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El Sexenio Revolucionario: la Constitución de 1869.

Gobierno provisional, reinado


de Amadeo de Saboya y Primera República.

Todas las circunstancias del final del reinado de Isabel II condujeron a que en
septiembre de 1868 se produjera la denominada Gloriosa Revolución. Se inició en
Cádiz como una sublevación militar (Manifiesto de Cádiz), a la que se unieron
sublevaciones populares en diversas ciudades españolas, apoyadas por algunos partidos
políticos que armaron al pueblo. La victoria de los revolucionarios fue rápida debido al
descrédito de la monarquía, a la crisis económica y social que había comenzado en
1864, a la unión de los partidos de la oposición (pacto de Ostende), a la crisis del
sistema político existente (corrupto e incapacitado para resolver los problemas del país)
y por último, a la falta de apoyo militar de la Reina (derrota de Alcolea). La
consecuencia inmediata de la revolución fue el derrocamiento de Isabel II y su exilio a
Francia.
En octubre de 1868 se creó un gobierno provisional cuyo primer objetivo era
encauzar la revolución y disolver las Juntas que habían aparecido por todo el país. Este
gobierno lo integraron fundamentalmente unionistas (Serrano como presidente) y
progresistas (Prim, Ruíz Zorrilla, Sagasta). Entre las primeras medidas del gobierno
podemos mencionar la reinstauración de las libertades esenciales (asociación, expresión,
enseñanza, etc.), la implantación del liberalismo económico y la monarquía como
sistema político. Esto último disgustó a los demócratas. Con gran rapidez, el gobierno
procedió a convocar elecciones a Cortes Constituyentes por sufragio universal
masculino (diciembre de 1868). La victoria fue para los progresistas, que también
dominaron las votaciones en las Cortes para la elaboración de una nueva constitución.
Los aspectos más destacados de la Constitución de 1869 son los siguientes:

 Proclamación de la soberanía nacional y la división de poderes.


 Establecimiento de una monarquía democrática, lo que implicaba un recorte de
los poderes del rey, sobre todo en el aspecto legislativo, que corresponde a las
Cámaras.
 Reconocimiento de amplios derechos y libertades del ciudadano, incluyendo por
primera vez las libertades de reunión y asociación, aunque con límites. También
incluía la libertad de cultos religiosos, aunque conservaba el mantenimiento del
clero católico por el Estado.
 Confirmaba el sufragio universal masculino para los varones mayores de 25
años. Los senadores también pasaban a ser electivos, pero elegidos de modo
elitista e indirecto. Los ayuntamientos también tendrían elecciones democráticas.

Como hemos indicado, la Constitución mantenía el régimen monárquico, por lo cual,


