Está en la página 1de 75

Página | 1

Página | 2

Esta traducción fue hecha sin fines de lucro.


Es una traducción de fans para fans.
Si el libro llega a tu país, apoya al escritor comprando su libro.
También puedes apoyar al autor con una reseña,
siguiéndolo en las redes sociales y ayudándolo a promocionar su libro.
¡Disfruta la lectura!
Página | 3

Fany Ivashkov

Vane V astrea75

Fany Ivashkkov, Lu

MaJo MadHatter –Val-

Ami Natera

Lu

Fany Ivashkov

Fany Ivashkov
Página | 4

Sinopsis

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8
Página | 5

Lo deseaba.
Era tan sencillo como eso.
También era peligroso.
Me encontraba dispuesta a arriesgarlo todo solo por una noche con él.
Mientras veía mi vida cuidadosamente estructurada derrumbarse a mí alrededor,
lo necesitaba para que me hiciera olvidar.
Preston era todo de lo que sabía que tenía que alejarme, pero imposible de dejar
atrás.
Él sería mi perdición, mi caída, pero no quería nada más que ser deshecha.

The Private, #2
Página | 6

Traducido por Vane v


Corregido por Ami Natera

Vi las farolas de la ardiente ciudad delante de las ventanas de la cabina, mi mente


confundida con la misma rapidez que los edificios que pasaron volando. Cerré los ojos y
todo lo que podía ver era a Preston metiendo mis bragas en el bolsillo de su pecho, su
mirada ardiente en mi cuerpo. Mi clítoris pulsaba al recordar lo que se siente cuando su
pulgar lo acarició. Mis ojos se abrieron de forma rápida y cayeron al taxista,
asegurándome de que no me estaba observando. Su atención se centró en la carretera, lo
cual fue bueno, porque una mirada en mí y definitivamente habría sido capaz de decir
que mis pensamientos eran oscuros y sucios. Con sólo unos pocos más bloques para
viajar a mi casa, mi teléfono suena en el bolso.
Empaca una bolsa de viaje. Ya voy por ti.
El texto de Preston hizo que mi interior se licuara, pero no estaba segura de sí ir
con él era la decisión más inteligente. Mi cuerpo quería irse con él, de eso no había duda,
pero el viaje en taxi le dio espacio a mi cerebro para respirar y me estaba llevando en la
dirección de no hacer más daño a mí ya desmoronado matrimonio. No es que estaba
preocupada por salvarlo, pero estaba preocupada de salir indemne y con el dinero al
que tenía derecho.
Pagué al taxista, caminé por el camino de entrada, y luego oí el sonido
inconfundible del Loto de Preston viniendo por la esquina. Vi como pasaba su punto
normal por la calle y en su lugar, estacionó justo en el camino de entrada, como si
perteneciera a ese lugar. Ese era un problema. Abrió la puerta y salió, caminando hacia
mí mientras presionaba un botón de la llave, haciendo que las luces del auto destellaran
y a su bocina pitar cortas y rápidas dos veces.
Se dirigió hacia mí en ese ridículamente atractivo traje de etiqueta, sus ojos fijos en
los míos y sin indicación alguna de planear moverlos. De hecho, sus ojos se quedaron en
los míos hasta que estaba justo en frente de mí, solamente rompiendo el contacto cuando
gentilmente puso su mano alrededor de mi codo, me giro y me condujo hacia la casa.
Llegó al teclado electrónico y con precisión, introdujo el código de acceso.
Mi boca se abría mientras me arrastraba hacia el vestíbulo.
—¿Cómo sabes el código de acceso a mi casa? —Sin detenerse, me tiró hacia las
escaleras a mi habitación, pero me habló mientras caminábamos.
—Una vez más, Lena, saber cosas, especialmente secretos, es mi trabajo.
Entramos a la habitación y su mano liberó mi codo, pero continuó hacia el
Página | 7 armario, encendiendo la luz desde el interior.

—¿Has estado en mi casa sin mi aquí?


—Haz tu maleta. —Fue su única respuesta mientras una bolsa de lona salió
volando por la puerta semi abierta, aterrizando en el centro de la cama.
—Preston —dije con firmeza—. ¿Has estado en mi casa mientras yo no andaba
aquí? —Vi como se hizo visible, saliendo del armario y caminando hacia mí. Se detuvo
cuando había sólo centímetros de distancia entre nosotros, pero no hizo ningún
movimiento para tocarme.
Me miró a los ojos.
—Hace unos días, estaba siguiendo Derrek y vino aquí. Entró en la casa con un
maletín, pero regresó a su coche sin él. Pensé, tal vez, que había algo de importancia allí,
algo que podría utilizar en su contra. Así que, sí, entré en la casa. Pero no miré nada o en
cualquier lugar, además de su oficina.
Por una razón que todavía no había formado plenamente en mi mente, me
molestaba que hubiese un nivel de desconfianza entre Preston y yo. Yo lo había, en
todos los sentidos, contratado para ser astuto y furtivo, pero no me gusta la sensación de
que estaba ocultando algo de mí. Admitiendo esto, sin embargo, también sería como
aceptar que las cosas estaban cambiando entre nosotros. Sería como admitir que ya no
era sólo alguien que había contratado para poner fin a mi matrimonio; se había
convertido en una persona involucrada en la desaparición real del mismo.
—Lena —susurró, dando un paso más cerca de mí, envolviendo sus manos
suavemente alrededor de mi cuello, instándome a mirar hacia él—. No dejes que tu
mente huya contigo. —Sus pulgares se movieron sobre mis pómulos, la fricción suave
casi calmándome—. No te quedes atrapada en los porqués y los cómo. —Se inclinó y
presionó sus labios con los míos, fácilmente, el beso más sensual que jamás había
experimentado. Sentí ese beso en todas partes: mi pecho, mi mente, mi corazón, y, sin
duda, mi núcleo. No fue un beso excepcionalmente sexual; su lengua apenas rozó la
comisura de mis labios, sin querer, simplemente degustando. Tomé una respiración
profunda por la nariz mientras el beso continuaba, y fui absorbida por el olor a almizcle
de su colonia. Era picante y seca, y añadió una dimensión atractiva más que tendría que
tratar de ignorar.
Cuando sus manos viajaron en mi cabello y comenzaron a quitar pasadores
mientras me besaba, mi resolución se desmoronó un poco. Estaba tratando de cuidar de
mí, todo mientras me besaba. Los pasadores estaban ocultos en las vueltas de mi cabello,
pero con cuidado sacó uno, luego dos, luego pasó los dedos suavemente por el cabello
que había deshecho. Retorció un mechón alrededor de su dedo y el resto de mi
resolución se derrumbó por completo.
Mis manos subieron y agarraron las solapas de la chaqueta del esmoquin, tirando
de él hacia mí, profundizando el beso. Me siguió en él, siguiéndome a las
Página | 8 profundidades, sus manos dejando mi cabello, pero envolviéndose firmemente
alrededor de mi cintura, tirándome hacia él. Di un grito ahogado cuando sus labios
dejaron los míos, viajando a lo largo de mi línea de la mandíbula, y de regreso a mi oído.
—No aquí, cariño —susurró. Luego, el cuerpo me dolía mientras se separaba de
mí, con sus ojos encontrando los míos—. No quiero nada más que enterrarme en ti,
mostrarte lo mucho que te he deseado, lo mucho que quiero adorarte, pero no aquí.
Asentí y me dio un casto beso en los labios. Un rápido, beso punzante.
—Cámbiate. Empaca. Nos vemos abajo. —Me dio la espalda y se dirigió hacia la
puerta.
—¿Preston? —Lo llame, con la voz más fuerte de lo que pensaba que podía
manejar. Se volvió y me miró—. ¿Cuánto tiempo voy a estar fuera?
—Quiero tenerte para siempre, Lena, créeme. Pero voy a tener que devolverte
mañana. —Su voz era baja y torturada, derrotada, como si prefiriera hacer cualquier
cosa en vez de traerme de regreso aquí. Se volvió, salió de la habitación y oí sus pasos
desaparecer por las escaleras.
Tomé una respiración profunda y luego lo dejé escapar lentamente, tratando de
envolver mi mente alrededor de mi situación sin dejar que arruine las sensaciones que
siguen corriendo por mi cuerpo. Sacudiendo la cabeza, me fui a la cama y abrí la bolsa
de lona, haciendo una lista mental de lo que empacar.
Diez minutos más tarde, baje las escaleras con cómodos pantalones de cordón,
una camiseta ajustada, y chanclas. Había estado en un vestido formal con tacones toda
la noche y no estaba muy deseosa de tratar de impresionar a Preston con mi ropa de
dormir.
Cuando entré en el vestíbulo, se volvió hacia mí y su sonrisa me hizo saber que
no le importaba en lo más mínimo lo que llevaba puesto. Había terminado de quitar los
pasadores de mi cabello y ahora mechones negros colgaban sueltos sobre los hombros, y
cuando me acerqué a Preston, no perdió tiempo pasando los dedos por las trenzas.
—¿Estás lista? —preguntó, su dedo perdido en otro mechón de cabello.
Sonreí y asentí con la cabeza, mis ojos nadando en los suyos oscuros. Me besó,
demasiado brevemente, y luego se alejó, diciendo.
—Vamos. —Agarró la bolsa de lona de mí, y luego estrechó mi mano,
llevándome fuera de la casa, deteniéndose para activar la alarma cuando nos fuimos. A
medida que nos acercamos al Lotus, me encontré sonriendo solo por el pensamiento de
Preston al volante de una máquina tan atractiva. Había estado aprisionando mi
atracción por él desde que nos conocimos, pero esta noche, al verlo delante de su auto,
fue abrumadoramente excitante. Abrió la puerta para mí y se metió adentro, inhalando
el olor del cuero que aún permanecía, mezclado con el olor característico de Preston.
Salimos, nos dirigimos fuera de la casa y se me ocurrió que no tenía idea de
Página | 9 dónde íbamos. Por otra parte, sabía muy poco sobre el hombre en el asiento de al lado.
La única cosa que sabía con certeza era que quería acceso sin restricciones a él por la
noche y yo le daría el mismo acceso sin restricciones a mí. Lo quería en mí, sobre mí,
alrededor de mí —quería ser reclamada por él. Pero también esperaba que en el tiempo
que pasemos juntos, tuviera la oportunidad de conocerlo en más que solo de forma
física.
—¿Dónde me llevas?
—A mi lugar —respondió sin vacilar.
—¿Y dónde está eso?
—West Hills. —Conocía el área que la que estaba hablando. Era una parte de
Portland conocida por ser afluente: grandes casas, coches bonitos, grandes cuentas
bancarias. No era diferente de la zona que vivía, pero West Hills tenía una reputación—.
No te preocupes. No es tan sofocante como suena. Además, soy nuevo en la zona. —
Seguimos conduciendo y empecé a amar la manera en que Preston condujo el Lotus.
Abrazaba curvas y gruñía de una manera que tenía partes de mí húmedas. Los autos
eran atractivos; siempre había pensado así. Pero los autos eran exponencialmente más
atractivos cuando los hombres Preston los conducían.
Su agarre en el volante era relajado pero firme y permitía que su bíceps se
flexionaran bajo la tela de su chaqueta. Cuando cambió de marcha, pude admirar sus
grandes manos con ágiles dedos largos. Si nuestro encuentro en el armario de utilidad
no hubiera sido suficiente juego previo, verlo manejar este vehículo habría hecho el
trabajo muy bien por su cuenta.
—¿Siempre has vivido en Portland? —Me aventuré con una pregunta, teniendo la
esperanza de aprender algo, cualquier cosa, sobre él.
—Casi siempre he vivido cerca. Crecí en Lake Oswego, me mudé para la
universidad, pero me encontré regresando aquí después de algunos años de vivir en
diferentes ciudades, probándolas. En realidad, nunca se sentía bien en cualquier otro
lugar, así que estoy de vuelta para bien, parece. —Volvió la cabeza a la mía y me regaló
una sonrisa que no había visto antes en él. Era grande, brillante y hermosa. Me tomó un
poco por sorpresa, pero ajuste mi interior fundido de ello.
—¿A dónde fuiste a la escuela? —La pregunta vino de mí sin pensarlo,
pareciendo ser el siguiente paso lógico en nuestra conversación.
—Stanford. Pensé que quería ser abogado, pero rápidamente me di cuenta que
disfrutaba hacer cumplir la ley mucho más que la defensa de la misma. Empecé en la
escuela de derecho, pero finalmente obtuve mi título en informática forense, con la
esperanza de que me ayudara en el futuro.
—California es como otro universo —dije cuidadosamente—. He estado allí un
par de veces, nunca por una duración tiempo real, pero siempre se sintió extraño para
Página | 10 mí, como si estuviera fuera de lugar.
—Yo estaba fuera de lugar allí, también. Después de la universidad, he intentado
un par de lugares diferentes; Chicago y Nueva York, incluso fui al sur a Texas por un
tiempo. Pero nada se sentía como Portland. —Me sonrió de nuevo y le devolví la
sonrisa, porque estaba de acuerdo. Entonces su sonrisa había desaparecido y sus ojos
destellaron en el espejo retrovisor. Sus labios se movieron a una línea y algunas arrugas
aparecieron en su frente—. Parece —dijo mientras daba un giro brusco a la derecha que
no esperaba, forzándome a su lado—, que nos están siguiendo.
—¿Qué? —Casi me estremecí. Me di la vuelta, tratando de ver a través del
parabrisas, pero lo único que vi fueron los faros. Regulares, faros comunes-y-corrientes
que uno normalmente vería si alguien estuviese en el carril detrás de ellos—. ¿Cómo
puedes saber que nos están siguiendo?
—Porque él ha hecho las mismas últimas cinco vueltas que nosotros.
—¿Cómo puedes saber que es un hombre? —Miré en el espejo lateral, todavía
tratando de ver algo que me diera una pista de lo que estaba ocurriendo. Le oí reír y mi
cabeza se lanzó a mirarlo.
—Nunca he sido seguido por una chica.
Entrecerré los ojos a él. No me gustaba la insinuación de que una chica no podría
seguirlo correctamente. Abrí la boca para darle una observación sarcástica, pero fui
empujada contra la puerta mientras tomaba otro giro con demasiada velocidad para mi
gusto. Agarré el asa de la puerta, mi corazón saltando en mi garganta.
—Es persistente —dijo Preston, aun mirando frecuentemente a los espejos—.
Agárrate.
No tuve la oportunidad de preguntarle de qué exactamente debería aferrarme en
su pequeño auto deportivo antes de que acelerara el pedal del acelerador y arrancara
por la calle en medio del centro de Portland. Era viernes por la noche en la ciudad y la
gente y los autos estaban por todas partes. Mis pies firmemente plantados en el suelo
del vehículo. Una mano presionada contra la puerta y la otra había encontrado su
camino hacia los bíceps de Preston.
Onduló dentro y fuera del tráfico, rompiendo algunas leyes, estaba segura, y
logró evitar golpear a cualquiera de los peatones que alerté con mis gritos. Ya sea que
estaba acostumbrado a conducir con una mujer gritándole en el asiento del pasajero o
que estaba haciendo un excelente trabajo ignorándome. En cualquier caso, mi ritmo
cardíaco estaba pasando el techo y me estaba cansando de ser empujada de un lado a
otro mientras arrojaba su Lotus en las esquinas a través de los estacionamientos, todo en
un esfuerzo por perder a la persona que lo estaba siguiendo. Con el tiempo, se las
arregló para conseguir el auto dando la vuelta, por lo que se dirigía ahora hacia el norte
y empecé a relajarme mientras hicimos nuestro camino desde la zona de la ciudad llena
de bares y vida nocturna, entrando en la parte que era más industrial.

Página | 11 Me di vuelta y vi el coche seguía detrás de nosotros, incluso después de toda esa
conducción de lujo, y miré a Preston.
—Sigue allí. ¿Qué vas a hacer? —Nunca había estado en una persecución de
coches antes. En todas las películas que había visto, el coche siendo seguido o bien
perdió el otro coche, o se estrellaba. No habíamos alcanzado la primera y esperaba
evitar la última.
—Sujétate fuerte —dijo de nuevo, haciendo mis ojos rodar. Reanudé mi agarre en
la puerta y en su brazo.
Él se detuvo en un estacionamiento de almacén vacío, atrayendo al otro auto
detrás de él, luego lo aceleró, apuntando con su auto por un estrecho callejón que corría
a lo largo de la parte trasera del edificio. Incluso para un auto tan pequeño como el
Lotus, era un poco apretado, y me encontré cerrando los ojos con miedo, mis dedos
agarrando el brazo de Preston. Sin duda, el vehículo que nos seguía no podría hacerlo a
través del mismo callejón. Sentí el auto abandonar el suelo, haciendo que la misma
sensación en el estómago como cuando llegas a la cima de una montaña rusa y luego
caes rápidamente. Ingravidez. Estábamos en el aire. Dejé escapar un grito ahogado, pero
me sumergí de nuevo en silencio cuando el auto se sacudió de vuelta en el pavimento.
Mis ojos se abrieron, y me sentí aliviada al ver que estábamos, de hecho, en tierra
y en una sola pieza. Miré a Preston y sus ojos estaban enfocados mientras conducía. Me
di la vuelta rápidamente para mirar detrás de nosotros, pero no vi el coche por más
tiempo.
—Creo que lo perdiste —dije en voz baja, el coche en silencio, aparte de nuestras
pesadas respiraciones.
Preston no respondió de inmediato, pero cuando lo hizo, todo lo que dijo fue—:
Espera.
De repente, volé hacia adelante y hacia un lado, sólo para sentir el brazo de
Preston extenderse hacia afuera y presionarme de nuevo en mi asiento. Entonces
estábamos quietos por un segundo. Su mano voló a la palanca de cambios, poniendo
reversa. Preston puso su brazo sobre el respaldo del asiento y miró por el parabrisas
trasero del coche, dando tumbos hacia atrás por otro callejón. Cerré los ojos con fuerza
una vez más, temiendo que nos estrellaríamos.
Entonces nos quedamos quietos. El coche estaba apagado, al igual que los faros.
Abrí los ojos y sentí las manos de Preston en mi cara, girándola hacia él.
—¿Estás bien? —preguntó, sus ojos vagando sobre mi cara, inspeccionándome.
—Preston. —Respiré. Mi voz se había ido y su nombre fue simplemente aire.
—Lena, nena —dijo, tirando de mí hacia él, guiando mi cara en su cuello, sus
brazos envolviéndose alrededor de mis hombros—. Está bien. Lo siento —susurró.
Respiro en él, tratando muy duro para no llorar, la adrenalina haciendo que mi corazón
Página | 12 se acelere y mis ojos llenos de lágrimas.
—Estoy b-bien —tartamudeé. Luego el auto se iluminó y se alejó de mí. Dos faros
estaban radiantes a la derecha en el coche y me congelé, aparte del temblor, sin saber lo
que estaba pasando. Preston agarró mi rostro y me miró, hablando con claridad y
rapidez.
—Me encargaré de esto, Lena. No salgas del auto, ¿de acuerdo?
Asentí con la cabeza, sus manos aún en mis mejillas. Luego presionó un beso muy
rápido a mis labios y fue a abrir la puerta. Estaba a medio camino cuando oí la voz de
un hombre.
—No tan rápido, Reid. Vuelve al coche y rueda la ventana hacia abajo. —Los
faros se apagaron, nos envolviéndonos en la oscuridad de nuevo. Preston se deslizó en
el interior del coche y bajó la ventanilla como se le pidió.
—Mierda —murmuró en voz baja. Se acercó y le dio a mi rodilla un rápido
apretón—. Todo va a estar bien. Lo prometo —dijo en voz baja.
Oí pasos que se acercaban al coche, y a pesar de que Preston ya no parecía
amenazado, todavía estaba temblando y asustada. Mirando a la persona que nos había
perseguido, mis ojos se movían a través de la oscuridad. Por último, la silueta de un
hombre apareció, acercándose a nosotros con paso firme, sin prisas. Era un hombre alto,
redondo. Fácilmente ciento treinta y seis kilos, quizás un metro ochenta y dos de altura.
Tuvo suerte que nos persiguió en su auto, porque Preston sin esfuerzo podría batirlo en
una carrera a pie.
—Reid, buena noche para un viaje tranquilo. —El hombre estaba justo fuera del
lado del conductor del auto ahora, mirando adentro a Preston.
—Edgar, yo diría que fue un placer verte, pero estaría mintiendo.
Tragué saliva, enloqueciendo un poco de que Preston estaba fanfarroneando al
hombre que nos había atrapado en un callejón.
—Sabes que me gusta cuando me llamas Eddie —dijo el hombre, poniendo una
mano en la puerta e inclinándose hacia abajo de modo que su cabeza estaba a la vista. Su
cara igualaba su cuerpo, redondo y lleno.
—¿Qué quieres, Eddie? —La voz de Preston era baja y enojada.
—Sólo estoy comprobando en mis activos. —Los ojos de Eddie, cayeron sobre
mí—. Hola, Lena, querida. Espero que nuestra pequeña persecución de coches no te
haya asustado tan mal.
Vi un músculo en la mandíbula de Preston contrayéndose y su agarre en el
volante apretado.
—Una vez más, ¿qué quieres? —Su voz era incluso más baja ahora, casi un
gruñido.
Página | 13 —Sólo quiero asegurarse de que has pensado a través de todas tus acciones, Reid
—Los ojos de Eddie viajaron a mí otra vez—. Algunos de nosotros estamos empezando
a dudar de tus capacidades de toma de decisiones.
—No contesto a ti, Eddie, pero incluso si lo hiciera, lo único que diría es que sólo
estoy haciendo mi trabajo.
Eddie rió, luego suspiró. —Tienes bolas, Reid. Te voy a dar eso. —Eddie se puso
de pie y golpeó su mano sobre el techo del coche—. Este trabajo no va bien. Vas a perder
mucho más que tus bolas, Reid. No digas que no te lo advertí —Con esas palabras de
despedida, Eddie volvió a su coche. Después de un momento, los faros se encendieron,
inundando el Lotus con la luz de nuevo, luego retrocedió y se alejó.
Página | 14

Traducido por Fany Ivashkkov, MaJo MadHatter y astrea75


Corregido por Ami Natera

Exhalé en gran medida cuando su auto estuvo fuera de vista. Luego me giré hacia
Preston, quien seguía sujetando el volante con tanta fuerza que tenía los nudillos
blancos.
—¿Qué demonios fue todo eso? —Las manos de Preston finalmente se aflojaron
en el volante, pero en vez de responderme, solo encendió el auto e nuevo y movió la
palanca de cambios. Salió del callejón y empezó a conducir otra vez en la ciudad—.
Preston, ¿por qué ese chico te persigue por toda la ciudad y luego se aleja de esa
manera?
Dejó escapar un suspiro agravado. —Eddie es alguien con quien trabajo. Solo
trataba de asustarme. No quiero que te preocupes por eso.
—¿Cómo sabía mi nombre?
—Como dije, trabajo con él.
—Pensé que dijiste que estabas en el negocio de los secretos. No entiendo por qué
él necesita saber mi nombre. —Algo estaba mal por la forma en que Eddie se acercó a
Preston. Me puso nerviosa, como si de alguna manera estuviera envuelta en algo de lo
que no quisiera ser parte y me lo hubiera metido en la cabeza.
—Escucha, él no sabe que me contrataste. Ni siquiera sabe los detalles del caso.
Demonios, ni siquiera hubiera sabido que trabajaba contigo hasta que me vio junto a ti
—no eres exactamente irreconocible.
—¿Qué se supone que signifique eso?
—Significa, cualquier persona que es alguien en esta ciudad vería tu rostro y
sabría tu nombre. Eres Lena jodida Bellows, por el amor de Cristo. —Ahora gritaba, su
voz enojada y agitada. Su mano se cerró de golpe en el volante mientras gritaba—.
¡Infiernos! —Dio un giro brusco a la derecha y luego se detuvo a un lado de la carretera.
Estacionó el auto y luego se giró en su asiento hacia mí—. Escucha, nunca pretendí en
que quedaras envuelta de esta manera. Cuando tomé este trabajo, pensé que sería una
volcada. Estaría de entrada y salida en cuestión de días y luego seguiría de largo, como
siempre lo he hecho. —Su voz se suavizó mientras hablaba, sus ojos implorándome que
lo escuchara y entendiera.
»No esperaba ser atraído por ti, Lena. No podía haberme preparado por la
atracción que sentí cuando nos conocimos. Debí haber rechazado el trabajo, debí
alejarme, pero no soy tan fuerte. —Su voz había perdido toda aspereza y la ira de antes,
ahora como la seda.

