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Staff
Traducción
Anubis
Apolo
Hera
Huitzilopochtli
Iris
Nemesis
Nyx

Corrección
Amalur
Artemisa
Circe
Coatlicue
Hades
Konan
Moira

Revisión final
Hades

Diseño
Hades

Pdf y Epub/Mobi
Iris
Huitzilopochtli
Contenido
SINOPSIS CAPITULO DIECISEIS
PROLOGO CAPITULO DIECISIETE
CAPÍTULO UNO CAPITULO DIECIOCHO
CAPITULO DOS CAPITULO DIECINUEVE
CAPITULO TRES CAPITULO VEINTE
CAPITULO CUATRO CAPITULO VEINTIUNO
CAPITULO CINCO CAPITULO VEINTIDOS
CAPITULO SEIS CAPITULO VEINTITRES
CAPITULO SIETE CAPITULO VEINTICUATRO
CAPITULO OCHO CAPITULO VEINTICINCO
CAPITULO NUEVE CAPITULO VEINTISEIS
CAPITULO DIEZ CAPITULO VEINTISIETE
CAPITULO ONCE CAPITULO VEINTIOCHO
CAPITULO DOCE EPILOGO
CAPITULO TRECE SOBRE LA AUTORA
CAPITULO CATORCE ÚNETE A NUESTRA COMUNIDAD
CAPITULO QUINCE
SINOPSIS
Un momento. Eso es todo lo que se necesita para que tu vida haga un giro de
ciento ochenta. Un momento para hacer añicos tus sueños y robarte la libertad. Un
momento para olvidar quién eres.
La noche en que Caroline Adams decidió conducir ebria y terminó golpeándome
mientras estaba parada en la acera fue cuando me sucedió ese momento. Nada ha sido
igual desde entonces.
En una silla de ruedas y rota, comencé mi último año en Lake Gate High, donde
tengo que lidiar con las miradas y los susurros humillantes. Además, tengo que verlo a
él: Jason Adams, el hermano de Caroline.
No oculta el hecho de que me odia por ser la razón por la que Caroline terminó
en un centro de detención juvenil, y que quiere que me aleje de él. Pero eso podría
resultar imposible cuando somos elegidos como los protagonistas de nuestra obra
escolar y esa línea entre nosotros se vuelve borrosa.
Pero no dejaré que mis viejos sentimientos por él resurjan.
No cuando es un idiota.
No cuando ese momento sigue persiguiéndome y recordándome la oscuridad.
La oscuridad de esa noche de la que nunca podría escapar.

Este libro incluye temas y situaciones delicadas que pueden ser


desencadenantes para algunos lectores, por lo que se recomienda precaución.
PROLOGO
¿Has sentido alguna vez el tipo de dolor que te cala hondo, tan hondo que se siente
como si te marcara para siempre?

¿El que envenena tu mente y te encierra


en una jaula de miseria?

El que llevas como un tatuaje, oscuro y sonoro,


como un recuerdo de una época que desearías poder borrar pero que nunca podrás
pero nunca podrás hacerlo.

Sólo un momento es suficiente para destrozar tu vida. Para destruir tus


elecciones. Para hacerte olvidar quién eres.

Yo experimenté la mía esa noche, la noche del accidente que cambió


todo para mí.

Una decisión. Dos destellos de luz. Tres segundos hasta que todo se convierte
en oscuridad.

Y tu vida...

Tu vida se convierte en un débil eco, a la deriva y sin sentido en el interminable


flujo del tiempo.
CAPÍTULO UNO
Hoy fue el primer día de mi último año. Fue un día que muchos esperaban con
ansias, como el último primer día, marcaba el comienzo de nuestro futuro. Por días, he
estado viendo publicaciones al respecto de los estudiantes del instituto Lake Gate en las
redes sociales. Todos estaban emocionados de volver a las clases y ver a sus amigos.
Yo, no.
Solo quería quedarme en casa y pretender que el tiempo no pasaba velozmente
dejándome atrás sin piedad alguna.
¿Cómo podía esperar con ansias el instituto cuando todo el mundo iba a ponerme
bajo un microscopio y juzgarme? No sabía que sería peor, las miradas de lástima o las
miradas de disgusto que me darían una vez que llegara allá. El instituto nunca había
sido un lugar que me gustara especialmente, pero me gustaba menos después de la
noche que había cambiado mi vida. Porque ahora yo era la niña en la silla de ruedas. El
bicho raro. El fenómeno. La chica que estaba de pie en la acera cuando la borracha de
dieciséis años Caroline Adams la golpeó a gran velocidad hace seis meses. La niña que
perdió el conocimiento esa noche y se despertó en el hospital del coma diez días
después. La chica que descubrió que el conocimiento no era lo único que había perdido.
Mi mejor amiga, Dylan, que había desarrollado algo que yo llamé un “Katie,
sensor de bajo estado de ánimo” durante los últimos seis meses, trató de animarme todo
el camino al instituto, pero era difícil para mí incluso dejar de mirar los edificios por los
que pasábamos, y mucho menos hablar con ella. Era uno de esos días en que incluso
respirar se sentía como el trabajo más difícil del mundo.
—Todo va a estar bien —dijo mientras se detenía en un semáforo. Ha dicho esa
frase tantas veces que ahora se convirtió en su mantra—. Todo el mundo va a estar tan
ocupado compartiendo sus historias del verano que ni van a notar tu presencia. —Una
gran sonrisa acompañó su declaración, como para subrayarla.
Típico de Dylan. El mundo podría estar cayéndose a pedazos, y ella estaría súper
optimista. Por lo general, funcionaba en mí, pero no hoy.
—Es fácil para ti decirlo, no llevas un cartel neón gigante que dice, “Estoy
paralizada”.
—No está tan mal.
Le di una amplia mirada debajo de mis pestañas.
—A ver, estás en una silla de ruedas, pero no es el fin del mundo. Se
acostumbrarán, y tú también.
Sabía que no quería sonar pesimista con esa última oración. Ella solo quería
ayudarme, pero me dolía de todas formas. ¿Cómo te acostumbras al hecho que ya no
podrás caminar? ¿Cómo?
Se detuvo en su lugar de estacionamiento y salió a agarrar mi silla de ruedas del
maletero de su Volvo SUV. Miré alrededor del estacionamiento medio lleno, sin prisa
por salir en absoluto.
Algunos estudiantes estaban reunidos en grupos y conversando animadamente
unos con otros. Parecían que no tenían preocupaciones en sus vidas, y solo añadía
presión a la sensación de hundimiento en mi estómago. Podría quedarme aquí y
negarme a salir.
Sin embargo, Dylan no me dejaría hacer eso. En sintonía con mis pensamientos,
ella hizo su misión de sacarme del lugar oscuro en el que ahora residía la mayor parte
del tiempo. Trajo mi silla a la puerta del lado del pasajero, no abrió la puerta ni ofreció
ayuda para moverme, sabiendo que quería hacerlo por mi cuenta.
Abrí la puerta y, con un poco de maniobra, me cambié a mi silla. Eché hacia atrás
el reposabrazos y miré a mi alrededor para ver si ya había alguien viéndome, pero nadie
me había notado todavía. Si tan solo nadie se fijara nunca en mí.
Dylan golpeó el aire con el puño.
—De acuerdo, vamos a rockear. —Y empezó a dirigirse a la entrada.
Me dije a mí misma que mantuviera los ojos en el suelo, pero debe haber habido
algo masoquista en mí, porque en el momento en que comencé a moverme, mi mirada
se desvió hacia los estudiantes que estaban cerca. Como estaba previsto, ellos
cambiaron su atención hacia mí uno por uno, mi piel comenzó a picar, y entonces lo vi,
sorpresa, incomodidad, repugnancia, lástima. Todas las emociones servidas en el
enorme plato que la vida me había tirado en el rostro.
Susurros silenciosos estallaron casi de inmediato, y me sentí agradecida de
haber tenido la previsión de dejar mi cabello largo suelto en lugar de recogerlo en una
cola de caballo. Sirvió como un escudo perfecto contra la avalancha de atención.
Me sentí aún más agradecida cuando el repentino ronroneo de un motor de un
auto alejó toda la atención lejos de mí, pero esa gratitud duró poco cuando vi quién era
el recién llegado.
Jason Adams.
El tipo que odiaba con mis entrañas.
El hermano de Caroline.
Mi estómago se cerró, él tomó su tiempo para apagar el motor y salir del auto,
quitándose los lentes de sol atrayendo aún más miradas, en su mayoría las chicas que
no ocultaban lo mucho que lo deseaban. Siempre atraía miradas, lo que no era ninguna
sorpresa, ya que era el chico más atractivo y popular de nuestro instituto. Tenía muchas
chicas compitiendo por su atención, a pesar de que nunca quería más que sexo casual.
Jason nunca tenía citas con nadie.
Hoy vestía todo de negro (camiseta, jeans y Converse) y su muñeca izquierda
estaba adornada con unas pulseras de cuero. Su ropa mostraba su fuerte pecho,
abdomen marcado y piernas largas y sentí un tirón de atracción no deseada en lo
profundo de mi vientre.
Antes del accidente, estaba muy enamorada de Jason. Nunca se había fijado en
mí, pero eso no me había impedido crear innumerables fantasías sobre él.
Medía cerca de dos metros de altura, aspecto atlético y con un rostro que
pertenecía al frente de una cámara. Su mentón y mandíbula eran artísticamente
angulares, de una manera que te hacía querer pasar el dedo por ellos y ver si se sentían
tan afilados como parecían. El resto de su rostro era igualmente proporcional. Su nariz
recta y los pómulos altos eran como un preludio de sus hermosos ojos marrones, que
eran a partes iguales penetrantes y seductoramente oscuros. Eran el tipo de ojos que
robaban el aliento de tus pulmones en el momento en que te miraba. Su buena
apariencia estaba rematada por su cabello oscuro y despeinado que le llegaba hasta las
orejas y caía en algunos mechones sobre su frente.
Yo era todo lo contrario a él. Introvertida, de apariencia normal, lejos de popular,
y ahora en silla de ruedas. Los chicos no me daban ni la hora antes, y seguro que no lo
harían ahora.
No pude resistir mirarlo mientras me movía por el estacionamiento, se detuvo
para hablar con un grupo de chicas, o debería decir admiradoras, que habían acudido
en masa a su auto. Estaba en el club de teatro, habiendo tenido papeles protagónicos en
todas las obras escolares durante años, y se estaba convirtiendo en un actor
prometedor. Él tenía ambas, la apariencia y las habilidades para ello, y no dudo de que
empezará a ser conocido pronto.
Cuando sintió mí mirada sobre él, giró su cabeza en mi dirección y mi estómago
dio un vuelco.
Regresé mi mirada hacia delante de nuevo, esperando que no me hubiera visto
mirándolo. No es que me importara mucho, porque yo ya estaba en su radar, su mirada
acelero los latidos de mi corazón. Puse más fuerza en mis brazos mientras empujaba la
silla de ruedas, tratando de aumentar la distancia entre nosotros. Esperaba quedarme
fuera de su vista por un tiempo más, pero eso obviamente no estaba en las cartas.
Nuestro instituto era un edificio de ladrillo rojo de dos pisos que se erguía
orgullosamente en medio de acres y acres de tierra salpicados de árboles de varios
tamaños y formas que pronto se volvería encantadoramente rojos. El instituto era una
de las joyas de Lake Gate, rememorando la época victoriana. Ha sido renovada
recientemente en anticipación del centenario de su fundación, que se acercaba en tres
meses. Sin duda era una de las piezas arquitectónicas más bellas que el pueblo poseía,
pero después de todo, no era del todo accesible para las sillas de ruedas. Lejos de eso.
Un conjunto de escaleras conducía a la entrada principal, nunca se habían
molestado en instalar una rampa. Eso me dejaba con la entrada lateral, pero estaba muy
lejos del estacionamiento, y me tomaría por lo menos cinco minutos más en llegar ahí.
Mamá había hablado con el director Myers y criticó al instituto por la falta de
accesibilidad para las personas con discapacidad, pero su respuesta era que costaba
dinero que preferirían gastar en otras cosas como organizar una gran celebración del
centenario de la que se hablaría por los próximos años.
Lancé una larga mirada a la entrada principal, viendo a los estudiantes subir las
escaleras con la facilidad que yo siempre había dado por sentado. Ni una sola vez en mi
vida le había dado importancia a algo aparentemente tan simple que ahora era una
montaña insuperable, pero eso era lo que pasaba con la apreciación, nunca aprecias
verdaderamente algo hasta que lo pierdes.
Aparté la mirada antes de que mis ojos se llenaran de lágrimas. Convertirme en
un desastre patético de llanto antes de que comenzara las clases era lo último que
necesitaba.
—Lo bueno es que no es un umbral —dijo Dylan, señalando con la cabeza hacia
la entrada lateral.
Un toque de misericordia. Dylan se había ofrecido a ayudarme en cualquier
momento, pero ya me sentía como una carga suficiente.
—Qué suerte —respondí con un poco de sarcasmo.
Dylan se hizo a un lado para que yo pudiera entrar primero, pero antes de que
pudiera acercarme a la puerta de vidrio, un tipo pasó incómodamente cerca de mí, casi
golpeándome con su codo en el proceso. Se detuvo y se giró hacia mí.
Mi respiración vaciló cuando miré hacia arriba y vi que era Jason Adams.
Siempre había sido mucho más alto que yo, pero ahora que se cernía sobre mí en mi
silla de ruedas, parecía terriblemente enorme. Sus ojos oscuros se oscurecieron aún
más mientras me miraba, y deseé poder estar en cualquier lugar menos aquí.
Jason siempre usaba la entrada principal, por lo que el hecho de que estuviera
aquí podría solo significar que estaba enviándome un mensaje, y lo entendí alto y claro.
Lo entendí desde el momento en que me visitó en el hospital después del accidente y
me dijo que no soportaba ni verme.
—¿Por qué no nos haces un favor a todos y vuelves por dónde viniste? —Se
burló.
El calor se apoderó de mi rostro. Con una última mirada de burla, abrió la puerta
y entró. Me moví detrás de él para mantener la puerta abierta, pero no debí haberme
molestado porque se aseguró de cerrarla justo en mi rostro.
—¡Eso fue muy grosero! —Dylan lo vio irse con el ceño fruncido.
Me encogí de hombros.
—Podría haber sido peor.
Le resté importancia, pero la verdad es que su actitud me afectó. Me repetí
muchas veces durante el verano que debía superarlo, pero verlo en persona solo trajo
de vuelta todos los sentimientos reprimidos, indignación, dolor, añoranza.
Ya no era invisible para él.
Solo que no por la razón que siempre había querido.

Los primeros tres años de mi vida en el instituto no han sido tan memorables.
Aparte de Dylan, no he tenido amigos y mis interacciones con los demás se ha
limitado principalmente al trabajo escolar y las asignaciones del club de teatro. Llevo
una vida monótona que consiste en estudiar, soñar por horas en convertirme en una
actriz de fama mundial, y actuar papeles inventados dentro de las cuatro paredes de mi
cuarto.
El problema de convertirme en una actriz de fama mundial residía en mi baja
confianza en mí misma lo que me impedía ir con todo. Mi apariencia tampoco ayudó. No
era tan hermosa como las actrices que tenían papeles principales. Además de mi rostro
inmemorable, mi cabello es demasiado ondulado, volviéndose salvaje con apenas el
primer roce de aire húmedo. Mis espinillas eran demasiado resistentes, casi prometían
nunca dejar mi rostro. Mi ropa no hacía nada por mi apariencia, mi familia estaba
demasiado mal económicamente para poder pagarme algo más que una pequeña
colección de oferta. Nadie me había dado una segunda mirada en el instituto, y menos
un chico.
Ahora, mientras me dirigía a la clase de inglés y los ojos se giran para mirarme,
desearía tener ese anonimato de vuelta. El impulso de esconderme era casi abrumador,
quería que mi mirada permaneciera en el suelo mientras empujaba adelante, ya
contando los minutos para que terminara este día.
Observé el umbral con alivio y respiré hondo antes de entrar en el salón de
clases. Solo había unos pocos estudiantes tan temprano antes del toque del timbre, pero
todas las cabezas se giraron para mirarme, y casi me doy por vencida y me apresuro a
retirarme. El escritorio que habían preparado para mi estaba al final de la primera fila,
pero podría haber estado a millas de distancia y se habría sentido igual.
Mis compañeros de clase sabían lo que me había pasado. Yo había estado
recibiendo clases en casa después de esas pocas semanas que pasé en el hospital, pero
Dylan me dijo que la noticia se había extendido a la velocidad de la luz en la semana
siguiente a mi accidente. No todos los días uno de los estudiantes de Lake Gate casi mata
a otro estudiante en un accidente automovilístico. La noticia fue aún más jugosa porque
la estudiante que conducía había estado en el camino de convertirse en valedictorian1,
un miembro de Mensa2, y ya había ganado una docena de premios por su contribución
a la ciencia. Todos estaban seguros de que Caroline impactaría al mundo.
Pero ahora estaba en un centro de detención juvenil.
El latido de mi corazón era ensordecedor en mis oídos cuando me coloqué detrás
mi escritorio y cogí mi mochila que colgaba del asa de la silla. Nadie trató de entablar
una conversación conmigo, lo que me vino muy bien, hasta que un chico se sentó a mi
lado y le dio a mi silla una larga mirada.
Movió las cejas con una sonrisa.
—¿Tienes licencia para eso?
Reprimí un gemido. ¿En serio? No era divertido ni original, pero yo deseaba que
mis labios sonrieran.
—La última vez que lo comprobé, sí.
Él se rió.
—Debe ser agradable estar sentada todo el día. ¿Dónde puedo conseguir una?
Aparté la cabeza para ocultar mi mueca. Su intento de charlar era sin sentido.
—Creo que deberías limitarte a caminar. Confía en mí.
—Si tú lo dices, pero soy demasiado perezoso. Pregúntale a mi mamá. Ella me
regaña por eso todos los días.
Abrí la boca para responder, pero Jason Adams entró al salón de clases en ese
momento, y todo lo que quería decir fue borrado de mi mente. Sus manos estaban en
sus bolsillos mientras inspeccionaba el salón de clases, su paso lento y suave. Siempre
emitía confianza, era un chico que estaba entrelazado con fuerza y poder, del tipo que
no puedes dejar de admirar.
Le devuelve la sonrisa a una chica sentada en la parte de atrás, pero luego miró
en mi dirección. Se detuvo, su sonrisa se desvaneciendo.
Mi corazón comenzó a latir con fuerza en mi pecho, y tuve que apartar la mirada.
Simplemente no vengas aquí. No me hables. No hagas nada.

1 Es una calificación académica que se le otorga la estudiante que da el discurso de despedida.

2
Asociación apolítica y arreligiosa de personas con alto cociente intelectual.
Exhalé un largo suspiro cuando, después de lo que pareció una eternidad, se
movió de su lugar en la puerta y se dirigió a la parte de atrás del salón de clases.
Entonces el chico a mi lado tuvo que continuar y decir lo suficientemente alto para que
Jason escuchara.
—Oye, ¡ahora recuerdo! Su hermana es la que te atropelló. Wow, eso no está
cool.
Mierda.
Algo se movió en el aire. La tensión llenó la habitación, y mi pecho se tensó
cuando Jason giró sobre sus talones y caminó hacia nosotros, con una mirada de
asesino.
—¿Qué carajo acabas de decir?
El chico levantó las manos en el aire.
—Hombre, no quise decir nada malo. —Jason lo agarró por el cuello y se le
acercó al rostro—. Menciona a mi hermana de nuevo, y tendrás que comer con una
pajita.
El chico hizo una mueca, su rostro repentinamente palideció.
—Está bien, hombre. Lo siento. no lo haré otra vez.
Jason sostuvo su mirada por un largo momento antes de soltarlo y me inmovilizó
con una mirada. El mundo entero pareció acercarse a él.
—¿Estás hablando sobre mi hermana?
Fruncí el ceño.
—¿Qué? No.
Se inclinó para que sus ojos estuvieran al mismo nivel que los míos, su distintivo
masculino aroma impregnando mi espacio.
—Será mejor que no.
Me enderecé. Estaba intimidada por la hostilidad que emanaba por cada uno de
sus poros, pero no iba a dejar que eso me derribara.
—Ni siquiera lo planeé —dije entre dientes.
—Bien —dijo, pero no se movió para irse. Sus ojos amenazadores se movieron
entre cada uno de los míos mientras me estudiaba, y mi respiración se volvió dificultosa.
Cada segundo fue una tortura, rasgueando las cuerdas de tensión que estaban
enrolladas muy dentro de mí hasta que finalmente se apartó y se fue a su escritorio.
Dejé escapar un suspiro largo y tembloroso, hundiéndome contra mi silla.
Apenas llevaba diez minutos de la jornada escolar, y todo esto ya era demasiado.
Qué manera perfecta de comenzar un año escolar.
Poco después de despertarme del coma en el hospital, me llevé una gran
sorpresa cuando encontré a Jason en la puerta de mi habitación. Borracho y muy
molesto, había entrado y me había criticado por estar ahí esa noche. Él me gritó que
este accidente estaba arruinando la vida de su hermana, que ninguna universidad la iba
a aceptar y que su futuro se estaba yendo por el desagüe. No le importaba que su misma
hermana me había robado mi movilidad. Mi futuro. Mis elecciones. Mi libertad.
A él solo le había importado ella.
Tuve que llamar a una enfermera para que lo echara y luego pasé el resto del día
llorando, pensando como la vida no paraba de jugarme bromas. El chico que me había
gustado tanto me había tratado como si no significara nada, y eso solo lo empujó más
profundo en mis oscuros pensamientos.
Sabía lo protector que era con Caroline. Todo el instituto lo sabía, no solo de eso,
sino también del accidente automovilístico que le había robado a su mamá cuatro años
antes. Iban con su mamá cuando perdió el control en un camino helado y chocó con otro
vehículo. Su automóvil se salió de la carretera y cayó en una zanja y se incendió. Yo no
sabía los detalles, Jason y Caroline se habían salvado de alguna manera, pero su mamá
había quedado atrapada y se había quemado viva, y mientras ellos habían salido
físicamente ilesos, el accidente les había dejado profundas cicatrices mentales, como el
trastorno de estrés postraumático de Caroline.
No sabía cómo era Caroline antes del accidente. Ella siempre fue callada y
dedicada a sus estudios. Nunca causó algún problema, y cada vez que alguien intentaba
meterse con ella, Jason hacía que se arrepintiera de una forma u otra, él era siempre su
guardián.
Esperaba que para cuando las clases comenzaran de nuevo, los sentimientos de
Jason hacia mi cambiaran y él me tratara diferente, pero ahora me pregunto cómo pude
haber sido tan ingenua.
No lo tuve en las clases siguientes, pero de ninguna manera podría evitarlo
durante la hora del almuerzo. A él y al resto del instituto.
Le di a Dylan una mirada suplicante mientras me detenía frente a las puertas de
la cafetería.
—¿No podemos simplemente comer en otro lugar?
—No puedes esconderte, Kat. No puedes hacerte eso a ti misma.
—Lo sé, ¿pero solo por esta vez?
Ella sacudió su cabeza.
—Cuanto antes termines con esto, mejor.
Sin esperar mi respuesta, entró y sostuvo la puerta abierta para mí. Mordí mi
labio tembloroso. Este era uno de esos momentos en los que deseé que mi mejor amiga
y yo no fuéramos como el agua y el aceite.
Mientras Dylan quería agarrar el toro por los cuernos, yo quería esconderme.
Mientras ella quería seguir empujando hacia adelante, yo quería rendirme. Siempre
tuvo esa fuerza que funcionó como su escudo contra el mundo, permitiéndole
aprovechar al máximo sus oportunidades, mientras que yo tendía a perderme cosas.
Entonces, no, no pensé que mejoraría si no me escondía, pero no era muy buena
contradiciéndola. Entré y fingí no darme cuenta de las personas mirándome mientras
tomábamos nuestra comida. La cocinera, una anciana que había trabajado en el
instituto desde siempre, me dirigió una mirada de simpatía y se ofreció a darme salsa
extra mientras deslizaba la bandeja sobre el mostrador hacia mí, pero se sentía extraño.
No quería que la gente me tratara diferente porque estaba en una silla de ruedas,
especialmente no haciéndome favores.
—No, gracias —dije y tomé la bandeja, balanceándola en mi regazo mientras
Dylan y yo nos dirigíamos a nuestra mesa.
Los cabellos de la parte de atrás de mi cuello se erizaron, y supe que él me estaba
mirando. De repente, sentí que mis pulmones no podían absorber aire suficiente.
Mis ojos lo buscaron contra mi voluntad. Estaba sentado reclinado en su mesa al
lado de una chica que le estaba diciendo algo, con su mano vagando hacia arriba y hacia
abajo por su brazo, pero su atención estaba fija únicamente en mí. Sus ojos fijos en mí
nunca parpadearon mientras me miraba con tanto odio que se sentía como si nunca
fuera a detenerse.
Aparté la mirada y dejé caer mi bandeja sobre la mesa. Dylan frunció el ceño
mientras tomaba asiento frente a mí.
—¿Qué ocurre?
—Jason no deja de mirarme.
Ella le lanzó una mirada y luego se encogió de hombros.
—¿Y qué? Ese es su problema. Solo ignóralo.
Observé las espinacas en mi bandeja con cero apetitos.
—Para ti es fácil decirlo. Es desconcertante, no sé cómo voy a lidiar con el
instituto si él va a ser de esta manera. —Ya era bastante difícil estar aquí como era antes.
—¿Te hizo algo?
—No, pero ya tuvimos una clase juntos, y fue incómodo, él no dejaba de mirarme.
—Le conté cómo había reaccionado cuando escuchó a ese chico mencionar a Caroline.
—Uy. Habló sobre un tema delicado. —Dylan le dio un mordisco a su sándwich
de pavo—. ¿Quieres que hable con Seth? Tal vez él será capaz de hacerlo entrar en
razón.
Seth era el mejor amigo de Jason y, desde este verano, el novio de Dylan.
—No, no lo hagas. Podría empeorar las cosas.
—Aun así, no está bien. Actúa como si tú hubieras puesto a su hermana en una
silla de ruedas, y no al revés. Quiero decir, tú eres la que debería estar guardando
rencores. No él.
Yo guardaba rencores. Algunas noches, no podía dormir por el pecho tan
apretado con ira dirigida a Caroline y a él. ¿Cómo se atreve a empeorar las cosas? Ya era
bastante difícil despertar y seguir viviendo…
—¿Katie? —Una voz irrumpió mis pensamientos.
Parpadeé. Había estado tan perdida en mis pensamientos negativos que me
había desconectado. Levanté la cabeza para encontrar a Jimmy Caruso de pie
demasiado cerca de mí. Él también estaba en el club de teatro y además escribía para el
periódico escolar. Nunca intercambiamos más de un par de oraciones, así que no podía
decir que lo conocía, pero había estado en el centro de atención de todo el año pasado
cuando encontraron el cuerpo de su novia en Silver Lake. Ella se había suicidado y el
instituto había estado hablando de eso, y de Jimmy, durante meses.
—¿Jimmy? ¿Necesitas algo?
No me perdí la mirada que envió a mi silla de ruedas. Diría que fue una mirada
de lástima, solo que no lo era. Se movió sobre sus pies, y solo ahora me di cuenta de que
sus manos, cruzadas sobre su pecho, estaban cerradas en puños. Él abrió su boca para
decir algo, pero como si hubiera cambiado de opinión, dijo.
—Quería preguntarte si puedo entrevistarte para el periódico escolar. Puedes
compartir lo que es estar paralizada a los diecisiete.
Sus palabras fueron como un puñetazo en el estómago, dejándome sin palabras.
Afortunadamente, Dylan no tuvo ese problema.
—¿Es en serio? Vete a la mierda.
Sus cejas se juntaron.
—Cálmate, no lo dije de mala manera.
—No importa. Es ignorante y grosero. Vete.
—Oh, vamos, yo…
—¿No puedes entender español? ¿O tengo que explicártelo? Vete. A. La. Mierda.
Miró entre Dylan y yo con el ceño fruncido, claramente queriendo discutir, pero
se dio cuenta de que era una causa perdida.
Su mirada se dirigió a Dylan.
—No tienes que ser tan perra. —Se dio la vuelta y se alejó, murmurando algo.
—No puedo creerlo —dijo Dylan—. Quiero decir, sé que él no ha estado bien
desde el suicidio de su novia, pero lo está forzando. —Ella alcanzó mi mano apoyada en
la mesa para cubrirla, pero la aparté, sujetando mis manos en mi regazo.
—¿Estás bien? —Preguntó.
Las lágrimas se juntaron en las esquinas de mis ojos. Clavé mis uñas en mis
palmas mientras tomaba respiraciones rápidas. Más que antes, podía sentir ojos en mí,
y sentí que iba a tener un ataque de pánico en cualquier momento. Ya había tenido uno
antes de salir de mi casa esta mañana, y no tenía ganas de experimentar otro tan pronto.
—No puedo quedarme aquí. —Las palabras salieron a borbotones.
—¿Qué?
—Dije que no puedo quedarme aquí. —Agarré mi bandeja y la puse en mi regazo.
Sin dedicarle una mirada, giré rápidamente mi silla y me dirigí a la salida, pero no noté
a Jason a tiempo y me estrellé contra él, derramando el contenido de mi bandeja en sus
jeans y zapatos.
La cafetería se quedó en silencio. Cada par de ojos se dirigió a nosotros mientras
él levantaba lentamente su mirada del desastre hacia mí.
—Tienes que estropearlo todo, ¿no? —Su voz estaba hirviendo—. Tienes que
seguir estando ahí incluso cuando no te quieren.
No te quieren. Sus palabras dolieron como un golpe físico.
Apenas capaz de contener las lágrimas, me moví alrededor de él y dejé la
cafetería a toda prisa.
CAPITULO DOS
Sentí como si me acabara de bajar de una montaña rusa cuando llegué a casa.
Dylan se despidió y aceleró saliendo del vecindario, pero no entré a casa de inmediato,
en su lugar me quedé mirando al cielo despejado.
Este día estaba soleado. Soleado y cálido, de una forma abrumadora.
Todo estaba más brillante en la tarde por los rayos de sol, especialmente las
sombras de la hierba y arboles recubriendo las calles. La naturaleza infundiendo vida
dentro mi tranquilo y suburbano vecindario y creando un paisaje que era digno de una
postal, pero para la niña cuya vida terminó esa fatídica noche, no podría importarme
menos eso. Para mí ya no había colores. Ya no había brillo. Todo se veía opaco y gris.
El consejero del hospital en ese entonces lo llamó depresión.
Yo lo llamé mi realidad.
Me dirigí por la corta entrada a la puerta, que cambió un poco para acomodarse
a mis necesidades. Nuestra casa reflejaba el estado de nuestra billetera. Era pequeña y
modesta, y la pintura de afuera estaba deslavada. La valla que rodea nuestro pequeño
jardín ha visto mejores días. Las modificaciones que hicimos para volverla más
accesible para mi fueron cortesía de la compensación que nos dieron después del
accidente, y esos fueron los únicos cambios que esta casa ha tenido durante más de una
década.
Presiono el botón que abre la puerta por mí y tomo una profunda respiración
antes de entrar. La sala era pequeña, pero los muebles han sido reorganizados para que
yo pueda pasar con mi silla de ruedas y moverme alrededor sin preocuparme por
chocar con algo.
Espacio, algo sobre lo que siempre he tenido que pensar desde que uso una silla
de ruedas.
Desaté los cordones y me quité mis Nike, organizando mis cosas antes de que
mamá las viera. Lo primero que haría sería preguntarme por mí primer día, pero de lo
último que quiero hablar es de eso. Lo único que quería era esconderme debajo de mis
sabanas. Indefinidamente.
Algo que he estado haciendo la mayor parte del verano.
Mamá se asomó desde afuera de la cocina con una enorme sonrisa.
—Hola cariño, ¿llegaste bien?
—Sí.
Plantó un beso en la parte superior de mi cabeza y de un vistazo rápido se
aseguró de que yo estuviera bien. Ha hecho eso desde que salí del hospital. Ella creía
que no me daba cuenta, pero lo hice, hasta donde sé, lo hace porque está preocupada
por mí, me molesta que ahora piense que soy más propensa a tener accidentes. Como si
ahora de repente estuviera hecha de cristal.
Yo no fui la única que cambió después del accidente. Mis padres también
cambiaron un poco.
Poco después del accidente, mamá abandonó su trabajo para trabajar desde casa
como transcriptora, así puede mantener un ojo sobre mí y ayudarme cada vez que lo
necesite. Contratar a una enfermera era un gasto que no podíamos permitirnos, y ella
se encargó de esa tarea sin quejarse.
El estrés la había desgastado un poco, agregando nuevas arrugas alrededor su
ojos y boca. Ella era naturalmente gordita, pero el estrés la hacía comer de más y eso
hizo que acumulara más grasa al alrededor de su cintura y en su rostro. Sus ojos de
caramelo siempre tuvieron una mirada de preocupación, incluso cuando sonreía, como
si el accidente le hubiera robado la capacidad ser feliz. Su cabello castaño claro recogido
en un moño sobre su cabeza, pidiendo a gritos una visita al peluquero. No llevaba ni una
pisca de maquillaje en su rostro, algo que ha sido una constante en ella desde sus
veintes.
Con respecto a la apariencia, mis características son como las de papá. Ojos
verdes, cabello marrón oscuro casi indomable, rostro angular con mejillas prominentes,
y un cuerpo que simplemente no aumenta de peso sin importar cuantas calorías coma.
—¿Cómo estuvo el instituto?
—Bien, igual que siempre.
—¿Y eso qué significa? ¿Bien como “usualmente bien” o…?
Me encogí de hombros y me dirigí a mi habitación.
—Nada especial, las clases fueron aburridas, y los profesores ya nos dieron un
montón de tarea.
—Y no tuviste ningún problema?
Me detuve a mirarla.
—¿Qué quieres decir?
Se recuesta contra la pared
—Quiero decir, ¿fue todo accesible para ti? ¿No tuviste ningún problema?
Empujé mi silla hacia adelante.
—Nop. La mayoría de las aulas y la cafetería no tenían umbral, y ya han
preparado escritorios para mí en cada una de las aulas en las que tengo alguna clase.
Además, Dylan estuvo ahí para abrir algunas puertas por mí. —Me detengo frente a mi
habitación—. ¿Podemos hablar más tarde? Estoy cansada, y me gustaría descansar un
poco antes de la cena.
—Claro. hablaremos después. Papá estará interesado en oír sobre el instituto
también.
Asentí y abrí la puerta de mi habitación, terminando la conversación.
Anteriormente era la habitación familiar, el pequeño espacio al final de la casa
con vistas a nuestro jardín, era mi habitación ahora. Me tomó algunas maniobras
moverme entre mi cama, el tocador y escritorio para alcanzar mi armario recién hecho,
pero al menos ya no tengo que preocuparme por las escaleras. Con todos los gastos que
tuvimos con las facturas médicas, mi recuperación, modificar la minivan y los muebles,
no pudimos pagar un ascensor especial para la escalera, así que a mamá se le ocurrió la
idea de mudarme aquí.
El día ha sido largo, y apenas había sido el primero. Casi le rogué a mis padres
para poder seguir con la educación desde casa, pero a papá no le gustaba mucho la idea,
insistiendo que necesitaba interacción social y nuevas experiencias.
—Ya has estado escondida en tu habitación por bastante tiempo —dijo.
Yo no quiero tener interacción social o nuevas experiencias, pero mis padres ya
tenían suficiente con mí “desanimo”, como ellos lo llamaron, y me aseguró que el
instituto me ayudaría a obtener un nuevo enfoque y animarme, pero no contaban con
que me llevaría miradas extrañas de las personas cuando pasaba frente a ellos, con sus
susurros siguiéndome donde quiera que iba, o sus preguntas extrañas sobre mi
condición. Convirtiéndome en un extraterrestre, muy extraña para encajar en el
ecosistema adolescente.
No me molesto en cambiar mi ropa, me muevo de mi silla a mi cama de la forma
en la que mi terapeuta me enseñó y saqué mi teléfono de mi mochila. Abrí Twitter antes
de ponerme a pensar en eso y busqué a ver si cualquiera que conociera, pero no seguía,
había publicado algo sobre mí.
¿Vieron a Katie Turner? Eso debe ser duro.
Mi estómago dio un vuelco. Leo las respuestas.
Más como incómodo #PerdedoraDePorVida
Si yo fuera ella, no sabría qué hacer.
No puedo creer que tuvo el valor para ir al instituto. Si yo fuera ella, no saldría
nunca de mi habitación.
Escuché que no salió en todo el verano. No es de extrañar que esté tan pálida.
Debí haber dejado de leer, pero es como cuando ves algo que se supone no
deberías ver, leo hasta la última respuesta. Luego vi los otros tweets para leer
comentarios similares. Para cuando decidí dejar de leer ya estaba llorando y lista para
renunciar al instituto.
¿Qué tal si me quedó en mi cama y nunca más me levanto de nuevo? Si nunca
vuelvo a comer y me muero de hambre.
Mi pecho se sentía apretado de agudo dolor, y cerré los ojos, sacudiendo mi
cabeza contra el colchón.
No, piensa positivo. Recuerda lo que la terapeuta dijo, solo pensamientos positivos.
Me atraganto con una risa amarga. ¿Qué pensamientos positivos? Mi vida era un
infierno. Me jugó un juego injusto que yo ya había perdido.
Me quedé así hasta que mamá entró y dijo que fuera a cenar, y una vez más, tuve
que encontrar la voluntad para salir de la cama y fingir que todo estaba bien.

La banda favorita de Dylan, Imagine Dragons, llenó el silencio de camino a Lake


Gate. Ella intentó a hablar conmigo, pero solamente recibió respuestas cortantes,
entonces se rindió y dejó que Dan Reynolds se encargara de la charla. No quité mi mirada
de la ventana del pasajero, con mis brazos cruzados sobre mi pecho.
Difícilmente pestañaba, y regularmente tenía problemas para dormir, pero la
noche anterior había sido particularmente dura. Me desperté exhausta y preparada
para seguir en mi cama, pero a papá no le gustó oír eso y se aseguró de que estuviera
vestida y de camino al auto de Dylan antes de irse al trabajo.
—Asegúrate de que realmente llegue a clases, por favor —le dijo a Dylan dándole
un guiño.
—No se preocupe, señor Turner. Yo me encargo de eso. —Le respondió con una
sonrisa cómplice y piso el acelerador.
Le disparé una mirada a Dylan, estudiando su rostro. Sus labios carnosos estaban
fruncidos en una sonrisa mientras tarareaba la melodía, con su cabeza moviéndose
arriba y abajo al ritmo de la canción. Iba vestida con unos jeans negros ajustados y una
camisa blanca atada en la cintura, revelando el piercing de su ombligo. Su cabello largo
y oscuro estaba recogido en una cola de caballo, y algunos mechones enmarcaban su
rostro. Sus ojos de un marrón oscuro estaban resaltados por un delineador negro y
sombra café, que reflejaba su alegre personalidad. Incluso cuando atravesaba
momentos difíciles, no podía mantenerse triste por mucho, y su lema era “menos
quejas, más brillo”.
Ella era la presidenta del club de matemáticas, y ha tenido un historial de notas
excelentes y buen comportamiento. Eso y su entusiasmo le garantizaba buenas
oportunidades para entrar a las mejores universidades, yo sabía que era solo cuestión
de tiempo hasta que el mundo fuera todo suyo.
Hablando de mundos, el mío estaba en llamas. Mientras Dylan siempre tenía un
plan y un camino que seguir, mi sendero era turbio y resbaladizo. Desear no puede
llevarte muy lejos, y los míos no me llevarán más lejos que el club de teatro y algunos
intentos fallidos para hacer comerciales. Nunca me engañé a mí misma pensando que
era alguien especial. Sabía dónde yacían mis debilidades. Sabía que tenía que trabajar
mucho más duro que algunos otros para llegar al nivel de actuación que me llevaría a
algún lado, pero siempre ha habido ese destello de esperanza de que algún día, seré
capaz de hacer algo con mi vida y convertirme en la actriz que siempre he querido ser.
Pero ahora esa tenue esperanza se había ido. Extinguido. Reemplazada por la
derrota. Porque los papeles principales no eran para personas en sillas de ruedas. No
presumes por ahí historias sobre personas en silla de ruedas. Las llevas tan lejos como
puedas de las personas. Nadie nunca me escogería para ningún papel, no importa que
tanto trate de ser una buena actriz.
Desvié mi mirada lejos de Dylan sintiendo un nudo en mi estómago. Mamá me
dijo que no me comparara con ella y valore mis propios méritos, pero el cerebro
humano es una cosa interesante. Va a lugares a los que no te gustaría ir y te fuerza a
pensar sobre cosas que preferirías eliminar de tu mente. Encuentra todas las razones
para restarte valor y pensar que no eres digno de nada, especialmente cuando los días
conspiran en una serie de fracasos sin esperanza de éxito.
Para cuando salimos del auto de Dylan, Seth ya ha atravesado el estacionamiento
para llegar hasta ella, llevando una enorme sonrisa en su bronceado rostro. Estuvo de
vacaciones en Europa las últimas dos semanas y apenas regresó ayer, pero viendo la
forma en la que se abrazaron y comenzaron a besarse con toda la pasión de sus cuerpos,
parece como si no se hubieran visto por dos años. Dylan me dijo que habían hablado
por FaceTime cada día, pero que no había sido lo mismo.
Seth disfrutaba de la popularidad casi tanto como Jason. Estaba en el equipo de
futbol del instituto, con la cantidad de talento que le garantizaba un ticket de ida a la
NFL, además era apuesto. Rubio, alto e innegablemente encantador, Seth sabía cómo
mantener la atención de una habitación puesta en él. Era un poco más musculoso que
Jason, demostrando que le gustaba visitar regularmente el gimnasio, y era de lejos más
amigable porque, mientras que a Jason le gustaba estar solamente con su pequeño
círculo de amigos, a Seth le gustaba socializar con todo el mundo.
Dylan y Seth no habían dejado de besarse incluso después de un minuto entero,
y sentí una pequeña puñalada de envidia. Ser besada así debe sentirse muy bien, y por
alguien tan increíble como Seth, no se diga menos.
Me sentía tan inexperta comparada con Dylan. Ella no me había contado mucho,
pero yo sabía que ya había tenido su primera vez con Seth el verano pasado, y que había
sucedido más veces. Ella quería contarme todo, pero seguro vio la expresión de celos
en mi rostro y se detuvo.
No me hacía sentirme mal el hecho de que ya hubiera tenido sexo. Todo lo
contrario, estaba feliz por ella, pero eso no hacía que me sintiera menos celosa, porque
a este punto, el sexo para mi suena como un sueño imposible. Algo inalcanzable. Mi
doctor me aseguró que sería capaz de tener la experiencia completa, pero eso no era
tan esperanzador porque primero tendría que encontrar a alguien para hacerlo, que era
menos probable que yo yendo a marte.
Finalmente, Seth se separó de ella, pero no quitó sus manos de su rostro.
—Te extrañé tanto, nena.
Ella se río un poco entre dientes
—Me di cuenta.
—¿Cuándo volverás a viajar conmigo hasta el instituto? —Preguntó señalando
su Corvette rojo—. Tu asiento te extraña.
Dylan rodó sus ojos y lo golpeó en el hombro
—Estoy trayendo a Katie, ¿o ya te olvidaste de eso?
Seth finalmente se da cuenta de mi presencia dirigiéndome una sonrisa. Me di
cuenta de su mirada a mi silla de ruedas por un largo segundo.
—Hola por ahí.
—Hola para ti —respondí, pero ya estaba mirando de nuevo a Dylan.
—El entrenador quiere verme, así que me tengo que ir, pero podemos vernos
luego. —le deja un beso en los labios—. Te sentarás conmigo en el almuerzo, ¿verdad?
—No puedo, amor. Me sentaré con Katie en nuestra mesa.
Seth me miró.
―Oh, vamos. Katie también puede venir con nosotros, estoy seguro de que está
bien con eso.
Mi estómago dio un vuelco cuando mi mirada se juntó con la de Dylan. Seth y
Jason se sientan juntos, así que no hay manera de que pueda estar bien con eso.
Dylan jugó con un mechón de su cabello
—Yo no lo creo. No con tu amigo ahí. No quiero que Kat pase un mal rato.
Aprecio la ayuda de Dylan, pero no me gusta la línea que forman las cejas de Seth.
Siento como si les estuviera causando problemas, y no quiero ser una molestia.
—Está bien, no importa —murmuré.
El rostro de Seth se ilumino mientras miraba a Dylan
—¿Lo ves? Ella está bien.
Seth no tiene ni idea.
—¿Vienes, hermano? —Una profunda y rasposa voz habló detrás de mí, y yo ya
sabía quién era. Jason.
Miré sobre mi hombro. Su mirada estaba sobre mí, haciendo que mi corazón
diera un viaje salvaje. Con un resentimiento enconado en lo profundo de sus ojos,
obligándome a dejar de mirar.
—Claro. Nos vemos luego, nena. —Seth le dio a Dylan otro beso y se fue detrás
de Jason, quien ya se había ido sin esperarlo, como si no pudiera manejar estar cerca de
mí un segundo más.
Dylan colocó su mano en su cadera
—¿Estás segura de que estarás bien?
Tragué el bulto de tensión formándose en mi garganta mientras miraba a todas
partes menos a ella. Ya era lo suficientemente molesto para tener que hacerla decidir
entre su novio y yo.
—Sí. No hay problema en lo absoluto.
CAPITULO TRES
Dylan y Seth compartieron Historia Mundial conmigo, y tuve verlos enviarse
mensajes entre ellos toda la clase. Un hueco sentimiento se formó en mi estómago
cuando miré mi teléfono. Mi pantalla nunca se iluminaba con un mensaje de algún chico.
A diferencia de Dylan, yo no tenía ninguna experiencia con chicos. He vivido
indirectamente mediante personajes de cine y televisión, a menudo interpretando sus
escenas de amor frente al espejo de mi baño. Solía fantasear sobre hallar a alguien que
me mirara de la forma en la que Antonio Banderas miraba a Catherine Zeta-Jones en
Zorro o Ian Somerhalder a Nina Dobrev en The Vampire Diaries.
Después tuve un crush enorme por Jason, cada día ha sido una tortura,
confirmando que todo lo que algún día tuve fueron puras fantasías.
Dylan y Seth no se separaron mientras nos dirigíamos hacia la cafetería después
clase. Ellos con sus manos entrelazadas, y sus miradas principalmente en el otro
mientras hablaban sobre el viaje de Seth, haciéndome sentir como un mal tercio. El
hueco en mi estómago aumentó cuando vi a algunas personas dirigiendo miradas
curiosas hacia mí. ¿Se acostumbrarán alguna vez a verme?
Me aseguré de que mi cabello escondiera la mayor parte de mi rostro y me uní a
la fila del almuerzo con Dylan y Seth. De hecho, no tenía apetito. No lo había tenido por
meses. Ya había perdido varios kilos saltándome comidas porque no sentía ganas de
comer, pero mamá habló con Dylan y se aseguró de que Dylan haría que comiera en el
instituto.
Dylan tomó su papel en serio, así que cuando dije que no tenía hambre, ella me
ignoró totalmente y tiró un sándwich a mi bandeja, asegurándose de que fuera lo
suficientemente saludable. Un equilibrio, una dieta saludable era otra de las cosas por
las que tuve que empezar a preocuparme. Así que nada de comida altamente procesada
para mí.
—Te lo vas a comer, señorita. —Se inclina cerca de mí y me susurra al oído―. Y
si Jason te molesta, nos vamos a nuestra mesa ¿Está bien?
—Lo que digas, jefa.
Mis nervios corren desencadenados mientras vamos a la mesa de Seth. Jason ya
estaba ahí, con su sabor del día sentada a su lado. Mi interior se cerró cuando su mirada
atrapó la mía, siguiéndome con sus ojos. Estaba recostado casualmente en su silla, pero
no dejé que eso me engañara. Ya estaba preocupada por cómo iba a reaccionar.
No perdió ni un segundo. Cuando llegamos a la mesa, dijo:
—¿Qué está haciendo ella aquí? —Hizo un gesto con su cabeza hacia mí, pero su
mirada estaba en Seth. Toda la mesa, la chica de hoy, una chica rubia a su lado, y dos
chicos permanecieron en silencio.
—Ya hablamos sobre esto, hermano.
—Hablamos sobre tu novia. Yo no acordé dejarla a ella sentarse en mi mesa.
—No hables sobre mi como si no estuviera —dije.
Sus ojos se dirigieron a mí.
—Yo hablo como quiera.
Mordí mi labio para ocultar un gemido que quería escapar.
Dylan puso su mano en su cadera, bajando su mirada para verlo.
—Mira aquí, chico duro. Mi mejor amiga y yo venimos como un paquete.
Entonces, nos sentamos ambas aquí o nos vamos.
Seth colocó su mano en el hombro de Dylan.
—Relájate, cariño. —Le ofrece una sonrisa a Jason—. Jason va a comportarse.
¿Verdad, amigo?
Jason apretó sus puños, pero no dijo nada. Un músculo en su mandíbula se marcó
peligrosamente mientras se hundía más lejos dentro su silla cruzando sus brazos atrás
de su espalda.
Seth tomó su silencio como señal para sentarse a su lado. Los únicos espacios
libres estaban al lado de Dylan y de Jason, y fue una obviedad cuál elegiría yo. El único
problema estaba en que estaría al frente de Jason.
Dylan empujó la silla a un lado, permitiéndome rodar y tomar ese espacio, con
mis manos temblando mientras ponía mi bandeja en la mesa, la comida en ella se veía
incluso menos apetitosa para mi ahora que cuando entré a la cafetería.
Dylan articuló un “lo siento” hacia mí.
—Está bien —susurré en respuesta, pero no estaba bien. De ninguna manera
podría estar bien mientras como mi sándwich con la mirada de Jason fija en mí,
negándose a mirar a otro lugar. Como si quisiera hacerme sentir tan incómoda que no
tenga otra elección que irme. Había un oscuro destello a sus ojos que estaba ahí
solamente para profundizar mi malestar.
Los chicos se pusieron a hablar sobre el juego de fútbol que iba a ser parte de la
celebración del aniversario número cien. Como Jason no estaba en el equipo, no se unió
a la conversación, cambiando su atención a su teléfono. Note que no ha tocado su pizza.
Viendo que no recibiría atención de Jason, la chica a su lado se giró a hablar con
la rubia en un bajo susurro. Sus miradas aterrizaban en mí de vez en cuando, no dudo
que estén hablando sobre mí.
Miré mi sándwich, sin ganas de comerlo porque sentía que iba a ser juzgada
hasta por la forma en que comía. Indecisa, lo tomé en mi mano, pero entonces escuché
que la morena decir a la rubia.
—Se necesita mucho valor para presentarse en su mesa después de lo que causó.
Si mi hermana hubiera terminado en la cárcel…
No escuché el resto de la oración; el enfado se propagó desde lo profundo dentro
de mi ser. Dejé caer mi sándwich y la miré.
—Su hermana estaba conduciendo borracha. Es su culpa no tener el control de
su auto.
Jason golpeó la mesa con su mano, haciendo que todo el mundo se callara.
—Deja de hacerte la víctima.
Me quedé un segundo sin aire.
—¿Perdón?
—¿Por qué carajos no te moviste fuera del camino? Tuviste mucho tiempo para
hacerlo.
Las lágrimas brotaron de mis ojos. Mi pecho se sintió pesado, como si estuviera
lleno de plomo, se sintió más y más pesado hasta que empecé a asfixiarme. Intenté
tomar una respiración profunda, pero no podía.
—No sabes de qué estás hablando —digo con el aliento entrecortado.
—¿No? La última vez que revisé, dijiste que no recordabas el accidente del todo.
Así que vamos, dime que no sé de qué mierda estoy hablando.
Sus palabras hicieron que mi pecho se cerrara más, limitando mi suministro de
aire. Aprieto mi mano en un puño, incapaz de decir cualquier cosa para refutar eso
porque era verdad, no recordaba muy bien el accidente, o la mayoría de ese día, pero lo
que si recuerdo es el parpadeo de la luz de sus faros viniendo hacia mí en lo oscuro.
Recuerdo la velocidad a la que el auto venía hacia mí, quitando la distancia entre
nosotros rápidamente. Todo sucedió tan rápido, y todo se puso negro después de eso.
Incluso si lo que dijo era cierto, incluso si hubiera tenido suficiente tiempo para
moverme, cualquiera que enfrente algo tan traumático puede quedarse inmóvil e
incapaz de moverse, pero dudaba que ese argumento le ganara al suyo.
—¿Qué? —Sus labios formaron una sonrisa—. ¿El gato te comió la lengua? —Su
sonrisa se volvió fea, y su mirada se movió lentamente recorriendo mi cuerpo,
examinando cada parte de mí que la mesa no ocultaba. Su mirada termina con una
mueca―. No comprendo cómo puedes sentarte aquí y actuar toda inocente cuando las
cosas podrían haber ido diferentes si solo hubieras usado tu cerebro.
Clavé mis uñas dentro la palma de mi mano al punto de dolerme, deseaba
causarle el mismo dolor, física y emocionalmente.
—Y yo no entiendo cómo puedes defender a alguien quién decidió conducir
cuando claramente no debería y le robó a alguien su movilidad. ¡Perdí mis piernas,
Jason! No podré caminar por el resto de mi vida y tú actúas como si ella fuera la maldita
víctima. El jurado estuvo de acuerdo conmigo, entonces ¿por qué tú no puedes hacer lo
mismo?
Volvió a golpear la mesa con sus puños y se inclinó adelante rápidamente como
si fuera a saltar sobre mí, pero se detuvo a medio camino. Los músculos en sus
antebrazos temblaron. El aire entre nosotros se llenó de una esencia destructiva, algo
tan palpable que podría cortar como un cuchillo.
De repente, se puso de pie agarrando su bandeja.
—Me largo de aquí.
Su silla se arrastró por el piso mientras la empujaba a un lado. Se marchó fuera,
deteniéndose solamente para arrojar su comida en la basura y dejar la bandeja en la
encimera con un golpe. Tragué pasando la obstrucción en mi garganta mientras la
fuerza de su movimiento propulsaba la bandeja por el borde de la encimera enviándola
al piso. Obviamente ni se molestó en recogerla.
La morena miró entre él y la rubia, pareciendo insegura ya sea de seguirlo o
quedarse dónde estaba. Finalmente, se decidió por recoger su bandeja y correr tras él,
como un cachorro desesperado, pero antes de irse se detuvo junto a mí y me dio su
opinión no solicitada.
—Si yo fuera tú, no me sentaría aquí otra vez.
Resoplé.
Estoy muy por delante de ti.

Para la última clase, educación física, me sentía como si me hubieran puesto en


una trituradora de carne. Ya estaba emocionalmente exhausta de este día del que ya
había tenido suficiente, y no sabía le que me esperaba en el gimnasio. No había hablado
con nadie sobre mi plan de educación física, y yo solo esperaba que me dejaran gastar
ese tiempo en otra cosa. No le veo la gracia a asistir a esta clase.
Mientras entraba al gimnasio, el recordatorio de otra de mis limitaciones hizo
acto de presencia. El sonido de una pelota rebotando y la charla de las personas resonó
en mis oídos, vi algunos de los estudiantes pasarse el balón ociosamente entre cada uno
y correr distancias cortas sin darse cuenta de lo afortunados que eran por poder mover
todas las partes de su cuerpo. Sus cuerpos no los habían traicionado. Sus cuerpos no los
hacen sentir inútiles o incompletos. Sus cuerpos no se sienten como si ya no les
pertenecían.
Por unos pocos momentos, no pude alejar mi mirada de ellos. Si miraba lo
suficiente, recordaría el sentimiento de mis pies tocando el pavimento, el sentimiento
de mis piernas moviéndose libremente, siempre obedeciendo mis órdenes, pero los
recuerdos eran inconstantes, y los míos menguaban por día. Temía que algún día
olvidaría cómo se sentía. Cómo se sentía ese sentimiento. Estaba aterrorizada.
Mientras me movía a la banca que estaba al lado de la pared, esperando a que la
clase empezara, deseé tener a Dylan conmigo. Todo el mundo parecía estar
acompañado de sus amigos y nadie estaba interesado en hablar conmigo. Escondí mis
manos en mi cintura, tratando de no pensar en lo miserable que me sentía estando aquí
sola.
Di un vistazo alrededor y mis ojos cayeron en Jason que estaba en el otro lado
del gimnasio. Gemí. ¿De verdad? ¿Aquí también?
Dio un salto para lanzar el balón y anotó tres puntos, demostrando que también
era bueno en deportes. Sé que se supone que debo ignorarlo, pero él demandaba mi
atención. Los músculos de sus brazos y piernas se estiraban y contraían de forma
impresionante mientras pasaba el balón entre sus piernas, hablando con Seth y sus
amigos. Sus pantorrillas estaban tan definidas como sus brazos, contribuyendo a la
apariencia de sus muy buenas piernas, y por un segundo, un pensamiento traicionero
serpenteó en mi mente ¿cómo se sentiría pasear mis manos por ellas? ¿Por su suave e
impecable piel?
Mi corazón se aceleró mientras alejo mi mirada de él.
—¿Katie? —Dijo alguien, y miré hacia arriba para encontrar a Liam Morgan de
pie por encima de mí. Hemos compartido algunas clases en undécimo grado.
Los últimos seis meses le habían sentado bien porque está más alto y musculoso
de lo que recordaba. Previamente un patito feo, Liam se había ido a estudiar en el
extranjero en décimo grado y regresó un año después casi irreconocible.
Desaparecieron las espinillas de su rostro, los dientes torcidos, y los anteojos de cristal
grueso y marco anticuado, reemplazados por su apariencia fuerte, músculos, dientes
enderezados, un mejor corte de cabello, y ropa de moda.
Habíamos estado juntos para un proyecto pocos meses antes de mi accidente,
esa fue la primera vez hablamos. Nos llevamos bien y terminamos el proyecto con
buenos resultados, y lentamente nos conocimos mejor. Él siempre ha sido buena
persona conmigo y sabía cómo hacerme reír, pero después sucedió el accidente, y
perdimos todo contacto.
Ahora llevaba una sonrisa mientras me miraba, pero no pasé por alto la extraña
intensidad con la que sus profundos ojos verdes me miraban. Obligué a mis labios a
devolverle la sonrisa.
—Hola, Liam. Ha pasado mucho tiempo. ¿Cómo estás?
—Estoy bien. —Me miró fijamente durante un largo momento, y mi sonrisa
vaciló.
¿Así que también va a actuar raro a mi alrededor ahora que estoy en silla de
ruedas? O quizás piensa que soy una gran perdedora y se arrepiente de haberse
acercado.
Aclaró su garganta e hizo señas a mi silla de ruedas.
—Siento mucho lo de tu accidente.
Alejé mi mirada.
—Sí, fue horrible.
—Escuché algunos rumores, pero no sé qué es verdad y qué no. Si no es molestia
la pregunta, ¿cómo sucedió?
—No pasa nada. Estaba parada en la acera cuando me golpearon. La chica estaba
conduciendo borracha.
—Rayos. Eso debió haber sido aterrador.
—Probablemente. No recuerdo mucho, pero creo que sí.
Inclinó su cabeza a un lado
—¿Qué quieres decir?
—No recuerdo el accidente en su totalidad. De hecho, no recuerdo mucho de ese
día.
Rascó su barbilla.
—Ya veo. Quizás es mejor así. Es menos traumático.
—¿Señorita Turner?
Nuestro profesor, el señor Fay, vino y se detuvo junto a mí con una sonrisa gentil
—Señorita Turner. —Asintió hacia mí—. ¿Señor Morgan, puede darnos unos
minutos con la señorita Turner?
La mirada de Liam se desplazó a mí antes de asentir.
—Está bien. —Me dio una sonrisa—. Estaré por ahí.
Le devolví la sonrisa.
―Claro.
El señor Fay devolvió su mirada a mí una vez que Liam estuvo lejos suficiente
lejos.
—¿Cómo estás? —Hizo un gesto con su cabeza hacia mi silla.
Rasqué un lado de mi cuello, sorprendida por su pregunta. La gente rara vez me
pregunta sobre eso, probablemente porque no estaban seguros de sí les gustara la
respuesta.
No es como que alguna vez diga la verdad, rara vez floto sobre la superficie.
—Bien, gracias.
—Si necesitas cualquier cosa, no dudes en decirme o a los otros profesores.
Aprecié su oferta, pero solo asentí.
—Entonces, acerca tu plan de estudios. He estado pensando, e hice algunos
ajustes para que no te pierdas la clase. —Procedió a describir los ajustes, y yo solo
escuchaba vagamente hasta que dijo— te asignaré a alguien para que te ayude por las
siguientes clases.
Jugué con el borde de mi camiseta.
—¿A alguien?
—Sí, como no podré estar contigo, alguien más lo hará.
—Ya veo. —Presioné mi dedo contra la tela como si quisiera hacer un agujero en
ella. Así que ahora algún pobre estudiante tendrá tener estar atrapado conmigo.
Maravilloso.
—¿Alguna pregunta?
¿Me puedo pegar un tiro?
—¿Qué haré hoy?
—Voy a quedarme contigo durante esta clase, podemos hacer lo que quieras.
Nos conformamos con bádminton, y me enseñó cómo jugarlo contra la pared.
Incluso pude olvidarme de mis limitaciones por unos minutos y divertirme. Sentí como
que tal vez esta clase no será tanto un desastre.
Pero luego preguntó.
—¿Te gustaría jugar baloncesto? puedes enfocarte en eso este semestre.
También podemos agregar otra actividad para variar.
Casi exploto en carcajadas.
—¿Baloncesto? Pero estoy en silla de ruedas.
—Eso no debería detenerte de practicar deportes. ¿No has escuchado del
baloncesto en silla de ruedas? Todo es posible. Entonces, ¿qué dices?
Mi mirada se cruzó con la de Jason a través del gimnasio e hice una mueca ante
la intensidad de disgusto que emanaban sus ojos, nunca sintiéndose inferior o menos
imponente de lo que era. Justo ahora me sentía como si nada fuera alcanzable, y estaba
destinada a fallar. Hasta ahora, ni siquiera había tenido la voluntad para intentarlo.
Estaba tan perdida en esta nueva oscuridad. Tan atrapada.
Debí rechazarlo, pero no lo hice.
―Está bien. Inscríbame.
No tenía nada que perder igualmente.
CAPITULO CUATRO
Cuando llegué a casa, fui directo a mi habitación, más que terminado con este
día. El silencio en la habitación me llamó, arrullándome en una falsa sensación de
seguridad, cuando en realidad solo me dejaba un gran y enorme vacío. Los días pasan
mezclados cuando estás encerrada dentro de cuatro paredes por demasiado tiempo con
solamente tu estúpido cerebro para hacerte compañía. Contemplé saltarme la cena,
pero eso solamente alarmaría a mis padres, y yo ya tenía más que suficiente de sus
rostros preocupados.
Rodé hacia el espejo en la esquina de mi habitación y me detuve a observarme a
mí misma. No se me escapa lo sin vida que me veo. Mi cabello estaba muy desordenado
y carente de brillo. Intenté recordar cuando fue la última vez que visité al peluquero. Mi
piel había empezado a resecarse después de haber pasado el verano entero adentro, y
no podía permitirme cubrir mi acné con maquillaje. La forma de mis mejillas enfatizaba
mi amplia nariz. Mis ojos verdes eran muy aburridos, y ni siquiera quería pensar sobre
mi pequeño pecho y mis piernas que se ponían más delgadas cada mes.
Mi mirada se fue sobre los carteles de películas que tenía en mis paredes como
reliquias de viejos tiempos. Eran de mis películas favoritas, Forrest Gump, A Beautiful
Mind, Inception, Shutter Island y The Silence Of The Lambs.
Solía admirar a los actores principales por sus actuaciones, estudiando cómo
podía aprender sus técnicas.
Ahora ellos eran solo un recordatorio cruel de mi debilidad, de sueños
destrozados.
Junté mi mano en un puño. Como recibiendo a un viejo amigo, me sumergí en
autocompasión y lágrimas, dejándolas correr sin control por mi rostro.
Alcancé mi teléfono y abrí Instagram. Hice una mueca mientras me desplazaba
por las fotos de actores, modelos y deportistas alardeando de ellos mismos. Eran todos
apuestos y… libres de hacer lo que sea ellos quisieran con sus vidas. Hacer senderismo,
esquiar, saltar en bungee.
Correr.
Cuando una foto de Jason cargó en la parte inferior del feed, mi mano se apretó
alrededor mi teléfono, lista para lanzarlo a través de la habitación. Era una en el set de
grabación de un comercial que hizo el verano pasado. Estaba con esa radiante sonrisa
suya, esa que llamo su “Sonrisa de Hollywood”. La que le abrirá muchas puertas un día.
Las lágrimas dificultaron mi visión cuando hice clic en su perfil y fui explorando
sus fotos. Solía hacer esto cada día cuando estaba profunda y platónicamente
enamorada de él. Solía estudiar su rostro por horas e imaginar que estaba en sus brazos,
no una de todas las chicas que estaban con él en sus fotos. Me imaginaba perdiendo mi
virginidad con él y luego haciéndolo muchas veces en cada lugar posible.
Vi a Jason por primera vez cuando me uní al club de teatro en noveno grado. De
buenas a primeras, me llamó la atención lo talentoso y dedicado que era. Había algo
diferente en el aire cada vez que él estaba en la habitación, algún tipo de energía
indescriptible que, añadida a su atractivo, atraía todas las miradas hacia él, algo que
solamente tenían los que nacieron para triunfar.
Siempre buscaba formas de mejorar, y todos estábamos seguros de que le
quedaba un largo camino por recorrer. Me impresionaba lo fácil que podía interpretar
un personaje y transmitir sus emociones, no importaba si la interpretación era trágica
o cómica. El centro de todo estaba en su comprensión; nunca fallaba en llegar al fondo
de sus personajes y hacer seguro que su actuación les hiciera justicia. El me inspiró un
poco.
No me tomó mucho tiempo caer de cabeza a sus pies.
Y ahora tengo que lidiar con su ira.
Moví mi silla a mi escritorio y abrí el cajón de en medio. Ahí era donde guardaba
mi viejo diario, el que estaba lleno de mis fantasías sobre él. No lo había leído en mucho
tiempo, pero ahora estaba obligada a hacerlo. Lo abrí en una página al azar.
Querido diario:

Nuestros ojos se toparon otra vez hoy. Estábamos leyendo los monólogos de Hamlet y él
estaba sentado frente a mí. De hecho, no creo que en realidad me haya visto porque ha estado
coqueteando con Jenna los últimos días, me pregunto ¿quién es la siguiente?, pero está bien porque
puedo guardar la esperanza, ¿verdad? Puedo esperar que un día seré la chica que lo besa una y
otra vez. La chica que no puede dejar de mirar.

La única a la que ama.

Sé que él no tiene citas. Ha dejado claro que solamente busca aventuras. Sé que es
demasiado popular y vive en un mundo diferente que el mío. El mundo de las fiestas, alcohol y
sexo. Montones y montones de sexo.

También es demasiado guapo para mí. Hombres guapos como él solo salen con chicas
hermosas. Chicas como Jenna. Chicas que nacen para los papeles principales.
Pero tal vez, solo tal vez, él me mirará un día y dirá, “Eres la chica perfecta para mí,
Katie Turner”. Y estaríamos juntos para siempre.

Lloré. El ácido subió por mi garganta, y apreté tan fuerte mis dedos en el
reposabrazos que mis uñas empezaron a partirse.
Me había mentido a mí misma, no lo había superado del todo. Por más enojada
que estuviera con él, por más que quería que sufriera por lo odioso que había sido
conmigo, una pequeña y retorcida parte de mi todavía le anhelaba.
Y eso era lo que más odiaba.
Tiré el diario abierto dentro de la papelera.
Mi teléfono vibro suavemente, pero sonó tan fuerte como un disparo, agarré un
pañuelo del dispensador en mi escritorio y limpié mi nariz antes de alcanzar mi
teléfono. Ni me molesto en limpiar las lágrimas en mi rostro.

Dylan: uno de los amigos de Seth está organizando una fiesta esta noche ¿Quieres
venir?

Leo su mensaje dos veces, tres veces. Antes del accidente, Dylan y yo no hemos
sido parte de ese círculo. Nosotras no salíamos con los chicos populares. Hemos ido a
alguna fiesta aquí y allá, pero es obvio que no pertenecemos a esas cosas.
Ahora, siendo novia de Seth, Dylan era parte de ese mundo también, mientras yo
no podía sentirme más distante de eso incluso si lo intentara. Solo imaginarme a mí
misma en mi silla de ruedas entre toda esa gente que estaba teniendo la noche de sus
vidas era suficiente para elevar la bilis a mi garganta. Era una súplica por humillación.
Más aún si Jason está ahí.

Katie: No puedo. Lo siento. Me iré a cama temprano esta noche.

Apagué mi teléfono antes de que intentara persuadirme. Sin molestarme por


cambiar mi ropa por algo más cómodo, me traslade a mi noche, con mi mirada clavada
en el techo. Ni siquiera Netflix sonaba tan buen plan. A este paso, solo miraría fijamente
a los actores y desearía que esa fuera yo en sus zapatos.

El fin de semana no me salvó de los mensajes y video llamadas de Dylan. Sabía


que era lo que trataba de hacer. Quería sacarme de mi depresión, pero lo que ella no
comprendía era que eso no funcionaba de esa forma. No era algo que podía ser
encendido y apagado a mi capricho, y mientras más gente me decía que saliera y viera
que hay más por que vivir, más quería ocultarme debajo las sábanas y quedarme ahí
para siempre.
Una parte dentro de mí apreciaba todos sus esfuerzos e incluso los agradecía,
pero deseaba que solo se detuviera. Todos sus esfuerzos ponían presión en mí. No podía
forzarme mí misma a mostrar interés o disfrutar las cosas de las que Dylan me hablaba.
Lo mejor que podía hacer era fingir interés y esperar que no se diera cuenta. Ese era mi
nuevo papel actoral.
No parecía que fuera a abandonarlo pronto.
—No me estás escuchando —dijo Dylan cuando alcanzamos mi casillero. Me
incliné para ingresar la combinación. Como ya no puedo alcanzar mi antiguo casillero
que estaba en lo alto, el instituto me dio uno que se ajustaba a mis necesidades.
—Lo siento. ¿Qué me decías?
—La obra del centenario.
—¿Qué obra del centenario?
—Es parte de la celebración. Aparentemente, la obra está basada en una historia
de la vida real. La chica que la escribió se graduó de Lake Gate hace algunos años, pero
la historia sucedió durante sus años aquí cuando luchaba contra el cáncer. —Sacó un
folleto de su mochila y me lo entregó.
Algo atravesó mi pecho mientras observé las máscaras de comedia y tragedia
junto con el texto en negrita.
—El instituto de Lake Gate está orgulloso de anunciar la obra de celebración del
centenario Las Promesas del Mañana escrito por una de nuestras alumnas Amy Harsh.
La profesora Nessa Holloway empezará las audiciones en el teatro del instituto… —leí
el resto del texto. Mis dedos se clavaron en el papel, arrugándolo un poco.
Era como clavarme una estaca en el corazón. Luché para no mostrar las
emociones que guerreaban en mi rostro.
Si yo fuera la vieja yo, ya estaría corriendo a la audición, pero ahora solo puedo
dejarlo de lado y llorar sobre la leche derramada
—Genial —dije finalmente y le devolví el folleto.
—¿Genial? ¿No estás interesada?
—¿Por qué lo estaría?
Me dio una mirada de duh.
—Tú sabes por qué.
—Y tú sabes que eso ya no está en mis opciones. —Busco mis libros y los pongo
en mi mochila.
—Ya hablamos sobre eso, Katie. Ya sé que te diste por vencida con la actuación
y todo, pero deberías realmente intentar esto.
Cerré mi casillero con fuerza.
—¿Intentar qué? ¿Hacer el tonto en frente de todos? Estoy en silla de ruedas. —
Señalé.
—¿Y qué? Debe haber algún papel que puedas hacer en silla de ruedas.
—¿Cuál es el punto? Actuar ya no tiene ningún sentido. —Agarré las llantas y me
propulsé hacia la clase de inglés. Cada vez más fuerte y contundente que la última. Mis
sueños y planes habían sido destruidos junto con mis piernas esa noche.
―Eso es no es cierto. Tú…
Le di una mirada desafiante.
—Como tú lo dijiste, ya hablamos sobre esto, y te dije que iba a renunciar a seguir
actuando.
Se detuvo.
Me detuve también y suspiré.
—¿Qué?
Parecía como si quisiera decirme tantas cosas, la tristeza brotando por sus ojos,
pero no dijo nada, solo enderezó sus hombros antes de seguir caminando.
―Espero que lo reconsideres, es todo.
No respondí. Hace unas pocas semanas, durante uno de mis episodios de
depresión, ella vino a mi casa con bolsas de bocadillos decidida a sacarme de mi miseria.
Ha sido bastante cuidadosa a mi alrededor desde el accidente y nunca me empujó a
hacer algo que no quisiera hacer, pero ese día, pasó horas convenciéndome de que no
renunciara a mis sueños. Seguro mamá le dijo que iba a dejar la actuación, y Dylan
quería que lo pensara dos veces. Enumeró una docena de razones por las que no debería
dejar que la paraplejía me limite, hasta que, después de un rato, fue demasiado y
empecé a llorar.
Se había disculpó una y otra vez entre su llanto y mi ataque de pánico y nunca
intentó hablar sobre eso otra vez. Hasta ahora.
Entré al aula con un gran peso en mi pecho, encontrando a Jason en su escritorio.
Estaba hablando con las chicas que estaban sentadas a su alrededor. Todas con sonrisas
seductoras, sus piernas cruzadas hacia él, escuchando cada palabra que decía. Miré a
otro lugar antes de que me viera y me fui a mi escritorio, el peso en mi pecho
aumentando. Definitivamente él haría la audición para la obra. Además, seguramente
conseguirá el papel principal y muy seguramente también le dará un impulso a su
carrera.
Esta vez, el chico a mi lado no intentó hablar conmigo, y estoy segura de que fue
por la confrontación con Jason la semana anterior. Holloway entró cuando puse mis
cosas en el escritorio, más que consciente de las risitas en la parte de atrás del salón
seguramente por algo que Jason dijo.
Incapaz de resistir, lo miré sobre mi hombro y lo vi guiñándole un ojo a la
pelirroja en el escritorio siguiente al suyo. Le dio una sonrisa sensual que suavizó sus
rasgos e hizo una cosa extraña en el centro de mi vientre. Era la misma sonrisa que le
he visto darles a las chicas que le gustaban innumerables veces antes. Esa que yo nunca
he recibido.
Holloway comenzó la clase, pero no escuché una sola palabra de lo que estaba
diciendo. Pensé sobre la obra y como tenía otra razón para odiar venir al instituto ahora.
Tenía que seguir escuchando sobre la obra y ver a los demás emocionarse por ella.
Estaba tan sumida en mi miseria que por poco no me entero de que Holloway
me llamaba cuando el timbre sonó.
—¿Sí?
—Me gustaría hablar contigo sobre algo. Es sobre el club de teatro.
Jason ya se había levantado de su silla e iba camino a la puerta, pero vi que se
detuvo a medio camino y giró a mirar a Holloway y luego a mí. Su ceño se frunció.
Mi ceño se frunció también. Holloway dirigía el club de teatro; debí haber sabido
que me preguntaría por qué no me uní este año.
Tomé mi tiempo guardando mis cosas dentro mi mochila. Dejé salir un pequeño
suspiro de alivio cuando Jason se fue y me acerqué al escritorio de Holloway.
—¿Por qué no eres miembro este año? —Preguntó.
Directo al punto. Como siempre.
—Pensé que eso sería un desperdicio de tiempo, ya que no puedo caminar más.
Sus cejas se elevaron, mucho, sus brazos se cruzaron sobre su pecho y sus labios
se aplanaron en una línea.
—¿Un desperdicio de tiempo? —Se quitó los lentes y se frotó el lugar entre sus
ojos—. Katie, lamento mucho tu accidente, y solo puedo imaginar lo ha sido para ti, pero
tu discapacidad no debería dar fin a tus ganas de actuar. Eres talentosa —abrí mi boca
para contradecirla, pero levanto su dedo callarme— Sí, tú tienes talento y puedes llegar
muy lejos, con silla de ruedas o sin ella.
Negué con la cabeza.
—Sí, claro. Porque Hollywood no puede esperar por actores con discapacidades
en sus estudios.
—Esos no son pensamientos saludables. Hay un lugar para todos en este mundo
si tienen el talento y ganas de trabajar duro. Tú puedes hacer tu propio camino. Estoy
segura de que encontrarás el lugar correcto para ti donde sea que quieras ir.
—No quiero ir a ninguna parte —negué rápidamente.
Ella vio a través de mí. Se sentó en la orilla de su escritorio.
—¿Escuchaste sobre la obra del instituto?
Asentí.
—Las audiciones comienzan el sábado y te quiero ahí.
Tomé una fuerte respiración, dándole una mirada que daba a entender lo
ridícula que era esa idea.
Levantó su dedo nuevamente.
—No lo rechaces tan rápido. Incluso si piensas que actuar ya no tiene ningún
sentido, todavía puedes darle una oportunidad a la obra. Quizás sea divertido.
Mi estómago dio un gruñido de protesta. Divertido. Ya había olvidado cómo se
sentía eso.
Pero a pesar de que la desesperación me tenía dentro de su capa invisible, por
un momento, sentí algo, algo peligroso. Era el pensamiento de que tal vez podría
hacerlo.
Dirigí mi mirada a la pizarra, mirando los garabatos de Holloway, pero sin
prestarles atención.
—No creo que pueda hacerlo. Yo…
—Piénsalo un poco. —Alcanzó una pila de papeles y me entregó uno. Era el
mismo folleto que Dylan me mostró—. Si cambias de opinión, sabes dónde
encontrarme. Además, te enviaré un correo electrónico con el guion, así puedes
prepararte ¿Todavía usas la misma dirección de correo electrónico?
Se refería a la dirección que usaba para enviarme los materiales del club de
teatro. Por poco le digo que ya no la usaba, pero esa mentira no iba a salir de mí boca.
―Sí.
Me miró complacida.
―Excelente. Espéralo en tu bandeja de entrada mañana. Ahora, será mejor que
te vayas si no quieres llegar tarde a tu siguiente clase.
Asentí y me giré para irme, pero luego vi a Jason inclinado contra la pared
opuesta a la puerta del salón, con una pierna cruzada frente a la otra y brazos también
cruzados sobre su pecho.
Mi corazón se tambaleó. El hielo se cortó en los ángulos de sus pómulos y se
derritió con el fuego y la ira que emanaban de sus ojos.
Estuvo ahí parado todo el tiempo escuchando mi conversación con Holloway.
Mi pulso se volvió loco cuando salí, mis brazos ardiendo mientras empujaba
fuerte para irme lo más rápido posible, pero él me alcanzó fácilmente bloqueando mi
camino para que no pudiera pasar.
—Ni se te ocurra pensar en actuar en esa obra.
Fue como si me abofeteara, solo que me hirió mucho más, encendiendo un
enfado que me robó el aliento.
—¿Quién eres tú para decirme lo que puedo o no hacer?
Dio un paso más cerca de mí que me hizo retroceder por instinto.
—No te quiero ahí. Ya es suficientemente malo tener que verte todos los días.
Quería decirle que yo tampoco quería estar ahí, no con él respirándome en el
cuello todo el tiempo, pero había algo en sus palabras que había encendido una chispa
en mí. El seguía tratándome como si no tuviera valor, y una cosa era decírmelo a mí
misma y otra dejar que me avergonzará en cada oportunidad que tenía.
—Ya es suficientemente malo tener que aguantar tu comportamiento cada día,
pero ¿me ves quejándome por eso? No. No puedes ir por ahí dándole órdenes a las
personas, Jason. Yo no te pertenezco.
—Solo vas a desperdiciar tu tiempo, así que ni te molestes.
Un profundo dolor se esparció por mi pecho, muriendo en mis labios. Era tan
cruel.
No lo aceptaré. No merezco esto.
—Déjame en paz, Jason. —Gire mi silla a un lado para pasarlo, esperando que
esta vez no me detuviera.
No lo hizo, pero tampoco me dejó tener la última palabra.
—No vayas a las audiciones.
No me giré.
Tampoco le respondí.

Dylan aceptó que comer con Jason no era una opción, así que volvimos a nuestra
mesa, y Seth se nos unió. Podría ver que Jason no estaba contento con eso ya que a
menudo enviaba miradas de odio en mi dirección. No dudo que parte de las razones de
su comportamiento sea por la obra. La mirada en sus ojos de la mañana estaba aún
impresa en mi mente, dándome más razones de porqué ir a la audición era una mala
idea.
—No lo mires —dijo Dylan cuando me atrapó mirando a Jason por centésima
vez. Esta vez en particular lo vi besando a una chica nueva. Estaba sentada en sus
piernas y tenía sus manos puestas en su pecho como si le perteneciera. Su fuerte brazo
estaba alrededor de su cintura, con su mano descansando cerca de su pecho. Un poco
más y lo cubriría entero con su mano.
El detuvo el beso para pasar su mano por la garganta de la chica, incluso desde
aquí podía ver lo oscuros que estaban sus ojos, la intensidad en ellos haciendo algo
extraño en mi vientre. Por un momento, vi solamente lujuria en su mirada, lo que hizo
ruborizar mis mejillas.
Mordiendo mi mejilla, me obligué a mirar a otra parte.
―Lo estoy intentando, pero es difícil cuando el chico en cuestión está
molestándome cada vez que tiene la oportunidad.
Seth se río entre dientes.
—Realmente lo mantienes ocupado.
No sé cómo puede hablar tan despreocupadamente sobre eso.
—No me digas. —Atravesé un par de papas fritas con el tenedor ociosamente—
. Es tu amigo. ¿Existe la posibilidad de que deje de comportarse así?
Su sonrisa desapareció. Tomó un enorme trago de Coca Cola.
—Jason no es mala persona. Solo está atravesando un mal momento, y fue muy
difícil para él cuando su hermanita —se rascó el cuello— ya sabes. Su padre no ayuda
mucho.
—¿Qué quieres decir con que su padre no ayuda mucho? —Preguntó Dylan.
Yo tampoco sabía de qué estaba hablando Seth, pero si sabía una cosa. Estoy muy
segura de que el padre de Jason era un alcohólico. Ya lo había visto en el juicio de
Caroline, y no dejó una buena primera impresión en absoluto.
Era el estereotipado leñador, alto y voluminoso, kilos de más escondidos detrás
de su camisa de franela, y su larga barba descuidada. No se veía para nada como Jason.
Tenía un aspecto amable, pero sus ojos inyectados de sangre y el hedor a alcohol
solamente empeoraban su imagen. Principalmente se quejó sobre como el accidente
había afectado su billetera y me trató como si no existiera.
Seth se rascó el cuello otra vez.
—Yo no sé si debería contarlo. Son cosas privadas de Jason.
—Oh, vamos —presionó Dylan—. No es como si fuéramos a contárselo a todo
Lake Gate, ¿Verdad, Kat? —Me miró, pero solo me encogí de hombros. Leí sin problemas
la expresión de Seth. Decía que yo era enemiga de Jason, y no debería estar al tanto de
sus cosas personales.
—Lo siento, nena. No puedo.
Dylan resopló.
—No es divertido.
El arrugó su nariz.
—Pero aun así te gusto.
Ella sacó su lengua en dirección a él.
—Sí que lo haces.
—Simplemente no sé por qué siempre estoy en su mira, eso es todo —dije.
Seth se encogió de hombros.
—Él es muy cercano a Caroline ella es súper importante para él, tal vez es la
persona más importante en su vida. Supongo que solo está siendo sobreprotector.
—Sí, eso lo sé. ―Me llevé una papa frita a la boca—. Pero eso no lo justifica.
―Yo no dije que lo hiciera.
Volví mi mirada a Dylan.
—La señorita Holloway quiere que vaya a las audiciones de la obra.
Ella no se sorprendió ni un poco.
—¿Lo ves? Eso solo demuestra que deberías hacerlo.
Tomó mi mano, observando mi expresión.
—Mira, sé lo que dijiste esta mañana, pero en serio, no tienes nada que perder.
—Excepto mi rostro. Incluso si les hiciera caso a ti y a la señorita Holloway, ellos
no necesitan una actriz en silla de ruedas. El instituto entero se va a reír de mí.
—¿Por qué se reirían de ti? —Preguntó Seth—. Estás en silla de ruedas, no en
una comedia.
—Exacto, no tiene nada de malo.
Seth levantó sus manos en el aire.
—Lo dijiste tú, no yo.
—Además, tu amigo no quiere que ni lo intente. Escuchó a escondidas mientras
conversaba con la señorita Holloway y no perdió el tiempo advirtiéndomelo. Sorpresa,
sorpresa.
—¿Y qué? ¿A quién le importa lo que él quiera? —Preguntó Dylan.
—Tendré que lidiar con él durante los ensayos. Sería una pesadilla.
Dylan resopló.
—Estás buscando excusas para no hacerlo.
Rompí una papa frita por la mitad.
—La señorita Holloway me dijo sería divertido —murmuré.
Dylan me guiñó un ojo.
—Quizás tenga razón.
—No le prestes atención a Jason —dijo Seth—. El entrenador siempre nos dice,
“si quieres algo, agárralo por las pelotas”. Entonces, ve por eso.
Me reí, sorprendiéndome a mí misma, porque recientemente, reírme era toda
una hazaña.
Incluso la sorpresa más grande fue que lo estaba considerando. Me preguntaba
cómo se sentiría actuar en esa obra.
Volver a actuar otra vez.
Y mientras mis ojos volaron sobre Jason, lo encontré mirándome, pensé que
podría darle una oportunidad.
Para molestar a Jason, por nada más.
CAPITULO CINCO
La noche se sentía densa, palpitando fuertemente. Todo a mí alrededor se sentía
así.
Todo a mi alrededor…
Dos luces parpadeantes… se acercaban hacia mí. Rápido.
¡Estaban muy cerca!
Yo…
El dolor me golpeó, y por unos segundos, era todo lo que pude sentir.
¡Dolía mucho!
Y entonces…
Nada.
Abrí mis ojos con fuerza, tomando una enorme respiración. Mi corazón galopaba
sin control en mi pecho. Rodé sobre mi espalda y me senté, alcanzando el interruptor
de mi lámpara en la mesita de noche. La luz iluminó la habitación, pero la oscuridad
convergiendo alrededor de mis ojos seguía ahí, y tuve que forzarme a sacar esa imagen
de mi sueño. No, no era un sueño. Una pesadilla. La segunda en los últimos diez días.
Me rogaba a mí misma a tomar una profunda respiración y luchar contra la
niebla en mi mente, pero era imposible. La niebla era fuerte, creando un bloqueo en mis
recuerdos y negándome respuestas.
Desde aquella noche, ocasionalmente tenía pesadillas, recuerdos, y siempre era
lo mismo, la oscuridad de esa noche y luego dos luces cegadoras antes de la nada
absoluta. Los recuerdos eran como piezas de un rompecabezas, nunca conseguía la
imagen completa. Pensé que con el tiempo sería capaz a desbloquear más piezas,
recordar algo de aquel día, pero no ha habido progreso.
Apreté mis dedos alrededor de las sábanas y me obligué a olvidarme de eso. Me
sentí inquieta, pero sabía que, si me rendía, no sería capaz de dormir otra vez, así que
tomé un sorbo de agua, hundiéndome de nuevo en la cama, acomodando la almohada
por debajo de mis caderas y volviendo a dormir sobre mi estómago. La almohada por
debajo mi cabeza se sentía dura, la manta picaba, aun así, cerré mis ojos y empecé a
contar mis respiraciones, luego ovejas y pronto después, ya estaba dormida de nuevo,
y la pesadilla en el olvido.