hasta la elección de un nuevo rey fue nombrado regente el general Serrano y al frente
del gobierno se situó el general Prim. La regencia se prolongó hasta enero de 1871. En
este tiempo el gobierno se centró en poner en marcha una política de reformas en las
instituciones políticas del país, sobre todo locales y provinciales y en aplicar un
programa de liberalismo económico que finalmente no se concretó por las dificultades
internas. Otro aspecto fundamental fue la búsqueda de un nuevo monarca para España.
El elegido finalmente fue el italiano Amadeo de Saboya.
El reinado de Amadeo I (1871-1873) puede calificarse de fracasado, ya que pese a la
buena voluntad del rey italiano, no logró construir una monarquía democrática estable.
Los dos grandes problemas del reinado fueron la gran inestabilidad política y social y
los numerosos grupos opositores que hicieron inviable el proyecto.
En cuanto a la inestabilidad política, esta comenzó al poco de llegar Amadeo de Saboya,
ya que el 27 de diciembre de 1870 fue asesinado el general Prim, principal valedor del
rey italiano. Al atentado se sumaron pronto nuevos factores de inestabilidad: la ruptura
de la coalición de partidos que habían protagonizado la revolución; la división que la
muerte de Prim había originado en el progresismo (partido constitucional con Sagasta y
partido radical con Ruíz Zorrilla) y los constantes cambios de gobierno (tres elecciones
en los dos años de reinado). Además se extendió por todo el país un creciente malestar
social expresado a través de manifestaciones, huelgas y algún motín ludista. Al tiempo
regresó el falseamiento electoral, desvirtuando los principios democráticos del nuevo
régimen.
Por otro lado, el Rey tuvo a numerosos grupos en contra, y tampoco contó con el afecto
de los españoles por su condición de rey extranjero. Desde la derecha los carlistas
resurgieron con fuerza y contaron con el apoyo de los grupos católicos más
conservadores, asustados por la radicalización de la revolución, como consecuencia en
1872 se inició una nueva guerra carlista, que se prolongaría hasta el comienzo de la
Restauración. El clero también se opuso al nuevo rey y el Vaticano rompió relaciones
con el gobierno por la nueva Constitución. Las clases dirigentes hicieron el vacío al rey
que quedó aislado en su palacio, y los monárquicos alfonsinos de Cánovas del Castillo
trabajaron para la vuelta de los Borbones.
Desde la izquierda, los republicanos eran partidarios de que las reformas políticas,
sociales y económicas fueran más igualitarias y radicales. Además, eran anticlericales y
partidarios de la república como forma de gobierno.
Por último, debemos sumar a todos estos problemas, un recrudecimiento de las
guerrillas independentistas de Cuba y Puerto Rico, donde no llegará la paz hasta 1878.
La suma de todos estos factores hizo que Amadeo I se sintiera solo e impotente para
solucionar los problemas del país, por lo que tras un conflicto menor entre el gobierno y
el ejército decidió renunciar al trono en febrero de 1873, al considerar a España un país
ingobernable. Ante el vacío de poder, los diputados y senadores optaron por proclamar
la República el 11 de febrero de 1873.
La Primera República ponía fin a siglos de monarquía en la historia de España y abría
una nueva etapa, que sería breve, ya que, por una parte, los grupos más poderosos de la
sociedad desconfiaban de las intenciones reformistas de los republicanos y de su
capacidad para mantener el orden,y por otra parte, los dirigentes republicanos
mantenían importantes diferencias ideológicas (unionistas y federalistas) y personales
entre ellos. El primer presidente fue Figueras, y ya durante su mandato se sucedieron
sublevaciones frustradas de mandos del ejército y una intensa actividad del movimiento
obrero (huelgas, protestas, ocupación de fincas, insurrecciones federalistas.). En mayo
de 1873 se celebraron elecciones a Cortes Constituyentes que dieron la victoria a los
republicanos federalistas con una gran mayoría (344 diputados), si bien con una
abstención del 60%. En junio Pi y Margall asumió la presidencia, e impulsó la
redacción de una nueva constitución, que planteaba convertir a España en un estado
federal mediante la creación de 17 estados federados, incluyendo los territorios de
ultramar, que tendrían autonomía política, administrativa, legislativa y económica. Esta
constitución no llegó a entrar en vigor, ya que los problemas se acumularon para el
nuevo régimen: dificultades para ser reconocido en el exterior; intensificación de la
crisis económica que llevó a la bancarrota del Estado y a la caída de la Bolsa; aumento
de la conflictividad social; intensificación de la Tercera Guerra Carlista que había
estallado en 1872, y sobre todo, la aparición del cantonalismo en julio de 1873 en
forma de violentas rebeliones. El movimiento comenzó en Cartagena y en los días
siguientes se extendió por otras zonas, especialmente por Levante, Andalucía y Castilla
(30 ciudades en total). Los líderes cantonalistas mezclaban en su ideario federalismo,
socialismo revolucionario, anarquismo, y en general, reivindicaciones obreras
anticapitalistas. Proponían dividir el Estado en cantones independientes, y algunos de
ellos llegaron a redactar constituciones y acuñar monedas. El movimiento tuvo un
carácter local y poca organización, por lo que la mayoría de los cantones fueron
rápidamente reprimidos, salvo el de Cartagena que resistió hasta enero de 1874. El
cantonalismo provocó la dimisión de Pi y Margall en julio de 1873, y fue sustituido por
Nicolás Salmerón, cuyo objetivo fue restablecer el orden para lo que empleó el ejército.
Se inició así un desplazamiento de la República hacia posiciones más conservadoras.
Sin embargo, Salmerón dimitió en septiembre de 1873 al no querer firmar varias
sentencias de muerte, lo que provocó su sustitución por Emilio Castelar, que era
conservador y centralista, y que logró un poder extraordinario de Las Cortes para
restablecer el orden durante tres meses. Castelar ordenó un alistamiento masivo
mediante las quintas, lo que le permitió derrotar al cantón de Cartagena. El 2 de enero
de 1874, se reanudaron las sesiones en Las Cortes, y la mayoría federalista, descontenta
con la gestión de Castelar, presentó una moción de confianza que este perdió, lo que le
obligó a dejar la presidencia. Al día siguiente, y ante la previsión de un nuevo
presidente federalista, el general Pavía protagonizó un golpe de estado irrumpiendo en
el Congreso y procediendo a su disolución por la fuerza. Mas tarde, La Junta de
Capitanes Generales decidió dar la Jefatura del Gobierno al general Serrano con plenos
poderes, lo que le permitió suspender la Constitución de 1869 y disolver Las Cortes
definitivamente. Aunque la República se mantuvo nominalmente, en realidad, fue una
etapa de dictadura con gran protagonismo del ejército. Esta etapa duró hasta el 29 de
diciembre de 1874, momento en el que el general Martínez Campos se sublevó en
Sagunto con el objetivo de restaurar la monarquía borbónica.

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