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Alicia Romero Frías

1) Explica los modos en que la filosofía pragmatista norteamericana y el


neokantismo alemán influyeron en la génesis del interaccionismo simbólico.
Explica también la relación entre el interaccionismo simbólico, en cuanto que
teoría, y la práctica investigadora de la Escuela de Chicago.

El interaccionismo simbólico es una corriente de pensamiento sociológica que sostiene


que el significado de las cosas no es intrínseco, sino que se atribuye a través de la
interacción social. El término es acuñado por Blumer en su obra El interaccionismo
simbólico (1969) y su principal obra teórica es Espíritu, Persona y Sociedad (1934) de
Mead. En ellas, enfatizan la importancia de la interpretación simbólica, la negociación
de significados en la interacción y cómo el desarrollo del self se forma en relación con
otros en contextos sociales específicos.

No obstante, encontramos un notable influencia de otras teorías que propiciaron su


génesis, éstas son:

En primer lugar, la filosofía pragmatista norteamericana se origina en Estados Unidos y


algunos de sus principales exponentes son James y Dewey. En línea con la tradición
británica del empirismo y utilitarismo, se caracteriza por la desconfianza hacia las
teorías demasiado elaboradas o abstractas, ya que su principal objetivo es la eficacia. De
esta forma, mientras que se pueda conseguir la aplicabilidad de los postulados teóricos
podrán ser aceptados en la medida en la que se consideren útiles, desentendiendose del
grado de verdad que hay en ellos. Una descripción que facilita la comprensión de este
concepto proviene de James, quien ilustra la idea con el siguiente ejemplo:
“Considérese qué efectos, que pudieran tener concebiblemente repercusiones prácticas,
concebimos que tiene el objeto de nuestra concepción. Entonces nuestra concepción de
esos efectos es la totalidad de nuestra concepción del objeto” (Peirce, 1878 citado en
Barrena, 2014, p. 4).

En relación con el interaccionismo simbólico, la influencia es clara en la atención que


emplean a las circunstancias prácticas, en la que conciben que la interacción en sí es un
objeto concreto de estudio, más real que conceptualizaciones abstractas como
“individuo” o “sociedad”.

En segundo lugar, otro de los fundamentos teóricos del interaccionismo simbólico es la


filosofía neokantiana alemana de Dilthey. La cual establece que las “ciencias del
espíritu” deben dar explicación a las acciones de las personas a través de los
significados que éstas les atribuyen, lo que supone tener en cuenta el sistema cultural en
el que se encuentran.

Sin embargo, el interaccionismo simbólico se nutre de esta idea pero la reformula,


entendiendo así que las personas no se limitan a reproducir los significados culturales, si
no que son reelaborados de un modo activo en el transcurso de las interacciones
sociales. Generan, de esta forma, un planteamiento más dinámico que contrarresta el
culturalismo reduccionista y aboga por comprender a las personas a través de la
interpretación de los símbolos que emplean. En consecuencia, nuestros
comportamientos no simplemente derivan de la aplicación de normas, sino que se
reconstruyen en el continuo de las relaciones sociales.

Finalmente, el interaccionismo simbólico emerge en el contexto de la Escuela de


Chicago, una escuela de sociología que se desarrolló en Estados Unidos entre finales del
siglo XIX y el siglo XX, un periodo marcado por la llegada masiva de inmigrantes,
conflictos entre comunidades, marginación social y cuestiones de orden público. Ésta se
caracteriza por la integración entre investigación e intervención social, abordando de
esta manera los desafíos de una sociedad en evolución.

Así pues, el interaccionismo simbólico se constituye como la teoría propia de la Escuela


de Chicago, en la medida en la que la importancia que le da al estudio exhaustivo de los
contextos de interacción y los sistemas de significación en los que las personas se
desenvuelven se compagina con el interés de la escuela por realizar etnografías
altamente detalladas.