Página | 15 Pensar en él alejándose causó un pánico repentino e inesperado en mí. Claro, si


en ese primer día me hubiera rechazado y abandonado el bar sin tomar el trabajo,
simplemente me hubiera buscado a alguien más. Pero después de la pequeña cantidad
de tiempo que pasamos juntos, sabiendo la manera en que me puede hacer sentir, el
poder que tenía sobre mi cuerpo y la promesa de algo más por venir, el pensamiento de
él terminando cualquier cosa que hubiera entre nosotros era aterrador. No quería que se
alejara, pero tampoco quería ser parte de estas raras y dramáticas escenas. Escapadas
sexuales en armarios y persecuciones de autos no eran mi idea de un buen momento.
Quería noches tranquilas de películas abrazados junto al calor del fuego. Quería bromas
internas y notas tontas dejadas en lugares oscuros. No me encontraba segura de que
Preston era el hombre para darme lo que quería.
—Tal vez deberías llevarme a casa.
—Y una mierda, Lena. Te llevaré a mi casa. No puedes pasar la noche sola en tu
casa y no he dormido bien en casi una semana. No volveré a dormir en mi auto. —Puso
el auto en marcha y volvió a la carretera. El Preston dulce se volvió a ir y me encontraba
en el auto con el Preston insistente.
—De acuerdo. —Suspiré.
El resto del viaje fue tranquilo. Ninguno habló. Cuando el auto ralentizó de
nuevo, fue a parar en una comunidad cerrada. Se detuvo en el teclado, bajó la ventanilla
y escribió cuatro dígitos.
—Catorce, noventa y dos —dijo en voz baja—. El año en que Colón navegó el
océano azul. —Se giró un poco hacia mí, una sonrisa de niño en su rostro—. Era la única
combinación de cuatro dígitos que sabía que nunca iba a olvidar.
—Tiene sentido —respondí.
—Recuerda eso, lo necesitarás.
Se dirigió a un edificio que tenía garajes a lo largo del primer piso y me di cuenta
de que nos hallábamos en su departamento. No se me había ocurrido que no había nada
más que mansiones gigantes en las colinas del oeste.
A medida que nos acercábamos a uno de los garajes, comenzó a abrirse,
perfectamente sincronizados para que no tuviéramos que detenernos —solo entrando
sin esfuerzo. Una vez que el auto estuvo adentro, la puerta del garaje se cerró detrás de
nosotros y Preston salió del auto. Lo seguí, agarrando mi lona, tratando de no dejar que
mis nervios tomaran lo mejor de mí. Más emoción ha ocurrido en las pasadas tres horas
de lo que podía recordar en toda mi vida y todavía trataba de mantener mi ingenio.
Tenía que recordarme a mí misma el por qué, en toda realidad, vine aquí. Para estar con
él. Para permitir que la atracción que lo abarca todo que tenía con él desde el primer día,
me lleve a donde quiera que conduzca.
Sin palabras, me llevó a su casa y me dio la oportunidad de admirar en
tranquilidad su hogar. Definitivamente era un lugar de hombre. Todo era o negro,
Página | 16 blanco o gris. Me condujo más allá de la sala de estar y tomé un segundo para mirar
adentro. El mobiliario era de cuero negro, recordándome la chaqueta que llevaba cada
vez que lo veía, aparte de esa noche. Había una mesa de café de cristal en el centro de la
sala y un enorme televisor de pantalla plana que cuelga de la pared.
Seguí siguiéndolo por el pasillo, el cual noté que no tenía cuadros colgados en las
paredes. Todo era crudo y vacío. Traté de no pensar en cómo su hogar podría ser
arreglado o qué se le podría añadir para que fuera más acogedor y cálido. Cuando lo
seguí a la habitación contigua, jadeé ante la más hermosa cocina que haya visto. Tenía
una buena cocina en casa. Era funcional y la usaba mucho, pero la de Preston era una
obra de arte.
Encimeras de granito negro, una enorme barra con una estufa de seis quemadores
incorporados, electrodomésticos de acero inoxidable y gabinetes oscuros magníficos.
Había hornos dobles integrados en la pared, apilados uno encima del otro y una puerta
entreabierta que parecía un paseo en la despensa.
—¿Te gusta cocinar?
—En realidad no. No tengo mucho tiempo para cocinar.
—Oh. —Eso me sorprendió. ¿Por qué tendría una obra de arte por cocina si no
cocinaba?
—Compré el departamento nuevo y ya estaba construido de esta manera —dijo,
leyéndome la mente—. No me malinterpretes, puedo cocinar. Solo que no me encuentro
en casa mucho tiempo. —Caminó al lado más alejado de la barra y luego sus ojos se
encontraron con los míos—. ¿Puedo hacerte una bebida? ¿Un vodka Martini?
Me sonrojé al notar que recordaba la bebida que elegí, mi corazón acelerándose
un poco ante el pensamiento de él poniéndole atención a tales detalles.
—¿Puedo tener solo vodka? ¿A las rocas? —Necesitaba algo para beber de
inmediato, no para saborear.
No me respondió, pero observé mientras sacó un vaso e hizo mi bebida, también
sirviéndose whisky. Con los dos vasos en mano, caminó alrededor de la barra, yendo
directamente hacia mí. Sus ojos nunca abandonaron los míos mientras se acercaba y
cuando lo hizo, se puso de pie detrás de mí, forzándome a darme la vuelta. Colocó
ambos vasos en el granitado de atrás, a cada lado, inclinándose hacia mí. Podía sentir el
borde duro y frío del granito en mi espalda, junto a la dura calidez de su pecho
presionado en mi frente.
Se agachó y me quitó el bolso de las manos.
—¿Hay alguna cosa rompible aquí?
—No. —Sonreí ante su extraña pregunta y luego grité cuando la arrojó sobre la
isla y hacia la sala de estar de más allá. Entonces su mano se encontraba delante de mí
de nuevo, tendiéndome la bebida—. Gracias —dije mientras le quitaba el vaso. Presioné
Página | 17 el vaso en mis labios, aun mirándolo a los ojos, luego incliné el vaso, tomando el líquido
frío de un solo trago. Me estremecí solo un poco al tiempo que me quemaba, pero me
recuperé rápidamente, disfrutando del calor extendiéndose a través de mi vientre.
Me sonrió, pero esta era una sonrisa nueva y diferente. Esta sonrisa era casi
depredadora y peligrosa. Mi sonrisa desapareció rápidamente, sustituida por mis
latidos zumbando a través de mis venas, mis dos manos agarrando el vaso como si fuera
la única cosa que me mantuviera en posición vertical. Inclinándose hacia atrás
solamente lo suficiente para llevar el vaso a sus labios, tomó un pequeño sorbo de su
whisky, sus ojos pegados a los míos.
—¿Puedo probarlo? —pregunté, antes de saber que las palabras salían de mi
boca. Me sonrojé un poco, dándome cuenta de que era una petición extraña—. Nunca
antes he probado el whisky. — Sus ojos estaban entornados y oscuros a medida que se
acercaban a mí, su cara inclinándose ligeramente mientras presionó suavemente sus
labios contra los míos. El beso no fue insistente, no fue agobiante; fue suave y prudente.
Su lengua se burló del borde de mis labios y cuando los abrí para él, saboreé el whisky.
Nuestras lenguas se fundieron entre sí y el beso supo a nuez y a pimienta. Solté un
pequeño gemido y él se presionó más contra mí.
En el fondo de mi mente registré que mi vaso me era arrebatado de las manos, el
sonido de nuestros dos vasos siendo colocados en el mostrador, pero me encontraba
demasiado involucrada en nuestro beso para prestar atención. Cuando sus manos
estuvieron libres, encontraron mi cabello, atrayéndome hacia él, colocando la cabeza
exactamente en donde quería, colocándome en un ángulo para que pudiera obtener todo
del beso que buscaba. Su lengua bailó con la mía, se movió en mi paladar, se deslizó por
el borde de mis labios; era el beso más lento y más sensual en el que jamás había
participado.
Su cara se apartó de la mía, los dos respirando con fuerza y rapidez.
—Lena —susurró, antes de que su boca bajara por mi mandíbula y lamiera mi
cuello—. Pronto no voy a ser capaz de detenerme a mí mismo —dijo entre besos en la
piel sensible detrás de mi oreja.
Mis dedos se trasladaron a la parte blanda de su cabello, en donde tenía afeitado,
animándolo, rezando que nunca dejara de hacerme sentir como si estuviera a punto de
combustionar.
—No quiero que pares, Preston. Por favor…
Su cara se apartó de mi cuello, pero nunca perdimos el contacto mientras su
frente se movía para presionarse con la mía.
—¿Por favor qué? Lena, tienes que decirme lo que tú quieres. Esto tiene que ser
bajo tus términos. —Su voz era entrecortada y sonaba un poco frenético.
Me aparté y mantuve su cara entre mis manos. —Oye, ¿qué está pasando?
—Te deseo muchísimo, Lena —susurró, sus ojos yendo como dardos a los míos—
Página | 18 . Pero también sé lo que está en juego para ti. No te quitaré nada, cariño.

Mi boca se abrió un poco ante su confesión. Me deseaba. Ya sabía eso, en algún


grado. Pero también quería protegerme. Eso era algo nuevo en lo que tenía que pensar.
Derrek nunca había sido protector conmigo y no me había dado cuenta de que
apreciaría si lo hubiera sido. Pero ver a Preston refrenándose a sí mismo físicamente,
escuchar la preocupación en su voz, era conmovedor. Quería que Derrek pagara por
mantenerme como rehén en un matrimonio durante tanto tiempo, un matrimonio en el
que nunca tuvo la intención de esforzarse o de ser mejor. Quería el dinero que pensaba
que tenía derecho a tener, el dinero que había ayudado a hacer. Pero estar aquí con
Preston se sentía más importante que el dinero, más importante que cualquier otro
momento que hubiera pasado con Derrek en los últimos cinco años. Se sentía bien.
—También te deseo, Preston. —Me las arreglé para decir, aunque fuera solo un
susurro. Se sentía como el susurro más importante que alguna vez saldría de mis labios.
Tragó saliva con fuerza, asimilando mis palabras, pero aún no hizo ningún
movimiento para mí. Casi podía ver a su cerebro funcionando, los pensamientos era
evidentes en su rostro.
—Eso no es lo suficientemente bueno. —Suspiró, sonando triste—. Necesito saber
exactamente lo que deseas.
Mis manos cayeron de su rostro, confundida, pero dispuesta a darle todo lo que
necesitaba en ese momento.
—Te deseo a ti, Preston. Quiero que me lleves a tu habitación. —Me acerqué más
inclinándome, colocando un pequeño beso en su barbilla—. Quiero que me quites la
ropa. —Mi boca se movió suavemente hasta su mandíbula—. Y quiero sentirte dentro de
mí —le susurré al oído.
—Sabes lo que eso significa, ¿verdad? —preguntó sobre la piel de mi cuello, su
barba rozándome, haciendo que temblara.
Mis manos viajaron a la parte posterior de su cuello, presionando la parte
delantera de mi cuerpo contra el suyo, sintiendo su dureza presionada contra mi
vientre.
—Sé lo que significa, para mí. Entiendo lo que estoy haciendo.
—No. —Su voz fue baja y ronca—. Significa que eres mía. A partir de ahora,
solamente seré yo. Estarás conmigo y confiarás en mí para mantenerte a salvo. —Sus
manos bajaron por mi espalda y terminaron en mi culo, atrayéndome de nuevo hacia él,
haciéndome jadear—. Entrégate a mí, querida. Pero asegúrate de que sea lo que desees.
—Te deseo —dije con firmeza, en su oído—. Quiero que tengas todo de mí.
Tómame, por favor.
Al instante, sus manos estaban en mi cintura, elevándome sobre el mostrador.
Luego se encontró con el dobladillo de mi camisa y lo levantó por encima de mi cabeza,
Página | 19 tan rápido que apenas tuve tiempo de procesar lo que estaba ocurriendo.
—Antes pude ver bastante de ti de la cintura para abajo. Tengo ganas de explorar
la otra mitad de tu cuerpo —dijo, sus pulgares pasando sobre mis pómulos. Vi cómo sus
ojos se deslizaron por mi parte delantera, y me encantó observar cuando sus ojos se
abrieron cuando llegaron al sujetador de encaje negro que tenía puesto—. Eres una
pequeña descarada —dijo con una sonrisa, pasando su dedo índice por el borde del
encaje que se encontraba en el oleaje de mi pecho—. Bajaste las escaleras luciendo como
si estuvieras lista para una siesta en esta camiseta y en estos pantalones de pijama.
Puedo apreciar el aspecto relajado —dijo, moviendo su dedo hacia el otro lado, haciendo
que mi respiración se entrecortara—. Pero sabías lo que tenías puesto debajo de esa
camisa.
Abrí la boca con un gemido mientras su lengua trazaba un camino por mi pecho
y se dirigía hacia el valle entre mis pechos. Su mano izquierda me dio una palmada y la
fricción de su piel sobre el encaje contra mi pezón fue divina. Su boca se movió por mi
seno derecho y su mano bajó el encaje, exponiéndome a él. Se echó un poco hacia atrás
para mirarme, sus ojos nublados por la lujuria, pero no perdió el tiempo, tomándome
con su boca.
Mis piernas se envolvieron alrededor de su cintura, instándole a acercarse más,
su pene presionando contra mi centro. Se sentía increíblemente duro y grande. Mi mano
se dirigió al cierre de sus pantalones, bajándoselo. Su boca todavía estaba trabajando en
mi pezón, sus dientes tirando suavemente, su lengua lamiendo y haciendo unos
remolinos. Llegué más allá de la cintura de su ropa interior, envolví mis dedos
alrededor de su pene, y gruñó en respuesta alrededor de mi seno.
Era como acero caliente en mis manos, duro y cálido. Lo agarré y deslicé mi mano
desde la raíz hasta la punta, usando el pulgar para trazar círculos sobre su cabeza.
—Joder, Lena —dijo, alejando su boca de mi pecho.
—Por favor —le rogué en voz baja—. Quiero estar desnuda en una cama contigo.
—Mis palabras apenas habían salido de mi boca antes de que su brazo se encontrara
alrededor de mi cintura, levantándome del mostrador. Envolví mis brazos alrededor de
su cuello y mis piernas alrededor de su cintura. Disfruté de un paseo cargada a través de
su casa. Usé mi lengua para jugar con su cuello mientras caminaba, sin prestar atención
en lo más mínimo del resto de la estancia.
Cuando finalmente llegamos a una cama, primero se subió él, arrastrándose con
las rodillas hasta la mitad, con los brazos aun sosteniéndome cerca de él. Entonces me
bajó con una terrible lentitud, besándome durante todo el camino. Cuando estaba
cómodamente tumbada en la cama, colocó sus caderas entre mis muslos, la presión de
su centro contra mi centro tan espectacularmente excitante. Necesitaba que todo se
moviera más rápido. Parecía satisfecho de saborear todo lo que ocurría entre nosotros,
pero yo me encontraba ansiosa y lo deseaba.
Extendí mi mano entre nosotros y bajé sus pantalones por encima de sus caderas,
Página | 20 usando los pies para liberarlo por completo, entonces levanté mis manos para quitarle la
chaqueta de esmoquin de sus hombros. Rompió nuestro beso para levantarse y
deshacerse de la chaqueta y del chaleco.
—¿Estás apurada? —Tenía una sonrisa de suficiencia en su rostro. Por lo general,
habría hecho un comentario sarcástico sobre ello, pero no se encontraba equivocado.
Estaba apurada. Me agaché para quitarme los pantalones para dormir, pero sus manos se
envolvieron alrededor de mis muñecas—. Puede que te encuentres bien con la vía
rápida, pero seré yo el que te desnude, Lena. Eres como un regalo con el que me quiero
tomar mi tiempo para desenvolverlo.
Su boca se arrastró por el centro de mis pechos, dejando besos ligeros en su estela.
Cuando pasó por mi ombligo, se aseguró de besarlo profundamente y sentí unas ondas
de choque atravesándome, terminando en mi centro, encendiendo una llama
completamente nueva. Me retorcí debajo de él, jadeante, y con la anticipación picando
través de mi piel.
—Jesús, Lena. Eres tan sensible. Apenas y te he tocado.
—No pares —le susurré.
Sus manos agarraron la parte superior de mis pantalones y comenzó a
bajármelos, deslizando sus dedos lentamente por mis caderas y por mis muslos. Una
vez que me encontré libre de ellos, su boca estuvo en mi tobillo y arrastró su lengua
hasta mi pierna derecha, alternando entre lamidas y besos húmedos. En el momento en
que llegó al borde de mi ropa interior, gemí y me retorcí.
Su calor desapareció y mis ojos se abrieron, buscándolo. Estaba echado hacia
atrás, simplemente mirándome. Mi primer impulso fue avergonzarme por su mirada
intensa, queriendo cubrirme. Mis manos picaban para que cubriera mi vientre u ocultara
mis pechos. Pero la mirada de sus ojos fue suficiente para enviar aún más calor a través
de mi cuerpo. Le gustaba lo que veía, disfrutaba de mirar mi cuerpo; él me deseaba.
Dejé que mi mirada fuera a la deriva sobre él y mi pulso gritaba a través de mis
venas ante lo que veía. Preston Reid, con su camisa de esmoquin blanca en parte
desabrochada, y sus calzoncillos negros lucía como la fantasía de toda mujer. Su cabello
oscuro se encontraba desordenado por culpa de mis dedos, sus calzoncillos estirados a
fondo; mi boca se hizo agua por lo que había escondido bajo esa tela de algodón.
Simplemente no podía soportarlo más.
Me levanté, trabajando febrilmente para desabrocharle el resto de la camisa.
Mientras me movía de un botón a otro, su pecho se reveló lentamente para mí, y a pesar
de que puede que haya imaginado este momento una y mil veces, nunca lo habría hecho
bien. Mi mente no podía haber comprendido que el pecho desnudo de Preston se vería
así, porque nunca había visto nada igual.
Él era espléndido. Surcado. Duro y ancho. Quería lamer cada centímetro solitario
de él. Así que lo hice. Mientras deslizaba su camisa por sus hombros, presioné un beso
Página | 21 húmedo justo entre sus pectorales, y con mi lengua me abrí camino por el pliegue de sus
abdominales, mis manos finalmente uniéndoseme y paseándose sobre todos sus
músculos duros y poderosos. Después de disfrutar de la parte delantera de él, mis
manos se deslizaron alrededor de su cintura, pasaron por debajo de la cintura de sus
calzoncillos, y palmearon su fantástico culo, piel contra piel. Era perfecto en todas
partes.
Empuje su ropa interior abajo y levantó sus rodillas, permitiéndoles caer por sus
muslos. Cuando su pene finalmente salto libre, no perdí tiempo admirándolo con mis
ojos o mis manos. Lo agarre, viendo mi mano deslizarse hacia arriba y hacia abajo por
su eje. Era largo, duro, ancho y perfecto. Mientras lo acariciaba se inclinó sobre su
mesita de noche y abrió un cajón, sacando un condón y entregándomelo.
―Pónmelo Lena ―dijo en voz baja. Lo tome pero no lo abrí. Solo mire hacia abajo
a mi mano, contemplando cual sería mi próximo movimiento―. Nena ―susurro, usando
su mano para atraer mi cara a la suya.
―Quiero sentirte, Preston. ―Mis palabras fueron tranquilas y suaves. No estaba
segura si siquiera que me oía.
―Dime que necesitas.
―No quiero que uses esto. ―Las palabras salieron de mí. Me detuve y luego
tomando una profunda respiración, continúe―. Solo he estado con una persona y he
estado en el control de natalidad por diez años. ―Cerré mis ojos pensando en la
cantidad de veces que quise tirar lejos las pastillas en el pasado, pero sacudo mi cabeza
suavemente, tratando de aclarar mis pensamientos y centrarme en la mano acariciando
suavemente mi mejilla―. No quiero nada entre nosotros ―exhale.
―¿Confías en mí? ―pregunto, sus ojos marrones oscuros y profundos.
―Sí. ―Mi respuesta fue inmediata.
―Entonces acuéstate, corazón.
Mi pulso latiendo a su mando, por todos lados. El punto de pulso en mi cuello
estaba saltando. Podía oír los latidos de mi corazón en mis oídos y mi clítoris dolía. Me
recosté, la cabeza aterrizando en las almohadas de plumas y las frescas sabanas
enfriando mi piel caliente.
Lo vi patear sus calzoncillos, luego a su mirada vaguear sobre mí de la cabeza a
los pies. Cuando su mirada estuvo sobre mi rostro, me dio su sexy sonrisa y trate de
regresársela, pero perdí la habilidad de mantener mis ojos abiertos cuando su mano se
deslizo sobre la entrepierna de mis bragas.
―Estas empapada ―susurro contra mi cuello. Uno de sus dedos movió el trozo de
algodón a un lado y lentamente se deslizo en mí. Jadee y mis manos se movieron sobre
mi cabeza instintivamente. Entonces, otro dedo se unió al primero y él comenzó a
bombear dentro y fuera de mí, su boca aun asaltando mi cuello. Su otra mano se movió
entre mi espalda y el colchón, desenganchando mi sujetador sin esfuerzo y me moví
Página | 22 rápidamente para bajarlo.

