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FILOSOFIA PREHISPANICA

Working Paper · July 2013


DOI: 10.13140/RG.2.1.2287.3203

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Francisco Javier Hernández Villaverde


Universidad Nacional Autónoma de México
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Universidad Nacional Autónoma de México
Facultad de Filosofía y Letras
Licenciatura en Filosofía
Clase de Filosofía en México
Prof: Mtra. Montes Samayoa Cintya Angélica
Alumno: Francisco Javier Hernández Villaverde Cta: 086285667

SEGUNDO CONTROL DE LECTURA: LA FILOSOFÍA PREHISPÁNICA

Poco se dice actualmente de la sobrevivencia del saber indígena tras siglos de dominación del saber occidental en sus
tierras, cuando se habla del indígena suele llevarse el pensamiento a la sensibilidad inexistente del pasado, se evoca a lo
que ya murió y se desvaneció con el tiempo, algo que difícilmente puede recuperarse y por lo tanto algo ajeno, que de
algún modo nos involucra pero no nos pertenece, siempre se olvidan del presente cuando se habla del pensamiento
indígena. Sin embargo el pensamiento indígena prehispánico prevalece en el lenguaje y las costumbres de los habitantes
de las sierras, selvas, desiertos y pueblos perdidos en la geografía mexicana y hoy más que nunca resalta su cosmovisión
al contrastarse con la impositiva cosmovisión occidental, la manifestación cada vez más abierta y profunda de estos
pueblos conscientes de su herencia cultural y de su situación de rehenes esclavizados y condenados a la ignominia
demuestra claramente que el pensamiento indígena, a pesar de la historia, mantiene firmes las raíces de su entendimiento
y se distingue de la manera occidental de entender la vida dejando al descubierto los pilares de su filosofía: una comunidad
inmanente a la naturaleza y respetuosa de la tradición y los valores antiguos. ¿Cuál es su secreto? ¿Cómo pudo sobrevivir
su pensamiento a los embates de la lógica formal occidental, a sus pruebas científicas y tecnología de punta, al progreso y
la civilización positiva? ¿Cómo pudo prevalecer en el indígena el convencimiento de que la sabiduría de los abuelos supera
todo argumento, toda lógica, toda ciencia, todo poder tecnológico y armamentista, toda ley todo derecho?

Cuando León Portilla intenta convencernos de que entre los pueblos indígenas, Mayas, Zapotecas, Náhuatl, y Toltecas
había un pensamiento filosófico auténtico y equiparable en estatura y dignidad, pero sobre todo en contenido al de los
filósofos griegos clásicos intenta la demostración equiparando los elementos culturales de occidente con los elementos
culturales prehispánicos hallando, a veces de manera muy forzada, similitudes, analogías y coincidencias principalmente
en los cuestionamientos y las reflexiones que pueden evidenciarse en los pocos textos sobrevivientes recuperados del
genocidio español. Su método consiste en una hermenéutica necesaria en la traducción de la lengua indígena ya que tanto
en el náhuatl como en las otras lenguas indígenas las palabras suelen ser “polisintéticas”, es decir que cada palabra reúne
diferentes conceptos y por tanto su significado no es fijo o formal sino móvil y de gran contenido, así mismo cuando se
habla en estas lenguas no se intenta atrapar a la realidad en el concepto definiéndola analíticamente en el discurso
mediante un enlace continuo de conceptos mediante categorías sino que sólo se intenta aproximarse a la realidad
mediante el relato metafórico, buscando la síntesis de la realidad con el individuo mediante la conjunción armónica de los
conceptos. Por ejemplo, el término “verdad” es una conjunción del concepto de raíz y firmeza, mientras que el concepto de
“Saber” o “Conocer” es una conjunción de conceptos como sentir y corazón, la interpretación que pueda provenir de la
unión tales elementos aparentemente distintos crea un concepto nuevo que difícilmente guarda relación o parecido con la
manera occidental de comprender el mundo, en cuanto al término verdad, puede verse claramente que la simple unión de
tales conceptos en la palabra ya nos lleva hacia la reflexión mediante la metáfora de la raíz firme de una planta, si a este
dato agregamos que para las culturas precolombinas el universo es como un gran árbol, vemos como el término verdad no
solo evoca a un argumento sustentado en fundamentos firmes como podría reflexionar un filósofo occidental acerca del
término verdad, sino incluso su carácter ontológico al referirse a la raíz del mundo, lo que sostiene y mantiene vivo al
universo, al ser, en otras palabras, lo verdadero es también lo existente, dato absolutamente reflexivo que permita una
metafísica en de la verdad en el sentido aristotélico ya que para encontrarla se debe escarbar e ir más allá de lo visible que
es la planta para llegar a su fundamento que es la raíz siendo así que la reflexión filosófica se encuentra inmanente en el
lenguaje indígena, lo mismo en cuanto el término conocer que integra el sentir del corazón cuando se reflexiona que para
el pensamiento indígena el corazón es el centro, el equilibrio, la armonía, el punto donde todo converge y se alinea como
referente universal dando orden al universo comprendemos lo que la metáfora inmersa en el concepto nos indica, conocer
es encontrarse en equilibrio con el universo y tener paz, armonía en el corazón que es nuestro centro, hallar el orden y el
equilibrio de las cosas, eso es conocer para el indígena, de donde se sigue que cuando no se conoce se tiene el corazón
dividido, sin centro, extraviado, otro ejemplo importante es el término “pensar” que en lengua Náhuatl se traduce como
“existir”, “estar en existencia” que puede también compararse con el postulado cartesiano aunque las connotaciones