Al día siguiente, me dirigí al baño de chicas antes de que las demás vinieran a
cambiarse para Educación Física. Estaba vacío cuando llegué, tal como quería. La
semana anterior, las chicas no habían ocultado su curiosidad cuando comencé a
quitarme los jeans y la camiseta, y fue una experiencia humillante. Especialmente
cuando me transferí al banco y comencé a sacarme los jeans. El silencio en ese momento
era ensordecedor.
Esta vez, vine al instituto con sudadera, así que todo lo que tenía que hacer era
intercambiar camisetas. Lo hice antes que otras chicas llegaran y entraran al gimnasio
con unos pocos minutos se sobra. Liam ya estaba ahí, anotando tres puntos.
Me detuve cerca al banco y sonreí cuando marcó por cuarta vez seguida. Aplaudí
con mis manos.
Dio un giro alrededor, dándose cuenta de mi presencia. Una sonrisa se extendió
por su rostro lentamente mientras se acercaba a mí.
—¿Cómo estás?
—¿Cuánto tiempo has estado ahí mirándome?
Di una pequeña sonrisa.
—El tiempo suficiente.
Sus pasos fueron más lentos mientras se acercaba a mí, rebotando el balón. Me
tomé unos pocos momentos para estudiarlo. Estaba vestido con el uniforme de del
equipo baloncesto, y me acordé de que se había unido al equipo de baloncesto cuando
regresó de estudiar en el extranjero. Está aún más en forma que el año pasado, y su
rostro tiene facciones más definidas que antes. Le daba un aspecto misterioso, que tenía
a las chicas descifrando. Él era, sin duda alguna, muy atractivo.
Se detuvo justo en frente de mí y me mostró una amplia y burlona sonrisa.
—¿Quieres una foto de mí?
Mi sonrisa vaciló por un segundo cuando me di cuenta de que me estaba
coqueteando. Eso era nuevo. No solamente porque él nunca había coqueteado conmigo
antes, -nunca habíamos tenido tanta confianza-, además porque yo estaba en silla de
ruedas y yo…
Solo supuse que nadie iba a querer acercarse a mi jamás.
Rasqué mi nuca.
—Esos triples fueron impresionantes.
Su mirada se mantuvo en la mía mientras me estudiaba en un silencio que se
extendía incómodamente.
Retorcí mis labios un poco.
—¿Qué? ¿Tengo algo en el rostro?
—Solo tus preciosos ojos y tu sonrisa. —Me guiñó un ojo y me sonrojé por unos
momentos.
No alcancé a responder porque nuestros compañeros empezaron a entrar, junto
con el señor Fay. Él sonrió cuando nos vio y se acercó.
—Ya están los dos aquí. Perfecto. Katie, voy a asignarte a Liam para que te ayuda
en la clase.
Dividí mi mirada de sorpresa entre los dos.
—¿En serio?
Fay asintió.
—Liam se ofreció ya que tiene experiencia jugando baloncesto con chicos en
sillas de ruedas. Es la persona perfecta para ayudarte. —Nos asignó un lado de la cancha
de baloncesto, en diagonal al lado que Jason y sus amigos ya estaban usando. —Si
necesitas cualquier cosa, solo llámame.
Le di a Liam una mirada por debajo mis pestañas cuando Fay se fue.
—Te ofreciste? ¿Por qué?
—Tú lo escuchaste. He jugado con personas con discapacidades. —Lamió su
labio inferior—. Y tal vez me gusta ayudar doncellas en apuros. —Me guiñó un ojo.
Sentí como si me estuviera atrayendo hacia él. Estaba siendo encantador, pero
no podía entender por qué estaba interesado en mí.
—¿Por qué yo? Quiero decir, mírame. —Me señalé a mí misma—. ¿Por qué
desperdiciarías tú tiempo conmigo?
Sus cejas se juntaron arriba de sus ojos.
—Tal vez solo quiero ser tu amigo. Como antes. O tal vez solo no me importa si
estás en silla de ruedas y solo quiero conocerte mejor. Ese es no es un desperdicio de
tiempo para mí.
Un sentimiento cálido se infundido por mi pecho. Era la primera persona además
de Dylan que me ofrecía abiertamente su amistad desde el accidente.
De repente, me sentí mal por dudar de él.
—Lo siento. Debes pensar que soy una perra.
—No realmente. Un poco seria pero no una perra. —Un hoyuelo apareció en sus
mejillas mientras me daba una sonrisa ladeada, y era imposible no a devolverle la
sonrisa.
—¿Comenzamos? —Hizo un gesto al aro de baloncesto, y lo seguí.
—Así que. Has jugado baloncesto con chicos en sillas de ruedas. ¿Cómo pasó eso?
No respondió inmediatamente, y por un segundo, pensé que no me había
escuchado. Iba a repetir mi pregunta cuando dijo.
—Uh, solo pasó.
—¿Cuándo?
Otra breve pausa.
—Hace mucho tiempo.
Bieeen. Nos detuvimos en el aro, y vi a Jason lanzándome una mirada fría. Mis
labios se juntaron en una línea dura. Volví mi atención a Liam.
Giró la pelota en su dedo.
—¿Sabes cómo jugar baloncesto?
—Jugué un poco hace unos años. No recuerda mucho.
—Entonces comencemos con los conceptos básicos. Atrápala. —Me lanzó la
pelota, y empezamos a practicar pases y tiros. De alguna manera, Liam me ayudó a sacar
mi cabeza fuera de los malos recuerdos, permitiéndome disfrutar de la clase más que
nunca, ni el ceño fruncido de Jason podría arruinarlo.
Al menos Jason no dejó lo suyo para venir a molestarme.
Si solamente pudiera quedarse así.

Jason mantuvo su distancia por los siguientes días, gracias a dios, haciendo que
tuviera una razón menos para no ir al instituto. Solo quedan noventa y nueve razones
más.
Era difícil concentrarse en estudiar cuando todo lo que pensaba era sobre mis
desventajas. Era extremadamente humillante cuando el profesor me llamaba a la
pizarra a resolver una ecuación en cálculo, solo para darse cuenta de que la había
escrito muy alto para mí.
Era aún más humillante cuando tuve que usar el baño porque el único accesible
para mí era horrible. Dylan me ayudó siempre a transferirme de mi silla al inodoro
porque los cubículos eran muy pequeños para mi silla de ruedas y no había barras para
agarrarme y ayúdame a maniobrar. Dylan nunca se quejó, actuando como si disfrutara
más que nadie ayudar a gente paralizada a ir al baño, pero odiaba molestarla todo el
tiempo con eso. Me robo mi independencia.
Era una de las cosas que más me dolían sobre mi situación. Eso y la lástima. Dios,
la lástima. La vi en tantos ojos, oí tantos susurros. Era demasiado.
—Me pregunto si algún día será capaz de conseguir novio —escuché a una chica
decir cuando pasé junto ella y sus amigos el viernes.
—Me pregunto si puede tener sexo —añadió su amigo.
Otro tipo dijo.
—¿Honestamente? Nunca cogería con alguien así. De todas formas, no es tan
linda.
—Sí —estuvo de acuerdo la chica—. Ese pobre ser no tiene mucho a su favor.
—Imagínate al tipo que llegue a tener sexo con ella. Va a tener sus manos
ocupadas sosteniéndola a ella —dijo el primer chico.
El dolor atravesó mi pecho, mi respiración se volvió irregular. No importaba
cuanto aire inhalara, nunca era suficiente aire, me apresuré a esconderme detrás la
escalera más cercana. El baño estaba demasiado lejos.
Para cuando estuve fuera de su vista, me incliné sobre mis piernas. Mi corazón
bombeaba velozmente.
Relájate, Katie. Respira despacio. Respira despacio.
Comencé a jadear. Cerré los ojos mientras el miedo se apoderaba de mí. Mi
corazón ahora estaba latiendo aún más rápido.
¡Relájate! ¡Respira despacio!
Vamos…
Mi visión empezó a desenfocarse, ya estaba casi ahogándome en el miedo. Justo
cuando pensé que no sería capaz calmarme y tendría que gritar por ayuda, mi
respiración comenzó a volver a estar bajo control. Me tomó varios minutos volver a
normalizar mi pulso. Una vez que lo hice, incliné mi cabeza hacia atrás cerrando mis
ojos y presionando una mano contra mi boca para reprimir un sollozo. Lágrimas
cayeron por mis mejillas.
Mi vida apestaba. Apestaba mucho, muchísimo.
Siempre sería así. Siempre sería vista como algo raro, algo feo, esa gente tenía
razón, nadie me iba a querer así. Yo era una abominación.
Ya estaba entrando dentro de la fase de auto desprecio que se me hacía tan
familiar, no encontraba la fuerza para moverme. La salida estaba justo en frente de mí
en la distancia, por un minuto, pensé en saltarme las clases y volver a casa.
Pero la única cosa que me mantuvo en su lugar fue que yo solo tenía una clase
más y se terminaría el instituto por esta semana. Solo una clase más y luego podía
abandonar todos la miradas y susurros detrás por un poco.
Si no voy a las audiciones, así será.
Holloway me envió el guion el martes, pero yo no lo leí hasta la noche anterior,
cuando finalmente cedí.
La Promesa de Mañana estaba escrita sobre una adolescente llamada Chloe,
quien estaba luchando con cáncer y su amigo y luego novio Nathan, quien le mostró que
siempre había una razón para luchar y vivir. La historia era de muy buena calidad. Era
conmovedora y emotiva, solo supe que haría llorar a las personas y hacerles sentir un
poco. Era algo de lo que deseabas formar parte, y tenía papeles que cualquier actor que
le gustara su trabajo querría interpretar.
Entonces, me concentré en el personaje de la madre de Chloe. Ella era lo
suficientemente compleja. El papel no parecía necesitar a alguien que caminara, y el
personaje no tenía tantas apariciones. Era una buena oportunidad, y no estaría en el
foco, pero estaría ahí, así que Dylan o Holloway no podrían decir que no lo intenté.
Después de horas de considerar si ir a la audición o no, releer las partes con de
la madre de Chloe, y tratar de dormir solo para fallar miserablemente, me dirigí a las
audiciones.
Papá me llevó en nuestro minivan, con una pequeña sonrisa en sus labios. Era
tan raro verlo sonreír últimamente. Él y mamá estaban contentos de escuchar que le
estaba dando una oportunidad a la audición. Ellos estaban más emocionados que yo.
Su mirada estaba fija en la carretera, me tomé un momento para estudiarlo. Su
rostro había envejecido rápidamente después de mi accidente. Tres líneas horizontales
se grabaron profundamente en su frente, las arrugas rodeando sus ojos y en su boca
eran más prominentes que nunca. Su alto cuerpo parecía aún más alto debido a su
repentina pérdida de peso, y su ropa casi se lo tragaba. La oscuridad alrededor sus ojos
era testigo de los largos turnos dobles y la falta de sueño. Él siempre intentó parecer
fuerte frente a mí, sin embargo, me di cuenta en los momentos cuando pensaba que no
lo miraba, se había rendido a los duros golpes de la vida.
Los nervios se apoderaron de mí cuando llegamos al estacionamiento y me
ayudó a asentarme en mi silla. Había olvidado lo espantoso que era ir a audiciones.
Siempre había sido estresante intentarlo al frente de otros que querían el mismo papel,
trabajar bajo presión y esperar a que no lo arruinara. Era un campo de minas
psicológicas.
Pero se sintió incluso más aterrador ahora después de meses de estar muerta
por dentro. No tenía nada que perder y no me importaba si no conseguía un papel, me
repetía, aunque, sabía que era mentira. A pesar de todo, me importaba lo suficiente para
sentir nauseas, en pensar lo mucho que quería a ganar un papel. Sorpresa, sorpresa.
Porque leí el guion a última hora, no había tenido mucho tiempo para estudiar
mi personaje, y también llevaba tanto tiempo sin actuar que pensé que no sería capaz
de hacerlo. Practiqué frente al espejo, repitiendo las líneas de mi personaje una y otra
vez, pero sin importar qué tono le diera, no se veía bien. No podía conectar bien con el
personaje, pero ya era muy tarde para intentar audicionar por otro papel. Solo quedaba
esperar lo mejor.
Papá me deseó buena suerte y se fue luego de que lo convencí de que no
necesitaba una niñera. Con un largo, retraído suspiro, me dirigí al teatro en el otro lado
del instituto, mi corazón bombeaba menos sangre mientras más me acercaba.
Pensamientos erráticos llenaron mi mente mientras entraba por la puerta que llevaba
al área frente al escenario. Era la única entrada que podía usar, porque la entrada
principal que conducía al auditorio estaba llena de escalones que yo no podía subir.
Había al menos cien personas en los asientos, y reconocí mitad de ellos del club
de teatro. Deseaba que las audiciones fueran privadas, pero ese no era el estilo de
Holloway. Las audiciones estaban abiertas para todos porque ella creía que era una
buena oportunidad para los estudiantes de aprender de los errores de los demás, pero
también de aprender de sus fortalezas.
Estaba preparada para recibir las miradas de sorpresa de todo el mundo, pero
no había más de una que otra mirada desinteresada, nadie pareció pensar que era
extraño que viniera a la audición.
El escenario era pequeño, pero lo suficientemente grande para ofrecer buenos
cambios de escenografía. Tuve la oportunidad de usarlo un par de veces, pero he estado
principalmente en la audiencia observando las obras del instituto, en mayor parte por
Jasón. El escenario era su segundo hogar. Siempre dirigía y encontraba una manera de
que el público mantuviera sus respiraciones, especialmente durante escenas cargadas
emocionalmente.
Jason ya estaba ahí, en primera fila, hablando con la rubia sentada a su lado,
Tallie Summers, una estudiante de último año que era básicamente la versión femenina
de Jason. Ella era tan hermosa como talentosa y todos la admiraban por su devoción y
ambición y desde ya predecían su estrellato.
Sus actuaciones estaban llenas de pasión e intensidad, frente a ellos, mis
actuaciones eran una vergüenza. Jason y Tallie nunca habían salido, aun así, cualquiera
podía ver la química. Ellos han actuado juntos como protagonistas un par de veces
antes, y estaba segura de que lo harían de nuevo esta vez. Eran tan convincentes como
pareja enamorada.
Jason no me notó, y me aseguré de mantenerlo así tanto como fuera posible,
deteniéndome lejos de él, al final de la fila. Una chica pequeña con cabello rubio y corto,
y lindos ojos color chocolate estaba sentada ahí.
Estaba irradiando positivismo cuando me miró.
—¡Hola!
—Hola.
—Soy Stella y estoy muy nerviosa.
Le devolví la sonrisa.
—Soy Katie, y estoy muy nerviosa también. No he hecho una audición desde
décimo grado, creo.
—Estoy en décimo grado ahora. Esta es mi primera audición.
—¿En serio? Buena suerte.
—Gracias, la voy a necesitar. Buena suerte para ti también. —Se mordió una uña
y vi que todas ellas estaban mordidas. Sus piernas rebotaban constantemente.
—¿Para qué papel estas audicionando?
—Vanessa y la narradora. —Vanessa era la mejor amiga de Chloe—. ¿Tú?
—La madre de Chloe.
Ella asintió.
—Buena elección.
Unos cuantos estudiantes más aparecieron, me pregunté cuánta gente estaba
audicionando para la madre de Chloe. La obra solo tenía quince personajes más un
narrador, por lo que la competencia iba a estar dura.
Miré a Jason para saber si me había visto, pero todavía estaba en una profunda
conversación con Tallie. Mejor. Escuché a alguien decir que Jason y Tallie estaban
audicionando para Nathan y Chloe, que no era ninguna sorpresa. No esperaba menos
de ellos. Además, no había nadie mejor que Jason para interpretar a un personaje tan
fuerte como emocionalmente dañado como él. Esos papeles eran su fuerte.
Jimmy Caruso entró con Ling Fu, también de último grado, caminando detrás
suyo. Mi estómago se agitó mientras pensaba en nuestro encuentro en la cafetería.
¿Qué estaba haciendo aquí? ¿Iba a audicionar? ¿O estaba aquí de fisgón por
alguna exclusiva? Miró en mí dirección y sus cejas se levantaron. Bajé la mirada,
esperando que no lo hiciera acercarse a mí o decir alguna cosa menospreciándome. O,
el peor de los casos, escribir un artículo sobre mi actuando en silla de ruedas, a los
diecisiete.
Holloway entró cinco minutos después con el director de escena y una joven que
lucía con la edad suficiente para estar en la universidad. Supuse que era Amy Harsh. Era
alta y larguirucha, con cabello corto y oscuro y ojos color whiskey. Su rostro tenía
ciertas cualidades como de duendecillo, pero había algo más, una arraigada mirada que
era testigo de tiempos difíciles. Ella estaba sonriente ahora, pero era fácil ver que no
había sido el caso durante mucho tiempo.
Holloway y la chica tomaron sus asientos en la mesa larga posicionada abajo del
escenario.
—Buenos días a todos —dijo la Holloway, alineando algunos documentos en
frente de ella—. Gracias por venir. Me gustaría primero presentarles a Amy Harsh. —
Hizo un gesto a la chica a su lado, confirmando mis sospechas—. Ella es la guionista de
La Promesa de Mañana.
—Hola, chicos —dijo Amy suavemente, saludando.
Holloway hizo una breve introducción y luego empezó a llamar a los estudiantes
audicionando por el papel de la madre de Nathan para que subieran uno por uno. Saqué
mi guion de mi mochila y usé el tiempo que tenía restante para preparar mi audición,
olvidándome de todos los demás.
El siguiente era el papel del abusivo padre adoptivo de Nathan. Vi a Jimmy dar
un paso adelante. Sus ojos naturalmente penetrantes tomaron un tono amenazante que
se adaptaba perfectamente bien con el resto de su rostro. Él eligió hacer una escena en
la que el padre adoptivo de Nathan le gritaba, llamándolo inútil y no pude dejar de
mirarlo. Tampoco los demás. Puso tanta fuerza en su actuación, sus movimientos
sacudidos y rostro retorcido. Me hizo preguntarme si era difícil o si había algún odio
reprimido queriendo salir.
Una vez que terminó, lanzó una mirada en mi dirección, que evité, dando una
larga respiración cuando salió del escenario.
Holloway llamó a la primera estudiante que iba a audicionar por el papel de
Vanessa, y poco después, era el turno de Stella. Ella saltó nerviosamente.
—Lo harás bien —le dije.
―Gracias. Vamos a hacerlo.
Bajé mi guion para verla, pero mi mirada se perdió en Jason, quien me acaba de
notar. Su sonrisa desapareció, fue reemplazada por un resplandor que elevó mí pulso.
Se paró y vino directo a mí, tomando el asiento de Stella. No me perdí como algunas
chicas lo miraban mientras se acercaba a mí, siguiendo cada uno de sus movimientos
como si él fuera el centro de sus mundos.
—¿Qué estás haciendo? —Solté.
—Eso es exactamente lo que quería preguntarte. ¿Qué crees que estás haciendo
aquí?
Mis dedos se enterraron en el guion.
—No estoy rompiendo ninguna ley, eso es seguro.
Sus ojos se cerraron como rendijas.
—Te dije que no vinieras.
Estaba tan cerca que mis ojos zigzaguearon a través de su rostro antes de que
pudiera detenerme. Con esta iluminación, sus ojos marrones se veían casi negros,
bordeados con largas pestañas que le daban profundidad. Un piercing de plata
adornaba muy bien sus definidas cejas. Los planos lisos de su rostro daban paso al
agudo borde de su mandíbula, que complementaba sus suaves labios. Los labios que me
he imaginado besando tantas veces. Demasiadas veces. Así de cerca, cada uno de sus
rasgos se veía mejor, como si hubiera sido esculpido por el mejor y más renombrado
escultor del mundo, con tanta pasión y esmero en cada detalle.
Me había distraído por él que no me di cuenta de que también estaba
estudiándome, yo sabía que él no iba a encontrar el mismo atractivo en mi rostro.
Siguiendo el impulso de ocultarme, giré mi cabeza para mirar hacia el escenario de
nuevo. Esperaba que no escuchara los fuertes latidos de mi corazón.
—Te dije que yo no era de tu posesión. Puedo hacer lo que yo quiera.
Se movió incluso más cerca de mí, restringiendo la capacidad de mis pulmones
para tomar el suficiente aire.
—No eres bienvenida aquí.
Sus palabras picaron. Como si no estuviera lo suficientemente nerviosa ya, tenía
que venir el a hacerme pasar un mal rato y volver todo peor. ¿Qué quería? ¿Por qué no
se había ido ya? Debe saber que su cercanía estaba poniéndome aún más nerviosa. Debe
estar haciendo esto para enloquecerme.
—Hasta donde yo sé, tú eres el único que no me quiere aquí. Te estás dando
mucha importancia a ti mismo.
Sus manos volvieron a sus caderas. Se inclinó en mi oído, y me enderece mientras
escalofríos recorrían mis brazos.
—No vas a conseguir ningún papel, Turner —susurró sensualmente.
Mi pecho palpitaba. Sus palabras no deberían lastimarme, pero, diablos, lo
hicieron y no sabía si lo odiaba más a él o a mí por eso.
Regresé mi mirada a mi guion. Sus bordes estaban arrugados de lo fuerte que lo
estaba sosteniendo.
—¿Ya terminaste?
—Katie y Jason, están interrumpiendo la audición —dijo Holloway—. ¿Podrían
guardar silencio?
Me sonrojé, sintiendo la mirada de todos en nosotros.
Jason giró hacía mí una última vez.
—No seas engreída. Vete a casa. —Se puso de pie y regresó a su asiento.
Exhalé profundamente y le dirigí un “lo siento” en voz baja a Holloway.
Un enorme nudo se puso en mi garganta. Jason estaba tan seguro de que me
dejaría tan mal, que solamente así, cualquier partícula de coraje que había reunido para
presentarme hoy se evaporó, dejando solamente la certeza de que yo no pertenecía
aquí.
No, en serio. ¿Qué estaba haciendo aquí? La vida ya era lo suficientemente
miserable, no necesitaba otra confirmación de que no importaba lo que hiciera, la
oscuridad nunca se iría lejos. Todo era inútil.
Mientras los minutos pasaban, solo me convencía más de que no podría
audicionar, y cuando Holloway llamó a la primera alumna a audición por el papel de la
madre de Chloe, ya estaba segura de que solo me iba a avergonzar a mí misma. Jason no
quería nada menos que eso.
Pero cuando me moví para salir, Holloway me llamó.
—¿Katie? ¿A dónde vas?
La mirada de todo el mundo estaba puesta sobre mí. Genial.
Aclaré mi garganta, luego otra vez.
—Me voy a ir. —No necesitaba mirar a Jason para saber que ya estaba sonriendo
malévolamente.
Holloway frunció el ceño.
—¿Irte? ¿Por qué?
—Yo… no estoy sintiéndome muy bien.
Mis habilidades de actuación deben estar oxidadas por que no podía ni mentir
de una forma convincente, porque ella sacudió su cabeza y preguntó.
—¿Para qué papel estás audicionando?
Lamí mis labios.
—La madre de Chloe.
—Entonces ven adelante.
Su expresión me dijo que no tomaría un no como respuesta. Todo en mi gritaba
que me girara y saliera, pero me rendí bajo su inflexible mirada. Me detuve en frente de
su mesa y metí el guion en mi mochila. Esperaba que no pudiera ver mis manos
temblando como si estuviera loca. Amy estaba mirándome con una pequeña sonrisa en
su rostro.
Holloway estaba sonriéndome también, de alguna forma que se suponía debía
tranquilizarme, pero no hizo nada de eso.
—Preséntate —dijo ella.
Aclaré mi garganta e hice una breve introducción, asegurándome de que mi voz
no fuera temblorosa.
—Puedes empezar cuando estés lista.
El silencio a mi alrededor era demasiado fuerte, haciéndome muy consciente de
mí misma. Estaba esperando a que Jason hiciera algo que echara a perder esta
oportunidad para mí, y eso era estresante.
Mis manos se apretaron en mis caderas. De repente, las líneas que había
preparado se fueron volando por la ventana. Era difícil incluso recordar cómo era el
personaje o incluso que me había gustado de él en primer lugar. Olvidé cómo quería
expresar sus emociones e incluso cuáles emociones eran, pero luego volví a mirar a
Amy. Había algo en ella que se sentía tranquilizador. Como si pudiera hacer esto solo si
me calmaba lo suficiente para enfocarme.
Así que cerré los ojos y tomé una profunda respiración, y eso ayudó.
Comencé diciendo las líneas de la escena dónde la madre de Chloe se entera
sobre cáncer de su hija. Era un momento muy emocional, con un poco de llanto, hice
todo lo que pude para hacer que su dolor y miedo se vieran convincentes. Una vez que
terminé, era como si hubiera salido de un trance, siendo consciente de la forma en la
que Holloway y Amy estaban mirándome. Ellas compartieron una mirada, luego Amy
se inclinó para decirle algo. No pude descifrar las expresiones en su pequeña discusión.
—Gracias, Katie —dijo finalmente Holloway—. ¿Puedes venir aquí un momento?
Mi estómago dio un vuelco. Eso no sonó muy bien.
Me detuve ante la mesa. La expresión de Holloway era indescifrable.
—Amy y yo tenemos estábamos pensando en tu actuación, y nosotras creemos
que deberías probar el papel de Chloe también —susurró para que solo yo pudiera oírla.
Por un momento, pensé que no la había escuchado bien.
—¿Qué?
Amy sonrió suavemente.
—Me encantó tu representación de la madre de Chloe, pero la forma en la que
expresaste sus emociones, creo que va mejor con Chloe. Tengo un presentimiento de
que te iría genial como Chloe.
¿En serio están animándome a ir por el protagónico? Esto debe ser una broma.
—¿Quieren que haga la parte de Chloe? Pero… pero estoy en una silla de ruedas.
La sonrisa de Amy se desvaneció.
Holloway frunció el ceño.
—¿Qué tiene que ver tu silla de ruedas con eso? No veo ningún problema. Si
consigues el papel, acomodaremos el set y el guion para tus necesidades. No hay
absolutamente ninguna razón por la que tu silla de ruedas debería ser un obstáculo.
Jugué con mis manos, optando por la honestidad.
—Yo… yo no creo que pueda hacerlo.
—Está bien. Asumo que no leíste las líneas de Chloe, ¿verdad? —Preguntó
Holloway y negué con la cabeza—. Entonces no tienes que memorizarlas, puedes leer
el guion durante la audición. Si tú quieres, puedes ir a practicar y luego volver en unos
minutos.
—Pero…
—Por favor solo inténtalo —dijo Amy. Su mirada era suplicante, haciendo difícil
para mí rechazarla.
Apreté mis manos en puños. Me sentí como si estuviera en una encrucijada.
Podía enumerar una docena de razones por las qué interpretar a Chloe no era una
buena idea.
Pero si dejo pasar de largo esta oportunidad, jamás voy a obtener otra, y ¿no
había sido ya mi vida despojada de demasiadas oportunidades?
Algo me empujó a darle una oportunidad. Como si no hubiera renunciado a mí
misma aquella noche. Como si no estuviera tensa por la presión de que el mundo entero
me vería y estaría destinada al fracaso.
Miré a Jason, quien estaba frunciendo el ceño mientras miraba entre la Holloway
y yo. Él no podía escuchar lo que ellas me habían ofrecido, pero obviamente supo que
era algo que no le iba a gustar.
Le daría un ataque una vez que se enterara que iba a audicionar para Chloe, pero
ese era un obstáculo sobre el que pensaría más tarde.
—Está bien, lo intentaré.
Tomé mi mochila al salir y dejé el teatro, dándome cuenta solamente cuando ya
estaba afuera de que no sabía si eso significaba que no iba a poder interpretar el papel
de la madre de Chloe.
El viento se detuvo cuando llegué al patio. Miré hacia el cielo, con mi corazón
latiendo rápidamente en mi pecho. Chloe. Ellas querían que interpretara a Chloe.
Una parte de mí se negó a creer eso, pero la otra parte, la que se moría por algo
como esto, dolía tanto que trajo lágrimas que no me molesté en limpiar. ¿Cómo se
sentiría ser la protagonista? En una silla de ruedas, nada menos.
Algo cálido inundó mi pecho, algo que no había sentido en mucho tiempo, algo
que había olvidado. Darme cuenta de eso me robó el aire de los pulmones.
En aquel entonces, cuando el médico me dijo que no caminaría de nuevo, una
oscura cortina cayó sobre mi mundo, y significó como si una parte vital de mí se hubiera
ido. Como si nunca pudiera ser capaz de sonreír otra vez. De ser feliz.
Había renunciado a mí misma.
Así que sentirla ahora… esta… esta esperanza, sí, esperanza, se sentía extraño.
Me asustaba muchísimo.
Con ese pensamiento, saqué el guion y lo abrí en una página con un monólogo de
Chloe después de una quimioterapia. Ella estaba a punto de rendirse ahí. Elegí esa parte
porque iba conmigo, porque cada día era una lucha.
Estudié las líneas, practiqué las expresiones repetidamente. Me olvidé de todo
menos de cuan miserable se sentía Chloe, cuando regresé y Holloway llamó al frente a
la primera estudiante para audicionar por Chloe, no me permití pensar en los ¿qué tal
sí? Ni siquiera cuando Tallie salió e hizo una actuación impecable que fácilmente
opacaría la mía. Su voz y expresiones transportaron los sentimientos de Chloe
perfectamente, y la forma en la que Amy y Holloway la miraron solamente confirmó
eso.
Holloway dijo mi nombre, y a diferencia de antes ya no me sentía ansiosa o
insegura. La angustia de Chloe estaba todavía fresca en mi mente, todavía creando un
dolor penetrante en mí.
Miré a donde estaba Jason, pero su asiento estaba vacío, miré al alrededor del
teatro. Se había ido.
Exhalé con alivio. Él ya debe haber audicionado para Nathan y se fue. Un
problema menos sobre qué preocuparse
Había solo unos pocos estudiantes ahora. Sostuve el guion en mis piernas, pero
no lo necesitaba. Me dio la señal y comencé mi actuación, sin permitirme pensar si lo
estaba haciendo bien o no. Solo dejé que las palabras se vertieran fuera de mí, atándolas
con fuertes emociones que colorearon el tono de mi voz convirtiéndolo en algo
desgarrador. Yo era Chloe y nadie más. Estaba sufriendo y todo se sentía tan
desesperanzador. Yo estaba muriendo y no tenía ninguna esperanza por el futuro.
Una vez que terminé, sentí algo húmedo en mis mejillas, y me di cuenta de que
había estado llorando. Tomé una profunda respiración, parpadeando de nuevo a la
realidad.
El silencio en el teatro se alargó un poco después de que terminé. Levanté mí
mirada hacía Holloway y vi admiración en su rostro. Amy me observó con una sonrisa,
aunque sus ojos estaban repletos con lágrimas.
Holloway se quitó sus lentes.
—Eso fue extraordinario, Katie. ¿Estás segura de que no practicaste esta parte
en casa? —Sacudí mi cabeza, y ella asintió—. Eso fue lo que pensé —añadió casi en
silencio para ella misma. Se inclinó hacia Amy para hablar sobre alguna cosa con ella.
Mis manos se pusieron inquietas en mi regazo, lancé una mirada sobre mi
hombro a los pocos estudiantes que quedaban quienes seguían observándome. Vi
aprobación en sus rostros también. Sin burlas ni condescendencias. Lo mejor de todo,
no estaba Jason para arruinarme este momento.
Holloway asintió en mi dirección.
—Gracias, Katie. Sabrás si obtuviste el papel el martes.
Asentí en respuesta y me moví para tomar mi mochila, sintiéndome como si
hubiera desaparecido una presión enorme de mi pecho.
Había causado una impresión. Yo, y pude prepárame con tan poco tiempo… aún
no sabía si esto era real o no.
Afuera, tomé una larga respiración, mirando fijamente a las nubes salpicando el
cielo.
Ya fuera que me eligieran o no, no me quitaría el hecho de que había tomado el
riesgo de hacer lo que tanto había querido todo este tiempo.
Y eso es mucho más de lo podría haber esperado hace un día.
CAPITULO SEIS
Mis padres estaban encantados con mi audición. Mamá incluso hizo galletas para
celebrarlo, estaba segura de que iba a conseguir el papel de Chloe. No me permití
esperar demasiado. El golpe de la realidad sólo me dolería más cuando supiera que no
había conseguido el papel. Así que le resté importancia y actué como si no la tuviera,
aplastando ese atisbo de esperanza que había sentido, y cuando llegó el martes, ignoré
los erráticos latidos de mi corazón y el sudor de mis manos.
Jason me lanzó una mirada con los ojos entrecerrados al entrar a la clase de
inglés, pero afortunadamente no dijo nada. Se suponía que Holloway iba a poner la lista
del elenco en el tablón de anuncios del pasillo en algún momento del día, pero en cuanto
entró, dio una palmada para llamar nuestra atención.
—Muy bien, clase. Antes de empezar, tengo que hacer un anuncio. Como todos
saben, la celebración del centenario del instituto Lake Gate tendrá lugar en poco más
de dos meses, y el sábado hicimos las audiciones para la obra del centenario. —Miró
entre Jason y yo con una sonrisa—. Me alegra decir que hemos elegido a Katie Turner y
Jason Adams como los protagonistas Chloe y Nathan.
Mi corazón se contrajo en mi pecho. Me eligieron. Realmente me eligieron a mí.
Yo, Katie Turner, la protagonista.
Esperé el remate, pero nunca llegó. Miré a mí alrededor para confirmar que todo
era una broma, pero nadie se reía. Tampoco nadie aplaudía. La mitad de mis
compañeros me miraron con las cejas levantadas, y pude verlo en sus ojos, ¿la chica en
silla de ruedas tiene un papel principal?
—No hablas en serio, ¿verdad? —Jason soltó antes de que pudiera perderme en
la euforia, y finalmente lo miré. Mi estómago se retorció ante la mezcla de odio e
incredulidad en su rostro—. ¿Hizo una audición para Chloe?
Holloway frunció el ceño.
—Creo que no me gusta el tono de tu voz, Jason. Sí, Katie hizo una audición para
Chloe.
—No puede ser Chloe.
Los murmullos surgieron en toda la clase. El ceño de Holloway se profundizo
aún más. Seguro que le sorprendía que su estudiante favorito se comportara así. Nunca
había dado problemas. Siempre había tenido una gran relación con sus compañeros y
todos lo querían. Hasta ahora.
Holloway se quitó los lentes.
—¿Por qué no?
—No tiene ningún talento real.
Estallaron algunos jadeos. Bajé la cabeza, sus palabras me clavaron un cuchillo
en el corazón. Lo odié por hacer esto delante de toda la clase. Los rumores se
extenderían por todo el instituto en un abrir y cerrar de ojos.
La expresión de Holloway se volvió pétrea.
—Eso es muy grosero de tu parte, Jason. No permito ese comportamiento entre
mis estudiantes.
La mirada de Jason no vaciló ni un centímetro.
—Si ella va a estar en la obra, me retiro de ella.
Holloway palideció.
—No puede hablar en serio. Habría esperado algo así de cualquiera menos de ti.
No sé cuál es tu problema con Katie, pero vas a lidiar con él. Hablaremos de esto más
tarde.
—No quiero...
—Más tarde, Jason. —Su tono no dejaba lugar a la discusión.
En ese sentido, comenzó la clase, pero la mayor parte de la atención de mis
compañeros estaba dividida entre Jason y yo, con murmullos y susurros rodeándome
por todos lados. Ni siquiera pude saborear mi logro, con las reacciones que recibí de
ellos y de Jason. Una cosa era manejar a Jason durante los ensayos como personaje
secundario. ¿Pero cómo protagonista? Haría imposible trabajar con él.
El timbre sonó y Jason fue el primero en correr hacia la puerta, pero la profesora
Holloway lo detuvo.
—Espera, Jason.
Curvó el labio antes de seguir a Holloway. Se detuvieron justo al otro lado de la
puerta, pero debido al murmullo que hacían los estudiantes al recoger sus cosas, no
pude oír del todo lo que hablaban. Una vez que el salón se vació, logré captar fragmentos
mientras me tomaba mi tiempo para salir.
—Siempre te tomaste la actuación en serio. Tú...
—No quiero hacer la obra con ella...
—Eres un joven actor extraordinario. Esa es la única razón por la que estoy
aguantando tu comportamiento. Piensa en esto. Esta será una gran oportunidad para ti.
Mi amigo, el agente de talento...
Se alejaron de la puerta, por lo que ya no pude oírlos. Suspiré y terminé de
recoger mis cosas.
Cuando salí del aula, Holloway estaba sola y caminaba en mi dirección. Su boca
estaba marcada con una línea dura.
—Siento lo de Jason —dijo.
Mis dedos se apretaron alrededor de la mochila en mi regazo.
—No tiene que disculparse en su nombre. Pero no creo que pueda trabajar con
él si se pone así.
—Estoy segura de que cambiará de opinión.
Ella parecía segura de ello, pero yo no lo estaba tanto. Luego estaba el asunto de
elegirme a mí en vez de a Tallie como Chloe.
—¿Está segura de que elegirme como Chloe no es un error? Tallie hizo un trabajo
increíble.
—Sí, lo hizo. Pero tú también. Lo vas a hacer bien.
Sus elogios significaban mucho para mí ¿cómo no iba a serlo si era algo con lo
que siempre había soñado?, pero también se sentían como el borde de un acantilado del
que podía caer en cualquier momento.
Me miré las uñas rechonchas.
—No pareces feliz, Katie. ¿Pasa algo?
¿Además de que Jason es un completo imbécil?
—Es que esto fue una sorpresa. Nunca pensé que tendría un papel principal.
Sonrió con una sonrisa que mostraba todos sus dientes.
—Pero lo hiciste, y deberías estar muy orgullosa de ti misma. Vamos a hacer la
primera lectura este viernes en el teatro. Si tienes alguna pregunta sobre el guion o
quieres discutir algunos detalles sobre tu personaje, tendrás tu oportunidad entonces.
Ahora, será mejor que te vayas para no llegar tarde a tu próxima clase.
—Claro, gracias.
Sus ojos brillaron de emoción cuando me dispuse a salir.
—No te preocupes por nada. Ya lo verás. Todo saldrá increíble.
Estaba equivocada, y tuve la primera prueba de ello en el almuerzo. Había tenido
razón sobre los rumores, no tardó en correrse la voz de que había sido elegida como
Chloe, junto con la noticia del insulto de Jason en la clase de inglés. Rápidamente se
estaba convirtiendo en el tema de moda de Lake Gate, las constantes miradas que me
lanzaban ya eran demasiado. Donde quiera que iba, oía a alguien comentarlo, y algunas
personas incluso hacían apuestas sobre si Jason y yo nos mataríamos o no en el proceso.
Como la cereza del pastel, las redes sociales ardieron. Hubo comentarios de
apoyo, pero también de malicia.
¿Ella va a hacer el papel principal? Estoy seguro de que el instituto la eligió sólo
porque #diversidad #PCcultura.
¿En qué estaban pensando? Está en una silla de ruedas.
Es bonita, pero no tanto. Deberían encontrar a alguien atractiva.
El pánico me invadió mientas más leía, y tuve que ir al baño más cercano para
esconderme, luchando por respirar. Me dirigí al rincón más cercano, esperando que no
entrara nadie mientras me esforzaba por volver a respirar con normalidad.
¿En qué estaba pensando? No era la persona adecuada para el papel de Chloe.
¿Cómo podría salir al escenario con tanta gente mirándome? Sería para siempre el
hazmerreír del instituto. Tallie debería haber sido Chloe, no yo. Yo era alguien inútil.
Seguro que el colegio la eligió sólo por la #diversidad #PCcultura.
Un sollozo me recorrió al pensar en ese comentario. Luché por detener las
lágrimas, pero seguían saliendo, y quería quedarme aquí escondida para siempre.
No, no me escondo aquí. Quería ir a casa.
Una vez que mi respiración se estabilizó, envié un mensaje a mamá pidiéndole
que viniera a recogerme porque me sentía un poco mal. Sentí una punzada de
culpabilidad por haberle mentido, pero no podía quedarme más tiempo en el instituto.
Envié un mensaje a Dylan para decirle que me iba a casa y me dirigí a las escaleras.
El ascensor para sillas de ruedas que había al lado no parecía ni nuevo ni seguro
y, por lo que sabía, hacía años que no se utilizaba. Yo era la única que lo utilizaba ahora,
y no era más que otra fuente de humillación. Dylan me había dicho que viera el lado
bueno de las cosas, al menos había un ascensor para sillas de ruedas, pero eso no
ayudaba.
Pulsé el botón para activar la plataforma, mirando a mí alrededor para ver a
unos cuantos estudiantes observándome mientras esperaba. La plataforma tardó una
eternidad en bajar al suelo y luego en desplazarse hacia abajo una vez que aseguré mi
silla de ruedas en ella, pero no aparté los ojos de mí regazo. Las miradas no hacían más
que subrayar lo diferente que era.
Conté los segundos que faltaban para salir de allí, pero alguien debió de querer
gastarme más bromas crueles, porque Jason apareció al pie de la escalera justo cuando
la plataforma se detuvo allí, con los ojos del color marrón más oscuro mientras me
observaba.
Mi corazón se aceleró al galope. Se paró justo al lado del andén, negándose
deliberadamente a dejarme espacio personal. No perdí tiempo en soltar los frenos de la
silla de ruedas y avanzar lo más rápido posible hacia la salida, pero debería haber
sabido que no iba a dejarme ir sin más.
En un segundo, me alcanzó y puso sus manos en los reposabrazos para
detenerme.
Levanté los ojos para mirarlo.
—¿Qué estás haciendo, Jason?
—No sólo no me escuchaste cuando te dije que no adicionaras, sino que además
adicionaste para Chloe.
—No es que sea de tu incumbencia, pero lo hice sólo porque la profesora
Holloway me lo pidió. Obviamente, ella cree que puedo hacerlo, así que tal vez deberías
hablar con ella.
—Holloway ha perdido la cabeza —gruñó—. No sé por qué pensó que serías una
buena opción. Y no pienses ni por un segundo que mi aceptación de actuar en la obra
significa que las cosas estarán bien entre nosotros.
Me mordí el labio que temblaba.
—Estaría loca si pensara eso. La única manera de que las cosas estén bien entre
nosotros es que dejes de tratarme como una mierda y te disculpes.
Dejó escapar un gruñido que hizo que se me revolviera el estómago. Acercó su
cabeza a la mía, demasiado cerca para ser cómodo.
—Nunca me disculparé contigo. Eres tú quien debería disculparse. Por arruinar
la vida de todos al no moverte cuando debías haberlo hecho.
Las lágrimas llenaron mis ojos antes de que pudiera detenerlas. Apreté los
dientes con tanta fuerza que me dolía la mandíbula. Primero su insulto en la clase de
inglés, y ahora esto. Tenía que salir de allí antes de que me diera un ataque de nervios
delante de él.
Luché por no mostrar en mi voz lo agitada que me había hecho sentir.
—Me moveré ahora, de acuerdo. De ti, porque me niego a quedarme aquí
sentada y soportar tus insultos como si fuera un saco de boxeo. —Giré hacia atrás y
luego pasé por delante de él.
—Si te molesto tanto, deberías dejar este instituto.
Apenas reprimí un sollozo mientras me detenía a mirarlo.
— ¿Hablas en serio? ¿Por qué tienes que tratarme así? ¿Por qué tienes que ser
tan estúpido?
—¡Porque no te soporto, joder! —Estalló, con el rostro carmesí de furia—. ¡Eres
un adefesio!
Me eché para atrás. Un adefesio.
No tiene ningún talento real.
¡Eres un adefesio!
¿Cómo es que fue tan fácil para este tipo reducirme a la nada? ¿Con sólo unas
palabras?
Unas palabras que básicamente resumían lo que sentía por mí misma.
El estómago se me revolvió en una bola apretada.
Mis labios formaron una sonrisa vacilante.
—Sabes, me pregunto cómo he podido juzgarte tan mal antes. Jason Adams. El
chico más popular del instituto Lake Gate. El sueño de todas las chicas. Un estudiante
de sobresaliente con un futuro brillante. Creía que eras mucho más que esto —le
señalé— pero eres un imbécil.
Todo su rostro se puso tenso.
—Mientras tú eres, así es, nadie. Nunca me había fijado en ti, lo que demuestra
que siempre has sido una perdedora sin vida. Me pregunto quién lo tiene peor, ¿tú o yo?
Él era horrible. Cada palabra era como un clavo en mi maltrecha alma, y era
insoportable. Mi respiración se volvió errática. Me asfixiaría en cualquier momento si
no salía de aquí de inmediato.
Puse toda mi fuerza en mis brazos y me di la vuelta, apresurándome hacia la
salida sin mirar atrás.
CAPITULO SIETE
Cerré de golpe la puerta de mi habitación y me dirigí a la cama. Me trasladé al
colchón y me desplomé, con la cabeza bajo la almohada. No podía respirar al apretar mi
nariz contra ella, y contemplé la posibilidad de quedarme así...
Los segundos pasaban mientras mis pulmones luchaban por tomar suficiente
aire y la conocida sensación de ardor se extendía por mi pecho.
Mi ritmo cardíaco aumentó. No me moví.
Pero al igual que aquellas pocas veces después del accidente en las que había
hecho lo mismo, no seguí adelante con ello, y rodé sobre mi espalda, tomando una
bocanada de aire. Mis ojos se llenaron de lágrimas mientras miraba al techo. Miré
fijamente durante tanto tiempo que dejó de existir.
¡Eres un adefesio!
Algo me retorció el estómago con fuerza.
Nunca me había fijado en ti, lo que demuestra que siempre has sido una perdedora
sin vida.
El dolor me penetró profundamente, negándose a ceder.
Su suposición no estaba muy equivocada. Siempre había sido demasiado inepta
socialmente para hacer olas o amigos. Era mi culpa que Dylan siguiera en ese mismo
círculo, porque si no hubiera salido conmigo, habría sido definitivamente popular.
Alta, con un cuerpo y un rostro que las chicas envidiaban, era el sueño de
cualquier chico. No me había sorprendido cuando me dijo que Seth la había invitado a
salir, porque él le había echado el ojo desde hacía mucho tiempo, desde que se le habían
caído los libros cerca de su casillero en el undécimo curso y él se había apresurado a
ayudarla.
Incluso Jason se había sentido atraído por ella en un momento dado... hasta que
ella le dijo directamente que no era su tipo, poniendo fin a su interés por ella.
Probablemente era la única chica que lo había rechazado, aunque no le importaba
porque era así de genial.
Mientras yo... Nunca fui el centro de atención de nadie. Nadie encontró nunca
algo digno en mí.
Y ahora yo era una broma. Un objeto de lástima. Una molestia.
Ya ni siquiera podía alegrarme de haber conseguido el papel de Chloe. Estaba
manchado.
Mis lágrimas se derramaron antes de que fuera consciente de ellas. Ahora lloraba
a diario y no parecía que fuera a dejar de hacerlo. Mis días empezaban con
pensamientos oscuros y terminaban con otros aún más oscuros, y todo era un gran
bucle venenoso. ¿Y lo peor de todo? Los sueños. Sueños en los que todavía podía
caminar, y la sensación era tan fresca, tan natural, que parecía que nunca había perdido
la capacidad de caminar. Y entonces abría los ojos, y durante unos segundos, unos
dichosos segundos, no había recuerdo del accidente y todo volvía a ser normal. Podía
caminar.
Pero entonces la realidad me golpeaba como un rayo, y recordaba. La oscuridad
volvía a acunarme en sus pesados brazos.
Quería despertar en un nuevo día, un día sin cargas. Un día con paz. En cambio,
no tenía ninguna perspectiva. No tenía esperanza de un día mejor. Mi mundo siempre
estaba nublado y sólo deseaba que todo se detuviera.
Que yo dejara de hacerlo.
Me pregunté por qué seguía molestándome con la vida.
Mi teléfono zumbó. Sintiéndome como si pesara una tonelada, me acerqué al
borde de mi cama y alcancé mi mochila colgada en la silla. Saqué el teléfono. Era Dylan.

Dylan: ¿Te fuiste por Jason?

Me limpié las lágrimas con el ceño fruncido.

Katie: ¿Qué quieres decir?

Dylan: Seth dijo que Jason estaba cabreado cuando lo vio antes. Mencionó algo
sobre ti, pero Seth no entendió mucho.

Katie: Él es sólo parte de la razón. Los comentarios de todo el mundo sobre mi


interpretación de Chloe eran demasiado, y tuve que irme.
Dylan: No deberías prestarles atención. Los que odian van a odiar.

Katie: Eso es fácil de decir para ti.

Dylan: ¿Qué pasó con Jason?

Un adefesio.

Katie: Sólo su habitual estupidez. No perdió la oportunidad de hacerme sentir


como una absoluta mierda.

Dylan: No entiendo por qué está tan obsesionado contigo. Entiendo que te odia por
una razón que solo él puede entender, pero lo está llevando demasiado lejos.

Apreté la mano contra mi boca y cerré los ojos. Estaba muy cansada. Tiré el
teléfono cuando llamaron a mi puerta.
— ¿Cariño? ¿Puedo entrar? —Preguntó mamá.
Apreté los ojos y respiré profundamente.
—Claro.
Llevaba una sonrisa cuando entró, pero se convirtió en un ceño fruncido cuando
vio mi rostro.
—Cariño, ¿qué pasa?
Eso me llevó al límite.
Mi pecho se abrió mientras enterraba la cabeza entre las manos y lloraba. El
ácido corría por mis venas. Habían pasado semanas desde la última vez que permití que
mi madre me viera así, pero no tenía fuerzas para fingir que estaba bien. Nada estaba
bien. Nada estaría bien nunca.
—¡Todo! Me odio a mí misma. Odio mi vida. Mis piernas son inútiles. —Las
golpeé con mis manos. No sentí nada. —¡Inútil, inútil, inútil!
Empecé a golpear mis piernas y mamá entró corriendo en la habitación, cayendo
de rodillas frente a mí. Aseguró mis manos con las suyas sobre mis muslos.
—No hagas esto, Katie. No digas eso. —Me dio un fuerte apretón de manos—.
Recuerda lo que dijo el médico. Puede que no seas capaz de caminar, pero puedes hacer
muchas otras cosas. Puedes...
—¡Quiero caminar, mamá! ¡No quiero sentirme tan impotente cada vez que
intento moverme y mis piernas no me hacen caso! ¿Sabes lo duro que es eso? ¿Lo duro
que es cada vez que veo a los demás a mi alrededor y sé que nunca volveré a caminar?
Mi vida se ha acabado.
—No, cariño. —Se sentó a mi lado y me abrazó con firmeza—. Tu vida está lejos
de haber terminado. Todavía puedes hacer muchas cosas y tener una vida plena.
Me aferré a ella, sollozando contra su hombro. Era tan fácil para ella decir eso.
Para todos ellos. No les habían robado algo tan esencial.
De todos los resultados posibles, ése me había sucedido a mí, y ahora me
quedaban los pedazos de mi vida que no sabía cómo pegar.
—Todo eso es una mierda. Todo eso. ¿Por qué a mí? ¿Por qué tenía que pasarme
a mí?
—Oh, Katie. —Me hizo mirarla. Sus ojos brillaban con lágrimas, y sólo
aumentaron el peso en mi pecho—. Sé que necesitas tiempo. Pero te ayudaré a superar
esto. Papá y yo siempre estaremos aquí para ti.
No tenía ni idea de cómo pensaba que me ayudarían.
—No necesito tiempo. Necesito mis piernas. —Cerré los ojos mientras hundía
mis dedos en el material de su camisa—. Quiero recuperar mis piernas, mamá. ¿Por qué
no puedo tener mis piernas de vuelta?
No dijo nada; se limitó a abrazarme mientras yo lloraba y lloraba, hundiéndome
contra ella, hasta que me agoté y no sentí nada más que un profundo vacío en el
estómago que nunca desaparecería. Agotada, cerré los ojos contra su hombro y me
adormecí, sólo vagamente consciente de que me movía para que me tumbara
completamente en la cama antes de besarme en la frente.
Después de lo que me parecieron minutos, que podrían haber sido horas, abrí
los ojos y me enderecé con ganas de orinar. Me dirigía al baño cuando me detuve al oír
voces en la cocina.
—No está bien, Graham —dijo mi madre—. Ni mucho menos. Tenemos que
empezar la terapia lo antes posible.
Me asomé a la esquina y vi a papá apoyado en la encimera de la cocina, con
aspecto más cansado que nunca.
Se subió los lentes a la nariz.
—Me las arreglaré para ahorrar lo suficiente para cubrir este mes a finales de
esta semana.
Genial. Ahora me estaban enviando a un terapeuta y gastando más dinero que no
teníamos. Como si no hubiéramos tenido suficientes gastos desde el accidente.
—Estoy preocupada por ella —dijo mamá, con voz vacilante—. Tengo miedo de
que ella...
—Shhh. No digas eso. —Se acercó a ella y la atrajo hacia sus brazos—. No lo hará.
Tenemos que confiar en ella.
—Pero tú no la viste. Empezó a hacerse daño y... Tengo mucho miedo por ella.
—Arreglaremos esto. No te preocupes. Nos aseguraremos de que esté bien.
Apreté las manos cerrando los ojos mientras respiraba profundamente.
No sólo era un bicho raro en el instituto, sino que también lo era en casa.
Una bomba de relojería que puede estallar en cualquier momento.
Caroline debería haberme matado. Me habría hecho un favor. Mi pecho se partió
de dolor.
Mis padres me decían que seguir viva a cualquier precio era mejor que morir.
Que tenía suerte de estar viva.
Pero todavía tenía que creer que eso fuera cierto.
CAPITULO OCHO
—Mis padres me envían a terapia —le dije a Dylan.
Radiohead sonaba en los altavoces del auto, eliminando casi toda posibilidad de
conversación, pero ésta era una de esas mañanas en las que Dylan estaba tan llena de
energía que nada podía detenerla.
Ella bajó el volumen.
—¿Qué dijiste?
—He dicho que mis padres me llevaran a terapia. Soy un bicho raro oficial a
partir de ahora.
Bajó sus lentes un centímetro y me miró de forma mordaz.
—Oye, la terapia es genial. ¿Puedo ir contigo si tu terapeuta es sexy?
—Tienes un novio.
—Eso no significa que no pueda mirar. No hay nada malo en mirar.
Puse los ojos en blanco.
Dylan me lanzó una mirada. Lo hacía parecer casual, pero yo había aprendido a
discernir cuando me estaba estudiando. Simplemente estaba demasiado preocupada
por mí, observándome como si fuera demasiado frágil, al igual que mis padres.
Especialmente después de que abruptamente había dejado el instituto ayer.
— ¿Pasó algo para que decidieran eso?
Me obligué a soltar una risa.
—Relájate. No ha pasado nada.
Los moratones de mis piernas no estaban de acuerdo. No es que fueran los
primeros.
—Te olvidas de que te conozco. No sabes mentir. En serio, dime. ¿Tiene algo que
ver con las reacciones de todo el mundo por ser Chloe? ¿O con tu discusión con Jason?
Suspiré. Sabía que me iba a dar la lata para que le dijera la verdad, así que decidí
acabar de una vez. Le conté mi crisis y las palabras de Jason, lo que puso fin al buen
humor de Dylan. Estaciono el auto en su sitio y se giró para mirarme, quitándose las
lentes de sol para mostrar su ceño fruncido.
—Voy a matar a ese imbécil. Te ha presionado demasiado.
—No es que me haya dicho algo que no supiera ya.
Me cogió la mano.
—No. Deja eso. Todo lo que ha dicho es mentira. No eres un adefesio, una
perdedora o sin talento, Kat. ¿Cómo pudiste pensar eso?
El dolor brilló en sus ojos. Aparté la mirada.
—Hemos hablado de esto, y sé que nadie puede obligarte a sentirte bien si no te
sientes bien. No quiero que sientas que te estoy presionando o algo así. —Pero lo estás
haciendo—. Pero puedes lograr tanto si sólo te lo propones. ¿Sabes que dicen que el
cielo es el límite? No es así. Tú eres el único límite. Y una vez que te das cuenta de que
nadie puede detenerte, puedes llegar muy lejos.
Dylan debería considerar seriamente la posibilidad de convertirse en una
oradora motivacional, porque la chica podía encontrar algo positivo incluso en la cosa
más negativa imaginable.
Si las palabras pudieran curar, no tendríamos guerras ni depresión.
—Sólo hay una escapatoria, mis piernas son mi límite. Y claro, puedo llegar muy
lejos, en silla de ruedas, porque sin ella no soy nada.
Sus manos se cerraron en puños. Dylan rara vez perdía los estribos, pero ahora
mismo estaba a punto de hacerlo.
—¡Eso no es cierto! Tu silla de ruedas no te hace ser quien eres. Eres mucho más.
Y sólo mira lo que ya has logrado. Eres Chloe...
—Lo cual no estoy segura de que fuera correcto para empezar.
—Espera, ¿qué? No puedes pensar eso en serio. No dejes que ese imbécil o
cualquier otro te estropeé esto. Tú...
Seth golpeo su ventana, mirándola.
—¿Por qué no sales? ¿Pasa algo?
Apretó los dientes y aspiró un largo suspiro. Me miró fijamente antes de darse la
vuelta y abrir la puerta para salir.
Seth le dio un beso en la frente.
— ¿A qué viene ese rostro? ¿Se ha muerto alguien?
—Tu amigo es el que va a morir. Me aseguraré personalmente de ello. ¿Dónde
está?
—Tendrás que ser más precisa. Tengo muchos amigos. —Le guiñó un ojo,
riéndose.
No era el momento de ser arrogante ni de hacerse el tonto, se dio cuenta cuando
el rostro de Dylan se volvió sombría.
Su sonrisa cayó. Levantó las manos en señal de rendición.
—Bien, ¿qué pasa?
Me asomé al auto.
—Hola, Seth. Dee, ¿me traes mi silla? No quiero pasar el resto del día aquí.
—Yo lo haré —dice Seth, cogiendo las llaves de Dylan, abriendo el maletero. Sacó
mi silla y la desplegó—. ¿Esto es por Jason?
Me sonrojé. ¿Conocía los detalles?
—¿Te dijo Jason lo que pasó? —Le pregunté.
—En realidad no. —Acercó mi silla de ruedas al lado del pasajero—. ¿Necesitas
ayuda?
Sacudí la cabeza mientras retiraba el reposabrazos y colocaba la silla como
quería antes de que él accionara los frenos y me trasladara.
—Sólo dijo que no te soportaba. Lo siento. No mates al mensajero —añadió
cuando mi rostro cayó—. Como ya te dije, no es mala persona, te lo juro.
Dylan resopló.
— ¿No es una mala persona? ¿Lo has visto cerca de Katie últimamente?
—Lo sé, pero ya te dije que lo está pasando mal, eso es todo.
—Eso no lo justifica —dijo Dylan—. Todos tenemos problemas, pero no vamos
por ahí desquitándonos con los demás.
—Oye, le estás predicando al coro. —La cogió de la mano y tiró de ella tras él.
Mientras nos abrimos paso por el estacionamiento, el viejo Chevy Equinox negro
de Jason llegó y se estaciono en un puesto libre. Traía una chica nueva en el asiento del
copiloto. Las comisuras de mi boca se elevaron en una mueca. Estaba ya en su tercera
chica desde el primer día de clases, no que estuviera poniendo atención. Más o menos.
—Y ahí está el propio imbécil —dijo Dylan, deteniéndose.
Seth gimió.
—Nena, déjalo en paz. Es demasiado pronto para empezar una pelea.
La chica rodeó con su brazo el de Jason mientras iniciaban su camino hacia la
entrada. Su paso era lento, y una sonrisa jugaba en sus labios mientras ella le decía algo.
La sonrisa iluminó todo su rostro y añadió brillo a sus ojos. Era casi doloroso ver lo
hermoso que se veía, como si no hubiera fealdad en su interior. Pero entonces sus ojos
me encontraron, y una cortina familiar cayó sobre su rostro. Asintió a Seth, pero no se
detuvo, adelantándose a nosotros.
—¡Oye, tú! —Dylan comenzó, pero capturé su mano, tirando de ella para que se
detuviera.
—No lo hagas, Dee. No vale la pena.
—¡Claro que vale la pena! No puede tratarte como una idiota y salirse con la suya.
—Lo sé, pero ya estoy cansada de discutir con él. Déjalo estar.
No parecía contenta con mi petición, pero lo dejó. Se me revolvió el estómago
cuando entramos en Lake Gate y algunos estudiantes miraron hacia mí. Casi esperaba
que empezaran a cuchichear de nuevo.
—No les hagas caso —me recordó Dylan mientras íbamos a mi casillero—. Se
cansarán de ello.
Fue demasiado optimista por su parte, porque me pasé los siguientes periodos
soportando constantes miradas y preguntas. Algunas personas me felicitaban y otras
sólo tenían curiosidad por saber qué se sentía al actuar en una silla de ruedas. ¿Actuar
sentado en una silla? Pero también hubo algunas burlas y susurros que se reducían a
una sola cosa, ¿cómo podían haberme elegido a mí, de entre todas las personas?
Esto sólo me llenó de más dudas, y antes de darme cuenta, estaba de camino a la
oficina de Holloway en el momento en que terminó el tercer período.
Estaba sentada en su escritorio cuando entré. Me miró con curiosidad por
encima del borde de sus lentes.
—Katie, ¿qué puedo hacer por ti?
Me detuve junto a su escritorio.
—Quería hablar con usted. Sobre Chloe.
Se quitó las lentes y se apoyó en su asiento.
— ¿Sí? ¿Qué pasa con ella?
Dejé caer mi mirada hacia mis uñas mordidas.
—No creo que sea una buena opción.
Apoyó los codos en su escritorio y apretó las yemas de los dedos.
—Te dije ayer que lo vas a hacer bien. Si esto es por lo que dijo Jason, no dejes
que eso te detenga.
— ¿Pero está segura de que Tallie no es la mejor opción? ¿Realmente segura?
Algo que no pude descifrar pasó por sus ojos.
— ¿Por qué crees que Tallie es mejor que tú?
—Porque ella lo es. Tiene mucho más talento y mucha más experiencia.
—Puede parecerlo, pero hay más factores en juego a la hora de buscar el actor
adecuado.
— ¿Los hay?
Ella asintió.
—Sí. También buscamos a la persona que mejor va a transmitir un determinado
personaje, y en este caso, eras tú. La actuación de Tallie palideció al lado de la tuya. No
sólo eso, no la veo como Chloe. Mientras que ella entregó las líneas, no había sustancia
detrás de ella. No sentí las emociones de Chloe.
—En cuanto a ti, sentí cada una de tus palabras. La entendiste y expresaste sus
emociones como si fueran tuyas. Además, fuiste una de mis alumnas más brillantes en
el club de teatro el año pasado. La forma en que retratas las emociones realmente se
queda con el espectador durante mucho tiempo. Es como si no estuvieras actuando.
Pero tu problema siempre ha sido tu mentalidad, que te ha impedido brillar de verdad
en tus audiciones. Estoy segura de que esta vez serás capaz de trabajar más allá de eso,
como lo hiciste durante tu audición.
No dije nada. No podía. Mi pecho se infló cuando una repentina carga de
emociones me golpeó. Pena, ira, miedo, abatimiento... Todo ello se combinó en una dosis
casi letal que se me había administrado casi todos los días desde el accidente.
Me aterrorizaba el fracaso. De demostrarme a mí misma lo que ya sabía, que no
era más que un equipaje y que nunca iba a tener éxito en nada. Pensaba que esa noche
había puesto fin a mi ambición de actuar, pero ahora era Chloe, y tenía miedo incluso
de permitirme esperar. De esperar que mi silla de ruedas no fuera el final. De esperar
que la vida no fuera tan negra.
Además, oírla decir que mi actuación era buena hacía que todo fuera más
surrealista.
Mi corazón bombeó con fuerza.
—¿Segura que no me tratan con preferencia? ¿Porque estoy en una silla de
ruedas?
Me dirigió una mirada larga y firme que me hizo retorcerme. Mis mejillas se
sonrojaron.
—De ninguna manera. Creo que ya sabes que no hago tratos preferenciales. La
calidad está por encima de todo. —Juntó las manos sobre el escritorio—. No sé si me
corresponde decir esto, pero siento que eres demasiado dura contigo misma, Katie.
Entiendo que te ha tocado un camino difícil, pero sean cuales sean tus circunstancias,
puedes ofrecer al mundo mucho. Puedes llegar lejos si te permites volar.
Ahora sonaba exactamente como Dylan.
—No es tan fácil —murmuré, mirando la piel agrietada de mis manos. Había algo
en Holloway, quizá la honestidad de sus ojos o el hecho de que se preocupara tanto, que
me empujaba a ser sincera con ella. A revelar algo que no había revelado ni siquiera a
mis padres—. No quiero que la gente se burle de mí o se ría de mí. Ya me siento bastante
rara con todas las miradas que me echa la gente.
—No lo harán, Katie. Estoy segura de que les encantará tu actuación. Y sé que no
es fácil. Puedo sentarme aquí y hablarte de todas esas personas maravillosas en silla de
ruedas que han sacado lo mejor de sus vidas, más de lo que muchos de nosotros
seríamos capaces de hacer, aun así, mis palabras no significarán mucho hasta que creas
que tú misma eres capaz de hacer grandes cosas. Un día a la vez. Creo que esta obra te
vendrá muy bien. Te recordará que puedes hacer todo lo que quieras. No temas subirte
a ese escenario.
Suspiré. Me parecía surrealista imaginarme en el escenario, como protagonista,
sin embargo.
—¿Y qué pasa con Jason?
—No te preocupes por él. Ya se le pasará. De hecho, la tensión entre ustedes dos
le vendrá bien.
La miré con los ojos muy abiertos.
—¿Qué quiere decir?
—Esa tensión es exactamente lo que necesitamos. Ayudará a su química.
No pude contener mi risa estúpida. No podía estar hablando en serio.
— ¿Química? Ese tipo me odia.
—Lo cual es algo con lo que podemos trabajar. Es mejor que no importarnos.
Podemos canalizarlo en lo que necesitamos en ese escenario.
Lo dudaba mucho. Tendría que ser una maga para sacar algo constructivo de
nuestra dinámica.
—No estoy tan segura de eso. No va a ir a por ello. Va a dar batalla, y no creo que
quieras fricciones a cada paso. Lo hará mucho más difícil para el elenco.
—Deja eso en mis manos, Katie. Me aseguraré de que Jason coopere. Ahora, ¿hay
algo más que quieras discutir?
—No.
—Entonces será mejor que vayas por tu comida. —Me ofreció una suave
sonrisa—. Y recuerda que lo harás muy bien.
CAPITULO NUEVE
Al salir del instituto, llegué a casa y descubrí que mamá me había preparado una
tarta de fresas para celebrar que había conseguido el papel de Chloe. Ella y papá
repitieron una docena de veces lo orgullosos que estaban de mí, lo que ayudó a aliviar
algunas de mis inseguridades anteriores. Me recordó lo mucho que quería la aprobación
y la validación de alguien.
Me encerré en mi habitación y volví a leer el guion, centrándome esta vez
plenamente en Chloe. Era fácil, era fácil transportarse a su mundo, sentir sus emociones.
Ella luchaba con la misma sensación de derrota e inutilidad con la que yo vivía cada día.
Cuando llegué a la parte en la que se enteraba de su cáncer y sufría una crisis nerviosa
en su habitación, mis lágrimas eran reales mientras representaba la escena. Mis gritos
salían de lo más profundo de mi alma. Su agonía era la mía.
También fue catártico. Pude liberar todas las emociones reprimidas que se
habían acumulado en mi interior desde aquella noche. Pude perderme en el dolor de
otra persona y olvidarme del mío.
Pero por mucho que la entendiera, no podía estar segura de que sería capaz de
transmitir su carácter de la manera adecuada, y me levanté el viernes con nervios en el
estómago. Era sólo la primera lectura, sin embargo, todo el elenco estaría allí para
juzgarme, junto con Jason, y no estaba deseando recibir más de sus insultos.
—No le hagas caso —me dijo Dylan mientras entraba al estacionamiento—.
Puede ladrar todo lo que quiera, pero cuando vea que no puede llegar a ti, dejará de
hacerlo.
—Como si fuera tan fácil. No estamos en el jardín de niños. Ignorarlo no ayudará.
—No dejes que se te meta en tu cabeza. —Puso su mano sobre la mía—. No creas
ni una palabra de lo que dice. Tienes mucho talento. Vas a derribar la casa, ya verás.
Le sonreí.
—Gracias, Dee.
Se acercó a abrir la puerta, pero se detuvo. Sus ojos se abrieron de par en par y
giró su mirada para encontrarse con la mía.
— ¿Qué?
—Kat, ¿entiendes lo que significa actuar con él?
¿Además de un desastre de proporciones cataclísmicas?
— ¿Qué?
—¡Ustedes dos se besarán!
Mi estómago dio un gran vuelco. Joder. ¿Cómo no había pensado en eso antes?
La obra tenía unas cuantas escenas de besos, y casi todas eran intensas de un modo u
otro. Sabía que Holloway nunca permitía los besos actuados; Jason y yo tendríamos que
besarnos de verdad.
Apreté la mano contra mi boca mientras mi corazón empezaba a acelerarse. Era
imposible que aceptara. En cuanto a mí, ¿cómo iba a besar a semejante imbécil? Claro
que actuaríamos, pero se sentiría muy raro. No seríamos capaces de besarnos de una
manera que pareciera natural, estaba segura de ello.
A pesar de ello, mi mente emprendió un viaje propio, y las imágenes de nosotros
besándonos se desplegaron antes de que pudiera detenerlas. Hicieron algo raro en mi
estómago, y exhalé un largo suspiro. El calor inundó mi cuerpo, haciéndome sentir
inquieta.
Estaría besando a Jason Adams. Sería mi primer beso.
Con las mejillas encendidas, me trasladé a mi silla cuando Dylan la trajo y nos
pusimos en marcha hacia la entrada. Me puse más nerviosa con cada minuto que
pasaba, acercándome a la primera lectura. Me puse tan nerviosa que tuve un ataque de
pánico después de educación física y me quedé en los vestuarios hasta que finalmente
conseguí calmarme quince minutos después. Empapada en un sudor frío, me cambié la
camiseta de educación física y me apresuré a ir al teatro tan rápido como mis
protestantes músculos de los brazos pudieron llevarme.
Todo el elenco, junto con Holloway y Amy, ya estaba allí, sentados en un círculo
frente al escenario con folletos en sus regazos. Sólo quedaba un lugar vacío, y estaba
justo al lado de Jason.
Jason me miraba fijamente, haciendo que cada centímetro que cruzaba me
pareciera un kilómetro. Mis mejillas ardían mientras mis ojos se dirigían sin querer a
sus labios. Los labios que pronto podría besar. Oh, Dios.
Holloway me sonrió cálidamente.
—Estás aquí, Katie. Genial.
—Llegas tarde —se quejó Jason antes de que pudiera disculparme.
El grupo compartió miradas, y mi piel se erizó, porque tenían un asiento en
primera fila para lo que se estaba convirtiendo en una nueva discusión entre Jason y yo.
Como si todo no fuera ya lo suficientemente incómodo.
—El señor Fay tenía que hablar conmigo después de educación física —mentí—
. Vine aquí lo antes posible. —En el momento en que lo dije, me sentí enfadada conmigo
misma. ¿Por qué me justificaba ante él?
Jason apoyó el brazo en el respaldo de su silla y estiró las piernas.
—Ni siquiera puedes llegar a tiempo. Ni siquiera hemos empezado y ya estás
estropeando las cosas.
Holloway lo miró con el ceño fruncido.
—Jason, esa no es en absoluto la forma de tratar a Katie. Creía que ya habíamos
hablado de esto, así que, te vuelvo a pedir que por favor dejes tus diferencias fuera de
las puertas del teatro. Tenemos unos dos meses para prepararnos, y quiero que
brillemos en ese escenario cuando llegue el día. Eso significa trabajar duro. Dar el
doscientos por ciento.
Los labios de Jason permanecieron cerrados, pero su ceño no desapareció.
Holloway me invitó a unirme al círculo, pero no antes de decirme que no llegara tarde
la próxima vez.
—Generalmente no tolero la impuntualidad, así que asegúrate de llegar siempre
a tiempo.
Asentí con la cabeza, con las mejillas enrojecidas, y me disculpé con todos antes
de moverme para ocupar el lugar vacío, diciéndome a mí misma que debía ignorar lo
cerca que estaría Jason. Pero era más fácil decirlo que hacerlo. Evité mirarle, estudiando
a los demás en su lugar.
La mayoría del elenco era de la tercera edad. Stella estaba sentada frente a mí y
Tallie estaba a su lado. Había visto la lista del elenco en el tablón de anuncios. A Stella
le tocó el papel de narradora y de Vanessa, la mejor amiga de Chloe, y a Tallie le tocó el
papel de la madre de Chloe. A su lado estaba Lucas, un estudiante de primer año, que
interpretaba al padre de Chloe. Al otro lado de Jason estaba Jimmy, que interpretaba el
papel del padre adoptivo de Nathan.
Jimmy se encontró con mi mirada. No apartó la vista, y me pregunté por qué sus
ojos parecían buscarme siempre. Sus cejas se hundieron casi imperceptiblemente y su
mirada se volvió inquietantemente intensa. Tuve la sensación de que él sabía algo que
yo no sabía.
Huh. Qué raro.
Tuve que apartar la mirada, dirigiendo mi atención al resto del elenco. Frente a
Jimmy, reconocí a Lori, otra estudiante de último año, que había sido elegida para
interpretar a la madre de Nathan. A mi izquierda estaba Ling Fu, que interpretaba el
papel de una de los compañeros de Chloe. El resto del elenco era una mezcla de
estudiantes de primer y segundo año que recordaba vagamente del club de teatro del
año pasado.
Todos parecían ansiosos por empezar y, a pesar de tener que aguantar a Jason,
sentí que me emocionaba. Esto me recordaba por qué la actuación había sido mi pasión,
había algo liberador en saltar a la vida de otra persona por un tiempo. Podía ser quien
quisiera, vivir cualquier tipo de vida.
—Muy bien, vamos a repasar los detalles —dijo Holloway, señalando el folleto
del guion que tenía en su regazo antes de pasarme mi copia—. La promesa del mañana
es una obra en tres actos. Es algo diferente de lo que solemos hacer aquí, pero la hemos
elegido entre varias docenas de guiones porque tiene todo lo que buscamos para
celebrar el centenario, una historia que tratará los temas que representan fielmente los
valores que honra este instituto, el valor, la lealtad y el amor. También mostrará el
talento de nuestros estudiantes de la mejor manera posible y subrayará que el instituto
de Lake Gate es el hogar de grandes mentes.
Podría jurar que Jason murmuró algo en su barbilla que sonó como;
—¿Qué talento? ¿Para la estupidez?
Nadie más pareció oírlo y eso no disminuía la carga que se instalaba en mi pecho.
Flexioné la mano y me propuse concentrarme únicamente en nuestra profesora y no en
él.
—Chloe y Nathan provienen de entornos difíciles. Uno vive en la pobreza y el
otro es víctima del sistema de acogida. Al principio, su amistad es frágil porque no
pueden abrirse el uno al otro con facilidad, algo que tienen que superar. Eso crea
momentos de gran carga emocional y, con el tiempo, hace que su vínculo se fortalezca.
Pero entonces llega el verdadero reto en forma de cáncer de Chloe, y la pareja debe
resistir y mostrar tenacidad durante un tiempo que aparentemente no tiene un final
feliz.
—Haremos hincapié en sus miedos, dudas y angustias. El punto central es la
esperanza. La esperanza y el amor que estos dos se tienen a pesar de todos los
obstáculos que se interponen en su camino.
Holloway asintió a Amy. Amy pasó a explicar el escenario y ofreció algunas
sugerencias sobre cómo visualizar a los personajes.
—Como Katie va en silla de ruedas, hemos cambiado algunas partes para
adaptarlas a ella, como verán en sus nuevos guiones —dijo Holloway, señalando con la
mano nuestros guiones—. Pero no son tan significativos. Nos ocuparemos de los
detalles técnicos sobre la marcha. Ahora, empecemos. Yo leeré las instrucciones de la
escena. Stella, tú primero.
Abrimos nuestros guiones en la primera página. Mi corazón aceleró su ritmo y
mis manos empezaron a temblar. El latido de mi corazón era ensordecedor en mis
oídos.
Mientras Stella y Holloway leían, aproveché la oportunidad para estudiar a
Jason, que se enfadaba visiblemente cada vez más. Ahora estaba sentado desplomado
en su silla, con una pierna extendida y la otra doblada por la rodilla, mirando la página
como si quisiera incinerarla. Una mano sujetaba el guion y la otra se apoyaba en el
muslo, y yo no podía apartar la mirada de sus largos dedos, de la curva de sus nudillos
ni del tatuaje de Courage3 que se extendía por el dorso de su mano izquierda por encima
del intrincado dibujo de sus venas.
Llevaba unos vaqueros negros con las rodillas rasgadas y una camiseta gris que
se ceñía a su definido torso, rematada con pulseras de cuero en la muñeca izquierda.
Sus bíceps que estiraban las mangas de la camiseta llamaban la atención, y yo se la
presté... durante demasiado tiempo, como resultó, porque me descubrió mirándole
fijamente, ya esperando por mí.
No era el único. Todo el grupo me estaba esperando, y me di cuenta de que era
mi turno de leer. Mierda.
— ¿Katie? —Holloway pinchó.
Me aclaré la garganta.
—¡Correcto! Sí. —Sentí mis mejillas como dos manchas de rojo, que traté de
ignorar mientras leía rápidamente y en silencio las indicaciones del escenario:

Chloe y Nathan están en el parque. Nathan está sentado en


un banco. Tiene un moratón bajo el ojo y lleva una expresión
hosca. Chloe pasa en ese momento. Busca su teléfono en el bolso
y lo deja caer delante de Nathan al sacarlo. Él coge el teléfono
y ella ve que la pantalla está rota.
Fruncí el ceño y aspiré con fuerza.
—¡Oh, no! Qué mala suerte. —Holloway leyó la siguiente dirección de
etapa.
—Mi madre me matará —continué.
—Al menos todavía funciona —dijo Jason de forma desinteresada.
—Pero acabo de recibir este teléfono. Y ya está agrietado.

3
Courage: Coraje, valor, valentía.
El rostro de Jason debía ser de duda aquí, pero su expresión era de fastidio. Sus
ojos se dirigieron a mí, como si quisiera decir que estaba sobreactuando, antes de leer:
— ¿Ese modelo? Parece viejo.
El rubor que cubría mis mejillas no tenía nada que ver con la vergüenza de Chloe
por ser pobre. Tenía todo que ver con la aversión de Jason.
—Está usado.
Un movimiento frente a mí me llamó la atención y levanté la vista para ver a
Tallie mirándome fijamente. No había malicia en su mirada, pero pude ver que no
estaba muy segura de cómo había perdido el papel ante mí.
La vergüenza se materializó dentro de mí, pero no tuve tiempo de pensar en ello,
porque Jason había terminado su línea y me estaba esperando, con su pierna rebotando
continuamente. Leí mi frase, pero no continuó, sino que me miró fijamente.
Holloway arqueó una ceja.
— ¿Jason?
Le rogué en silencio que continuara, que no me hiciera esto más difícil. Todos
eran más que conscientes de nuestra hostilidad y miraban entre nosotros como si
estuvieran viendo un partido de tenis, esperando un enfrentamiento.
Con los labios apretados, Jason volvió a mirar el guion.
Continuamos leyendo nuestras líneas, pero todo se sentía tenso, y no eché de
menos las miradas de reproche que nos dirigió Holloway. Quería decirle que esto era lo
que había contratado cuando decidió que Jason y yo estuviéramos juntos en esto, pero
la verdad era que quería que esto funcionara. Ya me había sentido lo suficientemente
fracasada. No necesitaba otro fracaso en el currículum de mi vida.
Pero si el principio me pareció duro, las escenas en las que Chloe y Nathan se
confesaban su amor fueron una tortura. Estaba segura de que si Tallie fuera Chloe, Jason
habría interpretado cada momento, cada mirada cariñosa y cada frase en voz baja. Su
voz habría sido un instrumento increíble, habría interpretado cada inflexión, habría
expresado cada emoción sin esfuerzo, como siempre lo había hecho. Habría sido más
que convincente en el papel de un hombre enamorado incluso durante una lectura en
frío.
Conmigo como Chloe, su actuación era como pasar las uñas por una pizarra,
rallando y desgastando. Parecía que iba a estrangularme en cualquier momento, y había
cero químicas. No sé cómo Holloway pensaba que íbamos a tener química. Debía de
estar borracha cuando lo dijo.
Conté los minutos hasta que llegamos al final y, una vez que terminamos, todos
parecían bastante aliviados de que Jason y yo no hubiéramos iniciado una guerra.
Holloway abrió un debate en el que nos preguntó qué pensábamos de nuestros
personajes y de la historia. Ella y Amy respondieron a algunas preguntas sobre las
motivaciones de los personajes, las sub-tramas no resueltas, etc. Antes de que Jason
dijera:
—Mi único problema es su interpretación de Chloe. Si no está exagerando, es
plana.
Las mejillas se me pusieron rojas. ¿No me había humillado lo suficiente?
—Tampoco es que fueras perfecto —dije.
—No puedo hacer mucho cuando te tengo delante. Tú...
—Suficiente —nos dijo Holloway.
Amy se movió en su silla y bajó la mirada. No me extrañaría que ya se estuviera
arrepintiendo de que me hubieran elegido para el papel de Chloe.
—Eso es todo por hoy —dijo Holloway—. Lo han hecho bien.
Bajé la cabeza avergonzada. Los otros lo habían hecho bien. Prácticamente
habían salvado esto.
—El primer ensayo es el martes a la misma hora. Aprovechen el fin de semana
para estudiar sus personajes. Vean cómo pueden construirlos. Y no olviden traer sus
guiones.
Las sillas rozaron el suelo mientras los demás se ponían en pie uno a uno. Jason
fue el primero en ponerse en pie, echándose la mochila al hombro.
Holloway se levantó.
—Jason, quiero que te quedes. Tú también, Katie.
Jason adoptó una postura amplia, agarrando la correa de su mochila.
—Tengo que ir a trabajar.
—Esto no llevará mucho tiempo.
Su mirada se posó en mí, pero no dijo nada más. Dejó caer su mochila y volvió a
su silla Holloway esperó a que el salón se despejara antes de volver a sentarse en su
silla.
—Ninguno de los dos estuvo a la altura hoy. Jason, parecía que estabas a punto
de hacer un berrinche en cualquier momento, y nunca he oído un “te amo” que sonara
más siniestro que el tuyo. Katie, parecía que estabas a punto de llorar, y no, no parecía
que estuvieras en el personaje. —Se ajustó los lentes y entrelazó las manos en su
regazo—. Entiendo que ustedes dos no son la persona favorita del otro, pero tienen que
dejar de lado eso si quieren que esto funcione. Al menos mientras estén aquí. Una vez
que lleguemos allí —señaló el escenario— quiero que estén por encima del resto.
Ustedes dos sostendrán esta obra juntos, y todos los ojos estarán puestos en ustedes.
Jason resopló. Apoyó los codos en sus rodillas, muy separadas.
—Lo que pides es imposible.
—Esa no es la actitud que espero de ti, Jason. Me sorprende bastante, ya que
siempre te has comportado como un profesional. Ha habido veces en el pasado en las
que he tenido que pedirte que hicieras algo que daría que pensar a otra persona, pero
siempre lo has asumido sin una sola protesta. Y ahora, dejas que algo interfiera con tu
personaje porque no puedes dejar de lado tus diferencias. Una vez que estás en el
escenario, ya no hay “tú”. Sólo tu personaje.
—Lo sé, pero...
—Ya te he dicho que vendrá un agente desde Los Ángeles —le interrumpió ella—
. Este es sin duda tu billete para las mejores universidades de artes escénicas y
eventualmente para Hollywood. No querrás estropear esto.
Esperé que Jason la contradijera, pero no lo hizo, permaneciendo mudo. Miré
entre ellos con los ojos muy abiertos. ¿Habría un agente?
Me empezaron a sudar las manos. Lo que estaba en juego era cada vez más
importante. Y yo solo era una chica en una silla de ruedas.
— ¿Estás seguro de que tu elección de darme el papel de Chloe fue correcta?
¿Viendo que esta obra es tan importante?
—Yo le responderé a eso —intervino Jason antes de que Holloway pudiera decir
algo—. Absolutamente no lo fue.
—Jason, cierra la boca —dijo Holloway en un tono severo que haría temblar a
cualquiera—. Katie, ya hemos discutido esto. Dos veces. Está bien que tengas dudas,
pero no dejes que te disuadan. Y olvídate de Jason. Cuando estás en el escenario, no
estás con Jason. Estás con Nathan. Y necesito ver esa conexión entre ustedes. Necesito
ver que gradualmente empiezas a confiar en él y luego te enamoras de él. Necesito ver
que lo amas. —Dirigió su mirada a Jason—. Lo mismo va para ti. Vas a abrazar a Chloe
con todo lo que tienes. Apoyarla en todos sus altibajos. Vas a ser su ancla y su ángel de
la guarda. Vas a llorar por ella lágrimas que el público sentirá en lo más profundo de su
corazón. Y cuando llegue el momento de decir “te amo”, lo dirás en serio. ¿Lo entiendes?
Jason apretó las manos contra sus muslos mientras dividía una mirada oscura
entre la profesora Holloway y yo. Sus fosas nasales se encendieron con una respiración
aguda.
—Y esa es otra cosa que quería decirles, ustedes dos van a hacer todo lo posible
para que sus besos sean convincentes. Saben que aquí no hacemos besos de escenario,
y menos con este tipo de historia. Necesitamos que sea lo más real posible. Así que,
cuando se besen, quiero que salten chispas. Quiero pasión. Y para conseguirlo, van a
empezar por conocerse mejor.
Jason se sentó en su silla, la tormenta en sus ojos se hizo más violenta.
— ¿Qué quieres decir?
—Una vez a la semana, se reunirán y pasarán tiempo hablando el uno con el otro.
Hablen de cualquier cosa que les ayude a conocerse mejor.
Además, podrán aprovechar ese tiempo para practicar sus escenas juntos.
Escojan el lugar que más les convenga y háganlo durante al menos una hora. Y yo lo
comprobaré. Si veo que su conexión no ha mejorado, les bajaré su calificación en la
clase de inglés.
— ¿Qué? —Jadeé, mientras que, al mismo tiempo, Jason dijo.
—No puedes hacer eso.
—Puedo, y lo haré, así que será mejor que no me presionen en esto. ¿Me
entienden?
Asentí con un enorme nudo en la garganta.
Jason parecía tan enfadado que estaba segura de que renunciaría en ese mismo
momento.
—Tengo un trabajo a tiempo parcial además de esto. Mi tiempo ya es demasiado
escaso.
—Estoy segura de que encontrarás una manera, Jason. —Su voz enviaba un
mensaje claro, no estropees esto o yo estropearé tu calificación.
Un músculo de su mejilla se onduló. Flexionó y luego deshizo la flexión de sus
manos. Por un momento, estuve segura de que se rendiría y se iría.
—Bien —dijo finalmente, dejándome con la boca abierta. Estaba tan
desesperado por ser seleccionado, ¿eh?
Holloway estaba muy satisfecha.
—Bien. Entonces lo tenemos resuelto. Váyanse, y buena suerte.
CAPITULO DIEZ
Una vez en casa, me dirigí al patio trasero, mirando fijamente al espacio sin ver
realmente nada. Esto era un desastre en ciernes. ¿Conocerse mejor? ¿Besos
apasionados?
Mi visión se distorsionó y tuve que parpadear para evitar las lágrimas. Nunca
había besado a nadie, y ahora no sólo tendría que representar mi primer beso, sino que
además tendría que hacerlo de forma convincente. Y lo peor de todo era que no podía
acudir a Jason y pedirle ayuda con... con los besos.
Sentí una punzada en el pecho. Si le admitiera que nunca me habían besado, se
haría un lío conmigo. Se reiría de mí. Implacablemente. La primera lágrima se deslizó
por mi mejilla, seguida rápidamente por una segunda. El sol proyectaba colores
hipnóticos sobre nuestro patio trasero, amplificando la belleza de las intrincadas flores
que adornaban una parcela de tierra cerca de la valla. El viento se levantó y arrastró las
hojas por el patio en un patrón que pedía atención. Pero eso me hizo olvidar las cosas
malas sólo por un momento.
No había forma de que Jason me dejara conocerlo mejor. En cuanto a mí, mis
inseguridades ya habían sacado lo mejor de mí. No necesitaba abrirme a alguien que
sólo me rebajaría. Sollocé, apartándome las lágrimas, pero siguieron apareciendo, y la
conocida sensación de inutilidad volvió a perseguirme. Iba a ser el protagonista de una
obra que vería media ciudad. Pero nunca me había sentido más como un fraude que
ahora.
—¿Cariño? —Mi padre salió y se sentó en una silla a mi lado—. ¿Por qué estás
llorando? ¿Estás bien?
Me restregué las lágrimas del rostro. —No es nada. No te preocupes.
—No es nada. Cuéntame todo lo que tienes en mente. —Puso su mano sobre la
mía y la apretó con fuerza. Su voz suave creó un dolor pulsante en mi pecho e invitó a
nuevas lágrimas. Todo el verano había estado fingiendo, especialmente con él, pero ver
su preocupación ahora era mi perdición.
—Siento que no soy lo suficientemente buena para estar en esa obra. Siento que
en cualquier momento alguien me dirá que fue un error. Me siento inadecuada, papá.
—No eres inadecuada, cariño. Ni mucho menos. Siempre te ha gustado actuar y
lo has hecho de forma increíble. Tu profesora no te habría elegido si sintiera que no
encajas bien.
Holloway había dicho lo mismo.
—Eso no es todo. ¿El protagonista masculino? Es Jason Adams.
Las cejas de papá se hundieron.
—¿Te sigue tratando mal?
—No pierde la oportunidad de insultarme. No está contento de tener que actuar
conmigo.
Su expresión se volvió pensativa mientras miraba a lo lejos.
—Ya veo.
—Y ahora la señorita Holloway tiene esta visión de nosotros dos llevándonos
bien. Quiere que nos conozcamos mejor, y sé que será un desastre.
Me dio una palmadita en la mano.
—Tal vez no lo sea. Tal vez sólo necesita algo de tiempo para digerirlo todo.
—Es una forma optimista de ver las cosas.
—Puede resultar ser cierto. Y si sigue tratándote mal de alguna manera, puedo
hablar con tu profesora y...
—No. No es necesario. Sólo empeoraría las cosas.
—De acuerdo. Pero si te molesta o hace algo, vienes a decírmelo y lo
solucionamos. ¿De acuerdo?
—De acuerdo —respondí con un suspiro. Mi mirada se desvió hacia el cielo. Las
nubes confluían en él con formas hipnóticas. Cuando era niña, solía estudiar esas formas
durante horas.
Todo parecía más sencillo entonces.
—Papá, ¿qué voy a hacer con mi vida? —Mi voz se quebró—. Todo parece inútil.
Para empezar, nunca pensé que fuera tan buena o que llegaría lejos. Y ahora que lo
recuerdo... al menos tenía opciones entonces. Ahora... ahora siento que no tengo
ninguna.
Su mano rodeó la mía.
—Tienes muchas opciones. Sólo porque no puedas caminar, no significa que no
puedas sacar lo mejor de ello.
—Pero ¿cómo? Me siento inútil. No has visto cómo me miran los estudiantes en
el instituto. Allí soy un bicho raro.
—Shhh. No digas eso. No eres inútil ni un bicho raro.
—¡Pero es la verdad! Piensan que soy rara. Y veo la forma en que me miran. Se
compadecen de mí.
—Incluso si lo que dices es cierto, ¿qué importa? Eres hermosa, inteligente y
puedes hacer grandes cosas.
—Excepto caminar.
—Katie, sé que es difícil, pero dale tiempo. La vida mejorará. Ya lo verás. Eres
joven y tienes toda la vida por delante. No dejes que esa silla te limite o te defina. Tu
vida no terminó esa noche.
Sabía que tenía buenas intenciones, pero no hacía más que echar sal en la herida,
y yo tenía ganas de arremeter contra él. En las semanas siguientes al accidente, cuando
toqué fondo, me decían que aprendería a aceptarlo y que recordara que mi silla de
ruedas no era mi nueva identidad. Como si fuera tan fácil superar la pérdida de una
parte vital de mí. Así de fácil.
Me pasé la mano por el muslo, observando el movimiento con un vacío en el
pecho. Nada. No sentía nada. Nunca lo haría.
—No estás ayudando, papá.
Dejó escapar una respiración temblorosa. Sólo ahora, noté que su mano estaba
temblando. La retiró de la mía.
—Lo siento, cariño. Lo estoy intentando. —Se quitó los lentes para frotarse la
mancha del entrecejo—. Esto es duro para todos nosotros. Sabemos que tenemos que
darte tiempo, pero parece que cuanto más tiempo pasa, peor estás. Cada día parece que
te alejas más. Como si nunca fueras a sonreír de nuevo. ¿Cuándo fue la última vez que
sonreíste de verdad?
Los ojos se me llenaron de lágrimas calientes y sentí que mi corazón se rompía
en mil pedazos, aunque eso era imposible porque ya se había roto. ¿Cuándo fue la última
vez que me sentí realmente feliz? ¿De forma extrema e irremediable?
Empujé mis palabras más allá del enorme nudo en mi garganta, susurrando:
—No recuerdo.
Se volvió a poner los lentes.
—Quizá esta obra te ayude. Tendrás nuevas experiencias y podrás hacer lo que
te gusta. Te proporcionará un propósito.
Me rasqué la piel del pulgar, reflexionando sobre sus palabras. Propósito. A pesar
de Jason y de mi discapacidad, estos últimos días habían sido más satisfactorios que
todos estos meses desde el accidente juntos. Más de... más de algo.
La depresión era algo complicado. Era sigilosa e imprevisible. Te nublaba la
mente y te chupaba toda la alegría de tu vida. Hasta que no llevabas nada más que el
vacío en tu interior. Hasta que todos tus días se fundían en uno solo y no veías el sentido
de intentarlo. Hasta que llegaste al punto en que, hicieras lo que hicieras, sentías que no
importaba. Porque la vida era dura, y creías que no estabas hecho para ella. Era
demasiado dura, y sería mejor que ni siquiera intentaras superar los obstáculos.
Estabas perdida, sin salida.
Sin embargo, tenía razón. Para bien o para mal, la obra me daría un propósito,
por extraño que fuera, y era definitivamente mejor que la constante grisura de mi
mundo. Me sequé las lágrimas y respiré profundamente. El sol brillaba un poco más
fuerte que minutos antes.
—Tal vez.
Inclinó mi barbilla juguetonamente.
—Ya lo verás. Mientras tanto, te he reservado una sesión con el Doctor Peterson
mañana. Me lo recomendaron encarecidamente como alguien con más de cuarenta años
de experiencia. Te ayudará a superar tus contratiempos más fácilmente.
Miré mis manos. No quería pensar en la mella que eso haría en nuestras
billeteras. O en el hecho de que estaba metiendo la nariz en la piedra de afilar para
mantenernos a flote, sin quejarse nunca.
Así que me limité a asentir con la cabeza. No necesitaba que me quejara más de
lo que ya lo había hecho.