Sus ojos cayeron a mis pechos desnudos y su pene salto contra mi muslo.
―Te necesito ―lloriqueé, empujando mis caderas hacia arriba para encontrarme
con su mano. Grite cuando sus dientes gentilmente tiraron de mi pezón, pero no fue
suficiente―. Preston. ―Gemí.
En un momento, se había ido. Su peso se levantó de encima de mí y su mano
desapareció de mi interior. Luego quitó mis bragas y las empujo al suelo. Mis ojos lo
encontraron y vi su rostro cuando se movió sobre mí, su punta presionando contra mi
apertura. Mantuve mis ojos en los suyos, nuestras miradas nunca dejando al otro
mientras lentamente presionaba su pene dentro de mí. Di un grito ahogado ante la
sensación de él, duro y caliente, estirándome, sintiéndome más llena de lo que jamás
podría haber anticipado.
―Oh, Dios ―dije, con voz rasposa―. Esto es muy bueno.
Cuando estuvo completamente asentado en mí, cuando pude sentirlo empujando
la parte más profunda de mí, suspire y su rostro apareció en el hueco de mi cuello.
Envolví mis brazos alrededor de él, su caliente aliento contra mi cuello.
Después de un momento, puso dulces besos a lo largo de mi hombro y susurro―:
Voy a moverme ahora.
No tuve tiempo de responder antes de que se retirara suavemente, por lo que
pude sentir todos los matices y crestas de él deslizándose contra mí. Cuando casi estaba
todo el camino fuera solo, con su cabeza dentro, se movió rápidamente de nuevo,
haciendo que mi respiración desapareciera, mis piernas se empujen hacia arriba a lo
largo de sus caderas, y mi espalda se arquee saliendo de la cama. Fue magnifico.
―Dulce Jesús. ―Gruñó―. Lena, eres perfecta.
―Mmmhmm. ―Era todo lo que podía manejar si él seguía con ese ritmo
empujando dentro y fuera. Sus manos se movieron sobre mí, desde mis muslos a los
pechos, mi cuello a mis muñecas. Estaba en todas partes y yo estaba flotando en una
nube, simplemente persiguiendo todas las sensaciones que mi cuerpo estaba
redescubriendo. Había sido un largo tiempo desde que un hombre me había tocado,
pero mi cuerpo nunca se había sentido de esa manera antes. Intente decirme a mí misma
que era solo porque había sido un largo tiempo desde que había estado con un hombre,
pero mi mente argumentó que no era la sensación de las manos corriendo por mis
pechos, era el hombre al que esas manos pertenecían el que estaba provocando esa
respuesta en mí.
Al principio era lento y suave. Me sentía como si nos estuviéramos habituando el
uno al otro, la forma en que cada uno se sentía con el cuerpo del otro. Pero después de
que estábamos familiarizados, él se tomó libertades y yo lo deje. Me acomodo como me
quería, elogiándome cada vez que encontraba algo nuevo que le gustaba.

Página | 23 Se puso uno de mis tobillos sobre el hombro y gimió con alivio, como si hubiera
estado esperando ese momento toda su vida. Colocó ambas piernas sobre sus hombros,
mis tobillos descansando en su amplitud. No podía contener su audible placer cuando
se hundió en mí plenamente.
―Joder, estoy tan profundo. Y estas tan apretada.
Una vez más, todo lo que podía hacer era gemir en acuerdo. Estaba profundo, tan
profundo que casi dolía, pero era un dolor bueno, y sabía que estaría feliz de estar
adolorida mañana si era así como lo había ganado. Sentí el endurecimiento entre mis
piernas, a través de mi espalda arqueada, todo el camino hasta mi cuello. Sabía que
estaba cerca del orgasmo, y llegue entre nosotros para instarme a mí misma sobre la
cúspide.
―Tócate, bebé ―dijo, mientras miraba desaparecer mi mano―. Frota tu clítoris y
hazte correr.
Mis dedos encontraron mi adolorido clítoris. Mi cuerpo se sacudió contra la
sensación, mis caderas saltaron hacia arriba para encontrar las estocadas de Preston y
me retorcí de esta manera hasta que finalmente rompió a través de mí, cayendo con
locura desde lo alto del orgasmo. El hormigueo se hizo camino a través de todo mi
cuerpo y me sacudió con la liberación. Mi coño apretó su pene, pulsando, gloriosamente
tratando de aferrarse a él. Preston me folló todo el camino a través de mi clímax,
maldiciendo entre dientes.
―Maldición, Lena. Eso fue lo más malditamente hermoso que he visto nunca.
No podía hablar, no podía encontrar mi voz aun, así que solo empuje mis caderas
hacia él de nuevo, no queriendo que se detuviera. Quería encontrar la misma euforia
que tenía, quería que me usara para llegar allí. Moví mis piernas hasta su cintura y
envolví mis tobillos alrededor de él, empujándolo hacia mí, y permitiéndome
encontrarlo empuje contra empuje, moliendo mis caderas hacia arriba para encontrarme
con él.
Sus ojos rodaron hacia atrás en su cabeza y sabía que estaba sintiendo mi coño
envuelto alrededor de él, incluso más mojado con mi clímax, caliente y húmedo,
agarrándolo.
―Quiero que te corras, Preston. Dime como lo hago ―le suplique.
Gruñó en respuesta, entonces se movió hacia abajo, sus manos deslizándose
debajo mío, agarrando mi hombros, empujándome hacia él más duro. Jadee por la
nueva sensación. Luego me perdí en mi misma. Se estaba moviendo con un propósito
ahora, no solo para hacerme sentir bien, sino para encontrar la liberación. Hice todo lo
posible por ayudar incluso si se trataba de una estratagema egoísta. Su pene se sentía
magnifico moliendo en mí, empujando dentro y fuera, llegando a cada rincón que sufría
por él.
Él pistoneaba adentro y afuera en un rápido ritmo, su respiración cada vez más
Página | 24 rápida, entonces mordió mi hombro lo suficientemente duro para enviarme en espiral a
otro tembloroso orgasmo. Lo oí gruñir y supe que había encontrado su liberación
también.
Mi núcleo pulsando alrededor de él, sacudida tras sacudida de placer
haciéndome apretarlo alrededor, todo el tiempo sintiendo el movimiento dentro de mí.
Esto era lo más erótico y glorioso que jamás había experimentado.
El sudor pegajoso de nuestros cuerpos se aferraron el uno al otro, nuestra
respiración entrando en rápidos jadeos y él se derritió en mí. Sus músculos se pusieron
laxos, relajándose encima mío. Tome su peso con mucho gusto, deleitada en esto, y me
encanto la sensación de él rodeándome en todas las formas posibles.
Una vez que ambos nos acomodamos, se salió de mí, moviéndose para apoyar su
frente contra la mía y empujando mi espalda contra él. Su brazo se posó sobre la curva
de la cintura y busco mi mano. La encontró y pasó los dedos por los míos,
entrelazándolos. Su pie engancho el edredón de los pies de la cama, que se había
convertido en un lio arrugado durante nuestra proeza. Dio una patada hacia arriba y
agarró el borde con la mano libre, tirando de él hasta nuestro pecho, cubriéndonos.
―Duerme ―murmuró contra mí oído derecho antes que me diera un beso allí.
Estaba demasiado cansada para responder, así que me deje ir.
Página | 25

Traducido por Lu
Corregido por Ami Natera

Fui sacada de un sueño muy profundo por los dedos de Preston arrastrándose a
través de mi hendidura. Al principio era suave, tratando de despertarme de mi sueño
sin sobresaltarme. Pero se volvió más insistente en su roce y desperté totalmente
excitada y jadeante. Mi mano agarró su muñeca por instinto y mis ojos se abrieron para
encontrar los suyos con un gemido escapándoseme.
—Buenos días, amor. —Fue todo lo que dijo mientras mis ojos hacían un millón
de preguntas. Entonces su pulgar encontró mi clítoris y mis ojos se cerraron en un
gemido, y todas las preguntas habían flotado lejos—. Así es —dijo con una voz tan baja
y sexy que casi me vine apenas escuchándolo—. Te voy a dar lo que necesitas y luego
voy a tomar lo que quiero.
Sus palabras me dispararon en un orgasmo. Era rápido, apresurado,
estremecedor pero se sentía jodidamente fantástico.
—Buena chica —dijo con una sonrisa maliciosa. Traté de responder, pero fue
interrumpido por sus manos en mis caderas. Él se retiró y luego me volcó sobre mi
estómago—. De rodillas, Lena. —Habría cumplido, pero me encontré siendo forzadas en
la posición por él, y que, de forma inesperada, hizo que un escalofrío de emoción me
atravesara. Él me condujo, poniéndome donde me quería, exigiendo cosas de mí y
encendiéndome instantáneamente.
Su mano estaba en mi espalda, entre los omóplatos y presionó suavemente en el
colchón.
—Lena, bebé, quiero que te aferres a las tablas en la cabecera de la cama para mí.
Agárrate fuerte y bloquea los codos. —Su mano acarició mi espalda a lo largo de la
columna vertebral, hasta el fondo de mi culo, cuando alcancé hacia delante e hice lo que
me pidió—. Ayer por la noche fue fantástico, pero hoy voy a follarte como lo he
imaginado desde que te conocí.
Tomé una respiración estremeciéndome. Sus palabras tienen un efecto físico en
mí. Enderecé mis brazos y cerré mis codos.
—Mantén los brazos rectos, bebé. No quiero hacerte daño.
—Está bien —murmuré. La mitad en la almohada se erizó alrededor de mi cara.
Su mano se deslizó por mi columna vertebral y rizó alrededor de mi hombro, su tacto
suave hasta que su agarre se volvió firme. Entonces grité, la mitad por sorpresa y la otra
mitad en éxtasis, ya que chocó contra mí.

Página | 26 —Mierda —gruñó, se detuvo por un momento tan profundo en mí; podía sentir
su escroto contra la sensible piel de los labios—. ¿Estás bien? —Su pregunta era
tranquila y preocupada.
—Sí. —Logré decir. Quería decirle que yo estaba jodidamente bien, o tan
completamente fantástica con él llenándome, pero bien era todo lo que podía salir.
Tomó mi 'bien' como afirmativo y comenzó a embestir. Comprendí de inmediato
por qué quería mis codos bloqueados. Saboreo todas las sensaciones que tuve al utilizar
mis brazos para empujar el culo con sus embestidas. Reclamó, con las manos agarrando
mis caderas, tirando de mí sobre él, murmurando obscenidades que no hicieron nada,
pero encendiéndome aún más.
—Tu coño fue malditamente hecho para mí —dijo entre empujes—. Tu hermoso
coño pertenece a mí ahora. —Fue seguido de—: Jesús, te sientes tan jodidamente
fantástica en mi pene, Lena. —Él era obsceno y sucio, y tenía razón: mi cuerpo amaba
cada segundo de ello y le hizo pertenecer a él. Yo era un caso perdido.
Se vino en un rugido, gruñendo a través de su liberación. Una mano agarró mi
cadera, la otra enroscada sobre mi hombro, presionándose a sí mismo tan
completamente en mí y yo estaba jadeando.
Esta vez, cuando se desplomó sobre la cama junto a mí, ninguno de los dos se
movió hacia el otro. Estaba luchando para recuperar el aliento y él estaba haciendo lo
mismo. No pude averiguar exactamente por qué yo estaba sin aliento: él había hecho
todo el trabajo duro. Pero teniéndolo a él de esa manera había sido demasiado
estimulante y me había perdido en él.
Finalmente, hizo girar su cabeza hacia mí, mi cara todavía empujando
profundamente en sus mullidas almohadas.
—¿Estás bien? —preguntó en voz baja.
—Mmmhmmm. —Fue mi respuesta.
—Lena, por favor, necesito algunas palabras reales.
Gemí, pero luego levanté la cabeza de la almohada celeste y declaré—: Estoy
fantástica, gracias. —Entonces deje caer mi cabeza y disfrutado de la luminiscencia
residual.
Se rió entre dientes, pero luego se hizo el silencio y me estabilizó de nuevo.
Después de unos minutos, la cama se movió y observé mientras Preston
caminaba desnudo en su cuarto de baño adjunto. Por suerte para mí, yo no tenía que
mover la cabeza en absoluto para ver todo su viaje cuando su cuerpo glorioso cincelado
con gracia me dejó. Era exactamente lo que Dios había previsto cuando creó al hombre;
estaba segura de ello. Cada músculo moviéndose de acuerdo con los otros; largos y
delgados músculos en las piernas complementan los músculos más voluminosos en el
pecho y los brazos. Yo sabía que nunca sería capaz de mirarlo a él en su chaqueta de
cuero y pantalones vaqueros de nuevo sin imaginármelo así, desnudo y pavoneándose a
Página | 27 través de su casa.

Entonces me encontré con la vista frontal de él cuando volvió a salir y se acercó a


mí. Tragué saliva y traté de no mirar, pero el hombre era tan condenadamente hermoso.
Se detuvo en el borde de la cama y se inclinó, colocando ambas manos sobre el colchón.
—¿Quieres ducharte conmigo?
Levanté la cabeza una vez más de la almohada y sentí que mi cabello caí en un lío
alrededor de mi cara.
—Me gustaría ducharme contigo, pero me temo que no estoy lista para caminar
todavía. Por lo tanto, sigue sin mí. —Justo después dejé caer drásticamente la cabeza
hacia abajo sobre mi almohada. Una vez más grité cuando sentí sus brazos deslizándose
por debajo de mí, dándome la vuelta, y luego levantándome desde el cielo suave que era
su colchón. Grité de nuevo mientras envolvía mis brazos alrededor de su cuello.
Se dirigió al baño, llevándome en sus brazos, una sonrisa estúpida en su rostro
hermoso. Me colocó en la ducha, que era la más preciosa ducha de las que había visto
nunca, justo en el medio de una corriente de vapor caliente de agua. Fue aún más
celestial que su colchón.
Suspiré mientras dejaba correr el agua por encima de mí y se trasladó a mojar mi
cabello, cerrando los ojos, disfrutando del momento.
—Esto es como todo sueño húmedo que he tenido combinados en una solo.
Abrí mis ojos. Preston estaba obviamente comiéndome con los ojos, viendo cada
parte de mi cuerpo mientras el agua caía en cascada sobre él. Luego se movió hacia a mí,
con los brazos descansando en mis caderas, y su boca moviéndose en dirección mía. Me
besó suavemente, la bestia que había conocido esa misma mañana aparentemente
durmiendo. Este Preston era cálido, dulce y sensible. Si alguien me obligaba a elegir qué
Preston me gustaba más, nunca sería capaz de elegir. Cada uno era atractivo por
derecho propio.
Nos besamos en la ducha hasta que yo estaba arrugada y luego me lavó. Ninguno
de los dos intentó robar nada, además de un par de besos, con lo que estaba agradecida.
No creía que pudiera tomar otra ronda con él si la bestia hiciera una segunda
presentación. No estaba muy cansada, sin embargo, para tomar en su forma gloriosa
mientras enjuaga el champú de su cabello. Todo lo que había admirado en él la noche
anterior y hasta esta mañana, solamente se magnificaba y amplificaba por el agua. El
hombre se veía bien mojado. Me llevó fuera de la ducha y me dio una toalla.
—¿Es que todo lo que posees es suave y esponjoso? —pregunté mientras envolvía
la toalla alrededor de mis hombros. Podría haber sido la toalla más suave que jamás
había sentido.
Se rió entre dientes. —Espero que no.
Página | 28 —Seriamente. Tus almohadas son como nubes y tu colchón es el más cómodo que
he tenido en mi vida. Y ahora las toallas. —Lo miré y sonreí—. Te gustan las cosas
buenas. —Mi sonrisa se hizo más ancha con mi realización.
Lo pensé por un momento y luego otras cosas empezaron a aparecer en mi
mente. Su auto —quizás el coche más bonito que había visto nunca. Su chaqueta de
cuero de lujo. El whisky. Todo tenía sentido. ¿Qué hombre soltero de treinta y algo tenía
toallas así bonitas? Lo traje hasta mi nariz y sonrió cuando olí el suavizante de telas.
Incluso contrató a alguien que amueblara su casa con cosas buenas y una criada que
utiliza el suavizante de telas, o él disfruta totalmente todas estas cosas.
—¿Has comprado estas toallas? ¿Y las almohadas?
—Sí —dijo, secándose con la toalla a través de su cabello, lanzando gotas de agua
por todas partes.
—Entonces, es cierto. ¿Te gustan las cosas bonitas?
Lo pensó por un momento. Luego se encogió de hombros.
—Supongo. ¿Quién quiere toallas ásperas?
Me encogí de hombros hacia él, sonriendo. Caminando de regreso a la habitación,
busqué mi ropa, tratando de recordar en qué dirección habían sido arrojadas la noche
anterior.
—¿Qué estás buscando? —preguntó Preston mientras caminaba de vuelta a la
cama y se subió.
—Mi ropa —le dije mientras caminaba alrededor de su cama.
—Sin ropa. Hoy en día, estaremos alrededor desnudos, como personas perezosas.
—Él tiró el edredón, abriendo el lado de la cama que no estaba él y luego me hizo un
gesto hacia ella.
—¿Quieres pasar un día entero desnudo en la cama? —No me moví de mi lugar,
los pies lejos de la cama. Yo sabía que si me metía probablemente no volvería volver a
salir.
—Dame una buena razón. ¿Por qué no?
—Bueno, debería volver a casa, por ejemplo. —Vi como su sonrisa se desvaneció
y el músculo en el lado de su mandíbula apretada.
—No vas a casa. No hay ninguna razón para que estés allí.
—Es mi casa. Y Derrek probablemente ya está preguntando dónde estoy.
—Él no lo está —dijo con firmeza.
—Preston. —Traté de razonar con él.
—Te quiero aquí conmigo. Joder, Lena. Yo estaba dentro de ti no hace ni dos
horas, y ahora ¿sólo vamos a salir corriendo de nuevo a esa vida, dónde estás
Página | 29 insatisfecha y en peligro?

—No estoy en peligro y Derrek no puede saber que fui a casa la última…
—¡NO LE IMPORTA SI VAS A CASA O NO, LENA! —Preston estaba fuera de su
cama y gritando mientras se dirigía hacia mí. —A él no le importa lo que hagas o si
dormías en su cama la noche anterior. No. Le. Importa. Pero no voy a detener que vayas
a casa corriendo por él. —Se encontraba justo en frente de mí, en voz alta y enojado,
pero no me sentía amenazada por su arrebato. Estaba, sin embargo, confundida por este
nuevo Preston.
—No estoy corriendo a casa con él. Simplemente trato de manejar la situación.
Sabes lo que está en juego para mí, Preston. Tú y yo. Somos los únicos que saben lo que
sucede si se entera de que he estado contigo. Pero a la única persona que afectará es a
mí. Pensé que estábamos en el mismo equipo.
—Este no es un equipo. Este es un juego enfermo y jodido que se ha suscrito a
hace siete años que no te puedes imaginar no ganar.
—¿Qué harías si fueras yo, eh? ¿Dejarías a tu esposa follar con algún otro chico y
luego caminar con las manos vacías? Lo dudo mucho. No firmé para esto. Me vi
obligada a jugar a este juego, y que me condenen si tu ego va a causar que empiece mi
vida de nuevo desde cero. Tengo derecho a lo que es mío.
—¿Y yo qué? ¿No tengo derecho a lo que es mío? —Él cerró la distancia entre
nosotros y sus fuertes manos envueltas alrededor de mis hombros mientras me arrastró
a su pecho—. Eres mía, ¿recuerdas? —Acercó su rostro muy cerca del mío. Nuestras
narices se tocaron ligeramente—. Tú hiciste esa decisión. Te entregaste a mí, y ahora eres
mía y que me condenen si dejo que lo que es mío salir por la puerta.
En cuestión de una milésima de segundo, sus labios estaban en los míos y mis
manos estaban en su pecho, tratando de alejarlo, pero una de sus manos alrededor de mi
cintura y la otra ahuecando mi mejilla y aunque el beso comenzó con urgencia, se
derretido lentamente en la desesperación. Sus manos tiraron de mí como si tuviera
miedo de que fuera a flotar. Así que hice lo único que podía pensar y me aferré a él. Me
aferré a él tan duro como se aferró a mí y, finalmente, nos encontramos en la cama de
nuevo, sólo que esta vez no estábamos jodiendo entre sí, o incluso teniendo relaciones
sexuales. Estaba simplemente dejando que me sostuviera.
Me quedé dormida encima de él, todavía desnuda, cubierta solamente por la
manta suave, una de sus manos ahuecadas alrededor de la parte de atrás de mi cuello.
Me desperté con su beso apretado contra mi frente.
—Oye—susurró cuando mis ojos miraron a los suyos.
—Hola —dije, poniendo ambas manos sobre el pecho debajo de la barbilla—.
¿Sigues enojado conmigo?
—Nunca estuve enojado contigo —dijo mientras se metía un mechón de pelo
Página | 30 rebelde detrás de la oreja.

—Bueno, todos los gritos me dieron una impresión diferente.


