraba hacia América desde Europa, está comprobado
que miles de mujeres, procedentes principalmente de Polonia, Rusia, Francia,
Italia, y en menor proporción de otros países europeos, fueron reclutadas para
los prostíbulos de Buenos Aires y otras ciudades de la Argentina. Para cubrir la
demanda en todo tipo de modalidades y para todo tipo de clientes, incluidos los
de clase alta. En esos años en París para decir que alguien era rico, se decía
“rico como un argentino”. Era el lugar donde los grandes terratenientes
argentinos gastaban su dinero viviendo en esa capital durante la mitad del año.
Por cierto que ya desde mucho antes de la llegada de europeas, hubo mujeres
nativas en prostibulos de las ciudades, en zonas rurales, en el ejército3, es
decir, en todas partes; las que convivieron a partir de ahí con aquellas y
continuaron siendo mayoría.
Numerosos textos -decretos, leyes nacionales, reglamentaciones municipales,
testimonios de testigos, expedientes judiciales, actas parlamentarias nacionales
y municipales, crónicas de viajeros, estudios académicos, letras de tangos y

1
Londres, Albert, Le chemin de Buenos Aires (La traite des blanches), Le Serpent a Plumes
Editions, Motifs Nº 16, 1194, (Primer edición 1927).
2
Guy, Donna, El sexo peligroso. La prostitución legal en Buenos Aires 1875- 1955”, Editorial
Sudamericana, Buenos Aires 1994 (Primer edición, en inlgés de 1991)
3
Durante el siglo XIX eran conocidas las ‘soldaderas’, mujeres prostituidas que acompañaban
a los militares en sus campañas.

2
textos de ficción literaria muy populares4, dieron cuenta de diferentes aspectos
de la vida prostibularia de esa época (1875 -1935 ), en la que la prostitución
estuvo legalizada y reglamentada en el país. Incluso muchos textos recientes5
se refieren a ese período que coincide con el afianzamiento de un tipo de
economía basada en la exportación de productos agropecuarios locales e
importación de productos industrializados desde Europa, que promovió la
afluencia de una inmigración europea de campesinos y artesanos pobres, que
serían sometidos a duras condiciones de vida y trabajo, aún cuando
esperanzados en superar la miseria de la que huían.
Es sugestivo que el nombre del libro de Londres sea también el título del primer
capítulo del libro de Donna Guy. En ambos aparece la preocupación
compartida por la trata de europeas. Donna Guy cuya investigación es muy
posterior a los hechos, se ocupa de ese tema incidentalmente, mientras que
Albert Londres, que viajó a Buenos Aires especialmente para escribir su libro,
lo toma como tema central. Las fuentes de información de Londres son
directamente los tratantes y proxenetas, en especial los de origen francés.
Donna Guy analiza los discursos sociales que controlan y que según diría
Foucault “producen las prácticas”, y por supuesto debe recurrir a documentos
de la época y otras fuentes indirectas. Esto da una calidad distinta a ambos
textos, ya que la cercanía de Londres con el tema de su escritura le permite
descripciones detalladas y testimoniales de la vida cotidiana de los
protagonistas del mundo prostibulario, que no se pueden encontrar en el libro
de Donna Guy.
El texto de Donna Guy dedica mucha más atención al estudio de los discursos
y mecanismos burocráticos implementados por los organismos estatales y
municipales, para controlar a las mujeres, que se centraron en enfrentar los
peligros que acarreaban para la salud pública y la moral de la sociedad, debido

4
La pintura supo también reflejar la vida de las mujeres prostituidas, como lo testimonian las
series de Ema y Ramona Montiel, personajes de Linea Eneas Spilimbergo y de Antonio Berni.
5
Entre ellos pueden citarse los siguientes:
Carretero, Andrés, Prostitución en Buenos Aires, Editorial Corregidos1995;
Goldar Ernesto, La mala vida, Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1971; Rocha
Aurora Alonso, Tristes chicas alegres, Editorial Levitán, 2003; Shalom Myrtha, La Polaca,
Editorial Norma, Buenos Aires2003; Stanchina Lorenzo, Tanka Charowa, Eudeba, Buenos
Aires, 1999.
Zinni Hector Nicolá, El Rosario de las satanás: historia triste de la mala vida, Editorial Centauro,
Rosario, 1980;

3
a que esas mujeres estaban al margen del orden burgués y afectaban los
valores fundamentales de la sociedad.

“Si el papel social de las mujeres establecía un nexo entre familia y nación, las mujeres
que se colocaban fuera de las estructuras familiares tradicionales representaban una
amenaza para la Nación.
Las ordenanzas sobre la prostitución confirmaban esta perspectiva en la medida en
que negaban derechos civiles a las mujeres que vendían favores sexuales en el ámbito
público (....) La aplicación de criterios morales y médicos, impregnados de definiciones
de género, facilitó la tarea de definir al marginal y las prostitutas fueron uno de los
primeros grupos examinados, aunque no el único sometido al escrutinio de los
6
funcionarios públicos” .

Guy y Londres coinciden en minimizar los aspectos más alarmantes se


difundían en esa época en Europa sobre la trata de mujeres. No es que no
adviertan y no describan todo lo sórdido en las prácticas cotidianas de la
prostitución, pero ambos también7 coinciden en sostener que no todo es
coerción brutal hacia las mujeres. Más aún, Guy considera que muchas más
mujeres de lo que se admite, elegían ese destino voluntariamente. A propósito,
Londres reproduce testimonios en los cuales la seducción y la habilidad de los
reclutadores disimula y minimiza la coerción:
“Sólidamente organizados, en posesión del capital necesario para el inicio de un
negocio, se lanzan sobre nuestras “`pollitas”. Hacen como Luciano Carlet en la terraza
del bar Napolitano. Husmean en los bal musettes. Se sientan en los bares que
frecuentan. Comienzan por comprarles un café crema. (…) Trabajan sobre todo sobre
8
las más desamparadas” .