En este sentido, la Escuela de Chicago fundamenta su investigación en el empleo de una


amplia gama de metodología cualitativa, como la observación participante, la historia de
vida y estudios de caso, entre otros. Un ejemplo de ello, es la obra de Florian Znaniecki,
Joven generación de campesinos (1921) en su utilización de las historias de vida para el
estudio de la movilidad social obrera. Para él, el gran valor de este material residía en
que constituyen la expresión de un gran número de experiencias diversas e
interconectadas que resultan de mayor facilidad para el investigador de entender y
analizar (Lulle et al, 2015).

2) Explica el proceso de génesis del self según Mead, en cuanto que aspecto
particular de la interacción social. Introduce también el papel del lenguaje verbal
en todo este proceso, mostrando las características específicas del lenguaje
humano con respecto al lenguaje animal y compara brevemente el punto de vista
de Mead con el de Vygotski.

Mead fue un sociólogo estadounidense, caracterizado por su análisis del proceso de


génesis del self que desarrolla en la obra Espíritu, persona y sociedad (1934). En ésta
establece que el efecto de la interacción social no sólo configura el contexto en el que se
desenvuelve el sujeto, si no que también condiciona su propia identidad. De esta forma,
la autoconciencia tendría su origen en una interacción social de carácter inteligente, a
partir de la cual el sujeto posee un self. Este proceso conlleva tomarse a sí mismo como
objeto, pero antes el individuo aprende a tomar a los otros como tal, desarrollando
primero una conciencia sobre las otras personas y objetos del mundo. Así pues, a partir
de la interacción social inteligente, el individuo desarrolla la autoconciencia a raíz de la
conciencia previa que tiene sobre los demás, y la apropiación de la visión que tiene el
otro sobre nosotros mismos.

Para continuar, cuando Mead alude a la interacción inteligente hace referencia a aquella
en la que cada participante se puede poner en el lugar del otro para formular hipótesis
sobre la forma en la que le percibe a él mismo, es decir, consiste en un ejercicio de
empatía. Ésta es característica de los seres humanos porque difiere de la interacción
mecánica propia del mundo animal, la cual se fundamenta en la coordinación de
individuos por medios de señales que provocan reacciones automáticas. Un ejemplo
muy representativo es el de las sociedades de insectos, compuestas por individuos no
inteligentes que actúan en función de automatismos innatos.

Mead así define el surgimiento del self como un proceso de internalización, a través del
cual el individuo desarrolla una estructura psíquica autónoma con respecto a una
relación social externa, y en parte la reproduce. Durante este transcurso pueden
delimitarse varias fases; la primera etapa contempla la interacción propiamente dicha,
en la que se desarrolla una conciencia sobre el otro, en la segunda la persona aprehende
a observarse desde el punto de vista del otro y en la última, este punto de vista se
convierte en la base de la visión sobre uno mismo.

No obstante, esta capacidad empática necesaria para la producción de la interacción


inteligente solo es posible por la existencia de un lenguaje simbólico compartido, tanto
en el idioma como en los referentes culturales. Es por ello que el lenguaje se convierte
en uno de los elementos centrales para Mead en el estudio del simbolismo de las
interacciones sociales. En este sentido, el lenguaje es concebido como fundamento
último de la vida social, a partir del cual nos presentamos ante los demás y modulamos
la interacción con ellos.

Es en este momento cuando podemos apreciar que Mead aplica el interaccionismo


simbólico a su teoría, destacando que la interacción inteligente ocurre mediante sistemas
simbólicos, entre los que cobra importancia el lenguaje verbal. Por ello, resulta
imprescindible el estudio de los símbolos que los sujetos emplean en cada interacción y
los significados que les otorgan, los cuales a su vez, son reelaborados en el transcurso
de la misma interacción social. Ésto sólo es posible por la existencia de un sistema
simbólico común que permite ponerse en el lugar del otro, con lo que los
interaccionistas establecen la posibilidad de una intersubjetividad en forma de “mente
pública”. Todo ello es lo que hace distintivo nuestro lenguaje con respecto al animal,
guiado por respuestas automáticas e instintivas. Para explicar esta diferencia Mead
recurre a la comparación entre una discusión humana y una de perros; primero el ser
humano tendrá consciencia de esa discusión, además de una noción de presente, pasado
y futuro, pudiendo así averiguar qué elementos pueden haberla provocado y las
implicaciones que tiene para un futuro, cosa de la que los perros carecen (Mead, 1982).
De esta forma, entre personas puede haber una anticipación que provoque la pelea,
mediada por el lenguaje y una comunicación consciente e inconsciente, a diferencia de
la pelea de perros únicamente sustentada en la acción-reacción (Mead, 1982).