Sus ojos se clavaron en los míos por un momento y luego suspiró pesadamente.
—Escucha, no quería decir para romper de esa forma. Acabo de verlo
ignorándote, te trata mal, te subestima, y cuando sólo ibas a salir para ir de nuevo a él,
bueno, me frotó de la forma equivocada. Lo siento. No debería haber gritado y
definitivamente no debería haberte gritado, pero no podía dejar que te vayas.
—No estaba volviendo a él. Nada acerca de mi matrimonio ha cambiado en las
últimas veinte y cuatro horas, Preston, pero todavía estoy casada y no puedo hacerle
saber lo que ha pasado.
—No está en tu casa. Él no volvió a tu casa anoche, tampoco. Tu coartada sigue
intacta
—Tal vez debería contratar a alguien más para manejar la investigación —dije en
voz baja. Vi cuando los músculos de su mandíbula empezaron a crispar, y me preparé
para Preston enojado de nuevo.
—No sucederá.
—Siento que estás demasiado involucrado, al igual que lo que está pasando entre
nosotros va a nublar tu juicio y hacer las cosas difíciles. —Empujé arriba de su pecho y
rodó a su lado, tirando de la manta conmigo, manteniéndome cubierta—. Hay dos
componentes muy drásticamente diferentes en mi vida en este momento, y me siento
como que podría ser mejor mantenerlos separados.
—Estoy en esto, bebé, te guste o no. Puedes contratar a otra persona si te hace
sentir mejor, pero voy a conseguir las pruebas que necesitas, y voy a conseguirlas más
rápido que cualquier otra persona que puedas encontrar en Google.
Podía ver en sus ojos que no estaba escuchándome, que no iba a dejar que las
cosas se encuentran y dejar que me haga cargo de mi propio negocio.
—Creo que, tal vez, estás demasiado cerca de ello.
—Nunca he estado tan cerca de nada en mi vida y no estoy dispuesto a permitir a
otra persona manejar lo que es mío. Tengo esto, Lena.
Suspiré, exasperada, no del todo segura de dónde ir desde allí o qué esperar. Así
que en lugar de hacer hincapié a mí mismo acerca de cosas que no podía controlar,
como Preston, decidí a curvarme en su costado y dejar que averiguar cuál sería el
siguiente paso.
Página | 31

Traducido por-Val-
Corregido por Ami Natera

Resultó que el siguiente paso fue en realidad bastante sorprendente. Nos


quedamos en la cama y desnudos todo el sábado y luego el domingo.
Nunca me había sentido más preciada o cuidada. Me sirvió el desayuno en la
cama los dos días y muchas horas del sexo más increíble yo había experimentado jamás.
Él era un amante sensacional, generoso pero necesitado, intenso pero suave, sin
embargo, te daba todo pero era dominante. Era el yin y el yang del sexo y me deleitaba
con cada minuto del mismo. Nunca podía estar completamente segura de cuál lado de él
me iba a conseguir, pero quería experimentar todos ellos, así que lo seguí y dejé que me
lleve a donde quisiera ir.
Una parte de mí lo deja que tome el control cuando insiste. Solicitó que no
duerma en mi casa por más tiempo y en cambio me quede con él. Me comprometí
diciendo que iré tarde en la noche después de estar segura que Derrek no regresará a la
casa. Este compromiso fue aceptado después aceptar que sea él quien me recogiera y sea
mi escolta.
El lunes por la mañana me había presionado contra las baldosas en la ducha a ras
de suelo, deslizándose dentro y fuera de mí a un ritmo ridículamente lento y pausado,
como si tuviéramos el resto de nuestras vidas para estar el uno con el otro. El agua
caliente caía hacia abajo en forma de lluvia en la pared al lado de nosotros, en cascada y
fluyendo alrededor de mí, manteniéndome caliente incluso cuando su boca se movía
sobre cada pulgada de mi piel.
Su dedo encontró mi clítoris y bombeó dentro y fuera de mí con lentitud, junto a
rápidos destellos de sus dedos llevándome a un rápido y poderoso orgasmo. Mis gritos
resonaron en toda la ducha, sólo para juntarse a su gemido cuando me siguió hasta el
clímax.
Esta había sido mi vida durante las últimas cuarenta y ocho horas ―él
encontrando alguna forma de hacerme venir, ya sea rápido, lento, dulce o sucio. Podía
hacer de todo y lo hizo bien. Esta vez, sin embargo, su ritmo fue pausado, no como una
maniobra sexual. No fue un movimiento calculado. Literalmente trataba de estirar
nuestro tiempo juntos, tratando de retrasar lo inevitable. Tratando de suspender la
realidad y hacer una pausa en el día. Pronto, me estaría regresando de nuevo a mi casa y
tendríamos que trabajar. A pesar de haber encontrado una nueva realidad en conjunto,
no cambia la realidad en la que ambos tenemos trabajos a los que regresar.

Página | 32 A pesar de que el Lotus se detuvo en la acera unas pocas casas de la mía, sentí su
tensión. No le gustaba dejarme en la casa que compartía con Derrek y odiaba el hecho
de que tenía que dejarme a pie en esta distancia. Pero ambos sabíamos que no podía
simplemente parar en mi acera. Al menos, todavía no.
—Estaré aquí esta noche. A las once. ―Sus palabras sonaban rudas, pero sabía
que no estaba feliz con la situación—. Si tienes noticias de él, sea lo que sea, quiero
saberlo.
Asentí con la cabeza, mirándolo, mirando a su contracción del músculo de la
mandíbula. Me incliné y puse la mano en la mejilla, tratando de calmarlo. Besé su
mandíbula con ternura, luego me traslade a los labios, tratando de decirle con un beso
que yo también estaba molesta por alejarme, mientras él me vería alejarme. Estaba
agradecida por las ventanas tintadas oscuras en ese momento, sabiendo que ninguno de
los vecinos podía ver nuestro intercambio. Cuando me separé, parecía menos tenso, por
lo que considero el uso de mis tácticas como un éxito. Le di una sonrisa que esperaba no
sea demasiado triste, entonces alcancé la manija de la puerta. Antes de abrir
completamente la puerta, su mano estaba en mi brazo, girándome hacia él.
—Lena, recuerda. Confía en mí. —dijo en tono serio y preocupado.
Asentí de nuevo. —Confío en ti —le contesté, tratando de convencerlo. Porque,
de verdad, lo hacía.
—No me arrepiento de nada de lo que pasa entre nosotros —murmuro. Su
sentimiento me atrapó con la guardia baja.
Pensé en su comentario por un momento y luego sonreí ―una sonrisa de verdad
esta vez― y dije —: Yo tampoco.
Salí del coche y entré a mi casa, preguntándome qué pensaría cualquier persona
si me vieran en este momento.
Llevaba la ropa de él, a pesar de que apenas cabía. Sus pantalones de chándal
grises y una camiseta, sin sujetador, ni bragas, y mis zapatillas. Yo me había puesto su
ropa en la mañana, con ganas de llevar una parte de él conmigo. Me aferré a la cintura
de los pantalones para evitar que se caigan hacia abajo y el cuello de la camiseta se
resbalaba en mi hombro, pero la ropa olía a él, así que estaba más que feliz de usarlos.
Estaba esperando entrar en la casa, donde podría envolver su camisa alrededor de mi
nariz y disfrutar de su aroma sin avergonzarme delante de él.
Al cerrar la puerta de un empujón detrás de mí, oí el sonido inconfundible de su
Lotus conducir lejos. Fruncí el ceño antes de que pudiera detenerme, pero luego apreté
la camisa contra mi nariz e inhalé, amando el olor picante de él. Hice mi camino por las
escaleras y entré en el dormitorio, tomando una visión de mí en el espejo que colgaba en
la pared cerca del armario.
La primera cosa que noté fue que estaba hecha un desastre. Mi pelo era salvaje y
loco, había círculos oscuros bajo los ojos. Cuando me acerqué al espejo para inspeccionar
Página | 33 mi reflejo, vi que a pesar de que parecía cansada, estaba satisfecha. Mis ojos eran claros,
mis mejillas rosadas, y mis labios llenos e hinchados. Me veía exactamente igual a
alguien que había pasado su fin de semana en la cama teniendo sexo.
A pesar de haber tomado una ducha con él en la mañana, mi cabello obviamente
se enfureció y necesitaba volver a arreglarlo, así que fui al baño para encender la ducha.
Me quité su camiseta, oliéndola una vez más, y la doblé, junto con sus pantalones de
chándal, poniéndolos cuidadosamente en el cajón de mi pijama.
Entrando en la ducha, dejé que el agua corriera sobre mí mientras mi mente se
perdía en el fin de semana fantástico que había pasado con él. Tantas imágenes pasaron
por mi mente ―algunas de ellas sensuales, algunas de ellas dulces y algunas de ellas
francamente sucias. Cada una me hizo sonreír y mientras me enjabono el champú del
cabello, pienso en maneras de que puedo pagarle por un fin de semana maravilloso.
—¿Lena? —Escuché la voz de Derrek y quedé inmóvil instantáneamente. No lo
había oído entrar en la casa o en el dormitorio y estaba completamente desprevenida.
No se ocultó, sin embargo; sabía que estaba aquí.
—¿Sí? —dije en voz alta.
—¿Ya mismo terminas? Necesito ducharme antes del trabajo.
—Uh, sí. Sólo dame un momento. —Puse mi cabeza hacia atrás bajo el agua para
enjuagar el champú. De repente, la cortina de la ducha fue arrojada a un lado y él entró
detrás de mí, completamente desnudo. Mis manos fueron inmediatamente a cubrirme,
mi boca abierta hacia él—. ¿Qué estás haciendo? —grité, estrechando mis ojos.
—Vamos, Lena. No es como si no nos hayamos duchado juntos un millón de
veces.
—Derrek, sabes que es diferente ahora —le dije. Iba a salir de la ducha, pero sentí
su agarre en mi brazo, manteniéndome donde yo estaba. Me apretó contra la pared de la
ducha y escalofríos recorrieron mi espalda, el miedo corriendo por mis venas. Esto fue
exactamente lo contrario de lo que sentí cuando Preston me había hecho lo mismo, una
hora antes—. Déjame ir —pedí con la mayor convicción que pude, pero ni siquiera
podía escuchar el temor, haciendo temblar mi voz.
—¿Dónde fuiste cuando dejaste la gala?
—No me sentía bien, así que me fui.
—Sí, pero, ¿a dónde fuiste? —Su mano se apretó más fuerte alrededor de mi
brazo y yo traté de liberarme de su agarre.
—Derrek, me estás haciendo daño.
—Revisé los registros del sistema de alarma. Esto demuestra que alguien vino a
casa esa noche y desactivó la alarma, volviendo a ponerla cuando se fue. Pero, entonces,
nadie volvió a casa el fin de semana. ―Sus ojos eran salvajes y mirando directamente a
los míos—. ¿Dónde estuviste?

Página | 34 —Fui a la casa de Samantha. —lloré, encontrando la mentira que llegó


rápidamente.
—¿Todo el fin de semana?
—Estaba enferma y ella no quiso dejarme sola. Sabía que no estarías aquí.
Su agarre se apretó en mi brazo, pegando su cuerpo al mío. Me encogí, mirando a
otro lado, tratando de no dejar a mi cuerpo temblar con repulsión provocada por su piel
tocando la mía.
—Debiste haberme dicho, Lena. Hubiera vuelto a casa para cuidar de ti. —
Bajando su voz, eso hubiera bastado para encenderme en un instante en los últimos
años, inclusive hace un mes, si se hubiera unido así a la ducha, presionando su cuerpo
desnudo contra el mío. Habría dado la bienvenida a la oportunidad de salvar nuestro
matrimonio, pero ahora era una causa perdida. Tomó toda mi fuerza para no gritar y
decirle que ya sabía la verdad, sabía que me estaba engañando y que también había
avanzado.
Me mordí el labio para mantener la admisión en mi interior, sosteniendo el
nombre de Preston dentro de mí. Dolía más que el agarre de él en mi brazo.
—¿Dónde estuviste el fin de semana, Derrek? Seguramente no estuviste
trabajando todo este tiempo.
—Por supuesto que lo estaba. He pasado los últimos siete años desarrollando esta
vida para ti, para nosotros. Y tú no puedes ser más desagradecida.
—Yo no quería esta vida. Yo te quería. Quería al hombre con el que me casé, el
hombre del que me enamoré. Pero en algún lugar a lo largo de la línea que se fue, me
abandonó. Por lo tanto, perdóname si no eres la primera persona que llamo cuando
necesito a alguien.
—¿Entonces quién es la primera persona a la que llamas, Lena?
—Sam. —Mi respuesta fue rápida, pero yo sabía que mis ojos volaban entre los
suyos. Nunca fui buena mintiendo y estaba segura que no me creyó.
—Me pregunto qué diría Sam si la llamo y le preguntó cómo pasó su fin de
semana.
Mi ritmo cardíaco se aceleró al escuchar sus palabras. No podría llegar a Sam
antes de que yo tuviera la oportunidad de hablar con ella.
—Te dirá exactamente lo mismo que yo. Ahora, por favor, suéltame para que
pueda ir a trabajar. —Tiré mi brazo lejos de él y sostuve un suspiro de alivio cuando me
dejó ir. Corrí fuera de la ducha, agarrando la toalla y procedí a prepararme para el
trabajo más rápido de lo que alguien hubiera podido en la historia del hombre. Estaba
vestido y dirigiéndome a la puerta antes de que él hubiera salido de la ducha.
Casi corrí hacia la puerta del garaje, subí a mi coche, y rodé a la calzada antes de
Página | 35 que pudiera atraparme o hacerme parar. Cuando estuve a una o dos millas de distancia,
entré a un estacionamiento y encontré un lugar, estacioné mi coche, y dejé escapar un
suspiro en voz alta.
Luego tuve un bajón.
Mi corazón latía con fuerza, las manos temblorosas, respiraciones viniendo más y
más rápido. Tomé mi teléfono y llamé a Sam.
—¿Hola? —respondió ella.
—¿Has escuchado algo de Derrek? —pregunté.
—¿Lena? ¿Qué está mal? ¿Estás bien?
Mi voz aterrorizada me había delatado. —¿Derrek te llamó?
—No. ¿Qué está pasando? ¿Dónde estás?
—Estoy camino al trabajo. Estaba en casa y Derrek se presentó preguntándome
dónde había estado todo el fin de semana. —Tomé un asombroso respiro, tratando de
obtener todas las palabras en mi cerebro para que puedan salir de mi boca—. Le dije que
estuve contigo todo el fin de semana. Por favor, Sam, por favor, si te llama, te necesito
para decirle que estaba contigo. Dile que llegué viernes por la noche y me quedé hasta la
mañana de hoy.
—Por supuesto. Lo que sea que necesites, haré cualquier cosa, pero tienes que
decirme lo que está pasando.
—No puedo en este momento, pero lo haré. Lo prometo. Recuerda, si Derrek te
llama, por favor, dile lo que te dije.
—Me estás asustando, Lena.
—Estoy bien. —Mentí—. Estaré bien —suspiré y limpié una lágrima que se había
escapado—. ¿Puedo llamarte más tarde? Tengo que ir a trabajar.
—Por supuesto. En cualquier momento. Cuídate, ¿de acuerdo?
—Lo haré. Y gracias por todo.
Colgamos y puse mi coche en marcha, continuando mi camino al trabajo.
Unas horas más tarde, después de innumerables miradas de reojo y algunos
comentarios de mis compañeros de trabajo preocupados por mi aspecto, me llevaron a
tomar mi pausa para el almuerzo en una sala de conferencias privada y llamar a
Preston.
—Cariño —dijo a modo de saludo. Parecía como si solo diciendo esa palabra era
un alivio para él, como si fuera liberado.
—Preston —respondí, de repente muy cerca de las lágrimas—. No creo que
pueda esperar hasta las once para verte. —Tal vez sonaba necesitada e insegura, pero
Página | 36 eso era exactamente lo que sentía en este momento, así que era inútil ocultarlo.
—¿Qué pasó?
—Derrek llegó a casa esta mañana, mientras me preparaba para el trabajo.
—Mierda.
Realmente no sé qué más decir, pero el decírselas, hizo que me sienta mejor.
—¿Te tocó? —Su voz era dura y profunda. Se sentía muy lejos y sabía que si le
decía la verdad sobre lo que había sucedido, lo golpearía. No quería que se convierta en
un elemento peligroso si podía evitarlo.
—No. —Mentí.
—¡No me mientas, Lena! Joder, no te atrevas a cubrirlo.
—Preston —susurré. No debería haberlo llamado—. Lo siento, me tengo que ir.
—¿Así que eliges protegerlo?
—No lo estoy protegiendo. Estoy tratando de protegerte. Puedo escuchar lo
enojado que estás y no quiero que hagas nada loco. No puedo ganar aquí, Preston.
Cualquier cosa que te digo lo que pasó y jodes todo con tu temperamento o lo guardo
todo dentro y Derrek gana de nuevo. No puedo soportar más esto.
—Iré a tu trabajo.
—Por favor, no. Aquí todo el mundo ya piensa que estoy loca por la forma en que
me presenté esta mañana. Sólo quería oír tu voz. Pensé que tal vez me calmaría.
Se quedó en silencio por un momento y todo lo que podía escuchar eran sus
respiraciones rápidas, pero con cada momento que pasaba, estas desaceleraban.
Entonces, finalmente, preguntó con calma—: ¿Te puedo recoger cuando salgas?
Noté alivio en su voz, suave y cálida. Este era el Preston que deseaba escuchar, el
hombre que pensé que podría hacer que me sienta mejor acerca de la terrible mañana
que había soportado.
—Me encantaría eso —susurré.
Más tarde recibí un mensaje de texto de Sam
Ese hijo de puta me llamó al trabajo esta mañana preguntando cómo pasé mi fin
de semana.
¿Qué le dijiste?
Le dije que se fuera a la mierda.
Me reí, de verdad, una carcajada terapéutica. Sentí como se liberó un poco de
tensión sobre mis hombros y sonreí, mirando hacia abajo en mi teléfono.
Acabas de hacer mi día.
¿Estás lista para decirme lo que pasó entre ustedes dos?
Página | 37
Suspiré, porque realmente no quería decirle, le diría con el tiempo, pero apenas
había logrado calmarme y centrarme en mi trabajo.
¿Podemos reunirnos para almorzar mañana? Sólo necesito un día para dejar
que mi mente entienda todo.
Suena genial. Pero llámame si necesitas algo antes de esa fecha. Sé que estás
pasando mucho en este momento. Solo quiero asegurarme que no me dejes fuera de tu
vida.
Sus palabras me hicieron fruncir el ceño. Estaba pasando por mucho y quizás
necesitaba un poco de espacio de resolverlo todo, pero Sam era mi mejor amiga y no
podía imaginar pasar la vida sin ella.
Nunca te sacaría de ella, Sam. Te necesito ahora más que nunca. Solo tenme un
poco de paciencia. Te veré mañana.
Hasta entonces.
Página | 38

Traducido por MaJo MadHatter, Lu y -Val-


Corregido por Ami Natera

Esa noche, cuando salí del trabajo, Preston estaba esperando afuera de mi
edificio, apoyado en su Lotus, como la fantasía de toda mujer en Sixteen Candles1. Con
sus brazos cruzados sobre el pecho, los tobillos cruzados, una sensual chaqueta de cuero
negro apretada sobre sus hombros; se veía tal y como me gustaba imaginármelo en la
cabeza. Me le acerqué con una sonrisa en la cara, un verdadero milagro después del día
que había tenido.
—Hey —dije mientras me detenía a unos centímetros de distancia de él.
Habíamos pasado el fin de semana juntos en la cama, pero, de repente, no estaba segura
de cómo se suponía debía saludarlo, sobre todo desde que nos encontrábamos en
público. Yo todavía estaba muy casada y aún trataba de parecer la persona felizmente
casada que siempre esperé que sería.
—Hola —dijo en respuesta, la comisura de su boca elevándose como si pudiera
leer mi mente y supiera que todo lo que realmente quería hacerle era presionar mi boca
contra la suya y pasar mis dedos por su hermoso cabello. Se alejó del coche de golpe y
abrió la puerta para mí, asegurándose de que me encontrara perfectamente en el interior
antes de cerrarlo. Lo observé dar la vuelta por la parte delantera del coche y entrar por
su lado. Arrancó el Lotus, que ronroneaba como un gato buscando un poco de afecto, y
salió de la zona de aparcamiento.
Una vez que estuvimos fuera del lote y a unas pocas cuadras de distancia, se
inclinó por la consola y colocó su mano en mi rodilla, presionándola suavemente. Giré
mi cabeza hacia él, sonriendo con timidez, agradecida de que hubiera hecho el primer
movimiento al tocarme. Todavía no me encontraba segura de cómo íbamos a proseguir
después de nuestro fin de semana juntos. Extendí mi mano, a la que le dio la vuelta,
para entrelazar sus dedos con los míos.
—Tengo algunas noticias —dijo, mientras expertamente giraba en una esquina
con una sola mano en el volante.
—Por favor, que sea una buena noticia.
—No es una mala noticia, pero tampoco es buena.