La pobreza. Tema de entonces y de hoy


Para los dos autores el trasfondo que da lugar a que las mujeres ‘acepten’ o
‘elijan’ ser prostituidas es la pobreza; argumento presente hoy en día en otros
estudiosos. Explicación de la existencia de la prostitución a menudo casi
excluyente que opera desde entonces hasta nuestros días. Donna Guy
asegura:

“En más de un sentido, la realidad de la prostitución era menos agradable y más


deprimente que la que se reflejaba en gran parte de las historias sobre la trata de
blancas. Las prostitutas europeas de Buenos Aires en su gran mayoría provenían de
familias miserables y trabajaban por desesperación. Marginadas por la Revolución
Industrial, expulsadas de su tierra natal por el hambre o por la familia, por la
persecución política o religiosa, veían en la inmigración a otras tierras o a un nuevo

6
Guy, D. op. cit, p. 13
7
Los bal mussettes, eran los salones bailables de la época.
8
Londres, op cit. p. 109

4
continente una clave para su supervivencia. Las bajas tarifas de los buques a vapor y la
desequilibrada relación entre los sexos en las ciudades portuarias en veloz crecimiento
les hacía más fácil y atractivo emigrar. En estas condiciones la prostitución constituía
más una típica respuesta consciente a la pobreza, que el resultado de la trampa de un
9
proxeneta perverso” .

Albert Londres, al menos, si bien considera que la pobreza es la verdadera


causa, admite también la importancia de la demanda:
“En el origen de la prostitución está el hambre. No habrá que perder nunca este punto
de vista. Pero si no hubiera hambre habría igual mujeres en venta siempre que existan
10
hombres para comprarlas... Pero habría un 80% menos” .

Si aplicamos el método deductivo a este esquema, la pobreza sería


responsable en un 80% de que las mujeres sean prostituidas y los clientes sólo
del 20% restante. Curiosa aritmética que prescinde del hecho de que si no
hubiera clientes, la pobreza no tendría ninguno de los efectos que se le
atribuyen.
En ambos autores el discurso de la pobreza cumple la función de disculpar e
inocentar a la mayoría de los actores de las prácticas prostituyentes. Siguiendo
este argumento, dado que ni los proxenetas ni los tratantes tendrían culpa de la
pobreza, se concluye que sólo estarían ayudando a las mujeres a salir de ésta
y serían los emergentes de una situación dada, de la que no serían
responsables. En consonancia con esto, el texto de Londres ironiza sobre el rol
malvado de los proxenetas:

“El rufián no crea: no hace más que explotar lo que encuentra. Si no encontrase esa
mercadería no la vendería. Sólo sabe que la fabrica. Conoce la usina de la cual extrae
11
esa materia prima, la gran usina; la Miseria “ .

Cuando Londres dice que el proxeneta ‘fabrica su producto’ explica el proceso


citando a los mismos proxenetas que él había contactado, en los siguientes
términos:
“La tomamos, hacemos que se bañe, se la asea, la vestimos decentemente, se la dota del gusto por la
limpieza de la ropa interior. La aislamos de malas compañías. (...) Se les enseña economía y el deber
hacia la familia. Sin alardear podemos afirmar que el 80% de esas mujeres no había jamás sostenido a sus
padres y familiares. Desde que tienen un hombre envían dinero a su abuela, a sus padres, a sus
hermanitos. Más bien nosotros mismos mandamos por ellas. E insiste- ¿Quieren ver los recibos de los
giros? .(...) (Otro de sus informantes dice) - Mire Ud., yo le pagué un profesor a la mía. No sabía ni leer,
ni escribir. Sus padres ni se ocuparon de ello“12

9
Guy, op. cit. p.19.
10
Londres, Albert, op. cit. p. 256.
11
Londres, op. Cit. p. 260.
12
Londres, op. cit. P. 140.

5
No hay dudas de que hoy también abundan este tipo de “pedagogos y
filántropos”. Sólo faltaría agregar que hoy como ayer, también contribuyen a
las economías de los países de procedencia; por otra parte en su gran
mayoría, podría decirse de ellos que también son productos de la pobreza,
marginales sociales, aunque ahora algunos con el tiempo manejen buen
dinero.
La pobreza no aparece como la única causal de desamparo. En la cita de más
arriba de Donna Guy, se habla de marginación por la familia o por
persecuciones religiosas y políticas, y podría agregarse por las guerras. Y si
fuera el desamparo social de las mujeres la circunstancia que facilita la tarea
de los reclutadores ¿ podría hablarse en esta circunstancia de un verdadero
ejercicio de la libertad?
A partir de los razonamientos de Londres y Guy resulta que la extrema
pobreza, la desesperación o la alienación, no serían situaciones que inhiban la
capacidad de elegir en libertad, aunque las mujeres se encuentren acorraladas.
Basta que no se fuerce a nadie a punta de cuchillo o con violencia física, es
decir que no se vea la coerción de modo ostensible para poder sostener este
argumento. Un razonamiento similar se puede leer en Judith Walkowitz:

“Sin duda había algunas niñas prostitutas en las calles de Londres, Liverpool y otros
lugares: pero la mayoría de esas mujeres estaba en la calle porque sus otras opciones
13
eran muy limitadas” .

Esta autora sostiene que la ausencia de opciones determinaba una elección


forzada, es cierto; pero elección al fin. La falta de opciones no reconoce
responsables, pareciera una fatalidad que afecta a algunas mujeres.
Es así que para Donna Guy, la entrada al prostíbulo u a otras formas de
prostitución no es un gesto desesperado, ni siquiera el resultado de un engaño,
una seducción, a veces un rapto y una violación, sino por el contrario una
acción valiente para resolver sus problemas de supervivencia. Sostiene que las
mujeres prostituidas no son ni tan pasivas, ni tan víctimas como se las muestra.

13
Wakkowitz Judith R., “Vicio masculino, y virtud femenina: el feminismo y la política sobre la
prostitución en Gran Bretaña en el siglo XIX”, en Amelang James y Mary Nash, Historia y
Género: Las mujeres en la Europa Moderna y Contempóranea, Ediciones Alfons el Magnanim,
España 1990, pag. 225.