Finalmente, encontramos ciertos paralelismos con el enfoque sociocultural de Vygotski,


ya que ambos en primera instancia reconocen la importancia de la influencia social en el
desarrollo individual y la importancia del lenguaje para la interacción social. En
concreto, el proceso de creación del self desarrollado por Mead guarda estrecha relación
con la teoría de la internalización de Vygotski. En la cual establece que el sujeto
internaliza ciertas herramientas intelectuales hasta conformar un esquema interno que le
permite realizar ciertas acciones sin el apoyo de herramientas externas. No obstante,
Mead se centra en el surgimiento de la autoconciencia, sin prestar atención a
operaciones intelectuales concretas.
En lo referente al lenguaje, Vygotski se centra en el papel que éste tiene para potenciar
el pensamiento abstracto, mientras Mead, destaca la importancia de su rol como
potenciador de la intersubjetividad.

Mead Diferencias Vygotski

Interaccionismo simbólico Perspectiva teórica Teoría sociocultural

Enfoque en el desarrollo
Se centra más en la Destaca la importancia de
interacción social y la las interacciones sociales y
formación del self a través la mediación del lenguaje
de símbolos, como el en el desarrollo cognitivo
lenguaje.

Lenguaje
Papel fundamental del Considera el lenguaje
lenguaje verbal en la (tanto verbal como no
interacción inteligente verbal) como una
herramienta mediadora
esencial para el
pensamiento.

Similitudes

Énfasis en la influencia
Proceso de creación del social Teoría de internalización
self de Vygotski

Enfoque en la interacción
Desarrollo de la Desarrollo de herramientas
autoconciencia intelectuales

3) Explica las aportaciones de Goffman acerca de la influencia de las relaciones de


dominación sobre la conformación del self. Compáralas con las de otros autores.

Goffman fue un sociólogo y escritor estadounidense, considerado como el padre de la


microsociología a raíz de sus estudios sobre la interacción social centrados en grupos
reducidos.

Éste desarrolla la idea de la influencia de las relaciones de dominación sobre la


conformación del self en su obra Estigma. La identidad deteriorada, en la que realiza
un estudio exhaustivo de aquellos casos en los que el sujeto tiene un self desvalorizado
socialmente. Para él, son personas que por pertenecer a determinados grupos sociales
son valoradas negativamente por el resto, ya que consideran que tienen
comportamientos desviados con respecto a la norma o tienen ciertos defectos físicos. De
esta forma, aquellos individuos desvalorizados sufren una estigmatización social, que en
términos de Goffman, es entendida como un marcador identitario que puede ser
detectado por otros y tomado como indicador de una identidad desprestigiada
socialmente, y a partir de la que las personas estigmatizadas construyen el self.

La necesidad de este estudio nace de un contexto enmarcado por un conflicto racial


profundo y el auge de diversos movimientos de autoafirmación identitaria. Lo que hizo
que varios autores, entre ellos Goffman, se interesaran por desentrañar las razones de la
diferenciación entre grupos sociales y las implicaciones cognitivas que tiene para sus
integrantes. Algunos ejemplos de ello son las obras de Piaget y Weil (1951) y Lambert
y Klinenberg (1967), en las que desarrollan la idea de que la simpatía a unos grupos y
no a otros aparece antes de identificarte con uno en concreto. Aunque este proceso de
identificación no sólo obedece a la diferenciación étnica, si no que también se debe a las
estructuras sociales subyacentes (Piaget et al, 1951 y 1967 citado en Gómez, 2010).