1 Sixteen Candles: Película de 1984.


—De acuerdo, bien, entonces acabemos con esto de una vez.
Se detuvo en una luz roja y se giró para mirarme.
—¿La casa a la que va? ¿En la que también vive Jessica? Su nombre no está en la
escritura. Solamente el nombre de ella. Tenía la esperanza de que él fuera el propietario.
Página | 39 Esa podría haber sido algún elemento de prueba en su contra, pero o ella era la dueña
antes de haber comenzado a verse entre ellos, o él fue inteligente y la colocó a su
nombre. El coche que conduce también se encuentra a nombre de ella.
—Maldición —susurré—. ¿Qué más podemos buscar?
—Todavía estoy tratando de acceder a los extractos de cuenta para ver si
comparten una, pero sinceramente, si la casa se encuentra solamente a nombre de ella,
dudo que cometiera un error como compartir una cuenta de cheques. Aparte de eso,
puedo intentar encontrar cosas pequeñas, como facturas de electricidad, facturas de
agua, cosas por el estilo, solamente para ver si podemos probar que vive allí, pero un
pedazo de correo no necesariamente va a soportar bien frente un juez.
—Entonces, ¿estás diciendo que la casa era nuestra mejor apuesta y la perdimos?
—Todo lo que digo es que la casa ya no está en juego. —Aceleró a medida que la
luz se colocaba en verde, pero me miró brevemente—. Voy a encontrar algo, Lena. Lo
prometo. —Me apretó la mano—. Tengo algunas ideas más —dijo, sin dar más detalles.
Tampoco lo presioné. Yo confiaba en él para que hiciera su trabajo. Recordé al instante
de que esto se trataba de un trabajo para él. No me encontraba segura de cómo sentirme
por eso. Lo había contratado como un investigador privado para que me ayudara a
tener una salida limpia de mi matrimonio, pero en los últimos días todo había
cambiado. Ahora, al menos para mí, se sentía como si me estuviera ayudando a escapar
de mi matrimonio por diferentes razones. Tal vez, yo esperaba, porque quisiera estar
conmigo, libre de Derrek y sus formas retorcidas. Pero, para ser honesta, no estaba
segura de lo que Preston quería después de que todo esto hubiera terminado.
—¿A dónde vamos? —pregunté, repentinamente consciente de que no nos
dirigíamos hacia mi casa.
—A mi casa.
—Preston… —empecé.
—Esto no es negociable, Lena. Vas a venir a mi casa. Vamos a cenar y vas a
decirme lo que pasó esta mañana.
—Tengo que volver a mi casa esta noche.
—No. No tienes que hacerlo.
No me molesté en discutir con él. Sabía que jamás cedería. En vez de eso, giré la
cabeza y miré por la ventana, observando la ciudad que pasaba mientras nos dirigíamos
hacia las colinas al oeste. Mientras su Lotus atravesaba las carreteras arboladas que
llevaban hasta su casa, empecé a sentirme cansada, los acontecimientos del día
obviamente me estaban pasando factura. Bostecé al tiempo que nos deteníamos en su
garaje y sofoqué otro mientras me llevaba hasta la casa agarrada de la mano.
Me hizo entrar en el dormitorio, la sábana y edredón todavía en un desastre por
nuestro fin de semana juntos, y me llevó a la cama. Gentilmente me instó a sentarme,
Página | 40 luego se arrodilló y se me acercó hasta que solo se encontró a un suspiro de distancia.
—Hoy te extrañé hoy —susurró, sus ojos moviéndose de arriba abaja de mis ojos
hasta mis labios.
—Preston —comencé, queriendo decirle que también lo echaba de menos,
deseando hablar de lo que estaba pasando entre nosotros, pero me detuve cuando sus
labios cerraron la distancia y se presionaron contra los míos. Fue el beso más suave, más
dulce y más lento que he tenido, y nos excitó a los dos, mi pulso acelerándose más y
más, y también me dio más sueño. Sus besos eran un tipo raro de droga.
—Acuéstate, corazón. Toma una siesta. Me encargaré de la cena.
Una sonrisa apareció en mis labios. —Tú no cocinas.
Igualó mi sonrisa y sus manos se deslizaron por mis muslos en una dulce caricia.
—Dije que me encargaría, no que la haría. ¿Prefieres la comida china o la india?
Me incliné para darle un beso y su mano se movió a la parte de atrás de mi cuello,
haciendo que el beso fuera más profundo de lo que pretendía, pero no estaba dispuesta
a discutir con él.
—La comida china suena bien —dije contra su boca cuando el beso terminó
finalmente.
Sonrió y me dio un beso rápido una vez más antes de que se levantara y saliera
por la puerta, volteándose para apagar las luces al salir.
Miré alrededor de la habitación y me sentí sorprendentemente cómoda. Me
levanté y me quité la ropa del trabajo, acomodándome en la cama solamente con mis
bragas y con el sujetador, disfrutando de la sensación de sus sábanas suaves contra mi
piel. No pasó mucho tiempo hasta que me dormí, rodeada por el aroma de Preston
mientras atraía su almohada hacia mi pecho.
Cuando desperté, fue por una suave mano acariciándome la mejilla. Mis ojos se
abrieron y vi la cara de Preston inclinada sobre mí y su cuerpo junto al mío. Estaba
sentado en el borde de la cama, su mano quitando mi loco cabello de la cara. Me estiré,
muy parecida a un gato despertándose de una larga siesta, y por la forma en la que mis
músculos habían estado muy tensos todo el día por el estrés, el estiramiento se sintió
magnífico.
Mientras me estiraba en la cama de Preston, noté que sus ojos vagaban por la
parte de mi cuerpo no cubierta por la sábana. Recibía una vista bastante decente de mí
con casi nada de ropa y me encantó la forma en la que sus ojos se oscurecieron y su
lengua salió para mojarse los labios. Su dedo se acercó y empujó suavemente la sábana
más abajo, revelando que todo lo que tenía bajo las sábanas eran las bragas.
—¿La cena está lista? —pregunté con inocencia fingida.
Entrecerró sus ojos hacia mí y ardían por el deseo. Pensé que sería divertido
Página | 41 burlarme de él, pero todo lo que pude lograr fue excitarme a mí misma también. A
medida que sus ojos se movieron de los míos, recorrieron mi cuerpo, dejando un rastro
caliente como si realmente me estuviera tocando. No podía evitar estremecerme bajo su
mirada, sintiendo el calor emanando de él, moviéndose encima de mí.
—¿Siempre usas ropa interior así de sensual para el trabajo? —Sus ojos seguían
persistentes sobre mi cuerpo cuando hizo su pregunta, y sentí la piel de gallina
elevándose por mi piel.
—Siempre usos cosas lindas bajo mi ropa. —Mi voz tembló ligeramente. Tragué
saliva y traté de sonar menos como una niña asustada—. Si tengo algo lindo bajo mi
ropa, hace que me sienta sensual; como que estoy guardando un secreto del que nadie
sabe.
—Bueno —dijo, sus ojos moviéndose de regreso hacia los míos—. Ahora conozco
tu secreto y estoy de acuerdo. Es muy sensual. —Sin más palabras entre nosotros, se
puso de pie y se dirigió a su armario. Sorprendida por su salida precipitada, levanté la
sábana hasta mis pechos, tratando de cubrir la vista que pensé que acababa de disfrutar.
Cuando salió, tenía algo en sus manos. Volvió a la cama y me lo entregó. Reconocí la
tela y le di una mirada interrogante. Se encogió de hombros—. Antes pasé por tu casa,
cuando estabas en el trabajo y recogí algunas de tus cosas. No quería que te sintieras
incómoda mientras te encontrabas aquí y aunque me encantaría mirar tu cuerpo vestido
con raso y encaje todo el jodido día, no es propicio para tener una vida productiva.
Le sonreí mientras me colocaba el camisón familiar por encima de mi cabeza y
pasaba mis brazos por las mangas cortas. Hubo un tiempo, hace tan solo unos días,
cuando el hecho de que hubiera estado en mi casa sin que yo lo hubiera enviado, habría
encendido todo tipo de alarmas en mi cabeza. Pero ahora, por el contrario, sentí su
urgencia de entrar en mi casa para conseguirme las cosas que me harían sentir
cómodamente bien. Extendió sus manos para que las agarrara, atrayéndome hacia él,
envolviendo sus brazos alrededor de mi cintura.
—Maldita sea —dijo mientras presionaba sus labios contra el punto sensible en
donde mi cuello se unía a mi hombro. Mis manos encontraron su camino al instante en
su cabello.
—¿Qué? —susurré.
—Pensé que si te traía la pieza más modesta de ropa de noche que pudiera
encontrar, haría que te deseara menos. —Me reí y luego me quedé sin aliento cuando su
lengua salió para lamer mi piel—. Resulta que —dijo mientras me mordisqueaba el
cuello—, no importa lo que tengas puesto, porque todavía puedo ver cada centímetro de
tu cuerpo en mi mente. El camisón solo se burla de mí, pidiéndome que lo saque.
—Preston —espeté, sus manos moviéndose desde mi cintura hasta mi culo,
atrayéndome hacia él, presionando su erección contra mí.
Página | 42 —¿Tienes hambre cariño? —dijo, como si no estuviera manoseándome
actualmente.
—Sí —gemí. Tenía hambre de él. De nosotros. Por todo.
Mordió suavemente mi cuello, arrastró sus dientes hasta mi mandíbula, y luego
trazó el borde todo el camino hasta mi barbilla, en donde terminó con un pequeño beso.
—Entonces vamos a cenar. —Su mano encontró la mía y antes de que pudiera
protestar, me estaba sacando de la habitación y llevándome por el pasillo hacia la
cocina. Lo seguí sin objeciones, pero llevaba un ceño fruncido hasta que vi la gran
variedad de comida china esperando en la mesa del comedor—. No sabía qué te
gustaba, así que puede que haya exagerado y ordené un poco de todo.
—No tenías que hacer todo esto. Habría sido feliz con algo de arroz y cangrejos
inflados.
—Haría cualquier cosa por hacerte feliz —dijo, toda la alegría había
desaparecido de su voz. Me di vuelta y vi que la lujuria se había ido de sus ojos. La
única expresión que llevaba era una seria. Le sonreí, amando la manera en la que había
elegido cuidarme.
—Estoy empezando a darme cuenta de eso. —Apoyé la mano en su mejilla,
frotando suavemente el pulgar contra su piel. Me incliné hacia delante y le di un casto
beso—. Gracias por la cena —dije, mi frente presionada contra la suya.
—De nada. Vamos. Siéntate. Vamos a comer.
Mientras cenábamos la comida china, la que nunca seríamos capaces de terminar,
ya que podría haber alimentado a todo un pueblo chino, me di cuenta de que había
cosas fundamentales que no sabía de Preston. Cuando nos conocimos por primera vez,
me hizo unas cuantas preguntas de mí misma y de verdad nunca fue reciproco porque
hacerle preguntas no era parte de mi trabajo. Pero ahora, mientras me encontraba
sentada delante él en su mesa de comedor en mi camisón, se hizo evidente que había
cosas acerca de él que quería saber. Cosas que una mujer debería saber sobre el hombre
con el que se acuesta.
—¿Preston?
—¿Sí, amor? —dijo mientras dejaba caer un dumpling en la boca con sus palillos.
—¿Me contarías sobre tu familia?
Tragó y tomó un sorbo de agua, pero entonces me lanzó una mirada interrogante.
—¿Qué exactamente es lo que quieres saber?
Me encogí de hombros. —No lo sé. Cosas en general. Cuántos hermanos tienes, si
te llevabas bien con ellos, si los ves a menudo, si eres unido con tu mamá y con tu papá.
Cosas por el estilo. —Tomé un respiro, sin darme cuenta de que me encontraría nerviosa
preguntándole sobre sí mismo—. Siento que sabes mucho más de mí de lo que yo sé de
ti. Quiero conocerte.
Página | 43
Sus ojos se suavizaron ante mi admisión y una sonrisa se insinuó en sus labios.
—Tengo dos hermanos y una hermana. —Su sonrisa se hizo más amplia—. Una
hermana gemela, en realidad.
—¿Tienes una hermana gemela?
—Sí. Ella es bastante genial. Tendrás que conocerla pronto.
—¿Cuál es su nombre?
—Piper —dijo con una sonrisa preciosa y cariñosa.
—Piper y Preston —dije, poniendo a prueba el nombre del dúo—. ¿Quién es
mayor?
—Yo, por tres minutos. Ella es la pequeña de la familia y tiene tres hermanos
mayores. Hicimos su adolescencia miserable —dijo entre risas.
—¿Vive cerca?
—En realidad, vive en la ciudad de Nueva York. Nos mudamos ahí juntos
después de la universidad, pero cuando yo quise irme de la ciudad para volver a
Portland y ella quiso quedarse. —Empezó a empujar su comida alrededor del plato con
el tenedor.
—La extrañas.
Esta vez se encogió de hombros. —Lo hago, pero sé que está feliz allí.
—¿Tus hermanos viven aquí?
—Sí. Ambos trabajan para mi padre en su bufete de abogados en la ciudad.
—¿Nombres?
—Parker y Patton.
Me reí. —¿Así que a tus padres les gustaban los nombres con P?
—¿A quiénes? ¿A Pamela y a Paul? Sí. A les gustaban los nombres con P.
Me reí más fuerte esta vez. —¿Hablas en serio?
—Por supuesto que sí —dijo con una cara de piedra, lo que sólo me hizo reír más
fuerte.
—Bueno —dije entre risas—, tendrás una gran decisión que tomar cuando te
cases sobre si debes esperar por una mujer cuyo nombre comienza con una P.
—Oh, no —dijo en voz alta—. No voy a poner a mi esposa e hijos a través de eso.
No habrá ningún nombre de la aliteración2 sucediendo. —Su mirada se detuvo en mí
por un momento y luego preguntó—: ¿Tienes hermanos?
—Nop. Yo soy hija única. Bueno, algo así. Tenía una hermana, pero ella murió
Página | 44 cuando yo era muy joven. Ni siquiera me acuerdo de ella.
—Oh. Lo siento mucho —dijo, sentado un poco más erguido con mis noticias.
—No, en serio, está bien. Soy mala, no está bien, pero fue hace mucho tiempo.
Como he dicho, yo ni siquiera me acuerdo de ella. Sólo recuerdo la idea de ella, una
especie de.
—¿Te importa si le pregunto qué pasó?
—No, en absoluto. Era el cuarto de julio y estábamos en una fiesta un amigo de
mis padres estaba lanzando. Su casa estaba cerca de un lago y de alguna manera Nadia
se alejó y se ahogó. —Suspiré, recordando ese día a través de la lente de mis ojos de tres
años de edad—. Fue muy trágico y, naturalmente, mis padres tomaron su muerte muy
duro. A medida que crecía, tuve que lidiar con el hecho de que mis padres eran muy
protectores conmigo y aterrados de que algo me pasara a mí. —Miré hacia abajo en mi
plato—. Lo siento. Esta conversación se puso muy deprimente de repente. No era mi
intención atraparte.
—Hey, está bien. Siento mucho que tu familia pasara por eso. No me puedo
imaginar...
—Lo sé. No es algo por lo que nadie debería tener que pasar. Lo hicimos, sin
embargo, pero estoy bien.
—¿Así que tus padres te mantuvieron a raya entonces?
—Extremadamente apretada. Ni siquiera podía hablar con los chicos en el
teléfono hasta que tenía dieciséis años, y mucho menos llegar en un auto e ir a una cita
con uno. Nunca se me permitió a dormir en casa de mis amigos y me llevó todos los
trucos del libro para convencer finalmente a mis padres que me dejaran sacar mi licencia
de conducir. —Me puse de pie y lleve mi plato al fregadero, con Preston siguiéndome.
Me tomó de la mano, me llevó a la sala y me tiró hacia abajo sobre el sofá, fijándome
entre sus muslos para que mi espalda descansara contra su frente. Me dejé relajarme en
él, disfrutando del calor que su pecho me estaba dando, sonriendo mientras sus brazos
envueltos alrededor de mis hombros, sosteniéndome en él.
—Siento que hayas perdido a tu hermana —susurró en mi hombro, besándome
suavemente allí—. Pero parece que has perdido mucho más que una hermana.
Asentí. —Tal vez. —Mi mente estaba corriendo, no estaba acostumbrada a pensar
en Nadia y como su muerte me afectó mi vida. Mi pequeña estratagema para obtener

2Figura retórica de dicción que consiste en la repetición de uno o varios sonidos dentro de una misma
palabra o frase.
más información sobre Preston había fracasado y ahora se ha perdido en mi cabeza,
conectando puntos realmente nunca había visto en la misma página antes—. Mis
padres, protectores como eran, tenían un plan muy específico para mi vida. Tenían un
camino muy claro y seguro trazado para mí, y yo nunca lo cuestioné. Ni una sola vez
pensé para mí misma o pensaba acerca de si o no lo que querían para mí era lo que
Página | 45 quería para mí.

—¿Crees que es por eso que terminaste con alguien como Derrek?
—Oh, terminé con Derrek porque era exactamente lo que mi padre quería. No
hay ninguna duda al respecto. Pero no fue sólo su culpa. Me encantó Derrek. El chico
que conocí en mi segundo año de la universidad no es el mismo hombre con el que
estoy casada con la actualidad. Pero toda mi vida, mi padre trató de manipular para
hacer lo que quería. Todo vino de un lugar de amor, pero era sofocante. Me enviaron a
una escuela sólo para chicas, para no quedar atrapada con chicos. Me vi obligada a ser
voluntaria después de la escuela, lo que hizo imposible tener una vida social. Mis padres
necesitaban saber dónde estaba y lo que estaba haciendo todo el tiempo, y a pesar de
que tenían miedo de perderme, terminaron empujándome lejos.
Me acurruqué más cerca de Preston, dejando que mi mente escapara conmigo y
permitiendo a mi boca hablar las palabras que sólo había pensado alguna vez antes,
nunca dichas en voz alta.
—Cuando lo conocí y mis padres se enteraron de quién era y quién era su padre,
hizo fácil para mí estar con él. Me dieron un poco de holgura, pero en realidad no me lo
dieron a mí; se lo dieron a él. Se me permitió mudarme de los dormitorios en mi primer
año, pero sólo si me iba a vivir con él. Me permitieron elegir mi especialidad, pero sólo
porque podía utilizarla para trabajar, ya sea para mis padres, o los de él, algún día.
Cuando me gradué, me dieron suficiente dinero para el pago inicial de una casa, pero
sólo si compraba la casa con Derek. Me hicieron guardar el dinero hasta que estaba
casada y luego dárselo a él cuando estábamos listos para comprar nuestra primera casa.
Me puse rígida mientras pensaba en la muerte de mis padres y de cómo cada
parte de la empresa de mi padre había sido dejada a Derrek. Yo había sido un peón en el
juego de mi padre, sólo utilizada para adquirir el hijo que había estado deseando
durante toda su vida. Un hijo capaz y calificado para manejar su negocio. Había sido
algo que pudiera negociar con, algo a lo que estaba dispuesto a renunciar si eso
significaba que ganaría un hijo.
Mis ojos se cerraron al sentir los labios de Preston moverse suavemente desde mi
hombro hasta el cuello. No estaba tratando de seducirme; que estaba tratando de
consolarme. Estaba escuchando, así que seguí hablando.
—A lo largo de mi matrimonio, me preguntaba constantemente por las cosas de
Derrek, pero nunca fue una decisión hecha por él y yo, siempre involucró a nuestros
padres. Como tener un bebé. Yo quería un bebé tan mal. Yo quería tener niños
pequeños. Yo quería ser esa mujer embarazada joven, hermosa que todavía tenía
suficiente energía para correr con un niño de cinco años de edad. Yo quería ser una
abuela lo suficientemente joven para tener pijamadas y llevar a mis nietos al parque.
Sentí que cosquilleo familiar en la parte posterior de la garganta y sabía que
estaba a punto de llorar.
Página | 46 —Ahora voy a ser afortunada de tener hijos en absoluto. —Me detuve y respiré
profundo, todavía tratando de luchar contra el llanto—. Cada vez que hablamos acerca
de los niños, siguió hablando de 'El Plan'. Él y mi padre tenía un plan, un gran plan,
aparentemente, y los niños no encajaba en 'El Plan' de forma inmediata. Siempre me dijo
'después', pero estoy bastante segura de que ni siquiera me iba a dar a los niños.
Ese pensamiento fue aleccionador. Si no me hubiera enterado de su vida secreta,
si no hubiera decidido seguir adelante, él podría haberme negado hijos para siempre. Al
menos ahora tenía una oportunidad.
—¿Nunca dejaste la píldora? —Preston murmuró las palabras en mi mejilla, con
la mano rozando mi brazo desnudo.
Me reí. —No hubiera funcionado. Nunca confió en mí y siempre usaba un
condón. —Me di la vuelta para que mi mejilla descansara contra su pecho—. Está bien.
Estoy mejor de esta manera. Me alegro de que nunca tuviera un hijo con él, entonces yo
estaría atada a él por el resto de mi vida.
—Lo sé —respondió en voz baja.
Mi ritmo cardíaco se disparó cuando formulé mi siguiente pregunta. Pensé en no
pedir nada en absoluto, pero quería desesperadamente saber la respuesta. Con mis
dedos haciendo débiles círculos a lo largo su antebrazo, envuelto firmemente alrededor
de mí, pregunté en voz baja—: ¿Crees que alguna vez quieras tener hijos?
Él no respondió de inmediato y no podía sentir ningún cambio en su cuerpo con
mi pregunta, pero contuve la respiración a la espera de su respuesta.
—Algún día —sopló en mi contra, y todo mi cuerpo se sentía más ligero, como si
él me hubiera tirado un chaleco salvavidas en medio de un río embravecido. Yo sabía
que si él hubiera dicho que no, lo habría dejado con el tiempo. No había ninguna razón
para estar con un hombre que no quiere tener hijos —es un factor decisivo para mí y me
hubiera matado para caminar lejos de él.
—Algún día —le susurré. No había ningún tipo de promesa de él, o incluso una
sugerencia, pero hizo que mi corazón se elevara sabiendo que podría pasar tiempo con
él sin tener que preocuparme por eso. Decidí cambiar de tema y pasar a otra cosa—.
¿Alguna vez ha estado casado?
Sentí su cabeza agitarse contra mí. —No. Nunca conocí a la persona adecuada.
—¿Ni siquiera estuviste cerca? —Forcé.
—Tuve un par de relaciones a largo plazo, y una novia en serio, pero ninguna de
ellas me hizo sentir como que tenía que cimentar nuestra relación, ¿sabes? Nunca me
sentí como si no pudiera vivir sin ellas. —Sentí su lengua lanzar y girar contra el lóbulo
de mi oreja; mi cuerpo se estremeció en respuesta.
—Oh. —Logré—. Eso es muy malo —le dije, sólo porque estaba buscando las
palabras para llenar el silencio.
Página | 47 —En realidad —dijo mientras llevó sus labios sobre la piel justo debajo de la
oreja—, es jodidamente fantástico. Si me hubiera casado con cualquiera de ellas, yo no
estaría aquí con una mujer atractiva-como-el pecado entre mis piernas.
Y al igual que mi respiración se había ido de mi cuerpo. Mis venas se cerraron
con la electricidad, y yo estaba mojada. Sus manos se deslizaron lentamente a través de
mi pecho y pastaban sobre mis pezones, que eran puntos tensos, extendiéndose para
encontrarse con su tacto, dolor al sentir sus manos sobre ellos. A medida que tocó mis
senos, mis manos cayeron a sus muslos y lo agarraron con fuerza, arqueando la espalda
y presionando aún más en sus manos.
Gemí con los ojos cerrados mientras sus dedos se burlaban de mí a través de mi
camisón y el sujetador.
—Esta podría llegar a ser mi pieza favorita de ropa que posees —dijo en voz baja.
—Preston —rogué, retorciéndome contra él. Se había encendido algo caliente y
eléctrico en mí y me quemaba de adentro hacia afuera—. Por favor…
Sin previo aviso, sus tobillos se engancharon en torno a cada una de mis piernas,
separándolas, expandiéndome ampliamente en su sofá. Luego sus manos agarraron mis
muñecas y las subió hasta envolver alrededor de la parte posterior de su cuello.
—Ata tus dedos detrás de mi cuello, Lena.
Hice lo que me pidió, mi pecho se moviéndose arriba y abajo con mi respiración
dificultosa.
—Ahora, no muevas tus manos de mi cuello. Si lo haces, voy a encontrar una
manera de obligarte, nena, y yo prefiero gastar mi tiempo complaciéndote que
castigándote. —Sus tobillos se movieron incluso más lejos, expandiéndome aún más.
Sus manos rozaron mi cuerpo, empezando por las muñecas, alisando los brazos y sobre
mis pechos. Luego apretó las palmas de sus manos en mis costados y las extendió sobre
mis caderas, apretando suavemente, sus dedos clavándose en mi piel.
Agarró mi camisón y tiró de él, instándome a levantar las caderas para que
pudiera obtener todo el camino hacia arriba y sobre mis pechos. No trató de tirarlo sobre
mi cabeza, pero lo utilizó para cubrir mis ojos, envolviéndome en la oscuridad. Me
estremecí cuando me imaginé lo que debía parecer: extendida en su sofá, la cabeza
cubierta, las piernas abiertas, las respiraciones que viniendo rápidamente.
No podía ver nada, por lo que mis ojos se cerraron y traté de escuchar las señales
en cuanto a lo que iba a hacer a continuación.
Sentí su toque iniciar justo entre mis pechos. Una mano se deslizó por el centro de
mi cuerpo, en el valle entre mis pechos y continuó hasta mi ombligo. Mi respiración se
enganchó mientras jugaba con el dobladillo de mi ropa interior, con el dedo
simplemente pasando por debajo del elástico y el cosquilleo en la piel allí.