6
Reivindica a las mujeres como mujeres que no serían víctimas, sino que
estarían dotadas de una gran capacidad de resistencia, que reaccionarían con
actitud de firmeza positiva ante las condiciones sociales y económicas
desfavorables aceptando voluntariamente ser prostituidas como la mejor salida.
Pero preguntemos nuevamente ¿es libre acaso la persona que optó por ser, o
seguir siendo sometida en un contexto social intimidatorio cuando su libertad
consiste en no poder elegir ante la falta de opciones?.

La intervención del Estado


Otro eje de las discusiones tiene que ver con el rol del Estado. Hoy, como hace
ciento cincuenta años, se sigue discutiendo si el Estado debe abolirla, o bien
supervisar y reglamentarla; si liberarla o bien reprimirla; si la sociedad debe
solicitar la intervención estatal o limitarla al mínimo posible; si distinguir o no
entre diferentes formas de prostitución para penalizar sólo algunas de ellas, las
consideradas menos tolerables; si castigar sólo a los clientes, o a las mujeres,
o a los proxenetas, o bien, a todos o a ninguno; si responsabilizar a la miseria,
a la sociedad toda, a la biología de los hombres, etc.
En la Argentina los debates parlamentarios de las últimas décadas del XIX y
primeras del XX giraron en torno a si se reglamentaba la prostitución o si no se
lo hacía y sobre la necesidad de controlar a las mujeres prostituidas,
coincidiendo en esto tanto partidos conservadores como socialistas. Muy
pocas voces consideraban que ninguna ley debía legitimar la prostitución14.
Entre las primeras disposiciones destinadas a combatir el proxenetismo cabe
mencionar la Ley PalaciosNº 9143 (que lleva el nombre del diputado socialista
Alfredo Palacios). Sin embargo, como dice el Comisario Julio Alzogaray:
“Sus disposiciones tienden a reprimir el ejercicio de la prostitución en beneficio de
terceros o cuando se practique por menores de edad. Sin embargo una vez en vigor,
con las modficiaciones introducidas al proyecto original sus alcances distaron de surtir
los efectos que el autor se propuso ya que reiterados fallos judiciales demostraron su
15
inocuidad”

Hubo numerosas ordenanzas municipales que regularon la prostitución. En


1875 se dictó un Reglamento, que recién fue derogado en 1935. Durante esos

14
Entre ellas se puede mencionar a Julieta Lanteri , La prostitución, primer congreso femenino
internacional de la Argenitna, Buenos Aires, Ceppi, 1911.
15
Alzogaray, Julio, Trilogía de la trata de blancas. Rufianes. Policía. Municipalidad, Buenos
Aires, 1933, p. 111-112.

7
años se permitió el funcionamiento de prostíbulos –casas de prostitución se las
llamaba y que sólo podían estar regenteadas por mujeres16. La derogación de
este reglamento significó que muchos prostíbulos pasaran a funcionar de
manera clandestina, otros cerraran, y reabrieran bajo nuevas fachadas. Es
decir, que el fin del reglamentarismo no significó el fin de la prostitución sino su
reorganización.

“En el Código Penal promulgado el 29 de octubre de 1921, aún vigente, sucedió algo
parecido. Después de la laboriosa tarea de la comisión parlamentaria llegó a
conclusiones terminantes en el capitulo relativo a la prostitución, el rufianismo ya no
sería posible... pèro antes de convertirse en ley el proyecto sufrió modificaciones que lo
17
hicieron tan innocuo como el anterior .

Cabe preguntarse si estos debates que se reiteraronn en distintas épocas (en


que las sociedades fueron evolucionado) no fueron y siguen siendo funcionales
a la permanencia de la prostitución, en la medida en que no afectaran la raíz
del problema: la razón de ser de la prostitución y de su aceptación social. Es
decir, no cuestionan el derecho de los varones a prostituir.
En la Argentina el poder estatal a través de sus legisladores ha oscilado a lo
largo de casi dos siglos entre el abolicionismo y el reglamentarismo.
Simmel, uno de los pocos filósofos que consideraron que la prostitución podía
ser un tema filosófico, que no era posible hablar de la vida y de la muerte de
los individuos, sin hablar de las prácticas prostituyentes, dice que:

“Frente al mandato moral de Kant de que nunca hay que usar a un ser humano como
mero medio, sino reconcocerlo en todo momento como fin, la prostitución implica el
comportamiento absolutamente opuesto y en relacióna a las dos partes que
intervienen. De entre las relaciones mutuas de los seres humanos, la prostitución es el
caso más patente de una degradación recíproca al carácter de puro medio y este

16
En la ordenanza de la ciudad de Buenos Aires ( en el resto del país eran similares) se
establecía cómo debían ser las ‘casas de prostitución’ , su localización (a no menos de dos
cuadras de templos, teatros y escuelas), quienes debían regentearlas (sólo mujeres) las
normas de higiene y seguridad municipal; establecía además que las mujeres debían ser
mayores de 18 años (la mayoría de edad en el Código civil era de 21 años, de modo que la
prostitución de menores estaba legalizada) y someterse a inspecciones y reconocimientos
médicos. Regía la obligación para las casas de prostitución’ de llevar registros de las mujeres.
Se prohibía la prostitución clandestina, es decir aquella “que se ejerce fuera de las casas de
16
prostitución toleradas por el reglamento . En 1936 se dictó la Ley 12331 de profilaxis venérea
y examen prenupcial obligatorio, de carácter abolicionista y aplicable a todo el país, que
derogaba todas las ordenanzas anteriores.
17
Alzogaray Julio, op. Cit, p 112.

8
puede ser el elemento más fuerte y más profundo que la sitúa en conexión estrecha
18
con la economía monetaria, esto es con la economía de “medios” en sentido estricto” .

Sin embargo cabe preguntarse ¿cual es la correspondencia del mandato ético


de Kant con los fundamentos de una sociedad patriarcal? ¿Es posible exigir o
esperar el éxito del cumplimiento de tal mandato en sociedades como las
nuestras? ¿Es posible esperar la erradicación de la prostitución en una
sociedad que siga siendo patriarcal?