En concreto, Goffman hace hincapié en las estrategias a través de las cuales los
miembros de grupos estigmatizados gestionan su presentación pública ante los demás.
Identifica tres variantes:

En primer lugar, una de las posibles tácticas a emplear es la de la ocultación, en la que


el sujeto intenta disimular su estigma para que no sea detectado, y en la medida en la
que ésto ocurra, su self no se verá afectado. Algunos ejemplos de ello son el “armario”
en las personas homosexuales o aquellos que pertenecen a un status inferior por su clase
social o étnica.

Sin embargo, tal y como expresa la novela de Boris Vian Escupiré sobre vuestra tumba
(1946), ésto conduce al sujeto a vivir en una especie de doble vida, aquella que
concuerda con su imagen pública y aquella más “sincera” que muestran en su entorno
de confianza, pudiendo derivar en severas contradicciones internas en su self. Aunque
tal es la recurrencia de ésto que se ha convertido en un cliché de la cinematografía
posterior, un ejemplo de ello es la película de Mean Girls. En ella, la protagonista es
una humilde adolescente que es llevada al típico instituto americano, donde tratará de
encajar con las chicas populares, y para ello transforma su personalidad, ocultando su
self de origen.

En segundo lugar, Goffman alude a la sumisión para los casos en los que resulta muy
difícil disimular el estigma, sobre todo en aquellos en los que el estigma puede ser
apreciado físicamente. De esta forma, la única alternativa para aliviar el self consiste en
someterse al grupo superior y complacerles en todo momento.

No obstante, el problema aparece cuando la sumisión se convierte en el medio para


lograr una mayor autoestima, y por el otro lado, la dominación se refuerza, de manera
que existe la tendencia a acabar en un círculo vicioso. Podemos encontrar varios
ejemplos de ello en la literatura y el cine: por un lado, la novela La cabaña del Tío Tom
de Harriet Beecher Stowe (1852) tiene el objetivo de denunciar la esclavitud a través de
la historia del Tío Tom, un bondadoso y sumiso esclavo negro maltratado por su amo.
Aunque, luego fue interpretado desde la perspectiva del Tío Tom como ejemplo de
servilismo y sumisión. Por otro lado, también ha sido representado en el cine
estadounidense a través de las jerarquías que se establecen en los institutos. En películas
tales como High School Musical, la protagonista es representada como alguien deseado
pero desagradable, y todo aquel que es valorado como inferior tiende a comportarse de
manera servicial y aduladora con ella.

En tercer lugar, encontramos una variante al comportamiento sumiso en la


minstrelización. La cual toma su nombre en el teatro de género minstrel del siglo XIX
en Estados Unidos, en el que los personajes negros eran siempre representados como
pícaros, serviles y estúpidos, correpondiendo así al estereotipo que se tiene sobre ellos.
De esta forma, los individuos estigmatizados acaban reforzando el estereotipo y el
estigma que se les atribuye, generando un efecto contraproducente en su beneficio. Un
ejemplo de ello reflejado en el cine es la película Campeones, una comedia
protagonizada por discapacitados a nivel físico e intelectual. Aunque el mensaje que
quiere transmitir es de motivación hacia esas personas para cumplir sus sueños, son
representados como tontos, y por esa razón, al final refuerzan el estereotipo que hay
hacia ellos.

Pese a ésto, existen ciertos casos en los que la minstrelización puede adquirir un
carácter burlón, de forma que la persona estigmatizada retrata de manera exagerada su
estereotipo hasta el punto que resulta caricaturesco. Al burlarse del estereotipo, le
permite alejarse de él y confrontar a quienes lo promueven. Ésto es algo que Bernard
Wolfe representó en su ensayo El negro danzarín y cantor (1950).