El martes, todo el mundo sabía que Jason y yo nos habíamos peleado en el ensayo
del viernes pasado. Mi estómago estaba lleno de plomo cuando entré a Lake Gate, y
luché con el impulso de ir corriendo al baño más cercano, pero Dylan no me dejó correr.
—No dejarás que unos pocos individuos de mierda te arruinen esto. Vas a subir
a ese escenario y mostrar a todos lo mucho que vales.
—Sigo pensando que voy a estropear algo.
Colocó sus manos sobre mis hombros y me miró de forma ecuánime.
—No lo harás. Confía en mí.
Asentí con la cabeza y me preparé para lo que vendría, empezando por hablar
con Jason sobre nuestro encuentro. Como sabía que él no iba a dar el primer paso, tenía
que ser yo quien lo hiciera. Mi conversación con papá me había ayudado a establecer
mis prioridades, y quería que esto funcionara.
Mis nervios estaban destrozados mientras me dirigía al casillero de Jason.
Anoche había tenido otra pesadilla, me había despertado en el mismo momento de
siempre cuando el dolor me invadía y la oscuridad se lo tragaba todo y había estado
demasiado tensa para volver a dormirme. Así que dejé de intentarlo e hice lo que había
hecho todo el fin de semana: Estudié el guion y reflexioné sobre cómo construir a Chloe,
anotando notas en los márgenes del guion. Tenía que ser lo suficientemente vulnerable
y fuerte. Había que destacar su miedo a morir. Sus interacciones con Nathan debían ser
su fuerza motriz, así que Jason y yo teníamos que ser más que convincentes.
Eso significaba aguantarse y cooperar con él. Apreté mis manos húmedas cuando
le vi rebuscando en su casillero. Respiré profundamente. Luego tragué otro mientras
me detenía junto a él.
—Jason.
Giró la cabeza para mirarme con el ceño fruncido.
—¿Qué quieres?
—Quiero hablar contigo.
Sacó sus libros y los metió en su mochila.
—No quiero hablar contigo.
El calor me subió al rostro.
—No te quitaré mucho tiempo.
No parpadeó mientras me miraba fijamente, y me sentí intimidada. Esto
empezaba a parecer una idea terrible, pero ya no había vuelta atrás.
Cerró de golpe su casillero y se apoyó en él, cruzando los brazos sobre su amplio
pecho.
—Habla.
Me vi obligada a mantener la cabeza alta para aguantar su mirada. Tenía un
aspecto imponente al situarse por encima de mí, con su mirada hecha a medida para
provocar miedo en mí. Un fuerte temblor me recorrió.
Sentí algo más, un indicio de conciencia de sí mismo. Como siempre, su
apariencia era digna de una revista, mientras que yo estaba, como mucho, presentable.
Nuevos granos salpicaban mi frente, y esta mañana, debido a la alta humedad, mi
cabello había sido aún más difícil de domar, con ondas poco favorecedoras que
enmarcaban mi rostro. Me alisé el cabello tan sutilmente como pude.
—Quería preguntarte cuándo querías quedar. Ya sabes, para poder practicar.
Resopló.
—¿De verdad te has creído esa mierda? No vamos a quedar.
¿Qué? ¿Estaba hablando en serio?
Se echó la mochila al hombro y dio un paso para irse, pero moví mi silla
rápidamente y le cerré el paso.
—¿Por qué no?
—¿Por qué no? Porque es ridículo y una pérdida de tiempo. Me aseguraré de
hacer bien mi papel, eso es todo.
Se movió para irse de nuevo, pero reaccioné sin pensar, agarrando su muñeca
para detenerlo.
Algo recorrió mi brazo desde el punto de contacto. Jason se detuvo en seco y bajó
los ojos hacia mi mano alrededor de su muñeca, y fue como si todo el aire fuera
succionado de mis pulmones. Era la primera vez que nos tocábamos. Su pulso palpitó
con fuerza bajo mis dedos, y la sensación inundó mi pecho de calor.
Nuestras miradas se conectaron. No pude moverme.
Uno a uno, los dedos de su otra mano rodearon lentamente mi propia muñeca.
La sostuvo durante un largo segundo mientras mi propio pulso se aceleraba, y mi piel
se aferró a la sensación de que me tocaba durante todo el tiempo que pudo. Con un
rápido movimiento, me quitó la mano de la muñeca. Mi muñeca ardía con la huella de
sus dedos, pero fingí como si lo que acababa de ocurrir no me hubiera afectado.
—Ya has oído a la señorita Holloway. Estoy segura de que no lo dejará pasar. Y
realmente quiero que esto funcione. —Hice un gesto entre nosotros—. Chloe y Nathan.
Dejó caer su mochila al suelo. Acortó la distancia entre nosotros y se apoyó en
mis reposabrazos, aniquilando cualquier atisbo de espacio personal cuando su rostro
se acercó demasiado a la mía. Se me cortó la respiración.
—¿Por qué iba a importarme lo que quieres? —Su voz era toda miel y peligro.
Sus labios parecían demasiado suaves, estaban demasiado cerca y me distraían,
y tuve que luchar para no mirarlos.
—Sé que no te importa. Piénsalo. No podremos ser convincentes como pareja en
ese escenario si estamos así. Y estoy segura de que a ese agente no le impresionarás en
absoluto. Te quedarás en el camino.
El fuego de sus ojos se convirtió en hielo. Sus manos se apretaron alrededor de
mis brazos, y no me atreví a moverme cuando acercó su rostro al mío, nos besaríamos
si alguno de los dos se moviera un solo centímetro. Como si se hubiera dado cuenta de
lo mismo, su mirada se posó en mis labios. Mi pecho palpitó con fuerza. Estudió mi boca
durante un segundo, y algo cambió en su mirada. No podía respirar. No podía recordar
cómo respirar.
De repente, se apartó de mí. Se volvió hacia su casillero y golpeó la palma de la
mano contra ella. Hice un gesto de dolor. Sus ojos ardían con un fervor odioso cuando
se volvió a mirar hacia mí.
—Sólo estoy libre el jueves después del instituto. Tendremos un par de horas
antes de que tenga que ir a trabajar. Reúnete conmigo en la biblioteca. No llegues tarde.
—Agarró su mochila del suelo y, sin esperar mi respuesta, se alejó.
Expulsé un largo suspiro. Los murmullos estallaron a mí alrededor y levanté la
mirada para descubrir que la gente me observaba. Me mordí el interior de la mejilla. Ya
me imaginaba los nuevos rumores que correrían al final del día. Iban a ser malos. Pero
no tan malo como el encuentro con Jason, que, estaba segura, sólo sería un dolor de
cabeza. Con una sensación de agitación en el estómago, fui a coger los libros de texto
que necesitaba de mi casillero y me dirigí a la clase, esperando que, por algún milagro,
se calmara e hiciera esto soportable.
CAPITULO ONCE
Como de costumbre, Liam ya estaba lanzando canastas en el gimnasio cuando
llegué. Se detuvo al verme.
—¿Estás preparada para otra tortura de tiro?
—Simplemente no puedo esperar.
Su sonrisa en respuesta fue de un millón de watts.
—Atrapa. —Me lanzó el balón y me uní a él en la línea de tiros libres.
—Nunca te felicité por obtener el papel principal. Felicidades.
—Gracias. Todavía no puedo creerlo.
—Ya lo creo. ¿Estás nerviosa?
—A lo grande. —Puse mis manos alrededor del balón de la manera que me había
enseñado y disparé. Fallé justo cuando Jason entró en el gimnasio, llegando justo a
tiempo para presenciarlo. Todo con una mueca burlona en sus labios.
Bastardo.
—Vamos —me instó Liam—. Puedes hacerlo mejor.
Levanté el balón y lo disparé alto, pero no fue lo suficientemente alto. Rebotó en
el aro.
—Otra pérdida. Vamos.
—Mejorarás. —Liam tomó el balón y lo encestó, colgando del aro durante unos
segundos.
Sacudí la cabeza.
—Presumido.
Me lanzó el balón.
—¿Has levantado pesas antes?
De hecho, lo había hecho y no porque me gustara construir músculo. Mi
terapeuta se había centrado en el levantamiento de pesas y la construcción de mi
fuerza; moviendo una silla de ruedas todo el tiempo y las transferencias requerían
brazos fuertes. Lo primero que hizo papá cuando me dieron el alta del hospital fue
comprarme pesas, pero hasta el día de hoy, odiaba usarlas. Eran otro recordatorio de
que ya no podía confiar en mis piernas.
—Sí, y es una tortura cada vez.
La comisura de sus labios se curvó.
—Tanto los odias, ¿eh?
—Sí.
—Pero son útiles si quieres dejar de perder. Músculos fuertes y todo eso —guiñó
un ojo.
—Bien.
Respiré profundamente y me obligué a concentrarme. Lancé el balón y
finalmente conseguí marcar. Apenas. El balón viajó alrededor del aro durante al menos
tres segundos antes de pasar.
—Entonces, ¿qué está pasando contigo y Jason Adams?
—¿Qué quieres decir?
—La gente dice que se pelearon como perros y gatos durante la primera lectura
de la obra.
Suspiré.
—No quiere actuar conmigo. Me odia por el accidente. Como si fuera mi culpa.
Dejó de rebotar.
—Pero no fue así. Sólo estabas allí, ¿no? ¿Qué estabas haciendo allí de todos
modos?
Se me revolvió el estómago. Sabía que no pretendía que pareciera que me estaba
culpando, pero aun así me apresuré a defenderme.
—Nada. Sólo estaba caminando, supongo. Como te dije, no recuerdo mucho. Pero
todas las pruebas apuntan a ella.
—Oye, no te culpo ni nada. Así que no te preocupes. —Hizo girar el balón en su
dedo índice, observándolo con concentración—. De cualquier manera, su hermana se lo
merecía.
—Sí, pero que no te oiga decir eso. —Le indiqué a Jason levantando la barbilla—
. Se volverá loco.
Se rio.
—Ya veo. Entonces me aseguraré de darle un amplio margen.
—Si tan sólo pudiera darle un margen de maniobra. —Sacudí la cabeza y tomé
el balón después de que Liam disparara y anoto.
No mencionamos más a Jason, de lo cual me alegré, porque ya estaba bastante
nerviosa con el primer ensayo a la vuelta de la esquina. La clase de educación física
terminó demasiado pronto, me dirigí con dificultad a los vestuarios.
Me cambié de ropa, luego me dirigí al teatro. No sabía si Jason tendría la misma
actitud. Utilicé la entrada entre bastidores para llegar al escenario, ya que la única forma
de acceder a él desde la zona del público era subir cualquiera de los dos juegos de
escaleras. Como tardaríamos unos cuantos ensayos antes de tener que ponernos los
trajes, lo único que necesitaba hoy era mi guion y un lápiz con el que tomar notas.
Stella, Lucas, Lori, la señorita Holloway y el director de escena ya estaban allí, y
todos me recibieron con saludos y sonrisas. El decorado del escenario estaba marcado
con cinta adhesiva, que indicaba dónde estarían los muebles, las piezas del decorado y
las paredes. Unas cuantas sillas y mesas sustituían a algunos de los muebles del
escenario.
—Y aquí está nuestra heroína —dijo Holloway— ¿Estás emocionada por el
primer ensayo?
Tan emocionada como un animal de camino al veterinario. Pero sonreí al
detenerme junto a Stella y le dije:
—No puedo esperar.
—Estoy muy emocionada —dijo Stella—. Es lo único en lo que he podido pensar
durante el fin de semana.
—Yo también —dijo Lori al unirse a nosotras—. Incluso cancelé una cita y me
quedé en casa para estudiar el guion.
—¿Por qué? —Pregunté—. Si un chico me invitara a salir, no lo cancelaría por
nada del mundo.
—Una chica —dijo Lori.
—¿Eh?
Me mostró una sonrisa.
—Era una chica con la que tenía una cita. Y llevamos mucho tiempo juntas, así
que no es para tanto.
—Qué suerte —dijo Stella—. Mi relación más larga ha sido de una semana. Ojalá
pudiera encontrar a alguien que mantuviera mi interés durante más tiempo.
Deseaba encontrar a alguien y punto. Pero no lo expresé porque Jason apareció
en el escenario justo en ese momento, y el ambiente cambió de relajado a tenso en una
fracción de segundo. Todo el mundo nos miraba a los dos como si esperaran que nos
peleáramos, pero por suerte, aparte de unos cuantos.
—Holas —que dirigió a los demás, Jason permaneció en silencio.
No tardó en llegar todo el mundo y nos reunimos en el centro del escenario. Jason
se aseguró de colocarse lo más lejos posible de mí. El aire se llenó de expectación
cuando Holloway se enfrentó a todos nosotros.
Se balanceó sobre sus zapatos planos, con su larga falda ondeando alrededor de
sus tobillos.
—Muy bien, amigos. Así es como va a funcionar esto. Ya hemos cubierto la mayor
parte, pero tenemos que repasar algunas cosas más. Recuerden, si tienes alguna
pregunta, háganmelo saber.
Continuó diciendo algunas cosas sobre cómo bloquear, salirse del guion y crear
una conexión con nuestros personajes. A continuación, ella y el director de escena nos
dieron instrucciones sobre el escenario.
El resto del grupo se dispersó hacia sus posiciones asignadas mientras Holloway
nos guiaba a mí y a Jason hacia la silla que representaba el banco en la historia. Mis
nervios se desbordaron cuando apenas unos minutos me separaban del comienzo del
ensayo. Me aferré al guion como si fuera mi salvavidas. La expresión de Jason era
oscura, lejos de lo que debería ser la de Nathan, y me preocupaba que no se metiera en
el personaje.
Holloway nos habló a través de la escena, dando su opinión sobre nuestros
movimientos, proximidad y expresiones, con Amy lanzando sugerencias ocasionales
desde el lado. Holloway se apartó para darnos espacio a Jason y a mí, y tuve que respirar
profundamente un par de veces para superar el enloquecedor ritmo de mi corazón.
Jason se sentó en la silla mientras yo me movía a un lado, cuando me volví, su
resentimiento había desaparecido. En su lugar, vi ira junto con una mirada de
impotencia en sus ojos. Sentí que el corazón me daba un vuelco ante la repentina
transformación, luego sentí alivio. No iba a crear problemas.
Esto me ayudó a concentrarme mejor en Chloe, tras respirar profundamente por
última vez, cerré los ojos y relajé mi expresión. Imaginé una bolsa en mi regazo en lugar
de mi guion y empecé a moverme hacia él.
Pronto me di cuenta de que no tenía por qué preocuparme. Era sorprendente la
facilidad con la que Jason se había metido en su papel, casi ni siquiera tenía que leer las
líneas y me encontré pensando únicamente en Chloe y Nathan y en sus sentimientos
durante su primer encuentro. Había olvidado lo divertido que era actuar; Holloway
tenía razón. Ya ni siquiera veía a Jason, así que cuando terminamos la escena, tardé en
recordar por qué tenía que desconfiar de él.
Afortunadamente, Jason se mantuvo en su personaje durante la mayor parte del
primer acto, para satisfacción de Holloway y alivio mío.
Pero ese alivio no duró mucho. Llegamos a la parte en la que Nathan llega a casa
de Chloe después de una paliza que ha recibido de su padre de acogida, Chloe lo lleva a
su habitación. Esta fue la primera vez que Nathan tocó a Chloe, y dio lugar a un abrazo.
Hice un pequeño ruido en mi garganta cuando tomé el rostro de Jason. A estas
alturas, debía estar todo cubierto de moratones.
—¿Qué pasó?
Apartó la mirada, con la respiración agitada. No se quejaba del dolor, pero era
evidente que le dolía mucho.
—Mi padre adoptivo pasó —escupió—. No debería haber venido
aquí.
—No, no digas eso. Pasa. —Le hice pasar, y él pasó por encima de la
cinta que marcaba la puerta.
—¿Tus padres no van a enloquecer al encontrarme aquí?
—No te preocupes. No están aquí. —Me dirigí a la izquierda del
escenario hacia mi habitación mientras él me seguía—. Voy a buscar el
botiquín del baño.
Se sentó en la mesa baja que representaba mi cama. Fui al fondo escenario a
buscar la caja que servía de botiquín y volví con él.
Mi expresión era tímida porque este momento era íntimo para Chloe, pero el
repentino palpitar de mi corazón no tenía nada que ver con ella. Incluso el temblor de
mis manos que estaba en el guion no tenía nada que ver con ella. No, tenía todo que ver
con el hecho de que Jason estaba a punto de tocarme. Detuve mi silla junto a él y abrí el
botiquín de utilería. Observó mis movimientos con atención.
—Te tiemblan las manos.
—¿Lo están?
Este era el momento, el momento en que me tocaba... pero no lo hizo. Su mirada
se transformó en la de la molestia, y ya no era Nathan.
—¿Tienes que parecer que estás a punto de vomitar? Se supone que tienes que
parecer tímida.
—Es difícil hacerlo cuando no sé qué vas a hacer conmigo.
Gruñó.
—Créeme, no es que no se me haya pasado por la cabeza. Es difícil concentrarse
cuando tu Chloe no es creíble.
Probablemente tenía razón, pero no pude evitar el dolor en mi pecho.
—No es como...
Holloway suspiró con fuerza.
—¡Bien, todos! Esto requiere un breve descanso.
Se acercó a nosotros mientras los demás se abalanzaban sobre la mesa de los
refrescos. Hablaban en susurros, y no dudé de que se tratara de mí y de Jason.
Holloway no dio una charla de ánimo. Fue directamente a matar.
—Jason, toma la mano de Katie.
Se me cayó la mandíbula. Su rostro coincidía con el mía.
—¿Qué? —Gritó.
—Toma su mano.
Mire mi mano como si me hubiera salido una verruga gigante y peluda. No sólo
estaba temblando, sino que también estaba húmeda. Extra húmeda. La limpié contra mi
muslo, pero la acción fue inútil.
Respirando agudamente entre sus dientes, Jason agarró mi mano y todo se
detuvo. Al igual que cuando nos tocamos por primera vez, el contacto dejó una marca
en mi piel y mis dedos se apretaron alrededor de los suyos por reflejo. Sus ojos se
levantaron para encontrarse con los míos. No apartó la mirada de mí ni siquiera cuando
retiramos las manos y Holloway habló.
—Bien. —Su tono era de complacencia, pero no parecía complacida en absoluto.
—Ahora hazlo de nuevo y haz que dure diez segundos.
¿Diez segundos? A estas alturas, eso parecía una eternidad. Esperaba que Jason
se quejara, pero se limitó a agarrarme la mano y sostenerla, y con cada segundo que
pasaba, era más y más consciente de cada centímetro de su piel contra la mía. De su
calor filtrándose en mí. Mi respiración se volvió irregular. Me alegré de que no me
mirara porque, de lo contrario, no sería capaz de aguantar esto.
Se suponía que debía sentir alivio cuando me soltara, pero en cambio, mi mano
se sentía demasiado vacía, como si le faltara algo. Extrañándolo. La cerré en un puño
flojo.
—Perfecto. Ahora hazlo mientras sostienes sus dos manos y termina con un
abrazo.
Jason frunció el ceño.
—Eso no es necesario.
—Me temo que sí. Esta escena termina con un abrazo, y no quiero que te sientas
incómodo.
Cerrando la boca, cedió y buscó mis manos. Esta vez me miró fijamente a los ojos,
con una mirada oscura e intensa. Sabía que debía apartar la mirada. Pero no pude. Era
un rehén de su mirada, incapaz de respirar con normalidad. El calor se extendió por mi
cuello y mi pecho, justo cuando pensé que no podría soportarlo más, me soltó las manos
y me rodeó la cintura con sus brazos, tirando de mí para abrazarme.
Su olor me envolvió. Era una fragancia de cuero mezclada con jabón para el
cuerpo, y apenas me detuve a olerlo. Sus brazos me rodeaban con tanta fuerza que casi
podía creer que lo deseaba. Su aliento me abanicó la oreja, saliendo más rápido cuando
le devolví el abrazo, y mi propia respiración se aceleró. Era demasiado consciente de
dónde estaban nuestras manos o de lo fuerte que se sentía su cuerpo contra el mío, y
todo lo que podía pensar era que estaba abrazando a Jason Adams. Estoy abrazando al
maldito Jason Adams.
Y no debería haberlo hecho, pero me sentí bien tan malditamente bien y fue fácil
olvidar por qué no debería sentirme así. Era fácil quedarse así, tan fácil que un
repentino anhelo se apoderó de mí en el momento en que me soltó.
—Ahí. —Jason se levantó de un salto—. Me voy a buscar un poco de agua.
No esperó el permiso Holloway, lo que probablemente fue lo mejor porque
necesitaba cierta distancia con él. Mi corazón se negó a frenar cuando me encontré con
la mirada sorprendentemente complacida de Holloway.
—Bueno. Eso fue algo. Tal y como pensé que sería.
Fruncí el ceño. ¿Qué, qué?
—¿Qué quiere decir?
Justo en ese momento, noté las miradas de asombro de algunas de las chicas. Los
ojos de Tallie estaban llenos de sorpresa, y Jimmy me observaba muy de cerca. Mis
mejillas se enrojecieron.
—Fue tal como lo predije. Me convenciste de que ustedes dos no querían nada
más que estar juntos por un momento. —Ella me dio una gran sonrisa—. Vas a estar
bien.
Con eso, se marchó.
¿Nada más que estar juntos? ¿Tal vez había visto demasiadas películas
románticas cursis?
Mi corazón se aceleró al contemplar la posibilidad de que Jason disfrutara de
nuestro abrazo, aunque fuera por una fracción de instante al igual que tú, me recordó
alegremente mi mente, pero entonces recordé algo. Y quise darme un golpe en la frente
por haberme comportado como una estúpida.
Por supuesto que Jason tenía que verse así si era bueno como actor. Esto no era
nada personal. Sólo la actuación. ¿Por qué estaba olvidando algo tan básico?
Y él era mi enemigo. Mientras no empeorara las cosas para mí, no debería
importarme lo que sintiera cuando nos tocáramos o abrazáramos. No, necesitaba volver
a concentrarme en el juego. Concentrarme sólo en lo que Chloe sentía cuando Nathan la
tocaba, no en lo que yo sentía cuando Jason me tocaba.
Así que, cuando empezamos la escena desde el principio, me esforcé al máximo
para mantener la concentración, y esta vez, cuando me preguntó por qué me temblaban
las manos y las tomó entre las suyas, pude mantenerme en el personaje y representar
la sorpresa de Chloe. Fui capaz de mirarle a los ojos y susurrarle que era porque estaba
allí y que lo había deseado durante mucho tiempo. Fui capaz de sostener su mirada
durante mucho tiempo y luego quedarme quieta mientras sus manos se deslizaban por
mis brazos hasta mi cintura, creando todo tipo de sensaciones desenfrenadas en mí. Fui
capaz de hundirme en su abrazo como si fuera mi próximo aliento, acurrucando mi
cabeza contra su hombro como si no hubiera otro lugar en el que prefiriera estar más
que allí.
Pero mi corazón era un lío ruidoso y palpitante todo el tiempo, que me delataba.
Y disfruté demasiado de ese abrazo. No como Chloe. Sino como yo misma.
CAPITULO DOCE
—Háblame del accidente —dijo el doctor Peterson una vez que se sentó en su
sillón.
Mi estómago dio un pequeño vuelco. No sabía qué esperar de esta sesión, pero
desde el momento en que su simpática secretaria me hizo pasar, se había mostrado
amable conmigo. No es que hubiera mucha diferencia, porque tenía el recuerdo
constante en mi cabeza de que estaba aquí porque era parapléjica, y odiaba más mi vida.
El doctor Peterson era tan viejo como las colinas, así que esperaba que su oficina
lo reflejara, pero me equivoqué. Era completamente moderno, desde el iPad que
utilizaba para tomar notas hasta la Alexa que se encontraba en el centro de su mesa de
café boho. Su portátil estaba cerrado, descansando junto a una planta zuzu4 en un lado
y una gran caja de pañuelos en el otro. Una caja que, con suerte, no tendría que utilizar.
La ventilación que había sobre nosotros zumbaba en silencio, uniéndose a los sonidos
lejanos del tráfico.
Había llegado aquí dispuesta a confiar en los viejos síes y noes como respuestas,
pero había algo en él y en su despacho que me soltó la lengua.
—Estaba de pie en la acera cuando una chica borracha, de dieciséis años, se subió
a ella y me atropelló. Condujo tan rápido que el impacto del golpe me hizo volar por la
calle. Quedé inconsciente en el acto y mi vida pendía de un hilo. Los médicos
consiguieron salvarme tras una larga operación por un traumatismo craneoencefálico,
y acabé en coma. Cuando desperté diez días después, era... esto. —Me señalé con las
manos.
El doctor Peterson anotó algo en su iPad, sorprendiéndome la velocidad con la
que sus dedos se movían sobre la superficie.
Se ajustó los lentes en la nariz.
—¿Estabas sola cuando ocurrió el accidente?

4 Es la abreviación de la planta zumioculcas.


—Yo —Me detuve. No recordaba ese dato. Pero no creía que nadie hubiera
estado conmigo ya que habría salido en el informe policial y en el juicio. Según Caroline,
estaba sola.
A veces, me molestaba no poder recordar esa noche. Mis pesadillas y recuerdos
no hacían más que alimentarlo. ¿Por qué había estado allí? Lo que sí sabía con certeza
era que había vuelto a casa desde el instituto porque mi madre había estado allí para
dar fe de ello, pero esa era la cuestión, ella se había ido de casa entonces para visitar a
un amigo enfermo, y papá se había quedado hasta tarde en el trabajo. Para cuando
alguno de los dos regresó a casa, yo ya no estaba, y mi teléfono seguía en mi habitación.
No había mensajes ni llamadas que pudieran arrojar luz sobre dónde había ido o cómo
había acabado en esa parte de la ciudad.
Tal vez si supiera lo que he estado haciendo allí, no me habría sentido tan
desesperada por todo el asunto.
No habría dejado que Jason se metiera en mi cabeza ni por un segundo y me
hiciera sentir que sí, que todo había sido culpa mía.
Solté el puño.
—No, creo que estaba sola. No puedo recordar la mayor parte de ese día.
—¿Y qué es lo último que recuerdas?
—La luz de sus faros justo antes de atropellarme.
Mi corazón se aceleró ante ese recuerdo. Miré por la ventana. No podía ver nada,
salvo los arces.
—¿Eso es todo?
—Sí.
Tocó algo en su iPad.
—Dime cómo te sentiste cuando te despertaste para saber que estabas
paralizada.
Pegué mi mirada en mis manos. El eco del dolor y el miedo que había sentido
entonces me recorrió. Aquel momento está vivo en mi mente, siempre ahí para
perseguirme cuando estaba en lo más bajo. Primero, la confusión que sentí cuando no
sentía las piernas. Luego, el pánico cuando intenté moverlas. Y luego, la devastación
total cuando el médico me dijo que nunca podría volver a caminar.
Al principio no reaccione. Pensé que se habían equivocado. Que habían cometido
un grave error, que pronto resultaría que estaba completamente bien. Era sólo
temporal. Nada grave.
Pero no estaba bien. Intentaba moverme cada día, intentaba empujar contra el
muro invisible con todo lo que tenía, pero ninguna fuerza podía ayudar. Esperé y
esperé... Esperé a que volviera a tener esa sensación. Esperé a abrir los ojos un día y
descubrir que la pesadilla había terminado.
Pero no ha terminado.
Fue todo lo contrario, la pesadilla mostraba nuevas facetas. Al llegar a casa me
di cuenta de que la falta de sensibilidad en las piernas era el menor de mis problemas.
Porque me metí en el mundo del control intestinal, la auto cateterización, los
medicamentos, las úlceras por presión, los espacios inaccesibles y mucho más.
Fue entonces cuando apareció la rabia.
Me sentí traicionada. Sentí que el mundo entero se había vuelto contra mí,
porque, ¿qué había hecho yo para merecer algo tan cruel? ¿Qué me quitaran algo tan
esencial? Había asesinos, violadores y maltratadores que caminaban por la tierra sin
ninguna consecuencia, mientras que yo, una simple adolescente que no había hecho
nada malo, tenía que sufrir un destino así.
Quería gritar a todo pulmón, romper cosas, sentir al menos algo de control.
Pero no había control, y pronto, todo se transformó en depresión y auto
denigración. Las pesadillas y los recuerdos estaban ahí sólo para burlarse de mí, como
si se rieran en mi rostro, recordándome lo jodido que estaba todo. Dejé de verle los
colores al mundo. Dejé de disfrutar de las cosas normales. No veía el sentido de
levantarme para vivir un día más.
Fue entonces cuando empecé a contemplar la posibilidad de morir.
—¿Cómo me sentí? No me lo creí inmediatamente. Pensé que estaban
equivocados y que volvería a sentir las piernas, pero no fue así, y luego pasé un periodo
duro. Lloraba todo el tiempo. Ya nada parecía interesarme, quería estar sola. Empecé a
pasar días enteros en mi habitación, a menudo saltándome las comidas que me traían
mis padres.
Inhalé un fuerte suspiro cuando sentí algo húmedo en mis mejillas. No había
sentido cuando empezaron las lágrimas. Levanté la mano para apartarlas y el doctor
Peterson me ofreció la caja de pañuelos. Demasiado para no usarlos.
Con las mejillas ardiendo, saqué un pañuelo de la caja y me limpié el rostro.
—Gracias. Lo siento.
—Para eso están, y no te disculpes. Deja que todo salga. —Se inclinó más en su
sillón. No parecía incómodo al verme llorar, me sentí tonta esperando que lo hiciera,
porque por supuesto que no lo haría. Definitivamente había tenido innumerables
pacientes que perdían la cabeza aquí.
No me preguntó nada más; esperó a que me calmara y continuara con mi
historia.
—Entonces, yo era una chica muy deprimida y solitaria. Todo el mundo quería
animarme. Mis padres, mi mejor amiga, incluso mi fisioterapeuta con sus bromas
exageradas. Yo no era capaz de fingir una sonrisa, me parecía que nunca volvería a
encontrar una razón para sonreír. Me sentía inútil. Todavía lo hago.
—¿Por qué sientes que eres inútil, Katie?
Mis labios se movieron en una media sonrisa.
—¿Por qué crees?
—Creo que has pasado por algo enorme y todavía no puedes procesarlo. Todavía
no puedes dejar ir a la antigua Katie. —Se movió para que su brazo se apoyara en el
reposabrazos—. Háblame de esa Katie.
Mi mirada se dirigió al pañuelo enrollado que tenía en la mano.
—La antigua Katie era una persona muy aburrida. No llevaba una vida
emocionante. Sus días eran uno y el mismo, igual que ahora, en realidad. Sólo tenía una
amiga y nunca salía con nadie. —Dejé escapar una risa vacía—. No hay nada destacable
en ella, ¿verdad?
—Esa Katie debe haber tenido algún interés, ¿verdad?
—Le encantaba, me encanta actuar. Desde que era una niña, me gustaba
interpretar los papeles de diferentes personajes y fingir que estaba delante de una
cámara. Y cuando me convertí en adolescente, me sirvió como única forma de
experimentar algo diferente en mi vida. Si es que a eso se le puede llamar experiencia.
Vivía a través de esos personajes. Básicamente llenaban todo mi día, a veces actuaba
hasta bien entrada la noche, sin poder dormir porque me divertía mucho con ello.
¿Además de eso? Ver películas. Películas y programas de televisión.
Preguntó por mis sueños y por el instituto. Hablé de las miradas que recibía, pero
también de los pocos comentarios malintencionados, y de cómo sentía que pertenecía
allí incluso menos que antes. Tuve el tiempo justo para hablarle de las pesadillas y de lo
específicas que eran antes de que se nos acabara el tiempo.
—Vamos a hablar más sobre las pesadillas la próxima vez, Katie. Pero tengo una
pequeña tarea para ti. Cada vez que tengas una pesadilla o un recuerdo, escríbelo. Anota
todo lo que has visto. Tal vez con el tiempo puedas sacar más detalles de ellos, veremos
cómo podemos trabajar en ellos.
—¿Crees que son importantes?
—Has pasado por un trauma, Katie. Naturalmente ha dejado una marca. Así
intentaremos descifrarlo y ver a dónde nos lleva. A ver si te ayuda a aceptar lo que pasó
esa noche.
—Quieres decir con mi parálisis.
—Eso también.
—Eso no parece en absoluto probable.
—Es completamente normal que te sientas así en este momento.
Levanté las cejas.
—¿Lo es?
—Te sientes como si te hubieran robado algo. Sientes que es injusto e
inmerecido. Esto es algo nuevo, algo que te han impuesto, así que por supuesto te
sentirás así. —Colocó su iPad sobre el escritorio y se inclinó hacia mí. Su expresión se
volvió alentadora—. Pero los humanos son criaturas interesantes. Podemos adaptarnos
a todo. Incluso cuando parece que hemos tocado fondo, como si ya no hubiera ningún
sitio al que ir, resulta que hay algo que nos mantiene a flote. Y antes de darnos cuenta,
se abre una puerta que no sabíamos que existía, y la vida ya no es tan difícil.
—Katie, no te voy a mentir. Tienes un largo camino por delante. Pero estás aquí,
y eso es una parte importante de tu viaje. La primera parte. Poco a poco, con el tiempo,
tu viaje será más fácil. Con el tiempo, podrás aprender a vivir con tu discapacidad. Hasta
entonces, tómatelo con calma. Intenta encontrar algo positivo en el presente y disfruta
del momento. El resto llegará con el tiempo.

—Entonces, ¿ya se han besado? —Preguntó Dylan, con los ojos fijos en la
carretera. De todas las cosas que le había contado desde que subí a su auto esta mañana,
detallando mi primera sesión de terapia y el primer ensayo, esto era lo único que quería
seguir.
—Todavía no, y la señorita Holloway quiere que sea real. Sin fingir.
—Sabes que no podrás evitarlo por mucho tiempo.
—Lo sé. No sé cómo reaccionará Jason. Supongo que se desatará un infierno.
Aunque...
—Aunque, ¿qué?
—Era bueno cuando tenía que abrazarme. Convincente. Inclusola señorita
Holloway lo dijo.
Se ajustó sus lentes negros retro vintage. No necesitaba lentes, pero las llevaba
falsas porque sí.
—Sabes tan bien como yo que es un buen actor. Un poco demasiado bueno, en
mi opinión.
—¿Qué quieres decir?
—Oh, has oído las historias. Él puede hacerte sentir como si realmente se
preocupara por ti, y luego lo siguiente que sabes es que tienes el corazón roto. La mitad
del club de matemáticas no puede dejar de hablar de él. Y no me hagas hablar de su
tamaño. —Puso los ojos en blanco.
Mi garganta se secó de repente.
—¿Qué quieres decir?
—Ya sabes lo que quiero decir. Las chicas no paran de hablar de lo grande que
es. —Vuelve a girar sus ojos—. Si me preguntas, es un gran idiota.
Pegué los ojos a la carretera, con una extraña sensación que me recorría el
vientre. Yo también había oído varias historias. Lo impresionante de su tamaño. Lo
bueno que era en el sexo. Que siempre sabía lo que hacía.
—¿Qué haces en esas reuniones, Dee? ¿No se supone que tienes que ocuparte de
cosas aburridas como funciones y ecuaciones trigonométricas?
Se rio.
—Podemos ser un grupo genial cuando queremos. —Exhalé un largo suspiro.
—Claro.
—Eres consciente de que la atención de todo el instituto está sobre ti y Jason,
¿verdad? No pueden esperar a ver cómo resultan las cosas entre ustedes dos. Incluso
he oído que hay una apuesta.
—¿La que implica que Jason y yo nos matemos el uno al otro?
—No. La que involucra a ti y a Jason enrollándose al final. Seth me contó todo
sobre sus amigos haciéndolo en el vestuario.
Casi se me salen los ojos.
—¿Hablas en serio?
Asintió, con los labios fruncidos en una fina línea.
—Le dije que era mejor que no estuviera involucrado. Pero no, lo está. Apostó
por ello.
Me pasé la mano por el rostro rojo.
—Genial. Me imagino que Jason está encantado con esto. Es humillante para mí,
y eso le encanta.
—En realidad, no. Dejó una abolladura en su casillero cuando se negaron a
renunciar a él.
Esto era cada vez más embarazoso. Como si no fuera suficiente que la gente
hablara de mi discapacidad, ¿ahora tenían que arrastrarme a mí también?
—¿De verdad creen que Jason y yo podríamos estar juntos? No sólo es un imbécil
por la forma en que me trata, sino que además está tan fuera de mi alcance. ¿De verdad
creen que alguna vez me encontraría atractiva? —Me señalé con la mano.
Estaba muy seria cuando giró la cabeza para mirarme.
—Lo hago.
—No puedes hablar en serio.
—¿Por qué no? Eres guapa y muy buena persona. Aunque deberías prestar más
atención a tu apariencia, porque a veces parece que te has levantado directamente de
la cama y no te importa.
Me crucé de brazos sobre el pecho.
—Eso es porque no veo ningún sentido en arreglarme.
—Claro que lo hay, te sentirás mucho más feliz contigo misma. Una vez leí que la
belleza exterior refleja la belleza interior. Y que la belleza interior puede brillar más
cuando se combina con la belleza exterior. Así que tal vez te sientas mejor si realmente
te importara tu apariencia, buscar un cambio.
Estudié mis uñas mordidas, que eran asquerosas con mayúsculas. ¿Cómo decirle
que para alguien a quien incluso le costaba respirar algunos días, arreglarse era como
subir a la cima del Himalaya?
Aun así, repasé sus palabras una y otra vez mientras iba a mis clases. Una parte
de mí una muy pequeña recordaba todos aquellos días en los que había soñado con
llamar la atención. Me ponía delante del espejo para probar distintos maquillajes y
peinados, con la esperanza de que cambiaran las cosas.
Por primera vez desde el accidente, me permití imaginarme haciendo algo con
mi persona, empezando por mi apariencia.
Con ese pensamiento, entré en la cafetería, pero no llegué muy lejos antes de que
un grupo de chicas me rodeara, con expresiones que oscilaban entre la excitación y la
curiosidad.
—¿Es cierto que tú y Jason Adams se han enrollado? —Preguntó la chica con el
rostro curioso.
¿Qué...?
—¿De dónde sacaste eso?
—Rumores en el instituto.
Se me cayó el estómago. Debería haber sabido que esto pasaría.
—Eso es ridículo. Por supuesto que no nos hemos enrollado.
—¿Estás segura? —Dijo la chica emocionada.
—Por supuesto que estoy segura. No nos vamos a enrollar. Ni ahora, ni nunca.
—Eso es bueno, ¿verdad? Porque cómo van a tener sexo, ¿verdad? —Dijo otra
chica excitada, fue como una bofetada.
Me eché atrás.
—¿Qué has dicho?
La chica curiosa le dio un codazo.
—Vamos, eso es muy malo.
El comentario de la chica había sido tan grosero, tan fuera de lugar, que no supe
qué decir. Quería estar fuera de su vista. No, no sólo fuera de su vista. Fuera de la
cafetería. Por suerte, vi a Liam mirándome desde el final de la fila del almuerzo, y no
quería que me viera huir.
Dejando de lado a las chicas, me dirigí hacia él.
—Hola.
—Oye. ¿Estás bien? ¿Hicieron algo esas chicas?
—No. —Suspiré—. Es sólo algo estúpido. No importa.
—¿Estás segura?
Forcé una sonrisa en su beneficio.
—Segura.
Dylan y Seth se unieron a la fila detrás de nosotros, y Dylan me dedicó una
sonrisa de complicidad, lo que me llevó a presentarles a Liam.
—Chicos, este es Liam. Liam, esta es Dylan, mi mejor amiga, y Seth, su novio.
Dylan se subió sus lentes a la nariz y sus labios se curvaron en una sonrisa
torcida.
—Me alegro de conocerte por fin. Kat me ha dicho lo buen profesor que eres.
Mis ojos se abrieron de par en par fulminándola con la mirada. No me gustó la
insinuación de su voz.
Liam me dedicó una sonrisa ladeada.
—¿Lo ha hecho?
—Sí. Dijo que el baloncesto se está convirtiendo rápidamente en su deporte
favorito gracias a ti.
¡Nunca dije eso!
—No la escuches, Liam. No sabe de lo que está hablando.
Me lanzó una mirada bajo sus pestañas.
—¿No es así?
Liam se rio detrás de su puño.
—No sabía que te había impresionado tanto, Katie. Me alegro de saberlo. —Sus
ojos brillaron con algo que hizo que mis mejillas se coloren, y me aclaré la garganta,
incómodamente consciente del hecho de que no llevaba ni una pizca de maquillaje y de
que mi moño se había vuelto más desordenado a medida que avanzaba el día.
—Así que, Liam, he oído que estás en la cima de tu juego. ¿Listo para el partido
del centenario? —Le preguntó Seth.
—Absolutamente. El entrenador nos ejercita casi todos los días.
Los chicos siguieron hablando de baloncesto y yo me incliné hacia Dylan. —
¿Qué estás haciendo? —Siseé.
Me lanzó una mirada inocente.
—¿Qué? Te estoy haciendo un favor. Tienes que dejar de evitar las citas. Deberías
ligar con él. Parece un buen tipo. Y está caliente.
—¿Te escuchas a ti misma? Sí, estoy segura de que no puede esperar a estar con
una chica en una silla de ruedas.
—Vuelves a hacer ese molesto auto desprecio, que se hizo viejo hace mucho
tiempo. Además, es obvio que le gustas.
Todo mi rostro se puso rojo y mis ojos se dirigieron inmediatamente a Liam para
comprobar si había oído eso. Se estaba riendo de algo que había dicho Seth,
completamente ajeno a la conversación mía y de Dylan.
Entrecerré los ojos hacia Dylan.
—De ninguna manera.
—Veo cómo te mira. Es imposible que no se sienta atraído por ti.
—Sí, si tiene un fetiche por las sillas de ruedas, tal vez.
Ella gimió.
—Oh, vamos. Eso no es cierto, y lo sabes. Creo que tienes un admirador.
—Y creo que estás leyendo demasiado en él. Sólo está coqueteando por
coquetear. Es su modus operandi, eso es todo.
—Sí, sigue mintiéndote si eso te hace sentir mejor.
Miré a Liam, y él encontró mi mirada. Sus labios se curvaron en una pequeña
sonrisa. No podía saber si había percibido que nuestra conversación era sobre él, pero
algo me decía que así era.
No dejaba de pensar en la posibilidad de que yo le gustara a Liam mientras
íbamos juntos a Educación Física, y lo observaba disimuladamente. Hoy llevaba una
sudadera con capucha azul marino y unos vaqueros ajustados, y su cabello caía en
mechones indomables sobre la frente. Era más que guapo. Revoloteos convergieron en
mi vientre al pensar que se interesaba por alguien como yo.
—¿Sabes qué día es hoy? —Me preguntó cuando salí del vestuario varios
minutos después.
Gemí.
—Eso no suena bien.
Me guiñó un ojo.
—Dribbling5. —Me pasó el balón, que tomé con cero entusiasmos.
—Si.
—No suenes tan feliz —bromeó, y luego me instruyó sobre cómo driblar el balón
y mover mi silla al mismo tiempo—. Recuerda, dos empujones, un rebote.
Lo aprendí de memoria, era imposible hacerlo. Incluso sin discapacidad, se me
daba mal el Dribbling; ahora era una catástrofe.
—Lo estás haciendo mal. No regatees el balón con la palma de la mano. Usa tus
dedos. Aquí.
Agarró el balón para demostrarlo y nuestros dedos se encontraron brevemente.
Esperé la sensación que había sentido con Jason, pero no hubo nada, y cuando me
devolvió el balón, me pregunté si alguna vez podría estar con él.
Esta vez, conseguí mantener cierto control sobre el balón. Me costó más de diez
intentos ser capaz de mover la silla de ruedas más de unos metros mientras daba bote
al balón, pero cuando por fin lo conseguí, sentí esa sensación desconocida de logro. Una
enorme sonrisa se dibujó en mis labios.
Liam imitó mi sonrisa y me chocó los cinco.
—¡Lo estás haciendo muy bien, Katie!
—Todo es gracias a ti. Eres un buen profesor.
—No, esto es todo tuyo. Eres una buena estudiante. Sólo un poco más de práctica
y te harás profesional.
—Bien. Así que no es probable. ¿Y tú? ¿Piensas hacerte profesional algún día?
No respondió inmediatamente. Agarró el balón del suelo y se lo pasó entre las
piernas un par de veces, una gota de sudor resbalando por su sien hasta el suelo. Luego
tomó el balón con las dos manos y lanzó desde la línea de tres puntos. Por supuesto,
anotó.
—No estoy seguro de que eso esté en las cartas para mí.
—¿Por qué no?
Sus pasos fueron lentos mientras iba a por el balón, los mechones de cabello
ocultaban su rostro. Recuperó el balón y lo hizo botar una vez.
—No sé si te has enterado, pero no tengo padre. Murió cuando yo tenía dos años.
Y mi madre... ahora tiene un nuevo hombre en su vida, y últimamente se dedica a él. Ya
tuve suficiente y le dije que me estaba descuidando, pero me dejó claro que, si no me

5
Es una expresión que se utiliza en el deporte como regatear.
gustaba, podía irme. Y el caso es que el tipo ni siquiera se preocupa por ella. He
intentado decírselo muchas veces, pero está muy ciega.
Oh, vaya.
—Eso es... horrible. Lamento escuchar eso.
—No lo sientas. No es sorprendente.
Sonaba derrotado. Eso no estaba bien.
—¿Por qué dices eso?
—Porque sí. —Se encogió de hombros—. Así que estoy solo, sin la ayuda de
nadie.
Y así me di cuenta de que nos parecíamos mucho. Ambos habíamos renunciado
a nuestras vidas sólo porque nuestras circunstancias no nos permitían hacer lo que
queríamos. Como si todo fuera una causa perdida. Ambos éramos miserables.
Por primera vez, el miedo me punzó el estómago. Miedo de estar perdiendo mis
oportunidades y de vivir para lamentarlo algún día. De que tal vez hubiera una
oportunidad de dar un giro a mi vida.
—¿En qué estás pensando? —Preguntó, y me di cuenta ahora mismo de que
llevaba un rato estudiándome.
Había sido honesto conmigo. Así que le debía a él ser honesta también.
—Qué parecidos somos. En ese aspecto, quiero decir. No sé si te has dado cuenta,
pero no soy una bola de sol. Ni mucho menos.
Se rio.
—Creo que lo estás haciendo bien.
Se estaba burlando de mí, y yo sonreí, de verdad.
—Gracias. En realidad, ese accidente me quitó mucho, y ahora tengo que recoger
los pedazos. Y la cosa es que estoy demasiado cansada para recoger los pedazos. ¿Tiene
sentido?
—Lo hace.
—De todos modos, no renuncies a tu sueño todavía. —Me lanzó una rápida
sonrisa de un millón de watts.
—Tomo nota.
Por encima de su hombro, descubrí a Jason mirándome mientras botaba su
balón, mi corazón dio un vuelco. Liam siguió mi línea de visión y levantó las cejas.
—Para alguien que te odia, seguro que te presta mucha atención —dijo Liam
mientras buscaba el balón—. ¿O los rumores son ciertos? ¿Ustedes dos son...?
—No —negué rápidamente—. No hay nada entre nosotros.
—¿Estás segura? He oído que sus papeles requieren que se acerquen bastante.
Le quité el balón.
—Sí, pero eso es sólo... papeles. Nada más allá de eso.
—Si necesita una paliza, házmelo saber. —Se cubrió el puño con la otra mano.
Me reí.
—Claro.
Hizo un gesto con la cabeza hacia el balón.
—Inténtalo de nuevo.
Hice lo que me dijo, una vez más, conseguí rebotar el balón durante unos veinte
segundos. No tuve tanta suerte durante el resto de la clase, apenas conseguí regatear
durante más de diez segundos seguidos, pero no me sentí como el fracaso total que solía
tener en educación física. Fue un comienzo.
CAPITULO TRECE
Había unos pocos estudiantes en la biblioteca cuando llegué a mi reunión con
Jason, y ninguno de ellos era él.
La bibliotecaria estaba metida de lleno en una partida de solitario en el antiguo
computador que ocupaba una mesa y nadie me prestó atención cuando me dirigí a una
mesa en el otro extremo de la biblioteca, una que estaba medio escondida detrás de la
sección de literatura clásica, pero que tenía una visión clara de la entrada.
La biblioteca era grande y contaba con más de diecisiete mil libros colocados en
unas cuantas filas de estanterías del suelo al techo que eran casi tan antiguas como el
propio instituto. El olor característico de los libros antiguos dominaba el aire.
A diferencia de la mayoría de las bibliotecas, no había un silencio obligatorio
interrumpido únicamente por el crujido de las tablas del suelo. La charla entre los
estudiantes era un hecho, al igual que el sonido de las teclas al pulsar en los teclados de
los varios escritorios que se alineaban en una pared. A veces incluso se oía la música del
teléfono de alguien, por lo que era el lugar perfecto para ensayar una obra.
Si tan sólo Jason apareciera.
Dejé la mochila sobre la mesa y saqué el guion. Releí las partes que repasaríamos
en el ensayo del día siguiente, pero mi atención se desviaba continuamente hacia la
entrada de la biblioteca. Llevaba todo el día en estado de alerta y no sabía qué esperar
de Jason si decidía aparecer.
Cuando levanté la cabeza para volver a mirar las puertas, el teléfono de alguien
se apagó, con el sonido del claxon de un auto atravesando la habitación.
De repente, no podía oír nada. Ni siquiera podía ver nada. La oscuridad llenó mi
visión, y luego dos destellos de luz aparecieron frente a mí, haciéndose más grandes
cuanto más se acercaban. El claxon de un auto sonó demasiado fuerte en la oscuridad
de la noche. El auto iba a atropellarme...
Me estremecí, las imágenes de aquella noche se desvanecieron mientras mi
visión se centraba en los libros de la estantería que tenía a mi lado. Me di cuenta de que
mi corazón bombeaba a la velocidad de un tren de mercancías.
Un nuevo recuerdo. Hacía tiempo que no tenía uno, pero el sonido del claxon del
auto de Caroline era algo nuevo. Intenté retenerlo, reproduciéndolo en mi mente una y
otra vez.
En el juicio, Caroline había afirmado que había tocado el claxon al verme en la
acera, pero era la primera vez que lo recordaba. Siguiendo el consejo del doctor
Peterson, saqué mi cuaderno y anoté todos los detalles. Justo cuando cerré el cuaderno,
Jason apareció, por fin, con su perpetuo ceño fruncido. Mis ojos se fijaron en la V de su
camisa, que dejaba entrever los esculpidos músculos de su pecho. Su cabello caía en
mechones desordenados sobre su frente, como si se hubiera pasado las manos por él
repetidamente, mi corazón hizo una cosa rara en mi pecho.
Se dejó caer en el asiento de enfrente. Lo miré con el ceño fruncido.
—¿Quién llega tarde ahora?
—Tenía algunas cosas que hacer. —Sacó su guion de su mochila negra. Varios
parches de campamentos de teatro locales y de logotipos de espectáculos estaban
pegados en la parte delantera de su mochila. Uno de los cuadernos que sobresalía de
ella tenía pegatinas de calaveras y monopatines cubriendo su primera página.
—Al menos podrías haberme dicho que llegarías tarde.
No había nada en la mirada que me dirigió, ni siquiera un atisbo de
remordimiento. Justo ahora, me di cuenta de las líneas de cansancio que se extendían
por su rostro y de la insinuación de las ojeras que evidenciaban una noche de insomnio.
Me pregunté qué le había quitado el sueño. No es que sea de mi incumbencia.
—Bien. Sé un imbécil.
—Vamos a terminar con esto, ¿de acuerdo? —Me encogí de hombros.
—Lo que sea.
Señaló con la cabeza la pila de libros que tenía a mi lado y que había elegido antes
de que llegara.
—¿Para qué son esos?
—Abarcan técnicas y consejos de actuación. Quiero estudiarlos y ver si puedo
usar algo.
—Actuación 101 —dijo, leyendo uno de los títulos. Se burló—. Eso es básico.
Su reacción me puso los pelos de punta, pero me negué a morder el anzuelo.
—Hace tiempo que no trabajo en mi actuación, así que quería empezar de nuevo
con lo básico. ¿Lo has leído?
—Sí. En cuarto grado
Levanté las cejas.
—Tan temprano, ¿eh?
Se recostó en su silla y cruzó los brazos sobre su pecho. Las mangas de su
camiseta se estiraron para acomodar sus prominentes músculos.
—He querido ser actor desde que era un niño.
—¿Por qué?
Su mirada se desvió hacia un punto en la distancia. La línea de su mandíbula se
puso rígida.
—A mi madre le encantaba actuar.
Mis cejas subieron hasta encontrarse con la línea del cabello. Siempre había
sentido curiosidad por su madre y su accidente, pero no creía que fueran preguntas que
alguna vez tuvieran respuesta.
—¿Era una actriz?
Su mano se cerró en un puño.
—Ella quería serlo. Pero conoció a mi padre nada más salir del instituto y me
tuvieron a mí poco después. Su vida tomó un camino diferente.
Leí entre líneas, no había conseguido hacer realidad sus sueños. Y luego había
muerto.
El dolor y la compasión habitaron en mi pecho. Por razones que no quería
explicarme, quería alcanzarlo y tocarlo. A pesar de lo cruel que podía ser, era muy serio
y apasionado en la actuación, y yo siempre había admirado eso. Pero ahora que conocía
la fuerza que lo impulsaba, no podía dejar de admirarlo aún más, de animar a ese chico
tan decidido que había perdido a un padre de forma tan cruel. Algo tiraba de mi corazón,
una conexión con él que latía a través de todas nuestras diferencias. Me hizo darme
cuenta de que teníamos algo en común. Algo que también cambiaba la vida.
—Así que ahora estás tratando de hacer realidad un sueño para los dos.
Su rostro se crispó con un repentino dolor, al instante me arrepentí de mis
palabras. Eran demasiado personales, llegaban a un lugar muy vulnerable al que no
tenían derecho.
—Estás metiendo tu maldita nariz donde no corresponde.
—Lo sé. Lo siento. No quise entrometerme.
Su rostro se cerró.
—Lo que sea. —Me hizo un gesto— ¿Y tú? ¿Por qué querías ser actriz? —Parecía
menos curioso y más como si quisiera desviar la atención de sí mismo, pero eso no
impidió que mi corazón latiera un poco más rápido.
Tanteé con los dedos el borde del libro que estaba en el fondo de mi pila.
—Vi Star Wars y me sorprendió la forma en que retrataban sus emociones.
Quería ser como ellos. Representar cualquier emoción. Ser quien quisiera.
Apoyó los codos en la mesa, reduciendo la distancia entre nosotros en varios
centímetros que se sentían como todo.
—Déjame adivinar, querías ser la princesa Leia y tener tu propio Han Solo.
Me crucé de brazos sobre mi pecho.
—¿Y qué? Resulta que son muy creíbles como amantes. Su química era increíble.
Levantó las cejas.
—¿Impresionante? Era una basura. Como toda la franquicia.
—No acabas de decir eso.
—¿Qué? Es verdad. Y no me hagas hablar de Anakin y esa frase de que no le gusta
la arena.
Hice un mohín.
—Anakin es sexy, para que lo sepas.
Él arqueó la ceja.
—Por supuesto que dirías eso.
—Oh, como si tuvieras mejor gusto.
—De hecho, sí. Scarlett Johansson no sólo está buena, sino que es una de las
actrices con más talento de Hollywood en este momento.
Mis ojos se abrieron de par en par.
—¿Scarlett Johansson? No puedes hablar en serio.
—¿Qué pasa con ella?
—Nada. Sólo que me irrita mucho.
—¿Y eso significa que todos debemos sentir lo mismo? Al menos ella sabe actuar.
Hayden Christensen no puede actuar ni una mierda. Pero supongo que lo único que
importa es su aspecto, ¿no?
Incliné la cabeza.
—¿Por qué suenas tan cínico?
—Porque no todos tienen las mismas oportunidades. En Hollywood debería
primar el talento, no la apariencia.
Me sorprendió que dijera algo así.
—Nunca se me ocurrió que te molestara eso.
—¿Por qué no?
—Es obvio. —Le hice un gesto con la mano—. Tienes la apariencia. —Levantó
las cejas y me di cuenta de lo que acababa de decir.
Mierda. ¿Puedo desaparecer?
—No te sientas halagado —solté—. Sólo estaba exponiendo los hechos.
—¿Justo ahora?
Tierra, por favor, trágame ahora.
—Entonces, ¿por qué quieres ir a Hollywood? —Pregunté para dirigir la
conversación en otra dirección—. Supuse que lo hacías desde que la señorita Holloway
lo mencionó.
—Porque, incluso con todos sus defectos, es donde vas si quieres trabajar con
los mejores.
—Te refieres a entrar en la lista A.
—Eso también. Hay muchos directores a los que admiro. Sería un honor trabajar
con ellos.
Sonaba tan humilde y devoto. A pesar de mí, sentí una nueva ola de admiración
hacia él.
—¿Realmente crees que esta obra será un boleto a Hollywood para ti? —Jugué
con los bordes de mi guion—. Quiero decir, es surrealista que un agente de talento de
Los Ángeles esté aquí.
Apoyó la cabeza en su mano.
—No soy tan ingenuo como para pensar que voy a conseguir un billete dorado.
Tendré una oportunidad para demostrarles lo que puedo hacer, eso es sólo el principio.
Lo hacía parecer como si fuera tan fácil, como si todo fuera conquistable.
Deseaba poder sentir lo que era estar preparada para luchar sin importar lo que
pudiera venir. No dejar que nada me venciera. Si no estuviera paralizada, tal vez habría
podido cambiar eso, pero ahora... mi corazón bombeaba más rápido con nostalgia.
—¿Eso te pone nervioso? ¿Actuar delante de ellos? —Se encogió de hombros—.
Eso no es una respuesta.
Se sentó más erguido.
—¿Qué es esto? ¿Veinte preguntas?
—Tengo curiosidad, eso es todo. Sé que estaría muy nerviosa. Es algo muy
grande.
—Lo único que me pone nervioso es tu actuación. Como he dicho, sólo puedo
hacer un poco contigo como mi pareja.
Levanté uno de los libros.
—Para eso son estos. No es que quiera fracasar, ya sabes. —Suspiré—. ¿Por qué
tienes que criticarme todo el tiempo?
—Algunas personas me sacan eso —replicó de inmediato, y yo retrocedí, con el
dolor atravesando mi pecho. Estaba segura de que se me notaba en el rostro, pero
estaba demasiado cansada para molestarme en disimularlo.
Pasé el dedo por el borde del libro mientras él me observaba en silencio.
Suspiró y cruzó los brazos sobre el pecho.
—¿Por qué no empezamos a practicar?
Me limité a asentir con la cabeza. Tanto como para conocernos mejor.
Jason ya estaba metido en el personaje cuando abrí el guion, y necesité un
segundo para adaptarme a él. No pensé que me acostumbraría a la rapidez con la que
podía cambiar. Sólo me hizo querer hacerlo mejor yo misma. Respirando hondo, dejé
de lado todo lo demás como había practicado los últimos días y me centré por completo
en Chloe.
Inhalé profundamente y fruncí el ceño.
—¡Oh, no! Qué mala suerte tengo. Mi madre me matará.
Se encogió de hombros.
—Al menos todavía funciona.
—Pero acabo de recibir este teléfono. Y ya está agrietado.
—¿Ese modelo? Parece viejo.
Jugué con un mechón de mi cabello nerviosamente.
—Está usado.
—Entonces no es una pena, ¿verdad?
—¿Hablas en serio? No todos podemos permitirnos los
teléfonos más caros.
—¿Qué te hace pensar que yo puedo?
Continuamos repartiendo líneas sin perder el ritmo, me aseguré de transmitir la
vergüenza de Chloe a través de mi voz y mis expresiones, insinuando algo más
profundo, era pobre y no podía permitirse un teléfono nuevo.
Chloe no sabía que Nathan tampoco lo tenía fácil, un hecho que quedaba oculto
bajo la dura máscara que Jason llevaba actualmente. Su voz cortante retrataba la
naturaleza distante de Nathan, que no confiaba en la gente ni se abría a ella después de
haber sido decepcionado demasiadas veces. En un momento dado, levanté la cabeza
para mirar a Jason y me sentí obligada a seguir observándolo mientras pronunciaba sus
líneas con perfecta precisión, pero volví a mirar el guion antes de que pudiera verme
observándolo.
Repasamos el primer acto sin ningún contratiempo. Esperaba que Jason me
detuviera y me señalara lo que estaba mal en mi actuación, pero no me interrumpió ni
una sola vez, me pregunté si por fin estábamos llegando a algo, a pesar del accidentado
comienzo anterior.
Tenía la garganta reseca, así que agarré la botella de agua de mi mochila y di un
gran trago, notando que Jason me estudiaba de reojo. Volví a enroscar el tapón con más
fuerza de la necesaria y guardé la botella en mi mochila.
—¿Qué?
Se pasó la mano por el cabello revuelto, haciéndolo más desordenado, eso sólo
jugó a su favor. Tuve que hacer un esfuerzo consciente para no mirarlo.
Se aclaró la garganta.
—Tu actuación fue mejor esta vez. —Arqueé las cejas. ¿Jason Adams me estaba
haciendo un cumplido?
—¿Es un cumplido?
Me frunció el ceño.
—Era sólo una declaración, así que no te emociones demasiado. Tienes que
conocer mejor a tu personaje. Se nota.
—Entonces, ¿ahora soy más creíble como ella? —Era una referencia a lo que
había dicho sobre que mi Chloe no era creíble.
Estrechó su mirada hacia mí.
—Apenas.
Mis labios se movieron.
—Es porque he pasado los últimos días estudiándola. Lo que la hace funcionar,
lo que le gusta, cuáles son sus puntos débiles. Ahora que la conozco mejor, puedo
entenderla mejor.
—¿Por qué audicionaste para Chloe?
—Te dije que la señorita Holloway me pidió que...
—Lo sé, pero ¿por qué te lo ha pedido?
—Porque ella y Amy pensaron que la forma en que expresé las emociones de la
madre de Chloe era más adecuada para Chloe. Así que encontré algo similar que
compartí con Chloe y me puse a ello.
Sus dedos jugaron distraídamente con los bordes de su guion.
—¿Algo parecido? ¿Qué es eso?
Parpadeé rápidamente. Me había metido en esa por mi cuenta.
No había forma de hablarle de mi depresión, así que le dije.
—Ella es algo que todos podríamos ser en algún momento, perdidos en la
corriente de la vida. Tiene que encontrar la manera de mantenerse a flote y no rendirse
y dejarse ahogar. Para ello, tiene que encontrar la fuerza dentro de sí misma y dejarse
querer por Nathan. Todo es relacionable.
Inclinó la cabeza hacia un lado.
—¿Por qué crees que tiene que dejarse querer por él?
—Porque ella lo ama demasiado. Ella sabe que él sufriría si ella muriera. Lo
devastaría. Así que se mantiene alejada de él.
—Así que Nathan tiene que encontrar una manera de llegar a ella y convencerla
de que no va a ninguna parte.
Asentí con la cabeza, mirando mi guion.
—Tiene que demostrarle que nunca la abandonará. Siempre creerá en ella. Por
dentro, está aterrorizado, pero no deja que eso le controle. Se niega a rendirse. Eso es
lo que Chloe le enseñó cuando era un niño aterrorizado, perdido en las garras de su
padre adoptivo y sin poder salir de ella. Cuando no se fiaba de nadie, ni siquiera de esa
preciosa chica con una sonrisa más grande que la vida y brillo en los ojos.
Levanté la mirada del guion para mirarlo a él y me quedé inmóvil cuando
descubrí que me miraba intensamente. Una punzada me golpeó el pecho.
—Lo siento. —Me rasqué la nuca, sonrojándome profusamente—. A veces me
dejo llevar. Es que su carácter es fascinante.
Pasó el dedo por el borde del guion. Arriba y abajo. Arriba y abajo.
—¿Holloway te habló de la práctica de los besos? —Se me estrechó la garganta.
—No. ¿Qué práctica de besos?
—Ella quiere que practiquemos los besos antes de besarnos en los ensayos. Sólo
nosotros dos con ella.
Con un calor repentino, me coloqué el cabello sobre un hombro. Jason siguió el
movimiento con atención y su mirada se centró en mi cuello.
Mis mejillas enrojecieron.
—¿Cuándo será eso?
—Ella no especificó.
—¿Y qué… qué piensas?
Se apoyó en su silla.
—¿Te han besado alguna vez?
Ahora podía sentir que todo mi rostro ardía. Bajé los ojos.
—Eso no es asunto tuyo.
—Es asunto mío si tengo que besar a alguien inexperto. No quiero que me babees
toda la boca.
Mis dedos se enroscaron en la esquina de mi guion, arrugando el papel.
—No te preocupes, no te babearé toda la boca. Sólo te daré un rápido picoteo.
—Se lo sugerí a Holloway, pero ella cree que no tendría mucho sentido, viendo
que la mayoría de los besos de Chloe y Nathan son desesperados y llenos de anhelo. Así
que, ella quiere el verdadero trato.
Mi estómago cayó hasta el suelo.
—¿El verdadero trato?
—Sí. El verdadero trato. Con lenguas.
Me iba a poner enferma. Giré mi silla de ruedas y me acerqué a la ventana abierta
para tomar aire fresco y evitar mirarlo.
—¿Todos los besos?
—La mayoría.
Tragué con fuerza. No podía ocultarle la verdad. Se daría cuenta de todos modos
la primera vez que nos besáramos.
—Nunca me han besado antes.
La vergüenza me salía por todos los poros. Gimió y miré hacia él para ver cómo
se pasaba la mano por el rostro.
—Esto va a ser un desastre —dijo.
Me dolía el pecho. No tenía que descartarme, así como así.
Me crucé de brazos sobre el pecho.
—Gracias por el voto de confianza. Ahora no puedo esperar a besarte.
Se limitó a mirarme, con dos arrugas formándose en su frente.
—¿Cómo es que nunca has besado a nadie antes?
No, eso no era lo que iba a hablar con él.
—Eso no es asunto tuyo —repetí. Siguió mirándome hasta que me cansé—. Vale,
¿quieres dejar de mirarme así? —Volví a la mesa y tomé mi guion—. Continuemos, ¿de
acuerdo?
Sus ojos estaban encapuchados, pero no dijo nada. Casi dejé escapar un suspiro
de alivio cuando se inclinó sobre su guion, pero entonces fue y dijo.
—Simplemente, no le des importancia.
Fruncí el ceño.
—¿Qué quieres decir?
—Besar. Es sólo parte de la obra. Nada personal.
Resoplé con una risita. Primero me había dicho que no esperara que fuéramos
amigos, y ahora esto.
—¿Qué intentas decir? ¿Qué podría enamorarme de ti o algo así? No seas tan
engreído, Jason. No soy tan patética ni estoy desesperada.
Un músculo se crispó en su mandíbula.
—Siempre que lo tengamos claro.
—No te preocupes por eso. No me va la gente que me odia y me insulta cuando
le da la gana. —Pero sentí una punzada de dolor en el pecho. Si sólo lo supiera. No me
había permitido pensar en esas escenas de besos, porque una parte de mí sabía que
significarían demasiado para mí. Me emocionaría demasiado, a pesar de saber que no
me llevaría a otra cosa que a más dolor de corazón. No sólo porque sería la primera vez
que me besaran, sino también por Jason. Por todas mis fantasías en las que él era el
primero.
Porque fui una estúpida. Porque era demasiado fácil olvidar todos sus insultos
cuando estaba tan cerca de él.
Ahuyenté esos pensamientos y volví al mundo de Chloe mientras repasábamos
de nuevo el primer acto. Me negué a pensar en ello por el momento. Ya no rompimos el
personaje.
CAPITULO CATORCE
El fin de semana había sido un bienvenido respiro de la sobrecarga de Jason.
Sumergiéndome en tareas y libros que había tomado de la biblioteca, y pasé un par de
horas cada día haciendo ejercicios de imaginación frente al espejo. También tomé notas
de las partes más difíciles del guion y escribí las emociones que tenía que representar
en esas escenas. Actuación 101 puede tratarse de algunas cosas básicas, pero me resultó
útil recordar el proceso de entrar en el personaje, y sentí que podía lidiar mejor con las
complejidades de Chloe.
Con lo que todavía no podía lidiar era con el contacto físico. Los libros no te
enseñaban qué hacer cuando trabajabas junto a tu ex-crush, alguien que afecta a tu
cuerpo privado de atención en muchos niveles, y aunque había repetido innumerables
veces durante el fin de semana mi nuevo mantra, Los verdaderos actores no dejan que
nada se interponga en su camino, toda mi compostura amenazó con salir volando
cuando me dirigí al ensayo el martes.
Me aseguré de llegar al teatro antes que los demás para poder hablar con
Holloway. Estaba moviendo los accesorios a sus lugares cuando llegué.
—Hola, Katie. Estás aquí.
—Sí. ¿Necesitas ayuda?
Agarro dos sillas y las llevó al centro del escenario.
—No es necesario. Yo puedo encargarme. —Me miró fijamente el rostro— ¿Está
todo bien?
Jugué con mis pulgares en mi regazo.
—Jason me habló de la práctica de los besos.
—Ah, claro. Quería contarles sobre eso más tarde, después del ensayo. —Dejó
las sillas y se enderezó para mirarme, con las manos en las caderas—. Tendremos que
repasar las escenas de besos antes de hacerlas aquí. Es parte de mi práctica cuando hago
obras con escenas de besos. En mi experiencia, es mejor para los estudiantes de esta
manera.
—¿Cuándo vamos a comenzar esa práctica?
—La próxima semana.
—¿Tienes alguna indicación especial?
—Lo discutiremos entonces. —Inclinó la cabeza mientras me observaba—
¿Supongo que esta es tu primera experiencia besando en el escenario?
No iba a decirle que era mi primera experiencia besando en general, así que solo
asentí.
—No te pongas nerviosa. Aunque sé que yo estaba nerviosa antes de mi primer
beso en el escenario.
Mis ojos se abrieron de par en par.
—¿Lo estabas?
—Sí. Y no pudimos practicarlo solos de antemano. Así que fue muy incómodo y
el director no estaba contento con eso. —Se rio del recuerdo—. De todos modos, verás
que no hace falta de que te pongas nerviosa. Iremos paso a paso, hasta que tanto tú
como Jason se sientan cómodos. Mi única sugerencia de antemano es que presten
atención a su higiene bucal. Mal aliento y demás.
—Bien. Higiene. Entendido.
Stella, Tallie y Ling entraron, pronto seguidas por Jimmy. Sus cejas estaban
fuertemente unidas sobre sus ojos oscuros. Su cuerpo estaba rígido cuando se sentó
junto a Tallie, y sus manos estaban cerradas en puños hasta que se las metió en los
bolsillos. Esperé a que él entablara una conversación con ella, pero permaneció en
silencio, mirando un punto en el piso sin mover un músculo, lo que me recordó su
comportamiento el año pasado, justo después del suicidio de su novia. Había estado
nervioso, había escuchado historias de él pasando de estar retraído, negándose a hablar
con nadie, a arremetiendo cuando menos se lo esperaban.
Sus ojos se levantaron y se encontraron con los míos, casi me sobresalté por lo
repentino que fue. Aparté la mirada, sólo para encontrar a Jason pasando por delante
de nosotros sin una sola mirada. No saludó a nadie mientras tomaba su lugar entre Lori
y Lucas, luciendo incluso más cansado que el jueves.
—¿Está todo bien, Jason? —Preguntó Holloway amablemente.
—Sí —respondió bruscamente. Claramente era todo lo contrario, pero Holloway
no insistió más en el asunto.
Se volvió para dirigirse a todos nosotros.
—Quiero informarles de que el próximo lunes les tomaremos las medidas para
sus vestuarios. También tendremos un set en el escenario para esa fecha. Les enviaré
un correo electrónico con los detalles al final del día. —Todos asentimos
colectivamente—. Bien. Hoy haremos el segundo acto.
—Demonios sí. Finalmente tendremos algo de acción —dijo Lucas, frotándose
las manos.
Tanto Jason como yo lo miramos con los ojos entrecerrados.
—Si te refieres a los besos, Lucas, no, no habrá besos hoy —aclaró rápidamente
Holloway.
La sonrisa de Lucas cayó.
—¿No?
—No. Katie y Jason practicarán eso a solas conmigo primero y luego lo
incluiremos en los ensayos. Haremos todo lo demás, incluidos los abrazos. —Miró entre
Jason y yo—. De ahora en adelante, quiero que siempre estén uno al lado del otro aquí
cuando no estén actuando. También es parte de que se acostumbren el uno al otro.
Los ojos de Jason chocaron con los míos. Mi corazón dio un vuelco.
Holloway se bajó los lentes por el puente de la nariz.
—Bueno, ¿qué están esperando? Vamos. —Nos hizo un gesto para que nos
acercáramos.
Mis cejas se levantaron cuando, en lugar de negarse, Jason cruzó el espacio entre
nosotros, pero luego se detuvo a un metro y medio de mí.
Holloway soltó otro de sus fuertes suspiros.
—Más cerca, Jason. Ella no es contagiosa.
Todos los ojos estaban puestos en nosotros. Algunos divertidos, algunos
curiosos por ver como se desarrollaría esto.
Se acercó más y su calor me inundó. Mis entrañas se agitaron. Era tan alto, tan
fuerte y poderoso en comparación conmigo. El contraste me distraía.
—Bueno. Ahora tómense de la mano hasta que empecemos el ensayo.
—Tienes que estar bromeando —dijo Jason. Lucas se rio entre dientes. Algunas
personas lo miraron con los ojos muy abiertos.
—Vamos. Mientras todavía somos jóvenes.
Mojé mis labios y le ofrecí mi mano a Jason. Sus cejas se fruncieron al mirarla.
—No va a morder, sabes —le dije.
—Esto es una mierda —dijo en voz baja, pero tomó mi mano envolviéndola con
la suya mucho más grande.
Nuestros dedos se entrelazaron como si fuera la cosa más natural del mundo.
Mis labios se abrieron con una inhalación de aire mientras su mirada se posaba en
nuestras manos unidas y su ceño se profundizó. Me miró a los ojos durante un largo
segundo antes de apartar la mirada bruscamente, murmurando algo entre dientes.
Mi corazón latía con fuerza constantemente mientras nos tomábamos de la
mano, y apenas podía concentrarme en lo que Holloway y los demás decían mientras
cubrían detalles de los personajes y más cosas del guion. No me atrevía a mover mis
dedos ni un centímetro, conteniendo la respiración cada vez que su mano se movía,
aunque sea levemente contra la mía. Sólo pude respirar con normalidad cuando
Holloway anunció que estábamos comenzando y Jason y yo nos separamos.
El segundo acto tuvo mucho más contacto físico, y por mucho que traté de
mentalizarme para eso, mi estómago estaba hecho un nudo. No estaba segura de sí iba
a ser capaz de lograr esas escenas.
En las primeras escenas, apenas nos tocamos, por lo que no hubo contratiempos,
pero luego llegamos a la escena en la que Nathan proclama su amor por Chloe en su
habitación después de enterarse de su cáncer. Ese momento fue angustioso,
desesperado, cargado de contacto físico que condujo a su primer beso, pero cada vez
que llegábamos a la parte en la que se suponía que Jason me abrazaba con fuerza en la
cama de Chloe y susurraba sus líneas contra mi cuello, Holloway nos detenía y nos decía
que lo hiciéramos de nuevo.
—Katie, al principio no debes mover las manos cuando él te abraza. Espera diez
segundos y luego abrázalo lentamente. Jason, tienes que inclinar tu cabeza contra la de
ella y decir las palabras contra su cuello.
Y luego más tarde.
—Katie, estas demasiado rígida. La desgana de Chloe debe provenir del hecho de
que está tratando de luchar contra sus sentimientos por Nathan. Jason, tienes que
abrazarla fuerte. Necesitamos ver, sentir su desesperación.
Diez minutos más tarde, nuestras actuaciones no estaban mejorando, y era aún
más difícil con tantos ojos penetrantes dirigidos hacia nosotros. Para empeorar las
cosas, Holloway se negó a dejar esta escena para otro día. Nos dijo que nos quedáramos
después del ensayo y repasáramos esa escena de nuevo solos.
—Me iré por quince minutos —dijo Holloway con una expresión severa e
inflexible una vez que solo nosotros tres permanecimos en el teatro—. Practiquen
mientras no estoy. O resuelvan lo que sea que los esté frenando. Cuando regrese, quiero
que interpreten esa escena para mí.
No esperó nuestra respuesta. Cruzó rápidamente el escenario y salió,
dejándonos solos en un silencio ensordecedor.
Tragué saliva mientras miraba el extenso auditorio. Había algo imponente en
este lugar. Algo que amplificó la experiencia actoral. Estar aquí a solas con Jason era aún
más íntimo por eso.
Jason saltó de la enorme caja de equipos en la que estábamos sentados y cruzó
hasta el borde del escenario.
—¿Por qué tienes que seguir metiendo la pata?
—¿Sigo metiendo la pata? ¿Y tú? Estás tan cansado que te hace estar más
malhumorado que de costumbre. No puedo relajarme cuando parece que vas a
estrangularme en cualquier momento.
—No querría estrangularte si te esforzaras más en tu actuación.
—¡Me estoy esforzando más en mi actuación!
—No es suficiente.
—Sí, porque nada puede satisfacer al gran y perfecto Jason Adams, ¿verdad? Me
descartaste desde el principio, no importa lo que haga, no será lo suficientemente bueno
para ti.
Abrió la boca para replicar, pero se detuvo. Se pasó la mano por el rostro y exhaló
un profundo suspiro.
—Seguimos dando vueltas en círculos. No podemos funcionar de esta manera.
Incliné la cabeza hacia un lado.
—¿Tú crees?
Me dirigió su mirada.
—Por supuesto que no podemos cuando no puedes dejar de lado tus
sentimientos personales. Estoy haciendo mi mejor esfuerzo aquí, pero no puedo hacer
mucho. —Me acomodé el cabello detrás de las orejas—. Deberíamos hacer todo lo
posible para que esto —señalé entre nosotros con mi dedo— funcione. No solo es bueno
para nosotros sino también para todo el elenco.
Se pasó la mano por el cabello y caminó hacia la silla frente a la caja en la que yo
estaba sentada. Se dejó caer sobre ella con un fuerte suspiro, abriendo las piernas de
par en par.
—No es fácil —dijo.
—Obviamente.
Me dirigió otra mirada.
—Y obviamente no lo estás haciendo más fácil.
—¿Quieres que te suplique que me trates bien? Perdona si esperas que me
arrodille porque, ya sabes… —Hago un gesto con la cabeza hacia mis piernas, con una
sonrisa amarga.
—¿Podrías...? —Cerró los ojos, siseando— ¡Mierda! —Se puso de pie pateando
la silla a su lado— ¡Siempre eres tan exasperante!
—¡Dime algo que no sepa! —Aparté la mirada, deseando que mi cabello pudiera
ocultarme. Como un corte de película, todos los momentos de su ira inmerecida e
insultos se desplegaron frente a mis ojos, ya es demasiado. Estaba cansada. Estaba
cansada de no poder encontrar puntos en común con él. Del odio entre nosotros.
¿Por qué tiene que odiarme tanto?
Estaba al borde de las lágrimas, pero los ejercicios de concentración que había
hecho el sábado debieron haber valido la pena, porque me apresuré a detenerlas antes
de que él los viera. Permaneció en silencio, y me arriesgué a mirarlo una vez que estuve
segura de que mis lágrimas estaban contenidas.
Su mirada nunca me había dejado. Era intensa, oscura e ilegible. Lentamente se
deslizó por mi cuerpo y permaneció en mis piernas, haciéndome sentir vulnerable,
expuesta y, sobre todo, atrapada, porque no podía esconderme de él.
Una extraña emoción pasó por su rostro, pero la ocultó antes de que pudiera
procesar lo que era, dándome la espalda. Se alejó unos pasos. Los músculos de su
espalda se tensaron bajo su camiseta ajustada.
—Podemos seguir así para siempre. Es solo una pérdida de tiempo. —Parecía
haber llegado a alguna conclusión cuando finalmente se giró para mirarme—. Bien.
—¿Bien?
—Hagamos que esto funcione.
Solté un suspiro de alivio. No sabía cuánto duraría su buena voluntad, pero la
aceptaría.
— Tenemos que ser más emotivos. Más intensos... simplemente más —dijo.
—Estoy de acuerdo.
—No le quites el filo a Chloe. Ve a tope.
—Bien.
Respiré hondo y cerré los ojos, tomándome unos momentos para entrar en la
mente de Chloe. Mientras pensaba en su sufrimiento, el amor ardiente que sentía, en su
miedo, la presión se acumulaba en mi pecho y su dolor se apoderó de mí, reemplazando
al mío.
Algo cambió en el momento en que comenzamos la escena, y esta vez, sin
miradas indiscretas que nos observaran, pudimos profundizar en el momento y
expresar las emociones de nuestros personajes sin restricciones. Ambos estábamos
sintonizados el uno con el otro, moviéndonos con fluidez como si hubiéramos hecho
esto muchas veces antes.
Se agarró el cabello con las manos.
—No me ahuyentes, Chloe.
—¿No lo entiendes? No quiero que desperdicies tu vida.
Sólo vete.
Cruzó la distancia que nos separaba y se arrodilló frente a mí.
—Sería un desperdicio si no estoy a tu lado. —Sus ojos brillaban,
en contraste con la ira que habían tenido unos minutos antes. Su talento sólo me motivó
a aprovechar más las emociones de Chloe e igualar su expresión con una propia.
Negué con la cabeza rotundamente.
—No seas idiota.
Puso sus manos sobre mis rodillas, la expresión de su rostro era tan apasionada,
tan cruda, sentí un tirón profundo en mi pecho, casi sentí ese toque en mis rodillas.
Como un sentimiento fantasma que se hizo más fuerte cuanto más me miraba así.
—Chloe, no dejaré que te ocupes de esto sola. No dejaré
que me alejes. No estás sola.
—No lo hagas. Vete. —Traté de apartar sus manos de mí, pero no se movió,
sus ojos ardían ferozmente.
—¿Sabes lo que hiciste por mí? Me enseñaste a luchar. Me
enseñaste a nunca rendirme. Ahora te pido que hagas lo mismo.
No te rindas contigo misma, con nosotros. Por favor. Te lo
ruego. —Su voz se quebró al final bajo una carga de emoción, y algo se quebró en mí
también.
La primera lágrima cayó por mi mejilla, y por un breve momento, la sorpresa se
registró en su rostro. Esto no estaba en el guion. Pero luego fue un paso más allá.
Levantó la mano secando esa lágrima. Luego la siguiente. Y la siguiente. La ternura de
eso casi me hizo salir del personaje.
Pero no lo hice. Me apoyé en la mano que descansaba sobre mi rostro y cerré los
ojos, mi corazón latía con fuerza mientras continuaba aleteando. Tiré de su mano como
un impulso silencioso para que se acercara a mí, y él la tomó de inmediato, deslizándose
para sentarse a mi lado.
—Tengo miedo —susurré.
Su garganta se agitó mientras tragaba.
—Lo sé, Chloe. —Me puso un mechón de cabello detrás de mí oreja, otra
improvisación—. Yo también tengo miedo.
Pasaron los segundos mientras nos mirábamos. Había estado temiendo tanto
este momento antes de hoy porque pensé que sería incómodo, pero en este momento,
en este mismo momento, sentí que él era todo mi mundo. Todo se alineaba.
Nos acercamos el uno al otro al mismo tiempo, yo descarté por completo las
instrucciones de Holloway de no devolverle el abrazo de inmediato, y nos abrazamos
como si fuéramos el salvavidas del otro. Lágrimas frescas brotaron de mis ojos. Lo
abracé con más fuerza, perdida en el amor de Chloe por Nathan.
—De acuerdo.
Él se alejó. Sus ojos estaban llenos de una frágil esperanza y un poderoso anhelo.
—¿De verdad?
Asentí.
Enterró su rostro en mi cuello.
—Gracias. Gracias, gracias, gracias.
Su aliento acarició la piel demasiado sensible de mi cuello mientras hablaba, y
apreté los dedos en su camisa, el calor se acumuló en la boca de mi estómago. La
sensación solo se hizo más fuerte con cada momento que me sostenía de esta manera,
mi cuerpo hambriento por el toque y la intimidad que no eran para mí, pero
absorbiéndolo de todos modos.
—Prométeme que no te rendirás conmigo — solté en un rápido
suspiro.
Se apartó para mirarme, pero sus manos permanecieron en mi cintura.
—¿Cómo podría renunciar a ti cuando te amo? —Las palabras no
iban dirigidas a mí, pero mi corazón se hinchó, más aún cuando una mirada de profunda
adoración se apoderó de su rostro—. Sí, te amo, Chloe. Lo he hecho desde
hace tiempo, en realidad.
Una extraña sensación se desplegó desde mis profundidades. Te amo. Esas
palabras sonaron tan sensuales, tan bien en sus labios.
Levanté la mano para acariciar su mejilla.
—¿Por qué yo? Mírame. Estoy enferma y...
Agarró mi mano con la suya, apoyando su mejilla en mí toque.
—Eres perfecta. Eres hermosa, dulce y le das sentido a mi
vida. Todo tiene sentido cuando estás cerca. Haces que todo
sea mejor.
Por un momento, a través de la oscuridad de mi apatía parpadeó el deseo de
encontrar a alguien que también pudiera amarme tal como era. Quién no viera mi silla
de ruedas como un obstáculo. Que me haga feliz sin importar nada y que siempre este
ahí para mí. Que me mire con puro amor, exactamente de la misma forma en que Jason
me miraba ahora.
Algo apretó mi corazón con fuerza, y más humedad se acumuló en mis ojos.
Esbocé una sonrisa temblorosa.
—¿Y realmente no te importa que siempre robe el último
trozo de chocolate? —Esta frase era la forma que tenía Chloe de decir que
aceptaba el amor de Nathan, que confiaba en que él siempre estaría a su lado. Se suponía
que rompería la tensión del momento y los haría estallar en carcajadas.
Pero ni Jason ni yo nos reímos.
Sus ojos eran suaves.
—Me robaste el corazón y no me importó. Sólo quédate a mi
lado. Tal como lo prometiste.
Este fue el momento en que Chloe y Nathan se dieron su primer beso. Jason se
movió hacia mí y me quedé completamente inmóvil, pensando que realmente me
besaría, pero sus labios cambiaron su trayectoria a solo unos centímetros de los míos,
terminando en mi mejilla. Mi corazón se hinchó e inhalé su aroma con avidez mientras
sus labios se demoraban en mi piel.
Se alejó lentamente. La escena había terminado, pero ninguno de nosotros se
movió, estudiándonos como si nos estuviéramos viendo por primera vez.
Alguien aplaudió. Jason y yo giramos nuestras cabezas hacia la fuente del sonido,
alejándonos el uno del otro. Holloway lucía una sonrisa que podría derretir cualquier
glaciar, la aprobación brillaba intensamente en sus ojos.
—Eso sí que está mejor. —Se detuvo a nuestro lado e hizo una señal de
aprobación—. Química perfecta.
Mis mejillas se calentaron. Miré a Jason, que miró a todos lados menos a mí, con
incomodidad y frunciendo el ceño con fuerza.
—No sé qué hicieron mientras yo no estaba, pero obviamente funcionó a su
favor. Entonces, sigan trabajando juntos de esa manera y estarán bien.
A pesar de lo que había dicho antes, no nos pidió que representáramos la escena
de nuevo y nos dejó ir a casa. Jason fue el primero en irse, sin mirarme ni una sola vez,
sus pasos eran rápidos como si no pudiera irse lo suficientemente rápido. Holloway me
acompañó fuera del teatro y luego me quedé sola con mis pensamientos.
A los pensamientos de mí finalmente haciéndolo bien, logrando traer una
actuación que se destacó después de todo.
Y a los pensamientos de los labios de Jason en mi mejilla, el deseo que había
provocado en mí, y la conexión que, por mucho que quisiera negarlo, habíamos
compartido al menos durante un rato en aquel escenario vacío.
CAPITULO QUINCE
The Weeknd sonó a todo volumen en los altavoces del auto de Dylan, ahogando
casi por completo mis palabras.
—¿Podrías bajar el volumen por un segundo? —Pregunté. Nunca pude entender
cómo podía escuchar música a todo volumen tan temprano en la mañana—. Ni siquiera
puedo oírme a mí misma por encima de la música.
—Por supuesto. —Ella lo bajó lo suficiente para que mis palabras apenas se
escucharan.
Suspiré. Supuse que tomaría lo que pudiera conseguir.
—Entonces, ¿estabas diciendo que tú y Jason. . .?
—Compartimos un momento ayer. En realidad, no sé si podría llamar a eso un
momento. —Le conté cómo habían ido las cosas una vez que estuvimos solos en el
teatro—. Era como si no fuéramos nosotros y, al mismo tiempo, estábamos tan
sincronizados. Todo encajaba perfectamente. Incluso la señorita Holloway lo pensó.
Ella dijo que teníamos una química perfecta.
Me miró por encima del borde de sus lentes.
—¿Tú y Jason? Eh. Ver para creer. —Golpeó con los dedos el volante. La comisura
de sus labios se levantó.
—¿Qué?
—Imagina esto, ¿y si se enamorara de ti?
Mis ojos se abrieron de par en par.
—¿Estás loca? ¿Por qué siquiera pensarías eso?
Se encogió de hombros.
—No sé. Sólo estoy barajando ideas. Como, el karma sería una perra si lo hiciera
después de cómo te ha tratado hasta ahora.
—Creo que estás siendo demasiado dramática.
—Quizás. ¿Qué sientes por él?
Mantuve mis ojos fijos en el paisaje fuera de mi ventana.
—¿Por qué lo preguntas?
—Porque solías estar enamorada de él, y ahora son como amantes en esa obra.
¿Estás segura de que todavía no lo soportas?
—Oh, no hay duda de eso, no puedo.
—Siento un pero ahí.
—No hay ningún, pero.
Ella gimió.
—Vamos. Te conozco Kat.
Resoplé.
—Bien. Hay... alguno. No sé qué es, pero no soy totalmente inmune a él. Estoy
súper consciente de él y de su toque… se siente demasiado bien, Dee. Es como si mi
cuerpo estuviera hambriento de cualquier forma de atención, por lo que confunde su
actuación con otra cosa.
—Creo que eso es normal. No has experimentado eso antes, así que es normal
que tu cuerpo lo quiera.
—Es de Jason de quien estamos hablando. Mi cuerpo debería captar la indirecta.
Dylan se rio entre dientes.
—¿No crees que estás confundiendo los personajes con lo real?
—No es eso. Créeme, no puedo olvidar ni por un segundo quién es él.
Sus labios se apretaron en una delgada línea.
—En serio, sin embargo, ten cuidado.
—¿De Jasón? Lo sé…
—No, de ti enamorándote de él otra vez. Odiaría que te lastimaran, y cualquier
sentimiento que desarrolles por él te llevará directamente a eso.
—Lo sé, Dee. No soy estúpida.
Sin embargo, eso no me impidió pensar demasiado en las sensaciones que me
había hecho sentir cuando estábamos solos. Sobre sus labios en mi mejilla. Sobre lo
íntimo que se había sentido todo. Sobre cómo se sentiría experimentarlo todo de nuevo.
Eso era exactamente lo que pasaba por mi cabeza cuando entré a la biblioteca
para encontrarme con él al día siguiente. Llegué unos minutos antes para poder buscar
más libros sobre actuación que pudiera estudiar durante el fin de semana. Justo cuando
seleccioné un tercero, vi a Jason. Estaba charlando con tres chicas en un rincón lejano,
un área que en su mayoría estaba oculta del resto de la biblioteca. Estaba sentado en
una mesa, mientras las chicas se sentaban en ella, sus piernas se balanceaban hacia
arriba y hacia abajo. Llevaban faldas cortas que les llegaban demasiado arriba de los
muslos, corriendo el riesgo de revelar su ropa interior. La sonrisa que les dirigía era
cegadora.
Una vez más me llamó la atención lo diferente que era con cualquier otra chica
excepto conmigo. Me recordaba fácilmente los días en los que esperaba que se fijaran
en mí, experimentando una estampida de mariposas en mi vientre cada vez que me
cruzaba con él, su mirada siempre había estado puesta en chicas de diez.
Estas chicas también eran de diez sobre diez, todas ellas riéndose o luciendo
gigantescas sonrisas que decían "fóllame". No dudaba que alguna de ellas tuviera la
suerte de que se le concediera su deseo.
Mi corazón latía más fuerte mientras me acercaba a ellos, el calor subía por mi
cuello. Por un momento, pensé que estaría demasiado ocupado para siquiera mirar en
mi dirección, pero como si me hubiera sentido cerca de él, giró la cabeza y sus ojos se
concentraron en mí.
Todo se ralentizó y el resto de la biblioteca dejó de existir mientras me miraba
sin pestañear. No podía decir lo que estaba pensando porque su rostro se acomodó en
la habitual máscara en blanco que usaba frente a mí, pero la forma en que no soltó mi
mirada envió un rayo de conciencia a través de mí, calentándome la sangre.
La chica sentada más cerca de él se inclinó para tocar el piercing de su ceja. Esto
logró robar su atención, y la habitación se enfrió abruptamente unos pocos grados.
Luché por evitar que mi boca formara una línea hacia abajo cuando la idea de mis dedos
tocando su piercing se cristalizó frente a mis ojos. Casi negué con la cabeza.
—Lo siento, chicas, pero tienen que irse. Turner y yo tenemos práctica.
Una de las chicas me evaluó, luego, cuando decidió que yo no era una amenaza
para ella, me envió una sonrisa llena de lástima.
—Oh, qué lástima —le susurró ella— ¿Podemos mirar?
Sus labios se torcieron con diversión. Se bajó su gorra por la frente.
—Hoy no. Tenemos que estar solos para poder concentrarnos.
La chica me midió de nuevo, y la envidia se apoderó de sus facciones. No sabía
de qué tenía que estar envidiosa ya que el hecho de que Jason y yo pasáramos tiempo
juntos no tenía ninguna connotación romántica.
—Me llamarás, ¿verdad? —Preguntó.
—Claro —dijo en un tono que dejaba claro de que no tenía intención de llamarla
nunca. En respuesta, ella le dejó un largo beso en la mejilla. Arrugué la nariz.
—Nos vemos, Jason —dijeron las otros dos, y se movieron para irse,
dirigiéndome una última mirada al salir.
La sonrisa de Jason duró tanto como le tomó a la última chica deslizarse de la
mesa. Su mirada ni siquiera se movió en su dirección a pesar de sus esfuerzos por hacer
que las mirara balanceando sus caderas. En cambio, me estaba mirando a mí. Esperaba
que mis mejillas no estuvieran tan sonrojadas como se sentían.
Él arqueó sus cejas.
—Llegaste temprano.
Me detuve frente a él y deposité los libros sobre la mesa.
—Tú también.
Asintió con la cabeza hacia el guion frente a él.
—Quería repasar algunas escenas solo, pero luego aparecieron. —La forma en
que dijo "aparecieron" hizo que sonara como si no estuviera contento con eso.
Eh. Nunca antes me había preguntado si Jason disfrutaba de toda la atención que
recibía de las chicas. Era un imán para la atención femenina, y dondequiera que iba, las
cabezas se volvían. Al verlo con una chica nueva cada semana, uno asumiría que lo
estaba disfrutando.
—Lo haces sonar como si eso fuera algo malo.
—A veces, solo quiero que me dejen en paz.
Mi corazón palpitó. Quería saber más. Quería que elaborara y abriera la puerta
para permitirme entrar en su mundo, pero eliminé ese ridículo pensamiento
rápidamente.
—Estoy sorprendida. Siempre pensé que disfrutabas toda la atención que te dan
las chicas.
—Claro, es lindo, pero ellas no me conocen. Quieren lo que está en la superficie,
no en el interior.
—¿Y qué hay en tu interior?
Me miró de cerca.
—¿Tienes curiosidad?
Bajé la mirada, mis mejillas ardiendo. Imbécil.
Señaló los libros que había elegido.
—¿Más libros?
—Mientras más, mejor.
Se acarició la barbilla con el pulgar y el índice.
—Realmente estás tratando de entender esto, ¿no?
—¿Es eso tan sorprendente?
—No me dejaste con la impresión de que te dedicas al oficio.
Sabía que tenía razón, para alguien de afuera podría haber parecido así antes,
pero eso no disminuyó el escozor de sus palabras.
— Tal vez te apresuraste a juzgar.
—O tal vez simplemente no te esforzaste tanto.
—O tal vez nada pueda satisfacer al gran y perfecto Jason Adams —le repetí mis
palabras anteriores.
Cruzó los brazos sobre el pecho, sus músculos se contrajeron bajo el apretado
material de sus mangas de una manera cautivadora.
—Respalda tus palabras primero, luego podemos hablar.
Suspiré y me masajeé la sien con dos dedos.
—Gracias como siempre por el voto de confianza.
Ignorando mi comentario, agarró el libro de encima de la pila. Estudió el título.
El arte de las emociones.
—¿Lo has leído?
—Sí. —Lo arrojó sobre mi pila de libros.
—Actualmente estoy estudiando cómo representar las emociones como si
fueran mías, y me recomendaron este libro. Espero que sea bueno, porque estoy
luchando con esto.
— Está bien. ¿Por qué estás luchando?
—Porque justo cuando creo que tengo alguna emoción atrapada, resulta que no
puedo dejarla salir tan bien —murmuré en mi barbilla—. Sorpresa, sorpresa.
Apoyó el codo en el respaldo de su silla.
—Todo se reduce a la comprensión. Tratar de relacionarme con los personajes.
—Pero, ¿y si tienen una personalidad completamente diferente a la mía?
—Entonces tratas de ponerte en sus zapatos.
—Suena tan fácil cuando lo dices así, pero no es nada fácil.
—Nunca dije que fuera fácil. ¿Te cuesta entender a Chloe?
Me quité un mechón suelto de mi cabello de mi rostro.
—No, no tengo ningún problema para entenderla. Como te dije, compartimos
algo similar. Su reto fue el cáncer. El mío… —Señalé mis piernas—. Tengo problemas
con otras... cosas.
—¿Cómo qué?
Mis mejillas se calentaron y deseé que la conversación no hubiera tomado esta
dirección. Mi mirada recorrió los libros, los estantes, incluso el reloj en la pared del
fondo, cualquier cosa para no mirarlo.
—Como el amor. Chloe ama mucho a Nathan y, a veces, siento que no puedo
expresarlo adecuadamente. O lo suficiente.
—Lo expresaste adecuadamente hace dos días.
Dirigí mi mirada hacia él. Mi corazón quería salirse de mi pecho.
—¿De verdad lo crees?
Un músculo se contrajo en su mandíbula y una arruga apareció en su frente.
—No lo habría dicho si no fuera así. Pero como estás luchando con eso, primero
deberíamos centrarnos en las escenas más emotivas entre Chloe y Nathan. Trabajar en
ellos uno por uno.
—De acuerdo. —Mis dedos se enredaron con nerviosismo. Esas escenas también
fueron las más conmovedoras—. También está lo del contacto físico.
—¿Contacto físico? ¿Qué quieres decir?
—Me cuesta mucho acostumbrarme.
—¿Por qué?
—Porque no estoy acostumbrada a ti. —Tiré de la cutícula de mi pulgar—. No
estoy acostumbrada… a los chicos. —Mi rostro se puso rojo. Ya me arrepentía de haber
dicho algo
Apoyó los codos en la mesa y su ropa crujió con el repentino movimiento.
—¿Por qué? —Repitió.
—No actúes como si no pudieras adivinar. ¿Ves esto? —Señalé mi silla de
ruedas—. No es como si los chicos hicieran fila para ofrecerme algún tipo de atención,
y mucho menos tocarme. —Mis mejillas se sonrojaron en el momento en que dije eso.
¿Por qué tenía que soltarlo así?
Sus ojos bajaron por mi cuerpo y luego lentamente, muy lentamente, subieron,
ganando una intensidad encantadora. Mi corazón latía más fuerte con cada segundo de
su lectura. Se sentía como si me estuviera desnudando, dejándome completamente
abierta a él, y deseé desesperadamente saber qué pensaba. Más aún cuando me miró a
los ojos y encontré algo sensual en su mirada.
Sus cejas se juntaron y rápidamente desvió la mirada. Más color se derramó por
mi rostro, y realmente esperaba que no pudiera escuchar lo fuerte que latía mi corazón.
—No deberías dejar que eso interfiera con tu actuación. Pero dado que lo es,
también tendremos que centrarnos en eso. No me gustaría que te desmayes una vez
que ponga mi boca sobre ti.
Su última oración invitó a una imagen específica y sucia a mi mente, y pude sentir
el calor acumulándose en la boca del estómago a pesar de mi ira.
—No me voy a desmayar, Jason —dije entre dientes.
No podía estar segura, pero parecía que una sonrisa acechaba en la comisura de
su boca.
—Si tú lo dices. Comencemos a practicar.
—Por supuesto.
—¿Qué tal si hacemos la escena en la que Nathan aparece en casa de Chloe el día
después de que su padre adoptivo lo golpea de nuevo?
Mis labios formaron una línea dura. En esta escena, Nathan estaba enojado y
retraído, y se negó a hablar con Chloe sobre lo que había sucedido, pero mientras veían
una película, la tensión inicial se transformó en otro tipo de tensión. La escena comenzó
con Chloe apoyando la cabeza en su hombro y el brazo de Nathan rodeándola para
mantenerla junto a él en la cama. Holloway nos había dicho que quería que ambos
enfatizáramos la atracción que sentían el uno por el otro que aún no había sido
abordada, para ello teníamos que aumentar la tensión entre ellos a través de nuestras
miradas y acciones.
Fue una escena realmente íntima, y hubiera preferido que hiciéramos algo
menos cargado de tensión, pero eso sería mostrarle más debilidad y ya me había
hartado de compartir mis debilidades con él por este día.
Entonces, saqué mi guion y lo abrí en la página que contenía esa escena, a pesar
de que ya la había memorizado.
—Bien.
Jason se puso de pie y colocó su silla a mi lado, sin dejar espacio entre nosotros.
—Nos preparamos para esta escena, pero será una buena oportunidad para mí
para improvisar algunos toques para que te acostumbres al contacto físico. ¿De
acuerdo?
Aleteos patearon en mi vientre. Traté de no pensar en lo íntimos que nos
pondríamos.
—De acuerdo.
Como si leyera mi mente, dijo.
—No lo pienses demasiado. Soy Nathan ahora, y se supone que debes demostrar
lo atraída que estás por mí. Como te dije el martes, ve al tope.
Mi corazón estaba martillando contra mis costillas ahora. Tragando saliva,
asentí.
Se sentó en su silla y yo me moví un poco más abajo antes de apoyar la cabeza
en su hombro. Él era todo negocios, mientras que yo tenía que luchar contra los
pensamientos de lo bien que se sentía poner mi cabeza en su hombro o lo
fascinantemente fuerte que se sentía su cuerpo contra el mío. El silencio en la biblioteca
se hizo más fuerte.
Su brazo se deslizó alrededor de mí en un movimiento suave, y mi pulso se
convirtió en un ruido sordo enloquecedor en mi garganta. Apoyó su mano en mi cintura
justo donde empezaban las sensaciones, y cada centímetro que cubría me quemaba,
creando un aleteo en mi estómago. No ayudó que oliera a jabón limpio y lavanda. O que
su pulgar subía y bajaba por mi cintura en un movimiento del que probablemente él no
era consciente y yo sí.
—Relájate. No te pongas tan rígida —susurró, dándome un pequeño escalofrío.
Sus dedos se deslizaron hacia abajo una pulgada, extendidos a través de mi cintura. Me
mordí el labio cuando sentí un latido en la parte baja de mi estómago.
Estaba contando los segundos que faltaban para empezar, pero entonces me di
cuenta de que tal vez esa tensión era lo mejor. No necesitaba mentalizarme para
empezar la escena, tan nerviosa como estaba.
Me dio la señal para empezar.
Sollocé.
—Esta película es muy triste. Odio los finales tristes.
Él se rio.
—Entonces, ¿por qué querías verla?
—¡Porque son una buena pareja! Me encantan. Pero en
realidad, los escritores apestan. Ella podría haber sobrevivido
a ese accidente.
Soltó un suspiro prolongado.
—La vida no es un cuento de hadas, Chloe. —Tomó mi mano
entre las suyas, eso estaba en el guion. Lo que no estaba en el guion era su pulgar
moviéndose sobre mi palma. Me hizo sentir un cosquilleo en lo más profundo de mi ser.
Miré la siguiente línea del guion mientras tragaba.
—Puede serlo si lo permitimos.
Él resopló.
—No seas ingenua.
Me aparté para mirarlo e improvisé agarrando sus manos. Sus ojos bajaron para
mirar nuestras manos por un breve momento.
—¿Ingenua? Has estado atrapado en tu miseria por mucho
tiempo, Nate. Supéralo…
Se puso de pie bruscamente.
—Es para que mires todo a través de lentes color de rosa.
¿Cómo voy a superarlo si sucede una y otra vez? ¿Eh?
Me quedé quieta. Me aseguré de que el miedo apareciera en mis ojos.
—¿Tu padre adoptivo hizo algo… otra vez?
Desvió la mirada y cruzó los brazos sobre el pecho.
—Perdió en el póker anoche, y se desquitó conmigo. —Se
encogió de hombros—. Lo mismo de siempre.
Improvisando, estiré la mano para agarrar su antebrazo. La maravillosa fuerza
de sus músculos me hizo detenerme por un segundo.
—Eso es horrible, Nate. Lo siento mucho.
Sus labios se afinaron cuando encontró mi mirada.
—Ya me acostumbré, así que no te preocupes.
—¿Te acostumbraste? ¿Te das cuenta de cómo suena eso? No
deberías tener que acostumbrarte a eso. Tienes que denunciarlo.
No puede seguir saliéndose con la suya.
Su labio se curvó mientras echaba un vistazo a su guion.
—Sabes que no hará la diferencia. Hará que parezca que
estoy mintiendo. Además, incluso si me creyeran, simplemente
me trasladarían a un lugar peor. No puedo seguir moviéndome de
un sitio a otro. Estoy cansado.
Sonaba tan amargado, tan herido, que por un momento sentí el impulso real de
protegerlo.
Apreté mis dedos alrededor de su brazo.
—Lo sé, pero tienes que…
Apartó su brazo de mí, se dio la vuelta y se alejó unos pasos.
—No tengo que hacer nada, Chloe.
—¿Y qué? Vas a quedarte allí hasta que un día… Un día… —
Mi corazón se apretó cuando una vívida imagen de Nathan golpeado a una pulgada de
su vida pasó ante mis ojos. Había estado tan influenciada por el dolor en su voz, en su
rostro, influenciada por la necesidad de Chloe de protegerlo, que el dolor de repente
explotó en mi pecho, agudo como si mi propio corazón quisiera sangrar por alguien que
me importaba profundamente.
Antes de que me diera cuenta de lo que estaba pasando, las lágrimas llenaron
mis ojos y estaba tratando de alcanzarlo con un agarre desesperado de su mano,
mientras tiraba de él para que se sentara a mi lado otra vez. Sus ojos se abrieron
imperceptiblemente, saltando entre mi mano que sostenía la suya y las lágrimas
calientes deslizándose por mis mejillas, esas lágrimas que venían del corazón de una
chica que quería darlo todo por su chico.
—Podría matarte. Ya terminaste en el hospital por su culpa
una vez. ¿Qué pasa si terminas allí de nuevo? ¿Y si esta vez…?
Sus dedos agarraron mi hombro.
— Chloe...
—¡No! —Agarré su rostro con mis manos—. No quiero perderte. ¿Me
escuchas? Por favor, dime que vas a denunciarlo. Por favor. —
Mi visión se nubló con más lágrimas derramadas.
Por un instante; sus labios no se movieron cuando sus ojos revolotearon entre
mis ojos y luego cayeron a mis labios. No podía recordar si eso estaba en el guion o no.
Con el ceño fruncido, tomó mi rostro entre sus manos y apoyó su frente contra
la mía.
—Nunca me perderás. —Su voz tenía una emoción que nunca antes había
escuchado en ella—. Nunca, Chloe…
—Entonces no te rindas. Por favor.
Se alejó lentamente. El dorso de sus dedos comenzó a trazar un camino por mi
mejilla, mandíbula, hombro y todo el camino hasta mi mano tan tentadoramente lento,
su toque como seda contra mi piel caliente. Ni siquiera parpadeó, siguiendo muy de
cerca mi reacción.
Me sentí febril. Eso definitivamente no estaba en el guion.
Cuando finalmente habló, su voz era puro terciopelo.
—Solo si prometes que siempre estarás a mi lado.
Miré mi guion mientras el calor llenaba mi pecho, abriéndose como una flor bajo
su ferviente mirada. ¿Cómo era posible que pudiera mirarme de esta manera cuando…
cuando…? Puso su mano contra mi mejilla y me convenció para que lo mirara, un toque
que hizo que mi corazón se acelerara. Me incliné hacia él.
—Prométemelo —improvisó, su voz más ferviente.
El latido en mis oídos era casi ensordecedor.
—Te lo prometo. Siempre estaré a tu lado.
Y en ese momento, sus labios se ensancharon en la más grande de las sonrisas,
iluminando la habitación, el mundo, todo.
Puso un mechón de mi cabello detrás de mí oreja, enviando un escalofrío a través
de mí cuando sus dedos rozaron la parte superior de mi oreja.
—Eres un sol —susurró.
—¿Qué soy qué?
—Eres un sol, Chloe. En un mundo lleno de oscuridad, eres
el sol.
Mi corazón quería estallar por lo tierna que era su voz. Mis dedos se envolvieron
alrededor de su mano en un toque que se sentía tan natural que nunca quise que
terminara.
—Si yo soy la luz del sol, tú eres un arcoíris, siempre
haciendo que mi mundo sea colorido.
Sus ojos ardían. De repente, su pulgar dibujó una línea lenta a lo largo de mi
pómulo, cada parte de su camino provocando un hormigueo en mi piel. Cada una de mis
respiraciones fue laboriosa. No había nada más que nosotros, compartiendo la misma
conexión que había cobrado vida el martes.
Me palmeó la nuca.
—¿Dónde has estado toda mi vida? —Sus ojos brillaban con necesidad.
En ese momento, pude ver que quería besarme, para mostrarme cuánto significaba para
él. Se movió como si fuera a hacerlo, sus labios a un suspiro de distancia de los míos.
Inhalamos el mismo aire.
Me permití solo un segundo más de eso antes de alejarme de él para decir la
última línea.
—Esperando que me encuentres.
La escena había terminado, pero no nos movimos, ambos nos miramos como si
todavía estuviéramos en ese mundo, como si fuéramos solo una chica y un chico que se
deseaban más que nada. Solo que ahora me di cuenta de que su mano había estado
cubriendo la mía en el reposabrazos, y toda mi conciencia se dirigió a ese punto de
contacto.
Miró nuestras manos frunciendo el ceño, como si él mismo no supiera por qué
seguía sujetándome. Retiró su mano, luego todo su cuerpo, dejando más espacio entre
nosotros.
Inmediatamente sentí su ausencia, a lo que rápidamente siguió la vergüenza.
¿Qué había pasado en los últimos minutos? ¿Cómo es posible que nos hayamos
dejado absorber el uno por el otro, con tanta facilidad? Rodeados de silencio, era como
si nos hubiéramos conectado en un nivel más profundo y sacado nuestras emociones al
máximo.
Cruzó los brazos sobre el pecho.
—Pensé que el martes fue una casualidad. Pensé que era solo una coincidencia,
que tuvimos suerte, una supuesta conexión entre nosotros en ese escenario que fue solo
producto del momento.
No podía respirar. No me atrevía a respirar.
—Pero sucedió de nuevo justo ahora, antes de que supiera lo que estaba
pasando. Y me deslicé jodidamente en eso. Fue así de fácil.
Mi garganta trabajó para tragar más allá de la constricción en ella. Entonces, él
se sentía de la misma manera. Él también lo sintió, la conexión, pero no le gustó ni un
poco. No le gustaba ni entendía lo que estaba pasando entre nosotros, al igual que yo.
—¿Eso es tan malo?
—No tiene sentido. Hubiera esperado estar en el momento con cualquiera
menos contigo.
Retrocedí, juntando mis cejas.
—Entonces, ¿quieres decir que el problema ahora es que soy demasiado buena?
¿Que nuestra química es demasiado buena?
Mostró los dientes y respiró hondo por la nariz mientras se ponía de pie. Se alejó
unos pasos de mí, deteniéndose de espaldas a mí.
—No. Simplemente no entiendo por qué tú. ¿Qué hay de especial en ti? —Su voz
contenía confusión y conflicto a la vez, mi pecho comenzó a doler.
—Tal vez sea la forma en que tú y yo sacamos a relucir a los personajes. Es
imposible no sentir la atracción entre Chloe y Nathan. —Incluso cuando lo dije, supe
que no era eso, y pude ver que él tampoco se lo creía.
—No es que esta sea la primera vez que hago una escena cargada de emociones
con alguien. No es eso.
—Entonces tal vez, sólo congeniamos. ¿Necesitamos una razón del por qué?
—La necesito.
—¿Por qué?
—Porque no puedo lidiar con algo con lo que no estoy familiarizado.
—Entonces, ¿por qué no dejas que se vuelva familiar?
—Como si no lo supieras.
—Pensé que habíamos acordado hacer que esto funcionara.
—Y lo estoy intentando —espetó.
—Entonces esfuérzate más —respondí bruscamente.
Sus ojos brillaron con ira, y antes de que pudiera decir algo, sonó su teléfono.
Mordí el interior de mi mejilla, nuestras miradas se encontraron mientras él sacaba su
teléfono para contestar.
—¿Sí? —Escuchó a la persona del otro lado, su ceño fruncido se profundizó—
¿De verdad? ¿Ahora? Bueno. Entraré antes. —Volvió a guardar el teléfono en el bolsillo
y se movió para recoger sus cosas—. Tengo que ir a trabajar ahora. Uno de los otros
trabajadores tuvo una emergencia.
Vaya.
—De acuerdo.
—Continuaremos con esto la próxima semana. —Metió su guion en su mochila.
—Bien. —Quería decir algo más, o que él dijera algo más, pero sus rápidos pasos
mientras se alejaba hablaron por sí solos, asegurándose de que quedaran muchas cosas
entre nosotros sin decir.
CAPITULO DIECISEIS
—¿Qué es eso que escuché acerca de que tú y Jason se pusieron cariñosos en la
biblioteca? —Preguntó Dylan.
Cerré mi casillero, con el estómago revuelto.
—¿Dónde has escuchado eso?
—La gente habla. —Se apoyó contra el casillero de alguien, su mirada
expectante.
Pensé en esas chicas charlando con Jason. No fue difícil imaginar a una de ellas
diciendo que Jason y yo nos habíamos puesto cariñosos en la biblioteca.
—Solo estábamos ensayando.
Ella arqueó sus cejas perfectamente formadas.
—¿De verdad? Entonces, ¿no se estaban poniendo cariñosos?
—Sí, pero porque eso está en el guion. También estábamos improvisando como
parte de la práctica.
Sus ojos brillaron con algo que no me gustó.
—¿Por qué me miras así?
—Explica lo que significa improvisar. Por lo que sé, parecía que ustedes dos
podrían besarse.
El calor subió a mi rostro. No podía dejar de pensar en nuestra práctica en la
biblioteca. Sobre la reacción de Jason y lo abruptamente que se había ido. Lo consumida
que había estado con el papel y con él. Lo natural, lo adictivo, que había sido todo.
Curvé los dedos alrededor del lomo de mi libro de texto. Entendía que tenía que
irse antes a su trabajo, pero ¿tenía que irse tan rápido? Como si no pudiera esperar a
alejarse de mí.
No tiene sentido. Hubiera esperado estar en el momento con cualquiera menos
contigo.
Sus palabras picaron. No importaba que hubiera sentido la misma conexión
entre nosotros en esos momentos, cuando no la había querido. No habría tenido nada
en contra si Tallie hubiera sido elegida como Chloe. Habrían quedado muy bien juntos,
y no dudaba de que nunca habrían discutido.
Cuando volví a mirar a Dylan, me aseguré de que mi rostro no revelara nada.
—No es lo que estás imaginando. Solo un toque de su mano aquí y allá.
—¿Por qué eso suena sucio?
Le di un golpe en el hombro.
—Tal vez porque lo haces parecer sucio.
Se rió.
—Mmmm.
—Conozco esa expresión. ¿Qué tienes en mente?
Ella sonrió como el gato de Cheshire.
—¿Estás segura de que no hay algo más?
—Estás bromeando, ¿verdad? ¿No fuiste tú quien dijo que es demasiado buen
actor? ¿Qué puede hacerme sentir que realmente se preocupa por mí? Entonces, ¿cómo
llegamos a “le gusto a Jason”? Simplemente odia a los de bajo rendimiento,
especialmente cuando pueden afectar su rendimiento. Por eso trabaja conmigo, incluso
cuando lo odia.
—Supongo que sí. —Ella no parecía convencida.
Mi corazón dio un vuelco. Entrecerré los ojos hacia ella.
—Pareces un poco demasiado emocionada. No hace mucho, querías lastimarlo
por meterse conmigo, ¿recuerdas?
—Y todavía quiero lastimarlo por meterse contigo, pero como dije antes, el
karma sería una perra si se enamorara de ti después de todo.
Fingí que mis mejillas no ardían mientras me burlaba.
—Estás loca.
—Quizás.
Me fui a clase y ella me acompañó.
—Hay algo más —le dije—. La señorita Holloway quiere que empecemos a
practicar los besos pronto.
—¿De verdad?
—Sí. Es mi primer beso, Dee. Necesito tu consejo porque definitivamente voy a
hacer algo mal.
—Está bien, relájate. No es tan difícil como parece.
Resoplé.
—Me parece muy difícil.
—Pero no lo es, en realidad. Ya que es tu primer beso, deja que Jason te guíe.
—Bien. —Asentí, casi tentada de tomar mi libreta y tomar notas—. ¿Qué debo
hacer con mis labios? ¿Debería abrirlos un poco? ¿Ampliarlos? ¿Y mi lengua? Debería…
—Oye. —Se detuvo y agarró mis hombros—. Tómalo con calma. No hay
necesidad de abrir la boca como el tiburón en la película del Tiburón. Solo pon tu boca
contra la de él y síguelo desde allí.
Gruñí.
—Eso no explica mucho. Debería ver algunos tutoriales en YouTube.
Ella se rio.
—No es tan grave. De verdad, solo sigue su ejemplo. Ya que dudo que ustedes
dos tengan una sesión de besos calientes, debería estar bien.
Suspiré.
—Me voy a avergonzar.
—No lo harás, créeme. Además, ustedes dos siempre pueden practicar y
practicar. —Ella me guiñó un ojo.
Entrecerré los ojos hacia ella.
—Estás disfrutando esto demasiado. Este es Jason de quien estamos hablando.
Debería alejarme de él.
Su sonrisa desapareció.
—Lo sé, y estoy de acuerdo. Pero recuerda, karma y todo si se enamora de ti en
el proceso. Entonces puedes vengarte de él rompiéndole el corazón.
No dije nada, tenía la corazonada de que, si él realmente se enamoraba de mí por
algún milagro, sería más probable que él fuera quien hiciera la ruptura, no yo.
Y no habría nada que pudiera hacer para detenerlo.

