Los sacramentos y la sacramentalidad están representado a través de símbolos, por tales razones hay que observar las estructuras y las cuestiones esenciales del hombre. A través de su naturaleza, como el hombre percibe la realidad de los sacramentos. En la vida humana, la dimensión simbólica ocupa un lugar importante. El hombre, siendo un ser a la vez corporal y espiritual, expresa y percibe las realidades espirituales a través de signos y de símbolos materiales. Como ser social, el hombre necesita símbolos para comunicarse con los demás, mediante el lenguaje, gestos y acciones. Lo mismo sucede en su relación con Dios. Simbólicamente Dios se comunica por medio de los sacramentos, mostrándole así al hombre su plan de salvación. El Misterio de la Encarnación del Hijo de Dios es la realidad y la fundamentación más esplendente de la dimensión simbólica de Dios para el hombre. En cuanto creaturas, estas realidades sensibles pueden llegar a ser lugar de expresión de la acción de Dios que santifica a los hombres, y de la acción de los hombres que rinden su culto a Dios. Dios habla al hombre a través de la creación visible. El cosmos material se presenta a la inteligencia del hombre para que vea en él las huellas de su Creador. Toda celebración sacramental es un encuentro de los hijos de Dios con su Padre, en Cristo y en el Espíritu Santo, y este encuentro se expresa como un diálogo a través de acciones y de palabras. Ciertamente, las acciones simbólicas son ya un lenguaje, pero es preciso que la Palabra de Dios y la respuesta de fe acompañen y vivifiquen estas acciones. Por medio del símbolo se obtiene un conocimiento indirecto. Por ejemplo: El simbolismo del agua es significativo de la acción del Espíritu Santo en el Bautismo, ya que, después de la invocación del Espíritu Santo, ésta se convierte en el signo sacramental eficaz del nuevo nacimiento: del mismo modo que la gestación de nuestro primer nacimiento se hace en el agua, así el agua bautismal significa realmente que nuestro nacimiento a la vida divina se nos da en el Espíritu Santo. El símbolo nos traslada a comprender una estructura de sentidos. La palabra griega symbolon significaba la mitad de un objeto partido (por ejemplo, un sello) que se presentaba como una señal para darse a conocer. Las partes rotas se ponían juntas para verificar la identidad del portador. El "símbolo de la fe" es, pues, un signo de identificación y de comunión entre los creyentes. Symbolon significa también recopilación, colección o sumario (CEC). Es lícito decantarse por el término símbolo para expresar la realidad sacramental. De un modo genérico se puede afirmar que el símbolo ha tendido siempre a significar en categorías religiosas la finalidad escatológica del vivir humano, con lo cual ha expresado una tendencia a motivar la trascendencia. La concepción simbólica de la teología halla una especial concreción en la sacramentología por ser los sacramentos en sí mismos símbolos, es decir, imágenes a través de las cuales se manifiesta como realidad operativa el designio salvífico de Dios.