En último lugar, otra estrategia consiste en la autoafirmación identitaria frente a la


mayoría. En este caso se exhibirán los rasgos estigmatizantes a modo de desafío,
convirtiendo así, el estigma en un emblema, negando el derecho a la mayoría de
juzgarles. Algunos ejemplos de ello son las “salidas del armario” de los homosexuales,
el colectivo “drag” o el movimiento de autoafirmación identitaria de los años sesenta en
Estados Unidos en los que los afrodescendientes de América utilizaron de la misma
forma el pelo afro como emblema de su reivindicación.

A través de esta teoría, Goffman sitúa el foco en las repercusiones de las relaciones de
poder en la conformación de la conciencia del sujeto. Sin embargo, otros autores
posteriores han elaborado sus obras en esta línea, pero revelando otras formas en las que
se dan estas dinámicas de dominación-sumisión.

Entre ellas, encontramos las que aluden a las relaciones tóxicas, como la de Jean-Paul
Sartre, El ser y la nada (1943). En ésta explica la forma en la que se producen
situaciones de dominación y sumisión en las relaciones cotidianas y la forma que
repercuten en la construcción del autoconcepto. Luego, autoras como Simone de
Beauvoir en El segundo sexo (1949) hacen referencia a las relaciones de desigualdad
entre géneros, en las que también se aplican las técnicas de presentación pública
desarrolladas por Goffman en base a la discriminación histórica que han sufrido las
mujeres. Y finalmente, obras como Piel negra, máscaras blancas (1952) de Frantz
Fanon o Retrato del colonizado/Retrato del colonizador (1957) de Albert Memmi
aluden a las desigualdades raciales y a los procesos de colonización, en los que se puede
apreciar la retroalimentación entre dominante y dominado que desarrolla Goffman, y las
repercusiones que tiene sobre su comportamiento.
4) Explica las características básicas del interaccionismo simbólico según Herbert
Blumer (Hay que basarse en la lectura).

Herbert Blumer es un sociólogo y psicólogo estadounidense, quien acuña el término de


interaccionismo simbólico, con el que hace referencia a que las personas actúan sobre
los objetos e interactúan con otras personas en función de los significados que tienen
para ellas, es decir, la simbología que les atribuyen.

En el capítulo La posición metodológica del interaccionismo simbólico, de su obra


Interaccionismo Simbólico. Perspectiva y Método (1981), asienta las bases de la teoría
del interaccionismo simbólico e introduce las perspectivas teóricas de las que se nutre.

Aquí, Blumer describe y justifica la metodología del interaccionismo simbólico.


Primero, enfatiza la importancia de alcanzar un conocimiento profundo sobre distintos
entornos sociales y para ello, cree pertinente la utilización del método etnográfico. De la
misma forma que es utilizado por otros autores como Dollard, que indica que para
conceptualizar una vida hay que analizarla en sus diversos contextos, concretamente
define cuatro de ellos: el contexto orgánico, familiar, situacional y el histórico-cultural
(Dollard, 1935 citado en Plummer, 2000). También, alude a que el significado está
sobreentendido y es dejado a un lado en las ciencias sociales, es por ello que defiende
una metodología basada en estudios empíricos intensivos y desconfía de las técnicas
cuantitativas.

Así pues, en su teoría Blumer establece que el símbolo es un producto social, fruto del
proceso de interacción entre individuos en el que la utilización del significado por la
persona que actúa se produce a través de un proceso de interpretación. Es por ésto que
enfatiza la importancia de estudiar los significados que las personas dan a sus acciones y
la realidad a la que se enfrentan, en vez de presuponerlos. Un ejemplo de ello es el que
propone Dewey, en el que afirma que un golpe en medio de la noche puede provocar
terror en quien lo escuche si cree que es un ladrón, o sólo irritación si se trata de una
cortina agitada por el viento. Ambas interpretaciones serán reales para la persona que
capte el ruido, y en función de cada una tendrá un comportamiento u otro. (Dewey,
1937 citado en Plummer, 2000).

Esta idea de tomar como punto de partida los significados otorgados por las personas a
la realidad, tiene una clara influencia del planteamiento neokantiano. El cual establece
que no percibimos la realidad en sí, si no la imagen que forjamos de ella a través de
nuestros esquemas cognitivos. Aunque el interaccionismo simbólico se centra en la
construcción colectiva de estas imágenes en el marco de la interacción social.