El aire cálido de octubre me recibió al salir de la consulta del doctor Peterson. El


cielo estaba despejado y muy azul, salpicado solo por los pájaros que volaban en espiral
en bandadas. El viento se levantó y envió algunos mechones de mi cabello volando
mientras me dirigía al estacionamiento, y no me molesté en colocarlos detrás de mis
orejas. Mamá estaba atrapada en el tráfico, así que tuve que esperarla un rato, lo que
me dejó suficiente tiempo para procesar mi conversación con el doctor Peterson.
Hablamos de mis pesadillas y flashbacks, y pensó que era bueno que obtuviera
más detalles. Dijo que, si esto continuaba, tal vez podría recordar esa noche por
completo, pero no compartía su optimismo. Todos estos fragmentos fueron más
frustrantes que útiles. Eran piezas de un rompecabezas que tal vez ni siquiera
significaran nada. Ya sea que lo recordara o no, no estaría más cerca de lidiar con mi
discapacidad.
Mi depresión y sentimientos de frustración todavía eran sólidos como una roca.
Me preguntó si tenía pensamientos suicidas, y fue entonces cuando esperé que las cosas
se pusieran incómodas. Sin embargo, el doctor Peterson no fue más que tranquilo y
paciente, validando mis sentimientos y asegurándose de que tuviera espacio para
expresarme.
—No es fácil hablar de esto —le dije.
—No te sientas presionada a hablar de ello si no quieres. Cuando te sientas lista,
hablaremos de eso.
—No, puedo hablar de eso. Yo… tengo que dejar de darle vueltas. Tengo que
admitirlo. —Inhalé una respiración profunda, mi mirada en mis manos. —Esto es algo
que no quiero admitir ni siquiera ante mí misma. Aquellos… pensamientos, se sentían
más como algo reflexivo, una salida a lo que se sentía ineludible, y nunca les puse un
nombre, pero no hay duda al respecto. Sí, tuve pensamientos suicidas.
—Reconocerlos y abrirse al respecto son partes muy positivas de tu viaje. Puede
que no sea fácil hablar de ellos, pero esto de aquí —hizo un gesto con las manos
alrededor de su oficina— Este es un lugar seguro, puedes decir lo que quieras. —Yo
asentí en reconocimiento—. Mencionaste que tenías pensamientos suicidas. ¿Significa
esto que no los tienes ahora?
Miré a través de la ventana, observando las hojas girar con una ráfaga de viento.
—Lo hago.
Él me había dado un breve asentimiento.
—¿Y por cuánto tiempo has tenido estos pensamientos?
—Desde el accidente.
—¿Alguna vez tuviste tendencias suicidas antes del accidente?
Me encontré con su mirada, buscando en mi mente la respuesta. Recordaba
haber tenido un período difícil antes del accidente. No estaba satisfecha con mi
actuación, mis calificaciones no eran tan buenas. Mis padres también habían pasado por
un período difícil, ya que no podían ganar lo suficiente y ya teníamos un montón de
deudas… Recordé sentirme sola. Tan solitaria.
—No. Pero estaba deprimida.
Continuó preguntándome por qué había estado deprimida antes de volver al
tema de mi estado actual y qué provocó los pensamientos suicidas.
—Es bueno que tengas un papel en el que concentrarte —había dicho—. Puede
ayudarte a obtener una nueva perspectiva. Apartar tu mente de las cosas negativas.
Era cierto que actuar me ayudó a distraerme de las cosas negativas. Durante un
rato, mientras ensayaba con los demás o con Jason, todo tenía sentido y podía recordar
claramente lo feliz que siempre me había hecho sentirla actuación Cómo siempre me
había hecho sentir bien. ¿Pero la perspectiva? No estaba segura de eso. No sabía dónde
encajo en el mundo de la actuación, si es que encajo. Todavía no había salido de la fase
oscura que me hizo dudar de lo que estaba haciendo y preguntarme si tenía algún
sentido.
—Quiero que hagas algo por mí —había dicho el doctor—. Cada vez que te
sorprendas teniendo pensamientos suicidas, intenta reemplazarlos por pensamientos
positivos. Por ejemplo, actuar. Piensa en lo que más te gusta de la actuación y
concéntrate en ello. ¿De acuerdo?
—Suena fácil cuando lo dices así.
Ofreció una sonrisa reconfortante.
—Puede ser fácil con el tiempo.
El recuerdo se dispersó cuando mi mirada captó un movimiento al otro lado del
estacionamiento. Me detuve. Dos figuras habían salido por la puerta trasera de un bar
cercano, con el más joven sosteniendo al mayor como si no pudiera caminar por sí
mismo. Me tomó un segundo reconocerlos.
Eran Jason y su padre.
Jason vestía su uniforme de camarero, mientras que el Señor Adams estaba todo
despeinado, con la ropa arrugada y la barba descuidada que le llegaba hasta la clavícula.
A juzgar por la forma en que se tambaleaba, no estaba sobrio, por lo que Jason estaba
soportando la mayor parte de su peso.
—¿Hasta cuándo va a seguir pasando esto? Prometiste que no volverías a hacer
esto —le dijo Jason, sonando y luciendo decepcionado y enojado a partes iguales.
—Puedo caminar solo —balbuceó su padre. Sacó su brazo del agarre de Jason
con tanta fuerza que Jason terminó perdiendo el equilibrio y chocando con el
contenedor de basura al lado de ellos. Jason siseó y se dobló por la cintura, apenas se
pudo agarrar.
Me moví sin pensar, deteniéndome junto a un auto cerca de ellos, lo
suficientemente cerca para escucharlos sin que ellos me vieran.
La furia apartó la decepción del rostro de Jason, y empujó del contenedor de
basura para cerrar la distancia entre ellos.
—¿Cuándo vas a dejar de hacer esto? ¿Cuándo vas a arreglar tu mierda?
El señor Adams dejó escapar una risa que sonó ahogada por el consumo de
cigarrillos durante décadas.
—¿Estás tan avergonzado de mí, hijo? Solo pasé por un trago o dos. No hay nada
de malo en eso.
Jasón se acercó al rostro de su padre y levantó la mano como si fuera a agarrarlo
por el cuello, pero cambió de opinión en el último momento.
—Sí, me avergüenzo de ti. Estás demasiado perdido en tu dolor para recordar
que tienes hijos que cuidar, y estoy cansado de esperar que cambies.
El señor Adams se enderezó tanto como el alcohol en su sistema le permitió.
—Estoy intentándolo aquí, hijo.
—Eso es una mierda desde mi punto de vista. A menos que ser arrestado por
daños a la propiedad y terminar endeudado sea intentarlo. Desde que mamá murió, has
sido un desastre, y estoy cansado de tratar de mantener unida a esta familia. Siempre
estoy dejando de lado mis problemas para poder lidiar con los tuyos. Necesito un papá.
Necesito a alguien que se preocupe, pero a ti no te importa.
—Vamos, hijo. Sabes que eso no es justo. Yo…
—¿No es justo? ¿Eso no es justo? —Jasón negó con la cabeza—. No. No. No quiero
seguir hablando de esto. Te vas a casa. Ahora.
Su papá enrojeció.
—Si sigues hablándome así, ese lugar ya no será tu hogar —gruñó.
Jason se quedó muy quieto, con el rostro desencajado. Nunca lo había visto tan
impotente, tan fuera de control como ahora. Siempre había parecido una roca sólida,
siempre orgulloso y autosuficiente.
El rostro de su padre cayó en el momento en que se dio cuenta de lo crueles que
habían sido sus palabras, pero eso no cambió la expresión de Jason.
—No te preocupes, papá. En el momento en que tenga dieciocho años, me iré de
allí.
Su padre hizo una mueca de irritación, pero también había una pizca de pánico.
—¿Ir a dónde? ¿A Los Ángeles? ¿Crees que es tan fácil? ¿Y qué pasa con tu
hermana?
Los puños de Jason se apretaron con fuerza.
—Encontraré una manera de hacer que funcione. Ella no tendrá que quedarse
contigo.
—Ella no me dejará.
—Quizás. Pero te aseguro que no la dejaré sufrir quedándose a tu lado.
Necesitará un nuevo comienzo una vez que esté fuera, y no lo conseguirá contigo. No
con la forma en que eres ahora.
Un Uber se estacionó junto a ellos y Jason lo señaló con la mano.
—Aquí está tu transporte. —Se inclinó para mirar al conductor a través de la
ventana abierta del lado del pasajero—. Asegúrate de que llegue a casa.
El conductor asintió. Su papá refunfuñó algo y entró al auto, pero Jason no lo
reconoció y regresó al bar.
El Uber se fue y la puerta trasera se cerró detrás de Jason. Sólo entonces me moví.
Lo que Seth había dicho acerca de que el padre de Jason no lo ayudaba tenía
sentido ahora. Parecía mucho para manejar, y era difícil imaginar lo que Jason estaba
pasando a diario. Siempre usaba una máscara que pintaba la imagen del equilibrio,
como si nada pudiera quitarle el control, pero todo era mentira, ¿no? En realidad, vivía
sin seguridad ni garantías. No era de extrañar que últimamente pareciera tan cansado.
Como una marea, algo cambió en mí, y no pude evitar sentir pena por lo que
estaba pasando.
Mamá llegó unos minutos más tarde, parloteando sobre algo mientras ataba mi
silla al piso de la minivan, pero mi mente estaba únicamente en Jason, y giraba con
preguntas.
Ningún chico debería tener que lidiar con un padre alcohólico, pero era su
realidad y me preguntaba cómo podía superar eso. Me preguntaba si alguien lo ayudó
alguna vez. ¿Cuánto tiempo había sido alcohólico su padre? ¿Había comenzado después
del brutal accidente automovilístico que le había robado a la madre de Jason? El
accidente automovilístico que había ocurrido cuando Jason tenía solo trece años.
Me estremecí. Su madre había sido quemada viva justo en frente de ellos.
¿Cuánto de eso habían visto Jason y Caroline?
Mamá salió del estacionamiento, mirándome por el espejo retrovisor.
—Pareces distraída. ¿Fue bien la sesión?
—Estuvo bien.
Ella sonrió.
—¿Está bien como en “Estuvo bien” o en “Estuvo mal”?
—Estuvo bien. —Le conté lo que habíamos hablado el doctor Peterson y yo.
—Estoy de acuerdo con él sobre la actuación. Siempre te ha gustado, así que
apuesto a que te sientes bien haciendo algo que te apasiona.
—Mhmmm.
Me miró fijamente mientras se detenía en un semáforo en rojo.
—No pareces convencida.
Me encogí de hombros.
—Cariño, ¿qué te preocupa?
—Vi a Jason Adams mientras te estaba esperando.
—¿Vaya?
—Él trabaja en el bar cerca de la clínica. Lo vi ayudar a su papá a salir porque
estaba demasiado borracho para hacerlo solo.
Ella levantó las cejas.
—¿Fue al lugar donde trabaja su hijo para emborracharse?
—Parece que sí. Jason sonaba realmente molesto con él.
Volvió a mirar la carretera cuando el semáforo se puso en verde.
—Me lo puedo imaginar. Ese hombre realmente se salió de los rieles. —Ella
suspiró—. Esa familia tiene problemas, y ha sido así por un tiempo.
—Suenas como si supieras algo.
—Tu papá escuchó algunas cosas en el trabajo. Uno de sus colegas conoce al
señor Adams, y le dijo a tu papá que el señor Adams fue despedido por venir
constantemente borracho al trabajo.
—Entonces, ¿qué? ¿Está sin trabajo ahora?
—Parece que sí. Aparentemente, se tomó muy mal la muerte de su esposa, y ha
estado en espiral durante años. Eso dejó a Jason a cargo de sí mismo y de Caroline. Y
con los problemas mentales de la chica… bueno, supongo que Jason tiene las manos
ocupadas.
Algo en mi pecho se retorció. Jason quería ir a Los Ángeles y, al parecer, sus
planes incluían a Caroline. Solo podía adivinar lo difícil que era valerse por sí mismo y
Caroline y encontrar una manera de vivir su vida de la manera que él quería. No era de
extrañar que quisiera mostrarle al agente de lo que era capaz tanto que estaba
dispuesto a trabajar conmigo.
Los dedos de mamá tamborilearon contra el volante.
—Hay algo más. Caroline llamó ayer.
—¿Otra vez?
Ella asintió.
—Es la misma razón, ella quiere hablar contigo para poder disculparse. Le repetí
lo que le habías dicho antes, que no quieres hablar con ella y que dejé de llamar.
Algo apretó mi corazón con fuerza, bajé la mirada, asegurándome de que mi
cabello escondiera la mayor parte de mi rostro para que mamá no viera lo difícil que
era para mí.
Poco después de que la enviaran al reformatorio, Caroline llamó a mi casa para
tratar de convencerme de que fuera a hablar con ella. Me había negado a hablar con ella,
así que mamá lo hizo. Caroline había pedido perdón, repitiendo una y otra vez cuánto
lo sentía, como si no hubiera tratado de disminuir su culpabilidad durante el juicio al
afirmar que yo había tenido mucho tiempo para apartarme a pesar de la velocidad de
su automóvil, el argumento que Jason siempre tenía preparado contra mí.
Cerré los ojos mientras se llenaban de lágrimas.
Caroline quería perdón, perdón que yo no estaba lista para dar.
Pasé algunos de mis momentos más oscuros en los primeros días después del
accidente, y en esos momentos no quería disculpas. Quería retribución. Entonces,
cuando Caroline fue condenada, todo lo que pensé fue que su sentencia de un año no
era suficiente para compensar lo que había perdido. Mi odio hacia ella se había
agravado y multiplicado durante el tiempo en que la depresión se había apoderado de
mí con tanta fuerza que no me levanté de la cama durante días. Quería que ella sufriera,
al igual que yo.
Todavía no quería disculpas, y dudaba que alguna vez pudiera encontrar en mí
la capacidad de perdonarla.
Exhalé un largo suspiro y finalmente me giré para mirar a mamá.
—Bueno. Si alguna vez vuelve a llamar, cuélgale.
—¿Estás segura cariño? Entiendo que es difícil para ti perdonarla, pero tal vez si
solo la escuchas…
—No mamá. No quiero hablar de ello.
Ella asintió, como si se diera cuenta de que tratar de convencerme no la llevaría
a ninguna parte.
Me crucé de brazos y me giré para mirar por la ventana las casas por las que
pasábamos. Esperaba que me llenara de alivio por hacer lo correcto, pero solo pensé en
la mirada en el rostro de Jason cuando discutía con su padre y en todo el dolor que él y
Caroline debieron haber pasado a lo largo de los años.
Y el casi alivio se convirtió en algo sorprendentemente cercano a la vergüenza, y
eso no me gustó en absoluto.

Estaba oscuro. Demasiado oscuro. Y silencioso.


Dejé de caminar cuando escuché el sonido del motor de un automóvil. Se acercaba.
Rápido.
Y entonces. . .
Dos destellos de luz. Justo delante de mí. Demasiado rápido.
La bocina de un auto sonó dos veces, pero el auto no se detuvo. Fue directo hacia
mí y luego me golpeó, haciendo que mi mundo se derrumbara.
Dolor. Todo me dolía, y justo cuando esperaba que la oscuridad me envolviera, abrí
los ojos y me encontré tirada en el suelo frío y duro.
Los zapatos de alguien llenaron mi visión. Los de Jason
Me sorprendió que no me doliera cuando me obligué a sentarme. Me encontré con
su mirada. Sus ojos estaban llenos de acusación y tanto odio que me estaba aplastando.
—Arruinaste la vida de mi hermana. —Su voz estaba llena de veneno. Oscura—.
Era una buena estudiante. Ella tenía un futuro brillante. Pero lo arruinaste para ella. La
arruinaste.
—Ella me arruinó. Mi vida. Mi felicidad.
—¡Para empezar, nunca fuiste feliz! —Su grito resonó a través de la noche, a través
de mi mundo. A través de mi vida.
—¿Cuánto tiempo más? —Preguntó, con su mirada amenazante.
—¿Cuánto tiempo más? ¿Qué?
No respondió.
—¿Cuánto tiempo más? ¿Qué, Jason?
Más silencio me recibió.
Y de repente, la oscuridad explotó a mí alrededor.
Abrí los ojos de golpe, respirando muy rápido. Mi corazón era un caos en mi
pecho, y necesitaba tomar muchas respiraciones para calmarlo.
¿Qué diablos fue eso?
No solo escuché la bocina del auto en mi sueño por primera vez, sino que
también soñé con Jason. Se suponía que no debía estar allí. Incluso ahora, en la
seguridad de mi habitación, podía sentir su mirada penetrando en mí, invocando algo
profundo en mí… Algo que no pude leer. ¿Por qué?
Sacudiendo la cabeza, me senté. No había podido dejar de pensar en Jason, su
padre o Caroline, y debe ser por eso que proyecté a Jason en este sueño. Con todo lo que
estaba pasando con él en estos días, no era de extrañar.
Una vez que logré calmar mi respiración, tomé el bloc de notas y el lápiz en mi
mesita de noche y me aseguré de anotar cada detalle antes de volver a dormir, con la
esperanza de olvidarme de Jason.
Pero en los segundos previos a que el sueño me llevara, sus ojos eran todo lo que
podía pensar. Sus ojos, la cercanía adictiva y el toque que tanto placer me había
brindado a pesar de todo.
CAPITULO DIECISIETE
La medición del vestuario tomó un poco más de una hora. La diseñadora me
prestó especial atención y me aseguró que me pondría el vestuario con el que me
sentiría más cómoda, pantalones holgados y zapatos una talla más grande para que me
fuera más fácil ponérmelos. Reflejaban el estilo casual y colorido de Chloe, y mientras
la diseñadora me pinchaba con sus agujas y me retorcía con su cinta métrica, podía
sentir que me emocionaba más. No podía esperar para empezar a ensayar con mi
vestuario.
Yo no era la única. Todo el mundo se había entusiasmado y se estaba volviendo
contagioso. Como Stella había mencionado una vez, había algo mágico en comenzar
desde cero para dar vida a una historia en el escenario, construida sobre el esfuerzo y
la pasión de todos. Me recordó otra razón por la que actuar siempre había sido mi
pasión, me sentía especial al formar parte de un elenco.
Jason había estado en el camerino de los chicos al otro lado del backstage con
otro diseñador. Solo lo había visto cuando llegamos, cuando nuestras miradas se
encontraron brevemente a través del escenario y miré hacia otro lado con un nudo en
el estómago. Pasé el domingo miserablemente tratando de sacar a Jason de mi cabeza,
pero nuestra reunión en la biblioteca y su discusión con su padre me habían tenido
lugar en mi mente.
Estaba saliendo del backstage cuando Jason apareció justo en frente de mí, con
su metro ochenta y dos de puro atractivo. Me miró de arriba abajo, sin dejar ninguna
parte de mí sin ver. Mi ritmo cardíaco se aceleró de inmediato.
— Jason.
—Te estaba buscando. Holloway me dijo que debíamos esperarla aquí. Tiene
algo que decirnos.
—Bien. —Crucé los brazos sobre mi pecho mientras él se apoyaba contra la
pared, metiendo las manos en los bolsillos.
Estudié su perfil mientras miraba hacia un lado. Su nariz recta, su piercing en la
ceja pidiendo silenciosamente mi toque, mordisqueado su labio mientras miraba al
frente pensativo. Tenía círculos oscuros apenas visibles debajo de los ojos, pero no
podían disminuir su belleza. Su belleza embriagadora, de ésas que incendian tu cuerpo.
Por un momento, estuve de vuelta en la biblioteca mirándolo, apenas unos centímetros
y nuestras respiraciones mezcladas eran lo único que separaba nuestros rostros.
Mis dedos alisaron mechones sueltos de mi cabello.
—Te vi el sábado por la mañana, ya sabes. Con tu papá.
Me lanzó una mirada fulminante.
—¿Escuchaste algo?
—Todo —murmuré.
Su mandíbula se endureció.
—No deberías haber escuchado a escondidas.
Tiré de la cutícula de mi pulgar.
—Lo sé. Lo siento, pero fue un poco difícil no hacerlo cuando ustedes dos estaban
casi gritando. —Su boca se curvó hacia abajo, y atrapé mi labio entre mis dientes—. Por
lo que parece, es mucho y... Lo siento por lo que estás pasando. Yo…
—No. Ni siquiera lo digas. No necesito tu lástima.
Fruncí el ceño.
—No es lástima. Realmente me siento mal que tu padre actúe de esa manera. No
está bien.
Sus ojos se estrecharon hacia mí.
—¿Qué estabas haciendo allí?
—Estaba… —No podía decirle que había estado viendo a mi terapeuta. Él no
necesitaba saber eso—. Tenía algunas cosas que hacer por ahí y estaba esperando a que
mi mamá me recogiera. No sabía que trabajabas allí. —Añadí esto último para que no
pensara que lo estaba acosando.
—¿Le dijiste a alguien lo que viste o escuchaste?
—Solo le dije a mi mamá que te vi ayudar a tu papá a caminar porque estaba
demasiado borracho. —Levanté mis manos en el aire cuando frunció el ceño—. Ella vio
que estaba actuando de manera extraña, así que tuve que decirle cuando me preguntó.
Pero no le dije lo que escuché. Lo juro.
—No puedes decirle absolutamente a nadie sobre esto. ¿Entendido?
—No lo haré.
Buscó su teléfono en el bolsillo, indicando que nuestra conversación había
terminado, pero había algo más que quería saber, y después de dos segundos de debatir
conmigo misma, pregunté.
—¿A menudo aparece así en tu trabajo?
Miró a un lado con dureza, y temí haberme pasado de la raya. Sus ojos volviendo
a su teléfono solo confirmaron eso.
Pero sus labios se movieron después de un momento de silencio.
—No tan a menudo como antes.
—Dios. Eso suena mal.
—Es malo.
—¿Él te causa problemas?
Me dirigió una mirada irónica.
—¿Aparte de la posibilidad de que me despidan porque pelea con otros clientes
cuando bebe demasiado?
—Lo siento. —Levanté mis manos en el aire antes de que pudiera arremeter
contra mí—. Y eso no es lástima. —Pasé mis dedos sobre mis reposabrazos
ociosamente—. Pero, por si sirve de algo, estoy segura de que podrás encontrar una
solución.
Me dio una mirada cautelosa y bajó su teléfono.
—¿Cómo puedes estar tan segura de eso?
—Porque eso es lo que eres. Siempre das el cien por cien cuando estás
comprometido con algo.
Siguió mirándome, y sentí que el aire del pasillo se espesaba con algo a lo que no
podía ponerle nombre. Los latidos de mi corazón se dispararon.
—Parece que sabes mucho sobre mí. ¿Cómo?
Mierda. Debería haber pensado en esto.
¿Cómo decirle que había estado enamorada estúpidamente de él durante mucho
tiempo, que lo miraba y lo estudiaba desde lejos, captando cada detalle? ¿Un
enamoramiento que parecía estar regresando a pesar de lo horrible que era conmigo?
De ninguna manera iba a decir eso.
—Club de teatro —dije como si fuera una respuesta obvia—. Siempre te
destacaste entre nosotros.
Inclinó la cabeza.
—¿De verdad? ¿Cómo es eso?
La forma en que me miró hizo que mis mejillas se sonrojaran profundamente.
—Eras… eres, un buen actor. Pero eso ya lo sabes.
—Sí, pero no sabía que pensarías eso de mí.
Me rasqué la nuca y desvié la mirada.
—Solo porque no seas mi persona favorita, no significa que no pueda ser
objetiva. En ese entonces, se sentía como si todos estuviéramos bajo tu sombra. Siempre
fuiste tan bueno.
Se pasó el pulgar por el labio inferior repetidamente, su mirada pensativa
mientras me observaba. Dios, estaba ridículamente caliente.
—¿Es eso así?
Sus ojos color marrón seguían recorriendo mi rostro y yo quería retorcerme. O
simplemente hacer desaparecer este calor que se acumulaba rápidamente en mi pecho.
Afortunadamente, Holloway dobló la esquina y pude fingir que no estaba sonrojada
hasta la raíz de mi cabello, que a pesar de lo horrible que era conmigo, nunca parecía
capaz de dejar de gravitar hacia él.
—Ustedes dos están aquí. Bien —dijo, y aparté la mirada de Jason.
Jason se apartó de la pared.
—¿De qué se trata esto?
—Vamos a tener su práctica de besos en el teatro mañana después de clases.
Se me hizo un hueco en el estómago y estaba bastante segura de que me puse
pálida. Esto era lo último que necesitaba escuchar en este momento. Miré a Jason para
comprobar su reacción, pero no había ninguna emoción en su rostro. Había tenido días
para prepararme para esto, pero ahora que estaba sucediendo, toda la ansiedad volvió
con toda su fuerza.
Holloway pareció sentirlo. Ella me ofreció una sonrisa.
—Va a estar bien, Katie. Vamos a tomarlo con calma si es demasiado para ti.
No quería que Jason pensara que estaba exagerando o algo así. Reestructuré mis
rasgos.
—Eso no es un problema.
—Excelente. ¿Tienen alguna pregunta? —Negamos con la cabeza—. Está bien,
entonces los veré mañana.
Con eso, se dio la vuelta y nos dejó a Jason y a mí mirándonos en un incómodo
silencio.
—Supongo que eso es todo —dije, mi voz temblorosa.
—Supongo que sí.
Esperaba que dijera algo más, a juzgar por la expresión de su rostro, pero solo
dijo.
—Hasta mañana. —Y se fue, mucho antes de que mi corazón pudiera calmarse y
yo pudiera moverme.
Fui la primera en llegar al teatro al día siguiente y, para mi sorpresa, la Holloway
no estaba allí. Esperaba que llegara antes que Jason, porque ese lugar se sentía
demasiado íntimo para que nosotros dos estuviéramos solos en él cuando sabía lo que
estaba a punto de suceder. Pasé toda la noche anterior preparándome mentalmente
para esta práctica, viendo tutoriales en YouTube y reproduciendo los consejos de Dylan
en mi cabeza, ni siquiera eso pudo evitar que ahora fuera un manojo de nervios.
Además, Holloway sería nuestro público, lo que hizo que todo fuera más incómodo.
Revisé mi reflejo en el espejo de mi compacto, asegurándome de que no
sobresalía ningún mechón de cabello de la trenza lateral que me había hecho después
de la clase de educación física y que mi rímel no estuviera corrido (Dylan había tratado
de convencerme todo el día para que me pusiera un poco, y finalmente cedí, con la
esperanza de que me diera el impulso de confianza necesario para besar). Me dije a mí
misma que no lo estaba haciendo por Jason, pero definitivamente me importaba su
reacción cuando me viera. Lo temía y lo anticipaba al mismo tiempo.
Estaba frotando mis manos sudorosas contra mis muslos cuando Jason apareció,
su mochila colgando casualmente de su hombro. Sus cejas se juntaron mientras
escaneaba el escenario.
—¿Holloway no está aquí todavía?
—No. —Lo cual era extraño, porque ella nunca llegaba tarde, pero mi mayor
preocupación en este momento era cómo manejar estar a solas con Jason.
Arrastró una silla hacia mí, deteniéndose a una distancia considerable de mí,
pero todavía se sentía como si estuviera demasiado cerca.
Una vez que se acomodó en su asiento, apoyando su tobillo en su rodilla, giré mi
silla para que quedara frente a él, el silencio cayó sobre nosotros. Creció demasiado,
enfatizando la siempre presente tensión entre nosotros.
Empezó a girar el anillo negro en su pulgar y finalmente levantó la cabeza para
mirarme. Sus dedos se detuvieron. Sus ojos trazaron los contornos de mis ojos, mi
trenza lateral, luego mi cuello expuesto, demorándose allí. Por todas partes sus ojos
parecían arder, y contuve la respiración, extasiada por la forma en que sus labios
parecían separarse y luego cerrarse en una rápida inhalación.
Podría jurar que sus ojos se oscurecieron con algo que hizo que mi pulso se
acelerara antes de que rápidamente mirara hacia otro lado.
—¿Por qué estás tan arreglada?
Levanté mis cejas.
—¿Qué?
—¿A qué se debe ese repentino cambio de look?
Me sorprendieron dos cosas. Uno, obviamente me estaba prestando la suficiente
atención como para darse cuenta. Dos, le importaba lo suficiente como para preguntar.
—¿Por qué lo preguntas? ¿No puedo cambiar mi look cuando quiera?
—Yo no dije eso. Sólo es extraño.
—Oh, ¿porque soy rara? ¿Porque las chicas feas como yo no se ponen bonitas?
Me miró con el ceño fruncido.
—¿Qué? Yo nunca dije eso.
Mi corazón revoloteó en mi pecho. ¿Significaba eso que él no pensaba que yo era
poco atractiva?
—Seguro que lo piensas. Todos lo hacen.
—No sé de quién estás hablando, pero no me mezcles con ellos. Nunca pensé que
eras fea. Al contrario.
Mis ojos se abrieron cuando nos dimos cuenta de lo que acababa de decir.
Rompió nuestra mirada, un músculo en su mandíbula saltó cuando comenzó a girar su
anillo con más fuerza.
¿Realmente había...? Él pensó... wow.
Presioné mi puño contra mi corazón palpitante, mirando sin sentido a un punto
del suelo. La tensión a nuestro alrededor aumentó, recordándome que en solo unos
minutos me estaría dando mi primer beso.
El repiqueteo de los tacones en el suelo era como el chasquido de un látigo en el
silencio del teatro. Levanté la cabeza para ver a Holloway subir al escenario. No sabía si
sentirme aliviada de no estar a solas con Jason o ansiosa por la inminente práctica.
—Siento llegar tarde. Tuve que repasar algunos detalles con el director de
escena. —Acercó una silla y se sentó—. Está bien, podemos empezar. ¿Están listos? —
Miró entre nosotros con una sonrisa expectante.
Esto fue todo.
Mis labios se estiraron en una amplia sonrisa, ocultando cómo me sentía
realmente.
—Por supuesto.
Ella me estudió un segundo más.
—¿Estás nerviosa? ¿Tienes alguna pregunta?
—No. —Mi sonrisa se hizo un centímetro más ancha.
—¿Jasón?
Sacudió la cabeza.
—Bien entonces. Practicaremos los besos cronológicamente, salvo el primero.
Como ese beso es más intenso que los demás, comenzaremos con el segundo, hasta que
te sientas lo suficientemente cómoda para hacer el primero. Jason, acerca tu silla a Katie
y gírala para que estés frente a ella.
Su rostro estaba en blanco cuando hizo eso y se volvió a sentar, abriendo las
piernas. El corazón me dio un salto en el pecho cuando apoyó los antebrazos en las
rodillas y me miró a los ojos.
—Pon una mano en su cintura y enmarca su mejilla con la otra.
Jason se acercó a mí y siguió las instrucciones de Holloway, manteniéndome
cautiva con su mirada fija. Sus dedos eran cálidos, dibujando sensaciones profundas en
mi piel.
Me lamí los labios, temiendo que pudiera escuchar los fuertes latidos de mi
corazón.
—Katie, pon tus manos sobre sus hombros.
Mis manos temblaban cuando las bajé a sus hombros. Tragué.
—Ahora quiero que se miren a los ojos durante diez segundos antes de que Jason
vaya por un beso. Solo labios con labios esta vez.
Todo mi rostro se puso rojo, y él se dio cuenta, lo que solo trajo más color a mis
mejillas. Solo mirarlo durante diez segundos parecía imposible, pero nunca me
perdonaría si dejaba que me desequilibrara, así que comencé a contar hasta diez,
concentrándome en los números de mi cabeza en lugar de sus encantadores ojos.
Pero justo cuando llegué a nueve, algo cambió en sus ojos y mi frágil equilibrio
se hizo añicos. Su mirada se agudizó, el tiempo se ralentizó al segundo que le tomó a sus
labios alcanzar los míos. Su aliento embriagador cubrió mi boca, y me preparé para el
impacto.
Sus labios eran suaves. Suaves, cálidos y acogedores. La sangre fluyó por mis
venas, y todas mis preocupaciones sobre si estaba haciendo esto bien se esfumaron. Los
músculos de sus hombros se contrajeron bajo mis manos, y flexioné mis dedos por
reflejo, estremeciéndome cuando él se movió ligeramente para alinear mejor nuestros
labios en una posición perfecta, como dos piezas de un rompecabezas que finalmente
encajan.
Concéntrate, Katie. Enfócate. Esto es solo práctica. Chloe y Nathan. Nada más.
Demasiado rápido, se apartó, con el rostro desencajado y los ojos bajos.
Acabo de tener mi primer beso con Jason Adams.
—Bueno. Eso estuvo bien. Jason, te alejaste justo a tiempo. Ni demasiado largo
ni demasiado corto —dijo Holloway, su voz demasiado clínica para algo que me había
afectado en tantos niveles. Ella me miró—. ¿Estuvo todo bien?
Estaba temblando, pero asentí, copiando la expresión en blanco de Jason.
—De acuerdo. Ahora quiero que se me den un beso con la boca abierta. Chloe y
Nathan están teniendo su noche en su lugar especial en Silver Lake. Acaban de empezar
a salir, así que, a través de este beso, están demostrando cuánto se aman y se necesitan.
El beso tiene que ser lento y durar alrededor de cinco segundos. Jason, pondrás ambas
manos en sus mejillas y…
El teléfono de Holloway sonó, rompiendo el silencio del lugar.
—Lo siento, solo un segundo. —Sacó su teléfono del bolsillo— ¿Sí? —Escuchó a
la persona del otro lado, su mirada rebotando entre Jason y yo. Se quitó el teléfono de
la oreja mientras se ponía de pie—. Discúlpenme. Tengo que atender esta llamada.
Volveré en unos minutos.
Salió a grandes zancadas, dejando atrás un silencio que amenazaba con exponer
los rápidos latidos de mi corazón. Necesitaba romperlo.
—Uf. Eso no estuvo tan mal, ¿verdad? —Mis manos se retorcían y se
desenroscaban en mi regazo. Jason aún no me había mirado—. Se siente incómodo
cuando ella nos está mirando, ¿verdad? O tal vez estás acostumbrado ya que tienes
mucha experiencia besando en el escenario y bloqueando y todo eso. Tal vez estoy
exagerando, no sé —divagué y terminé con una risa extraña.
Sus ojos se encontraron con los míos, un tono más oscuro de lo habitual. No
podía estar segura, pero parecía que su pecho subía y bajaba un poco más rápido.
—Estás exagerando. ¿Tienes que estar tan nerviosa?
Mordí el interior de mi mejilla, apartando la mirada.
—¿Puedes culparme? Y no me digas que la presencia de la señorita Holloway no
te afecta en absoluto.
—Estoy haciendo lo que hay que hacer. Si ella te molesta tanto, besémonos ahora
y terminemos con esto.
Sentí como si mi corazón se detuviera.
—¿Qué?
—Digo, si va a ser más fácil para ti dar ese beso con la boca abierta cuando ella
no está aquí, entonces hagámoslo ahora.
Mi aliento salió en una exhalación temblorosa. No podía creer que en realidad
estaba sugiriendo esto.
—¿Tú crees?
—Turner, no tenemos mucho tiempo. Entonces, ¿qué harás?
Tragué con dificultad, mirando a nuestro alrededor. Estaba aún menos
preparada para que me besara cuando estábamos solos, pero tal vez eso era
exactamente lo que necesitaba para sentirme menos nerviosa.
—De acuerdo. Vamos a hacerlo. —Lamí mis labios, aplastando las palmas de mis
manos contra mis muslos.
Su mirada se posó en mis labios y se quedó allí, oscureciéndose con intención.
Me quedé quieta, mi corazón comenzó a latir con una melodía enloquecedora mientras
él se apoyaba en mis reposabrazos, y luego acercó sus labios a los míos. Un calor
abrasador estalló a través de mi pecho y se extendió como un reguero de pólvora a
través de mí. Era más fuerte que antes. Mucho más fuerte. Deslizó sus manos por mi
cabello hasta que descansaron en mi nuca y me atrajo hacia él.
Mi ritmo cardíaco se volvió loco cuando sus labios separaron los míos y su lengua
se deslizó dentro suavemente, como si perteneciera allí. Solo tuve un segundo para
procesar que esto realmente estaba sucediendo, antes de que nuestras lenguas se
conectaran y todos mis pensamientos conscientes sobre la actuación, Chloe y Nathan y
la posibilidad de que le repugnara desaparecieron. Solo podía sentir.
Profundizó el beso para explorar cada parte de mi boca, acariciando mi lengua
con golpes burlones que invocaban puro placer, y yo respondí igualmente. Mis
pulmones lucharon por tomar suficiente aire. Justo cuando pensé que se apartaría, su
lengua se hundió aún más en mi boca, y todo estaba caliente y húmedo. No podía tener
suficiente de eso, cada vez más mareada por la necesidad.
Me picaban las manos por deslizarlas por su cabello, pero me aferré al
reposabrazos, recordando vagamente por qué sería una mala idea. Sin embargo, su
mano no parecía tener la misma restricción, porque se movió más allá de mi clavícula y
mi hombro, dejando un hormigueo a su paso mientras se deslizaba hacia un lado de mi
cintura, deteniéndose peligrosamente cerca de mi pecho.
Su pulgar rozó la parte inferior de mi pecho, y un gemido entrecortado salió de
mí. En ese momento, un sonido bajo retumbó en lo profundo de su garganta, formando
un dolor palpitante en lo más profundo de mi ser.
Sorprendida por la reacción visceral de mi cuerpo hacia él, abrí los ojos de par
en par y sus ojos me siguieron un momento después. Apartó la boca y las manos de mí,
retrocediendo lo más que pudo.
¿Qué diablos acababa de pasar?
Presionó el dorso de su mano contra su boca como si estuviera a punto de
limpiársela, pero no lo hizo, mirándome con ojos vidriosos y algo desenfocados. Su
pecho subía y bajaba a un ritmo acelerado, igualando el ritmo de mi propia respiración.
Nunca hubiera esperado que me besara así. Esperaba que sus besos fueran
forzados, mecánicos en el mejor de los casos, sólo un poco de acción con la lengua que
nos hiciera sentir raros a los dos. Pero no esto, esta intensidad cruda y apasionada que
se sentía mejor que cualquier cosa que hubiera conjurado en mis fantasías. Lo único
raro de esto era que no se sentía raro en absoluto. Se sentía natural. Se sentía bien.
Me aclaré la garganta.
—¿Por qué, por qué me besaste así?
Parpadeó. Miró hacia otro lado, frunció el ceño.
Su silla chirrió cuando se puso de pie.
—Porque así es como Nathan besaría a Chloe. Ahora que lo hemos solucionado,
puedes dejar de reaccionar de forma exagerada y concentrarte. De nada.
Todo el calor abandonó mi cuerpo. Bajé la mirada a mis manos en mi regazo,
maldiciéndome por pensar que el beso lo había afectado de la forma en que me afectó
a mí. Por supuesto que todo había sido un acto. El tipo había sido capaz de parecer
totalmente convincente cuando me dijo que me amaba en mi rostro como Nathan. Por
supuesto que habría sido capaz de besarme así sin revelar una parte de sí mismo. Sin
perder el control. Sin realmente quererlo.
Se alejó de mí, los músculos de su espalda rígidos. Cuando volvió la cabeza para
mirarme, la acusación ya se había asentado en las líneas alrededor de sus labios.
—¿Estás segura de que esta es la primera vez que besas a alguien?
No sabía si debía sentirme insultada por su actitud o engreída porque
obviamente había hecho algo bien cuando nos besamos. Más que eso, no podía entender
por qué estaba tan enojado.
Curvé mi labio hacia él.
—¿Es eso un cumplido, Jason?
Apartó la mirada de mí, apretando los dientes. El músculo a lo largo de su
mandíbula saltó con tensión.
—Al menos no tendremos que perder el tiempo enseñándote los conceptos
básicos.
Eso me dolió, y me picaron los dedos por arrojarle algo.
—¿Qué te pasa ahora? Estás actuando como si hubiera hecho algo malo.
Estudió su mano abierta, la que me había tocado tan íntimamente unos segundos
antes.
—No hiciste nada malo. — Su mano se apretó.
—Entonces, ¿qué?
—Nada.
—No, eso no fue nada. Que sucede…
—Lo siento —nos dijo Holloway mientras regresaba, luego se detuvo cuando vio
a Jason parado al otro lado del escenario— ¿Hay algún problema?
Regresó a su silla.
—Todo está bien.
Me lanzó una mirada inquisitiva y yo lo apoyé.
Con una ceja arqueada, asintió.
—Bien entonces. Continuemos.
No había más enfado en el rostro de Jason, ya exitosamente escondido y
olvidado, pero no podía olvidarlo. Al igual que no podía olvidar lo explosivo que había
sido ese beso.
Nunca sería capaz de olvidar eso.
Incluso si todo hubiera sido una mentira.
Esta vez, cuando nos dimos un beso con la boca abierta, pude separarme lo
suficiente de él como para no hacer ninguna reacción que no se esperaba de Chloe. Y
cuando Holloway nos dijo que hiciéramos el primer beso, lo que requirió nuestras
lenguas, pude forzar los pensamientos de ese beso fuera de mi mente y besarlo
exactamente como lo haría Chloe.
Cada vez que Holloway nos hizo repetir las escenas y nos dio diferentes
instrucciones, la seguí sin dudarlo, asegurándome de estar en el personaje al cien
porciento. Jason hizo lo mismo, sin hacer un solo parpadeo, como si ese beso nunca
hubiera sucedido, solo dándonos las reacciones de Nathan y nada más. Solo probando
más que había leído demasiado en ese beso.
Satisfecha de que pudimos cumplir con la tarea, Holloway nos dejó ir antes de lo
que había anticipado, llena de elogios por nuestro trabajo.
Y solo entonces me permití pensar en el gusto de Jason y lo bien que podía besar.
Entonces me permití el dolor de querer que fuera real.
CAPITULO DIECIOCHO
—Así que… ¿Cómo estuvo? —Fue lo primero que me preguntó Dylan cuando
respondí su llamada.
Estudié mi expresión en mi espejo, mis ojos se posaron en mis labios una vez
cada pocos segundos. Los labios que habían probado los de Jason hace apenas unas
horas. Los labios que habían recibido su primer beso.
Desde que llegué a casa, mi mente había estado dando vueltas con las imágenes
del teatro, mezcladas con fantasías, fantasías sobre ese beso que conducía a algo más.
Incapaz de detenerme, los complací, imaginándolo poniéndome en su regazo mientras
profundizaba nuestro beso. Sus manos recorrían todo mi pecho, estómago e incluso
más abajo, la calidez esperando por él.
Mis pezones se habían erizado en respuesta a esa fantasía, y mi mano había
seguido el camino imaginario de sus manos, dejándome descubrir algo que nunca antes
había sentido. Había estado tan preocupada de que las sensaciones allí abajo fueran
amortiguadas en el mejor de los casos y necesitaría mucha estimulación solo para sentir
algo que no me había atrevido a experimentar conmigo misma, pero lo que sentí fue un
alivio intenso y exigente, y yo apenas me había tocado.
Los labios reflejados en el espejo se fruncieron hacia adentro.
—Estuvo bien. —Me aclaré la garganta—. Más que bien.
—¿En serio?
—Pensé que iba a ser todo raro ya que era mi primer beso y estaba besando a
Jason, pero no fue así. No lo fue, en absoluto.
—Entonces, ¿no te traumatizó de por vida?
Me reí.
—No, no lo hizo.
—Pero, ¿no fue incómodo que la señorita Holloway estuviera allí?
—Solo un poco, pero aquí está la cosa, acabábamos de darnos nuestro primer
beso, labios contra labios, cuando ella recibió una llamada de alguien y tuvo que irse
por un par de minutos. Entonces Jason sugirió que aprovecháramos esa oportunidad
para darnos un beso con la boca abierta ya que me sentía más incómoda con la Señorita
Holloway mirándonos, y lo hicimos. Todos con lengua.
—¿Qué?
—Y el beso fue asombroso.
—Eso dio un giro rápido —murmuró.
—Me gustó… Se sintió tan real. Como si realmente quisiera besarme, pero luego
él se alejó y dijo que solo me besaba así porque así es como se besarían nuestros
personajes.
Ella resopló.
—Sí, seguro.
—Eso no es todo. Él actuó extraño después del beso. Él estaba enojado.
—¿Enojado? ¿Contigo?
—No estoy segura. Todo estaba bien antes de que me besara. Parecía que lo
estaba disfrutando, pero de repente se alejó de mí y estaba emocionado hasta que la
Señorita Holloway regresó.
Un largo silencio vino de su lado.
—Mmm. Parece que Jason Adams, grande y malo, realmente está desarrollando
sentimientos.
Negué con la cabeza rotundamente.
—No. De ninguna manera.
—Una cosa es segura, su reacción fue demasiado extraña para alguien a quien
supuestamente no le importas una mierda. Todavía podría haber una posibilidad de
que pruebe su propia medicina.
Casi podía imaginarla sonriendo con satisfacción, pero permanecí en silencio, sin
saber qué pensar. Pero lo que es más importante, si alguna vez hubiera una posibilidad
de que se enamorara de mí… ¿Qué haría yo al respecto?

Pasé toda la noche tratando de quitarme a Jason de la cabeza, pero no lo logré.


Otra vez. Cada vez que cerraba los ojos, nos imaginaba besándonos, y apenas logré
quedarme dormida alrededor de la medianoche.
Estaba nerviosa por volver a verlo, mi mirada lo buscó sin un pensamiento
consciente en el momento en que entré al instituto. Finalmente lo vi cuando entré a la
cafetería con Dylan, pero deseé no haberlo hecho porque estaba sentado en su mesa
con otra chica a su lado.
Algo oscuro se retorció en mi estómago. Quería que apartara a esa chica de él.
—Dices que está desarrollando sentimientos por mí, pero seguro está ocupado
cambiando de chicas —solté.
Dylan levantó las cejas, su mirada siguiendo la mía.
—No sé. Me parece que esa chica está desesperada por llamar su atención, pero
en realidad no lo está logrando.
Volví a mirarlos y vi que Dylan tenía razón. La chica estaba tratando de hacer
que Jason la mirara mientras le decía algo, pero su mirada no se movió de la mesa.
Parecía aburrido y desinteresado en lo que ella estaba diciendo. O en ella.
Antes de que pudiera apartar la mirada, Jason levantó la cabeza y me encontró
de inmediato.
Mi estómago dio un vuelco enorme. ¿Cómo podía encontrarme siempre tan
fácilmente, incluso en una habitación llena de gente? No parpadeó mientras me miraba,
haciéndome olvidar el resto de la cafetería mientras el recuerdo de sus suaves labios
sobre los míos se desplegaba frente a mis ojos. Labios suaves que sabían a problemas y
deseos prohibidos.
Un ceño fruncido se instaló en sus ojos, y miró hacia otro lado, jugando con sus
papas fritas. Deseaba poder saber qué estaba pasando dentro de su cabeza.
—Hola —dijo Liam, apareciendo justo en frente de mí.
Levanté la cabeza para encontrar su mirada.
—Hola.
—Tenemos que dejar de encontrarnos así.
Me reí.
—Estoy de acuerdo. Alguien pensaría que me estás acosando.
Sus dientes blancos brillaron mientras su sonrisa se ensanchaba.
—¿Cierto?
—¿Te gustaría venir a sentarte a mi mesa? —Señale con la cabeza a sus
compañeros de equipo que ya estaban sentados en su mesa—. Estoy segura de que tus
amigos no te extrañarán mucho.
Él puso su palma contra su pecho.
—Ouch. ¿Es eso un ataque a mi personalidad?
Negué con la cabeza con una sonrisa.
—¿Más como un intento incómodo de conseguir que comieras conmigo?
—Considérame convencido.
Tomamos nuestra comida y mi mirada se dirigió a la mesa de Jason sin pensarlo
conscientemente. Mi estómago dio otro vuelco cuando encontré su mirada en mí y en
Liam. Permaneció en nosotros todo el camino a mi mesa.
La bandeja de Liam estaba sobrecargada de comida, y no pude evitar reírme
mientras ponía la mía sobre la mesa.
—Yo solo puedo soñar con comer tanta comida de una sola vez.
Él frunció la frente.
—Oye, ¿cómo crees que puedo anotar todos esos triples? Necesito mi fuerza.
—Cierto. Simplemente no entiendo cómo los chicos pueden comer tanto y no
ganar nada de grasa. Debe ser algún milagro.
Se inclinó hacia mí.
—¿Quieres saber un secreto? Yo era enorme en la escuela secundaria.
—De ninguna manera.
—Es verdad. Pasé por todas las fases. —Él se rio, pero no era un sonido rico en
humor. En cambio, tenía una nota de amargura.
—¿Qué pasa, chicos? —Seth se dejó caer en el asiento frente a mí, habiéndose
unido a Dylan detrás de nosotros. En estos días, estaba cambiando entre la mesa de
Jason y la nuestra, aunque había dicho que estaba bien con eso, pude ver que quería que
Dylan se sentara con él y sus amigos. Por supuesto, Dylan no se sentaría allí sin mí, así
que lo dejamos así.
—Así que, tú y Jason tuvieron una práctica de besos, ¿eh? —Seth me preguntó.
Lo primero que se me ocurrió fue que Jason se lo había contado a Seth. ¿Qué le
dijo?
Luego pensé en Liam y en como no lo habría invitado a sentarse con nosotros si
hubiera sabido que Seth abordaría este tema. Liam no levantó los ojos de su bandeja
cuando alcanzó su tenedor, pero sus movimientos fueron concisos.
Dylan golpeó el hombro de Seth, poniendo los ojos en blanco.
—Te lo dije, no es tan importante, cariño.
—¿Qué? No todos los días prácticas besarte con tu supuesto enemigo.
—¿Supuesto enemigo? ¿Qué se supone que significa eso? —Pregunté.
—Quiero decir, ustedes dos deben estar acercándose con todas estas cosas de
“amantes” que están haciendo para esa obra.
Dylan miró a Liam antes de pellizcar el hombro de Seth.
—Tú, boca grande. No hay nada entre Kat y Jason. —Ella enfatizó la palabra nada,
mirando a Liam mientras lo hacía—. Él no se preocupa por ella. —Desde que ella fue
quien pensó que Jason podría estar empezando a sentir algo por mí, no había duda de
que estaba diciendo eso en beneficio de Liam.
Las cejas de Seth se arquearon.
—¿Es eso lo que piensas?
Mi corazón latía más fuerte.
—¿Qué más hay que pensar? —Le pregunté, mi voz apenas ocultaba un
repentino pico de esperanza y curiosidad.
—No lo escuches. —dijo Dylan, pero ella estaba mirando a Liam—. Ha estado
viendo demasiadas películas románticas.
Él frunció el ceño, el color subiendo en sus mejillas.
—Oye, sabes que no veo esa mierda.
Ella se rio.
—Sí claro. Mentiroso, mentiroso, pantalones en llamas.
Empecé a dar golpecitos con los dedos en el reposabrazos, a punto de repetirle
la pregunta a Seth, pero por suerte, se volvió hacia mí y dijo.
—Conozco a Jace y sé cómo es cuando no está interesado en una chica. Él no es
así.
—¿Qué? —Dylan le preguntó, y quise darle un beso en la mejilla por ahorrarme
la vergüenza de preguntar.
Él le dio una mirada plana.
—No me digas que no notas que él la mira todo el tiempo.
—Me mira porque me odia —dije.
Él resopló.
—Y yo soy el Capitán América.
Mi corazón amenazaba con salirse de mi pecho. Me obligué a quedarme callada
y no preguntarle por qué pensaba eso. No necesitaba ser tan patética.
Miré a Liam, que había estado callado todo el tiempo. Su mirada estaba fija en su
pizza.
—Liam, ¿está todo bien?
Me lanzó una sonrisa que no llegó a sus ojos.
—Sí seguro.
—Celoso —musitó Dylan, y mis mejillas se encendieron. Negué con la cabeza
rotundamente hacia ella, pero ella me dio una mirada que decía, no actúes como una
tonta.
Mi mirada se encontró con la de Jimmy, y me di cuenta de que había estado
dando vueltas alrededor de nuestra mesa por un tiempo, su mirada se movía de Seth,
luego a Liam, y luego a mí, con el ceño fruncido. Al darse cuenta de que lo miraba,
sostuvo mi mirada por un momento, dos momentos. Algo frío me atravesó, y una vez
más sentí que él estaba al tanto de algo que yo no.
Antes de que pudiera analizarlo más a fondo, Jimmy dio media vuelta y se fue.
Me froté la mano. Vale, esto se estaba volviendo más que raro.
Dylan se inclinó hacia mí.
—¿Qué ocurre? —Susurró, así que solo yo podía oírla.
—Es Jimmy Caruso. ¿Lo notaste hace un momento? Me miraba fijamente y luego
se fue. Estuvo raro.
—¿Es verdad? ¿Te está molestando?
—No realmente, pero no lo sé. Siempre me mira fijamente, de una manera
extraña. No puedo explicarlo.
Se pasó un dedo por el labio.
—¿Cómo se está comportando en el ensayo?
—Está bien, supongo. ¿Por qué?
—Escuché de un par de chicas que él ha estado actuando mal últimamente.
Diferente al que fue el año pasado.
Eso fue exactamente lo que pensé cuando lo vi en el último ensayo. Pero lo que
sea que estaba pasando con él no explica por qué actuaba de la manera que lo hacía a
mi alrededor.
—¿Crees que algo está pasando con él? —Susurré.
—No sé. Pero sea lo que sea, no es bueno porque lo perdió en la sala de redacción
la semana pasada.
—¿En serio?
—Sí. Por ejemplo, hizo llorar a una chica durante una entrevista y luego se
enfureció. Incluso rompió algunos equipos.
—¿Qué demonios?
—Sí. Entonces, definitivamente hay algo.
—¿De qué están susurrando ustedes dos? —Seth nos preguntó.
—Nada cariño.
Seth miró entre Liam y yo.
—Sabes, es mi cumpleaños la próxima semana, y estoy organizando una fiesta
en la piscina. Ustedes dos están invitados.
UH oh. ¿Una fiesta en la piscina?
—Claro, hombre —dijo Liam.
Todos voltearon a mirarme, esperando mi respuesta, y me sentí como una mala
amiga por vacilar. Si había algo peor que las fiestas normales, eran las fiestas en la
piscina. Requerían trajes de baño y meterse en una piscina y divertirse. Ponerme en la
ecuación y todo lo que podía imaginar era a mí sentada a un lado, expuesta a lastima o
miradas curiosas. Sin importar que tendría que estar casi desnuda.
Como si Dylan percibiera mi inquietud, dijo.
—Va a ser divertido, Katie. ¿Por favor?
La culpa se deslizó a través de mí. Durante todo este tiempo, Dylan había estado
poniendo el cien por ciento en nuestra amistad y tratando de ayudarme, mientras yo
estaba contenta sin hacer nada. No importa cuánto me dijera mi mamá que me abriera
más a la vida y a la gente, había días en los que ni siquiera me atrevía a preocuparme
por mi amistad con Dylan. Pero en el fondo, me importaba. Me importaba nuestra
amistad y me preocupaba Dylan.
Y mientras miraba su rostro esperanzado, me di cuenta de que tenía miedo de
perderla a ella y a nuestra preciosa amistad. Porque entonces realmente me quedaría
sin nada.
Y era el cumpleaños de Seth. No podía no ir.
—Por supuesto —dije—. Cuenta conmigo.
—Sí —dijo Seth, frotándose las manos—. Katie Turner está en la casa, damas y
caballeros.
Me reí, sacudiendo mi cabeza hacia él. Liam sonreía y Dylan estaba dándome una
mirada llena de gratitud.
—Gracias —articuló ella.
—De nada. —Y lo dije en serio.