Por otra parte hoy como ayer se siguen realizando investigaciones de


organismos internacionales como las que describe Albert Londres en los años
20, y utilizando la expresión de Julio Alzogaray podría decirse que con efectos
igualmente inocuos.

“Desde hace tres años la Sociedad de las Naciones lleva en secreto una amplia
investigación sobre la Trata de Blancas. Ha enviado comisarios al Extremo Oriente, en
el Canadá, en América del Sud, en Oriente. Estos comisarios se han paseado por
todos lados. Han aspirado el polvo, sino el de las rutas, el de los legajos. ¡Han buscado
la verdad en los legajos¡ Eran demasiado serios para buscarla en otro lado. Razón por
la cual no la encontraron, ya que no es en los legajos donde está. Los legajos no se
constituyeron nunca para combatir la Trata de Blancas, pero para deslindar la
19
responsabilidad de los funcionarios encargados de combatirla”

La crítica de Londres a estas políticas es retomada por Janice Raymond20 de


otra manera cuando al analizar las políticas estatales, en un artículo del año
1999. Raymond comenta que el economista Premio Nobel, Amartya Sen,
refiriéndose a las hambrunas dice que éstas no son debidas a la falta de
alimentos, sino al hecho de que los gobiernos no han realizado las elecciones
políticas que las hubieran evitado y erradicado ni han intervenido eficazmente
en la protección de quienes resultaran más afectados por ellas. Raymond
traslada este razonamiento al tema de la prostitución y afirma que el hecho de
que la prostitución sea una industria tan floreciente muestra que tampoco en
este caso los gobiernos han hecho las mejores elecciones para eliminarla,
aunque reafirmen su voluntad de hacerlo. Se podría pensar que el fracaso de

18
Simmel, George, Sobre la individualidad y las formas sociales. Escritos Escogidos, Editorial
Universidad Nacional de Quilmes, Buenos Aires, 2002, p. 188.
19
Londres, p. 237.
20
Raymond Janice, L’ Organisation internationale du travail (OIT), en Le Marché du sexe,
Chronique Féministe Nº 70, Université des femmes, octubre-noviembre 1999, Brsuelas. p. 40.

9
las políticas para erradicar la prostitución es el resultado de iniciativas políticas
equivocadas o insuficientes.
Sin embargo, es posible preguntarse, si más allá de los propósitos que se
enuncian y se proclaman con tanto énfasis en foros nacionales e
internacionales, se trata en verdad de malas elecciones, de estrategias
equivocadas, o bien si lo que expresa en realidad es una escasa voluntad
para erradicar la prostitución.
En los últimos tiempos, los discursos feministas –en distintos países- han
comenzado a replantearse las prioridades y las políticas estatales para el
enfrentamiento de las prácticas prostituyentes: si la defensa de las mujeres
prostituidas, si la denuncia del proxenetismo pequeño y grande, si la denuncia
de la ineficacia de las leyes, si considerar como violaciones a los derechos
humanos la existencia de mujeres prostituidas. Retomando la antorcha
encendida por Sor Juana de la Cruz (“Hombres necios que acusáis a la mujer
sin razón, sin ver que sois la ocasión de lo mismo que culpáis”) están
comenzando a considerar la demanda, los clientes, como el tema esencial para
encarar la erradicación de estas prácticas. Esta posición apunta también a
responsabilizar a los varones, al machismo, y al estado patriarcal que los cobija
y defiende. Recordemos a Londres cuando plantea que aún si no hubiera
pobreza, mientras haya demanda, habrá prostitución. Rara vez se reconoce
que es la demanda la que crea el mercado, promueve el reclutamiento, la
organización y genera las condiciones de posibilidad del ‘negocio /industria de
la prostitución’.
Citemos a Donna Guy
“A diferencia de los protestantes ingleses y los judíos europeos, - que eran los que más
reaccionaban y denunciaban la trata de blancas-, pocos argentinos pensaban que era
necesario o prudente desembarazar a la sociedad de la prostitución... Para aquellos
que no podían evitar el sexo, en Corintios I,7-9, se aconsejaba el matrimonio. Sin
embargo ya San Agustín y Santo Tomás de Aquino habían considerado que la
prostitución femenina aunque repugnante, era necesaria. Por ejemplo, San Agustín
creía que la eliminación de los burdeles daría lugar a la proliferación indiscriminada de
la lujuria... De acuerdo con su criterio era mejor tolerar la prostitución... que enfrentar
los peligros que podrían surgir de con la eliminación de las rameras de la sociedad.
Santo Tomás extendió la perspectiva de San Agustín y comparó la prostitución con una
cloaca cuya supresión podría dar lugar a la contaminación del palacio. Asimismo esta
21
supresión podría fomentar las prácticas homosexuales” .

21
Guy, Dona. P. op. cit. p. 5

10
¿Podría expresarse mejor las razones por las cuales, hoy como ayer, la
prácticas prostituyentes, aunque repudiadas, prohibidas y reprimidas, son en la
práctica, toleradas?

Hoy como ayer, que no se vea


La reclusión o segregación de las personas prostituidas, básicamente de las
mujeres, tiene en nuestro país, y particularmente en nuestra ciudad, lejanas
raíces históricas22. En 1624 el Cabildo de Buenos Aires ordenó que todas las
mujeres “mal opinadas” debían habitar en viviendas alejadas de las casas
honestas y principales. Si bien esta orden nunca pudo concretarse, esta idea
de segregar a las mujeres prostituidas en barrios especiales se reedita en
distintas épocas. La ordenanza de 1875, que inaugura la etapa reglamentarista,
establecía que los burdeles tenían que establecerse lejos de las Iglesias y de
las calles de mucho tránsito. También se indicaba que no podían venderse
bebidas alcohólicas y no debía permitirse el juego. En las memorias de la
Municipalidad de Buenos Aires, se registran solicitudes de vecinos indignados
que pedían la clausura de los burdeles por atentar contra la moralidad del
vecindario. No pretendían eliminar la prostitución, sino que se contentaban con
que no se viera23.
Hoy los debates no son muy diferentes. Estos debates, pasados y presentes
anudan la sociedad urbana, el espacio público y el privado, con ideologías que
convalidan la segregación y discriminación de las mujeres prostituidas. Un
ejemplo lo constituye el debate reciente en la ciudad de Buenos Aires en torno
al llamado Código de Convivencia24. En esa instancia vecinos de clase media y
alta querían erradicar las personas prostituidas de los barrios residenciales y
reclamaban a las autoridades la instauración de zonas rojas exclusivas. Esto