Página | 48 —¿Quieres que te toque, cariño?


—Sí —dije de inmediato, queriendo desesperadamente sus manos sobre mí y
dentro mí.
Su mano se movió lento entrando en mis bragas, justo sobre el ordenado parche
de vello en mi montículo.
—¿Aquí? —preguntó y yo podía oír la sonrisa en su voz. Moví la cabeza hacia
atrás y hacia adelante rápidamente.
Movió su mano un poco más hacia abajo, no lo suficientemente cerca y le gruñí
con frustración.
—¿Aquí?
—No.
—¿Dónde amor?
Mi corazón se detuvo al oír sus palabras. Detenido, luego se disparó, y luego un
tronó de nuevo.
—Más abajo —gemí
—Muéstrame —susurró contra mi cuello.
Incliné mi cintura, levantando las caderas hacia arriba para encontrarme con su
mano, guiando su dedo al lugar correcto —al lugar que dolía por él. Mis manos detrás
de su cuello me dieron el impulso que necesitaba para moverme en la manera correcta,
de modo que su dedo se deslizó sobre mi hendidura y suspiré de alivio.
—Ahí —dije, sonando terriblemente encendida y necesitada.
—Ah, ya veo —dijo mientras hundía su dedo en mí. Grité ante la invasión tan
hermosa e intensa. Su dedo salió de mí y se deslizó hacia arriba para rodear mi clítoris y
me salí del sofá, arqueando la espalda, con mis dedos clavándose en la parte posterior
de su cuello—. Joder, Lena. Estás que ardes.
—Ayúdame —lloré, necesitando más de él.
—Siempre.
Con eso, presionó dos dedos de nuevo en mí, el bombeando entrando y saliendo,
agresivamente buscando un ritmo que me ponga jadeando, retorciéndome y gimiendo,
todo, mientras en silencio rogaba que me hiciera venir y nunca deje de tocarme al
mismo tiempo.
Mientras que una mano sumergió sus dedos dentro y fuera de mí, su otra mano
liberó un pecho de mi sujetador para comenzar a presionar y tirar mi pezón. Las dos
sensaciones combinadas me enviaron en picada vertiginosa y me perdí en todo.
Su pulgar encontró mi clítoris e hizo círculos lentos y perezosos alrededor de este,
Página | 49 sin tocarlo, solo burlándolo. Mis caderas, una vez más, buscaron por la fricción que mi
cuerpo deseaba con tanta fuerza, empujándome contra su mano con la esperanza de
atrapar el ángulo exacto y enviándome al borde. Lo sentí riendo, lo que solo me puso
más determinada, arrojando más vigor en mis esfuerzos.
Sin previo aviso, se retiró de mí y tomó la mano de mi pecho, dejándome fría y
frustrada. Gemí con disgusto, pero aún no podía ver nada para determinar lo que estaba
pasando.
Sus manos llegaron a las mías y tiró de ellas sobre su cabeza. Mi camisón,
saliendo por encima de mi cabeza, levantando mis brazos y sacándolo de mi cuerpo.
Dejé mis ojos cerrados, sin querer romper el hechizo entre nosotros. Lo quería a él en
control, lo quería para tomar el cargo. Quería confiar en él y darle todo. Sus tobillos
liberaron mis piernas y se deslizó lejos de mí, dejándome por un momento que sentada
sola en el sofá con las manos en el aire, sintiendo un poco como una idiota.
Cuando regresó a mí, presionó su mano contra mi piel entre los omóplatos y
suavemente me empujó hacia adelante.
—De rodillas, Lena —dijo con voz áspera. Mi corazón retumbó en mi pecho
mientras maniobraba el ponerme de rodillas. Mis piernas temblaban con anticipación y
aprehensión y antes de que supiera lo que estaba pasando tenía sus manos en mis
caderas, tirando de mí hacia atrás. Entonces su otra mano estaba en mi hombro,
empujándome hacia abajo hasta que mis manos encontraron el sofá a ambos lados de
sus muslos. Sentí sus dedos halar mis bragas a un lado y luego sentí su cálida lengua
deslizándose sobre mi apertura.
Di un grito ahogado, incapaz de mantener mi sorpresa tranquila, pero pronto
empecé a maullar cuando su lengua encontraba cada lugar dentro de mí que rogaba por
su atención. Besó mi coño como si hubiera esperado para hacer esto toda su vida, me
comió como si hubiera estado muerto de hambre y yo gritaba cada vez que su lengua
sacudía mi clítoris. Gemí y maullé cuando me sacudía contra su boca, sin desear nada
más que encuentre ese alto al que me llevó a antes. Me sentía peligrosamente cerca del
borde y en silencio suplicaba que me empuje para encontrar ese lugar que sabía que me
enviaría a volar.
En un pase especialmente sensible de su lengua, grité y abrí mis ojos, incapaz de
mantenerlos cerrados a través de la sacudida de placer y me encontré mirando
directamente a su erección cubierta en sus vaqueros. Sin pensarlo, abrí el botón y bajé la
cremallera, metiendo la mano en sus calzoncillos y sacando su polla dura y caliente.
Aunque todavía me encontraba en el borde de lo que seguramente sería un
orgasmo glorioso, no pude resistir la tentación de ponerlo en mi boca. Me incliné hacia
abajo y lentamente lamió la cabeza de su polla, saboreando su olor puramente
masculino y el sabor salado de la pre-semen que esperaba por mí. Coloqué la punta en
mi boca y luego lo tomé todo, chupando hacia atrás lo más que pude. Sentía su pierna
tensa por debajo de mi mano y sentí su gemido contra mi clítoris, la vibración de su voz
añadiendo una sexy dimensión a nuestra cita.
Página | 50
Deslicé mi boca arriba y hacia abajo, tratando todo lo que pude para llevarlo
profundamente y luego girar mi lengua alrededor de su cabeza, escuchando sus
gemidos y utilizándolos para medir lo que más le gustaba.
Nos devorábamos entre sí, ninguno de los dos deteniéndose para nada, excepto
para escalonadas respiraciones y gemidos guturales. Él encontró un ritmo particular,
dedos torcidos contra la pared frontal de mi sexo, chasqueando la lengua rápidamente
sobre mi clítoris y la combinación me ha enviado volando dentro de un intenso y
destrozando orgasmo. Me vine duro y rápido, aun recuperándome de las ondas
eléctricas que cursan a través de mi cuerpo cuando lo sentí deslizarse de debajo de mí,
arrodillándose detrás de mí y penetrándome.
Di un grito ahogado, aún sensible por el orgasmo del que no me había
recuperado totalmente y maldiciones con toda clase de palabras de cuatro letras, caían
de su boca.
—Joder, mierda, Lena, amo tu coño. Maldición. —Cada palabra caía de su boca
mientras sonreía con respiraciones jadeantes.
No pude responder con más que un gemido, todavía aturdida por mi clímax,
pero alcancé a volver a apretar su muslo, con la esperanza de que transmito mi
reconocimiento en espejo. Esto no era florido. No era el dulce, hacer el amor dulce que
ya había tenido; esto era áspero, primitivo, y enteramente básico. Era sucio y caliente.
A pesar de que me tomó por sorpresa, me sentí caer en el papel, necesitando
participar. Empecé moviendo suavemente mis caderas hacia atrás para cumplir con sus
golpes, tratando de igualar su ritmo. Cuando mi trasero conectó con sus caderas, los dos
gritamos. Mis dedos se clavaron en el brazo del sofá, desde la dicha fluyendo a través de
mí y tratando de encontrar algo que me mantenga en posición vertical mientras uso mi
cuerpo para ayudar a Preston encontrar a su clímax. Usé el sofá para empujarme a mí
misma de nuevo hacia él, esta vez gritando por las nuevas profundidades a las que llegó
dentro de mí.
—Cristo, Lena —gruñó.
Hemos mantenido el ritmo, cada uno de nosotros trabajando para encontrar ese
acantilado en el que los dos pudiéramos bucear juntos. Sus manos se movían alrededor
de mi cuerpo, sosteniendo diferentes partes, tratando de conseguir ir todavía más
profundo. Agarró mis caderas, tirando de mí hacia atrás. Una mano se movió a mi
hombro, agarrándome, empujándome hacia él. Incluso enrolló su mano por mi cabello,
sujetándolo firmemente en sus raíces. Ese solo acto, sintiendo su mano tejida a través de
la longitud, usándola para llevarse a sí mismo a su gratificación, era posiblemente el
momento más erótico de mi vida —la experiencia más satisfactoria sexualmente. No era
íntima —ni siquiera podía ver su rostro—, pero lo fue. De hecho, extrañamente lo fue.
Sus manos sobre mí, con mi necesidad de sentirlo lo más profundo posible; gritando
intimidad. No pude ver sus ojos, pero no necesitaba conocer el aspecto que tenían en ese
momento. Ellos debían ser oscuros, vidriosos y centrados en mí.
Página | 51
Recogió su velocidad y trabajé con él para emparejar. Cuando lo sentí crecer aún
más duro dentro de mí, cuando oí su respiración acelerada, luego se detuvo todo, sabía
que estaba cerca. Empujé mi trasero hacia él de nuevo, pero cuando sentí llenarme
plenamente, añadí un eslabón giratorio a mis caderas y aterricé de nuevo en él.
Gimió, expulsando el aliento, pero recogió su velocidad mucho más,
manteniendo un ritmo castigador.
Continuamos este patrón unas cuantas veces más, cada empuje nos llevaba a los
dos hasta el borde, hasta que por fin encontré mi liberación, solamente impulsada por el
sonido de la suya. Su fuerte gruñido junto con un gemido gutural era todo lo que
necesitaba para seguirlo en la dicha.
Página | 52

Traducido por astrea75


Corregido por Ami Natera

Me desperté a la mañana siguiente con la alarma y no con brazos alrededor de


mí, ningún calor envolviéndome y ningún Preston se encontraba en mi cama. Abrí los
ojos y escuche por la ducha, pero no oí nada. Rodando sobre mi espalda, imágenes de la
noche anterior destellaron a través de mi mente. Los tobillos de Preston, abriendo mis
piernas. Sus manos tocando cada parte de mi cuerpo. Su boca. Me di la vuelta y gemí en
la almohada.
Estaba en problemas.
Cada parte de mi cuerpo estaba dolorido por el uso. Dolorido por el placer.
Estaría mintiendo si dijera que no me encanta, que no me encanta la sensación de que
cada vez que me moviera durante el resto del día sentiría un recordatorio de que
Preston estaba muy dentro de mí la noche anterior. Había usado mi cuerpo para
correrse. Me había traído a la cima una y otra vez.
Definitivamente estaba en problemas.
Me las arregle para arrastrarme de la cama y dirigirme al cuarto de baño, cada
paso algo doloroso, otro recordatorio. Esperaba que una ducha caliente me relajara,
trayéndome un pequeño alivio. Encontré una nota en la barra del baño y sonreí cuando
la recogí.
Te veías tan hermosa durmiendo, y tan cansada, también. No podía obligarme a
despertarte. Por favor siéntete en casa. Hay café en la cocina y un poco de fruta o
magdalenas para desayunar. Tus llaves están en la encimera de la cocina y tu coche está
estacionado en el frente. Espero que vuelvas a mi casa, esta noche. Te estaré esperando.
Sonreí porque había pensado en todo. Mi sonrisa nunca me dejo hasta que me
encontré en mi escritorio, tratando de concentrarme en un trabajo que estaba perdiendo
rápidamente su atractivo. Había tomado este trabajo porque me permitió usar mi título
en negocios y porque estaba cerca de casa. La compañía de Derrek también hacia
trabajos con esta empresa, por lo que parecía ser una buena opción cuando había
empezado derecho en la universidad. Trabaje duro, pase por todas las secciones, hice
progresos, pero con todo en mi vida en el aire, encontré difícil de aprovechar el impulso
para hacer el trabajo que me asignaron.
Mi teléfono vibró en el cajón superior y lo saque para encontrar un texto de Sam,
¿Sigue en pie el almuerzo de hoy?
Escribí mi respuesta inmediatamente.
Por supuesto. ¿Quieres que nos encontremos en los camiones de comida?
Página | 53
¡Suena genial! ¡Te veo allí!
Cuando me encontré con Sam en el camino de entrada de los camiones de
comida, una sonrisa toco mi rostro y mis mejillas se apretaron por primera vez desde
que deje la casa de Preston. Camine hacia ella con los brazos abiertos y abrió los suyos
para mí y me acogió, como siempre lo hizo. Nos abrazamos y luego retrocedimos, pero
sus manos nunca dejaron mis hombros.
—¿Te encuentras bien? —preguntó, su rostro tenso con preocupación, formando
una gran arruga entre sus cejas.
Asentí y sonreí sinceramente. —Nada que un plato de fideos no pueda resolver.
—Se volvió para pararse junto a mí y entrelazó su brazo a través del hueco de mi codo,
empujándome hacia nuestro camión favorito de fideos Yaki Soba.
—He estado anhelando estos malditos fideos también
Agarramos nuestros platos y encontramos una mesa abierta, sentándonos una en
frente de la otra.
—Está bien, mujer. Creo que he sido más que paciente, ahora es tiempo de
contarlo todo. ¿Qué está pasando?
Tome una respiración profunda y luego pensé aproximadamente donde en el
mundo que se suponía en donde tenía que empezar mi historia. Decidí que tal vez el
mejor lugar era el principio.
—El viernes a la noche fui con Derrek a la gala de caridad. —Ni siquiera había
conseguido una frase entera antes de que Sam comenzara a hacer ruidos de falsas
arcadas. Sonreí por el abierto disgusto por mi marido—. Todo estaba bien hasta que me
presentó a su amante. —Hice una pausa para el efecto dramático.
—No lo hizo —dijo Sam, los fideos suspendidos en el aire, a medio camino de su
boca.
—Lo hizo. Su nombre es Jessica Fahey y ella definitivamente sabía que era la
mujer de su novio. Me detestaba. —Me encogí de hombros—. Honestamente, fue una
especie de diversión conocerla, porque yo totalmente llegue a joderla. Hasta le pregunte
si quería probarse mi anillo de bodas.
—No lo hiciste.
—Lo hice —dije con una sonrisa—. De todos modos, estaba un poco cabreada de
que hubiera sido tan descarado y prácticamente empujarme a su amante en mi cara, y
cuando me excuse para ir al baño, Preston me empujó dentro de un armario.
Los ojos de Sam se abrieron pero el tenedor seguía en su boca.
—¿Entonces qué pasó? —preguntó en torno a los fideos en su boca.
—Cosas de naturaleza sexual. —Mis ojos se dirigieron al tenedor girando en mi
plato y podía sentir mi rostro comenzar a calentarse.
Página | 54
―¡No! ―Se quedó sin aliento.
Le dije a ella todos los sórdidos y fantásticos detalles de nuestro fin de semana
juntos, dándole detalles concretos que una mujer solo comparte con su mejor amiga. El
tipo de detalle bochornoso que una tiene que asegurarse de que nadie más este
escuchando a escondidas. Los detalles que hacen a Sam abanicarse con una servilleta.
Datos que nos hicieron a ambas ruborizarnos, que me hizo doler por regresar con
Preston aún más.
—Mierda. —Fue la respuesta de Sam
—En efecto.
—Está bien, así que, ¿Por qué Derrek me llamo ayer y me sacó de quicio?
Mi cara calló mientras mi mente se agitaba con lo que había sucedido en la ducha.
—Derrek sabe que nunca llegue a casa el fin de semana y necesitaba una
coartada. Le dije que estaba contigo. —Mire hacia arriba para encontrarme con sus ojos,
que estaban llenos con rabia cuando puso dos y dos juntos—. Gracia por cubrirme
—¿Qué te hizo?
Negué con la cabeza. —Nada de lo que estás pensando. Estaba solo enojado. Me
las arregle para escapar. Preston no me dejo regresar.
—Bien por él —dijo firmemente—. Incluso si él no te hubiera follado hasta perder
el sentido todo el fin de semana, me gusta. —Todo lo que podía hacer era asentir con la
cabeza—. Así que, ¿Cuál es el plan, entonces?
—Me dijo que no voy a regresar a mi casa. Empacó una bolsa para mí y trajo
todas mis cosas a su casa y dijo que va a encontrar una manera de probar el engaño de
Derrek. Está en una misión, por lo que parece.
—Bueno, Jesús. Me pregunto por qué diablos está tardando tanto tiempo.
Ambas nos sorprendimos por el sonido del teléfono en mi bolso. Vi que era
Preston y respondí con una sonrisa.
—Hey —dije con dulzura.
—Hola, nena. ¿Estás ocupada?
—Solo estoy almorzando con Sam.
—Bueno, tengo noticias, pero son malas, desafortunadamente. Estaba buscando
en las cuentas bancarias de Derrek, esperando encontrar algún rastro entre él y Jessica.
Encontré la cuenta que tiene contigo, pero no pude encontrar ninguna otra. Me pareció
que era extraño, considerando la cantidad de dinero que la compañía hace. Me esperaba
IRA o 401K, cuentas de inversión, algo. Pero no encontré nada.
—Entonces, ¿estás diciendo que no tiene una cuenta con ella?
Página | 55 —Correcto. Pero hay más.
—Genial —dije con fingido entusiasmo.
—Ya que no pude encontrar otra cuenta de él, comencé a buscar en las tuyas.
Apenas tienes dinero, Lena.
Mi frente se arrugo en confusión. —Eso no es cierto. Hay dinero allí.
—Había dinero allí. ¿Cuándo fue la última vez que revisaste tu balance?
—Uh, hace un tiempo —tartamudee. El rostro de Sam comenzó a preocuparse y
dejo de comer sus fideos.
—Bueno, hace un tiempo, Derrek comenzó a mover el dinero directamente de su
cuenta de ahorro a una cuenta de un paraíso fiscal en las Islas Caimán. Pero esto
comenzó hace un largo tiempo. Hace cinco años.
—¿Qué?
—Sí. Poco a poco ha estado desviando todo su dinero del banco. Pero te daré tres
opciones de a qué nombre están las cuentas que encontré en las Caimán.
—Jessica —bullí.
—No eres solo sexy como el infierno, también eres afilada como una tachuela,
corazón.
—¿Así que él está tomando mi dinero y poniéndolo en una cuenta para ella? Ese
idiota.
—No sé lo que está planeando basado en lo que sucedió ayer, pero si yo fuera tú,
me gustaría ir al banco y abrir una nueva cuenta. Conseguir una nueva cuenta con solo
tu nombre en ella.
—¿Cuánto dinero hay en la cuenta en el extranjero, Preston?
—Lena, solo tienes que ir a tu banco, por favor.
—Dime. Merezco saber lo que le está dando a esa zorra.
—Nena —susurró, sonando como si estuviera dolido. No, eso no era todo. Sonaba
como si estuviera dolido porque yo estaba dolida.
—Está bien —le susurre, solo queriendo colgar el teléfono y tratar con él—. Te
veré después del trabajo.
—Conduce derecho a mi casa después. Estaré esperando por ti.
—Está bien —dije de nuevo, no era capaz de encontrar otra palabra que darle en
ese momento. Escuche la desconexión de su teléfono y suspire cuando puse mi teléfono
en el bolso. Mire hacia Sam y en lugar de sentir tristeza o sorpresa por lo que estaba
pasando, estaba un poco molesta—. Derrek está robando todo nuestro dinero y
dándoselo a Jessica.
Página | 56
—¿Perdón? —dijo Sam, tosiendo toda su Coca-Cola dietética.
—Sí. Estoy viviendo en una real vida de película. Derrek está transfiriendo todo
nuestro dinero, escucha esto, en una cuenta en el paraíso fiscal de las Islas Caimán.
Como si estuviera en la mafia o algo así. —La molestia fue haciendo poco a poco espacio
a la ira—. Derrek es un niño con un fondo fiduciario que no sabe del lado peligroso de
un arma si esta estuviera apuntando a su frente. ¿Quién demonios se cree que es,
tratando de ser James Bond con nuestro dinero?
Apuñale mis fideos, sacando mi rabia con mi inmerecido almuerzo. Sam y yo
terminamos de comer y ella me acompañó al coche.
—¿Quieres que vaya contigo? —Me miró preocupada, sus cejas levantadas,
inquieta con su labio inferior entre sus dientes.
—No —dije calmadamente, sacudiendo mi cabeza mientras miraba hacia el suelo.
Esto era ligeramente embarazoso. Era difícil para mí imaginarme la forma en que
me había visto Derrek. Debe de haber pensado que era la más estúpida, inocente, e
idiota persona viva. Probablemente se rió de mi con Jessica a mis espaldas. Cada vez
que hacia una transferencia de nuestra cuenta a la de ella. Podía imaginármelos,
sentados en un cómodo sofá, ella acurrucada a su lado, un fuego crepitando en la
chimenea de su casa de pecado. Ambos sosteniendo copas llenas con champagne.
Perfecto.
—Solo quiero que todo esto se acabe —dije con un suspiro—. No quiero seguir
sintiendo como los últimos siete años han sido una gran y elaborada broma. —Sam me
tira en un abrazo, pero no me muevo para abrazarla. Solo me apoyo contra ella,
tomando el soporte que me está ofreciendo. Después de uno momentos, me separó y
frotó el pliegue que sabía que aparecía entre mis cejas cuando estaba estresada,
luchando por mantener la compostura—. Tengo que ir al banco.
—¿Vas a ir ahora? —Retorció su muñeca para ver el reloj—. ¿No tienes que
volver al trabajo?
Me encogí de hombros. —Honestamente, siento que el trabajo es parte de la farsa
que he estado viviendo. Cada vez que estoy allí me siento inútil e infeliz. —Tomo una
profunda respiración—. Es difícil para mí sentir que pertenezco a ninguna parte en este
momento.
—Odio que parezca la obvia, ya que es una mala noticia, pero si dejas a Derrek,
no tienes nada. Vas a necesitar este trabajo, Lena.
Mierda. Ella tiene razón. Exhale, tratando de no dejar escapar las lágrimas con mi
aliento.
—Tienes razón. Yo sé que tienes razón. —Encuadre mis hombros y me
enderece—. Solo necesito evaluar que es importante en este momento.
Página | 57 —Mantén tus ojos en el final, ¿de acuerdo? Hay una luz al final del túnel. Esto no
va a durar para siempre. Con suerte, Preston encontrara lo que está buscando.
—Esperemos —dije. Mientras le daba la sonrisa más frágil que podía manejar.
Nos separamos y decidí regresar al trabajo, tomando las palabras de Sam de
corazón. Tenía razón: necesitaría mi trabajo cuando todo esto hubiera terminado. Sería
una mujer divorciada y necesitaría sostenerme a mí misma.
Me las arregle para atravesar la jornada de trabajo, pero si salí un poco temprano
para hacer lo del banco antes que cerrara. Una atenta y amigable mujer brillantemente
me informó que mi marido había, de hecho, tomado todo el dinero de nuestra cuenta,
todo menos veinte mil dólares. Rápidamente abrí una nueva cuenta, transferí todo el
dinero que quedaba fuera de nuestra cuenta conjunta y deje a la previamente sonriente
mujer, con una compasiva y simpática sonrisa en su rostro. Supuse que no todos los días
la triste, abandonada mujer entrará y preguntará por los restos insignificantes de su vida
anterior.
Estaba un poco más de mal humor cuando finalmente llegue al apartamento de
Preston. Estaba flotando en una neblina del tamaño de una piscina de autocompasión e
irritación. Estacione el auto en frente de su garaje y me di cuenta que era la primera vez
que había conducido a su casa. Camine hacia la puerta, preparada para golpear, cuando
la puerta se abrió justo antes de hacer contacto con mi puño.
—Oye —dijo Preston cuando abrió la puerta. Tenía una vacilante sonrisa en su
rostro, como si estuviera feliz de verme pero esperando que no se notara.
Camine directamente a él y envolví mis brazos en su cintura, presionando mi
rostro en su pecho, tomando el aroma de su loción de afeitar y sintiendo su musculoso
cuerpo contra el mío. Fue relajante tenerlo presionado a mí. Me dio un momento de
alivio, como si por ese solo momento pudiera olvidar todo lo ocurrido. Cuando sus
manos tejieron su camino alrededor de mi espalda y se asentaron, presionadas contra
mí, justo por encima de la curva de mi trasero, la calma se apodero de mí aún más.
—Hola —murmure, y sentí su pecho temblar con su suave risa. Cuando una de
sus manos llegó a la parte de atrás de mi cabeza y se deslizó todo el camino bajo mi
cabello hasta que tomo mi cuello, simplemente me derretí contra él. Le dio al cuello un
suave apretón, una marca posesiva, y mis brazos instintivamente se envolvieron más
apretados alrededor de él.
—Me encanta que hayas venido a mi casa —susurró, su aliento revoloteando por
mi cabello—. Se siente bien, ¿no?
Asentí. Mi mejilla aplastada con fuerza contra él. —Sí.
Página | 58