Estaba a punto de entrar al backstage, cuando Jimmy apareció justo a mi lado de


la nada.
—¡Jimmy! —Presioné mi mano contra mi corazón—. Me asustaste.
Sus ojos fueron a mi mano en mi pecho y luego volvieron a mirarme.
—No tienes que tener miedo de mí.
—Sí, bueno, no te acerques sigilosamente a la gente así y no te tendrán miedo.
Frunció el ceño, cruzando los brazos sobre el pecho.
—Solo quería hablar contigo.
—Está definitivamente no es la manera de hacerlo.
Sus ojos se entrecerraron.
—¿Se trata de esa entrevista, o algo más?
—¿Cómo?
—Tu actitud hacia mí.
También crucé los brazos sobre mi pecho.
—No lo sé, Jimmy, dímelo tú. ¿Cómo te sentirías si alguien te viera solo como un
artículo de clickbait? —No añadí que me asustó con sus constantes miradas fijas y su
rostro sombrío. ¿Y qué diablos había sido eso en la cafetería antes?
—¿Artículo de clickbait? Eso no es lo que era. Solo quería que la gente escuchara
tu versión de la historia.
—¿Oh sí? Bueno, trata de tener más tacto la próxima vez. Ya hay demasiados
periodistas sin tacto.
Sus ojos brillaron con ira, y dio un paso brusco más cerca de mí.
—No puedes sermonearme sobre cómo ser un puto periodista.
Vaya. Bueno.
Mi corazón comenzó a latir con fuerza, mis ojos se dirigieron a sus manos
apretadas. Las palabras de Dylan sobre lo que había hecho en la sala de redacción se
repetían en mi cabeza, y no quería ser el receptor de las cosas si perdía la cabeza ahora.
—Está bien, Jimmy. Lo que digas. —Empujé hacia adelante, indicando que esta
conversación había terminado.
—No he terminado de hablar contigo.
¿Hablaba en serio? No respondí ni me detuve, solté un largo suspiro una vez que
llegué al escenario.
Lori y Stella estaban en medio de un concurso de miradas con Lucas, que
terminaba siempre con Lori o Stella perdiendo. El “rostro de perra en reposo” de Lucas,
como lo había dicho Lori, era una especie de leyenda, lo que le permitía ganar cada vez.
Lucas me hizo señas para que me uniera a ellos, y me acerqué de inmediato. Este era un
juego en el que era buena.
—Está bien, Katie. Veamos qué tienes —me dijo Lucas desde donde estaba
sentado con las piernas cruzadas en el suelo.
Relajé mis músculos faciales y le devolví la mirada, diciéndome que me centrara
en lo verdes que eran sus ojos y no en cómo quería reírme.
—Puedes hacerlo, Katie —me dijo Stella—. Demuéstrale que no es imbatible.
—Sí, gana para nosotros —agregó Lori, y pude sentir que mis labios estaban a
un segundo de temblar. Respiré hondo por la nariz y seguí enfocándome en los iris de
sus ojos.
—Oye —escuché la voz de Jason en el fondo, donde Tallie estaba sentada con
Ling, y mi concentración se rompió al instante.
Mis labios se curvaron hacia arriba y Lucas golpeó su rodilla. —¡Si nena! ¡Te
reíste! ¿Quién es el rey ahora? ¿Eh? —Le guiñó un ojo a Stella y ella se sonrojó.
Mi sonrisa se estiró. Algo se estaba gestando entre esos dos.
En ese momento, mis ojos se dirigieron a Jason, y lo atrapé mirándome la boca.
Mi corazón pateó fuerte. Dejé de sonreír y aparté la mirada de él. Estaba segura de que
tenía el mismo rubor en mis mejillas que Stella había usado para Lucas momentos antes.
—¿Cómo te va entre tú y Jason? —Lori me preguntó—. ¿Están logrando no
matarse unos a otros?
—Por ahora.
—Por favor, no se maten unos a otros. Apuesto a que no lo harás. —Lucas me dio
una amplia sonrisa.
Lo miré por debajo de mis pestañas.
—¿Que qué? ¿También te uniste a esa apuesta?
Stella le golpeó el hombro. No me perdí como su mano permaneció allí un
momento más de lo necesario.
—Idiota. —Su voz sonaba sin aliento y coqueta.
Él le dedicó una sonrisa.
—¿Qué? ¡Todo el mundo está en ello! No hemos tenido tanto entretenimiento
desde el año pasado, cuando ese estudiante de primer año se quitó los calzoncillos en
el pasillo y mostró su basura para que la vieran el director y todo el alumnado.
Negué con la cabeza.
—Eso es simplemente maravilloso. Al igual que esa apuesta en la que Jason y yo
nos enrollamos. ¿No tienen todos ustedes vidas o algo así?
Levantó las cejas.
—¿Hay una apuesta de que Jason y tú andan? Quiero estar en eso.
Simplemente genial. ¿Por qué tuve que mencionar eso?
Holloway aprovechó este momento para llegar y me alegré por la interrupción.
Nos reunió a todos en el centro del escenario y aplaudió para llamar nuestra atención.
—Muy bien, todos. Nuevo día, nuevas victorias. Como todos saben, hoy vamos a
hacer el último acto, y es la parte más emotiva. Todos los personajes deben unirse para
formar cohesión y un sentido de unidad. A medida que nuestros personajes principales
aprenden a superar todos los obstáculos, todos los demás deben demostrarles que
nunca están solos y que siempre contarán con su apoyo. Quiero ver lágrimas —asintió
hacia Stella, que era muy buena llorando en el momento justo—, y quiero ver fuerza.
Aquí miró a Lucas, cuya interpretación del padre de Chloe era un poco sosa.
—Por supuesto, siempre hay espacio para cambios e improvisaciones, pero
siempre ten en cuenta a tu personaje y deja el resto a un lado. —Ella nos dio a mí ya
Jason una mirada mordaz—. Eso va especialmente para ustedes dos.
Esperaba que Jason hiciera un comentario sarcástico, pero ni siquiera movió un
músculo de su rostro, sus brazos estaban inmóviles donde los tenía cruzados sobre su
pecho. Como si sintiera mis ojos sobre él, miró en mi dirección y respiré con
estremecimiento. No había nada en su mirada que me dijera que me había besado como
el infierno ayer, su actitud había sido la misma en inglés esta mañana, y sentí como si
realmente estuviera causando un gran problema. Nada. Me frustró que obviamente
estaba escondiendo algo, actuando como si todo fuera como siempre.
—Señorita Holloway, esta es la primera vez que lo ensayamos —dijo Lucas,
intercambiando una sonrisa con Ling—. Seguramente no esperará que seamos
perfectos de inmediato.
Puso sus manos en las caderas.
—Por supuesto que no, quiero que tengas en cuenta estas instrucciones desde el
principio. Está bien, Tallie y Lucas comenzarán el acto. —Ella les indicó que se
acercaran al centro.
El resto de nosotros nos retiramos a un lado, Jason y yo tomamos un lugar
aislado en la esquina.
El último acto comenzó con los padres de Chloe en el hospital. Chloe acababa de
ser admitida. Tallie y Lucas tomaron el centro del escenario, ya en el personaje. Tallie
sostenía su guion en la mano, pero no lo miró ni una sola vez, pronunciando sus líneas
sin esfuerzo. No tardó en tenernos a todos hechizados. El último acto trajo una tormenta
emocional que Chloe y Nathan tuvieron que capear, pero los padres de Chloe no se
libraron de ella, y Tallie transmitió el dolor de madre a una T.
Muy pronto, comenzó a llorar, fue tan real, se sintió tan profundo, que nadie
pudo evitar sentirse encantado por ella. Las lágrimas brillaban en sus mejillas y el
crujido de su voz revelaba impotencia y temor por la vida de su hija. Mi estómago se
contrajo con el deseo de expresar las emociones de Chloe en ese mismo nivel. No, no el
mismo nivel. Más alto.
—¿Qué pasa con ese rostro? —Susurró Jason directamente en mi oído.
La piel de gallina estalló en todos mis brazos. Giré la cabeza para mirarlo. Ni
siquiera me había dado cuenta de que me había estado observando todo este tiempo.
Bajé la mirada.
—Es solo que Tallie es increíble para transmitir emociones, sin importar el papel
que interprete. Nunca seré tan buena.
—No serás buena si no trabajas en tu actuación.
Cuenten con Jason para no endulzar las cosas.
—No es sólo eso. Ella es mucho más talentosa que el resto de nosotros. Justo
como tú.
—Si es tan perfecta, ¿por qué no consiguió el papel principal?
Eso me callo la boca. Tallie acababa de desplomarse contra Lucas mientras él le
susurraba palabras suaves en su oído. En ese momento, parecía una madre cuyo hijo
podría ser arrebatado pronto. Todos estaban conteniendo la respiración, mirándola con
admiración.
Jason no parecía tan impresionado.
—Claro, ella es buena —dijo, mirándolos—. Tal vez incluso mejor que la mayoría
de los estudiantes aquí. Pero eso no significa que sea la mejor opción para cada papel
que existe. Hemos hablado de esto. Se trata de entender y tratar de transmitir un
personaje de la mejor manera. Para eso están las audiciones. No importa cuánto te
esfuerces, alguien más siempre puede ser mejor que tú.
Estudié su perfil, mis ojos atrapando el hueco en su mejilla que enfatiza la
angulosidad de su rostro. Nunca dejaría de sorprenderme lo atractivo que era, y ni
siquiera lo estaba intentando.
—Entonces, ¿admites que yo soy mejor que ella? —Bromeé.
Se giró para mirarme, sus labios entreabiertos como si lo hubiera pillado
desprevenido. No llegó a responderme porque Tallie y Lucas terminaron su escena y
estalló un fuerte aplauso.
—Es tu turno, Katie —dijo Holloway.
—Está bien, aquí vamos —murmuré para mí y fui al lugar indicado, más que
consciente de los ojos de Jason siguiéndome todo el tiempo. Más que consciente de los
ojos de todos mientras el silencio se apoderaba de todos nosotros.
Mi guion ya estaba abierto para la siguiente escena. Era una escena muy
importante en la que Chloe se despertaba en el hospital con sus padres a su lado
después de haberse desmayado en casa, pero no necesité mirar mi guion.
Mi mirada se dirigió a Tallie, que estaba sentada a mi lado con Lucas, y pensé en
su escena anterior. Su rostro estaba relajado ahora, pero sabía que no tendría
problemas para torcerlo con total desesperación en una fracción de segundo. Siempre
la mejor actriz, siempre la más prometedora. No tenía dudas de que ella brillaría más
en esta escena.
Pero lo que Jason acababa de decirme era cierto. No importa cuánto te esfuerces,
alguien más podría ser mejor que tú, y yo fui quien obtuvo el papel principal.
Y por primera vez, no me resigné a despedirme. No estaba resignada a ser sólo
una participante y nunca una ganadora.
Mientras respiraba hondo, recordé cómo me había conectado con el personaje
de Chloe cuando estaba al lado de Jason. Cómo, sin darme cuenta, había dado lo mejor
de mí, conectándome mejor con el personaje.
Me dejé alcanzar por Chloe y formé una expresión de dolor, olvidándome del
resto del elenco y del mundo, viviendo únicamente ese momento en el hospital.
Agarré la mano de Tallie.
—Mamá, no quiero morir. —Mi voz tembló bajo la tristeza que me envolvía
más y más.
Ella cubrió mi mano con su otra mano.
—Vas a estar bien, cariño. Eres fuerte. Todo va a estar
bien.
Mi rostro se arrugó con la promesa de lágrimas.
—¿Cómo? ¿Cómo puede estar bien? ¡Tengo cáncer, mamá! Estoy
muriendo.
—No, shhh. —Agarró mis mejillas y me hizo mirarla a los ojos—. No
morirás. No digas eso. Te vas a recuperar.
Lucas colocó su mano sobre mi hombro, su rostro serio tan en desacuerdo con
su expresión habitual.
—No dejaremos que nada te pase.
Negué con la cabeza frenéticamente, apartando sus manos de mí.
—Ambos están mintiendo. Los dos solo lo dicen para
calmarme, pero no saben lo que va a pasar. Voy a morir. —
Acurruque mis manos en mi regazo, sintiendo un dolor que abrasaba mi pecho. Las
lágrimas se acumularon en mis ojos y se combinaron con temblores que tomaron el
control de mis manos. —No quiero morir.
Lucas se perdió un momento, su mirada saltaba entre el guion y mi rostro
empapada en lágrimas. Me di cuenta de que no esperaba esto de mí y estaba
impresionado.
—Nos hemos puesto en contacto con los mejores médicos de
aquí —leyó en el guion. Cuando se encontró con mi mirada, tenía el ceño fruncido que
no era tan convincente, pero lo estaba intentando—. No dejaremos que nada te
pase.
Tallie apretó su mano alrededor de su guion.
—Va a ser difícil, pero si alguien puede superar esto, es
nuestra dulce niña —dijo con voz temblorosa, sus labios sonriendo, pero los ojos
acumulando humedad que traicionaba sus verdaderas emociones.
Y solo ver esa expresión, esa expresión de una mujer que haría cualquier cosa
para consolar a su hija pero que estaba aterrorizada por dentro, fue suficiente para
empujarme más profundamente en el momento, y dio paso a un colapso total. Todo lo
que podía ver eran los rostros de dos padres aterrorizados en una habitación de
hospital gris y deprimente que solo trajo más desesperación y desesperanza. Y sentí
demasiado.
Empecé a sollozar, escondiendo mi rostro entre mis manos. Eso no estaba en el
guion, pero en este momento… En este momento era tan apropiado. Había tanto dolor
en mi pecho que tuve que dejarlo salir. Era la única manera de dejarlo salir. Para dejar
salir el miedo, la ira, la desesperación… La incertidumbre de si estos fueron mis últimos
días o no… La sensación de ahogarse y sentirse tan perdido que parecía imposible
encontrar una salida.
Y cuando terminé, habiendo acabado la escena con un susurro.
—Quiero estar sola. Por favor, déjame en paz —fue como si
despertara de un sueño, abriendo los ojos a todos los rostros atónitos y un silencio que
sonaba más fuerte que nunca.
Entonces alguien estaba aplaudiendo. Luego otro. Y otro. Uno por uno, todos
comenzaron a aplaudir, asombrándome. Mientras me limpiaba los ojos y los observaba
a todos, me di cuenta de que estaba temblando mucho y que mi corazón estaba
corriendo una maratón.
—Ahora, ¿qué tal eso? Parece que Stella no es la única a la que se le da bien llorar
en el momento justo —dijo Lucas, impresionado—. ¡Y ya estabas fuera del guion! ¡De
por sí!
No sabía qué decir. Estaba sin palabras.
Tallie me miró con tanto respeto que sentí como si hubiera caído en la
madriguera de un conejo y nada de esto fuera real.
—Estuviste increíble, Katie. Woow. Eso fue otra cosa —dijo—. Quiero decir, era
como si realmente fueras ella. Como si no estuvieras actuando. Simplemente woow.
Perpleja, me encontré con la mirada de la Señora Holloway, quien no podría
haber lucido más orgullosa, y eso significaba mucho. Pero lo que realmente envió un
rayo a través de mi corazón fue captar la mirada de Amy desde la primera fila. Estaba
llorando, sus labios se curvaron en una sonrisa temblorosa.
—Gracias —Articuló, y una oleada de pura felicidad me llenó. Le devolví la
sonrisa, esperando que mi rostro le transmitiera lo feliz que estaba.
Por fin, mi mirada buscó a Jason. Me preparé para la misma vieja mirada de
indiferencia o desprecio en su rostro, pero eso no fue lo que encontré en absoluto. No
estaba sonriendo, pero me observó con asombro, y pude sentir mi pecho hincharse,
disfrutando de toda la atención y aprobación.
Y por primera vez, me sentí orgullosa de mí.
CAPITULO DIECINUEVE
El sol se deslizaba por debajo del horizonte cuando salí al porche trasero, los
insectos zumbaban en armonía. Tracé las formas de las nubes oscuras a medida que la
noche ocupaba más del cielo, y sentí ganas de sonreír. Sentí que había logrado algo
grande.
Siempre me había quejado de recibir continuamente solo partes menores, pero
nunca había hecho un esfuerzo por ser... Más. En lugar de tratar de convertirme en una
mejor actriz, como otros tantos, siempre me descarté a mí misma. Siempre me rendía
antes de empezar. Y tenía que ser honesta conmigo misma, no había estado haciendo
un esfuerzo real para hacer justicia al personaje de Chloe y esta obra. Realmente no.
Más bien me había dejado llevar por la corriente, estudiando actuación para hacerlo
más fácil para mí, pero no había habido una motivación más profunda detrás de eso.
Pero ahora que había tenido una idea de cómo podría ser, de lo que quería que
fuera, podía sentir que algo cambiaba en mí. No sabía dónde estaría mañana, pero en
este momento, quería dar lo mejor de mí porque quería ser… Más.
Quiero volver a ver las miradas de orgullo en los ojos de todos como hoy.
—Estás sonriendo —me dijo papá mientras salía, tomando asiento a mi lado.
—¿Lo estoy?
Asintió, devolviéndome una sonrisa. Desde que lo vi sonreír era tan raro como
verme sonreír, sentí que mi pecho se inflaba de nuevo con la esperanza.
Había aprendido que la esperanza era algo peligroso. Podría desviarte cuando
necesitas una dirección; podría destruir cualquier deseo que te haya empujado a
intentarlo. Pero en ese momento, mientras florecía en mi pecho, sentí como si algo tan
destructivo fuera imposible. Sentí que finalmente podía ver algo detrás de la cortina de
mi depresión. Podía ver un camino a seguir, un camino para que mis sueños se hicieran
realidad.
—¿Pasó algo en el instituto?
Tracé un círculo en mi apoyabrazos con mi dedo.
—Tuve una escena hoy. Fue muy emotiva y difícil. Pero lo hice, y todos quedaron
asombrados. —La cálida mirada de Jason brilló frente a mis ojos—. Me las arreglé para
hacerlo.
Papá puso su mano en mi hombro.
—Eso es maravilloso, cariño. No me sorprende en absoluto.
Me reí.
—Bueno, tuve que llorar litros de lágrimas. Este personaje que interpreto, Chloe,
es muy complejo y su historia es muy triste. Tiene un final feliz, pero es un largo camino
hasta él.
—Al igual que todo en la vida —dijo en voz baja.
—Sí. Pero no me quejo. Realmente me encanta el desafío. Es divertido poder
profundizar en los puntos más finos de tu personaje. Y luego ser capaz de realizarlo…
Se siente gratificante. Y hoy, finalmente me sentí orgullosa de mí.
Sus ojos se nublaron.
—¿Papá? ¿Está todo bien?
—Es solo que siempre te ha gustado actuar. Siempre recordaré haber visto
representar a cada uno de tus propios personajes en tu habitación. Día tras día. —Sus
labios se curvaron en una sonrisa mientras recordaba el pasado—. Sabía que mi
pequeña niña haría algo grande algún día. Entonces, al verte hacer lo que siempre
quisiste hacer y sonreír, finalmente sonreír… Lo es todo, Katie.
Ahora era el momento de que mis ojos se empañaran.
—¿Crees que puedo hacerlo? ¿Seguir actuando después de que termine esta
obra?
—Por supuesto. —Alcanzó mis manos y las envolvió con fuerza en las suyas—.
¿Actuar te hace feliz?
Esperé a escuchar la voz oscura en mi cabeza que me decía que nada podría
hacerme feliz nunca más, esa voz se quedó en silencio. Fue silenciado por los recuerdos
de lo bien que se había sentido estar actuando y ser parte de todo ese mundo, de mi
sueño de convertirme en una actriz de fama mundial. Y de alguna manera, cuando volví
a mirar sus ojos llenos de esperanza, encontré la respuesta que nunca pensé que
encontraría. Vi una retrospectiva de quién era yo en el escenario y cómo incluso cuando
me sentía deprimida, me daba alegría. Me trajo sentido. Con Silla de ruedas o sin silla
de ruedas. Cuando estaba actuando, no pensaba en la Katie, que tenía miedo de vivir
otro día en una silla de ruedas. No había ninguna Katie que no quisiera vivir un día más
en silla de ruedas. Solo la sensación de libertad y la sensación de que finalmente estaba
haciendo algo bien.
Había algo por lo que podía hacer y luchar de ahora en adelante. Quería seguir
actuando. Quería seguir intentándolo.
—Sí —dije, decidida.
—Entonces sigue actuando. Harás grandes cosas algún día. Solo sigue actuando
y recuerda siempre tu pasión. Y verás. Tendrá su recompensa.
A diferencia de antes, no hubo duda para hacerme negar sus palabras. A
diferencia de antes, le creí completamente, y mientras la oscuridad de la noche
descendía sobre nosotros y el viento soplaba silenciosamente su melodía hipnótica,
sentí que la oscuridad en mí comenzaba a retirarse lentamente y dar paso a la fuerza
para seguir intentándolo. Sigo intentándolo hasta que un día pueda mirar hacia atrás y,
a diferencia de ahora, ver mi pasado como un camino hacia algo mejor y saber que
finalmente me he mantenido fiel a mí misma.

Cerrado por reformas en curso.


Leí el aviso colgado en la puerta de la biblioteca dos veces más y luego gemí. Solo
ahora recordé que Dylan me había dicho que el instituto planeaba renovar un ala de la
biblioteca antes de la celebración del centenario, y que la renovación duraría semanas.
Simplemente maravilloso. ¿Dónde practicaríamos Jason y yo ahora?
—¿Qué ocurre? —Preguntó Jason, deteniéndose a mi lado.
—No tenemos un lugar para practicar. —Hice un gesto con la mano hacia el
aviso.
—¿Qué? —Un pequeño ceño se formó en su rostro mientras lo leía—. Mierda.
—¿Qué vamos a hacer? Necesitaremos otro lugar.
Pensé en ir a mi casa e inmediatamente descarté esa idea. Mamá estaba en casa,
así que sería raro si trajera a Jason. Además, no tendríamos mucha privacidad. Aun así,
ofrecí la opción.
—Podríamos ir a mi casa, pero mi mamá trabaja desde casa, así que ella estaría
allí y… Ya sabes.
—No, está bien. Conozco un lugar al que podemos ir. —Levanté mis cejas.
—¿Un lugar?
El asintió.
—Vamos a mi auto.
Mi pulso se disparó a una velocidad galopante. Seguí a Jason fuera del instituto
hacia el estacionamiento, pensando en cómo conseguiría otra primera vez con él, un
primer viaje en su auto. Había visto a chicas salir de ese auto demasiadas veces,
deseando haber sido una de ellas, y ahora aquí estaba. Por una razón totalmente
diferente, por supuesto, pero, aun así. Una legión de mariposas me recorrió el estómago
cuando abrió las puertas con un llavero y me abrió la puerta.
—¿Necesitas ayuda? —Preguntó.
—No, gracias.
Fingí que no me sonrojaba mientras me transfería de mi silla de ruedas a su auto,
sintiéndome muy vulnerable. Ya me había visto transferirme durante los ensayos, pero
ahora, con sus ojos punzante y penetrantes, se sentía demasiado íntimo. Cerré la puerta
con un poco más de fuerza de la necesaria y me puse el cinturón de seguridad mientras
él tomaba mi silla y daba la vuelta al auto para ponerla en su maletero.
Su olor estaba por todas partes aquí, y mis fosas nasales se ensancharon
reflexivamente con una respiración larga e inhalada. El interior del auto era varonil y
muy propio de él, emanando potencia, precisión y control. Los aleteos en mi estómago
se aceleraron.
Rápidamente le escribí un mensaje de texto a mi mamá explicándole que la
biblioteca estaba cerrada y que íbamos a ir a otro lugar a practicar, se lo envié justo
cuando Jason se puso al volante.
No encendió el motor de inmediato, mirando hacia adelante. Golpeó con los
dedos el volante.
—¿Pasa algo? —Pregunté.
Pasó su lengua por su labio inferior, un movimiento que tomó mucho más de mi
atención de lo que debería.
—En realidad, nunca lo pensé mucho antes.
—¿Pensar mucho en qué?
—En la movilidad cuando estás paralizado.
Mi estómago dio una fuerte patada y bajé la mirada a mi regazo. Yo no sabía qué
hacer con esto, no quería que me tuviera lástima. Dios, eso era lo último que quería.
—¿Por qué lo harías? La gente no suele preocuparse por cosas que no tienen
nada que ver con ellos.
—Dijiste que no puedes caminar por el resto de tu vida. ¿Es eso cierto?
Le di una mirada con los ojos muy abiertos. Me sorprendió que mostrara interés
en mi condición. Esta fue la primera vez.
—Sí, es verdad.
Nubes oscuras se desplegaron en sus ojos.
—¿Puedes sentir tus piernas?
Pasé mi mano por mi muslo lentamente, viendo cómo se movía.
—No, perdí toda la sensación por debajo de mi nivel de lesión. —Le mostré el
área de mi abdomen inferior donde se detuvo la sensación.
Sus labios se apretaron en una delgada línea.
—Entonces, si te lastimas, ¿no puedes sentirlo?
—No puedo sentir mis piernas, pero eso no significa que no sienta nada cuando
me lastimo. Como resultado, a menudo siento una sensación de ardor u hormigueo en
las piernas. O espasmos.
—¿Espasmos?
Ya había dicho más que suficiente, y ya se sentía más que humillante. No era fácil
hablar de los espasmos y todo lo relacionado con mi condición, especialmente cuando
la persona que los escuchaba era Jason Adams.
Al menos él no había visto mis piernas espasmódicas todavía, gracias medicación
efectiva.
—Larga historia.
Pareciendo saber que no debía presionar, asintió y encendió el motor. Cambió el
estéreo del auto al modo Bluetooth, conectándolo a su teléfono mientras salía del
estacionamiento. No hablamos, una canción de Three Days Grace era el único sonido que
llenaba el silencio entre nosotros.

Me sorprendió ver que íbamos a Silver Lake. Silver Lake fue otra de las joyas de
Lake Gate. Atraía a gente de toda la zona y era un lugar popular para familias y
adolescentes. Ni siquiera el ahogamiento de la novia de Jimmy, Samantha Hawkins, el
año pasado, al otro lado del lago, pudo estropearlo. El lugar se veía tan pacífico, tan
separado de cualquier oscuridad en este mundo, que algunos días se sentía increíble
que algo tan trágico pudiera haber ocurrido allí.
El lago era un espectáculo digno de ver, con árboles rodeándolo y pájaros
cruzando el cielo en patrones fascinantes. El lago en sí era un espejo del cielo, la
superficie clara y tranquila, extendiéndose hasta el horizonte de montañas y bosques.
Fue el tema de muchas fotos de fotógrafos de todo el mundo, verdaderamente
merecedores del asombro perpetuo que provocó.
Jason pasó por la orilla del lago y condujo por el camino de tierra que bordeaba
el lago hasta la colina que lo dominaba. Nunca había estado allí, pero había oído que la
vista que ofrecía era única.
Y lo fue. Jason se detuvo en el centro de un pequeño claro en el bosque en la cima
de la colina, y me tomé unos momentos para estudiar el horizonte. Estaba hipnotizada
por todos los colores de la naturaleza mezclados. Estaba tan silencioso que se podía
escuchar el canto de los pájaros y el zumbido de los insectos. Había restos de una fogata
justo en el centro del claro, pero no había nadie aquí actualmente.
—A menudo vengo aquí a practicar —dijo Jason.
—¿En serio? ¿Por qué?
—Es tranquilo y la vista es increíble.
—Este lugar es realmente hermoso. Gracias por traerme aquí. —le ofrecí una
sonrisa. Sus ojos se posaron en mi boca, haciendo que mi corazón saltara en mi pecho.
Frunciendo el ceño, apartó la mirada y se quitó el cinturón de seguridad.
—Iré a buscar tu silla de ruedas.
Exhalé pesadamente.
—De acuerdo. —Tamborileé con los dedos en el asiento mientras lo esperaba.
Una vez que me transferí a mi silla de ruedas, lo seguí hasta los troncos colocados en un
círculo alrededor de la fogata. Me di cuenta de que no había traído su guion con él.
—¿No necesitas tu guion?
Se sentó en uno de los troncos.
—Ya lo memoricé todo.
—No me sorprende.
Inclinó la cabeza, examinándome de una manera que trajo un calor abrasador a
mis mejillas.
—Tienes una opinión demasiado alta de alguien que no ha hecho nada más que
tratarte mal.
Mi corazón revoloteó en mi pecho. Miré hacia otro lado.
—Como dije, se trata de ser objetivo.
—Uh Huh.
—Es verdad.
Él medio sonrió. El sol se reflejaba en sus ojos mientras se acercaba
imperceptiblemente. La luz cambió el color de sus ojos al color del vino, y quería seguir
mirándolos, seguir explorando cada una de sus manchas.
—Eres una sorpresa —dijo.
Mi pecho se apretó.
—¿Por qué?
—Tenía muchas ganas de descartarte, pero me demostraste que estaba
equivocado. Lo que hiciste ayer fue algo.
Chispas de emoción rebotaron a través de mi pecho.
—¿Fue?
El asintió.
—Empiezo a pensar que fuiste la elección correcta. Para el papel de Chloe, quiero
decir.
Parpadeé rápido. ¿Acababa de decir lo que pensé que había dicho?
Me dolían los músculos de las mejillas por lo fuerte que estaba sonriendo. Me
tuve que pellizcar solo para demostrar que esto era real.
—No puedo creer que realmente hayas dicho eso. ¿Es esto una broma o algo así?
—No exageres.
—¿Exagerar? Vamos, Jasón. Eres la última persona que esperaba que me
felicitara por mi actuación.
Él arqueó la frente.
—Puedo retractarme de ese cumplido si te hace sentir mejor.
—No te atrevas. —Me reí. Su mirada se posó en mi boca de nuevo, y esta vez no
pude fingir que no me di cuenta—. ¿Qué?
—Estás sonriendo más últimamente. Casi nunca te reías antes. Ni siquiera con
Dylan.
Mi pulso se aceleró. ¿Me había estado observando tan de cerca?
Miré hacia otro lado. ¿Cómo resumir mi depresión sin arruinar el estado de
ánimo?
—Cuando la vida te da limones… Es demasiado amargo para sonreír.
—No creo que sea así.
—Lo sé. Pero tú mismo estás lleno de sorpresas. Acabas de bromear. No pensé
que lo tuvieras en ti.
—Dice la chica que nunca ha hecho una sola broma.
—¿Qué? ¡Puedo bromear!
—Sí claro. Pruébalo.
Busqué en mi cerebro cualquier broma, pero eso es lo que pasa con las bromas:
no se te ocurren cuando uno quiere.
—No sé. Ahora no se me ocurre nada.
—Tu acabas de demostrar mi punto.
—Está bien, entonces se te ocurre algo si crees que eres tan gracioso.
—Nunca dije que fuera gracioso.
—Ahora eso es solo una excusa.
Él sonrió ampliamente, y me empapé. No apartó la mirada de mí, y con cada
segundo que pasaba, se hacía más difícil respirar. Más difícil de mover. Algo cambió
entre nosotros, como si fuéramos más conscientes el uno del otro. Miré sus labios, esos
labios decadentes que me habían dado placer. Que quería volver a sentir.
Cuando volví a mirarlo a los ojos, encontré confusión allí, junto con algo que hizo
que el aire se volviera pesado por el calor. Antes de que pudiera descifrarlo, mi teléfono
sonó con un nuevo mensaje, y lo que sea que estaba pasando entre nosotros se evaporó.
Nuestros ojos se dispararon en diferentes direcciones.
Saqué mi teléfono de mi mochila y leí el texto. Era mamá preguntándome dónde
estábamos ahora y cuándo terminaríamos.
—Es mi mamá. Quiere saber dónde estoy. —Empecé a escribir una respuesta—
. Solo un segundo.
Una vez que terminé, Jason asintió hacia el guion en mi regazo.
—Probablemente deberíamos empezar a practicar antes de que sea demasiado
tarde.
Me aclaré la garganta.
—Por supuesto. ¿Por dónde quieres que empecemos?
—¿El comienzo del último acto? El reencuentro de Nathan y Chloe después de
que Chloe fuera ingresada en el hospital.
Revoloteos comenzaron en mi estómago, haciéndose más fuertes porque
estábamos solos.
—De acuerdo. —No me molesté en abrir el guion en esa escena. Ya me lo había
aprendido de memoria.
—Recuerda enfocarte en las emociones. Sácalos, ya sea por tu voz, gesto o
expresión. Volveremos a improvisar algunos toques —dijo, y yo asentí.
Las direcciones de escena decían que: Nathan corrió hacia Chloe y se
hundieron en un largo abrazo. Jason se puso de pie y puso algo
de distancia entre nosotros, cambiando a Nathan en un segundo
caliente, pero me permití unos segundos para entrar en el mundo
de Chloe. Cerré los ojos, con la imagen de un cielo azul
brillante y árboles de un verde vibrante impresos detrás de
mis párpados. Me olvidé de las dudas y de cómo me hacía sentir
Jason y me concentré en mis sentimientos por Nathan. Sobre el
tipo que iría hasta los confines de la tierra por Chloe. El
chico que me amaba.
Me alcanzó en tres zancadas y se sentó frente a mí, abrazándome. Su una mano
se deslizó unos centímetros por mi cintura, mientras pasaba la otra mano por el cabello
y deteniéndola en la nuca, improvisando. Clavé mis dedos en su camisa, mostrando lo
cerca que quería estar de él, y él obedeció, presionando mi cabeza contra su hombro.
Nos abrazamos durante mucho tiempo, murmurando palabras que contenían amor,
dolor y miedo.
—Todo va a estar bien —dijo mientras me agarraba el rostro con ambas
manos—. Vas a superar esto y luego vamos a tomar ese viaje en
ferry del que hablamos. Tú y yo, juntos.
Sus manos estaban calientes. Tan cálidas que, sin darme cuenta, me hundí más
profundamente en su toque. Me imaginé un viaje en ferry al atardecer en un mar vasto
y tranquilo, con Nathan a mi lado. Con su mano en la mía y sus labios trazando patrones
en mi rostro.
Parpadeé y las primeras lágrimas comenzaron a acumularse en mis ojos.
—Tengo miedo, Nathan. —Mi voz se quebró—. Estoy tan asustada.
—Resoplé mientras las lágrimas brotaban.
Un rápido destello de suavidad que no estaba segura si era de Nathan atravesó
su expresión. Me llenó el pecho de calidez, pero no podía, no quería permitirme pensar
en eso ahora.
—Mis padres siguen diciéndome que soy joven, fuerte, que
saldré adelante, pero veo sus rostros cuando piensan que no
estoy mirando. Ellos mismos no lo creen.
Sacudió la cabeza con vehemencia, agarrando mis mejillas con más fuerza.
—Creo en ti. Sé que vas a salir adelante. Lo harás.
La convicción en su voz coincidía con el fuego en sus ojos, y por un momento
todo fue tan perfecto. Por un momento, pude imaginarnos uno al lado del otro en esa
cama de hospital, los rayos del sol brillando tentativamente a través de las ventanas
cubiertas de nieve y presenciando nuestro intercambio basado en el miedo, la
esperanza y el amor. Tanto amor calentaba todo el espacio que nos rodeaba.
—¿En serio piensas eso?
—Sí. ¿Recuerdas lo que siempre me dices? Tú me dices que
siempre sale el sol.
—Pero que si...
—Shhh. —Presionó su dedo contra mi boca espontáneamente. Mi corazón
latía—. Hagamos una promesa.
—¿Una promesa?
—Una promesa de que mañana saldrá el sol.
Nuestros ojos se encontraron, nuestros corazones latían al unísono. Venciendo
el miedo.
Latiendo el dolor.
Sonreí, más lágrimas brotando.
—De acuerdo. Lo prometo. Saldrá el sol.
El asintió.
—Conquistar la oscuridad de hoy. Es nuestra promesa del
mañana.
Sus manos secaron las lágrimas de mi rostro con los toques más suaves. Sus ojos
transmitían cuánto me necesitaba. Mi corazón estaba lleno. Lleno de amor y
sentimientos largamente reprimidos. lleno de él.
—Te amo —susurró, y por un momento, realmente lo sentí, sentí el amor de este
chico frente a mí—. Siempre. —Me tomó el rostro—. Siempre lo haré.
Nos miramos durante varios segundos que se sintieron como una eternidad. Se
acercó y tiró de mí en un abrazo, que debería haber durado poco, pero no nos
separamos. Apoyó la barbilla en mi hombro y me agarró de la cintura. Sus manos no se
detuvieron allí, se deslizaron hacia abajo lentamente, quemando cada centímetro del
camino que cruzaron.
No podía respirar. Ni siquiera podía hablar mientras giraba su rostro hacia mi
cuello, acercando demasiado sus labios a mi piel. Oh Dios. Clavé mis dedos en su
sudadera. Su aliento caliente jugueteaba con mi cuello. Sus labios… Casi podía sentir su
toque.
Se movió casi imperceptiblemente, acercando aún más sus labios, y soltó un
suspiro tembloroso un momento antes de besarme, su lengua salió disparada para
rozar mi cuello por un largo momento. Un rayo de electricidad me atravesó.
Oh Dios. Él solo me besó.
Se apartó lentamente y me soltó, sus ojos oscuros como estrellas. Mis ojos se
lanzaron entre los suyos, buscando respuestas que explicaran por qué acababa de
besarme, pero no encontraron nada. Se quedó en silencio, su respiración irregular.
—Parece que no puedo descifrarte —dije—. No ocultas que no soy tu persona
favorita, pero me besaste hace un momento. Y no me digas que es porque crees que
Nathan habría besado a Chloe entonces.
Todo su comportamiento cambió en un instante. El aire se enfrió, volviéndose
helado como su mirada. Solo había unos pocos centímetros de espacio entre nosotros,
pero podríamos haber estado a kilómetros de distancia por la forma en que me miraba.
—Te dije que no hicieras un gran problema de esto.
¿Eso fue todo? ¿Esa fue su explicación?
Lo miré.
—Y yo acabo de decirte que no uses a Nathan y Chloe como excusa.
—El chico la ama. Por supuesto que podría haberla besado en ese momento.
—Eso es una tontería y lo sabes.
—No hay nada allí, Turner. Entonces, no vayas a hacer algo con eso. Solo
complicaría todo.
Solté una carcajada.
—¿En serio? Una cosa es improvisar y otra es besarme y luego fingir que no pasó.
Su rostro se retorció de ira.
—¿Por qué estás empujando esto? ¿Quieres que sea real? ¿Quieres que signifique
algo?
Necesité todo mi control para no mostrarle lo cerca que había llegado golpeado.
—N-No.
Él se paró.
—En cuanto a ese beso, ¿alguna vez has oído hablar de desarrollar sentimientos
por tu pareja para poder representar una conexión con ellos más fácilmente?
—¿Qué estás tratando de decir?
—Me di cuenta de lo que sucede cuando estoy actuando contigo, tuve que
convencerme de que tengo una conexión contigo para que esto funcione. Tengo que
fingir que quiero que puedas recrear sentimientos por tu personaje. Eso es todo lo que
hay en nuestra supuesta conexión.
Mi estómago se desplomó. Su explicación tenía mucho sentido y era algo que
hacían algunos actores, entonces, ¿por qué dolía escucharla?
Parpadeé rápido, sintiendo el comienzo de las lágrimas. Le di la vuelta a mi silla
de ruedas para que no me viera el rostro.
—Entonces, ¿por qué no lo dijiste?
—Porque no quiero que pienses que realmente siento algo por ti, Turner. Ver
que le das vueltas a cada jodida cosa en tu mente, pensando que significa algo. —
Levantó las manos en el aire—. Admito que se salió de control, pero fue en el calor del
momento. Nada más.
Asentí.
—De acuerdo. Bien entonces. Es bueno saber.
—Bueno. Me alegro de que finalmente nos entendamos —escupió.
El viento se levantó, enviando las hojas del suelo girando en un torbellino que
reflejaba los sentimientos dentro de mí. Los sentimientos que se volvían más
insoportables cuanto más tiempo permanecía aquí a su lado. Necesitaba algo de
distancia.
—¿Nos podemos ir? No creo que pueda concentrarme en practicar más.
Él frunció el ceño.
—No actúes como una niña.
—Por favor. —Mi voz se quebró.
No respondió de inmediato, pero no me giré para mirarlo, sintiendo que me
miraba. Después de lo que pareció una eternidad, dijo entre diente.
—Lo que sea. Vamos.
Me dirigí tras él a su auto No intercambiamos una sola palabra, salvo que yo le
di mi dirección durante el viaje de regreso, el espacio entre nosotros cargado de tensión
y palabras no pronunciadas.
Solo una vez que se fue, alejándose de mi camino de entrada en una nube de
humo, dejé escapar las lágrimas, maldiciendo al tipo que, a pesar de todos mis esfuerzos
por mantenerlo fuera de mi corazón, parecía estar tomando más y más de su espacio,
negándome obstinadamente a dejarlo o mi mente.
CAPITULO VEINTE
Después de esa práctica con Jason, estaba perfectamente evitándolo. Pasé el fin
de semana haciendo tareas escolares y practicando las escenas de Chloe frente al
espejo, tratando de hacerme llorar en el momento justo. Al principio, no podía hacerlo,
volviendo a hacer las escenas repetidamente solo para sentirme más frustrada, pero
luego me decidí por otro enfoque. En lugar de concentrarme en los momentos dolorosos
de Chloe, me concentré en mis recuerdos dolorosos y dejé que me dominaran.
Y ayudó. No solo con el llanto, sino también con el manejo de mis emociones
negativas de una manera positiva. Pude usarlos constructivamente, y había algo
catártico en eso. Era como si me poseyeran menos y yo los poseyera más.
El doctor Peterson estuvo de acuerdo. Hablamos sobre mi progreso como actriz,
pero también hablé sobre Jason y le conté al doctor todo sobre el antiguo
enamoramiento que había tenido por Jason, la participación de Caroline en el accidente
y el trato que Jason me dio después de eso. Mencioné lo confundida que me sentí cuando
actuamos y lo bien que se sintió
El doctor Peterson dijo algo similar a lo que me había dicho Dylan, que yo podría
estar proyectando los sentimientos de mi personaje. Lo llamó transferencia. O que Jason
realmente podría estar fingiendo que quiere a su compañera de actuación para poder
expresar los sentimientos de su personaje de manera más realista. Ambas explicaciones
causaron un dolor crudo en mi pecho que no quería identificar. No ayudaba que a
menudo sorprendiera a Jason mirándome estos días, especialmente cuando estaba con
Liam.
—Definitivamente tocaste un nervio cuando le preguntaste eso —me dijo Dylan
de camino a mi clase de educación física. Quería acompañarme hasta allí, y aproveché
la oportunidad para contarle lo que había sucedido en nuestra práctica en Silver Lake—
. Señor Todopoderoso no es tan todopoderoso ahora, ¿eh?
—No lo sé, Dee. No es que me haga sentir mejor. Lo que dijo fue malo.
—¿Recuerdas lo que te dije? No dejes que se meta en tu cabeza. Es solo un niño
pequeño e inseguro que no actúa mejor que un hombre de las cavernas. No se merece
ni un solo pensamiento.
Probablemente era mejor no mencionarle que no solo había gastado
innumerables pensamientos en él recientemente, sino que también había derramado
innumerables lágrimas en mi almohada.
—Pero te lo dije —continuó Dylan—. El niño está desarrollando sentimientos, y
yo estoy aquí para cuando le rompas el corazón.
—Eres mala.
—No, no. Ese tipo es malo. Es lo justo.
Riendo entre dientes, me despedí de ella y entré en el vestuario de las chicas.
Poco después, entré al gimnasio y vi a Liam de pie con un compañero de equipo en el
otro lado. Liam le dio unas palmaditas en el hombro cuando me acerqué a ellos y se giró
para mirarme con una sonrisa perlada.
—Ahí tienes. ¿Lista para uno a uno?
Gruñí.
—¿Ya?
—Hemos estado haciendo lo básico durante semanas.
—Esperaba que pudiéramos enfocarnos en lo básico durante todo el semestre.
Se rio.
—No se puede hacer eso. Vamos. Seré fácil contigo.
Si hacerme sudar como un cerdo y apresurarme como un loco para seguir el
ritmo iba a ser fácil conmigo, no quería imaginar cómo sería si él fuera duro conmigo.
El sudor rodaba por mi cuerpo a cántaros, pegando algunas partes de mi camiseta
holgada a mi cuerpo, ya esperaba una ducha larga tan pronto como llegara a casa.
Estaba teniendo dificultades para recuperar el aliento cuando agarré el balón
con ambas manos y me dispuse a disparar, sabiendo que iba a fallar. El balón rebotó sin
contemplaciones en el aro y rodó hacia las gradas, demostrando una vez más que era
un asco en el baloncesto.
—Lo conseguiré —dijo Liam y corrió por el gimnasio.
Mi piel se erizó conscientemente. Me dije a mí misma que no miraría, pero mis
ojos me traicionaron antes de que pudiera hacer un esfuerzo para detenerlos. Miré a
donde Jason estaba jugando con sus amigos. Estaba rebotando el balón entre sus manos,
pero su mirada estaba sobre mí.
Me obligué a seguir respirando uniformemente, asegurándome de que mi
expresión no cambiara. Hice un inventario rápido de su apariencia, notando cómo
incluso cuando estaba cubierto de sudor se veía demasiado atractivo para su propio
bien. Antes de que pudiera apartar la mirada, la atención de Jason se volvió hacia Liam
mientras corría de regreso hacia mí. Sin preámbulos, mi piel se puso caliente y tirante.
Simplemente no pude encontrar una explicación razonable para el
comportamiento de Jason. Seth estaba tan seguro de que Jason no me odiaba. Demonios,
incluso los besos de Jason la semana pasada, si me permitía esa ilusión, eran un
argumento a favor de eso. A menudo me observaba y ahora no podía apartar los ojos de
Liam. Pero entonces, ¿por qué trató de venderme la mierda de que todo era actuación y
no tenía nada que ver con nosotros?
—Has estado distraída toda la clase —me dijo Liam, con la cabeza inclinada
mientras me estudiaba—. ¿Estás bien?
Me propuse no mirar en la dirección de Jason.
—Sí, es solo que estoy un poco cansada, eso es todo.
Su mirada inquisitiva no se detuvo, y algo incómodo se revolvió en mi vientre.
—¿Estás segura de que eso es todo?
—Sí. ¿Por qué?
Se movió sobre sus pies, mostrando su radiante sonrisa.
—¿Estaba pensando que tal vez te he estado presionando demasiado con uno
contra uno?
—No, está bien. —Me reí—. Quiero decir, tengo que dejar de ser tan mala en el
baloncesto algún día, ¿verdad? Así que no me evites.
Lanzó una carcajada.
—No lo haré. Y no apestas en el baloncesto.
—Ahora solo estás tratando de hacerme sentir mejor.
Su sonrisa se ensanchó.
—¿Estoy teniendo éxito?
—Quizás.
Me dio una larga mirada que hizo que mis mejillas se sonrojaran.
—Entonces mi trabajo aquí está hecho.
Aparté mi mirada de la intensidad de su mirada, sintiendo otro par de ojos
estudiándome con la misma intensidad, pero me negué a prestarles más atención.
Liam cumplió su palabra; él no me soltó. Apenas podía recordar mi propio
nombre cuando la clase finalmente terminó. Liam se burló de mí al salir del gimnasio.
—Al menos gané, ¿de acuerdo?
Su sonrisa era casi cegadora.
—Apenas. Y solo porque te dejé ganar.
Levanté mis cejas.
—¡No me dejaste! Gané de manera justa y honesta.
Su risa me siguió cuando entré al vestuario. Negué con la cabeza dirigiéndome
hacia mi casillero, planeando limpiarme con mi toalla hasta que el resto de las chicas se
fueran y pudiera cambiarme de ropa. Agradecí el silencio cuando la última chica salió y
comencé a desvestirme, quitándome los pantalones de chándal primero. Me metí en mis
pantalones y me quité la camisa empapada de sudor, dando la bienvenida al roce de aire
fresco en mi piel caliente. Justo cuando doblé mi camisa y la dejé caer en mi mochila en
el banco detrás de mí, las luces se apagaron. La habitación se quedó a oscuras.
Un escalofrío me recorrió. ¿Qué está pasando?
Mi corazón comenzó a latir más rápido mientras mis ojos se movían
rápidamente, sin ver absolutamente nada. Había dejado mi teléfono en mi casillero...
La oscuridad de la habitación se transformó en una oscuridad nocturna, y un
miedo diferente a todo lo que había sentido antes se estrelló contra mí, dejándome
impotente. Apenas tuve tiempo de apoyarme en mi silla de ruedas cuando una voz
amenazante llenó mis oídos.
—Tranquilízate. Todo va a estar bien.
Grité.
—¿Quién está ahí?
Giré mi mirada alrededor, mis movimientos bruscos mientras trataba de
maniobrar mi silla de ruedas en el pequeño espacio. No podía ver a nadie, ni oír nada.
El aire comenzó a presionarme, apretando su agarre sofocante en mis pulmones.
Una risa resonó en mi cabeza. No sabría decir si eran hombres o mujeres. Tiré
de mi silla de ruedas hacia atrás.
—Está bien, sé que piensas que esto es divertido, pero no lo es. ¿De acuerdo?
¿Qué está pasando?
Nada. Ninguna respuesta. Ni un sonido.
—¿Quién está ahí? ¡¿Dónde estás?!
Corrí hacia el banco y casi me caigo de la silla, completamente perdiendo mi
orientación.
Necesitaba salir de aquí. ¿Dónde estaba la puerta?
El continuo silencio en la habitación puso la piel de gallina. Alguien estuvo aquí.
Alguien estaba aquí, y estaban jugando conmigo, y no podía ver nada...
Mi pecho ardía. No podía tragar suficiente aire mientras corría en lo que con
suerte era la dirección de la puerta.
Necesito salir. En este momento. Maldita sea ahora
Mi silla de ruedas se enganchó en algo y me impulsó fuera de la silla cayéndome
de ella. Grité. Más risas resonaron a mi alrededor y grité. Mi corazón latía tan rápido
que temía que se fuera a dar por vencido.
—¡Déjame en paz!
Ignorando el dolor en mis codos, me impulsé hacia ellos y comencé a
arrastrarme, tratando de determinar la dirección correcta
La puerta se abrió de golpe. La luz fluorescente del pasillo inundó el lugar donde
yacía, a través de mi visión borrosa, vi una figura alta llenando la entrada. Grité.
—¡Katie!
Necesité un segundo para reconocer la voz como la de Jason. Se había
distorsionado, sonando como si viniera de lejos.
Sus Air Jordans 6patinaron hasta detenerse chirriando a mi lado antes de caer de
rodillas, dejando caer su mochila al suelo.
—¿Estás bien? ¿Puedes sentarte?
No podía hablar, mi respiración se acortaba. Me di cuenta de que tenía el rostro
mojado, estaba llorando.
Me levanté para sentarme, solo vagamente consciente de las manos de Jason
ayudándome mientras miraba a nuestro alrededor. La mitad de la habitación aún estaba
cubierta por la oscuridad total.
—Alguien está aquí. La habitación se oscureció y ellos… se estaban riendo, y...
Jason escaneó nuestro entorno.
—No hay nadie más aquí.
—¡Los hay!
Encendió la linterna de su teléfono y se puso de pie. Hizo una rápida inspección
de la habitación antes de moverse alrededor de la fila de casilleros, yendo a las duchas.
Escuché el movimiento de las cortinas cuando Jason miró dentro de cada puesto.
—No hay nadie aquí.
Mi corazón latía en mi garganta aún más rápido. Eso no podría ser posible. Nadie
había salido, la voz sonaba como si viniera de mi lado…
Las sombras en los rincones de la habitación cambiaron cuando mi visión se
volvió borrosa. No importa cuánto aire inhalé, no fue suficiente.
Jason apagó su linterna y volvió a arrodillarse a mi lado.
—Trata de respirar lentamente.

6
Marca de zapatillas.
—Yo…
No puedo obtener suficiente aire.
—Los ojos en mí.
—Yo… Yo no puedo tomar aire...
—Katie, mírame. —Sus manos agarraron mis hombros, y encontré su mirada
penetrante—. Trata de ralentizar tu respiración.
—No puedo. ¡No puedo obtener suficiente aire!
Movió su pulgar hacia arriba y hacia abajo sobre mi hombro
tranquilizadoramente.
—Puedes. Sígueme. Inspira. —Respiró hondo, deseando que yo hiciera lo mismo
con sus ojos—. Puedes hacerlo. —Tomó otra respiración profunda.
Al principio, no pude hacerlo, luchando con jadeos cortos, hasta que repitió el
movimiento. Lo copié, mi pecho contrayéndose contra el aire que tan
desesperadamente necesitaba.
—Buena chica. Exhala. —Soltó el aliento y yo lo seguí, expulsándolo en una
exhalación temblorosa—. Lo estás haciendo bien. Ahora de nuevo.
Mi boca se abrió para inhalar otra vez, mi mano curvándose contra mi corazón
palpitante. La habitación comenzó a cristalizarse frente a mis ojos a medida que llegaba
más aire a mis pulmones y mi pulso comenzó a desacelerarse.
—Otra vez.
Nuestras miradas nunca se separaron. Inhalé, hipnotizada por las sombras
oscuras de sus ojos turbulentos que los volvían casi negros en la penumbra del espacio.
—Eso es todo. Lo estás haciendo bien. —Su voz era como el terciopelo, nada
como su habitual granito.
La siguiente inhalación fue mucho más fácil y mi ritmo cardíaco volvió a la
normalidad. Exhalé un largo suspiro, mi cabeza finalmente se aclaró.
Parpadeé. Ambos estábamos quietos. Su mano en mi hombro estaba quemando
mi piel, dejando una huella más profunda cuanto más tiempo permanecía allí. Sus ojos
se movieron entre los míos, luego bajaron a mis labios, cuello y luego mis senos. Respiró
hondo y desvió la mirada.
—Mierda.
¿Qué?
Miré hacia abajo. ¡Mierda! Llevaba solo el brasier de la cintura para arriba.
Golpeé mis brazos sobre mi pecho para cubrirme, sofocando un gemido.
Nunca me había sentido más expuesta que ahora.
Sus labios se apretaron mientras se alejaba, permitiéndome el espacio que
necesitaba. Muy necesitado.
—¿Dónde está tu camisa?
Señalé en dirección a mi bolso. Se acercó y agarró mi camisa. Sin mirarme a los
ojos, me lo arrojó.
Busqué a tientas la prenda mientras me apresuraba a ponérmela, mis mejillas
ardían.
—¿Estás bien? —Preguntó bruscamente.
—Sí. —En el momento en que lo dije me tensé porque recordé que tenía un
asunto más del que ocuparme: volver a mi silla.
Preparándome para el arduo procedimiento de levantarme en mi silla frente a
Jason, estiré mi mano y la acerqué a mí. Pongo los frenos. Esta vez Jason no me preguntó
si necesitaba ayuda, por lo que estaba agradecida. Esto no iba a ser solo agotador; iba a
ser humillante también.
Solía pensar que el suelo era mi enemigo. Me caía de mi silla de ruedas y luchaba
durante mucho tiempo para volver a sentarme, sintiendo que toda mi dignidad se había
ido por la ventana mientras me arrastraba a mi silla de cualquier manera que podía. En
estos días era más fácil ya que había aprendido a hacerlo, pero todavía me sentía
avergonzada y frustrada por lo mucho que tenía que trabajar para algo tan simple como
eso.
Metí la mano debajo del muslo y levanté la pierna para que se doblara a la altura
de la rodilla, luego repetí el movimiento con la otra pierna. Agarré el marco de metal de
la silla con una mano y puse la otra en el suelo, preparándome para los extenuantes
segundos siguientes.
Sintiendo su mirada vigilante sobre mí, me empujé contra el suelo y la silla y me
incorporé en el asiento, poniéndome roja en parte por la vergüenza y en parte por lo
difícil que era levantarme. Cuando finalmente lo miré, había algo increíblemente tierno
en su mirada, y casi no podía creer lo que veía. Parpadeó y rompió nuestro contacto
visual, apartando su rostro de mí.
—¿De qué se trataba todo esto? —Hizo un gesto alrededor del vestuario—.
Estaba saliendo cuando te escuché gritar.
—Las luces se apagaron cuando me estaba cambiando, y luego escuché la voz de
alguien. Me dijeron que me callara y que todo iba a estar bien.
Las sombras convergieron a lo largo de los bordes de sus pómulos afilados.
—Entonces empezaron a reírse.
—¿Podrías decir quién fue?
—No. Ni siquiera sé si era una chica o un chico. —Pasé mi mano por debajo de
mi rostro—. No entiendo. Dijiste que no había nadie aquí, pero yo no vi a nadie salir de
la habitación. No podría haberme perdido eso. ¿Estás seguro de que no había nadie en
las duchas?
—Turner, los cubículos están totalmente vacíos. No hay dónde esconderse allí.
Negué con la cabeza, mordiéndome el labio. Miré alrededor de la habitación,
encontrando nada más que más sombras.
—No entiendo. Podría jurar que estaban aquí.
Había algo extraño en su mirada, como si estuviera viendo algo desde un nuevo
ángulo.
—¿Qué? —Pregunté.
—¿Tienes recuerdos?
Arqueé mis cejas. ¿Cómo supuso eso? No respondí, girándome para alejarme,
pero no tuve que hacerlo, mi reacción lo confirmó.
—Tal vez esa voz existe en tu cabeza.
Le entrecerré los ojos.
—¿Estás sugiriendo que estoy loca?
—Estoy sugiriendo que pasaste por un trauma.
—Ni mierda —Hice un gesto a mis piernas, y él miró hacia otro lado, con la boca
cerrada y la mandíbula apretada.
Sentí un atisbo de satisfacción por haberlo callado así, pero no lo hice.
Siento que este evento estuvo relacionado con el accidente. Si esto realmente
hubiera sido un recuerdo, si esta voz hubiera venido de un fragmento reprimido de mi
memoria, no podría tener nada que ver con Caroline, ¿verdad?
Esa voz había sonado tan real. Como si alguien hubiera estado realmente aquí.
—Aun así, eso no explica por qué se apagaron las luces —dije.
Sus cejas se arquearon.
—Es extraño. Solo salían aquí.
Apreté mis manos juntas, aspirando una respiración temblorosa. Si no fuera por
Jason, no sabía cómo habría manejado esto.
—Deberíamos irnos —dijo, recogiendo su mochila, y asentí.
—Gracias por ayudarme —dije una vez que nos íbamos.
Desde la oscuridad del vestuario, las luces del techo parecían demasiado
brillantes para mis ojos.
Cruzó los brazos sobre el pecho y mis ojos se engancharon en las deliciosas
crestas de sus bíceps.
—No tienes que agradecerme. Cualquiera con decencia común haría lo mismo.
Lo decía con tanta naturalidad, como si no fuera importante, pero lo era, y luché
por aceptar que Jason me ayudaba con cualquier cosa. Era mi enemigo, pero no había
dudado ni un segundo en ayudarme. Observé el corredor vacío, pero todo lo que vi fue
a él guiándome a través de mi pánico. El calor de su mano firme. La seguridad en sus
ojos ardientes.
Lamí mis labios.
—Realmente no estoy loca.
—¿Por qué dirías eso?
—Por lo que acaba de pasar. Quiero decir, eso se veía raro y muy vergonzoso.
—Eso es una mierda —gruñó, insinuando que había tocado una fibra sensible—
. Tú no tienes nada de qué avergonzarte.
Mi corazón se aceleró. Desde el accidente, todo lo que me había mostrado era
desagrado, tanto que me costaba creer que hubiera algo bueno en él para empezar.
Había sido tan fácil creer que estaba podrido hasta la médula.
Pero luego había momentos como ahora cuando era tan difícil recordar por qué
debería mantener la guardia frente a él, por qué relajarse sería un error.
—¿Cómo supiste cómo ayudarme?
—Porque solía hacer eso con Car —se detuvo abruptamente, como si acabara de
darse cuenta de lo que estaba a punto de decir—. Simplemente lo sabía.
Caroline. Entonces, había tenido muchos ataques de pánico. Mi estómago se
revolvió. Ya era bastante malo tener ataques de pánico tan a menudo como yo, pero
¿qué tan malo fue para ella, combinado con los otros síntomas del trastorno post
traumático?
¿Qué tan malo fue para ambos hermanos?
Ahora entendía por qué me había preguntado acerca de los recuerdos; Caroline
probablemente los tenía, así que reconoció las señales.
Mordí mi labio. Quería preguntarle sobre su accidente automovilístico y si le
había dejado cicatrices emocionales, pero por supuesto que no podía.
—Fuiste realmente útil. Por lo general, me lleva mucho más tiempo salir de eso.
No dijo nada cuando llegamos al vestíbulo. Algo indeciso cruzó su rostro hasta
que finalmente decidió romper el silencio.
—¿Sueles tener ataques de pánico?
Parpadeé, luego me detuve. Se detuvo también, volteándose para mirarme con
los brazos cruzados sobre su pecho.
—Los tengo de vez en cuando. Cuando se vuelve abrumador.
—¿Qué lo hace abrumador?
—La vida.
Sus ojos sostuvieron los míos. El silencio a nuestro alrededor se prolongó. No
pude tragar.
—¿Alguien te ayuda con ellos? —Preguntó, apenas fue audible.
La emoción obstruyó mi pecho. Mi mirada cayó a mis manos.
Tenía a mis padres y a Dylan, pero no podían brindarme una ayuda real. Nadie
pudo. Nadie podría poner una venda en el corte que fue mi depresión y enseñarme
cómo vivir la vida, cómo encontrarme a mí misma. Cómo acabar con los pensamientos
oscuros y tóxicos. Solo estaba comenzando a vislumbrar el otro lado, el lado más
brillante.
—Es difícil ayudar a alguien que se siente perdido por dentro.
Se movió una pulgada más cerca, con una extraña emoción en sus ojos que me
desarmó por completo. Debería alejarme de él. Pero no podía. No podía dejar de mirarlo
y desear finalmente poder entrar en su mundo.
—Tú… —Comenzó.
Las puertas delanteras se abrieron y entró mi mamá. Maldición.
—¡Oh, gracias a Dios, estás bien! —Su cabello estaba desordenado, líneas de
preocupación tallando caminos profundos a través de su rostro.
—Mamá.
—¿Paso algo? Estaba tan preocupada cuando te llamé y no respondiste.
Cierto. Mi teléfono. Con Jason a mi lado, había olvidado que todavía estaba en mi
casillero.
—No pasó nada. Yo… —No podía contarle lo que había pasado en el vestuario o
el ataque de pánico. Ya estaba demasiado preocupada por mí como estaba—. Solo
necesitaba más tiempo para cambiarme después de educación física, eso es todo.
Ella asintió y miró a Jason.
—Hola, señora Turner.
—Jason —dijo con cautela y miró entre nosotros—. Ustedes dos estaban
¿juntos? —Hizo que pareciera que había estado saliendo con Jason y le acababa de dar
una excusa para cubrirlo.
—No, simplemente nos encontramos en el pasillo —me apresuré a decir—. Y
como íbamos por el mismo camino… Ya sabes.
—Me tengo que ir —me dijo Jason—. Te veo mañana.
Mi estómago se revolvió.
—Nos vemos.
—Adiós, señora Turner.
Mamá lo saludó con la mano en respuesta y se fue. Mi estómago se apretó
mientras lo vi irse, mis ojos se deslizaron por su espalda ancha y musculosa hasta su
culo perfectamente redondo.
Fuimos a mi casillero para poder tomar mi teléfono primero, y allí casi choco con
Jimmy, que iba en una dirección diferente. Sus cejas se hundieron cuando me vio, luego
sus ojos se dirigieron a mi mamá. Se me hizo un nudo en el estómago al pensar en
nuestra conversación de la semana pasada. Con qué facilidad se había enfadado.
Antes de que pudiera empezar a inventar excusas para no hablar con él, miró
hacia otro lado y se fue sin decir una palabra, como si no me conociera. Buen viaje.
Mamá y yo llegamos a la minivan y ella bajó la rampa para que yo entrara.
—¿Tú y Jason son amigos ahora?
Mis ojos se dirigieron hacia ella.
—¿Amigos?
—Veo que ustedes son los protagonistas de la obra y pasan tiempo juntos
ensayando.
—No diría que somos amigos. No.
—¿Cómo te trata durante los ensayos? ¿Bien?
Casi le dije que no, pero luego pensé en lo que acababa de hacer por mí.
Me quedé con la verdad a medias.
—Él me tolera.
—Ese chico se tomó muy mal el accidente de su hermana. —Sabía que ella se
estaba refiriendo a él apareciendo en mi habitación del hospital, lleno de hostilidad, y
también a su comportamiento en la corte, donde su odiosa mirada me había seguido
con demasiada atención e intrusión—. Sería bueno si ustedes dos pudieran encontrar
puntos en común y superar sus diferencias.
—Ese también es el plan de la señorita Holloway.
Mamá ató mi silla al suelo y cerró la puerta lateral. Ella se sentó al volante.
Me aclaré la garganta.
—Jason y yo tenemos estas escenas… Donde tenemos que abrazarnos y
besarnos.
—Ya veo. ¿Ya te beso?
—Sí.
—¿Y?
Mis mejillas se encendieron. Era difícil decir cuán fuertemente me había afectado
su beso. No solo fue difícil, también fue muy incómodo.
Nunca había hablado con mamá sobre mi condición sexual después del
accidente.
Incluso antes, el sexo no había sido un tema que tocáramos con frecuencia, pero
después del accidente, era como si ni siquiera existiera. Entonces, no podía decirle que
tenía miedo de haber perdido la capacidad de excitarme o experimentar un orgasmo y
de que ahora estaba confundida porque no solo podía excitarme, sino que la sensación
también podía ser muy intensa.
—Estuvo bien. Es un buen besador.
Se rio entre dientes, su mirada en el camino.
Mis manos se retorcieron en mi regazo.
—Y se sintió poco real. Como si no estuviera actuando.
Ella me miró por el espejo retrovisor.
—¿Pero él estaba? ¿Actuando?
—Sí.
Mi voz no sonó tan convincente, ella no lo cuestionó.
—Ya veo, hay algo más que te molesta.
—Es solo que mi cuerpo reacciona de forma exagerada cuando me toca. Sigo
diciéndome a mí misma que es solo actuación, pero…
No apartó la mirada del camino mientras contemplaba mis palabras.
—Estoy segura de que te sientes incómoda al respecto, pero no te avergüences
de la forma en que reacciona tu cuerpo. Le puede pasar a cualquiera.
Arrugué la nariz.
—No me aplaques, mamá.
—No lo hago. Solo digo que es natural cuando tienes contacto físico con alguien.
Incluso si estás actuando.
—Bueno, apesta.
—No te castigues, ¿de acuerdo? Estoy segura de que te acostumbrarás a medida
que pase el tiempo.
Mis labios permanecieron cerrados. No podía decirle que parte del problema era
que Jason era muy confuso y me enviaba señales contradictorias. Quería creer que todo
era solo actuación, pero era difícil cuando venía con muchos altibajos. Golpeó los dedos
contra el volante una, dos veces. Entonces ella me miró.
—Katie, si quieres hablar de sexo o intimidad, aquí estoy.
Gruñí.
—Uf, no, mamá. Es raro.
—No es raro. Seguro que hay alguien que te gusta y que te gustaría… Probar
cosas si no ahora, pronto.
Esto se estaba volviendo más y más raro por segundos.
—Mamá, no voy a hablar de eso contigo. —Especialmente cuando ese alguien en
cuestión no era otro que Jason Adams.
No es como si fuéramos a intimar de verdad en un corto plazo. O en cualquier
momento de este siglo, más que todo.
—De acuerdo. No presionaré. Sin embargo, si quieres hablar conmigo sobre
cualquier cosa, solo dilo. Eso puede ayudar. —Mordiéndome el labio, asentí, pensando
que la intimidad no era mi mayor problema.
Tal vez ella podría ayudarme a lidiar con la intimidad, pero ¿quién podría
ayudarme a proteger mi corazón de volver a enamorarme de Jason?
CAPITULO VEINTIUNO
—Silencio. Todo va a estar bien.
La voz estaba cerca. Demasiado cerca.
—Todo va a estar bien.
La voz decía más, pero no podía oírla. Todo lo demás estaba en silencio, oscuro.
¿Dónde estaba? ¿De dónde venía esa voz?
El terror me llenó. Dondequiera que volteaba, solo había oscuridad.
Una acera se extendía frente a mí. Las estrellas sobre mí brillaron. Brillaron y
brillaron hasta que fueron reemplazadas por dos destellos de luz. Entonces una bocina de
auto llenó mis oídos. Entonces otra vez el dolor penetró a través de mí antes de que pudiera
procesar nada, y salí volando, aterrizando en el suelo. Solo había dolor. Y luego nada.
Esperé y esperé.
Una voz resonó a través de la oscuridad. Una voz… La voz de Jasón.
—¿Cuánto tiempo más?
Miré por todas partes a mi alrededor, tratando de encontrarlo, pero solo había
oscuridad.
—¿Cuánto tiempo más qué, Jason? —No podía verlo por ninguna parte—. ¿Cuánto
tiempo qué?
—¿Cuánto tiempo más te vas a esconder de la verdad?
—¿Qué verdad? —Sin respuesta—. Jason, ¿qué verdad?
No había nada, y era aplastante con certeza, dejando la desesperación y un dolor
infinito.
Abrí mis ojos de golpe, mi respiración salía rápidamente. Mi habitación estaba
demasiado oscura y estiré mi brazo con pánico hacia la lámpara, encendiéndola
después del tercer intento. ¿Qué demonios? ¿Qué demonios está pasando?
Mis manos temblaban, rodé a mi lado y agarré el cuaderno de mi mesita de
noche. Pasé la página en la que describía lo que había sucedido en el vestuario y
comencé a anotar esta nueva pesadilla, mi corazón no podía dejar de latir con fuerza.
Acababa de recibir una nueva pieza del rompecabezas, pero no encajaba en ninguna
parte.
Silencio. Todo va a estar bien.
Estas palabras por sí solas fueron suficientes para llenarme de un escalofrío que
simplemente no podía quitarme, pero no eran lo que más me asustaba.
¿Cuánto tiempo más te vas a esconder de la verdad?
¿Qué verdad?
No entendía, no importaba lo mucho que lo intentara, no podía atravesar ese
muro de oscuridad y obtener una imagen completa.
Cerré el cuaderno e inhalé profundamente, mis mejillas estaban empapadas de
lágrimas. Encendí algo de música para ayudarme a conciliar el sueño. Me hundí
profundamente bajo mis sábanas cuando Alanis Morissette comenzó a cantar y
finalmente me permití reproducir el recuerdo de Jason mirándome en el vestuario una
vez que me calmé.
Su cercanía y sus ojos que habían visto demasiado de mí… Sin embargo, no fue
suficiente.

Estaba nerviosa por encontrarme con Jason de nuevo. La biblioteca seguía


cerrada y hacía mal tiempo, así que no estaba segura de adónde íbamos a ir. Mis manos
se movían inquietas en mi regazo mientras lo esperaba frente a la biblioteca, cada vez
más húmedas, cuando dobló la esquina, luciendo innegablemente confiado y en la cima
de su juego como siempre.
Tragué saliva mientras observaba lentamente su apariencia. Estaba vestido con
una sudadera blanca y jeans rotos negros con dos cadenas colgando del costado. Sus
pulgares estaban enganchados en sus bolsillos, las venas se enroscaban desde sus
fuertes nudillos hasta su mano y muñeca. Mechones sedosos y rebeldes de su cabello
cayendo por su frente. Tuve el impulso de pasar mis dedos por ellos.
Sus ojos hicieron su propia caminata sobre mí mientras cruzaba el espacio entre
nosotros, su mirada intensa era casi palpable. Mi ritmo cardíaco se aceleró, latiendo al
recordar la mirada en sus ojos cuando vio mis pechos.
¿Me lo había imaginado? ¿Había sido realmente deseo en sus ojos? ¿O había
pensado que mis pechos eran demasiado pequeños y nada especial, si es que había
pensado en algo?
Mis mejillas se calentaron cuando se detuvo frente a mí, y solté lo primero que
me vino a la mente para que no adivinara mis pensamientos.
—La biblioteca sigue cerrada.
—Si lo sé.
—¿Qué vamos a hacer? Se supone que va a empezar a llover pronto, así que no
podemos volver a Silver Lake.
—Podemos ir a mi casa.
Vaya ¿Su lugar?
—¿Podemos? —Mi voz sonaba demasiado chillona, como si no me perteneciera.
Él sonrió, la diversión bailando en sus ojos.
—Mi papá no está en casa, así que podremos ensayar sin que nadie nos
interrumpa.
Mi mente trabajaba a toda marcha. Se me ocurrían una docena de excusas para
no ir a su casa, pero todas estaban descartadas por la simple verdad, quería verlo.
Quería ese vistazo a su vida y ver quién era él.
Así que asentí y lo seguí hasta el estacionamiento, esperando que mi rostro no
revelara mis pensamientos.
El cielo era de un tono gris. El auto de Jason emitió un pitido cuando lo abrió con
su llavero y me abrió la puerta.
—¿Estás bien hoy? —Preguntó.
Las mariposas estallaron en mi vientre. ¿Estaba preocupado por mí?
—Sí, estoy bien. Más bien confundida en cuanto a lo que sucedió.
Asintió. Me transferí al asiento del pasajero y me puse el cinturón de seguridad,
mientras esperaba que pusiera mi silla en el maletero. Se deslizó en su asiento y cerró
la puerta.
—Hablé con el conserje sobre las luces que se apagaron en el vestuario.
Incliné la cabeza. ¿Qué?
—¿Por qué?
Miró al frente, escondiendo su rostro de mí mientras se sentaba en su asiento.
—¿Importa?
—No tenías que hacerlo, Jason. No somos amigos.
Sus ojos se volvieron hacia mí con una mirada extraña.
—Lo sé. Solo quería hacerlo.
Mi corazón se aceleró en mi pecho.
—Tampoco tienes que compadecerte de mí. Si es por eso que lo hiciste.
Su mirada se estrechó.
—¿Siempre tienes que asumir lo peor de mí?
Cerré la boca, mirando hacia otro lado.
—Parece que alguien apagó el interruptor del transformador.
—Entonces, ¿La electricidad se cortó a propósito?
—Sí. Y el conserje no tiene idea de cómo alguien entró en el área de servicios
públicos. Él es el único que tiene las llaves.
—¿Tal vez alguien se los robó?
—O las “tomó prestadas”, ya que él tenía las llaves cuando hablamos. —Él se
encogió de hombros—. Eso no explica por qué alguien hizo eso.
—Tal vez fue una broma.
—Quizás. ¿Pero eras tú la víctima prevista?
Miré a lo lejos, pensando en las otras chicas que estaban en educación física. Tal
vez esta “broma” o lo que fuera estaba destinada a otra persona, pero las luces se
apagaron después de que todas las otras chicas se fueron. Siempre había dejado el
vestuario en último lugar. Alguien debe haber sabido eso, si me estaban apuntando.
Me estremecí. ¿Pero por qué?
El rostro de Jimmy apareció en mi mente y fruncí el ceño. No, él no pudo haber
tenido nada que ver con eso. Verlo después del vestuario fue solo una coincidencia. ¿Por
qué haría algo así? No me agradaba, pero ¿era esa razón suficiente para que hiciera eso?
—De todos modos, gracias por hablar con el conserje. Realmente lo aprecio.
Él sonrió.
—Es bueno que sepas cómo ser agradecida.
Crucé los brazos sobre mi pecho.
—¡Oye! No soy desagradecida.
—Podrías haberme engañado.
—¿Qué quieres que haga? ¿Suplicar por tu perdón?
—Quiero que tengas cuidado. No deberías estar sola en el vestuario de ahora en
adelante.
Mi corazón dio todo tipo de saltos en mi pecho. Mis ojos comenzaron un viaje
por las líneas afiladas y los elegantes huecos de sus pómulos hasta sus labios
aterciopelados antes de que pudiera contenerme. Estaba boquiabierta, él acababa de
presenciar cada segundo.
Aparté la cabeza, mordiéndome el labio.
—Ten cuidado, Jasón. O sonarás como si estuvieras preocupado por mí.
—Lo que me preocupa es tu desempeño, ¿o te olvidaste?
—¿Cómo podría? Te gusta recordármelo de vez en cuando, señor Actor Perfecto.
—Tuve que morderme el labio para no sonreír, pero luego lo miré y perdí la batalla. Sus
ojos se posaron en mis labios y luego me devolvió la sonrisa. Por un momento, mirarlo
era todo lo que podía hacer.
Luego se giró para encender el motor, y tuve que recordarme a mí misma que no
debía mirarlo fijamente mientras salía del estacionamiento. Three Days Grace sonaba
desde el estéreo del auto, llenando el silencio durante nuestro viaje.