22
No hay que olvidar que a la segregación de las mujeres prostituidas hay que agregar la
clandestinidad de los clientes y proxenetas, como de sus protectores, políticos y burócratas.
23
Municipalidad de Buenos Aires, Actas 25 de octubre de 1870, p. 351.
24
En 1998 la Legislatura de la ciudad de Buenos Aires reformó el Código Contravencional, que
reemplazó a los Edictos Policiales, despenalizando la ‘oferta de sexo’ que daba lugar a
detenciones abusivas y arbitrarias por parte de la Policía. Esta medida generó una reacciones
de protesta de sectores de la ciudad que consideraban que debía prohibirse la oferta de sexo
en la calle, (pero no en otros espacios) y establecer zonas rojas. Fue tan fuerte la presión que
lograron que la legislatura de la ciudad modificara las cláusulas relativas al punto, tema que
terminó de legitimarse recientemente con una nueva modificación que regula las zonas rojas en
la ciudad.

11
fue posible en 2004, al establecer, al igual que a principios del siglo pasado, la
prohibición de la ‘oferta de sexo’ en la calle. A nadie ni antes ni ahora le
preocupaba la prostitución en sí. Nadie la discutió, como si ella fuera parte del
orden natural de las cosas.
De todos modos las respuestas a esta cuestión son variadas: hay países,
ciudades, donde existen barrios, espacios claramente delimitados no sólo para
la prostitución callejera sino también para la prostitución de encierro. Ha sido y
sigue siendo tema de disputa, que pone en evidencia de tanto en tanto la lucha
sin cuartel de algunos sectores de la sociedad para segregar, marginar,
esconder a las personas prostituidas. La misma nace porque “están a la vista”:
en la puerta de la casa, en la vereda de la escuela, en la parada del colectivo.
La solución que se propone entonces es “quitarlas de la vista”, sacarlas de los
lugares por donde la gente respetable circula, esconderlas, ponerlas en los
márgenes de la ciudad, en los márgenes del espacio público respetable.

Prostitución y globalización.
En la década de 1990 Argentina tenía una economía dolarizada lo cual la hizo
atractiva no sólo para inversionistas, trabajadores, profesionales de otros
países, sino también para las organizaciones proxenetas, que dirigieron sus
miras al negocio prostibulario. No hay datos serios sobre el número de mujeres
objetos de trata en la década del 90, con excepción de una investigación
realizada por la OIM25, sobre la trata de mujeres dominicanas. Por informes
periodísticos, entrevistas a algunas de las mujeres que fueron testimoniantes
en un proceso abierto luego del allanamiento a tres prostíbulos en el año 2002
surge que gran parte de ellas fueron reclutadas por organizaciones proxenetas,
con una metodología similar. Se trataba de jóvenes (entre 20 y 30 años en su
mayoría) que en su país eran empleadas domésticas, vendedoras ambulantes
o vendedoras de tienda, en general ocupaciones que requieren baja
calificación, mujeres cuyos ingresos oscilaban en sus países entre 50 y 200
dólares y que para venir tuvieron que pagar entre 2000 y 3000 dólares, muchas
solas con hijos, es decir, mujeres en situaciones estructurales de extrema
vulnerabilidad, a la que agregaron el endeudamiento para financiar su viaje.

25
Organización Internacional para las Migraciones, Migración, prostitución y trata de mujeres
dominicanas en la Argentina, Buenos Aires, 2003.

12
Muchas lograron saldar esa deuda, incuso traer a sus hijos, hacer cierta carrera
(algunas en el mundo prostibulario) del cual es muy difícil salir, aunque muchas
lo lograron e incluso pudieron volver a su país.
Pero la visibilidad que tuvo la trata para la prostitución de mujeres dominicanas
fue en cierto sentido excepcional. El hecho de que fueran mulatas o negras, las
diferenciaba notoriamente de las jóvenes de Paraguay o de Brasil que han sido
históricamente y actualmente también objeto de trata para los prostíbulos
argentinos. Podemos afirmar con certeza aun que no hay estadísticas ni
registros, pero hay otras múltiples evidencias de que son ampliamente mayoría.
Hoy como ayer alguien podrá sostener que vinieron solas, que no fueron objeto
de trata, que entraron sin papeles gracias a la corrupción imperante en el país
o sostener que como la gran mayoría habían sido ya prostituidas en su propio
país y así minimizar la trata y la gravedad de la prostitución.
Hoy como ayer podrá decir que vinieron huyendo de la pobreza de su país de
origen . Hoy como ayer nadie se extrañará que la causa sea la pobreza ni se
preguntará por qué son dominicanas o paraguayas y brasileñas. Tampoco
antes nadie se preguntaba por qué era mayoritariamente francesas, italianas y
judías.¿Acaso sólo había pobreza en esos países de Europa? ¿Eran acaso los
más pobres? ¿Sólo las mujeres de esos países habían decidido escapar de la
miseria aceptando ser prostituidas? ¿No habría que convenir en que la pobreza
es implemente un factor entre otros que facilita el reclutamiento y la trata, pero
de ningún modo es el factor decisivo?
Hoy también habrá quien diga tal como dice Donna Gay minimizando la
importancia de la trata y de la coacción sobre las mujeres, que las mujeres
prostituidas extranjeras a principios de siglo eran sólo una mínima proporción
con relación al total de los migrantes26. También se dira probablemente que las
condiciones de vida y trabajo de las migrantes en el presente mundo
globalizado no difieren mucho del de las mujeres prostituidas, que ambos son
´trabajos´ no regulados, sometidos a todo tipo de arbitrariedades. Que dado el
sometimiento en que vivían las mujeres en sus países de origen, ser
prostituidas no representa para ellas un cambio cualitativo tan grande. Que su

26
Donna Guy dice. “Las europeas poblaron los burdeles de Buenos Aires en el período
culminante de la inmigración europea, entre 1870 y la primer guerra mundial. Si se tiene en
cuenta la cifra total de mujeres inmigrantes en la ciudad, constituían una pequeña pero
perturbadora minoría, op. cit. P. 19.