Traducido por -Val- & Vane v

Corregido por Lu

A pesar de que había tenido un día de infierno y no tenía ganas de ir a ninguna


parte, él me convenció para ir a cenar. Me pidió que usara un vestido, algo lindo y tuve
que admitir que vestirme y poner todo junto de nuevo iluminó mi espíritu. Me sentía
hermosa y atractiva en la mesa frente a él en el Lux, un restaurante del centro de
Portland.
Me pidió un vodka martini y giraba lentamente su whisky mientras manipulaba
el vaso con sus dedos. Me estremecí cuando escuché las palabras, "whisky puro"
saliendo de su boca. Viendo el líquido ambarino se humedeció los labios y era igual de
excitante, deduje que sabía este hecho cuando sus ojos se encontraron con los míos por
encima del borde de su vaso mientras lo deslizaba lentamente.
—¿Te dejó algo en el banco? —sus palabras me tomaron por sorpresa y me
desinflé un poco. Tirada hacia abajo de mi escalada alta, arrastrada de nuevo a la
realidad. Dejó el vaso de nuevo y reanudó a girar lentamente mientras me miraba.
—Algo —dije— Pero no mucho.
Dejó de girar su vaso y observé mientras sus dedos perdieron su color, blancos
sobrevenían mientras apretaba el vidrio, con ira evidente en su rostro.
Llegué a él, dejando que mis dedos se envolvieran alrededor de los de los suyos.
Su agarre se aflojó, girando su mano y capturando mis dedos en ella.
—Quiero que te mudes conmigo, permanentemente. Quiero que vuelvas a mi
casa todos los días, Lena.
Mis ojos se abrieron ante sus palabras, traté de tomar mi mano de la de él, pero su
agarre se apretó y sus ojos se clavaron en los míos.
—Preston —empecé, pero fui interrumpida por él.
—No digas que no —su voz era insistente, asertiva. A pesar de que estaba
pidiendo algo que no podía darle, la forma en que preguntó –no exigió- encendió un
fuego dentro de mí al cual me había acostumbrado. Fue un elixir persuasivo de posesión
y necesidad, y era exclusivo de él—. Conozco todas las razones por las que me vas a
rechazar.
Abrí la boca para responder, pero su mano libre se acercó a mí y mi mandíbula se
Página | 59 cerró, callándome de nuevo.

—Es demasiado pronto. Estás saliendo de un extraordinario mal matrimonio. No


nos conocemos por mucho tiempo. Tienes que estar por tu cuenta durante un tiempo. —
se detuvo y sus cejas se elevaron—. ¿Dejé algo fuera?
Negué con la cabeza.
—Ahora escucha las razones por las que deberías acepta mi oferta, y ser una
buena chica, Lena. —Su mano dejó la mía y tiré mi labio inferior haciendo puchero por
un instante antes de que pudiera controlarlo. Él no necesitaba más combustible para el
fuego que estaba encendiendo lentamente. Dejó mi mano fría, pero sus dedos se
encontraban alrededor de su boca, su dedo índice cruzaba sobre el ligero rastro de barba
por encima de su labio. Tragué saliva, imaginando el rastrojo recorriendo a lo largo de
mi muslo y sentí como mi sexo empezaba a palpitar entre mis piernas.
—Uno: No creo en Dios, per se, pero creo en el destino. Creo que existe una razón
por la que me elegiste para ayudarte a terminar esto. ¿Es un mal momento? Por
supuesto. Pero cuando fue la última vez que alguien estuvo dispuesto a encontrar algo
tan fantástico como los somos nosotros juntos y les haya sido solo entregado? Nunca.
Las mejores cosas suceden cuando menos conviene. Dos: Puedo apoyarte mientras
resuelves la salida de tu matrimonio. Sé que no es lo óptimo y sé que no necesitas que
nadie te ayude, pero puedo hacer que sea más fácil para ti. Me gustaría hacerlo más fácil
para ti. —se detuvo y tomó otro sorbo de whisky, tragándolo lentamente—. Mi tercera
razón es la más convincente para mí: Te quiero, Lena. Nunca he querido nada, más de lo
que te quiero y estoy dispuesto a hacer cualquier cosa para tenerte. Estoy esperando que
confíes en mí para tomar esta decisión por nosotros.
Lo que dijo era demente, estaba loco. Era cada mala idea que había tenido,
envuelta en un arco y puestas bajo un loco árbol. Pero han sido años desde que alguien
me había querido y a pesar de que sabía que era una decisión imprudente, no podría no
admitir que no me dejé llevar por sus palabras. No podía decirle a mi corazón que deje
de golpear en mi pecho, no podías hacer que mi pulso se detenga de saltar y no podía
mantener las comisuras de los labios sin que se inclinen hacia arriba y aún más, que no
quiera hacerlo.
Pude ver venir el malestar de él cuando no respondí de inmediato y empezó
jugando con su vaso de nuevo.
—No puedo darte todo lo que él te daba, no puedo proporcionarte el mismo tipo
de vida, pero estoy esperando que estés buscando algo diferente.
Página | 60
Mi mano instintivamente encontró la suya, tratando de aliviarlo ligeramente.
—Preston —dije en voz baja, de repente muy consciente de que estábamos
teniendo una conversación sumamente privada en una mesa, en el medio de un
restaurante elegante—. Mírame. —sus ojos se encontraron con los míos y vi
preocupación en ellos. Su aparente vulnerabilidad tiró mi corazón—. Yo estaría
mintiendo si dijera que se exactamente lo que quiero, o donde creo que voy a estar en un
mes, o un año, pero sí sé que estar contigo ha sido lo más destacado de los últimos años.
Incluso en los escombros en que se encuentra mi vida, —no pude detener a la pequeña
risa que se me escapó— Has sido capaz de darme algo que ha estado ausente durante
tanto tiempo, algo que siempre he querido.
—No me has dado una respuesta.
—No tengo una respuesta.
—Eso no es lo suficientemente bueno.
Me encogí de hombros. —Es la mejor que he tengo por ahora. No puedo darte
algo que no tengo y no tengo ninguna garantía. Lo único que sé con toda seguridad es
estoy aquí contigo en este momento y no hay otro lugar en el que preferiría estar.
No se movió durante unos momentos y sentí mi respiración detenerse, con miedo
de haberlo perdido por no aceptar su proposición. El pánico que se hinchaba dentro de
mí era palpable y al instante quise regresar mis palabras, agarrarlas directamente desde
el aire y empujarlas de nuevo en mi boca. De hecho, abrí la boca para regresar todo,
cuando finalmente se movió, para agarrar el vaso y echar hacia atrás el resto de su
whisky. Hizo una mueca mientras tragaba pero entonces su mirada me encontró una
vez más.
—Lena —su voz era ronca y llevada, por lo general, cuando decía mi nombre, mi
interior se volvía líquido. Esta voz hizo que me tensara toda— Quiero que camines hasta
el baño de mujeres, quítate las bragas, mantenlas en la palma de su mano y luego vuelve
aquí conmigo.
Sus palabras me sorprendieron, pero también me excitaron. El recuerdo de estar
sin bragas en el armario de almacenamiento en la gala pasó por mi mente y me recordó
lo estimulante que se sentía. Vi a este hombre, alguien a quien no podía decir que conocí
realmente, pero también lo hacía. Sabía cómo trabajaba, la forma en que opera y cómo la
mayor parte del tiempo, era transparente. Siempre me llevaba la delantera, siempre
diciéndome exactamente lo que quería y por eso, a pesar de que no podía estar de
acuerdo a algún tipo de relación exclusiva donde viviésemos juntos, fingiendo como si
Página | 61 todo fuese normal y no lo jodida que estaba mi vida era en realidad. Podía darle esto.

Sin decir una palabra, hice mi silla hacia atrás, levantándola lentamente y me
dirigí hacia la parte trasera del restaurante. Encontré el baño con poca dificultad y le di
gracias a los dioses del baño porque era una habitación individual con cerradura en la
puerta. No quería tener que preocuparme por otra mujer viendo como quito mi ropa
interior por mis piernas desde la casilla junto a mí.
Con el encaje negro envuelto entre mis dedos, descansé mis dos manos en el
fregadero, mirándome en el espejo, tratando de averiguar si reconocía a la mujer que
miraba hacia mí. Era la misma cara que yo había visto siempre, pero tenía un brillo en
sus ojos que era nuevo. Un resplandor en la piel que nunca había tenido antes. Estaba
excitada por algo y nada estaba más lejos de mi intención que negarme a la única
persona que pudo regresarme a la vida.
Tomé una respiración profunda y cerré los dedos alrededor de mis bragas,
tratando de asegurarme de que la pieza de encaje errante no se asome y grite a todo el
restaurante lo que estaba haciendo. También me bajé en mi vestido, el cual ahora parecía
un poco más corto que el que tenía cuando salí del condominio de él. El respetable
dobladillo justo arriba de la rodilla, ahora parecía una autopista hacia áreas más
privadas.
Caminando de regreso a nuestra mesa, mis ojos revolotearon sobre todos en la
sala, esperando a que alguien notara que no llevaba ropa interior y señalársela a todos
los demás. Cuando llegué a nuestra mesa, noté que él había movido mi silla hasta el
borde de la mesa, justo en la esquina y estaba sentado cerca de la esquina. Me las arreglé
para sentarme, alisando el borde de mi vestido por encima de mi trasero, tratando de
asegurarme de que nadie tenga un espectáculo gratuito y me di cuenta que nuestros
codos se tocaban; así de cerca es como nuestras sillas se situaban ahora.
Él me observó sentar, con una satisfactoria sonrisa adornando su rostro, por lo
que su atractivo se disparaba como cohete. Cuando pasaba mis manos suaves sobre mi
trasero, vi a peculiaridad de su ceja con una sonrisa cada vez mayor. Mi corazón se agitó
al pensar en sus ojos en mi trasero.
Se aclaró la garganta y me tendió la mano, con los ojos clavados en los míos. Le di
una mirada interrogante. Obviamente, yo no le iba a entregar mis bragas a la
intemperie.
Se limitó a chasquear los dedos y apoyó la palma abierta de nuevo, esperando a
Página | 62 que se la entregara.

—Preston —susurré con fastidio, inclinándose un poco más cerca de él.


—Cariño —respondió él, mirándome expectante.
Coloqué rápidamente mis bragas en su mano y con fuerza cerró los dedos
alrededor de ellos, esperando que nadie cerca pueda decir lo que era.
Sus ojos se iluminaron cuando el encaje golpeó su piel y vi sus dedos de
moliendo su palma, sintiendo la tela. Entonces miré horrorizada, como él las puso en el
bolsillo delantero de la chaqueta del traje, un pequeño pedazo de encaje negro que
mirando a escondidas, burlándose de mí, como un sucio y erótico bolsillo cuadrado.
En ese momento nuestro camarero trajo nuestras comidas y mi corazón se detuvo
mientras esperaba que se diera cuenta de mi ropa interior. Esperando que nos atrape,
dándose cuenta de nuestro sucio juego y sacándonos fuera con nuestras cabezas
inclinadas por la vergüenza, pero él no se inmutó con nosotros, no se dio cuenta de
nada. Fue entonces cuando me di cuenta de que estaba siendo paranoica y que
probablemente tendría que jugar el juego de Preston.
—Cálmate, Lena. Prácticamente estás temblando en tu silla y aunque me gusta
verte temblar, usualmente me gusta porque es causado por mí haciéndote venir, no
porque que estás a punto de tener un ataque al corazón. Nadie sabe lo que estamos
haciendo.
Tomé una respiración profunda mientras cerraba los ojos. Él estaba en lo correcto.
Podría comer una comida sin bragas. No es gran cosa.
Abrí los ojos, cogí el tenedor y traje un bocado de risotto a mi boca. Me detuve, a
mitad de bocado cuando sentí la mano cálida de él sobre la piel fría de mi muslo. Me
tensé, esperando a ver dónde se dirigía su mano, pero también me estremecí de
emoción, la piel de gallina elevándose sobre la piel de mis brazos. Su toque hizo cosas
magníficas a mi sistema, causó que mis maravillosos nervios se descontrolen. Cuando su
mano descansaba entre mis muslos, los presionaba juntos firmemente en un esfuerzo
por mantener los límites, pero suspiraba de alivio. Me encantaba su mano sobre mí, pero
apenas podía disfrutar de mi comida si me preguntaba sobre lo que no estaba permitido.
Seguí comiendo, al igual que él y compartimos una conversación trivial.
Hablamos de nuestro día e hicimos preguntas que se suele hacer en una cita con alguien
que estaba tratando de llegar a conocer. En algún punto, me tuve que reír para mí, al
encontrar divertido el hecho de que estábamos haciendo todo al revés. Estaba casada. Él
Página | 63 me acaba de pedir que viviera con él y yo apenas le pregunté cuál era su lugar favorito
de vacaciones. También tuve que sonreír, porque a pesar de que todo era al revés, no
estaba mal. De hecho, fue la conversación más exacta que había tenido con un hombre
en años. Nuestra situación era extraña, poco común, y tal vez un poco dramática, pero la
forma en que me sentía por él era de todo menos malo.
Mi respiración se detuvo de nuevo cuando su mano se deslizó más arriba en mi
pierna, ahora cepillando el dobladillo de mi vestido. Agarré mi agua, tomando un sorbo,
los músculos de mis piernas se sentían cansados por mantener mis rodillas juntas. Su
mano apretó la parte carnosa del muslo y se inclinó hacia mí, su rostro sólo a
centímetros de mi oreja.
—Ábrete para mí, Lena —susurró. No podía mover los ojos de mi plato, con
miedo de que si me encontraba con su mirada se lo daría. Quería entregarme a él, sentir
su mano se deslizándose por mi pierna y en mí, pero no aquí. La preocupación y mi
labio inferior entre los dientes, sacudiendo ligeramente la cabeza.
Mi cuerpo estaba empezando a traicionarme: mi pulso estaba empujando mis
venas, mi piel sonrojándose de la emoción, mi sexo volviéndose más pegajoso con cada
segundo que su mano rogaba por la entrada. Mi cuerpo quería lo que le estaba
ofreciendo, de eso no había duda, pero la parte racional de mi cerebro todavía estaba en
control - en su mayoría.
Exhalé una respiración que no era consciente que había estado manteniendo y
mis hombros se hundieron cuando sentí su dedo pulgar haciendo círculos suaves y
lentos en mi piel sensible, justo debajo del borde de mi vestido, pidiéndome en silencio
que lo deje hacer lo que quería y lo deje entrar.
Cuando por fin cedí y me entregué a él, un gemido escapó de mis labios mientras
mis rodillas cayeron aparte. Mis músculos se regocijaron cuando el escozor se detuvo,
pero nuevas y más potentes sensaciones fueron inundando mi sistema con cada pulgada
que se acercaba hasta mi muslo. Su piel pastando junto a mis cosquillas de la manera
más excitante, picaba con la promesa de placer y la anticipación era casi un ser físico que
estaba sentando en la mesa con nosotros, era así de poderoso.
Finalmente tuve el valor suficiente para levantar la mirada hacia él, sólo para
encontrar que no me prestaba atención por encima de la mesa. No tenía ningún interés
en la conversación más o incluso echar un vistazo a mi lado. Mientras más lejos su mano
vagaba encima de mi pierna, más rápidas llegaban mis respiraciones y más rápido mi
corazón retumbaba en mi pecho. Alcancé mi vaso de agua, haciendo una pausa en mis
labios mientras uno de sus dedos suavemente rozaba la longitud de mi sexo. Apenas lo
Página | 64 suficiente para que mis ojos revoloteen cerrados.

Ellos de inmediato se abrieron de golpe cuando oí al camarero preguntarle a


Preston si todo estaba bien con nuestra comida. Al mismo tiempo, Preston deslizó un
dedo dentro de mí mientras contestaba el camarero con un—: Sí, todo está fantástico.
Gracias.
Estaba paralizada por el miedo de que fuéramos atrapados, pero también
congelada de la emoción de sentirlo dentro de mí, sintiendo algo tan privado en este
lugar tan público.
El camarero sonrió y se alejó, dejándonos disfrutar presumiblemente de nuestra
cena. Miré a Preston, él tomó su tenedor y continuó comiendo su pasta, su dedo todavía
pulsado completamente dentro de mí.
Tragó y luego dijo—: Tu comida se está enfriando, cariño.
—¿Quieres que coma mientras me toqueteas?
—No, quiero darte una experiencia que nunca antes has tenido. Quiero verte
estremecerte y sudar, todo mientras temes que alguien nos vaya a atrapar —Sacó su
dedo, pero luego bombeó adentro de nuevo, esta vez con dos. Mi mano dio una
palmada en la mesa, palma abierta, haciendo un "golpe" terriblemente alto. Unas pocas
personas volvieron sus cabezas hacia nosotros, pero se alejaron cuando no vieron nada
de importancia.
—Preston, por favor —dije en voz baja mientras sus dedos se retiraron de nuevo,
esta vez viniendo hacia adelante y rodeando mi clítoris.
—Dime lo que quieres, Lena.
Su pregunta estaba atada junto con tantas capas de significado que estaba
perdida entre ellas. ¿Quería que dejara de joderme con sus dedos en público? ¿Tal vez?
¿Quería estar con él en la forma en que estaba pidiendo? Probablemente. ¿Quería dar el
paso para hacer estas cosas suceder? No, no en este momento.
—No puedes hacer eso —susurró mientras sus dedos se sumergieron de nuevo
en mí, esta vez bombeando de ida y vuelta en golpes rápidos, estrechos—. Hasta que
estés absolutamente segura de lo que quieres, voy a tomar lo que necesito de ti —Se
inclinó hacia mí, presionando un beso en mi mejilla, y desde la perspectiva de otra
persona en el restaurante estoy segura de que parecía bastante inocente, pero luego su
boca se movió a mi oído y susurró—: Voy a hacer lo que quieras, Lena. Sólo tienes que
dejarme saber.
Con eso, los dedos repitieron sus lentas embestidas mientras que la palma de su
Página | 65 mano comenzó una rutina firme, circular contra mi clítoris. Yo estaba completamente

húmeda y sólo poniéndome más mojada. Si escuchaba lo suficientemente cerca, podría