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ontológica aún guarden muchas reflexiones alternativas. La lengua indígena por sí misma es una reflexión filosófica
palabra por palabra y al mismo tiempo una poética constante plagada de metáforas e imágenes, por ello su expresión
ideográfica corresponde de una manera más correcta con su carácter que una expresión silábica o simbólica ya que lo que
interesa a la expresión prehispánica es el contenido de las palabras y no su forma, expresar el pensamiento y no el sonido
lingüístico, esta simple diferencia en la manera de expresar el pensamiento es suficiente para que la comprensión
hermenéutica sea todo un reto. Vemos así que tampoco es extraño que para el indígena la reflexión ontológica no aborde
explícitamente el problema del ser como una ciencia pues su lengua lo expresa sin tapujos este problema
morfológicamente, este fenómeno resulta más claro cuando comprendemos la preocupación de las culturas sajonas por
aclarar filosóficamente la diferencia entre el ser y el existir toda vez que en su lengua se utiliza el mismo término para uno y
otro concepto mientras que en las lenguas latinas estos dos conceptos se expresan con términos diferentes y por tanto no
hay el caso a la reflexión, el trabajo ontológico occidental ha tenido más este camino debido a la deficiencia lingüística a
diferencia de la ontología latina que busca otros campos de reflexión con la ventaja de su lengua, así mismo la lengua
náhuatl tiene muchas ventajas en la expresión ya que cada concepto trae consigo un contenido conceptual denso y amplio
susceptible de interpretación a diferencia de la tendencia lingüística occidental que pretende la exactitud y rigurosidad
significativa restringiendo las interpretaciones en el lenguaje.

