La sexualidad en la adolescencia es aquella en la que el joven se
desarrolla física y mentalmente, adquiriendo los caracteres sexuales secundarios (los que no tienen que ver con el órgano reproductor, como la nuez en los hombres o el ensanchamiento de las caderas en las mujeres) y desarrollando el pensamiento maduro; pero también despierta un comportamiento sexual, se transforma en un ser sexual. La sexualidad no sólo tiene que ver con el acto de reproducirse, sino que representa la generación de deseos, sentimientos, fntasías y emociones, es decir, el desarrollo de una identidad sexual, que se puede definir como aquella parte de la identidad del individuo que le permite reconocerse y actuar como un ser sexual.
Etapas del desarrollo de la sexualidad
Al igual que el desarrollo físico y mental, la sexualidad se forma gradualmente y necesita pasar por una serie de etapas antes de completarse. Los cambios que se producen en la sexualidad pueden enmarcarse dentro de las etapas de la adolescencia y la pubertad, ya que las transformaciones físicas y mentales condicionan sobremanera el desarrollo de la sexualidad y de la identidad sexual: Adolescencia temprana (11-13 años): Durante esta etapa, que se caracteriza por la velocidad de los cambios físicos en el adolescente, el joven se encuentra aún lejos del deseo sexual adulto, por lo que se presenta como una fase de autoexploración (a menudo a través de la masturbación), debido a los nuevos cambios físicos y psíquicos que experimenta (como la aparición de los primeros impulsos sexuales y de la espermarquia o primera eyaculación), y también de exploración del contacto con el otro sexo. •Adolescencia media (14-17 años): El adolescente ya está casi completamente desarrollado, sus órganos sexuales están listos para la reproducción y el deseo sexual se incrementa. En esta fase se desarrolla una sensación de invulnerabilidad y fortaleza que inducen al joven a comportarse de una forma narcisista. Se empieza a buscar el contacto habitual con el otro sexo y pueden llegar las primeras relaciones sexuales. El adolescente no sólo responde a sus impulsos sexuales, sino también a su narcisismo, es decir, pone a prueba la propia capacidad de atraer al otro. También se considera que durante esta etapa se produce el auge de las fantasías románticas.Las relaciones sociales fuera del entorno familiar, especialmente con amigos, empiezan a tener preponderancia, por lo que el adolescente contrapone los valores y la educación sexual recibida de sus padres con la de sus amigos (en muchas ocasiones llenas de mitos derivados de la poca o nula experiencia sexual), lo que puede acarrear riesgos, si a esto se suma que el adolescente aún no ha desarrollado del todo el pensamiento abstracto y en algunas ocasiones le cuesta pensar en las consecuencias de sus actos. Además, al no haber desarrollado por completo el pensamiento adulto, el adolescente utiliza los sentidos para expresar sus emociones. Adolescencia tardía (17-21 años): El adolescente se ha desarrollado por completo, física y psíquicamente. La capacidad de pensar en abstracto y de ser consciente de las consecuencias futuras de los actos hace que el joven pueda mantener relaciones sexuales maduras y seguras. El deseo ya no sólo responde a un estímulo o pulsión sexual, sino que el adolescente, ya adulto, comienza a buscar otros valores en sus relaciones sociales, como la confianza o la reciprocidad.
La importancia de recibir una buena educación sexual
La pubertad y el desarrollo sexual son etapas de cambios constantes, donde el deseo y los impulsos sexuales dominan a una parte racional que no está del todo desarrollada. Recibir una buena educación sexual es muy importante, no sólo a corto plazo, es decir, para que el adolescente supere sin riesgos sus etapas de maduración física y psíquica, sino también para establecer el comportamiento sexual que tendrá el joven cuando sea adulto. Durante la adolescencia, el joven está expuesto a riesgos que se deben evitar mediante medidas preventivas: La sexualidad entra dentro de la intimidad: Las relaciones sexuales pertenecen a la intimidad de las personas, por lo que no es necesario compartir los detalles sobre las mismas, a no ser que se quiera hacer. Los padres y el entorno no deben presionar al adolescente.
Desarrollo de habilidades sociales y de autocontrol: Los impulsos sexuales
dominan a los racionales durante la adolescencia, sobre todo al comienzo de la fase de adolescencia media, donde el joven ya ha desarrollado por completo sus órganos sexuales pero no el pensamiento adulto. La educación debe proveer al adolescente de conocimientos que le permitan desarrollar conductas y comportamientos sexuales correctos.
Informar: Es vital dotar al adolescente de la información necesaria sobre los
riesgos que traen las relaciones sexuales sin protección (embarazo precoz, Enfermedades de Transmisión Sexual, etcétera), así como de los beneficios que reporta practicar sexo seguro.