13
adaptación a las nuevas condiciones de sometimiento no les ha resultado tan
traumática. O argumentos más banales, como ‘es un trabajo fácil’, ‘no es
trabajo, porque es placer’....
Indudablemente en un punto tiene razón Donna Guy, ya que hoy como ayer, la
trata internacional de mujeres sirve para disimular que el problema es la
prostitución.- Esta incluye tanto a las mujeres reclutadas por organizaciones
internacionales o locales que reclutan dentro y fuera del país. Por eso Donna
Guy muy acertadamente seña que:

“En 1905 la ciudad de México tenía fama de ser el lugar con una proporción de
prostitutas más elevada que la de cualquier ciudad europea o latinoamericana: 21 % de
la población femenina adulta. Sin embargo México no preocupaba a los europeos
27
porque allí eran pocas las mujeres extranjeras involucradas”

Hoy también hay países en donde miles de mujeres son prostituidas y de las
que no se habla, porque ni la trata ni el turismo sexual en esos países son
significativos.
Algunos aspectos, sin embargo, han cambiado en nuestro mundo globalizado.
Algunos son cambios superficiales. Otros no tanto. Cambios en los sentidos de
los flujos de la trata. Los datos disponibles permiten afirmar una intensificación
de las movimientos de la trata de Sur a Norte y entre países del Sur, según la
rentabilidad para los tratantes., porque la rentabilidad manda. Aunque hay y
hubo flujos de sentido inverso al de los flujos dominantes en todas las épocas.
Otro cambio que se observa es que no sólo se trasladan a las mujeres de un
país a otro. Quienes se trasladan ahora también son los clientes, llamados
“turistas sexuales”, y éstos sí se mueven de Norte a Sur. Hay tráfico de turistas
aunque nadie los recluta, se reclutan solos, adhiriendo a paquetes charters de
placer.
Es que ha habido cambios en las comunicaciones, en la velocidad de los
traslados, en la industria turística y los ahora llamados ‘servicios sexuales’ que
ofrece.
Pero ¿podremos seguir afirmando que la trata y el desarrollo de la industria de
la prostitución es responsabilidad en gran medida de la globalización salvaje y
el capitalismo neoliberal contemporáneos?

27
Guy, Donna, op. cit. p. 47.

14
La comparación con otras épocas permite confirmar que es un legado de
sociedades patriarcales más elementales.
Indudablemente las transformaciones tecnológicas, permiten modalidades y
desarrollos de la prostitución impensables hace unos años, pero cabe
preguntarse ¿qué ha cambiado del corazón duro de la prostitución?
Aparentemente hay una mayor visibilidad y transparencia, datos que indican un
crecimiento, tanto en el número de personas involucradas como en las
ganancias que genera. A la vez que sigue la misma actitud de tratar de
minimizarlas y mantenerlas ocultas y nuevas argumentaciones que refuerzan el
no cuestionamiento y banalización de la prostitución. Esta esquizofrenia, ese
doble discurso no hace más que reproducir lo que ya existía hace uno o más
siglos, a veces con otro ropaje o disfraz.
Mostrar lo nuevo de las prácticas nos distrae de enfocar cuánto de arcaico
sigue vigente entre nosotros, hoy y ahora. Por cuanto más allá de las
transformaciones hay una cultura que sigue siendo a misma.

Etica y Principismo
Zigmund Bauman en su libro El costo humano de la globalización dice:

“Es más peligroso no plantear ciertas preguntas que dejar sin respuesta algunas de las preguntas que se
consideran políticamente relevantes. Plantear malas preguntas conduce a menudo a cerrar los ojos sobre
los verdaderos problemas”.

Entonces ¿no cuestionar la realidad misma de las prácticas; la cultura que las
hace posibles, una consecuencia lógica e inevitable; no cuestionar el rol de
demanda, es decir de una sexualidad que se asocia al poder, con o sin dinero,
no es cerrar los ojos al verdadero problema?
Como dice, Françoise Collin:
“Estamos allí frente a un problema constitutivamente disimétrico () Esta disimetría es
un hecho secular mediante el cual los hombres se aseguraron desde siempre el acceso
al cuerpo de las mujeres para objetivos de goce o reproductivos. La regulación de esas
relaciones mediante las leyes del matrimonio, constituyentes de la sociedad, concierne
exclusivamente la dimensión reproductiva, la dimensión del goce habiendo sido
siempre extra conyugal para los hombres, como lo atestigua la sociedad homosexual,
esencialmente pederasta, de la antigua Grecia. Como sea, el goce, -en todo el sentido
de la palabra-, del cuerpo del otro es un componente mayor de la jerarquía. El

15
intercambio de las mujeres por parte de los hombres, según Levy Strauss estructura
28
todas las sociedades”

En las relaciones prostituyentes se conjugan dos estructuras: la del poder


económico y la del poder sexual. Las más férreas leyes del mundo globalizado
en el que nos toca vivir, no han anulado las viejas lógicas del poder sexista,
más bien se han montado sobre ellas. El sexismo de hoy y de siempre es el
que permite a los hombres asegurarse el acceso al cuerpo de las mujeres29.
Como dice Carole Pateman:
“El pacto original es tanto un contrato social como sexual: es sexual en el sentido
patriarcal –el contrato establece que los varones tienen derecho sobre las mujeres- y
también sexual en el sentido de establece el acceso de los varones al cuerpo de las
mujeres. El contrato original crea lo que se podría llamar, siguiendo a Adrienne Rich, la
30
ley del derecho de los varones al sexo”