Debo decir que me parece un buen inicio el intento de comparar la cultura Náhuatl con la cultura Helénica, ahí empeñaron
su esfuerzo autores como Antonio Caso, Francisco Larroyo, María Garibay, León Portilla o Patrick Johansson entre otros,
que han realizado un estudio comparativo que ha podido poco a poco desenredar la madeja hermenéutica de la
interpretación del pensamiento indígena equiparándolo histórica, social, antropológica y lingüísticamente al pueblo griego
aunque aún se espera todavía un recorrido muy largo hasta comprender la profundidad de pensamiento y la madurez
filosófica que poseían los antiguos pobladores de estas tierras antes de ser devastados por la ambición occidental,
simplemente la construcción lógico simbólica de su cosmovisión es ya un reto, no digamos ya la precisión de sus
calendarios unido a su pensamiento sintético que lograba un vínculo holístico con todas las posibilidades de configuración
de la existencia en su mística cosmovisión. Pero lo que se intenta comprobar es la existencia de pensamiento indígena que
pueda identificarse como pensamiento filosófico y para ello es menester un parámetro conceptual de lo que significa
pensamiento filosófico, este parámetro debe provenir de la filosofía misma y de su diferenciación con otros tipos de
pensamiento trabajo que varía de uno a otro autor debido a que no existe un acuerdo acerca de lo que debe entenderse
por filosofía para buscarlo dentro del pensamiento Náhuatl, la búsqueda de este parámetro no es algo que se tenga de
inmediato ya que por lo pronto el investigador occidental solo cuenta con el sentido occidental de afrontar el problema y
siendo este el único referente se convierte en un parámetro contaminado ya que se exige que posea características
propias de la cultura occidental que no necesariamente comparten otros pueblos, debido a una deficiente comprensión de
la lógica y la semiótica indígena en comparación con la occidental, debido a ello se ha tratado como culturas pre-lógicas y
mito-lógicas a muchas manifestaciones del pensamiento en todo el mundo como la China, la India, el Tíbet, Egipto, etc.
incluyendo a todas las culturas prehispánicas en América. Diferentes autores han intentado resolver esta falla de diversas
maneras apelando a diversos conceptos de filosofía más abiertos en donde la disciplina filosófica se caracteriza por la
actitud de quien la posee y no por el método que utiliza para desarrollarla, es decir que la filosofía es tal no por el método
que usa para investigar el mundo o por el objetivo de su análisis sino por la actitud intelectual que ostenta el filósofo como
amigo del conocimiento, amante de la sabiduría, la ambición por abarcar el cosmos con el pensamiento. Para Antonio
Caso la filosofía precolombina es un hecho en tanto que en el análisis de su cosmovisión y su pensamiento, se encuentran
elementos afines a la filosofía de la Grecia antigua, la filosofía está unida a la magia y la religión y ésta, a una tradición
respetable que se pierde con el tiempo, y de la cual no se guarda duda alguna, la sola existencia de una preocupación
ética, cosmogónica y tecnológica es consistente con la existencia de filosofía. Caso da en el clavo al centrar su análisis en
el mito indígena ya que desentraña el principio básico en el que el pensamiento occidental desacredita la existencia de una
filosofía indígena, la distinción entre Logos y Mythos, desarticulándolo desde el inicio bajo el concepto de que la
cosmovisión indígena guarda su propia experiencia filosófica dentro de su cultura, sin embargo no logra comprobar con

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éxito la existencia de un desarrollo lógico que se diferencie del mitológico y por lo tanto manteniendo latente la objeción
occidental de la inexistencia de filosofía en el pensamiento náhuatl. A este respecto reitero lo dicho en el trabajo anterior en
cuanto a que esta distinción entre el contenido lógico y el mítico es sólo una falta de comprensión hermenéutica del
pensamiento antiguo devenido de una especie de olvido generacional, olvido que ya antes ha sido analizado por Nietzche
respecto de la civilización griega consistente en la pérdida de sentido de los mitos griegos para la comprensión del mundo;
cuando lo que se dice ha perdido el contenido epistemológico y ontológico original para una generación determinada
heredera de tales conceptos, y se pierde el sentido de la realidad de tales formas de expresión, el pensamiento comienza a
buscarlo en mundos más allá de lo visible ya que las palabras pueden manipularse para configurar el error y se echa la
culpa al modo de expresión buscando la precisión para evitar la mentira ya que es precisamente el contenido simbólico el
que ha perdido su significación original. Para la civilización Náhuatl sucede algo similar, con la diferencia de que el
contenido mítico heredado no ha perdido su sentido toda vez que la lengua propicia el contenido y la mentira no se halla en
la expresión lingüística sino en la incapacidad del pensamiento para armonizar con la realidad, para sentir al mundo en su
corazón, la lógica de la verdad no se busca en la expresión simbólica del pensamiento sino en el fenómeno mismo del
pensamiento, pensar con la verdad significa para el indígena existir en el centro del cosmos, hallarse en armonía con este
bien plantado y firme, sin ambigüedades, mientras que la verdad en el sentido occidental significa la adecuación del
pensamiento a la realidad mediante la expresión simbólica, como puede verse, hallar la verdad para occidente implica un
necesario análisis del lenguaje mientras que para el indígena implica un análisis de sí mismo como sujeto pensante, esta
simple distinción marca caminos diferentes a la investigación filosófica ya que si lo que se busca es la verdad el occidental
intenta hallarla fuera de la realidad, en el lenguaje como medio de expresión del pensamiento y no en su raíz como
fundamento de la realidad que es independiente de su expresión, por ello para el indígena la expresión del pensamiento es
flor y canto mientras que para el occidental es lingüística y lógica, se puede ver como es condición de la expresión Náhuatl
la belleza y la armonía mientras que para el occidental es el simbolismo y la precisión, el primero hace énfasis en el
contenido de la expresión y el segundo en la forma de la expresión, estas diferencias hacen a las dos perspectivas
incompatible y por tanto incomprensibles la una para la otra al grado que hasta ahora prevalecen sus antagonismos
resultando el primero en una civilización que valora la tierra como su benefactora y proveedora y el otro como su propiedad
y recurso.