Desde la primera infancia el niño experimenta sensaciones placenteras al tocarse, al ser
acariciado y besado, y observa las expresiones de afecto y las actitudes sexuales de los adultos que le rodean, que en ocasiones trata de imitar. Durante el periodo prepuberal se establece la identidad sexual y el niño continua recogiendo información sobre la sexualidad a partir de los amigos, los maestros y la familia. En esta etapa el niño puede desarrollar una actitud negativa hacia la sexualidad si descubre que los adultos evitan hablar de las partes de su cuerpo relacionadas con la sexualidad, las describen con eufemismos o rechazan cualquier tipo de conducta relacionada con el sexo, incluidas las que el niño puede manifestar espontáneamente, como la erección. Al iniciarse la pubertad aumenta la preocupación por la sexualidad. En la primera etapa de la adolescencia es frecuente la masturbación y las fantasías sexuales, en ocasiones con compañeros del mismo sexo, motivando dudas sobre la orientación sexual, con ansiedad y sentimientos de culpa. La masturbación es más frecuente en los chicos que en las chicas. Generalmente está motivada por la curiosidad y el deseo de disfrutar un placer intenso. Más adelante puede ser vivida como una descarga de ansiedad o de tensiones. Al iniciarse la pubertad aumenta la preocupación por la sexualidad. En la primera etapa de la adolescencia es frecuente la masturbación y las fantasías sexuales, en ocasiones con compañeros del mismo sexo, motivando dudas sobre la orientación sexual, con ansiedad y sentimientos de culpa. La masturbación es más frecuente en los chicos que en las chicas. Generalmente está motivada por la curiosidad y el deseo de disfrutar un placer intenso. Más adelante puede ser vivida como una descarga de ansiedad o de tensiones. En la adolescencia media suelen producirse los primeros contactos físicos (intercambios de besos y caricias) como una forma de exploración y aventura y en la adolescencia tardía habitualmente se inician las relaciones sexuales que incluyen el coito. A diferencia del adulto, la actividad sexual del adolescente suele ser esporádica, con periodos prolongados durante los cuales el adolescente permanece en abstinencia. Muchos adolescentes mantienen lo que se denomina una "monogamia seriada", con enamoramientos intensos y apasionados, pero de duración más corta que la del adulto. Son más frecuentes las disfunciones sexuales, que pueden guardar relación con: temor al embarazo, a ser descubiertos, conflictos de conciencia o actuar bajo presión de la pareja. También influyen las condiciones en que muchos adolescentes mantienen relaciones sexuales, de forma incómoda y rápida. Los adolescentes con una actividad sexual «precoz» suelen asociarse con conductas de riesgo como el consumo de drogas y alcohol, la prostitución o el abandono escolar, entre otros. No obstante, ningún estudio parece establecer un vínculo entre la sexualidad y este tipo de conductas. Los factores determinantes pertenecen, en su mayoría, al contexto familiar y ambiental, a las malas compañías, etc. Sin embargo, el hecho de mantener relaciones sexuales sin protección y/o con diferentes personas comporta una serie de riesgos graves y de consecuencias tales como la contracción de enfermedades de transmisión sexual (ETS) como la sífilis, la gonorrea, la clamidia o el VIH o embarazos precoces no deseados. Según la OMS, cerca de 15 millones de adolescentes son padres cada año. El VIH y el SIDA representan un peligro mortal para los adolescentes en los países en los que la incidencia de estas enfermedades es mayor. Los últimos datos estadísticos indican que 5.400.000 jóvenes conviven con el VIH, de los cuales un 40 % tienen entre 15 y 24 años. Dentro de este rango de edad, el riesgo de infección parecer ser más elevado en el caso de las mujeres que en el de los hombres. Esto se debe a que el riesgo de violaciones y de actos de violencia sexual tanto dentro como fuera del seno del matrimonio, sobre todo en los casos de matrimonios infantiles o precoces, es mayor en el caso de las mujeres Los anticonceptivos más empleados entre los jóvenes son el preservativo y la píldora anticonceptiva. No obstante, una gran parte de los jóvenes no utiliza ningún método anticonceptivo o adopta métodos inadecuados sobre todo debido a la falta de información y al acceso limitado a los servicios de educación sexual y reproductiva. El riesgo de embarazo precoz es mucho mayor que el de embarazo en la edad adulta. Las complicaciones durante el embarazo y durante el parto representan una de las causas principales de muerte en las adolescentes de entre 15 y 19 años. El índice de abortos o de interrupciones voluntarias del embarazo (IVE) no es homogéneo ya que el número de mujeres que recurren a esta práctica varía según el contexto sociocultural. Si bien la mayoría de los casos de IVE en adolescentes se realiza en secreto y clandestinamente, la OMS estima que este número oscila entre 1 y 4 millones de casos al año y que los motivos que les llevan a abortar son muy diversos: vergüenza, pobreza o la falta de acceso a métodos anticonceptivos. En lo que respecta a los países en vías de desarrollo, la OMS también revela que existe un elevado índice de abortos insalubres realizados por personas sin experiencia médica en unas condiciones de higiene lamentables y particularmente peligrosas. Se estima que estas intervenciones ascienden a 2.500.000 al año, de las cuales un 14 % se practica a adolescentes y jóvenes menores de 20 años. La abstinencia se ha convertido en un mensaje de prevención con gran difusión. Esta campaña invita a los adolescentes y jóvenes a abstenerse de realizar cualquier tipo de actividad sexual (tanto por completo como parcialmente) al menos hasta el matrimonio. Los defensores de la abstinencia afirman que es el único método que garantiza una protección completa frente a las ETS y frente a los embarazos precoces no deseados. No obstante, la prevención basada en la abstinencia priva a los adolescentes en cierta manera de sus derechos a la sexualidad y a la reproducción. La imposición de una única opción implica la pérdida de la libre elección de los adolescentes como seres sexuales debidamente reconocidos a nivel internacional.