El cielo se había oscurecido a un gris oscuro cuando Jason giró hacia su calle, los
truenos distantes se hicieron más y más fuertes. Se detuvo frente a una casa de un piso
con un pequeño jardín y un exterior que hacía juego con el clima, igualmente sombrío
y poco acogedor. Estaba claro que nadie se preocupaba por el mantenimiento de la
propiedad, dejándola presa del deterioro.
Jason no dijo nada, pero a juzgar por el giro de sus labios y los movimientos
rígidos cuando salió de su auto, no era indiferente a lo que yo pudiera pensar de su casa.
Eso evitó el contacto visual.
No tenía por qué sentirse incómodo, porque no me importaba lo deteriorada o
de bajos ingresos que fuera su casa. Lo único que me importaba era cuán accesible era,
y las cosas no parecían prometedoras en ese frente. La ansiedad pateó bajo en mi
vientre mientras estudiaba el porche delantero. No había forma de que pudiera entrar
sin su ayuda, lo que significaba…
Mis manos agarraron las correas de mi mochila con fuerza cuando Jason salió y
rodeó el auto para sacar mi silla de ruedas del maletero.
—Jason, ¿hay otra forma de entrar?
Apoyó mi silla de ruedas doblada contra el costado de su auto y me abrió la
puerta.
—La única otra forma es a través del porche trasero y allí también hay escalones.
Voy a tener que llevarte adentro.
Lamí mis labios repentinamente secos. Jason me va a llevar. Mis entrañas se
apretaron ante la imagen.
—De acuerdo. Solo no me dejes caer.
Sus labios se curvaron en una sonrisa diabólica.
—No me tientes.
Se inclinó hacia el auto y me levantó con sorprendente facilidad, sus labios
acercándose mucho a los míos por una fracción de segundo. Mi corazón se volvió loco
cuando él se enderezó y luego permaneció inmóvil, sus ojos moviéndose entre los míos.
Era demasiado consciente de mi mano alrededor de su cuello, de su suave piel debajo
de la mía. El aire era frío, pero el calor de su cuerpo lo canceló, tentándome a
acurrucarme contra él. Podía sentir su fuerza y una pizca de algo protector cuando sus
manos me apretaron más contra él, sus ojos moviéndose a lo largo de mi cuerpo. Algo
se apretó en mi pecho.
—Te sientes tan pequeña en mis brazos —dijo en voz baja.
Mis dedos se curvaron contra su piel, deseando aferrarme a él.
—¿Lo hago? —Asintió, su rostro se acercó poco a poco al mío. No estaba segura
si eso era un movimiento consciente o no.
Un relámpago atravesó el horizonte y un segundo después estalló un trueno.
Grite, aferrándome a Jason como si fuera mi salvavidas. Sonrió.
—¿Miedo a las tormentas eléctricas?
Mi rostro se enrojeció.
—¿Tú no lo tienes?
—¿Me veo como un miedoso para ti?
Le fruncí el ceño.
—Como un imbécil.
Echó la cabeza hacia atrás y se rio, luciendo tan despreocupado que no podía
dejar de mirarlo. Él se estaba riendo. Pero antes de que pudiera tener suficiente de eso,
la lluvia comenzó a caer sobre nosotros, empapándonos en tres segundos. El frío me
atravesó como agujas calientes.
—Mierda —gruñó Jason—. Agárrate fuerte.
Cerró la puerta de su auto de una patada y corrió hacia su casa, su cuerpo de
acero duro contra el mío. Me sentí ingrávida en sus brazos. Protegida. Apreté mi brazo
alrededor de él, enterrando mi rostro en su cuello, inhalando su aroma embriagador
que rápidamente se estaba convirtiendo en mi droga personal.
Abrió la puerta con una mano y entró corriendo, dejando rastros de agua de
lluvia en el suelo a nuestro paso. Hacía calor adentro, pero yo estaba temblando. Mi
chaqueta era impermeable pero mis jeans estaban empapados, así que tendría que
cambiarlos. Por suerte, guardé ropa de repuesto en mi mochila.
Jason se dirigió directamente a una puerta al final del pasillo, pasando por la sala
de estar con pasos rápidos, pero no lo suficientemente rápido como para no ver las latas
y botellas de alcohol esparcidas sobre la mesa de café y el piso alrededor de un
desgastado sofá a cuadros. Los contenedores eran extrañamente coloridos contra la
carpeta beige. Jason empujó la puerta de su habitación con la pierna y me llevó adentro.
Me puse rígida al darme cuenta de que estaba en su habitación, que mi vieja fantasía se
estaba haciendo realidad.
Me depositó justo en su cama, sin importarle que estuviera mojada y empapara
sus sábanas.
—Espera, voy a mojar tus sábanas…
—No importa.
—Si estás seguro —Miré a mi alrededor, tratando de asimilarlo todo tan rápido
como pude.
Su habitación era pequeña pero no tanto como la mía. Carteles de películas
colgados en sus paredes, compartiendo una similitud con la mía. Sus muebles estaban
hechos de madera oscura. Dos estantes colgaban sobre el escritorio de su computadora,
con libros sobre actuación y un montón de películas Blu-ray. Su pequeña ventana
brindaba a la habitación la vista de la cerca trasera y los árboles que habían visto días
mejores.
Pasó su mano por su cabello empapado mientras me inspeccionaba, unas gotas
de agua deslizándose por sus mejillas cinceladas de una manera fascinante.
—Voy a ir a traerte tu silla de ruedas y una toalla. Puedo conseguirte algo de ropa
para cambiarte.
Levanté mis cejas.
—¿Me estás ofreciendo tu ropa?
—¿Tienes una mejor idea?
Por mucho que me emocionase la idea de ponerme la ropa de Jason, no había
forma de que pudiera aceptar su oferta incluso si necesitara un cambio de ropa.
Palmeé mi mochila.
—Tengo ropa de repuesto aquí —Levantó las cejas y dije—. Es solo lo que mamá
insiste en que haga. Estar siempre preparada —dice ella—. Por lo tanto, siempre llevo
mis medicamentos y otras cosas conmigo.
Algo extraño llenó su mirada mientras me observaba por un momento más. Se
dio la vuelta para irse.
—Vuelvo enseguida.
Regresó unos minutos después. Puso mi silla de ruedas al lado de la cama y me
entregó una toalla, luego sacó un par de sudaderas grises y una sudadera con capucha
de su armario antes de irse para que pudiera cambiarme de ropa. Esperé mucho tiempo
después de que se fue para asegurarme de que realmente se había ido antes de quitarme
la chaqueta y las zapatillas y luego quitarme los jeans.
Mi corazón estaba acelerado en mi pecho. Me estaba desnudando en la
habitación de Jason. Había algo emocionante en ello, el aire cálido contra mi piel como
una suave caricia que me estaba prohibida. Me permití sólo un par de segundos para
empaparme antes de ponerme pantalones de chándal y calcetines térmicos nuevos. Me
masajeé las piernas para mejorar la circulación mientras le dedicaba toda mi atención
a su habitación.
Estaba muy limpia y organizada, en desacuerdo con el resto de la casa. Varios
guiones y folletos yacían en montones ordenados a un lado de su escritorio. Los títulos
de su estantería colocados en orden alfabético y la cama estaba hecha. No había ropa
desparramada, y todas sus pertenencias estaban colocadas con gran precisión. Incluso
las calcomanías de calaveras en sus cajones estaban colocadas allí con perfecta simetría.
Lo que más me llamó la atención fueron las fotos enmarcadas en su tocador. En
su mayoría eran de él y Caroline en los últimos años, cada uno de ellos pintando un
cuadro de su amor incondicional el uno por el otro. Pero había algo más, debajo de la
apariencia de felicidad, había una tristeza profundamente arraigada. Tristeza que
irradió en diversos grados a medida que pasaba el tiempo pero que, sin embargo, estaba
presente. Solo llamó más mi atención la única foto de ellos con sus padres, que debe
haber sido tomada cuando Jason estaba en preescolar, viendo lo jóvenes que estaban
Jason y Caroline en ella. Su papá y su mamá se veían muy felices, ambos sonriendo a la
cámara mientras abrazaban a sus hijos sentados entre ellos en un banco del parque.
Finalmente, mis ojos se engancharon en lo que parecía ser la foto más reciente,
una de Jason con Caroline y su padre. Caroline se interpuso entre ellos con una pequeña
sonrisa y brazos que rodearon a Jason y su padre en un abrazo lateral, y ella era la única
que sonreía. Los ojos de Jason tenían un borde en ellos, sus labios se afinaron y su padre
parecía perdido en su propio mundo. Su barba estaba descuidada, su cabello exigía un
cepillo y sus ojos inyectados en sangre no miraban a la cámara sino a algún lugar en la
distancia. Esta foto fue un gran contraste con la foto de toda la familia, mostrando el
hecho de que la vida no había tenido piedad de ellos. Todas las fotos eran un collage de
ironía y oportunidades perdidas.
Pensé en las latas y botellas en la sala de estar y en la ambición de Jason, lo mucho
que trabajó para hacer algo de sí mismo. Cómo esperaba que su padre se liberara del
control que sus demonios tenían sobre él. Cómo incluyó a su hermana en todos sus
planes futuros. Mi corazón latió con compasión.
Jason regresó, habiéndose puesto ropa deportiva, y me tomé un segundo para
apreciar lo sexy que se veía con ella. La ropa abrazaba su cuerpo con fuerza, enfatizando
sus músculos firmes y tonificados que mis manos suplicaban sentir. Él traía un té, y
también una manta. Levanté las cejas ante eso, observándolo depositar el té en la mesita
de noche.
—Pensé que podrías necesitar esto. —Me entregó la manta—. Estabas
temblando.
Mi corazón palpitó. Eso había sido considerado de su parte. Tuve que esforzarme
al máximo para no mostrar en mi rostro lo blanda que me hacía sentir.
—Gracias. —Metí las piernas debajo de mí y me envolví en la manta, apoyando
la espalda contra la cabecera. Tomé la taza y tomé un sorbo de té mientras estudiaba su
cabello. Se lo secó con una toalla y lo alisó hacia atrás, pero todavía estaba lo
suficientemente húmedo como para pegarlo a su cabeza, dándole una apariencia más
madura y sofisticada. Quería pasar mi mano por su cabello y hacerlo todo desordenado
y rebelde.
La tormenta rugía afuera, creando cortinas de agua sobre la ventana, la
habitación estaba densamente silenciosa. El aire estaba viciado de algo sensual. La luz
se reflejó en su piercing cuando se sentó en la silla del escritorio frente a mí, y mis dedos
temblaron, impulsados por unas repentinas ganas de jugar con él.
Me aclaré la garganta.
—Me gusta tu habitación.
Sonrió, pero era una sonrisa que mostraba años de vergüenza y dolor por un
espacio del que claramente quería escapar.
—No tienes que ser amable al respecto. Esta casa es un desastre.
—No estaba hablando de la casa. Estaba hablando de tu habitación. Es tan tú. Tus
sueños, tu impulso para seguir adelante, el esfuerzo que pones en todo lo que haces.
Sabes, se siente como que incluso en las circunstancias más difíciles, eres capaz de
apagarlo todo y seguir adelante.
No dijo nada, pero su mirada se volvió intensa, haciendo que mi corazón diera
un vuelco. No se movió de su silla, pero sentí como si el espacio entre nosotros se
hubiera reducido, dejándome desnuda ante él, y tenía que decir algo, cualquier cosa,
para romper el silencio.
—Nunca llegué a agradecerte por lo que dijiste la semana pasada.
Él arqueó la frente.
—En el ensayo —aclaré—. Sobre trabajar en mi actuación, puso las cosas en
perspectiva.
Se encogió de hombros.
—No es la gran cosa.
—No, no lo entiendes. —Agarré la taza con mis manos, incapaz de encontrarme
con su mirada—. La verdad es que todavía estoy tratando de averiguar qué hacer
conmigo misma… Con el resto de mi vida. Mis padres y Dylan siguen diciendo eso, que
mi discapacidad no debe impedirte lograr lo que quiero. Cómo puedo hacer todo y
aprovechar cualquier oportunidad y convertirla en una victoria. Es difícil no sentirse
despojada de mi independencia y opciones. Claro, tengo algo de independencia. Y estoy
aprendiendo mi camino a través de todo esto, aun así, no es suficiente. Por eso no estoy
tan segura de actuar. Todavía siento que no puedo tener las mismas oportunidades que
tendría Katie, que no tiene discapacidad.
El trueno retumbó en la distancia. Finalmente me convencí de mirarlo,
encontrando su rostro abierto, libre de máscaras o falsas emociones. Su mirada era
cruda. Abrumadora.
—Creo que puedes tener tantas oportunidades como quieras. Actuar se trata de
actuar. Nada más y nada menos. No te límites y uses tus piernas como excusa. Piensa en
quién eres como actriz y empieza desde ahí.
Mis dedos se movieron contra la taza.
—Es tan difícil, Jason. Es difícil dejarlo ir.
—Lo sé. —Miró su tatuaje de Courage, con los ojos vidriosos por los recuerdos—
. Perdí a mi madre en un accidente automovilístico cuando tenía trece años. Nuestro
auto se incendió. Mi mamá estaba atrapada y no podía escapar. —Se le cortó la
respiración, pero se aclaró la garganta y continuó—. Nos gritaba que saliéramos del
auto, y luego solo gritaba mientras el fuego la quemaba. Sabía que solo tenía unos
segundos para sacar a Caroline y a mí o nos quemaríamos también. El humo era tan
denso que no podía respirar, pero finalmente logré abrir la puerta y sacar a Caroline
conmigo. Nada ha sido igual desde entonces.
No sabía qué decir. No podía creer que estuviera compartiendo esto conmigo, y
mi corazón se rompió por ese niño de trece años que había visto morir a su madre de la
peor manera posible.
Flexionó la mano, el tatuaje sobresaliendo contra su piel.
—Sé lo que es cuando no puedes dejarlo ir y te sientes desesperanzado, sin
sentido de dirección. Cuando llevas todo el peso del mundo sobre tus hombros. Pero
había alguien que lo pasaba peor que yo, y tenía que controlarme. Tenía que encontrar
sentido donde no lo había, y lo hice. Este tatuaje es mi recordatorio de eso. Un día, tú
también lo encontrarás.
Otro trueno retumbó en la distancia mientras nos observábamos. Su confesión
fue como una patada en el estómago, y sentí como un pedazo del muro entre nosotros
acababa de ser reducido a pedazos, a pesar de todos nuestros malentendidos y
antagonismos anteriores.
Mi corazón se contrajo con tantas emociones. Sus palabras contenían seguridad,
seguridad de que había una salida de mi oscuridad. Había pasado por un verdadero
horror, y se las había arreglado para encontrar el sentido; Yo también podría
encontrarlo.
Coloqué la taza en la mesita de noche.
—Sabías cómo ayudarme con mi ataque de pánico. ¿Los tienes? —Casi había
mencionado a Caroline en ese momento, pero eso no significaba que no los tuviera
también.
Sacudió la cabeza. Su mirada se dirigió a los cuadros sobre el tocador, y
brevemente, todo lo que pude encontrar en sus ojos fue dolor, agudo en toda su
intensidad.
—Tengo pesadillas.
—¿Has hablado con alguien sobre ellas?
—Fui a terapia durante un par de años. No ayudó mucho.
—Lo siento mucho —casi susurré, sintiendo algo de su dolor dentro de mí—. Es
tan horrible por lo que tú y Caroline pasaron.
Se encogió de hombros.
—A veces la vida es una perra.
Sonreí a medias.
—¿Qué?
—Eso suena exactamente como algo que diría Nathan.
—Y el tipo tendría razón. Excepto que a veces puede ser demasiado pesimista.
—Creo que Chloe lo equilibra.
—Va en ambos sentidos. Una vez que ella se enferma, él demuestra lo fuerte que
es haciendo todo lo posible para proteger a su chica. Él cambia para mejor.
—Yo también lo creo. Nathan es un tipo único.
Inclinó la cabeza, mirándome con repentino interés.
—¿Por qué piensas eso?
—¿No es obvio? Es el tipo de chico del que se enamoraría cualquier chica.
Inteligente, guapo, devoto, difícil de conocer, pero una vez que lo haces… Él dará su vida
por ti.
Sonrió.
—Entonces, es el típico chico malo.
Fruncí el ceño.
—Por supuesto que no. Él es mucho más que eso.
Él rió.
—Es una pobre alma torturada, que necesita alguien a quien amar.
—¡Para! —Le lancé una almohada.
Lo esquivó fácilmente, riendo.
—¡Pero es verdad! Él solo está esperando encontrar a su chica buena y mostrarle
que se está perdiendo el amor.
Estallé en risitas, balanceando otra almohada hacia él. Él esquivó eso también
—Estás celoso porque él tiene a Chloe.
—Sí claro. —Todavía estaba sonriendo—. ¿Y tú? ¿Querrías ese tipo de chico?
El color subió a mis mejillas. Jason era ese tipo de persona, ahora lo sabía. Él
estaba dispuesto a hacer cualquier cosa por su hermana, dispuesto a soportar el
alcoholismo de su padre, y estaba trabajando duro para hacer algo de sí mismo para
que pudieran tener un futuro mejor. La chica que fuera amada por él sería muy
afortunada.
Deseaba poder sentir lo que era ser amada así. Ser amada por él.
Cerré los ojos y mis pulmones se expandieron con una larga inhalación. Me
estaba enamorando de él otra vez.
—Me encantaría —susurré.
Sus ojos brillaban en la oscuridad. La habitación se encogió a nuestro alrededor,
y mi ritmo cardíaco se aceleró cuando su mirada fue a mis labios. Se puso de pie, y sin
apartar nuestra mirada, se acercó a mí. Se inclinó y extendió la mano. Mi boca se abrió
alrededor de una respiración rápida… hasta que me di cuenta de que su mano no se
extendía para tocarme, estaba agarrando su guion de la mesita de noche.
Se sentó justo a mi lado. Su rodilla chocó contra la mía y tuve que esforzarme
para seguir respirando. Estaba tan cerca. Tan cerca que estaba segura de que podía oír
mi corazón martillando en mi pecho.
—¿Te ha mencionado Holloway que empezaremos a besarnos en los ensayos la
semana que viene?
Mi estómago se apretó.
—¿Qué? No.
—Me lo dijo ayer. Creo que probablemente deberíamos volver a pasar por las
escenas de besos, así estaremos más preparados.
—¿Qué? ¿Quieres decir cómo ahora?
Él sonrió.
—Ahora, sí.
Mi boca se secó. Mi mente me susurró frenéticamente que esto era solo parte del
ensayo, que me había dicho que tenía que fingir que tenía una conexión conmigo, para
que esta intimidad no significara nada, pero mi cuerpo no estaba escuchando. Mi cuerpo
quería su toque, lo anhelaba. Mi cuerpo quería creer que sería real.
—Ohh. Está bien. ¿Todas las escenas de besos?
—Sí.
—De acuerdo. —Esperaba que no notara el temblor en mi voz.
Pero él se dio cuenta.
—¿Estás bien?
—Sí. ¿Por qué no lo estaría?
—Porque te ves nerviosa. Recuerda lo que discutimos sobre el contacto físico.
Relájate.
—¿Cómo sabes que eso es lo que me está molestando?
Sus labios formaron otra sonrisa.
—Porque eres obvia.
Yo no negué eso.
—¿Vas a improvisar de nuevo?
Me miró con una pregunta en los ojos.
—Con los besos, quiero decir.
Inclinó la cabeza hacia un lado, y la forma en que me miró envió una chispa de
emoción hasta la boca del estómago. Sus ojos se posaron brevemente en mis pechos,
que estaba segura de que ahora subían y bajaban visiblemente más rápidamente.
—No. ¿Quieres que yo…?
Mi corazón latía. Sí, gritó mi cuerpo. Pero mi boca dijo.
—No.
Abrió su guion y hojeó las páginas para llegar a la escena del primer beso de
Chloe y Nathan, mientras yo pretendía que no me costaba concentrarme en la actuación.
Mi ansiedad no se acumulaba solo porque tendríamos que besarnos frente a los
demás la próxima semana. También se estaba acumulando porque estar a solas con él
en su habitación permitía la privacidad que no habíamos tenido en el teatro con
Holloway. Estaba resaltando lo íntimos que podíamos ser aquí, y mis nervios bailaron
mientras pronunciamos las líneas que condujeron al beso. Mis ojos estaban
constantemente atraídos por sus labios, mi cuerpo anticipaba cada toque con una
conciencia agudizada. Y cuando me abrazó, estaba segura de que podía escuchar los
fuertes latidos de mi corazón.
—Prométeme que no te rendirás conmigo —dije, un poco sin aliento.
Sus dedos se clavaron en mi cintura mientras se alejaba.
—¿Cómo podría renunciar a ti cuando te amo? Sí, te amo,
Chloe. Lo he hecho por un tiempo, en realidad.
Puse mi mano en su mejilla, inclinándome más cerca de él.
—¿Por qué yo? Mírame. Estoy enferma y…
Apretó su mano alrededor de la mía.
—Eres perfecta. Eres hermosa, dulce y das sentido a mi
vida. Todo tiene sentido cuando estás cerca. Tú haces todo
mejor.
—¿Y realmente no te importa que siempre te robe el último
trozo de chocolate?
—Me robaste el corazón y no me importó. Sólo quédate a mi
lado. Tal como lo prometiste.
Se movió hacia mí. Nada en su expresión sugería nada más que lo que se suponía
que debía mostrar como Nathan, aun así, mi corazón se aceleró cuando presionó sus
labios contra los míos. Un segundo después, profundizó el beso, y me estremecí con una
sacudida de placer, recordando lo bien que se habían sentido sus labios en el teatro. Sus
manos aterrizaron en mi cintura, pero no podían quedarse quietas, moviéndose hacia
abajo y luego hacia arriba, deteniéndose debajo de mis axilas, sus pulgares descansando
justo encima de las copas de mi sostén. Era imposible pensar en nada más que esos
pulgares acercándose tanto a mis pezones, quería que los tocara…
Apartó los labios. No hubo reacción en su rostro, y habría pensado que el beso
no había tenido ningún efecto en él si no fuera porque él pasó las páginas de su guion
demasiado rápido para llegar a la siguiente escena de besos y su respiración irregular.
—Creo que estuvo bien, ¿no? —Todavía estaba mirando su guion.
Mi respiración también era irregular, y me alegré de que no me mirara, porque
me avergonzaba lo rápido que me había perdido en él. Concéntrate, Katie.
—Sí. Totalmente bien.
—De acuerdo. Entonces comencemos la siguiente escena.
La siguiente escena de beso fue cuando Nathan y Chloe quedaron atrapados en
la lluvia y regresaron a su casa todos mojados después de un tratamiento de
quimioterapia. Chloe estaba de mal humor y Nathan estaba haciendo todo lo posible
para solucionarlo. Se suponía que su interacción aquí sería dulce, incluso inocente, pero
cada línea que Jason pronunció sonaba diferente a mis oídos. Cada vez me resultaba
más difícil mantener la concentración a medida que avanzaba la escena. No ayudó que
en lugar de imaginarme a Nathan y Chloe mojados sentados en su cama, me estaba
imaginando a Jason y a mí allí.
Mordí la comisura de mi labio.
—Probablemente deberíamos secarnos.
—Deberíamos. —Sus ojos recorrieron mi cuerpo, calentando mi piel
dondequiera que tocaran.
—¿Qué?
Se suponía que Nathan estaría sonriendo aquí, pero Jason no sonrió. Me tomó la
barbilla.
—Estoy celoso de esa lluvia en tu piel. —Las palabras sonaron
tan sensuales en sus labios. Muy tentador.
Me sonrojé, y su mirada ganó más intensidad cuando vio que todo mi rostro se
sonrojaba. Aparté la mirada, solo para recordarme que eso no era algo que Chloe haría
ahora. Obligué a mi mirada a regresar a él.
—Eres tan codicioso. Como si no me tuvieras ya.
El dorso de sus dedos se deslizó por mi mejilla, luego mi cuello y clavícula, tan
tortuosamente lento, las sensaciones eran tentadoras. Eso no estaba en el guion, y no
sabía si había dejado de actuar, hasta que dijo la siguiente línea:
—Siempre seré codicioso. —Su mano subió por mi cuello para detenerse
en mi mejilla—. Nunca nada será suficiente. Siempre querré seguir
viéndote, conociéndote, manteniéndote cerca. —Puntualizó cada
palabra con una suave caricia de su otra mano en mi cintura, enviando temblores a
través de mí—. Eres mi alma gemela, Chloe.
Puse mis manos sobre sus hombros, no porque el guion lo exigiera sino porque
lo necesitaba. Porque no pude luchar contra el impulso de tocarlo.
Cuando se inclinó y puso sus labios sobre los míos, fue exactamente según las
instrucciones de Holloway: su beso comenzó lentamente, sin mostrar intención de
progresar más allá de nuestros labios. Pero justo cuando empezaba a alejarse, solté un
gemido que no pude reprimir y se quedó inmóvil, con los ojos abiertos de golpe. Mierda.
Sus labios se cernieron sobre los míos durante un largo segundo. Estuve a punto
de alejarme de la mortificación, pero no tuve la oportunidad porque él se volvió hacia
mí y me besó de nuevo. Sus dedos se apretaron en mi mejilla mientras me obligaba a
abrir la boca con su lengua y acariciaba dentro. Su lengua se deslizó sobre la mía como
terciopelo suave y empujó más y más profundo, hasta que estuve drogada de él y ni
siquiera podía recordar quién era.
El calor se acumulaba en mi vientre, pidiendo alivio. Su boca estaba avivando
expertamente el fuego dentro de mí, y solo me hizo querer ser engullida por completo
por él. No podía tener suficiente aire en mis pulmones. Inclinó mi cabeza y me besó con
más fuerza, y respondí de la misma manera, pasando mis dedos por su cuero cabelludo.
Su lengua proporcionó caricias sedosas que invocaron más deseo hasta que estuve tan
llena que no podía respirar sin ella. Agarré su cabello con mis manos y empujé mis senos
hacia su pecho, mis pezones duros y doloridos…
Él gimió, y tan abruptamente como había comenzado su beso, me soltó. Su
respiración pesada coincidía con la mía. Me llevé la mano a los labios, luchando por
llevar suficiente aire a mis pulmones.
Las preguntas estaban causando estragos en mi mente. Ni siquiera podía
comenzar a desentrañar el misterio de lo que acababa de suceder. Tenía la intención de
preguntarle, pero antes de que pudiera, la puerta principal se cerró de golpe, haciendo
que ambos retrocediéramos.
Los ojos de Jason se agrandaron.
—Mierda.
Pasos pesados llenaron el pasillo, y luego algo como un vidrio se estrelló. Jason
cerró las manos en puños y sus nudillos se volvieron de un blanco fantasmal.
—Hijo de puta. Espera aquí.
Salió de su habitación y cerró la puerta detrás de él, pero la puerta no se cerró y
permaneció lo suficientemente abierta como para escucharlo preguntar:
—¿Qué estás haciendo en casa?
—Hijo. Estás en casa. —Las palabras de su padre se arrastraban tanto que
apenas podía entenderlas.
—¿Por qué no estás en el trabajo?
—Me despidieron. —Lo dijo con tanta indiferencia que mi corazón se retorció
por Jason.
—¿Otra vez?
¿Otra vez? Recordé lo que mamá me había dicho acerca de que el señor Adams y
su despido. Aparentemente, esto no fue una cosa de una sola vez.
—¿Qué quieres que te diga?
—¿Qué quiero que digas? —Escuché una pelea que me hizo trasladar tan rápido
como pude a mi silla de ruedas—. Esta es la tercera vez que te despiden desde el
accidente de Caroline. ¿No has tenido suficiente?
La risa de su padre era ruidosa y autocrítica.
—No tienes idea.
—¿Entonces por qué?
—¡LO ESTOY INTENTANDO!
—¡¿Intentando?! ¡¿Cómo diablos lo estás intentando?!
Preocupada de que llegaran a las manos, salí rápido de la habitación de Jason. Mi
corazón subió a mi garganta cuando vi, cara a cara, sus cuerpos listos para el impacto.
Vidrios rotos de lo que solo podría haber sido un jarrón, yacían cerca de la puerta
principal.
—Es tan difícil, muchacho. La vida es un jodido desastre desde que murió tu
madre, y ahora Caroline está en la cárcel… No puedo manejarlo.
—¿Crees que eres el único con problemas? Estoy lidiando con todo por mi
cuenta, papá. Desde hace años. ¿Alguna vez me has preguntado qué tan difícil es? ¿Qué
tan difícil es no tener un papá cuando más lo necesito?
Una punzada se disparó a través de mi pecho. Pude ver la derrota en el rostro de
su padre, pero también había impotencia. Era el rostro de un hombre que pensaba que
era demasiado tarde para cambiar. Quien no pudo encontrar la fuerza para cambiar. El
rostro que había estado viendo en mi espejo desde el accidente.
—Pero te lo dije antes, estoy jodidamente harto de esperar a que lo controles.
Pronto, me iré de aquí.
A diferencia de ese día cuando los había visto afuera del bar, la expresión de su
padre se redujo ahora, mostrando miedo. Agarró los hombros de Jason.
—No hagas eso, hijo.
—Suéltame. —Jason trató de alejar las manos de su padre, pero su padre no lo
soltó.
—Por favor, hijo. Nosotros… Podemos volver a ser una familia feliz. Podemos…
—¡No, papá, no podemos! —Esta vez, Jason lo empujó y su padre apenas se
contuvo cuando aterrizó contra la pared. Jason miró en mi dirección, y su rostro ya
oscuro se oscureció aún más—. Te dije que me esperaras en mi habitación.
Su padre me miró entonces, sus cejas se fruncieron.
—Eres tú. —Volvió sus ojos a Jason—. ¿Qué está haciendo ella aquí?
—No importa. Ella se va de todos modos. —Jason se acercó a mí, sus ojos eran
dos brasas de furia dirigidas hacia mí. Entró en su habitación y volvió momentos
después con mis cosas.
—Ponte tu chaqueta. Te llevaré a casa. —Empujó mi chaqueta en mis brazos.
La lluvia seguía cayendo, y hubiera preferido que esperara para llevarme a casa
hasta que la lluvia se hubiera reducido al menos a una llovizna, pero entendí la
situación. No quería que lo viera con su papá, que fuera testigo de esta parte de su vida.
La parte de su vida que no podía controlar. Y estaba bien con eso porque no sentía que
fuera correcto para mí entrometerme en su momento.
Jason permaneció en silencio todo el camino a mi casa. Las únicas palabras que
me dijo antes de dejarme fueron.
—Haz como que nunca viste eso. —Y luego se fue, sus llantas se desprendieron
de mi camino de entrada en una nube de humo y una ira a fuego lento.
CAPITULO VEINTIDOS
Llegó el sábado, y no estaba ni cerca de una explicación de qué demonios había
sido ese momento entre Jason y yo antes de que apareciera su padre. Me había tocado
y besado como si se muriera de ganas, y no podía entenderlo.
¿Por qué todo tenía que ser tan complicado con él? Lo que más me asustaba era
que, a pesar de todo, no podía dejar de esperar que eso significara algo, que realmente
sintiera algo por mí.
Como era de esperar, Jason no me había dicho ni una palabra en el instituto,
actuando como si ese momento nunca hubiera ocurrido, sus ojos decían lo que su boca
no decía, porque lo había sorprendido mirándome fijamente más de una vez. En
educación física no había dejado de mirarnos a Liam y a mí, y eso me distraía. Sólo
aumentaba el recuerdo de su beso, y era tan difícil recordar por qué debía olvidarlo. Por
qué debía dejar de pensar en lo difícil que era su vida o de querer ayudarlo de alguna
manera.
Alrededor del mediodía, Dylan pasó por mi casa para ayudarme a prepararme
para la fiesta de su novio. Seth tenía la suerte de que hacía un calor inusual para esta
época del año, por lo que la gente podía seguir utilizando su piscina, eso también
significaba que seguía siendo una fiesta en la piscina y que la gente llevaría bañador.
Dylan era una bola de emoción andante mientras se probaba unos cuantos bikinis que
había traído.
―He echado de menos salir contigo. Me alegro de que por fin nos reunamos. Las
fiestas no son lo mismo sin ti.
Abrí la boca para dar una respuesta sin compromiso, pero entonces me di cuenta
de que también había echado de menos pasar tiempo con Dylan y divertirme. Solíamos
pasar el rato antes del accidente y había olvidado lo bien que me había sentado. No era
su culpa que la dinámica de nuestra relación hubiera cambiado; era toda mía. Se me
ocurrió que, a pesar de todo el drama en la vida de Jason, él seguía luchando por su
felicidad, y eso sólo me hizo más consciente de lo poco razonable que había sido al
descuidar la mía.
Esta fiesta no sería tan mala. Debería dejarme llevar. Había sido una amiga
desafiante para Dylan durante mucho tiempo, y ella me había aguantado todo ese
tiempo. Sabía que significaba mucho para ella sí al menos intentaba divertirme.
―Yo también me alegro ―dije, y lo decía en serio―. Hay algo que tengo que
decirte.
Se sentó en mi cama, dejando a un lado el bikini negro que tenía en sus manos.
―¿De qué se trata?
La puse al corriente de lo que había sucedido en el vestuario, observando cómo
su rostro pasaba rápidamente de la sorpresa a la confusión.
―A ver si lo entiendo: ¿has oído la voz de alguien, pero no había nadie en el
vestuario? ¿Y luego tuviste un ataque de pánico y Jason te ayudó?
―Sí. Jason incluso habló con el conserje sobre el apagado de las luces, y resulta
que alguien había pulsado el interruptor. El conserje no sabe cómo entró esa persona
en el cuarto de servicio, ya que sólo él tiene las llaves. Puede que haya sido una broma.
―Bueno, si es una broma, eso es totalmente jodido. ¿Quién habría hecho eso?
Me encogí de hombros.
―¿Y dices que esa voz podría ser un recuerdo?
―Sí.
―Pero si lo es, ¿qué significa eso?
Miré alrededor de mi habitación, escuchando esa voz como si estuviera aquí,
hablándome directamente al oído.
Tranquila. Todo va a salir bien.
Mi estómago se revolvió con una sensación incómoda. Luego estaba esa
pesadilla.
¿Cuánto tiempo más vas a esconderte de la verdad?
―No lo sé ―le dije a Dylan.
Se formó una profunda arruga entre sus cejas, y se movió en la cama.
―Bueno, estoy pensando en algo. No quiero que te asustes ni nada por el estilo,
pero después de que me contaras lo de Jimmy Caruso, he husmeado un poco. Ayer, una
chica del club de matemáticas me dijo algo. Aunque creo que es una mierda.
Mi estómago se revolvió de nuevo.
―¿Qué te dijo?
―Entonces, sabemos lo de Samantha Hawkins, ¿no? Se ahogó en Silver Lake, y
era la novia de Jimmy en ese momento.
―Sí.
―Entonces, esta chica me dijo que algunas personas tienen esta extraña teoría
de que Jimmy tuvo que ver con su muerte.
Mis cejas se elevaron hasta la línea del cabello.
―¿En qué sentido? ¿Él la llevó al suicidio?
―O la asesinó.
Algo frío me recorrió el cuello. ¿Asesinada? ¿Por Jimmy? Pero era sólo un chico.
―Creo que eso es exagerado. Quiero decir, seguro que está un poco fuera de lugar
y es grosero, pero ¿asesinar a Samantha? ¿Por qué?
―Como dije, creo que es una tontería, pero hay más. Al parecer, Samantha lo
engañaba y él lo sabía.
Un escalofrío me atravesó.
―¿Pero no habría descubierto la policía si hubiera habido juego sucio?
―Yo también lo creo. No tiene sentido.
―Además, ¿por qué nadie lo denunció si sospechaba de él?
―Entones, si mal no recuerdo, la policía también interrogó a Jimmy. Tenían que
hacerlo, ya que era su novio. Y obviamente no encontraron nada sospechoso, si no, ya
sabes. ―Se encogió de hombros.
Me miré las manos mientras pensaba en el incidente del vestuario y en ver a
Jimmy después. Lo había descartado como una coincidencia, pero ahora que Dylan me
lo había contado, no podía dejar de preguntarme si era una señal de alarma.
Compartí este pensamiento con Dylan, y su ceño se frunció.
―Bueno, eso no me gusta nada. ¿Y crees que es una coincidencia?
―Ahora no lo sé.
―Quizá sea una coincidencia, seguro. ―Ella negó con la cabeza―. En cualquier
caso, mantén las distancias con él. Por si acaso.
―No te preocupes. Ya estoy en ello.
Tomó dos vestidos y se acercó al espejo para compararlos.
―Me cuesta creer que Jason te haya ayudado. ¿Acaso ese tipo recibió un
trasplante de cerebro o qué?
―Probablemente. Viendo que también me llevó a su casa.
Ella se giró, con los ojos abiertos como platos.
―No puede ser. De ninguna manera. ¿Te llevó a su casa?
―Sí.
Ella estalló en carcajadas.
―¿Dee?
―Te lo dije. Le gustas. Oooh, le gustas mucho. ―Se dobló con otro ataque de risa,
y bajé la cabeza para que no viera lo roja que se había puesto mi rostro.
―¿Y cómo has llegado a esa conclusión?
―Seth mencionó que Jason nunca lleva chicas a su casa.
―Me llevó allí sólo porque estaba lloviendo y no teníamos otro lugar a donde ir
a practicar.
―No. Hay algo más.
Mis mejillas se enrojecieron. Esperaba que no se diera cuenta, pero lo hizo y sus
ojos se entrecerraron.
―Espera un momento. ¿Hay algo que no me estás contando?
―La verdad es que no.
―Uh-huh ―Siguió mirándome. Sus ojos se ampliaron―. Katie Turner. ¿Estás
enamorada de Jason Adams otra vez?
Mi rostro se puso aún más roja. Murmuré una maldición silenciosa.
Ella se puso en pie de un salto, las palabras salieron de su boca como disparos.
―Así es. Pero, ¿por qué? Quiero decir, cómo... quiero decir, sé cómo, pero... Kat.
Me retorcí y desenrollé mis manos.
―Lo sé, Dee. Lo sé. Soy una tonta.
―Yo no he dicho eso.
―Pero lo piensas.
―Por supuesto que no. Sólo estoy preocupada. No confío en él, Kat.
―Yo tampoco confío en él. Puedo decir una docena de razones por las que tener
sentimientos por él es estúpido, pero no es fácil. Yo soy la polilla y él es la llama.
Sus labios se torcieron.
―Es tan malo, ¿eh?
―Sí.
―¿Pero qué pasa con Liam?
―¿Qué pasa con él?
Me dirigió la mirada.
―Ya sabes qué.
―Nos llevamos bien, y es muy divertido hablar con él.
―¿Quieres más?
¿Quiero más? De acuerdo, me sentía halagada por la atención de Liam, y si fuera
totalmente sincera, me gustaría conocerlo mejor, pero no sabía si eso era porque
realmente me gustaba o porque me gustaba el hecho de que alguien se sintiera
finalmente atraído por mí.
―No lo sé ―exhalé.
―Bueno, tienes la fiesta para averiguarlo. Si hace un movimiento.
Asentí con la cabeza.
―Sí.
No tuvimos mucho tiempo para charlar después de eso. Se decidió por un
precioso traje de dos piezas rojo que parecía hecho para ella y fue a ponérselo, mientras
yo me afeitaba las piernas por primera vez desde el accidente. Dylan me ayudó a
ponerme un vestido de playa de flores sin tirantes que caía hasta la mitad del muslo y
se ceñía para mostrar mi delgada cintura y el ensanchamiento de mis caderas, y no
estaba nada mal. Me dio una loción hidratante que había estado usando religiosamente
y me prometió que cubriría mis piernas de brillo, y así fue. Por último, me planchó el
cabello y me maquilló, transformándome en una chica diferente, en la que los chicos
podrían fijarse. También se puso un vestido de playa, y nos detuvimos frente a frente
para mirarnos en el espejo. La anticipación se agitó en mi vientre.
Dylan era un diez sobre diez; no era ninguna sorpresa. Su maquillaje resaltaba
su piel acaramelada, sus labios carnosos y sus cálidos ojos marrones, todo ello
complementado con un par de lentes boho marrones. Su cabello oscuro caía en
tentadoras ondas alrededor de su rostro y por la espalda. Las sandalias de tacón alto
realzaban la forma de sus piernas.
En cuanto a mí, era la primera vez que podía decir que era realmente guapa. Ocho
de diez, al menos. El verde de mis ojos se realzaba con el delineador, y mi rostro parecía
más definido con todo el contorno que había hecho Dylan. Agité mis pestañas postizas,
encantada por lo naturales que parecían. Hacían que mis ojos resaltaran más, exigiendo
atención.
Este nuevo look me dio un pequeño impulso de confianza, y las palabras de Dylan
sobre la belleza interior que brilla más a través de la belleza exterior se repitieron en
mi cabeza. Tuve que admitir que había algo de verdad en eso.
Dylan dijo que a Liam se le iba a caer la mandíbula cuando me viera una vez que
nos dirigiéramos a la casa de Seth, pero lo único en lo que podía pensar era en la
reacción de Jason. Mi mente me traicionaba cada vez que bajaba la guardia, llevándome
siempre de vuelta a Jason.
El sol había comenzado su recorrido por el cielo cuando llegamos a la casa de
Seth. El lugar era enorme, levantándose victorioso del suelo en medio de hectáreas y
hectáreas de césped inmaculado. Era una mansión de piedra gris de dos pisos con más
habitaciones de las que podía contar y un camino de entrada que se hacía interminable.
La fuente de la entrada era igual de grandiosa, con ocho chorros de agua que se
curvaban en altos arcos de macetas de piedra.
El bajo de la música rock sonaba detrás de la casa, y un sinfín de autos se comían
el camino de entrada. Me pregunté a cuánta gente había invitado Seth. A juzgar por su
popularidad, mucha.
Seth nos esperaba afuera y silbó al vernos.
―Maldición, chicas. ―Empujó a Dylan en su abrazo y plantó sus labios en los de
ella―. Nena, voy a tener que defenderte de todos los chicos que estarán babeando por
ti.
―Pero yo sólo tendré ojos para ti. ―Ella le guiña un ojo.
Seth me da un pulgar hacia arriba.
―Katie, te ves bien. Si no estuviera ya con mi chica, te coquetearía.
―Gracias ―digo entre risas.
Dylan le da un golpe en el hombro.
―Oye, la chica en cuestión está aquí a tu lado, Casanova.
Se rió.
―No te consideraba del tipo celosa.
―No lo era. Pero luego me enrollé con el chico más sexy del instituto Lake Gate.
No, no es el más sexy del instituto Lake Gate. Jason lo es.
Ugh. ¿Podría ser más patética?
―Feliz cumpleaños, Seth.
―Le entrego la colonia envuelta en papel decorativo.
―Gracias, Katie. Apuesto a que Dee te dio una pista sobre lo que pedí este año.
―Tienes razón. Incluso me acompañó a elegir la fragancia.
Dio un fuerte beso en la cabeza de Dylan.
―Esa es mi chica. Vamos.
No esperamos a Liam, ya que me había dicho que iba a llegar tarde. El pórtico
delantero que conducía a las enormes puertas de caoba y hierro forjado no era
accesible, así que Seth tuvo que llevarme en brazos mientras Dylan cargaba con mi silla
de ruedas. Intenté reprimir la sensación de ser una molestia para ellos. Seth parecía
estar totalmente de acuerdo, así que me controlé antes de exagerar.
―La piscina está en el patio trasero ―dijo Seth mientras me bajaba a la silla. Miré
a mi alrededor. El vestíbulo era amplio y estaba decorado en tonos marrones y beige.
Una escalera curva conducía al piso superior. En un rincón había un sillón, y a su lado
una mesita de cristal con una enorme maceta de flores blancas que se alzaba orgullosa
sobre un ramillete de pequeñas hojas.
Todo estaba muy pulido y elegante, pero lo mejor era la piscina que había detrás
de la casa. En ese momento, estaba repleta de personas mayores, la mayoría de ellas
vestidas sólo con trajes de baño. Me llamó la atención los chicos y chicas que ya estaban
en la piscina o sentados en su borde. Unas cuantas chicas bailaban cerca de la piscina,
todas vestidas con diminutos bikinis, y los chicos jugaban al ping-pong cerca de ella. Me
dije a mí misma que nadie me prestaría atención con tanta actividad, pero los nervios
me hicieron vibrar el estómago de todos modos.
Como si Dylan hubiera intuido cómo me sentía, me puso la mano en el hombro y
me dio un apretón tranquilizador.
Cuando me giré para mirarla por encima del hombro, me sonrió.
―No te preocupes por nada. Te lo vas a pasar bien.
Asentí con la cabeza mientras mi mirada volvía a la multitud que bailaba. Sus
manos estaban alzadas en el aire. Sus cuerpos seguían el ritmo de la música, algunos
con más precisión, otros con menos. Sonrisas en sus rostros. Pura diversión.
Se me revolvió el estómago al recordar que yo no podía ser como ellos. Ya no.
Era extraño. Nunca me había preocupado por bailar, pero mi madre siempre me
había dicho que valorara lo que tenía. Lástima que haya estado demasiado ocupada
revolcándome en la autocompasión y quejándome de mi vida para hacerlo.
Como estaba haciendo ahora mismo.
Huh. Una extraña sensación empezó a echar raíces en mi pecho. Era el cansancio.
Estaba cansada de revolcarme siempre en la autocompasión. De quejarme de mi nueva
vida. Había venido a divertirme, así que quizá era hora de pasar página.
Estábamos a punto de atravesar el camino curvo que llevaba al patio trasero
cuando mis ojos encontraron a Jason.
Oh, Dios. Mi estómago dio un vuelco. No había vuelta de hoja con el chico en
cuestión; todo en él pedía mi rendición. Estaba apoyado en una de las mesas de bebidas,
con una copa roja en la mano. Y sólo llevaba un bañador negro.
El calor me subió a las mejillas. Era puro magnetismo: un músculo con cuerdas
construido sobre más músculo, cada línea tallada a la perfección por lo que debían ser
incontables horas de ejercicio. Incluso desde esta distancia podía ver que esas crestas
parecían tan suaves, tan cautivadoras, que invitaban a tocarlas y lamerlas. Sentí un
parpadeo de deseo en lo más profundo de mi ser.
Levantó la copa a la boca mientras su mirada rastreaba ociosamente a la
multitud, hasta que su curso lo llevó directamente a mí. Su mano se detuvo a mitad de
camino. Se me cortó la respiración cuando sus ojos se abrieron de par en par, iniciando
un lento recorrido por mi cuerpo, haciéndome demasiado consciente de que me estaba
viendo en vestido por primera vez. El rastro que dejaron sus ojos dejó un cosquilleo a
su paso, y el latido de mi corazón se hizo tan fuerte que me costaba respirar. Más aún
cuando su atención se detuvo en mis pechos, que parecían más grandes, gracias a las
copas del sujetador incorporadas.
Sus ojos volvieron a conectarse con los míos, oscureciéndose decadentemente.
Sólo podía pensar en cómo me había besado.
―Vamos a buscar algo de beber ―nos dijo Seth y nos llevó directamente a donde
estaba Jason.
Mi corazón trabajaba más rápido a medida que me acercaba a él, y no importaba
cuántas veces me repitiera a mí misma que lo ignorara y no le diera importancia, él era
el punto central de mis pensamientos.
Me propuse que mi mirada se mantuviera fija en él cuando nos detuvimos ante
la mesa, que estaba repleta de botellas de diversas bebidas y chupitos de colores.
―Hola, Jason ―dije.
―Hola. ―Sus ojos hicieron otro recorrido de mí, trayendo más color a mis
mejillas―. No esperaba verte aquí.
Dylan se acercó a mí.
―¿Es eso un problema?
Jason la miró con una sonrisa, el labio de su copa apoyado en el borde de la boca.
―Relájate, Dylan. No voy a morder a tu amiga.
―Eso es sorprendente. Ya que cada vez que te veo, echas fuego en su dirección.
Ladeé la cabeza hacia ella. ¿Lo estaba poniendo a prueba? ¿Para hacerle confesar
lo que realmente sentía?
Jason levantó las cejas hacia ella, pero no dijo nada, volviendo su mirada hacia
mí.
―¿Qué les apetece beber? ―nos preguntó Seth. Dylan y yo agradecimos la excusa
para desviar mi atención de Jason. No había estado aquí ni siquiera un minuto, y él ya
me estaba haciendo sentir como un desastre emocional.
―Quiero uno de esos ―Dylan señaló los chupitos.
―Agua ―dije.
Seth se rió.
―Esa es buena. Ahora, en serio, ¿qué quieres?
―Yo no bebo.
―Vamos, Kat. Al menos una ―dijo Seth mientras le entregaba a Dylan su
bebida―. Te hará sonreír más. ―Me guiñó un ojo.
Noté que Jason me miraba de reojo y recordé lo que había dicho sobre que
sonriera más. Algo chisporroteó entre nosotros cuando me encontré con su mirada
brevemente antes de mirar las bebidas.
Mamá me había recordado varias veces que no bebiera debido a mi medicación.
Como tomaba mis medicamentos por la mañana, pensé que probablemente estaría
bien, aunque tendría que tener cuidado de no beber demasiado porque mi vejiga podría
llenarse rápidamente. Si los baños de aquí no eran accesibles, tendría que arrastrar a
Dylan conmigo para que me ayudara.
―Está bien, pero sólo uno. No puedo beber demasiado.
Dylan entendió lo que quería decir y asintió.
―Sólo uno ―dijo, comunicándole algo a Seth con la mirada.
―Si estás segura. ―Sirvió un trago en un vaso rojo de plástico y me lo entregó.
No sabía lo que iba a beber, aunque no importaba. Le di un sorbo y fruncí la nariz.
Era demasiado fuerte.
Jason se rió.
―Parece que nunca has bebido antes.
―Cállate. ―Miré a Seth con recelo―. ¿Qué es esto?
―Whisky. Es bueno, ¿verdad?
―Es terrible. ―Pero me lo metí en la garganta de un tirón.
―Whoa ―dijo Seth―. Más despacio, chica.
Jason estalló en carcajadas. Fruncí el ceño, pero mi expresión se suavizó al ver
su rostro. El pliegue de sus ojos. La adorable forma en que se arrugaba su nariz. Sus
dientes blancos y perfectos.
¿Estaba ebrio?
―Hay que acostumbrarse ―dijo Seth, y yo negué con la cabeza.
―Esto es veneno.
―Espera a probar la absenta7. Eso es veneno.
―No, gracias.
Dylan se rio y buscó otro trago. Acababa de llegar un grupo de personas y Seth
fue a saludarlas. Cuatro chicas del club de matemáticas eligieron ese momento para

7
Absenta: Es una bebida alcohólica.
arremeter contra la mesa de las bebidas, absorbiendo automáticamente a Dylan en su
conversación. Eso me dejó mirando al frente sin nada mejor que hacer que preguntarme
si Liam iba a aparecer pronto para no tener que estar tan pendiente de que Jason me
mirara. ¿No se suponía que iba a salir con alguna chica? No tuve que buscar mucho para
encontrar chicas que le lanzaban miradas encubiertas y no tan encubiertas, así que
dudé que estuviera solo porque nadie quería estar con él.
Jason se apoyó en la mesa. Mis ojos volvieron a recorrer su cuerpo, prestando
especial atención a sus pectorales y a sus tonificados muslos. Cada parte de él estaba
hecha para ser admirada, cada músculo afilado que me susurraba que lo tocara.
Especialmente ese bulto en sus calzoncillos que me provocaba con la promesa de un
gran placer. Empezaba a ver cuánta razón tenían todas las chicas que hablaban de su
tamaño. Aparté la mirada antes de que me descubriera mirándolo.
Se giró para mirarme.
―Es extraño verte aquí. Nunca te había visto en las fiestas.
Eso sonaba mucho a que me había estado vigilando.
―Supongo que prefiero mi cueva de una habitación.
No esperaba que se riera, pero lo hizo, y yo hice una doble toma. Sí.
Definitivamente estaba ebrio. Una sensación de agitación giró en la boca de mi vientre,
y tuve el impulso de alcanzar otro trago. Tal vez uno de esos tragos que había tomado
Dylan.
―¿Por eso estás tan pálida?
―Me has atrapado. Soy una vampira en sus comienzos.
Sus ojos se arrugaron mientras formaba otra sonrisa, y pensé en cómo nunca me
acostumbraría a verlo sonreír -no, corrección-, nunca me acostumbraría a verlo sonreír
por mí.
―Entonces eres una vampira linda.
Mi corazón dio un vuelco.
―¿Lo soy?
Alcanzó con su mano y rozó el dorso de sus nudillos sobre mi mandíbula.
―No. No linda. Hermosa. Eres hermosa.
Se me hizo un nudo en el estómago y me resultó imposible respirar.
Hermosa. Me llamó hermosa.
―Estás ebrio.
Ladró otra carcajada, y yo sólo quería seguir mirándolo. Seguir absorbiendo su
sonrisa, la forma en que sus ojos se arrugaban en las esquinas...
Abrí la boca para preguntarle qué había pasado entre nosotros antes de que su
padre llegara a casa, pero una figura me hizo sombra y entonces oí la voz de Liam.
―Hola. Siento llegar tarde.
No, ahora no.
Mi pecho se llenó de decepción, pero me obligué a mirar a Liam con una sonrisa.
Su mirada se dirigió a Jason antes de posarse en mí. Su cabello oscuro estaba peinado
hacia atrás, permitiendo que sus pómulos afilados fueran el centro de atención. Su
camisa vaquera abotonada era negra y mostraba sus músculos esculpidos. Era guapo.
Pero no me hizo sentir nada.
La postura de Jason cambió en un segundo, su rostro se volvió de piedra
mientras miraba entre Liam y yo con una inclinación de cabeza. Prácticamente podía
sentir el frío que irradiaba de él.
―Está bien ―le dije a Liam―. Me alegro de que hayas podido venir.
Sin decir nada, Jason se levantó de la mesa, se bebió el resto de su bebida y tiró
el vaso al basurero más cercano de camino a la piscina.
―¿Cuál es su problema? ―Preguntó Liam.
―No lo sé. ―Observé a Jason sumergirse en la piscina, con su cuerpo delgado que
se adentraba en el agua con una precisión que hizo que me subieran los latidos del
corazón. No era la única que miraba. Liam ni siquiera parpadeó mientras lo seguía con
la mirada.
―¿Todavía tienen problemas? ―Preguntó, con una voz extraña.
Lo miré con cuidado, sabiendo que la verdad completa lo lastimaría. Me decidí
por una respuesta sin compromiso.
―No estoy segura de qué decirte al respecto. ―No era una mentira. Todavía no
estaba cerca de definir lo que sucedía entre Jason y yo.
―Hola, Liam. Has venido ―dijo Dylan, volviéndose hacia nosotros mientras las
chicas del club de matemáticas bailaban hacia la piscina.
Liam sonrió, pero fue débil.
―Sí. Ya estoy aquí.
Seth volvió hacia nosotros.
―Hola, hombre.
―Hola, hombre. Buena fiesta. Feliz cumpleaños.
―Gracias. ¿Qué quieres beber?
―Cerveza está bien.
Mientras Seth se giraba para servirle una cerveza, Liam dejó que su mirada
recorriera mi cuerpo, formando una lenta sonrisa en su rostro.
―Estás muy guapa.
―Gracias. Tú también te ves bien.
Mis ojos se fijaron en una chica que nadaba hacia Jason en el extremo menos
profundo de la piscina. Él había apoyado los codos en el borde y una botella de cerveza
descansaba entre sus dedos mientras la veía acercarse a él. Se me revolvió el estómago
ante la intensidad de su mirada. Se detuvo cuando apenas les separaban unos
centímetros. Esperé a que se encogiera de hombros, pero no lo hizo, permitiendo que
ella apretara su cuerpo contra él y pasara su mano por su brazo y su pecho.
Un feo sentimiento rugió en lo más profundo de mi ser. Eran celos mezclados
con decepción, hacia Jason o hacia mí misma por ser siempre una tonta, no lo sabía.
Justo cuando me dije a mí misma que dejara de mirar, que dejara de importarme,
Jason me miró fijamente y me dio un golpe de calor en el pecho. Siguió mirándome, pero
no mostró ninguna intención de alejarse de la chica.
Aparté la mirada, con los puños apretados por la furia.
―Pensándolo bien, sírveme otra ―le dije a Seth.
Me chocó la mano.
―Ese es el espíritu.
Dylan levantó las cejas.
―¿Estás segura?
―Es sólo por una noche. Puedo preocuparme más tarde.
De todos modos, Seth no me dejó pensarlo demasiado, entregándome una nueva
bebida y otra un minuto después. Pronto, sentí que algo cálido se extendía desde mi
pecho a través de mí, y entonces ni siquiera pude recordar por qué no me había
inclinado a venir aquí. Era increíble.
Llegaron más invitados, y vi a Lucas y Stella. Me saludaron al otro lado de la
piscina. Les devolví el saludo y sonreí cuando los vi tomados de la mano. Detrás de ellos
estaba Ling con un tipo que no reconocí y Jimmy.
Se movieron en nuestra dirección, y los ojos de Jimmy se agudizaron cuando nos
vio a mí y a Liam. Sus pasos se volvieron enérgicos, sus labios siempre sin sonreír
mientras miraba fijamente entre nosotros, pasando a nuestro lado sin decir nada.
Dirigí mi atención hacia Stella y Lucas.
―Mírense los dos.
Stella era toda sonrisas.
―Sí, ahora somos pareja.
―Me alegro. Se ven muy bien juntos
―Gracias, Katie ―dijo Lucas, tomándose su tiempo para revisarme―. Te ves bien.
Me reí.
―Gracias.
Se fueron a bailar, mientras Ling y Jimmy iban a jugar al ping-pong. Jimmy nos
echó una mirada a mí y a Liam por encima del hombro, con algo oscuro en su rostro.
Solté un pequeño suspiro cuando apartó la mirada.
Liam levantó la ceja.
―Ese tipo es raro.
―Estoy empezando a pensar que no es sólo raro. ―Definitivamente es algo más.
―¿Por qué lo dices?
―También está actuando en la obra, y me hace sentir muy incómoda.
Sus cejas se fruncieron.
―¿Por qué te hace sentir incómoda?
―Porque no deja de mirarme en los ensayos. Como ahora. Es realmente extraño.
Liam se giró para observarlo, y sus labios se volvieron hacia abajo.
―Quizá le gustas.
Levanté la cabeza para mirar a Jimmy.
―¿Jimmy? No, no puede ser.
No podía ser eso. Catalogué todos los recuerdos que compartíamos, tratando de
encontrar cualquier indicio de que realmente le gustaba. Me miraba mucho, y ese día
había querido hablar conmigo, pero también fue muy grosero.
―No. No creo que le guste.
―¿Por qué están tan serios? ―Nos preguntó Seth―. No están en un funeral. Toma,
ten otro. ―Me pasó otro trago de whisky y no protesté. Se suponía que tenía que
divertirme, así que aparté todos los pensamientos sobre tipos espeluznantes y eché la
cabeza hacia atrás para beber el whisky.
Pronto, las imágenes que me rodeaban se desdibujaron en un caleidoscopio de
colores, y mis labios se curvaban en una sonrisa.
Los ojos de Liam brillaron mientras colocaba su mano en mi hombro.
―Tengo una idea. Vamos a bailar. ―Sus propios labios se curvaron en una
sonrisa. Una sonrisa que ahora parecía mucho más irresistible.
―Sí, vamos a bailar ―añadió Dylan. El alcohol ya había hecho efecto en ella
también.
―Vamos. ―Cortejé mientras Dylan empujaba rápidamente mi silla de ruedas
hacia la multitud que bailaba. Seth y Liam nos siguieron y sus risas se mezclaron con las
nuestras.
La multitud que bailaba había aumentado y alguien había subido el volumen de
la música. Todo el mundo sonreía, la gente bailaba, y yo sentía que quería hacer girar
mi silla de ruedas sin parar.
Nos abrimos paso entre los cuerpos que bailaban hasta que nos encontramos
justo en el centro. Seth y Dylan estaban casi chocando el uno contra el otro, y Liam y yo
nos enfrentamos a su lado. Liam parecía divertido intentando hacer algunos
movimientos, mientras yo me balanceaba de un lado a otro al ritmo de la canción.
El sudor cubría mi rostro y el calor se desprendía de mí a medida que pasaban
los minutos, y durante un rato me sentí bien. Me sentí bien al perderme en el ritmo de
la música. Y por un momento, el mundo no era tan sombrío y monótono. Liam me tomó
de las manos y se acercó a mis labios, y yo quería que me besara. Quería que me hiciera
olvidar a Jason...
Mis pensamientos debieron de reflejarse en mi rostro porque Liam me dijo que
lo siguiera, y terminamos bajo un gran árbol al otro lado del patio. Las ramas
proyectaban sombras que creaban patrones brillantes en el suelo. Sólo tuve un segundo
para maravillarme con ellas antes de que Liam se sentara en el banco bajo el árbol, me
acunara la nuca con la mano y pusiera sus labios sobre los míos.
El contacto fue suave y cálido, y me hizo sentir un calor silencioso. Liam sabía
cómo besar, alineando hábilmente nuestros labios y prolongando el beso mientras sus
manos se deslizaban hacia mi cintura para sujetarme, y yo me inclinaba más hacia él.
Quería sentir algo más que el silencioso burbujeo de la excitación que había comenzado
después de mi segundo trago de whisky, así que le devolví el beso con entusiasmo y le
pasé las manos por el cabello. Pero por mucho que intentara sentir algo más, no había
nada, y cuando se apartó para mirarme, fue imposible evitar que mi mirada buscara a
Jason.
Estaba en el mismo lugar de la piscina, pero ahora estaba solo, y sus ojos estaban
llenos de furia dirigida a mí y a Liam antes de apartarse bruscamente.
El corazón me dio una gran patada contra las costillas.
Liam me puso las manos en las mejillas y volvió a centrar mi atención en él.
―¿Te he dicho ya que estás preciosa?
Sonreí.
―Sí, lo has hecho.
―Bueno, no está de más decirlo de nuevo. Eres muy hermosa. Y me gustas. Me
gustas desde hace tiempo.
Un parpadeo de inquietud se instaló en mi vientre cuando volví a mirar los ojos
brillantes de Liam. Las palabras “tú también me gustas” no acudían a mis labios, y
finalmente lo supe. Lo que me atraía de Liam era saber que un tipo bueno se sentía
atraído por mí. Y cuanto más tiempo me miraba esperando una respuesta, más
lamentaba no sentir lo mismo. Tal vez podría haberme entregado a esto, estar con Liam
y ver a dónde nos llevaba, pero me parecía agotador. Demasiado agotador.
―Yo… ―Lo siento mucho, fue lo que quise decir, pero no pude. De la nada, el
pánico brotó en mi pecho y tuve que alejarme de él―. Tengo que ir al baño. Lo siento.
Dejando que me mirara con los ojos muy abiertos, me apresuré a cruzar el patio.
Por el rabillo del ojo, vi que Jason ya no estaba en la piscina, lo que probablemente
significaba que se había ido ya con algún sabor del día.
El silencio en la casa era como una caricia para mis zumbantes oídos. Respiré
profundamente y me concentré en el cuadro que colgaba junto a la escalera, tomando
aire antes de que mi pánico se agravara. Al cabo de un minuto, mi ritmo cardíaco volvió
a la normalidad y me dirigí en busca del baño.
El aire era fresco, proporcionando una manta fría contra mi sudor mientras
navegaba por lo que parecía un laberinto de pasillos. Esta casa era demasiado grande.
Debería haberle pedido a Seth que me indicara cómo llegar.
Después de lo que me parecieron diez minutos, finalmente encontré el baño al
otro lado de la casa y, por suerte, tenía un acceso nivelado. Una vez dentro, traté de
alejar la borrosidad de mis ojos. El baño era espacioso, lo que me permitía desplazarme
en la silla sin sentirme como un atún aplastado en una lata. El mostrador era lo
suficientemente bajo como para poder acceder al lavabo, que era de porcelana y acero
inoxidable.
Había un pequeño mostrador junto al inodoro, y lo utilicé para trasladarme de
la silla. Busqué en mi bolso un catéter compacto. Una vez que oriné, me deshice del
catéter y me lavé las manos, me permití pensar en lo que acababa de ocurrir entre Liam
y yo. Sabía que debía volver y disculparme por haberlo dejado así, y también decirle que
probablemente sería mejor que siguiéramos siendo amigos y decirle algo como que no
estaba preparada para salir con alguien o algo por el estilo.
Mi mirada se dirigió a mis labios y luego a las yemas de mis dedos. Sabía que, si
cerraba los ojos, sería demasiado fácil imaginar que había sido Jason quien me había
besado. Sería demasiado fácil recordar el calor que me había electrizado en el momento
en que sus labios habían tocado los míos, poseyéndome antes de que tuviera la
oportunidad de luchar contra él.
Curvando los labios hacia dentro, me arreglé unos cuantos mechones y me
aseguré de que mi delineador de ojos no se manchara antes de salir del baño.
En el momento en que la puerta se cerró detrás de mí, la voz de Jason me llegó
desde cerca, y mi corazón se aceleró. Estaba de pie al otro lado del pasillo, junto a una
pequeña mesa con una planta en maceta, vestido con pantalones cortos y una camiseta,
con el teléfono pegado a la oreja. Por suerte, estaba de espaldas a mí, así que no me vio.
Miré por el pasillo detrás de mí, buscando una manera de pasar desapercibida,
cuando habló por el teléfono.
―Hola, Carol. Intenté localizarte antes, pero la línea se desconectaba. Feliz
cumpleaños.
Todo en mí se detuvo abruptamente. Estaba hablando con Caroline. ¿También
era su cumpleaños hoy?
―¿Has hecho algo especial?
Mirando a mi alrededor, me moví detrás de una pared en diagonal desde el lugar
donde se encontraba antes de que pudiera verme. Se giró para que se viera su perfil, y
discerní un amor en sus ojos que era casi tangible.
Mi corazón empezó a latir más fuerte por una razón que no podía entender. Este
era un lado de Jason que nunca había conocido, revestido de una lealtad más feroz que
nada. A sus ojos, ella nunca se equivocaba. A sus ojos, ella era la luz.
Quiere hablar contigo para disculparse. Me había dicho mi madre.
La culpa se instaló en la boca del estómago, aunque no tenía nada de qué
sentirme culpable. La culpa sólo se multiplicó cuando la conversación dio un giro.
―Carol, ¿por qué pareces tan alterada? ¿Ha pasado algo? ―Él escuchó algo que
ella estaba diciendo―. Sé cuándo me ocultas cosas, así que no lo intentes. Puedo decir
que ha pasado algo.
Su voz creció lo suficiente como para que la escuchara a través del teléfono. ―No
es que puedas hacer nada al respecto, Jace. Nadie puede ayudarme aquí.
―Así que ha pasado algo. ¿Has tenido más recuerdos?
Se me hundió el estómago. Recuerdos. Así que Caroline realmente los tenía.
―Recuerda lo que te dijo el consejero. Intenta encontrar un ancla que te ayude a
permanecer en el presente.
―Eso es fácil de decir para ti. No tienes la menor idea de lo difícil que es para mí
aquí. ―Sonaba demasiado quejumbrosa. Demasiado débil. Demasiado perdida en la
desesperación―. Apenas vienes a visitarme ya.
―Mira, lo siento. He estado muy ocupado las últimas semanas con las clases y mi
trabajo. También está esa obra escolar de la que te hablé. Pensaba ir hoy, pero no he
podido cambiar de turno, y ya sabes que mi turno no termina antes de que acaben las
horas de visita. Te prometo que iré mañana.
Se me cortó la respiración cuando empezó a sollozar. Puse mi mano contra mi
pecho, apenas atreviéndome a respirar.
―Odio este lugar. Odio a la gente. Son todos unos abusones. No sé si podré
soportar esto mucho más tiempo.
―No. Shh. No digas eso. Estarás bien. Vas a superar esto. Superaremos esto. Sólo
aguanta un poco más. ¿De acuerdo? Prométemelo.
Estaba poniendo un frente valiente para Caroline. Su voz no mostraba ninguna
inseguridad, pero estaba escrito en su rostro. Estaba aterrorizado por su hermana.
Incliné la cabeza hacia atrás, cerrando los ojos. Nunca me había puesto en el
lugar de Caroline. Había sido fácil querer que sufriera cuando la culpaba de todo lo malo
de mi vida. Pero oír que estaba pasando por un infierno allí dentro -oír esa vocecita
asustada admitir que no sabía si podría soportarlo- me infligió un nuevo tipo de dolor.
De repente, las líneas de lo que estaba bien y lo que estaba mal eran borrosas, y
no podía encontrar la manera de desdibujarlas.
―¿Qué estás haciendo?
La voz de Jason atravesó mis pensamientos, y abrí los ojos de golpe para verlo
caminando directamente hacia mí. Había terminado su conversación y su teléfono
colgaba en su mano.
―¿Escuchaste mi conversación?
Por un momento pensé en mentir, pero ¿qué sentido tendría? Estaba segura de
que mis sentimientos se reflejaban en mi rostro.
―Sí. Lo siento, estaba saliendo del baño cuando tú...
―Cuando empecé una conversación que nadie debía escuchar.
―Entonces no deberías haberla tenido en medio del pasillo ―espeté.
Me fulminó con la mirada.
―Supongo que lo has oído todo con tu afición a escuchar a escondidas. ―Resopló
al ver la expresión de mi rostro―. Por supuesto que sí, joder.
―Lo siento, yo... realmente sonó como si ella estuviera pasando por mucho...
―Me mordí el labio, sintiéndome como una hipócrita por mencionar su mal estado
mental―. ¿Caroline va a estar bien?
Sus dedos se apretaron alrededor de su teléfono.
―Realmente no quiero hablar de Caroline, Turner. Lo que quiero es que
mantengas la boca cerrada sobre lo que acabas de escuchar. ¿Puedes hacerlo?
Sus palabras me hirieron, haciéndome retroceder.
―¿Por qué estás a la defensiva? ¿No he demostrado ya que no soy una soplona?
No soy así.
―Bien. No querría que le contaras nada a ese tal Morgan. ―Se guardó el teléfono
y se dio la vuelta para irse.
El corazón me dio un vuelco y fruncí el ceño.
―¿Se trata de Liam?
Se detuvo bruscamente y me devolvió el ceño.
―¿Qué?
―¿Te molesta que Liam y yo nos estemos besando?
Cruzó los brazos sobre su pecho.
―¿Por qué iba a molestarme?
―No lo sé. Dímelo tú.
Sus ojos se encendieron de ira. Se burló.
―¿Estás tan desesperada?
Me eché hacia atrás.
―¿Qué?
―¿De verdad estás tan colgada de mí? Te sigo diciendo que no le des importancia
a nuestros roles, pero sigues insistiendo. Eres patética.
No podía creer a este tipo.
―¿Soy patética? Entonces, ¿vas a fingir que no has estado mirándonos a mí y a
Liam todo este tiempo? ¿Como si ese beso no te hubiera molestado? ¿Como si no me
hubieras besado en tu casa y no tuviera nada que ver con la práctica o nuestros roles?
―Eso fue un error. Nada más.
―Eso sigue sin explicar por qué lo hiciste.
Su mirada se estrechó peligrosamente hacia mí. Cerró el espacio entre nosotros
y se apoyó en mis reposabrazos, poniendo su rostro a la altura de la mía. Mi corazón se
aceleró al ver cómo se acercaba, el calor me subía por el cuello. Me miró la boca y luego
la parte superior de mis pechos, que ahora subían y bajaban más rápido bajo su
atención. Su lengua salió para mojar su labio.
―¿Qué quieres, Turner?
Su olor me asaltó, haciendo difícil pensar. Era difícil pensar cuando sus labios
estaban tan cerca de los míos.
―Quiero la verdad. ¿Por qué has estado mirándonos a mí y a Liam todo el
tiempo? ¿Por qué me besaste en tu casa?
Mostró los dientes.
―¿Por qué quieres saberlo? Ya estás con Morgan. ¿Qué, quieres estar con él dos
veces?
―No estoy con Liam.
―No juegues conmigo.
―No lo hago.
―Entonces, ¿por qué carajo lo besaste? ―Gritó.
―¿Y por qué carajo dejaste que esa chica te tocara? ―Grité.
Sus ojos se abrieron de par en par. Se apartó para mirarme al rostro y me
sonrojé. Odié que le dejara ver lo que sentía tan fácilmente, pero no me eché atrás.
―Estás celosa ―dijo.
―Tú también lo estás.
―No, no lo estoy ―dijo, pero sus ojos le traicionaron. Bajaron a mis pechos y se
oscurecieron de pura lujuria, y no me atreví a moverme. Nunca me había mirado así.
Nunca me había mirado como si quisiera destrozar cada parte de mí, y la intensidad de
su emoción me sorprendió.
Sin embargo, seguía tratando de controlarse.
―Veo a través de ti, Jason. La cuestión es cuándo vas a dejar de fingir.
Podía ver que quería negarlo, mentir un poco más, pero sus ojos no podían
mentir. Su cuerpo no podía mentir.
Se movió sobre sus pies y se dio la vuelta, moviéndose para irse. Pero entonces
se detuvo y giró hacia mí, con el rostro contorsionada.
Gruñó.
―Joder. ¿Quieres la verdad? ―Eliminó todo el espacio que había entre
nosotros―. Bien. Aquí está. Aquí está tu puta verdad. ―Me agarró la nuca y estrelló sus
labios contra los míos.
Todo dentro de mí se volvió hiper-consciente de él. Sentí como si hubiera pasado
demasiado tiempo desde que me besó, demasiado tiempo desde que esta rápida marea
de placer me inundó y reclamó mis pensamientos como sus prisioneros. La forma en
que su boca se movía sobre la mía era demasiado, y me acerqué a él, necesitando
tocarlo, ahogándome en la sensación de sus labios llevándome a lugares que nunca
había conocido. Tal vez había tomado un trago de más, pero ahora mismo no estaba
ebria de alcohol. Estaba ebria de él.
Su mano se sumergió en mi cabello y lo apretó, su lengua chocó con la mía de
forma ardiente y posesiva. Su otra mano me agarró por el lado de la cintura. Sus dedos
se clavaron, mostrando su deseo de sentir todo lo que pudieran de mí. Quería que esa
mano empujara bajo el dobladillo de mi vestido y tocara mi piel. Quería que su otra
mano me acercara aún más, que marcara el calor de su cuerpo en el mío.
De repente, se apartó. Por un momento esperé que dijera que esto también había
sido un error, pero sólo abrió la puerta junto a nosotros y me metió en lo que resultó
ser una pequeña habitación de invitados.
―¿Qué estás haciendo?
―Lo que tanto necesito.
Mi pulso se desbocó. Apenas tuve tiempo de asimilar la cama grande que daba a
las ventanas del suelo al techo, cubiertas con cortinas oscuras, antes de que me
levantara y me pusiera en el centro de la cama. La música de fuera era un sordo
repiqueteo que hacía que el latido de mi corazón sonara aún más fuerte.
Sus labios volvieron a los míos y su lengua volvió a sumergirse en mi boca. No
podía llevar suficiente aire a mis pulmones. Cada empuje de su lengua era más fuerte,
más apasionada, como si no pudiera besarme lo suficientemente fuerte o lo
suficientemente largo. Esto era mucho más que nuestros besos anteriores, mucho más
que fingir. Me empujé contra él y, como si tampoco pudiera acercarse lo suficiente a mí,
movió mis piernas sobre sus muslos y me agarró del culo para acercarme a él, sin
romper nuestro beso.
Mi pulso alcanzó nuevos niveles cuando su mano cubrió mi pecho por encima
del vestido, y gemí. El material de mi vestido era lo suficientemente fino como para que
pareciera que no había ningún material. El calor se acumuló en la boca de mi estómago
cuando pasó el pulgar por el pezón que sobresalía. Me arqueé ante su contacto.
―Tan sensible ―murmuró.
Otro gemido salió de mis labios, justo antes de que su boca iniciara una línea de
besos húmedos por mi mandíbula y mi cuello. Estaba besando todos los lugares
adecuados y, de repente, sentí que iba a estallar de sensaciones. Agarró el dobladillo de
mi vestido y lo bajó de un tirón, exponiendo mis pechos ante él, y entonces sólo
quedaron nuestras respiraciones rápidas, ojos vidriosos y latidos acelerados. No podía
recordar por qué se suponía que debía sentirme avergonzada. Por qué se suponía que
debía dejar de hacerlo. Sólo sentía esta urgencia, esta necesidad de sentirle tocar mis
lugares más íntimos.
Sus ojos, con toda su oscura intensidad, se tragaron mis pechos antes de
sumergirse y cubrir mi pezón con su boca, chupándolo con fuerza.
―Jason. ―Mi mano tiró de su cabello. Ahora me sentía ardiendo de necesidad.
Manipuló mis pezones en todos los sentidos, lamiéndolos, chupándolos,
mordisqueándolos, destrozándolos, mostrando tal descontrol que casi no lo reconocí
por un momento. Sus manos tampoco descansaban, alternando entre amasar mis
pechos y explorar mi cintura, haciéndome cada vez más imposible pensar.
―Te sientes tan jodidamente bien. Tan suave. ―Levantó la cabeza para mirarme
y me quedé sin aliento al ver lo negros que se habían vuelto sus ojos. Recorrieron cada
centímetro de mi rostro―. Tan hermosa.
Inspiré con fuerza. No podía creer que me estuviera mirando así. Por fin lo tenía
mirándome así, y quería memorizarlo para siempre.
Sus labios volvieron a los míos y me besaron profundamente, más
profundamente, sus manos engañando mi cuerpo para que se recostara. Me rodeó con
su brazo para acercarme a él, apoyándose en su codo para no aplastarme.
―Dime cómo tocarte.
―No lo sé.
―Entonces probemos esto. ¿Cómo se siente? ―Me pellizcó el pezón.
Gemí.
―Bien.
―¿Bien?
―Mhmm.
Sus dedos pellizcaron mi otro pezón una, dos veces, y luego continuaron aún más
abajo, y contuve la respiración al verlos deslizarse bajo mi vestido. El mero hecho de
saber dónde me estaba tocando me hizo sentir una corriente de placer que me hizo
jadear.
Sus ojos eran diamantes oscuros mientras observaba mi reacción.
―¿Y esto? ―Introdujo un dedo en mi interior, y yo me agarré a su camiseta,
agitándome bajo la fuerte intensidad de ese simple movimiento.
―Oh, Dios. Tan bien.
Sus labios se curvaron.
―¿Y qué tal esto?
Su dedo se curvó contra el punto sensible dentro de mí, y empecé a ver estrellas
ante mis ojos.
―Jason, yo... tan bien.
Su sonrisa se estiró, ganando intensidad animal. Sus ojos no se apartaron de mi
rostro mientras bombeaba su dedo dentro de mí. Su boca se aferró a mi pezón, y fui
atacada por las sensaciones, teniendo dificultades para respirar mientras el placer
dentro de mí crecía más y más. Nunca había sentido algo así. Nunca. Y ahora mismo,
sentía que estaba tan cerca de elevarme. Necesitaba tan poco para saltar el acantilado
y volar.
Añadió otro dedo dentro de mí y me acarició el pezón con la lengua, y eso fue
todo. El mundo se redujo a un punto y el placer explotó dentro de mí, ahogándome hasta
que no hubo nada más.
―Jason. ―Su nombre fue un gemido prolongado en mis labios, coincidiendo con
la última réplica que me golpeó.
Ni siquiera era consciente de que estaba agarrando su camiseta con tanta fuerza
que corría el riesgo de estirarse. La solté y me encontré con sus ojos negros. Estaban
llenos de cruda intensidad mientras se limitaba a observarme. Poco a poco, la niebla se
fue despejando de mi mente y la realidad se hizo más nítida.
Jason acababa de darme mi primer orgasmo. Me había tocado y así de fácil... Oh,
Dios. Había sido tan fácil perderse en él. Demasiado fácil. Había una pequeña sonrisa en
sus labios, pero entonces algo cambió en su mirada, y esa sonrisa desapareció. Se
apartó, llevándose todo el calor con él.
Sintiendo la necesidad de cubrirme, me apresuré a sentarme y arreglar mi
vestido. Él se sentó en un lado de la cama de espaldas a mí y apoyó los codos en las
rodillas. Las preguntas rondaban por mi mente mientras alcanzaba mi silla y la ponía
en posición para trasladarme a ella, siendo la primera pregunta: ¿En qué estaba
pensando? Como no podía ver su rostro, no podía saber lo que tenía en mente.
―Jason. ―Su cabeza se volvió hacia un lado, sus ojos nunca se encontraron con
los míos―. ¿Por qué has hecho eso?
Los músculos de su espalda se tensaron. Volvió a mirar hacia delante.
Más vergüenza me invadió. ¿Por qué no decía nada? ¿A qué se debía este cambio
repentino?
―¿Era esto sólo parte de esa supuesta conexión entre nosotros? ¿Nathan?
Me frunció el ceño por encima del hombro.
―¿Qué? No, no es eso. Esto no tiene nada que ver con la actuación.
―¿Entonces por qué? ¿Para satisfacer tu curiosidad morbosa? ¿Para ver si una
pobre chica discapacitada es capaz de venirse?
Se levantó, girándose para mirarme.
―¿Qué carajo? Eso es una mierda.
―Entonces habla conmigo.
―Lo hice porque quise, ¿de acuerdo?
―¿Por qué lo querías?
Se burló.
―Porque si no es obvio después de lo que acabamos de hacer, me siento atraído
por ti.
Quise replicar con algo que rebatiera eso, pero descubrí que no lo tenía en mí.
Esa voz oscura que seguía atacándome cuando estaba en lo más bajo, diciéndome que
no valía nada, era cada vez más silenciosa. Había sido demasiado dura conmigo misma
y con mi silla de ruedas, cuando había pruebas de que no era poco atractiva como
siempre había pensado, siendo la reacción de Jason ante mí ahora mismo la última
prueba.
―¿Entonces por qué parece que te arrepientes?
―Porque se suponía que no debía suceder así.
Mi pecho se contrajo bajo la embestida de dolor que produjeron sus palabras.
―¿Qué quieres decir?
―Todo es confuso cuando estoy contigo. No sé qué pensar. No dejo de
recordarme que no debería acercarme a ti, pero...
―¿Pero qué?
Cerró los ojos, sacudiendo la cabeza, y mi pecho empezó a dolerme con fuerza.
Mi teléfono sonó. Lo saqué del bolso, planeando silenciarlo, pero Jason dijo.
―Deberías contestar.
Frunciendo los labios, miré el teléfono. Era Dylan.
―Hola.
―¿Dónde estás, Kat? Acabas de desaparecer.
Miré las sábanas arrugadas de la cama, el calor me recorría el rostro. Si sólo lo
supiera.
―Um, dentro de la casa.
―¿Qué haces ahí dentro? ¿Te estás escondiendo? Hemos venido a la fiesta,
señorita. Nada de esconderse.
Me reí.
―No te preocupes, Dee. No me estoy escondiendo. Enseguida salgo.
―Date prisa. Seth está a punto de dar una voltereta en la piscina y no querrás
perdértelo.
―Por supuesto ―dije solemnemente y terminé la llamada.
―Deberíamos irnos ―dijo Jason mientras se dirigía a la puerta, y yo sentí que me
doblaba de dolor.
―Jason, deberíamos aclarar las cosas entre nosotros.
―No puedo hablar de ello ahora. Necesito tiempo para pensar. ―Ya estaba
saliendo por la puerta antes de que pudiera decir nada.
Gemí, presionando mi mano contra mis labios para sofocar el sonido. Me quedé
mirando la puerta durante mucho tiempo, con la visión cada vez más borrosa por la
humedad. Sólo quería quedarme aquí y llorar a mares, pero me aguanté las lágrimas y
me impulsé a salir de la habitación.
Ya habría tiempo de sobra para llorar más tarde.
CAPITULO VEINTITRES
El resto de la fiesta fue un rápido borrón de mucho baile, unos cuantos chupitos
más y actuar como si Jason no hubiera sacudido literalmente mi mundo y luego me
hubiera dejado en el precipicio. Liam se había marchado mientras yo estaba con Jason,
y ni siquiera los chupitos amortiguaron mi sentimiento de culpa por haber abandonado
a Liam de esa manera y haberme enrollado con Jason después de que Liam confesara
sus sentimientos por mí. Volví a casa y me fui a dormir llorando contra la almohada e
intentando no pensar en lo bien que me había sentado estar en los brazos de Jason.
Cuando me desperté el domingo por la mañana, la ira se apoderó de mí. El
momento que habíamos tenido en casa de Seth estaba mal. ¿Por qué me había besado y
tocado si no iba en serio conmigo? Si el necesitaba pensar. Se había ido, dando lugar a
más preguntas. ¿Era sólo otro agujero en su cinturón? ¿Un pasatiempo?
Cuanto más pensaba en ello, más me enfadaba. Jason nunca salía con nadie, así
que ¿qué esperaba? ¿Que se cambiara por mí? Además, ni siquiera se había disculpado
por cómo me había tratado desde mi accidente, y aún no sabía si me culpaba por ello.
Después de oírlo hablar con Caroline, supe que él siempre querría protegerla más que
a nadie, y si me consideraba su enemigo, yo siempre perdería.
El lunes fui al instituto diciéndome a mí misma que no esperara nada de él. Que
actuara como si no hubiera pasado nada. Desgraciadamente, mi estómago no recibió el
memorándum, ya que se puso inquieto en cuanto entré en la clase de inglés y lo vi al
fondo del aula. Estaba hablando por teléfono, pero levantó la mirada como si me
hubiera percibido en el aula y captó mis ojos en un instante. Sonrojada, aparté la mirada
y me replegué detrás de mí pupitre.
Durante toda la clase, sentí sus ojos clavados en mi espalda, y me resultó difícil
concentrarme. No permití que mi mirada se desviara hacia él, pero no tenía control
sobre mi mente. Mi mente estaba atascada en ese momento, y antes de darme cuenta,
estaba fantaseando con su boca explorando otras partes de mí. El calor se acumulaba
en mi vientre y quería que él hiciera algo al respecto.
Estaba tan perdida en mis pensamientos que no me di cuenta de que la clase
había terminado hasta que los demás estudiantes empezaron a abandonar sus asientos.
Simplemente maravilloso. Así de fácil era para él dominar mi espacio mental.
Recogí mis cosas y me dirigí a la salida, pero Holloway me llamó de nuevo,
indicando a Jason que se uniera a nosotras. Recogió los libros de texto de su asiento y
se movió con pasos tranquilos pero seguros. Su rostro era ilegible mientras me
observaba en silencio, mi pulso se aceleraba cuanto más se acercaba. Mis ojos se fijaron
en él, estudiando el contorno de sus piernas y luego sus sólidos abdominales,
delineados por su ajustada camisa negra.
Holloway se quitó los lentes y los frotó con un pañuelo.
―¿Te ha dicho Jason que a partir de ahora se van a besar en los ensayos?
Mi lengua salió disparada para relamerme los labios. Cada mención de Jason y
besos en una frase estaba destinada a ponerme nerviosa a estas alturas.
―Sí. ―Esperaba que mi voz no sonara tan sin aliento como lo hacía para mí. La
idea de volver a besar a Jason después de la fiesta de Seth era casi demasiado.
Ella miró entre nosotros.
―¿Cómo se llevan los dos? ¿Las reuniones privadas son útiles?
Me sonrojé, los recuerdos de nuestros acalorados momentos volvieron a mí de
golpe.
―Definitivamente ―dijo Jason, y yo levanté la mirada hacia él, separando los
labios. Incluso tenía el aspecto adecuado, lo que provocó una sonrisa en el rostro de
Holloway.
―Me alegro de oírlo. He notado la diferencia en su trabajo en equipo en estos
últimos ensayos, y es obvio que han hecho algunos progresos. Sus actuaciones son más
creíbles. Sigan así. Por el bien de la obra y de sus notas. ―Bromeando, nos guiñó un ojo,
pero no sonreí. En este momento, se trataba menos de mis notas y más de lograr
desenredarme de esta complicada situación con Jason.
―Ya pueden irse. Ah, y no olviden que vamos a hacer una sesión de fotos para
los carteles de la obra después de las clases de mañana, así que despejen sus agendas si
no lo han hecho ya.
Asentimos y salimos del aula. Jason me siguió de cerca.
―Katie, espera.
No quería hablar con él, pero me detuve y me giré para mirarle.
―¿Qué?
―Tenemos que hablar.
―¿Ahora quieres hablar?
Cruzó los brazos sobre el pecho.
―Sí ―gruñó.
―Tal vez no quiera hablar contigo ahora.
Él apretó la mandíbula.
―Todo tiene que ser complicado contigo, ¿eh?
―Nada ha sido sencillo contigo.
Cambió su peso.
―No quiero pelear contigo. Sólo quiero aclarar algunas cosas. Hablemos mañana
después de la sesión de fotos.
Dejé caer mi mirada a mis manos en mi regazo. Una parte de mí quería
rechazarlo. Decirle que no era una chica más a la que podía besar e irse. Pero estábamos
en el limbo, y me merecía respuestas.
―Bien. Hablaremos mañana.
Me di la vuelta y me fui, con el corazón latiendo con una melodía errática. Me
dolía la esperanza de que me dijera que quería algo más conmigo. No podía esperar a
que llegara mañana para que pudiéramos resolver esto.
A pesar de todo, no me arrepentía de un solo momento en esa habitación,
sabiendo que, pasara lo que pasara, quedaría grabado en mi memoria para el resto de
mi vida.

Me dirigí a la cafetería justo después del timbre del almuerzo, planeando llegar
lo suficientemente temprano para tener tiempo de hablar con Liam. Había hablado con
Dylan sobre lo que había pasado con Liam y Jason en la fiesta, y ella me había dicho que
Liam lo entendería si le explicaba todo (después de que se asustara porque Jason y yo
nos enrolláramos y me obligara a contarle todos los detalles). No estaba tan segura de
que mencionar a Jason a Liam fuera inteligente.
Estaba a punto de doblar la esquina, cuando una voz me llamó.
―Katie. ―Miré por encima de mi hombro y vi a Jimmy de pie justo detrás de mí.
Un escalofrío me recorrió. ¿Me había estado siguiendo o algo así? Un rápido
vistazo al pasillo me mostró que estábamos solos.
Las palabras de Dylan sobre Jimmy volvieron a perseguirme. De repente, parecía
tan alto. Alto y musculoso y demasiado serio. Tenía los ojos inyectados en sangre y
parecía no haber dormido en días. No sabía si era capaz de asesinar a alguien, pero la
forma en que me miraba fue suficiente para que empujara mi silla de ruedas hacia atrás
para reclamar más distancia entre nosotros.
―Realmente necesito hablar contigo.
―No quiero hablar contigo. Y te agradecería mucho que dejaras de intentarlo.
Desplazó su peso y cruzó los brazos sobre el pecho.
―Y realmente apreciaría que dejaras tu actitud de mierda por un segundo.
―No.
Empecé a moverme, pero él agarró los reposabrazos de mi silla, deteniéndome.
Inspiré rápidamente, todo en mí se puso en alerta.
―Suéltame.
―No hasta que diga lo que quiero decir.
El corazón se me subió a la garganta.
―Jimmy, si no me dejas ir, gritaré.
―Aléjate de Liam Morgan.
Por un segundo, pensé que no le había escuchado bien.
―¿Qué?
―Aléjate de él. ―Una pizca de algo oscuro casi se tragó esos ojos azules suyos, y
el miedo parpadeó en lo más profundo de mi ser.
―Suéltame ahora mismo, Jimmy.
Sus ojos se entrecerraron, estudiándome como si fuera a salir corriendo de aquí
en una fracción de segundo si se alejaba. Quitó las manos y se alejó, pero parecía
dispuesto a detenerme si me movía. Todavía no había nadie a nuestro alrededor, así
que, si hacía algo para herirme, no habría forma de detenerlo. Apreté la espalda con
fuerza contra mi silla.
―¿Por qué quieres que me aleje de él?
―No puedo decírtelo. Sólo tienes que confiar en mí en este caso.
―¿Confiar en ti? Hasta ahora, no me has mostrado una sola razón por la que deba
confiar en ti y... Espera un momento. ¿Por qué te importa si salgo con Liam o no?
Apartó la mirada, con los músculos de los brazos abultados por la tensión.
―No importa.
Ladeé la cabeza, notando un fragmento de incomodidad en las líneas de su
rostro. Liam había sugerido que yo le gustaba a Jimmy, y ahora mismo, alguien podría
decir que su comportamiento podría atribuirse a los celos. Sí que parecía tenso cada vez
que me veía con Liam.
―A ver si lo entiendo, quieres que me aleje de Liam, pero ni siquiera quieres
decirme por qué.
―No es un buen tipo para ti.
―¿Y tú lo eres?
―No estamos hablando de mí.
―La forma en que lo has dicho deja mucho espacio para la interpretación.
―No es un buen tipo, y punto.
―Ya. Bueno. ―Moví mi silla hacia atrás―. Gracias por el aviso, pero creo que estás
exagerando. Liam no ha sido más que amable conmigo hasta ahora. A diferencia de ti.
Algo inquietante brilló en sus ojos. Cállate, Katie. Si realmente es alguien capaz
de herir-matar a otros... no te busques problemas.
―Mira, tengo que irme, así que, si eso es todo lo que querías hablar, me voy. ―Un
grupo de estudiantes apareció al final del pasillo, y aproveché la oportunidad para girar
mi silla y salir rápidamente.
―Te equivocas, Katie ―gritó tras de mí―. Estás muy equivocada. Aléjate de él.
Hice una mueca al doblar la esquina y exhalé un largo suspiro una vez que estuve
fuera de su vista.
Con una sensación de mareo, pasé las puertas de la cafetería y busqué a Liam.
Sentí una patada en el estómago cuando lo vi con sus amigos en su mesa, y no sabía si
esa reacción se debía a lo que Jimmy acababa de decirme o a la conversación que
pensaba tener con Liam sobre el sábado.
Mi sonrisa se tensó cuando llegué a la mesa de Liam. Fingí que cuatro pares de
ojos no se habían vuelto instantáneamente hacia mí cuando me detuve junto a la mesa.
―Hola, Liam.
Me miró sin sonreír, lo que no me sorprendió. Había una línea de dolor en su
expresión, y sentí que tal vez Dylan estaba equivocada; tal vez no sería tan comprensivo.
―¿Podemos hablar en algún sitio?
Bajó el tenedor lentamente.
―Claro.
Lo conduje hacia las ventanas que daban al patio, sintiendo unas cuantas
miradas sobre mí. La gente seguía teniendo la costumbre de mirarme, pero no me
molestaba tanto como hace unas semanas. El doctor Peterson había dicho que sus
miradas y opiniones no me definían, que no había hecho nada de lo que debiera
avergonzarme, pero no había podido deshacerme del impulso de esconderme cada vez
que me miraban a pesar de repetir sus palabras como un mantra. Sin embargo, al mirar
ahora a algunas de esas personas que me miraban fijamente, ese impulso había
desaparecido y sentía que podía respirar más fácilmente. Todavía hubiera preferido
que no me miraran, pero al menos sus miradas se registraban como un débil eco en mi
mente en lugar de un tambor muy fuerte.
Liam apoyó su hombro en la pared.
―¿Qué pasa?
―Siento mucho haberte dejado en la fiesta de Seth. No quiero que te lleves una
impresión equivocada.
Cruzó los brazos sobre el pecho, mirando a través de las ventanas.
―¿Qué impresión creías que me llevaría?
―Yo… Me gustó mucho ese beso.
Su mirada era escéptica cuando la dirigió hacia mí.
―¿De verdad?
Ouch.
―Lo hice. Y gracias por besarme. ―¿Gracias por besarme? ¿Eso fue lo mejor que
se me ocurrió?
―No sé qué quieres que diga, Katie. Fue un golpe bajo. Ese día ya fue bastante
duro para mí, pero cuando te fuiste se puso realmente mal.
Fruncí el ceño.
―¿Qué quieres decir con que tu día ya era bastante duro?
Miró fijamente a través de las ventanas. Una línea vertical recorría su trayectoria
entre las cejas.
―Es mi madre. Me echó de nuestra casa. Por eso llegué tarde ese día.
―¿Qué? ¿Por qué?
No había reflejo en sus ojos ni cambio en su expresión, pero a juzgar por su tono
duro, estaba muy afectado.
―Su novio se mudó con nosotros y me enteré ese mismo día. Me recordó que
podía irme si tenía algún problema con eso. Tuvimos una gran discusión y acabé
golpeando a su novio. A cambio, me echó.
―Vaya. Eso es horrible. Lo siento mucho. ¿Dónde duermes ahora?
―En casa de uno de mis compañeros de equipo.
Me adelanté y cogí su mano. Dejó caer su mirada hacia nuestras manos.
―Creo que acabará arrepintiéndose, Liam.
―No lo creo, pero gracias por decirlo.
―Quizá si volvieras a hablar con ella...
Su mandíbula se flexionó.
―No cambiaría nada. Nunca lo hace.
Quise decir algo para levantarle el ánimo, pero mi cuerpo zumbó, como lo hacía
cuando alguien me observaba, y miré más allá de Liam hacia Jason en su mesa. Su
mirada estaba en mi mano sosteniendo la de Liam, recordándome que nuestras manos
seguían conectadas.
Retiré mi mano, fingiendo que mi corazón no acababa de palpitar con fuerza.
―Hay algo más que quería contarte. Jimmy Caruso acaba de hablar conmigo.
―Esperé a que la reacción de Liam cambiara, pero su rostro permaneció inexpresivo.
―¿Si?
―Me dijo que me alejara de ti.
Liam frunció el ceño.
―¿Qué?
―Sí, me dijo que no eras un buen tipo. ¿Tienes alguna idea de por qué puede
haber dicho eso?
―No. Ese tipo ni siquiera me conoce.
―Aparentemente, él cree que sí.
Se burló.
―Entonces está claro que le falta un tornillo. ―Pero entonces sus ojos se
pusieron serios―. ¿Le crees?
―Por supuesto que no.
―¿Por qué no? Por lo que sabes, podría tener razón.
―Te conozco, Liam. Eres agradable y es divertido estar cerca de ti. Eres un buen
tipo.
―¿Pero eso obviamente no es suficiente para que consideres salir conmigo?
Mi mirada se dirigió a mis manos repentinamente entrelazadas.
―Liam, no estoy segura de qué decirte. No creo que esté preparada para una
relación contigo, y no es porque haya algo malo en ti. Es por mí.
Su mirada se perdió en la distancia, sus labios medio sonrientes.
―Todos dicen eso.
―No, no es...
―Katie, me abrí a ti y prácticamente me echaste en rostro mis sentimientos.
Me estremecí.
―Esa no era mi intención, Liam. Mira, realmente te aprecio. Lo hago.
―Lo que sea, Katie ―espetó.
―Dime que puedo hacer para arreglar las cosas.
―No puedes. Ahora mismo no. Mira, creo que necesito algo de espacio.
Hablaremos más tarde, ¿de acuerdo?
Sin decir nada más, se apartó de la pared y regresó a su mesa, con pasos rápidos.
Dejé de tirar de mi cutícula, dándome cuenta de que lo había estado haciendo durante
el último medio minuto o así. Quería ir tras él y decirle que lo sentía y que no quería
hacerle daño, pero serían palabras vacías si no le daba lo que quería.
Pero no podía darle lo que quería. Por mucho que quisiera arreglar las cosas con
Liam, no podía. Porque mi obstinado corazón ya había caído en la trampa de volver a
latir por Jason.
Porque por mucho que me dijera a mí misma que me olvidara de él, mis ojos
seguían buscándolo, siempre traicionando mi mente.