Que existan espacios de placer ‘casas de placer’ como les llaman a los
burdeles, está dentro de esa lógica. La dominación masculina se apoya en una
representación del deseo masculino; deseo que preside no sólo el desarrollo de
las formas prostibularias más clásicas o tradicionales sino estas formas más
nuevas, -agencias de acompañantes, eros center, shows para voyeurs, etc.
que al menos en Argentina coexisten con las formas más tradicionales –los
burdeles cama adentro, o prostíbulos exclusivos para personal militar.
Prostituir mujeres fue y es una práctica de la vida cotidiana, en la paz y en la
guerra.
Las relaciones prostituyentes están asentadas sobre relaciones y mecanismos
de dominación legitimados por la costumbre, y en consecuencia, es allí donde
hay que dirigir la mirada, porque son esas relaciones las que constituyen el
terreno fértil para que se sostenga el sistema proxeneta.
Los movimientos de mujeres aquí y en otros países lograron deslegjtimar
muchas prácticas, como el maltrato conyugal y las violaciones, por mencionar
algunas de las formas más frecuentes de la violencia hacia las mujeres, que
hoy son reprobadas por las instituciones y vastos sectores de la sociedad. La

28
Collin, Frnaçoise, Aproche politique de la prostitution . La prostitution entre contrat social et
contat comercial (mimeo, 2004).
29
Si a esto le sumamos el poder generacional, el autoritarismo y poder adulto, también está
asegurado el acceso a niños y niñas. Y para incluir aún otros sectores prostituibles, hay que
agregar la existencia de una jerarquía de valores sexuales que convierte en prostituibles a
varones con sexualidades devaluadas en la moral sexual dominante.
30
Pateman Carol, The Sexual Contract, Stanford University Press, Stanford, (Ca), USA, 1988,
p. 2.

16
prostitución, en cambio, no ha logrado ser desligitimada del mismo modo. Se
ha logrado sí, un cierto consenso para el repudio de la prostitución infantil; pero
no existe el mismo acuerdo en lo que respecta a la prostitución adulta. Ni
siquiera entre las feministas.
La prostitución no remite a situaciones de anormalidad o excepcionalidad, sino
a las rutinas y a las costumbres. Porque prostituir no es una práctica individual.
Y no es una práctica femenina, sino masculina. Aunque siempre, hoy y ayer se
hable todavía mucho más de las mujeres prostituidas que de los prostituyentes,
sean clientes, proxenetas o tratantes. No es tampoco una perversión sexual o
una conducta que queda limitada a la privacidad de las personas. Es una
práctica colectiva, masculina, organizada, que involucra prácticas diversas, a
veces ilegales y otras que convocan a millones de clientes y para ello a otras
personas, mujeres (todavía mayoría), hombres, niños y niñas.
Vivimos en una cultura en la que las mujeres son pensadas como
inherentemente prostituibles, una cultura que asocia ”mujer a prostituta” o
“prostituible”. Sociedad en la que los clientes son vistos como si sólo fueran
receptores pasivos, un producto de la “oferta”, invirtiendo de este modo y
ocultando así el rol fundamental, protagónico, de la demanda.
Por lo tanto una política que reconozca la prostitución como una de las formas
de la violencia hacia las mujeres requiere una clara estrategia hacia los
clientes, que son abrumadora y mayoritariamente varones.
Si prostituir es en la cultura patriarcal un “derecho de los hombres” tenemos
que cuestionar esa cultura que legitima ese derecho a disponer de las mujeres,
como también cuestionar ese derecho cuando se trata de varones, ya que un
contra argumento es minimizar la presencia de mujeres (que siguen siendo sin
duda mayoría) frente a la prostitución masculina y travesti que si bien también
siempre existió hoy ha cobrado más visibilidad. Incluso la prostitución infantil es
presentada hoy como un fenómeno nuevo, cuando lo único nuevo es que se
denuncia y se habla mucho más de su existencia.
Al mismo tiempo es necesario pensar a la organización proxeneta como un
instrumento no como el que crea la prostitución.
Debemos pensar también a la trata como otro de los instrumentos, como una
estrategia, una de las estrategias para el reclutamiento. Mayoritariamente la
trata de mujeres ha servido y continua sirviendo para alimentar los burdeles y

17
los variados circuitos de prostitución, pobres o lujosos, de los más diversos
países del mundo. La trata es sólo una estrategia de reclutamiento, aunque no
la única y el corazón duro del sistema prostitucional está en la banalización de
estas prácticas, la transformación de la explotación sexual en una “trabajo
como cualquier otro” que se desliza en innumerables discursos
Hasta ahora las políticas, excepto en Suecia, nunca se dirigieron a desalentar a
los clientes. Aún en países abolicionistas, como Argentina, la legislación y la
intervención estatal casi exclusivamente se limita a tratar de persuadir y
perseguir -y lo hace bastante deficientemente por otra parte- a los
explotadores/ proxenetas / “empresarios de la noche”; pero no hay ninguna
acción ni económica, ni persuasiva, ni educativa, ninguna política cultural
tendiente a modificar la cultura de la prostitución.
Vivimos en una cultura que no cuestiona la prostitución. Vivimos en una cultura
que predica a los hombres como sujetos del placer /sujetos del poder/ sujetos
de prostituir y a las mujeres como objetos al servicio del placer masculino.
La cultura induce a los hombres que siguen las reglas, a que reconozcan su
género en imágenes y narrativas en las que son clientes.
Si algo cambió en la actualidad en torno de la censura que podría haber
formulado una sociedad puritana en contra de los hombres que frecuentaban
“las mujeres de mal vivir” es sobre todo la difusión de un lenguaje travestido
con un ropaje mercantilizado. La violencia de la explotación sexual está
enmascarada en una relación contractual entre sujetos supuestamente iguales.
Sin demanda no existiría la oferta de cuerpos para usos sexuales y tampoco
esa demanda tendría posibilidades de subsistir sin una tácita aceptación del
derecho de los varones a convertir a semejantes en no sujetos, es decir, en
meros objetos de goce sexual, por más que la sociabilización de este
intercambio se legitima a menudo como un intercambio de placer por dinero
(placer para el cliente y dinero para quien es prostituida y/o para sus
explotadores, directos e indirectos). Pensarlo como un intercambio entre
iguales constituye notoriamente una ficción.
Una cultura patriarcal en la cual se basan nuestras sociedades moldea las
subjetividades, imprime un sello a sus representaciones y acciones. La
institución de la prostitución es un emergente de esta cultura. Mientras no se
alcance un giro copernicano respecto de esa cultura, no podemos esperar