En este sentido, Blumer destaca la naturaleza simbólica de la vida social y focaliza el


estudio a las interpretaciones por parte de los actores de los símbolos derivados de las
actividades interactivas. Este enfoque es sintetizado en tres premisas básicas: En primer
lugar, los seres humanos actúan sobre la base del significado que tienen los objetos y
situaciones para ellos. En segundo lugar, los significados de estas cosas surgen de la
interacción social con los demás. Y en tercer lugar, las significaciones se emplean como
parte del proceso de interpretación llevado a cabo por la persona en relación con las
cosas que encuentra, y experimentan cambios durante este proceso.

Sin embargo, para entender con mayor precisión el surgimiento de esta teoría debe
enmarcarse en su polémica contra el estructural-funcionalismo de Talcott Parsons, que
constituía la corriente de pensamiento predominante en Estados Unidos durante la
década de los setenta. Éste se caracterizaba por su concepción de la acción humana
como una aplicación automática de las normas sociales con el objetivo de lograr el
equilibrio de la sociedad. Es por ello, que resalta la importancia de las instituciones, la
división del trabajo, la familia y las clases sociales como elementos necesarios para el
mantenimiento de ese status quo, y son en base a ellos por lo que los individuos guían
su comportamiento (Oquist y Oszlak, 1970). Si bien, Blumer no estaba de acuerdo con
ello, porque él opta por un análisis microsociológico de la sociedad, en la interacción de
pequeños grupos. En los que el comportamiento de sus miembros se encuentra guiado
por las significaciones que interpretan cada uno de ellos de la interacción, y que al
contrario de Parsons en su idea de la norma como condicionante de la acción, varían en
función del contexto histórico y cultura en la que nos encontremos.

No obstante, el interaccionismo simbólico ha recibido numerosas críticas en línea con


las limitaciones que derivan de su conceptualización del comportamiento humano. Éstas
señalan la importancia excesiva que esta teoría dedica a la simbología para la
construcción de la realidad, olvidando los límites que suponen ciertas condiciones
materiales para ello. Además, la subjetividad no puede darse al completo porque los
significados tienden a reproducirla en parte.

Por otro lado, desde el psicoanálisis se critica el hecho de que centrarse en los
significados que elaboran las personas, supone dejar de lado los procesos inconscientes,
también relevantes para esta perspectiva en el análisis de la conducta humana.

A pesar de todo ello, hay que entender cada teoría como una forma concreta de observar
la realidad, siendo consciente de sus potencialidades y limitaciones, y aprovechando al
máximo sus beneficios.
Bibliografía:

Barrena, S. (2014). “El pragmatismo”. Factótum, 12, pp. 1-18. Disponible en:
https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=5229406 [Consultado 13-01-2024].

Blumer, H. (1981). El interaccionismo simbólico: Perspectiva y método. Barcelona:


Hora.

Gómez, M. A. (2010). Yo y los otros: El desarrollo de la identidad étnica en niños


inmigrantes de origen latinoamericano que residen en Estados Unidos. Tesis doctoral.
Universidad Autónoma de Madrid.

Lulle, T; Vargas, P y Zamudio, L. (2015). Los usos de la historia de vida en las


ciencias sociales. Lima: Anthropos.

Mead, G. (1982). Espíritu, persona y sociedad. Barcelona: Paidós.

Oquist, P y Oszlack, O. (1970). “Estructural-Funcionalismo: Un análisis crítico de su


estructura y función”. Revista Latinoamericana de Sociología, 6, pp. 358-388.
Disponible en: https://repositorio.cedes.org/bitstream/123456789/3829/1/Estruct
%20func%20un%20anal%20critico%20de%20su%20estruct.pdf [Consultado 12-01-
2024].

Plummer, K. (2000). Documents of LIfe 2: An invitation to a critical humanism. Reino


Unido: Sage Publications UK.

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