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La Pretensión de bondad y el orden vigente

La palabra pretensión no es sinónimo de afirmar, de juzgar como cierto o verdadero, sino


que manifiesta una actitud de espera, de expectación hacia algo que aún no ocurre. Es decir,
alguien que pretende afirmar una verdad, está dispuesto a escuchar o a recibir aportes que pueden
o no tomar como verdadera la verdad que quiere dar a conocer. Esto puede incurrir en que la
verdad que se pretende afirmar pueda ser negada o contradicha, por lo que depende estrictamente
de la comunicación eficaz que el sujeto realiza, con el fin de ser comprendido y de ser aceptado
por la comunidad y que al fin pueda tener validez.
Según Habermas, expone que existen cuatro pretensiones o condiciones universales de la
comunicación intersubjetiva y no de validez. En primer lugar, se tiene la inteligibilidad, es decir,
que la persona que esté pretendiendo validar su verdad, se de a entender con todos sus oyentes, en
términos que se puedan entender con gran claridad. En segundo lugar, la veracidad, es decir que
se comunique con honestidad hacia quienes espera convencer. En tercer lugar, la rectitud moral,
la cual se refiere que al decir algo, se tiene el derecho de decirlo en un determinado momento, y,
en cuarto lugar, la sinceridad, que al decir lo que se dice, no se pretende engañar a los
participantes en la interacción. Además de las otras pretensiones, no solamente la de
comunicación, sino de la efectuación de los actos o las instituciones morales, y la síntesis de
todas ellas, podemos llamarla la pretensión de bondad.
La pretensión de bondad en palabras del autor es poner todo el empeño en el
cumplimiento de las condiciones necesarias mínimas y universales de todo acto o institución que
pudiera tener la presentación de bueno o justo; por lo antes expuesto se proponen numerosos
componente y principios morales que deben articularse para constituir una compleja pretensión
de bondad.
Para Enrique Dussel, la incertidumbre de las decisiones que tomamos como humanos viene del
hecho de que los actos humanos se gestan de forma compleja en el cerebro, en el cual todas las
decisiones o actos son imprevisibles, por lo que siempre un acto o institución humana tendrá
algún grado de error práctico, de injusticia o de maldad, de allí al que no haya certeza, no por
error sino por la condición finita del cerebro humano, práctica, afectiva y cognitivamente, la
moral debe concluir que no hay ni puede haber perfecta pretensión de bondad. Por ello, puesto el
acto, el agente deberá estar muy atento a los efectos no intencionales que pueda cometer
negativamente.
Toda pretensión de bondad tiene como condición el principio material o de contenido, el
principio formal y el principio de factibilidad, los cuales se aplican en el proceso de decisión y
efectuación del acto y las instituciones. El orden es el fruto de las acciones y siempre su supuesto.
También tienen pretensión de bondad, e igualmente comete inevitablemente injusticia y
corrupción. Todo se juega en tener instituciones correctivas, llamadas “estado de derecho”.
Cuando estas instituciones se corrompen, el orden institucional entra en un proceso extinción,
crisis de validez moral. Por ello la persona justa, el ser humano moral, está siempre atento a los
efectos de sus actos, quien para saber como puede sentirse culpable de los actos que
institucionalmente comete, es teniendo conciencia moral de que no puede operar acto perfectos,
que como efecto siempre algún mal o injusticia cometerá aún con honesta pretensión de bondad;
en segundo lugar, es rodeándose de colaboradores honestos y no aduladores que le adviertan
inmediatamente de sus errores; y en tercer lugar, tendiendo continuamente puentes de contacto
con el pueblo para escuchar de las mismas víctimas de sus actos inevitablemente injustos aún con
pretensión personal de bondad. En tal sentido, no admirarse de los errores, sino emprendiendo de
inmediato, las medidas para enmendar el error. Los principios en las correcciones son los mismos
principios morales enunciados.
El justo comete errores, sin embargo, los enmienda, con pretensión de bondad redoblada
al haber enmendado los mismos; en cambio el injusto piensa que nunca comete errores, y
enarbola su pretensión de bondad ante los efectos de su acción corrupta. Es injusto, no por haber
cometido errores, sino por no reconocerlos y enfrentar a las víctimas de sus actos ocultándolos,
justificándolos, no corrigiéndolos; permanece entonces en la corrupción.
Finalmente, la totalidad de actos humanos se objetivan en instituciones sistémicas que son
un orden vigente. Ese orden antecedente y consecuente a todo acto humano se lo supone
habitualmente como el mundo cotidiano en el que se vive sin conciencia, como miembro desde
siempre ya determinado.
Se puede concluir entonces, que ningún acto por más “bueno” que sea, lo será al 100%, ya
que, debido a la complejidad del pensamiento humano, se pueden dar errores de manera
involuntaria, por lo cual, solo nos queda confiar en la pretensión (Intención) de que algo se lleva
a cabo con bondad, siempre y cuando esto exista, se puede concluir que un acto es bueno ya que
si no cumple con las cuatro pretensiones por lo menos, entonces no es un acto realizado por y
para la bondad.

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