Vale la pena entonces acercarse a los textos prehispánicos con una visión lo más alejada posible del prejuicio occidental
para interpretar el pensamiento indígena y apuntalar, antes de las dilucidaciones, ciertos parámetro que harán firme la
expedición hacia el descubrimiento de una filosofía prehispánica que, ante la imposibilidad de rescatar completamente los
hechos y los dichos de los pensadores indígenas, la dificultad de identificar estos elementos aún en los sobrevivientes de
estas culturas y el peligro de incurrir en malas interpretaciones y malos entendidos culturales asícomo en prejuicios y
fantasías, aun así pueda marcar un camino seguro y diáfano hacia el aprovechamiento de la tradición pre-cortesianana
para la construcción de una filosofía fundada en bases meramente indígenas, esto es, propongo construir la filosofía a
partir del análisis de sus elementos culturales auténticos y el análisis lógico-simbólico de sus elementos lingüísticos e
ideográficos no para rescatar o comprobar la existencia del pensamiento filosófico precolombino sino para comprobar que
este es posible construyendo uno a partir de sus propios elementos culturales. Para ello se debe distinguir claramente los
elementos axiomáticos fundamentales de la lógica occidental para no caer en el error de aplicarlos en la lógica indígena
plagiando así su contenido, por ejemplo el principio de no contradicción, fundamental para la lógica occidental, funciona de
manera distinta en la lógica indígena toda vez que el mundo para su cosmovisión siempre se halla en una constante
armonía de contradicciones, toda divinidad, fuerza natural o concepto posee siempre una ambigüedad implícita y por ello la
verdad está en la raíz del mundo y el conocimiento se halla en el centro de las dualidades, en donde la contradicción
desaparece en el equilibrio que no niega las contradicciones sino que las equilibra. Para este pensamiento entonces elegir
entre dos contrarios y tomar partido de un lado o de otro para evitar la contradicción significa poseer dos corazones, estar
dividido, extraviar el centro y la armonía con el mundo mientras que en occidente esta posición no es posible en absoluto,
claramente podemos ver como el desarrollo de una lógica a partir de este principio resulta en una lógica muy diferente a la