Mi estómago se revolvió cuando terminó la sesión de fotos y Jason y yo éramos


los únicos que quedábamos entre bastidores.
Se dejó caer en la silla junto a mí y mi piel zumbó por lo cerca que estaba de mí.
Durante la última hora habíamos tenido que estar uno al lado del otro, incluso
abrazarnos en algunas tomas, y cada vez que había sentido su aliento en mi cuello, lo
deseaba más y más. Había sido difícil concentrarse en otra cosa que no fuera la
sensación de su cuerpo contra el mío.
Ahora que por fin teníamos algo de tiempo para estar solos, el aire entre
nosotros era instantáneamente diferente. Mantenía los ojos en el suelo, pero podía
sentir que me observaba, y cada segundo que pasaba en silencio me aceleraba más el
pulso.
―¿Qué fue lo que pasó entre tú y Liam Morgan en la cafetería?
Mi corazón se aceleró.
―Nada. Estábamos hablando del sábado. Lo dejé sin explicación antes de verte
en casa de Seth, y quería resolverlo.
―¿Por qué lo dejaste?
Desvié la mirada.
―Me confesó sus sentimientos. No pude corresponderle.
―Entonces, ¿no te gusta?
―Creía que sí. Pero sólo quería que me gustara. Eso no es lo mismo.
―Pero lo besaste.
¿Otra vez esto?
―Te enrollas con chicas todo el tiempo, Jason. ¿Por qué es malo cuando lo hago
yo?
―Porque lo hiciste minutos antes de besarme. Y hace semanas que no me enrollo
con nadie.
Abrí la boca para rebatir eso, pero era cierto. Salvo aquella chica que había
estado con él en la piscina, no le había visto con ninguna chica últimamente, ni había
oído hablar de ninguna.
Rompí nuestra mirada. ―
Cometí un error cuando lo besé, lo sé, pero ¿realmente quieres discutirlo ahora?
Tú y yo no estábamos juntos entonces. Aún no lo estamos. ―Le dirigí una mirada
mordaz.
Él suspiró.
―Tienes razón. No lo estamos. ―Apoyó los codos en las rodillas y su mirada se
dirigió a sus manos colgantes.
―Entonces, ¿por qué te comportas así?
Se miró su tatuaje de courage. El dolor se acumuló en sus ojos.
―Fui a visitar a Caroline el domingo.
El corazón me dio una sacudida en el pecho. ¿Por qué la mencionaba de repente?
El hueco en su mejilla se hizo más profundo mientras apretaba los dientes.
―No estaba bien. Empezó a llorar en cuanto me vio, y cuando llegó la hora de
que me fuera, entró en modo de pánico total. Nunca había estado tan mal. ―Hizo una
bola con la mano que llevaba el tatuaje―. No estoy seguro de que sea capaz de
soportarlo.
―¿Qué quieres decir?
Cerró los ojos, aspirando una estremecedora bocanada de aire.
―Creo que es una suicida.
El corazón me golpeó contra las costillas.
―¿Suicida?
―No deja de decir que está harta. Su trastorno de estrés postraumático ha
empeorado, y otras reclusas… digamos que es demasiado buena chica para manejarlas.
Las garras de la culpabilidad me arañaron por dentro. Me rozaban y rozaban,
creando esa sensación de pesadez en el estómago de la que no podía deshacerme.
―¿Ha hablado con alguien? ¿Un psiquiatra? ¿Alguien?
―Sí, pero no ayuda mucho. Tampoco ayuda el hecho de que nuestro padre no
pueda recomponerse. Ella sabe que nuestra familia se está desmoronando, aunque yo
trate de ocultarle los detalles.
―Todo esto parece mucho.
―Es mucho. ―Sus ojos buscaron los míos y los mantuvieron, la desesperación en
su mirada me dejó sin aliento en un rápido soplo―. Y me voy a dormir cada noche
pensando que al día siguiente me llamarán para decirme que se ha ido. Es un puto
infierno.
El latido de mi corazón era demasiado fuerte en mis oídos.
―¿Por qué me cuentas todo esto?
―Verla me ayudó a poner algunas cosas en perspectiva. La cosa es que estoy
jodido, Katie. La vida ya era bastante dura antes de ti, pero cuando ocurrió ese
accidente, todo se fue a la mierda. Fue como si la tambaleante torre de naipes que era
mi familia se derrumbara instantáneamente esa noche, y era tan fácil odiarte y echarte
toda la culpa.
―Todo este tiempo estuve pensando sólo en el lado de la historia de Caroline, y
me negué a ver el tuyo. Incluso cuando me hiciste verla, cuando empecé a verte a ti, con
todas tus facetas, siempre estaba luchando contra ti y recordándome que no debía
traicionar a Caroline, porque dejarme acercar a ti era como traicionarla. Pero no podía
olvidarme de ti. No podía olvidar lo que siento cuando estamos fingiendo. Cuando
somos otra persona, pero, de hecho, no lo somos.
Aparté la mirada, el dolor se apoderó de mi corazón. Pensé en su accidente, y
luego en su padre, que no podía superar la pérdida de su esposa y sólo se hundió aún
más después de que Caroline me golpeara. Luego en Jason, que hacía malabares con el
instituto, el trabajo y su familia disfuncional. Luego Caroline, que tenía muchas más
cosas en su vida de las que yo pensaba. Empezaba a ver cómo la ira de Jason hacia mí se
había acumulado hasta alcanzar niveles tan crueles. Sin embargo, eso no hacía que el
dolor que había causado fuera menor.
―Jason, no sé qué decir. Me has hecho mucho daño. Todas las cosas que dijiste,
todos los insultos... Pensé que las cosas estaban mejorando, pero la forma en que te
fuiste el sábado después...
―Lo sé. Y lo siento por eso. Por todo. ―Sus ojos se movieron entre los míos y
luego rozaron mis labios―. ¿Podrás perdonarme alguna vez, Katie?
Mis ojos se abrieron de par en par.
―¿Te estás disculpando?
―Sí, y espero que no sea demasiado tarde.
Hacía tanto tiempo que quería escuchar esto, que sentía como si no fuera real.
Como si estuviera hecha de cristal que pudiera romperse en cualquier momento.
―No lo sé, Jason. Quiero decirte que todo está bien, pero la cosa es que no confío
en ti. Incluso ahora siento que esto puede no ser real. Como si estuvieras actuando.
Sus ojos recorrieron mis rasgos como una suave caricia. Levantó la mano como
si quisiera tocarme, pero luego sus dedos se cerraron en un puño y bajó la mano.
―No es una actuación.
Sacudí la cabeza.
―No sé qué pensar. ¿Qué opinas de lo que ha pasado entre nosotros? ¿Sobre
nosotros?
Sus cejas se fruncieron.
―He estado dándole vueltas en mi mente, pero todavía no lo sé. No sé a qué
atenerme ni qué significa esto.
Mi corazón tartamudeó.
―No puedes enrollarte conmigo y luego actuar como si no hubiera pasado, Jason.
No estoy de acuerdo con eso.
―No quiero actuar como si no hubiera pasado. ―Puso su mano en mi barbilla y
me hizo mirarle. Sus ojos brillaban en la oscuridad―. No puedo.
El calor se encendió en mi pecho y me quedé sin aliento. La forma en que me
miraba. La forma en que se sentía su tacto... Quería hundirme en sus brazos y que me
besara sin aliento.
Pero nos encontramos con un obstáculo.
―No sabes a qué atenerte. Así que supongo que al final lo que haya pasado entre
nosotros no importa ―dije.
―Justo ahora estoy aprendiendo a aceptar lo que sea que estoy sintiendo, Katie,
y no quiero hacerte daño. Necesito tiempo.
Tenía sentido. Jason no era alguien que se precipitara en nada. Era el tipo de
persona que necesitaba calcular sus movimientos, tener el control. Y después de todo,
cualquier sentimiento hacia mí seguramente lo desequilibraría. ¿Pero aceptar? Eso
sonaba como si no estuviera del todo bien con lo que sentía por mí, y por mucho que
me doliera -por mucho que quisiera discutir con él sobre eso- sabía que no había nada
que pudiera hacer para cambiarlo. Tenía razón, sólo el tiempo podía cambiar eso.
Aparté la mirada de mis manos para mirarle.
―Lo entiendo. Así que, si eso es todo lo que querías hablar… ―Me dispuse a irme,
pero él extendió la mano para detenerme―. ¿Qué?
Sus ojos recorrieron todo mi rostro, mi cuerpo respondió inmediatamente, mi
respiración se volvió agitada. No estaba segura de cómo se resolverían las cosas entre
nosotros si él podía producir esta sensación adictiva dentro de mí tan fácilmente.
―Nada. ―Me soltó―. Nos vemos, Katie.
Con el corazón latiendo contra mis costillas, asentí y me fui, sintiéndome muy
confundida.
No sabía qué esperar de él a partir de ahora. Sólo esperaba que no me hiciera
daño al final. Que esto fuera el comienzo de algo mejor.
Pero de alguna manera, sentía que sería demasiado fácil para él romper mi
corazón. Y si uno de los dos daba un paso en falso... Sucedería. Tarde o temprano.
CAPITULO VEINTICUATRO
A medida que pasaban las semanas, Jason y yo no hablábamos de lo que había
pasado en casa de Seth ni de nuestra conversación posterior, pero alguna línea se había
cruzado. Nos habíamos quedado como estábamos, pero al mismo tiempo, no lo
habíamos hecho. Jason hablaba más conmigo, y a menudo intentaba conocerme mejor,
como preguntarme cuáles eran mis películas favoritas o cuál era mi color favorito u
otras trivialidades que nadie me había preguntado antes. Era mucho más atento cuando
practicábamos a solas, ayudándome siempre que me sentía atascada en algún sitio, pero
nunca me tocó ni me besó como había hecho en casa de Seth, ni siquiera cuando
improvisábamos. Siempre se aseguraba de que estuviéramos dentro de los límites
profesionales, pero a menudo tenía la sensación de que le costaba mucho seguir
actuando en lugar de salirse con la suya. Incluso sin definir, la tensión entre nosotros
no hizo más que crecer después de ese día, siempre presente y siempre a fuego lento.
Comenzó al día siguiente, cuando llegamos al instituto a la misma hora. Cuando
salí del auto de Dylan, vi una bandada de chicas que rodeaban a Jason mientras salía de
su auto, él las saludó con una sonrisa fácil, pero a diferencia de antes, no se detuvo a
hablar con ellas. Se dirigió a la entrada y ellas lo siguieron como una sombra, cada una
tratando de superar a la otra. Sin embargo, sus ojos no estaban sobre ellas. En absoluto.
Recorrieron el estacionamiento en busca de algo hasta que se detuvieron en mí, dando
a entender que era a mí a quien buscaban. No apartó la mirada y tuve que hacer un
esfuerzo consciente para seguir respirando.
Sus ojos siguieron buscándome durante los días siguientes, y sus manos siempre
parecían encontrar un motivo para tocarme. Una vez, me quitó un mechón de cabello
del rostro justo después de que el viento me lo llevara a los ojos, y luego estaba el asunto
de su mano posada en la mía cada vez que me pasaba algo o tocaba mi hombro cada vez
que quería ilustrar un punto. Mientras tanto, mis sentimientos por él crecían. Nuestro
momento en casa de Seth había creado un terreno fructífero para mis fantasías, que
brotaban y se multiplicaban día a día, y cada vez que me besaba en el escenario, era una
lucha por no seguir besándolo, por no seguir explorando su cuerpo del que estaba
hambrienta.
La diferencia en nuestra relación no pasó desapercibida para el alumnado. No es
que fuera posible que pasara desapercibida cuando Jason a menudo se tomaba selfies
de nosotros y las publicaba en su Instagram, haciendo que pareciera que todo formaba
parte del bombo previo al juego, pero yo ya sabía que no era así. Como resultado, los
estudiantes a menudo nos miraban cuando estábamos juntos, o las chicas susurraban
entre ellas, sus dedos señalando entre Jason y yo. Los rumores sobre nuestra relación
se habían multiplicado, cada uno más picante que el anterior, pero supuse que los
rumores eran buenos en cierto modo: hacían que todo el mundo se olvidara de la
novedad de que yo fuera elegida como Chloe.
En cuanto a mi actuación, ahora que las cosas eran más fáciles entre Jason y yo
en el escenario, mi actuación también era mejor. A medida que pasaban los días, me
sentía mejor mentalmente, y eso se reflejaba en la forma en que veía mi actuación. Cada
vez estaba más decidida a hacer un buen trabajo, con la esperanza de que cuando llegara
la noche de la actuación, impresionaría a algunas personas.
Mi mejor estado mental también afectó a mi actitud con respecto a mi apariencia.
Siguiendo las instrucciones de Dylan, presté más atención a mi cabello y a mi ropa, e
incluso me esforcé en mi maquillaje, aprendiendo por fin la forma correcta de ponerme
delineador de ojos y de resaltar mi rostro. Fue duro y me llevó tiempo, pero por fin me
sentía guapa cuando me miraba en el espejo, y esa sensación valía la pena.
Jason había notado definitivamente el cambio. Cuando me vio maquillada por
primera vez, sus ojos recorrieron mi rostro con reverencia, estudiando cada centímetro
como si no pudiera apartar la mirada. Se había hecho el disimulado, diciéndome que me
veía bien, pero no había podido apartar los ojos de mí. Incluso se equivocó en algunas
líneas durante el ensayo. Eso no hizo más que aumentar la energía que corría entre
nosotros, que pedía ser actuada.
Hablando de ensayos, habíamos empezado a ensayar con nuestros trajes y el
escenario estaba preparado para la noche de la presentación. Cuanto más nos
acercábamos, más emocionados estábamos todos, lo que culminó diez días antes de la
presentación. Los ensayos estaban llenos de energía. Stella y Lucas habían ideado un
nuevo juego de manos para jugar antes del ensayo, y era como su mini ritual. Ling no
paraba de rapear, actuando como si fuera el próximo Eminem. Lori estaba haciendo
algunos de sus movimientos de breakdance, a los que se unía a menudo Tallie, que en
realidad era mala para bailar, aun así, daba lo mejor de sí para copiar los movimientos
de Lori.
Y Jimmy... Jimmy estaba igual, con su mirada constantemente puesta en mí.
Nunca más me había advertido de Liam ni se había acercado a mí para hablar de nuevo,
lo que hacía que nuestra última conversación fuera más extraña. En cuanto a Liam,
nunca había mencionado lo que había sucedido en la fiesta, pero también estaba
notablemente distante, y yo echaba de menos su amistad. Para empeorar las cosas, cada
vez que me veía con Jason, su estado de ánimo empeoraba, no ayudaba que Jason mirara
a Liam como si quisiera patearle el culo en cualquier momento.
Jason y yo nunca hablamos del accidente -ni siquiera sabía si todavía me lo
reprochaba-, pero me gustaba creer que había cambiado de opinión al respecto, que ya
no me lo reprochaba. Me había contado más sobre su relación con Caroline, lo unidos
que habían estado siempre y cómo había asumido el papel de protector después de su
accidente. Parte de la razón por la que estaba trabajando tan duro era para
proporcionarle estabilidad una vez que saliera del reformatorio. No había vuelto a
mencionar nada sobre la posibilidad de que fuera suicida, pero esas palabras se habían
grabado en mí, alimentando la culpa que últimamente había alcanzado nuevos niveles.
Caroline había dejado de llamar a mi casa, pero eso no disminuía la culpa, y yo
seguía yendo a dormir imaginándola allí, sola y asustada, llorando hasta quedarse
dormida. No había tenido nuevos recuerdos, pero mis pesadillas eran más frecuentes
que nunca, y Caroline siempre las protagonizaba, a veces terminando con un cuchillo
en la garganta y diciendo, “Tú me hiciste esto, Katie”. Siempre me despertaba cubierta
de sudor y respirando como si mis pulmones estuvieran hambrientos de aire.
―¿Te sientes culpable por el accidente, Katie? ―Preguntó el doctor Peterson
después de que le mencionara esa pesadilla.
El aire zumbaba tranquilamente a través de las rejillas de ventilación superiores.
Por lo general, era un sonido relajante, pero ahora tenía cero efecto en mí.
―Yo… No lo sé. Culpé a Caroline durante mucho tiempo, pero ahora no sé cómo
sentirme.
―¿Por lo que te dijo su hermano? ¿Que ella podría ser suicida?
―Sí. Me crea una nueva perspectiva. Como que ella también es humana. Cometió
un error, y ahora está pagando por ello. Se siente difícil seguir guardando rencor contra
ella sabiendo que sus días son probablemente infernales ahí dentro.
―¿Pero por qué te sentirías culpable? Ella conducía demasiado rápido bajo los
efectos del alcohol y acabó atropellándote en la acera. No parece que nada de eso sea
culpa tuya.
Me acomodé el cabello detrás de las orejas.
―Hay algo que me dijo su hermano. Que debería haberme movido cuando vi
venir su auto. Afirmó que tuve tiempo suficiente para moverme, pero eso tiene que
estar mal. Todo sucedió tan rápido. Es fácil señalar con el dedo a alguien y decir que
debería haber reaccionado mejor, más rápido, pero es diferente cuando eres tú el que
está en el lugar.
―Exactamente. Así que no deberías sentirte culpable.
―Lo sé, pero, aun así. Lo que dijo me molesta por alguna razón.
―Yo diría más bien que lo que estás experimentando es lo que se llama culpa
relacionada con el trauma. ―Continuó explicando al ver mi mirada perdida―. La culpa
relacionada con el trauma proviene de la creencia de que podrías haber hecho algo
diferente durante el momento del trauma. Piensa en los factores en juego y pregúntate,
¿eres realmente responsable del estado de embriaguez de esa chica? ¿Eres responsable
de que ella perdiera el control de su auto y te atropellara en la acera? Piénsalo
detenidamente. Tu perspectiva podría cambiar.
Lo hice. El doctor Peterson desvió la conversación hacia mi depresión, pero mi
mente volvía una y otra vez al accidente, y traté de reconstruir todo, en la medida en
que mis nebulosos recuerdos me lo permitían. Mi mente estaba llena de imágenes de
esos dos faros y una calle oscura, pero no significaban nada por sí solas.
Cuando terminé la sesión, estaba oscuro afuera, y el aire frío me hizo temblar
cuando salí de la consulta. Subí la cremallera de mi chaqueta y busqué mi mochila para
tomar el teléfono y llamar a mamá, pero entonces las sombras brillaron delante de mis
ojos. Parpadeé para aclarar mi visión, pero sólo empeoró, y ya no podía ver la luz
proyectada por las farolas, ni oír el ruido lejano de los autos. Todo lo que vi fue la calle
de aquella noche y dos destellos de luz. Lo único que oía era el sonido del claxon, que
llenaba mis oídos una y otra vez, y se hacía tan fuerte, y mi cuerpo se estrellaba contra
aquel auto, y todo estaba al revés, pero en todo ello, lo que dominaba mi mundo era el
dolor dentro de mí. Profundo. Implacable. Interminable.
―Katie. ―Alguien me agarró por los hombros―. ¡Katie! ¿Puedes oírme?
Abrí los ojos de golpe, encontrando a Jason a pocos centímetros. Lo enfoqué con
un parpadeo, confundida por si realmente estaba allí.
―¿Jason?
―Te llamé un par de veces, pero parecías fuera de sí. ¿Estás bien?
Solté un largo suspiro. Las farolas estaban justo donde habían estado hace unos
momentos, y la calle estaba vacía, sin autos a la vista. El corazón me latía enloquecido
en el pecho, como un eco de su ritmo de aquella noche. Todo era muy confuso.
Pero estaba bien. Estaba a salvo.
―Ahora sí. ¿Qué estás haciendo aquí?
―Estaba saliendo del trabajo cuando te vi aquí. ―Sus manos seguían sujetando
mis hombros. Incluso a través de mi chaqueta, podía sentir su huella abrasadora―. Estás
temblando.
―Tengo frío.
―Entonces vamos a llevarte a un lugar cálido.
Ladeé la cabeza en forma de pregunta.
―Podemos pasar el rato en mi casa.
Mi corazón dio como una docena de saltos diferentes. Desde que la biblioteca
había reabierto, habíamos vuelto a tener nuestras prácticas allí, así que esta sería la
primera vez que pasaríamos tiempo juntos en su casa. También sería la primera vez que
pasaríamos tiempo juntos simplemente pasando el rato.
Me lamí los labios.
―Claro, vamos.
Miró el cartel de la consulta del doctor Peterson mientras nos dirigíamos a su
auto, y la comprensión apareció en su rostro.
―Por eso nos viste a mí y a mi padre aquel día. Vienes aquí.
No había ningún juicio en su rostro, pero mis mejillas se calentaron de todos
modos.
―Sí. Empecé a visitar al doctor Peterson hace un par de semanas. ―Podía sentir
sus ojos ardiendo en el costado de mi rostro―. Pero como te dije, no estoy realmente
loca.
―Y yo te dije que no tienes nada de qué avergonzarte. ¿Fue un recuerdo lo que
tuviste hace un momento?
―Sí.
―¿De qué se trataba?
Una parte de mí quería decírselo, pero entonces tendría que hablarle también de
mi culpa, y no estaba segura de estar preparada para contarle eso.
―Prefiero no hablar de ello.
―De acuerdo. ―Puso su mano en mi hombro, el toque era tan ligero, pero tan
poderoso―. Pero si alguna vez quieres hablar, soy un buen oyente.
Como los primeros rayos de sol atrapados en los pétalos de una frágil flor, mi
corazón se expandió con una ola de alegría, y toda mi vergüenza anterior se derritió.
Me encontré sonriéndole.
―Gracias.
Parpadeó, con los ojos clavados en mi boca. Mordiéndose el labio, me abrió la
puerta y subí a su auto. El deseo se agitó en lo más profundo de mi ser, haciéndose más
fuerte cuando él se deslizó en su asiento tras el volante. Estábamos tan cerca el uno del
otro. Mis uñas se clavaban en las palmas de las manos cada vez que él movía la mano
para cubrir la palanca de cambios. Seguía imaginando que esa mano llegaba a mi muslo,
seguía imaginando que recorría todos mis puntos sensibles, y luego sus labios...
De acuerdo, estaba excitada, y estar a su lado en su auto no ayudaba. Su perfecto
aroma era una tortura, que flotaba en el aire lo suficiente como para atraerme. Era difícil
mantener las manos quietas. Tuve que contar los edificios por los que pasábamos para
no hacer una tontería, como rozar su mano con la mía y fingir que era un accidente.
Estaba tan distraída con él que sólo me di cuenta de que no estábamos en su casa
cuando se detuvo en el estacionamiento de un bloque de apartamentos. Además,
estábamos en una parte completamente diferente de la ciudad.
―¿Jason? ¿Por qué estamos aquí?
―Ya lo verás.
Se bajó y me trajo la silla de ruedas. Me acomodé y lo seguí hasta un edificio de
ladrillos rojos, que por suerte tenía una rampa que conducía a su entrada. Entramos y
Jason me llevó a un apartamento al final del pasillo. Lo vi sacar las llaves del bolsillo y
abrir la puerta antes de apartarse para dejarme pasar. La puerta tenía un pequeño
umbral, que pude manejar por mi cuenta.
Un pequeño pasillo conducía a una sala de estar con cocina americana. Las
camisas desparramadas sobre el respaldo del sofá manchado de cerveza, los platos
esparcidos por la mesa de centro y el olor rancio de los cigarrillos eran signos
reveladores de que era la casa de un hombre.
―Ignora el desorden. Es de mi compañero de piso. No está aquí, así que no nos
molestará.
―¿Tu compañero de piso?
―Esta es mi casa ahora. Me mudé de la casa de mi padre.
Oh.
―¿En serio? ¿Cuándo?
―En mi cumpleaños. La semana pasada.
Dos cosas computaron en mi mente simultáneamente, una, había cumplido su
palabra de dejar la casa de su padre cuando cumpliera dieciocho años, y dos, su
cumpleaños fue la semana pasada.
―Bien, espera. ¿Era tu cumpleaños? ¿Por qué no se lo dijiste a nadie?
―No le doy importancia a los cumpleaños. Vamos a mi habitación.
Lo seguí al interior de una habitación que era sólo un poco más grande que su
antigua habitación, pero que estaba limpia igualmente. Era fácil creer que el desorden
de la sala de estar era obra de su compañero de piso, porque el espacio de Jason estaba
limpio y ordenado. Había traído sus fotos familiares, que ahora estaban encima de una
de las estanterías montadas en la pared. Su olor estaba presente en todas partes, y mis
hormonas se dispararon. Estábamos solos en su casa y todo parecía tan íntimo. Mi
corazón no dejaba de latir irregularmente en mi pecho.
Estaba de pie justo detrás de mí, y cuando levanté la cabeza para mirarlo, noté
que su pecho subía y bajaba un poco más rápido. Sus ojos eran más oscuros que de
costumbre.
Se me cortó la respiración. Mi cuerpo estaba hambriento de la intimidad que
habíamos compartido en casa de Seth.
―¿Quieres algo de beber?
Me aclaré la garganta. Beber, claro. Concéntrate.
―¿Tienes jugo de naranja?
―Sí. Espera aquí.
Le mandé un mensaje rápido a mamá para avisarle que estaba en casa de Jason,
y en respuesta, me mandó un mensaje: En su casa, ¿eh? Diviértete. Todo con el emoji
del guiño. Tuve que releer el mensaje, desconcertada. Mi madre no ocultaba que estaba
satisfecha de que yo fuera, como ella decía, más sociable, y que permitía casi cualquier
cosa que me mantuviera fuera de mi habitación. Con un movimiento de cabeza, volví a
meter el teléfono en la mochila.
Jason volvió con jugo de naranja para mí y un refresco para él. Me entregó mi
bebida, asegurándose de que sus dedos rozaran los míos antes de apartarse, creando
un poderoso escalofrío en mí. Se sentó en el borde de su cama y la habitación se encogió
mientras nos mirábamos.
―¿Cómo reaccionó tu padre cuando le dijiste que te ibas?
―No se lo tomó bien. Me rogó que me quedara y me prometió que cambiaría.
Pero no importa. Necesitaba un lugar que pudiera llamar mío, así que aquí estoy. ―Por
un momento, parecía agotado, tanto emocional como físicamente. Deseaba que su padre
entrara finalmente en razón.
―¿Crees que acabará por cambiar de opinión?
Se pasó los dientes por el labio inferior, un movimiento que me llamó mucho la
atención.
―No lo sé. Pero ya me cansé de esperar.
Le di un sorbo a mi jugo.
―¿Por qué no le das importancia a los cumpleaños?
Se apoyó en los codos y tuve que esforzarme para no mirar sus abdominales.
―Porque mi madre murió justo antes. Desde entonces, asocié mi cumpleaños
con su muerte.
―Oh. Lo siento mucho, Jason. No habría preguntado si lo hubiera sabido.
―Está bien. No lo sabías.
Extendí la mano y la puse sobre su rodilla, dándome cuenta de lo que había hecho
sólo después de que sus ojos se posaran en mi mano. Pero no me aparté, aumentando
mi presión sobre su rodilla para que supiera que estaba aquí sí necesitaba hablar de
ello.
―¿La echas de menos?
Sus ojos eran dos piscinas oscuras.
―Todos los días.
―Estoy segura de que está orgullosa de ti, esté donde esté.
Sus labios se torcieron en la esquina.
―¿Cómo puedes saber eso?
Había suficiente espacio para moverme, y me detuve junto a la mesa de su
ordenador, mirando el tablero de corcho que había encima. Estaba cubierto de notas
adhesivas garabateadas sobre el carácter y los gestos de Nathan. En una esquina del
escritorio había una pila de guiones y en otra una pila de libros de interpretación, cada
uno de los cuales trataba un tema diferente.
Señalé con la mano su escritorio.
―Estás haciendo todo lo posible para hacer algo de ti mismo, no sólo para ti sino
también para Caroline. Si tu madre estuviera viva, estaría muy feliz y orgullosa de ti.
El dolor proyectó una sombra sobre sus ojos.
―Supongo que la idea de que ella esté orgullosa de mí es lo que me hace seguir
adelante cuando quiero rendirme. Y también lo hago por ella. Tenías razón ese día: estoy
tratando de hacer realidad mi sueño para los dos.
―Y lo harás. Todo tu trabajo te llevará a ello. Así que no te atrevas a rendirte.
―Yo podría decir lo mismo de ti. La estás rompiendo.
Esto me hizo reflexionar.
―¿Tú crees?
―Lo sé. Consumes a todo el mundo cuando te metes de lleno en el personaje. Me
consumes a mí.
Mi corazón dio un vuelco ante esa última frase.
―¿Seguro que no estás tratando de hacerme sentir mejor?
―Vamos, sabes que no elogio a nadie si no es merecido. Me equivoqué mucho
contigo. ¿Toda esa charla sobre que no tienes talento? Era toda una puta mierda.
Mis mejillas se encendieron y mi corazón revoloteó como un pájaro batiendo sus
alas contra su jaula.
―Quizá tenía talento, pero no podía brillar porque no me esforzaba entonces.
―Lo que demuestra lo lejos que has llegado.
―Tienes razón. He llegado muy lejos.
Mis ojos se dirigieron a la foto de Jason en el escenario en su mesita de noche, y
sólo ahora me di cuenta de lo correcta que era esa afirmación. Y me di cuenta de que
estaba dando la vuelta a la esquina. Últimamente, había empezado a pensar más en mi
futuro y en cómo encajaría en él, pasaba horas soñando con actuar en varias
producciones. Tenía más esperanzas, más... algo. Como si ya no estuviera atrapada en
el bucle de las dudas y la grisura, sino que realmente estuviera llegando a algún sitio.
―Esto parecía inalcanzable cuando conseguí el papel.
―¿Por qué?
Puse mi bebida sobre su escritorio y mantuve la mirada en él.
―He tenido depresión durante mucho tiempo, incluso antes del accidente, pero
el accidente fue el golpe final. Con mi estado llegaron un montón de problemas
diferentes, e incluso algo sencillo, como recoger algo del suelo, se convirtió en una lluvia
de ideas y en sopesar si podía hacerlo por mí misma o no. ¿Sabías que odiaba esta silla
de ruedas? Mucho. Cuando mi padre entró en mi habitación con esta silla y me dijo que
era mía, empecé a gritarle que se fuera. Me negué a usarla los primeros días.
―¿Y ahora? ¿Cómo te sientes ahora?
―Me siento mejor. No sólo sobre eso. Sobre todo. Estas últimas semanas en el
escenario me han recordado lo feliz y bien que me hace sentir la actuación,
especialmente cuando estoy actuando como un personaje tan complejo y con tantos
matices emocionales como Chloe. Y después de lo que me dijiste ese día -que puedo
tener todas las oportunidades que quiera- finalmente me di cuenta de que era mi peor
enemigo. Así que ahora me estoy esforzando más y, curiosamente, no me parece tan
difícil. Todavía no sé cómo reconciliar a la antigua Katie con quien soy ahora, pero lo
manejo todo con un poco más de facilidad.
Cuando por fin lo miré, me encontré con que me observaba con tal intensidad
que me dejó sin aliento. El color subió a mis mejillas cuando no apartó la mirada.
―Es bueno escuchar eso. Quiero que seas feliz. ―Las líneas del ceño aparecieron
alrededor de su boca―. Cuando tuviste un ataque de pánico ese día, algo en mí se
deshizo, Katie. Vi lo bien que conoces el dolor, y fue algo que pude entender porque yo
también lo conozco muy bien. Y cuando dijiste que era difícil ayudar a alguien que
estaba perdido por dentro, no pude evitar querer...
―¿Querer qué?
―Protegerte.
Cada palabra era una caricia contra mi alma torturada. Me costaba respirar.
―¿Por eso hablaste con el conserje? ¿Para protegerme?
―Sí.
Mi corazón bombeó rápidamente. Tragué con fuerza mientras movía mi silla
para estar frente a él.
―Parece que te gusta ayudar a las damiselas en apuros. ―Mis palabras eran
burlonas, refiriéndome a su actitud protectora hacia Caroline.
Él esbozó una sonrisa.
―Es mi punto débil.
―¿Qué otros puntos débiles tienes?
Mis palabras hicieron que algo cambiara entre nosotros. Lentamente, se sentó.
Sólo unos centímetros separaban ahora nuestras rodillas, sus ojos oscuros clavados en
los míos.
―¿No te gustaría saberlo?
Mi aliento salió de mis labios en una exhalación temblorosa. Sus dedos se
deslizaron por mi mandíbula y se enroscaron brevemente en mi barbilla antes de
comenzar a descender por mi cuello. Sus ojos siguieron el movimiento. El aire entre
nosotros se volvió eléctrico.
Mis labios se separaron. Era como si todo llegara a esto, a la necesidad de sentirlo
todo. Sus dedos me rozaron la clavícula y se acercaron deliciosamente a la turgencia de
mis pechos. Mi pulso se aceleró cuando su lengua salió para mojar su labio. No podía
dejar de mirarlo.
―Creo que puedes adivinar otro de mis puntos débiles.
Inconscientemente, me incliné hacia él. Mi respiración salió en pequeños jadeos.
―¿Yo?
―Tú. ―Me enganchó un mechón de cabello detrás de la oreja. Mis entrañas se
calentaron de deseo.
―Pruébalo.
Si sus ojos habían sido oscuros antes, ahora eran el cielo de medianoche.
―¿Cómo quieres que lo demuestre?
―No lo sé. Tienes conocimientos. Creo que se te ocurrirán algunas ideas.
Con una sonrisa de oreja a oreja, me tocó un lado del cuello y su pulgar rozó el
contorno de mi oreja. Me estremecí.
Se tomó su tiempo para inclinarse hacia mí y dejó un suave beso en mi mejilla.
Luego en la barbilla. En el cuello. Sus labios se deslizaron hasta la comisura de mi boca,
y no pude resistirme a cerrar la distancia que quedaba entre nuestros labios. Era todo
calor, placer y deseo, y no podía tener suficiente. Con un gemido, me agarró por los
hombros y me besó con más fuerza, haciendo que me recorrieran llamas de deseo. Me
agarré a su cintura, disfrutando de la fuerza de sus músculos.
Enganchó las manos debajo de mis muslos y me puso sobre su regazo para que
me sentara a horcajadas sobre él. Algo palpitó en mi interior.
―¿Está bien así?
―Sí ―exhalé.
―No podía sacarte de mi mente. Seguía imaginando esto.
―¿Lo hiciste?
―Sí. Incluso estuve a punto de hacerlo realidad un par de veces, pero no estaba
seguro de que lo quisieras.
―¿Si lo quería? Todo este tiempo no estaba segura de lo que sentías. Dijiste que
necesitabas aceptar tus sentimientos, pero pensé que tal vez...
―¿Tal vez qué?
Aparté la mirada.
―Tal vez tus sentimientos habían desaparecido.
Sus labios se torcieron.
―Como si fuera tan fácil. Estás bajo mi piel, Katie.
Mi corazón se expandió con una ola de calor, doliendo dulcemente.
―¿Y qué hay de las otras chicas? ¿Quieres...?
―No quiero a nadie más que a ti. ¿Qué hay de ti?
Pasé la yema del dedo por su piercing.
―Sólo te quiero a ti.
Sonrió con una sonrisa tan feliz, una que nunca había visto antes, ni siquiera
cuando hablaba con otras chicas. La felicidad que nunca había sentido antes explotó
dentro de mí.
Enterró su rostro en mi cuello y su lengua comenzó a bajar lentamente mientras
sus manos buscaban el dobladillo de mi jersey. Me lo quitó de un tirón por encima de la
cabeza, y entonces sus ojos se posaron en mis pechos, bebiéndome como si estuviera
sediento. Me alegré mucho de haber dejado que Dylan me convenciera de comprar el
sujetador de encaje morado que llevaba cuando salimos de compras la semana pasada.
―Qué sexy. ―Sus labios se cerraron alrededor de mi pezón a través del fino
material, y mi espalda se arqueó por sí sola. Su lengua salió al encuentro de la punta de
mi pezón, produciendo un placer chisporroteante.
―Eres tan sensible a mí. ―Me acarició el otro pecho con una mano, mientras
utilizaba la otra para desabrocharme los vaqueros. ―Quiero volver a tocarte. Quiero
probarte. ¿Puedo probarte?
―Sí. ―Salió sin aliento.
Metió su mano dentro de mis vaqueros hasta donde le permitía la cremallera,
pero no fue suficiente. Su otra mano se dirigió a mi culo y me apretó contra él, añadiendo
fricción, pero seguía sin ser suficiente. Gruñí impaciente.
De un tirón, me levantó, se dio la vuelta y me depositó en el borde de la cama,
bajando hasta sus rodillas.
―Te los voy a quitar. ―Me bajó de un tirón los vaqueros y los tiró a un lado, sus
ojos eran puro fuego cuando se posaron en mis bragas. Se lamió el labio inferior
mientras me estudiaba―. Eres tan hermosa, Katie. ¿Lo sabes? Tan jodidamente
hermosa.
La satisfacción se abrió paso a través de mí. No había una pizca de mí que dudara
de él. No podía, no cuando nunca había parecido más genuino y real que ahora,
mirándome como si fuera una diosa. Y yo me sentía como tal. Me sentí la chica más sexy
del mundo mientras él subía sus manos por mis piernas lentamente y empujaba mis
muslos para abrirlos, bajando su cabeza. Me besó justo donde yo más quería.
―Jason.
―¿Está bien?
―Sí ―siseé mientras él presionaba su rostro contra mi abertura―. Hazlo otra vez.
―Lo hizo, y pronto, mis bragas se convirtieron en una barrera demasiado grande―.
Jason, yo...
―Dime. Comunícate conmigo, Katie. Dime todo lo que quieres que haga, y lo haré.
―Quítame las bragas. Yo… Necesito tus labios directamente sobre mí.
Haciendo un sonido gutural en su garganta, me quitó las bragas y se metió de
nuevo. Su lengua se introdujo en mi interior y fue todo lo que siempre había fantaseado
y mucho más. Agarré su sábana con las manos y me agarré con fuerza, subiendo
rápidamente la ola de placer.
―Más, Jason.
―¿Más?
―Sí, yo...
―¿Así? ―Su dedo empujó dentro de mí, y se sintió tan bien.
―Sí.
Nuestros ojos se encontraron justo cuando añadió otro dedo, y sentí que iba a
arder. Mi corazón se contrajo con mis sentimientos por este chico, y sentí el impulso de
contarle todo. De decirle lo mucho que significaba para mí y lo adicta que era a él. Cómo
su tacto me poseía. Cómo sus besos me marcaban. Todo.
Pero no lo hice, sino que grité su nombre mientras alcanzaba el punto álgido y
explotaba con tanto placer que no sabía dónde empezaba ni dónde terminaba.
―¿Fue bueno, nena?
No podía hablar, así que me limité a asentir. Sonriendo, se levantó y me besó, su
lengua chocando con la mía mientras me agarraba por la cintura y me movía para que
me recostara contra sus almohadas. Se acomodó entre mis muslos y me llevó las manos
por encima de la cabeza, apretando contra mí.
―Quiero hacerte sentir así de bien una y otra vez.
Todo en mí se tensó de placer. Levanté la cabeza y le besé con fuerza. Él soltó sus
manos y me permitió pasarlas por su pecho y sus hombros. Un escalofrío lo recorrió.
Le besé el cuello, sintiendo su pulso palpitando salvajemente contra mis labios.
―Te necesito dentro de mí, Jason.
Sus ojos se abrieron de par en par, volviéndose tan animales por un breve
segundo que no lo reconocí. Pude ver lo que mis palabras le habían hecho, lo mucho que
me deseaba, pero no se movió.
―¿Estás segura?
Sentí una punzada en el pecho.
―¿No me deseas?
―No, no es eso. Te deseo, pero ¿estás segura de que quieres hacerlo ahora?
―Te he deseado durante mucho tiempo. No quiero esperar. Quiero
experimentarlo contigo ahora mismo.
―Eres virgen. ―No era una pregunta.
―¿Es eso un problema?
Sonrió suavemente.
―No. Pero no quiero hacerte daño.
―No lo harás.
Su mirada se calentó. En un instante, me estaba besando, sus labios aplastándose
contra los míos.
―Eres perfecta. Tan perfecta. ¿Lo sabes? ―Su lengua acarició la mía mientras sus
manos se deslizaban por mi cintura. Cada punto que tocaban parecía arder.
Me levantó por debajo de los brazos y me colocó en el centro de la cama. Me
desabrochó el sujetador y me lo quitó, dejándome completamente desnuda, y mientras
sus ojos recorrían cada centímetro de mí, me sentía cada vez más poderosa. Este
magnífico tipo me deseaba a mí, a Katie Turner, con todos sus defectos, inseguridades
y estúpidas dudas. Y nada importaba más que conseguir finalmente todo de él.
―Sólo hay una cosa. Yo también puedo tocarte.
Su sonrisa era lobuna.
―Lo que quieras, nena.
Me senté y le quité la camiseta. Mis ojos recorrieron los deliciosos planos y
curvas de su pecho y su torso como una obertura. Demasiado ansiosa, levanté las manos
para recorrer su pecho y las duras crestas de su estómago, necesitando sentir cada
músculo. Dondequiera que tocaba, las yemas de mis dedos lo encontraban tenso bajo
mi exploración, y hacía su progreso lento a propósito.
Para cuando empecé a tantear la cremallera de sus vaqueros, jadeaba y apenas
se mantenía a raya. Tanto es así que cuando le bajé los vaqueros y los calzoncillos y lo
toqué, se sacudió tan violentamente que parecía que le dolía.
―Joder, Katie.
Siseó cuando pasé mis dedos por su longitud. Su control se rompió en el
momento en que le rodeé con mi mano, y se quitó los vaqueros y los calzoncillos antes
de empujarme hacia atrás para tumbarse. Buscó un condón en su mesita de noche, abrió
el paquete y se lo puso con un movimiento fluido.
Me tomó por detrás de las rodillas, abriéndome de par en par para él. Se sentó
sobre sus talones.
―Esto va a doler.
―No me importa.
Él gimió.
―Me estás matando. ―Se introdujo dentro de mí y gimió una vez que estuvo
completamente dentro, con los ojos en blanco―. ¿Cómo te sientes?
Principalmente, me sentía llena. Había dolor, pero cuanto más tiempo estaba
dentro de mí, más débil era, y sentí un indicio de placer esperándome.
―Bien. Puedes moverte.
―¿Segura?
Sonreí y le pasé las manos por el cabello, acercándolo a mí.
―Sólo muévete.
Salió y volvió a entrar, y el placer me inundó. Estaba muy dentro. Gemí,
inclinando la cabeza hacia atrás. Plantó sus labios en mi cuello y dejó una línea de besos
hasta mi clavícula. Su mano recorrió mi clavícula y mi pecho, extendiendo el calor sobre
mi piel, y las sensaciones simultáneas fueron demasiado. Rodé la cabeza contra la
almohada mientras la presión empezaba a aumentar en mí una vez más.
Aumentó su ritmo y fundió mis labios con los suyos como si fuera la primera y
última vez que me besaba. Encontré su lengua caricia por caricia, ahogándome cada vez
más. Nunca hubiera imaginado que sería así. Así de intenso. Así de absorbente. Ninguna
fantasía podría acercarse a esto. A la conexión entre nosotros que latía más fuerte que
nunca, que me hacía sentir como si fuéramos uno. No quería que esto terminara nunca.
Bajó sus labios a mi cuello y se movió aún más rápido, y yo exploté con un placer
que no tenía fin. Todo su cuerpo se tensó y se enterró hasta la empuñadura, gimiendo
al detenerse bruscamente.
Cerré los ojos y lo atraje contra mi pecho, estrechándolo contra mí. Nunca me
había sentido tan saciada ni tan bien. Tenía ganas de reír, así que lo hice, una y otra vez.
Me sentía muy feliz. Feliz y satisfecha.
Se levantó para mirarme, sonriendo.
―¿Por qué te ríes?
―Porque me siento muy bien.
Se rio y pasó el dorso de sus dedos por mis mejillas.
―Ya somos dos. ―Lentamente, se retiró de mí―. ¿Te duele? ―Sacudí la cabeza―.
Espera aquí.
Una vez que se limpió, volvió con una toalla y me limpió suavemente allí abajo.
Me sonrojé. Sentí que aquello era muy íntimo, lo cual era ridículo, viendo lo que
acabamos de hacer, pero supuse que me llevaría un tiempo acostumbrarme a ver a este
Jason. A ser mimada por él.
―¿Quieres ver una película conmigo? ―Preguntó una vez que estuvimos vestidos
de nuevo.
No necesitó convencerme. Habría aceptado casi cualquier cosa ahora mismo.
―Me encantaría.
Apagó la luz y llevó su portátil a la cama, acomodándose contra las almohadas y
yo acurrucándome contra él. Acomodé mi cabeza en el rincón de su hombro.
―¿Jason?
―¿Hm?
Me apoyé en el codo y pasé el pulgar por su piercing.
―Tengo curiosidad. ¿Por qué me besaste como lo hiciste en el teatro cuando la
señorita Holloway se fue? ―Le pasé el dedo por los labios―. Y por el amor de Dios, no
digas que fue por Nathan.
Se rió. Su mano atrapó la mía y besó la punta de mi dedo.
―¿Qué opinas?
―No pudiste resistirte a mí después del vómito de palabras que solté tras
nuestro primer beso.
La comisura de su boca se levantó.
―Sí, eso fue lo que selló el trato. ―Pasó el dorso de su dedo por la longitud de mi
cuello―. Nuestro primer beso me sorprendió muchísimo. Pero el segundo... se sintió
demasiado bien, y rápidamente se salió de control. No quería admitirlo, pero quería
más.
Mi estómago se revolvió con satisfacción.
―¿Así que ya te gustaba entonces?
Sus ojos estaban serios.
―Resulta que me gustabas incluso antes de eso. Sólo que aún no lo sabía.
Nuestros labios se encontraron en la corta distancia, y su brazo se apretó
alrededor de mí. Su boca me proporcionó un placer instantáneo. No importaba que me
hubiera besado hace un rato, no importaba que ya me hubiera dado tanto placer, quería
mucho más.
―Deberíamos dejar esto y empezar a ver la película antes de que te coma otra
vez.
Mis entrañas se agitaron y volví a tumbarme, sonriendo. Me puse más cómoda
contra él mientras empezaban los créditos iniciales. No me extrañó que encajáramos
perfectamente, que nuestros cuerpos se amoldaran el uno al otro.
No sé en qué momento de la película mis ojos empezaron a cerrarse solos. Sólo
sabía que me sentía cálida y segura y, por primera vez en lo que parecía una eternidad,
me sentía puramente feliz.
Acogida por la certeza de que Jason y yo íbamos a estar bien, me quedé dormida.

La noche era espesa, silenciosa y llena de dolor. El pecho se me estrechaba con una
sensación de pesadez. Mis ojos no podían contener las lágrimas calientes. Había mucho
dolor dentro de mí.
Profundo.
Implacable.
Interminable.
Mis pies se arrastraban por la acera, llevándome a lugares desconocidos. No sabía
dónde estaba. No sabía a dónde iba. No importaba.
¿Alguna vez importó?
No importaba.
Mi vida nunca importó.
Los recuerdos de los últimos meses volvieron a mí, y no pude defenderme de los
ataques de dolor, las dudas y los sentimientos de inutilidad. Llevaba meses
preguntándome si mi vida tenía un propósito, si, por una vez, podía hacer exactamente lo
que quería. Si alguna vez podría sentirme realizada, plenamente feliz... y no sola.
Debería haberlo sabido. La respuesta siempre había estado ahí. Mirando
descaradamente hacia mí. Pero siempre me negué a verla.
Yo era una maldita don nadie.
Inútil.
Mis pies se detuvieron. La acera debajo de mí se extendía hasta el infinito. No tenía
fuerzas para seguir adelante. No tenía fuerzas para seguir empujando hacia el infinito.
Llegué a mi límite.
Las lágrimas me nublaron la vista y crearon sombras distorsionadas a mi
alrededor que susurraban: “Tienes lo que te mereces. Tienes lo que te mereces. Tienes lo
que te mereces”.
Casi me desplomé de dolor. Las estrellas sobre mí apenas parpadeaban. Su luz era
casi inexistente en la oscuridad de esta noche.
La oscuridad estaba en todas partes. Hasta que…
Dos destellos de luz llenaron mi visión. Estaban distantes, venían hacia mí. Venían
hacia mí rápidamente. Demasiado rápido. Tenía que moverme.
El claxon de un auto sonó en la noche.
Se suponía que debía tener miedo. Tenía que moverme.
No me moví.
Sería tan fácil no moverse. Dejar que pasara.
La bocina volvió a sonar, esta vez mucho más larga.
No me moví.
El dolor era cada vez más fuerte y me penetraba profundamente, tanto que me
marcaba para siempre.
Y me di cuenta de que ya había tomado la decisión.
Sólo un momento era suficiente para acabar con mi vida. Para acabar con toda mi
miseria.
Así que cerré los ojos y me quedé donde estaba.
Y mientras el dolor abrasador rebotaba a través de mí por el impacto y la
oscuridad descendía sobre mí tres segundos después, lo único que esperaba era que todo
terminara.
Y que mi vida...
Que mi vida se convirtiera en un débil eco, a la deriva y perdido en el interminable
flujo del tiempo.

Jadeé, abriendo mis ojos de golpe.


Y entonces me rompí.
CAPITULO VEINTICINCO
―¿Qué pasa, Katie? Háblame ―Dijo Jason contra mi cabello, rodeándome con sus
brazos.
Llevaba mucho tiempo llorando, todas mis emociones se desbordaban mientras
Jason me mecía en su abrazo. No había dicho ni una palabra, esperando a que lo soltara
todo, pero mis lágrimas no paraban y él estaba cada vez más preocupado.
Me tomó el rostro y me hizo mirarle.
―Katie. Por favor. Me estás asustando mucho.
Me dolió oírle suplicar, encontrarme con sus ojos preocupados. ¿Cómo podía
decirle la verdad? ¿Cómo podía decirle que por fin había recordado los momentos
previos al accidente? Que yo... Que yo...
―Lo siento, Jason. Lo siento mucho ―sollozaba, agarrando su camisa con mis
manos.
―¿Qué es lo que sientes?
―Yo… ―Otro sollozo me sacudió el cuerpo. No podía mirarlo a los ojos. No podía
mirarlo a los ojos y admitir la verdad. ¿Por qué ahora? ¿Por qué precisamente ahora?―.
Sólo he tenido un sueño. No, no un sueño. Una pesadilla.
Su mano subió y bajó por mi espalda en una caricia.
―Es sólo una pesadilla, cariño. No puede hacerte daño.
Sacudí la cabeza.
―No, no lo entiendes. He tenido esta misma pesadilla desde el accidente. La
pesadilla de ese accidente. Una y otra vez. Pero siempre era corta, y siempre eran los
faros del auto de Caroline justo antes de atropellarme. Pero esta vez... Esta vez
finalmente recordé...
Se quedó inusualmente quieto. Sus ojos se entrecerraron.
―¿Recordar qué?
―De cómo sucedió.
Debió de intuir que no le iba a gustar lo que tenía que decir, porque me soltó y
se apartó para mirarme mejor. Y sentí miedo, miedo de perderlo. Que iba a perder a
Jason después de haber descubierto lo felices que podíamos ser.
¿Pero cómo podríamos ser felices después de esto? No había manera de que me
perdonara por el accidente ahora. De ninguna manera.
―Katie, dime. ¿Qué has recordado?
Mi estómago se revolvió y se revolvió.
―¿Cuánto tiempo más vas a esconderte de la verdad?
Esta era esa verdad.
Era mi culpa.
Jason había tenido razón: había tenido tiempo más que suficiente para moverme,
pero no lo hice. No porque estuviera demasiado sorprendida para moverme, sino
porque no quería hacerlo. Porque quería que Caroline me matara.
La culpa y el dolor convergieron juntos, cosiendo profundamente en mí. Me
sentía tan egoísta. Tan jodida. No sabía cómo iba a soltar esas palabras sin sentirme más
bajo que lo que se puede decir.
Posé mi mirada en mis manos mientras más lágrimas salían de mí.
―Tenías razón. Tuve tiempo más que suficiente para moverme, pero no lo hice.
Y no porque estuviera en estado de shock.
Todo residuo de su anterior preocupación había desaparecido, sustituido por la
fría furia que tan bien había conocido.
―¿Por qué? ―Esa única palabra fue pronunciada de forma tan gutural que cortó
algo profundo dentro de mí.
Me temblaban las manos. Me sorbí los mocos.
―¿Por qué?
Hice una mueca de dolor, obligando a mis ojos a encontrarse con los suyos.
―Porque quería morir ―susurré.
El tiempo se detuvo. O tal vez era sólo mi corazón, congelado en un momento en
el que no lo tenía mirándome de esa manera, tan lleno de ira y hielo y odio. Tanto odio.
―¿Quieres decir que mi hermana está en la cárcel porque la utilizaste para
suicidarte? ―Su voz era peligrosamente baja.
Mi corazón se apretó mientras dejaba escapar un sollozo, y respiré
profundamente.
―Sé que suena mal...
―¿Suena?
Me estremecí.
―No. Es malo. Yo…
―¿Te das cuenta de lo que le habría pasado a ella si hubieras muerto? ¡La habrían
acusado de homicidio involuntario! Toda su vida se habría estropeado sin remedio.
Habría sido un desastre sin remedio.
Intenté alejarme de él, cada una de sus palabras era como si fuera veneno, pero
no me dejó, agarrando mi muñeca para mantenerme en el sitio. Sus ojos eran más que
fríos. Nunca me había mirado con tanto odio, y yo quería irme a alguna parte y
quedarme escondida para siempre.
―Lo siento mucho, Jason. Créeme, lo siento de verdad.
Sus ojos se convirtieron en rendijas.
―¿Lo sientes? ¿Lo sientes? ¿Sabes lo jodido que fue eso? Utilizarla para... ―Se
mordió el puño y apartó la mirada.
Sentí frío. Mucho frío.
―No estaba pensando bien. Lo siento mucho...
―Me importa un carajo cuánto lo sientas. Tus disculpas no cambiarán nada. Y
pensar que realmente empecé a creerte. Que estabas en shock y no podías moverte.
―Resopló y me soltó con un empujón―. Nunca te perdonaré esto. ―Señaló la puerta―.
Ahora lárgate de aquí.
―Por favor, Jason. Por favor, sólo...
―LAR-GA-TE ―soltó entre los dientes, con todo el cuerpo temblando de rabia―.
¡Ahora!
Quería doblarme de dolor. Quería rogarle que simplemente me escuchara, que
entendiera que me sentía tan mal por Caroline, que, si pudiera, lo habría arreglado todo,
pero no podía. El muro entre nosotros había vuelto y era más fuerte que nunca.
Con el corazón roto una y otra vez, me puse la chaqueta y salí de su habitación y
de su apartamento, incapaz de soportar por más tiempo su mirada de odio, sintiendo
que yo también salía corriendo de su vida.

En los días previos al centenario del instituto Lake Gate, todo bullía en actividad.
Era imposible pasar por los pasillos y no oír a alguien hablar de la celebración del
centenario, de la obra de teatro y de los partidos de fútbol y baloncesto, y el bullicio en
las redes sociales era interminable. Todo el mundo estaba listo para la fiesta.
¿Yo? Sólo quería encerrarme en algún lugar lejano y llorar a mares. No es que no
haya llorado ya. Desde que salí de la casa de Jason, mis días habían sido una mezcla de
llanto, autocompasión y culpa, y habían comenzado con una larga conversación que
tuve con mis padres después de que papá me llevara a casa desde la casa de Jason. Mi
madre me había abrazado durante mucho tiempo, diciéndome que todo iba a salir bien,
pero todo era tan confuso que no sabía qué pensar.
Cada vez que veía a Jason en el instituto, era como si alguien me hubiera dado un
martillazo de dolor en el pecho. Hizo su parte en nuestros últimos ensayos, incluso me
besó sin ningún problema, pero nunca me dirigió una palabra cuando no estábamos
actuando. Me dolía. Me dolía sentir sus manos y sus labios sobre mí y encontrar una
barrera bajo la apariencia de un tipo locamente enamorado. Pero lo que más dolía era
verlo más agotado que nunca, con constantes ojeras y la boca callada. Era como si
alguien hubiera succionado toda la felicidad de su mundo. Incluso Seth había
comentado cómo Jason no estaba siendo él mismo y no podía entender por qué Jason
no salía de ahí.
Estaba dividido entre pedirle perdón a Jason o dejarlo pasar, pero más que eso,
no sabía qué hacer con Caroline. El sentimiento de vergüenza por lo que había hecho
era un residente permanente dentro de mí, y me preguntaba si era por eso que había
sentido culpa por Caroline en primer lugar. Si, inconscientemente, siempre había sabido
que era mi culpa que ella me atropellara.
Era una píldora difícil de tragar que no sólo había utilizado a Caroline, sino que
también me había hecho esto a mí misma: estaba paralizada por esa única decisión. Iba
a estar en una silla de ruedas para siempre porque ya no quería vivir.
¿Era ese el precio por utilizar a una chica inocente? ¿Era ese el destino que
merecía?
Le conté al doctor Peterson lo que recordaba y él me explicó que no estaba en
mis sentidos cuando tomé esa decisión. Me recordó que no debía ser tan dura conmigo
misma, pero todo estaba jodido. Cada vez que cerraba los ojos, recordaba el dolor y
cómo me había rendido. Lo cansada que me había sentido. Tan, tan cansada. Y era
asqueroso. Era aterrador.
Si no me hubiera quedado ahí, no estaría paralizada. Yo misma me lo había
buscado.
Era difícil procesar eso.
Dylan y yo habíamos pasado todo el domingo llorando juntas en mi habitación
después de contárselo, y fue como si se hubiera roto algo y todos nuestros miedos y
preocupaciones se hubieran derramado juntos.
―Siento mucho no haberme dado cuenta, Kat. Lo siento mucho ―me dijo
entonces, con los ojos hinchados.
―Está bien, Dee. No lo sabías.
―¿Pero por qué no me dijiste que te sentías así?
―Ya te dije entonces que estaba deprimida. No estaba satisfecha conmigo misma
ni con mi vida, y no veía cómo podría mejorar. Cómo podría hacer algo de mí misma o
dejar de sentirme inútil.
Su mano se había apretado alrededor de la mía.
―Oh, Katie. Me contaste todo eso, pero nunca me dijiste que eras suicida.
Eso me hizo reflexionar. No le había dicho que era suicida simplemente porque
no había tenido sentimientos suicidas antes de ese día. No había sentido ese dolor que
lo consumía todo y que borraba todos los buenos recuerdos de mi vida y dejaba sólo los
malos. No había sentido el impulso de acabar con todo.
Lo que me hizo pensar: ¿qué había pasado ese día? ¿Qué había sucedido antes
del accidente que me había empujado en esa oscura dirección? No tenía esa pieza del
rompecabezas. Y me asustaba que, obviamente, hubiera ocurrido algo malo, pero que
no pudiera recordarlo.
Después de ese día, Dylan se encargó de estar conmigo en mi casa todos los días,
y si no hubiera sido por ella, no habría recordado lo emocionada que había estado por
la noche de la obra y lo mucho que significaba para mí. Me recordó que había trabajado
demasiado para dejar que esto lo estropeara todo, y en ese momento, no quería
decepcionar a Holloway y a Amy. Pero, sobre todo, no quería decepcionarme a mí
misma.
Así que seguí practicando y dándolo todo en los ensayos, aunque me estaba
matando ver a Jason hacer expresiones de amor y tratarme como si fuera su todo
cuando nunca más se dirigiría a mí. Los recuerdos de sus besos eran tortuosos, pero lo
que realmente me dolía era lo feliz y segura que me había sentido en sus brazos.
―Deberías olvidarte de él, Kat. Le dijiste a ese imbécil que querías morir, y a él
ni siquiera le importa eso. Que se joda ―dijo Dylan entre los episodios de The Office que
vimos juntas el viernes.
Ese mismo día habíamos tenido el último ensayo, ya que la obra se representaba
al día siguiente, y todo había salido perfecto: las actuaciones de todos eran excelentes,
todos los aspectos técnicos funcionaban sin problemas y Holloway estaba satisfecha
con todos nosotros. Pero cada vez que esperaba mi siguiente escena, sentía que podía
romper a llorar. Y para colmo, a veces, sólo durante unos fugaces segundos, me dejaba
sumergir en esos besos, olvidando a propósito que sólo eran una ilusión, falsos.
―Lo sé. Pero tiene derecho a enfadarse. Fue culpa mía.
Se dio la vuelta y me agarró las manos.
―No puedes decirlo así. No es que lo hayas hecho para herirla. No fue malicioso.
―Eso no lo hace mejor. Sí la lastimé.
―Tu terapeuta te dijo que no estabas en tu sano juicio. Jason debería entender
que no estabas bien. Y si realmente se preocupara por ti, estaría preocupado por ti.
―Tal vez escuchar que era suicida lo desanimó. Es mucho para asimilar.
―Entonces nunca se preocupó de verdad por ti y estás mejor sin él. ―Me dio un
apretón de manos tranquilizador―. ¿Qué tal ahora? ¿Te sientes suicida?
Nunca le había dicho a Dylan lo oscura que se había vuelto mi cabeza después
del accidente. Si lo hubiera sabido, se habría asustado mucho.
―Lo fui durante mucho tiempo después del accidente.
Sus ojos se llenaron rápidamente de dolor y sus labios se separaron con una
fuerte toma de aire.
―Pero antes de que te asustes, hace tiempo que no me siento así. Últimamente
estaba empezando a mejorar. Recordé lo mucho que me gusta actuar y lo bien que me
siento. El doctor Peterson me dijo que concentrarme en mi amor por la actuación me
ayudaría, y tenía razón. Me ayudó. Y formar parte del elenco y hacer todo ese trabajo
para conocer a mi personaje y todo... es exactamente lo que quiero seguir haciendo.
Encontré mi propósito.
Sus ojos llorosos fueron lo último que vi antes de que me diera un fuerte abrazo.
―Estoy muy contenta.
―¿Contenta de qué?
Me apretó más fuerte.
―De que no abandones tu sueño. De que estés mejorando.
Me aparté con una sonrisa y levanté la mirada para mirarla, para mirarla de
verdad. Había algo que quería decirle y que ya debía haber hecho.
―Siempre has sido una buena amiga para mí, Dee. Y me doy cuenta de que no he
sido tan buena contigo desde el accidente.
―No, eso no es cierto...
―Es verdad. Siempre te has volcado en nuestra amistad, mientras que yo no he
aportado nada.
―Entiendo por qué, Kat. Pasaste por muchas cosas. Fue un gran cambio.
―Aun así, no te merecías que fuera tan difícil contigo. Nunca te aprecié, y nunca
dije cuánto lo siento por eso. Estoy muy agradecida por todo lo que has hecho por mí,
Dee.
Se acumuló más humedad en sus ojos y volvió a abrazarme, enterrando su
cabeza en mi hombro.
―No es nada, tonta. Eres mi mejor amiga. Siempre te cubriré la espalda.
Mis brazos la rodearon con fuerza.
―Me esforzaré más a partir de ahora. Pasaremos más tiempo juntas.
Ella lloriqueó en mi cabello.
―No puedo esperar. Tampoco puedo esperar a verte en el escenario mañana. Es
un gran día, ¿eh?
Me aparté.
―Sí.
―¿Nerviosa?
―Ya me he mordido todas las uñas.
Una carcajada salió de su boca, y me uní a su risa.
―Todo va a salir bien. La vas a romper ―dijo.
―Eso espero. Todo el instituto va a estar allí, y todos los ojos estarán puestos en
mí.
―Eso es algo bueno, ¿no? Significa que habrá más gente que vea el talento que
tienes.
―Eso es cierto. Sería una mentira si dijera que ya no me importa lo que piensen
de mí como actriz principal en silla de ruedas, pero me debo a mí misma subir a ese
escenario.
Chocó los puños conmigo.
―Esa es mi chica. Y nadie lo estropeará. Ni siquiera ese imbécil de Jason.
Asentí con la cabeza, reprimiendo el dolor en mi pecho al mencionarlo. Por
mucho que me doliera, no iba a pensar en mi desamor una vez que estuviera en ese
escenario. Por primera vez desde el accidente, tenía una oportunidad de hacer algo
mejor, y hacer las cosas bien por mí misma era algo que debía haber hecho hace tiempo.
Iba a darlo todo mañana, y no dejaría que nada ni nadie me lo estropeara.
CAPITULO VEINTISEIS
La celebración del centenario comenzó con partidos de baloncesto y fútbol el
viernes, continuó con presentaciones de diapositivas y una feria de recaudación de
fondos el sábado. Los puestos de comida ocuparon los pasillos y las aulas se decoraron
con serpentinas y globos. Los invitados vinieron de toda la ciudad, los medios de
comunicación locales cubrieron el evento, añadiendo al frenesí que había empezado a
sentirse como si nunca fuera a terminar.
Alrededor del mediodía, la banda de música del instituto inició el programa en
el gimnasio, seguido de los discursos de nuestros ex alumnos y del director Myers. El
director dedicó al menos veinte minutos a hablar de Lake Gate, de los logros de nuestros
estudiantes y de los planes del complejo para el futuro, pero no me enteré de mucho
porque sólo quedaban unas horas para la obra y mi ansiedad amenazaba con sacar lo
mejor de mí.
A medida que pasaban los minutos, mi estómago se retorcía más y más. Las
palmas de mis manos estaban constantemente húmedas. Me pasé toda la mañana
vomitando en el baño y lidiando con un ataque de pánico antes de tener que
apresurarme a prepararme. Pero la obra no era lo único que me tenía ansiosa. Mientras
le robaba miradas a Jason, sentado varias filas delante de mí, pensaba en que eso era
todo: Jason y yo volveríamos a pasar por todo una última vez y luego... luego todo se
acabaría. Ya no habría nada que nos conectara. Y mientras me decía a mí misma que
debía mantener la calma y no dejar que mis sentimientos me controlaran en el
escenario, una parte de mí quería empaparse de sus besos por última vez. Fingir que
eran para mí. Lo cual era una nueva forma de auto-tortura.
Cuando terminó la ceremonia en el gimnasio, Holloway nos llamó a todo el
elenco para que nos maquilláramos, y nos pusiéramos los trajes, fue como si alguien
hubiera puesto un calefactor, porque sentí calor y no podía dejar de sudar.
―Puedes hacerlo ―me dijo Dylan y levantó sus pulgares hacia mí.
―Gracias. Hasta luego ―les dije a ella y a mis padres.
Justo cuando llegué a la salida del gimnasio, Liam se puso a mi lado, con las
manos metidas en los bolsillos.
―Hola.
―Liam, hola.
Se balanceó sobre los talones.
―Quería desearte suerte esta noche.
No pude ocultar mi sorpresa.
―Gracias.
Se rascó el cuello.
―Sé que las cosas se pusieron incómodas entre nosotros, pero espero que
podamos seguir siendo amigos.
―Por supuesto Liam. Dios, por supuesto. Fui yo la que estropeó las cosas y no
supe arreglarlas contigo.
―Ahora lo entiendo. No te gusto, así que...
―Liam, yo... lo siento.
―Te gusta Jason Adams. ―Levantó la mano cuando abrí la boca―. No intentes
negarlo. Que ustedes dos están enamorados ha sido la comidilla del instituto durante
semanas. Supongo que ese chico tiene algo que hace que todas las chicas se sientan
atraídas por él.
Quería decir algo para refutar eso, pero sería una mentira.
―Está bien. Supongo que así es la vida. No puedo obligarte a que te guste.
―Liam, mira, has sido un muy buen amigo para mí. Hablaste conmigo cuando me
sentía en lo más bajo, y me ayudaste a sentirme menos... sola. Así que te aprecio mucho.
Sonrió, pero no era una de sus sonrisas habituales. Insinuaba algo
emocionalmente más profundo.
―Me hiciste sentir menos solo, también. Así que... Es una gran noche, ¿no?
―Sí.
―Sal ahí fuera y hazlo lo mejor posible. Haz que todo el mundo esté orgulloso.
―Gracias, Liam. Sólo para asegurarme, ¿estamos bien ahora?
―Sí. ―Su sonrisa con hoyuelos borró la poca incomodidad que había sentido en
su presencia.
Aliviada por haber conseguido arreglar las cosas, me despedí de él con la mano
y me fui.

El teatro rebosaba de actividad mientras el equipo de escenario realizaba las


comprobaciones finales, todo el mundo iba de un lado a otro en todas las direcciones.
―Bien, estoy muy nerviosa. ¿Soy la única nerviosa? ―Preguntó Stella,
mordiéndose las uñas. Parecía que ella misma también había pasado la mañana
vomitando. Lucas no tenía mejor aspecto, un tinte pálido en su piel.
Ling se rio.
―No eres la única. No he podido comer en todo el día.
―No te desmayes con nosotros ―bromeó Lucas, pero sus ojos estaban serios, y
parecía que él mismo podría desmayarse en cualquier momento.
―No se estresen, chicos ―dijo Tallie. Era la única de nosotros que estaba
tranquila―. Vamos a dejarlo todo listo.
―Eso es fácil de decir para ti ―dijo Lucas―. Tú no eres el que sigue estropeando
sus líneas.
Ling le dio una palmadita en el hombro.
―Amigo, tienes la memoria de un niño de dos años. Concéntrate y lo harás bien.
Las cabezas se volvieron cuando Jason entró. Iba vestido de negro, con su
mochila colgada del hombro. Su andar era tan seguro como siempre, pero sus ojos
mostraban el mismo dolor de estos días, un dolor tan crudo y profundo que me
atravesaba el pecho. Sonrió despreocupadamente a Ling y Tallie al pasar y murmuró
algo. Esa sonrisa desapareció un momento después cuando su mirada se posó en mí.
El estómago se me revuelve con recuerdos y emociones reprimidas. Era la
primera vez que compartíamos una mirada larga desde nuestra pelea, la primera vez
que no apartaba la vista en cuanto sus ojos me encontraban en una habitación. ¿Me
echaba de menos? ¿Se había dado cuenta de que después de esta noche ya no habría
nada que nos uniera?
―Katie ―me llamó Amy, poniendo fin a la tortuosa ruta que habían tomado mis
pensamientos. Me hizo un gesto para que me uniera a ella donde estaba sentada en la
esquina, y me detuve a su lado.
―Quería hablar contigo antes de que salgas al escenario. Quiero que sepas que
estás haciendo un trabajo increíble.
Mis mejillas se calentaron.
―Gracias.
―Vi que no estabas segura al principio. Nessa me dijo que compartiste con ella
tus dudas sobre ser la persona adecuada para el papel.
―Así es.
―Nunca pensé que no fueras la persona adecuada para el papel de Chloe, Katie.
Creo que no hay nadie que pueda hacerlo mejor que tú, y con el tiempo lo has
demostrado. Tu actuación no ha hecho más que mejorar.
Pétalos de alegría se desplegaron en mi pecho y mis labios se curvaron en una
amplia sonrisa.
―Gracias, Amy. Significa mucho escuchar eso de ti.
―Realmente no hay razón para agradecerme. Sólo supe una vez que te vi que
ibas a darlo todo.
―No voy a mentir, al principio no era así.
Ella inclinó la cabeza.
―¿Por qué no?
―No creía en mí misma. No creía que tuviera sentido intentar hacer algo por mí
misma después de mi accidente.
―Sin embargo, parece que algo ha cambiado en ti, ¿verdad?
―Sí. Hay algo de lo que me he dado cuenta recientemente, que hace que creer en
mí misma sea un poco más fácil.
―¿Qué es eso?
Me miré las manos, ligeramente avergonzada.
―No tienes que decírmelo si te incomoda.
―No, está bien. ―Me encontré con su mirada―. Me di cuenta de que cada vez que
cometía un error, pensaba que era porque no podía hacer algo bien, pero eso no es
cierto. Era porque no me permitía hacerlo bien. En mi mente, ya había decidido que no
era lo suficientemente buena, así que ni siquiera lo intentaba. Te prometo que voy a
hacer todo lo posible para que Chloe se gane el corazón de la gente esta noche.
Sonrió.
―No sabes cuánto me alegro de que hayas llegado a esa conclusión. Y sé que te
ganarás el corazón de todos. ―Puso su mano en mi hombro―. Sabes, yo era como tú.
Chloe es testimonio de ello. Pensé que estaba destinada al fracaso, así que dejé de
luchar, lo cual es irónico porque era exactamente con lo que el verdadero Nathan había
luchado y yo le había ayudado a superar. Así que nuestros papeles se invirtieron. Él
nunca dejó de apoyarme y de decirme que vencería al cáncer y que haría lo que quisiera
de mí misma. Así que aquí estoy. ―Extendió los brazos―. Haciendo algo que me gusta y
teniendo muchos planes para el futuro. Es un progreso desde la pequeña niña asustada
que pensaba que sus días estaban contados...
La observé, sintiendo que más dolor abandonaba mi pecho. Hasta ahora,
palabras como éstas no habían tenido ningún efecto positivo en mí. De hecho, habían
hecho lo contrario. Cuando la gente me decía que me levantara y siguiera adelante
porque podía haber sol y arco iris si dejaba que aparecieran en mi camino, yo quería
estamparles mi depresión en el rostro y demostrarles que no se podían ver los colores
cuando todo lo que conocías era gris.
Pero nunca se me había ocurrido que, de alguna manera, a través del tiempo o
tal vez incluso la coincidencia, podría aparecer otro color. Y luego otro. Y otro. Y pronto,
de alguna manera, el gris fue retrocediendo, y vi muchas posibilidades. Creía en ellas.
Así que oírla hablar de su propio sol y arco iris después de una larga tormenta
me llenó de la certeza de que, aunque metiera la pata esta noche, también me iría bien
como a ella. Mi tormenta terminaría algún día.
Le dediqué mi más brillante sonrisa.
―Definitivamente es un progreso.
Sus ojos se arrugaron.
―Y tu relación con Jason también está progresando.
Mi sonrisa vaciló.
―Ustedes dos tuvieron una relación difícil, por no decir otra cosa, pero ahora los
dos están muy bien. Se siente diferente ahora cuando están actuando uno al lado del
otro. Es especial. Todos lo vemos. Así que, sólo sé que ustedes dos lo harán muy bien
juntos esta noche. Puedo sentirlo.
Miré a Jason, y mi corazón chocó contra mi pecho porque me estaba mirando.
Amy no sabía que mi relación con Jason era sólo una fachada, y me dieron ganas de
llorar, pero no había tiempo para pensar en ello ahora.
Holloway se apresuró a reunir a todo el mundo para repasar los detalles de
última hora, hablando por el auricular con el director de escenario todo el tiempo. Jason
vino a ponerse a mi lado. Mi corazón empezó a latir con fuerza ante su cercanía, que se
hizo aún más difícil de soportar cuando sentí que me miraba. No me atreví a encontrar
su mirada, temiendo lo que podría encontrar allí. Cuando se movió sobre sus pies,
percibí el olor de su colonia y mis pulmones se expandieron con una fuerte inhalación.
Todo en mí quería saborearlo, hacerlo durar.
Holloway miró entre cada uno de nosotros y luego frunció el ceño.
―¿Dónde está Jimmy?
Mi mirada rebotó en todos. Jimmy no estaba aquí.
―Todavía no está aquí ―dijo Ling.
Holloway se llevó la mano a la cintura.
―Entonces, ¿dónde está?
Ling se encogió de hombros.
―Mencionó algo de entrevistar a alguien. No lo sé.
―¿Ahora? ¿Está entrevistando a alguien ahora? Sé que está cubriendo toda la
celebración del centenario, pero debería estar aquí ―suspiró y se ajustó sus lentes―. No
importa. ¿Tienen alguna pregunta? ¿No? Bien, entonces, preparémonos.
Todo el mundo se dispersó y yo seguí a Stella y Lori hasta el camerino,
resistiendo el impulso de lanzar una última mirada a Jason. Tres maquilladores ya
estaban dentro, esperándonos. Una de ellos me hizo pasar por delante de un espejo y
trabajó rápidamente en mi rostro ante la emocionada charla de las chicas que nos
rodeaban. Mientras la veía dar los últimos toques a mi rostro, que ahora parecía más
madura y sofisticada, mi propia excitación aumentó. Era el momento. Mi oportunidad
de mostrar al mundo lo que podía hacer.
Con un aleteo en el vientre, seguí a las chicas fuera del vestuario hasta las alas8,
donde Holloway nos esperaba. Jason salió del camerino de los chicos en ese momento,
y mi estómago se revolvió al ver lo guapo que estaba. El maquillaje de escenario había
eliminado todo rastro de agotamiento. El dolor anterior había desaparecido de sus ojos.
Su cabello estaba peinado hacia atrás para maximizar el efecto de sus pómulos afilados
y su frente prominente, y su ropa de motero añadía un toque de oscuridad que iba tan
bien con su aspecto robusto. Y cuando sus ojos oscuros, tan oscuros, se encontraron con
los míos, el deseo y la necesidad se combinaron en una poderosa mezcla en mi pecho,
pidiendo que la distancia entre nosotros desapareciera y que mis brazos lo abrazaran.
Holloway nos reunió por última vez antes de la salida para desearnos buena
suerte a todos, y la mirada de Jason se detuvo en mí a través del círculo que
formábamos. Me miraba como si no se cansara de ver mi rostro. Sabía que estaba guapa,
y una parte de mí sintió alivio al ver que, obviamente, aún no era inmune a mí.
Cuando Holloway terminó su discurso, Amy se dirigió a nosotros con uno propio.
―Quiero darles las gracias a todos por su compromiso y duro trabajo ―empezó
diciendo―. Será un privilegio verlos en ese escenario, y estoy muy contenta de saber
que mi historia está en buenas manos. Estoy segura de que todos van a brillar esta
noche. ―Dividió una larga mirada entre Jason y yo―. Buena suerte a los dos.
Me encontré con la mirada de Jason mientras todos empezábamos a aplaudir, y
sentí que algo pesado me invadía el pecho. No apartó la mirada de mí, lo que provocó
mil preguntas en mí. Mil pensamientos que quería compartir con él.
Aparté la mirada antes de que las lágrimas pudieran aguar mis ojos. Uní las
manos con los demás y todos gritamos:
―¡Aquí vamos!.
―Katie. ―Oí a mi padre llamar.
Me giré para ver a mis padres acercándose a mí con miradas de orgullo. Al mismo
tiempo, Jimmy salió del camerino, con las cejas fruncidas mientras buscaba a alguien.
Su mirada captó la mía y cambió de dirección, abriéndose paso a toda prisa por la sala
antes de ver a mis padres y detenerse a mitad de camino.
Suavizando mi ceño fruncido, dirigí mi atención a mamá y papá.