18
grandes transformaciones. Sólo habrá políticas paliativas, como las actuales,
que oscilen entre la permisividad y la represión, que logran cambios que no lo
son en profundidad, que poco afectan al sistema proxeneta31.
Debemos preguntarnos si no ha llegado quizás, de cara al siglo XXI , el
momento de poner frente a su responsabilidad a quienes se consideran
titulares del derecho incuestionable de uso de mujeres como objetos sin
sujeto, en esta violación de los derechos humanos esenciales de las personas
cualquiera sea su edad, de proponerse lograr una cultura sin violencia y sin
prostitución.

Ejes temáticos de hoy y de ayer


Hoy se habla del impacto de la globalización en la aparición de nuevas
modalidades. Estos cambios no deben impedir que se vea todo lo que
permanece. Para cerrar este texto algunos señalamientos acerca de lo que
permanece y algunos cambios importantes.
- Si la globalización es estar sometido a las leyes del mercado, la
prostitución del siglo XIX estuvo tan sometida a las leyes del
mercado como la actual. Han cambiado las tecnologías pero no las
leyes que regulan el mercado
- Los debates a favor de la legalización y la descriminalización de la
prostitución estuvieron vivos en toda la segunda mitad del XIX y
persistieron a lo largo del XX. Hoy no han perdido su vigencia.
Aunque algunos de los actuales debates, como por ejemplo el que se
dio en el marco de la Unión Europea, -por ejemplo la posición de
Holanda- han ido más lejos aún, al plantear la despenalización del
proxenetismo.
- En muchos de esos debates, hoy como ayer y por distintas razones,
se dejaba de lado la prostitución local y las redes de proxenetas
internas dando más énfasis a la prostitución vinculada a la trata
internacional. Sin duda lo que permanece es la realidad misma de las
prácticas, y la coexistencia en todos los espacios prostibularios, de
mujeres nativas y extranjeras.

31
Expresión acuñada por Marie Victoire Lois, quien a desarrollado una lucida y radical crítica a
la prostitución en sus inmumerables trabajos sobre el tema.

19
- Reaparece en los debates internacionales la misma preocupación
hoy como ayer sobre la trata. Así como Liga de las Naciones se
ocupó de la trata internacional en las primeras décadas del siglo XIX,
hoy encontramos iniciativas promovidas por distintos organismos
internacionales. Lo novedoso es que hoy se intenta plantear muchas
veces la trata sin relacionarla con la prostitución.
- Hoy como ayer se distingue la trata y el reclutamiento de jóvenes sin
experiencia prostibularia de la captación de mujeres ya prostituidas,
minimizando esta última, como si estas mujeres hubieran perdido sus
derechos, por el hecho de haber sido sometidas con antelación.
- La realidad de la presencia de niñas en los espacios prostibularios no
es nueva aunque tal vez lo nuevo sean los consensos, hoy más
amplios que ayer, sobre su repudio. Hoy como ayer se encuentran
niñas de todas las edades, que conviven con las mujeres en los
distintos ámbitos prostibularios. Las diferencias no pasan por la edad,
sino por el tipo de prácticas32. Hoy como ayer el reclutamiento es en
edades tempranas (entre los 14- 18 años) y eso está constatado, en
todos los países del mundo.
- En las modalidades de reclutamiento, tampoco hay grandes
innovaciones, hoy como ayer se utilizan los métodos de seducción y
también la violencia, y hoy como ayer, el mundo prostibulario se
caracteriza por unas enorme variedad de modalidades: prostitución
callejera, de encierro; prostíbulos grandes, o departamentos
privados; prostíbulos que ofrecen además entretenimientos (shows
en vivo, videos, música, o algunas formas actuales como los Spa
‘antistress’, casas de masajes, saunas u otras formas ligadas al
entretenimiento, el ocio, el placer o la salud de los clientes). Hoy
como ayer hay prostíbulos para los pobres, para lo que sólo pueden
pagar una tarifa mínima, hay y hubo prostíbulos de lujo; la diferencia
es que hoy se paga con tarjeta de crédito.

32
Al menos en Argentina, las divisiones paran por el tipo de prácticas, que marca
localizaciones diferenciadas para la prostitución femenina, masculina, travesti, o para los taxi
boy

20
- Hoy como ayer la sociedad establece demarcaciones tácitas entre
ciertas modalidades, asociadas unas a la coerción (prostitución
forzada) y otras a la libre elección (prostitución libre). Cabe
preguntarse porqué se establecen y sostienen esas demarcaciones.
- Hoy como ayer el cliente se desentiende de toda responsabilidad, en
la medida en que imagina que se está limitando a consumir lo que se
le ofrece con tanta insistencia como ‘irresistible tentación’.
- Uno de los cambios es que hay posturas que van más lejos que
antes, al pretender legalizar la prostitución como un ‘trabajo’ y
homologar diversos tráficos de personas con la trata para la
prostitución33.
Finalmente hoy como ayer coexiste un doble discurso. La idea de que la
prostitución es un ‘mal’ tuvo y tiene alto grado de consenso. Considerada
muchas veces un ‘mal necesario’ permanece en las sociedades patriarcales
de hoy el derecho adquirido de los varones a prostituir. Esas ideas siempre
coexistieron con la reprobación –moral ayer, atentado a los derechos
humanos hoy. Pero hoy como ayer la prostitución persiste.

33
Uno de los debates más recientes es el que tuvo lugar en la 49 reunión de la Comisión por
el Status de la Mujer de Naciones Unidas, (marzo de 2005) en el que sectores del feminismo
plantearon esta postura.

21

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