oír los sonidos que nuestros cuerpos estaban haciendo rozándose entre sí y aunque sabía
que, muy pronto, otros podrían comenzar a escuchar, no podía hacer que me importara.
Me empecé a atontar, con una mano agarrando el brazo de la silla, el otro
envuelto alrededor de mi vaso de agua como si estuviera a punto de levantarlo a mi
boca. Dentro y fuera. Vueltas y vueltas. Él estaba construyéndome lentamente hacia un
orgasmo que seguramente me tendría gritando el techo de este sofisticado, restaurante
con clase.
En un esfuerzo por controlarme a mí misma, levanté el vaso de agua a los labios y
bebí el agua lentamente. Preston se movió, sus dedos deslizándose en aún más lejos,
entonces él curvó los dedos, golpeando un manojo de nervios difícil de alcanzar de
frente, haciéndome gemir en mi agua.
Sujeté mis piernas cerradas, tratando de evitarlo, tratando de detener lo que sabía
era inevitablemente imparable. Incluso con mis rodillas bloqueadas juntas, se las arregló
para seguir tocándome en la mesa de la cena. Mis piernas sujetadas parecían en realidad
sólo mantener su mano derecha donde él la quería. Mi vida se estaba complicando en
ese mismo momento. Todo estaba colisionando y no tenía ningún control. Lo único que
podría hacer era dejar que Preston me llevara. Confiar en que me muestre el camino
correcto.
En un instante, puse el vaso de agua abajo, agarré la servilleta de tela de mi
regazo, y traté con tanta gracia y tan discretamente como pude gemir en ella.
Me vine ridículamente fuerte y sorprendentemente tranquila. Con mi liberación
llegó la relajación que liberó la mano de Preston de mi coño justo al tiempo suficiente
para él levantar la mano y chupar sus dedos en su boca, sin romper su mirada de la mía.
Incluso bajando de un orgasmo demoledor, incluso justo después de venirme en una
habitación llena de extraños, todavía estaba ridículamente encendida por su flagrante
sexualidad, y habría subido encima de él si hubiéramos estado en un entorno diferente.
No dijimos una palabra el uno al otro hasta que nos fuimos el edificio. Cuanto
más tiempo nos sentamos a la mesa, él ignorando de lo que acababa de suceder, más
tiempo tenían mis emociones que avanzar de estar saciada, a confundida, a llena de
rabia.
Sostuvo el abrigo para mí y empujé mis brazos por las mangas violentamente,
entonces tomé pasos fuertes y duros a través del restaurante, mis tacones resonaban a lo
Página | 66 largo de las baldosas del suelo, hasta que estuvimos en la calle y estaba caminando a

toda prisa.
—Oye, Lena, espera —Sonaba como todos los demás hombres que había oído
intentar tratar con una mujer enojada; como frustración mezclada con miedo. No sabía
cómo manejarme enojada.
—¿Esperar a qué, exactamente? —grité de nuevo a él.
—Espera por mí. Mira —dijo, corriendo a mi lado. Su mano se envolvió alrededor
de mi brazo, deteniéndome, y volvió mi cuerpo para enfrentarse a él—. Lo siento.
Entrecerré los ojos a él—. No, no lo sientes.
—Bueno, no cien por ciento, no... —Su voz se apagó y tiré de mi brazo libre.
—Ugh. Sólo llévame a casa, Preston —dije mientras continué marchando calle
abajo. Me alcanzó, manteniendo mi ritmo, pero sin llegar a tocarme.
—No vas a volver a tu casa, Lena.
Suspiré con fuerza, dándome cuenta de que incluso pensaba que quise decir que
quería volver a la casa que compartía con Derreck, en realidad quería decir su
condominio. Entendí que cuando estaba realmente enojada con él tendría un desliz
freudiano.
—Está bien, iremos a tu casa, pero estás durmiendo en el sofá —Di vuelta a la
esquina y entré en el garaje de estacionamiento donde había aparcado su Lotus. Llegue
hasta el ascensor y las puertas se abrieron para nosotros inmediatamente. Una vez
dentro nos encontrábamos en extremos opuestos del coche y mientras mantenía mi
mejor cara de enojo, cuando robé miradas hacia él, todavía parecía confundido y un
poco angustiado.
Las puertas del ascensor se abrieron y salí directamente hacia el Lotus.
—¿Qué es eso por lo que estás enojada, exactamente? Parecía que disfrutaste de ti
misma ahí dentro.
Gritó a través de la estructura de estacionamiento, su voz resonando
completamente.
—¿Disfruté de mi misma? —Me volví hacia él, mi vestido quemando alrededor
de mis rodillas, cabello desplegándose.
—Te viniste con fuerza, cariño —dijo con una sonrisa satisfecha.

Página | 67
—No me vengas con “cariño”, Preston. Me hiciste eso incluso sabiendo que no
quería que lo hicieras.
De repente, estaba justo en frente de mí, presionando mi espalda contra su coche,
su frente presionando en la mía.
—Puedes estar enojada conmigo cualquier día, Lena. Puede lanzar tus rabietas
lindas como el demonio y taconear, lanzar tus replicas alrededor como si pesaran una
tonelada, pero ni siquiera insinúes que te he obligado a hacer algo con lo que no
estuvieras de acuerdo.
—Estaba incómoda —conseguí decir, aunque estaba segura de que mi voz era
demasiado pequeña como para ser escuchada.
—Bueno. Has estado cómoda durante demasiado tiempo, por lo que puedo decir.
Quería hacerte sentir incómoda, quería mostrarte que a veces está bien que confiar en mí
—A medida de que sus palabras salían de su boca, sus ojos se suavizaron, al igual que
su agarre en mi cintura. Una mano llegó a ahuecar mi mejilla y su dulzura me tomó por
sorpresa—. Me habría detenido si me hubieras dicho, si llegabas a decir algo
remotamente cerca a no. Pero lo disfrutaste y eso está bien, Lena. De hecho, fue
increíble. Viéndote desmoronarte, sabiendo que nadie más en esa habitación sabía lo
que te estaba haciendo. Fue más caliente que malditamente todo lo que he visto nunca
—Su pulgar se movió hacia atrás y hacia adelante sobre mi pómulo, su ternura
fundiendo la rabia residual que sentí justo momentos antes—. ¿Estás molesta porque
sucedió, o estás molesta porque se sintió bien dejarme tener en control? —Su cara se
acercó y apoyó su frente contra la mía, esperando a que responda.
—He estado perdida durante tanto tiempo, Preston. Da miedo, de repente, estar
al frente y al centro, experimentar cosas por primera vez con alguien nuevo —Aspiré,
tratando de encontrar mis siguientes palabras—. Y me gustó lo que me hiciste, después
de que consiguiera superar la conmoción inicial de todo. Lo siento si insinué que fui
obligada, no lo fui. Sumamente desalentador, sin embargo —dije, con una sonrisa
inclinando la comisura de mis labios hacia arriba.
—No voy a hacerte daño.
—Esa no es una promesa que me puedas hacer.
—Tal vez no. Pero puedo hacerla a mí mismo. Todo lo que siempre te he pedido
era tu confianza.
—Y mi ropa interior —reí, finalmente sintiendo la presión de nuestra discusión
desapareciendo.
Página | 68
—Lena, lo digo en serio —Su otra mano se acercó y ambas estaban ahora en mi
cara—. Si sé que confías en mí, y sabes que siempre te protegeré, entonces no hay nada
más que discutir.
Miré lo profundo de sus ojos, que siempre me recordaban al chocolate, tratando
por mi vida de tomar la decisión correcta. Tratando de decidir el curso de mi vida en un
garaje de estacionamiento, empujada contra el coche de un hombre, que tenía mi ropa
interior escondida en su bolsillo delantero.
Apoyé mi frente contra la suya de nuevo y traje a mis manos a su pecho —No
hagas que me arrepienta de esto.
—¿Arrepentirte de qué? —dijo, con la voz llena de esperanza.
—Esto. Nosotros. Avanzando, juntos.
Sus ojos se iluminaron y su boca encontró la mía. No perdió el tiempo tomando
un beso profundo, su lengua tomando amplios y deliciosos barridos por mi boca. Gruñó
mientras sus manos se movieron hacia abajo para envolverse alrededor de mi cuello y
sus caderas presionadas en las mías. Fui recordada, una vez más, que no llevaba bragas.
—No aquí —susurré contra sus labios, después de haber conocido mi límite en el
exhibicionismo por una noche. Me besó de nuevo, esta vez más suave, menos
necesitado. Cuando se apartó, había una sonrisa en su apuesto rostro que le hacía
parecer más joven de alguna manera, como si yo decidiendo ir a vivir con él le había
alterado.
—Vamos a casa, entonces —Su sonrisa sólo creció con sus palabras.
—Vamos —acepté.
Página | 69

Traducido por Vane v & SOS -Val-

Corregido por Lu

A la mañana siguiente, fui despertada por la vibración de mi teléfono celular a través del
cuarto. Todavía estaba en mi bolso, que había sido arrojado al suelo antes de hubiera sido
arrojada a la cama. No me había sido permitido salir de la cama durante horas después,
mientras Preston hizo su misión de hacer que me corriera tantas veces como sea posible en otras
tantas posiciones.
Me sorprendió que el teléfono no estuviera muerto, pero me acerqué lentamente a mi
bolso para ver quién tenía el nervio para molestarme tan temprano. Era un texto de Derrek.
Nos vemos en la casa a las ocho de la mañana. Ven sola y no le digas a nadie. Tu futuro
pende de un hilo. Toma la decisión correcta.
Cuando entré en la casa, sabía que Derrek estaba allí. Podía sentir su presumida
presencia haciendo el aire en la casa oscuro y húmedo. Puse mi bolso en el árbol de la sala junto
a la puerta y quité mi chaqueta, poniéndola por encima de mi bolso.
—Lena, ¿eres tú? —La voz de Derek hizo eco a través de la casa como si estuviera vacía.
No lo estaba, por supuesto, todas nuestras pertenencias estaban todavía allí, pero la casa estaba
vacía. Ya no había una familia viviendo aquí, no hay sentimientos cálidos, y no hay vida. Solo
era un muy caro almacenamiento para todas las representaciones físicas de una vida los dos
estábamos tratando desesperadamente de dejar atrás.
No le contesté pero si seguí su voz. No me sorprendió en absoluto cuando me llevó a su
oficina. Cuando lo vi sentado en su escritorio, por el más mínimo momento me llamó la
atención lo guapo que se veía. Siempre me había parecido poderoso, siempre parecía como si él
estaba a cargo y supe que me había atraído a él. Pero igual de rápido que mi mente se dio
cuenta de las cosas sobre él que encontré atractivas, estaba recordando todas las cosas que había
aprendido en las últimas semanas que hizo a mi estómago agitarse. En el exterior, se veía como
el paquete perfecto, pero en el interior, yo sabía que estaba podrido.
—Lena, me alegro de que recibieras mi mensaje y decidieras reunirte conmigo —Juntó
los dedos delante de su cara, sus ojos alternando arriba y abajo en mi cuerpo, estudiándome.
Contuve un estremecimiento de disgusto; su mirada persistente me daba náuseas.
—¿Qué quieres, Derrek? —pregunté, sin tratar de ocultar mi molestia por haber sido
llamada por él.
—Toma asiento. Creo que es hora de que tengamos una discusión real —Sostuve su
mirada por un momento, sin seguridad de querer seguir cualquier instrucción que me dio.
Página | 70 Decidí, sin embargo, que quería que esta “discusión” terminara tan pronto como fuera posible,
así que me moví para sentarme en la silla de club frente a su escritorio. Cuando estuve sentada
entrelacé mis dedos juntos y puse mis manos en mi regazo.
—Lena —comenzó, reclinándose en su silla—. He tenido un montón de diversión en el
último par de semanas jugando a este juego contigo, pero creo que es hora de que llegue a su
fin. Aunque, ahora, me gustaría que no fuera la verdad, me casé con una mujer inteligente y
estoy cansado de verte jugar al tonto. El juego fue entretenido en el principio, pero se está
convirtiendo en una carga, por lo que sugiero lo que terminemos. Ahora.
Parpadeé, sin dejar a mi cara darle nada.
—No estoy realmente segura de lo que te refieres, Derrek.
—¿En serio? ¿Todavía vas a hacerte la tonta? Yo te habría vinculado de manera
diferente. Seguramente quieres decirme cosas, darme los dimes. Sé que tienes cosas que quieres
decirme.
Todavía me quede callada.
—Buen. Haz lo que quieras, aunque mi manera habría sido mucho más divertida —Sacó
una hoja de papel de una carpeta en su escritorio, le dio la vuelta, y la deslizó hacia mí con una
pluma—. Este es un contrato explicando que estás de acuerdo con el divorcio, dejándome todo,
y que no competirás en el proceso de divorcio o presentar cualquier demanda adicional para
obtener las pertenencias monetarias o físicas obtenidas durante nuestra tonta excusa patética de
matrimonio.
Tomé una respiración profunda y la sostuve. Si la soltaba, muchas palabras e insultos
vendrán con ello.
—Por otra parte, afirmas que todavía está de acuerdo con la pena de cien mil dólares por
el adulterio que cometiste muchas, muchas veces a lo largo de nuestro matrimonio.
—Estás más delirante de lo que pensaba de ti, ni siquiera por un momento, creas que
voy a pagarte cien mil dólares. Tú me engaste, Derrek. Tienes toda otra familia esperándote tras
bastidores. Me encadenaste a lo largo de los años.
—¿Dónde está tu prueba, querida?
—Que te jodan.
—No, gracias. Hemos intentado eso y era deficiente, terriblemente.
—Estás loco. Tienes tantas pruebas como yo. Llama a tu abogado. Nos ocuparemos de
esto en la corte —Me puse de pie y fui hacia la puerta, con las manos temblando de ira.
—Lena, no quieres que esto vaya a la corte, confía en mí. Puede que tú no tengas una
prueba, pero yo sí. Malditamente buena prueba, también.
Me volví hacia él bruscamente, mi pelo batido alrededor de mi hombro, y lo vi deslizar
otro artículo sobre el escritorio hacia mí. Caminé hasta el borde de la mesa y agarré el papel,
Página | 71 dándole la vuelta.
Mis ojos se centraron en la fotografía y mi corazón se detuvo. Se detuvo, entonces
saltaron de nuevo en acción, tronando en mi pecho, doliendo y golpeando. Mi mano llegó a mi
boca a medida que caía abierta, y me desplomé en la silla. Me temblaba la mano y la imagen
tembló. Mis pulmones ardían, rogándome respirar de nuevo. Estaba mirando una foto de
Preston y yo en la primera noche que había pasado en su casa, después de la gala. Era una foto
en blanco y negro, granulada, pero todavía visible, y era extraordinariamente abrumadora. Yo
estaba en su cama, de rodillas, con las manos agarrando los listones de su cabecera, la mano de
Preston estaba enroscada sobre mi hombro, su otra mano posada en mi cintura, y sus ojos
estaban mirando hacia abajo, mirando a polla golpeando en mí. Su boca estaba abierta y tenía lo
que parecía maravilla pintada en su rostro mientras miraba nuestros cuerpos unidos entre sí. Mi
cabeza estaba inclinada hacia atrás, la boca abierta, y supe en el instante en esta foto fue tomada,
yo estaba llorando en éxtasis total. Derrek tenía una foto mía en medio del orgasmo, con otro
hombre. En otras circunstancias, en otra vida, me gustaría ver esta imagen y creo que hermosa.
Sin embargo, en este instante, era fea. Representaba algo feo.
—¿Qué quieres? —jadeé, mis ojos aun mintiéndose en la foto.
—Quiero que te vayas, sin nada, y quiero que luches por el resto de tu vida tratando de
pagarme lo que acordaste. Quiero que pienses en mí todos los días y te obsesiones sobre el
hecho de que arruiné tu vida.
Había alcanzado un nuevo nivel de locura.
—¿O qué?
—Esta imagen será viral y si crees que esta es la única que tengo, eres es aún más
estúpida de lo que podría haber imaginado. Tengo cientos de fotos de ti siendo una puta sucia, y
ningún juez que alguna vez mire estas imágenes y creerá que eres alguna mujer despechada.
—Y si firmo el papel y te doy lo que quieres, entonces ¿qué?
—Me olvido de alguna vez exististe.
Pensé en mi vida, pensé en todo lo que había estado luchando en las últimas semanas y
todo lo que hice atravesar a Preston. De repente, entendí lo que él había estado diciendo todo el
tiempo, no valía la pena. Ciertamente ahora, cuando no sólo era yo quien estaba en la guillotina,
sino él también, la única cosa sensata que podía pensar hacer era dar todo. Rendirme.
—Bien —dije, caminando de vuelta a la silla, agarrando la imagen—. Pero quiero todas
las fotos que tienes y cualquier otra cosa incriminatoria.
—No quiero mirar tu porquería, Lena. Puedes tener todo. —Empujó el papel hacia mí de
nuevo, junto con la pluma. Cogí la pluma en la mano y tomé una respiración profunda. Esto era
exactamente el final que estaba tratando de evitar; el final que no pensé que merecía. El único
consuelo en todo esto era saber a pesar de que yo había perdido mucho, todavía tenía a Preston.

Página | 72 Exhalé, mi mano golpeando la pluma a lo largo de la línea y firmé con el nombre que
odiaba. Lena Bellows. No quiero ser ella nunca más, en la primera oportunidad que tuviera
cambiaría mi nombre. No quería estar conectada a Derrek de ninguna manera.
Tan pronto como firmé el papel, deslizó otro en mi camino, que él había firmado y firmé
ese también, entonces lo doblé y lo apreté con fuerza en mis manos.
—Aquí —dijo Derrek mientras se deslizaba una tarjeta SD a través del escritorio—.
Todas las imágenes están en esta tarjeta. No hay ninguna otra prueba, ningún vídeo ni nada de
eso. Derrek sonrió, colocando los dedos juntó a sus labios—. En verdad, Lena, si hubieras sido
incluso una décima parte de la zorra que eres con él, conmigo esto podría haber sido diferente.
Estas fotos me mostraron a una mujer desenfrenada que nunca había conocido.
—Tal vez, si fueras una décima parte del hombre que es Preston, habría sido más
receptiva —dije sarcásticamente.
—¡Oh, está bien! —dijo, chasqueando los dedos, como si solo recordó algo importante—.
Esa es la otra pieza de este rompecabezas.
—¿De qué estás hablando? —estaba cansada de escuchar su voz, solo quería salir y
terminar esto de una vez.
—La otra parte –evidencia aún más que eres una estúpida zorra —rio en voz alta, con la
cabeza caída hacia atrás en su silla—. Lo siento —dijo entre risas—. Esto es demasiado bueno.
—Solo escúpelo, Derrek.
—Preston, tu amante, el hombre por el que has dado todo, el hombre con el que piensas
que pasarás el resto de tu vida —lentamente, una sonrisa malvada y perversa creció en sus
labios, sus ojos comenzaron a brillar de emoción—. Trabaja para mí.
Sus palabras se sintieron como una bola de demolición chocando contra mí. Mi
respiración se detuvo, mi corazón explotó, mis venas se secaron porque no había nada pulsando
a través de ellas, excepto el dolor. Él me miraba como si acabara de ganar el partido más
importante había jugado alguna vez.
—¿Qué? —jadeé, impresionada, había conseguido decir nada en absoluto.
—He tenido tu teléfono intervenido durante años, querida. Estaba esperando el
momento en que decidieras que finalmente habías tenido suficiente. Cuando llamaste a esa
firma para una consulta con un investigador privado, sabía sobre eso antes de que les hubieras
dicho tu nombre. —Se rio de nuevo y mi boca se cerró, luego abrió de nuevo, como un pececillo.
Sentí lágrimas en mis ojos, mi garganta escosando con la necesidad de llorar, mi cuerpo
dolorido por la liberación que sabía que sollozar traería—. Regresé la llamada a la firma y les
dije que no serían necesarios sus servicios, enviando a Preston con un objetivo: para seducirte.
—No —respiré.
—Sí, querida, y tomaste el cebo como sabía que lo harías. ¿Duraste cuánto? ¿Una
Página | 73 semana? Cavaste tu propia tumba, Lena.

—No te creo.
—Piensa en ello —dijo, de repente sonando enojado—. Al principio, en la primera
semana, ¿qué hizo Preston realmente por ti? Nada. Te trajo a lo largo de una misión de
vigilancia, ¡por el amor de Cristo! ¿Qué tipo de investigador privado haría eso? Coqueteó
contigo, fue inapropiado y te persiguió. Él estaba en mi nómina, haciendo un trabajo para mí.
Mi mente volvió a la primera semana con él, pensé en todos nuestros encuentros y las
piezas comenzaron a caer en su lugar: diciéndome que no le dijera a la agencia, el hecho de que
sabía mi apellido antes de que se lo diera, sabía dónde vivía. Trató de convencerme de que es
porque era un P.I.3, pero en realidad era porque trabajaba para Derrek, ya sabía todo sobre mí y
me había estado engañando desde el principio.
Sentí la bilis en el estómago comenzar a hacer su camino hacia arriba y me puse de pie,
desesperada por salir de esta casa, tratando desesperadamente de escapar de lo que parecía ser
ineludible. Me había entregado a un hombre que estaba trabajando en mi contra desde el
principio. Me había enamorado de un impostor y arruinado mis posibilidades en hacer algo por
mí misma.
Corrí hacia la puerta, agarrando mi bolso y la chaqueta mientras salía, deambulando
fuera de la casa en un sollozo. No podía ver por las lágrimas que corrían por mi cara, no podía
oír el estruendo de pulso en mis oídos y no tenía ni idea de lo que sucedió cuando me encontré
con algo duro. Se apoderó de mí, envolviendo sus brazos alrededor mío y olía familiar.
Preston.
Una vez que mi mente registró que me sostenía, me arranqué de sus brazos y lo aparté
con más fuerza de la que había utilizado con nadie.
—¡No! —grité. Sonando el dolor, incluso en mis propios oídos. No había ninguna otra
palabra. Era la forma de realización del dolor—. ¡No me toques!
—Lena, cariño —comenzó.
—¡Jódete! ¡No me digas así!
—Por favor, sólo escúchame.
—Estoy harta de dejar que los hombres arruinen mi vida. Terminé de dejar que me
controlen. Yo confiaba en ti, la única cosa en que insististe y lo hice. Hice exactamente lo que

3
Investigador privado.
querías. Confiaba en ti y me jodiste. Me jodiste de muchas maneras, no puedo ni siquiera
comenzar a enumerarlas todos.
—No —dijo, dando un paso hacia mí. Me alejé de él y miré, por lo que es claro que no
iba a acercarse a mí de nuevo.
Página | 74 —Responde una pregunta, Preston. Solo una. ¿Trabajas para él? ¿Estabas contratado
para seducirme? ¿Para atraparme exactamente en el futuro del que yo trataba de escapar?
—Lena ...
—¡RESPÓNDEME!
Suspiró y vi toda la convicción dejar su cuerpo. Con los hombros caídos, sus ojos
perdieron su luz y se pasó una mano por el pelo. Yo sabía su respuesta antes de las palabras,
salgan de su boca. —Sí.
Mi mano se disparó, más rápido de lo que la había movido antes y la choqué contra su
cara mientras lo abofeteé fue el sonido más satisfactorio que había escuchado nunca. Su cara
golpeó a un lado con el impacto de la mano y luego oí mi propio sollozo salir.
—Jódete, Preston. Eres peor de lo que es él.
Busqué en el bolso mis llaves, entré en mi coche y conduje lejos de dos hombres que
tanto tuvieron que ver en arruinar mi vida. No tenía idea de dónde iba, pero yo sabía que no
había nada para mí allí.
Página | 75

También podría gustarte