8
Los lados del escenario de un teatro fuera de la vista del público.
―Están aquí.
Cada uno tomó una de mis manos, y fue como si todos supiéramos lo importante
que era este momento. Nos separamos.
―Así es, cariño ―dijo mamá―. Lo vas a hacer muy bien esta noche.
―¿Tú crees?
―No hay duda. Has trabajado mucho para esta noche. Todo va a salir bien.
―Estamos deseando verte, cariño ―añadió papá, y ahora estaba peligrosamente
cerca de las lágrimas.
―Deberían dejar de intentar hacerme llorar. Va a arruinar mi maquillaje.
Mamá me pasó la mano por la mejilla, sonriendo.
―No te preocupes por nada. Concéntrate en tu actuación y todo irá bien.
―Y lo más importante, diviértete ―dijo papá.
Me reí.
―Claro, papá.
Pude sentir cómo se disipaba parte de mi ansiedad y les di un rápido abrazo a
cada uno para demostrarles lo mucho que significaba su apoyo para mí. Durante todo
este tiempo, no había sido capaz de darles una sola razón para que dejaran de
preocuparse por mí, pero ellos lo aguantaron todo sin una sola queja y siempre
estuvieron ahí para mí, apoyándome. Por fin podía devolverles algo.
―Me va a ir muy bien esta noche ―dije, repitiendo las palabras de mamá.
Sus ojos se arrugaron en las esquinas. Se miraron con total alegría y supe que
habían notado lo que me había faltado todos estos meses: optimismo.
Los ojos de papá se empañaron mientras me acariciaba el hombro.
―Esa es nuestra chica.
Cuando se dieron la vuelta y se fueron, Jimmy se acercó a mí, como si hubiera
estado esperando todo el tiempo a que terminara mi conversación con mis padres.
Fruncí el ceño al ver la expresión de alarma en su rostro.
Se detuvo a centímetros de mí y se inclinó aún más.
―Katie, tenemos que hablar en cuanto termine la obra.
Eché mi silla hacia atrás y fruncí el ceño.
―¿Otra vez esto? ¿Cuántas veces tengo que decirte que no quiero hablar contigo?
Déjame en paz. ―Estuve a un segundo de levantar la voz y llamar la atención de los
demás.
―Hay algo que debes saber. ―Miró a nuestro alrededor antes de inclinarse para
decir en voz más baja― acabo de descubrir algo. Creo que tienes que tener mucho
cuidado.
Holloway me indicó que sólo quedaban unos minutos para el comienzo. Empecé
a alejarme de Jimmy, pero él me puso la mano en el hombro, haciendo que se me
erizaran los pelos del cuello.
Quité su mano de mi hombro.
―No me toques.
―Espérame después de la obra. Tengo algunas cosas que explicarte.
―No. No me importan tus explicaciones.
―Lo sé. Sé que no he dado una gran primera impresión. Demonios, no he dado
una gran impresión, punto. Pero créeme, todo será mucho más claro una vez que
hablemos.
Entorné los ojos hacia él.
―¿Esto es por Liam?
―¿Katie? Deberías prepararte ―me dijo Holloway, sugiriendo que me dirigiera
hacia donde Jason estaba esperando para salir al escenario. Se fue antes de que pudiera
responder, hablando algo en su auricular.
―Mira, no puedo concentrarme en esto ahora. Tengo que irme ―le dije a Jimmy,
y sin esperar su respuesta, me acerqué a Jason.
La mirada de Jason se dirigió a Jimmy. Su mandíbula se afiló.
―¿Qué fue eso?
Mi corazón me traicionó, latiendo más fuerte.
―No lo sé.
Movió su mirada hacia mí. Parecía que iba a decir algo, y mi pecho se infló con la
esperanza de que fuera a decirme que todo estaba bien entre nosotros y que ya no
estaba enfadado conmigo. Hoy se había comportado de forma diferente, y ahora
acababa de preguntar por Jimmy, demostrando que le importaba. Tal vez las cosas
habían cambiado. Por favor, di eso. Por favor.
No lo hizo. No dijo nada. Giró la cabeza hacia el público, y tuve que fingir que no
me dolía.
Siguiendo la dirección de su mirada, me asomé por detrás de la pared. El
auditorio estaba abarrotado, los colores se mezclaban al ver todos los rostros. Encontré
a mamá y papá en la primera fila, junto a Dylan y Seth. Liam estaba sentado cerca, junto
a sus compañeros de equipo. Cada vez más personas que reconocía de un modo u otro
se me aparecían. Todo el instituto estaba aquí.
―Oh Dios ―murmuré, retrocediendo. De acuerdo, no me asustaría. Todo iba a
salir bien. Tal y como les había dicho a mis padres. No era mi primera vez en el
escenario. Podía hacerlo.
Sentí la mirada de Jason clavada en mí, y no pude dejar de mirarlo. Mis manos se
retorcían y desenredaban en mi regazo.
―¿Estás nerviosa? ―Preguntó en voz baja.
Mi estómago dio un vuelco que no tenía nada que ver con los nervios.
―Sí. ¿Tú?
―Sí.
Parpadeé dos veces. Antes de que pudiera expresar mi sorpresa por el hecho de
que lo revelara tan abiertamente, miró en dirección a la parte izquierda del teatro y se
quedó rígido. Se quedó con la boca abierta.
―Ha venido.
―¿Quién?
Me incliné para mirar alrededor de la pared y vi al padre de Jason dejarse caer
en un asiento de la segunda fila. Su desordenada barba había desaparecido y su cabello
estaba por fin peinado. Además, parecía sobrio.
El rostro de Jason era un cúmulo de emociones. Iban desde la sorpresa a la ira
hasta la vulnerabilidad y la esperanza, hasta que volvieron a esconderse detrás de la
máscara compuesta que llevaba tan bien.
―¿Tu padre ha venido alguna vez a una de tus obras?
―No.
Esa sola palabra tenía tanto significado. Quería agarrar su mano y ofrecerle
consuelo. Sabiendo lo que sabía de su relación con su padre, este era un gran paso para
ellos. Como Jason le había contado a su padre, el señor Adams había estado demasiado
perdido en su dolor como para fijarse en Jason o elogiar sus logros. Podría haber
parecido que ni siquiera le importaba. Pero ahora estaba aquí, y aunque eso tenía que
contar para algo, el rostro de Jason ocultaba sus verdaderos sentimientos. Por lo que
sabía, podría haberse cerrado por completo.
―Esta vez ha venido ―dije, y Jason se volvió para mirarme.
Nuestras miradas se cruzaron, y de nuevo, parecía que iba a decir algo, y de
nuevo, esperé contra toda esperanza que dejara el pasado en el olvido.
―Ya está. Ahora lo hacemos de verdad ―dijo.
El órgano de mi pecho se levantó como si hubiera cobrado vida de repente.
―Sí. Por fin. ―Enrosqué y desenrosqué las manos―. Jason, mira, no quiero que
las cosas sean incómodas entre nosotros en el escenario esta noche. ¿Podemos
llevarnos bien para hacer esto?
―Vamos a empezar ―anunció Holloway, con la falda girando alrededor de sus
tobillos mientras corría de un lado a otro de la sala. El resto del elenco se reunió a
nuestro alrededor, y Jason y yo no pudimos seguir hablando sin correr el riesgo de que
alguien nos escuchara. No es que nos quedara tiempo, ya que la obra estaba
comenzando, y mi estómago lo marcó dando vueltas.
Justo cuando las luces se apagaron y la música llenó el teatro, Jason se inclinó y
me susurró al oído:
―Lo vamos a hacer bien.
Y eso fue todo, sólo esas pocas palabras fueron suficientes para llenarme de
calma, y una gran sonrisa se dibujó en mi rostro.
―Gracias ―le susurré, y luego levanté los pulgares hacia Stella, que acababa de
pasar junto a nosotros de camino al escenario.
El tiempo se volvió irrelevante una vez que Jason y yo entramos en el escenario.
Nadie podía romper la burbuja que habíamos creado desde el momento en que los focos
se posaron sobre nosotros, y era como si no existiera nada más que nosotros dos. No
había ansiedad ni preocupación de que pudiera estar haciendo algo mal. No había
pensamientos de que fuera una chica en silla de ruedas robando un papel destinado a
otra persona o que los estudiantes pensaran que era rara en un papel principal y que
debía estar en un segundo plano. No me guardé nada al transmitir las emociones de
Chloe, desde su enamoramiento por un chico que se negaba a ser amado, hasta el miedo
y la traición cuando descubrió que podía morir, pasando por aprender a tener
esperanza de nuevo y vencer sus demonios. Y fue liberador.
Llegamos a la última escena antes de que me diera cuenta, con Jason sentado a
mi lado, abrazándome, y me volví para mirarle con el corazón lleno de amor: el de Chloe
hacia Nathan o el mío hacia él, no lo sabía. Lo único que sabía era que disfrutaba de cada
mirada, cada caricia, cada beso. Éramos uno, no había ningún muro entre nosotros que
ocultara las emociones que se estaban gestando en lo más profundo de nuestro ser, y ni
siquiera podía estar segura de dónde terminaban nuestros papeles y dónde
empezábamos nosotros.
Señaló un punto en la distancia.
―Mira. El sol está saliendo.
Me reí, imaginándonos sentados juntos en la hierba a un lado del Silver Lake
justo cuando el sol asomaba por primera vez por encima de la superficie del agua. La
oscuridad se disipaba en los alrededores y el sonido de los pájaros daba la bienvenida
al amanecer. Era un día de nuevos comienzos. De un final feliz.
―Salió el sol ―susurré con la alegría que sentía en mi pecho―. Ganó.
Su sonrisa me calentó por dentro.
―Hemos ganado. ―El dorso de sus dedos recorrió mi rostro, cada caricia creó un
revoloteo más fuerte en mi vientre―. Te amo.
Esas palabras nunca habían sonado más ciertas en sus labios que ahora, y
respondí con fuerte convicción:
―Yo también te amo. ―Sentí cada palabra en lo más profundo de mis huesos―.
Entonces, ¿qué vamos a hacer ahora?
Apoyó su frente en la mía.
―Ahora vamos a vivir plenamente nuestras vidas. Juntos.
Bajó los labios y me besó como si yo fuera todo su mundo. Oí débilmente los
aplausos al terminar la obra, perdida como estaba en la suavidad de la boca de Jason y
la sensación de su lengua en la mía. El placer me recorrió y clavé mis dedos en su
cintura. Esperaba que siguiera el guion y se apartara, pero no lo hizo: susurró mi
nombre y prolongó el beso, enredando sus dedos en mi cabello e inclinando mi cabeza
para que pudiera explorar mi boca aún más profundamente. Estaba completamente
perdida en el deseo que fluía entre nosotros. Él cedía y yo recibía, desesperada por cada
segundo adicional, por cada oleada de placer que su lengua enviaba a través de mí.
El público estaba extasiado, creciendo aún más, y eso fue lo que finalmente nos
hizo parar. Me alejé de él lentamente. Había tanta necesidad en su mirada que me
mantuvo embelesada mucho tiempo después de que tuviéramos que dejar de actuar.
Sólo cuando alguien nos dio un codazo por detrás, miramos hacia el público.
Todos se pusieron de pie y siguieron aplaudiendo. Aplaudían por mí. Por nosotros. Lo
habíamos conseguido.
Parpadeé para no llorar de repente. Conseguir esta reacción después de tanto
tiempo, era como si alguien me hubiera quitado un enorme peso de encima. Mi corazón
se expandió en una larga ola de incredulidad, y luego de felicidad. Nadie me miró de
forma extraña o con lástima. Todos estaban impresionados, y sus rostros prometían
quedarse para siempre en mis recuerdos, dando vida a mi deseo de ver esto una y otra
vez. No quería que se acabara nunca.
Lo había hecho. Realmente lo había hecho.
Le devolví la sonrisa a Jason cuando me tendió la mano. El resto del elenco se
unió a nosotros, y todos nos acercamos y nos inclinamos. Los aplausos se hicieron más
fuertes, mezclados con algunos vítores y gritos. Algunas personas empezaron a corear
mi nombre, y pronto más y más gente se sumó al cántico. No podía creerlo.
Mi mirada se dirigió a mis padres, y casi perdí la batalla contra mis lágrimas al
ver la felicidad grabada en sus rostros. Eso. Eso era lo que quería ver a partir de ahora
cuando me miraran. Sólo eso. Y cuando los dedos de Jason apretaron los míos, todo se
sintió perfecto. Nada podía salir mal.
Las luces se apagaron, e incluso en la oscuridad que nos rodeaba, pude ver la
mirada de Jason sobre mí, clavándose profundamente en mí. Los demás se giraron para
abandonar el escenario, pero Jason y yo no nos movimos, y fue como si nuestra pelea y
el muro que nos separaba nunca hubieran existido. Sólo nuestros sentimientos y la
necesidad de estar cerca el uno del otro. Me imaginé poniendo mis labios sobre los
suyos y delirando de deseo mientras su tacto me manipulaba. Pero él no se movió.
Ninguno de los dos lo hizo.
Alguien nos llamó desde los bastidores y nos dirigimos hacia ahí en silencio.
La cacofonía de voces y risas llenó mis oídos cuando todos se reunieron a nuestro
alrededor. El siguiente minuto fue una mezcla de: lo has hecho muy bien, gracias; y tú
también lo has hecho muy bien, ya que uno a uno, los demás tomaron su turno para
felicitarme.
Amy me abrazó.
―Has estado increíble ahí fuera. Muchas gracias. Gracias por hacer justicia a la
historia de Chloe, mi historia.
Una vez más, sentí que iba a empezar a llorar.
―Gracias por darme esta oportunidad.
Holloway se volvió hacia nosotros y me puso la mano en el hombro.
―Lo has hecho de maravilla. Una actuación excelente, Katie. Llegarás muy lejos.
Un largo, largo camino.
Y ahora las lágrimas pincharon el fondo de mis ojos.
―Gracias, señorita Holloway. Gracias por creer en mí.
―Siempre reconozco el talento cuando lo veo. Sabía que era cuestión de tiempo
que superaras tus dudas. Sigue adelante y recuerda tu valía.
―Lo haré.
Moví mi silla, cuando alguien se puso detrás de mí y me empujó hacia el lado
opuesto del pasillo.
Miré por encima de mi hombro.
―¿Jimmy? ¿Qué estás haciendo?
―Tengo que decirte algo que no puede esperar más. ―Sólo se detuvo una vez
que estuvimos fuera del alcance de todos, nuestra ausencia pasó desapercibida para los
demás―. Katie, escúchame. Te vi esa noche. Cuando estabas con Liam Morgan.
Mi frente se arrugó.
―¿De qué estás hablando?
―La noche de tu accidente.
Mi cuerpo se paralizó con una repentina alerta. Jimmy sabía algo de la noche que
yo había olvidado.
―Ustedes dos estaban en la cafetería.
Algo frío corrió por mis venas. Era el miedo.
―No lo recuerdo.
―Lo sé. He oído que no recuerdas la mayor parte de ese día, por lo que supuse
que esto sería una novedad para ti. ―Se movió sobre sus pies―. Mira, he tenido un mal
presentimiento sobre Morgan durante mucho tiempo. Desde que sospeché que mi novia
me engañaba con él.
―¿Tu novia?
―Has oído hablar de ella, Samantha.
Esa sensación de frío se convirtió en hielo.
―¿Estaba con Liam?
―No lo supe con certeza hasta esta noche. Llegué tarde porque estaba haciendo
una entrevista con una estudiante de primer año, y ella mencionó algo fuera del tema.
Dijo que a menudo salía con Samantha, y que Samantha le dijo antes de morir que había
estado viendo a Liam.
Algo no me cuadraba. Liam nunca había mencionado que había estado saliendo
con Samantha o el hecho de que ella había estado engañando a Jimmy.
―¿Y cómo sé que estás diciendo la verdad? Por lo que sé, podrías tener algún
motivo oculto para ponerme en contra de Liam.
―¿Y por qué iba a hacerlo? No gano nada haciendo eso.
―Bien, digamos que es verdad, que estaba con Samantha. ¿Qué tiene eso que ver
conmigo?
―Como he dicho, estabas en la cafetería con Liam. Tuve un mal presentimiento
sobre ese tipo, así que cuando salieron de la cafetería y se fueron en auto, los seguí.
El latido de mi corazón se hizo más y más fuerte en mi pecho.
―¿Nos has seguido? ¿Nos has seguido hasta... dónde?
―A un callejón a dos manzanas del lago. Entré, pero el auto de Liam no estaba, lo
que no tenía sentido ya que el callejón se convertía en un callejón sin salida. Ahora que
lo pienso, debe haber algún rincón que se me escapó en esa oscuridad.
Mis manos se crisparon en mi regazo y algo se espesó en mi garganta. La
oscuridad cubrió mi visión y vi un cielo nocturno. Parpadeé y me sentí mareada.
―¿Y? ―Quería ser indiferente, pero me temblaba la voz.
―Entonces, algo de esa noche no me pareció bien. Un momento, estás con él, y al
siguiente estás sola en una calle a unas pocas manzanas de distancia e involucrada en
un accidente de auto... No podía dejar de pensar en ello.
―No veo cómo ambas cosas podrían relacionarse. Estaba sola, como tu dijiste.
Liam no pudo tener nada que ver con el accidente...
El aire abandonó mis pulmones demasiado repentinamente. Sí, el accidente de
auto en sí mismo no tenía necesariamente nada que ver con los acontecimientos que
Jimmy había descrito, pero ahora sabía lo que había llevado a ese accidente. Había
querido morir.
Si lo que decía Jimmy era cierto... algo terrible debía haber pasado con Liam.
Liam debe haberme hecho algo.
Pero, pero ¿cómo... por qué? Estábamos hablando de Liam. Era mi amigo.
Siempre había sido amable conmigo y...
―He observado a Liam de cerca todo este tiempo, y cuando vi la forma en que te
mira cuando no estás mirando... Katie, siempre parece enfadado. Eso no tenía ningún
sentido.
Ahora entendía por qué Jimmy tenía el rostro raro cada vez que nos veía a mí y
a Liam. No estaba celoso. Pensaba que Liam me haría daño. Pensaba que...
―Espera. Dijiste que tenías un mal presentimiento sobre Liam. ¿A qué te
referías? ¿El suicidio de Samantha?
―No. Creo que él la mató.
Otra ráfaga de oscuridad llenó mi visión, y oí una voz que no era la de Jimmy
decir:
―Tranquila. Todo va a salir bien. No, no llores. Todo estará bien.
El ácido me quemó la garganta, y ahora mis manos temblaban tanto que estaba
segura de que él podía ver.
―He oído que algunos creen que la has matado.
Sus cejas se alzaron en alto.
―¿Qué? Eso es una mierda.
―¿Lo es, de verdad? Supuestamente, sabías que te engañaba. Es fácil deducir que
perdiste el control y la mataste.
Sus ojos se llenaron de una mezcla de dolor y rabia.
―Puede que estuviera fuera de sí de furia cuando descubrí que me engañaba y
pensé en romper con ella, pero la quería, Katie. La quería mucho. Estaba listo para
superarlo y perdonarla. Para que lo intentáramos de nuevo.
La convicción y la emoción en su voz hicieron que mi estómago se retorciera
incómodamente. No podía seguir adelante. Seguía sufriendo, y yo le creía.
―Dices que crees que Liam la mató. ¿Tienes alguna prueba?
―Por eso tenía tanta prisa por hablar contigo. ¿Sabes lo que me dijo esta chica
antes de venir aquí? Me dijo que vio a Samantha con Liam esa noche. Estaban juntos.
―¿Se lo dijo a la policía?
―No. Ella no relacionó su encuentro con la muerte de Samantha. Ella creía que
Samantha se había ahogado.
―¿Por qué tienes que ser como ellos? ¿Por qué todos me odian? ―Esa voz sonó en
mi oído desde los recovecos de mi mente.
Cada vez era más difícil concentrarse en Jimmy.
―¿Por qué no me dijiste nada de esto antes?
―¿Me habrías creído? Tú y yo empezamos con mal pie y nunca me diste la
oportunidad de intentar explicarme. Incluso intenté advertirte sobre él, pero no me
escuchaste. ―Levantó las manos en el aire―. Bien, admito que todo eso no fue del todo
culpa tuya. Fui un imbécil.
―Puedes repetirlo.
Desvió la mirada y se pasó la mano por el cabello.
―Después de la muerte de Samantha, pasé por un período difícil. Solía perder los
nervios con facilidad. Y a medida que se acercaba el primer aniversario de su muerte,
todo volvía a mí, y me sentía muy enfadado. Me desahogaba contigo, no es que sea una
excusa ―suspiró, encontrando mi mirada―. De todos modos, ¿ves ahora por qué debes
alejarte de él? Si mi teoría es cierta, que él mató a Samantha esa noche, también es cierto
que te hizo algo la noche de tu accidente. ¿Y que esté cerca de ti ahora? Tiene asuntos
pendientes.
Antes de que pudiera responder, fui absorbida por un recuerdo... un recuerdo de
la conversación con Liam al otro lado de la mesa en la cafetería. Reírnos juntos. Él
sugiriendo que fuéramos a otro lugar. Yo aceptando. Yo entrando en su auto y él
dirigiéndose hacia Silver Lake... sólo que no me llevó allí. Se metió en la esquina de un
callejón que estaba tan oscuro que apenas pude verle cuando apagó las luces del auto.
―Liam, ¿por qué has parado aquí?
Estaba demasiado oscuro para estar segura, pero había una mirada animal en sus
ojos, una oscuridad extraña que no debería pertenecer a alguien tan agradable como
Liam. Un escalofrío me recorrió la espalda.
―He estado imaginando esto durante semanas. Desde que nos emparejaron para
nuestro proyecto.
Mi sonrisa cayó.
―¿Imaginar qué?
―Esto. ―Me agarró el rostro y aplastó sus labios sobre los míos, cortando mi
suministro de aire. Era mi primer beso, y fue todo raspado de dientes, saliva asquerosa y
dedos magullados en mis mejillas. Intenté apartarme de él, pero no cedió.
―Liam... ―Su boca presionó más fuerte contra la mía y, en un momento, tenía mis
manos inmovilizadas detrás de mí y su otra mano amasando mi pecho dolorosamente.
Grité, pero el sonido fue amortiguado―. ¡Liam, me estás haciendo daño!
―He querido tocarte durante mucho tiempo. ―Sus ojos estaban vidriosos―. Sé que
quieres esto.
Me agarró el otro pecho y traté de apartar las manos de su agarre, pero era
demasiado fuerte para mí.
―No quiero esto. Aléjate.
Se rio.
―Vamos. Tú quieres esto. Te gusto, ¿verdad?
―Liam, ¡Déjame ir! ―Arranqué la mano de su agarre y le di una bofetada.
Se echó hacia atrás, con los dientes descubiertos y la respiración entrecortada.
Alcancé el pomo de la puerta, pero él se movió rápidamente, cerrando la puerta antes de
que pudiera abrirla. No, no, no. ¿Qué demonios estaba haciendo?
―¡¿Qué estás haciendo?! Quiero salir.
Hizo una mueca.
―¿Por qué tienes que ser así? Lo pasamos tan bien juntos. Pensé que te gustaba.
Ahora mismo, parecía imposible que me hubiera divertido con este tipo. Parecía
irreconocible, y aún me costaba creer que esto estuviera sucediendo. Pero estaba
ocurriendo, y todos mis instintos me gritaban que podía hacerme daño.
Mi rápido barrido de los alrededores me confirmó que no había nadie alrededor, y
estaba segura de que, si gritaba, nadie me oiría. Estaba sola.
Intenté un acercamiento tranquilo.
―Liam, por favor, déjame salir.
―¿Por qué tienes que ser como ellos? ¿Por qué me odian todos?
No sabía de qué o de quién estaba hablando, aunque no me importaba.
―Este no eres tú. Deja que me vaya.
Sus ojos verdes parecían diabólicos mientras se acercaba a mí.
―No.
La bilis se acumuló en mi garganta cuando su mano se posó en mi rodilla y se
dirigió hacia el vértice de mis muslos. Intenté quitarle la mano, pero me agarró la muñeca
con la otra, apretándola con tanta fuerza que temí que me la rompiera. Solté un gemido
entre los dientes.
―Por favor, no hagas esto.
―Relájate. Todo irá bien. Lo disfrutarás. Te lo prometo.
Su mano se acercó a mi entrepierna y se me revolvió el estómago. Utilicé mi mano
libre para abofetearle de nuevo, pero eso resultó ser un error. Su mano se movió
rápidamente en represalia, y un dolor agudo estalló en mi mejilla, la fuerza de su bofetada
impulsó mi cabeza contra la ventana del lado del pasajero.
―Estaba tratando de ser bueno contigo, pero, ¡no! Tenías que hacer esto más difícil.
Las lágrimas se me agolparon en los ojos y, a través de una visión borrosa, oí que
un auto se detenía cerca de mí. Abrí la boca para gritar, pero él sacó un cuchillo y me lo
puso directamente en la garganta antes de que pudiera emitir un sonido.
―Mantente en silencio.
Mis ojos se abrieron de par en par. No, ¡esto no puede estar pasando! No, no, no.
Quería salir. Necesitaba salir.
Por favor, que el conductor del auto salga. Por favor, que vean lo que está pasando
aquí. Por favor, por favor, por favor.
Pasaron segundos y segundos, pero el auto seguía aparcado, y sentí que empezaba
a asfixiarme de pánico. Lentamente, el auto se alejó.
No. Estaba sola.
Liam se rio, el siniestro sonido resonó en mis oídos con demasiada fuerza. Apretó
su cuchillo contra mi piel y no me atreví a respirar.
―Ahora estamos solos tú y yo. ―Se llevó la mano al cinturón de sus vaqueros y lo
desabrochó. El corazón me golpeó salvajemente contra las costillas al ver cómo se bajaba
la cremallera de los vaqueros y se agarraba la erección. Se me acumuló más bilis en la
garganta y sentí que iba a vomitar en cualquier momento. No podía moverme. Quería
moverme, pero tenía demasiado miedo.
―¿Qué estás haciendo?
―Ahora vas a ser una buena chica y te vas a llevar mi polla a la boca.
Apreté los labios para no vomitar. No, todo esto estaba mal. Esto no era real. Era
una pesadilla.
―Por favor, por favor, por favor, no hagas esto. ―Se derramaron más lágrimas. Mi
corazón latía alarmantemente rápido―. Por favor, sólo...
―Estate tranquila. Todo va a estar bien.
Me tomó la nuca y empezó a inclinarme hacia delante. Yo sollozaba.
―¡No, por favor!
―No, no llores. Todo estará bien. Sólo tómalo en tu boca. Despacio y con calma.
―No, no, no. Por favor...
No me hizo caso, acercándome cada vez más a la furiosa e hinchada punta. Tenía
un aspecto monstruoso y feo. Tan feo. No podía hacer esto. Yo…
Su cuchillo se clavó en mi costado y me detuve de golpe.
―Y ni se te ocurra morderme. Si lo haces, este cuchillo va directamente aquí.
Le creí. Oh, Dios, le creí. Sentí que me balanceaba y esperaba desmayarme, pero
cuando empujó mi cabeza hacia él, mi visión se aclaró. Mis labios lo rodearon y, antes de
que pudiera prepararme, se introdujo profundamente en mi garganta.
Me atraganté, las lágrimas brotaron de mis ojos. No podía tomar suficiente aire.
No. ¡Me asfixiaría!
Apoyé las manos en su pierna para impulsarme, pero él me empujó la cabeza hacia
abajo, continuando con la obstrucción de mi garganta. Ahora sí que no podía respirar...
Mi visión había empezado a desvanecerse cuando me agarró del cabello y me
levantó la cabeza, sus ojos brillaban con locura mientras estudiaba mi rostro cubierta de
lágrimas y saliva.
Esta vez, cuando sonrió, no parecía humano.
―Hermoso.
Y en ese momento, lo supe. No había manera de que pudiera salir de esto. No si
seguía resistiéndome a él. No si no entraba en su juego. Tenía que seguir con esto. Tenía
que hacerlo si quería que esto terminara.
No me resistí a él mientras me empujaba de nuevo hacia abajo, y esta vez, lo trabajé
con mi boca y mi lengua, cualquier cosa con tal de que no me ahogara de nuevo.
Mientras soltaba una retahíla de gemidos, me dije que me distanciara de esto. Que
pensara en cualquier otra cosa mientras seguía adelante. Que ignorara el asqueroso sabor
y sus asquerosos sonidos. Ignorar el terror y el dolor que me invadían. Para ignorar la
sensación de inutilidad que llenaba todo mi ser.
Pero cuando se acercó al borde, noté algo. Su atención se desvió de su cuchillo y ya
no lo sostenía contra mí. Lo demostró cuando se tensó como si fuera a tener un orgasmo
en cualquier momento y dejó caer el cuchillo al suelo.
Y lo supe. Era ahora o nunca.
Simultáneamente, le mordí con fuerza la polla y lo golpeé en los testículos. Me
aparté de un tirón mientras él rugía, y mientras se llevaba las manos a la entrepierna,
golpeé con la mano el botón de cierre. En un segundo, salí de su auto y corrí por donde
habíamos venido tan rápido como pude, sollozando y ciega de lágrimas. No sabía a dónde
iba, sólo sabía que tenía que alejarme de él.
Seguí corriendo y corriendo, las calles cada vez más oscuras, al igual que mi mente.
Me había violado. Liam me había violado.
Se me revolvió el estómago y luché contra las escalofriantes imágenes de su auto,
pero eran implacables. Se desvelaban ante mis ojos como una enfermiza película de terror.
Mis pasos se volvieron más lentos. Desorientada.
Me había utilizado como una muñeca barata y sin valor.
Yo no valía nada. Sin valor.
El dolor me quemaba y me doblaba, queriendo que todo saliera, pero era imposible.
Nunca se iría. Después de esta noche, siempre sería mi dueño. Me marcaría. Recordarme
que mi vida no estaba destinada a cosas mejores. Que no merecía algo mejor. No después
de esto.
Mis pies me llevaron hacia lo que se suponía que era la seguridad, pero mi mente
me llevó a la oscuridad total, donde no había seguridad.
Sólo el dolor.
Profundo.
Implacable.
Sin fin.
Tragué saliva y mis ojos se abrieron de golpe. Sentía que el corazón me iba a
explotar en el pecho y apenas podía respirar. Tenía la vista borrosa y tardé unos
segundos en parpadear para aclarar mis ojos y recordar dónde estaba. Para ver que
Jimmy ya no estaba frente a mí, sino cerca con sus padres, lanzándome miradas
mientras se turnaban para abrazarlo.
En algún momento de mi recuerdo, también habían entrado los padres de otros
compañeros del elenco, todos ellos felicitando a sus hijos, y era una imagen de tanta
felicidad. No parecía normal comparado con lo que yo sentía por dentro.
Liam me había violado. Fue por él que intenté suicidarme.
Saberlo fue un puñetazo en las tripas y, al igual que aquel día, el vómito subió
por mi garganta. Estaba segura de que vomitaría delante de todos si no me alejaba.
Necesitaba irme. Necesitaba encontrar a mis padres. Necesitaba contarles todo.
Con movimientos bruscos, giré mi silla y seguí el pasillo que llevaba a un lado del
teatro, luchando no sólo contra el vómito sino también contra mis lágrimas.
Hasta que alguien detuvo mi silla por detrás y me puso un cuchillo en la garganta.
CAPITULO VEINTISIETE
Empecé a gritar, pero una mano me tapó la boca.
―Quédate callada, o usaré esto.
Liam.
El recuerdo era demasiado fresco, demasiado doloroso, alimentándome con el
mismo miedo que había sentido aquella noche. Retiró su mano de mi boca, pero su
cuchillo permaneció en ella, y mi piel se estremeció en el lugar donde descansaba su
filo.
―Estamos rodeados de gente. No te saldrás con la tuya.
―Oh, tengo la intención de salirme con la mía.
Quitando su cuchillo de mi cuello, empujó mi silla de ruedas, sus pasos rápidos.
Quería gritar, pero sabía que usaría el cuchillo antes de que pudiera soltar el sonido.
Todo lo que podía esperar era que alguien saliera y pusiera fin a esto.
Me estremecí cuando me empujó al exterior. No tenía chaqueta y mi traje no me
protegía del frío. Me froté los brazos, con el corazón agitándose en mis oídos mientras
buscaba a alguien. Mi pecho se hinchó de alivio cuando vi a un grupo de personas en el
estacionamiento, pero Liam no se dirigió hacia allí. No, se dirigió al otro lado de la calle,
a otra zona del estacionamiento.
No había ni un alma, ni cámaras de seguridad, en ese terreno, y no pude evitar
pensar que lo tenía todo planeado hasta el último detalle. El terror me invadió cuando
me llevó a su auto y vi que era el mismo de aquella noche.
Mis dedos se clavaron en los reposabrazos acolchados de mi silla. Todo en mí
estaba en contra de volver a estar en ese auto, pero no tuve elección cuando abrió la
puerta del pasajero y me apuntó con su cuchillo como incentivo para que me moviera.
Mis piernas estaban paralizadas. Ahora tenía aún menos posibilidades de escapar que
entonces.
Sabía que una vez dentro no había escapatoria, pero a medida que mi última
mirada a nuestro alrededor no ofrecía resultados, crecía la certeza de que no había otra
alternativa para mí. Mis lágrimas corrían ahora sin control por mi rostro, dejando
manchas de frío en mi piel que me hacían temblar con cada ráfaga de viento. Tragando
el nudo en mi garganta, me trasladé al asiento del copiloto.
Cerró la puerta tras de mí y tiró mi silla de ruedas en el asiento trasero antes de
rodear su auto y entrar en él. Encendió el motor y la calefacción, pero el aire caliente no
ayudó con el frío. El frío me invadía demasiado. Puso su cuchillo en la funda de su lado
izquierdo, pero eso no me tranquilizó. Mientras tuviera un cuchillo, no me cabía duda
de que lo usaría contra mí.
―¿A dónde me llevas?
―Ya lo verás.
Mis dedos se agitaron en mi regazo, acompañando el errático bombeo de mi
corazón.
―No parecías sorprendida cuando escuchaste que era yo quien sostenía un
cuchillo en tu garganta. ¿Finalmente recordaste? ¿O has fingido amnesia todo este
tiempo para jugar conmigo?
―¿Jugar contigo? Tú eras el que jugaba conmigo. Incluso me deseaste buena
suerte pesta noche. ¿Por qué estabas montando un espectáculo? Sólo... ¿por qué?
―¿Quieres oír una historia? ―Preguntó conversando―. Al principio, pensé que
estabas fingiendo tu amnesia. ¿Recuerdas nuestro primer encuentro en el gimnasio?
Intentaba ver si me estabas mintiendo, así que me acerqué a ti para ver si mostrabas
alguna señal de que te acordabas. No podía ser que de repente decidieras delatarme con
alguien, ¿verdad?
»Pero entonces vi que realmente no recordabas esa noche, y se me ocurrió una
idea. Pensé que podía usar eso para conseguir mi venganza. Planeé que te enamoraras
de mí para poder romperte el corazón igual que tú rompiste el mío, pero tenías que ir y
enamorarte de ese tipo. ―Sus manos se apretaron alrededor del volante, las venas de
sus manos se abultaron―. Una vez más, no pude conseguir que me vieras, que me
amaras.
Apreté la mano contra mi estómago, con náuseas por su admisión. Estaba loco.
―En ese momento perdí la cabeza y dije que se jodiera el plan anterior. Intenté
acabar contigo. Robé las llaves del cuarto de servicio y apagué las luces del vestuario de
las chicas.
―Fuiste tú.
―Sí. Ese era yo. Quería colarme en el vestuario, pero entonces Adams apareció
antes de que pudiera hacerlo. Él arruinó mi plan, pero eso estuvo bien. Porque, ¿sabes
qué?
Me quedé callada.
―Porque me he dado cuenta de algo. ¿Sabes cuándo se puede herir más a una
persona? Cuando está más feliz. Como lo era yo. Así que quería que te sintieras como si
no tuvieras ninguna preocupación en el mundo, rodeada de tus amigos y tu familia.
Quería que te sintieras en la cima del mundo en ese escenario. Todo eso, para poder
quitártelo todo.
―Por qué...
―¿Por qué? Porque las perras como tú no merecen nada. Perras como Samantha
Hawkins. Como mi propia madre. Ninguna de ustedes se preocupó nunca por mí.
Ninguna me miró y vio mi valor. Todas me han utilizado de una forma u otra.
Oh, Dios. Así que estaba admitiendo estar involucrado en la muerte de Samantha.
―¿Cómo te he utilizado?
―Has utilizado mi amistad. No nos engañemos. Aparte de tu amiga Dylan, no
tenías a nadie. Estoy seguro de que fui el primer chico que te prestó atención.
Podríamos haber estado tan bien juntos, pero, no, tuviste que darme la espalda. Igual
que Samantha. ―Resopló una carcajada―. ¿Sabes lo que me hizo esa perra? Me folló, sí.
Y siguió prometiendo que dejaría a su novio, ¿pero esa noche? Esa noche la perra me
dijo que habíamos terminado. Me dijo que no podía hacerlo más. Ya estábamos en el
lago. Sabía lo que tenía que hacer.
―La ahogaste.
―Empujé la cabeza de esa perra al agua. No se resistió mucho.
Me tapé la boca con la mano. Las líneas de su rostro en esta oscuridad eran
demasiado agudas, demasiado siniestras. ¿Cómo he podido pasar por alto eso? ¿Cómo
pude pasar por alto el monstruo que acechaba detrás de cada sonrisa cegadora que me
había regalado?
Lanzó una fuerte carcajada.
―Y su novio en realidad te advirtió sobre mí. Lástima que no tuviera nada con lo
que respaldarlo.
Oh, Dios.
―Liam, nunca te hice nada. Pensé que eras mi amigo, fuiste y.… y me hiciste eso.
Si me hubieras dicho que te gustaba y no me hubieras forzado, yo...
―¿Habrías qué? No me jodas. Habrías jugado conmigo. Hasta que te cansaras de
mí. Igual que Samantha. Igual que mi madre, que se preocupa más por su jodido e inútil
novio que por mí.
Pensé en lo que había dicho sobre su madre. No sólo antes, sino también desde
el principio.
―Liam, sé que tu madre no es la mejor de las madres, pero quizá haya algo más
en ella. Tal vez se preocupa por ti a su manera.
Su bofetada llegó antes de que pudiera procesar el cambio de su mano de la
palanca de cambios a mi mejilla.
―¡Deja de defenderla! Es una excusa lamentable para una madre. Nunca me
quiso. ¡Nadie me ha querido nunca!
Las lágrimas se acumulan en mis ojos y se derraman. Me llevé una mano
temblorosa a la mejilla y traté de acercarme lo más posible a la puerta del pasajero.
―Pensé que eras diferente. Me diste señales de que te gustaba. Me hablaste en la
calle esa noche. Así que te llevé a cenar.
¿De qué demonios estaba hablando? Pensé en la hora anterior a que me llevara
a la cafetería, y supe que su perspectiva era errónea, retorcida. Mi memoria era clara
como el cristal, el rompecabezas completo. Había salido a dar un paseo y había olvidado
llevarme el teléfono. Me encontré con Liam cerca de mi casa. Fue encantador,
convenciéndome de que fuera a la cafetería con él. Se suponía que todo era en plan
amistoso, y pensaba volver a casa poco después.
Por eso nadie sabía cómo había acabado en la calle donde me atropelló Caroline.
Por qué no había nada en mi teléfono que diera cuenta de esas horas antes del accidente.
―¿Qué estabas haciendo en esa calle esa noche? ¿Me estabas acosando?
El brillo de sus ojos fue suficiente confirmación, y me llevé la mano a la boca
cuando las náuseas se me agolparon en el estómago. Era capaz de... Mi mente se
tambaleó con toda la información, y repasé cada uno de nuestros encuentros, cada una
de sus frases que no había visto.
―Esa historia que le contaste a Fay sobre haber jugado al baloncesto con chicos
en silla de ruedas. ¿Era falsa?
Sonrió hasta mostrar sus encías.
―Esta es una de las razones por las que me gustabas tanto. Eres inteligente. Por
supuesto que era falso. Era una forma de conseguir que me eligiera para asistirte.
Sacudí la cabeza, con más lágrimas cayendo por mis mejillas.
―Liam, nunca te he hablado ni te he dado señales de que me gustabas. Sólo fui
amable contigo. ―Su boca se convirtió en una línea dura.
―Me diste señales.
―No, no lo hice.
―¡Lo hiciste! ―Golpeó con su puño el lateral de mi asiento y yo grité―. ¡Todas
son iguales, fingiendo interés! Pero eso se acaba esta noche. Les demostraré que no
pueden enroscarme alrededor de su dedo meñique.
Mi corazón se estremeció de pánico.
―¿Qué vas a hacer?
―Adivina.
No reconocí el barrio en el que estábamos, pero entonces dio un giro y la calle en
la que Caroline me había atropellado quedó a la vista.
Mi corazón empezó a bombear a un ritmo salvaje. Al principio, pensé que me iba
a llevar al mismo callejón al que me había llevado aquella noche, pero cuando lo
pasamos y llegamos a una calle que llevaba al lago, supe cuáles eran sus planes para mí.
Iba a ahogarme. Al igual que Samantha.
―Liam, no eres tú. No...
―¿No qué? No me des un discurso sobre que este no soy yo cuando te acabo de
decir que maté a esa chica. Y esta noche, voy a matarte a ti también.
Miré frenéticamente a mi alrededor, notando que había empezado a conducir
por un camino casi intransitable alrededor del lago, llevándome al lugar exacto donde
se había encontrado el cuerpo de Samantha.
El pánico bloqueó mis vías respiratorias y tuve que empezar a respirar
profundamente antes de hiperventilar. No había forma de salir de esto. No había nadie
en esta zona, y los árboles eran tan densos que nadie sabría que habíamos estado aquí.
No tenía medios para pedir ayuda. Iba a morir.
¿Alguien se dio cuenta de que había desaparecido? ¿Alguien me estaba
buscando?
No me había dado cuenta de que estaba sollozando hasta que Liam aparcó el auto
y dijo:
―Deja de llorar, joder. Me estás fastidiando.
―No te saldrás con la tuya. ―Repetí mi declaración anterior.
―Una vez me salí con la mía.
―No tendrás tanta suerte esta vez.
Levantó la mano como si fuera a golpearme de nuevo, y yo me encogí, gritando.
―No pongas a prueba mi paciencia, Katie. Guarda silencio, o haré que te
arrepientas.
Era difícil permanecer en silencio cuando mis gritos sólo querían salir. Estaba
temblando en parte por el frío, y cuando abrió la puerta para salir y el aire frío corrió
dentro, sentí que me iba a congelar si Liam no acababa conmigo primero.
La luz de la luna se reflejaba en la superficie del lago a unos metros delante de
nosotros. Era lo suficientemente fuerte como para que pudiera distinguir nuestro
entorno más cercano. La hierba y los arbustos eran demasiado altos y espesos aquí, y
no había forma de que mi silla de ruedas pudiera pasar. Al darse cuenta de lo mismo,
Liam no se molestó en recuperar mi silla de ruedas del asiento trasero. Enfundó su
cuchillo antes de abrir la puerta del pasajero y levantarme.
Se me ocurrió que debía aprovechar esta oportunidad cuando no pudiera
alcanzar su cuchillo para golpearlo, pero él se anticipó.
―Ni siquiera intentes lo que sea que estés planeando hacer. Soy más rápido y
más fuerte que tú. Además, tengo dos piernas que funcionan. ―Se rio.
Me colocó en una zona de tierra húmeda junto al agua. El agua que parecía una
jaula brillante esperando a cerrarse a mi alrededor. Nunca había sido una buena
nadadora, pero ahora, sin mis piernas, sabía que ni siquiera podía considerar esa ruta
para escapar de él.
Se sentó a mi lado y traté de alejarme de él todo lo que pude. No me dejó, su mano
alrededor de mi brazo me impidió apartarme de su lado. Me rodeé la cintura con los
brazos, temblando ya con fuerza por el frío y el miedo. ¿Qué iba a hacer? ¿Cómo iba a
matarme?
La luna iluminaba los afilados planos de su rostro, añadiendo profundidad a su
inquietante expresión. Sus ojos bajaron por mi cuerpo, y sentí que violaba cada
centímetro de mí. Recordé aquella noche, cuando me hizo eso. Eliminando mis opciones
y haciéndome sentir inútil. Marcándome para siempre.
No había presencia de humanidad en sus ojos cuando levantó la mano hacia mí.
Me estremecí, pensando que iba a golpearme, pero sólo me acomodó el cabello detrás
de la oreja. Se rio de mi reacción.
―Se está bien aquí. ¿Verdad? Tranquilo y aislado. Samantha y yo solíamos venir
aquí a menudo. Follabamos como si no hubiera un mañana.
Me apreté la mano contra la boca para reprimir un ataque de náuseas. Hacía un
rato que me había sentido más feliz que nunca en el escenario. Me había sentido como
si estuviera viviendo un sueño.
Y ahora estaba en una pesadilla. Una pesadilla real y espeluznante.
―¿Cómo pudiste hacerme eso? Me violaste, Liam.
Sus dientes brillaron.
―Oh, vamos. No me digas que no lo disfrutaste al menos un poco.
―No lo quería. No te quería a ti, Liam.
Sus repugnantes dedos recorrieron mi rostro, y mi mano se crispó con el impulso
de apartarlos de un manotazo.
―Lástima por ti, porque yo me habría ocupado de ti. Y míralo así: si te hubieras
quedado conmigo, no habrías tenido ese accidente. No habrías sido una inútil en una
silla de ruedas.
Moví la cabeza hacia un lado para no tener que seguir mirándolo, pero me agarró
la barbilla y me obligó a echar la cabeza hacia atrás.
―Tengo curiosidad por una cosa. ¿Cuándo te acordaste?
―Me he acordado demasiado tarde. ―Me castañetearon los dientes.
Soltó otra carcajada.
―¿Es así?
Me estremecí de frío y sus ojos se posaron en mi pecho.
―Mira esos pezones. Todos duros y listos para mí. ―Me manoseó el pecho, y
aquella noche en su auto volvió a pasar por delante de mis ojos.
No. ¿Qué demonios estaba haciendo? No podía quedarme sentada y dejar que se
saliera con la suya. No podía no hacer nada. No otra vez. Tenía que luchar. Tenía que
hacer algo.
―¡Para! ―Le aparté la mano de un manotazo y traté de alejarme de él, pero me
dio una fuerte bofetada que me hizo caer al suelo. Sentí que se me partía el labio y que
la sangre me llenaba la boca.
Demasiado rápido, se abalanzó sobre mí, presionándome contra el suelo y
sujetando mis dos manos por encima de la cabeza.
―No. ¡Déjame ir! ―Grité, retorciéndome contra él, pero sacó su cuchillo y lo
apretó contra mi cintura, hundiendo su cuerpo contra el mío. La punta de la hoja
atravesó el fino material, rozando mi piel, y grité ante el agudo escozor.
―He sido paciente contigo, pero eso se acaba ahora. Primero, voy a follarte. Sólo
porque puedo. Y luego... ―Pasó la punta de su cuchillo por mi pecho y mi estómago.
Llevó su boca a mi cuello. Me besó con agresividad, haciéndome más daño que
otra cosa, y yo no podía respirar con todo el miedo que se acumulaba rápidamente en
mí.
Me sentía tan impotente. Me estaba violando de nuevo y yo no podía hacer nada.
No podía usar las piernas ni los brazos. Iba a violarme y entonces... no. No, no, no.
No podría pasar por esto otra vez. No.
Miré a mi alrededor en busca de cualquier cosa en esta oscuridad, cualquier cosa
que pudiera usar para ayudarme, esperando un milagro. Mis ojos se fijaron en una roca
que estaba casi a mi alcance, y tuve que parpadear dos veces sólo para confirmar que
era realmente una roca y no otra cosa que parecía una roca en la oscuridad. Me sujetaba
los brazos con fuerza por encima de la cabeza para que no pudiera moverlos, pero tal
vez pudiera agarrarla finalmente y golpearle con ella.
Pero eso sería arriesgarse a ser apuñalada.
Es mi única oportunidad. Voy a morir de todos modos si no hago nada.
Mientras él se apretaba contra mí, intenté no pensar en lo que me estaba
haciendo, sino en cómo podría alcanzar esa piedra. Tendría que liberar mis manos o su
cuchillo para alcanzar su cremallera, y tenía la corazonada de que no se arriesgaría a
liberar mis manos.
Una idea se formó rápidamente en mi cabeza. Sólo tenía una oportunidad, y se
basaba principalmente en si tenía la suerte de que se moviera como yo esperaba.
Se empujó contra mí con fuerza, como si estuviera simulando cómo sería una vez
que no hubiera ropa entre nosotros, y estuve a punto de perder el miedo. Pero entonces
colocó su cuchillo en el suelo junto a nosotros y se llevó la mano a la cremallera, y me
obligué a mantener la concentración.
Porque esto era todo. Mi única oportunidad.
Levanté la cabeza y le mordí la nariz con toda la fuerza que pude. El sabor
metálico de la sangre me llenó la boca mientras su grito llenaba mis oídos, y en el
momento en que soltó mis manos para alcanzar su nariz, extendí mi mano hacia la roca.
Mis dedos apenas la rozaron, y me esforcé por alcanzarla... una y otra vez...
Finalmente, mi mano se cerró alrededor de la roca, y grité, golpeándolo una, dos, tres
veces. Sus gritos cesaron bruscamente tras el segundo golpe. Cayó al suelo y lo empujé,
con los músculos temblando por la fuerza con la que tuve que empujar. Rodé sobre mi
vientre y me arrastré frenéticamente lejos de él, esperando que estuviera inconsciente.
Esperando poder alejarme de él. Arrastrándome, arrastrándome y arrastrándome.
Me empujé contra la hierba alta, el sonido lejano del motor de un auto llegó a mis
oídos. Alguien más estaba aquí.
Eché una mirada por encima del hombro para ver si Liam seguía en el suelo, y
abrí la boca para pedir ayuda, cuando un cuerpo se estrelló contra mí, me volcó y me
apretó contra el suelo, con las manos rodeando mi garganta.
―¡Te voy a matar! ―Liam escupió, y su saliva me golpeó en la mejilla. Apenas
pude ver su rostro ensangrentada antes de que mi visión empezara a nublarse, sin
poder respirar. Oh, ¡demonios, no!
No podía entrar aire. Levanté los brazos para arañar su rostro, pero los sentía
muy pesados. Mi visión se oscureció. No podía respirar...
Iba a morir. Él iba a matarme.
Pero yo no quería eso. Por fin lo sabía ahora, con todo mi ser, mientras miraba a
la muerte a los ojos. No quería morir. No era inútil ni despreciable. Tenía mucho que
lograr. Sólo había empezado a arañar la superficie de lo que quería de mi vida.
Pero ahora era demasiado tarde. Me estaba muriendo.
Quiero vivir.
Todo se oscureció y todo se calmó. No había nada.
Las manos me soltaron de repente, y mi boca se abrió de golpe en torno a una
larga inhalación mientras mis pulmones luchaban por meter todo el aire que podían.
Jadeé y resoplé mientras los sonidos de una pelea estallaban cerca de mí. Los brazos de
alguien me rodearon la cintura y me ayudaron a incorporarme.
―Ya estás bien. Estamos aquí. ―La voz de Jimmy llenó mi oído―. Acabo de llamar
al 911 y la policía llegará pronto. ―Sus manos apretaron mis hombros de forma
tranquilizadora.
Abrí los ojos para ver a Jason sentado encima de Liam y dándole un brutal
puñetazo en el rostro, los faros del auto de Jason los inundaban de luz. Nunca había
visto a Jason tan violento… tan furioso. Después del cuarto golpe, Liam dejó de resistirse
y su cuerpo quedó inerte. Después del sexto golpe, estaba segura de que se había
desmayado.
Con un grito, Jason dio un último puñetazo en el rostro de Liam y se puso en pie
de un salto, sin dedicarle ni siquiera una mirada mientras corría a mi lado.
Se arrodilló y me tomó el rostro con manos temblorosas, mirándome como si
fuera a desaparecer en el aire.
―¿Estás bien, cariño? ¿Te duele algo?
Antes de que pudiera responder, me revisó para ver si tenía alguna herida, y sus
ojos me recorrieron. Necesitaba un momento para asimilarlo: que estuviera aquí. Que
no me odiaba. Que me había salvado.
―Te estás congelando ―dijo y se quitó la chaqueta en tres movimientos
bruscos―. Toma. ―Me ayudó a ponérmela y me subió la cremallera hasta el cuello.
―Me duele la garganta ―dije entre dientes.
―Ese hijo de puta ―siseó. Me pasó las manos por el cabello una y otra vez―.
Ahora estás bien. No te va a pasar nada malo. Ahora estás bien ―murmuró estas últimas
palabras, sonando como si estuviera tratando de convencerse a sí mismo más que a mí.
Me abrazó y yo me incliné hacia él, buscando su comodidad y la seguridad de sus brazos.
―Jason, estaba tan asustada. Tan asustada. Pensé...
―Shhh. ―Dejó un beso en la parte superior de mi cabeza, meciéndonos de un
lado a otro―. Ahora estás a salvo. ―Sus brazos me rodearon con fuerza―. Siento que no
hayamos venido antes. Lo siento mucho. ―Su voz se quebró como si fuera a llorar, y
toda una carga de emociones se estrelló sobre mí como una avalancha. Crucé los brazos
agarrando la parte delantera de su chaqueta, aferrándome con fuerza a él.
―Vinimos tan rápido como pudimos ―dijo Jimmy mientras se ponía de pie y se
acercaba a Liam. Apoyó sus dedos en el cuello de Liam para comprobar su pulso―. Está
vivo.
―Debería matar a ese bastardo ―gruñó Jason.
Me aparté para mirarle.
―¿Cómo... cómo me has encontrado?
―Jimmy y yo nos dimos cuenta de que faltabas en el backstage 9, y cuando tus
padres vinieron y preguntaron dónde estabas, Jimmy supo que había algo mal.
Encontramos todas tus cosas en el camerino. Tu teléfono, tu ropa... ―Me pasó los dedos
por la mandíbula―. Jimmy me lo contó todo de camino aquí. Sobre Liam. Sobre
Samantha Hawkins.
―Supuse que Liam te traería aquí. El lugar donde mató a Sammy ―dijo Jimmy―.
Fue una suposición afortunada, en realidad ―añadió cuando le dirigí una mirada
impresionada.
Mis labios se inclinaron hacia arriba, temblando.
―Gracias. A los dos. ―Apreté la mano contra mi boca mientras miraba a Liam―.
Él-él me trajo aquí para matarme. Estaba segura de que iba a morir. ―Me estremecí, y
los labios de Jason se movieron, sus ojos brillaron incluso en la oscuridad con una furia
fría―. Pero eso no fue todo. Primero intentó violarme... otra vez.
Jason se quedó inusualmente quieto.
―¿Qué quieres decir con otra vez?
―No. Hijo de puta. ―Jimmy se pasó las manos por el rostro.
Dejé caer mis ojos sobre mis manos, con lágrimas frescas cayendo por mi rostro.
No quería hablar de esto. No quería admitirlo. Pero tenía que decirlo.
Miré a Jimmy.
―Lo recordé justo antes de que Liam me llevara. Aquella noche, cuando te
detuviste en ese callejón. Estaba allí con Liam, en algún rincón escondido. Me tenía
encerrada en su auto. Conseguí escapar, pero no antes de que él... antes de que me
obligara a... ―Cerré los ojos, la vergüenza me invadía profundamente―. Tomarlo... con
mi boca...
Mis ojos se abrieron de golpe ante la fuerte maldición de Jason.
―Voy a matarlo. ―Se movió para levantarse, pero lo agarré de los brazos,
manteniéndolo a mi lado.
―No. No lo hagas.
El rostro de Jimmy estaba contorsionado por la ira, y pude verlo: acababa de
darse cuenta de que había estado allí y que podría haberme ayudado de verdad.
―No es tu culpa, Jimmy ―dije.
―Podría haberlo detenido. Debería haber mirado con más cuidado.
―No podías saberlo. Ojalá hubiera tomado en serio tu advertencia.
―Y eso también es culpa mía. Si no fuera un completo idiota… Lo siento mucho.

9
Entre bastidores, tras bambalinas.
―Esta noche lo has compensado con creces. ―Intenté sonreírle, pero mis labios
no me hicieron caso. Sólo se volvieron hacia abajo cuando me giré para mirar a Jason.
Estaba oscuro, así que no podía distinguir bien su rostro, pero parecía que sus ojos
estaban llorosos―. ¿Jason?
―Pensé que te había perdido. Cuando lo vi estrangularte, nunca había estado
más asustado en mi vida.
―Ahora estoy bien.
Él solloza. Sus manos rodearon las mías.
―Nada de esto está bien. Debería haber estado a tu lado. No debería haber jodido
todo de nuevo. ―Me abrazó de nuevo, con su cuerpo tenso contra el mío―. Lo siento
mucho, cariño.
Mi corazón se contrajo en una ola de amor y me encontré devolviéndole el
abrazo.
―No, yo lo siento. Por lo que he hecho.
―No, ni siquiera lo digas. No tienes nada de qué disculparte.
No estaba segura de lo que esto significaba, si estaba perdonada y todo estaba
bien entre nosotros, pero ahora mismo, no me importaba. Ahora mismo, necesitaba
sentirlo, estar lo más cerca posible de él, dejar que me ayudara a olvidar los horrores
de la noche. Para recordarme que todo había terminado.
Las sirenas de la policía sonaron en la distancia, y Jimmy se acercó al auto de
Liam para buscar mi silla de ruedas. Me aparté de Jason para poder trasladarme, pero
él no me dejó, me agarró el rostro y acercó su boca a la mía. No perdí ni un segundo,
besándolo con todo lo que tenía. Su calor me envolvió y alejó todo lo frío, oscuro y feo
de la noche. Eliminó la distancia que había existido entre nosotros desde nuestra pelea
y prometió más momentos como éste por venir. No quería volver a separarme de él.
―Te he echado mucho de menos ―susurré contra sus labios.
Sus dedos acariciaron mi mejilla una y otra vez, sus labios se posaron en mi nariz,
mi barbilla, mi frente.
―Yo también te eché de menos. Nunca dejé de pensar en ti. Siempre estabas en
mi mente.
―Pensé que me odiabas. Pensé que nunca me dejarías estar cerca de ti otra vez.
Sacudió la cabeza.
―Quería odiarte, pero no podía. Te he echado tanto de menos, joder. Y ahora, al
darme cuenta de que podría haberte perdido... ―Su boca cubrió la mía, y me dio un beso
duro, de gran intensidad―. Fui un tonto al alejarte de mí.
―Está bien, Jason. Ya ni siquiera importa. Después de esta noche, sólo me alegro
de estar viva.
Jimmy desplegó mi silla y Jason me levantó. Me bajó a la silla, moviéndome con
tanto cuidado como si pensara que podría romperme si no me manejaba con sumo
cuidado, y las emociones me atascaron el pecho. Rompí a llorar y dejé que Jason me
abrazara mientras los policías se unían a nosotros, dejando que me protegiera de la
negatividad, los miedos y el estrés de esta noche.
Y con él a mi lado, me sentí completa de nuevo.
CAPITULO VEINTIOCHO
Después de que volviera en sí, Liam había sido puesto bajo custodia y
actualmente estaba esperando su juicio. Se había despertado poco después de la llegada
de los agentes de policía y, en medio de un completo ataque de nervios, había confesado
el asesinato de Samantha Hawkins y todo lo que me había hecho, desde la noche del
accidente.
Sólo al día siguiente, después de declarar en la comisaría, me asaltaron los
sucesos del sábado por la noche, y pasé por una sobrecarga de emociones, desde la
incredulidad hasta la ira, pasando por la pena y la confusión. Mis padres insistieron en
que me tomara una semana libre del instituto y me programaron una sesión de
emergencia con el doctor Peterson, y le conté todo, desde mi memoria totalmente
recuperada hasta los eventos en el lago. Me prometió que haría todo lo que estuviera
en su mano para ayudarme a superar el trauma de haber sido víctima de una violación,
teniendo en cuenta que me había llevado a un intento de suicidio.
Pasé el resto del domingo encerrada en mi habitación, tratando de comprenderlo
todo. Liam me había robado mi inocencia y mis decisiones, y sabía que me llevaría algún
tiempo asimilar lo que me había sucedido. Sentí que no sentiría el impacto hasta más
tarde, pero el doctor Peterson me recordó que debía mantener una mentalidad positiva
y recordar todas las cosas buenas que había logrado en las últimas semanas, la última
de las cuales era que el agente de talentos de Los Ángeles había quedado impresionado
con mi desempeño y me había dicho que lo llamara cuando mejorara. Quería hablar de
una oportunidad de trabajo, y eso fue parte de lo que me mantuvo cuerda durante los
siguientes días.
Al final, la celebración del centenario de Lake Gate se vio empañada por las
acciones de Liam. Los medios de comunicación lo cubrieron todo, desde que Liam me
llevó al lago hasta el asesinato de Samantha Hawkins, y el director Myers no estaba
contento con ello. Había querido causar un revuelo, sí, pero no así. Estos sucesos
ensombrecieron las fiestas del colegio y el momento monumental de su historia, y el
director no ocultó que se sentía responsable por no haber mantenido a sus estudiantes
a salvo. No es que nadie le culpara, porque Liam nos había engañado a todos,
empezando por su propia madre, que no ocultó su conmoción por el hecho de que su
hijo fuera capaz de lo que había hecho y vino a mi casa a disculparse por él.
Me dijo que Liam siempre había sido un niño difícil y que había sido difícil criarlo
como madre soltera. A menudo no podía estar allí para él, lo que había dejado a Liam a
con sus propios recursos la mayor parte del tiempo, algo que ahora lamentaba
profundamente. No podía culparla, aunque quisiera. Quizá no era el mejor ejemplo de
amor maternal, pero desde luego no había querido criar a un monstruo.
El lunes, papá se tomó el día libre y me llevó a un parque. Pasamos horas
hablando, con la naturaleza pacífica que nos rodeaba en desacuerdo con los temas de
nuestra conversación. Resultaba extraño que pudiera sentirme a gusto después de
haber pasado por tantas cosas, pero mientras los árboles se mecían y el viento
proporcionaba una melodía relajante, me sentí como si el sábado hubiera ocurrido hace
décadas.
Papá me miró preocupado por lo que parecía la centésima vez desde que
salimos.
―¿Segura que estás bien?
Me reí.
―Te preocupas demasiado por mí, papá. ―No es que me quejara, pero no quería
seguir preocupándolo. No después de lo feliz que había estado cuando yo estaba en el
escenario.
―Pasaste por algo terrible, cariño. Algo así... puede dejar marcas.
―Lo sé, pero estoy mejorando.
Sus ojos se aguaron un poco.
―¿Lo estás?
―Necesitaré tiempo para procesar todo lo que ha pasado con Liam, pero ahora
mismo quiero centrarme en lo positivo. Estos dos últimos meses me demostraron que
antes no me esforzaba en mi actuación, pero la señorita Holloway me dio una
oportunidad a pesar de eso. Al principio no la creí, pero luego recordé que cuando estoy
en el escenario, todo se siente bien. Actuar hace que todo se sienta bien.
Jason me había hablado de encontrar el sentido un día, y ahora sabía cuánta
razón tenía. Había encontrado el sentido: actuar era mi refugio, mi fuente de felicidad,
mi pasión. Había renunciado a ello una vez, pero el sábado por la noche me había
mostrado cómo mi vida importaba mucho más de lo que había creído. No era mediocre
ni inútil. Tenía mi propósito en el mundo. Y sabiendo que tenía una segunda
oportunidad de hacer algo por mí misma, no iba a renunciar a mí misma, pasara lo que
pasara.
―Quiero seguir actuando, papá. No sé si saldrá algo de la reunión con el agente,
pero quiero buscar más oportunidades. También, solicitar la universidad.
―Oh, cariño. ―Una lágrima se deslizó por los ojos de papá, y la apartó
rápidamente.
―Vamos, papá. No llores.
―No estoy triste, cariño. En absoluto. Estoy feliz.
Me retorcí las manos en el regazo.
―¿Crees que podemos hacer frente a los gastos de la universidad?
―Tu mamá y yo logramos ahorrar algo para tu futuro. No es mucho, pero es un
comienzo.
Al oírlo, se me llenaron los ojos de lágrimas y apoyé la cabeza en su hombro,
mirando a la gente que pasaba por delante.
―Tú y mamá siempre trabajan duro para mantenernos a flote, y quiero devolver
algo de eso. Siento mucho haber tardado tanto en salir del lugar oscuro.
Me pasó el brazo por los hombros y me dio un beso en la cabeza.
―No digas eso. Nunca te culpamos por ello. No tienes nada de qué sentirte
culpable. Lo único que importa es que estás mejorando.
Mientras observaba a los pájaros crear círculos hipnóticos por encima de
nosotros, sentí que yo también volaba con ellos. Todavía estaba en el camino de aceptar
ser parapléjica, pero estaba aprendiendo a apreciarme más. A ser feliz viviendo en mi
piel por primera vez, como siempre.
―El doctor Peterson tenía razón. Me dijo que mi viaje sería más fácil con el
tiempo. Que disfrutara del momento y que el resto se resolvería solo. Todavía no he
abrazado completamente mi nueva realidad, y creo que habrá baches a lo largo de mi
viaje, pero no me voy a rendir, papá. Ya no.
Me abrazó.
―Me alegro mucho por ti, cariño. Estarás muy bien. Sé que lo harás.
Un sentimiento cálido cobró vida en mi pecho y sonreí. Ahora yo también lo
sabía.

El sol estaba bajo en el horizonte cuando papá giró en nuestra calle, y los latidos
de mi corazón se aceleraron cuando vi el auto de Jason frente a nuestra casa.
―¿Tenemos invitados? ―Peguntó papá, con la frente arrugada.
Me lamí los labios.
―Es Jason.
―¿Jason?
―Jason Adams.
¿Qué estaba haciendo aquí? Anoche me había mandado un mensaje
preguntándome cómo estaba, pero no había mencionado que fuera a venir.
Papá abrió la puerta principal, y las mariposas se dispararon en mi vientre
mientras entraba. La voz de Jason me llegó desde el salón. Era baja y profunda, y me
produjo un delicioso escalofrío, recordándome cada uno de sus besos y caricias.
Recordándome todo lo que me había dicho el sábado por la noche.
El corazón me latía demasiado fuerte en los oídos cuando entré en el salón. Jason
estaba en el sillón favorito de papá, con la pierna cruzada sobre la rodilla. Tenía el
cabello revuelto como si se hubiera pasado repetidamente las manos por él, y su rostro
estaba relajada, sin ojeras para variar. Sólo que ahora me di cuenta de que estaba en mi
casa. Estaba aquí.
Mi madre le estaba diciendo algo, pero él me miró y nuestros ojos se conectaron.
Me mantuvo cautivada y fue necesario que mi padre me llamara varias veces para que
pudiera moverme.
―Jason, ¿qué estás haciendo aquí?
―He venido a ver cómo te va. No has venido a clases. ―Lo dijo como si su
presencia aquí fuera algo habitual.
―Me estoy tomando una semana para procesar todo.
Mamá notó mi reacción con diversión en sus ojos.
―Estaba agradeciendo a Jason por ayudarte el sábado.
―Realmente no es nada, Señora Turner. Sólo desearía que la hubiéramos
encontrado antes.
―Has hecho más que suficiente, hijo ―Dijo papá.
Jason se levantó y se acercó a papá con la mano extendida.
―Nos hemos visto antes, pero nunca nos hemos conocido oficialmente. Estoy
encantado de conocerlo, señor.
Los labios de papá se inclinaron hacia arriba, y aceptó el apretón de manos de
Jason.
―Yo también me alegro de conocerte, Jason. Y es bueno ver que te llevas bien
con mi hija.
Jason me miró con una pequeña sonrisa en los labios.
―Ha costado un poco, pero creo que hemos conseguido encontrar un terreno
común. ―Su mirada se volvió mucho más cálida. Mi rostro se enrojeció.
―¿Por qué no vienes a mi habitación para que podamos hablar? ―Pregunté, pero
luego miré a mamá y a papá para pedirles permiso, sintiéndome incómoda. Era la
primera vez que tendría a un chico en mi habitación, y no sabía cómo se sentían mis
padres al respecto. Ni siquiera sabía si estarían de acuerdo.
Mamá asintió.
―Ve. Necesitas compañía.
―De acuerdo. Jason, ven conmigo. ―Le hice un gesto con la mano para que me
siguiera, intentando no pensar que estaría en mi habitación. Mi habitación―. Tengo que
advertirte que no es nada especial. Es pequeña y acomodada para mis necesidades y…
Me puso la mano en el hombro y me detuve, aspirando una bocanada de aire. La
suavidad bailó en sus ojos cuando lo miré.
―Realmente no me importa cómo es tu habitación, Katie. Lo único que me
importa eres tú.
Asentí con la cabeza, tragando saliva. ¿Cómo era posible que me hiciera sentir
tan enamorada con un simple roce y unas tiernas palabras?
Alcanzó a pasar sus dedos por mi cuello, pero luego se detuvo, frunciendo el
ceño. Sabía lo que había visto. Las marcas rojas del estrangulamiento de Liam todavía
eran visibles.
Sus nudillos se deslizaron sobre mi cuello con ternura.
―¿Te duele?
―Está mejor.
Su mano se cerró en un puño a su lado.
―Se merece lo peor.
―Se llevará lo peor. ―Me detuve frente a mi habitación―. Aquí está. ―Le indiqué
que entrara primero, y él entró, el pequeño espacio se redujo rápidamente con él
dentro. Parecía tan alto en una habitación tan pequeña, y me recorrió una emoción
deliciosa de que estuviera en mi espacio.
Antes de que pudiera seguirlo, mamá me llamó.
―Espera. Volveré.
Asintió, su mirada ya recorría mi habitación, empapándose de todo.
Encontré a mamá en la cocina, sosteniendo una bandeja con una taza de café.
―Llévale esto a Jason. Viniste antes de que pudiera servírselo.
―Claro. ―Puse la bandeja en mi regazo y volví a mi habitación, encontrando a
Jason sentado en mi cama de espaldas a mí. Puse la bandeja en mi escritorio.
―Aquí tienes tu café.
No se dio la vuelta inmediatamente y me di cuenta de que llevaba algo en la
mano. Se levantó y me miró con una sonrisa en el rostro, y mi mirada se dirigió a lo que
tenía en la mano. El aire me abandonó en un rápido silbido.
Estaba sosteniendo mi diario.
Todo mi rostro se puso roja. Mis ojos se dirigieron a la papelera, ahora vacía, y
recordé que el diario había estado allí todo este tiempo.
―¿Te he gustado durante todo este tiempo? ―Señalaba la página que había leído
ese día.
―Se supone que no debías ver eso ―solté.
―Lo siento. Lo vi en la papelera. No sabía que era tu diario.
Me acerqué y le quité el diario de la mano.
―Es algo que escribí hace mucho tiempo.
―Pero es verdad, ¿no? Ni siquiera me fijé en ti, y tú…
―Pero supongo que nunca perdí la esperanza, ¿no? ―Me encogí de hombros,
ofreciéndole una sonrisa.
Sus cejas se profundizaron y la tristeza llenó sus ojos.
―Lo siento.
―¿Por qué?
Se movió alrededor de mi cama y se sentó en el borde de la misma, tomando mis
manos entre las suyas.
―Por darte la espalda cuando más me necesitabas. ―Bajó la cabeza, un mechón
de cabello cayendo sobre su frente―. Siempre puse a mi hermana en primer lugar,
incluso cuando debería haberte hecho mi prioridad. Me dijiste que intentaste suicidarte,
y en lugar de estar ahí para ti, te aparté. Otra vez.
Miré mi regazo, con las cejas fruncidas.
―Entendí por qué actuaste así. Arruiné la vida de tu hermana.
Se acercó más a mí y tomó mis manos entre las suyas, haciéndome mirarle.
―No. Me he equivocado todo este tiempo. No arruinaste la vida de mi hermana.
Estaba arruinada mucho antes.
Aspiré con fuerza.
―¿De verdad crees eso?
―Sí. Me costó un montón de tiempo, pero finalmente entré en razón. Caroline no
había estado bien durante mucho tiempo, y esa noche había salido sin el permiso de
papá. Tomó su auto y se emborrachó para adormecer el dolor. Tomó todas las
decisiones equivocadas esa noche.
―Ella no es la única que tomó decisiones equivocadas esa noche, Jason. Tal vez
yo estaba en un estado mental muy malo, pero la arrastré a ella a eso. Así que quiero
hacer las cosas bien. Voy a hablar con la policía y contarles lo que recuerdo, para que la
sentencia de Caroline se reduzca.
Sus ojos eran dos carbones calientes mientras me observaba.
―¿Harías eso?
―Es lo menos que puedo hacer.
Sus ojos recorrieron lentamente mi rostro, como si quisiera memorizar cada uno
de mis rasgos.
―Te amo.
Mi corazón se detuvo.
―¿Qué?
Pasó su mano por mi brazo, dejándola descansar en mi hombro.
―Te amo, Katie.
―Yo… No puedo creer que estés diciendo esto.
Sonrió.
―Más vale que lo creas. Porque a partir de ahora, te lo seguiré enseñando.
―Levantó su mano para rozar mi cuello. El toque fue fugaz, pero lo sentí en lo más
profundo―. Eres intrigante, Katie. Eres especial. Y odio que haya tardado tanto en verlo.
Entonces tal vez habríamos tenido más tiempo juntos. Habría conseguido más de ti.
―Puedes conseguirme ahora. ―Dejé caer mi mirada hacia mis manos―. Eso es,
si todavía quieres estar conmigo.
―¿Si todavía quiero estar contigo? ―Me levantó la barbilla, haciendo que me
encontrara con sus ojos―. Katie, ¿no has oído lo que acabo de decirte? Te amo. Y no
quiero volver a darte otra razón para dudar de mí. Quiero protegerte y mostrarte lo
increíble que eres.
Le observé con un anhelo que no tenía límites. Mi corazón latía rápidamente al
ritmo de una esperanza que se hacía más fuerte en mi pecho cuanto más profundas eran
sus palabras en mi mente. Pero a diferencia de la noche en su apartamento, ya no había
nada que nos separara. No había verdades ocultas ni realidades retorcidas.
Le tomé las manos.
―Quiero estar contigo, pero tengo que asegurarme de que entiendas que vengo
con mucho equipaje.
―¿Y qué? Los dos lo hacemos.
―Creo que me llevará un tiempo superar algunas cosas. Acabo de descubrir
quién soy. También está el asunto de mi discapacidad. Hay muchas cosas que no sabes,
y no puedes imaginar lo que es vivir con una parálisis...
―No importa, porque me aseguraré de aprender. Sea lo que sea lo que nos llegue,
lo afrontaremos juntos. ―Sus ojos ardían de convicción, y pude sentir que la última
pieza de nuestro rompecabezas emocional encajaba.
Se me llenaron los ojos de lágrimas, pero no eran lágrimas tristes. No, eran
lágrimas de felicidad, como las que casi derramé cuando el público me aplaudió.
Aplaudió por nosotros.
Y los últimos restos de la oscuridad que había velado mi mundo día y noche se
desvanecieron. Ya se sentía como un recuerdo lejano, conquistado y olvidado.
―Yo también te amo, Jason.
Sus ojos se abrieron de par en par y luego se llenaron de una felicidad que
coincidía con la que alimentaba mi corazón.
―Incluso cuando más quería odiarte, mi corazón encontró el camino de vuelta a
ti.
Sonriendo como un niño pequeño, se inclinó y capturó mis labios con los suyos,
enviándome rápidamente a una ruta hacia más felicidad y seguridad. Puse mis manos
sobre sus hombros y me acerqué lo más posible a él, sintiéndome como si estuviera en
la cima del mundo. Me sentía como si estuviera empezando un nuevo capítulo de mi
vida.
Pronto, nuestra cercanía no fue suficiente, y me agarró por las caderas y me
levantó, llevándome a su regazo. Mis brazos se enroscaron en su cuello
automáticamente y nuestras respiraciones se mezclaron. Sus ojos se clavaron en mí.
―¿Significa esto que estarás conmigo?
Me mordí el labio, asintiendo.
―Sí.
Su boca volvió a la mía, y sus manos emprendieron un viaje propio, haciéndome
desearle más y más. Podrían haber pasado minutos o quizás horas hasta que nuestras
bocas se separaron finalmente, ambos anhelando más. Y esta vez, nada nos impedía
conseguirlo.
Sonrió y me tocó la nariz con el dedo.
―Oh, y por cierto, si no es ya obvio...
―¿Qué?
―Eres la única chica para mí, Katie Turner. Y nunca te dejaré ir.
EPILOGO
Un mes después

El Centro de Detención Stone estaba a dos horas en auto de Lake Gate. No


permitían visitas de menores de dieciocho años que no fueran familiares, así que en
cuanto cumplí los dieciocho años, pedí permiso para visitar a Caroline. Jason había
venido a recogerme temprano por la mañana, asegurándome que no había nada por lo
que estar nerviosa, que Caroline estaría encantada de verme. Después de todo lo que
había aprendido sobre ella, sabía que lo estaría, pero mientras entraba sola en el
espacio de visitas y me dirigía a la mesa de la esquina de la habitación, no dejaba de
imaginarme varios escenarios.
Las paredes de la sala eran de un gris apagado y el personal uniformado estaba
por todas partes, junto con las cámaras, haciéndome sentir como si siguieran cada uno
de mis movimientos. El doctor Peterson me había ayudado mucho a lidiar con mi culpa,
pero ahora que estaba aquí, todo amenazaba con volver, y tenía que recordarme a mí
misma que al menos ella saldría antes de aquí. Después de mi declaración, el juez
decidió reducir la condena de Caroline y, según Jason, eso estaba ayudando
considerablemente a Caroline a afrontar el resto de sus días aquí.
Caroline entró en la habitación un minuto después. Sus pasos habían sido
contenidos, pequeños, y sus ojos apagados, pero en el momento en que me vio, se
animó, sus pasos se aceleraron y sus ojos se iluminaron. Los mismos ojos oscuros de
Jason.
―Has venido ―dijo ella, con una enorme sonrisa tirando de sus labios.
De repente, quise llorar. Por ella, por mí, por nosotros. No conocía a esta chica,
pero ahora que la veía mirarme como si no sólo le hubiera alegrado el día, sino toda la
semana, sentí como si la conociera de toda la vida.
―Me gustaría poder abrazarte ―solté.
Podría haberme mirado como si hubiera dicho algo muy raro. Pero no lo hizo.
Sus ojos se empañaron, sus labios se curvaron en la esquina.
―Si sólo se permitiera el contacto físico.
―Si tan sólo. Siento mucho no haber venido antes. Quería hacerlo.
―Lo entiendo. Reglas de visita y todo eso.
―Siento muchas cosas, Caroline. Siento haberte metido aquí.
Ella negó.
―Tú no me has puesto aquí. Es mi culpa.
―No, no lo es. Y pensar que querías pedirme perdón todo este tiempo, cuando
soy yo quien debería pedirte perdón.
Sacudió de nuevo la cabeza.
―Katie, escucha, si hay algo que nos ha enseñado el consejero aquí, es a asumir
la responsabilidad de nuestras acciones. Conduje borracha esa noche y perdí el control
de mi auto. Nunca debí haber ido a esa fiesta. ―Miró alrededor de la habitación, su
mandíbula se puso rígida―. Este lugar... Lo odio, y estoy contando los días hasta que me
vaya, pero quiero que sepas que no eres responsable de ello. Este es el precio que pago
por mis errores.
―Nunca quise hacerte daño esa noche. Lo que hice... está muy mal, pero si
pudiera volver atrás, lo haría todo de otra manera.
―Lo sé. A diferencia de mi hermano, que he oído que fue bastante duro contigo
durante un tiempo, yo entiendo lo que es sentirse tan perdido que ni siquiera te importa
vivir. Cuando estás demasiado perdido para pensar en las consecuencias de tus actos.
Cuando esa es tu única forma de salir del dolor.
―Jason me contó sobre... cómo te sientes aquí.
Ella sonrió a medias.
―Tengo que admitir que no ha sido un paseo por el parque. Pero mi vida no ha
sido eso durante bastante tiempo.
―Caroline, tienes mucho que vivir. Todo va a mejorar. Puede que ahora no lo
parezca, pero no te rindas. Por favor. ―Puse mi mano tan cerca de la suya en la mesa
como pude sin tocarla. Casi podía sentir nuestro calor mezclándose.
Ella observó nuestras manos.
―No he creído en eso durante mucho tiempo, pero ahora, me siento diferente.
Me siento más positiva. Más optimista.
―No sabes lo que me alegra escuchar eso.
Sus labios se torcieron en una sonrisa.
―Jace es muy útil, pero también está papá.
―¿Tu padre?
―Sí. Ha cambiado recientemente. Dejó de beber y va a las reuniones de AA.
Igualé su sonrisa. Jason no había hablado mucho de su padre, pero me había
dicho que el hecho de que se mudara de su casa fue lo que finalmente hizo que su padre
intentara recuperarse. Además de dejar de beber y unirse a las reuniones de AA, había
encontrado un nuevo trabajo y estaba decidido a conservarlo, y también estaba
mostrando más interés por sus hijos. Eso significaba visitar a Caroline con regularidad
y llamar a Jason para preguntarle cómo iban las clases y la actuación.
Su relación con Jason aún no había mejorado, pero iban en esa dirección. Jason
se estaba abriendo poco a poco a él, y su padre apoyaba más a Jason y sus planes de
futuro.
―He oído que viene aquí a menudo.
―Básicamente duerme aquí. ―Me guiñó un ojo con una sonrisa.
Me reí.
―¿Y tú? ¿Cómo te sientes? Lo que pasó con ese tipo fue muy aterrador.
―Sí, pero todo está en el pasado ahora. Liam está recibiendo lo que se merece.
Ha sido acusado de asesinato y violación, entre otras cosas, y va a estar en la cárcel
durante mucho tiempo.
―Eso está bien. Es lo mínimo que se merece.
―Sí. En cuanto a mí, ahora estoy bien. Durante mucho tiempo, no me sentía
optimista, pero eso ha cambiado recientemente.
Sus ojos brillaron con picardía.
―Y apuesto a que tiene algo que ver con mi hermano, ¿no?
Me sonrojé.
―En parte, sí.
―Lograste conquistar a mi hermano mayor y malo. Dime, ¿qué hiciste? ¿Qué
hechizo usaste?
Me reí.
―Es sobre todo que hubo mucho de fingir, que al final resultó no serlo tanto. Hay
una delgada línea entre las apariencias y la realidad, parece.
―Ah, claro. Sus papeles. ―Su mirada se volvió suave―. Jace siempre fue un lobo
solitario, ¿sabes? Solía llevar toda la carga por sí mismo, y me alegro de que por fin haya
encontrado a alguien que le demuestre que no está solo.
―Creo que ambos nos estamos demostrando que tenemos alguien en quien
apoyarnos. Me está ayudando mucho con mi condición. Se ha adaptado bastante rápido.
Sus ojos cayeron.
―Lo siento mucho, Katie. Yo…
―No te culpo, Caroline. Ya no. ―Suspiré―. Tú misma lo has dicho: debemos
asumir la responsabilidad de nuestros actos. Quiero decir, me llevará un tiempo
superar el hecho de que me hice esto a mí misma, pero al menos tengo cosas por las que
mirar hacia adelante.
Y no me refería sólo a Jason y a los momentos que pasamos juntos, que no
importaba si duraban minutos u horas, siempre se sentían demasiado cortos, fugaces.
Unos días después de la obra, tuve una entrevista con el agente de talentos, y le había
impresionado mi actuación. Entonces, quiso que tanto yo como Jason
protagonizáramos una serie de televisión que iba a empezar a rodarse en Lake Gate
dentro de unos meses. Se trataba de seis adolescentes con sus propios problemas y su
viaje a la edad adulta. Esta serie sería un gran puente hacia Los Ángeles, la universidad
y nuestras futuras carreras. Jason y yo ya habíamos firmado los contratos.
―He oído hablar de la serie de televisión. Eso es enorme. Tú y mi hermano van a
ser famosos.
―Cruza los dedos para que al público le guste.
―Estoy segura de que lo harán. Papá me enseñó el video de la obra que grabó
con su teléfono. Tienen mucho talento. ―Se rio.
―¿Qué?
―Será interesante ver cómo van a eliminar la química entre los dos. Serán
hermano y hermana esta vez.
―Definitivamente se va a sentir extraño al principio.
Se puso seria.
―Katie, gracias por venir. Me alegro mucho de verte.
―Igualmente. Seguiré viniendo, si te parece bien.
Sus ojos eran todo brillo y alegría.
―Por supuesto que me parece bien. No puedo esperar.

Afuera estaba oscureciendo, y un arco iris de colores transformaba el cielo en un


espectáculo impresionante. Jason aceleró cuando nos incorporamos a la autopista, y yo
disfruté de la prisa. Desde que salimos del centro de detención, había estado callado,
pero no parecía preocupado, con una pequeña sonrisa.
―¿En qué estás pensando? ―Pregunté.
La sonrisa se amplió.
―Caroline tiene mucho mejor aspecto. ―Me miró―. Parece que se alegró mucho
de verte.
―Lo hizo.
―¿De qué hablaron?
Le conté nuestra conversación, mencionando que era optimista y lo que me
había contado sobre su padre.
Asintió.
―Su cambio ha sido una influencia positiva en ella.
―¿Crees que se mantendrá? ¿Su cambio?
No se le movió ni un músculo del rostro, pero sus manos se apretaron alrededor
del volante.
―Eso espero. Por su bien.
Yo también lo esperaba. Aunque Jason quería que Caroline viviera con él, ella
sólo tenía dieciséis años. Además, ella no quería dejar a su padre.
El sol estaba bajo en el horizonte, pero aún teníamos tiempo suficiente para
visitar el lugar de Jason en el lago, o debería decir, nuestro lugar. Ahora era nuestro, y
aunque las temperaturas eran bajas y normalmente estaba cubierto de nieve, hoy era
uno de los días más cálidos y sin nieve, y él quería que aprovecháramos la oportunidad
de pasar un rato juntos al aire libre.
Miré el perfil de Jason mientras apagaba el motor. Incluso un mes después, no
podía acostumbrarme al hecho de que estuviéramos juntos. Pero lo estábamos, y cada
día era su propia aventura, dándome más y más razones para sonreír. En algunos
momentos, me costaba creer que fuera el mismo tipo que me había odiado tan
ferozmente, y a menudo pensaba en cómo nuestros caminos se habían entrelazado de
una forma tan peculiar. Cómo la intensa emoción del odio había hecho surgir entre
nosotros un amor que no hacía más que fortalecerse con cada día que pasaba.
A Dylan le gustaba decir que había una delgada línea entre el amor y el odio. Seth
también había compartido su pedazo de sabiduría, había dicho que, si seguíamos así,
pronto empezaría a hacer apuestas para que nos casáramos. A lo que Jason y yo sólo
habíamos puesto los ojos en blanco.
Era demasiado pronto para pensar en el matrimonio, pero Jason ya se sentía
como mi para siempre. Habíamos hablado de nuestro futuro y de nuestras carreras, y
habíamos acordado mudarnos a Los Ángeles y alquilar una casa juntos. También
teníamos la vista puesta en la misma universidad, así que pasaríamos mucho tiempo el
uno al lado del otro. Y el tiempo junto a él era mi parte favorita del día. Eso, y cuando
actuaba.
Tras redescubrir mi pasión por la actuación, cada día que pasaba en ella no hacía
más que convencerme de que estaba en el camino correcto. Me reincorporé al club de
teatro y ya estaba trabajando en la construcción de mi nuevo personaje para el
programa de televisión. Estaba tan ocupada que no tenía mucho tiempo para
contemplar las cosas de mi condición que aún me frustraban.
Estaba mejorando mentalmente, gracias a la constante orientación del Dr.
Peterson, lo que hizo que algunos días difíciles fueran menos duros. Sólo estaba en el
comienzo de mi nuevo viaje, y aunque eso en sí mismo se sentía aterrador, también se
sentía emocionante, y hasta ahora, todos a mi alrededor no hacían más que apoyarme.
Siempre habría personas que no entenderían mi condición o me tratarían como algo
anormal, como esos pocos a los que todavía les gustaba comentar algo raro sobre mi
condición en las redes sociales o en el instituto, pero como me dijo el doctor Peterson
una vez, su opinión no me definía.
Jason llevó mi silla de ruedas al lado del pasajero de su auto y me abrió la puerta.
Me senté en la silla, pensando en lo cómoda que me sentía con él. Incluso cuando me
costaba algo, no sentía que me juzgara. Jason había dedicado mucho tiempo a educarse
y a darme el espacio y la independencia que necesitaba. Eso significaba dejarme hacer
cosas por mi cuenta y a mi propio ritmo. Eso significaba saber cuándo necesitaba su
ayuda, como por ejemplo para usar un baño no accesible. Esas cosas, como que me
ayudara en los baños, no habían sido fáciles. La primera vez rompí a llorar de vergüenza,
pero él me aseguró que no pensaba mal de mí. De hecho, parecía que esos momentos
sólo nos unían más.
Me levantó de la silla de ruedas y me puso en su regazo, sentándose en el tronco
del árbol. Lo rodeé con mis brazos como si fueran suyos. Me encantaba que me
sostuviera en su regazo. Me encantaba cuando sus ojos, como ahora, recorrían cada uno
de mis rasgos, con una suavidad que bailaba en su mirada.
Era hermoso. Y todo mío.
―¿En qué estás pensando? ―Preguntó, pasando el dorso de sus dedos por mi fría
mejilla.
―Qué eres hermoso.
Sonrió.
―¿Es así?
―Eso ya lo sabes.
―Pero se siente bien escucharlo de ti. Una y otra vez.
Me sonrojé y miré hacia otro lado, lo que provocó una carcajada en él.
Enmarcó mi barbilla con la mano y me hizo encontrar su mirada.
―Y me encanta cuando veo que te sonrojas. Especialmente cuando hago que te
corras.
―Jason ―exhalé. Al instante, sus palabras me calentaron por dentro.
Sus ojos se oscurecieron al ver mi reacción, y se inclinó hacia mí, con su aliento
caliente calentando mis labios.
―¿Qué tal si lo hago ahora?
Miré a nuestro alrededor.
―Estamos fuera...
―¿Y qué? No hay nadie en kilómetros a la redonda. Además, sabes que no puedo
controlarme contigo. ―Me rozó el cuello con la nariz, aspirando mi aroma. El aroma que,
como me había dicho hace una semana, lo había vuelto loco durante nuestros ensayos.
El aroma que incluso ahora lo volvía tan loco que dejaba lo que estaba haciendo para
besarme.
¿Qué suerte tuve de tener a este tipo? De compartir cada día con él, ya fuera
viendo una película o discutiendo largo y tendido sobre las motivaciones de algún
personaje del cine. Crecer como persona a su lado.
Los labios de Jason me hicieron temblar en el momento en que se fundieron con
los míos. Sus manos bajaron hasta el dobladillo de mi chaqueta y se deslizaron por el
interior, encontrando mi piel desnuda justo por encima de la cintura de mis pantalones
de deporte. Gemí cuando sus dedos me rozaron los costados. Aquí fuera, al aire libre,
todo era más intenso, y ya no me importaba que hiciera frío. No me importaba que
cualquiera pudiera venir en cualquier momento y vernos. Sólo quería que terminara lo
que había empezado.
Como siempre, sabía qué botones apretar para darme el máximo placer. Me dio
la vuelta para que estuviera a horcajadas sobre él y se apretó contra mí.
―Jason. ―Le agarré los hombros.
Se balanceó contra mí.
―Nunca me cansaré de ver esa expresión en tu rostro. Siempre quiero que hagas
esa expresión para mí.
Sus dedos se deslizaron dentro de mis pantalones de deporte mientras su boca
se aferraba a mi cuello y pronto, mi mundo empezó a girar. Antes de que me diera
cuenta, me vi arrastrada por una ola de placer, con el corazón latiendo a mil por hora.
Nunca me cansaría de él.
―Jason ―exhalé, y sus labios cubrieron los míos, bebiendo mis gemidos.
Sus brazos me rodearon una vez que bajé de mi altura, y metió mi cabeza bajo
su barbilla.
―Te amo, Katie. Mucho.
―Yo también te amo.
―¿Tienes frío?
―Ya no. ―Pasé mi dedo por su brazo―. Todavía se siente surrealista, ¿sabes? La
forma en que llegamos aquí. Cómo todo empezó fingiendo. Con el odio.
Me besó la parte superior de la cabeza.
―Se siente como si hubiera ocurrido en otra vida. Como si no fuéramos nosotros.
―Quizá porque, en cierto modo, no nos conocíamos. Estábamos divididos por
cosas malas.
―Pero somos más fuertes por ello, ¿no crees?
Me acurruqué más contra él.
―Yo también lo creo. Después de todo, es lo que nos unió. ―Suspiré,
contemplando el telón de fondo de los árboles que adornaban el claro―. Voy a echar de
menos este lugar cuando nos vayamos a Los Ángeles.
―Encontraremos un nuevo lugar allí.
―Mhmm. Tal vez una playa.
Se rio.
―Definitivamente, una playa. Pero no tendremos que pensar en eso durante
algún tiempo. Primero tenemos que hacer una serie.
―Caroline está emocionada por ello. Tiene curiosidad por ver cómo haremos de
hermanos siendo pareja.
―Apuesto a que sí.
Incliné la cabeza para sentir los rayos del sol en mi rostro, cerrando los ojos.
―No puedo esperar.
―¿No puedes esperar a que actuemos juntos o no puedes esperar a que empiece
el rodaje?
―Ambos.
―¿Sabes que es sólo el principio? Vas a tener muchos más papeles.
Abrí los ojos y lo vi sonriendo.
―Lo sé. Parece un sueño. Ya es mucho más de lo que esperaba. Más de lo que me
atrevía a esperar. ―Me pasé las manos por los muslos―. He perdido algo, pero también
he ganado algo. ¿Y sabes qué? Me siento feliz conmigo misma. Como si estuviera donde
se supone que debo estar.
―¿En mi regazo? ―Sonrió.
Mis labios se curvaron.
―Eso también.
―Vales mucho, Katie. Y todo el mundo te va a querer. Todos van a ver lo especial
que eres. ―Me besó la barbilla―. Lo talentosa que eres. ―Besó mi frente―. Cuán
hermosa eres. ―Su siguiente beso se posó en mis labios, y mis labios se fundieron con
los suyos al instante, incapaces de resistirse a él.
Lo rodeé con mis brazos y lo abracé tan cerca de mí como pude, con el pecho
lleno de amor, deseo y necesidad por él. Por el chico que me hacía sentir la chica más
hermosa y más querida del mundo.
Para el chico que siempre me recordaba que tenía mucho que ofrecer al mundo.
Y no podía esperar.
Porque yo era esa chica que había conseguido liberarse de las cadenas que la
sujetaban, para elevarse más que nunca.
¿Y su vida?
Su vida se había convertido en un tesoro, con propósito y sentido en el
interminable flujo del tiempo.
Sobre la autora

Vera Hollins escribe historias de amor emocionales, oscuras y angustiosas que


tratan sobre angustias, problemas mentales y sociales, y sobre cómo encontrar la luz en
la oscuridad.
Ha estado escribiendo desde que tenía nueve años y, antes de darse cuenta, se
convirtió en su pasión y en su vida. Le gusta especialmente el café, los conejitos, el
romance angustiado y los antihéroes. Cuando no está escribiendo, puede encontrarla
leyendo, tramando su próximo libro con tantos giros como sea posible y viendo
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