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desarrollada por occidente lo que nos llevaría a una concepción diferente del concepto de verdad y validez para la
expresión del pensamiento. Al hacer el estudio comparativo de las lenguas occidentales junto a lenguas ancestrales
podemos comprobar que el desarrollo del racionalismo analítico y formalista es exclusivo de la forma de expresión
occidental al observar que la trascendentalidad de la razón obtiene una estética distinta en la configuración del
entendimiento de manera que el pensamiento indígena no se delinea en una analítica trascendental sino en un ejercicio
sintético constante en donde los términos o unidades simbólicas no son determinados en la diferenciación y delimitación
simbólica que favorecen la formalidad discursiva para su racionalización sino que cada término es una síntesis pluri-
simbólica que se entrelaza en un discurso que favorece el contenido simbólico con un sentido holístico indeterminado y
libre. Tal lógica contenida en las expresiones prehispánicas en las que el pensamiento no queda atrapado en el lenguaje y
sus limitaciones lógicas sino que libremente expresa todas sus posibilidades significativas en una ordenación distinta el
pensamiento que lleva el concepto de racionalidad a un contexto distinto del que hasta ahora ha explorado la filosofía
occidental y confirma la existencia de un pensamiento racional y filosófico indígena. En efecto, la manifestación del
pensamiento indígena no sucede, como en la expresión occidental en una sucesión de símbolos atómicos y autónomos
encadenados por conectivas lógicas sino que resulta en una andanada de paquetes simbólicos ricos en contenido
significativo entrelazados en la síntesis lingüística propia del idioma autóctono. Para el idioma occidental heredado de una
deformación local europea del latín y el griego, cada palabra tiene un significado definido mientras que en la lengua
indígena cada palabra implica una multiplicidad de posibilidades significativas todas válidas en la configuración lógica
conformando una racionalidad que admite contradicciones en la expresión sin que esto implique un absurdo ya que su
contenido tiene una fundamentación ontológica y no metafísica. Si aunamos a este juicio el hecho de que para el contexto
del pensamiento indígena el tiempo no es una secuencia lineal sino un ritmo cíclico y el espacio no esta contenido de
unidades ontológicas o seres sino de una totalidad compuesta de unidades relativas, podemos comprender mejor la
diferencia entre la estética trascendental de occidente para la dirección de su pensamiento y racionalidad que es analítica y
primordialmente espacial en su configuración ontológica y la estética trascendental indígena que es sintética y
primordialmente temporal en su configuración ontológica.

Una última reflexión al respecto del pensamiento indígena que hasta aquí voy a dejar por el límite de tiempo y espacio,
tiene que ver con la superación del prejuicio existente entre el pensamiento mágico-religioso y el científico-filosófico,
distinción que no existió realmente en occidente sino hasta pasada la época cristiana y que se funda en la creencia en la
libertad del actuar humano, creencia que en el pensamiento indígena es claramente improcedente toda vez que el destino
del individuo está marcado desde el nacimiento y solo es posible tras la muerte que es parte de la existencia mientras que
en occidente el destino es desconocido y la existencia depende de las propias decisiones lo que crea un desarrollo del
culto de la personalidad propia, es decir, de la creencia en el individuo independiente del mundo y por tanto de su
comunidad en tanto que en la concepción indígena el individuo depende del mundo y dela comunidad y su libertad tiene
necesariamente estos límites. Las consecuencias éticas de tales diferencias conceptuales son relevantes para el desarrollo
de sus civilizaciones y de su pensamiento en general de manera que en las culturas indígenas el culto al individuo, la
importancia personal y la autoría del pensamiento son poco valorados y se toman como un desarrollo de la comunidad en
general y no como un logro individual lo que deja a la tradición y la herencia intelectual de los pueblos precolombinos
huérfanos de autoría individualista sin que esto demerite la calidad de sus contenidos mientras que en los pueblos
occidentales es más valorada la individualidad que la comunidad teniéndose a esta tan sólo como un accidente en la vida
del pensador. Vislumbro en el conocimiento del pensamiento indígena una mina intelectual y conceptual todavía no
explorada que podría llevar la historia de la filosofía por rumbos insospechados todavía por el pensamiento occidental
aunque se deben desarrollar todavía los parámetros meta-culturales que permitan una hermenéutica cierta y confiable que
no den lugar a falsas interpretaciones que superen también las falacias argumentales inmersas en la interpretación
occidental de la historia y la cultura que dejan fuera de lugar la perspectiva indígena del mundo y menosprecian su filosofía
y su cultura. La filosofía prehispánica todavía tiene mucho que enseñar a la civilización contemporánea, pero sobre todo a
nosotros, sus herederos culturales.

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